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Parabolas Del Reino de Dios

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Resultados de búsqueda

Fragmento destacado de la Web

Cualquier persona que quiera vivir una vida con propósito debe establecer metas para
su vida. Como cristiano, debes consultar a Dios y a la Biblia para determinar las metas
de tu vida. ... 3 ¿Qué es el Proyecto Personal de Vida Cristiana? El PPVC es un medio
educativo para ayudarnos a crecer en el seguimiento de Jesús.
TERCER GRADO

Mateo 13 Reina-Valera 1960 (RVR1960)


Parábola del sembrador
(Mr. 4.1-9; Lc. 8.4-8)

13 Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.


2
Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en
la playa.
3
Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a
sembrar.
4
Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la
comieron.
5
Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía
profundidad de tierra;
6
pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
7
Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron.
8
Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a
treinta por uno.
9
El que tiene oídos para oír, oiga.

Propósito de las parábolas


(Mr. 4.10-12; Lc. 8.9-10)

10
Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
11
El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino
de los cielos; mas a ellos no les es dado.
12
Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo
que tiene le será quitado.
13
Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni
entienden.
14
De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis.
15
Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón entiendan,
Y se conviertan,
Y yo los sane. m
16
Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
17
Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no
lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

Jesús explica la parábola del sembrador


(Mr. 4.13-20; Lc. 8.11-15)

18
Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:
19
Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo
que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
20
Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la
recibe con gozo;
21
pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la
persecución por causa de la palabra, luego tropieza.
22
El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este
siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
23
Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da
fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.

Parábola del trigo y la cizaña

24
Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre
que sembró buena semilla en su campo;
25
pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y
se fue.
26
Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
27
Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste
buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
28
El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que
vayamos y la arranquemos?
29
El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo.
30
Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré
a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero
recoged el trigo en mi granero.

Parábola de la semilla de mostaza


(Mr. 4.30-32; Lc. 13.18-19)

31
Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de
mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo;
32
el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es
la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y
hacen nidos en sus ramas.

Parábola de la levadura
(Lc. 13.20-21)

33
Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una
mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.

El uso que Jesús hace de las parábolas


(Mr. 4.33-34)

34
Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba;
35
para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:
Abriré en parábolas mi boca;
Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.

Jesús explica la parábola de la cizaña

36
Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos,
le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
37
Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
38
El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los
hijos del malo.
39
El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son
los ángeles.
40
De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de
este siglo.
41
Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que
sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad,
42
y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.
43
Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene
oídos para oír, oiga.

El tesoro escondido

44
Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el
cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que
tiene, y compra aquel campo.

La perla de gran precio

45
También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas,
46
que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.

La red

47
Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge
de toda clase de peces;
48
y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo
echan fuera.
49
Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los
justos,
50
y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Tesoros nuevos y viejos

51
Jesús les dijo: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor.
52
El les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre
de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.

Jesús en Nazaret
(Mr. 6.1-6; Lc. 4.16-30)

53
Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí.
54
Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se
maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros?
55
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos,
Jacobo, José, Simón y Judas?
56
¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas
cosas?
57
Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su
propia tierra y en su casa.
58
Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.

¿Cuál es el significado de la parabola del sembrador?


La parábola del sembrador es una de las parábolas de Jesús encontrada en los tres
Evangelios sinópticos, Mateo 13:1-9, Marcos 4:1-9 y Lucas 8:4-8, además en el
evangelio apócrifo de Tomás (9). El texto de la parábola según el evangelio de Marcos
es el siguiente: Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar.
¿Qué significa la semilla?
La semilla es, de acuerdo a la botánica, el componente de una fruta que alberga el
embrión que puede derivar en una nueva planta. También se conoce como semilla al
grano que producen los vegetales y que, cuando se siembran o caen al suelo, genera
otros ejemplares que pertenecen a la especie en cuestión.
¿Cuál es el significado de la palabra parabola?
Parábola deriva del griego "parabolé", término que sugiere una comparación. Una
parábola es un relato corto, con forma de historia sencilla, real o inventada pero no
fantasiosa, mediante la cual Jesús establece una comparación: "igual que sucede en tal
caso, así sucede en tal otro".
Quién sembro la mala hierba en la parabola del trigo y la cizaña?
Otra parábola les propuso, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un hombre
que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su
enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y
produjo fruto, apareció entonces también la cizaña.
¿Qué es una parabola para niños?
Las parábolas de Jesús son aquellas breves narraciones dichas por Jesús de Nazaret que
encierran una educación moral y religiosa, revelando una verdad espiritual de forma
comparativa.
¿Qué significa la palabra Celam?
El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) agrupa a los obispos de la Iglesia
católica de Latinoamérica y el Antillas-Caribe.
¿Quién es el actual presidente de la Celam?
Cardenal Rubén Salazar, nuevo presidente del Celam
El cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá, fue nombrado este miércoles
como nuevo presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) para el
periodo 2015-2019
¿Qué es la Conferencia Episcopal?
La Conferencia Episcopal es una institución de carácter permanente, también
denominada Conferencia Nacional de Obispos ya que su función es ser la asamblea de
los Obispos de una nación o territorio determinado, que ejercen unidos algunas
funciones pastorales respecto de los fieles de su territorio, para promover ...
Qué es la clar?
La Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas/os (CLAR) es un
organismo internacional de derecho pontificio o arzobispado de la iglesia católica. Fue
erigido por la Santa Sede el 2 de marzo de 1959
¿Quién es el actual presidente de la Conferencia Episcopal Peruana?
El Arzobispo de Trujillo, Monseñor Héctor Miguel Cabrejos Vidarte, fue elegido como
nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, para el período 2018 – 2020.
Reemplaza en el cargo a Monseñor Salvador Piñeiro.
¿Cuáles son los países que conforman el Celam?
El CELAM está integrado por:

 Conferencia Episcopal de las Antillas.


 Conferencia Episcopal Argentina.
 Conferencia Episcopal de Bolivia.
 Conferencia Nacional de Obispos del Brasil.
 Conferencia Episcopal de Chile.
 Conferencia Episcopal de Colombia.
 Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.
 Conferencia Episcopal Ecuatoriana.

CUARTO GRADO

Los Principios la Doctrina Social de la Iglesia


Ante las condiciones que enfrenta la sociedad actual, el Católico tiene en la DSI un
tesoro que le guía y ayuda en su caminar diario.

Por: Arzobispo Ramón Benito de La Rosa y Carpio | Fuente: www.cscv.info

La doctrina social de la Iglesia es aquella enseñanza que nace del diálogo entre
el Evangelio y la vida económico social de los pueblos.

Esa doctrina busca iluminar las realidades terrenas y en ella se apoyan los
pastores de la Iglesia Católica para orientar en estas materias.

La doctrina social de la Iglesia tiene como centro la dignidad de la persona


humana y busca en todo momento defenderla y dar principios que ayuden a su
crecimiento, a su desarrollo.

