Edmond Cros Estructuras Textuales Sociales Academia de Buenas Letras de Granada
Edmond Cros Estructuras Textuales Sociales Academia de Buenas Letras de Granada
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1 Su teoría sociocritica
2 Publicaciones
3 Referencias
4 Bibliografía
5 Enlaces externos
Su teoría sociocritica
Como teórico, Cros ha dedicado su actividad a promover la sociocritica fundada por él al final de la
década de 1960. Esta vía de estudio está estrechamente vinculada en su caso al hispanismo y a
la lengua española, habiendo resultado esclarecedora no sólo en un plano teórico, sino también
en el estudio aplicado tanto de la literatura y cultura artística españolas como de la
latinoamericana, habiendo hecho uso preferente de la lengua española para su constitución y
difusión, además de la lengua francesa.
Edmond Cros es, entre los teóricos de la sociocritica, el que mayor atención ha prestado al estudio
de las mediaciones y, en consecuencia, al estudio del espacio que conforman lo dado y lo creado
en el texto -entiende todo texto literario como producto de una serie de fenómenos de conciencia,
entendida ésta como hecho “socioideológico” que sólo surge y se afirma como realidad en signos,
cuya esencia y funcionamiento es social-.
Según su teoría, las estructuras de mediación que intervienen entre las estructuras sociales y las
textuales son de naturaleza discursiva. Por esta razón, sus análisis se orientan al estudio de las
redes discursivas que efectúan trabajos de textualización en una sociedad determinada. Así pues,
concibiendo la literatura como sistema modelizante secundario y como forma ideológica y
tratando en concreto el problema de la escritura como espacio de la autonomía, se ocupa de las
prácticas y formaciones discursivas, de los procesos y códigos de transformación y de otros
funcionamientos textuales, en particular la cuestión del genotexto y fenotexto para establecer un
paralelismo riguroso entre dos estados de la enunciación peculiar de un texto, distinguiendo una
enunciación no gramaticalizada que está llamada a estructurarse fenotextualmente. Estas
categorías nutren su primera etapa, en la que se describe el funcionamiento textual según
modelos de otras ciencias como el de las ordenadas y abscisas estructuralistas, que explican los
ejes paradigmático y sintagmático, y que Cros emplea para explicar la generación del sentido
textual, cuyo centro ubica en el vértice o genotexto. A este primer momento pertenecen sus
libros Ideología y genética textual. El caso del “Buscón” y Literatura, ideología y sociedad. Con el
concepto nuclear de esta etapa, el concepto de genotexto, Cros se refiere al fondo y a la
productividad significante, no siendo perceptible en sí mismo, salvo por el modo fenotextual de su
manifestación.
Más adelante, Cros elabora un concepto clave que supone un avance con respecto al de
genotexto. Se trata del ideosema. Con este instrumento se facilita el análisis de las
representaciones que se manifiestan como conjuntos estructurados en el texto y que le dan su
dinamismo. Al ser la estructuración una práctica social, Edmond Cros concibe el ideosema como
un articulador semiótico y discursivo a un tiempo. El ideosema designa simultáneamente el punto
de origen de la estructuración y cada uno de los elementos que en el texto reproducen ese origen.
Es un punto clave del funcionamiento textual y del sistema de estructuración de las prácticas
sociales y discursivas. Este concepto le sirve para mostrar la directa relación entre texto y sociedad
en el diseño mismo del modelo de producción textual, suponiendo una superación de la
explicación que proporciona el concepto de genotexto, al explicar el funcionamiento
morfogenético. Este nuevo planteamiento justifica que pueda hablarse de una segunda etapa en
su teoría sociocrítica a la que correspondería su libro Ideosemas y Morfogénesis del Texto.
Literatura española e hispanoamericana (1992). En la introducción de este libro, explica Cros por
extenso todo el proceso teórico y de análisis de textos literarios hispánicos que le ha llevado a este
concepto.
El interés de este concepto en el sistema crosiano reside en que facilita la superación de los límites
de una sociocrítica del texto literario para poder encarar una explicación de la “socialidad” de todo
producto cultural, esto es, se abre la posibilidad de una sociocrítica de la cultura. La
argumentación de esta apertura teórica la ofrece Edmond Cros al final de la introducción
mencionada, al ver en el análisis del funcionamiento ideosémico la caracterización de la
producción cultural. Los procesos de estructuración resultan claves para Cros, por cuanto, como
afirma, “La estructuración no sería simplemente el instrumento de la semiosis.
A través de lo que podemos percibir de la forma como funciona en el texto de ficción, aparece
como la condición necesaria de toda comunicación intersubjetiva y de toda actividad del
imaginario.” Se dan así las condiciones de la apertura teórica al estudio de la cultura, pues los
ideosemas conforman unos conjuntos estructurados o campos morfogenéticos que se realizarían
en los objetos culturales a través de las unidades mórficas. Con este concepto, Cros pretende
precisar la organización compleja de un campo nocional responsable de la semiosis, siendo este
campo el que le da al texto sus coordenadas socio-históricas. Aquí encuentra su fundamento una
nueva fase de su teoría sociocrítica, la del estudio de la cultura como el espacio donde lo
ideológico se manifiesta con mayor eficacia, siendo la cultura el mecanismo social cuya función
objetiva consiste en enraizar la colectividad en la conciencia de su propia identidad, lo que remite
a la cuestión del funcionamiento del sujeto cultural y paralelamente a la del texto cultural.
En esa nueva etapa tradujo Cros en términos de semiología las formulaciones anteriores. Así, los
campos léxico-semánticos devinieron en textos semióticos, lo que abría la posibilidad de estudio
de otras modelizaciones, solucionándose además el problema esencial del proceso de la inversión
en el objeto cultural de las estructuras de sociedad, al haber descartado la solución de la
homología goldmanniana. En este sentido, afirma que en el texto se podía observar el
funcionamiento de la mediación genética que constituyen las microsemióticas intratextuales –las
macrosemióticas corresponden a las lenguas naturales, a su vez constituidas por microsemióticas
que, implicando a otros tantos sujetos transindividuales y consecuentemente el nivel no-
consciente, segmentan y categorizan a su modo experiencias múltiples, diversas y contradictorias-,
ofreciendo así el texto las claves de su codificación y descodificación. Con estos últimos conceptos
Edmond Cros abría la posibilidad de efectuar análisis sociocríticos sobre el dominio de las más
diversas prácticas de la cultura, abriéndose a una teoría global de la cultura y la modalidad de su
funcionamiento. Su teoría ha quedado expuesta en su libro El sujeto cultural (Sociocrítica y
psicoanálisis).
Publicaciones
D’un sujet à l’autre: sociocritique et psychanalyse, Montpellier, C.E.R.S., 1995; vers. esp.: El
sujeto cultural. Sociocrítica y psicoanálisis, Buenos Aires, Corregidor, 1997; Montpellier,
C.E.R.S., 2002, segunda edición española corregida y aumentada; Le sujet culturel.
Sociocritique et psychanalyse, Paris, L’Harmattan, 2005, segunda edición francesa
corregida y aumentada.
Referencias
Bibliografía
Linares Alés, F. (1996), “La sociocrítica”, en Sánchez Trigueros, A. (dir.) (1996), Sociología
de la literatura, Madrid, Síntesis, pp. 141-154.
Mora, S. M. (1988), “Literatura, ideología y sociedad (E. Cros)”. Imprévue, 1, pp. 143-147.
