Prometeo - La Religion Del Hombre
Prometeo - La Religion Del Hombre
Prometeo - La Religion Del Hombre
DEL HOMBRE
PROMETEO
LA RELIGIÓN
DEL HOMBRE
F
altan apenas dos años para que se cumpla el 50º aniversa-
rio del Concilio Vaticano II, y todavía no salimos del pas-
mo en que nos puso este giro de timón en la Barca de Pe-
dro. Y utilizando el plural no me refiero solamente a los católicos
de buena fe, sino a todo el mundo : tradicionalistas y progresis-
tas, católicos y no católicos. Hoy domingo, Benedicto XVI visita
por segunda vez la sinagoga de Roma como signo de amistad, y
el rabino aun se pellizca para creer lo que sus ojos ven – no es
para menos : las dos veces que los visitó San Pedro no se mostró
tan afable 1 –. Mañana lunes, la Fraternidad San Pío X visita por
segunda vez el ex Santo Oficio de Roma y no nos termina de
sorprender el motivo que allí nos tiene : discutir sobre el Concilio
a la luz del magisterio anterior, porque el mismo Benedicto XVI
reconoce que el Vaticano II todavía no se acaba de entender.
Sí, se hace absolutamente necesario entender qué es el Conci-
lio – «quid sit», dicen los escolásticos – a la luz del Magisterio de
1 La primera vez que San Pedro compareció ante el sanedrín, fue por haber
1 P. Álvaro Calderón, La lámpara bajo el celemín, Ed. Río Reconquista, Bs. As.
2009, p. 204 : “Los problemas planteados por el Vaticano II son confusos por dos
motivos; primero, porque el grupo innovador que dominó el Concilio tuvo la
prudencia de no ser explícito para evitar la confrontación abierta con la mens
tradicional de la mayoría; segundo, porque el pensamiento moderno que lo
anima es necesaria y deliberadamente ambiguo, pues no cultiva los instrumen-
tos que dan rigor al pensamiento, con la intención de permanecer en el pacífico
ámbito del pluralismo doctrinal”.
16 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
*
La palabra clave de toda mi interpretación es el «humanis-
mo», pronunciada por primera vez en el siglo XIV. Aunque no
siempre con rencor, desde el comienzo se contrapuso a la palabra
«cristianismo». Afirmo, entonces, que el Concilio Vaticano II es el
mayor – y quizás último – esfuerzo por sostener un humanismo
católico, que se levanta ante el cristianismo o Religión de Cristo,
como la Religión del Hombre.
Los seres humanos tenemos una fuerte tendencia a reducir
todas las cosas a un único principio, y se suele observar que las
explicaciones que lo logran resultan muy mentirosas. Mi «her-
menéutica» puede caer bajo esta sospecha, pues habiendo puesto
el «humanismo» como principio, pretendo resolver de allí uno
tras otro los mil problemas que plantea el Concilio. Pero si bien
puede ser cierto que, en la mayoría de los casos, quien mucho
simplifica mucho miente, le hago la observación, querido Lector,
que no siempre. Porque toda la realidad tiene, en verdad, un
único principio, que es Dios Nuestro Señor, y la sospechada ten-
dencia a la reducción del intelecto humano, no es otra cosa que el
habitus de la sabiduría – teología es su otro nombre – que trata de
aparecer. Cuando las cosas se ven a la luz de los verdaderos
principios teológicos, entonces se simplifican enormemente, ten-
diendo a verse tan simples como simple es Dios. Sí, aun los erro-
res. Esto puede resultar un poco más misterioso, pero los errores
PRÓLOGO CONFIDENCIAL 17
*
El título propio del librito es «La religión del hombre». Lo de
«Prometeo» fue por no dejarlo tan seco. A los humanistas del Re-
nacimiento les gustaba resucitar los mitos griegos, y la figura de
Prometeo encarna de manera interesante el espíritu del huma-
nismo. Según Esquilo, Prometeo sería un titán – de naturaleza di-
vina – hermano de Atlas y de Tifón, pero a diferencia de ellos, su
virtud no consistía en la fuerza bruta sino en la astucia : su nombre
significa Prudente. Cultor de Zeus en un principio, se vuelve tan
favorable al género humano – a quien según otros autores habría
plasmado – que lo salva del diluvio en que el airado Zeus quería
anegarlo, termina robando el fuego divino en unas cañas para
dárselo a los hombres, y en el sacrificio de un buey decepciona a
Zeus ofreciendo al hombre la parte mejor. Como castigo divino, él
será encadenado a una roca, donde un águila le devora perpe-
tuamente el hígado, y los hombres serán seducidos por Pandora,
que desata todas las calamidades. Finalmente Hércules lo libera y
lo reconcilia con Zeus. [En la entrada del Rockefeller Center hay
una especie de altar levantado a Prometeo, en el que una estatua
dorada lo representa trayendo a los hombres la divina llama].
El Concilio es Prometeo en el acto de su latrocinio. Fue una
maniobra de prudencia humana llevada a cabo por una jerarquía
18 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
*
Las páginas que siguen son difíciles. Este trabajo, según creo
y espero y estoy persuadido, es mi última palabra acerca del
Concilio. Cuatro son – siguiendo mítico – los hercúleos trabajos
que he acometido respecto a la crisis desatada por el Vaticano II :
El primero ha tratado sobre la autoridad doctrinal del ma-
gisterio conciliar, publicado hace poco bajo el título de «La lám-
para bajo el celemín». No puede uno meterse a teólogo sin resol-
ver de algún modo ese asunto.
El segundo lleva como nombre «El misterio pascual», que
fue publicado sustancialmente en los Cuadernos de La Reja nº 4.
Allí trato de desentrañar los sofismas de la nueva teología en
torno a su nueva versión del misterio de la Redención. El asunto
es infinito y siempre quedan cosas por decir. Me publicaron un
artículo complementario en las actas del Primer Simposio de Pa-
rís, de octubre del 2002 : «La Iglesia, sacramento universal de
salvación» (en francés). Quedó en el tintero otro artículo que se
habría llamado Alter Christus, sobre la noción moderna del sa-
cerdocio. Pero al menos se publicó una síntesis que incluye este
PRÓLOGO CONFIDENCIAL 19
*
Sólo me queda expresar mi agradecimiento a Monseñor Ri-
chard Williamson, quien no sólo me alentó y casi conminó a que
emprendiera esta tarea – de allí que se adelantara esta última
parte de mi programa –, sino que me dio la idea clave para que
se resolviera como se resolvió, pues a él le pertenece en esencia el
esquema que se va construyendo con la conclusión de cada capí-
tulo. Puedo decir que no me decidía a enfrentar este ensayo, cal-
culando que implicaría un gran trabajo con poco provecho, pero
PRÓLOGO CONFIDENCIAL 21
A
la pregunta Quid est? se responde con una definición. Si
la definición es buena, implicará en sus partes las causas
principales de la cosa, iluminando así sus demás pro-
piedades y consecuencias. El presente capítulo contará, entonces,
con tres partes. En la primera buscaremos la definición del Con-
cilio, en la segunda pondremos al descubierto las causas princi-
pales y en la tercera señalaremos sus propiedades fundamenta-
les. Las consecuencias, por lo tanto, quedan para los capítulos
restantes.
diciembre de 1965.
26 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
4º Humanismo integral
I. Acerca de la finalidad
del Concilio Vaticano II
1 II-II, q. 83, a. 9 : “Manifestum est autem quod primo cadit in desiderio fi-
nis; deinde ea quae sunt ad finem. Finis autem noster Deus est. In quem noster
affectus tendit dupliciter, uno quidem modo, prout volumus gloriam Dei; alio
modo, secundum quod volumus frui gloria eius. Quorum primum pertinet ad
dilectionem qua Deum in seipso diligimus, secundum vero pertinet ad dilec-
tionem qua diligimus nos in Deo. Et ideo prima petitio ponitur : «Sanctificetur
nomen tuum», per quam petimus gloriam Dei. Secunda vero ponitur : «Adve-
niat regnum tuum», per quam petimus ad gloriam regni eius pervenire”.
2 I-II, q. 1, a. 8 : “Hablamos del fin de dos modos, a saber : cuius y quo; es decir,
1Cf. I-II, q. 1, a. 8.
