Amar Es Un Arte
Amar Es Un Arte
Amar Es Un Arte
año 1. La obra de teatro que fui a ver se basa en el libro pero se llama Amar es un
arte, pero sigue siendo la misma idea. Ovidio daba consejos a los hombres y a un
tipo en particular en la obra que lo pintaban como feo y despechado por hombres y
mujeres porque los romanos no veían la homosexualidad como la ve la decadente
sociedad actual; le dice que debe ir a lugares públicos como el teatro, en donde
encontrará mujeres bellas en abundancia que acuden a ser miradas por otros; le
dice que debe ser pródigo en sus atenciones hacia ellas, comedirse y complacer su
caprichos, etcétera, etcétera. Y al parecer funciona, ¿o no?
El inicio de la obra versa sobre la creación del mundo, una padrísima historia
de la mitología griega que incluía a Urano, Gaia, y Cronos, finalmente a Zeus que
destronó a su padre, que también había destronado a su padre. Interesante ver que
incluyan esto al inicio dado que en la mitología griega el amor es ambivalente, por
ejemplo, cuando Zeus enfrentó por primera vez a Tifón, pudo hacerlo puesto que su
hija Atenea estaba detrás de él, dándole el coraje necesario para enfrentar a la po-
derosa y horripilante bestia, sin embargo años después Atenea fue de los dioses
que participaron en la rebelión contra Zeus, y lograron encadenarlo en su trono en
el Olimpo, y si no hubiera sido por uno de los Hecatónquiros talvez Atenea sería
ahora la diosa suprema del monte Olimpo.
Por otro lado, la historia de Orfeo y Eurídice muestra cómo con alguien
amado es posible lograrlo todo, o dicho de otra manera el imposible no existe. Orfeo
estaba tan enamorado de su amada, y Eurídice de él que viajó hasta el inframundo,
sin amilanarse frente a Cerbero, llegando hasta el mismo trono de Hades quien le
concedió su deseo movido en su corazón por el dolor que tenía de haber perdido a
su amada, pero le dio una condición y fue el amor que le impidió cumplirla perdiendo
a su amada, así desolado logró reunirse con ella sólo después de la muerte.
Aún más, todos los días vemos tipos y tipas que se lamentan y sollozan por-
que no tienen el amor en su vida, clamando que la vida es tediosa y monótona, pero
se refieren al amor romántico como de un novio que no tienen, y ese único amor, o
esa falta de amor los lleva a estar diciendo tantas tonterías melosas. Lo que no se
dan cuenta es que del amor hay muchos tipos, de diferente magnitud, alcance y
duración: el amor que profesa uno a su familia es diferente del que siente uno por
su novio, igualmente diferente al que profesa a su mejor amigo, o al mejor amigo
del hombre, cuyo amor es incondicional. Una y otra vez los humanos repiten las
mismas ideas en canciones, películas, libros, obras de teatro, incluso en la mitología
hay explicaciones muchas del porqué la gente desea el amor, poseer al amor, o
sentirlo o por lo menos saber a qué se siente. En el Simposio, alguno de los mens
que daban por turnos su apología para Eros dice que los hombres (o sea la huma-
nidad) existe ahora en dos variedades, pero en el pasado fueron tres, la tercera de
las cuales era una cosa llamada los andróginos (hombre-mujer) pues tenían cuatro
piernas, cuatro brazos, dos cabezas pero un solo cuello, y eran criaturas arrogantes,
ambiciosas y personalmente creo que repugnantes. En fin, los andróginos escalaron
el cielo queriendo lograr la altura de los dioses quienes los castigaron por su inso-
lencia partiéndolos en dos, así que de allí en adelante cada mitad buscaba su mitad
faltante, y se sentían tan mal sin ella que al encontrarla no se querían ni mover de
su lado muriendo de hambruna los muy idiotas, así que Zeus disminuyó el fervor
que tenían por encontrar su mitad faltante (porque seres que se la pasaban pegados
los unos a los otros no eran aptos de rendirle el culto necesario) y así es que los
hombres buscan a las mujeres y viceversa.
Qué explicación más extraña para decir que los hombres desean a las muje-
res, pero ¿qué sucedió con los otros dos tipos de humanos originales? Que tenían
dos brazos y dos piernas, bueno de ellos descienden los hombres que buscan la
compañía de otros hombres, pues no desean acallar los deseos burdos e intrascen-
dentes del cuerpo, sino la virtud y la pureza del alma, por tanto los gays son mejores
que la gente heterosexual, o eso decía este griego filósofo. Es más, en otra de las
apologías un griego que me parece se llamaba Anaxímenes decía que el amor es
originado gracias a la influencia de Afrodita, pero en el panteón griego hay dos Afro-
ditas, la primera más vieja es la que nació cuando Cronos arrojó los genitales de
Urano al mar y Gaia, embarazada dio luz a Afrodita, y la segunda es la que es
común para todo el vulgo, nacida de la unión de Zeus y Dione. Así pues la gente
que recibe la influencia de la Afrodita joven es todo el populacho como dicen, sólo
buscan satisfacer su hambre sexual y en cuanto lo hacen el deseo desaparece pues
se fijan en el cuerpo que es mortal. Pero la gente chingona es tocada por la Afrodita
mayor que favorece el alma y la virtud, la belleza oculta debajo de la putrefacta
máscara que es el cuerpo, y sus relaciones duran por siempre porque después de
morir el cuerpo las almas permanecen unidas; y otra vez, los hombres jóvenes son
el objeto de atención de esta diosa, que les hace desear estar con sus semejantes,
además de que son mejores para servir al estado por su naturaleza.