Enlaces externos
https://huellasculturales11.wordpress.com/i-unidad-lecturas/textos-culturales/enfoques-
teoricos/edmond-cros/ 24/06/17 hora: 4:05
El signo lingüístico une no una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica. Ésta
no es el sonido material, cosa puramente física, sino la grabación psíquica de ese sonido, la
representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos; es sensorial y si a veces la
llamamos « material » es sólo en este sentido y por oposición al otro término de la asociación,
el concepto, generalmente más abstracto. El carácter psíquico de nuestras imágenes acústicas
aparece claramente cuando observamos nuestro propio lenguaje. Sin mover los labios ni la
lengua, podemos hablarnos a nosotros o recitarnos mentalmente un poema. Y porque las
palabras de la lengua son para nosotros imágenes acústicas, hay que evitar hablar de los «
fonemas » de que están compuestas. Por implicar este término una idea de acción vocal, no
puede convenir más que a la palabra hablada, a la realización de la imagen interior en el
discurso. (Saussure: 2005, 98; la traducción y el subrayado son de mí)
Este pasaje ha sido muchas veces citado, sin que se haya sin embargo, que yo sepa, subrayado
lo que en él me interesa, o sea la distinción que hace el autor entre el fenómeno físico (el sonido
material) y el espacio psíquico (la grabación psíquica de este sonido) en el que se construye una
« representación sensorial », una « imagen interior », o sea, literalmente, una sensación. La
imagen acústica – el signo – es, para Saussure, un fenómeno psíquico. Las dos definiciones, del
signo por Saussure y de la palabra por Freud, son perfectamente similares : en ellas se plasma
la oposición formulada por la óptica fisiológica entre la impresión y la sensación : la grabación
psíquica del sonido, « realización de la imagen interior en el discurso » y cuya naturaleza es
sensorial da cuenta de un recorrido similar a aquel recorrido sacado a luz por la óptica
fisiológica que a partir de la impresión en la retina produce esta « obra del cerebro » que es la
sensación. Se trata para mí de dos microfenómenos discursivos que presentan una significación
histórica especialmente densa. Más allá del discurso científico de Freud que de esta forma,
comenta los resultados de sus investigaciones clínicas referente al funcionamiento del cerebro,
la una y la otra remiten en efecto a un contexto socio discursivo más amplio y, por más señas, al
discurso científico producido por la Óptica fisiológica. En el caso de Freud la filiación genética
es evidente: hay que recordar que se dedicó a la investigación experimental durante seis años
en el instituto de fisiología de Viena dirigido por el Doctor Brücke, el cual pertenecía a la
escuela del gran fisiologista Hermann von Helmhotz cuya Óptica fisiológica (1856-1866) fue
traducida al francés por E. Javal y E.T. Klein en 1867. Georges Roque observa que la óptica
fisiológica se ha desarrollado de manera espectacular en la segunda mitad del siglo XIX, y más
especialmente merced a los trabajos de Hermann von Helmholtz:
Como lo ha explicado Georges Ghéroult, que tradujo al francés la Teoría fisiológica de la
música, los rayos luminosos producen en el ojo ‘una impresión que los nervios de la retina
transmiten al cerebro en forma de sensación. Hay que distinguir dos procesos distintos: la
impresión, grabación pasiva por la retina, y la sensación, resultado de la transformación de esta
impresión por una serie de mecanismos neurológicos en los que interviene la memoria. Otro
discípulo de Helmholtz, Augusto Laugel, afirmaba más claramente todavía que la sensación no
es la obra del nervio óptico sino del cerebro (Roque: 203b, 51)
Freud toma parte pues en una investigación colectiva que llevará a cabo una concepción
radicalmente nueva de lo que es la percepción y cuyos efectos se pueden rastrear en varios
campos culturales de la época ( los últimos decenios del siglo diecinueve) y más especialmente
en los ensayos teóricos que se refieren al arte abstracto. (Véase infra) Las expresiones de
imagen sonora e imagen acústica remiten también a la noción de sinestesia cuyo término y
cuya problemática aparecen por los años 1860, primero en los campos clínico y científico de las
teorías de la percepción y después, en los ensayos teóricos que se refieren a la producción
artística. Se evocan y comentan frecuentemente las correlaciones intersensoriales en los
últimos decenios del siglo XIX. Marcella Lista señala, por ejemplo, que se debe el primer
reparto de los colores por las grandes familias de los timbres al pintor y músico alemán Johann
Leonard Hoffmann (Lista, 2003, 216). A principios del siglo XX, en 1904, el biologista Le
Dantec piensa que « quizás la ciencia nos permita algún día conocer todos los fenómenos del
mundo por medio de uno solo de nuestros sentidos » y a la noción anatómica de sentido
sustituye la de lenguaje (lenguaje-color, lenguaje-timbre, lenguaje-palpar, lenguaje-olor,
lenguaje-sabor). La reversibilidad de un lenguaje a otro permite concebir ‘una lengua universal
de las sensaciones’. ( Roque 2003 y Rousseau, 2003). Para Kupka en La Creación en las Artes
plásticas, « la realización de una obra plástica requiere la colaboración de todos los sentidos » y
con la memoria de los sentidos « se alargan nuestras impresiones confiriendo de esta forma
aspectos colorados a los olores, asimilando a los colores unos sonidos que los matizan, los
vocalizan, los enriquecen por medio de semitonos cromáticos etc. »
Cuando, en los últimos decenios del siglo XIX, está evocada una ‘armonía de los colores’ o una
‘música de los colores’ no se trata de sencillas metáforas sino de expresiones que debemos
entender literalmente y que transcriben de otra forma lo que significan las expresiones de
Freud o de Saussure que estoy comentando. En su Psicología natural (1898) escribe William
Nicati que « las longitudes de onda de los principales matices forman en conjunto una
progresión geométrica exactamente como las octavas en música.» Esta cita de Nicati pone de
manifiesto que la noción de sinestesia se ha desarrollado merced a dos paradigmas
dominantes: el modelo de la transformación eléctrica de las sensaciones y, sobre todo, sin lugar
a duda, el de la teoría de las vibraciones divulgada precisamente, en 1853, por la Óptica
fisiológica de Helmholtz. (En este particular, véase Roque: 2003b y Rousseau: 2003). Para
Saussure además, el signo lingüístico « no es el sonido material, sino la grabación psíquica de
este sonido. », lo cual evoca las investigaciones dedicadas a tratar de traducir de manera gráfica
las sensaciones auditivas y que han desembocado en la invención, en 1877, por Charles Cros del
fonógrafo. (Éste deposita el 18 de abril de 1877 en la Academia de ciencias de París un sobre
sellado en el que describe el funcionamiento teórico del fonógrafo). Se puede reseñar por lo
tanto una serie de realizaciones discursivas en las cuales resultan transcodificados los términos
de un discurso científico con que se plasma una matriz semiótica (impresión vs sensación):
gramófono, imagen sonora, imagen acústica, Colour Music (Remington, 1912)…
La re-organización de la concepción, hasta ahora vigente, del proceso de la percepción, cuyo
impacto se puede observar en el advenimiento de la semiología, en el arte abstracto y en la
génesis del psicoanálisis, es luego el producto, en gran parte por lo menos, del avance de las
ciencias y, en última instancia, de la infraestructura. Provoca dos importantes consecuencias :
una renovación de la problemática de lo visible y una « nueva interpretación cognitiva de las
relaciones entre el mundo exterior y el individuo que imponen las lecciones de la fisiología
naciente, valorando el imperio de lo subjetivo en la percepción de lo real » (Rousseau : 2009,
19) Pero esta nueva interpretación se expresa, al nivel discursivo precisamente, por la oposición
que acabamos de ver varias veces operar en cada uno de los campos culturales evocados (
psicoanálisis, lingüística general, o semiología, pintura abstracta, poesía simbolista) entre la
impresión y la sensación que es el producto de un proceso cognitivo en el que intervienen la
experiencia personal y la memoria ( Cf Cros :2012)
Se puede asimilar el funcionamiento de esta estructura al funcionamiento de la morfogénesis
textual cuyo proceso operativo ya examiné en varios casos. Por lo mismo, al afirmar que el
núcleo del foco morfogenético, en el caso del campo cultural implicado, se organiza en torno a
la estructura impresión vs sensación, los microfenómens discursivos que vienen ser las
definiciones del vocablo respectivamente dadas por Freud y Saussure por ejemplo (imagen
sonora/imagen acústica) pueden calificarse de fenotextos y estos fenotextos transcodifican
unos elementos fundamentales del discurso científico. (Véase infra la definición por Saussure
de la imagen acústica)
Se ha de recalcar la expresión de transcodificación ya que es un elemento esencial de mi
postura sociocrítica propia. Remite en efecto a las polémicas sobre los modos de inscripción de
la materia socio histórico en los textos literarios. Se le reprochó muchas veces con razón a la
crítica marxista tradicional su planteamiento demasiado mecánico. Pero, precisamente, la
sociocrítica ha respondido a esta crítica al optar por un planteamiento mucho más complejo del
problema basado sobre la valoración de las mediaciones sociodiscursivas e institucionales que
operan en la producción de sentido. El término de reflejo quedó rechazado y fue substituido
por transcripción el cual vale si con él se evoca la significación que se le da en el campo léxico
de la música « partitura adaptada a un instrumento, una voz o un grupo de instrumentos
distintos del original o de los originales. » (El subrayado es de mí). Por su parte, Lucien
Goldmann vacila entre transposición y homología cuando se refiere a la forma novelesca, la
cual sería para él « la transposición en el campo literario de la vida cotidiana en una sociedad
individualista edificada por la producción por el mercado. Existe una homología rigurosa,
prosigue Goldmann, entre la forma literaria de la novela […] y la relación cotidiana de los
hombres con los bienes, de manera general, y, por extensión, de los hombres con los demás
hombres en una sociedad que produce para el mercado. » (El subrayado es de mí) Esta
observación es muy sugestiva pero se refiere a un problema algo distinto de lo que de momento
me interesa. No se trata en efecto para mí de hacer constar que existe une relación directa entre
dos elementos sino de observar, por una parte, el funcionamiento de un proceso de producción
de sentido que implica una serie de instancias intermediarias y, por otra parte, el estatuto
semiótico de las mediaciones que para mí son otros tantos sistemas, cada vez específicos, de
codificaciones, diferentes los unos de los otros. Se me podría objetar sin embargo que los
fenómenos producidos por una morfogénesis determinada son homólogos los unos de los
otros, por lo menos si nos atenemos al significado que se da a la palabra homólogo en los
campos respectivos de la fisiología [« Órganos que tienen una estructura fundamental idéntica,
un origen embrionario idéntico y las mismas conexiones pero cuyas funciones respectivas
pueden ser diferentes. »] O de las matemáticas [« Se aplica en matemáticas al transformado de
un elemento o de un conjunto por una aplicación determinada » (Diccionario Larousse: 1987;
la traducción y el subrayado son de mí. María Moliner sólo menciona el uso en la química:’ Se
aplica a los cuerpos que tienen funciones iguales y estructura semejante’].Veamos lo que pasa
en el caso que nos interesa, reanudando con la definición que Saussure da de la imagen
acústica: « Ésta no es el sonido material, cosa puramente física, sino la grabación psíquica de
ese sonido, la representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos; es sensorial. »
En esta definición Saussure no se aparta del campo del discurso científico, pero sabemos que
muy pronto va a cambiar el término de imagen acústica por el de significante. Con este cambio
de significante desplaza su definición a otro campo al cual va a llamar semiología y en el que se
pierden el significado y el origen de la expresión original de imagen acústica. Si no se conoce el
nuevo sistema del lingüista el vocablo significante no tiene sentido y entre imagen acústica y
significante no hay ninguna conexión semántica. La primera expresión describe un fenómeno
científico complejo sin lugar a duda pero cuyos datos, tales como vienen presentados en la
expresión, son claros. La segunda (significante) oculta este origen, transcodificando
literalmente esta primera noción en un sistema que queda por construir y que va organizando
sus propias regularidades. Significante y significado son, en efecto, en el sentido que les da
Saussure en su época dos neologismos.
