Apunte de Cátedra Teorías Pedagógicas No Críticas
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LA PEDAGOGÍA TRADICIONAL
En el siglo XVII surgen algunas críticas a la forma de enseñanza que se practicaba en los colegios
internados a cargo de órdenes religiosas. Se enseñaba los ideales de la antigüedad, la lengua escolar era el
latín y el dominio de la retórica. Los jóvenes eran considerados propensos a la tentación por el mal, por lo que
se creía necesario aislarlos del mundo externo, fuente de tentaciones. Había que vigilar al alumno para que
no sucumbiera a sus deseos y apetencias naturales.
Comenio pone los cimientos de la reforma pedagógica, publicando en 1657 su Didáctica Magna o
Tratado del arte universal de enseñar todo a todos. En ella se señalan lo que serán las bases de la pedagogía
tradicional.
Palacios plantea las siguientes características de esta escuela:
El maestro es la base y condición del éxito de la educación (magistrocentrismo). Le corresponde
organizar el conocimiento, aislar y elaborar la materia que ha de ser aprendida, trazar el camino y llevar por él
a sus alumnos.
El maestro es el modelo, aquel capaz de impulsar y difundir un mensaje socializador a la vez que
disciplinador, al que se debe imitar y obedecer. La empresa educativa se orienta al disciplinamiento de la
conducta, a la homogeneización ideológica de la población y a la formación de la moral. La disciplina y el
castigo se consideran fundamentales, la disciplina y los ejercicios escolares son suficientes para desarrollar
las virtudes humanas en los alumnos. El castigo ya sea en forma de reproches o de castigo físico estimula
constantemente el progreso del alumno.
La clase y la vida colectiva son organizadas, ordenadas y programadas.
El manual escolar es la expresión de esta organización, orden y programación; todo lo que el niño
tiene que aprender se encuentra en él, graduado y elaborado, si se quiere evitar la distracción y la confusión
nada debe buscarse fuera del manual.
El método de enseñanza será el mismo para todos los alumnos y en todas las ocasiones. El repaso,
entendido como la repetición de lo que el maestro acaba de decir, tiene un papel fundamental en este
método.
La escuela se constituye en un mundo aparte, al margen de la vida diaria en un recinto reservado y
preservado del mundo exterior.
En el siglo XIX, autores como Durkheim y Chateau sostienen que educar es elegir y proponer modelos a
los alumnos con claridad y perfección. El alumno debe someterse a estos modelos, imitarlos, sujetarse a
ellos.
Enseñar constituye un componente fundamental de la tarea del docente, para ello es necesario saber, ya
que nadie enseña realmente aquello que no sabe o no conoce. Es la época de “la letra con sangre entra”.
El maestro simplifica, prepara, organiza y ordena la vida de los alumnos, sus actividades, auspicia como
“modelo” y dirige el proceso trazando un único camino para todos, deben imitarlo y obedecerlo. Mediante los
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ejercicios escolares los estudiantes adquirirán unas disposiciones físicas e intelectuales para entrar en
contacto con los modelos. La disciplina escolar y el castigo siguen siendo fundamentales. El acatar las
normas y reglas es la forma de acceso a los valores, a la moral y al dominio de sí mismo, lo que le permite
librarse de su espontaneidad y sus deseos. Cuando esto no es así, el castigo hará que quien transgredió
alguna norma o regla vuelva a someterse a éstas renunciando a los caprichos y tendencias personales. Para
cumplir con esto los maestros deben mantener una actitud distante con respecto a los alumnos.
La mejor forma de preparar al niño para la vida es formar su inteligencia, su capacidad de resolver
problemas, sus posibilidades de atención y de esfuerzo. Se le da gran importancia a la transmisión de la
cultura y de los conocimientos, en tanto que se les considera de gran utilidad para ayudar al niño en el
progreso de su personalidad.
El modelo tradicional influyó notablemente en los procesos de enseñanza y en los sistemas educativos. A
pesar del devenir histórico y del desarrollo social hacia otras formas de organización algunos de los
conceptos primordiales de la pedagogía tradicional aún subsisten en las prácticas pedagógicas actuales.
Estas ideas básicas están relacionadas con la educación del carácter, el maestro como modelo para imitar, la
disciplina como medio para educar, el predominio de la memoria, el currículum centrado en el maestro y los
métodos verbalistas de enseñanza.
La relación maestro-alumno puede ser calificada como autoritaria-vertical. El método se fundamenta en la
transmisión de los valores de una cultura por medio del ejemplo. El aprendizaje por lo tanto, es logrado por
medio de la memorización, la repetición, y la ejercitación. Como sostiene Saviani, para la pedagogía
tradicional la cuestión central es aprender.
