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Taller de Comprensión Lectora

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TALLER DE

COMPRENSIÓN
LECTORA
Guía de trabajo
I. Nivel literal.
1. Lectura silenciosa, uso de recursos nemotécnicos.
2. Discusión y lluvia de ideas para diferenciar:
a) Idea central o básica (descubre el tema), analiza y sintetiza.

La pobreza condena a los pobres a una sequía más catastrófica para la


salud.

b) Ideas secundarias o accesorias (describen los detalles)

-Los pobres pagan mucho más cara el agua que los ricos porque en el
pueblo donde viven carecen de instalaciones de agua y desagüe.

-Se pierde 443 millones de días escolares al año a causa de enfermedades


por la falta del agua y la educación es deficiente o nula.

-Seres humamos que nacen, viven y mueren asfixiados por su propia


inmundicia, que no consiguen arrancar de ellos como una maldición divina.

-Uno de los aspectos más sombríos vivir en la sociedad no solo el cuerpo,


sino también el espíritu, le autoestima, el ánimo y mantener viva la ilusión

II. Nivel inferencial


1. Extracción del contenido que nos permite elaborar:
a) El mensaje (contenido concordante con la idea principal)
analizante y sintetizante.
La falta de servicios los condena a la pobreza y falta de educación, ya que
utilizan un porcentaje muy alto para adquirir esos servicios atraves de
muchos medias para poder sobrevivir.

b) La moraleja (la enseñanza que nos deja la lectura del texto)

Aprender a valorar, porque no sabemos lo que tememos hasta que lo


perdemos.( debemos valorar el agua cuando hacemos muestras
necesidades).

c) El impacto social (el cambio de actitud y lo trascendental para


el ser humano)

Nos da a conocer la situación que vive la gente pobre en los rincones más
olvidados por el gobierno y el mundo, para que reflexionemos y apoyemos
ya que carecen de más necesidades que nosotros.

III. Nivel crítico


1. Penetración o comprensión de las ideas que nos permite:
a) Opinión (juzgar y dar nuestro parecer acerca del tema y de las
ideas del autor)

Las autoridades intentan derrocar a la pobreza con colegios, pero no se


preocupan por la alimentación y sus necesidades de los pobres, y
estudiantes, los más olvidados y de ello mace la delincuencia ya que por
necesidades se dedican a ello.

b) Valoración (darle la razón al autor por sus planteamientos o


ideas expuestas o entrar en controversia)
El autor tiene razón al describir esta pequeña anécdota porque las
autoridades no hacen nada al respecto, deben temer conciencia porque no
solo depende de las personas que habitan en el lugar, si no de las
autoridades que no los apoyan ya que con los servicios que cuentan no son
nada.
IV. Preguntas
1. ¿En que estilo tipográfico está redactado la obra?

Sans serif

2. Si usted fuera protagonista dentro del ensayo.


¿Cual seria tu actitud?

Daría a conocer al igual que lo hace Mario Vargas llosa


Para que las personas se enteren de la triste realidad en que
viven esas personas.

3. ¿ Qué nos dice en la introducción Mario Vargas llosa?

Nos cuenta su anécdota de su viaje de lima a Ayacucho hace


algunas ejemplos.

4. ¿ Que nos dice en la introducción Mario Vargas Llosa?

Nos habla de la mortalidad y los costos que tiene que pagar los
pobre para adquirir agua para su supervivencia y de que los
niños que no van a los colegios por la necesidad de buscar el
líquido elemento.

5. ¿Qué nos dice en el desarrolló Mario Vargas Llosa?

Nos habla que los gobiernos no lo das prioridad por debido al


asco relacionado y que no solo vive cuerpo en la suciedad, que si
no también el espíritu, autoestima mas elemental, y que dos
tercios de la población actual los desperdician lo que los demás
necesitan.

.
EL OLOR DE LA POBREZA
Hace tres años, en un viaje por tierra de Lima a Ayacucho, paramos
en medio de una pampa, en lo alto de la cordillera, en una aldea
donde había un pequeño puesto de policía. Le pedí al oficial que me
permitiera usar su baño. "Desde luego, doctor", me dijo, muy
amable. "¿Quiere usted miccionar o defecar?". Le repuse que lo
primero. Su curiosidad era académica porque el "baño" del puesto
era un corralón a la intemperie donde micciones y defecaciones se
confundían entre nubes de moscas y una pestilencia de vértigo.