Hay siete principios, siete criterios que son muy claros y yo quisiera recordarlos
hoy, como de un golpe. Son ellos los ejes claves de esta doctrina y son los ejes
también para poder ayudar a todo ser humano a crecer, desarrollarse y
progresar, como debe ser. Esos siete principios son los siguientes:

1. El principio del bien común.


2. El destino universal de los bienes.
3. El principio de subsidiaridad.
4. El principio de participación.
5. El principio de solidaridad.
6. El principio de los valores, fundamentalmente estos cuatro: la verdad, la
libertad, la justicia, el amor.
7. Finalmente, este último, el amor, es el valor principal, porque ha de ser el que
dé UNIDAD a los demás valores.

Los vemos así en su conjunto porque nos iluminan; pero yo quisiera volver la
mirada sobre cada uno de ellos. Pero recordemos que para la doctrina de la
Iglesia, la enseñanza de la Iglesia, para Jesucristo, como también para todo lo
que es la filosofía humanista, lo principal es la persona humana, su dignidad; y
todo lo demás ha de converger a la ayuda, al apoyo, al progreso de todo ser
humano y de todos los seres humanos.

1. El bien común: El principio o el criterio del bien común es un principio


fundamental en lo que es la vida humana y en lo que son las relaciones de los
seres humanos. Para la doctrina social de la Iglesia el principio del bien común
es el primero de todos los principios: todos los bienes que existen son bienes
para todos los seres humanos.

La concepción es clara: Dios creó todo lo que existe para todos los seres
humanos, no para una sola persona. De ahí que el principio del bien común quiere
mirar no solamente a un individuo sino a todos los individuos, no a una persona
sino a todas las personas.

Por eso, este principio del bien común es una tarea que nos compete a todos, y
de ahí que los bienes que existen sobre la tierra han de llegar a todos los seres
humanos. Para nosotros, es un criterio que tiene que estar siempre claro y es el
criterio que se exige en la conducción de la vida política; por eso, un político es
aquel que debe trabajar el bien común y colige con ese principio cuando busca
sus propios intereses, sus propios bienes o el bien particular; y los bienes que
hay en una nación, si los miramos bien, son para todos y por eso se busca que
haya una igualdad en la repartición de los bienes.

Reflexionar una y otra vez sobre el bien común nos coloca y nos sitúa en un
principio clave en el desarrollo y en el progreso de todo ser humano y de todos
los seres humanos.

2. El destino universal de los bienes: El principio del bien común que guía la
doctrina social de la Iglesia va muy unido al principio del destino universal de los
bienes. Este principio nos recuerda a nosotros que todo cuanto existe tiene una
dimensión universal. Nosotros hablamos del derecho de propiedad.
El derecho de propiedad privada también tiene su sentido. La propiedad privada
ayuda a que las personas puedan tener un mínimo de espacio para vivir, para
que se respete su libertad; sin embargo, cuando la propiedad privada se excede
y viola el principio universal de los bienes, entonces, la propiedad privada ha de
estar sujeta a lo que es este principio universal de los bienes. El Papa Juan Pablo
II repetía que: “Sobre toda propiedad privada, hay una hipoteca de los bienes
que han de llegar a todos”.

Y ese llegar a todos es llegar a todo ser humano y a todos los seres humanos y
nosotros hemos de repetirlo continuamente: Dios creó todas las cosas, no para
un grupo, sino para todos. De tal manera es así, que hay que buscar caminos
para una justa distribución de los bienes y de las riquezas, sean éstas las que
sean.

3. La subsidiaridad: En la búsqueda del progreso y el desarrollo de toda


persona humana, de todo ser humano, de su dignidad, hay un principio que no
se tiene muchas veces en cuenta y que hay que recordarlo también con
frecuencia y volver el pensamiento y la mirada hacia él. Es el principio de la
subsidiaridad, palabra que no es fácil de pronunciar, pero que es sumamente
importante. Nosotros los seres humanos debemos producir lo que nosotros
debemos producir. Cada ser humano tiene una responsabilidad, ante sí mismo y
ante los demás, como cada grupo, como cada sociedad, pero hay limitaciones
que nosotros tenemos, y es ahí donde se necesita el apoyo subsidiario.

Venir en apoyo de las familias que no pueden alcanzar las metas que deben
alcanzar, de los individuos, de las personas, de los grupos, sean estos los que
sean. Por eso, el Estado tiene la responsabilidad de cuidar, de velar para que
cada uno de nosotros haga lo que tenga que hacer, pero que podamos recibir
también el apoyo en aquello que nosotros no podamos hacer. Ese principio de
subsidiaridad ayuda a que los pueblos puedan progresar y los grupos puedan
avanzar. Y esto hay que decirlo no solamente a nivel nacional, hay que decirlo,
también, a nivel universal: nos hemos de acompañar mutuamente los pueblos,
y aunque esto no lo pidiera Dios, ni lo pidiera la doctrina social de la Iglesia, lo
pide el sentido común y lo pide la razón. Se ha de apoyar a todo aquel que no
puede dar todo lo que él quisiera o pudiera dar.

4. La participación: Otro principio claro en la doctrina social de la Iglesia es el


principio de la participación. Es un tema sobre el que nosotros volvemos una y
otra vez. La participación, como algo inherente al ser humano, hace parte de
nuestra existencia.

Nosotros queremos participar y esa participación nos hace mostrar a nosotros un


deber, el deber que tenemos todos los seres humanos de participar en la vida,
en el desarrollo, en el progreso de los pueblos.

Por eso, una persona que no participa en los gastos de un pueblo, con sus
impuestos, es una persona que no está cumpliendo con su deber. Una persona
que no participa en las elecciones, por ejemplo, es una persona que se siente
limitada en lo que es su derecho de participar en la elección de aquellos que lo
dirigen. Esta dimensión de la participación muestra un derecho, pero también
muestra un deber. Derecho y deber, el derecho de participar y el deber de
participar. Por eso, cuando las personas no pueden participar todo lo que pueden
en la vida nacional, se sienten limitadas.
Las dictaduras limitan la participación, pero también la participación se vuelve un
desorden cuando no es regulada.

Volvamos una y otra vez la mente sobre la participación, sobre nuestro deber de
participar en la vida familiar, en la vida social, en la vida del barrio, en la vida
nacional, en la vida internacional. Pensemos en la participación, como un derecho
y un deber.

5. La solidaridad: La solidaridad es uno de los grandes principios, o si se quiere,


uno de los grandes valores que más se trata en el mundo de hoy. Hemos venido
muchas veces sobre esta temática y hay que volver continuamente sobre ella.
La solidaridad nos esta mostrando a nosotros como la humanidad es una y cómo
tiene que apoyarse mutuamente. La solidaridad que nos mueve a nosotros a
vernos como sólidos en uno nos indica que los pueblos no pueden existir si no
son solidarios entre sí y que la humanidad también es así, y esto se ve de una
manera muy clara en las crisis y en los problemas. Somos solidarios, hemos de
ser solidarios, queramos o no queramos, pero hemos de hacerlo de manera
consciente.