2In XII Metaph., lect. 12, n. 2627 y 2629 : “El bien, según que es fin de algo,
es doble. Está el fin extrínseco respecto de aquello que se ordena al fin, como
cuando decimos que el lugar es fin de aquello que se mueve hacia el lugar. Y
está también el fin intrínseco, como la forma es fin de la generación y de la alte-
ración, pues la forma ya alcanzada es cierto bien intrínseco de aquello de lo que
es forma. Y como la forma de un todo, que es algo uno por cierta ordenación de
sus partes, es el orden del mismo todo, se sigue que es también su bien [intrín-
seco]. […] El universo tiene un bien y fin de ambos modos. Tiene un bien sepa-
rado, que es el Primer motor, del que depende el cielo y toda la naturaleza, co-
mo de un fin y bien apetecible. Y como todas las cosas, que tienen un único fin,
deben convenir en el orden a ese único fin, es necesario que en las diversas par-
tes del universo se halle cierto orden. Y así el universo tiene [como fin] tanto el
Bien separado [fin extrínseco] como el bien del orden [fin intrínseco]”.
CAPÍTULO 1 : QUÉ FUE EL CONCILIO VATICANO II 35
el alma] en cuanto a los actos, es decir, en cuanto que por el conocimiento ad-
quirido, pensando interiormente, formamos la palabra, y de éste pasamos al
amor. Pero, porque los principios de los actos son los hábitos y las potencias, y
cada cosa está virtualmente en su principio, de modo secundario y consecuente
la imagen de la Trinidad puede considerarse en el alma según las potencias y,
sobre todo, según los hábitos, en los que los actos están virtualmente”.
36 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
1 I-II, q. 2, a. 3 : “Gloria nihil aliud est quam clara notitia cum laude, ut Am-
brosius dicit”.
38 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
1 II-II, q. 23, a. 1 : “Según el Filósofo en VIII Ethic. 6, no todo amor tiene ra-
dad, por tres razones. Las dos primeras atañen a la amistad en general, que es
imposible tener con las criaturas irracionales. En primer lugar, porque se tiene
amistad con aquel al que queremos el bien, y propiamente no puedo querer el
bien a la criatura irracional. Efectivamente, la criatura irracional no es apta para
CAPÍTULO 1 : QUÉ FUE EL CONCILIO VATICANO II 39
poseer como propio el bien, sino que este privilegio está reservado a la criatura
racional, la única que, por libre albedrío, puede disponer del bien que posee.
Por eso afirma el Filósofo en II Physic. 5 que, hablando de las criaturas irracio-
nales, no afirmamos que les suceda algo bueno o malo sino por analogía. En se-
gundo lugar, porque toda amistad se basa en alguna comunicación de vida, ya
que nada hay tan propio de la amistad como convivir, según afirma el Filósofo en
VIII Ethic. 6; y las criaturas irracionales no pueden tener comunicación en la vi-
da, que es por esencia racional. No es, pues, posible tener amistad con ellos sino
metafóricamente. La tercera razón es propia de la caridad, porque ésta se funda
en la comunicación de la bienaventuranza eterna, de la cual no es capaz la cria-
tura irracional. En consecuencia, con la criatura irracional no se puede entablar
amistad de caridad”.
1 II-II, q. 25. a. 12 : “La amistad de caridad se funda en la comunicación de
diciembre de 1965.
42 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
1I, q. 5, a. 1 : “La razón de bien consiste en que algo sea apetecible. El Filó-
sofo dice en el I Ethic. 4 que el bien es lo que todos apetecen. Es evidente que lo
apetecible lo es en cuanto que es perfecto, pues todos apetecen su perfección”.
2 Cf. I, q. 44, a. 4.
CAPÍTULO 1 : QUÉ FUE EL CONCILIO VATICANO II 43
sa una reacción contra el positivismo, reacción que puede ser calificada de per-
sonalista en sentido amplio, aunque el lema de los existencialistas sea «existen-
cia» más que «persona». Describen al hombre como existente en sentido literal,
como destacándose del telón de fondo de la naturaleza; y subrayan la diferen-
cia entre la persona humana y las cosas de la naturaleza que el hombre usa. El
existencialista efectúa un riguroso deslinde entre el Umwelt, el mundo de las
cosas y objetos, y el Mitwelt, o mundo de las personas” (F. Copleston, Filosofía
contemporánea, Herder 1959, p. 171).
1 Cf. Charles de Koninck, De la primauté du bien commun contre les personna-
listes. Le principe de l’ordre nouveau, Éd. Université Laval, Québec, Éd. Fides,
Montreal, 1943, 195 páginas.
2 Cf. I, q. 5, a. 6 : “Lo que es apetecido como medio para conseguir el fin úl-
timo de la tendencia del apetito, se llama útil; y lo que es apetecido como fin últi-
mo de la tendencia del apetito, se llama honesto, porque se llama honesto aquello
que es apetecido por lo que es”.
CAPÍTULO 1 : QUÉ FUE EL CONCILIO VATICANO II 45
voca –, ni las personas ni las cosas pueden ser amadas como bie-
nes y fines últimos simpliciter. Porque así como no tienen el ser
por sí mismas, tampoco de sí mismas tienen la razón de bondad,
sino que reciben toda su razón de bondad por participación del
fin y bien último, que es Dios y sólo Dios. Por lo tanto, toda
realidad creada – sea persona o no –, sólo puede tener razón de
fin intermedio, y todo fin intermedio no deja de tener razón de
medio respecto al fin último.
la amistad a los amigos. De allí que, por amor al amigo, hay que
estar dispuesto a renunciar a la amistad.
El error es catastrófico. Es evidente que el sujeto de todos los
bienes de la amistad, particulares y comunes, son los amigos,
pues la amistad no es cosa que exista en sí misma y se cultive en
una maceta como una flor, por lo que puede decirse que «la amis-
tad es para los amigos», en cuanto que éstos son el sujeto material
que puede gozar de ese bien común. Pero no debe entenderse que
«la amistad es para los amigos» como el medio es para el fin, por-
que el medio se ordena al fin como a un bien superior, del que
toma su razón de bondad, como el remedio es bueno para la sa-
lud, pues sin ser el bien de la salud en sí mismo, es útil para recu-
perarla; pero la buena amistad no es un remedio para que las per-
sonas sean en sí mismas sanas, sino que es la misma salud por la
que se hacen sanas personas. Por eso, si nos referimos al orden de
la causa final, hay que decir que «los amigos son para la amistad»,
como el cuerpo es para la salud y no para la enfermedad 1.
1 Hay una frase difícil que, ante los totalitarismos del siglo XX, Pío XII repi-
tió muchas veces : “La sociedad es para las personas, y no las personas para la
sociedad”. Hay dos maneras de entenderla bien y una de entenderla mal. Se en-
tiende más bien si se refiere a los sujetos, se entiende menos bien si se refiere a
la pura utilidad, se entiende mal si se refiere a los fines. 1º Referida a los sujetos.
El totalitarismo ve la sociedad como un Moloc personal para el que las perso-
nas individuales no son más que riquezas exteriores para gastar. La frase en-
tonces se entiende bien : «La sociedad es un bien que tiene como sujeto a las
personas, y no son las personas bienes que tengan como sujeto (hipóstasis) la
sociedad». 2º Referida a la utilidad. El totalitarismo ve en las personas simples
útiles para una sociedad hipostasiada. La frase, entonces, se entiende bien en la
segunda mitad, pues «las personas no son bienes útiles para la sociedad», pues
son los sujetos que deben gozar de ese bien común. Pero se podría entender
mal en la primera mitad, porque la simetría de la frase lleva a entender que «la
sociedad es un bien útil para las personas», lo que es totalmente errado. Esta
primera parte hay que entenderla siempre de la primera manera. La frase, en-
tonces, se entiende bien si sus dos miembros no se ponen en simetría de con-
traposición, sino a modo de consecuencia : “La sociedad es para las personas
como para sus sujetos, [en consecuencia] las personas no son bienes útiles para
la sociedad». 3º Referida a los fines. Los personalistas reaccionan contra el totali-
CAPÍTULO 1 : QUÉ FUE EL CONCILIO VATICANO II 47
1En la parte moral del nuevo Catecismo (3ª parte : La vida en Cristo. Cf. n.
