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El Codice Duran

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FR. DIEGO DURAN, O.P.

Nació en Sevilla, España, hacia 1537.


Murió en México en 1588.
Misionero dominico. Inquirió a fondo la historia y costum·
bres indígenas. Escribió una Historia de los Indios de Nueva
España e islas de Tierra Firme, dividida en tres tratados
que comprenden desde la peregrinación de los aztecas, hasta
la conquista, y un relato extenso de los ritos, dioses, fiestas
y costumbres de los mexicanos. Publicóla por vez primera
José Fernando Ramírez en 1867. Otra obra suya es Antigua·
llas de lios Indios de la Nueva España, que sus críticos consi·
deran no es otra cosa sino su Calendario Antiguo.
El estudio más completo acerca de él es el de Fernando B.
Sandoval, La Relación de la Conquista de México en la His·
toria de Fray Diego Durán, en Hugo Díaz Thomé et al.,
Estudios de Historiografía de la Nueva España, con una
introducción de Ramón Iglesia, México, El Colegio de Mé-
xico, 1945, 329 p., p. 40-90; Francisco Fernández del Castillo,
"Fray Diego Durán. Aclaraciones Históricas" en Anales del
Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, México,
4a. época, T. 111, 1900, Luis Chávez Orozco, Ensayos de crítica
histórica, México, [s.e.], 190 p; Acerca de las semejanzas de
su obra c'on la de Acosta, el llamado Códice Ramírez y la del
P. Tovar, Historia de la venida de los Indios a poblar a Mé-
xico de las partes remotas de Occidente, los sucesos y peri-
pecias del camino, su gobierno, ídolos, etc., Vid, E. Beauvois,
"L'Histoire de l'ancien Mexique. Les antiquités mexicaines du
P. D. Durán comparées aux abregés des P.P. Tobar et J.
d'Acosta" en Revue des Questions Historiques, París, 1885
t. XXXVIII, p. 109 y ss; Luis Leal, "El Códice Ramírez"
en Historia Mexicana, México, 1953, 111 así como un trabajo
de Roberto Barlow "La Crónica X".
También véase George Kubler and Charles Gibson The
Tovar Calendar, en Memoir o/ the Connecticut Academy oj
Arts and Sciences, Vol. XI, January 1951, apendix.
Fuente: Fray Diego Durán, O.P. Historia de las Indias de
Nueva España y Islas de Tierra Firme. 2 v. y un atlas. México,
D. F. Editora Nacional, 1951, 11-135-146.

EL CULTO DE TLALOC

En la relación que hicimos del ídolo llamado Huitzilopochtli


a quien los mexicanos celebran solemnísima fiesta dije cómo
junto a la pieza donde él estaba en el mismo templo tenía
420 ERNESTO DE LA TORRE

otro compañero a causa de que no estuviese menos honrado


y reverenciado que él, pues le tenían en la misma reputación
de dios que a esos otros y a quien honraban con tantos sa-
crificios y ceremonias, como al que más y adorábanle como
a dios de los aguaceros y de los rayos, truenos y relámpagos
y de todo género de tempestades cuya historia dará mucho
gusto a los oyentes por haber en ella mucho que notar y aún
de qué dar gracias a nuestro Dios por haber sacado de tan
gran error y ceguedad a esta miserable gente que tan enga-
ñada y metida en tan intolerables errores estaban.
Cuanto a lo primero es de saber que a este ídolo lo llaman
Tlaloc (al cual en toda la tierra) tenían gran veneración y
temor y a cuya veneración se ocupaba toda la tierra general-
mente, así los señores reyes y principales como la gente co-
mún y popular; el asiento perpetuo del cual era en el mismo
templo del gran Huitzilopochtli y a su lado donde le tenían
hecha una pieza particular y muy aderezada de los aderezos
comunes de mantas, plumas, joyas y piedras, todo lo más rico
que podían. La estatua del cual era de piedra labrada de una
efigie de un espantable monstruo la cara muy fea a manera
de sierpe con unos colmillos muy grandes y encendida y co-
lorada a manera de un encendido fuego en lo cual denotaban
el fuego de los rayos y relámpagos que del cielo echaba
cuando enviaba las tempestades y relámpagos el cual para
denotar lo mismo tenía toda la vestidura colorada: en la
cabeza tenía un gran plumaje hecho a manera de corona,
todo de plumas verdes y relumbrantes, muy vistosas y ricas:
al cuello tenía una sarta de piedras verdes, por collar de unas
piedras que llaman chalchihuitl con un joyel en medio de
una esmeralda redonda engastada en oro: en las orejas tenía
unas piedras que llamamos de hi jada de las cuales colgaban
unos zarcillos de plata: tenía en las muñecas unas ajorcas de
piedras ricas y otras en las gargantas de los pies y así no
había ídolo más adornado ni más aderezado de piedras y
joyas ricas que este a causa de que los más principales vale-
rosos y ricos hombres acudían a él con sus ofrendas de aven-
tajadas piedras y joyas ofreciéndolas a causa de que opinaban
que cuando caía algún rayo y mataba a alguno que era herido
con piedra y así toda la más ofrenda que a este ídolo se
ofrecía eran piedras y joyas riquísimas, poniéndole en la
mano derecha un relámpago de palo color morado y ondeado
a la manera que el relámpago se pone desde las nubes al
suelo culebreando. Tenía en la mano izquierda una bolsa de
LECTURAS HISTORICAS MEXICANAS 421