Tomemos otro ejemplo: el esquema freudiano de la representación de la palabra (Véase más
arriba). Se nota en este esquema una entidad de dos caras que no son disociables: la
representación del objeto+ la representación de la palabra, de manera que cualquier alteración
de una de las dos representaciones afecta también a la otra. La Óptica fisiológica, al cuestionar,
por medio de la oposición entre la impresión y la sensación, el estatuto de lo visible, del objeto
y, luego del significante que lo representa, lleva a destruir este objeto cuyos componentes
(formas y colores) resultan desligados, y, por lo mismo, queda aniquilado el significado
también. En adelante la palabra, ya desconectada de las « asociaciones de objeto »
correspondientes, ya no tiene significado. Los valores plásticos del significante, del color o de la
línea se pueden luego contemplar como unos transformados de la estructura implicada
(Impresión/sensación) en los respectivos contextos de dos partiduras o de dos aplicaciones
(Poesía/Pintura) que puedo calificar también de modelizaciones organizadas en torno a dos
sistemas de codificaciones distintos el uno del otro. Para descartar cualquier ambigüedad,
aunque sigo diciendo que los fenotextos son homólogos, opto por el término de
transcodificación ( descartando el de homología), cuando tengo que evocar el proceso de
adaptación de un enunciado estructural inicial y programador a un nuevo campo discursivo,
por medio de una nueva aplicación que organiza las categorías formales que van a re-
configurar el enunciado inicial. La transcodificación consiste en efecto en transformar una
representación de informaciones organizada por una codificación determinada en otra
representación organizada por una codificación diferente.
¿Es admisible sin embargo la reducción del foco inicial de la morfogénesis a una única relación
estructural entre dos conceptos? Tengo que recordar que, cuando estoy formulando una
relación de este tipo, presentándola como un eje céntrico de la producción de sentido en un
texto (o de la producción semiótica en un campo cultural, como se da el caso aquí) estoy
formulando con ello el resultado de la convergencia de una serie de relaciones, calificadas de
relaciones primarias constitutivas de una relación estructural más abarcadora que las incluye,
definida por una oposición de conceptos. Veamos por ejemplo mi estudio de La Vida de
Guzmán de Alfarache (España, 1599-1604) de Mateo Alemán cuya estructura genética inicial es
para mí la dialéctica de la Justicia y de la Misericordia. Cabe precisar que en el proceso de mi
análisis fueron las conclusiones sacadas por un previo acercamiento semiótico del texto las que
me llevaron a formular esta estructura, a la inversa de mi actual exposición que acata mis
preocupaciones pedagógicas. Dicho de otra forma, fue después de sacar a luz una estructura
considerada en adelante como genética de la producción textual cuando me interesé por el
contexto sociohistórico para tratar de entender y explicar su origen. En este contexto observé
las tres problemáticas siguientes :
Esta formulación (Justicia vs Misericordia) se presenta como un producto reconstituido a
partir de varios transformados de esta dialéctica o, mejor dicho, de la transcodificación de esta
estructura básica en ( y por) tres sistemas que corresponden a las problemáticas siguientes
cuyos importancia e impacto son manifiestos en el contexto sociohistórico de la aparición de La
Vida de Guzmán en el último decenio del siglo XVI en Castilla (Cros : 1971)
1- un debate sobre el libre albedrio y la gracia, la querella De auxiliis gracia. En pocas palabras,
se trata de opinar sobre si el hombre se salva porque se lo merece o por la sola misericordia de
Dios, cuestionamiento que lleva a Santo Tomás a distinguir la gracia eficaz y la gracia
suficiente.
2- Un debate sobre la reforma de la beneficencia que surgió en las sociedades luterianas del
norte de Europa y que se trasplantó en Castilla, particularmente por medio del libro de Vives,
Del socorro de los pobres. En este debate se cuestiona la concepción católica tradicional de la
limosna (dar al pobre es prestar a Dios), oponiéndole la postura de los protestantes que
prohíben el pordioseo a cualquier pobre apto para el trabajo, ya que en el caso contrario el rico
compra sus salud a expensas del pobre válido que, negándose a trabajar, pierde su salvación.
3- A nivel de la forma, ya había demostrado, en 1967 (Cros: 1967), el impacto manifiesto de la
Retórica en la composición y la escritura del texto de Mateo Alemán. Y la práctica discursiva
judicial es por antonomasia el espacio en el que el fiscal que exige la justicia se confronta con el
abogado que pide la misericordia.
Se trata de tres campos discursivos distintos administrados por tres aplicaciones, o tres voces,
distintas que producen transformados respectivos distintos de un solo elemento embrionario.
El objetivo de mi análisis consiste en tratar de identificar este elemento, que, en el caso
presente, es precisamente la dialéctica de la Justicia y la Misericordia. Llamo morfogénesis al
proceso complejo que opera la transcodificación de este elemento. Veamos entonces cómo, en
cada uno de los tres casos que acabo de evocar, la transcodificación viene a desconstruir este
elemento embrionario.
En el primer caso, se trata de una relación individual con Dios; la justicia es el producto de una
relación entre la práctica de unos valores morales y religiosos y la salvación del alma. Dos tesis
teológicas se enfrentan. La Misericordia y la Justicia son puros atributos de Dios y por lo tanto
dos valores absolutos. El segundo caso tiene que ver con un problema de organización de la
sociedad y aunque está implicada en última instancia la religión, se trata de dos valores
relativos con arreglo a las circunstancias y a las personas implicadas. Son verdaderos
instrumentos que permiten comprar su salvación y luego valores degradados. La dialéctica, por
otra parte, presenta opciones contradictorias cuyos límites son difíciles de precisar: ¿en qué
circunstancias soy más justo o más misericordioso con el pobre? ¿Cuándo le doy una limosna o
cuando me niego a dársela? ¿Significa mi comportamiento de persona supuestamente justa que
crítico a la persona misericordiosa? Lo mismo pasa con la gracia: ¿cuándo pasamos de la gracia
suficiente a la gracia eficaz? ¿Cuándo pasamos de la misericordia a la justicia o de la justicia a
la misericordia? Las modalidades de las prácticas de estos dos valores son diferentes: en los dos
primeros casos, ‘cada uno es hijo de sus obras’, aunque los considerandos son diferentes; el
destino del sujeto depende de sí mismo y, en última instancia, de Dios. En el tribunal es un juez
quien ha de decidir después de escuchar al fiscal y al abogado. Se me podría objetar pues que
las equivalencias que establezco son discutibles, más especialmente cuando asiento por
ejemplo una equivalencia entre, por una parte la misericordia de Dios que perdona al pecador,
la compasión del hombres piadoso deseoso de aliviar el sufrimiento de los pobres, la solicitud
que aboga por la clemencia de los jurados, y, por otra parte, el mérito, intrínseco o no, del
hombre, la recompensa en el más allá, el castigo de un crimen o una solicitud de clemencia.
Pero precisamente no quiero asentar equivalencias de valores sino equivalencias de relaciones
entre dos valores. Esta relación sigue igual en los tres casos; sólo cambian los contenidos
léxico-semánticos de las relaciones implicadas. Estas diferencias se explican por la presencia y
la intervención de tres operaciones de transcodificación que remiten a tres prácticas sociales y
discursivas diferentes. Estas constituyen espacios discursivos respectivos que no se confunden
el uno con el otro: distribuyen los mismos significantes pero el mismo significante ((justicia o
misericordia por ejemplo) remite a significados distintos en el contexto de cada uno de los tres
sistemas cuyo funcionamiento es cada vez específico. Es lo que acabamos de notar al distinguir
la misericordia de Dios de la compasión cristiana y de la clemencia solicitada por el abogado.
Cada sistema (religioso, social o judicial) organiza sus propias asociaciones de signos, sus
propios trayectos semióticos y sus propias regularidades con arreglo a una verdadera clave de
sol que precisamente hace posibles las adaptaciones a una partidura o a otra, a una voz o a otra.
Remito a lo que decía arriba de los fenotextos homólogos. La estructura, que es siempre la
misma, representa el elemento embrionario. Los contenidos que esta estructura organiza
remiten a unos elementos que han servido para construir tres fenotextos distintos. Las
relaciones calificadas de primarias son inferidas de los análisis respectivos y objetivos de cada
uno de los tres sistemas. Ateniéndome a este tipo de funcionamiento en el análisis de la
morfogénesis puedo identificar su punto de convergencia y definir a éste como una relación
estructural dialéctica entre la misericordia y la justicia. La estructura fundamental que se
concreta en las relaciones que califiqué de primarias sale a luz, se revela, gracias a la manera
como estas relaciones se organizan entre sí. Se nota pues obviamente que este punto de
convergencia no es el producto de un proceso argumentativo reductor sino que, al contrario, es
un foco dinámico y polifónico que multiplica los espacios en que se graban los impactos de la
inscripción de la materia socio histórico en el texto.
Pero, precisamente, ¿cómo explicar la coincidencia en el texto de Mateo Alemán de las trazas
del impacto de estos tres campos discursivos (teológico, reformista, retórico)? ¿Trátase de una
postura teórica y subjetiva del analista o, éste, al contrario, tuvo simplemente que levantar acto
de un tipo de funcionamiento semiótico propio de la producción de sentido?
Para construir mi argumentación seguí considerando hasta ahora esta estructura genética
como un dato objetivo sacado a luz a partir de mis estudios anteriores y traté de examinar el
proceso de transcodificación a partir de los contextos sociodiscursivo y sociohistórico de los
cuales se supone que emerge esta estructura. Ahora hay que recorrer el camino a la inversa y
tratar de demostrar su presencia y su estatuto en el mismo seno del foco intratextual que
programa la morfogénesis. Queda por mencionar con esta perspectiva otra característica del
texto que había sacado a luz en1973 en una conferencia leída en un congreso de la Sociedad de
los Hispanistas Franceses (SHF) en Grenoble, o sea que el texto de Mateo Alemán transcribe el
impacto del capitalismo mercantil. Esta sugerencia quedó confirmada por la excelente y
nutrida tesis de Michel Cavillac (Cavillac :1983). Por mi parte, estudié con esta perspectiva ya
en 1983 (y retomé este enfoque varias veces tratando cada vez de profundizar y precisar mis
primeras observaciones) un pasaje de la Segunda Parte de La Vida de Guzmán de Alfarache.
