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Ciencia - Conducta - Humana - Skinner PDF

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B.F.

Skinner

CIENCIA
Y
CONDUCTA
HUMANA
(Una psicología científica)

Barcelona 1971

1
Traducción al castellano por
Ma. Josefa Gallofré, del original inglés SCIENCIE AND HUMAN BE-
HAVIOR, publicado por The Macmillan Company, New
York, U.S.A.
®1953 by the Macmillan Company

All rights reserved. No part of


this book may be reproduced
or transmitted in any form or
by any means, electronic or me
chanical, incloding photocopying, recording or by any infor
mation storage and retrieval
system, without permission in
writing from the publisher.

Primera edición: enero 1970


Segunda edición: febrero 1971.
Depósito Legal: B. 1.002-1971
Impreso por talleres gráficos Hija
De J. Ferrer Coll, Pje. Solsona, s/n.
Barcelona-14.

®
EDITORIAL FONTANELLA, S.A. 1969.
__________________________________
Escorial, 50 Barcelona-12
__________________________________
GALTON, centro de investigaciones
Psicológicas, Muntaner, 208, Barcelona
Impreso en España – Printed in Spain

2
A

F. S. Keller

3
Agradecimiento

La cita de Francesco Lana (capítulo I) fue dada a conocer a los lectores


de la revista Sciencie, de 25 de agosto de 1939, por M. F. Ashley-Montagu. El
permiso para reproducir párrafos de la obra de George Bernard Shaw, The
aventures of the Blanck Girl in Her Search for God nos ha sido amablemente
concedido por la sociedad de autores. La anécdota sobre el decano Briggs
(capítulo XIV) procede de American Scholar, volumen I, n.° 1, 1932. El texto de
Karl R. Rogers (capítulo XXIX) se ha extraído de la Harvard Educational
Review, otoño 1948, pág. 212, la cual nos ha autorizado su reproducción. Estoy
profundamente agradecido a J. G. Beebe-Center por los valiosos comentarios
aportados, tras la lectura del manuscrito. Finalmente también quiero expresar
mi sincero agradecimiento a la señora Diana S. Larsen y a la señorita Dorothy
Cohen por la ayuda prestada en la edición de esta obra.

B. F. S.

Harvard University

Cambridge, Massachusetts

4
INTRODUCCION

Escribir una introducción a un libro como ciencia y conducta humana no


tendría demasiado en otras latitudes. Ciencia y conducta humana es ya un
clásico, dentro de la psicología de las dos últimas décadas y su nombre
aparece reiteradamente en las referencias bibliográficas de la mayor parte de
tratados y manuales de psicología del mundo entero.
Sin embargo, aunque probablemente el libro no es desconocido para
algunos especialistas de nuestro país, lo cierto es que, al menos en España – y
posiblemente en gran parte de Europa continental y América Latina- la figura
del propio Skinner y la envergadura de sus trabajos, son poco conocidos y
apreciados, no sólo por el <<gran público>> sino también – y esto es más
grave- en los ambientes universitarios.

Recientemente, se ha administrado un mismo cuestionario a 3 grupos


distintos de estudiantes de Barcelona, con el fin de obtener un índice general,
siquiera aproximado, de su formación y tendencias en el campo de la
psicología. Teniendo en cuenta el tipo de estudios que realizan –psicología y
ciencias sociales- es de esperar que estos grupos posean un nivel de
conocimientos psicológicos superior al de la gran masa universitaria.

Para nuestros actuales propósitos únicamente nos interesa comentar los


resultados obtenidos a las siguientes preguntas:

1) ¿Cuál creen que es el autor – antiguo o moderno- que ha tenido hasta la


fecha, mayor importancia para el desarrollo de la psicología?
Citen, por favor, un solo autor -el que crean más importante- aunque
consideren que son varios los que sería necesario mencionar.
2) De forma secundaria, señalen otros autores que, a su juicio, hayan sido
o sean importantes para el desarrollo de la psicología.

5
Los resultados pueden observarse en la siguiente tabla:

Escuela profesional de Escuela


Psicología Pedagógica profesional de ICESB
ESCUELA de la Universidad de Psicología clínica Curso Superior de
Barcelona. de la Universidad Ciencias Sociales.
de Barcelona.
Año escolar 1967-68 1968-69 1968-69
Curso 2° 1° 1°
Nivel General Licenciados Licenciados Universitarios
Número de alumnos
que han contestado 21 16 49
1
la encuesta
1º Freud 77% 1º.Freud 63% 1º. Freud 80%
2º Piaget 5% 2º. Pavlov 13% 2º. Marx 2%
Autor considerando Skinner 5% 3º.Jung 6% Montaigne 2%
2
el más importante Lewin 5% Wundt 6% Lersch 2%
En blanco 13% Platón 6% Moreno 2%
Watson 6% Camús 2%
En blanco 10%

1º Freud 95% 1º. Freud 100% 1º. Freud 88%


2º Piaget 38% 2º. Jung 38% 2º. Fromm 20%
3º Allport 28% 3º. Adler 31% 3º. Jung 14%
4º Jung 24% Pavlov 31% 4º. Adler 10%
Skinner 24% 4º. Piaget 25% 5º. Horney 6%
5º Adler 19% Watson 25% Marcuse 6%
Pavlov 19% 5°-.Wundt 19% Sto. Tomas 6%
Autores citados Platón 13% 6º. Pavlov 4%
6º A. Freud 14% 6°-. Lewin 13% Camús 4%
Eysenck 14%
Klein 14%
Spearman 14%
Thurstone 14%
Wallon 14%
7.- Bühler 9%
Lersch 9%
Köhler 9%
Murry 9%
Rapaport 9%
Spranger 9%
Tolman 9%
Rorschach 9%
Yela 9%

1 Contesto la encuesta la totalidad de alumnos que se encontraban en clase en el momento de administrarla. Las preguntas fueron

formuladas sin previo aviso y contestadas sin que se permitiera intercomunicaciones entre los alumnos.

2 Los procesos corresponden a las respuestas a la primera pregunta. Dado que únicamente se solicitaba el nombre de un solo autor, la

suma de porcentajes es igual a 100.

3.- Los porcentajes son proporcionales al número de encuestas que los citan, prescindiendo de su orden de importancia dentro de cada

encuesta o si se ha dado el nombre de dichos autores como respuesta a la primera pregunta o a la segunda. Únicamente se han

incluido en la lista, los nombres citados por lo menos en 2 encuestas.

6
4.- La encuesta fue administrada el primer día de clase por lo que los resultados, al menos en este caso, no son reflejo de enseñanza

recibidas en el seno de la Escuela sino de influencias ambientales ajenas a la misma. En conjunto, creo que los resultados obtenidos en

los 3 grupos reflejan bastante bien, en líneas generales, la actual orientación psicológica de la universidad y ambientes intelectuales

españoles.

Estos resultados, que, personalmente, considero desalentadores –


posiblemente porque no soy psicoanalista- son los que me han impulsado a
escribir esta pequeña introducción, que no pretende otra cosa que familiarizar al
lector con una de las figuras más polémicas, interesantes y fructíferas de la
moderna psicología científica.

NOTA BIBLIOGRAFIA

Burrhus Frederic Skinner nace en Susquehanna, pequeña población del


Nordeste de Pensilvania, en 1904.

En su autobiografía (1), salpicada de las típicas pinceladas de humor con que


suelen obsequiarnos muchos hombres de ciencia, de cultura anglosajona – de los que
es prototipo Bertrand Russell, cuyos escritos conoce Skinner hacia 1928-,
encontramos sustanciosas descripciones de su familia:

Su abuelo era <<un joven inglés que llegó a América buscando trabajo en los
lejanos setentas>> y que <<no había encontrado todavía el trabajo que quería cuando
murió a la edad de noventa años>>. La <<abuela de Skinner era una iletrada hija de
granjeros a la que gustaba darse importancia>>. Su padre, un oscuro abogado de
provincias, <<sufrió las ambiciones de su madre, toda su vida>>. Su madre <<tocaba
bien el piano y tenía una excelente voz de contralto. Cantaba en bodas y funerales – y
las mismas canciones en ambos>>. Como a otros muchachos de su edad, a skinner le
gustaba construir patinetes, cerbatanas, arcos y flechas, pistolas de agua, trineos, etc.
Pero también ideaba juguetes poco corrientes, tales como un cañón de vapor,
conectado a una vieja caldera, capaz de disparar proyectiles de patatas y zanahorias
por encima de los tejados de sus vecinos. Más adelante, toca el saxofón en una
orquestina de jazz.

Tras una estancia en el Hamilton College, a cuya vida estudiantil nunca llegó a
adaptarse por completo y en cuyo seno actúo más bien como un rebelde que atacaba
a las autoridades e instituciones académicas <<y otras vacas sagradas locales>>,
Skinner decide convertirse en escritor.

Contraviniendo los deseos de su padre, el cual siempre había esperado que


estudiaría Derecho y se incorporaría a su gabinete -el nacimiento de Skinner se
anunció en el periódico local con las palabras: <<La ciudad cuenta con una nueva
asesoría legal: W. A. Skinner e hijo>> -, dedica dos años de su vida a una intensa
actividad literaria que no desemboca en ningún resultado positivo. Vive durante seis
meses la vida bohemia del Greenwich Village Newyorkino, pasa un verano en Europa
y decide, por fin, dedicarse a la psicología: <<un escritor puede ser capaz de
reproducir la conducta humana con todo detalle pero, a pesar de ello, no la
comprende>>.

7
Posiblemente contribuyeron notablemente a su decisión, la lectura de las obras
de Pavlov, Russell y Watson. Sea como fuere, lo cierto es que B. F. Skinner ingresa en
la universidad de Harvard para cursar estudios superiores de psicología, alcanzando el
doctorado en 1931.

Durante su estancia en Harvard, Skinner adquiere la rigurosa autodisciplina


que todavía gobierna su vida actual (2). Durante dos años, se levanta diariamente, a
las seis de la mañana, estudia hasta la hora de desayunar, asiste a clases,
laboratorios y bibliotecas, estudia hasta las nueve de la noche y se va a dormir. No va
al cine ni al teatro, raras veces asiste a un concierto, sale muy poco con chicas y sus
lecturas se componen exclusivamente de psicología y fisiología.

Después de varios años de beca postdoctorales en los que, por una parte,
trabaja en el sistema nervioso central y, por otra, realiza investigaciones en el
laboratorio animal, en 1963 se traslada a la universidad de Minnesota donde da clases
por primera vez. Durante esta época contrae matrimonio con Yvonne Blue.

Sus primeras comunicaciones científicas sobre condicionamiento son


combatidas por dos fisiólogos polacos- Konorski y Miller- y es precisamente en su
respuesta (3) que Skinner utiliza por primera vez el término operante.

Tras su estancia en la universidad de Minnesota (1936-45), se traslada a la de


Indiana, en la que permanece dos años como director del departamento de psicología.
Finalmente, en 1948, vuelve a Harvard en calidad de miembro permanente del
departamento de psicología de esta universidad.

Coincide con su reincorporación a Harvard, la aparición de su única novela


Walden Dos (4), en la que intenta conciliar dos aspectos de su propia conducta
ejemplificados por dos personajes principales: Burris y Frazier. En esta obra, Skinner
describe el funcionamiento de una comunidad utópica de mil personas situada en
nuestra época y en un país concreto: Los Estados Unidos. Probablemente su
originalidad consiste en que en dicha utopía se utilizan las técnicas más avanzadas y
que en ellas se ponen en práctica muchos de los métodos y descubrimientos
psicológicos que el lector encontrará en Ciencia y conducta humana. <<Walden Dos-
afirma Skinner- en mi New Atlantis*>>. Únicamente en 1967, se vendieron de la
edición inglesa de este libro 80.000 ejemplares y, en la actualidad, existen al parecer
algunos grupos que intentan convertir la idea en realidad.

Al reanudar su trabajo en Harvard propone la incorporación a las enseñanzas


que se imparten en dicho centro docente, de un curso de conducta humana. Estos
estudios van tomando cuerpo y perfilándose de año en año, hasta que, en 1953,
cristalizan en un texto: Ciencia y conducta humana, que ahora aparece en su edición
castellana. En 1967, Skinner considera que Ciencia y conducta humana <<continúa
siendo todavía la mejor expresión, para el lector medio, de mi postura dentro del
campo de la psicología>> (5).

*Novela científica utópica, escrita por Francis Bacon, hacia 1622.

8
En la actualidad, sigue en Harvard realizando investigaciones en las ciencias
sociales, a través de un análisis experimental de la conducta.

Skinner tiene ya escuela. Por lo menor en las universidades de Harvard y


Columbia existen núcleos compactos y entusiastas de psicólogos skinnerianos que
trabajan incansablemente y han fundado su propia revista: journal for the Experimental
Analysis of behavior.

Hombre polifacético, Skinner lo mismo se han interesado por el análisis


científico de las leyes del aprendizaje que por aplicaciones tan diversas como las
máquinas de enseñar, el adiestramiento de palomas para la conducción de proyectiles
o un dispositivo automático para cuidar bebés, que utiliza con una de sus hijas con
pleno éxito.

Marx y Hillix (6), comparan a Skinner con sir Francis Galton <<por la amplitud
de sus intereses y el ingenio excepcional de sus realizaciones empíricas>>. En 1958,
se le concede el Premio a la Contribución Científica Distinguida, otorgado por la
American Psychological Association, y en 1968, el presidente de los Estados Unidos le
concede el Premio Nacional de la Ciencia. En la mención que acompaña a dicho
premio se hace constar:

“Por sus fundamentales e imaginativas contribuciones al estudio de la


conducta, las cuales han tenido una profunda influencia sobre toda la psicología
y los campos con ella relacionados.”

En una reciente encuesta realizada entre directores de departamentos de


universidades norteamericanas, el profesor de Harvard, B. F. Skinner, ha sido elegido,
por mayoría abrumadora, como la figura más influyente en la psicología moderna. La
revista Psichology Today, por su parte, llega a afirmar que <<cuando la historia haga
su juicio, sus contribuciones a la psicología serán reconocidas como las más
importantes del siglo xx>> (2)

ENFOQUE SKINNERIANO DE LA PSICOLOGIA

Aunque Watson no es el primero en propugnar la necesidad de una psicología


objetiva, la claridad y vigor combativo de su postura, en pugna con las concepciones
mentalistas de la época, lo convierten en un hombre clave para la psicología científica
moderna. Del conductismo de Watson - <<La psicología, tal como la ve el conductista,
es una rama puramente objetiva y experimental de la ciencia natural. Su rama
puramente objetiva y experimental de la ciencia natural. Su meta teórica es la
predicción y el control de la conducta>> (1913)- derivan los sistemas de Tolman,
Guthrie, Hull y, en general, todo lo que se ha dado en llamar <<teorías del
aprendizaje>>. En él tiene, en gran parte, su fundamento la exigencia metodológica de
B. F. Skinner.

Probablemente, en punto más importante de la revolución conductista de


Watson consiste en la proclamación explícita de que las mentes sólo se relacionan
entre sí a través de fenómenos físicos, mediante palabras u otros tipos de conducta
manifiesta. Dado que una ciencia es un conocimiento público, su objeto deber ser
9
observable por más de una persona. El llamamiento de Watson, negando la utilidad de
la mente como materia de estudio de la ciencia, ha tenido –y sigue teniendo- una
notable resonancia en los psicólogos preocupados por conferir a la psicología el
mismo rigor metodológico del que disfrutan, desde hace tiempo, otras ciencias. La
debilidad de Watson radica, posiblemente, en su insistencia en ceñirse estrictamente a
un modelo un tanto mecanicista S-R (estímulo-respuesta), adoptando una postura
radical insostenible.

Hull considera que la formula S-R es inadecuada para explicar las relaciones
entre el organismo y el ambiente, y la substituye por una psicología S-O-R (estímulo-
organismo-respuesta). En realidad, Hull es, probablemente, el representante más
calificado del llamado conductismo deductivo y sus teorías del aprendizaje se
construyen principalmente, alrededor de las variable intermedias O, sirviéndose de las
variable S y R como punto de apoyo para las mismas.

En contraste con las teorías de Hull, Skinner intenta construir un sistema


empírico que no precise, prácticamente, de marco teórico para organizar los datos. El
sistema de Skinner puede considerarse como un conductismo descriptivo que coloca
especialmente su acento sobre las respuestas. Podría hablarse, quizá, de una
psicología de R, sin embargo, por muy fiel a Watson que sea en muchos puntos*,
Skinner es más realista e intenta tener en cuenta todos los dato. Aunque no se
interesa, como Hull o Tolman, por las variables intermedias, postula su existencia aun
permaneciendo firme, desde un punto de vista metodológico, en su principio de no
partir nunca de acontecimientos internos.

En nuestra opinión, el enfoque Skinneriano de la psicología se caracteriza por los


siguientes puntos:

a) Enfoque ateórico y puramente descriptivo.


b) Discriminación entre condicionamiento operante y respondiente, reducido este
último a una parte mínima de la conducta total del organismo.
c) Considerar que las leyes generales del aprendizaje son las mismas para
cualquier organismo, sea cual su especie.
d) Desconfianza frente a las técnicas estadísticas.

a) Enfoque ateórico y puramente descriptivo de la psicología

Mientras que la principal preocupación de Hull parece consistir en formular una


teoría y, luego verificarla, Skinner se limita a la descripción de hechos e intenta
prescindir de todo marco teórico, rechazando cualquier tipo de <<explicación>> de los
mismos.

Para Skinner, la misión de la psicología consiste en investigar las leyes existentes


entre variables observables, debe esforzarse por sacar a la luz del día lo que está
oculto en lugar de especular sobre ello. Skinner, a lo largo de toda su obra, mantiene
una actitud de desconfianza frente a cualquier explicación teórica que vaya más allá
de la conducta observable*; favorece, por el contrario, las descripciones operacionales
estrictas de las experiencias. El distintivo de sus investigaciones podría, quizás,
expresarse en una sola palabra; control.
10
*En una recensión de la obra de Skinner Cumulative record, dice MacLeod: <<El espíritu de Watson es indestructible.
Limpio y purificado, respira a través de los escritos de B. F.
Skinner sostiene que mediante una cuidadosa recogida de datos puede
conseguirse un progreso mucho mayor hacia una predicción y control de la conducta,
que a través de la formulación de grandes teorías. En uno de sus artículos más
polémicos, que lleva precisamente por título. ¿Son necesarias las teorías del
aprendizaje? (9), define claramente su postura:<<Que una teoría dé origen a
investigación no prueba su valor a menos que la investigación sea valiosa>>.

Las teorías le parecen pasatiempos (theories are fun), que son inútiles y
perjudiciales en la medida en que distraen al investigador del perfeccionamiento de
sus experiencias, lo llevan por caminos improductivos o fomentan definiciones
verbales de problemas que no pueden ser atacados experimentalmente. Sin embargo,
aun Skinner admite que una teoría de ciertas características puede llegar a
desempeñar un papel importante en psicología, siempre y cuando, desde luego, no
haga referencia a un sistema dimensional distinto. Aunque añade: <<parece que no
estamos todavía preparados para formular una teoría en este sentido>>.

b) Importancia concedida al modelo de condicionamiento operante con relación al


respondente

Desde los comienzos de su carrera, Skinner distingue entre las respuestas que
produce el organismo, de forma prácticamente automática, ante una estimulación
concreta -ejemplificada por las conductas del perro de Pavlov-, y las que emite dicho
organismo sin que exista, aparentemente, una estimulación. Las primeras son las
llamadas respuestas reflejas; a las segundas, Skinner las llama operantes. Una
operante es <<un tipo de respuesta que surge espontáneamente en ausencia de
cualquier estimulación con la que pueda ser específicamente correlacionada>> (3).

En el condicionamiento clásico o Pavloviano, el refuerzo no depende de la


respuesta sino del experimentador. El organismo parece adaptarse al medio pero no
actuar sobre él. En el modelo operante, en cambio, la respuesta es la condición del
refuerzo; el organismo debe actuar sobre el ambiente para obtenerlo. El mecanismo
del condicionamiento operante puede formularse diciendo que una respuesta tiende a
reproducirse si provoca la aparición de un acontecimiento que sea reforzante para el
organismo.

*Aunque por ejemplo, reconocer la importancia de Freud, al relacionar acontecimientos infantiles con conductas de la
vida adulta, le recrimina que tenga que inventar n complicado aparato mental-ello, yo, superyó- para justificar dicha
relación. En opinión Skinner, ésta puede expresarse, igualmente, de forma objetiva en términos de refuerzo (Para
Skinner, refuerzo es todo lo que incrementa la probabilidad de determinado tipo de actividad). Skinner rechaza también
las explicaciones neurofisiológicas de la conducta, actitud compartida por Spence – quizá el discípulo más importante de
Hull que no parece haber heredado el entusiasmo por éste por la especulación fisiológica-. Sin embargo, no hay que
confundir este punto de vista con una actitud negativa frente a la fisiología. Por el contrario, Skinner la considera como
una ciencia de la misma importancia que la que se ocupa del estudio de la conducta (8), aunque insiste en el hecho de
que ambas poseen marcos conceptuales distintos y son independientes la una de la otra.

11
Como observará el lector de Ciencia y conducta humana, Skinner mantiene la
existencia de una distinción entre el modelo Pavloviano, cuyo campo de aplicación
quedaría limitado, en general, a las reacciones del sistema nervioso autónomo-
contracciones de músculos de fibra lisa y secreciones de glándulas-, y el modelo
operante, estrechamente relacionados con los músculos de fibra estriada,
responsables del movimiento del esqueleto y de ciertas acumulaciones de tejido, tales
como la lengua, el párpado y las cuerdas vocales. Sin embargo, este punto de vista se
ha puesto en tela de juicio últimamente (1967) por Miller, Carmona, Dicara y Trowill
quienes, al parecer, han conseguido condicionar, según el modelo operante,
reacciones viscerales (10).

El problema de las posibles conexiones entre el condicionamiento reflejo y el


operante, creemos que no se puede considera todavía resuelto. Por otra parte,
algunos autores-procedentes, en gran parte, de la psicología soviética-parecen no
compartir esta necesidad de distinguir entre ambos tipos de condicionamiento y suelen
considerarlos como variantes de un mismo proceso.

En cualquier caso, sea cual sea la solución final, es innegable que el modelo
operante ofrece al experimentador un campo extraordinariamente rico y fructífero de
posibilidades. En la actualidad, las técnicas de condicionamiento operante-aparte de
su uso en el campo de la enseñanza y la terapéutica clínica- se utilizan ampliamente
en las investigaciones neurofisiológicas y psicofarmacológicas.

En demostraciones públicas y utilizando animales sin experiencia previa, Skinner


ha demostrado, por ejemplo, que el aprendizaje del organismo, no sólo se encuentra
por completo bajo el control del experimentador, sino que los fenómenos que tiene
lugar pueden ser descritos perfectamente en términos del sistema. A juicio de Hilgard
(11), ningún otro autor ha sido capaz de adiestrar un animal de forma tan rápida y
predecible como Skinner.

c) Las leyes generales del aprendizaje son las mismas para cualquier organismo,
sea cual sea su especie.

De acuerdo con el punto de vista de Skinner, en condiciones de refuerzo similar a


todos los organismos reaccionan de la misma manera. En una sus últimas obras-
Techonology of Teaching (12)-, escribe <<Se han obtenido resultados comparable en
palomas, ratas, perros, monos, niños e individuos psicóticos. A pesar de las grandes
diferencias que los distinguen desde el punto de vista filogenético, todos estos
organismo dan muestra de propiedades sorprendentemente similares en los procesos
de aprendizaje>>.

Para demostrar este principio se ha llegado a condicionar pulpos para que


accionen una palanca o a peces para eviten, periódicamente, una descarga eléctrica.

Que las leyes generales del aprendizaje sean las mismas para todas las especies
no significa, sin embargo, que las acciones concretas que ejecuta el pez tengan que
ser las mismas que las de la rata o el niño.

12
En este aspecto, son interesantes los trabajos de Bittermann en 1965 (13) que
muestran que, en los vertebrados, lo que evoluciona con el desarrollo del cerebro es la
aptitud para adaptarse a los cambios de valor condicional de respuesta fácilmente
discrimínales.

Es decir, un pez, por ejemplo, puede aprender a asociar la comida con el


accionamiento de un dispositivo tipo A discriminándolo de un dispositivo tipo B, pero si,
una vez condicionado, se intenta que invierta la discriminación y que, a partir de un
momento dado, solo obtenga comida si acciona el dispositivo B y no el A, el pez no
será capaz, probablemente, de modificar su conducta primitiva. Este cambio de
comportamiento, sin embargo, es fácil para la rata y mucho más fácil para el mono.

Este enfoque Skinneriano de las leyes generales del aprendizaje con


independencia de la especie, puede permitirnos hacer extensivos al campo humano
interesantes descubrimientos realizados en el laboratorio animal, en área-o
condiciones de control- que no podrían atacarse directamente por razones éticas o de
complejidad.

Por otra parte, este estudio sistemático de las especies inferiores para extrapolar
sus resultados al hombre no es nuevo ni revolucionario. Gran parte de los trabajos
efectuado para averiguar el funcionamiento del cerebro se han llevado a cabo con
animales a los cuales se les ha extirpado algunas zonas del mismo, se les han
implantado electrodos, se les han producido lesiones químicas o quirúrgicas, etc. En el
campo de la genética, algunas investigaciones solo pueden levarse a cabo con
animales de ciclos de vida muy corto, como la mosca; en un estudio genético, a un
investigador le resultaría imposible observar más de dos o tres generaciones de seres
humanos. En la inmunología, gracias al laboratorio animal se han logrado avances
espectaculares, luego aplicados con éxito al hombre, que no hubieran podido
conseguirse de otra manera.

La postura de Skinner se encuentra en la línea del famoso principio de economía o


navaja de Occam, enunciado a principios del siglo XIV, y del llamado Canon de
Morgan (1894); <<En ningún caso podemos interpretar una actividad como el
resultado de una actividad psíquica superior, si puede interpretarse como resultado de
otra facultad que se encuentra situada en lugar inferior, en la escala de la evolución
psicológica y el desarrollo>> (14).

En cualquier caso, como afirma el propio Skinner en la obra que nos ocupa –
Ciencia y conducta humana-; <<Sería temerario afirmar que no existe ninguna
diferencia esencial entre la conducta humana y la conducta de las especie inferiores,
pero, hasta que se haya intentado tratar con ambas en los mismos términos, sería
igualmente temerario afirmar que existe>>.

d) Desconfianza frente a las técnicas estadísticas.

Skinner cree que la estadística cubre, a menudo, los fallos de muchas


investigaciones experimentales. De acuerdo con su tesis, el error experimental es
debido, principalmente, a dos causas:

a) Las diferencias individuales entre los sujetos sometidos a experimentación.

13
b) Ineficacia de los procedimientos de control.

Para combatirlas, Skinner propone, por una parte, utilizar un único sujeto en
edad experiencial y, por otra, establecer una condiciones de control
extraordinariamente rigurosas*.

Las experiencias de Skinner suelen ser de larga duración y las reacciones


del sujeto con registradas, habitualmente, durante cientos de horas. En el libro
Shedules of reinforcement (15), realizado en colaboración con Fester, se
informa sobre 70.000 horas de conducta registrada, lo cual supone cerca de un
cuarto de billón de respuestas.

Esto explica también, en parte, la dificultad para llevar a cabo este tipo de
experiencias con una muestra representativa.

En la práctica, una vez se ha comprobado en uno de estos experimentos


que determina manipulación de la variable independiente afecta a la frecuencia
de respuesta (generalmente, numero de picotazos o presiones de palanca por
unidad de tiempo), se efectúan experiencias similares con un corto número de
sujetos. Cuando, bajo condiciones de control rigurosas, se observan
alteraciones de conducta parecidas en diferentes sujetos, los resultados se
generalizan.

En opinión de Skinner, los cambios de conducta registrados en la situación


experimental normalizada-la caja de Skinner- son tan claros que hacen
innecesarias las pruebas estadísticas. En su artículo Reinforcement today (16)
llega a decir: <<La mayoría de lo que sabemos sobre los efectos de complejos
programas de refuerzo lo hemos aprendido en una serie de descubrimientos
ninguno de los cuales habría merecido la aprobación de un estudiante de
estadística elemental. Por fortuna, un enfoque estadístico es, precisamente,
equivocado. Las curvas que obtenemos no pueden ser promediadas o
suavizadas de otra forma, sin destruir propiedades que sabemos tiene
primordial importancia>>.

SKINNER Y LA ENSEÑANZA

En 1953, en el transcurso de una visita que efectúa Skinner a la escuela


de su hija menor, tiene ocasión de asistir a una clase de aritmética. En su
autobiografía (1), escribe. <<Súbitamente, la situación me pareció
completamente absurda. En el aula encontraba reunidos veinte organismos
extremadamente valiosos. Sin ninguna culpa de su parte, la maestra violaba,
uno tras otro, casi todo nuestros conocimientos sobre el proceso de
aprendizaje>>. Un año más tarde, en el transcurso de una conferencia
pronunciada en la universidad de Pittsburg, Skinner presenta una máquina
capaz de enseñar la ortografía y la aritmética.

*Punto de vista compartido por muchos psicólogos soviéticos. 14


Una serie de proyectos de este tipo conducen a la creación de un
Comité de Instrucción Programada. Aunque el invento de las máquinas de
enseñar puede ser atribuido a Pressey- el cual ya utilizaba un aparato de
respuestas múltiples hacia 19226 (17)-, Skinner es considerado como el
pionero de la programación y uno de los principales responsables de la enorme
corriente de interés existente en la actualidad por las máquina de enseñar. En
colaboración con Holland, publica, en 1961, uno de los mejores textos
programados existentes en el mercado (18).

Para Skinner, la enseñanza de un niño y el aprendizaje de una rata son


procesos similares: primero, se provoca la conducta que se desea instaurar; a
continuación, y de la forma más inmediata posible, se proporciona la
recompensa o refuerzo. El organismo aprende las respuestas que han sido
recompensadas.

En 1968 patenta un nuevo método de enseñar a escribir, llamado


<<Escribe y mira>>, que utiliza un cuaderno especial y una tinta que sólo es
visible si el niño escribe la letra o palabra apropiadas. Esta técnica asegura una
corrección instantánea y, por esta razón, un refuerzo positivo eficaz.

En una de sus obras más recientes (12), Skinner presenta una síntesis de
sus puntos de vista en el campo de la enseñanza. A continuación anotamos
algunos de ellos:

1) Considera como un fracaso un sistema escolar que sólo consigue que


los alumnos aprendan, a través de la amenaza (por ejemplo, el temor al
suspenso).
2) El fruto de la amenaza y el castigo –tal como se ha demostrado
experimentalmente- no es una actividad intelectual estimulante y
creadora, sino las estériles reacciones emotivas de ansiedad,
culpabilidad o terror, ante la simple visión de un silogismo o una integral.
3) Aunque a primera vista, a quienes lo acusan superficialmente de
<<mecanicista>> pueda parecerles paradójico, protesta contra las
modernas escuelas que sacrifican parte de los intercambios profesor-
alumno en aras de una mayor utilización de los medios audios visuales,
destinados únicamente a presentar materias. <<El alumno-dice Skinner-
se transformará en un receptor cada vez más pasivo>>.
4) Llama la atención sobre el hecho de que mientras que, en el laboratorio,
se ha demostrado que un retraso de algunos segundos entre la
respuesta y el refuerzo elimina, prácticamente el efecto de este último,
en clase suelen transcurrir varios minutos, horas e incluso días entre las
conducta escrita de un alumno, por ejemplo, y su aprobación o crítica
por el profesor. <<Lo más sorprendente, a decir verdad, es que tal
sistema pueda, a pesar de todo, obtener algún rendimiento positivo>>.
15
5) En ningún momento disimula sus críticas a la enseñanza tradicional que
<<reduce la importancia de los conocimientos concretos en beneficio de
vagos ideas-educar para la democracia, educar la totalidad de la
persona, educar para la vida, etc. >>. Una vez formulados tales objetivos
<<se permanece a este nivel, desgraciadamente, todas estas filosofías
se mantienen mudas en cuanto a los métodos. No ofrecen ayuda alguna
para conducir mejor, en la práctica cotidiana, la marcha de la clase>>.

Sin embargo, no es este el momento ni el lugar para exponer, con detalle,


las concepciones y técnicas educativas de Skinner. Quienes se interesen por el
tema pueden acudir a la obra citada (12) y, probablemente, no se sentirán
defraudados. Para Skinner, <<la enseñanza es una forma expeditiva y
concentrada de provocar el aprendizaje>>. <<Enseñar – afirma- equivale a
organizar contingencias de refuerzo>>*.

SKINNER Y LOS METODOS TERAPEUTICOS

Dentro de las modernas técnicas terapéuticas conocidas con el nombre


de behaviour therapy, el modelo operante es ampliamente utilizado. En la
actualidad, cuando se usan procedimientos que tienen su fundamento directo
en los hallazgos de Skinner – y más especialmente en su técnica de modelado
de la conducta a través de aproximaciones sucesivas* - se habla incluso ya de
reinforcement therapy.

Aunque podríamos, quizá, remontar el origen de la behaviour therapy a


la célebre experiencia de Watson con el pequeño Albert (1920), su aceptación
y desarrollo son frutos de los últimos quince años.

El auge actual de las terapéuticas de base conductista- al menos, en


otro país- coincide con <<la contestación>> de la psicoterapia. Eysenck, por
ejemplo, al examinar las pruebas de que se dispone, llega a la conclusión de
que no existe, hasta el momento, evidencia alguna que demuestre que los
tratamientos psicoterapéuticos. Freudianos o de otro tipo, sean eficaces para
mejorar a los pacientes neuróticos (20).

De acuerdo con el punto de vista de la behaviour therapy, las conductas


anormales o poco adaptativas han sido aprendidas por el individuo a través de
su interacción con el medio. En líneas generales, los síntomas son la
enfermedad. El tratamiento consistirá, por tanto, en eliminar los síntomas del
paciente, logrando que éste <<desaprenda>> alguna conducta poco adecuada
o aprenda una conducta nueva que sea apropiada al caso.

16
*Skinner llama contingencias de refuerzo –concepto de suma importancia en el léxico Skinneriano- a las relaciones
evidentes entre la conducta y sus consecuencias (19).
*Véase especialmente el capítulo VI de Ciencia y Conducta humana.
El terapeuta conductista no suele despreciar los factores hereditarios que
considera juegan, en muchas ocasiones, un papel importante en la
cristalización del trastorno psicológico, pero dado que dichos factores no
pueden ser alterados fácilmente, concentran su atención sobre los aspectos
que está en su mano modificar.

También suele tener presente la posible existencia de lesiones orgánicas


aunque, caso de presentarse, probablemente deberán ser atacadas dentro de
un marco conceptual distinto- muchas veces, por otros especialistas-, mediante
procedimientos farmacológicos o quirúrgicos.

Bandura y Walters (21) consideran que la reinforcement therapy es


especialmente apropiada para cosas en los que existen déficits de conducta.
De hecho, se ha aplicado con éxito a distintos tipos de trastornos:

a) Deficientes mentales.- El propio Skinner (12) sita una experiencia


realizada por Sidman y Stoddard (22) con un idiota microcéfalo. El sujeto
tenía 40 años y una edad mental aproximada de 18 meses. Su cerebro
era, probablemente, tres veces más pequeño que un cerebro normal.
Durante cuarenta años únicamente había conseguido adquirir parciales
hábitos de limpieza y llegar a vestirse, si disponía de la ayuda de otra
persona. Utilizando un programa de refuerzos cuidadosamente
planificado, Sidman y Stoddard, trabajando algunas horas por semana,
lograron que utiliza correctamente papel y lápiz y reprodujera las letras
proyectadas débilmente sobre el papel. Los progresos conseguidos por
esta persona en unos pocos meses sobrepasaron todo lo adquirido
durante los cuarenta años anteriores. <<Sin duda – comenta Skinner- no
puede esperar un porvenir brillante pero nadie podrá decir nunca lo que
hubiera sido capaz de realizar si hubiera sido sometido, desde su
nacimiento y de manera sistemática, a programas de este tipo>>.
b) Psicóticos.- Probablemente, una de las experiencias más interesante
realizados en la investigación de la conducta psicótica a través del
modelo operante, sea la llevada a cabo por Lindsley en el Metropolitan
State Hospital de Waltham (23), en la que, mediante ingeniosos
dispositivos electrónicos, se registró con precisión la conducta de
psicóticos sometidos a programas de refuerzo rigurosamente
controlados. Desde el punto de vista terapéutico, pueden citarse, entre
otros, los trabajos de King, Armitage y Tilton (24) y los de Ullmann,
Krasner y Edinger (25). También poseen gran interés los realizados por
Fester y deMyer (26) con niños autistas.
c) Trastornos del lenguaje.- queremos solamente mencionar las
experiencias de Goldiamond (27) con niños tartamudos que muestran
claramente que este trastorno puede ser enfocado perfectamente como
17
conducta operante, en el sentido de que su frecuencia puede ser
alterada mediante la manipulación de sus consecuencias. Shames y
Sherrick (28) llegan, por su parte, en otra experiencia distinta, a
resultados parecidos.

Las técnicas de la behaviour therapy se basan en las teorías y


experiencias de los procesos de aprendizaje. Por esta razón, la puesta a
punto y desarrollo de estas técnicas no se deben, en general, a los
psiquiatras sino a los psicólogos*. A juicio de Beech <<quizá radique en
este hecho, maque que en cualquier característica intrínseca de la
behaviour therapy, lo que confiere a estas técnicas una frescura, vigor y
radicalismo que las hace atractivas para muchos, tras un largo período en el
que las teorías y métodos de Freud han dominado casi por completo>>
(29).

La behaviour therapy –y, dentro de ella, la reinforcement therapy**- posee


una corta historia. Por ello y aunque es todavía prematuro efectuar una
valoración seria de sus posibilidades reales, algunos de los resultados
obtenidos en los campos en que se ha aplicado- y en los que parece tener la
doble ventaja de ser más rápida y eficaz que la psicoterapia>> (29)- son
alentadores y parecen confirmar el optimismo de B. F. Skinner y otros pioneros.

CRITICAS A SKINNER

Skinner es vulnerable -¿Quién no lo es?- y sus trabajos y concepciones han


sido atacados en diversos frentes. Suele criticársele, principalmente por:

a) Su postura ateórica.- <<Que el enfoque de Skinner sea fructífero- opina


Hilgard (11)- no implica que los demás sean estériles>>. Y Wolman se
pregunta: ¿Qué diríamos de un físico o un químico que limitara su
estudio a los datos observable solamente? ¿Trabajó Einstein con una
cuarta dimensión perceptible empíricamente? ¿Observó Mendeleyev
todos los elementos químicos>> (30).
b) Su propia inconsecuencia con dicha postura ateórica.- A juicio de
algunos autores, como Chaplin y Krawec (31), ciencia y conducta
humana constituyen precisamente el desarrollo de una teoría. Opinan
estos autores que la teorización de la teoría del condicionamiento como
base estructural de su sistema y, por otra, extrapolación de los principios
del condicionamiento operante, a través de un proceso de razonamiento
lógico, a los problemas cotidianos del hombre. <<Esto creemos, es
teoría>>. Otros autores, como Marx y Hillix (6), por el contrario,
consideran que muchos de los puntos tratados en Ciencia y conducta
humana deben tomarse sólo como meras sugerencias y <<una especie
de estímulo intelectual>>.

18
c) La generalización de resultados a partir de muestras que no son
estadísticamente representativas.- McGuigan (32), aun reconociendo la
importancia y extraordinario valor de la metodología skinneriana, opina
que también es aplicable a los experimentos de Skinner el principio
según el cual los resultados sólo pueden generalizarse a una población
de organismos en la medida en que la muestra extraída de dicha
población sea auténticamente representativa.
d) Diversos aspectos técnicos que no nos es posible examinar aquí con
detalle, especialmente en lo que se refiere a la aplicación del
condicionamiento operante a la conducta verbal. <<No es lo mismo –
opinan Borger y Seaborne (33)- demostrar que determinados factores,
bajo unas condiciones concretas, pueden influenciar el aprendizaje que
afirmar que dichos factores son suficientes para explicarlo por
completo>>.

Entre sus críticos, destacan probablemente, Verplanck (34) y Chomsky (35).


Este último, con motivo de una recensión del libro de Skinner Verbal Behavior,
realiza una crítica dura, de gran parte del sistema skinneriano y, más
especialmente, de su tratamiento de la conducta verbal. Dicha recensión, que
obtienen notable difusión y popularidad-hasta tal punto, que algunos autores,
<<humanistas>> lo único que parecen conocer de Skinner es la crítica de
Chomsky- no solamente sus doce primeras páginas (1). El enfocar el problema
desde un punto de vista, en gran parte, tradicional, parece impedir a Chomsky
considerar la conducta verbal como otra conducta más, asimismo función de
las contingencias ambientales. <<No ha comprendido>> (He missed the point)
– opina Skinner.

Pero una cosa es atacar ciertos puntos de vista de Skinner y otra muy
distinta negar la eficacia probada del modelo operante en la investigación, en la
enseñanza, en la terapéutica. Los hechos – a menos de adoptar una postura
solipsista- no pueden refutarse con meras palabras ni con argumentos de
autoridad. Y B. F. Skinner ofrece una abundante aportación de hechos que no
cesa, día a día, de incrementarse*.

*Cabe destacar la notable excepción de Wolpe.


*A pesar de que algunos autores consideran que muchas técnicas aversivas – muy usadas en el
tratamiento de tics, fobias, etc.-. Tienen su principal fundamento en el modelo operante, este punto de

19
vista no se encuentra totalmente compartido ya que las mismas suelen ser una combinación de
condicionamiento clásico y operante, sujeta a discusión. Por ello hemos preferido hacer sólo especial
hincapié en la reinforcement therapy, cuyo parentesco con el modelo operante de Skinner es evidente.
*Con el fin de ayudar al potencial lector, incluimos, al final del libro, una bibliografía cronológica de los
trabajos de Skinner.

REFLEXION FINAL

Ciencia y conducta humana llega a los lectores españoles y


latinoamericanos, con dieciséis años de retraso. Al contemplar la pobreza de
nuestra aportación a los últimos Congresos Internacionales de psicología-
Moscú (1966) y Londres (1969)- debemos reconocer que, desgraciadamente,
esto no es, probablemente, una casualidad.

RAMÓN BAYES

Galton, Centro de Investigaciones

Psicológicas

Barcelona, noviembre de 1969

20
REFERENCIAS

1. SKINNER, B. F.; B. F. Skinner. En E. G. BORING y G. LINDZEY (Eds.):


A history of psychology in autobiography, vol. V, Appleton-Century-
Crofts, 967.
2. BERKELEY RICE: Skinner agrees he is the most important influence in
psychology, The New York Times Magazine.
3. SKINNER, F. B.: Two types of conditioned réflex: a reply to Konorski and
Miller, J. gen. Psychol., 1937.
4. SKINNER, B. F.; Walden Dos, Fontanella, 1968.
5. SKINNER, B. F.; Carta particular no publicada, de fecha 14-9-67.
6. MARX, M. H., Y W. A.: Sistemas y teorías psicológicos contemporáneos,
Paidós, 1967.
7. MACLEOD, R. B.: Recesión de la obra de B. F. Skinner Cumulative
record, Science, 1959.
8. SKINNER, B. F.: THE FLIFHT FROM THE LABORATORY. En
Cumulative record, Appleton-Century-Crofts, 1961.
9. SKINNER, B. F.: Are theories of learning necessary?, 1950, Psychol. R.,
57.
10. MILLER N. E., y CARMONA, A.: Modifiction of a visceral response,
salivation in thirsty dogs, by instrumental training with wáter reward, J.
comp. Pshysiol. Psychol., 1967.
MILLER, N. E., y dicara. L.: instrumental learning of heart rate changes
in curarized rats: shaping and specifity to discriminative stimulus, J.
comp. Shysiol. Psychol., 1967.
TROWILL, J. A.: Instrumental conditioning of the heart rate in the
curarized rat, J. comp. Psysiol. Psychol., 1967.
11. HILGARD, E. R.: Teorías del aprendizaje, Fondo de Cultura Económica,
1966.
12. SKINNER, B. F.: La revolution scientifique de l’enseignement (traducción
francesa de Technology of theaching), Dessart, 1968.
13. BITTERMAN, M. E.: The evolution of intelligence, Scient. Amer., 1965.
14. MORGAN, C. L.: Introduction to comparative psychology. Reproducido
en RIOPELLE, A. J. (ED.) Animal problema solving, Penguin Books,
1967.
15. FESTER, C. B., y SKINNER, B. F.: Schedules of reinforcement,
Appleton-Century-Crofts, 1957.
16. SKINNER, B. F.: Reinforcement today, Amer. Psycholog., 1958.
17. GAVINI, G. P.: Manuel de formation aux techiniques de l’enseignement
programmé, Editions Hommes et Techniques, 1965.

21
18. HOLLAND, J. G., y SKINNER, B. F.: The analysis of behavior, McGraw-
Hill, 1961.
19. SKINNER, B. F.: Freedom and the control of men. Reproducido en
Cumulative record. Appleton-Century-Crofts, 1961.
20. EYSENCK, H. J.: Learning theory and behavior therapy. En Behavior
therapy and the neuroses, Perfamon Press, 1960.
21. BANDURA, A., y WALTERS, R. H.: Social learning and personality
development, Holt Rinehart and Winston, 1963.
22. SIDMAN, M., y STODDARD, L. T.: Programming perception and learning
for retarded children. Int. Rev. Res, ment. Retard., 1966.
23. LINDSLEY, O. R.: Operant conditioning methods applied to research in
chronic schizophrenia, Psychiat. Res. Rep., 1956.
24. KING, G. S.; ARMITAGE, S. G., y TILTON, J. B.: A therapeutic approach
to schizophrenics of extreme pathology: an operant-interpersonal method
J. Abn. Soc. Psychol., 1960.
25. ULLMAN, L. P.; KRASNER, L., Y EDINGER, R. L.: Verbal conditioning of
common associations in long-term schizophrenic patiens, Behav. Res.
And Ther., 1964.
26. FESTER, C. B., y DE MYER, M. K.: A method for the experimental
analysis of the behavior of autistic children, Amer. J. Orthopsychiat.,
1962.
27. GOLDIAMOND, I.: Sttutering and fluency as manipulatable response
clases. En KRASNER Y ULLMAN (Ed.), Research in behavior
modifications, Holt Rinehart and Winston, 1965.
28. SHAMES, G. H., y SCHERRICK, C. E.: A discussion of non-fluency and
sttuttering as operant behaviour J. Sp. Hear. Dis., 1963.
29. BEECH, H. R.: Changing man’s behaviour, penguin Books, 1969.
30. WOLMAN, B. B.: Teorías y sistemas contemporáneos en psicología,
Grijalbo, 1965.
31. CHAPLIN, J. P., y KRAWIEC, T. S.: Systems and theories of psychology,
Holth rinehart and Winston, 1968.
32. MC GUIGAN, F. J.: Experimental psychology, Prentice-Hall, 1968.
33. BORGER, R., y SEABORNE, A. E. M.: the psychology of learning.
Penguin Books, 1966.
34. VERPLANCK, W. S.: Burrhus F. Skinner, En ESTES, W. K., y otros:
Modern theory of learning. Appleton-century-crofts, 1954.
35. CHOMSKY, N.: Recensión de la obra de B. F. Skinner Verbal behavior,
Language, 1959.

22
SECCION 1

POSIBILIDAD DE UNA CIENCIA DE LA CONDUCTA HUMANA

23
I.- ¿Puede sernos de alguna ayuda la ciencia?

EL MAL USO DE LA CIENCIA

A mediado del siglo XVII se creía que el mundo se encontraba inmerso


en una masa de aire y que la mayor parte del mismo estaba cubierto de agua.
Un científico de la época, Francesco Lana, sostuvo que en esta masa flotaría
una nave más ligera-que-el-aire e indicó como podía construirse. No puedo
poner a prueba su invento, pero sólo vio una única razón por la cual no podría
funcionar:

…que Dios nunca toleraría que este invento se llevara a la práctica


porque sus consecuencias podrían perturbar el buen gobierno y el orden entre
los hombres. No es difícil ver que ninguna ciudad podría estar segura contra un
ataque, ya que nuestro barco podría, en cualquier momento, situarse sobre
ella, descender y descargar soldados; lo mismo ocurriría con las casas
particulares y las naves en el mar, ya que nuestro barco, descendiendo por el
aire podría cortar sus jarcias; más aún, sin necesidad de descender podría
derribarlas mediante garfios; matar a sus hombres, y quemar las naves con
ingenios de fuego artificial y bolas de fuego. Y estas mismas acciones podrían
llevarse a cabo no sólo contra barcos, sino contra importantes edificios,
castillos, ciudades, con gran seguridad puesto que quienes arrojan estas cosas
desde una altura superior al alcance de los cañones no pueden, por otra parte,
ser alcanzados por los de abajo.

Las reservas de Lana eran infundadas. Había previsto la guerra aérea


moderna con una precisión sorprendente, con sus paracaidistas,
ametrallamientos y bombardeos. Contrariamente a sus previsiones, Dios ha
conseguido que su invento se haya realizado. Y lo mismo ha consentido el
hombre. La historia pone de relieve la irresponsabilidad con que son utilizadas
la ciencia y sus aplicaciones. El poder del hombre parece haber aumentado
desproporcionadamente a su prudencia. Nunca ha estado en mejor situación
para crear un mundo sano, feliz y productivo; sin embargo quizás nunca el
panorama ha sido tan oscuro. Dos agotadoras guerras mundiales en sólo
medio siglo no han asegurado una paz duradera.

24
Los sueños de progreso hacia una civilización superior han sido
truncados por el espectáculo del asesinato de millones de seres inocentes.
Quizá lo peor este aún por llegar. Los científicos pueden no poner en marcha
una reacción en cadena que acabe con el mundo, pero algunas de las
previsiones más plausibles son apenas menos turbadoras.

Ante esta situación aparentemente innecesaria, los hombres de buena


voluntad se sienten indefensos y temerosos de actuar. Algunos son presa de
algún profundo pesimismo. Otros, como reacción, lanzan ataque ciegos,
muchos de los cuales van dirigidos a la misma ciencia. Despojada de su
posición de prestigio, la ciencia es tachada de peligroso juguete en manos de
niños que no lo entienden. El ataque no es del todo justificado. La ciencia se ha
desarrollado irregularmente. Se ha ocupado primeramente de los problemas
más fáciles y ello ha aumentado nuestro control sobre la naturaleza inanimada,
sin prepararnos para los problemas sociales más serios que surgen a
continuación. Las tecnologías basadas en la ciencia son inquietantes. Grupos
de personas relativamente estables, son puestos en contacto entre sí y pierden
su equilibrio. Mientras por una parte se desarrollan industrias para las cuales
una comunidad puede no estar preparada, por otra, desaparecen otras dejando
a millones de personas inservibles para un trabajo productivo. La aplicación de
la ciencia evita hambres y plagas y reduce los índices de mortalidad, solamente
para poblar la tierra hasta tal punto de que es difícil establecer sistemas de
control cultural o gubernamental de la natalidad. La ciencia ha convertido la
guerra en más terrible y destructiva. Gran parte de estas cosas no se han
hecho deliberadamente, pero se han hecho, y puesto que los científicos son
necesariamente hombres de cierta inteligencia, podría haberse esperado de
ellos que se dieran cuenta de estas consecuencias.

No es sorprendente encontrarse con la propuesta de que se abandone la


ciencia, al menos por el momento. Esta situación atrae especialmente a
quienes, por temperamento, se acomodan mejor a otras formas de entender la
vida. Se podría obtener algún alivio si pudiéramos conducir a la humanidad
hacia un renacimiento de las artes o la religión, desviándola de este mezquino
mundo de rencillas que ahora consideramos una vida de paz. Tal programa es
parecido a la decisión de los ciudadanos de Erewhon, de Samuel Butler, de
colocar los instrumentos y los productos de la ciencia en museos, como
vestigios de una etapa de la evolución de la cultura humana que no sobrevivió.
Pero no todo el mundo está dispuesto a defender la posición del obstinado
<<no saber>>. La ignorancia por sí misma no tiene ningún mérito.
Desgraciadamente no podemos estancarnos; poner fin ahora a la investigación
científica significaría un retorno al hambre y la peste y a los agotadores trabajos
de una cultura esclava.

LA CIENCIA COMO CORRECTIVO

25
Existe otra solución más atrayente para una mentalidad moderna. Puede
que el problema no sea la ciencia en sí, sino su aplicación. Los métodos de la
ciencia han sido extraordinariamente eficaces donde quiera que se han
ensayado, ¿Por qué no los aplicamos entonces a los asuntos humanos? No
necesitamos retirarnos en aquellos campos en los que la ciencia ha avanzado
ya. Sólo es necesario llegar a este mismo punto en lo referente a nuestra
comprensión de la naturaleza humana. En realidad, quizá sea ésta nuestra
única esperanza. Si podemos observar atentamente la conducta humana
desde un punto de vista objetivo y llegamos a entenderla tal como es, puede
sernos posible poner en práctica una acción mucho más razonable.
Actualmente es ampliamente compartida la necesidad de esta apreciación, y
quienes pueden controlar la dirección de la ciencia actúan en este sentido.
Queda sobreentendido que no hay razón alguna para promover una ciencia de
la naturaleza a menos que incluya también proporcionalmente una ciencia de la
naturaleza humana, pues solamente en este caso los resultados podrán ser
utilizados sensatamente. Es posible que la ciencia haya llegado al punto de
hacer posible que el orden pueda realmente conseguirse en el campo de los
asuntos humanos.

LA AMENAZA A LA LIBERTAD

Sin embargo, hay una dificultad. La aplicación de la ciencia a la conducta


humana no es tan simple como parece. La mayoría de los que la defienden
buscan solamente <<los hechos>>, y para ellos la ciencia es poco más que
una observación cuidadosa. Quieren evaluar la conducta humana tal como es,
más que cómo parece ser a través de la ignorancia y los prejuicios, y luego
tomar decisiones eficaces que conduzcan rápidamente a un mundo más feliz.
Pero la forma como se ha aplicado la ciencia en otros campos muestra que hay
algo más. A la ciencia no le interesa solamente <<captar los hechos>>y actuar
después con mayor sabiduría pero de una forma no científica. La ciencia
proporciona su propia sabiduría, conduce a una nueva concepción sobre un
tema determinado, a una nueva forma de pensar acerca de esa parte del
mundo a la cual se ha dirigido. Si hemos de disfrutar de las ventajas de la
ciencia en el campo de los asuntos humanos hemos de estar preparados para
adoptar el modelo práctico de conducta al que la ciencia nos conducirá
inevitablemente. Pero muy pocos de los que defienden la aplicación del método
científico a los problemas comunes están dispuestos a llegar a esto.

La ciencia es algo más que una mera descripción de los acontecimientos


tal como ocurren. Es un intento de descubrir un orden, de mostrar que algunos
hechos tienen unas relaciones válidas con otros.

Ninguna tecnología práctica podría basarse en la ciencia hasta que tales


relaciones hayan sido descubiertas. Sin embargo, el orden no es solamente un
posible resultado final; es una hipótesis de trabajo que debe adoptarse desde

26
un principio. No podemos aplicar los métodos científicos a un tema que se
supone lleva de un sitio a otro caprichosamente. La ciencia no describe
solamente, también predice. No se ocupa únicamente del pasado, sino también
del futuro. Y la predicción no es tampoco el último paso: en la medida en que
las condiciones pertinentes pueden ser alteradas o incluso controladas, el
futuro puede ser controlado. Si vamos a utilizar los métodos científicos en el
campo de los asuntos humanos, hemos de suponer que la conducta está
determinada y regida por leyes. Hemos de esperar descubrir que lo que el
hombre hace es el resultado de unas condiciones específicas, y que una vez
descubiertas éstas podemos anticipar y, hasta cierto punto, determinar sus
acciones.

Esta posibilidad es ofensiva para muchos; se supone a una vieja


tradición que ve al hombre como un agente libre cuya conducta es el resultado,
no de unas condiciones antecedentes específicas sino, por supuesto, de unos
cambios anteriores espontáneos. Las filosofías predominantes acerca de la
naturaleza humana reconocen la existencia de una <<voluntad>> interna que
tiene el poder de interferir las relaciones casuales y que imposibilita la
predicción y el control de la conducta. Insinuar que abandonamos este punto
de vista es amenazar muchas creencias arraigadas, atacando en sus raíces lo
que parece ser una concepción estimulante y productiva de la naturaleza
humana.

La alternativa es reconocer en la conducta humana la existencia de


fuerzas coercitivas que nosotros preferimos ignorar. Esto desafía nuestras
aspiraciones, sean terrenales o no. Independientemente de lo que podemos
ganar al suponer que la conducta humana es un objeto de estudio propio de la
ciencia, nadie que sea producto de la civilización occidental puede hacerlo sin
lucha. El problema es simple: esta ciencia no nos gusta.

Los conflictos de esta índole no son nuevos en la historia de la ciencia.


Cuando al león de Esopo le mostraron el cuadro de un hombre matando a un
león, comentó desdeñosamente: <<Es evidente que el artista era un hombre>>.
Las creencias primitivas sobre el hombre y su lugar en la naturaleza son
generalmente halagüeñas. A la ciencia le ha tocado la desagradable
responsabilidad de presentar un cuadro más realista. La teoría del sistema
solar de Copérnico desplazó al hombre de su posición preeminente como
centro del mundo. Hoy aceptamos esta teoría sin ninguna emoción, pero al
principio encontró una enorme resistencia. Darwin combatió una práctica
segregacionista en la que el hombre se situaba a sí mismo absolutamente
aparte de los animales, y la amarga lucha que originó no ha terminado aún.
Pero aunque Darwin situó al hombre en su lugar biológico, no le negó una
posible categoría de dueño. En el proceso de la evolución pueden haber
surgido facultades especiales o una capacidad especial para la acción

27
espontanea, creativa. Cuando esta diferencia se pone ahora en duda, surge
una nueva amenaza.

Hay muchas formas de eludir la respuesta sobre el principio teórico. Se


puede insistir en que una ciencia de la conducta humana es imposible, que la
conducta tiene ciertos rasgos esenciales que la mantienen para siempre fuera
del seno de la ciencia. Pero aunque este argumento puede disuadir a muchos
de continuar adelante, no es probable que tenga ningún efecto sobre los que
están dispuestos a comprobarlo. Otra objeción frecuente es que la ciencia es
adecuada hasta cierto punto, pero que siempre ha de quedar una zona en la
cual uno puede actuar solamente basándose en la creencia o con respecto a
un juicio de valor>>; la ciencia puede decirnos cómo estudiar la conducta
humana, pero precisamente lo que debe hacerse ha de decidirse de una forma
esencialmente no científica. También puede alegarse que existe otro tipo de
ciencia compatible con las doctrinas que defienden la libertad personal. Por
ejemplo, se dice a veces, de las ciencias sociales que son fundamentalmente
distintas de las ciencias naturales y que no siguen las mismas leyes. Puede
adjudicarse de la predicción y el control en favor de una <<interpretación>> o
de otras especia de comprensión. Pero toda esta serie de actividades
intelectuales manifestada por juicios de valor, intuición o interpretación, nunca
se ha explicado claramente, ni han demostrado hasta el momento, nunca se
han explicado claramente, ni han demostrado hasta el momento la menor
capacidad para producir un cambio en nuestra situación presente.

EL PRINCIPIO PRÁCTICO

Las técnicas que usamos normalmente no representan una postura


teórica bien definida. De hecho, son más bien confusas. A veces parece que
consideramos la conducta del hombre como espontánea y responsable; otras,
reconocemos que la autonomía interior no es del todo completa y que el
individuo no siempre ha de ser considerado responsable. No hemos podido
negar la evidencia cada vez más patente de que otras circunstancias externas
al individuo son importantes. A veces disculpamos al hombre alejando
<<circunstancias atenuantes>>. Ya no reprochamos a los ignorantes su
ignorancia, ni llamamos perezosos a los parados, ni hacemos plenamente
responsables a los niños por sus fechorías. La <<ignorancia de la ley>> ya no
es plenamente inexcusable: >>Padre, perdónales, porque no saben lo que
hacen>>. Los dementes han sido desde siempre descargados de su
responsabilidad debido a su condición, y se están multiplicando tipos de
conducta neurótica y psicótica a los que aplicamos estos atenuantes.

Pero no hemos recorrido aún todo el camino. Vemos al hombre de la


calle como un producto del medio ambiente, aunque nos reservamos el
derecho a elogiar personalmente a los grandes hombres por sus logros. (Al
propio tiempo experimentamos un cierto placer al probar que parte del mérito

28
de dichos hombres se debe a la <<influencia>> de otros hombres o a algunas
circunstancias triviales de su vida.) Nos gusta creer que a los hombres rectos
les mueven principios válidos, aun cuando estamos dispuestos a considerar a
los equivocados como víctimas de una propaganda errónea. Los pueblos
atrasados pueden ser futuro de una cultura pobre, pero queremos ver en la
élite algo más que el producto de una buena cultura. Aunque observamos que
los niños musulmanes generalmente se convierten en musulmanes, y los niños
cristianos en cristianos, no estamos dispuestos a aceptar un mero accidente de
nacimiento como base de una creencia. Consideramos víctimas de la
ignorancia a quienes no están de acuerdo con nosotros, pero creemos que el
desarrollo de nuestras propias creencias religiosas es algo más que la
influencia de un medio ambiente determinado.

Todo esto indica que nos encontramos en un momento de transición. No


hemos abandonado del todo la filosofía tradicional acerca de la naturaleza
humana; al mismo tiempo estamos muy lejos de aceptar sin reservas un punto
de vista científico. Hemos aceptado en parte la hipótesis del determinismo; sin
embargo, permitimos que nuestras simpatías, lealtades y aspiraciones
personales contribuyan a defender el punto de vista tradicional. Normalmente
estamos comprometidos en una especie de componenda en la que nuevos
hechos y métodos son ensamblados con teorías tradicionales.

Si esto fuera solamente un principio teórico no tendríamos por qué


alármanos, pero las teorías afectan a las prácticas. Una concepción científica
de la naturaleza humana trae consigo un método, y una filosofía de la libertad
personal, otro. La confusión en la teoría significa confusión en la práctica. La
actual situación desgraciada del mundo puede, en gran medida, ser atribuida a
nuestra vacilación. Los principales puntos de discordancia entre las naciones,
tanto los que se discuten pacíficamente como los que son objeto de litigio en el
campo de batalla, están íntimamente relacionados con el problema del control y
de la libertad humana. Totalitarismo o democracia, Estado o individuo,
sociedad planificada o <<laissez-faire>>, formación de culturas en otros
pueblos, determinismo económico, iniciativa individual, propaganda, educación,
lucha ideológica, todo ello está relacionado con la naturaleza fundamental de la
conducta humana. Es casi seguro que seguiremos siendo incapaces de
resolver estos problemas hasta que adoptemos un punto de vista consecuente.

Verdaderamente no podemos valorar el principio hasta que no


comprendamos las alternativas. Es bien conocida la idea tradicional de la
naturaleza huma en la cultura occidental. El concepto de individuo libre y
responsable está sólidamente establecido en nuestro lenguaje e impregna
nuestras costumbres, norma y creencias. La mayor parte de la gente puede
describir inmediatamente un ejemplo determinado de conducta humana según
esta concepción. La costumbre es tan natural que raramente es examinada.
Por el contrario, una forma natural que raramente es examinada. Por el

29
contrario, una formulación científica es nueva y extraña. Muy poca gente tiene
noción de hasta qué punto es realmente posible una ciencia de las conducta
humana. ¿De qué modo puede predecirse y controlarse la conducta del
individuo o de grupos de individuos?, ¿cómo son las leyes de la conducta?,
¿qué concepción global aparece aplicable al organismo humano como sistema
de conducta? Solamente cuando hayamos contestando a estas preguntas, al
menos de una forma provisional, podremos considerar las implicaciones de una
ciencia de la conducta humana en relación con una teoría de la naturaleza
humana o con la dirección de los asuntos humanos.

30
II. UNA CIENCIA DE LA CONDUCTA

Los resultados tangibles e inmediatos de la ciencia hacen más fácil su


valoración que los de la filosofía, poesía, arte o teología. Como ha señalado
George Sarton, la ciencia es única en mostrar un progreso acumulativo.
Newton explicaba sus tremendos logros diciendo que se apoyaba sobre
hombros de gigantes. Todos los científicos, gigantes o no, hacen posible a
quienes le siguen llegar un poco más lejos. Esto, por otra parte, no es
necesariamente cierto en todos los campos. Nuestros escritores, artistas y
filósofos contemporáneos no son apreciablemente más efectivos que los de la
edad de oro griega, pero el estudiante medio de bachillerato entiende mucho
más la naturaleza que el más destacado científico griego. Una comparación
entre la eficacia de la ciencia griega y la moderna carecen de interés. Aparece
claro, por tanto, que la ciencia <<tiene algo>>. Es el único proceso intelectual
que proporciona resultados notables. El peligro radica en que sus asombrosos
éxitos pueden encubrir su verdadera naturaleza. Esto es especialmente
importante cuando extendemos los métodos de la ciencia a un nuevo campo,
ya que las características básicas de la ciencia no están limitadas a ninguna
disciplina especial. Cuando estudiamos física, química o biología, estudiamos
acumulaciones organizadas de información. Estas no son ciencia por sí misma
sino producto de la ciencia. Puede que no nos sea posible utilizar gran parte de
este material cuando entremos en un nuevo campo. Ni debemos tampoco
encariñarnos con determinados instrumentos de investigación. Tendemos a
imaginar al científico en su observatorio o laboratorio, con sus telescopios,
microscopios o ciclotrones. Los instrumentos nos dan una imagen dramática de
la ciencia en acción. Pero aunque la ciencia no hubiera podido llegar muy lejos
sin los ingenios que mejoran nuestro contacto con el mundo circundante, y
aunque cualquier ciencia avanzada quedaría inerme sin ellos, no son ciencia

31
por sí mismos. No deberíamos preocuparnos si nos faltan los instrumentos
familiares al estudia un nuevo campo. Tampoco la ciencia debe ser identificada
con una medición precisa o con cálculos matemáticos. Es mejor ser exacto que
inexacto, y gran parte de la ciencia moderna sería imposible sin observaciones
cuantitativas y sin los instrumentos matemáticos necesarios para convertir sus
informas en proposiciones más generales; pero podemos medir o ser
matemáticos son ser en absoluto científicos, de la misma forma que podemos
ser científicos de una forma elemental sin estas ayudas.

ALGUNAS CARACTERISTICAS IMPORTANTES DE LA CIENCIA

La ciencia es ante todo un conjunto de actitudes. Es una disposición


para tratar con los hechos más que con lo que alguien ha dicho sobre ellos. El
rechazo de la autoridad fue el motivo del renacimiento del saber, cuando los
hombres se dedicaron a estudiar >>la naturaleza, no los libros<<. La ciencia
rechaza incluso sus propias autoridades cuando éstas interfieren la
observación de la naturaleza.

La ciencia es una disposición para aceptar los hechos aun cuando éstos
se opongan a los deseos. Quizá los hombres prudentes han sabido siempre
que estamos predispuestos a ver las cosas tal como queremos verlas en lugar
de como son, pero gracias a Sigmund Freud somos hoy muchos más
conscientes del <<pensamiento de deseo>>. Lo opuesto al pensamiento del
deseo, es la honradez intelectual, cualidad extremadamente importante para el
científico eficaz. Los científicos no son por naturaleza más honestos que los
demás hombres pero, como Bridgman ha señalado, la práctica de la ciencia
premia de manera excepcional la honradez. Es característico de la ciencia que
cualquier falta de honestidad conduce inmediatamente al desastre.
Consideramos, por ejemplo, un científico que lleve a cabo una investigación
para probar una teoría por la cual ya es famoso. El resultado puede confirmar
su teoría, contradecirla o ponerla en duda. Venciendo cualquier posible
tentación, debe notificar tanto una confirmación como una contradicción, ya
que, si no lo hace, alguien lo hará en un plazo de semanas, meses o como
máximo, de unos años, y esto será más perjudicial para su prestigio que si lo
hubiera comunicado el mismo. No existe una presión semejante donde lo
acertado y lo erróneo no puedan discriminarse tan fácil y rápidamente. En
último término el éxito no depende tanto del prestigio personal como de la
eficacia del procedimiento. Los científicos han descubierto simplemente que ser
honesto, tanto consigo mismo como con los demás, es esencial para el
progreso. Los experimentos no dan siempre los resultados previstos, pero los
hechos deben quedar en pie y las esperanzas caer. Lo que cuanta son los
hechos, no el científico. Las mismas consecuencias prácticas han creado la
atmósfera científica en la cual las afirmaciones están constantemente sujetas a
prueba, donde nada existe superior a una descripción precisa de los hechos y

32
donde éstos son aceptados sin importar los desagradables que puedan ser las
consecuencias momentáneas.

Los científicos han descubierto también el valor que tiene permanecer


sin una respuesta hasta encontrar alguna que sea satisfactoria. Esta es una
lección difícil. Requiere de un entrenamiento considerable, evitar conclusiones
prematuras, abstenerse de hacer afirmaciones sin las suficientes pruebas y
ahorrarse explicaciones que son pura invención. Ya la historia de la ciencia ha
demostrado una y otra vez la ventaja de esta práctica.

La ciencia es, desde luego, algo más que un conjunto de actitudes. Es la


búsqueda de un orden, de uniformidad de relaciones válida entre los hechos.
Empieza, como empezamos todos, observando episodios aislados, pero
inmediatamente pasa a la regla general, a la ley científica. Algo muy similar al
orden expresado en una ley científica aparece en nuestra conducta, a edad
muy temprana. Aprendemos la geometría elemental del espacio en que
vivimos. Aprendemos las leyes del movimiento>> al movernos, empujar o tirar
de los objetos, arrojándolos y cogerlos. Si no pudiéramos encontrar una
uniformidad en el mundo nuestra conducta sería fortuita e ineficaz. La ciencia
refuerza y complementa esta experiencia al demostrar un número cada vez
mayor de relaciones entre acontecimientos haciéndolo de forma cada vez más
precisa. Como Ernest Mach mostró al trazar la historia de la mecánica, las
primeras leyes científicas eran probablemente las reglas utilizadas por los
artesanos al enseñar a los aprendices. Las reglas les ahorraban tiempo, puesto
que un artesano experimentado podía enseñar a un aprendiz cierta variedad de
detalles en una sola formula. Aprendiendo una regla, el aprendiz podía trata los
casos particulares a mitad que se presentaban.

En un estadio posterior, la ciencia avanza de la recopilación de reglas o


leyes a más amplias ordenaciones sistemáticas. No solamente hace
afirmaciones acerca del mundo, sino que elabora proposiciones de
proposiciones. Construye un <<modelo>> del tema que le interesa, lo cual le
ayuda a generar nuevas reglas, así como las propias reglas generan nuevas
prácticas al tratar nuevos casos aislados. Una ciencia puede no llegar a este
estadio hasta al cabo de cierto tiempo.

El <<sistema>> científico, al igual que la ley, está ideado para ayudarnos


a manipular algo con mayor eficacia. Lo que llamamos concepción científica de
una cosa no es conocimiento pasivo. A la ciencia no le interesa la
contemplación. Cuando hemos descubierto las leyes que gobiernan una parte
del mundo que nos concierne, y cuando las hemos organizado
sistemáticamente, estamos preparados para tratar eficazmente esta parte del
mundo. Predicando un acontecimiento podemos prepararnos para cuando
suceda. Disponiendo las condiciones en la forma especificada por las leyes de

33
un sistema, no solamente predecimos, controlamos: <<hacemos>> que un
hecho ocurra o asuma determinadas características.

LA CONDUCTA COMO TEMA DE ESTUDIO CIENTIFICO

La conducta no es una de estas materias a las que es posible acceder


solamente con la invención de un instrumento como el telescopio o el
microscopio. Todos conocemos miles de hechos acerca de la conducta.
Realmente no existe ningún tema con el que estemos más familiarizados,
puesto que siempre estamos en presencia de, al menos, un organismo
actuante. Pero esta familiaridad es un cierto modo una desventaja, ya que
significa que probablemente hemos llegado a conclusiones que no serán
corroboradas por los prudentes métodos de la ciencia. Aunque hayamos
observado la conducta durante muchos años, no podemos necesariamente, sin
ayuda, expresar uniformidades útiles o relaciones válidas. Podemos mostrar
una considerable habilidad para elaborar conjeturas plausibles acerca de lo que
nuestros amigos y conocidos harán en determinadas circunstancias o lo que
haríamos nosotros mismos. Podemos hacer generalizaciones admisibles
acerca de la conducta de la gente en general, pero muy pocas de ellas
resistirán un análisis riguroso. Generalmente existe una gran dosis de
ignorancia en nuestro primer contactos con una ciencia de la conducta.

La conducta es un tema difícil, no porque sea inaccesible sino porque es


extremadamente complejo. Puesto que se trata de un proceso más que de una
cosa, no puede ser retenida fácilmente para obsérvala. Es cambiante, fluida, se
disipa, y por esta razón exige del científico grandes dosis de inventiva y
energía. Pero no hay nada esencialmente insoluble en los problemas que se
derivan de este hecho. Se hacen corrientemente varios tipos de afirmaciones
acerca de la conducta. Cuando contamos una anécdota o transmitimos un
chiste, referimos un hecho único, lo que alguien hizo en tal o cual ocasión:
<<Ella salió sin decir palabra y dando un portazo>>. Nuestro relato es una
pequeña porción de historia. La historia misma no es, a menudo, más que una
manifestación similar en mayor escala. El biógrafo se milita con frecuencia a
una serie de episodios de la vida de su biografiado. La historia personal, que
ocupa un lugar importante en varios campos de la psicología, es una especie
de biografía que está especialmente interesada en lo que una persona concreta
hizo en un momento y lugar determinados.: “<<Cuando tenía 11 años, Mary se
fue a vivir a Winchester con su tía soltera>>. Las novelas y cuentos pueden ser
considerados como biografía o historia velada, puesto que incluso los
ingredientes de una obra altamente imaginativa están de una manera u otra
tomado de la vida. La narración informativa de la conducta de la gente en
tiempo y lugar determinados forma parte también de la arqueología, etnología,
sociología y antropología.

34
Estos relatos tienen sus ventajas. Amplían la experiencia de quienes no
han tenido acceso directo a datos de este tipo. Pero constituyen solamente los
comienzos de una ciencia. Independientemente de lo preciso o cuantitativo que
pueda ser, él informa sobre un caso aislado es solamente un paso preliminar.
El siguiente, es el descubrimiento de algún tipo de uniformidad. Cuando
contamos una anécdota para poyar un argumento, o relatamos un caso
concreto para ejemplificar un principio, damos por sentada una regla general,
aunque la expresemos muy vagamente. El historiador raramente se contenta
con la mera narración, cuanta sus hechos para poyar una teoría-de ciclos,
tendencias o modelos de historia.- Al obrar así pasa del caso particular a la
regla. Cuando el biógrafo señala la influencia de un acontecimiento infantil
sobre la vida posterior de un hombre, trasciende el simple informe y afirman, no
importa con qué grado de seguridad, que una cosa ha causado otra. Las
fábulas y alegorías son algo más que cuentos si implican alguna clase de
uniformidad en la conducta humana, como generalmente ocurre. Nuestra
preferencia por la <<coherencia de carácter>>, y nuestro rechazo de
coincidencias inverosímiles en literatura, muestran que confiamos en el
cumplimiento de leyes. Los <<los hábitos>> y <<costumbres>> de que nos
habla el sociólogo y el antropólogo nos informan sobre la conducta general de
grupos de personas.

Un vago sentido de orden emerge de cualquier observación continuada


de la conducta huma. Una conjetura plausible acerca de lo que hará o dirá un
amigo en una circunstancia dada es una predicción basada en tal uniformidad.
Si no se pudiera descubrir un orden razonable difícilmente podríamos tratar los
asuntos humanos de una manera eficaz. Los métodos de la ciencia están
ideados para poner en claro estas uniformidades y hacerlas explicitas. Las
técnicas de estudio sobre el terreno del antropólogo y del psicólogo social, los
procedimientos de la psicología clínica y los métodos experimentales
controlados de laboratorio, van dirigidos a este fin, al igual que los instrumentos
lógicos y matemáticos de la ciencia.

Muchas personas interesadas en la conducta humana no siente la


necesidad de que existan una normas de verificación características de una
ciencia exacta; las uniformidades en la conducta les parecen <<evidentes>> sin
ellas. Al mismo tiempo, están poco dispuestas a aceptar las conclusiones a las
que tal verificación llevaría inevitablemente si no <<sienten>> la uniformidad
por sí mismas. Sin embargo, estas idiosincrasias son un lujo costoso. No
necesitamos defender los métodos de la ciencia en su aplicación a la conducta.
Las técnicas experimentales y matemáticas utilizadas en el descubrimiento y
formación de uniformidades son patrimonio común de la ciencia en general.
Todas las disciplinas han contribuido a enriquecer este fondo y todas se sirven
de él. Las ventajas están bien probadas.

35
ALGUNAS OBJECIONES A UNA CIENCIA DE LA CONDUCTA

El relato de un hecho aislado no origina problemas teóricos ni entra en


conflicto con las filosofías de la conducta humana. Es probable que las leyes o
sistemas científicos que expresan uniformidades entren en conflicto con la
teoría porque reclaman el mismo terreno. Cuando una ciencia de la conducta
alcanza el nivel de las relaciones sometidas a leyes encuentra la resistencia de
quienes se aferran a concepciones precientíficas o extracientíficas. La
resistencia no adopta siempre la forma de un rechazo abierto de la ciencia.
Puede camuflarse en alegatos de limitaciones, a menudo expresados en
términos altamente científicos. Se ha señalado a veces, por ejemplo, que la
física ha sido incapaz de mantener su filosofía del determinismo,
particularmente a nivel subatómico. El principio de indeterminación establece
que hay circunstancias en las que el físico no puede reunir toda la información
apropiada: si decide observar un hecho debe abandonar la posibilidad de
observar otro. En el estadio actual de nuestros conocimientos, ciertos hechos
aparecen por tanto como imposibles de predecir. De esto, sin embargo, no se
deduce que estos hechos sean independientes o caprichosos. Puesto que la
conducta humana es enormemente compleja y nuestro organismo tiene
dimensiones limitadas, muchos actos pueden involucra procesos a los que se
aplique el principio de indeterminación. Ello no significa que la conducta
humana sea libre, sino sólo que es posible que esté fuera del alcance de una
ciencia que prediga o controle. No obstante, la mayoría de estudiosos de la
conducta estarían dispuestos a coincidir en el grado de predicción y control
alcanzando por las ciencias físicas a pesar de esta limitación.

Una respuesta final al problema de las leyes que gobiernan la conducta


tiene que buscarse, no en los límites de algún mecanismo hipotético dentro del
organismo, sino en nuestra capacidad para demostrar este sometimiento a las
leyes en la conducta del organismo como un todo.

Una objeción similar tiene un cierto cariz lógico. Se pretende que la


razón no puede comprenderse a sí misma, o –en términos más sólidos- que la
conducta requerida para la comprensión de la propia conducta debe ser algo
que esté fuera de la conducta a comprender. Es verdad que el conocimiento
está restringido por las limitaciones del organismo cognoscitivo. El número de
cosas que pueden ser conocidas excede ciertamente el número de las
diferentes situaciones imaginables de todos los posibles conocedores. Pero las
leyes y sistemas de la ciencia están hechos de tal forma que el conocimiento
de hechos particulares carece de importancia. No es en absoluto necesario que
un hombre comprenda todos los hechos de un campo dado, sino solamente
que un hombre comprenda todas las clases de hechos. No hay razón para
suponer que la mente humana sea incapaz de formular o comprender los
principios básicos de la conducta, a menos hasta que tengamos una noción
más clara de lo que son estos principios.

36
La suposición de que la conducta es un dato científico sometido a leyes
encuentra a veces otra objeción. La ciencia está interesada en lo general, pero
la conducta del individuo es necesariamente única. El <<historial>> de un caso
concreto posee una riqueza y un énfasis que están en franco contraste con los
principios generales. Es fácil convencerse a sí mismo de que existen dos
mundos distintos y de que uno de ellos está fuera del alcance de la ciencia.
Esta distinción no es privativa del estudio de la conducta, sino que puede
establecerse siempre en los primeros pasos de cualquier ciencia, cuando no
está aún muy claro lo que se puede deducir de un principio general con
respecto a un caso concreto. Lo que la física dice sobre el mundo le parece
confuso y descolorido al estudiante novato cuando lo compara con su
experiencia diría, pero más tarde descubre que es realmente una descripción
más incisiva aún del caso concreto. Cuando queremos tratar eficazmente este
caso concreto recurrimos a la ciencia en busca de ayuda. El argumento
perderá fuerza a medida que una ciencia de la conducta progrese y que las
implicaciones de sus leyes generales vayan perfilándose. Un argumento
comparable contra la posibilidad de una ciencia médica ha perdido ya su
importancia. En guerra y paz, Tolstoi escribió sobre la enfermedad de uno de
los principales personajes en estos términos;

Vinieron médicos a ver a Natacha. La visitaron separadamente y luego se reunieron


en consulta. Hablaron mucho en francés, alemán y latín; se criticaron mutuamente y
recetaron lo más diversos medicamentos para todas las enfermedades que les eran
conocidas. Pero a ninguno se le ocurrió en ningún momento pensar que no podía
entender la enfermedad que Natacha padecía, puesto que ninguna enfermedad puede
ser plenamente comprendida, porque toda persona tiene sus peculiaridades
individuales. Y siempre tiene sus males propios, nuevos y complejos que la medicina
desconoce; no una enfermedad de los pulmones, riñones, piel, corazón, etc., tal como
la describen los libros de medicina, sino una enfermedad que consiste en una de las
innumerables combinaciones de dolencias de estos órganos.

Tolstoi tenía razón al considerar a cada enfermedad como un hecho


único. Cada acto individual es único, al igual que cualquier hecho en física y
química, pero su objeción a una ciencia de la medicina en términos de unicidad
era injustificada. El argumento resultaba bastante verosímil en aquel momento
y nadie podía contradecirle aportando los necesarios principios generales, pero
en medicina se ha progresado mucho desde entonces, y hoy en día muy poca
gente se molestaría en discutir si una enfermedad puede ser descrita en
términos generales o si un caso aislado puede tratarse utilizando factores
comunes a muchos casos. La sabiduría intuitiva del diagnosticador de la vieja
escuela ha sido ampliamente sustituida por los procedimientos analíticos de la
clínica, del mismo modo que un análisis científico de la conducta sustituirá
finalmente la interpretación personal de casos únicos.

Un argumento similar se utiliza contra el uso de estadísticas en una


ciencia de la conducta. Una predicción de lo que el individuo medio hará tiene a
37
menudo poco o ningún valor al tratar de un individuo concreto. Las tablas de
probabilidades de las compañías de seguros de vida no tienen ningún valor
para un médico a la hora de vaticinar la muerte o supervivencia de un paciente
concreto. Este principio se mantiene vivo todavía en las ciencias físicas donde
se asocia a conceptos como el de causalidad y probabilidad. Sólo muy
raramente la física trata de la conducta de moléculas individuales, átomos o
partículas subatómicas, y cuando ocasionalmente es requerida a hacerlo,
surgen todos los problemas del hecho particular. En general, la ciencia es útil
para tratar del individuo solamente en la medida en que sus leyes se refieren a
individuos. No es probable que una ciencia de la conducta interesada
solamente en el comportamiento de grupos nos ayude a comprender el caso de
un individuo particular, pero una ciencia puede tratar también de la conducta
individual y su éxito tiene que ser valorado por sus logros más que por
discusiones a priori.

Se sostiene que la extraordinaria complejidad de la conducta es, a


veces, una fuente más de dificultades. Aunque la conducta puede ser algo
regido por leyes, es posible que sea algo demasiado complejo para ser tratado
en términos de ley. Sir Oliver Lodge afirmó una vez que <<aunque el
astrónomo puede calcular la órbita de un planeta, cometa o incluso un meteoro,
aunque el físico puede tratar con la estructura de los átomos y el químico con
sus posibles combinaciones, ni el biólogo ni el hombre de ciencia pueden
calcular la órbita de una vulgar mosca>>. Esta es una afirmación sobre las
limitaciones de los científicos o sobre sus aspiraciones, no sobre lo adecuado
de un tema. Aun así, esto es erróneo. Puede afirmarse con cierta seguridad
que si nadie ha calculado la órbita de una mosca, es solamente porque no ha
tenido el interés suficiente para hacerlo. El tropismo de muchos insectos se
conoce ahora bastante bien, pero el instrumental necesario para registrar el
vuelo de una mosca y hacer una descripción de todas las condiciones que lo
afectan costaría más de lo que el interés del tema puede justificar. No existe,
por tanto, razón alguna para concluir, como hace el autor, que <<un elemento
incalculable de autodeterminación aparece a un nivel bastante bajo de la
escala animal>>.

La autodeterminación no se deduce de la complejidad. La dificultad en


calcular la órbita de una mosca no prueba el azar, aunque pueda no probar
nada. Si se plantean problemas debido a la complejidad de un tema, deben
afrontarse; casos aparentemente sin esperanzas a menudo llegan a ser
asequibles con el tiempo. Solo recientemente ha sido posible hacer una
previsión válida del tiempo. Muchas veces conseguimos reducir la complejidad
hasta un grado razonable simplificando condiciones en el laboratorio; pero
donde esto es imposible puede utilizarse un análisis estadístico para lograr una
predicción inferior pero aceptable en muchos aspectos. Ciertamente nadie en
estos momentos está capacitado para decir lo que una ciencia de la conducta

38
puede o no puede llevar a cabo en el futuro. Los cálculos anticipados de los
límites de la ciencia han demostrado ser, en general, inexactos. La conclusión
es, en última instancia, pragmática: no podemos afirmar nada hasta que lo
hayamos puesto a prueba.

Aún se hace otra objeción a la aplicación del método científico al estudio


de la conducta: se dice que la conducta es una materia singular, puesto que
una predicción hecha acerca de ella puede alterarla. Si le decimos a un amigo
que comprará un determinado tipo de coche puede reaccionar ante muestro
vaticinio comprando uno diferente. El mismo argumento se ha utilizado para
explicar los fallos de los sondeos de la opinión pública. En las elecciones
presidenciales de 1948 se predijo con seguridad que la mayoría votaría por un
candidato que después resulto derrotado. Se ha afirmado que el electorado
reaccionó ante la predicción oponiéndose a ella, y que, por lo tanto, la
predicción que se había difundido afectó al hecho pronosticado. Sin embargo,
no es en modo alguno necesario permitir que una predicción de la conducta
afecte al individuo que actúa. Pueden haber existido razones prácticas por las
cuales los resultados del sondeo en cuestión no se mantuvieran en secreto
hasta después de la elección, pero éste no es el caso de una prueba
puramente científica.

Existen otros casos en que el observador y el observador interactúan. El


estudio distorsiona el objeto estudiado. Pero no existe aquí ningún problema
especial propio de la conducta humana. Se acepta ahora como un principio
general en el método científico que es necesario en cierta forma influir sobre
cualquier fenómeno al observarlo. El científico puede afectar la conducta al
observar o analizarla. Y ciertamente deber tener en cuenta este efecto. Pero la
conducta puede también ser observada con un mínimo de interacción entre el
sujeto y el científico y esto es, naturalmente, lo que se trata, en lo posible, de
conseguir.

La última objeción se refiere a la aplicación práctica de un análisis


científico. Incluso si suponemos que la conducta es algo regido por leyes y que
los métodos de la ciencia descubrirán estas leyes, es posible que seamos
incapaces de utilizarlas a no ser que podamos mantener ciertas condiciones
bajo control. En el laboratorio se simplifican los problemas y a menudo se
eliminan factores que no os interesan, pero ¿Qué valor tiene los estudios de
laboratorio si hemos de predecir y controlar la conducta cuando tal
simplificación es imposible? Es verdad que sólo podemos conseguir controlar la
conducta en la medida en que podemos controlar los factores responsables de
la misma. La misión del estudio científico es permitirnos utilizar óptimamente el
control que poseemos. La simplificación de laboratorio revela la importancia de
factores que, de otra forma, podríamos pasar por alto.

39
No podemos evitar los problemas que suscitan una ciencia de la
conducta negando simplemente que los factores condicionantes pueden ser
controlados. De hecho, existe ya en la actualidad un grado de control
considerable. En instituciones penales y organizacionales militares el control es
amplio. Controlamos el medio ambiente del organismo humano en el parvulario
y en instituciones que cuidan de aquellos para quienes las circunstancias del
parvulario continúan siendo necesarias posteriormente. Un control bastante
amplio de los factores importantes que influyen en la conducta humana se
mantiene en la industria en forma de salarios y condiciones de trabajo, en las
escuelas en forma de grados y condiciones de rendimiento, en el comercio por
quien posee mercancías o dinero, por parte del gobierno a través de la policía y
el aparato militar, en la clínica psicológica a través del consentimiento de la
persona controlada, etc. Un grado de control efectivo no identificado tan
fácilmente queda en manos de artistas, escritores, anunciantes y
propagandistas. Estos controles que, a menudo, resultan demasiado evidentes
en su aplicación práctica, son más que suficientes para permitirnos extender
los resultados de una ciencia de laboratorio a una interpretación de la conducta
humana en la vida diaria, ya sea con fines teóricos o prácticos. Puesto que una
ciencia de la conducta continuará incrementado el uso eficaz de este control,
es ahora más importante que nunca comprender los procesos implicados en
ello y repararnos para afrontar los problemas que con toda certeza surgirán.

III. PORQUE ACTUAN LOS ORGANISMOS

En la ciencia, los términos <<causa>< y <<efecto>> ya no se utilizan tan


ampliamente como en el pasado. Han sido asociados con tantas teorías de la
estructura y funcionamiento dl universo que significan mucho más de lo que los
científicos pretenden decir; sin embargo, los términos que los sustituyen se
refieren al mismo núcleo de hechos. Una <<causa>> equivale a un <<cambio
en una variable independiente>> y un <<efecto>> a un <<cambio en una
variable dependiente>>. La antigua relación causa-efecto>> se convierte en
una <<relación funcional>> Estos nuevos términos nos indican cómo la causa
produce su efecto, se limitan simplemente a afirmar que hechos diferentes
tienden a producirse juntos en un cierto orden. Esta nueva terminología es
importante pero no fundamental, no se corre ningún riesgo especial cuando en

40
una discusión informal se utilizan los términos <<causa>> y <<efecto>>,
siempre que se esté dispuesto a sustituirlos por términos más exactos.

Así púes, nos interesan las causas de la conducta humana y queremos


saber por qué el hombre se comporta como lo hace. Para ello debemos
considerar si cualquier condición o hecho que pueda demostrarse tiene algún
efecto sobre la conducta. Al descubrir y analizar estas causa podemos predecir
la conducta, y en la medida en que podamos manifestarla nos será posible
controlarla.

Existe una curiosa incongruencia en la vehemencia con que se defendió


la doctrina de la libertad persona, ya que al hombre le ha fascinado siempre la
búsqueda de las causas. Aparentemente, la espontaneidad de la conducta
humana no ofrece más problema que el <<por qué y para qué>>. La necesidad
de explicar la conducta humana es tan fuerte que el hombre ha llegado a
anticiparse a la legítima investigación científica y a construir teoría sobre la
causalidad altamente inverosímil. Esto no es nuevo en la historia de la ciencia;
el estudio de cualquier materia se inicia en el terreno de la superstición; la
explicación fantasiosa precede a la valida. La astronomía empezó como
astrología, la química como alquimia. En el campo de la conducta ha habido, y
hay todavía, astrólogos y alquimistas; una larga historia de explicaciones
precientíficas nos suministran una enorme cantidad de causas que no tienen
otra función que proporcionar respuestas falsas a preguntas que, por otra
parte, es lógico permanezcan sin respuesta en la primera etapas de una
ciencia.

ALGUNAS <<CAUSAS>> POPULARES DE LA CONDUCTA

Cualquier hecho relevante que coincida con la conducta humana es


susceptible de ser considerado como una causa, por ejemplo, la posición de los
planetas cuando nace una persona; generalmente los astrólogos, no intentan
predecir acciones concretas partiendo de estas causas, pero cuando nos dicen
que alguien será impetuoso, descuidado o sensato, debemos suponer que sus
acciones concretas estarán influidas por ello. La numerología encuentra otras
causas, por ejemplo, las cifras que componen el número de la calle donde vive
una persona o el de las letras que componen su nombre. Millones de personas
se refugian cada año en estas falsas casas en su desesperada necesidad de
entender la conducta humana y de enfrentarse eficazmente con ella.

Las predicciones de los astrólogos, numerologos, etc., son generalmente


tan vagas que no pueden ser confirmadas ni desmentidas adecuadamente. Los
errores se disculpan fácilmente, pero un acierto ocasional es suficiente para
mantener inconmovibles la conducta del devoto. Algunas reacciones válidas
que se asemejan a tales supersticiones ofrecen un falso apoyo. Por ejemplo,
algunas características de la conducta pueden atribuirse a la estación en que
ha nacido una persona (aunque no a la posición de los astros en el momento
41
de su nacimiento), así como a las condiciones climatológicas debidas en parte
a la posición de la tierra dentro del sistema solar o a la actividad solar. Efectos
de este tipo no deben ser pasados por alto cuando están adecuadamente
probados, pero desde luego no justifican la astrología.

Es también algo muy común explicar la conducta por la constitución


física del individuo; las proporciones del cuerpo, la forma de la cabeza, el color
de los ojos, la piel, el pelo, las líneas de la mano, las facciones, todo ello ha
sido considerado como determinante del comportamiento de un hombre. El
<<hombre obeso jovial>>, Casio y su <<aspecto magro y famélico>>, y miles
de tipos más, tan arraigados en nuestro lenguaje, afectan nuestra forma de
interpretar la conducta humana. Un acto concreto nunca puede predecirse
partiendo de la constitución física; pero diferentes tipos de personalidad
implican la predisposición a comportarse de una manera distinta, de forma que
se supone que los actos concretos se verán afectados por ello. Este error es
parecido al que cometemos cuando encontramos a alguien que físicamente se
parece a un conocido nuestro, y esperamos que se comporte también como él.
Una vez se ha establecido un <<tipo>>, éste perdura en el uso diario, porque
las predicciones que se hacen con él son tan vagas como las de la astrología, y
los aciertos casuales pueden ser sorprendentes. Muchas relaciones válidas
entre la conducta y el tipo físico proporciona también un falso apoyo; quienes
se dedican al estudio de la conducta se han ocupado, en varias ocasiones, de
estudiar a diferentes tipos de trastornos. La clasificación más reciente de la
estructura corporal – la somatología de W. H. Sheldon- ha sido ya aplicada a la
predicción del temperamento y de varias formas de delincuencia. Desde luego
una ciencia de la conducta debe tener en cuenta las relaciones válidas entre
ésta y el tipo físico, pero no hay que confundir esto con las relaciones en las
que cree el profano espontáneamente y sin someterlas a crítica alguna. Incluso
cuando se demuestra una correlación entre la conducta y la estructura corporal,
no siempre está claro cuál de ellas es la causa de la otra. Incluso aunque se
pudiera demostrar mediante métodos estadísticos correctos que los hombres
obesos están especialmente predispuestos a ser personas joviales, no se
podría deducir de ello que las características físicas son causa del carácter.
Las personas obesas se encuentran en situaciones de desventaja en muchos
aspectos, y sería posible que desarrollasen una conducta jovial como una
técnica sería posible que desarrollasen una conducta jovial como una técnica
competitiva especial; podría ser que las personas joviales se volviesen obesas
debido a que carecen de los trastornos emocionales que llevan a otras persona
a trabajar excesivamente o a descuidar su alimentación y su salud: también es
posible que sean alegres porque han conseguido satisfacer sus necesidades
alimentándose en exceso. Si puede modificarse el aspecto físico, debemos
entonces preguntarnos si se da antes la conducta o el aspecto físico.

42
Cuando descubrimos o creemos haber descubierto que algunos rasgos
físicos importantes explican parte de la conducta de un hombre, es tentador
suponer también que otros rasgos menos importantes explican otras partes.
Esto queda sobreentendido en el aserto según el cual el hombre se comporta
de una manera determinada porque <<nació así>>. Contradecir esto no
significa afirmar que la conducta nunca está determinada por factores
hereditarios. La conducta requiere un organismo actuante que es el producto
de un proceso genético, las grandes diferencias en la conducta de las distintas
especies muestran que la constitución genética es importante, bien se observe
desde el punto de vista de la estructura corporal del individuo o se deduzca de
su historia genética. Pero la teoría de <<haber nacido así>> tiene poco que ver
con hechos demostrados. Generalmente, es una apelación a la ignorancia.
<<Herencia>>, tal como el profano utiliza el término, no es más que una
explicación ficticia de la conducta que se le atribuye.

Incluso cuando se puede demostrar que algún aspecto de la conducta se


debe a la estación en que se ha nacido, a la estructura del cuerpo o a la
constitución genética, este hecho tiene una aplicación muy limitada. Puede
servirnos de ayuda al predecir la conducta, pero tiene muy poco valor en el
análisis experimental, porque tal circunstancia no puede ser manipulada una
vez que el individuo ya ha sido concebido. Todo lo más que podemos decir es
que el conocimiento del factor genético hace que podamos utilizar otras causas
mucho mejor. Si sabemos que el individuo tiene ciertas limitaciones inherentes,
podremos utilizar nuestras técnicas de control más inteligentemente, podremos
alterar el factor genético.

Las deficiencias prácticas de los programas que llevan implícitas causas


de este tipo pueden explicar en parte la vehemencia con la que normalmente
se les cobre. Mucha gente estudia la conducta humana porque quiere hacer
algo con ella, quiere hacer a los hombres más felices, más eficaces y
productivos, menos agresivos, etc. Para esta gente, los determinantes
hereditarios – compendiados en distintos <<tipos raciales>> -aparecen como
barreras insalvables, puesto que no dejan otro programa de acción que el lento
y dudoso de la eugenesia. Por tanto, la posible existencia de rasgos genéticos
es examinada escrupulosamente, y cualquier señal de debilidad o
inconsistencia es recibida con entusiasmo. Pero lo que se haga en la práctica
no debe interferirse en la determinación de hasta qué punto las inclinaciones de
la conducta son heredadas. El asunto no es tan crucial como se ha supuesto a
menudo, puesto que veremos que hay otros tipos de causas a disposición de
aquellos que quieren resultados más rápidos.

CAUSAS INTERNAS

Todas las ciencias han buscado en un momento u otro causas de acción


dentro de su propia materia: esto ha sido algunas veces; otras, no. No es que

43
una explicación de este tipo tenga nada de malo, pero es muy posible que los
hechos situados en el interior de un sistema resulten difíciles de observar, y por
esta razón nos inclinamos a atribuirles propiedades sin justificación alguna.
Peor aún podemos inventar causas de este tipo sin temor alguno a la
contradicción. El movimiento de una piedra se atribuyó alguna vez a su vis viva;
se creía que las propiedades químicas de los cuerpos provenían de los
principios o esencias de que estaban compuestos. Se explicaba la combustión
por el flogisto que estaba contenido en el objeto combustible, se curaban las
heridas y los cuerpos crecían a causa de su vismedicatrix. Ha resultado muy
tentador atribuir la conducta de un organismo viviente a la conducta de un
agente interno, como pueden mostrar los ejemplos siguientes:

Causas nerviosas

El profano utiliza el sistema nervioso como fácil explicación de la


conducta. Un idioma tiene cientos de expresiones que implican esta relación
causal. Al final de un largo proceso leemos que el jurado da señales de fatiga
mental, que los nervios del acusado están a flor de piel, que la esposa del
acusado está al borde de la depresión nerviosa y, normalmente, se cree que al
abogado defensor le ha faltado el talento necesario para hacer frente a la
acusación. Desde luego, no se ha hecho ninguna observación directa sobre el
sistema nervioso de ninguna de estas personas; sus cerebros y nervios han
sido inventados en aquel preciso instante para infundir contenido a lo que de
otra forma podría parecer una explicación superficial de su conducta.

La neurología y la psicología no se han liberado completamente de


prácticas similares. La primitiva información sobre el sistema nervioso se
limitaba a su anatomía en general, puesto que las técnicas para observar los
procesos eléctricos y químicos del tejido nervioso no se habían desarrollado
todavía. Los procesos nerviosos se podían deducir solamente de la conducta
que se decía resultaba de los mismos. Estas deducciones eran suficientemente
legítimas como teorías científicas, pero no podían ser utilizadas
justificadamente para explicar la misma conducta sobre la que estaban
basadas. Es posible que las hipótesis del psicólogo primitivo fueran más ciertas
que las del profano, para hasta obtener una evidencia independiente no podían
considerarse como explicaciones satisfactorias de la conducta. Disponemos
ahora de una información directa de muchos de los procesos químicos y
eléctricos del sistema nervioso, y las descripciones de éste ya no son
necesariamente deductivas o ficticias. Pero existe todavía cierta dimensión de
circularidad en buena parte de las explicaciones psicológicas, incluso en
escritos de especialistas. Durante la Primera Guerra Mundial se llamaba
<<neurosis de guerra>> a un trastorno común; las irregularidades de la
conducta se explicaban diciendo que violentas explosiones había trastornado la
estructura del sistema nervioso, aunque no existía ninguna evidencia de tal
trastorno. En la segunda guerra Mundial el mismo trastorno era clasificado

44
como <<neuropsiquiatrico>>; el prefijo parece mostrar una permanente
repugnancia a abandonar explicaciones basadas en hipotéticos trastornos
nerviosos.

Una posible ciencia del sistema nervioso se basará más en la


observación directa que en la deducción y, describirá los estados nerviosos y
los hechos que preceden inmediatamente a la conducta. Conocemos entonces
exactamente las condiciones nerviosas que, por ejemplo, preceden a la
respuesta <<no, gracias>>; a su vez descubriremos que estos hechos van
precedidos de otros hechos neurológicos y éstos, a su vez, de otros. Esto no
conducirá otra vez a hechos que están fuera del sistema nervioso y, finalmente,
fuera del organismo. En los capítulos siguientes vamos a considerar con cierto
detalle hechos externos de este tipo, y estaremos entonces más capacitados
para determinar la importancia de las explicaciones neurológicas de la
conducta. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que no tenemos ni quizá
nunca tengamos esta clase de información neurológica en el momento en que
la necesitemos para predecir un caso específico de conducta. Todavía es más
improbable que podamos alterar el sistema nervioso a fin de determinar las
condiciones que anteceden a un caso concreto. Por ello, las causas que
puedan buscarse en el sistema nervioso tienen una utilidad muy limitada para
predecir y controlar una conducta específica.

Causas psíquicas internas

Existe una costumbre más generalizada todavía que consiste en explicar


la conducta en términos de un agente interno sin dimensiones físicas, llamado
<<mental>> o <<psíquico>>. En el animismo de los pueblos primitivos nos
encontramos con una explicación psíquica en su forma más pura. De la
inmovilidad del cuerpo después de la muerte se deduce que el espíritu
responsable del movimiento se ha ido. Una persona entusiasta, según la
etimología de la palabra, es impulsada por un dios interno. En realidad, es poco
más que un modesto refinamiento atribuir cada manifestación de la conducta
del organismo físico a una manifestación correspondiente de la mente o a
alguna <<personalidad>> interna. Se considera que el hombre interno conduce
el cuerpo lo mismo que un hombre al volante conduce un automóvil; el hombre
interno quiere algo, el externo lo ejecuta; el interno pierde el apetito, el externo
deja de comer; el interno desea, el externo consigue; el interno tiene el impulso
al que el externo obedece.

No solamente recurre a estos métodos el profano, ya que muchos


psicólogos famosos utilizan como explicación un sistema dualista similar.
Muchas veces se personifica al hombre interno de una manera muy clara
cuando, por ejemplo, se atribuye una conducta delictiva a una personalidad
trastornada>>, o bien se le trata por partes atribuyendo la conducta a procesos,
facultades y rasgos mentales. Puesto que el hombre interno no ocupa espacio,

45
se le puede multiplicar a voluntad. Se ha alegado que un solo organismo físico
es controlado por varios agentes psíquicos, y que su conducta es la resultante
de los diversos deseos de estos. Los conceptos freudianos del yo, súper yo y
ello se utilizan frecuentemente en este sentido; con frecuencia se les
considerar seres inmateriales a menudo enfrentados violentamente y cuyos
fracasos o victoria conducen a la conducta correcta o incorrecta del organismo
en que residen.

No se ha demostrado que sea posible una observación de la mente


comparable a la observación del sistema nervioso. Es cierto que muchas
personas creen observar sus <<estados mentales>> igual que el psicólogo
observa los hechos nervioso, pero hay otra posible interpretación de lo que
observan, como veremos en el capítulo XVII. La psicología introspectiva ya no
pretende proporcionar información directa sobre los hechos que son, más que
meros acompañantes, los antecedentes causales de la conducta; define sus
hechos <<subjetivos>> de tal manera que los despoja de toda utilidad para un
análisis causal. Los hechos a los que se ha recurrido en las primeras
explicaciones mentalistas de la conducta, han quedado fuera del alcance de la
observación. Freud insistió sobre esto al recalcar el papel del inconsciente,
reconocimiento claro de que los procesos mentales importantes no son
observables directamente; la literatura freudiana proporciona muchos ejemplos
de conducta de los que se deducen deseos, impulsos, instintos y emociones
inconscientes. También se han utilizado los procesos mentales inconscientes
para explicar logros intelectuales. Aunque el matemático puede creer que sabe
<<como piensa>>, con frecuencia es incapaz de dar una explicación coherente
de los procesos mentales que le conducen a la solución de un problema
específico. Pero cualquier proceso mental inconsciente es necesariamente
deductivo y, por tanto, la explicación no está basada en observaciones
independientes de una causa válida.

La naturaleza ficticia de este tipo de causa interna queda demostrada


por la facilidad con que se descubre que el proceso mental reúne precisamente
las propiedades necesarias para explicar la conducta. Cuando un profesor se
equivoca de aula o da la lección que no corresponde, es porque su mente se
encuentra, al menos por el momento ausente. Si olvida pedir la solución de un
ejercicio es porque se ha borrado de su memoria (una insinuación por parte de
los alumnos puede recordárselo). Empieza a contar un viejo chiste, pero se
detiene un momento y resulta evidente para todos que está tratando de
recordar si ha contado ya el chiste durante el curso. Sus conferencias se
vuelven más pesadas con los años, y las preguntas de los alumnos le
confunden cada vez más porque su mente decae; lo que dice es a menudo
desordenado porque sus ideas son confusas; a veces es enfático sin necesidad
aluna a causa de la fuerza de sus ideas; cuando se repite es porque tiene una
ideé fixe, y cuando repite lo que otros han dicho es porque copia sus ideas; a

46
veces no hay nada en lo que dice porque le faltan ideas. En conjunto, resulta
obvio que la mente y las ideas, junto con sus características especiales, han
sido improvisadas sobre la marcha para proporcionar <<explicaciones>>. Una
ciencia de la conducta no puede esperar mucho de un método tan superficial.
Si además se afirma que los hechos mentales o psíquicos carecen de las
características de una ciencia física, tenemos otra razón adicional para
rechazarlos.

Causas conceptuales internas

Las causas internas más comunes no tiene ninguna dimensión


específica, ni neurológica ni física. Cuando decimos que un hombre come
porque tiene hambre, que fuma mucho porque tiene el hábito de fumar, que
pelea porque tiene un instinto belicoso, que actúa brillantemente a causa de su
inteligencia, o que toca bien el piano a causa de su sentido musical, parece que
nos estemos refiriendo a causas. Pero si se analizan estas frases resultan ser
descripciones meramente redundantes. Se describe un solo conjunto de
hechos en las dos afirmaciones: <<come>> y <<tiene hambre>>, uno solo en
<<fuma mucho>> y <<tiene el hábito de fumar>>, así como en <<toca bien>> y
<<tiene sentido musical>>. La costumbre de explicar una afirmación en
términos de otra es peligrosa porque sugiere que hemos encontrado ya la cusa
y que por tanto no hay necesidad de investigar más allá. Además, término
como <<hambriento>>, <<hábito>> e <<inteligencia>> convierten lo que en
realidad no son más que propiedades de un proceso o relación en entidades
independiente. De este modo, no prestamos atención a las cualidades que
podrían eventualmente descubrirse en la conducta humana y continuamos
buscando algo que quizás no existe.

LAS VARIABLES DE LAS QUE DEPENDE LA CONDUCTA

La costumbre de buscar una explicación de la conducta en el interior del


organismo ha tendido a oscurecer las variables de que disponemos para un
análisis científico. Estas variables se encuentran fuera del organismo, su
medio ambiente inmediato y en su historia. Tiene un status físico al que están
adaptadas las técnica comunes y hacen posible explicar la conducta al igual
que, en ciencia, se explica otras materias. Estas variables independientes son
de muchas clases y sus relaciones con la conducta son a menudo sutiles y
complejas, pero no podemos pretender dar una explicación adecuada de la
conducta sin analizarlas.

Consideramos el acto de beber un vaso de agua; probablemente no es


una parte importante de la conducta en la vida de cada cual, pero proporciona

47
un ejemplo adecuado. Podemos describir los pormenores de la conducta de tal
manera que un ejemplo concreto pueda ser identificado bastante fielmente por
cualquier observador calificado. Supongamos que llevamos a alguien a una
habitación y que colocamos un vaso de agua ante él. ¿Beberá? Parece que
hay sólo dos posibilidades: o bien beberá o no lo hará, pero hablemos de las
probabilidades de que beba y este concepto puede ser perfeccionado para uso
científico. Lo que queremos valorar es la probabilidad de que el sujeto beba, y
esta puede oscilar desde la certeza absoluta de que beberá hasta la certeza
absoluta de que no lo hará. Más adelante discutiremos el importante problema
de cómo calibrar tal probabilidad; por el momento nos interesa ver cómo se
puede incrementar o disminuir esta probabilidad.

La experiencia diaria sugiere varias posibilidades y las observaciones


clínica y de laboratorio han aportado otras. Decididamente no es cierto que se
pueda llevar un caballo al abrevadero, y que no se pueda obligarle a beber; si
se le somete a una severa privación podemos estar seguros de que el vaso de
agua de nuestro experimento será bebido. Aunque no es probable que las
preparemos experimentalmente, algunas veces se dan privaciones de la
magnitud necesaria fuera del laboratorio. Podemos obtener un efecto
semejante al de la privación acelerando la excreción de agua; por ejemplo
podemos provocar el sudor aumentando la temperatura de la habitación o
forzando al sujeto a realizar un ejercicio fatigoso, o podemos aumentar la
expulsión de orina mezclando sal o urea en la comida ingerida antes del
experimento. Es también muy sabido que la pérdida de sangre, como sucede
en el campo de batalla incrementa vivamente la probabilidad de beber. Por el
contrario, podemos llevar la probabilidad prácticamente a cero induciendo o
forzando al sujeto a beber una gran cantidad de agua antes del experimento.

Si vamos a predecir si el sujeto beberá o no, hemos de tener un


conocimiento de estas variables tan amplio como sea posibles; si hemos de
introducirle a beber hemos de ser capaces de manipularlas. En ambos casos,
además, ya sea para una predicción exacta o para control, debemos investigar
cuantitativamente el efecto de cada variable mediante los métodos y técnicas
de una ciencia de laboratorio.

Desde luego, otras variables pueden afectar el resultado. La


persona puede tener <<miedo>> de que se haya añadido algo al agua como
broma o con propósitos experimentales, puede incluso <<sospechar>>que el
agua ha sido envenenada; puede que se haya educado en una cultura en la
que se bebe agua solamente cuando nadie mira; puede que no quiera beber
simplemente para demostrar que no podemos predecir ni controlar su
conducta. Estas posibilidades niegan las relaciones entre el hecho de beber y
las variables enumeradas en párrafos anteriores, simplemente nos recuerdan
que hay que tener en cuenta otras variables. Debemos conocer la historia de la
persona en lo que se refiere a la conducta de beber agua, y si no podemos

48
eliminar de la situación los factores sociales debemos entonces conocer la
historia de sus relaciones con personas que se parezcan al experimentador. En
toda ciencia una predicción adecuada requiere información sobre todas las
variables relevantes y lo mismo exige el control de una materia para fines
prácticos.

Otro tipo de <<explicación>> no nos permite pasar por alto o cumplir


estos requisitos más fácilmente. No sirve en modo alguno de ayuda decir que
la persona beberá porque nació bajo un determinado signo del zodiaco, que
predispone especialmente al agua o porque es el tipo de persona enjuta y
sedienta o porque, en suma, <<nació sedienta>>. Las explicaciones en
términos de estados o agentes internos requieren, sin embargo, una
explicación más detallada. ¿Hasta qué punto es útil decir <<bebe porque tiene
sed>>? Si tener sed no significa más que tener la tendencia a beber, es mera
redundancia; si quiere decir que bebe a causa de un estado de sed se invoca
un hecho casual interno; si este estado es puramente deductivo – si no se le
asignan unas dimensiones que harían posible una observación directa – no
puede servir de explicación, pero si tiene probabilidades fisiológicas o
psíquicas, ¿Qué papel puede jugar en una ciencia de la conducta?

El fisiólogo puede señalar que las distintas maneras de aumentar las


probabilidades de que el sujeto beba tiene un efecto común; incrementar la
concentración de soluciones en el cuerpo. Esto puede ocasionar a través de
algún mecanismo, todavía no muy claro, un cambio correspondiente en el
sistema nervioso, lo que a su vez se hace más probable el hecho de beber. En
el mismo sentido se puede alegar que todas estas operaciones hacen que el
organismo <<tenga sed>> o <<quiera beber>> y que este estado psíquico
actúa también sobre el sistema nervioso de una forma no explicada para
inducirle a beber. En cada caso tenemos una cadena de causas compuestas
de tres eslabones: 1) Una acción llevada a cabo sobre el organismo desde el
exterior, por ejemplo, privación de agua; 2) una condición interna, por ejemplo,
sed fisiológica o psíquica , y 3) una manera de comportarse, por ejemplo, el
hecho de beber. Una información independiente sobre el segundo eslabón nos
permitiría, desde luego, predecir el tercero sin recurrir al primero. Sería un tipo
de variable de elección, porque carecería de dimensión histórica; el primer
eslabón puede basarse en la historia anterior del organismo, pero el segundo
es una condición del presente. Sin embargo, muy raramente – si alguna vez
ocurre – disponemos de una información directa sobre el segundo eslabón.
Algunas veces deducimos el segundo eslabón del tercero: se cree que un
animal esta sediento porque bebe; en este caso la explicación es ilegítima. A
veces deducimos el segundo del primero: se dice que un animal está sediento
si no ha bebido desde hace tiempo; en este caso no podemos, por supuesto,
pasar por alto la historia anterior.

49
El segundo eslabón resulta inútil en el control de la conducta a no ser
que podamos manipularlo. Por el momento, no conocemos la manera de alterar
directamente, en el momento apropiado, los procesos nerviosos en la vida de
un organismo activo, ni se ha descubierto la manera de alterar un proceso
psíquico. Generalmente llegamos al segundo eslabón a través del primero;
hacemos que un animal tenga sed, ya sea en un sentido fisiológico o psíquico,
privándole de agua, dándole sal para comer, etc.; en este caso el segundo
eslabón no nos permite, desde luego, pasar por alto el primero. Aunque algún
nuevo descubrimiento técnico nos capacitara para fijar o cambiar directamente
el segundo eslabón, tendríamos que enfrentarnos aún con grandes áreas en
las cuales la conducta humana es controlada manipulando el primer eslabón.
Una técnica que permitiera influir sobre el segundo incrementaría nuestro
control de la conducta, pero aun así tendríamos que seguir analizando las
técnicas que se han desarrollado hasta el momento.

La práctica más criticable es seguir hacia atrás el orden causal, pero


sólo hasta un hipotético segundo eslabón. Esto representa un serio obstáculo,
tanto para una ciencia teórica como para el control práctico de la conducta. No
sirve de gran ayuda que se nos diga que para hacer que un organismo beba
simplemente hemos de <<hacer que tenga sed>>, a no ser que se nos diga
también cómo debe hacerse. Cuando hemos obtenido la receta necesaria para
la sed, la proposición conjunta es más compleja de lo necesario. Del mismo
modo, cuando se nos explica un caso de conducta desadaptada, diciendo que
el individuo <<padece ansiedad>>, tiene que explicarnos además la causa de
tal ansiedad; las condiciones externas que se alegan entonces podrían haber
estado directamente relacionadas con la conducta desadaptada. O sea, que si
nos dicen que alguien robó un pedazo de pan porque <<tenía hambre>>
hemos de saber además las condiciones externas que motivaron el
<<hambre>>. Estas condiciones hubieran bastado para explicar el hurto.

No negamos la existencia de los estados internos, sino que afirmamos


que no son importantes en un análisis funcional. No podemos explicar la
conducta de ningún sistema si estamos completamente situados en su interior.
Finalmente, hemos de recurrir a las fuerzas que influyen sobre el organismo
desde el exterior. A menos que haya un punto débil en la cadena de causas de
forma que el segundo eslabón no venga correctamente determinado por el
primero, o el tercero por el segundo, el primer y tercer eslabón ha de estar
correctamente relacionados. Si bien hemos de tener en cuenta siempre al
segundo eslabón para predecir y controlar, podemos evitar muchas digresiones
pesadas y fatigosas, examinando el tercero como función del primero. Una
información válida sobre el segundo eslabón puede poner en claro esta
relación, pero no puede alterarla.

UN ANALISIS FUNCIONAL

50
Las variables externas de las cuales la conducta es función, proporciona
lo que podemos llamar un análisis causal o funcional. Nos proponemos
predecir y controlar la conducta del organismo individual. Esta es nuestra
<<variable dependiente>>, el efecto del que vamos a averiguar la causa. Las
<<variables independientes>> - las causas de la conducta-, son las condiciones
externas de las que la conducta es función. Las relaciones entre ambas – las
<<relaciones causa-efecto>> en la conducta-, son leyes científicas. Una
síntesis de estas leyes, expresadas en términos cuantitativos, proporciona un
cuadro completo del organismo como un sistema de conducta.

Hay que hacer esto dentro de los límites de una ciencia natural. No
podemos suponer que la conducta tiene unas propiedades peculiares que
requieren métodos únicos o tipos especiales de conocimiento. Se dice con
frecuencia que un acto no es tan importante como la <<intención>> que hay
tras él o que solamente puede ser descrito en términos de lo que
<<significa>>para el individuo que lo lleva a cabo o para aquellos a quienes
pueda afectar. Si afirmaciones de este tipo resultan útiles para fines científicos
tienen que estar basadas en hechos observables y podemos limitarnos
exclusivamente a tales hechos en un análisis funcional. Veremos más adelante
que aunque en términos como <<significado>> e <<intención>> parecen
referirse a propiedades de la conducta, generalmente encubren referencias a
variables independientes. Lo mismo ocurre con <<agresivo>>, <<amable>>
<<desorganizado>>, <<inteligente>>, y otros términos que parecen describir
propiedades de la conducta pero que en realidad se refieren a las relaciones
que la regulan.

Las variables independientes deben también ser descritas en términos


físicos. Con frecuencia se hacen esfuerzo para evitar el trabajo de analizar una
situación física adivinando lo que <<significa>> para un organismo o haciendo
una distinción entre el mundo físico y el mundo psicológico de la experiencia;
esta costumbre denota también una conclusión entre variables dependientes e
independientes. Los hechos que afectan a un organismo han de poder ser
descritos en el lenguaje de una ciencia física; muchas veces se alega que
ciertas <<fuerzas sociales>> o las <<influencias>> de la cultura o la tradición
constituyen excepciones, pero podemos recurrir a este tipo de fenómenos sin
explicar cómo pueden afectar tanto al científico como al sujeto bajo
observación. Los hechos físicos a los que hay que recurrir para una explicación
tal nos proporcionarán el material alternativo conveniente para un análisis
físico.

Al limitarnos a estos hechos observables conseguimos una ventaja


considerable, no sólo en teoría, sino también en la práctica; una <<fuerza
social>> no resulta más útil para manipular la conducta que un estado interior
de hambre, ansiedad o escepticismo. De la misma forma que hemos de atribuir
a las variables manipulables los hechos internos que están en función de

51
aquéllas antes de ponerlos en práctica, hemos de identificar también los
hechos físicos a través de los cuales se dice que una <<fuerza social>> afecta
al organismo antes de que podamos manipularla con el fin de controlarlo. Al
tratar los datos directamente observables, no necesitamos referirnos ni a un
estado interior ni a una fuerza externa.

El material a analizar en una ciencia de la conducta procede de varias


fuentes:

1) Nuestras observaciones casuales no deben ser desestimadas


completamente; tienen especial importancia en las primeras etapas
de la investigación. Incluso sin un análisis explícito, las
generalizaciones basadas en ellas pueden proporcionarnos ideas
útiles para un estudio posterior.
2) Tal como se demuestra en algunos métodos usados en antropología,
en una observación de campo controlada los datos son tomados con
más cuidado y las conclusiones se exponen más explícitamente que
en la observación casual. Instrumentos y prácticas normalizados
aumentan la precisión y la uniformidad de la observación sobre el
terreno.
3) La observación clínica ha suministrado gran cantidad de material. Las
prácticas normalizadas en entrevistas y tests, descubren una
conducta que puede ser fácilmente medida, resumida y comparada
con la conducta de otros. Aunque generalmente pone de relieve los
trastornos que impulsan a la gente a someterse a examen médico, el
ejemplo clínico tiene a menudo un interés fuera de lo común y un
valor especial cuando el hecho excepcional pone de relieve un rasgo
importante de la conducta.
4) Se han hecho amplias observaciones de la conducta bajo
condiciones más rígidamente controladas en investigaciones en la
industria, en el campo militar y en otras instituciones. Esta difiere con
frecuencia de la observación de campo o clínica a causa del mayor
so que hace del método experimental.
5) Los estudios de laboratorio de la conducta humana proporcionan
material particularmente útil. El método experimental comprende del
uso de instrumentos que mejoran nuestro contacto con la conducta y
con las variables de las cuales depende. Los instrumentos de registro
nos permiten observar la conducta durante largos períodos de
tiempo, y un registro y valoración minuciosos harán posible un
análisis cuantitativo eficaz. El distintivo más importante del método de
laboratorio es el manejo deliberado de las variables: la importancia
de una condición dada se aprecia cambiándola de una forma
controlada y observando luego el resultado.

52
En algunos puntos de la investigación experimental de la conducta
humana no es tan extensa como sería de desear. No todos los procesos
de conducta son fáciles de determinar en el laboratorio y la precisión de
unas valoraciones se obtiene, a veces, solamente al precio de la
irrealidad en las condiciones. Aquellos a quienes les interesa
principalmente la vida diaria del individuo se inquietan con frecuencia
ante estas artificiosidades, pero desde el momento en que unas
relaciones importantes pueden salir a la luz bajo control experimental, el
laboratorio ofrece la mejor probabilidad de obtener los resultados
cuantitativos necesarios para un análisis científico.

6) Se pueden utilizar también los extensos resultados que proporcionan


los estudios de laboratorio sobre la conducta de los animales
inferiores. El uso de este material tropieza a mendo con la objeción
de que existe una separación esencial entre el hombre y los
animales, y que los resultados obtenidos en unos no pueden
extrapolarse a los otros. Insistir en esta discontinuidad al empezar
una investigación científica, es dar ya por sentado lo que se trata de
probar. La conducta humana se distingue por su complejidad,
variedad y grandes realizaciones, pero no por ello los procesos
básicos deben ser necesariamente diferentes. La ciencia va de lo
simple a lo complejo; se preocupa en todo momento de que los
procesos y leyes descubiertos en una etapa sean adecuados para la
siguiente. Sería temerario afirmar en este sentido que no hay ninguna
diferencia esencial entre la conducta humana y la de las especies
inferiores, pero también es arriesgado afirmar que dicha diferencia
existe, sin haber intentado abordarlas de la misma manera. Los
estudios de embriología humana hacen un uso considerable de las
investigaciones sobre embriones de pollo, cerdo y otros animales.
Los tratados sobre digestión, respiración, circulación, secreción
endocrina y otros procesos fisiológicos estudian ratones, roedores,
conejos, etc., aunque su interés radique fundamentalmente en los
seres humanos. El estudio de la conducta puede obtenerse mucho
de esta experiencia.

Estudiamos la conducta de los animales porque es más simple; los


procesos básicos revelan largos periodos de tiempo; además, nuestras
observaciones no se ven complicadas por las relaciones sociales existentes
entre el sujeto y el experimentador. Se pueden controlar mejor las situaciones y
podemos preparar historias genéticas para controlar ciertas variables e
historias para controlar otras; por ejemplo, si nos interesa saber cómo un
organismo aprende a ver, hacemos que una animal crezca en la obscuridad
hasta el momento de empezar el experimento. Podemos también controlar las
circunstancias comunes hasta un punto al que no es factible llegar fácilmente

53
en la conducta humana; por ejemplo, podemos variar los estados de privación
según una amplia gradación. Estas son ventajas que no deberían ser olvidadas
al considerar la objeción a priori de que la conducta humana pertenece
inevitablemente a un campo distinto.

ANALISIS DE LOS DATOS

Existen muchas formas de formular y analizar los datos referentes a la


conducta humana. El plan que vamos a seguir en este libro puede resumirse
así:

La sección II contiene una clasificación de las variables de las cuales es


función la conducta y una exposición de los procesos por los que pasa ésta
cuando cambia cualquiera de dichas variables.

La sección III da una visión más amplia del organismo como un todo. Se
consideran ciertas disposiciones complejas en las que una parte de la conducta
del individuo altera algunas de las variables que son función de otras partes.
Constituyen las actividades que nosotros describimos diciendo, por ejemplo,
que el individuo <<se autocontrola>> que <<piensa cómo resolver un
problema>> o que <<es consciente de su propia conducta>>.

La sección IV analiza la interacción de dos o más individuos en un


sistema social. A menudo una persona forma parte del medio ambiente de otra
y esta relación es generalmente recíproca. Una explicación adecuada de un
hecho social dado explica la conducta de todos lo que ha intervenido en él.

La sección V analiza distintas técnicas mediante las cuales se controla al


individuo a través del gobierno, la religión, la psicoterapia, la economía y la
educación. En cada uno de estos campos, el individuo y la instancia que ejerce
el control constituyen un sistema social tal como se describe en la sección IV.

La sección VI examina globalmente la cultura como un determinante


social y trata el problema general del control de la conducta humana.

