Tema 6 El Proceso de Comunicación. La Situación Comunicativa
Tema 6 El Proceso de Comunicación. La Situación Comunicativa
Tema 6 El Proceso de Comunicación. La Situación Comunicativa
TEMA 6
EL PROCESO DE COMUNICACIÓN. LA SITUACIÓN COMUNICATIVA.
0. Introducción
1. El proceso de comunicación.
1.1. Concepto de comunicación.
1.1.1. Modelos de comunicación.
1.1.1.1. Modelo de Shannon y Weaver.
1.1.1.2. Modelo de Gerbner.
1.1.1.3. Modelo semiótico.
1.2. Concepto de información.
1.3. Elementos de la comunicación.
1.4. Concepto de código.
1.4.1. Clasificación de los códigos.
1.4.2. La lengua como código.
2. La situación comunicativa o contexto.
3. Las funciones del lenguaje.
3.1. Concepto de función.
3.2. Las funciones del lenguaje según Bühler.
3.3. Las funciones del lenguaje según Jakobson.
3.4. Otras consideraciones sobre las funciones del lenguaje.
4. Conclusión
0. INTRODUCCIÓN
Las formas de comunicación son múltiples y variadas, incluye desde los procesos más
simples a los más complejos y sofisticados (ordenadores). Así, una mirada, un gesto, el llanto, las
señales de tráfico, la comunicación entre máquinas, entre una máquina y un ser humano, la
intercomunicación de unos países con otros, el influjo de los mass media... son actos de relación
comunicativa en diferentes niveles que cumplen distintos objetivos. Temas 1 y 4.
En todo proceso de comunicación intervienen unos elementos característicos que señaló
la teoría de la comunicación durante los años 50, en ellos destaca el código lingüístico como el
más rico, complejo y elaborado. Por otro lado, Algunos lingüistas como Coseriu y,
posteriormente, la pragmática, se interesaron por los factores extralingüísticos, entre ellos la
situación comunicativa o contexto.
Por todo ello, en primer lugar, tratamos el proceso comunicativo, atendiendo al concepto de
comunicación y los modelos propuestos por la teoría de la comunicación y por la semiótica, el
concepto de información, desde dos puntos de vista, el de la teoría de la comunicación y el
lingüístico y los elementos de la comunicación, entre los que destacamos el código, su clasificación, y
la definición de código lingüístico. En el segundo punto, se trata la situación comunicativa o
contexto, con los autores y propuestas para definirla más importantes y, en último lugar, las
funciones del lenguaje, por ser éste el instrumento más importante que tiene el hombre para
comunicarse.
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1. EL PROCESO DE COMUNICACIÓN
1.1. CONCEPTO DE COMUNICACIÓN Y MODELOS
Tanto los diagramas, las simulaciones por ordenador como los modelos a escala, pretenden
presentar los elementos esenciales de una situación real de forma simplificada para poder describirla
y comprenderla. Y, además, permiten manipular y predecir situaciones y comprobar los resultados
tras la puesta en práctica.
A) El modelo de comunicación más simple es la forma estímulo-respuesta (E-R). En él, el emisor
envía una señal al receptor ante la cual éste reacciona. En este proceso no hay código y, por tanto,
no hay significación; la señal no se pone en lugar de otra cosa, sino que provoca directamente esa
otra cosa (el impulso nervioso que hace mover un músculo).
B) En los otros modelos si que interviene la significación. Así, el proceso de comunicación
implica dos actividades muy diferentes, inversas una respecto a la otra, la de la emisión y la de la
recepción. La primera consiste en la codificación, llamado proceso onomasiológico, en el que se
estudia la semántica de las denominaciones. Parte del concepto y busca los signos lingüísticos que le
corresponden. El segundo se conoce con el nombre de proceso semasiológico. Parte del signo para
llegar al concepto. El receptor, tras captar físicamente la cadena hablada, a partir de los datos
fonológicos percibidos, va analizando en distintas unidades los distintos niveles, hasta llegar de
nuevo a la intención del hablante al comunicar el mensaje, lo interpreta.
Para que el proceso de comunicación tenga éxito no basta con que el oyente conozca y
reconozca el significado lingüístico, codificado, sino que ha de ser capaz de inferir el significado que
el emisor le quiso dar y, por tanto, el contenido que quiso transmitir. Escandell Vidal (2007) afirma
que sólo la comunicación humana pone en marcha a la vez dos clases de procesos comunicativos: el
de codificación/descodificación y el de ostensión/inferencia. Ni el lenguaje animal ni el lenguaje
de las máquinas son capaces de ir más allá de la fase puramente mecánica de codificación/descodi-
ficación.