[La última versión de este estudio salió en El Sujeto cultural (Cros : 2005)] En este pasaje el
narrador describe al verdadero amigo como quien lo da todo sin esperar ninguna
compensación ; compara en este sentido al verdadero amigo con la generosidad de la Tierra , lo
cual lo lleva a convocar y a desconstruir el mito de la Edad de Oro. Tal es el tema explícito
desarrollado en unas veinte líneas. Pero para tratar este tema, el narrador maneja un material
semiótico muy sorprendente en este contexto : la escritura en efecto emplea un conjunto
organizado de términos y expresiones que proceden del campo léxico de la actividad comercial
y del derecho mercantil. No se puede imaginar más evidente contradicción entre lo que se
quiere decir y la manera como se dice. (Véase : www. sociocritique.fr Cros, E., « Towards a
Sociocritical Theory of the Text »). Al te doy y tú me das que implica fundamentalmente el
comercio se opone la abnegación y la verdadera generosidad del amigo que te lo da todo sin
esperar ninguna compensación.
Esta realización semiótica (Cambio vs Oferta gratuita) se puede examinar desde dos puntos de
vista : por una parte añade una nueva relación primaria a las dos anteriores ( la práctica
discursiva del mundo del comercio) ; es, por otra parte, el producto de la estructura que
presenté más arriba como abarcadora. Podemos completar con ella nuestras dos series de
valores : misericordia divina, compasión cristiana, clemencia solicitada por el abogado +
auténtica generosidad vs mérito, recompensa en el más allá, castigo de un delito + intercambio
en el contexto del capitalismo mercantil. Recuerdo sin embargo que es a partir de esta última
oposición sacada a luz por el estudio semiótico del texto (Cambio vs Oferta gratuita) como
convoqué en el contexto las otras tres . Pero, en esta perspectiva, el mérito, la recompensa, el
castigo son unas manifestaciones diferentes de un significado idéntico, que es la justicia ; o,
dicho de otra forma, un significado idéntico que es el te doy y tú me das que, obviamente,
podemos relacionar con el capitalismo mercantil y el valor de cambio. La expresión dialéctica
Cambio vs Oferta gratuita se presenta como un transformado del elemento embrionario
identificado hasta ahora por la oposición entre la justicia y la misericordia. Sólo difieren las
formulaciones y estas diferencias de formulaciones proceden de las diferencias que separan los
códigos que operan en las prácticas socio discursivas respectivamente implicadas en los
campos religioso, social, judicial o económico.
Pero, en el transfondo de esta relación embrionaria asoma otro esquema en el que se oponen
por una parte los valores auténticos (la compasión, la misericordia,, la indulgencia, la
abnegación) y, por la otra, los valores degradados por ser utilizados como intrumentos en
servicio de una finalidad, tales como el yo te doy y tú me das, en los cuales se plasma el valor de
cambio que nos remite a un tiempo histórico específico dominado por el capitalismo mercantil
en el contexto de la formación social correspondiente. Con esta formación social corresponde
une formación discursiva dominada por el discurso del modo de producción dominante. La
formación discursiva e ideológica que se articula sobre la formación social se estructura por lo
mismo en torno a la dialéctica Cambio vs Oferta gratuita que viene a ser el elemento dominante
del sistema a nivel de la superstructura y la dialéctica de la Justicia y de la Misericordia (que se
plasma en torno a la querella De auxiliis gratiae, la polémica sobre la beneficencia y el arte de la
Retórica) se manifiesta como el transformado de la estructura abarcadora.
En este caso para dar cuenta del foco morfogenético es lícito vacilar entre dos formulaciones :
valor auténtico vs valor degradado o bien : valor de uso vs valor de cambio ? ¿Cuál de las dos
hay que privilegiar ? La una y la otra transcriben el mismo significado aparente, situado sin
embargo en dos campos diferentes : el de la ética (valor auténtico vs valor degradado) y el de la
economía (valor de uso vs valor de cambio). Pero, como lo acabamos de observar, esta aptitud
para deslizarse de un campo a otro es un efecto del proceso de la producción de sentido. Este
modo de funcionamiento presenta el valor de uso como un valor auténtico, articulando de esta
forma lo ético y lo económico. Esta observación nos lleva a otro cuestionamiento teórico que se
refiere al funcionamiento de la morfogénesis : ¿Cuáles son las consecuencias de estas
contaminaciones fenotextuales ?
Para tratar de contestar hay que evocar primero aquella red semiótica compleja que hemos
solicitado más arriba. Una vez distribuidos por la escritura, los impactos de estas prácticas
discursivas no actúan con arreglo a las regularidades de los respectivos campos de donde
proceden. En el texto no existe ningún espacio en el que tal o cual campo podría operar, de
manera autónoma, acatando su lógica interna. Los elementos que participaban hasta ahora de
las microsemióticas de cada una de estas prácticas organizan en el texto nuevas asociaciones
desconectadas de cualquier dependencia de su original organización y en el contexto de las
cuales tal o cual significante puede ser atrapado por otros conjuntos de signos. Esta autonomía,
que de cierta forma es aparentemente –y sólo aparentemente- caótica, concierne todo el
material semiótico de los campos sociodiscursivos implicados, incluso los elementos más o
menos explícitos de las problemáticas en torno a las cuales se han organizado inicialmente.
Afirmar lo contrario nos llevaría a imaginar el espacio intratextual como un espacio inerto en el
que estarían almacenados conjuntos semióticos milagrosamente conservados intactos que se
podrían reseñar y recolectar, así, sin más. Con arreglo a estos fenotextextos el esquema
estructural funciona a manera de un conmutador o cambio de agujas que provoca los deslices
semióticos y la permeabilidad de los discursos. Eso se puede concretar , por ejemplo, en unos
espacios en los cuales vendrían a coincidir elementos aislados procedentes de la problemática
de la reforma de la beneficencia y otros del universo del comercio o del debate sobre la
eficiencia de la gracia, otros tantos elementos que, en última instancia, remiten más o menos
directamente a la fractura de la Reforma, que pone en tela de juicio la autenticidad de la fe y la
degradación de las prácticas religiosas, y a la Contra Reforma.
Como lo afirmaba más arriba, no se trata para mí de establecr equivalencias de valores sino
equivalencias de relaciones entre valores. Es esta relación entre el uso y el cambio [o lo
auténtico vs lo degradado] lo que, en el seno de la morfogénesis, es el elemento embrionario. Y
esta dialéctica señala que en el texto opera una dinámica de la confrontación que cuestiona el
valor de cambio desde el punto de vista del valor de uso o el valor degradado desde el punto de
vista del valor auténtico. Cuestiona pues, en última instancia, el campo económico a partir de
una postura teológica. Es este cuestionamiento el soporte fundamental de la inscripción de lo
social en el texto en la medida en que transcribe una fase especialmente importante del
desarrollo del capitalismo cuyos efectos son perceptibles en el campo de la espiritualidad y de
lo religioso.
Bibliografía
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https://www.sociocritique.fr/?Del-contexto-sociohistorico-a-las-estructuras-textuales-
Interdiscurso-y 24/06/17 hora: 4:45
Morfogénesis
Edmond Cros aborda, en tres apartados, dos nociones hasta ahora implícitas pero
sí céntricas en su proceso epistemológico : las nociones de totalidad y de sistema.
– 1 : La parte está en el Todo pero cuando ésta se articula con el Todo cobra un
nuevo significado como se nota en el incipit del Lazarillo de Tormes que analiza
E. Cros. - 2 : - El todo está en la parte lo cual nos remite a la problemática de la
genética textual entendida como morfogénesis. – 3 : Considerado como un
sistema, el Todo empieza a existir y a operar como Todo en cuanto se pone a
funcionar la red semiótica que está construyendo y no deja de reorganizarse
según y conforme va integrando nuevos elementos
Al cabo de tantos años de investigaciones a veces empíricas ya tenemos que volver para atrás y
examinar las opciones epistemológicas que abalizan el campo de la teoría y nos han permitido
edificar la sociocrítica tal como es.
Nuestra finalidad es muy sencilla : se trata de sacar a luz y explicar los procesos que operan en
la transcripción por las estructuras textuales de las estructuras socio históricas y socio
discursivas del contexto . Para cumplir con este proyecto la sociocrítica se vale de un aparato
crítico organizado en torno a algunas nociones que nos remiten a ciertas posturas intelectuales
e ideológicas que afectan las definiciones respectivas del sujeto y del texto y proceden de dos
epístemes, el psicoanálisis y el materialismo histórico. Algunas de dichas nociones se nos
presentan como categorías imprescindibles ; aunque hasta ahora no las haya comentado yo
explícitamente constituyen la armazón de nuestro acercamiento teórico. Tal es el caso de las
nociones de totalidad y de sistema.
Este tema abre un campo de investigaciones muy amplio y complejo. Implica en efecto unos
espacios heterogéneos sometidos a diferentes procesos que no han evolucionado al mismo
ritmo y diversos estratos étnicos que no tienen la misma historia ni el mismo idioma ni, por lo
mismo, la misma memoria colectiva. Tratar de abarcarlos a todos dentro de una visión global
implica que tal diversidad se organice sin embargo, en última instancia, en torno a ciertas
constancias o sea en torno a un encadenamiento de causas y efectos históricos. El primero de
estos datos, el menos indiscutible es precisamente este que la convocatoria sugiere que se
contemple, o sea que se trata de un conjunto de sociedades colonizadas, repartidas por el poder
colonial en fronteras muchas veces artificiales que han alterado o mutilado su coherencia
orgánica, de poblaciones deportadas de África o desplazadas de Europa por la miseria. La
característica común que presentan es, primero que todo, eso: todas quedaron sometidas a un
mismo sistema de opresión que procedía no sólo de otro espacio sino también, y sobre todo, de
otro tiempo. Este choque de dos tiempos históricos me interesa ya que el tiempo que de esta
forma interviene desde fuera del continente proviene de una fase bien determinada de una
evolución sociohistórica propia. Esta fase es la que resulta importada no sólo en el « nuevo
mundo » como lo llaman los conquistadores a partir de su perspectiva, sino también en un
tiempo histórico y económico atrasado con arreglo a la evolución de la Historia del « viejo »
continente. Dicho desfase o « dys-sincronía » constituye el dato fundamental del poblema que
examinamos. En adelante estas sociedades no van a decidir de su porvenir que dependerá,
durante más de tres siglos, de lo que se decida, en otra parte, sin intervención suya. En efecto,
aunque la toma de conciencia de las élites criollas fue, sin lugar a duda, un factor de la
liberación del yugo colonial, hay que subrayar que la Independencia fue también impuesta
tanto al colonizador como al colonizado por la lógica de las fuerzas económicas del liberalismo.