1716 a 1729) se identifica el fin último del hombre con la «bienaventuranza», sin
más distinción : “Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia hu-
mana, el fin último de los actos humanos : Dios nos llama a su propia bienaven-
turanza” (n. 1719); “Las bienaventuranzas nos enseñan el fin último al que Dios
nos llama : el Reino, la visión de Dios, la participación en la naturaleza divina”
(n. 1726). Habría que aclarar que el fin último en sentido propio es Dios en sí
mismo, y que “la beatitud se dice fin último en el sentido en que el logro del fin
se llama fin” (I-II, q. 3, a. 1 ad 3).
CAPÍTULO 1 : QUÉ FUE EL CONCILIO VATICANO II 53
1 Las palabras del Crisóstomo no son más que el eco del Salmo 8 : “Lo has
hecho [al hombre] poco menor que los ángeles, coronándole de gloria y esplen-
dor, le hiciste señor de las obras de tus manos, todo fue puesto por Ti bajo sus
pies”. Pero cabe exaltar al hombre cuando su gloria termina refiriéndose a Dios,
como hacen el primero y último versículos del mismo salmo : “¡Oh Señor, sobe-
rano dueño nuestro, cuán admirable es tu Nombre en toda la redondez de la
tierra!” Pero el nuevo Catecismo nunca sale del hombre. Si en algunos lugares
afirma que Dios es el fin último del hombre, es al pasar y fuera de contexto. Por
ejemplo el n. 229 : “La fe en Dios nos mueve a volvernos sólo a El como a nues-
tro primer origen y nuestro fin último; y a no preferir nada a él ni sustituirle
con nada”. Esto se pone como «resumen» del punto : «Creo en un solo Dios» (n.
200-202), donde nada se habla de Dios como fin último.
54 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
11º Conclusión
1Es la reacción típica que se ha dado, por ejemplo, en tantas las familias li-
berales, cuyos varones entran en la masonería, pero prefieren que la mujer sea
piadosa y las hijas se eduquen en colegios de monjas.
CAPÍTULO 1 : QUÉ FUE EL CONCILIO VATICANO II 63
1 T. Urdanoz O. P., Historia de la Filosofía, t. IV, BAC 1991, p. 645 : “El «espí-
3º Conclusión
1 Gaston Fessard, Autorité et bien commun, Aubier, Paris 1944, 122 páginas.
4º Conclusión
V. Conclusión
I. El optimismo
del nuevo humanismo
1º Un Concilio optimista
2º La alegría católica
3º El optimismo histórico
Mesías finalmente llegó, los jefes del pueblo judío estaban gana-
dos por la esperanza de un imperio judío mundial de carácter
político, que pondría a Israel a la cabeza de las naciones, y no los
conformó la proposición de Jesucristo de un predominio pura-
mente espiritual, con la instauración definitiva del Reino de Dios
recién después del fin de los tiempos. Y por eso lo crucificaron.
De las palabras y del ejemplo de Jesucristo, en cambio, no
surge ningún optimismo histórico, sino más bien todo lo contra-
rio : “Cuando viniere el Hijo del hombre, ¿os parece que hallará
fe sobre la tierra?” (Lc 18, 8). “Será tan terrible la tribulación en-
tonces, como no la hubo semejante desde el principio del mundo
hasta ahora, ni la habrá jamás. Y a no acortarse aquellos días,
ninguno se salvaría; mas se abreviarán por amor de los escogi-
dos” (Mt 24, 21). Porque la Iglesia no va a esperar en el tiempo
histórico algo mejor que lo que tuvo Cristo, quien acabó sus días
crucificado. Pero si bien espera ser crucificada por el Anticristo,
esto mismo no lo espera con pesimismo, porque será el momento
de devolverle a su Redentor la señal más pura del amor, que es
dar la vida por el Amigo. Es más, Ella sabe que en este aparente
fracaso de la carne hay un verdadero triunfo del espíritu, y que
mientras conserve la disposición al martirio, las puertas del in-
fierno (esto es, las potencias corruptoras del maligno) nunca
triunfarán : “En el mundo tendréis grandes tribulaciones, pero
tened confianza, yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Y esto que
decimos de la Iglesia en general, debe decirse del fiel cristiano en
particular, que no espera nada óptimo en los días de su historia
personal, sino sólo dar el testimonio del sacrificio : “Yo prodigué
mi vida, prodigué mi futuro por tu amor, ¡oh Jesús! A los ojos
profanos de los hombres como rosa marchita para siempre un
día moriré. Mas moriré por ti, ¡oh Niño mío, hermosura supre-
ma! ¡Oh suerte venturosa! Deshojándome, quiero demostrarte mi
amor” (Santa Teresita, seis meses antes de morir tuberculosa).
Esta es justamente la actitud que la reacción humanista va a
repudiar como pesimista, queriendo darle a la vida y a la historia
80 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
del hombre una visión más positiva. Para ello le prestará más
atención a la economía y a la finalidad temporal de la política,
aproximando así sus nuevas esperanzas a la carnalizada espe-
ranza judía. La única diferencia – ¿que siempre será tal? – está en
que la instauración del Reino no sería obra de más mesías que la
propia humanidad. El judaizante optimismo histórico será espe-
cialmente recalcado por el humanismo ilustrado del siglo XVIII,
bajo la idea del inevitable «progreso» de la humanidad : “La idea
impulsora de tales esperanzas fue la concepción dominante, cada
vez con mayor fuerza desde el Renacimiento, de que la historia
humana se mueve hacia una definitiva meta intramundana en
un proceso continuamente progresivo” 1. El gran teorizador de
esta idea será Hegel, con su Fenomenología del Espíritu. Las hi-
pótesis evolucionistas la introducirán en la biología, con la auto-
ridad inobjetable de las nuevas ciencias positivas. Y quien la
transformará en motor de los cambios políticos será Carlos Marx.
La dialéctica marxista no dejará de pedir el sacrificio personal,
pero no ya para ingresar personalmente en el gozo del Reino de
Dios, sino para preparar el advenimiento en la historia del Reino
del Hombre, del que gozará una siempre futura y utópica Hu-
manidad.
La visión del optimismo histórico no es otra cosa que la tras-
posición al orden puramente humano y temporal de la Historia
Sagrada. “El mundo moderno se formó en el contexto espiritual
de motivaciones cristianas laicizadas y en cierto modo deforma-
1965, p. 42. Cf. R. Calderón Bouchet, Esperanza, historia y utopía, p. 79 : “La lec-
tura del libro de John Bury que tiene por título La idea del progreso, confirma una
vieja sospecha de que, a pesar de sus orígenes religiosos, esta idea alcanza su
plenitud sólo en la época de la «Ilustración». El proceso de secularización sufri-
do por la civilización latina a partir del triunfo cada vez más acelerado del espí-
ritu capitalista, desplaza la esperanza del hombre del orden sobrenatural al na-
tural y alimenta, como consecuencia de los triunfos prodigiosos de la técnica, la
convicción de sostener un esfuerzo siempre perfectivo en el dominio económico
de la realidad”.
CAPÍTULO 1 : QUÉ FUE EL CONCILIO VATICANO II 81
ideas del iluminado abad Joaquín de Fiore, lo hace por inconformidad con el
estado de la Iglesia y en particular de la jerarquía eclesiástica. “[Para el Talmud
(Arac. Sanh. 97),] razonando que el mundo había sido creado en seis días, a los
que siguió el séptimo de descanso, el mundo duraría siete días divinos, cada
uno de mil años, es decir, siete mil años, distribuidos en esta forma : Dos mil
antes de la Ley dada por Dios a Moisés, dos mil durante esta Ley, y otros dos
mil bajo el Mesías, y como descanso habría mil años en el reino temporal de los
justos con el Mesías” (Enciclopedia de la Religión Católica, Barcelona 1953, voz
«Milenarismo»). Según Joaquín de Fiore, los cuatro mil años del Antiguo Tes-
tamento es la edad del Padre, tiempo de los casados; luego viene la edad del
Hijo, tiempo de los clérigos, que él pensaba estaba terminando en su época,
pero a la que nosotros podríamos darle los dos mil años del Talmud; y final-
mente, según hacen pensar las profecías de Juan Pablo II, viene el milenio del
Espíritu Santo, que Joaquín pensaba que era el tiempo de los monjes espiritua-
les, pero que parece deberíamos considerar la «new age» de los laicos inaugu-
rada por el Vaticano II, hartos ya del clericalismo de los dos mil años anteriores.