cuero llena siempre de copal que es un incienso que nosotros


llamamos anime, tenían sentado a este ídolo en un galán
estrado de una manta verde pintada de muy galanas pinturas;
tenía todo el cuerpo de hombre, aunque la cara, como di je,
era de monstruo espantable y fiero. Llamaban el mismo nom-
bre de este ídolo a un cerro alto que está en términos de
Coatlychan y Coatepec y por la otra banda parte términos con
Hnetxotzingo. Llaman hoy en día a esta sierra Tlalocan y
no sabré afirmar cuál tomó la denominación de cual: si tomó
el ídolo de aquella sierra: del ídolo y lo más probable pode-
mos creer es que la sierra tomó del ídolo, porque como en
aquella sierra se congelan nubes y se fraguan algunas tempes-
tades de truenos y relámpagos y rayos y granizos, llamáronle
Tlalocan, que quiere decir el lugar de Tlaloc.
En este cerro, en la cumbre de él, había un gran patio
cuadrado, cercado de una bien edificada cerca de estadio y
medio, muy almenada y encalada, la cual se divisaba de
muchas leguas. A una parte de este patio estaba edificada
una pieza mediana cubierta de madera con una azotea toda
encalada de dentro y de fuera ; tenía un pretil galano y
vistoso; en medio de esta pieza, sentado en un estradillo tenían
al ídolo Tlaloc, de piedra, a la manera que estaba en el
templo de Huitzilopochtli. A la redonda de él había cantidad
de idolillos pequeños que lo tenían en medio como a principal
Señor suyo y estos idolillos significaban todos los demás ce-
rros y quebradas que este gran cerro tenía a la redonda
de sí, los cuales todos tenían sus nombres, conforme al .cerro
que representaban, los cuales nombres hoy en día les duran,
porque no hay cerro ninguno que no tenga su nombre y así
los mismos nombres tenían aquellos idolillos que estaban a
la redonda del gran ídolo Tlaloc, acompañándole, como los
demás cerros acompañaban a la sierra.
Celebraban la fiesta de este ídolo a veinte y nueve de
abril y era tan solemne y festejada que acudían de todas las
partes de la tierra a solemnizarla, sin quedar rey ni señor, ni
grande ni chico que no saliese con sus ofrendas al efecto.
Caía este ídolo en una de las fiestas señaladas de su calen-
dario, a la cual llamaban Hueitozoztli, por lo cual era la fies·
ta más solemne y festejada con dobladas ceremonias y ritos
a causa de juntarse la una de las fiestas que ellos tenían de
veinte en veinte días que era como domingo, el cual habían
de cesar todas las obras comunes y serviles de lo cual tenían
precepto como nosotros de santificar las fiestas. Enderezá-
422 ERNESTO DE LA TORRE

