Bolilla 6. San Martin
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Bolilla 6. San Martin
FACULTAD DE FILOSOFIA,
HUMANIDADES Y ARTES
DEPARTAMENTO DE HISTORIA
CATEDRA. HISTORIA AMERICANA II
PROYECCIÓN DEL RÍO DE LA PLATA EN EL PROCESO DE
INDEPENDENCIA. SAN MARTÍN Y LA CAMPAÑA DE CHILE,
C U R S O 2009
Juan de San Martín se incorporó a los dieciocho años al regimiento de Gra naderos
de Lisboa en España y con el grado de teniente es destinado al Río de la Plata para cumplir
órdenes de don Pedro CevalIos quien le encomienda la instruc ción del Regimiento de
Infantería Buenos Aires, bloqueando con el mismo la Colonia: del Sacramento en manos de
los portugueses.
El gobernador de las Colonias del Río de la Plata era ya Bucarelli que había
reemplazado a Cevallos, envía a don Juan de San Martín para cumplir con la or den emitida
por la Corona de España de expulsar a los jesuitas y para cumplimentada se instala en
Yapeyú (provincia de Corrientes) centro de una de las mi siones, con el grado de Mayor y
Administrador de esas posesiones jesuíticas llamadas Las Caleras de las Vacas. .
Renuncia a dicho cargo en Marzo de 1774 cuando ya era Gobernador Juan José
Vértiz quien reconoce la honradez, hidalguía y celo con que cumpliera esas funciones;
posteriormente se le nombra como gobernador de Yapeyú para dar cumplimiento a órdenes
guerreras y administrativas. .
La madre del Libertador, Doña Gregoria Matorras, nacida también en Castilla la Vieja se
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
traslada a Buenos Aires en 1767 y en 1770 contrae matrimonio con Don Juan de San Martín
mediante el poder que éste concede a Don Juan Francisco Sumalo. .
En Yapeyú nacen cinco hijos: Manuel Tadeo, Juan Fermín, Justo, José Francisco y
María Elena. En 1784 parte rumbo a España la familia San Martín-Matorras donde los
cuatro hijos varones toman la carrera de las armas.
En Málaga (4-12-1796) fallece don Juan de San Martín. De allí en más s u esposa e
hija sufren los padecimientos de una angustiosa situaci6n económica que se remedia con
un reconocimiento de la Corona de España por los importantes servicios prestados por Don
Juan, su esposo.
En el mes de Marzo de 1813 fallece en.Orense la madre del General.
Son muy variables las pruebas aportadas sobre esta fecha como variable también la
importancia que sus biógrafos le han dado a la misma; el hecho surge así al no haberse
podido hallar la fe de bautismo en la iglesia de aquél su pueblo natal.
Entre sus cuatro a cinco años de edad su padre decide el retorno a España después de
una estadía en Buenos Aires, al regreso de Yapeyú.
A fines de ese año, San Martín pudo salir clandestinamente de la península ibérica y
pasar a Londres, seguramente con la colaboración de su jefe el Gral Malet. Allí, se reunió
con otros americanos como ser Carlos María de Alvear, Zapiola, Manuel Moreno y Tomás
Guido. Todos pertenecían a la "Gran Reunión Americana", que era matriz de las
organizaciones clandestinas de la península; en ella, también Simón Bolívar acababa de
prestar juramento frente al mismo Miranda, antes de regresar a Venezuela en compañía del
ilustre maestro.
Así se ligaron por un mismo juramento y en el marco de la misma organización, en el
viejo continente, el Precursor y los dos grandes Libertadores.
"En los primeros años del siglo XIX habíase generalizado en España una vasta asociación
secreta, con la denominación de Sociedad de Lautaro o Caballeros Racionales, vinculada
con la sociedad matriz de Londres, denominada "Gran Reunión Americana", fundada por el
general Miranda...en sólo Cádiz, donde residía el núcleo, llegó a contar en 1808 con más de
cuarenta afiliados, entre ellos algunos grandes de España...". (Bartolomé Mitre).
"San Martín era un americano de raza, un revolucionario por instinto, un republicano por
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convicción; era, tal vez sin él saberlo, un adepto de Miranda, que debía realizar el sueño del
maestro...". (Fernández Cabrelli).
San Martín no se embarcó directamente hacia América. Después de una estadía de tres
a cuatro meses en Londres, donde tiene contacto con camaradas de armas ingleses y
americanos, especialmente su amigo el Lord. Mc Duff, quien había combatido como
voluntario en España. También se reunieron con el venezolano Andrés Bello, el mexicano
Fray Servando Teresa de Mier, y los argentinos Tomas Guido y Manuel Moreno, iniciados
en la “Logia Gran Reunión Americana “ o Logia de los Caballeros Americanos, fundada por
Miranda en 1797, Según José Maria Rosas, allí fue admitido San Martín con el grado 5° que
era superior
Emprende su viaje al Río de la Plata en la Fragata George Canning en el mes de enero
de 1812, junto con él lo hicieron: el capitán de infantería Francisco Vera, el alférez de navío
José Zapiola, el capitán de milicias Francisco Chilavert, el alférez de carabineros reales
Carlos María de Alvear, el subteniente de infantería Antonio Arellano y e l primer teniente de
Guardias Valonas, Barón de Holmberg, este último experto artillero.
Dentro del gobierno de Buenos Aires, a su vez, la elite porteña controlaba el poder,
caracterizándose por una política que no iba más allá de sus propios intereses de clase, a lo
cual subordinaban todo, inclusive los destinos de la Revolución.
Podemos decir que la situación se caracterizaba por un caos a todo nivel y, lo que es
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peor aún, la más absoluta indecisión por parte de la dirigencia política en cuanto a los
caminos que se debían seguir
REGLAMENTO DE HONOR
“Establecimiento de una reunión mensual: Cada primer domingo del mes todos los
oficiales y cadetes en casa del comandante del regimiento. este abre la sesión, por un
pequeño discurso en el que muestra la utilidad de tal establecimiento, y la obligación que
tiene todo oficial de honor de no permitir en el seno del cuerpo ninguno que no corresponda
a él.
Concluido el discurso mandara salir oficial por oficial a uno que escriba lo que haya
notado en la comportación de algún compañero.
Concluido esto se levantará el Sargento mayor o Capitán más antiguo y correrá el
sombrero en el que cada oficial depositará su papeleta con la mano cerrada para
introducirla: recogidas las pasara al Jefe General, para que las revise en secreto, y si
encontrase alguna acusación, y el acusado se hallase presente, lo hará salir, verificado,
hará presente al cuerpo de oficiales la papeleta que ha dado motivo ala salida.
Cada oficial tiene derecho para hablar sobre el particular, que se propone, lo que
discutido a satisfacción se nombrara una comisión de tres oficiales, que serán a elección de
todo el cuerpo, para la averiguación del hecho. Pero dichos oficiales deberán ser má
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antiguos y de superior graduación que el acusado.
Hecha la averiguación se citará a junta extraordinaria, a la que la comisión de residencia
dará parte del encargo que se le ha confiado, y según que resulte de la exposición se
volverá a discutir sobre ello, cuya discusión concluida, se pasará a votación secreta, por
papeleta, y en los mismos términos en que se verifican las acusaciones; pero firmando cada
oficial su dictamen, que poco más o menos deberá ser concebido en estos términos “ el
Teniente (grado) fulano de tal no es acreedor a alternar con sus honrados compañeros ; o El
tnte. (grado) fulano de tal, es acreedor a ser individuo del cuerpo”
La pluralidad de votos será la que decida la suerte del oficial, y en caso de empate el
Jefe Principal valdrá por dos.
Si el oficial acusado saliese inocente, se le hará entrar a presencia de todo el cuerpo de
oficiales y se le dará una satisfacción por el Jefe Principal.
Si el oficial principal saliese reo, se nombrara una comisión de un oficial por clase, para
anunciarle que el respetable cuerpo de oficiales, manda y pide su licencia absoluta, y que
en el ínterin que esta se le concede, no se presente en público con el uniforme del
regimiento, y en caso de controvertir será arrancado a estocadas por el primer oficial que lo
encuentre.
Delitos por los que deben ser arrojados los oficiales:
1. Por cobardía en acción de guerra, en el que aún el agachar la cabeza será reputado
como tal.
2. Por no admitir un desafío, sea justo o injusto
3. Por no exigir satisfacción cuando se halle insultado
4. por no defender a todo trance el honor del cuerpo cuando lo ultrajen en su presencia,
o sepa que ha sido ultrajado en otra parte.
5. Por trampas infames como de artesanos
6. Por falta de integridad en el manejo de intereses, como el no pagar a la tropa el
dinero que se haya suministrado para ella
7. Por familiarizarse en grado vergonzoso con los sargentos, cabos y soldados
8. Por poner la mano en cualquier mujer aunque haya sido insultado por ella
9. Por no socorrer en acción de guerra a un compañero suyo que se halle en peligro
pudiendo verificarlo (hacerlo)
10. Por presentarse en público con mujeres conocidamente prostituidas
11. Por concurrir a casas de juego que no sean pertenecientes a la clase de oficiales, es
decir jugar con personas baja, e indecentes.
12. Por hacer uso inmoderado de la bebida en términos de hacerse notable con perjuicio
del honor del cuerpo.
…………………………………………………………………………………………………….
NOTA. El cuerpo de oficiales tiene el derecho de reprender (por voz de su Jefe) a todo
oficial que no se presente con aquel aseo propio del honor del Cuerpo, y en caso de
reincidencia sobre este defecto, quedará comprendido en los artículos de
separación de él.
En todo momento, el Libertador demostró tener cuatro cualidades que son las
que, en definitiva, marcaron la enorme distancia que había entre él y el resto de los
hombres que lo seguían: visión panorámica, resolución firme, cabeza fría y voluntad
terca.
Solucionados estos dos aspectos, le faltaba uno que era, tal vez, el más complicado:
consolidar el frente interno de la Revolución en el Río de la Plata, poniendo fin o por lo
menos obligando a postergar la guerra civil entre Buenos Aires y los caudillos de las
provincias. Para ello, estableció contacto directo con José Artigas y con Estanislao López
(los principales caudillos federales) para convencerlos de la necesidad de no pelear entre
hermanos y de ocuparse del enemigo español.
San Martín escribió a Estanislao López lo siguiente:
"Paisano y muy señor mío: el que escribe a usted no tiene más interés que la felicidad de la
Patria. Unámonos paisano mío, para batir a los maturrangos que nos amenazan; divididos
seremos esclavos, unidos estoy seguro que los batiremos. Hagamos un esfuerzo de
patriotismo, depongamos resentimientos particulares y concluyamos nuestra obra con
honor. La sangre americana que se vierte es muy preciosa, y debía emplearse contra los
enemigos que quieren subyugarnos.
Unámonos, repito, paisano mío. El verdadero patriotismo en mi opinión consiste en hacer
sacrificios; hagámoslos, y la Patria sin duda alguna es libre, de lo contrario seremos
amarrados al carro de la esclavitud.
Mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas.
En fin paisano, transemos nuestras diferencias; unámonos para batir a los maturrangos que
nos amenazan, y después nos queda tiempo para concluir de cualquier modo nuestros
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disgustos, en los términos que hallemos por convenientes, sin que haya un tercero en
discordia que nos esclavice...". (José de San Martín).
"Mi más apreciable paisano y señor: no puedo ni debo analizar las causas de esta guerra
entre hermanos. Y lo más sensible es que siendo todos de iguales opiniones en sus
principios, es decir, de la emancipación e independencia absoluta de la España. Pero sean
cuales fueran las causas, creo que debemos cortar toda diferencia y dedicarnos a la
destrucción de nuestros enemigos, los españoles, quedándonos tiempo para transar
nuestras desavenencias como nos acomode, sin que haya un tercero en discordia que
pueda aprovecharse de estas críticas circunstancias. Cada gota de sangre americana que
se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón. No tengo más pretensión que la
felicidad de la Patria; en el momento en que ésta se vea libre renunciaré el empleo que
obtenga para retirarme, teniendo el consuelo de ver a mis conciudadanos libres e
independientes ...". (José de San Martín).
En cuanto a la actitud de San Martín frente a la elite porteña, fue clara y contundente:
los hombres de Buenos Aires estaban más preocupados por lograr imponerse a las
provincias, en una cuestión de disputa doméstica, que de contribuir a la Emancipación del
continente.
Por ello, cuando se vieron en dificultades para alcanzar sus objetivos, tuvieron el
atrevimiento de pretender ordenarle al Libertador que retornara de Chile y utilizara el
Ejército de los Andes para sus propios fines en la vergonzosa guerra civil, en lugar de que
siguiera al Perú y enfrentara a los españoles. El Gran Capitán directamente desobedeció la
orden y desvinculó al Ejército Libertador del gobierno de Buenos Aires, tras lo cual marchó
al Perú, pasando por encima de las pretendidas órdenes de un grupo de traidores que le
hacía el juego a los intereses de España y también de Inglaterra.
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Tal fue así que se tuvo conocimiento de la preparación de una expedición fluvial para
invadir las costas del río Paraná a la altura de Santa Fe, fundamentalmente para mantener
el dominio naval de los ríos y abastecer a las tropas realistas que estaban en Montevi deo,
por medio de requisas de ganado y alimentos, que les permitieran resistir en la ciudad
oriental y buscar “cabeceras de playa”
para un ataque a Buenos Aires,
comandadas por el Juan Antonio
Zabala. La organización de la
expedición realista se realizó e n la Isla
Martín García, utilizando una flotilla con
350 a 400 hombres de desembarco
El gobierno de Buenos Aires tuvo
noticias de la preparación de esta
escuadrilla y luego de reforzar las
baterías de Punta Gorda, envió a San
Martín, el 28 de Enero de 1813, la
orden de movilizarse con su regimiento
rumbo al norte. Así lo hace efectuando
marchas nocturnas para evitar el calor
del día y ser además advertidos por la
escuadra realista que iba ya
remontando el Paraná siguiéndola a su
vez en ese remontar del río hasta la
zona de San Lorenzo (375 Km. En seis
jornadas), lugar donde el porta
estandarte del Regimiento de
Granaderos Ángel Pacheco le notifica
que la expedición al mando de Juan
Antonio de Zabala preparaba el
desembarcó invasor.
Los granaderos marchaban de
noche, ocultos a los españoles; San
Martín, vestido de poncho y sombrero campesino, vigilaba personalmente desde la costa.
En ese lugar se levantaba la construcción del convento franciscano de San Carlos que
San Martín toma para refugio y descanso de su tropa y además sería punto de partida para
la carga de caballería.
El 31, los españoles anclaron cerca del pueblo de San Lorenzo, donde prepararon una
expedición para "escarmentar" a los lugareños.
San Martín, atento de la situación, ocultó a sus granaderos detrás de los muros del
convento que existe en el lugar y, cuando al amanecer del 3 desembarcaron los 250
españoles con sus dos piezas de artillería y en son de guerra, creyendo que sólo se
encontrarían con civiles, los granaderos desplegados en dos alas salieron de ambos lados
del convento. Los españoles apenas tuvieron tiempo de montar sus cañones y efectuar
algunos disparos; la carga los arrolló en menos de tres minutos. Este fue el bautismo de
fuego del Libertador José de San Martín al mando de sus Granaderos a Caballo.
La estrategia, la herida sufrida en la mejilla, los episodios de los granaderos Bautista
Baigorria, Juan Bautista Cabral y del Capitán Justo Bermúdez, son suficientemente
conocidos; los resultados de la victoria, el desbande del regimiento realista y su repercusión
en Buenos Aires y Montevideo, signaron hechos futuros donde el jefe de granaderos
gravitaría cada vez más en la consolidación de la. independencia.
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De regreso a Buenos Aires, se le efectuó un recibimiento triunfal y comenzó a
proponerse a San Martín como futuro Comandante en Jefe del Ejército del Norte, en
reemplazo del General Belgrano, que había sido derrotado en octubre y noviembre en
Vilcapugio y Ayohuma.
"Mi corazón toma nuevo aliento cada instante que pienso que usted se me acerca porque
estoy firmemente persuadido de que con usted se salvará la Patria y podrá el ejército tomar
un diferente aspecto. En fin, mi amigo, espero en usted un compañero que me ayude y
quien conozca en mí la sencillez de mi trato y la pureza de las intenciones que Dios sabe no
se dirigen, ni se han dirigido, más que al bien general de la Patria y a sacar a nuestros
paisanos de la esclavitud en que vivían. Empéñese usted en volar, si le es posible, con el
auxilio y en venir a ser, no sólo mi amigo, sino maestro mío, mi compañero y mi jefe si
quiere...". (Manuel Belgrano).
Durante tres años, los sucesivos comandantes del Ejército del Norte habían estado
peleando palmo a palmo con las tropas realistas sin poder definir la situación. Algunas
victorias, algunas derrotas, pero la cuestión seguía en los mismos términos: los españoles
estaban en permanente amenaza de lograr imponerse y llegar hasta Buenos Aires.
San Martín fue el hombre que vino a terminar con esto. A diferencia de sus antecesores,
él era un militar profesional, lo que es esencial tener en cuenta por su capacidad para
analizar correctamente la situación y plantear la estrategia adecuada. Su visión abarcó
mucho más que la sola situación del norte; en el marco de la concepción desarrollada con
su participación en la "Gran Reunión Americana", el Libertador analizó la situación de
conjunto que se presentaba en todo el continente, identificando la necesidad de destruir el
punto neurálgico del poder español en América: Lima. Él se dio cuenta de que de nada valía
pelear con las tropas realistas en los demás puntos de Nuestra América si desde Lima les
seguían mandando refuerzos; allí era a donde había que ir y derrotar a los enemigos. Por
eso, cuando asumió el mando del Ejército del Norte, se dedicó a una tarea más que nada
"reorganizadora", de tal manera de poder dejar una situación mínimamente segura como
para impedir el avance del enemigo desde esa región, mientras él iría luego hacia Lima a
través de Los Andes.
La partida
Ya vimos que por decreto del Triunvirato del 3 de diciembre de 1813, San Martín había
sido encargado de una expedición al norte en auxilio de Belgrano, cuya derrota en
Ayohuma e114 de noviembre acababa de conocerse. Lo de la "expedición auxiliadora" era
un pretexto: sus instrucciones lo facultaban a asumir el mando, pero se lo dejaba a su
arbitrio hacerla.
Con el 7 de infantería, fuerte de 700 plazas al mando de Toribio Luzuriaga, dos
escuadrones de granaderos a caballo de 250 componentes y 100 artilleros, partió San
Martín a fines de año. Hemos visto las palabras con que fue despedido por Alvear. Poco
después se encontraba con Belgrano en la posta de Yatasto, entre Salta y Tucumán. San
Martín se presentó como subordinado, y ni siquiera quiso asumir la jefatura del Estado
Mayor que le ofreció Belgrano, para no lastimar a los meritorios oficiales vencidos. Pero el
gobierno no quería la permanencia del jefe vencido -"crea que nos compromete mucho la
conservación de Belgrano", escribe Rodríguez Peña a San Martín e1 27 de diciembre-, y
después de haber insistido Posadas ellO de enero que "cargase con esa cruz", San Martín
debió tomar el mando el 29.
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"Me encargo de un ejército que ha apurado sus sacrificios en el espacio de cuatro años
-escribe San Martín el 30-, que ha perdido su fuerza física y solo conserva la moral".
Su primer acto fue poner al día los pagos, valiéndose de una necesaria malversación.
Dispuso de 36.000 pesos en plata y oro que se traían de los caudales potosinos y ya
habían sido ingresados a la Tesorería General y dispuestos por el gobierno. Ordenó que
pasasen a la Caja Militar, y pagó los servicios y salarios atrasados. Como el gobierno le
pidió explicaciones, San Martín contestó que tenía a su frente "los tristes fragmentos de un
ejército derrotado; un hospital sin medicinas, sin instrumentos, sin ropas, que presenta el
espectáculo de hombres tirados en el suelo que no pueden ser atendidos del modo que
reclama la humanidad y sus propios méritos. Mil clamores por sueldos devengados".
"Pase por ahora -le escribirá Posadas e 1° de marzo- el obedecer y no cumplir. Si con el
obedecimiento se exponía V. a quedar en apuros, con el no cumplimiento he quedado yo
aquí como un cochino".
Las guerrillas del Alto Perú. Arenales y el combate de la Florida (24 de mayo).
El ejército regular retrocedió a Tucumán, donde San Martín había dispuesto el cuartel
general. Sus fuerzas eran 3.000 hombres contando con los refuerzos traídos; pocos para
hacer frente a los 5.000 de Pezuela.
El objetivo de San Martín era disciplinar a la tropa e instruir a los oficiales mientras
negaban los auxilios que insistentemente pe día a Buenos Aires, y nunca vinieron.
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Estableció una academia para enseñar los rudimentos de la táctica; el mismo Belgrano,
reducido a jefe de regimiento, asistía a los cursos.
Mitre cuenta una anécdota: San Martín enseñaba las voces de mando, Belgrano, cuya
voz era débil, las repetía; Dorrego, que tenía bromista el cárácter, hizo mofa de la voz de
Belgrano. San Martín dio un golpe. en la mesa con un candelabro de bronce, y amonestó a
Dorrego confi nándole arrestado en Santiago del Estero. Es posible, pero el arresto de
Dorrego no sería largo porque al poco tiempo actúa como jefe de vanguardia.
San Martín impuso disciplina con seriedad y criterio: al orde nar a Lamadrid que le
presentase un piquete de 25 hombres a fin de examinar sus condiciones, éste se permitió
algunas observaciones. San Martín sin contestarlas, le dijo sacando su reloj: "Han pasado
dos minutos desde que di la orden". Nadie le haría más observaciones.
Las guerrillas de Salta. Martín Miguel de Güemes
Mientras preparaba el ejército .en la Ciudadela, San Martín confirmó a Dorrego (cuyo
arresto en Santiago de1 Estero, en caso de ser cierta la anécdota de Mitre, no habrá durado
mucho, ni quitado la estima del jefe por el joven coronel) como jefe de la vanguardia. Con
dos destacamentos: uno sobre Guachipas al mando de Pedro José Saravia y su hijo
Apolinario, y otro sobre el do Pasaje, dirigido por Martín de Güemes, se dispuso una guerra
de incursiones, escaramuzas y sorpresas para impedir el avance español. Facilitaban este
tipo de guerra los gauchos salteños, "hombres extraordinarios, dies tros, altivos e
incansables", según la expresión del general español García Camba. Y la presencia de un
jefe que reveló extraordinarias condiciones para conducidos: el comandante Güemes.
Hijo de un alto funcionario y nieto de un general español, Martín Miguel de Güemes había
nacido en Salta en 1783. Destinado a la carrera militar, sentó plaza como cadete en el Fijo,
y con estas tropas veteranas estuvo en las invasiones inglesas en Buenos Aires en 1806 y
1807. Poco avenido con la disciplina estaba con licencia en su ciudad natal al esta llar la
Revolución de 1810, que lo contó entre sus partidarios. Formó como teniente un cuerpo de
caballería -la "Partida de Observación" que tomó parte en Suipacha, pero su carácter
independiente lo disgustó con Balcarce y fue separado del ejército,.Gestionaría su
reposición, consiguiéndola después de Huaqui; con el grado de capitán y al frente de su
partida de caballería ayudó a Pueyrredón en su retirada; también cooperará con Díaz Vélez
en su excursión a Nazareno. Belgrano, molesto con su indisciplina, pidió su traslado a la
Banda Oriental, donde estuvo un tiempo; pero San Martín lo reintegraría al ejército del Norte,
en diciembre de 1813, como teniente coronel. Pero destinándolo a formar partidas
irregulares y a una guerra de recursos que se avenían mejor con su carácter altivo y poco
disciplinado.
El sitio de Salta.
La población baja de Salta, tanto urbana como rural, era íntegra y fervientemente patriota;
no ocurría lo mismo en la clase "de posibles" (alta), dominada por el elemento mercantil,
donde sólo las familias de arraigo a la tierra estaban con los revolucionarios. Esto fue una
regla en todas las ciudades de la carrera del Perú.
El avance español a Salta produjo un éxodo de la población patriota, que escapó a la
campaña llevándose hasta los badajos de las campanas para que los enemigos no
celebrasen sus triunfos. Sus hombres formaron en las partidas de Güemes y Saravia, que
constituían la vanguardia, al mando superior de Dorrego en un principio. Pero al pedir éste
su baja, Güemes lo reemplazó. San Martín había podido apreciar la ventaja de los
guerrilleros y la "guerra de recursos" en la contienda española de 1808.
San Martín escribiría el 23 de marzo: "Los gauchos de Salta solos, están haciendo al
enemigo una guerra de recursos tan terrible que lo han obligado a desprenderse de una
división con el solo objeto de extraer mulas y ganado". Empleaba la palabra gauchos que
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
acababa de extenderse por el país; Posadas, evitando usar ese término, encargó a San
Martín el l0 de abril felicitar a "los bizarros patriotas campesinos". Apolinario Saravia, hijo de
Pedro José, por su lado, y Güemes por el suyo, hostilizaron a Saturnino de Castro, salteño
reputado como la primera espada de la caballería española, hasta batirlo en las
proximidades de Salta el 29 de marzo. Este combate le valió a Güemes su promoción a
Jefe de la Vanguardia.
Güemes mantuvo con extraordinaria eficacia el sitio de Salta. Lo favorecía el
pronunciamiento unánime de la campaña por la causa patriota y el coraje y audacia de los
"gauchos". Pezuela, que intentaba un avance contra Tucumán a fin de aliviar la presión que
se hacía contra Montevideo, había trasladado de Tupiza, a Jujuy a mediados de mayo el
cuartel general: tenia 5.000 hombres contra 3.000 mal preparados de San Martín. Pero la
resistencia de los "gauchos" de Güemes, las perturbaciones que le produjo Arenales e n
Santa Cruz (el 24 de mayo había ganado el combate de la Florida), la derrota de la
escuadra española por Brown frente a Montevideo el 16 de mayo, y sobre todo la noticia de
la rendición de Montevideo el 23 de junio le hicieron renunciar a su proyecto. A fines de julio
empezada retroceder, abandonando Salta y Jujuy.
Pero ya no estaba San Martín al frente del ejército. Había anunciado su propósito de irse,
disgustado porque no le llegaban auxilios de Buenos Aires, cuando el 25 de abril tuvo un
vómito de sangre. Dos días después se retiró a una estancia de Córdoba "para tratar sobre
el estado de mi salud", informaba al gobierno, dejando en el mando al general Francisco
Fernández de la Cruz. Desde Córdoba pedida su relevo y que se lo nombrase
gobernador-intendente de Cuyo.
¿Qué hubo de cierto en la enfermedad de San Martín? Paz en sus Memorias dice que en
el ejército "se dudaba de la certeza de la enfermedad; pero luego fue de evidencia que era
un mero pretexto para separarse de un mando en que creía no deber continuar. La razón
era el convencimiento que adquirió de que la facción que se entronizaba en Buenos Aires
no le era favorable y que le escasearían los recursos con que había de sostener el ejército,
mientras vendría a suplantarlo cuando fuese el tiempo de obrar ofensivamente, el joven
general Carlos M. de Alvear". Fue, sin duda, la causa principal, con algo que Paz no podía
conocer: la Logia había resuelto la sustitución de San Martín por Alvear apenas éste se
dieran los laureles de Montevideo.
La enfermedad de San Martín era real -una hematemesis, agravada con una
dispepsia y un reumatismo crónico- pero no grave, y aunque le acompañaría toda su vida
no le impidió cumplir las hazañas de liberar Chile y Perú. No era el momento para un
hombre de las calidades de San Martín de pedir licencia y retirarse del ejército cuando
Pezuela iniciaba su invasión. Es cierto que tenía confianza en los gauchos de Güemes,
pero su presencia era indispensable en Tucumán. No debió ser por su voluntad que .se
retiró; debió mediar una orden secretísima y de cumplimiento obligado.
San Martín había meditado en las dificultades de una campaña por el Alto Perú y la
posibilidad de llegar a Lima por el lado de Chile; así lo escribe a Rodríguez Peña el 23 de
abril, dos días antes de su postración:
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"No se felicite, mi querido amigo, con anticipación de lo que yo pueda hacer en éste; no
haré nada y nada me gusta aquí. No conozco los
hombres ni el país, y todo está tan anarquizado,
que yo sé mejor que nadie lo poco o nada que
puedo hacer. Ríase usted de esperanzas alegres.
La Patria no hará camino por ese lado del norte que
no sea una guerra permanente, defensiva y nada
más; para eso bastan los valientes gauchos de
Güemes con dos escuadrones buenos de
veteranos. Pensar en otra cosa es echar en el Pozo
de Airón hombres y dinero. Así es que yo no me
moveré ni intentaré expedición alguna. Ya le he
dicho a usted mi secreto. Un ejército pequeño y
bien disciplinado en Mendoza, para pasar a Chile y
acabar allí con los godos apoyando un gobierno de
amigos sólido, para acabar también con los
anarquistas que reinan. Aliando las fuerzas
pasaremos por el mar a tomar a Lima; es ese el
camino y no este, mi amigo. Convénzase usted que
hasta que no estemos sobre Lima la guerra no se
acabará...". (José de San Martín”
No podía llevar a cabo su proyecto mientras las avanzadas de Pezuela estaban en Salta
y Jujuy y amenazaban extenderse a Tucumán. De ser libre su voluntad se habría quedado
en Tucumán, en una posición defensiva hasta que el avance español fuese detenido;
entonces hubiese tomado el camino de Chile con el ejército que mandaba, dejando la
custodia del norte a los gauchos de Güemes y los dos escuadrones, que decía, de tropas
veteranas. Retirarse con pretextos, y en el momento difícil que lo hizo, muestra que no tuvo
libertad de acción.
EL PLAN MAITLAND.
PLAN MAITTLAND. Las fuentes secretas del plan libertador de San Martín
RODOLFO TERRAGNO En “Todo es Historia”. N° 231. Bs. As. agosto 1986, ps. 8 a 40
Al cruzar los Andes para derrotar a los es pañoles en Chile (1817/1818) y proseguir a
Perú (1820/21) el Libertador José de San Martín; puso en práctica un plan que guarda
asombrosas coincidencias con otro, concebido en Inglaterra a princi pios de 1800. El plan
británico fue presentado por el Mayor General Sir Thomas Maitland a Henry Dundas (más
tarde primer Vizconde Melville), Secretario de Guerra en el gobierno de William Pitt El Joven.
El documento ha permanecido inédito desde entonces. No hay ninguna refere ncia al Plan
Maitland en la bibliografía sobre la independencia de Hispanoamérica. 1
Yo tuve la suerte de encontrar una copia original del Plan Maitland en Edimburgo, a
principios de 1981, mientras realizaba una investigación en archivos escoceses. El objetivo
de esa investigación era obtener datos sobre James Duff, cuarto Conde de Fife, y otros
posibles contactos de San Martín.
Muchos oficiales escoceses estuvieron envueltos, durante el siglo XIX en planes para
atacar a España en América o ayudar a las co lonias en su lucha por la independencia. La
Compañía de las Indias. Orientales (East India Company), encabezada por el propio
Dundas, tenía su propio ejército y estaba preparada para cumplir un papel protagónico en
cualquier intento británico de realizar operaciones militares en Hispanoamérica.
Cuando encontré el Plan Maitland, yo estaba revisando cartas y documentos de
distintos oficiales escoceses, en busca de referencias a Sudamérica, en particular al Río de
la Plata y, quizás, a San Martín.
Uno de los archivos en los cuales trabajé es la colección Steel-Maitland: papeles
privados que se encuentran bajo la custodia del Archivo General de Escocia (Scottísh
Record Office). Había varios ofi ciales de la familia Maitland para tener en cuenta. Sir
Thomas (1759-1824) era, a primera vista, uno de los menos relevantes para mi
investigación: estuvo en Ceilán desde 1806 y aparentemente no tuvo vinculación alguna
con la guerra de la Península, donde San Martín trabó relaciones con oficiales "británicos.
Con gran sorpresa, entre los papeles de Sir Thomas encontré 47 hojas manuscritas, sin
fecha, que un empleado del Archivo. General de Escocia había registrado bajo el siguiente
título: "Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego 'emancipar' Perú y México". La
mención de México -descubrí más tarde- fue un error: el objetivo del plan es la
emancipación de Perú y Quito (el actual Ecuador) 2. La posible fecha del documento, según
la ficha del Archivo General de Escocia, era entre 1800 y 1803. No había indicación alguna
1
1. Sir Thomas Maitland, "Letters and memorials, 180-1803, including ... plan to capture Buenos Aires and Chile and then
'emancipate' Perú and Mé xico", Scottish Record omce, Edimburgo, Historical Research Room, papeles Sir Arthur Steel -
Maitland (en adelante: SRO, Maitland), GD. 193.7.3, folio .8; GD. 193.6.4, .folios 3 a 8 y 27 a 32. Estoy autorizado por Mrs.
R.M. Stafford, de Stirling, propietaria de estos archivos, para citados en el presente articulo .
2
2. Al describir su plan, Maitland cometió dos veces el mismo error: escribió Mé xico en lugar de Quito (SRO, Maitland, GD.
193.6.4, folio 6). El propio Maitland advirtió luego el error y, en ambos casos, tachó "Mé xico" y escribió abajo "Quito". Sin
embargo, omitió corregir el mismo error al final del plan, cuando lo sintetizó diciendo que el objetivo seria "indudablemente
la emancipación de Perú y Mé xico" (SRO, Maitland, GD. 193.6.4, folio 7). Esto confundió al funcionario del archivo
escocés. En realidad, el Plan MaitIand no se refiere en absoluto a México. No tiene sentido suponer que Maitland concibió
un largo y muy detallado plan para atacar Perú desde Chile y luego, al contemplar una expedición aun más ambiciosa, de
Perú a México, la trató como una mera extensión que no requería planeamiento adicional. Como sus correcciones al texto
lo indican. Maitland estaba pensando en Quito (Ecuador), y no en Mé xico. Por lo tanto, ei titulo de su plan debería ser:
"'Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego 'emancipar' Perú y Quito".
18
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
de que ese plan hubiera sido presentado al gobierno británico.
La reconstrucción de la historia me llevó más de un año. La clave estaba en los archivos
del castillo Melville, una colección que contiene muchos de los documentos de Dundas.
El resultado de mi investigación muestra que, al despuntar el siglo XIX, cuando el poder
colonial de España aún estaba intacto, MaitIand previó que el dominio español en
Sudamérica sólo llegaría a su fin cuando Perú fuera independiente. Su pro fecía
comenzaría a cumplirse 21 años más tarde, cuando San .Martín .entró en Lima, proclamó la
independencia de Perú y se convirtió en su primer gobernante. 3
En las páginas que siguen mostraré, primero, la extraordinaria similitud entre el plan
concebido por MaitIand en 1800 y la campaña llevada a cabo por San Martín entre 1817 y
1821. Luego examinaré la historia del Plan Maitland y la posibilidad de que San Martín lo
haya conocido,'
En la traducción del Plan Maitland, escrito en el inglés de hace casi dos siglos, he
procurado ser lo más literal posible, absteniéndome de toda mo dernización o simplificación
de estilo.
El Plan Maitland
1. Ganar el control de Buenos Aires. "Debería realizarse un ataque sobre Buenos Aires"
Para eso Maitland calculó que harían falta 4.000 soldados de infantería y 1.500 dé
caballería, "con una proporción de artillería". 5
3. Coordinar acciones con un ejército en Chile. Este otro ejército debía consistir de 3.000
soldados de infantería y 400 de caballería "con una proporción de artillería". La mitad de
3
3. Los españoles retuvieron control de Quito por un tiempo, pero quedaron virtualmente sitiados. El 22 de mayo de 1822,
Antonio José de Sucre los derrotó en Pichincha, en las afueras de Quito, con un ejército reforzado por elementos que le
enviara San Martín desde Perú. De ese modo la colonia logró finalmente su independencia, proclamada antes por Jua n
Pio Montúfar, Marqués de Selva Alegre, el 10 de agosto de 1809.
En 1824, el presidente peruano José Bernardo de Tagle y Porto carrero, Marqués de Torre Tag1e, se unió a una rebelión
realista, dando lugar a que una fuerza española descendiera de las tierras altas y re cuperase Lima, el 21 de febrero. Sin
embargo, los realistas no restablecieron un poder efectivo: usaron la capital como el cuartel general de su ejército.
Finalmente, Bolivar los derrotó en Junín, y Sucre en Ayacucho. Los españoles capitularon en diciembre de 1824.
4
4.SRO, M aitland,OO. 193.6.4, folio 3.
5
5. SRO, Maitland, OO. 193.6.4, folio 3.
6
6. SRO, Maitland, OO. 193.6.4. folio 4.
19
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
la infantería debía "proceder de Inglaterra al Cabo de Buena Esperanza en barcos
destinados últimamente a... Sudamérica". La otra mitad debía ser "dotada por India y
proceder, cuando esté lista, directamente a la bahía Botany", en Australia, a los efectos
de navegar luego a Sudamérica. El objetivo de tal ejército debía ser "indudablemente el
Reino de Chili" (sic). Debía atacar Valparaíso y Santiago o, "si encontrara que los
Españoles se hallan en fuerza tal como para hacer que un inmediato ataque sobre -
Valparese (sic) o St. Iago (sic) sea imposible en el primer momento, actuar sobre el Río
Biobío (sic.) y fortificarse mediante una inmediata conexión con los Indios". 7
4. Cruzar los Andes. "El cruce de los Andes desde Mendoza a las partes bajas de Chili es
una operación de cierta dificultad... Aun en verano el frío es intenso; pero con tropas
sobre cada lado cuesta suponer que nuestros soldados no pudieran seguir una ruta que
ha sido adoptada desde hace mucho como el más deseable canal para importar negros
al Reino de Chili". 8(8)
5. Derrotar a los españoles y controlar Chile. El objetivo en esta etapa era "aniquilar el
gobierno (español) del Reino de Chili" y convertir a ese reino en "un punto desde el cual
podríamos dirigir nuestros esfuerzos contra las provincias más ricas". 9 (9) Esta era la
tarea a cumplir por las fuerzas unifi cadas del ejército que debía cruzar los Andes y el que
llegaría por mar.
6. Proceder por mar a Perú. "Si este plan tuviera éxito en toda su extensión, la Provincia
del Perú debería quedar pronto expuesta a una captura segura" y "últimamente nosotros
podríamos extender nuestras operaciones hasta tener certeza de deponer por completo
el sistema colonial, usando la fuerza si fuere necesario". Lo indicado era evitar toda
violencia innecesaria: "Un coup de main” (“ un golpe de mano” en francés en el original)
sobre el puerto del Callao (sic) y la ciudad de Lima podría en verdad probablemente ser
exitoso y mucha riqueza sería ganada por los captores, pero este mero éxito, a menos
que fuera asistido por nuestra capacidad de mantenemos el Reino del Perú, podría
terminar últimamente excitando la aversión de los habitantes contra cualquier futura
conexión, de cualquier clase, con Gran Bretaña".10 (10)
En 1812, San Martín inició su histórica campaña, que -por coincidencia o no- siguió los
pasos sugeridos doce años antes por Mait1and. 12(12)
7
7. SRO, Maitland, OO. 193.6.4, folio 4.
8
8. SRO, Maitland, OD. 193.6.4, folio '6.
9
9.SRO, Maitland, OD. 193.6.4, folio 7.
10
10. SRO, Maitland, OD. 193.6.4, folio 4.
11
11. Ver nota 2.
12
12. La campaña de San Martín, c.f. Bartolotné Mitre. En este trabajo, originalmente realizado en
inglés, sigue la versión traducida y condensada de "Historia de San Martin y de la Emancipación
Americana": The Emancipation of South America, traducción de William Piling (Nueva York, 1969).
También: Ricardo Piccirilli, San Martín y la Política de los Pueblos, (Buenos Aires, 1957).
20
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
La campaña sanmartiniana es bien conocida. No obstante, creo necesario resumirla a
fin de hacer claras las similitudes (y las diferencias incidentales) entre esa campaña y el
plan Maitland.
1. "Control" de Buenos Aires. El Libertador no tuvo que atacar la ciudad: Cuando él llegó de
Londres, el 19 de enero de 1812, Buenos Aires ya tenía gobierno propio: aunque la
independencia aún no había sido proclamada, la antigua colonia estaba de hecho
liberada de España.
Pese a que había sido criado en España y había servido 22 años como oficial al servicio
del Rey, San Martín había nacido en Yapeyú. Nativo del país, partidario de la
independencia y poseedor de una considerable experiencia militar, estaba calificado
para establecer un regimiento. El gobierno aceptó que constituyera un cuerpo de
granaderos a caballo.
Ese cuerpo se convirtió en fuente de poder político. El 8 de octubre de 1812 fue usado
para imponer un cambio de gobierno y establecer "uno afín a la Logia Lautaro, un
partido pseudo-masónico que el propio San Martín y Carlos María de Alvear
establecieron en Buenos Aires como filial de la Gran Reunión Americana, de Londres.
Luego, San Martín presionó por una declaración formal de independencia y la
designación del hermano Juan Martín de Pueyredón como Director Supremo.
2. Emplazamiento en Mendoza. Aunque libró antes el combate de San Lorenzo (1813) y
reorganizó el Ejército del Norte, San Martín dejó pronto en claro que su principal interés
era asegurarse la gobernación de Cuyo: un sitio sin importancia política, en el cual
jamás había estado. La capital de Cuyo, Mendoza, era -como Maitland había destacado-
- “ indudablemente indicada" para organizar e iniciar una operación militar destinada a
Chile. Cuando obtuvo la gobernación de Cuyo, en 1814, la convirtió en un mundo aparte
dedicado sólo a preparar el ejército que cruzaría los Andes. San Martín hizo
requisiciones y movilizó a la población con ese propósito.
4. Cruce de los Andes. Maítland había sugerido que, a fin de llegar a Chile, "un perfecto
entendimiento con los Indios debería ocurrir antes de la aparición de nuestras fuerzas".
13
(13) San Martín llegó a un acuerdo con el cacique Neicuñán, según el cual los toquis
permitirían que el Ejército de los Andes, camino de Chile, atravesara sus dominios en el
valle de Uco.14 (14) Por otra parte, San Martín utilizó a los pehuenches para propagar
falsas informaciones en Chile antes del cruce, y hacer que los españoles aguardaran un
ataque en sitios que no eran los elegidos para atacar.
El cruce de la cordillera fue una empresa más difícil de lo imaginado por Maitland. El
Ejército de los Andes pasó casi un mes atravesando esas montañas, que figuran entre
las más altas del mundo. Muchos soldados y gran cantidad de mulas y caballos murieron
13
13. SRO, Maitland, OD 193.6.4, folio 7.
14
14. Edmundo Correas, "Plan Continental y Campaña Libertadora de San Martin en Chile", en Roberto Levillier
(compilador), Historia Argentina (Buenos Aires, 1968), p. 2199.
21
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
durante la operación.
5. Derrota de los españoles y control de Chile. El Ejército de los Andes invadió la parte
central de Chile por seis puntos. San Martín derrotó al Ejército Realista en la batalla de
Chacabuco (12 de febrero de 1817), después de lo cual el mariscal español Marcó del
Pont huyó de Santiago y San . Martín entró a la ciudad. El cabildo le ofreció plenos
poderes, que él rehusó. Coincidiendo una vez más con las ideas de Maitland, San Martín
pensó que, habiendo tomado control de Chile, ese país debía ser "el punto desde el cual
deberíamos dirigir todos nuestros esfuerzos contra (los realistas de) Perú". 15 (15)
San Martín sugirió que O'Higgins era el hombre para gobernar Chile. De todos modos,
ambos -O'Higgins y San Martín- tenían el control militar del país, sobre todo después de
una nueva victoria en Maipú (5 de abril de 1818) que siguió el traspié de Cancha Rayada
(19 de marzo de 1818). Maipú puso fin al dominio español en Chile. San Martín entonces
dedicó sus energías a preparar su expedición marítima a Perú.
6. Expedición a Perú. Demostrando que nada le parecía. más relevante que quebrar el
dominio español de Lima, San Martín desobedeció al gobierno de Buenos Aires y, en vez
de regresar a Buenos Aires desde Chile, se entregó junto con O'Higgins a armar una flota;
Para eso compró barcos ingleses y reclutó a marinos británicos. La expedición comenzó
el 20 de agosto de 1820, pero San Martín sólo entró en Lima el 10 de julio de 1821,
después de haber cercado pacientemente a los españoles, insubordinado a la población
rural y obligado al Virrey a rendir la hambrienta capital. Como Maitland había propuesto
en su plan, San Martín estaba dispuesto a "deponer el poder colonial español,
recurriendo a la fuerza sí fuere necesario", pero prefería hacerla de manera pacífica: algo
que, habiendo acorralado a los realistas en Lima, resultó posible"
Durante la expedición, el jefe de la escuadra, Lord Cochrane (Thomas A. Cochrane,
Conde de Dundonald) quedó resentido porque San Martín le impidió dar lo que Maitland
había descrito peyorativamente como un "coup de main" sobre Callao y Lima. Ese fue el
inició de serios desacuerdos entre ambos comandantes, que por fin llevaron al retiro de
Cochrane.
En los doce años que pasaron entre que zarpó de Londres y volvió a la capital Inglesa, San
15
15. SRO, Maitland, 00 193.6.4, folio 7.
16
16. SRO, Maitland, 00 193.6.4, folio 4.
17
17. Simón Bolívar a José de San Martín, Quito, 17 de junio de 1822, Gaceta del Gobierno (Lima, 13 de julio de 1822).
También: informe del coronel Andrés Santa Cruz al Secretario de Guerra Tomás Guido, Quito, 28 de mayo de 1822,
Gaceta Extraordinaria del Gobierno (Lima, 24 de junio de 1822).
22
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Martín llevó a la práctica un plan anticipado, en 1800, por un hombre, MaÍtland, que murÍó
en Ceilán el 21 de enero de 182418, pocos meses antes del regreso de San Martín a
Londres.
Nota:(Ver diferencias al final del artículo)
¿Conoció San Martín el Plan Maitland antes de iniciar su campaña? Las extraordinarias
coincidencias que acabo de presentar no significan, nece sariamente, que el Libertador
conociera ese plan. Tanto Maitland como San Martín eran estrategas europeos,
acostumbrados a planear sobre mapas e ignorar los obstáculos geográficos. Una larga
campaña a través de distintos países podía parecer sobrehumana a los compatriotas de
San Martín, acostumbrados a la pelea doméstica. 19(19) En cambio, el Viejo Mundo estaba
acostumbrado a tales empresas: los libros de estrategia que debieron leer Maitland y San
Martín estaban inspirados en Ale jandro, Ciro, Carlomagno, Aníbal (a quien San Martín fue
más tarde comparado) y Napoleón (contra cuyas fuerzas pelearon, tanto Maitland co mo
San Martín).. ..
Sin embargo, es probable que el Libertador haya conocido el Plan Maitland. Antes de
examinar las distintas vías por las cuales el plan pudo ha berle llegado, me parece necesario
hacer una breve historia del plan en sí.
¿Quién era Maitland? ¿Por qué se dedicó a planear el control de Sudamérica? ¿Con quién
estaba conectado?
Maitland (1759-1824) fue un oficial escocés, ocupado en asuntos coloniales. Peleó en
la India y poco después fue enviado a Santo Domingo, donde terminó rindiendo Puerto
Príncipe, St. Marc y L'Arcahaiye a Toussaint l'Ouverture.
