Humani Generis
Humani Generis
Humani Generis
CARTA ENCÍCLICA
«HUMANI GENERIS»
S. S. PIO XII
INDICE
Introducción Peligros doctrinales de la hora presente ................................................................4
I. Peligro constante de error en materia religiosa ..........................................................................4
1º En relación a las verdades filosóficas fundamentales para la religión .................................4
2º En relación a la credibilidad de la fe .....................................................................................4
II. Errores contemporáneos fuera de la Iglesia ..............................................................................5
1º Generalización de sistema evolucionístico (paganismo)......................................................5
2º Desprecio de la razón y el Magisterio (protestantismo) .......................................................5
III. Repercusión de estos errores dentro de la Iglesia....................................................................6
1º Necesidad y peligros del estudio de estos errores.................................................................6
2º Modo como se propugnan estas nuevas opiniones ...............................................................7
Primera parte Los errores actuales “en cuanto a la teología” ....................................................7
I. El relativismo dogmático ............................................................................................................7
1º Orígenes. En el orden del lenguaje........................................................................................7
2º Orígenes. En el orden del conocimiento ...............................................................................7
3º Primera consecuencia ............................................................................................................8
4º Segunda consecuencia ...........................................................................................................9
II. Desconocimiento y desprecio del Magisterio de la Iglesia ......................................................9
1º Errores ....................................................................................................................................9
2º Doctrina verdadera.................................................................................................................9
III. Errores acerca de la autoridad de las Sagradas Escrituras ....................................................10
IV. Consecuencia: errores teológicos ..........................................................................................11
Segunda parte Doctrina de la Iglesia ante los errores actuales respecto a la filosofía ..........12
I. La filosofía tradicional en general ............................................................................................12
1º Valor de la razón humana ....................................................................................................12
2º Necesidad de la filosofía......................................................................................................12
3º Magisterio y filosofía ...........................................................................................................13
4º Progreso de la filosofía ........................................................................................................13
II. La filosofía de Santo Tomás en particular ..............................................................................13
III. Consecuencias de las críticas .................................................................................................15
IV. Conclusión..............................................................................................................................15
Tercera parte Doctrina de la Iglesia respecto a las ciencias positivas .....................................15
I. La biología y antropología y el origen del hombre ..................................................................16
II. Las ciencias históricas y los primeros capítulos del Génesis .................................................16
III. Conclusión. Deberes de las autoridades eclesiásticas y de los profesores ...........................17
4 CUADERNOS DE LA REJA
Introducción 1
Peligros doctrinales de la hora presente
La discordia y extravío, fuera de la verdad, del géne- sinceros hijos de la Iglesia, y lo son hoy señalada-
ro humano en las cosas religiosas y morales fueron mente, cuando vemos de todas partes combatidos los
siempre fuente y causa de muy vehemente dolor para principios mismos de la cultura cristiana.
todos los buenos y principalmente para los fieles y
2º En relación a la credibilidad de la fe
Más aún, la mente humana puede a veces sufrir difi- de la religión cristiana. El hombre, en efecto, ora lle-
cultades hasta para formar un juicio cierto sobre la vado de sus prejuicios, ora instigado de sus pasiones
«credibilidad» de la fe católica, no obstante ser tantos y mala voluntad, no sólo puede negar la evidencia,
y tan maravillosos los signos externos divinamente que tiene delante, de los signos externos, sino resistir
dispuestos, por los que, aun con la sola luz natural de y rechazar también las superiores inspiraciones que
la razón, puede probarse con certeza el origen divino Dios infunde en nuestras almas.