Spektor destaca que las teorías del aprendizaje que sirvieron de base a la organización de la escuela se
desarrollaron en un contexto no crítico que perseguía la integración de la sociedad como objetivo primordial
de la educación. Esto coincide con la formación de los Estados nacionales y el afianzamiento de las
instituciones democráticas, en consecuencia, aprender a ser ciudadano era la función de la institución
escolar.
En su momento la Escuela Tradicional representó un cambio importante en el estilo y la orientación de la
enseñanza, sin embargo, con el tiempo se convirtió en un sistema rígido, poco dinámico y nada propicio para
la innovación; llevando inclusive a prácticas pedagógicas no deseadas.
Dadas estas condiciones surgió un nuevo enfoque pedagógico que responde al concepto de “hombre” de
la Revolución Francesa y que convertirá al niño en sujeto, y no en objeto, de la práctica educativa: la
pedagogía de la acción.
Los nuevos pedagogos denuncian los vicios de la educación tradicional: pasividad, intelectualismo,
magistrocentrismo, superficialidad, enciclopedismo, verbalismo, definiendo un nuevo rol a los diferentes
participantes del proceso educativo.
De esta manera, cuando nuevas corrientes de pensamiento buscaron renovar la práctica educativa,
representaron una importante oxigenación para el sistema; aunque su desarrollo no siempre haya sido fácil y
homogéneo, sin duda abrieron el camino interminable de la renovación pedagógica.
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LA PEDAGOGÍA NUEVA
El movimiento de la Escuela Nueva nació en Europa y en los Estados Unidos, donde también se le llamó
Escuela Progresista (finales S.XIX y principios del S.XX), pensando en la educación como instrumento de
paz, para formar en la solidaridad y en la cooperación. Estuvo constituido por realizadores diversos, aunque
partieron de las mismas bases y de la necesidad de transformar la escuela.
Llamada también escuela activa, surge como una reacción a la escuela tradicional y a las relaciones
sociales que imperaban en la época de ésta. Pese a que sus orígenes son más remotos, el movimiento
encontró su mayor auge en tiempos bélicos, por lo que su ánimo renovador de la enseñanza es
característico, además de fundamentar gran parte de sus planteamientos en la psicología del desarrollo
infantil. Para algunos estudiosos llegó a ser como expresa Merieu, “un giro copernicano en la educación”. Los
pedagogos de la escuela nueva fueron poseídos por el deseo de paz y volvieron a ver en la educación el
medio más idóneo para fomentar la comprensión entre los hombres y entre las naciones, la solidaridad
humana; desarrollar el amor fraternal sin importar diferencias de nacionalidad, de tipo étnico o cultural; que el
impulso de vida se impusiera por fin sobre el instinto de muerte; que se pudieran resolver de manera pacífica
los conflictos entre las naciones y entre los grupos sociales. De esta manera, la nueva educación tendría que
ser capaz de formar a los individuos para la paz, la comprensión y la solidaridad.
Saviani sostiene que en esta pedagogía la cuestión central es aprender a aprender.
En cuanto al Niño esta educación tiene como base la Psicología del desarrollo infantil. Se impone
entonces tener una imagen justa del niño, tratar a cada uno según sus aptitudes, permitirle al niño dar toda su
propia medida.
La infancia es una edad de la vida que tiene su funcionalidad y su finalidad, regida por leyes propias y
sometidas a necesidades particulares. La educación debe entonces garantizar al niño la posibilidad de vivir su
infancia felizmente.
No hay aprendizaje efectivo que no parta de alguna necesidad o interés del niño, ese interés debe ser
considerado el punto de partida para la educación.
La relación maestro- alumno sufre una transformación en la Escuela Nueva. De una relación de poder-
sumisión que se da en la Escuela Tradicional se sustituye por una relación de afecto y camaradería. Es más
importante la forma de conducirse del maestro que la palabra. El maestro será un auxiliar del libre y
espontáneo desarrollo del niño, la figura del docente pasa a un segundo plano y es el alumno quien sale a
escena y centra la atención de todas las acciones. Es la visión “paidocentrista” de la educación.
La autodisciplina es un elemento que se incorpora en esta nueva relación, el maestro cede el poder a sus
alumnos para colocarlos en posición funcional de autogobierno que los lleve a comprender la necesidad de
elaborar y observar reglas. Pero que no son impuestas desde el exterior por un tirano que las hace respetar
utilizando chantajes o castigos corporales, sino que son reglas que han salido del grupo como expresión de
su voluntad.
