En Proverbios 3
En Proverbios 3
En Proverbios 3
Esta Escritura viene con dos admoniciones, una advertencia y una gloriosa
promesa. Las dos admoniciones: “Confía en Jehová con todo tu corazón”, y
“Reconócelo en todos tus caminos”. La advertencia: “… no te apoyes en tu
propia prudencia”. Y la gloriosa promesa: “… él enderezará tus veredas”.
Confiar en Jehová de todo corazón implica hacer las cosas a su manera, es decir,
según su voluntad. Para ello es imprescindible que le oremos siempre y le
pidamos con sinceridad su guía. A muchos cristianos, no obstante, les resulta
muy difícil confiar de lleno en Jehová. Tomemos por caso a Linda, una cristiana
que admite: “Para mí, aprender a confiar plenamente en Jehová ha sido una lucha
continua”. ¿Por qué? “No tengo ningún contacto con mi padre —cuenta—, y mi
madre nunca se preocupó por mí, ni física ni emocionalmente. Así que aprendí
desde niña a cuidar de mí misma.” Debido a su pasado, a Linda le cuesta mucho
confiar en los demás. La capacidad y el éxito personales, por otra parte, pueden
hacer que nos creamos autosuficientes. Hasta un anciano cristiano, apoyándose
en su experiencia, pudiera empezar a atender asuntos de la congregación sin orar
primero en busca de la guía divina.
En momentos de angustia
5 Hablando del rey Ezequías de Judá, la Biblia dice: “Él siguió adhiriéndose a
Jehová. No se desvió de seguirlo, sino que continuó guardando sus
mandamientos que Jehová había mandado a Moisés”. Así fue, “en Jehová el Dios
de Israel confió él” (2 Rey. 18:5, 6). ¿Cómo reaccionó Ezequías cuando
Senaquerib, el rey de Asiria, envió a Rabsaqué y otros representantes a Jerusalén
acompañados de un gran ejército? Las poderosas fuerzas asirias ya habían
tomado varias ciudades amuralladas de Judá y ahora su objetivo era Jerusalén.
Ezequías fue a la casa de Jehová y se puso a orar así: “Oh Jehová nuestro Dios,
sálvanos, por favor, de su mano, para que sepan todos los reinos de la tierra que
tú, oh Jehová, eres Dios, tú solo” (2 Rey. 19:14-19).
6 Ezequías fue consecuente con su oración. Por ejemplo, incluso antes de subir al
templo a orar, ordenó al pueblo que no respondiera a las provocaciones de
Rabsaqué. Además envió un grupo de hombres al profeta Isaías en busca de
consejo (2 Rey. 18:36; 19:1, 2). Ezequías hizo lo que debía hacer. En esta
ocasión no buscó el apoyo de Egipto ni de naciones vecinas —una solución que
no hubiera estado en sintonía con la voluntad de Jehová— ni tampoco se apoyó
en su experiencia personal. Ezequías confió en Dios. Tras la matanza de 185.000
soldados enemigos a manos del ángel de Jehová, Senaquerib regresó a Nínive (2
Rey. 19:35, 36).
8, 9. Según se ve en las oraciones de Ezequías, Ana y Jonás, ¿qué era lo que más
les importaba? ¿Qué aprendemos de esto?
8 Además, los ejemplos de Ezequías, Ana y Jonás nos enseñan una lección sobre
lo que nunca debemos olvidar cuando oramos en momentos difíciles. Los tres
sufrieron el dolor de enfrentarse a situaciones amargas; aun así, sus plegarias
indican que su mayor preocupación no eran ellos mismos ni sus problemas, sino
el nombre de Dios, su adoración y el cumplimiento de su voluntad. A Ezequías le
dolió que se deshonrara el nombre de Jehová. Ana prometió dar al hijo que tanto
deseaba para que sirviera en el tabernáculo de Siló. Y Jonás dijo: “Lo que he
prometido en voto, ciertamente pagaré” (Jon. 2:9).
9 Cuando pedimos a Dios que nos libre de una situación compleja, es bueno
analizar nuestros motivos. ¿Nos preocupa únicamente resolver el problema, o
tenemos presente a Jehová y su propósito? Los sufrimientos pueden hacer que
estemos tan atrapados en nuestras circunstancias que el interés por los asuntos
espirituales pase a un segundo plano. Al pedirle a Dios que nos ayude, nunca
perdamos de vista a Jehová, la santificación de su nombre y la vindicación de su
soberanía. Todo esto nos ayudará a mantener una actitud positiva aunque no se
materialice la solución que esperábamos. A veces Jehová responde a nuestras
oraciones dándonos fortaleza para aguantar la situación (léanse Isaías 40:29 y
Filipenses 4:13).
Al tomar decisiones
10, 11. ¿Qué hizo Jehosafat al enfrentarse a una situación complicada?
12, 13. ¿Qué ejemplo dio el rey David a la hora de tomar decisiones?