Este plan constituye desde luego un ejemplo de extrapolación de lo


simple a lo complejo. A lo largo del libro no se utiliza ningún principio que no se
haya explicado previamente en la sección II. Las relaciones y procesos básicos
que forman parte de esta sección se deducen de dato obtenidos en una
condiciones que se aproximan muchísimo a las de una ciencia exacta. En la
sección V se analizan, en términos de estos procesos y relaciones más
simples, ejemplos complejos de conducta humana procedentes de ciertos
campos bien establecidos del conocimiento. A este procedimiento se le
denomina con frecuencia reduccionismo. Si nuestro interés radica
principalmente en los procesos básicos recurrimos a este tipo de material como
prueba de lo adecuado de nuestro análisis. Y si, por el contrario, estamos
interesados principalmente en casos complejos podemos sacar aún mucho
54
provecho al utilizar una formulación que se ha conseguido bajo circunstancias
más favorables. Por ejemplo, hechos históricos y comparativos sobre
gobiernos, religiones, sistemas económicos concretos, etc., han inducido a
ciertas ideas tradicionales sobre el individuo activo, pero cada una de estas
ideas ha sido aplicable solamente al conjunto de hechos concretos de los que
se han derivado. Esta limitación ha resultado ser un serio obstáculo. La
concepción del hombre surgida del estudio de los fenómenos económicos ha
tenido muy poco valor en el campo de la psicoterapia. La idea de la conducta
humana utilizada en el campo de la educación ha tenido muy poco o nada en
común con la empleada para explicar las prácticas legales o de gobierno. Sin
embargo, un análisis funcional básico nos proporciona una formulación única
de la conducta del individuo que nos permite abordar problemas en todos estos
campos y considerar finalmente el efecto que produce sobre el individuo el
medio ambiente considerado como un todo.

Se pueden advertir ciertas limitaciones al tratar con hechos históricos y


comparativos. Con frecuencia se nos exige que expliquemos más sobre la
conducta humana que lo exigido a otros científicos en sus respectivos campos.
¿Cómo podemos dar razón de la conducta de personajes históricos y literarios?
¿Por qué no pudo Hamlet dejar de matar a su tío para vengar el asesinato de
su padre? ¿Cuáles eran los motivos reales de Robespierre? ¿Cómo podemos
explicar las pinturas de Leonardo? ¿Era Hitler un paranoico? Preguntas de este
tipo tienen un enorme interés humano. Muchos psicólogos, historiadores,
biógrafos y críticos literarios han intentado darles respuesta y debido a ellos
existe la profunda presunción de que realmente es posible responderlas. Pero
puede que esto no sea así; carecemos de la información necesaria para un
análisis funcional. Aunque podemos hacer pronósticos plausibles respecto a las
variables que intervienen en cada caso, no podemos estar seguros de ellos. En
física, química y biología preguntas semejantes pueden ser contestadas
solamente de la misma manera limitada. ¿Por qué el viejo Campanile de la
Piazza San Marcos se derrumbó convertido en un montón de ladrillos? El físico
puede saber cómo se fabricaba la argamasa en la época en que se construyó
el Campanile, en qué condiciones atmosféricas se desintegro, etc., pero
aunque pueda dar una explicación verosímil no puede explicar el
derrumbamiento con toda certeza. El meteorólogo no puede explicar las
razones del diluvio que llevó el arca de Noé al monte Ararat, ni el biólogo las de
la desaparición del dido. El especialista puede dar la explicación más verosímil
de un acontecimiento histórico, pero, si carece de la información necesaria, no
puede darla con el rigor preciso dentro del marco de una ciencia. El científico
se encuentra sometido a una presión mayor para contestar preguntas
semejantes sobre la conducta humana; puede que sienta o se vea forzado a
aceptar el reto de quienes creen dar respuestas válidas. Además, sus
respuestas pueden tener en la práctica una gran importancia. El médico, por
ejemplo, puede verse forzado a explicar la conducta de su paciente aunque la

55
información que posee está lejos de ser la adecuada, y con frecuencia es
mucho más difícil para él que para el físico confesar su ignorancia.

La objeción más común hecha a un análisis funcional completo es


simplemente que no se puede llevar a cabo, pero la única razón por la que se
dice esto es que todavía no se ha llevado a cabo. No hemos de desanimarnos
por este hecho; la conducta humana es quizá la materia más difícil a la que se
haya aplicado nunca los métodos científicos, y es natural que un progreso
considerable resulte lento. Sin embargo, es alentador pensar que rara vez la
ciencia avanza a un ritmo uniforme. A veces el progreso se detiene durante
mucho tiempo, simplemente porque el aspecto particular que se ha puesto de
relieve en una materia dada resulta ser insignificante e infructuoso; un ligero
cambio en el punto de ataque es suficiente para producir un progreso rápido.
La química dio un gran paso adelante cuando se advirtió que los puntos
interesantes a estudiar eran los pesos de los componentes más que sus
propiedades o esencias. La mecánica avanzó rápidamente cuando se
descubrió que las distancias y los tiempos eran en algunos aspectos más
importantes que el tamaño, forma, color, dureza y peso. Muchas propiedades o
aspectos diferentes de la conducta han sido estudiados durante muchos años
con distinta fortuna. Recientemente se ha puesto en práctica un análisis
funcional que define la conducta como una variable dependiente y propone
explicarla en términos de condiciones físicas observables y manejables. Ha
demostrado ya ser una formulación prometedora y hasta que no se haya
puesto a prueba no existe razón alguna para vaticinar su fracaso.

Este plan no puede llevarse a cabo a un nivel superficial. El ingeniero


que construye un puente a la perfección posee algo más que una información
fortuita sobre la naturaleza de los materiales empleados, y ha llegado el
momento en que hemos de admitir que ya no podemos resolver los problemas
importantes en los asuntos humanos con una <<filosofía general de la
conducta humana>>. El presente análisis exige prestar una considerable
atención a los detalles. Los datos numéricos han sido omitidos, pero se ha
intentado definir rigurosamente cada procedo de conducta y ejemplificar cada
proceso o relación con pruebas específicas. Si el lector va a participar
plenamente en las interpretaciones más amplias de las últimas secciones
tendrá que examinar estas definiciones y observar las distinciones que se
hacen entre los diferentes procesos. Puede que esto sea difícil, pero no existe
otra salida. La conducta humana es un tema por lo menos tan difícil como la
química orgánica o la estructura del átomo. Los esquemas superficiales de lo
que la ciencia dice sobre cada materia son, a menudo, entretenido pero no son
nunca apropiados para una acción eficaz. Si queremos llevar adelante nuestra
comprensión de la conducta humana y mejorar nuestras prácticas de control,
hemos de estar preparados para adoptar el método riguroso que requiere la
ciencia.

56
SECCION II

57
EL ANALISIS DE LA CONDUCTA

IV. Reflejos y reflejos condicionales

58
EL HOMBRE: UNA MAQUINA

La conducta es una característica primaria de las cosas vivas. Casi la


identificamos con la vida misma, Podemos llamar vivo a todo lo que se mueve,
especialmente cuando el movimiento tiene un sentido o actúa para cambiar el
medio ambiente. El movimiento añade verosimilitud a cualquier forma de
manifestarse un organismo. El muñeco adquiere vida cando se mueve, y los
ídolos que se mueven o respiran inspiran especial temor. Los robots y otros
seres mecánicos nos divierten precisamente porque se mueven. Y la
etimología del dibujo animado tiene un significado.

Las máquinas parecen vivas simplemente porque están en movimiento,


la fascinación ejercida por la excavadora es legendaria. Las máquinas menos
conocidas pueden realmente resultar aterradoras. Podemos pensar que, hoy,
son únicamente las gentes primitivas quienes las consideran erróneamente
seres vivientes, pero en otro tiempo parecían extrañas a todo el mundo.
Cuando en una ocasión Wordsworth y Coleridge vieron una máquina de vapor,
Wordsworth dijo que era realmente difícil convencerse a sí mismo de que no
tenía vida y voluntad. <<Sí>>, dio Coleridge, <<es un gigante con una sola
idea>>.

Un juguete mecánico que imitaba la conducta humana condujo a la


teoría de lo que hoy llamamos acto reflejo. A principio del siglo XVII, figuras que
se movían eran instaladas habitualmente en jardines público y privados como
objeto de diversión. Funcionaban hidráulicamente. Una joven paseando por un
jardín podía pisar una pequeña tabla oculta que abría una válvula; el agua
pasaba oculta que abría una válvula; el agua pasaba por un pistón y una figura
amenazadora surgía de los arbustos para asustarla. René Descartes sabía
cómo funcionaban estas figuras y analizó su parecido con los seres vivientes.
Consideró la posibilidad de que el sistema hidráulico que explicaba unos podría
explicar también a estos. Un músculo se dilata cuando mueve un miembro
-quizás es hinchado por un fluido que viene del cerebro a través de los nervios-
. Los nervios que van de la superficie del cuerpo hasta el cerebro podrían ser
las cuerdas que abren las válvulas.

Descartes no afirmó que el organismo humano funcionará siempre de


este modo. Y aunque aplicó esta explicación al caso de los animales, reservó
un campo de acción al <<alma racional>> - quizá bajo presión religiosa-. Sin
embargo, no pasó mucho tiempo sin que se diera el siguiente paso que
condujo a la doctrina acabada de <<el hombre, una máquina>>. La doctrina no
debió su popularidad a su verosimilitud –no existe ninguna base segura para la
teoría de Descartes-, sino más bien a sus sorprendentes implicaciones
metafísicas y teóricas.

59
Desde entonces han sucedido dos cosas: las máquinas se han
convertido en algo más <<viviente>> y se ha descubierto que los organismos
se parecen más a las máquinas. Las máquinas actuales no solamente son más
complejas sino que han sido ideadas deliberadamente para que operen de
forma parecida a la conducta humana. Los aparatos <<casi humanos>> son
algo común en nuestra experiencia diaria; las puertas nos ven llegar y se abren
para recibirnos, los ascensores recuerdan nuestras órdenes y se paran en el
piso señalado, manos mecánicas quitan los productos defectuosos de la cinta
transportadora; otros mecanismos escriben mensajes de una legibilidad
satisfactoria. Las calculadoras mecánicas o eléctricas resuelven ecuaciones
demasiado difíciles o que llevarían demasiado tiempo a los matemáticos. En
suma, el hombre ha creado la máquina a su imagen y, como resultado, el
organismo viviente ha perdido algo de su singularidad. Las máquinas nos
inspiran mucho menos temor que a nuestros antepasados, y es menos
probable que creamos que el gigante posea alguna idea. Al propio tiempo
hemos descubierto más acerca de cómo opera el organismo viviente y somos
más capaces de ver la similitud de sus propiedades con las máquina.

ACTO REFLEJO

Descartes había dado un gran paso al sugerir que gran parte de la


espontaneidad de los seres vivientes era sólo aparente y que la conducta
podía, en algunos casos, ser inducida a la acción desde fuera. Hasta dos siglos
más tarde no se vio con toda claridad que Descartes había conjeturado
correctamente la posibilidad de un control externo al descubrirse que la cola de
una salamandra se movía cuando se tocaba o aguijoneaba una parte de la
misma aun cuando hubiera sido separada del cuerpo. Hecho de este tipo son
ahora comunes, y desde hace tiempo nos henos acostumbrado a tenerlos en
cuenta. Sin embargo, cando esto se descubrió se originó un gran revuelo pues
se creyó que constituirá una seria amenaza a las teorías vigentes sobre los
agentes internos responsables de la conducta. Si fuerzas externas podrían
controlar el movimiento de la cola amputada, ¿era de naturaleza diferente la
conducta de la misma cuando estaba unida a la salamandra? Y si o era así,
¿Qué pasaba con las causas internas que se habían aducido hasta entonces
para explicarla? Se propuso formalmente la respuesta de que la <<voluntad>>
debe coexistir con el cuerpo, y que una parte de que aquella debe acompañar
cualquier parte amputada de éste. Pero persistió el hecho de que se había
identificado un acontecimiento externo que podría sustituir a la explicación
interna, como se sugería en la atrevida hipótesis cartesiana.

Se convino en llamar estímulo al agente externo, y respuesta a la


conducta controlada por él. Juntos formaron lo que se llamó un reflejo – de
acuerdo con la teoría de que la alteración causada por el estímulo pasaba al
sistema nervioso central y era <<reflejado>> de nuevo a los músculos-. Pronto
se descubrió que se podían encontrar causas externas similares en la conducta

60
de partes más externas del organismo, por ejemplo, en el cuerpo de una rana,
gato o perro en el que la columna vertebral había sido seccionada a la altura
del cuello. A éstas se añadieron reflejos que englobaban parte del cerebro, y
ahora forma parte de nuestro conocimiento que, en el organismo íntegro,
muchas clases de estímulo conducen a reacciones casi inevitables de la misma
naturaleza refleja. Se han estudiado cuantitativamente muchas características
de esta relación. El tiempo que transcurre entre el estímulo y la respuesta (la
<<latencia>> ha sido medido con precisión. La magnitud de la respuesta ha
sido estudiada en función de la intensidad del estímulo. Se ha descubierto que
otras condiciones del organismo son importantes para completar la descripción,
por ejemplo, un reflejo puede llegar a <<fatigarse>> debido a rápidas
actuaciones repetidas.

En un principio, el reflejo se identificó estrechamente con hipotéticos


hechos nerviosos del llamado <<arco reflejo>>. La disección del organismo fue
un primer paso necesario porque proporcionó un método simple y dramático de
analizar el organismo. Pero el análisis quirúrgico se hizo innecesario tan pronto
se comprendió el principio de estímulo y se descubrieron las técnicas para
manejar combinaciones complejas de variables por otros métodos. Eliminando
algunas condiciones., manteniendo otras de un modo constante, y haciendo
varias otras de manera ordenada, se pudieron establecer unas relaciones
básicas válidas sin necesidad de disección y que pudieron ser expresadas
prescindiendo de teorías neurológicas.

La extensión del principio del reflejo para incluir la conducta,


involucrando cada vez más al organismo, se llevó a cabo frente a una fuerte
oposición. La naturaleza refleja del animal medular era recusada por los
partidarios de una <<voluntad medular>>. La razón que presentaban para
justificar la existencia de la causa interna residual era que la conducta
aparentemente no podría ser explicada por completo en términos de estímulos.
Cuando se añadieron partes más elevadas del sistema nervioso y cuando el
principio se extendió finalmente a todo el organismo, se encontró la misma
resistencia. Pero los argumentos en favor de la espontaneidad y de las
explicaciones que ésta parece requerir, tienen que claudicar ante la
acumulación de hechos. La espontaneidad es una prueba negativa; señala
solamente el punto más débil de una explicación científica corriente, pero no
proporciona en sí misma ninguna interpretación alternativa. Por su misma
naturaleza, la espontaneidad debe ceder terreno a medida que un análisis
científico puede ir progresando. Puesto que la conducta del organismo se ha
ido explicando cada vez más en términos de estímulos, el terreno ocupado por
las explicaciones internas se ha reducido. La <<voluntad>> retrocedió primero
hasta la médula espinal; luego, a las partes inferiores y más tarde a las
superiores del cerebro, y finalmente, con el reflejo condicional, ha huido a

61
través de la frente. En cada etapa, parte del control del organismo ha pasado
de una hipotética entidad interna al medio ambiente externo.

EL ALCANCE DEL ACTO REFLEJO

Cierta parte de la conducta está, por tanto, provocada por los estímulos,
y la predicción que hacemos de ella es particularmente exacta. Si enfocamos
una luz sobre los ojos de un sujeto normal, las pupilas se contraen; si bebe
zumo de limón, segrega saliva; si elevamos la temperatura de la habitación
hasta un punto determinado los pequeños vasos sanguíneos de su cara se
dilatan, la sangre afluye a la piel y <<enrojece>>. Utilizamos estas conexiones
para fines prácticos; si es necesario inducirle a vomitar, empleamos el estímulo
apropiado - un líquido irritante o un dedo en la garganta-. La actriz que debe
llorar auténticas lágrimas recurre al jugo de cebolla en el pañuelo.

Como estos ejemplos sugieren, muchas respuestas reflejas son


ejecutadas por <<músculos de fibra lisa>> (por ejemplo, los músculos de las
paredes de los vasos sanguíneos) y las glándulas. Estas estructuras están
especialmente relacionadas con la economía interna del organismo y muy
probablemente tendrán interés, para una ciencia de la conducta, en relación
con los reflejos emocionales de los que trataremos en el capítulo X. Otros
reflejos utilizan los <<músculos de fibra estriada>> que mueven el esqueleto
del organismo. El reflejo rotuliano y otros reflejos que el médico utiliza para
llegar a un diagnóstico son un ejemplo de ello. Tanto si estamos quietos como
si nos movemos, mantenemos nuestra postura con ayuda de una compleja red
de reflejos. A pesar de la importancia de estos ejemplos, es verdad, sin
embargo, que si enumeramos toda la conducta que entra dentro de la
clasificación de reflejo simple, tendríamos solamente una fracción muy
pequeña de la conducta total del organismo, lo cual no es lo que esperaban los
primeros investigadores en este campo. Sabemos ahora que el principio del
reflejo fue sobrevalorado y que el alentador descubrimiento de los estímulos
condujo a pretensiones exageradas. No es verosímil ni oportuno concebir el
organismo como una complicada caja de sorpresas con una larga serie de
trucos, cada uno de los cuales puede ser provocado apretando el botón
adecuado. La mayor parte de la conducta del organismo global no está sujeta a
esta forma rudimentaria de control de los estímulos; el medio ambiente afecta
al organismo de muchas maneras que no están convenientemente clasificadas
como <<estímulos>>, e incluso en el campo de la estimulación solamente una
pequeña parte de las fuerzas que actúan sobre el organismo provocan
repuestas con la invariabilidad del acto reflejo. Sin embargo, ignorar por
completo el principio del reflejo sería igualmente inexcusable.

REFLEJOS CONDICIONALES

El reflejo se convirtió en un instrumento de análisis muy importante


cuando se demostró que se podían establecer nuevas relaciones entre
62
estímulos y respuestas durante toda la vida de un individuo, mediante un
proceso estudiado por primera vez por el fisiólogo ruso I. P. Pavlov. En una
ocasión, H. G. Welles comparó a Pavlov con otro ilustre contemporáneo suyo,
George Bernal Shaw, considerando la importancia relativa que tiene para la
sociedad el sosegado investigador en su laboratorio y el hábil propagandista, y
expresó su opinión describiendo una situación hipotética: si estos dos hombres
se estuvieran ahogando y sólo existiera un salvavidas, él lo lanzaría a Pavlov.

Desde luego, esto no le gusto a Shaw y, después de dar una especie de


rápido vistazo a la obra de Pavlov, tomó represalias. Su libro Las aventuras de
una muchacha negra en busca de Dios describe las experiencias de una joven
en una jungla de ideas. En esta jungla habitan muchos profetas, algunos de
ellos antiguos y otros tan modernos como un <<viejo miope>> que tiene un
gran parecido con Pavlov. La muchacha negra encuentra a Pavlov poco
después de haber sido aterrorizada por un pavoroso rugido del profeta Micah;
se recupera de su exaltación y exclama:

-<< ¿De qué huyo? Este viejecito ruidoso no me asusta>>

-<<Tus temores y esperanzas son sólo fantasías>> -dijo una voz cerca de ella
procedente de un anciano con gafas muy corto de vista sentado sobre un
nudoso tronco-. <<Al huir actuabas por un reflejo condicional. Es muy simple,
habiendo vivido entre leones desde tu infancia has asociado un rugido con un
peligro mortal. De aquí tu exaltación precipitada cuando aquel supersticioso
asno viejo te rebuznó. Este extraordinario descubrimiento me ha costado
veinticinco años de ferviente investigación durante los cuales he seccionado los
cerebros de innumerables perros, y he observado su saliva haciendo agujeros
por sus lenguas. Todo el mundo científico se ha postrado a mis pies admirados
por este logro colosal y agradecido por la luz que he arrojado sobre los grandes
problemas de la conducta humana.

-<< ¿Por qué no me preguntó a mí?, dijo la muchacha negra. <<Se lo


hubiese podido decir en veinticinco segundos sin necesidad de hacer daño a
esos pobres perros>>

-<<Tu ignorancia y presunción son inefables>>, dijo el viejo miope.


<<Esto lo sabía hasta un niño, pero nunca había sido probado
experimentalmente en el laboratorio y, por tanto, no era en absoluto conocido
científicamente. Se me apareció como una burda conjetura y yo lo traté como
una ciencia y yo te pregunto, ¿has realizado jamás un experimento?>>

-<Varios>>, dijo la muchacha, <y ahora voy a realizar uno. ¿Sabe usted sobre
lo que está sentado?>>

-Estoy sentado sobre un viejo tronco gris, cubierto de una incómoda corteza>>,
dijo el miope.

63
<<Está equivocado>>, dijo la muchacha, <<ésta usted sentado encima de un
cocodrilo dormido>>

Con el aullido que el mismo Micah hubiese enviado, el miope se levantó


y huyó frenéticamente hacia un árbol vecino al que trepó con una agilidad casi
sobrehumana en un caballero tan anciano.

-<<Baje>>, le dijo la muchacha. <<Debería usted saber que los cocodrilos se


encuentran solamente cerca de los ríos. Únicamente realizaba un experimento.
Baje>>.

Pero el viejo miope es incapaz de bajar y ruega a la muchacha que


realice otro experimento.

-<<Lo haré>>, dijo la muchacha. <<Tras su cuello hay una serpiente que está
a punto de atacarlo>>

El miope estuvo en el suelo en un santiamén (1).

Queda claro que Shaw captó el espíritu de una ciencia de la conducta.


La joven negra es innegablemente un experto en conducta. En dos netos
ejemplos de control de estímulos induce al viejo miope a respuestas bien
decidas. Su conducta no ejemplifica el reflejo simple, condicional o, como
veremos luego.) Pero si bien el autor está plenamente de acuerdo con las
posibilidades del control práctico de la conducta, no lo está tanto en el terreno
teórico puesto que este pasaje pone de relieve un malentendido común acerca
de los logros de la ciencia.

Los hechos de la ciencia raramente no son conocidos, por lo menos en


parte, <<hasta por un niño>>. Un niño que atrapa una pelota sabe bastante
sobre trayectorias. Es posible que a la ciencia le cueste mucho más tiempo
calcular la posición exacta de la pelota en un momento dado que un niño
<<calcularla>> a fin de cogerla. Cuando el conde Rumford al perforar un cañón
en el arsenal militar de Munich demostró que podía producir la cantidad de
calor deseada sin necesidad de combustión, cambio el curso del pensamiento
científico sobre las causas del calor, pero no había descubierto nada que no
fuera ya conocido por el salvaje que enciende fuego haciendo rodar un palo o
por el hombre que por la mañana se calienta las manos frotándolas
vigorosamente una contra otra.

La diferencia entre una conjetura y un hecho científico no es


simplemente una diferencia en cuanto a evidencia. Era sabido desde hacía
mucho tiempo que un niño podía llorar aun antes de hacerse daño o que el
zorro puede salivar al ver un racimo de uvas. Lo que Pavlov aportó puede
entenderse más fácilmente repasando su historia. Él estaba interesado
originalmente en los procesos digestivos y estudió las combinaciones en las
que se segregaban los jugos gástricos. Diversas sustancias químicas de la
64
boca del estómago provocaban la acción refleja de las glándulas digestivas. La
obra de Pavlov era suficientemente importante para que le concedieran el
premio Nobel pero no era, en absoluto, completa. Una secreción que no había
podido explicarse constituía un obstáculo para él. Aunque la comida en la boca
pudiera ocasiona la secreción de saliva, ésta a menudo fluía abundantemente
cuando la boca estaba cerrada. No deberíamos sorprendernos al saber que él
llamaba a esto <<secreción psíquica>>. Se explicaba en términos que <<hasta
un niño podía entender>>. Quizás el perro <<pensaba en la comida>>, quizás
el hecho de ver al experimentador preparar el próximo experimento
<<recordaba>> al perro la comida que había recibido en experimentos
anteriores. Pero estas explicaciones no sirvieron de gran ayuda para que la
salivación impredecible entrara dentro del ámbito de una rigurosa descripción
de la digestión.

El primer paso de Pavlov fue controlar las condiciones para que la


<<secreción psíquica>> desapareciera en gran medida. Ideó un cuarto en el
que se redujo al mínimo el contacto entre perro y experimentador; el cuarto se
hizo tan exento de estímulos incidentales cómo fue posible; el perro no podía
oír el ruido de pasos en las habitaciones vecinas ni percibir olores accidentales
a través del sistema de ventilación. Entonces Pavlov construyó paso a paso
una <<secreción psíquica>>; en lugar del complicado estímulo de un
experimentador preparando una jeringa o llenado de comida un plato, introdujo
estímulos controlables que podían ser descritos fácilmente en términos físicos.
En lugar de las ocasiones accidentales en las que la estimulación puede
preceder o acompañarla comida., Pavlov preparó listas precisas en las cuales
los estímulos controlables y la comida se presentaban. Sin influenciar al perro
de ningún otro modo, podía tocar un timbre e introducir comida en la boca del
perro. De esta forma pudo demostrar que el timbre había adquirido la facultad
de provocar la secreción y también pudo seguir el proceso a través del cual se
había llegado a esto. Una vez en posesión de estos hechos pudo ya dar una
explicación satisfactoria de cualquier secreción. Había reemplazado la
<<psique>> de la secreción psíquica por ciertos hechos objetivos en la reciente
historia del organismo.

Tal como Pavlov afirmó en su libro reflejos condicionales, el proceso de


condicionamiento es un proceso de sustitución de estímulos. Un estímulo
neutro anterior adquiere el poder de ocasionar una respuesta que originalmente
era provocada por otros estímulos. El cambio tiene lugar cuando el estímulo
neutro es seguido o <<reforzado>> por el estímulo efectivo. Pavlov estudió el
efecto del intervalo de tiempo transcurrido entre el estímulo y el refuerzo;
investigó hasta qué punto las diversas propiedades del estímulo podían adquirir
control y estudió también el proceso inverso, en el que el estímulo
condicionado pierde el poder de provocar una respuesta cuando deja de ser
reforzado. A este proceso lo llamó <<extinción>>.

65
Las propiedades cuantitativas que descubrió no las conoce en absoluto
<<cualquier niño>> y son importantes. El uso más eficaz de los reflejos
condicionales en el control práctico de la conducta requiere a menudo
información cuantitativa. Una teoría satisfactoria requiere lo mismo. Al dejar de
lado explicaciones ficticias, por ejemplo, no podemos estar seguros de que un
hecho clasificado como <<secreción psíquica>> no es ocasionalmente
responsable, hasta que podamos predecir la cantidad exacta de secreción en
un momento dado. Solamente una descripción cuantitativa puede asegurar que
no existe ningún proceso mental adicional en el que el perro <<asocia el sonido
del timbre con la idea de comida>> o en el que segrega saliva porque
<<espera>> que la comida aparezca. Pavlov pudo dejar de lado conceptos de
este tipo solamente cuando pudo dar una descripción cuantitativa completa de
la salivación en términos de estímulo, respuesta e historia del
condicionamiento.

Pavlov, como fisiólogo, estaba interesado en cómo se transformaba el


estímulo en un proceso nervioso y en cómo otros procesos transmitían el
efecto a los músculos y glándulas a través del sistema nervioso. El subtítulo de
su libro es una investigación sobre la actividad fisiológica del córtex cerebral.
La actividad fisiológica era inferida; sin embargo, podemos suponer que
procesos parecidos serán finalmente descritos en términos adecuados a
hechos nerviosos. Esta descripción llenará las lagunas de tiempo y espacio que
existen entre una historia del condicionamiento anterior y sus resultados
presentes. Esta descripción adicional será importante para la integración del
conocimiento científico, pero no hará que la relación entre estímulo y respuesta
sea más correcta ni más útil para predicción y control. El logro de Pavlov fue el
descubrimiento, no de los procesos nerviosos, sino de las importantes
relaciones cuantitativas que nos permiten, independientemente de las hipótesis
nerviosas, hacer una descripción directa de la conducta en el campo del reflejo
condicional.

EL <<VALOR DE SUPERVIVENCIA>> DE LOS REFLEJOS

Los reflejos están íntimamente relacionados con el bienestar del


organismo. El proceso digestivo no podría continuar adelante si ciertas
secreciones no empezaran a fluir cuando ciertos tipos de comida penetran en
el estómago. La conducta refleja que se relaciona con el medio ambiente
externo es importante en este sentido. Si un perro se hiere la pata al pisar un
objeto cortante es importante que la pata se flexione rápidamente para retirar el
pie. Es la llamada <<flexión refleja>> la que hace esto. Del mismo modo es
importante que el polvo que ha entrado en un ojo sea expulsado por una
abundante secreción de lágrimas, que un objeto acercado súbitamente a los
ojos pueda ser evitado al pestañear, y así sucesivamente. Estas ventajas
biológicas <<explican>> los reflejos en un sentido evolutivo: los individuos que

66
tienden a comportarse de este modo es más probable que sobrevivan y
transmitan esta característica a sus descendientes.

El proceso de condicionamiento tiene también un valor de supervivencia.


Puesto que el medio ambiente cambia de generación en generación –
especialmente el medio ambiente externo más que el interno-, las respuestas
reflejas apropiadas no pueden desarrollarse siempre como mecanismos
heredados. De esta forma un organismo puede estar preparado para segregar
saliva cuando ciertas sustancias químicas le estimulan la boca, pero no pueden
lograr la ventaja adicional de salivar antes de probar realmente la comida, a no
ser que los olores que despide ésta sean los mismos en un medio ambiente
que en otro o en un momento que en otro. Puesto que la naturaleza no puede,
por así decirlo, prever que un objeto con un aspecto determinado pueda ser
comestible, el proceso evolutivo solamente puede proporcionar un mecanismo
mediante el cual el individuo podrá adquirir respuestas ante hechos concretos
de un medio ambiente dado, sólo después de haberse encontrado con ellos.
Allí donde desparece la conducta heredada aparece la modificación heredada
del proceso de condicionamiento.

De aquí no se deduce que todo reflejo condicional tenga valor de


supervivencia; puede que el mecanismo funcione mal. Ciertos estímulos
asociados, tales como el aspecto y el sabor de la comida pueden darse juntos
de una forma coherente, lo cual es importante para el organismo a lo largo de s
vida, pero no tenemos ninguna garantía de que el condicionamiento no se
producirá cuando la asociación de los estímulos sea accidental o temporal.
Muchas <<supersticiones>> constituyen un ejemplo de respuestas
condicionadas que provienen de contingencias accidentales. La conducta se
debe a una asociación real de estímulos, pero el reflejo condicional resultante
no es útil. A muchos de estos reflejos los llamados <<irracionales>>. Puede
que un niño que ha sido atacado por un perro tema a todos los perros. El
estímulo visual en el momento de ver un perro ha sido asociado con el estímulo
aterrador de un ataque físico. Pero esta asociación no es inevitable con todos
los perros. Si la respuesta es provocada más tarde al ver un perro pacífico, no
responde a ninguna función útil. Sin embargo, se debe a un proceso que ha
demostrado ser válido en todos los demás campos. Todos padecemos extravío
del proceso evolutivo cuando damos respuestas estereotipadas. Puede que la
misma reacción que experimentamos al ver a alguien que nos desagrada
profundamente se produzca al ver otras personas con las mismas facciones,
que visten ropas parecidas, etc. Efectos menores del mismo tipo son menos
inoportunos; una reacción nostálgica ante una canción que estaba de moda
durante una antigua relación amorosa es una respuesta condicionada que
surge de una asociación de estímulos no funcional, aunque no consideramos
esto como supersticioso o irracional.

ALCANCE DE LOS REFLEJOS CONDICIONALES

67
Aunque el proceso de condicionamiento amplía en gran manera el
alcance del estímulo que provoca el reflejo, no incluye la conducta entera del
organismo dentro de tal control de estímulos, debemos provocar una respuesta
antes de poder condicionarla. Por tanto, todos los reflejos condicionales están
basado en reflejos incondicionales. Pero hemos visto que las respuestas
reflejas son solamente una pequeña parte de la conducta total del organismo.
El condicionamiento añade nuevos estímulos controladores, pero no nuevas
respuestas. Por tanto, aunque utilicemos este principio, no suscribimos una
<<teoría del reflejo condicional>> que comprenda todo tipo de conducta.

Una buena medida del alcance del reflejo condicional es su uso en el


control práctico de la conducta. Reflejo condicional es su uso en el control
práctico de la conducta. Reflejos relacionados con la economía interna del
organismo, tiene raramente una importancia práctica para otras personas, pero
es posible que llegue el momento en que estemos interesados en que alguien
se ruborice, ría o llore, y entonces recurrimos a los estímulos condicionados e
incondicionados. La literatura se ocupa frecuentemente en generar conductas
de este modo. El serial tiene este significado. Efectos más sutiles son similares:
es importante para entender el efecto de un poema notar que las respuestas
condicionadas pueden ser provocadas por estímulos verbales tales como
<<muerte>>, <<amor>>, <<tristeza>>, etc., aparte del efecto del significado del
texto. Los efectos emocionales de la música y la pintura son, en gran medida,
condicionados.

Utilizamos también este proceso para preparar el control futuro de la


conducta. Por ejemplo, en la educación patriótica y religiosa las respuestas
emocionales a banderas, insignias, símbolos y ceremonias están
condicionadas de forma que estos estímulos sean eficaces en posteriores
ocasiones. Una <<cura>> comúnmente propuesta para el vicio de beber o
fumar consiste en añadir al licor o tabaco sustancias que produzcan náuseas,
dolores de cabeza, etc.; cuando más adelante estas personas ven o prueban el
licor o el tabaco se producen respuestas desagradables similares como
resultado del condicionamiento. Estas respuestas pueden competir con el
beber o el fumar, puesto <<que le quitan el placer>>. Este tipo de
condicionamiento trata un síntoma más que una causa, pero puede hacer más
fácil para el paciente dejar de beber o fumar por otras razones.

Entrenar un soldado consiste, en parte, en condicionar sus respuestas


emocionales. Si se asocial fotos del enemigo, de su bandera, etc., con fotos o
relatos de atrocidades, se producirá probablemente una reacción agresiva
adecuada cuando vea al enemigo. Las reacciones favorables son producidas,
en cierto modo, de la misma forma. Las respuestas a una comida apetitosa, por
ejemplo, son fácilmente transferidas a otros objetos. De la misma forma que
nos <<disgusta>>> el licor o el tabaco que nos hace daño, nos <<gustan>> los
estímulos que acompañan la comida deliciosa. Es probable que el buen

68
vendedor invite a su cliente a tomar una copa o a comer; al vendedor no le
interesan las reacciones gástricas del cliente sino su buena predisposición
hacia él y su producto, lo cual, como veremos más tarde, proviene también de
una asociación de estímulos. La comida gratis en una reunión política tiene
efectos similares; lo mismo sucede con el chiclé que el pediatra da a su joven
paciente. Se ha demostrado experimentalmente que a la gente le llega a
<<gustar>> la música moderna si la escucha mientras come. Cuando un niño
judío aprende a leer por primera vez, besa la página del libro sobre la que se
ha colocado la gota de miel; lo importante no es que él más tarde salive al ver
un libro sino que muestre predisposición <<en favor de>> los libros. Los
refuerzos que ocasionan predisposiciones de este tipo no son todos gástricos;
como los anunciantes saben muy bien, las respuestas y actitudes producidas
por muchachas bonitas, niños y escenas agradables, pueden ser transferidas a
marcas comerciales, productos, imágenes de productos, etc.

A veces, nos interesa producir una respuesta emocional para


contrarrestar o nivelar la otra. El dentista, por ejemplo, se encuentra ante un
problema práctico, ya que debe producir estímulos dolorosos que se
encuentran relacionados de tal forma con los estímulos que proporcionan la
sala de espera, la silla, los instrumentos y el ruido del torno, que estos últimos
son capaces por sí solos de provocar diversas reacciones emocionales. A
muchas de éstas las calificamos toscamente como ansiedad. Una revista
ilustrada divertida en la sala de espera puede provocar respuestas que son
incompatibles con la ansiedad y que, hasta cierto punto, la anulan. Este efecto
momentáneo da ejemplo del uso de los estímulos que ya han sido
condicionados. El efecto <<educativo>> de una revista de este tipo al crear una
actitud menos favorable hacia el dentista manifiesta el uso del
condicionamiento en el control de la conducta. Las flores y la música en las
funerarias tienen el efecto inmediato de contrarrestar las reacciones producidas
por un cuerpo muerto y, a través del proceso de condicionamiento, crean para
el futuro una predisposición más favorable hacia los ritos funerarios.

Es también un problema práctico común eliminar una respuesta


condicionada. Por ejemplo: supongamos que queremos reducir las reacciones
de temor inspiradas por personas, animales, ataques aéreos o combates.
Siguiendo los procedimientos del experimento del reflejo condicional
introducimos un estímulo condicionado al tiempo que suprimimos el estímulo
reforzante responsable de su efecto. Por ejemplo, un paso importante en el
tratamiento del tartamudeo es eliminar las reacciones de ansiedad y
aturdimiento ocasionadas por personas inconscientes que se han reído del
tartamudo o que no han tenido paciencia con él; una técnica común es
animarle a que hable con toda persona que encuentre. Las respuestas
funcionales de ansiedad y aturdimiento son generalmente condicionadas en la
temprana niñez, si ya nadie se ríe de un tartamudo adulto puede que las

69
respuestas lleguen a la extinción. La terapéutica consiste simplemente en
animar al tartamudo a que hable de forma que el estímulo condicionado
generado automáticamente de este modo pueda producirse sin refuerzo.

Si el estímulo condicionado provoca una respuesta demasiado fuerte


puede que sea necesario introducirlo gradualmente. Si a un niño que ha sido
asustado por un perro le regalan un pequeño cachorro, la semejanza entre éste
y el perro que le asustó no es tan grande como para provocar una respuesta de
miedo fuertemente condicionada. Cualquier respuesta débil que se produzca
trae consigo la extinción. Puesto que el cachorro, cuando crece, se va
pareciendo al perro, la extinción se realiza por etapas fáciles. Una técnica
similar se utiliza a veces para reducir reacciones emocionales excesivas ante
ataques aéreos, combates y condiciones traumáticas parecidas.

La extinción es producida mediante estímulos que al principio son sólo


levemente perturbadores: ruidos vagos, sirenas apagadas o sonidos lejanos de
bombas que estallan. Los estímulos visuales son presentados sin la parte
sonora en películas mudas de un combate real; a medida que se produce la
extinción se incrementa la verosimilitud. Finalmente, si el tratamiento tiene
éxito, un estímulo natural provocará muy poca o ninguna respuesta.

70
V. Conducta Operante

LAS CONSECUENCIAS DE LA CONDUCTA

Los reflejos, condicionales o no, se encuentran altamente relacionados


con la fisiología interna del organismo. Sin embargo, a menudo estamos más
interesados por aquella conducta que tiene algún efecto sobre el mundo
circundante. Dicha conducta origina la mayoría de los problemas prácticos de
los asuntos humanos y ofrece también un interés teórico concreto por sus
características especiales. Las consecuencias de la conducta pueden volver a
influir sobre el organismo y cuando esto sucede pueden hacer varia la
probabilidad de que la conducta que las ocasionó se produzca de nuevo. Los
idiomas tienen muchas palabras tales como <<premio>> y <<castigo>> que
hacen referencia a este hecho, pero solamente podemos tener una idea clara
del mismo a través del análisis experimental.

CURVAS DE APRENDIZAJE

E. L. Thorndike realizó en 1898 uno de los primeros intentos serios para


estudiar los cambios ocasionados por las consecuencias de la conducta. Sus
experimentos se originaron por una controversia que en aquel entonces tenía
un interés considerable. Darwin, al insistir sobre la continuidad de las especies,
había puesto en duda la creencia de que el hombre era el único animal que
poseía facultad de pensar. Se publicaron gran número de anécdotas en las que
los animales inferiores parecían demostrar su <<capacidad de razonamiento>>.
Pero cuando los términos que anteriormente sólo se habían aplicado a la
conducta humana se llevaron hasta este punto, se plantearon entonces
algunas preguntas acerca de su significado. Los hechos observados,
¿indicaban procesos mentales o estas señales aparentes de pensamiento
podían de otro modo? Al fin resultó evidente que no era necesario suponer que
se trataba de procesos de reflexión interior. Tenían que pasar muchos años
antes de que la misma pregunta se formulara seriamente referida a la conducta
humana, pero los experimentos de Thorndike y su teoría alternativa de la
existencia de razonamiento en los animales fueron importantes pasos en este
sentido.

71
Si un gato es colocado en una caja de la que solamente puede escapar
abriendo el cerrojo de una puerta, se comportará de muchas maneras distintas,
algunas de las cuales pueden resultar eficaces para abrir la puerta. Thorndike
descubrió que cuando se colocaba a un gato en esta caja repetidas veces la
conducta que le llevaba a escapar tenía tendencia a producirse cada vez con
mayor frecuencia, hasta que finalmente la huida era lo más simple y rápida
posible. El gato había resuelto su problema tan bien como si fuera un ser
humano <<racional>>, aunque quizá no tan rápidamente. Sin embargo,
Thorndike no observó ningún <<proceso reflexivo>> y alegó a modo de
explicación que no se necesitaba ninguno. Describió sus resultados diciendo
simplemente que una parte de la conducta del gato había <<quedado
grabada>>porque había ido seguida por el hecho de abrirse la puerta.

Thorndike llamó <<Ley del Efecto>> al hecho de que la conducta


<<queda grabada>> cuando se desprende de ella unas consecuencias
determinadas. Lo que había observado era que una determinada conducta se
producía más y más fácilmente en comparación con otra conducta
característica de la misma situación. Anotando los sucesivos tiempos
empleados en salir de la caja y trazándolos en un gráfico compuso una <<curva
de aprendizaje>>. Este intento pionero de mostrar un proceso cuantitativo en la
conducta, parecido a los procesos habituales en física y biología, fue
considerado como un importante avance. Revelo un proceso que tenía lugar en
un período de tiempo considerable y no se hacía evidente en un examen
casual. Sencillamente, Thorndike había hecho un descubrimiento. Muchas
curvas similares se han registrado desde entonces y han llegado a ser la base
de los capítulos sobre aprendizaje en los textos de psicología.

Las curvas de aprendizaje no describen, sin embargo, los procesos


básicos de la impresión. La medida de Thorndike – el tiempo que el gato
tardaba en escapar – implicaba la eliminación de otra conducta, y su curva
dependía del número de cosas diferentes que un gato pudiera hacer en una
caja determinada. Dependía también de la conducta del experimentador o el
aparato seleccionaban como <<acertada>> y de si ésta era común o rara
comparada con otra conducta provocada en la caja. Podría decirse que una
curva de aprendizaje obtenida de esta forma, refleja más las propiedades de la
caja del cerrojo que la conducta del gato. Esto mismo ocurre con muchos otros
instrumentos ideados para el estudio del aprendizaje. Los diversos laberintos a
través de los cuales las ratas blancas y otros animales aprenden a discernir
entre las propiedades o modelos de estímulos, las máquinas que presentan
series de material que debe ser aprendido en los estudios de la memoria
humana, y otras situaciones semejantes producen su propia curva de
aprendizaje.

Sacando el promedio de muchos casos individuales podemos hacer


estas curvas tan perfectas como queramos. Además, las curvas obtenidas en

72
muchas circunstancias distintas pueden coincidir en mostrar ciertas
propiedades generales. Por ejemplo, cuando se mide de esta forma, el
aprendizaje es generalmente <<acelerado negativamente>>, es decir, el
progreso en los resultados se produce cada vez más lentamente hasta que
llega un momento en que un progreso ulterior es imposible. Pero de aquí no se
sigue que la aceleración negativa sea una característica del proceso básico.
Supongamos, por analogía, que llenamos un jarro de cristal con grava que ha
sido tan mezclada que las piezas de una medida determinada se distribuye
regularmente; entonces agitamos suavemente el jarro y examinamos cómo las
piezas vuelven a disponerse, las mayores van hacia arriba y las más pequeñas
hacia el fondo. Este proceso es también <<acelerado negativamente>>. Al
principio la mezcla se separa rápidamente, pero a medida que la separación
prosigue se llega cada vez más lentamente a una situación en la cual no habrá
ningún cambio ulterior. Esta curva puede ser muy regular y reproducible, pero
este solo hecho no tiene ninguna importancia especial. La curva es el resultado
de ciertos procesos fundamentales que implican el contacto de esferas de
distintos tamaños, la disposición de fuerzas resultantes de la agitación, etc.,
pero no constituye de ningún modo el registro más directo de estos procesos.

Las curvas de aprendizaje muestran cómo las diversas clases de


conducta suscitadas en situaciones complejas son elegidas, puestas de relieve
y ordenadas de nuevo. El proceso básico de impresión de un solo acto trae
consigo este cambio, pero no se manifiesta directamente por el cambio mismo.

CONDICIONAMIENTO OPERANTE

Para llegar hasta las últimas consecuencias de la ley del efecto de


Thorndike necesitamos poner en claro la noción de <<probabilidad de
respuesta>>; este es un concepto sumamente importante y, por desgracia, es
también muy difícil. Al hablar de la conducta humana nos referimos a menudo a
<<tendencias>> o <<predisposiciones>> a comportarse de forma determinada.
Caso todas las teorías de la conducta utilizan términos como <<potencial de
excitación>>, <<fuerza del hábito>> o <<tendencia determinante>>, pero
¿cómo podemos observar una tendencia? ¿Cómo medirla?

Si un ejemplo dado de conducta tuviera lugar solamente en dos


situaciones de modo que en una de ellas ocurriera siempre y en la otra nunca,
no tendría ninguna utilidad seguir un programa de análisis funcional. Una
materia de estudio a base de todo o nada se presta solamente a formas muy
toscas de descripción. Constituye, en cambio, una ventaja suponer que la
probabilidad de que la respuesta se produzca oscila continuamente entre los
extremos del todo o nada. Podemos entonces tratar con variables que, al
contrario del estímulo que provoca el reflejo, no <<hacen que una conducta
dada ocurra>>, sino que simplemente hacen su suceso más probable. En este

73
caso, es también posible, por ejemplo, estudiar el efecto combinado de más de
una de estas variables.

Las expresiones diarias que implican la noción de probabilidad,


tendencia o predisposición describen la frecuencia como tal. Decimos de
alguien que es un <<entusiasta>> del bridge cuando observamos que participa
en dicho juego con frecuencia o habla a menudo de él. Estar <<muy
interesado>> en música equivale a interpretar, escuchar y hablar mucho sobre
música. El jugador <<inveterado>> es el que juega con frecuencia. Al
<<aficionado>> a la fotografía se le encuentra sacando fotos, revelándolas y
mirando las que él u otros han hecho. La persona <<altamente sexuada>>, con
frecuencia practica una conducta sexual. El <<dipsómano>> bebe con
frecuencia.

Al caracterizas la conducta de un hombre en términos de frecuencia,


damos por supuesto que ciertas condiciones se encuentran normalizadas: debe
ser capaz de ejecutar y repetir un acto dado y otra conducta no debe
interferirse de manera susceptible. No podemos estar seguros del grado de
interés de una persona por la música, por ejemplo, si está necesariamente
ocupada en otras cosas. Cuando llegamos a precisar la noción de probabilidad
de la respuesta para un uso científico descubrimos que, también aquí, nuestros
datos son frecuencias y que hay que especificar las condiciones bajo las cuales
son observados. El principal problema técnico al planear un experimento
controlado es tomar medidas para la observación e interpretación de
frecuencias. Eliminamos, o al menos mantenemos constante, cualquier
condición que estimule un comportamiento que rivaliza con la conducta que
vamos a estudiar. En una caja silenciosa se sitúa un organismo cuya conducta
puede ser observada a través de una pantalla de visibilidad en un solo sentido
o registrada mecánicamente. Esto no es en modo alguno vacío ambiental,
puesto que el organismo reaccionará de muchas maneras ante los rasgos
distintivos de la caja; pero su conducta alcanzará finalmente un nivel bastante
estable a partir del cual puede investigarse la frecuencia de una respuesta
elegida.

Para estudiar el proceso que Thorndike llamó impresión debemos tener


una <<consecuencia>>. Dando de comer a un organismo hambriento la
tendremos. Podemos alimentar convenientemente al sujeto mediante un
pequeño depósito de alimento que funcione eléctricamente. Cuando dicho
depósito actúe por primera vez, el organismo reaccionará probablemente de
manera que se interferirán con el proceso que queremos observar. Por fin,
después de ser alimentado de esta forma repetidas veces, comerá ya con
rapidez y estaremos entonces preparados para hacer que esta consecuencia
sea contingente respecto a la conducta y observar el resultado.

74
Seleccionamos una conducta relativamente simple, que pueda ser
repetida libre y rápidamente, y susceptible de ser observada y registrada con
facilidad. Si el sujeto del experimento es una paloma, por ejemplo, la conducta
de levantar la cabeza por encima de una altura dada es adecuada. Podemos
observarla mirando la cabeza de la paloma sobre una escala colocada en la
pared opuesta de la caja. Primero estudiamos la altura a la que se mantiene
normalmente la cabeza y fijamos en la escala un punto que se alcanza sólo
raramente; al tiempo que observamos la escala empezamos sólo raramente; al
tiempo que observamos la escala empezamos a abrir el depósito de la comida
muy rápidamente cada vez que la cabeza se levanta por encima de la línea. Si
el experimento se efectúa de acuerdo con las especificaciones el resultado es
invariable: observamos un cambio inmediato en la frecuencia con que la
cabeza sube por encima de la línea; también observamos}, y esto tiene en
teoría cierta importancia, que ahora se sobrepasan líneas más altas. Podemos
pasar casi inmediatamente a una línea más alta determinando cuándo deber
ser mostrada la comida. En uno o dos minutos la postura del ave ha cambiado
de tal forma que la posición de la cabeza raramente está por debajo de la línea
que elegimos al principio.

Cuando demostremos el proceso de impresión de esta forma


relativamente simple vemos que ciertas interpretaciones comunes del
experimento de Thorndike son superfluas. La expresión <<aprendizaje
mediante ensayo-y-error>> que se asocia con frecuencia a la Ley del Efecto
está visiblemente fuera de lugar aquí. Aprehendemos algo en nuestras
observaciones cuando a cualquier movimiento ascendente de la cabeza le
llamamos <<ensayo>>, y no existe ninguna razón para llamar <<error>> a
cualquier movimiento que no consiga una consecuencia determinada. Incluso
el término <<aprendizaje>> es engañoso. La afirmación de que la paloma
<<aprende que va a conseguir comida estirando el cuello>> es un relato
inexacto de lo que ha sucedido. Decir que ha adquirido el <<habito>> de estirar
el cuello es tan solo recurrir a una invención explicativa, puesto que la única
prueba que tenemos del hábito es la tendencia que ha adquirido a llevar a cabo
dicha acción. La afirmación más exacta posible acerca de este proceso es ésta:
hacemos contingente una consecuencia dada ante ciertas propiedades físicas
de la conducta (el movimiento ascendente de la cabeza), y entonces
observamos que la conducta se produce con más frecuencia.

Es habitual referir cualquier movimiento del organismo como una


<<respuesta>>. Este término procede del campo del acto reflejo e implica un
acto que, por decirlo así, responde a un hecho anterior, es estímulo. Pero
podemos hacer que un acontecimiento sea contingente con la conducta, sin
identificar, o sin ser capaces de identificar, un estímulo previo. No alteramos el
medio ambiente de la paloma para provocar el movimiento ascendente de la
cabeza. Es probablemente imposible probar que cualquier estímulo aislado

75
precede, de una manera invariable, este movimiento. Una conducta de este
tipo puede caer bajo el control de estímulos, pero la relación no es la de
provocación automática. El término <<respuesta>> no es, por tanto, del todo
apropiado, pero se encuentra tan bien establecido que vamos a utilizarlo a
continuación. Una respuesta que ya se ha producido no puede, desde luego,
predecirse o controlarse. Podemos predecir solamente qué respuestas
similares se producirán en el futuro. La unidad de una ciencia predictiva no es,
por tanto, una respuesta, sino una clase de respuesta. La palabra
<<operante>> es la que utilizaremos para designar esta clase. El término pone
de relieve el hecho de que la conducta opera sobre el medio ambiente para
producir consecuencias. Las consecuencias definen las propiedades respecto a
las cuales las respuestas se llaman similares. El término se utilizará tanto como
adjetivo (conducta operante), cuanto como sustantivo para designar la
conducta definida por una consecuencia dada.

Un solo caso en el que la paloma levanta la cabeza es una respuesta.


Es un fragmento de historia que puede ser incluido dentro de cualquier marco
de referencia que queramos usar. La conducta llamada <<levantar la
cabeza>>, independientemente de cuantas veces ocurra, es una operante.
Puede ser descrita, no como un acto cumplido, sino más bien como un
conjunto de hechos definidos por la propiedad de la altura hasta la que se
levanta la cabeza. En este sentido una operante se define por un efecto que
puede especificarse en términos físicos; el <<tope>> a una altura determinada
es una propiedad de la conducta.

El término <<aprendizaje>> puede mantenerse provechosamente en su


sentido tradicional para describir la recolección de respuestas en una situación
compleja. Los términos para el proceso de impresión pueden tomarse de los
análisis de Pavlov sobre el reflejo condicional. El mismo Pavlov llamó
<<refuerzo>> a todo hecho que fortaleciera la conducta, y a todo cambio
resultante, <<condicionamiento>>. En el experimento de Pavlov, sin embargo,
un refuerzo es asociado con un estímulo, mientras que la conducta operante es
contingente con una respuesta. El refuerzo operante es, por tanto, un proceso
separado y requiere un análisis aparte. En ambos casos, al fortalecimiento de
la conducta que resulta de un refuerzo se le llama, de una manera apropiada,
<<condicionamiento>>. En el condicionamiento operante, <<fortalecemos>>
una operante en el sentido de hacer que la respuesta, sea más probable o, de
hecho, más frecuente. En el condicionamiento Pavloviano o <<respondente>>
simplemente incrementamos la magnitud de la respuesta provocada por el
estímulo condicionado y acortamos el tiempo que transcurre entre estímulo y
respuesta. (Observamos, de manera incidental, que estos dos casos agotan las
posibilidades: un organismo está condicionado cuando un refuerzo [1]
acompaña otro estímulo o, [2] sigue en el tiempo a la propia conducta del
organismo. Cualquier suceso que no haga ni una cosa ni otra no tiene ningún

76
efecto para cambiar una probabilidad de respuesta.) En el experimento de la
paloma, por tanto, la comida es el refuerzo y el presentar la comida cuando se
emite una respuesta es el acto de reforzar. La operante es definida por la
propiedad respecto a la cual es contingente el refuerzo, es decir, la altura a la
cual la cabeza ha de ser levantad. El cambio en la frecuencia con la cual la
cabeza es levantada hasta esta altura, es el proceso de condicionamiento
operante.

Cuando estamos despiertos actuamos constantemente sobre el medio


ambiente, y muchas de las consecuencias de nuestras acciones constituyen
para nosotros un refuerzo. A través del condicionamiento operante, el medio
ambiente forma el repertorio básico con el que mantenemos nuestro equilibrio,
andamos, jugamos, manejamos herramientas y utensilios, hablamos,
escribimos, conducimos una embarcación, un coche o pilotamos un avión. Un
cambio en el medio ambiente – un nuevo coche, un nuevo amigo, un nuevo
campo de interés, un trabajo nuevo, una vivienda nueva- puede cogernos
desprevenidos, pero nuestra conducta en general se adapta rápidamente a
medida que adquirimos nuevas respuestas y desechamos las antiguas. Vamos
a ver en el capítulo siguiente que el refuerzo operante hace algo más que
proporcionar un repertorio de conductas. Mejora la eficacia de la conducta y la
mantiene en vigor mucho después de que su adquisición o eficacia haya
dejado de interesarnos.

PROPIEDADES CUANTITATIVAS

No es fácil obtener una curva para el condicionamiento operante. No


podemos aislar completamente una operante, ni podemos eliminar todas las
particularidades arbitrarias. En nuestro ejemplo, podemos trazar una curva
mostrando cómo la frecuencia con que la cabeza de la paloma se eleva a una
altura determinada cambia con el tiempo o el número de veces que se ha
suministrado un refuerzo, pero el efecto total es desde luego más amplio que
esto. Existe un cambio en un modelo de conducta más amplio que esto. Existe
un cambio en un modelo de conducta más amplio, y para describirlo
completamente tendríamos que seguir todos los movimientos de la cabeza.
Pero, incluso en este caso, nuestro informe no sería completo. Se escogió
arbitrariamente la altura hasta la que debía levantarse la cabeza y el efecto del
refuerzo depende de esta selección. Si reforzamos una altura, que rara vez es
alcanzada, el cambio efectuado en el modelo de medida será mucho mayor
que si hubiésemos escogido una altura más corriente. Para una descripción
adecuada necesitamos una serie de curvas que incluya todas las posibilidades.
Todavía aparece otro elemento arbitrario si forzamos la cabeza a elevarse cada
vez más, puesto que podemos seguir distintos programas al elevar la línea
seleccionada para reforzar. Cada programa producirá su propia curva y el
cuadro solamente sería completo si incluyera todos los programas posibles.

77
No podemos evitar estos problemas seleccionando una respuesta que
las características ambientales delimiten más exactamente –por ejemplo, el
acto de manipular una cerradura. Cualquier indicador mecánico de la conducta
constituye, desde luego, una ventaja –al ayudarlos, por ejemplo, a reforzar en
el momento adecuado. Podríamos registrar la altura de la cabeza de la paloma
por un procedimiento fotoeléctrico, pero es más simple seleccionar una
respuesta que produzca un cambio que pueda ser registrado con mayor
facilidad en el medio ambiente. Si la paloma está condicionada a picotear un
pequeño disco situado sobre la pared de la caja experimental, podemos utilizar
el movimiento del disco para cerrar un circuito eléctrico con el fin de, por una
parte, accionar el depósito de la comida y, por otra, contar o registrar las
respuestas. Semejante respuesta parece diferir de la de estirar el cuello en que
tiene un carácter de todo-o-nada. Pero vamos a ver en seguida que las
características mecánicas de golpear un interruptor no definen una
<<respuesta>> que sea algo menos arbitraria que la de alargar el cuello.

Una situación experimental no necesita ser perfecta para proporcionar


datos cuantitativos importantes en el condicionamiento operante. Nos
encontramos ya en disposición de valorar muchos factores. La importancia del
feed-back esta clara. El organismo tiene que ser estimulado por los
consecuencias de su propia conducta si el condicionamiento tiene que
realizarse. Por ejemplo, para aprender a mover las orejas es necesario saber
cuándo éstas se mueven, si queremos que las respuestas que producen dicho
movimiento sean reforzadas en comparación con las que no son útiles para
dicho objetivo. Al reeducar al paciente en el uso de un miembro parcialmente
paralizado, puede servir de ayuda ampliar el < a partir de movimientos ligeros,
ya sea mediante instrumentos o a través de la información de un instructor. El
sordomudo aprende a hablar solamente cuando recibe un feed-back de su
propia conducta que puede ser comparado con la estimulación que recibe
procedente de otras personas que hablan. Una función del educador es la de
proporcionar consecuencias arbitrarias (a veces falsas) en provecho del feed-
back. El condicionamiento depende también de la clase, cantidad y proximidad
temporal del refuerzo, así como de otros muchos factores.

Un solo refuerzo puede tener un efecto considerable. En


condiciones favorables la frecuencia de una respuesta pasa de un nivel
predominante bajo a un elevado nivel establece en un solo paso brusco. Más a
menudo observamos un aumento sustancial como resultado de un primer
refuerzo, e incrementos adicionales como resultado de refuerzos ulteriores. La
observación no es incompatible con la suposición de un cambio instantáneo
hacia la probabilidad máxima, puesto que no hemos aislado en absoluto una
sola operante. La frecuencia gradualmente incrementada debe interpretarse
con respecto a otra conducta característica de la situación. El hecho de que el
condicionamiento pueda ser tan rápido en un organismo tan <<inferior>> como

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el ratón o la paloma, tiene interesantes implicaciones. Las diferencias en lo que
se suele llamar inteligencia son atribuidas, en parte, a diferencias en la rapidez
con que se aprende; pero no puede haber aprendizaje más rápido que un
incremento instantáneo en la probabilidad de la respuesta. La superioridad de
la conducta humana debe ser, por tanto, de algún otro tipo.

EL CONTROL DE LA CONDUCTA OPERANTE

El procedimiento experimental es el mejor para el estudio del


condicionamiento operante. Preparamos una contingencia de refuerzo y
exponemos a la misma un organismo durante un período determinado;
explicamos entonces la frecuente emisión de la respuesta refiriéndonos a este
proceso. Pero, ¿Cuánto se ha mejorado en la predicción y control de la futura
conducta?, ¿qué variables nos permiten predecir si el organismo responderá o
no?, ¿qué variables debemos controlar ahora para inducirle a responder?

Hemos experimentado con una paloma hambrienta. Como veremos en


el capítulo IX, se trata de una paloma a la que hemos privado de alimento
durante un cierto período de tiempo o hasta que el peso normal de su cuerpo
se ha reducido ligeramente. Al contrario de lo que se podría esperar, los
estudios experimentales han demostrado que la magnitud del efecto reforzante
del alimento puede no depender del grado de privación en el momento en que
se observa la respuesta. Incluso aunque hayamos condicionado una paloma a
estirar el cuello, no lo estirará si no está hambrienta. Tenemos por tanto un
nuevo tipo de control sobre su conducta: para hacer que la paloma estire el
cuello, simplemente hacemos que tenga hambre. Hemos añadido una operante
elegida entre toda la gama de conductas que una paloma hambrienta
desarrolla normalmente. Nuestro control sobre la respuesta ha sido combinado
con nuestro control sobre la privación de alimento. Veremos en el capítulo VII
que la operante puede también encontrarse bajo el control de un estímulo
externo, que es otra variable que puede ser utilizada para predecir y controlar
la conducta. Hemos de advertir, sin embargo, que ambas variables han de ser
distinguidas del refuerzo en sí mismo.

EXTINCION OPERANTE

Cuando el refuerzo deja de producirse, la respuesta ocurre cada vez con


menos frecuencia según el proceso llamado <<extinción operante>>. Si
cesamos de darle comida, la paloma dejará finalmente de levantar la cabeza.
En general, cuando practicamos una conducta que ya no <<vale la pena>>,
nos sentimos menos inclinados a comportarnos de nuevo de esta manera. Si
perdemos una estilográfica, metemos la mano cada vez menos en el bolsillo
que la contenía; si nadie responde a nuestras llamadas telefónicas, acabamos
por dejar de telefonear; si el piano está desafinado, lo tocamos cada vez
menos; si nuestro aparato de radio hace ruido o si los programas son cada vez
peores, dejamos de escuchar la radio.
79
Puesto que la extinción operante se produce mucho más lentamente que
el condicionamiento operante, el proceso puede seguirse con mayor facilidad.
En condiciones adecuadas se obtienen curvas suaves en las que se ve el
porcentaje de respuestas disminuye lentamente, tal vez a lo largo de un
período de muchas horas. Las curvas revelan propiedades que no sería posible
observar mediante una inspección causal. Podemos <<tener la impresión>> de
que un organismo responde cada vez con menos frecuencia, pero la
regularidad del cambio puede verse solamente cuando se registra la conducta.
Las curvas sugieren que tiene lugar un proceso bastante uniforme que
determina la producción de conducta durante la extinción.

Bajo ciertas circunstancias, un efecto emocional perturba la curva. El


fracaso en el refuerzo de una respuesta conduce no solamente a la extinción
operante sino también a una reacción conocida comúnmente como frustración
o ira. Una paloma que no ha conseguido refuerzo se aparta de la llave,
arrullando, moviendo las alas y practicando otras conductas emotivas (capítulo
X). El organismo humano muestra un doble efecto similar; el niño cuyo triciclo
no responde al pedaleo no solamente deja de pedalear sino que muestra
desagrado de manera posiblemente violenta. La persona que encuentra
atascado un cajón de la mesa del despacho puede que deje pronto de tirar
pero puede también que golpee la mesa, exclame <<maldita sea>>, o muestre
otras señales de ira. De la misma forma que el niño vuelve finalmente al triciclo
y el adulto al cajón, también la paloma aceptará de nuevo la llave cuando la
respuesta emotiva haya disminuido. Cuando otras respuestas permanecen sin
reforzar, pueden suceder otros episodios emocionales. Las curvas de extinción
bajo tales circunstancias muestran una oscilación cíclica al tiempo que la
respuesta emocional se produce, desaparece y se produce de nuevo. Si
eliminamos la emoción mediante una repetida exposición a la extinción o de
cualquier otra forma, la curva aparece de una manera más simple.

La conducta durante la extinción es el resultado del condicionamiento


que la ha precedido, y en este sentido la curva de extinción da una idea
adicional del efecto del refuerzo. Si se ha reforzado solamente una pocas
respuestas, la extinción se produce rápidamente. Un largo proceso de refuerzo
va seguido por un largo período de respuesta. La resistencia a la extinción no
se puede predecir a partir de la probabilidad de la respuesta observada en un
momento dado. Debemos conocer el proceso de refuerzo. Por ejemplo, aunque
hayamos sido reforzados con una excelente comida en un nuevo restaurante,
una mala comida puede reducir a cero nuestra confianza en él; pero si en un
restaurante durante años hemos encontrado la comida excelente, tendríamos
que comer mal algunas veces, sin que otras circunstancias variasen, antes de
que perdiéramos nuestra confianza en él.

N o existe ninguna relación simple entre el nuero de respuestas


reforzadas y el número que aparece en la extinción. Tal como veremos en el

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capítulo VI, la resistencia a la extinción motivada por un refuerzo intermitente
puede ser mucho mayor que si el mismo número de refuerzos fuese dado en
respuestas consecutivas. De esta forma, si sólo ocasionalmente reforzaos a un
niño para que se comporte bien, el comportamiento persiste después de
interrumpir el refuerzo durante mucho más tiempo que si hubiésemos reforzado
cada caso concreto hasta llegar al mismo número total de refuerzos. Esto tiene
una importancia práctica en los casos en que se dispone de refuerzos
limitados. Problemas de este tipo surgen en la educación, la industria, la
economía y en muchos otros campos. En algunos programas de refuerzo
intermitente podemos contabilizar hasta 10.000 respuestas en la conducta de
una paloma antes de que la extinción sea completa.

La extinción es una manera eficaz de eliminar una operante del


repertorio de un organismo. No debería confundirse con otros procedimientos
pensados para surtir el mismo efecto. La técnica comúnmente preferida es el
castigo, el cual, como veremos en el capítulo XII, implica procesos diferentes y
es de una eficacia discutible. El olvido se conduce con frecuencia con la
extinción. En el olvido el efecto del condicionamiento se pierde simplemente a
medida que pasa el tiempo, mientras que la extinción requiere que la respuesta
sea admitida sin refuerzo. Generalmente, el olvido no se produce rápidamente;
se ha obtenido curvas de extinción apreciables en palomas aun después de
seis años de que la respuesta fuera reforzada por última vez; seis años son
aproximadamente la mitad de la vida normal de una paloma. Durante el
intervalo, la paloma vivió bajo circunstancias en las cuales la respuesta no
pudo posiblemente ser reforzada. En la conducta humana las respuestas
aprendidas producidas por contingencias relativamente precisas, se mantienen
con frecuencia latentes durante más de la mitad de la vida. La afirmación de
que las experiencias tempranas determinan la personalidad del organismo
maduro presupone que el efecto de un refuerzo operante es de larga duración.
De esta forma si, a causa de experiencias en su primera infancia, un hombre se
casa con una mujer que se parece a su madre, el efecto de ciertos refuerzos
tiene que haber sobrevivido durante largo tiempo. La mayoría de los casos de
olvido implican una conducta operante bajo el control de estímulos específicos
y no pueden ser expuestos adecuadamente hasta que dicho control haya sido
tratado en el capítulo VII.

Los efectos de la extinción

La situación en la que extinción es más o menos completa nos es


familiar, incluso a menudo mal entendida. La extinción extrema es a veces
llamada <<abulia>>. Definirla como <<falsa de voluntad>> sirve de poco,
puesto que la presencia o ausencia de voluntad se deduce de la presencia o
ausencia de conducta. Sin embargo, el término parece ser útil en tanto implica
una falta de conducta por alguna razón especial, y siempre podemos hacer la
misma distinción de otra forma. La conducta es fuerte o débil a causa de

81
muchas variables distintas, que una ciencia de la conducta debe identificar y
clasificar. Definimos cualquier caso dado en términos de variables. La situación
que resulta de una extinción prolongada se parece superficialmente a la
inactividad resultante de toras causas. La diferencia radica en la historia del
organismo Un aspirante a escritor que ha enviado a los editores manuscritos
tras manuscritos sólo para verlos rechazados, puede decir que <<no es capaz
de escribir ni una palabra más>>. Puede verse parcialmente paralizado por lo
que llamamos <<falta de inspiración del escritor>>. Es posible que insista
todavía en que <<quiere escribir>>, y podemos estar de acuerdo con él en que
su probabilidad extremadamente baja de respuesta se debe principalmente a la
extinción. Se encuentran todavía operando otras variables que si la extinción
no se hubiera producido, podrían conducir a una alta probabilidad de
respuesta.

La situación de una fuerza operante débil como resultado de la extinción


requiere a menudo tratamiento. Algunos procedimientos de psicoterapia son
sistemas de refuerzo ideados para reinstaurar la conducta que se ha perdido a
través de la extinción. El terapeuta mismo puede proporcionar el refuerzo, o
puede disponer las condiciones de vida en las que la conducta es probable que
se vea reforzada. En la terapéutica por medio del trabajo, por ejemplo, se
anima al paciente a practicar formas simples de conducta que reciban un
refuerzo inmediato y bastante consecuente. No sirve para gran cosa decir que
tal terapéutica ayuda al paciente al proporcionarle una <<sensación de éxito>>,
o que levanta su <<moral>>, configura su <<interés>>, o elimina o previene el
<<desanimo>>. Términos como éstos no hacen que engrosar el creciente
número de explicaciones ficticias. El que lleva a cabo de buena gana una
actividad dada, no da muestras de interés, muestra el efecto del refuerzo. No le
proporcionamos una sensación de éxito, sino que reforzamos una acción
concreta. Desanimarse es simplemente dejar de responder porque el refuerzo
no se producirá. Nuestro problema es simplemente describir la probabilidad de
la respuesta en términos de una historia de refuerzo y extinción.

¿QUÉ HECHOS SON REFORZANTES?

Al tratar con nuestros semejantes en la vida diaria, en la clínica y el


laboratorio, puede que necesitemos conocer precisamente cuán reforzante es
un hecho determinado. A menudo empezamos advirtiendo hasta qué punto
nuestra conducta se ve reforzada por el mismo acontecimiento. Esta práctica
fracasa con frecuencia, incluso se cree todavía comúnmente que los refuerzos
pueden ser identificados al margen de los efectos que producen en un
organismo concreto. Sin embargo, tal como utilizamos aquí el término, la única
característica que define un estímulo reforzante es que refuerza.

Solo existe una manera de conocer si un hecho dado refuerza o no a un


organismo concreto en una condiciones determinadas, y cosiste en hacer una

82
prueba directa. Observemos la frecuencia de una respuesta seleccionada,
hacemos que un hecho sea contingente a ella y observamos cualquier cambio
en la frecuencia. Si hay un camino, clasificamos el hecho como reforzante del
organismo en las condiciones presentes. No es un círculo vicioso clasificar a
los hechos en términos de sus efectos; el criterio es empírico y objetivo. Sin
embargo, sería vicioso si luego pasaremos a afirmar que un hecho dado
fortalece una operante por qué es reforzante. Si tenemos cierto éxito al
conjuntar acerca de las potencias reforzantes es debido a que hemos hecho en
cierta forma un examen imperfecto; hemos calibrado el efecto reforzante de un
estímulo sobre nosotros mismos y suponemos que el mismo efecto se produce
en los demás. Acertamos solamente cuando nos parecemos al organismo que
estamos estudiando y cuando hemos observado correctamente nuestra propia
conducta.

Los hechos reforzantes son de dos tipos. Algunos refuerzos presentan


estímulos, añaden algo a la situación- por ejemplo, comida, agua, contacto
sexual-. A estos le llamamos refuerzos positivos. Otros suprimen algo de la
situación – por ejemplo, un ruido fuerte, una luz muy brillante, frío o calor
extremado, una sacudida eléctrica-. A estos le llamamos negativos. En ambos
casos el efecto del refuerzo es el mismo: aumentar la probabilidad de la
respuesta. No podemos eludir esta distinción alegando que lo reforzante en el
caso negativo es la ausencia de la luz brillante, el ruido fuerte, etc.; se trata de
una ausencia después de una presencia efectiva, y esto no es más que otra
forma de decir que suprimimos el estímulo. La diferencia entre los dos casos
aparecerá más clara si consideramos la presentación de un refuerzo negativo o
la retirada de uno positivo. En realidad, esto es lo que normalmente llamamos
castigo (capítulo XII).

En la aplicación práctica del condicionamiento operante se requiere a


menudo un examen de los hechos que son reforzantes para un individuo dado.
En todos los campos en los que la conducta humana figura de forma
prominente –educación, gobierno, familia, medicina, industria, arte, literatura,
etc.-, constantemente estamos cambiando las probabilidades de respuesta
disponiendo consecuencias reforzantes. La industria que requiere que sus
empleados trabajen conscientemente y sin absentismo, debe asegurarse de
que la conducta de aquéllos se encuentre convenientemente reforzada, no solo
por los salarios sino por unas condiciones de trabajo adecuadas. La muchacha
que dese a continuar saliendo con un compañero debe asegurarse de que la
conducta de su amigo al invitarla y acudir a la cita, se verá convenientemente
reforzada. Para enseñar a un niño a leer, a cantar o un determinado juego, de
una manera eficaz, debemos elaborar un programa de refuerzo educativo en el
cual las respuestas apropiadas <<tengan precio>> con frecuencia. Si el
paciente ha de volver para una consulta posterior, el psiquiatra debe estar
seguro de que la conducta de volver se encuentra reforzada en cierta medida.

83
Valoramos la fuerza de los hecho que refuerzan cuando intentamos
descubrir lo que alguien <<consigue de la vida>>. ¿Qué consecuencias son las
responsables de su repertorio de conductas presente y de las frecuencias
relativas de las respuestas que se producen en el mismo? Sus opiniones
acerca de varios temas comunes de conversación nos dice algo, pero su
conducta diaria es una guía mejor. Deducimos refuerzos importantes de cosas
tan corrientes como su <<interés>> por un escritorio que trata ciertos temas,
por almacenes o museos que exponen ciertos objetos, por amigos que
comparten determinados tipos de conducta, por restaurantes que sirven
determinados tipos de comida, etc. El <<interés>> hace referencia a la
probabilidad que resulta, al menos en parte, de las consecuencias de la
conducta de <<tener interés>>. Podemos estar casi seguros de la importancia
de un refuerzo si observamos las variaciones de la conducta, al tiempo que el
refuerzo se produce o deja de producirse, puesto que entonces es menos
verosímil que el cambio en la probabilidad se deba a un cambio incidental de
cualquier otro tipo. La conducta de relacionarse con un amigo determinado
varía según él va caminando en proporcionar refuerzos. Si observamos esta
covariación, podemos entonces estar bastante seguros de <<lo que significa
esta amistad>> o de <<lo que nuestro sujeto ve en su amigo>>.

Esta técnica de valoración puede ser mejorada para uso clínico e


investigación de laboratorio. Un inventario directo puede efectuarse haciendo
que un sujeto mire una serie de cuadros y registrando el tiempo que emplea en
cada uno de ellos. La conducta d mirar un cuadro está reforzada por lo que en
él se ve; mirar un cuadro puede estar más reforzado que mirar otro, y el tiempo
empleado variará de acuerdo con ello. La información puede ser valiosa si por
cualquier razón necesitamos reforzar o extinguir la conducta de nuestro sujeto.

La literatura, arte y diversiones son refuerzos especialmente


proyectados. El hecho de que el público compre libros, localidades u obras de
arte depende de si estos libros, obras de teatro, conciertos o cuadros
constituyen para él un refuerzo. Frecuentemente, el artista también se limita a
una exploración de lo que es reforzante para él; cuando lo hace así, su obra
<<refleja su propia individualidad>> y entonces es un accidente (o una medida
de su universalidad) si su libro, obras de teatro, composición musical o cuadro
son reforzantes para otros. Puede que haga un estudio directo de la conducta
de los demás en la medida en que el éxito comercial sea importante. (La
exploración de los poderes reforzantes de ciertos medios de comunicación será
tratada en el capítulo XVI).

No podemos solucionar las cosas preguntando directamente a los


individuos sobre lo les refuerza; sus respuestas pueden tener un cierto valor,
pero no son en absoluto necesariamente fidedignas. Una conexión reforzante
no necesita resultar evidente para el individuo reforzado. A menudo, sólo
retrospectivamente se ve que las tendencias de alguien a comportarse de una

84
forma determinada son el resultado de ciertas consecuencias, y, como veremos
en el capítulo XVIII, es posible que él mismo nunca se dé cuenta de esta
relación aunque sea evidente para los demás.

Hay, por supuesto, grandes diferencias entre individuos en cuanto a lo


que constituye un refuerzo. Las diferencias entre especie son tan grandes que
raramente suscitan interés, es obvio que lo reforzante para un caballo no lo es
necesariamente para un perro o para un hombre. Entre los miembros de una
misma especie, es poco probable que las diferencias importantes se deban a la
herencia y, en general, pueden ser atribuidas a circunstancias de la historia del
individuo. El hecho de que los organismos hereden evidentemente la capacidad
de ser reforzados por ciertos hechos no nos ayuda a predecir el efecto
reforzante de un estímulo no experimentado. Tampoco la relación entre el
hecho reforzante y la privación o cualquier otra condición del organismo, dota al
hecho reforzante de una propiedad física peculiar. Es particularmente
improbable que hechos que han adquirido el poder de reforzar aparezcan
marcados de una manera especial. Con todo, estos hechos constituyen una
especie importante de refuerzo.

REFUERZOS CONDICIONADOS

El estímulo presentado en el refuerzo operante puede ser asociado con


otro en el condicionamiento respondente. En el capítulo IV hemos considerado
la adquisición del poder de provocar una respuesta, ahora nos interesa el poder
de reforzar. Aunque el refuerzo es una función de un estímulo diferente, el
proceso resultante de la asociación de estímulo parece ser el mismo. Si hemos
presentado con frecuencia un plato de comida a un organismo hambriento, el
plato vacío provocará la salivación. Hasta cierto punto, el plato vacío reforzará
también una operante.

Podemos demostrar mejor el refuerzo condicionado mediante estímulos


que puedan ser controlados mejor. Si cada vez que encendemos una luz
damos de comer a una paloma hambrienta, la luz se convertirá finalmente en
un refuerzo condicionado. Puede utilizarse para condicionar una operante de la
misma forma que se utiliza la comida. Empezamos a conocer en qué
condiciones la luz adquiere esta propiedad: cuanto más se asocia la luz a la
comida, más adquiere el carácter del refuerzo; la comida no debe seguir a la
luz después de un intervalo de tiempo demasiado largo, y el poder de refuerzo
se pierde rápidamente cuando dejamos de presentar la comida. Deberíamos
esperar todo esto de nuestro conocimiento del estímulo condicionado.

Los refuerzos condicionados son frecuentemente el producto de


contingencias naturales. Generalmente, la comida y el agua se obtienen
solamente después de que el organismo ha practicado una conducta

85
<<precurrente>> tras haber actuado sobre el medio ambiente para crear la
posibilidad de comer o beber. Por tanto, los estímulos generales por esta
conducta precurrente se convierten en refuerzos. De esta forma, antes de que
podamos llevar la comida del plato a la boca con éxito, debemos estar cerca
del plato, y cualquier conducta que nos lleve cerca de él se ve reforzada
automáticamente. La conducta precurrente se encuentra, por tanto, apoyada.
Esto es importante por cuanto solamente una pequeña parte de nuestra
conducta se ve reforzada de forma inmediata por comida, agua, contacto
sexual u otros hechos de importancia biológica obvia. Aunque es característico
de la conducta humana que los refuerzos primarios sean eficaces después de
un largo período de tiempo, esto sólo se debe probablemente a que los hechos
que intervienen se convierten en refuerzos condicionados. Cuando alguien
coloca postigos en su casa en octubre porque una conducta similar en el
octubre anterior fue seguida de una casa caldeada en enero, necesitamos
cubrir la laguna que existe entre su conducta de octubre y el efecto de enero.
Entre los refuerzos condicionados responsables de la intensidad de su
conducta, se encuentran ciertas consecuencias verbales proporcionadas por sí
mismo o por los vecinos. A menudo es importante introducir una serie de
hechos entre un acto y un refuerzo primario fundamentalmente para controlar la
conducta con fines prácticos. En la educación, industria, psicoterapia y muchos
otros campos, nos encontramos con técnicas pensadas para crear refuerzos
condicionados adecuados. El efecto de proporcionar consecuencias afectivas
inmediatas allí donde las consecuencias fundamentales aparecerán retrasadas,
equivale a <<elevar la moral>>, <<elevar el interés>>, <<prevenir el
desánimo>> o corregir la intensidad operante baja que hemos llamado abulia,
etc. Más concretamente, esto sirve para inducir a los estudiantes a estudiar, a
los empleados a acudir al trabajo, a los pacientes a practicar una conducta
social aceptable, etc.

Refuerzos generalizados

Un refuerzo condicionado se generaliza cuando se halla asociado con


más de un refuerzo primario. El refuerzo generalizado es útil porque la
situación momentánea en que normalmente se encuentra el organismo no es
probablemente la más adecuada para impulsarle a la acción. La intensidad
operante generada por un solo refuerzo puede ser observada solamente bajo
condiciones apropiadas de privación –cuando le reforzamos con comida,
incrementamos nuestro control sobre un hombre hambriento-. Pero si un
refuerzo condicionado ha sido asociado a refuerzos adecuados en muchas
situaciones, es más probable que, en una ocasión posterior, prevalezca un
estado adecuado de privación; por tanto, es más probable que tenga lugar una
respuestas. Cuando reforzamos con dinero, por ejemplo, nuestro control
subsiguiente es relativamente independiente de privaciones momentáneas. Un
refuerzo generalizado se crea porque muchos refuerzos primarios solamente

86
pueden obtenerse después de que el medio ambiente físico ha sido
manipulado eficazmente. Una forma de conducta precurrente puede preceder a
diferentes tipos de refuerzos en diferentes ocasiones. La estimulación
inmediata a partir de tal conducta se convertirá entonces en un refuerzo
generalizado. Nos vemos automáticamente reforzados, independientemente de
cualquier privación concreta, cuando controlamos con éxito el mundo físico.
Esto puede explicar nuestra tendencia a llevar a cabo trabajos de habilidad,
creación artística y práctica de deportes como los bolos, billar o tenis.

Es posible, sin embargo, que parte del efecto reforzante del <<feed back
sensorial>> no esté condicionado. Un niño parece sentirse reforzado por una
estimulación del medio ambiente que no ha ido seguida de un refuerzo
primario; el sonajero es un ejemplo. La capacidad de recibir refuerzos de este
modo podría haber surgido durante el proceso evolutivo, y puede tener un
paralelo en el refuerzo que recibimos al <<hacer que el mundo se mueva>>.
Cualquier organismo reforzado por su éxito al manipular la naturaleza,
independientemente de las consecuencias momentáneas, estará en una
posición favorable cuando se figan consecuencias importantes.

Aparecen varios refuerzos generalizados importantes cuando la


conducta es reforzada por otras personas. Un caso simple es la atención; es
familiar el caso del niño que se porta mal <<solo para llamar la atención>>. La
atención de la gente constituye un refuerzo porque es una condición necesaria
para otros refuerzos por parte de la misma. En general, solamente las personas
que nos prestan atención refuerzan nuestra conducta. La atención de alguien
particularmente susceptible de proporcionar refuerzo- un padre, profesor o ser
querido- constituye un refuerzo generalizado especialmente bueno y fija una
conducta para-llamar-la-atención especialmente intensa. Muchas respuestas
verbales solicitan atención especialmente- por ejemplo, <<Mira>>, <<Ten>>, o
el uso del nombre en vocativo-. Otras formas características de conducta
normalmente intensas porque reciben atención son fingirse enfermo, ponerse
pesado o mostrarse conspicuo (exhibicionismo).

A menudo, la atención no basta. Es probable que otra persona refuerce


solamente aquella parte de nuestra conducta que aprueba y cualquier signo de
aprobación se convierte por tanto en refuerzo por derecho propio. La conducta
que provoca una sonrisa o la respuesta <<Eso está bien>> o <<Conforme>> o
cualquier elogio, se ve fortalecida. Utilizamos este refuerzo generalizado para
establecer y formar la conducta de otros, particularmente en educación. Por
ejemplo, enseñamos a hablar correctamente a niños y adultos diciendo >>Está
bien>> cuando se produce la conducta apropiada.

Un refuerzo generalizado aún más fuerte es el afecto. Puede estar


relacionado especialmente con el contacto sexual como refuerzo primario,

87
pero, cuando cualquiera que muestre afecto proporciona también otros tipos de
refuerzo, el efecto es generalizado.

Es difícil definir, observar y medir la atención, la aprobación y el afecto.


En realidad, no son cosas sino aspectos de la conducta de otros. Sus sutiles
dimensiones físicas presentan dificultades no solamente para el científico que
debe estudiarlas, sino también para el individuo reforzado por ellas. Si no
vemos claramente que alguien nos presta atención, aprueba nuestras acciones
o se muestra cordial con nosotros, nuestra conducta nos estará reforzada
firmemente; por tanto, se puede ser débil, tender a producirse en un momento
inoportuno, etc. No <<sabemos qué hacer para llamar la atención o provocar
afecto ni cuando hacerlo>>. La lucha del niño por llamar la atención, del
enamorado por una señal de afecto y del artista por el reconocimiento
profesional, muestra la conducta perseverante que, como veremos en el
capítulo VI, solamente es resultado de un refuerzo intermitente.

Otro refuerzo generalizado es la sumisión de los demás. Cuando se ha


obligado a alguien a proporcionar varios refuerzos, cualquier indicación de
aquiescencia por parte suya se convierte en refuerzo generalizado. El fanfarrón
es reforzado por signos de cobardía y los miembros de la clase dominante por
signos de deferencia. El prestigio y la estima solamente son refuerzos
generalizados mientras garantizan que otras personas se comportan de forma
determinada. Que <<seguir su propio camino>> es reforzante queda
demostrado por la conducta de quienes desean ejercer control sobre los demás
por el gusto de controlar. Las dimensiones físicas de la sumisión no son
generalmente tan sutiles como las de la atención, aprobación o afecto. El
fanfarrón puede insistir en un signo claro de su dominación, y las prácticas
rituales ponen de relieve la deferencia y el respeto.

Un refuerzo generalizado que se distingue fácilmente por su


característica física es la moneda. El ejemplo más común es el dinero,
Constituye el refuerzo generalizado por excelencia porque, aunque <<no se
puede comprar todo con dinero>>, puede ser cambiado por una gran variedad
de refuerzos primarios. La conducta reforzada con dinero es relativamente
independiente de la privación momentánea del organismo, y la utilidad general
del dinero como refuerzo depende en parte de este hecho. Su efectividad se
debe asimismo a sus dimensiones físicas. Estas permiten una contingencia
más acusada entre conducta y consecuencia: cuando nos pagan con dinero
sabemos lo que nuestra conducta ha realizado y qué conducta lo ha realizado.
El efecto reforzante puede ser también condicionado con más éxito: el valor de
cambio de la moneda es más evidente que el de la atención, aprobación, afecto
o incluso que el de la sumisión.

El dinero no es el único tipo de moneda. En el campo de la educación,


por ejemplo, el individuo actúa, en parte, debido a las notas, graduaciones y

88
diplomas que recibe. Estos no son tan fácilmente cambiables por refuerzos
primarios como el dinero, pero la posibilidad de cambio existe. Las monedas
educativas forman una serie en la que una puede ser cambiada por la siguiente
y el valor comercial o de prestigio de la última, el diploma, está muy claro. Por
regla general, los premios, medallas y becas concedidos por calificaciones
altas o realizaciones o habilidades especializadas no se hallan asociados
explícitamente a refuerzos primarios, pero las dimensiones físicas claramente
definidas de tales premios representan una ventaja para la preparación de
contingencias. Generalmente el refuerzo esencial es similar al del prestigio o
estima.

Es fácil olvidar los orígenes de los refuerzos generalizados y considerar


que constituyen refuerzo por derecho propio. Hablamos de la <<necesidad de
atención, aprobación o de afecto>>, la <<necesidad de dominar>> y del
<<amor al dinero>> como si fueran condiciones primarias de privación. Pero la
capacidad de verse reforzado de esta forma podría difícilmente haber
evolucionado en el breve período de tiempo durante el cual se han mantenido
las condiciones requeridas. La atención, el afecto, la aprobación y la sumisión
presumiblemente sólo han existido durante un breve período de tiempo en la
sociedad humana, a medida que avanzó el proceso de evolución. Además no
representan formas fijas de estimulación puesto que dependen de la
idiosincrasia de grupos concretos. En tanto que el afecto es principalmente
sexual, puede estar relacionado con una condición de privación primeria que
hasta cierto punto es independiente de la historia personal del individuo, pero
las <<muestras de afecto>> que se convierten en refuerzos a causa de su
asociación con el contacto sexual o con otros refuerzos, difícilmente pueden
resultar reforzantes por razones genéticas. La moneda es aún de más reciente
advenimiento y no se insinúa seriamente que la necesidad de la misma sea
heredada. Generalmente, podemos observar el proceso a través del cual el
dinero se convierte en refuerzo para un niño. Sin embargo, el <<amor al
dinero>> a menudo parece gozar de tanta autonomía como la <<necesidad de
aprobación>> y si nos limitaremos a la efectividad observada de estos
refuerzos generalizados, deberíamos tener muchas razones para presuponer
como heredadas tanto la necesidad de dinero como las de atención,
aprobación, afecto o dominación.

Finalmente los refuerzos generalizados son efectivos aun en el caso de


que los refuerzos primarios en que se basan no les acompañen ya. Nos gustan
los juegos de habilidad por sí mismos; llamamos la atención o la aprobación
por así hacerlo; el efecto no va siempre seguido por un refuerzo sexual más
explícito; la sumisión de otros es reforzante aunque no hagamos uso de ella; un
avaro puede verse tan reforzado por el dinero que se dejará morir de hambre
antes que abandonarlo. Estos hechos observables deben tener su lugar en
cualquier consideración teórica o práctica. Sin embargo, no significan que los

89
refuerzos generalizados sean algo más que las propiedades físicas de los
estímulos observados en cada saso o que existan entidades no físicas que
deban ser tenidas en cuenta.

¿POR QUÉ REFUERZA UN REFUERZO?

La ley del Efecto no es una teoría, es simplemente una regla para


fortalecer la conducta. Cuando reforzamos una respuesta y observamos un
cambio en su frecuencia podemos decir fácilmente lo que ha sucedido en
términos objetivos. Pero al explicar por qué ha sucedido, es probable que
recurramos a la teoría. ¿Por qué refuerza un refuerzo? Una teoría nos dice que
el organismo repetido una respuesta porque encuentra que las consecuencias
son <<agradables>> o <<satisfactorias>>. ¿Pero en qué sentido es esto una
explicación dentro del marco de ciencia natural? <<Agradable>> o
<<satisfactorio>> son términos que no se refieren aparentemente a
propiedades físicas de hechos reforzantes, puesto que las ciencias físicas no
utilizan ni estos términos ni sus equivalentes. Los términos deben referirse a
algún efecto sobre el organismo, pero ¿podeos definirlo de tal manera que sea
útil para dar razón de un refuerzo?

A veces se argumenta que una cosa es agradable si un organismo se


aproxima o mantiene contacto con ella y que es desagradable si el organismo
la evita o la mantiene a raya. Existen muchas variantes en este intento de
encontrar una definición objetiva, pero todas están sujetas a la misma crítica: la
conducta especificada puede ser meramente otro producto del efecto
reforzante. Decir que un estímulo es agradable en el sentido de que un
organismo tiende a acercarse a él o a prolongarlo puede ser solamente otra
forma de decir que el estímulo ha reforzado la conducta del acercamiento o
prolongación. En lugar de definir un efecto reforzante en términos de su efecto
sobre la conducta en general, hemos especificado simplemente una conducta
común que es reforzada casi de manera inevitable y, por tanto, puede utilizarse
en general como indicador del poder reforzante. Si entonces decimos que un
estímulo es reforzante porque es agradable, lo que aparentemente parece ser
una explicación en términos de dos efectos, es en realidad una descripción
redundante de uno solo.

Otro intento de explicación alternativo es definir <<agradable>> y


<<desagradable>> (o <<satisfactorio>> y <<molesto>>), preguntando al sujeto
qué <<opina>>de ciertos hechos. Esto supone que el refuerzo tiene dos
efectos –fortalecer la conducta y produce <<pensamientos>>- y que el uno está
en función del otro. Pero la relación funcional puede establecerse en el otro
sentido. Cuando alguien manifiesta que un hecho es agradable, puede que
exprese solamente que éste es el tipo de hecho que le refuerza o hacia el que
tiende a moverse porqué él mismo ha reforzado tal movimiento. Veremos en el
capítulo XVII que probablemente no se podrían adquirir respuestas verbales

90
respecto al placer como un hecho puramente privado, a no ser que sucediera
algo parecido a esto. De todas formas, el mismo sujeto no está en una posición
ventajosa para hacer tales observaciones. Los <<juicios subjetivos>> acerca de
la agradabilidad o satisfacción proporcionada por estímulos son normalmente
inciertos e inconsistentes. Como ha puesto de relieve la doctrina del
inconsciente, puede que no seamos capaces en absoluto de informar acerca
de hechos que pueden demostrarse que constituyen para nosotros un refuerzo
o que hagamos un informe que esté en contradicción directa con las
observaciones objetivas; podemos calificar como desagradable un tipo de
hecho que puede demostrarse que es reforzante. Ejemplos de esta anomalía
van desde el masoquismo al martirio.

A veces, se argumenta que el refuerzo es eficaz porque reduce un


estado de privación. Aquí existe al menos un efecto colateral que no debe
confundirse con el refuerzo en sí mismo. Es evidente que la privación es
importante en el condicionamiento operante. Utilizamos una paloma hambrienta
en nuestro experimento, y no hubiéramos podido demostrar de otra forma el
condicionamiento operante. Cuanto más hambrienta esté el ave tanto mayor
será la frecuencia con que responderá como resultado del refuerzo. Pero a
pesar de esta relación, no es cierto que el refuerzo reduzca siempre la
privación. El condicionamiento puede tener lugar antes de que cualquier
cambio sustancial pueda producirse en la privación medida de otra manera.
Todo lo que podemos decir es que el tipo de acontecimiento que reduce la
privación es también reforzante.

La conexión entre refuerzo y saciedad debe buscarse en el proceso evolutivo.


Difícilmente podemos pasar por alto el importante significado biológico de los
refuerzos primarios. La comida, el agua y el contacto sexual al igual que la
huida de las situaciones peligrosas (capítulo XI) están obviamente relacionados
con el bienestar del organismo. Un individuo rápidamente reforzado por tales
sucesos adquirirá una conducta altamente eficaz. También es biológicamente
ventajoso que la conducta debida a un refuerzo dado sea especialmente
susceptible de ocurrir en un estado de privación adecuado. De esta forma es
importante, no solamente que cualquier conducta que lleve a la obtención de
comida se convierta en una parte importante de un repertorio, sino que esta
conducta sea particularmente intensa cuando el organismo esté hambriento.
Estas dos ventajas son probablemente responsables del hecho de que un
organismo pueda ser reforzado de manera concreta y de que el resultado se
observe en condiciones pertinentes de privación.

Algunas formas de estimulación son positivamente reforzantes aunque


no parezcan provocar una conducta que tenga importancia biológica. Un niño
es reforzado no solamente por la mida, sino también por el tintineo de una
campana o el centello de un objeto brillante. La conducta que precede
inmediatamente a tales estímulos muestra una probabilidad aumentada de que

91
se produzca de nuevo. Es difícil, si no imposible, atribuir estos efectos
reforzantes a una historia de condicionamiento. Más tarde es posible que
encontremos al mismo sujeto reforzada por una orquesta o por un brillante
espectáculo. Aquí es más difícil asegurar que el efecto reforzante no éste
condicionado. Sin embargo, podemos asegurar plausiblemente que una
capacidad de ser reforzado por cualquier feed-back procede del medio
ambiente sería biológicamente ventajosa, puesto que prepararía al organismo
para operar con éxito sobre el medio ambiente antes de que se diera un estado
de privación determinado. Cuando el organismo genera un feed-back táctil,
como al percibir el grueso de un tejido o la superficie de una escultura, el
condicionamiento es comúnmente considerado como resultante de un refuerzo
sexual, aunque el área estimulada no sea principalmente sexual. Es tentador
suponer que otras formas de estimulación producidas por la conducta están
relacionadas de manera similar con importantes hecho biológicos. Cuando el
medio ambiente cambia, la capacidad de verse reforzado por un hecho dado
puede significar una desventaja biológica. El azúcar es altamente reforzante
par la mayoría de los seres humanos, como muestra la amplia aceptación de
los caramelos. Su efecto a este respecto excede en gran manera las
exigencias biológicas comunes; sin embargo, esto no ocurrió hasta que el
azúcar fue cultivado y refinado en gran escala. Hasta hace unos pocos cientos
de años, el fuerte efecto reforzante del azúcar fue probablemente una ventaja
biológica. El medio ambiente ha cambiado. El sexo proporciona otro ejemplo.
Ya no hay una ventaja biológica en el importante efecto reforzante del contacto
sexual, pero no necesitamos retroceder muchos cientos de años para encontrar
situaciones de hambre y peste, bajo las cuales el poder del refuerzo sexual
ofrecía una ventaja decisiva. Una explicación biológica del poder reforzante es
quizá lo más que podemos hacer al intentar explicar por qué un hecho es
reforzante. Tal explicación probablemente es e poca ayuda en un análisis
funcional, ya que no nos suministran ninguna manera de identificar un estímulo
reforzante como tal, antes de haber probado su poder como refuerzo en un
organismo dado. Por tanto, debemos contentarnos con un examen en términos
de efectos de los estímulos sobre la conducta.

CONTINGENCIAS ACCIDENTALES Y CONDUCTA <<SUPERTICIOSA>>

Se ha dicho que el experimento de Thorndike no es típico del proceso de


aprendizaje, porque el gato no puede <<ver la conexión>> entre el hecho de
mover el cerrojo y escapar de una caja. Pero en el condicionamiento operante
no es esencial ver una conexión. Tanto durante el proceso de condicionamiento
como después de él, el sujeto habla con frecuencia acerca de su conducta en
relación con su medio ambiente (capítulo XVII). Sus informes pueden ser útiles
en una descripción científica, y en su reacción ante su propia conducta puede
ser incluso un eslabón importante en ciertos procesos complejos. Pero tales
informes o relaciones no son necesarios en el simple proceso del

92
condicionamiento operante. Esto resulta evidente en el hecho de que alguien
puede no ser capaz de describir una contingencia que ha surgido efecto de
manera clara.

Tampoco es necesarios que exista una conexión permanente entre una


respuesta y su refuerzo. Logramos que la obtención de comida sea contingente
con la respuesta de la paloma disponiendo conexiones mecánicas y eléctricas.
Fuera del laboratorio varios sistemas físicos son responsables de las
contingencias entre la conducta y sus consecuencias. Pero éstos no necesitan
–generalmente no lo hacen- afectar al organismo de otra forma. En lo que
concierne al organismo, la única propiedad importante de la contingencia es
temporal. El refuerzo sigue simplemente a la respuesta. No importa cómo este
proceso se lleve a cabo.

Debemos suponer que la introducción de un refuerzo refuerza siempre


algo, puesto que coincide necesariamente con alguna conducta. Hemos visto
también que un solo refuerzo puede tener un efecto considerable. Si existe
solamente una conexión accidental entre la respuesta y la aparición del
refuerzo, la conducta llamada <<supersticiosa>>. Podemos demostrar esto en
la paloma acumulando el efecto de varias contingencias accidentales.
Supongamos que le damos una pequeña cantidad de comida cada quince
segundos, sin tener en cuenta lo que ella esté haciendo. Cuando le demos la
comida por primera vez, la paloma se estará comportando de alguna manera –
aunque sólo sea estando de pie- y el condicionamiento tendrá lugar. Es
entonces más probable que la misma conducta se lleve adelante cuando le
demos de nuevo la comida. Si éste es el caso, la <<operante>> se verá así
fortalecida. Si no, será fortalecida cualquier otra conducta. Eventualmente, una
parte dada de conducta alcanzará una frecuencia tal que recibirá refuerzo a
menudo y se convertirá entonces en una parte permanente del repertorio del
ave, incluso en el caso de que la comida haya sido proporcionada por un reloj
no conectado con su conducta. Las respuestas manifiestas que han sido
establecidas de esta forma incluyen; volverse bruscamente hacia un lado, dar
saltos alternando las patas, doblarlas y rascarse, volverse, pavonearse y
levantar la cabeza. La topografía de la conducta puede continuar elaborándose
con refuerzos ulteriores, puesto que pueden coincidir ligeras modificaciones en
la forma de la respuesta con la obtención de la comida.

Para producir conducta supersticiosa son importantes los intervalos con


que se suministra la comida. Si damos comida cada sesenta segundos, el
efecto de un refuerzo se ha perdido considerablemente antes de que ocurra
otro, y es más probable que aparezca otra conducta. Por tanto, es menos
probable que se produzca la conducta supersticiosa, aunque puede ocurrir esto
si el experimento se pone en práctica durante un largo período de tiempo.
Generalmente, en intervalos de quince segundos el efecto es casi inmediato. Si

93
se ha establecido una respuesta supersticiosa, sobrevirá aun cuando sea
reforzada sólo raras veces.

La paloma no es un animal excepcionalmente estúpido. También la


conducta humana es fuertemente supersticiosa. Solamente una pequeña parte
de la conducta fortalecida por contingencias accidentales evoluciona hacia las
prácticas rituales que llamamos <<supersticiones>>, pero actúa el mismo
principio. Supongamos que encontramos un billete de diez dólares mientras
paseamos por el parque /y pongamos que éste es un hecho que tiene un efecto
reforzante considerable). Debemos suponer que lo que estamos haciendo en
aquel momento, o lo que hayamos estado haciendo, se ve reforzado en el
momento en que encontramos el billete. Desde luego sería difícil probar esto
de una manera rigurosa, pero es probable que estemos más dispuestos a ir de
nuevo a pasear, particularmente por el mismo parque o uno similar, que nos
sintamos ligeramente más inclinados a mirar al suelo precisamente tal como lo
hicimos cuando encontramos el dinero, etc. Esta conducta variará con
cualquier estado de privación en que el dinero sea importante. No deberíamos
llamar superstición a esto, pero es generado por una contingencia que sólo
raramente es <<funcional>>.

Algunas contingencias que producen conducta supersticiosa no son del


todo accidentales. A veces es probable que una respuesta sea seguida por una
consecuencia que ella, no obstante, no <<produce>>. Los mejores ejemplos de
ello implican un tipo de estímulo que es reforzante cuando es eliminado
(capítulo XI). El fin de un estímulo breve de este tipo puede ocurrir justo en el
momento oportuno para reforzar la conducta generada por su desaparición.
Aparece el estímulo aversivo y el organismo se vuelve activo, el estímulo
termina y refuerza una parte de la conducta. Ciertas enfermedades, cojeras y
reacciones alérgicas duran tanto que cualquier medida tomada para
<<curarlas>> es probable sea reforzada cuando aquella situación desaparece.
No es necesario que dicha medida sea responsable de la curación. Los
complicados rituales de medicina no científica parecen explicarse por esta
característica de muchas enfermedades.

En la conducta operante supersticiosa, lo mismo que en los reflejos


condicionales supersticiosos tratados en el capítulo IV, el proceso de
condicionamiento sigue senderos equivocados. El condicionamiento ofrece
tremendas ventajas al equiparar al organismo con una conducta que es eficaz
en un ambiente nuevo, pero parece que no hay forma de prevenir la
adquisición por accidente de una conducta no ventajosa. De manera curiosa,
esta dificultad debe haber aumentado al tiempo que el proceso de
condicionamiento se veía acelerado por el curso de la evolución. Si, por
ejemplo, fuera necesario que siempre coincidieran tres refuerzos para cambiar
la probabilidad de una respuesta, la conducta supersticiosa sería improbable.
Sólo debido a que los organismos han alcanzado un punto en el que una sola

94
contingencia ocasiona un cambio sustancial, son vulnerables ante las
coincidencias.

Los rituales supersticiosos en la sociedad humana traen consigo


fórmulas verbales y son transmitidos como parte de la cultura. En este punto
difieren del simple efecto del refuerzo operante accidental. Pero tienen que
haberse originado por el mismo proceso y son probablemente afianzados por
contingencias ocasionales que siguen la misma pauta.

METAS, PROPOSITOS Y OTRAS CAUSAS FINALES

No es correcto decir que el refuerzo operante <<fortalece la respuesta


que le precede>>, la respuesta se ha producido ya y no pueden cambiarse. Lo
que cambia es la probabilidad futura de respuestas de la misma clase de
conducta, más que la respuesta en un ejemplo concreto, que se encuentra
condicionada. Por tanto, no existe ninguna violación del principio fundamental
de la ciencia que desestima las <<causas finales>>. Se viola este principio
cuando se afirma que la conducta está bajo el control de un <<incentivo>>, una
<<meta>> que el organismo ha conseguido todavía o un <<propósito>> que no
ha cumplido. Las proposiciones que utilizan palabras como <<incentivo>> y
<<propósito>> son generalmente reducibles a proporciones sobre
condicionamiento operante, y se requiere solamente un ligero cambio para
introducirlas dentro del marco de una ciencia natural. En lugar de decir que un
hombre actúa a causa de las consecuencias que van a seguir su conducta,
decimos simplemente que actúa a causa de las consecuencias que han
seguido a una conducta similar en el pasado. Esto es, desde luego, la Ley del
Efecto o condicionamiento operante.

A veces se argüye que una respuesta no queda completamente descrita


hasta que señalamos su objetivo, como una más de sus propiedades. Pero
¿Qué significa <<describir>>? Si observamos a alguien andando por la calle,
podemos hablar de este hecho en el lenguaje de la física. Si luego añadimos
<<que su objetivo es echar una carta<<, ¿hemos dicho algo que estuviera
incluido en el primer relato? Evidentemente sí, puesto que puede andar por la
calle <<por muchas razones>>, y lo hará, físicamente, de la misma forma en
cada caso. Pero la distinción que debe hacerse no es entre ejemplos de
conducta sino entre las variables de las cuales la conducta es función. El
objetivo no es una propiedad de la conducta en sí misma, sino que es una
manera de referirse a las variables que la controlan. Si hacemos nuestro relato
después de haber sido visto al sujeto echar la carta y volverse, le atribuimos un
<<objetivo>>, porque la conducta de andar por la calle tuvo un desenlace. Este
hecho <<da un significado>> a su actuación, no porque amplíe una descripción
de la conducta como tal, sino porque indica una variable independiente de la
cual puede haber estado en función. No podemos conocer su <<objetivo>
antes de verle echar la carta, a no ser que antes hayamos observado una

95
conducta similar y unas consecuencias parecidas. Si hemos hecho esto,
simplemente utilizamos el término para predecir que echará la carta en esta
ocasión.

Nuestro sujeto tampoco puede indicar su propio propósito sin referirse a


acontecimientos similares. Si le preguntamos por qué anda por la calle o cuál
es su propósito y dice <<voy a echar una carta>>, no hemos averiguado nada
nuevo acerca de su conducta, sino solamente acerca de algunos de sus
posibles causas. Desde luego, el sujeto puede estar en una posición
privilegiada para describir estas variables, puesto que ha estado en estrecho
contacto con su propia conducta durante muchos años. Pero su afirmación no
es por eso distinta afirmaciones similares hechas por otras personas que han
observado su conducta en algunas ocasiones. Como veremos en el capítulo
XVIII, está haciendo simplemente una predicción verosímil en término de sus
experiencias consigo mismo. Además puede estar equivocado. Es posible que
diga que <<va a echar una carta>> y que realmente lleve en la mano una carta
franqueada y que la eche al buzón, pero puede que todavía podamos
demostrar que su conducta está primariamente determinada por el hecho de
que en ocasiones pasadas se ha encontrado con alguien importante para él en
un paseo similar. Puede que no <<sea consciente de su propósito>> en el
sentido de ser capaz de decir que su conducta es intensa por esta razón. El
hecho de que la conducta parezca <<estar dirigida hacia el futuro>> es
engañoso. Consideramos, por ejemplo, el caso de <<estar buscando algo>>.
¿En qué sentido este <<algo>> que no se ha encontrado todavía es importante
para la conducta? Supongamos que condicionamos una paloma a picotear un
punto en la pared de la caja y luego, cuando la operante esté bien establecida,
quitamos este punto. El pájaro va al sitio acostumbrado, levanta la cabeza, mira
hacia aquella dirección y puede incluso picotee levemente el sitio
acostumbrado. Antes de que la extinción esté ya muy avanzada vuelve una y
otra vez y se comporta de manera similar. ¿Debemos decir que la paloma
<<está buscando el punto? ¿Hemos de tener en cuenta el punto <<buscado>>
al explicar la conducta?

No es difícil interpretar este ejemplo en términos de refuerzo operante.


Puesto que la estimulación visual del punto ha precedido generalmente a la
obtención de comida, aquél que se ha convertido en un refuerzo condicionado.
Fortalece la conducta de mirar hacia direcciones concretas desde distintas
posiciones. Aunque nos hemos propuesto condicionar solamente la respuesta
de picotear, de hecho hemos fortalecido muchos tipos diferentes de conducta
precurrente que llegan al ave a posiciones desde la cuales ve el punto y lo
picotea. Aunque hayamos quitado el punto, estas respuestas siguen
apareciendo hasta que se produce la extinción. El punto <<que está
buscando>> es el que en el pasado ha aparecido como refuerzo inmediato de

96
la conducta de mirar. En general buscar algo que consiste en emitir respuestas
que en el pasado han producido <<algo>> como consecuencia.

La misma interpretación puede aplicarse a la conducta humana. Cuando


vemos a alguien andando por una habitación abriendo cajones, buscando bajo
las revistas, etc., podemos describir su conducta en términos completamente
objetivos: <<se encuentra ahora en una parte determinada de la habitación; ha
cogido un libro entre el pulgar y el índice de la mano derecha; levanta el libro e
inclina la cabeza de manera que pueda verse cualquier objeto que se halle
situado debajo>>. Podemos también <<interpretar<< su conducta o <<ver un
significado en ella>>, diciendo que <<está buscando las gafas>>. Lo que
hemos añadido no es una descripción más amplia de su conducta, sino una
inferencia sobre alguna de las variables responsables de aquélla. No hay
ninguna meta, incentivo, propósito o significado comunes que hayan de tenerse
en cuenta. Esto es así incluso si le preguntamos qué está haciendo y dice
<<estoy buscando las gafas>>. Esto no es una descripción más amplia de su
conducta, sino de las variables de las cuales su conducta es función; es
equivalente a <<he perdido las gafas>>, <<voy a dejar de hacer lo que estoy
haciendo cuando encuentre las gafas>> o <<cuando hice esto en el pasado,
encontré las gafas>>. Estas traducciones pueden parecer rodeos innecesarios,
pero solamente porque las expresiones que implican metas y propósitos son
abreviaciones.

Con mucha frecuencia atribuimos un objetivo a la conducta como otra


forma de describir su adaptabilidad biológica. Ya se ha discutido este hecho,
pero debemos todavía añadir algo. Tanto en el condicionamiento operante
como en la selección evolutiva de las características de la conducta, las
consecuencias alteran la probabilidad futura. Los reflejos y otros modelos
innatos de conducta evolucionan porque aumentan las probabilidades de
supervivencia de la especie. Las operantes se adquieren porque van seguidas
de consecuencias importantes para el individuo. Ambos procesos suscitan la
cuestión del objetivo por la misma razón, y en ambos el recurrir a una causa
final puede rechazarse de la misma forma. Una araña no posee el repertorio
elaborado de conducta para construir la tela porque está la capacitará para
capturar la comida que necesita para sobrevivir. Posee esta conducta porque
una conducta similar por parte de otras arañas en el pasado las ha capacitado
para capturar la comida que ellas necesitan para sobrevivir. Ha tenido lugar
una serie de acontecimientos importantes para la conducta de elaborar la tela
en su primitiva historia evolutiva. Nos equivocamos al decir que observamos el
<<propósito>> de la tela cuando observamos hechos similares en la vida del
individuo.

97
98
VI. Formación y mantenimiento de la conducta operante

LA CONTINUIDAD DE LA CONDUCTA

El condicionamiento operante de da forma a la conducta de lo mismo


que el escultor a una masa de barro. Aunque hasta cierto punto parece que el
escultor haya producido un objeto completamente nuevo, podemos seguir
siempre el proceso a la inversa hasta el barro original amorfo y podemos hacer
que las etapas sucesivas por las que pasamos para llegar a ello sean tan
cortas como queremos. En ningún momento surge nada que sea
fundamentalmente distinto de lo que le precedió; el producto final parece tener
una unidad o integridad de diseños especiales, pero no podemos descubrir el
punto en que, de repente, esta integridad aparece. En el mismo sentido, una
operante no es algo que aparece plenamente desarrollada en la conducta de
un organismo, sino que es el resultado de un proceso formativo continuo.

Esto queda claramente demostrado en el experimento de la paloma.


<<Levantar la cabeza>> no es una unidad de conducta separada. No viene, por
así decirlo, en un paquete aparte. Reforzamos sólo los valores un tanto
excepcionales de la conducta observada mientras la paloma está de pie o
moviéndose. Conseguimos cambiar toda la serie de alturas hasta las que se
eleva la cabeza, pero no hay nada que pueda ser definido con precisión como
una nueva <<respuesta>>. Una respuesta como accionar el cerrojo de la caja
del experimento aparece como una unidad más separada, pero solamente
porque la continuidad con otra conducta es más difícil de observar. En el caso
de la paloma, la respuesta de picotear un punto en la pared de la caja del
experimento parece ser distinta de la de estirar el cuello porque ninguna otra
conducta de la paloma se le parece. Si al reforzar esta respuesta esperamos
simplemente que ocurra –puede que tengamos que esperar muchas horas,
días o semanas-, la unidad completa parece surgir en su forma final y ser
fortalecida como tal. Pero es posible que no haya ninguna conducta susceptible
que pudiéramos describir como <<está casi picoteando el punto>>.

Sin embargo, puede demostrarse fácilmente la continua conexión entre


esta operante y la conducta general de la paloma. En realidad, es la base de un
procedimiento práctico para determinar una respuesta compleja. Para hacer
que la paloma picotee tan pronto como sea posible el punto fijado procedemos

99
de esta forma: primeramente le damos de comer cada vez que, desde
cualquier punto de la caja, se vuelve en dirección al punto fijado. Esto aumenta
la frecuencia de tal conducta. Luego detenemos el refuerzo hasta el momento
en que efectúe un ligero movimiento hacia el punto, y luego reforzamos tan
sólo cuando la cabeza se adelanta ligeramente y, por fin, solamente cuando el
pico toca realmente el punto fijado. Podemos seguir esta respuesta final en un
periodo de tiempo considerablemente corto; un pájaro hambriento bien
adaptado a la situación y a la cubeta de la comida puede ser inducido a
responder de esta forma en dos o tres minutos.

La probabilidad original de la respuesta en su forma final es muy baja, y


en algunos casos puede incluso ser cero. De esta forma podemos construir
complicadas operantes que, de otra forma, no aparecerían nunca en el
repertorio del organismo. Reforzando una serie de aproximaciones sucesivas
elevamos en poco tiempo una respuesta rara a una probabilidad muy alta. Este
es un procedimiento eficaz porque reconoce y utiliza la naturaleza continua de
un acto complejo. El acto complejo de volverse hacia el punto fijado desde
cualquier lagar de la caja, dirigirse allí, levantar la cabeza y golpear el punto,
puede parecer una unidad de conducta funcionalmente coherente, pero se
construye mediante un proceso continuo de refuerzo diferenciado a partir de
una conducta indiferenciada, de la misma forma que el escultor moldea una
figura a partir de un montón de barro. Cuando esperamos un solo ejemplo
completo, reforzamos una serie similar, pero de una manera mucho menos
eficaz porque las primeras etapas no son fortalecidas en condiciones óptimas.

Esta descripción es, en cierta forma, inexacta en un aspecto. Podemos


observar una discontinuidad entre el hecho de llevar la cabeza cerca del punto
señalado y el de picotear. El acto de picotear surge generalmente como una
unidad evidentemente formada de antemano. Hay dos explicaciones posibles.
Una paloma madura habrá desarrollado ya una respuesta bien definida de
picotear que puede surgir en esta ocasión. El proceso de esta respuesta, si
pudiéramos seguirlo, podría mostrar una discontinuidad similar. Sin embargo,
es posible que exista una discontinuidad genética y que en un ave como la
paloma la respuesta de picotear tenga una intensidad y coherencia especiales,
como una forma de conducta de la especie. Vomitar y estornudar son
respuestas humanas que tienen probablemente la misma unidad genética. En
el proceso evolutivo debería advertirse continuidad con otra conducta. Pero
estas unidades genéticas son raras, al menos en los vertebrados. La conducta
que generalmente nos interesa, sea desde un punto de vista teórico o práctico,
se ve modificada continuamente a partir de un material básico ampliamente
indiferenciado.

Mediante el refuerzo de ejemplos pocos comunes de esta conducta el


niño aprende a incorporarse, tenerse en pie, anda, coger objetos y llevarlos de
un sitio a otro. Más tarde, a través del mismo proceso, aprender a hablar,

100
cantar, bailar, jugar; en una palabra, a presentar el enorme repertorio que es
característico de las personas adultas normales.

Cuando observamos la conducta en estas etapas posteriores,


consideramos conveniente distinguir entre distintas operantes que difieren
entre sí por su situación y producen consecuencias distintas. En este sentido,
la conducta se divide en partes para facilitar el análisis. Estas partes son las
unidades que nosotros contamos y que juegan un importante papel en el
camino que nos conducirá a las leyes de la conducta. Según el vocabulario del
profano, la conducta está dividida en <<actos>>. Pero aunque hemos de
referirnos a muchas de estas propiedades cuantitativas, no hay que olvidar la
naturaleza esencialmente continua de la conducta.

La omisión de esta característica ha sido responsable de varios


problemas graves en la teoría de la conducta. Un ejemplo de ello nos lo
proporciona el efecto a veces designado como <<generalización de la
respuesta>>, <<transferencia>> o <<inducción a la respuesta>>. Al reforzar
una operante producimos a menudo un considerable incremento en la fuerza
de otra. El adiestramiento de una zona de conducta hábil puede mejorar la
realización de otra. El éxito en una actividad puede incrementar la tendencia a
mostrarse activo en otros campos. Ordenando contingencias reforzantes
óptimas en la clínica, el psicoterapeuta fortalece la conducta en el mundo en
general. Pero ¿Cómo es esto posible?, ¿en qué consiste la <<transferencia>>
que parece fortalecer la conducta sin reforzarla directamente? Este es un buen
ejemplo de pseudoproblema. Dividimos la conducta en unidades firmes e
invariables y luego nos sorprende averiguar que el organismo prescinde de los
límites que hemos establecido. Es difícil imaginar dos respuestas que no
tengan nada en común. A veces, se utiliza el mismo sistema muscular. El
efecto de un refuerzo puede reflejar las respuestas como unidades separadas.
Es decir, cuando reforzamos la respuesta final en una serie que contenga
muchos elementos precurrentes, podemos fortalecer todas las unidades que
contengan los mismos elementos. Nuestra habilidad para manejar
herramientas e instrumentos se transfiere de un campo de refuerzo a otro.

La explicación tradicional de la transferencia afirma que la segunda


respuesta es fortalecida sólo en la medida en que las respuestas <<poseen
elementos idénticos>>. Esto constituye un esfuerzo para mantener la noción de
unidad de respuesta. Una forma más útil de decirlo es que los elementos son
fortalecidos dondequiera que las respuestas ocurran. Esto nos lleva a
identificar al elemento más que a la respuesta, como unidad de conducta. Es
una especie de átomo de conducta que actúa, que quizá no aparezca nunca
por sí mismo en un momento determinado, pero que es un componente o
ingrediente esencial de todos los ejemplos observados. El refuerzo de una
respuesta incrementa la probabilidad de todas las respuestas que contienen los
mismos elementos. La conducta verbal proporciona ejemplos particularmente

101
buenos acerca de las necesidades de considerar estos átomos. Un gran
número de respuestas verbales son ejecutadas por los mismos músculos; por
tanto, son respuestas que supuestamente se componen de un número
bastante reducido de elementos idénticos. Esto no es generalmente admitido
en la práctica ordinaria de considerar que la conducta verbal está compuesta
de unidades separadas –por ejemplo, las palabras del gramático-. Un análisis
riguroso demuestra que la palabra no es en absoluto una unidad funcional. Los
complejos de palabras más amplios- modismos, expresiones o pasajes
aprendidos de memoria- pueden variar conjuntamente bajo el control de una
sola variable. Por el contrario, podemos observar el control funcional separando
<<átomos>> tan pequeños, al menos, como los sonidos separados. Hemos de
reconocer estas pequeñas unidades para poder describir respuestas verbales
desviadas y ciertos errores verbales al igual que los artificios estilísticos como
la aliteración, asonancia, rima y ritmo.

Carecemos de los instrumentos adecuados para estudiar la continuidad


de la conducta o la interacción entre las operantes atribuibles a unidades
atómicas comunes. Sin embargo, la operante constituye un nivel válido de
análisis porque las propiedades que definen una respuesta son datos
observables. Se puede atribuir una unidad funcional a un conjunto dado de
probabilidades. Aunque finalmente habrá que desarrollar métodos que no
traten con unidades a este nivel, no los necesitamos en nuestra comprensión
de las principales propiedades de la conducta.

REFUERZO DIFERENCIAL

Aunque el refuerzo operante se reduce siempre a un problema de


seleccionar ciertas magnitudes de respuestas frente a otras, podemos distinguir
entre producir una unidad nueva relativamente compleja y efectuar ligeros
cambios encaminados a una mayor eficacia en una unidad existente. En el
primer caso nos interesa saber cómo se adquiere la conducta, en el segundo
cómo se perfecciona. Se trata de la diferencia entre <<saber hacer algo>> y
<<hacerlo bien>>. Esto último es una cuestión de habilidad.

La contingencia que mejora la habilidad es el refuerzo diferencial de


respuestas con propiedades especiales. Puede que las exigencias mecánicas
del medio ambiente lo proporcionen automáticamente. Por ejemplo, al aprender
a alcanzar bien una pelota, ciertas respuestas deben hacer soltar la pelota de
los dedos en el momento de mayor empuje hacia adelante. Estas respuestas
son reforzadas diferencialmente por el hecho de que, cuando se ha soltado de
este modo la pelota recorre una distancia considerable. Otros ejemplos en los
que el acto de alcanzar la pelota se realiza antes o después del momento
apropiado no son reforzados de este modo. Es posible que olvidemos cuán
complejo este acto y la cantidad de refuerzo diferencial que se requiere en un
niño para producir una secuencia bien sincronizada. En los juegos, oficios y

102
ciertas ejecuciones artísticas, diferenciadas extremadamente sutiles en la
ejecución de la conducta ocasionan importantes diferencias en las
consecuencias (las consecuencias en cuestión son generalmente los refuerzos
condicionados en el capítulo V). Los refuerzos primarios están raramente
implicados. También son importantes los refuerzos negativos que vamos a
considerar en el capítulo XI. Por ejemplo, las consecuencias que son eficaces
en el condicionamiento de respuestas referentes a la locomoción o el
mantenimiento de una posición erecta consistente en gran parte en evitar las
caídas, tropezones y las posturas difíciles o fatigosas.

El refuerzo que desarrolla la habilidad debe ser inmediato; de no ser así,


se pierde la precisión del efecto diferencial. En muchos campos, se fomenta la
conducta hábil dado cuenta rápidamente del resultado positivo. Por ejemplo, en
las prácticas de tiro se refuerzan diferencialmente, mediante un acierto o un
error, propiedades de respuesta de gran precisión. Las propiedades de esta
magnitud pueden seleccionarse tan sólo si el refuerzo diferencial es inmediato.
Pero, aun cuando el acierto pueda ser visto por el que dispara, el anuncio del
éxito se retrasa durante el tiempo que la bala tarde en dar en el objetivo.
Posiblemente esto se compensa por el refuerzo condicionado que produce la
<<percepción>> del disparo. El tirador <<sabe>> en definitiva si el disparo era
bueno o malo antes de que el objetivo sea alcanzado. Su propia conducta
genera un feed-back estimulante, ciertas formas del cual son seguidas por
ciertos o yerros. El problema más inmediato es disparar de modo que origine la
<<sensación>> seguida por un acierto. En problema en los que el cuerpo tiene
una intervención mayor, el feed-back aparece con mayor claridad. Por
ejemplo, el buen tiro en los bolos es reforzado por un feed-back que proviene
del propio cuerpo del jugador. Esto no significa que el tirador continúe
disparando bien o que el que juega a los bolos consiga el <<strike>>, aunque
no reciba ninguna información del efecto sobre el blanco o los bolos. La
información se necesita para mantener el poder reforzante condicionado del
feed-back.

Si las contingencias diferenciales cambian, lo hacen con ellas la


topografía de la conducta. Incluso las respuestas más corrientes que permiten
andar derecho continúan siendo modificadas por el medio ambiente. Cuando
paseamos por la cubierta de un barco, nuestra orientación en el campo
gravitatorio es mantenida por un conjunto especial de contingencias. El nuevo
refuerzo diferencial determina <<el andar de marinero>>. Al fin del viaje, las
antiguas contingencias producen un cambio opuesto. Las contingencias de
refuerzo de que dispone la sociedad son particularmente susceptibles de
cambio. La conducta verbal proporcionar muy buenos ejemplos. En
puericultura, son eficaces las respuestas vocales duras; el padre
condescendiente puede incluso reforzar un <<modo infantil de hablar>> en los
años de la adolescencia e incluso de la edad adulta. Pero en definitiva la

103
conducta verbal es eficaz sólo cuando genera en el oyente medio una conducta
adecuada; por tanto, la forma de la conducta se va pareciendo cada vez más a
las normas de la comunidad dada. Cuando pasamos de una comunidad a otra,
puede cambiar la topografía de nuestra conducta.