La «nueva teología» no dejó de prestar mucha atención al antiguo monje. Henri
de Lubac dedicó un ensayo en dos volúmenes a “la posteridad intelectual de
Joaquín de Fiore”.
CAPÍTULO 1 : QUÉ FUE EL CONCILIO VATICANO II 85
1 Aunque este juicio sobre Maritain nos parece importante y nos damos cuen-
¿“La energía de la historia que brota del espíritu” es la gracia de Cristo, o hay
“unos pocos” espíritus que no contrajeron el pecado original? Pero parece que
pecamos al mezclar teología con filosofía. Con su permanencia en el ámbito de
la filosofía, Maritain se ahorra todo Monitum del Santo Oficio, y con su izquier-
da sostiene a Hegel y con la derecha a Santo Tomás, en una bastante esquizo-
frénica doble verdad. Mas es loco pero no tonto, porque en la manga izquierda
se guarda el as de la ley del progreso del mal, de manera que lo pueda sacar
cuando la ley del progreso de la libertad de conciencia no funciona. Es un pro-
gresista preparado para todo terreno.
1 Es de temer que al masónico optimismo global, canonizado por el Vati-
quezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Y, sin embargo, una gran
parte de la humanidad sufre hambre y miseria y son muchedumbre los que no
saben leer ni escribir. Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su
libertad, y entretanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica.
Mientras el mundo siente con tanta viveza su propia unidad y la mutua inter-
dependencia en ineludible solidaridad, se ve, sin embargo, gravísimamente di-
vidido por la presencia de fuerzas contrapuestas”.
1 Esta parece ser la condición del condenado según Benedicto XVI, en su en-
cíclica Spe salvi, 30 de noviembre de 2007 : “Puede haber personas que han des-
truido totalmente en sí mismas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el
amor. Personas en las que todo se ha convertido en mentira; personas que han
vivido para el odio y que han pisoteado en ellas mismas el amor. Ésta es una
perspectiva terrible, pero en algunos casos de nuestra propia historia podemos
distinguir con horror figuras de este tipo. En semejantes individuos no habría ya
nada remediable y la destrucción del bien sería irrevocable : esto es lo que se in-
dica con la palabra infierno”. En el infierno parece estar Hitler y pocos más.
CAPÍTULO 1 : QUÉ FUE EL CONCILIO VATICANO II 89
II. La inclusividad
de la mente del Concilio
Otra propiedad por la que pensamos que podría llegar a de-
finirse el Concilio, pues lo distingue de todos los demás concilios
de la Iglesia, es lo que llamamos la «inclusividad» de su mente y
de su lenguaje, pues hasta ahora el magisterio eclesiástico había
tendido a pensar y pronunciarse de modo «exclusivo», lo que
habría perjudicado la deseada unidad de los cristianos. Ésta es la
tesis que se ha sostenido para justificar el cambio. Expliquemos,
entonces, brevemente los motivos por los que el Concilio ha
adoptado este modo, señalemos luego cómo se ha dado y, final-
mente, hagamos un juicio crítico.
lio, 11 de octubre de 1962, n. 14 : “Si la tarea principal del Concilio fuera discu-
tir uno u otro artículo de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo con
mayor difusión la enseñanza de los padres y teólogos antiguos y modernos,
que suponemos conocéis y tenéis presente en vuestro espíritu, para esto no era
necesario un Concilio”.
2 Ibid. n. 15 : “Vemos que, al pasar de un tiempo a otro, las opiniones de los
deriva del hecho de que no pueden los hombres, sin ayuda de toda la doctrina re-
velada, conseguir una completa y firme unidad de ánimo a la que están ligadas la
verdadera paz y la salvación eterna. Desgraciadamente la universal familia cristia-
na no ha conseguido plenamente esta visible unidad en la verdad… Considerando
bien esta misma unidad, impetrada por Cristo para su Iglesia, parece refulgir con
un triple rayo de luz benéfica la unidad de los católicos entre sí, que debe conser-
varse ejemplarmente compacta; la unidad de oraciones y fervientes deseos con que
los cristianos separados de esta Sede Apostólica aspiran a estar unidos con noso-
tros; y finalmente, la unidad en la estima y respeto hacia la Iglesia católica de parte
de quienes todavía siguen religiones no cristianas… [Así la Iglesia] prepara y con-
solida ese camino hacia la unidad del género humano”. Entiéndase bien. El Papa
sabe que la unidad debe darse en la verdad revelada, pero si no se la ofrece en con-
ceptos más amplios y aggiornados, siempre quedarán fuera herejes y paganos.
CAPÍTULO 1 : QUÉ FUE EL CONCILIO VATICANO II 93
teólogos del Rin para que le dieran este nuevo modo a los docu-
mentos del Concilio. Señalemos solamente algunas de las carac-
terísticas de esta nueva metodología :
Se prefiere el lenguaje de la Sagrada Escritura al lenguaje de
origen filosófico, con lo que se halla multitud de citas en cada
página.
Cuando se incorporan nuevos conceptos, como sacramento,
misterio pascual, ecumenismo, colegialidad, etc., no se intenta
estrecharlos con una definición.
Cuando se explica alguna noción, no se lo hace de una úni-
ca manera. Por ejemplo, la Iglesia es explicada por Lumen gen-
tium en función del concepto de sacramento, Reino, Cuerpo Mís-
tico, Pueblo de Dios, etc.
Se evitan en lo posible las excluyentes distinciones escolás-
ticas, como entre naturaleza y gracia, potestad de orden y juris-
dicción, etc.
Se buscan expresiones amplias que ofrezcan margen para la
pluralidad de interpretaciones.
Esta nueva manera de pensar y de hablar se fue haciendo cada
vez más marcada en el magisterio posconciliar, sobre todo en los
diálogos ecuménicos que se entablaron con prácticamente todos los
grupos religiosos no católicos. Si a todo esto se agrega la infinita pa-
ciencia de las autoridades eclesiásticas para permanecer en diálogo
ad intra y ad extra de la Iglesia, sin apurarse en terminar nunca nin-
guna discusión, puede colegirse la enorme «inclusividad» que ad-
quirió – ¡ay! – la proposición de la verdad católica con el Concilio.
3º El «inclusivismo» conciliar no es
sino subjetivismo y ambigüedad
ca, por la que, en Cristo, se pueden predicar (comunicar) del hombre los atribu-
tos (idiomata) divinos (el hombre [Cristo] es creador) y de Dios los atributos
humanos (Dios murió). Cf. III, q. 16, a. 4.
2 Cf. Gaudium et spes n. 40 : “La Iglesia, «entidad social visible y comunidad
CONCILIO
VATICANO II CATOLICISMO
Oficialización
de un humanismo católico
DIOS DIOS
→ ANTROPOCENTRIMSO →
El Creador se glorifica
Bien común trascendente
en el hombre
→ TEOCENTRISMO →
“La religión católica es
para la humanidad” ORDEN ECLESIÁSTICO
HOMBRE HOMBRE
D. DIVISIÓN DE NUESTRO
ESTUDIO SOBRE LAS
NOVEDADES CONCILIARES
EL HOMBRE NUEVO
E
l primer valor que el pensamiento conciliar destaca en la
dignidad del «hombre nuevo», es la libertad. Que sea en-
tonces nuestro punto primero, que hace referencia espe-
cialmente a la voluntad. Consideraremos luego las consecuencias
de esta valoración respecto al intelecto. En tercer lugar, estudia-
remos el obrar desde el punto de vista moral. Finalmente, nos re-
montaremos a considerar la relación entre la naturaleza y la gracia
según el pensamiento conciliar. En una exposición escolástica, ha-
bría que considerar primero la naturaleza, en cuanto elevada por
la gracia al orden sobrenatural; luego deberíamos considerar las
potencias espirituales, primero la inteligencia y luego la voluntad;
y finalmente el obrar, pues el modo de obrar sigue al modo de ser
– agere sequitur esse –. Pero parece mejor seguir el orden que estos
asuntos tienen en el pensamiento moderno. Por supuesto que en
todos estos puntos trataremos de ir a lo esencial, para que nuestro
trabajo no se haga eterno. Sólo buscamos entender el Concilio.
muchos los que, imitando a Lucifer, del cual es aquella criminal expresión : No
serviré, entienden por libertad lo que es una pura y absurda licencia. Tales son
los partidarios de ese sistema tan extendido y poderoso, y que, tomando el
nombre de la misma libertad, se llaman a sí mismos liberales”.