Miembro del Parlamento y vinculado a Dundas, Maitland recibió a principios de 1800 un
encargo de Sir John Coxe Hippisley, otro miembro del Parlamento y, también, un oficial
envuelto en asuntos indios. Hippisley había tornado parte en las discusiones que Dundas
había mantenido acerca de una posible acción militar sobre los asentamientos españoles
en. América. En esa época, España e Inglaterra estaban en guerra.20 (20)
Hippisley (1748-1825) vivió varios años en Roma: entre 1779 y 1780; luego, entre 1792
y 1796, tras haber servido en la Compañía de las Indias Orientales y haber peleado -como
Maitland contra Hyder Ali y su hijo Tippoo. En Roma, donde desempeñaba tareas secretas
para el gobierno británico, Hippisley trabó amistad con el Papa Pío VI y obtuvo
considerables concesiones del Vaticano a favor del Gobierno de Su Majestad. 21 (21)
Hippisley arregló también el matrimonio del Duque de Wurtemberg con la Princesa Real de
Inglaterra. 22 (22) Por servicios de esta naturaleza, y el consecuente presti gio que ganó en
los círculos oficiales, Hippisley fue hecho Barón y estaba en contacto directo con Dundas y
otros miembros del gobierno. 23(23)
En 1779, cuando la ruptura con España empezó a parecer inevitable, Hippisley cultivó
18
18. Sir Leslie Stephen and Sir Sidney Lee, The DictiQnary o f National Biograpby (en adelante, ONB) (Ox ford, 1973), vol .
12, p. 820.
19
19. Otros ejércitos criollos llevaron a cabo notables campañas en sitios tan distantes de Buenos Aires como el Alto Perú
(hoy Bolivia) y Para guay, donde actuó el general Manuel Belgrano. Sin embargo, aquellas campañas fueron conducidas
dentro del propio país (al cual pertenecía el actual territorio de Bolivia) o diseñadas para proteger sus fronteras, en
respuesta a un ataque realista o a una rebelión.
20
20.'Summary of transactions referred to in the address of Sir John Hippisley" , Scottish Record Office, 'Edimburgo, sala
de investigación histórica, papeles del Melville Castle (en adelante, SRO, Melville), 00.51.1.555.
21
21. ONB, vol. 9, p. 904.
22
22.ONB, vol. 9, p. 904.
23
23.SRO, Melville, OO. 51.1.555.
23
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
en Roma las sociedades de jesuitas hispano-mexicanos e hispano-peruanos. Los jesuitas
habían sido expulsados de España y otras posesiones de ultramar, y más tarde confinados
al territorio vaticano, cuando el Papa Clemente XIV suprimió la Sociedad de Je sús, en 1773.
Hippisley quería obtener de los jesuitas "información sobre los modos de atacar las
colonias españolas". "La más importante información fue obtenida del Hermano del Oficio
que gobernaba la costa del Perú, en Arica". 24(24) A la vez que mantenía informado al
Gobierno dé Su Majestad, Hip pisley abundó en contactos con los jesuitas y en 1780
algunos de ellos le ofrecieron sus "servicios personales para una expedición". 25(25)
Entre los jesuitas exilados, los más conspicuos conspiradores contra España (y
allegados a los británicos) eran Juan José Godoy y Juan Pablo Viscardo. Godoy era
mendocino y había partido rumbo al exilio junto con dos primos y otros jesuitas -Miguel,
Javier y Bernardo Allende-, todos ellos de Mendoza. 26(26) Hippisley debió recibir de ellos
información muy precisa acerca de Cuyo, incluyendo detalles sobre los pasos cordilleranos
que unían a Mendoza con Chile. Esto explicaría que, más tarde, Maitland escogiera co n
tanta confianza Mendoza como "indudablemente indicada".
En 1781 Hippisley fue nombrado oficial del ejército de la Compañía de las Indias
Orientales, un punto de concentración de militares británicos envueltos en proyectos
colonialistas.
La idea de ocupar Sudamérica floreció en ese ambiente durante la guerra de la
independencia norteamericana, cuando Francia y (desde 1799) Es paña prestaron su apoyo
a los Estados U nidos contra Gran Bretaña. Luego, la idea pareció marchitarse. El gobierno
británico continuó analizando posibles acciones en Hispanoamérica, pero no tanto por
iniciativa propia como a instancias de un lobby hispanoamericano, encabezado en Londres
por Miranda.
A comienzos del siglo XIX, el temor a una invasión francesa del Nuevo Mundo hizo que
la "idea de una acción británica en Hispanoamérica fuera descongelada". 27(27)
A comienzos de 1800, Hippisley escribió un memorial para Dundas, sugiriéndole una
rápida acción sobre las colonias españolas. 28 (28) Una copia de ese memorial le fue
entregada por Hippisley a Maitland; junto con el encargo de elaborar un plan militar que
sería elevado al Secretario de Guerra.
Maitland trazó un plan preliminar, sobre la base de la información que le proveyó
Hippisley. Ese plan preliminar consistía de un ataque sobre la Riviere de la Plate (sic). A ese
fin, Maitland sugirió la formación de un ejército de 10.000 hombres, cuyo esqueleto debía
estar formado por regimientos de India. Una flota de la Compañía de las Indias Orientales,
comandada por Sir Richard Husey Bickerton, debía reforzar la expedición, cuyo objetivo era
-según Maitland- asegurarle a Gran Bretaña "nuevos y extensos mercados para nuestras
manufacturas".29 (29)
Dundas recibió el plan y decidió discutirlo con el propio Maitland. El Secretario de
Guerra estaba de acuerdo en la importancia de asegurar nuevos mercados pero, "con
independencia de un beneficio parcial", quería adoptar "una visión general de la cuestión" y
considerar un plan para tomar "toda Hispanoamérica". 30(30)
Fue entonces cuando Maitland concibió su plan definitivo. .
Dundas creía que un ataque sobre Caracas debía complementar el ataque sobre el
Río de la Plata, pero Maitland no estaba de acuerdo. El creía que la clave del poder español
24
24. SRO, Melville, OO. 51.1.555.
25
25.SRO, Melville, OO. 51.1.555.
26
26. Miguel Batllori. S.J., "The Role of the Jesuit Exiles", en R.H. Humphreys y John Lynch (compiladores), The Origiuis of
the Latin American Revolutions, 1806-1826 (New York, 1965), pp. 63-64.
27
27. Jobn Lynch, "British Policy and Spanish America, 1783-1808", en Journal of Latin American Studies, 1 (1969), 1 ff
28
28. SRO. Melville. GD. 51.J.555.
29
29. SRO. Maitland. GD. 193.6.4. fol. 28.
30
30. SRO, Maitland. GD. 193.7.3. fol. 28.
24
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
en América era la costa occidental. Tomar control del Río de la Plata y, luego, de la costa
occidental, aseguraría -era su tesis- la derrota de España. Por lo tanto, Maitland agregó
"una fuerza que actúe en la costa occidental" a su idea original, y propuso que a esa fuerza
se uniera el ejército que debía tomar control de Buenos Aires. Eso requería el cruce de los
Andes. Era -en opinión de Maitland- el único modo de ocupar la parte austral de
Sudamérica y proceder a Perú. 31(31)
El plan fue presentado al Gobierno de Su Majestad. No hay registro de su aprobación o
rechazo. El gobierno de Pitt El Joven cayó enseguida, en febrero de 180l.
El Plan Maitland no fue el único de esa clase, ni la contribución de Maitland fue un hecho
casual. La idea de extender el dominio británico a Sudamé rica fue recurrente en Londres,
antes y después de 1800. .
Tras perder los Estados Unidos y ante la posibilidad de que Francia se adueñara del
continente europeo. Gran Bretaña sintió la necesidad de expandirse. Había dado origen a la
revolución Industrial y necesitaba mercados para sus productos. Estaba en condiciones de
conquistar esos mercados por medios militares, sobre todo merced a su armada. El proceso
se inició en la India. La Compañía de las Indias Orientales (un ente paraestatal) cumplió un
papel determinante. Su poderosa Junta de Contralor (Board of Control) se convirtió en el
cuartel general de la mayoría de quienes planeaban nuevas conquistas, no sólo en India
sino también en el Caribe y Sudamérica.
Maitland era un oficial naval que había pele ado en India y el Caribe, y era, además,
miembro del Parlamento 1790-1796; 1799-1806, integrante de la Junta de Contralor,
1805-1806 y Consejero Privado de la Corona (desde el 8 de abril de 1807). 32(32)
Por otra parte, Maitland era escocés -como la mayoría de los líderes del nuevo
expansionismo- y estaba especialmente relaciona do con Dundas, 33 (33) el más firme
promotor de acciones británicas en Hispanoamérica. Dundas era, a su vez, "el íntimo amigo
y hombre de confianza de Pitt", Y él había manejado la Junta de Contralor desde su
constitución, aun antes de ser formalmente designado Presidente del organismo. 34(34) A
eso se agregaba que, en Escocia, Dundas era conocido co mo "Harry IX, el Rey sin Corona":
un apodo que aludía a su extraordinario poder. Controlaba firme mente las elecciones en
casi todas las circunscripciones, al extremo de que nadie podía llegar a miembro del
Parlamento" si no gozaba de su simpatía.
Todo eso sugiere que Maitland -al igual que otros escoceses a los que me referiré en
este trabajo- era miembro de un grupo político, consagrado a la expansión mercantil y
militar británi ca, con especial interés en Sudamérica. El Plan Maitland no fue una mera
ocurrencia y, aun cuando no fue puesto en práctica, no pudo caer en el olvido fácilmente.
En realidad, la idea central del Plan Maitland -tomar control de un punto de la costa
atlántica de Hispanoamérica para, luego, iniciar desde allí un ataque sobre Perú- había sido
considerada por el gobierno británico con anterioridad.
Ya en setiembre de 1796, Dundas había recibido un plan, precursor del Plan Maitland.
Su autor era Nicholas Vansittart, un colega de Maitland en el Parlamento, que más tarde se
hizo amigo de Miranda.35 (35)
Aquel plan pionero se titulaba "Proposiciones para una expedición contra
Hispanoamérica por el Océano Pacífico". El objetivo de esa expedición (naval) era. tomar
Buenos Aires y, luego, cuando fuera "la estación adecuada para rodear, el Cabo de Hornos",
establecer "un asentamiento permanente en Chile a fin de interceptar cualquier fuerza que
31
31. SRO. Maitland. GD. 193.6.4. fol. 28.
32
32. DNB. vol. 12. pp. 818-820.
33
33. Cyril W. Dixon, Tbe Coloni81 Ad. ministrations of Sir Tbomu Maitland (Londres, 1968). pp. 46 Y 64. Cf. W.F. Lord,
"Sir Thomas . Maitland. the Mastery of the Mediterranean". en Builders of Grcater Britain (London. 1897). vol. 2.
34
34. DNB, vol. 5.
35
35. William Spencer Robertson. "Francisco de Miranda and the Revolu. tionazing of Spanish America", Annual Report of
the American Historica1 Association for the year 1907 (Washington. 1908). vol. 1. pp. 810-811.
25
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
pudiera ser despachada desde Europa", y más tarde "confluir hacia el Callao". 36 (36)
Vansittart destacaba que, "habiéndose adueñado de Chile, los ingleses, que podían
constituir una buena base naval, deberían atacar Callao y Lima con fuerzas combinadas",
esto es, un escuadrón naval procedente de India y otro de Inglaterra. 37(37) Dundas escribió
al dorso del documento que le presentó Vansittart: "Nota relativa a nuestros presentes
modos de atacar Hispanoamérica en el Océano Pacífico".38 (38)
El Plan Vansittart fue aprobado pero luego se lo canceló, no de buena gana, en febrero
de 1797: los crecientes problemas de Europa obligaron a Gran Bretaña a concentrar
esfuerzos en el Viejo Mundo. 39(39) Según la expresión del propio Dundas, "tanto Trinidad
como Buenos Aires" debían consi derarse "pobres adquisiciones si fueran a obtenerse con
sacrificio del Mediterráneo". 40(40)
Es probable que Maitland haya tomado en cuenta el Plan Vansittart, que él modificó al
sugerir que, en vez de una mera expedición naval al Pacífico, se previera el desembarco de
un ejército que se apoderase de Buenos Aires y luego cruzara los Andes.
MaitIand recibió abundante información de Dundas y Hippisley. Así, entre sus papeles
aparecen algunos documentos dirigidos a Dundas, tales como informes sobre el clima de
Sudamérica a información sobre la tripulación de un buque inglés capturado por los
franceses en las costas de Brasil y conducido al Río de la Plata a principios de 1799. 41 (41)
Maitland sacó provecho, asimismo, de la información que Hippisley obtuvo de los
jesuitas en . Roma, y tuvo acceso a un memorial escrito por el ingeniero jefe de la
expedición comandada por lean Francisque de la Perousse a Sudamérica, en 1788. 42(42)
La Perousse había sido enviado a esta parte del mundo por Luis XVI "para examinar qué
puertos o estaciones de Hispanoamérica serían más convenientes para Francia y más
deseables para ocupar". 43(43)
Desde principios de 1806, Hippisley presionó al Secretario de Guerra William Windham
para que llevara a cabo los planes de una expedición para atacar Hispanoamérica y
establecer su independencia, "reservando sólo el Puerto a Inglaterra".44 (44)
Al año siguiente, el general Robert Craufurd (ver más adelante) fue nombrado para
ejecutar un plan con notorias reminiscencias del Plan Maitland. Tenía que tomar control de
Chile y Perú, en coordinación con otras fuerzas que se encargarían de ocupar Buenos Aires.
Este plan fue abortado por la expulsión de los ingleses de Buenos Aires, pero es claro que
la idea de atacar a los españoles simultáneamente en el Río de la Plata y Chile, y luego en
Perú, se había afirmado entre los estrategas británicos en 1807.
Aquel fracaso cambió el rumbo de la estrategia británica. Hasta entonces se había
discutido, en Londres, si Inglaterra debía procurar la conquista o la emancipación de
Hispanoamérica. 45(45) Luego de ser expulsados de Buenos Aires, los ingleses sintieron
que la cooperación de los pueblos de las co lonias era indispensable. Como el líder de la
fallida expedición al Río de la Plata lo diría más tarde, conquistar Hispanoamérica era una
"ilusión"; la única idea sensata era "una oferta de independencia". 46(46) Eso era lo que
36
36. SRO. MelviUe. GD. 51.1.520.2.
37
37. Robertson, "Francisco de Miranda". pp. 810-811.
38
38. SRO. Melville, GD. 51.1.520.1.
39
39. Lynch, "British Policy and Spanish America", p. 12.
40
40. C.R. Fa y, Huskisson and bis Aae (London. 1951). p. 68. Fay cites a letter fron Dundas to Huskisson. 14 de junio de
1796.
41
41. SRO, Maitland. GD. 193.7.2. fol. 23.
42
42. SRO, Maitland, GD. 193.6.4. fol. 5.
43
43. Lord St. John a Sir John Coxe Hippisley, 24 de marzo de 1806, Museo Británico, Departamento de Manuscritos (en
adelante. MB) Add. 37849, ff. 294-297.
44
44. Lynch, "British Policy and Spanish Am érica". p. 18. La referencia al puerto aparece ya en una carta de Hippisley a
Windham, el 22 de agosto de 1794: MB. Add. 37849, fol. 97 -103.
45
45. Lynch, "British Policy and Spanish America". p. 2.
46
46. William Carr Beresford a Lord Castlereagh. 23 de enero de 1808, Public Record Office, London (en adelante, PRO).
WO 1/354.
26
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
había previsto Maitland en 1800. En el documento que le presentó a Dundas subrayó la
necesidad de "la emancipación de esas inmensas y valiosas posesiones y la apertura de
fuentes de... beneficio para nosotros por vía de inducir a los habitantes a abrir sus puertos
para la recepción de nuestras manufacturas y de las materias primas de la India". Si el
propósito era simplemente reemplazar a España en el dominio de estos territorios -advirtió
Maitland al Secretario de Guerra- eso derivaría en "la aversión de los habi tantes". Inglaterra
necesitó un desastre en el Río de la Plata para advertir que la política sugerida por Maitland
era la más atinada.
Aún después de aquel desastre, una expedición a Hispanoamérica no quedó
completamente descartada. Empezó a especularse que conquista y emancipación podían
combinarse. Tomar control de una sola colonia podía ofrecer una base de operaciones
desde la cual brindar apoyo efectivo a los movimientos independentistas de otras colonias.
El General Sir Arthur Wellesley, luego Duque de Willington -que años más tarde derrotaría a
Napoleón en Waterloo- fue designado al frente de un ejército de 10.000 hombres,
estacionado en Cork, Irlanda. La intención era que esa fuerza se uniera a la del General
(más tarde Sir) Brent Spencer -5.000 hombres estacionados en Cádiz- y que ambas
partieran rumbo a Hispanoamérica. La expedición había sido planeada por Lord Castleragh
(ex Presidente de la Junta de Contralor) con la ayuda de Dundas. El objetivo era invadir
México, enviar un escuadrón a controlar el Río de la Plata, y luego promover en toda
Hispanoamérica la constitución de gobiernos independientes "bajo nuestra protección y en
conexión con nosotros". 47(47) Dundas prefería una expedición a Buenos Aires, pero luego
de dos fracasos 48 (48) era imposible convencer al gobierno británico, y a los propios
militares, de intentar otra vez la captura de Buenos Aires. El propio Dundas sugirió la acción
contra México, sintiéndose "en la obligación de abando nar" la expedición al Río de la Plata,
muy a su pesar. 49(49) .
En el verano de 1808, después de la invasión napoleónica de España y Portugal ,
Inglaterra cesó las hostilidades contra España, terminando así una larga confrontación. El
ejército que debía venir a invadir Hispanoamérica fue derivado a la Península para ayudar
a la resistencia portuguesa y española.
Fue el Secretario de Guerra George Canning (ver más adelante), un discípulo de Pitt y
un ardiente partidario de la independencia sudamerica na, quien convenció al gobierno de la
necesidad de cancelar la expedición a Sudamérica hasta que Wellesley detuviera a
Napoleón en la Península. 50 (50) Wellesley entró en la Península en agosto de 1808,
iniciando así una campaña de seis años contra los franceses en Portugal y España.
Examinemos cómo la asociación de la resis tencia ibérica con Inglaterra pudo proveer a
San Martín -entonces un capitán español- la oportunidad de familiarizarse con planes
británicos relativos a Hispanoamérica, en particular el Plan Maitland.
La Conexión peninsular
Fueron muchos los oficiales británicos que pe learon bajo Wellesley en la Península.
Como el propio Wellesley, gran parte había estado antes en la India y, luego, había tenido
alguna participación en diferentes iniciativas que tenían a Hispanoamérica como objetivo.
Wellesley había sido consultado en diversas oportunidades por los ministros de Su
Majestad, sobre todo por Lord Castlereagh, acerca de modos de atacar las posesiones
47
47. Lord Castlereagh al Vizconde Melville, Londres, 3 de junio de 1808. SRO. Melville. GD. 51.1.520.10
48
48. Beresford, en 1806 (después de ocupar Buenos Aires durante 46 dlas) y luego lohn Whitelocke, en 1807.
49
49. Vizconte Melville a Lord Castlereagh, 1808. SRO, Melville, GD. 51.1.520.13.
50
50. DNB. vol. 3. p. 874.
27
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
coloniales de España. Hay más de un memorial de Wellesley sobre la materia. 51(51)
Un año antes de iniciar la preparación de su expedición a Hispanoamérica y, finalmente,
pasar a la Península, Wellesley había dirigido la expedición a Dinamarca, con Sir Home
Riggs Popham como capitán de la flota. Después de la batalla de Kioge, tanto Wellesley
como Popham, junto con un tercer comisionado británico, discutieron los términos de la
capitulación de Copenhague.52 (52) .
Popham acababa de llegar del Río de la Plata, adonde había conducido la flota que trajo
a los hombres de Beresford (ver más adelante). Antes, Popham había participado, en
Londres, de varias discusiones con Pitt, Dundas y Miranda acerca de posibles expediciones
a Sudamérica, destinadas a promover la independencia de las colonias es pañolas. 53(53)
Popham conocía todos los planes que se habían considerado a ese efecto.
Cuando Wellesley entró en España. San I Martín formaba parte de un batallón que
actuaría codo a codo con los ingleses y, en ocasiones, bajo el mando británico. El futuro
Libertador trabó relación con oficiales de ese ejército, hasta entonces enemigo, que ahora
venía a reforzar la resistencia contra Napoleón. Directa o indirectamente, San Martín tomó
contacto con ingleses que habían participado en planes para atacar Sudamérica, y aun con
oficiales que habían participado en los intentos frustrados de controlar Buenos Aires.
El siguiente detalle muestra las relaciones británicas de San Martín en España, desde e!
arribo de Wellesley en 1808 hasta el momento en ,que San Martín , repentinamente decide
abandonar el ejército español y, con la ayuda de algunos de esos contacto británicos, se
embarco para Lóndres para, desde allí venir á iniciar en Buenos Aires su me morable
campaña.. .
JAMES DUFF{más tarde, cuarto Conde de Fife) 54. (54) Este escocés jugó un papel de gran
importancia en la decisión de San Martín de venir a Sudamérica a pelear por la
independencia. Aunque británico, Duff estaba incorporado al ejército español, donde
conoció a San Martín. Los dos hombres pelearon hombro a, hombro, y desarrolla ron “ una
profunda y duradera amistad", 55 (55).San Martín terna en gran estima a Duff, a quien
consideraba "sereno, frío y valiente, simpático, osado y romántico"56. (56)
Se ha sugerido que fue Duff quien urgió a San Martín a abandonar España, ir a Londres
y de allí embarcarse para Buenos Aires a fin de iniciar la lucha por la independencia
sudamericana. El historiador británico J.C.J. Metford especula: "Una explicación para este
asombroso abandono de lealtad de parte de un soldado que había jurado fideli dad a
España es que San Martín fue impulsado al movimiento independentista hispanoamericano
por simpatizantes británicos, y que fue reclutado merced a Jámes Duff, cuarto Conde
Fife" .57(57) Es una hipótesis demasiado atrevida: en diversas oportunidades, San Martín
51
51. DNB, vol 20, p. 1986. A Wellesley sin embargo, no le atraía la idea de fomentar la rebelión hispanoamerican a. Las
rebeliones le desagradaban, donde quiera ocurriesen. Prefería las acciones militares.
52
52. DNB, Vol. 16, p. 146.
53
53. DNB. vol. 16.
54
54. James Duff fue conocido en la península al principio. como Lord Macduff: en 1809 al recibir su
padre (Alexander) el condado de Fife, él lo sustituyó como Vizconde Macduff. Su padre murió el 14 de abril de 1811 (es
decir, ante de la batalla de Albuera y el sitio de Badajoz) y Duff se convirtió así en Lord Fife. Eso no lo
hizo retornar a Gran Bretaña: permaneció en la Península hasta 1813. Para evitar confusiones, en este artículo me refiero
a él llamándolo Duff, salvo cuando el contexto hace apropiado -o una cita exige- el uso de alguno de sus otros nombres.
En general, empleo los apellidos, no los títulos nobiliarios, para evitar las dificultades a que puede dar origen la usanza
inglesa. En Inglaterra, cuando alguien recibe un condado o vicecondado, pasa a ser conocido como Lord (más el nombre
del condado o vicecondado; por ejemplo Lord Wel1ington). Cuando alguien recibe el título honorario de Sir, pasa a ser
llamado por ese título más su nombre de pila (por ejemplo, Sir Arhtur). Esto ha ce que, según la época a que uno se refiere,
se hable sucesivamente de Arthur Wellesley, Sir Arthur y Lord Wellington, q ue en realidad era una sola persona.
55
55. Farquharson, "General José de San Martín en 57 o 40" North (artículo inédito relativo a la estadía. de San Martín en
Banff en 184; 1974), Peterhead Arbuthnot Museum, Peterhead, Escocia.
56
56. Farquharson, "General José de San Martín".
57
57. J.C. Metford, "San Martín, José de", en Enciclopedia Británica (Chicago, 1974) vol. 16, p. 225,
28
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
dio prueba de su independencia respecto de Gran Bretaña, y se opuso decididamente a
todo proyecto colonial de los ingleses en Suda mérica.58 (58) .
No obstante, es un hecho que Duff ayudó a San Martín a salir de España: merced a
aquel escocés, el futuro Libertador obtuvo un pasaporte para. Londres y un pasaje en un
barco inglés. Duff le dio, asimismo, cartas de presentación y letras de crédito (que San
Martín no uso)59.(59)
Años más tarde, cuando San Martín regresó a Gran Bretaña tras su campaña
sudamericana, en 1824, Duff
(ya entonces Lord Fife) lo recibió, lo alojó por unos días en Duff House, Banff (Esco cia), e
hizo que se lo nombrara ciudadano honorario de Baff 60(60)
Duff estaba relacionado con el Príncipe Regente, el futuro Rey Jorge IV. 61 (61) Tenía,
además, numerosas amistades en el gobierno británico. En la Península, Duff había
trabado óptimas relaciones con Wellesley, a punto tal que, poco después de abandonar
San Martín España, cuando Duff también se retiró y volvió a Escocia, Wellesley le regaló un
sable con incrustaciones de piedras preciosas que él había recibido en la India. 62(62)
Duff tenía una estrecha relación con oficiales británicos que habían participado
activamente en planes para separar a Hispanoamérica de España: su propio hermano, el
General Sir Alexander Duff, había comandado el 88 Regimiento, C onnaught Rangers,
durante la ocupación británica de Buenos Aires en 1806. Sir Samuel Ford Whittingham (ver
más adelante), un amigo de toda la vida de Duff, había tomado parte en el segundo intento
de tomar Buenos Aires, en 1807. Whittingham, que pasó del Río de la Plata a la Península,
salvó a Duff de caer prisionero de los franceses en 1809, tras la batalla de Talavera, donde
Duff fue seriamente herido.
SIR SAMUEL FORD WITTHINGHAM. Tanto Whittingham como San Martín participaron en
la batalla de Bailén (18 de julio de 1808), después de lo cual Whittingham fue promovido a
coronel de caballería 63(63) y San Martín a teniente coronel de caballería. 64(64)
Whittingham se había relacionado con Pitt y en 1806 partió de Inglaterra como asistente
de una fuerza comandada por el Brigadier General Roberto Craufurd (ver más adelante),
que debía ir a Lima. Cuando la expedición arribó al Cabo de Buena Esperanza, el 15 de
marzo de 1807, supo que su destino había sido cambiado. Zarpó entonces para
Montevideo, adonde llegaría el 13 de junio, poco después de que la ciudad fuera capturada
por Sir Samuel Auchmuty. En 1806 el Brigadier General William Carr Beresford (ver más
adelante) había tomado posesión de Buenos Aires, pero luego había tenido que rendirse. El
gobierno británico había enviado a Montevideo 5.000 hombres al mando de Auchmuty, y
luego una fuerza mayor bajo John Whitelocke. Este último había asumido el mando de las
fuerzas conjuntas para intentar la recaptura de Buenos Aires. Whitelocke nombró a
58
58. El mismo Metford reconoce que en 1845, cuando la escuadra anglofrancesa bloqueó el Río de la Plata permaneció
alli (los británicos hasta 1849, los franceses hasta 1850), "San Martín tomó desde el principio partido por Rosas y escribió
cartas llenas de admiración y consejos para el dictador argentino". "San Martín admiraba a Rosas por su firme actitud
frente a la intervención extranjera en los asuntos argentinos" y "en su testamento dejó a Rosas el sable que lo había
acompañado en sus campañas, como testimonio de la satisfacción que, co mo argentino, sintiera al ver la fir meza con la
que Rosas había mantenido el honor de la República contra los injustos reclamos de extranjeros que trataron de hu -
millarla . Una Sudamérica independiente, libre de toda atadura a Europa, fue el ideal de San Martín hasta el fin de sus
días". Metford, San Martin, the Liberator (Oxford, 1950), pp. 127-129.
59
59. Mitre, The Emancipation of South America, p. 36.
60
60. William Gramond (compilador), The AnnaIs of Banff (Aberdeen, 1891), vol. 2, p. 433. También: Conde de Fife a
Richard Warton Duff, Banff, 18 de agosto de 1824, biblioteca de la unive rsidad de Aberdeen, sección manuscritos y
archivos, Aberdeen, Escocia, papeles Duff of Braco, MSS 2727/94.
61
61. Alistair y Henrietta Tayler (compiladores), The Book of tbe Outfs (Edimburgo, 1914), p. 206.
62
62. James Imlach, History of Banff and Familiar Account of its Inhabitants and belongings (Banff, 1868), p.40
63
63. DNB, vol. 21, p. 149.
64
64. José Pacifico Otero, Historia del Libertador Don José de San Martín (Buenos Aires, 1932), vol. 1, p. 122.
29
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Whittingham como uno de sus ayudantes de campo.65 (65) Whitelocke había conducido en
1793 la columna principal en el ataque de Puerto Príncipe, y había permanecido al frente de
los acantonamientos británicos en la costa occidental de Santo Domingo hasta 1794,
cuando entregó el mando al Brigadier General Whyte, bajo el cual Maitland servía como
teniente coronel. 66(66)
Después de tomar parte en la fallida recaptura de Buenos Aires, Whittingham se
embarcó con destino a Inglaterra y, al año siguiente, pasó a Gibraltar. 67 (67) San Martín
servía entonces en la división de Castaños. 68 (68) Whittingham se convirtió pronto en
sub-asistente de la fuerza al mando de Wellesley, aun cuando permaneció en el ejército de
Castaños69 (69)
WILLIAM CARR BERESFORD. El 15 de mayo de 1811, tanto San Martín como Duff
tomaron parte en la batalla de Albuera, a las órdenes de Beresford. 70(70) Un mes más
tarde, Beresford condujo el segundo sitio de Badajoz y, otra vez, ambos hombres sirvieron a
sus órdenes. Esta fue la última acción de San Martín en la Península; enseguida se retiró y,
el 14 de setiembre de 1811, se embarcó en el buque inglés que lo llevó a Londres. 71 (71)
,
Beresford; que había peleado en la India, se embarcó en 1806 en el Cabo de la Buena
Esperanza, con destino a Buenos Aires, llevando 1.200 hombres. Como en el Plan Maitland,
el Cabo fue usado en esa ocasión como el punto de partida de una expedición a
Sudamérica. 72 (72) Beresford gobernó la ciudad ocupada desde el 25 de junio de 1806
hasta el 12 de agosto de 1806, cuando él y su ejército se rindieron a los líderes de la
resistencia. Hecho prisionero, Beresford es capó más tarde con la ayuda del criollo
Saturnino Rodríguez Peña, 73(73) cuyo hermano Nicolás se convertiría en amigo de San
Martín. 74(74)
Tras dejar el Río de la P lata, Beresford pasó a la Península, donde fue segundo de
Wellesley en la línea de mando. EI futuro ,Wellington lo distinguió en estos términos:
"Beresford es el hombre más capaz que yo haya visto en el ejército". 75(75)
65
65. DNB vol 21 p.149
66
66 DNB vol 21 p.119; DNB, vol.12, p.819
67
67. DNB, vol. 21, p. 149.
68
68. Otero, Historia del Libertador, vol. 1, p. 109.
69
69. DNB, vol. 21, p. 149.
70
70. Otero, Historia del Libertador, vol. 1, pp. 132-133; Farquharson, "General Don José de San Mart ín", f.2.
71
71. A.J. Pérez Amuchástegui, Ideología y Acción de San Martín. (Buenos Aires, 1979), p. 18.
72
72. DNB, vol. 2, p. 331; SRO Maitland, GD. 193.6.4, fol. 4.
73
73. R.A. Humphreys, Libcration in S outhAmerica, 1806 -1807. TheCareer of Jamcs Paroissien (Londres,
1952), p. 22.
74
74. Cuando San Martín y sus amigos impusieron un cambio de gobierno en Buenos Aires (8 de octubre de
1812), Nicolás Rodríguez Peña fue nombrado miembro del nuevo gobierno (Triunvirato).
75
75. DNB, vol. 2, p. 332.
76
76. DNB,.vol, 2, p. 42.
30
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
pedición fue finalmente desviada a Montevideo, des pués de la capitulación y prisión de
Beresford en Buenos Aires. Tras el fracaso de la operación, Craufurd se embarcó junto con
Sir David, Baird para la Península.77 (77) .
SIR DA VID BAIRD. Peleó en -India al mismo tiempo que Maitland, en 1795 sucedió a Sir
Davis Dundas como Brigadier General. 78(78) En 1801, Baird, con Sir Samuel Auchmuty
como general adjunto, comandó una fuerza que marchó de India a Egipto, cruzando el
desierto en verano "en Una épica campaña mi1ilitar. 79(79) Habiendo competido sin éxito
con el propio WelIesley por el comando general de Indias, Baird regresó a Inglaterra en
1802, y, tres años más tarde, fue nombrado comandante del ejército que en 1806 recapturó
el Cabo Buena Esperanza, entonces en manos de los holandeses. 80 (80) Popham,
comodoro de esa expedición, convenció a Baird de participar en la expedición a Buenos
Aires como jefe de una de las brigadas de Beresford.
Baird también fue parte, junto con WelIesley y Popham, en la invasión de Dinamarca, e
integraba el ejército estacionado en Cork, que estaba destinado a Sudamérica y fue
derivado a la Península en 1808.81 (81)
SIR CHARLES STUART (más tarde Barón Stuart de Rotbesay). Diplomático británico,
amigode Duff, que servía en la Península. Le otorgó a San Martín el pasaporte para
Londres, en 1811. 82 (82) Stuart era, junto con Beresford, miembro de la regencia
portuguesa. 83 (83) Un miembro de su familia, el General James Stuart, había servido en
India bajo Hippisley.
Después de Trafalgar y Austerlitz, Inglaterra emergió como señora de los mares y
Napoleón quedó dueño de Europa continental.
La resistencia hispano-portuguesa era, aun después de la incorporación de. Inglaterra,
una tarea difícil y a menudo desesperanzada. .
San Martín tenía motivos para sentir que todo estaba perdido en España y era tiempo
de perseguir nuevos objetivos en América, de donde él procedía. En la época se temía que,
tras adueñarse definitivamente de España, Napoleón se hiciera de las colonias españolas.
La decisión de pasar a América pudo ser es pontánea u obedecer a sugerencias que
San Martín pudo recibir en aquel medio. El hecho es que él discutió sus planes con Duff, y
obtuvo la ayuda del propio Duff y Sir Charles Stuart. 84(84) .
Por otra parte, es claro que San Martín tuvo innumerables oportunidades de conocer los
objetiv6s británicos en Hispanoamérica. Había estado rodeado de personajes que jugaron
papeles centrales en la formulación de proyectos y estaban familiarizados con todas las
alternativas que, durante más de 20 años, se habían analizado en Londres.
La conexión londinense
Desde que llegó de España hasta la fecha en que zarpó para el Río de la Plata (19 de
enero de 1812), San Martín pasó casi cuatro meses en Inglaterra.
Apenas llegado a Londres, visitó la casa de 28 Grafton Street (ahora, 58 Grafton Way),
que había sido residencia de Mira nda y estaba ocupada por Andrés Bello, revolucionario
venezolano con quien San Martín trabó amistad.
77
77. DNB, vol. 2, p. 42.
78
78. DNB, vol. 1, p. 914.
79
79. DNB, vol. 1, p. 916.
80
80. DNB, vol. 1, p. 914.
81
81. ONB, vol. 21, p. 149. DNB, vol 1, p.914.
82
82. Mitre, The EmancipatioD of South America, p. 35.
83
83. C.K. Webster, The Forei¡n Policy of Castlereagh, 1812-1814 (London, 1931), p. 73.
84
84. SRO, Melville, GD. Sl.l.SS5; Farquharson, "General Don José de San Martín", f. 1.
31
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Bello, miembro de la Gran Reunión Americana (ver La Conexión Masónica, más abajo)
estaba al corriente de todas las conversaciones que Miranda había manteni do con Pitt,
Dundas y Popham acerca de Hispanoamérica.85 (85)
Por otra parte, Bello había ido a Londres como Secretario de una misión encabezada
por Bolívar. Luís López Méndez, que más tarde sería responsable de re chutar una Legión
Británica que tuvo destacado papel en la lucha de Venezuela contra los realistas, también
había formado parte de aquella misión Bolívar creía “que solo Inglaterra, ama de los
Mares” podía defender a Hispanoamérica “ contra las fuerzas unidas de la reacción
europea”86(86)
Cuando San Martín llegó a Londres, tanto Miranda como Bolívar, habían partido rumbo
a Caracas, pero Bello y López Méndez debieron proveerle de detallada información de
planes y posibilidades.
Ya en 1790 Miranda le había presentado a Dundas un plan según el cual Inglaterra debía
mandar una flota a bloquear Cartagena (hoy Colombia), “el único sitio de resistencia y
desembarco para cualquier refuerzo que pudiera ser despachado desde España o desde
La Habana”. Tras el Bloqueo un nuevo país, llamado Santa Fe seria constituido por los
criollos. 87(87)
Aunque no le dio apoyo para sus planes, el gobierno británico, mantuvo vivas las
esperanzas de Miranda. En diversas oportunidades el venezolano recibió garantías de
ayuda, cuando la oportunidad fuera propicia. Inglaterra debía esperar el momento indicado
para ayudar a las colonias hispanoamericanas sin poner innecesariamente en peligro su
posición en Europa.
Miranda se mantuvo en contacto con Popham y a través de él con Dundas y Pitt.
Durante un tiempo ambos hombres trabajaron con la idea de ataques simultáneos sobre
Caracas y Buenos Aires: la iniciativa con la cual Maitland expresaría su discrepancia.
Según Maitland, el principal interés de España era, conservar las ricas posesiones
occidentales.88 (88)
Después de una reunión con Pitt, Dundas y Pophan el 12 de octubre de 1804,
Popham quedó encargado de preparar un plan de ataque sobre Hispanoamérica: una
tarea para la cual contó con la ayuda de Miranda. Además de desembarcos simultáneos en
Nueva Granada y el Río de la Plata, ese plan incluyó una expedición a Valparaíso y Lima
por una fuerza que debía llegar desde India. Esto coincidía con el Plan Maitland que tanto
Popham como Miranda, como consultores del gobierno británico en este aspecto, debían
conocer'"89
En 1806, cuando el propio Miranda intentó la invasión de Venezuela con una fuerza
que zarpó de Estados Unidos, recibió en Granada el apoyo del gobernador de la isla:
Frederick Maidand, primo de Sir Thomas 90.(90) En las Indias Occidentales Miranda con-
siguió también el apoyo del Almirante Thomas A. Cochrane: el que seria segundo de San
Martín en la expedición a Perú 91 (91). Cochrane era entonces el comandante en jefe de las
fuerzas estacionadas en las Islas de Sotavento.92{92)
En Londres. Miranda estuvo también en contacto con algunos de los jesuitas
hispanoamericanos que habían buscado la cooperación de Inglaterra para promover la
insurrección de las colonias. En 1791, le propuso a Pitt que Inglaterra aprovechara la dispo-
85
85. Metford, San Martin de Liberator, . pp. 29-30.
86
86. Miriam Blanco-Fombona de Hood, Andres Bello, Committee. for the Bicentenary Celebrations (London,1981), p: 4.
87
87. SRO, Melville, GD. 51.1.520.3.
88
88. SRO, Maitland, GD. 193.6.4, fol. 3.
89
89. Sir Home Riggs Popham a Lord Melville, Londres, 14 de octubre de 1804, PRO, WO 1/161.
90
90. Frederick Maitland a William Windham, Granada (Caribe), 12 de abril de 1806 y 29 de mayo de 1806. PRO, Grenada,
35.
91
91. WiIliam Spencer Robertson, Rise of the Spanish.American Republics (NewYork, 1918), p. 46.
92
92. Morning Post, Londres, 6 de junio de 1806.
32
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
sición de los jesuitas, y él mismo entró en contacto con Viscardo, quien llegó en 1792 a
Londres "a requerimiento del gobierno británico" . Viscardo concluyó en la capital inglesa su
famosa "Carta a los Hispanoamericanos", un documento que Miranda usaría profusamente
como material de propaganda. 93(93)
Aparte de sus relaciones con revolucionarios hispanoamericanos. San Martín pudo
tomar contacto en Londres con algunos notables británicos a quien Duff lo había referido.
En aquel momento, como aliada de España, Inglaterra no podía entrar en tratos
formales con revolucionarios hispanoamericanos. Por otra parte, San Martín era un
personaje desconocido, nadie podía sospechar su futura importancia, y la misión que se
había propuesto debía ser mantenida en el más estricto secreto. No es sorprendente, por
todo eso, que no haya registro de las conversaciones que el Li bertador pudo haber tenido
en Londres durante los meses que pasó allí antes de zarpar para Sudamérica.
Sin embargo, es posible construir una lista de personalidades con las cuales,
verosímilmente, San . Martín pudo tener contacto directo o indirecto:
George Canning. "El heredero de Dundas" había jugado un papel protagónico en todo
proyecto oficial relativo a Hispanoamérica 94(94) y Duff estaba vinculado a él poco después
de que San Martín dejara Inglaterra, en 1812, San Martín recibió el mismo honor que San
Martín recibiría a su regreso a Gran Bretaña, doce años más tarde: el título de ciudadano
honorario de Banff, la pequeña ciudad escocesa que era, en realidad, un feudo de los
Duff.95 ( 95)
En 1811 Canning era miembro del Parlamento (como lo había sido sin interrupción
desde 1794) y Consejero Privado de la Corona, junto con Maitlarid. 96 (96) Once años antes,
cuando Maitland. escribió su plan, Canning -amigo de Dundas- era comisionado de la Junta
de Contralor. 97 (97) Uno de los más fervorosos partidarios de la independencia de
Hispanoamérica -considerada por él esencial al interés británico- Canning fue canciller
entre 1807 y 1809, por recomendación de Wellesley. 98(98)
Sir Home Riggs Popham : El y Beresford -superior de San Martín en la Península- habían
lanzado el ataque sobre el Río de la Plata en 1806. Popham estaba en Londres en 1811. A
fines de ese año partió hacia la costa norte de España, al mando de un escuadrón
destinado a apoyar desde el mar los esfuerzos que su amigo Wellesley hacía en
tierra. 104(104) Como hemos visto, Popham había asesorado al gobierno británico sobre
posibles acciones en Sudamérica, y era el oficial británico más estrechamente vinculado a
Miranda.
Sir John Coxe Hippisley. El hombre que le pidió a Maitland que elaborase un plan para
tomar Sudamérica. En 1811, Hippisley era miembro del Parla mento: había ocupado una
banca entre 1790 y 1796, lo habían reelegido en 1802 y conservaría su puesto hasta
1819.108(108)
Sir Thomas Maitland. Cuando San Martín llegó a Londres, el propio Maitland acababa de
regresar a Inglaterra, tras cinco años de servicio como Teniente General y Coma ndante en
Jefe de Ceilán. Enseguida fue promovido a Mayor General. Retenía el cargo de Consejero
Privado de la Corona, para el cual había sido designado el 8 de abril de 1807. 109(109)
La conexi6n masónica
101
101. DNB, vol. 6, p. 195.
102
102. Ver nota 127.
103
103. DNB, vol. 6, p. 195.
104
104. DNB, vol. 16, p. 143.
105
105. Donald Thomas, Cochtane. Britannia's last Sea-king (Londres, 1978), ,p. 243 ff.
106
107. Derry, Cochrane. p. 243.
107
107. Derry, Cochrane. p. 243.
108
108. DNB, vol. 9, p. 904.
109
109. DNB, vol. 12, p. 819.
34
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Portugal eran los únicos aliados que Inglaterra tenía en Europa. Por otro la do, un clamor
público demandaba, en Inglaterra, que la corona extendiera "sus conquistas al Nuevo
Mundo, de modo de mantener un equilibrio", lo cual era importante tanto desde el punto de
vista militar, como comercial.110 (110)
Napoleón había impuesto un bloqueo del conti nente e Inglaterra se sentía en la
necesidad de encontrar nuevos mercados cuanto antes. Hispanoamé rica ofrecía la
oportunidad más promisoria, pero los españoles se aferraban a su monopolio: estaban con-
vencidos de que todo esfuerzo por preservar sus colo nias de ultramar se volvería inútil si
otras potencias quedaban en libertad de comerciar con esas colonias. Revolucionarios
como Miranda sabían que era esa renuncia española lo que más inquietaba a Ingla terra.
Por lo tanto, esos revolucionarios prometían libre comercio, y aún facilidades territoriales, a
cambio de la ayuda militar que Inglaterra pudiera prestar a los movimientos
independentistas. La oferta tenta ba. a Inglaterra, pero la necesidad de no irritar a sus
aliados europeos frenaba toda acción práctica.
Como asociación consagrada a la Libertad, Igualdad y Fraternidad, portadora de ideas
supranacionales y amparada por el más estricto secreto, la moderna masonería (fundada
en Londres en 1717) era ideal para prestar asistencia indirecta a los revolucionarios
hispanoamericanos. Esto no pudo pasar inadvertido a los masones británicos, entre los
cuales había figuras de tanta prominencia como el Príncipe Regente, opuesto a la idea de
que Gran Bretaña diera apoyo formal a movimientos subversivos en Hispanoamérica. El
futuro Jorge IV había sido iniciado en 1787 por su tío Henry Frederick, Duque de Cum-
berland, en la Logia Príncipe de Gales, 259EC, Londres. En 1811, el príncipe era Gran
Maestre de la Moderna Masonería Constitucional Inglesa.111(111)
Duff había sido admitido a la masonería en la Logia St Andrew No. 52, en Banff, el 28
de enero de 1802 112.(112) A su regreso de la Península sería nombra do Maestre de Culto
de la misma logia, el 30 de noviembre de 1813 113.(113) Exactamente un año después, el 30
de noviembre de 18J4, sería electo Gran Maestre Encargado de la Gran Logia de Escocia,
Edimburgo, cuyo Gran Maestre era el Príncipe Regente.114(1l4) .
Pitt también era masón 115(115), y la masonería pudo ser el canal que Miranda utilizó
para llegar a él. Hay indicios de que Miranda pertenecía a una logia llamada La Paz116.(1l6)
En su propio diario, Miranda menciona varias visitas a logias europeas, y su biblioteca
privada contenía gran número de obras masónicas.
Fue el mismo Miranda quien, aparentemente, introdujo a Bolívar. El 27 de diciembre de
1805 el futuro Libertador de Colombia fue iniciado en una ra ma francesa de la logia
escocesa ST. Andrew117(117)
En 1807, Miranda fue a Cádiz para establecer una logia en ese puerto español: el único
abierto al comercio con las colonias tras la invasión napoleónica de la Península 118.(118) De
acuerdo con Mitre, a principios del siglo XIX la Sociedad de Lautaro, o de los . Caballeros
110
110. Arthur Bryant, Years of Victory, 1802-1812 (Londres, 1944), p. 207.
111
111.William Alexander Laurie, The History of Free-Masonry and the Orand Lodse of Scotland. (Edimburgo, 1909), p.
18.
112
112. George D. Hipburn, General Secretary o f the Lodge St. Andrew No. 52, Banff, febrero de 1982. Comunicación
personal.
113
113. Hipburn, comunicación personal.
114
114. Kenneth S. Ryrie, Famous Scottish Freemasons (Edimburgo, 1965); Hon. Vicary Gibbs y H.A. Doubleday
(compiladores), The Complete Peerage of England, Scotland, Ireland, Great Britain and the United Kingdom (Londres,
1921), vol. 5, p. 378.
115
115.. Miriam Blanco-Fombona de Hood, "La Masonería y Nuestra Independencia", El Repertorio Americano, 1
(Londres, Julio, 1979), p. 63.