Algunos refuerzos diferenciales hacen que una respuesta sea más


intensa o fuerte sin alterar de modo apreciable su topografía. Ciertas
contingencias naturales en el medio ambiente nos llevan a empujar o levantar
más fuerte para mover los objetos, a tirar con más fuerza para separar unos
objetos de otros, a saltar más para alcanzar a una persona sorda, nuestra
conducta verbal sólo se ver reforzada cuando alcanza un cierto grado de
volumen. Las pruebas de fuerza y otros juegos competitivos proporcionan
ejemplos de estas contingencias diferenciales. Cuando se arroja un peso más
allá de una línea determinada, cuando se salta el listón, cuando en béisbol se
lanza la pelota más allá de la defensa (y cuando como resultado se bate una
marca o se gana un partido) existe un refuerzo diferencial. Puede en cierta
medida, cambiar la topografía de la conducta y producir <<buena forma>>,
pero tiene un efecto importante sobre la fuerza con que se ejecuta la conducta.

Utilizamos el refuerzo diferencial para moldear e intensificar la conducta


de otros en lo que, como vamos a estudiar en el capítulo XX, llamaremos
control deliberado. El efecto puede ser también absolutamente inintencionado.
La madre que se queja de que si hijo de tres años llora para llamar la atención
puede no darse cuenta de que son sus propias prácticas reforzantes las
responsables de ello. Si está ocupada en otras cosas, es probable que no
responda a una llamada hecha en un tono de voz bajo, y cuando el niño eleva
el tono, ella contesta. Este es un refuerzo diferencial. Aumenta la intensidad
media de la conducta verbal del niño. Cuando la madre se ha adaptado al
nuevo nivel, vuelven a reforzarse solamente los casos en que el llanto es más
fuerte, y de ahí se sigue una posterior diferenciación en favor de las respuestas
altas. La voz del niño puede asimismo variar de entonación. Lo que llamamos
<<lloriqueo>> puede interpretarse como hablar, con una pequeña mezcla de
llanto. Es más probable que tal forma de hablar asegure un efecto, y por tanto
se encuentra fortalecida diferencialmente. De hecho, lo que en general
llamamos conducta enojosa es precisamente la conducta que es especialmente
eficaz en suscitar la acción de otra persona. El refuerzo diferencial que
proporciona un padre preocupado por sus asuntos o negligencias está muy
cerca del procedimiento que deberíamos adoptar si se nos encomendada la
misión de condicionar a un niño para que fuera <<pesado>>.

EL MANTENIMIENTO DE LA CONDUCTA

Una razón por la que el término <<aprendizaje>> no es equivalente a


<<condicionamiento operante>> radica en que, tradicionalmente, ha estado
limitado al proceso de aprender a hacer algo. Por ejemplo, en el aprendizaje

104
por ensayo y error un organismo aprende a salir de una caja y a encontrar el
camino para salir del laberinto. Es fácil ver la razón por la que se ha dado
relieve a la adquisición de conducta. Los primeros mecanismos para el estudio
del aprendizaje no revelan el proceso básico de un modo directo. El efecto del
refuerzo operante es desde luego más visible cuando existe un cambio
importantes en la conducta, cambio que tiene lugar cuando un organismo
aprende a dar una respuestas que no dio o no pudo dar antes. No obstante,
una unidad de medida más sensible nos permite tratar casos en los que la
adquisición de conducta tiene una importancia menor.

El condicionamiento operante continúa siendo eficaz incluso cuando no


existe ningún cambio posterior del que pueda hablarse como adquisición o,
incluso, como mejora de la habilidad. La conducta continúa teniendo
consecuencias y estás siguen siendo importantes. Si no se siguen
produciendo, tiene lugar la extinción. Cuando pasamos a considerar la
conducta de un organismo teniendo en cuenta toda la complejidad de su vida
diaria, necesitamos estar siempre alerta a los refuerzos que mantienen su
conducta. Desde luego, puede que tengamos poco interés en saber cómo se
adquirió por primera vez esta conducta. En realidad, nos interesa tan sólo la
probabilidad presente de ocurrencia, que puede entenderse únicamente
mediante un examen de las contingencias normales de refuerzo. En los
tratamientos clásicos del aprendizaje raras veces se estudiaba este aspecto del
refuerzo.

REFUERZO INTERMITENTE

Generalmente, la conducta que actúa sobre el medio ambiente físico


inmediato se encuentra sólidamente reforzada. Nos orientamos y nos
acercamos a objetos, los alcanzamos y los cogemos con un repertorio estable
de respuestas que tienen consecuencias uniformes originadas en las
propiedades mecánicas y ópticas de la naturaleza. Es posible, por supuesto,
alterar la uniformidad. En una <<casa de los espejos>>de un parque de
atracciones, o en una habitación diseñada para proporcionar perspectivas
verticales desorientadoras, las respuestas bien establecidas pueden no surtir
los efectos habituales. Pero el hecho de que tales condiciones tan poco
comunes tengan incluso un valor comercial, prueba la estabilidad del mundo
diario.

Sin embargo, una gran parte de la conducta es reforzada tan solo de


modo intermitente. Una consecuencia dada puede depender de una serie de
hechos que no son fácilmente predecibles. No siempre ganamos al jugar a las
cartas o a los dados porque las contingencias están determinadas de un modo
tan remoto que las llamamos <<suerte>>. No siempre encontramos hielo o
nieve apropiados cuando vamos a patinar o esquiar. Las contingencias que
requieren la participación de otras personas son particularmente susceptibles

105
de ser inciertas; no siempre obtenemos una buena comida en un restaurante
determinado porque el resultado de los guisos no es siempre predecible. No
siempre obtenemos respuesta cuando llamados por teléfono a un amigo
porque esté no siempre está en casa. No siempre encontramos una pluma al
buscar en el bolsillo porque no siempre la ponemos allí. Los refuerzos
característicos que proporcionan la industria y la educación son, casi siempre,
intermitentes, porque no es factible controlar la conducta, reforzando todas las
respuestas.

Como cabría esperar, la conducta que es reforzada sólo


intermitentemente suele mostrar una frecuencia intermedia, pero los estudios
de laboratorio de varios programas han revelado algunas complejidades
sorprendentes. Generalmente, esta conducta es bastante estable y muestra
gran resistencia a la extinción. Ya se ha mencionado el experimento en que
aparecieron más de diez mil respuestas en la curva de extinción de una paloma
que había sido reforzada según un programa especial. Después de suministrar
un refuerzo continuo nunca se obtiene nada de este tipo. Dado que ésta es una
técnica para <<obtener más respuestas de un organismo>> a cambio de un
número dado de refuerzos, se la utiliza de forma muy amplia. Se confeccionan
retribuciones especiales, sistemas de apuestas y luego de <<azar>> según
programas especiales, a causa del efecto relativamente amplio que ejercen
sobre el refuerzo. La aprobación, el afecto y otros favores personales son a
menudo intermitentes, no sólo porque la persona que proporciona el refuerzo
puede comportarse de modo distinto en ocasiones diferentes, sino
precisamente porque puede haber descubierto que tan programa produce un
efecto más estable, persistente y provechoso.

Es importante distinguir entre programas que son coordinados por un


sistema que se encuentra fuera del organismo y aquellos que son controlados
por la misma conducta. Un ejemplo del primero es un programa de refuerzos
determinado por un reloj, como cuando reforzamos a una paloma cada cinco
minutos dejando que las respuestas intermedia queden sin reforzar. Un
ejemplo de segundo lo constituye un programa en el que una respuesta es
reforzada después de que se ha emitido un determinado número de
respuestas, como cuando reforzamos cada quincuagésima respuesta que da la
paloma. Los casos son similares en el sentido de que reforzamos de modo
intermitente en ambos, pero las sutiles diferencias en las contingencias
conducen a resultados muy distintos, de gran importancia práctica.

Refuerzo de intervalo

Si reforzamos la conducta a intervalos regulares, un organismo como un


ratón o una paloma se ajustará a un grado de respuesta casi constante,
determinado por la frecuencia del refuerzo. Si le reforzamos cada minuto, el
animal responde con rapidez; si lo hacemos cada cinco minutos, mucho más

106
lentamente. Un efecto similar sobre la probabilidad de respuesta es
característico de la conducta humana. El número de veces que llamamos a un
número de teléfono determinado dependerá, en igualdad de circunstancias, de
la frecuencia con que obtengamos respuesta. Si hay dos agencias que prestan
los mismos servicios, es muy probable que llamemos a la que contesta más a
menudo. Es poco probable que nos veamos con amigos y conocidos con los
que raras veces lo pasmos bien y que escribamos a alguien que casi nunca
contesta. Los resultados experimentales son suficientemente precisos para
indicar que, en general, el organismo emite un cierto número de respuestas por
cada respuesta reforzada. Sin embargo, veremos que los resultados de los
programas de refuerzo no siempre son reducibles a una simple ecuación de
input y output.

Puesto que la conducta que aparece bajo la acción de un refuerzo de


intervalo es particularmente estable, es útil estudiar otras variables y
condiciones. El tamaño o el valor de cada refuerzo afecta a la frecuencia futura
de respuestas – aparecen más respuestas después de un refuerzo mayor-.
Distintos tipos de refuerzos producen también frecuencias diferentes, que
pueden utilizarse para ordenar los refuerzos por orden de eficacia. La
frecuencia varía con la inmediatez del refuerzo: un ligero retraso entre la
respuesta y la recepción del refuerzo supone una frecuencia total más baja. En
capítulos posteriores anteriores vamos a tratar otras variables que han sido
estudiadas bajo el refuerzo intermitente. Incluyen el grado de privación y la
presencia o ausencia de ciertas circunstancias emocionales.

Los programas óptimos de refuerzo tienen a menudo gran importancia


práctica. Con frecuencia se utilizan en relación con otras variables que afectan
la frecuencia. Reforzar a alguien con cincuenta dólares a la vez puede que no
sea tan eficaz como darle cinco dólares en diez veces distintas durante el
mismo período de tiempo. Esto ocurre sobre todo en los pueblos primitivos en
los que no se han establecido refuerzos condicionados para cubrir el lapso de
tiempo entre una respuesta y su consecuencia final. Existen también muchas
interacciones sutiles entre programas de refuerzo y niveles de motivación,
inmediatez del refuerzo, etc.

Si la conducta continúa siendo reforzada a intervalos fijos, aparece otro


proceso. Puesto que las respuestas nunca son reforzadas inmediatamente
después del refuerzo, finalmente tiene lugar un cambio, que trataremos en el
capítulo VII, en el cual la frecuencia de respuesta se mantiene baja durante un
corto período de tiempo después de cada refuerzo. La frecuencia aumenta de
nuevo cuando ha transcurrido un intervalo de tiempo que al parecer el
organismo no puede distinguir del intervalo en que es reforzado. Estos cambios
no son característicos del efecto de las retribuciones salariales en la industria,
que parecen ser más bien un ejemplo de programa de intervalo fijo. Hacemos
notar esta diferencia porque se utilizan otros sistemas reforzantes para

107
mantener un nivel determinado de trabajo, tal como vamos a ver en el capítulo
XXV. Se garantiza la presencia diaria de alguien en el trabajo con una ficha en
la que se marca la hora de entrada y que se utiliza cono refuerzo condicionado.
El refuerzo aversivo (capítulo XI) que proporcionan un supervisor o un jefe es,
no obstante, el principal complemento de una retribución a intervalo fijo.

Podemos evitar una baja probabilidad de respuesta inmediatamente


después del refuerzo mediante lo que se llama un refuerzo de intervalo
variable. Por ejemplo, en lugar de reforzar una respuesta cada cinco minutos,
la reforzamos sobre un promedio de cinco minutos; es decir, que los intervalos
pueden ser tan cortos como de unos pocos segundos y tan largos como de
diez minutos. El refuerzo ocurre ocasionalmente inmediatamente después de
que el organismo ha sido reforzado y, por tanto, continúa respondiendo según
este tiempo. Bajo un programa de este tipo, su realización es
considerablemente estable y uniforme. Las palomas reforzadas con comida con
un intervalo variable de cinco minutos por término medio entre cada refuerzo
responden, según se ha observado, durante quince horas, a dos o tres
respuestas por segundo, sin detenerse más de quince o veinte segundos
durante todo el período. Suele ser muy difícil extinguir una respuesta después
de un refuerzo de este tipo. Muchos tipos de refuerzo personal o social se
aplican sobre una base de intervalo variable, y a veces se establece una
conducta sumamente persistente.

Refuerzo de razón

Se obtiene un resultado totalmente distinto cuando el programa de


refuerzo depende de la conducta del mismo organismo –cuando, por ejemplo,
reforzamos cada quincuagésima respuesta-. Éste es un refuerzo de <<razón
fija>>- comparación entre las respuestas reforzadas y las no reforzadas-. Se
trata de un programa común, en educación, cuando se refuerza al estudiante
que completa un proyecto o un trabajo. Constituye la base de la retribución
profesional y de las ventas a comisión. En la industria se le conoce con el
nombre de pago por pieza acabada (trabajo a destajo). Es un sistema de
refuerzo evidentemente provechoso para los patronos porque puede calcularse
por adelantado el coste del trabajo requerido para producir un resultado
determinado.

El refuerzo de razón fija produce una frecuencia muy alta de respuestas,


con la condición de que la razón no sea demasiado alta. Esto debería seguirse
simplemente de la sola relación entre input y output. Cualquier aumento ligero
en la frecuencia de respuesta aumenta la frecuencia de refuerzos, de modo
que le frecuencia de respuestas aumenta todavía más. De no intervenir otro
factor, la frecuencia de respuestas debería alcanzar el nivel más alto posible.
La fatiga es un factor limitativo. En la industria hay que tenerlo en cuenta. Una
elevada frecuencia de respuestas y muchas horas de trabajo según este

108
programa pueden resultar peligrosas para la salud. Esta es la razón principal
por la que suele oponerse el trabajo a destajo.

Otra objeción a otro tipo de programa se basa en la posibilidad de que, a


medida que aumente la frecuencia de respuestas, el agente reforzante cambie
la razón por otra mayor. En el laboratorio, después de reforzar cada décima
respuesta y después de quincuagésima, podemos descubrir que es posible
reforzar sólo cada centenar, aunque no hubiéramos podido utilizar esta razón
en un principio. En la industria, el empleado cuya productividad ha aumentado
como resultado de un programa a destajo, puede recibir una retribución
semanal tan grande que el patrono encuentre justificado aumentar el número
de unidades requeridas.

Bajo razones de refuerzo que pueden ser mantenidas, la conducta


acaba mostrando una probabilidad de respuestas muy bajas, inmediatamente
después del refuerzo, tal como ocurre en el caso del refuerzo porque el
organismo tiene siempre <<un largo camino por recorrer>> antes del refuerzo
siguiente. Donde quiera que se utilice el programa a destajo – en la industria,
educación, ventas o en una profesión cualquiera- se observa una moral o un
interés más bajos inmediatamente después de haber completado una unidad
de trabajo. Cuando empieza el proceso de respuesta, la situación se ve
mejorada por cada respuesta, y cuanto más responde el organismo, tantas más
probabilidades de refuerzo tienen. El resultado es una suave curva de
aceleración a medid que el organismo responde cada vez más rápidamente. La
condición que en definitiva prevalece bajo un refuerzo de razón fija alta, no
corresponde a un modo de respuesta eficaz. Utiliza relativamente mal el tiempo
de que dispone, y las frecuencias más altas de respuesta pueden resultar
particularmente fatigosas.

Los estudios de laboratorio del refuerzo de razón han demostrado que,


para un organismo determinado y para una cantidad dada de refuerzos, existe
una razón límite más allá de la cual la conducta no puede sostenerse. El
resultado de sobrepasar esta razón conduce a un grado extremo de extinción
del tipo que llamamos abulia (capítulo V). Empiezan a aparecer largos períodos
de inactividad; no se trata de fatiga física, tal como puede demostrarse
cambiando nuestro programa por otro. Suele llamarse fatiga <<mental>>, pero
este nombre no añade nada al hecho que hemos observado de que más allá
de determinada razón de refuerzo alta, el organismo no dispone, simplemente,
de ninguna conducta. Tanto en los estudios de laboratorio como en la
aplicación práctica del refuerzo de razón, las primeras señales de cansancio
impuestas por una razón demasiado elevada se observan en estas
interrupciones. Antes de que una paloma se detenga completamente- en una
<<abulia>> total- a menudo dejará de responder durante largos períodos de
tiempo después del refuerzo. Del mismo modo, un estudiante que ha terminado

109
la dura preparación de un examen, quizás a toda prisa, puede concentrar difícil
empezar de nuevo a trabajar sobre otro tema.

Bajo un refuerzo de razón puede ocurrir el agotamiento porque no existe


ningún mecanismo autorregulador. Por el contrario, en el refuerzo de intervalo,
cualquier tendencia a la extinción, es contrarrestada por el hecho de que,
cuando la frecuencia de respuestas declina, se recibe el próximo refuerzo a
cambio de menos respuestas. El programa de intervalo variable se protege
también así mismo: un organismo estabilizará su conducta en una frecuencia
de respuestas dada, bajo cualquier intervalo.

En un programa de razón fija eliminamos las pausas después del


refuerzo, adoptando, en líneas generales, la misma práctica que en el refuerzo
de intervalo variable; simplemente, variamos las razones de modo considerable
en cuanto a espacio pero haciendo que tengan el mismo valor medio. Las
respuestas sucesivas pueden ser reforzadas o pueden mediar muchos cientos
de respuestas sin reforzar.

La probabilidad de refuerzo en cualquier momento se mantiene


constante y el organismo se adapta a ello con una frecuencia de respuesta
constante. Este <<refuerzo de razón variable>> es mucho más poderoso que
un programa de razón fija con el mismo número medio de respuestas. Una
aploma puede responder cinco veces por segundo y mantener esta frecuencia
de respuestas durante muchas horas.

Hace mucho tiempo que los propietarios de establecimientos de juego


conocen la eficacia de tales programas para general elevadas frecuencia de
respuestas. Máquinas tragaperra, ruletas, dados, carreras de caballos, etc.,
funcionan según un programa de refuerzo de razón variable, cada uno tiene
sus propios refuerzos auxiliares, pero el programa es la característica básica.
Ganar depende de una apuesta y, a la larga, del número de apuestas, pero no
puede predecirse nada. Cualquiera de los diversos sistemas de <<azar>> hace
variar la razón. El jugador empedernido es un ejemplo de ello. Al igual que la
paloma con sus cinco respuestas por segundo durante muchas horas, es
víctima de una contingencia de refuerzo impredecible. La ganancia o la pérdida
final carecen de importancia para la eficacia de este programa.

Programa combinado

En un experimento de laboratorio es bastante fácil combinar un refuerzo


de intervalo y otro de razón, de manera que el refuerzo venga determinado
tanto por el paso del tiempo como por el número de respuestas emitidas sin
reforzar. En tal caso, si el organismo responde rápidamente, responde muchas
veces antes de ser reforzado, pero si responde lentamente, sólo se producen
unas pocas respuestas antes de que reciba el siguiente refuerzo. Este
programa se parece al refuerzo de razón o al de intervalo, según los valores

110
que se escojan en la combinación, pero es evidente que existe un terreno
intermedio en el que no predomina ninguno de los dos programas y el resultado
es incierto. Aunque este programa combinado puede parecer bastante
arbitrario, se da en muchas situaciones cuales en las que, como veremos en el
capítulo XIX, el agente reforzante puede ser afectado por el nivel de la
conducta reforzada.

Podemos reforzar un organismo sólo cuando el organismo desarrolla


una frecuencia de respuesta específica. Si lo reforzamos solamente cuando,
pongamos por caso, las cuatro respuestas precedentes se han producido en
dos segundos, generamos una frecuencia de respuestas muy altas. Esto se
mantiene incluso cuando reforzamos a intervalos que varían de acuerdo con un
intervalo medio bastante largo. Las frecuencias de respuestas superan a
aquellas que prevalecen en un programa de razón variable. El hecho de
reforzar una frecuencia baja de respuestas a intervalos variables, tiene el
efecto contrario de generar una frecuencia de respuestas bajas constante.
Estos estudios han demostrado muchos hechos, demasiado detallados para
discutirlos aquí, que explican porque un determinado programa de refuerzo
tiene unos efectos dados. Estos se deben a las contingencias que rigen en el
momento del refuerzo. Tales programas son para decirlo de otro modo,
simplemente formas bastante inexactas de reforzar frecuencias de respuestas.
Constituyen el modo más adecuado de hacerlo, y esto puede explicar su uso
tan difundido en el control práctico de la conducta. Pero con un instrumental
adecuado sería posible mejorar las prácticas establecidas en todos estos
campos. De este modo, los mecanismos del juego podrían ser <<mejorados>>
- desde el punto de vista del propietario- introduciendo ingenios que pagarían
sobre una base de intervalo variable, pero solamente cuando la frecuencia de
juego fuera excepcionalmente alta. El mecanismo necesitaría ser mucho más
complejo que una máquina tragaperras o una ruleta, pero indudablemente sería
más eficaz para inducir a jugar. Los programas de pago en la industria, ventas
y en las profesiones en general, y el uso de bonos, salarios a base de
incentivos, etc., podrían también mejorarse en cuanto a originar una
productividad máxima.

Más adelante discutiremos si deberían permitirse estas mejoras. Un


programa de refuerzo no sólo aumenta la productividad, sino también el interés,
la moral y la felicidad del trabajador. Cualquier decisión relativa a la elección de
programas es complicada a causa de este hecho. En cualquier caso, actuamos
en este campo de modo hábil solamente cuando estamos en posesión de una
información definida cerca de la naturaleza y el efecto de los mecanismos
responsables del mantenimiento de la intensidad de la conducta. Podemos
obtener mucho de un estudio detenido de los resultados de los análisis
experimentales.

111
VII. Discriminación operante

ESTIMULOS DISCRIMINATIVOS

El condicionamiento operante puede definirse sin mencionar ningún


estímulo que actué antes de que la respuesta se produzca. Para reforzar la
respuesta de estirar el cuello en la paloma fue necesario esperar que ocurriera
tal acción, no la provocamos. Cuando un niño se lleva la mano a la boca el
movimiento puede ser reforzado por el contacto de la mano y la boca pero no
podemos encontrar ningún estímulo que provoque el movimiento y que esté
presente cada vez que éste se produce. Los estímulos están siempre actuando
sobre el organismo, pero su conexión funcional con la conducta operante no es
similar a la del reflejo. En resumen, la conducta operante es emitida más que
provocada. Debe tener esta propiedad si la noción de la probabilidad de
respuestas ha de tener sentido.

Sin embargo, la mayor parte de la conducta operante adquiere


importantes conexiones con el mundo circundante. Podemos demostrar como
ocurre esto en muestreo experimento de la paloma, reforzando la respuesta de
alargar el cuello cuando hay una luz encendida y permitiendo que se extinga
cuando la luz está apagada. Finalmente, la paloma solo levantará el cuello si la
luz está encendida. Podemos demostrar entonces una conexión estímulo-
respuesta que es toscamente comparable a un reflejo condicional o
incondicional: la aparición de la luz será seguida rápidamente por un
movimiento ascendente de la cabeza. Pero la relación es fundamentalmente
bastante diferente. Tiene una historia y propiedades distintas. Definimos la
contingencia diciendo que un estímulo (la luz) es la ocasión en la que una
respuesta (estirar el cuello) es seguida por un refuerzo (la comida). Hemos de
especificar estos tres términos. El efecto sobre la paloma consiste en que
finalmente es más probable que la respuesta ocurra cuando la luz está
encendida. El proceso a través del cual esto se consigue se llama
discriminación. Su importancia en un análisis teórico, al igual que en el control
práctico de la conducta, es obvia; cuando se ha establecido una discriminación

112
podemos alterar la probabilidad de una respuesta instantáneamente,
presentando o retirando el estímulo discriminativo.

La conducta operante entra casi necesariamente bajo este tipo de


control de estímulos puesto que solamente unas pocas respuestas son
auténticamente reforzadas por el propio cuerpo del organismo.
Independientemente de las circunstancias externas. El refuerzo conseguido por
adaptación a un medio ambiente dado requiere casi siempre el tipo de contacto
físico al que llamamos estimulación. El control ejercido sobre los organismos
por el ambiente tiene una importancia biológica evidente. Si todas las
conductas fueran igualmente probable son todas las ocasiones el resultado
sería caótico. Desde luego es una ventaja el hecho de que una respuesta
ocurra solamente cuando es probable que sea reforzada.

Las contingencias en tres tiempos que producen operantes


discriminativas son de muchos tipos. Realizamos la conducta con la que nos
adaptamos al mundo del espacio porque la estimulación visual por parte de un
objeto es la ocasión en la que ciertas respuestas como andar, coger, etc.,
conduzcan a consecuencias táctiles determinadas. El campo visual es la
ocasión para una acción manipuladora eficaz. Las contingencias responsables
de la conducta son generadas por las relaciones entre la estimulación visual y
táctil características de los objetos físicos. Otras conexiones entre las
propiedades de los objetos proporcionan otras clases de contingencias que
conducen a cambios similares en la conducta. Por ejemplo, en un huerto en
que las manzanas rojas sean dulces, y ácidas todas las demás, la conducta de
coger y comer llega a ser controlada por el color rojo del estímulo.

El medio ambiente social contiene gran número de tales contingencias.


Una sonrisa es una ocasión en la cual el acercamiento social encontrará
aprobación. Un gesto de desagrado es una ocasión en la que el mismo
acercamiento no encontrará aprobación. En la medida en que, en general, esto
sea verdad, el acercamiento llega a depender en cierto modo de la expresión
fácil de la persona a la que se acerca. Utilizamos este hecho cuando, sonriendo
o frunciendo el ceño, controlamos hasta cierto punto la conducta de quienes se
acercan a nosotros. El timbre del teléfono es una ocasión en la que contestar
irá seguido el hecho de oír una voz. El niño puede coger el teléfono y hablar en
cualquier momento pero finalmente lo hará tan sólo cuando aquél haya estado
sonando. El estímulo verbal <<ven a comer>> es una ocasión en la cual ir a la
mesa y sentarse es generalmente reforzado con comida. El estímulo es eficaz
al incrementarse la posibilidad de esta conducta y es producido por el que
habla porque ello es así. Timbres, silbidos y señales de tránsito, son otras
ocasiones en las que ciertas acciones son generalmente seguidas por ciertas
consecuencias.

113
La conducta verbal se acopla al modelo de la contingencia en tres
tiempos y proporciona muchos ejemplos esclarecedores. Aprendemos a
nombrar los objetos adquiriendo un enorme repertorio de respuestas cada una
de las cuales es apropiada para una ocasión dada. Una silla es la ocasión en la
que la respuestas <<silla>> es probable que sea reforzada, un gato es la
ocasión en que la respuesta <<gato>> es probable sea reforzada, etc. Cuando
leemos en voz alta respondemos a una serie de estímulos visuales con una
serie de respuestas vocales correspondientes. La contingencia en tres tiempo
resulta evidente al enseñar a leer a un niño, cuando una respuesta dada es
reforzada con <<bien>> o <<mal>> de acuerdo con la presencia o ausencia del
estímulo visual apropiado.

Muchas respuestas verbales se encuentran bajo control de estímulos de


discriminación verbal. Al aprender de memoria la tabla de multiplicar, por
ejemplo, el estímulo <<9X9>> es la ocasión en la cual la respuesta <<81>> es
reforzada adecuadamente, ya sea por el profesor o por el resultado
satisfactorio del cálculo. Los <<hechos>> históricos y muchos otros tipos de
información siguen la misma fórmula. Cuando un estudiante hace un examen
emite, en la medida en que haya llegado a formar parte de su repertorio, la
conducta que es reforzada en la ocasión especial establecida por la pregunta
del examen.

Utilizamos la discriminación operante de dos formas. En primer lugar, los


estímulos que ya se han convertido en discriminativos son manejados para
cambiar probabilidades. Hacemos esto de una manera explícita y caso
continuamente cuando dirigimos un trabajo constructivo, controlamos la
conducta de niños, damos órdenes, etc. Lo hacemos más sutilmente cuando
disponemos de estímulos cuya eficacia no se ha establecido de una manera
específica para tales propósitos. Al exponer un producto en una tienda, la
conducta del cliente es controlada a través de las operantes discriminativas
existentes. Se puede suponer que la compra de cierto tipo de productos está
fuertemente determinada por las condiciones que normalmente impulsan a los
clientes a acudir a la tienda. Es un error exponer dichos productos a la entrada
de la tienda, puesto que entonces el cliente los comprará directamente y se
marchará. En su lugar, se exhiben productos que es más probable se compren
<<en aquel momento>> que no como resultado de privaciones suficientes para
impulsar al cliente a entrar en la tienda. La exposición sirve como
<<recordatorio>> en el sentido de producir una ocasión óptima para le emisión
de una conducta débil.

En segundo lugar, podemos estableces una discriminación para


asegurar que un estímulo futuro, cuando aparezca, va a tener un efecto
determinado. La educación consiste, en gran parte, en establecer tales
repertorios, como veremos en el capítulo XXVI. Establecemos contingencia que
generan conducta como resultado de la cual los niños mirarán antes de cruzar

114
la calle, dirán <<gracias>> en el momento apropiado, contestarán
correctamente acerca de hechos históricos, manejaran las máquinas,
compraran libros, asistirán a conciertos, obras de teatro, películas de un tipo
determinado, etc.

CONDUCTA VOLUNTARIA E INVOLUNTARIA

La relación entre la operante discriminativa y el estímulo que la controla


es muy distinta de la que existe, en un reflejo, entre estímulo y respuestas. El
estímulo y la respuesta ocurren en el mismo orden que en el reflejo pero esto
no garantiza la inclusión de ambos tipos en una sola fórmula <<estímulo-
respuesta>>. El estímulo discriminativo no provoca una respuesta,
simplemente altera una probabilidad de que ocurra. La relación es flexible y
graduada de una manera continua. La respuesta sigue al estímulo de una
manera más lenta y puede ser intensa o débil, casi sin relación con la
intensidad del estímulo. Esta diferencia se halla en la raíz de la distinción
clásica entre conducta voluntaria e involuntaria.

En la primitiva historia del reflejo se hizo un esfuerzo para distinguir entre


los reflejos y el resto de la conducta del organismo. Una diferencia alegada
frecuentemente era que el reflejo es innato, pero el principio del
condicionamiento convirtió en trivial esta distinción. Se decía también que los
reflejos eran distintos porque eran inconscientes. Esto no significaba que el
individuo no pudiera dar cuenta de su propia conducta refleja, sino que la
conducta aparecía tanta si podía hacerlo como si no. La acción refleja podía
tener lugar cuando el hombre estuviera dormido o bien <<inconsciente>>.
Como veremos en el capítulo XVII, esto no se considera ya tampoco una
diferencia válida. Una conducta claramente no refleja puede ocurrir en tales
circunstancias. Una tercera distinción clásica sostenía que los reflejos no eran
solamente innatos e inconscientes sino también <<involuntarios>>, no eran
<<queridos>>. Las pruebas no indicaban que no pudieran ser queridos, sino
que no podían ser evitados. Cierta parte de la conducta del organismo no
puede, por decirlo así, dejar de producirse. Es posible que no podamos dejar
de parpadeas cuando algo se mueve cerca de nuestros ojos, que no podamos
impedir echarnos a través ante un disparo, dejar de salivar al probar un limón o
(a través de un reflejo condicional) al ver un limón. Antes del descubrimiento
del reflejo, tal conducta se hacía concordar con un esquema de casualidad
interna alegando causas separadas. Se atribuía a personalidades revoltosas o
espíritus exteriores que invadían temporalmente el cuerpo. Por ejemplo, el
estornudo involuntario revelaba la presencia del diablo (todavía tenemos la
precaución de decir <<Jesús>> cuando alguien estornuda). Con el
advenimiento de la noción de reflejo el problema de la controlabilidad se
convirtió en algo menos crucial.

115
En el presente análisis no podemos distinguir entre conducta involuntaria
o voluntaria suscitando la cuestión de quien lo controla. No importa que la
conducta se deba a un individuo con voluntad o un usurpador psíquico, si
desechamos todos los agentes internos del tipo que sean. Tan poco podemos
hacer la distinción sobre la base del control o la falta del mismo puesto que
suponemos que ninguna conducta es libre. Si no tenemos ninguna razón para
distinguir entre ser capaz de hacer algo y hacerlo, las expresiones como <<ser
incapaz de hacer algo>> o <<ser incapaz de ayudar o hacer algo>> deben ser
interpretadas de otra manera. Cuando todas las variables importantes han sido
dispuestas, un organismo responderá o no lo hará; si no lo hace es que no
puede; si puede, lo hará. Preguntar si alguien puede dar una voltereta es
meramente preguntar si existen circunstancias bajo las cuales lo hará. En
hombre que puede evitar acobardase en un disparo no se acobardará tampoco
ante ciertas circunstancias. El que puede aguantar mientras el dentista le ésta
arrancando una muela es alguien que se mantendrá también firme en ciertas
ocasiones.

La distinción entre conducta voluntaria e involuntaria se reduce q un


problema de tipo de control. Corresponde a la distinción entre los estímulos que
provocan un reflejo y los estímulos discriminativos. Es estímulo que provoca un
reflejo parece ser más coercitivo. Su conexión casual con la conducta es
relativamente simple y observada fácilmente. Esto puede explicar porque se
descubrió primero. El estímulo discriminativo, por el contrario, comparte su
control con otras variables de forma que no pude demostrarse fácilmente la
inevitabilidad de su efecto pero cuando se han tenido en cuenta todas las
variables relevantes no es difícil garantizar el resultado –forzar la operante
discriminativa tan inexorablemente como el estímulo provoca, en el reflejo, la
respuesta-. Si la forma como tiene lugar y las propiedades cuantitativas de la
relación resultante garantizan la distinción, podemos decir que la conducta
voluntaria es operante, y que la involuntaria es refleja.

Es natural que la <<voluntad>> como una explicación interna de la


conducta haya sobrevivido durante más tiempo en el estudio de la conducta
operante donde el control ejercido por el medio ambiente es más sutil e
indirecto. En el caso de la operación que llamamos refuerzo, por ejemplo, la
intensidad de conducta normal se debe a hecho que han ocurrido en la historia
pasada del organismo, hechos que no se observan en el momento en que se
ve su efecto. La privación es un variable importante pero que tiene una historia
sobre la que tenemos poca o ninguna información. Cuando un estímulo
discriminativo tiene un efecto sobre la probabilidad de una respuesta, vemos
que el medio ambiente presente es, desde luego, importante, pero no es tan
fácil probar la inevitabilidad del control sin una descripción adecuada de la
historia del refuerzo y privación.

116
Consideremos, por ejemplo, a un invitado que tiene hambre y oye decir a
su anfitrión: << ¿no vienes a comer?>> (suponemos que el individuo ha
experimentado previamente el elaborado condicionamiento responsable de la
conducta descrita como <<conocer el idioma>>). Como resultado del
condicionamiento respondente, este estimulo verbal conduce a una cierta
cantidad de secreción <<involuntaria>> de saliva y otros jugos gástricos y
quizás a la contracción de los músculos de fibra lisa de las paredes del
estómago e intestinos. Puede también inducir al invitado a acercarse y sentarse
a la mesa, pero ciertamente esta conducta es de otro tipo. Aparece como
menos claramente determinada y la predecimos con menos seguridad. Tanto el
reflejo de salivación como la respuesta operante se producen porque,
normalmente han sido reforzados con comida, pero esta historia pertenece al
pasado y gran parte de ella a un pasado remoto. En ausencia de un estado
aprobado de privación puede que no se produzcan; en su lugar puede que el
invitado diga <<gracias, no tengo apetito>>. Pero incluso si la historia de
refuerzo y privación es satisfactoria, las respuestas de la operante pueden ser
reemplazadas por otra conducta que implique la misma musculatura. Si el
invitado se ha ofendido por un retraso indebido en la preparación de la comida,
por ejemplo, puede vengarse creando otro retraso más – quizás diciendo que
quiere lavarse las manos y permaneciendo fuera del comedor durante mucho
rato. La conducta se ha adquirido porque ha sido reforzada por su efecto
perjudicial sobre otras personas- porque el invitado ha <<aprendido a molestar
a la gente>>. Antes de que podamos predecir si se sentará a la mesa con tanta
seguridad como predecimos que va a salivar, hemos de tener información
sobre todas las variables relevantes – no solamente aquellas que aumentan la
probabilidad de la respuesta, sino también aquellas que aumentan la
probabilidad de respuestas competitivas-. Puesto que generalmente no
tenemos un conocimiento exacto de estas variables, es más simple suponer
que la conducta viene determinada de la voluntad del invitado – que vendrá a
comer si realmente quiere hacerlo -. Pero esta suposición no tiene ningún valor
teórico ni practico, puesto que hemos de predecir todavía la conducta del
<<querer>>. La explicación interna no es ningún cambio más corto hacia la
información que necesitamos. Si existen muchas variables importantes,
debemos estudiarlas todas.

La distinción entre conducta voluntaria e involuntaria, o entender


conducta operante o refleja, supone otra diferencia. Tal como hemos visto, los
reflejos están primariamente relacionados con la economía interna del
organismo, en la que las glándulas y los músculos de fibra lisa desempeñan el
papel más importante. Los reflejos que utilizan los músculos de fibra estriada
se ocupan más que nada de mantener la postura y de otras respuestas
relacionada con las propiedades más estables del mundo circundante. Este es
el único campo en el que unas respuestas bien definidas son lo bastante
eficaces para pasar a formar parte del bagaje genético del organismo. Por el

117
contrario, la conducta operante ésta relacionada con aquella parte del medio
ambiente en que las condiciones para una acción eficaz son bastante
inestables y en la que la contribución genética o <<instintivas>> es mucho
menos probable, por no decir prácticamente imposible.

La conducta refleja se amplía a través del condicionamiento


respondente, y, aparentemente, no puede ser condicionada de acuerdo con el
modelo operante. Las glándulas y los músculos de fibra lisa no producen, de un
modo natural, los tipos de consecuencias implicadas en el esfuerzo operante, y
cuando disponemos tales consecuencias de modo experimental, el
condicionamiento operante no tiene lugar. Podemos reforzar a una persona con
comida siempre que <<se ponga colorada>>, pero no podemos condicionarla
del mismo modo a ruborizarse <<voluntariamente>>. La conducta de
ruborizarse, como la de palidecer o la de segregar saliva, lagrimas, sudor, etc.,
no puede conocer bajo el control directo del esfuerzo operante. Si se pudiera
conseguir alguna técnica para obtener este resultado sería posible enseñar a
un niño a controlar sus emociones al igual que controlar la posición de sus
manos.

Se consiguen resultados que tienen alguna similitud con el control


voluntario de glándulas y músculos de fibra lisa cuando la conducta operante
crea estímulos adecuados. Si bien no es posible alterar directamente el ritmo
del pulso mediante el esfuerzo operante, otra conducta – ejercicio violento, por
ejemplo- puede generar una situación en la que cambie dicho ritmo. Si
reforzamos un determinado ritmo crítico, podemos, de hecho, aunque de modo
inadvertido, reforzar simplemente la conducta operante que lo produce. Se han
dado casos en los que un hombre podía levantar <<voluntariamente>> el bello
del brazo. Otros sujetos han sido capaces de disminuir el ritmo de su pulso
cuando se les ha ordenado. Pero es razonable suponer que en cada uno de
estos ejemplos existe un paso intermedio y que la respuesta de la glándula o el
músculo de fibra lisa no es, en sí misma, una operante. En el capítulo XV
vamos a describir otros ejemplos en los que una operante y un reflejo están
relacionados de este modo.

No es tan fácil determinar si podemos condicionar respuestas puramente


reflejos en los músculos de fibra estriada mediante el refuerzo operante. La
dificultad radica en que puede surgir una respuesta operante que emite
simplemente el reflejo por ejemplo, uno puede estornudar no solamente porque
haya olivo pimienta, sino a causa de consecuencias sociales especiales, como
cuando se dice de alguien: <<lo hace solo por molestar, porque sabe que
fastidia>>. Es difícil decir que un estornudo simulado es parecido a la respuesta
refleja, pero probablemente no es así. De todas formas, las variables que
controlan son suficientemente diferentes para justificar una distinción. El niño
que estornuda para molestar es descubierto cuando ponemos condiciones para
que surja una conducta operante incompatible. Si le ofrecemos un caramelo y

118
deja de estornudar, podemos estar bastantemente seguros de que el estornudo
no era un reflejo. Y no tenemos ninguna necesidad de decir que el estornudo
tiene que haber sido voluntario <<porque lo ha detenido cuando ha querido>>.
Una interpretación más aceptable puede ser: <<dejo de estornudar cuando se
introdujeron variables que fortalecieron una conducta competitiva>>.

La distinción entre conducta voluntaria e involuntaria se complica


bastante por el hecho de que, a veces, se superponen los dos sistemas
musculares. Los esfínteres del sistema eliminativo y los músculos del parpado,
participan activamente en ciertos reflejos muy conocidos. En el niño, el control
reflejo actúa a veces solo, pero más tarde se adquiere conducta operante que
puede ser suficientemente fuerte para oponerse a la acción refleja.
Ordinariamente, respirar es un reflejo, pero podemos dejar de respirar
<<voluntariamente>> bajo unas condiciones adecuadas de refuerzo operante –
por ejemplo, para ganar una apuesta o evadirnos de la estimulación aversiva
del agua en la nariz cuando nos zambullimos-. El tiempo que podamos
aguantar sin respirar dependerá de la fortaleza de nuestros reflejos
respiratorios, que se van haciendo cada vez más poderosos a medida que el
dióxido de carbono se acumula en la sangre. Finalmente, se llega a un punto
en el que <<no podemos evitar respirar>>.

La distinción entre conducta voluntaria e involuntaria estriba en nuestro


concepto cambiante de la responsabilidad personal. No hacemos a la gente
responsable de sus reflejos-por ejemplo, toser en la iglesia-. En cambio, la
hacemos responsable de su conducta – por ejemplo, cuchichear en la iglesia o
no salirse de ella cuando aparece el acceso de tos-. Sin embargo, existen unas
variables que son las responsables del cuchicheo y de la tos, y pueden ser tan
inexorables como las que provocan nuestros reflejos. Si reconocemos esto,
estaremos dispuestos a echar por tierra la noción de responsabilidad y con ella
la doctrina del libre albedrío como agente causal interno. Todo lo cual puede
conducir a que nuestras prácticas sean muy distintas. La doctrina de la
responsabilidad personal se encuentra asociada a ciertas técnicas para
controlar la conducta, técnicas que generan <<un sentido de la
responsabilidad>> o señalan <<una obligación para con la sociedad>>. Estas
técnicas están relativamente mal adaptadas a su propósito. Los que su sufren
son los primeros en hablar de inevitabilidad de su conducta. El alcohólico
insiste en que no puede dejar de beber, y el que tiene mal carácter en que no
puede dejar de importunar al gato o de decir lo que piensa. Hemos de darle la
razón. Pero podemos mejor nuestro conocimiento de la conducta humana y
fortalecer en gran manera nuestro control ideando otras prácticas que
reconozcan la importancia del refuerzo y de otras variables de las cuales la
conducta es función.

REPERTORIOS DISCRIMINATIVOS

119
Hemos visto que cualquier unidad de conducta operante es, hasta cierto
punto, artificial. La conducta es la actividad continua y coherente de un
organismo integro. Aunque pueda analizarse por partes, con fines teóricos o
prácticos, debemos reconocer su naturaleza continua para poder resolver
ciertos problemas comunes. La conducta discriminativa ofrece muchos
ejemplos de ello. En la conducta alcanzar y tocar un punto dentro de nuestro
campo visual, cada posibilidad puede ocupar el punto requiere una
determinada combinación de los movimientos de alcanzar y tocar. Cada
posición se convierte en la propiedad distintiva de un estímulo discriminativo
que aumenta la probabilidad de la respuesta apropiada. Con el tiempo,
cualquier posición en la que esté el punto evoca el movimiento que consigue el
contacto con él. En los extremos del campo visual, la conducta puede ser
defectuosa, y los casos especiales pueden necesitar un condicionamiento
particular-por ejemplo, alcanzar un objeto visto a través de un espejo o desde
una postura poco corriente-, pero en el centro del campo todas las posiciones
del punto forman un continuo y todas las posibles combinaciones de
movimientos que conducen a entrar en contacto con él forman un campo
correspondiente. La conducta se adquiere en ocasiones específicas cuando se
refuerzan respuestas específicas que van dirigidas a ubicaciones específicas,
pero el organismo adquiere casi inevitablemente un repertorio coherente que
puede definirse sin hacer referencia a los orígenes precisos de los dos campos.

Si deseamos especificar la menor unidad posible correspondiente entre


estímulo y respuesta, utilizamos las dimensiones en las que se describen los
dos campos. La correspondencia tiene lugar entre puntos. Pero en muchos
repertorios las unidades mínimas carecen de puntos para formar campos
continuos. Los estímulos y respuestas pueden no formar campos. Cuando
aprendamos los nombres de gran número de personas no esperamos que los
esquemas visuales que la gente presenta o sus nombres formen campos
continuos. El repertorio sigue siendo un conjunto de unidades discretas. Incluso
cuando los estímulos y respuestas pueden ser descritos como campos, la
conducta puede no desarrollarse hasta ese punto. En varios de los repertorios
discriminativos que vamos a considerar ahora, la unidad funcional es mucho
más pequeña que el estímulo o la respuesta que aparecen en una ocasión
determinada y con los que normalmente tratamos, pero de ninguna manera es
siempre tan pequeña como para considerarla un ejemplo de la correspondencia
entre campos.

Dibujar según un modelo

Nuestra conducta de respuesta al campo espacial en el que vivimos es


tan conocida que probablemente olvidamos cómo se adquiere. Existen ciertas
formas menos conocidas de conducta en las que, a veces, puede descubrirse
con bastante claridad el origen de un repertorio discriminativo. Al dibujar
<<según un modelo>> -o de modo menos obvio, según un objeto- nuestra

120
conducta es el producto de un conjunto de contingencias de tres tiempos. Una
línea determinada del modelo que hay que copiar es la ocasión para que
ciertos movimientos del lápiz sobre el papel produzcan una línea similar. Todas
estas líneas y todos estos movimientos forman campos, pero la conducta
puede no alcanzar una condición según la cual se la pueda tratar de campo.
Esto se ve fácilmente en la conducta del niño que aprende a dibujar. Un
pequeño número de respuestas estereotipadas es evocado por el campo
sumamente complejo del estímulo. La conducta del copista hábil se compone
de un número mucho más amplio de respuestas, y puede parecer tan
<<natural>> como nuestras respuestas a las posiciones espaciales. No alcanza
el punto en el que forme un campo continuo si una línea determinada del
modelo no es reproducida exactamente sino más bien con una respuesta
característica, según el <<estilo individual>> del artista. Un caso extremo en el
que la conducta está dividida en unidades discretas claramente identificables,
aunque el estímulo posea las características de un campo, es la conducta del
ingeniero eléctrico que <<dibuja un modelo>> de aparato de radio utilizando
únicamente quizá veinte o treinta unidades de respuesta.

Hay grandes diferencias individuales en la habilidad de dibujar según un


modelo. Las contingencias responsables de la conducta no son en absoluto tan
universales como las responsables de la conducta espacial con respecto al
campo visual, y los individuos reciben cantidades muy distintas de instrucción.
Más aún, una pequeña diferencia en la primera instrucción puede causar una
gran diferencia en el resultado final. El niño que a temprana edad desarrolla un
repertorio con el que copia dibujos y objetos satisfactoriamente, es probable
que continúe usándolo y que reciba, posteriormente, un refuerzo diferencial. El
adiestramiento espacial del artista comprende muchas contingencias
diferenciales altamente sensibles, que le ha proporcionado el profesor o él
mismo, a medida que <<va discriminando>>. Es probable que una persona que
no sabe dibujar ben quede deslumbrada por otra que sepa hacerlo. No puede
comprender <<como se hace aquello>> y, aunque se esfuerce, no puede
conseguir nada semejante. Simplemente, carece del repertorio básico mínimo,
el cual sólo puede ser establecido mediante el refuerzo discriminativo. La
conducta se encuentra bajo el control del modelo, no del artista, y hasta que el
modelo haya sido puesto bajo control mediante el refuerzo diferencial basado
en dicho modelo como estímulo discriminativo, la conducta no ocurrirá.

Canta o tocar de oído

Dibujar un modelo equivale a responder al mundo espacial en la medida


en que tanto los estímulos como las respuestas acercan, en ambos casos,
campos continuos, en la misma dirección. Al tocar un instrumento o cantar una
melodía, <<de oído>>, falta, no obstante, las dimensiones espaciales. También
aquí los repertorios apropiados son elaborados a través de contingencias
similares de tres tiempos. Un tono es la ocasión en la cual una determinada

121
conducta compleja del aparato vocal será reforzada al generar un tono
semejante. El refuerzo puede ser automático, si ha existido condicionamiento
previo del cantante con respecto a los tonos acertados, o proporcionado por
otra persona – un profesor, por ejemplo-, cuya conducta, refleja también la
corrección del tono emitido. Este repertorio, puede también incluir respuestas a
intervalos, siendo cada intervalo que se ha oído la ocasión de reforzar una
respuesta compleja que genera un intervalo correspondiente. Melodías,
progresiones armónicas, etc. Pueden constituir las bases de repertorios
similares. El mismo tipo de relaciones puede regir la conducta de tocar un
instrumento musical, donde la topografía de la conducta que genera los tonos o
pautas es completamente diferente.

La unidad final al cantar o tocar de oído puede detenerse al nivel de la


escala de medio tono. Tanto los estímulos como las respuestas muestran por lo
general esta <<disposición>>. En cantante cuyo registro es pobre es aquel
cuyo sistema de respuesta es de una índole pobremente definida que no
sincroniza con el sistema de estímulos. Por el contrario, el cantante con un
buen registro puede cantar correctamente una melodía que sea defectuosa en
sí misma. En este caso, la respuesta del repertorio se encuentra mejor situada
que el estímulo. La escala de medio tono no es, desde luego, un límite natural.
El cantante de talento tiene un repertorio que se acerca al campo continuo y
que le permite duplicar los sonidos no musicales. La imitación afortunada del
canto de los pájaros y del ruido de las máquinas requiere este tipo de
repertorio.

Fácilmente perdemos de vista el condicionamiento requerido para


desarrollar una conducta de este tipo. El sujeto que no puede imitar un
esquema auditivo o que no puede cantar o tocas de oído puede sentirse
admirado fácilmente por uno que puede hacerlo. Considera casi imposible
emitir una nota concreta o imitar el ruido de una locomotora, y no tiene ni idea
de cómo puede conseguirlo el imitador afortunado. El nunca podrá llegar a
serlo por un<<acto de voluntad>>. La diferencia radica en las historias de
refuerzo. Si nunca se ha establecido el repertorio con el que se produce una
melodía, no podrá ser utilizado en las circunstancias en que se necesite.

Imitación

De estos repertorios discriminativos al campo de la imitación sólo hay un


paso. Por lo que sabemos, la conducta imitativa no surge a causa de ningún
mecanismo reflejo inherente. Tal mecanismo requeriría que el estímulo
generado por un estímulo de conducta dado provocara en otro organismo una
serie de respuestas que tuvieran el mismo modelo-por ejemplo, el estímulo
visual de un perro que corre provocaría que otro perro corriera también-. Esto
constituiría un mecanismo sumamente complejo y, a pesar de la fuerte
inclinación a creer lo contrario, parece que no existe. La imitación se desarrolla

122
en la historia del individuo como resultado de refuerzos discriminativos que
muestran la acostumbrada contingencia en tres tiempos. La estimulación visual
de alguien que mueve la mano es la ocasión para que el mover una mano
probablemente reciba refuerzo. El estímulo auditivo <<Pa-pá>> es la ocasión
para que la complicada respuesta verbal que produce un modelo auditivo
similar sea reforzada por el padre complacido. Observamos que este tipo de
condicionamiento tiene lugar en la vida cotidiana, pero también podemos
establecerlo en el laboratorio. Por ejemplo, podemos condicionar a una paloma
para que ejecute varios actos distintos si otra paloma también los está llevando
a cabo. Cuando la paloma imitada picotea una clavija colocada en un punto
determinado, la que imita picotea otra clavija similar. Cuando la primera picotea
otra clavija distinta, la imitadora actúa de acuerdo con ello. Si una va al otro
extremo de la caja, la otra hace lo mismo. Esta conducta imitativa ocurre
solamente cando previamente ha tenido lugar un refuerzo discriminativo
específico. En realidad, no parece que las palomas se imiten mutuamente
<<por naturaleza>>. Sin embargo, la necesaria contingencia de tres tiempos se
da a menudo en la naturaleza. De este modo, si una paloma está escarbando
en un terreno cubierto de hojas, éste constituye una ocasión para que otra
paloma quizás se vea reforzada por una conducta similar. Lo que ocurre en el
hombre no es muy distinto de esto. Cuando vemos a un grupo de gente
mirando un escaparate, es probable que miremos también -no porque exista un
instinto de imitación, sino porque los escaparates que contemplan otras
personas pueden reforzar tal conducta. El repertorio imitativo del hombre medio
está tan bien desarrollado que se ha olvidado de sus orígenes, y se acepta
fácilmente como parte integrante de su conducta.

Los repertorios imitativos se desarrollan frecuentemente en conjunto de


respuestas relativamente discretos. Al aprender a bailar, se adquiere un
conjunto de respuestas más o menos estereotipadas en virtud del cual un paso
ejecutado por el profesor es duplicado por el alumno. Cuando este repertorio es
escaso, la imitación es pobre y el que aprende considera difícil realizar un paso
complicado. En el baile, como en el cantar de oído, la habilidad imitativa de un
buen ejecutante le parece así mágica a un profano.

Un buen actor posee un repertorio imitativo de actitudes, posturas y


expresiones faciales que le permiten seguir las sugerencias de un director o
duplicar la conducta observada en la vida diaria. Los intentos del actor poco
hábil pueden resultar casi ridículos por falta del repertorio esencial. Aunque las
respuestas imitativas se acercan a un campo continuo, quizá nunca alcancen
esta condición. La duplicación del estímulo no suele ser precisa, y el origen del
repertorio con el que incluso el buen imitador duplica la conducta puede ser
evidente.

La similitud de estímulo y respuesta no tiene ninguna función específica


en la imitación. Podríamos fácilmente fijar una conducta en la que el

123
<<imitador>> hiciera exactamente lo contrario del <<imitado>>. Podríamos
condicionar a la segunda paloma a picotear siempre una clavija distinta de la
que picotea la primera. Algo de ello ocurre en una academia de baile cuando la
conducta del instructor y del alumno en un repertorio <<imitativo>> no son las
mismas. Un paso atrás por parte del profesor es un paso adelante por parte del
alumno. Este tipo de imitación inversa puede llegar a ser tan fácil como la
conducta que tiene estas mismas propiedades, tal como demuestra el buen
<<seguidor>>.

En el campo deportivo se encuentran otros repertorios que no se


corresponden. La conducta del jugador de tenis en controlada en gran medida
por la de su oponente, pero los esquemas correspondientes no son imitativos
en el sentido corriente. Existe, empero, una contingencia en tres tiempos: los
estímulos sutiles de la conducta del contrario que están correlacionados con la
próxima posición de la pelota son la ocasión para una conducta defensiva
apropiada. El buen jugador de tenis llega a ser sumamente sensible a este tipo
de estimulación y, sólo por esto, es capaz de colocarse en buenas posiciones
defensivas. La esgrima ofrece un ejemplo especialmente adecuado de la
conducta integrada de dos individuos en la que una respuesta por parte de uno
constituye un estímulo discriminativo para una respuesta diferente por parte del
otro. La conducta puede estar tan estrechamente integrada como la de los dos
bailarines que ejecutan los mismos pasos al mismo tiempo.

Los repertorios <<imitativos>> inversos no pueden acercar campos


continuos de los que de modo automático surgirán nuevos ejemplos. En cierta
medida, los bailarines hábiles pueden improvisar un baile en el que uno
introduce una serie de pasos y el otro sigue, del mismo modo que un jugador
de tenis está automáticamente, hasta cierto punto, en posesión de la respuesta
adecuada ante una nueva jugada ofensiva, pero faltan los campos
correspondientes que sirve para la duplicación de la conducta en la imitación
auténtica.

ATENCION

El control ejercido por un estímulo discriminativo es tratado de forma


tradicional bajo la rúbrica de atención. Este concepto invierte la dirección de la
acción al indicar, no que un estímulo controla la conducta de un observador,
sino que el observador atiende al estímulo y que, por tanto, lo controla. No
obstante, a veces reconocemos que el objeto <<llama y mantiene la atención>>
del observador.

En tal caso queremos decir que el observador continúa mirando el


objeto. Por ejemplo, un anuncio animado es peligroso si mantiene la atención
de un conductor durante demasiado tiempo; al prestarle atención, el conductor
lo que hace es mirar el anuncio en lugar de la carretera. La conducta implica
condicionamiento y, en particular, el condicionamiento especial de la operante
124
discriminativa. Las variables no siempre son evidentes, pero pueden,
generalmente, ser detectadas. El hecho de que la gente lea los anuncios en
lugar de mirar el paisaje que lo rodea muestra la eficacia con que es reforzada
la lectura- no solo por anuncios sino también por revistas, novelas, cartas, etc.-.
Miles de escritores preparan poderosos refuerzos en todos los campos de la
palabra escrita o impresa. Todos estos estímulos tienen propiedades
tipográficas comunes, que inducen a la lectura de nuevos materiales. También
puede tener lugar un refuerzo en aquel momento si el material es
<<interesante>> (vimos en capítulo VI que <<prestar interés>> es solo otra
forma de expresar las consecuencias del refuerzo operante).

Podemos estudiar esta relación a través de un sencillo experimento.


Reforzamos a una paloma cuando picotea un dispositivo, pero sólo cuando se
enciende una pequeña luz situada encima del mismo.

La paloma forma una discriminación, de acuerdo con la cual solamente


responde cuando la luz se enciende y no en otro caso. Observemos también
que la paloma empieza a mirar la luz, y podríamos decir que le está prestando
atención o que la luz mantiene su atención. Esta conducta se explica fácilmente
en términos de refuerzo condicionado. Mirar la luz es ocasionalmente reforzado
al ver que la luz se enciende. Esta conducta es comparable a la de buscar un
objeto (capítulo V).

Una orientación estable de los ojos no es el único resultado posible. La


conducta de morar en la oscuridad o en una niebla muy espesa es un ejemplo
de moral con orientación a todo el campo visual. La conducta de buscar el
campo o responder a cada parte del mismo con alguna pauta exploratoria- es
la que se ve más frecuentemente reforzada por el descubrimiento de objetos
importantes; por tanto, llega a ser intensa. Generalmente podemos observar
que la conducta con que un niño busca un juguete extraviado es
específicamente condicionada. Si algunas pautas de morar son reforzada por el
descubrimiento de objetos más a menudo que otras, se convertirán en
conducta normal, Podemos estudiar este fenómeno en el experimento de la
paloma disponiendo una serie de luces, cualquiera de las cuales puede
empezar a parpadear como un estímulo discriminativo. La paloma mira todos
los puntos en un orden más o menos fortuito. Puede decirse que <<estaba
buscando el punto que parpadea>>, como en el ejemplo tratado en el capítulo
V. Si la luz empieza a parpadear cuando la paloma está mirando a otra parte, la
ve en un extremo del campo visual. Entonces, la conducta de mirar
directamente hacia la luz se ve óptimamente reforzada. Decimos que la luz
<<capta la plena atención>> del pájaro.

Pero la atención es algo más que mirar hacia algo o mirar una serie
sucesiva de cosas. Como todo el mundo sabe, podemos mirar el centro de una
página mientras <<estamos prestando atención>> a otros detalles de los

125
extremos. Los intentos de explicar esto en términos de <<movimientos
incipientes de los ojos>> han fracasado; no parece existir una orientación
comparable a ésta en el modelo auditivo. Es decir, al escuchar la grabación de
una sinfonía, cuando prestamos una particular atención a los clarinetes, no
parece que se pueda demostrar que exista una orientación especial del oído.
Pero aunque la atención no es una forma de conducta, esto no significa que se
encuentre fuera del campo de la misma. La atención es una relación de control-
la relación entre la respuesta y un estímulo discriminativo-. Cuando alguien
presta atención se encuentra bajo el especial control de un estímulo.
Detectaremos más fácilmente la relación cuando los órganos receptores están
visiblemente orientados, pero esto no es esencial. Un organismo presta
atención a un detalle de un estímulo, independiente de si sus órganos
receptores están orientados para producir la recepción más clara posible, si su
conducta se halla predominantemente bajo el control de este detalle.

Cuando nuestro sujeto describe un objeto situado en el extremo de la


página aunque estamos seguros de que no lo está mirando, o cuando nos dice
que los clarinetes han seguido una nota de los violines, no necesitamos
demostrar ninguna disposición espacial entre estímulo y respuesta. Basta
indicar la relación espacial de control que hace posible tal respuesta. De modo
similar, en nuestro experimento, podemos decir que la paloma está prestando
atención a la luz, aunque no la esté mirando, si tiene la reacción discriminativa
correcta –si picotea el punto cuando la luz está parpadeando y no lo hace
cuando está siempre encendida-. Probablemente mirará la luz porque la
contingencia responsable de la atención lo es también del refuerzo de tal
conducta, pero no necesita hacerlo.

Cuando recomendamos a alguien que preste atención a una


característica del medio ambiente, nuestro requerimiento es en sí mismo un
estímulo discriminativo que complementa al estímulo mencionado para
controlar la conducta del observador. Se condiciona a éste a mirar o a escuchar
un estímulo determinado cuando se le dice <<que preste atención>> al mismo,
porque en tales condiciones se verá reforzado por hacerlo. La gente suele decir
<<mira este hombre>> sólo cuando este tiene algo interesante. Generalmente
dice <<escucha lo que dicen los de la fila de atrás>> sólo cuando dicen algo
interesante.

Del mismo modo que podemos prestar atención a u objeto sin mirarlo,
también podemos mirarlo sin prestarle atención. Esto no significa que lo
estemos mirando con una clase de conducta inferior, en la que no se utilicen
correctamente los ojos. El criterio que seguimos es verificar si el estímulo
ejerce algún efecto sobre nuestra conducta. Cuando miramos a alguien sin
verle, cuando escuchamos una conversación sin atender a lo que se está
diciendo, o leemos <<pensando en otra cosa>>, simplemente no conseguimos

126
llevar a cabo una conducta que, normalmente, se encuentra bajo el control de
tales estímulos.

RELACIONES TEMPORALES ENTRE ESTIMULO, RESPUESTA Y


REFUERZO

El medio ambiente está dispuesto de tal modo que determinadas cosas


tienden a suceder a la vez. El organismo lo está también de forma que su
conducta cambia al ponerse en contacto con tal ambiente. Debemos considerar
tres casos principales: 1) ciertos hechos –como el color el sabor de la fruta
madura- tienden a ocurrir conjuntamente. El efecto correspondiente sobre la
conducta es el condicionamiento respondente; 2) ciertas actividades de
organismo producen ciertos cambios en el ambiente. El efecto correspondiente
sobre la conducta es el condicionamiento operante y 3) ciertos hechos son las
ocasiones en las que determinadas acciones producen determinados cambios
en el medio ambiente. El efecto correspondiente sobre la conducta es la
discriminación operante. Como resultado de estos procesos, el organismo que
se encuentra en un ambiente nuevo llega a conducirse, finalmente, de forma
eficaz. El resultado no podría lograrse por mecanismos heredados porque le
medio ambiente no es suficientemente constante de una generación a otra.

También es una característica del medio ambiente que los hechos


ocurran conjuntamente de acuerdo con ciertas relaciones temporales. Un
estímulo puede preceder a otro en un intervalo dado, como cuando el
relámpago precede al trueno. Una respuesta solo puede producir una
consecuencia después de un inérvalo dado, cuando la ingestión de alcohol va
seguida de los típicos efectos al cabo de un cierto tiempo. Una respuesta
puede tener su consecuencia cuando es ejecutada en un tiempo dado después
de la aparición del estímulo discriminativo, como cuando se puede golpear una
pelota solamente cuando ha entrado dentro del campo de acción y antes de
que haya salido del él.

Las dos primeras características no plantean ningún problema especial.


En el condicionamiento respondente se establece fácilmente el efecto de un
intervalo de tiempo entre los estímulos. Si damos de comer a un organismo
diez segundos después de haberle presentado un estímulo neutro, el proceso
de condicionamiento sigue esencialmente el modelo habitual: el perro saliva
ante el estímulo previamente neutro. Pero, finalmente, se establece una
discriminación temporal. El perro no saliva inmediatamente, cuando el estímulo
condicionado le es presentado, sino solamente después de un intervalo que
gradualmente se acerca al intervalo tras el cual suele aparecer el estímulo
incondicionado. Podemos considerar este resultado simplemente definiendo el
estímulo condicionado como un hecho dado más el transcurso de tantas
unidades de tiempo. También tiene poco interés aquí la introducción de un
127
intervalo de tiempo entre respuesta y refuerzo en el condicionamiento operante.
Se reduce la eficacia del refuerzo, pero por otra parte la conducta no sufre
grandes cambios.

Sin embargo, cuando se añaden propiedades temporales a la


contingencia en tres tiempos de la operante discriminativa, esto da lugar a
efectos especiales. A veces sólo se refuerza una respuesta si se da lo más
rápidamente posible después de la aparición de un estímulo dado. Una
contingencia de este tipo es la responsable de la velocidad con que muchas
personas se precipitan al teléfono para contestar una llamada. Coger el
teléfono y decir <<diga>> sólo es reforzado si la respuesta se da rápidamente.
El corredor responde al disparo de salida de la misma forma y por la misma
razón. En un experimento típico de <<tiempo de reacción>> se instruye a un
sujeto a levantar el dedo de un dispositivo tan pronto como aparezca una luz o
suene un timbre, a fin de que la conducta ocurra <<lo más pronto posible>>.
Aunque las instrucciones que se han dado al sujeto en un experimento de
tiempo de reacción o al corredor que empieza una carrera son complejas, el
efecto sobre la conducta se debe a la simple contingencia en tres tiempos con
el suplemento de una especificación temporal. La misma contingencia será
también responsable de que la paloma actúe <<lo más rápidamente posible>>.
El tiempo de reacción de la paloma es aproximadamente el mismo que el del
hombre.

Una respuesta puede asimismo verse reforzada solamente si se retrasa


durante un intervalo de tiempo dado, después de la presentación del estímulo.
De este modo se refuerza a una paloma por picotear un dispositivo sólo si
espera, pongamos por caso, seis segundos después de que aparezca el
mismo. Muchos refuerzos sociales y comerciales son de este tipo –por ejemplo,
cuando se reduce el efecto neto si alguien contesta con demasiada rapidez o
expresa su conformidad demasiado fácilmente ante un acuerdo o cuando un
refuerzo óptimo puede conseguirse solamente después de <<madura
consideración>>. Bajo contingencias de este tipo, se alcanza de modo
característico la máxima probabilidad de respuesta poco antes de que haya
transcurrido el intervalo requerido.

Un efecto característico de un retraso es conocido, a veces, con el


nombre de <<expectativa>> o <<anticipación>>. Supongamos que el visitante
asiduo le da al niño un caramelo pocos minutos después de llegar. ¡Cómo
podemos formular la conducta del niño esperando el caramelo? Ante todo,
podemos observar que la llegada del visitante sirve de estímulo condicionado y
al niño se le hace la boca agua. Si el intervalo que transcurre entre la llegada y
la entrega del caramelo es bastante uniforme puede desarrollar una
discriminación temporal de forma que esta respuesta condicionada no
aparezca hasta que el intervalo casi haya transcurrido. Si ciertos movimientos
por parte del visitante han precedido generalmente a la entrega del caramelo,

128
cualquier movimiento de aquél será reforzante. El niño, por tanto, <<prestará
atención>> al visitante, tal como acabamos de definir el término. Lo observará
muy de cerca. Si algunos estímulos verbales han estado relacionados de modo
especial con el caramelo, escuchará también todo lo que diga el visitante
puesto que el hecho de escuchar habrá sido reforzado por tales estímulos.
Cualquier conducta por parte del niño que haya hecho más probable la
aparición del caramelo ha sido también reforzada y será intensa. El niño puede
hacerse notar, <<haciendo el número>>, por ejemplo. Por la misma razón,
puede referirse a regalos anteriores, y por tanto hacer una <<insinuación>> al
visitante (capítulo XV).

La mayor parte de la conducta del niño será emocional. Es fácil observar


esto cuando el estímulo <<anticipado>> es aversivo. Como veremos en el
capítulo XI, el estado emotivo en un caso como éste se llama <<ansiedad>>.
Cuando un estímulo anticipado es positivamente reforzante existe un cambio
general en la conducta del niño en el sentido de una mayor excitación y
simpatía. Estos son, en cierta medida, los aspectos reforzantes de la
<<alegría>> o el <<placer>> (estos términos deben utilizarse con cuidado, tal
como veremos en el capítulo X).

Aún hay otro componente de la <<expectativa>>. La conducta del


corredor como respuesta a las palabras <<preparados, listos, va…>> muestra
todos los efectos enumerados anteriormente: 1) reflejos condicionales como
pulso, respiración, sudor, etc., 2) una relación especial de control a la voz del
que da la salida, que llamamos <<gran atención>>, 3) cambios emotivos que, si
la carrera va a ser agotadora, estarán más cerca de la ansiedad que de la
alegría. Además de todo esto, el corredor tensa sus músculos y adopta la
postura que hará más eficaz su respuesta a la señal de salida. Este tipo de
conducta, algunas veces llamado <<preparativos>>, es reforzado por el
aumento de velocidad de la respuesta que sigue. La conducta puede que no
sea nada más que una ejecución parcial de la respuesta de <<partir>>, que se
denota a veces en la conducta de la salida anticipada, o puede consistir en
cualquier otra forma de conducta que recibe el refuerzo neto de una salida más
afortunada- por ejemplo, manteniéndose quieto mejor que balanceándose
sobre las puntas de los pies.

129
VIII. El control ambiental

LA IMPORTANCIA DEL MEDIO AMBIENTE

Sea cual fuere nuestra filosofía de la conducta, no es probable que


neguemos que el ambiente ejerce sobre notros una influencia considerable.
Podemos no estar de acuerdo acerca de la naturaleza o intensidad del control
ejercido, pero es obvio que existe un cierto control. La conducta debe ser
apropiada a la ocasión. El fracaso para mantenerse en contacto con la realidad
conduce a las dificultades observadas a menudo en la conducta alienada.
Incluso cuando alguien rechaza el mundo que le rodea, y reduce
sistemáticamente ciertas formas de control de éste sobre él, está interactuando
físicamente con el mundo.

Sin embargo, muchas teorías de la conducta humana descuidan o


ignoran la acción del medio ambiente. El contacto entre el organismo y el
mundo circundante se deja absolutamente al margen o, como máximo, se
describe de una forma casual. Esta, por ejemplo, es una práctica bastante
corriente en psicología clínica. El médico habla a menudo de personas,
lugares, cosas, como de <<hechos>> que forman parte de la interpretación de
la conducta de su paciente, sin especificar nada más acerca de su acción.
Puede que esta costumbre resulte adecuada para ciertos fines de
comunicación, pero debe esperarse que fracase en algún punto. Algunos de los
problemas de la psicología clínica demuestran que con frecuencia se alcanza
este punto. Una historia clínica puede decirnos, por ejemplo, que un día
determinado el paciente vio a un conocido venir hacia él desde el otro lado de
la calle, y este hecho puede ser considerado como significativo para interpretar
la conducta de dicho paciente. Sin embargo, el hecho de decir <<X vio a Y al
otro lado de la calle>> no nos prepara para nuevas preguntas posiblemente
pertinentes. Por ejemplo, ¿cuáles son las propiedades importantes de los
modelos visuales que conducen a X a decir <<éste es y>>? ¡Estaba
determinado el relato de X acerca de este hecho por un claro estímulo visual
que poseyera estas propiedades?, es decir, ¿era realmente Y o es que X
meramente <<pensó que era Y>>? En este último caso, ¿cuán plausible resulta
el error? ¿Qué parte del efecto ejercido sobre X se debía al aspecto de Y como
persona y cuál a la conducta de Y al cruzar la calle? ¿En qué ocasiones
pasadas unos estímulos similares habían afectado a X? y ¿Qué
condicionamiento había tenido lugar con respecto a personas que cruzaran la

130
calle, fueran o no Y? ¿Hasta qué punto la reacción de X se debía a un estado
que podemos describir diciendo que X <<tenía miedo de que Y le evitara>>?
¡Acaso un anterior condicionamiento respecto a gente que cruza la calle,
implicó en realidad a Z, que se parece a Y?, y si así fuera, ¿podemos decir que
Y servía como <<Símbolo>> de Z?

Este tipo de cuestiones son tratadas frecuentemente en la discusión


posterior de un caso clínico, pero normalmente no surgirían si el primer análisis
del contacto ente el organismo y el medio ambiente hubiera sido adecuado. Un
análisis más elaborado no implicaría necesariamente más información en
cualquier caso concreto, sino más bien una comprensión de cómo actúan los
estímulos en general. La descripción casual ignora muchos puntos importantes.

EL ANALISIS DE ESTIMULOS

Para estudiar las variables independientes sumamente importantes que


radican en el medio ambiente inmediato podemos empezar con una
descripción física. ¿Cuál es la estructura del mundo que vemos, oímos,
tocamos, olemos y gustamos? No deberíamos prejuzgar estos hechos a partir
de sus efectos sobre el organismo. Deben describirse en los términos comunes
de la física de la luz y del sonido, la química de las sustancias que tienen olor y
sabor, etc. Desde luego, nos interesan solamente las condiciones o los hechos
que afectan a la conducta. La radiación electromecánica de la radio de
receptores adecuados, excepto quizás a unos niveles muy altos de energía.
No decimos que la radiación <<no es un estímulo porque no estimula>>.
Simplemente la ignoramos del mismo modo que ignoramos el color del aparato
que utilizamos en el estudio de las propiedad mecánicas de los cuerpos,
cuando descubrimos que no es importante.

Las clases de hechos que estimulan el organismo son efectivos sólo


dentro de ciertos límites. Oímos los sonidos, pero solamente los de un cierto
tono e intensidad. Vemos la luz, pero solamente la de cierta intensidad y
longitud de onda. Los límites de la estimulación, y también las más pequeñas
diferencias de los estímulos que ocasionan diferencias detectables en la
conducta, han sido investigados de manera cuidadosa. El individuo normal
difiere del ciego o del ciego a los colores en su reacción ante la radiación
visible, del sordo o parcialmente sordo en su reacción ante los tonos, del que le
falta el olfato en su reacción ante los olores, etc. Diferencias más pequeñas
entre individuos normales pueden ser igualmente importantes. La investigación
de este tipo pone con frecuencia de relieve la acción del órgano a través del
cual se realiza el intercambio con el medio ambiente- el ojo, las papilas
gustativas en la lengua, etc.- pero es posible que el organismo entero esté
implicado en ello. Lo que aparece como simple reacción sensorial depende con
frecuencia de variables situadas en los campos del condicionamiento, la
motivación y la emoción.

131
Varios problemas importantes que conciernen a la estimulación son
relativamente independientes de las propiedades físicas particulares de los
estímulos y de la duración de su efectividad. Para hacer frente a estos
problemas no importa que el órgano receptivo sea el ojo o el oído, por ejemplo,
y podemos trabajar con valores de estímulos que no presenten problemas de
límites. Al discutir diversas funciones del estímulo, tales como provocación del
reflejo, discriminación y refuerzo no fue siempre necesario especificar la
naturaleza de la estimulación, y como veremos en el capítulo IX, esto también
es verdad para otra función de los estímulos en el campo de la emoción.
Existen incluso procesos más generales que pueden estudiarse, no solamente
sin considerar la forma particular de intercambio de energía en la periferia del
organismo, sino también sin especificar si los estímulos provocan reflejos, son
discriminativos, reforzantes o emocionales. En el siguiente examen vamos a
poner de relieve el estímulo discriminativo, pero cada proceso podría también
ser demostrado, presumiblemente, en las otras funciones.

INDUCCION

Una vez hemos establecido la conducta bajo el control de un estímulo


dado, con frecuencia descubrimos que otros estímulos son también efectivos.
Si una paloma ha sido condicionada a picotear un punto rojo en la pared de la
caja experimental, la respuesta será también evocada, aunque no con la misma
frecuencia, por un punto de color naranja o incluso amarillo. La propiedad del
color rojo es importante, pero no de una manera exclusiva. Puntos de
diferentes formas y medidas o puntos contrastados con colores distintos como
fondo, pueden ser eficaces también. Para valorar en toda su amplitud el cambio
que se ha producido a través del refuerzo, necesitamos examinar los efectos
de gran número de estímulos. La extensión del efecto a otros estímulos es que
se llama generalización o inducción. El proceso indica que un estímulo aislado
es una noción tan arbitraria como una operante aislada. Los <<elementos
idénticos>> de una respuesta tienen sus paralelos en los valores o propiedades
de un estímulo, los cuales son eficaces por separado. Si reforzamos una
respuesta ante un punto rojo y redondo de una pulgada cuadrada de área, un
punto amarillo del mismo tamaño y forma será efectivo a causa de las
propiedades comunes de tamaño y forma; un punto rojo y cuadrado del mismo
tamaño sería eficaz a causa de su color y tamaño, y uno rojo y redondo de un
área de media pulgada sería eficaz a causa de las propiedades comunes de
color y forma.

La eficacia de una sola propiedad de un estímulo combinado con nuevas


propiedades queda demostrada cuando nos sentimos incómodos en presencia
de alguien a quien acabamos de conocer porque se parece a alguien que nos
desagrada. La sutil cualidad responsable del parecido es suficiente para
suscitar una reacción emotiva. El argumento de Freud de que el
condicionamiento emocional temprano afecta a la adaptación personal

132
posterior presume tal proceso, en el que, se dice, la sutil propiedad en virtud de
la cual un conocido se parece a nuestro padre o a nuestra madre, por ejemplo,
presupone el mismo proceso: una escultura abstracta que genera una
respuesta emotiva porque se parece al cuerpo humano demuestra la eficacia
de la propiedad responsable del parecido. Tal como Freud señaló, el parecido
puede ser efectivo tanto si es reconocido por el individuo como si no lo es.

En el mismo proceso lo encontramos en literatura, a través del artificio


de la metáfora. El énfasis, en el análisis retorico común, es traspuesto, ya que
el control activo es atribuido al organismo más que el estímulo. Se dice que el
que habla transfiere una descripción desde un estado de cosas a otro que se le
parece. En este caso deberíamos decir que la respuesta metafórica es
provocada por un estímulo que comparte algunas de las propiedades del
estímulo al cual la respuesta es normalmente apropiada. De esta forma,
cuando Romeo compara a Julieta con el sol, no necesitamos suponer que está
llevando a cabo un acto de imaginación creativa; necesitamos suponer
solamente que el efecto de Julieta sobre él comparte algunas propiedades del
efecto del sol, y que la respuesta verbal <<sol>> se ve, por ello, fortalecido. (La
elaboración de la metáfora debe distinguirse de la explicación de sus
componentes. El primer paso consiste en dar razón de la aparición del término
metafórico. Esto puede hacerse generalmente señalando una propiedad de un
estímulo común que es a la vez poseído por el estímulo habitual que provoca la
respuesta verbal.)

Podemos comprobar la importancia de cualquier dimensión de un


estímulo examinando el efecto de diferentes valores. Después de elaborar una
fuerte tendencia a responder ante un punto rojo, podemos examinar la
frecuencia de respuesta durante la extinción a naranja-rojo, naranja, amarillo-
naranja y amarillo. Un experimento de este tipo produce una gradiente de
generalización o inducción. La respuesta durante la extinción es lo más rápida
posible cuando la paloma puede no responder en absoluto si el color es tan
distinto como por ejemplo el verde, incluso aunque los dos puntos tengan
propiedades comunes de forma, situación, iluminación, y se trata, por tanto, de
estímulos visuales más que auditivos. Por tanto, para la paloma, el color es,
evidentemente, una propiedad importante. Por el contrario, un organismo ciego
a los colores no mostraría un gradiente parecido; la frecuencia no cambiaría
con el color si las diferencias en brillo, textura, etc., fueran eliminadas. Otras
propiedades de los estímulos producen gradientes similares cuando son
exploradas sistemáticamente. Este procedimiento nos capacita para contestar
preguntas como, por ejemplo, si un cambio dado de color es tan importante
para el organismo como un cambio dado de tamaño, o si el color es una
propiedad tan importante para los estímulos visuales como el tono para los
auditivos. Sin embargo, no todas las dimensiones de los estímulos tienen esta
misma continuidad.

133
DISCRIMINACION

La inducción (o generalización) no es una actividad del organismo; es


simplemente un término que describe el hecho de que el control adquirido por
un estímulo es compartido por otros estímulos con propiedades comunes o,
para decirlo de otro modo, que el control es compartido por todas las
propiedades del estímulo tomadas por separado. Una combinación de
propiedades constituye aquellos que designamos como un estímulo, pero la
expresión no traduce de una forma muy exacta el control ejercido por el medio
ambiente.

La discriminación tratada en el capítulo VII no es tampoco una forma de


acción por parte del organismo. Cuando establecemos una discriminación entre
los puntos luminosos rojo y naranja, simplemente agudizamos un gradiente
natural. Al continuar reforzando puntos rojos y extinguiendo los de color
naranja, el control de la propiedad del color rojo es firmemente fortalecida,
mientras que la propiedad del naranja es firmemente debilitada. En este
experimento, otras propiedades de los estímulos –por ejemplo, tamaño, forma y
situación- son reforzadas y, al mismo tiempo extinguidas. A quienes trabajan
con pinturas, tintes y otros materiales de color les afectan contingencias en las
que, ligeras diferencias de color producen una gran diferencia en las
consecuencias de la conducta. Decimos que son <<altamente
discriminativos>> respecto al color. En realidad, su conducta muestra
solamente procesos de condicionamiento y extinción.

ABSTRACCION

La conducta puede ser sometida al control de una sola propiedad o de


una combinación especial de propiedades de un estímulo, al tiempo que se
libera del control de todas las demás propiedades. El resultado característico
es lo que se llama abstracción. Podemos poner de relieve la relación de ésta
con la discriminación mediante un ejemplo. Al reforzar las respuestas ante un
punto rojo circular y extinguirlas ante puntos circulares de otros colores,
podemos dar al punto rojo el control exclusivo sobre la conducta. Esto es
discriminación. Dado que los puntos de otros colores no tienen aparentemente
ningún efecto, podría parecer que las otras dimensiones que poseen -por
ejemplo, tamaño, forma y situación- no tienen importancia. Pero esto no es
completamente cierto, puesto que es menos probable que la respuesta se dé
ante un objeto rojo de otra medida y forma. En otras palabras, hemos sometido
la respuesta al control de puntos rojos circulares, pero no solamente al de la
<<<propiedad del color rojo>>. Para conseguir esto último hemos de reforzar
las respuestas ante muchos objetos, todos ellos rojos, pero que difieren
ampliamente en las demás propiedades. Finalmente, el organismo responde
solamente a la propiedad del rojo. El caso queda ejemplificado por la respuesta
verbal <<rojo>>. Sin embargo, debería recordarse que una respuesta

134
completamente abstracta probablemente no se consigue nunca. Los estímulos
que poseen la propiedad requerida y que se parecen de un modo especial a
casos comunes que la poseen pueden ejercer también un cierto control.

Tampoco la abstracción es una forma de acción por parte del organismo.


Es simplemente una reducción del control ejercido por las propiedades de los
estímulos. La propiedad que ejerce el control no puede demostrarse en una
sola ocasión. Es decir, un solo ejemplo de respuesta abstracta no nos ayudará
mucho para comprender a qué se refiere. La relación que controla puede
descubrirse solamente a través del estudio de gran número de ejemplos.

Es probable que pasemos por alto la historia requerida para llegar a


elaborar una respuesta abstracta pero, si obramos de esta forma, cometemos
muchos errores al interpretar la conducta. Cuando a un niño se le enseña a
llamar roja una pelota de este color nos sorprende ver que llama roja a una
pelota verde. En nuestra propia conducta, la respuesta se encuentra desde
hace tiempo bajo control de un color determinado, pero en la conducta del niño
las propiedades de tamaño, forma y manejabilidad siguen siendo importantes
hasta que un programa de refuerzo diferencial las elimina.

Un organismo no adquirirá una respuesta abstracta hasta que un agente


reforzante no prepare la contingencia requerida. No existen contingencias
<<naturales>> que refuercen una respuesta ante una sola propiedad aislada.
La contingencia necesaria requiere, aparentemente, la mediación de otros
organismos. Por tanto, la abstracción parece que ha llegado a ser posible
solamente con el desarrollo de la conducta verbal. De esto no se sigue que,
caso de ser así, las respuestas abstractas pudieran no haber surgido nunca.
No es posible concebir, un grupo de individuos, hechos que hubieran podido
dar lugar a los rudimentos de un medio ambiente verbal, a partir del cual se
hubiera iniciado la conducta verbal abstracta. Sin embargo, la cuestión es
altamente especulativa.

Nos encontramos mejor situados para observar cómo las abstracciones


se desarrollan y cambian. La conducta verbal, perpetuada por la comodidad
verbal, ha conseguido aislar cada vez más las sutiles propiedades de la
naturaleza. A veces podemos observar este fenómeno directamente. Otras,
podemos hacer especulaciones plausible acerca de cómo puede haber tenido
lugar. A menudo, la etimología proporciona valiosas pistas. La palabra
<<probabilidad>>, por ejemplo, proviene de una palabra que se refería a la
caída de un dado o una moneda. Un rasgo importante de este hecho, lo
constituye la indeterminación del resultado que es similar a la indeterminación
de otros sucesos en los que nada cae -por ejemplo, el palo de una carta
extraída de una baraja-. La transposición metafórica del termino es perfilado
posteriormente- quizás a través de siglos de prácticas cambiantes en una
comunidad verbal- hasta que, en manos del matemático moderno, el término

135
pasa bajo control de una propiedad muy especial de la naturaleza, el contenido
moderno de la palabra <<probabilidad>>.

ALGUNOS PROBLEMAS TRADICIONALES EN EL CONTROL DE ESTIMULO

Inducción cruzada

A veces vemos que una respuesta se halla bajo el control de dos


estímulos que no tienen ninguna propiedad física en común. Si ha sido
condicionada por separado a cada uno de los estímulos, no se requiere
ninguna explicación; pero, aparentemente, no siempre es así. La
<<inducción>> parece producirse aunque falten propiedades comunes. A veces
puede descubrirse una conexión intermedia. Tanto a los alfileres como a los
dolores se les llama <<agudos>>. Puede tener su importancia que alfileres
punzantes causen dolores agudos. Hay solamente un corto paso desde <<el
alfiles es punzante hasta <<el dolor causado por el alfiles es agudo>>. Una vez
se ha establecido esta práctica verbal en una comunidad, la respuesta se
aprende generalmente por separado en los dos casos y entonces deja ya de
ser una conclusión.

La conducta intermedia común proporciona otra posible explicación.


Cuando Samuel Butler vio una vez el Wetterhorn se encontró a sí mismo
tarareando un aria de Haendel. <<La gran ladera del Wetterhorn parecía surgir
al mismo tiempo que (la palabra) “ladera”>>. En este caso, parece que se ha
emitido una respuesta auditiva que se parece, de alguna manera, a un estímulo
visual. Hemos de pensar que Butter no había oído una de ellas mientras
contemplaba la otra; y debemos suponer, dado el fin del ejemplo, que no había
visto la frase musical visualmente. Podemos explicar el resultado, si
suponemos que ambos estímulos eran capaces de generar una conducta
similar. Si Butter había aprendido a ejecutar ciertas respuestas espaciales ante
las notas <<altas>> y <<bajas>> - por ejemplo, tocando un instrumento- y si,
como artista aficionado que era, había aprendido a responder a las pautas
visuales con las respuestas de imitación podían haber provocado una forma de
conducta común, y la autoestimulación procedente de ella podía haber servido
de base para la respuesta. La línea melódica del aria podía haber suscitado
una respuesta – estímulo que a menudo iba seguida por la respuesta
<<Wetterhorn>>. A la inversa, el perfil de Wetterhorn podía haber suscitado
una respuesta que, a su vez, generó estimulación, a menudo, seguida por un
tarareo imitativo o por la respuesta verbal <<Haendel>>. En este caso
concreto, la respuesta verbal <<ladera>> proporciona un ejemplo claro de
conducta mediadora. La ladera de la montaña fortalece la respuesta verbal
<<ladera>>, la cual forma parte de la pauta auditiva del aria. Una especulación
de este tipo no prueba nada, pero sugiere una posible solución al problema de
la inducción desde un campo sensorial a otro. Una solución adecuada
136
requeriría un análisis experimental de los diversos procesos auxiliares a través
de los cuales puede ampliarse el control del estímulo.

Respuesta ante una relación

Cuando un organismo ha sido condicionado para que elija un disco de


cinco pulgadas en lugar de uno de tres, si ambos discos le son presentados al
mismo tiempo, es posible que escoja uno de siete pulgadas si se presenta
asociado con el de cinco. Este hecho ha sido con frecuencia presentado como
una crítica al principio del estímulo. Si el disco de cinco pulgadas es el estímulo
que controla, ¿Por qué no es eficaz en la nueva combinación? En realidad, es
posible condicionar a un organismo, bien a que elija siempre el mayor de entre
dos objetos, bien a que se decida por un tamaño determinado, sea cual sea el
tamaño del objeto que lo acompaña. Un condicionamiento similar empieza muy
pronto en la historia del individuo, y la conducta que predominará cuando se
realice una prueba dependerá de dicha historia. El caso que relaciona es
importante en la mayoría de ambientes. Al moverse un organismo en el
espacio, los refuerzos son contingentes con respecto a un tamaño relativo más
que a uno absoluto.

La inducción del estímulo sobre la base de una <<relación>> no


presenta ninguna dificultad en una ciencia natural si la relación puede ser
descrita en términos físicos. Cuando éste no sea el caso, hemos de echar
mano de otras posibilidades – por ejemplo, la conducta intermedia que
acabamos de mencionar-. Incluso organismos tan relativamente simples como
la paloma pueden responder de manera apropiada ante nuevos estímulos
sobre la base de tamaño, intensidad y posición relativa, etc. Pueden también
ser condicionados a ignorar cualquiera de estas propiedades y a transferir una
respuesta que se refiera a alguna otra propiedad. Las propiedades relevantes
son todas susceptibles de especificación física.

El estímulo <<interpretado>>

Otro problema en el control del estímulo ha atraído más atención de la


que merece, a causa de las especulaciones metafísicas acerca de lo que <<en
realidad hay>> en el mundo exterior. ¿Qué sucede cuando un organismo
responde <<como si>> un estímulo tuviera otras propiedades? Esta conducta
parece indicar que el mundo <<perceptivo>> - el mundo tal como el organismo
lo experimenta- es diferente del mundo real. Pero la diferencia radica en
realidad en las respuestas – entre las respuestas de dos organismos o entre
las de un mismo organismo sometido a diferentes formas de estimulación bajo
las mismas circunstancias-. En este sentido, puedo <<creer>> que he cogido

137
mi abrigo del perchero de un restaurante, aunque al examinar el contenido de
los bolsillos descubro que estoy equivocado. Puedo <<creer>> que un objeto
suspendido en el aire es un avión sólo para darme cuenta, momentos más
tarde, de que se trata de un pájaro que planea. Puedo <<creer>> que un objeto
es cuadrado y, al cambiar de posición, descubrir que no lo es. Puedo
<<creer>> que un punto luminoso se ha movido de un lugar a otro, aunque un
examen del circuito eléctrico que lo ha producido me convence de que
meramente ha desaparecido de una posición y ha reaparecido en la otra. No
existe ninguna razón para considerar al primero de cada uno de estos pares de
reacciones como <<perceptivo>> y al segundo como una forma de contacto
con el mundo real. Se trata de respuestas diferentes, efectuadas en tiempo
diferentes, ante una fuente de estimulación común.

En general, los objetos son capaces de generar muchos tipos diferentes


de estímulos que se relacionan entre sí de ciertas maneras. Es más probable
que sean <<correctas>> las respuestas a algunas formas de estimulación que
las respuestas a otras, en el sentido que es más probable que conduzcan a
una conducta eficaz. Naturalmente, se fomenta este tipo de respuestas, pero
cualquier suposición en el sentido de que esto nos acerca al mundo <<real>>
está fuera de lugar. Como vimos en el capítulo VII, las propiedades visuales y
táctiles de los objetos en el espacio nos llevan a desarrollar un repertorio eficaz
que nos permite acercarnos y alcanzar los objetos con pleno éxito. Para poner
un ejemplo específico, los estímulos visuales generados por un objeto
cuadrado se encuentran generalmente acompañados por otros estímulos
visuales cuando observamos el objeto desde otro ángulo o lo colocamos junto
a una escala de medida, de la misma forma que se suman a ellos ciertos
estímulos táctiles cuando manipulamos el objeto. Esto supuesto, podemos
construir un objeto que, visto desde un ángulo dado, proporcione la
estimulación característica de un objeto cuadrado, aunque origine estímulos
muy diferentes cuando se le maneje, mida o mire desde otro ángulos. Una vez
hayamos respondido a tal objeto de maneras aparentemente inconsecuentes,
es posible que estemos menos seguros al decir <<cuadrado>> ante un
conjunto de estímulos visuales, pero no tenemos ninguna razón para alegar
que nuestra respuesta visual original ante el objeto no era adecuada a su
<<realidad>>. No vemos en un mundo –el mundo de la física-. Los organismos
son parte de este mundo y reaccionan ante él de muchas maneras. Las
respuestas pueden ser consecuentes o inconsecuentes unas de otras, pero,
por lo general, existe poca dificultad, en ambos casos, en describirlas.

Para poner otro ejemplo, supongamos que observamos una tenue


bruma en la distancia, al borde de un bosque. Este estímulo es apropiado para
cualquiera de las dos situaciones generales en las que emitimos las respuestas
verbales <<niebla>> y <<humo>> respectivamente. Las respuestas no verbales
apropiadas son, sin embargo, muy diferentes: en un caso, pasamos

138
simplemente de largo; en el otro corremos a dar la alarma. Es posible que no
hagamos nada hasta que hayamos <<decidido lo que es realmente>>.
Solemos <<interpretar>> el estímulo antes de actuar abiertamente de un modo
concreto. Pero con la <<interpretación>> ocurre algo parecido a lo que vimos,
en el capítulo VII, que sucedía con la <<atención>>; no tenemos necesidad de
encontrar una forma particular de conducta que se identifique con ella.
<<Interpretamos>> un estímulo como niebla en la medida en que se
incrementa la probabilidad de un repertorio distinto. Solamente cuando la
conducta específica ya se ha producido podemos decir que un estímulo ha sido
<<interpretado>> de una manera dada, pero podemos seguir hablando de
ambas probabilidades con pleno sentido. Un estímulo dado puede tener,
simultáneamente dos efectos diferentes cuando éstos son compatible, y dos
efectos diferentes que se alternan rápidamente cuando no lo son. Una situación
compleja de indecisión puede prevalecer hasta que el problema se resuelva,
sea poniendo en claro el estímulo, sea de cualquier otra forma. (Lo que ocurre
cuando tomamos una decisión será tratado en el capítulo XV.)

El control funcional ejercido por un estímulo nos permite distinguir entre


sentir y otro tipo de actividades que nos sugieren términos tales como <<ver>>,
<<percibir>> o <<conocer>>. <<Sentir>> puede utilizarse si nos referimos a la
mera percepción de estímulos. <<Ver>> es la conducta <<interpretativa>>
controlada por un estímulo. El término <<ver>> caracteriza una relación
especial entre conducta y estímulo. Es diferente de <<sentir>>, de la misma
forma que responder es distinto de ser estimulado. Nuestra <<percepción>> -
nuestro <<conocimiento>> acerca de él- es nuestra conducta con respecto al
mundo. No debe confundirse con el mundo mismo, o con otra conducta con
respecto al mundo, o con la conducta de otras personas con respecto al
mundo.

139
IX. Privación y saciedad

El descubrimiento de que parte de la conducta de un organismo estaba


bajo el control del medio ambiente condujo, como hemos visto, a una
generalización abusiva del concepto de estímulo. Los escritores empezaron a
ver estímulos allí donde era imposible observar ninguno y a descubrir
circunstancias internas diversas en una <<situación total estimulante>>. El
principio del estímulo se fu debilitando a causa de su generalización, y, a
menudo, fue abandonado en favor de otras formulaciones de naturaleza menos
especifica. Podemos volver a situarlo en el lugar que le corresponde
distinguiendo, tal como hemos venido realizando, las diversas funciones de los
estímulos. Debemos señalar que no conviene clasificar nunca algunos efectos
del medio ambiente como estimulación. Cuando privamos de comida a un
organismo, por ejemplo, podemos estimularle, pero este resultado es
completamente incidental con respecto al efecto principal.

PRIVACION

En el capítulo III vimos que la probabilidad de beber llega a ser muy alta
si sometemos un organismo a una severa privación de agua y muy baja en un
estado de excesiva saciedad. Es razonable suponer que la probabilidad se
encuentra siempre en algún punto situado entre estos dos extremos y que, si
se cambia el estado de privación, simplemente varía la tendencia hacia uno u
otro extremo. El significado biológico del cambio en probabilidad es evidente.
Constantemente se pierde agua a través de la excreción y la evaporación, y el
organismo debe tomar del ambiente una cantidad igual para compensar esta
pérdida. En circunstancias normales el organismo bebe de una manera
intermitente y se mantiene en un estado bastante estable y presumiblemente
óptimo. Cuando este intercambio se interrumpe-cuando se priva al organismo
de la oportunidad de beber- es lógico suponer que el hecho de beber es más
probable que se produzca en la primera oportunidad de hacerlo que se
presente. En un sentido evolutivo, esto explica por qué la privación de agua
fortalece toda la conducta condicionada y no condicionada que atañe a la
absorción de agua. De manera similar explicamos por qué un organismo
privado de la ocasión de expulsar bióxido de carbono respira de una manera
más rápida y más profunda, por qué los reflejos de alimentación del niño recién
nacido aumentan de intensidad a medida que pasa el tiempo, tras la última
140
toma de alimento, y por qué un cachorro ronda por la cocina cerca del sitio
donde come habitualmente a medida que se acerca la hora de la comida.

El carácter adaptativo del aumento de probabilidad se expresa, a veces,


de otra forma. Se dice que la privación perturba cierto tipo de equilibrio que la
conducta fortalecida tiende a restablecer. La tendencia de los sistemas
vivientes a mantener o restablecer el equilibrio, tendencia a la que V. B.
Canonn llamó homeostasis, ha sido objeto de especial interés por parte de los
fisiólogos. La noción de equilibrio es compatible con un análisis funcional, pero
ambos no deberían confundirse. Es posible que un estudio del equilibrio nos
capacite para predecir la dirección en que cambiará la conducta como
resultado de un cambio en una variable independiente, pero no nos dirá mucho
más. El equilibrio es difícil de definir, y todavía más difícil de observar y medir.
Un programa mucho más definido consiste en mostrar cómo la privación afecta
a la probabilidad de la conducta relevante, y esto puede hacerse sin mencionar
el equilibrio.

No toda privación o saciedad está relacionad con el intercambio visible


de materiales. Alguien puede <<verse privado de ejercicio físico>> si tiene que
quedarse en casa a causa del mal tiempo; a causa de esto es muy probable
que se muestre activo cuando el tiempo mejore. En este caso, la privación
consiste meramente en impedir que la conducta tenga lugar, y la emisión de
esta es saciadora por sí misma. La saciedad sexual puede ser tanto el
resultado del mero ejercicio de la conducta sexual como de la especial
consecuencia conocida como orgasmo. Cada tipo de saciedad debe ser tratado
en términos relacionados con la economía del organismo y su significado
biológico debe ser interpretado de acuerdo con este enfoque. Otros tipos de
operaciones que, como vimos en el capítulo III, tienen efectos similares a los de
la privación y saciedad aparecen reunidos bajo la denominación común de
<<motivación>>.

En general, un acto dado de privación incrementa, simultáneamente, la


intensidad de muchos tipos de conducta. A medida que pasa el tiempo sin que
el niño recién nacido sea alimentado, crece la intensidad del reflejo de
succionar, y los movimientos de la cabeza, como respuesta a una estimulación
táctil de las mejillas y la región de la boca) gracias a los cuales la cabeza
adopta una posición que capacita al niño para recibir el pecho con mayor
rapidez), se hacen más enérgicos. Finalmente, muchas otras formas de
conducta se suman a este grupo. De manera similar, cuando un adulto
permanece sin beber agua durante mucho tiempo se fortalece un amplio grupo
de operantes. No solamente beberá con más ganas cuando tenga ante sí un
vaso de agua, sino que llevará también a cabo muchas otras actividades cuyo
objetivo es la ingestión de agua: ir a la cocina, buscar una fuente, pedir un vaso
de agua, etc.

141
NECESIDADES Y <<DRIVES>>*

En términos tradicionales un organismo bebe porque necesita agua, sale


a dar un paso porque necesita ejercicio, respira más rápida y profundamente
porque necesita aire, come vorazmente a causas de las exigencias del hambre.
Necesidades, deseos, y hambre constituyen buenos ejemplos de las cusas
internas tratadas en el capítulo III. Suele decirse que tienen varias
dimensiones. Es probable que se piense en las necesidades y deseos como en
algo psíquico. Pero los términos se utilizan con toda libertad incluso cuando no
se observa nada que posea dimensiones similares. A veces, el efecto interno
se deduce del mecanismo responsable de la intensidad de la conducta- por
ejemplo, cuando decimos que alguien que no ha podido beber durante muchos
días <<debe tener sed>> y que probablemente beberá-. Por el contrario, a
veces se infiere de la misma conducta- por ejemplo, cuando vemos que alguien
bebe grandes cantidades de agua y afirmamos sin vacilar que tiene mucha
sed-. En el primer caso deducimos el hecho interno de una variable
independiente anterior y predecimos la variable dependiente que va a seguir.
En el segundo, deducimos el hecho interno del acontecimiento que le sigue y lo
atribuimos a la historia de la privación que lo ha precedido. En la medida en
que el hecho interno sea inferido, no constituirá en modo alguno una
explicación de la conducta y no aportará nada a un análisis funcional.

Necesidades y deseos son términos adecuados en conversaciones de la


vida corriente, y, debido a ello, muchos estudiosos de la conducta han tenido
interés en establecer estados intermedios hipotéticos similares. Como si fueran
conceptos científicos legítimos. Una necesidad o un deseo podrían
simplemente volver a definirse como un estado originado por la privación y que
se caracteriza por una especial probabilidad de respuesta. Puesto que es difícil
desterrar los fantasmas que rondan sobre estos viejos términos, existe cierta
ventaja en utilizar un término nuevo que tenga pocas connotaciones. A veces
se usa drive Un drive no necesita ser considerando como algo mental o
fisiológico. El término es simplemente una manera conveniente de referirnos a
los efectos de privación y saciedad, y de otras operaciones que alteran los
efectos de privación y saciedad, y de otras operaciones que alteran la
probabilidad de la conducta, más o menos, de la misma forma. Es adecuado
porque nos capacita para abordar muchos casos a la vez. Existen muchas
maneras de cambiar la probabilidad de que un organismo coma; al mismo
tiempo, un solo tipo de privación fortalece muchos tipos de conducta. El
concepto de hambre como drive reúne en un solo término estas diversas
relaciones.
*La palabra Drive ha sido traducida al castellano de diversas maneras: pulsión, impulso, motivo,
activación, etc. Dado que ninguno de estos términos expresa concretamente su significado y que se trata
de un término universalizado, hemos optado por mantenerlo en inglés. Debe entenderse como sinónimo
de motivo no aprendido, activación de un estado de necesidad, tensión subjetiva que da lugar a la
conducta, etc. (N. del T.).

142
La simplicidad del concepto de drive es sólo aparente. Pero lo mismo
ocurre con necesidad o deseo. Ningún concepto puede eliminar una diversidad
real de datos. Drive es un recurso verbal mediante el cual describimos un
estado de intensidad o fuerza y no puede responder preguntas experimentales.
No podemos controlar la conducta de un organismo cambiando de forma
directa sus drives de hambre, sed o sexo. Para cambiar de manera indirecta
estos estados hemos de manipular las variables relevantes de privación y
saciedad, y debemos hacer frente a toda la complejidad de estas operaciones.

Un drive no es un estímulo

Una creencia común es que la privación afecta al organismo creando un


estímulo. El ejemplo clásico es el de los dolores causados por el hambre.
Cuando un organismo ha permanecido sin comer durante bastante tiempo, las
contracciones del estómago vacío le estimulan de una forma característica. Se
identifica, a menudo, esta estimulación con el drive del hambre. Sin embargo,
dicha estimulación no se encuentra estrechamente correlacionada con la
probabilidad de comer. Los dolores causados por el hambre son característicos
solamente de una pequeña parte de la gama a través de la que la probabilidad
varía continuamente. Normalmente, ingerimos alimentos sin haber alcanzado el
estado de privación en el que se sienten dolores, y continuamos comiendo
después de que los primeros bocados han detenido los dolores que pudiera
haberse producido. Los intentos para encontrar una estimulación parecida en
otros drives no sólo han fracasado, sino que, ocasionalmente, han caído en el
ridículo. La sequedad de la garganta no varía continuamente con la tendencia a
beber, a lo largo de toda la escala de privación. Cualquier estimulación
comparable, en un estado de privación sexual se halla escasamente
correlacionada con la probabilidad de una conducta sexual. En cualquier caso,
un drive, tal como se ha definido anteriormente, no es un estímulo.

Un drive no es un estado fisiológico

Ciertas condiciones internas resultan, probablemente, de un grado de


privación dado. Un conocimiento adecuado e independiente de las mismas nos
permitiría prescindir de una historia de privación para predecir la conducta; pero
no es probable que dispongamos de tal conocimiento acerca de un organismo
concreto en el momento en que nos sería útil para realizar una predicción; y es
menos probable todavía que podamos crear directamente un estado apropiado
de este tipo para controlar la conducta. En la medida en que deducimos este
estado de historia de privación o lo generamos creando tal historia, no tiene
utilidad en cuanto a permitirnos prescindir de la misma. Incluso cuando lo
observamos directamente, es posible que no nos sea útil a efectos de control.
Hemos visto que, en la investigación de laboratorio, el peso de un organismo
se utiliza, a menudo, como un índice de privación de comida. Para mantener un
nivel dado de drive, se mantiene al organismo, cuando se lo alimenta, en un

143
porcentaje dado de su peso. El peso es observado fácilmente, y como
resultado bastante directo de una historia de privación puede ser utilizado,
normalmente, como sustitutivo de dicha historia. Pero desde el momento en
que solamente podemos cambiar el peso cambiando la historia, no puede ser
utilizado como sustitutivo en un control práctico. En cualquier caso, no
podemos afirmar que el peso del organismo es el drive del hambre.

Un drive no es un estado psíquico

Un argumento semejante es aplicable a los estados psíquicos y


mentales con los que a menudo se identifica a los drives. En este caso, la
probabilidad de aportar pruebas independientes resulta más dudosa. Lo que la
gente <<siente>> cuando se ve privada de comida, oxígeno, etc., será tratado
en el capítulo XVII. Puesto que la privación afecta a la conducta, tanto si se
<<siente>> algo como si no, lo que se siente no constituye una base segura
para predecir. La manipulación directa de una condición psíquica para fines de
control parece todavía más problemática.

Un drive no es simplemente un estado intenso

Un fuerte <<drive de mascar chicle>> se atribuye a veces a una


persona, no con referencia a alguna historia de privación, sino simplemente
porque tiende a mascar chicle. Es posible que, en este caso, pudiera ponerse
de manifiesto alguna privación importante que afectara a la tendencia a marcar
chicle, pero no se hace ninguna referencia a nada parecido cuando se utiliza el
término de esta forma. Queda la posibilidad de que la intensidad de la conducta
sea debido a otros tipos de variable que no se encuentran dentro del campo de
la motivación. Otras palabras que, a menudo, se limitan a informar acerca de la
intensidad poco frecuente de la conducta son, <<deseo>> (<<tiene grandes
deseos de ir a Europa>>), <<querer>> (<<quisiera que su padre estuviera
muerto>>), y <<complejo>> (<<tiene un complejo sexual>>). La probabilidad de
la respuesta puede deberse a muchos tipos diferentes de variable en los que la
privación juega un papel secundario. Por ejemplo, el fuerte <<drive>> del
jugador, su <<complejo>> de jugador o su <<deseo>> de jugar, puede que,
primariamente, no se deba en absoluto a una condición de privación, ya que un
programa de refuerzo de razón variable cuidadosamente elaborado conduciría
a una probabilidad de respuesta muy elevada a un nivel relativamente bajo de
privación.

EL USO PRÁCTICO DE LOS <<DRIVES>>

Algunos ejemplos de cómo se puede controlar la conducta a través de la


privación y la saciedad demostrarán la facilidad con que pueden evitarse los
conceptos que se refieren a estados intermedios. La privación se utiliza
prácticamente cuando se aumenta la probabilidad de que un niño beba leche
restringiéndole el agua; cuando los invitados son inducidos a comer con gran

144
satisfacción un sencillo menú demorando el servicio; cuando se hace aumentar
la probabilidad de que un prisionero hable en un interrogatorio policiaco
manteniéndole <<incomunicado>> (<<privándole de hablar>>, de modo similar
al ejemplo de la <<necesidad de ejercicio>> tratado antes): cuando se aumenta
la probabilidad de que una población coopere con las autoridades que
controlan los suministros de comida mediante la reducción de las raciones; y
cuando se mantiene el interés de un niño por sus juguetes dándoselos de uno
en uno. Procedimientos que tienen un efecto similar se ponen en práctica
cuando los invitados son inducidos a consumir más cocktails en una fiesta en la
que se sirven pastelitos salados y cuando la conducta sexual se intensifica
mediante la administración de ciertas hormonas o afrodisiacos. Evidentemente,
se precisa una amplia dosis de control para establecer alguna de estas
condiciones, ya sea con fines teóricos o prácticos. A veces, es posible utilizar
circunstancias que surgen de manera fortuita. Por ejemplo, los prostíbulos y
otros establecimientos de diversión de los puertos sacan partido de las
privaciones sufridas en el mar por los marineros. La escasez propia de los
tiempos de guerra general privaciones en gran escala, y estas son explotadas
con frecuencia tanto para fines teóricos como comerciales.

La saciedad se utiliza prácticamente cuando en un restaurante con un


menú de precio fijo se sirve una gran cantidad de pan, mientras se prepara la
comida, para poder servir, sin recibir quejas, escasas raciones de comida
(desde luego es una mala costumbre servir pan si el cliente tiene que elegir
todavía y desea hacerlo << a la carta>>); cuando se utiliza la abundancia de
entremeses para disimular la escasez de la comida que va a seguir; cuando se
recomienda la prostitución legalizada alegando que reduce la probabilidad de
una conducta sexual en determinados miembros de la población que podrían,
caso de estar insatisfechos, atacar a mujeres inocentes; cuando se fija el
racionamiento de pan para reducir la violencia que de otro modo se produciría
a causa de una alimentación insuficiente, y cuando en la clínica se reduce la
conducta agresiva o indeseable presentando atención, aprobación e incluso
afecto al paciente. Un efecto comparable a la saciedad se obtiene al
administrar una droga para reducir la probabilidad de la conducta sexual.

Todos estos ejemplos podrían ser descritos haciendo referencia a


<<drives>>. Podríamos decir que el hecho de comer entremeses saldos es la
causa de que el invitado tenga sed, y que esta sed le impulse a beber. Es más
simple, tanto en teoría como en la práctica, limitarnos al hecho de que consumir
entremeses salados conduce a beber.

Estos procedimientos no deben confundirse con el condicionamiento


operante a través del cual la conducta se lleva bajo el control de una privación
diferente. Un gobierno que ofrece un premio por tener un niño, dentro de un
programa destinado a aumentar el índice de natalidad, no está aumentando la
privación que controla la procreación. Al reforzar con dinero la conducta de la

145
procreación, se la coloca bajo el control de un conjunto más amplio de
privaciones. Entonces la conducta puede ser fortalecida privando al individuo
de dinero o de cualquier cosa que pueda comprar con dinero- por ejemplo,
mediante fuertes impuestos-. El efecto puede ser suprimido saciando al sujeto
directamente con dinero o indirectamente con lo que el dinero puede comprar.
Esto podría hacerlo un patrono que respondiera a tal premio aumentando los
salarios para mantener poco numerosas las familias de sus empleados.
Mientras un premio de este tipo se mantenga vigente, un aumento del ocio o
del seguro de desempleo pueda afectar el índice de natalidad. Sin embargo, el
nivel de privación sexual no tiene, necesariamente, que haber sufrido cambios.

ALGUNAS PREGUNTAS RELATIVAS AL <<DRIVE>>

¿Cuántos drives hay? ¿Es más fuerte el drive materno que el sexual o el
del hambre? El hecho de saciar un drive como el del hambre ¿reducirá
parcialmente otro drive como el sexo? ¿Pueden ser reducidos al sexo todos los
demás drives? Preguntas de este tipo son contestadas más fácilmente cuando
se exponen en términos de privación y saciedad.

¿Cuántos drives hay?

La pregunta tiene dos significados. Cuando deducimos drives a partir de


historias de privación, podemos preguntarnos de cuántas maneras podemos
hacer que un organismo experimente privación. Se puede responder a esta
pregunta solamente mediante una exploración, interfiriendo el intercambio entre
el organismo y el medo ambiente y observando el resultado. Cuando reducimos
las proporciones de ciertos gases inactivos que contiene el aire que respira el
organismo, no observamos ningún cambio en su conducta. En tal caso, no
hablamos de la <<necesidad>> de tales gases, o de algún drive para
conseguirlo. En resumen, no lo registramos como un ejemplo de privación.
Carece de importancia el hecho de que el gas no tenga ningún valor biológico.
Podríamos privar el hecho de que el gas no tenga ningún valor biológico.
Podríamos privar a un organismo de un alimento esencial y tampoco
observaríamos ningún cambio en su conducta, incluso aunque pudiera caer
enfermo o hasta morir. El fisiólogo habla de <<necesidades>> nutritivas, pero la
privación tal como aquí se define requiere un efecto sobre la conducta. Desde
luego nuestras exploraciones revelarían muchos casos importantes, cada uno
de los cuales podría llevarnos a hablar de un drive.

Un segundo significado es necesario cuando hablamos de un drive


simplemente porque varía la probabilidad de la conducta. Se dice que el niño
que no come bien padece anorexia (falta de apetito). Si alguna vez come de
forma imprevista es debido a que su hambre no se puede predecir – a veces
tiene y a veces no -. No utilizamos aquí el concepto de drive para referirnos al
proceso de la ingestión, sino simplemente para justificar (de una manera falsa)
cambios inexplicados en la probabilidad. (De forma característica, no hablamos
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de un drive si la probabilidad no cambia. La secreción refleja de lágrimas como
respuesta a la irritación no varía de un momento a otro de forma que no pueda
ser explicad de otro modo, y por tanto no hablamos de un drive de limpiar los
ojos de sustancias extrañas.) En resumen, nuestra pregunta es: ¿Cuántos tipos
de conducta varían en intensidad independiente uno de otros? Sobre esta base
podemos distinguir entre comer, beber, comportamiento sexual, etc., del mismo
modo que entre subdivisiones de cada uno de estos campos. Si las
probabilidades de comer dos tipos de alimentos varía siempre conjuntamente,
damos por sentado un hambre normal; pero su en un momento determinado un
organismo ingiere sal con las facilidad que azúcar, y otras viceversa vemos que
es necesario hablar de hambres distintas de sal y de azúcar. Probablemente,
procesos separados de saciedad y privación han acompañado estos cambios
aunque no se incluyan en esta acepción del término <<hambre>>.

¿Cuáles son los drives de las respuestas condicionadas?

La saciedad y la privación están evidentemente relacionadas con el


refuerzo operante. Para un organismo hambriento la comida es, a la vez, algo
que lo refuerza y lo sacia. Como veremos en el capítulo XIV, es necesario,
aunque a veces sea difícil, distinguir entre estos efectos. En el refuerzo la
presentación de la comida es contingente con respecto a una respuesta;
podemos saciar sin reforzar si evitamos esta contingencia. Podemos también
reforzar sin una saciedad sustancial o al menos antes de que la saciedad haya
tenido lugar. Pero existe una relación inevitable entre los dos procesos: el
efecto de un refuerzo operante no se observará si no se ha hecho que el
organismo experimente la privación adecuada. El resultado neto del refuerzo
no es simplemente fortalecer la conducta, sino fortalecerla en un determinado
estado de privación. De esta forma, el refuerzo somete la conducta al control
de una privación adecuada. Después de haber condicionado una paloma a
estirar el cuello reforzándola con comida, la variable que controla el acto de
estirar el cuello es la privación de comida. La respuesta de estirar el cuello se
ha sumado simplemente al grupo de respuestas que varía de acuerdo con el
estado de privación. No podemos describir el efecto del refuerzo de una
manera más simple.

Condicionando y extinguiendo una respuesta bajo diferentes grados de


privación, es posible ver don detalle el efecto de la privación. Si reforzamos una
respuesta en un grupo de organismo sometidos al mismo nivel de privación y la
extinguimos en subgrupos a niveles diferentes, descubrimos que el número de
respuestas que aparece en la curva de extinción está en función de la
privación. Cuanto más hambriento esté el organismo, más respuestas emitirá
durante la extinción. Si por el contrario, condicionamos a niveles diferentes y
extinguimos al mismo nivel, descubrimos de forma bastante sorprendente que
las dos curvas de extinción del segundo experimento contiene

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aproximadamente el mismo número de respuestas. El efecto de la privación es
sentido durante la extinción, no durante el condicionamiento.

La conducta que ha sido fortalecida por un refuerzo condicionado varía


con la privación adecuada correspondiente al refuerzo primario. La conducta de
ir a un restaurante se compone de una secuencia de respuestas, cuyos
primeros elementos (por ejemplo, andar por una cierta calle) son reforzados por
la aparición de estímulos discriminativos que controlan las respuestas
siguientes (la aparición del restaurante en el cual entramos). Toda la secuencia
se ve, en últimos términos, reforzada por la comida, y la probabilidad de que
tenga lugar varía con la privación de alimento. Aumentamos la probabilidad de
que alguien entre en un restaurante o incluso pasee por una calle determinada,
haciendo que se sienta hambriento. No decimos que existen drives especiales
asociados con las primeras respuestas de la secuencia porque no existen
estados paralelos de privación. Términos tradicionales como <<necesidad>>,
<<deseos>>, etc., son reflejo de estas etapas subsidiarias. Por ejemplo,
podríamos decir que alguien quiere primero un taxi, y que luego quiere que el
taxista le lleve a la calle 56, que luego quiere encontrar un restaurante
determinado, que luego quiere abrir la puerta, que luego quiere una mesa, un
menú, y roast beef. Pero dado que no hay procesos de privación y saciación
adecuados a la conducta aquí implicada, excepto para el último punto, no hay
razón alguna para establecer los correspondientes drives. Una persona no
necesita un taxi en el sentido de que no lo haya utilizado durante mucho
tiempo. Cierta conducta que requiere un taxi para su realización es intensa y
ocurre tan pronto como un taxi está disponible. La aparición del taxi refuerza
cualquier conducta que tienda a realizarse. Constituye también un
acontecimiento que hace posible una respuesta ulterior y que, por tanto,
permite el término de la primera conducta. Sin embargo, solamente produciría
confusión decir que la aparición del taxi libre ha saciado la conducta de buscar
taxis. El uso práctico de la relación revela sus puntos fundamentales. Si por
alguna razón deseamos inducir a alguien a parar un taxi, debemos fortalecer
cualquier conducta que requiera un taxi, no tenemos que privarlo de taxis. No
parará un taxi si ya tiene uno, porque entonces otra conducta se interpone.

Los refuerzos generalizados suscitan este resultado de una forma más


aguda. Son importantes precisamente porque son efectivos bajo gran número
de privaciones y es probable que algunas de ellas se den el algún momento
determinado. La ausencia de una privación específica nos podría impulsar a
suponer la existencia de un drive separado para el refuerzo generalizado
inmediato. Aunque estemos dispuestos a abandonar la idea de un <<drive de
taxi>>, es probable que insistamos en drives de atención, aprobación, afecto,
dominación o dinero. Para justificar el hecho de atribuir drives separados a la
conducta reforzada de esta forma, deberíamos demostrar que es posible privar
o saciar un organismo con determinadas cantidades de atención, aprobación,

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etc., pero deberíamos asegurarnos al mismo tiempo, de que ninguna saciedad
o privación tiene lugar en ninguna de las áreas primarias asociadas con el
refuerzo generalizado. Por ejemplo, debería sernos posible reducir una
<<necesidad de afecto>> suministrándolo de manera abundante pero sin
suministrar, a la vez, ninguno de los refuerzos primarios asociados con él. Solo
entonces resultaría evidente un drive autónomo. Pero aunque los refuerzos
generalizados pueden reforzar aun cuando el refuerzo primario no esté próximo
– por ejemplo, la conducta de un avaro atento siempre a su dinero-, no
tenemos razón alguna para suponer la existencia de un drive correspondiente.
Una de las características más evidentes del avaro es la de no estar realmente
asociado por el dinero. El efecto reforzante de éste es sumamente importante,
de tal manera que la mayor parte de su conducta intensa lo es por esta razón,
pero un drive separado implica un estado separado de privación o saciedad,
por lo que la conducta del avaro nos resulta poco clara. Existen otros tipos e
avaros que se especializan en atención, afecto, aprobación o dominación.
Aunque podamos demostrar que se encuentran fuertemente reforzados por
estos refuerzos generalizados, incluso en ausencia del refuerzo primario, no
hablamos de drives separados porque no existen estados apropiados de
privación o saciedad.

Los drives en que se basan los refuerzos condicionados no deben


confundirse con drives adquiridos hacia la nicotina, alcohol, morfina u otras
drogas. Los efectos producidos por drogas de este tipo refuerzan la conducta
de consumirlas. Las drogas pueden liberar de alguna situación aversiva como
la ansiedad, el miedo o el sentido de culpabilidad (capítulo XI), o puede
producir alguna circunstancia que sea positivamente reforzante. El refuerzo
puede convertirse en algo cada vez más poderoso si el uso repetido da lugar a
cambios fisiológicos que aumentan la aversión que la droga reduce. Este tipo
de adicción es un drive adquirido en el que resultan evidentes procesos bien
definidos de privación y saciedad. Una poderosa técnica de control consiste en
fomentar una adición. Se administra una droga repetidamente hasta que su
poder reforzante llega a ser considerable. Entonces se la utiliza para reforzar la
conducta deseada –por ejemplo, la de un prisionero de guerra en un
interrogatorio-. Posteriormente, al suprimir la droga, la probabilidad de la
conducta aumenta en gran manera.

En el capítulo V vimos que un hecho podía constituir un refuerzo positivo


aun en el caso de que no redujera un nivel de privación. Debemos hacer aquí
referencia a un punto: la conducta fortalecida a través de la privación no
necesita reducir dicha privación. El proceso freudiano de sublimación suscita
esta cuestión. Ya sea mediante estímulo o inducción de la respuesta, un
procedimiento que fortalece una respuesta también otras respuestas de
propiedades similares, o la misma respuesta en ocasiones similares. La
privación es un ejemplo de este tipo de procedimiento. Así, por ejemplo, un

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matrimonio sin hijos puede <<sublimar>> su instinto paternal tratando a un
perrito como a un niño. El artista <<sublima>> la conducta sexual trabajando en
cuadros o modelos del cuerpo humano. Si creemos que la conducta sucede
siempre <<por alguna buena razón>> es decir, a causa de alguna posible
ventaja biológica- muchos ejemplos de este tipo pueden parecernos
enigmáticos. Pero una respuesta fortalecida a través de la inducción puede
muy bien no tener ningún efecto sobre la privación, incluso aunque la respuesta
de la que recibe su fuerza tenga un efecto distinto. En muchos ejemplos de
sublimación, la misma conducta es automáticamente saciable.

¿Están los drives relacionados entre sí?

Existe otra área en la que resulta ventajoso tratar de procesos de


saciedad y privación más que de cualquier drive. Se han hecho esfuerzos para
reducir toda la motivación a un drive primario único. Freud, por ejemplo, hizo
hincapié en el sexo. El debate sobre si una actividad dada es <<esencialmente
sexual por naturaleza>> puede traducirse de dos formas, dependiendo el
resultado de que pongamos de relieve la variable dependiente o la
independiente. Decir que las actividades artísticas y musicales <<expresan
impulsos sexuales>> puede significar que la conducta característica en este
campo se parece topográficamente a la conducta sexual. El escultor que
modela una figura humana se comporta hasta cierto punto como lo haría con el
cuerpo humano; ciertos aspectos temporales de la conducta musical se pareen
al modelo temporal de la conducta sexual. Esto simplemente equivale a la
inducción de un estímulo a otro o de una respuesta a otra sobre las bases de la
similitud. Pero a menudo resulta difícil decidir si dos situaciones o dos acciones
son suficientemente similares para garantizar una explicación de este tipo. Con
frecuencia debemos deducir la importancia de un punto de semejanza a partir
de su efecto sobre la conducta. Por otra parte, el problema pueden expresarse
en forma de pregunta del siguiente modo: ¿cambia la probabilidad de un acto
del que se afirma que es sexual por naturaleza, con la privación o la saciedad
sexuales? Si esto es así, puede ser considerado como sexual aun en el caso
que no se parezca topográficamente a una conducta sexual evidente.

Una interpretación alternativa es la de que un drive humano básico es la


<<dominación>>. Este refuerzo generalizado es realmente muy importante. Los
refuerzos biológicos más específicos se reciben a menudo solamente después
de que la conducta precurrente ha sido eficaz en <<dominar>> el ambiente
físico o social, y, en este sentido, podemos reunir toda la conducta bajo el
denominador común de dominación. Sin embargo, hemos visto que no se
requiere la existencia de un drive especial cuando el refuerzo es generalizado.
La dominación puede ser reforzante y por tanto muy importante como variable
susceptible de ejercer control. Un hombre puede llegar a dominar <<por el
placer de dominar>> de la misma forma que el avaro amontona dinero por el
placer del dinero. Pero, aparentemente, no hay ninguna privación o saciedad

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independiente relacionada con la dominación en sí misma. Privar a alguien del
dominio significaría disponer las circunstancias de tal forma que no pudiera
dominar ni la naturaleza física ni la sociedad, pero bajo tales circunstancias
sufriría probablemente privaciones, a las cuales podría entonces atribuirse
cualquier fortalecimiento general de su conducta. Recíprocamente, cuando
cambiamos la conducta de alguien <<dejándole hacer lo que quiere>> puede
dar la impresión de que estamos saciando su <<sed de dominio>>, pero casi
con toda certeza, cambiamos también algunas privaciones primarias o algunas
de las circunstancias aversivas que vamos a describir en el capítulo XI. El
efecto sorprendentemente general de muchas privaciones o saciedades
específicas pone en tela de juicio la extensión del drive de dominio. Alguien que
tienda a ser dominante en muchos aspectos de la vida puede experimentar un
gran cambio como resultado de un matrimonio afortunado o, en un lapso de
tiempo más corto, a causa de una comida satisfactoria.