ENCÍCLICA «HUMANI GENERIS» 5
Primera parte
Los errores actuales “en cuanto a la teología”
I. EL RELATIVISMO DOGMÁTICO
se indica, en cierto modo, pero forzosamente también opuestos, pero, según ellos, equivalentes, traduzca a
se deforma. De ahí que no tienen por absurdo, sino estilo humano las mismas verdades divinas. Añaden
por absolutamente necesario, que la teología, al hilo en fin que la historia de los dogmas consiste en ex-
de las varias filosofías de que en el decurso de los poner las varias formas sucesivas que la verdad reve-
tiempos se vale como de instrumento, vaya sustitu- lada ha ido tomando, conforme a las varias doctrinas
yendo las antiguas nociones por otras nuevas, de e ideas que han aparecido en el decurso de los siglos.
suerte que por modos diversos y hasta en algún modo
3º Primera consecuencia
Pero es evidente, por lo que llevamos dicho, que tales de las cosas creadas, deducción realizada a la luz de
conatos no sólo conducen al llamado «relativismo» la verdad revelada que, por medio de la Iglesia ilu-
dogmático, sino que ya en sí mismos lo contienen, y, minaba, como una estrella, la mente humana. Por
por cierto, más que sobradamente lo favorece el des- eso, no hay que maravillarse de que algunos de esos
precio de la doctrina comúnmente enseñada y los conceptos hayan sido no sólo empleados, sino san-
términos con que se expresa. cionados por los Concilios ecuménicos, de suerte que
Nadie hay ciertamente que no vea que los términos no sea lícito separarse de ellos.
empleados tanto en las escuelas como por el magiste- Por eso, descuidar, rechazar o privar de su valor a tan-
rio de la Iglesia para expresar tales conceptos, pue- tas y tan importantes nociones y expresiones que
den ser perfeccionados y aquilatados, y es también hombres de talento y santidad no comunes, con es-
notorio que la Iglesia no ha sido siempre constante en fuerzo multisecular, bajo la vigilancia del sagrado ma-
el empleo de las mismas voces. Evidente es además gisterio y no sin la luz y guía del Espíritu Santo, han
que la Iglesia no puede ligarse a cualquier efímero concebido, expresado y perfeccionado para expresar
sistema filosófico 4; los conceptos y términos que en cada día con mayor exactitud las verdades de la fe, a
el decurso de muchos siglos fueron elaborados con fin de sustituirlas por nociones hipotéticas y expresio-
unánime consentimiento por los doctores católicos, nes fluctuantes y vagas de una nueva filosofía, las cua-
indudablemente no se fundan en tan deleznable fun- les, como la flor del campo, hoy son y mañana caerán,
damento. Fúndanse, efectivamente, en los principios no sólo es imprudencia suma, sino que convierte al
y conceptos deducidos del verdadero conocimiento dogma mismo en caña agitada por el viento.
despreciar lo concebido, expresado y pulido por hombres de ingenio y santidad, durante siglos, bajo la vigilancia
del Magisterio y la luz del Espíritu Santo, para expresar las verdades de la fe cada vez más exactamente; sustitu-
yéndolas con las nociones vagas de la nueva filosofía;
no sólo es suma imprudencia, sino [relativización] del dogma.
4º Segunda consecuencia
Y el desprecio de los términos y conceptos que sue- cual, por fundarse en la razón teológica, opinan que
len emplear los teólogos escolásticos, lleva natural- carece de verdadera certeza.
mente a enervar la llamada teología especulativa, la
El desprecio de las nociones debilita la teología especulativa, por lo que la juzgan carente de verdadera certeza.