Los países más ricos tienen necesidad de ser solidarios con los demás y los Países
pobres también han de tomar conciencia sobre esto. El Amazonas no pertenece
ya a Brasil o a los países del Cono Sur, es un bien de toda la humanidad, porque
lo que pasa allí afecta a la humanidad. Somos solidarios, y los seres humanos
somos como un racimo de guineos: o caminamos juntos o nosotros perecemos,
pero hemos de estar juntos. El principio, el criterio, el valor de la solidaridad es
temática sobre la que hay que pensar y volver una y otra vez porque no
solamente se ha de esperar solidaridad de los demás, sino que cada uno de
nosotros ha de poner su granito de arena en el camino y en la construcción de
un mundo solidario.

6. Valores fundamentales: El tema de los valores está sobre el tapete. Es un


tema sobre el que hemos de volver una y otra vez, y podemos preguntarnos
sobre los muchos valores que hay, y podemos enumerar decenas de valores:
¿cuáles son los fundamentales?, ¿cuáles son los más importantes, aquellos
necesarios para que funcione una sociedad y que son clave también para el
progreso de los pueblos?

Los cuatro grandes valores son estos: La verdad, la libertad, la justicia y el amor.

Y me voy a referir ahora a los tres primeros porque el amor, que nos une a los
demás, necesita un tratamiento especial.
La verdad: sin la verdad ningún pueblo podrá avanzar. Jesucristo decía, y es
lema del pueblo dominicano: “Conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.

La verdad y la libertad: la libertad, que nosotros los dominicanos disfrutamos


después de tantas dictaduras, se torna también en desorden y en libertinaje
cuando no la sabemos usar. La libertad se manifiesta en la democracia, pero
necesitamos de una libertad sabiamente usada. Por eso, volver la mente y la
mirada sobre la libertad, es clave, y sobretodo en estos tiempos en las que
disfrutamos de la libertad, para no volver a las dictaduras, pero tampoco para
que la libertad se vuelva para nosotros un enemigo. Y la dimensión de la justicia:
si quieres la paz, trabaja por la justicia. Si nosotros queremos guardar las
relaciones como debe ser, es clave y fundamental, ¿quién lo puede negar? el
valor de la justicia.
Sabemos que tenemos muchos desórdenes cuando impera la mentira, el
libertinaje y la injusticia. Por eso, en la doctrina social de la Iglesia esos tres
valores son fundamentales y clave para la vida de cualquier sociedad.

7. La vía del amor: Podemos hablar y tocar temáticas como esta: el bien común,
el destino universal de los bienes, la participación, la solidaridad, los valores de
la verdad, la justicia y la libertad. Pero tenemos que decir que el vínculo que une
todo esto es el amor. Sin amor, nosotros no podremos llegar a eso que
deseamos: a una mayor distribución de las riquezas, a un mundo donde impere
la verdad, la justicia, la libertad; donde los bienes realmente sean comunes,
donde se busque el bien común.

No podemos pedirles a los políticos que se preocupen de buscar los intereses del
pueblo dominicano y no sus propios intereses, si ellos no tienen amor. Se lo
podemos pedir en nombre de la justicia, en nombre del respeto a los demás; el
amor es necesario para todo ello. Podemos pedirle a un juez que haga la justicia,
pero si ese juez no respeta a la persona humana, si ese juez no ama al ser
humano y no ama a los dominicanos, será injusto. Los valores que nosotros
necesitamos poner en práctica, y son necesarios todos, necesitan un
fundamento, un guía, que es el amor. Por eso, el progreso de los pueblos, el
bienestar de los pueblos, la mejor distribución de las riquezas, todo aquello que
nosotros deseamos no se dará en efecto y en verdad, si los seres humanos son
egoístas. De ahí que el camino del amor, la vía del amor, es y seguirá siendo el
camino del desarrollo de los pueblos, del respeto a las personas y de los derechos
humanos.

Valores de la Doctrina Social


15 febrero, 2014 // Temas: Valores

Todos los días oigo hablar de la necesidad de educar en valores. Esto queda muy bien
y muy bonito. La cuestión es, eso está muy bien, pero ¿en qué valores vamos a educar?

Y entonces me vienen preguntas como

 ¿A qué es lo que llamamos valor?


 ¿Se puede llamar «valor» a cualquier tontería que se le ocurra a algún iluminado
(especialmente de los llamados progres)?

Es evidente entonces que la cuestión fundamental es cómo distinguir lo que es un


verdadero valor para el ser humano.

En este artículo pretendo responder a la cuestión de cuáles son los valores que se
proponen en la doctrina social.

Valores de la doctrina social:

 Verdad
 Libertad
 Justicia
 Caridad

Cómo se relacionan entre sí los principios y los valores

Los principios permanentes de reflexión que presiden la doctrina social, como leyes
reguladoras que son de la vida social, están intimimamente relacionados y no son
independientes del reconocimiento real de los valores fundamentales inherentes a la
dignidad de la persona humana.

Para que la sociedad se ponga realmente al servicio de la persona humana, de toda la


persona y de todas las personas, es preciso que se respenten los aspectos morales que
implican los grandes principios de la doctrina social de la Iglsia.

Estos aspectos morales de se traducen en la valoración y aprecio práctico de la verdad,


la libertad, la justicia y la caridad.

Si vivimos estos valores tendremos un camino seguro para alcanzar una convivencia
social más humana; constituyen la referencia imprescindible para los responsables de la
vida pública, que son los llamados a realizar las reformas sustanciales de las estructuras
económicas, políticas y culturuales y tecnológicas, y los cambios necesarios en las
instituciones.

A la Iglesia, evidentemente, no le corresponde asumir competencias propias de orden


técnico y temporal, puesto queda reservado para los políticos y demás responsables
sociales, pero sí intervenir para mostrar cómo, en las diferentes opciones del hombre,
estos valores son afirmados o, por el contrario, negados (CDSI 197)

La fe y la cultura
JOSÉ MORENO LOSADACAPELLÁN UNIVERSITARIO Miércoles, 6 enero 2010, 01:04

LA relación fe-cultura tiene gran importancia hoy, pero siempre ha sido una cuestión
fundamental para el cristianismo. La primera definición de cultura es de Catón el Viejo
(S. II a. C) que la refería al 'agro' (agricultura) situándola en la relación hombre-
naturaleza; más tarde Cicerón nos hablaría de la cultura como cultivo del espíritu por las
personas 'cultas'. Hoy el concepto de cultura se entiende de un modo mucho más
amplio. Se considera que todos los hombres cultivamos la relación con la naturaleza,
con la sociedad, con nosotros mismos como forma de entender la vida. La cultura se nos
muestra como una realidad de carácter personal y social a la vez. Por ser interpretación
de la realidad, la cultura ha de estar abierta a todos los elementos que tienen pretensión
hermenéutica y uno de ellos es la fe.

La fe pretende ser interpretación de la realidad y clave para la existencia humana. En


este sentido se toca con la cultura y necesita de ella. La fe no puede ser ni transmitirse si
no es en categorías culturales; los primeros cristianos, especialmente Pablo que fue
pionero en este tema, abrieron la brecha del diálogo fe -cultura en la transmisión del
Evangelio en claves culturales distintas a las judías. Más tarde, la iglesia primitiva supo
expresar en distintas culturas el mensaje evangélico.