Las tentativas para reducir toda motivación humana a una única


necesidad de aprobación, afecto, etc., están sujetas a las mismas críticas.

¿Qué drive es más poderoso?

¿Es el drive materno más fuerte que el sexo? ¿Es el sexo más fuerte
que el hambre? Podríamos contestar a preguntas de este tipo situando alguna
respuesta arbitrariamente escogida, bajo el control de privaciones diferentes
(reforzándola de maneras distintas) y luego observando la frecuencia máxima
bajo valores extremos de cada una de estas privaciones. ¿Cómo puede
compararse la frecuencia con que una rata macho muy hambrienta emite una
respuesta que es reforzada con comida, según un programa dado, con la
frecuencia de esta misma rata bajo una privación sexual extrema, cuando la
respuesta ha sido reforzada, siguiendo el mismo programa, con el acceso a
una hembra receptiva? En realidad no tiene objeto comparar privaciones, a no
ser que surjan naturalmente situaciones en las cuales las magnitudes relativas
de sus efectos sean importantes. Privando a un organismo, tanto de comida
como de contacto sexual, podremos observar qué conducta se origina cuando
presentamos, a la vez, estímulos apropiados. Sin embargo, no es fácil que se
den estas condiciones. Muchos organismo que sufren una severa privación de
agua no pueden ingerir alimento seco, por tanto, cuando limitamos la ingestión
de agua creamos, paralelamente, un efecto similar a la saciedad por medio de
comida. De la misma forma, la conducta sexual es debilitada cuando un
organismo se ve severamente privado de comida durante mucho tiempo.

EL TIEMPO COMO VARIABLE

La mera emisión de conducta es a veces saciable, y, este caso,


conseguimos un <<estado de privación>> del organismo simplemente haciendo
imposible la conducta. Tal como hemos visto, la <<necesidad de ejercicio>>
muestra este modelo: el organismo confinado dentro de límites estrechos se
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muestra más activo que de costumbre en los momentos que siguen a la
supresión de aquellos. La conducta siguiente reduce el nivel de actividad como
una forma de saciedad. Cuando la conducta es posible en cualquier momento,
muestra una periodicidad. Si se encierra una rata dentro de una caja pequeña y
tiene acceso permanente a una rueda giratoria, su conducta en la rueda puede
tomarse como una medida aceptable de su actividad. Generalmente una rata
alterna fases activas e inactivas con una regularidad considerable. Se observa
una periodicidad similar cuando no se restringe un intercambio con el medio
ambiente –como en la comida, bebida o conducta sexual bajo condiciones de
oportunidad ilimitada-. Si podemos estableces el período, podemos utilizar el
tiempo con variable independiente para predecir la conducta.

Un cambio periódico bastante drástico viene ejemplificado por el hecho


de dormir y despertar. Durante el sueño la mayor parte de la actividad del
organismo alcanza un punto sumamente bajo. Sin embargo, esto no es lo que
sucede. Podemos perfectamente considerar el sueño como una forma especial
de conducta que ocurre periódicamente y con bastante regularidad en la vida
de la mayoría de los organismos. En general, la periodicidad coincide con el
ciclo día noche con ventajas evidentes. Podemos privar de dormir a un
organismo evitando la conducta –por ejemplo, le mantenemos en una
plataforma que gira lentamente y donde debe moverse constantemente para
evitar caer en un tanque de agua-. La tendencia a dormir aumenta en función
de esta privación. De la misma forma que inducimos a un niño a comer con
más ganas a la hora de la comida asegurándonos de que no ingiere alimentos
entre las comidas, le inducimos también a acostarse por la noche
asegurándonos de que no duerme durante el día. En cierta medida podemos
también saciar de sueño a un organismo. Hacemos esto cuando enviamos a un
niño a la ama temprano para prepararle para una jornada larga y fatigosa. Bajo
condiciones no restringidas, la periodicidad del sueño y la vigilia nos permite
utilizar el tiempo como una variable para predecir conducta.

El tiempo aparece como la variable experimental principal en ciertos


cambios periódicos más lentos. La conducta durante el ciclo menstrual es un
ejemplo de ello. Podemos alterarlo administrando hormonas o de otra forma,
pero la mejor oportunidad que tenemos para predecir una respuesta
determinada radica en el estudio de tales cambios cíclicos. La intensidad de la
conducta no puede cambiarse interfiriendo un ciclo, como sucede con la
actividad o el sueño, porque la periodicidad no es el resultado de una privación
o saciedad automática. El tiempo, utilizado como variable. No puede ser
manipulado experimentalmente.

Muchos cambios en la conducta, especialmente en la conducta instintiva


de organismos inferiores, siguen un ciclo anual. Las costumbres migratorias,
por ejemplo, coinciden de una manera bastante exacta con las estaciones del
año. Algunas circunstancias que varía con el tiempo pueden ser más

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importantes que el tiempo mismo. Podemos interrumpir la periodicidad normal
cambiando, por decirlo de alguna manera, la estación – es decir, manteniendo
al organismo bajo una temperatura o duración del día característica de una
época del año diferente-. Si la conducta responde a la circunstancia no-
estacional, el mero paso del tiempo difícilmente puede ser la variable primaria.
En condiciones normales, la época del año puede constituir un importante
fragmento de información.

Cuando los cambios en la conducta se extienden a períodos más largos,


hablamos de la edad del organismo como variable independiente. Una
respuesta puede aparecer a una edad determinada y luego desaparecer. Con
frecuencia se califica de maduración al incremento de probabilidad en función
de la edad. Al descubrir estos programas evolutivos conseguimos un cierto
grado de predicción. Varias formas de la llamada conducta instintiva,
particularmente en especies distintas del hombre, aparecen, normalmente en
edad características, y puede que la edad sea nuestra única variable útil.
Puesto que, en general, estos cambios no son cíclicos, la predicción debe
hacerse sobre la base de la información obtenida con otros organismos. Las
diferencias individuales pueden ser granes y, por tanto, no podremos predecir
con exactitud cuando un individuo emprenderá un terminado tipo de conducta
sexual, basándonos en el promedio de edad que marca el comienzo de la
actividad sexual en una población. Por tanto, no se resuelven, generalmente,
problemas prácticos de este tipo recurriendo a programas de maduración.
Ciertos procedimientos de adiestramiento son más eficaces si un niño está
preparado para ellos, pero al planificar un programa educativo para
preparación. Es posible que la presencia o ausencia de conducta relevante
tenga que determinarse mediante la observación directa de cada niño.

EL INDIVIDUO Y LA ESPECIE

En cualquier momento dado de su vida, un individuo mantiene una


conducta bajo ciertos grados de probabilidad. Este hecho constituye el marco
dentro del que estudiamos operantes seleccionadas y exploramos los efectos
de variable independientes. Estas variables raramente son importantes para
explicarnos la existencia de la conducta elegida como objeto de estudio;
afectan simplemente su probabilidad. Su existencia se da por sentada. Cuando
examinamos individuos distintos, sin embargo, descubrimos ciertas diferencias
de conducta- en sus repertorios, en las frecuencias con que se emiten unas
respuestas determinadas, y en la medida en que la conducta responde al
refuerzo, privación y otros procedimientos-. Estas diferencias pueden ser muy
amplias entre unas especies y otras. El concepto de <<instinto>> ha sido
utilizado para explicarlas. Un tipo de conducta que es característico de una
especie se atribuye a un instinto (de localización y propiedades
indeterminadas) que se dice poseen todos los miembros de esa especie. Este
es un ejemplo flagrante de ficción explicativa. El término, como <<drives>>,

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puede adquirir una respetable categoría científica si se le define como una
tendencia a responder de esta forma, no puede ser utilizado como explicación.
Si el instinto de construir nidos se refiere solamente a la tendencia observada
en ciertas clases de pájaros a construirlo, no puede explicar por qué los pájaros
construyen nidos.

Una tendencia de los miembros de una especie a conducirse de un


modo determinado no constituye un hecho más notable que una tendencia a
manifestar ciertos rasgos anatómicos forma igualmente parte del organismo. La
categoría propia de la especie es una variable a tener en cuenta para valorar la
probabilidad de cualquier clase de conducta. Puesto que no podemos cambiar
la especie de un organismo, la variable no tiene importancia para aumentar
nuestro control, pero la información acerca de la categoría de la especie nos
permite predecir una conducta característica y, a su vez, hacer un uso más
eficaz de otras técnicas de control.

El problema de las diferencias individuales entre las especies puede


resolverse de la misma forma. Por ejemplo, si nos interesa la conducta sexual,
no podemos utilizar las probabilidades características de una especie a no ser
que sepamos donde se halla situado nuestro sujeto dentro de la población. La
capacidad individual o el nivel de habilidad son datos del mismo tipo que la
misma categoría de la especie. Examinando la incidencia de una determinada
forma de conducta en la especie, descubrimos la categoría de le especie como
una variable relevante; mediante un examen semejante de las tendencias
características descubrimos la posición del individuo centro la especie.
Abordaremos de nuevo el problema de las diferencias individuales en el
capítulo XIII.

RESUMEN

Podemos resumir las clases de variables independientes consideradas


en este capítulo, enumerando las preguntas alas que debemos responder para
poder explicar la probabilidad de una respuesta.

1.- La conducta en cuestión ¿es característica de la especie a la cual


pertenece el individuo?

2.- Si es así, ¿se encuentra comprendida la edad presente del individuo


dentro de los límites entre los que se observa la conducta?

3.- Si la conducta varía considerablemente entre individuos, ¿Cuál es la


posición relativa del individuo que estudiamos?

4.- Si la conducta muestra cualquier cambio cíclico de gran amplitud,


¿Cuál es la actual posición del individuo dentro del ciclo? Si puede demostrarse
que el ciclo corresponde a un cambio en alguna condición externa-por ejemplo,

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la temperatura media- esta variable puede permitir una predicción más explícita
y posiblemente puede ser útil para control.

5.- Si la conducta muestra cambios cíclicos a una escala más pequeña –


por ejemplo, un cambio diurno -. ¿a qué hora debemos predecir o controlar la
respuesta? Si se trata de un animal nocturno, por ejemplo, y si el ciclo día –
noche forma parte de nuestras condiciones experimentales, debemos entonces
anotar la hora del día.

6.- ¿Cuál es la historia del individuo con respecto al sueño? Si no ha


existido ninguna interferencia en el sueño, ¿en qué punto el ciclo se encuentra
en la actualidad? Si el organismo ha sido privado o saciado mediante el sueño,
¿cómo se ha hecho esto?

7.- ¿Cuál es la historia del organismo con respecto a privaciones o


saciedades relevantes? Si la conducta en la que estamos interesados está
condicionada, ¿con qué privación estaba relacionado el refuerzo? ¿Cuál es la
historia reciente de dicha privación? Al estudiar la conducta que es
normalmente reforzada mediante comida, debemos disponer de un registro de
la historia de ingestión o de alguna medición conexa, tal como el peso del
cuerpo, que varíe con la historia. Hemos de conocer también si cualquier
variable en la historia reciente del organismo – por ejemplo, la administración
de droga – ha tenido algún efecto similar al de la privación o saciedad.

La conducta puede ser función de otras variables. El refuerzo no ha sido


incluido en la lista, y hemos de considerar todavía algunas variables en los
campos de la emoción, la estimulación aversiva y el castigo. En conjunto, la
lista puede parecer desalentadoramente larga. Sin embargo, en la práctica real
muchas de estas circunstancias se preparan fácilmente. En la investigación
habitual de laboratorio no es difícil elaborar un procedimiento que asegure día a
día una estabilidad considerable con respecto a la mayoría o a la totalidad de
ellas. Podremos entonces estudiar, cada vez, un escaso número de variables.
Asimismo, en las aplicaciones prácticas, muchas de las preguntas que se han
suscitado demuestran ser triviales. Las variables efectivas pueden ser aisladas
con facilidad.

155
X. Emoción

¿QUE ES UNA EMOCION?

Las <<emociones>> constituyen excelente ejemplo de las causas


imaginarias a las que comúnmente atribuimos la conducta. Escapamos a causa
del <<miedo>> y pegamos a causa de la <<ira>>; nos sentimos paralizados por
la <<rabia>> y deprimidos por el >>dolor>>. Estas cusas son, a su vez,
atribuidas a hechos de nuestro pasado o a circunstancias presentes – a las
cosas que nos asustan, enfurecen, encolerizan o nos entristecen-. La conducta,
la emoción y el acontecimiento externo precedente son los tres eslabones de
nuestra conocida cadena causal. El eslabón intermedio puede ser considerado
como psíquico o fisiológico. En el caso de considerarlo psíquico, se argumenta
que una circunstancia externa es la culpable de que un sujeto se emocione y
que este sentimiento le mueva a realizar la acción apropiada. La famosa teoría
de James-Lange – desarrollada por el psicólogo norteamericano William James
y el médico danés C. G. Lange- afirmaba, sin embargo, que el individuo no
siente la causa interna de la emoción, sino simplemente una parte de la propia
conducta emotiva. James formuló este aserto de manera clásica diciendo
<<que estamos tristes porque lloramos, airados porque pegamos, asustados
porque temblamos y no como podría creerse, que lloramos, pegamos o
temblamos porque estamos tristes, airados o temerosos>>. Esta teoría dio
importancia al estudio de los cambios fisiológicos que <<sentimos>> en la
emoción y, en cierta medida, identificó el eslabón psíquico intermedio con el
fisiológico. Los cambios más evidentes que tienen lugar cuando el profano dice
que <<siente una emoción>>, consiste en respuestas de los músculos de fibra
lisa y de las glándulas – como por ejemplo, ruborizarse, palidecer, llorar, sudar,
salivar y contraer los pequeños músculos de la piel que producen la <<carne de
gallina>> en el hombre y el erizado del pelo en los animales-. Muchos de estos
cambios nos son familiares en la forma registrada por el <<detector de

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mentiras>>, que no detecta la deshonestidad, sino las respuestas emotivas
generadas cuando el individuo mantiene una conducta por la cual ha sido
castigado previamente.

A pesar de las numerosas investigaciones llevadas a cabo, no ha sido


posible demostrar que cada emoción se distinga de las demás por un modelo
particular de respuestas de glándulas y músculos de fibra lisa. Aunque existen
unos pocos modelos característicos de tales respuestas, a menudo las
diferencias entre las emociones no son muy grandes no se adaptan a las
distinciones acostumbradas. Tampoco dichas respuestas constituyen un
diagnóstico de la emoción en general ya que también aparecen en otras
circunstancias; por ejemplo, después de un ejercicio pesado o bajo un viento
helado.

Se dice normalmente que ciertas respuestas proporcionadas por los


músculos faciales y posturales <<expresan>> emoción. Reír, refunfuñar, gruñir,
crujir los dientes y las respuestas musculares que acompañan la secreción de
lágrimas son ejemplo de ello. Los organismos inferiores tienen, en general, un
repertorio de esta clase más amplio. Las expresiones emotivas pueden ser
imitadas por conducta operante, como en el teatro, y son frecuentemente
modificadas por el medio ambiente social para adaptarse a las normas
culturales. En cierta medida, una cultura determinada tiene su propia manera
de reír, de manifestar su dolor, etc. No ha sido posible hasta la fecha,
especificar grupos concretos de respuestas expresivas como característicos de
emociones determinadas, y, en cualquier caso, nunca se afirma que tales
respuestas sean la emoción.

En la investigación de lo que sucede <<en la emoción>> el científico se


ha encontrado en una peculiar situación de desventaja. Allí donde el profano
identifica y clasifica emociones no solamente con facilidad, sino también con un
grado de seguridad considerable, el científico, al concentrar su atención en
respuestas de glándulas y músculos de fibra lisa, y en conductas significativas,
no ha estado seguro de poder establecer diferencia alguna, incluso entre
emociones relativamente tan poco matizadas como la ira y el miedo. Parece
que se ha prestado poca atención a algunos de los medios de identificación
que suele utilizar el profano. El profano no afirma que alguien está enfadado
simplemente porque los pequeños vasos sanguíneos se dilatan y por tanto
enrojece, o porque su pulso se acelera, o porque ciertos músculos ponen su
mandíbula y labios en una posición que recuerda el grupo del animal primitivo.
Todo esto puede suceder <<sin emoción>> y el profano juzga, frecuentemente,
que alguien está enfadado aunque no tenga conocimiento de ninguna de estas
respuestas; por ejemplo, cuando dice que el que escribió una carta debía estar
enfadado al hacerlo. Sabe que su acompañante tiene miedo cuando atraviesan
una calle oscura, aunque no vea como empalidece, ni sepa que se ha detenido
la secreción de sus jugos digestivos o que su pulso se ha acelerado. Todo esto

157
podría también suceder en otras circunstancias en las que él no consideraría
en absoluto asustado a su acompañante.

LA EMOCION COMO PREDISPOSICION

Cuando el hombre de la calle dice que alguien tiene miedo, está


enfadado o enamorado, habla en general de predisposiciones a actuar de
maneras determinadas. El sujeto <<iracundo>> muestra una probabilidad
incrementada de pegar, insultar o infligir otra clase de injurias, y una
probabilidad disminuida de ayudar, favorecer, confortar o hacer el amor. El
<<enamorado>> muestra una tendencia incrementada a ayudar, favorecer,
acompañar y acariciar, y una tendencia disminuida a herir, de cualquier forma
que sea. Alguien <<que tiene miedo>> tiende a reducir o a evitar el contacto
con estímulos específicos –huyendo, escondiéndose o tapándose los ojos y los
oídos; al mismo tiempo es menos probable que avance hacia tales estímulos o
hacia un terreno desconocido-. Estos son hechos útiles, y en el análisis
científico, existe algo parecido al modo de clasificar del profano.

Los nombres de las llamadas emociones sirven para clasificar la


conducta con respecto a diversas circunstancias que afectan su probabilidad.
Lo más adecuado es mantener la forma adjetiva. De la misma forma que el
organismo hambriento puede ser descrito sin demasiada dificultad mientras
que la definición de <<hambre>> presenta muchos problemas, al describir la
conducta como temerosa, afectuosa, tímida, etc., no nos vemos obligados a
definir unas cosas llamadas emociones. Las expresiones comunes
<<enamorado>>, <<miedoso>> e <<iracundo>> sugiere una definición de
emoción como un estado conceptual en el que una respuesta determinada se
da en función de las circunstancias de la historia del individuo. En el lenguaje
habitual, y para muchos fines científicos, es a menudo deseable utilizar una
forma como ésta para referirnos a la intensidad en términos de variable de las
cuales es función. Pero así definida, una emoción, como un drive, no debe ser
identificada con circunstancias fisiológicas o psíquicas.

RESPUESTAS QUE VARIAN CONJUNTAMENTE EN LA EMOCION

No podemos garantizar que, al realizar un estudio científico, el


vocabulario del profano se mantenga sin cambios. Sin embargo, en el examen
que vamos a realizar a continuación utilizaremos términos tomados de la
conversación corriente para referirnos a observaciones conocidas y para
señalar algunos problemas esenciales.

Algunas emociones – como por ejemplo, la alegría y la tristeza- implican


el repertorio exterior del organismo. Reconocemos este hecho al decir que una
emoción es excitante o depresiva. Algunas emociones implican el repertorio
completo pero de maneras más específicas. Probablemente, ninguna conducta
se mantiene inalterable cuando el organismo tiene miedo o se enfurece, peri

158
quedan afectadas especialmente las respuestas relacionadas con
características determinadas del medio ambiente (el <<objeto>> del miedo o de
la ira). Algunas de las emociones más tenues como la turbación, simpatía o
diversión, pueden localizarse de manera más precisa en pequeñas
subdivisiones de un repertorio.

Las respuestas que varían conjuntamente en una emoción lo hacen, en


parte, a causa de una consecuencia común. En la ira, las respuestas que se
intensifican ocasionan daños en personas y los objetos. Este proceso es a
menudo biológicamente útil cuando un organismo compite con otros
organismos o lucha con el mundo inanimado. La agrupación de respuestas que
definen a la ira depende así, en parte, del condicionamiento. Durante la ira la
conducta que produce daños se ve reforzada y, por consiguiente, se encuentra
controlada por las circunstancias que controlan la ira. De la misma forma que la
comida constituye un refuerzo para un organismo airado. Igual que un hombre
hambriento exclama << ¡Bien!>> cuando recibe comida, también el hombre
enfurecido exclama << ¡Bien!>> cuando su oponente es dañado de algún
modo.

Sin embargo, alguna de las conductas implicadas en la emoción es


aparentemente incondicional y, en este caso, la agrupación debe explicarse en
términos de consecuencias evolutivas. Por ejemplo, en algunas especies, el
morder, golpear y arañar parecen intensificarse durante la ira, antes de que el
condicionamiento haya podido tener lugar. Estas respuestas originan gritos de
dolor y otras manifestaciones de daño que entonces refuerzan otras respuestas
incluyéndolas dentro de la categoría de <<conducta airada>>. Por ejemplo, si
un niño enfadado ataca, muerde y pega a otro niño – todo ello sin
condicionamiento previo – y si el otro niño llora y escapa, entonces, estas
mismas consecuencias pueden reforzar otra conducta del niño enfadado que
difícilmente puede ser innata – por ejemplo, importunar al otro niño, quitarle los
juguetes, destruir lo que ha hecho o insultarle-. El adulto posee un repertorio
completo de respuestas verbales hirientes evidentemente condicionadas, todas
las cuales se intensifican durante la >>ira>> y covarían con la conducta
incondicionada como una función de las mismas variables.

PROCESOS EMOTIVOS

Descubrimos las variables de las cuales son función los estados


emocionales – de la misma forma que descubrimos cualquier variable-,
buscándolas. Muchos ejemplos nos son familiares. Un ruido fuerte inesperado
a menudo produce <<miedo>>. Una limitación física continua u otra
interferencia con la conducta puede generar <<enojo>>. El hecho de no recibir
un refuerzo habitual es un caso especial de limitación que genera un tipo de
enojo llamado <<frustración>>. La conducta que ha sido castigada a menudo
puede ser emitida de una forma que llamamos <<tímida>> o <<aturdida>>. Sin

159
embargo, no debemos esperar mucho de estos términos de la conversación
diaria. Han surgido a partir de circunstancias que ponen de relieve una
definición precisa. Incluso una emoción aparentemente bien definida como la
ira puede no ser reducible a una sola clase de respuestas o atribuible a un
único grupo de proceso, La ira producida por una circunstancia puede no ser la
misma que la producida por otra. Es decir, la interrupción de una secuencia de
respuestas previamente establecida tiene generalmente un efecto emotivo,
pero cuando alguien no puede escribir una carta porque ha perdido la pluma,
no puede abrir una puerta porque está cerrada por el otro lado o ni puede
conversar con otra persona completamente sorda o que no habla el mismo
idioma, los efectos resultantes pueden ser distintos en tantos aspecto como
fueran las circunstancias. Agruparlas todas bajo la etiqueta de <<condiciones
frustrantes>> y describir todos los cambios experimentados en la conducta de
emociones confusas sugiere que la clasificación usual hace distinciones que no
siempre corresponden a los hechos.

Las emociones sutiles son todavía más difíciles de analizar. La situación


a la que le profano llama soledad, por ejemplo, parecer ser una forma leve de
frustración debida a la interrupción de una secuencia establecida de respuestas
que han sido reforzadas positivamente por el ambiente social. El hombre que
se siente solo no tiene a nadie con quien hablar. Dondequiera se dirija, su
conducta no tiene ninguna posibilidad de ser efectiva. La soledad debida a la
ausencia de una sola persona que ha proporcionado refuerzo en forma de
afecto, puede ser muy profunda, tal como lo demuestra el individuo que ha
sufrido un desengaño amoroso. La soledad del hombre afable que debe vivir en
un país extranjero durante mucho tiempo tiene un carácter distinto. Uno niño
que se pierde entre la muchedumbre sufre todavía de una forma distinta: toda
la conducta que previamente se había visto reforzada por la aparición de su
madre o su padre, ahora fracasa; mira a su alrededor perno no los ve; grita y
llora, pero no responden. Dependiendo de gran variedad de circunstancias el
resultado puede estar más cerca del miedo, la ira o la tristeza. En la actualidad
no parece que exista ninguna clasificación que lo incluya todo y que sea
aplicable a todos estos ejemplos.

Hemos advertido que los campos de la motivación y la emoción están


muy cercanos. Pueden, desde luego, sobreponerse. Cualquier privación
externa actúa probablemente como mecanismo emotivo. El hombre que se
está muriendo de hambre se encuentra, casi necesariamente, frustrado y
temeroso. La nostalgia incluye tanto un drive como una emoción. Si separamos
a un hombre del ambiente que le rodea, una gran parte de su conducta social
no puede ser emitida y puede, por tanto, convertirse cada vez más probable;
volverá a su antiguo ambiente en cuanto le sea posible y, cuando lo haga, se
mostrará particularmente <<sociable>>. Otras partes de su conducta se
intensifican porque quedan automáticamente reforzadas bajo la privación

160
reinante; hablará, a quien quiera escucharle, de su antiguo ambiente, de sus
amigos y de lo que solía hacer. Todo ello es resultado de la privación. Pero la
nostalgia es también una circunstancia emocional en la cual existe un
debilitamiento general de otras formas de conducta – una <<depresión>> que
puede ser bastante profunda-. No podemos clasificar este fenómeno como el
resultado de una privación porque la conducta así afectada no se ha visto
específicamente restringido. Las distinciones de este tipo pueden parecer un
poco forzadas. Pero vale la pena hacerlas siempre que estemos interesados en
comprender o alterar tales circunstancias.

LA EMOCION TOTAL

Definimos una emoción – en la medida en que deseamos hacerlo- como


un estado particular de fuerza o debilidad de una o más respuestas, inducido
por cualquier procedimiento de una clase determinada. Aunque podemos hacer
tantas distinciones como queramos entre diferentes emociones, este intento se
agota así mismo en el interminable número de distinciones que en realidad son
posibles. Disponemos de métodos y prácticas adecuados para examinar los
efectos de cualquier procedimiento concreto en el que podamos estar
interesados, y una proposición acerca de la relación entre ambos parece no
dejar nada importante por describir. Por otra parte, las respuestas reflejas que
acompañan a muchos de estos estados intensos no deber ser del todo
marginadas. Puede que no nos sirva de ayuda para perfilar nuestras
distinciones, pero añade detalles característicos al cuadro final que representa
el efecto de una circunstancia emocional dada. Al describir el hecho de que la
crítica de su trabajo <<pone furiosa a un empleado>>, por ejemplo, podemos
decir: 1) que enrojece, que le sudan las palmas de las manos y, si resulta
evidente, que <<se le corta la digestión>>; 2) que su cara adopta una
<<expresión>>característica de la furia; y 3) que tiende a cerrar las puertas de
golpe, a dar puntapiés al gato, a hablar lacónicamente a sus compañeros de
trabajo, a tomar parte activa en una pela, y a observar con especial interés una
lucha callejera o un combate de boxeo. La conducta operante señalada en 3)
parece mantener agrupada con respecto a una consecuencia común- que
alguien o algo son dañados-. Podemos considerar que la <<emoción total>> -
caso de que tenga algún interés averiguarla- es el efecto total producido por la
crítica de su trabajo sobre su conducta.

Las llamadas fobias proporciona ejemplos extremos, Las fobias recibe


generalmente su denominación de acuerdo con las circunstancias que dan
lugar a la condición emocional: en la claustrofobia, por ejemplo, un cambio
posiblemente violento en la conducta tiene lugar cuando se confina a un
organismo en un espacio reducido; en la agorafobia un efecto similar se
consigue situando al organismo en un gran espacio abierto. Muchas fobias son
generados por circunstancias más específicas: alguien con una conducta
perfectamente normal en otros aspectos puede mostrar un miedo excesivo a

161
los pájaros muertos, por ejemplo. ¿Cómo deberíamos describir esta última
<<emoción>>? Probablemente podríamos demostrar que la visión inesperada
de un pájaro muerto provoca respuestas reflejas considerables- palidecer,
sudar, cambiar el ritmo del pulso, etc.- así como diversas expresiones
causadas por los músculos de la cara y el cuerpo. Si éste fuera el alcance de la
fobia podríamos dar una descripción completa de la misma como un conjunto
de reflejos condicionales provocados por la visión de un pájaro muerto, pero es
posible señalar otros efectos importantes. La conducta de escapar será muy
poderosa. Parte de esta conducta – como volverse o huir – puede ser
incondicionada o ser debida a un condicionamiento muy temprano en la historia
el organismo. Parte de ella, sin embargo – como llamar a alguien para que
quite el pájaro, por ejemplo-, tiene evidentemente un origen posterior. El resto
del repertorio experimenta un cambio general. Si nuestro sujeto estaba
cenando en aquel momento, observamos que cesa de comer o come más
lentamente. Si estaba haciendo alguna otra cosa, observaos un cambio que
podríamos describir como <<pérdida de interés>>. Vemos que se encuentra
más dispuesto a sobresaltarse ante ruidos imprevistos y a mirar a su alrededor
con cautela después de entrar en un terreno desconocido. Estará menos
dispuesto a conversar con naturalidad, reír, contar chistes, etc. Estará
predispuesto a <<ver>> un pájaro muerto en lugar de un viejo sombrero tirado
en el suelo, en el sentido de que este estímulo, que hasta cierto punto se
parece a un pájaro muerto, puede restablecer todas las circunstancias
emocionales que hemos descrito. Estos cambios pueden persistir durante un
período de tiempo considerable después que el estímulo haya desaparecido.
Una descripción completa de la fobia necesitaría referirse a todos ellos, lo que
requeriría, evidentemente, una descripción completa del repertorio de
conductas del individuo.

LAS EMOCIONES NO SON CAUSAS

Mientras concibamos el problema de la emoción como un estado interno,


no es probable que hagamos avanzar una tecnología práctica. En la resolución
de un problema práctico no sirve de gran ayuda que nos digan que algún rasgo
de la conducta de alguien se debe a la frustración o a la ansiedad;
necesitamos también que nos digan cómo se ha producido la frustración y la
ansiedad y cómo podemos cambiar el rasgo. En última instancia, nos
encontramos con dos hechos – la conducta emotiva y las circunstancias
manipulable de las que la conducta es función – que engloban el adecuado
objeto de estudio de la emoción.

Existen ciertos casos en los que pueden identificarse tres etapas


separadas. Una circunstancia emocional crónica conduce, a veces, a ciertas
formas de enfermedad. Por ejemplo, alguien a quien le van mal los negocios
puede estar sometido a una larga serie de circunstancias que generan una
condición crónica de frustración o ansiedad. Parte de la emoción total puede

162
estar constituida por respuestas reflejas en el campo de la alimentación, que
dan como resultado que el hombre pueda ponerse físicamente enfermo-
aparición de una úlcera, por ejemplo-. En este caso, está justificado atribuir la
causa de la enfermedad a una <<emoción>>, porque definimos la emoción
como un modelo de conducta. Podríamos de la misma forma atribuir a la
emoción un cráneo partido, si la herida fue el resultado de una conducta
temeraria. Pero esto es algo muy distinto que decir que la conducta emocional
es debida a una emoción. Un hombre no descuida sus negocios a causa de la
ansiedad o la tristeza. Tal afirmación es, como máximo, una forma de clasificar
un determinado tipo de negligencia. La única causa valida es la condición
externa de la cual la conducta negligente, como parte de un modelo emocional
conocido como ansiedad o preocupación, puede demostrarse que está en
función. Un descuido similar que podría ser atribuido a un amor imposible no es
<<debido a una moción diferente>>, sino simplemente al efecto de un conjunto
distinto de circunstancias. Para remediar la conducta negligente, en uno y otro
caso, debemos atacar las circunstancias externas que son responsables de
ella.

La conducta observada durante una emoción no debe confundirse con la


emoción como <<estado>> hipotético, lo mismo que comer no debe
confundirse con hambre. Un hombre furioso, al igual que un hambriento,
muestra una disposición a actuar de una manera determinada. Puede que
nunca actué de esta manera, pero de todas formas podemos considerar la
probabilidad de que lo haga. Del mismo modo que deducimos, a partir de una
historia de privación, que un hombre se encuentra probablemente hambriento
aunque sea incapaz de comer, también deducimos que probablemente está
furioso si generalmente se comporta de manera airada en ocasiones
semejantes. Al igual que deducimos que alguien tiene hambre, a partir de sus
expresiones faciales ante el escaparate de un restaurante, también deducimos
que está furioso a partir de respuestas relativamente poco importantes que
covarían con esa emoción. En ninguno de estos casos necesita nuestro sujeto
emitir la conducta final importante a la cual está predispuesto.

El profano hace una distinción adicional entre una emoción y una


predisposición hacia la emoción. Habla de esta última como de un humor
cuando el estado es temporal (<<Esta de buen humor>>) y como una
disposición cuando es de mayor duración. (<<Tiene poca disposición>>).
Humor y disposición representan un tipo de probabilidad de segundo orden – la
probabilidad de que una circunstancia dad ocasione la probabilidad de una
respuesta dada.

EL USO PRÁCTICO DE LA EMOCION

La conducta emotiva y las circunstancias que la originan pueden


analizarse con mayor facilidad cuando se ponen en práctica. A veces,

163
deseamos provocar los reflejos que comúnmente se producen en la emoción.
Sin embargo, los reflejos, como hemos visto, no pueden aflorar, de acuerdo
con nuestros deseos, como <<conducta voluntaria>>. El poeta que exclama <<
¡Oh, lloremos por Adonais!>> no espera realmente que el lector responda de
esta forma. No existe ninguna relación interpersonal que permita a una persona
provocar una conducta emocional en otra de acuerdo con esta fórmula. La
única posibilidad es utilizar un estímulo incondicionado o condicionado que
provoque el reflejo. El <<serial>>, como hemos señalado, es una pieza literal
pensada exclusivamente para provocar la secreción de lágrimas. Otros
repertorios verbales van destinados a provocar la risa. El uso de estímulos
condicionados para provocar, de esta forma, respuestas emotivas tiene gran
importancia práctica para los locutores profesionales.

Cuando queremos eliminar respuestas de este tipo adoptamos


procedimientos adecuado al reflejo condicional. Cuando controlamos la
tendencia de un compañero a reírse en una ocasión solemne distrayendo su
atención de un hecho gracioso, simplemente eliminamos el estímulo que
provoca su risa. Cuando conseguimos el mismo efecto golpeándole en la
espinilla, simplemente presentamos un estímulo que provoca una respuesta
incompatible. En la práctica, se utilizan también ciertas drogas que inducen o
eliminan reacciones emotivas. Por ejemplo, en el terreno militar pueden
indudablemente tener gran valor una droga que reduzca las respuestas
características de la ansiedad y el miedo en el campo de batalla.

Frecuentemente, es también deseable cambiar las predisposiciones


emocionales. En su arenga a los jugadores de rugby antes del partido, el
entrenador puede sacar ventaja del hecho que los jugadores muestren más
agresividad contra sus adversarios si se les ha hecho enfadar. En interrogador
hábil puede utilizar el mismo procedimiento para obligar al testigo a emitir
respuestas verbales que de otra forma no serían dadas. Los soldados y la
población civil son inducidos a adaptar conductas agresivas con historias de
atrocidades, recuerdos de injurias presentes o pasadas, etc. Desde el momento
en que hay implicadas historias individuales, los procedimientos eficaces han
de encontrarse, no en un análisis teórico, sino en el estudio de cada caso, está
sucediendo puede hacer tales prácticas más eficaces.

Una predisposición emocional especialmente importante es que aquella


en la que el individuo favorece a alguien en particular, a un grupo o a un estado
de cosas. Es difícil definir las consecuencias particulares de una conducta
<<favorable>>, pero, a menudo, puede descubrirse un efecto bastante
concreto. Un político puede organizar reuniones políticas besar a los niños,
publicar detalles autobiográficos favorables, etc., solamente para fortalecer una
respuesta muy específica por parte del electorado- que le voten a él-. Un
escritor o autor teatral origina respuestas favorable hacia sus personajes
presentándolos en situaciones en las cuales fortalecen tal conducta o en las

164
que contrarrestan una conducta opuesta o desfavorable, y de esta forma
aumenta las probabilidades de que su libro o pieza <<gusten>>; pero la
conducta final puede que se reduzca a la compra de libros o a la difusión de
opiniones favorable. En este caso, parte del efecto puede ser clasificado como
refuerzo, pero podemos también distinguir un tipo de proceso que debe
clasificarse como emocional. El anunciante interesado en suscitar <<buena
disposición>> hacia su producto emplea los mismos procedimientos; ellos, la
conducta final especifica consiste en la compra del producto.

XI. Aversión, evitación, ansiedad

CONDUCTA AVERSIVA

Los estímulos comúnmente llamados desagradables, enojosos o, más


técnicamente, aversivos, no se distinguen de los demás por unos detalles
físicos concretos. Los estímulos muy intensos son frecuentemente aversivos,
pero algunos estímulos débiles también lo son. Muchos estímulos aversivos
daños los tejidos o amenazan de alguna manera el bienestar del individuo, pero
esto no es siempre verdad. Los estímulos dolorosos son generalmente
aversivos, pero no lo son necesariamente –como demuestra un contrairritante-.
Es muy improbable que los estímulos que han adquirido su poder aversivo a
través de un proceso de condicionamiento posean propiedades físicas
especiales que los identifiquen. Lo único que se sabe es que un estímulo es
aversivo solamente si su supresión es reforzante. En el capítulo V llamábamos
a tal estímulo refuerzo negativo. Por tanto, definimos tanto los refuerzos
positivos como los negativos en términos de fortalecimiento de una respuesta.
Lo que sucede cuando se suprime un refuerzo positivo o se presenta uno
negativo no se considerará hasta el capítulo siguiente.

Llamamos evasión a la conducta que va seguida del alejamiento de un


estímulo aversivo. Debilitamos un ruido aversivo poniéndonos los dedos en los
oídos, apartándonos del lugar de donde proviene, cerrando puertas o ventanas,
deteniéndolo en su mismo origen, etc. De manera semejante, nos evadimos de
una luz brillante cerrando los ojos, volviendo la cabeza o apagando la luz. No

165
podemos decir que estas respuestas se vean reforzadas positivamente al
<<librarnos>> del ruido, luz, etc., ya que es el cambio de una situación a otra lo
que es efectivo, y éste consiste en la reducción de una circunstancia
predominante antes del refuerzo.

En el laboratorio, podemos condicionar a una rata para que presione una


palanca que, al ser condicionada, reduce la intensidad de una luz. En el nivel
de iluminación es crítico. Una luz tenue puede resultar ineficaz y una muy
fuerte puede conducir a una conducta aversiva en la anterior historia de la rata
– por ejemplo, cerrando los ojos o taparse la cabeza con otras partes del
cuerpo-. Es menos probable que un ruido fuerte o un destello luminoso a través
del suelo de la caja provoquen conducta aversiva previamente establecida,
pero el uso de tales estímulos se complica debido a otros factores. Los
estímulos aversivos provocan reflejos y generan predisposiciones emotivas
que, a menudo, se interfieren con la operante que deseamos fortalecer. En
estos casos es difícil observar aisladamente el efecto del refuerzo negativo.

Los estímulos aversivos se utilizan frecuentemente, tanto en el


laboratorio como en el control práctico de la conducta, por lo inmediato del
resultado. Cuando presentamos un estímulo aversivo, cualquier conducta que
ha sido previamente condicionada por la retirada del estímulo se produce de
una manera inmediata, y en el mismo momento se presenta la posibilidad de
condicionar otra conducta. Por tanto, la presentación del estímulo aversivo
constituye un fenómeno parecido al del súbito incremento de la privación
(capítulo IX), pero puesto que la privación o la saciedad difieren en muchos
aspectos de la presentación o retirada de un estímulo aversivo, es aconsejable
considerar por separado los dos tipos de procesos. Estudiaremos la conducta
aversiva de acuerdo con nuestra definición: al presentar un estímulo aversivo,
creamos la posibilidad de reforzar una respuesta retirando dicho estímulo.
Cuando el condicionamiento ha tenido ya lugar, es estímulo aversivo
proporciona un método de control de efectos inmediatos.

Los dolores ocasionados por el hambre constituyen una posible fuente


de confusión entre la privación y la estimulación aversiva. Puesto que hambre
es de drive más común, hemos tendido a modelar sobre este nuestra
formulación de todos los drives. Pero hemos visto que los dolores no son, en
general, representativos de drives y que incluso en el caso del hambre, exigen
una formulación separada. En la medida en que se come para reducir los
dolores causados por el hambre, la conducta es aversiva. Sería difícil
determinar si los dolores conducen siempre a comer antes de que el refuerzo
negativo haya tenido lugar, puesto que los dolores son producidos por gran
número de circunstancias que producen una elevada probabilidad de comer,
independientemente de la presencia o ausencia de dolores. Sin embargo, es
posible separar la producción de dolores, del aumento de probabilidades del
hecho de comer. Cuando una estimulación parecida a los dolores causados por

166
el hambre surge por otras causas – por ejemplo, una inflamación- la comida
aversiva puede darse sin privación. Por otra parte, cuando bebemos agua,
masticamos una sustancia digesta o tomamos cierta drogas para reducir los
dolores ocasionados por el hambre, emitimos una conducta que puede no
variar con la privación de comida. De manera similar, aunque un sujeto puede
llevar a cabo ciertas prácticas sexuales porque reducen el tiempo empleado en
otras preocupaciones de tipo sexual, de ahí no se sigue que este resultado o la
reducción de cualquier otra consecuencia aversiva sea esencial para la
variación normal de la conducta sexual a través de la privación o la saciedad.

De la misma forma que no hemos definido un refuerzo positivo como


agradable o satisfactorio, tampoco afirmamos que el estímulo sea
desagradable o molesto al definir un refuerzo negativo en términos de su poder
de reforzar cuando es suprimido. Sería tan difícil demostrar que el poder
reforzante de un estímulo aversivo es debido a que es desagradable, como que
el poder reforzante de uno positivo se debe a que es agradable. Los
argumentos sobre este punto en el capítulo V podrían repetirse al pie de la letra
para el caso negativo. Existe también una explicación paralela en términos de
significado biológico. No es difícil demostrar que un organismo reforzado por la
supresión de ciertas circunstancias tiene ventajas en la selección natural.

Estímulos aversivos condicionados

La formulación de la sustitución de estímulos puede aplicarse a la


función del refuerzo negativo. Los acontecimientos neutros que acompañan a
preceden a refuerzos negativo Previamente establecidos se convierten en
reforzantes negativamente. De este modo tendemos a escapar de una persona
pesada y desagradable incluso en el caso de que en aquel momento no resulte
pesada ni desagradable. Las llamadas curas contra el tabaco y la bebida
mencionadas en el capítulo IV siguen esta fórmula: Asociando el sabor del
tabaco y del alcohol con una situación de náusea, la conducta aversiva propias
de la náusea, incluyendo quizá vómito, es transferida al tabaco o al alcohol.

UTILIZACION PRÁCTICA DE LOS ESTIMULOS AVERSIVOS

Utilizamos el refuerzo negativo de varias maneras diferentes. Un


estímulo aversivo que ya ha sido suprimido para reforzar una operante, ofrece,
como hemos visto, un sistema inmediato de control. Un muchacho mantiene a
otro en el suelo hasta que la víctima grita <<me rindo>>. Un abrazo retorcido
hasta que suelta el arma. Se espolea a un caballo hasta que corre a una
velocidad determinada. Utilizamos estímulos aversivos condicionados de la
misma forma cuando por ejemplo, <<avergonzamos>> a alguien para que
actúe. Se llama marica al muchacho que no se zambulle desde el trampolín, y
sólo podrá librarse de este condicionamiento verbal tirándose al agua. Sus
compañeros le presentan el estímulo para aumentar la probabilidad de que se
sumerja. El <<reto>> constituye una práctica similar. (El caso inverso, como
167
veremos en el capítulo siguiente, es impedir que la conducta ocurra, tachándola
de vergonzosa. La conducta vergonzosa es aquella por la que uno puede
<<sentirse avergonzado>>. Se logra escapar de la vergüenza aversiva no
realizando esta conducta o de forma más obvia llevando a cabo una conducta
visible incompartible.)

Ampliaos la eficacia de esta técnica cuando condicionamos la conducta


que forma que unos estímulos aversivos futuros puedan tener su efecto.
Podemos proyectar la presentación de estos estímulos en ocasiones
posteriores o podemos simplemente preparar el al sujeto para que reaccione
ante tales estímulos cuando se presenten. El condicionamiento es una etapa
importante en la explotación del control aversivo, en ética, religión y gobierno,
como veremos en la sección V.

También condicionamos estímulos aversivos para proporcionar refuerzo


negativo. Podemos convertir a un estímulo neutro, que es probable ocurra en
algunas ocasión posterior, en aversivo asociándolo con estímulos aversivos. La
evasión se encuentra entonces reforzada automáticamente. Por ejemplo, la
propagación de enfermedades venéreas puede controlarse hasta cierto punto
mediante programas educativos que preparen para el refuerzo futuro de una
conducta aversiva hacia las prostitutas o las <<conquistas fáciles>>. Las
descripciones o imágenes de estas personas se presentan asociadas con
información aversiva acerca de las enfermedades venéreas. El resultado es
una fuerte respuesta emotiva al ver una prostituta, que puede ser eficaz, desde
el punto de vista de un programa educativo, por ser incompatible con la
conducta sexual: el individuo puede sentirse demasiado asustado para
comprometerse en una relación sexual. En este sentido, el efecto es más
emocional que aversivo. Sin embargo, otro de los objetivos de un programa de
este tipo es garantizar el refuerzo de la conducta aversiva. Cuando el sujeto
desvía la mirada, se vuelve o rehúye una prostituta, su conducta se verá
reforzada por la reducción de un estímulo aversivo condicionado.

Un importante ejemplo de este uso del condicionamiento aversivo lo


constituye la técnica de estigmatizar una acción mala o pecaminosa. Cualquier
conducta que reduzca la estimulación procedente de las primeras etapas de tal
acto se encuentra entonces reforzada negativamente. Una asociación de dos
estímulos que tenga lugar una sola vez puede ser suficiente para transferir
poder aversivo, y un refuerzo condicionado puede continuar siendo efectivo
mucho después de que los refuerzos básicos incondicionados hayan
desaparecido del medio ambiente. En psicoterapia surgen muchos problemas
debido a la intensidad y duración de este efecto, como veremos en el capítulo
XXIV.

La retirada de un refuerzo positivo tiene, por definición, el mismo efecto


que la presentación de uno negativo. Suprimir privilegios no difiere demasiado

168
de establecer circunstancias aversivas. Algunas veces, en la práctica, nos
interesa retirar un refuerzo positivo. Lo que eliminamos es, de una manera más
precisa, un refuerzo condicionado positivo – un estímulo discriminativo o, en
otras palabras, la ocasión para una acción provechosa-. Pueden hacerse, en
este punto, varias distinciones sutiles que son quizá más importantes para la
teoría de la conducta que para su control práctico. Supongamos que privamos
a un soldado del permiso de abandonar el campamento hasta que no haya
realizado un determinado trabajo, y supongamos que, en pasadas ocasiones,
la ejecución de trabajos similares haya sido seguida por la devolución del
premiso. ¿Hemos originado un estado de privación en el que se intensificará la
conducta que ha sido previamente reforzada por la devolución de permisos, o
hemos presentado una condición aversiva de la que el individuo puede escapar
solamente ejecutando el trabajo exigido? Desde luego, es posible que hayamos
hecho ambas cosas. En la práctica, la distinción puede parecer de poca
importancia pero ciertos resultados secundarios dependen del grado en que
cada proceso se halle implicado.

EVITACION

Evadirse de una circunstancia aversiva no es, evidentemente, lo mismo


que evitarla, puesto que la condición aversiva que se evita no llega a afectar
directamente al organismo. Aunque la evitación sugiere que la conducta puede
estar influida por un hecho que no llega a producirse, podemos describir el
efecto, sin violar ningún principio científico fundamental, mediante el concepto
de refuerzo negativo condicionado. En la evitación, los estímulos aversivos
condicionados e incondicionados se encuentran separados por un intervalo de
tiempo apreciable. La relación temporal requerida se encuentra comúnmente
en la naturaleza. Un objeto que se acerca rápidamente precede a un acto
doloroso. El chisporroteo de la mecha precede a la explosión del petardo. El
sonido del taladro del dentista precede a la estimulación dolorosa de la muela.
El intervalo de tiempo que separa los dos estímulos puede ser fijo o variar
ampliamente. En cualquier caso, el individuo elabora una conducta que impide
la ocurrencia o reduce la magnitud del segundo estímulo. Esquiva el objeto, se
pone los dedos en los oídos para debilitar el ruido de la explosión o aparta
rápidamente su cabeza del torno. ¿Por qué?

Cuando los estímulos se producen en este orden, el primer estímulo se


convierte en un refuerzo negativo condicionado, y, en lo sucesivo, cualquier
acción que disminuya su efecto se ve fortalecida a través del condicionamiento
operante. Cuando evitamos la estimulación dolorosa de la muela, simplemente
evadimos del ruido del torno. Aunque la conducta de evitación parece estar
<<dirigida>> hacia in hecho futuro, esto puede explicarse como en la conducta
operante en general: los responsables de la probabilidad de la respuesta de
evasión siempre son ocurrencias pasadas de refuerzos negativos
condicionados y ejemplos pasados de su reducción. El hecho de que el

169
acontecimiento futuro no se produzca cuando la conducta es emitida, originaría
un desconcertante problema si la conducta de evitación, una vez aprendida,
continuara generándose siempre con la misma intensidad. Pero si surge con
suficiente frecuencia la ocasión para que se origine una conducta de evitación,
la situación aversiva condicionada se va debilitando progresivamente. La
conducta deja de ser reforzada y, finalmente, deja de ser emitida. Cuando esto
sucede vuelve a percibirse el refuerzo primario negativo. Puede bastar un solo
caso para volver a condicionar el poder reforzante del primer estímulo. De esta
forma, cuando ciertos estímulos visuales ocasionados por el acercamiento
rápido de un objeto vienen seguidos de una lesión, cualquier conducta que
convierta los estímulos en más inofensivos será fortalecida. Alejarse,
escabullirse y ponerse a la defensiva constituyen ejemplos de acciones
adecuadas. En virtud de estas respuestas el individuo consigue evitar el daño,
pero se encuentra reforzado solamente al evadirse de los estímulos
condicionados aversivos a los que llamamos la <<amenaza>> del daño. Si éste
se evita siempre, la amenaza se debilita y la conducta se ve reforzada cada vez
más débilmente; finalmente, la respuesta no tiene lugar, se recibe un daño y el
modelo visual se establece nuevamente como un refuerzo negativo. De manera
similar, si la estimulación de comer un alimento determinado precede siempre a
un fuerte dolor de cabeza alérgico, puede que se convierta en aversiva. Si
como resultado de esto se ingiere dicho alimento, los dolores de cabeza no se
producen y el condicionamiento original de refuerzo negativo se extingue.
Finalmente, la comida deja de ser aversiva. Cuando se toma de nuevo se
produce otro dolor de cabeza, se establece de nuevo el refuerzo condicionado
negativo y empieza otro ciclo. La <<ausencia del dolor de cabeza>> ha
afectado a la conducta fomentando únicamente la extinción del estímulo
condicionado aversivo.

El uso pirático de una <<amenaza>> es conocido por todos. El atracador


amenaza a la víctima creando una situación que ha precedido al daño físico y
la victima reduce esta amenaza entregándole su cartera. Evadirse – escapar –
puede ser también una conducta que posea una probabilidad elevad, pero la
conducta con respecto a la cartera es la única que se ajusta a la presente
fórmula. Una amenaza es algo más que un reto o que hacer sentirse
avergonzado a alguien, a causa de la especial relación temporal entre los
refuerzos negativos condicionados e incondicionados. En el caso de resto, no
sucede nada más si éste no se acepta; simplemente la situación aversiva
continúa.

Cualquier estimo que, de forma coherente, precede a la retirada aversiva


de un refuerzo positivo puede llegar a actuar como un refuerzo negativo
condicionado. Evitamos una circunstancia aversiva cuando actuaos para
debilitar cualquier señal que nos india que está próximo a terminar un programa
divertido, que disminuirá nuestra ventaja en un asunto competitivo o que

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perdemos perder el afecto, el amor o los servicios de alguien muy importante
para nosotros. La conducta reforzada por la reducción de tales amenazas no
será necesariamente la misma que la que se encuentra reforzada
positivamente por el programa divertido, por la ventaja, el amor, el afecto o los
servicios.

ANSIEDAD

Un estímulo que de manera característica, precede a un refuerzo


negativo intenso tiene vastos efectos. Evoca conducta que ha sido
condicionada por la reducción de amenazas similares y provoca también
respuestas emotivas. La víctima del atraco no solamente entrega su cartera y
muestra una probabilidad muy alta de huir, sino que experimenta también una
reacción emotiva violenta, la cual es característica de todos los estímulos que
conducen a una conducta de evitación. Alguien que en el pasado haya sufrido
mareos de una forma muy intensa tendrá tendencia a escapar de los estímulos
aversivos condicionado que se presentan mientras se planea un viaje, se sube
por la pasarela, etc., por ejemplo, tenderá a cancelar el viaje o a dar medio
vuelta y salir precipitadamente del barco. Mostraré también fuertes reflejos
condicionales transferidos a partir de la estimulación original del barco en
movimiento. Es posible que algunas de estas respuestas sean sólo gástricas y
no deberíamos llamarles emocionales. La conducta operante cambiaría
también de forma marcada. El sujeto puede parecer <<preocupado>> - lo cual
puede que solo signifique que no está ocupado de una manera normal-. Puede
que se considere incapaz e participar en una conversación normal o de atender
los asuntos prácticos más simples. Puede que hable poco y no manifieste
ninguno de sus intereses habituales. Estos son efectos emotivos sobre la
probabilidad que podrían haber sido tratados en el capítulo X. Sin embargo,
solamente pueden manifestarse cuando un estímulo precede de manera
característica a un estímulo aversivo con un intervalo de tiempo lo suficiente
grande para permitir observar cambio en la conducta. La circunstancia
resultante se llama generalmente ansiedad.

Casi todos los estímulos aversivos intensos van precedidos por un


estímulo característico que puede llegar a producir ansiedad. Se preparan
contingencias de este tipo en el control práctico de la conducta a menudo en
relación con el castigo. Aunque es obvia la ventaja biológica de la evitación, el
modelo emotivo de ansiedad no parece servir para ningún fin práctico. Se
interfiere con la conducta normal del individuo y puede que incluso impida la
evitación de la conducta que de otro modo, sería eficaz para abordar las
circunstancias. Constituyen, por esta razón, un importante problema en
psicoterapia, como veremos en el capítulo XXIV. En el momento de plantear
técnicas de control, hay que tener siempre presente la posibilidad de generar
ansiedad como un subproducto desafortunado.

171
Puesto que el condicionamiento puede tener lugar como resultado de
una sola asociación de estímulos, un hecho aversivo aislado puede conducir a
una situación de ansiedad bajo control de estímulos incidentales. La muerte
repentina de un amigo íntimo, por ejemplo, va seguida, a veces, de una
prolongada depresión que puede manifestarse como una sensación de que
<<algo va a suceder>>, <<una sensación de estar predestinado>>, etc. Estos
casos son difíciles de enfocar. Cuando decimos que alguien ha muerto de
repente queremos significar que ningún estímulo previo se encontraba
particularmente asociado con dicho acontecimiento. Los estímulos que han
recibido la fuerza del condicionamiento han sido los elementos indiferenciados
de la vida diaria. No es probable que existan formas de evasión adecuadas
para escapar con éxito de estos estímulos, aunque pueden intensificarse otras
formas de evasión, a través de la inducción. Los reflejos emotivos
condicionales, al igual que las predisposiciones emotivas condicionadas,
pueden ser activados de manera casi constante. En el caso de una muerte
<<esperada>> - por ejemplo, la muerte de alguien que ha estado enfermo
durante mucho tiempo- el hecho puede ser igualmente aversivo, pero la
ansiedad se encuentra condicionada por los estímulos que la preceden. No es
probable que la ansiedad se produzca nuevamente a no ser que estos
estímulos vuelvan a producirse, por ejemplo, a causa de la enfermedad de otro
amigo.

ANSIEDAD Y ANTICIPACION

Se produce una contrapartida de la ansiedad cuando un estímulo


precede a un refuerzo positivo en un intervalo de tiempo apreciable. Si
recibimos un sobre por correo conteniendo malas noticias, un sobre similar
recibido después generará, antes de abrirlo, la ansiedad que hemos descrito.
Pero los sobres contienen también buenas noticias – quizás un cheque o la
oferta de un buen empleo-. En este caso, la conducta de evitación fortalecida
por las malas noticias –volverse de espaldas al propio buzón de
correspondencia, tirar el sobre sin abrirlo, perderlo, etc.- tiene su paralelo en la
probabilidad aumentada de mirar en el buzón, abrir la carta precipitadamente,
etc. Los reflejos emotivos como respuesta al sobre sin abrir serán adecuados a
las malas noticias en un caso y a las buenas en otro. En lugar de las
respuestas observadas comúnmente en la aflicción, tristeza o miedo, puede
que observemos respuestas características de júbilo y alegría. Las
predisposiciones emotivas se encuentran también en el mismo polo opuesto: la
falta de actividad en un caso se encuentra compensada por el aumento de
actividad en el otro. En lugar de permanecer silencioso y reservado, el sujeto
habla con todo el mundo, reacciona de forma exagerada, anda más aprisa y, al
parecer, más ligero, etc. Esto resulta especialmente evidente en la conducta de
los niños, por ejemplo, la víspera de un día festivo.

172
El efecto de los estímulos que, de forma característica, preceden al
refuerzo positivo podría ser crónico en un mundo en el que con frecuencia
sucediesen <<cosas buenas>>. En cambio, no se observa en la clínica porque
no causa molestias. La ansiedad, que es crónica en un mundo en el que a
menudo suceden <<cosas malas>>, produce desventajas tanto para el
individuo como para la sociedad.

LA ANSIEDAD NO ES UNA CAUSA

La ansiedad, como caso especial de emoción, debería interpretarse con


la cautela habitual. Cuando hablamos de los efectos de la ansiedad, damos por
sentado que el estado en sí es una causa, pero, en lo que aquí nos concierne,
el término clasifica simplemente conducta. Indica un conjunto de
predisposiciones emotivas atribuidas a una circunstancia especial. Cualquier
intento terapéutico de reducir los efectos de la ansiedad>> debe operar sobre
estas circunstancias, no sobre cualquier estado intermedio. El término
intermedio no tiene ninguna importancia funcional, ni para un análisis teórico ni
para el control práctico de la conducta.

XII. Castigo

UNA TECNICA DISCUTIBLE

La técnica de control más común en el mundo moderno es el castigo. La


norma es bien conocida: si alguien no se comporta como uno desea, se le
golpea; si un niño se porta mal, se le zurra; si la gente de un país no se porta
como debiera, se le bombardea. Los sistemas jurídicos y policiacos se basan
en castigos tales como multas, torturas físicas, encarcelamientos o trabajos
forzados. El control religioso se ejerce a través de condenas, amenazas de
excomunión o de ir al infierno. La educación no ha abandonado totalmente el
bastón de la amenaza. En el contacto diario personal, controlamos a través de
la censura, represión, desaprobación o expulsión. En una palabra, el estar
limitado solamente por el grado en que poseemos el poder requerido. Todo
esto se hace con la intención de reducir las tendencias a comportarse de forma
determinadas. El refuerzo construye estas tendencias; el castigo está pensado
para derribarlas.

173
Esta técnica ha sido utilizada a menudo, pero continúan formulándose
muchas preguntas que nos son familiares. ¿Debe el castigo vincularse
estrechamente a la conducta castigada?, ¿Qué formas de castigo son más
eficaces y bajo qué circunstancias? Esta preocupación puede deberse a que el
castigo tiene desafortunados subproductos. En líneas generales, el castigo al
contrario del refuerzo, ocasiona perturbaciones desfavorables tanto al
organismo castigado como a la instancia que castiga. Los estímulos aversivos
que se precisan generan emociones, las cuales incluyen predisposiciones a
evadirse a tomar represalias, y angustias que crean conflictos. Durante miles
de años el hombre se ha preguntado si el método no podría mejorarse o si no
existe un sistema mejor.

¿ES EFICAZ EL CASTIGO?

Recientemente se ha empezado a sospechar, además, que el castigo no


cumple con la función que se le atribuye. Queda bastante claro su eficacia
inmediata para reducir una tendencia de conducta, pero este efecto puede
inducirnos a confusión. Es posible que la reducción de intensidad observada no
sea permanente. Podemos considerar que los cambios experimentados en las
teorías de E. L. Thorndike tipifican una revisión explicita de la teoría del castigo.
La primera formulación de Thorndike acerca de la conducta de sus gatos en la
caja de experimentación recurría a dos procesos: el de la <<grabación>> de
una conducta recompensada o condicionamiento operante, y el proceso
inverso de borrarla como resultado del castigo. Los últimos experimentos de
Thorndike con seres humanos exigieron un cambio en esta formulación. Los
premios y castigos que utilizó, en esta ocasión, eran relativamente suaves;
consistían en refuerzos condicionados verbales como <<está bien>> y <<está
mal>>. Thorndike descubrió que aunque <<está bien>> fortalecía la conducta
que le precedía, <<está mal>> no la debilitaba. La naturaleza relativamente
trivial del castigo fue probablemente una ventaja, puesto que pudieron evitarse
los efectos colaterales del castigo severo, y la ausencia del efecto debilitador
pudo, por tanto, observarse sin interferencia de otros procesos.

En los experimentos con animales se ve claramente la diferencia entre


los efectos inmediatos y a largo plazo de castigo. En el proceso de extinción, el
organismo emite un determinado número de respuestas que pueden predecirse
bastante bien. Como hemos visto, la frecuencia de respuestas es, al principio,
elevada y luego desciende hasta que ya no tiene lugar ninguna respuesta
significativa. La curva de extinción acumulativa es una forma de representar el
efecto neto del refuerzo, efecto que podemos describir como una
predisposición a emitir un determinado número de respuestas aprendidas sin
refuerzo posterior. Si castigamos las primeras respuestas emitidas en la
extinción, la teoría del castigo nos llevaría a esperar que el resto de la curva de
extinción contuviera menor cantidad de respuestas. Si pudiéramos encontrar un
tipo de castigo que restara el mismo número de respuestas sumadas por el

174
refuerzo, cincuenta respuestas reforzadas seguidas por veinticinco respuestas
castigadas deberían darnos una curva de extinción característica con
veinticinco respuestas reforzadas. Sin embargo, cuando se realizó un
experimento similar se descubrió que, aunque las respuestas castigadas al
empezar una curva de extinción, reducían la frecuencia momentánea de
respuestas, ésta aumentaba de nuevo cuando el castigo dejaba de
administrarse y que, finalmente, todas las respuestas se manifestaban. El
efecto del castigo consistía en una supresión temporal de la conducta, no en
una reducción de número total de respuestas. Bajo un castigo severo y
prolongado, incluso aumentaría la frecuencia de las respuestas al ser
interrumpido; y a pesar de que, en estas circunstancias, no es fácil demostrar
que aparezcan todas las respuestas originalmente disponibles, se ha
descubierto que, después de un tiempo determinado, la frecuencia de las
respuestas alcanzan el mismo nivel que si el castigo no hubiera tenido lugar.

El hecho de que el castigo no reduce de forma permanente una


tendencia a responder, concuerda con el descubrimiento de Freud de la
supervivencia de la actividad de lo que él llamo deseos reprimidos. Como
veremos más tarde, las observaciones de Freud pueden encajar perfectamente
en la línea del presente análisis.

LOS EFECTOS DEL CASTIGO

Si castigo no es lo opuesto a premio, si no sustrae respuestas allí donde


el refuerzo las añade, ¿Qué hace entonces? Podemos responder a esta
pregunta con la ayuda de nuestro análisis sobre la evasión, la evitación y la
ansiedad. La respuesta proporciona no solamente una descripción clara del
efecto del castigo, sino también una explicación de sus subproductos
desafortunados. El análisis es algo extenso, pero es esencial para el uso
adecuado del castigo y para la aplicación de la terapéutica necesaria para
corregir algunas de sus consecuencias.

Primero hemos de definir el castigo sin presuponer ningún efecto. Es


posible que esto parezca difícil. Para definir un estímulo reforzante podríamos
eludir la especificación de las características físicas recurriendo al efecto sobre
la intensidad de la conducta. Si queremos también definir una consecuencia del
castigo sin apelar a sus características físicas y no disponemos de ningún
efecto comparable al anterior para poder utilizarlo como prueba, ¿Qué camino
nos queda? La respuesta es la siguiente: primero definimos un refuerzo
negativo (un estímulo aversivo) como un estímulo cualquiera cuya retirada
fortalece la conducta. Ambos son refuerzos en el sentido literal de reforzar o
fortalecer una respuesta. En la medida en que una definición científica
corresponde al uso vulgar del término, ambos son <<premios>>. Para
solucionar el problema del castigo preguntamos simplemente: ¿Cuál es el
175
efecto de retirar un refuerzo positivo o presentar uno negativo? Quitarle un
caramelo a un niño sería un ejemplo del primero, pegarle lo sería del segundo
No hemos utilizado ningún término nuevo al plantear estas cuestiones, y por
tanto no necesitamos definir ninguno. Sin embargo, en la medida en que somos
capaces de dar una definición científica de un término vulgar, estas dos
posibilidades pareen constituir el campo del castigo. No presuponemos ningún
efecto; nos limitamos a plantear una pregunta a la que debe responderse con
experimentos adecuados. Las especificaciones físicas de ambos tipos de
consecuencias están determinadas cuando la conducta es fortalecida. Los
refuerzos condicionados, incluyendo en ellos a los refuerzos generalizados,
encajan en la misma definición: castigamos desaprobando, obligando a la
gente a entregar dinero, poniendo multas, etc.

Aunque el castigo es una poderosa técnica de control social, es siempre


administrado necesariamente por otra persona. El niño que se quema es
castigado por tocar la llama. La ingestión de comida inadecuada es castigada
con la indigestión. Sin embargo, no es necesario que la contingencia
represente una relación funcional establecida, tal como la que existe entre la
llama y la quemadura o ciertos alimentos y la indigestión. Un vendedor de una
ciudad de provincias se dirigió a una casa, pulsó el timbre y se produjo una
explosión en la parte trasera de la casa. Fue solamente una contingencia
accidental y muy rara: en la cocina existía un escape de gas y la explosión fue
provocada por una chispa procedente del timbre eléctrico. Su efecto sobre la
conducta posterior del vendedor al pulsar otros timbres entra, no obstante,
dentro de este campo.

EL PRIMER EFECTO DEL CASTIGO

El primer efecto de los estímulos aversivos utilizados en el castigo se


limita a la situación inmediata. No necesita ir seguido de ningún cambio de
conducta en ocasiones posteriores. En una iglesia cuando conseguimos que un
niño deje de reírse pellizcándole fuertemente, lo que ocurre en realidad es que
el pellizco provoca respuestas que son incompatibles con la risa y que tiene
suficiente fuerza para suprimirla. Aunque nuestra acción puede tener otras
consecuencias, podemos separar el efecto rival de las respuestas provocadas
por el estímulo del pellizco. Se obtiene el mismo efecto con un estímulo
condicionado cuando logramos que el niño se esté quieto mediante un gesto
amenazador. Esto supone un condicionamiento anterior, pero el efecto
presente es resultado simplemente de provocar una conducta incompatible –
por ejemplo, las respuestas propias del miedo-. La fórmula puede ampliarse e
incluir predisposiciones emotivas. De esta forma, podemos impedir que un
hombre siga su camino haciéndole enfadar. El estímulo aversivo que le hace
enfadar puede ser incondicionado (por ejemplo, pisarle el pie), o condicionado
(por ejemplo, llamarle cobarde). Podemos hacer que alguien interrumpa su

176
cena asustándole mediante un ruido ensordecedor impreciso o un relato
terrorífico.

En la secuencia punitiva normal no es esencial para conseguir este


efecto que el estímulo aversivo sea contingente a la conducta. Sin embargo,
cuando se observa esta secuencia, el efecto se produce todavía y debe ser
considerado como uno de los resultados del castigo. Se parece a otros efectos
del mismo en que pone fin a la conducta indeseable; pero puesto que es
temporal no es probable que sea aceptado como típico del control mediante el
castigo.

SEGUNDO EFECTO DEL CASTIGO

Se supone que el castigo produce algún efecto permanente. Así pues,


se espera que en el futuro se observara algún cambio en la conducta, aun en el
caso de que no se ejecute un castigo ulterior. Un efecto duradero, que tampoco
se considera típico, se parece al efecto que acabamos de considerar. Cuando
un niño al que se ha pellizcado porque reía a carcajadas vuelve a hacerlo en
otra ocasión, su propia conducta puede proporcionar estímulos condicionados
que, al igual que el gesto de amenaza de su madre, provoquen respuestas
emotivas opuestas. Podría trazarse un paralelo con lo que sucede con los
adultos al usar drogas que producen nauseas u otras condiciones aversivas
como consecuencia de la ingestión de bebidas alcohólicas. Como resultado, el
hecho de beber en otra ocasión genera estímulos aversivos condicionales que
provocan respuestas incompatibles con el hecho de seguir bebiendo. Como
efecto de un severo castigo de la conducta sexual, las etapas iniciadoras de tal
conducta generan estímulos condicionados que dan lugar a respuestas
emotivas que impiden la consumación de la conducta. El castigo de la conducta
sexual puede entrañar una dificultad: perturbar una conducta similar bajo
circunstancias socialmente aceptables, por ejemplo, en el matrimonio. En
general, como segundo efecto del castigo, la conducta que ha sido
convenientemente castigada se convierte en una fuente de estímulos
condicionales que provocan una conducta incompatible.

Parte de esta conducta implica glándulas y músculos de fibra lisa. Por


ejemplo, supongamos que un niño es fuertemente castigado por haber
mentido. La conducta no puede especificarse fácilmente, puesto que una
respuesta verbal no es necesariamente una mentira en sí misma, sino que
puede definirse como tal solamente teniendo en cuenta las circunstancias en
que se emite. Sin embargo, estas circunstancias llegan a jugar un importante
papel, de tal manera que la situación total estimula al niño de una forma
característica. Por razones que vamos a examinar en el capítulo XVII, una
persona es, en general, capaz de decir cuando miente. Los estímulos a los que
responde cuando lo hace, están condicionados para provocar respuestas
apropiadas al castigo: es posible que le suden las manos, que se le acelere el

177
pulso, etc. Si, más tarde, miente ante un detector de mentiras, pueden
registrarse estas respuestas condicionadas.

La iniciación de una conducta severamente castigada hace también


resurgir predisposiciones emotivas intensas. Estas predisposiciones
constituyen los principales componentes de lo que llamamos culpa, vergüenza
o sensación de pecado. Parte de lo que sentimos al tener sensación de
culpabilidad son respuestas condicionadas de glándulas y músculos de fibra
lisa del tipo que delata el detector de mentiras, pero también podemos
descubrir una alteración en las posibilidades normales de nuestra conducta.
Este constituye a menudo el rasgo más visible de la culpabilidad de los demás.
La mirada furtiva, el estar al acecho, el acento de culpabilidad al hablar, son
efectos emotivos de los estímulos condicionados despertados por la conducta
culpable. En los animales inferiores se observan efectos parecidos: es de
sobras conocida la conducta culpable de un perro que se comporta de manera
por la que anteriormente ha sido castigado. Puede prepararse fácilmente un
caso de este tipo en el laboratorio. Si se condiciona a una rata para que apriete
una palanca reforzándola con comida y luego se la castiga produciéndole una
sacudida eléctrica cuando aprieta la palanca, se modificará su conducta de
acercarse y tocarla. Las etapas iniciales de la serie suscitan estímulos emotivos
condicionados que alteran la conducta anteriormente establecida. Puesto que
el castigo no es administrado de manera directa por otro organismo, el modelo
no se parece a la conducta de culpabilidad más común que experimenta el
perro.

Una circunstancia de culpabilidad o vergüenza no es generada


solamente por conducta previamente castigada, sino por cualquier ocasión
externa que haya acompañado en el pasado a tal conducta. El individuo puede
sentirse culpable en una situación en la cual haya sido castigado. Nuestro
control aumenta cuando introducimos estímulos con este fin. Por ejemplo, si
castigamos a un niño por cualquier conducta que haya realizado después de
que le hayamos dicho << ¡No, no!>, este estímulo verbal provocará luego un
estado emotivo adecuado al castigo. Cuando se ha conseguido esta táctica de
menara coherente, la conducta del niño puede controlarse diciendo
simplemente << ¡No, no!>>, puesto que el estímulo despierta una situación
emotiva que compite con la respuesta que deseamos controlar.

Aunque el resurgimiento de respuestas adecuadas a los estímulos


aversivos no es el principal efecto del castigo, actúa en el mismo sentido. Sin
embargo, en ninguno de estos casos hemos supuesto que la respuesta
castigada se vea debilitada de forma permanente. Sólo se encuentra
temporalmente suprimida, de manera más o menos efectiva, por una reacción
emotiva.

178
TERCER EFECTO DEL CASTIGO

Veamos a continuación un efecto mucho más importante. Si una


respuesta dada va seguida por un estímulo aversivo, cualquiera estimulación
que acompañe a la respuesta, tanto si se origina por la misma conducta como
si depende de otras circunstancias concurrentes, quedará condicionada.
Hemos recurrido ya a esta fórmula para describir los reflejos y predisposiciones
emotivos condicionales, pero el mismo proceso es también responsable del
condicionamiento de estímulos aversivos que actúan como refuerzos
negativos. Cualquier conducta que reduzca esta estimulación aversiva
condicionada se verá reforzada. En el ejemplo que acabamos de considerar, a
medida que la rata se acerca a la palanca en la que han sido castigadas sus
respuestas, la creciente proximidad de ésta y la misma conducta de la rata al
irse acercando generan intensos estímulos aversivos condicionados. Cualquier
conducta que debilite estos estímulos es reforzada - por ejemplo, volverse
rápidamente y huir -. Desde un punto de vista técnico podemos decir que se
evita el castigo posterior.

Por ello, el efecto más importante del castigo es establecer condiciones


aversivas que son evitadas mediante cualquier conducta que implique <<hacer
algo distinto>>. Es importante por razones prácticas y teóricas detallar esta
conducta. No basta decir que la conducta que queda fortalecida es,
simplemente, la opuesta. A veces, consiste, simplemente en <<no hacer
nada>>, permaneciendo voluntariamente quieto. A veces se trata de una
conducta adecuada a otras variables comunes que no son, sin embargo,
suficientes para explicar el nivel de probabilidades de la conducta sin suponer
que el individuo está actuando también <<para no meterse en líos>>.

El efecto del castigo al elaborar una conducta que compite con la


respuesta castigada, y a la que puede desplazar, se describe normalmente
diciendo que el sujeto reprime la conducta; sin embargo, para explicar el
fenómeno no necesitamos recurrir a ninguna actividad que caiga fuera del
campo de la conducta. Si existe una fuerza o instancia represiva, ésta es,
simplemente, la respuesta incompatible. El individuo contribuye al proceso
ejecutando dicha respuestas. (En el capítulo XVIII veremos que otro tipo de
represión implica el conocimiento por parte del individuo del acto reprimido): No
se halla implicado en el mismo ningún cambio en la intensidad de la respuesta
castigada.

Si se evita repetidamente el castigo, el refuerzo condicionado negativo


se extingue. Entonces, la conducta incompatible se ve reforzada cada vez con
menos fuerza y, finalmente, surge de nuevo la conducta castigada. Si el castigo
vuelve a producirse, los estímulos aversivos son de nuevo condicionados y, de
esta forma, se refuerza otra vez la conducta de hacer algo distinto. Si el castigo
no se repite, la conducta castigada puede parecer con toda intensidad.

179
Cuando se castiga a alguien por no responder de una manera
determinada, se origina una estimulación aversiva condicionada cuando se
encuentra haciendo cualquier otra cosa. Sólo comportándose de una forma
determinada puede verse libre de <<culpa>>. De esta forma se puede evitar la
estimulación aversiva producida por <<no hacer lo que uno debe>>,
simplemente haciéndolo. Ningún problema moral y ético se encuentra
implicado necesariamente en el proceso: a un caballo de tiro se le mantiene en
movimiento mediante la misma fórmula. Cuando el caballo afloja el paso, la
marcha más lenta (o el chasquido del látigo) proporcionan un estímulo aversivo
condicionado del que el caballo escapa aumentando la velocidad. De vez en
cuando debe reinstaurarse el efecto aversivo mediante el contacto directo con
el látigo.

Puesto que el castigo depende en gran parte de la conducta de otras


personas, el probable que se aplique de forma intermitente; es muy raro que la
acción sea siempre castigada. Todos los programas de refuerzo descritos en el
capítulo VI, pueden ser utilizados.

SUBPRODUCTOS DESAFORTUNADOS DEL CASTIGO

Indiscutiblemente, el castigo severo tiene un efecto inmediato al debilitar


una tendencia a actuar de una manera determinada. Este resultado es sin duda
responsable del uso tan extendido que se hace del mismo. Atacamos
<<indistintamente>> a cualquiera cuya conducta no nos agrada -quizá no
físicamente sino criticándole, desaprobando, condenando o ridiculizando su
actitud-. Tanto si existe una tendencia innata a obrar de esta manera como si
no, su efecto inmediato es tan reforzante para el que aplica el castigo, que
explica su uso corriente. Sin embargo, el castigo no elimina la conducta
castigada y el efecto temporal que con él se consigue ha de pagarse a un
precio muy alto puesto que reduce la eficacia global y la felicidad del grupo.

Uno de sus subproductos es una especie de conflicto entre la respuesta


que suscita el castigo y la que lo evita. Estas respuestas son incompatibles, y
es probable que ambas sean intensas, al mismo tiempo. La conducta represiva
generada por un castigo severo y prolongado tiene, a menudo, muy poca
dominancia sobre la conducta que reprime. El resultado de este castigo lo
discutiremos en el capítulo XIV. Cuando el castigo se administra sólo de forma
intermitente, el conflicto es especialmente grave, como vemos en el caso del
niño que <<no sabe cuándo se le va a castigar ni cuándo va a salirse con la
suya>>. Las respuestas que evitan el castigo pueden alternar con las
respuestas castigadas de una forma rápida o pueden combinarse de manera
no coordinada. En la persona torpe, tímida o <<inhibida>>, la conducta normal
se ve interrumpida por respuestas perturbadoras, tales como desviarse,
detenerse, o hacer otra cosa. El tartamudo manifiesta, de forma más sutil, el
mismo efecto.

180
Otro subproducto del uso del castigo es todavía más desastroso. La
conducta castigada es a menudo fuerte y, por tanto, la persona castigada inicia
con frecuencia las primeras etapas de la misma. Aunque la estimulación
producida de esta manera, consigue impedir que la conducta castigada se
manifieste de una forma completa, provoca también los reflejos característicos
del miedo, la ansiedad y otras emociones. Por otra parte, la conducta
incompatible que bloquea la respuesta castigada puede parecerse a la
imitación física externa en que se genera ira o frustración. Puesto que las
variables responsables de estas formas emotivas son elaboradas por el mismo
organismo, no existe ninguna conducta aversiva apropiada. Esta situación
puede ser crónica y dar lugar a enfermedades <<psicosomáticas>> o
interferirse de otro modo con la conducta eficaz diaria del individuo (capítulo
XXIV).

Quizás el resultado perturbador se obtiene cuando la conducta castigada


es refleja, por ejemplo, el llanto. En este caso, generalmente no es posible
hacer <<precisamente lo contrario>>, puesto que esta conducta no está
condicionada de acuerdo con la fórmula operante. Por tanto la conducta
represiva debe actuar en una segunda etapa, como en el control operante de la
<<conducta involuntaria>> de que hemos tratado en el capítulo VI. En el
capítulo XXIV consideraremos algunos ejemplos en los que vamos a demostrar
que las técnicas de la psicoterapia se encuentran altamente relacionadas con
los desafortunados efectos secundarios del castigo.

ALTERNATIVAS AL CASTIGO

Podemos evitar el uso del castigo debilitando por otros métodos una
operante. Por ejemplo, la conducta que de manera evidente se debe a
circunstancias emocionales es a menudo susceptible de ser castigada, pero a
menudo, puede también ser controlada de forma más efectiva modificando las
circunstancias. También los cambios que ocasiona la saciedad tienen a
menudo el mismo efecto que observamos en el uso del castigo. A menudo se
puede eliminar la conducta de un repertorio, especialmente en niños, dejando
simplemente que pase el tiempo de acuerdo con un programa evolutivo. Si la
conducta está en función de la edad, el niño la superara. No siempre resulta
fácil tener paciencia hasta que esto suceda, sobre todo en un hogar medio,
pero nos consuela pensar que permitiendo que el niño pase por un período,
socialmente inaceptable le ahorraremos luego las complicaciones que surgen
del castigo. Otra forma de debilitar una respuesta condicionada es simplemente
dejar pasar tiempo. Este proceso de olvido no debe confundirse con la
extinción; desgraciadamente es, en general, lento y requiere también que se
eviten las ocasiones en que suela surgir la conducta implicada.

Quizás el proceso más eficaz es la extinción. Exige bastante tiempo pero


es mucho más rápido que dejar que la respuesta se olvide. Parece que esta

181
técnica se encuentra relativamente libre de efectos secundarios objetables. La
recomendamos, por ejemplo, cuando sugerimos que los padres no <<presten a
tención>> a la conducta censurable de sus hijos. Si la conducta del niño es
intensa solamente por lo que se ha visto reforzada por <<haber llamado la
atención>> de los padres, desaparecerá cuando esta consecuencia ya no se
produzca. Otro sistema es condicionar una conducta incompatible, no mediante
la supresión de la censura o la culpabilidad, sino mediante el refuerzo positivo.
Utilizamos este método cuando controlamos una tendencia hacia las
manifestaciones emotivas reforzando una conducta estoica. Este método es
muy diferente del de castigar una conducta emotiva, aunque este último
proporciona también un refuerzo positivo directo porque parece que tiene
menos efectos secundarios objetable.

El hombre civilizado ha realizado algunos progresos, al pasar del castigo


a otras formas de control. Los dioses vengadores y el fuego del infierno han
dado lugar al énfasis que se ha puesto sobre el cielo y las consecuencias
positivas de la vida recta. En la industria y la agricultura se considera que las
retribuciones equitativas constituyen una mejora frente a la esclavitud. El látigo
se ha ido retirando ante los esfuerzos propios del hombre civilizado. Incluso en
política, el poder de castigar ha sido suplementado por un apoyo más efectivo
de la conducta que conviene a los intereses del que gobierna. Pero aún
estamos lejos de utilizar todas las posibilidades de estas alternativas y es
probable que no hagamos ningún progreso real mientras la información de que
dispongamos sobre el castigo y sus alternativas continúen en el plano de la
observación ocasional. Puesto que de la investigación analítica surge una
descripción coherente de las consecuencias sumamente complejas del castigo,
podemos confiar en que algún día llegaremos a poseer la habilidad necesaria
para elaborar otros procedimientos aplicables en medicina, educación,
industria, política y otros campos.

182
XIII. Rasgos de personalidad y conducta

Frecuentemente describimos la conducta, no mediante verbos que


indican acción sino mediante adjetivos que describen características o
aspectos de la misma. En lugar de decir <<me estrechó la mano, diciendo
<<“Hola, que tal”>>, solemos decir <<estuvo muy amable>>. El adjetivo
<<amable>> es uno de los incluidos en la lista de alrededor de 4,500 palabras,
compiladas por Allport y Odbert, que se refieren a rasgos, más o menos
constantes, de la conducta humana. Si añadimos a ellas términos que traducen
situaciones temporales, tales como <<turbado>> o <<confuso>>, el número
asciende casi al doble. La mayoría de estas palabras-rasgos son términos no
técnicos que utilizamos en el lenguaje diario. Constituyen un instrumento
esencial para el novelista; de hecho, la literatura ha introducido muchos de
ellos en el lenguaje. Al describir la conducta humana en situaciones concretas,
el narrador crea expresiones adecuadas que pueden ser usadas
posteriormente – tales como <<el perro del hortelano>> o <<el chocolate del
loro>>-. La lista se ha visto también aumentada por la invención de términos
técnicos tales como <<flemático y <<melancólico>> o, aún más recientemente,
con <<inhibido>>, <<introvertido>> y <<cerebrotónico>>.

Tomando únicamente palabras que empiezan con la misma letra (*), de


la lista Allport y Odbert, un biógrafo podría describir la conducta de un sujeto de
la siguiente forma: <<Tuvo lugar un cambio considerable en su conducta.
Mientras antes solía mostrarse despreocupado se volvió vacilante y temeroso.
Su humildad natural se transformó en altivez. Habiendo sido un hombre útil
para la comunidad, se convirtió en negligente y duro de corazón. Una especie
de payasada es todo lo que quedó de su fino sentido del humor>>. Un párrafo
como éste nos dice algo importante. Si fuera una descripción de un viejo
amigo, por ejemplo, nos prepararía para tratarle de una manera más eficaz
cuando le viéramos nuevamente. Pero puede causar cierta sorpresa descubrir
que en realidad no se ha descrito ninguna conducta, ni se ha mencionado una
sola acción. El párrafo podría estar describiendo una serie de cartas- de un
colega, un cliente quizás-.

*Nota del traductor – El autor utiliza únicamente palabras que empiezan con <<H>> para la redacción del
párrafo entrecomillado.

183
Por otra parte, también podría describir una escena de ballet plenamente
no verbal. Podría referirse a un dependiente, el encargado de una fábrica, un
vendedor, un diplomático o un estudiante: en resumen, a cualquier tipo de
persona cuya conducta no tuviera nada en común con la de los demás, excepto
en aquellos aspectos a los que el párrafo se refiere.

Existen circunstancias determinadas en las cuales es útil saber que


alguien se comportará de una manera determinada aunque no sepamos
exactamente lo que hará. Por ejemplo, poder predecir que una propuesta será
probablemente <<bien acogida>> tiene cierto valor, aunque la forma concreta
de la reacción no se conozca todavía. En determinadas circunstancias, todo lo
demás que se refiere a la conducta puede carecer de importancia y, en este
caso, es altamente económica una descripción en términos de rasgos. Pero
¿tienen valor para un análisis funcional los términos de este tipo? Y si lo tienen,
¿cómo se relacionan con las variables que hemos considerado hasta ahora?

¿QUE SON LOS RASGOS?

No sería útil en absoluto llamar rasgo a una propiedad común e


invariable de la conducta de todos los miembros de una especie. Los rasgos
sólo surgen debido a que el modo de ser de la gente cambia según los
momentos o según las personas. Podemos, por tanto, buscar un equivalente
de los rasgos en un análisis funcional, preguntando de cuántas maneras
podemos esperar que una persona se distinga de otras, o de sí misma en
momentos distintos.

Diferencias en las variables

Algunas diferencias son debidas a diferencias en las variables


independientes que influyen en las personas. Aunque puede impresionarnos
debido a su efecto sobre la conducta, la individualidad original depende, en
realidad, del exterior del organismo. Las diferencias en experiencia entre el
<<ignorante>> y <<erudito>>, el <<ingenuo>> y el <<sofisticado>> o el
<<ingenuo>> y el mundano hacen referencia, principalmente, a diferencias en
historias de refuerzo. Términos tales como <<entusiasmado>>, <<interesado>>
y <<desanimado>> describen los efectos de diferentes refuerzos. La gente es
<<inhibida>>, <<tímida>> y <<apocada>> a causa de contingencias especiales
relacionas con el castigo. El individuo que <<discrimina>> no hace. Diferencias
en la privación nos llevan a distinguir entre el <<voraz>> y el <<remilgado>>, el
<<libidinoso>> y el <<asexuado>>. Las diferencias hereditarias, que son
demasiado evidentes para ser dejadas de lado cuando comparamos especies
diferentes, pero que probablemente existen también, en menor escala, entre
los miembros de una misma especie, explican otras diferencias en el repertorio,
tal como ocurre con las diferencias de edad (<<juvenil>>, <<senil>>) o de
desarrollo (<<infantil>>, <<adolescente>>). En el terreno de la emoción apenas
se ha avanzado más allá de una descripción de rasgos en que las diferencias
184
de conducta más o menos transitorias son atribuidas a diversas circunstancias
excitantes (<<asustado>>, <<furioso>> y <<turbado>>).

Rasgos de este tipo son simplemente una forma de presentar el


repertorio de un organismo, con algunas indicaciones acerca de la intensidad
relativa de sus partes y con ciertas inferencias relativas a variables pertinentes.
Los tests que miden tales rasgos son inventarios que incluyen respuestas
comprendidas dentro de ciertas clases y presuponen las frecuencias relativas
de ocurrencia de las mimas. Las escalas de actitudes y los sondeos de opinión,
así como los tests de aptitud son generalmente de este tipo. Los informes de
kinsey sobre la conducta sexual no son más que exámenes de frecuencias de
ciertos tipos de respuesta, a partir de los cuales podemos deducir ciertas
condiciones de privación, las historias de refuerzo sexual, y el grado de salud y
las características hereditarias de un organismo.

Diferencias en los procesos

Una segunda clase de diferencias de conducta procede de una


diferencia en la frecuencia con que se producen cambios de conducta. Por
ejemplo, se supone comúnmente que el sujeto <<inteligente>> muestra un
condicionamiento y extinción más rápidos, que discriminan más deprisa, etc. El
efecto resultante sobre la conducta no es siempre discernible del de la
<<experiencia>>. Cuando un individuo obtiene una puntuación alta en un test
de aptitud, el resultado puede ser atribuido a la exposición previa del sujeto a
ciertas variables, a la frecuencia de exposición de dichas variables, a la
frecuencia de exposición de dichas variables, o a ambas instancias. Por
ejemplo, los tests de vocabulario reflejan, probablemente, las diferencias, tanto
de exposición como de frecuencia, de condicionamiento.

Cuando distinguimos entre <<flemático>> y el <<sanguíneo>> o entre el


<<impasible>> y el <<iracundo>>, las diferencias no estriban en el grado de
privación o en las circunstancias emocionales sino en la rapidez con que la
conducta cambia en función de tales circunstancias.

Los rasgos de esta segunda clase no pueden inventariarse. Si queremos


saber simplemente si un conjunto dado de circunstancias harán que un hombre
se enfade o le llevarán a emprender otro tipo de acción, bastará un examen de
su conducta bajo tales circunstancias. Sin embargo, si queremos saber la
rapidez con que se enfada o emprende una acción, necesitamos una medida
adecuada a un proceso funcional. Las diferencias de este segundo tipo pueden
ser finalmente expresadas en forma cuantitativa como diferencias en los
valores de ciertas constantes, en las ecuaciones que describen los procesos
adecuados. Una vez que disponemos de estos valores, caracterizarán a un
individuo de la misma forma que las constantes físicas acerca de la
conductibilidad térmica, eléctrica, peso específico, etc., caracterizan la materia.
(Es significativo que estas diferencias individuales>> entre los objetos físicos
185
fueran primeramente atribuidas a esencias o principios que son en gran
manera parecidos a los rasgos, en el sentido con que hoy utilizamos este
término).

Los rasgos que pueden ser reducidos a inventarios de conducta, a


intensidades relativas de partes de un repertorio, o la rapidez con la que se
realizan los procesos de conducta, tienen dimensiones científicas aceptables y
aparecen con claridad su relación con un análisis funcional. Sin embargo,
aquellos que se dedican al estudio de los rasgos cuantifican casi siempre sus
datos de una manera bastante distinta. El test de inteligencia constituye un
ejemplo clásico. Cuando alguien se somete a él se obtienen un resultado
numérico, pero éste no constituye una medida aceptable de un rasgo porque es
arbitrario: depende de la longitud del test, de su naturaleza, del tiempo dado
para contestarlo, etc. Para obtener una medida menos arbitraria, se administra
el mismo test a varias personas en condiciones parecidas, y cada puntuación
bruta se convierte en una puntuación normalizada que indica la posición del
individuo con respecto al grupo. Tampoco este resultado normalizado es una
medida cuantitativa de un riesgo; simplemente muestra que el resultado
obtenido por un sujeto excede del obtenido por un determinado porcentaje del
grupo. Pero el grupo es tan arbitrario como el puntaje original. Si intentamos
utilizar una medida de este tipo en un grupo diferente surgirán problemas.

Las diferencias entre una medida basada en una población y la basada


en la frecuencia de la respuesta aparecen con claridad cuando consideramos
una población de un solo individuo. Antes de la llegada de Viernes, Robinson
Crusoe debió tener un repertorio determinado de conducta, ciertas frecuencias
de respuesta y ciertas pautas de cambio de frecuencia. A veces debía tener
hambre en el sentido de estar predispuesto a comer en determinada medida,
enfurecerse en el sentido de causar daño a animales u objetos, ser inteligente
para resolver los problemas de su vida cotidiana. Como resultado de ciertas
contingencias, su conducta debía verse modificada en un grado determinado.
Debía ser capaz de discriminar estímulos de una sutileza y complejidad
concretas. Le había sido posible observar y medir todo esto de una forma
cuantitativa. Sin embargo, nunca hubiera podido medir su propio cociente
intelectual puesto que no podía inventar un test en el cual su propio puntaje
pudiera ser despojado de las características arbitrarias de longitud, dificultad, o
tiempo prefijado para contestarlo.

A través de una escala utilizada comúnmente para definir la dureza de


los minerales, puede verse el uso de una población para medir un rasgo. La
escala va desde 1 (taco) hasta 10 (diamante). Cuando decimos que el cuarzo
tiene dureza 7, queremos decir que puede cortar o rayar todos los minerales de
dureza 6 ó inferior, y que, a su vez, será rayado por los de dureza 8,9 y 10. Si
el mundo estuviera sólo compuesto de cuarzo, el número 7 no tendría ningún
significado.

186
Esta escala es indiscutiblemente útil para fines técnicos, pero no
representan un gran adelanto en el estudio de la dureza de los minerales. El
físico describe las diferentes posiciones en la escala como diferencias en la
estructura molecular. Una medida de la dureza del cuarzo expresada en
términos de estructura tiene sentido sin hacer referencia a minerales de otra
dureza. En la medida que podemos expresar diferencias de inteligencia como
diferencias en repertorios, en exposiciones a las variables o en frecuencias de
cambio, nuestra medida será, de manera similar, independiente de una
población.

LA PREDICCION EN TERMINOS DE RASGOS

Un test no es más que una oportunidad adecuada para observar la


conducta – para examinar o sacar una muestra de nuestra variable
dependiente-. La puntuación puede utilizarse para predecir algún aspecto de un
universo de conducta más amplio a partir del cual se ha constituido el test. De
esta forma un test de habilidad mecánica, inteligencia o extroversión puede
permitirnos predecir el éxito o el fracaso en un trabajo en el que estos rasgos
sean importantes. Pero en este tipo de predicción la relación causal no es la
misma que aparece en un análisis funcional. Cierta variable en la historia del
individuo y en su medio ambiente actual, son responsables de su conducta en
el momento de la administración del test y la determinan también en una
situación más general. La predicción no va de causa a efecto, sino de un efecto
a otro. Esto se demuestra por el hecho de que utilizamos test como base de
predicción sin conocer qué variables son las responsables de la puntuación
obtenida o de la conducta predicha. Se demuestra también porque si
ampliamos un test de manera ilimitada, añadiendo cada vez más preguntas, el
test coincidirá finalmente con la conducta a predecir. En este caso, nos
quedaremos sin ninguna verdadera predicción. En un análisis funcional, no
existe ningún medio por el cual podamos ampliar una autentica variable
independiente hasta que llegue a identificarse con la variable dependiente.

Desde luego, la predicción de efecto a efecto es a veces útil. Es posible


que nos permita prescindir de la observación directa de las variables. Esto tiene
una especial importancia cuando las variables se encuentran claramente fuera
de nuestro alcance. Si no poseemos ningún control directo sobre la variable
independiente, solamente a través de un interrogatorio podemos determinar
con rapidez si un sujeto manifiesta ciertos modelos de conducta característicos
de su especie o de su posición con respecto a otros miembros de su especie –
en cuanto a frecuencia relativa de respuesta – como en los informes de Kinsey.
Un interrogatorio complejo de tal conducta se comprendería fácilmente; un
interrogatorio incompleto constituye un <<test>> a partir del cual podemos
deducir el resultado a que nos hubiera conducido un examen completo.

187
También podemos considerar adecuado examinar los efectos actuales
de las variables que, aunque manipulables, están situadas en la historia lejana
del individuo. Utilizamos el peso del cuerpo como una indicación normal de un
proceso de privación de comida para predecir la probabilidad de que un animal
experimental coma, y con los mismas fines, podríamos utilizar también, como
complemento, un test del <<rasgo de voracidad>>. La medida en que coma
durante una situación test nos permitirá predecir la medida en que comerá, en
una situación experimental más amplia. De manera similar, haciendo un
inventario de las tendencias agresivas normales, podemos prescindir del
estudio posiblemente difícil de los primeros factores ambientales responsables
de la conducta agresiva.

Sin embargo, perdemos las principales ventajas de un análisis funcional


cuando acudimos a estas prácticas sustitutivas. Quizás el distintivo más
evidente de la descripción de un aspecto radica en su fracaso para conseguir
avances en el control de la conducta. Midiendo un conjunto de rasgos,
juzgamos si alguien es adecuado o no para llevar a cabo un determinado
trabajo, pero la única decisión práctica que nos permite tomar se reduce a
aceptarlo o rechazarlo. La medición de un rasgo no sugiere una forma de
alterar su adecuación para este trabajo, porque no nos pone en contacto con
las variables que pueden ser manipuladas para producir o eliminar la conducta
que muestra. La única ventaja práctica es que podemos utilizar mejor las
variables relevantes que ya poseemos.

En lugar de predecir el rendimiento a partir de un rasgo obtenido en un


test, podemos estar interesados en predecir un rasgo a partir de otro o a partir
de cualquier otro tipo de variable. De este modo, a menudo atribuimos un tipo
de personalidad, con todas sus facetas, a la constitución física del organismo, y
probablemente esta relación puede expresarse rasgo por rasgo. Con
frecuencia, la personalidad se atribuye a variable que pueden controlarse de
una manera inmediata. Por ejemplo, las personalidades <<oral>>, <<anal>> y
erótica>> de Freud, se refiere a conjuntos de rasgos que se suponen han sido
originados por la historia primitiva del individuo – historia que, si llegamos a
tiempo, es probablemente modificable o, al menos, capaz de ser camuflada por
una historia posterior superpuesta a ella-. Cuando se afirma que la agresividad
es función de la frustración se atribuye a un solo rasgo una relación de control
similar. Sin embargo, todo análisis funcional en el que la variable dependiente
es un rasgo, posee ciertas limitaciones.

La utilidad de cualquier relación sometida a leyes depende del rigor de


referencia de los términos con que se plantea. Podemos predecir y controlar
solamente en la medida que especifiquemos en nuestras leyes. Hemos visto
que existen circunstancias concretas bajo las cuales puede ser útil predecir
rasgos pero, en general, el rasgo nos dice poco sobre la conducta. Sin
embargo, un rasgo no es adecuado para un análisis funcional debido

188
solamente a su falta de especifidad. En los capítulos siguientes trataremos de
volver sobre ello al tratar de algunos procesos complejos. Los sistemas de
respuestas interconectadas serán atribuidos a disposiciones complejas de las
variables, y se elaborará un concepto viable del individuo como sistema que
responde. El rasgo no hace referencia a una unidad de conducta que haga
posible tal análisis.

El hecho de que el concepto de individuo como sistema de conducta


parezca encontrarse fuera del alcance de una descripción de rasgos puede
ejemplificarse a través de un problema corriente en psicología clínica. Mediante
la utilización de test y otras medidas de aspectos de la conducta, se caracteriza
al sujeto con la finalidad de llegar a un diagnóstico. Pero la información
obtenida tiene poco o ningún interés para la curación desde el momento en que
se trata al sujeto como un sistema dinámico. El medido debe pasar de una
<<psicografía>> de la personalidad al <<sentido común>>> o a un sistema
conceptual completamente diferente – tal como el del psicoanálisis que, como
luego veremos, es parecido a un análisis funcional-. Generalmente, se hace
muy poco o ningún esfuerzo para reconciliar estas dos formas de tratar con la
conducta humana, quizá porque una reconciliación parece imposible. Es
probable que la medición de aspectos de la conducta esté asociada con la
creencia de que el objeto de la ciencia es, en primer lugar, proporcionar
información que se usará posteriormente para dar mayor eficacia al arte de
tratar con la gente, no sólo en medicina, sino también en el comercio,
educación, orientación familiar, problemas laborales, diplomacia, etc. Pero el
conocimiento especial que este arte presupone, la particular <<intuición>> de la
conducta humana que se necesita para utilizar eficazmente esta información,
es precisamente lo que nos proporciona un análisis funcional.

Estamos completamente familiarizados con las descripciones de la


conducta en términos de rasgos, y los nombres que les damos constituyen una
parte extensa de nuestro vocabulario cotidiano. Por esta razón, nos resulta muy
cómodo describir la conducta de este modo. Pero la familiaridad es engañosa.
El hecho es que podemos predecir y controlar una respuesta mucho más
rápidamente que un rasgo. Una respuesta es más fácil de definir e identificar, y
su probabilidad varía más sensitivamente. Aun cuando definamos un rasgo
como un grupo de respuestas, la unidad o coherencia del grupo debe ser
probada. Por ejemplo, todas las respuestas que se toman como pruebas de
agresividad, ¿varían al mismo tiempo en una situación dada e frustración?
¿Son igualmente eficaces para conseguir esta variación todas las situaciones
de frustración? Para estar seguros de la unidad del rasgo debemos demostrar
que cada uno de los actos que <<expresa>> es controlado por cada una de las
circunstancias especificadas como su causa- que cada acto agresivo, por
ejemplo, es controlado en el mismo grado por cada circunstancia que podemos
describir como frustradora-. Pero esto no es más que el objetivo de un análisis

189
funcional. No hemos reducido el trabajo de este análisis recurriendo a
proposiciones sumarias en términos de rasgos.

Casi cualquier característica puede clasificarse como una dimensión de


la personalidad, pero esto tiene poco valor si no se consigue algo más que
darle un nombre. E trabajo adicional necesario para establecer rasgos como
categorías científicas es tan laborioso y detallado como el análisis de
respuestas discontinuas. El refuerzo que se requiere para hacer comprensiva
cualquier descripción viene determinado por el mismo objeto de estudio.
Desgraciadamente, la conducta es compleja.

LOS RASGOS NO SON CAUSAS

Los nombre que damos a los rasgos empiezan generalmente como


adjetivos -<<inteligente>>, <<agresivo>>, <<desorganizado>>, <<iracundo>>,
<<introvertido>>, <<codicioso>>, etc.- pero el resultado lingüístico casi
inevitable es que los adjetivos dan lugar a nombres. Aquello a lo que estos
nombres hacen referencia se toma entonces como causas activas de los
aspectos. Empezamos con <<conducta inteligente, pasamos a <<conducta que
demuestra inteligencia>> y luego a <<conducta que es producto de la
inteligencia>>. De manera similar, empezamos por observar una preocupación
a través de un espejo, que recuerda la leyenda de Narciso, inventamos el
adjetivo >>narcisista>> y luego el nombre <<narcisismo>>; finalmente,
afirmamos que aquello a que nos referimos mediante este nombre es la causa
de la conducta con la que hemos iniciado el proceso. Pero en ningún momento
dentro de esta serie, hemos utilizado ningún hecho exterior a la conducta que
justifique una conexión causal.

Se han realizado esfuerzos para formular esto de una forma más


científica, estableciendo la validez del rasgo como una causa conceptual. Se ha
buscado un número reducido de rasgos que <<explicarían>> la conducta.
Puesto que los nombres de los rasgos provienen de muchas fuentes y pueden
multiplicarse a voluntad, los tipos de conducta a los que se refieren quedan, a
menudo, superpuestos. La superposición puede describirse analizando las
formas de conducta especificadas en los tests de dos rasgos o demostrando
que el resultado de un test nos permite predecir el resultado de otro. Cuando se
descubre que dos rasgos son idénticos, simplemente se elimina uno de ellos.
Cuando la superposición no es completa, parece que estemos midiendo un
rasgo común a ambos test no medido aun de manera exclusiva por ninguno de
los dos. Por tanto, el rasgo parece tener dimensiones diferentes de la conducta
que se deduce, y este hecho ha dado esperanzas a aquellos que están
interesados en descubrir un conjunto mínimo de estas causas.

El número mínimo de rasgos necesarios para describir el rendimiento de


un número de personas ante un cierto número de test puede determinarse
mediante algunos procedimientos matemáticos. A partir del resultado que
190
obtengamos podemos decir que un individuo dado responde bien a un grupo
de tests porque posee en cierta cantidad un rasgo determinado y da respuestas
correctas a otro grupo por que posee en cuenta medida un rasgo distinto.
Puesto que estos procedimientos nos llevan más allá de los datos observados,
resulta tentador identificar los rasgos o factores resultantes con estados
fisiológicos o facultades psicológicas, y atribuirles dimensiones adicionales que
no se han descubierto en las medidas de conducta a partir de las que se han
deducido. Sin embargo, prescindiendo de la duración del procedimiento
matemático, un rasgo o factor se deriva solamente de la observación de la
variable dependiente. Esta limitación no puede alterarse mediante ninguna
operación matemática. Un grupo bastante exhaustivo de tests puede
permitirnos valorar rasgos y predecir acciones en un amplio conjunto de
situaciones, pero la predicción se realiza todavía de efecto a efecto. El
procedimiento matemático no controla el rasgo. Manipulando un rasgo no
cambiamos la conducta.

191
XIV. El análisis de casos complejos

<<SIMPLIFICACION EXCESIVA>>

En un análisis científico, rara vez es posible pasar directamente a los


casos complejos. Empezamos por lo simple y pasamos a lo complejo, paso a
paso. En las primeras etapas de cualquier ciencia, se la puede acusar de
descuidar puntos importantes. La ley de Boyle, que relaciona el volumen de un
gas con su presión, fue un adelanto importante, pero un crítico de la época
podría fácilmente haberla denunciado como una flagrante y excesiva
simplificación. Se necesitaba solamente variar la temperatura para demostrar
que el volumen no era sólo función de la presión. Cuando, en una nueva
versión de la ley, se especificó la temperatura, medidas más exactas pudieron
demostrar todavía que existían diferencias entre los distintos gases y que a la
ecuación había que añadir una <<constante de gas>>. No hay nada censurable
en todos estos remiendos; constituyen la forma normal en que se desarrolla el
conocimiento científico.

En una ciencia de la conducta hemos de empezar de la forma más


simple. Estudiamos organismos relativamente simples, con historias
relativamente simples y bajo unas condiciones ambientales también simples.
Obtenemos, de este modo, el grado de rigor necesario para un análisis
científico. Nuestros datos son tan uniformes y reproducibles como, pongamos
por caso, los de la biología moderna. Es verdad que la simplicidad es, hasta
cierto punto, artificial. Fuera del laboratorio no encontramos nada parecido
especialmente en el campo de la conducta humana, lo cual tiene un interés
primordial. Por tanto, quienes están impacientes por pasar a temas más
importantes tienden a poner objeciones a las formulaciones <<excesivamente
simplificadas>> del laboratorio. Estas objeciones consisten, como en el caso de
la Ley de Boyle, en poner de manifiesto excepciones obvias a la regla. Esta
crítica resulta útil si apunta hacia hechos que han permanecido ocultos o han
sido ignorados. Pero, muy a menudo, las excepciones son sólo aparentes; la
formulación existente es capaz de proporcionar una respuesta siempre que se
aplique correctamente. Descuidar lo que sucede cuando las variables se
combinan de formas diferentes, constituyen una fuente común de equívocos.
Aunque un análisis funcional comienza por relaciones relativamente aisladas,
una parte importante de su misión consiste en demostrar cómo estas variables
actúan entre sí. En el presente capítulo expondremos algunos casos
importantes.

EFECTOS MULTIPLES DE UNA SOLA VARIABLE

Un hecho dado puede ejercer, al mismo tiempo, dos o más tipos de


efectos sobre la conducta. En el análisis del castigo, en el capítulo XII,

192
veíamos que un solo estímulo aversivo contingente a una respuesta ejerce, al
menos, cuatro efectos. 1) Provoca reflejos, a menudo de carácter emotivo. 2)
Altera las predisposiciones emocionales que conducen a actuar de maneras
distintas. 3) Sirve de estímulo reforzante que lo preceden o lo acompañan;
estos estímulos suscitan finalmente las respuestas y predisposiciones de 1) y
2), y cualquier conducta de evitación que ponga fin a estos estímulos se
encuentra reforzada. 4) Hace posible el refuerzo de cualquier conducta de
evasión que ponga fin al propio estímulo punitivo. Así pues, en este ejemplo, un
solo hecho sirve como estímulo que provoca un reflejo, acción emocional,
estímulo reforzante en el condicionamiento respondiente y refuerzo negativo en
el condicionamiento operante.

No tendría sentido decir que un hecho ejerce dos o más efectos si no


pudiéramos separarlos. Esto no es difícil cuando los efectos tienen lugar en
momentos diferentes. Por ejemplo, un refuerzo puede ser de tal magnitud que
dé lugar a una saciedad considerable. El efecto intensificador del refuerzo
puede verse temporalmente disimulado por el efecto debilitador de la saciedad.
De esta forma, cobrar un salario relativamente cuantioso y de una sola vez
puede producir un grado de saciedad tal que el obrero no trabaje durante algún
tiempo, pero el efecto reforzante del salario resultará de nuevo evidente cuando
surja de nuevo una privación suficiente.

Una objeción común a la Ley del Efecto nos proporciona otro ejemplo.
La doctrina de la <<necesidad de gratificación>> en psicoterapia, se basa en el
hecho de que la conducta que se ha visto intensificada por la privación se ve
debilitada por la saciedad. La saciedad se convierte de esta forma en un
método clínico. Por ejemplo, la conducta que es intensa porque ha sido
reforzada con atención personal puede ser debilitada si el individuo recibe
atención o si pueden debilitarse las privaciones primarias responsables del
poder reforzante de la atención. De igual manera, la conducta que es intensa
porque obtiene efecto puede ser debilitada proporcionando efecto o refuerzos
primarios adecuados. Se ha dicho que estos resultados contradicen la ley del
Efecto, que parece predecir que la conducta debería verse fortalecida más bien
que debilitada. Pero el caso se puede formular fácilmente en términos de los
múltiples efectos que se derivan del hecho de conceder atención o efecto. Un
niño que se comporta de una manera asocial para llamar la atención, puede ser
<<curado>> mediante una discreta dosis de atención, si la saciedad precede al
refuerzo, lo cual es perfectamente factible. Pero ¿Qué sucederá cuando la
privación se produzca de nuevo? Si la <<cura>> conduce de nuevo al paciente
a buscar más atención o efecto, resulta obvio un efecto reforzante. (Esto puede
evitarse. Si se prescribe una determinada <<necesidad de gratificación>>, esta
debería darse cuando el paciente no se esté portando mal. Esto producirá
saciedad sin reforzar una conducta indeseable.)

193
Una objeción habitual al principio de saciedad nos proporciona un
ejemplo de agrupación de efectos múltiples diferentes. Supongamos que nos
acercamos a un niño que está muy contento jugando sólo y que le damos un
caramelo. Es posible que observemos la súbita aparición de una conducta
censurable –molestar pidiendo más caramelos, llorar y quizás incluso coger
una pataleta-. Parece que hayamos aumentado sus ganas de obtener
caramelos, aunque nuestra definición de saciedad indique que la hemos
disminuido, al menos en una pequeña parte. La explicación es que el caramelo
ha tenido un segundo efecto. Ver y saborear un caramelo son estímulos
discriminativos bajos los cuales la conducta de pedir o conseguir un caramelo
es frecuentemente eficaz. No existe ocasión más a propósito para el refuerzo
de tal conducta que la presencia inmediata del dulce. Dándole al niño un
pequeño caramelo, estableceremos una situación corriente, en la cual una
conducta imperiosa bajo control de la privación de dulce es generalmente
eficaz y, por tanto, intensa. No hemos conseguido que el niño esté más
hambriento en términos de privación. Con una misma historia de privación la
conducta de pedir un caramelo muestra dos niveles de intensidad bajo el
control de dos estímulos. En nuestro experimento, pasamos del estímulo que
controla el nivel bajo al que controla el nivel alto. Se produce entonces otro
resultado. Un pequeño caramelo, como estímulo discriminativo, suscita una
conducta que se ve generalmente reforzada, aunque hemos indicado que no
existe refuerzo posterior en el presente caso. No solo el niño pide un caramelo;
lo hace sin éxito. Esta es la condición para una reacción emocional de
<<frustración>>, en la cual el niño empieza a llorar y quizás termine con una
rabieta (capítulo X). Resulta evidente que el niño se encontraba libre de esta
conducta antes de ver el caramelo, pero ello no significa que no tuviera
hambre. Si tuviéramos que definir el hambre en términos de intensidad de
conducta sin tener en cuenta la presencia o ausencia de estímulos
discriminativos, deberíamos admitir que una pequeña cantidad de comida la
aumenta. Pero nuestro ejemplo no constituye una excepción a la presente
formulación.

Podemos separar de varias maneras los efectos discriminativos y


saciantes del caramelo. Por ejemplo, un régimen en el cual al niño nunca se le
diera más de un caramelo cada vez extinguirá finalmente la conducta de pedir
más caramelos. Por tanto, la circunstancia responsable del llanto o de la
pataleta no se produciría. Un solo caramelo no tendría ninguno de los efectos
perturbadores descritos en este ejemplo, y sería posible demostrar una
pequeña dosis de saciedad.

Un paralelismo algo más importante muestra también la facilidad con


que se identifica el <<drive>> con la probabilidad de respuesta más bien que
con la probabilidad debida a la privación. Un individuo que en un momento
determinado presenta una conducta sexual imperceptible, puede ser excitado

194
mediante conversaciones, fotografías, gestos, etc. En este caso, no es correcto
decir que su drive sexual se ha intensificado; la conducta sexual se ha vuelto
más intensa, pero esto no ha sido debido a la privación, sino a la presentación
de estímulos apropiados para tal conducta.

Un procedimiento puede tener dos efectos que cambien la probabilidad


de la conducta en el mismo sentido. Por ejemplo, cuando una respuesta ha
sido sólidamente reforzada con comida y se encuentra sin reforzar por primera
vez, la probabilidad causada por el refuerzo anterior decrece y se generan
cambios emotivos propios de la conducta característica de la frustración.
Puesto que esta última incluye el debilitamiento de cualquier conducta
reforzada con comida, las primeras respuestas que se emitan en el proceso de
extinción irán seguidas de una disminución en la frecuencia por dos razones.
Durante algún tiempo se emitirán muy pocas respuestas y, por tanto, muy
pocas quedarán sin reforzar. Por tanto, el efecto emotivo no se verá finalizado y
la frecuencia se incrementará solamente para descender de nuevo cuando las
respuestas posteriores continúen sin reforzar. El resultado es, como hemos
visto, una oscilación de frecuencias que da a la curva de extinción un carácter
ondulatorio.

A primera vista puede parecer difícil separar experimentalmente estos


efectos. Podemos, sin embargo, demostrar el efecto emocional frustrando al
organismo de cualquier otra forma. Podemos también utilizar el hecho de que
las reacciones emotivas finalmente <<se adaptan>>. Extinguiendo y
condicionando de nuevo una respuesta de manera repetida, en especial si
seguimos un programa de refuerzo intermitente, obtenemos curvas de extinción
con muy poca o ninguna interferencia debida a efectos emotivos. También
podemos servirnos del hecho de que un acontecimiento emocional afecta al
repertorio completo del organismo, mientras que la extinción se localiza con
bastante exactitud en la respuesta no reforzada. Es posible registrar la
frecuencia de emoción de dos respuestas en el mismo organismo y al mismo
tiempo. Si las respuestas no utilizan los mismos músculos, sus cambios de
frecuencia pueden mostrar una independencia sorprendente. En el experimento
de la paloma, picotear un dispositivo y pisa un pedal satisfacen bastante bien
estas condiciones. Un experimento algo más adecuado consiste en atar la
paloma dejándole una pata libre. La respuesta de picotear y la flexión de la
pata pueden entonces estudiarse por separado pero simultáneamente.
Cuando estas dos respuestas han sido condicionadas, pueden ser extinguidas
al mismo tiempo aunque con un ligero retraso en uno de los procesos. Las
curvas de extinción registradas separadamente difieren ligeramente en el
tiempo, pero las mayores oscilaciones se producen simultáneamente. Esto
sugiere que el ascenso y el descenso de la frustración constituyen un único
proceso en todo el organismo, mientras que el camino debido a la extinción es
determinado por separado en cada respuesta.

195
CAUSAS MULTIPLES

Reviste gran importancia otra forma de interacción de las variables


independientes. Dos o más procedimientos pueden combinarse para dar un
efecto común. Hemos tratado ya algunos ejemplos; una operante puede ser
reforzada de varias maneras, con el resultado de que varía con más de una
privación. Una respuesta condicionada de esta forma no sólo es más
susceptible de ser intensa en cualquier momento dado, puesto que al menos es
probable que prevalezca un estado de privación, sino que puede tener una
probabilidad de emisión especialmente elevada, di dos o más estados de
privación prevalecen al mismo tiempo. Se obtiene un resultado similar si dos o
más refuerzos se aplican directamente a una sola operante. Se aplica este
principio cuando se estimula a la gente para que asista a una reunión sirviendo
un refresco. Aunque puede ocurrir que alguien no acuda solamente a causa de
las bebidas o únicamente para participar en la reunión, es más probable que
asista si se combinan las probabilidades debidas a ambos refuerzos.

A menudo, las variables emotivas se encuentran combinadas con


variables pertenecientes a los campos de la motivación y el condicionamiento.
No existe, contrariamente a lo que se afirma, oposición fundamental entre la
conducta <<intelectual>> de la operante discriminativa y la emoción. La
conducta es, con frecuencia, más vigorosa y eficaz cuando una predisposición
emotiva actúa en el mismo sentido que una contingencia de refuerzo. Esto se
sobreentiende cuando decimos que <<alguien pone el corazón en su trabajo>>;
<<corazón>> se refiere a las variable emocionales y <<trabajo>> a las
contingencias de refuerzo. El individuo que presenta una conducta agresiva
especialmente intensa trabajará especialmente bien en determinadas
profesiones – por ejemplo, en ciertas operaciones militares o policiacas-. Una
actriz a la que su papel le exigía pega a otra persona, lo hizo con especial
vehemencia cuando, por otras razones, se enfadó con ella. Alguien con un
carácter afectuoso será especialmente eficaz en trabajos en los que haya que
ayudar a otras personas.

En una importante aplicación de este principio, se combina un estímulo


discriminativo con otro del mismo tipo o con otras variables. Se obtienen
diversos efectos. Algunos suelen conocerse con el nombre de <<sugestión>>,
otros se encuentran relacionados con las llamadas <<técnicas proyectivas>>,
mientras que un tercer grupo es importante en el campo de la percepción. La
conducta verbal proporciona excelentes ejemplos (*). Es muy posible que una
sola respuesta verbal sea función de más de una variable porque puede formar
parte de varios repertorios distintos.
*Para un análisis extenso de la conducta verbal, desde este punto de vista, véase B. F. skinner. Verbal Behavior,
New York, Appleton Century – Crofts, INC, 1957.

196
En la conducta simplemente imitativa u onomatopéyica, la respuesta se
encuentra controlada por un estímulo verbal de constitución similar – a estímulo
verbal <<casa>> suscita la respuesta verbal <<casa>> - Cuando un estímulo
verbal es de constitución diferente – como ocurre en el experimento de
asociación de palabras- podemos hablar de un repertorio intraverbal – el
estímulo <<hogar>> suscita la respuesta <<casa>>-. Cuando se lee, es
estímulo es un texto: es estímulo impreso <<CASA>> suscita la respuesta
verbal <<casa>>. Gran parte de la conducta verbal se encuentra controlada por
estímulos no verbales, como cuando nombramos o describimos objetos y
propiedades de los mismos – una casa auténtica suscita la respuesta
<<casa>>-. Puesto que una sola respuesta verbal está generalmente bajo el
control de variable de todos estos campos, aparte de estar relacionada con las
circunstancias motivacionales y emotivas, es probable que sea función de más
de una variable al mismo tiempo.

En la conducta verbal, muchas veces se considera la presencia de más


de una variable estímulo como de <<significado múltiple>>. Este término
resulta demasiado limitado para nuestros propósitos actuales, puesto que
hemos de incluir también contribuciones de intensidad procedentes de
variables que generalmente no están incluidas en el <<significado>> de una
respuesta – por ejemplo, en la respuesta onomatopéyica o en la respuesta
textual a una palabra impresa-. Un artículo de periódico sobre un congreso de
dentistas decía que éstos defienden <<con los dientes>> ciertas leyes muy
convenientes para su profesión. Las circunstancias en que se escribió este
párrafo pudieran haber conducido a otras respuestas como, por ejemplo,
<<defender con vigor leyes apropiadas>> o << defensa apasionada de sus
intereses>>. Estas respuestas quizás hubieran sido igualmente probables si se
hubiese tratado de otra profesión. La respuesta <<con los dientes>> surgió
probablemente de la fuerza adicional de la respuesta <<diente>>, y un
determinado sinónimo prevaleció sobre los demás debido a la causalidad
múltiple. De la misma forma, cuando un escritor hablaba de alguien que había
estado en china cazando pandas y decía que sus planes no habían <<dado
buen resultado>>, parece que esta expresión se impuso a otras como <<tener
éxito>>, <<llegar a buen fin>> o <<llevar a cabo>>, a causa de la contribución
en intensidad por parte de las variables responsables de <<panda>> (**).

La determinación múltiple de la conducta verbal se encuentra en la base


de gran parte del humor. La respuesta ingeniosa difiere de la impensadamente
divertida en la medida en que quien habla es capaz de responder a las
múltiples fuentes de intensidad y ponerlas de relieve mediante una adecuada
elaboración.

** nota del traductor –Juego de palabras intraducible entre <<Panned out>> y <<panda>>.

197
En este momento, nos interesan simplemente las fuentes múltiples del
elemento chistoso, no el chiste completo. La historia que se cuenta acerca del
decano de Harvard, Briggs, es un ejemplo: tenía que pronunciar un discurso en
una cena y era un día caluroso; las sillas habían sido barnizadas recientemente
y cuando se levantó para hablar se encontró con la americana pegada a la silla.
Todo el mundo río muchísimo mientras la desprendía. Cuando finalmente pudo
hablar dijo: <<Esperaba contaros esta noche una historia sin barniz alguno,
pero, desgraciadamente, las circunstancias me impiden dar un total
cumplimiento a mis deseos>>. Las múltiples fuentes de <<historia sin barniz>>
son esencialmente las mismas que en los ejemplos anteriores, pero el decano
construyó una frase que puso en claro para todos la causalidad múltiple de la
respuesta.

Toda conducta verbal prolongada está determinada de forma múltiple.


Cuando alguien empieza a hablar o escribir, crea un elaborado conjunto de
estímulos que alteran la intensidad de otras respuestas de su repertorio. Es
imposible resistir a estas fuentes suplementarias de intensidad. Por ejemplo, no
es posible recordar una serie de números al azar. Varias sucesiones de
números quedan reforzadas cuando aprendemos a contar de uno en uno, de
dos en dos, de tres en tres o de cinco en cinco, a repetir la tabla de multiplicar,
a dar números de teléfono, etc. Por tanto, cuando recordamos un primer
número alteamos las probabilidades que determinan la aparición del próximo.
Una vez se ha emitido una serie bastante extensa, los últimos números pueden
encontrarse ya fuertemente determinados.

De la misma forma, cualquier caso prolongado de conducta verbal


establece fuerte predisposiciones entre las respuestas que se van a emitir.
Nuestro repertorio imitativo u onomatopéyico produce rimas, ritmo, asonancia y
aliteración que pueden aparecer simplemente como un molesto sonsonete o
bien, como en un caso paralelo al del humor, pueden transformarse en una
poesía. El material verbal que hemos memorizado y la colocación habitual de
palabras en el uso diario, estableen tendencias interverbales que aportan otras
intensidades suplementarias. El escritor se sirve de esto cuando compone un
poema o elabora un argumento convincente. Crea en el lector múltiples
tendencias en virtud de las cuales éste se encuentra altamente predispuesto a
<<repetir>> la palabra que rima en un poema o la palabra clave de un
razonamiento.

Ocasionalmente, la conducta verbal se ve distorsionada por este tipo de


determinación múltiple. Quizá podamos explicar de forma plausible las
variables responsables, pero el mismo lenguaje no siempre es efectivo. Hace
muchos años le pidieron a una joven que hablará en una cena apoyando la
derogación de la <<Ley Seca>>. Era la primera vez que hablaba en público y
se encontraba muy incómoda. Cuando se levantó para hablar alguien puso un
micrófono ante ella. Se trataba de un instrumento con el que no estaba

198
familiarizada y se asustó. Decidió entonces ponerse a merced de la audiencia
y se lamentó de su inexperiencia. <<Esta es la primera vez que me encuentro
en una taberna clandestina>>, dijo. El hecho de hablar de <<una taberna
clandestina>> que sorprendió tanto a la que estaba hablando como a su
complacido auditorio, podría atribuirse a la influencia de varias variables: tenía
que hablar de los males ocasiones por la taberna clandestina, le preocupaba su
propia capacidad de hablar con soltura y el micrófono podría llamarse
facilitador de comunicación en el sentido de que permite hablar a muchas
personas con poco esfuerzo (*). Más adelante veremos que la respuesta
introductoria también puede haber reducido la estimulación aversiva
procedente de la incipiente respuesta <<micrófono>>. Posiblemente, hubiera
podido demostrarse que el estímulo <<micrófono>> provocaría algunos de los
efectos emotivos que, como en el caso del detector de mentiras, son típicos de
los estímulos aversivos. No decimos que la respuesta <<micrófono>> tendería
a no ser emitida>>, sino más bien que cualquier respuesta que la desplazara
sería, por esta razón, intensa. La respuesta hizo irrupción en el discurso a
causa de esta fuerza dominante. A pesar de ello los orígenes de esta fuerza
eran tan evidentes que la respuesta total hizo efecto y se interpretó como una
muestra de ingenio.

