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Resumen Teoria Contable, El Banquero Anarquista

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Resumen:

Es sencillo como comienza a redactarse este cuento. De un lado un hombre de quien


nada se dice. Del otro un acaudalado banquero, comerciante y estraperlista que se
autoproclama como un auténtico anarquista frente a los que se identifican como tales (a
los que cataloga como los del sindicato y la bomba),”No hay otra diferencia: ellos sólo
son anarquista teóricos, yo soy teórico y práctico; ellos son anarquistas místicos, y yo
científico: ellos son anarquistas acobardados, y yo lucho y libero…en una palabra: ellos
son pseudoanarquistas, y yo soy anarquista”; en donde surgen algunos interrogantes,
como lo son ¿Que es un anarquista? A la cual responde, es un rebelde contra la
injusticia de que nazcan con desigualdades sociales, como lo había experimentado el
banquero, un obrero, que desde niño le toco vivir como una sociedad, lo acribillaba para
tener un trabajo que pudiera sostener su familia (hermanos, padres), porque este no
había nacido en cuna de oro, como lo son los marqueses, entre otros.

El anarquista banquero, se aferra a la idea de que las injusticias naturales, no son


aquellas que se obtienen por medio de dinero, o por tener más que otros, pero hablando
materialmente, sino que una persona es rica naturalmente, cuando viene al mundo con
sus capacidades, como fuerza, inteligencia, talento, energía. Estas ideas plantadas, en
dicha conversación, son los motivos por los cuales el banquero se volvió anarquista, y
que todavía sigue siendo, hasta por las mismas razones y motivos. Pessoa presenta a su
personaje como un luchador contra las desigualdades no naturales, las producidas por
las ficciones sociales, entre las que destaca el dinero. Servidor no comparte dicha
conceptualización del dinero como ficción. Incluso el dinero fíat tiene poco de ficción,
desde el momento en que se apuntala con el curso legal y el monopolio de la fuerza
estatal. El termino ficción le queda chico

Pero el caso es que el personaje de Pessoa encuentra la solución idónea para luchar
contra el dinero, para liberarse de su influencia. En una suerte de reverso de la filosofía
zen llega a la conclusión de que la mejor manera de escapar de su influjo es acumular
inmensas cantidades de dinero, y para ello nada mejor que dedicarse a la banca y al
comercio. Si el anillo esclavizó a los portadores del mismo en la obra de Tolkien, liberó
a nuestro banquero. Anarquista a fuer de rico, parafraseando a Prieto:

¿Cómo subyugar el dinero y a la tiranía del dinero? Consiguiendo liberarme de su


influencia, de su fuerza. ¿Cómo sustraerse a su influencia y tiranía no evitando su
encuentro? El proceso, pues, sólo dejaba una salida: adquirirlo, adquirirlo en cantidades
bastantes como para no sentir ya su influencia, y en cuanto más ganase, más libre
quedaría de su preponderancia.
Llama poderosamente la atención la claridad con la que Pessoa percibe la naturaleza de
la otra gran alternativa, las dictaduras revolucionarias del proletariado y similares,
desnudándolas de oropeles. Son dictaduras puras y duras. Estamos hablando de 1922,
cuando la Rusia Soviética emergía como una referencia inmaculada, como un faro ante
el que caían deslumbrados los que se oponían al status quo occidental. Ahora es más
fácil percibirlo, pero Pessoa lo capto ya en sus orígenes. Nada nuevo bajo el sol.