No nos olvidemos de que Sevilla era el único puerto que tenía el derecho de comerciar con las
Indias. Esta lógica es determinante cuando el derrumbamiento del Imperio español lleva a
todos estos conjuntos pre-recortados por la colonización hacia une evolución organizada por el
mismo liberalismo y que consiste en transformarlos en naciones « en vías de construcción »,
creando, por lo mismo, otros tantos mercados distintos. Interviene la misma lógica, al servicio
de los mismos intereses económicos y políticos, cuando después de la segunda guerra mundial,
por los años 1950-1960, se inicia una estrategia que pone en discusión el concepto de Estado-
Nación. En los dos períodos (Independencia / Plan de globalización) se trata de cambiar la
división geo-estratégica, suprimiendo los obstáculos que dificultan la libre circulación de las
mercancías. Sólo han cambiado la identidad de los participantes y la importancia de lo que se
juega en los dos casos. La historia del continente americano queda vinculada estrechamente
con el capitalismo, como ya lo había señalado Karl Marx.
«La historia moderna del capital empieza con la creación del comercio y del mercado de los dos
mundos en el siglo XVI […] El régimen colonial abría mercados para las incipientes fábricas
cuya posibilidad de acumulación se acrecentó merced al monopolio del mercado colonial. Los
tesoros directamente sacados fuera de Europa por el trabajo forzado de los indígenas
esclavizados, por la concusión, el saqueo y el asesinato convergían hacia la Madre-Patria para
allí funcionar como capital.»
Modernidad y modernismo
¿Corresponde el tiempo que separa los dos períodos (más o menos: 1820-1950/1960) a lo que
se suele llamar la modernidad? El término de modernidad es a la vez ambiguo y sin embargo
significativo. Se refiere a los « tiempos modernos » (del Renacimiento a hoy en día) pero surge
con otro sentido más preciso en Francia en los últimos decenios del siglo XIX. Para el
diccionario de Littré por ejemplo, editado por los años 1866/1870, modernizar es un
neologismo y este diccionario desconoce el vocablo ’modernismo’. Cuando la voz empieza a
utilizarse (en la misma época) sirve para designar, con matices más bien despreciativos, un
conjunto de doctrinas y tendencias que pretenden renovar la teología, la exégesis y la doctrina
social de la Iglesia católica para ponerlas de acuerdo no solamente con lo que se cree que son
las necesidades de la época, sino incluso y sobre todo con el estado de los conocimientos
científicos. En una Francia que permanece, en su aplastante mayoría, rural, y donde el mito de
la ciencia no opera nada más que para una pequeña minoría de intelectuales, los integristas se
oponen a la interpretación simbólica del mensaje crístico que hace esta corriente de
pensamiento, irónicamente calificada por ellos de ’modernista’. Este esfuerzo de adaptación
hecho por unos para hacer coincidir un tiempo presente con las mentalidades ancladas en el
pasado y, por otra parte, la imposibilidad en la que se encuentran los otros para aceptar esta
actualización, trascriben con una gran precisión la diferencia que separa, en el campo de lo
simbólico, dos momentos de la historia diferentes.
Si la homogeneización que ha afectado a la sociedad francesa ha borrado las huellas de esta
fractura, ¿cómo no ver que este debate se ha desplazado en el tiempo y en el espacio haciendo
estallar la cohesión de las sociedades que permanecían hasta ese momento fuera del proceso de
homogeneización económica y cultural?
Con el distanciamiento que permite el tiempo, entendemos que esta re-configuración semiótica
y conceptiva es, en última instancia, un efecto de la revolución tecnológica y científica que
caracteriza la época y que procede de una nueva expansión del capitalismo. Corresponde ésta al
desarrollo del imperialismo clásico fundado sobre la explotación de los países suministradores
de materias primas por las naciones productoras de bienes industriales. Tal es el factor esencial
que explica la aparición del modernismo hispanoamericano: una integración total y definitiva
del subcontinente en el comercio internacional en tanto que suministrador de materias primas,
pero una ausencia no menos total de todo verdadero mercado nacional. A continuación, la
racionalización y la modernización que beneficia al sector primario, la reinversión de
beneficios, no en el sector de la producción industrial, sino en la importación de los bienes de
consumo [factores históricos que conllevan el desarrollo del sector terciario, de la inmigración
europea; y también, de forma correlativa, la emergencia y la consolidación de las clases medias,
la expansión y la organización de las grandes concentraciones urbanas], están en el origen de
las profundas modificaciones que afectan a las prácticas y a las producciones culturales.
América Latina queda atrapada en esta sincronía de lo dys-sincrónico cuyos impactos la
afectan violentamente tanto en la Conquista como en la Independencia. [Las dos épocas del
positivismo y del modernismo son, entre la Independencia y los años 1960, dos jalones
importantísimos que no podemos pasar por alto].
Este nuevo valor que es la modernidad no puede surgir más que en el contexto de una
modernización incompleta. No puede uno sentirse moderno más que en la medida en que los
que están alrededor suyo no lo son; uno no puede aspirar a serlo más que cuando se siente
atrasado en relación con los que están alrededor. Dicho de otro modo, sea cual sea el caso de la
figura tratada, el concepto de modernidad no puede existir sin una toma de conciencia y una
consideración previa de estas dys–sincronías. El modernismo, considerado desde esta
perspectiva transcribe, mediante unas construcciones poéticas y unos sistemas semióticos, un
proceso extremadamente complejo de interiorización por parte del sujeto cultural de esas dys-
sincronías (esos desfases) que actúan sobre el imaginario social y remodelan sus
representaciones.
El hombre moderno es el que es, el que se cree o el que es percibido como diferente, no
solamente con arreglo a sus contemporáneos, sino con arregglo todos los que le han precedido
en la Historia. Si todos fuéramos modernos no habría modernidad. La extrapolación de esta
indicación permite definir el período de la modernidad por el carácter incompleto de la
modernización, dicho de otro modo, por la “sincronía de lo no-sincrónico es decir, por la
coexistencia de realidades que emergen de diferentes momentos de la Historia. El proceso de
Kafka realizaría esta estructura si nos atenemos a la lectura que de él hace Jameson:
«Joseph K. es un joven banquero que vive para su trabajo, un soltero que pasa sus tardes
ociosas en una taberna y para el que los domingos son lamentables, cuando no los vuelven más
lamentables todavía las invitaciones que le hacen sus colegas de trabajo para participar en
reuniones sociales profesionales insoportables. En medio de este aburrimiento de una
modernidad organizada, surge de pronto algo un poco diferente y es precisamente esta vieja
burocracia arcaica que acompaña la estructura política del imperio. Tenemos así una
coincidencia muy sorprendente: una economía moderna o al menos en proceso de
modernización y una estructura política antigua.» (La traducción es de mí).
«Joseph K. is a young banker who lives for his work, a bachelor who spends his empty evenings
in a tavern and whose sundays are miserable, when they are not made even more miserable by
invitations from business colleagues to intolerable professional outings. Into this boredom of
organized modernity, something rather different suddenly comes— and it is precisely that
archaic, older legal bureucracy associated with the Empire’s political stucture. (Jameson 28)»
" Nation:
- Race, gens de la même profession (terme péjoratif) [Exemples donnés; nation des pédants,
nation des poètes]
- Chaque partie de la faculté des Arts: les Arts sont divisés en quatre nations, qui sont la nation
de France, de Picardie, de Normandie et d’Allemagne ou des étrangers.«La constitución de la
Revolución francesa de 1791 instituye por primera vez la noción al atribuir a una colectividad
indivisible el poder supremo. Littré, en 1866, da constancia de esta definicion y precisa su
campo semántico:»Nation:
- Réunion d’hommes habitant un même territoire, soumis ou non à un même gouvernement,
ayant depuis longtemps des intérêts assez communs pour qu’on les regarde comme
appartenant à la même race.[...]
- nation, peuple: dans le sens étymologique, nation marque un rapport commun de naissance,
d’origine et peuple un rapport de nombre et d’ensemble. De là résulte que l’usage considère
surtout nation comme représentant le corps des habitants d’un même pays et peuple comme
représentant ce même corps dans ses rapports politiques. Mais l’usage confond souvent ces
deux mots; et sous la constitution de 1791 on avait adopté la formule: la nation, la loi, le roi."
(El subrayado es de mí)
José Joaquín Fernández de Lizardi repite la fórmula de la revolución francesa en 1812, al alabar
la Constitución elaborada por las Cortes de Cádiz, en un artículo de El Pensador titulado
“Sobre la exaltación de la nación española y abatimiento del antiguo despotismo”:
«La soberanía reside esencialmente en la nación. !Oh, bello epígrafe! [...] Luego que por
ambos hemisferios resonó el eco de este plausible periódico, cayó derrocado el despotismo del
solio que por tantos años tenía usurpado a la nación: rompiéronse sus tiránicas prisiones y fue
restituida como soberana a la antigua y justa posesión de sus derechos.» (Subrayado en el
texto; Fernández de Lizardi 48)
Más recientemente (1987), el Larousse registra una nueva etapa en esta evolución semántica al
insistir en la dimensión política del concepto (« constituyendo una comunidad política […]
Entidad abstracta, colectiva e indivisible […] titular de la soberanía ». La traducción es de mí)
Lo mismo se nota en los diccionarios de español más o menos contemporáneos:
Julio Casares, Diccionario Ideológico de la lengua española (2a edición, 1959): «Conjunto de
los habitantes de un país regido por el mismo gobierno».
Se notará que los criterios de lengua y cultura aparecen tarde en los dos casos (español,
francés). Hay que precisar también que el concepto de cultura sufre una evolución muy similar.
