Tomás de Aquino
Tomás de Aquino
Tomás de Aquino
5.-ONTOLOGÍA TOMISTA
La ontología tomista hace suya la doctrina aristotélica del acto y de la potencia, pero
no la limita tan solo a la explicación del movimiento, sino que la constituye en el
principio fundamental de la estructura del ser.
6.-TEOLOGÍA NATURAL
La existencia de Dios, ¿es o no es demostrable?
Objeciones por las que parece que Dios no es demostrable:
1. La existencia de Dios es artículo de fe. Pero los contenidos de fe no son
demostrables, puesto que la demostración convierte algo en evidente, en cambio la
fe trata lo no evidente, como dice el Apóstol en Heb 11,1. Por lo tanto, la existencia
de Dios no es demostrable.
2. La base de la demostración está en lo que es. Pero de Dios no podemos saber qué
es, sino sólo qué no es, como dice el Damasceno. Por lo tanto, no podemos
demostrar la existencia de Dios.
3. Si se demostrase la existencia de Dios, no sería más que a partir de sus efectos.
Pero sus efectos no son proporcionales a Él, en cuanto que los efectos son finitos y
Él es infinito; y lo finito no es proporcional a lo infinito. Como quiera, pues, que la
causa no puede demostrarse a partir de los efectos que no le son proporcionales,
parece que la existencia de Dios no puede ser demostrada.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Rom 1,20: Lo invisible de Dios se hace
comprensible y visible por lo creado. Pero esto no sería posible a no ser que por lo
creado pudiera ser demostrada la existencia de Dios, ya que lo primero que hay
que saber de una cosa es si existe.
Respondo: Toda demostración es doble. Una, por la causa, que es absolutamente
previa a cualquier cosa. Se la llama: a causa de. Otra, por el efecto, que es lo primero
con lo que nos encontramos; pues el efecto se nos presenta como más evidente que la
causa, y por el efecto llegamos a conocer la causa. Se la llama: por qué.
Por cualquier efecto puede ser demostrada su causa (siempre que los efectos de la
causa se nos presenten como más evidentes): porque, como quiera que los efectos
dependen de la causa, dado el efecto, necesariamente antes se ha dado la causa. De
donde se deduce que la existencia de Dios, aun cuando en sí misma no se nos presenta
como evidente, en cambio sí es demostrable por los efectos con que nos encontramos.
A las objeciones
1.La existencia de Dios y otras verdades que de Él pueden ser conocidas por la sola
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razón natural, tal como dice Rom 1,19, no son artículos de fe, sino preámbulos a
tales artículos. Pues la fe presupone el conocimiento natural, como la gracia
presupone la naturaleza, y la perfección lo perfectible. Sin embargo, nada impide
que lo que en sí mismo es demostrable y comprensible, sea tenido como creíble por
quien no llega a comprender la demostración.
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1. Los sentidos nos muestran la existencia de movimiento (tanto local,
como cuantitativo, como cualitativo)
2. Todo lo que se mueve es movido por otro: el movimiento es el paso de
la potencia al acto, lo que se mueve tiene que estar en potencia respecto de
aquello hacia lo que se mueve y, por lo tanto, no puede moverse a sí mismo.
3. El p r o c e s o p o r e l q u e u n a c o s a m u e v e a otra no se puede
prolongar indefinidamente puesto que en tal caso no se llegaría al
primero que mueve y no habría motor alguno ni movimiento, pues los
motores intermedios no mueven más que porque son movidos por otro (del
mismo modo que un bastón no mueve nada si no es movido por la mano).