116
116. Blanco-Fombona de Hood, "La Masonería y Nuestra Independencia", p. 63. El principal biógrafo de Miranda, sin
embargo, confiesa que le fue imposible hallar la prueba de que el venezolano fuera masón, aunque reconoce que "sería
perfectamente congruente con el resto de las actividades de Miran da". Robertson, "La vida de Miranda", p. 338, n.f
117
117. Blanco-Fombonade Hood, "La Masonería y Nuestra Independencia", p. 66.
118
118. Mitre, The Emancipation of South America, p. 33.
35
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Racionales, tenía ramificaciones por toda España y estaba afiliada a la Gran Reunión
Americana, establecida en Londres por Miranda. En Cádiz solamente -precisa Mitre- la
sociedad tenía, en 1808, más de 40 miembros, incluyendo algunos no tables españoles. Los
miembros del primer grado juraban trabajar por la independencia de Hispanoamé rica; los
de segundo grado se obligaban a no reconocer en Hispanoamérica otro gobierno que aquel
establecido por la voluntad libre y espontánea de los pueblos, de acuerdo con los principios
republicanos. Mitre nos asegura que San Martín fue miembro de esa sociedad, 119 (119) .
Fue en Cádiz, por otra parte, que San Martín decidió retirarse del ejército español en
1811. Un autor masónico sostiene que todos los miembros de la logia mirandina "tenian que
ser masones".120 (120)
El agente de Miranda en el Río de la Plata era Saturnino Rodríguez Peña, el ho mbre
que liberó a Beresford después de la capitulación de los invasores británicos, en
1807 121 .(121) Rodríguez Peña recibía "una asignación del General Whitelocke y una
pensión del gobierno británico" 122. (122)
En Londres, San Martín participó en reuniones de la Gran Reunión Americana,
organizadas por Bello y López Méndez en 28 Grafton Way. Allí, el futuro Libertador fue
promovido al quinto grado. 123(123) Carlos María de Alvear y Matías Zapiola; con quien
finalmente San Martín se embarcó para Sudamérica en 1812, también estaban en Londres
y se unieron a la logia. 124 (124) Otro revolucionario presente, a quien me referiré más tarde,
era Tomás Guido.
No hay prueba de que Maitland fuera masón. El único indicio, es que era parroquiano
de la Taberna de los Masones (Freemason's Tavem), punto de reunión de los Amigos del
Pueblo (Frieds of the People), un grupo parlamentario del cual el propio MaitIand era un
miembro prominente. El líder del grupo era Sir James Mackintosh, un famoso masón 125
(125) y abogado de la independencia sudameri cana. Mackintosh, otro escocés, era íntimo
amigo de Cochrane.126 (126)
Tampoco hay prueba. de que Dundas fuera ma són. Sin embargo, no hay dudas sobre el
carácter masón de Robert Saunders Dundas, su hijo y secretario privado: en 1801 fue
designado Gran Maestre delegado de la Logia Hoyrood House (Saint Luke) No. 44 de
Escocia.127
Fue la masonería escocesa, más que la inglesa, la que se vinculó a los revolucionarios
hispanoamericanos. Es posible que Duff haya puesto a San Martín en contacto con
miembros de la orden escocesa. .
La confirmación de las vinculaciones de San Martín con la masonería parece emerger
de sus actos posteriores. Apenas llegado a Buenos Aires, fundó junto con Alvear y Zapiola,
la Logia Lautaro , donde “los neófitos eran iniciados con el ritual de las logias masónicas.
En los grados superiores "eran iniciados en los más elevados propósitos de la sociedad" y
tras esta logia se "escondía la Logia Matriz", en la cual residía el poder supremo. 128(128) La
119
119. Mitre; The Emancipation of South America, p. 47-48.
120
120. J. Heron Lepper, "Review", en Trasactions of the Quatuor Coro nati Lodge, vol. 64 (Londres, 1951; publicado en
1953), p. 81.
121
121. Humphreys, Liberation in South America, p. 22.
122
122. Humphreys , Liberation in South America, p. 22.
123
123. Pérez Amuchástegui, Ideologia y Acción, p. 18.
124
124. Mitre. The Emancipation of South America, p. 34.
125
125. Laurie, The History of FreeMasonry, p. 78.
126
126. Thomas. Cochrane, p. 262.
127
127. Ryrie, Famous Scottish Freemasons.
128
128. Mitre, Tbe Emancipation of South America, p. 47.
36
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Logia Matriz estaba en Londres.
O'Higgins, discípulo -de Miranda en Londres, que también estuvo en Cádiz, formó una
logia similar en Chile. Luego-de que San Martín y O'Higgins cruza ran los Andes y tomaran
control de Chile, el Libertador envió a José Antonio Álvarez de Condarco, masón, 129(129) a
Londres, donde Álvarez Condarco contrató a Cochrane.
Una vez convertido en Protector del Perú, en 1822 San Martín envió a Juan García del
Río y James Paroissien (ver más adelante) como enviados personales a Londres. El
objetivo de la misión era persuadir al Príncipe de Saxe-Coburg, casado con la Princesa
Carlota, o en su defecto al Duque de Sussex, de que aceptara la corona del Perú. 130(130)
Leopoldo, futuro rey de Bélgica, sería proclamado más tarde Protector de la Masonería
Nacional por los masones belgas, 131(l3l) una de cuyas logias, La Perfecta Amistad (La
Parlaite Amitié), acuñó en 1825 una medalla con la imagen de San Martín. 132 (132) El
Duque de Sussex era, a la época en que San Martín pensó en él. con relación a sus planes
monárquicos para Perú, Gran Maestre de la Gran Logia Unida de Inglaterra, en reemplazo
de su hermano, el Príncipe Regente, quien en 1813 había expresado el deseo de no ser
reelecto, a fin de asumir como Gran Maestre de la Gran Logia de Escocia, con Duff como
segundo.133(133)
Es obvio que, aún cuando no haya hecho re querimiento alguno, San Martín tuvo que
tomar conocimiento en Inglaterra de todas las posibilidades de asistencia británica a sus
esfuerzos por promover lo que la Logia Lautaro llamaba "la independencia y feli cidad de
América" 134(134) Sus lazos con la masonería le facilitaban el acceso a gente como Robert
Dundas. Las recomendaciones de Duff, así como los vínculos de Miranda y Bello, pueden
haberlo puesto en contacto con los distintos planes británicos para "hacer una impresión"
en Sudamérica.135(135)
129
129. Fabián Onzari, San Martín, la Logia Lautaro y la Francmasonería (Buenos Aires, 1964), p.
109. Onzari lo llama, erróneamente, Manuel.
130
130. Humphreys, Liberation in South America, p. 101; John Lynch, Gran Bretaña, San Martín y la
Independencia Latinoamericana. (Buenos Aires, 1978), p. 480.
131
131. Gran-Orient de Belgique, Ceremonie Funebre en memoire du Frere Leopold de
Saxe-Cobourg, Premier Roi des Belges, Protecteur de la Franc-Maconnerie Nationale (Bruselas,
1866).
132
132. Pérez Amuehásteguí, Ideología y Acción, p. 97.
133
133. Masonic Offering to H.R.H. Princc Augostos Frederiek, Duke of Sus sex, KG, Grand Master
of the Freemasons in EngIand (London, 1838).
134
134. Mitre, The Emancipation of South América, p. 47.
135
135. "To make an impression" (eufemismo que significa atacar) es una frase usual en Maitland.
136
136. Humphreys, Liberation in South America, p. 5.
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
conocido a Satumino Rodríguez Peña en Río de Janeiro, donde ambos se convirtieron en
"agentes confidenciales" del Almirante Sir Sidney Smith, Comandante en Jefe de la es-
tación sudamericana de la Armada Real. Smith había sido colega de Maitland en el
Parlamento británico, después de 1802. 137 (137) El almirante recibió a Paroissien y
Rodríguez Peiía "como un hermano recibe a otro hermano" 138.(138)
En 1814, San Martín y Pueyrredón se reunieron en Córdoba, donde Paroissien -en esa
época comisionado en el ejército criollo, después de haber sido el primer extranjero que
solicitó la naturalización en nuestro país 139(139) dirigía una fábrica militar de pólvora.
Fue en Córdoba que San Martín discutió en secreto el llamado Plan Continental con
Tomás Guido, para el cual consiguió luego el apoyo de Pueyrredón 140. (140) Luego, San
Martín fue a Mendoza a establecer el Ejército de los Andes, en el cual Paroissien actuaría
como cirujano jefe (nombrado el 24 de septiembre de 1814). Paroissien cruzó los Andes,
peleó en Chacabuco (como ayudante de campo del Ge neral Soler), Cancha Rayada y
Maipú, y en 1820 se embarcó en la expedición a Perú como ayudante de campo del propio
Libertador. Una vez proclamada la independencia de Perú, Paroissien fue nombrado
Consejero de Estado y Brigadier General (21 de di ciembre de 1821), y pronto fue enviado
junto con García del Río a Londres, en aquella misión secreta en busca de un rey.
Cuando San Martín dejó Sudamérica y volvió a Londres a iniciar su ostracismo en 1824
fue recibido .por Paroissien y Duff (ahora Lord Fife) 141.(141)
En el Ejército de los Andes, San Martín contó además con los servicios del General
William Miller, un masón que había peleado en la Península, bajo Wellesley, desde poco
después que San Martín abandonara España hasta 1814. 142 (142) Miller sirvió como
comandante de la infantería naval, a las órdenes de Cochrane.
Todos los comandantes de la escuadra sanmartiniana eran súbditos británicos:
Willinson, que había estado al servicio del ejérci to de la Compañía de Indias
Orientales, era el capitán del "San Martín".143 (143)
El Comandante Robert Foster estaba a cargo del "Independencia". .
El Comandante Guise era capitán del "Valdivía"; el Subteniente J. Topoker Spry, del
"Galvarino"; el Subteniente T. Sackville Crosbie, del "O'Higgins"; Casey, del Chacabuco; el
Subteniente Carter, deJ "Araucano"; Young, del "Montenzuma"; Cobbet, del "Potrillo"; el
Subteniente James Esmonde', del "Valdivia". El Comisario y Juez de la flota era el
Sobrecargo Henry Dean. 144(144)
En Buenos Aires, San Martín se mantuvo en contacto con el Comodoro William Bowles,
Comandante en Jefe de la estación sudamericana de la Armada Real, a quien el Libertador
confió sus planes y problemas. En una conversación, San Martín sugirió a Bowles que Gran
Bretaña enviara buques de guerra a la costa peruana - para ejercer una oportuna inti-
midación, al tiempo que el ejército libertador avanza ra por tierra- y prometió la ulterior
apertura de los puertos peruanos al comercio británico. 145(145)
En 1818, San Martín gestionó a través de Bowles la mediación de Gran Bretaña en la
lucha de las antiguas colonias contra España. Con ese fin, convenció a O'Higgins de dirigir,
137
137. DNB, vol. 28, p. 574.
138
138. James Paroissien, Diario, 19 de mayo de 1808 (el subrayado es mío). Essex Record offiee, Chelmsford, Essex (e n
adelante, ERO), D/DOG.
139
139. Andrew Graham-YoolI, .Tbe For_ gotten Colony (Londres, 1981), p. 64.
140
140. Pérez Amuehástegui, Ideología y Acción, p. 43.
141
141. Paroissien, Diario, ERO, D/DOG; Benjamin Vicuña Maekena, El Ge nera! Don José de San Martin
(Buenos Aires), p. 142.
142
142. DNB, vol. 13, p. 426.
143
143. DNB, vol. 13, p. 427.
144
144. Gerald S. Graham Y R.A. Humphreys (compiladores), Tlie Navy and South America (Londres, 1962), p. 227.
145
145. (Robert P.) Staples a Hamilton, 2S de mayo de 1807, PRO, F.O. 72202, fol. 48.
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
en su condición de jefe del estado chileno, una carta al Príncipe Regente. El pro pio San
Martín, por su parte, envió una carta similar a Castlereagh (12 de enero de 1818). Por lo
demás, San Martín informó a Bowles que el agente del go bierno chileno en Londres,
Antonio José de Irisarri, estaba facultado para ofrecer a Gran Bretaña la ce sión de la isla
Chiloé y el puerto de Valdivia, así co mo una reducción de derechos para todos los buques
británicos durante 30 años, a cambio de asistencia militar. San Martín agregó que un
príncipe de la familia real británica sería bienvenido como monarca sudamericano, a
condición de que la monarquía a establecer fuera de orden constitucional.146 (146)
San Martín mantuvo, también, contactos con John Parish Robertson, un escocés que
llegó al Río de la Plata en la época de las invasiones ingleses y, años más tarde, sería
representante de Perú en Londres. Por invitación del Libertador, Robertson asistió en 1813,
como testigo, al combate de San Lorenzo.
Es indudable que San Martín tuvo estrechas relaciones con los ingleses, primero en
España, luego en Gran Bretaña y por último en Sudamérica. Algunos años después de su
gesta, el Libertador confió a su hermano Justo que "de no haber sido por los es fuerzos del
gobierno británico él no habría podido hacer lo que hizo en Sudamérica. San Martín an-
ticipó sus planes a los ingleses solcito ayuda y, hasta cierto punto, la recibió. Estaba en
contacto con militares, hombres de gobierno y diplomáticos británicos. Tuvo, por lo tanto,
innumerables oportunidades de conocer un plan como el de Maitland que -como hemos
visto- no fue fruto de una idea espontánea y aislada de un aficionado, sino la obra de un
destacado estratega, ubicado en el riñón del imperio británi co, que actuó a pedido de su
gobierno.
Varios historiadores argentinos han sostenido que la idea de cruzar los Andes y
proseguir a Perú a destruir el corazón del imperio español fue exclusiva de San Martín.
Esos historiadores han querido defender a San Martín, no de la sospecha de haber se guido
el Plan Maitland (desconocido hasta ahora), si no de un reclamo de co-autoría, .dentro de la
Argentina misma. .
El 20 de mayo de 1816, Tomás Guido -en esa época funcionario del Ministerio de
Guerra-presentó al Director Supremo interino, Antonio González Balcarce, un memorial por
el cual -habiendo discutido el plan con San Martín- Guido propuso la expedición a Chile:
"Ocupar el Reino de Chile es el principal objetivo a ser perseguido por el Gobierno... Esta es
la más corta, fácil y segura forma de liberar a las provincias del Alto Perú".
El memorial de Guido pudo ser considerado, hasta hoy, el antecedente documental más
remoto del Plan Continental. Entre los documentos argentinos que se refieren a ese plan,
sigue siendo el más antiguo.
En 1864, Carlos Guido Spano,- hijo del general Guido, reclamó para su padre el
derecho de, ser consi derado co-autor del Plan Continental. San Martín, como hemos visto,
había estado con Guido en Londres (1812), donde Guido estaba "en misión especial para
obtener ayuda para el rebelde Virreynato del Río de la Plata", donde Miranda lo inició en la
Gran Reunión Americana. En Buenos Aires, se hi zo miembro activo de la Logia Lautaro.
Como San Martín (o junto con el Libertador) Guido bien pudo conocer en detalle algunos de
los planes británicos sobre Sudamérica.
Con el propósito de atribuir todo el mérito del Plan Continental al Libertador, Vicente
Fidel López publicó en su libro "La Revolución Argentina" (188l) el texto de una carta,
146
146. Bowles a Crocker, 14 de febrero de 1818, citado por Graham y Humphreys, comp., The Navy and South America,
p. 227.
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
atribuida a San Martín y supuestamente enviada el 22 de abril de 1814 a Nicolás Rodríguez
Peña. Nadie vio jamás el original de esa carta, en la cual San Martín aparece confiando su
"secreto": el Plan Continental. Forzado a defender la aute nticidad del documento, López
dijo en su momento, con escaso poder de convicción, que el texto de la supuesta carta
-entre comillas en su libro- era en verdad' un trasunto de memoria". La mayoría de los
historiadores argentinos ha "legitimado" el documento, reproduciéndolo y comentándolo
como si fuera auténtico, pese a la casi certeza de que es apócrifo.
San Martín "dice" en la carta de López que su objetivo es "un ejército pequeño y bien
disciplinado en Mendoza para pasar á Chile y acabar allí con los godos", aliar fuerzas con
"amigos sólidos" e ir "por el mar á tomar á Lima": "Hasta que no estemos sobre Lima la
guerra no se acabará".
. Según Mitre, ese plan, que era secreto en 1814, no habría podido revelarse sin que su
autor fuera acusado de loco. Fue ese plan secreto -dice Mitre- lo que dio a San Martín un
sitial en 1a historia mundo.
El Plan Continental fue, según Pacífico Otero, "idea primigenia" de San Martín “una
inspiración genial” que nadie había tenido antes
A.J. Pérez Amuchástegui es el único sanmartiniano que ha reconocido la co-autoria de
Guido. Más aún Pérez Amuchástegui sostuvo que San Martín habría visto en Tucuman un
proyecto de Enrique Paillardelle que proponía un ataque sobre Tacna (hoy Perú) y Arica (en
Chile) con un escuadrón despachado desde Valparaíso, cuya acción debía coincidir con
una ofensiva argentina sobre el Alto Perú. Este era hasta finales de 1980 el antecedente
más remoto del plan continental en la historiografía argentina. Los historiadores “ortodoxos”
habían mantenido silencio, lo mismo que Otero, quien aseguró que nadie salvo San Martín,
podía haber pensado “que esa masa ciclópea (Los Andes) pudiera ser la vía del triunfo.
Todos los datos consignados mas arriba sugieren que San Martín debió conocer el
Plan Maitland.
Esto viene a perturbar hipótesis que nuestra historia ha mantenido más de un siglo y
medio, pero a mi juicio no disminuye en nada la significación histórica del Libertador.
La mayoría de los biógrafos se esfuerza por mostrar a San Martín como un iluminado
que no estaba en deuda con las circunstancias de su época, sino solamente con Dios. En
mi opinión esa falsa beatificación no hace si no desdibujar la figura de San Martín, ya que
al negarle todo mérito político se lo convierte en un mero instrumento del Destino.
San Martín fue un gran estratega y si se inspiró en el Plan Maitland no fue por incapacidad,
sino por el contrario, por que tomó seriamente la empresa que se disponía a realizar. La
estrategia consiste, justamente, en el planeamiento y conducción de operaciones de gran
escala: una ciencia que no se basa ni puede asentarse en la improvisación. El Estratega
busca todas las alternativas posibles y examina todos los antecedentes disponibles.
El Plan Maitland tampoco era original en el sentido que historiadores como Otero dan al
adjetivo aplicado al Plan Continental. Era original en tanto ofrecía, tras el examen del
conocimiento existente y planes previos, algunas ideas distintas
San Martín habría incurrido en imperdonable negligencia si, antes de venir a Sudamérica,
hubiese desperdiciado las oportunidades que tuvo de conocer las iniciativas de otros
estrategas que –como miembros de una de las principales potencias de la época- habían
estudiado formas de poner fin al imperio español en América.
Según algunos autores, una vez concebida la idea de ir al Perú por Chile, la genialidad de la
idea se hizo evidente. Ciertos relatos sugieren, que la ejecución del plan dio a San Martín la
mitad de su gloria, que no estaría completa si no hubiese sido suya la “inspiración”
Con la sabiduría que dan las visiones retrospectivas, todo paree obvio: llevar un ejército
por mar a Lima, para rodear a los españoles en el corazón de su imperio, era la forma de
40
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
lograr la intendencia de estos países. Sin embargo, si San Martín conoció y adoptó el Plan
Maitland, demostró una sabiduría que le faltó al propio gobierno británico.
La idea de una expedición continental tampoco era obvia para el gobierno de Buenos
Aires, aun después de que San Martín iniciara esa expedición y ob tuviera un apreciable
éxito en Chile. Ese gobierno, que durante años se había empeñado en enviar, una tras otra,
inútiles expediciones al Alto Perú -una barrera, antes que un camino a Lima- en 1818 instó
a San Martín a abandonar su intento y regresar a Buenos Aires.
El Libertador desafió la sabiduría convencional, y resistió las presiones, porque él sabía
que estaba en la buena senda. Es esta congruencia lo que nos per mite valorar su
capacidad estratégica, no la idea de una inspiración recibida de alguna musa militar.
Semejante musa, atrae a algunos historiadores porque, entre otras cosas, ahuyenta
toda posibilidad de que una potencia extranjera haya tenido influencia alguna en la
independencia criolla. La misma actitud sé nota respecto de Bolívar, en Venezuela.
San Martín, como hemos visto, buscó el apoyo británico. Esto no lo hace menos
patriota. La conducción de toda guerra requiere una política de alianzas. Esto no significa
identificarse con los ideales o los intereses de los aliados.
El propio San, Martín había aprendido en España que las alianzas son necesidades
transitorias. Durante años, arriesgó su vida junto a los franceses, en lucha contra aquellos
ingleses de los cuales había sido prisionero durante cuatro meses a fines del siglo XVIII.
(158). Luego, terminó peleando al Lado de los ingleses contra el invasor francés.
Al iniciarse la segunda década del siglo XIX, nadie podía lanzar una guerra continental
en Hispanoamérica -enfrentando tanto la reacción de los ejércitos realistas como el riesgo
de una invasión napoleónica- sin establecer previamente ciertos lazos con una potencia
capaz de prestar ayuda. En 1808, cuando Napoleón invadió dos tercios de Es paña, los
superiores de San Martín no vacilaron en pedir la ayuda de la "Pérfida Albión", y no por eso
se volvieron pro-británicos. En 1811, San Martín bien pudo sentir que el interés comercial
británico y el interés político sudamericano tenían una ocasional coincidencia. Eso
explicaría la búsqueda de apoyo. La discusión de todas las alternativas posibles para
atacar al poder colonial español en América era, por cierto, una de las ayudas que Gran
Bretaña podía prestarle al Libertador en esta etapa preliminar de su expedición
sudamericana. .
Por otra parte, el gran mérito de San Martín es la proeza en sí. Cruzó, con un ejército
precario, una de las cadenas montañosas más altas de la Tierra, sorprendió y derrotó a un
ejército superior, armó una flota de la nada y obligó al poderoso poder colonial español a
entregar Lima sin lucha. Es aquella gesta, no el copyright del plan, lo que da a San Martín su
lugar en la historia.
Cualesquiera fueran las bondades del concepto estratégico, hay que admitir que es fácil
realizar grandes campañas sobre un mapa. En cambio, hace falta un formidable genio
organizativo para llevar a cabo, en el terreno, una campaña de la magnitud que tuvo la
realizada por San Martín.
El propio Maitland conoció por experiencia la brecha que separa a los planes de la
realidad. Primero, fue a asegurar el dominio británico en Santo Do mingo (Haití), con la
esperanza de tomar control de toda la isla, y terminó rindiendo todas las posesiones
británicas a Toussaint l'Ouverture. Más tarde, sufrió un revés en la costa francesa, cuando
su intento de tomar Bellisle terminó en fracaso. (
Además, si las coincidencias entre el Plan Maitland y la campaña de San Martín son
asombrosas, las diferencias no son menos significativas:
1. San Martín no contó con un ejército de 8.900 hombres, (160) sino sólo con 3.700
voluntarios. No eran soldados entrenados en academias europeas, sino entusiastas
criollos.
2. San Martín no tenía, por otra parte, reserva alguna a la que recurrir en caso de ne cesitar
41
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
refuerzos.
3. Cuando ese ejército cruzó los Andes, no había del otro lado una poderosa escuadra
naval esperando para unírsele. Maitland había considerado que no -se podía vencer a
los españoles en Chile si no se los atacaba "de ambos lados"; San Martín se vio
obligado a atacar sólo desde el lado andino.
4. San Martín no tenía, esperándolo en el Pacífico. una flota lista para transportar su
ejército a Perú.
5. El cruce de los Andes, que según Maitland tomaría "cinco o seis días", demoró más de
un mes. La magnitud de los Andes sólo empezó a apreciarse en Europa después de
1824, cuando el Barón Alexander von Humboldt reveló el aspecto físico de América y se
pudo comprender entonces que "el pasaje de los Alpes y el Monte San Bernardo, por
Aníbal y Napoleón respectivamente, no es comparable a la empresa (de San Martín)".)
El Libertador condujo un ejército de 3.000 infantes, 700 hombres montados y 21
cañones a través de los pasajes nevados de los Andes. a alturas que van de 3.000 a
5.000 metros.
6. San Martín no pudo emplear el factor sorpresa. Con recursos escasos, necesitó más de
cinco años para completar su campaña. Lo que Maitland imaginó como una serie de
golpes rápidos y decisivos, a cargo de una de las naciones más poderosas del mundo
dueña de los mares - y de una incomparable experiencia militar- fue en realidad la tarea
paciente de un puñado de criollos que necesitaron media década pa ra alcanzar el
objetivo.
7. Por último, la campaña de San Martín no fue sólo una magnífica empresa militar. El
Libertador presionó por la independencia del Río de la Plata. contribuyó a la creación de
Chile. proclamó la independencia de Perú y gobernó ese país. Combinó pro pósitos
políticos y militares, y los llevó a cabo al mismo tiempo.
Es importante destacar que una de las ra zones por las cuales Gran Bretaña nunca se
decidió a aplicar un plan como el de Maitland fue, precisamente, la falta de un líder de las
características de San Martín. En 1806, cuando Hippisley aún pugnaba por lograr que su
gobierno ayudara a los criollos a libe rarse de España y formar estados nuevos dispuestos al
comercio con Inglaterra-, Thomas Douglas, quinto Conde Selkirk, observó que no había
hombre capaz de llevar adelante esa empresa: "Nuestro ejército no tiene abundancia de
oficiales que tengan, siquiera, talento militar. ¿Cómo pode mos esperar encontrar un
hombre que una ese talento a los que se necesitan para ser estadista y legisla dor?". San
Martín demostró ser un líder con esas virtudes.
En todo caso, el mérito de Maitland también de be ser reconocido. Así San Martín no
hubiera conoci do su plan, el caso es que aquel oficial escocés conci bíó, dos décadas antes
de la expedición y sin conocimiento directo de Sudamérica, un plan que –está demostrado-
era factible y eficaz. La caída de Perú, que ocurrió de un modo similar al sugerido por
Maitland, marcó -como él lo previera- el fin del dominio español en Sudamérica.
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
CHILE, LIBERTADO Y LIBERTADOR
LA PATRIA VIEJA
Chile consiguió la independencia más tarde que el Río de la Plata pero antes que el Alto
Perú. Alejada de los grandes focos de la revolución en el sub-continente, la colonia se
hallaba bajo la sombra amenazadora del Perú realista, al alcance de las armas y los navíos
virreinales.' Pero el sentido de identidad de Chile estaba más desarrollado que en el. A1to
Perú y su clase dominante tenía menos miedo de la revolución. La sociedad era
racialmente homogénea. Tenía no más que 800.000 habitantes, alrededor de la mitad de
dos cuales eran mestizos, con una poderosa élite criolla de terratenientes, comerciantes y
propietarios de minas. 147 Mientras que rebalsaba ampliamente en número a los 20.000
españoles, los criollos apenas sufrían presión demográfica de los sectores de color. Había
solamente 20.000 negros, zambos y mulatos, de los cuales alrededor de 5.000 eran
esclavos empleados especialmente en el servicio doméstico 148 Y los indios eran un
problemas más militar que social, concentrados como estaban -unos cien mil de ellos- al
otro lado del río Bío- Bío y formando de hecho un estado independiente y hostil.
Esta sociedad mestiza estaba encerrada dentro del estrecho valle central entre los
Andes y el Pacífico; Coquimbo señalaba la frontera del desierto en el norte, y el Bío -Bío la
frontera india en el sur.
La actividad económica se basaba en la producción y venta de pro ductos agrícolas,
especialmente carnes y cereales para el mercado pe ruano, mientras que una pequeña
cantidad de cobre encontraba un mercado en Buenos Aires y en Europa. En una limitada
economía de este tipo, el comercio libre no era un gran problema. La geografía, no los
monopolios, era quien dificultaba las perspectivas de Chile y lo mantenía alejado de las
principales rutas marítimas. El monopolio colonial se había flexibilizado bajo los últimos
Borbones; el acceso a los mercados internacionales era más fácil y había abundantes
mercancías extranjeras. La dificultad de Chile era ganar lo suficiente como para pagar las
crecientes importaciones; el no poder ha cerlo significaba que, el mercado se saturaba, eran
frecuentes las bancarrotas, la industria local declinaba, y los metales preciosos salían del
país149.
Al final del imperio la economía chilena necesitaba de la libertad, pero no del libre
comercio; más que nada necesitaba libertad para imponer su propia protección, arreglar
sus propios impuestos, controlar su propio crecimiento. Sobre todo, de acuerdo con la
economía política de la Ilustración, quería libertad para expansionarse, para desarrollar los
recursos olvidados por la metrópoli, ganar más para producir más 150. Peticiones de este tipo,
sin embargo, eran hechas especialmente por intelectuales que hablaban sólo para sí
mismos. Chile carecía de una fuerte clase empresarial capaz de representar los intereses
comerciales o desafiar la preponderancia de la aristocracia rural.
La estructura social estaba edificada en torno a la tierra, que estaba en posesión de unos
pocos afortunados, y que era trabajada por una miserable mayoría. Los propietarios rurales
del valle central eran el, grupo social dominante, encabezado por alrededor de 200 familias
criollas, reforzado por gentes procedentes del comercio y de la minería, seguros de sus
propiedades y de su situación, y que se volcaban hacia otras ocupaciones 151.5 Durante el
siglo XVIII las grandes estancias ganaderas tuvieron una gran expansión con el desarrollo
1
Francisco A. Encina, Historia de Chile desde la prehistoria hasta. 1891, 20 vols. Santiago, 1942-1952, V, pp. 159-169; para el censo.
de 1813, véase, Raúl Silva Castro, Egaña y la Patria Vieja 1810-1814, Santiago, 1959, pp. 135-148.
148
Guillermo Feliú Cruz, La abolición de la esclavitud en Chile, Santiago, 1942, pp. 39-40.
149
Sergio Villailobos R., El comercio y la crisis colonial. Un mito de la independencia, Santiago, 1%8, pp. 248 y 258-263.
150
Hernán RamÍrez Necochea, Antecedentes económicos de la independencia de Chile, Santiago, 1967, pp. 95-127.
151
. Alberto Edwards Vives, La fronda aristocrática. Historia política de Chile, Santiago, 1966, pp. 15-19 y 22-23. Para una
interpretación clásica aunque quizá demasiado rígida de la sociedad chilena en términos de tierra, véase G. M . M cBride, Chile: land
and society, Nueva York, 1936, pp. 11-
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
de los cultivos agrícolas. Las haciendas, como se las llamaba, eran empresas comerciales
que producían para los mercados de ganado y de cereales de la Sudamérica de la costa del
Pacífico 152 . Eran explotadas directamente por los hacendados, dirigidas por un
administrador, mientras que el propietario vivía en Santiago, cuidando de sus inte reses
legales, volviendo a la hacienda en la época de la cosecha o en la de la matanza. Las
grandes haciendas llegaron a monopolizar casi toda la tierra del valle central, y entonces
entraron en un periodo de notable estabilidad que llegó hasta alrededor de 1850. El creci-
miento de la agricultura y de la exportación de cereales al Perú aumentó las demandas de
mano de obra. Los esclavos negros eran caros, y una hacienda podía emplear sólo a unos
pocos como domésticos o artesanos. La hacienda prefería contratar a sus trabajadores,
para reducirlos a la situación de dependientes vinculados, cediéndoles lotes de terreno a
cambio de pago en moneda o en especie, pero sobre todo a cambio del trabajo personal en
la hacienda. Eran éstos los inquilinos, que ya no eran arrendatarios, sino siervos, productos
del aumento de la comercialización y de la «cerealización»(plantación masiva de cereales)
de la agricultura en el siglo XVIII, y quizá víctimas de una creciente conciencia de clase 153.
La mayor parte de los inquilinos eran mestizos y en menor grado castas y blancos pobres.
Su situación era peor que la de los esclavos, porque éstos al menos trabajaban en una casa
o en oficios semi especializados; y después. de la independencia, mientras que la
esclavitud fue abolida, los inquilinos fueron sujetos a unos servicios laborales más
claramente especificados y más onerosos. Entretanto, su nivel de vida era penosamente
bajo: «Nada es más común que ver en los mismos campos que acaban de producir
pingües" cosechas, extendidos para pedir de limosna el pan, los mismos brazos que las
recogieron»154.
Era lógico que los aristócratas criollos, amos del campo, aspiraran a ser amos del país.
En primer lugar, en una época de impuestos crecientes, necesitaban poder político para
proteger sus intereses económicos. Desde cincuenta años antes de 1810 los criollos
mantenían una constante oposición a los impuestos imperiales, que alcanzó el grado más
alto de hostilidad al producirse las exigencias del tiempo de guerra de 1805-1806155. En
segundo lugar, era vital para ellos controlar la clientela al igual que la administración: en una
colonia pequeña y subdesarrollada, donde .las oportunidades para hacer carrera eran
pocas, lo más importante de todo era monopo lizar los nombramientos. Aunque los chilenos
tenían cada vez más cargos públicos dentro del mundo hispánico, querían más que eso:
querían cargos públicos en su país, y los querían todos 156.
Las exigencias de los criollos revelaban una actitud de espíritu que era básicamente
subversiva ante el dominio imperial. Por detrás de la oposición ajos impuestos y a las
demandas de cargos públicos había un nuevo sentido de la identidad chilena 157 Y el
crecimiento de éste se dirigía en primer lugar contra la más próxima manifestación del
poder extranjero, Perú. Víctima de su alejamiento geográfico y de la escasez de mercancías
de exportación, Chile dependía totalmente del mercado peruano para vender sus cereales.
La superior influencia, riqueza y poder, del Perú, le permitía forzar la baja de los precios,
habitualmente con apoyo virreinal. Los chilenos sufrían por su condición de satélites y
152
cJean Borde y M arío[Góngora, Evolución de la propiedad rural en el Valle del Puangue, ,2 vols., Santiago, 1956, l, pp. 55-58.
153
M arío Góngora, Origen de los «inquilinos» de Chile central, Santiago, 1960, pp. 83:104; Borde y Góngora, op. cit., pp. 74-76.
Para la búsqueda de un status aristocrático, véase Domingo Amunátegui Solar, La sociedad chilena del siglo XVIII, Mayorazgos y
títulos de Castilla, 3 vols., Santiago, 1901-1904.
154
Representación, 10 de enero de 1796, en M anuel de Salas, Escritos de don M anuel de Salas y documentos relativos a él y a su
familia, 3 vols., Santiago, .1.9101914, l, p. 152.
155
Sergio Villalobos R., Tradición y reforma en 1810, Santiago, 1961, i>P. 89-100. 10. ' Ibid., pp. 100-104
156
Jaime Eyzaguirre, Ideario y ruta de la emancipación chilena, Santiago, 1957, pp. 52-58; Javier González, «Notas sobre la 'lternativa'
en las provincias religiosas de Chile indiano», Historia, II, Santiago, 1963, pp. 178-196.
157
Gonzalo Vial, «La formación de nacionalidades Hispanoamericanas como causa de la independencia», Boletín de la Academia
Chilena de la Historia, XXXIII (1966), pp. 110-144; Vial, «Historiografía de la independencia de Chile», en La emancipación
latinoamericana. Estudios bibliográficos, M éxico, 1966, pp. 86-92; Villalobos, Tradición y reforma, pp. 56-7L
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
combatían contra ella 158. En primer lugar, Lima perdió su tradicional monopolio del comercio
trasatlántico y del comercio de la costa del Pacífico, y en 1795 los chilenos consi guieron su
propio consulado. En 1778 Chile ascendió de la categoría de provincia a la de capitanía
general, y en 1798 consiguió la inde pendencia administrativa del Perú. En 1810 Chile-se
emancipó práctica-mente de la tutela peruana; en, el proceso ganó en madurez y consiguió
más conciencia de sí mismo.
La autoconciencia regional se expresó .en la literatura chilena. Entre los primeros
exponentes literarios de este espíritu estaban je suitas chilenos exiliado s como Felipe
Gómez de Vidaurre y Juan Ignacio Moli na, que escribían con orgullo sobre su patria, sus re-
cursos humanos y naturales, su historia y sus instituciones. Estos escritos jesuíticos
articularon un incipiente sentido de la nacionalidad que ya había arraigado en los espíritus
chilenos. Una generación entera de criol1os, Manuel de Salas, José Antonio de Rojas, Juan
Egaña, rindieron tributo literario a su país y afirmaron su patriotismo en una prosa elegante
aunque exagerada 159. Después de un largo período de desarrollo, el crecimiento de la
identidad chilena fue repentinamente acelerado por los acontecimientos. La crisis de 1808,
obligó a los líderes criollos a actuar como nacionalistas, y en 1810 el concepto de patria
había empezado a significar en Chile más que el mundo hispánico como un todo 160
Ya en 1811 el periodista chileno Camilo Henríquez consideraba la existencia de
la .nacionalidad chilena como probada, diciendo que en aquellas circunstancias Chile podía
ser considerado como una nación y que todo lo empujaba a buscar su seguridad y su
felicidad por sí. mismo 161. Bernardo O'Higgins creía que la identidad nacional era evidente,
que Chile se emancipaba por su edad y su madurez. Estos sentimientos, por supuesto, no
eran compartidos por las clases bajas, que como no tenían nada que ganar en la nación
carecían de sentido de la nacionalidad. Muchos de sus miembros combatieron en las filas
realistas, y O'Higgins los arengó en términos francamente nacionalistas: “¿Cómo os habéis
olvidado que sois chilenos, hermanos nuestros, de una misma patria y religión y que debéis
de ser libres a pesar de los tiranos que os engañan?”162
El incipiente nacionalismo minó los supuestos básicos del dominio español y aflojó
los lazos entre la clase dominante chilena y su so berano. Cuando en 1808, el soberano fue
depuesto por Napoleón, la fábrica del imperio empezó a caerse. Después de una
experiencia de buen gobierno, Chile cayo luego bajo el despótico dominio del gobernador
Francisco Antonio García Carrasco, cuya política chapucera en los últimos dos años
siguientes agravó la crisis163.Gobernando con el apoyo de una facción española y de los
intereses de ésta, pronto se enajenó a la aristocracia criolla. Su reacción ante la
Revolución de Mayo en Buenos Aires fue aplicar una represión mayor y, para dar un
ejemplo, metió en la cárcel a tres conocidos y respetados criollos. Angustiados por sus
vidas y propiedades los 'aristócratas" chilenos se prepararon para intervenir, y el cabildo de
Santiago intentó deponer al gobernador mediante la fuerza. Para conservar algún tipo
recontrol la propia audiencia. Depuso a Carrasco el 16 de julio de 1810 y lo reemplazó por
un chileno, Mateo del Zambrano conde de la Conquista, un rico e inofensivo octogenario,
qué claramente era un hombre de paja de la aristocracia164. Pero esta acción no podía
canalizar el flujo de soluciones más radicales o la presión de su principal abogado, el
158
Villalobos, El comercio y la crisis colonial, pp. 222-235; Ramírez Necochea, Antecedentes económicos, pp. 86-94; Inge Wolff,
«Algunas consideraciones sobre causas económicas de la emancipación chilena», Anuario de Estudios Americanos, XI (1954), pp.
169-196.
159
Simon Collier, Ideas and politics o/ Chilean independence 1808-1833, Cambridge, 1967, pp. 24-27.
160
Néstor M eza Villalobos, La conciencia política chilena durante la monarquía, Santiago, 1958, pp. 226-269.
161
Citado por Collier, op. cit., p. 207.
162
. Archivo de don Bernardo O'Higgins, Santiago, 1946, 1, p. 251.
163
Villalobos, Tradición y reforma, pp. 157-160.
164
Jaime, Eyzaguirre, El. conde de la Conquista, Santiago, 1951.
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
cabildo de Santiago, que se había convertido en un vehículo de ideas reformistas criollas 165.
Se desarrollo un gran debate político, y en él se dijo que el pueblo español no tenia
soberanía sobre América, que las juntas españolas no tenían validez y que los funcionarios
españoles no tenían credenciales. Se convocó un cabildo abierto (18 de setiembre de 1810),
se estableció una Junta de Gobierno y se hicieron preparativos para un congreso nacional.
La junta estaba compuesta de criollos de clases altas y de españoles, y al dar a los criollos
cinco de los siete puestos reflejó el nuevo equilibrio de poder. Por otra parte no era un
organismo realmente radical, sino que representaba más bien una mezcla de «tradición y
reforma»166.
Santiago seguía así el ejemplo de Buenos Aires. Y lo hizo en forma de un torrente
de abierto lealismo, a Fernando VII: ¿Pero qué significaba esto y cuanto duraría? ¿Podrían
los funcionarios españoles sobrevivir sin fuente de autoridad? ¿No era de flacto la
separación una situación revo1uéionaria por sí misma? Había más o menos dos
respuestas a estos problemas, la reformista y la revolucionaria. Los reformistas querían
terminar con la opresión colonial y con las restricciones económicas y establecer una
autonomía dentro de una armazón española; por ello pedían un congreso y una
constitución. Los revolucionarios iban más lejos: para ellos la lealtad a Fernandino era más
que una máscara tras la cual disimulaban su intención real -acabar con el dominio colonial
en cualquier forma, y la independencia completa de Chile. La justificación era nada menos
que una declaración de soberanía popular. El autor anónimo del Catecismo _político
cristiano (1810), largo argumento en favor del gobierno re publicano y de las instituciones
independientes, mantenía que, en caso de disolución del gobierno por muerte o prisión del
rey, «la autoridad vuelve al pueblo de donde salió» y sólo éste tiene el derecho a formar un
nuevo gobierno 167 . En 1810 los revolucionarios eran una minoría. Futuros
independentistas como Juan Egaña y Manuel de Salas no llevaban su posición a sus
últimas consecuencias. José Antonio de Rojas y Juan Mar1ínez de Rozas, dirigían a los
que buscaban la verdadera liberación; pero quizá el menos equívoco de los revoluciona-
rios" ,era Bernardo O'Higgins.
Bernardo era hijo de Ambrosio O'Higgins, un irlandés del servicio colonial español que,
al nacer Bernardo en l778, era intendente de Concepción, y posteriormente gobernador de
Chile y virrey del Perú. Bernardo fue separado de su madre chilena y recibió la mayor parte
de su educación en Inglaterra. Allí, en 1798, bajo 1a influencia de Miranda, se convirtió a la
causa de la independencia y llegó a estar «nutrido ya en los principios liberales y amor a la
libertad que entonces ardía demasiado en-los corazones de la juventud europea» 168 .
Volvió a Chile en 1802 para hacerse cargo de la hacienda Canteras que había heredado de
su padre, y para vivir la vida de un rico terrateniente, un dirigente de la sociedad sureña. En
1810 se unió al partido de Martínez de Rozas en Concepción, formó una fuerza de milicias
para la junta, y se preparó para dejar el aislamiento y la seguridad de su hacienda. En 1811
fue diputado por Los Ángeles al congreso nacional en Santiago 169. O'Higgins entró en la
política revolucionaria con alguna reserva, prefiriendo la vida de hacendado; pero, una vez
tomada, su decisión fue absoluta. Estaba convencido de que el movimiento de 1810 era una
revolución y de que había que apoyarlo. Escribió a su amigo argentino Terrada que desde el
25 de mayo su único objeto había sido la independencia de España y el es tablecimiento de
instituciones republicanas, pero en Chile ni su tío, ni Rozas ni él mismo se habían atrevido a
165
Julio Alemprte, El cabildo en Chile colonial, Santiago, 1940, p. 405;' Néstor M eza Villalobos, Le actividad política del reino de
Chile entre 1806 y 1810, .Santiago, 1958, p. 94.
166
Villalobos, Tradición y reforma, p. 236.
167
Ricardo Donoso, El catecismo político cristiano, Santiago, 1943, p. 100.
168
22. «M emorias útiles para ia historia de la revolución sudamericana», Arch. O'H., l, p. 27; véase también 'O'Higgins a M ackenna, 5
de enero de 1811, ibid., l, p.63.
169
Jaime Eyzaguirre, O'Higgins, Santiago, 1965", pp. 44.51. Sobre O'Higgins, verse también Benjamin Vicuña M ackenna, Vida de
O'Higgills, en Obras completas, V, Samiag.:l, 1936; J. Kinsbruner,' Bernardo O'Higgins, Nueva York, 1968; S. Clisso.1d, Bernardo
O'Híigins and tbe independence 01 Chile, Londres, 1968.
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
declarar abiertamente que ése era su verdadero propósito desde el principio de ola
revolución.170
O'Higgins expresaba el punto de vista de la vanguardia de los revolucionarios en
Santiago y en Concepción. ¿Pero podría esta minoría movilizar a una mayoría? ¿Cómo los
revolucionarios convertirían a los reformistas?. En primer lugar, el dominio por, parte de
España significaba en realidad el dominio por parte del Perú, que en las circunstancias de
1810 se convirtió de modo natural en la base del poder español en Sudamérica. Chile no
podía tolerar el dominio por parte de este ajeno y tradicionalmente hostil vecino. En se-
gundo lugar, los revo1ucioúarios sin duda tenían razón y los propios españoles lo
demostraron. Ningún gobierno español podría ofrecer la autonomía o un estatuto de
igualdad; ni los liberales ni los absolutistas tenían otra política para América que la rendición
incondicional a la autoridad imperial. De este modo no había sitio para el refor mismo, y en
los años que siguieron a 1810 los re formistas se arrojaron en brazos de los revolucionarios
y ayudaron a formar un más amplio grupo de «patriotas». Pero éstos tuvieron que
prevalecer sobre el resto de la sociedad chilena, que estaba pro fundamente dividida en
cuanto a las cuestiones políticas del día.
Entre 1810 y 1814 Chile era una nación incipiente con gobierno e instituciones propias.
Sin una declaración formal de independencia, se zafó del imperio español, se empeñó en
una discusión política, hizo sus experiencias con un gobierno representativo, y adquirió los
hábitos de independencia. Fue ésta la Patria Vieja, que abrió el camino hacia la
nacionalidad. La junta de 1810, dominada por el experto funcionario criollo Juan Martínez
de Rozas, inauguró una serie de reformas liberales, incluyendo el decreto del 21 de febrero
de 1811 que abrió los puertos de Chile al comercio internacional, un decreto que, fueran los
que fueran sus efectos prácticos, fue ciertamente "un ejercicio" de autonomía 171 . La
audiencia, centro de los intereses españolistas, fue disuelta. Y la constitución provisional de
1812; declaró que «ningún decreto promulgado por cualquier" autoridad o tribunal de fuera
de1 territorio de Chile puede tener efecto a1gúno». El progreso de la revolución, sin
embargo, no afectó a todos los sectores de la clase dominante de Chile, y sería una
equivocación considerar a la aristocracia rural como un grupo unido o un partido.
O'Higgins identificaba -tres sectores: los godos, que eran los españoles y los realistas
criollos; los indiferentes, que ocupaban una posición' de no compromiso en el centro, Y los
'patriotas, que eran 'partidarios de la total independencia 172 . La reunión del congreso
nacional, a partir del 4 de julio de 1811, fue la primera vez que en Chile se pudo oír una
opinión, sacando a relucir claramente estas divisiones. La asamblea estaba dominada por
la rama conservadora de la aristocracia rural dirigida por la familia Larraín, y los radicales de
la facción de Rozas se encontraron rebasados por el número. El congreso empezó a frenar
el cambio político, y formó una segunda junta ejecutiva a su gusto. En estas circunstancias,
Rozas y los radicales se .retiraron a Concepción, donde formaron una junta provincial e
intentaron mantener viva la revolución. Pero el congreso fue a su vez rebasado, porque fue
primeramente purgado y luego disuelto por un recién llegado a la escena revolucionaria,
José Miguel Carrera, un joven de veintiséis años, veterano de la guerra en la península.
Carrera volvió a Chile convencido que «ha llegado la época de la independencia
americana; nadie puede evitarla» 173. Lo apoyaba en una poderosa familia de terratenientes
y militares que consideraban a Chile casi como un asunto privado, y lo movía su ambi ción
por el poder personal. Éste lo consiguió mediante un virtual golpe de estado (15 de
noviembre) que tenía como objeto la independencia; pero poco más, porque no tenía
170
Vicuña M ackenna, O'Higgins, p. 129.
171
Véase infra, pp. 169-170.