1º Errores
Por desgracia, estos amadores de novedades fácil- o menos se aproximan a la herejía y, por ende, «de
mente pasan del desprecio de la teología escolástica a guardar también las constituciones y decretos con
descuidar y hasta despreciar también el magisterio que esas erróneas opiniones han sido prohibidas y
mismo de la Iglesia, que en tan alto grado aprueba proscritas por la Santa Sede» 5; ese deber, decimos,
con su autoridad aquella teología. Y es que este ma- de tal modo es a veces ignorado, como si no existie-
gisterio es por ellos presentado como rémora del ra. Hay quienes expresamente suelen dar de mano a
progreso y obstáculo de la ciencia y ya por muchos cuanto en las Encíclicas de los Pontífices Romanos
acatólicos es considerado como un injusto freno que se expone sobre la naturaleza y constitución de la
impide a algunos teólogos más cultos la renovación Iglesia, a fin de que prevalezca un concepto vago que
de su ciencia. Y aunque este sagrado magisterio ha afirman haber ellos sacado de los antiguos Padres,
de ser para cualquier teólogo en materias de fe y cos- particularmente griegos. Porque los Sumos Pontífi-
tumbres la norma próxima y universal de la verdad, ces, como ellos andan diciendo, no quieren juzgar de
como quiera que a él encomendó Cristo Señor el de- las cuestiones que se disputan entre los teólogos y
pósito entero de la fe, es decir, la Sagrada Escritura y hay que volver, por ende, a las fuentes primitivas, y
la «Tradición» divina, para custodiarlo, defenderlo o explicar por los escritos de los antiguos las constitu-
interpretarlo; sin embargo, el deber que tienen todos ciones y decretos modernos del magisterio.
los fieles de evitar también aquellos errores que más
2º Doctrina verdadera
Las enseñanzas de las Encíclicas exigen asentimiento porque, si bien no se ejerce la suprema potestad del Magisterio:
son Magisterio ordinario, del que también se dijo: Quien a vosotros oye... (Lc 10,16);
en general lo que se enseña ya pertenece por otras razones a la doctrina católica;
y si se da sentencia en materia disputada, según intención y voluntad del Pontífice, ya no puede ser discutida.
El teólogo debe volver a las fuentes de la revelación, Sagrada Escritura y Tradición para:
mostrar cómo se halla explícita o implícitamente lo que enseña el Magisterio vivo;
rejuvenecer y no hacer estéril la teología.
Pero a la luz del Magisterio, intérprete auténtico del depósito de la fe:
si la Iglesia ha aclarado lo oscuro e implícito en el depósito, por su Magisterio ordinario y extraordinario;
no se pretenda juzgar el Magisterio (lo claro) según las fuentes de la revelación (lo obscuro), sino a la inversa;
por eso al volver a las fuentes no debe cambiarse el sentido de las definiciones del Magisterio.
Es más, erróneamente hablan de un sentido humano exegetas bajo la vigilancia de la Iglesia, debe ceder,
de los Sagrados Libros, bajo el cual se ocultaría su según sus fantásticas opiniones, a la nueva exégesis
sentido divino que es el único que declaran infalible. que llaman simbólica y espiritual, y por la que los
En las interpretaciones de la Sagrada Escritura no Sagrados Libros del Antiguo Testamento, que esta-
quieren que se tenga cuenta alguna de la analogía de rían hoy ocultos en la Iglesia, como una fuente sella-
la fe ni de la «tradición» de la Iglesia; de suerte que da se abrirían por fin a todos. De este modo – afir-
la doctrina de los Santos Padres y del sagrado magis- man – se desvanecen todas las dificultades que sola-
terio debe pasarse, por así decir, por el rasero de la mente son traba para quienes se pegan al sentido lite-
Sagrada Escritura, explicada por los exegetas de mo- ral de las Escrituras.
do puramente humano, más bien que exponer la Nadie hay que no vea cuán ajeno es todo esto a los
misma Sagrada Escritura según la mente de la Iglesia principios y normas hermenéuticas debidamente es-
que ha sido constituida por Cristo Señor guardiana e tatuidos por nuestros predecesores, de feliz memoria,
intérprete de todo el depósito de la verdad divina- León XIII en su Encíclica Providentissimus Deus,
mente revelada. Benedicto XV, en su Encíclica Spiritus Paraclitus, e
Además, el sentido literal de la Sagrada Escritura y igualmente por Nos mismo, en la Encíclica Divino
su exposición, elaborada por tantos y tan eximios afflante Spiritu.
nocidísimas y errores manifiestos, y a indicarles, no sin ansiedad, los peligros de engaño a que se exponen.