A partir del siglo IV se impone al mundo una teología elaborada con categorías
grecolatinas, una liturgia que era la propia de Roma y un código al estilo del derecho
romano y con claves monárquicas. De este modo no sólo se transmitía el Evangelio sino
categorías culturales también; se realizaba la monoinculturación. El cristianismo tenía
vitalidad y supo acompasar el proceso de la cultura y de los tiempos, con una buena
adaptación. Así lo hizo santo Tomás de Aquino.

A partir del siglo XVI comienza una etapa defensiva de la Iglesia ante la cultura;
primero frente a la Reforma y posteriormente ante la Revolución, llegando al extremo
con Pío IX al plantear la disyuntiva de «ser católico o moderno», y que acabaría con la
condena de la modernidad en el Syllabus. Ratzinger, actual pontífice, comentando
teológicamente hace mucho tiempo los dos Syllabi afirmaba que la Iglesia se quitó a sí
misma la posibilidad de vivir lo cristiano como actual.

Pablo VI señaló de modo claro que la ruptura entre Evangelio y cultura era el drama del
momento. En dicho drama perdían la fe y la cultura. La fe se quedaba sin estructura de
plausibilidad como lo estamos viendo y sintiendo claramente ahora, y la cultura también
se está viendo con situaciones en las que se queda 'desalmada', sin verdaderos caminos
para acceder a la felicidad como tarea interior.

En este contexto de ruptura, que viene de hace siglos, nos toca recorrer el camino de
vuelta para que pueda darse la reconciliación y el enriquecimiento mutuo entre la fe y la
cultura. Se trata de lograr una relación que de ninguna manera caiga en el desprecio
unilateral o mutuo, ni tampoco en una identificación absorbente que rompa uno de los
elementos fundiéndolo en el otro. Hemos de buscar el verdadero diálogo que haga
posible el encuentro, el 'coloquio' del que hablaba Pablo VI; un diálogo que posibilite la
inculturación del Evangelio y la evangelización de la cultura. El punto de partida
consistirá en la búsqueda positiva de la realidad mundana y su autonomía como lo
presentaba la Constitución 'Gaudium et Spes' en el Concilio Vaticano II. Necesitamos
detectar todos aquellos signos de bondad y reflejos de la imagen de Dios que están
inscritos y se desarrollan en la cultura actual, y eso sólo podemos hacerlo buscando el
diálogo y el encuentro; escuchando a los hombres de hoy en todos los ámbitos de
cultura, formando parte de ellos. En ese encuentro aparecerá también la fe de un modo
encarnado haciéndose cultura y pretendiendo superar el peligro del que avisaba el
pontífice Juan Pablo II al afirmar que una fe que no se hace cultura es una fe no
plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida. Tenemos el reto de
encontrarnos activamente con un pluralismo cultural, para revitalizar la verdadera
relación fe-cultura.

La Fe Y Cultura
Visitas: 4293

Parodiando el magnífico documento: para una pastoral de la


cultura, del Consejo pontificio para la cultura, emanado el 23 de
Mayo del año 1999, encuentro unas líneas de orientación en la
estrecha relación que existe entre la virtud de la fe y el fenómeno
cultural como expresión de la forma de ser de cada pueblo o
nación; por ende, de la inculturación de la fe en cada una de las
culturas. Autor: Hermana, Yolanda Toro Escalante.

La Iglesia, mensajera de Cristo, Redentor del hombre, ha adquirido en nuestro


tiempo una nueva conciencia de la dimensión cultural de la persona y de las
comunidades humanas.

El concilio Vaticano II, en particular la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el


mundo contemporáneo y el Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, los
Sínodos de los obispos sobre la evangelización en el mundo moderno y sobre la
catequesis en nuestro tiempo, recapitulados por las exhortaciones apostólicas
Evangelii Nuntiandi de Pablo VI y Catechesi Tradendae de Juan Pablo II,
proponen a este respecto un rico magisterio, concretado por las sucesivas
asambleas especiales del Sínodo de los obispos por continentes y las
exhortaciones apostólicas post-sinodales del Santo Padre.

La inculturación de la fe ha sido objeto de una reflexión en profundidad por


parte de la Comisión bíblica pontificia[1] y de la Comisión teológica
internacional[2]. El Sínodo extraordinario de 1985, con ocasión del vigésimo
aniversario de la conclusión del concilio Vaticano II, citado por Juan Pablo II en
la encíclica Redemptoris Missio, la presenta como «una íntima transformación de
los auténticos valores culturales mediante su integración en el cristianismo y la
radicación del cristianismo en las diversas culturas humanas» (n. 52). El papa
Juan Pablo II, en numerosas intervenciones en el curso de sus viajes apostólicos,
así como las Conferencias generales del Episcopado latinoamericano en Puebla y
Santo Domingo[3], han actualizado y desarrollado esta dimensión nueva de la
pastoral de la Iglesia en nuestro tiempo, para llegar a los hombres en su cultura.

Con la Palabra cultura, se indica el modo particular como, en un pueblo, los


hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios[4]
(Cfr. Gaudium et Spes 53b). de modo que puedan llegar a un nivel verdadera y
plenamente humano (Cfr. Gaudium et Spes 53ª) es el estilo de vida común (Cfr.
Gaudium et Spes 53c) que caracteriza a los diversos pueblos; por ello se habla de
una pluralidad de culturas (Cfr. Gaudium et Spes 53c). La cultura así entendida
abarca la totalidad de la vida de un pueblo: el conjunto de valores que lo animan
y de desvalores que lo debilitan y que al ser participados en común por sus
miembros, los reúne en base a una misma –conciencia colectiva.- (Cfr. Evangelii
Nuntiandi. N.18).

No hay cultura si no es del hombre, por el hombre y para el hombre. Abarca toda
la actividad del hombre, su inteligencia y su afectividad, su búsqueda de sentido,
sus costumbres y sus recursos éticos. La cultura es tan connatural al hombre, que
la naturaleza de éste no alcanza su expresión plena sino mediante la cultura. El
cometido esencial de una pastoral de la cultura consiste en devolver al hombre
su plenitud de criatura «a imagen y semejanza de Dios» (Gn 1,26), alejándolo de
la tentación antropocéntrica de considerarse independiente del Creador. Así pues
-y esta observación es de suma importancia para una pastoral de la cultura-, «no
se puede negar que el hombre existe siempre en una cultura concreta, pero
tampoco se puede negar que el hombre no se agota en esta misma cultura.

Por otra parte, el progreso mismo de las culturas demuestra que en el hombre
existe algo que las transciende. Este algo es precisamente la naturaleza del
hombre. Esta naturaleza es la medida de la cultura y es la condición para que el
hombre no sea prisionero de ninguna de sus culturas, sino que defienda su
dignidad personal viviendo de acuerdo con la verdad profunda de su ser»
(Veritatis Splendor n. 53).