172
«El primer congreso», Arch.. O'H., I., p. 144-146; véase también Julio" Alemparte, Carrera y Freire; fundadores de la Republica,
Santiago, 1963. pp. 96-100.
173
Alemparte,Carrera y Freire, pp. 39-41. 28. Ibid., p. 41.
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programa político. Pero tenía más segui dores militares que cualquiera de sus rivales, y esto
le permitió enfrentarse a Rozas en la primera mitad de 1812 y deportarlo. El campo estaba
ahora libre. En cierto sentido, Carrera respondía a la necesidad de la revolución de un
caudillo militar; ésta no había te nido tiempo para desarrollar unas instituciones robustas y
se tambaleaba por .falta del liderazgo. Carrera se lo proporcionó. Fue ca paz de controlar el
ejército patriota, y dar a la revolución la organizaci6n.militar que .necesitaba; y como
aristócrata tranquilizó, aunque sólo por un tiempo, a la clase dominante criolla. Gozaba
también de apoyo general, y su .régimen tuvo matices populistas. Pero éstos fueron
decepcionantes. .Para un hombre que declaraba que «el pueblo .nunca ha sido oído»,
Carrera fue singularmente reticente en e xpresar sus necesidades174. Sin embargo, bajo su
dirección revolución consiguió un nuevo ímpetu político, y nuevos reclutas, especialmente
en los campos del periodismo y de la propaganda. Y fue en ese mo mento, en las páginas
de la Aurora de Chile., cuando Camilo Henríquez se hizo eco de las exigencias básicas y de
las esperanzas de la revolución chilena. Pero era casi inevitable que un caudillo militar
provocara facciones rivales entre la aristocracia . Un grupo de oposición se centró en torno
los Larraín una poderosa y amplia red familiar y la rama «constitucional» de la revolución
miró hacía O'Higgins, quien en el sur era el heredero "político" de Quiroga Rozas.
Fina1mente, mientras destruía la revolución interior, Carrera también invitaba a la
represalia contra los realistas del Perú
A principios de 1813 el virrey: Abascal estaba convencido de que los patriotas chilenos
perseguían la independencia y de que no tenían un apoyo de mansas. Por lo tanto envió
una pequeña fuerza bajo el mando del b rigadier Antonio Pareja para aplastar a los
insurgentes y obligarlos a someterse sin condición al dominio español. Los chilenos no eran
fuertes militarmente, estaban debilitados por sus luchas intestinas y no poseían poder naval.
Así la expedición española pudo desembarcar en el sur, tomar Concepción y avanzar hacia
el norte por el valle central, donde se le unieron muchos simpatizantes chilenos, iniciando
una guerra civil. El punto muerto militar generó una oposición mayor a Carrera, quien a
pesar de sus poderes dictatoriales se mostró incapaz de derrotar a los realistas. La
oposición puso sus esperanzas en O'Higgins, que ya se había distinguido en algunos pe-
queños encuentros, y le ofreció la dirección. Pero O'Higgins continuaba prefiriendo
obedecer a dirigir; objetando que un cambio en el mando perjudicaría el esfuerzo de guerra
vaciló mucho antes de aceptar (9 de diciembre de 1813) el nombramiento de comandante
en jefe 175. Tenía muy poco sobre lo que mandar, y en el ínterin se ha bía debilitado la
posición patriota. Abascal golpeó de nuevo, enviando una segunda fuerza para reforzar a
los realistas chilenos a principios de 1814. O'Higgins era un novato comparado con los
profesionales que tenía en frente; se vio obligado a ceder Talca y limitarse a una frágil
defensiva. La hubiera encantado aceptar (3 de mayo de 1814) un armisticio mediante el
cual Chile tendría cierta autonomía y comercio libre como pago por 1a aceptación de la
constitución española de 1812 y la soberanía de Fernando VII. Pero los patriotas tenían
muy poco con lo que negociar, debilitados como estaban por la guerra civil entre las fuerzas
de O'Higgins y Carrera, que había logrado situarse como jefe de gobierno en Santiago.
Abascal rechazó el armisticio y despachó una tercera oleada de refuerzos bajo el
mando del general Mariano Osorio; ésta estaba formada por tropas veteranas recién
llegadas de la guerra peninsular, y por supuesto formaban una fuerza unida. O'Higgins y
Carrera, por otro lado, no pudieron reunir sus fuerzas de modo eficaz para enfrentarse a los
realistas; los revolucionarios, fueron decisivamente derrotados en la bata lla de Rancagua (1
y 2 de octubre de 1814), donde, a pesar de los he roicos, esfuerzos de O’Higgins, sufrieron
un, gran desastre y perdieron la mayor parte de sus fuerzas176. .
174
Ibid., p.41
175
Eyzaguirre, O'Higgins. pp. 97-98.
176
Sobre esta batalla controvertida, véase Diego Barros Arana, Historia general deChile, 16 vols., Santiago, '1884.1902, IX, pp.
547-584.
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Después de Rancagua, O'Higgins y Carrera huyeron a través de los Andes hacia
Mendoza, mientras Osorio entraba en Santiago triunfalmente, jactándose ante el Virrey del
Perú de que su entusiásti ca recepción le convencía de que «los caudillos de la insurrección
y sus alucinados secuaces jamás tuvieron imperio en los corazones. Rancagua recordará
su nombre con horror hasta el :fin de los siglos»177. Desmanteló la Patria Vieja y restauró el
orden anterior a 1810. Pero no podía restaurar la prístina inocencia política de Chile. La
Patria Vieja había sido el foro de un gran debate ideológico, y fue en esos años cuando la
conciencia política de la clase dominante sufrió una gran transformación» 178. Teóricos como
Juan Egaña y Camilo Henríquez elaboraron las puras doctrinas liberales de soberanía del
pueblo, gobierno representativo, constitución escrita, derechos de libertad, seguridad,
propiedad e igualdad. Y lo que los ideólogos de la independencia dejaron por hacer, lo
completaron los españoles. Porque lo que siguió a la victoria de Rancagua no fue una
política de reconciliación, sino de represión. Las campañas militares de 1813-1814,
desafortunadas para los criollos a corto término, sirvieron a la larga a la causa de la
independencia al hacer más profunda la separa ción entre patriotas y realistas. Este fue el
primer error de cálculo del virrey Abascal. El segundo fue la contrarrevolución. En 1815
Osorio .fue sucedido como gobernador por Francisco Casimiro Marcó del Pont, que
inmediatamente impuso un reino de terror sobre el país acorralado 179. Los criollos eran
llevados a rastras ante tribunales especiales para que demostraran su lealtad. Los líderes
revolucionarios fueron encerrados en la isla de Juan Fernández mientras que sus juicios se
hacían interminables. Se confiscaron propiedades; se destruyeron casas, se impusieron
préstamos forzosos. La indiscriminada represión, que cayó sobre los criollos de todas las
opiniones políticas, hizo que el dominio español fuera objeto de uni versal repulsa. La
degradante experiencia de 1814-1817 enajenó a la inmensa mayoría de los chilenos del
dominio español y elevó al máximo el deseo de independencia 180. En el campo empezaron
a operar bandas de guerrilleros, que se infiltraban en las ciudades. Y al otro lado de los
Andesse estaba formando un gran ejército de liberación.
Si bien Rancagua fue una derrota más, los años de 1814-1816 fueron años de represión
para la totalidad del movimiento revolucionario en Sudamérica. Terminada la guerra
peninsular y restaurado Fernando VII, España empezó a golpear fuertemente en América.
En el norte el ejército del general Morillo aplastó a los venezolanos y a los neogranadinos.
En el Alto Perú, los realistas hicieron retroceder al último ejército porteño de li beración y
parecían dispuestos a descender hasta Tucumán. En Chile dominaba la contrarrevolución.
En 1816, un observador británico decía: «Es imposible que las apa riencias puedan ser más
desfavorables para la causa revolucionaria» 181 . Pero sobre las ruinas de la primera
revolución, los libertadores levantaron una segunda oleada de emancipación, y ésta tomó la
forma de un movimiento de pinza a vasta escala continental, convergiendo sobre Perú
desde el norte y desde el sur. El movimiento del norte fue dirigido por Bolívar, el del sur por
San Martín. En enero de 1814 San Martín fue nombrado comandante en jefe del batido
ejército del norte. Enseguida empezó a trabajar en el mejoramiento de las defensas de
Tucumán, y fue entonces cuando empezó a mostrar aquella capacidad organizadora que
fue la clave de sus éxitos militares 182. Fue entonces también cuando se convenció de la
absurda estrategia septentrional de la revolución. En abril se le otorgó permiso para reti-
177
Citado por Alemparte, Carrera " Freire, p. 129
178
Collier, op. cit., pp. 129-178.
179
Sobre esta contrarrevolución represiva y los prisioneros de Juan Fernández, véase Arch. O'H., XIX, ; y Juan Egaña" El chileno
consolado en los presidios, ibid., XX.
180
Villalobos, Tradición y reforma, pp: 237-241
181
Bowles a Croker, 22 de junio de 1817, en NSA, pp. 202-203.
182
. José P. Otero, Historia del Libertador don José de San Martín, 4 vols.,Buenos Aires, 1932, 1, pp. 234-260. . .
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rarse a Córdoba por razones de salud y abandonó el mando del ejército del norte. En agosto
solicitó, y le .fue concedido por la administración de Posadas, el gobierno de Cuyo; y a
principios de septiembre puso su cuartel general en Mendoza. Había dejado el ejército del
norte; ahora iba a crear el ejército de los Andes. Su estrategia se ba saba en la tesis de que
la revolución sudamericana no estaría segura hasta que el corazón del poder español en
Perú no fuera destruido.
El 30 de setiembre José Miguel Carrera supo qué Osorio avanzaba hacia los vados
de Cachapoal y, suponiéndolo con fuerzas superiores a las suyas, resolvió retirarse hacia el
Norte, en procura de Coquimbo, á fin de salvar la tercera división y los elementos
destacados en Tapocalma, Valparaíso y Santiago. Es lo que explica el primer pedido a Las
Heras para que pasara con su gente a Valparaíso. En las primeras horas del el día siguiente
(19 de octubre), mientras O’Higgins enfrentaba a Osorio, Carrera se ocupaba reorganizar
la retirada. Fue entonces cuando Uribe comprendió que Las Heras hacía más falta en
Santiago.
Ya en la tarde del 3 de octubre comenzaron a llegar a Santa Rosa de los Andes los
primeros fugitivos de la capital de Chile. Juan José Paso, que se encontraba en dicho lugar,
supo por boca del Pbro. Camilo Henríquez la verdad de la situación y comprendió que el
plan de Carrera de retirarse a Coquimbo era un desvarío propio de quien confesó en sus
memorias, que se sintió "como paralizado", ante lo que ocurría. Paso se dedicó de lleno a
preparar el éxodo de los chilenos hacia Mendoza, operación erizada de dificultades, dado
que la cordillera permanecía cerrada por los hielos.
Las Heras, entre tanto, había emprendido el camino de Santiago, pero al llegar a la
cuesta de Chacabuco se encontró con las columnas de los que huían, de forma que optó
por regresar a Santa Rosa de los Andes. En este punto un pequeño escuadrón chileno al
mando del coronel Andrés de Alcázar, se había puesto a las órdenes de Paso para
organizar la travesía a Mendoza de los fugitivos. Tarea ímproba, en cuanto éstos,
dominados por el pánico, se internaban en el macizo andino en confuso tropel, sin respetar
disposiciones que Paso y Las Heras daban para evitar lo que se produjo, o sea, que
muchos- dejaron sus vidas entre los hielos de los Andes; en la tarde del 5 de octubre llegó
José Miguel Carrera a Santa Rosa de los Andes, y protestó por estimar que era un descono-
cimiento de su autoridad derivar hacia Mendoza a los, fugitivos sin haber sido consultado.
Instó, a, Las Heras y a Alcázar a que -lo evitaran, pero ambos se negaron, abandonándolo,
no sin que Las Heras le señalara el camino que le convenía seguir para pasar a Mendoza.
Era demasiado militar Las Heras para no advertir que los empeños de Carre ra de hacerse
fuerte en Coquimbo eran una simulación, pues - si el propósito de resistir tomando como
apoyo las provincias del Norte hubiera sido efectivo, no se explicaba que hubiese dejado
perder lastimosamente el tiempo entre el 2 y el 5 de octubre, tres días que significaban
siglos en la confusión y desastre de aquellas horas." La verdad es que Carrera careció de
plan concreto alguno posterior a-la derrota. La idea de pasar a Coquimbo le fue dada por el
cónsul británico Poinsett.
Javiera, hermana de Carrera, tomó la vía de la cordillera, de donde se le dijo que vol-
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
viera. Quiso entonces Carrera hacerse fuerte en Los Andes, la que era otra locura. Es que
su soberbia se sintió herida al tener que depender de la división auxiliar argentina, "que
poca antes había despreciada, para salvar lo que se podía del desastre pasando a
Mendoza
Hasta el 7 de octubre, Carrera permaneció en Santa Rosa de Los Andes a la espera
de la guarnición de Valparaíso. Lo que llegó, fue la noticia de que se había disuelto, con lo
que tuvo que admitir que la única salida era cruzar la cordillera. Pidió entonces a Las Heras
que protegiera su retirada, pero nada podía hacer éste, dado. que su fuerza había quedado
limitada a cincuenta hombres. En tales circunstancias Carrera adoptó una me dida que
revela su ofuscación. Despachó a Bernardo. Vera y Pintado con un urgente pedido de
apoyo militar dirigido al gobierno de Buenos Aires.
"Mil hombres resueltos -dijo Carrera en su petitorio-- nos hemos reunido sobre los Andes
y aunque el armamento está muy maltratado nos haremos fuertes, y nos sostendremos
hasta sabe la_ determinaciones de V.E., sin cuya 'generosa protección, confesamos
penosamente, es imposible cualesquiera empresa de avanzar. Ábranse Extmo. Señor, las
puertas de la fábrica de Buenos Aires y de Córdoba. Monten la Cordillera los hijos del Río
de la Plata." La nota terminaba pidiendo que las tropas de Buenos Aires pasaran "a situarse
con, nosotros en la ladera de los Papeles, donde .somos fuertes por la naturaleza, por
nuestras circunstancias y por la debilidad, misma del invasor; que no se atreve ni puede
perseguirnos."
El planteo era absurdo. Ni el lugar elegido era adecuado para resistir, y menos apoyado
en un grupo desmoralizado y sin armas útiles; ni era exacta que el enemigo fuera débil.
Aún suponiendo que Buenas Aires hubiera podido desprenderse de mil' hombres, nada
habrían podido hacer contra Osorio, que disponía de cuatro mil, susceptibles de ser ele-
vados a seis mil en el plazo de una semana.
El 11 de octubre una avanzada al mando de Quintanilla batió a la colocada por
Carrera, al mando de Molina en la cuesta de Chaca buco, con lo que Carrera inició la fuga a
Mendoza.
Cuando los avisos del desastre patriota, que había puesta fin a la batalla de
Rancagua llegaron a Mendoza, hacía un mes que San Martín ocupaba la gobernación
intendencia de Cuyo..Ante la gravedad de los hechos, lanzó un bando incitando a los
mendocinos a la solidaridad con los patriotas de Chile. En él decía:
"Chile ha caído; sus 'habitantes, sus familias enteras, con ancianos, mujeres y niños vienen
porlas ásperas cordilleras buscando en vuestros brazos como salvarse de la saña y de la
barbarie de los enemigos de la independencia argentina: venid conmigo y corramos a
darles auxilio de la hospitalidad, mientras nos armamos y les llevemos el . de nuestros
soldados para reponerles en la posesión del suelo de que los tiranos extranjeros pretenden
desalojar los. ¡Sea ésa la gloria de Cuyo!"
San Martín había sido bien recibido en Cuyo. El Cabildo de Mendoza advirtió que se
trataba de a1go distinto .a todo lo que ha bía visto hasta entonces pasar por su gobierno, de
manera que fue siempre el mejor apo yo que San Martín tuvo en esa ciudad. Su bando
conmovió a la población y puso en acción a los cabildantes. Antes de las veinticuatro horas
partían por el camino de Uspallata mil trescientas mulas, ciento ochenta cabezas de ganado,
doscientos líos de charque, frutas secas, vino, ag uardiente, víveres diversos y ropas. Como
el problema de alojar a los fugitivos era apremiante, con fecha 10 de octubre San Martín
ofició al Cabildo haber resuelto que se repartieran “ por tres días entre los, vecinos de esta
ciudad a los que sucesivamente vayan llegando con proporción al rango que hayan tenido".
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Él Cabildo debía cuidar el cumplimiento de la disposición.
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artillería dan Servando Jordán; estos quince últimos por ladrones públicos y principales
autores de la ruina de Concepción.. Asimismo, confiscación de bienes de doña Javiera
Carrera y doña Mercedes Fuentesilla, de los cuatro hermanos Benavente, de don Rafael
Saeta, de los tres hermanos Rodríguez, de don Manuel Manterola, don Manuel Serrana, de
don Miguel y don Juan de Dios Uret, , de don Francisca y dan Manuel Cuevas, y dan Es-
teban Manzano, en cuyo poderse debe encontrar !as reliquias públicas del tesoro de Chile;
en lo cual está interesada la causa general de América, como el honor del desgraciado
Chile." Entre las muchas firmas de esta representación, se destacan las de Bernardo
O’Higgins, Juan de Dios Vial, Juan Mackenna, Andrés del Alcázar, Fernando Márquez de
Plata, Santiago Bueras, Antonio José de Irizari, Enrique Larenas, José Cienfuegos, Mi guel
Zañartú, Lorenzo Ruedas, José Ai1tonio Huici, etcétera.
San Martín consideró que debía evitar la entrada furtiva de caudales perte necientes
al tesoro público de Chile, y destacó a un vista de aduana, con un oficial y tropa
correspondiente, para hacer el registro de los equipajes prevenido por las leyes. El vista,
Eugenio Corvalan, comunicó desde Villavicencio que los Carrera habían pretextado que
preferían echar sus equipajes a las 'llamas' antes que permitir que fueran registrados. San
Martín ofició de inmediato a José Miguel y a Juan José Carrera, tra nscribiendo el
comunicado de Corvalán y agregando:
".. se me hace muy duro creer este proceder, pero en el caso de que así sea, estén V. S.
S. seguros no permitiré quede impune un atentado contra las leyes de este Estado, y
disposiciones de este Gobierno." Anunciaba que el oficial de contaduría Andrés Escala
salía con el oficio y orden de realizar el registro prevenido. El documento terminaba
diciendo: "Yo espera después de la llegada de V. S. S..a ésta, una contestación terminante
sobre este hecho." .
Desde los "Arrabales al Norte de Mendoza, el 17 de dicho mes contestó Juan José
Carrera:
. "No la amenaza de V. S., sino el deseo de con servar mi opinión, acallando la indigna voz
de los caudales que traiga escondidos y que V.S ligeramente se ha creído para tomar una
providencia tan extraña: me ha obligado a hacer revisar mi equipaje con la mayor
prolijidad. … En fin, sólo la antedicha consideración y el anhelo a la vindicta pública pudo
reducirme a tolerar este paso. De lo contrario habría quemado, antes que sufrirlo, cuanto
tenía, sin que V. S. pudiese de modo alguno impedírmelo.'
. "V. S. ha hecho una conocida injuria a la representación de este Gobierno con el poco
decoroso, ligero oficio que le pasó con esta fecha. El registro que el mismo ha mandado
ejecutar no es ceñido al equipaje de V. S.; es comprensible a todos los emi grados sin
distinción de ciases; la renta del Estado no puede ser defraudada por los artículos de
derecho que podía contener: V. S. con más que ligereza ha imputado a este Gobierno la
creencia de que tenía caudales escondidos, y que sus órdenes sobre el registro no tenían
más objeto que el de su averiguación. Los representantes de la suprema Autoridad de las
Provincias Unidas no se valen jamás de subterfugios, ni medios indirectos para dar valor a
un procedimiento; si se creyese con derecho a la indagación de los caudales extraídos
sabría hacerlo con franqueza que siempre ha caracterizado sus operaciones." Terminaba
diciendo: "Yo doy parte a mi gobierno del procedimiento de 'V.'S: y en el ínterin le prevengo
que en esta Provincia no hay más autoridad que la que represento y que sabré sostener/a
como corresponde."
El mismo día San Martín recibió dos oficios, uno de Juan José y otro de José Miguel
Carrera. El primero negaba haber injuriado a San Martín con su oficio, declarando que no
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era capaz de pretender una relajación en el buen orden, ni de mirar sin la debida
consideración la autoridad de las Provincias Unidas de Buenos Aires, ni de ignorar
tampoco sus derechos personales. El sentido de su oficio, había, sido manifestar el
absoluto dominio que tenía sobre su equipaje para reducido al fuego si le paresia antes de
verlo registrar. La puerilidad del argumento es evidente.
El oficio de José Miguel decía que no se había negado al cumplimiento de las leyes,
pues su equipaje fue conducido a la aduana, después de muy registrado el de su hermano.
Las llaves del suyo se habían perdido en una carga de baúles que le había sido robada en el
camino, y .para que se le pudiera remitir con la brevedad, que exigía su desnudez,
despachaba a su asistente José Conde, para que, a su presencia, se rompieran las
cerraduras. San Martín inmediatamente comunicó a José Miguel que si no había
menospreciado las leyes del país no comprendían a su persona las reconvenciones que ha-
bía hecho. .
Del incidente nació un resquemor que los Carrera nunca olvidaron, y que se acrecentó
cuando vieron fallido su propósito de seguir actuando como gobernantes de los chilenos
emigrados, hasta suponer que San Martín, puesto bajo sus ordenes, se encargaría de
entregarles maniatados a los opositores. La orden de revisar el equipaje, de los Carrera no
fue feliz. Mitre acotó que deslumbraba la hospitalidad y por ser inexacto o no poder
comprobar el motivo, expuso a San Martín al ridículo; pero el hecho se explica si se tiene en
cuenta que éste no era un agente neutral, tenía a su lado a Paso y a Balcarce, que
conocían profundamente la política chilena y sus más íntimos secretos, de manera que
tomó posición en ella. Su error en el caso 'fue creer' que los caudales de Chile ve nían en el
equipaje de los Carrera. De todas maneras, lo cierto es que una profunda anti patía los
separó, al punto que hasta los actos más simples y claros de San Martín, fueron
torpemente juzgados por los Carrera como acciones deliberadas para ofenderlos o com-
batirlos.
Por oficio 17 de octubre, José Miguel decía: "Apenas pisé este territorio cuando
conocí que mi autoridad y mi empleo eran atropellados se daban órdenes a mis subalternos,
y se hacía a mi vista y sin mi anuencia cuanto me era privativo: a mis oficiales se ofrecían
sablazo, o rodeados de bayonetas eran bajados a la fuerza de unas miserables mulas, que
habían tomado en la marcha por absoluta necesidad,… Quiero que V. S. se sirva decirme
cómo somos recibidos para arreglar mi conducta: hasta hora me creo jefe del resto de la
tropas chi lenas: creo que hasta no entenderme con el 'Gobierno Supremo de estas
Provincias nadie está facultado para alterar lo menor. Yo debo sabe lo que existe todavía
del Ejército Restaurador y de los intereses que he retirado, pertenecientes en todo tiempo a
Chile. Quiero conservar mi honor y espero que V. S. no se separe en nada de las Leyes
que deben ,regirle."
Ya no quedaba- acota Encina- , sino que Carrera depusiese a San Martín del mando;
o que éste desarmara a los Carrera que contaban con más fuerzas que él, lo que le hizo
comprender que debía actuar con energía. El 19 de octubre pidió a los Carrera, por
intermedio de Juan José Paso, que pasaran a San Luis en beneficio de la tranquilidad de
Mendoza. La respuesta, a la que se unieron Uribe y Muñoz, fue negativa. A tal extremo llegó
la situación que, prácticamente, Mendoza contó con dos gobiernos: el de su gobernador
intendente y el del jefe chileno, instalado en el cuartel de San Agustín, que San Martín le
había facilitado para reunir a su gente.
Dispuesto a poner fin a tales extremos, San Martín logró hábilmente reunir un fuerte
núcleo de soldados chilenos, auxiliado por O' Higgins, Mackenna, Freire y Alcázar, ,al que
reforzó con la división del comandante Las Heras y algunas milicias lo cales, con
cuya .fuerza el 30 de octubre , rodeo el cuartel de San Agustín y logró que los Carrera se
entregaran. José Miguel y Juan José Carrera, sus respectivas esposas, Mercedes
Fontecilla y Ana .María Cotazos, así como la hermana de aquéllos Javiera Carrera y los ex
vocales Uribe y Muñoz fueron despachados A San Luis el 13 de noviembre.
El mismo día en que se hizo cargo del mando, Alvear ascendió a coroneles mayores
a Soler, Terrada, Ocampo y San Martín. No adoptó represalia alguna contra los jefes del
Ejército del Norte. Procuró organizar las fuerzas armadas, lo que hizo por decreto de 18 de
enero de 1815, dividiéndolas en tres cuerpos: el primero, compuesto con las tro pas
existentes .en Buenos Aires, Cuyo, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, lo puso
bajo su mando; el segundo, integrado con las fuerzas que componían el Ejército en acción
contra el Alto Perú, lo dejó bajo el mando del brigadier José Rondeau, y bajo el del coronel
mayor Miguel Estamislao Soler,' el tercero; o sea el destacado sobre la Banda Oriental.
Como consecuencia de este nombramiento se designó gobernador dé Montevideo al
coronel Ignacio Álvarez Thomas. El campamento de Olivos fue declarado cuar tel general
del cuerpo de ejército al mando de Alvear.
Los hermanos Carrera habían pasado a Buenos Aires, donde en noviembre Luis Ca-
rrera mató en duelo al brigadier Juan Mac kenna, hecho que produjo indignación y
consternación en la ciudad, hasta obligar a que el victimario fuera procesado. Alvear era
amigo de José .Miguel Carrera. Se ha bían conocido en España. Elevado a director supremo,
puso en libertad al preso. Si al encontrarse en Buenos Aires, entre José Miguel Carrera y
Carlos M. de Alvear se formularon o no las bases de una comandita anti sanmartiniana,
como dice Pacífico Otero, para anular la acción, y la influencia del gobernador intendente de
Cuyo, es una cuestión que no se ha establecido de manera fehaciente. Que Carrera y
Alvear habían nacido 'para entenderse lo demostró la posterior azarosa vida de ambos,
pero lo cierto es que no se conocen testimonios de que en opor tunidad de encontrarse
ambos en Buenos Aires, se conviniera: sacar a San Martín del mando que ocupaba. Que lo
desearan -Carrera por odio y Alvear por prevención- es admisible, y el primero en advertirlo
fue el propio San Martín, quien el 20 de enero pre sentó un pedido de licencia por razones
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
de salud. Sin dilación alguna, el 8 de febrero Alvear designó para sucederle al coronel
Gregorio Perdriel, oficial de mérito.
Mendoza conoció el 15 de febrero la re moción del gobernador y el inmediato arribo
de Perdriel. La reacción se manifestó espontánea mediante carteles de protesta y solici-
tudes de cabildo abierto, acompañadas por manifestaciones tumultuosas, que obligaron a
San Martín a confiar a BaIcarce la tarea de poner orden en la ciudad. Al día siguiente, y con
la firma de José Antonio González, Gregorio Villanueva, Antonio Suárez, Ignacio Bombal,
MeIchor Corvalán y Marcelirio Vela, integrantes del Ayuntamiento, se invitó a San Martín a
asistir a la Sala Capitular alegando que «afuera dé ella el pueblo estaba reunido". Accedió
San Martín, quien según el acta correspondiente procuró demostrar que lo que ocurría era
consecuencia de la renuncia que había presentado por deca dencia de su salud, que era
necesario recibir a quien había de sucederle, pero que, dada la confianza con que se lo
honraba de parte del pueblo, prometía no hacer uso de su licencia hasta que no
desapareciese el riesgo de enemigos «con la obstrucción del camino de los Andes con las
nieves próximas". Los capitulares acordaron, en consecuencia, dirigir una solicitud al
director supremo para que dejara sin efecto el relevo, la que fue comunicada a Perdriel. San
Martín se negó a aceptarla, y dirigió al Cabildo un oficio en el que decía que el pueblo de
Mendoza no podía exigirle que no recibiera al nuevo gobernador intendente, ni su honor
podía permitirle tal acto. "Las reclamaciones que tienen hechas al supremo director tendrán
su resultado", entre tanto, agregaba, "debemos, como buenos americanos, sujetarnos a sus
órdenes". .
El 21 de febrero, alas diez de la mañana, Perdriel debía tomar su cargo. A esa hora el
pueblo se congregó de nuevo dispuesto a impedido, pero los empeños de San Martín para
calmar la efervescencia popular logra ron que, a eso de la una de la tarde, la multitud
comenzara a dispersarse. Por su parte, el Cabildo despachó dos oficios. Uno a San Martín,
que. decía: «Todos creemos que se compromete la seguridad del Estado y nuestra
existencia civil si se procede a la recepción del jefe provisional antes de obtenida esta
suprema resolución, y esperamos que constándole a V. S. mismo la justicia de esta
solicitud, está en la necesidad de sostener tan noble empeño." El otro oficio, dirigido a
Perdriel, decía: «V. S., como tan interesado en la causa de América creemos conformará
sus ideas con las de este noble vecindario, y se resolverá a esperar la resolución del señor
Director Supremo, que protestamos obedecer." Nadie quería aparecer en actitud de
rebeldía. La resolución había sido apelada por el Cabildo, y de acuerdo con normas
esenciales del régimen capitular bajo los reyes de la Casa de Austria, aunque un poco
perimida bajó el absolutismo borbónico, no podía entrar a actuar el nuevo gobernador hasta
no resolverse la apelación capitular.
San Martín perseveró en su posición y convocó al Cabildo para las cuatro de la tarde,
a fin de que fuera recibido Perdriel. A esa hora la Casa Capitular fue rodeada por numeroso
pueblo, advirtiéndose entre la multitud a soldados de un escuadrón de caballe ría, sin armas.
A pesar de las protestas, que iban cada vez en aumento, fueron despachados dos
corregidores en busca de Perdriel, quienes regresaron acompañados por San Martín; éste
insistió inútilmente en su punto de vista, pero para evitar que la situación degenerara, no
tuvo otra salida que aceptar la imposición popular.
Con fecha 23 del ci tado mes San Martín elevó al director supremo un informe
circunstanciado de lo sucedido. Alvear ya conocía la situación por el primer petitorio que le
había enviado el Cabildo mendocino. Comprendió que remover a San Martín podía ser un
grave yerro, con fecha 22 de febrero, respondió dando entera satisfacción a la demanda.
"No hay nadie en todas las Provincias Unidas -decía Alvear en su nota- que conozca
mejor que yo las cualidades inapreciables que reviste el Coronel don José de San Martín.
Mi amistad con este jefe empezó desde Europa y desde entonces ha sido cultivada, ya por
haber, mandado juntos un mismo regimiento, ya por la inmediación que proporciona la
milicia en el servicio del Estado. Descansaba enteramente en la actividad y celo de este
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individuo para defender esa provincia, en las críticas circunstancias en que ahora se halla
cuando me vi precisado a relevarlo del desempeño del cargo de gobernador intendente,
cediendo a las repetidas instancias que a este efecto había dirigido a mi antecesor, y
últimamente me hizo a mí, no sólo de oficio, sino también en cartas particulares que
conservo. En ellas me aseguraba hallarse su salud en tal peligro, que si no salía de ese
temperamento perecería indefectiblemente, y me rogaba en términos más encarecidos se
le concediese licencia para pasar a curarse al Rosario. Ni como primer magistrado, ni como
amigo, pude negarme a condescender a una solicitud tan justa. En su consecuencia le
despaché el permiso pedido y nombré para subrogarlo interinamente en el mando al
coronel don ,Gregorio Ignacio Perdiel … Pero por un extraordinario he recibido la noticia de
que trasmitida a este pueblo la nueva de que el coronel San Martín se separaba de esa
provincia, se juntó el pueblo a pedir su continuación... Después de otros detalles, terminaba
diciendo que, si San Martín se avenía a continuar en el mando, lo po día libremente ejecutar
"en el concepto de que por la opinión que guardaré siempre hacia su per sona soy el primero
en aplaudir que el estado de su salud sea tal que lo habilite nuevamente a rea sumir las
fatigas del cargo que antes le fueron insoportables, según sus mismas cartas, las cuales si
fuera preciso remitiría en la ocasión a V. S. para conocimiento de esos habitantes y su
tranquilidad ulterior."
Por oficio de 28 de febrero se comunicó a San Martín el decreto que disponía su con-
tinuación en el cargo, resolución que fue re cibida con alegre alborozo por los vecinos de
Mendoza, y que San Martín aceptó, decla rando que, "luego que con las nieves próximas"
quedara cerrada la cordillera, «cesando así el riesgo de la invasión del enemigo", haría uso
de la licencia que tenía concedida, protestando que" en el instante que se acerque el tiempo
del ,riesgo por- su allanamiento", volvería a ponerse "nuevamente frente" del gobierno.
La carta de Alvear al Cabildo de Mendo za se refiere a la salud de San Martín con
cierto dejo irónico que denota resentimiento. Y es que, de acuerdo o no con Carrera, es
notorio que el pedido de licencia de aquél fue aceptado con sospechoso apresuramiento. El
pronunciamiento mendocino fue para. AIvear una derrota. Si suponía que para sus planes
era importante dejar a San Martín sin mando de tropas, los hechos tardaron pocas
semanas en darle la razón.
"Chile, Excmo. Señor, debe ser reconquistado: limítrofe a nosotros no debe vivir un
enemigo dueño despótico de aquel país envidiable por sus pro ducciones y situación. De la
fraternal comunicación con él, ganamos un comercio activo que forma la felicidad de
nuestros conciudadanos, y gran masa del fondo público. Si Señor: es de necesidad, esta
reconquista, pero para ella se necesitan 3.500 o 4.000 brazos fuertes y disciplinados, único
modo de cubrirnos de gloria, y dar la libertad a aquel Estado; pero esto podrá verificarse
cuando V. E. haya destrozado la expedición Peninsular, y Pezuela haya abandonado
nuestro territorio."
Por aquellos mismos días Bernardo O'Higgins también presentó un plan para la recu-
peración de su patria. Más sensato que el de Carrera, comenzaba diciendo:
"Cuando el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, resuelva atacar y
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destruir a los tiranos usurpadores de Chile, el general en jefe del ejército argentino
empleará todos los medios que estén a sus alcances para apoderarse de tan interesante
país, moviendo todos los resortes ofensivos a la conclusión de tan vasto plan, sin el que no
podrá jamás la América del Sur contar con su segura independencia."
O'Higgins estimaba que eran necesarios cuatro mil hombres de infantería y dos mil
de caballería, y una acción naval de bloqueo de los puertos de Talcahuano, Valparaíso y
Coquimbo. Su planteo revela una justa apre ciación de las dificultades de la campaña, pero
desde el punto de vista estratégico constituía una serie "de errores operativos y tác ticos,
que obligaban a su rechazo. Por otra parte; tanto O'Higgins como sus partidarios, con
sentido realista, se ponían a las órdenes incondicionales de San Martín o del jefe que el
gobierno argentino designara para la expedición a Chile.
En la "Gaceta del Gobierno" de Lima del 12 de noviembre de 1814, el virrey del Perú,
José Fernando. de Abascal, hizo escribir lo siguiente: "La guerra. de Chile se mira en el día
terminada con la mayor rapidez y cordura, no habiéndose apartado el jefe a quien fue
encomendada [Osorio] del camino .trazado por el genio de nuestro virrey, y concu rriendo
con su más infatigable constancia y buen deseo a la consumación de los vastos planes que
le habían sido confiados." Como lo destaca el historiador chileno F. A. Enci na, no le faltaban
motivos a Abascal para sentirse satisfecho; había sofocado las rebeliones de Quito y del
Cuzco, preparado la reconquista de Chile y mantenido a raya a los, revolucionarios del
Plata, sin más auxilios de España que el regimiento de Talavera, pero la vanidad lo
dominaba. Osorio contestó en la misma "Gazeta del Gobierno":
"'He leído con bastante admiración la "Gaceta" del 12 del pasado que, entre otras cosas,
dice el camino trazado. .. vastos planes que le habían sido confiados. Este camino estos
planes, que ni fueron sanos ni finos, no se me dieron, ni los traje, y si estaban hechos, sin
duda se quedaron en ésa en poder de V., pues que mi precipitada salida no dio lugar a
recogerlos. ¡Ah, y cuánto puede la adulación! Soy enemigo declarado de ella; así, suplico a
V. se sirva remitírmelos para mi gobierno, ." para contestar cuando sea necesario a los
cargos que pudieran hacérseme por haberme Separado de lo que se me prescribió, si es
que así haya sucedido …"
Encina informa de algunos de sus métodos, como el de fingir un altercado con Pedro
Aldunate Toro nieto del conde de la Conquista, y con el mayor Pedro A. de la Fuente,
ambos del partido de los Carrera, a los que confinó en San Luis. De allí se fugaron
separadamente a Chile y se presentaron a Osorio, exponiendo los malos tratos recibidos y
su arrepentimiento por haber servido la causa patriota.
Más adelante pasaron a Chile, con el mismo pretexto, los oficiales Diego Guzmán y
Ramón Picarte. Casi todos estos fueron recibidos con desconfianza por Osorio, pero
dejados en libertad. A ellos se unieron, sin recurrir a estratagemas, muchos otros chilenos,
dirigidos todos por San Martín, quien personalmente se ocupaba de las rela ciones con ellos:
Llegó al punto de entablar corres pondencia con el propio Osorio "valiéndose para
conseguirlo -dice en un informe- participarle algunas noticias, bajo la firma de un europeo
español bien conocido como enemigo de la sagrada causa de nuestra regeneración, que
obtuve por la circunstancia de un oficio que pasé a éste". Osorio le contestó el 21 de enero
de 1815 con cautela; pero, a través de su respuesta, San Martín creyó ad vertir que no se
realizaría en ese verano ningún intento contra Mendoza, Los espías que mantenía en Chile
habían informado que era indudable una expedición de Osorio, por lo que, con fecha 8 de
febrero, San Martín se dirigió al gobierno de Bue nos Aires pidiendo, como de necesidad
absoluta, se le enviaran por la posta ciento cincuenta solda dos de caballería para servir de
base a las operaciones de los escuadrones de Mendoza, "inútiles por su poca disciplina sin
este apoyo". Agregaba el petitorio de vestuarios para el batallón N° 11, que se encontraba
prácticamente desnudo, declarando que el gobierno podía estar seguro del fra caso de
cualquier intento del enemigo. Pero a me diados de junio supo por un emigrado chileno que
Osorio se ocupaba seriamente de llevar una ofensiva sobre las Provincias Unidas. San
Martín consideró que, en caso de producirse, el intento no se lo haría hasta octubre. Así lo
hizo saber a Álvarez Thomas por oficio de 14 de junio, en el que destacó que podía
asegurar que no se correría peligro alguno si se ponía en Mendoza una fuerza integrada por
ciento veinte artilleros buenos, con ocho piezas de tren volante: ochocientos infantes y
cuatrocientos caballos, aun cuando el ejército invasor fuera de dos mil quinientos hombres.
Lo importante era que se le enviaran los elementos para organizar tales fuerzas antes del
mes de octubre; significando que los escuadrones de grana deros a caballo, que se hallaban
en buen pie, podían servir de base para la organización e instrucción de sus tropas.
Proponía reemplazar el batallón N° 11, "compuesto en la mayor parte de chilenos,
cuyo carácter voluble da mérito a desconfianzas", por el N° 8, o el que dispusiera el
gobierno. Agregaba que el tren volante existente en Mendoza no era adecuado al terreno.
Lo que hacía mucha falta eran seiscientos caballos del Litoral " para engordarlos en los
potreros de esta ciudad", y tres maestros herradores, con dos mil pares de herraduras.
Álvarez Thomas le contestó en 30 de junio, que se esperaba el resultado de la expedición
peninsular para atender sus demandas.
El 27 de julio San Martín delegó el mando político y militar en el Cabildo de Mendoza
y en el comandante Manuel Corvalán, respectivamente, y se entregó a recorrer pro-
lijamente la: cordillera y los campos del sur de Cuyo, hasta el fuerte dé San Carlos, tarea
que desmejoró su salud, al punto de que en 27 de agostó solicitó una licencia de cuatro
meses para reponerse. “Yo bien sé- decía en su petitorio- que tal vez los díscolos o los
descontentos de esa Capital no dejarán de esparcir la voz de que mi solicitud es hija de
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
algún resentimiento particular. Pero ya es demasiado exigente mi necesidad y mi vida
peligra. La respuesta, de 9 de setiembre, no hizo lugar a la demanda. El Ejército Auxiliar del
Norte se preparaba para llevar una nueva ofensiva contra Pezuela; la necesidad de
"adelantar la unión y armonía que ya felizmente asoma en algunos pueblos disidentes y
debemos fomentar como ,base única de nuestra salvación", y la necesidad de prepararse a
repeler la expedición peninsular (Expedición de Pablo Morillo, que finalmente fue desviada
a Venezuela y Nueva Granada), no permitían la remoción de San Martín sin aventurarlo
todo: “Si la Patria exige alguna vez imperiosamente el sacrificio de la vida de un oficial, éste
es, precisamente, el caso fortuito en que nos hallamos, atenta la crisis que por momentos
se espera… ." San Martín obedeció.
El 26 de dicho mes, en vista de la próxima apertura de la cordillera, “ en razón de los
calores excesivos que han empezado a manifestarse", solicitó del gobierno le comunicara
el plan de campaña a que debía ajus tarse. Lógicamente, tal plan no podía ser sino
defensivo. Así lo comunicó en 9 de octubre expresando que mientras no se tuvieran no-
ticias de Rondeau no se podían comprometer fuerzas fuera del país. Ya entonces se habían
armado algunos buques corsarios para actuar sobre el Pacífico, de lo que se informó a San
Martín, el cual envió a Talcahuano al chileno Juan Pablo Ramírez a efecto, de que tales
buques se encontraran con noticias para poder actuar. A tal fin San Martín comunicó al
Directorio un plan de señales para que los corsarios pudieran comunicarse con tierra. '
Por aquellos días el servicio de espionaje que mantenía en Chile le permitió
descubrir la organización de los espías de Osorio que había en Mendoza, en general a
cargo de individuos del pueblo. Desgraciadamente, el desastre de Sipe-Sipe, o de Viluma,
como lo llaman los historiadores españoles, cerr6 una vez más el camino a Lima por el
Desaguadero. La realidad ponía el destino de la Revoluci6n en manos del gobernador
intendente de Cuyo.
La guerra de espionaje tuvo una de sus más osadas expresiones en a me diados de
diciembre de 1816, en que San Martín encargó a su compadre el ingeniero-cartógrafo
Álvarez Condarco la riesgosa misión de encaminarse a Chile por el paso de Los Patos en
calidad de parlamentario, con la excusa de entregarle a aquel mandatario una copia oficial
del acta de la independencia de las Provincias Unidas, dando por descontado que el
funcionario realista lo despacharía con cajas destempladas de regreso por el camino más
corto, el de Uspallata, de tal suerte que ello le permitiría a su emisario realizar el
reconocimiento de las dos rutas por donde marcharía el ejército. En efecto, el comisionado
no pudo permanecer en el país trasandino más que 48 horas y los documentos que portaba
fueron mandados quemar en la plaza pública por el ofuscado Marcó, quien pretendió fusilar
a quien consideraba un espía encubierto, pero fue salvado de tal suerte por la solidaridad
masónica de algunos jefes españoles. El mandatario debió pues conformarse con
expulsarlo, pero antes le entregó una violenta contestación a los oficios que le remitiera San
Martín, en la que le manifestaba que cualquier otro enviado no merecería la misma
inviolabilidad y atención. Y al estampar su rúbrica el general realista manifestó: "Yo firmo
con mano blanca y no como la de su general que es negra", aludiendo a su traición a la
causa del rey. Cuando después de Chacabuco Marcó del Pont fue apresado y llevado ante
la presencia de San Martín, éste recordó aquella agria alusión y no pudo reprimir gastarle
una ironía que dejó balbuceante a su interlocutor. Se le acercó y extendiendo su diestra le
dijo: "Señor general, venga esa mano blanca", episodio narrado por quien fuera testigo
presencial (Cfr. G. ESPEJO, op. cit., págs. 14.044-14.051).
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
En 16 de, diciembre de 1815 Manuel Ig nacio de Molina, en su carácter de
representante del Cabildo de Mendoza, elevó al Directorio un oficio instando el envío de una
expedición militar al otro lado de los Andes, destinada "a fijar ciertamente la época de
nuestra existencia nacional". El mes de febrero era el más indicado para tal empresa.
El director contestó al comisionado por intermedio de su ministro de Guerra, gene ral
Tomás Guido, diciendo que, aun cuando se trataba de una idea plausible, "el gobierno que
giraba sus combinaciones en presencia de la situación de Europa, de las rentas nacionales
y de los peligros del Estado, había creído siempre que la expedición de, Chile era por
entonces inoportuna y peligrosa; pero que, sin embargo, para formar su juici o, había
convocado una junta de las autoridades más respetables en el orden civil, político y militar,
y que todos unánimemente habían declarado que tal expedición no podía llevarse a cabo
sin correr los riesgos de una absoluta disolución al menor contraste".
El escrito de Molina, junto con la respuesta del director, fue comunicado a San Martín,
quien respondió concisamente que que daba impuesto de todo; pero el Cabildo de Mendoza
no se sintió satisfecho y protestó, diciendo:
"Los pueblos que componen la provincia se han sacrificado en la persuasión de que en,
este verano el enemigo limítrofe sería destruido. Si por un año más sufriese la guarnición
que sostienen, no podrían responder de sí mismas. La Municipalidad que ve de cerca tan
graves males si se pierde la oportunidad, salva su responsabilidad ante los pueblos no
habiendo sido omisa en representarlas; pera sus vecinos prometen hacer el última sacri -
ficio., aun cuando. deploren sus consecuencias."
Obtúvose, a pesar de todo, por la tenacidad de Molina, un subsidio mensual de cinco
mil pesos para el sostenimiento del Ejército de Cuyo, que cuidaba los pasos de la cordillera
a fin de evitar un ataque sorpresivo de los españoles de Chile.
Puede inferirse que el pedido formulado por los cabildos cuyanos debió de ser uno
de los medios que San Martín utilizó para ir creando la conciencia de que la Revolución no
tenía mejor campo de acción que el de Chile. Así, el 7 de enero de 1816 comunicó un ardid
para atraer al enemigo sobre Mendoza y allí batirlo. Había logrado detener a un franciscano,
el P. Fray Bernardo López, cuando se dirigía a Mendoza por el Planchón, conduciendo
cuatro cartas de Osorio dirigidas a Antonio Montt, Isidro Maza, Lo renzo Zorraguen y otro
realista mendocino, encargándoles recoger datos sobre los preparativos de los patriotas.
San Martín despachó a López a Córdoba, previo juramento de callar lo ocurrido. Llamó
separadamente a cada uno de los destinatarios de las cartas:'" les prometió indultarlos de
todo castigo siempre que firmaran las respuestas a las cartas de Osorio que había
preparado. Aprovechó la ocasión para suministrarle los datos que le convenían.
En noviembre' de 1815 supo por Juan Pablo Ramírez que, en virtud de tales noticias,
Osorio había preparado planes defensivos que ajustaban toda la fuerza al boquete de los
Andes, y de allí, en caso de retirada, sobre la cuesta de Chacabuco y la ciudad de Santiago.