3 El humanista es un monje gastado por la acidia, que sale del monasterio
de allí en más, sólo una opción tiene sentido : volver para atrás.
De allí que entender la libertad como facultad de elegir bien o
mal, es tan insensato como definir la salud como la aptitud de en-
fermar. Y por aquí se entiende, además, el gravísimo error de en-
tender la autoridad como opuesta a la libertad, porque nada con-
tribuye tanto a hacer crecer nuestra libertad, como aquellas auto-
ridades que nos enseñan el verdadero valor de las cosas.
Conclusión. El «humanismo» es un movimiento esencialmente
cristiano, cuya primera intención es la de autonomía frente a la auto-
ridad divina, concretamente ejercida por la jerarquía eclesiástica,
que lo lleva a considerar como valor supremo de la persona huma-
na la libertad, entendida como facultad de elegir el bien o el mal. El
humanismo, entonces, engendra necesariamente el «liberalismo».
2º El liberalismo conciliar
tres modos. 1º Primero, en cuanto que el hombre posee una aptitud natural para
conocer y amar a Dios, aptitud que consiste en la naturaleza de la mente; esta es
la imagen común a todos los hombres. 2º Segundo, en cuanto que el hombre co-
noce y ama actual o habitualmente a Dios, pero de un modo imperfecto; ésta es
la imagen procedente de la conformidad por la gracia. 3º Tercero, en cuanto que
el hombre conoce actualmente a Dios de un modo perfecto; ésta es la imagen
que resulta de la semejanza de la gloria”.
CAPÍTULO 2 : EL HOMBRE NUEVO 107
3º Consecuencia inmediata :
supremacía de la acción sobre la contemplación
1 I, q. 93, a. 8.
CAPÍTULO 2 : EL HOMBRE NUEVO 109
B. EL SUBJETIVISMO,
LIBERADOR DEL PENSAMIENTO
1 III, q. 8, a. 7.
CAPÍTULO 2 : EL HOMBRE NUEVO 111
2º El subjetivismo conciliar
las varias formas sucesivas que la verdad revelada ha ido tomando, conforme a
las varias doctrinas e ideas que han aparecido en el decurso de los siglos. Pero
es evidente, por lo que llevamos dicho, que tales conatos no sólo conducen al
llamado «relativismo» dogmático, sino que ya en sí mismos lo contienen”.
1 Louis Jugnet, Problemas y grandes corrientes de la filosofía, Colección clásicos
canza a Dios como Verdad primera, la esperanza como Bien deseado y la cari-
dad como Bien en sí. Como no amamos sino lo que conocemos y el modo del
amor responde al modo del conocimiento, no podríamos tener amor de caridad
a Dios en sí mismo si la fe no fuera un conocimiento que alcanza de alguna ma-
nera a Dios en sí mismo.
CAPÍTULO 2 : EL HOMBRE NUEVO 117
4º Consecuencias
El pluralismo teológico
No hace falta meditar mucho para darse cuenta que las con-
secuencias son enormes. La revelación sería una «presencia» de
Dios, manifestada misteriosamente a través de diferentes «sím-
bolos» o «sacramentos» 2 : Jesucristo y la Iglesia, la Escritura y la
Liturgia, los pobres, los negros y las mujeres 3. La fe consistiría
en la percepción del misterio divino, gracias a la interpretación
del símbolo. La percepción de la fe es en sí misma indefinible,
pero el hombre es social y tiende a expresar sus experiencias en
palabras. Como se sabe, la mayoría no sabe expresarse bien, pero
en cada comunidad no falta un poeta que tiene el don de expre-
sar el sentir común de la fe 4. Estos poetas son los neoteólogos y
sus teologías son poemas que expresan, con mayor o menor be-
lleza, el hic et nunc de la Revelación divina.
Así se explica la instauración, desde el Concilio, del «plura-
lismo teológico». Pretender, como hacía Pío XII con sus encíclicas
cacia, pues hacen eficazmente presente el misterio divino a quien tiene el don
de interpretarlos. Nada tiene que ver esta eficacia con la eficacia ex opere operato
de los siete Sacramentos tal como la entiende la teología católica.
3 Cada una de estas realidades «sacramentales» tendrá su «teología» – como
El problema de la verdad
cuanto puedas, porque [el Salvador] es mayor que toda alabanza y nunca lo
alabarás lo suficiente”.
CAPÍTULO 2 : EL HOMBRE NUEVO 119
cumentos 1969-1996, BAC, p. 557 a 604. El texto original fue redactado en español.
3 Aquí se nos ubica rápidamente en el clima teológico en que se mueve el
C. LA CONCIENCIA,
LIBERADORA DE LA ACCIÓN
1º El latrocinio de Prometeo :
la autonomía de la conciencia
alter eorum tantum – se aplican al acto los hábitos de la razón operativa, es de-
cir, el hábito de la sindéresis y el hábito de la sabiduría, por el que se perfecciona
la razón superior, y el hábito de la ciencia, por el que se perfecciona la razón in-
ferior; ya sea que se apliquen todos a la vez, ya sólo alguno de ellos”. Si bien,
como enseña Santo Tomás, para el orden moral individual no es necesario que
se posea el hábito de la sabiduría propiamente dicha, pues basta con los princi-
pios de la sindéresis, para el orden moral político aquella es indispensable. Para
el ejercicio de la prudencia política es absolutamente necesario la asistencia de
la teología o sabiduría. Si el individuo no necesita poseerla personalmente, es
porque puede participar de ella como bien común social.
1 Sin querer prejuzgar a nuestro ocasional Lector, suponemos que este pá-
rrafo necesitaría muchas explicaciones, porque, si bien tendría que ser éste el
enfoque de todo buen tratado de moral, no es el que acostumbran hacer aún
nuestros mejores manuales. Y este defecto en la formación católica viene del
contagio del enfoque moderno de la conciencia.
CAPÍTULO 2 : EL HOMBRE NUEVO 123
1 Para los autores clásicos griegos y latinos, la conciencia sólo tiene la fun-
ción de testigo y juez de los propios actos, pero carece de la función de regla an-
tecedente de su moralidad. La conciencia en este sentido aparece con el cristia-
nismo, en especial en San Pablo. Cf. el comentario de Th. Deman O. P. al trata-
do de la prudencia, en la Suma Teológica publicada por la Revue de Jeunes.
2 Santo Tomás reconoce que hay nombres que, aunque denominan actos,
hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe
obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón,
advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal : haz es-
to, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón,
en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado per-
sonalmente. La conciencia es el núcleo mas secreto y el sagrario del hombre, en
el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo
de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo
cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta con-
ciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y re-
solver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al indivi-
duo y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto
mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego
CAPÍTULO 2 : EL HOMBRE NUEVO 131
3º Conclusión
D. LA GRACIA,
LIBERADORA DE LA NATURALEZA
1º El naturalismo humanista
2º El naturalismo conciliar
perfecciona…”
134 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
E. CONCLUSIÓN
El humanismo moderno – ¡no el integral, por favor! – sostiene
la dignidad de un hombre cuyo valor supremo es la libertad, cu-
ya inteligencia está liberada de la tiranía de la realidad por el re-
lativismo subjetivista, cuya moral está regida por la ley suprema
de su propia conciencia. Es un hombre que no reconoce nada que
CAPÍTULO 2 : EL HOMBRE NUEVO 135
lio tiene una ventaja y una desventaja. Tiene la desventaja de estar poco desa-
rrollada y como escondida en frases simples, de manera que sólo la halla el que
la quiere hallar. Fue preparada por la teología nueva preconciliar, y habría que
recurrir a sus escritos para discernirla. Pero tiene una ventaja no pequeña. Los
escritos de los neoteólogos preconciliares, publicados en un medio todavía hos-
til, son deliberadamente complejísimos, escritos en un lenguaje teológico per-
sonal, de manera que sólo pueden ser comprendidos por el que se empapa del
pensamiento del autor. Pero en los documentos conciliares, por el estilo simple
que deben guardar, esta nueva doctrina deja todos sus ropajes verbales y apa-
rece en toda su simplicidad. Y la simplicidad de estos enormes errores es, di-
ríamos, brutal.