base esta fiesta para pedir buen año a causa de que ya el


mafa que habían sembrado estaba todo nacido. Acudían a
celebrarla, como dije, el gran rey Moctezuma (al monte re·
ferido') con todos los grandes de México, de caballeros y se-
ñores de toda la nobleza. El rey de Acoloacan Nezahual-
pitzintly con toda la nobleza de su tierra y reino, luego al
mismo efecto y juntamente venía el rey de Xochimilco y de
Tlacopan con todos sus grandes señores, de suerte que acu-
dían al cerro Tlalocan toda la nobleza de la tierra, así de
príncipes y reyes, como de grandes señores, así de esta parte
de la sierra nevada como de la otra, de la parte de Tlaxcallan
y H uexotzinco, para los cuales señores se hacían grandes y
vistosas chozas y ramadas, conforme a la calidad de las per-
sonas pertenecían de tan poderosos reyes y señores y tan
temidos y reverenciados, haciendo para cada rey y parcia-
lidad en distintos lugares del monte casas pajizas con sus re.
tretes y apartados, como cosa que hubiera de ser durable y
todos a la redonda de aquel gran patio, que dije había en
lo alto, de donde el día, luego en amaneciendo salían todos
estos reyes y señores con toda la demás gente y tomaban un
niño de seis o siete años y metíanlo en una litera por todas
partes cubierto que nadie lo viese y poníanlo en los hombros
de los principales y puestos todos en ordenanza iban como
en procesión hasta el lugar del patio al cual llamaban Tetza-
cualco y llegados allí, delante de la imagen del ídolo Tlaloc,
mataban aquel niño dentro de la litera que nadie lo veía al
son de muchas bocinas y caracoles y flautillas mataban a
este niño los mismos sacerdotes de este ídolo. Después de
muerto llegaba el rey Moctezuma con todos sus grandes y
gente principal y sacaban un aderezo y rico vestido para el
ídolo y entrando donde el ídolo estaba, él mismo, con su pro-
pia mano, le ponía en la cabeza una corona de plumas ricas
· y luego le cubría con una manta la más costosa que podía
haber y galana de muchas labores de plumas y figuras de
culebras; en ella poníanle un ancho y grande braguero ceñi-
do no menos galano que la manta, echándole al cuello pie-
dras de mucho valor y joyeles de oro; poníanle ricas ajorcas
de oro y piedras y a las gargantas de los pies y juntamente
vestía a todos los idolillos que estaban junto a él. Acabado
Moctezuma de vestir al ídolo y de ofrecer delante de él mu-
chas y muy ricas cosas entraba luego el rey de Tetzcoco
Nezahualpilli no menos cercado y acompañado de grandes
señores y llevaba otro vestido a la misma manera y aún si
LECTURAS HISTORICAS MEXICANAS 423

en algo podía aventajar se aventajaba y vestía al ídolo muy


costosamente y a los demás idolillos excepto que la corona
no se la ponía en la cabeza, empero colgábasela al cuello, a
las espaldas y salíase. Entraba luego el rey de Tlacopan con
su vestido y ofrenda y a la postre el de Xochimilco acom·
pañado con todos los demás, con otro vestido muy rico de
mantas, brazaletes, collares, mantillas, orejeras, a la misma
manera que los demás lo habían hecho, poniéndole la coro-
na en los pies : y así entraban todos a ofrecer cual manta,
cual joya, cual piedra o plumas como entran a ofrecer el
Viernes Santo a la adoración de la cruz y acabando de ofre-
cer salíanse acá afuera, quedando la pieza tan rica de oro
y joyas y piedras y mantas y plumas que bastara a enri-
quecer a muchos pobres.
Vestido ya el ídolo y los demás idolillos a la manera que
hemos oído, sacaban luego la suntuosa comida que cada rey
había mandado aderezar de gallos y gallinas y casas con
muchas maneras de pan a su modo y sirviendo el mismo
Moctezuma de maestresala entraba al aposento donde estaba
el ídolo y administrándole sus grandes la comida henchían
lo restante de la pieza de aquellos potajes de aves y casas
con muchos cestillos de pan hecho de muchas diferencias
y de jícaras de cacao todo muy bien aderezado y guisado y
tanto en abundancia que no cabía en la pieza y así ponían
por acá de fuera. Luego venía el rey de Tetzcoco con su co-
mida, no menos opulenta y soberbia y daba de comer al
ídolo con el mismo orden que Moctezuma, sirviendo el mismo
de maestresala. Luego venía el de Tlacopan y hacía lo mis-
mo y tras él, el de Xochimilco y ofrecían tanta comida que
afinnan los que dan esta relación (como hombres que lo
vieron) que era tanta la comida que se ofrecía de potajes y
pan y cacao hecho a la manera que ellos lo beben que se
henchía mucha parte del patio acá fuera, que era muy
de ver, especialmente que toda la loza con que lo servían
era nueva y los cestillos y vasos donde estaba el cacao que
no se habían estrenado. Acabado de poner la comida venían
los sacerdotes que habían degollado al niño con la sangre
en un lebrillej o y el principal de ellos con un hisopo en la
mano, el cual lo remojaba en aquella sangre inocente y ro-
ciaba al ídolo y a toda la ofrenda y toda la comida y si algu-
na sangre sobraba íbanse al ídolo Tlaloc y lavábanle la cara
con ella y el cuerpo y todos aquellos idolillos sus compañeros
y el suelo y dicen que si aquella sangre de aquel niño no
424 ERNESTO DE LA TORRE