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Completa el modelo anterior incluyendo los efectos de la percepción individual del emisor y
del receptor.
El emisor humano percibe de una forma determinada y única un acontecimiento dado y de
todos los datos selecciona lo que quiere transmitir de una forma totalmente subjetiva. Esta selección
influye en el canal de transmisión; así para una dimisión formal se elige una carta, para comunicar
un estado de ánimo se utiliza la vía oral… A su vez, la elección del canal condiciona la cantidad de
información que puede ser emitida: las noticias televisadas deberán ser más selectivas que las
escritas en un periódico.
El receptor también decide si quiere o no recibir la señal, cuánta información quiere atender y
cómo interpretar la señal recibida. El significado correcto del mensaje será el deseado por el emisor.
La cuestión del significado del mensaje se ha incorporado más tarde a partir de los estudios de
lingüistas y filósofos, que consideran el significado como el elemento más importante de la
comunicación. El contexto en el cual se recibe la información afecta al significado que el receptor
obtiene de ella. No hay, por tanto, un significado correcto sino que existe sólo como una
interpretación en la mente de la persona que descodifica el mensaje.
Sigue la línea iniciada por el modelo de Gerbner ya que no interesa tanto la transmisión, sino el
significado del mensaje. Trata de analizar cómo se interpreta y se adscribe un significado a los
mensajes enviados.
El objeto de estudio de la semiótica es el signo definido como algo que representa otra cosa.
Eco (1988) distingue dos procesos, el proceso de comunicación en el que sólo hay transmisión de una
señal (del tipo estímulo-respuesta) y el proceso de significación, en los que la señal tiene asociado un
valor semántico.
El origen de este modelo se encuentra en Peirce quien considera tres elementos en el proceso:
signo, objeto e intérprete que da significado al signo. El signo no tiene un valor intrínseco, sino como
representamen que envía a un objeto por mediación de un interpretante. Esta relación dinámica y
triádica es el proceso de la semiosis.
Peirce elabora una tipología de signos en la que se establecen relaciones entre los tres
elementos siendo la relación signo-objeto la más conocida. A partir de ella clasifica los signos en tres
tipos:
a) Iconos: signos que presentan una relación material con el objeto (fotos, onomatopeyas).
b) Índices: la relación entre signo y objeto es de contigüidad o inferencia (huellas, humo).
c) Símbolos: la relación es convencional (palabras, un himno).
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En realidad, no hay que considerarlos como tipos puros, sino caracteres que se actualizan en
distintos grados. Así por ejemplo, el color negro es por convención un símbolo del luto, pero en una
situación determinada puede ser un índice del que se infiere la muerte de alguien. De acuerdo con
esta observación, Peirce propuso tres grados de iconicidad, de mayor a menor grado de analogía con
la realidad representada: imágenes, diagramas y metáforas.
Actualmente, la semiótica no es una ciencia con un .aparato teórico fundamentado. La mayoría
de los trabajos continúan la línea iniciada por Peirce por varios caminos:
El concepto matemático de información tiene poco que ver con el del significado de los
mensajes. Para Weaver un mensaje lleno de contenido y otro lleno de tonterías pueden ser
equivalentes desde él punto de vista de la información. La información contenida en un mensaje es
una magnitud cuantificable de modo preciso, que depende de la probabilidad de selección por el
emisor o fuente de dicho mensaje entre los restantes que podrían aparecer en su lugar. La relación
entre la información y la probabilidad es inversamente proporcional: cuanto más probable es un
mensaje, menor información contiene.
La cantidad de información de un mensaje se puede medir en BITS. El BIT es la unidad de
información establecida también por Shannon, (Binary Unit o Binary Digit), que supone la elección de
una función logarítmica de base 2. Un BIT se define como la cantidad de información que se asocia a
un mensaje o a un suceso cuya probabilidad de aparición es de 1/2, es decir, se transmite un bit de
información cada vez que sólo son posibles dos mensajes igualmente probables. Es lo que ocurre
con la cara o cruz de una moneda, la situación arriba o abajo de algo, la respuesta a preguntas
totales del tipo: ¿Vienes al cine? sí/no...
Toda elección, incluso en los casos más complejos, puede reducirse, en última instancia, a una
sucesión de elecciones elementales binarias, que llevan a individualizar finalmente el mensaje o
hecho entre el número total de mensajes o hechos posibles.
La razón de la elección de la base 2, y, por tanto, del bit como la unidad de información más
utilizada, se debe a que la mayoría de los sistemas físicos que se emplean para almacenar, procesar y
transmitir la información operan sobre la base binaria (las tarjetas perforadas, las cintas magnéticas,
los sistemas on/off...). Dichos sistemas están integrados por unidades o posiciones que admiten dos
opciones. Cada posición puede almacenar por tanto, un bit.