CAPÍTULO 2 : EL HOMBRE NUEVO 137
TRUCOS
El Hombre
El Cristiano principios católicos Nuevo
transpuestos
LA NUEVA IGLESIA
P
ablo VI afirma, en el discurso de clausura, que el Concilio
tuvo dos grandes «intenciones religiosas» : una última,
acercarse al hombre moderno por un «nuevo humanis-
mo», y otra inmediata, la «redefinición» de la Iglesia : “El Conci-
lio, más que de las verdades divinas, se ha ocupado principal-
mente de la Iglesia, de su naturaleza, de su composición, de su
vocación ecuménica, de su actividad apostólica y misionera. Esta
secular sociedad religiosa, que es la Iglesia, ha tratado de realizar
un acto reflejo sobre sí misma para conocerse mejor, para definirse
mejor y disponer, consiguientemente, sus sentimientos y sus pre-
ceptos” (n. 5). En el capítulo anterior hemos hablado de aquella
última intención, ahora nos toca hablar de esta más “directa y
primordial intención religiosa” (n. 5).
Es claro que convenía guardar este orden porque, si bien la
instauración del «nuevo humanismo» es algo último en cuanto a
la ejecución, estuvo ciertamente primero en la intención. La rede-
finición de la Iglesia es una intención «directa», esto es, más in-
mediata, y si el Papa la considera «primordial», es justamente
porque constituye el medio para alcanzar aquello. La Iglesia,
como buena samaritana, se redefine para salvar al humanismo
moderno, que yace herido a la vera del camino : “El humanismo
laico y profano ha aparecido, finalmente, en toda su terrible esta-
tura y, en cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La religión del
Dios que se ha hecho hombre, se ha encontrado con la religión
– porque tal es – del hombre que se hace Dios. ¿Qué ha sucedi-
140 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
A. LA IGLESIA
Y EL REINO DE DIOS
1º La doctrina católica
dad entre Iglesia y Reino : “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edi-
ficaré yo mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto
atares en la tierra será atado en los cielos, y cuanto desatares en la
tierra será desatado en los cielos” (Mt 16, 18-19). “Este reino de
Dios – comenta un autor –, expresión que puede tener un signifi-
cado más o menos amplio según el contexto, en este lugar [de Ma-
teo 16], por el perfecto paralelismo con la frase anterior y la si-
guiente : «Todo lo que atares en la tierra, quedará atado en los cie-
los», sólo puede significar el reino de Dios existente en la tierra,
ya que Pedro, el apóstol que tiene delante Jesús, será la autoridad
suprema de este reino. Reino de Dios o reino de los cielos e Iglesia
no son, pues, realidades distintas, sino la misma realidad bajo dos
aspectos. Y en esto se corresponde armónicamente el Nuevo Tes-
tamento con el Antiguo : como el pueblo escogido era el reino de
Dios del Antiguo Testamento, así, en el Nuevo, la Iglesia de Cris-
to es el reino de Dios en la tierra. Por tanto, cuando Cristo habla
del reino de Dios en la tierra, habla en realidad de su Iglesia” 1.
El Reino de Dios significa principalmente aquella realidad
que se va a establecer plenamente allende la historia, después de
la segunda venida de Nuestro Señor. La Iglesia, en cambio, se re-
fiere principalmente a la sociedad de los bautizados instituida
por Nuestro Señor en la historia, en su primera venida, esto es, la
Iglesia militante. Pero Nuestro Señor habla también del Reino
como algo ya constituido en la tierra, refiriéndose a la Iglesia mi-
litante; y el Reino que trasciende la historia es lo que se entiende
como Iglesia triunfante. En el único punto en que la noción de
«Reino» parece más amplia que la de «Iglesia», es en cuanto se
refiere al reinado interior de Dios en el corazón del cristiano. Pe-
ro esto tampoco es ajeno a la noción de Iglesia, porque el Reino
inmanente se establece en las almas por la fe y la caridad, princi-
pios por los que se pertenece a la Iglesia de Cristo.
Lubac por el tomista deseo natural de Dios, Karol Wojtila dará también su ver-
sión. Si al Lector le falta imaginación para inventar su propia explicación, pue-
de quedarse con cualquiera de éstas.
3 Lumen gentium n. 48; Gaudium et spes n. 45. Cuidado. El Concilio no dio nin-
guna explicación de su principio fundamental que Cristo se une con todo hombre,
dejándolo al pluralismo; pero se atrevió a explicar la Iglesia con la noción de sa-
150 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
una realidad divina oculta como la semilla bajo la tierra, esto es,
substancialmente invisible, en pleno movimiento de germina-
ción; y del Reino brota la Iglesia como manifestación visible, con
la misión de anunciarlo e instaurarlo en las naciones. La Iglesia
no sería simpliciter el Reino de Dios incoado en la tierra – como
lo afirma la doctrina tradicional –, sino un producto de esa in-
coación; no sería la semilla que se hace árbol, sino el primer brote
de esta semilla, que revela su presencia. Pero como el brote es
todo lo que se ve, la Iglesia podría decirse quodammodo el Reino
de Dios, en cuanto que en Ella y por Ella el misterioso Reino se
hace presente : “Ecclesia, seu regnum Christi iam praesens in myste-
rio” (n. 3). Así el Concilio cree dar satisfacción a la doctrina tradi-
cional que identifica, sin más, Iglesia y Reino.
dió la Iglesia con el Concilio planea una manera de hablar de la unión hipostá-
tica que hay que inscribir decididamente en la herejía nestoriana, y que, por la
analogía que aquí se propone, se traslada a este embrollo de distinciones entre
la Iglesia católica, el Reino de Dios y, como veremos, la Iglesia de Cristo.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 157
Jerarquía
sacerdotal
Simples
fieles
Pocos hombres
de buena voluntad
IGLESIA
toda
sacerdotal
B. LA IGLESIA Y EL MUNDO
Aquí nos parece que tocamos el punto neurálgico de nuestro
problema, no tanto desde el punto de vista ideológico sino desde
el punto de vista real. Porque si bien la distinción liberal entre
Iglesia y Mundo se puede considerar como una consecuencia de
la nueva concepción del Reino de Dios (y ésta, a su vez, como
consecuencia del personalismo humanista), todo este paquete
doctrinal no es sino una gran mentira para justificar y promover
la liberación real de los poderes políticos, que en el occidente cris-
tiano fueron realmente engendrados y dominados (como los hijos por
el papá) por el poder eclesiástico. Porque la doctrina adoptada
por el Concilio no es sino una maquiavélica ideología al servicio
de los ocultos poderes que han ido dominando la modernidad.
Para entender el Concilio, entonces, se hace necesario expli-
car este asunto no sólo desde el punto de vista puramente doc-
trinal, sino refiriéndonos también a su entramado histórico. Di-
vidiremos el status quaestionis en tres períodos de muy desigual
longitud : el de la «Cristiandad» hasta la bula Unam sanctam de
Bonifacio VIII, el del «Humanismo católico» hasta la encíclica
Quas primas de Pío XI, y el de la «Nueva Cristiandad» hasta la
declaración Dignitatis humanae del Vaticano II. Recién entonces
consideraremos la doctrina conciliar y sus consecuencias.
I. La Cristiandad
hasta Unam sanctam
1º La división cristiana de poderes
Los fines que debe perseguir todo aquel que gobierne la mul-
titud, así como los fines de cada individuo, no pueden ser otros
– como vimos – que la gloria de Dios y la santificación de las al-
160 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
nes regias inferiores : “Dejad al César lo que es del César” (Mt 22,
21), por las cuales deben dirigir las multitudes en orden al acre-
centamiento y ejercicio de las virtudes cristianas.
Pero, como aclara Santo Tomás, hay dos maneras como la au-
toridad suprema puede delegar poderes en ministerios que, por
la naturaleza de sus finalidades, están subordinados :
Una primera manera consiste en delegar en el ministerio
superior la potestad completa, de modo que éste, a su vez, sub-
delegue sus poderes al ministerio inferior. Según este procedi-
miento, el ministro superior conserva el dominio y la responsabi-
lidad sobre todo lo que hace el inferior, y es aquél quien rinde
cuentas de todo ante la autoridad suprema. Esta es la manera en
que el ministerio del Papa sobre toda la Iglesia domina sobre el
ministerio de los obispos en sus diócesis y el de éstos sobre los
curas en sus parroquias; y es también el modo como la autoridad
civil del gobernador está por encima de la de sus ministros 1.