La cultura, en su relación esencial con la verdad y el bien, no puede brotar


únicamente de la experiencia de necesidades, de centros de interés o de
exigencias elementales. «La dimensión primera y fundamental de la cultura -
subrayaba Juan Pablo II en un discurso a la Unesco-, es la sana moralidad: la
cultura moral»[5]. «Las culturas, cuando están profundamente enraizadas en lo
humano, llevan consigo el testimonio de la apertura típica del hombre a lo
universal y a la trascendencia» (Fides et Ratio, n. 70). Marcadas por el dinamismo
de los hombres y de la historia, en tensión hacia su plenitud (cf. ib., n. 71), las
culturas participan también del pecado de aquéllos y, por eso, exigen el necesario
discernimiento por parte de los cristianos. Cuando el Verbo de Dios, en la
Encarnación, asume la naturaleza humana en su dimensión histórica y concreta,
excepto el pecado (Heb 4,15), la purifica y la lleva a su plenitud en el Espíritu
Santo. Al revelarse, Dios abre su corazón a los hombres «con hechos y palabras
intrínsecamente relacionados entre sí» y les hace descubrir en su lenguaje de
hombres los misterios de su amor «para invitarlos a entrar en comunión con Él»
(Dei Verbum, n. 2).

Existe propiamente una estrecha relación entre la Fe y la Cultura: La


tarea de la evangelización de la cultura debe ser enfocada sobre el telón de fondo
de una arraigada tradición cultural, desafiada por el proceso de cambio cultural
que América Latina y el mundo entero viene viviendo en los tiempos
modernos.[6] Precisamente la Iglesia cuando anuncia el Evangelio[7], se encarna
en los pueblos y asume sus culturas. Instaura una estrecha relación con ella. La
fe transmitida por la Iglesia es vivida a partir de una cultura presupuesta, esto
es, por creyentes –vinculados profundamente a una cultura y la construcción del
Reino no puede por menos de tomar los elementos de la cultura y de las culturas
humanas.-[8]

Ahora, las culturas no son terreno vacío, carente de auténticos valores.


La evangelización de la Iglesia no es un proceso de destrucción sino de
consolidación y fortalecimiento de dichos valores. La Iglesia parte en su
evangelización de aquellas semillas esparcidas por Cristo y de estos valores,
frutos de propia evangelización.[9] La misma Iglesia al proponer la Buena
Nueva, denuncia y corrige la presencia del pecado en las culturas; purifica y
exorciza los desvalores. Establece por consiguiente, una crítica de las culturas. La
Iglesia tiene la misión de dar testimonio del –Verdadero Dios y del único Señor.-
[10]

La Buena Noticia del Evangelio tuvo sus inicios en el marco de una


cultura. Para revelarse, entrar en diálogo con los hombres e invitarlos a la
salvación, Dios se escogió, de entre el amplio abanico de las culturas milenarias
nacidas del genio humano, un pueblo, cuya cultura originaria Él penetró, purificó
y fecundó. La historia de la Alianza marca el inicio de una cultura que Dios
mismo inspiró a su pueblo. La sagrada Escritura es el medio que Dios quiso
utilizar para revelarse, lo cual la eleva a un plano supracultural. «En la redacción
de los libros sagrados, Dios eligió a hombres, que usaban de todas sus facultades
y talentos» (Dei Verbum, n. 11).

En la sagrada Escritura, palabra de Dios, que constituye la inculturación


originaria de la fe en el Dios de Abraham, Dios de Jesucristo, «la palabra de
Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano»
(ib., n. 13). El mensaje de la revelación, inscrito en la historia sagrada, se
presenta siempre revestido de un ropaje cultural del cual es inseparable, pues
constituye parte integrante de aquélla. La Biblia, palabra de Dios expresada en
el lenguaje de los hombres, representa el arquetipo del encuentro fecundo entre
la palabra de Dios y la cultura.

Diálogo fe – cultura
“La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo,
como lo fue también en otras épocas”. Estas palabras del Beato Pablo VI en Evangelii
Nuntiandi (1975) han marcado el pensamiento y la acción de la Iglesia en los últimos
tiempos. Preocupación asumida por SanJuan Pablo II y transformada en propuesta
evangelizadora: “una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no
totalmente pensada, no fielmente vivida”.Desde estas perspectivas la evangelización de
la cultura o las culturas se ha convertido en uno de los grandes desafíos de la Iglesia
contemporánea.

La Constitución“Gaudium et Spes”del Concilio Vaticano II yahabía trazado el camino


metodológico y señalado las pautas evangelizadoras para esta importante tarea en un
mundo plural y muy secularizado: actitud de apertura y oferta audaz de diálogo y
colaboración. De apertura, por cuanto la centralidad de su mensaje sobre el hombre “no
queda esclarecido de verdad sino dentro del misterio del Verbo encarnado”, y “esto es
válido no sólo para los fieles, sino para todos los hombres de buena voluntad en cuyos
corazones obra la gracia de un modo invisible” (GS 22); y de diálogo, porque “la Iglesia
grupo visible y comunidad espiritual al mismo tiempo avanza juntamente con toda la
humanidad” (GS 40). Apertura y diálogo, he aquí pues,las claves que ofrece el Concilio
para una presencia evangelizadora de la Iglesia y de los cristianos en la sociedad actual.
El Papa Francisco ha realizado la síntesis en lo que él llama “cultura del encuentro”

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Pero no es fácil el diálogo de la fe con la cultura actual. Así lo constataban los


Lineamenta para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos en
2011: “Nos encontramos en una época de profunda secularización, que ha perdido la
capacidad de escuchar y de comprender la palabra evangélica como un mensaje vivo y
vivificador”.A los ya profundos muros que construye el consumismo, la idolatría del
dinero, la desigualdad creciente y el laicismo excluyente, parael acercamiento y el
diálogo, hay que añadir otros nuevos que emergen en la llamada “modernidad líquida”.

La nueva cultura que algunos califican como “tecnolíquida” hunde sus raíces en una
antropología basada en la imagen y las nuevas tecnologías, configurando nuevas formas
de pensar, sentir y actuar. En ella cobran especial protagonismo las llamadas “redes
cibernéticas” que no sólo dirigen la vida de las últimas generaciones, “nativos
digitales”, sino también la de amplias capas de la sociedad adulta. Una nueva cultura
que sin duda ofrece importantes instrumentos para elcrecimiento humano personal y
comunitario, pero que también produce graves patologías, como el alto grado de
dependencia con obsesión compulsiva hacia las nuevas tecnologías, separación de la
vida real, despersonalización y creciente autismo egocéntrico que favorece el
narcisismo y dificulta la interiorización, entre otras.

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Cómo conectar la fe con esta nueva sociedad digital-virtual, es decir, cómo ser
verdaderos comunicadores-evangelizadores y evangelizadores-comunicadores es uno de
los grandes retos que tiene la Iglesia actual en relación con la “evangelización de la
cultura” e “inculturación de la fe”. Adentrarse en este difícil y fascinante compromiso
exige una pedagogía de la búsqueda, de la escucha y del reconocimiento de la
pluralidad.

Hace ya un año que han asumido con gran ilusión este reto un grupo de cristianos de
nuestra diócesis a través del proyecto Areópago-diálogo promovido e impulsado por la
Delegación de Apostolado Seglar. Se define como grupo de opinión que desea hacer
llegar su voz a la sociedad a través de los medios de comunicación y entablar con ella
un diálogo constructivosobre temas de actualidad.