Este recuerdo me ha acompañado sin tregua mientras, tapándome a


ratos las narices, hojeaba las 422 páginas de un reciente informe
publicado por las Naciones Unidas titulado "Más allá de la escasez:
poder, pobreza y la crisis mundial del agua". El prudente título y la
fría y neutral prosa burocrática en que está redactado no impide que
este extraordinario estudio, inspirado sin duda en la sabia
concepción de la economía y el progreso de Amartya Sen -un
economista que no cree que el progreso consista en estadísticas-,
estremezca al lector enfrentándolo con tanto rigor como crudeza
con la realidad de la pobreza y sus horrores en el mundo en que
vivimos. La investigación que han llevado a cabo Kevin Watkins y
su equipo debería ser de consulta obligatoria para todos quienes
quieren saber lo que son el subdesarrollo económico y la
marginación social en términos prácticos y los abismos que
separan a estas sociedades de las que han alcanzado ya medios y
altos niveles de vida.

De esta lectura, la primera conclusión a la que llego es que el objeto


emblemático de la civilización y el progreso no son el libro, el
teléfono, el Internet ni la bomba atómica, sino el excusado. Dónde
vacían su vejiga y sus intestinos los seres humanos es el factor
determinante para saber si están todavía en la barbarie del
subdesarrollo o han comenzado a progresar. Las consecuencias
que tiene en la vida de las personas este hecho simple y
trascendental son vertiginosas. La tercera parte de la población del
planeta -unos dos mil seiscientos millones de personas-, cuando
menos, no sabe lo que es un excusado, una letrina, un pozo séptico,
y hace sus necesidades, como los animales, al pie de los árboles,
junto a arroyos y manantiales, o en bolsas y latas que arroja en
medio de la calle. Y unos mil millones utilizan para beber, cocinar,
lavar la ropa y su higiene personal, aguas contaminadas por heces
humanas y animales. A ello se debe que por lo menos dos millones
de niños mueran cada año de diarrea y que enfermedades
infecciosas, como cólera, tifoidea y parasitosis, causadas por lo que
el informe llama eufemísticamente "carecer de acceso al
saneamiento", devasten enormes sectores de África, Asia y América
Latina y sean la segunda causa de la mortalidad infantil en el
mundo.

En un importante barrio de Nairobi (Kenya) llamado Kibera está


generalizado el sistema de los llamados "inodoros volantes", bolsas
de plástico que la gente utiliza para hacer sus necesidades y que
luego arroja por los aires a la calle (de ahí el apodo). Esta práctica
motiva que el nivel de enfermedades infecciosas en el barrio sea
altísimo. Aquellas golpean sobre todo a los niños y a las mujeres.
¿Por qué a éstas? Porque como son ellas las que se ocupan sobre
todo de la limpieza hogareña y del acarreo del agua están más
expuestas que los hombres al contagio.

En Dharavi, un sector populoso de la ciudad de Mumbai, en la India,


hay un solo váter por cada 1.440 personas, y en la estación de las
lluvias el agua que inunda las calles convierte a éstas en ríos de
excrementos. La abundancia del líquido elemento es, en este caso
como en el de muchas ciudades del tercer mundo, una tragedia,
porque, dadas las condiciones de existencia, el agua, en lugar de
ser la vida, es muchas veces el instrumento de la enfermedad y la
muerte.

Y, sin embargo, paradójicamente, el problema del agua, inseparable


del saneamiento, es acaso el principal que mantiene a los hombres
y mujeres prisioneros del subdesarrollo. Los datos del informe son
concluyentes. Cuando tienen agua, se trata por lo general de aguas
servidas, que acarrean toda clase de bacterias y males que los
enferman y matan, pero, en la mayoría de los casos, la pobreza
condena a los pobres a una sequía que es todavía más catastrófica
para su salud y sus posibilidades de mejorar sus condiciones de
vida. Una de las demostra-ciones más chocantes de la investigación
es que los pobres pagan mucho más cara el agua que los ricos,
precisamente porque los pueblos y barrios donde viven carecen de
instalaciones de agua y desagüe y tienen que comprarla a aguateros
o servicios comerciales pagando precios exorbitantes. Así, por
ejemplo, los habitantes de los barrios pobres de Yakarta (Indonesia),
Manila (Filipinas) y Nairobi (Kenya) "pagan entre 5 y 10 veces más
por unidad de agua que aquellos de las áreas de ingresos altos de
sus propias ciudades y más de lo que pagan los consumidores de
Londres o Nueva York". Ese precio desigual del agua hace que el
20% de los hogares más pobres de El Salvador, Jamaica y
Nicaragua inviertan la quinta parte de sus ingresos en agua. En
tanto que en el Reino Unido el gasto promedio por agua de los
ciudadanos es apenas el 3% del ingreso.