Pero una segunda manera es que la suprema autoridad de-
legue ella misma, de manera directa e inmediata, los poderes a
cada ministerio, de modo que el ministro inferior no deba rendir
cuentas de su gestión al ministro superior, sino directamente a la
suprema cabeza. El ministro inferior deberá subordinar su acción
en cuanto a todas aquellas cosas que pertenecen al ministerio
1 In II Sent., dist. 44, expositio textus : “La potestad superior e inferior pue-
den tenerse de dos modos. [Primero] de tal manera que la potestad inferior tenga
origen totalmente en la superior, y entonces toda la virtud de la inferior se fun-
da sobre la virtud de la superior, y entonces debe obedecerse la potestad supe-
rior más que la inferior simpliciter y en todo; como también en las cosas natura-
les la causa primera influye más sobre lo causado por la causa segunda que la
misma causa segunda; y así se tiene la potestad de Dios respecto a toda potestad
creada; como también la potestad del emperador respecto a la del procónsul; y
también la potestad del Papa respecto a toda potestad espiritual en la Iglesia.
Porque los grados de las diversas dignidades en la Iglesia son dispuestos y or-
denados por el mismo Papa; por lo que su potestad es cierto fundamento de la
Iglesia, como se ve en Mt 16. Por lo tanto, en todo hay que obedecer más al Papa
que al obispo o al arzobispo, o que al abad el monje, sin distinción alguna”.
162 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
gundo] de tal manera que ambas se originen de una potestad suprema, que
subordina una a la otra según su voluntad; y entonces una no es superior a la
otra sino en aquello en lo que ha sido prepuesta sobre la otra por la potestad
suprema; y sólo en esos puntos hay que obedecer más a la superior que a la in-
ferior. De este modo se tienen las potestades del obispo y del arzobispo, que
descienden de la potestad del Papa”.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 163
2º La constitución de la Cristiandad
1 Platón, La República, 473. Los filósofos de los que habla Platón, son cierta-
mente teólogos, que deben gobernar la Ciudad de acuerdo a la idea del Bien.
Cf. P. Álvaro Calderón, «El gobierno de los filósofos. La solución cristiana al di-
lema de Platón», en A la luz de un ágape cordial, SS&CC ediciones, Mendoza
2007, p. 101-132.
164 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
Roma (puente Milvio) había de trabarse la lucha que decidió los destinos del
mundo y de la Cristiandad. Venció Constantino, y su rival Majencio halló la
muerte, ahogado en el Tíber. La mayor parte de las fuerzas combatientes del vic-
torioso emperador la constituían soldados cristianos, que lucharon con denuedo.
Los relatos de los historiadores de aquella época coinciden en que en el transcur-
so de esta expedición se le apareció la cruz en el cielo, con esta inscripción : «In hoc
signo vinces», y en que tras esto Constantino hizo acto de adhesión al Cristianis-
mo y mandó colocar en sus estandartes el monograma del «Lábaro» de Cristo”.
2 R. Morçay, Nouvelle histoire de l’Église, Lanore, Paris 1937, p. 175 : “El aten-
tado de Anagni. El segundo conflicto fue más grave. Estalló en 1301. Como Feli-
pe el Hermoso había hecho apresar a un legado del Papa, Bernardo de Saisset,
obispo de Pamiers, el Papa protestó por la bula Ausculta, fili, donde pedía la li-
beración del obispo y denunciaba en términos enérgicos las exacciones del rey.
Este convocó entonces a los representantes de los tres órdenes de la nación, no-
bleza, clero y pueblo, lo que constituyó los primeros Estados Generales de Francia.
Les hizo creer que el Papa quería considerar a Francia como un feudo de la San-
ta Sede y gobernarla en lo temporal. Esta memorable asamblea, que se reunió
en Notre-Dame, dio su aprobación al rey y pidió la convocación de un concilio
general que juzgara el diferendo. – Era casi la negación de la autoridad pontifi-
cia. El Papa no podía quedar en silencio. En octubre de 1302 publicó una bula
famosa, la bula Unam sanctam, a la que los adversarios de la Iglesia muchas ve-
ces se han referido. Decía allí : «Hay dos espadas, la espiritual y la temporal.
Una y otra espada, pues, está en la potestad de la Iglesia, la espiritual y la mate-
rial. Mas ésta ha de esgrimirse a favor de la Iglesia; aquélla por la Iglesia mis-
ma. Una por la mano del sacerdote, otra por mano del rey y de los soldados, si
bien a indicación y consentimiento del sacerdote. Pero es menester que la espa-
166 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
relecciones teológicas, BAC 1960, p. 224 : “El maestro salmantino es uno de los
primeros representantes de la época moderna que, siendo teólogo de la Iglesia,
se opone decididamente a la concepción medieval, teocrática y unitaria. Su
mentalidad y formación tomista le llevarán a sentar, como punto de partida y
principio supremo de todo su sistema teológico-jurídico, la distinción aquiniana
de un doble orden, natural y sobrenatural, en el mundo, base de la distinción neta
de los dos poderes, espiritual y temporal, con dos estructuras sociales y dos ór-
denes de derecho independientes : Iglesia y Estado. Vitoria es el hombre mo-
derno que asiste al nacimiento del verdadero Estado moderno, en cuya funda-
ción jurídica va a tener parte tan importante”. Formado en el nominalismo, Vi-
toria se vuelca luego a Santo Tomás, pero permanece más humanista que to-
mista. Santo Tomás distingue, ciertamente, los órdenes natural y sobrenatural,
pero no hay nada más antitomista que atribuir al Estado un fin natural.
Menéndez-Rigada, Vitoria, François de, en DTC, col. 3142 : “Vitoria fue el
primero en fijar con toda la precisión necesaria el poder del Papa en las cosas
temporales, si bien ha tenido en ese punto algunos predecesores, como Tor-
quemada, que ya habían orientado la cuestión en la verdadera dirección. Par-
tiendo de la doctrina tomista de la distinción fundamental entre los dos órdenes
natural y sobrenatural, Vitoria extiende esta misma distinción a los dos pode-
res, de los cuales ninguno puede absorber ni disminuir el otro”.
170 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
to, en cuanto hombre, hubiera sido rey por sucesión hereditaria, obteniendo por
herencia legítima de María y San José el trono de David. Ni por éste ni por nin-
gún otro derecho humano fue Rey, sino únicamente por título de redención. Esto
le permite concluir que Jesucristo fue sólo Rey espiritual del mundo, puesto que
la redención se dirige al fin único espiritual de la salvación. Y niega taxativamen-
te que Jesucristo fuera rey temporal y que obtuviese el dominio directo sobre to-
das las cosas y todas las criaturas del universo. Su reino no es de este mundo. En
el fragmento mencionado De regno Christi, su actitud no es tan negativa y parece
conceder la potestad o dominio temporal indirecto de Cristo sobre el mundo. El
mismo que comunicara a Pedro y sus sucesores : «La potestad temporal sobre
reyes y emperadores en cuanto es necesaria para los fines del gobierno espiri-
tual». Esta opinión singular de Vitoria pasó a un grupo de teólogos posteriores,
como Medina, San Belarmino, Valencia y Becan. Pero también se encuentra en
términos parecidos en la obra de Juan de París al impugnar éste la idea teocrática
de la supremacía temporal del Papa. En la teología posterior – y más en la actual
después de la encíclica Quas primas de Pío XI – ya es doctrina cierta que Cristo
hombre fue y perdura siempre siendo Rey universal del mundo y de todas las
creaturas, animadas e inanimadas, tanto en lo espiritual como en lo temporal”.
3 Menéndez-Rigada, Vitoria, François de, en DTC, col. 3133 : “Por sus con-
3º «Quas primas»
1º La «Nueva Cristiandad»
1 Denzinger-Hünermann 3675.
2 La obra más típica de esta tendencia es la del jesuita Marechal, Le point de
départ de la métaphysique.
3 El devoto Cardenal Mercier, por ejemplo, va a atenuar la fuerza de la re-
1 La siguientes son obras casi infaliblemente citadas por los que toquen
28-29 : “Hay que llamar temporal, con todos los teólogos, a lo que está ordenado,
como a su fin inmediato y primero, al bien común (material y moral) de la ciu-
dad terrestre, bien que concierne substancialmente al orden natural… Y hay que
llamar espiritual, con los teólogos, a lo que está ordenado como a su fin inme-
diato y primero al bien común sobrenatural de la Iglesia”.