A principios de enero San Martín completó sus informes con los proporcionados por los
oficiales Guzmán y Picarte, que regresaron de Chile. Supo así que Marcó del Pont había
declarado que pasaría a Cuyo. San Martín había aprovechado otra vez las firmas de los
cuatro antipatriotas chilenos antes citados para que comunicaran la derrota sufrida por
Rondeau en el Alto Perú, más otras sobre su conducta, que es peraba incitarían a Marcó del
Pont a realizar sus amenazas. En tal caso estaba seguro de derrotarlo si de Buenos Aires le
enviaban los artículos que detalló en papel aparte, ne cesarios para que al derrotar a Marcó
del Pont, poder perseguirlo hasta tomar todo Chile. En respuesta, Álvarez Thomas
despachó en enero a Mendoza bastante cantidad de armas, pertrechos y material de guerra
y alimentación. Por su parte, San Martín dejó el go bierno de Cuyo en manos del coronel
José Matías Zapiola y prosiguió su recorrida de estudio de la cordillera. Supo por aquellos
días que las fuerzas del enemigo estaban limitadas a tres mil seiscientos hombres,
diseminados en una extensión de trescientas leguas, que no se caracterizaban par su dis-
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ciplina, lo que le convenció de que no se atreverían a cruzar la cordillera con no más de dos
mil hombres. Por otra parte, él no se encontraba en condiciones de intentar hacer lo
contrario.
Dice bien Pacífico Otero: no era San Martín hombre de precipitaciones ni se sentía
aguijoneado por pruritos de gloria. Se había hablado de enviar una expedición a Coquimbo,
pero, prudentemente, destacó que no convenía hacerla. Había que prepa rarse para algo de
envergadura, y dijo que, a su entender, era "de necesidad indispensable pasar las
cordilleras en el octubre próximo". Así lo manifestó por oficio de 29 de febrero de 1816,
documento capital en la historia de la génesis de la campaña liberta dora, de la que fue su
Gran Capitán.
"Chile -le dice a Álvarez Thomas-, por su mayor población respecto a otros países de
América, por la índole y valentía de sus habitantes, por su feracidad y riqueza, y
principalmente por su posición geográfica, es el pueblo que, regido por una mano diestra
está llamado a fijar "la suerte de la revolución americana, y siendo además su litoral
marítimo, es de capital interés ocuparlo, para abrirse el camino del Pacífico y buscar al
enemigo por él.
"Lograda esta grande empresa, el Perú será libre. Desde allí irán con mejor éxito las
legiones de nuestros guerreros. Lima sucumbir.: Para ese logro despleguemos de una vez
nuestros recursos. Todo esfuerzo parcial es perdido debidamente. La toma de Chile debe
prevenirse con toda probabilidad. Ella exige una fuerza imponente que nos dé su completa
posesión en el espacio de tres o cua tro meses. De otro modo el enemigo nos disputa el
terreno palmo a palmo. Chile naturalmente es un castillo." .
Entra el Libertador a considerar los medios de ejecución y establece que " debe pasarse
la cordillera en octubre con 4.000 hombres, entre ellos 700 de caballería, sobre la base de
2.000 hombres con que él contaba en Mendoza, llevando 3.000 fusiles y 800 sables de
repuesto, con cuatro piezas de campaña de a 4 para formar un nuevo ejército en el país
reconquistado."
Solo pedía como recursos sesenta mil pesos, de los cuales se comprometía a que la
mitad corriera por cuenta de las provincias de Cuyo. Como complemento del plan, solicitaba
una flotilla de buques de guerra a órdenes del jefe de la expedición, que debía zarpar de las
costas argentinas y bloquear las de Chile, para cortar la retirada de los enemigos e impedir
que extrajesen sus caudales. Por lo pronto, pedía catorce mil pesos para adelantar las
relaciones secretas con sus agentes en Chile. "Promoviendo desde ahora estos
preparativos para que nada falte en el momento preciso de la marcha; yo por mi parte
protesto activar cuanto alcancen mis recursos. Este es mi dictamen. Dígnese V. E.
impartirme su superior resolución."
"De este modo, hallándonos en la precisión de buscarle y no pudiéndolo hacer por los
boquetes de las cordilleras fronterizas, por estar cortados y cubiertos con toda la fuerza
enemiga, es preciso girar la marcha por el Sur o Norte, haciendo en cualquier caso un
ángulo de cuatrocientas o más leguas que resultan del acceso por esta banda, tra vesía de
los Andes y receso por la vía de Chile hasta aproximarse a Santiago. El enemigo, a cuya
vigilancia no puede escaparse el momento de nuestra partida, y acaso ni su más leve
incidencia, tiene en el intermedio sobrado tiempo para avan zar a estos pueblos, entregarlos
al saco y aun al incendio, volver sobre Chile y esperarnos con una fuerza entusiasmada con
este triunfo, que aunque débil y efímero, es importante entre ellos y de mayor bulto a la
distancia. Nuestro ejército, por otra parte, caería en la durísima alternativa de morir o vencer,
sin recursos para un medio término; faltándole los de esta provincia con que en todo evento
debe contar. Más si para huir estos inconvenientes desmembramos de la fuerza expedi-
cionaria la que debe guarnecer estos puntos, se de bilita aquélla, y entonces aparece un
nuevo mal. A mi juicio no queda otro arbitrio sino el de ata car de una vez las avenidas de los
Patos, Uspallata y el Portillo, construyendo reductos y baterías firmes y a toda prueba en
los parajes que yo mismo inspeccionaré en lo más breve antes que las nieves obstruyan y
varíen la perspectiva de aquellos pasos." Concluía pidiendo que, si su plan era ,aprobado,
se le auxiliara con dieciséis carretadas de hierro con sus montajes, juegos de armas y
dotación competente para colocarla en las fortificaciones, convencido de que el costo sería
abonado por los mendocinos "en obsequio de su conservación y único apoyo ,de su
seguridad"., Afianzado de esta manera el territorio y .disponiendo para la acción todo el
ejercito, San Martín agregaba que se podría- "obrar con desembarazo y libertad".
El poco éxito tenido para su plan confirmó a José Miguel Carrera en la opinión de que
poco debía esperar del gobierno. argentino, el cual nada haría de importante en favor de
Chile mientras no. estuviera resuelta la situación del Alto Perú y la que derivaba de la
amenaza de una expedición española sobre el Río de la Plata.
Lejos de desanimarse, resolvió buscar armas y recursos en otra parte, y confió en el
apoyo de los Estados Unidos. Había conocido al cónsul de ese país Poinsett, y
posiblemente tomado parte en los empeños de éste de formar logias masónicas
desprendidas del Gran Oriente británico y dependientes del Oriente estadounidense. El 9
de noviembre de 1815 se embarcó en el bergantín "Expedición", de propiedad de la firma D'
Arcy y Didier, llevando consigo a Mariano Benavente y a su sirviente José Conde. Su único
capital eran setecientos pesos que sacó de contrabando. En Buenos Aires dejó a su mujer,
doña Mercedes Fondecilla, con una hija de corta edad, sin más recursos que el que le
pudieran prestar algunos amigos y partidarios que tampoco goza ban de muchos medios
para hacerlo.
Dice Encina: "El mismo general indeciso delante del enemigo, que se dejaba guiar
por el primer individuo afirmativo que se le acercaba, y que mudo seis planes estratégicos
en un mes, fuera del terreno militar, a impulsos de una corazonada, se lanzaba con los ojos
vendados a la aventura más atrevida, sin curarse de los resultados, menos aún de los
obstáculos. Este rasgo encierra el secreto de sus contados éxitos, del gran desastre en que
se derrumbó junto con su patria y de su trágico final."
Tenía una ciega confianza en sí mismo, fruto de una gran inconsciencia, como lo
demuestra su propósito de obtener armas, buques y oficiales para ganarle la delantera a
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San Martín y provocar en Chile una sublevación general al solo anuncio de su arribo. Barros
Arana dice que su viaje "sin ser de utilidad alguna para la causa de la Revolución iba a ser el
principio de una serie de trágicos acontecimientos", interpretación que Encina no acepta,
pues estima que con tal motivo Carrera prestó un gran servicio, pues al estar ausente per-
mitió que el plan de San Martín se impusiera a la opinión argentino-chilena.
En 1815 se inicia un período de la historia na val argentina que se denomina "de los
corsarios", el que se extiende hasta 1820, y respondió al propósito de expandir la Revolu-
ción sobre los mares, en forma de corso, para arruinar el renaciente tráfico español, tanto
como para tener una primera línea defensiva ante los anuncios de la expedición española.
A esta primera etapa se unió el plan de San Martín, en el cual el dominio naval del Pacífico
jugó un papel monitor.
La historia del corso argentino no es conocida. Lo mismo ocurre, en general, con la
naval, a pesar de que fue la incipiente marina de aquellos años uno de los puntales de la
emancipación, no sólo porque sin su apoyo no hubiera caído el baluarte español de
Montevideo, que posiblemente se habría visto fortalecido con la expedición Morillo, sino
porque la propia campaña de San Martín al Perú requirió dominar la plaza naval del Callao,
en el Pacífico. Entre los
muchos testimonios de la genialidad de San Martín debe contarse la gravitación que asignó
en su campaña al factor naval.
En 1815, ante la gravedad de la amenaza que significaba la expedición española
(Murillo), el Cabildo de Buenos Aires dirigió al pueblo, el 22 de mayo, una proclama,
manifestando que una escuadra de la península se dirigía al Río de la Plata" a usurpar
nuestros derechos y restablecer su antiguo despotismo".
"El Gobierno medita por su parte todas las medidas para oponer una, vigorosa
resistencia a tan infausta agresión -seguía diciendo el Cabildo- entre ellas es la más
importante el apresto de una escuadra respetable al mando del benemérito coronel D.
Guillermo Brown ; existen en el puerto, y son de propiedad del Estado los buques que han
de formarla; aquellos mismos que, bajo la dirección de este ilustre jefe, humillaron las
fuerzas navales de Montevideo, y dieron un día de gloria a la Patria. Tanto cuanto nos
asegura este proyecto del Gobierno el buen éxito de nuestra empresa, nos aflige la
imposibilidad de que se halla para realizarla por escasez de numerario; el Cabildo ha
resuelto auxiliar tan interesante medida; y a este fin abrirá desde el veintitrés del corriente
en la Sala Capitular, ante dos individuos de su cuerpo, una suscripción voluntaria para
recibir las erogaciones generales de vuestro patriotismo."
El plan no pudo formalizarse. La falta de recursos era angustiosa y sé supo que la ex-
pedición esperada había derivado su ruta hacia Costa Firme (Venezuela y Colombia). Por
otra parte, los navíos con que se contaba no, eran como para organizar una escuadra que
pudiera oponerse a ninguna otra compuesta con verdaderos navíos de guerra. Se trataba
en su mayoría de buques de comercio, aptos para empresas de corso, pero no más, o sea
el encargar a navíos armados, de propiedad privada, que ata casen la navegación del
enemigo y desbaratasen su comercio y comunicaciones marítimas. Que fue lo que Alvarez
Thomas resolvió llevar a cabo. La acción del corso debía ser similar a las de los gauchos de
Güemes, es decir, guerra de guerrillas, de sorpresas; de improvisación y riesgo.
Lewis Winkler Bealer, que dedicó una interesante monografía a los corsarios de
Buenos Aires, informa que el 10 de setiembre de 1814, bajo el gobierno del director
Posadas, zarpó el "Primero", nave al mando de Juan Antonio Toll, un catalán a quien se dio
patente de corso y que pasó al Pacífico, pero que nada hizo de notable. Agrega que a me-
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diados de 1815 se resolvió ampliar la guerra de corso, en la que se interesaron muchos co-
merciantes extranjeros residentes en Buenos Aires. Por cierto que con fecha 7 de setiem bre,
Álvarez Thomas, como prueba de gratitud de la alta estima con que el gobierno apreciaba el
valor y bizarría de Brown, resolvió "obsequiarle la corbeta de guerra «Hércules», a bordo de
la cual adquirió el honor y desplegó el valor e intrepidez carac terísticos de su alma heroica".
A la "Hércules" se unió el bergantín "Trinidad", puesto al mando del capitán Miguel Brown,
hermano de Guillermo, para realizar una larga empresa en el Pacífico, de acuerdo con un
pedido hecho por San Martín. Consistía en establecer la situación de las costas de Chile y
Perú, el estado de las fuerzas de línea del enemigo y otros datos, además de introducir
Impresos en los puertos de Valparaíso, Coquimbo, Huasco, Atacama, Arica,
Arequipa, Pisco y el Callao. Brown puso su enseña en la "Hércules", nave cuyo capitán era
Walter Dawis Chitt y a ambos navíos se unió más tarde el corsario "Halcón", al mando del
capitán Hipólito Bouchard o Buchardo. Esta escuadrilla no pudo ponerse en contacto con
los patriotas de la costa, pero hizo dos tentativas infructuosas contra los buques- en e1
puerto del Callao, al que mantuvo Bloqueado durante tres semanas. Una de las presas más
valiosas tomadas por la escuadri1!a de Brown fue la fragata "Consecuencia", capturada el
23 de enero de 1816, que conducía mercaderías y pasajeros al Perú. Como bue na presa
llegó a Buenos Aires el 18 de junio de 1816 al mando de Buchardo, y más ade lante,
rebautizada con el nombre de "La Argentina", desempeñó, al mando de éste, glo riosas y
atrevidas misiones de corso.
Mientras tanto en el Atlántico y otros ma res innumerables corsarios de Buenos Aires
llevaron la guerra a las mismas puertas de España; uno de ellos, que se mantuvo cierto
tiempo bloqueando a Cádiz, apresuró el fracaso de la visita de Rivadavia a España.
SAN JUAN El Cabildo de San Juan recibió la convocatoria al congreso él 15 de junio con
una nota de San Martín aconsejando que "del modo más sencillo" se practicara la elección
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de diputado. El teniente de gobernador José Ignacio de la Roza dio la orden pertinente,
siendo elegido fray Justo Santa María de Oro. Posteriormente, el 12 de setiembre, se eligió
al segundo diputado en la persona de Francisco Narciso de Laprida, quien sólo aceptó,
cuando San Martín aprobó su elección, que había protestado por estimar que habían
intervenido en ella solamente los vecinos de los sectores urbanos.
Durante su destierro se afincó en San Luís, donde San Martín lo visitó en agosto de 1814,
teniendo con él una larga entrevista en la que, posiblemente, se afirmó una amistad que fue
de consecuencias fundamentales en la historia del país. En noviembre del mismo año
Pueyrredón pasó a Mendoza a retribuir la visita. J. C. Raffo de la Reta dio a conocer una
carta de Pueyrredón al teniente de gobernador de San Luís, Vicente Dupuy, en la que se le:
"Se había hablado generalmente de los, motivos de enemistad que debía haber entre San
Martín y yo, y ha servido de sorpresa el recibimiento que, me hizo en público, abrazándome
y besándome con ternura fraternal. . ." La elección de Pueyrredón se debió sin duda alguna
a la influencia de San Martín. Si bien aquél renunció, el 13 de setiembre el Cabildo y. los
ciudadanos electores rechazaron su renuncia. Esta había sido determinada por elementos
vinculados al gobernador de Córdoba, afi nes al artiguismo, que tacharon la elección de
nulidad por haber participado como elector un hermano de Pueyrredón
El año de 1816 encontró a San Martín cumpliendo una serie de actividades que, de
hecho, lo convertían en el hombre más esclarecido política y militarmente en el Río de la
Plata en ese momento, y conduciendo la marcha de los acontecimientos en función de su
estrategia para derrotar al colonialismo español en América.
A pesar de las enormes dificultades de todo tipo con que tropezaba, logró ir
solucionando cada una de ellas, de la manera más conveniente, de tal forma de poder
concretar sus planes. Así, mientras gobernaba Cuyo y convertía esa región en un campo de
reclutamiento y de entrenamiento para la creación del "Ejército de Los Andes", presionaba
en el seno del Congreso de Tucumán para que, a pesar de la resistencia de otros sectores
de la Logia Lautaro, se declarara la Independencia, cosa que finalmente se hizo.
Justamente sobre este tema escribió San Martín a Tomás Godoy Cruz, diciendo lo
siguiente:
"¿Hasta cuando esperamos declarar nuestra independencia! no le parece a Ud. una cosa
bien ridícula, acuñar moneda, tener el pabellón y cocarda nacional y por último hacer la
guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos?
¿Qué nos falta más que decirlo?, por otra parte, ¿qué relaciones podrem os emprender
cuando estamos a pupilo?, los enemigos, y con mucha razón, nos tratan de insurgentes,
pues nos declaramos vasallos. Esté Ud. seguro que nadie nos auxiliará en tal situación, y
por otra parte, el sistema ganará un cincuenta por ciento con tal paso. ¡Ánimo, que para los
hombres de coraje se han hecho las empresas!" (José de San Martín).
" ¡Hasta cuándo esperamos declarar la independencia! ¿No le parece a Vd. una cosa bien
ridícda, acuñar moneda, tener el pabell6n y cucarda nacional, y por último hacer la guerra al
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Soberano de quien en el día se cree dependamos? ¿Qué nos falta más que decidirse? Por
otra parte: ¿Qué relaci6n podremos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos, y
con mucha raz6n, nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos. Está Vd.
seguro de que nadie nos auxiliará en tal situaci6n y por otra parte, el sistema ganara un
cincuenta por ciento con tal paso.¡ Animo, que para los hombres de coraje se han hecho las
empresas! Veamos claro, mi amigo, si no se hace, el Congreso, es nulo en todas sus partes,
porque, reasumiendo éste la Soberanía, es una usurpaci6n que se hace al que se cree
verdadero, es decir a Fernandito." Como Godoy Cruz le contestara que declarar la
independencia "no era soplar y hacer botellas", la réplica fue inmediata y muy dentro del
estilo sanmartiniano: "Veo lo que V d. dice sobre que el asunto de la independencia no es
soplar y hacer botellas. Yo respondo a Vd. que mil veces me parece más fácil hacerla que el
que haya un solo americano que haga una sola."
En aquellos días afligían a San Martín las noticias que se recibían de La Rioja y de Santa
Fe, frente a las cuales se declaraba “ aburrido de nuestras niñerías, que tal pudieran
llamarse, si éstas no tuviesen una in fluencia tan marcada en nuestra felicidad futura".
Dominado por la profunda desilusión que lo embargaba ante tales hechos, en carta de 24
de mayo decía a Godoy Cruz:
"Ya sabe Vd. que de.muy poco entiendo, pero de política menos que de nada, pero como
escribo a un amigo de toda mi confianza, me aventuraré a expandir un poco de erudición.
gabinetina: ¡ cuidado que yo no escribo más que para mi amigo!
Si yo fuese diputado me aventuraría a hacer al congreso las siguientes observaciones, y
para el efecto haría mi introducción de este modo, propio de mis verdaderos sentimientos;
Soberano Señor…. Un Americana republicano por principios e inclinación, pero que
sacrifica esas mismas por el bien de su suelo, hace al Congreso presente:
1. …Los Americanos o Provincias Unidas no han tenido otro objeto en su revolución que
la emancipación del mando de fierro español, y pertenecer a una Nación
2. …¿Podemos constituirnos en República sin una oposición formal de Brasil (pues a la
verdad no es muy buena vecina para un país monárquico) sin artes, ciencia,
agricultura, población y con una extensión de territorio que con más propiedad pueden
llamarse desiertos?
3. ¿…Si por la maldita educación recibida no repugna a mucha parte de los patriotas un
gobierno puramente popular, persuadiéndose tiene este una tendencia a destruir
nuestra religión?
4. …¿Si en el fermento horrendo de pasiones existentes, choques de partidos
indestructibles y mezquinas rivalidades, no solamente provinciales, sino de pueblo a
pueblo, podemos constituirnos en Nación?
5. …¿Si lis medios violentos a que es preciso recurrir para salvarnos tendrán o no los
resultados que se proponen los buenos americanos, y si se le podrán o no realizar
contrastando el egoísmo de los pudientes?
Seis años contamos de revolución y los enemigos victoriosos por todas partes, nos
oprimen: faltan jefes militares y nuestra desunión son las causales ¡Y se podrán remediar!
Puede demostrarse que no podemos hacer una guerra de orden o ir más tiempo que el de
dos años, por falta de numerario, y si sigue la contienda no nos queda otro arbitrio que la
guerra de montonera, en este caso seria hacérnosla a nosotros mismos. Ya está decidido
el problema de la Inglaterra: Nada hay que esperar de ella.
Ahora bien ¿Cuál es el medio de salvarnos? Yo lo sé, pero el Congreso los aplicara como
tan interesado en el bien de estos pueblos. Resta saber que si los tales medios no se
toman en todo este año, no encuentro (según mi tosca política) remedio alguno. Se
acabó.
71
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Finalmente el 9 de julio de 1816, bajo el turno de la presidencia del sanjuanino
Francisco Narciso Laprida, se tomo la medida tan ansiada por San Martín. Con la solemne
Declaración, el Gran Capitán de Los Andes se aseguró de que la Revolución fuera ya
irreversible, a pesar de las intenciones oscuras de muchos de sus contemporáneos. Por
otra parte, dicho Congreso se pudo llevar a cabo en el marco de una mínima seguridad en
las provincias, provista justamente por la victoria de San Martín en "San Lorenzo" y por la
presencia de las tropas del norte y de Cuyo reorganizadas por él.
Uno de los más serios obstáculos que debió superar el Libertador fue la falta de
recursos para organizar y mantener al Ejército de los Andes; sin ellos, la empresa estaba
condenada al fracaso.
En carta a Guido expresó, con férrea voluntad y energía, que "...si no puedo reunir
las mulas que necesito me voy a pie; es menester hacer el último esfuerzo en Chile, pues si
esta la perdemos, todo se lo lleva el diablo...". (José de San Martín).
El director Pueyrredón contestó finalmente los pedidos hechos, aunque sólo en parte.
En su correspondencia se puede apreciar la dramática situación que se vivía en aquellos
momentos: "Como ayer fue día de todos los santos no se ha podido buscar entre los
comerciantes libranzas para los 30.000 pesos, pero haré la diligencia con empeño...Van
ahora 500 frazadas, mil arrobas de charqui, vestuarios, camisas, 400 recados, 200 sables
con los dos únicos clarines que he encontrado, 200 tiendas de campaña y no hay más; va el
mundo, va el demonio, va la carne, y no sé yo cómo me irá con las trampas en que quedo
para pagarlo todo, y me voy yo también para que Ud. me dé algo del charqui que le mando;
y !Carajo! no me vuelva a pedir más, si no quiere la noticia de que he amanecido ahorcado
en un tirante de la fortaleza...". (Juan Martín de Pueyrredón).
José de San Martín trabajó incansablemente para la preparación de las condiciones que
harían posible la puesta en práctica de su proyecto. Si bien las dificultades fueron muchas y
de toda índole, nada pudo contra su espíritu, su férrea voluntad y su implacable decisión de
vencer.
"Es increíble lo mortificado que estoy con la demora del director: la primavera se aproxima y
no alcanza el tiempo para lo que hay que hacer. Ha dado el congreso el golpe magistral con
la declaración de la independencia; sólo hubiera deseado que se hubiese hecho una
pequeña exposición de los justos motivos que tenemos los americanos para tal proceder.
En el momento que el director me despache, volveré a mi ínsula cuyana; la maldita suerte
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
no ha querido el que yo me hallare en mi pueblo para el día de la celebración de la
independencia, crea usted que hubiera echado la casa por la ventana...". (José de San
Martín).
"El Ejército de Los Andes fue creado de la nada. Fue necesario fabricarlo todo y para ello
dentro de la falta absoluta de medios, sin embargo, San Martín con su talento múltiple,
montó fabricas, formó depósitos, capacitó operarios y fabricó desde la canana hasta el
propio ajuste del cañón. Fue el creador en América de la artillería de montaña a lomo y
sobre prensa-zorra. Fue el primer conductor sudamericano que dispuso de un estado
mayor organizado. Fue también el creador de los servicios de estado mayor, revelándose
un maestro en las informaciones y organización de aprovisionamientos y reabastecimientos
La aplicación de sus recursos políticos, económicos, financieros, industriales, en el servicio
de estado mayor, representan hoy un ejemplo a imitar. Sus planes de operaciones pueden
servir de modelo al ejército más moderno de nuestra época...". (Juan Domingo Perón).
Ya vimos que San Martín tenía la idea de acabar la Guerra de Independencia con una
campaña marítima sobre Perú, y para prepararla solicitó que se le confiara la gobernación
de Mendoza, dejando a otro el mando del Ejército del Norte. Como Chile estaba todavía en
poder de los patriotas, se proponía ir a ayudarlos en su guerra con los españoles, y una vez
afirmados, emprender juntos la guerra por mar, al tiempo que el Ejército del Norte
marcharía contra Lima por el altiplano. Un movimiento de pinzas cuyo objetivo final sería la
capital peruana.
El 12 de mayo San Martín escribe a Godoy - Cruz, en respuesta a cartas de éste en que le
había expuesto el propósito del Congreso de poner el Ejército del Perú en un pie de seis mil
hombres, lo que le parecía bien, pero agregaba: "Conociendo la imposibilidad de lo que me
dice,- soy de parecer de que nuestro ejército debe tomar una defensiva estricta en Jujuy
para proteger la provincia de Salta: destacar las mejores tropas con buenos oficiales a ésa
organicen en ella .cuerpos bien cimentados, promoviendo la insurrección del Perú y
auxiliándola con algunas armas y municiones, en el supuesto de que si, como se asegura,
dicha insunecci6n es cierta, crea V. que el enemigo no pasa jamás a Jujuy: este punto
estará suficientemente cubierto por setecientos hombres todo el resto baje a organizarse y
en el entre tanto lo hacen deberán hacerse las siguientes operaciones” San Martín expone
su plan:
"Puede demostrarse geométricamente que si Chile. existe en poder de los enemigos dos
años más, no solamente hace la ruina de estas Provincias, sino que jamás se tomará; por
otra parte, los esfuerzos que se hagan en el Perú serán nulos, pues sería auxiliado con
víveres y soldados ya formados de los que cada invierno puede desprenderse de dos mil
quinientos hombres, reemplazando esa baja con exceso y poniéndolos en estado de batirse
para el verano siguiente, por la tranquilidad que disfrutan en el invierno: Lima con este
apoyo será siempre el azote de la libertad, y se sostendrá, o por lo menos formará de Chile
la ciudadela de la tiranía (aun en el remoto caso de una revolución) y perpetuando la guerra
en nuestro suelo y haciéndola cada día más desastrosa, no nos quedará más arbitrio para
continuarla que recurrir ala de montonera, y esto sería hacerla a nosotros mismos: al cabo,
mi amigo, nosotros debemos penetrarnos de este axioma: si la guerra continúa dos años
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
más, no tenemos dinero con qué: hacerla en orden, y faltando éste, la ruina es segura; para
evitarla pensemos no en pequeño como hasta aquí y sí con elevación, y si aún a sí la perde-
mos, será con honor. .
"Yo no he visto en todo el curso de nuestra Revolución más que esfuerzos parciales,
excepto los emprendidos contra Montevideo, cuyos resultados demostraron lo que puede la
resolución: háganse simultáneos, y somos libres. Para hacer esta .demostración se
necesita que lo moleste y que yo escriba mucho (cosa que me incomoda bastante) pero
todo debe darse por bien empleado para, fin tan sagrado. Y [vamos] a la demostración. ..
"Nuestras Provincias (que se llaman bajas) se hallan en un estado de escasez de brazos
que ya poco podrán,suministrar: las campañas están llenas de desertores, de los que no se
sacará ningún partido y sí el de introducir la anarquía en el momento que un hombre osado
o díscolo quiera ponerse a su frente: los ejemplos son demasiado recientes para que lo
dudemos. En esta inteligencia y la de necesitar catorce mil hombres en fines de este año
para .concluir la guerra enteramente, hago el presupuesto:
"El mejor soldado de infantería que tenemos son los negros y mulatos; los de estas
provincias no son aptos sino para caballería (quiero decir los blancos) por esta razón y la
necesidad de formar un ejército en. el pie y fuerza que he dicho, no hay mas arbitrio que el
echar mano de todos los esclavos. Por un cómputo prudencial deben producir soldados
útiles los siguientes:
"Nota: En este número no se cuenta sobre dos mil seiscientos que tenemos en los
cuerpos. ¿Y quién hace zapatos me dirá Vd.? Andaremos en ajotas; más vale esto que nos
cuelguen, y peor que esta, el perder el honor nacional; y el pan ¿quién lo hace en Buenos
Aires? Las mujeres. Y si" no., comamos carne solamente: amigo mío, si queremos
salvarnos son precisos grandes sacrificios.
"Ya dejo expuesto que la infantería debe componerse de las esclavos y libertos, y aun la
artillería; todas los demás soldados blancos de infantería en el día deben llenar los
regimientos de caballería: V. dirá que ésta es una resolución propia de un sargentón,
puramente despótico. Tiene V. razón, pero si no. la toman, las maturrangas nos darán en la
cabeza. Vaya otra: póngase en el momento un cuño: ésta es obra de dos meses: prohíbase
bajo la pena de confiscación de bienes, ni aun el uso de una cuchara de plata; el dinero
aparecerá:
"Vaya otra: todo empleado público quede a mitad de sueldo y los militares no empleados
lo mismo: los que están en los ejércitos a dos tercios. El soldado a 4 pesas, 5 el cabo.,
tambor, pito y trompeta, y 8 el sargenta. Esto lo ha hecho la Provincia de Cuyo y seguimos
perfectamente con estas providencias; todo sobra con una regular economía.,
"Cruz me acaba de decir que el correo marcha, y no puede demorarse más. Par la tanto le
diré a V. en extracto mi parecer, sin fundar los motivos: El Perú no. puede ser tomada sin
verificarlo antes con Chile: este país está enteramente, con quistado a fines de abril del año
entrante con cuatro a cuatro mil quinientos hombres: estas tropas en seguida deben
embarcarse y en ocho días desembarcar en Arequipa: esta Provincia pondrá para fines de
agosto das mil seiscientos; si el resto se facilita, yo respondo a la nación del buen éxito de
la empresa: todo está pronto menas la gente y .artillería necesaria, quiero decir, el déficit de
2.600 hasta 4.000.
"Otra reflexión: esta fuerza que V. debe emplear en la reconquista de Chile, deja V. de
mantenerla en el momento de entrar en aquel territorio., y remitir a esta parte los brazos que
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
tiene sobrantes, y de que tanto carecemos: en conclusión, ínterin el ejército que debe
conquistar a Chile obra, el del Perú se organiza para que, tomado aquel Reino, ambos
puedan obrar con decisión sobre Lima."
La carta termina con un párrafo que testimonia que se había ofrecido a San Martín se
pusiera de nuevo al frente del Ejército Auxiliar del Perú (en el norte argentino) dice así: "Es
absolutamente imposible el que pueda encargarme del mando de ese ejército, como V. me
dice; no solamente porque perdería el fruto de las relaciones que tengo establecidas; sino
por que ese país no prueba a mi salud decadente..."
La elección de Pueyrredón como Director Supremo satisfizo plena mente a San Martín.
Recibida la noticia, el 18 de mayo le escribe una carta diciéndole:
"Mi amigo: con ésta remito un extraordinario para Pueyrredón: todo su objeto es tener con
él una entrevista para arreglar el plan que debemos seguir; el tiempo es corto, hay mucho
que hacer y las distancias son largas: en tres correos se pasa el invierno y métale que llega
el verano, nada se hace, los enemigos nos frotan y la comedia se aca bó a capazos.
Desengáñense Vds. Ese ejército [el del Norte] para poder obrar como corresponde ne cesita
lo menos un año para organizarse, esto es, con todos los esfuerzos del gobierno, de
consiguiente todo este tiempo le damos al e1 enemigo para que nos hostilice y nos acabe;
en esta inteligencia es preciso no dejarle respirar, y que extendamos nuestras miras a un
horizonte dilatado. Buenos Aires debe ser el centro de los recursos para este ejérci to: hay
que hacer veinte mil pedidos para él y el aumento de reclutas que se están haciendo; tiéne-
se por precisión que hacerse al director que reside en ésa, éste al Jefe que está en Buenos
Aires, este Jefe duda o no lo tiene; contesta y aquí tiene V. que en un par de estas
contestaciones el tiempo pasa y este ejército se disuelve: ya dije a V. que necesitamos
pensar en grande. Si no lo hacemos, nosotros tendremos la culpa.
"En fin si me concede el que pase a ésa hablaremos: yo hago estos esfuerzos sólo por el
bien general. En todo tiempo me quedará el consuelo de haber obrado bien.
"Y a le dije a V. ¡en mi anterior que Chile es nuestro como se haga un pequeño esfuerzo:
este país nos proporciona la toma del Perú; sin aquél todos los esfuerzos serán imaginarios:
el tiempo por testigo."
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
San Martín deseaba atravesar el macizo andino en Noviembre de ese año.
La marcialidad de clarines y tambores preocupaban también al jefe, como así también
los momentos de solaz y esparcimiento; la famosa retreta y la misa dominical completaban
el ambiente castrense.
En medio de todo este conglomerado, desde su despacho, partían las súpli cas para que
todo el país concurriera con vituallas para completar el parque para diez mil hombres
aproximadamente que forzarían el cruce de la cordillera.
Antes de partir todo estaba planificado: lo político, militar, económico y re ligioso, además
San Martín había recibido el visto bueno a su propuesta de ubicar al frente del gobierno
chileno a Bernardo O'Higgins.
El 5 de Enero se consagró Patrona del Ejército a Nuestra Señora del Carmen, se bendijo la
bandera de los Andes confeccionada en Mendoza por la señora Dolores Prats de Huysi y
las señoritas Laureana Ferrari, Mercedes Alvarez y Margarita Corvalán; asimismo después
de bendecirse fueron entregados cada pabellón a su respectivo cuerpo. .
Al General San Martín lo rodeaba un Estado Mayor cuyo cuartel maestre era el Brigadier
mayor Miguel Soler, el segundo jefe coronel Antonio Berutti, para seguirle luego José María
Aguirre, Manuel Acosta, Manuel Arifio, Francisco Meneses y Antonio Noboa. Para ocuparse
de lo relativo a sanidad se nombró cirujano mayor al coronel Diego Paroissien que llevaría
como segundo al ya citado Dr. Juan A. Zapata, realizando instrucciones precisas en un
reglamento sanitario que aconsejaba evitar todo lo posible las operaciones de mutilación.
Otro de los colaboradores inapreciables fue Juan Luis Beltrán, a cargo de la maestranza
de guerra y la fabricación de elementos bélicos.
En aquellos mismos días, el 20 de mayo de 1816, la posición de San Martín recibió el
más efectivo de sus apoyos de parte de uno de sus amigos más queridos: Tomás Gui do.
Tres meses atrás había desempeñado interinamente el Ministerio de la Guerra, ocasión en
la que presentó a González Balcarce una exposición de las razones que impelían a meditar
y resolver la situación de Chile. Nadie conocía mejor el problema, fuera de San Martín, pues
en la intimidad ambos lo habían debatido en más de una ocasión. En carta de 14 de febrero
San Martín le decía que mientras permaneciera en Cuyo no se haría expedición alguna a
Chile; y a principios de mayo se quejaba por el hecho de que, desde que se encontraba en
Mendoza, nadie le había pedido un solo plan ofensivo o defensivo, ni por incidencia se le
había preguntado qué medios podían ser los más conducentes al objetivo que el gobierno
se propusiera. Y acotaba: "Esto será increíble en los fastos de todo gobierno, y un
comprobante de nuestra estado de ignorancia. . ."
Guido era entonces oficial mayor de la Secreta ría de Guerra, y había advertido que la
mayoría insistía en fortalecer al Ejército Auxiliar del Perú o del Norte. Resolvió entonces
escribir una memoria que, entregó al director Antonio González Balcarce, en la que
demostraba "los peligros que amenazan la libertad de América con la coalición de Europa,
la restitució6 de los Borbónes y el regreso de Fernando VII", señalando que el objetivo por
seguir debía ser la liberación de Chile:
Tal impresión produjo la memoria de Gui do en González Balcarce que, con fecha 31 de
mayo, por correo extraordinario, la expi dió a Pueyrredón con un oficio recomendándole su
lectura, e incluyendo copia " de la última declaración del gobernador intendente de Cuyo",
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
refiriéndose a una carta. de éste, de 15 de mayo, en que aludía a la urgente necesidad de
operar sobre Chile con cuatro mil hombres por lo menos, a cuyo fin pedía ser auxiliado. Ya
en 24 de mayo, al contestar González Balcarce a dicha carta, pidió a San Martín que lo
instruyera con puntual exactitud sobre cuánto le haría falta conducente a tan esencial
objetivo; "remitiendo un plan de operaciones ofensivo y defensivo para meditarlo, y con
arreglo a él expedir sin demora las providencias convenientes'. No sólo se entusiasmó
González Balcarce con la idea de la campaña de Chile, sino que fue el primer hombre de
gobierno que quiso conocer los planes de San Martín, dispuesto a auxiliarlo para su
realización. Guido lo había convencido de su bondad, como convenció a Pueyrredón, quien
en 24 de junio de 1816 contestó el oficio de González Balcarce diciendo que las
consideraciones de la memoria de Guido lo persuadían «de un modo irresistible a la
preferente dedicación de los esfuerzos del gobierno para la realización de la expedición a
Chile. Así es que nadie podrá hacerme variar de la firme resolución de dar todo el lleno de
esta interesante empresa; y por eso es mi. orden a usted, de esta misma fecha, para que
combine y active todos los aprestos necesarios, en conformidad al Plan detallado de la
expresada memoria que ha merecido mi entera aprobación. .."
En la misma fecha Pueyrredón escribió a To más Guido felicitándolo por su memoria.
El diputado Darragueira, en carta a Guido, decía:
"La Memoria de usted lo ha electrizado tanto [a Pueyrredón], que le parece se pierde
tiempo en no dar principio a los preparativas; tal es el concepto y aprecio que nos ha
merecido la obra. Si se logra su intento ¡ qué satisfacci6n tan lisonjera para un patriota! Vale
más en mi juicio que ser el autor de la Constitución..."
Pueyrredón tardó en recibir la invitación de San Martín a una entrevista por haber
salido .hacia el Norte. 'Desde San Salvador de Jujuy contestó el 6 de Junio justificando él
retraso. Su visita al Ejército Auxiliar del Perú no había respondido a otra cosa que conocer
sus necesidades y afirmar las relacio nes con la provincia de Salta. Dentro de ocho días
partiría de regreso a Tucumán desde donde seguiría a Buenos Aires, de manera que
calculaba llegar a Córdoba del 10 al 12 de julio, y agregaba:
"Estoy convencido de que es sumamente importante que yo tenga una entrevista con V. E:
para arreglar con exactitud el plan de operaciones del ejercito de su mando que sea más
adaptable a nuestras circunstancias y a los conocimientos que V. S. me suministre. Para
esto, y consultando la mejor comodidad para la. traslaci6n de V. S. al punto en que
debamos vernos, creo más conveniente señalarle la ciudad de C6rdoba para el tiempo ya
anunciado, porque considero paco menos que imposible que V. S. pueda estar en Tucumán
según me muestra desearlo, a fines de ,presente mes, para cuyo tiempo ya habré
continuado mi camino para Córdoba, en donde tampoco podré detenerme mucho por la
gravedad de dichas atenciones que reclaman mi presencia en Buenos Aires."
Con fecha 12 de junio San Martín volvió a escribir a Godoy Cruz. Veía que el proyec-
to de los esclavos no le había parecido bien por ahora, sino para en último caso o de apuro,
por lo que San Martín acotaba: "¡Ay, amigo! ¡Cuán sensible me es el que espere mos el tal
apuro, cuando podíamos precaverlo! Tiempo vendrá, tal vez, en que nos arrepintamos de
haber tenido tantas consideraciones, lo cierto es que, por éstas, nos vamos paulatinamente
al sepulcro. No hay remedio mi buen amigo; sólo nos puede salvar el poner a todo esclavo
sobre las arma. Por otra parte, así como los americanos son lo mejor para la o caballería,
así es una verdad que no son los: mas aptos para infantería. Mire Vd. que yo he procurado
conocer a nuestros soldados, y sólo los negros son. los verdaderamente útiles para ésta
última arma.: en fin V ds. harán: lo que les parezca mejor”, y más adelante agregaba:
“Repito a V. lo que le he dicho otras veces, a saber: que si el enemigo es militar no avanza
a Jujuy, y si lo hace sale mal."
Conocía la situaci6n y el terreno y sabía que con Güemes y sus gauchos bastaba para
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
que aquella frontera no preocupara.
"Me he visto con el dignísimo Director que tan acertadamente han nombrado V. S. Ya
sabe que no soy aventurado en mis cálculos, pero desde ahora les anunció que la unión
será inalterable, pues estoy seguro que todo lo va a transar: en dos días con sus noches
hemos transado todo; ya no nos resta más que empezar a obrar. Al efecto, pasado mañana
partimos cada uno para su destino con los mejores deseos de trabajar en la causa común."
Pueyrredón, por su parte, en la memoria sobre su labor en el gobierno, de 21 de julio
de 1817, dijo que la conferencia de Córdoba, en Sayan, había sido promovida "para
combinar los planes de rescatar a Chile del poder de los españoles."
Que en la oportunidad quedó formalizado todo lo referente al plan militar de San Mar-
tín es un hecho notorio. Fue Pueyrredón el colaborador eficiente que permitió a aquél la
gloriosa labor de realizarlo. Apenas Pueyrredón llego a Buenos Aires, y tomó a su cargo el
gobierno, por decreto del 1 de agosto creó el ejercito Los Andes y extendió los despachos
de general en jefe del cuerpo a nombre de San Martín. Tras ese decreto sa lió la columna
interminable de los envíos de toda clase de elementos para organizar la más insigne
fuerza armada de la historia de Argentina
No debió de ser el plan militar el que de mandó más tiempo en las entrevistas, pues-
to que Pueyrredón concurrió a ellas dispuesto a apoyarlo. Más debió de ocuparles dejar
fijadas las líneas generales de la futura acción de gobierno. La campaña de Chile
significaba dar efectividad de hecho a la independencia declarada de derecho, pero a la par
obligaba a enfrentar el grave problema de la organización del nuevo Estado. Es notorio
que se trató sobre la traslación del Congreso y que Pueyrredón debió de convencer a San
Martín de que ambos poderes se instalaran en Buenos Aires, por ser el centro de los
recursos para la campaña militar que iba a emprenderse. Sin embargo, no debió de ser una
solución del agrado de San Martín, o la situación del país le hizo volver a su anterior punto
de vista, porque desde Mendoza, con fecha 24 de agosto, escribió a Godoy Cruz
aconsejándole que el Congreso se trasladara a Buenos Aires, pero que el gobierno ejecu-
tivo se instalara en Córdoba. De lo contrario, dijo, "todo se pierde". En la carta incitó a su
corresponsal a propiciar tal idea, "pues a no tener un convencimiento de hecho no me
interesaría con tanta urgencia". San Martín había llegado al convencimiento de que sacar la
capital de Buenos Aires era una prenda de paz en momentos en que sur gía la amenaza de
que en Córdoba se rompiera la precaria unidad representada por el Congreso, y en
Buenos Aires se fortalecía el localismo, siendo indudable que su consejo tendía a satisfacer
las aspiraciones de los descontentos cordobeses y bonaerenses y brindar una prenda de
paz al resto del país.
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Posiblemente, temas importantes de las entrevistas debieron de ser Santa Fe,
Artigas y la invasión que fuerzas portuguesas habían iniciado sobre la Banda Oriental.
Diego Luis Molinari sostuvo que en la ocasión quedó es tablecido que se retirarían las
fuerzas de Santa Fe y que se dejaría a Artigas en libertad de acción para el rechazo de los
portugueses, tal como se había confiado a Güemes re peler los intentos del enemigo sobre
el frente salteño. Algunas cartas de San Martín y los primeros actos de gobierno de
Pueyrredón respecto de Artigas apoyan tal interpretación.
En una de 16 de, agosto San Martín decía: "No dudo que el Director cortará de raíz
las desavenencias de Santa Fe, sin cuya circunstancias in verificable la expedici6n a Chile,
tanto por la escasez de fuerza como porque es la mayor parte recluta y necesito tropa
veterana."
La falta de centros de opinión para apoyar a un gobernante, como hoy pueden ser los
partidos políticos, había venido siendo suplida por la Logia Lautaro, organización que al ser
dominada por Alvear se trocó en un centro oligárquico de resistencia, del que se separaron
muchos afiliados, sobre todo los del grupo sanmartiniano. El general Enrique Martínez dice
en sus memorias que San Martín aprovechó la entrevista de Córdoba para abordar la
cuestión Logia, significando a Pueyrredón "que para facilitar su gobierno y tener un punto
de apoyo, era indispensable que se afiliara a la Lautaro, que ya funcionaba en Buenos Aires,
como también que era conveniente que respondiera a sus indicaciones". Al parecer, el
encargo debió de ser que se ocupara de reorganizar la Logia, en la que Pueyrredón,
hombre sin partido, encontraría "un punto de apoyo", sin el cual le sería difícil gobernar. Tal
exigencia se vinculaba al gravísimo problema de la forma de gobierno que había que dar al
nuevo Estado, cuya existencia dependía de poder lograr que constituyera un fuerte
elemento de unidad, problema que evidentemente debatieron San Martín y Pueyrredón,
coincidiendo, posiblemente, en que la solución era un régimen monárquico cons titucional,
de acuerdo a las circunstancias europeas.
Un hombre y un propósito.
Cuando en plena cordillera San Martín vio llegar las columnas desvalidas de chilenos
huyendo del enemigo que avanzaba, debió de creer que la providencia ponía en sus manos
la posibilidad de realizar su empeño trascendental: la independencia de América. Un solo
golpe bien organizado y asentado donde debía serlo podía bastar: primero salvar a Chile y
luego caer sobre Lima, centro del español en Sudamérica.
Dice el historiador chileno F. Encina: "Estas ideas nos parecen hoy de tan extrema
sencillez, se nos imponen con tal evidencia, que no acerta mos a concebir cómo pudo haber
hombres con sentido común a los cuales no se les ocurriera. Pero si, en vez de referirlas
nuestros actuales cerebros (mentalidad), las acercamos a las concepciones de Carrera, de
O'Híggins y de los estadistas y militares argentinos de la época, se nos representan como
la elaboración de una cabeza situada en otro plano mental que es el de generales y
próceres de la revolución
No hay exageración en este juicio, si bien debe convenirse en que lo destacable no
es el planteo operativo en sí mismo, sino el que, dadas las dificultades que ofrecía, hubiera
quien con los medios precarios de que se disponía, pudiera realizarlo. Hasta entonces San
Martín no había dado testimonio alg uno como para confiarle una empresa de tanta
trascendencia. Dice Mitre: "Su hazaña de San Lorenzo la de un guerrillero atrevido y feliz
Su mando en el Norte Había sido oscuro y no se conocía su labor secreta." Se lo sabía un
organizador, pero predominaba la impresión de que no pasaba de ser un conocedor de su
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oficio. Su labor ganando voluntades que confiaran en sus propósitos fue realizada sin
desmayos y sin apresuramientos, hasta lograr lo que se proponía. Así, ha podido decir
Encina: "La expedición de los Andes fue una aventura impuesta al pueblo argentino por el
genio de San Martín, el admirable espíritu de los cuyanos y el concurso de Gúido, Bálcarce
y Pueyrredón. . . ", moralmente reforzados por muchos otros que creyeron en él.
En este cuadro lo esencial, fuera del esfuerzo de Pueyrredón, quien en la tarea ganó
un lugar de honor en la historia del país, fue el rendimiento que San Martín obtuvo de los
mendocinos, sanjuaninos y puntanos, pueblos que con su sacrificio escribieron una de las
páginas más admirables de la historia de la independencia de Hispano américa. En carta
de 1820 San Martín lo recordaba: "Mis recursos eran escasos, y apenas tenía un embrión
de ejército, pero conocía la buena voluntad de los cuyanos, y emprendí formarl o bajo un
plan que hiciese ver hasta qué grado puede apurarse la economía para llevar a cabo las
grandes empresas."