alcanzaba mataban a otros dos para que se cumpliese la cere-


monia y se supliese la falta. Acabadas todas estas ceremo-
nias bajábanse todos al poblado a comer, porque no podían
comer allí en aquel lugar, teniendo en ello superstición y
agüero, y así, acá en los pueblos cercanos tenían muy bien
aderezada la comida con mucha abundancia y suntuosidad,
conforme a reyes y príncipes y grandes señores, volviéndose
cada uno a su ciudad.
Cuando alguno de los reyes estaba impedido por alguna
urgente necesidad que no podía ir en persona, enviaba a su
lugarteniente o delegado con todo el aparato dicho y ofrenda
para que ellos en su nombre lo ofreciesen e hiciesen todas
las demás ceremonias que hemos contado, lo cual todo con·
cluido constituían una compañía de cien soldados de los más
valientes y valerosos que hallaban con un capitán y dejában·
los en guarda de toda aquella rica ofrenda y abundante co·
mida que allí se había ofrecido a causa de que los enemigos
que eran los de Huexotzingo y Tlascallan no lo viniesen a
robar y a saltear, porque si acaso se descuidaban de poner
aquella guarda o los centiles de velar, venían de noche los
enemigos y desnudaban al ídolo y robaban toda aquella ri-
queza, que allí habían ofrecido, de lo cual todos los mexi-
canos y todas las demás provincias de la parcialidad me-
xicana recibían grandísima afrenta y enojo, y así los soldados
que se descuidaban pagaban con su vida su descuido, empero
como el ardid de los mexicanos y astucia siempre fue mucha,
las más de las veces dicen que fingiéndose dormidos de_jaban
entrar a los enemigos y cebarse en las presas y después que
los tenían cebados y a su salvo salían de improviso y da-
ban en ellos que no quedaba hombre con vida. Esta guardia
duraba hasta que toda aquella comida y cestillos y jícaras se
pudrían y las plumas se pudrían con la humedad: todo lo
demás lo enterraban allí y tapiaban la ermita hasta otro año,
porque en aquel lugar no asistían sacerdotes ni ministros,
sólo la guardia dicha, la cual remudaban cada seis días, para
lo cual había señalados pueblos de los más cercanos para que
proveyesen de soldados para hacer esta guardia todo el tiem·
po que duraba el temor de que los enemigos habían de sal-
tear al ídolo y la ofrenda. Acabada la ofrenda del monte y
todo lo dicho,· apresurábanse los señores a acudir a la cele-
bración y santificación de las aguas que aquel mismo día se
hacía en la laguna y en todas las fuentes y manantiales y
en todas las sementeras, haciendo sus sacrificios y ofrendas
LECTURAS HISTORICAS MEXICANAS 425

las cuales contaré muy a la larga cuando en el calendario


trataremos del día festivo de Hueitzoztli porque todo pertenece
para aquel lugar.
Mientras los señores en el monte que dijimos de Tlalocan
muy amaneciendo celebraban con toda la prisa posible para
hallarse en la del sacrificio de las aguas la fiesta de Tlaloc
en aquel monte con la solemnidad y riquezas dichas, los que
quedaban en la ciudad, donde tenían la imagen del ídolo
en el templo de Huitzilopochtli tan suntuosa y ricamente ade-
rezada aparejaban con la misma solemnidad la de las aguas,
especialmente los sacerdotes y dignidades de los templos con
todos los mozos y muchachos de los recogimientos y colegios,
vistiéndose de nuevos aderezos y haciendo muchas diferen-
cias de bailes y entremeses y juegos y poniéndose diferentes
disfraces como fiesta principal suya, casi a la manera que
los estudiantes celebran la fiesta de San Nicolás. Todos estos
juegos y fiestas se hacían a un bosque que se hacía en el
patio del templo delante de la imagen del ídolo Tlaloc, en me-
dio. del cual bosque hincaban un árbol altísimo, el más alto
que en el monte podían hallar, al cual ponían por nombre
TOTA que quiere decir nuestro padre todo enderezado a
que aquel ídolo era dios de los montes, bosques y de las aguas
y así esta solemnidad y fiesta se iba a concluir a la laguna
al tiempo que se tenía noticia que ya descendían de los mon-
tes y se acercaban a la laguna para embarcarse en las canoas
que los estaban esperando, tantas en cantidad cuanto era el
número de los señores y principales y gente que había ido,
1

que cubrían las riberas de la laguna, todas muy entoldadas


y aderezadas, especialmente las de los reyes, pues para . cada
uno había una particular con mucha cantidad de remeros
que las llevaban volando. Y antes que pasemos adelante sobre
la relación de esta segunda fiesta que de la ciudad salía,
quiero decir del bosque y árbol llamado TOTA.
Es de notar que la fiesta se solemnizaba en nombre de
padre, que quiere decir tota, para que sepamos que reveren-
ciaban al padre y al hijo y al espíritu santo y decían tota,
topiltzin y yolometle, los cuales vocablos quieren decir nues-
tro padre y nuestro hijo y el corazón de ambos haciendo
fiesta a cada uno en particular y a todos tres en uno, donde
se nota la noticia que hubo de la trinidad entre esta gente.
Para que a todo demos satisfacción y no quede la rela-
ción manca, es de saber que ante§ del día propio de la fies-
ta de este ídolo, hacían un bosque pequeño en el patio del
426 ERNESTO DE LA TORRE