Siguiendo las pautas del Concilio Vaticano II intenta propiciar el diálogo dando la
primera palabra a los “signos de los tiempos”, a los acontecimientos, en los cuales
resuena la interpelación de Dios, y nuestra respuesta. Desde ellos, el proyecto desea
hacer presente el Evangelio y los principios básicos de la Doctrina Social de la Iglesia.
Hoy son muchos e importantes los temasque afectan a nuestro mundo y que reclaman
una respuesta cristiana: la igual dignidad de la persona, la solidaridad, la defensa de la
vida, el medio ambiente, la política y el bien común, etc. Potenciar este Ilusionante
proyecto es hoy una urgencia pastoral.

QUINTO GRADO

San Pablo, modelo de discípulo y


misionero de Jesucristo
Por el obispo de Tehuacán (México), monseñor Rodrigo Aguilar Martínez

junio 21, 2008 00:00RedacciónPapa y Santa Sede

TEHUACÁN, sábado, 21 junio 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que ha enviado


el obispo de Tehuacán (México), monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, con motivo del
Año de san Pablo que comenzará el próximo 28 de junio.

***

Con ocasión de celebrar los dos mil años del nacimiento del Apóstol San Pablo, el Papa
Benedicto XVI ha concedido la posibilidad de ganar la indulgencia plenaria. Buen
número de personas me han hecho algunas preguntas al respecto. Trato brevemente el
tema en mi mensaje de hoy.

Cristo Jesús fundó la Iglesia sobre el grupo de los Doce Apóstoles, a cuyo frente puso a
San Pedro. San Pablo no perteneció al grupo de los Doce Apóstoles, incluso en un
principio fue perseguidor de los que creían en Jesucristo; pero tuvo un notable cambio
en su vida, convirtiéndose en un apasionado discípulo y misionero de Cristo Jesús,
difundiendo con valentía y convicción su Evangelio en muchas ciudades del Imperio
romano. No se puede entender la vida de la Iglesia en sus primeros años sin la vida y la
misión de San Pablo. Quien ahonda en la figura y el testimonio de San Pablo, no puede
quedar insensible ante él, pero especialmente ante Aquel que lo transformó: Cristo
Jesús. Efectivamente, San Pablo llega a decir: “Todo lo considero basura, con tal de
ganar a Cristo” (Flp 3, 8); y “ya no soy yo quien vive, sino Cristo que vive en mí” (Gal
2, 20); por Cristo y por el anuncio de Cristo, San Pablo padece cárceles, azotes,
naufragios, peligros de ríos, de salteadores, días sin comer, noches sin dormir (cf. 2Cor
11, 22-31); pero su fuerza y su gloria está en Cristo Jesús, por eso exclama “todo lo
puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4, 13).

Si el Acontecimiento y el Documento de Aparecida nos lanza a ser discípulos y


misioneros de Jesucristo, este Año Jubilar paulino nos da el testimonio de un admirable
discípulo y misionero. Veamos ahora qué significa la indulgencia, que el Papa favorece
que podamos ganar.

Por el sacramento de la penitencia Dios nos perdona los pecados que hayamos
cometido; pero queda la pena temporal, de la cual podemos ser purificados mediante la
oración y las distintas prácticas de penitencia y obras de misericordia en la tierra, o
después de la muerte en el purgatorio.

La indulgencia es el perdón que Dios nos concede de esa pena temporal, al aprovechar
el “tesoro de la Iglesia”, que es el valor infinito de la redención de Cristo y las oraciones
y buenas obras de la Virgen María y de los Santos, unidos a Cristo. Efectivamente, si
con Adán somos solidarios en el pecado original, con Cristo somos solidarios en la
gracia.

Cada quien puede ganar la indulgencia para sí mismo o también para algún difunto, una
sola vez cada día. Se requiere confesión sacramental, participación en alguna
Celebración eucarística y comunión o alguna Celebración piadosa en honor del Apóstol
San Pablo, oraciones por las intenciones del Papa (Padre Nuestro, Credo, invocaciones a
María Santísima y San Pablo) y excluir cualquier apego al pecado, o sea luchar con
firmeza por despojarnos del “hombre viejo”, como dice San Pablo, revistiéndonos del
“hombre nuevo” (cf. Ef 4, 17-24; Col 3, 5-15), en otras palabras, con firme propósito de
vencer la inclinación al pecado y de crecer en las virtudes.

En la Diócesis de Tehuacán he dispuesto que se pueda ganar la indulgencia plenaria en


este Año Jubilar paulino -que va del 29 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009- en los
domingos de ese tiempo y en los días 29 de junio y 25 de enero, sea en la Iglesia
Catedral como en los cuatro pueblos que tienen como Patrono ante Dios a San Pablo, y
son: San Pablo Tepetzingo, San Pablo Zoquitlán, San Pablo Ameyaltepec y San Pablo
Tetitlán.

Reitero a usted la invitación para que crezcamos en el conocimiento y la difusión de la


vida, la misión y la doctrina de San Pablo, además de ganar muchas veces la
indulgencia plenaria

iscípulos y Misioneros

Por: P. Rafael González Ponce


Padre Provincial de los Misioneros Combonianos
Lo más hermoso de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe,
celebrada bajo el amparo de Nuestra Señora de Aparecida en Brasil, es que nos está
haciendo redescubrir lo que realmente somos: seguidores de Jesucristo y servidores de
nuestros hermanos y hermanas. Esta es la identidad más profunda de la Iglesia, las dos
alas que le permiten volar a través de horizontes de vida plena: pertenecemos
radicalmente a Dios en Jesús y somos por naturaleza presencia de su misericordia en
medio del pueblo. En el fondo, este binomio dinámico “discípulos y misioneros”,
“místicos y profetas”, “contemplativos y siervos” no resulta ser sino dos caras
inseparables de una misma pasión por Cristo y por la humanidad.

El DOMUND nos brinda anualmente la oportunidad de renacer a lo más auténtico de


nuestra fe. En efecto, nos impide encerrarnos en nuestros propios intereses y nos invita
a abrirnos a las dimensiones del sueño de Dios.Él quiere Vida abundante para todos sus
hijos e hijas, sin fronteras ni exclusiones. El Amor Trinitario envuelve y vivifica la
historia humana con su fuerza creadora inagotable, también hoy en nuestra época actual.
Dios Padre está enamorado de esta humanidad por la que su Hijoha entregado su sangre
sin reservas y a la que ha enviado el Espíritu de perenne renovación. Y somos
misioneros de esta “buena noticia”: ¡el Amor vence todas las esclavitudes y a la misma
muerte! Dios nos envía como pregoneros de una fraternidad liberadora que escandaliza
y derrumba las barreras de odio.