Cuando en junio de 1816 Pueyrredón re solvió poner todo su empeño en la realiza ción
del plan de San Martín, el ejército que a poco fue denominado de los Andes no alcanzaba a
dos mil hombres. Para aumentarlos no se contaba con aporte más seguro que el de las
provincias de Cuyo. En Buenos Aires, como en Tucumán más tarde, la idea de reanudar la
guerra del Alto Perú seguía contando con mayoría de adeptos. Por otra parte, divididos los
chilenos entre carrerinos y anticarrerinos, sólo podía contar con estos últimos, entre los que
se destacaban los mejores militares y civiles chilenos, pero carentes de soldados. Entre
tanto Portugal y España constituían dos latentes amenazas para Buenos Aires, mientras
provincias enteras, bajo la sugestión de Artigas, se desentendían del problema de la
independencia para perder esfuerzos por menguados afanes localistas. Económicamente
arruinado, el país ofrecía un panorama sombrío. ¿Cómo obtener en tales circunstancias los
medios indispensables para la magna empresa? Factor esencial del éxito fue la ca pacidad
de organización de San Martín, su fuerza de voluntad en el trabajo, aquella autodisciplina
que le permitió realizar sus propósitos, a pesar del mal que lo aquejaba y terminó
quebrando su genio, a fuerza de pe dir al opio el sueño y la mitigación de los dolores
neurálgicos y reumáticos que se ce baban en su cuerpo lacerado por otros males. Esa
lucha consigo mismo fue posible por una riqueza interior cuyo' magnetismo sugestionó a
cuantos lo rodeaban y los transformó en fanáticos colaboradores, porque supo graduar su
don de mando con las virtudes de un magnífico buen juicio. Mas todas estas características,
con ser destacadas, no alcanza ban a. disminuir algo que en San Martín fue esencial y
determinó sus grandes condiciones de conductor; nos referimos a su genio político. .
Si se estudia desapasionadamente el proceso de la emancipación americana, y en
particular el de la Argentina, se advierte en seguida que la falta de instinto político deter minó
que lo que pudo y debió tener un desarrollo constructivo, desde la primera hora se tradujo
en un proceso anarquizante. Castelli se encuentra en el Alto Perú con todos los medios y
los hombres necesarios para afirmar la Revolución, y, lejos de aprove charlas tal como
estaban constituidos, se lanza a la labor de destruirlos por el afán de introducir ideas
extrañas a las circunstancias del ambiente. La Junta de Mayo destaca go bernadores y
tenientes gobernadores que consideran que el destino los ha llamado para decir a los
provincianos que son seres cuya inferioridad de "luces" exige que los ilumi nen los ilustrados
de Buenos Aires- San Martín no cae en tales torpezas. Encina lo ha señalado, destacando
que ni en las cabezas más cultas, tanto en Buenos Aires como en Chile, logró penetrar la
sencilla idea de que para alcanzar la independencia era necesario volver contra España la
organización política y social tal cual existía, sin innovar ni remo ver sus resortes interiores,
para evitar que se desarmara y perdiera su eficiencia como ele mento de combate. "Todos
cometieron la torpeza de ponerse a desarmar la nave para conformarla a sus ideas, en los
instantes que necesitaban obtener de ella el má xmo rendimiento; todos, por pobreza de
instinto político, labraron. con sus propias manos su derrota o su caída." El citado
historiador agrega: “San Martín, por el contrario, antes de pisar los suburbios de Mendoza
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
se despojó de su fraseología enciclopedista y de sus simpatías ideológicas o sentimentales
para tornarse cuyano y sólo cuyano. Se compenetró tan a fondo con el gobierno patriarcal
que desde siglos regía a Cuyo, que, por momentos, se confunde con los cabildos. Las
nuevas notas se limitaron a un poco más de actividad y a mayores exigencias,
encuadradas dentro de las normas tradicionales, con un humorismo de corte ligeramente
más español."
Ese sentido de la identificación del hombre al medio facilitó la aparición de los caudillos
como reacción a los que intentaban hacerlo todo. Si San Martín hubiera querido limitar sus
ambiciones a la tierra cuyana, habría sido el caudillo de su pueblo. Pero él no trabajó para
el triunfo de ambiciones. Comenzó por ser el primero entre los primeros en advertir que la
cuestión americana no tenía otra solución que la independencia continental, y toda otra
cosa era perder oportunidades en las encrucijadas de lo accidental y transitorio. Por eso
parece un desinteresado de lo político, cuando fue político por exce lencia. Advirtió que
estaba rodeado de hombres de los cuales, y sobre cada uno, se podía decir la sentencia
de Ovidio, en los Tristia. “No ve las hojas en el bosque, ni las hierbas en la pradera, ni sabe
ver el agua en el fluyente río." Fue así como obligado a realizar un plan extraño a la vida
normal de la provincia a cuyo frente había sido colocado, asumió, un poder discrecional que
utilizó con tan buen juicio que los cuyanos terminaron sintiéndose, dice Encina, “ él
instrumenta de una gran misión: la de atravesar los Andes, libertar de paso a Chile, clavar la
bandera de _ patria en el palacio de los virreyes de Lima y desde sus balcones proclamar a
la faz del. mundo la consumación de la independencia de la América del Sur. Desde ese,
momento las exigencias de dinero y de especies, que antes le habrían irritado, se le
hicieron soportables".
Revisando las actas del Congreso de Tucumán se advierte que, aun cuando la ma-
yoría de sus miembros habían aceptado los sacrificios que significaba el plan de San Martín,
dolíales no poder contribuir con mayores recursos a la labor de Belgrano en la
reconstrucción del Ejército del Alto Perú. Y es que se trataba de la frontera que amena zaba
a muchas de las provincias representa das en el Congreso. San Martín consideró el
problema, cuya importancia era singular dentro de sus planes, puesto que una invasión por
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
ese frente podía obligarlo a abandonar las provincias de Cuyo y renunciar a sus pro pósitos.
Puso su confianza en Martín Güemes y en los hombres de Salta, Jujuy y Ta rija; tanto como
en el espíritu de rebelión del campesinado indígena del Alto Perú, y los hechos se
encargaron de confirmar que no había errado, pues es indudable que, si después de Sipe
Sipe Pezuela no intentó llegar a Salta, y San Martín pudo más tarde abocarse a m labor de
organizar en Mendoza el Ejército de los Andes y reconquistar a Chile para la causa patriota,
ello se debió en gran parte, en primer término, a la insurrec ción alto peruana, sobre todo la
de los indígenas, empeñados, al decir de Mitre, en mantener viva la rebeldía "levantando
con manos débiles aunque heroicas los abatidos pendones de la revolución argentina".
Aquella masa detuvo al vencedor de Sipe-Sipe en el curso de una epopeya que se registra
con el nombre de "guerra de las republiquetas", la que precedió a la que Güemes
desenvolvió con más éxito, pues al contener al enemigo en Salta frustró sus propósitos de
impedir a San Martín el cruce de la cordillera y el triunfo de Chacabuco.
Por real orden de 14 de octubre de 1815 el mariscal Pezuela fue designado para sus-
tituir a Abascal como virrey del Perú. La noticia llegó a Cotagaita él 10 de abril de 1816, con
prevención expresa de poner el mando del ejército en manos del ge neral José Ramírez,
hasta la llegada del mariscal de campo Estanislao Sánchez Salvador nom brado
comandante en jefe del ejército del Perú destacado en las provincias altas. No fue éste
quien llegó, sino el mariscal de campo José de la Serna, quien desembarcó en Anca el 7 de
setiembre acompañado del nuevo estado mayor que secundaría sus funciones y de
fogueadas tropas veteranas espa ñolas. El 12 de noviembre llegó La Serna a Cotagaita y
tomó el mando, mientras Ramírez partía rumbo a Quito. Durante su inte rinato había
sofocado en gran parte los alza mientos, de manera que el nuevo comando realista se
encontró con sus flancos asegurados y libres sus líneas de comunicación en la retaguardia,
o sea en condiciones de intentar operaciones ofensivas hacia el Sur . Ni a La Serna ni a
Pezuela podía escapárseles la importancia de los planes que San Martín pensaba
desarrollar desde Mendoza, destinados a reconquistar a Chile para la causa patriota, de
manera que la idea de llevar un ata que que lo obligara a debilitar o retrasar el plan
proyectado se imponía como exigencia perentoria, aunque notoriamente difícil, a la que
tanto Pezuela como La Serna asignaron posibilidades concretas de éxito. En carta al
gobernador de Chile, Pezuela le decía en 24 de noviembre de 1816:
"Esta marcha hasta Tucumán y Santiago del Estero, ejecutada con celeridad, es el
infalible medio para desbaratar los proyectos de San Martín sobre Chile, si fuese cierto que
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
piensa seriamente en invadirle; porque noticiosos los caudillos de la aproxim ación de La
Serna, es más natural que se reúnan para resistirle que el exponerse, si la em prenden por
la Cordillera, a ser batidos por frente y espalda. Gradúo, pues, que dentro de dos meses de
esta fecha estará V. S. libre por esta parte de las amenazas de San Martín y convendrá se
mantenga V. S. en observación de éste, para el caso de replegarse sobre Tucumán contra
La Serna, hacer algún movimiento hacia Mendoza que distraiga su atención."
Para estas piezas, fundidas con el bronce de las campanas de las iglesias de Mendoza y
San Juan, fray Luís Beltrán,jefe de la maestranza, construyó vehículos espe ciales
adaptados al tránsito por la cordillera. Era Beltrán un fraile franciscano, (nacido San Juan,
bautizado en Mendoza) que en 1813 abandonó el convento para seguir a Carrera. San
Martín vio en él, por su habilidad manual y sus conocimientos de metalurgia, al hombre que
necesitaba y le confió la Organización de la maestranza. Beltrán cambió el hábito
franciscano por la casaca de artillero, y su genio natural le permitió fundir cañones, fabricar
cureñas, confeccionar balas rasas, granadas y ta rros de metralla. Fabricó bayonetas,
mochilas, caramañolas, zapatos, arreos, sillas y herraduras. Pudo así el Ejército de los
Andes entrar en acción con un parque que contaba con:
5.000 fusiles con sus bayonetas,
5.000 fornituras,
741 tercerolas,
1.129 sables;
300 granadas y
200 tarros de metralla para los obuses;
2.700 tiros de bala para los cañones de montaña;
31.000 estopines, 4.650 lanzafuegos y
un millón de cartuchos de fusil.
Los soldados de caballería debían cruzar la cordillera en mulas, a fin de que los
caballos llegaran frescos a Chile. Al efecto se reunieron
7.359 mulas de silla,
1.992 mulas de carga y
1.500 caballos, herrados en su mayor parte.
Para el cruce de los Andes se reunieron víveres para un consumo estimado de veinte
días. En todos las valles del trayecto que tenían pasto fueron situados previamente algunas
cantidades de animales vacunos. En las mulas se cargaron galletas, charque molido, harina
de maíz y de trigo tostado, tabaco, yerba mate, ají, cebollas, ajos, vino, aguar diente;
mientras los soldados cargaban en sus mochilas una pasta de carne asada y molida,
aliñada con grasa y ají, a la cual sólo se necesitaba añadirle agua hirviendo, y harina de
maíz tostada para preparar un plato caliente: el charquicán cuyano.
Para los servicios de transporte y de aprovisionamiento se destinaron 1.200
milicianos organizados.
Las instrucciones de Buenos Aires.
Hombre que si exigía disciplina era a su vez disciplinado, cuando consideró próximo
e1 momento de emprender. Su empresa, San. Martín pidió instrucciones a Pueyrredón para
ajustar su conducta. Con el título de "Ins trucciones reservadas que deberá observar el
capitán general del ejército de los Andes don José de San Martín en las operaciones de la
campaña destinada a la reconquista de Chile"', el 18 de diciembre de 1816 Pueyrredón le
remitió un largo oficio que consta de 59 artículos, agrupados en tres capítulos: gue rra, rama
política y gubernativa y hacienda. Como dice Encina, el director supremo se limitó a
componer un resumen de las mismas sugestiones que San Martín venía deslizando en sus
cartas desde que se formalizó la expedición.
"La prolija observación del genio, usos, costumbres, preocupaciones civiles o religiosas
de los habitantes de Chile -dice el art° 1° del Cap. N° 1 - fijará la conducta del general.
Ninguno de aquellos atributos será atacado directa ni indirectamente, como no se oponga al
objeto de la campaña. La religión dominante será un sagrado de que no se permitirá hablar
sino en su elogio; y cualquier infractor de ese precepto será castigado como promotor de la
discordia en un país religioso".
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Las dos columnas patriotas del centro avanzaron por los pasos de Los Patos y Uspallata,
separadas entre sí por cerca de setenta kilómetros. El 24 de enero la columna que al mando
de Las Heras marchaba por Uspallata recibió aviso de que una avanzada de catorce hom-
bres había sido sorprendida por el enemigo en Picheuta por la vanguardia de una fuer za
española al mando del mayor Miguel Marquell, destacada para avanzar por Uspa lIata hasta
adquirir noticias sobre la situación de los patriotas. Algunos de los soldados sorprendidos
en Picheuta llevaron la noticia a Las Heras, quien despachó en el acto a su segundo, el
mayor Enrique Martínez; en persecución del enemigo, al que alcanzó el 25 en Los
Potrerillos, trabándose un combate que obligó a éste a repasar con pérdidas la cumbre de la
cordillera, llevando la noticia de que una fuerte columna patriota avanzaba por aquella parte.
San Martín supo de estos hechos en 'Los Manantiales y comprendió que el enemigo,
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
informado de que sería atacado por Uspallata, podía detener su mar cha, rompiendo una
coordinación con el grueso del ejército que avanzaba por Los Patos. Ante la emergencia
modificó su plan, disponiendo que el mayor Arcos, al mando de doscientos hombres,
avanzara rápidamente por un camino de atajo para ocupar sin pérdida de instantes la
garganta de Las Achupallas, fortificándose en ella. El 4 de febrero Arcos se encontró con la
guardia de Las Achupallas reforzada con hombres de San Felipe, entablándose una lucha
en la que Juan Lavalle, al frente de veinticinco granaderos montados, pulso en fuga al
enemigo. Entre tanto, el 2 de febrero Las Heras trasmonta ba la cumbre de los Andes por
Uspallata y el 4 atacaba el punto de la Guardia Vieja, defendido por los' realistas,
obteniendo un completo triunfó el mayor Enrique Martínez, a quien Las Heras confió la
operación. Como se había recibido orden de San Martín de retrasar dos días el avance,
Martínez se replegó a su reserva, en el Juncalito. Los fugitivos de la Guardia Vieja llegaron
a Santa Rosa de los Andes al mismo tiempo que los dispersos de Las Achupallas lo hacían
a San Felipe. Refiere Mitre que Las Heras destacó a un prisionero español para ofrecer a su
jefe un canje de prisioneros. El comisionado fue convencido de que la retirada al Juncalito
respondía a una orden de regresar toda la columna a Mendoza. Desde ese mo mento el
coronel Atero, jefe de las fuerzas destacadas por Marcó sobre Uspallata, creyó disipado el
peligro, por lo que reunió sus tro pas para salir al encuentro de las enemigas que habían
asomado en las gargantas de Las Achupallas, de manera que el día 6 la co lumna de
Uspallata, que se había concentra do en la Guardia Vieja, pudo continuar su marcha para
caer sobre Santa Rosa de los Andes el día prefijado, a la vez que el grue so del ejército, que
avanzaba por Los Patos, penetraba en masa en el valle de Putaendo para reunirse ambas
columnas como San, Martín lo había planeado. Así ocurrió el día 8, siendo derrotado el
coronel Atero en San Felipe, a la par que Las Heras penetraba en Santa Rosa de los Andes.
El día 9 los zapadores restablecían el puente del Aconcagua, y,a las órdenes de Melián, un
escuadrón de granaderos se adelantaba hasta la cuesta de Chacabuco, donde se encontró
con las avanzadas de caballería de Las Heras. Dice Mitre:
"La reconcentración, del ejército de los Andes estaba operada en el llano al occidente de
la cordillera,en los días pronosticados por San Martín desde dos semanas antes (el 24 de
enero) Al mismo tiempo y en el mismo día, el Sur y el Norte de Chile estaban
reconquistados. La combinación estratégica desenvuelta sobre un frente de 2.100 ki-
lómetros, efectuase matemáticamente a hora fija, según las previsiones de su hábil
ordenación."
"Y á estará usted impuesto de los últimos sucesos de los Andes y que éstos no han sido
tan favorables como me lo esperaba. Los enemigos por todas partes asoman en grupos
considerables y cada día descubren más sus ideas de comprometernos, llamándonos la
atención por todas partes para apoderarse a un tiempo mismo del reino todo, o para dividir
nuestras pocas fuerzas para tamañas atenciones Si ocurro a ellas, según se presentan,
muy en breve disminuiré mi pequeño ejército con las pérdidas que son consiguientes: si me
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
reduzco a la capital puedo ser aislado y, perdida la, comunicación con las provincias y ese
puerto, me quedo sin retirada, y expuesto a malograr mi fuerza, que pudiera desde, luego,
contrarrestar la de, los invasores, si los pueblos estuvieran en nuestro favor; pero
levantando el reino contra nosotros; y obrando de acuerdo con el enemigo, toda
combinación es aventurada, todo resultado incierto. Por estos principios, y el hallarse mi
tropa cansada con los continuos movimientos que he tenido que hacer con ella en las
presentes circunstancias, me veo precisado a manejarme con toda la precaución que dicta
la madurez y la prudencia. Sin otro motivo, por ahora, y atendiendo al mucho equipaje con
que me hallo, y que me sería tanto más doloroso el perderlo en la última desgracia, cuanto
que se aprovechasen de él estos infames rebeldes, he, resuelto remitir una pequeña parte a
ese, puerto, a cargo del portador, que es mi mayordomo, a quien estimaré a usted le
franquee una pieza en su casa, donde pueda depositario con lo demás que vaya remitiendo
en lo sucesivo; para que en un caso desgraciado, que no lo espero, sin embargo, de la
maldita sublevación del reino, me haga .el favor de embarcarlo con su persona en uno de
los buques mejores que haya en ese puerto, o en el "Justiniani", como que es de la real
hacienda, procurando salvarlo a toda costa para que esta canalla no se divierta a costa de
Marcó."
Es la carta de un derrotado, como lo demuestra que tras ella partió a Valpara íso el
brigadier Olaguer Feliú para disponerlo todo a fin de salvar los bienes de Marcó. El mando
del ejército fue puesto en manos del brigadier Rafael Maroto quedando Elorreaga como
segundo jefe. Las fuerzas españolas que iban a enfrentar a San Martín en Chacabuco
alcanzaban aproximadamente a 1.500 hombres. Los patriotas contabap: el ala derecha, al
mapdo de Soler, 2.100 hombres, y la izquierda, al de O'Higgips, 1.500. La batalla estuvo
ganada, antes de iniciarse.
El presidente de Chile, Francisco Casimiro Marcó del Pont, salió de Santiago rumbo
a Valparaíso dispuesto a embarcarse en el buque "San Miguel", al que pensaba encontrar
en un lugar de la costa, lo que no pudo hacer porque el navío había zarpado poco antes
cargado de fugitivos. Marcó y su comi tiva pensaron doblar hacia Valparaíso, confiando
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
encontrar algún buque en que embarcarse. El 15 de febrero, al llegar a la hacienda de Las
Tablas, despacho a un hombre. del 1ugar a averiguar si Valparaíso seguía en eh manos de
los realistas y si había navíos en. la bahía. El mensajero avisó a su patrón,
Francisco .Ramírez, que, ocultos en una quebrada boscosa Estaban algunos hombres que
parecían de alta condición. Ramírez, a. su vez, informó al capitán Francisco Aldao, a cargo
de uno de los piquetes despachados en persecución de los dispersos, y en la mañana del
día 16 tomaron prisionero a Marcó, al teniente coronel Francisco Ca cho, al inspector del
ejército coronel Ramón González Bermejo, y al fiscal Prudencio Lazcano. Conducido a
Santiago, Marcó rindió su espada a San Martín; quedando detenido en el edificio del Con-
sulado. El 16 de abril de 1817 fue enviado a Mendoza, a las órdenes de Luzuriaga, quien lo
confinó con otros prisioneros españoles en San Luís. En 1819 falleció en Luján.
El 14 de febrero San. Martín, al frente del Ejército de los Andes, hacía su entrada en
Santiago, recibido en medio del delirio de la multitud. Al día siguiente expidió un bando
convocando a una asamblea de notables a fin de que designasen tres electores por cada
una de las provincias de Santiago, Concepción y Coquimbo, para que procedieran a elegir
jefe del Estado. Reunida la asamblea en número de cien vecinos calificados, con la .pre-
sidencia del gobernador, P" Francisco Ruiz Tagle, elegido interinamente a raíz de la fuga de
Marcó, la mayoría expresó" que la voluntad unánime era nombrar a D. José de San Martín,
gobernador de Chile, con om nímoda facultad". Demasiado bien conocía éste a. los chilenos
y era harto fino su sentido político como magras sus ambiciones de mando, de manera que
se negó a aceptar el cargo e invitó al Cabildo a que llamara a una asamblea popular, o
cabildo abierto. Así se hizo, concurriendo a la reunión doscientos diez vecinos, ante los
cuales el auditor del ejército Dr. Bernardo Vera Pintado reiteró públicamente la renuncia de
San Martín, siendo aclamado en el acto el general Bernardo O'Higgins como director
supremo del Estado de Chile. Su primer acto fue emitir un manifiesto que,. en. lo esencial.
decía:
"Nuestros amigos, los hijos de las Provincias del Río de la Plata, de esa nación que ha
proclamado su independencia como el fruto precioso de su constancia y patriotismo,
acaban de recuperamos la libertad usurpada por los tiranos. La condición de Chile ha
cambiado de semblante por la grande obra de un momento, en que se disputa la prefe-
rencia, el desinterés, mérito de los libertadores y la admiración del triunfo.¿ Cuál deberá
ser nuestra gratitud a este sacrificio imponderable y preparado por los últimos esfuerzos de
los pueblos hermanos? Vosotros quisisteis manifestarla depositando vuestra dirección en el
héroe. Si las circunstancias que le impedían aceptar hubieran podido conciliarse con
vuestros deseos, yo me atrevería a jurar la libertad permanentemente de Chile."
Con la victoria de Chacabuco y la ocupa ción del territorio de Chile, menos Talcahuano y
la península que señoreabá esta plaza, donde los restos del ejército español se ha bían
refugiado bajo las órdenes de Ordóñez, San Martín dio por concluida la primera etapa de su
plan libertador. Inmediatamente resolvió poner todos sus empeños en la se gunda, o sea la
expedición sobre Lima.
No era una empresa fácil. Requería ingentes re cursos y debía afirmarse con el previo
dominio marítimo del Pacífico. Sin la posesión del mar no sé podía pensar en llevar un
ejército sobre el Perú, pues existía el riesgo de que quedara cortado de sus lejanas bases
de operaciones. Se requería, además, organizar un ejército numeroso, bien armado y bien
mandado. Habían de dejarse en Chile no menos de tres mil hombres y no se podía pensar
en llevar la guerra al Perú con menos de cinco mil, y sin la seguridad de que, al desembar-
car contrarían con un apoyo popular suficiente para' oponerse a las fuerzas realistas, que
disponían de cerca de quince mil hombres so bre las armas. Era necesario, en
consecuencia, comenzar por minar la unidad espiritual del Virreinato, poniéndose en
contacto con patriotas peruanos; tal como se había hecho en Chile, pero con las
dificultades de un medio en el que no se había manifestado hasta entonces ningún serio
afán independizador. Como dice F. A. Encina, "el Plan libertador de San Martín necesitaba
vencer dificultades que Bolívar no iba a conocer. .. Necesitaba concertar las voluntades de
los gobiernos y de los pueblos argentino y chileno y orientarlos hacia sus propósito,
gobernando, sin dejarlo ver, las voluntades de los hombres dirigentes a uno y otro lado de
los Andes; y sosteniendo en el poder, mientras fuera po sible, a los que, como Pueyrredón y
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Q'Higgins, comulgaban con su ideal". Desgraciaciadamente, el sentimiento americanista
que dominaba en San Martín y en O'Higgins chocaba contra el de tipo localista predomi -
nante en la mayoría, y la cordialidad argentino-chilena, íntima y estrecha en las prime ras
semanas después de Chacabuco, había comenzado a resquebrajarse en obsequio de
celos de ínfimo cuño, a lo que concurría la arrogancia un tanto fanfarrona de los mili tares
argentinos y la altivez de los chilenos, entre los cuales no faltaban carreristas que veían con
desagrado que San Martín se hubiera adelantado a José Miguel Carrera, quien por aquellos
mismos días llegaba a Buenos Aires, de regreso de los Estados Uni dos, dispuesto a
emprender la reconquista de su patria antes que lo hiciera San Martín.
Es posible, tal como lo infirió Otero, que esta carta de San Martín fuera influida por la
de 3 de marzo que le escribiera Pueyrredón diciéndole: "Los. Portugueses han manifestado
ya su mala fe, su objeto y sus miras, tan ponderadas, de beneficencia a estas provincias
están ya descubiertas, y no son otras que agregar a la corona del Brasil la Banda Oriental, y
si nosotros proclamamos por emperador al rey don Juan, admitirlo como por gracia, bajo su
soberano. dominio"; y a renglón seguido añadía: «Bárbaros miserables, tenemos más
poder y dignidad que ellos y jamás las Provincias de Sudamérica tendrán un monarca tan
subalterno. El hombre americano y nuestro doble amor propio debe sentirse humillado y
ofendido. Yo deseo un soberano para nuestro Estado, pero lo quiero capaz de
corresponder a la honra que recibirá en mandarlo mandarlo; es decir, quiero alguno que sea
más grande que Don Juan y lo quiero para solo nosotros. Es, pues, necesario aumentar ese
ejercito para hacerle sentir la locura de sus pretensiones y de oficio digo a usted que me
mande mil soldados de nuestra fuerza y mil de los chilenos presentados o prisioneros, pero
no godos."
Contestando a una carta en que San Martín se había referido a que su estado de
salud podía obli garlo a abandonar el mando, Pueyrredón exclama ba: "... no vuelva por
Jesucristo, a hablar de separarse... ¿Qué operación, qué empresa quiere usted que confíe
a otras manos? Ya sea para sostener ese ejército y ese país en respeto, ya para llevado a
nuevas glorias que sé presentan tan indicadas, no hay otro que usted, San Martín mío. Así,
pues, cuídese usted, restablézcase y sacrifíquese hasta que no haya que hacer en la
libertad de, nuestro país. La suerte nos ha colocado en actitud de salvarlo y todo promete
que lo hemos de conseguir. Aliento, amigo mío, y aprovechemos a la fortuna en su hora feliz.
Mi corazón me dice que usted no ha de ser víctima de sus males y que tiene que dar más
gloria al país"'. Añadía que dentro de pocos días esperaba en Buenos Aires cinco buques
armados traídos por Carrera, los que quedarían a disposición de San Martín, saliendo para
Valparaíso a recibir órdenes. Admitía que el dinero encontrado en la Casa de Moneda de
Santiago pertenecía al gobierno de Chile, pero el to mado al ejército de Marcó "es privativo
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
despojo de nuestras armas", a título de lo cual agregaba: «Mándeme usted la mitad para
equipar a Belgrano, que me saca los ojos por la desnudez y miseria de su ejército que ha
estado privado de auxi lios necesarios para atender a Chile." La carta concluye diciendo:
«Es preciso indemnizarlos y sobre todo, atender a la nueva guerra que veo indispensable y
muy próxima con los portugueses,"
El 30 de marzo San Martín entraba de improviso en Buenos, Aires. Declinando los
honores y agasajos que quisieron tributárse le, el 1° de abril se reunió con Pueyrredón en la
quinta de éste, en San Isidro, para combinar la segunda etapa de su plan. El director
supremo se mostró dispuesto a prestarle la más franca y decisiva colaboración, y así, ya en
8 de abril, San Martín podía escribir a O'Higgins un apurado y atropellado informe sobre
sus gestiones, diciendo:
"Infinitos quehaceres, combinaciones, etc., me han impedido escribir a usted, pero todo va
completamente bien. La gran dificultad es la del armamento de los buques, no por la
imposibilidad de hacerla en los Estados Unidos y si por no fijar los grandes intereses que se
necesitan para ello, en manos poco seguras; pero hoy quedará este punto principal
acordado del modo más firme.
"Yá han marchado varios oficiales para ésa: de la mayor parte tengo los mejores informes
y mañana salen otros franceses y americanos del Norte, sujetos apreciables. El general
Brayer lo verificará igualmente y estoy seguro le tiene a usted de gustar infinito. Han
marchado para ésa barcos, buques, algunos llevan armamentos. He concluido un tratado
de novecientos fusiles y otros artículos muy necesarios para el ejército... Dentro de cuatro
días me pongo en marcha para ver si puedo encontrar cordillera. .. Pueyrredón está co-
rriente en todo y no dude usted que daremos el GOLPE DE LIMA [subrayado en el original]:
Adiós, mi eterno amigo, hasta que lo abrace su San Martín."
San Martín también celebró un contrato con George Green, proveedor de armas en
Buenos Aires. Se le pagaría el 25 por ciento del valor de compra por todos los buques
armados en guerra que trajera de los Estados Unidos, con la condi ción de que sus
tripulantes y oficiales pasarían a integrar la armada chilena con el grado y sueldo que tenían
en su patria. Como antes de partir de Santiago había convenido despachar a Ignacio Al-
varez Condarco a Inglaterra, con el encargo de adquirir buques, armas y otros elementos,
se le entregaron $ 29.500, en parte dinero particular de San Martín y de O'Higgins, para
gastos. Los buques serían pagados a su llegada a Chile. El comisionado se jugó el dinero y
nada hizo. Nada tampoco hizo Green.
Por un buque de Baltimore que ancló en Buenos Aires el 13 de agosto se recibió una
carta de Aguirre, sin fecha, dando cuenta de las dificultades con que tropezaba su comi sión.
El secretario de Estado de la Unión, James Quincy Adams, le había comunicado que los
buques, cañones, armas y municiones eran artículos de libre comercio, y que sería provisto
por su gobierno en su comisión "siempre que apareciera como una especulación mercantil
en buque y bandera neutral". Hallándose Aguirre en disposición de hacer a la vela dos
fragatas, desde Nueva York, pasó a consultar con el ministro Adams, sa cando en limpio la
siguiente desoladora conclusión: "El acto de preparar y despachar buques armados en
guerra, agrupados y tripulados en puerto neutral, es un acto de hostilidad que viola la
neutralidad y quebranta las leyes de este país, y el administrador de esta aduana se halla
facultado por éstas para detenerlos y confiscarles su valor, dividiéndolo entre el delator y el
Estado, y su propietario o persona que aparece serlo, debe ser encarcelado por diez años y
multado en diez mil pesos", de acuerdo con una ley de 3 de marzo de 1817.
"No obstante que la ley abre caminos a la relajación -informó Aguirre- sujetando a fianzas
de mucha consideración, puede V. E. estar persuadido que arriesgaré mi seguridad
personal hasta. el caso de comprometerla, si es preciso, para cumplir las promesas que
ofrecí a V. E., aunque arrancadas das como de sorpresa a nombre de la patria. No dude V.
E. que en cualquier evento no pueden salir los buques de este puerto tan provistos como
los nacionales de estos Estados: primero por ser una violación directa a las leyes de este
país; segundo, porque los fondos no son ni pueden ser bastantes para equipar buques
armados de la descripción que se pide por aquel gobierno [el de Chile], y tercero, porque
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últimamente, no contando para esta expedición con más fondos que los remitidos hasta
aquí por el gobierno de Chile, será imposible (después de satisfecho el valor principal de los
barcos) cubrir las fianzas que es pre ciso dar en este país que suben a un valor de mucha
consideración"
Se han citado estas referencias para seña lar que San Martín cometió un error al
dejar inconclusa la maniobra de Chacabuco, inte rrumpiendo la persecución del enemigo en
el portezuelo de La Colina, con olvido de sus propios planes. Juzgar hechos de este carác-
ter en el papel significa olvidar que a veces existen circunstancias que sólo puede valo-
rarlas quien ha vivido los acontecimientos. No creemos que San Martín olvidara sus planes,
puesto que el 10 de febrero ordenó a Las Heras dirigirse al Sur. Tras una em presa dura
como-cruzar los Andes, emprender una batalla en la que se combatió todo el día, sin haber
dormido la víspera por haber marchado durante la noche, como lo ha señalado Leopoldo R.
Ornstein, debió de convencer a San Martín de que lo prudente era conservar lo conseguido.
Por otra parte, además de carecer de medios de movilidad, no contaba entre los jefes de su
confianza, salvo Las Heras, quien conociese el país y tuviera las condiciones necesarias
para conducir una expedición al Sur, antes que Ordóñez organizara la defensa.
Sabía, por otra parte, que éste contaba con mil hombres ve teranos y estaba en
condiciones de elevar esa cifra a más de mil quinientos. Ignoraba si las fuerzas de Marcó
habían tomado rumbo a Valparaíso o se habían retirado a Talcahua no; las únicas fuerzas
chilenas existentes en el territorio meridional del país eran las de Freire, que sólo disponía
de los cien soldados de línea con que había salido de Mendoza, reforzados por los
guerrilleros de Juan Pablo Ramírez y Antonio Merino, con unos quinientos hombres, con los
cuales acordonó la línea del Maule, y cortó el paso a los grupos dispersos de los
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
novecientos hombres que Maroto abandonó en tierra al embarcarse en Valparaíso.
El sur de Chile era el foco de la reacción espa ñolista, donde la causa del rey contaba
con excelentes caudillos. La geografía ofrecía amplio campo para la lucha y la población era
aguerrida. Allí se encontraban la plaza fortificada de Valdivia y el archipiélago de Chiloé que
posibilitaba que los españoles fueran dueños del mar, pudiendo auxiliar por agua cualquier
reacción desde el Perú. Tres caudillos: Barañao, el ya conocido Sánchez y el coronel
Ordóñez, se dispusieron a defender en el Sur la causa española. Ordóñez se fortificó en la
península de Talcahuano, protegido por la marina, esparciendo sus guerrillas en la frontera
de Arauco y en la zona comprendida entre el Bío-Bío y el Maule. El enemigo se hizo esperar
el tiempo suficiente para que Ordóñez llegara a reunir 1.000 hombres, de las tres armas,
reforzados con los 1.600 embarcados en Valparaíso después de Chacabuco y que, al llegar
al Callao, el virrey ordenó volvieran a seguir luchando en Chile. El coronel Ordóñez había
sido compañero de San Martín en España, actuando juntos en Bailén, y reveló en esta
oportunidad poseer verdadero genio militar.
San Martín confió a Las Heras el batallón de infantería N° 11, un escuadrón de
granaderos, 4 cañones y 2 obuses, con un total de mil hombres, pero Las Heras, que se
encontraba enfermo de cierta gravedad, recibió con disgusto aquella misión y nada hizo
para cumplida con eficiencia, al punto que sólo cruzó el Maule el 23 de marzo, prosiguiendo
su marcha con una lentitud que el enemigo supo aprovechar, pues a las órdenes de Or-
dóñez se reconcentró en Talcahuano y Concepción, con el eficaz concurso del coronel Juan
Francisco Sánchez.
El avance de Las Heras fue tan lento que sólo el 2 de abril se reunió con Freire en las
márgenes del río Diguillín y el 4 acampó en la hacienda de Curapalihue, a cinco o seis
leguas de Concepción. En ese punto, Ord6ñez quiso derrotado mediante una sorpresa
nocturna, labor que confió al comandante José. Campillo, quien en el día 5 a la 1.30 de la
mañana, al frente de quinientos hombres de Concep ción y cien milicianos de caballería,
cayó sobre el campamento de Las Heras. Este había tomado todas las previsiones contra
una sorpresa, de manera que Campillo se encontró separado de su base, sufriendo
pérdidas que le obligaron a retirarse. El mismo día Las Heras ocupó la villa de Concepción,
cuyo gobierno confió al alcalde Manuel Zañartú inaugurando una política de indulto y olvido
para atraer a todos los vecinos, la mayoría de los cuales respondieron a su llamado.
Este éxito no alteró la situación militar, pues to que Ordóñez, fortificado en Talcahuano
con, más de mil hombres de línea, dominaba la bahía y la costa sur del Bío-Bío, creando
una aituación particular: Las Heras no podía pensar en atacarlo con las fuerzas de que
disponía, ni Ordóñez estaba en condiciones de salir a. enfrentar a Las Heras. Ambos ne-
cesitaban ser reforzados. El 7 de abril Las Heras exigió a O'Higgins que le enviara otro
batallón de infantería, y tres días después que se llegara personalmente para resolver el
asalto a TaIcahuano, pues sólo disponía de 1.296 hombres, o sea una fuerza equivalente a
la del enemigo
"Nada de extraño es lo que Ud, me dice acerca de los Carrera; siempre han sido lo mismo
y sólo variarán con la muerte, mientras no la reciban el país , fluctuará en incesantes
convulsiones, porque es siempre mayor el número de los malos que el de los buenos. Si la
suerte ahora nos favorece e , descubrir sus negros planes y asegurar sus personas, puede
ser ,que en otra ocasión se canse la fortuna y no quede a los alcances del gobierno
apagar el fuego, no menos prender a los malvados, Un castigo ejemplar y pronto es el
único remedio que puede, cortar tan grave mal; desaparezcan de entre nosotros los tres
inicuos Carrera, júzgueseles y mueran, pues lo merecen más que los mayores enemigos de
América; arrójese a sus secuaces a países que no sean tan dignos como nosotros de ser
libres"
"Es demasiado público -decía San Martín- los incidentes y disgustos que mediaron entre
los señores Carrera y yo a su llegada a Mendoza con motivo de la pérdida de Chile; estos
disgustos crecieron especialmente con Don Juan José; por otra parte, los jefes que deben
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
juzgarlos, la generalidad me consta están prevenidos contra ellos, y aunque estoy muy
bien convencido del honor que asiste a todos los Jefes del Ejército Unido y la impar-
cialidad que guardarían en el juicio, sin embargo la sentencia que re cayese no, sería
mirada en el público como justa, y se creería emanada de influencia. Yo como General en
Jefe debía intervenir en el Consejo para su aprobación o desa probación. Estas razones
creo que en ,la justificación y rectitud de V.E. deberán ser atendidas para eximirme tanto a
mí como a los Jefes del Ejército Unido de un compromiso que dejaría su honor a
descubierto; yo interpelo para con V.E. los deseos que siempre me han asistido de
sacrificarme en obsequio de Chile, accediendo a esta justa de manda. Devuelvo a VE. la
citada causa en el seguro de que será atendida mi súplica." .
El coronel Luis de la Cruz contestó acep tando los escrúpulos de San Martín y el pro-
ceso quedó paralizado. Entre tanto, en la soledad de la prisión Luis había comenzado a hilar
una trama mediante la que, aparte de la fuga, se proponía adueñarse de la per sona de
Luzuriaga, tomar el gobierno de Cuyo y apoderarse del armamento necesario para una
expedición que pasada a Chile, suponiendo que bastaba su presencia para que la mayoría
del ejército abandonara a San Martín y O'Higgins. A última hora la conspiración fue
denunciada por Pedro Antonio Olmos, vecino que había prometió concurrir con cuatro
individuos a la captura de Luzuriaga. Este, sorpresivamente, apresó a la guardia y confió al
teniente coronel Manuel Corvalán el sumario correspondiente. Cuando el director
delegado de Chile, de la Cruz, acusó recibo del sumario en car ta a Luzuriága del 10 de
marzo, después de señalar que la nueva conspiración ponía sello a las iniquidades de
estos hombres turbulentos" y alejaba "toda consideración de indulgencia de que
desgraciadamente había gozado hasta el día", cuyos delitos se estaban pesando en un
consejo de guerra, cuyas funciones se habían interrumpido por las ocurrencias peligrosas
del Estado "y por otras circunstancias de delicadeza que obraban mucho en el señor
General en Jefe", o sea en San Martín, concluyó que era ya forzo so arrancar de raíz tantas
zozobras; por lo que había escrito á O'Higgins y también al Consejo incl uyendo el nuevo
sumario y previniéndoles que, si aún subsistían los moti vos que habían retardado hasta
entonces el juzgamiento de los Carrera, se le autorizara "a hacerla conforme a la ley y con
la prontitud que demanda su naturaleza".
"Dejando a los insurgentes de Buenos Aires en pacífica posesión de Chile es muy fácil a
su genio altivo y emprendedor, con los auxilios que sordamente le prodigan los extranjeros,
como lo han hecho hasta aquí, y con los que reciban de su ca pital, arreglar una expedición
e invadir en ocho días de navegación las indefensas fronteras de Arica y Mollendo y,
propagando la infidelidad en los dispuestos ánimos de la mayor parte de los habitantes,
conmover a las provincias interiores del Bajo Perú y las levantarían en masa, con lo que
obligarían a retroceder a nuestro ejército y de consiguiente facilitarían al que ellos .tienen en
Salta, Jujuy y Tucumán, a que adelanten y se apodere de Potosí, Charcas y Cochabamba,
poniendo en el más crítico estado de perderse toda esta América."
El planteo demuestra que Pezuela conocía su oficio y había intuido el plan de San
Martín. Con tal convencimiento se dispuso a ata car a Chile por mar, a cuyo efecto dispuso
preparar la expedición consiguiente, tarea que confió al brigadier Osorio, bajo cuyas
órdenes se reunieron los regimientos de Burgos, Infante Don Carlos y Arequipa, dos es-
cuadrones de caballería y una compañía de artillería, con un total de 3.276 hombres y 10
piezas de artillería, más el armamento ne cesario para reclutar dos mil hombres más. La
tropa de la expedici6n, unida a la mantenida por Ordóñez en TaIcahuano, comprendía un
ejército de más de cinco mil hombres, con los cuales Pezuela pensaba sor prender a San
Martín. No sospechaba que éste. conocía hasta la fecha en que partiría del Callao la
expedición, a pesar del sigilo con que fue organizada y embarcada el 9 de diciembre,
conducida por un convoy integra do por la fragata de guerra "Venganza" y diez navíos
mercantes artillados, con una tripulación de 398 hombres y un total de 146 cañones.
De acuerdo con las instrucciones que le fueron entregadas, Osorio debía
desembarcar en Talcahuano y, unido a Ordóñez, batir al ejército patriota situado en
Concepción. Hecho esto, y dejando una guarnición en Talcahuano, por vía marítima debía
procurar desembarcar en las proximidades de Valparaíso para caer, tras marchas forzadas,
sobre Santiago, antes de que los patriotas tuvieran tiempo de organizarse. Entre tanto, y
hasta que la expedición arribase, Ordóñez debía realizar opera ciones que atrajeran hacia el
Sur a las fuerzas de Santiago.
Pero si Pezuela había intuido el plan de San Martín, éste había adivinado el de
Pezuela. El 11 de diciembre, antes de conocer el fracaso del ataque a Talcahuano, había
escrito a O'Higgins diciéndole: "El proyecto del enemigo es probablemente interponerse
entre nuestras fuerzas para batirnos en detalle y apoderarse de Valparaíso. Asegure, pues,
con tiempo su retirada al norte del Maule, tomando por defensa ese río. Haga retirar con
anticipación de Concepción cuanto pueda ser útil al adversario. Vengan a este lado fami lias,
subsistencias de todo género y caballadas. Hecho esto es imposible que ningún cuerpo
enemigo subsista allí sin perecer de necesidad. Pudiéndonos dar la mano ese y este
ejército, seremos siempre, no solamente superiores, sino que podremos caer sobre el
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
enemigo y decidir en un solo día de la suerte de Lima". Al escribir estas líneas San Martín
ignoraba el fracaso del ataque llevado contra Talcahuano.
El 1 de enero de 1818 O'Higgins inició la retirada. El 15 de dicho mes Osorio,
desembarcaba en Talcahuano, mientras O'Higgins retrocedía hacia Talca, a donde llegó el
día 20, y el 28 se encontraba ya al norte del Maule. Osorio comprendió que San Martín
había intuido su plan, pues en lugar de concurrir con sus fuerzas hacia el Sur, en apoyo de
O'Higgins, había hecho que éste retrocediera replegándose sobre la capital. Tal hecho lo
desorientó, pues en lugar de forzar marchas para tratar de interponerse entre O'Higgins y
San Martín, se detuvo a organizar su tropa y se desprendió de la escuadra confiándole la
tarea de bloquear a Valparaíso.
Cuando Osorio se detuvo para reorgani zar su ejército, San Martín prefirió esperar
que se resolviera a actuar para establecer cuáles podrían ser sus propósitos. En ese lapso
terminó de organizar sus fuerzas, confiando a Antonio González Balcarce la labor, de
concentrarlas.
A mediados de febrero no quedaban dudas a San Martín de que Osorio había
elegido el peor de los caminos; avanzar desde Talcahuano por tierra. San Martín procuró
entonces forzar ese movimiento hacia el Norte, a cuyo fin, y para atraer al enemigo, hizo
que O'Higgins se replegara a Curicó, en la confluencia de los ríos Teno y Lontué; mientras
González Balcarce, con el grueso de la tropa avanzaba hacia Rancagua. Animado Osorio
por la retirada de O'Higgins, qué atribuyo a debilidad, se puso en marcha, controlados sus
movimientos por los guerrilleros, ma ndados por Freire quienes informaron de su paso por
Parral, Linares, Yerbas Buenas y Talca, a donde llegaron el 4 de marzo, destacando la
vanguardia hacia Camarico. El l0 de marzo O'Higgins escribía a San Martín: "El enemigo
marcha con aceleración pero voy a ahorrarle la mitad de la distancia, aproximándome al
estero de Chimbarongo. Antes de seis días creo decidida la contienda favorablemente." El
12 de dicho mes en Chimbarongo se unía O'Higgins con González Balcarce, y juntos
reanudaban al día siguiente su marcha hasta una legua de Curic6, ocupada por el
enemigo, que la abandonó durante la noche, por lo que se continuó la marcha hasta el río
Lontué, defendido por Osorio Este había comprendido la imprudencia cometida al
separarse de su base, por lo que en seguida dio orden de retroceder en masa, perseguido
por San Martín, empeñado en una maniobra envolvente, lo que hizo que los dos ejércitos
marcharan paralelos, a distancia de diez kilómetros uno del otro, de forma que el día 19
vadeaban simultáneamente el río Lircay, 'procurando ganarse la delantera, el uno para
salvarse y el otro para ofrecer batalla. El objetivo común era Talca.
Desde Lircay, San Martín desprendió su caballería al mando de Balcarce con orden
de dificultar la marcha del enemigo picando su retaguardia y cargando sobre ella si la
ocasión se presentaba, a fin de dar tiempo de atacarlo en ese mismo día por el flanco en
una planicie que debían cruzar. Hostigados de esta manera, los realistas volvieron caras
al Norte, desplegando su caballería para cubrir la retirada. Dice Mitre: “ La posición elegida,
es terreno intermedio entre ambas líneas, que lleva el nombre de Cancha Rayada, es
sumamente desigual, cortado por barrancos y pantanos, inadecuados para la maniobra de
caballería. Balcarce, sin tomar en cuenta estas dificultades, o no conociéndolas, cometió el
grave error de desplegar en una línea continua y sin reservas a sus 1.500 jinetes, ocupando
un largo espacio, y dio la señal de cargar de frente y al galope. El resultado fue que las alas,
estrechándose sobre el centro, envolvieron a los escuadrones que lo ocupaban, y, llegando
todos casi desorganizados a un punto donde las quiebras del terreno impedían el avance,
fueron allí recibidos por la artillería española, bajo cuyo amparo pudo cargar la caballería
realista y rechazar el ataque; no obstante su inferioridad numérica.".