No me resisto a citar esta estadística del informe: "Cuando un


europeo utiliza la cisterna de un inodoro o un estadounidense se
ducha, consumen más agua que la que tienen cientos de millones
de personas que viven en los barrios urbanos pobres o las áreas
urbanas de los países en desarrollo". Y otra es que con el agua que
se ahorraría si los "civilizados" cerráramos los caños del lavador
mientras nos cepillamos los dientes un continente entero de
"bárbaros" podría bañarse.

A primera vista, se diría que no hay mucha relación posible entre la


falta de agua y la educación de las niñas. Y, sin embargo, la hay y
muy estrecha. El informe calcula que se pierden 443 millones de
días escolares al año a causa de enfermedades relacionadas con el
agua y que millones de niñas faltan a la escuela y reciben una
educación deficiente o nula, y en todo caso inferior a la de los
varones, porque diariamente deben ir a buscar agua a acequias, ríos
y pozos que están a menudo a varias horas de camino de sus
hogares.

En Los Miserables, Victor Hugo escribió que "Las cloacas son la


conciencia de la ciudad", y, en una de esas interpolaciones del
narrador que recorren la novela, mientras Jean Valjean pataleaba
entre la mierda con el desmayado Marius a cuestas, intentó una
curiosa interpretación de la historia a partir del excremento humano.
Algo así hace este formidable estudio, sin la poesía y la elocuencia
del gran romántico francés, pero con mucho mejor conocimiento
científico. Proponiéndose nada más que describir las circunstancias
y reverberaciones de un problema concreto que afecta a la tercera
parte de la humanidad, este Informe radiografía con dramática
precisión el extraordinario privilegio de que gozamos las dos
terceras partes restantes, cada vez que, casi sin darnos cuenta de
ello, abrimos la canilla de un lavador para lavarnos las manos o la
regadera de la ducha para recibir esa lluvia de agua fresca que nos
limpia y rejuvenece, o cuando, aguijoneados por un retortijón, nos
encerramos en la intimidad de un excusado, aligeramos las
entrañas y, solazados, limpiamos con un pedazo de papel higiénico
todos los rastros de aquella ceremonia, jalamos una cadena y
sentimos, en el torbellino del surtidor, que nuestras suciedades
recónditas desaparecen en las entrañas de los desagües, lejos,
lejos de nuestras vidas y olfatos, para bien de nuestra salud y buen
gusto.

Qué infinitamente distinta a la nuestra es la experiencia de esos


miles de millones de seres humanos que nacen, viven y mueren
literalmente asfixiados por su propia inmundicia, a la que no
consiguen arrancar de sus vidas, pues, visible o invisible, la mugre
fecal que expulsan regresa a ellos como una maldición divina, en la
comida que comen, el agua en que se lavan y hasta en el aire que
respiran, enfermándolos y manteniéndolos en la mera subsistencia,
sin posibilidades de salir del confinamiento en que malviven.

Uno de los aspectos más sombríos de este asunto es que, en gran


parte debido al asco y la repelencia que todo lo relacionado con la
mierda despierta en los seres humanos, los gobiernos y los
organismos internacionales que promueven el desarrollo no suelen
darle la prioridad que debería tener; lo frecuente es que lo
subestimen y dediquen presupuestos insignificantes a planes de
saneamiento. Y la verdad es que vivir en la suciedad no sólo
enferma el cuerpo sino también el espíritu, la autoestima más
elemental, el ánimo para rebelarse contra el infortunio y mantener
viva la ilusión, motor de todo progreso. "Nacemos entre heces y
orina", escribió San Agustín. Un estremecimiento como una viborilla
de hielo en la espalda debería recorrernos al pensar que un tercio
de nuestros contemporáneos nunca sale de la porquería en que vino
a este valle de lágrimas.

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