“El mal verdadero, el único mal, son las convenciones y las ficciones sociales, que se
sobreponen a las realidades naturales; todo, desde la familia al dinero, desde la religión
al Estado. La gente nace hombre o mujer: quiero decir, nace para ser, una vez adulto,
hombre o mujer; no nace, en buena justicia natural, ni para ser marido ni para ser rico o
pobre, como tampoco nace para ser católico o protestante, o portugués o inglés. Es todas
esas cosas en virtud de las ficciones sociales. ¿Pero por qué esas ficciones sociales son
malas? Porque son ficciones, porque no son naturales. Tan malo es el dinero como el
Estado, la constitución de la familia como las religiones. Si hubiera otras, que no fueran
éstas, serían igualmente malas, porque también serían ficciones, porque también se
sobrepondrían y estorbarían a las realidades naturales. Pero cualquier sistema que no sea
el puro sistema anarquista, que quiere la abolición de todas las ficciones y de cada una
de ellas completamente, es una ficción también. Emplear todo nuestro deseo, todo
nuestro esfuerzo, toda nuestra inteligencia, para implantar, o contribuir a implantar, una
ficción social en vez de otra, es un absurdo, cuando no resulte incluso un crimen, porque
es provocar una perturbación social con el fin expreso de dejar todo igual. Si
encontramos injustas las ficciones sociales, porque aplastan y oprimen lo que es natural
en el hombre”
Adentrándose más en el tema de anarquismo, el banquero realiza varios
cuestionamientos, como, por ejemplo, ¿para qué emplear nuestro esfuerzo en sustituirlas
por otras ficciones, si lo podemos emplear para destruirlas a todas? ¿Por qué es que el
sistema anarquista no sería realizable? Siendo siempre centradas en que nuestra
sociedad tiene un sistema injusto en cual debería reemplazarse por un totalmente justo,
pero si esto no se logra no seremos persona avanzadas sino personas burguesas.
Es necesario adecuarnos a la ficción más natural, para desarrollar una sociedad
anarquista, libre, siendo esta la que más habituamos.
la adaptación gradual y material de la humanidad a la sociedad libre.
“A menos… A menos que en el caso de esos tipos, la perversión hereditaria de las
cualidades naturales haya ido tan lejos que llegue al fondo mismo del temperamento…,
que haga que un fulano nazca para esclavo, que nazca naturalmente esclavo, y por tanto
incapaz de cualquier esfuerzo en el sentido de su liberación. Pero en tal caso…, en tal
caso…, ¿qué tienen que ver los que son así con la sociedad libre o con la
libertad?” Cuando un hombre nace para esclavo, la libertad, por contraria a su
naturaleza, para él resulta tiranía.
Leyendo las palabras de Pessoa no puedo más que convenir en que hay un gran número
de esclavos de ese Estado que se derrumba, nacidos para ser sojuzgados por él, y a los
que la libertad les resulta un yugo insoportable. Ante ese miedo se entiende más
fácilmente la ira con la que acogen a quienes cuestionamos sus dogmas.

comprende por consiguiente que yo llegué a esta conclusión: Fin: la sociedad


anarquista, la sociedad libre; medio: el pasaje, sin transición, de la sociedad burguesa a
la sociedad libre. Este pasaje sería preparado y vuelto posible por una propaganda
intensa, completa, absorbente, en forma tal de predisponer a todos los espíritus y
debilitar todas las resistencias. Está claro que por “propaganda” no entiendo sólo la de
la palabra escrita y hablada: entiendo todo, acción indirecta o directa, cuanto puede
predisponer a la sociedad libre y debilitar la resistencia a su venida. Así, no teniendo
casi ninguna resistencia que vencer, la revolución social, cuando viniese, sería rápida,
fácil, y no tendría que establecer ninguna dictadura revolucionaria, por no tener contra
quién aplicarla. Si esto no puede ser así, es que el anarquismo es irrealizable; y si el
anarquismo es irrealizable, sólo es defendible y justa, como ya le demostré, la sociedad
burguesa. “Ahí tiene Ud. por qué y cómo me volví anarquista, y por qué es que rechacé,
como falsas y antinaturales, las otras doctrinas sociales de menor osadía. Como vemos,
lo que se desprende de la novela son contradicciones políticas e ideológicas de mayor
calado, lo que ya anuncié al comienzo, que van mucho más allá de la simple ironía del
banquero-anarquista. Pessoa ataca todas y cada una de las grandes visiones ideológicas
de su época (y la nuestra), como grandes ilusiones que niegan, cada una a su modo, la
libertad de los individuos, cuando todas, en su discurso, dicen defenderla.

La conclusión del banquero nos deja tan boquiabiertos como a su interlocutor:

En el estadio social presente no es posible que un grupo de hombres, por bien


intencionados que estén todos, por preocupados que estén todos sólo en combatir las
ficciones sociales y en trabajar por la libertad, trabajen juntos sin que espontáneamente
creen entre sí tiranía, sin crear entre sí una tiranía nueva, suplementaria a la de las
ficciones sociales, sin destruir en la práctica todo cuanto quieren en la teoría, sin
perjudicar involuntariamente lo más posible el propio objetivo que quieren promover.
¿Qué puede hacerse? Es muy simple… Es que trabajemos todos para el mismo fin, pero
separados.