La presencia de O'Higgins atacando el flanco realista salvó la situación, refugiándo-
se el enemigo en los arrabales de Talca. Con estas operaciones llegó la noche. El ejército
español tenía a su frente a un ejército superior y ocupando mejores posiciones. La ba talla
era inevitable al día siguiente y con ella, la derrota.
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
El 19 de marzo de 1818 San Martín situaba su ejército frente a Talca dando las
órdenes consiguientes para evitar una acción de sorpresa del enemigo. Por errores atribui -
dos por unos a Brayer y por otros a Hilarión de la Quintana, los movimientos ordenados se
llevaron a cabo con notoria impericia. El enemigo supo, sin embargo, aprovechar esos
errores, y por la noche, en columnas batientes, atacó por sorpresa al ejército patriota,
produciendo una enorme confusión en sus filas, confusión que no ganó a Las Heras, quien
al darse cuenta de lo que ocurría ordenó apagar los fuegos de su división, para despistar al
enemigo, y se replegó con ella sin ser
notado. La lucha fue por demás heroica.
Batalla de Maipú.
San Martín comprendió, después de lo ocurrido, que el enemigo avanzaría hacia el Norte,
subsistiendo la sola duda de si lo ha ría hacia Valparaíso, para reforzarse con la gente y
otros recursos de los buques de guerra que dominaban la costa, o si, cegado por el éxito de
su sorpresa de Cancha Rayada iría directamente a Santiago. Eligió, por consiguiente, para
enfrentarlo, un campo al norte del río Maipú, que estaba en posición es tratégica para
defender tanto el camino de Valparaíso como al de la capital, de modo que, si Osorio
tomaba el primero, podía atacarlo por la retaguardia, y si el segundo, de frente.
El 5 de abril de 1818, a mediodía, el ejército español avanzó sobre el campo, en-
tablándose la batalla. La concepción militar dada por San Martín a esta batalla lo coloca
entre los más grandes estrategas. La derrota del ejército español fue completa, quedando
después de esta victoria, asegurada la libertad de Chile y desaparecido el peligro que
significaba para las provincias del Río de la. Plata tener el flanco chileno bajo el dominio de
las fuerzas españolas. Desde el cuartel ge neral en el campo de batalla, en los llanos de
Maipú, San Martín dirigió al director supremo, Pueyrredón, el parte de la acción Dice así:
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
"Acabamos de triunfar
completamente del audaz Osorio y
su secuaces en el llano. de
Maipú :desde la 1 hasta las 6 de la
tarde se ha dado la batalla, que, sin
aventurar, podemos decir afianza la
libertad en América. El general de
infantería Antonio González
Balcarce,,los jefes de la división de
la derecha don Juan Gregorio de
Las Heras, de la izquierda, don
Rudecindo Alvarado, de la reserva
don Hilarión de la Quintana, y en fin,
todos los comandantes de los
cuerpos Se han portado con un
denuedo y bizarría inimitable. El
enemigo quedó destrozado'
enteramente; toda su artillería y
parque están en nuestro poder.
Pasan de mil quinientos los
prisioneros; entre ellos más de cincuenta oficiales, el general Ordóñez, y el jefe de su
estado mayor, Primo de Rivera. Los muertos aún no pueden calcularse; nuestra pérdida ha
sido muy escasa; todo corona la victoria de este gran día. El detalle dé esta gloriosa acción
lo daré a V E luego que menos apurados momentos lo permita. Por ahora me complazco
de felicitar a. V.E. y en su persona, a todos los pueblos de su Estado.,"
Los trofeos de esta jornada fueron: 12 cañones, 4 banderas, 1000 muertos contrarios; 1
general, 4 coroneles, 7 tenientes coroneles; 150 oficiales y 2.200 prisioneros de tropa;
3.850 fusiles; 1.200 tercerolas, la caja militar, el equipo y las municiones del ejército
vencido. Esta victoria, la más, reñida de la guerra de la independencia sudamericana, costó
al ejército patriota más de 1.000 caídos, entre muertos y heridos, pagando el mayor tributo
los negros de Cuyo, de los cuales quedó más de la mitad en el campo.
La batalla de Maipú puede ser denomina da "la batalla de América", no solo porque su
consecuencia militar más trascendental fue facilitar la destrucción del poder español en el
Perú, sino por el efecto que produjo en Europa entre las potencias de la Cuádruple Alianza,
a poco reunidas en el congreso de Aix-la-Chapelle.
En efecto, Maipú determinó la quiebra de proyectos de reparto de América, que se
gestaban en algunas cancillerías, o de ayuda a España para recuperar por la fuerza sus
antiguas colonias. Después de Maipú España se vio sola, aislada en sus propósitos de
obtener apoyo para someter la rebeldía americana. Europa comprendió que América sería
irremisiblemente independiente y dejó a España que se entendiera con sus antiguos
súbditos. Fue la de Maipú, en tal sentido, la batalla de más trascendenta les consecuencias
entre las que se asienta la gloria de la guerra americana por su emancipación. .
Al huir de Buenos Aires y pasar a Monte video, José Miguel Carrera encontró en esta
ciudad a Nicolás Herrera actuando como consejero político del general Lecor. Un mismo
encono contra la administración pueyrredonista debió de fortalecer la amistad surgida en
110
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Buenos Aires bajo el gobierno de Alvear. Herrera fue poniendo en conocimiento del chileno
los problemas políticos y los hombres del Plata. Era entonces un fervoroso partidario del
federalismo, curioso cambio de posición, en el que a poco participarían todos los cabecillas
del alvearismo, los mismos que habían sido expulsados de Buenos Aires por constituir la
más cruda expresión de la oligarquía centralista porteña.
Los cambios de frente en los hombres que se venían sucediendo desde 1810 en el
gobierno no son un hecho sorprendente – dice Vicente Sierra-. Salvo contadas excepciones,
el carácter mismo de las luchas políticas que se sucedieron, horras de ideas y pletóricas de
afanes personales, tenía que determinar cambios por lo mismo que se actuaba en un
proceso que no había logrado construir ningún fin propio y concre to, y en tal sentido, fue
Nicolás. Herrera un recordman en la materia. Para justificar su federalismo, en carta a
Carrera decía: "Para nosotros es preciso tomar el partido de la fe deración si queremos
movernos de nuestro baluarte. N o se olvide que ésa será dentro de muy breve tiempo la
situación que se produzca: la federación vendrá y nosotros debemos: aprovecharla." No se
trataba de una conversión ideológica, sino de algo que era "preciso tomar", porque sería en
"muy breve tiempo" el partido que triunfaría, "y nosotros debemos aprovecharla".
A José Miguel Carrera no le interesaba la política argentina, sino la de Chile; pero, ligada
como estaba la una a la otra, no po día dejar de atraerle cualquier elemento de desorden
que contribuyera a romper los la zos existentes. Si el federalismo era algo que los
alvearistas podían y debían aprovechar, a los fines de terminar con el régimen domi nante
en las Provincias Unidas, no iba a ser Carrera -a pesar de que no era federalista en su
política chilena - quien despreciara la oportunidad. Lejos de ello, fue quien señaló la
conveniencia de editar un periódico de lucha y obtuvo autorización de Lecor para instalar
una imprenta que había traído de los Estados Unidos, lo que hizo en la .misma casa donde
vivía. Como propietarios del estable cimiento figuraron William P. Griswold y Joan Sharpe, y
se le dio el nombre de Imprenta Federal.
El primer trabajo que Carrera dio a dichos tórculos fue un manifiesto dirigido al
pueblo de Chile, fechado en 4 de marzo de 1818 y titulada "Manifiesto que hace a .los
pueblos de Chile el ciudadano José Miguel Carrera", documento en el que se mostró firme
enemigo de la alianza chileno argentina, expresando: "Nosotros hemos peleado, hemos
derramado nuestra sangre para destruir la tiranía, no para cambiar de tiranos... Quiero, sí,
que los chilenos reúnan todos los esfuerzos de su valor y de su carácter, para que la sangre
de sus hijos sirva de pedestal a la grandeza de sus nuevos conquistadores." Pero su
lenguaje procuraba ser sereno, y así decía: “Tal vez, intentarán mis enemigos descubrir en
este Manifiesto un espíritu de rebelión contra el orden existente en las provincias de Chile, o
un demagogo, femenil de particulares resentimientos. Pero yo protesto ante Dios y ante los
hombres, que no me anima la venganza sino el honor. . ."
No ignoraba entonces José Miguel que sus hermanos Luis y Juan José estaban
presos en Mendoza. Su lenguaje tenía, por consiguiente una explica ci6n, la que dio a
Alvear en carta de 9 de febrero de dicho año diciendo: "Siguen presos mi hermanos y yo en
inacción por esta causa y porque temo aumentar la discordia en circunstancias tan tristes."
Lógicamente, la noticia de la ejecución de sus hermanos cambió la posición de José
Miguel. Es posible que esté en lo cierto Joaquín Pérez al decir que hasta entonces no había
decidido intervenir en las luchas políticas de las Provincias Unidas. La trágica noticia le llegó
por una carta de Kennedy, diciéndole que Juan José y Luis "fueron asesinados por orden de
San Martín después de la victoria del 5 de abril que dio a Chile su independencia. . Es
necesario, mi querido general, precaver vuestra existencia: El brazo del asesino está
suspendido sobre vuestro pecho. En efecto, se susurra que se han ofrecido $ 30.000 por
vuestra vida". La reacción de José Miguel se tradujo en el tono desatado y violento de una
proclama que dirigió a sus compatriotas, titulada "A los habitantes li bres de los pueblos de
Chile", en la que, entre otras cosas, decía: "¿En dónde están nuestros hermanos, nuestros
111
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
compañeros Juan José y Luis Carrera? ¿Cuál la suerte, cuál el destino de esos ciudadanos
ilustres?.. Perecieron en el patíbulo como criminales el día 8 de abril. ¡Día funesto y
espantoso en los fastos de Chile! Pueyrredón, San Martín, O'Higgins: ved aquí a sus
bárbaros asesinos... Después que los Carrera han sido asesinados porque gemían la
opresión de su patria, porque aspiraban a su independencia, nadie puede ya pronunciar
impunemente el nombre de libertad. Están decretados los destinos de Chile. ¡Una provincia
oscura de la capital del Río de la Plata!... Compatriotas: ¡Que mueran los tiranos para que la
patria sea libre e independiente! Ya no tiene Chile Otros enemigos que esos viles opresores.
Sepultados en las cavernas más pro fundas de los Andes, para que sus cuerpos inmundos
sirvan de pasto a las fieras carnívoras de su especie y vuestra justa cólera dé escarmiento
a los ambiciosos y a los malvados. Yo secundaré vuestros esfuerzos gloriosos desde
cualquier distancia adonde me lleve el destino. La sangre de los Carrera pide venganza.
¡Venganza, compatriotas! ¡Odio eterno a los déspotas de Sud América!".
El hombre que ejerciendo la dictadura trató de que se cumpliera el Tratado de Lir ray,
el que había abandonado a los suyos en Rancagua, acusaba de déspotas y opresores de
Chile a quienes en Chacabuco y Maipú habían afirmado su independencia! En el desorden
mental de su exasperación, se destaca una frase: "Están decretados los destinos de Chile.
¡Una Provincia, oscura de la capital del Río de la Plata!", palabras que definen a José
Miguel Carrera y lo colocan dentro de la línea de los caudillos cuyo lo calismo no les permitió
comprender el planteo continental dentro del cual se movía San Martín y hacía mover a
cuantos le rodeaban.
A mediados de mayo de 1818 llegaba a Montevideo Carlos María de Alvear, con lo
que el grupo de exiliados alvearistas al que se unió Carrera por la necesidad de buscar
aliados, comenzó a adquirir importancia, y con ello la Imprenta Federal, que pasó a
constituir el más efectivo instrumento de lucha contra el gobierno de Pueyrredón.
Convencido como estaba Carrera de que el fusilamiento de sus hermanos había sido
un crimen premeditado, fue el primero en acusar a Monte agudo como agente destacado en
Mendoza por San Martín y O'Higgins, con orden de ejecutar a Luis y a Juan José Carrera; lo
que denunció en un opúsculo titulado "Un aviso a los pueblos de Chile", suscrito en
Montevideo el 29 de junio de 1818. Acusación calumniosa, pues nada tuvieron que ver San
Martín y O'Higgins con el hecho de que Monteagudo, empujado por el miedo que lo dominó
con motivo del golpe de Cancha Rayada, huyera a Mendoza. Cabe admitir que en esta
ciudad, como auditor de guerra, influyera sobre Luzuriaga, pero es notorio que lo .hizo por
su sola cuenta.
Se encontraba San Martín recibiendo los plácemes ganados en Maipú, cuando
recibió a la esposa de Juan José Carrera, y dispuesto a interceder a su pedido en favor de
los reos, escribió a O'Higgins pidiendo Se dictara sobreseimiento en la causa que se les
seguía. A pesar del encono que sentía por los Carrera, O'Higgins contestó en 10 de abril
accediendo a la generosa demanda, aunque no sin destacar sus reservas. Al efecto se
dirigió a Luzuriaga suplicándole que actuara con la mayor indulgencia, dando a los reos
aquel " alivio conciliable con los progresos de nuestra causa augusta". A esta gestión José
Miguel Carrera la calificó de "farsa ridícula", desde que, repetía, el fusilamiento había sido
ordenado por los autores de dichas cartas, los cuales, al escribirlas, calcularon ejecutado
"el horrendo asesinato 'de los Carrera". '
La "Proclama"'y el "Aviso" de Carrera se repartieron por las Provincias Unidas y Chile.
San Martín quiso contestar al calumnioso ataque y redac tó dos exposiciones, ninguna de
las cuales llegó a publicar. En la segunda de ellas dejó que s u indignación estallara
diciendo: "No he mandado ejecutar a sus hermanos. Yo no he sido el árbitro de la vida de
sus hermanos, y también le aseguro que así como era un auxiliar y perteneciente a estas
Provincias, hubiera nacido en Chile, le habría ahorrado al gobernador de Mendoza el
trabajo de haber ejecutado a sus hermanos y de que éstos hubieran intentado segunda
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
conjuración para envolver a la provincia de Cuyo en los horrores que querían verificar en el
Estado de Chile. Repito no haber tenido la menor parte en la ejecuci6n de sus hermanos y
vuelvo. a repetir también que si me hubiera hallado de gobernador dé Mendoza mucho
antes lo hubiera sido.'
Vicente Fidel López, sobre la base de informes verbales de su padre, presente en las
jornadas de la Logia, informa que el ministro de Estado, Dr. Gregorio Tagle, hizo una en-
conada oposición a los planes de San .Martín y sostuvo la necesidad de utilizar el Ejército
de los Andes para la defensa de Buenos Aires y del gobierno, amenazados por" el
desbordamiento del anarquismo que prevalecía en el Litoral». Lejos de triunfar tal criterio,
se convino en contribuir con los 500.000 pesos que se pensaba obtener del empréstito
forzoso a la organización de la empresa del Perú, si bien el entusiasmo co n que fue resuelto
no se extendió al tiempo necesario para reunir dicha suma, pues, casi inmediatamente
mediaron motivos para desconfiar del éxito de la operación, En carta a Guido, de 16 de junio,
Pueyrredón se hacía eco al decir: "Acabo de levantar un empréstito de quinientos mil pesos
en este comercio y dificulto se llene, y puede V d. graduar mis aflicciones, cuando he
recurrido a este arbitrio violento y ruinoso."
El empréstito se mandó colectar por auto del 4 de julio, hecho lo cual San Martín
emprendió viaje de regreso, llegando a Mendoza el 20 de ese mes. El tránsito de la
cordillera, era difícil, por el rigor del invierno, lo que lo retuvo sin poder pasar a Chile. El 31
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escribió al general en jefe sustituto, Antonio González Balcarce, adjuntándole una relación
de lo que se necesitaba para reali zar la empresa de Lima, a fin de que, pre via aprobación de
O'Higgins, a quien envióotra nota en igual sentido, se sirviera comenzar a aprestarlo dentro
de la mayor brevedad. Se trataba de elementos precisos para organizar un ejército de
cuatro mil,.hombres, "para una, expedición marítima fuera de Chile", y otro, de seis mil
hombres, con e1 mismo objetivo. Entusiasmado con recibir los quinientos mil pesos
prometidos por Buenos Aires, pensaba .llevar la guerra al Perú en él curso de la primavera
de ese año 1818.
No sólo la campaña de, libelos dirigida desde Montevideo contra el director supremo
se mantenía con vigor creciente, sino que por parte de los elementos alvearistas, mimetiza-
dos por un federalismo oportunista, se co menzó a conspirar. El 14 de agosto fueron
arrestados Manuel José Olavarrieta, Manuel de Sarratea, Juan Pedro Aguirre, Miguel de
Irigoyen, Manuel Blanco, Rufino Barboza, Joaquín Moutiño, José Antonio López, Ma nuel
Ocampos y otros, bajo la acusación de que intentaban sorprender a Pueyrredón en su
quinta de San Isidro. para embarcarlo y remitirlo al extranjero, "colocando en el mando a
otro; individuo de los comprendidos en la conspiraci6n". .
Informando e! comodoro Bowles sobre el hecho al secretario de! Almirantazgo, por
carta del 20 de dicho mes y año, se extendió en consideraciones que constituyen un juicio
lapidario sobre aquel momento político.
Después de referirse a los opositores y explicar el plan que alentaban de deponer a
Pueyrredón, Bowles continuaba diciendo: "Estaba casi madurado [tal propósito] cuando
varios de sus principales conspiradores, a la cabeza de los cuales se dice que estuvo don
Manuel de Sarratea, fueron prendidos y permanecen todavía con riguroso confinamiento.
Es sin embargo incierto, si es que este paso violento no habrá en cambio de' tender a
acelerar la explosión que se, propuso prevenir, ya que el número de personas implicadas
sospechase ser tan considerable como poderoso, que Pueyrredón titubea en continuar sus
primeras medidas, y si él demuestra temor o irresolución, y especialmente si por falta de
prueba suficiente es obligado a liberar a sus prisioneros, su caída y el ,triunfo de su s
opositores pueden ser considerados casi seguros.
"Yo, sin embargo, no imagino que un cambio de personas que ejercen la autoridad
suprema aquí será de material importancia desde ningún punto de vista, más que producir
muy probablemente una, línea de conducta con respecto al Gobierno Portugués, pero dudo
si aun los más violentos opositores a toda conexión con la Corte de Río de Janeiro, se
aventurarán en hostilidades contra una potencia que ocupa una posición tan formidable, y
posee tantos medios de perturbación si es provocada y llevada a una alianza con España.
"En otros aspectos, aquellos en cuyas manos puede recaer la dirección de los negocios
públicos habrán probablemente de usarla, como la mayoría de sus predecesores lo han
hecho hasta ahora, para su propio beneficio y emolumentos privados, y, con sólo una
consideración secundaria al interés público. He tenido a menudo ocasión de expresarme
sobre la suma falta de integridad o patriotismo real que prevalece aquí, y es una
melancólica verdad que apenas un individuo puede señalarse entre los que con mayor
probabilidad ocuparán los cargos principales ,sobre el cual alguna confianza racional puede
ser depositada en cuanto a honor y probidad, o que no, haga inmediatamente a su
elevación subordinarse a aquellos propósitos de especulación mercantil o de azar a los que
todas las clases de la comunidad: eclesiásticos, militares y civiles, son tan inveteradamente
adictos. La impopularidad del presente Director mucho se debe a las fuertes sospechas de
esta naturaleza, sostenidas en su contra, y a los privilegios exclusivos que ha concedido a
aquellos que se suponen secretamente conectados con él en el comercio."
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Juicio terrible el de Bowles, y, sin embargo, juicio que el historiador no puede rever.
En los ocho años transcurridos desde los días de mayo los trastornos políticos que se re-
gistran revelan con singular preeminencia más propósitos personales que de cualquier otro
tipo. El interés público es casi siempre un puro pretexto, confirmando la acusación que
hiciera San Martín sobre la falta de probidad como de patriotismo de los princi pales actores.
Y no cabe rever tal juicio porque, de hacerlo, como de ocultarlo, además de agraviar la
verdad histórica, se enfrenta el riesgo de mostrar un panorama falso, y, por consiguiente,
esquivar la posibilidad de comprender los sucesos posteriores que fueron consecuencias
de muchas de tales causas.
El sumario en el caso de la conspiración de que informamos fue confiado al camaris-
ta Juan García de Cossio. El 25 de agosto se dispuso la libertad de Sarratea, Aguirre e
Irigoyen, quedando detenidos Olavarrieta, Barboza y Moutiño, el primero condenado a
muerte y los dos últimos a diez años de presidio en Patagones. En 17 de noviembre el
Congreso conmutó la pena de muerte de Olavarrieta por el extrañamiento en San Carlos de
Cuyo, castigo que no cumplió, pues en 26 de mayo de 1819 logró fugarse uniéndose a los
montoneros.
En la misma fecha el ministro de hacienda, Este ban Agustin Garzón, escribía a San
Martín sobre el mismo asunto, deplorando la situación a que estaba reducido el gobierno
por falta de numerario. Al respecto decía: "Jamás se ha visto tan exhausto, ni jamás se han
agolpado tantas necesidades a la vez. El general del Ejército del Perú, [Belgrano] en todas
sus comunicaciones nos presenta y nos dibuja el cuadro desastroso de la mendicidad del
Ejército que manda, en quienes aun se desconoce el traje militar, por hallarse desnudos,
sin el menor auxilio de vestuario; pasando, además, por la angustia de no hallar quien le
supla dinero al giro de letras contra esta tesorería; de suerte que se ve el Gobierno forzado
a dirigirle remesas efectivas.
"La división de Rosario, que opone resistencia a las incursiones de los tumultuosos
habitantes de Santa Fe, auxiliados por los prosélitos al desorden, y del jefe de los orientales,
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
exige prontos socorros para conservarla al intento de que impidan los progresos y cálculos
de los malvados. Los exige igualmente la división de Córdoba en número de 600 hombres
conservados al fin de precaver el contagio que propaga D. José Artigas."
"Incluyo a Vd. copia del oficio de nuestro Pueyrredón, -que recibí hace tres días; juzgue Vd.
la impresión que habrá causado en mi corazón su contenido. El, como jefe del Estado y
como amigo; a presencia de sus secretarios, sancionó el auxilio de los quinientos mil pesos
para el ejército: En esta confianza, yo marchaba a hacer el último sacrificio volviéndome a
encargar de un mando que me es odioso; pero habiendo recibido aviso de un amigo de
Buenos Aires, en que me aseguraba este resultado, suspendí mi marcha a ésa. Ayer he he-
cho al Director la renuncia del mando del ejército , del que no me volveré a encargar jamás.
Yo no quieto ser el juguete de nadie y sobre todo quiero) cubrir mi honor."
Miguel Zañartú agregaba que la renuncia había sido un golpe maestro, “ y si fuera
conciliable con el honor del Director, el publicar la renuncia del general y sus fundamentos",
no habría habido mejor medio “para sacar cuanto dinero quisiese, porque aquí saben
demasiado cuánto él vale". Lo cierto es que la renuncia produjo consternación y te mor entre
los responsables de su presentación, dando motivo a que se enviase un emisario cerca de
San Martín, portador de las contraórdenes del gobierno y seguridades de que no se
ahorrarían esfuerzos para proseguir con los planes tratados. Comisionado a tal efecto fue
Julián Álvarez. Ya con fecha 16 de setiembre Pueyrredón le había escrito diciéndole:
«¿Cómo se quedaría V. cuando recibió mi comunicación sobre suspensión de libramientos?
Aseguro a V. que no sé cómo no me he vuelto loco cuando vi cumplirse los tres plazos
dados para el empréstito, y que no había entrado la sexta parte en ca jas." Los ingleses se
habían desentendido, y, siguiendo su ejemplo, los demás comerciantes; pero aseguraba
haber encontrado el remedio en su propia desesperación y podía asegurarle «que se hará
efectivo el empréstito; y que puede empezar a librar contra este Gobierno las cantidades
que encuentre en Mendoza o Chile, en la seguridad de que serán cubiertas. . ." Al efecto
anunciaba que al día siguiente sería notificado el comercio inglés de que, si en el plazo de
catorce días no cubrían lo que les correspondía, los re beldes serían expulsados del país
previo embargo y remate de sus bienes hasta cubrir la cuota correspondiente. Tanto coraje
contra los ingleses tenía su explicación. Pueyrredón no dudaba entonces de que antes de
tres meses todo estaría arreglado con el reinado de Luis Felipe, duque de Orleáns, y así lo
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
infiere Joaquín Pérez, señalando que la since ridad de esta carta es relativa. Y abundan
razones para admitirlo.
"Muy pronto sabrá V. el nuevo teatro que se presenta a nuestros negocios públicos. Por él
deben variarse, o al menos suspenderse, nuestras principales disposiciones respecto a
Lima. V. es de indispensable, de forzosa, de absoluta necesidad a este gran interés de
nuestro país: él solo va a terminar la guerra y asegurar nuestra independencia de toda otra
nación extranjera. Con él haremos que al momento evacuen los portugueses el territorio
oriental. Por fin, son incalculables de pronto todos los bienes que disfrutará nuestro país por
un medio tan lisonjero, y más adelante añadía: "Es de toda necesidad, aun para nuestras
miras ulteriores, que concluyamos con Talcahuano: me parecen muy bien las disposiciones
que se toman. Muy conveniente será la presencia de V. en Chile para dar impulso a las
cosas; pero debe V. quedar expedito dentro de dos, o dos y medio meses, para venir
a completar los deseos -de sus amigos; y a asegurar para siempre la independencia de las
Provincias Unidas y nuestra quietud y descanso; que a la verdad bien la necesitamos,
después de tantos afanes, y de tantas perradas en nuestros primeros años."
Si a estos hechos se agrega el oficio del ministro de Relaciones Exteriores del Brasil,
José Antonio de Villanova Portugal, de 28 de julio, enviado por Manuel José García a
Buenos Aires, afirmando que su corte se mantenía fiel al tratado de 1812, y reafir mando su
posición neutral en el conflicto de España con sus antiguos súbditos, a pesar de estar
ocupando la Banda Oriental, se comprende que se creyera más conveniente consolidar el
gobierno directorial llevando una guerra a fondo al artiguismo.
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Secretamente había mantenido acercamientos con el príncipe Luis Felipe de Orleáns, para que asumiera el trono de las Provincias Unidas de Sud
América, candidatura que era bien vista por el Director Pueyrredón, convencido de que un régimen monárquico constitucional, era la mejor solución en
la época posterior a Napoleón, de restauración de las monarquías europeas.
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Lo que nadie esperó fue la reacción de San Martín, con su renuncia. La alarma que
produjo era justificada, pues, como acota Encina, « la renuncia de San Martín, en esos
momentos, importaba la disolución del ejército argentino, la pérdida de Chile, un recio golpe
para la campaña de Bolívar en Venezuela y para las Provincias Unidas del Río de la Plata la
prolongación indefinida de la lucha".
Cuando O'Higgins recibió la noticia, con techa 20 de setiembre escribió a San Martín:
"Semejante a un flechazo me ha sido su apre ciable del 6 del presente que contesto.
¡Cuando me preparaba a estrecharlo entre mis brazos, reci bo la amargura de su
resignación! San Martín es el héroe destinado para la salvación de América del Sur y no
puede renunciar la preferencia que la Providencia eterna le señala. Sí, amigo de usted
amado, cualquiera que sea la causa que haya motivado la resolución y esté a los alcances
de su compañero y de este Estado el remediar, yo le aseguro su allanamiento. Me hago
cargo de la falta de su salud; pero este clima benigno puede mejorarlo y proporcionar
remedio a toda clase de males. Ruego a usted por la patria y por nuestra amistad, se venga
cuanto antes y me alivie de la amargura que sufro, no pudiendo aliviarla otra cosa que la
aceptación de mi súplica."
El empréstito no alcanzó a cubrirse. Dado lo magro de los aportes, por decreto del P.
E. de 12 de noviembre de 1818 se instaló la "Caja Nacional de Fondos de Sudamérica",
estableciéndose como capital, de su erección la suma de tres millones, 1°, en papel bi llete
amortizable con el premio de ocho por ciento a nual; 2°, en papel abonable en la Aduana, o
cualquier otra tesorería, como dinero efectivo con el premio de doce por ciento; 3°, con
dinero físico con el quince por .ciento de premio, pagadero todo por trimestre. Por el artículo
7° del reglamento se estableció que los capitales introducidos en la caja no podían ser
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
removidos de ella "en algún tiempo", a no ser que concurrieran,- simultáneamente, el
consentimiento del Estado y el dueño del capital. Pese a los altos intereses ofrecidos,
fueron muy pocos los tentados por el nuevo organismo, que no ayudó para nada a cimentar
la difícil situación financiera del gobierno. Como las urgencias aumentaron con la necesidad
de auxiliar al Ejército del Alto Perú y al de Observación, el 11 de diciembre Pueyrredón pidió
autorización para exi gir un nuevo empréstito de 600.000 pesos, a recaudarse según un plan
que estudiaría. Obtenida la autorización del Congreso, el 22 de dicho mes se extendió el
decreto correspondiente. El Congreso, a su vez, comunicó al director dos días más tarde
que el empréstito últimamente sancionado "era sólo a más de la cantidad colectada hasta el
presente del anterior de 24 de abril, y no de su. total". A pesar de dichas sanciones era
imposible cubrir las necesidades del Estado, por lo que se volvió a pedir autorización para
un "nuevo empréstito de 300.000 pesos, en nota de 11 de mayo de 1819. En sesión del día
13 de ese mes el Congreso se ocupó de la demanda del Ejecutivo, reconsiderando los
anteriores empréstitos. Según el Ejecutivo, lo recaudado del empréstito recogido en virtud
de la autorización del 24 de abril -o sea el destinado a armar la expedición a Lima- era de
sólo 208.459 $ 4 reales. La recaudación del segundo empréstito, sumada a la anterior,
arrojó un déficit de 256.768 $ 6 reales sobre el total de los 716.596 pesos que ambos
sumaban. La última autorización que dio el Congreso fue para que el Ejecutivo recaudase el
déficit de los anteriores. San Martín no tardó en darse cuenta de la situación, y el 26 de
noviembre de 1818 se dirigió a Pueyrredón en términos apremiantes:
"En el caso más urgente. que ha ocurrido hoy desde el principio de nuestra sagrada causa,
ocurro a V. E. por trescientos mil pesos a buena cuenta de los quinientos mil convenidos." A
tal instancia se debió la reiteración que el 11 de diciembre de 1818 hizo Pueyrredón ante el
Congreso solicitando nueva autorización pa ra otro empréstito de 500.000 pesos, pues
hasta ese momento sólo se habían colectado 208.459. Con todo, se destacó a José
Caparroz con libranzas por cien mil pesos.
Las posibilidades de acción ofensiva y defensiva de los realistas eran todavía muy
considerables; combinados los ejércitos de Nueva Granada y del Perú, contando como,
contaban con el dominio naval indisputado, no les habría sido muy difícil destruir a las
fuerzas armadas de la revolución en uno de sus teatros más vivaces de operaciones y
volverse luego sobre el otro foco beligerante. Pero Maipú cambió la actitud de los realistas;
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
el virrey del Perú se mantuvo desde entonces a la defensiva y renunció a las operaciones
en Chile, donde le habría sido posible inmo vilizar a los patriotas y reiniciar ofensivas como
la de 1817- 1818. La .pasividad en que fue mantenida la flota en los puertos le privó del
dominio del mar y de la posibilidad de destruir en germen los preparativos para la invasión
del Perú, que no _era ningún misterio; en cambio, dedicó es fuerzos enormes y estériles en
el Alto Perú no obstante haber comprobado, años y años que la penetración honda en el
territorio de las Provincias Unidas entrañaba un' verdadero peligro de aniquilamiento.
Después de Chacabuco, los patriotas habian logrado ocupar Valparaíso, bajo las
ordenes de Rudecindo Alvarado, en febrero de 1816 se apoderaron del bergatin mercante
español “Aguila”, fondeado en ese puerto, la nave, artillada con 16 cañones y tripulada por
medio centenar de hombres fue puesta a las ordenes del capitan irlandes Raimundo Morris,
que había prestado servicios en el ejercito de Los Andes. El Aguila realiz´un viaje a la Isla
Juan Fernández y rescató varios prisioneros, entre ellos al sargento mayor Manuel Blanco
Encalada, ex oficial de la armada española; tambien capturo un transporte español “perla”,
separado de un convoy que escoltaba la fragata “Esmeralda” con la cual se tiroteo.
Lord Thomas Alexandre Cochrane, era un marino ingles con amplia experiencia en
la guerra naval (y en el corso), que había estado destacado en las Antillas, y habia adquirido
fama pro sus hazañas y espíritu aventurero. En Londres se encontró con Álvarez Condarco
y Álvarez Jonte quines le propusieron que se pusiera al servicio de Chile, y llegó a
Valparaíso en noviembre de 1818, fue designado jefe de la escuadra e inició sus correrías
por el pacífico a comienzos de 1819.
La flotilla se componía de la San Martín, la O’Higgins, la Lautaro y la Chacabuco, con
1130 hombres de tripulación y 174 cañones; Salio de Valparaíso a comienzos de 1819, con
el propósito de bloquear a la marina española en sus puertos; Álvarez Jonte embarcó
también para difundir la propaganda revolucionaria en el Perú mediante proclamas de San
Martín y O’Higgins que serian distribuidas a los agentes secretos en puertos determinados.
Ataque al Callao. Al amparo de una fuerte niebla el 28 de agosto llegó la flota de Cochrane
a las proximidades de la Isla San Lorenzo, en la entrada de la bahia del Callao. En aquellas
circunstancias se realizaban maniobras y el propio virrey Pezuela estuvo a punto de caer
prisionero de la O’Higgins confundiendola con una nava Española.
Mientras se acercaba a Puerto Cochrane capturó una lancha cañonera enemiga.
Llegadas la O’Higgins y la Lautaro a tiro de cañon de la fortale za abrieron fuego contra los
castillos y contra las naves españolas; pero repuestos de la sorpresa, los realistas dirigieron
el fuego de no menos de 500 cañones contra los atacantes y averiaron seriamente a la
Lautaro – cuyo capitan fue herido de gravedad- y a la O’Higgins; al cerrar la noche los
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
buques patriotas pudieron alejarse de la costa y reparar sus averias; al dia siguiente
Cochrane reanudó la lucha, aunque el enemigo estaba alerta y el ataque fue rechazado.
No obstante su evidente superioridad la escuadra española no se movió; Cochrane
estableció una base en la isla de San Lorenzo para reanudar sus asaltos temerarios. Volvió
el 23 de marzo al Callao con dos burlotes para lanzarlos contra las naves enemigas
(encerradas en la bahía), pero las baterías de tierra impidieron que culminara con éxito la
operación y debieron replegarse; dos días después otro ataque sorpresivo y esta vez
consiguió apoderarse de la goleta Montezuma,de varios buques mercantes y varias
lanchas cañoneras. Salieron los navios españoles a perseguir a la OHiggins pero la fragata
patriota los recibió con andanadas de cañones certeros y un viento favorable le permitió
alejarse rápidamente de sus perseguidores.
En Abril llegó Blanco Encalada a la isla de San Lorenzo con el resto de la escuadra;
fue encargado de mantener el sitio naval del Callao, inmovilizando la flota Española y el
comercio con Lima. Cochrane con cuatro buques se dirigió a los puertos del norte en busca
de vituallas y abastecimientos, de paso reconoció las costas, ataco las guarniciones de
Huaura, Huacho y Supe y se hizo un importante botín, al mismo tiempo que hacia conocer
las proclamas de San Martín y O’Higgins.
Blanco Encalada, apremiado por la necesidad de víveres, por que Cochrane no
llegaba, debió levantar el bloqueo y regresar a Chile. Lo mismo hizo posteriormente aquel.
Nuevas correrías: en septiembre de 1819 Cochrane reanudó sus correrías por el Pacífico
con seis buques y dos transportes (de los apresados), el almirante se dirigió al Callao y
envió 3 naves al sur, para interceptar un refuerzo naval proveniente de Cádiz.
Los primeros días de octubre la escuadra patriota inició un nuevo ataque contra el
Callao. Cochrane había hecho preparar, con gran fe, unos cohetes incendiarios 185 contra
los cuales imaginaba que no habría resistencia posible; pero el ataque fue rechazado por el
fuego enemigo. En vista de esta frustración Cochrane dividió la escuadra: envió a Pisco tres
naves al mando del capitán Guise para aprovisionarse, y con los otros tres se dirigió al no rte
en búsqueda de la Fragata Puebla que había seguido para Guayaquil; las dos naves
restantes fueron enviadas a Valparaíso con enfermos de fiebre terciana.
Llegó Cochrane a Guayaquil y apreso por sorpresa dos transportes del convoy que
había escapado a Blanco Encalada el año anterior el Águila y el Begoña. Guise entretanto
atacó Pisco, derrotó a su guarnición, se apoderó del puerto y cargó víveres en abundancia.
Después la escuadra volvió a Valparaíso.
En enero de 1820 Cochrane con la O’Higgins emprendió una hazaña audaz en el sur
de Chile; con pabellón español a tope, apareció en la entrada del puerto fortificado de
Valdivia (aun en poder de los españoles) y pidió piloto para entrar, descubierto el engaño
retrocedió a cañonazo limpio. Se dirigió a Talca huano y en el camino apresó un bergantín
que llevaba suministros y sueldos de las guarniciones realistas. Luego de unirse con el
Intrépido y el Montezuma que patrullaban la zona, regresó a Valdivia y en una
arriesgadísima operación tomo la plaza fortificada, la mas equipada del sur de Chile. El
botín de guerra fue de 128 piezas de sitio (cañones terrestres) 850 barriles de pólvora y
municiones.
Algunos objeti vos previos a la invasión a Perú se habían cumplido tales como la
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Estos cohetes incendiarios eran de su propia invención, él como su padre incursionaban en la investigación química,
iban destinados a penetran en la “santabárbara”,( depósitos de pólvora y municiones de las naves) y provocar el incendio,
pero según se investigó, los mis mos fueron preparados por prisioneros realistas, quienes cortaron la mecha de ignición de
manera que salidos de los obuses, al poco trayecto caían en el agua
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
creación de la escuadra para disputar a España el dominio del Pacífico y la pacificación del
sur de Chile. Pero faltaba algo esencial: la organización y el equipamiento del ejercito, y la
escasez financiera de Buenos Aires y Santiago de Chile, hacían muy difícil esa tarea, y
como si esas contrariedades fueran pocas, ya vimos que había también opositores a la
expedición libertadora y los gobiernos de ambos países interesados no parecían apurados
en iniciar las operaciones.
San Martín había previsto para su expedición al Perú un ejercito de 6.100 hombres
de las tres armas, con 24 piezas de artillería de campaña, 6 de sitio, 2 morteros y 2 obuses
pesados; además material para el ataque a la fortaleza del Callao, escalas, explosivos,
granadas de mano, etc. Y armamento para equipar un ejercito peruano. Pero ya vimos que
a pesar de su insistencia no logró del Río de la Plata los capitales comprometidos. Chile
estaba exhausto y tampoco terminaba de comprometerse con el elemento humano que
requería San Martín, por que necesitaba disponer de tropas para guardar la capital y las
provincias de rebrotes realistas (y aún de un eventual fracaso de la empresa de Lima).
En vista de la situación sin salida se dirigió San Martín, oficialmente, al gobierno
chileno para que respondiera en forma categórica si se hallaba dispuesto a proporcionar los
elementos necesarios para la expedición al Perú; O’Higgins respondió que consideraba
esencial esa campaña pero que ese gobierno no disponía de medios para cubrir los gastos,
no obstante allanaría todos los obstáculos si San Martín encontraba auxilios financieros
fuera de Chile.
Las relaciones entre los gobiernos de Santiago y Buenos Aires eran muy frías y San
Martín volvió a advertir a Buenos Aires que el ejercito de Los Andes corría riesgo de
disolverse a causa de la miseria, amenazando incluso son separarse del mando. Ya vimos
las acciones de San Martín en su viaje a Buenos Aires después de Maipú.
Al mismo tiempo presionaba sobre el gobierno de Chile amenazando con regresar a Cuyo
con el ejercito de Los Andes, pretextando la amenaza (cierta) de una expedición española
sobre Buenos Aires (expedición de Riego), no dejaba de señalar, al mismo tiempo que el
retiro del ejército de Chile sumiría la país en un gravísimo desorden, y las tropas del ejercito
de Los andes serían consumidas por la guerra civil que asolaba a las provincias del Rió de
La Plata.
Amenazaba a Chile con el alejamiento del ejercito e insinuaba a Pueyrredón que no debía
ordenar el repaso de la cordillera más que de una parte de ese ejercito; procuraba hacer ver
a ambos gobiernos el peligro del abandono de la campaña, la disolución de la alianza
argentino-chilena, la floración del caos en Chile y la posibilidad de que el virre y Pezuela
aprovechase la oportunidad para rescatar el territorio chileno.
Concentro San Martín las unidades argentinas en Curimón, cerca de la quebrada
que conduce al paso cordillerano a Mendoza, y comunicó oficialmente la partida del ejercito
a Cuyo. Pueyrredón autorizó el regreso de una división del ejercito de Los Andes; la otra
quedaría en Chile. Pero cuando O’Higgins advirtió el peligro que entrañaría el retito de las
tropas argentinas, recurrió a la Logia Lautaro para que hiciese desistir a San Mart ín de esa
actitud; la logia exigió que San Martín fuese auxiliado para realizar la expedición al Perú.
Sin confiar demasiado en esas gestiones, San Martín hizo replegar la primera
división a Mendoza y dejo a Las Heras al mando de la fuerzas en Chile.
Ya vimos anteriormente, como Pueyrredón preocupado por las noticias de la
preparación de una expedición en Cádiz, con destino al Río de la Plata, había anticipado
a San Martín el regreso de todas las fuerzas del ejercito de Los Andes, pero la sublevación
de Riego desvaneció la amenaza, San Martín suspendió los preparativos para trasmontar
el ejercito. Pero entonces Pueyrredón le exigió el envío de la división acantonada en Cuyo,
para que contribuyese a sofocar la rebelión de Estanislao López en Santa Fe; con el mismo
objetivo se había ordenado al ejercito del Norte (nuevamente al mando de Belgrano) que
acudiese al Litoral. Ante esta situación López, resolvió entablar negociaciones de paz.
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HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
San Martín siguió presionando sobre los dos gobiernos y finalmente en febrero de
1819 se firmó un Tratado que comprometía a Buenos aires y a Santiago a realizar la
expedición a Perú.
En marzo de 1819 lo visitó en Mendoza un emisario de las logias de Bs. As. y
Santiago, el Sargento Mayor Manuel Borgoña, para informarse de las necesidades que se
habrían de satisfacer para llevar a cabo la expedición al Perú. San Martín expresó entonces
que se contentaría con 4.000 hombres si no era posible reunir los 6.000 yque le bastarían
500.000 pesos de los cuales ya tenia 200.000, correspondientes al empréstito de medio
millón contratado por el gobierno de Buenos Aires. Se trasmitieron al gobierno chileno las
bases, que fueron aceptadas. El propio O’Higgins escribió a San Martín para que regresara
a Santiago y Guido le anticipó en carta confidencial la resolución adoptada por la logia
relativa a la expedición al Perú. San Martín respondió a Guido “Veo que Ud. me dice sobre
la deliberación de nuestros amigos acerca de la expedición. La creo sumamente necesaria,
pero los aprestos deben hacerse inmediatamente en términos que no queden en
deliberaciones; si así se verifica, marcho al instante, no digo a cordillera cerrada, pero con
mil más que tuviera que pasar”.
El acta de Rancagua.
Visto como se iba configurando la situación de las provincias unidas, San Martín
había convenido con O’Higgins, que si fracasaban sus gestiones, la expedición del Perú
debería proseguir bajo los auspicios de Chile, por que este país contribuía con la mayor
parte de los elementos necesarios, pero que el ejercito de los Andes conservaría su
bandera y su carácter de representante de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Había
pues un gobierno detrás de la expedición. Pero San Martín no podía pasar por alto la
situación que creaba a las tropas argentinas a las órdenes de un general que no contaba
con el respaldo de un gobierno nacional; quiso asegurar previamente la fidelidad de sus
subordinados, comprometiéndolos a reconocerlo como jefe y a identificarse con él en su
misión redentora. El 26 de marzo de 1820 hizo llegar al coronel Las Heras un pliego sellado
con orden de abrirlo y leerlo en presencia de los oficiales del ejercito de Los Andes, en ese
momento acantonado en Rancagua.
Las Heras convocó a los oficiales el 2 de abril u abrió el sobre de San Martín en su
presencia. En él renunciaba a su cargo de general en jefe y dejaba a sus subalternos la
libertad de elegir a quien creyesen que debía mandarlos. Expresaba “ El Congreso y el
Director Supremo de las Provincias Unidas no existen. De esas autoridades emanaba la
mía de General en Jefe del Ejercito de Los Andes, y por consiguiente, creo mi deber y
obligación el manifestarlo al cuerpo de oficiales para que ellos por sí, y bajo su espontánea
voluntad, nombren un general en jefe que deba mandarlos y dirigirlos y salvar de este modo
los riesgos que amenazan la libertad le las Américas”
«En la ciudad de Rancagua, a dos días de abril de mil. ochocientos veinte reunidos los SS.
Jefes y ofíciales del Ejército de los Andes, en la casa del Estado Mayor del ejército
expedicionario y comandante general del mismo, se abrió un pliego rotulado para dicho
señor, y dirigido por S. E. al señor general en, jefe, con expresión en el sobre, de no romper
el lema hasta no estar "reunida toda la oficialidad y procediéndose a su lectura por el Sr.
comandante general, concluyó y se procedió a la votacián" según está prevenido, para
"elegir nuevo 'jefe en virtud de no existir el gobierno que nombró al presente y como en el
mismo acto tomase la palabra el Sr, coronel comandante del N° 8 don Enrique Martínez, y
expusiese que: no debíaprocederse a la votación por ser nulo el fundamento de haber
caducado la autoridad del Sr. General, fue preciso considerar esta objeción que al mismo
tiempo reprodujeron los SS coroneles Mariano Necochea, don Pedro (Conde) y don
Rudesindo Alvarado y proceder después a la votación de los SS oficiales, que
unánimemente convinieron en lo mismo, quedando en consiguiente sentado como base y
principio, que la autoridad que recibió el Sr. General para hacer la guerra a los españoles y
adelantar la felicidad del país, no ha caducado, ni puede caducar, por que su origen que es
la salud del pueblo es inmutable. En esta inteligencia, por si algún accidente o circunstancia
inesperada faltase por muerte o enfermedad el actual, debe seguirle en la sucesión del
mando del jefe que continué en el próximo inmediato grado del mismo ejercito de Los Andes.
Y para constancia lo firmaron un oficial más antiguo de cada clase en todos los cuerpos y
los SS Jefes”
FIRMAS
San Martín acepto esta Resolución bajo la condición expresa de que se realizase la
expedición al Perú, sin pérdida de tiempo.
Solo lectura
Composición del Ejército Libertador. Las fuerzas con las cuales emprendió San Martín
la tarea de la liberación del Perú eran insuficientes desde el punto de vista numérico; eso no
podía ignorarlo un hombre meticuloso como San Martín, y de aquí que la estrategia seria
ganar tiempo, maniobrar con habilidad para no comprometer sus escasas tropas antes de
tiempo y esperar el alzamiento del pueblo peruano y su incorporación a la lucha por la
independencia.
El ejercito libertador a Perú se formó con unidades del ejercito de Los Andes y de
Chile, bajo el comando en jefe de San Martín, el general Juan Gregorio Las Heras como jefe
del estado mayor.