En las lenguas naturales, la cantidad de información de una unidad lingüística en un
determinado contexto está en función de su frecuencia de aparición en dicho contexto, es decir,
cuanto más probable sea la aparición de una unidad menor es su contenido informativo. Así, en
cualquier lengua generalmente, las consonantes son más informativas que las vocales, ya que la
probabilidad de que una aparezca es menor que en el caso de las vocales; además, el comienzo de
una palabra es más informativo que el final. Por esta razón, lenguas como el árabe o el hebreo, con
sistemas de escritura consonánticos pueden prescindir de las vocales en la transcripción.
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Los elementos de cualquier sistema de comunicación son: fuente o emisor, transmisor, canal,
mensaje, receptor, destino y código. Y deben ser entendidos como funciones que pueden ser
desempeñadas por muy diversos seres u objetos. A estos hay que añadir el contexto ya que la
cuestión del significado del mensaje se ha incorporado más tarde a partir de los estudios de
lingüistas y filósofos, que consideran el significado como el elemento más importante de la
comunicación. El contexto en el cual se recibe la información afecta al significado que el receptor
obtiene de ella.
FUENTE O EMISOR (E.): es el origen del mensaje y puede ser animal o humano. En el ámbito
más limitado de la comunicación humana, el E. es la persona que produce el mensaje con la
intención de comunicar algo. Para ello selecciona del sistema los signos necesarios y las leyes
combinatorias de los mismos y da forma al contenido que desea transmitir; es decir, codifica el
mensaje.
DESTINATARIO (D.): es el punto de llegada del mensaje, ser o mecanismo capaz de reaccionar
ante la señal recibida. En la comunicación humana, el D. es la persona a la que el E. dirige su
enunciado y con la cual intercambia su papel en el acto de habla. Frente al oyente, que supone una
capacidad abstracta de comprender un código lingüístico, el D. es alguien concreto, sea único o
plural, a quien se envía el mensaje y de quien se espera respuesta. No es ocasional porque el
mensaje está construido específicamente para él, por lo que la forma del mensaje está determinada
por esta elección. Si el mensaje se dirige a un D. con el que el E. mantiene relaciones estrechas será
más informal e incluirá datos que no contendría si se dirige a un desconocido.
MENSAJE (M.): es lo que produce la fuente: un sonido, un gráfico, un acontecimiento... En la
interacción humana, un gran número de M. son lingüísticos, aunque sepamos que éstos van
normalmente matizados y complementados por M. no verbales.
Los M. elaborados con códigos lingüísticos se denominan enunciados en pragmática.
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- Contexto lingüístico: signos lingüísticos que rodean a otro, confiriéndole el significado que
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unidades sin significación (fonemas). Eco señala, los números de teléfono de seis
cifras, donde cada dos números significa sector, calle, bloque... pero cada unidad no
significa nada.
b) Según las relaciones entre los significados de las señales: hay códigos cuyas señales se
hallan en relación de exclusión (el del semáforo) y otros en los que la relación puede ser
de exclusión, de inclusión o de intersección, como ocurre en las lenguas en que
podemos decir: Dame un cigarro, Dame uno negro, Dame uno, Dame un cigarro negro.
c) Según sean directos o sustitutivos: los códigos directos traducen directamente la
sustancia semántica; los sustitutivos, reconvierten otro código. Ejemplos de códigos
directos son la lengua oral, el código que regula el tráfico, los símbolos químicos, el
sistema de los sordomudos y de códigos sustitutivos, de primer grado, la escritura, de
segundo grado los códigos que sustituyen a la escritura, como el Morse, el Braille o los
que sustituyen a la lengua oral como los silbidos de la Gomera o los golpes de tambor de
los bantúes.
Las lenguas naturales, por un lado, constituyen un sistema de equivalencias entre el sistema de
representaciones fónicas y el de representaciones semánticas; por otro, como la sustancia fónica del
habla es extraña a la sustancia mental y emocional que traduce, la relación entre ambas es arbitraria
y convencional. Hasta aquí, la lengua, como sistema de equivalencias establecidas de forma
convencional, cumple las condiciones básicas de un código; pero si ahondamos un poco más
veremos que las cumple de una forma bastante atípica y especial.
En la lengua se codifican formas que no tienen existencia objetiva y que son creaciones de
experiencias del sujeto. El referente de signos como familia, felicidad, placer, aunque sea común a
los hablantes no lo es totalmente. No hay una correspondencia exacta entre los signos fragmentarios
del discurso y el continuo de lo vivido por el sujeto. La sustancia no está estructurada sino que la
lengua da forma a un contenido mental informe.