Al aceptar ser discípulos de Jesucristo nos ponemos en la escuela del Evangelio. Ahí
encontramos la fuente de nuestro estilo de ser y de hacer misión. Pero necesitamos tener
el valor de leerlo como si fuera la primera vez y dejarnos cautivar por su mensaje de
total disponibilidad. Necesitamos pedir la gracia de seguir a Jesucristo
incondicionalmente, hasta configurarnos con Él, por amor. Seguirlo en la comunión con
su Padre y en la búsqueda continua de su Voluntad. Seguirlo en sus actitudes de Buen
Samaritano y en los criterios de las Bienaventuranzas. Seguirlo en su identificación con
los pecadores, los pobres y los pequeños. Seguirlo en sus opciones que sustentan la
inauguración de un Reino de justicia, paz y dignidad. Y, finalmente, seguirlo hasta
compartir su destino de Cruz y Resurrección.
Al aceptar ser misioneros de Jesucristo nos comprometemos humildemente a continuar
su misión en el mundo. Él nos enseña que la fuente de su misión es la compasión (se le
conmueven las entrañas) ante los que sufren, los marginados y todos aquellos que se
encuentran “vejados y abatidos como ovejas sin pastor”. Continuar su misión para llevar
su oferta de salvación hasta los últimos rincones, para escuchar el grito de los más
pobres, para llevar a todos al encuentro con el Dios de la Vida, para construir una tierra
nueva, para reunir a todos los hermanos y hermanas dispersos alrededor de la mesa en la
fiesta inagotable del cielo.

LAS 7 CARACTERÍSTICAS DEL ESTILO MISIONERO DE JESÚS

1. La certeza de ser amado, llamado y enviado

El Señor “llamó a los que Él quiso” y de ellos “hizo Doce”. Jesús toma la iniciativa y
nos invitaa ser sus colaboradores. Esta convicción vocacional nos llena de serenidad en
los momentos difíciles. No por nuestros méritos sino por designio divino. Al llamarnos
confía en nosotros y espera nuestra respuesta generosa. Luego pone en nuestras manos
su propio proyecto.

2. Participar de su Vida

Los llamó “para que estuvieran con Él y enviarlos a predicar con el poder de destruir el
mal”. Una traducción más exacta sería: “para ser uno con Él”. Esta es la esencia de la
vocación misionera: estar unidos a Jesucristo como las ramas al árbol. La oración y la
escucha cotidiana de su Palabra constituyen la fuerza invencible de la misión. Hablar
con Él para hablar de Él. De otra forma lo único que haremos será predicarnos a
nosotros mismos y lo que construyamos quedará sobre arena. Los sacramentos, en
particular la eucaristía y la reconciliación, como ríos de gracia, nutren nuestra
conversión y nos asocian al Amor capaz de aniquilar la acción del maligno.

3. Testigos de Fraternidad

Somos enviados como Iglesia, nunca solos: “de dos en dos”. Porque el núcleo del
anuncio consiste en mostrar que somos hermanos y hermanas en el único Padre-Amor.
Por eso el mundo no nos quiere recibir, ya que testimoniamos y proclamamos la
fraternidad ante una sociedad que nos asegura lo contrario. Esto es también el fin que
anhelamos: “que viendo como nos amamos, glorifiquen al Padre que está en el cielo”.
La experiencia de la fraternidad es lo que más necesita nuestra presente humanidad
herida. De dos en dos para aligerarnos con el bálsamo de la amistad y ayudarnos a
cargar la cruz, para que el testimonio sea válido conforme a la ley judía, sobretodo para
estar ciertos de la presencia del Maestro que nos prometió “ahí donde dos o más se
reúnan en mi Nombre, yo estaré en medio de ellos”.

4. Abandono en la Providencia

Si llevamos dinero la gente nos pedirá dinero. Si ponemos, de hecho, la prioridad en


cosas materiales o en capacidades humanas, entonces seremos dependientes de lo que
hemos puesto como base. En cambio Jesús nos pide comoúnica condición misionera
“no lleven oro, ni morral, ni doble túnica”. En otro texto solamente nos permite “las
sandalias y el bastón” como instrumentos del Buen Pastor: para caminar con el pueblo a
través del desierto y para golpear la roca de donde brote el agua o para conducirlos hasta
la tierra prometida separando las corrientes marinas. Si ponemos nuestra prioridad en la
Providencia, la gente descubrirá a Aquel que nos cuida “más que a las flores del campo
o a los pájaros del firmamento”. No es cuestión de dar sino de darse. Los bienes
materiales son buenos en cuanto nos ayudan a este fin. El testimonio de una Iglesia
pobre y servidora llega más lejos que cualquier sermón. La pobreza evangeliza es
aquella que nos separa de la lógica mundana, ligada al tener y al poseer (pues todo
aquello a lo que nos apegamos luego nos posee) y en cambio nos acerca más a Dios y a
los más necesitados.

5. Instrumentos de Paz

“Cuando entren en una casa, digan Shalom”. Lo que más necesitan las personas es el
Shalom: la paz que nada ni nadie puede dar sino sólo Dios. La paz que devuelve la
dignidad al hombre degradado o a la mujer maltratada, que no juzga ni condena, que
devuelve la esperanza y que hace llorar de alegría. El Shalom que retuerce la escala de
valores del mundo y coloca en primer lugar a nosotros, hijos e hijas de Dios,
encontrados y perdonados.

6. Fieles en la Cruz

Jesús es conciente que nos envía “como ovejas en medio de lobos”. Al mal no se le
venceengordándolo más por la revancha. Al mal se le vence a fuerza de bien. Jesucristo,
nuestro Redentor, ha puesto sobre sus espaldas el pecado del mundo y lo ha derrotado
para siempre. Él ha roto el círculo vicioso del odio. El veneno de la serpiente ha
quedado ineficaz y ella ha sido ridiculizada. Ya nada puede hacernos daño y la aparente
debilidad de la oveja se convierte en energía regeneradora. La persecución y el mismo
martirio, como signos identificadores de la misión de los discípulos de Jesucristo, son
fuente de fecundidad inigualable y de paz imperecedera. La tentación de escapar del
sufrimiento, a veces también por medio de falsas religiosidades, viene superada por la
confianza absoluta en el Crucificado que nos ama hasta el extremo.

7. Profetas de Esperanza

“No tengan miedo…Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo”. Esta certeza ilumina
toda la misión. El Amor tiene la última palabra en la historia humana, a pesar de
nuestros fracasos, incoherencias, traiciones… Cuando Dios nos elige nos toma en serio
y nos es fiel. A nosotros nos corresponde simplemente dejarnos guiar por su luz
Entregar nuestros “cinco panes y dos peces” para que se realice nuevamente el milagro
del amor multiplicado. Lo peor que puede suceder a un misionero es perder la
esperanza, si ello acontece entonces será urgente volver a las fuentes de la Vida. Nada
puede apagar nuestro gozo porque tiene raíces de eternidad. Dios es nuestra Fuerza, aún
si ya nuestro cuerpo flaquea. El ideal cristiano seguirá siendo la aventura de lo
imposible, porque sólo Dios sabe hacerlo y la misión es suya.