Estas novedades han producido frutos venenosos en casi todos los tratados de la teología:
errores acerca de Dios, condenados en Vaticano I:
~ se pone en duda que la razón pueda demostrar su existencia;
~ la creación sería necesaria para la liberalidad divina, y por tanto sin principio;
~ se niega la presciencia divina;
se discute si los Ángeles son personas, si la materia difiere esencialmente del espíritu;
se desvirtúa el concepto de gratuidad del orden sobrenatural, por la necesaria ordenación de los seres inteligentes a
la visión beatífica;
se destruye el concepto del pecado original y del pecado en general en cuanto ofensa de Dios, y por lo tanto el de
la satisfacción de Cristo;
habría que corregir la doctrina de la Transubstanciación por estar basada en el concepto filosófico de substancia,
ya anticuado; reduciendo la presencia real de Cristo a simbolismo;
creen no obligatoria la doctrina de la Mystici Corporis: Cuerpo Místico e Iglesia Católica son una misma cosa; es
necesario pertenecer a la Iglesia Católica para salvarse;
no admiten el carácter racional de la credibilidad de la fe.
Errores propagados por católicos por celo imprudente y falsa ciencia.
Segunda parte
Doctrina de la Iglesia ante los errores actuales respecto a la filosofía
2º Necesidad de la filosofía
Mas la razón sólo podrá desempeñar este servicio de cipios y principales asertos de aquél, lentamente es-
modo apto y seguro, si ha sido debidamente cultiva- clarecidos y definidos por hombres de grande inteli-
da; es decir, cuando estuviere imbuida de aquella sana gencia. Esta filosofía, reconocida y aceptada por la
filosofía, que es ya, de tiempo atrás, como un patri- Iglesia, no sólo defiende el verdadero y auténtico va-
monio legado por las generaciones cristianas de pasa- lor del conocimiento humano, sino también los prin-
das edades y que, por ende, goza de una autoridad de cipios metafísicos inconcusos – a saber, los de razón
orden superior, puesto que el magisterio mismo de la suficiente, de causalidad y finalidad – y, finalmente,
Iglesia ha pesado con el fiel de la revelación los prin- la consecución de la verdad cierta e inmutable.
Pero para cumplir su oficio de modo apto es necesario la filosofía tradicional, pues:
ENCÍCLICA «HUMANI GENERIS» 13
3º Magisterio y filosofía
En esta filosofía se exponen ciertamente muchas co- con más propias y ricas vestiduras, reforzarla con
sas que ni directamente ni indirectamente tocan las más eficaces expresiones, despojarla de ciertos arreos
materias de fe y costumbres, y que, por tanto, la Igle- menos aptos, propios de las escuelas, y enriquecerla
sia deja a la libre discusión de los entendidos; pero también cautamente con ciertos elementos de la es-
no vige la misma libertad en muchas otras cosas, se- peculación humana en sus avances; pero nunca es lí-
ñaladamente acerca de los principios y asertos prin- cito derribarla o contaminarla con falsos principios o
cipales que arriba hemos recordado. Aun en estas considerarla, en verdad, como un gran monumento,
cuestiones esenciales, se puede vestir a la filosofía pero ya envejecido.
