DESCARTES
DESCARTES
DESCARTES
El primero de
los ismos filosóficos de la
modernidad fue el racionalismo; Descartes, su iniciador, se propuso hacer tabla
rasa de la tradición y construir un nuevo edificio sobre la base de la razón y con la
eficaz metodología de las matemáticas. Su “duda metódica” no cuestionó a Dios,
sino todo lo contrario; sin embargo, al igual que Galileo, tuvo que sufrir
persecución a causa de sus ideas.
Biografía
Los cinco primeros años los dedicó principalmente a elaborar su propio sistema
del mundo y su concepción del hombre y del cuerpo humano. En 1633 tenía ya
una investigación avanzada sobre la redacción de un amplio texto de metafísica y
física titulado Tratado sobre la luz; sin embargo, la noticia de la condena
de Galileo le asustó, puesto que también Descartes sostenía en aquella obra el
movimiento de la Tierra, opinión que no creía censurable desde el punto de vista
teológico. Como temía que tal texto pudiera contener teorías condenables,
renunció a su publicación, que tendría lugar póstumamente.
En 1637 apareció su famoso Discurso del método, presentado como prólogo a tres
ensayos científicos. Por la audacia y novedad de los conceptos, la genialidad de
los descubrimientos y el ímpetu de las ideas, el libro bastó para dar a su autor una
inmediata y merecida fama, pero también por ello mismo provocó un diluvio de
polémicas, que en adelante harían fatigosa y aun peligrosa su vida.
El método cartesiano, que Descartes propuso para todas las ciencias y disciplinas,
consiste en descomponer los problemas complejos en partes progresivamente
más sencillas hasta hallar sus elementos básicos, las ideas simples, que se
presentan a la razón de un modo evidente, y proceder a partir de ellas, por
síntesis, a reconstruir todo el complejo, exigiendo a cada nueva relación
establecida entre ideas simples la misma evidencia de éstas. Los ensayos
científicos que seguían al Discurso ofrecían un compendio de sus teorías físicas,
entre las que destaca su formulación de la ley de inercia y una especificación de
su método para las matemáticas.
La filosofía de Descartes
A partir de ello elabora Descartes toda su filosofía. Dado que no puede confiar en
las cosas, cuya existencia aún no ha podido demostrar, Descartes intenta partir
del pensamiento, cuya existencia ya ha sido demostrada. Aunque pueda referirse
al exterior, el pensamiento no se compone de cosas, sino de ideas sobre las
cosas. La cuestión que se plantea es la de si hay en nuestro pensamiento alguna
idea o representación que podamos percibir con la misma “claridad” y “distinción”
(los dos criterios cartesianos de certeza) con la que nos percibimos como sujetos
pensantes.
Clases de ideas
Del Yo a Dios
Pero al examinar las ideas “innatas”, sin correlato exterior sensible, encontramos
en nosotros una idea muy singular, porque está completamente alejada de lo que
somos: la idea de Dios, de un ser supremo infinito, eterno, inmutable, perfecto. Los
seres humanos, finitos e imperfectos, pueden formar ideas como la de "triángulo"
o "justicia". Pero la idea de un Dios infinito y perfecto no puede nacer de un
individuo finito e imperfecto: necesariamente ha sido colocada en la mente de los
hombres por la misma Providencia. Por consiguiente, Dios existe; y siendo como
es un ser perfectísimo, no puede engañarse ni engañarnos, ni permitir la
existencia de un “genio maligno” que nos engañe, haciéndonos creer que es real
un mundo que no existe. El mundo, por lo tanto, también existe. La existencia de
Dios garantiza así la posibilidad de un conocimiento verdadero.
Esta demostración de la existencia de Dios constituye una variante del argumento
ontológico empleado ya en el siglo XII por San Anselmo de Canterbury, y fue
duramente atacada por los adversarios de Descartes, que lo acusaron de caer en
un círculo vicioso: para demostrar la existencia de Dios y así garantizar el
conocimiento del mundo exterior se utilizan los criterios de claridad y distinción,
pero la fiabilidad de tales criterios se justifica a su vez por la existencia de Dios.
Tal crítica apunta no sólo a la validez o invalidez del argumento, sino también al
hecho de que Descartes no parece aplicar en este punto su propia metodología.
Su influencia