Remito a lo que tengo dicho en un estudio en el que analizo este concepto como un ideologema
(Cros 2009):
Es muy significativo que los dos signos semiótico-ideológicos (Nación/ Cultura) hayan
aparecido en el mismo momento histórico en el siglo XIX. Las representaciones que acarrean
son los productos de circunstancias históricas específicas y están, en este caso, al servicio de la
construcción de las nuevas naciones de América Latina. Dichas representaciones proyectan un
espacio virtual destinado a crear una sociedad homogénea en torno a las estructuras
importadas del Centro y más especialmente en torno a una lengua hegemónica promovida
como vehículo de la Cultura y signo distintivo esencial. Esta imagen proyectada –y, como tal, su
naturaleza es profundamente ideológica– tiene una función objetiva: provoca el
desvanecimiento de todo lo que, en el campo de lo simbólico, es diferente, no conforme,
heterogéneo y, luego, lo que en última instancia está fuera de las normas del imperio cultural
que las élites políticas pretenden sin embargo abolir. Entre muchos ejemplos posibles remito a
lo que pasó con Cuba:
«La raza ha sido otro de los ejes típicos articuladores de la identidad nacional. La existencia de
un pueblo y una nación se subordinó con frecuencia a una única raza y cultura; en el caso
cubano, a una raza superior y blanca tenida como sinónimo de cultura y de civilización.
Partiendo de esta concepción del pueblo y la cultura, el imaginario nacional creado en Cuba
desde finales del siglo XIX y preservado hasta las primeras décadas del siglo XX excluyó a las
restantes identidades culturales y étnicas presentes en la sociedad insular.»(Consuelo Naranjo
Orovio, Blanco sobre negro. Debates en torno a la identidad en Cuba, citado por Maglia
Vercesi, 2007, 188)
Estas representaciones expresan la fuerza que va adquiriendo la fracción dominante de la
colectividad nacional que sigue estrechamente dependiente, en los campos económicos y
cultural, de los modelos de una metrópoli de la cual sólo descarta la dominación política. Este
espacio virtual sigue siendo exogéno y literalmente importado. La dimensión linguística es
esencial: reproduce los valores sociales y morales y los modelos de comportamiento, genera
nuevas jerarquías sociales, organiza lo simbólico. El discurso literario se nos presenta por
antonomasia, por lo mismo, como el campo de expresion privilegiado de las grandes polémicas
socio-históricas. Veamos el ejemplo de la producción discursiva mejicana en la época de la
Independencia; o sea en un momento en que la nacionalidad está por construir y de momento
sigue algo confusa.
Como en todas las naciones que están en vías de construcción, en Méjico las élites empiezan
por poner en tela de juicio los privilegios de los cuales gozan los representantes directos del
poder imperial. Los criollos, por una parte, rechazan la dependencia del poder céntrico y, por
otra parte, luchan por apoderarse de los privilegios atribuidos a los españoles nombrados por la
metrópoli:
«Debemos ahora hablar de las puertas que han tenido los americanos cerradas para los
empleos y de la ninguna razón ni justicia con que esto se ha practicado.[...] Hasta esta época
singular en el mundo y venturosa en las Indias, nos llamábamos españoles en el nombre; lo
éramos en la realidad pero no gozábamos iguales privilegios.[...] Tal vez no faltará quien
decididamente o niegue mis proposiciones o a lo menos pretenda persuadir que a los españoles
americanos se les ha tratado siempre equitativamente, se ha atendido su mérito y han obtenido
en premio de él cuantos puestos ya pingues, ya honoríficos les han concedido a los de la
península la libertad de los monarcas.[...] [E]n México ha habido 27 arzobispos europeos y sólo
2 americanos; 16 virreyes de los primeros y sólo 3 de los segundos; como en Puebla no ha
habido más de 4 obispos americanos y 17 europeos; en Lima, Buenos Aires y Santa Fe, entre
virreyes y gobernadores, 110 europeos y ninguno americano; y así discurre por diferentes
provincias de las Américas haciendo el cotejo de empleados de una y otra parte de la
monarquía y siempre resulta el exceso en favor de los naturales de la península, con tanta
desproporción como la que hemos visto.» (“Puertas cerradas”, El Pensador, 1812, en Basave
Fernández del Valle 70-71)
En todas las naciones en vías de construcción en América Latina, las élites embargan el
sentimiento nacional y las masas quedan sometidas a un sistema que, a principios del proceso
de la evolución, se reproduce sin ningún cambio significativo, al servicio de los nuevos
beneficiarios. El campesinado y más especialmente los indios están relegados al margen del
proceso de construcción, por lo menos hasta el sexenio de Lázaro Cardenas, si nos atenemos al
testimonio del autor de Perfil del hombre y de la cultura en México (1934):
«Es de suponer que el indio ha influido en el alma del otro grupo mexicano (el habitante de la
ciudad) desde luego porque ha mezclado su sangre con éste. Pero su influencia social y
espiritual se reduce hoy al mero hecho de su presencia. Es como un coro que asiste silencioso al
drama de la vida mexicana.» (“El mexicano de la ciudad”, Samuel Ramos, en Basave Fernández
del Valle 135)
«Aun cuando la mayoría de la población la compone el indio, su estado mental no le permite
todavía desprenderse de la naturaleza junto con la cual forma el ambiente de primitivismo que
rodea al resto de la nación.» (“La cultura criolla”, Samuel Ramos en Basave Fernández del Valle
142)
[Notemos que en Las venas abiertas de América Latina, Eduardo Galeano, en 1970, califica de
nebulosa, la identidad latino americana]
En las citas que acabo de hacer de El Pensador, se habrá notado que el autor se identifica a sí
mismo a veces como español, a veces como americano y otras veces como español-americano.
Para él, la nación soberana incluye a los españoles y a los americanos: «En suma, nación
soberana, respetable gobierno, el Pensador os hablará, sí, os hablará como hombre de bien»
Fernández de Lizardi (76). La reivindicación de una doble pertenencia se manifiesta también
en la relación que tiene Lizardi con la lengua y la cultura española. Aunque se sitúa en el
contexto de la Institución literaria de la península, su práctica discursiva en El Periquillo
Sarniento está salplicada de mejicanismos que al editor ficticio no se le ocurre traducir. Así se
vislumbra un esbozo de toma de conciencia de la identidad nacional tanto más notable cuanto
que un editor real del texto de Lizardi, en 1842, se empeña en traducirlos en notas al pie de
página para los lectores de la ex-metrópoli (Cros, 1985).
Más de un siglo más tarde, Samuel Ramos reivindica a su vez esta doble identidad:
«Tenemos sangre europea, nuestra habla es europea, son también europeas nuestras
costumbres, nuestra moral y la totalidad de nuestros vicios y costumbres nos fueron legadas
por la raza española. Todas estas cosas forman nuestro destino y nos trazan inexorablemente la
ruta. Lo que ha faltado es sabiduría para desenvolver ese espíritu europeo en armonía con las
condiciones nuevas en que se encuentra colocado.» (Samuel Ramos en Basave Fernández del
Valle 143)
Cuando Samuel Ramos escribe (algo como ciento veinte años después de la Independencia), el
proceso de evolución de la identidad nacional, entre la herencia hispánica y las especificidades
americanas no está, pues, terminado.
Las representaciones colectivas vigentes hasta la fecha han sido sin lugar a dudas
profundamente trastrocadas con la irrupción del castrismo en la escena internacional. Así es
como el análisis muy lúcido que expresa el informe que acabo de evocar socavaba los
fundamentos de las identidades nacionales y culturales tradicionales artificiosamente
promovidas desde la mitad del siglo XIX. Con el distanciamiento que permite el tiempo, y
dentro de la perspectiva enfocada por los castristas, estas identidades aparecen como lo que
fueron o sea como unas representaciones proyectadas, sin relación con la auténtica realidad de
las sociedades correspondientes. Sólo implicaban a una estrecha minoría de las poblaciones de
los distintos países. En este vacío social el castrismo proponía, en el lugar de un consenso
ideológicamente fantasmal en servicio de una minoría, otra identidad que, por una parte,
estribaba en una conciencia de clase y que, por otra parte, se extendía a todo el subcontinente.
Dicha identidad resultaba edificada a partir de una constancia (una sumisión compartida por
todos) y, correlativamente, de un proyecto utópico que confería una nueva dimensión a la
imaginación colectiva. Cualquiera que sea la opinión que se tenga sobre las razones objetivas y
complejas que expliquen el fracaso de este proyecto y las derivas del régimen, el impacto de las
posturas y del programa castristas sobre la re–configuración de las representaciones de las
identidades nacionales y culturales en América Latina no deben ser subestimadas. Desde luego
las conciencias nacionales siguen vigentes (aunque mucho menos apremiantes en ciertas
categorías de las sociedades) pero ya se articulan con una dimensión auténticamente
latinoamericana cuyo impacto no deja de manifestarse en el proceso de constitución del «
sujeto cultural » correspondiente.
Bibliografía
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Edmond Cros
Université Paul Valéry (Montpellier III)
nstituto Internacional de Sociocrítica
* Este artículo ha sido publicado en : Lillo, Gastón y Leandro Urbina (eds). De Independencias
y Revoluciones. Los avatares de la modernidad en América Latina. Santiago: LOM,
Universidad de Ottawa y Universidad Alberto Hurtado, 2009. Agradezco a los editores por
haberme dado permiso prar reproducirlo aquí
https://www.sociocritique.fr/?De-la-Independencia-a-los-anos-1960-en-America-Latina-los-
avatares-de-las 24-06-17 hora 4.54
Este artículo relaciona los estudios por Edmond Cros de un pasaje de Guzmán de
Alfarache y del Periquillo sarniento con la tesis de Gérard Mendel presentada en
la Révolte contre le père (1968) y Crise des générations (1969), examinando la
variaciones que afectan la relación estructural de las figuras respectivas del padre
y de la madre con arreglo a las circunstancias históricas. La pareja madre/padre
constituye, en efecto para Annie Bussière una unidad semiótica insecable. Este
enfoque permite observar que el ocaso de la figura del padre, que no se vislumbra
en Guzmán de Alfarache, sí se vislumbra en la novela de Lizardi con la evocación
del liberalismo que promueve la individualidad a expensas de los enlaces
familiales y el desarrollo de la tecnología.