Surge otra clase de distorsión cuando se fortalecen dos o más tipos de


respuesta bastante similares. Puede que prevalezca uno como resultado de ambas
fuentes de intensidad, o puede que se genere una forma combinada. (Así, <<smog>>,
resultante de <<smoke>> y <<fog>>.) Algunas de estas distorsiones son
suficientemente efectivas para sobrevivir en la conducta verbal de una sociedad
determinada, pero otras no cumplen los requisitos y desaparecen con rapidez.

EL USO PRÁCTICO DE LA CAUSALIDAD MULTIPLE

Frecuentemente se utilizan variables complementarias para controlar la


conducta; un caso conocido es la <<sugestión>>, que puede definirse como el
uso de un estímulo para aumentar la probabilidad de una respuesta que se
supone ya existe en un grado bastante bajo. Las sugestiones verbales pueden
clasificarse de acuerdo con el tipo de estimulación complementaria. En el caso
imitativo y onomatopéyico, fortalecemos una respuesta proporcionando
estimulación del mismo tipo; podemos llamar a esto sugestión formal. Cuando
fortalecemos una respuesta con estímulos no verbales de tipo distinto, la
sugestión es temática. Puede establecerse una clasificación cruzada según
que la respuesta pueda o no ser identificada de antemano. Si al primer proceso
le llamamos <<apunte y al segundo sonda>>, tendremos que considerar
entonces la existencia de apuntes formales, sondas formales, apuntes
temáticos y sondas temáticas.

*Nota del traductor – El autor juega con las palabras <<Speakeasy>> (taberna clandestina), <<Speack Easily (habla
con soltura) y <<Speakeasy>> (facilitador de comunicación).

199
El apunte formal es una práctica como en el teatro. Una palabra del
apuntador fortalece la conducta verbal del actor al establecer una respuesta
ecolálica que se combina con la conducta recordada imperfectamente. Si el
papel no ha sido aprendido en absoluto de memoria, el actor repite lo que oye
del apuntador simplemente como una respuesta-eco. Dado que entonces
existe una sola fuente de refuerzo, no es un apunte en sentido estricto. Es
difícil estar seguro de los múltiples orígenes si el apuntador es que proporciona
el pasaje entero, pero si no lo hace existe al menos dos variables. La fuerza
relativa del material aprendido se demuestra en el número de ocasiones en que
se necesita el apunte: si el pasaje ha sido bastante bien memorizado, bastará
una contribución ecolálica muy pequeña. Los programas de acertijos en radio y
televisión utilizan una especie de apunte formal oculto. El contrincante que
considera difícil contestar a una pregunta puede conseguir una ayuda del
presentador cuando éste dice algo que contiene una palabra similar a la
respuesta. Si la respuesta es, por ejemplo, Washington, el apunte oculto podría
contener la palabra <<Washing>>. Un apunte temático que tendría el mismo
efecto sería una frase con las palabras <<padre la patria>>.

Cuando adquirimos una conducta intraverbal como <<Washington fue el


padre de la patria>> mostramos una tendencia aumentada a decir
<<Washington>> cuando oímos <<padre de la patria>>. Ni el apunte formal ni
el temático serán eficaces si la respuesta <<Washington>> no existe ya con
una cierta intensidad. Si al concursante se le dice simplemente la respuesta y
dice <<Washington>>, es una conducta-eco, y en este caso no ha tenido lugar
ningún apunte. El apunte temático suele llamarse <<sugerencia>>. La
sugerencia, como un tipo de sugestión, implica siempre el uso de una variable
complementaria para hacer que una determinada respuesta sea más probable.

La sonda formal que complementa una conducta verbal de forma


desconocida utiliza un proceso bastante familiar. Su interés estriba en que la
conducta que revela también pone en claro otras variables. El ambicioso joven
Dick Whittington, desanimado por su fracaso en Londres, deja la ciudad y al
marcharse oye las campanas de la City que le dicen <<vuelve, Whittington, tres
veces Lord Mayor de Londres>>. El estímulo de las campanas debe haber sido
tan solo de forma muy vaga similar a esta respuesta, y ninguna otra persona
habría oído decir lo mismo. Sin embargo, estas palabras representan fuertes
respuestas en la propia conducta el ambicioso Whittington, para quien el
suplemento onomatopéyico proporcionado por el sonido de las campanas le dio
la fuerza suficiente que necesitaba para emitirlas. (El hecho de que Whittington
oyera hablar a las campanas es otra cuestión sobre la que volveremos más
tarde. El único que hablaba era el mismo Whittington.) El efecto se ha utilizado
a menudo en la literatura: una joven que se escapa de casa oye que el ruido de

200
las ruedas del tren le dice << ¿por qué estás aquí?>>; el ruido del agua al
golpear contra el barco susurra <di la verdad, di la verdad>>

Un mecanismo llamado sumador verbal, que se utiliza experimental y


cínicamente para probar la conducta verbal latente, utiliza el mismo proceso.
Los esquemas verbales <<eiuauh>> o <<uauuh>>, por ejemplo, son repetidos
por un fonógrafo tan bajo o en un ambiente tan ruidoso que parecen un
lenguaje real. Se le dice al sujeto que escuche cada esquema repetido hasta
que oiga <<lo que dice>>. La débil respuesta onomatopéyica generada por el
estímulo auditivo repetido se combina con la respuesta verbal que ya se posee
en una cierta intensidad. La respuesta resultante suele emitirse con gran
confianza; un sujeto puede responder a cientos de esquemas diferentes y
seguir convencido de que son verdaderas palabras y de que las identifican
correctamente. De este modo puede reunirse una amplia muestra de conducta
verbal latente que, puesto que tiene muy poca relación con la situación que la
estimula, debe ser el producto de otras variables de la conducta del sujeto. El
uso clínico del material se basa en la suposición de que estas variables – en
los campos del refuerzo, motivación o emoción- son probablemente
importantes para interpretar otras conductas del individuo.

Una sonda temática se ve en el llamado experimento de asociación de


palabras. Es similar al del sumador verbal excepto en que la intensidad
complementaria se deriva de respuestas intraverbales. Se le muestra al sujeto
una palabra-estímulo y se le dice que indique <<la primera palabra en la que
piensa>> o, como diríamos nosotros, que emita en voz alta la primera
respuesta verbal que aparezca en su conducta. Un estímulo intraverbal
fortalece muchas respuestas diferentes. Por ejemplo, el estímulo <<casa>>
puede evocar <<hogar>>, <<edificio>>, <<ama>>, etc. Probablemente se
determina mediante una fuente de intensidad adicional relativamente eficaz,
cuál de estas respuestas es emitida en un momento determinado. Cuando la
conducta verbal se recoge de este modo es posible deducir parte de la historia
verbal del sujeto, así como las variables corrientes responsables de sus
intereses, sus predisposiciones emocionales, etc. El uso clínico de este
material se basa en la suposición de que estas variables son pertinentes para
interpretar otra conducta. La intensidad complementaria de la sonda temática
no es siempre intraverbal. Podemos fortalecer la conducta simplemente
presentando cuadros, objetos o hechos y diciéndole al sujeto de que hable de
ellos.

Al pedirle a nuestro sujeto que hable, en una situación mínimamente


estimulante, suscitamos las circunstancias de lo que conocemos con el nombre
de asociación libre, la cual no constituye necesariamente un ejemplo del
presente proceso. La conducta verbal resultante puede ser controlada al
máximo por variables pueden tener un valor óptimo; pero, desde el momento
en que no se utiliza ninguna fuente complementaria de intensidad, el caso no

201
puede clasificarse como sonda formal ni temática. No obstante, puede surgir
una gran cantidad de <<autosondas>>, cuando partes de esta producción
verbal alteran otras partes a través de una estimulación complementaria.

PROYECCION E IDENTIFICACION

Las sondas formales y temáticas suelen llamarse <<tests proyectivos>>,


pero la palabra <<proyección>> tiene un significad más amplio. Freud describió
el proceso al que este término se refiere, como un camino a través del que se
manifiestan los deseos reprimidos (capítulo XXIV). Un mecanismo similar
recibe el nombre de <<identificación>>. Al margen de cualquier análisis de los
deseos, podemos clasificar la conducta en términos de sus variables
relevantes; ciertas ocasiones para una conducta, verbal o no verbal, suman sus
fuerzas a una conducta que existe ya con cierta intensidad. Cuando nos
<<identificamos>> con el héroe de una novela, película u obra teatral o <<nos
entregamos a un personaje>>, nos limitamos simplemente a comportarnos del
mismo modo, es decir, de forma imitativa (capítulo VII). Cuando nuestra
conducta imitativa es tan microscópica que permanece absolutamente interna,
puede surgir un problema especial, como veremos en el capítulo XVII. El
complemento imitativo puede ser verbal o no verbal, pero la conducta verbal
tiene varias ventajas. Por ejemplo, al leer una novela, podemos identificarnos
más fácilmente con el carácter de un personaje que está hablando que con
alguien que no actúa verbalmente porque el lenguaje escrito proporciona una
fuente directa de intensidad para las respuestas verbales, y porque éstas
pueden ser efectuadas en cualquier ambiente. Parece que se debe a este
hecho, la gran preferencia que suele darse, en las novelas, a la conversación.

La conducta que se manifiesta en la identificación tiene que poseer


alguna intensidad por otras razones. Si dicha intensidad es considerable,
hemos de explicar por qué la respuesta no es emitida sin ayuda. En un ejemplo
simple, la conducta no puede ser emitida en la vida diaria por falta de
oportunidad o porque se trata de un tipo de conducta prohibido o castigado.
Una tendencia a identificarse con determinados personajes de novela puede
ser clínicamente significativa, como prueba de la intensidad de la conducta. Sin
embargo, lo que ocurre a menudo es que una historia es la que forma una
tendencia; el autor fuerza una especie de identificación, que se hace evidente
en el hecho de que el interés por un personaje va creciendo a medida que
avanza el relato. Esta identificación puede tener poca relación con las variables
que operan en otras facetas de la vida del lector.

Cuando la conducta se encuentra controlada de un modo menos


específico por estímulos suplementarios, hablamos de proyección más que de
identificación. Un ejemplo clásico es el enamorado que acusa a su amada de
frialdad o infidelidad porque el mismo se ha vuelto frío o infiel. El enamorado
ha reaccionado con una respuesta que es formalmente imitativa de la conducta

202
de la otra persona pero que se encuentra controlada por variables muy distintas
en su propia conducta. Por ejemplo, se imita el hecho de permanecer
silencioso por alguna razón trivial pero se combina con un gesto de
aburrimiento; un comentario marginal encuentra rápido eco y se combina con
una observación crítica. En lo que algunas veces se llama la <<neurosis de la
solterona>> una respuesta que imita la conducta de una persona inocente se
combina con una respuesta sexualmente agresiva. El hecho de que el que
efectúa la proyección atribuya una conducta agresiva similar a la otra persona
es un detalle adicional (capítulo XVII).

La posibilidad de identificarse uno mismo con animales o incluso con


objetos inanimados ofrece una oportunidad interesante para estudiar las
propiedad es formales de la conducta. ¿De qué modo puede la conducta de
una persona parecerse a la de una nube, ola o árbol que cae, de forma que la
respuesta imitativa se sume a otras partes de su conducta?

VARIABLES MULTIPLES EN LA PERCEPCION

De esto de plantear un problema de cierta importancia en el campo de la


percepción no hay más que un paso. Nuestras reacciones son determinadas no
sólo por estímulos sino también por variables complementarias de los campos
de la emoción, motivación y refuerzo. Si estamos esperando una llamada
importante podemos precipitarnos hacia el teléfono ante el más mínimo sonido
de un timbre. Este es un ejemplo de generalización del estímulo que puede
fácilmente duplicarse en la rata o la paloma. Al incrementar la privación
aumentamos el alcance de los estímulos eficaces o, para decirlo de otro modo,
reducimos la importancia de las diferencias entre los estímulos. Cuando un
joven muy enamorado confunde con su amada a una persona que pasa por la
calle, su fuerte motivación ha hecho que una serie más amplia de estímulos
controlen la respuesta de ver a su amada. (Podemos decir que el timbre que
oímos <<sonaba igual>> que el teléfono y el enamorado puede insistir en que
la muchacha que vio por la calle <<se parecía a su amada>>, del mismo modo
que Dick Whittington oyó que las campanas hablaban en lugar de oírse a sí
mismo. Más tarde veremos lo que esto significa).

VARIABLES DE EFECTOS INCOMPATIBLES

Dos respuestas que utilizan de modo distinto las mismas partes del
cuerpo no pueden ser emitidas conjuntamente. Cuando dos de dichas
respuestas son intensas al mismo tiempo, la circunstancia suele llamarse
<<conflicto>>. Cuando las respuestas incompatibles se deben a tipos de
privación, hablamos de un conflicto de motivos; cuando se deben a
contingencias reforzantes distintas, hablamos de un conflicto de objetivos, etc.
El término sugiere que tiene lugar alguna lucha activa en el interior del
organismo – evidentemente, entre algunos de los hipotéticos precursores de la
conducta-. El conflicto raras veces puede producirse entre las variables
203
independientes, puesto que éstas son hechos físicos y cualquier conflicto se
resolvería a un nivel físico. Desde este punto de vista, debemos suponer que el
conflicto se desarrolla entre respuestas, y que cualquier <<lucha>> aparecerá
de forma patente en la conducta. Por tanto, si queremos estudiar el conflicto
nos limitaremos simplemente a intensificar respuestas incompatibles y a
observar el resultado.

Suma algebraica

Cuando las respuestas incompatibles se parecen entre sí


topográficamente pero son de signos diferentes – cuando, en otras palabras,
son diametralmente opuestas- el resultado puede ser una <<suma
algebraica>>. Se observan ejemplos simples de ello en los reflejos posturales.
Un reflejo puede exigir la extensión de la pierna, el otro su flexión. Bajo
determinadas circunstancias, la ocurrencia de ambos estímulos al mismo
tiempo, produce una posición intermedia de la pierna. Es posible una oposición
similar en la conducta discriminativa de todo el organismo. Un perro que se
acerca a un objeto desconocido o un soldado que va a entrar en acción,
poseen, a la vez, unos tipos de conducta diametralmente opuestos –
acercamiento y retirada-. Si no existen otras variables que debamos tener en
cuenta, el movimiento resultante será en na u otra dirección pero a una
velocidad limitada: el individuo se moverá con cautela hacia adelante o
retrocederá lentamente. Es evidente que la combinación de variables puede
tener otros efectos; la conducta puede estar poco integrada, ejecutarse sin
habilidad o, tal como ocurre en el caso de la conducta de poca intensidad,
verse fácilmente perturbada por variables externas.

Si el movimiento resultante cambia la intensidad relativa de las variables,


la conducta puede oscilar. De esta forma, si el estímulo que induce al perro a
acercarse al objeto desconocido es más fuerte que el que controla la retirada,
el perro se acercará lentamente, pero si esta conducta fortalece la variable que
controla la retirada, la dirección puede cambiar en cualquier momento. Si la
retirada debilita, a su vez, las variables que controlan dicha conducta o
fortalecen las que controlan el acercamiento, puede invertirse nuevamente la
conducta, y así sucesivamente. La oscilación será lenta o rápida, según el
grado de modificación experimentando por las variables. La mano del jugador
de ajedrez que avanza hacia la pieza que quiere mover, puede oscilar muy
lentamente durante un período de varios segundos o ser tan rápida como una
vibración, dependiendo en su gran parte la velocidad de la tensión del juego.

Las variables responsables de la suma algebraica no tienen que ser


necesariamente estímulos. Una persona que <<no pone su corazón en el
trabajo>> constituye un ejemplo de oposición entre contingencias reforzantes y
variables del campo de la motivación o la emoción. Parte de su conducta se
debe a un refuerzo, posiblemente de tipo económico, que le mantiene en su

204
puesto. Opuesta a ella encontramos otra conducta que es intensa por razones
distintas. Podemos observar este fenómeno en el asesino de buen corazón, en
el idealista que se encuentra dentro de una profesión en la que debe explotar o
causar algún perjuicio a la gente, o en el pacifista que debe cumplir el servicio
militar.

Dominancia

La topografía de las respuestas incompatibles raramente permitirá la


suma algebraica, pesto que, en general, la respuesta no puede implemente ser
restada de otra. Normalmente, cuando dos respuestas son intensas al mismo
tiempo, solo puede emitirse una de ellas. La aparición de una de estas
respuestas se llama <<dominancia>>. El término, como la suma algebraica,
procede del estudio de los reflejos simples; sin embargo, el principio se puede
aplicar también a la conducta operante. Recurriremos a este principio cuando
observamos, como alternativa a la extinción o al castigo, que podemos evitar la
ocurrencia de una respuesta, simplemente creando circunstancias que susciten
una respuesta incompatible que predomine sobre ella.

La respuesta dominante, por el mero hecho de haber sido emitida, no


altera la intensidad de la respuesta desplazada. Sin embargo, puede cambiar
algunas de las variables que controlan esta respuesta, y esto puede dar lugar a
una oscilación. Es muy probable que se obtenga este resultado porque la
ejecución de una respuesta dominante, suele debilitarla – a través de una
saciedad parcial, por ejemplo-. Un ejemplo simple lo constituye la elección de
una corbata. La saciedad que se produce por llevar una corbata es evidente
cuando alcanza el punto en que nos cansamos de ella, pero hay que suponer
que un menor grado de saciedad se da también en un período de tiempo más
corto. Al elegir entre dos corbatas hace aumentar la probabilidad relativa de
llevar la otra. La oscilación puede, en ciertas circunstancias, convertirse en
patológica, como en la folie du doute. Nos encontramos con ejemplos mucho
más importantes en la literatura. Un caso típico lo constituye el viejo conflicto
entre la conducta fortalecida por el <<amor>> y la conducta originada por la
presión ética a la que solemos llamar <<deber>> (capítulo XXI). La ejecución
de la conducta adecuada a cualquier variable cambia la intensidad relativa de
la conducta opuesta, que entonces se convierte en momentáneamente
dominante.

La oscilación es rápida si un ligero avance hacia una u otra dirección


ocasione un cambio importante en la probabilidad, como en el caso de la
persona que <<no puede decir lo que va a comer>> cuando va a un
restaurante. Un ejemplo de oscilación muy lenta se da en el individuo que pasa

205
de un campo de interés a otro, y luego otra vez al primero, permaneciendo
quizás años en uno de ellos. A veces una solución bastante aceptable al
problema de la conducta incompatible consiste en llevar a cabo un tipo de
respuesta para enlazar la propia actividad como respuestas de otro tipo. Esto
es especialmente factible cando estas últimas son relativamente
independientes del medio ambiente externo: escindido entre el amor y el deber,
uno puede cumplir con su obligación y seguir hablando del amor. La respuesta
alternativa puede también ser llevada a cabo <<fantasiosamente>>, como
veremos en el capítulo XVII.

Hacer o no hacer

Frecuentemente, estamos interesados en conocer si una respuesta será


emitida cuando compita con una conducta alternativa que no tenga ninguna
utilidad para nosotros y que calificamos como <<no hacer nada>> o <<hacer
cualquier cosa>>. Una conducta de este tipo (definida simplemente como
incompatible con una respuesta específica) aparece en el análisis del castigo.
Cualquier respuesta que se interfiere con la conducta castigada reduce un
estímulo aversivo condicional y, por esta razón, queda reforzada, aunque
podemos tener muy poco interés por la respuesta en sí.

Existen varios tipos de conflictos generados por el castigo. Un ejemplo


de respuesta que primero es reforzada y luego castigada, es comer algo
delicioso pero indigesto. Las dos consecuencias se deben a las propiedades
químicas del alimento, que son positivamente reforzadas en contacto con la
lengua, pero posteriormente aversivas en el estómago. Al comer alimento
perteneciente a otro sin su permiso, el mismo o la sociedad pueden disponer
consecuencias aversivas. El estímulo aversivo puede preceder al refuerzo
positivo – por ejemplo, cuando nos duchamos con agua fría luego se producirá
una reacción calurosa estimulante- pero, en ambos casos, se evita el estímulo
aversivo si la respuesta no es emitida. El estímulo aversivo puede también
aparecer a menos que se emita una respuesta. Cuando un individuo toma
medidas para prepararse ante una fuerte tormenta, su conducta reduce la
amenaza de fuertes consecuencias aversivas o <<evita>> las consecuencias
de la tormenta en el sentido indicado en el capítulo XI; pero se produciría un
conflicto si la conducta tiene sus propias consecuencias aversivas.

Es tentador plantear estos casos sin mencionar la conducta


incompatible. Nos interesa saber si se ha comida el alimento indigesto, si se ha
tomado el baño o si se han realizado la preparación ante la tormenta; no lo
podía hacerse en lugar de ello. Esto puede conducirnos a tratar de la tendencia
negativa a llevar a cabo el acto que no se realiza. Una variable incrementa la
probabilidad de una respuesta, mientras que otra parece reducirla. Pero tanto
con fines teóricos como prácticos, es importante recordar que estamos tratando
206
siempre de probabilidades positivas. Tal como hemos visto, el castigo no crea
una probabilidad negativa de que se emita una respuesta, sino más bien una
probabilidad positiva de que ocurra la conducta incompatible.

Otro ejemplo en el que resulta tentador hablar de probabilidades


negativas es el <<olvido freudiano>>. Los ejemplos que generalmente se
describen implican castigo. Supongamos que una cita aversiva – por ejemplo,
con el dentista- es olvidada. El hecho observado es, simplemente, la conducta
de acudir a la consulta no aparece en las circunstancias adecuadas. La teoría
de Freud sobre el olvido afirma que las consecuencias aversivas de tales citas
son relevantes. Cualquier paso que se dé para acudir a la cita origina una
estimulación aversiva condicionada debida a una anterior estimulación dolorosa
en el consultorio del dentista. Cualquier conducta que reduzca la estimulación
aversiva desplazando esta respuesta se encuentra automáticamente reforzada
de acuerdo con el análisis del capítulo XII.

Dos tipos de conducta que se excluyen mutuamente son, por tanto,


intensos, y el resultado es el predominio de uno de los. Sin embargo, no
tenemos ningún interés en especificar la respuesta incompatible. Por tanto, es
probable que supongamos que el olvido signifique que la probabilidad de acudir
a la cita ha alcanzado el nivel cero o ha pasado por el nivel cero hacia un valor
negativo. En realidad no necesitamos tratar de ninguna conducta llamada <<no
acudir a la cita>>. En la equiparación de probabilidades, una respuesta ha
anulado simplemente a la otra. Si se consiguiera el mismo resultado sin el
<<olvido>>, por ejemplo, cancelando la cita, la acción que suplantaría la
conducta estaría claramente especificada y el principio de la dominancia sería
evidente. El olvido se atribuye ordinariamente a una instancia interna que
<<reprime>> la conducta de acudir a la cita; sin embargo, la única instancia
represiva es la respuesta incompatible.

Del mismo modo que una fuente adicional de intensidad puede


seleccionar una respuesta entre un grupo de ellas, por lo demás igualmente
intensas, también puede surgir una especie de <<selección negativa>> de la
intensidad de la conducta que es incompatible con una sola respuesta de entre
un grupo de ellas. En el ejemplo descrito anteriormente, la respuesta <<taberna
clandestina>> podría explicarse, en parte, por su efecto al desplazar la
respuesta aversiva <<micrófono>>. Si nos interesa simplemente conocer si va
emitir o no una sola respuesta, la conducta incompatible puede quedar sin
especificar. El proceso básico, puesto de relieve por Freud, ha sido
ampliamente estudiado. En Barchester Towers, Anthony Trollope describió la
conducta de su protagonista, Mr. Arabin, como sigue:

¡Pero nunca habría podido amar a la Signora Neroni como ahora


sentía que amaba a Leonor! Por ello, “lanzaba piedras al estanque en

207
lugar de echarse el mismo dentro”, y permanecía sentado en la orilla, tan
triste como un “gentleman” en un día de verano.

No podemos describir el suicidio como una respuesta simple. No


podemos, por ejemplo, medir su frecuencia. Nadie se tira a un estanque para
poner fin a su vida debido a que la misma conducta ha tenido una
consecuencia similar en el pasado. Pero la conducta general de tirar objetos al
agua es otra cuestión. Tiene un resultado específico: los objetos desaparecen.
Esta conducta se generaliza fácilmente; después de haber echado al estanque
un viejo sombrero nos desprendemos del mismo modo de un par de zapatos.
No es imposible que echarse uno mismo al estanque sea simplemente un
dramático ejemplo de destruirse a sí mismo utilizando la misma conducta que
ha destruido otras cosas. Afortunadamente no necesitamos acudir a esta
explicación para puntualizar lo que nos interesa. Tanto Trollope como Freud
están de acuerdo en que cuando Mr. Arabin estaba echando piedras al
estanque estaba en cierto modo echándose él mismo. Las circunstancias
habían dado lugar a una fuerte tendencia a <<echar objetos al arroyo>> pero
este tipo de respuestas también implicaban consecuencias aversivas. Mr.
Arabin no se echa él mismo al agua (o, con consecuencias menos aversiva, el
reloj o el portamonedas), echa piedras. Esta respuesta puede participar tan
solo de un modo muy vago del grupo fortalecido, pero no tiene consecuencias
aversivas y, por tanto, es emitida. (Las mismas consecuencias aversivas
generan la conocida oscilación del posible suicido, como demostró Hamlet.)

En estos ejemplos de conducta incompatible, hemos considerado el


resultado cuando nada se interpone. Es evidente que un cambio súbito en las
circunstancias podría conducir a un resultado distinto y, como vamos a ver en
seguida, el mismo individuo puede efectuar este cambio. Antes de analizar
cómo lo consigue, es necesario considerar otra forma de disposición de las
variables.

ENCADENAMIENTO

Una respuesta puede producir o alterar algunas de las variables que


controlan otra respuesta. El resultado es una <<cadena>>. Puede estar poco
organizada o incluso carecer de organización. Cuando vamos a dar un paseo,
deambulando ocasionalmente por n campo, un museo o un gran almacén, un
episodio de nuestra conducta origina circunstancias responsables de otro.
Miramos hacia un lado y nos estimula un objeto que nos impulsa a avanzar en
dirección a él. En el transcurso de este movimiento recibimos estimulación
aversiva a causa de la cual nos retiramos rápidamente. Esto genera una
circunstancia de saciedad o fatiga debido a la cual, una vez libres de
estimulación aversiva, nos sentamos a descansar, y así sucesivamente. El
encadenamiento no debe ser necesariamente el resultado de un movimiento en
el espacio. Por ejemplo, deambulamos verbalmente en una conversación

208
ocasional o, cuando decimos en voz alta lo que pensamos, en la asociación
libre.

Algunas cadenas tienen una unidad funcional. Los eslabones han


ocurrido más o menos en el mismo orden, y la cadena completa se ha visto
afectada por una única consecuencia. A menudo tratamos de una cadena
como de una <<respuesta>> simple. Cuando un gato atrapa a un ratón, por
ejemplo, este acto complicado es una intrincada red de reflejos posturales, tal
como el fisiólogo Magnus demostró por primera vez. A menudo ponemos de
relieve el gesto inicial (saltar o no saltar), olvidando el hecho de que precede en
varias etapas a la respuesta que, en realidad, se encuentra reforzada por el
contacto con el ratón. Mostramos como simples series largas de cadenas
organizadas cuando nos dirigimos a un lugar determinado eligiendo el camino
entre un laberinto de calles, recitando un poema o interpretamos una pieza
musical. Se ha tratado ya otros ejemplos en relación con el refuerzo
condicionado. Las cadenas organizadas no están necesariamente limitadas a
la producción de estímulos, puesto que otros tipos de variables pueden ser
alteradas por la conducta. Al beber un vaso de agua cambiamos una condición
importante de privación, que normalmente suele tener el efecto de hacer
menos probable el posterior hecho de beber, y la conducta que había sido
sufrida por la conducta que nos ha conducido a beber puede entonces
aparecer.

Un tipo esencial de encadenamiento viene representado por la conducta


que altera la intensidad de otra y es reforzada a causa de ello.

Casi podría decirse que este tipo de conducta distingue al organismo


humano de todos los demás. En la sección III consideraremos algunos de los
problemas más importantes que plantea.

209
SECCION III

EL INDIVIDUO COMO UN TODO

XV. <<Autocontrol>>

LA <<AUTODETERMINACION>> DE LA CONDUCTA

La noción de control está implícita en un análisis funcional. Cuando


descubrimos una variable independiente que puede ser controlada
descubrimos un medio para controlar la conducta que es función de ella. Esto

210
es importante para fines teóricos. Probar la validez de una relación funcional a
través de una demostración real del efecto de una variable sobre otra
constituye la piedra angular de la ciencia experimental. La experiencia práctica
nos dispensa de muchas técnicas estadísticas fastidiosas, para probar la
importancia de las variables.

Las implicaciones prácticas son quizá todavía mayores. Un análisis de


las técnicas mediante las que se puede manipular la conducta muestra la clase
de tecnología que va surgiendo al tiempo que avanza la ciencia, y pone de
relieve el considerable grado de control que normalmente se ejerce. Es obvio
que los problemas planteados por el control de la conducta humana no pueden
ya ignorarse por el simple expediente de negarse a reconocer la posibilidad de
control. En secciones posteriores de este libro consideraremos con más detalle
estas implicaciones prácticas. En la sección IV, por ejemplo, en un análisis de
lo que generalmente se llama conducta social, veremos como un organismo
utiliza los procesos básicos de conducta para controlar a otro. El resultado es
especialmente impresionante cuando el individuo se halla bajo el control
concertado de un grupo. Nuestros procesos básicos son responsables de los
procedimientos mediante los cuales el grupo ético controla la conducta de cada
no de sus miembros. Un control aún más eficaz se ejerce a través de instancias
también definidas como el gobierno, religión, psicoterapia, economía y
educación; en la sección V vamos a considerar ciertas cuestiones claves
relativas a este control. En la sección VI resumiremos el problema general del
control en los asuntos humanos.

Sin embargo, debemos considerar primero la posibilidad de que el sujeto


pueda controlar su propia conducta. Una objeción común a la idea del
organismo que actúa tal como lo hemos presentado hasta ahora, se formula
más o menos de la forma que veremos a continuación. Al poner de relieve el
poder de control de las variables externas hemos dejado al organismo en una
situación especialmente apurada. Parece que su conducta consiste
simplemente en un <<repertorio>> - una lista de acciones cada una de las
cuales se convierte en más o menos probable según cambia el medio
ambiente-. Es verdad que las variables pueden disponerse en modelos
complejos, pero este hecho no modifica de forma apreciable la idea general ya
que el énfasis continúa puesto todavía en la conducta y no en el sujeto que
actúa. Sin embargo, parece que el individuo hasta cierto punto modela su
propio destino. Con frecuencia puede hacer algo con respecto a las variables
que le afectan. Generalmente se reconoce cierto grado de
<<autodeterminación>> en la conducta creativa del artista y del científico, en la
conducta autoexploratoria del escritor y en la autodisciplina del asceta. Las
versiones más modestas de la autodeterminación son muy corrientes. El
individuo <<elige>> entre diversas acciones alternativas, <<reflexiona>> sobre

211
un problema mientras permanece aislado del ambiente relevante y mantiene su
propia salud o su posición en la sociedad ejerciendo el <<autocontrol>>.

Una descripción amplia de la conducta humana debe, por supuesto,


incluir los hechos a los que se hace referencia en este tipo de proposiciones,
pero podemos perfectamente cubrir este objetivo sin abandonar nuestro
programa. Cuando un hombre se autocontrola, decide realizar una acción
determinada, piensa en la solución de un problema o se esfuerza por aumentar
el conocimiento de sí mismo, está emitiendo conducta. Se controla a sí mismo
exactamente igual que controlaría su conducta de cualquier otra persona
mediante la manipulación de variables de las cuales la conducta es función. De
esta forma, su propia conducta se convierte en un adecuado objeto de análisis
y finalmente debe describirse utilizando variable que se hallan en el exterior del
individuo.

Es propósito de la sección III analizar cómo actúa el individuo para


alterar las variables de las cuales otras partes de la conducta son funcionales,
distinguir entre los distintos casos que se presentan en términos de los
procesos implicados y describir la conducta que logra el control de la misma
forma que describimos la conducta de cualquier otro tipo. El presente capítulo
trata de los procesos implicados en el autocontrol, tomando este término casi
en su sentido tradicional, mientras que en el capítulo XVI estudiaremos la
conducta tradicionalmente definida como pensamiento creador. Los dos tipos
de técnicas sin diferentes porque, en el autocontrol, el sujeto puede identificar
la conducta que ha de ser controlada mientras que en el pensamiento creativo
no puede hacerlo. Las variables que el individuo utiliza para manipular su
conducta de este modo no siempre son accesibles a los demás, y esto ha sido
fuente de gran confusión. Por ejemplo, con frecuencia se ha llegado a la
conclusión de que la autodisciplina y el pensamiento tienen lugar en un mundo
interior no físico y que ninguna de estas actividades puede, en modo alguno,
ser descritas de forma adecuada como conducta. Podemos simplificar el
análisis considerando unos ejemplos de autocontrol y pensamiento en los que
el individuo maneja variables externas, pero necesitaremos completar el cuadro
indicando qué posición ocupan los hechos internos, en una ciencia de la
conducta (capítulo XVII). Un hecho exclusivamente interno no tendría ningún
lugar en el estudio de la conducta, ni quizás en ninguna otra ciencia; pero
hechos que, al menos por el momento, son accesibles tan sólo al mismo
individuo aparecen, a menudo, como eslabones en cadenas de hechos que,
por otra parte, son públicos y que, por tanto, deben tenerse en cuenta. Es
probable que éste sea el caso del autocontrol y el pensamiento creativo puesto
que, en ellos, el individuo se encuentra ampliamente comprometido en el
manejo de su propia conducta.

Cuando decimos que alguien se autocontrola, debemos especificar


quien controla a quien. Si decimos que se conoce a sí mismo hemos de

212
distinguir también entre el sujeto y el objeto del verbo. Es evidente que las
autoimágenes son múltiples y que, por tanto, no pueden identificarse con el
organismo biológico. Pero, si esto es así, ¿Qué son? ¿Cuáles son sus
dimensiones en una ciencia de la conducta? ¿Hasta qué punto una autoimagen
es una personalidad integrada o un organismo? ¿Cómo puede actuar sobre
otra? Los sistemas interconectados de respuestas que describen el autocontrol
y el pensamiento hacen posible contestar satisfactoriamente preguntas de este
tipo, como veremos en el capítulo XVIII. Sin embargo, cuando disponemos de
los principales datos podremos hacerlo de manera más conveniente. Mientras
tanto vamos a utilizar el término <<autoimagen>> de una forma menos
rigurosa.

<<AUTOCONTROL>>

Frecuentemente, el individuo controla parte de su propia conducta


cuando una respuesta tiene consecuencias conflictivas, cuando conduce, al
mismo tiempo, a un refuerzo negativo y a otro positivo. Por ejemplo, el hecho
de tomar bebidas alcohólicas va seguido, a menudo, de una situación de
seguridad excepcional en la cual queda facilitado el éxito social y en la que se
tiende a olvidar responsabilidades, ansiedades y otros problemas. Puesto que
todo esto se refuerza de forma positiva, aumenta la probabilidad de que se
vuelva a beber en ocasiones futuras. Pero también otras consecuencias – la
<<resaca>> y los posibles efectos desastrosos de una conducta demasiado
confiada o irresponsable – refuerzan de forma negativa y que cuando son
contingentes con la conducta representan una forma de castigo. Si el castigo
fuera simplemente lo opuesto al refuerzo, podrían combinarse ambos para
producir una tendencia intermedia a beber; pero hemos visto que éste no es el
caso. Cuando se presenta una ocasión similar, prevalecerá la misma tendencia
a beber o incluso una tendencia incrementada, pero tanto la ocasión misma
como las primeras etapas que conducen a beber generaran estímulos
aversivos condicionados y respuestas emotivas que podemos designar como
vergüenza y culpabilidad. Las respuestas emotivas pueden tener algún efecto
disuasivo que debilite la conducta – por ejemplo, <<poner de mal humor>>- .
Sin embargo, el efecto más importante radica en que cualquier conducta que
debilite la conducta de beber queda automáticamente reforzada debido a la
reducción es estimulación aversiva. Ya hemos tratado de la conducta de,
simplemente, <<hacer cualquier cosa>>, que se ve reforzada porque desplaza
la conducta punible, pero existen otras posibilidades. El organismo puede hacer
que la respuesta castigada sea menos probable alterando las variables de las
cuales dicha respuesta es función. Cualquier conducta que consiga esto
quedará automáticamente reforzada. A esta conducta la llamamos autocontrol.

Las consecuencias positivas y negativas generan dos respuestas que


están relacionadas entre sí de modo especial: una de ellas, la respuesta que
controla, afecta las variables de tal modo que cambia la probabilidad de la otra,

213
la respuesta controlada. La respuesta que controla puede manipular cualquiera
de las variables de las cuales la respuesta controlada es función; existen, por
tanto, muchas formas distintas de autocontrol eficaz. En general, es posible
trazar paralelos en los que se emplean las mismas técnicas para controlar la
conducta de los demás. Una investigación un poco a fondo en este punto
ilustrará el proceso de autocontrol y, al mismo tiempo, servirá para resumir el
tipo de control que vamos a tratar en los capítulos siguientes.

TECNICAS DE CONTROL

Limitación física y ayuda física

Comúnmente controlamos la conducta a través de una limitación física.


Mediante puertas cerradas, vallas y cárceles limitamos el espacio en el que la
gente se mueve. Con camisas de fuerza, mordazas y esposas limitamos el
movimiento de algunas partes del cuerpo. El individuo controla del mismo modo
su propia conducta. Se lleva la mano a la boca para sofocar la sonrisa, o la tos,
o para acallar una respuesta verbal que en el último momento considera una
equivocación. Un psicólogo infantil ha sugerido que una madre que desee dejar
de regañar a su hijo debe sellarse la boca con cinta adhesiva. Podemos
meternos las manos en los bolsillos para no moverlas con impaciencia o para
evitar modernos las uñas, o apretarnos la nariz para no respirar cuando
estamos bajo el agua. Puede presentarse un sujeto a la policía para controlar
mejor su propia conducta criminal o psicópata. Puede cortarse la mano derecha
antes de que sea motivo de escándalo.

En cada uno de estos ejemplos podemos identificar una respuesta que


controla y que impone un cierto grado de limitación física a la respuesta que va
a controlar. Para explicar la existencia y la intensidad de la conducta que
controla, recurrimos a las circunstancias reforzantes que surgen cuando la
respuesta ha sido controlada. El hecho de llevarse la mano a la boca se
encuentra reforzado y ocurrirá de nuevo bajo circunstancias similares porque
reduce la estimulación aversiva producida por la tos o el error que va a
producirse. En la línea del capítulo XII, la respuesta que controla evita las
consecuencias negativamente reforzantes de la respuesta controlada. El
ambiente medio social proporciona las consecuencias aversivas de un error;
las de respirar debajo del agua no requieren la mediación de otras personas.

Otro tipo de control a través de la limitación física consiste simplemente


en alejarse de la situación en que puede tener lugar la conducta que se desea
controlar. Los padres evitan los problemas separando un niño de conducta
agresiva de los otros niños de conducta agresiva y el adulto controla a sí
mismo de forma similar. Incapaz de controlar su ira, se va. Puede que esto no
logre controlar todas sus reacciones emotivas pero pone límites a acciones
que, probablemente, tendrían serias consecuencias.

214
El suicidio es otra forma de autocontrol. Evidentemente, nadie se suicida
debido a que, en ocasiones anteriores, haya estado de una situación aversiva
haciendo lo mismo. Como ya hemos visto, el suicidio no es un tipo de conducta
al que se pueda aplicar la noción de frecuencia de respuesta. Si se produce,
los componentes de la conducta deben haber sido intensificados por separado.
A no ser que esto suceda bajo circunstancias en las que la frecuencia sea un
dato obtenible, no podremos asegurar, con propiedad, de un hombre concreto
que <<es probable o improbable que su suicide>> - como tampoco nadie
puede decirlo de sí mismo- (capítulo XVIII). Algunos casos de suicidio, que
aunque desde luego no todos, sigue el precepto de cortarse la mano antes de
que ésta sea motivo de escándalo. El espía apresado, por el enemigo puede
utilizar este método para evitar la divulgación de secretos de Estado.

Una variante de este tipo de control consiste, por decirlo así, en eliminar
la situación en lugar del individuo. Un gobierno detiene los gastos inflacionistas
mediante fuertes impuestos-quitando a la gente el dinero o crédito necesarios
para comprar-. Una persona consigue controlar la conducta de su heredero
derrochador por medio de un usufructo. Los colegios contrarios a la educación
mixta consiguen controlar ciertos tipos de conducta sexual haciendo
innecesario el sexo opuesto. El individuo puede utilizar las mismas técnicas
para controlarse a sí mismo. Puede dejar una gran parte de dinero en casa
para no gastarlo o puede echar monedas en una hucha de donde sea difícil
extraerlas. Puede que coloque su dinero en un lugar inaccesible incluso para sí
mismo. Mr. Polly, de H. G. Wells utilizaba un procedimiento similar para
distribuirse el dinero durante un viaje. Se quedaba solamente con una libra y el
resto del dinero lo enviaba por correo a su nombre a la siguiente población que
tuviera que visitar. Al llegar iba a la oficina de correos, se quedaba con otra
libra y volvía a enviarse el resto del dinero a otra ciudad a la que llegaría más
tarde.

Mediante un procedimiento inverso, aumentamos la probabilidad de una


forma de conducta deseada suministrando ayuda física. Facilitamos la
conducta humana haciéndola posible o extendemos y ampliamos sus
consecuencias con diversos tipos de equipos, instrumentos o máquinas.
Cuando el problema del autocontrol consiste en generar una respuesta dada,
alteramos nuestra propia conducta en el mismo sentido consiguiendo material
apropiado, facilitando fondos, etc.

Cambio de estímulo

En la medida en que las técnicas que acabamos de enumerar operan


mediante ayuda o limitación física, no se basan en un proceso de conducta. Sin
embargo, se trata de procesos asociados que pueden analizarse de forma más
precisa en términos de estimulación. A parte de hacer que una respuesta sea
posible o imposible, podemos crear o eliminar la ocasión para ello. Para

215
conseguirlo, manipulamos o bien un estímulo capaz de provocar una respuesta
refleja o bien un estímulo discriminativo. Cuando un laboratorio farmacéutico
reduce la probabilidad de que un medicamento nauseabundo sea vomitado
metiéndolo en unas capsulas sin sabor alguno – o <<cubriendo la píldora de
azúcar>>-, lo que hace es, simplemente, eliminar un estímulo que provoca
respuestas indeseables. Podemos utilizar el mismo procedimiento para
controlar los propios reflejos. Solemos ingerir rápidamente un medicamento y
tomar luego un vaso de agua para reducir estímulos de este tipo.

Eliminamos estímulos discriminativos cuando nos apartamos de un


estímulo que induce a la acción aversiva. Podemos apartar enérgicamente la
vista del dibujo de una pared empapelada que suscite imperiosamente la
conducta de trazar dibujos geométricos. Podemos cerrar las puertas o correr
las cortinas para eliminar estímulos que nos distraen, o conseguir lo mismo,
tapándonos los ojos o poniéndonos los dedos en los oídos. Para evitar comer
demasiados dulces podemos colocar la caja lejos de nosotros a fin de no verla.
A este tipo de autocontrol de le llama <<evitar la tentación>>, especialmente
cuando la sociedad ha dispuesto las consecuencias aversivas. En él cobra
sentido la frase <<apártate de mí, Satanás>>.

También presentamos estímulos, a causa de las respuestas que


provocan o hacen más probable en nuestra conducta. Expulsamos los
alimentos venenosos o indigestos mediante un emético – una sustancia que
genera estímulos que provocan vómitos-. Facilitamos la estimulación cando
usamos gafas o aparatos para la sordera. Disponemos un estímulo
discriminativo para estimular más tarde nuestra propia conducta cuando nos
atamos un hilo en el dedo o anotamos algo en la agenda para recordar lo que
hemos de hacer, en el momento apropiado. A veces, presentamos estímulos
porque la conducta restante desplaza a la conducta que va a ser controlada –
nos <<distraemos>> de la misma forma que distraemos a los demás, de una
situación que genera conducta no deseable-. Amplificamos los estímulos
elaborados por nuestra propia conducta cuando utilizamos un espejo para
comprobar nuestro aspecto o para dominar un difícil paso de baile, o cuando
estudiamos películas sobre nuestra propia conducta para mejorar nuestra
habilidad en un deporte o escuchamos grabaciones de nuestra propia voz para
mejorar la pronunciación o la dicción.

Condicionamiento y extinción constituyen otros caminos para cambiar la


eficacia de los estímulos. Nos preparamos para el efecto futuro de un estímulo
sobre nosotros asociándolo con otros estímulos y extinguimos reflejos
exponiéndolos a estímulos condicionados cuando no va a acompañados de
refuerzo. Si nos sonrojamos, sudamos o manifestamos cualquier otra respuesta
emotiva en determinadas circunstancias, a causa de un incidente
desafortunado, podemos exponernos a estas mismas circunstancias en unas
condiciones más favorables para que la extinción pueda tener lugar.

216
Privación y saciedad

Una persona que no tenga mucho dinero puede sacar el máximo partido
cuando la invitan a cenar no comiendo al mediodía y creando así un fuerte
estado de privación, a causa del cual probablemente ingeriría grandes
cantidades de alimento durante la cena. A la inversa, también puede saciarse
parcialmente con una comida ligera antes de ir a la cena para que su hambre
no sea tan evidente. Cuando un invitado, antes de asistir a un <<cocktail>>, se
prepara para el mismo bebiendo agua en gran cantidad, utiliza la autosaciedad
como una medida de control.

Existe otra práctica menos evidente. En mujeres enamoradas, D. H.


Lawrence describe de este modo un tipo de autocontrol:

Un eminente médico…, me dijo que para liberarse de un mal hábito uno debe forzarse
a sí mismo a ejecutarlo cuando no le apetece; si nos obligamos a nosotros mismos, el hábito
desaparece… Por ejemplo, si alguien tiene la costumbre de morderse las uñas, debe obligarse
a morderlas en el momento en que no le apetezca hacerlo en absoluto. Finalmente, nos damos
cuenta de que el hábito ha desaparecido.

Este método dentro del tipo que estamos tratando si consideramos la


conducta de morderse <<deliberadamente>> las uñas o morder un trozo de
celuloide u otro material similar, como automáticamente saciable. Esta práctica
puede hacerse extensiva, desde luego, a otros problemas distintos, al margen
de los llamados <<malos hábitos>>. Por ejemplo, si no podemos trabajar en
nuestro despacho a causa de una tendencia a ir a pasear, un rápido paseo
puede resolver el problema por medio de la saciedad.

Existe una variante de esta práctica que consiste en saciar una forma de
conducta llevando a cabo otra en cierta forma similar. Con frecuencia se
recomienda hacer mucho ejercicio para controlar la conducta sexual partiendo
de la base de que el ejercicio se parece lo suficiente a la conducta sexual como
para producir una especie de saciedad transferida. (Se supone que el efecto se
debe a superposición topográfica más que a puro agotamiento). Una
superposición similar puede explicar una especie de privación transferida. Se
ha recomendado la costumbre de levantarse de la mesa todavía con apetito
como un camino para generar buenos hábitos de trabajo. Quizá sea por esta
misma razón que el vegetariano suele mostrarse particularmente activo y muy
eficaz, ya que en cierto sentido, siempre se encuentra hambriento. Se ha
afirmado que la autoprivación en el campo del sexo tiene importantes
consecuencias en otros campos poco relacionados con él – por ejemplo,
estimulando logros literarios o artísticos-. Posiblemente, las pruebas
disponibles hasta el momento son escasas; si al final resulta que el efecto en
realidad no ocurre, esto nos librará del trabajo de encontrar una explicación.

Manipulación de circunstancias emotivas

217
Inducimos en nosotros mismos cambios emotivos con fines de control. A
veces, esto significa, simplemente, presentar o retirar estímulos. Por ejemplo,
reducimos o eliminamos reacciones, emotivas no deseadas marchándonos
para <<cambiar de ambiente>> - es decir, retirando estímulos que han
adquirido el poder de suscitar reacciones emotivas a causa de hechos que han
sucedido en relación con ellas-. A veces, prevenimos la aparición de una
conducta emotiva provocando respuestas incompatibles con estímulos
apropiados; por ejemplo, cuando, en un momento muy solemne, nos
mordemos la lengua para no reírnos.

Controlamos también las predisposiciones, las cuales debemos distinguir


de las respuestas emotivas (capítulo X). Un presentador de televisión
predispone al público del estudio a reírse antes de empezar la transmisión –
posiblemente contándole chistes que no se pueden contar durante el
programa-. Se puede utilizar el mismo procedimiento en el autocontrol.
Intentamos ponernos de <<buen humor>> antes de una cita pesada y molesta,
para aumentar la probabilidad de comportarnos de forma socialmente
aceptable. Antes de pedir un aumento de sueldo hacemos acopio de valor
convenciéndonos de que nuestra situación se injusta. Releemos una carta
ofensiva justamente antes de contestarla para generar la conducta emotiva que
hará que la escribamos con más facilidad y de forma más eficaz. Somos
también capaces de elaborar intensos estados emotivos en los que la conducta
no deseable es improbable o imposible. Un ejemplo adecuado lo constituye lo
que vulgarmente se dice <<dar a alguien un susto de muerte>>. Esto se refiere
de forma casi literal, a un método para controlar la conducta que ha sido en el
pasado severamente castigada y consiste en reinstaurar los estímulos que han
acompañado antes al castigo. Utilizamos la misma técnica cuando suprimimos
nuestra propia conducta recordando castigos pasados o repitiendo proverbio
que nos advierten de las consecuencias del pasado.

Reducimos la amplitud de la reacción emotiva demorándola, por


ejemplo, <<contando hasta diez>> antes de actuar cuando estamos enfadados.
Obtenemos el mismo efecto mediante un proceso de adaptación, ya descrito en
el capítulo X, cuando, de forma gradual, nos ponemos en contacto con
estímulos que causan desasosiego. Podemos aprender a domar serpientes sin
miedo empezando con serpientes muertas o drogadas y de la clase menos
peligrosa, pasando paulatinamente a otras clases con más vitalidad y que
causan mayor temor.

Utilización de estímulos aversivos

Cuando preparamos un despertador, estamos disponiendo un estímulo


altamente aversivo del que sólo podremos escapar levantándonos. Colocando
el reloj en el otro extremo de la habitación, nos aseguramos de que la conducta
de evasión nos obligará a despertarnos completamente. Condicionamos

218
reacciones aversivas en nosotros mismos, asociando estímulos de forma
apropiada- por ejemplo, utilizando las <<curas>> que hemos descrito contra el
tabaco y el al alcohol-. Así mismo, nos controlamos creando estímulos verbales
que nos afectan, a causa de las consecuencias aversivas pasadas que otras
personas han asociado con tales estímulos. Una simple orden constituye un
estímulo aversivo – una amenaza- que específica la acción que conduce a la
evasión. Al despertarnos en una fría mañana de invierno, la simple repetición
de la orden <<levántate>> puede, de forma sorprendente, llevarnos a la acción.
La respuesta verbal cuesta menos que el hecho de levantarse y es emitida con
mayor facilidad, pero las contingencias reforzantes establecidas por la
comunicad verbal pueden prevalecer. En cierto sentido, el individuo <<se
obedece así mismo>>. El uso continuado de esta técnica puede conducir a una
discriminación más precisa entre las órdenes dadas por uno mismo y las que
proceden de los demás, que pueden interferirse con el resultado.

Cuando tomamos una decisión, preparamos estímulos aversivos que


controlaran nuestra conducta futura. Se trata, esencialmente, de una previsión
que afecta nuestra propia conducta. Cuando esta decisión se toma en
presencia de personas que proporcionarán una estimulación aversiva si la
predicción no se cumple, preparamos unas consecuencias que,
probablemente, fortalecerán la conducta que hemos decidido realizar. Sólo
comportándonos como hemos previsto, podemos evadirnos de las
consecuencias aversivas que sobrevendrían si no cumpliéramos nuestra
resolución. Como veremos más adelante, nuestra propia conducta puede, con
el tiempo, proporcionarnos, de manera automática, la estimulación aversiva
que nos induzca a mantener una decisión. Esta puede entonces traducirse en
hechos aun en ausencia de otras personas.

Drogas

Utilizamos drogas que simulan el efecto de otras variables para


conseguir un mejor autocontrol. Mediante el uso de anestésicos, analgésicos y
soporíferos, reducimos los estímulos dolorosos o perturbadores que, de otra
forma, no podrían ser alterados fácilmente. Aperitivos y afrodisíacos son
utilizados, a veces porque se cree que duplican los efectos de la privación en el
campo del hambre y del sexo, respectivamente. Se utilizan otras drogas para
conseguir los efectos contrarios. Los estímulos aversivos condicionados de la
<<culpabilidad>> son contrarrestados, de manera más o menos efectiva, con
alcohol. La morfina y otras drogas similares, y, en menor escala. La cafeína y la
nicotina, generan pautas típicas de conducta eufórica.

Condicionamiento operante

No está nada claro el papel de refuerzo operante en el autocontrol. En


cierto sentido, todos los refuerzos son autoadministrados, puesto que puede
considerarse que una respuesta <<produce>> su refuerzo, pero <<reforzar la
219
propia conducta>> es algo más que esto. Es también más que generar,
simplemente, circunstancias en las que un determinado tipo de conducta se ve
siempre reforzado- por ejemplo, reunirse con amigos que refuerzan solamente
la <<buena>> conducta-. Esto es simplemente una cadena de respuestas, uno
de cuyos primeros eslabones (reunirse con un amigo concreto) es fuerte
porque conduce al refuerzo de un eslabón posterior (la <<buena>> conducta).

El autorefuerzo de la conducta operante presupone que el individuo


puede obtener el refuerzo, pero que no intenta conseguirlo hasta que se haya
emitido una respuesta determinada. Este podría ser el caso si alguien
cancelara cualquier contacto social hasta que hubiera terminado un trabajo
concreto. Indiscutiblemente sucede algo de este tipo pero, ¿es refuerzo
operante? Ciertamente se parece poco al procedimiento utilizado para
condicionar la conducta de otra persona. Pero debemos recordar que el
individuo puede, en cualquier momento, dejar el trabajo que está haciendo y
obtener el refuerzo. Hemos de explicar por qué no lo hace. Es posible que esta
conducta indulgente haya sido castigada en el pasado – por ejemplo,
desaprobándola_, excepto cuando una parte del trabajo fuera completada. Por
eso la conducta indulgente producirá, si no se cumple esta condición, una
fuerte estimulación aversiva. El individuo termina el trabajo para sentirse libre
de culpa (capítulo XII). La pregunta fundamental es si la consecuencia tiene
algún afecto fortalecedor sobre la conducta que la precede. ¿Es probable que
el individuo realice un trabajo semejante en el futuro? No sería sorprendente
que no lo fuera, aunque haya que reconocer que el interesado ha preparado
una serie de hechos en los que una determinada conducta se ha visto seguida
por un hecho reforzante.

Se formula un problema parecido al plantearse si uno mismo puede


extinguir su propia conducta. No puede considerarse como autocontrol emitir
simplemente una respuesta que no sea reforzada, ni lo es tampoco la conducta
que se limita a situar al individuo en circunstancias bajo las cuales un tipo
determinado de conducta quedará sin reforzar. La autoextinción parece
consistir en que una respuesta que controla debe preparar la ausencia de
consecuencia; el individuo debe intervenir para romper la conexión entre la
respuesta y el refuerzo. Parece que ocurre esto, por ejemplo, cuando se
desconecta un televisor, de manera que se extinga la respuesta de encenderlo.

Pero aquí la extinción es trivial; el efecto primario consiste en retirar la


fuente de estimulación.

Castigo

El autocastigo planea la misma cuestión. Un individuo puede estimularse


a sí mismo de forma aversiva, autoflagelándose. Pero el castigo no es
meramente una estimulación aversiva; es una estimulación aversiva
contingente respeto de una respuesta dada. ¿Puede el individuo preparar esta
220
contingencia? El hecho de llevar a cabo una conducta que vaya a ser castigada
no es autocastigo, ni tampoco lo es buscar ocasiones en las que una
determinada conducta sea castigada. El individuo parece castigarse a sí mismo
cuando, después de haber llevado a cabo alguna conducta determinada, se
inflige a sí mismo algún daño. Se ha dicho que la conducta de este tipo parece
indicar una <<necesidad de castigo>>. Pero podemos explicarla de otra forma,
si, al estimulare a sí mismo de manera aversiva, el individuo se evade de un
sentimiento de culpabilidad todavía más aversivo (capítulo XII).

Existen otras variantes en el uso de la autoestimulación aversiva. Una


persona no quiere disminuir su peso puede apretarse el cinturón hasta un
punto determinado y hacer que se mantenga allí a pesar del fuerte efecto
aversivo. Esto puede incrementar directamente los estímulos aversivos
condicionados e incondicionados que se generan en el acto de comer
demasiado y puede encargarse de reforzar automáticamente el hecho de
comer de forma limitada. Pero no debemos pasar por alto el hecho de que una
respuesta muy simple – aflojar el cinturón- conduciría a evadirse de la misma
estimulación aversiva. Si esta conducta no se produce es porque ha sido
seguida por consecuencias todavía más aversivas que la misma sociedad o el
médico se ha encargado de establecer –sentido de culpabilidad y temor de
caer enfermo o morir-. La pregunta fundamental acerca de la autoestimulacion
aversiva es si tal práctica muestra el efecto que esta misma estimulación
generaría si fuera establecida por los demás.

<<Hacer otra cosa>>

Una técnica de autocontrol que no tiene ningún paralelo en el control de


los demás se basa en el autodominio. El individuo puede evitar llevar a cabo
una conducta que le conduciría al castigo dedicándose, con todas sus fuerzas,
a hacer otra cosa. Un ejemplo simple consiste en evitar retroceder mediante
una intensa respuesta de mantenerse quieto. Mantenerse quieto no es,
simplemente <<no retroceder>>. Es una respuesta que, si se lleva a cabo con
la fuerza suficiente, predomina sobre la respuesta de retroceder. Esto se
parece al control ejercido por los demás cuando llevan a cabo una conducta
incompatible. Pero, así como otra persona puede conseguir esto solamente
disponiendo variables externas el individuo parece generar dicha conducta, por
decirlo de alguna manera, ejecutándola. Un ejemplo muy conocido es hablar
sobre algún problema marginal para evitar abordar un tema concreto. Parece
que el hecho de evadirse de la estimulación aversiva generada por el tema en
cuestión es la causa de la intensidad de la conducta verbal que lo desplaza
(capítulo XXIV).

221
En el campo de la emoción, una forma más concreta de <<hacer
cualquier otra cosa>> puede ser especialmente eficaz. Las emociones tienden
a ir asociadas – miedo e ira, amor y odio- de acuerdo con la orientación de la
conducta que se encuentra intensificada. Podemos modificar la conducta de
alguien que tiene miedo haciéndolo enfadar. En este caso, su conducta no es
simplemente la de hacer otra cosa; en cierto sentido está haciendo lo contrario.
El resultado no es de dominancia, sino de suma algebraica. En el autocontrol,
el efecto se ejemplifica cuando alteramos una predisposición emotiva poniendo
en práctica la emoción opuesta: disminuyendo las manifestaciones de la
conducta propia del miedo mediante la práctica de la ira o la indiferencia o
evitando los estragos del odio <<amando a nuestros enemigos>>.

EL ORIGEN ÚLTIMO DEL CONTROL

El mero examen de las técnicas de autocontrol no explica por qué el


individuo las pone en práctica. Esta diferencia es del todo evidente cuando
intentamos conseguir que alguien se autocontrole. Resulta fácil decirle a un
alcohólico que puede dejar de beber tirando a la basura todas las botellas que
tiene en casa; el principal problema es conseguir que lo haga. Logramos que
esta conducta sea más probable disponiendo contingencias especiales de
refuerzo. Castigando el hecho de beber – quizá sólo <<desaprobándolo>>-
preparamos el refuerzo automático de la conducta que controla la bebida
porque, en este caso, tal conducta reduce la estimulación aversiva
condicionada. Algunas de estas consecuencias adicionales proceden de la
naturaleza, pero, en general es la comunidad quien las prepara.
Evidentemente, éste es el punto fundamental de la educación ética (capítulo
XXI). Parece, por tanto, que la sociedad es la responsable de gran parte de la
conducta de autocontrol. Si esto es así, al individuo le queda muy poca cosa
por controlar. Un hombre puede pasar mucho tiempo planeando su propia vida:
puede escoger con sumo cuidado las circunstancias en las que va a vivir y
puede manipular con bastante libertad el medio ambiente en el que le toca vivir
a diario. Esta actividad parece demostrar una importante dosis de
autodeterminación, pero, en último término, se trata también de conducta y
podemos explicarla en términos de otras variables ambientales y del historial
del individuo. Estas variables son las que proporcionan el control esencial.

Por su puesto, este punto de vista está en conflicto con las ideas
tradicionales sobre el tema, que gustan mucho de citar el autocontrol como un
ejemplo importante del proceso de responsabilidad personal. Pero un análisis
que recurre a las variables externas hace innecesario suponer la existencia de
un agente interno causante y determinante. Son muchas las ventajas científicas
de un análisis como éste, pero quizá las de tipo práctico sean aún más
importantes. La idea tradicional acerca de lo que sucede cuando un individuo
de autocontrola nunca ha tenido éxito como recurso educativo. Sirve de muy
poco decirle a alguien que utilice su <<voluntad>> o su <<autocontrol>>.

222
Una recomendación de este tipo puede hacer que el autocontrol sea
ligeramente más probable al establecer unas consecuencias aversivas
adicionales ante el fracaso en el control, pero no sirve de mucha ayuda para
entender los procesos reales. Un análisis alternativo de la conducta de
controlar debería hacer posible enseñar técnicas importantes con la misma
facilidad con que se enseña cualquier otro repertorio técnico. Debería,
asimismo, mejorar los procedimientos a través de los cuales la sociedad
mantiene fuerte la conducta de autocontrol. Ya que una ciencia de la conducta
revela de una forma más clara las variables de las cuales la conducta es
función, debería aumentar en gran manera estas posibilidades.

No debemos olvidar que las fórmulas expresadas en términos de


responsabilidad personal sirven de base a muchas de nuestras actuales
técnicas de control y que no podemos, bruscamente, desecharlas. Realizar un
cambio no violento es de por sí un serio problema. Pero puede solucionarse si
se exige una vasta revisión del concepto de responsabilidad, no solamente en
un análisis teórico de la conducta, si no de sus consecuencias prácticas.
Volveremos sobre este punto en las secciones V y VI.

223
XVI. Pensamiento

TOMA DE DECISIONES

En el autocontrol, pueden especificarse por adelantado las posibles


acciones a realizar, y el problema se resuelve antes de ejercer el control. Las
técnicas de control pueden ser especificadas eficazmente para conseguir un
determinado estado de cosas. Sin embargo, existen ejemplos de manipulación
de la propia conducta en los que no se puede predecir el resultado. Por
ejemplo, se requiere un cierto grado de <<autodeterminación>> para decidir
qué acción, entre dos posibilidades, vamos a realizar. La tarea no consiste
simplemente en hacer que sea probable una acción determinada, sino en tomar
una decisión. Muchas veces el sujeto lo consigue manipulando algunas de las
variables de las cuales su conducta es función. Las técnicas son más limitadas
que en el autocontrol porque el resultado no puede especificarse por
anticipado.

Al tomar una decisión, al igual que en el autocontrol, las variables que se


manipulan son, a menudo, hechos ocultos en el interior del organismo, y como
tales presentan un problema especial sobre el que volvemos en el capítulo
XVII. De momento, será suficiente referirnos a ejemplos comunes en los que
estas variables resultan evidentes para todo el mundo. Parece que los
procesos son los mismos tanto si las variables son públicas como si son
privadas. <<Tomar una decisión>> se parece también al autocontrol en el que
algunas de las técnicas se utilizan esencialmente del mismo modo para
controlar la conducta de los demás. Esto no ocurre así cuando persuadimos a
alguien para que se comporte de una forma determinada, puesto que nuestras
variables actúan en favor de una sola posibilidad, y no queda implicada
decisión alguna. Sin embargo, cuando intentamos ayudar a alguien a
<<decidirse>> sin predisponerle a una acción determinada, empleamos las
técnicas que el individuo puede utilizar por sí mismo para llegar a una decisión.

Aunque para tomar una decisión se utilicen variables pertenecientes al


campo de la motivación y del condicionamiento, son de naturaleza menos
específica y su efecto es a menudo retardado. Para obtener resultados más
directos recurrimos a la manipulación de estímulos. Si todas las posibilidades
importantes de acción tienen la misma intensidad antes de que decidamos
entre ellas, nuestras técnicas consisten en encontrar fuentes suplementarias de
fuerza, si se aplican a la conducta de los demás, se clasificarían como
insinuaciones o tanteos (capítulo XIV). En el momento de decidir si vamos a
pasar las vacaciones a la playa o a la montaña, por ejemplo, podemos
consultar revistas geográficas y de viajes y folletos turísticos, preguntar a

224
nuestros amigos dónde van a ir, enterarnos del tiempo que se prevé en cada
uno de los dos sitios, etc. Si no tenemos suerte, puede que todo este material
no haga más que mantener el equilibrio entre las dos posibles acciones, pero
es más probable que lleve al predominio de una de ellas. Tal como aquí vamos
a utilizar este término, <<decidir>> no es ejecutar el acto decidido
anteriormente, sino la conducta previa responsable del mismo.

El proceso de decisión puede finalizar antes de que el acto se realice


cando damos algún paso irrevocable – por ejemplo, podemos decidir acerca de
las vacaciones enviando dinero por adelantado para hacer una reserva-. Una
conclusión muy común es simplemente anunciar nuestra decisión. Afirmando
que vamos a ir a la playa aseguramos consecuencias aversivas en el caso de
no cumplir lo que hemos dicho. Esta nueva variable puede evitar que vuelva a
presentarse ningún conflicto y, por tanto, otra posibilidad de decidir. La decisión
también puede darse por terminada cuando empezamos a aplicar las técnicas
que conduzcan a un solo resultado – si echamos a la papelera todos los
folletos de la playa y continuamos insistiendo en fortalecer la conducta de ir a la
montaña-. Nos comportamos entonces como si nos hubieran recomendado que
fuéramos a la montaña por motivos de salud y estuviéramos simplemente
acumulando material que hiciera posible tal recomendación (quizás en pugna
con variables aversivas que intensifican la conducta de quedarnos en casa o ir
a otra parte).

ORIGEN Y SOSTENIMIENTO DE LA CONDUCTA DE DECIDIR

Al tomar una decisión el individuo manipula variables relevantes porque


dicha conducta tiene ciertas consecuencias reforzantes. Una de ellas es
simplemente escapar de la indecisión. Las alterativas conflictivas conducen a
una oscilación entre formas incompletas de respuesta que pueden ser muy
aversivas puesto que ocupan gran parte del tiempo del individuo. Cualquier
conducta que ponga fin a este conflicto se encontrará positivamente reforzada.
Lo que podemos designar como <<madura reflexión>> tiene otras
consecuencias. Cuando, antes de tomar una decisión, observamos
atentamente una situación, aumentamos la probabilidad de que la respuesta
final se vea reforzada al máximo. A la larga, puede que el beneficio limpio que
obtengamos sea suficiente para mantener la intensidad de la conducta de
observar atentamente la situación.

Es posible que el solo hecho de escapar de la indecisión o la evidente


ventaja de una respuesta deliberada parezcan inadecuados para explicar el
origen y sostenimiento de la conducta de decidir. Existen ciertamente refuerzos
imperfectos, puesto que pueden verse demorados bastante tiempo y su
conexión con una respuesta puede no estar muy clara. Sin embargo, podemos
admitir fácilmente estas deficiencias porque la conducta de tomar decisiones,
es también, en general, deficiente. No existe en la conducta de los organismos

225
inferiores ni en la de muchas personas. Cuando existe, en general es el
resultado de refuerzos especiales administrados por la comunidad. Aunque el
individuo puede, accidentalmente, encontrar varias formas de decidir, es más
probable que las técnicas pertinentes le sean enseñadas. Enseñamos a un
niño a <<pararse a pensar>> y a <<considerar las posibles consecuencias>>
suministrándole refuerzos adicionales, que hasta cierto punto pueden estar
fuera de lugar e incluso a ser falsos (capítulo XXVI). Puede que ni siquiera
estos den un resultado satisfactorio. Es posible que el niño considere todavía
que es difícil <<decidir>> e incluso puede experimentar la situación patológica
de la folie du doute o alguna situación conflictiva parecida a la del asno de
Buridan.

LA CONDUCTA DE RECORDAR

Al tomar una decisión, los posibles caminos de acción pueden


especificarse de antemano, aunque no pueda preverse el resultado. ¿Son
capaces las circunstancias en las que un individuo manipula variables de
afectar a una respuesta que él mismo no puede identificar hasta que es
emitida? A primera vista esto puede parecer no sólo improbable, sino también
imposible y, sin embargo, ocurre. Supongamos que hemos olvidado el nombre
de alguien que debemos presentar a otra persona. Puesto que la respuesta no
puede especificarse de antemano, parece que las técnicas usuales de
autodeterminación no son aplicables. En realidad, no podemos hacer nada a no
ser que tengamos alguna salida de algún tipo. Sin embargo, el hecho de que
no podamos identificar una respuesta no significa que no podamos hacer otras
afirmaciones acerca de dicha respuesta o de manipular circunstancias que
sean relevantes con respecto a ella. Podemos decir, por ejemplo, que es un
nombre que hemos sabido alguna vez, que sería un nombre adecuado para
presentar a una persona concreta, que probablemente lo reconoceríamos
rápidamente si lo oyéramos pronunciar o que es el nombre de alguien a quien
conocimos en una ocasión y con quien hablamos de un tema concreto. Con
todos estos detalles extra no resulta imposible actuar sobre uno mismo para
identificarse como <<autosondas>> (capítulo XIV). (Un <<autoapunte>>
supondría que podríamos identificar la respuesta.)

Los métodos son bien conocidos. Utilizamos sondas temáticas cuando


intentamos recordar una conversación que hemos tenido con la persona en
cuestión, cuando describimos las circunstancias en que nos la presentaron, o
cuando revisamos clasificaciones temáticas (¿era un nombre alemán, irlandés,
un nombre poco común, etc.?). Utilizamos sondas formales cuando ensayamos
combinaciones como <<ta-da-ta dada>> o recitamos el alfabeto muchas veces
sumando letras. Podemos también preparar una situación aversiva de la que
sólo podemos escapar si pronunciamos el nombre. Actuamos de esta forma
cuando ensayamos una presentación formal. -<<Quisiera presentarle al
señor…>> o nos aventuramos en una presentación real y confiamos en la

226
fuerte presión que se originará cuando se alcance el punto apropiado para
emitir el nombre. Sí, como resultado de todo lo que hemos hecho, el nombre
<<nos viene súbitamente a la memoria>>, es que ha sido fortalecida una
respuesta que no podía especificarse por adelantado.

PROBLEMAS Y SOLUCIONES

Al recordar un nombre se supone que la respuesta existe en cierta


intensidad y que se dispone de otra información como fuente de estimulación
suplementaria. Estos constituyen los rasgos esenciales de una actividad más
amplia y más compleja a la que comúnmente se llama <<resolver un
problema>>, <<pensar>> o <<razonar>>. De este modo, el análisis de
recordar un nombre sirve de introducción a un campo mucho más importante
de la conducta humana.

El lenguaje que normalmente se utiliza para tratar de la solución de


problemas no difiere mucho del vocabulario que suele utilizar el lego de la
materia. Cuando se llega a este tema suele abandonarse completamente los
rigurosos conceptos y métodos utilizados en otros campos de la conducta
humana. Resulta fácil poner ejemplos de un problema, pero es difícil definir el
término con rigor. Parece que no debería existir problema alguno para el
organismo que no se encuentra en un estado de privación o estimulación
aversiva, pero hay algo más. El organismo hambriento que come verazmente
está resolviendo quizás un problema, pero sólo en un sentido trivial. En la
auténtica <<situación problemática>>, el organismo no dispone
inmediatamente de ninguna conducta que reduzca la privación o le proporcione
evasión de la estimulación aversiva. Esta situación puede expresarse de una
forma más general. No necesitamos especificar la privación o la circunstancia
si podemos demostrar que existe una respuesta intensa que no puede ser
emitida. Puede precisarse la estimulación discriminativa para determinar la
forma o la orientación de la respuesta (el jugador de golf no puede empezar a
jugar hasta que no ha llegado al terreno de juego); o puede ser que la
respuesta requiera apoyo externo o instrumentos de los que carece (el jugador
no puede empezar a jugar hasta que no dispone de una pelota). Podemos
demostrar la intensidad de la respuesta de varias formas, pero generalmente lo
hacemos demostrando que ocurre tan pronto como se presenta la ocasión
adecuada.

Un cajón cerrado con llave nos plantea un problema si la conducta que


exige un cajón abierto es muy intensa y no disponemos de la llave ni de otros
medios para abrirlo. La intensidad de la conducta puede inferirse de la
aparición de respuestas que anteriormente hayan abierto el cajón o de la
aparición de la conducta tan pronto como el cajón sea abierto. Podemos decir
que un coche que no se pone en marcha plantea un problema si no se dispone
inmediatamente de una conducta que lo haga arrancar y si la conducta que

227
anteriormente lo ha conseguido es intensa o si tenemos alguna prueba de que
la conducta que depende de un coche puesto en marcha es intensa.

Los eslabones unidos de una cadena constituyen un problema si la


conducta de tenerlos separados es intensa y no existe ninguna respuesta que
lo haga posible. El misterio de un asesinato constituye un problema si nos
sentimos inclinados a dar un nombre al asesino – a demostrar que n nombre
cuadra perfectamente con todo lo que ha ido ocurriendo- y no podemos
hacerlo. Comprar el papel para empapelar una habitación constituye un
problema si no podemos decir cuántos rollos necesitamos: tendremos otro tipo
de problema si hemos medido la habitación pero no hemos calculado cuantos
rollos se necesitan para estas medidas. Las matemáticas son ricas en
problemas, pero la motivación del matemático es, a menudo, oscura. No está
clara en absoluto la privación o la estimulación aversiva responsable de la
intensidad de escribir una fórmula que conduce siempre a un número primo o
de probar que una formula dada nunca deja de dar lugar a un número primo.

En cualquier caso, la solución de un problema es simplemente una


respuesta que altera la situación de forma que la respuesta intensa pueda ser
emitida. Encontrar la llave del cajón cerrado, poner gasolina en el coche,
retorcer los eslabones de una forma determinada, emitir un nombre que encaje
perfectamente en la historia del asesinato y escribir una fórmula que conduzca
siempre a un número primo, son soluciones en este sentido. Una vez se ha
dado con la solución, el problema desaparece simplemente porque la
circunstancia esencial ha sido eliminada. (No es probable que se presente de
nuevo el mismo problema porque la situación ya no será nueva). En el futuro, la
respuesta que se ha presentado como solución, ocurrirá porque se ha visto
reforzada en circunstancias similares.

No obstante, emitir una solución no es lo mismo que resolver un


problema. Lo que nos interesa en este momento es el proceso de <<buscar
solución>>. Resolver un problema puede definirse como una conducta que,
mediante la manipulación de variables, hace que la aparición de una solución
sea más probable. Esta definición parece incluir las actividades que
comúnmente se describen como solución de problemas y permite un análisis
bastante riguroso de técnicas o procesos. Podemos solucionar de este modo
los problemas de otras personas, pero, ahora, limitaremos la exposición al caso
en que el individuo soluciona sus propios problemas.

La aparición de una solución no garantiza que haya tenido lugar el


proceso de solucionar un problema. Un cambio accidental en el ambiente da, a
menudo, un resultado similar – podemos encontrar la llave o el coche puede,
de repente, responder al starter-. Un ejemplo más sutil, que ya ha sido
mencionado, lo constituye la explicación de Descartes de la conducta de un
organismo vivo. El problema tuvo su origen en una intensa disposición para

228
explicar la acción de un cuerpo vivo. Hemos de suponer la intensidad de tal
conducta aunque ya es demasiado tarde para que podemos justificarla. La
explicación era una metáfora; la respuesta basada en ciertas figuras
construidas para que se parecieran a organismos vivos se hizo extensiva, a
través de la inducción del estímulo, al mismo organismo viviente. No
necesitamos suponer que, en el momento en que ocurrió esto, Descartes
estuviera precisamente ocupado de una forma activa en resolver el problema.
Es posible que el hecho de disponer de información acerca de las figuras fuera
del todo accidental. No necesitamos, por tanto, considerar la conducta de
Descartes como la de alguien que está solucionando un problema.
Sencillamente, <<encontró una solución>>.

Por la misma razón, tampoco el llamado aprendizaje por ensayo y error


equivale a resolver un problema. El estado de privación o la estimulación
aversiva que se presentan en un problema implican que la probabilidad de
muchas respuestas sea elevada. Algunas de ellas pueden ser emitidas porque
la situación se parece a otras en las que se han visto reforzadas. Es posible
que una de estas sea una solución - que va a resolver el problema
presentando la circunstancia esencial-. Pero esto no requiere ningún
tratamiento especial. Otro tipo de conducta que es posible observar es la
exploración fortuita. En presencia de un problema el organismo es,
simplemente, activo. También aquí puede llegarse a la solución por accidente.

Un ejemplo de solucionar problemas en el sentido de encontrar una


solución aparece relacionado con el aprendizaje por ensayo y error cuando el
organismo <<aprende a tantear>>. Emite gran número de respuestas a causa
de éxitos anteriores y quizá de acuerdo con determinadas características del
problema. Supongamos que desafiamos a un individuo a que identifique una
palabra de una lista. Nuestro desafío proporciona estimulación aversiva, y
nuestra afirmación de que hemos elegido una palabra de una lista determinada
proporciona un estímulo discriminativo que aumenta la probabilidad de un
grupo correspondiente de respuestas. El único recurso que le queda al
individuo es el de ir diciendo palabras de la lista hasta que en encuentre la
respuesta correcta. Sin embargo, es posible que haya descubierto formas de
ordenar su propia conducta, evitar repeticiones, omisiones, etc. Puede
encontrar rápidamente una solución si le reforzamos con categorías
descriptivas. Puede recorrer el alfabeto buscando la primera letra (<< ¿La
palabra empieza con…?>>), luego la segunda, etc. Pronto se originará una
sugerencia formal que fortalecerá respuestas que tengan una razonable
probabilidad de éxito. Puede también adivinar el tema o el género gramatical –
animal o vegetal, nombre o verbo, etc.-. Puede acerarse hábilmente a la
solución cuando se hayan reforzado una vez categorías adecuadas. Pero a
pesar de que se aprende a utilizar este método y de la orientación aparente del
proceso, la conducta no pasa de ser poco más que una realización por ensayo

229
y error. Podemos explicar la aparición de cada respuesta-ensayo en términos
de lo que esté ocurriendo en aquel momento y de la historia anterior del
individuo. Existe un mínimo de <autodeterminación>>.

Un modo de fomentar la emisión de una respuesta que puede ser la


solución es manipular estímulos. Un ejemplo simple consiste en hacer un
repaso de la situación del problema. Este es, a menudo, el efecto de una
conducta exploratoria fortuita y por tanto se asocia vagamente con el
aprendizaje por ensayo y error. Pero el efecto no es emitir una respuesta que
resulte ser la solución, sino hallar estímulos que puedan controlar tal respuesta.
Es particularmente eficaz mejorar o ampliar la estimulación de que se dispone;
aumentamos las probabilidades de solución cuando examinamos
cuidadosamente un problema, cuando disponemos de todos los datos, o
cuando localizamos estímulos relevantes planteando el problema lo más
claramente posible. El paso siguiente, puede consistir en disponer los
estímulos una y otra vez. En los anagramas, por ejemplo, el problema consiste
en componer palabras a partir de una serie de letras mezcladas; la solución es
simplemente formar una palabra que tenga sentido. Resulta útil presentar una y
otra vez las letras de que disponemos ya que algunas de las palabras que
resulten, pueden parecerse a partes de palabras que el individuo posea en su
repertorio y por tanto pueden servir de sugerencias formales. La persona que
tiene mucha experiencia en construir anagramas aprende a agrupar las letras
de una forma eficaz, particularmente en ciertos subgrupos que le permiten
formar grupos más amplios. Aprende a poner juntas la <<q>> y la <<u>>, a
intentar distintas combinaciones de <<sl>>, <<sh>>, <<sp>>, <<th>>, etc. El
silogismo lógico es un modo de disponer estímulos. El lógico posee un
repertorio verbal mediante el que es probable llegar a ciertas conclusiones a
partir de la formulación de ciertas premisas, pero un problema determinado
puede no presentarse en el orden adecuado. Resolver el problema consiste, en
este caso, en disponer los materiales en forma de silogismo. Si la solución se
obtiene por completo aplicando la fórmula (Barbara, Celarent…), la disposición
no facilita meramente una respuesta, sino que en realidad la determina, y
entonces el proceso no puede ser calificado de resolver un problema, al menos
tal como lo hemos definido. Pero existen casos menos mecánicos en los que la
disposición se hace principalmente para fomentar la aparición de una respuesta
que reciba su fuerza de otras fuentes. Del mismo modo, el matemático sabe
transportar, despejar factores, etc., hasta que obtiene algo que le sugiere una
solución. Gran parte de todo esto puede ser relativamente mecánico, pero, en
una auténtica solución de problemas lo que se requiere conseguir es fomentar
la aparición de una respuesta nueva cuya intensidad provenga de otras
fuentes.

El conocimiento científico adelanta a menudo como resultado de la


especial colocación de los estímulos. La clasificación de las especies de Lineo

230
era una presentación de datos que condujo, aparte de otros resultados, a la
solución de Darwin sobre el problema del origen de las especies. La tabla de
elementos de Mendeleiev era la forma de disposición de los datos químicos
que necesariamente precedió a la moderna teoría atómica. La ordenación de la
información pertinente es ahora una operación imprescindible para solucionar
cualquier problema, lo cual ya es una cuestión rutinaria cuando los problemas
han de solventarse por grupos y cuando las distintas operaciones de resolver
un problema se encargan a personas diferentes. El <<investigador de
hechos>> es una figura bien conocida en la solución organizada de problemas
en la ciencia y la industria.

Otro método para resolver problemas consiste en la autosonda. Las


soluciones de tanteo, reunidas quizá con este propósito, son sistemáticamente
analizadas. Existen también otros métodos que no debemos pasar por alto
aunque no conduzcan a soluciones específicas, y que, debido a ello, no suelan
considerarse como técnicas para solucionar un problema. Un ejemplo es cierto
tipo de autosonda tan general que debe utilizarse reiteradamente como una
especie de sumadora verbal. Por supuesto, la repetición es útil para
incrementar el efecto de técnicas más específicas, como cuando examinamos
repetidamente el material relevante o volvemos a plantear un problema una y
otra vez. Existe una especie de sonda formal que no tiene ninguna relación
especifica con una solución determinada, y que pude ser ejemplificada por
aquellas personas que pueden <<pensar mejor>> en un ambiente bullicioso o
que aparentemente debería ser causa de distracción. Parece que los rasgos
característicos de un fondo ruidoso operan igual que los modelos de lenguaje
de la sumadora verbal para contribuir a fortalecer soluciones. Materiales
visibles en forma de manchas de tintas <<garabatos>> o la estimulación
ambigua procedente de una bola de cristal contribuyen también a encontrar
algunas soluciones.

La persona que es hábil para <<pensar>> manipula a menudo sus


propios niveles de privación. Puede conocer el modo de generar intereses
relacionados con un problema. Preparándose un programa de sueño o
descanso satisfactorio, puede generar un nivel considerable de energía. Puede
disponer acontecimientos aversivos que mantengan su conducta a buen ritmo.
También es posible que siga un régimen rutinario muy rígido para conseguir el
mismo resultado. La solución de un problema puede también facilitarse
eliminando respuestas que estén en pugna con la solución concreta. Por
ejemplo, al tratar de recordar un nombre, puede que uno incorrecto esté
impidiendo la aparición del nombre correcto. En este caso, la respuesta que
hay que controlar, la respuesta intensa, puede identificarse, y se puede utilizar
cualquiera de los métodos para debilitar la conducta, descritos en el capítulo
XV.

231
La <<dificultad>> de un problema estriba en la facilidad que exista para
obtener la respuesta que constituye la solución. Es posible que no necesitemos
aumentar mucho la intensidad. Se da este caso cuando el problema se parece
mucho a uno anterior: el problema de los anillos es parecido a otro que hemos
resuelto antes, el misterio del asesinato utiliza una trama típica, y el problema
científico es similar a otro problema en un campo distinto. A medida que
aumenta el parecido con ejemplos anteriores y la posibilidad de obtener una
respuesta adecuada, se llega a un punto en el que ya carece de sentido hablar
de solución de problemas. Por otra parte, en el extremo opuesto, puede que en
la situación presente existía muy poco o casi nada que fortaleza las respuestas
adecuadas, y en este caso el individuo debe manejar laboriosamente las
variables de las cuales su conducta es función. Si no hay ninguna conducta
disponible, a pesar de todo lo que se haga cambiando las variables, el
problema permanece insoluble para nosotros.

<<TENER UNA IDEA>>

El resultado de resolver un problema consiste en la aparición de una


solución en forma de respuesta. Esta altera la situación de forma que el
problema desaparece. La relación entre la conducta preliminar y la aparición de
una solución es simplemente la relación entre la manipulación de variables y la
emisión de una respuesta. Esto no pudo entenderse claramente hasta que las
relaciones funcionales en la conducta fueron analizadas; pero, entretanto, se
inventaron muchos procesos ficticios. Los <<procesos de pensamiento>>
denominados pensar y razonar son ejemplos bien elocuentes de ello. Un
análisis funcional puede desposeer a estos términos de gran parte del misterio
que les rodea. Por ejemplo, no necesitamos preguntar <<de dónde viene una
solución>>. Si el problema es soluble, una solución es una respuesta que ya
existe, en cierto grado de intensidad, en el repertorio del individuo. La aparición
de la respuesta en su conducta no resulta más sorprendente que la aparición
de cualquier respuesta en la conducta de cualquier organismo. No tiene sentido
preguntar dónde radica la respuesta hasta que acumula la fuerza suficiente
para salir de la superficie. Podemos también imaginar fácilmente las
actividades mediante las cuales el que piensa llega a tener una idea – al menos
en la medida en que la conducta sea pública-. Sin duda se plantean problemas
especiales cuando no lo es, pero no son privativos del análisis del
pensamiento.

Se han dado casos en que el matemático abandona un problema


después de estar trabajando en él durante mucho tiempo, solo para que,
inesperadamente, la solución <<le venga a la mente>>. Resulta tentador
suponer que ha continuado trabajando en el problema <<de forma
inconsciente>> y que su solución procede de manera inmediata, de una
manipulación adecuada de las variables. Pero las variables pueden cambiar
automáticamente durante un período de tiempo. Es posible que las variables

232
que hayan impedido una solución del problema se debiliten y aparezcan otras
que las faciliten. Por tanto, no necesitamos suponer que, después que el
trabajo sobre el problema ha sido abandonado, se ha seguido desarrollando un
proceso de solución del problema. El hecho de que la solución constituya una
sorpresa para el mismo sujeto no altera esta conclusión. Veremos en el
capítulo XVIII que puede producirse un auténtico proceso de solución de un
problema cuando ni el mismo individuo puede observarlo; sin embargo, muchos
ejemplos de <<pensamiento inconsciente>> pueden explicarse sencillamente
como cambios que llevan a una solución cuya aparición solo depende del paso
del tiempo.

No es solamente en la solución de un problema donde <<aparece


súbitamente una idea>> en el sentido de emitir una respuesta. En una
metáfora, por ejemplo, hemos visto que una respuesta es suscitada por un
estímulo que comparte solamente de forma vaga algunas propiedades con el
estímulo que originalmente controlaba. De pronto, uno <<se da cuenta de la
similitud>> entre una reiterada mala suerte y el choque repetido de las olas
contra la costa, en el sentido de que una respuesta adecuada en un caso se
emite también en el otro. Esto puede ocurrir con o sin ayuda externa. Puede
que al escribir o hablar <<se nos ocurra>> la metáfora, o podamos <<ver
claro> cuando algún otro emite la respuesta transferida. A una escala más
amplia, <<adquirimos ideas nuevas de un libro>> en el sentido de que
adquirimos muchas respuestas ante una determinada situación que no
poseíamos antes de leerlo. En este sentido, el libro puede <<aclarar nuestras
ideas>> sobre una situación concreta.

A menudo manipulamos materiales en el mundo que nos rodea para


promover <<ideas nuevas>> aun cuando no existe presente ningún problema
bien definido. Una niña de seis años que jugaba con un pájaro de juguete y con
una pelota de goma blanca colocó la pelota en la cola del pájaro y esto le <<dio
una idea>>; empezó a lamer la pelota como si se tratara de un helado e
inmediatamente lo consideró como tal. No hay ningún misterio en este <<acto
de pensar>>. Las respuestas verbales y manipulativas adecuadas a un helado
surgieron a causa del parecido físico del mismo con el pájaro y la pelota. No
existió ningún problema notable; una sencilla manipulación de la naturaleza
genero simplemente un nuevo modelo que, mediante la inducción de estímulo,
suscito una respuesta característica de alguna intensidad, en un niño de seis
años.

El artista puede manipular un medio, más o menos de la misma forma,


sólo para elaborar ideas. Es cierto que puede mezclar colores en una paleta o
en una tela para resolver un problema específico – por ejemplo, conseguir un
parecido-. El artista hábil ha resuelto algunos de los problemas subsidiarios y
posee un repertorio, parecido a los estudiados en el capítulo VII, que genera
modelos parecidos a las propiedades del objeto que desea copiar. También es

233
posible que existan en el objeto nuevos rasgos que originan la conducta
preliminar que aquí llamamos solucionar un problema. Sin embargo, la
exploración artística de un medio puede progresar en ausencia de cualquier
problema explícito. Esta conducta es más evidente cuando se lleva a cabo
mediante dispositivos mecánicos. El artista puede producir nuevos dibujos
geométricos siguiendo una fórmula arbitraria, como por ejemplo la de
<<simetría dinámica>> o mediante <<garabatos>>. Del mismo modo, el escritor
puede producir nuevas tramas argumentales manipulando caracteres y
situaciones, al igual que el compositor puede producir nuevos ritmos o
melodías manipulando las notas mediante un dispositivo mecánico,
combinando símbolos sobre un papel o dejando que su gato se pasee por el
teclado. Todo esto puede hacerse, no para resolver un problema específico,
sino para ampliar un repertorio artístico. El problema consiste simplemente en
encontrar algo nuevo.

LA ORIGINALIDAD DE LAS IDEAS

Hemos visto que el autocontrol se basa fundamentalmente en las


variables ambientales, las cuales generan la conducta que ejerce el control, y
que, por tanto, se origina fuera del organismo. ¿Existe un problema parecido en
el campo de las ideas? Una idea, ¿es alguna vez original?

No llamamos original a la respuesta que, de manera evidente, es


imitativa o controlada por estímulos verbales concretos, como al seguir
instrucciones escritas o verbales. No estamos muy dispuestos a llamar original
a una respuesta, aun en el caso de que nunca haya sido emitida anteriormente,
cuando es el resultado de algún método bien conocido de manipular variables –
como en las operaciones matemáticas rutinarias o en el uso de fórmulas
silogísticas-. Sin embargo, cuando un modelo de manipulación nunca ha sido
aplicado anteriormente a un caso determinado, el resultado es, en cierto
sentido, nuevo. Por ejemplo, el sujeto aprende a contar como resultado de un
refuerzo educativo explícito, pero puede ser original en lo que cuenta. La
observación de que un cubo tiene seis caras debió ser, en un momento
determinado, una idea original.

Reservemos el término <<original>> para aquellas ideas que resultan de


manipulaciones de variables que no han seguido una forma rígida y en las que
las ideas tienen otras formas de intensidad. Es posible que un procedimiento
determinado para resolver un problema nunca haya sido utilizado antes del
mismo modo o relacionado con el mismo tema, y no conduzca por sí mismo a
ninguna conclusión. Una intensidad adicional puede ser suministrada a través
de la inducción de estímulos procedentes de situaciones similares. Sin
embargo, esta inducción es también el resultado de determinada historia
personal y de procesos de conducta bien definidos. Podemos, por tanto,
reconocer la aparición de nuevas ideas- como respuestas que no se han

234
producido anteriormente bajo las mismas circunstancias-, sin implicar ningún
elemento de originalidad en los individuos que las <<tienen>>.

El hombre posee ahora un control del mundo mucho mayor del que
poseían sus antepasados, y esto supone un progreso en los descubrimientos e
inventos en los que parece existir un fuerte elemento de originalidad. Pero
podríamos expresar este hecho del mismo modo diciendo que el medio
ambiente tiene ahora un control mayor sobre el hombre. Las contingencias
reforzantes modelan la conducta del sujeto y nuevas contingencias generan
nuevas formas de conducta. Es aquí donde hemos de encontrar la originalidad,
si hay que hallarla en alguna parte. A medida que pasa el tiempo, el hombre
reacciona ante rasgos del mundo cada vez más sutiles y lo hace cada vez con
mayor eficacia. La acumulación de conducta se ha hecho posible por el
crecimiento de un medio ambiente social que fuerza al hombre moderno a
responder a diferencias que, solo de forma muy paulatina, obtenían el control
de la conducta de sus antepasados (capítulo XIX y XXVIII). Las instancias
educativas establecidas por el grupo se ocupan de la transmisión de los
resultados de las contingencias ambientales de un individuo a otro, y, de esta
forma, le es posible al individuo adquirir una conducta eficaz en una vasta
escala.

No podemos, en rigor, explicar el origen de ideas importantes en la


historia de la ciencia porque han transcurrido mucho tiempo y no conocemos
algunos hechos relevantes. Sin embargo, el problema de la originalidad puede
ser solventado siempre que se den descripciones plausibles del modo como
una idea determinada pudo haber ocurrido. El estudio de la historia de la
ciencia ha hecho esta tarea algo más factible de lo que pareció en un principio,
puesto que ha tendido a minimizar la aportación de cualquier hombre particular.

Es mucho más fácil explicar el descubrimiento de Harvey de que la


sangre pasa del ventrículo derecho al izquierdo a través de los pulmones y no a
través de los pulmones y no a través del tabique si sabemos que,
anteriormente, ya se había propuesto la idea de que parte de la sangre pasaba
de aquel modo. El invento de la máquina de vapor de James Watt parece
menos milagrosa una vez conocidas las formas primitivas de máquina en que
se basa su invento.

Dar una definición de pensamiento creador dentro del marco de una


ciencia natural puede ser ofensivo para aquellos que valoran el individuo en
función del control que ejerce sobre el mundo que le rodea capitulo XXIX), pero
una formulación de este tipo puede tener también ventajas. Mientras la
originalidad de identifique con la espontaneidad o con la ausencia de leyes en
la conducta, parece una tarea sin esperanza enseñar al hombre a ser original o
influenciar de forma sustancial sus procesos de pensamiento. El presente
análisis debería conducir a una mejora de los métodos educativos. Si nuestra

235
descripción del pensamiento es en esencia correcta, no existe ninguna razón
para que no podamos enseñar a un hombre fundamentalmente los métodos de
pensamiento con el fin de utilizar plenamente todas las posibilidades del
organismo pensante – sea éste el individuo, el grupo organizado o, incluso, el
ingenio mecánico sumamente complejo.

XVII. Los hechos internos en una ciencia natural

EL MUNDO INTERIOR

Cuando decidimos que la conducta es función del ambiente, el término


<<ambiente>> se refiere a cualquier hecho del universo capaz de afectar al
organismo. Sin embargo, parte del universo capaz de afectar al organismo. Sin
embargo, parte del universo se encuentra dentro del organismo mismo. Por
tanto, algunas variables independientes pueden estar relacionadas con la
conducta de una manera única. Por ejemplo, la respuesta del individuo ante su
dolor de muelas será distinta a la que cualquier otra persona pueda mostrar
ante el mismo, puesto que nadie más puede establecer con dicho dolor el
mismo tipo de contacto. Los hechos que acontecen en el curso de un estado de
excitación emotiva o en estados de privación son frecuentemente, y por esta
misma razón, singulares; en este sentido, nuestras alegrías, penas, amores y
odios son exclusivamente nuestros. En otras palabras, una pequeña parte del
universo es privada respecto al individuo.

No necesitamos suponer que los hechos que acontecen dentro de un


organismo poseen, por esta razón, propiedades especiales; un hecho interno
se distingue porque su accesibilidad es limitada pero no, que nosotros
sepamos, por una estructura o naturaleza especiales. No tenemos razón
alguna para suponer que el efecto estimulante de una muela inflamada sea
esencialmente distinto al de, pongamos por caso, una estufa caliente. Sin
embargo, la estufa puede afectar a más de una persona casi de igual manera.
Al estudiar la conducta podemos considerar la estimulación procedente de una
muela más como una interferencia que como un hecho directamente
observable. Pero si algunas delas variables independientes de las que la

236
conducta es función no son directamente accesibles, ¿en que se convierte un
análisis funcional?, ¿cómo debemos tratar estas variables?

Puede que estas cuestiones no interesen a todos los lectores. El


problema es antiguo y ha ocupado la atención de los filósofos durante más de
dos mil años. Nunca se ha resuelto satisfactoriamente, y que quizás la
tendencia actual a evitarlo por parte del hombre cultivado, aunque lego en la
materia, signifique simplemente su extinción. Afortunadamente el problema casi
nunca es crucial para el control práctico de la conducta humana. El lector cuyo
interés se centre sobre todo en los aspectos prácticos y que prefiera pasar a
los capítulos siguientes, puede hacerlo sin inconveniente. Sin embargo, el
problema es importante y hay que hacerle frente en algún momento. La ciencia
moderna ha intentado presentar una concepción del mundo ordenada e
integrada. Algunos de los científicos más distinguidos se han interesado por las
amplias implicaciones de la ciencia con respecto a la estructura del universo.
La imagen que se obtiene es casi siempre dualista. El científico admite
modestamente que está describiendo solamente la mitad del universo y que
existe otro mundo –el de la mente o la conciencia- para el cual se supone que
es necesario otro tipo de investigación. En realidad, este punto de vista no es
inevitable, sino que forma parte de la herencia cultural de la que la ciencia ha
surgido. Evidentemente, constituye un obstáculo para una descripción unitaria
de la naturaleza. La contribución de una ciencia de la conducta al proponer un
enfoque distinto es quizás uno de sus logros más importantes. Sin un breve
examen de esta aportación, no quedaría completo ningún análisis de las
implicaciones de la ciencia en la comprensión de la conducta humana.

RESPUESTAS VERBALES A HECHOS INTERNOS

La respuesta verbal <<rojo>> es establecida como operante


discriminativa por una sociedad que refuerza la respuesta cuando se emite en
presencia de estímulos rojos y no de cualquier otro color. Esto es posible si
tanto la sociedad como el individuo tienen acceso a los estímulos rojos. En
cambio, no es posible si el individuo o la sociedad son ciegos a los colores.
Este último caso es parecido a aquel en que una respuesta verbal se basa en
un hecho interno al que, por definición, es imposible que ambas partes tengan
acceso. ¿Cómo presenta o retira la sociedad un refuerzo de manera apropiada
para conseguir que una respuesta como <<tengo dolor de muelas>> se
encuentre bajo el control de una estimulación adecuada? La respuesta <<se
me ha roto un diente>> puede establecerse fácilmente, porque tanto el sujeto
como la sociedad tienen acceso al estímulo al que hace referencia <<roto>>,
pero la sociedad no tiene ningún acceso parecido al estímulo que controla el
<<dolor>>. A pesar de ello, la conducta verbal de este tipo se establece sin
dificultad. La sociedad puede recurrir a demostraciones externas de un hecho
interno. Por ejemplo, puede establecer una respuesta verbal ante una muela
que duele presentando o retirando el refuerzo, de acuerdo con una

237
circunstancia especial de la muela que acompaña casi con entera seguridad el
hecho interno, o con violentas respuestas colaterales como apretarse la
mandíbula o quejarse. De esta forma, enseñamos a un niño a decir <<me
escuece>>o <<me hace cosquillas>> porque observamos, bien
acontecimientos públicos que acompañan tal estimulación privada (<<las cosas
que escuecen o producen cosquillas>>), o bien respuestas identificadoras
como rascarse o retorcerse. Este método de interpretar la experiencia interna
del individuo no es fácil porque los hechos públicos y los privados pueden no
estar perfectamente correlacionados.

Existe otra posibilidad. Las respuestas verbales adquiridas en relación


con hechos públicos pueden ser transferidas a hechos internos sobre la base
de propiedades comunes. Se ha señalado a menudo, que algunos términos
subjetivos son, al menos originalmente, metafóricos. El lenguaje de las
emociones lo es casi en su totalidad; suele utilizar términos procedentes de
descripciones de hechos públicos en los cuales tanto el individuo como la
sociedad que refuerza tienen acceso a los mismos estímulos. Tampoco en este
caso la sociedad puede garantizar un repertorio verbal muy exacto porque la
respuesta puede ser transferida de un hecho público a otro privado fundándose
en propiedades irrelevantes.

Las técnicas que garantizan la fiabilidad de un informe verbal no pueden


utilizarse en una descripción interna. La ciencia de la psicología introspectiva
tropezaba con este problema siempre que pasaba del estudio de las
respuestas al de los estímulos que ejercen el control. El psicólogo puede, por
ejemplo, graduar el color, el brillo o la intensidad de un punto luminoso para
establecer en el sujeto repertorios verbales de sensibilidad con respecto a
estas propiedades. Esta situación experimental no plantea en modo alguno el
problema de la interioridad. Pero establecer un repertorio parecido para
distinguir entre diversos <<estados emotivos>>, por ejemplo, constituye ya un
problema muy distinto. A no ser que el psicólogo pueda manipular los hechos
ocurridos durante la emoción de la misma forma que manipula las propiedades
de un punto luminoso, tendrá que recurrir a sustitutivos públicos imperfectos.

También el hombre de la calle acusa la falta de vocabulario subjetivo


digno de confianza. Todo el mundo desconfía de las respuestas verbales que
tienden a debilitar el control del estímulo de tales descripciones y la sociedad
que administra el refuerzo es a menudo impotente para impedir la distorsión
resultante. El individuo que elude un trabajo desagradable diciendo que tiene
dolor de cabeza no puede ser expuesto a prueba con éxito, aun en el caso de
que la existencia de este hecho interno sea dudosa. No existe ninguna
respuesta eficaz ante el estudiante que, después de ser corregido, insiste en
que era aquello precisamente lo que <<había querido decir>>, aunque la
existencia de este hecho interno no se acepta sin desconfianza.

238
También el propio individuo sufre estas limitaciones. El ambiente, ya sea
público o privado, parece no percibir muy claramente hasta que el organismo
se ve reforzado a discriminar. A un individuo al que, de improviso, se ha
obligado a hacer una sutil diferenciación cromática admitirá generalmente, con
posteridad, que <<ve>> colores que anteriormente no había <<visto>>. Resulta
difícil creer que no distinguiríamos entre los colores primarios a no ser que
existiera alguna razón para hacerlo, pero estamos condicionados a efectuar
esta discriminación desde tan pequeños que nuestra experiencia no constituye
una guía muy segura. Los experimentos en que los organismos crecen en la
oscuridad tienden a confirmar la idea de que la conducta discriminativa es
posterior a las contingencias que refuerzan las discriminaciones. La
autoobservación es también un producto de contingencias discriminativas y si
una discriminación no puede ser urgida por la sociedad es posible que nunca
se produzca. Paradójicamente, es la sociedad quien enseña al individuo a
<<conocerse a sí mismo>>.

Evidentemente, algunas contingencias que implican estimulación interna


no necesitan ser preparadas por una sociedad reforzadora. Al tirar una pelota
establecemos una secuencia de respuestas a través de la estimulación
generada por nuestros propios movimientos. En este caso las contingencias
reforzantes vienen determinadas por las exigencias mecánicas y geométricas
de arrojar una pelota y, puesto que la sociedad que refuerza no se encuentra
implicada, no se plantea el problema de la accesibilidad al individuo que actúa.
Pero, como vimos en el capítulo VIII, se suele identificar <<conocimiento>> con
la conducta verbal que surge del refuerzo social. Aparentemente, la conducta
conceptual y abstracta es imposible sin este refuerzo. La clase de
autoconocimiento representada por la conducta verbal discriminativa – el
conocimiento que se <<expresa>> cuando hablamos de nuestra propia
conducta- está estrictamente limitado por las contingencias que la comunidad
verbal puede preparar. Las diferencias que generan público recelo, conducen,
en el caso del individuo mismo, a simple ignorancia. Parece que no existe
modo de que el individuo pueda, en este aspecto, sortear la referencia de su
propio repertorio verbal. Esto es especialmente desafortunado porque
probablemente tiene muchas razones para distorsionar ante sí mismo su
propio informe (capítulo XVIII).

VARIEDAD DE ESTIMULACION PRIVADA

Se suelen distinguir dos tipos de estimulación interna. Los estímulos


interoceptivos surgen principalmente de los sistemas digestivo, respiratorio y
circulatorio. Un estómago lleno, inflamado, o que se contrae a causa del
hambre, un cálculo que distiende el conducto biliar, las contracciones o
dilataciones de los pequeños vasos sanguíneos al sonrojarse o palidecer y un
corazón latiendo con rapidez, generan estímulos interoceptivos. Estos son los
principales estímulos ante lo que se reacciona cuando <<sentimos una

239
emoción>>. Los estímulos proprioceptivos, por el contrario, son generados por
la posición y el movimiento del cuerpo en el espacio y por la posición y el
movimiento de unas partes del cuerpo con respecto a otras. Generalmente,
respondemos a estímulos de este tipo en combinación con la estimulación
exteroceptiva que proviene del medio ambiente que nos rodea, aunque no
siempre identificamos de forma correcta la fuente de estimulación. Así, por
ejemplo pasamos la mano por una superficie y decimos que es pegajosa,
engomada o resbaladiza, nuestra respuesta se debe en parte, a la resistencia
encontrada al mover la mano, aunque aparentemente estemos hablando de la
superficie como de un hecho público. Sin embargo, lo importante, en este caso,
no es la localización del estímulo sino su grado de accesibilidad a las demás
personas.

Un repertorio verbal importante describe la propia conducta. Lo que


genera la sociedad que exige respuestas a preguntas tales como <<¿qué
dijiste?>>, <<¿qué estás haciendo?>>, <<¿qué vas a hacer?>> o <<¿por qué
haces esto?>> Aunque estas preguntas son, por lo general, de tipo práctico, las
implicaciones teóricas son igualmente importantes. Puesto que el individuo
puede, a menudo, observar su propia conducta como un hecho público, no
siempre surge la distinción público-privado. En tal caso, puede ser apropiada la
exactitud del repertorio autodescriptivo. Si alguien dice <<fui a casa a las
tres>>, existen formas de comprobarlo y de reforzar su conducta para asegurar
una exactitud en el futuro. Pero parte de la estimulación que recibe el sujeto de
su propia conducta es distinta de la que recibe la sociedad.

Una descripción de una conducta que no se ha ejecutado parece


depender tan sólo de hechos internos. Por ejemplo, alguien puede decir
<<estuve a punto de irme a casa a las tres>>, aunque no llegó a hacerlo. En
este caso, los estímulos que ejercen el control no son sólo internos sino que,
además, parecen no ir acompañados de manifestaciones exteriores.
Respuestas tales como <<tengo muchas ganas de irme de casa>> o <<voy a
marcharme dentro de media hora>> parecen describir estados que sólo
parecen ser accesibles a la persona que habla. ¿Cómo puede la comunidad
verbal establecer respuestas de este tipo?

Una posible explicación sería que los términos son establecidos cómo
parte de un repertorio cuando el individuo actúa públicamente. Los estímulos
internos que surgen al margen de las manifestaciones públicas, obtienen
entonces el necesario grado de control. Más tarde, cuando estos estímulos
internos aparecen aisladamente, el individuo puede responder a ellos.
<<Estuve a punto de irme a casa>> puede considerarse como equivalente a
<<observé en mí mismo los hechos que preceden o acompañan generalmente
mi ida a casa>>. Esta explicación no dice qué hechos son estos. Expresiones
parecidas pueden describir la probabilidad momentánea de una conducta tan
bien como su forma concreta.

240
Otra posibilidad es que cuando un individuo está describiendo una
conducta que no ha sido emitida, esté, en realidad, describiendo una historia de
variables que permitirán a un observador independiente, si las conociera,
describir la conducta del mismo modo. La pregunta << ¿por qué lo hiciste?>>
tiene casi siempre importancia para la sociedad, la cual establece un repertorio
de respuestas basado tanto en hechos externos de los cuales la conducta es
función como en la misma relación funcional. Generalmente, podemos afirmar
que una situación especialmente estimulante, una contingencia de refuerzo,
una situación de privación o alguna circunstancia emotiva es la responsable de
nuestra propia conducta: <<Voy muchas veces a casa de X porque sirve
excelentes bebidas>>, <<He zurrado a este mocoso por que se había puesto
muy pesado>>, <<Normalmente, cojo el primer tren porque hay menos
gente>>, etc. Es posible que los mismos datos puedan utilizarse para predecir
nuestra propia conducta futura. La afirmación <<Probablemente el próximo
verano iré al extranjero>>, puede deberse a variables de índole completamente
pública que la hagan equivalente a <<Hay una serie de circunstancias que
hacen muy probable que vaya al extranjero>>. Esto no es una descripción de la
conducta-que-va-a-ser-emitida, sino de las condiciones de las cuales esta
conducta es función. Es evidente que cualquier individuo se encuentra casi
siempre en situación ventajosa para observar su propia historia.

Existe un importante tipo de estímulo al que el individuo puede


posiblemente estar respondiendo cuando describe una conducta que no ha
sido emitida y que no tiene ningún paralelo con otras formas de estimulación
interna. Surge a partir del hecho de que la conducta puede en realidad ocurrir,
pero a una escala tan reducida que no puede ser observada por los demás –a
no ser que dispongan de instrumentos apropiados-. A menudo se expresa
diciendo que la conducta está <<encubierta>>. A veces, se dice que esta forma
reducida no es más que el principio de una forma manifiesta –que el hecho
interno es conducta incipiente o iniciada-. Un repertorio verbal que ha sido
establecido para el caso de conducta manifiesta puede también hacerse
extensivo a la conducta encubierta debido a una autoestimulación similar. El
organismo está generando los mismos estímulos, eficaces aunque a escala
mucho más reducida.

Apelar a la conducta encubierta o incipiente es, con frecuencia, fuente


de confusión. Si la proposición <<estuve a punto de irme a casa>> es una
respuesta a estímulos producidos por una respuesta encubierta o incipiente de
ir realmente a casa, ¿cómo puede ejecutarse, de manera encubierta, la
respuesta de irse a casa? En este caso, podemos muy bien preferir otra
interpretación. Sin embargo, la conducta verbal puede ocurrir a un nivel
encubierto que para su ejecución no requiera la presencia de un determinado
medio ambiente físico. Además, es posible que sea efectiva a un nivel
encubierto porque la persona que habla está al mismo tiempo escuchándose y

241
su conducta verbal puede tener consecuencias internas. La forma encubierta
continua siendo reforzada aun en el caso de que haya sido reducida en
magnitud hasta el punto de que no ejerza ningún efecto apreciable sobre el
medio ambiente. Muchas personas se descubren hablando consigo mismas.
Una frase característica empieza diciendo <<Me dije…>>, y en ella, los
estímulos que controlan la respuesta <<dije>> es de suponer que son
similares, excepto en magnitud, a aquellos que controlan, en parte, la
respuesta <<le dije…>>.

RESPUESTAS A LA PROPIA CONDUCTA DISCRIMINATIVA

Cuando alguien dice <<ha surgido el arco iris>> o el reloj da las doce>>
podemos dar una interpretación razonable de su conducta en términos de una
situación estimulante y de ciertos procedimientos condicionantes
característicos mediante los que la sociedad ha construido respuestas
verbales. Pero si digo <<Veo un arco iris en el cielo>> u <<Oigo el reloj dar las
doce>> deben tenerse en cuenta términos adicionales. Su importancia se
demuestra fácilmente. El grupo sale generalmente beneficiado cuando un
individuo responde verbalmente a hechos con lo que solamente él está en
contacto. Al hacerlo, enriquece el ambiente de los que le están escuchando.
Pero es también muy importante que explique las condiciones bajo las que está
respondiendo. Si lo hace, revela, por decirlo de alguna manera, la <<fuente de
su información>>. La respuesta, <<veo el arco iris en el cielo>> tiene una
importancia distinta de <<dicen que hay un arco iris en el cielo>>. Otras
razones por las que el grupo puede estar interesado por la naturaleza de la
conducta del que habla pueden verse a través de preguntas tan usuales como
<< ¿ves aquel hombre en la ventana? >>, << ¿Me oyes?>> o << ¿hueles a
humo?>>.

Cuando la sociedad condiciona al individuo a decir <<veo…>>,


<<oigo…>>, <<huelo…>>, etc., debe poseer alguna prueba acerca de la
conducta discriminativa. En algunos casos, puede contar con la inevitabilidad
de una respuesta ante un estímulo visible -<<ves, finalmente llueve>>-. Otras
veces puede basarse en la orientación de los órganos sensitivos receptores:
decimos que un niño está viendo un perro cuando estamos seguros de que sus
ojos se encuentran orientados hacia un perro, o que está tocando un trozo de
tejido cuando vemos que sus dedos palpan la tela. Pero no siempre y con
seguridad podemos contar con la prueba de que un estímulo es meramente
recibido. No poseemos ninguna prueba semejante ante olores o sabores
tenues, o para estímulos visuales o auditivos ante los cuales los órganos
receptores no necesitan estar orientados de manera especial. ¿Cómo, por
ejemplo, puede la sociedad enseñar al sujeto a informar correctamente que
está viendo el color de un trozo de tela u oyendo el oboe entre los muchos
instrumentos de una orquesta completa? En este caso, debe quedar muy claro
que se produce una reacción discriminativa. << ¿Ves aquel pájaro encima del

242
arbusto?>> <<Sí>>. << ¿Qué pájaro es?>> Solamente cuando la información
colateral viene dada de forma correcta la sociedad refuerza de forma apropiada
la respuesta <<sí>>.

Un repertorio verbal que describe la conducta discriminativa del individuo


parece, pues, basarse en la prueba externa de la aparición de una respuesta
discriminativa más que en la presencia o recepción de estímulos. Cuando el
individuo describe su propia conducta discriminativa, es presumible que lo
haga, al menos inicialmente, basándose en la evidencia comparable. Se
observa a sí mismo cuando ejecutan algunas respuestas de identificación. Los
hechos privados correlacionados con los hechos públicos utilizados por la
sociedad son también el resultado de una conducta discriminativa y no simple
estimulación. Por tanto, la respuesta <<veo el arco iris>> no es equivalente a
<<hay un arco iris>>. Si lo fuera, un solo estímulo discriminativo- el arco iris-
explicaría ambas formas, pero <<veo el arco iris>> es una descripción de la
respuestas de ver un arco iris. Cuando el arco iris está realmente presente, la
distinción puede tener poca importancia.

Pero el arco iris no siempre se encuentra presente. Quizás el problema


más difícil en el análisis de la conducta viene dado por respuestas que empieza
con <<Veo…>>, <<Oigo…>>, etc., cuando faltan los estímulos habituales. En
este caso, es esencial una formulación minuciosa de las respuestas que
describen nuestra propia conducta discriminativa. Podemos abordar este
problema examinado las circunstancias en las cuales una persona <<ve
algo>>. Estas serán también muy probablemente las circunstancias en las
cuales dice <<Veo algo>>. (Casos parecidos como <<Oigo…>>, <<Noto un
sabor a…>>, no necesitan ser comentados explícitamente.) No se plantea
ningún problema especial cuando el estímulo apropiado se encuentra presente.
También estamos preparados para abordar casos en los que el estímulo no es
el que habitualmente se presenta, pero tiene suficiente en común con éste para
hacer posible el control de la respuesta. El proceso de abstracción proporciona
también ejemplos en los que no se dispone del estímulo completo pero que, de
todos modos, pueden explicarse de forma adecuada. Cuando no hay estímulos
parecidos a los usuales, una respuesta como <<Veo…>> debe explicarse en
términos de condicionamiento. Existen dos posibilidades principales que
corresponden a la distinción entre el condicionamiento respondente y el
operante.

LA VISION CONDICIONADA

Es posible que alguien vea u oiga <<estímulos que no se encuentran


presentes>>, de acuerdo con el esquema del reflejo condicional: puede ver a X,
no solamente cuando X está presente, sino también cuando está presente
cualquier estímulo que con frecuencia haya acompañado a X. La campana que
nos anuncia la comida no solamente hace que segreguemos saliva, sino que

243
nos hace ver comida. En la fórmula de Pavlov sustituimos sencillamente <<ver
comida>> por <<salivar>>. Originalmente, ambas respuestas se producían ante
la comida, pero, a través de un proceso de condicionamiento, finalmente
aparecen ante el sonido de la campana. Cuando alguien dice que la campana
que nos anuncia la comida le hace ver alimentos (es más probable que diga
que <<le recuerda la comida>> o << que le hace pensar en la comida>>),
debemos suponer que se está refiriendo a una respuesta similar a la que
efectúa en presencia de comida. Una tradición desafortunada, debida al
parecer, a los griegos, nos induce a preguntar qué es lo que está viendo en
este caso. En cambio cuando dice que al oír la campana se le hace boca el
agua, no nos sentimos inclinados a preguntar ante qué está salivando. En
realidad, la función de un estímulo ha sido asumida por un estímulo distinto que
puede controlar tanto la visión de la comida como la segregación de saliva.

El efecto de un estímulo condicionado al suscitar la respuesta de ver


algo, ayuda a explicar el carácter de las respuestas ante los estímulos que
están presentes pero que están reñidos con <<lo que se ve>>. La visión
condicionada puede combinarse con respuestas a estímulos incondicionados.
Vemos los objetos que nos son familiares con más rapidez y mayor facilidad
que los desconocidos; los estímulos que, en un momento dado, se hallan
realmente presentes pueden ser eficaces, a la vez, tanto como estímulos
condicionados cuanto como incondicionados. Con una simple ojeada a un
pájaro volando, obtendremos de él una visión nítida si se trata de un pájaro
conocido y no podremos distinguirlo bien si no lo es. Los estímulos
fragmentarios han servido para suscitar una visión condicionada, la cual se
combina con la visión incondicionada del estímulo inmediato. Una descripción
poética del ruido del mar es especialmente eficaz si uno la lee mientras está en
la playa, puesto que los estímulos verbales y no verbales se combinan para
producir una respuesta particularmente intensa. En una baraja de naipes la
forma del corazón o del diamante se relaciona con el color rojo. Es probable
que el estímulo verbal <<corazón>> provoque la visión del rojo como si en
realidad estuviéramos viendo un corazón. Se ha demostrado
experimentalmente que si a alguien que suele jugar mucho a las cartas se le
muestra con rapidez un corazón impreso en negro, con frecuencia lo ve de
color rojo o como una mezcla de color rojo y negro, descrito quizá como
púrpura. Si contempla la carta durante más tiempo, el estímulo presente
ocultará completamente la respuesta condicionada de ver rojo, pero una breve
exposición de duración adecuada conduce a una fusión de las respuestas
condicionadas e incondicionadas.

En términos más generales, la visión condicionada explica por qué uno


tiende a ver el mundo de acuerdo con su propia experiencia. Se responde de
un modo tan común ante ciertas peculiaridades del mundo que nos rodea que
se han redactado una <<leyes de la percepción>> para describir la conducta

244
condicionada de este modo. Por ejemplo, generalmente vemos círculos,
cuadrados y otras figuras completas. Una figura incompleta presenta en
circunstancias defectuosas o ambiguas puede evocar, como respuesta
condicionada, la visión de una figura completa. Por ejemplo, un anillo al que le
falte un pequeño segmento, puede parecer completo si lo contemplamos con
rapidez. Sin embargo, esto no es inevitable, puesto que una persona que
diariamente manejara anillos incompletos es muy posible que no viera un anillo
completo –éste podría ser el caso de personas que trabajan en la fabricación
de ciertos tipos de pistón-. Algunas cinestesias son también ejemplos de fusión
entre visión condicionada e incondicionada. En un ejemplo muy común los
números se ven coloreados. Ocurriría algo de este tipo si un niño aprendiera
por primera vez a responder ante los números, en un libro en el que se
asociaran, de modo sistemático, la forma geométrica y el color. El estímulo
hablado <<Siete>> conduciría a dos respuestas condicionadas: ver la forma 7 y
ver el color asociado.

Todas estas circunstancias bajo las cuales un sujeto maduro mostrará la


respuesta de ver algo pueden ser situadas en un continuo. En un extremo, la
estimulación instantánea es óptima. Si, por ejemplo, el individuo está
escuchando el mar embravecido, el ruido se encuentra primariamente
ejerciendo el control. <<Oír el mar>> no es una respuesta absolutamente
incondicionada puesto que depende de la experiencia anterior. Si reducimos
ahora la estimulación instantánea llevando al individuo cada vez más lejos del
mar, incrementamos el papel jugado por los estímulos condicionados. Un rumor
bastante lejano se oye <<como si fuera el ruido del mar>> sólo a causa de una
historia particular. Cualquier ruido similar al del mar puede tener este efecto –
por ejemplo, del tránsito en la calle-. Si luego introducimos estímulos
condicionados de una forma claramente diferente – por ejemplo, estímulos no
audibles-, podemos ver la fusión de dos efectos distintos. Si nuestro sujeto de
estímulos auditivos parecidos al sonido de las olas hará más poderosa la
respuesta total de ver y oír el mar. En el otro extremo de nuestro continuo se
encuentra la respuesta puramente condicionada –oír sonidos apropiados en un
cuarto silencioso mientras se observa una pintura del mar-. Si ocurre tal efecto,
debe ser debido a condicionamiento, ya que lo que se oye es un estímulo
auditivo, pero el que está presente es visual.

Desde luego, hay grandes diferencias en la amplitud con que los


individuos muestran visión o audición condicionadas, etc. Francés Galton fue el
primero en examinar esta forma de conducta, en el siglo XIX. Algunos de sus
sujetos mostraron una habilidad excepcional para ver las cosas que les
describía, mientras que otros lo encontraron casi imposible. Algunos mostraban
habilidades especiales solamente en ciertos campos. Los defectos congénitos
del sistema sensorial son, a veces, responsables de ello –como, por ejemplo,
en la ceguera al color o la sordera al tono-. Otras diferencias individuales

245
pueden ser atribuidas a las historias de los individuos. Una diferencia depende
del grado en que el condicionamiento ha tenido lugar. En un mundo del grado
en que el condicionamiento ha tenido lugar. En un mundo en el que los
estímulos visuales son sumamente importantes cabría esperar que se
establecieran muchas respuestas condicionadas de este tipo. No es
sorprendente descubrir que el compositor puede ser capaz de <<oír música
cuando no la hay>> y que el artista está especialmente predispuesto a <<ver
formas que no existen>>, etc. Es posible, desde luego, que un hombre pueda
llegar a ser artista o músico a causa de predisposiciones de este tipo, pero las
diferencias obvias en la historia de cada uno son, casi con toda certeza,
significativas. Otra diferencia depende de si el sujeto es capaz de responder a
sus respuestas condicionadas discriminativas, y esto, a su vez, depende de si
la sociedad ha urgido respuestas verbales ante ellas. Una sociedad que
produjera personas introspectivas poseería una mayor cantidad de datos de
este tipo, no porque se originara más cantidad de división interna, sino porque
una parte mayor de la misma llegaría a ser dominio público a través de la
autodescripción. En un grupo que raramente insistiera sobre tal conducta el
problema probablemente no surgiría nunca.

Cuando alguien dice que ve un objeto que en realidad tiene ante sí,
podemos distinguir entre su respuesta ante el objeto y su respuesta ante su
respuesta. El propio individuo hace esta misma distinción. Generalmente, le es
posible decir si hay o no un arco iris cuando indica lo que está viendo y que
ésta es la variable de la cual su conducta es primariamente función. Cuando el
estímulo se parece solo parcialmente al estímulo habitual, el sujeto puede decir
que aquél <<le recuerda>> a éste. Cuando el <<estímulo visto>> no está
presente en realidad pero el sujeto no puede darse cuenta de ello, decimos que
sufre una alucinación. Ve algo y dice que está viendo algo, y a parir de estos
hechos sólo puede afirmar que allí hay algo. Cuando más tarde, esta situación
se pone en claro, puede revisar lo que ha dicho y llegar a la conclusión de que
<<pensó solamente>> que lo había visto. Por otra parte, puede negarse a
responder ante la situación real que es incompatible con su respuesta
condicionada, y puede que insista en que lo que ve está <<realmente allí>>.
Existen ciertos campos en los que no es fácil realizar una comprobación
adicional de la presencia o ausencia de un estímulo apropiado. En estos casos
es mucho menos probable que insistamos en la distinción. Dado que
comúnmente no constatamos la presencia o ausencia de sustancias amargas
en la boca, no es probable que discutamos si la respuesta <<siento un sabor
amargo>> es producida por una alucinación.

Importancia práctica de la visión condicionada

Un hecho interno no carece por completo de importancia práctica. Los


estímulos que generan visión condicionada son, a menudo, reforzantes porque
producen este efecto, y amplían el alcance de los estímulos reforzantes

246
disponibles para el control de la conducta humana. Como saben muy bien el
artista, el escritor y el compositor, la tarea práctica de generar estímulos
condicionados de especial eficacia es muy importante. Aunque es posible
reforzar a alguien con <<las bellezas de la naturaleza>>, también es posibles,
generalmente, reforzarle con estímulos condicionados que susciten respuestas
de visiones de bellezas de la naturaleza. La función del <<cuadro>> es generar
esta visión condicionada. Fundiendo las visiones condicionada e
incondicionada, el artista hace que el observador vea la misma cosa de otra
forma. La música nostálgica es eficaz si <<nos recuerda>> días más felices, un
retorno a los cuales sería asimismo reforzante. El grado de utilización de este
proceso en el arte varía según las épocas, pero siempre en considerable. No
hay que identificarlo con el realismo o el naturalismo, puesto que las
respuestas adecuadas ante el efecto del dibujo dependen también, en gran
manera, de la experiencia. Más tarde volveremos a examinar otras aplicaciones
prácticas de la visión y audición condicionada, etc… Al valorar la influencia de
una cultura dada, es importante tener en cuenta la medida en que se halla
establecidas las respuestas condicionadas de este tipo y la extensión con que
se elaboran las respuestas discriminativas de autoconocimiento con respecto a
ellas.