Pero bueno ¿a dónde va todo esto? La gente diariamente experimenta el
amor, para su familia, su ser amado, o para sí misma, y lo desean poseer o sentir
porque no lo tienen, es el deseo de llenar el vacío en su corazón o de completar su
faltante parte. Y una y otra vez, la gente sale lastimada de su experiencia amorosa.
No siempre sucede esto, de ninguna manera, hay relaciones que duran toda una
vida llenas de plenitud, pero otras dejan a uno o a ambos lastimados, traumados y
con emociones que bailan entre rencor y nostalgia. Así que la pregunta surge, ¿Por
qué los humanos quieren la compañía de otra persona? No la necesitan para vivir;
respirar, comer, caminar, ninguna de estas acciones requiere de otra persona, pero
incluso así buscan su presencia. Una mujer genial pero despiadada una vez le dijo
a una jovencita ilusa que pensaba que la vida era como en las canciones o en los
cuentos de hadas: “el amor es un veneno, un veneno dulce, sí, pero te matará de
todos modos”. Podría pensarse que el amor es como la venganza, y la venganza
es como una espada de doble filo, por un lado te trae alegría y goce, por el otro lado
te corta y deja cicatrices, pero si el amor es como una espada entonces es algo muy
útil si se maneja correctamente ¿o no? No todo el mundo sabe esgrimir una espada,
y de los que saben hacerlo no todos son buenos; pero de los que son buenos unos
pocos son los mejores, los que están en la cima de la pirámide, y ¿qué es lo que
consiguen siendo los mejores?
El amor es para muchas personas la única fuente de una felicidad intensa, y
el deseo de encontrar el amor intensamente los impulsa a seguir adelante sobre
penurias y, su falta las inspira a expresar de manera compleja su sentir. Por ejemplo,
decir que uno pasa toda su vida ahogándose, hundiéndose cada vez más profundo
en un mar de dolor, rechazo, cayendo en una espiral sin fin que lleva a la depresión
y odio a sí mismo; pero cuando uno está con la persona que ama recuerda que sabe
nadar y se acerca a la superficie, que en esta metáfora sería la felicidad o el carecer
de carencias.
Un sentimiento muy pero muy complejo, no se presenta en otras formas de
vida, al menos no con tanta intensidad y eso podría relacionarse con el nivel de
inteligencia que han alcanzado los humanos (relativamente). Los sentimientos de
enamoramiento se presentan en una persona cuando ésta produce hormonas como
la oxitocina, o la dopamina que impulsan al cerebro a obsesionarse con la persona
que despertó estos ánimos, pero el enamoramiento fervoroso y pasional no puede
durar para siempre. Después de algún tiempo, el arsenal pirotécnico desplegado al
estar enamorado, se agota y por consiguiente el apego o “amor” para la otra persona
disminuye; esto puede pasar dentro de una persona de la pareja y es suficiente para
que busque despegarse, buscando emociones nuevas con terceras personas y de-
jando a la parte todavía enamorada con un sentimiento de abstinencia de las sus-
tancias químicas del amor, provocando depresiones y angustias llevando a un es-
tado de enfermedad conocido como melancolía, que en los siglos XVIII y XIX llevó
a innumerables personas a “morir de amor”.
¿Qué podemos apreciar en estos síntomas? El amor es como una droga,
mientras más la consume uno, más dependiente se vuelve de ella, y mayor la an-
siedad que deja su carencia; pero las drogas son malas ¿no? La sociedad condena
su uso, los drogadictos son vistos hacia abajo y con desprecio; alienta a los adictos
a controlar su adicción y reconocer que lo que hacen es malo, como los clubes AA
o de rehabilitación. Un buen ejemplo es Jesse en Breaking Bad, que después de
que su novia Jane muriera de una sobredosis cae en una depresión tremenda, y su
amigo Walter lo lleva a un lugar de rehabilitación y limpieza del cuerpo, donde co-
noce otras personas adictas como él y con historias horribles como el tipo que atro-
pelló a su propia hija por manejar drogado. Esto lleva a la pregunta de si el amor se
puede controlar. ¿Realmente podrá uno decidir en qué punto dejar de amar a una
persona por quien tiene gran apego? Suponiendo que la otra persona cometa una
felonía tan grande como serle infiel en sus narices, y sin habérselo ganado su pareja
ella decida que a partir de ese momento ya no siente nada por él. Suena a una
medida draconiana, inhumana dirían algunos, pero si el amor es como una droga y
se puede controlar entonces está bien interrumpir su consumo.
Así que para los seres humanos el amor es como una toxina, necesaria y a
la vez letal. No podemos concebir una vida sin amor de algún tipo en un momento
y otro de la lenta muerte que es la vida. Podemos estar un tiempo sin él como peces
fuera del agua pero al final tenemos que regresar a ahogarnos, o recordar que po-
demos nadar y llegar a la superficie para iniciar de nuevo. Podemos controlarlo,
podemos moderarlo pero no queremos porque preferimos que la corriente nos lleve
a la deriva, como un trozo de corteza caído. Así pues, si te enamoras, disfrútalo
pero ten cuidado.