LOS 5 DESAFÍOS DE LA MISION HOY

1. Fundamentar la misión en una auténtica espiritualidad

La persona de Jesucristo y su mensaje deben ser el centro explícito de nuestra misión y


no sólo de forma implícita. La tentación moderna es realizar una misión atea, donde
predomina el prestigio personal o la absolutización de los medios. En realidad,
únicamente quien está lleno de Dios comunica su presencia transformadora y lleva a los
demás a encontrarse conÉl. Los cimientos de esta espiritualidad misionera vienen de
nuestro propio Bautismo, ahí hemos nacido como hijos de Dios y como misioneros de
este don inconmensurable. Somos miembros de una Iglesia que es nuestra madre y a
donde queremos que todos participen en la fraternidad del perdón y de fraternidad. La
santidad es la meta que queremos alcanzar y proponemos a los demás como vía de
plenitud. Sólo esta experiencia de fe, sostenida por largos momentos cotidianos de
oración, da contenido a la profecía que se compromete por la justicia y la liberación.
También hoy muchos testigos del Evangelio abrazan la cruz, mueren por su fe y por
defender la causa de los oprimidos. Eso sólo se explica si el Espíritu del Resucitado ha
consumido como fuego ardiente sus corazones.

2. Misioneros sólidos en su madurez humana

El seguimiento de Cristo nos hace personas más plenas, no es enajenante. La misión


requiere personas libres, responsables y empeñadas en su crecimiento, para dar lo mejor
de sí a los demás. No hay cabida para la mediocridad ni la falsa sumisión. Muchos de
los obstáculos a la misión provienen de una deficiente calidad humana, complejos
interiores, incapacidad para vivir en comunidad, caracteres no trabajados, heridas no
reconciliadas… Y la gente nos perdona todo, excepto que los ofendamos. El misionero
convence porque vive lo que predica, con humildad. Integra armónicamente todas las
dimensiones humanas de su ser (físico, psicológico, intelectual, cultural, social,
espiritual), con sus dones y límites, con realismo e ideales, con sinceridad y errores.
Nunca acabaremos de aprender y siempre necesitaremos de los demás.Lo importante es
seguir creciendo, cautivados por la causa de Dios y su Reino. Esta madurez se traduce
en una capacidad de diálogo y de comunión, a todos los niveles, que hoy día constituyen
el nuevo rostro de la misión. Efectivamente, en muchos lugares y circunstancias, la
evangelización sólo es posible en términos de mutua escucha y de la promoción de
personas sanas y felices. Los frutos de la fe llegarán cuando Dios quiera, aunque a veces
no logramos entenderlo, pero ciertamente cada vez que ayudamos a una persona a
encontrar la paz y a confiar, ahí se manifiesta ya el paraíso entero.

3. Promover una Evangelización Inculturada


La encarnación es la única ruta escogida por Dios para situarse en la historia humana.
Ella nos ayuda a reconocer en toda realidad humana las semillas del Verbo, que ya nos
ha precedido con su amor. Esto significa entrar en lo más profundo de las personas y de
sus culturas, lo que realmente está en sus mentes y corazones. El misionero asume el
alma de los pueblos, con sus gozos, penas, deseos, lágrimas y éxitos, luchas y anhelos.
También respeta los ritmos y procesos de cada persona y grupo, dialogando
pacientemente y promoviendo el advenimiento de la hora de Dios para cada historia.
Esta actitud fundamental nos libra de una evangelización superficial y basada sólo en
emociones pasajeras. Nos impide dispensarnos de la fatiga de formar actitudes nuevas y
educar las voluntades a partir de las realidades concretas que se viven. Reconociendo
los valores del Reino en las culturas y, al mismo tiempo, empeñándonos en la
eliminación de las situaciones antievangélicas. Este tipo de misión pone al centro la
Sabiduría que emana del Espíritu Santo, a fin de discernir los eventos más contrastantes
a la luz de la fe.

4. Nunca separar Evangelización y Promoción Humana

La tragedia de muchos es reducir la misión en un sentido horizontalista (sólo social) o


verticalista (sólo espiritual). La verdad es que lo uno no puede existir sin lo otro.
Nuestro modelo es Jesucristo y hacia Él debemos mantener los ojos fijos para
conducirnos. El Evangelio penetra en el interior de las personas a través de la caridad.
La Iglesia está llamada a ser recinto de misericordia para todos sin excepción. Y,
siguiendo a Cristo, conceder el primer lugar a los más pobres y abandonados. Imitar a
Jesús en su trato con todos para escuchar, aceptar, perdonar, exigir, amar… Romper
toda clase de barreras para encontrar a los pecadores, enfermos, marginados, pequeños y
humillados. El lugar preferencial de la Iglesia es donde están los últimos y los más
golpeados por el mundo de hoy, porque donde no hay lugar para el pobre tampoco lo
hay para Jesucristo. El drama de hoy es que más de dos terceras partes de la humanidad
todavía no ha escuchado el Evangelio de Jesús. Millones de personas mueren cada año
de hambre y otros más sobreviven en condiciones infrahumanas. En muchos países
existe guerra, aunque de la mayoría no se hable en los noticieros. No obstante, sabemos
que existen recursos sobrados para satisfacer las necesidades de todos. La miseria no es
fruto de escasez sino de egoísmo, de un sistema de lucro en el cual se acepta como
normal que el bienestar de algunos pocos traiga como consecuencia la exclusión de
muchos. El Evangelio es una Buena Nueva de transformación personal y social. Los
pobres son memoria viviente de Cristo y la fe en Él se robustece a través del
compromiso con ellos.

5. “Dar desde nuestra pobreza”

El gran reto para nuestra Iglesia es la misión ad gentes; ir más allá de la atención a los
que ya están dentro y buscar a los más alejados. No se trata solamente de una lejanía
geográfica. No resulta conforme al Evangelio el excusarnos diciendo: “para que salir si
también nosotros tenemos necesidad” o “todo es misión entonces aquí la realizamos” o
“para que molestar la conciencia de otros si de todas formas se salvan”. Dios, en
cambio, bendice a la anciana que donó “todo lo que tenía para vivir”, aunque fueran
sólo dos moneditas y no a los dejaban sus sobras. Una Iglesia que da desde su pobreza
recibe mucho más en gracia y medios, conforme a los planes divinos, porque Dios no se
deja vencer en generosidad. Todo bautizado es responsable de la misión universal.
Naturalmente no todos podrán salir físicamente pero a todos, sin excepción, compete el
compromiso de la oración, la promoción de las vocaciones misioneras, el testimonio de
vida, el empeño apostólico en donde nos encontremos, el ofrecimiento del dolor y de los
quehaceres cotidianos, el conocimiento y estudio de las realidades, la colaboración con
medios materiales… para compartir y sostener la obra misionera ad gentes. Nuestras
liturgias, catequesis, apostolados, obras sociales, jornadas o retiros, etc. quedarán
incompletos si no incluyen de alguna manera a los indiferentes, a los que no han
recibido el don de la fe, a los que la rechazan o no les interesa, a los que no pertenecen
al redil de Cristo. Él continúa diciendo a su Iglesia: “Vayan y hagan discípulos a todas
las gentes, bautizándolas en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

CONCLUSIÓN

El DOMUND nos une a todos los católicos del mundo, junto con María nuestra Madre,
en la plegaria humilde y confiada para que Dios Padre nos conceda ser auténticos
discípulos y misioneros de Jesucristo para que, por la fuerza del Espíritu Santo, nuestros
pueblos en Él tengan VIDA.

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