Fábula y Poema
Fábula y Poema
Fábula y Poema
Dicen que un día un león caminaba tranquilamente por la costa y vio como asomaba en
el agua un bello y vigoroso delfín.
El león sabía que este era el rey de los animales acuáticos, por lo que pensó que él, rey de
la selva, haría bien en aliarse con el ágil mamífero.
Así, le propuso al delfín sellar un pacto de alianza, mediante el que se defenderían entre
ellos dado el caso. El delfín aceptó gustoso, pues también apreciaba la fuerza y destreza
del león en la tierra y también creyó que esto podría serle útil.
Sin embargo, un día el león estaba batiéndose con un toro salvaje que le estaba costando
más trabajo de lo habitual y hacía peligrar su integridad. La pelea se tornaba más fiera
por segundo y se fue trasladando a la costa, donde el león llamó a su aliado y le pidió
ayuda.
El delfín trató de cumplir su pacto y defender, pero por mucho que saltó se vio
imposibilitado de intervenir en la pelea que estaba teniendo lugar en la orilla. En
definitiva, era un delfín y sus dominios no iban más allá del agua.
-Vaya pacto más tonto he hecho contigo, que a la primera que te necesito no puedas
ayudarme.
Esto incomodó mucho al delfín, que más inteligentemente que el león analizó y dijo:
-No debemos culparnos el uno al otro, pues la culpa es de la naturaleza, que nos hizo a
uno para el agua y a otro para la tierra. Luego de esto, somos culpables los dos por
pretender ser más de los que nos corresponde.
Cansadas de no ser vistas, tres de las estrellas más alejadas de la constelación conocida
como Alonso fueron a reprocharle a la Luna. Estaba convencidas que el satélite natural
del bello planeta Tierra era quien les impedía ser vistas y admiradas por los humanos.
Compadecida, la Luna les explicó que era ella la culpable de su infortunio. Eran estrellas
muy pequeñas, que requerían crecer más para poder ser apreciadas por el ojo humano.
Les regaló un espejo grande y les dijo cómo usarlo para poderse hacer ver.
-Cuando esté plena muévanlo hacia el planeta de los humanos y cuando más oscuridad
haya los humanos guiarán su luz hacia su espejo, -les explicó. –Si hacen lo que les digo,
serán estrellas importantes para ellos.
Los juegos de Sally animaban a todos los que la veían, pero algunos, los más sabios, le
habían advertido que debía ser un poquitín más responsable, en aras de que su juego no
le trajese nunca malas pasadas.
Pero Sally no hacía mucho caso a esto, y siempre jugueteaba y daba enormes saltos sin
pensar en consecuencia alguna.
Así, un día saltó y nadó tanto, que no se percató de cuánto se había acercado a la orilla.
Cuando se vino a dar cuenta ya era muy tarde, pues se había encallado en la arena.
De inmediato unos niños que la habían visto venir acudieron a pedir ayuda a los adultos.
Poco a poco la playa donde había encallado la ballena Sally se llenó de personas, que
admiraban asombrados su belleza y tamaño.
Todos tenían la voluntad de ayudarla, pero cada vez que intentaban moverla la ballena se
asustaba e impedía que pudiesen devolverla al agua y sus movimientos la hacían
encallarse más y más en la arena.
Al percatarse de esto, las personas consideraron que solía podrían devolverla al agua con
la ayuda de helicópteros, los que prontamente acudieron para rescatar y devolver la
ballena Sally a su hábitat natural.
De esta forma, en pocos minutos la ballena estaba nuevamente en alta mar y volvió a ser
la misma ballena feliz de siempre. Saltó más alto que nunca e hizo piruetas nunca antes
vistas para agradecer y deleitar a todas las personas que la habían ayudado.
Siguió siendo feliz por siempre, pero a partir de ese día incorporó una lección que nunca
más olvidaría. Divertirse y ser feliz no va contra el ser responsable.
En breve comenzaría a iluminar la Tierra solo durante seis meses, por lo que el resto del
año sería una etapa de oscuridad y frialdad.
Las ranas comprendieron de inmediato lo que esto significaría para la vida, tal cual la
conocían.
Los charcos se secarían, los ríos irían perdiendo su cauce hasta desaparecer, ellas no
podrían calentarse como antes y los insectos de los que se alimentaban dejarían de existir.
-¿Piden clemencia sólo para ustedes o para todos los seres vivientes del planeta?
– Pues para nosotros. ¿Por qué habríamos de preocuparnos por otras especies? Cada cual
que cuide y pida por lo suyo.
-Así les irá –replicó la voz, que desde entonces se desentendió de los pedidos de las ranas
por su egoísmo.
Ciertamente el sol no dejó de brillar, pero desde entonces las ranas son animales con muy
pocos amigos, y todo por el egoísmo de aquellas de una pequeña laguna, capaces solo de
preocuparse por su bienestar y desentendidas de todo lo que les rodeaba.
YO QUIERO REÍR
Yo quiero reír.
No quiero llorar.
Yo quiero sentir
el verde del mar.
Un pájaro, un pez,
yo quisiera ser
y poder cruzar
las nubes y el mar.