Por otro lado, su sistema de convenciones o el acuerdo es más bien vago, tácito, raramente
explicitado, a no ser que sea preciso deshacer un malentendido, al que se llega implícitamente por el
uso en el acto de comunicación.
Una tercera diferencia radica en que en la lengua un signo puede tener más de un valor,
depende, entre otros, de la intención del hablante. ¡Cuánto que habéis estudiado! (ante un
suspenso). Así, las palabras pueden tener un valor diferente al que se les asigna en el código.
A pesar de ello, el hablante entiende perfectamente lo que se quiere decir, porque es capaz de
contextualizar el mensaje y ajustar su significado a las circunstancias en que se emite y a otros
factores extralingüísticos; así sabemos que el contexto al que se refiere la respuesta del diplomático
se inscribe en un ámbito social o político, en tanto que la respuesta de la dama tiene connotaciones
sexuales.
Además, la lengua es el único código capaz de referirse a sí mismo en la función metalingüística
(tratada en el último punto del tema).
Por tanto, el código en la lengua no se comporta como un código estricto.
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2. LA SITUACIÓN COMUNICATIVA
La situación comunicativa o lo que para algunos autores también se denomina contexto está
constituida por las coordenadas espacio temporales en que se desarrolla el acto de comunicación,
en Lyons (1977). Los factores denominados contextuales o situacionales son aquellos que al
enmarcar e incidir sobre el hecho comunicativo determinan la forma, la adecuación y el significado
de los mensajes. Así, las banderas de Fórmula 1 no tienen ningún significado en una pista de
aterrizaje de aviones.
En la comunicación verbal, Ch. Bally (1941) distingue entre situación, el alrededor general o
particular en que se inscribe la comunicación, y el contexto, los enunciados que se han emitido
antes. Estos aspectos que rodean al discurso permiten sobreentender la mayor parte de lo que se
quiere hacer comprender; así un mensaje como Déjalo donde siempre no tiene significado concreto
si se concibe independiente de la situación en que se emite.
Coseriu (1973) Ilama contexto a toda la realidad que rodea un signo, un acto verbal o un
discurso, como presencia física, como saber de los interlocutores y como actividad. Y distingue tres
tipos de contexto: el contexto idiomático, el contexto verbal y el contexto extraverbal.
El contexto idiomático es el trasfondo lingüístico que subyace al enunciado que se produce.
Este se halla en relación paradigmática con los términos que hubieran podido aparecer en su mismo
lugar. Ese trasfondo no se explícita pero pertenece también al saber lingüístico del hablante. Por
ejemplo, un adjetivo como estupendo se halla en relación con otros también valorativos como
fantástico, nefasto, horrible, y significa en relación con ellos.
El contexto verbal es el discurso mismo, lo dicho antes y lo que se va a decir. Puede ser
inmediato, lo más cercano en el espacio discursivo, o bien mediato, abarcando todo el discurso.
El contexto extraverbal está constituido por todo lo extralinguístico percibido o conocido por
los interlocutores. Pueden distinguirse varios subtipos:
a) El contexto físico, que abarca las cosas que están a la vista de quienes hablan o a las
que un signo adhiere. En él tienen sentido los elementos deícticos de las lenguas, como
los demostrativos, personales, posesivos del español.
b) El contexto empírico, formado por los estados de cosas objetivos que se conocen por
quienes hablan en un lugar y en un momento determinados, aunque no estén a la vista.
En un instituto, no necesita más explicación el enunciado El director no ha llegado aún
porque el artículo remite a alguien concreto en ese lugar.
c) El contexto natural, es la totalidad de los contextos empíricos posibles, es decir, el
universo empírico conocido por los hablantes. Así el sol, la luna, son realidades
determinadas y consabidas.
d) El contexto práctico es la ocasión del hablar, la particular coyuntura subjetiva u objetiva
en la que ocurre el discurso. Así, hablar para desahogarse o para conseguir un trabajo,
con un amigo o con el jefe de personal de una empresa, en un bar o en un despacho
lujoso, todo ello condiciona la selección de los recursos lingüísticos que se ponen en
práctica.
e) El contexto histórico, constituido por las circunstancias históricas conocidas por los
hablantes. Puede ser particular de un individuo, una comunidad, o universal.
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f) El contexto cultural, abarca todo aquello que pertenece a la tradición cultural de una
comunidad. Así, decir de alguien que es un donjuan tiene absoluta validez en el
contexto español, pero no, probablemente, en una tribu africana.