12 ¿Y qué deberíamos hacer ante un problema que nos parece de fácil solución
porque en el pasado resolvimos uno parecido? Un relato de la vida del rey David
nos dará la respuesta. Cuando los amalequitas arrasaron la ciudad de Ziqlag, se
llevaron a las esposas y a los hijos de David y de sus hombres. David inquirió de
Jehová, diciendo: “¿Voy en seguimiento de esta partida merodeadora?”. Jehová
le respondió: “Ve en seguimiento, porque sin falta los alcanzarás, y sin falta
efectuarás una liberación”. David se puso en marcha y “logró librar todo lo que
los amalequitas habían tomado” (1 Sam. 30:7-9, 18-20).
14. ¿Qué aprendemos de lo que hicieron Josué y los ancianos de Israel en el caso
de los gabaonitas?
14 Como todos somos imperfectos, nadie —ni siquiera los ancianos
experimentados— debe dejar de buscar la dirección de Jehová al tomar
decisiones. Pensemos en cómo actuaron Josué, sucesor de Moisés, y los ancianos
de Israel cuando unos astutos gabaonitas se les acercaron en son de paz. Estos se
habían disfrazado para dar la apariencia de que venían de un país distante. Sin
preguntar a Jehová, Josué y sus hombres sellaron un pacto de paz con ellos. Y
aunque es cierto que Jehová aprobó en última instancia aquel acuerdo, se aseguró
de que para beneficio nuestro se registrara en las Escrituras el hecho de que no
buscaron su dirección (Jos. 9:3-6, 14, 15).
16, 17. Si deseamos que Jehová nos ayude a resistir una tentación, ¿cuándo
debemos orar?
18 No es fácil vencer una tentación o un vicio. “La carne está contra el espíritu
en su deseo —escribió el apóstol Pablo—, y el espíritu contra la carne.” Por lo
tanto, “las mismísimas cosas que [quisiéramos] hacer, no las [hacemos]” (Gál.
5:17). Para triunfar, debemos orar fervientemente en cuanto se presenten las
tentaciones o los malos pensamientos, y entonces ser consecuentes con nuestros
ruegos. La Biblia nos recuerda: “Ninguna tentación los ha tomado a ustedes salvo
lo que es común a los hombres”; así que con la ayuda de Jehová podemos serle
fieles (1 Cor. 10:13).
19 Tanto si nos hallamos en medio de una situación difícil, tomando una decisión
importante o tratando de resistir una tentación, contamos con un regalo
maravilloso de parte de Jehová: el precioso don de la oración. Cuando buscamos
su guía, demostramos que confiamos en él. Además, debemos seguir pidiéndole
su espíritu santo para que nos guíe y nos fortalezca (Lucas 11:9-13). Y sobre
todo, confiemos siempre en Jehová y no nos apoyemos en nuestro propio
entendimiento.
Ese mandato en realidad llega hasta lo más profundo de nuestra vida cristiana.
¿Confía plenamente en el Señor? “De todo corazón” significa que usted confía en
Él en todo y con todo lo que usted es. ¿Puede confiar en el Señor sin que importe
lo que venga, bueno o malo? ¿Puede confiar en Él a pesar de todo el dolor o el
sufrimiento que tenga que soportar, a pesar de la prueba que tenga que afrontar?
¿Confiará en Él cuando sus sueños se frustren y se consuman? ¿Confía en el
Señor plenamente, sin que importe lo que ocurra?
La alternativa es confiar en usted mismo, apoyarse en su propia comprensión.
Podemos escoger confiar en nuestra propia interpretación de los sucesos en lugar
de confiar que Dios esta dirigiendo nuestros pasos. Cuando las cosas en su vida
parecen estar fuera de control, usted tiene que recordar que Dios lo ama y que en
todo Él está obrando para su bien. No debemos entender todo lo que nos ocurre.
Debemos aprender a confiar en Dios en vez de confiar en nuestra capacidad para
darle sentido a las cosas.
Job tenía algunos amigos que fueron a verlo, y durante la primera semana
solamente se quedaron callados sin decir una sola palabra. Solamente lloraron
con Job y se compadecieron de él. Eso fue sabio y bueno. Pero después de siete
días los amigos abrieron su boca y toda su sabiduría desapareció. Llegaron a
conclusiones ridículas con relación a su dura situación y responsabilizaron de
ello al pecado de Job. Ellos pensaban que estaban siendo espirituales y de gran
ayuda. Tenían su propia comprensión de los acontecimientos y estaban
completamente equivocados.
Al final Job sencillamente dijo: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te
ven. Por tanto…me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6). Estaba diciendo,
en realidad: Siento mucho haberte cuestionado. Solo voy a confiar en ti. En
respuesta a esa confianza, Dios volvió a dar a Job una familia y mayores
bendiciones de las que había conocido antes.
Él abrirá un camino que usted nunca había esperado. Esa es su promesa.
Proverbios 3:5-6