{}
Se trata en este artículo de comparar las posturas teóricas de Gerard Mendel y de Edmond Cros
que se refieren al socioanálisis del inconsciente, y de señalar que el impacto de la Historia sobre
el sujeto del inconsciente se nos aparece en las variaciones que afectan la relación estructural
de las imagos respectivas de los padres en relación con las circunstancias históricas.
A partir de una doble crítica de las teorías de Freud y de Marcuse, Gerard Mendel pretende
articular un núcleo genético antropomórfico, que se libre a la vez de la esfera biológico-animal
y de la esfera sociohistórica apoyandándose esencialmente en la base freudiana modificada sin
embargo por un anclaje socio-histórico.
El sujeto cultural de Edmond Cros es un espacio intra-psíquico de tres dimensiones que en
realidad operan juntas : el consciente, el no consciente y el inconsciente. No existe la
consciencia clara como tal ya que no puede librarse de las influncias conjugadas del
inconsciente y del no consciente. Tampoco el inconsciente y el no consciente son entidades
distintas por estar estrechamente imbricados el uno en el otro. ( es de notar que la expresion de
sujeto cultural designa juntamente el conjunto de las tres instancias y el sujeto del no
consciente). En cuanto adviene el sujeto en el mismo momento en que tiene acceso a lo
simbólico, no deja de construirse y rectificar sus contornos, asimilando en palabras de Edmond
Cros, «datos semiotico-ideológicos variados, heterogéneos y contradictorios encontrados en las
diferentes prácticas e instituciones que atraviesa. La Historia se graba, por lo tanto, en la
substancia del sujeto, en el seno mismo de las estructuras del sujeto del inconsciente. »
Edmond Cros observa el funcionamiento del sujeto cultural en los productos culturales y más
especialmente en los textos cilturales. Remito a sus análisis por una parte de un pasaje de
Guzmán de Alfarache y por otra parte de El Periquillo Sarniento sugiriendo una perspectiva
diferente de la suya en cuanto quisiera yo cuestionar las imágenes respectivas de la madre y del
padre que en dichos textos se pueden observar sacando a luz la manera cómo el discurso del
inconsciente integra datos semiótico-ideológicos.
El texto de Mateo Alemán deconstruye el mito de la Edad de Oro cuyas anteriores expresiones
se han organizado en torno a dos modelos distintos y contradictorios. En el primero de estos
modelos, se alaba la propiedad colectiva y la generosidad de la Tierra, que todo se lo da al
hombre sin que éste tenga que granjeárselo por su trabajo. El secundo exalta las faenas
agrícolas y la necesidad del trabajo para ganarse la vida. Los dos modelos descartan la actividad
del comercio y la aventura marítima. Cros observa el proceso de deconstrucción del modelo en
la misma materia discursiva del texto contemplado. Éste en efecto haca la apología del
comercio y de la ganadería a expensas de la industria y de la ganadería : descarta la evocación
tradicional de los donativos de la Tierra (miel, frutas silvestres) en provecho de los metales
preciosos (« piedras de precio, oro plata y otros metales.») y por medio de una como censura
hace desaparecer una parte importante de la realidad económica afirmando que « (la Tierra)
nos da telas ». Es de notar tal ocultación en cuanto hace caso omiso del proceso de
transformación material y de la actividad de un campo de producción que, en la época, es de
una importancia esencial., precipitando en el nivel de lo no-dicho la industria y la agricultura, o
sea la parte céntrica del mito original, cualquier que sea el modelo anterior.
Observamos de esta forma la articulación de unos intereses socio-económicos que impulsa el
mecanismo de la represión : el discurso dominante de un sujeto transindividual abogando por
el fomento del comercio y de la ganadería, discurso que podemos considerar como privativo del
capitalismo mercantil, hace callar el discurso de otro sujeto transindividual que podría ser el
medio ambiente de los reformistas, prefisiocratas, los cuales denuncian el estado pésimo del
campo castillano debido precisamente a la ganadería y a los privilegios concedidos por la
corona a la poderosa corporación de la Mesta. (La industria textil por su parte está afectada por
la exportación a Flandes. de la mejor lana, la de los merinos ). Pero Mateo Alemán pertenece o
ha pertenecido a los dos sujetos transindividuales : al primero por su ascendencia familial (por
el lado de su madre) y por sus propias actividades y al segundo por su compromiso social
(Véase su relación con el arbitrista Pérez de Herrera, padre de la reforma de la beneficencia en
España). De manera que esta contradicción discursiva es una contradiccion interiorizada por y
en un mismo sujeto cultural, lo cual impulsa un conflicto psíquico o sea un auténtico proceso
de represión que justifica la perspectiva que estoy proponiendo, cuanto más que Cros nota que
el discurso reprimido (de los reformistas) reaparece en el mismo texto a nivel del inconsciente.
Si, en efecto, el mito de la Edad de oro convoca originalmente el pasado, en el texto de Alemán
el mito resulta totalmente vuelto al revés ya que exalta la aventura marítima silenciando las
faenas agrícolas o la cosecha de las frutas silvestres. Descartada pues del primer término en el
texto de Mateo Alemán, la nostalgia del pasado vuelve a surgir en otra parte , o sea en una
evocación de la muerte y del deseo de regreso al regazo da la tierra : (« Últimamente, ya
después de fallecidos y hediondos, cuando no hay mujer, padre, hijo, pariente ni amigo que
quiera sufrirnos y todos nos despiden, huyendo de nosotros, entonces nos ampara,
recogiéndonos dentro de su propio vientre donde nos guarda en fiel depósito para volvernos a
dar en vida nueva y eterna. »)
El tema del regreso al regazo materno señala el trabajo mortífero de la pulsión de muerte
mientras que la expresión de « nos guarda en fiel depósito » que atañe al discurso jurídico del
universo mercantil denuncia al sujeto transindividual correspondiente. Para expresarse el
sujeto del inconsciente se plasma pues en el discurso mercantil. Resulta además que es el sema
de la contradicción el que estructura juntamente el discurso del sujeto del inconsciente y el del
sujeto cultural.Ya sabemos en efecto que la noción de conflicto psíquico que opera en la
oposición entre la pulsión de muerte y la pulsión de vida rige el inconsciente freudiano. El
discurso mercantil resulta por lo mismo asociado a la pulsión de vida por medio de la
evocacción de la aventura marítima y el discurso reformador a la pulsión de muerte por medio
de la regresión al regazo materno. Quisiera, en cuanto a mí, hacer hincapie en la coexistencia
contradictoria en el seno del sujeto cultural de las imagos de la madre y del padre. Observo en
el particular una presencia importante de la imago materna que ocupa casi la totalidad del
espacio y que, de conformidad con el concepto de ambivalencia, se difracta asociada ya a la
aventura marítima y por lo tanto al comercio y a la ganadería, ya a la nostalgia de la Tierra y al
regreso al estado fetal. Peroo la aventura marítima supone un proceso dinámico conforme con
la fase prefálica de emancipación del niño con arreglo a su madre. Ya interesado por el mundo
exterior, éste está ansioso por actuar ; es la época del fort/da en la cual aprende a dominar sus
afectos con arreglo a la presencia o la ausencia de la madre ; ya no sigue dominado por ella sino
que él la domina a ella. Al contrario, el regreso al estado fetal en el seno de la Tierra/madre
denuncia un fracaso en el desarrollo psíquico del sujeto ; remite a la fase arcáica del desarrollo
psíquico en la que el niño considera a su madre ya como la que satisface todas sus necesidades,
ya como la gran frustratoria que le inspira angustia y agresividad. Esta relación de fusión que
perdura resulta mortífera ya que prohibe el acceso al estatuto de sujeto autónomo.. Lo notable
en este caso es que está realizado en el sujeto del inconsciente el elemento morfogenético
Actividad/pasividad que opera en el sujeto cultural.
Frente a esta imago materna sobredeterminada no podemos dejar de preguntar ¿ Pero dónde
está el padre ? Sólo puede estar en el espacio de lo no-dicho, asociado al discurso reprimido
prefisiocrata que aboga por la agricultura y la industria perceptible en la brecha abierta en la
trama del texto. En este proceso se me aparece la transcripción del discurso mercantil
dominante que descarta el valor del trabajo y del esfuerzo desvalorizando por lo mismo la
imagen del Padre-social en provecho de la Madre –Naturaleza.
El Periquillo Sarniento nos permite apreciar la distancia que hay entre dos sujetos culturales :
el primero que es el producto de la sociedad castellana del Siglo de oro, el otro a principios del
siglo XIX, como producto de una sociedad mexicana colonial. Nos permite también observar la
intricación, en el mismo seno de la estructura genética, de las dos dimensiones del inconsciente
y del no consciente. De sintetizar brevemente en el análisis de Cros lo que me interesa en mi
propia perspectiva, he de recordar que, para él, el texto de Fernández de Lizardi es
esencialmente un testamento dirigido por un padre a su hijo en el que vienen expresados :
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La sociocrítica se interesa más que todo por sacar a luz la manera como lo socioeconómico se
incorpora en las estructuras textuales, afirmando sin embargo que esta incorporación no es
directa ni automática, ya que cada uno de los dos niveles implicados (la infraestructura y la
superestructura) tiene su historia y su ritmo propios. Dicha postura se fundamenta en la noción
de formación social definida por Marx como constituida por la coexistencia de varios modos de
producción (medieval, precapitalista, capitalista...). Esta noción puede parecer poco adaptada a
la evolución de las sociedades modernas cuyos modos de producción tienden a organizarse de
manera homogénea pero su interés no deja de ser evidente si consideramos que, en realidad, la
especificidad de cada modo de producción remite a un tiempo histórico preciso, de manera que
la noción de formación social puede ser re-definida por la co-existencia, en un momento
determinado de la historia, de varios tiempos históricos. Debemos considerar sin embargo que
estos distintos tiempos históricos están vinculados entre sí, constituyendo por lo tanto un
sistema gobernado por la hegemonía de uno de sus elementos, en este caso el tiempo presente.