El aporte del ejercito de Los Andes: el batallón N°7 al mando de Pedro Conde, con
439 plazas; el N°8 al mando de Enrique Martínez, con 462 plazas, el N°14 al mando de
Ramón Deheza, con 562 plazas; el Batallón de Infantería al mando de Pedro Luna con 198
plazas; El regimiento de Granaderos a Caballo al mando de Mariano Necochea, con 261
plazas. En total; 14 jefes, 120 oficiales y 2.213 hombres de tropa.
El aporte chileno fue. El Batallón 2, al mando de Santiago Aldunate con 600 plazas;
el Batallón 4 al mando de José S. Sánchez con 651 plazas; el N°5 al mando de Mariano
Larrazabal, con 324 hombres; el de artillería, al mando de José Manuel Borgoña, con 2111
plazas. Esta división chilena llevaba además los cuados de mando para organizar nuevas
unidades en Peru. En total 9 Jefes, 153 oficiales y 1805 hombres de tropa.
Es decir una fuerza terrestre de 4.313 hombres, (San Martín había solicitado no
menos de 6.000). La Artillería contaba con 21 cañones de Campaña, 10 de montaña, 2
obuses pesados y 2 morteros. 186
Complementaban la división una compañía de zapadores, el parque, la maestranza,
el cuerpo de hospitales de campaña, armamento para 15.000 hombres más, que se preveía
186
Debía enfrentar las fuerzas del Virrey Pezuela, co mpuestos por un ejercito de 6.624 hombres de las tres armas
(infantería, artillería, caballería) estacionados en la región de Lima a las ordenes directas del Virrey; otro de 6.000
hombres en el Alto Perú a las ordenes de La Serna y Juan Ramírez; un ejercito de reserva de 1380 hombres en Arequipa;
unos 3.000 ho mbres en guarniciones de provincias septentrionales; 1200 ho mbres en guarniciones costeñas. En total las
fuerzas virreinales del Perú sumaban unos 23.000 hombres
131
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
poder reclutar en Perú.
La escuadra se componía de 8 buques de guerra y 11 lanchas cañoneras; montaba
1.600 tripulantes y víveres para seis meses. La integraba el buque San Martín, de 64
cañones; Las fragatas O´Higgins de 50; la Lautaro de 46; LA Independencia de 28; La
Garvarino de 18, la Araucano de 16 cañones. LA mayoría de ellas tomadas al enemigo en
las incursiones de Cochrane.
ANEXO 1
POLEMICA SOBRE EL NACIMIENTO DE SAN MARTIN
Debates sobre el origen de San Martín
La posibilidad de que el Libertador no sea hijo de Juan de San Martín y Gregoria Matorras
sino de Diego de Alvear y una india guaraní -lo que surge de viejos documentos de la familia
Alvear- desató la polémica.
HUGO CHUMBITA.
Muchos aspectos del origen de José de San Martín han sido un enigma. Su fe de bautismo
nunca fue encontrada; la fecha de nacimiento, los estudios en España también estuvieron
rodeados de ambigüedad. Un libro de memorias escrito en el siglo XIX por María Joaquina
de Alvear y Sáenz de Quintanilla confirma rumores que recorren dos siglos de historia
argentina: San Martín fue hijo del español Diego de Alvear y de una india guaraní, de quien
la tradición afirma que se llamaba Rosa Guarú.
Mestizo y plebeyo
En 1812, San Martín fue recibido co n desconfianza por la sociedad porteña. A diferencia del
galante y mundano Carlos de Alvear, no tenía fortuna ni alcurnia. Era moreno, el pelo lacio
y renegrido. Corrían rumores sobre su condición de mestizo y la madre de Remedios de
Escalada se opuso a que casaran a su hija con ese oscuro plebeyo. Recién llegado, San
Martín pidió que le mandaran a Buenos Aires 300 mozos guaraníes de las Misiones para
formar su plantel de Granaderos. La Logia Lautaro, que fundó junto a Carlos de Alvear, se
movió en las sombras, enfrentando al grupo rivadaviano. Pero luego Alvear se entendió con
132
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
Rivadavia y, en pugna con el artiguismo, llegó a solicitar la protección británica. La Logia
entró en crisis: San Martín insistía en liberar el continente, más allá de los intereses del
círculo de hacendados y comerciantes.
En 1816, en un famoso parlamento con los caciques pehuenches, San Martín expuso el
plan de cruzar la cordillera para terminar con los godos "que les han robado a ustedes la
tierra de sus antepasados", les solicitó ayuda y permiso para pasar por sus dominios y
declaró: "Yo también soy indio". Luego rehusó defender al gobierno porteño de la
insurrección federal y marchó al frente de su Ejército rebelde hacia el Perú, con el respaldo
chileno. En las vísperas, envió a los indígenas peruanos un manifiesto en quichua. Fue
recibido en Lima como si fuera el hijo del Sol, anunciado por las antiguas profecías de
redención. Soñó con coronarse como un nuevo inca, pero se quedó sin fuerzas y dejó su
lugar a Bolívar. No quiso intervenir en la guerra de unitarios y federales y se radicó en
Europa. En 1828 intentó volver al Río de la Plata, pero lo disuadieron las renovadas furias
partidistas.
Juan Bautista Alberdi, que lo entrevistó en París en 1843, trazó de él un retrato notable: "Yo
lo creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado; y no es más que un hombre de
color moreno...". Además, "no obstante su larga residencia en España, su acento es el
mismo de nuestros hombres de América". Después, San Martín legó su sable a Rosas
como gesto de apoyo a la resistencia al bloqueo anglofrancés, algo que no le perdonaría el
partido de los liberales emigrados.
Durante el siglo XX una caudalosa bibliografía enfocó las vinculaciones de San Martín con
la política británica y francesa y con la masonería, planteando la cuestión de sus
motivaciones. Si fue tan corta su vivencia de América, si tenía de ella una borrosa imagen,
si había servido dos décadas al rey, es difícil creer en su patriotismo como pasión
determinante. Resulta verosímil la hipótesis de que inicialmente fuera un mercenario o un
agente masón de los proyectos británicos o franceses. Hoy es posible otra explicación: que
era un mestizo y sufría en carne propia la injusticia del sistema colonial. Partiendo de esa
versión y de los indicios expuestos en mi libro Jinetes rebeldes, obtuve la confirmación a
través de testimonios concordantes de tres ramas de descendientes de Carlos de Alvear:
los Christophersen, los Santamarina y los Verger. Los mismos datos son corroborados por
las memorias manuscritas de Joaquina, que obran en poder de Diego Herrera Vegas.
"Esto no se puede decir", le advirtió Pedro Christophersen III a su hija Magdalena cuando le
contó el secreto preservado durante generaciones. La abuela de Pedro III era doña Carmen
de Alvear, nieta de Carlos y prima hermana del presidente de la república Marcelo de Alvear.
Magdalena conserva un añoso ejemplar de un libro de Sabina de Alvear y Ward, que le
sirvió para completar aquel relato.
En 1781, Diego de Alvear se casó con María Josefa Balbastro. Se radicaron en las Misiones
y tuvieron nueve hijos, uno de ellos Carlos, nacido en 1789. En 1804, la familia embarcó
hacia España. Pero antes de llegar, en un combate con navíos ingleses murieron la esposa,
siete hijos, un sobrino y cinco esclavos. Don Diego perdió la mayoría de sus bienes.
Prisioneros, Alvear y su hijo Carlos fueron llevados a Londres. Allí, Carlos pudo estudiar y a
Diego lo indemnizaron. Además, se casó con una joven inglesa, Luisa Ward, con quien tuvo
más hijos.
En 1806 regresaron a España, don Diego ocupó nuevos destinos militares y, según los
Alvear, ayudó y mantuvo un trato afectuoso con su hijo José Francisco. Carlos supo que
aquél era su medio hermano y fueron grandes camaradas. Al producirse la Revolución de
Mayo, concibieron juntos el regreso, aprovechando las importantes relaciones de su padre
en Londres y en Buenos Aires.
San Martín y quienes conocían su filiación guardaron siempre reserva. Para ingresar a la
milicia en España fue necesario acreditar que era hijo legítimo y todos quedaron obligados a
mantener esa ficción. En cierto sentido, él vino a América a buscar a su madre. Habló muy
poco de sí mismo, y cuando lo hizo omitió referirse a su origen.
Hoy tenemos derecho a saber quién era José de San Martín. La privacidad de los hombres
públicos no puede ser una valla cuando se trata de esclarecer hechos históricos.
Reconstruir la verdad y reinterpretar el pasado no es curiosidad: la condición de mestizo, la
impostura en la que se vio obligado a vivir, la relación con su padre biológico fueron
componentes decisivos de la personalidad y el rol que desempeñó.
Esta historia tiene un profundo significado. Don Diego de Alvear tomó a una mujer guaraní,
tal vez por amor, en una relación típica de la conquista: los cruces interétnicos estaban
prohibidos por la legalidad colonial. En el marco de esa dualidad, don Diego violó la ley y
ocultó su falta. Se hizo cargo del niño y le buscó un hogar, lo cual, en aquel injusto dilema,
era una salida. Implicaba una falsedad que privó al hijo de su madre y su identidad: acaso
uno de los males más extendidos de la historia americana.
José de San Martín padeció su "destino americano": no saber quién era, el extrañamiento,
la ausencia materna, la conciencia de ser hijo de la violencia de los dominadores sobre los
pueblos nativos. Se alzó desafiando al mundo de su padre. Transformó su humillación en
rebeldía política. La persona, la memoria y la significación de San Martín no son patrimonio
de una familia, ni siquiera de un país. Es una figura americana y universal. Es hora de saber
quién fue.
DE LA HISTORIA A LA COMIDILLA
Por Juan José Cresto (Especial para LA NACION)
Que San Martín fuera mestizo no le quita nada a su figura (y tal vez la agranda) y que su
padre fuera el ilustre hombre de ciencia y marino -después brigadier de la Real Armada-
don Diego de Alvear y Ponce de León tampoco es un deshonor. Sin embargo, de acuerdo
con la documentación disponible y de lo que de ella se desprende, ello no es posible. La
noticia, que procede de un diario íntimo de Joaquina de Alvear, debió ser conocida también
en el siglo XIX por historiadores como Bartolomé Mitre, Manuel Ricardo Trelles, Vicente
Fidel López, Ernesto Quesada, Estanislao S. Zeballos, Angel Justiniano Carranza y otros,
que frecuentaban a los Alvear y, sin duda, la habrían trasmitido y justificado, o no, dentro de
la investigación histórica.
Por muy pequeña que fuera la sociedad de entonces, la importancia en la filiación de San
Martín no podría haberse silenciado para guardar apariencias, como si fuera una
confabulación de tanta gente y por tanto tiempo. Ocurre que, simplemente, debió ser
desechada porque no era una información objetiva, ni fidedigna, ni corroborada por terceros,
como lo es la documentación obrante que, aunque indirecta, es, concordante con la
posición adoptada por toda la historiografía en todo tiempo.
Carlos Antonio José Angel de la Guarda Alvear y Balbastro (nunca fue Carlos María) era el
único hijo que sobrevivió de don Diego, debido al hundimiento de la fragata Mercedes por
los ingleses, el 9 de agosto de 1804, cerca de Cádiz. Acompañaba a su padre, que se había
hecho cargo de la flota. Tenía 15 años cuando vio morir ese día a su madre y a sus ocho
hermanos debiendo quedar, ambos, prisioneros en Inglaterra, donde su padre volvió a
casarse y formar familia.
Sólo pudieron volver a España en 1806. Mal podía, entonces, ayudar a José e n el
Seminario de Nobles, porque en esos días éste era ya capitán de la 2ª Compañía del
Batallón de Infantería Ligera de Campo Mayor, había hecho sendas campañas en África y
en el Rosellón francés. Tenía 28 años, su pecho con heridas y medallas, su legajo con
mención al -valor probado- y gozaba de estipendio regular. De acuerdo con los destinos
militares, es muy poco probable que se hubieran visto y menos aún, intimado alguna vez.
El tratamiento que San Martín -hombre reservado, parco, estricto, cortante e n su lenguaje-
dio al joven Alvear, once años menor que él, fue siempre distante. Nunca tuvo el
demostrado afecto fraternal que expresó con sus hermanos legítimos y ni siquiera el sincero
entendimiento que manifestó de lleno con sus amigos, como el brigadier Tomás Guido, el
general O’Higgins o el diputado al Congreso de Tucumán Godoy Cruz. Con ellos franqueó
sus sentimientos personales; con Alvear nunca.
Por otra parte, quiso mucho a su familia. Su padre estaba orgulloso de él: su madre dice que
es el que menos trabajos y ocupaciones le ocasionó; su hermano Justo Rufino fue un
verdadero "hermano", valga la redundancia, y ambos convivieron en Francia. En los días
finales le lega bienes a su hermana mayor, María Elena, viuda y desamparada. Téngase en
cuenta que le estaba impedido el regreso a España. Desde ya no pudo tener contacto con
Juan Fermín, que marchó a Filipinas para no volver, ni tampoco con Manuel Tadeo debido a
sus destinos militares.
En cambio, cuando Alvear ocupa el cargo de director supremo, ejercido antes por su tío
Gervasio Antonio de Posadas, lo primero que hace es destituirlo de su cargo de gobernador
135
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
intendente de Cuyo. Cuando San Martín muere en Francia y Alvear se entera, está en
Washington como embajador de la Confederación, y en una car ta reconoce los méritos
excepcionales "de aquellos hombres que nos dieron la Independencia política". Lo
menciona como uno de los mayores generales que produjo el país. No hay ningún trato de
intimidad ni de tratamiento propio de un hermano, aunque sí de justicia post mórtem.
El padre del prócer, el capitán Juan de San Martín, había nacido en Cervatos de la Cueza el
12 de febrero de 1728 (Archivo Parroquial de Pamplona, p. 25) y se casó con Gregoria
Matorras el 1º de octubre de 1770. Vino a Indias con la e xpedición de Cevallos y fue
después destinado a la administración de la Estancia de los Jesuitas, después de su
expulsión, en Calera de las Vacas, en la Banda Oriental.
Allí nacieron sus hijos mayores: María Elena, el 18 de agosto de 1771, "hija de Dn. Juan
Sanmartín, Ayudante Mayor de las Asambleas de infantería de esta Prov. y natural de
Cervatos de la Cueza, y de Da. Gregoria Matorras su legítima muger (sic) dependiente de la
Villa de Paredes de Nava ( ... )" (Archivo Parroquial de Las Víboras, Lo. I, Fo. 21). Nació
también allí Manuel Tadeo el 9 de noviembre de 1772, "hijo legítimo del expresado Dn. Juan
Sanmartín ( ... ) y de Gregoria Matorras" (Archivo Parroquial de Las Víboras, Lo. 1, Fo. 25).
Finalmente, el 5 de febrero de 1774, nació en Calera de las Vacas su hermano Juan Fermín
"hixo lex.mo (hijo legítimo) de Dn. Juan de San Martín y de Da. Gregoria Matorras" (Archivo
Parroquial de Las Víboras, Lo. 1, Fo. 3 l).
Pero no hay luces sin sombras. En 1767 Carlos III expulsó a los jesuitas, que eran un
verdadero muro de contención de las invasiones portuguesas y fuente de progreso, de
creación de bienes, de organización regional, de paz social y de respeto hacia el poblador
indígena, a instancias del marqués de Pombal y de la diplomacia lusitana. El gober nador
Bucarelli y Urzúa cumplió la orden de expulsión, que fue la medida más injusta que se
produjo en estas tierras y causa del deterioro económico y cultural para nuestro país en
gran parte del siglo XIX. Así, por lo tanto, libres de obstáculos, los ejércitos portugueses
partieron de San Pablo y cometieron verdaderos genocidios. En 1817 asaltaron las
Misiones y el 12 de febrero destruyeron el pueblito de Yapeyú, incendiaron sus casas y su
parroquia con sus libros de bautismos y defunciones, perdiéndose para siempre las actas
de nacimiento de Justo Rufino y José Francisco. ¡Ese día San Martín vencía en Chacabuco!
Sin embargo, la documentación que queda es supletoria, pero concordante y de valor,
permitiéndonos sacar conclusiones valederas.
El 17 de febrero de 1794 Justo Rufino debe demostrar limpieza de sangre -propio de los
prejuicios de la época- y dice, estando en España con 18 años de edad: "( ... ) que como
cierto haver conocido en esta Villa a Da. Gregoria Matorras mi madre, natural de ella,
egualm.te (igualmente) a Dn. Domingo Matorras, su padre y mi abuelo, vecino que fue de
esta misma villa ( ... ) etc.". El documento está firmado por varios testigos hábiles. Otro tanto
hace con los orígenes de su padre, en oficio del Duque de Alcudía, fechado en Aranjuez el
19 de marzo de 1794 (INS, 1/16).
Finalmente, José Francisco tuvo a sus padres por legítimos y a sus hermanos como tales, y
no hay documento alguno que lo contradiga, pero sí todos los existentes que lo confirman.
El 1° de julio de 1789, en la petición de ingreso al Regimiento de Murcia, dice: "Dn. Josef
Fran.co de S.n Martín hijo de Dn. Juan Capitán Agregado al Estado Maior de esta Plaza,
con el devido (sic) respeto dice q.e a exemplo de dicho su padre y hermanos cadetes q.e.
tiene en el Regimiento de Soria, desea el exponente se guir la distinguida carrera de las
armas en el Regimiento, de Murcia (...)". (MM 65. ASM I/55/56).
136
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
El 27 de diciembre de 1784, el capitán de Infantería Juan de San Martín se dirige al rey
Carlos III haciendo relación de sus servicios en América y en España y pide un destino
militar y un ascenso a teniente coronel, que finalmente no le fue concedido; lo hace "( ... )
atendiendo a los méritos expuestos y a la necesidad que tiene de mayores auxilios, para
atender a la educación y crianza de cinco hijos que tiene (...)" (ASM, 1/68).
Esa misma preocupación -los cinco hijos- ocupan la mente, el sentimiento y el espíritu de
doña Gregoria Matorras del Ser, la aldeana del obispado de Palencia, cuando el 10 de julio
de 1803, a los 65 años, hace testamento. Siendo una sencilla mujer, de pocas letras y
católica según sus mayores, no puede mentir ni engañar a nadie, ni tenía motivos valederos
para hacerlo, sobre todo porque era una posición final y definitiva ante el más allá. Dice: "(...)
Declaro que del referido mi matrimonio me quedaron cinco hijos (CINCO HIJOS) que lo son
Dn. Manuel Tadeo, Dn. Juan Fermín, Dn. Justo Rufino, Dn. JoseL Francisco y Da. María
Elena de San Martín, con los quales dhos. (dichos) varones, tanto en tpo. (tiempo) de su
difunto Padre ( ... ) pero puedo asegurar que el que menor costo me ha tenido ha sido el Dn.
Josef Fran.co (y) (...) dejo, instituyo mis únicos y unibersales (sic) herederos a los
significados Dn. Manuel Tadeo, Dn. Juan Fermín, Dn. Justo Rufino, Dn. Josef Francisco y
Da. María Elena de San Martín y Matorras, mis cinco hijos legítimos y del enunciado Dn.
Juan de Sn. Martín, mi difunto marido, para que lo que así se verifique, lo hayan, lleben,
gocen y hereden con la vendición (sic) de Dios ( ... )" (Documento M.M. N° 28. D ASM, T. I,
pp.23-27 y Museo Histórico Nacional, T. 1, pp. 83 y ss). Consideramos este documento
como definitivo.
¿Por qué habría de guardar un secreto semejante, es decir, tener cuatro hijos legítimos y
uno de terceras personas este sencillo matrimonio? Y si así fuera, ¿se guardaría toda la
vida, cuando las circunstancias cambiaron? Pero, ¿podría guardarse cuando se dicta un
testamento, se está frente al infinito de la muerte, siendo una aldeana anciana, simple y
profundamente católica? ¿Tendría entonces razones para mentir en esa circunstancia
única? ¿Ante quién? ¿Para qué? Pues bien: en ese momento trascendente menciona a sus
cinco hijos legítimos y dice habidos con su extinto esposo, que incluyen al menor José, a
quien ella tanto ha querido y quien más la ha confortado. Creemos que este documento es
más definitorio que la memoria -sin duda de buena fe- de doña Joaquina de Alvear, basada
en una apreciación subjetiva.
La iconografía de San Martín es bastante conocida. No sólo los diversos artistas que lo han
retratado y los daguerrotipos obtenidos, sino la descripción que han hecho de su persona
quienes lo trataron, desde sus camaradas de armas hasta sus visitantes en los días de su
ostracismo. Y consta que no hay en este concepto ni prejuicio, ni exclusión, ni aversión. Su
nariz aguileña, sus pobladas cejas, su piel cetrina, su cabello negro y poblado, sus ojos
oscuros y de mirada profunda y penetrante, su cuerpo atlético y marcial, membrudo,
delgado, pero sobre todo su afilada nariz aguileña, nada le daba impresión de noble
herencia de la raza guaraní. Y como si fuera poco, era lo más diferente que pueda
imaginarse a Carlos de Alvear, su supuesto y presunto medio hermano, que era de un
blanco pálido, de cejas finas y ojos azules.
Para romper con España y retornar a América -de la que sólo recordaría vagamente
algunas cosas- no necesitaba ser indio. ¡Bastantes cosas debió soportar con el absurdo
régimen de Fernando VII! La postergación del ascenso de su padre, nunca logrado pese a
las peticiones, la pobreza familiar, el retraso cultural, la injusticia social y -por otro lado- la
atractiva idea de la Revolución Francesa, ¿no fueron suficientes motivos? Agréguese que
las cosas de la infancia siempre se idealizan. ¡Cuántas historias habrá oído de su padre
sobre aquellas lejanas tierras! Resulta curiosa la idea de que traer al presente un
documento a todas luces fantasioso, tiene por objeto "humanizar los próceres". Me
137
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
pregunto, ¿es que no eran humanos acaso? Nadie puede negar la enorme obra
sanmartiniana, su trayectoria, su pensamiento, su estrategia, su visión militar, su visión de
estadista, sus ideales, su renunciación, su humildad.
Buscar en los escondrijos de su vida alguna actitud para denigrarlo y motejarlo, sin
documentación respaldatoria o de dudosa veracidad y, a la vez, no describir ni narrar ni
explicar su conducta pública no es humanizarlo, sino faltar a la verdad. Porque no hay peor
mentira que la verdad a medias.
El autor es director del Museo Histórico Nacional y presidente de la Academia
Argentina de la Historia
ANEXO II
138
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1.1 R egreso de San Martín a América
Era el lunes 9 de marzo de 1812 en la ciudad de la Santísima Trinidad y puerto de Santa
María del Buen Aire, vieja de más de dos siglos y altiva cabeza de las flamantes Provincias
Unidas del Río de la Plata, herederas directas del vastísimo Virreinato del Río de la Plata, que
abarcaba siete millones de kilómetros cuadrados, desde el Atlántico hasta el Pacífico, la
Banda Oriental, las misiones jesuíticas orientales, Paraguay, el Alto Perú, hasta los confines
antárticos, las islas Malvinas y la Patagonia sobre ambos océanos.
Los viajeros, que acababan de arribar en la fragata inglesa George Canning, contemplaron
desde el río el caserío chato de blancas casas bajas, donde emergían las bellas torres de sus
iglesias, sonoros campanarios cuyos repiques acaso les sugirieron un saludo de bienvenida.
Más allá del Fuerte, hacia el Norte, se divisaban las verdes barrancas del Retiro.
Todos ellos, con excepción del Teniente Coronel San Martín y el primer Teniente de Guardias
Valonas Eduardo Kalitz barón de Holmberg, tenían familia en Buenos Aires. El Capitán de
infantería Francisco de Vera, el Capitán de milicias Francisco Chilavert y el alférez de navío
José Matías Zapiola habían sido arrestados en Montevideo el 12 de julio de 1810 por las
autoridades españolas, a causa de su adhesión a los patriotas de la Junta de Buenos Aires.
Encarcelados y enviados a España, obtuvieron en Cádiz su libertad y se fugaron luego a
Londres. El Capitán Francisco Chilavert viajó en la George Canning con sus hijos José
Vicente, que se hizo muy amigo de San Martín, y Martiniano, futuro Coronel argentino, quien
entonces sólo contaba ocho años de edad. El alférez Zapiola tenía a su hermano Bonifacio,
abogado en el Superior Tribunal de Justicia de Buenos Aires, quien había también adherido a
la causa de Mayo.
Una de las familias más distinguidas de la sociedad porteña era la de Balbastro, es decir, la
familia de la madre del alférez de Carabineros Reales don Carlos de Alvear. Según la
tradición, la casa de los Balbastro era donde se celebraban las más concurridas reuniones
sociales nocturnas llamadas "tertulias". Era, pues, una casa amplia y acogedora. No puede
haber dudas de que allí se alojaron Alvear y su joven y bellísima esposa, doña Carmen
Quintanilla.
Existía en la época el hotel o fonda de los Tres Reyes, en la calle del Santo Cristo (hoy 25 de
Mayo), entre la de Las Torres (hoy Rivadavia) y La Piedad (hoy Bartolomé Mitre), donde bien
pudo alojarse San Martín. Pero la sencillez de costumbres, la caridad cristiana, la llaneza
criolla en el trato, la benevolencia y serena alegría de la vida social en Buenos Aires, confluían
en un franco sentimiento hospitalario, por el cual los viajeros se alojaban normalmente en las
casas de familia, que hasta habían abierto sus puertas para cobijar a los enemigos: los
vencidos oficiales ingleses de las invasiones de 1806 y 1807.
Dispuesto el alojamiento y equipaje, urgía sin duda clarificar sus propósitos ante las
autoridades de Buenos Aires, que no eran sino las del Triunvirato, por lo que, probablemente
acompañado por Alvear y Zapiola, cruzaron la Plaza de la Victoria.
Pasaron la Recova Vieja, quizá por el centro, bajo el artístico Arco de los Virreyes para
atravesar la Plaza 25 de Mayo, limitada hacia el río por el Fuerte o Fortaleza, que era, en
realidad, el alojamiento fortificado de las autoridades, donde funcionaban también las oficinas
del Gobierno, la Audiencia, el depósito para emergencias y la armería. Constituía el punto
fuerte fundamental para la defensa de Buenos Aires, cuyo dispositivo incluía también las
baterías de grueso calibre emplazadas en Olivos, Palermo, Retiro y Quilmes. Como bien
pudo verlo San Martín desde el estuario con sus ojos cargados de veteranía, era un recinto
amurallado en forma de estrella, dotado con cuatro bastiones coronados con garitas para
observar, rodeado al Este por la barranca del río. Del lado de la ciudad había un pozo
profundo, cruzado por el puente levadizo que debió franquear nuestro grupo de militares para
atravesar después el enorme portón de hierro que cerraba el acceso con el clásico rastrillo.
Unos segundos después subían las escaleras para llegar a los salones que hasta hacía poco
ocupaban los Virreyes, cuyos coloridos retratos se extendían en las antesalas.
Quizá después de una breve espera, entraba el Teniente Coronel San Martín a la sala con
ventanas hacia el río de la Plata. Allí, los triúnviros Rivadavia, Chiclana y Sarratea. Después
de ellos, bajo un dosel, un crucifijo. La crónica de la Gazeta de Buenos-Ayres ya citada, dirá
también refiriéndose a los recién llegados "...Estos individuos han venido a ofrecer sus
servicios al Gobierno, y han sido recibidos con la consideración que merecen por los
sentimientos que protestan en obsequio de los intereses de la Patria".
También, las noticias que traían estos oficiales, de las que eran testigos presénciales, no
podían menos que suscitar regocijo en los responsables del Gobierno. Presentían que podía
haber un cambio favorable en la situación política y estratégica que reforzara su precario
poder. Bernardo Monteagudo, director de La Gazeta desde el pasado diciembre de 1811,
encabezó sus "Noticias políticas" con la crónica mencionada del viernes 13 de marzo
proclamando el descalabro del ejército español en la Península: "El 9 del corriente ha llegado
a este puerto la fragata inglesa George Canning procedente de Londres en 50 días de
navegación; comunica la disolución del ejército de Galicia y el estado terrible de anarquía en
que se halla Cádiz dividida en mil partidos, y en la imposibilidad de conservarse por su misma
situación política. La última prueba de su triste estado son las emigraciones frecuentes a
Inglaterra, y aún más a la América Septentrional...".
Pero hay más. El mismo 9 de marzo de 1812, el Triunvirato escribía a don Juan Martín de
Pueyrredón, quien, a cargo de los restos del Ejército Auxiliar del Perú se encontraba en
Yatasto (Salta) y había abierto negociaciones con el general Goyeneche, al mando de las
fuerzas oponentes. Para influir en estas tratativas, le decían: "No olvide V.S. en este lance de
manifestarle la miserable situación de España. En la fragata inglesa George Canning que
hace tres días llegó a este puerto, han venido dieciocho oficiales facultativos y de crédito, que
desesperados de la suerte de España quieren salvarse y auxiliar a que se salven estos
140
HISTORIA AMERICANA II (B. 6)
preciosos países. El último ejército español de veintiocho mil hombres al mando de Alaske
-seguramente se referíá a Blake- fue derrotado por Suchet y de sus resultas ocupa Valencia,
Murcia, Asturias y gran parte de Galicia. Las cortes sin cortejo -mencionaba irónicamente a
las Cortes de Cádiz-, en Cádiz sin partido, dominante por los franceses. Las tropas que lo
sitúan son la mayor parte de los regimientos españoles del ejército de José, y todo anuncia la
conquista total de un día a otro. De todos modos V.S. avisará los resultados."
Los oficiales que llegaron el 9 de marzo de 1812 fueron considerados por el Triunvirato como
"facultativos", es decir, capacitados, y "de crédito", que acreditaban eficiencia y cuyo
testimonio merecía fé. Pero venían a salvar a "estos preciosos países" -más extensos y
poblados que la metrópoli -no sólo de los franceses sino también de Fernando VII, cuya
ineptitud e inmoralidad conocían. San Martín había tenido la versión directísima de su
hermano Justo Rufino sobre ese nefasto personaje, ya que había sido Guardia de Corps y
vivió en la Corte, en El Escorial y en Aranjuez los tristes episodios de 1808 y aún acompañó a
Fernando VII hasta Vitoria, donde en vista de la traición abandonó a su cuerpo para abrazar la
causa nacional de España, y luchar por su independencia, contra los franceses.
Sobre lo que San Martín expuso en esta ineludible reunión surge muy claro de sus propias
expresiones a lo largo de su vida. Para lograr el alto ideal del bien común para los americanos
creía indispensable su independencia, por lo que venía a ofrecer sus servicios como militar al
gobierno de su país nativo. Así lo dijo a los siete años de su llegada a Buenos Aires, cuando
elevó su renuncia como general en jefe del Ejército de los Andes al director supremo, el 31 de
julio de 1819; "Hallábame al servicio de España el año de 1811, con el empleo de
comandante de escuadrón del Regimiento de Caballería de Borbón, cuando tuve las primeras
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noticias del movimiento general de ambas Américas; y que su objeto primitivo era su
emancipación del gobierno tiránico de la Península. Desde ese momento me decidí a emplear
mis cortos servicios a cualquiera de los puntos que se hallaban insurreccionados: preferí
venirme a mi país nativo, en el que me he empleado en cuanto ha estado a mis alcances: mi
Patria ha recompensado mis cortos servicios colmándome de honores que no merezco...".
Ocho años más tarde, en abril o mayo de 1827, entre otros interrogantes planteados por el
general Miller para completar las Memorias que éste escribió, le respondió: "El general San
Martín no tuvo otro objeto en su ida a América que el de ofrecer sus servicios al Gobierno de
Buenos Aires...". finalmente, a treinta y seis años de su arribo al Río de la Plata y veintiuno de
la precedente carta, escribió al general Castilla, el 11 de septiembre de 1848: "Como usted,
yo serví en el ejército español, en la Península, desde la edad de trece a treinta y cuatro años,
hasta el grado de Teniente Coronel de caballería. Una reunión de americanos, en Cádiz,
sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc.,
resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarles nuestros
servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar...".
San Martín era casi un desconocido en Buenos Aires, por lo que, a pesar de su peculiar
modestia, no es aventurado suponer que haya deseado exponer ante el Gobierno todos sus
antecedentes, íntegramente. Dentro de esta idea, pudo mostrar su nombramiento de Capitán
avivo" o efectivo, con que se lo ascendió desde el grado de Capitán segundo que tenía en el
Batallón de Infantería Ligera Voluntarios de Campo Mayor, y se lo agregó al Regimiento de
Caballería de Borbón, atendiendo a sus "servicios y méritos" y por el distinguido mérito que
habéis contraído en la acción de Arjonilla ".
Entre estos documentos, San Martín poseía en su archivo el original de La Gazeta Ministerial
de Sevilla del miércoles 29 de junio de 1808, donde se describe en detalle, en una vívida
estampa, el "glorioso combate" de Arjonilla, en el que, con un puñado de húsares de Olivenza
y del Borbón, derrotó completamente a los famosos dragones franceses, vencedores en Jena
y en Austerlitz.
Quien esto exponía, rubricaba con su prestancia lo aseverado. Los triunviros estaban ante un
gallardo joven de aspecto y modales marciales; su erguida cabeza coronaba un cuerpo
esbelto, que se veía fuerte y ágil, de estatura más que mediana, impecablemente vestido,
probablemente con su sencillo uniforme de ayudante de campo: casaca y pantalón azul,
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chaleco de ante amarillo pálido con galón de oro, alamares en el hombro derecho, altas botas
granaderas con doradas espuelas. De su firme cintura pendía su magnífico sable corvo de
estilo morisco, que acababa de adquirirlo en Londres, para empuñarlo al servicio de grandes
y nuevos ideales. Su rostro correctamente afeitado, tostado por el sol y el aire del mar,
enmarcados por cortos cabellos renegridos con largas patillas, mostraba unos grandes ojos
negros de mirada franca y expresiva, con un ligerísimo destello risueño que despertaba
simpatía, mientras su nariz aguileña y su neto mentón hablaban a las claras de una voluntad
de hierro.
Se expresaba con sencillez y claridad sobre la eficacia de la caballería, arma empleada por
Federico II de Prusia y por Napoleón como medio principal para obtener la victoria en
innumerables batallas. Tiene propia experiencia de guerra, amplia y reciente. Ha vivido y
sufrido el éxito de la nueva táctica francesa de caballería, confirmando lo que estudió en su
nutrida biblioteca, donde inventarió cuarenta y ocho volúmenes de historia militar y doce de
táctica de caballería. Esmalta su conversación con anécdotas chispeantes que cuenta con
gracia andaluza.
Explicaba que en las dilatadas extensiones americanas es ideal disponer de esa arma que
llegaba velozmente a cualquier punto en busca del enemigo, hasta obtener un incesante
contacto con él. En el combate su poder de choque y su ímpetu eran temibles: rompía,
destruía y aniquilaba las formaciones enemigas, desempeñando un papel preponderante en
la batalla campal . Su opinión es terminante en cuanto a que en estas vastas llanuras los
hombres nacían prácticamente a caballo, mientras el abastecimiento y mantenimiento no
tenía limitaciones por los numerosísimos yeguarizos que poblaban la pampa y por la
abundancia natural de pastos en sus verdes praderas.
Quince años más tarde, entre abril y mayo de 1827, en contestación a preguntas que le dirigió
el general Miller, dirá: "Formó un Regimiento de Granaderos a Caballo... ": "Hasta la época de
la formación de este cuerpo, se ignoraba en las Provincias Unidas la importancia de esta
arma, y el verdadero modo de emplearla, pues generalmente se le hacía formar en línea con
la infantería para utilizar sus fuegos. La acción de San Lorenzo demostró la utilidad del uso
del arma blanca en la caballería, tanto más ventajosa en América cuanto que lo general de
sus hombres pueden reputarse como los primeros jinetes del mundo".
La necesidad de una pedagogía para iniciar a los gobernantes sobre el conocimiento de esta
arma quedó corroborada en las Memorias Póstumas del general José María Paz, quien dijo:
"Hasta que vino el general San Martín, nuestra caballería no merecía ni el nombre, y dotados
nuestros hombres de las mejores disposiciones, no prestaban buenos servicios en dicha
arma, porque no hubo un jefe capaz de aprovecharlas".
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ANEXO III
San Martín, Alvear y Zapiola, iniciados en las logias gaditanas, formaron en Buenos
Aires el triángulo básico de la Logia Lautaro en 1813, entidad eminentemente política de
formas masónicas que en muy breve lapso incorporaría en su seno a los elementos
vinculados a la logia de Julián Alvarez y, seguramente por ese conducto, a Bernardo
Monteagudo y los dirigentes de la Sociedad Patriótica. A la inversa de lo que se había
hecho hasta entonces, la Logia Lautaro comenzó a actuar sin estridencias, sin amenazas,
sin reuniones públicas, sin periódicos voceros. Pero trabajaba con severa disciplina y plena
conciencia de lo que se proponía hacer. Los cofrades del triángulo primigenio no habían
regresado al suelo natal sólo con espíritu de lucha, sino con planes bien amasados para
llevar adelante la obra independentista en todo el continente sudamericano. Si Alvear no
supo mantener la línea trazada, y muy pronto quedó enredado en intereses partidistas
locales gratos a sus devaneos dictatoriales, San Martín fue siempre consecuente con los
propósitos que animaron su decisión de obtener la independencia y la unidad política de la
América del Sur, y él asumió la responsabilidad del comando supremo de la entidad.
Esa idea de unidad sudamericana era algo más que un mero deseo. Era un propósito
formal, un compromiso contraído por los americanos vinculados a las logias gaditanas.
Sobre el particular, es muy elocuente el Manifiesto que a su hora publicó Vicente
Rocafuerte: “Todos los americanos – decía- nos tratábamos con la mayor fraternidad, todos
éramos amigos, paisanos y aliados en la causa común de la independencia, no existían
esas diferencias de peruano, chileno, boliviano, ecuatoriano, granadino, etc., que tanto han
contribuido a debilitar la fuerza de nuestras mutuas simpatías”. En esa misma línea estaba
la Logia Lautaro, y es imprescindible comprender ese punto de partida si se quiere entender
la acción de San Martín en el Río de la Plata, Chile y Perú, como también sus relacio nes con
Simón Bolívar, empeñado en idéntica causa.
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El apoyo mutuo y la acción conjunta apuntaba a obtener todos los resortes del poder,
con el objeto de lograr el fin supremo que se habían propuesto, es decir, la independencia
continental. En ninguna parte se dice, ni se insinúa siquiera, cuál sería el régimen de
gobierno que habría de auspiciarse. Así, quedan desvirtuadas las divertidas suposiciones
de que los lautarinos debían apoyar necesariamente el sistema republicano
La Logia Lautaro entendía que, ante todo, debla triunfar la revolución en el plano
militar, eliminando la resistencia de los sarracenos. La política debla estar al servicio de ese
objetivo básico, y por eso mismo la Logia debla manejar todos los resortes del poder.
Después, cuando la paz interior lo permitiera, se discutirían las formas institucionales más
convenientes conforme al pronunciamiento popular.
El ejército debía ser garantía de esa conducta, y así lo asentaron los jefes militares,
todos lautarinos, en el Cabildo abierto del 8 de Octubre, cuando afirmaron que la presencia
castrense en la plaza tenía por objeto “proteger la voluntad del pueblo”, y asegurar que éste
“pudiese explicar libremente sus votos y sentimientos, dándole a conocer de este modo que
no siempre están las tropas, como regularmente se piensa, para sostener los gobiernos y
autorizar la tiranía”.
Como toda empresa humana, la Logia Lautaro cometió errores y tuvo significativos
aciertos. Pero no cabe duda de que la acción decidida de los lautarinos logró vencer las
resistencias de los indecisos y los pusilánimes, y superando las rencillas políticas internas
impuso la declaración de independencia, punto de partida indispensable para cualquier
régimen institucional.
"Gemía la América bajo la más vergonzosa y humillante servidumbre, dominada con cetro
de hierro por la España y por sus Reyes, como es notorio al mundo entero, y lo han
observado por tres siglos, con justa indignación, todas las naciones. Llegó por fin el
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momento favorable en que disuelto el gobierno español por la prisión de su Monarca, por
sus observaciones repetidas, por la ocupación de la España y por otras innumerables
causas, la justicia, la razón y la necesidad demandaban imperiosamente el sacudimiento de
este yugo. Las Provincias del Río de la Plata dieron la señal de libertad: se revolucionaron,
han sostenido por diez años su empresa con heroica constancia; pero desgraciadamente
sin sistema, sin combinación y casi sin otro designio que el que indicaban las circunstancias,
los sucesos y los accidentes. El resultado ha sido haber dado lugar a las querellas de los
pueblos, al extravío de la opinión, al furor de los partidos y los intereses de la ambición, sin
que los verdaderos amigos de la patria pudiesen oponer a estos gravísimos males otro
remedio que su dolor y confusión."
"Este ha sido el motivo del establecimiento de esta sociedad, que debe componerse de
caballeros americanos, que distinguidos por la liberalidad de las ideas y por el fervor de su
patriótico celo, trabajan con sistema y plan de la independencia de la América y su felicidad,
consagrando a este nobilísimo fin todas sus fuerzas, su influjo, sus facultades y talentos,
sosteniéndose con fidelidad, obrando con honor y procediendo con justicia, bajo la
observancia de las siguientes Constituciones:
2º Este número no podrá aumentarse; pero en caso de salir algunos de los hermanos fuera
de la Provincia, podrá llenarse el mismo si las circunstancias lo exigiesen.
5º No podrá ser admitido ningún español ni extranjero ni más eclesiástico que uno solo,
aquel que se considere de más importancia por su influjo y relaciones.
7º Siempre que algún hermano fuese nombrado por el Gobierno primero o segundo Jefe de
un ejército, o Gobernador de alguna provincia, se le facultará para crear una sociedad
subalterna, dependiente de la matriz, cuyo número no excederá de cinco individuos¡ y
entablando la debida correspondencia, por medio de los signos establecidos, todas las
noticias y asuntos de importancia que ocurrieran.
8º La Logia deberá reunirse semanalmente el día que acordaré; también en los casos
extraordinarios en que por alguna grave ocurrencia convocara el Presidente.
9º Siempre que alguno de los hermanos sea elegido para el Supremo gobierno, no podrá
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deliberar cosa alguna de grave importancia sin haber consultado el parecer de la Logia, a
no ser que la urgencia de¡ negocio demande pronta providencia; en cuyo caso, después de
su resolución, dará cuenta en primera junta o por medio de su Secretario, siendo hermano,
o por el de la Logia.
11º No podrá dar empleo alguno principal y de influjo en el Estado, ni en capital, ni fuera de
ella, sin acuerdo de la Logia, entendiéndose por tales los de Enviados interiores y exteriores,
Gobernadores de provincia, Generales en jefe de los ejércitos, miembros de los tribunales
dé justicia superiores, primeros empleos eclesiásticos, jefes de los regimientos de línea y
cuerpos de milicias y otros de este clase.
12º Para sostener la opinión del hermano que tuviese e/ Supremo gobierno, deberá
consultar y respetar la opinión pública de todas las provincias, así en los empleos que
acuerde como en las deliberaciones graves que resuelva.
13º Partiendo del principio de que la Logia, para consultar los primeros empleos, ha de
pesar y estimar la opinión pública, los hermanos, como que están próximos a ocuparlos,
deberán trabajar en adquiriría.
14º Será una de las primeras obligaciones de los hermanos, en virtud del objeto de la
institución, auxiliarse y protegerse en cualesquiera conflictos de la vida civil y sostenerse la
opinión de unos y otros; pero cuando ésta se opusiera a la pública, deberán por lo menos
observar silencio.
15º Todo hermano deberá sostener, a riesgo de la vida, las determinaciones de la Logia.
16º Siempre que fuese propuesto algún profano para la Logia, se votará el nombramiento
de los hermanos que le sean más allegados, para que sondeando sus disposiciones con la
mayor cautela, y sin descubrir persona alguna, den cuenta a la Logia para que resuelva su
admisión o no.
17º No se tendrá por Logia la reunión que no se compusiese de las dos terceras partes, y
sus determinaciones en otra forma serán sin valor ni efecto.
18º Cuando la sociedad tuviera que tratar en favor o en contra de algún hermano, deberá
hacerle salir el Presidente para que se discurra con franqueza.
19º Todos los hermanos están obligados a dar cuenta en la Logia sobre cualquiera
ocurrencia que influya en la opinión o seguridad pública, a fin de que pueda tratar con
oportunidad y acierto de los remedios convenientes.
20º Cualquier hermano que averigüe que algunos de los otros ha descubierto la Logia por
palabras o señales, deberá inmediatamente dar cuente el Presidente para que la reúna;
pero si se reuniese en el mismo día, lo, expondrá en pública Logia.
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21º Al momento nombrará la Logia una comisión compuesta de seis individuos, que deberá
esclarecer el hecho bajo el mayor signo, para lo cual se te exigirá nuevo juramento, y del
resultado dará cuenta en plena Logia poniendo su dictamen sobre lo actuado.
23º - Cuando el Supremo gobierno estuviese a cargo de algún hermano, no podrá disponer
de la fortuna, honra, vida ni separación de la capital de hermano alguno sin acuerdo de la
Logia.
APENDICE DE LA CONSTITUCION
“El artículo 7º debe entenderse en esta forma: que los cinco individuos de que deben
componerse las sociedades subalternas son, fuera de los empleados que tendrán como la
matriz, a saber, Presidente, Vice-presidente, un solo Secretario para las dos Américas, un
orador y un Maestro de ceremonias.
LEYES PENALES
"1º El que dejara de asistir por mera voluntad, siendo muy frecuentes sus faltas, será
declarado inhábil para cualquier empleo por el tiempo que juzgue la Logia, y en caso que lo
tenga será suspenso hasta nueva resolución.
2º Todo hermano que revele el secreto de la existencia de la Logia, ya sea por palabra o
señales, será reo de muerte, por los medios que se halle por conveniente.
3º El hermano que acuse falsamente a otro será castigado con la pena del Talión,
4º Todo hermano que fuera de la Logia murmure o detraiga el crédito de otro hermano,
quebrantando el artículo 14º de la Constitución, será considerado infame o indigno de
alternar con los demás, y no se incorporará en los actos de reunión durante el tiempo de los
debates, hasta que ella lo haya absuelto.
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REGLAMENTO DE DEBATES Y ORDEN
1º Será una de las obligaciones de los socios asistir a las juntas con puntualidad a la misma
hora de la citación.
2º Reunidos los socios en las dos terceras partes que bastan para formar junte ocupará e/
Presidente el asiento preferente y los demás el que se les proporcionará, sin guardar
riguroso orden de antigüedad.
3º Se dará principio a cada junta por la relación que deben pasar los Secretarios de todo lo
acordado en lo anterior para que en consecuencia den razón de sus comisiones los que las
hubiesen recibido y se trate del cumplimiento de lo acordado, antes de pasar al examen de
otras materias.
5º Ninguna moción podrá discutirse sin ser apoyada, y una vez puesta en discusión debe
ser explicada, ilustrada y puesta en sus precisos términos por su autor.
6º Cada socio podrá opinar libremente acerca de la materia en discusión, pero no podrá
hacerlo sin haber pedido y obtenido la palabra del Presidente.
8º Después de haber hablado dos veces cada uno de los socios que hayan querido hacerlo,
propondrá el Presidente votaran sobre si se halla suficientemente discutido la mayoría en
cuestión. Si de la votación resultara no estarlo, seguirán los debates; pero si se diese por
bastantemente discutido, se procederá a votación sobre el negocio principal propuesto en
los términos en que le fijó su autor.
11º Cualquier socio puede reclamar el orden cuando se invirtiese; pero principalmente el
Presidente, que podrá imponer silencio.
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