4º Progreso de la filosofía
Porque ni la verdad ni toda exposición filosófica de quirido contrarias novedades, sino para que, elimina-
ella pueden estar cambiando cada día, sobre todo dos los errores que hubieran podido deslizarse, cons-
cuando se trata de los principios por sí evidentes para truya la verdad sobre la verdad con aquel orden y
la mente humana o de aquellas doctrinas que se apo- trabazón con que aparece constituida la naturaleza
yan ora en la sabiduría de los siglos, ora en la con- misma de donde la verdad se extrae. De ahí que el
formidad y apoyo de la divina «revelación». Toda cristiano, tanto filósofo como teólogo, no ha de abra-
verdad que la mente humana, investigando sincera- zar de prisa y ligeramente cualquier novedad que de
mente, puede encontrar, no puede ciertamente opo- día en día se excogitare, sino que ha de sopesarla con
nerse a la verdad ya adquirida, puesto que Dios, Ver- toda diligencia y ponerla sobre la balanza exacta, no
dad Suma, creó y rige el entendimiento humano, no sea que pierda la verdad ya alcanzada, o la corrompa,
para que diariamente oponga a lo debidamente ad- con peligro o daño ciertamente grave de la misma fe.
investigación de las más recónditas verdades; que su te falso, sobre todo tratándose de engendros como los
doctrina resuena como al unísono con la revelación que llaman inmanentismo, idealismo o materialismo,
divina y es eficacísima para asegurar los fundamen- histórico éste o dialéctico, no menos que del existen-
tos de la fe y recoger con provecho y seguridad los cialismo, ora profese el ateísmo, ora por lo menos se
frutos de un sano progreso. oponga al valor del raciocinio metafísico.
Por eso, es altamente lamentable que una filosofía Achacan, finalmente, a la filosofía enseñada en nues-
recibida y reconocida en la Iglesia, sea hoy despre- tras escuelas que en el proceso del conocimiento
ciada por algunos y motejada impudentemente de an- atiende solamente al entendimiento, descuidando la
ticuada en su forma y racionalista, como ellos dicen, función de la voluntad y de los sentimientos. Lo que
en sus procedimientos. Van diciendo, en efecto, que ciertamente no es verdad. Nunca, en efecto, negó la
esta nuestra filosofía defiende erróneamente la opi- filosofía cristiana la utilidad y eficacia de las buenas
nión de que puede existir una metafísica absoluta- disposiciones del alma entera para conocer y abrazar
mente verdadera; mientras ellos por lo contrario plenamente las verdades religiosas y morales; más
afirman que las cosas, señaladamente las trascenden- bien enseñó siempre que el defecto de tales disposi-
tes, no pueden expresarse con mayor propiedad que ciones puede ser la causa de que el entendimiento,
por medio de doctrinas dispares, que mutuamente se dominado por la concupiscencia y mala voluntad, de
completen, aun cuando en cierto modo se opongan tal modo quede oscurecido, que no vea rectamente. Y
unas a otras. Por eso conceden que la filosofía que se hasta piensa el Doctor Común que el entendimiento
enseña en nuestras escuelas con su lúcida exposición puede de algún modo percibir los bienes más altos
y solución de las cuestiones, con su exacta precisión que pertenecen al orden moral, tanto natural como
de conceptos y sus claras distinciones, puede cierta- sobrenatural, en cuanto experimenta en el alma cierta
mente ser útil como propedéutica de la teología esco- «connaturalidad» afectiva, con los mismos bienes, ya
lástica, maravillosamente acomodada a las inteligen- natural, ya añadida por don de la gracia 11; y es evi-
cias de los hombres de la Edad Media; pero que no dente de cuán grande auxilio pueda ser aún este mis-
presenta un estilo filosófico que responda a nuestra mo semioscuro conocimiento para las investigaciones
actual cultura y exigencias. Objetan además que la fi- de la razón. Sin embargo, una cosa es reconocer su
losofía perenne es solamente una filosofía de las fuerza a la disposición afectiva de la voluntad para
esencias inmutables, mientras la mente actual tiene ayudar a la razón a un conocimiento más cierto y fir-
que considerar la «existencia» de cada cosa y la vida me de las verdades morales, y otra lo que pretenden
en su perenne fluencia. Ahora bien, mientras despre- estos innovadores : a saber, atribuir a las facultades
cian esta filosofía, exaltan otras, antiguas o moder- volitiva y afectiva cierta fuerza de intuición y que el
nas, de Oriente u Occidente, con lo que parecen insi- hombre, cuando por el discurso de la razón no pueda
nuar que cualquier filosofía o doctrina, con algunas determinar qué es lo que deba abrazar como verdade-
añadiduras o correcciones, si fuere menester, puede ro, se incline a la voluntad, por la que decidiendo li-
compaginarse con el dogma católico. No hay católi- bremente elija entre opiniones opuestas, en una con-
co que pueda poner en duda que ello es absolutamen- fusa mezcla de conocimiento y acto de voluntad.