VISION OPERANTE

Existen muchas formas de demostrar que la operante discriminativa


<<ver a X>> es intensa. Un tipo de prueba radica en la intensidad de la
conducta previa que hace posible ver a X. Es posible que se reduzca a la
conducta de mirar a X, conducta que el sujeto puede llevar a cabo
esporádicamente o durante largos períodos de tiempo. Otro tipo de conducta
previa consiste en buscar a X- buscando del mismo modo que en el pasado
nos ha conducido a ver a X-. Supongamos que reforzamos intensamente a una
persona cuando encuentra un trébol de cuatro hojas. El incremento de
intensidad experimentado por <<ver un trébol de cuatro hojas>> se hará
patente de muchas maneras. La persona se sentirá más inclinada que antes a
buscar tréboles de cuatro hojas. Buscará en los sitios donde anteriormente los
ha encontrado. Los estímulos que se parezcan a estos tréboles provocarán una
respuesta inmediata. En circunstancias algo ambiguas cogerá por erro un
trébol de tres hojas. Si nuestro refuerzo ha sido suficientemente eficaz, puede
que incluso vea tréboles de cuatro hojas en los dibujos de algunas telas,
papeles, etc. Es posible que los vea también cuando no exista ninguna
estimulación visual que se les parezca- por ejemplo, cuando está con los ojos
cerrados o en una habitación oscura-. Si ha adquirido un vocabulario adecuado
de autodescripción puede informar acerca de este fenómeno diciendo que <<se
le aparecen>> tréboles de cuatro hojas o que <<piensa en ellos>>.

247
Con frecuencia observamos una conducta intensa sin poseer
demasiados conocimientos sobre las circunstancias que explican su intensidad.
Consideramos, por ejemplo, una persona a quien interesan los perros. Una de
sus características radica en la particular intensidad de la respuesta <<ver
perros>>. Los mira siempre que tiene ocasión y se comporta de manera que
esta situación se produzca –por ejemplo, visita perreras y exposiciones
caninas-. Prepara estímulos que recuerdan a los perros – cuelga cuadros de
perros, coloca figuras caninas sobre su mesa de despacho y compra libros
sobre perros-. Si es un artista, fotógrafo o escultor puede crear obras propias
sobre el mismo tema. Pero no es esencial la presencia de un perro o de una
reproducción del mismo. Los estímulos condicionados que han acompañado a
los perros –correas, cacharros para su comida, etc. -<<le recuerdan fácilmente
los perros>>. Ciertos estímulos verbales, como por ejemplo, historias o
descripciones de perros le llevan a <<imaginarse perros>> y puede obtener, e
incluso preparar, tales estímulos. La misma intensidad se manifiesta cuando ve
perros en las manchas de tinta, formaciones nubosas u otras forman ambiguas,
o cuando erróneamente toma por un perro cualquier objeto que no se distingue
claramente. La conducta de ver perros también aparece en ausencia de
cualquier apoyo externo identificable. <<Piensa en perros>>, se los imagina y
quizá los sueña por las noches.

A diferencia de la visión condicionada en el modelo respondente, esta


conducta no es provocada por estímulos presentes y no depende de una
asociación previa de estímulos. Las variables primarias que ejercen el control
son el refuerzo operante y la privación. Cuando hacemos que alguien esté
hambriento, fortalecemos las respuestas prácticas que en el pasado han sido
reforzadas con comida. Fortalecemos también las respuestas artísticas o
verbales que describen comida o generan estímulos condicionados que son
eficaces porque han acompañado en el pasado a la comida – el individuo
dibuja comida o habla de deliciosos manjares que han saboreado-. Al mismo
tiempo le inducimos a <<pensar en comida>>, a imaginarla y a soñarla. De
manera similar, una característica del hombre que se encuentra bajo una fuerte
privación sexual es que no solamente práctica una conducta sexual tan pronto
como tiene ocasión, se interesa por la producción o disfrute del arte sexual o
bien se autoestimula sexualmente, sino que también ve objetos o actividades
sexuales aun en ausencia de estímulos relevantes. Todas estas formas de
actividad son atribuibles a una variable común y esto puede demostrarse
eliminando la privación, tras lo cual eliminaremos todas estas formas de
conducta.

Una respuesta discriminativa que pueda darse cuando el estímulo


adecuado está ausente tiene ciertas ventajas. No requiere la presencia, a
veces molesta, de la conducta previa que produce un estímulo externo, y
puede ocurrir aun cuando dicha conducta sea imposible –como cuando

248
imaginamos un amor perdido o una oportunidad que está absolutamente fuera
de nuestras posibilidades-. Asimismo, la respuesta interna no es castigada por
la sociedad aunque sí pueda serlo su manifestación externa. Sin embargo,
existen ciertas desventajas. Dicha conducta no altera el estado de privación.
Las fantasías de la persona hambrienta o con privación sexual no altera la
situación hasta el punto de reducir la intensidad de la conducta a través de la
saciedad. Recurrimos, a menudo, a la disminución de privación para explicar la
eficacia de un refuerzo, pero como vimos en el capítulo V, la relación explica
tan sólo por qué tales estímulos actúan comúnmente como refuerzos en una
especie determinada. El efecto reforzante lo proporcionan tanto los estímulos
internos como los públicos. A quien le interesan los perros, el simple hecho de
ver perros es automáticamente reforzante. El hombre hambriento o con
privación sexual se ver reforzado tanto por la aparición o presencia de objetos
adecuados, como viéndolos cuando están ausentes. Este refuerzo no depende
de una reducción real del estado de privación.

La visión operante puede reforzarse, a novel interno, de otra maneras.


La respuesta interna puede producir estímulos discriminativos que demuestran
ser útiles para ejecutar una conducta posterior, ya sea pública o privada. En el
siguiente problema, por ejemplo, la conducta se encuentra generalmente
facilitada por la visión interna. <<Piensen en un cubo cuya seis caras están
pintadas de rojo. Dividan el cubo en veintisiete cubos iguales por medio de dos
cortes horizontales y dos series de dos cortes verticales cada una. De los
cubos resultantes, ¿Cuántos tendrán tres caras pintadas de rojo, cuantos
tendrán dos, cuantos una y cuantos ninguna?>> es posible resolver este
problema sin ver los cubos de ninguna manera y diciéndose a sí mismo: <<Un
cubo tiene ocho ángulos. Un ángulo está formado por la intersección de tres
caras del cubo. Por tanto, habrá ocho piezas con tres caras pintadas…>>, y así
sucesivamente. Pero la solución se facilita si se pueden ver los veintisiete
cubos e ir contando los de cada case. Es más fácil si se dispone de cubos
reales, desde luego, y aun un dibujo más fácil si se dispone de cubos reales,
desde luego, y aun un dibujo esquemático proporcionaría ayuda, pero mucha
gente resuelve visualmente este problema sin necesidad de estimulación
visual.

La solución privada de problemas consiste generalmente en una mezcla


de respuestas discriminativas y respuestas manipulativas. En este ejemplo, uno
puede ver el cubo más grande, cortarlo imaginariamente, separar también
imaginariamente los cubos más pequeños, ver sus caras, cortarlos en voz
baja, etc. En el cálculo mental uno multiplica, divide, traspone, etc., viendo en
cada caso el resultado, hasta que se obtiene la solución. Probablemente gran
parte de esta conducta encubierta es similar, en cuanto a forma, a la
manipulación abierta de lápiz y papel; el resto es conducta discriminativa en

249
forma de visión de números, letras, signos, etc., la cual es similar a la conducta
que resultaría a partir de una manipulación pública.

Existen grandes diferencias individuales en el uso de la visión privada.


Muy pocas personas pueden igualar los resultados obtenidos por uno de los
sujetos de Galton, el cual podía multiplicar visualizando la sección
correspondiente de la regla de cálculo y, tras colocarla en la posición
adecuada, dar la respuesta. Al igual que en la visión condicionada, tales
diferencias pueden atribuirse o bien a diferencias en el grado con que la visión
privada haya sido establecida o a diferencia en la habilidad para describir la
autoestimulación resultante o para utilizarla como base de la conducta futura.

Existen también diferencias en la clase de acontecimientos privado


elegido. Al resolver un problema de ajedrez, uno puede tener una idea, en el
sentido que hemos visto en el capítulo XVI, a través de distintos caminos. La
solución puede presentarse como una respuesta manifiesta de mover una
pieza. Puede manifestarse verbalmente (<<<Mueve el caballo a la casilla afil
siete>>) o bien aparecer de forma similar pero interna. Puede presentarse
también de manera no verbal interna, aunque hay que admitir que es muy difícil
determinar las dimensiones de una respuesta de este tipo. Decimos
corrientemente <<Me dije: mueve el caballo>>, pero no tenemos ninguna
expresión similar para decir >>Moví el caballo para mí mismo>>. La solución
puede presentarse también en forma de reacción discriminativa (súbitamente
podemos ver el caballo en su nueva posición).

Incluso cuando la conducta interna es principalmente verbal, tienen


lugar, a menudo, otros tipos de respuesta interior. Algunos escritores dicen que
oyen frases por primera vez que luego anotan, como si fuera otra persona
quien las estuviera pronunciando. Otros murmuran frases inaudibles de forma
claramente muscular. Se dan casos en que, sobre todo en sueños, un escritor
lee por primera vez un poema o un cuento que luego transcribe. El poeta utiliza
principalmente la conducta verbal, pero también es posible que <<vea>> y que
recurra a las palabras solamente para escribir lo que ha visto, del mismo modo
que describiría un acontecimiento público.

Surgen diferencias semejantes cuando existe un cierto grado de


estimulación externa. Por ejemplo, en el experimento de la suma verbal,
algunos sujetos, al escuchar las apagadas pautas de lenguaje, oyen que el
fonógrafo dice algo. Otros se sorprenden así mismos diciendo algo, en cuyo
caso ocurre ningún efecto paralelo con los test proyectivos no verbales. En el
Tets de Rorschach, el efecto de la mancha de tinta sirve principalmente para
complementar una respuesta visual discriminativa. Esto se manifiesta en la
intensidad de ver X, no en la de decir <<X>>. El informe verbal suele ser una
respuesta a la respuesta visual discriminativa.

250
Es posible que el repertorio verbal que describa hechos internos sea
incapaz de distinguir entre estos caso. Si le pedimos a alguien que piense en el
número 7 y nos dice que ya lo ha hecho, puede que nos indique una respuesta
discriminativa en la que ha visto la forma 7 o la palabra <<siete>>, o bien una
distribución espacial de siete puntos, siete subdivisiones en una línea, etc. Pero
su información puede referirse igualmente al hecho de que haya dicho
<<siete>> para sí mismo o haya dibujado imaginariamente la forma 7. En este
caso, su informe puede incluir también el hecho de que se haya oído a sí
mismo decir, <<siete>> o de que haya visto el resultado de la respuesta no
verbal. Es posible que más de una, o incluso todas estas actividades ocurran
conjuntamente cuando <<uno piensa en el número siete>>. La sociedad no
insiste en la necesidad de distinguir entre ellas porque, a menudo, tal distinción
tiene poca importancia. Con frecuencia las variables que fortalecen las
respuestas encubiertas o manifiestas que producen el objeto. Si oír X es una
respuesta intensa, decir X lo será probablemente también, puesto que decir X
es una respuesta previa que hace posible oír X. Esto es evidente pero no por
ello menos importante. Constituye a menudo un refuerzo oír que a uno le
alaban. Por tanto, un recurso muy simple consiste en alabarse a sí mismo. El
hecho de jactarse es, por decirlo así reforzante debido a los elogios que uno
mismo oye. Bajo las mismas condiciones de motivación uno puede también
mostrar una probabilidad muy alta de oír elogios –por ejemplo, puede
sencillamente escuchar muy atentamente cuando se le alaba, o interpreta un
comentario adulador que ha oído por casualidad como aplicado a sí mismo, o
interpretar erróneamente como alabanza un comentario neutro.

Las respuestas discriminativas internas son también reforzadas debido a


su defecto en el autocontrol. A excepción de la limitación física, todas las
variables que se pueden manejar en el autocontrol se hallan disponibles a un
nivel interno (capítulo XV). Se puede generar una respuesta emocional
refiriendo un hecho emotivo o simplemente viendo u oyéndolo. Se puede
generar una circunstancia aversiva mediante una descripción verbal del castigo
o viendo u oyendo el castigo otra vez.

TRATAMIENTO TRADICIONAL DEL PROBLEMA

Explicamos la conducta verbal que describe la respuesta discriminativa


de ver X de la forma siguiente. Dicha conducta es adquirida cuando el
organismo no sólo se encuentra en presencia de X, sino que se encuentra
también dando una respuesta discriminativa ante X. En ausencia de X, puede
ocurrir, posteriormente, una respuesta discriminativa similar como resultado del
condicionamiento respondente u operante. La respuesta verbal que describe la
respuesta discriminativa no es inevitable, pero siempre que se produzca se
puede suponer que actúan las mismas variables. No hemos alterado la
inaccesibilidad del hecho interno al actuar de esta forma, pero hemos

251
conseguido que la conducta que describe el hecho se encuentre bajo algún tipo
de conducta funcional.

Esta no es, desde luego, la solución tradicional al problema de la visión


interna. Generalmente, se sostiene que no se puede ver en absoluto el mundo
físico sino solamente una copia no física del mismo llamada <<experiencia>>.
Cuando el organismo físico está en contacto con la realidad, a esta copia
experimentada se la llama <<sensación>>, <<dato sensorial>> o
<<percepción>>; cuando no lo está, se la llama <<imagen>>,
<<pensamiento>> o <<idea>>. Las sensaciones, imágenes y sus congéneres
son consideradas siempre como hechos psíquicos o mentales, que se
producen en un mundo especial de <<conciencia>>, en donde aunque no
ocupen ningún espacio pueden a menudo ser vistas. No estamos seguros de
las razones por las que se empezó a hacer esta fastidiosa distinción, pero es
posible que fuera un intento para resolver ciertos problemas que deben ser
revisados.

El mismo hecho puede estimular a un organismo de muchas maneras.


La lluvia es algo que vemos a través de la ventana, oímos golpear contra el
tejado o sentimos sobre nuestras mejillas. ¿Qué forma de estimulación es la
lluvia? Debe haber resultado difícil suponer que cualquier respuesta
discriminativa podía identificar un hecho físico. Por tanto, era tentador concluir
que identificaba una sensación o percepción transitoria, pero unitaria, del
hecho. Finalmente, la forma menos equivocada –la estimulación a través del
contacto con la piel- se convirtió en la más íntimamente ligada con la realidad.
Una forma vista de manera vaga en una habitación oscura no se encontraría
<<realmente allí>> hasta que se pudiera tocar. Sin embargo, esta solución no
era completamente satisfactoria. La estimulación procedente del contacto
puede no concordar perfectamente con la que se produce visual o
auditivamente, y puede que no estemos dispuestos a identificar con la realidad
una forma y excluir a las demás. No obstante, hay todavía psicólogos que
discuten la prioridad de una forma de estimulación y, por tanto, insisten en una
distinción entre experiencia y realidad. Les sorprende que <<las cosas no son
como parecen>> y que una habitación que parece cuadrada vista desde
determinado ángulo, puede resultar irregular tras una cuidadosa exploración
visual o táctil. Esta dificultad no ofrece, en este momento, ningún problema
particular. Es evidente que un hecho aislado puede estimular a un organismo
de muchas maneras, dependiendo dicha estimulación de la constitución del
organismo y de su capacidad para ser estimulado por diferentes formas de
energía. Hoy día, estamos mucho menos inclinados a preguntar qué forma de
energía es la cosa en sí misma o cuál la representa correctamente.

Otro problema que se ha intentado resolver mediante la distinción entre


mundo físico y no físico surge a partir del hecho de que ante la estimulación
procedente de un hecho físico pueda darse más de un tipo de respuesta. La

252
lluvia es algo ante lo que uno puede echar a correr o escaparse, recogerla con
las mano y beberla, construir diques para guardarla o llamarla <<lluvia>>. ¿Qué
respuesta es la que corresponde ante <<la lluvia en sí misma>>? La solución
consistió en elaborar una concepción pasiva de la lluvia que se suponía no
tenía nada que ver con las respuestas prácticas. En la medida en que nos
concierne, resolvemos el problema reconociendo que muchas respuestas
verbales y no verbales pueden caer bajo el control de una forma de
estimulación determinada. Con la posible excepción de la respuesta verbal
abstracta, ninguna conducta necesita ser singularizada como <<conocer la
lluvia>>.

El proceso de abstracción suscita otra dificultad que el concepto de


experiencia puede haber soslayado. Vimos en el capítulo VIII que el contenido
o significado de la respuesta <<lluvia>> no podía ser identificado examinando
una sola ocasión en la que se produjera la respuesta. Ciertas probabilidades
de una clase de estímulos controlan la respuesta y solamente pueden ser
descubiertas mediante una investigación sistemática de muchos casos. En
cualquier ocasión determinada la respuesta parece encontrarse relativamente
libre de las exigencias del mundo físico. El hecho de que el proceso de
abstracción parezca dar origen a un mundo compuesto de propiedades
generales más de que de hechos concretos ha llevado, sin embargo, a
interpretaciones inconsistentes. Por una parte, el hecho concreto ha sido
considerado como experiencia inmediata, mientras que se ha dicho que el
proceso de abstracción construye un mundo físico que no es experimentado
nunca de forma directa. Por otra parte, el hecho aislado ha sido considerado
como un contacto momentáneo y no analizado con la realidad, mientras que el
conocimiento sistemático del mundo ha sido identificado con la experiencia.

Otra dificultad que debe haber colaborado al establecimiento de la


distinción entre los dos mundos, fue sin duda la inadecuación de la primitiva
ciencia física. ¿Cómo podría ponerse el sujeto en contacto con el mundo que
radicaba más allá de su piel? Erra de algún consuelo suponer que nadie
conocía nunca nada aparte de la propia experiencia, lo cual podía considerarse
que existía en el interior del propio cuerpo. Y si lo que vemos siempre no es el
mundo real, sino solamente una copia del mismo, entonces no es difícil
encontrar ejemplos en que lo visto no exista en absoluto en el mundo real.
Hemos de suponer solamente que la experiencia es independiente de la
realidad. Decir que se tiene la sensación de ver algo cuando este algo está
muy lejos, parece resolver el problema de la ubicación de lo que se ve. Decir
que se ve la misma imagen de una cosa cuando ésta se halla ausente, parece
resolver el problema de la existencia de lo que se ve. Pero estas soluciones
son falsas. Queda por explicar todavía como esta cosa distante puede generar
una sensación o cómo puede producirse una imagen cuando el objeto no está

253
presente. La física moderna ha resuelto el primero de estos problemas llenando
el espacio entre el objeto distante y el organismo. Un estudio de la conducta ha
resuelto el segundo, señalando las variables que conducen al organismo a ver
X en su ausencia.

Objeciones al punto de vista tradicional

Casi no hay necesidad de señalar la desventaja de usar términos que se


refieren a supuestos hechos no físicos. Aun en el caso de que fuera posible
definir <<sensación>> e <<imagen >> de una forma aceptable para una ciencia
natural, aparecerían como conceptos intermedios comparables a <<drive>>,
<<hábito>>, <<instinto>>, etc., y estarían sujetos a la crítica que de tales
conceptos se ha hecho en la sección II. Como siempre, la explicación ficticia ha
proporcionado un falso consuelo ante los problemas difíciles. Al surgir un hecho
causal se ha desarrollado la búsqueda de unas variables útiles. Contrariamente
a lo que se cree normalmente, el especial contacto entre individuo y los hechos
que ocurren dentro de su propio cuerpo no le proporciona ninguna información
interna>> acerca de las causas de su conducta. Debido a su privilegiada
posición con respecto a su propia historia, es posible que el individuo posea
información especial sobre su aptitud para responder, sobre la relación de su
conducta con las variables que la controlan y sobre la historia de estas
variables. Aunque esta información es, a veces, errónea y, como veremos en el
capítulo XVIII, es posible que otras se carezca de ella, puede ser útil, en
algunas ocasiones, para una ciencia de la conducta. Pero el hecho interno es
como máximo, solo un eslabón en una cadena causal y, generalmente, no
siquiera esto. Podamos pensar antes de actuar, en el sentido de actuar de
forma interna antes de hacerlo de forma manifiesta, pero nuestra acción no es
una <<expresión>> de la respuesta interna ni la consecuencia de ella. Ambas
son atribuibles a las mismas variables.

En este libro reciente sobre conducta anormal se lee: <<un sistema de


ideas “emancipadas” toma temporalmente el control de la conducta>>. Lo cual
también podría describirse diciendo <<un sistema de respuestas es
temporalmente predominante>>. En cualquiera de los dos casos hemos de
preguntarnos todavía << ¿por qué?>>. Aunque algo a lo que podemos llamar
idea preceda a la conducta en una cadena causal, hemos de retroceder e ir
más allá de la idea para encontrar las variables relevantes. Si el mismo
individuo dice <<he tenido la idea durante algún tiempo pero hace muy poco
que la he puesto en práctica>>, está describiendo una respuesta oculta que
precedió a la manifiesta. Dado que alguien que dice <<tener una idea>> es
probable que la lleve a cabo de forma manifiesta, podemos considerar útil el
hecho de informar acerca de una idea. Pero el informe no viene a completar
una explicación funcional. Como vimos en el capítulo X, decir que un hombre
golpea a otro porque está enfadado, no explica el sentimiento de ira. Una vez
hemos identificado las variables relevantes, encontramos el sentimiento de ira

254
mucho menos importante como causa de explicación. De manera similar, se ha
argumentado a menudo que el reflejo condicional es inadecuado porque omite
el eslabón tradicionalmente descrito como <<asociación de ideas>>. Al decir
que un hombre saliva cuando oye el timbre de la comida puede que pasemos
por alto el hecho de que el timbre de la comida << le hace pensar primero en
ella>> y que luego saliva porque piensa en la comida. Pero no tenemos
ninguna prueba de que pensar en la comida, tal como aquí hemos definido la
expresión, sea algo más que un efecto adicional del timbre y del proceso de
condicionamiento. No podemos demostrar que pensar en la comida conducirá
a la salivación sin tener en cuenta ningún hecho anterior, puesto que nadie
pensaría en la comida si está no existiera en el mundo de la realidad.

Evidentemente, uno es todavía libre para suponer que existe hechos de


naturaleza no física accesibles tan sólo al organismo que los experimenta y,
por tanto, absolutamente privados. La ciencia no sigue siempre el principio de
la navaja de Occam porque la explicación más simple no suele ser, a la larga,
la más convincente. Pero nuestro análisis de la conducta verbal que describe
hechos internos no responde de modo absoluto a una cuestión de gusto o
preferencia. No podemos rehuir la responsabilidad de demostrar cómo un
hecho interno puede llegar a ser descrito por el individuo o, en el mismo
sentido, conocido por éste. Nuestro examen de las maneras a través de las
cuales una comunidad puede conferir un vocabulario subjetivo no nos revela
ningún medio por el que la interioridad como tal pueda elaborar una respuesta
discriminativa. Un mundo de experiencia que, por definición, sea asequible
solamente para el sujeto, sin participación pública alguna, nunca podría llegar a
constituir la ocasión discriminativa para la autodescripción.

OTRAS SOLUCIONES PROPUESTAS

El estudio del propio mundo interno

Se dice, a veces, que el psicólogo puede evitar el problema de la


interioridad limitando su estudio a su propia participación privada en el
universo. Es cierto que los psicólogos se utilizan, a veces con éxito, así mismos
como sujetos, pero sólo cuando manipulan variables externas, precisamente de
la misma forma que lo harían si estudiaran la conducta de otras personas. La
<<observación>> por parte del científico de un hecho interno es una respuesta
ante el mismo, o quizás incluso una respuesta a otra respuesta ante dicho
hecho. Para llevar adelante un programa de análisis funcional, el científico
debe poseer una información independiente acerca del hecho. Esto significa

255
que, debe responder ante él de alguna manera. Por una razón similar, no
puede resolver el problema de los hechos internos de la conducta de los demás
pidiéndoles que ellos mismos los describan. Se ha propuesto a menudo que
una psicología objetiva podría sustituir el informe verbal es una respuesta del
organismo y, por tanto, también forma parte dela conducta que una ciencia
debe analizar. El análisis debe incluir un tratamiento independiente de los
hechos de los cuales el informe es función. El informe en sí mismo no es más
que la mitad de la historia.

La fisiología de la sensación

La solución que se desprende de un análisis funcional de la conducta


tiene que ser distinguida de otras dos que se proponen comúnmente dentro
del marco de una ciencia natural. Una de ellas está estrechamente relacionada
con el estudio de la fisiología de los órganos receptores del sistema nervioso, la
otra con un análisis lógico u <<operativo>> de los datos de la sensación y la
percepción. Conceptos como <<sensación>> e <<imagen>> han sido
elaborados para introducir el medio ambiente, tanto como sea posible, dentro
del organismo, y llenar de este modo la laguna existente entre lo que él conoce
y lo conocido. La tarea acerca del mundo a la superficie del organismo entra
propiamente dentro de los objetivos de la física. Más allá de este punto se entra
ya en el campo de la psicología. La versión moderna del estudio de los hechos
mentales en el mundo de la conciencia es el estudio de los receptores y de los
sistemas nerviosos aferente y central. El arco iris que aparece en el cielo o
cualquier pauta correlacionada de energía llega a la superficie externa del ojo,
luego a la retina, más tarde a las vías ópticas y, finalmente, a determinadas
partes del cerebro – a ser posible con la menor distorsión posible-. Esto hace
que sea plausible afirmar que el organismo experimenta de forma directa las
principales características del arco iris. Resulta incluso tentador suponer que en
alguna etapa (probablemente la última), el modelo que exista en el cerebro sea
la sensación o la imagen: pero el hecho de ver es más una respuesta ante un
estímulo que un mero registro de cámara fotográfica. Al llevar el modelo del
arco iris al interior del organismo, caso no se progresa prácticamente en la
comprensión de la conducta de ver en arco iris. Importa poco si el sujeto ve el
arco iris real o la sensación de un arco iris i algún modelo nervioso final en el
cerebro. Es forzoso que en algún momento vea, y esto supone algo más que
imprimir un simple modelo. A la fisiología de la sensación, aparte de conocer
cómo actúan los receptores y otros órganos le interesa el problema de lo que
se ve. Éste puede ser un falso problema surgido a partir de una frase hecha o
una figura del lenguaje. Si decimos que el arco iris (ya sea como hecho objetivo
que tiene lugar en el medio ambiente o como su modelo correspondiente en el
interior del organismo) no es <<lo que se ve>>, sino simplemente la variable
más común que controla la conducta de ver, es menos probable que nos
sorprendamos cuando la conducta ocurra como función de otras variables.

256
Definiciones operativas de sensación e imagen

Otra solución propuesta para el problema de la interioridad afirma que


existen hechos públicos y privados y que estos últimos no deben tenerse en
cuenta desde un punto de vista científico porque la ciencia requiere acuerdo
entre los miembros de la comunidad. Lejos de evitar la tradicional distinción
entre mente y materia, o entre experiencia y realidad, este punto de vista no
hace más que apoyarla. De hecho, da por sentada la existencia de un mundo
subjetivo al que considera fuera del alcance de la ciencia. Partiendo de esta
base, el único objetivo de una ciencia de la sensación es examinar los hechos
públicos que puedan estudiarse en sustitución de los privados.

El presente análisis conduce a un resultado muy distinto. Sigue teniendo


en cuenta el hecho interno, aunque sólo sea como una interferencia. No
sustituye al hecho interno, aunque sólo sea como una interferencia. No
sustituye al hecho verbal, a partir del que se hace dicha interferencia, por el
hecho mismo. El informe verbal es una respuesta al hecho interno y puede
utilizarse como fuente de información acerca del mismo. Es sumamente
importante efectuar un análisis crítico sobre la validez de esta práctica. Pero
hemos de evitar llegar a la ciencia, el informe verbal, o cualquier otra respuesta
discriminativa, es la sensación.

Lo interno convertido en público

Existe otra forma de abordar el problema centro del marco de una


ciencia natural y es compatible con el presente análisis. No está perfectamente
delimitada la línea divisoria entre lo público y lo privado. El límite varía cada vez
que se descubre una técnica nueva pública. Es posible amplificar una conducta
de tan poca magnitud que no puede observarse en circunstancias normales.
Puede detectarse, por ejemplo, la conducta verbal inaudible examinando
ligeros movimientos del órgano del habla. Los sordo-mudos que hablan
sirviéndose de los dedos, también se comportan con ellos de forma encubierta
y sus movimientos pueden ampliarse a voluntad. No existe ninguna razón por
la que se puede amplificar la conducta encubierta de modo que el mismo
individuo pueda hacer uso de la información adicional –por ejemplo, en el
pensamiento creador-. Después de todo, es lo que el sujeto hace cuando
piensa en voz alta al escribir notas en un papel o manipulando algún medio de
comunicación artístico. Por tanto, el problema de la interioridad puede
finalmente solucionarse son adelantos técnicos. Sin embargo, debemos
enfrentarnos todavía con hechos que no podemos amplificar, que ocurren a un
nivel interno y que son importantes para el organismo. Seguirá siendo un
problema importante saber cómo el organismo reacciona ante estos hechos,
aun en el caso de que algún día puedan llegar a ser accesibles a todo el
mundo.

257
XVIII. Autoimagen

¿Qué entendemos por <<autoimagen>>* en los procesos de autocontrol


o autoconocimiento? Cuando alguien se mete las manos en los bolsillos para
no morderse las uñas, ¿Quién controla a quién? Cuando descubre que un
súbito cambio de humor es debido a la visión de una persona que le
desagrada, ¿quién descubre de quién es el humor y de quien la respuesta
visual? ¿Es la misma autoimagen la que trabaja para facilitar el recuerdo de un
nombre y la que lo recuerda? Si un pensador le da vueltas a una idea, ¿es este
dar vueltas quien finalmente también tiene la idea?

La mayoría de las veces se utiliza la autoimagen como causa hipotética


de acción. En la medida en que las variables externas permanecen sin
identificar o ignoradas, su función se atribuye a una instancia que las origina
dentro del organismo. Si no podemos señalar algo que sea responsable de la
conducta de un individuo, decimos que es el mismo individuo el responsable de
ella. Los precursores de la ciencia física siguieron antaño la misma práctica,
pero, desde hace bastantes años, ya no es. Eolo quien desata el viento, ni
Júpiter Pluvius quien hace caer la lluvia. Quizás es debido a que la noción de
personificación está tan cerca de la concepción del individuo que actúa, que ha
sido difícil marginar semejantes explicaciones de la conducta. Esta costumbre
resuelve además nuestra preocupación frente a fenómenos inexplicados y se
perpetúa a causa de ello.

Sea lo que sea la autoimagen, aparentemente no se identifica totalmente


con el organismo físico. El organismo actúa mientras que la autoimagen inicia o
dirige la conducta. Más aun, se necesita de una autoimagen para explicar la
conducta de un organismo. El problema no radica en una simple incongruencia
de la conducta que varía de un momento al siguiente, puesto que la única
autoimagen podría dictar distintos tipos de conducta en momentos distintos.
Pero parece que existen dos autoimágenes que actúan simultáneamente y de
modo distinto, cuando una autoimagen controla a otra o cuando es consciente
de la actividad de la otra.

*N. del T.-Ha parecido oportuno traducir así el término inglés self. Otras veces ha sido traducido por <<sí mismo>>,
<<uno mismo>>, <<imagen de sí>>, <<yo>>, etc.

258
Estos mismos hechos se expresan comúnmente en términos de
<<personalidades>>. Se dice que la personalidad, al igual que la autoimagen,
es responsable de los rasgos de la conducta. Por ejemplo, a veces se atribuye
la conducta delictiva a una personalidad psicopática. Las personalidades
pueden también ser múltiples. Dos o más posibilidades pueden aparecer
alternativamente al mismo tiempo. A menudo, están en conflicto una con otra y
es posible que una no sepa lo que la otra está haciendo.

Frecuentemente se dice que la autoimágenes o las personalidades


múltiples están sistemáticamente relacionadas unas con otras. Freud concibió
el ego, el superego y el ello como instancias diferenciadas dentro del
organismo. El ello era responsable de la conducta que, fundamentalmente, se
reforzaba con alimento, agua, contacto sexual y otros refuerzos biológicos
primarios. No eran muy distintos del orgulloso y agresivo <<viejo Adán>> de la
teología judeo-cristiana- era responsable de la conducta de controlar el ello.
Utilizaba las técnicas de autocontrol aprendidas del grupo. Cuando éstas eran
verbales, constituían <<la voz interior de la conciencia>>. El superego y el ello
se oponen entre sí inevitablemente, y Freud los concibió, a menudo, en violento
conflicto. Recurrió a un tercer agente – el ego- el cual, además de intentar
conseguir un compromiso entre el ello y el superego, se ocupa también de las
exigencias prácticas del medio ambiente.

Podemos no estar de acuerdo con un análisis que recurre a una


autoimagen o personalidad como determinante interno de la acción, pero no
podemos ignorar los hechos que han dado origen a los tres dispositivos. Las
tres autoimágenes o personalidades del esquema de Freud representan
importantes características de la conducta en un medio social. Las múltiples
personalidades que están relacionadas una con otra de un modo menos
sistemático cumplen una función similar. Un concepto de autoimagen no es
esencial en un análisis de la conducta, pero ¿Cuál es la solución si debemos
enfrentarnos con esta problemática?

LA AUTOIMAGEN COMO SISTEMA ORGANIZADO DE RESPUESTAS

El mejor modo de desechar cualquier ficción explicativa es examinar los


hechos en que se fundamenta. Generalmente, se trata de variables que son
aceptables desde el punto de vista del método científico. En el presente caso,
parece que una autoimagen es simplemente un recuerdo para representar un
sistema de respuestas funcionalmente unificado. Al examinar los datos de que
disponemos, hemos de explicar la unidad funcional de tales sistemas y las
distintas relaciones que existen entre ellos.

259
La unidad de una autoimagen

Una autoimagen puede hacer referencia a una forma de acción habitual.


Expresiones como <<el investigador es un hombre que piensa>> o <<era mejor
conversador que fontanero>> sugieren personalidades identificadas con
subdivisiones topográficas de la conducta. En un solo individuo encontramos al
hombre de acción al soñador, al solitario y al espíritu social.

Por otra parte, una personalidad puede estar unida a un determinado


tipo de acontecimiento –cuando un sistema de respuestas está organizado
alrededor de un estímulo discriminativo-. Los tipos de conducta que son
eficaces para conseguir un refuerzo en la situación. A se dan conjuntamente y
se distinguen de aquellos que son eficaces en la situación B. De este modo, la
personalidad de un individuo en el seno de su propia familia puede ser distinta
de aquella que muestra en presencia de los amigos íntimos.

Las respuestas que conducen a un refuerzo habitual,


independientemente de la situación, pueden también incluir un sistema
funcional. En este caso, la variable principal es la privación. Una sugerencia
para aplazar una reunión que se está desarrollando durante la hora del
almuerzo puede mostrar que es <<el hombre que tiene hambre el autor de la
sugerencia<<. La personalidad de alguien puede ser muy distinta antes y
después de una buena comida. El libertino es muy distinto del asceta que
consigue, su refuerzo a través del grupo ético, pero ambos pueden coexistir,
uno al lado de otro, dentro del mismo organismo.

Las variables emocionales forman también personalidades. En


circunstancias adecuadas, el tímido puede dar paso al hombre agresivo. El
héroe puede luchar para ocultar al cobarde que anida dentro del mismo
organismo.

Son bien conocidos los efectos de las drogas sobre la personalidad. La


euforia del adicto a la morfina representa un repertorio especial de respuestas
cuya intensidad es atribuible a una variable obvia. El alcohólico se despierta, al
día siguiente, más triste y más prudente.

Es fácil sobreestimar la unidad de un grupo de respuestas y,


desgraciadamente, la personificación ayuda a ello. El concepto de la
autoimagen puede tener una ventaja inicial al representar un sistema de
respuestas relativamente coherente, pero también puede inducirnos a esperar
consecuencias e integridades funcionales que no existen. La alternativa al uso
de este concepto consiste simplemente en tratar con covariaciones
demostradas en la intensidad de las respuestas.

Relaciones entre autoimágenes

260
Los sistemas organizados de respuestas pueden relacionarse entre sí,
del mismo modo que las respuestas solas, y por las mismas razones (capítulos
XIV, XV, XVI). Por ejemplo, dos sistemas de respuestas pueden ser
incompatibles. Si las variables relevantes nunca están presentes al mismo
tiempo, la incompatibilidad carece de importancia. Si el medio ambiente del
cual la conducta es función varía de un momento a otro, no existe ninguna
razón para esperar congruencia en la conducta. El hombre piadoso que los
domingos asiste a la iglesia puede convertirse el lunes en un hombre de
negocios agresivo y sin escrúpulos. Posee dos sistemas de respuestas
apropiados a circunstancias distintas y su incoherencia no es mayor que la del
medio ambiente que le lleva a la iglesia en domingos y a trabajar en lunes.
Pero las variables que ejercen el control pueden coincidir; durante un sermón
se le puede decir al asistente a la iglesia que examine sus prácticas en los
negocios, o el hombre de negocios puede llevar a cabo transacciones
comerciales con su párroco o con la iglesia. En estos casos, puede plantearse
problema. De igual manera, si un individuo ha desarrollado repertorios
diferentes con la familia y los amigos, las dos personalidades pueden entrar en
conflicto cuando se encuentran con ambos al mismo tiempo. Muchas de las
dramáticas luchas de algunas personalidades múltiples que nos ha dado la
literatura pueden explicarse de este modo.

De las relaciones de control tratadas en los capítulos XV y XVI surgen


relaciones más sistemáticas entre personalidades. En el autocontrol, por
ejemplo, las respuestas que hay que controlar se hallan organizadas alrededor
de ciertos refuerzos primarios inmediatos. En la medida en que la lucha por el
refuerzo hace que esta conducta sea aversiva para los demás –y solo en esta
medida- podemos hablar de una personalidad antisocial, el ello o el viejo Adán.
Por el contrario, la conducta ejerce control engendrada por la comunidad,
consiste en un grupo seleccionado de prácticas desarrolladas en la historia de
una cultura determinada a causa de su efecto sobre la conducta antisocial. En
la medida en que esta conducta va en favor de los objetivos de la comunidad –
y, repertorios, solo en esta medida- podemos hablar de una conciencia unitaria,
conciencia social o superego. Estos dos conjuntos de variables explican no
sólo la naturaleza de las respuestas de cada grupo sino la relación entre ellas,
que describimos al decir que una personalidad tiene por misión controlar a la
otra. Otros tipos de relación entre personalidades resultan evidentes en los
procesos de tomar una decisión, resolver un problema o crear una obra de arte.

Una importante relación entre autoimágenes es el autoconocimiento del


capítulo XVII. La conducta que llamamos conocimiento se debe a un tipo
especial de refuerzo diferencial. Incluso en la comunidad más primitiva,
preguntas como << ¿qué estás haciendo?>> obligan al individuo a responder
ante su propia conducta externa. Probablemente, nadie se encuentra
absolutamente falto de autoconciencia, en este sentido. En el otro extremo, una

261
sociedad avanzada y relativamente poco práctica produce un individuo
altamente introspectivo o introvertido, cuyo repertorio de autoconocimiento se
extiende hasta su conducta interna –repertorio que en algunas culturas es casi
inexistente-. Un amplio desarrollo del autoconocimiento es común en ciertas
culturas orientales y de vez en cuando es punto de relieve por las occidentales
–por ejemplo, en el culte du moi de la literatura francesa-. Un eficaz repertorio
de este tipo es establecido a veces en el individuo con fines terapéuticos. El
paciente que está sometido a psicoanálisis puede llegar a ser muy hábil en
observar su propia conducta interna.

Cuando surge una ocasión en la que un informe de la conducta del


propio organismo, particularmente a nivel privado, es susceptible de ser
reforzado, la personalidad que hace este informe es un especialista, entrenado
a través de un conjunto especial de contingencias. La autoimagen que se
ocupa de su propio conocimiento funciona concurrentemente con el sistema de
conducta que describe. Pero, a veces, es importante preguntar si las
autoimágenes generadas por otras contingencias <<se conocen entre sí>>. La
literatura acerca de las personalidades múltiples plantea cuestiones como la
<<continuidad de la memoria>>. Existe también una consideración importante
en el esquema de Freud: ¿Hasta qué punto es el superego consciente de la
conducta del ello? Las contingencias que establecen al superego como sistema
de control implican estimulación por parte de la conducta del ello, pero no
establecen necesariamente respuestas de conocimiento acerca de la conducta
del ello. Quizás es aún menos probable que el ello conozca el superego. El ego
difícilmente puede enfrentarse con los conflictos que surgen entre las otras
autoimágenes sin responder a la conducta que se les atribuye, pero esto no
significa que el ego posea un repertorio de conocimiento sobre tal conducta en
ningún otro sentido.

LA AUSENCIA DE AUTONOCIMIENTO

Uno de los hechos más sorprendentes del autoconocimiento es que


puede carecerse de él. Hay algunos casos que merecen ser comentados.

Una persona puede no saber que ha hecho algo. Puede comportarse de


un modo determinado, quizás enérgicamente, y sin embargo ser incapaz de
describir lo que he hecho. Ejemplos de esta conducta van desde el error verbal
inadvertido hasta amnesias importantes en las que grandes zonas de la
conducta anterior no pueden ser descritas por el individuo. La posibilidad de
que la conducta que no puede ser descrita pueda ocultarse, plantea un
interesante problema teórico, puesto que la existencia de tal conducta puede
ser inferida no sólo por el científico sino también por el mismo individuo. Ya
hemos visto que, con frecuencia, un matemático no puede describir el proceso
mediante el cual resuelve un problema. Aunque puede informarnos sobre las
fases preliminares de su investigación, su preparación de materiales y muchas

262
tentativas de solución, puede no ser capaz de describir la fase de
automanipulación que, es de suponer, precedió a la necesaria respuesta que
emitió súbitamente. No siempre es necesario inferir que ha tenido lugar otra
conducta, pero bajo ciertas circunstancias esta inferencia puede estar
justificada. Dado que, a veces, el individuo es incapaz de proporcionar
información sobre su conducta públicamente manifiesta, no tenemos ninguna
razón para poner en duda la posibilidad de que ocurra algo parecido con su
conducta privada.

Una persona puede no saber que está haciendo algo. Ejemplos


comunes de ello son la conducta distraída, los gestos inconscientes y la
conducta mecánica, en cuyo la conducta que tiene lugar en aquel momento no
puede ser descrita por <<el resto del organismo>>.

Una persona puede no saber que tiende a, o que va a hacer algo. Puede
no darse cuenta de la existencia de tendencias agresivas, predilecciones poco
comunes o de la gran probabilidad que hay de que lleve a cabo una
determinada acción.

Una persona puede reconocer las variables de las cuales su conducta es


función. Por ejemplo, en la sumadora verbal, el sujeto supone a menudo que
está repitiendo un estímulo verbal cuando es fácil identificar las variables que
se encuentran en algún lugar de su medio ambiente o historia y que explican la
conducta (capítulo XIV), Se utilizan tests proyectivos con fines diagnósticos
precisamente porque revelan variables que el individuo mismo no puede
identificar.

A menudo se consideran estos fenómenos con ciertas sorpresas.


¿Cómo puede el sujeto no observar hechos que son tan variables y tan
importantes? Pero quizá de lo que deberíamos sorprendernos es que estos
hechos puedan observarse tan a menudo. No tenemos ninguna razón para
esperar conducta discriminativa de este tipo a no ser que haya sido generada
por un refuerzo adecuado. El autoconocimiento es un repertorio especial. El
punto crucial no radica en preguntarse si la conducta que una persona no
pueda relatar es en realidad observable para ella, sino si se le ha dado alguna
razón para observarla.

No obstante, el autoconocimiento puede faltar incluso donde hayan


prevalecido circunstancias reforzantes apropiadas. Podemos citar algunos
casos sin necesidad de extendernos en comentarios detallados. Por ejemplo,
los estímulos proporcionados por la conducta pueden ser débiles. Podemos
<<no darnos cuanta>> de una expresión fácil a causa de lo inadecuado de la
autoestimulación que la acompaña. El sujeto de un experimento de lectura a
través de movimientos musculares puede no darse cuenta de las ligeras
respuestas que el lector detecta y utiliza para hacer que le <<diga>> la
situación de un objeto escondido. La relación funcional entre una conducta y
263
una variable relevante tiene probablemente unas sutiles dimensiones físicas.
La visión de una cara entre la multitud puede ser lo suficientemente clara como
estímulo para generar un estado de ánimo, pero este hecho puede pasar
inadvertido. Esto no significa que los estímulos se encuentren por debajo del
umbral perceptivo, puesto que pueden ejercer su control por otros caminos.
Cuando señalamos alguna parte de la conducta de un individuo, se establece
una situación en la que se concede un refuerzo especial a una reacción
discriminativa. El hecho de que entonces el individuo responda a su conducta
es lo que queremos significar cuando afirmamos que <<podía hacerlo>> en el
caso anterior.

Otro caso de <<no saber lo que uno está haciendo>> se explica por el
principio de dominancia. En el calor de la lucha puede que no haya tiempo para
observar la propia conducta, puesto que unas fuertes respuestas están en
conflicto con la respuesta discriminativa. Se puede también carecer de
autoconocimiento en ciertos estados de saciedad o durante el sueño. Se puede
hablar estando dormido o comportarse de otro modo, <<sin saberlo>>. La
conducta que está bajo la influencia de drogas –por ejemplo, el alcohol-
también puede acontecer con un mínimo de autoobservación. El efecto del
alcohol al disminuir la conducta de autoconocimiento en ciertos estados de
saciedad o durante el sueño. Se puede hablar estando dormido o comportarse
de otro modo, <<sin saberlo>>. La conducta que está bajo la influencia de
drogas –por ejemplo, el alcohol- también puede acontecer con un mínimo de
autoobservación. El efecto del alcohol al disminuir la conducta de
autoconocimiento puede ser similar al de disminuir la intensidad de las
respuestas ante los estímulos aversivos condicionados característicos de la
culpabilidad o la ansiedad.

Se ha dicho que no se puede describir la conducta pasada que no


pudo ser descrita en el momento en que sucedió. Esto parece explicar de
forma convincente nuestra impotencia para recordar hechos de la infancia,
puesto que la conducta de un niño tiene lugar antes de que se haya establecido
un repertorio de autodescripción y, por tanto, demasiado pronto para que
pueda controlar dicho repertorio. La misma explicación podría ser adecuada
para describir la conducta no advertida en el calor de la lucha. Sin embargo, es
posible que el resurgimiento de una respuesta según la pauta del reflejo
condicional pueda proporcionar la base para una descripción. De todos modos,
a veces es imposible describir la conducta anterior que pudo haber sido
descrita, y que quizá lo fue en el momento en que fue emitida. La misma
explicación podría ser adecuada para describir la conducta no advertida en el
calor de la lucha. Sin embargo, es posible que el resurgimiento de una
respuesta según la pauta del reflejo condicional pueda proporcionar la base
para una descripción. De todos modos, a veces es imposible describir conducta
anterior que pudo haber sido descrita, y que quizá lo fue en el momento en que

264
fue emitida. Tenemos que considerar todavía una razón importante por la que
puede explicarse la falta de descripción.

Represión

Hemos visto que es castigo convierte los estímulos generados por la


conducta castigada en aversivos. Cualquier conducta que disminuya esta
estimulación se encuentra, por tanto, reforzada de modo automático. Entre los
tipos de conducta más susceptibles de generar estímulos aversivos
condicionados como resultado del castigo se halla la conducta de observar el
acto castigado o de observar la ocasión para el mismo o cualquier tendencia a
ejecutarlo. Como resultado del castigo, no solamente llevamos a cabo otra
conducta con exclusión de las formas castigadas, sino que la llevamos a cabo
con exclusión del conocimiento acerca de la conducta castigada, en el sentido
estudiado en el capítulo XVII. La reacción puede empezar simplemente por
<<no querer pensar en>> la conducta que ha llevado a consecuencias
aversivas, puede luego pasar a la etapa de no pensar en ella y finalmente
puede alcanzar el punto en el que el individuo niega haberse comportado de
aquel modo, cuando se le muestra una prueba de lo contrario.

El resultado recibe normalmente el nombre de represión. Como vimos en


los capítulos XII y XIV, el individuo reprime la conducta simplemente llevando a
cabo otras formas competitivas de conducta, pero podemos ampliar el
significado del término incluyendo en él la represión del conocimiento acerca de
la conducta castigada. Este es un resultado mucho más dramático, al que a
veces, se atribuye el término <<represión>> con exclusividad. Sin embargo, la
misma formulación es adecuada. No recurrimos a ningún acto especial de
represión, sino más bien a una conducta competitiva que llega a ser
sumamente poderosa porque evita la estimulación aversiva.

No siempre es el conocimiento de la forma de una respuesta lo que se


reprime, porque el castigo no es siempre contingente con la forma. Por
ejemplo, en la guerra no se castiga la conducta agresiva. La conducta imitativa
no suele ser castigada si, mientras ocurre, se encuentra bajo el control de un
conducta similar por parte de otras persona. Por ejemplo, cuando emitimos una
conducta obscena o blasfema para prestar testimonio de lo que otra persona
ha dicho o hecho, nuestro testimonio puede no verse absolutamente libre de
consecuencias aversivas condicionadas y, si nos es posible, puede que
intentemos evitar dar testimonio; pero la estimulación aversiva será mucho
menor que la provocada por la misma conducta si no fuera imitativa. En los
experimentos con la sumadora verbal, un sujeto emitirá a menudo respuestas
agresivas, erróneas gramaticalmente, obscenas o blasfemas mientras esté
convencido de que ésta repitiendo correctamente los esquemas que están en
un disco. Se le ha dicho que repita lo que oye y el castigo no es contingente
con su forma de conducta en estas circunstancias, especialmente si

265
previamente se le presentan unos cuantos ejemplos objetables. Sin embargo,
tan pronto como se le dice que no existen pautas comparables en el disco, este
tipo de respuesta suele aparecer con mucha menos frecuencia. A partir de este
momento, el individuo debe asumir, por decirlo de alguna manera, la
responsabilidad de la agresión, obscenidad, etc. En otras palabras, su
conducta se encuentra bajo una relación de control con la que el castigo es
contingente. En tal caso el sujeto frecuentemente se negará a reconocer que
los estímulos previos no eran del tipo que él describió.

A veces, se llama <<racionalización>> a una variable de la represión de


una relación que ejerce control. El informe aversivo de una relación funcional
puede ser reprimido informando sobre una relación ficticia. En lugar de
<<negarnos a reconocer>> las causas de la propia conducta, inventamos
causas aceptables. Si un ataque agresivo contra un niño se debe a impulsos
emotivos de venganza, generalmente es castigado por la sociedad; pero queda
impune si se aduce que es necesarios para moldear la conducta del niño de
acuerdo con los intereses de la sociedad. Podemos esconder ante nosotros
mismos o ante los demás las causas emotivas de nuestra conducta agresiva
arguyendo que el niño debería aprender el efecto que sus actos tienen sobre
los demás. Le zurramos <<por su propio bien>>. Del mismo modo podemos
experimentar cierta satisfacción al llevar malas noticias a alguien que no nos
cae simpático alegando que <<cuanto antes lo sepa, mejor>>. No es la
respuesta agresiva lo que se reprime, sino la respuesta de conocer la
tendencia agresiva. La racionalización es la respuesta represiva que sigue
evitar la estimulación aversiva condicionada generada por el castigo.

SIMBOLOS

En el capítulo XIV, vimos que un grupo de respuestas intensificadas por


una variable común podían no tener todas las mismas consecuencias aversivas
y que, como resultado del principio de adición, podía aparecer la respuesta que
tuviera consecuencias menos aversivas. En términos más generales, podemos
observar que la propiedad en la que se basa el castigo. Por tanto, puede
aparecer una respuesta que consiga refuerzo al mismo tiempo que evita el
castigo. Por ejemplo, la estimulación visual de una figura desnuda puede ser
reforzante a causa de una relación previa con un refuerzo sexual poderoso. Sin
embargo, en muchas sociedades la conducta de mirar tales figuras se
encuentra severamente castigada. En circunstancias especiales –como, por
ejemplo, en un museo de arte- es posible llevar a cabo esta conducta y escapar
al castigo. Con la conducta del artista puede suceder lo mismo. Mientras su
arte no sea pornográfico o demasiado sensual y se mantenga dentro de ciertos
límites que eviten el castigo, puede, sin embargo, ser reforzante por razones
biológicas. En la fantasía, el individuo hace una componenda similar entre ver
determinados objetos o esquemas y evitar la estimulación aversiva: sueña
despierto sobre algo determinado, pero de tal modo que no genere demasiados

266
sentimientos de culpabilidad. Un símbolo, tal como Freud utiliza este término en
el análisis de los sueños y del arte, es cualquier modelo temporal o espacial
reforzante a causa de su similitud con otro modelo, pero que escapa al castigo
a causa de las diferencias que existen entre ellos. De este modo, una escultura
abstracta simboliza el cuerpo humano si es reforzante a causa del parecido y si
el artista pudo poner de relieve tal parecido sin la presencia del castigo. Una
composición musical simboliza la conducta sexual si es reforzante a causa de
tal conducta porque es lo bastante diferente para escapar al castigo.

El principal reino del símbolo es el sueño que tiene lugar cuando


estamos dormidos. Es una especie de hecho interno sumamente difícil de
estudiar, y es, por tanto, objeto de discusiones conflictivas. En el sueño, el
individuo lleva a cabo una conducta interna discriminativa, en el sentido del
capítulo XVII. Ve, oye, siente, etc., en ausencia de los estímulos habituales.
Las variables que ejercen el control pueden, a veces, descubrirse en el medio
ambiente inmediato o en la reciente historia del individuo. En el sueño
perseverativo, por ejemplo, se puede soñar que se está conduciendo un coche
si se ha estado conduciendo durante varias horas. Sin embargo, a menudo las
variables relevantes son más difíciles de identificar. Los intentos para
conseguirlo se llaman comúnmente interpretación de los sueños. Freud pudo
demostrar ciertas relaciones plausibles entre los sueños y variables existentes
en la vida del individuo. El presente análisis está, en esencia, de acuerdo con
esta interpretación. El individuo se encuentra intensamente dispuesto a llevar a
cabo una conducta que consiga refuerzos tales como contacto sexual o infligir
daño a los demás. Sin embargo, estos tipos de conducta son, precisamente,
los tipos más susceptibles de ser castigados. Como resultado de ello, el
individuo no lleva a cabo, de un modo público, esta conducta, y no puede
llevarla a cabo o no puede verse a sí mismo haciéndola sin una automática
autoestimulación aversiva. Sin embargo, en el sueño simbólico o en la
conducta artística o literaria, podemos llevar a cabo una conducta
discriminativa que se ve fortalecida a través de una inducción-estímulo o una
inducción-respuesta por las mismas variables, pero que no está expuesta a
castigo. A menudo se dice o queda implícito que una instancia hábil lleva a
cabo una especie de <<trabajo-sueño>> para producir este resultado, pero el
mismo se deriva automáticamente de la discrepancia entre las propiedades de
la conducta respecto a las que el refuerzo y el castigo son contingentes.

267
SECCION IV

LA CONDUCTA DE LOS INDIVIDUOS EN EL GRUPO

268
XIX. Conducta Social

La conducta social puede definirse como la que mantiene dos o más


personas cuando interactúan o las que mantiene un grupo de personas en sus
relaciones con un medio ambiente común. A menudo se dice que esta
conducta es distinta de la individual y que existen <<situaciones sociales>> y
<<fuerzas sociales que no pueden ser descritas en el lenguaje de una ciencia
natural. Debido a este corte aparente en la continuidad de la naturaleza, se
cree necesario la existencia de una disciplina especial llamada <<ciencia
social>>. Existen, desde luego, muchos hechos relacionados con gobiernos,
guerras, migraciones, situaciones económicas, hechos culturales, etc.- que
nunca hubiesen llegado a ser objetos de estudio por sí mismos si las personas
no se hubiesen reunido o actuando en grupo, pero no está todavía demostrado
que los datos básicos sean fundamentalmente distintos. Personalmente, nos
interesan los métodos de las ciencias naturales de la misma forma en que se
utilizan en física, química y biología, y, tal como hasta ahora los hemos
utilizado en el estudio de la conducta. ¿Hasta qué punto pueden sernos útiles
para el estudio de la conducta de los grupos?

Muchas generalizaciones a nivel de grupo no se refieren necesariamente


a la conducta. En economía existe una vieja ley llamada Ley de Gresham que
afirma que la moneda mala expulsa a la buena de la circulación. Si podemos
ponernos de acuerdo acerca de lo que es el dinero, sea bueno o malo, y de
cuándo se halla en circulación, podemos expresar este principio general sin
referirnos de un modo específico al uso del dinero por los individuos.
Encontramos generalizaciones similares en sociología, antropología cultural,
lingüística e historia. Pero una <<ley social>> debe ser generada por la
conducta de los individuos. Siempre es un individuo quien actúa, y lo hace con
el mismo cuerpo y siguiendo los mismos procesos que en una situación no
social. Si un individuo que tiene dos monedas, una buena y otra mala, tiende a
ganar y a quedarse con la buena- tendencia que puede explicarse en términos
de contingencias reforzantes- y si esto es verdad para un gran número de
personas, se produce el fenómeno descrito por la Ley de Gresham. La
conducta individual explica el fenómeno del grupo. Muchos economistas
sienten la necesidad de una explicación de este tipo para toda la ley

269
económica, aunque hay otros que aceptarían el nivel de descripción más
elevado como válido por derecho propio.

En este momento nos interesa simplemente plantearnos hasta


qué punto un análisis de la conducta individual que ha recibido validación
sustancial de acuerdo con las reglas de una ciencia natural, pueda contribuir a
la comprensión de los fenómenos sociales. Aplicar nuestro análisis a los
fenómenos de grupo constituye un modo excelente de probar su adecuación, y
si podemos explicar la conducta de la gente en grupo sin utilizar ningún término
nuevo o sin presuponer ningún proceso o principio distintos, habremos
descubierto en los datos una alentadora simplicidad. Esto no significa que las
ciencias sociales deban, por ello, establecer inevitablemente sus
generalizaciones en términos de conducta individual, puesto que otro nivel de
descripción también puede ser válido y quizás incluso más conveniente.

EL MEDIO AMBIENTE SOCIAL

La conducta surge porque un organismo es importante para otro como


parte de su medio ambiente. Por tanto, el primer paso consistirá en un análisis
del medio ambiente social y de cualquiera de sus posibles rasgos distintivos.

Refuerzo social

Muchos refuerzos requieren la presencia de otras personas. En algunos


de ellos, como ocurre en ciertas formas de conducta social y en el boxeo, la
otra persona participa meramente como objeto. No podemos describir el
refuerzo sin hacer referencia a otro organismo. Pero el refuerzo social suele ser
un problema de intervención personal. Cuando una madre alimenta a su hijo, la
comida, como refuerzo primario, no es social, pero sí lo es la conducta de la
madre al darla. La diferencia es pequeña – como podemos ver comparando la
alimentación proporcionada por el pecho de la madre con la suministrada por el
biberón-. La conducta verbal implica siempre un refuerzo social, y sus
propiedades características derivan precisamente de este hecho. La respuesta
<<un vaso de agua, por favor>>, no tiene ningún efecto sobre el medio
ambiente mecánico, pero en un medio ambiente verbal apropiado puede
conducir a un refuerzo primario. En el campo de la conducta social se pone un
énfasis especial en el refuerzo obtenido mediante atención, aprobación, afecto
y sumisión. Estos importantes refuerzos generalizados son sociales porque el
proceso de generalización requiere, a menudo, la mediación de otro organismo.
El refuerzo negativo, especialmente en forma de castigo, la mayoría de las
veces es administrado por otras personas en forma de estimulación aversiva
incondicionada o de desaprobación, desprecio, burla, insulto, etc.

La conducta reforzada a través de la intervención de otras personas se


diferenciará en muchos sentidos de la conducta reforzada por el medio
ambiente mecánico. El refuerzo social de un momento a otro, dependiendo de

270
la circunstancia de la instancia que refuerza. Por tanto, respuestas distintas
pueden conseguir el mismo efecto, y una sola respuesta puede conseguir
efectos diferentes según la ocasión. Como resultado comparable en un
ambiente no social. Es también más flexible en el sentido de que el organismo
puede pasar con más facilidad de una respuesta a otra cuando su conducta no
es eficaz.

Puesto que el organismo que refuerza puede, a menudo, no responder


de forma apropiada, es probable que el refuerzo sea intermitente. El resultado
dependerá del programa. Un éxito ocasional puede adecuarse al modelo de
refuerzo de intervalo variable y la conducta mostrará una intensidad media
bastante estable. Podríamos expresarlo diciendo que respondemos ante las
personas con menos confianza que ante el medio ambiente inanimado, pero
que no nos convencemos fácilmente de que el mecanismo reforzante <<No
funciona>>. La conducta persistente que llamamos inoportuna es generada por
un programa de razón variable que surge a partir del hecho de que la persona
que proporciona el refuerzo responde solamente cuando una demanda ha sido
repetida hasta el punto de convertirse en aversiva; es decir, cuando ha
adquirido el poder de molestar.

La contingencia establecida por un sistema social reforzante puede


cambiar lentamente. Cuando importunamos a alguien, por ejemplo, el promedio
de la razón entre las respuestas no reforzadas y las reforzadas puede
aumentar. El niño que ha obtenido atención con tres demandas de promedio
puede, más adelante, necesitar cinco, luego siete, etc., para obtener el mismo
resultado. El cambio es debido a una tolerancia creciente de la persona que
refuerza ante la estimulación aversiva. Las contingencias de refuerzo positivo
pueden también orientarse a este sentido. Cuando la persona que proporciona
el refuerzo aumenta gradualmente su nivel de exigencia, el refuerzo se hace
contingente respecto de una conducta más extensa o altamente diferenciada.
Empezando con un grado de exigencia razonable y aumentándola
gradualmente, es posible que se nos diga que las contingencias que supongan
un alto grado de exigencia lleguen a ser efectivas, lo cual, sin este proceso,
sería prácticamente imposible. El resultado suele ser una especia de
servidumbre humana. El proceso se demuestra fácilmente en la
experimentación animal donde unas respuestas sumamente vigorosas,
persistentes o complicadas que de otro modo serían casi imposibles, pueden
establecerse mediante un cambio gradual en las contingencias. Un caso
especial se plantea en el trabajo a destajo. A medida que aumenta la
producción, y con ella el dinero que se persigue, puede cambiarle la escala del
trabajo a destajo de suerte que se requiera más trabajo por unidad de refuerzo.
El resultado final puede ser un ritmo de producción mucho más elevado con
sólo un ligero aumento en la capacidad de dinero percibido – una circunstancia

271
de refuerzo que probablemente no habría sido efectiva de no ser por este
acercamiento gradual.

Ya que hemos señalado otra peculiaridad del refuerzo social: el sistema


que proporciona el refuerzo es raramente independiente de la conducta
reforzada. Esto se ve claramente en el caso del padre indulgente pero
ambicioso que retira el refuerzo cuando ve que el niño se muestra activo, ya
sea para demostrar la habilidad del niño o para sacar el mayor partido de los
refuerzos de que dispone, pero que refuerza un inicio de respuestas cuando el
niño empieza a mostrar señales de extinción. Esta es una especie de refuerzo
combinado de razón y de intervalo. Generalmente, los refuerzos educativos son
de este tipo. Se rigen básicamente por programas de razón, pero que no dejan
de estar afectados por el nivel de la conducta reforzada. Tal como ocurre en el
trabajo a destajo, puede que se exija cada vez más para obtener un nuevo
refuerzo a medida que mejora la realización, aunque puede precisarse etapas
reparadoras para conseguir los objetivos propuestos.

En el mundo inorgánico no se producen, a manudo, programas de


refuerzo que se adapten al ritmo de la conducta reforzada. La instancia
reforzante que modifica la contingencia en términos de conducta tiene que ser
sensible y compleja. Pero un sistema reforzante de este tipo puede ser
fácilmente vulnerable y adolecer de efectos inherentes que conduzcan a una
conducta inestable. Esto puede explicar por qué las contingencias reforzantes
de la sociedad ocasionan una conducta indeseable más a menudo que las
contingencias, aparentemente comparables, del mundo inanimado.

El estímulo social

Otra persona suele ser una importante fuente de estimulación. Puesto


que algunas propiedades de tales estímulos parecen rechazar una descripción
física, ha resultado tentador suponer que existe un proceso especial de
intuición o empatía cuando reaccionamos ante ellos. ¿Cuáles son, por ejemplo,
las dimensiones físicas de la sonrisa? En la vida diaria identificamos las
sonrisas con una exactitud y rapidez considerables, pero para el científico esto
constituiría una difícil tarea. Tendría que seleccionar alguna respuesta
identificable en el individuo sometido a investigación –quizá la respuesta verbal
<<Esto es una sonrisa>>- y luego estudiar todas las expresiones faciales que la
provocaron. Estas expresiones serían modelos físicos y probablemente
susceptibles de ser sometidos a un análisis geométrico, pero tendrían que
ponerse a prueba un gran número de modelos diferentes. Más aún, existirían
casos límite en los que el control de los estímulos sería deficiente o variaría de
un momento a otro.

El hecho de que la identificación final del modelo llamado sonrisa sea


mucho más complicada y lleve mucho más tiempo que la identificación
cotidiana, no significa que la observación científica no tome en consideración
272
algunos medios importantes de que dispone el profano. La diferencia consiste
en que el científico tiene que identificar un estímulo con respecto a la conducta
de otra persona. No puede fiarse de su propia reacción personal. Al estudiar un
modelo objetivo tan simple y conocido como <<triángulo>>, el científico puede
utilizar con seguridad su propia forma de identificar el esquema. Pero un
modelo como <<sonrisa>> es otra cuestión. Un estímulo social, como cualquier
otro estímulo, llega a tener importancia para controlar la conducta, a causa de
las contingencias en las que participa. Las expresiones faciales que agrupamos
conjuntamente bajo el nombre de <<sonrisa>> son importantes porque son las
ocasiones en las que ciertas clases de conducta social reciben ciertos tipos de
refuerzos. Cualquier unidad en la clase de estímulos se desprende de estas
contingencias. Y estas vienen determinadas por la cultura y por la historia
particular de cada individuo. Incluso en la conducta de una misma persona
pueden existir varios tipos de modelos llamados sonrisas si todos ellos están
en la misma relación con respecto a las contingencias que refuerzan. El
científico puede recurrir a su propia cultura o historia solamente cuando éstas
se parecen a las del sujeto que está estudiando. Pero aun así, es posible que
se equivoque, de la misma forma que puede ser errónea la rápida reacción
práctica del profano, particularmente cuando intenta identificar una sonrisa en
una cultura distinta.

Este enfoque tiene mucha trascendencia porque puede aplicarse a


muchos términos descriptivos tales como <<amistoso>> y <<agresivo>>, sin
los cuales muchos estudiosos de la conducta social se sentirían perdidos. El
no-científico que trabaje dentro del marco de su propia cultura puede, de forma
satisfactoria, describir la conducta de los demás con expresiones de este tipo.
Ciertos modelos de conducta se han convertido en importantes para él debido
a los refuerzos que se desprenden de ellos: considera la conducta como
amistosa u hostil por sus consecuencias sociales. Pero sus frecuentes aciertos
no implican que existan aspecto objetivos de la conducta que sean tan
independientes de la conducta del observador como lo son formas geométricas
tales como cuadrados, círculos y triángulos. Ésta observando un hecho
objetivo-la conducta de un organismo; no se plantea ahora un problema de
status físico, sino solamente de significado de los términos clasificatorios-. Las
propiedades geométricas de la <<amabilidad>> o <<agresividad>> dependen
de la cultura, cambian con ella y varían, dentro de la misma cultura, de acuerdo
con la experiencia de cada individuo.

A menudo, se estudian separadamente algunos estímulos sociales


porque parece que un hecho físico muy débil tiene un efecto sumamente
intenso. Pero esto ocurre también con muchos estímulos no sociales; para
alguien que haya sufrido quemaduras en un incendio, un ligero olor de humo
puede ser un estímulo extraordinariamente poderoso. Los estímulos sociales
son importantes porque son importantes los refuerzos sociales con los que

273
están correlacionados. Un ejemplo del sorprendente poder de un hecho
aparentemente trivial es la práctica común de <<atraer las miradas de
alguien>>. Bajo determinadas circunstancias, el cambio que se observa en la
conducta posterior puede ser considerable y por ello se ha llegado a creer que
hay una especie de <<comprensión>> no física que se transmite de una
persona a otra. Pero las contingencias reforzantes nos ofrecen otra explicación.
Nuestra conducta puede ser muy distinta en presencia o ausencia de una
persona determinada. Por el simple hecho de ver a esta persona en medio de
una multitud, nuestro repertorio disponible cambia inmediatamente. Sí,
además, atraemos su mirada, caemos bajo el control de un estímulo todavía
más restrictivo –no solamente está presente, sino que nos está mirando-.
Puede producirse el mismo efecto sin atraer su atención en el caso de que le
veamos mirarnos a revés de un espejo. Si nuestras miradas se cruzan,
sabemos que él se da cuenta de que lo miramos. Un repertorio de conducta
mucho más limitado se habla bajo el control de este estímulo específico: si
hemos de comportarnos de un modo que él no aprueba, no solamente nos
opondremos a sus deseos, sino que lo haremos descaradamente. Puede
también que sea importante que <<sepamos que él sabe que sabemos que nos
está mirando>>, etc. (El significado de <<saber>> -o <<conocer>> - en esta
frase, está de acuerdo con el análisis de los capítulos VIII y XVI.) En resumen,
al atraer la mirada de alguien, surge de repente un estímulo social importante a
causa de los refuerzos de que de él dependen. Esta importancia variará según
el momento. Podemos atraer la mirada de alguien en un coqueteo, en
circunstancias divertidas, en un momento de culpabilidad común, etc. –
poniendo, en cada caso, el grado de control adecuado-. La importancia de este
hecho queda patente en el uso que hacemos de la conducta <<mirar a alguien
a los ojos>> para probar otras variables, responsables de características de la
conducta tales como honradez, descaro, turbación o culpa.

Los estímulos sociales son importantes para quienes el refuerzo social


es importante. El vendedor, el cortesano, el animador, el seductor, el niño que
quiere atraer la atención de sus padres, la persona que quiere pasar de una
clase social a otra superior, el ambicioso en política, todos ellos son
susceptibles de ser afectados por sutiles propiedades de la conducta humana
que se asocian con la aprobación o la desaprobación y que, por lo general,
pasan inadvertidas a muchas personas. Es significativo que el novelista, como
especialista en la descripción de la conducta humana, muestra a menudo una
historia en la que el refuerzo social ha sido, al principio, particularmente
importante.

El estímulo social, que es menos probable que varíe de una cultura a


otra, es el que controla la conducta imitativa descrita en el capítulo VII. Las
consecuencias finales de la conducta imitativa pueden ser peculiares de una
cultura, pero la correspondencia entre la conducta del imitador y del imitado es

274
relativamente independiente de ella. La conducta imitativa no se halla
totalmente libre de estilo o convencionalismo, pero los rasgos especiales del
repertorio imitativo característico de un grupo son poco importantes. Una vez
se ha desarrollado un repertorio de tamaño apropiado, la imitación puede ser
tan hábil, tal fácil, tan <<instintiva>>, que probablemente la atribuiremos a
algún tipo especial de contacto interpersonal como por ejemplo la empatía. Sin
embargo, resulta fácil encontrar una historia de refuerzo que genera conducta
de este tipo.

EL EPISODIO SOCIAL

Podemos analizar un episodio social considerando cada organismo


separadamente. Entre las variables que habremos de tener en cuenta al
estudiar un organismo se encuentra las generadas por un segundo organismo.
Consideramos entonces la conducta del segundo organismo dando por
supuesto que el primero es una fuente de variables. Al reunir los análisis,
reconstruiremos el episodio. La descripción será completa si comprende todas
las variables necesarias para describir la conducta de los individuos.
Consideremos, por ejemplo, la interacción entre el ave de rapiña y la presa,
llamada <<acecho>>. Podemos autolimitarnos al análisis de la conducta del
ave de rapiña que reduce la distancia entre ella y su presa y a la conducta de la
presa que aumenta la distancia entre ella y el ave de rapiña. Una reducción de
la distancia constituye un refuerzo positivo para el ave y un refuerzo negativo
para la presa; por el contrario, un aumento de la misma será negativamente
reforzante para el ave y positivamente reforzante para la presa. Si el ave de
rapiña es estimulada por la presa, pero no viceversa, aquella se limita a reducir
la distancia tan rápidamente como puede. Sin embargo, si la presa es
estimulada por el ave de rapiña, responderá aumentando la distancia. Entre
ellas no es necesario que esto se traduzca en vuelo abierto, sino que es
suficiente cualquier cumple movimiento que conserve la distancia en un punto
crítico. En la conducta que llamamos estar al acecho, el ave de rapiña reduce
la distancia lo más rápidamente posible, evitando estimular a la presa para que
ésta no la aumente. En el momento en que la distancia sea lo suficientemente
corta, el ave de rapiña puede iniciar una persecución abierta y la presa echar a
volar. En este momento tiene lugar un tipo distinto de interacción.

Puede aplicarse una formulación similar cuando la <<distancia>> no es


algo tan simple como un mero movimiento en el espacio. Porque el otro
difícilmente pueda rehuir. Es posible que podamos decir que el primero acecha
al segundo si toca el tema de tal forma que evite estimular al segundo a
escapar. Eliminamos el lenguaje al <<abordar un tema>>, analizando las
propiedades reforzante y aversivas de los estímulos verbales.

275
Otro ejemplo de episodio social consiste en guiar y seguir. Generalmente
surge cuando dos o más individuos son reforzados por un único sistema
externo que requiere su acción combinada, por ejemplo, en el caso de dos
hombres que tiran de una cuerda que ninguno de los dos, por separado, podría
mover. La conducta de uno es similar a la del otro y la interacción puede ser
débil. Sin embargo, si la sincronización es importante uno de los hombres
guiará al otro. El primero fija una pauta rítmica relativamente independiente del
segundo y éste ajusta su conducta a la del primero. El primero puede facilitar
esta acción amplificando los estímulos que afectan al segundo, diciendo, por
ejemplo, <<a la una, a las dos, a las tres, << ¡ahora!>> Una conducta adicional
que posea una pauta temporal muy marcada –por ejemplo, una canción
marinera- puede reducir la importancia del líder, pero no eliminarla.

La naturaleza de guiar y seguir queda más clara cuando los dos tipos de
conducta difieren considerablemente y la contingencia de refuerzo es compleja.
Se quiere entonces, generalmente, una división del trabajo. El líder se halla
principalmente bajo el control de variables externas, mientras que el seguidor
se encuentra bajo el control del líder. Un baile constituye un ejemplo de ello.
Las consecuencias reforzantes –positivas y negativas- dependen de una
contingencia doble: 1) las personas que bailan deben dar ciertos pasos en
determinadas direcciones en relación al espacio de que disponen, y 2) la
conducta de uno debe sincronizarse con la del otro. Generalmente, esta doble
contingencia se divide entre los que bailan. El líder fina una pauta y responde al
espacio disponible y el seguidor es controlado por los movimientos del líder y
responde de forma apropiada para satisfacer la segunda contingencia.

Resulta fácil establecer situaciones de cooperación con dos o más


organismos experimentales y observar cómo surgen situaciones de liderazgo y
seguimiento. En un experimento demostrativo se colocan dos palomas en cajas
adyacentes separadas por un cristal. A ambos lados del cristal se encuentran
dos columnas verticales con tres pulsadores cada una, y una de ellas es
asequible a una de las palomas. Este aparato está destinado a reforzar con
comida a ambas palomas, pero solamente cuando picotean simultáneamente
los pulsadores correspondientes. Aun cumpliéndose esta condición, solo un par
de ellos son efectivos. La situación requiere una cooperación bastante
complicada. Las palomas han de sondear los tres pares para descubrir cuál de
ellos es efectivo, y tienen que picotear los dos pulsadores correspondientes al
mismo tiempo. Estas contingencias tienen que repartirse. Una de las aves – el
líder- sondea los pulsadores picoteándolos, siguiendo un orden característico o
más o menos al azar. La otra paloma – el seguidor- picotea el pulsador opuesto
cualquiera que sea el que picotee el líder. La conducta del seguidor es
controlada, casi de forma exclusiva, por la conducta del líder, y la conducta de
éste es, a su vez, controlada por el aparato que distribuye, al azar, refuerzos
entre los tres pares de pulsadores. Dos seguidores o dos líderes colocados

276
juntos sólo pueden resolver el problema accidentalmente. La función del líder
puede pasar de una paloma a la otra y puede producirse una situación
temporal en la que ambas sean seguidores. Esta conducta se parece entonces
a la de dos personas que, cuando se encuentran en unas circunstancias en las
que existe flexibilidad en la norma de pasar por la derecha, dudan oscilando de
un lado a otro antes de pasar.

Entre un experimento de este tipo y la relación entre el líder y el seguir


en política, por ejemplo, existe algo más que una simple analogía. La mayoría
de culturas producen algunas personas cuya conducta se halla controlada
principalmente por las exigencias de una situación dada. Estas mismas culturas
producen también personas cuya conducta se encuentra controlada,
principalmente, por la de los demás. Parece que en cualquier situación de
cooperación se requiere una división de las contingencias en este sentido. Sin
embargo, el líder no es absolutamente independiente del seguidor, puesto que
su conducta requiere el apoyo de la conducta correspondiente por parte de los
demás, y en la medida en que esta cooperación en necesaria, el líder es, de
hecho, conducido por sus seguidores.

Episodios verbales

La conducta verbal proporciona muchos ejemplos en los cuales se dice


que una persona influye sobre otra más allá del alcance de una ciencia física.
Se dice que hay palabras que <<simbolizan>> o <<expresan>> ideas o
significados que son luego <<comunicados>> al que escucha. Una formulación
alternativa nos extendería demasiado, pero un solo ejemplo puede ayudarnos a
comprender como este tipo de conducta social puede situarse dentro del marco
de una ciencia natural. Consideramos un episodio sencillo en el que A pide a B
un cigarrillo y lo obtiene. Para describir la ocurrencia y el mantenimiento de
esta conducta, hemos de demostrar que A proporciona estímulo y refuerzos
adecuados para B y viceversa. La respuesta de A, <<Dame un cigarrillo>>,
resultaría bastante ineficaz en un ambiente puramente mecánico. Se trata de
una respuesta que ha sido condicionada por una comunidad verbal que, en
ocasiones, la refuerza de una manera determinada. A ha elaborado desde hace
tiempo una discriminación en virtud de la cual la respuesta es emitida en
ausencia de un miembro de la comunidad. Probablemente habrá elaborado
también discriminaciones más sutiles por las que es más probable que
responda, si se halla en presencia de un <<contacto fácil>>. B ya reforzó esta
respuesta en el pasado o se parece a alguien que lo hizo. El primer intercambio
entre dos se produce en la dirección de B a A: B es un estímulo discriminativo
en presencia del cual A emite la respuesta verbal. El segundo intercambio se
produce en dirección de A a B: la respuesta genera estímulos auditivos que
actúan sobre B. Si B ya ésta dispuesto a darle un cigarrillo a A –por ejemplo, si
B <<tiene ganas de complacer a A>> o <<ésta enamorado de A>>- el modelo
auditivo constituye un estímulo discriminativo para la respuesta de dar un

277
cigarrillo. B no ofrece cigarrillos de forma discriminada; espera una respuesta
por parte de A como una ocasión en la que un cigarrillo será aceptado. El
hecho de que A acepte depende de una situación de privación en la que el
hecho de recibir un cigarrillo es reforzante. Esta es también la situación en la
que A emite la respuesta <<Dame un cigarrillo>>, y de este modo, se establece
la contingencia que controla la conducta de B. El tercer intercambio es la
recepción por parte de A del cigarrillo que le da B. Éste constituye el refuerzo
de la respuesta original de A y completa nuestra descripción de ella. Si B es
reforzado simplemente por la evidencia del efecto del cigarrillo sobre A,
podemos considerar también completa la descripción sobre B. Pero si estas
evidencias se ponen de relieve, es más probable que esta conducta se
mantenga como parte integrante y estable de la conducta. Si A no sólo acepta
el cigarrillo, sino que dice también <<Gracias>>, tiene lugar un cuarto
intercambio: el estímulo auditivo es un refuerzo condicionado para B y A lo
produce precisamente por esto. B puede, a su vez, aumentar la probabilidad de
futuras expresiones de <<Gracias>>, por parte de A, diciendo <<De nada>>.

Cuando la conducta de B al responder a la respuesta verbal de A es ya


intensa, llamamos <<petición>> a la respuesta de A. Si la conducta de B
requiere otras condiciones, hemos de volver a clasificar la respuesta de A. Si
<<Dame un cigarrillo>> no solo es la ocasión para una respuesta determinada,
sino también para un estímulo aversivo condicionado del que B puede escapar
tan sólo satisfaciendo dicha demanda, entonces la respuesta de A es una
<<exigencia>>. En este caso, la conducta de B se ve reforzada por una
reducción en la amenaza producida por la exigencia de A, y el <<Gracias>> de
éste resulta eficaz, principalmente, como indicación de que la amenaza ha
disminuido.

Incluso un episodio tan breve como éste es sorprendentemente


complejo, pero los cuatro o cinco intercambios entre A y B pueden
especificarse en términos físicos y pueden ser difícilmente ignorados si hemos
de tomar en serio un análisis de este tipo. El hecho de que el episodio entero
dure solamente unos pocos segundos no nos exime de la responsabilidad de
observar e identificar todos sus aspectos.

Interacción inestable

Aunque muchos de estos sistemas sociales interconectados son


estables, otros muestran un cambio progresivo. Un ejemplo trivial lo constituye
la conducta de un grupo de personas que entran en una habitación que no les
es familiar, donde hay carteles en los que se lee <<Silencio, por favor>>. Un
estímulo verbal de este tipo es generalmente eficaz sólo en combinación con la
conducta de otros miembros del grupo. Si muchas personas están hablando
fuerte, es posible que los carteles tengan muy poco o ningún efecto. Pero
supongamos que nuestro grupo entra silenciosamente. Al cabo de un

278
momento, dos personas, que se hallan <<muy poco controladas>> por el cartel,
empiezan a cuchichear también. Esto, a su vez altera la de las dos personas
menos afectadas por el control del cartel que se ponen a hablar en voz baja.
Esto cambia la situación de los demás que empiezan también a hablar en voz
baja. Finalmente, puede que acaben todos hablando en voz alta. Se trata
simplemente de un proceso <<autocatalítico>> que surge del intercambio
repetido entre los miembros del grupo.

Otro ejemplo lo constituye una práctica muy común en navegación, en el


siglo XVIII. Los marineros se divertían atando a algunos muchachos alrededor
de un mástil por la mano izquierda, dejándoles libre la derecha. Les daban a
cada uno un bastón o látigo y les decían que golpearan al muchacho que
tenían delante cada vez que sintieran que el que estaba detrás de ellos les
golpeaba. El juego empezaba golpeando ligeramente a un chico, entonces éste
golpeaba al siguiente, éste a su vez al otro, etc. Aunque todos sabían que los
golpes habían de ser suaves, el resultado final era una auténtica flagelación.
Los elementos inestables de este sistema interconectado, son fáciles de
identificar. No podemos suponer que cada muchacho diera precisamente el
mismo tipo de golpe que recibía porque no es fácil hacer una comparación de
este tipo. Es probable que infravalorara la intensidad de los golpes que daba.
La menor tendencia a dar un golpe algo más fuerte que el recibido podría
producir el efecto final. Más aún, probablemente los golpes repetidos generan
una disposición emotiva en la que una persona, de forma natural, pega cada
vez más fuerte. Una inestabilidad comprable se observa cuando dos individuos
mantienen una conversación casual que desemboca en una fuerte discusión. El
efecto agresivo de una observación puede ser infravalorado por quien la hace y
los efectos repetidos pueden generar la agresión posterior. Esto puede resultar
particularmente peligros cuando la conversación consiste en un intercambio de
notas entre gobiernos.

VARIABLES EN QUE SE APOYA EL EPISODIO SOCIAL

Aunque el intercambio entre dos o más individuos cuya conducta se


halla interconectada dentro de un sistema social, debería ser explicada en su
totalidad, es posible que ciertas variables permanezcan sin aclarar. Por
ejemplo, a menudo observamos que una persona tiene predisposición a actuar
con respecto a otra de ciertas maneras. La madre cuidando a su hijo es un
caso bien conocido. Las emociones sociales se observan, por definición,
simplemente como predisposiciones a actuar de formas que pueden ser
positivas o negativamente reforzantes para los demás. Términos como
<<favor>> y <<amistad>> se refieren a tendencias a administrar refuerzos
positivos y podría considerarse al amor como la tendencia de dos individuos a
reforzarse mutuamente, pudiendo dicho refuerzo ser, o no, de tipo sexual.

279
A veces un intercambio mutuo explica la conducta en términos de
refuerzo. Todo individuo tiene algo reforzante que ofrecer al otro y una vez ha
sido establecido el intercambio, éste se mantiene a sí mismo. Podemos
detectar un refuerzo mutuo en el caso de la madre y el niño. En lugar de una
tendencia a comportarse de formas determinadas, puede mostrar una
tendencia a comportarse de formas determinadas, pueden mostrar una
tendencia a ser reforzados por ciertos estímulos sociales. Apartarse de esto. El
grupo puede manipular variables especiales para generar tendencias a
comportarse de formas que acaban reforzando a los demás. El grupo puede
reforzar al individuo para que le digan la verdad, ayude a los demás, devuelva
favores y, a su vez, reforzar a los demás para que hagan lo mismo. La regla de
Oro es una proposición general sobre la conducta practicada y apoyada por el
grupo. Muchos sistemas importantes de conducta social interconectados no
podrían mantenerse sin la existencia de estas prácticas convencionales. Este
es un punto importante para explicar el éxito de las prácticas culturales
características de un grupo (capítulo XXVIII).

En la medida en que este refuerzo previo por parte del grupo determina
la conveniencia de la conducta del individuo para un sistema interconectado, el
sistema mismo no se sostiene del todo por sí solo. La mutabilidad queda
demostrada cuando un individuo que no se halla controlado de forma adecuada
por la cultura, obtiene una ventaja temporal personal explotando el sistema.
Miente, se niega a devolver un favor o quebranta una promesa, aunque esta
explotación del sistema conduzca finalmente a su deterioro. El muchacho de la
fábula grita << ¡Que viene el lobo!>>, porque ciertos sistemas de conducta
social han sido establecidos por la comunidad y encuentran divertida la
conducta resultante de sus prójimos. El agresivo vendedor a domicilio se
impone por encima de las buenas maneras del alma de casa para mantener su
atención. En cada caso, el sistema falla finalmente: el prójimo ya no responde
al grito de << ¡Que viene el lobo!>> y el ama de casa cierra dando un
portazo.

La conducta de dos individuos puede encontrarse relacionada en un


episodio social, no primariamente a través de un intercambio entre ellos, sino a
través de variables externas comunes. El ejemplo clásico es la competición.
Dos individuos compiten cuando la conducta de uno puede verse reforzada
solamnte al precio de una pérdida de refuerzo por parte del otro. No está
necesariamente implicada en ello la conducta social, tal como aquí la hemos
definido. Coger un conejo antes de que se escape no es muy distinto de
cogerlo antes de que lo haga otro. En el último caso, puede arse un
intercambio social como subproducto si un individuo ataca al otro. La
cooperación, en la que el refuerzo de dos o más individuo depende de la
conducta de ambos o de todos ellos, no es, en modo alguno. Lo opuesto a la
competición, puesto que parece requerir un sistema interconectado.

280
EL GRUPO COMO UNIDAD DE CONDUCTA

Es muy común hablar de familias, clanes, naciones, razas, y otros


grupos como si se tratara de individuos. Conceptos como <<mentalidad de
grupo>>, <<instinto gregario>> y <<carácter nacional>> han sido inventados
para apoyar esta costumbre. Sin embargo, siempre es un individuo el que
actúa. El problema que se plantea al estudia el grupo más amplio es explicar
por qué muchos individuos actúan conjuntamente. ¿Por qué se incorpora el
muchacho a una pandilla? ¿Por qué un hombre se hace socio de un club o
participa en un linchamiento? Podemos responder a preguntas de este tipo
examinando las variables generadas por el grupo que favorecen la conducta de
unirse y adaptarse. No podemos contentarnos con decir, simplemente, que dos
individuos van a actuar juntos cooperativamente si <<tienen un interés común
en hacerlo>>. Hemos de señalar las variables específicas que afectan la
conducta de cada uno de ellos. Desde un punto de vista práctico, como
hacíamos al provocar una conducta cooperativa en el experimento de la
paloma antes descrito, resulta también esencial un análisis de las variables
relevantes. Las contingencias particulares que controlan la conducta de los
cooperadores deber ser cuidadosamente mantenidas.

Mediante el análisis de la imitación, se ha hecho algún progreso para


explicar la participación en un grupo. En general, comportarse como los demás
es probablemente reforzante. Detenerse a mirar un escaparate ante el que se
ha ido congregando una multitud es más susceptible de verse reforzado que
detenerse a mirar escaparates que no han atraído la atención de nadie. Utilizar
palabras que ya han sido utilizadas por los demás, en lugar de términos
extraños, es más probable que se vea positivamente reforzados o que se halle
libre de consecuencias aversivas. Situaciones de este tipo mil veces repetidas,
general y mantienen una enorme tendencia a comportarse como lo hacen las
demás personas.

A este principio debemos añadir otro de importancia quizá mayor.


Aunque es siempre el individuo quien actúa, sin embargo, es el grupo el que
produce el efecto más intenso. Al incorporarse a un grupo, el individuo aumenta
su capacidad para conseguir refuerzos. El hombre que tira de una cuerda se ve
reforzado por el movimiento de ésta, independientemente del hecho de que
otros estén tirando de ella al mismo tiempo. El soldado vestido de uniforme,
desfilando marcialmente por la calle, se ve reforzado por las aclamaciones de
la multitud, aunque dichas aclamaciones no se producirían si estuviera
desfilando solo. El cobarde, en un linchamiento, obtiene refuerzo cuando su
víctima se retuerce aterrorizada ante sus gritos, independientemente del hecho
de que otros cientos de personas están haciendo lo mismo que él. Las
consecuencias reforzantes producidas por el grupo exceden fácilmente las
consecuencias que podrían conseguir sus miembros actuando separadamente.
El efecto total reforzante queda enormemente aumentado.

281
Los intercambios dentro de un grupo y el elevado efecto del grupo sobre
el medio ambiente deben ser estudiados dentro del marco de una ciencia
natural. Han de ser explorados con mayor profundidad antes de que aceptemos
la proposición de que son unidades sociales, fuerzas y leyes que requieren
métodos científicos de un tipo fundamentalmente diferente.

XX. Control personal

CONTROL DE VARIABLES

Consideramos un episodio social desde el punto de vista de uno de los


participantes. Hemos visto que A puede generar importantes variables que
afectan la conducta de B. El cambio que se opera en B puede no tener un
efecto recíproco sobre A. Por ejemplo, B puede estar mirando un escaparate
porque ve que A está haciendo, aunque es posible que A no se vea afectado
pero la acción de B. Normalmente, sin embargo, tal como ocurre en mucho de
los ejemplos que ya hemos analizado, el cambio resultante en la conducta de B
suele tener un efecto sobre A. En el importante ejemplo que vamos a
considerar ahora, el efecto es reforzante. A se comporta de forma que altera la
conducta de B a causa de las consecuencias que la conducta de B tiene para
A. Decimos, familiarizarse, que A está controlando a B de modo deliberado.
Esto no significa que A sea necesariamente capaz de identificar la causa o el
efecto de su acción. Cuando un niño llora para atraer la atención de su madre,
genera un estímulo aversivo que él mismo retira cuando la madre le presta
atención. Como resultado de ello, la conducta de la madre de prestar atención
queda reforzada. Ni la madre no el niño puede comprender el proceso, pero
podemos decir que el niño ha aprendido a controlar a su madre en este
sentido., Hemos de investigar ahora esta relación social asimétrica. Nuestra
tarea consistirá en valorar las distintas maneras como una persona controla a
otra.

282
CONTROL DE VARIABLES

El poder de manipular las circunstancias que afectan a otro individuo


puede ser delegado al individuo que controla por una de las instancias
organizadas que estudiaremos en la sección V. La relación del que controla
con el controlado puede entonces caracterizarse como la del gobernados con
el gobernador, el sacerdote con el fiel, el médico con el enfermo, el patrono con
el empleado, el profesor con el aluno, etc. Pero caso todo el mundo controla
alguna variable relevante que puede utilizar en su propio provecho. Podemos
llamar a esto control personal. El tipo y alcance de este control depende de las
dotes personales y habilidad del que ejerce el control. El hombre forzudo utiliza
las variables que se derivan de su fuerza. El rico recurre al dinero. La
muchacha atractiva utiliza un refuerzo sexual primario o condicionado. El
cobarde se convierte en adulador. La mujer gruñona controla mediante
estimulación aversiva.

Sin embargo, el control personal es débil cuando lo comparamos con el


que ejerce las instancias organizadas. Un hombre muy rico, un gangster con el
arma en la mano, una mujer extraordinariamente guapa, constituyen una
excepción ocasiona a la regla según la cual el individuo, en tanto que individuo,
es raramente incapaz de alterar de forma importante las variables que afectan
a otras personas. Sin embargo, puede, hasta cierto punto, compensar esta
deficiencia por que se encuentra en una posición particularmente favorable
para tratar con las idiosincrasias de quienes controla. Las instancias
organizadas manipulan variables comunes a grupos e personas, pero el
individuo puede inquirir si alguien concreto que está bajo su control es sensible
a ciertos tipos de estímulos, si responde a determinados tipos de refuerzo, si en
aquel momento muestra estados de privación, etc. Cualesquiera que sean las
variables de que se disponga, pueden ser seleccionadas y utilizadas más
inteligentemente.

Las limitaciones del control persona han conducido a una costumbre


según la cual las variables disponibles son primeramente manipuladas para
establecer y mantener contacto entre el que controla y el controlado. Si el
resultado es positivo, pueden entonces desarrollarse otras posibilidades de
control. La primera misión e un vendedor es mantener su futuro cliente a su
alcance –hacer que el ama de casa permanezca en la puerta o el cliente en la
tienda-. Si posee el control suficiente para lograr esto, podría entonces, con
garantías, trabajar otros puntos. El asesor, ya sea simplemente un amigo o un
profesional, se encuentra enfrentado con un problema similar. Su primera tarea
es asegurarse de que la persona a quien está aconsejando continúa
escuchándole y que, si es necesario, volverá en otra ocasión en busca de
consejo. Una vez conseguido esto, puede iniciar otras formas de control.

283
Este estadio preliminar de mantener contacto con la persona controlada
puede observarse muy bien en la carrera del animador de programas, o,
aunque de forma menos evidente, en el escrito, artista o músico. Este tipo de
personas explota sus relativamente pobres fuentes de control casi de manera
exclusiva para aumentar la probabilidad de que la persona controlada vuelva
en busca de más. La técnica más importante es el refuerzo. De hecho,
podríamos decir que el trabajo de un animador, escritor, artista o músico es
crear acontecimientos reforzantes. En el proceso de creación, como vimos en
el capítulo XVI podemos manipular un medio para revelar propiedad auto-
reforzantes, pero la <<universalidad>> de una obra de arte se mide por el
número de personas que la consideran también reforzante. Si el artista no
posee ningún otro menaje, su control personal llega solamente hasta este
punto. Sin embargo, el propagandista pasa a una tarea mucho más concreta,
cuando ve que la atención, interés y confianza de la audiencia están
asegurados.

TECNICAS DE CONTROL

Las técnicas de que disponemos para controlar la conducta fueron


tratadas en el capítulo XV en relación con el autocontrol, pero existen ciertos
aspectos especiales que necesitan ser comentados cuando se aplican al
control de los demás. La fuerza física es la técnica más rápidamente eficaz de
que dispone aquellos que poseen el poder necesario. Un ejemplo de la misma,
en su forma más inmediatamente personal, lo constituye el luchador que
suprime la conducta de su oponente mediante un dominio físico completo. La
muerte es la forma más extrema de coerción: se evita que el individuo actúe,
matándole. Otras formas menos extremas pueden ser el uso de esposas,
camisas de fuerza, cárceles, campos de concentración, etc. Todas ellas
implican control violento, a menudo con propósitos sumamente egoístas, pero
incluso las sociedades más civilizadas utilizan la coerción física para controlar a
los niños, delincuentes y enfermos mentales peligrosos.

El uso de la fuerza tiene unas ventajas evidentes como técnica de


control. Generalmente, requiere la atención sostenida del que controla y está
casi exclusivamente orientado a evitar conducta, por lo cual tiene poco valor
para aumentar la probabilidad de acción. Genera fuertes disposiciones
emocionales de contraataque. No puede aplicarse a todas las formas de
conducta; las esposas restringen parte de la ira de un hombre, pero no toda.
No resulta eficaz sobre la conducta interna tal como sugerimos al decir que no
se pueden encarcelar los pensamientos de un hombre.

Por todas estas razones, el control mediante la sujeción física no es


posibilidad tan prometedora como a primera vista podría parecer. Desde luego,
nunca disponen de él aquellos a quienes les falta el poder necesario. Al largo
plazo, el uso de la fuerza generalmente da lugar a otras técnicas que utilizan

284
procesos de conducta genuinos. En ellos, el que controla no necesita tener el
poder de restringir y limita la conducta de una manera directa, sino que puede
afectarla de forma indirectamente alterando el medio ambiente.

Manipulación de los estímulos

La mayoría de las técnicas de autocontrol que se sirven de la


manipulación de estímulos pueden hacerse extensivas a la conducta de los
demás. Presentamos estímulos incondicionados o condicionados para provocar
respuestas reflejas cuando le damos a alguien un emético para inducirle a
vomitar; disponemos ocasiones discriminativas par la conducta cuando
exponemos una mercancía en una tienda de forma que sea más probable que
el cliente lo compre. Utilizamos estímulos para eliminar conducta suscitando
respuestas incompatibles. Cuando las mujeres que trabajan en una fábrica
llegaron a crear una situación peligrosa al precipitarse corriendo por un pasillo
a la hora de salir, el director hizo colocar espejos a lo largo del mismo con el fin
de provocar en ellas respuestas de componerse y pintarse. Esta conducta
demostró que era incompatible con la de corres. Utilizamos estímulos
suplementarios para inducir conducta, cuando <<interpretamos una situación
de modo favorable>>, como cuando un vendedor asegura a un posible
comprador que va a disfrutar o sacar provecho de su compra, o cuando
animamos a alguien a que nos acompañe en una ocasión determinada,
asegurándole que se divertirá. Un tipo de estimulación especialmente eficaz
suscita el repertorio imitativo discutido en los capítulos VII y XIX: el hombre de
negocios que recurre al alcohol como técnica de control induce a su posible
cliente a tomar otra copa pidiendo otra para sí mismo. El repertorio imitativo
constituye la base de la publicidad testimonial. Se muestran personas que
utilizan productos varios realizando actividades diversas, y el efecto que quiere
conseguirse es fortalecer una conducta similar en el observador. Todo el
campo de la conducta verbal ejemplifica el uso de estímulos en el control
personal. El que habla genera modelos auditivos que son eficaces a causa de
la historia del que escucha en una comunidad verbal dada.

El refuerzo como técnica de control

Si el individuo posee dinero o viene pueden servirse de ellos como


refuerzos, en forma de salarios, sobornos o recompensas. Si se encuentra
situado de forma que pueda hacer un favor a alguien puede reforzarle de
acuerdo con ello. También puede ofrecer su propio trabajo físico, bien a un
patrono a cambio de un salario bien a un amigo para devolverle un favor
especial. La estimulación sexual, por ejemplo, es una forma común de refuerzo
y es ampliamente utilizada en el control personal.

En la práctica, muchos de estos refuerzos van precedidos por otros más


inmediatos de tipo condicionado. El dinero es, por sí mismo, un refuerzo
condicionado, pero el refuerzo primario puede ser aplazado cuando se entrega
285
un cheque que más tarde se hace efectivo. Los contratos y las promesas
verbales son otras formas de refuerzo condicionado utilizables en el control
personal. Otros ejemplos menores incluyen elogios y agradecimiento. Sin
embargo, estos refuerzos diferidos pueden ser poco fiables: la alabanza puede
conducir a la adulación; es posible que los cheques no sean pagados y que las
promesas se hagan de más fe. Pero esto puede ocurrir algún tiempo antes de
que el sistema social interconectado se deteriore hasta el punto en que no
existía ya ningún efecto reforzante.

Estimulación aversiva

El refuerzo negativo es utilizado en el control personal en el caso del


llanto aversivo de un niño y en el grado de molestia que proporciona la
conducta de un adulto. El control se consigue haciendo que la retirada de estos
estímulos aversivos sea contingente respecto de la respuesta que se desea
intensificar. El perdón y la absolución refuerzan de modo similar. El matón que
golpea a otro muchacho con quien está luchando hasta que éste grita <<me
rindo>>, el policía que emplea <<el tercer grado>> para obtener una confusión
y la nación que continúa la guerra hasta que el enemigo se rinde, son ejemplos
del uso de la estimulación aversiva. La estimulación aversiva condicionada,
utiliza en el mismo sentido, queda ejemplificada en el reto o en otras formas de
obligar a alguien a actuar.

Castigo

El sujeto que puede presentar un refuerzo positivo o retirar uno negativo,


normalmente también puede presentar el negativo o retirar el positivo, por
consiguiente, tiene la posibilidad de castigar. No puede conseguirse el castigo
con la coerción física o con el uso de una estimulación aversiva. Las tres
formas de control pueden ser, generalmente, usadas por un mismo individuo
debido a la naturaleza del poder de control, pero encerrar a un hombre en la
cárcel para evitar que actúe de una forma determinada o para inducirle a que
actúe en ciertos sentidos para obtener la libertad, no es lo mismo que
confinarlo con el fin de disminuir su tendencia a conducirse de un modo
determinado en el futuro. En el control de pacientes, psicópatas el encierro es
más un medio de sujeción que de castigo; y, a la inversa, ciertas formas de
castigo implican todo lo más una limitación momentánea. El castigo como
técnica de control tiene todas las desventajas de la sujeción física y, además,
toda la debilidad señalada en el capítulo XII. Más aún, origina disposiciones
emotivas que pueden constituir una desventaja y aun un peligro tanto para el
que controla como para el controlado, tal como veremos al tratar de la
psicoterapia en el capítulo XXIV.

Un ejemplo de castigo por medio de la retirada de refuerzos positivos,


condicionados o incondicionados, es dejar <<sin un céntimos>> a alguien que
dependa de nosotros, negarse a suministrarle alimentación, el cobijo que
286
previamente se le había dado, imponer sanciones económicas, y rechazar el
contacto sexual que había sido habitual. Otro ejemplo importante consiste en
rehusar la estimulación social acostumbrada, como cuando acogeos mal a un
conocido o hacemos callar a un muchacho. La diferencia y el olvido sociales
son grados menores de este tipo de castigo. Ninguno de ellos es un castigo per
se, sino solamente cuando se lo hace contingente respecto de una conducta.
El castigo es más común bajo la forma de presentación de estímulo aversivos.
Un ejemplo de daño físico lo constituye el zurrar a un niño, golpear a un adulto
o atacar a una nación. Los estímulos aversivos condicionados, muchos de los
cuales son verbales, se dan en la reprobación y la censura, la condena y la
maldición, la burla y la transmisión de malas noticias. Todos ellos son también
únicamente castigos cuando son contingentes respecto de la conducta. Como
hemos visto, es discutible que reduzcan de un modo permanente cualquier
tendencia a actuar. Todos ellos generan disposiciones emotivas
particularmente desorganizativas que, más tarde, pueden requerir, a su vez,
control terapéutico.

Señalar contingencias de refuerzo

Es posible utilizar técnicas basadas en el refuerzo y el castigo sin poder


controlar los hechos en cuestión. Puede conseguirse un efecto considerable
poniendo simplemente en claro la relación entre la conducta y sus
consecuencias. El monitor que enseña algún deporte, oficio o cualquier
actividad de tipo artístico puede reforzar de forma directa la conducta que está
tratando de establecer, pero puede también limitarse a señalar la contingencia
entre una determinada forma de conducta y el resultado->>Fíjese en el efecto
que consigue si sostiene el pincel de esta forma>> o <<Pulse la tecla de este
modo y vea si no es más fácil>>, o <<Si golpea de este modo, no acertará la
pelota>>, etcétera-. La persona que ejerce el control puede utilizar hechos
reforzantes que han ocurrido sin su intervención haciendo más probable que
las contingencias modifiquen la conducta de su controlado. Mediante
expresiones como <<Ahora, mira lo que has hecho>>, <Te está costando
dinero<<, <<Eres el responsable de todo esto>>, se señalan las contingencias
punitivas. Otra forma de dar relieve a contingencias reforzantes consiste en
disponer varios programas de refuerzo -<<Interpreta este fragmento hasta que
lo hagas sin error<<- y de refuerzo diferencial -<<Cuando consigas levantar la
barra hasta esta altura, intenta levantarla una pulgada más>>.

Privación y saciedad

Si controlamos la conducta de un niño reforzándole con caramelos,


debemos asegurarnos de que cuando se encuentre fuera de nuestro control
reciba poca cantidad de caramelos. Puede utilizarse también la privación para
controlar una conducta que ha sido fortalecida por refuerzos generalizados. Un
287
sistema para suscitar conducta que ha sido reforzada con dinero consiste en
someter al individuo a tal estado de privación que quede fortalecida la conducta
que pueda realizarse sólo con dinero. Por ejemplo, podemos hacer que alguien
sea fácilmente sobornable alentándole a llevar un ritmo de vida en el que el
dinero sea imprescindible. La saciedad es una técnica común de control para
eliminar de modo especialmente efectivo la conducta no deseada. Un niño deja
de molestar pidiendo caramelos cuando se le dan como desea. Se puede
saciar a un agresor sometiéndose a él -<<mostrándole la otra mejilla>>.

Emoción

A veces nos interesa controlar las respuestas reflejas características de


la emoción, como cuando hacemos reír, sonrojar o llorar a alguien. Pero es
más probable que nos interese establecer predisposiciones emotivas. Hemos
observado el importante caso en que alguien se siente <<inclinado
favorablemente>> hacia una persona o una serie de circunstancias. La
constitución de una moral, a menudo, tiene relación con en el hecho de generar
una predisposición de este tipo. El efecto procede, a menudo, de los mismos
hechos que refuerzan la conducta. Las recompensas, por ejemplo, sirven de
forma de control, no solamente mediante el refuerzo sino porque generan
<<actitudes favorables>>. También pueden generarse predisposiciones más
específicas mediante estímulos adecuados, como al emitir, en las tiendas,
música navideña para fomentar la <<buena voluntad hacia el prójimo>> y la
compra de regalos. Existen otras técnicas para alterar las predisposiciones
emotivas como la <<adulación>>, el <<halago>>, la <<arenga>>, la
<<seducción>>, la <<incitación>>, clamar el miedo de alguien y hacer que se le
pase un enfado. Las variables reales responsables de una predisposición dada
tienen que ser analizadas en cada caso concreto.

Uso de drogas

La droga más comúnmente utilizada en el control personal es el alcohol.


Al igual que ciertos procesos emotivos, se utiliza con frecuencia para
predisponer favorablemente a un individuo hacia una acción. Parece ser
también muy eficaz para reducir la ansiedad o el miedo y puede utilizarse por
esta razón, por ejemplo, para conseguir rematar un convenio comercial o hacer
que alguien nos hable de un asunto confidencial. Se utiliza también como
refuerzo positivo. Como droga que crea un hábito hace posible una forma
especial de privación en la que la conducta que ha sido reforzada con el
alcohol puede hacerse tan fuerte que el individuo <<haría cualquier cosa>> por
obtener <<un trago>>. Tal como hemos visto, drogas como la morfina y la
cocaína han sido utilizadas para crear la posibilidad de utilizar otras drogas en
el control de la conducta psicótica y en conexión con el control gubernamental y
policiaco, por ejemplo, en el llamado suero de la verdad.

OBJECIONES AL CONTROL PERSONAL


288
Los estudios de la conducta humana evitan, a menudo, el problema del
control e incluso consideran de mal gusto sugerir que se utilizan el control
deliberado. La codificación de las prácticas de control se deja para los
Maquiavelos y los Lord Chesterfield. Los psicólogos, sociólogos y antropólogos
prefieren, generalmente, teorías de la conducta en las que el control se niega o
queda minimizado y, como también veremos más adelante, los cambios que se
proponen en los sistemas de gobierno van siempre encaminados a aumentar la
libertad del individuo. Todo ello parece deberse a que el control resulta
frecuentemente aversivo para la persona controlada. Las técnicas que se
basan en el uso de la fuerza, especialmente el castigo o la amenaza del
mismo, son aversivas por definición, y las técnicas que utilizan otros métodos
son también censurables cuando, como ocurre a menudo, las ventajas que
consigue la persona que controla son contrarias a los intereses de las personas
controladas.

Un efecto sobre el controlado es inducirlo a elaborar un contracontrol.


Puede manifestarse una reacción emocional de ira i frustración que lleve
consigo una conducta operante que hiera o resulte aversiva para el que
controla. Esta conducta puede haberse visto reforzada anteriormente por una
reducción de consecuencias aversivas similares. La importancia del refuerzo
queda patente en el hecho de que somos mucho más susceptibles de
responder de este modo ante un control social que ante uno no social. Si nos
vemos forzados a bajar de la acera porque hay una rama que el viento ha
derribado, no mostraremos probablemente ninguna reacción emotiva violenta,
pero si tenemos que hacerlo porque un grupo de haraganes nos interrumpe el
camino, puede que se genere una conducta agresiva –verbal y no verbal-.
Probablemente, la conducta agresiva ha aliviado situaciones sociales similares,
pro no ha tenido poco o ningún efecto sobre las ramas de los árboles. No es
necesariamente un fenómeno más <<natural>> reaccionar emocionalmente
ante una coerción social que ante una no social.

A causa de las consecuencias aversivas de verse controlado, el


individuo que controla a los demás es susceptible de ser controlado, a su vez,
por ellos. En el capítulo XXI trataremos del poder que poseen <<los demás>>
cuando actúan en grupo. Parte de este contra-control lo ejercen instituciones
religiosas o gubernamentales específicas que tienen el poder de manipular
variables importantes. La oposición al control es probable que se dirija contra
las formas más censurables –como el uso de la fuerza, ejemplos claros de
explotación, influencia indebida o tergiversaciones evidentes- pero puede
también darse ante cualquier control que se ejerza <<de forma deliberada>> a
causa de la técnica principal utilizada en el contra-control, el individuo que
controla genera, automáticamente, autoestimulación aversiva condicionada –se
siente culpable>> de ejercer el control-. Entonces, se ve automáticamente

289
reforzado por hacer algo distinto, renunciar a cualquier intento de control y
declararse contrario, en general, al control de personas.

El contra-control ejercido por el grupo y por ciertas instancias puede


explicar nuestra vacilación al tratar con franqueza el tema del control personal y
enfrenarnos con los hechos de modo objetivo, pero no justifica esta actitud.
Esta no es más que un caso particular del principio general según el cual no
debe permitirse que la libertad personal se interfiera con un análisis científico
de la conducta humana. Tal como hemos visto, la ciencia entraña predicción, y
en la medida en que puedan controlarse las variables relevantes, implica
también control. No podemos esperar sacar ningún provecho de la aplicación
de los métodos de la ciencia a la conducta humana, si, por alguna extraña
razón, nos negamos a admitir que el objeto de nuestro estudio puede ser
controlado. La ventaja de este principio general queda bien ilustrada diciendo
que aquellos que están más interesados en restringir el control personal son
quienes más provecho pueden sacar de una comprensión clara de las técnicas
que se utilizan.

XXI. Control de grupo

El individuo se halla sometido a un control más poderoso cuando dos o


más personas manipulan variables que tienen un efecto común sobre su
conducta. Esto ocurrirá cuando dos o más personas desean controlarlo del
mismo modo. Esta condición se cumple generalmente cuando los miembros de
un grupo compiten unos recursos limitados. Se establece entonces un sistema
social, en el sentido que hemos visto en el capítulo XIX, en el que, lo que para
un hombre constituye un refuerzo positivo se convierte en refuerzo negativo
para otro. En la expresión <<botín de guerra>>, lo que es refuerzo para el
conquistador se caracteriza por su efecto aversivo para el conquistado. El niño
que quita un juguete a otro queda reforzado por ello, pero la pérdida del juguete
resulta aversiva para el otro niño. El pretendiente que tiene éxito crea
inevitablemente una situación aversiva para los demás pretendientes.

290
Puesto que un individuo puede afectar de este modo a todos los demás
miembros de un grupo, el contra-control por parte de éstos pueden ser llevados
a cabo conjuntamente. Todos los demás miembros del grupo pueden
convertirse en lo que podemos designar como el grupo que ejerce el control. El
grupo actúa como una unidad en la medida en que sus miembros se ven
afectados por el individuo del mismo modo. No es necesario que posea un alto
grado de organización, pero, generalmente, se organiza de alguna manera. Las
prácticas de control adquieren cierta uniformidad a partir de las fuerzas
cohesivas que conducen a los individuos a tomar parte en la acción de grupo
(capítulo XIX) y de su forma de transmisión de una generación a otra.

Trataremos ahora de la principal técnica empleada en el control del


individuo por parte de cualquier grupo de personas que han vivido juntas
durante un período de tiempo suficientemente largo. La conducta del individuo
se clasifica como <<buena>> o <<mala>> o, también como <<correcta>> o
<<equivocada>>, y es reforzada o castigada de acuerdo con ello. No
necesitamos buscar demasiado para encontrar una definición de estos
términos controvertidos. Generalmente, se clasifica la conducta de un individuo
como buena o correcta si refuerza a los demás miembros del grupo y como
mala o equivocada si les resulta aversiva. En realidad, es posible que las
costumbres practicadas por el grupo no sean del todo coincidentes con estas
definiciones. La clasificación inicial puede haber sido accidental: una parte
importante de conducta que sólo causalmente fue correlacionada con hechos
reforzantes o aversivos, fue clasificada como buena o mala de acuerdo con
esto. Nuestra definición se aplica literalmente al origen de esta costumbre
supersticiosa pero no expresa ningún efecto presente. Una clasificación de la
conducta puede también continuar en vigor aún mucho tiempo después de que
haya sido superada: a menudo se continúa calificando a la conducta de buena
o mala aunque, habiéndose producido una serie de cambios en las
circunstancias, ya no sea reforzante o aversiva.

La clasificación puede ser también defectuosa a causa de la errónea


estructura del grupo. Es posible que no todos los miembros participen en la
misma medida. Puesto que un acto puede tener efectos distintos sobre
miembros diferentes, muchos de los cuales pueden, por tanto, clasificarlo como
bueno y otros como malo, las subdivisiones dentro del grupo pueden entrar en
conflicto mutuo en cuanto al control. Por ejemplo, el uso de la fuerza física es
generalmente aversivo para los demás y considerando, por tanto, como malo,
pero puede ser clasificado como bueno por aquellos que la practican para
controlar a un tercero, sea dentro o fuera del grupo. La conducta que refuerza
de forma inmediata puede tener un efecto aversivo a largo plazo. La conducta
de seducción o la <<influencia indebida>>resulta a menudo efectiva a través
del refuerzo positivo, pero las consecuencias últimas pueden llevar a la víctima,
así como a los demás, a clasificarla como mala.

291
El grupo, como un todo, raramente formula explícitamente una
clasificación de la conducta como buena o mala. Inferimos tal clasificación a
partir de nuestras observaciones de las prácticas de control. Sin embargo, se
produce una especie de reglamentación informal cuando los mismos términos
llegan a utilizarse en el refuerzo. Quizá los refuerzos generalizados más
comunes son los estímulos verbales <<bueno>>, <<correcto>>, <<malo>> y
<<equivocado>>, y se utilizan, junto con otros refuerzos condicionados tales
como elogios, agradecimientos, caricias, recompensas, favores, condenas,
censuras y críticas, para moldear la conducta del individuo.

Generalmente, resultan evidentes las prácticas reales de control. La


conducta buena es reforzada y la mala castigada. La estimulación aversiva
condicionada generada por la mala conducta como resultado del castigo es
asociada con un modelo emotivo llamado <<vergüenza>>. El individuo
responde ante él mismo cuando <<se siente avergonzado de sí mismo>>.
Parte de lo que siente son respuestas de glándulas y músculos de fibra lisa
registrada por el llamado detector de mentiras (capítulo X). La pertinencia de
este instrumento para detectar mentiras se basa en el hecho de que mentir es
frecuentemente castigado. Otro aspecto de la reacción de vergüenza consiste
en un cambio visible en las disposiciones normales – quien ofende a la
sociedad actúa de forma vergonzante-. Cualquiera o todas estas condiciones
emocionales pueden ser directa o indirectamente aversivas, en cuyo caso se
combinan con otra estimulación aversiva condicionada para reforzarse
combinan con otra estimulación aversiva condicionada para reforzar la
conducta que desplaza o disminuye la probabilidad de la respuesta castigada.
El mejor ejemplo de tal conducta es el autocontrol. El grupo refuerza también
de forma directa la práctica de éste.

¿PORQUE EL GRUPO EJERCE EL CONTROL?

Para explicar cualquier ejemplo de control de grupo hemos e mostrar


cómo la conducta del que ejerce el control está interconectada con la del
controlado dentro de un sistema social. Hemos de mostrar también que ambas
quedan explicadas adecuadamente por las variables especificadas. En el
ejemplo concreto, la buena conducta por parte de A puede ser positivamente
reforzada por B porque genera en B una disposición emocional a <<hacer el
bien>> a A. Esta explicación no es muy satisfactoria porque recurre a una
tendencia permanente a hacer el bien. Pero parece claro, como siempre
observación, que la conducta de favorecer a otro es modificada por
circunstancias emotivas apropiadas y que la buena conducta por parte de otro
constituye un caso a propósito. La madre refuerza a su hijo con una
demostración de afecto cuando la conducta de éste ha sido particularmente
buena o correcta.

292
Otra posibilidad es que el grupo refuerce de modo apropiado la conducta
buena porque de esta forma queda aumentada la probabilidad de que esta
conducta se repita en el futuro. La recompensa puede darse también con esta
intención; en este caso, no tiene nada que ver con la gratitud, considerada
como disposición emocional de favorecer a los demás. La comunidad enseña
también a cada uno de sus miembros a dar las gracias o alabar al individuo que
se ha portado bien, aun en el caso de que no se vea afectado por la conducta
de éste de un modo directo. Un acto de heroísmo es alabado por muchas
personas que, en este caso, no se han visto positivamente reforzadas. El
sistema educativo genera buena conducta en el individuo asegurando la
conducta reforzante adecuada por parte del grupo.

Las disposiciones emotivas que conducen a los miembros de un grupo a


castigar la conducta mala son, por desgracia, menos obvias. Cualquiera que
ocasione daños a los demás, les quite lo que les pertenece o se interfiera con
su conducta genera una fuerte inclinación en los demás para con contraataque.
Esta afirmación se basa también meramente en el incremento observado en la
tendencia de los individuos a actuar de forma agresiva bajo ciertas
circunstancias, pero existen variables fuera del campo de la emoción que
actúan también en el mismo sentido. Si la agresión de A se ve
momentáneamente disminuida por la contraagresión de B (desde luego, hemos
visto ya que el efecto a largo plazo, es distinto), B será reforzado. Por tanto, la
conducta de B al castigar a A puede deberse simplemente al refuerzo operante.
A veces se dice que una disposición emotiva a contraatacar constituye la
variable básica: que siempre <<pegamos a un niño colérico>> y que cualquier
interpretación de la conducta como <<intelectual>> es mera racionalización
(capítulo XVIII). Pero la costumbre podría surgir en ausencia de una variable
emotiva; se podría castigar la conducta censurable sencillamente para reducir
la probabilidad de que volviera a ocurrir. Las instancias educativas también
favorecen el uso del castigo para controlar la mala conducta y generan una
tendencia a ejercer un control aunque en el mismo individuo no se vea
implicado en aquel momento. La instancia puede operar a través de variables
emocionales –por ejemplo, generando resentimiento o indignación ante la falta
de honradez, el robo, el asesinato, etc.- o mediante el refuerzo operante,
apelando a las consecuencias.

EL EFECTO DEL CONTROL DE GRUPO

El control ejercido por el grupo va en contra, al menos temporalmente,


del individuo. El hombre que se ha visto positivamente reforzado para dar todos
sus bienes a los demás puede sentirse absolutamente expoliado. E grupo ha
generado una conducta que, aunque consigue el refuerzo positivo que se
concede a la conducta buena, crea también unas condiciones altamente
aversivas para el individuo. Entre las formas de buena conducta fortalecidas
por la comunidad se hallan las prácticas de autocontrol en las que se debilita la

293
conducta que podría desembocar en un refuerzo importante. Es todavía más
evidente que el individuo sufre cuando mala es castigada. El castigo es
aversivo, por sí mismo, y la conducta que representa una ventaja para el
individuo a expesas de los demás es suprimida, al menos temporalmente. El
castigo es también la principal variable responsable de la conducta de
autocontrol, la cual como acabamos de ver, reduce también el refuerzo
primario.

En resumen, el efecto del control de grupo se halla en conflicto con la


intensa conducta del individuo primariamente reforzada. La conducta egoísta
de estas costumbres porque forma parte del grupo que controla a cualquier otro
miembro del grupo. Puede estar sujeto a control, pero también él controla la
conducta de los demás. Un sistema de este tipo puede conducir a una situación
estable en la que las ventajas y desventajas del individuo se compensan. En
una situación de este tipo un control razonable de la conducta egoísta del
individuo se compensa con las ventajas que obtiene como miembro de un
grupo que controla la misma conducta egoísta en los demás.

Desde luego, el poder del grupo es muy grande. Incluso en tirano, el


padre déspota, el matón en una pelea callejera, o cualquier otro individuo
excepcionalmente fuerte, suele ceder, finalmente, ante el grupo como un todo.
El hombre poco inteligente puede verse completamente dominado por él. Al
tratar de la psicoterapia en el capítulo XXIV vamos a considerar algunas de las
consecuencias de un control excesivo. Afortunadamente, el grupo raramente
actúa con la suficiente eficacia para llevar sus ventajas hasta el límite, y
probablemente nunca ejerce todo su poder. Las clasificaciones de la conducta
como <<buena>>, <<mala>>, <<correcta>> o <<equivocada>> están
raramente definidas de una manera clara. Y no se encuentran apoyadas
unánimemente por todos los miembros del grupo. Sin embargo, ciertas
subdivisiones organizadas del grupo pueden utilizar mejor su poder, como
veremos en la sección V.

JUSTIFICACION DEL CONTROL DE GRUPO

Es posible que el lector se haga ciertas preguntas típicas de carácter


ético. ¿Qué entendemos por Bien? ¿Cómo podemos conseguir que la gente se
comporte como es debido? Y así otras muchas. Nuestro trabajo no responde a
preguntas de este tipo en el sentido den que generalmente se formulan. En el
marco de una ciencia natural se observan cierto tipo de conducta cuando la
gente vive en grupo –tipos de conducta que están destinados a controlar al
individuo y que actúan en beneficio de los demás miembros del grupo-.
Definimos <<bueno>> y <<malo>> o <<correcto>> y <<equivocado>> con
respecto a un grupo determinado de prácticas. Explicamos éstas observando
los efectos que ejercen sobre el individuo y sobre los miembros del grupo, de
acuerdo con los procesos básicos de la conducta.

294
La ética se ocupa, por lo general, de justificar las prácticas de control
más bien de describirlas. ¿Por qué una conducta determinada se clasifica
como buena o mala? Muchas veces se contesta a esta pregunta afirmando que
<<bueno>> y <<malo>> son categorías que han sido definidas por una
autoridad sobrenatural. Aunque una ciencia de la conducta debería ayudar a
fomentar unas prácticas educativas que animaran a la gente a ser buena y a
disuadirla de ser mala de acuerdo con una autoridad determinada, difícilmente
puede reconocer la validez de una definición de este tipo. Cuando puede
demostrarse que una clasificación conduce a resultados positivamente
reforzantes para el individuo que la formula, podría darse otra clase de
explicación. Pero tal explicación no pone necesariamente en tela de juicio el
efecto, probablemente beneficioso, de una clasificación.

Se ha intentado evitar tener que recurrir a la autoridad buscando otras


bases para una definición. Se ha argumentado que una forma particular de
conducta individual, o la práctica controlante que la produce, es recomendable
si se puede demostrar que va encaminada a conseguir <<el mayor bien para el
mayor número>>, a incrementar <<la suma total de la felicidad humana>>, a
mantener el <<equilibrio>> de un grupo, etc. Sin embargo, el problema original
queda en pie porque todavía hemos de justificar los criterios. ¿Por qué
escogemos el mayor bien o la suma total de la felicidad humana o el equilibrio
como base de definición? Una ciencia de la conducta es la que se encamina o
no hacia la felicidad, pero subsiste el problema de si puede decidir si la
felicidad es lo <<mejor>> en el sentido ético. También en este caso, podemos
demostrar que las prácticas que se justifican en términos de felicidad tienen
consecuencias reforzantes para los que proponen tal justificación. Es su
felicidad la que queda afectada principalmente. Pero esto es también relevante
para el efecto final de la clasificación.