Ya que la lengua es el código más habitual en los actos comunicativos humanos, aunque que
no el único, conviene tratar los fines de la comunicación a partir de los usos que se hacen de la
lengua: pensar, expresar sentimientos, preguntar, ordenar, aconsejar, influir sobre el prójimo para
fastidiarlo o hacerlo feliz... Todos estos usos pueden reducirse a unas cuantas funciones.
Los autores que conciben el lenguaje como formador y estructurador del pensamiento
anteponen la función representativa como la fundamental, ya que el lenguaje permite generalizar,
abstraer a partir de lo concreto, argumentar..., es decir, posibilita el razonamiento lógico.
Por el contrario, Bally (1941) defiende la función expresiva como la principal ya que hasta el
pensamiento más racional expresado en palabras traduce la subjetividad del hablante hacia lo que
dice.
Para los lingüistas que estudian el lenguaje como sistema de signos dentro del ámbito de la
semiología y la comunicación, éste es el instrumento que posibilita la vida social, la interrelación
entre los miembros de una comunidad y los vincula a ella sirviendo como signo identificador.
algún modo la función referencial ya que normalmente se informa de algo, ya sea del emisor o de
otro elemento.
El enfoque comunicativo del lenguaje pone de relieve la relación existente entre la actividad
lingüística y otras formas de actividad humana.
De este modo se da cuenta de una serie de hechos que no pueden ser explicados sólo desde la
lingüística, sino que hay que considerarlos en su uso pragmático. Así, oraciones como las siguientes:
No fumes. Podías dejar de fumar ¿no? Te ordeno que apagues ese cigarro. ¡Aquí no se puede
respirar de humo que hay¡ ¿Le importaría apagar el cigarro? ¿No ha visto el cartel?
Son expresiones totalmente diferentes tanto formalmente como desde el punto de vista de la
modalidad utilizada, pero el hablante persigue con todas ellas la misma finalidad, que el interlocutor
deje de fumar.
A partir de estos hechos, desde la filosofía del lenguaje, en los años 60, Austin y Searle,
proponen la teoría de los actos de habla, según la cual cuando el hablante emite una determinada
secuencia en una situación concreta, realiza tres actos distintos:
- UN ACTO LOCUTIVO (o locucionario): consiste en la producción del enunciado.
- UN ACTO ILOCUTIVO (o ilocucionario): es la intención con la que el hablante produce el
enunciado (mandar, preguntar, afirmar...).
- UN ACTO PERLOCUTIVO (o perlocucionario): los efectos que produce en el oyente sobre
sus sentimientos, ideas o acciones. Así, con una afirmación se puede convencer a alguien
o aconsejarle, asustarle,... En los enunciados anteriores, una oración con una fuerza
ilocutiva de pregunta, en realidad pretende el efecto perlocucionario de obligar a alguien
a dejar de hacer algo (dejar de fumar).
También aporta esta teoría que los enunciados en los que aparecen los llamados verbos
performativos o realizativos se realiza, al pronunciarlos, la acción que descubren.
Ejs.: Juro decir la verdad. Prometo serte fiel. Te condeno a cadena perpetua.
Estos sólo tienen efecto pronunciados por el emisor adecuado en las circunstancias oportunas;
en cualquier tiempo que no sea el presente y en otra persona que no sea la primera los enunciados
se hacen constativos: Juré decir la verdad.
En la teoría de los actos de habla, se subraya sobre todo la relación entre el acto lingüístico y su
capacidad para equivaler a una acción, identificándose, entonces, la función con el acto mismo. Se
estudia además desde un punto de vista pragmático cómo las presuposiciones, los conocimientos
compartidos por los interlocutores, el contexto, y otras circunstancias que rodean al acto de habla
permiten una perfecta comunicación.
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4. CONCLUSIÓN
La comunicación por medio del lenguaje nos permite a los seres humanos relacionarnos unos con
otros. Es en el siglo XX, a partir de los años 60, debido a la influencia de la teoría de la comunicación
de Shannon, cuando se valoran los aspectos extralingüísticos del acto comunicativo, es decir, deja de
atenderse sólo al código (enfoque tradicional) y se abren nuevas expectativas para la lingüística al
relacionarse con otros factores del acto de la comunicación con el surgimiento de la Pragmática. Se
valora el papel que juega el emisor, el receptor... y, fundamenalmente, el contexto o situación
comunicativa. Con el enfoque comunicativo, se desarrolla la teoría de la actividad y lo importante es
el acto de comunicación y los factores que intervienen en él.
BIBLIOGRAFÍA