templo, delante del oratorio de este ídolo Tlaloc donde po-


nían muchos matorrales y montecillos y ramas y peñasquillos
que parecía cosa natural y no compuesta y fingida ; en
medio de este bosque ponían un árbol muy grande y coposo
y alrededor de él otros cuatro pequeños, el cual árbol traían
a la manera que dije y es que iban todos los ministros y
mancebos de los templos y recogimientos, escuelas y colegios
y pupilajes y todos sin quedar chico ni grande, mozo ni viejo,
iban al monte de Cuihuacan y en todo él buscaban el árbol
más alto, hermoso y coposo que podían hallar y el más de-
recho y grueso. Hallado el árbol a su propósito con unas
sogas cogíanle todas las ramas liándoselas al tronco muy bien
liadas, de suerte que ninguna rama ni hoja de él pudiese ser
arrastrada por el suelo: acabado que le acababan de liar ve-
nían los hacheros y cortaban el árbol, el cual tenían atado
con otras sogas, de suerte que cortado no cayese al suelo, sino
que como iba cayendo lo iban sosteniendo con aquellas sogas
y con horquillas, de suerte que le iban recibiendo en las ma-
nos. Después de recibido así en peso sin que llegase al suelo
le sacaban del monte, dejándole unos y tomándole otros a
trechos, sin ponerlo en el suelo a descansar, remudándose
unos y luego otros, para lo cual había gran multitud de
gente que no sentían el trabajo antes venían y le traían con
gran regocijo de cantos y bailes y algazaras y así le metían
en México con el mismo alboroto que suelen y llevábanle
al templo ·dicho donde en medio de aquel bosque tenían hecho
un hondo hoyo donde en llegando lo plantaban tan derecho
y bien puesto que parecía ser nacido allí y luego le torna-
ban a desliar las sogas con que tenía liadas las ramas y tor-
nábase a extender y ensanchar como había estado en el
monte. A este árbol ponían por nombre TOTA, que quiere
decir nuestro padre, a causa de que a la redonda de él
ponían otros cuatro más pequeños, quedando él como por
padre de los demás. Puesto el árbol grande y los cuatro
pequeños en cuadra, quedando TOTA en medio, de cada arbol-
cillo pequeño salía una soga de paja torcida y venía a
atarse al de en medio grande, de manera que de los cuatro
arbolillos salían cuatro sogas y venían todas cuatro a atarse
al árbol de en medio que se decía tota. Tenían estas sogas
en el campo que había desde el arbolillo donde estaba atada
hasta el mayor muchas borlas colgadas a trechos hechas del
mismo esparto o paja. Dicen que significaban estas sogas
ásperas, la penitencia y aspereza de la vida, que hacían los
LECTURAS HISTORICAS MEXICANAS 427

que servían a los dioses, y así dicen que Nezahualcoyotl y


su hijo Nezahualpilly tomaron el sobrenombre de estas so-
gas, porque Nezaualpilly quiere decir señor penitente o abs-
tinente y digo que tomó el sobrenombre de estas sogas, porque
las llamaban nezahualmecatl, que quiere decir, sogas de pe-
nitencia y hablando a nuestro modo, quiere decir como cili-
cio, porque en realidad, de verdad antiguamente los peniten-
tes las usaban a las carnes aquellas sogas fü. peras, para
castigar las carnes. Hincado aquel palo o árbol grande con
los demás pequeños y a todas las sogas penitenciarias, los
grandes sacerdotes y dignidades muy vestidos de pontifical
(como dicen) sacaban una niña de siete o de ocho años
metida en un pabellón que no la veía nadie, tapada de todas
partes, a la manera que los señores habían llevado el niño
que dijimos al monte. A la misma manera, estos sacerdotes
sacaban a esta niña en hombros, metida en aquel pabellón,
toda vestida de azul, que representaba la laguna grande y
todas las demás fuentes y arroyos: puesta una guirnalda en
la cabeza de cuero colorado y al remate una lazada con una
borla azul de plumas, la cual niña metían en aquel pabellón
en aquel bosque y sentábanla debajo de aquel gran árbol
vuelta la cara hacia donde el ídolo estaba y luego traían un
tambor y sentados todos sin bailar, teniendo la niña delante
le cantaban muchos y diversos cantares. Duraba este canto
hasta que venía nueva que los señores habían concluido con
la ofrenda y sacrificio en el monte y que ya ha jahan a se
embarcar. Tenida la noticia tomaban la niña en su pabellón
y embarcábanla en una canoa y juntamente quitaban el árbol
grande tornándole a liar las ramas y poniéndolo en una
balsa en el agua y sin cesar de tañer y cantar con innumera-
bles canoas que iban acompañando mujeres y hombres y niños
para ver la fiesta la llevaban al medio de la laguna con
toda la prisa posible y llegados a aquel lugar que ellos lla-
man Pantitlan, donde la laguna tiene su sumidero y donde
hace un remolino notable de cuando en cuando, cuando se
sume el agua peligrando allí muchas calloas que por descuido
e inadvertencia pasan por encima de él, llegados, pues, a aquel
lugar, los grandes señores, por una parte, y los de la ciudad
por otra, tomaban luego aquel árbol grande TOTA e hincá-
Lanlo en el cieno junto al ojo de agua o sumidero, tornán-
dole a desatar las ramas y el acoparse y luego tomaban a la
niña, así dentro de su pabellón y con una fisga de matar
patos la degollaban y escurrían la sangre en el agua. Acabada
428 ERNESTO DE LA TORRE