Un criterio como el de <<el mayor bien para el mayor número>>


representa un tipo de explicación basado en el principio de máximos y
mínimos, que en genera lo ha demostrado ser útil en las ciencias físicas. Sin
embargo, en el campo de la conducta, no es satisfactoria la definición de lo que
maximiza, tal como se desprende de las tremendas discusiones que han
provocado términos como >>el mayor bien posible>>. Aunque se pudieran
definir estos términos, la costumbre de caracterizar una práctica de control
como distinta de un análisis realizado en términos de variables relevantes. No
sería imposible demostrar que ambos son compatibles si se pudieran asignar
unas dimensiones físicas a lo que se maximiza, pero esto no se he hecho en
los estudios de ética tradicionales. Un análisis funcional ofrece la posibilidad de
evitar el problema de la definición de tales entidades.

Evidentemente, un aspecto importante de cualquier grupo es el grado en


que ejerce control sobre cada uno de sus miembros. En la sección VI
volveremos sobre la cuestión de si una ciencia de la conducta humana

295
proporciona una base para determinar el grado más conveniente de tal control.
Este problema es prácticamente independiente de un análisis de las prácticas
reales de control.

296
SECCION V

INSTANCIAS QUE EJERCEN CONTROL

297
XXII. El Gobierno y la Ley

INSTANCIAS QUE CONTROLAN

El grupo ejerce el control ético sobre cada uno de sus miembros,


principalmente a través de su poder para reforzar o castigar. Este poder se
deriva de la totalidad de los componentes del grupo y de la importancia de los
demás en la vida de cada uno de los miembros. Generalmente el grupo no está
bien organizado, ni sus costumbres son mantenidas de modo coherente. Sin
embargo, dentro del grupo, ciertas instancias de control manipulan
determinados conjuntos de variables. Estas instancias están, generalmente,
mejor organizadas que el grupo como un todo y, a menudo, operan con mayor
éxito.

Hemos escogido las instancias que vamos a considerar en esta sección


dentro de los campos del gobierno, religión, psicoterapia, economía y
educación. Evidentemente, se trata de campos muy extensos que aquí no
podemos tratar de forma adecuada. Afortunadamente, para nuestros propósitos
actuales, no necesitamos disponer de una descripción exhaustiva de hechos
históricos y diferenciales sobre particulares religiones, gobiernos, sistemas
económicos, etc. Nos interesan solamente las concepciones que se tienen en
cada uno de esos campos del individuo que actúa. Generalmente, la teología
tiene mucho que decir acerca del hombre y sus relaciones con el universo. Las
teorías del gobierno describen al hombre como un animal político o como un
agente responsable ante la ley. La psicoterapia es particularmente rica en
<<sistemas>> de conducta humana y el <<homo economicus>> ha figurado
siempre, de modo prominente, en la teoría economía. En el campo de la
educación se ha desarrollado una psicología especial.

Estas teorías de la conducta humana son raramente satisfactorias


(suponiendo que alguna vez lo sean) incluso dentro de su propio campo; a esto
puede añadirse aún una objeción mayor. Cada concepción se basa en un
particular conjunto de hechos y se desarrolla y utiliza principalmente para
explicar sólo estos hechos. La concepción que se ha desarrollado en un campo
se aplica, y nunca de un modo eficaz, raramente a otro. Lo que el tratadista
político tiene que decir acerca del hombre demuestra tener muy poco valor
para el psicoterapeuta, mientras que el individuo que se descubre en la

298
psicología educativa tiene poco que ver con el homo economicus. No es
probable que el organismo humano se encuentre divido en comportamientos de
tal modo. Podríamos llegar a una formulación de la conducta que pudiera
aplicarse a cualquier campo considerando, al mismo tiempo, todos los hechos
históricos y comparativos. Sin embargo, existe un camino más sencillo. No
necesitamos deducir nuestra concepción de la conducta humana partiendo de
los hechos complejos que aquella debe explicar finalmente. Por ejemplo, no se
nos exige que descubramos las características del animal político a través del
estudio de los actos del gobierno. Si el animal político es el mismo hombre
podemos estudiarlo en otro lugar y, a menudo, en mejores condiciones. Un
análisis funcional de la conducta nos proporciona una concepción básica con la
que podemos abordar todos estos campos, uno tras otro. Podemos estar
interesados ante todo en comprobar un análisis de este tipo, inquiriendo si
proporciona una explicación verosímil de la conducta del individuo en cada
caso, aunque si podemos lograr una descripción de esta clase podremos decir
que se ha conseguido una considerable ventaja sobre las formulaciones
tradicionales. Nuestro análisis no solamente dispondrá, en cada caso, del
fundamento que le proporcionará el estudio científico del individuo bajo
condiciones óptimas de observación, sino que éste será común a todos los
campos. Será entonces posible considerar el efecto de la totalidad de la cultura
en el individuo, sobre el cual todas nuestras instancias de control y todos los
demás aspectos del medio ambiente social, actúan conjunta y simultáneamente
y produciendo un solo efecto.

Al tratar de las instancias que controlan, nos interesan, de modo


específico, ciertas clases de poder sobre variables que afectan la conducta
humana y las prácticas de control que pueden emplearse a causa de este
poder. Es posible que existan posibilidades que hasta el momento han pasado
inadvertidas y que sean importantes como las que se han puesto en práctica
hasta ahora. Una instancia que controla, junto con los individuos por ella
controlados, forman un sistema social en el sentido que hemos visto en el
capítulo XIX y lo que debemos hacer es explicar la conducta de todos los
participantes. Hemos de identificar a los individuos que forman parte de la
instancia y explicar por qué poseen el poder de manipular las variables que
aquélla utiliza. Hemos de analizar, también, el efecto general sobre la persona
controlada y mostrar cómo este efecto trae consigo un refuerzo de retorno que
explica la continuidad de la existencia de la instancia. Para conseguir esto es
indispensable todo el análisis precedente. Es preciso clasificar las variables
que controla, realizar un estudio de los procesos básicos y analizar las
disposiciones complejas de las variables y la interacción de dos o más
individuos en un sistema social.

299
LA INSTANCIA GUBERNAMENTAL

Quizá el gobierno es la instancia que, de un modo más claro, aparece


comprometida en el control de la conducta humana. Los estudios tradicionales
sobre ciencia política, de los diversos tipos de estructura gubernamental y de
las teorías y principios que se han alegado para justificar las prácticas
gubernamentales. Nos interesan, sobre todo, los procesos de conducta a
través de los cuales un gobierno ejerce control. Hemos de examinar la
conducta resultante del gobernado y el efecto de la misma que explica por qué
la instancia continúa en posesión del control.

Definiéndolo de forma limitada, gobernar es usar el poder de castigar.


Aunque esta definición se da a veces como exhaustiva, las instancias de
gobierno recurren, a menudo, a otros tipos de control. El origen del poder de
castigar determina la composición de la instancia en el sentido más estricto. El
hombre fuerte o hábil es una especie de gobierno personal cuyo poder deriva
de su fuerza o habilidad. Es posible que tenga servidores que ejerzan el control
real sobre el grupo, pero éstos se hallarán, a su vez, controlados por su fuerza
o habilidad. A veces, las pandillas callejeras tienen también una estructura de
gobierno de este tipo. En el gobierno organizado de un Estado moderno, la
tarea específica del castigo está encomendada a grupos especiales –la policía
y el ejército-. El poder de ambos radica claramente en la fuerza física,
amplificada por un equipo especial, pero es posible que el poder de la instancia
que, en último término, gobierna sea de naturaleza distinta. Por ejemplo, se
puede reclutar a los miembros de la policía y el ejército tras haberles dado una
educación adecuada, puede controlárseles mediante medidas de tipo
económico, o pueden actuar bajo presión religiosa.

El poder que se deriva del <<consentimiento del gobernado>> determina


también la composición de la instancia adecuada. Decir que el poder es
<<delegado>> no explica el proceso real. Una análisis adecuado de este tipo
de gobernó debería incluir un estudio de las técnicas utilizadas por el individuo
para convertirse en miembro de la instancia y mantenerse como tal. Esto
pertenece, en general, campo de la política práctica. El individuo debe inducir al
grupo a que le conceda el poder de gobernar, y, cuando lo pese, mantener su
conexión con dicho origen. Las técnicas utilizadas por un individuo serán
similares a las de cualquier partido o aparato político.

A la larga, el poder de un gobierno que posee el consentimiento del


gobernado se basa en una congruencia de función entre el control ético y
gubernamental (capítulo XXI). Si la policía o el ejército son controlados por
medios económicos, el grupo suministra el dinero necesario a través de los
impuestos. Es posible que los miembros del grupo se presten voluntariamente
o se vean forzados a alistarse en la policía o el ejército. Puesto que el control
religioso a menudo encuentra apoyo en la misma fuente (capítulo XXIII), no es

300
raro encontrar bastantes coincidencias en la composición de las instancias
religiosas y las gubernamentales. Sin embargo, una vez una instancia con unos
miembros concretos se halla en el poder, puede asegurar su continuidad
utilizando el poder de castigar más bien que apelando a la correspondencia de
funciones entre ella y el grupo ético. No todo el mundo paga los impuestos
simplemente a causa de la presión del grupo. Sin embargo, no vamos a tratar
aquí de los diversos tipos de poder dentro del gobierno ni del control interno
que mantiene la estructura de la instancia o hace que funcione suavemente. Lo
que nos interesa es el efecto sobre el gobernado.

TECNICAS DE CONTROL GUBERNAMENTAL

Mientras el grupo clasifica la conducta como <<correcta>> o


<<equivocada>> para proporcionar un refuerzo ético, la instancia que gobierna
adopta una distinción entre <<legal>> e <<ilegal>>. Estos términos se definen,
a grandes rasgos, en relación con el origen del poder de la instancia. Para un
gobernante autoritario, la conducta es ilegal si tiene consecuencia aversivas
para la instancia. Las definiciones se parecerán a las de <<correcto>> o
<<equivocado>>, en la medida en que el poder de gobierno se deriva del
grupo. Sin embargo, puesto que la instancia gubernamental opera
principalmente a través del poder de castigar, el énfasis recae sobre
<<equivocado>>. Un gobierno utiliza su poder para <<mantener la paz>> -
impedir la conducta que amenace a las personas y la propiedad de otros
miembros del grupo-. Un gobierno que posee únicamente el poder de castigar
sólo puede fortalecer la conducta legal haciendo que la retirada de una
amenaza de castigo sea contingente respecto de ella. Esto se hace a veces,
pero la técnica más común consiste simplemente en castigar las formar ilegales
de conducta.

Algunos de los castigos que el gobierno administra consisten en la


retirada de refuerzos positivos –por ejemplo, desposeer a alguien de alguna
propiedad, poniéndole multas, haciéndole pagar recargos en los impuestos
como castigo, o privándole del contacto con la sociedad mediante la cárcel o el
destierro. Otros castigos comunes consisten en presentar refuerzos negativos –
por ejemplo, tortura física, amenaza de muerte, condena a trabajos forzados,
exponer al individuo al ridículo público, o estimulándole inversivamente de
forma más suave como cuando se le exige que se presente personalmente en
un puesto de policía, si el castigo consiste simplemente en el tiempo y esfuerzo
consumidos en ello. En la práctica, estos castigos se hacen contingentes
respecto de determinados tipos de conducta con el fin de disminuir la
probabilidad de que ésta se produzca de nuevo. Tal como hemos visto, no es
probable que se produzca un debilitamiento directo como efecto contrario del
refuerzo. En lugar de esto, se producen estímulos aversivos condicionados que
se parecen a la <<sensación de vergüenza>> de que hablábamos al tratar del
control del grupo. Cuando es resultado de un castigo gubernamental, el término

301
más común es <<culpa>>. El proceso proporciona el refuerzo automático de
respuestas que son incompatibles con la conducta ilegal. Entonces, como
efecto claro del control gubernamental, la conducta ilegal empieza a generar
estímulos aversivos que hacen que el individuo <<se sienta culpable>> y que
proporcionan, de modo automático, el refuerzo positivo para comportarse
legalmente.

Una técnica de control que se halla generalmente asociada con el


hecho de conferir importancia al castigo es el establecimiento de conducta
obediente. Ésta es, a menudo, una característica del control personal –por
ejemplo, en las relaciones entre padres e hijos-. Se considera como un
subproducto de las técnicas auxiliares en el campo de la educación cuando se
enseña a un alumno a obedecer a su profesor. Y es el producto más importante
del control gubernamental. En un sentido amplio, el individuo controlado es
obediente a los dictados de la instancia si se comporta conforme a las prácticas
de control de ésta, pero existe una forma especial de obediencia en la que una
determinada respuesta se pone bajo el control de una orden verbal. Como
estímulo verbal, una orden cumple una doble función. Específica la conducta
que tiene que realizarse y genera una situación aversiva de la que solamente
será posible escapar llevando a cabo aquella conducta. La orden es una
característica muy común en el adiestramiento militar. Un repertorio
seleccionado de respuestas se pone bajo el control de estímulos verbales
apropiados que pueden entonces ser usados para sincronizar o coordinar la
conducta de los miembros del grupo. El civil manifiesta un repertorio parecido
cuando obedece las señales o el policía de tránsito. Pero, la obediencia al
gobierno es algo más que un repertorio seleccionado. Cualquier conducta
ordenada por el gobierno –de hecho, por las personas que ostentan la
autoridad- es finalmente llevada a cabo dentro del ámbito de la historia verbal
del individuo. El grupo ejerce un control de este tipo en la medida en que el
modo imperativo prevalece en el lenguaje cotidiano. Estableciendo la conducta
obediente, la instancia que controla prepara el terreno para futuras ocasiones
imprevisibles y para las cuales, por tanto, no puede preparar de antemano un
repertorio concreto. Cuando se presenta una situación nueva en la que el
individuo no dispone de ninguna respuesta, se limita, simplemente, a hacer lo
que le dicen.

LA LEY

Un punto importante en el desarrollo de un sistema de gobierno es la


codificación de sus prácticas de control. El estudio de la ley o de la
jurisprudencia se ocupa, generalmente, de los códigos y prácticas de gobiernos
específicos, pasados o presentes. Trata también de ciertas cuestiones con las
que un análisis funcional de la conducta tiene una cierta relación. ¿Qué es la
ley? ¿Qué papel juega una ley en el control gubernamentalmente? Y, de modo

302
especial, ¿qué efecto tiene sobre la conducta del controlado y sobre los
miembros que pertenecen a la misma instancia gubernamental?

Una ley tiene generalmente dos características importantes. En primer


lugar, específica la conducta. Generalmente la conducta no se describe
topográficamente, sino en términos de su efecto sobre los demás –efecto que
constituye el objeto del control gubernamental-. Cuando se dice, por ejemplo,
que alguien ha <<cometido perjurio>>, no se nos dice lo que en realidad ha
dicho. <<Robo>> y <<asalto>> no se refieren a formas específicas de
respuestas. Sólo se mencionan las propiedades de la conducta que son
aversivas para los demás – en el perjuicio, la falta de la correspondencia
habitual entre una respuesta verbal y ciertas circunstancias fácticas, en el robo,
la retirada de refuerzos positivos, y en el asalto, el carácter aversivo del daño
físico. En segundo lugar, una ley específica o implica una consecuencia,
generalmente castigo. De este modo, la ley es una afirmación de una
contingencia de refuerzo mantenida por una instancia gubernamental. La
contingencia puede haber prevalecido como práctica de control antes de ser
codificada en forma de ley, o puede presentar una nueva práctica que se lleva
a efecto el mismo tiempo que la ley. Las leyes son, pues, a la vez,
descripciones de prácticas pasadas y seguridades de que en el futuro van a
producirse prácticas similares. Una ley es una regla de conducta en el sentido
de que específica las consecuencias de ciertas acciones, consecuencias que, a
su vez, <<regulan>> la conducta.

El efecto de la ley sobre la persona que controla

Para mostrar cómo el individuo aprende a vivir de acuerdo con un


código, deberíamos analizar cómo aprende a no mentir, no robar, no asaltar a
los demás, etc. La instancia que gobierna codifica sus prácticas de control y
mantiene las contingencias establecidas para ello, pero raramente intenta
hacer efectivo el código de otro modo. El individuo sólo se encuentra
directamente afectado por una pequeña parte de las contingencias que
prevalecen. Al mismo tiempo que afirma que <<la ignorancia de la ley no exime
de su cumplimiento>>, la instancia gubernamental deja en manos de otros el
condicionamiento real del individuo. Los padres y amigos establecen
contingencias menores que mantienen la conducta dentro de los límites de la
legalidad, y la función gubernamental puede verse también apoyada
activamente por el grupo ético y por las instituciones religiosas y educativas,

La instancia gubernamental intenta justificar, a menudo, su negligencia


en esta parte tan importante del control alegando que éste tiene un efecto
educativo. Se dice que el individuo se ve afectado cuando comprueba que los
demás son castigados. Sin embargo, el efecto del castigo como disuasorio para
aquellos que no son castigados, no es ni simple ni inevitable. Este problema no
es privativo de las contingencias gubernamentales. Un muchacho puede ver

303
como un compañero se cae de un árbol y observar que entonces éste se
comporta de la forma característica en una estimulación aversiva fuerte. A
través de, como mínimo, dos etapas de condicionamiento respondente,
cualquier movimiento posterior por parte del muchacho en dirección a subir a
un árbol generará una estimulación aversiva condicionada y una disminución
en el misma reforzará una conducta rival. Aunque no tenga la misma magnitud,
el proceso es el mismo que cuando es el mismo muchacho quien cae y se hace
daño. La misma estimulación aversiva –producida por árboles y muchachos
que trepan a ellos- explica por qué el niño detiene a otros que intentan subirse
a un árbol y considere <<errónea>> y <<mala>> la conducta de trepar a un
árbol. Del mismo modo, un hombre que ha presenciado una conducta ilegal y el
castigo contingente con ella, tratará de no comportarse de este modo y de
prevenir a los demás. Al hacer esto, presta su apoyo al control gubernamental.
Pero es muy raro el caso del individuo que presencia tanto la conducta como el
castigo de otra persona. El efecto de la contingencia expresada en la ley se
encuentra generalmente mediatizada por procesos verbales complejos que no
podemos analizar aquí. La misma ley es un recurso verbal y la codificación de
las prácticas de gobierno es particularmente eficaz para llevar a cabo estos
procesos intermedios. Un código apoya la conducta verbal que sirve de puente
entre ejemplos de castigo y la conducta de los demás. Con todo, sólo
constituye una pequeña aproximación al reconocimiento de los procesos de
conducta a través de los que suele ejercerse el control gubernamental.

El efecto de la ley sobre la instancia que controla

El gobierno de un grupo numeroso requiere una organización elaborada,


y puede que, mediante la codificación, las prácticas organizativas se hagan
más coherentes y eficaces. El objeto principal de la jurisprudencia consiste en
estudiar cómo los códigos legales afectan a las instancias gubernamentales.
Los procesos de conducta son complejos, aunque no nuevos. Para mantener o
<<dar fuerza>> a las contingencias de control gubernamental, una instancia
debe establecer el hecho de que un individuo se ha portado de modo ilegal e
interpretar un código para determinar el castigo que hay que aplicar. Luego,
tiene que ejecutar dicho castigo. Estos trabajos se encuentran repartidos,
generalmente, entre subdivisiones especiales de la instancia. Las ventajas que
se obtienen cuando el individuo <<no se encuentra bajo el poder del hombre,
sino bajo la ley>>, han sido normalmente obvias y los grandes legisladores
ocupan puestos de honor en la historia de la civilización. Sin embargo, la
codificación no cambia la naturaleza esencial de la acción gubernamental no
remedia todos sus defectos.

INTERPRETACIONES TRADICIONALES

Hasta fechas relativamente recientes era habitual aceptar un tipo de


gobierno y las leyes que lo configuraban, como algo derivado de una autoridad

304
indiscutible y permanente. En la ley divina de la Edad Media, <<legal>> e
<<ilegal>> se consideraban categorías inmutables establecidas por decreto
supremo. Este punto de vista se veía fortalecido por la ausencia de datos
históricos y comparativos relativos a otros gobiernos y usos legales y,
probablemente, se hallaban en cierta forma vigorizado por la misma
codificación de la ley. Pero la consecuencia inevitable era que el análisis de la
conducta humana tenía que ajustarse a un conjunto determinado de prácticas
establecidas. La conducta tenía que ser aceptada, no por lo que se observaba
que era, sino por lo que se decretaba que era. Si existía alguna discrepancia
entre las dos, prevalecería la que estaba de acuerdo con lo decretado.

El punto de vista moderno, sorprendentemente recién, acepta el hecho


de que el gobierno y la ley dependen de las circunstancias de una cultura o
época dadas. Reconoce el hecho de que existe una ley inglesa, francesa,
china, una ley del siglo dieciséis, otra del veinte, etc. El legislador y el jurista
modernos son más susceptibles de interpretar las prácticas legales y de
gobierno en términos de sus efectos corrientes sobre el individuo y el Estado.
Como resultado de este cambio, la observación de la conducta humana ya no
se ve limitada por declaraciones autoritarias, y un estudio científico ya no tiene
la obligación de justificar un determinado conjunto de prácticas. Sin embargo,
existe todavía gran discrepancia entre las concepciones legales y científicas
sobre la conducta humana.

En la tradición que condujo al derecho moderno inglés y americano, se


consideraba al hombre como ente <<responsable>>, que había nacido con, o
había adquirido rápidamente, un <<conocimiento de lo bueno y de lo malo>>.
Se consideraba que era capaz de <<dar razón>> de sus actos, y si violaba la
ley, se consideraba justo que fuera castigado. El castigo se explicaba de modo
distinto según el origen del poder del gobierno. Si el poder partía de la fuerza
de un gobernante o se afirmaba que era de origen divino, una falta se
consideraba como una ofensa contra el Estado. El castigo del que cometía la
falta <<vindicaba>> al Estado. Esta interpretación parece ser una
racionalización de predisposiciones emotivas de los gobernantes para actuar
de modo agresivo contra aquellos que <<perturbaban la paz>> o amenazan de
cualquier modo su poder. Cuando el poder se deriva, al menos en parte, del
gobernado, se decía que el estado actuaba en beneficio del que había sido
más inmediatamente agranado. Su misión era, pues, la de <<arreglar
diferencias>> y el problema penal consistía en adaptar el castigo a la falta. Se
había hecho justicia cuando la estimulación aversiva recibida por el crimen
igualaba a la del mimbro del grupo que había sido agraviado: ojo por ojo, diente
por diente. Esta interpretación parece también estar relacionada con una
tendencia emotiva a tomar venganza.

Otra interpretación del castigo apela a procesos de conducta


constructiva. Se dice que se castiga a un hombre para que, en el futuro, sea

305
menos propenso a comportarse mal y para disuadir a los demás hombres de
llevar a cabo una conducta similar. Es posible que ese efecto no tenga nada
que ver con las predisposiciones emotivas del gobernante o del ciudadano
agraviado. Pero, al mismo tiempo, no coincide demasiado con una concepción
del hombre como ente libre y responsable que conoce lo que es bueno y lo que
es malo. Esta dificultad se manifiesta normalmente en unas teorías penales
irreconciliables. En estos momentos, casi todo el mundo reconoce que el
castigo es ineficaz para conseguir simplemente que la conducta sea menos
probable en el futuro. Para sacar provecho de una mejor comprensión del
proceso, se necesita un cambio de método, pero esto resulta difícil frente a los
puntos de vista tradicionales sobre la naturaleza humana, los cuales
presuponen otro resultado. Sin embargo, podemos exponer más claramente las
prácticas legales y de gobierno, de una forma coherente con los procesos de
conducta implicados en el castigo.

Como vimos en el capítulo VII, la conducta operante está estrechamente


asociada con la <<voluntad>>. Un <<acto deliberado>> llevado a cabo para
obtener <<lo que se desea>> es una operante. La forma tradicional de
describirla no es afortunada porque pone de relieve un hecho futuro que puede
no tener ningún efecto en el presente. Es necesario dotar al individuo de un
<<conocimiento de las consecuencias>> o alguna especie de <<expectación>>
para que sirva de puente entre el pasado y el futuro. Pero siempre nos
encontramos en presencia de una historia anterior de refuerzo y castigo. Las
prácticas del gobierno y de la ley están claramente destinadas a elaborar o
complementar dichas historia y podemos describir completamente en tales
términos al individuo que se encuentra bajo control gubernamental. Las
<<razones>> o <<fundamentos>> para una <<acción que persigue un fin>>
son simplemente algunas de las variables de las cuales la conducta es función.
Otras variables son la <<reflexión>> y el <<deseo>>. Otra, finalmente, es una
historia de castigo. Decir que <<se hace a una persona responsable>> de un
acto, equivale a decir que, generalmente, se la castiga a causa del mismo.

La cuestión de pena de muerte aplicada al asesinato nos proporciona un


ejemplo de la necesidad de un cambio de interpretación. Existen pocas dudas
de que le muerte constituye un sistema eficaz para reducir la probabilidad de la
respuesta, pero si la pena capital es solamente una forma de librar a la
sociedad de un individuo peligros, representa sólo una ventaja económica
frente a la cadena perpetua, que podría preferirse por otras razones. Si la
ejecución de un criminal es un disuasivo para otras personas podría
averiguarse mediante las técnicas de que se dispone. Frecuentemente se ha
señalado que cuando se ahorcaban públicamente a los rateros, la multitud
reunida para presenciar las ejecuciones era corrientemente expoliada por otros
rateros, a pesar de que es difícil pensar en unas circunstancias en las que la
pena capital pudiera ser un disuasivo más eficaz. Cualquier decisión

306
concerniente a la pena de muerte parece ser de tipo práctico, implicando una
ponderación, ventajas e inconvenientes para la sociedad. Pero si se decide
eliminar la pena capital pueden oponerse a dicha decisión aquellos para
quienes el castigo es una forma de retribución y que pueden argüir que para
<<igualar diferencias>> o <<maximizar la justicia>> hay que dar muerte a quien
ha matado.

Se plantea un problema similar en otras formas del castigo. ¿Es la cárcel


una forma de estimulación aversiva o una oportunidad para reeducar al
individuo? El hecho de fijar por adelantado un determinado período de
permanencia en la cárcel presupone la primera alternativa, puesto que el
tiempo necesario para la reeducación no se encuentra necesariamente
relacionado de forma tan estrecha con la naturaleza de un delito o con su
magnitud. Cualquier intento de adoptar prácticas que presupongan la otra
alternativa puede encontrarse con la oposición de aquellos para quienes el
castigo es una forma de venganza.

La misma etapa transitoria resulta evidente en otras discusiones acerca


de la responsabilidad. Generalmente, un asesino considerado loco no es
condenado a la última pena, sino que simplemente se le encarcela para
prevenir una conducta delictiva posterior. El punto de vista tradicional es que,
puesto que no es <<responsable>>, no es <<justo>> que se le mate. Pero la
misma práctica puede defenderse de modo más coherente en términos de
controlabilidad. No podemos disuadir a los locos ni corregir su conducta porque
por definición se hallan fuera de control. La limitación física es la única técnica
de que se dispone y puede ser adoptada abiertamente por esta razón. Grados
menores de <<irresponsabilidad>> demuestran, cuando son sometidos a
análisis, ser meramente grados menores de <<incontrolabilidad>>. Cuando
puede demostrarse, por medio de testimonios adecuados, que un hombre es
incapaz de cambiar de conducta como resultado de un castigo legal repetido,
se le encarcela de modo permanente. Generalmente no consideramos esto
como una pena merecida, pero se aplica porque han fracasado otras técnicas
de gobierno. Algunas veces la psicoterapia se considera más apropiada que el
castigo legal.

Se reconoce que incluso la responsabilidad del ciudadano normal o


legalmente sano tiene ciertos límites. Nos encontramos otra vez con el
problema de la eficacia del control gubernamental. La conducta ilegal a veces
no es castigada, o lo es menos severamente, porque ha sido cometida <<en un
arrebato de pasión>> obedeciendo a un <<impulso irresistible>> o <<bajo
circunstancias atenuantes>>. Según el punto de vista tradicional, no se
considera al individuo responsable de sus acciones en tales circunstancias.
Podría decirse, con mayor simplicidad, que ciertas técnicas de control
gubernamental son consideradas ineficaces cuando compiten con intensas
variables emotivas y motivacionales. No tiene ningún objeto intentar aplicar un

307
control gubernamental que no sea la cárcel, a la conducta a que conduce estas
variables. Cuando no es probable que tales circunstancias ocurran con
frecuencia, se permite que el individuo permanezca en libertad. Por otra parte,
una filosofía de la retribución seguiría exigiendo que se hiciera justicia.

OTROS TIPOS DE CONTROL GUBERNAMENTAL

No es solamente el peso de la tradición el responsable de las actuales


incongruencias en nuestras filosofías del gobierno y del derecho. Hace tiempo
que se conoce la debilidad del castigo como técnica de control Pero
desgraciadamente y una mejor comprensión de la conducta humana. El control
ético por parte del grupo se ha distanciado muy poco de las técnicas
coercitivas, en las que el individuo se ver forzado a comportarse de acuerdo
con los intereses de los demás, para aceptar otras técnicas en las que lo
<<bueno>> sea más importante que lo <<malo>>. Como veremos en seguida,
las instancias religiosas han evolucionado también muy lentamente desde un
gran énfasis en los castigos del infierno y la ira de los dioses celosos hasta los
atractivos del cielo o las satisfacciones presentes que proporcionan una vida
honrada. Dado que las instancias gubernamentales han sido particularmente
aficionadas al uso del castigo, el cambio hacia otras formas de control ha sido
particularmente lento.

Sin embargo, los gobiernos modernos tienen poder para utilizar otras
técnicas y para hacerlo de modo muy amplio. Si se acumula riqueza – por
ejemplo, mediante los impuestos- entonces se puede disponer del control
económico (capítulo XXV). Se utiliza este control como refuerzo positivo, en
forma de subsidios y bonificaciones. Así se induce al ciudadano a actuar de
forma legal más que a disuadirlo de actuar ilegalmente. Aunque teóricamente
es posible controlar la producción agrícola a través del castigo, declarando
ilegal el cultivo de ciertos productos, un gobierno que tenga suficiente poder
económico consigue los mismos efectos a través del refuerzo positivo,
concediendo subsidios. Puede utilizarse también el control educativo de la
conducta legal. Aunque en teoría es posible inducir, mediante la coerción, a un
soldado a que luche –disponiendo las cosas de manera que si no lucha se le
castigue más severamente que no lo sería en la guerra- un gobierno moderno
es probable que prefiera generar una tendencia a luchar, a través de técnicas
educativas. Se pueden preparar variables en los campos del condicionamiento
respondente, la motivación y la emoción, para incrementar una disposición a
luchar. Estas prácticas conducen finalmente a una conducta mucho más eficaz
que la coerción. Desgraciadamente, las técnicas educativas en el campo del
gobierno se encuentran ejemplificadas de forma visible por la propaganda, en
la que manipulan variables, con una intención solapada o encubierta, de una
manera que, frecuentemente, resulte aversiva para mucha gente. Sin embargo,
la educación puede ser eficaz aun cuando el resultado se haya indicado
claramente.

308
Se dispone de otras técnicas similares para prevenir la conducta ilegal,
pero los procesos son más complicados y no han sido aún bien explorados. Se
ha empezado con las faltas leves. Generalmente, se induce a los conductores
a obedecer las señales de tráfico mediante un proceso conocido. Un
determinado porcentaje de aquellos que no se detienen ante las señales de
<<stop>>, por ejemplo, son castigados. Otro procedimiento que se ha intentado
con éxito consiste en alabar o reforzar de cualquier otro modo a los
conductores que obedecen las señales. Esta no es, desde luego, una técnica
adecuada para todos los conductores, pero tiene un efecto moderado sobre
muchos que, de otro modo, podrían ser sólo parcialmente controlados por las
señales de tráfico. Los programas educativos que muestran las contingencias
entre conducir temerariamente y sus consecuencias –resultar herido o muerto-
deberían, a la larga, ser más eficaces que un programa basado en arrestos y
multas.

Cuando una instancia gubernamental recurre a técnicas auxiliares que


no están basadas en el castigo, cae en desuso el concepto del hombre como
<<ente responsable>>. Esto constituye una prueba adicional de que este
concepto sirve tan sólo para racionalizar el uso del castigo como técnica de
control.

AUTOCONTROL DE LAS INSTANCIAS GUBERNAMENTALES

El gobierno y los gobernadores componen un sistema social en el


sentido visto en el capítulo XIX. Las cuestiones que acaban de plantearse se
refieren al intercambio recíproco entre los participantes. El gobierno manipula
variables que alteran la conducta del gobernado y se define en términos del
poder de que dispone para hacerlo. El cambio en la conducta del gobernado
proporciona al gobierno un refuerzo de retorno que explica la continuidad de su
función. Un sistema dado puede ser tan simple como un hombre fuerte
apoderándose de la propiedad de los miembros más débiles del grupo, o tan
complejo como un moderno sistema de gobierno que emprende un programa
educativo que generará el potencial humano adiestrado que necesita.

Este sistema es inestable de forma inherente, en el sentido explicado en


el capítulo XIX, puesto que el poder de la instancia se incrementa en cada
intercambio. De hecho, el crecimiento del poder se va acelerando a medida que
el control se hace más y más eficaz. Permaneciendo iguales a otros factores,
los gobiernos se hacen más fuertes gobernando. Cuando un hombre fuerte
obliga, en su propio provecho, a que otros se dejen controlar, aumenta su
poder total. Cuando un gobierno utiliza la fuerza para conseguir riqueza puede
entonces ejercer también un control económico.

Sin embargo, el proceso no puede continuar de modo indefinido. Surge


un límite dentro del mismo sistema que consiste simplemente en el
agotamiento de los recursos del gobernado. Esto queda ejemplificado
309
claramente en el fracaso final de la explotación tiránica de un pueblo. El control
excesivo genera también conducta por parte del controlado en forma de
evasión, revuelta o resistencia pasiva, como veremos en el capítulo XXIV.
También pueden imponerse otros límites desde el exterior del sistema a través
de la lucha con otras instancias que aspiran a adquirir el control.

La codificación de las prácticas de control estabiliza frecuentemente el


sistema. Al explicitar una contingencia ente la conducta y el castigo, por
ejemplo, una ley impone una restricción a la instancia que gobierna. El sistema
social de gobierno y gobernado no puede deteriorarse de forma apreciable a no
ser que cambie de ley. Un contracontrol más explícito se halla representado por
una constitución en la que un gobierno que recibe su poder del consentimiento
de los gobernados está sujeto a utilizarlo dentro de unos límites determinados.
Una constitución puede especificar la composición de una instancia de
gobierno, los cauces a través de los que ésta recibe su poder y los
procedimientos de acuerdo con los que tienen que dictarse y hacerse observar
las leyes. Con todas estas especificaciones del sistema intenta impedir el
deterioro que sobrevendría a través de un intercambio asimétrico. Una nación
que ha sido completamente derrotada por sus vencedores y ninguna
constitución específica los límites de este poder. En lo que concierne al poder
inmediato, no hay nada que pueda prevenir contra el asesinato en masa de
toda la población, y la Historia nos proporciona muchos ejemplos de ello. Pero
incluso cuando el poder gubernamental no deriva del consentimiento del
gobernado, se reconoce ahora que el gobierno no sale fortalecido de una
explotación excesiva de un pueblo. El asesinato en masa no es,
evidentemente, un modo eficaz de utilizar los recursos humanos del país
conquistado. La práctica también genera medidas extremas de contracontrol
por parte de otros países que corren el peligro de controlar a sus propios
ciudadanos.

En el capítulo XXIV, consideraremos otros subproductos indeseables del


control excesivo.

JUSTIFICACION DE LAS PRACTICAS GUBERNAMENTALES

Tradicionalmente se ha valorado a los gobiernos según lo que han


hecho para desarrollar determinados principios. Hemos visto que uno de ellos –
la justicia- se adecua a la más limitada definición de gobierno como <<poder de
castigar>>. El castigo es administrado con justicia, y de un gobierno que
consigue tener éxito en equilibrar las consecuencias aversivas se dice que
<<maximiza la justicia>>. Nuestro apoyo práctico a un gobierno de este tipo
puede que no se deba, sin embargo, a ningún principio como éste, sino al
hecho de que un gobierno justo, en comparación con otros gobiernos, es más
probable que refuerce la conducta de apoyarlo.

310
Otro principio que suele alegarse es el de libertad. Se dice que el mejor
gobierno es el que menos gobierna. Sin embargo, la libertad maximizada por
un buen gobierno no es la misma libertad que estudia una ciencia de la
conducta. Bajo un gobierno que controla a través del refuerzo positivo, el
ciudadano se siente libre, aunque no por ello esté menos controlado. Sentirse
libre de las injerencias del gobierno equivale a verse libre de consecuencias
aversivas. Escogemos una forma de gobierno que maximiza la libertad por una
razón muy simple: los hechos aversivos son aversivos. Un gobierno que hace
el menor uso posible de su poder de castigar es más susceptible de reforzar
nuestra conducta de apoyarlo.

Otro principio que está de moda es la seguridad. La seguridad contra el


control aversivo gubernamental proporciona el mismo resultado que la libertad.
Lo mismo ocurre con la seguridad frente a la miseria, que significa seguridad
ante hechos aversivos que no son preparados de modo específico por la
institución gobernante – como el hambre, el frío, o la pobreza en general-,
especialmente durante la enfermedad o la vejez. Un gobierno aumenta la
seguridad disponiendo un medio ambiente en el que no ocurran muchas
consecuencias aversivas positivas y en el que se eviten los estados de
privación. Un gobierno de este tipo refuerza naturalmente la conducta de
apoyarlo.

El <<derecho>> de un gobernante era un antiguo recurso para explicar


su poder de gobernar. <<Derechos humanos>> tales como la justicia, la
libertad, y la seguridad son recursos para explicar el control ejercido por el
gobernado. Un hombre tiene sus derechos en la medida que la instancia que
gobierna tiene unos límites en su poder para controlarlo. Afirma estos
derechos junto con otros ciudadanos cuando se resiste al control. Los
<<derechos humanos>> son formas de representar ciertos efectos de las
prácticas de gobierno, efectos que son, en general, positivamente reforzantes y
que, por tanto, se consideran buenos. <<Justificar>> un gobierno en tales
términos es sencillamente una forma indirecta de hacer patente el efecto del
gobierno al reforzar la conducta del grupo que lo sustenta.

Se cree comúnmente que la justicia, la libertad, la seguridad, etc., se


refieren a ciertas consecuencias más remotas según las cuales puede
valorarse una forma de gobierno. Volveremos sobre este punto en la sección
VI, donde veremos que se necesita un principio adicional para explicar por qué
se escogen estos principios como base de valoración.

311
XXIII. Religión

No existe ninguna razón para sentirnos inquietos por el hecho de que la


técnica fundamental mediante la cual un gobierno eficiente <<mantiene la
paz>> puede justificarse, en circunstancias mucho menos admirables, por el
uso que hace un matón o un gangster de su poder de castigar. No es la técnica
de control, sino su efecto final sobre el grupo lo que nos lleva a aprobar o
reprobar cualquier práctica. Existe también una discrepancia semejante entre
los distintos usos que pueden hacerse de la técnica básica del control religioso.
No puede entenderse claramente el lugar que ocupa la religión en la vida
moderna, sin considerar ciertos procesos que se utilizan fuera del campo de la
religión y que son adecuados para propósitos muy distintos.

Generalmente, términos tales como <<superstición>> y <<magia>> son


aversivos porque son comúnmente asociados con una explotación con fines
egoístas o con una conducta eficaz o poco organizada. Sin embargo, no existe
ninguna distinción absoluta entre una respuesta supersticiosa y una no
supersticiosa. En el condicionamiento respondiente vimos que una sola
asociación de estímulos podía originar un reflejo condicional. Un estímulo
neutro que se ha limitado meramente a acompañar a un acontecimiento que
inspira miedo, puede ser otro suscitar una respuesta emotiva y el efecto puede
persistir durante largo tiempo a pesar de que existan repetidas presentaciones
del estímulo neutro solo. En la conducta operante, un solo caso de una
respuesta que va seguida por un hecho reforzante puede ser fortalecedor, y el
efecto puede persistir durante largo tiempo aun cando nunca se vuelva a
producir la misma consecuencia. La conducta verbal es particularmente
susceptible de mostrar esta especie de <<magia>>, debido a la falta de
conexión mecánica entre respuesta y refuerzo. El niño adquiere un repertorio
verbal elaborado que produce determinados efectos. A través del proceso de
inducción muestra también unas respuestas verbales que no pueden tener más
que un ocasional efecto <<accidental>>. Después de haber visto que la gente
se detenía cuando se lo ordenaban. El niño gritará <<Detente>> a una pelota
que se le escapa. Aunque podamos probar que esta respuesta no tiene ningún
efecto sobre la pelota, entre dentro de las características del proceso de
conducta el que, a pesar de todo, la respuesta adquiera intensidad. Como ya
hemos visto, la tendencia a comportarse de modo supersticioso se incrementa

312
necesariamente, a medad que el individuo se ve afectado más sensiblemente
por contingencias únicas. Entre la contingencia que se observa sólo una vez en
la vida del individuo y la que se observa siempre, existe un continuum que no
podemos interrumpir de modo brusco en un punto cualquiera para distinguir
entre <<superstición>> y <<hecho>>.

Se da un prototipo de control religioso cuando unas contingencias raras


o accidentales se utilizan para controlar la conducta de los demás. Por ejemplo,
podemos <<condenar>> a alguien a causa de un hecho desafortunado, que no
es, en realidad, el resultado de su conducta, aunque se diera una relación
temporal que permita asegurar la existencia de una contingencia. <<Si no
hubieras perdido el tiempo de este modo, habríamos podido empezar antes y
no hubiera ocurrido el accidente. >> Nuestras censuras tienen por misión
alterar la conducta futura de alguien – disminuir la probabilidad de que vuelva a
perder el tiempo- y lo hacemos convirtiendo un hecho marginal en una eficaz
consecuencia de castigo a través de ciertos procesos verbales. Utilizamos el
hecho como un castigo, aunque, en realidad, no hemos preparado la
contingencia. De ahí a pretender que se posee habilidad suficiente para
preparar dicha contingencia sólo existe un paso. Éste es el principio
fundamental de la brujería. A menos que el controlado se comporte de acuerdo
con las órdenes que se le dan, quien le controla puede atraer sobre él la
desgracia. Esta amenaza puede ser tan poderosa como la aplicación de un
castigo físico comparable.

Afectamos también la conducta de los demás utilizando consecuencias


accidentales reforzantes de tipo positivo. <<Ves, si no hubieras seguido mi
consejo, te habrías perdido esta agradable sorpresa. >> De esto a pretender
que se es capaz de proporcionar refuerzos positivos futuros existe sólo un
paso- ser capaz de <<traer buena suerte>>-. Esta pretensión puede utilizarse
para inducir a otra persona a otorgar favores, a dar dinero, etc. De este modo,
para vender un falso dispositivo para localizar agua subterránea, solamente es
necesario afirmar que utilizando dicho dispositivo el pocero se verá reforzado
por el descubrimiento de agua. Los amuletos de la buena suerte tienen un valor
económico cuando se convence al comprador de su poder para proporcionar
refuerzos positivos.

Quizás exista una gran distancia entre estas prácticas egoístas y las de
la instancia religiosa organizada, pero parece que pueden observarse las
mismas técnicas. El control que define a la instancia religiosa, en el sentido
más estricto posible, deriva de una pretendida conexión con lo sobrenatural, a
través de la cual la instancia prepara o altera determinadas contingencias que
implican fortuna o desgracia en el futuro inmediato o salvación o condenación
eterna en la otra vida. Una instancia de control de este tipo está construida por
aquellas personas que afirman poseer poder para intervenir de modo
sobrenatural. La instancia puede consistir en un solo individuo, como el médico

313
de una tribu, que recurre a demostraciones mágicas para probar su poder de
traer fortuna o desgracia, o en una iglesia bien organizada, con pruebas
documentales que indican que el poder de intervenir en la organización don
contingencias reforzantes le ha sido conferido por una autoridad sobrenatural.
Lo que ahora nos interesa no es ni la estructura real de la instancia ni las
técnicas internas de control que la convierten en un instrumento efectivo, sino
las prácticas a través de las cuales controla a los miembros del grupo.

TECNICAS DE CONTROL RELIGIOSO

La técnica más importante consiste en una ampliación del control de


grupo y gubernamental. La conducta se clasifica no solamente como
<<buena>> y <<mala>> o <<legal>> o <<ilegal>>, sino como <<moral>> e
<<inmoral>> o <<virtuosa>> y <<pecadora>>. Y se la refuerza o castiga de
acuerdo con ello. Las descripciones tradicionales del cielo y del infierno son un
compendio del refuerzo positivo y negativo. Las características varían de una
cultura a otra, pero casi siempre se ha utilizado algún refuerzo positivo o
negativo. Las características varían de una cultura a otra, pero casi siempre se
ha utilizado algún refuerzo positivo o negativo bien conocido. Por ejemplo, para
un pueblo primitivo cuya base de subsistencia es la caza y la pesca, el cielo es
un terreno de caza maravilloso. Para un pueblo que vive en la miseria y cuya
mayor preocupación es dónde se alimentará la próxima vez, el cielo es un lugar
en el que suministraran siempre alimentos. Para el desgraciado, consiste en
verse libre de pena y dolor, o en reunirse con los amigos y seres queridos. Por
el contrario, el infierno es un conjunto de estímulos aversivos que a menudo ha
sido descrito con gran imaginación. Por ejemplo, en el infierno de Dante
encontramos la mayoría de los refuerzos negativos característicos de
ambientes sociales y no sociales. Solo se encuentra a faltar el shock eléctrico
del laboratorio de psicología.

Los refuerzos que se describen tanto del cielo como del infierno son
mucho más poderosos que aquellos en los que se basan lo <<bueno>> y lo
<<malo>> del grupo ético o lo <<legal>> e <<ilegal>> del control
gubernamental, pero esta ventaja se encuentra compensada hasta cierto punto
por el hecho de que, en realidad, no ocurre durante la vida del individuo. El
poder conseguirlo por la instancia religiosa depende de la eficacia con que se
haya condicionado determinados refuerzos verbales – particularmente, la
amenaza del infierno y la promesa del cielo-. La educación religiosa contribuye
a este poder, asociando estos términos con varios refuerzos condicionados e
incondicionados, que son esencialmente los mismos de que disponen el grupo
ético y las instancias gubernamentales. La relación entre las instancias y el
comunicante, o entre Dios y el hombre, se hace a menudo más eficaz
comparándola con una relación mundana familiar como, por ejemplo, entre
padre e hijo, entre el rey y sus súbditos o entre un jefe militar y su soldados;

314
nos encontramos de nuevo con que las contingencias reforzantes primarias no
difieren mucho de las que se utilizan en el control gubernamental y ético.

En la práctica real, una amenaza de privar del cielo o de confinar en el


infierno se hace contingente respecto a una conducta pecaminosa, mientras
que la conducta virtuosa trae consigo la promesa del cielo particularmente
poderosa. La instancia castiga la conducta pecaminosa de tal modo que
automáticamente genera una situación aversiva que el individuo describe como
<<sensación de pecado>>. La instancia proporciona luego la posibilidad de
evadirse de esta situación aversiva mediante la expiación o la absolución y de
este modo puede proporcionar un poderoso refuerzo a la conducta piadosa.
Desde luego encontramos otras técnicas en el control religioso. En la medida
en que la instancia controla otras variables, puede utilizar otros procesos.
Puede conseguirse riqueza y operar finalmente mediante el control económico
(capítulo XXV). Puede formar y ayudar a maestros para lograr el control
educativo (capítulo XXVI). Puede utilizar técnicas éticas o gubernamentales,
como complemento de las que caen dentro de su propio dominio (capítulos XXI
y XXII). Es especialmente probable que esto suceda cuando sus prácticas de
control coincidan con las del grupo como un todo. En resumen, la instancia que
posea el poder necesario, tiene a su disposición todas las técnicas descritas
como autocontrol en el capítulo XV y como control personal en el capítulo XX.

El uso de la coerción física por parte de una instancia religiosa puede


ejemplificarse por un encarcelamiento real, tal como el que sufren las mujeres
en los países musulmanes tradicionales. Se manipulan condiciones
ambientales relevantes cuando los estímulos que provocan o facilitan la
ocasión para una conducta pecaminosa son debilitados o suprimidos o cuando
se ponen de relieve los que provocan o sirven de ocasión para la conducta
virtuosa. Se sigue esta pauta cuando se sugieren regímenes alimenticios
simples, vestidos poco seductores, contacto personal limitado y otras
características de la vida conventual o recatada. Las instancias religiosas
favorecen la censura en el cine, teatro y libros, y la promulgación de leyes que
regulen la modestia en el vestido, la prohibición de la venta de bebidas
alcohólicas, etc., porque estas medidas disminuyen las ocasiones para una
conducta pecaminosa. La privación y la saciedad son también manipuladas.
San Pablo defendía el matrimonio como una medida que reduce la conducta
licenciosa, y con este mismo objetivo pueden seguirse períodos de ayuno o
ejercicio físico. Son comunes las técnicas rituales que afectan la fisiología del
organismo – por ejemplo, en el hinduismo-. Algunas religiones recomiendan
formas de conducta sustitutivas para disminuir la tendencia sexual u otras
tendencias; esta práctica se basa en la saciedad trasferida, tratada en el
capítulo IX. El condicionamiento respondente es importante porque la emoción
suele ser un importante medio de control religioso. El arte, la música y el teatro
religioso generan respuestas emotivas describiendo los mártires que sufren, los

315
tormentos de los condenados, las tiernas emociones de la familia, etc. Estas
respuestas son transferidas a estímulos, verbales o no, que más tarde son
utilizados por la instancia con fines de control. Algunas instancias religiosas
recurren al uso de drogas, sea para inducir circunstancias emotivas o
motivaciones adecuadas, sea para producir efectos que parecen apoyar la
existencia de una conexión sobrenatural.

Otros tipos de instancias religiosas

Muchas instancias religiosas no pretenden tener la capacidad de


intervenir para dispones refuerzos. La instancia puede aceptar la existencia de
hechos sobrenaturales reforzantes –por ejemplo, el cielo y el infierno-, pero
puede indicar que sólo es capaz de prescribir una línea de acción con respecto
a la cual dichos hechos son contingentes. Se dice que el hecho de alcanzar el
cielo o el infierno depende sólo de la conducta del individuo. La instancia
controla al fiel, no manipulado contingencias, reales o supuestas, sean más
efectivas. Estas técnicas se parecen entonces a las del asesor (capítulo XIV) o
del maestro (capítulo XXVI). Una instancia de este tipo se compone de aquellos
que pretenden conocer tal forma de vida y de los que utilizan dicha pretensión
con fines de control.

Existen todavía otras instancias religiosas que no recurren a hechos


sobrenaturales. Sus técnicas pueden distinguirse difícilmente de las del grupo
ético. La instancia se limita meramente a apoyar el control ético alentando la
buena conducta y desalentando la mala. Funciona como un asesor o un
maestro al mostrar ciertas contingencias entre la <<buena>> o <<mala>>
conducta y sus consecuencias naturales. Se establece una forma de vida que
<<lleva consigo su propia recompensa>>. A menudo, resulta difícil determinar
si se pertenece o no a este tipo de instancia.

LA CONDUCTA CONTROLADA POR LA INSTANCIA RELIGIOSA

La conducta que se halla bajo control religioso depende del tipo de


instancia. Para el médico de la tribu, que utiliza la magia para su propio
engrandecimiento, la conducta <<piadosa>> es simplemente cualquiera que lo
refuerce. Por otra parte, la instancia religiosa bien desarrollada, que deriva la
mayor parte de su poder del grupo, puede controlar ampliamente de acuerdo
con las prácticas de grupo. Actúa de acuerdo con el control ético al intentar
eliminar el egoísmo, conducta primariamente reforzada y fortalecer la conducta
que redunda en provecho de los demás. Sin embargo, su control es
generalmente mucho más estricto que el ejercido por el grupo. En el control
ético se manipula variables debido a la existencia de alguna amenaza corriente
al bienestar de uno de los miembros del grupo, pero la instancia religiosa
mantiene sus prácticas de acuerdo con criterios más constantes de conducta
virtuosa y pecaminosa. Así como el hecho de comer y beber pueden ser
restringidos por un refuerzo ético sólo cuando representan una desventaja
316
momentánea para los demás, el control religioso puede establecer unos límites
mucho más estrechos, clasificando la gula como pecado capital y la templanza
como virtud cardinal. Mientras la conducta sexual es controlada por el grupo,
sobre todo en ciertas situaciones competitivas, la organización religiosa puede
favorecer la castidad y el celibato como un programa general y tolerar la
conducta sexual, aun dentro del matrimonio, solo con fines de procreación. La
conducta adquisitiva o posesivo que solo exige una retribución al grupo en una
situación competitiva y que, por lo demás, es considerada como buena, puede
ser totalmente suprimida, independientemente de las circunstancias, por la
instancia religiosa que exige voto de pobreza o recomienda al fiel que no se
sienta atado a los bienes terrenales. La conducta jactanciosa del fariseo, que
sólo encuentra una censura moderada por parte del grupo, es eliminada en
favor de la humildad y la modestia. El punto extremo de esta forma de control
religioso puede observarse en la supresión de la conducta de auto
preservación, propia de las filosofías pacifistas, en los actos de martirio o de
mortificación de la carne. Por el contrario, se fomenta la conducta que beneficia
a los demás. Se estimula el amor o la caridad como una disposición a favorecer
a los demás y se recuerda al fiel que debe velar por su prójimo y dar todo lo
que tiene a los pobres.

La instancia religiosa establece generalmente un repertorio de


obediencia para utilizarlo en el futuro, y puede también elaborar un autocontrol
sumamente poderoso para garantizar que la conducta siga controlada en
ausencia de la instancia religiosa. Esta última es una de las consecuencias del
énfasis puesto sobre el castigo. Debido al hecho de que su control es, con
frecuencia, más poderoso que el del grupo, la conciencia religiosa o superego,
a menudo, habla con voz más fuerte que la ética. Se recomiendan, a veces,
medidas extremas de autocoerción. El individuo puede imponerse a sí mismo
rígidas dietas, entrar en período de ayuno, llevar a cabo ciertos ejercicios,
adaptar ciertas posturas o tomar ciertas drogas – todo ello para lograr un
cambio en sus predisposiciones a actuar de modo virtuoso o pecaminoso-. Es
muy común el autocontrol mediante la manipulación de estímulos. La
<<tentación>> (personificada a menudo en la literatura religiosa como Satán)
abarca los estímulos que conducen a la conducta pecaminosa. <<La lucha con
el diablo>> parece describir el conflicto entre las respuestas controladas y las
que ejercen control, del que ya hablamos en el capítulo XV.

EXPLICACION DE LA INSTANCIA

Las relaciones que ejercen control, las cuales mantienen la instancia


religiosa como una unidad efectiva, no explican la forma básica de control ni
explicarían la instancia que sólo tiene un miembro. Para explicar la existencia y
mantenimiento de las instancia como un todo debemos recurrir a las variables
externas. Si la instancia sirve al grupo ampliando el control ético, la instancia
puede ser explicada a través del apoyo que el grupo le concede. El agente

317
religioso puede ser subvencionado económicamente por el grupo, puede estar
dispuesto a controlar, porque el grupo le considera <<correcto>>, o puede
verse obligado a trabajar para la instancia porque cualquier otro camino de
acción sería castigado como <<equivocado>>.

Existe otra posible interpretación de la conducta de algunos agentes


religiosos. Cuando se ha condicionado a un individuo mediante prácticas éticas
y religiosas a <<evitar la tentación>> - a eliminar estímulos que de otro modo le
llevarían a una conducta incorrecta o pecaminosa-, sus esfuerzos pueden ser
tan amplios que afecten también a otras personas. Freud llamó a este resultado
<<formación reactiva>>. Si la conducta del individuo a este respecto se parece
al control religioso, puede simplemente adherirse a la instancia. Se halla
reforzado para servir como agente religioso debido al efecto sobre su propia
conducta. Si el control económico o coactivo tiene para él poca importancia, su
celo puede ser particularmente notable. Puesto que esta explicación presupone
que el mismo agente religioso tiene unas probabilidades especialmente
elevadas de llevar a cabo una conducta pecaminosa, se le ofrece generalmente
resistencia.

CONTRACONTROL

Una instancia opera siempre dentro de ciertos límites. La instancia


religiosa puede entrar en conflicto con otras instancias religiosas que intenten
controlar a las mismas personas o con instancias gubernamentales que
desarrollen programas de control distintos. Las instancias económicas y
educativas se oponen a menudo al control religioso, y también lo hace la
psicoterapia, como veremos en el capítulo XXIV.

Existe otro límite de tipo interno. Este depende de la medida en que el


controlado se somete a control. La reivindicación de una mediación
sobrenatural suministra una técnica poderosa. Las instancias religiosas, como
todas las que consideramos, han utilizado a veces su poder para obtener
beneficios personales o para la institución –fundando organizaciones
fácilmente, etc.-.De vez en cuando, esto ha dado lugar a medidas de
contracontrol que han restringido su influencia. La persona controlada mediante
la religión, puede, simplemente, abandonar la esfera de control de la instancia,
puede poner en tela de juicio la realidad de las pretendidas contingencias,
puede atacar a la instancia, estableciendo otra instancia rival, etc.

JUSTIFICACION DEL CONTROL RELIGIOSO

La justificación de la práctica religiosa constituye una parte importante de


la teología. Puede recomendarse una práctica determinada porque maximiza
conceptos tales como la salvación o la gloria de Dios. Justificaciones de este
tipo se hallan, probablemente, fuera del dominio de la ciencia. Un análisis de
las técnicas nos permite describir la conducta del controlador y del controlado

318
sin suscitar el problema de cualquier efecto último de este tipo. Cuando una
práctica religiosa no recurre a hechos sobrenaturales, su justificación
tradicional se parece a la del control ético; una práctica religiosa recibe apoyo
porque maximiza piedad o virtud. Estos conceptos tienen, en el campo
religioso, una función similar al del mayor bien para el mayor número en el
campo de la ética, y al de libertad o justicia en el del gobierno. Son principios a
los que apelamos para escoger o proponer una práctica determinada. En la
sección VI trataremos de estudiar si una ciencia de la conducta nos
proporciona alguna base para explicar porque escogemos o proponemos
principios de este tipo.

319
XXIV. Psicoterapia

ALGUNOS SUBPRODUCTOS DEL CONTROL

El control ejercido por el grupo o por cualquier instancia religiosa o


gubernamental, así como por padres, empresarios, asociados, etc., restringe el
egoísmo, conducta del individuo primariamente reforzada. Se ejerce
precisamente por esta razón. Sin embargo, ciertos subproductos que se
obtienen no representan una ventaja para el que controla y son, a menudo,
perjudiciales tanto para el individuo como para el grupo. Es muy probable que
se den cuando el control es excesivo o falto de coherencia.

Evasión

El individuo puede simplemente escapar del que le controla. El ermitaño


se evade del control del grupo ético, separándose físicamente de él, del mismo
modo que el mundo que el muchacho se escapa de casa; aunque el control
puede encontrarse <<apartado>> sin estar en realidad separado. La
incredulidad y la defección, la huida, renunciar a la ciudadanía y escapar de la
cárcel lo son del control gubernamental.

Rebelión

En individuo puede contraatacar al agente que le controla. Puede


responder a las críticas por parte del grupo criticando, a su vez a éste; el liberal
acusa al grupo de reaccionario, el libertino de mojigato. El vandalismo es un
ejemplo más concreto de contra agresión –contra el grupo como un todo o
contra un subgrupo específico, como en caso de destrucción premeditada de
una propiedad-. La rebelión religiosa puede dirigirse contra instancia específica,
como en la forma protestante, o contra el sistema teológico que se utiliza para
controlar, como en el caso del ateísmo. La rebelión contra el control
gubernamental se ejemplifica, no sólo por la revolución de tipo político, sino
también, cuando la estructura del grupo lo permite, por la impugnación o el voto
de censura.

Resistencia pasiva

Otro resultado, más difícil de describir, consiste simplemente en no


comportarse de acuerdo con las prácticas de control. Esto suele ocurrir cuando
320
el individuo ha fracasado en sus esfuerzos por escapar o rebelarse. Esta es la
conducta de la mula que no responde a la par o rebelarse. Esta es la conducta
de la mula que no responde a la estimulación aversiva del látigo. El niño que no
consigue escapar o rebelarse contra el control de los padres, se convierte
simplemente en testarudo. El empleado, incapaz de evadirse (dejando el
empleo) o de rebelarse mediante el vandalismo u otros actos de violencia,
disminuye el rendimiento en el trabajo o va a la huelga. La desobediencia civil
de Thoreau, practicada quizá de modo, más notable por Gandhi, representa la
misma reacción contra el control gubernamental.

Generalmente, la instancia que controla se enfrenta con estos


subproductos mediante la intensificación de sus prácticas. Se captura al que se
escapa y se le confina de un modo más seguro. Se sofoca la rebelión y se
fusila al revolucionario. Se excomulga al apóstata. Se prende fuego bajo la
mula y se mete Thoreau en la cárcel. La instancia también puede hacer frente
al problema preparando de antemano al individuo para que controle sus
propias tendencias a evadirse, rebelarse o ir a la huelga. Clasifica estos tipos
de conducta como equivocada, ilegal o pecaminosa, y los castiga de acuerdo
con ello. Como resultado de esto, cualquier tendencia por parte del individuo a
evadirse, rebelarse o declararse en huelga genera una autoestimulación
aversiva. Pero, a la larga, el problema no puede resolverse de este modo. La
intensificación del control puede simplemente multiplica las dificultades. La
limitación física o la muerte pueden, efectivamente eliminar la conducta, pero el
individuo deja de ser útil para el grupo. La coerción fracasa cuando se trata de
controlar la conducta interna a través de la que el individuo puede escapar o
rebelarse. Tampoco puede controlar muchos tipos de reacciones emotivas. Las
técnicas pensadas para generar un autocontrol adicional de la conducta
emotiva son, tal como hemos visto, especialmente inadecuadas.

Los subgrupos del control que incapacitan al individuo o resultan


peligrosos para él o para los demás constituyen el campo de estudio de la
psicoterapia. Vamos a ocuparnos de ella como una instancia que ejerce
control. Entre los tipos de conducta que estamos podemos distinguir, en primer
lugar, ciertos efectos del campo de la emoción, y otro de la conducta operante.

SUBPRODUCTOS EMOTIVOS DEL CONTROL

Miedo

La práctica de un control que lleva al individuo a la evasión, da también


lugar a la pauta emotiva de miedo. Las respuestas reflejas en glándulas y
músculos de fibra lisa son, primero, provocadas por los estímulos aversivos
utilizados en el castigo y, luego, por cualquier estímulo que haya ocurrido al
mismo tiempo. Estas respuestas pueden ir acompañadas de un profundo
cambio en la conducta operante – un incremento en la intensidad de cualquier
conducta que haya conducido, anteriormente, a escapar y un debilitamiento
321
general de otras formas de conducta-. El individuo muestra poco interés por la
comida, el sexo u otras actividades de tipo práctico o artístico, y en un caso
extremo puede verse totalmente <<paralizado por el miedo>>.

Cuando el ente que castiga es quien proporciona los estímulos que


surten este efecto, el individuo adquiere un miedo excesivo a su padre, la
policía, Dios, etc. Cuando proceden de la ocasión en la que ha ocurrido la
conducta castigada, el individuo se siente atemorizado ante ocasiones
parecidas. De esta forma, si ha sido castigado por su conducta sexual, es
posible que llegue a tener miedo indebido hacia todo lo que tenga que ver con
el sexo, si ha sido castigado por falta de higiene, puede ocurrirle lo mismo con
la suciedad, etc. Cuando los estímulos son generados por la propia conducta
castigada, el individuo tiene miedo de actuar- tiene, como suele decirse, miedo
de sí mismo-. A menudo, resulta difícil, sea al individuo sea a cualquier otra
persona, identificar la estimulación responsable de la pauta emotiva. Si la
situación se vuelve a producir con frecuencia, tal como suele ocurrir en el caso
de los estímulos autogenerados, el miedo puede convertirse en crónico.

Las fobias son reacciones de miedo excesivo ante circunstancias que no


siempre se hallan claramente asociadas con el control. Pero el hecho de que
sean miedos <<irracionales>> - a los que no puede encontrase ninguna causa
proporcionada- parece indicar que son, principalmente, respuestas al castigo, y
que el miedo generado por el control excesivo ha sido simplemente desplazado
(capítulo X).

Ansiedad

La evitación o la evasión suelen ir acompañados de ansiedad. Como


vimos en el capítulo XI, el miedo a un hecho futuro puede surgir a causa de
estímulos específicos que hayan precedido a hechos punitivos o ser debido a
características del medio ambiente general en el que tales hechos se han
producido. La ansiedad puede variar en intensidad desde una ligera
preocupación hasta un temor extremo. La situación comprende tanto
respuestas de glándulas y músculos de fibra lisa como marcados cambios en la
conducta operante. Damos por sentado que esta situación es debida a
prácticas de control cuando la llamamos vergüenza, culpa o sensación de
pecado.

Ira o rabia

La pauta emotiva que acompaña la rebelión incluye respuestas de


glándulas y músculos de fibra lisa, y un efecto muy marcado sobre la conducta
operante que trae consigo un incremento en la predisposición a actuar
agresivamente contra el agente que controla y un debilitamiento de cualquier
otra conducta. La emoción puede desplazarse del agente que controla a otras
personas o casa en general. Un ejemplo leve lo constituye el mal carácter; un

322
ejemplo extremo, el sadismo. La pataleta parece ser una especie de rebelión
sin dirección definida.

Depresión

Las respuestas emotivas asociadas con la resistencia pasiva pueden ser


varios tipos. El niño testarudo también se muestra arisco; el adulto puede
mostrarse deprimido, resentido, irritable, negligente o aburrido, dependiendo
esta reacción de algunos detalles secundarios del control. (El aburrimiento se
origina no sólo porque no hay nada que hacer sino porque no se puede hacer
nada, sea porque una situación no favorece la acción, sea porque el grupo o
una instancia de control han impuesto la autocoerción o la limitación física.)

Todas estas pautas emotivas pueden, desde luego, ser generadas por
hechos aversivos que no tienen nada que ser con el control social. De este
modo, una tormenta en el mar puede generar miedo o ansiedad; una puerta
que no se abre, puede engendrar frustración o rabia, y algo semejante a la
hosquedad es la contrapartida emotiva de la extinción prolongada, tal como
ocurren el final de una larga pero infructuosa lucha para rebatir un argumento o
reparar una bicicleta. Sin embargo, la mayor parte de las circunstancias
estimulantes de este tipo se deben, con mucho, al control del individuo por el
grupo o por las instancias gubernamentales o religiosas.

Los efectos pueden ser graves. Las pautas productivas de conducta son
perturbadas por fuerte predisposiciones emotivas, y la conducta operante que
se ve fortalecida emotivamente puede tener consecuencias desastrosas. Las
respuestas emotivas frecuentes o crónicas de glándulas y músculos de fibra
lisa pueden perjudicar la salud de individuo. Desarreglos del sistema digestivo,
incluyendo úlceras y reacciones alérgicas, han sido atribuidos a respuestas
crónicas de miedo, ansiedad, rabia o depresión. Muchas veces se los conoce
con el nombre de trastornos <<psicosomáticos>>. Este término lleva condigo la
desafortunada implicación de que la enfermedad es un efecto de la mente
sobre el cuerpo. Como hemos visto, a veces es correcto decir que un estado
emocional causa un desarreglo de tipo médico, como en el caso en que una
respuesta crónica de glándulas y músculos lisos produce un cambio estructural,
por ejemplo, una úlcera, pero tanto el efecto como la causa son somáticos, no
psíquicos. Más aun, uno de los primeros eslabones en la cadena causal
permanece sin ser identificado. El efecto emotivo que produce el trastorno debe
explicarse y tratarse. Las variable manipulable de las cuales tanto la cusa como
el efecto somático son funciones radican en la historia también del individuo.
Algunos <<síntomas>> psicosomáticos son simplemente efectos paralelos de
esta primera causa común. Por ejemplo, un ataque de asma no es efecto de la
ansiedad, es parte de ella.

323
ALGUNOS EFECTOS DEL CONTROL SOBRE LA CONDUCTA OPERANTE

El control a través del castigo puede también tener efectos imprevistos


sobre la conducta operante. El proceso de autocontrol se malogra cuando el
individuo descubre formas de evitar la auto estimulación aversiva, que
demuestran a la postre ser ineficaces, molestas o peligrosas. Puede que
también estén implicadas reacciones emotivas, pero aquí nos interesa tan sólo
el efecto operante.

La adicción a las drogas como forma de evasión

Ciertas drogas proporcionan una evasión, temporal de la estimulación


aversiva condicionada o incondicionada, así como de las respuestas emotivas
que la acompañan, El alcohol es visiblemente eficaz. El individuo que ha
mantenido una conducta que ha sido castigada y que, por tanto, se siente
culpable o avergonzado, se encuentra reforzado cuando bebe alcohol porque
quedan suprimidos los estímulos aversivos autogenerados. Una fuerte
tendencia a beber puede ser resultado de un refuerzo repetido, especialmente
si la circunstancia aversiva es severa. La palabra <<adicción>> se reserva a
menudo para los casos en los que la droga proporciona evasión de los efectos
aversivos llamados síntomas de retirada, los cuales son producidos por el uso
anterior de la misma droga. El alcohol puede conducir también a esta situación,
pero las drogas como la morfina o la cocaína puede explicarse generalmente
por su efecto sobre las consecuencias del castigo.

Conducta excesivamente vigorosa

El individuo puede mostrar una probabilidad de respuestas


desusadamente elevada que no se halla <<bien adaptada a la realidad>> en el
sentido de que la conducta no puede ser explicada en términos de las variables
corrientes. A veces, puede explicarse haciendo referencia a una previa historia
de control. Cuando la evasión efectiva es imposible, por ejemplo, una
circunstancia altamente aversiva puede suscitar una conducta ineficaz en
forma de divagación o búsqueda sin objeto. El simple <<nerviosismo>> es a
menudo de este tipo. El individuo está inquieto y no puede descansar, aunque
su conducta no puede explicarse de modo plausible en términos de sus
consecuencias normales.

A veces, existen consecuencias evidentes pero necesitamos recurrir a


una historia previa para demostrar por qué son reforzantes. Por ejemplo, la
conducta puede proporcionar cierta cantidad de evasión generando estímulos
que suscitan reacciones incompatibles son los subproductos emotivos del
castigo. De este modo, en la búsqueda de <<emociones fuertes>>, el individuo
se expone a sí mismo a estímulos que suscitan respuestas incompatibles con
la depresión o el aburrimiento. Explicamos por qué la <<emoción fuerte>> es
reforzante demostrando que suplanta un resultado aversivo del control

324
exagerado. A veces, la conducta que ha de explicarse puede ser mostrada
como una forma de <<hacer otra cosa>>. Una preocupación que no parece
ofrecer un refuerzo positivo proporcionado se explica mostrando que evita las
consecuencias aversivas de alguna otra forma de conducta. Parece que
algunas compulsiones y obsesiones tienen efecto. Una preocupación por
situaciones en las que la conducta castigada es especialmente improbable que
se produzca, puede explicarse, en gran parte, del mismo modo. Cuando la
conducta excesiva es una ampliación de una técnica de autocontrol en la que el
medio ambiente es alterado de tal forma que se convierte en menos
susceptible de generar conducta castigada, el efecto es la <<formación
reactiva>> de Freud.

Conducta excesivamente reprimida

El cuidado especial con que se conduce un coche después de un


accidente puede también ser generado por los hechos aversivos utilizados
como control. Un castigo reiterado puede producir una persona inhibida, tímida
o taciturna. En las llamadas <<parálisis histéricas>>, la represión puede ser
completa. La etiología queda generalmente clara cuando la parálisis se limita a
una parte determinada de la topografía de la conducta. De este modo, el
individuo castigado de modo excesivo por hablar puede dejar de hacerlo
completamente en una <<afasia histérica>>. Ningún control, sea aversivo o de
cualquier otro tipo, conseguirá generar una conducta verbal. De modo similar,
el individuo que ha sido castigado – quizá sólo a través de consecuencias
aversivas autogeneradas- por haber pegado a un amigo puede desarrollar una
parálisis en el brazo. Este fenómeno difiere de la parálisis causada por el
miedo. Equivale a la diferencia entre tener demasiado miedo para moverse y
tener miedo de moverse. La primera de estas circunstancias puede ser
generada por un hecho que no es contingente con respecto a la conducta y que
generalmente no se localiza topográficamente. La segunda es el resultado de
las consecuencias punitivas de un movimiento anterior.

Control deficiente de los estímulos

Cuando la conducta ha sido severamente castigada, ya sea por una


instancia de control o por el medio ambiente físico, el individuo puede llegar a
emitir respuestas discriminativas ineficaces o inexactas. Un estímulo similar al
que suscitó la conducta castigada puede no suscitar en absoluto otra
respuesta. Cuando el modelo de estímulo es complejo, decimos que en
individuo <<rehúsa afrontar los hechos>>. Cuando, por ejemplo, no ve un
objeto muy visible, decimos que padece una <<alucinación negativa>>. En la
anestesia histérica existe una ausencia total de reacciones ante un modo
determinado de estimulación. Un niño puede empezar por <<no prestar
ninguna atención>> a un padre que lo regaña cotidianamente, pero la conducta
<<de hacer alguna otra cosa en lugar de esto>> puede ser tan eficaz para

325
evitar la estimulación aversiva y, posiblemente, las respuestas emocionales
aversivas ante tal estimulación, que pueden desarrollarse en sordera
<<funcional>> completa.

Un resultado más común consiste meramente en la discriminación


deficiente. Por ejemplo, en la proyección, en individuo reacciona de modo
incorrecto o atípico ante un determinado estado de cosas y su conducta puede,
con frecuencia, atribuirse a la evitación de efectos de control. En un <<alarde
de bravura>> no se suele tener miedo de nada y, por tanto, es menos probable
que se genere el miedo por el que el individuo ha sido castigado. En algunas
alucinaciones, una situación en la que se ha recibido un castigo se <<ve>> libre
de cualquier amenaza. En la manía persecutoria, una reacción falseada ante el
medio ambiente permite al individuo escapar de la autoestimulación aversiva
producida por la conducta, o ausencia de conducta, debido a lo cual ha sido
castigado.

Conocimiento defectuoso de sí mismo

El individuo también puede reaccionar de modo imperfecto ante


estímulos generados por su propia conducta. Por ejemplo, cuando actúa como
un fanfarrón, caracteriza su propia conducta de modo que escapa a la
estimulación aversiva. Se jacta de haber obtenido éxitos para escapar de los
efectos del castigo por cobardía, etc. Esta clase de racionalización queda mejor
ejemplificada por las ansias de grandeza, en las cuales puede disimularse de
modo eficaz toda la autoestimulación aversiva. Se ha indicado ya que una falta
completa de conocimiento de sí mismo – una forma de alucinación negativa o
de anestesia histérica limitada a la autoestimulación – puede atribuirse a la
evitación de los efectos del castigo (capítulo XVIII).

Autoestimulación aversiva

Alguien puede causarse daño a sí mismo o preparar las cosas de modo


que lo dañen los demás. También puede privarse de refuerzos positivos o
hacer que los demás le priven de ellos. Estas consecuencias pueden ser
contingentes o no con respecto a la conducta en forma de castigo, y hemos
visto que el efecto de la contingencia no está en cualquier caso, nada claro. Tal
autodeterminación se explica si puede demostrarse que el individuo evita de
este modo unas consecuencias todavía más aversivas. Si un estímulo aversivo
condicionado precede de modo característico al incondicionado durante un
intervalo de tiempo apreciable, el efecto total del estímulo condicionado
prolongado puede ser más aversivo que el del estímulo incondicionado más
breve. El individuo, puede de este modo, escapar a la ansiedad producida por
la amenaza de castigo <<dominándolo>>. El asesino de crimen y castigo de
Dostoisvski se convierte a sí mismo en un agente punitivo gubernamental. La
confesión religiosa se produce porque la explicación es menos aversiva que
una prologada sensación de pecado. Se ha dicho, especialmente por Freud,
326
que los <<accidentes>> son a veces una especie de autoestimulación aversiva
que alivia una situación de culpa o pecado.

No siempre es posible encontrar una historia específica de castigo que


explique un caso concreto de autoestimulación aversiva. Puede resultar difícil
explicar por qué un individuo se causa daño a sí mismo de forma
<<masoquista>> o hace lo posible para que los demás se lo inflijan. En
ausencia de otra explicación más convincente, puede argüirse que una
conducta de este tipo debilita un estado prolongado de vergüenza, culpabilidad
o pecado. Cuando muchos tipos de respuesta muy distintos han sido
castigados en unas condiciones también muy distintas, los estímulos aversivos
condicionados pueden encontrarse ampliamente repartidos en el medio
ambiente y es posible que exista un estado de ansiedad crónico. En estas
circunstancias la autoestimulación aversiva puede ser positivamente reforzante.
Otra posible explicación de la autoestimulación masoquista es que el proceso
de condicionamiento respondente ha sido eficaz en la dirección equivocada.
Durante el castigo, los estímulos aversivos han sido asociados con
consecuencias altamente reforzantes de. Por ejemplo, la conducta sexual. El
resultado esperado es que la conducta sexual genere automáticamente
estímulos aversivos condicionados en el mismo proceso, pero los estímulos
aversivos utilizados en el castigo pueden convertirse en positivamente
reforzantes.

LA PSICOTERAPIA COMO INSTANCIA DE CONTROL

La conducta que es inconveniente o peligrosa para el mismo individuo o


para los demás, exige a menudo <<tratamiento>>. En un principio, este
tratamiento estaba en manos de los amigos, padres, y conocidos, o de los
representantes de las instancias de control En el simpe <<buen consejo>> se
recomienda un tipo de acción que debería tener ventajosas consecuencias. En
los proverbios, folklore y otras formas de sabiduría popular se prescribe una
gran cantidad de terapéutica ocasional.

La psicoterapia representa una instancia especial que se ocupa de este


problema. No se trata de una instancia organizada, como un gobierno o una
religión, sino de una profesión cuyos miembros aplican técnicas más o menos
normalizadas. La psicoterapia se ha convertido ya en una importante fuente de
control en la vida de mucha gente y, por tanto, es necesario dar algunas
explicaciones de la misma.

Diagnóstico

El psicoterapeuta debe conocer, desde luego, algo acerca del paciente


que está tratando. Tiene que poseer cierta información sobre su historia, sobre
la conducta que precisa tratamiento y sobre las circunstancias ordinarias que
rodean la vida del paciente. La psicología clínica ha conferido gran importancia

327
a la exploración del paciente. Se ha estudiado cómo llevar a cabo una
entrevista, como realizar una historia clínica, como analizar series de ideas a
través de la asociación libre, como determinar probabilidades de respuestas a
partir de tests proyectivos o análisis de los sueños, y como utilizar estas
probabilidades para inferir historias de privación, refuerzos o estimulación
emotiva. Se ha diseñado tests de inteligencia y de otro tipo para que el
terapeuta pueda predecir la facilidad o dificultad con que el paciente
reaccionará ante diversos tipos de terapéutica.

A menudo se da por sentado que el diagnostico, considerado como mera


compilación de información acerca del paciente, es el único punto en el que
una ciencia de la conducta puede ser útil en terapéutica. Una vez que se han
reunido todos los hechos acerca de un individuo, el tratamiento se deja al buen
juicio y sentido común del terapeuta. Esto constituye un ejemplo de un
extendido error de comprensión acerca de la aplicación de los métodos de la
ciencia a la conducta humana. La compilación de hechos es sólo el primer paso
de un análisis científico. El segundo, es demostrar las relaciones funcionales.
Cuando las variables independientes se encuentran bajo control estas
relaciones conducen directamente al control de la variable dependiente. En el
presente caso, control significa terapéutica. Una adecuada ciencia de la
conducta humana debería contribuir, tal vez, en mayor medida a la terapéutica
en lugar de quedar limitada a la diagnosis. Sin embargo, la aplicación de la
ciencia a la terapéutica ha encontrado resistencia, debido quizás a ciertas
razones que trataremos en el capítulo XXIX.

Las medidas que deben tomarse para corregir una circunstancia


determinada de conducta se deducen directamente a un análisis de dicha
circunstancia. La posibilidad de tomar dichas medidas dependerá, desde luego,
de que el terapeuta controle, o no, las variables relevantes.

Existe una segunda fase en el proceso terapéutico. La aparición de la


conducta previamente castigada en presencia de una audiencia no punitiva
hace posible la extinción de algunos de los efectos del castigo. Este es el
resultado más importante de esta terapéutica. Los estímulos generados
automáticamente por la propia conducta del paciente son cada vez menos
aversivos, y cada vez es menos probable que genere reacciones. El paciente
se siente menos culpable, equivocado o pecador. Como consecuencia directa
de ello, es menos probable que muestre los distintos tipos de conducta
operante que, como hemos visto, traen consigo la evasión de dicha
estimulación autogenerada.

LA PSICOTERAPIA FRENTE AL CONTROL RELIGIOSO Y


GUBERNAMENTAL

La principal técnica de la psicoterapia está pensada para anular los


cambios de conducta que han surgido como resultado del castigo. Con
328
frecuencia, este ha sido administrado por instancias religiosas o
gubernamentales. Por tanto, existe una cierta oposición entre la psicoterapia y
el control religioso y gubernamental. La oposición se manifiesta también
cuando el psicoterapeuta propone cambios en la reforma de actuar de la policía
contra los delincuentes jóvenes o determinados tipos de personalidades
psicopáticas. Esta oposición ha merecido una atención considerable. Los
representantes de algunas instancias religiosas han acusado a los
psicoterapeutas de alentar tendencias inmorales, y, por razones similares, los
gobiernos se han resistido a implantar reformas propuestas por las
psicoterapeutas.

Aunque existe una oposición fundamental en los procesos de conducta


empleados, no existe necesariamente diferencia alguna en la conducta final
que esos tres sistemas quisieran establecer. Al psicoterapeuta le interesa
corregir ciertos subgrupos de control Aunque puede discutir la eficacia de
ciertas técnicas, no negará probablemente la necesidad de establecer la
conducta que el gobierno o la religión quiere implantar. Mientras combate los
subproductos del control excesivo, puede volver a instaurar una determinada
cantidad de conducta egoísta en el individuo al debilitar la estimulación
aversiva que resulta del control religioso o gubernamental; sin embargo se
mostraré de acuerdo en que la conducta egoísta debe ser suprimida por el
grupo y por las instancias que operan dentro del mismo, y debe preparar a su
paciente para que acepte este control.

Las técnicas de que disponen las instancias religiosas y


gubernamentales son sumamente poderosas y con frecuencia se utilizan mal,
siendo los resultados perjudiciales tanto para el individuo como para el grupo.
Por tanto, es necesario que exista un cierto grado de control por parte de la
psicoterapia u otro sistema similar. Sin embargo, difícilmente puede
considerarse al terapeuta como una seria amenaza para las instancias
religiosas y gubernamentales puesto que las variables que puede controlar son
relativamente débiles, y dado que debe trabajar dentro de ciertos límites éticos,
religiosos y legales. En la sección VI vamos a considerar si podemos llegar
finalmente a alguna conclusión sobre el <<mejor>> grado de control religioso o
gubernamental.

INTERPRETACIONES TRADICIONALES

Para descubrirse fácilmente lo que es <<incorrecto>> en el individuo que


muestra estos subproductos del castigo. Una determinada historia personal ha
producido un organismo cuya conducta es perjudicial o peligrosa. En cada caso
debe especificarse en qué sentido esto es así, observando las consecuencias,
tanto para el mismo individuo como para los demás. El trabajo del terapeuta es
completar una historia personal de tal modo que la conducta deje de tener
estas características.

329
Sin embargo, éste no es el punto de vista tradicional. El campo de la
psicoterapia es rico en ficciones explicativas. La conducta misma no ha sido
admitida como materia de estudio por derecho propio, sino solamente como
índice de que algo funciona mal en otra parte. Se dice que la labor de la
terapéutica consiste en remediar enfermedades internas y que la conducta es
simplemente un <<síntoma>> de las mismas. Del mismo modo que las
instancias religiosas den mucha importancia a la salvación o la piedad y las
gubernamentales a la justicia, libertad o seguridad, la psicoterapia da
importancia a la salud mental y el equilibrio personal. Estos términos suelen
tener un contenido normalmente negativo porque se definen a partir de
especificaciones de conducta enferme o desequilibrada, carentes de salud o
adaptación. A menudo, se llama <<neurótica>> a la circunstancia que hay que
corregir, y por tanto, se identifica al objeto que la psicoterapia debe atacar
como <<neurosis>>. Este término no tiene ya su significado original de
desarreglo del sistema nervioso, pero, sin embargo, es un ejemplo
desafortunado de explicación ficticia. Ha fomentado que el terapeuta evite
especificar la conducta que hay que corregir o mostrar por qué es perjudicial o
peligrosa. Al proponer una causa única para múltiples desarreglos, esto ha
implicado una uniformidad que no podrá descubrirse en los datos. Sobre todo,
ha fomentado la creencia de que la psicoterapia consiste en eliminar ciertas
cusas internas de enfermedades mentales, al igual que el cirujano extirpa un
apéndice inflamado del cuerpo. Ya hemos visto lo suficiente acerca de causas
internas para comprender por qué esta doctrina ha encomendado a la
psicoterapia una misión imposible. No es la causa interna de la conducta, son
la conducta misma- según la analogía médica de catarsis- la que debe <<ser
sacada fuera del sistema>>.

La creencia de que ciertos tipos de conducta <<encerrada>> ocasionan


problemas hasta que el organismo puede librarse de ellos, se remota, por lo
menos, al tiempo de la antigua Grecia. Aristóteles, por ejemplo, decía que la
tragedia tenía un efecto beneficioso porque purgaba al individuo de su
conducta emotiva. Utilizando esta misma analogía, se ha dicho que los
deportes competitivos permiten, tanto al jugador como al espectador, librarse
de las tendencias agresivas. Se ha argumentado que el niño tiene una
determinada cantidad de conducta de succión de la que finalmente debe
librarse y que, si no agota esta conducta durante el proceso normal de
lactancia, se chupará los dedos u otros objetos. Como hemos visto, es
razonable decir que un organismo está preparado para emitir una determinada
conducta en una cantidad dada. Esta conducta se consume a sí misma en el
proceso de extinción, pero de esto no se sigue que una disposición potencial
ocasiones problemas o tenga otros efectos sobre el organismo hasta que haya
sido consumida. Existe alguna prueba de que la conducta de succión en el niño
es reforzada por la lactancia y, por tanto, se hace más probable que ocurra. Es
también una hipótesis defendible la que de los deportes competitivos generan

330
tendencias agresivas en lugar de aliviarlas. En cualquier caso, las variables que
hay que considerar al tratar de la probabilidad de una respuesta son,
simplemente, la respuesta misma y las variables independientes de las cuales
es función. No existe ninguna razón para que se recurra a la conducta oculta
como un agente causal.

Al suponer que las causas internas de la conducta neurótica o


desequilibrada están sujetas al funcionamiento fisiológico general, a veces se
intenta tratamientos administrando drogas, interviniendo quirúrgicamente el
sistema nervioso, o utilizando drogas o <<electroshocks>> para suprimir las
convulsiones violentas. Esta terapéutica va, desde luego, dirigida a una
supuesta condición subyacente más que a la conducta misma o a las variables
manipulables situadas fuera del organismo a las que puede atribuirse la
conducta. Incluso la terapéutica <<funcional>>, en la que se manipulan
variables externas, se describe utilizando una imagen parecida. Se considera
que el terapeuta extirpa una fuente de problemas. Esta concepción no es muy
diferente de la idea- que todavía mucha gente sostiene- de que la conducta
neurótica surge porque el demonio o alguna otra personalidad intrusa se ha
<<posesionado>> temporalmente del cuerpo. El tratamiento tradicional consiste
en exorcizar al diablo – expulsándolo del individuo al crear unas circunstancias
aversivas para él. Y en algunos tratamientos de personalidad múltiple que
difieren únicamente del método anterior en que carecen de implicaciones
teológicas. Los demonios menores de la teoría moderna son las ansiedades,
conflictos, deseos y recuerdos reprimidos. Cuando la emoción encerrada es
expulsada, se resuelve el conflicto y los deseos y recuerdos reprimidos son
liberados.

Este punto de vista sobre la enfermedad mental y su tratamiento se


debe, casi enteramente, a Sigmund Freud. Parece que ha resistido en gran
medida las impugnaciones a causa de las aportaciones de Freud en otros
sentidos. Tal como un discípulo suyo dijo recientemente, su mayor logro fue
ampliar el principio de causa y efecto a la conducta humana. Freud atribuyó
aspectos de la conducta, que hasta entonces habían sido considerados como
caprichosos, sin objeto o accidentales, a variable relevantes.
Desgraciadamente, presentó las relaciones descubiertas, a través de un
elaborado conjunto de ficciones explicativas. Describió al ego, superego e id
como habitantes de un mundo psíquico y mental dividido en regiones de mente
consciente, pre-consciente e inconsciente. Dividió entre estas personalidades
una determinada cantidad de energía psíquica, que fluía de una a otra como en
una especie de sistema hidráulico. Paradójicamente estas ficciones
explicativas. Al insistir en que muchos hechos mentales no podían observarse
directamente, ni siquiera por el mismo individuo, amplió el campo de la ficción
psíquica. Freud aprovecho plenamente las posibilidades, pero, al mismo
tiempo, propugnó un análisis de los procesos de inferencia a través de los

331
cuales podían conocerse estos hechos. No llegó tan lejos como para concluir
que las referencias a tales hechos podían ser evitadas totalmente; pero esta
era la consecuencia natural de un examen posterior de las pruebas.

Las concepciones de Freud acerca de las enfermedades mentales y su


tratamiento estaban íntimamente relacionados con su concepción de la vida
mental. Se consideraba al psicoanálisis como psicología profunda, ocupada en
descubrir conflictos internos o no observables de otro modo, represiones e
impulsos. La conducta del organismo se consideraba, a menudo, como un
subproducto relativamente poco importante de una lucha furiosa que tenía
lugar más allá de la superficie de la mente. Un deseo que ha sido reprimido,
como resultado de consecuencias aversivas, lucha por escapar. Para
conseguirlo echa mano de ciertos recursos que Freud llamó <<dinamismos>> -
estratagemas que el deseo reprimido utiliza para evadirse de los efectos del
castigo-. El tratamiento tiene por misión descubrir el deseo reprimido y
arrancarlo de raíz, u, ocasionalmente, reprimirlo de modo más seguro para que
los síntomas desaparezcan.

El punto de vista actual de la psicoterapia es bastante distinto. El deseo


freudiano es un artificio para representar una respuesta con una probabilidad
de ocurrencia determinada. Cualquier efecto de <<represión>> debe ser el
efecto de las variables que han conducido, sea a la respuesta misma sea a la
conducta represiva. Hemos de preguntarnos por qué la respuesta fue emitida
en primer lugar, porque fue castigada y cuáles son las variables comunes que
se muestran activas. Las respuestas deberían explicar la conducta neurótica.
Allí donde, en el sistema freudiano, la conducta es simplemente es síntoma de
una neurosis, en la formulación actual es el objeto directo de la investigación.

Vamos a considerar el resultado aparente de la lucha de un deseo para


expresarse. Un ejemplo que nos permite observar los principales dinamismos
freudianos es la rivalidad entre hermanos. Supongamos que dos hermanos
luchan por el afecto de sus padres y por otros refuerzos que deben repartirse
entre sí. Como resultado, uno de ellos se comporta de modo agresivo con el
otro y es castigado, sea por su hermano o por sus padres. Supongamos,
también que esto sucede repetidas veces. Finalmente, cualquier situación en la
que sea probable que se produzca una acción agresiva contra el hermano o
una etapa inicial de tal acción, generará la estimulación aversiva condicionada
asociada con la ansiedad o la culpabilidad. Esto es eficaz, desde el punto de
vista del otro hermano o del padre que castiga, porque conduce al autocontrol
de la conducta agresiva; el hermano castigado es ahora susceptible de llevar a
cabo actividades que compitan con su agresividad y la desplacen. En este
sentido, <<reprime>> su agresividad. La represión da resultado si la conducta
incipiente en el que genera ansiedad. Fracasa, si se genera ansiedad con
frecuencia. Otras posibles consecuencias, descritas por los llamados
dinamismos, son las siguientes:

332
El mismo castigo puede conducir al individuo a reprimir cualquier
conocimiento de sus tendencias agresivas (capítulo XVII y XVIII). No sólo no
actúa de modo agresivo hacia su hermano, sino que ni siquiera <<conoce>>
que tiene tendencia a hacerlo.

Puede controlarse a sí mismo, cambiando el medio ambiente externo de


modo que sea menos susceptible de suscitar conducta agresiva, no sólo en sí
mismo sino también en los demás. Como ejemplo de formación reactiva, puede
tomar parte en actividades cívicas, campañas contra la discriminación racial o
apoyar filosofías del amor fraterno. Explicamos su conducta mostrando que
contribuye a la supresión de sus propios impulsos agresivos y, por tanto, a una
reducción de la estimulación aversiva condicionada que resulta del castigo
(capítulo XV).

Puede dañar realmente a su hermano, pero racionalizar su conducta.


Por ejemplo, puede disciplinar a su hermano <<por su propio bien>>, o puede
mostrarse particularmente activo en transmitirle malas noticias porque <<debe
saber lo peor>>. Estas expresiones describen la conducta de modo que el
castigo es detentado por otras personas, y la estimulación aversiva
condicionada deja de ser generada por la propia conducta del individuo
(capítulo XVIII).

Puede subliminar su agresión ocupándose en algún tipo de actividad que


redima su conducta. Por ejemplo, puede alistarse en el ejército o en la policía
o buscar empleo en una empresa benéfica de ayuda. Esto constituye una
inducción de respuesta si formas distintas de la conducta de pegar son
fortalecidas por una variable que fortalece el hecho de pegar a su hermano
(capítulo VI), es una inducción del estímulo si diferentes estímulos que
muestran una propiedad común con su hermano suscitan el hecho de pegar.

Puede imaginar que hiere o mata a su hermano. Si esto genera también


estimulación aversiva puede imaginar que hiere o mata a otra persona. Si tiene
talento puede escribir novelas sobre el asesinato de un hermano, o si existe
ansiedad relacionada con la palabra <<hermano>>, sobre el asesinato de otras
personas (capítulo XVIII).

Puede soñar que hiere o mata a su hermano o, si esto genera


estimulación aversiva, que hiere o mata a cualquier otra persona que simbolice
a su hermano – quizá un animal que en otro momento del sueño asuma los
rasgos de su hermano (capítulo XVIII).

Puede desplazar su agresión hiriendo <<irracionalmente>> a otra


persona o cosa – inocente (capítulo X). Esto puede ocurrir simplemente porque
las respuestas emotivas muestran inducción de estímulo –un hombre enfadado
con un aprendiz ausente se ensaña con otro empleado- o porque la conducta

333
desplazada no será castigada, al menos tan severamente – un hombre
enfadado con su superior se ensaña con el aprendiz.

Puede desarrollar un humor agresivo diciendo algo que en algún sentido


hiera a su hermano, pero que por otra parte escape a la censura. La
observación es injuriosa y punible si se atribuye a una variable, pero no lo es si
se atribuye a otra. La respuesta es ingeniosa simplemente en el sentido de
encontrarse en función de dos variables Capítulo XIV).

Puede identificarse a sí mismo con boxeadores u otros personajes de


película o cuento sádico que hieran o maten a sus hermanos, en el sentido de
que estaría muy dispuesto a imitar su conducta verbal y no verbal (capítulo
XIV). Se verá reforzado por tales historias y lo manifestará, juntamente con una
reacción emocional común a los refuerzos positivos, diciendo que le
<<gustan>>.

Puede proyectar su agresión describiendo un cuadro en el que dos


hombres están luchando, como la representación de dos hermanos (Capítulo
XIV), en el sentido de que está dispuesto a imitar tal conducta y a suponer que
los hombres del cuadro responden a las mismas variables.

Puede responder agresivamente con un lapsus freudiano, por ejemplo,


diciendo <<nunca dije que no odiaba a mi hermano>> en lugar de <<nunca dije
que odiaba a mi hermano>> (Capítulo XIV).

Puede olvidar acudir a una cita con su hermano o con otra persona que
se le parezca (capítulo XIV).

Puede evitar la ansiedad del castigo -<<castigándose a sí mismo>>-


mediante una conducta masoquista forzándose a llevar a cabo trabajos difíciles
o peligrosos o fomentando accidentes.

Puede desarrollar ciertos síntomas físicos, especialmente cuando está


con su hermano. Esta puede ser una forma característica de conducta
competitiva de la cual obtiene una ventaja, o la presencia de su hermano. Esta
puede ser una forma característica de conducta competitiva de la cual obtiene
una ventaja, o la presencia de su hermano puede hacer surgir intensas
respuestas de glándulas y músculos de fibra lisa que tienen un efecto hiriente.

Sería difícil probar que todas estas manifestaciones se deben al castigo


temprano de la conducta agresiva hacia el hermano. Pero son consecuencias
razonables de tal castigo y puede recurrirse a la historia infantil si no pueden
descubrirse otras variables que expliquen la conducta. (Si la conducta no tiene
conexión con una historia de este tipo, todavía queda más por explicar en un
análisis científico.)

334
Tales manifestaciones son simplemente la respuesta de una persona
que ha tenido una historia determinada. No son ni síntomas ni la expresión
subrepticia de deseos o impulsos reprimidos. Los dinamismos no son las
sabias maquinaciones de un impulso agresivo luchando por escapar de la
censura represiva del individuo o de la sociedad, sino la resolución de
conjuntos complejos de variables. La terapéutica no consiste en liberar un
impulso que causa problemas sino en introducir variable que compensen o
corrijan una historia que ha producido conducta censurable. La emoción
<<encerrada>> no es la causa de los desarreglos de conducta; es parte de ella.

El hecho de no ser capaz de rememorar un recuerdo infantil no produce


síntomas neuróticos; es sólo un ejemplo de conducta ineficaz. Es muy posible
que, en la terapéutica, la conducta <<encerrada>> y el síntoma de conducta
desaparezca al mismo tiempo o que un recuerdo reprimido sea rememorado
cuando la conducta desadaptada haya sido corregida. Pero esto no significa
que uno de estos hechos sea la causa del otro. Ambos pueden ser producto de
una historia ambiental que la terapéutica ha alterado.

A dar importancia a la conducta <<neurótica>>, más bien que a


cualquier condición interna que, se dice, la explica, puede argumentarse que
estamos cometiendo el imperdonable pecado de <<tratar el síntoma en lugar
de la causa>>. Esta expresión se aplica, a menudo a los intentos de eliminar
rasgos censurables de la conducta sin atender a los factores causales –por
ejemplo, <<curar>> el tartamudeo mediante ejercicios vocales, posturas
defectuosas aplicando corsés, o el hábito de morderse las uñas impregnando
los dedos con una sustancia amarga-. Esta clase de terapéutica parece no
tener en cuenta del desarreglo subyacente del cual son síntomas estas
características de la conducta. Pero al decir que la conducta es la maestría de
la terapéutica más que un síntoma de dicha materia, no estamos cometiendo el
mismo error. Al explicar un ejemplo dado de conducta perjudicial en términos
de una historia personal y alterar o complementar esta historia como una forma
terapéutica, estamos considerando las mismas variables a la que el teórico
tradicional debe finalmente recurrir en busca de una explicación de sus
supuestas causas internas.

OTRAS TECNICAS TERAPEUTICAS

Existen muchas otras formas de corregir la conducta que necesita una


acción curativa. Cuando la dificultad no puede atribuirse al uso excesivo del
castigo o a otras circunstancias aversivas en la historia del individuo, deben
desarrollarse técnicas terapéuticas distintas. Existe, por ejemplo, el caso
inverso en que el control ético, gubernamental o religioso ha sido inadecuado.
El individuo puede no haber estado en contacto con los agentes de control,
puede haber sido trasladado a una cultura diferente en la que su primitiva
educación resulte inadecuada, o puede no resultar fácilmente accesible al
335
control. La terapéutica consistirá entonces en suministrar variables adicionales
de control. Cuando el individuo se halla absolutamente fuera de control es difícil
encontrar técnicas terapéuticas eficaces. A tal individuo se le llama psicótico.

A veces, el terapeuta debe construir un nuevo repertorio que resulte


eficaz en el mundo en el que el paciente se encuentra. Es posible que la
conducta adecuada que se encuentra ya en el repertorio del paciente necesite
ser fortalecida o que haga falta añadir repuestas adicionales. Puesto que el
terapeuta no puede prever todas las circunstancias en las que el paciente
pueda encontrarse, debe elaborar también un repertorio de autocontrol
mediante el cual el paciente pueda adaptarse a las circunstancias a medida
que estas se presenten. Tal repertorio se compone principalmente de mejores
sistemas de escapará a la autoestimulación aversiva condicionada por el
castigo.

Tales técnicas constructivas pueden ser necesarias una vez que el


terapeuta haya tenido éxito en constituirse en audiencia no punitiva. Si la
condición que se está corrigiendo es el subgrupo de circunstancias de control
que ya no existen en la vida del paciente. Pero si es probable que el paciente
se vea sujeto a un control continuado excesivo, o poco hábil, la terapéutica
debe ser más constructiva. Se puede enseñar al paciente a evitar ocasiones en
las que es probable se comporte de manera que sea castigado, aunque esto
puede no ser suficiente. Debe construirse un repertorio eficaz, particularmente
en técnicas de autocontrol.

Otra posible fuente de problemas nace del hecho de que el individuo


puede haber sido, o puede ser, intensamente reforzado por realizar conducta
perjudicial o peligrosa. La conducta que viola los códigos éticos,
gubernamentales p religiosos es a menudo, y por su misma naturaleza,
fuertemente reforzante. A veces, pueden surgir también contingencias
accidentales. En la película de Sacha Guitry La historia de un engaño, se
castiga a un niño por una travesura privándole de cenar. Pero resulta que la
cena estaba envenenada y el niño fue el único superviviente de una numerosa
familia. La implicación de que el niño se dedicara luego a una vida delictiva no
es enteramente caprichosa. El refuerzo positivo en situaciones atípicas produce
otras formas de conducta ineficaz o incluso paralizante. Por ejemplo, el
refuerzo social que proporciona una persona determinada puede convertirse en
muy poderoso y puede ser contingente con respecto a una conducta que,
normalmente, no es eficaz. De este modo, cuando un padre solícito muestra
para con su hijo enfermo un afecto y atención poco comunes, cualquier
conducta por parte del niño que haga más patente su enfermedad se ve
fuertemente reforzada y no resulta sorprendente que el niño continúe
comportándose de forma similar cuando ya no esté enfermo. Esto puede
empezar con el mero hecho de fingirse enfermo, aun cuando es difícil

336
distinguirlo de la conducta del farsante que simula haber sido herido en un
accidente para recibir unas indemnizaciones, pero puede evolucionar hacia una
situación más aguda de enfermedad histérica si el propio niño llega a ser
incapaz de identificar las variables relevantes o valorar correctamente las
posibilidades de su propia conducta. Otros tipos de consecuencias sociales
tienen efectos similares. El niño que está enfadado con sus padres se ve
reforzado cuando actúa de manera que los hiere, por ejemplo, haciendo
cualquier cosa que los moleste. Si tal situación se prolonga durante largo
tiempo, puede establecerse un repertorio que acabe siendo poco ventajoso
para el niño en el trato con otras personas. Una evidente técnica curativa para
la conducta que es producto de un refuerzo excesivo consiste en disponer
nuevas contingencias en las que la conducta sea extinguida. Deja de reforzarse
al niño con afecto cuando finge estar enfermo, o con una intensa respuesta
emotiva cuando molesta.

Del mismo modo que se abandona la concepción tradicional de


responsabilidad, a medida que los gobiernos utilizan técnicas de control
distintas al uso del castigo, se ve abandonado asimismo la idea de la
terapéutica como técnica que arranca de raíz las causas internas del problema.
Sin embargo, existe una tosca explicación paralela que ha sido aplicada a
todas las técnicas terapéuticas. Cuando un terapeuta ve a un paciente por
primera vez se enfrenta con un <<problema>>, en el sentido explicado en el
capítulo XVI. El paciente muestra generalmente, una nueva pauta de conducta
perjudicial o peligrosa, juntamente con una nueva historia en términos de la
cual debe entenderse dicha conducta. Es posible que no resulte evidente, de
inmediato, cuál es la terapéutica más eficaz para alterar o complementar esta
historia. Sin embargo, el terapeuta puede, finalmente, <<ver lo que no funciona
bien>> y ser capaz, por tanto, de proponer una acción curativa; ésta es su
solución al problema. Ahora bien, la experiencia terapéutica ha demostrado que
cuando esta solución se propone a un individuo puede no ser efectiva aun en el
caso de que, por lo que sabemos, sea correcta. Sin embargo, si el paciente
llega por sí mismo a la solución, es mucho más probable que la ponga en
práctica con eficacia. La técnica del terapeuta tiene en cuanto este hecho. Del
mismo modo que el psicoanalista tiene que esperar que se manifieste por sí
mismo el recuerdo reprimido, también el terapeuta no analista espera que surja
una solución a partir del paciente. Pero también en este punto podemos con
facilidad interpretar mal la relación causal. <<Encontrar una solución>> no es
terapéutica, independientemente de quien la encuentre. Decirle al paciente lo
que está mal puede no introducir ningún cambio sustancial en las variables
independientes relevantes y, por tanto contribuir poco al proceso de curación.
Cuando el mismo paciente ve lo que anda mal, lo importante no es el hecho de
que la solución haya partido de él, sino que, para descubrir su propia solución,
tiene que haber alterado en gran manera su conducta con respecto a su
problema. De la misma naturaleza de la conducta perjudicial o peligrosa se

337
desprende que debe realizarse un cambio sustancial para que el individuo sea
capaz de identificar las variables relevantes. Por tanto, una solución propuesta
por el paciente representa un grado de progreso considerable. Cuando es el
terapeuta quien da la solución, este progreso no se da. La terapéutica consiste,
no en conseguir que el paciente descubra la solución de su problema, sino en
cambiarlo de tal modo que pueda descubrirla.

EXPLICACION DE LA INSTANCIA PSICOTERAPEUTICA

El terapeuta se dedica a curar principalmente por razones de tipo


económico. La terapéutica es una profesión. Los servicios que el terapeuta
presta son lo suficientemente reforzantes para el paciente y para los demás
para permitirle cambiarlos por dinero (capítulo XXV). Generalmente, el
terapeuta también se ver reforzado por su éxito al aliviar a sus pacientes. Esto
es particularmente probable en el seno de una cultura que refuerza el hecho de
ayudar a los demás, como práctica ética. Otro refuerzo importante para el
terapeuta suele ser su éxito en la manipulación de la conducta humana. Puede
tener un interés personal, por ejemplo, en probar el valor de una teoría
determinada sobre la conducta neurótica o de una práctica terapéutica. Estos
efectos de retorno sobre la instancia determinarán, a la larga, la composición
de la profesión de la psicoterapia y la uniformidad de sus prácticas.

En ciertas etapas de la psicoterapia el terapeuta puede conseguir un


grado de control más poderoso que el de muchas instancias religiosas o
gubernamentales. Existe siempre la posibilidad, como en cualquier instancia
que ejerce control, de que éste sea utilizado equivocadamente. El contracontrol
que disuade de mal uso de este poder viene representado por los principios y
prácticas éticos de la profesión organizada. Como veremos en el capítulo XXIX,
el peligro de este mal uso puede explicar la popularidad de las teorías de
psicoterapia que niega que la conducta humana pueda, en último término, ser
controlada o que se niega, de modo deliberado, a aceptar la responsabilidad
del control.

338
XXV. Control económico

Trataremos ahora del uso del refuerzo positivo en el control práctico de


la conducta. Consiste, en general, en la presentación de comida, vestido, hogar
y otras cosas que llamamos <<bienes>>. La etimología del término es
significativa. Al igual que la conducta del individuo que es positivamente
reforzante para el grupo, los bienes son <<buenos>> en el sentido de ser
positivamente reforzantes. A veces, hablamos también de ellos como
<<riqueza>>. Este término tiene una relación etimológica similar con el refuerzo
positivo, pero también incluye refuerzos condicionados generalizados, tales
como dinero y crédito, que son eficaces porque pueden ser cambiados por
bienes.

REFUERZOS DE LA CONDUCTA POR MEDIO DEL DINERO

Como simple ejemplo del control económico, se índice a un individuo a


llevar a cabo un trabajo reforzándolo con dinero o bienes. El que controla hace
que el pago de la retribución sea contingente con respecto a la realización del
trabajo. Sin embargo, en la realidad el proceso no suele ser tan simple. Cuando
damos a alguien una propina o le pagamos por realizar un pequeño servicio y,
por tanto, aumentamos la probabilidad de que lo realice en el futuro, no
obramos de modo muy distinto a como lo hacemos en el laboratorio al estudiar
el refuerzo operante. La conducta ha ocurrido y ha sido reforzada debido a sus
consecuencias. Esto también es cierto en el caso de un empleo fijo. Su
rendimiento laboral en un momento dado está determinado principalmente por
las contingencias de refuerzo que han prevalecido hasta aquel momento. Sin
embargo, cuando existe un acuerdo explícito, deben analizarse los estímulos
verbales previos para explicar el efecto de la contingencia económica. De este
modo, cuando convenimos en pagarle a alguien una determinada suma de
dinero por un trabajo dado, nuestra promesa de pagarle no se diferencia mucho
de la orden que analizamos en el capítulo XXII, excepto en que el refuerzo es
ahora positivo en lugar de negativo. El pago es contingente con respecto al
estímulo verbal de la promesa de pagar y una correspondencia entre la
topografía de la conducta y ciertas especificaciones verbales. La oferta <<voy a
pagarte dos dólares si cortas el césped especifica 1) conducta (<<cortar el
césped>>), 2) un refuerzo (<<dos dólares>>), y 3) una contingencia (<<Sí>>).
Para el futuro empleado, la frase entera equivale a una ocasión que, si la oferta
339
se hace efectiva, debe ser similar a otras ocasiones en las que han prevalecido
contingencias semejantes.

PROGRAMAS DE RETRIBUCION

Programas de razón fija

A excepción de la retribución << a tanto alzado>>, el control económico


de la conducta sigue determinados programas de refuerzo. Cuando se paga a
alguien según el número de unidades de trabajo acabado, el trabajo es
esencialmente de razón fija. Es comúnmente conocido en la industria como
trabajo a destajo. El mismo principio se aplica a la venta a comisión, al
artesano que hace y vende un producto de serie, al escritor a quien se paga
por cada obra y al pequeño empresario privado. La razón fija es, en general, un
programa de refuerzo eficaz. Si la razón no es demasiado alta – es decir, si la
cantidad de trabajo requerido por lo que se paga no es demasiado grande- y si
cada refuerzo es de entidad significativa, el individuo trabajará, de modo
característico, a un ritmo elevado. Esto es verdad tanto para una paloma en el
laboratorio como para un hombre en la industria. Un empleado que ha sido
pagado sobre cualquier otra base, y, a partir de un momento determinado, se le
paga por pieza terminada, mostrará generalmente, un incremento considerable
en su velocidad de trabajo. Este incremento es, en parte, el resultado
automático de la creciente frecuencia de refuerzo que sigue, en un programa
de razón fija, al incremento del ritmo de trabajo. Parte de esto se debe, tal
como hemos visto, al hecho de que en un programa de este tipo tiende a
prevalecer una frecuencia de respuesta elevada en el momento del refuerzo. El
progreso hacia el cumplimiento de un determinado número de respuestas tiene
también el efecto de un refuerzo condicionado. El programa es más eficaz si
este progreso se hace patente, por ejemplo, mediante un contador visible.

Un programa de razón fija puede, de hecho, ser demasiado eficaz. No


solamente conduce a niveles muy altos de actividad, sino también a largas
horas de trabajo, y ambas cosas pueden ser perjudiciales. Al albañil a quien se
paga según el número de ladrillos colocados puede agotarse en pocos años.
Otra objeción al uso de este programa en la industria es que el incremento en
la retribución del trabajador que sigue a la implantación de este programa, a
menudo parece justificar un aumento de la razón. Supongamos que el
empleado que produce cien unidades por semana percibe cincuenta dólares
fijos por semana y que la empresa le ofrece cambiar este sistema por una
retribución a destajo a razón de un dólar cada dos unidades. Se experimenta
entonces un rápido aumento de la producción. Supongamos que puede
aumentar su ganancia semanal hasta cien dólares. Según la forma normal de
retribución fija, podría parecer que esto justifica el aumento del número de
unidades exigidas por dólar a, por ejemplo, tres. Si se continúa pagándole por
pieza, la producción puede seguir aumentando. A la larga, puede conseguirse

340
un ritmo mucho más alto de trabajo con un ligero aumento en la paga semanal.
Este es precisamente el sistema por el que, en el laboratorio, siguiendo un
programa de razón fija, se genera una elevada frecuencia de respuesta.

Cuando la razón es alta o el refuerzo trivial, un programa de razón fija


produce, de modo característico, un período de inactividad después de cada
refuerzo. Estos periodos pueden prolongarse mucho con razones muy altas.
Como hemos visto, representan una situación de abulia similar a la de la
extinción completa en la que, aunque la privación sea muy grande, el individuo
simplemente <<no dispone de ninguna conducta>>. Considera que es
imposible iniciar una nueva serie. Puede manifestarlo diciendo que está
desanimando, que no es capaz de enfrentarse con su trabajo, etc. Un ejemplo
típico de retribución de razón fija es el del vendedor que trabaja por comisión.
Cuando las ventas no marchan bien, la cantidad de trabajo que hay que
realizar por unidad de refuerzo es muy grande y suele producirse una situación
de abulia.

La razón y la magnitud del refuerzo están relacionadas entre sí de un


modo muy sutil. ¿Es tan eficaz un refuerzo de diez dólares por mil unidades,
como es el de un dólar por cada cien o el de un centavo por unidad? Si un
hombre da a su trabajo un valor económico fijo, parece que no debería existir
diferencia alguna, pero éste no es el caso. Se puede pasar a una razón alta
sólo después de una larga historia de refuerzo a razones bajas. La razón que
se elija puede ser crucial especialmente en tipos de trabajo poco
especializados. Un empresario que contrato a unos hombres para que
transportaran tierra con carretillas, encontró que el sistema más eficaz de
retribución era pagarles una pequeña cantidad por cada carretilla que
transportaran. La utilización de le retribución a destajo en la industria o en otro
campo presupone una historia considerable de control económico.

Programas de intervalo fijo

El trabajo se paga, habitualmente por días, semanas, meses, o por año.


Se trata de programas de intervalo fijo. La magnitud del intervalo, al igual que la
magnitud de la razón, es función aproximada de las primeras contingencias que
afectan al individuo. Cuando se cobra por días, el salario se calcula no sólo
sobre una base diaria, sino que a menudo, se paga también al trabajador
diariamente. Se necesita un refuerzo considerable a intervalos más cortos
antes de que un salario mensual sea eficaz. Para analizar este fenómeno con
detalle, deberíamos investigar ciertos tipos de conducta subsidiarios, algunos
de ellos verbales, los cuales son generados por programas de refuerzo y que
cubren la laguna existente entre el hecho de ponerse a trabajar el primer día
del mes y recibir el refuerzo el último. Un análisis de esta clase debería incluir
el efecto de los acuerdos o contratos que se realicen entre patrono y empleado.

341
En cualquier caso, sin embargo, los salarios percibidos a intervalos fijos
no son comparables a los refuerzos intermitentes descritos en el capítulo VI. En
la conducta humana, ciertos estímulos importantes correlacionados,
generalmente, con el tiempo de pago, hacen posible una discriminación
temporal. Bajo un refuerzo de intervalo fijo, la <<productividad>> de una
paloma o un ratón cambia dramáticamente cuando se prepara un estímulo para
que varíe de algún modo, con el paso del tiempo, entre dos refuerzos. Relojes
y calendarios son artificios verbales pensados para suministrar estímulos de
este tipo al sujeto humano. Cuando se dispone de tales estímulos, el trabajador
– ya sea humano o subhumano- espera hasta el momento en que el reloj
marca una hora muy cercana al momento en que verá reforzada la conducta. Si
no hubiera otros factores implicados, el pago al final de cada semana haría que
se produjera sólo una pequeña cantidad de trabajo justo antes de cobrar.

Por tanto, es necesario complementar los programas de intervalo fijo con


otras técnicas de control. El supervisor o <<jefe>> es una fuente de
estimulación aversiva contingente con respecto a cualquier conducta que caiga
dentro de ciertas especificaciones entre las que pueden incluirse un ritmo de
producción mínimo. Parte del poder de que dispone el jefe puede derivar de su
posición dentro del grupo ético – puede condenar la pereza o el trabajo escaso
como algo malo de que avergonzarse- pero su principal estimulación aversiva
es la amenaza de despido. En tal caso, el salario sirve simplemente para crear
una situación económica normalizada que puede ser retirada de modo
aversivo. El jefe amenaza con el despido, o alguna otra medida que resulte
eficaz por representar un paso hacia el mismo, cuando el empleado disminuye
el ritmo de trabajo, y retira la amenaza cuando lo acelera. Finalmente la propia
conducta del empleado genera una estimulación aversiva parecida; trabaja a
un ritmo por debajo del cual se sentiría amenazado o culpable. El uso de un
jefe aversivo es un excelente ejemplo del principio general según el cual,
cuando se sustituye el castigo por el refuerzo positivo, existe una tendencia a
recurrir a otras formas de control aversivo. Para este propósito, se dispone
siempre de la amenaza de retirar un refuerzo positivo habitual. El hecho de
pagar salarios representa una mejora evidente frente a la esclavitud, pero
utilizar el salario como algo que puede interrumpirse si el empleado no trabaja
de un modo determinado no representa ningún avance importante.

Un trabajo de producción en cadena que se mantenga a un ritmo regular


hace que la contingencia entre la velocidad del trabajo y la estimulación
aversiva sea más definida. El hecho de <<marcar el paso>> en la conducta no
es, en absoluto, un invento moderno. El galeote remaba para evitar el látigo
que se aplicaba cuando no remaba al unísono con los demás. En una hilera de
segadores, cado uno marca el ritmo de los demás al mover la guadaña –
aunque el ritmo básico lo marque, en parte, el líder y, en parte, la longitud y
masa del péndulo compuesto de hombre y guadaña- porque cualquier

342
desviación representaría una estimulación aversiva, a menudo peligrosa,
procedente de las guadañas de los demás. La producción en cadena tiene el
efecto de reducir la importancia de algunas de las características personales de
la estimulación aversiva proporcionada por el jefe, pero existe un peligro
inherente en cualquier sistema de este tipo y es la tentación, por parte del que
controla, de incrementar el ritmo de trabajo.

Programas combinados

Los programas de intervalo fijo también se complementan en la industria


con distintos tipos de <<incentivos>>. Son combinaciones de programa de
intervalo fijo con otros de razón fija. Cada uno de los programas compensa
algunas limitaciones del otro. No se necesita la estimulación aversiva
complementaria de un supervisor si el componente de razón es eficaz. Al
mismo tiempo, es posible que dicho componente de razón no sea suficiente
para conducir a peligrosos ritmos de trabajo elevados o excesiva duración de la
jornada laboral. Cuando un vendedor se le paga, en parte con un salario y en
parte con comisiones, esta combinación sirve para corregir la abulia que de
otro modo podría seguir a un refuerzo que se administrara de acuerdo con una
razón alta.

Programas variables

Los estudios de laboratorio han demostrado que los programas de


intervalo variable y de razón variable son más eficaces que los programas fijos
para mantener la productividad, pero no resulta fácil adaptar tales programas al
pago de salarios. Un contrato entre un patrono y un empleado que garantice
una retribución determinada, ya sea por intervalo de tiempo o por unidad de
trabajo, no utiliza un programa variable. Sin embargo, tales programas pueden
utilizarse en el pago de dinero – por ejemplo, una prima-, no es especificado en
un contrato ni contingente con respecto a conducta de ninguna otra forma.
Generalmente, podría clasificarse esta prima como una variable emotiva que
predispone favorablemente al individuo hacia su trabajo o su patrono, pero
puede también actuar como refuerzo. Su efecto queda considerablemente
reducido si se da, según un programa de intervalo fijo. Por ejemplo, la paga de
Navidad normalizada termina por actuar principalmente como parte de la
retribución que puede ser retirada como forma de estimulación aversiva cuando
se despide a un empleado. Una prima inesperada dad en pequeñas
cantidades. Según un programa de intervalo variable y que anualmente
representara la misma cantidad de dinero, tendría un efecto mucho mayor.

Refuerzo diferencial de la calidad del trabajo

Los salarios son generalmente contingentes con respecto a una


conducta específica a un determinado nivel de calidad y habilidad. La
realización de un empleado, igual que la del animal en el laboratorio, suele

343
ajustarse de un modo bastante exacto a las contingencias de refuerzo. Ninguno
de los dos <<hace más de lo que necesita hacer>>. Un refuerzo económico
adicional puede hacerse contingente con respecto al trabajo que supere las
normas mínimas admisible. Las primas, aumentos y promociones, cuando se
hacen contingentes con respecto a una realización excepcional, moldean la
topografía de la conducta hacia una mayor calidad o habilidad (capítulo VI).

Factores extraeconómicos

En la actualidad, se considera, generalmente, que el empleado raras


veces trabaja sólo por dinero. El patrono que confía solamente en el control
económico olvida el hecho de que el trabajador puede conseguir refuerzo
también de otras formas. El artesano no solo construye algo que luego puede
vender por dinero, sino que se ve reforzado por su éxito al dominar el material
que trabaja y al producir un artículo por el que recibe aprobación. Estos
refuerzos adicionales pueden ser muy importantes para mantener su nivel de
trabajo. Sin embargo, a menudo han desaparecido en los modernos métodos
de producción en serie, en los que el trabajador recibe sólo un refuerzo
económico por lo que hace. Decir que el artesano está movido por el
<<orgullo>> de su trabajo, no nos ayuda mucho a comprender el problema.
Para estudiar de un modo eficaz la conducta del empleado, debemos ser
capaces de especificar, en cualquier caso concreto, las circunstancias
reforzantes y quizá también como han llegado a serlo.

El efecto del refuerzo del trabajador no se manifiesta en su ritmo de


producción si dicho ritmo viene determinado por un sistema aversivo
regularizado-como el del trabajador en cadena-. En la industria, los valores
extraeconómicos suelen tener un efecto directo sobre la conducta del
trabajador, evitando el absentismo o logrando que permanezca en su empleo.
Independientemente de su ritmo de producción, el trabajador a quien <<le
gusta su trabajo>> muestra poco absentismo y cambia poco de empleo. Le
gusta su trabajo en el sentido de que se siente reforzado por ir a trabajar-no
solo debido a un programa de retribución efectivo, sino también por las
condiciones de trabajo, por sus compañeros, etc. Le desagrada su trabajo en la
medida en que este tiene propiedades aversivas. Si se le hace trabajar a un
ritmo de producción elevado mediante una constante estimulación aversiva en
forma de amenaza de despido, toda su tarea se convertirá en aversiva y,
cuando su situación económica lo permita, faltará o, posiblemente, cambiará de
empleo. Los estímulos aversivos condicionados asociados con la enfermedad,
pero o penuria en la vejez pueden también tener importantes efectos aversivos.
Decir que el empleado quiere <<libertad>> y <<seguridad>> no sirve de gran
ayuda para estudiar estos problemas. Para diseñar unas condiciones óptimas
de trabajo, no solo desde el punto de vista de la productividad, sino también del
absentismo y los cambios de empleo, necesitamos un análisis explícito de los
hechos que, en la práctica, refuerzan y son aversivos.

344
EL VALOR ECONOMICO DEL TRABAJO

Esta parte de la conducta del trabajador que se halla sometida a control


económico genera estímulos aversivos -debido a la misma naturaleza del
trabajo o por el hecho de que le impide llevar a cabo actividades que serían
reforzantes en otros aspectos-. El refuerzo económico que recibe no borra
estas consecuencias aversivas. Cuando alguien acepta o rechaza una oferta
de trabajo, es posible decir que lo que hace, en realidad, es comparar los
refuerzos positivos y los negativos. El patrono hace algo parecido. Puesto que
quienes utilizan el control económico tienen que ceder bienes o dinero para
reforzar la conducta, el refuerzo económico es aversivo para el que controla,
por definición.

Si estas consecuencias conflictivas son bastante parecidas, el individuo


puede comportarse de modo que le lleve a tomar una decisión en el sentido
que vimos en el capítulo XIV. ¿Cortará alguien su propi césped, o pagará a otro
que lo haga por él? Esto dependerá en parte de las propiedades aversivas de
cortarlo y de las de dar el dinero necesario para que otro lo haga. Dependerá
también de la conducta de tomar una decisión en la que puede considerar otras
posibles consecuencias de cortar él mismo el césped – el ejercicio puede
sentarle bien-, o las formas de ganar la misma cantidad de dinero de un modo
menos aversivo que cortar césped, etc. El futuro empleado puede alterar estas
condiciones al aceptar o rechazar la oferta.

En tal caso se llega a establecer un <<trato>> si, para evitar las


consecuencias aversivas de cortar el césped, el empresario ofrece una
cantidad igual o mayor que compense las consecuencias aversivas que esto
representa para el empleado. La cantidad que ofrezca dependerá también de
las consecuencias aversivas de dar el dinero. Para el empresario, la cantidad
que ofrece es lo que <<vale>> el trabajo según sus circunstancias económicas
actuales; la cantidad que acepta el empleado es lo que el trabajo <<vale>>.
Según sus propias circunstancias económicas.

El <<valor económico>> del trabajo u otros servicios personales están


pues, relacionado con su asociación con efectos reforzantes positivos y
negativos. Podrían compararse directamente los efectos reforzantes de dos
trabajos, pero el dinero proporciona una escala única que permite medir el valor
económico de muchos tipos de trabajo y servicios distintos. Hemos visto ya que
el dinero tiene ciertas ventajas como refuerzo generalizado; tiene unas
dimensiones relativamente simples, puede hacerse claramente contingente con
respecto a la conducta y sus efectos son relativamente independientes de la
situación momentánea del organismo. El dinero es especialmente apto para
representar el valor económico porque pueden compararse distintas cantidades
utilizando una escala única; una cantidad normalizada es tan eficaz para
345
comparar refuerzos que se la elige, a menudo, para representar un valor
económico independiente no asociado a consecuencias negativas o positivas.
La escala monetaria es considerada como una dimensión fundamental del
valor. Pero no tendría ningún sentido si no se la comparara con otras
consecuencias.