Se destaca el trabajo en grupo en reemplazo del trabajo solitario.
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PEDAGOGÍA TECNICISTA
A finales de los 50’ se radicaliza la preocupación por los métodos pedagógicos desembocando en una
nueva tradición. “la eficientista”, dando origen a las pedagogías tecnicistas o tecnocráticas, que proponen el
reordenamiento del proceso educativo para tornarlo objetivo y operacional. En esta teoría se confía
plenamente en que introduciendo racionalidad en la organización escolar, ésta podrá cumplir su función:
hacer producir. El sujeto pedagógico es el futuro trabajador y el objeto de la acción educativa, la técnica.
En este período la función de la escuela y del trabajo docente están al servicio del “progreso económico”,
del “despegue” económico. El objetivo es obtener el progreso técnico, donde el “saber hacer” adquiere otro
sentido ya que en este caso particular, responde a la necesidad de que la educación forme recursos humanos
para los nuevos puestos de trabajo y en función al desarrollo industrial se introduce la “división técnica del
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trabajo” como medio para el control. Se trata de tecnificar la enseñanza, acción que se basa en la
“racionalidad tecnocrática” y en la idea de que la labor del docente consiste fundamentalmente en “bajar a la
práctica un currículo preestablecido y prescripto”, y esto el docente lo hace de manera simplificada, ya que se
ocupa fundamentalmente de copiar un currículo elaborado por especialistas. En este momento el “saber
hacer” está al servicio de la lógica del control de los resultados. Ya no importa el cómo, el proceso, sino que
pasa a valorizarse el producto obtenido, destacando que éste tiene que lograrse en el menor tiempo posible,
con el mínimo de esfuerzo y de la forma más efectiva. Eficiencia, eficacia y efectividad son los mandatos que
reciben los docentes en la tradición “eficientista”. En esta etapa el trabajo docente se impregna de un furor
planificador que se asienta sobre el mito de la absoluta previsibilidad, de la evaluación objetiva del
rendimiento escolar como aquella que va a garantizar la neutralidad del trabajo docente y por lo tanto la
cientificidad del mismo. Prevalece la idea de que el éxito o el fracaso escolar encontrarán sus justificaciones
en las “aptitudes naturales”, las que serán medidas a través de test psicológicos. Esta es la excusa perfecta
para centrar el fracaso de la enseñanza en factores innatos y ocultar el papel que cumplen los
condicionamientos sociales en el proceso de aprendizaje.
¿Cómo fue entendida la enseñanza y la tarea del maestro desde el tecnicismo? La enseñanza fue
entendida como un mero proceso técnico y el docente como un mero “aplicador” o “ejecutor” de técnicas,
éstas, a su vez, eran entendidas como universales, aplicadas a niños también universales. En segundo lugar,
hay una clara tendencia a identificar a la enseñanza con el aprendizaje, algo así como si fueran dos caras de
la misma moneda. En realidad, no toda enseñanza redunda en aprendizaje, muchas veces los alumnos no
aprenden a pesar de la enseñanza y otras lo hacen sin haber mediado un proceso de enseñanza significativo.
Se trasladaron los postulados del racionalismo y del positivismo al campo educativo, concibiendo a la
razón como instrumento para el “correcto conocer” y al método como garante de una relación adecuada a la
realidad. Se abandonan los análisis interpretativistas y se reemplazan por una supuesta neutralidad científica
que impone los conocimientos universales y verdaderos.
Este paradigma no tuvo en cuenta las condiciones sociales de producción del conocimiento y como tal se
transformó en una “ideología de la ciencia “ (Habermas, 1984).
La racionalidad instrumental incluye a los sujetos en un fin predeterminado para darle sentido a la
existencia, basada en los valores mercantilistas de lo útil y lo eficiente. Todo lo que no puede plantearse en y
con los instrumentos de la ciencia es irracional y conduce al desorden y a la improvisación.
Bibliografía:
PALACIOS, Jesús (1984): “La cuestión escolar. Críticas y alternativas”. Barcelona, Editorial Laia.
SAVIANI, Dermeval (1982) “Las Teorías de la Educación y el problema de la marginalidad en América Latina” en
Cuadernos de Pesquisa Nº 42. San Pablo, Brasil.
SPEKTOR, Susana (1995) “Educación y Sociedad en las teorías pedagógicas. Una visión epistemológica de su evolución”
en AAVV: Debates sobre el futuro de la educación y el conocimiento. Bs. As., Fueco/Biblos.