de escurrir la arrojaban en el agua, en derecho de aquel


sumidero, la cual dicen que se la tragaba, de suerte que
nunca más parecía acabada de echar la niña; llegaban los
reyes a ofrecer en sus canoas unos en pos de otros y todos
los señores y ofrecían tantas riquezas de joyas y piedras y
collares y ajorcas en tanta abundancia, como en el monte
habían ofrecido, echándolo todo en la laguna en el mismo
lugar que habían echado a la muchacha, donde cada año
echaban tanta cantidad de oro y piedras y joyas que era
maravilla y aún hay opiniones que aquel gran tesoro de Moc-
tezuma que se desapareció cuando se ganó la tierra, que la
fiesta que se hizo mientras don Hernando Cortés estuvo re-
haciéndose en Tlaxcallan, que los indios lo echaron todo allí
en aquel ojo de agua, el cual sumidero se ha cegado con el
mucho lodo y cieno y con haberlo dejado de limpiar, como
solían cuando iban a hacer este sacrificio, el cual acabado y
la ofrenda con todas las demás ceremonias de hincar allí el
árbol TOT A cesaba el tañer y el cantar y todos los demás
regocijos y con mucho silencio se volvían todos a la ciudad,
con lo cual fenecía la fiesta, aunque no las ceremonias que
los labradores y serranos hacían en las labranzas y sementeras
y en los ríos y fuentes y manantiales, que como cosa particu-
lar lo dejo para en su lugar y es el principal aviso que se
debe dar para que los ministros y confesores estén advertidos
en ellas para descargo de sus conciencias, a causa de que en
la era de ahora se usan y lo he hallado muy común, espe.
dalmente en los pueblos llegados a serranías. El árbol dfoho
se dejaba allí hincado hasta que él, de podrido se caía, y
como cada año hincaban un árbol de aquellos, dizque había
tantos árboles secos de aquellos junto a aquel ojo de agua
que ya los ponían apartados de él por no haber lugar y que
esto sea así, yo me acuerdo que pasando esa laguna, muchas
veces en canoa, vi los troncones de los árboles ya muy viejos
hincados en el agua y queriéndome satisfacer que fuese por
haber sido siempre en esto curioso de preguntar, me decían
que eran árboles que antiguamente había allí y como igno-
raba el principio creí que eran árboles nacidos allí hasta
que vine a sacar de raíz lo que era y creo hoy día hay ves-
tigios de ellos y dicen estos naturales que si aquel ojo de
.agua se alegrase y limpiase, que se hallarían muchas cosas
preciosas de oro y plata y joyas y piedras y grandes rastros
y vestigios de los sacrificios pasados.
Y no quiero dejar confusión en la variedad que de esta
LECTURAS HISTORICAS MEXICANAS 429