Es este sistema el que genera la formación ideológica correspondiente. No se puede imaginar
en efecto que cada uno de los diversos tiempos históricos implicados intervenga directamente
en esta formación. La complejidad de este proceso se nos aparece más evidente si recordamos
que este segundo sistema (formación ideológica) no se mueve forzosamente al compás del
primero, sino con relación con su propia historia. Y lo mismo pasa en cuanto a las relaciones
que se establecen entre lo ideológico y el nivel discursivo en que se plasma en última instancia
el material socio-económico. Como se habrá observado, el proceso de incorporación de la
historia implica unos mecanismos de mediación, de translado, de décrochements, de
adaptación. Lo más notable, a primera vista, es que, de todas formas, pasando de un sistema
(infraestructural) al segundo (ideológico) y, de éste, al tercero (discursivo), nos hemos movido
sucesivamente en el contexto de tres ritmos distintos o sea que hemos cruzado por tres tiempos
históricos que sólo parcialmente coinciden.
Ahora bien. Dentro de cada uno de estos tres niveles y entre el uno y el otro debemos imaginar
unas series de instancias que se presentan ya sea como perfectamente adaptadas al tiempo
hegemónico del presente, o al contrario como atrasadas o avanzadas. Citemos rapidamente
algunos ejemplos. En el período postindustrial en que vivimos, el obrero que trabaja en una
fábrica de automóbiles no vive exactamente en el tiempo histórico de la informática, en su
espacio de trabajo por lo menos, y esta distancia es todavía más evidente y más importante si
aludimos al campesino o al artesano. Dentro de un mismo campo de producción existen
similares diferencias, por ejemplo entre, por una parte, el obrero que trabaja en una empresa
poderosa de construcciones que emplea centenares de trabajadores así como materiales
generalmente preconstruidos y, por otra, el abañil que trabaja por su cuenta, solo o bien
ayudado por algunos pocos empleados; o entre el que pregona sus mercancías en las calles y el
cajero que atiende a los clientes en un supermercado etc. Pero la totalidad histórica no deja
nunca de moverse, atraída por la necesidad proclamada por todos los responsables políticos de
todos los paises, de fomentar el crecimiento económico, cuyo estancamiento, cuando se
produce, o parece estar para producirse, se denuncia como un acontecimiento grave y hasta
peligroso para la economía asi afectada.
Cuando cuestionamos el mecanismo que gobierna este flujo ininterrumpido de la historia,
observamos que es la existencia de estos multiples desfases la que impulsa su dinamismo, en la
medida en que las instancias adaptadas al tiempo presente o avanzadas atraen siempre a las
instancias atrasadas.
El plurisistema ( la totalidad de las tres formaciones) en efecto “se presenta en realidad como
un dispositivo de producción que funciona movido por un régimen de desigualdad en el que los
desequilibrios generan las mutaciones.” (Louis Althusser). Lo hueco, lo vacío, el desfase, la
ausencia, se nos aparecen, por lo tanto, como abalizando un espacio de nociones que vale la
pena explorar. El nivel discursivo que es el que nos interesa aquí se articula en efecto sobre esta
dinámica y, a partir de este punto de vista, se nos aparece como el producto de una ausencia, lo
cual implica que el tejido textual tenga huecos, blancos, lagunas, escorzos y que tengamos que
leer los textos aplicándonos a descifrar aquello que están silenciando y no solamente lo que sí
expresan. No se me escapa que es un objetivo que segui privilegiando en mis análisis anteriores
pero creo que ya podemos sistematizar y teorizar de manera más general y más eficiente estos
hipótesis generales, dentro del contexto que estoy elaborando del sujeto cultural.
Volvamos primero precisamente a esta noción. Repetí varias veces que se debía contemplar
como un espacio complejo de sedimentaciones, pero quiero hacer énfasis ahora en el hecho de
que cada una de estas sedimentaciones implica un tiempo histórico específico a nivel del
mismo individuo . Claro que en un momento determinado de su existencia este sujeto
pertenece simultáneamente a varios sujetos colectivos pero el proceso por el cual está pasando
implica también, por una parte, que estos diversos sujetos, por estar articulados sobre la
totalidad social, evolucionan al compas del plurisistema, y, por otra parte,que el mismo sujeto
entra a participar en nuevos sujetos colectivos. Hay que añadir que cada modificación de una
sedimentación produce una nueva configuración de la totalidad subjetiva. Dentro de la
perspectiva que estamos manejando, estas sugerencias implican una serie de blancos que
poceden de multiples horizontes.
Veamos lo que pasa a un nivel, de momento, puramente superficial. Un recuerdo de la infancia
convoca en mi presente un pasado relacionado con determinados sujetos colectivos; un
proyecto referido a un viaje o al desarrollo de una carrera futura convoca el porvenir; de tal
modo que podemos considerar que el sujeto cultural funciona de manera similar en torno a la
presencia simultánea de múltiples tiempos históricos.
El ultimo cuestionamiento que nos interesa ahora sería si existe entre ellos un elemento que,
como es el caso en el flujo de la totalidad histórica, sería el vector dinamico del sistema.
Quizas el concepto del deseo (colectivo o individual) sea el elemento más apto a operar como
puente y articulación entre el nivel de la totalidad histórica y el nivel del sujeto cultural
propiamente dicho. En efecto, se puede considerar que la fuerza atractiva de una instancia
avanzada depende directamente del deseo manipulado o espontáneo, consciente o no-
conscientemente compartido, por los individuos de una colectividad que se mueve en una
instancia retrasada y anhela superar sus condiciones socioeconómicas actuales y, como tales,
frustrantes. El deseo, orientado hacia el pasado o hacia el porvenir, es también lo que no deja
de gobernar la vivencia cotidiana a lo largo de la existencia. Pero el deseo es el índice de una
ausencia, de una carencia, de un blanco: no se puede desear algo que se tiene; solo deseo algo
que no tengo.
Esta observación se aplica a cualquier sujeto colectivo cuyo discurso, contemplado como
práctica social específica, expresa, a nivel del no-consciente, el conjunto de sus frustraciones y
de sus aspiraciones. De manera que la competencia discursiva del sujeto cultural que tengo
definida como un mosaico de prácticas discursivas específicas ( o sociolectos) presenta un
panorama exactamente similar al panorama que se nos ofrece cuando contemplamos el flujo de
la totalidad histórica, o sea un panorama hecho con múltiples instancias interiorizadas
separadas por blancos, los cuales remiten, por medio de las multiples representaciones del
deseo, a una multiplicidad de carencias que podemos asimilar a otras tantas ausencias.
Pero la noción de sujeto cultural se nos presenta con dos dimensiones imbricadas la una en la
otra. La primera se nos ofrece a la vista con tal que nos distanciemos de ella y se nos
acerquemos a ella con un punto de vista crítica. De ésta acabamos de hablar.
La otra es la cara oculta que nos remite al sujeto del inconsciente. Esta ultima noción se debe
explicitar ya que muchas veces se la maneja de manera errónea.
Jacques Lacan llama sujeto del inconsciente a una estructura organizada en torno a una cadena
de significantes almacenados y vinculados entre sí por una relación de metonimia;.Estos
significantes ya construidos (pasado) o por construir (futuro) repiten siempre un mensaje
idéntico a pesar de su aparente diversidad o heterogeneidad. Cada uno remite a un momento
distinto de la vida del individuo y por lo tanto se articula, digo yo, con la totalidad histórica.
Esta cadena delega constantemente al margen del sistema uno de sus elementos que, de esta
forma, funciona provisionalmente como su representante metafórico. El proceso opera como
una especie de noria perpetua pero se notará que su dinamismo procede esencialmente del
vacío dejado por el significante así delegado. Este significante así delegado es el síntoma que,
procediendo del pasado del sujeto, surge en su presente y que podemos observar en su
comportamiento, en su discurso o en el tejido textual. Este síntoma expresa un malestar que
interpela al sujeto y que éste expresa con palabras o metáforas inesperadas en el contexto en
que se producen; este malestar se manifiesta pues en el discurso bajo la forma de una
desaveniencia o discordancia, fuera de cualquier intencionalidad o toma de conciencia. ¿Qué
tipo de relacion podemos establecer entre el impacto del blanco en los niveles que estudiamos
antes (totalidad historica y cara externa del sujeto cultural) y el mecanismo que gobierna el
funcionamiento del sujeto del inconsciente?
Antes de tratar de contestar, no podemos dejar de mencionar la importancia que tiene el deseo
o sea el concepto de carencia en las posturas freudiana o lacaniana, como elemento-clave de la
argumentación. Recordemos que para Lacan el deseo corre a lo largo de la cadena de los
significantes, desplazado y postergado del uno al otro y reactivado por la imposibilidad de
quedarse satisfecho. Las observaciones hechas a principios de esta exposición nos llaman la
atención sobre la presencia constante del vacío en la postura psicoanalítica, más especialmente
en la fase básica que es el surgimiento del inconsciente, cuando, con el acceso al nivel
simbólico, el signo se sustituye a lo vivido cuya realidad desaparece, se desvanece en la red
semiótico-ideológica del sujeto cultural, quedandose el sujeto “verdadero” enajenado, ausente
de sí mismo.
En la medida en que nos hemos adherido a las tesis lacanianas para definir lo que ahora llamo
“la cara oscura” del sujeto cultural” éste es un dato que no podemos descartar de nuestro
cuestionamiento.
La totalidad historica (expresion que hasta ahora, utilicé excluyendo al sujeto por motivos
obviamente pedagogicos pero que en realidad lo incluye) saca pues su dinamismo en todos los
niveles ya sea de la presencia de un desfase, el cual implica un hueco entre los elementos
implicados- hueco que la fuerza atractiva va a llenar - ya sea, directamente, de la presencia de
un silencio o de una carencia Estos huecos o estas carencias repercuten en el tejido textual bajo
la forma de deconstrucciones, de rupturas discursivas, de desavenencias semióticas, de
escorzos que pueden convocar tanto, directamente, el proceso del flujo de la historia como,
dentro de este proceso, las problemáticas específicas del sujeto cultural.