La Iglesia exige en los Seminarios la filosofía de Santo Tomás porque conoce por experiencia su valor:
tanto para la educación como para la investigación de las más recónditas verdades;
por la perfecta armonía con la revelación, que lo hace eficaz para:
~ asegurar los fundamentos de la fe;
~ recoger útilmente los frutos del sano progreso.
Por eso es altamente deplorable que la desprecien:
Acusándola imprudentemente por ser:
~ anticuada en su forma;
~ racionalista en sus procedimientos;
~ errada al defender una metafísica absolutamente verdadera: la verdad sólo podría expresarse con doctrinas
divergentes que, aunque parecen oponerse, se completan;
~ quizás preparación apta a la teología, suficiente en su época, pero no para la cultura y necesidades actuales;
~ filosofía de las esencias inmutables, mientras hoy se considera la existencia fluyente.
Prefiriendo otras, como si cualquiera pudiera armonizarse al dogma. Es falso, principalmente respecto al inmanen-
tismo, idealismo, materialismo histórico o dialéctico, existencialismo.
ENCÍCLICA «HUMANI GENERIS» 15
IV. CONCLUSIÓN
Todo esto no sólo se opone abiertamente a los docu- viene al magisterio de la Iglesia, a quien incumbe,
mentos de nuestros predecesores León XIII y Pío X, por divina institución, no sólo custodiar e interpretar
sino que no puede conciliarse con los decretos del el depósito de la verdad divinamente revelada, sino
Concilio Vaticano. No tendríamos que lamentar estas también vigilar sobre las mismas disciplinas filosófi-
desviaciones de la verdad, si aun en las materias filo- cas, a fin de que los dogmas católicos no sufran daño
sóficas atendieran todos con la reverencia que con- alguno por las ideas no rectas.
Todo lo dicho se opone al Magisterio, que no sólo custodia la fe, sino que vigila la filosofía para que no sufra el dogma.
Tercera parte
Doctrina de la Iglesia respecto a las ciencias positivas
Réstanos decir algo de algunas cuestiones que si bien birse con cautela cuando es más bien cuestión de
se refieren a las ciencias que llaman ordinariamente «hipótesis», aunque de algún modo fundadas en la
«positivas», se relacionan más o menos con las ver- ciencia humana, por las que se roza la doctrina con-
dades de la fe. tenida en las Sagradas Letras o en la «tradición». Y si
No pocos piden insistentemente que la religión cató- tales hipotéticas opiniones se oponen directa o indi-
lica tenga lo más posible en cuenta tales ciencias; co- rectamente a la doctrina por Dios revelada, entonces
sa ciertamente digna de alabanza cuando se trata de semejante postulado no puede ser admitido en modo
hechos realmente demostrados; pero que ha de reci- alguno.
También hay que tratar de las disciplinas llamadas positivas pues se entrelazan más o menos con la fe.
Debe la Religión atenderlas cuando se trate de hechos comprobados, pero debe ser cauta cuando se trata de hipótesis que
rozan con la Escritura o la Tradición. Si se oponen no deben ser admitidas en modo alguno.
16 CUADERNOS DE LA REJA
No prohíbe la Iglesia disputar acerca del evolucionismo en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva
preexistente (pues es de fe que las almas son creadas inmediatamente por Dios), con tal que estén dispuestos a obedecer
al Magisterio.