relación hall~ y es que unos dicen que era sumidero y otros


que no, sino manantial y que salía por allí en tiempo de aguas
mucha cantidad de aguas que henchían toda la ciudad de
México y sus acequias de agua y casi anegaba todos los pue-
blos que en sus playas y riberas había; que acontecía subir
el agua hasta sus pertenencias, como lo afirman los de Chimal-
huacan, Ateneo y los de Chicaloapan y toda la cordillera que
está de pueblezuelos vera de la laguna hasta Tetzcoco admi-
rándose ahora como cada año va a menos y no a más y que
si no fuese por los ríos y grandes fuentes que entran en ella
y la sustentan, creen ya se hubiera secado y en esto fundan ,.
su razón los que dicen que aquel ojo era manantial y que a
esta causa se seca y que si se tornase a limpiar que correría
la ciudad mucho peligro, supuesto que las acequias que había
en México en la infidelidad suya, que eran muchas, están ce-
gadas y que no hallaría el agua por donde se extender y de
necesidad se anegaría. Los que tienen la contraria opinión
de que era sumidero dicen que las fuentes del marquesado pro-
ceden de allí, y que se ha visto manifiestamente por expe-
riencias que han hecho para satisfacerse y más dan otra razón
que lo que por aquellos mineros se resuma se reviente por
debajo de la tierra y que va a la ciudad de México y que a
esa causa se halla el agua tan somera en donde quiera que
cavan y que el tragarse a aquella niña daba testimonio de
ser sumidero. Esta no es razón que tiene mucha eficacia, por-
que el tragarse a aquella nifia el agua podía haber engaño y
falsedad en aquellos embaidores de los sacerdotes que no se
desvelaban en otra cosa, sino en hacer en creyentes a todo
el común que los ídolos hacían milagros y maravillas para
que les cobrasen más miedo y reverencia, por ser esta una
gente que les mueve más lo que ven que no lo que oyen, muy
devotos de Santo Tomás y de ver y creer como los judíos sus
antepasados que pedían a Christo algunas señales del cielo
y así veían que esta niña ofrecida y sacrificada al diablo
Tlaloc y en nombre de la laguna y echada en el agua, se la
tragaba y nunca más salía como suelen salir los cuerpos sobre
aguados y no caían en que aquellos malditos ministros del
demonio les debían de poner algunas piedras para que se fue-
sen al fondo. Tenían tan creído que el dios de la agua se
la comía y llevaba para sí que hoy en día, con mucha difi-
cultad les he podido persuadir lo contrario, diciendo que en
echando aquella niña en el agua, hacía el agua un gran ruido
430 ERNESTO DE LA TORRE

y que cuando se la tragaba juntamente con el ruido hacía el


agua un gran remolino, como no son cosas de fe es cosa fácil
el creer lo que cada uno, con su buen juicio, le pareciere, que
lleva más camino y apariencia de verdad de decir que hoy
en día; los que navegan esta laguna huyen de aquel lugar y
no osan pasar por él, acordándose de los muchos naufragios
que antiguamente tenían los que por allí pasaban y aun por
las muchas desgracias que de noche suceden en aquel lugar
ahogándose algunos y es forzoso pasarla de noche por temor
de las tempestades y aires que entre día en ella se levantan.
Hay una cosa en esta laguna muy notable y es que muchas
veces se embravece y alborota en aquel lugar sin hacer viento
y hierve allí el agua y echa espuma y haciendo muchas con-
jeturas de lo que puede ser, debe ser que aquel ojo de agua
o respiradero de esta laguna está ya cegado con el mucho
cieno y el agua y aire juntamente está represado que no pue-
de salir y querría hacer su curso. Deben estos dos elemen-
tos de hacer alguna violencia y causar aquel extraño movi-
miento en la laguna y aquel huracán y es cierto verdad que
como testigo de vista diré lo que me aconteció a mí y a otro
religioso en medio de ella y es que yendo con mucha bonanza
una mañana navegando con mucho contento, de improviso,
sin hacer ningún aire ni viento de ninguna parte, se levantó
un huracán y movimiento tan extraño que pensamos ser aho-
gados y preguntando yo a los remadores que nos llevaban
(que no menos espantados y temerosos estaban que nosotros)
qué fuese la causa de aquel tan inopinado terremoto y hura-
cán sin hacer viento ni memoria de él, respondieron que era
el aire que estaba debajo del agua y que quería salir y que
aquello acontecía muchas veces y entiendo ser lo que tengo
dicho que el aire metido en los poros de la tierra en aquellos
lugares hace causar aquel movimiento por salir en el agua y
no es mucho pues causa los temblores de tierra y mueve me-
dio mundo. Y porque sepamos la patraña y cuento de donde
procede nuestra madre la laguna, quiero contar lo que con
todo su juicio me contaron unos flemáticos viejos, pregun-
tándoles yo qué noticia tenían del origen de aquella laguna
o lo que de ello sospechaban y di jéronme que lo que sabían
era: que procedía de la mar; pidiéndoles la razón y ocasión
que para pensarlo tenían, me dijeron: que los reyes antiguos
teniendo deseo de donde tenía principio esta laguna hicieron
muchas diligencias para lo saber y sacar en limpio especial-
LECTURAS HISTORICAS MEXICANAS 431