4. Por lo tanto, es necesario llegar a un primer motor al que nadie mueve:
Dios
6.3.-BASADA A PARTIR DE LA EXISTENCIA DE CAUSAS EFICIENTES
La segunda es la que se deduce de la causa eficiente. Pues nos encontramos que en el
mundo sensible hay un orden de causas eficientes. Sin embargo, no encontramos, ni
es posible, que algo sea causa eficiente de sí mismo, pues sería anterior a sí mismo,
cosa imposible. En las causas eficientes no es posible proceder indefinidamente
porque en todas las causas eficientes hay orden: la primera es causa de la
intermedia; y ésta, sea una o múltiple, lo es de la última. Puesto que, si se quita la
causa, desaparece el efecto, si en el orden de las causas eficientes no existiera la
primera, no se daría tampoco ni la última ni la intermedia. Si en las causas eficientes
llevásemos hasta el infinito este proceder, no existiría la primera causa eficiente; en
consecuencia, no habría efecto último ni causa intermedia; y esto es absolutamente
falso. Por lo tanto, es necesario admitir una causa eficiente primera. Todos la llaman
Dios. ( Santo Tomás, Suma Teológica I, cuestión 2, artículo 3)
En la Segunda Vía, Santo Tomás argumenta a favor de la existencia de Dios
apoyándose en la existencia de causas eficientes en el mundo. Tras negar la
imposibilidad de que exista una serie infinita de causas eficientes, concluye en la idea
de Dios como causa eficiente primera.
1. La experiencia nos muestra que las cosas pueden existir o no existir (son
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contingentes), pues pueden ser producidas o destruidas.
2. Es imposible que las cosas sometidas a la posibilidad de no existir existan siempre.
3. Por lo tanto, hubo un tiempo en que nada existió.
4. Si ahora existen cosas tiene que ocurrir que exista un ser necesario, pero este ser
necesario no puede tener su existencia a partir de otro ser puesto que en tal caso
no sería propiamente necesario.
5. Tiene que existir un ser que sea absolutamente necesario cuya causa
de su existencia y necesidad no esté en otro sino en él mismo y que sea causa de
la existencia de los demás, y éste es Dios.
4. Por tanto, hay un ser inteligente por el que todas las cosas
son dirigidas al fin: Dios.
1. La afirmación: puesto que Dios es la causa de todas las cosas, podemos atribuir
a Dios todas las perfecciones que encontramos en las criaturas; pero sólo le
corresponderán las perfecciones puras o exentas de imperfección, como la sabiduría
y la bondad, y no las perfecciones mixtas o mezcladas con imperfección, como la
corporeidad, la percepción sensible, ...
2. La negación: esta vía se utiliza de dos modos: en el caso de las perfecciones
antes atribuidas se niega el modo limitado en que nosotros las poseemos (por
ejemplo, nuestra voluntad es limitada pues es inconstante, cosa que no ocurre con
Dios). Además, negaremos que Dios posea los atributos que implican imperfección,
por ejemplo, diremos que es simple, no compuesto, pues la composición indica
imperfección.
3. La analogía: si le atribuimos un rasgo que también se encuentra positivamente
en nosotros tendremos que pensar que en nosotros no se realiza del mismo modo
que en Dios, sino en parte igual y en parte distinto: así, si decimos que Dios conoce,
no podremos pensar que su capacidad para el conocimiento sea igual que la nuestra,
la nuestra es imperfecta y generalmente indirecta, la suya es perfecta y directa.
4. La eminencia: el rasgo que atribuimos a Dios lo posee de modo infinito, sin las
limitaciones propias de las cosas creadas: si Dios es bueno, lo es en grado absoluto,
no de forma limitada como corresponde a los hombres.
De todos los atributos divinos destaca Santo Tomás el que denomina “constitutivo
formal” o atributo fundamental, el ser subsistente: el existir por sí mismo, existir
como consecuencia de su propia esencia y no de algo exterior. Este es el rasgo que
más separa a Dios del resto de seres pues en éstos la existencia es un añadido a su
esencia, por lo que no tienen una existencia necesaria sino dependiente de la
voluntad divina.
Presenta en estos dos textos Santo Tomás la bondad de Dios como una de sus
características principales, con la precaución de que no podemos predicarla de Dios
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como la predicamos de las cosas finitas, al poseer Aquél la bondad en modo eminente
y perfecto. Dios es el sumo bien, y no sólo en algún género u orden de cosas, sino en
absoluto. Hemos dicho (a.1) que el sentido en que atribuimos el bien a Dios es en
cuanto de Él dimanan todas las perfecciones deseadas, como de la causa primera.
