Clara y El Caimán
Clara y El Caimán
Clara y El Caimán
CLARA Y EL CAIMÁN
Clara entró en el cuarto de su abuela, que estaba todavía completamente
dormida.
- Buenos días, abuela –saludó Clara en voz bastante alta.
- ¿Uuuuhhh? –gruñó la abuela- ¿Qué te ocurre?
- Nada, no me pasa nada.
- ¿Nada? ¿Estás segura? Me alegro –dijo la abuela- Me habías asustado.
- ¿Sabes, abuela? Hoy es mi cumpleaños –dijo Clara.
- ¡Ah, es verdad! ¡Muchas felicidades! Luego te compraré un regalo.
- ¿Qué me vas a regalar?
En el calorcito de la cama, la abuela estaba ya empezando a sentirse
adormilada.
- Pues... te puedo regalar libros... o un jersey... o... Bueno, lo que tú quieras. Pero
ahora déjame dormir.
- Lo que yo quiero es un caimán.
- ¡Un qué...?
La abuela se sentó en la cama, despierta y completamente horrorizada.
- ¡No puedes tener un caimán en casa!
- Es sólo una cría. Es pequeño; así de pequeño –dijo Clara. Y marcó el tamaño
con los dedos.
- ¿Qué van a decir tus padres?
- No van a decir nada, estoy segura –dijo Clara-. El caimán vivirá en una pecera
grande en mi cuarto y yo lo cuidaré. Será muy fácil. Me ha dicho el chico de la
tienda que un caimán come de todo... ¿Me lo comprarás? Di, abuela, me lo
comprarás, ¿eh?.
La abuela lo pensó un momento. Luego volvió a escurrirse entre las sábanas:
- Bueno, si eso es lo que quieres... Pero ya veremos qué dicen tus padres.
2. LA RATITA PRESUMIDA
Hace muchos años había una ratita tan hacendosa, que una mañana barría
en el portal de su casa y se encontró una moneda.
Con el dinero no sabía qué hacer, pero finalmente se compró un lazo para
presumir.
Se encontró tan preciosa que quiso casarse pronto y enamorar a algún tonto
que la quisiese por esposa. Un día, presumía por la ventana y acertó a pasar un
pato que, el ver a nuestra amiga, le dijo:
-¿Quieres casarte conmigo?
-Quizá sí o quizás no; antes quiero oír tu voz.
-¡Cua, cua! -respondió el patito.
-¡No, no, más que voz parece un grillo!
Lo mismo le preguntó un cerdo.
-Quizá sí o quizás no; antes quiero oír tu voz.
-¡Gruñ, gruñ!
-¡Oh, no, no, tus gruñidos son muy fieros!
Llegó rebuznando el asno y, al oír su voz tan ronca, la ratita presumida le dice
que no enseguida. Pasa un gato bien plantado y, al oír su voz divina, muy
coqueta lo remira y le dice: Si, mi vida.
-Ratita, ratita, amada, si me quieres por marido tienes que darme primero tres
besos en el sombrero. Asustada pega un brinco porque ve sus intenciones. Con
las prisas se le cae el lazo y lo recoge don gato. Esta historia mal termina: la
ratita fue cogida de un zarpazo y, de ella, sólo queda el lazo sobre la mesa...
del gato.
3. LA VISITA DE LA PRIMAVERA
Había una vez una ciudad en donde no conocían las flores. En los floreros
ponían alcachofas, puerros y hojas de perejil.
Y nadie sabía distinguir una rosa de una berza.
Todo esto sucedía porque la primavera nunca había pasado por allí. Mientras
tanto, doña Primavera se aburría en un castillo sin saber qué hacer.
El pobre don Primavero siempre tenía que inventar juegos para entretener a su
esposa.
Y no podía hacer otra cosa en todo el día.
Doña Primavera decía suspirando: -Primavero, ¿qué hago ahora? ¡Me aburro!
Don Primavero sacó una gran bola del mundo y dijo:
-Con lo despistada que eres, seguro que te has olvidado de pasar por alguna
ciudad. Estuvieron repasando la bola durante mucho tiempo.
De pronto, dijo don Primavero:
-¡Aquí hay una ciudad en donde no te conocen!
Doña Primavera se vistió un manto hecho de pétalos de rosa y, en un vuelo,
llegó a la ciudad.
Toda la gente salía de sus casas para ver aquel manto tan hermoso. Y doña
Primavera pregonaba su mercancía:
-¡Hay flores para todos! ¡Ha llegado la Primavera!
Doña Primavera tocaba los árboles y éstos inmediatamente florecían. A su paso
brotaban los rosales, los geranios y los almendros en flor.
Doña Primavera derramó flores por los campos, por los jardines, por las plazas.
Y todos cantaron y bailaron cogidos de las manos.