mente que la veían crecer y menguar y estar unas veces de


una color y otras de otro y enviando gente por muchas par-
tes dicen que hacia la costa vieron un río que salía de la
mar y que a poco trecho se hundía y hoy en día se hunde y
que para saber donde iba a salir aquel río, que echaron en
el boquerón donde se sumía una calabaza gruesa y redonda,
lisa, toda llena de algodón y muy bien tapada para que no le
entrase agua y que echada dieron aviso a México para que
se tuviese cuenta si aquella calabaza pareciese en alguna par-
te de la laguna o en algún río o fuente y que puestas muchas
espías y buscas en la laguna al cabo de algunos días hallaron
la calabaza nadando encima del agua en la laguna grande:
cosa es que puede ser y bien se puede creer, pues el agua mis-
ma da testimonio de sí y de dónde procede con su maleza,
porque lo uno ella es salobre y gruesa y sucia y unas veces
está clara y otras muy turbia, otras veces azul y otras verde
y otras muy negra; es agua que no cría pescado y todo el
que de la agua dulce entra en ella y de las fuentes, todo se
muere y luego lo echa a la orilla y causa muy poca salud a
México con sus malos vapores y hedor, en especial en tiempo
de seca.
He traído todo esto para contar el sacrificio que a la la-
guna se le hacía el mismo día de Tlaloc, el cual día como
hemos visto era solemnísimo para ello y de gran contento;
y si bien consideramos el cuidado y solicitud con que la so-
lemnizaban y traba jo de ir al monte y venir del monte e ir
a la laguna- y venir de la laguna, el ofrecer tanta cantidad de
cosas preciosas y ricas, sacrificando sus mismos hijos e hijas,
sirviendo al demonio de noche y día por cerros y quebradas,
sin discrepar un año más que otro en ninguna ceremonia
sernos a gran confusión el considerar la flojedad y tibieza,
quiebras y faltas con que servimos a Nuestro verdadero Dios y
aún consentimos que sea servido poniendo más cuidado en lo
temporal que en lo espiritual, contentándonos con las aparien-
cias de christianos que los indios nos fisguen sin procurar
arrancar de raíz la cizaña que anda revuelta con el trigo.
Cierto es confusión nuestra y vergüenza grande que viendo
con cuanto cuidado el demonio era servido de noche y de día
consintamos que la suma bondad de Nuestro verdadero Dios
y Señor sea con tanta flojedad y negligencia reverenciado y
creído y adorado, sin poner la solicitud y cuidado y la vida
(pues tenemos obligación de ponerla por su amor) para que
su nombre sea ensalzado y su santa fe y ley guardada, pug-
432 ERNESTO DE LA TORRE

nando por desterrar la engañosa y mentirosa fe y error de esta


miserable gente en que todavía estriban y ponen su confianza,
pues es mentira y falsedad engañosa y lo que les enseñamos
eterna y suma verdad y bienaventuranza para lo cual de-
bían los que tratan con ellos y de su conversión procurar de
saber muy bien la lengua y entenderlos si pretenden hacer
algún fruto pues en ello va la salvación y vida del alma o la
dañación del uno y del otro y no se contenten con decir que ya
saben un poco de lengua para confesar y que aquello les basta,
lo cual es error intolerable, porque para este sacramento es
menester más lengua e inteligencia de ella que para otro nin-
guno para saber examinar la enmarañada conciencia en ido-
latrías encubiertas de muchos años de algunos penitentes y no
tengan los prelados tanto error en decir que ya sabe lengua
el ministro para confesar a un enfermo, que bien le pueden
fiar el sacramento. Torno a decir que es error muy grande
y poca inteligencia de los indios porque para aquel enfermo
que se está ya muriendo, es menester la buena lengua y la
buena persuasión y el declararle el bien que con aquel sacra-
mento recibe y como mediante la pasión de Cristo y su san-
gre preciosa con que aquel sacramento está bañado recibe
remisión y perdón de todos sus pecados y ponerle temor que
si no descubre sus pecados que se irá al infierno, el cual en-
fermo, lleno de temor y persuadido descubre a veces lo que
había cuarenta y cincuenta años que encubría como habrá
acontecido y acontece a cada paso. Miren por amor de Cristo
crucificado como se encargan de este negocio tan importante
que no basta ser uno lengua como quiera, pues querrá predi-
carles y declararles los misterios de la fe y amonestarles la
verdad y predicará error y mentira lo cual se ha de tener por
cosa perjudicial y para las conciencias que lo encomiendan y
de ello se encargan no muy seguro, lo cual me admira de al-
gunas personas con cuanta seguridad se encargan de ello y
comen y beben y duermen tan sin cuidado, como si no hu-
bieran de dar a Dios cuenta de los que por sus culpas se
van al infierno, contentándose con dos vocablos generales
que son ( tleytoca) ( ygualaz) que son los vocablos prime-
ros que los conquistadores deprendieron cuando vinieron a la
tierra con otros vocablos tan groseros y toscos que los indios
demás de reírse y hacer burla y escarnio de ellos, no Jos
entienden ni saben lo que quieren decir.

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