Pero algunos con temeraria libertad obran como si esta hipótesis fuera cierta y demostrada, y como si las fuentes de la re-
velación no exigieran en esto máxima moderación y cautela.
En cuanto al poligenismo no hay la misma libertad, pues que haya hombres que no procedan del mismo protoparente, no
se ve ningún modo de acordarlo con lo que la Revelación y el Magisterio enseñan del pecado original.
Algunos traspasan en las ciencias históricas los límites puestos por la Iglesia, principalmente en la interpretación de los
libros históricos del A. Testamento.
Invocan indebidamente una carta de la Comisión Bíblica, pues reconoce su género histórico aunque en expresión popular.
La inspiración divina los salvaba de error en lo que pudieran tomar de tradiciones populares.
En modo alguno deben compararse a mitologías, que proceden de la imaginación y no del amor a la verdad, que tanto bri-
lla en el A.Testamento.
Aunque la mayor parte de los doctores católicos están lejos de estos errores, más vale prevenir que curar.
Praecipimus a Obispos y superiores, gravissime eorum onerata conscientia, que a nadie ni en modo alguno se expongan.
Los que enseñan no pueden en conciencia hacerlo si no cumplen religiose las normas dadas:
procuren infundir en sus discípulos la obediencia al Magisterio;
hagan avanzar las ciencias pero sin traspasar los límites puestos por el Papa;
investiguen las nuevas cuestiones pero con prudencia y cautela;
no atraerán a los que están en el error con falso irenismo, sino con la íntegra verdad.
Notas
1
Hemos tomado la excelente traducción que trae “El magisterio de la Iglesia”, de E. Denzinger, Herder 1963; salvo algunos pequeños
párrafos faltantes, tomados de la “Colección completa de Encíclicas Pontificias”, de Editorial Guadalupe.
2
Concilio Vaticano I, Denzinger 1876, Const. De fide cath., cap.2, De revelatione.
3
Del griego que significa paz. Se refiere a la actitud conciliadora del que busca lo que hay de verdadero en las posiciones en-
contradas para llegar a un acuerdo. Un irenismo falso es aquel que sacrifica la verdad por la paz.
18 CUADERNOS DE LA REJA
4
“Liquet etiam Ecclesiam non cuilibet systemati philosophico, brevi temporis spatio vigenti, devinciri posse”. La traducción de Guada-
lupe cambia el sentido: “La Iglesia no podría ligarse a ningún sistema filosófico, porque son necesariamente efímeros”. También la tra-
ducción francesa: “Il est claire également que l´Eglise no peut se lier à n´importe quel système philosophique, dont le règne dure peu de
temps”.
5
CIC 1324; Concilio Vaticano I, Denzinger 1820, Const. De fide cath., cap.4, De fide et ratione, post canones.
6
Pío IX, Inter gravissimas, de 26 oct. 1870; Acta I, vol. V, 260.
7
Cf. Concilio Vaticano, Const. De fide cath., cap. 1, De Deo rerum omnium creatore; Denzinger 1782 ss.
8
Cf. Encíclica Mystici corporis, AAS 35 (1943) 193 ss.
9
Cf. Concilio Vaticano I; Denzinger 1796.
10
CIC 1366, § 2.
11
Cf. Summa Theol. II-II, q.1, a.4 ad 3; q.45, a.2 in c.
12
Cf. Alocución Pontificia a los miembros de la Academia de Ciencias, de 30 nov. 1941; AAS 33, p.506.
13
Cf. Rom. 5, 12-19; Concilio de Trento, sess. V, 1-4.
14
De 16 enero 1948, AAS 40, 45-48; Denzinger 2302 ss.
15
“Erroribus”: Mons. Montini decía que en la Encíclica se había evitado llamar errores a estas “opiniones”. No todas las veces.