Hemos visto también (S.Th. 1, 4, 3) que no dimanan de Dios como de agente unívoco,
sino como de agente que no coincide con sus efectos ni en el concepto específico ni en
el genérico, y que la semejanza del efecto con su causa unívoca exige uniformidad, y,
en cambio, el efecto de la causa equívoca se encuentra en ella de modo más excelente,
a la manera como el calor se halla en el sol de modo más elevado que en el fuego. Por
consiguiente, si el bien está en Dios como en la causa primera, no unívoca, de todas
las cosas, es indispensable que esté en El de modo excelentísimo, y por esta razón
llamamos a Dios sumo bien. Cuestión 6: De la bondad de Dios, art, 2” Si Dios es el
sumo bien”
8.-PSICOLOGÍA TOMISTA
8.1.-CONCEPTO DE ALMA
Las siguientes definiciones que presenta Santo Tomás nos muestran la clara
influencia de Aristóteles, tanto en su comprensión de la esencia del alma como en los
conceptos que utiliza para caracterizarla:
Principio de vida;
Forma de un cuerpo físico que tiene vida en potencia;
Acto primero del cuerpo natural organizado que tiene vida en potencia;
Principio por el que vivimos, sentimos, nos movemos y comprendemos.
El «alma es aquello por lo que primeramente vivimos, sentimos, nos movemos y
entendemos» (De Ánima, II. 414a 12-13). Entre los constitutivos ontológicos del
hombre, el alma figura como la raíz de nuestro vivir en todos sus grados: vegetativo,
sensitivo, intelectivo. No es el alma la que vive, sino el hombre total en virtud de su
alma.
Aristóteles supera así la concepción tripartita de Platón, suprimiendo la multiplicidad de
almas y sustituyéndolas por potencias o principios de operación de una misma alma, la
cual es una forma única, que contiene en sí virtualmente todas las de los
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vivientes inferiores.
Ya que es evidente que ser principio vital, o ser viviente, no le corresponde al cuerpo
por ser cuerpo. De ser así, todo cuerpo sería viviente o principio vital. Así, pues, a
algún cuerpo le corresponde ser viviente o principio vital en cuanto que es tal cuerpo.
Pero es tal cuerpo en acto por la presencia de algún principio que constituye su acto.
Por lo tanto, el alma, primer principio vital, no es el cuerpo, sino, el acto del cuerpo.
Sucede como con el calor, principio de calefacción, que no es cuerpo, sino un
determinado acto del cuerpo. (Santo Tomás, Suma Teológica I, cuestión 75,)
La ciencia actual cree posible explicar la aparición de actividades vitales en los seres
vivos a partir de la materia organizada; frente a este punto de vista la tradición
aristotélico-tomista defiende la existencia de un principio o realidad no físico –
metafísico– para entender el conjunto de actividades vitales. Pero Tomás de
Aquino no separa tan radicalmente el alma del cuerpo como lo hizo la
concepción platónica pues considera que el cuerpo y el alma son principios
que se necesitan mutuamente: los conceptos acto/potencia, forma/materia (que
son los conceptos utilizados para comprender el alma y el cuerpo)
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se exigen mutuamente, el acto lo es de algo que está en potencia, la forma es forma
de algo que es materia. El alma es el acto del cuerpo, aquello que le da a éste
la perfección: como el ojo tiene en potencia la capacidad de ver y el ver es su acto o
perfección, ciertos cuerpos tienen en potencia la vida, tienden a realizar actividades
vitales –crecer, percibir, sentir, – y el alma es lo que les permite actualizar o hacer
reales dichas capacidades. En los seres vivos la substancia es el individuo
compuesto de cuerpo y alma, no es ni el cuerpo solo ni el alma sola. El
alma es la forma de los seres vivos porque es lo que les da realidad plena y les
capacita para las operaciones propias del ser viviente.