Dicho de otro modo, la lucha contra las ficciones de la sociedad tiránica burguesa que
crea desigualdad ha de ser anarquista e individual, nunca colectiva, porque lo último
genera tiranía. Cada uno trabajará por el mismo fin, la libertad, lo que les une, y de
forma individual, lo que evita traicionar el ideal con tiranía. ¿Qué implica esto? Que se
ha de luchar contra las ficciones capitalistas de forma personal, cada uno por su lado.
¿Cómo es eso? ¿Ir matando burgueses capitalistas?

“Suponga usted que yo mataba a uno o dos, o una docena de representantes de la tiranía
de las ficciones sociales… ¿El resultado? ¿Las ficciones sociales quedaban más
conmocionadas? No lo quedaban. Las ficciones sociales no son como una situación
política que puede depender de un pequeño número de hombres, de un solo hombre a
veces. Lo que hay de malo en las ficciones sociales son ellas, en su conjunto, y no los
individuos que las representan sino por ser representantes de ellas. Además, un atentado
de orden social produce siempre una reacción; no sólo todo queda igual, sino que la
mayor parte de las veces empeora. El “combate” está no en los miembros de la sociedad
burguesa sino en el conjunto de ficciones sociales en que esa sociedad se asienta.”

La única posible acción individual anarquista contra las ficciones sociales de la


burguesía es anularlas, invalidar su influencia dentro de la sociedad que se sostiene
sobre ellas. Y, sobre todo, en lugar de ir de una en una, reducir la influencia de la mayor
ficción de la que nacen todas las demás y las desigualdades en la sociedad capitalista: el
dinero.

“¿Cómo podía yo volverme superior a la fuerza del dinero? El método más simple era
apartarme de la esfera de su influencia, es decir, de la civilización; irme a un campo
para comer raíces y beber agua de los manantiales; andar desnudo y vivir como un
animal. Pero esto, incluso si no hubiera dificultad en hacerlo, no era combatir una
ficción social; no era ni siquiera combatir: era escapar. El método era sólo uno
adquirirlo, adquirirlo en cantidad suficiente como para no sentirle la influencia, y en
cuanta mayor cantidad lo adquiriese, tanto más libre estaría de esa influencia. Fue
cuando vi esto claramente, con toda la fuerza de mi convicción de anarquista, y toda mi
lógica de hombre lúcido, que entré en la fase actual, la comercial y bancaria, mi amigo,
de mi anarquismo.”

Y ahí tenemos la conclusión que nos lleva del anarquismo al capitalismo, sin paradoja
entre los términos. Ya digo, sin embargo, que esta conclusión es lo de menos, incluso
previsible desde el inicio. Aún enfrenta una última objeción nuestro banquero: ¿acaso
no genera también tiranía al enriquecerse? Y la respuesta es sumamente coherente -
similar al “mejor lo malo conocido…”

“No, mi viejo, usted se engaña. Yo no creé tiranía. La tiranía, que puede ser resultado de
mi acción de combate contra las fuerzas sociales, es una tiranía que no parte de mí, que
por consiguiente yo no creé, está en las ficciones sociales, yo no la junté con ellas. Por
centésima vez le repito: sólo la revolución social puede destruir las ficciones sociales.
No se trata de no crear tiranía, se trata de no crear tiranía nueva, tiranía donde no la
había.”

El que en todo caso crea tiranía es el otro anarquista, el que durante toda novela es
denominado el estúpido:

El anarquista estúpido, que tira bombas y pega tiros, bien sabe que mata, y bien sabe
que sus doctrinas no incluyen la pena de muerte. Ataca una inmoralidad con un crimen,
porque encuentra que esa inmoralidad vale un crimen para ser destruida.

La idea principal del texto es: toda ideología tiene sus límites y cont5radicciones.
Ideas secundarias:
Toda contradicción pierde su efecto discordante si logra justificarse correctamente.

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