Para el patrono, el valor económico del trabajo es simplemente la


cantidad de dinero que tiene que dar a cambio de trabajo. Esto depende de los
resultados del trabajo. Pagamos a alguien para que corte el césped si un
césped cortado es reforzante. Le pagamos para que fabrique zapatos si éstos
son reforzantes de un modo personal o podemos cambiarlos por dinero u otros
bienes, los cuales son reforzantes por otras razones. A veces, la misma
conducta es directamente reforzante, como por ejemplo, en la diversión; hemos
visto ya que lo que intenta un animador o presentador es que su conducta sea
positivamente reforzante para que tenga un valor económico.

Para el empleado, el valor económico de su trabajo es el dinero que


recibe a cambio del mismo. Las consecuencias aversivas de acuerdo con las
cuales da un valor a sus servicios pueden ser de muchos tipos. El trabajo difícil
es aversivo de un modo directo, lo mismo que dedicarse a un trabajo
determinado durante largos periodos de tiempo sin tener en cuenta la energía
que requiere. Algunos trabajos son aversivos por razones especiales.
Thorndike descubrió que la gente era, en general, capaz de poner un precio
para llevar a cabo una serie de trabajos aversivos- por ejemplo, dejar que una
serpiente se le enrollará alrededor del cuello y brazos, comerse un gusano
muerto o escupir sobre un retrato de George Washington-. Suele llamarse
soborno al dinero que se paga por una conducta que, aunque no sea aversiva
por sí misma, puede, posiblemente, conducir al castigo. El soborno da una idea
del valor económico de una determinada probabilidad de castigo.

Cuando se paga a alguien para que no lleve a cabo una conducta, esta
tiene <<valor de molestia>>. Si el padre le da una asignación a su hijo para que
no fume, beba o se case antes de una edad determinada, la conducta que el
hijo debe evitar puede tener para él propiedades muy reforzantes. Se
<<gana>> su asignación aceptando las consecuencias aversivas de dejar de
hacer algo. Cuando la conducta que no se realiza no tiene unas consecuencias
muy reforzantes para el que recibe la subvención, pero resultaría muy aversiva
para quien paga para suprimirla, se llama chantaje a la acción de dar el dinero.
Cuando la conducta es verbal –por ejemplo, prestar testimonio de que otra
persona no ha cometido una conducta censurable- decimos entonces que se
ha comprado a un testigo. Una nada del hampa explota una relación de control
similar cuando vende <<protección>>; en otras palabras, conviene en no
causar daño a personas o propiedades a cambio de dinero. El chantaje y la
protección representan sistemas sociales inestables, en el sentido visto del
capítulo XIX. El grupo ético o las instancias religiosas y gubernamentales se

346
oponen a este tipo de control haciendo que ciertas circunstancias aversivas
sean contingentes al hecho de llevar a cabo transacciones similares.

COMPRAR Y VENDER

Comprar, vender o cambiar son operaciones tan comunes que es


probable que pasemos por alto algunos de los procesos que implican. La
transacción básica o <<trato>> se expresa mediante el ofrecimiento: <<te daré
esto si me das aquello>>. Tal como ocurre en las transacciones que suponen
trabajo personal, estos estímulos complejos son eficaces solamente después
de un amplio condicionamiento económico. Es fácil observar este proceso a
medida que el niño aprende a cambiar juguetes con otros niños o comprar un
caramelo en la tienda de la esquina. Antes de que esta conducta alcance una
etapa relativamente estable, el niño deberá verse afectado por todas las
consecuencias aversivas de dar un juguete o una moneda y por las
consecuencias reforzantes de obtener otro juguete o caramelo. Una vez este
condicionamiento ha tenido lugar, una conducta similar con respecto a objetos
similares y dinero similar puede convertirse en relativamente automática, y
fácilmente se pueden pasar por alto las complejas relaciones que implica. Que
una venta se haga con rapidez o después de una larga deliberación, depende
de que las propiedades aversivas de desprenderse del dinero o de irse sin el
objeto sean equiparas con las propiedades positivamente reforzantes del
dinero o del objeto. Cuando se hace una <<buena compra>>, el objeto es más
reforzante que el dinero que hay que dar por él y la venta se realiza
inmediatamente. En una compra dudosa, las consecuencias positivas se
encuentran relativamente niveladas y la venta puede tener lugar sólo después
de larga deliberación.

El valor económico de los bienes

El uso del dinero para comprar y vender nos permite valorar los bienes
del mismo modo que hemos valorado el trabajo –según una simple escala
unidimensional-. Para un individuo, un objeto <<vale>>lo que está dispuesto a
pagar por él. Antes de que una venta o un cambio puedan tener lugar, han de
alcanzar o excederse ciertos valores críticos. A le dará el artículo a B si las
consecuencias aversivas de su acto se encuentran compensadas por las
consecuencias positivamente reforzantes del dinero que B va a darle. B dará
esta cantidad de dinero a A si las consecuencias aversivas implicadas se hallan
compensadas por las positivamente reforzantes de recibir el objeto de A.

Las transacciones económicas se ven afectadas también por otras


circunstancias. Puesto que el dinero que alguien da a cambio de bienes es una
medida del efecto reforzante de los mismos, este variara según el nivel de
privación. El valor que una persona da a la comida depende del hambre que
tiene. Restringiendo el suministro de comida, puede inducírsele a pagar por ella
un alto precio. Este efecto se refleja, en la población global, por el hecho de
347
que el precio que normalmente se paga por un objeto puede modificarse,
manipulando el suministro. Pero, lo que alguien sea capaz de pagar por la
comida depende también de las consecuencias aversivas de desprenderse del
dinero, y esto depende también, en cierta medida, del dinero que se tiene. Si
consideramos la población como un todo, el precio de un objeto vendrá
también determinado en parte por el dinero de que se dispone. Es evidente que
tanto el suministro de bienes como el de dinero ocupan un lugar destacado en
la teoría económica tradicional. Sin embargo, no son los únicos determinantes
de las transacciones económicas.

Un punto importante a considerar es la historia de refuerzo de la


conducta de adquirir o dar bienes o dinero. La conducta de comprar y vender
puede ser fortalecida o debilitada independientemente de la naturaleza
particular de una transacción dada. Cuando las consecuencias reforzantes para
el que compra exceden en mucho las consecuencias aversivas de pagar por el
artículo, la simple conducta de comprar se ve fortalecida. En la técnica de
ofrecer <<gangas>>, ocurre que al vender la tiene da algunos objetos a más
bajo precio puede vender también otros a precio normal. Los <<hábitos de
compra>> del público se rigen a menudo por el mismo principio. El hecho de
que un individuo compre con facilidad depende también, en parte, de las
consecuencias aversivas previas de dar el dinero. <<Saber lo que vale un
dólar>> es el efecto de las consecuencias aversivas de desprenderse de un
dólar.

El efecto reforzante de un artículo, y por tanto el precio que por él se


puede pedir, es aumentado utilizando muchas técnicas mercadológicas. Se
hace que el artículo resulte <<atractivo>> por el diseño, embalaje, etc.
Propiedades de este tipo hacen que un objeto sea reforzante desde el mismo
momento en que lo ve el futuro comprador, de modo que no se requiera una
historia previa con objetos similares.

La conducta imitativa es relevante en las conductas de comprar y


vender. Puede comprarse un objeto simplemente porque otras personas están
comprando objetos del mismo tipo. Este es el principio de las gangas masivas
en las que el público gasta su dinero rápidamente. La publicidad testimonial
elabora modelos imitativos para el comprador potencial mostrándole muchos
otros compradores o poseedores de bienes. En los períodos de deflación se
produce, de forma característica, el fenómeno imitativo de no comprar.

El balance entre las consecuencias positivas y negativas puede ser


eliminado alterando el tiempo que media entre estas consecuencias y la
conducta. Se incrementan las ventas con promesas de entrega inmediata. Lo
mismo ocurre cuando una firma que vende por correspondencia, aun no
existiendo acuerdo sobre el plazo, se apresura a servir los pedidos lo más
rápidamente posible para adquirir ventaja sobre otra casa competidora que

348
tarde más en servir. La conducta de servir un pedido probablemente no se ve
reforzada, en sentido estricto, por el hecho de la recepción de mercancías,
supongamos, cuatro días después; cualquier efecto reforzante de tal
consecuencia debe ser mediatizado por etapas intermedias verbales o no
verbales. Pero estas etapas intermedias no cambian necesariamente la ventaja
que se ha obtenido reduciendo el tiempo que pasa entre la conducta y la
consecuencia última. Cuando se permite al comprador comprar a crédito se
manipula otro tipo de relación temporal. Al comprar a plazos, se desplazan y
distribuyen las consecuencias aversivas del pago, Hay que distinguir este
efecto del efecto del crédito que permite comprar mercancías antes de disponer
del dinero.

Otro factor importante que contribuye a la probabilidad de que un


individuo invierta dinero, sea en otra clase de dinero o en bienes, es el
programa según el cual es reforzado por hacerlo. Una máquina automática
defectuosa o un vendedor poco honesto pueden frustrar a veces la operación
de intercambio de bienes de dinero. La probabilidad de llevar a cabo
transacciones en circunstancias similares es reducida en cierta medida
mediante la extinción. Sin embargo, si un vendedor ofrece de modo
característico una ganga especialmente atractiva, cuando ya se ha completado
la transacción la probabilidad puede permanecer a un nivel muy alto. En
general, cuanto mayor sea el efecto reforzante del objeto que se cambia por
dinero, más a menudo pueden fallar los refuerzos sin que se extinga la
conducta totalmente. Este es un ejemplo del tipo de intercambio económico
llamado juego.

Se puede jugar con dinero para conseguir dinero, como en la ruleta o en


una máquina tragaperras; con dinero para conseguir mercancías, como cuando
se compra un automóvil muy barato; o con mercancías para conseguir dinero,
como cuando se ofrece el doble o nada en una factura. La conducta del jugador
está sometida a un control muy complejo que depende de su historia de
refuerzo. A veces, es posible calcular las <<probabilidades>> de un
determinado sistema de juego, y éstas, si son conocidas por el jugador, pueden
determinar si efectuará la jugada o no. La probabilidad de que alguien efectué
una jugada de envergadura determinada varía según factores tales como la
importancia de lo que se va a obtener o de una determinada historia de
refuerzo, y esto puede estudiarse experimentalmente. Sin embargo, la
predisposición para continuarse arriesgando dentro de un sistema dado,
depende principalmente del programa de razón variable. Desde el punto de
vista del establecimiento que controla el juego, este programa es más seguro
porque, a la larga, el porcentaje de beneficio es fijo. También es un programa
sumamente eficaz para general la conducta de jugar. El establecimiento de
juego selecciona una razón principal que es un compromiso entre dos
consecuencias. Una razón demasiado alta rinde un beneficio muy alto por cado

349
jugada pero produce también una pérdida de clientela. Una razón demasiado
baja produce un beneficio demasiado pequeño y muchos clientes. El jugador
profesional, <<atrae a su víctima>> elaborando una historia de refuerzo
favorable. Empieza con una razón baja en la cual el refuerzo ocurre con tanta
frecuencia que la víctima gana. Entonces, se aumenta la razón, lenta o
rápidamente, según el tiempo que el jugador piense trabajar con una víctima
determinada. Esta es precisamente la forma en que la conducta de una paloma
o una rata se colocan bajo el control de un programa de razón variable. Puede
alcanzarse una razón media en la que los refuerzos ocurren tan raramente que
la paloma o el ratón gastan más energía tratando de manejar el mecanismo
que la que reciben con el refuerzo de comida; en cambio, los tres sujetos
continúan jugando.

Los dispositivos de juego utilizan de un modo eficaz los refuerzos


condicionados basados en la asociación de ciertos estímulos con los refuerzos
económicos que aparecen ocasionalmente. Por ejemplo, la máquina
tragaperras refuerza al jugador con determinadas combinaciones de tres
figuras que aparecen en el cristal frontal de la máquina. Pagando muy
generosamente -<<yendo a por la caja>>- por <<tres barras>>, el dispositivo
finalmente da dos barras más otra cifra fuertemente reforzante. <<Estar a punto
de conseguir la caja>> aumenta la probabilidad de que el individuo juegue,
aunque este refuerzo no le cueste nada al propietario del dispositivo.

Así pues, el juego es un sistema de control económico en el que se


induce al individuo a pagar dinero a cambio de un refuerzo cuyo valor es
demasiado pequeño para que pueda conducir a un cambio, bajo otros
programas. Si un hombre no puede vender un coche a otro por 3.000 dólares
puede sortearlo entre 3.000 hombres por un dólar, si la cultura ha
proporcionado la necesaria historia de refuerzo de razón variable, es decir, si
sus miembros ya han <<probado suerte>>. Si un establecimiento de juego no
puede persuadir al cliente para que invierta dinero sin recibir nada a cambio,
puede conseguir el mismo efecto devolviendo parte del dinero del cliente según
un programa de razón variable.

En resumen, la probabilidad de que se realice una transacción está en


función de los niveles de privación del comprador y del vendedor con respecto
a las mercancías y al dinero, de la historia de ambos respecto a los buenos y
manos negocios, de las características temporales del objeto o de la situación
en que se realiza el trato, de la conducta de otras personas que han llevado a
cabo transacciones similares, de las contingencias temporales que rigen la
recepción de bienes o la entrega de dinero y de una historia de determinados
programas de refuerzo. Todas estas condiciones se desprenden de un análisis
de la conducta humana; son también tópicos familiares en las discusiones
tradicionales acerca de la conducta económica. Es evidente que afectan la
utilidad y precisión del concepto de valor económico. No puede hacerse

350
ninguna afirmación acerca del efecto reforzante de3 bienes o dinero sin tener
en cuenta una serie de características de la historia del individuo que compra o
vende, así como las circunstancias externas bajo las que se realiza una
determinada transacción.

<<ECONOMIA>>

Cuando millones de personas compran y venden, prestan y toman


prestado, alquilan y arriendan, dan empleo y trabajan, generan los datos que
constituyen la materia de estudio tradicional de la economía. Estos datos
incluyen las cantidades y situaciones de bienes, trabajo y dinero, número de
transacciones económicas en un periodo determinado, ciertas características
de transacciones expresadas como costes, precios, tipos de interés y salarios,
junto con los cambios en cualquiera de ellos en función del tiempo u otras
circunstancias.

Frecuentemente, se hacen afirmaciones acerca de los bienes, dinero,


salarios, precios, etc., sin mencionar de un modo directo la conducta humana, y
en economía muchas generalidades importantes parecen ser relativamente
independientes de la conducta del individuo. No obstante, existe implícita al
menos una referencia a la conducta humana cuando se definen todos los
términos clave. Los objetos físicos no son bienes independientemente de su
valor reforzante. Con mayor razón no puede definirse el dinero sin hacer
referencia a su efecto sobre la conducta humana. Aunque puede ser posible
demostrar relaciones validas entre los datos generados por las transacciones
económicas de gran número de personas, deben tomarse en consideración
ciertos procesos clave en la conducta del individuo. El procedimiento tradicional
ha consistido en deducir la conducta del individuo que efectúa transacciones
económicas a partir de los datos que se desprenden del grupo. Este
procedimiento condujo al <<homo economicus>> de la teoría económica del
siglo XIX, que se fundaba justamente en la conducta necesaria para explicar el
conjunto de los hechos del gran grupo. Esta ficción explicativa ya no
desempeña ningún papel importante en la teoría económica.

Cuando las generalizaciones a nivel de grupo demuestran no ser


válidas, con frecuencia, se requiere prestar cierta atención a las transacciones
individuales. Ya hemos señalado muchas condiciones especiales que afectan
al valor económico. En los datos generados por millones de personas, los
efectos de estas condiciones pueden nivelar un promedio o anularse
mutuamente. Pero, cuando una determinada condición afecta a gran número
de personas, no es posible manipularla de este modo. Con frecuencia, los
economistas explican su fracaso en la predicción de una consecuencia

351
particular a partir de una amplia generalización, recurriendo a condiciones
especiales de este tipo. Aunque, en general, la oferta de dinero o bienes puede
implicar inflación, por ejemplo, alguna circunstancia externa, por otra parte no
relacionada con la oferta de dinero o bienes, puede generar una preocupación
infundada en gran número de compradores. Si la ciencia de la economía
tuviera que tener en cuenta todas estas variables extraeconómicas, se
convertiría en una ciencia completa de la conducta humana. Pero a la
economía solo le interesan un corto número de variables de las cuales la
conducta del individuo es función. Existen muchas razones prácticas por las
que este campo limitado debe ser estudiado en relativo aislamiento. Esto
significa que el economista necesitará, en todo caso, recurrir, de tiempo en
tiempo, a la conducta del hombre económico real.

La teoría económica se ha sentido especialmente inclinada a utilizar el


principio de máximos y mínimos. La libertad, justicia y seguridad de la instancia
gubernamental, la salvación y la piedad de la instancia religiosa, y la salud
mental y la adaptación de la psicoterapia tienen sus paralelos en <<riqueza>>,
<<beneficios>>, <<utilidad>> y muchos otros conceptos en términos de los
cuales se han valorado las transacciones económicas. Puesto que en teoría
económica se fomenta la cuantificación por las dimensiones útiles del dinero
como refuerzo generalizado, podemos tener la impresión de que estas
entidades se adaptarán más fácilmente a un análisis funcional. Pero, de hecho,
no se ha demostrado que sean más útiles, para predecir o controlar una
determinada transacción económica, que las correspondientes a los otros
campos. La concepción de la conducta económica que surge de un análisis
funcional ofrece otra posibilidad. Evidentemente, el presente capítulo ha tratado
solamente de una pequeña parte de las muchas transacciones económicas que
son observables en cualquier grupo grande de personas, pero una ciencia de la
conducta debería proporcionar una explicación satisfactoria de la conducta del
individuo responsable de los datos económicos en general.

LA INSTANCIA ECONOMICA

El poder de utilizar el control económico esta naturalmente en manos de


aquellos que poseen el dinero y los bienes necesarios. La instancia económica
puede consistir en un solo individuo o puede estar organizado como una gran
industria, fundación o, incluso, gobierno. No es el tamaño o la estructura lo que
define a la instancia como tal, sino el uso que hace del control económico. El
individuo utiliza su riqueza con fines personales, que pueden incluir
sostenimiento de obras de caridad, actividades científicas, artísticas, etc. La
fundación benéfica utiliza la riqueza para subvencionar determinadas
actividades. Tal como hemos visto, las instancias religiosas y gubernamentales
utilizan esta técnica complementaria para sus propios fines.

352
Si existe cualquier instancia económica como tal, ésta compuesta por
aquellos que poseen riqueza y la utilizan de modo que conserve o aumente
esta fuente de poder. Del mismo modo que el grupo ético se mantiene unido
por la uniformidad del efecto aversivo de la conducta del individuo, también
aquellos que poseen riqueza pueden actuar conjuntamente para protegerla y
controlar la conducta de quienes la amenazan. En este sentido, podemos
hablar de la importante instancia económica llamada <<capital>>. Es estudio
de tal instancia requiere un examen de las prácticas que representan control
económico concertado y de los efectos de retorno que las apoyan.

CONTRACONTROL

Tal como ocurre en el control religioso, gubernamental o


psicoterapéutico, el poder económico puede utilizarse para ampliar los
intereses de quienes lo poseen. Un control excesivo genera conducta por parte
del controlado que impone unos límites prácticos. El grupo como un todo suele
condenar el uso excesivo de la riqueza, como malo o erróneo y clasifica el uso
con fines benéficos como buenos o correctos. Las instancias religiosas y
gubernamentales ejercen también algún contracontrol. Por ejemplo, en los
sistemas de gobierno modernos el individuo no puede, legalmente, controlar
muchas clases de conducta mediante el poder económico. Las leyes acerca de
la prostitución, el trabajo de los menos, prácticas fraudulentas, juegos, etc.,
imponen también sus límites. Se restringen las transacciones económicas
particulares, o se hacen menos probables, mediante tarifas, tributos e
impuestos sobre los beneficios y sobre las transacciones, mediante control de
los precios, cambiando la emisión del dinero, a través del gasto público, etc.
Todas estas medidas alteran el balance entre aquellos que poseen trabajo o
bienes y los que poseen dinero; por tanto, alteran la frecuencia con la que se
producen ciertos tipos de intercambio económico. El efecto, normalmente,
suele ser el de reducir el ámbito en el que el poseedor de riqueza pueda
emplearla para controlar a los demás.

353
XXIV. Educación

En una escuela americana si un alumno pide sal en un buen francés, se


le da un sobresaliente. En Francia, se le da la sal. Esta diferencia revela la
naturaleza del control educativo. La educación es el establecimiento de una
conducta que representará en el futuro una ventaja para el sujeto y para los
demás. La conducta se verá finalmente reforzada de muchas maneras que ya
hemos considerado; mientras, la instancia educativa prepara los refuerzos con
fines de condicionamiento. Los refuerzos que utiliza son artificiales, tal como
sugieren los términos <<ejercicio>> y <<práctica>>.

La educación resalta la adquisición de una conducta más que el


mantenimiento de la misma. Mientras que el control religioso, gubernamental y
económico están interesados en conseguir que determinados tipos de conducta
sean más probables, el refuerzo educativo intenta lograr simplemente que unas
formas especiales de conducta sean más probables bajo circunstancias
especiales. Al preparar al individuo para situaciones que aún no se han
presentado, se coloca a las operantes discriminativas bajo el control de
estímulos que probablemente aparecerán en esta situación. Finalmente, ciertas
consecuencias que no son de tipo educativo determinarán el hecho de que el
individuo continúe comportándose del mismo modo. La educación tendría
objeto si en definitiva no se produjera posteriormente otras consecuencias,
porque la conducta del controlado, en el momento en que se le está educando,
no tiene interés para nadie.

LAS TECNICAS EDUCATIVAS Y SUS TECNICAS DE CONTROL

La familia funciona como una instancia al enseñar al niño a andar,


hablar, jugar, comer de un modo determinado, vestirse, etc. Utiliza los
refuerzos primarios de que dispone la familia: alimento, bebida y calor, y
refuerzos condicionados como atención, aprobación y afecto. La familia, a
veces educa por razones obvias por ejemplo, para que el niño se convierta en
un miembro útil del grupo familiar. El <<orgullo>> que experimenta un padre
ante los logros de sus hijos no nos proporciona ninguna explicación, puesto
que el término describe simplemente que los logros del niño son reforzantes.

354
Parece que este hecho depende de la cultura. El individuo también percibe
muchas formas de educación casual a través de otros miembros del grupo
ajenos a su familia, en los casos en que las variables de que dispone el grupo
sean similares a las del control ético (capítulo XXI). Ciertas formas de conducta
se clasifican como buenas o correctas y otras como malas o incorrectas y son
reforzadas de acuerdo con estos criterios. No obstante, no siempre queda claro
por qué se hace esto. Una extensión del control ético a la educación puede, al
igual que el orgullo familiar, representar unas ventajas especiales para el
grupo, en cuyo caso puede explicarse solamente mediante un análisis de las
prácticas culturales (sección VI).

El artesano enseña a un aprendiz porque haciéndolo así consigue un


ayudante eficiente, y las industrias enseñan también a quien trabajan para
ellas, por razones similares. Por regla general, los refuerzos son de tipo
económico. Cuando un gobierno realiza un entrenamiento militar para mejorar
la eficacia de sus fuerzas armadas, las técnicas se basan generalmente en el
castigo o la amenaza. Cuando las instancias religiosas recurren a la educación
para complementar otras técnicas, utilizan también las variables que suelen
estar bajo su control. Por tanto, la instancia educativa no se distingue por la
naturaleza de sus variables sino por el uso que hace de las mismas. Existen
diferencias entre utilizar el poder económico para inducir a un aprendiz a que
trabaje o utilizarlo para inducirle a adquirir formas eficaces de conducta, entre
amenazar con el castigo para inducir a un soldado a luchar o para que luche
eficazmente, y entre utilizar el poder del que dispone la instancia religiosa para
reforzar la conducta piadosa o para enseñar el catecismo.

La institución educativa

Una instancia educativa más explícita requiere un tratamiento especial.


La educación es una profesión y los que se dedican a ella lo hacen,
principalmente, a causa del refuerzo económico. Tal como ocurre en muchas
otras profesiones, los refuerzos proporcionados por el grupo ético también
suelen ser importantes: enseñar no es solamente una forma de ganarse la vida,
es <<una tarea admirable>>. Por tanto, al explicar la presencia de instituciones
educativas en una comunidad determinada tendremos que explicar la conducta
de aquellos que pagan o elogian a quienes enseñan. ¿Qué reciben a cambio?

El profesor particular constituye una ampliación de la educación familiar,


y la familia paga sus servicios por la misma razón que educa a sus hijos
directamente. La escuela privada es un esfuerzo de colaboración del mismo
tipo. Las escuelas religiosas o las que buscan un beneficio son extensiones
similares de las actividades de otras instancias. Al explicar la educación
pública, deben señalarse ciertos beneficios inmediatos para el grupo
considerado globalmente. Los primeros grados de las escuelas públicas
asumen la función educativa de la familia, vigilan al niño durante parte del día,

355
generan conducta a la censura del grupo. Los resultados comparables de la
educación de niños mayores no siempre son tan claros, y este hecho ocasiona
una dificultad práctica y teórica. La instancia educativa explícita no se
encuentra en todas las culturas, y el grado en que un grupo determinado la
apoya puede variar muchísimo según las épocas. Cuando aquellos que poseen
el poder fundamental, económico o de otro tipo, no reciben el refuerzo
suficiente, entonces suelen retirar su ayuda. No obstante, los educadores
raramente intentan incrementar los beneficios de retorno o hacerlos más
eficaces como refuerzos.

Aparte de cualquier retorno inmediato, hemos de tener en cuenta el


posible efecto a largo plazo de la educación. Al igual que el orgullo familiar o la
educación administrada por otros miembros del grupo, la institución educativa
puede explicarse a través de un tipo distinto de consecuencia para el grupo,
que vamos a considerar en la sección VI.

REFUERZO EDUCATIVO

Los refuerzos utilizados por las instituciones educativas establecidas son


bien conocidos por todos: consisten en buenas notas, ascensos, diplomas,
grados y medallas, todos los cuales se hallan asociados con el refuerzo
generalizado de aprobación. El concurso de ortografía es un recurso muy
conocido que hace contingentes, de un modo explícito, la aprobación y otros
refuerzos sociales respecto a una conducta estudiosa. La misma técnica se
utiliza en los modernos cursos de enseñanza programada en los que el
conocimiento es reforzado por sí mismo>>. Resulta evidente que existe un
cierto valor de intercambio cuando a un individuo que ha terminado
recientemente sus estudios, se le ofrece un trabajo o es admitido de modo
automático en ciertos grupos de control. La instancia educativa no suele tener
por sí misma ningún poder económico, excepto para conceder premios y
becas. Puede también disponer de ciertos refuerzos en forma de privilegio. La
institución puede, además, recibir el apoyo de la familia, la cual hace
contingente algunos refuerzos primarios o condicionados en relación con los
resultados escolares conseguidos por el alumno, por ejemplo, dando una
asignación al estudiante que mantiene un determinado promedio. Durante la
segunda guerra mundial parte de la educación militar corrió a cargo de
instituciones educativas, y con ello el profesor dispuso de un refuerzo nuevo e
importante que consistió en ascensos militares.

En venerable lugar que ocupa el castigo en el control educativo queda


ejemplificado por el bastón y la palmeta o por ciertas formas de violencia
disciplinaria, por ejemplo, la imposición de muchos deberes escolares. No se
ha abandonado totalmente las formas extremas de castigo físico, peto ya
hemos indicado la regla general según la cual cuando se retira una
consecuencia aversiva se crea a menudo otra que ocupa su lugar. Del mismo

356
modo que los salarios que se pagan según un programa de intervalo fijo
pueden utilizarse para proporcionar estimulación aversiva amenazando al
empleado con despedirle, también el maestro de párvulos que no les paga
físicamente puede, sin embargo, amenazarles con retirarles su apoyo o su
afecto como una forma de control aversivo. Del mismo modo, los refuerzos
positivos de que disponen las escuelas y colegios son, a menudo, utilizados
como base de estimulación aversiva condicionada en forma de amenaza de
suspenso o expulsión.

Los subproductos del control a través del castigo han sido siempre
rasgos característicos de las instituciones educativas. Las peleas, desórdenes
y el <<hacer novillos>> son formas de contraagresion o evasión que siguen el
análisis en el capítulo XXIV. Son también normales algunos subproductos más
neuróticos. Por tanto, resultan obvias las ventajas que se obtendrían si se
utilizaran otras técnicas de control. Sin embargo, no puede abandonarse un
sistema de control hasta que se posea otro que pueda sustituirlo, y es evidente
que, en estos momentos, la institución educativa carece de control necesario.
El educador, no sólo ha abandonado la palmeta, sino que tampoco dispone ya
de la disciplina de las prácticas familiares basadas en el control aversivo. A
medida que se educan más personas, se debilitan los refuerzos honoríficos
proporcionados por la educación; ahora, sólo unas pocas ventajas especiales
son contingentes a la misma. Con el incremento de la seguridad social las
consecuencias económicas de una educación son también menos importantes;
relativamente pocos estudiantes se quedan sin conseguir una posición
económica acomodada o, al menos, sin poder escapar a la amenaza de una
vejez pobre.

Las instituciones educativas han hecho frente a esta situación


recurriendo a otros métodos de control. El profesor, a menudo sin
proponérselo, utiliza métodos de control. El profesor, a menudo sin
proponérselo, utiliza las fuentes de poder de que dispone en el control
personal, para hacer que tanto él como sus clases resulten interesantes; en
otras palabras, se convierte en un animador. Los libros de texto son ilustrados
con fotos y diagramas que se parecen a los que utilizan las revistas o los
periódicos, y las conferencias se complementan con demostraciones y material
audiovisual. Se dispone circunstancias especialmente favorables para la
ejecución de la conducta que debe controlar la institución educativa: las
bibliotecas son diseñadas para hacer más fácil el acceso a los libros, se
amplían y mejoran los laboratorios, se dan facilidades para realizar viajes de
estudio y para pasar temporadas en centros especializados. Los sujetos que no
se adaptan fácilmente a estas técnicas quedan, a menudo, apartados o
disminuidos.

El término <<educación progresiva>> describe, a grandes rasgos, un


esfuerzo concertado para encontrar sustitutos a los falsos refuerzos del control

357
educativo. Se trasladan a la situación educativa, consecuencia del tipo de las
que, finalmente, regirán la conducta del estudiante. El estudiante que, bajo el
sistema tradicional, era reforzado con un sobresaliente por hablar
correctamente el francés, es reforzado finalmente, en caso de lo que sea, por
leer libros en tal idioma o comunicarse eficazmente con personas
pertenecientes a la comunidad francesa. En la educación progresiva, estos
refuerzos <<naturales>> o <<funcionales>> son utilizados por la instancia
educativa tan pronto como es posible. De modo similar, el estudiante que
estudia una ciencia se ve reforzado, desde las primeras etapas, por su
competencia progresiva en tratar con la naturaleza. Al permitir una elección
más amplia de lo que puede estudiarse, se aumenta la probabilidad de que la
conducta escolar reciba un refuerzo no educativo desde un principio. Quizás ha
sido siempre una característica de la buena educación introducir
consecuencias reales, pero la educación progresiva se ha esforzado en hacerlo
con tanta frecuencia y tan pronto como ha podido. Se ha objetado muchas
veces que ciertos temas de estudio se ponen indebidamente de relieve a
expensas de otros en los que no puede evitarse una educación disciplinaria
que sólo dispone del refuerzo educativo.

Los refuerzos condicionados de la instancia educativa pueden hacerse


más eficaces haciendo hincapié en la relación con las contingencias de tipo
natural que se presentarán más tarde. Informando al estudiante acerca de las
ventajas que puede obtener de la educación, se puede dar a la misma un valor
reforzante por sí misma. Muchas instituciones educativas han implantado la
orientación profesional y otras formas de terapéutica como técnicas auxiliares.

LA CONDUCTA RESULTANTE DEL CONTROL EDUCATIVO

Cuando los refuerzos educativos se hacen contingentes a propiedades


topográficas o intensivas de la conducta, al resultado se le llama habilidad. La
diferenciación de la que se ha tratado en el capítulo VI es característica del
adiestramiento en pintura, música, caligrafía, conversación, deporte y oficios.
Los refuerzos no educativos que finalmente asumen el control son las
consecuencias especiales de la conducta hábil. Al enseñar a alguien a jugar
tenis, algunos refuerzos educativos como los estímulos verbales <<Bien>> y
<<Correcto>> se hacen contingentes a los hechos de empuñar bien la raqueta,
realizar un buen saque o sincronizar los movimientos. La <<buena forma>>
resultante es finalmente mantenida por las consecuencias naturales de la
trayectoria de la pelota. De modo similar, el refuerzo educativo de una buena
técnica pictórica es finalmente reemplazado por la producción de buenos
cuadros que son, por sí mismos, reforzantes. La habilidad técnica pictórica es
finalmente reemplazado por la producción de buenos cuadros que son, por sí
mismos, reforzantes. La habilidad técnica para manejar herramientas o
máquinas conduce primero a la aprobación del instructor y luego a la
producción de objetos que son reforzantes por sí mismos.

358
Conocimiento

La entidad que tradicionalmente se dice que es maximizada la educación


se llama <<conocimiento>>. El término hace referencia a algunos de los tipos
de conducta humana más complejos, y por tanto, no es sorprendente que casi
nunca haya sido definido de modo claro o se le haya empleado de forma eficaz
para valorar prácticas educativas. A veces, utilizamos este término
simplemente para expresar la probabilidad de una conducta hábil. Decir que
alguien <<sabe escribir>> significa que posee una conducta a base de papel y
lápiz que será emitida bajo unas circunstancias favorables y generará ciertos
tipos de signos. En el mismo sentido, sabe golpear una pelota de tenis, cantar
una canción o trazar una línea recta. Sin embargo, normalmente el
conocimiento suele referirse a una relación de control entre conducta y
estímulos discriminativos. Es posible que la respuesta sea hábil, pero, ante
todo, nos interesa que aparezca en la ocasión oportuna. Así, se necesitan
movimientos hábiles para conducir un automóvil, pero saber conducirlo significa
dar las respuestas apropiadas en los momentos adecuado. Uno sabe reparar
una radio no en el sentido de saber manejar unas tenazas, desatornillador o
soldador, sino en el de manipular en los sitios adecuados.

La mayor parte del conocimiento adquirido en la educación es verbal.


Los estímulos que constituyen las ocasiones apropiadas pueden ser verbales o
no verbales. Un niño <<conoce el alfabeto>>, no porque pueda pronunciar los
nombres de las letras sino porque puede hacerlo en el orden adecuado. Una
letra o un grupo de letras constituyen la ocasión para pronunciar la letra que
sigue. <<Conoce cuál es la capital del Perú>> en el sentido de que contestará
correctamente cuando se le pregunte cuál es o hablará de ella cuando se hable
del Perú, etc. Un hombre <<conoce su tabla de integrales>> en el sentido de
que la recitara en unas circunstancias adecuadas, hará las sustituciones
correspondientes durante un cálculo, etc… <<Conoce su propia historia>> en el
sentido de que posee un repertorio muy complejo. En ocasiones poco
frecuentes, ciertas partes del repertorio histórico son controladas por estímulos
no verbales: los primeros datos de la historia; pero el conocimiento histórico es
principalmente conducta verbal en respuestas a estímulos verbales. El
repertorio es primariamente útil cuando el individuo está en contacto con otros
individuos que poseen un conocimiento similar. En otros tipos de conocimiento,
especialmente en la ciencia, una gran parte de los estímulos discriminativos
pueden ser no verbales y el repertorio es útil, primariamente, para permitir al
individuo estudiar de forma eficaz la naturaleza. No necesitamos considerar
tales repertorios como <<signos>> de conocimiento sino que deberíamos más
bien considerarlos como conocimiento mismo. El conocimiento capacita al
individuo para reaccionar adecuadamente ante el mundo que le rodea
justamente porque lo hace con su misma conducta.

359
Por ejemplo, el hecho de que unos conocimientos de historia sean
simplemente un repertorio verbal no implica que la educación consiste
meramente en aprender de memoria. El estudiante llega también a comprender
hechos históricos. Una explicación adecuada de lo que esto significa requerirá
un análisis exhaustivo de la conducta verbal que no podemos llevar a cabo en
este momento. El individuo está de acuerdo con lo que se dice acerca de un
hecho histórico en el sentido de que él mismo muestra una probabilidad muy
alta de decir lo mismo. La comprensión progresiva con que lee una y otra vez
un pasaje que describe un período determinado de la historia puede también
identificarse con la probabilidad creciente de que emita respuestas verbales
semejantes a las que contiene el pasaje. Pero la alta probabilidad que
caracteriza el acuerdo o la comprensión puede tener muchos orígenes; el
conocimiento de un campo dado es coherente y bien estructurado en medida
que estas fuentes complementarias de intensidad que distinguen el
<<conocimiento>> de <<una tendencia a afirmar algo>> no requieren que
modifiquemos el punto de vista según el cual el conocimiento es un repertorio
de conducta. La comprensión es una consecuencia adicional que concierne a
las variables de las cuales dicho repertorio es función.

Un repertorio verbal adquiere también importancia a partir del hecho de


que puede tener efectos concurrentes con otra conducta del individuo. Este
efecto se observa más fácilmente cuando el repertorio verbal y el cambio en la
conducta se encuentran localizados en organismos diferentes. El que habla
tiene muchos efectos sobre el que escucha. El estímulo verbal generado por el
que habla altera la probabilidad de una respuesta verbal o no verbal en el que
escucha. Supongamos, por ejemplo, que alguien está familiarizado con
aparatos eléctricos y que posee un conjunto de respuestas de evitación
controladas por las partes de estos aparatos que están cargadas
eléctricamente. Al trabajar con un nuevo aparato, adquiere, quizás
independientemente de cualquier instrucción verbal una conducta adecuada de
evitación con respecto a determinadas características. El proceso en
naturalmente aversivo y puede que no sea necesario si el individuo ha sido
instruido en el uso del aparato. Por ejemplo, cuando se le dice que ciertos
terminales <<dan calambre>>, los evita aunque no haya recibido de ellos
estimulación aversiva. Pero el proceso de información es complejo. La
instrucción implica la asociación de dos estímulos –un estímulo verbal complejo
generado cuando el que habla dice <<este terminal>> y señala una parte del
aparato, y el estímulo verbal <<da calambre>>. La ocurrencia simultánea de
estos estímulos tiene un efecto similar al del condicionamiento respondente; el
objeto identificado como <<este terminal>> suscita subsiguientemente la
conducta por evitación, adecuada a los objetos designados como
<<productores de calambres>>. Tal como hemos visto en la conducta de los
niños, la capacidad para ser afectados de este modo por la conducta verbal se
desarrolla muy lentamente.

360
Una institución educativa a menudo instruye directamente a sus alumnos
en este sentido, pero generalmente lo hace estableciendo un repertorio verbal
complejo que el estudiante utilizará, más tarde, en lo que podríamos llamar
autoinstrucción. El que habla y el que escucha se encuentra, en este caso,
dentro de la misma piel. En una ocasión dada se suscita una conducta verbal
que instruye al propio estudiante en una conducta no verbal. Para poner un
ejemplo simple, supongamos que el estudiante aprende de memoria unas
instrucciones y que más tarde maneja correctamente el mecanismo a que éstas
se refieren. En un caso mucho más complejo, adquiere un extenso repertorio
histórico y luego se enfrenta de modo eficaz con una situación normal cuando
algunas de las respuestas de dicho repertorio le instruyen de modo adecuado.

Si consideramos que el conocimiento incluye no sólo un repertorio como


tal, sino también todos los efectos que éste puede tener sobre otra conducta,
entonces es evidente que la adquisición de conocimientos en la educación es
algo más que el puro memorizar. Más aún, la institución educativa hace algo
más que impartir conocimientos aun en un sentido amplio. Enseña a pensar al
estudiante, en el sentido explicado en el capítulo XVI. Establece un repertorio
especial el cual tiene como efecto la manipulación de variables que fomentan la
aparición de soluciones a problemas. El estudiante aprende a observar, a
reunir materiales relevantes, a organizarlos y a formular hipótesis. Esta práctica
es esencial para prepararle para algunas clases de ocasiones futuras. Hemos
visto que el grupo ético y las instancias religiosas y gubernamentales no
pueden simplemente establecer formas de conducta buenas, piadosas o
legales, sino que deben también elaborar procesos de autocontrol que
capaciten al individuo para generar por sí mismo conducta buena, piadosa o
legal en ocasiones en las que los miembros del grupo o de la instancia se
encuentran ausentes. Del mismo modo, la institución educativa no puede
contentarse sólo con establecer repertorios normalizados de respuestas
correctas sino que debe elaborar también un repertorio con el cual el estudiante
pueda, por decirlo así, llegar a la respuesta correcta cuando se encuentre
enfrentando con una circunstancias nuevas y se halle ausente el representante
de la instancia educativa.

CONTRACONTROL

Dado que el poder sobre las variables, de que dispone el sistema


educativo, suele ser débil, no deberíamos esperar que, a menudo, sea mal
utilizado o que exista alguien interesado en llevar a cabo un contracontrol. Sin
embargo, existen varias formas en las que suele restringirse el control ejercido
por el educador. Generalmente, una institución educativa se basa en una
tradición determinada. Ante todo, se envía a un niño a una escuela concreta
por lo que le van a enseñar. Los que poseen el control fundamental – por
ejemplo, quienes dan dinero a la institución- pueden insistir en que esta
tradición se mantenga plenamente. El colegio que recibe ayuda de una

361
organización religiosa se compromete a dar una instrucción religiosa y a no
establecer ninguna conducta opuesta a los intereses de la instancia. Es posible
que a las escuelas subvencionadas por un gobierno se les exija que apliquen
sus técnicas educativas para apoyarlo y que eviten cualquier educación que
este en pugna con las técnicas de control gubernamental o amenace los
orígenes de su poder.

Dado que otros tipos de instancias se encuentran también


comprometidas en el control educativo, con frecuencia consiguen también los
servicios de la institución educativa. Las instancias económicas y religiosas
suministran, a veces, materiales para su uso en la escuela con el fin de
favorecer una educación de acuerdo con el control económico o religioso. Para
una instancia gubernamental puede ser necesario restringir la influencia de las
otras instancias en las escuelas públicas.

362
SECCION VI

EL CONTROL DE LA CONDUCTA HUMANA

363
XXVII. Cultura y control

COSTUMBRES Y HABITOS

Además de la conducta ética de la que hemos tratado en el capítulo XXI,


el individuo aprende del grupo un amplio, repertorio de costumbres y hábitos.
Lo un hombre come y bebé, y como lo hace, su conducta sexual, el modo como
construye una casa, pinta un cuadro o conduce una embarcación, los temas de
los que habla y aquellos de los que no habla, la música que crea, los tipos de
relaciones personales que mantiene y los que evita, todo depende en parte de
las costumbres del grupo de cual es miembro. Sociólogos y antropólogos han
descrito ampliamente las costumbres y hábitos de muchos grupos. Lo que a
nosotros ahora nos interesa son sólo los tipos de procesos que ejemplifican.

Una conducta llega a adaptarse a las normas de una comunidad


determinada cuando determinadas respuestas son reforzadas y otras son
dejadas sin reforzar o castigadas. Estas consecuencias están, a menudo,
estrechamente interconectadas con las del medio ambiente no social. La forma
de remar de una persona, por ejemplo, depende en parte, de ciertas
contingencias mecánicas; algunos movimientos resultan eficaces para mover la
embarcación y otros no. Estas contingencias dependen de las características
de la embarcación y de los remos –que, a su vez, son el resultado de las
técnicas de los que construyen embarcaciones dentro del grupo-. Dependen
también de la clase de agua, que puede ser peculiar a un grupo por razones
geográficas, de forma que se rema de un modo distinto en un lago interior que
en el mar, aunque la embarcación y los remos sean del mimo tipo. Las
contingencias educativas establecidas por el grupo son también otra fuente de
diferencias. El individuo es reforzado con aprobación cuando adopta ciertas
actitudes, gestos, etc., y se le castiga censurándolo cuando adopta otros. Estas
variables son especialmente importantes para determinar el estilo que
finalmente se convierte en característico del grupo.

Las contingencias que se observan en el medio ambiente social explican


fácilmente la conducta del individuo que se adapta. El problema consiste en
explicar tales contingencias. Algunas de ellas han sido dispuestas por razones
que no tienen ninguna conexión con el efecto de los hábitos o costumbres
sobre el grupo. La comunidad funciona como un medio ambiente reforzante en
el cual determinados tipos de conducta son reforzados y otros castigados, pero
se mantiene como tal debido a otros beneficios que recibe a cambio. La
364
conducta verbal es un buen ejemplo de ello. En una comunidad determinada,
ciertas respuestas verbales son reforzadas de modo característico con
alimento, agua y otros servicios u objetos. Estas respuestas pasan a formar
parte del repertorio del niño de modo tan natural como las respuestas no
verbales reforzadas por las mismas consecuencias. En realidad, no tiene
mucha importancia que un niño obtenga agua yendo a una fuente o diciendo
<<Quiero un vaso de agua>>. Sin embargo, explicar por qué el agua va a
aparecer por fin, en este segundo caso requiere un análisis bastante elaborado
del medio ambiente verbal. Basta observar aquí que el medio ambiente verbal
puede mantenerse por si mismo, a través de sus efectos sobre todos los que
de él participan, al margen de su función en la enseñanza del lenguaje a
nuevos miembros de la comunidad. Es posible que un adulto que se encuentre
en un medio ambiente verbal nuevo no reciba ningún refuerzo educativo
explicito, pero puede, a pesar de ello, adquirir un vocabulario adecuado.
Algunos hábitos y costumbres no verbales pueden explicarse de la misma
manera. Más aun, cuando una costumbre es perpetuada por una instancia
gubernamental, religiosa o educativa, podemos señalar los beneficios que, a
cambio, suele producir.

Pero queda en pie el hecho de que la comunidad como un todo, a


menudo elabora la conducta adaptativa mediante técnicas esencialmente
educativas. Por ejemplo, al margen y por encima de los refuerzos recíprocos
que mantienen la conducta verbal, la comunidad extiende la clasificación de
<<correcto>> y <<equivocado>> a ciertas formas de dicha conducta y
administra, de acuerdo con ello, los refuerzos generalizados de aprobación o
censura. En muchos grupos, un error gramatical o de pronunciación seguido
por unas consecuencias más aversivas que, por ejemplo, las mentiras y los
hurtos de poca importancia. El grupo ayuda también a las instancias educativas
que trabajan en el mismo sentido al proporcionar consecuencias adicionales.
Pero, ¿Por qué esta conducta que se desvía es aversiva? ¿Por qué el grupo
llama <<equivocada>> una respuesta que no sigue las reglas gramaticales
aunque tal respuesta no sea, en realidad ambigua? ¡Por qué protesta contra las
formas de vestir desacostumbrada o rechaza a una persona porque en la mesa
no se comporta de acuerdo con las normas?

Una respuesta clásica dice que una determinada forma de conducta


desviada debió resultar aversiva para el grupo en un principio por alguna razón
justificada. Los alimentos que se ingieren se seleccionan por sus propiedades
físicas o química. Al final, se acaba por marginar a los no comestibles o
venenosos. Cuando el niño empieza a comerlos recibe del grupo una fuerte
estimulación aversiva. Finalmente, en los códigos éticos, religiosos y
gubernamentales llegan a especificarse los <<buenos>> y los <<malos>>
alimentos. Cuando posteriormente, a casual de un cambio en las condiciones
climáticas o de vida, o como resultado de cambios en el modo de preparar o

365
conservar la comida, un alimento <<malo>> se convierte en sano, puede que, a
pesar de ello, se mantenga la antigua idea. Ya no representa ninguna ventaja
de cambio para el grupo explicar por qué un determinado alimento se clasifica
como malo. Si, mientras tanto, el grupo ha inventado una explicación, esta
clasificación puede resultar particularmente desconcertante.

Podemos también mostrar consecuencias normales indirectas, pero no


por ello menos efectivas. En su teoría de la clase ociosa, Thorstein Veblen
demostró que las costumbres y hábitos que parecían no tener consecuencias
proporcionadas, y que se explicaban en términos de dudosos principios de
belleza o buen gusto, tenían un efecto importante sobre otros miembros del
grupo. Según Veblen, no nos vestimos de un modo determinado o hablamos en
términos poco comunes porque los vestidos sean bellos o hablar de este modo
sea una muestra de <<cultura>>, sino porque son aceptados por un grupo en el
que comportarse de este modo equivale a ser reconocido como miembro y
porque aumentamos nuestro prestigio al controlar a aquellos que son
incapaces de comportarse del mismo modo. De acuerdo con esta teoría, una
universidad moderna norteamericana construye edificios góticos no porque los
materiales de que dispone se parezcan a aquellos que dieron origen a aquel
estilo arquitectónico, ni porque este sea bello por sí mismo, sino porque
entonces la universidad tiene un control mucho más amplio, debido a su
parecido con las instituciones educativas medievales. De este modo, las
costumbres del grupo que perpetúa un <<buen>> estilo arquitectónico son tan
fáciles de explicar como aquellas que perpetúan los tipos de construcción que
son <<buenos>> por razones mecánicas.

Quizás el proceso de inducción constituye la explicación más simpe del


refuerzo diferencial de modelas la conducta. Las fuerzas que adaptan la
conducta ética a las normas del grupo son poderosas. El grupo interviene para
suprimir la mentira, el robo, la agresión física, etc., a causa de las
consecuencias inmediatas que de ellos se derivan para sus miembros. Al
hacerlo, su conducta es, en última instancia, función de ciertos rasgos
característicos de la <<buena>> y <<mala>> conducta del individuo controlado.
Entre estos rasgos se encuentra su falta de conformidad con la conducta
general del grupo. De este modo, existe una frecuente asociación de las
propiedades aversivas de la conducta con el hecho de no conformarse con lo
establecido. La conducta inadaptada no siempre es aversiva, pero la conducta
aversiva siempre es inadaptada. Si estas propiedades se asocian con bastante
frecuencia, la conducta inadaptada se convierte finalmente en aversiva.
<<Correcto>> y <<equivocado>> equivalen, finalmente, a <adaptado>> e
<<inadaptado>>. Por tanto, los casos de conducta inadapta que no son
aversivos para el grupo, son tratados como si lo fueran realmente.
Independientemente de cómo expliquemos la acción del grupo al extender la
clasificación ética de <<correcto>> y <<equivocado>> a los usos y costumbres,

366
nos encontraremos en terreno sólido al observar las contingencias en virtud de
las cuales se mantiene la conducta característica de un grupo determinado. Del
mismo modo que cada individuo se adapta a un modelo de conducta
normalizado, mantiene también este modelo aplicando una clasificación similar
a la conducta de los demás. Más aún, su propia conducta adaptada contribuye
a formar la norma con la que se compara la conducta de los demás. Por tanto,
una vez que ha surgido una costumbre, hábito o estilo, el mismo sistema social
que lo observa ayuda a mantenerlo.

EL MEDIO AMBIENTE SOCIAL COMO CULTURAL

Generalmente, se habla del medio ambiente social como de la <<cultura


de un grupo. A menudo se supone que el término se refiere a un carácter, clima
o a algo que no posee dimensiones físicas. Sin embargo, nuestro análisis del
medio ambiente social proporciona una explicación de los rasgos esenciales de
una cultura dentro del marco de una ciencia natural. Esto nos permite, no
solamente comprender el efecto cultural, sino también, como luego veremos,
alterar el diseño cultural.

En el sentido más amplio posible, la cultura en la que un individuo ha


nacido se compone de todas las variables que le afectan y que son preparadas
por otras personas. El medio ambiente social es, en parte, el resultado de
aquellas prácticas del grupo que generan conducta ética y de la extensión de
tales prácticas a los usos y costumbres. Esta es, en parte, la función de todas
las instancias que hemos considerado en la sección V y de otras subinstancias
con las que el individuo puede estar en contacto de un modo especial. Por
ejemplo, la familia del individuo puede controlarlo aplicando técnicas religiosas
y gubernamentales, a través de la psicoterapia, el control económico o
actuando como una institución educativa. Los grupos especiales a los que
pertenece –desde el grupo con el que juega y la banda callejera hasta las
organizaciones sociales de adultos- tienen efectos similares. También algunas
personas concretas pueden ejercer formas especiales de control. En un sentido
amplio, una cultura es algo sumamente complejo y extraordinariamente
poderoso.

Sin embargo, no es algo unitario. En cualquier grupo amplio, no existen


contingencias de control que puedan observarse en todos los casos. A menudo
entran en conflicto usos y costumbres distintos –como ocurre, por ejemplo, con
la conducta del niño, hijo de inmigrantes, cuando los refuerzos sociales que le
suministra su familia no coinciden con los de amigos y conocidos- También es
posible que distintas instituciones o instancias de control entren en conflicto: la
educación secular suele estar en pugna con la religiosa, el gobierno con la
psicoterapia, mientras que el control económico se encuentra casi siempre
dividido entre varios grupos que manejan su poder de maneras diferente. Un
medio ambiente social dado, puede cambiar mucho durante la vida de un

367
individuo, el cual, entonces, se ve sometido a culturas que están en conflicto.
En Estado Unidos han tenido lugar últimamente cambios importantes en las
técnicas utilizadas para controlar la conducta sexual. Antes, la mujer soltera se
encontraba sujeta a un control estricto por parte del grupo ético e instancias
gubernativas, religiosas y educativas. El acceso al mundo exterior le estaba
prohibiendo o sólo le era permitido si disponía de una señora de compañía que
pudiera utilizar la coerción física si eran necesarios. Los estímulos que
conducían a la conducta sexual eran eliminados, en la medida de lo posible, del
ambiente inmediato. La anatomía y fisiología de los órganos reproductores,
especialmente los masculinos, permanecían en el secreto, y se castigaba
cualquier conducta que alterara esta situación. Este castigo, complementado
con otros procedimientos, generaba conducta que reflejaba <<pureza>> y
<<modestia>> como una forma de autocontrol. Los hechos relacionados con la
conducta sexual que era imposible esconder, eran explicados de modo ficticio.
La incipiente conducta sexual era severamente castiga, no solamente con
estimulación aversiva, sino también con castigos condicionados tan poderosos
como la censura, la vergüenza y las amenazas de ostracismo. Como resultado
de todo esto, cualquier conducta sexual incipiente, daba lugar a una
autoestimulación aversiva. Esto reforzaba futuros actos de autocontrol y
provocaba respuestas emotivas que eran incompatibles con la conducta
sexual.

Estas medidas tan severas sólo podían justificarse diciendo que la


conducta sexual era mala, que era, sin embargo, muy poderosa, y que la mujer
debía defenderse con medidas excepcionales de la conducta sexual agresiva
por parte del hombre. Sin embargo, este sistema dio lugar a muchos
subproductos perjudiciales. Aunque el control iba destinado principalmente a la
conducta sexual prematrimonial, el efecto se extendía al estado matrimonial y,
de este modo, el individuo no podía disfrutar, normalmente, de las relaciones
sexuales. La represión de los impulsos sexuales resultante tuvo muchos
efectos neuróticos que hemos reseñado en el capítulo XXIV – van desde la
actividad sexual pervertida hasta la conducta de la mujer escandalosa. Estas
consecuencias, sin duda acompañadas de otros muchos factores, condujeron a
un cambio práctico sustancial. La versión moderna del control sexual es muy
distinta. Aunque no existe ningún programa claramente formulado, se reconoce
que la ansiedad generada por la conducta sexual es absolutamente
innecesaria. En lugar de suprimir del ambiente todos los estímulos que podrán
posiblemente conducir a la conducta sexual, se facilita un conocimiento de la
anatomía y la función del sexo. Las relaciones de amistad con miembros del
sexo opuesto se permiten más libremente, y su sustituye el castigo severo de la
conducta sexual por una información acerca de las consecuencias de la misma.
Es posible que estas técnicas no sean tan eficaces como las antiguas. La
conducta sexual no se halla tan profundamente reprimida y por tanto es más

368
probable que se manifieste. El resultado puede representar, o no, una ventaja
para el individuo y para el grupo.

En cualquier caso, el adolescente de hoy se ve afectado por técnicas


incompatibles que muestran la transición de una práctica cultural a otra. En
general, los controles religiosos y gubernamentales siguen todavía el modelo
antiguo. Dentro de una misma familia, los miembros de edades distintas,
frecuentemente difieren en sus técnicas de control. La familia como un todo
puede diferenciarse sustancialmente de otros grupos de los que también forma
parte el individuo. Con respecto al control de la conducta sexual, no podemos
decir que exista un único conjunto de prácticas, característicos de la cultura de
una persona que se halla en una situación de este tipo.

EL EFECTO DE LA CULTURA SOBRE LA CONDUCTA

Se dice, a menudo, que <<la naturaleza humana es igual en todas


partes del mundo>>. Esto puede significar que los procesos de conducta son
los mismos dondequiera que se encuentren, que toda conducta varía del
mismo modo con cambios en la privación o el refuerzo, que las
discriminaciones se forma del mismo modo, que le extinción tiene lugar al
mismo ritmo, etc. Es posible que esto sea tan correcto como decir que la
respiración humana, la digestión y la reproducción son las mismas en todas
partes. Indudablemente, existen diferencias personales en las frecuencias en
que los diversos cambios tienen lugar en todas estas áreas, pero los procesos
básicos pueden tener propiedades relativamente constantes. La proposición
puede también significar que las variables independientes que determinan la
conducta son las mismas en todas partes, y esto ya es otra cuestión. Los
factores genéticos difieren ampliamente, y es probable que los ambientes
ofrezcan más diferencias que parecidos, gran número de las cuales pueden
atribuirse a variables culturales. El resultado es, desde luego, un alto grado de
individualidad.

Del análisis del medio ambiente, puede inferirse, punto por punto, el
efecto del ambiente social sobre la conducta del individuo. Consideremos una
persona de treinta años. ¿Hasta qué punto puede atribuirse su conducta a las
variables culturales con las que ha estado en contacto?

Nivel de actividad

Decimos que un individuo muestra un determinado nivel de interés,


entusiasmo o que está libre de <<fatiga mental>> en el sentido de que
determinadas partes de su repertorio muestran una probabilidades dadas como
resultado del refuerzo. Es probable que encontremos un alto nivel de conducta
relevante si el medio ambiente físico proporciona un clima favorable, un
adecuado suministro de alimento, etc. Es también importante que la familia, el
grupo en su conjunto y varios subgrupos, así como las instancias

369
gubernamentales, religiosas, psicoterapéuticas, económicas y educativas
proporcionen abundantes refuerzos positivos.

Motivación

El hecho de que un individuo tenga hambre a menudo dependerá no


sólo de la disponibilidad de comida en el medio ambiente no social sino
también de las prácticas culturales que controlan lo que come, cuando lo come,
si observa periodos de ayuno, etc. Su conducta sexual dependerá no
solamente de la disponibilidad de personas del sexo opuesto sino también del
control ético de las relaciones sexuales, de las restricciones religiosas y
gubernamentales, de la educación sexual, etc. Otros tipos de privación y
saciedad son también controlados tanto por las circunstancias sociales como
por las no sociales.

Predisposiciones emotivas

El medio ambiente social es principalmente responsable del hecho de


que nuestro sujeto crezca en una atmósfera de amor, odio, ira o resentimiento,
y de las diversas pautas emotivas que pueden, por tanto, caracterizar su
conducta.

Repertorio

El mundo inanimado forma un elaborado repertorio de respuestas


prácticas. Puede también construir conducta que resulte eficaz para ampliar
este repertorio: nuestro sujeto mostrará una <<gran curiosidad por la
naturaleza>> si sus respuestas exploratorias han sido reforzadas con
frecuencia, y una habilidad especial para la invención y la investigación si la
conducta automanipulativa, discutida en el capítulo XVI, ha sido condicionada.
Pero el repertorio comparable generado por la cultura suele ser mucho más
amplio. Importantes ejemplos de ello son la solución verbal de problemas y las
habilidades sociales, utilizadas en el control personal. Todas las instancias de
control están, en cierto modo, interesadas en la creación de conducta de este
tipo, pero este constituye, de forma especial, el campo de la educación. La
competencia del individuo para enfrentarse con las cosas, así como con los
hombres, dependerá en gran manera, de la medida en que estas instancias
hayan caracterizado el medio ambiente social.

Autocontrol

El medio ambiente inanimado puede establecer un cierto grado de


autocontrol – por ejemplo, el individuo puede aprender a no tomar un alimento

370
delicioso pero ingesto-, pero, con mucho, la mayor parte del autocontrol viene
determinado culturalmente, especialmente por las instancias éticas, religiosas y
gubernamentales. El individuo amoral que escapa de esta influencia muestra el
efecto de un escaso control mientras que, en el otro extremo, se encuentra el
individuo completamente <<inhibido>> o reprimido. Sólo de este efecto
dependerá a menudo, que nuestro sujeto muestre de modo evidente los otros
efectos de su propia cultura que acabamos de considerar. Por ejemplo, puede
comportarse con facilidad de manera emotiva o mostrar estoicismo según que
su conducta emotiva haya sido reforzada o castigada como buena o mal, legal
o ilegal o piadosa o pecaminosa.

Conocimiento de sí mismo

Parece que las respuestas discriminativas a la propia conducta y a las


variables de las que ésta es función, son el producto exclusivo del medio
ambiente social. El hecho de que nuestro sujeto sea, o no, consciente de sí
mismo e introspectivo depende de la medida en que el grupo ha insistido en
obtener respuestas a preguntas como << ¿qué estás haciendo?>> o << ¿por
qué lo hiciste?>>

Conducta neurótica

Un medio ambiente puramente físico podría, sin duda, generar conducta


que fuera tan eficaz, perjudicial o peligrosa que pudiera recibir el calificativo de
neurótica. Sin embargo, la mayor fuente de problemas es de tipo social. El
hecho de que nuestro sujeto esté bien equilibrado, que tenga buenas
relaciones con el medio ambiente o se encuentre libre de reacciones inútiles,
dependerá, principalmente, de las prácticas de control del grupo en que ha
nacido.

CARÁCTER CULTURAL

Cuando ciertos rasgos del medio ambiente social son peculiares de un


grupo concreto, esperamos encontrar ciertas características comunes en la
conducta de sus miembros, Una cultura común debería conducir a un
<<carácter>> común. Los niños rusos y norteamericanos aprenden a dar
puntapiés a las piedras sin lastimarse los dedos de los pies, prácticamente del
mismo modo porque las variables relevantes se encuentran, principalmente, en
el medio ambiente físico. No hablan del mismo modo porque sus ambientes
verbales son distintos. Otros tipos de conducta se ven socialmente reforzados,
son también distintos. Los dos grupos siguen clasificaciones distintas al calificar
la conducta del individuo como <<correcta o <<equivocada. Las instancias
religiosas, gubernamentales, psicoterapéuticas, económicas y educativas
difieren también ampliamente en cuanto al poder que poseen y al alcance de
su control. Así mismo, los efectos de la familia, y de las organizaciones sociales
y comerciales son distintos. Como resultado de todo ello, los rusos y los

371
norteamericanos muestran repertorios de conducta o <<caracteres muy
diferentes.

Sin embargo, el concepto de grupo o carácter cultural tiene todos los


peligros inherentes en cualquier sistema de tipología. Existe siempre una
tendencia a argüir que los individuos que son similares en un aspecto lo son
también en otros. Aunque ciertos rasgos de la conducta pueden ser muy
distintos entre diferentes culturas, existen también importantes diferencias entre
los individuos de un grupo dado. Hemos visto que un medio ambiente social
nunca es absolutamente coherente. También es probable que nunca sea igual
para dos individuos. Tan sólo se puede dar el nombre de <<cultura rusa>> a
aquellas características del medio ambiente social que son comunes a todos
los habitantes de Rusia y que son distintas de las características de otros
ambientes sociales. El idioma ruso cumple estas condiciones bastante bien, y
debería ser posible detectar ciertos rasgos correspondientes del
<<pensamiento ruso>> como parte del <<carácter>> ruso. No es fácil encontrar
otros ejemplos que satisfagan tan bien estas condiciones, especialmente
dentro de los usos y costumbres.

Es difícil demostrar la existencia de una relación entre una práctica


cultural determinada y una característica de la conducta sobre la base de las
pruebas empíricas obtenidas a través del estudio de un grupo particular.
Recientemente, se ha atribuido ciertos aspectos del carácter nacional a
determinadas costumbres en la educación de los niños. En ciertos grupos
nacionales o culturales, se mantiene a un niño prácticamente inmóvil durante
gran parte de su primer año de vida envolviéndole en fajas y manteniéndole en
la cuna. Se ha dicho que, especialmente durante los tres últimos meses del
año, esta sujeción física es sumamente frustrante y origina fuerte
predisposiciones emocionales. Si el niño se resigna a la sujeción, este efecto
puede resultar evidente en su conducta de adulto cuando se convierte en un
<<seguidor>>. Si esta sujeción fortalece un modelo típico de ira o protesta,
puede observarse su efecto cuando se convierta en un <<líder>>. Por tanto, se
dice que una técnica determinada en el cuidado de los niños produce dos tipos
de caracteres adultos. Estos dos tipos encajan perfectamente dentro de la
interpretación de un determinado esquema político, pero las pruebas no son
satisfactorias. Mediante la observación y otras formas de investigación se
podrá determinar, probablemente, el grado en que una práctica cultural como,
por ejemplo, fajar a los niños, caracteriza a un grupo y se halla ausente de
otros grupos con los que se compara. También debería ser posible establecer
si los miembros adultos de cualquier grupo entran en una de estas
clasificaciones mostrando, respectivamente, la conducta sumisa y la agresiva,
aunque esto no se ha hecho todavía. Aun ene l caso de que aceptáramos estos
hechos como probados no por esto quedaría establecida una relación entre
ellos. Por la misma naturaleza del grupo cultural tomando como una muestra,

372
se asociarán muchas otras prácticas con la que se haya escogido para estudio.
Entonces, alguna otra práctica puede ser responsable de cualquier aspecto
demostrado del carácter del grupo.

Al antropólogo le interesan los grupos de personas como tales y dedica


atención especial a las costumbres, hábitos y otras características de la
conducta peculiar de un grupo determinado. El problema de un carácter
nacional o cultural no tiene para nosotros la misma urgencia porque no
estamos interesados en ningún conjunto determinado de prácticas culturales.
Podemos convenir que, si un grupo se caracteriza por un solo conjunto de
prácticas, puede también caracterizarse por un único estilo de conducta, pero
la relación causal entre la práctica y el estilo de conducta puede dejarse para
un análisis funcional de las variables relevantes, bajo las condiciones
características de una ciencia experimental.

373
XXVIII. Planificación de una cultura

El ambiente social de cualquier grupo de personas es el producto de una


compleja serie de hechos en los que el azar juega a veces un importante papel.
Los usos y costumbres, surgen, a menudo de circunstancias que tienen poca o
ninguna relación con el efecto último que ejercen sobre el grupo. Los orígenes
de las prácticas de control más concretas pueden ser igualmente casuales. De
esta forma, el modelo de control ejercido por un líder poderoso, reflejando
muchas de sus idiosincrasias personales, pueden convertirse en una
clasificación gubernamental de conducta legal o ilegal y puede incluso constituir
el modelo de una instancia altamente organizada. Las técnicas que utiliza un
santo para autocontrolarse pueden convertirse en parte de las prácticas
establecidas de una instancia religiosa. El control económico es determinado
en parte por los recursos de que dispone el grupo, que en último término
dependen de la geografía. Intervienen otros factores fortuitos cuando se
mezclan diferentes culturas o cuando una cultura sobrevive a importantes
cambios en el medio ambiente no social. Una práctica cultural no es menos
eficaz para determinar la conducta característica de un grupo por el hecho de
que sus orígenes sean accidentales. Pero una vez se ha observado su efecto
sobre la conducta, pueden investigarse más de cerca el origen de la práctica en
cuestión. Deben hacerse algunas preguntas ¿Por qué el hecho de planificar
una cultura ha de dejarse, en tan gran medida, al azar? ¿No es posible cambiar
de un modo deliberado el medio ambiente social de forma que el producto
humano encuentre especificaciones más aceptables?

Dentro de muchos grupos culturales observamos prácticas que podrían


describirse como <<introducción de cambios en la práctica>>. Los grandes
libros religiosos proporcionan muchos ejemplos de construcciones deliberadas
de un ambiente social. Los Diez mandamientos fueron una codificación de
prácticas existentes y propuestas, de acuerdo con las cuales la conducta sería
reforzada o castigada por el grupo o la instancia religiosa. Las enseñanzas de
Cristo se encontraban de un modo más claro, dentro de la línea de una nueva
planificación. En el control gubernamental, la promulgación de una ley
establece generalmente nuevas prácticas culturales y una Constitución es una
empresa similar a escala más amplia. Los cursos experimentales en escuelas y
colegios, y los libros sobre el cuidado de los niños que recomiendan cambios
sustanciales en las prácticas familiares, son intentos de manipular partes
importantes de una cultura. El medio ambiente social se cambia, en cierta
medida, cuando una nueva técnica de psicoterapia se deriva de una teoría o de
un estudio experimental sobre la conducta humana. La legislación social crea
un medio ambiente experimental en el cual es reforzada, más a menudo, con
alimentos, vestido, alojamiento, etc., y en el que es la estructura de una gran
industria o instancia gubernamental constituye un experimento de planificación

374
cultural. Todos ellos son ejemplos de manipulación de partes reducidas del
medio ambiente social; el llamado pensamiento <<utópico>> abarca la
planificación de una cultura en su totalidad.

Por tanto, la manipulación deliberada de la cultura es, en sí mismo, una


característica de muchas culturas; es un hecho que hay que explicar en un
análisis científico de la conducta humana. Proponer un cambio en una práctica
cultural, realizarlo y aceptarlo son partes de la materia que estudiamos. El
esquema básico parece claro, aunque se trate de una de las actividades
humanas más complejas. Una vez se ha demostrado que una determinada
característica de un ambiente tiene un efecto reforzante sobre la conducta
humana, sea por sí misma o como evasión de una circunstancia más aversiva,
el hecho de construir tal ambiente se explica tan fácilmente como encender
fuego o cerrar una ventana cuando una habitación se ésta enfriando. Un
médico dice a su paciente que deje de tomar un determinado alimento y que de
este modo dejará de tener alergias porque ha observado una relación entre
este alimento y la alergia. El psicoterapeuta dice a su paciente que cambie de
un trabajo y realice otro para el que está mejor dotado y en el que tendrá
menos sensación de fracaso porque ha podido establecer, asimismo, una
relación similar.
Un economista aconseja a un gobierno la imposición de fuertes tributos con el
fin de frenar la inflación porque ha observado también otra relación. Todos
estos ejemplos comprenden multitud de pequeñas etapas, muchas de ellas
verbales, y necesitaríamos un análisis más exacto del pensamiento científico
del que podemos llevar a cabo ahora para proporcionar una explicación
razonable de los casos particulares. El proceso básico, sin embargo, queda lo
suficientemente claro para permitir alguna interpretación.

Cuando hablamos de planificación <<deliberada>> de una cultura, nos


referimos a la introducción de una práctica cultural <<por las consecuencias
que producirá>>. Pero tal como vimos al tratar de la <<conducta voluntaria>>
en el capítulo VII, lo eficaz no es nunca una consecuencia futura. Se introduce
un cambio en la práctica porque cambios similares han tenido, en el pasado,
ciertas consecuencias. Cuando un individuo describe su propia conducta,
puede hablar de las consecuencias pasadas como <<meta>> de su acción
presente, pero esto no nos sirve de gran ayuda. Podemos entender mejor al
planificar cultural, no adivinando cuáles son sus propósitos o preguntándole
acerca de ellos, sino estudiando los hechos ambientales anteriores que le han
conducido a propugnar un cambio cultural. Si basa un proyecto concreto en
experimentos científicos, queremos saber qué grado de correspondencia existe
entre la situación experimental y la práctica. Es posible que también examinar
otras <<razones para realizar el cambio>> que pueden encontrarse en su
historia personal o en la de aquellos que han investigado campos similares.

JUICIO DE VALOR

375
Tal interpretación de la conducta del planificador cultural nos lleva a un
problema de proporciones clásicas. En definitiva, una ciencia de la conducta
humana puede ser capaz de decirle al planificador que tipo de cultura debe
establecer para producir un resultado determinado, pero ¿podrá decirle algún
día que tipo de resultado debería producir? La palabra <<debería>> nos
introduce en el reino familiar del juicio de valor. Se arguye comúnmente que
existen dos tipos de conocimiento, uno del hecho y otro del valor, y que la
ciencia está necesariamente constreñida al primero. ¿Existe la planificación de
una cultura segundo tipo? ¿Debe el planificador cultural abandonar la ciencia y
recurrir a otras formas de pensamiento?

No es cierto que las afirmaciones que contengan <<debería>> o


<<tendría que>> no ocupen lugar alguno en el razonamiento científico. Existe
al menos un uso que puede tomarse en consideración. Una frase que empiece
con <<deberías>> suele ser una predicción de consecuencias reforzantes. La
frase <<deberías coger un paraguas>>. Una traducción más explícita
contendría, al menos, tres proposiciones: 1) no mojarte es reforzante para ti: 2)
llevar un paraguas te preserva de que la lluvia te moje; 3) va a llover. Todas
estas proposiciones caen dentro del campo de la ciencia. Además de esto, la
palabra <<deberías>> juega un importante papel en el control ejercido por el
grupo ético y por las instancias religiosas o gubernamentales. La proposición
<<deberías coger un paraguas>>podría ser emitida no como una predicción de
contingencias, sino para inducir al individuo a coger un paraguas. Este
<<deberías>> es aversivo, y el individuo aludido puede sentirse culpable si no
lo coge. Puede explicarse este uso exhortativo del modo usual. No es sino una
orden encubierta y no tiene más relación con un juicio de valor que con una
proposición científica de hecho.

La misma interpretación es posible cuando las consecuencias


reforzantes son de naturaleza ética. <<Deberías amar a tu prójimo>> puede
convertirse en dos proposiciones: 1) <<la aprobación de tu prójimo es algo
positivamente reforzante para ti>>, y 2) <<amar a tu prójimo merece la
aprobación del grupo del que formas parte>> y ambas pueden demostrarse
científicamente. Desde luego, la afirmación puede utilizarse también para
presionar a un individuo para que muestre una conducta de amor hacia su
prójimo, y probablemente la mayoría de las veces se utiliza con este propósito,
pero, una vez, esto no es lo que se entiende por un juicio de valor.

Cuando un cambio determinado en la planificación cultural se propone,


principalmente, para inducir a la gente a efectuar el cambio, podemos explicarlo
como en el ejemplo exhortivo anterior. La propuesta puede ser también una
predicción de consecuencias. A veces éstas son especificadas fácilmente,
como cuando decimos que el grupo <<debería>> aprobar la honradez porque
así sus miembros evitarían ser engañados, o que <<debería>> censurar el robo
porque sus miembros evitarían, de este modo, la pérdida de sus propiedades.

376
A vees, las consecuencias implicadas son menos evidentes, como cuando un
estudio de conducta lleva a alguien a proponer que <<debería>> tratarse a los
delincuentes de un modo determinado o que <<debería>> evitarse el control
aversivo en la educación. Es en este punto cuando suele recurrirse a los
valores clásicos de libertad, seguridad, felicidad, conocimiento, etc. Hemos
visto que frecuentemente, estos se refieren, indirectamente, a ciertas
consecuencias inmediatas de las prácticas culturales. Pero el problema crucial
respecto al valor depende de otro significado de la palabra <<debería>> en el
que hay implicado una consecuencia más remota. ¿Existe un paralelo científico
para esta clase de valor?

LA SUPERVIVENCIA DE UNA CULTURA

Hemos visto que, en ciertos aspectos, el refuerzo operante es parecido a


la selección natural de la teoría evolucionista. Del mismo modo que las
características genéticas que surgen como mutaciones son seleccionadas o
desechadas por sus consecuencias, también las nuevas formas de conducta
son seleccionadas o desechadas a través del refuerzo. Existe todavía un tercer
tipo de selección que se aplica a las prácticas culturales. Un grupo adopta una
práctica determinada –una costumbre, un hábito, un mecanismo de control- ya
sea por planificación o a través de algún hecho que, en lo que concierne a su
efecto sobre el grupo, puede ser completamente accidental. Como una
característica del medio ambiente social, esta práctica modifica la conducta de
los miembros del grupo. La conducta resultante puede afectar al éxito del grupo
en competencia con otros grupos o con el medio ambiente no social. Las
prácticas culturales ventajosas tenderán a ser características de los grupos que
sobrevivan y que, por tanto, perpetuarán tales prácticas. En consecuencias,
puede decirse que algunas de ellas tienen impulsos de supervivencia mientras
que otras son mortales en el sentido genético.

En resumen una cultura dada es un experimento de conducta. Es un


conjunto articular de circunstancias, bajo las cuales un gran número de persona
crecen y vive. Tales circunstancias generan las pautas o aspectos de conducta
–el carácter cultural- que ya hemos examinado. El nivel de interés general de
los miembros del grupo, sus motivaciones y predisposiciones emotivas, sus
repertorios de conducta y la medida en que practican el autocontrol y el
autoconocimiento son importantes para la fuerza del grupo como un todo.
Además, la cultura tiene un defecto indirecto sobre otros factores. La salud
general de un grupo dependerá del índice de natalidad, higiene, métodos de
puericultura, de las condiciones generales de vida, horas y clases de trabajo,
de cuántos hombres y mujeres de talento estudian medicina, de la proporción
en que la riqueza del grupo se invierte en la construcción de hospitales,
servicios públicos de sanidad, etc. Todas estas circunstancias dependen a su
vez, de la cultura. Las prácticas culturales son también en gran parte
responsables del uso que se hace del material genético nacido en el interior del

377
grupo, puesto que determinan si un individuo será capaz de desarrollar
plenamente sus facultades, si tendrá posibilidad de acceso a las instituciones
educativas independientemente de la clase a la que pertenezca o de otros
factores, si la política educativa es progresista o reaccionaria, si estará sujeto al
favoritismo político o económico al seleccionar una profesión, etc. La cultura
determina asimismo la medida en que los miembros del grupo se preocupan
por la alimentación, el sexo o por evadirse de la estimulación aversiva menor
en la búsqueda de <<confort>> o de una estimulación aversiva más importante
como el trabajo pesado o el combate, así como el grado en que se hallan
sujetos a explotación por parte de instancias poderosas. Esto determina, a su
vez, la medida en que son capaces de llevar a cabo actividades productivas en
la ciencia, el arte, los oficios, los deportes, etc. La prueba experimental de una
cultura dada viene por la lucha entre grupos bajo circunstancias características
de una época determinada.

¿Puede ser la supervivencia un criterio para valorar una práctica cultural


dada? Quienes están acostumbrados a recurrir a valores más tradicionales no
suelen estar dispuestos a aceptar esta alternativa. El valor de la supervivencia
es un criterio difícil porque quizá tiene dimensiones todavía menos claras que
la felicidad, la libertad, el conocimiento y la salud. No es un criterio difícil porque
quizá tiene dimensiones todavía menos claras que la felicidad, la libertad, el
conocimiento y la salud. No es un criterio inmutable porque una cultura que
puede ser <<buena>> en una época no lo será necesariamente en otra. Dado
que la supervivencia supone siempre lucha, aunque ésta se produzca sólo con
el medio ambiente inanimado, no puede definirse como <<buena>> una cultura
en ausencia de competición. Parece que no existe ninguna forma de probar el
valor de supervivencia de una cultura in vacuo para determinar su bondad
absoluta. A la inversa, la supervivencia temporal de una cultura no prueba su
bondad. Todas las culturas presentes han sobrevivido, muchas de ellas sin
grandes cambios durante de cientos de años, pero ello no significa que sean
mejores que otras que han perecido o han sufrido modificaciones drásticas bajo
una circunstancias más rigurosas. El principio de supervivencia no nos permite
afirmar que el status quo tiene que ser bueno porque existe ahora.

Otra dificultad radica en la que supervivencia está, a menudo, en


conflicto directo con valores tradicionales. Hay circunstancias en las que es
más probable que un grupo sobrevida si no es feliz, o en las que solo
sobrevivirá si un gran número de sus miembros son sometidos a la esclavitud.
En determinadas circunstancias, la supervivencia de una cultura puede
depender del ejercicio de una conducta sexual sin limitaciones, mientras que en
otras un control muy represivo puede fortalecer una conducta provechosa de
otro tipo. Para aceptar la supervivencia como criterio, al juzgar una cultura,
parece, pues, necesario abandonar principios como felicidad, libertad y virtud.
Quizá la objeción más común a la supervivencia es, en esencia, una reacción

378
aversiva ante las prácticas que, hasta ahora, han tenido un valor de
supervivencia en la historia de la humanidad. La acción agresiva es la que ha
tenido, generalmente, más éxito para fomentar la supervivencia de un grupo
contra otro o de un individuo contra otro.

Estas dificultades parecen explicar por qué quienes están habituados a


los valores tradicionales dudan en aceptar la supervivencia como una
alternativa. No tenemos razón alguna para impulsarles a hacerlo. No es preciso
decir que alguien puede escoger la supervivencia como un criterio de acuerdo
con el cual valorar una práctica cultural. La conducta humana no depende de la
elección previa de ningún valor. Cuando un hombre se aparta rápidamente ante
un automóvil que se le echa encima, podemos decir que <<escoge la vida y no
la muerte>>. Pero no se aparta porque haya realizado una elección sino porque
el hecho de apartarse ha sido provocado por ciertas circunstancias
estimulantes. Este hecho se explica, a su vez, por muchas contingencias
anteriores de refuerzo en las que un rápido movimiento ha reducido una
amenaza inminente de estimulación aversiva, o ha evitado consecuencias
aversivas, en el sentido explicado en el capítulo XI. Ahora bien, el hecho de
que el individuo responda o pueda estar condicionado a responder de este
modo no se halla planamente desligado del principio de la vida y la muerte.
Después del hecho, es evidente para todos que la conducta ha actuado en
provecho del sujeto. Pero esta ventaja concreta no pudo haber operado antes
de que se apartara. Sólo las ventajas anteriores podrían haber afectado su
conducta. Era probable que saltara o aprendiera a hacerlo porque sus
antepasados fueron seleccionados, entre una gran población, precisamente
porque saltaron o aprendieron a hacerlo rápidamente al paso de objetos en
movimiento. Aquellos que no se apartaron o no pudieron aprender a hacerlo no
han dejado, probablemente, descendencia. El <<valor>> que el individuo
parece haber escogido con respecto a su propio futuro, no es, pues, nada más
que esta circunstancia que operó de modo selectivo al crear y perpetuar la
conducta que una elección de este tipo parece ejemplificar. Un individuo no
elige vivir o morir, sino que se comporta de formas que trabajan en favor de su
supervivencia o de su muerte. La conducta suele llevar a la supervivencia,
porque el individuo ha sido seleccionado por la misma supervivencia en el
proceso de la evolución.

En el mismo sentido, la conducta de hacer una propuesta constructiva


acerca de una práctica cultural no implica la <<elección de un valor>>. Una
larga historia biológica y cultural ha producido un individuo que actúa de modo
determinado respecto a las circunstancias culturales. Nuestro problema no es
determinar el valor o los objetivos que operan en la conducta del planificador
cultural; consiste más bien en examinar las complejas circunstancias en las que
el plan tiene lugar. Pueden introducirse algunos cambios en la cultura a causa
de unas consecuencias que a grandes rasgos, se describen como felicidad,

379
libertad, conocimiento, etc. En definitiva, la supervivencia del grupo adquiere
una función similar. En la planificación cultural, el hecho de que una práctica
determinada esté relacionada con la supervivencia llega a ser eficaz como una
condición previa. La supervivencia aparece tarde entre los llamados valores
porque el efecto de una cultura sobre la conducta humana y, a su vez, sobre la
perpetuación de la cultura misma, sólo puede demostrarse cuando se ha
desarrollado plenamente una ciencia de la conducta humana. La <<práctica de
cambiar una práctica>> es acelerada por la ciencia porque proporciona
abundantes ejemplos en los que se demuestran las consecuencias de las
prácticas. La persona que se encuentra familiarizada con los resultados de la
ciencia es más probable que establezca condiciones comparables al planificar
una cultura y podemos decir, si la expresión no ha de ser mal interpretada, que
utilizará la supervivencia como criterio para valorar una práctica.

¿ES POSIBLE ESTIMAR EL VALOR DE SUPERVIVENCIA?

La evolución de las culturas parece seguir el modelo de la evolución de


las especies. Muchas formas diferentes de cultura que surgen corresponden a
las <<mutaciones>> de la teoría genética. Algunas formas demuestran ser
eficaces en las circunstancias reinantes y otras no, y la perpetuación de la
cultura es determinada de acuerdo con ello. Cuando nos comprometemos, de
modo deliberado, en la planificación de una cultura, estamos, por así decirlo,
generando <<mutaciones>> que pueden acelerar el proceso evolutivo. El
efecto puede ser fortuito, pero existe también la posibilidad de que tales
mutaciones sean especialmente adaptativas para la supervivencia.

Sin embargo, existe una dificultad muy seria. La supervivencia no tendrá


un efecto útil sobre la conducta del planificador cultural a menos que éste
pueda realmente calcular el valor de supervivencia. Cierto número de
problemas que actualmente se plantean parecen indicar que esto no siempre
es posible. Podemos cambiar el modelo de vida familiar y de las instituciones
educativas, de modo que los niños se conviertan luego en personas más
felices, pero ¿estamos seguros de que la gente feliz tiene más probabilidad de
sobrevivir en el mundo de hoy? El psicoterapeuta se enfrenta con un problema
parecido, y buen ejemplo de ello son las obras del mismo Freud. Por una parte,
Freud estaba interesado en curar neurosis, y, por otra, en demostrar la
importancia de los logros del hombre neurótico. Un grupo de personas no
neuróticas ¿carecería de iniciativas científicas y artísticas?, y si esto fuera así,
¿podría competir con otro grupo compuesto de personas medianamente
neuróticas? De modo similar, un gobierno puede dar a todos una seguridad
considerable, pero, ¿lo apoyaran las personas enérgicas, productivas y con
inventiva?

Las situaciones prácticas suelen ser siempre más complejas que las de
laboratorio, puesto que contienen muchas más variables y, a menudo, muchas

380
de ellas son desconocidas. Este es el mismo problema con que se encuentra la
tecnología respecto a la ciencia pura. En el terreno de la conducta humana,
particularmente en la planificación cultural, debemos reconocer que existe un
tipo de complejidad ante el cual no puede mantenerse el rigor de una ciencia
de laboratorio. Pero esto no significa que la ciencia no pueda contribuir a la
solución de los problemas cruciales. Forma parte del espíritu de la ciencia
realizar una cuidadosa observación, recoger información adecuada y formular
conclusiones que contengan un mínimo de fantasía. Todo ello es tan aplicable
a las situaciones simples como a las complejas. Además, una ciencia rigurosa
de la conducta humana ofrece también diversos tipos de ayuda práctica, de los
que vamos a tratar ahora.

Una demostración de los procesos básicos de conducta en condiciones


simplificadas, nos permite ver cómo funcionan estos procesos en casos
complejos, aunque no puedan tratarse, en este último caso, de un modo
riguroso. Si se identifican estos procesos, el caso complejo puede manejarse
más inteligentemente. Este tipo de contribución que una ciencia pura suele
aportar a una tecnología. Por ejemplo, un proceso de conducta requiere un
período considerable de tiempo y, a menudo, no puede observarse
completamente mediante la observación casual. Cuando se descubre el
proceso mediante unas técnicas de registro adecuadas bajo condiciones
controladas, podemos identificarlo y utilizarlo en el caso complejo en la vida
normal. El castigo proporciona resultados rápidos y la observación ocasional
recomienda su uso, pero es posible que decidamos no aplicarlo si sabemos
que mediante otro tipo de acción se consigue una solución mejor. Sin conocer
el proceso de desarrollo es difícil contenerse y no castigar a un niño por una
conducta que, finalmente, terminará por desaparecer sin ser castigada. Sólo
cuando los programas de desarrollo han sido claramente establecidos por una
investigación científica, estamos dispuestos a defender una postura contraria al
castigo. El proceso de extinción requiere también mucho tiempo y no aparece
claramente a una inspección ocasional. Probablemente no podemos utilizar de
un modo eficaz este proceso hasta que el estudio científico de casos más
simples nos haya asegurado que conseguiremos verdaderamente un resultado
final determinado. A la ciencia pertenece el papel de poner claro las
consecuencias de las operaciones realizadas en un sistema. Sólo cuando
hayamos visto claramente expuestas estas consecuencias podemos ser
influidos por sus duplicados en las situaciones prácticas complejas.

Una ciencia rigurosa de la conducta transforma en eficaz un tipo distinto


de consecuencia remota cuando nos lleva a reconocer la supervivencia como
un criterio para valorar una práctica de control. Hemos visto que felicidad,
justicia, conocimiento, etc., no está muy desligados de ciertas consecuencias
inmediatas que refuerzan al individuo cuando selecciona una práctica o una
cultura en lugar de otra. Pero, de la misma manera que la ventaja inmediata

381
que supone el castigo es anulada luego por posterior desventaja, también estas
consecuencias inmediatas de una práctica cultura pueden ir seguidas de otras
de un tipo distinto. Un análisis científico puede llevarnos a resistir a los halagos
más inmediatos de libertad, justicia, conocimiento o felicidad al considerar las
consecuencias de supervivencia, a largo plazo.

Quizá la contribución más importante que una ciencia de la conducta


puede hacer a la valoración de las prácticas culturales es insistir en la
necesidad de experimentación. No tenemos ninguna razón para suponer que
cualquier práctica cultural sea siempre buena o mala según algún principio o
valor, independientemente de las circunstancias, o que cualquier persona en un
momento dado, pueda hacer una valoración absoluta del valor de
supervivencia de dicha práctica. En la medida en que reconocemos esto es
menos probable que echemos mano de una contestación rápida cualquiera
para acabar con la indecisión y es más probable que continuemos modificando
la planificación cultural para probar las consecuencias.

La ciencia nos ayuda a decidir entre distintas posibilidades de acción


logrando que las consecuencias pasadas sean eficaces para determinar la
conducta futura. Aunque ningún plan de acción puede ser dictado de modo
exclusivo por la experiencia científica, la existencia de cualquier paralelo
científico, aunque sea aproximado, aumentará las probabilidades de que se
escoja la acción más provechosa. Esto puede parecer inadecuado a aquellos
que están acostumbrados a valorar una cultura en términos de principios
absolutos. Sin embargo, parece que es lo mejor que podemos hacer. La
experiencia formalizada de la ciencia, unida a la experiencia práctica del
individuo, ofrece la mejor base para una acción eficaz en un conjunto complejo
de circunstancias. Lo que queda no pertenece al Reino del juicio de valor sino
al de la adivinanza. Cuando no sabemos algo, intentamos adivinarlo. La ciencia
no elimina la adivinanza, pero al estrechar el campo de las posibles acciones
alternativas nos ayuda a formular adivinanzas de un modo más eficaz.

382
XXIX. El problema del control

Existen ciertas reglas rudimentarias de acuerdo con las cuales se han


controlado durante mucho tiempo la conducta humana y que constituyen una
especie de tramoya precientífica. El estudio científico de la conducta ha llegado
a un punto en el que puede suministrar técnicas adicionales. A medida que los
métodos de la ciencia aplicándose a la conducta, podemos esperar que las
aportaciones técnicas se multipliquen rápidamente. Si hemos de juzgar por la
aplicación de la ciencia a otros problemas prácticos, el efecto sobre los asuntos
humanos será tremendo.

No tenemos ninguna garantía de que el poder generado de esta forma


sea utilizado al servicio de lo que ahora consideramos como los intereses de la
humanidad. Tal como muestra claramente la tecnología de la guerra moderna,
los científicos no han sido capaces de evitar que sus descubrimientos se
utilizan de forma muy distinta a los propósitos originales de la ciencia. Una
ciencia de la conducta no posee por sí misma los medios para controlar el uso
que pueda hacerse de sus resultados. La visión precientífica de Maquiavelo
acerca de la conducta humana iba dedicada a preservar el poder de una
instancia gubernamental. En la Alemania nazi, los resultados de una ciencia
más exacta se aplicaron a interesen igualmente restringidos. ¿Es posible evitar
esto? ¿Vamos a seguir desarrollando una ciencia de la conducta sin
preocuparnos del uso que puede hacerse de ella? Y si no, ¿Quién tiene que
poseer el control que la misma genera?

Esta no es una pregunta desconcertante, sino aterradora; porque existen


buenas razones para temer a quienes son más aptos para tomar el control.
Cuando le dijeron que la ciencia sería finalmente <<capaz de controlar con
precisión los pensamientos humanos>>, Winston Churchill replicó: <<Estaré
muy contento de que, cuando esto suceda, mi misión en el mundo haya
terminado>>. Sin embargo, éste no es un planteamiento del problema
completamente satisfactorio.

Negar el control

Una solución que se propone insiste en que el hombre es un ente libre y


qué, por tanto, está fuera del alcance de las técnicas de control.

383
Aparentemente, ya no es posible refugiarse en esta creencia. La libertad que
se discute al valorar los gobiernos está relacionada con el contracontrol de las
técnicas aversivas. Una doctrina de la libertad personal atrae a todos aquellos
para quienes es importante estar libre de control coactivo. Pero la conducta
puede determinarse de modo no coactivo, y a medida que se va
comprendiendo mejor otros tipos de control, la doctrina de la libertad se
convierte, cada vez más, en menos eficaz, como mecanismo de motivación, y
en más difícil de sostener, como teoría comprensiva de la conducta humana.
Todos controlamos y somos controlados. El control va siendo más eficaz, a
medida que aumenta el nivel de análisis de la conducta humana. Tarde o
temprano hay que enfrentarse con el problema.

Negarse a controlar

Otra solución posible consiste en rechazar deliberadamente la


oportunidad de controlar. El mejor ejemplo de ello nos lo proporciona la
psicoterapia. A menudo, el terapeuta es plenamente consciente de su poder
sobre el individuo que acude a él en busca de ayuda. Como hemos visto, el mal
uso de este poder hace necesaria la existencia de normas éticas especiales.
Carl R. Rogers ha descrito: <<Nadie puede hacerse responsables de valorar
las aptitudes, motivos, conflictos y necesidades de una persona, ni de valorar lo
que es capaz de conseguir, el grado de reorganización por el que debería
pasar, los conflictos que debería resolver, el grado de dependencia adecuado
respecto al terapeuta y los objetivos de la terapéutica, sin poseer,
inevitablemente, un importante grado de control sobre el individuo. A medida
que este proceso se extiende a un mayor número de personas, esto significa
que existe un control de personas, de sus metas y de sus valores, por parte de
un grupo que se ha seleccionado a sí mismo para ejercer el control. El hecho
de que se trate de un control sutil y bien intencionado, hace menos probable
que la gente se dé cuenta de lo que está aceptando>>*. La solución que
Rogers propone es minimizar el contacto entre el paciente y el terapeuta hasta
un punto en que el control parece desvanecerse.

Las filosofías de gobierno que tienen su origen en un miedo similar al


control están representadas, de una forma extremista, por el anarquismo y de
un modo más conservador por el laissez faire. <<Gobierna mejor quien
gobierna menos>>. Esto no significa que las técnicas de un gobierno moderado
sean particularmente eficaces, porque si esto fuera verdad el gobierno
moderado sería el que más gobernaría. Significa que un gobierno que gobierna
menos se encuentra relativamente libre del peligro de hacer un mal uso del
poder. En economía, una teoría similar defiende los procesos normales
estabilizadores de una economía <<libre>> contra toda forma de regulación.

*Harvard Educational Review. Otoño 1948, página 212.

384
Sin embargo, negarse a aceptar el control equivale, simplemente, a
dejarlo en otras manos. Rogers ha dicho que el individuo lleva dentro de sí la
solución de sus propios problemas y que, por esta razón, no es necesario que
el terapeuta intervenga directamente. Pero, ¿Cuáles son los orígenes últimos
de una solución interna? Si el individuo es el producto de una cultura en la que
existe un marcado adiestramiento ético y religioso, y un control gubernamental
y educación eficaces, en la que el refuerzo económico ha ejercido su efecto de
manera aceptable, y si existe en ella un considerable buen criterio, por parte
del ciudadano medio, aplicable a los problemas personales, es muy posible que
logre <<encontrar una solución>> sin necesidad de recurrir al terapeuta. Pero si
es el producto de un control excesivo, poco hábil o perjudicial en cualquier
aspecto, o ha recibido adiestramiento ético o religioso atípico, si ésta sujeto a
privaciones extremas o a conductas asocial, no existiría <<dentro de sí
mismo>> ninguna solución aceptable. En el gobierno, una filosofía del laissez
faire es eficaz si un ciudadano está en contacto con instancias educativas,
religiosas y de otro tipo que proporcionan el control que el gobierno niega a
aceptar. El programa del anarquismo según el cual el hombre se desarrollará
plenamente tan pronto como desaparezca el control gubernamental, se olvida
de identificar las otras fuerzas de control que adaptan el hombre a un sistema
social estable. Una <<sociedad libre>> es aquella en la que el individuo es
controlado por otras instancias distintas del gobierno. La <<fe en el hombre de
la calle>>, que hace posible una filosofía de la democracia, es en realidad una
fe en otras fuentes de control. Cuando se planeó el sistema de gobierno de los
Estados Unidos, los que defendían un gobierno mínimo pudieron señalar unos
controles eficaces de tipo religioso y ético; si estos hubieran faltado, un
programa de laissez faire hubiera dejado al pueblo en manos de otras
instancias de control y esto hubiera podido tener desastrosos resultados. De
manera similar, en una economía no controlada, los precios, salarios, etc., son
libres de cambiar en función de variables que no han sido fijadas por una
instancia gubernamental; pero no son libres en ningún otro sentido.

Negarse a aceptar el control, y, por tanto, dejarlo en otras manos, tiene,


a menudo el efecto de diversificarlo. La diversificación es otra posible solución
para nuestro problema.

Diversificar el control

Una solución bastante clara consiste en distribuir el control de la


conducta humana entre muchas instancias que tengan tan poco en común que
no puedan unirse y convertirse en una unidad despótica. En general, este es el
argumento que define la democracia contra el totalitarismo. En un Estado
totalitario se reúnen todas las instancias bajo una superinstancia única. La
religión del Estado se adapta a los principios gubernamentales. La
superinstancia adquiere el control económico a través de la nacionalización. Se
utilizan las escuelas para apoyar las prácticas del gobierno y para adiestrar a

385
hombres y mujeres de acuerdo con las necesidades del Estado, mientras que
la educación que podría oponerse al programa gubernamental se elimina a
través del control de la prensa y de la opinión pública. Incluso la psicoterapia
puede ponerse al servicio del Estado, como en la Alemania nazi, donde, debido
a la inexistencia de instancias de oposición, se adoptaron severas medidas.

Suele decirse que una instancia unificada es más eficaz, pero hace muy
difícil la solución del problema del control. Es precisamente la ineficacia contra
el uso despótico del poder. La publicidad norteamericana nos proporciona un
buen ejemplo de los benéficos efectos de la diversificación. Anualmente se
gastan enormes sumas de dinero para inducir a la gente a comprar marcas
particulares de productos. Una gran parte del control conseguido por cada
compañía es contrarrestado por el control conseguido por otras. En la medida
en que la publicidad está dirigida solamente a la elección de marca, el efecto
neto es probablemente débil. Pero si todo el dinero que se gasta en
promocionar marcar determinadas de cigarrillos, por ejemplo, se dedicara a
incrementar el número de cigarros fumados por día, independientemente de su
marca, el efecto podría ser más sensible. Este hecho es reconocido por las
industrias que dedican sus gastos de publicidad a promocionar un tipo de
producto más que una marca individual.

En una democracia, existe también una invalidación similar, pero mucho


más importante, de los efectos del control: al control económico se oponen, a
menudo, la educación y las restricciones gubernamentales; al gubernamental y
religioso, la psicoterapia: existe, a menudo, una cierta oposición entre el
gobierno y la religión, etc. En tanto las fuerzas opuestas se mantengan en
equilibrio se evita la explotación excesiva por parte de cualquiera de ellas. Esto
no significa que nunca se haga mal uso del control. Los resultados del control
tienden a ser menos evidentes cuando está dividido y ninguna instancia
incrementa su poder hasta un punto en que los componentes del grupo se
alarmen. No obstante, de esto no se deduce que el control diversificado haga
algo más que diversificar los resultados.

La gran ventaja de la diversificación no se halla estrechamente


relacionada con el problema del control. La diversificación permite una
experimentación más segura y flexible al planificar una cultura. El estado
totalitario es débil, porque si comete un error la cultura entera puede ser
destruida. Con la diversificación puede ponerse a prueba localmente nuevas
técnicas de control sin que esto represente una seria amenaza para toda la
estructura.

Quienes aceptan la diversificación como una solución al problema del


control creen que es posible adoptar algunas medidas adecuadas. Una
instancia de control está en abierta oposición con otra. Por ejemplo, la
legislación contra las prácticas monopolísticas evita el desarrollo del poder

386
económico ilimitado de una instancia única. Esto, a menudo, surte el efecto de
establecer dos o tres instancias poderosas entre las que se distribuyen un
determinado control económico. En la educación, una diversificación explicita
se halla implicada en cualquier oposición a las prácticas normalizadas.
Manteniendo muchos tipos distintos de instituciones educativas, trabajando de
formas distintas y consiguiendo resultados diferentes, obtenemos las ventajas
de una sana experimentación y evitamos el énfasis excesivo sobre cualquier
programa. En los Estados Unidos, la diversificación en el gobierno queda
ejemplificada por la coexistencia del gobierno federal, el particular de cada
Estado y los Gobiernos locales, mientras que el control religioso se distribuye
entre muchas confesiones distintas.

Para quienes temen el mal uso de una ciencia de la conducta humana,


esta solución puede abrirles un camino. Distribuyendo el conocimiento
científico tan ampliamente como sea posible, conseguimos alguna seguridad
de que no será monopolizado por ninguna instancia para su propio provecho.

Controlar el control

En otro intento para resolver el problema del control, una instancia


gubernamental tiene el poder de limitar el grado en que el control es ejercido
por los individuos o por otras instancias. La posibilidad de controlar a los
hombres mediante la fuerza, por ejemplo, es evidente. Un hombre que
gobierne solamente por la fuerza es un pequeño Estado totalitario. Cuando la
fuerza se encuentra distribuida entre muchos hombres, aparecen las ventajas
de la diversificación; tiene lugar una cierta disminución del efecto, la
explotación es menos evidente y la fuerza del grupo no depende, de un modo
tan crítico, de la continuidad de la fuerza de un solo hombre. Pero un progreso
respecto a la mera diversificación de la fuerza se puede conseguir por medio
de un gobierno que funcione para <<mantener la paz>> -para evitar cualquier
tipo de control a través del uso de la fuerza-. Este tipo de gobierno puede
ampliarse a otras formas de control. Por ejemplo, en las democracias
modernas, al hombre que está en posesión de grandes riquezas no se le
permite controlar la conducta por todos los medios de los que, de otro modo,
dispondría. Al educador no se le permite utilizar el control de que dispone para
establecer ciertos tipos de conducta. A la religión y la psicoterapia no se les
permite fomentar o encubrir la conducta ilegal. Se restringe el control personal
compensando al individuo de una <<influencia indebida>>.

En esta solución del problema no existe ninguna duda acerca de dónde


radica el control fundamental. Pero si tan gobierno debe operar de modo eficaz
tiene que concedérsele un mayor poder, y queda en pie el problema de
prevenir que abuse del mismo. El problema ha sido aparentemente resuelto
mediante el control a través de la fuerza siempre que un gobierno ha
mantenido la paz con éxito sin interferirse de otro modo en las vidas de los

387
ciudadanos. Pero este resultado no es inevitable. Los gobiernos que disponen
de la fuerza necesaria para mantener la paz pueden utilizarla para controlar a
los ciudadanos por otros caminos y para luchar contra otros gobiernos. Puede
hacerse también un mal uso de otros tipos de control. Un gobierno que puede
restringir el control ejercido por una instancia determinada puede también
obligarla a apoyar su propio programa de expansión. Quizás el Estado
totalitario se inicia simplemente restringiendo el control de las instancias que
están bajo dominio, pero finalmente, puede llegar a usurpar sus funciones. Esto
ha ocurrido ya en el pasado. ¿Puede una ciencia de la conducta disminuir la
probabilidad de que esto vuelva a suceder?

UNA POSIBLE DEFENSA CONTRA EL DESPOTISMO

En definitiva, la fuerza del que controla depende de la fuerza de aquellos


a quienes controla. La riqueza de un hombre opulento depende de la
productividad de aquellos a quienes controla con su riqueza; la esclavitud como
técnica de control de trabajo, finalmente demuestra ser poco productiva y
demasiado costosa para que sobreviva. La fuerza de un gobierno depende de
la inventiva y de la productividad de sus gobernados; los controles coactivos
que conducen a una conducta ineficaz o neurótica frustran sus propios
propósitos. Una instancia que utiliza métodos de propaganda entontecedores
sufre, a su vez, la ignorancia y los repertorios restringidos de aquellos a
quienes controla. Una cultura que se contenta con el status quo -que pretende
conocer cuáles son las mejores prácticas de control y que, por tanto, no
investiga- puede alcanzar una estabilidad temporal, pero solamente al precio
de una extinción final.

Al mostrar cómo las prácticas gubernamentales moldean la conducta de


los gobernados, la ciencia puede conducirnos a planificar con mayor rapidez un
gobierno que, en el más amplio sentido posible, fomentará necesariamente el
bienestar de todos los gobernados. La máxima fuerza del potencial humano de
que dispone un grupo requiere generalmente condiciones que son descritas
vagamente con términos como libertad, seguridad, felicidad y conocimiento. En
el caso excepcional en que esto no ocurra así, el criterio de supervivencia
opera también en interés del gobierno así como en el de aquellos que
gobiernan. Puede que no sea pura fantasía predecir que este tipo de fuerza
acabará ocupando un lugar prominente en las consideraciones de quienes se
dedican a planificar una cultura. Un logro de este tipo representaría
simplemente un caso especial de autocontrol en el sentido tratado en el
capítulo XV. Es fácil para un legislador o para el planificador cultural utilizar
cualquier poder disponible para conseguir ciertos efectos inmediatos. Es mucho
más difícil utilizar el poder para conseguir ciertas consecuencias finales. Pero
cada adelanto científico que apunta a tales consecuencias hace que sea más
probable una cierta medida de autocontrol en la planificación de la cultura.

388
El hecho de gobernar en beneficio de los gobernados se clasifica
fácilmente como un principio ético o moral. Esto no significa necesariamente
que la planificación gubernamental se base en principio absolutos de
<<correcto>> y <<equivocado>>, sino más bien, tal como hemos visto, que se
halla bajo control de consecuencias a largo plazo. Todos los ejemplos de
autocontrol descritos en el capítulo XV podrían también clasificarse como
problemas morales o éticos. Nos enfrentamos con la ética del control y
planificación gubernamental, del mismo modo que con la ética de cualquier otro
tipo de conducta humana. Por razones obvias llamamos <<malo>> a alguien
cuando nos golpea. Más tarde, y por razones tan obvias como las anteriores, le
llamamos <<malo>> cuando golpea a los demás. Finalmente, nos oponemos,
en términos más generales, al uso de la fuerza física. Las contramedidas pasan
a formar parte de las prácticas éticas de nuestro cuerpo, y las instancias
religiosas las apoyan tildando de inmoral o pecaminosos el uso de la fuerza
física. Todas estas medidas que se oponen al uso de la fuerza física se
explican, pues, en términos de las consecuencias aversivas inmediatas. No
obstante, al planificar un gobierno, podemos valorar el uso de la fuerza física
considerando el efecto final sobre el grupo. ¿Por qué un gobierno determinado
no debería pasar un cuchillo a toda la población de una ciudad o país
derrotados? Forma parte de nuestra tradición cultural considerar dicha
conducta como equivocada y reaccionar ante la idea de forma violentamente
emotiva. Probablemente, podría demostrarse que el hecho de que los
miembros de un grupo reaccionen de este modo contribuye, en último término,
a la fuerza del grupo. Pero, prescindiendo de esta reacción podemos también
condenar esta práctica porque finalmente debilitaría al gobierno. Tal como
hemos visto, conduciría a una resistencia mucho más violenta en otras guerras,
a un contrataque organizado por parte otros países temerosos de correr la
misma suerte, y a problemas muy serio en el control de los súbditos del propio
gobierno. De la misma manera, aunque podemos oponernos a la esclavitud
porque el control aversivo de un individuo es también aversivo para los demás,
porque es <<errónea>> o porque es <<incompatible con nuestra concepción de
la dignidad humana>>, otra consideración al planificar una cultura podría ser
que la esclavitud recude la eficacia de los que están esclavizados y que tiene
serios efectos sobre otros miembros del grupo. Por razones similares,
defendemos una forma de vida que creemos superior a las demás,
enumerando aquellas características que son inmediatamente reforzantes para
nosotros y que calificamos como éticas o moralmente buenas; pero al valorar
un determinado experimento cultural podemos, en lugar de esto, preguntarnos
si tal forma de vida contribuye al desarrollo más eficaz de aquellos que la
siguen.

Los principios éticos o morales han sido indudablemente valiosos al


planificar las prácticas culturales. Probablemente, los principios que hoy
seguimos han sido en este aspecto, los más valiosos. Sin embargo, no por ello

389
queda garantizada la supervivencia final de ninguno de ellos. Lo que la ciencia
puede decirnos acerca del efecto de una práctica determinada sobre la
conducta y del efecto de una práctica determinada sobre la conducta y del
efecto de tal conducta sobre la supervivencia del grupo, puede conducirnos
más directamente a reconocer la última fuerza de gobierno en su sentido más
amplio. Finalmente, hay que formular también esta pregunta con respecto a la
humanidad en general. Recientemente se ha descrito mucho acerca de la
necesidad de volver a la <<ley moral>> en las deliberaciones acerca de los
asuntos humanos. Pero la pregunta ¿<<Ley moral>>, de quiénes? A menudo
demuestra ser embarazosa. Ante el problema de encontrar una ley moral
aceptable para todos los pueblos del mundo nos hacemos más plenamente
conscientes de las limitaciones de los principios propuestos por cualquier grupo
o instancia. La posibilidad de promover tales principios mediante la educación o
la conquista militar no es prometedora. Si una ciencia de la conducta es capaz
de descubrir aquellas condiciones de vida que tienden al pleno desarrollo del
hombre, puede proporcionar un conjunto de <<valores morales>>, los cuales,
debido a que son independientes de la historia y de la cultura de cualquier
grupo, pueden ser generalmente aceptados.

¿QUIEN POSEERA EL CONTROL?

Aunque la ciencia puede proporcionar las bases para una planificación


cultural más eficaz, queda sin contestar la pregunta de quién va a llevar a cabo
tal planificación. ¿Quién debería ejercer el control? Es una falsa pregunta, al
menos hasta que hayamos especificado las consecuencias según las cuales
debe contestarse. Si consideraos el efecto, a largo plazo, sobre el grupo, la
cuestión se convierte en <<si la cultura ha de sobrevivir, ¿quién debería
controlar?>> Pero esto equivale a preguntar << ¿Quién ejercerá el control en
el grupo que sobreviva?>> La respuesta requiere el tipo de predicción que no
puede hacerse con ninguna certeza a causa de las circunstancias sumamente
complejas que hay que tener en cuenta. No obstante a la larga, el control más
eficaz desde el punto de vista de la supervivencia estará probablemente
basado en las estimaciones más fiables del valor de supervivencia de las
prácticas culturales. Ya que a la ciencia de la conducta le interesa demostrar
las consecuencias de las prácticas culturales, tenemos algún motivo para creer
que dicha ciencia será una característica esencial de la cultura o culturas que
sobrevivan. La cultura actual que, sobre esta base solamente, es más probable
que sobreviva es, por tanto, aquella en que los métodos de la ciencia se
apliquen de un modo más eficaz a la conducta humana.

Sin embargo, esto no significa que los científicos se estén convirtiendo


en gobernantes autoelegidos. No significa tampoco que quienquiera que esté
en posesión de los métodos y resultados de la ciencia puedan desviar la
corriente de la historia y tomar en sus manos la evolución del gobierno. La
ciencia tampoco es libre. No puede interferirse en el curso de los

390
acontecimientos, forma simplemente parte del mismo. Sería un tanto
incongruente que exceptuáramos al científico de la explicación que la ciencia
da de la conducta humana en general. Sin embargo, la ciencia puede hacer
una descripción del tipo de proceso del que ella misma constituye un ejemplo.
Una proposición razonable acerca de nuestra posición presente en la evolución
de la cultura, podría formularse del siguiente modo: nos encontramos, a
nosotros mismos, miembros de una cultura en la que ha florecido la ciencia y
en la que sus métodos han llegado a aplicarse a la conducta humana. Si, tal
como parece ser, la cultura se fortalece a causa de este hecho, es razonable
predecir que una ciencia de la conducta continuará desarrollándose y que
nuestra cultura contribuirá de modo sustancial a la formación del medio
ambiente social del futuro.

EL DESTINO DEL INDIVIDUO

El pensamiento occidental ha puesto de relieve la importancia de la


dignidad del individuo. Las filosofías democráticas de gobierno basadas en los
<<derechos del hombre>> han afirmado que todos los hombres son iguales
ante la ley, y que el bienestar del individuo es la meta del gobierno. En
filosofías religiosas similares, la plegaria y la salvación se han dejado en manos
del mismo individuo más bien que en las de una instancia religiosa. La literatura
y el arte democráticos han dado más importancia al individuo que al tipo y, a
menudo, se han preocupado por aumentar el conocimiento y comprensión del
hombre acerca de sí mismo. Muchas escuelas de psicoterapia han aceptado la
filosofía de que el hombre es dueño de su propio destino. En la educación,
planificación social y otros muchos campos, el bienestar y la dignidad del
individuo han recibido un trato prominente.

La eficacia de este punto de vista difícilmente puede negarse. Las


prácticas con él asociadas han fortalecido al individuo como miembro activo y
productivo del grupo. El individuo que se <<afirma a sí mismo>> es alguien
para quien el medio ambiente social es especialmente reforzante. El medio
ambiente que ha caracterizado al pensamiento democrático occidental ha
tenido este efecto. Este punto de vista es particularmente importante en
contraste con el control despótico y sólo puede, de hecho, comprenderse en
relación con tal control. El primer paso en el contracontrol de una instancia
poderosa consiste en fortalecer al controlado. Si no puede hacerse entender a
la instancia gubernamental el valor que el individuo tiene para la propia
instancia, debe hacerse al individuo consciente de su propio valor. La eficacia
de esta técnica resulta evidente en el hecho de que los gobiernos despóticos
han sido finalmente contracontrolados por individuos que actuaban
solidariamente para construir un mundo que consideraban más reforzante y en
el hecho de que las instancias gubernamentales que reconocen la importancia
del individuo han llegado, con frecuencia, a ser poderosas.

391
Por tanto, el uso de conceptos como libertad individual, iniciativa y
responsabilidad han sido considerablemente reforzados. Sin embargo, cuando
interrogamos a la ciencia no encontramos un apoyo demasiado sólido para el
punto de vista occidental tradicional. La hipótesis de que el hombre no es libre
es esencial para la aplicación del método científico al estudio de la conducta
humana. El hombre interior libre al que se consideraba responsable de la
conducta del organismo biológico externo, no es más que un sustituto
precientífico para los tipos de causas que se descubren en el curso de un
análisis científico. Todas estas causas posibles radican fuera del individuo. El
mismo sustrato biológico viene determinado por hechos anteriores en un
proceso genético. Se encuentran otros hechos importantes en el medio
ambiente no social y en la cultura del individuo, en el sentido más amplio
posible. Todo esto es lo que conduce a que el individuo se comporte como lo
hace. No es responsable de ello, y por tanto, no tiene objeto alabarlo o
condenarlo. No importa que el individuo pueda controlar por sí mismo las
variables, de las cuales su propia conducta es función, o, en un sentido más
amplio, llevar a cabo la planificación de su propia cultura. Hace esto solamente
porque es producto de una cultura que genera autocontrol o planificación
cultural como una forma de comportamiento. El medio ambiente determina al
individuo aunque éste altere el medio ambiente.

Esta primordial importancia del medio ambiente ha sido reconocida muy


lentamente por quienes están interesados en cambiar la suerte de la
humanidad. Es más eficaz cambiar la cultura que el individuo porque cualquier
efecto sobre éste se perderá cuando muera. Dado que las culturas sobreviven
durante períodos más largos, cualquier efecto sobre ellas es más reforzante.
Existe una distinción similar entre la medicina clínica, que se ocupa de la salud
del individuo, y la ciencia de la medicina que se ocupa de mejorar las prácticas
médicas que finalmente afectaran a la salud de millones de individuos.
Probablemente, aumentará la importancia que se dé a la cultura, a medida que
se vaya poniendo en claro la importancia del medio ambiente social para la
conducta del individuo. Por tanto, podemos considerar necesario cambiar una
filosofía que pone su acento sobre el individuo por otra parte que ponga relieve
la cultura o el grupo. Pero también las culturas cambian o perecen, y no
debemos olvidar que han sido creadas por la acción individual y que sobreviven
sólo debido a la conducta de los individuos.

La ciencia no coloca al grupo o al Estado por encima del individuo, o


viceversa. Todas estas interpretaciones se derivan de una desafortunada
imagen del lenguaje, extraída de ciertos ejemplos importantes de control. Al
analizar la determinación de la conducta humana escogemos, como punto de
partida, un eslabón notable dentro de una larga cadena causal. Cuando un
individuo manipula, de modo visible, las variables de la cuales la conducta de
otro individuo es función, decimos que el primero controla al segundo, pero no

392
preguntamos quién o qué controla al primero. Cuando un gobierno controla
visiblemente a sus ciudadanos, consideramos este hecho sin identificar los
acontecimientos que controlan al gobierno. Cuando el individuo se halla
fortalecido como una medida de contracontrol, podemos, como en todas las
filosofías democráticas, pensar en él como en un punto de partida. No
obstante, en realidad no tenemos ninguna razón para atribuir a alguien o a algo
el papel de primer móvil. Aunque es necesario que la ciencia se autolimite al
estudio de fragmentos seleccionados dentro de una serie continua de hechos,
cualquier interpretación debe aplicarse, en definitiva, a la serie completa.

Aun así, la concepción del individuo que se desprende de un análisis


científico resulta desagradable para la mayoría de quienes han sido
fuertemente afectados por las filosofías democráticas. Como vimos en el
capítulo I, siempre le ha correspondido a la ciencia el desagradable papel de
echar por tierra las tan estimadas creencias sobre la posición del hombre en el
universo. Es fácil comprender por qué los hombres se adulan, con tanta
frecuencia, así mismos, ya que caracterizan el mundo de forma que les
refuerce, al proporcionarles evasión de las consecuencias de la crítica o de
otras formas de castigo. Pero aunque la adulación fortalece temporalmente la
conducta, es discutible que tenga cualquier valor final de supervivencia. Si la
ciencia no confirma las suposiciones sobre la libertad, iniciativa y
responsabilidad de la conducta del individuo, estas suposiciones, en el fondo,
tampoco serán eficaces ni como mecanismos de motivación, ni como metas en
la planificación de una cultura. Es posible que no renunciemos fácilmente a
ellas, y puede que, de hecho, consideremos difícil controlarnos a nosotros
mismos o a los demás hasta que se hayan desarrollado otros principios. Pero
probablemente el cambio tendrá lugar. De esto no se sigue que los nuevos
conceptos serán necesariamente menos aceptables. Podemos consolarnos
con la reflexión de que la ciencia es, después de todo, un proceso acumulativo
de conocimiento que se debe solo al hombre, y que la mayor dignidad humana
puede consistir en aceptar los hechos de la conducta humana,
independientemente de sus implicaciones momentáneas.

393
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397
Indice general

Introducción a la edición castellana 5

SECCION I: POSIBILIDADES DE UNA CIENCIA DE LA CONDUCTA HUMANA

I. ¿PUEDE SERNOS DE ALGUNA AYUDA LA CIENCIA? 24

El mal uso de la ciencia – La ciencia como correctivo. – La amenaza de la libertad. - El


principio práctico.

II. UNA CIENCIA DE LA CONDUCTA 31

Algunas cacarterísticas importantes de la ciencia. La conducta como tema de estudio


cientifico. Algunas objeciones a una ciencia de la conducta.

III. POR QUE ACTUAN LOS ORGANISMOS 40

Algunas <<causas>> populares de la conducta. <<Causas>> internas. Las variables de


las que depende la conducta. Un analisis funcional. Analisis de los datos.

SECCION II: EL ANALISIS DE LA CONDUCTA

IV. REFLEJOS Y REFLEJOS CONDICIONALES 57

El hombre: una máquina. - Acto reflejo. - El alcance del acto reflejo. - Reflejos
condicionales. El <<valor de supervivencia>> de los reflejos. - Alcance de los reflejos
condicionales.

V. CONDUCTA OPERANTE 70

Las consecuencias de la conducta. - Curvas de aprendizaje. - Condicionamiento


operante. - Propiedades cuantitativas. - El control de la conducta operante. - Extincion
operante. - ¿Que hechos son reforzantes?- Refuerzos condicionados. - ¿Por qué
refuerza un refuerzo?- Contingencias accidentales y conducta <<supersticiosa>>. -
Metas, propósitos y otras causas finales.

VI. FORMACION Y MANTENIMIENTO DE LA CONDUCTA OPERANTE 97

La continuidad de la conducta. – Refuerzo diferencial. – El mantenimiento de la


conducta. – Refuerzo intermitente.

VII. DISCRIMINACION OPERANTE 109

Estímulos discriminativos. – Conducta voluntaria e involuntaria. – Repertorios


discriminativos. – Atención. – Relaciones temporales entre estímulos, respuestas y
refuerzo.

VIII. EL CONTROL AMBIENTAL 127

398
La importancia del medio ambiente. – El analisis de estímulos. - Inducción. -
Discriminación. - Abstracción. - Algunos problemas tradicionales en el control de
estímulos.

IX. PRIVACION Y SACIEDAD 138

Privación.- Necesidades y <<drives>>. El uso práctico de los <<drives>>. Algunas


preguntas relativas al <<drive>>. El tiempo como variable. El individuo y la especie.
Resumen.

X. EMOCION 153

¿Qué es una emoción? – La emoción como predisposición. – Respuestas que varían


conjuntamente en la emoción. – Procesos emotivos.- La emoción total.- Las emociones
no son causas.- El uso práctico de la emoción.

XI. AVERSION, EVITACION, ANSIEDAD 162

Conducta aversiva.- Utilizacion práctica de los estímulos aversivos. – Evitación. –


Ansiedad. – Ansiedad y anticipación. – La ansiedad no es una causa.

XII. CASTIGO 171

Una técnica indiscutible. - ¿Es eficaz el castigo? - Los efectos del castigo. - El primer
efecto del castigo.- Tercer efecto del castigo.- Subproductos desafortunados del
castigo.- Alternativas al castigo.

XIII. RASGOS DE PERSONALIDAD Y CONDUCTA 180

¿Qué son los rasgos?- La predicción en términos de rasgos. – Los rasgos no son causas.

XIV. EL ANALISIS DE CASOS COMPLEJOS 188

<< Simplificación excesiva>>.- Efectos múltiples de una sola variable.- Causas


múltiples.- El uso práctico de la causa múltiple.- Proyección e identificación.- Variables
múltiples en la percepción.- Variables de efectos incompatibles.- Encadenamiento.

SECCION III: EL INDIVIDUO COMO UN TODO

XV. AUTOCONTROL 208

La <<autodeterminación>> de la conducta.- <<Autocontrol>>. Técnicas de control.- El


origen último del control.

XVI. PENSAMIENTO 221

Toma de decisiones.- Origen y sostenimiento de la conducta de decidir. La conducta de


recordar.- Problemas y soluciones.- <<Tener una idea>>.- La originalidad de las ideas.

399
XVII. LOS HECHOS INTERNOS EN UNA CIENCIA NATURAL 233

El mundo interior.- Respuestas verbales a hechos internos.- Variedad de estimulación


privada.- Respuestas a la propia conducta discriminativa. La visión condicionada.-
Visión operante.- Tratamiento tradicional del problema.- Otras soluciones propuestas.

XVIII. AUTOIMAGEN 255

La autoimagen como sistema organizado de respuestas.- La ausencia de


autoconocimiento.- símbolos.

SECCION IV: LA CONDUCTA DE LOS INDIVIDUOS EN EL GRUPO

XIX. CONDUCTA SOCIAL 266

El medio ambiente social.- El episodio social.- Variables en que se apoya el episodio


social.- El grupo como unidad de conducta.

XX. CONTROL PESONAL 279

Control de variables.- Técnicas de control.- Objeciones al control personal.

XXI. CONTROL DE GRUPO 287

¿Por qué el grupo ejerce control? – El efecto del control de grupo.- Justificación del
control de grupo.

SECCION V: INSTANCIAS QUE EJERCEN CONTROL

XXII. EL GOBIERNO Y LA LEY 294

Instancias que controlan.- Las instancia gubernamental.- Técnicas de control


gubernamental.- La ley.- Interpretaciones tradicionales.- Otros tipos de control
gubernamental.- contracontrol de las instancias gubernamentales.- Justificación de las
prácticas gubernamentales.

XXIII. RELIGION 308

Técnicas de control religioso.- La conducta controlada por la instancia religiosa.-


Explicación de la instancia.- contracontrol.- justificación del control religioso.

XXIV. PSICOTERAPIA 316

Algunos subproductos del control.- Subproductos emotivos del control.- Algunos


efectos sobre la conducta operante.- La psicoterapia como instancia de control.- La
psicoterapia frente al control religioso y gubernamental.- Interpretaciones
tradicionales.- Otras técnicas terapéuticas.- Explicación de la instancia
psicoterapéutica.

400
XXV. CONTROL ECONOMICO 335

Refuerzo de la conducta por medio del dinero.- Programas de retribución.- El valor


económico del trabajo.- comprar y vender.- <<Economía>>.- La instancia económica-
Contracontrol.

XXVI. EDUCACION 350

Las instancias educativas y sus técnicas de control.- Refuerzos educativos.- La conducta


resultante de control educativo.- Contracontrol.

SECCION VI: EL CONTROL DE LA CONDUCTA HUMANA

XXVII. CULTURA Y CONTROL 360

Costumbres y hábitos.- El medio ambiente social como cultura.- El efecto de la cultura


sobre la conducta.- Carácter cultural.

XXVIII. PLANIFICACION DE UNA CULTURA 370

Juicios de valor.- La supervivencia de una cultura.- ¿Es posible el control?- El destino


del individuo.

Biografía de B. F. Skinner 390

401
402

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