Siguiendo a Aristóteles, Santo Tomás considerará que hay tantos tipos de almas
como tipos generales de actividades vitales: en las plantas el alma vegetativa,
en los animales el alma sensitiva y en los hombres el alma intelectiva. En este punto
conviene tener cuidado pues en los animales encontramos funciones vitales
correspondientes al alma sensitiva (apetitos inferiores, sensación y locomoción) y al
alma vegetativa (nutrición, crecimiento y reproducción), y en el hombre funciones
vitales correspondientes al alma intelectiva, al alma sensitiva y al alma vegetativa,
pero no porque en los animales encontremos dos almas (la vegetativa y la sensitiva) y
en el hombre tres (la intelectiva, vegetativa y sensitiva). Dado que un ser
posee unidad a partir de su forma, si en el animal hubiese dos almas –dos formas–
en el animal habría dos seres, y si en el hombre hubiese tres almas habría tres seres
en cada individuo, cosa que evidentemente no ocurre. Tomás de Aquino resuelve
esta cuestión indicando que en el animal hay un alma capaz de las funciones que
tiene como más propias (sensación y apetitos inferiores, por ejemplo) pero también
de las funciones inferiores o vegetativas, y en el hombre un alma –la intelectiva– que
faculta o capacita a cada persona para tener las formas de vida más elevadas
(intelecto y voluntad) pero también las inferiores – sensitivas y vegetativas–.
Como ya había hecho Aristóteles, compara las diversas almas a las especies de
figuras, en las cuales unas contienen a otras, como el pentágono contiene al
cuadrilátero y le excede. Así, pues, el alma intelectiva contiene virtualmente cuanto
hay en el alma sensitiva de los irracionales y en la vegetativa de las plantas. Por
consiguiente, así como una superficie pentagonal no tiene una figura de cuadrilátero
y otra de pentágono, ya que la primera sería superflua al estar contenida en el
pentágono, así tampoco Sócrates es hombre en virtud de un alma y animal en virtud
de otra, sino por razón de una sola y la misma
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10.-ETICA TOMISTA
10.1-FUNDAMENTACIÓN DE LA ÉTICA
Sto. Tomás fundamenta la vida ética en el fin y en el bien de los actos
humanos, como Aristóteles, pero con una visión totalmente distinta.
La razón última de los actos humanos es el bien universal, que es Dios y,
por tanto, su posesión sólo puede darse en la vida futura, no en ésta. En
consecuencia, el fin último de la ética es la felicidad total producida por la
visión posesiva de Dios.
Los actos humanos son buenos o malos moralmente en la medida en que
son medios u obstáculos para conseguir este fin. Pero la felicidad propia
del hombre se ha de alcanzar de acuerdo con su naturaleza racional. En
consecuencia, un acto humano es bueno cuando está de acuerdo con el
orden de la razón (es decir, su fin inmediato está en armonía con su fin
último) y es malo cuando está en desacuerdo con el orden de la razón (es
decir, su fin inmediato es incompatible con su fin último).
La norma que rige los actos humanos es la razón, puesto que es ella la
que dirige al hombre hacia su fin. Las obligaciones morales derivan, pues,
de la razón y de sus imperativos.
Pero la obligación que nos impone la razón no es algo arbitrario, sino que
deriva de la naturaleza humana, que es la norma última de la moralidad.
La ley moral, por tanto, es una ley natural, es decir, una exigencia de la
propia naturaleza racional del hombre.
10.2. LA LEY NATURAL
Santo Tomás defiende en el siguiente texto fundamental de Suma Teológica la
existencia de un primer precepto de la ley natural («el bien ha de hacerse y
buscarse; el mal ha de evitarse») vinculado a la razón práctica, análogo al
primer principio al que se somete la razón teórica. Junto con ello, muestra la
relación de los bienes con las inclinaciones humanas.
Ahora bien, entre las cosas que son conocidas de todos hay un cierto orden.
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Porque lo primero que alcanza nuestra aprehensión es el ente, cuya noción va
Pero hay que advertir que una norma puede derivarse de la ley natural de dos 32
maneras: bien como una conclusión de sus principios, bien como una determinación
de algo indeterminado o común. El primer procedimiento es semejante al de las
conclusiones demostrativas que en las ciencias se infieren de
los principios; el segundo se asemeja a lo que pasa en las artes, donde las
formas comunes reciben una determinación al ser aplicadas a realizaciones
especiales, y así vemos que el constructor tiene que determinar unos planos
comunes reduciéndolos a la figura de esta o aquella casa. Pues bien, hay
normas que se derivan de los principios comunes de la ley natural por vía de
conclusión; y así, el precepto «no matarás» puede derivarse a manera de
conclusión de aquel otro que manda «no hacer mal a nadie». Y hay otras
normas que se derivan por vía de determinación; y así, la ley natural establece
que el que peca sea castigado, pero que se le castigue con tal o cual pena es ya
una determinación añadida a la ley natural.
