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La Chica de La Bici

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Transcurrían los últimos días de diciembre, Johana y Jorge cumplían 1 año de estar juntos, ella

esperaba con ansias a que llegara la noche pues iban a tener una velada romántica en uno de los
restaurantes más exclusivos de Lima; Jorge había hecho las reservaciones casi con un mes de
anticipación y ambos jóvenes estaban muy ilusionados.

Eran cerca de las 5pm, Johana tenía un día normal en la oficina con cartas que redactar y oficios que
entregar, contaba a cada instante los minutos restantes para la hora de salida. Por otro lado, Jorge,
había hecho arreglos con un compañero de la oficina para poder salir antes con la excusa de ir a la
tienda de regalos a comprar un hermoso oso de peluche y sorprender a Johana.

Finalmente, los enamorados llegaban sonrientes al lugar, una anfitriona los recibió y los llevó a su
mesa, casi de inmediato un mozo los abordó con dos aperitivos de bienvenida y la carta del
restaurante, el ambiente era elegante y sobrio, las luces eran tenues y una melodía armoniosa
rodeaba a los comensales; estaba de más decir que todo era perfecto, Johana y Jorge tomados de
las manos conversaban amenamente cuando un terrible estruendo remeció todo el lugar, las luces
de emergencia se encendieron y se podían escuchar fuertes gritos y golpes que venían desde la
cocina. Todos los asistentes estaban pasmados, casi sin reacción, cuando de pronto 5 hombres
armados y encapuchados irrumpieron en el salón obligando a todos a acostarse en el piso boca
abajo.

Johana estaba muy asustada y mientras se echaba en el piso Jorge trataba de calmarla diciéndole
que todo pronto pasaría, que si hace exactamente lo que le piden estaría fuera de peligro. Los
encapuchados luego de vaciar la caja fuerte del lugar, presuntamente rebuscaron a cada uno de los
clientes. La pobre Johana, esperando a que llegaran donde ella, no dejaba de llorar al mismo tiempo
que se aferraba con todas sus fuerzas a la pequeña cartera que había llevado a su cita, de pronto
sintió que la levantaban del brazo con fuerza, esto hizo que la joven gritara mientras apretaba fuerte
los ojos pero luego escuchó la voz de Jorge que le repetía una y otra vez que se calmara, que no
gritara, finalmente ella dejó de llorar y abrió los ojos y vió que 3 de aquellos hombres sacaban del
lugar a Jorge a punta de pistola, luego, el hombre que la sostenía sacó un cuchillo y mientras rodeaba
su cuello la empujaba también hacia afuera del restaurante.

Ya en la puerta, una camioneta los esperaba, Johana quería gritar y pedir ayuda pero sentir el frío
acero en su garganta la hacía mantenerse callada. Luego de avanzar unas cuadras a toda velocidad
los ladrones comenzaron a descubrirse el rostro, Johana, aún en shock, notaba algo familiar en ellos
pero no fue hasta que Jorge la abrazó con fuerza mientras le susurraba al oído que no se asustara
que se dio cuenta de que su novio era parte de todo esto, el lo había planificado todo y con la ayuda
de sus amigos lo había podido llevar a cabo, la pobre chica estaba confundida y molesta, su primera
reacción fue darle una certera bofetada a Jorge, lo que dio lugar a muchas risas por parte de sus
amigos, la indignación fluía por sus venas, su cara era de un rojo intenso y cuando estaba a punto
de abalanzarse sobre ellos, escuchó la voz de Jorge diciéndole que todo había sido una broma por
el día de los inocentes.
Paseaba, como todas las tardes, un rato junto al río cuando, de repente, escuché el sonido de
un timbre de bicicleta a mis espaldas. Sin girarme, casi por instinto, me aparté del camino.
Una muchacha sonriente pasó pedaleando. Llevaba puesta una camiseta blanca y una falda
recogida

La seguí con la mirada mientras se hacía pequeña a mis ojos hasta que, al girar en la curva
del molino, dejé de verla por completo. Entonces, inmediatamente, escuché el sonido brutal
de unos hierros estamparse contra el suelo. No lo pensé. Salí corriendo hacia la curva y, al
tomarla, mi sorpresa fue que allí no había nadie

Estaba solo. Miré el sendero, que seguía hacia adelante, y no vi nada. Traté de calcular lo
largo que era para verificar si, en el escaso tiempo que tardé en llegar allí, a la chica le
había podido dar tiempo a recorrerlo. Era imposible. No me salían las cuentas. La única
realidad era que, hasta donde me alcanzaba la vista, allí no había nada

Por un instante comencé a dudar de mis sentidos. Tenía por dentro, una sensación difícil de
explicar, tan desagradable que, sin pensarlo, decidí que la muchacha estaba allí, de bruces
en el camino, junto a su bicicleta rota

Apenas podía verle el rostro, ni siquiera cuando se incorporó un poco como para poder
sentarse en el suelo y abrazar su pierna derecha. Me pareció escuchar de su boca un
silencioso llanto

Me agaché para ayudarla, puse mi mano sobre su pierna, casi sin darme cuenta de lo que
hacía. De la rodilla magullada salían unos hilos de sangre que recorrían su piel hasta casi
los tobillos.

Entonces algo me sobresaltó, apenas un susurro, algo que me decía al oído, simplemente,
que debía de parar

Me separé de la muchacha. Dejé de sentir en la palma de mi mano el calor de su pierna. Fue


sólo un segundo, necesitaba incorporarme, tomar aire, pero entonces, en un torpe pestañeo,
la perdí

Me parecía imposible. Sobre el camino ya sólo había una hilera de hormigas que se
desplazaba hacia un saltamontes muerto. Entonces comenzó a martirizarme la extraña idea
de haberla perdido para siempre

Tuve que sentarme. Cerré los ojos, para poder recuperar su imagen en mi mente; al
principio eran solo fragmentos; sus manos, sus piernas, y así hasta que recompuse su
imagen en una única figura, clara de ella. Pensé que, sólo así, podría dejarla marchar para
siempre.

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