Por ambos caminos se originan las leyes humanas positivas. Mas las del
primer procedimiento no pertenecen a la ley humana únicamente como leyes
positivas, sino que en parte mantienen fuerza de ley natural. Las del segundo,
en cambio, no tienen más fuerza que la de la ley humana”. (Santo Tomás,
Suma Teológica I-II, cuestión 95, artículo 2)
De esto se deriva una importante consecuencia: las exigencias de la ley
natural nunca pueden ser contradichas por las leyes positivas de los Estados. El
derecho, por tanto, va unido a la moral, y su punto de unión no es otro que la
idea moral de justicia en su sentido más amplio.
10.5.-LA VIRTUD COMO PERFECCIÓN DE LA VIDA MORAL
La virtud, como indica su mismo nombre, importa una perfección de la potencia,
según se ha dicho anteriormente (a.1). De ahí que, siendo doble la potencia, a
saber, potencia para ser y potencia para obrar, tanto la perfección de la una como
la de la otra se llamen virtud. Pero la potencia para ser responde a la materia, que
es ser en potencia, mientras que la potencia para obrar responde a la forma, que
es el principio de la operación, ya que cada cosa obra en cuanto que es en acto.
Ahora bien, en la constitución del hombre, el cuerpo es
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como la materia, mientras que el alma es como la forma. Por parte del cuerpo, el
hombre conviene con los demás animales; y lo mismo hay que decir respecto de
aquellas facultades que son comunes al cuerpo y al alma, pues tan sólo aquellas
facultades que son propias del alma, esto es, las racionales, son exclusivas del
hombre. Por consiguiente, la virtud humana, de la que estamos hablando, no
puede pertenecer al cuerpo, sino a lo que es exclusivamente propio del alma. En
conclusión, la virtud humana no importa orden al ser, sino más bien a la
operación y, por tanto, la virtud humana es esencialmente un hábito
operativo. (Santo Tomás, Suma Teológica I-II, cuestión 55, artículo 3)
“La virtud humana es un hábito que perfecciona al hombre para obrar bien.
Ahora bien, en el hombre hay un doble principio de actos humanos, a saber, el
entendimiento o razón, y el apetito, pues éstos son los dos motores que hay en el
hombre, según se dice en el libro III De ánima. Por consiguiente, es necesario que
toda virtud humana perfeccione a uno de estos principios. Si perfecciona, pues, al
entendimiento, especulativo o práctico, para el bien obrar del hombre, será una
virtud intelectual; y, si perfecciona la parte apetitiva, será una virtud moral.
Resulta, por tanto, que toda virtud humana o es intelectual o es moral”.
(Santo Tomás, Suma Teológica I-II, cuestión 58, artículo 3)
Dado que las virtudes morales son perfecciones de las facultades apetitivas
podemos fijarnos en el tipo de apetito para hacer una clasificación de las virtudes.
El siguiente esquema describe las virtudes morales más importantes:
VIRTUDES INTELECTUALES
ES PROPIO: EL CONOCIMIENTO.
11.-LA POLÍTICA:
El hombre es un ser social y cívico que tiene que hacer su vida conviviendo con
los demás. "Corresponde a la naturaleza del hombre el ser un ser social y
político, que no vive aislado, sino que vive en medio de sus semejantes formando
una comunidad; tanto es así que la misma necesidad natural que afecta al
hombre, nos revela que precisa vivir en sociedad, mucho más de lo que precisan
vivir juntos muchos otros animales". Es en la sociedad en donde el hombre puede
ver satisfechas sus necesidades tanto físicas como espirituales. Sólo en ella puede
el hombre alcanzar su pleno desarrollo.
En segundo lugar, que los mismos ciudadanos unidos por el vínculo de la paz, 40 sean
conducidos a obrar bien...En tercer lugar se requiere que la comunidad pública goce,
por arte y maña del gobierno, de cosas que son necesarias para vivir bien".
BIBLIOGRAFIA FUNDAMENTAL