176 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
1 El Cardenal Billot no era nada liberal y se daba cuenta de los estragos del li-
3º Conclusión
roto el poder del demonio, para que el mundo se transforme según el pro-
pósito divino y llegue a su consumación” (Gaudium et spes n. 2).
«Commendatio Mundi»
“La libertad humana, herida por el pecado, para dar la máxima eficacia a
2
1 Lumen gentium 9 : “La congregación de todos los creyentes que miran a Je-
sús como autor de la salvación, y principio de la unidad y de la paz, es la Igle-
sia convocada y constituida por Dios para que sea sacramento visible de esta
unidad salutífera”.
188 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
C. LA IGLESIA
Y LAS RELIGIONES
Concepción tradicional
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 189
Reino
Iglesia Mundo
Nueva Cristiandad
1ª disminución liberal
Reino
Religiones
IGLESIA
Mundo
DE CRISTO
Iglesia
católica
2ª disminución ecuménica
1Cf. Gustave Thils, Historia doctrinal del Movimiento Ecuménico, RIALP, Ma-
drid 1965.
2 Informe oficial de la Conferencia de Lausana, citado por G. Thils, op. cit.
p. 37.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 191
1 III, q. 82, a. 7.
2 El truco está bien armado porque, aunque la posición tradicional es uná-
nime y determinada en considerarlos ineficaces, la discusión particular es com-
pleja. Un cismático bautizado de niño, recibe la fe y la gracia : ¿cuándo la pier-
de? Si no la ha perdido, al comulgar devotamente con la Hostia válidamente
consagrada, recibe el fruto del sacramento. En su raíz, la diferencia entre la po-
sición católica y la modernista está en cuanto al pesimismo u optimismo : el católi-
co es pesimista ante la posibilidad de salud espiritual en una comunidad donde
no se dan los auxilios que tiene el católico (todos los beneficios de la actividad
sacerdotal) y sí se dan influencias que tienden a formalizar las herejías (el des-
precio y hasta el odio a lo católico); mientras que el humanista moderno sostie-
ne el más imperturbable optimismo. Sin embargo, ¿por qué nunca floreció la
santidad fuera de la tierra católica?
196 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
III, q. 2, a. 4 : “Persona Christi subsistit in duabus naturis. Unde, licet sit ibi
1
unum subsistens, est tamen ibi alia et alia ratio subsistendi. Et sic dicitur perso-
na composita, inquantum unum duobus subsistit”. Cf. III, q. 2, a. 1 ad 2 : “Unus
enim Christus subsistit in divina natura et humana”; q. 3, a. 6 sed contra : “Per-
sona incarnata subsistit in duabus naturis, divina scilicet et humana”; q. 24, a. 1
ad 2 : “Praedestinatio attribuatur personae Christi, non quidem secundum se,
vel secundum quod subsistit in divina natura; sed secundum quod subsistit in
humana natura”.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 199
de Cristo, p. 154.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 201
uniuntur”. Pero luego veremos que en esta Iglesia visible entra todo creyente,
202 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
Distinción
hasta los que creen en la Serpiente de Togo. Por eso vale decir que la unión por
los sacramentos a veces es en modo muy arcano.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 203
1 Pío XII, Mystici corporis : “Ahora bien : para definir y describir esta verda-
Conclusión
1 Son «Iglesias» las que tienen el sacerdocio y la Eucaristía, y las demás son
sólo «Comunidades». Que sean humildes y no se ofendan por lo que se dice,
porque el Concilio también le encuentra defectos nada pequeños a la misma
Iglesia católica.
208 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
las semillas de la Palabra (semina Verbi) que en ellas [las tradiciones nacionales
y religiosas no cristianas] se contienen”. En el n. 15 de este mismo documento
se dice que el Espíritu Santo “llama a todos a Cristo por las semina Verbi y la
predicación del Evangelio”.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 209
son aptos para dejar abierto el acceso a la comunión de la salvación. Por consi-
guiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus de-
fectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación,
porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de sal-
vación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se
confió a la Iglesia” (Unitatis redintegratio n. 3). Como luego se explicará, las de-
nominaciones de «Iglesia» y «comunidad» no están puestas al azar.
1 Congregación para la doctrina de la fe, carta Communionis notio, sobre al-
Papa. Pero aunque pone una frase fuerte sobre el «ministerio pe-
trino», no deja de presentarlo envuelto en el Colegio episcopal 1.
De hecho, tan esencial no resulta dicho «ministerio», porque las
comunidades efectivamente cismáticas que han usurpado las cá-
tedras episcopales, no dejan de merecer el título de Iglesias : “En
las Iglesias y comunidades cristianas no católicas, existen en efec-
to muchos elementos de la Iglesia de Cristo que permiten recono-
cer con alegría y esperanza una cierta comunión, si bien no per-
fecta. Esta comunión existe especialmente con las Iglesias orienta-
les ortodoxas, las cuales, aunque separadas de la Sede de Pedro,
permanecen unidas a la Iglesia Católica mediante estrechísimos
vínculos, como son la sucesión apostólica y la Eucaristía válida, y
merecen por eso el título de Iglesias particulares”.
La Declaración Dominus Iesus se publica para mitigar los ex-
cesos del entusiasmo ecuménico de muchos católicos 2. Pero esto
ligro por teorías de tipo relativistas, que tratan de justificar el pluralismo reli-
gioso”. Sigue una espantosa lista de herejías que circulan entre los «católicos».
1 ¿La Iglesia de Cristo también está presente y operante en las Comunida-
des eclesiales que no llegan a ser Iglesias particulares? Parece que también lo
está, aunque un poco menos : “Por el contrario, las Comunidades eclesiales que
no han conservado el Episcopado válido y la genuina e íntegra sustancia del
misterio eucarístico, no son Iglesia en sentido propio; sin embargo, los bautiza-
dos en estas Comunidades, por el Bautismo han sido incorporados a Cristo y,
por lo tanto, están en una cierta comunión, si bien imperfecta, con la Iglesia”
(Dominus Iesus n. 17). Y más poquito todavía en las Comunidades religiosas no
cristianas, como los Vudú africanos.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 213
2º La hermenéutica de la continuidad
de junio de 1973 : “No pueden los fieles imaginarse la Iglesia de Cristo como si
no fuera más que una suma – ciertamente dividida, aunque en algún sentido
una – de Iglesias y comunidades eclesiales; y en ningún modo son libres de
afirmar que la Iglesia de Cristo hoy no existe ya verdaderamente en ninguna
parte, de tal manera que se la debe considerar como una meta a la cual han de
tender todas las Iglesias y comunidades”.
214 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
risma y poder» del P. Leonardo Boff, donde se había hecho una pri-
mera clarificación del significado del «subsistit in», pero que ha-
bía sido poco conocida 1. La operación, promovida al parecer por
el equipo del Cardenal Ratzinger 2, comienza con la Dominus
Iesus, donde solamente se advierte que “con la expresión «subsis-
tit in», el Concilio Vaticano II quiere armonizar dos afirmaciones
doctrinales” : que la Iglesia de Cristo continúa y existe plenamente
en la Iglesia católica, y que los elementa Ecclesiae derivan su efica-
cia de la plenitud católica 3. No se explica cómo logra ese término
armonizar estas dos afirmaciones, pero el sólo hecho de recordar
que el subsistit in privilegia la Iglesia católica sobre las demás
Comunidades causó fuerte malestar en el campo ecuménico.
la Ocáriz, en un artículo que citamos luego, “Juan Pablo II afirmó que en las
Iglesias particulares «subsiste la plenitud de la Iglesia universal» [1986], o bien
que «la misma Iglesia católica subsiste en cada Iglesia particular» [1987]. [… Pe-
ro] es más preciso decir, como reza el texto del decreto Christus Dominus, que en
la Iglesia particular está presente y actúa (inest et operatur) la Iglesia de Cristo; o
bien que en las Iglesias particulares existe (existit) la Iglesia universal”.
3 Congregación para la doctrina de la fe, Declaración Dominus Iesus n. 16 :
“Los fieles están obligados a profesar que existe una continuidad histórica – ra-
dicada en la sucesión apostólica – entre la Iglesia fundada por Cristo y la Iglesia
católica. […] Con la expresión «subsistit in», el Concilio Vaticano II quiere armo-
nizar dos afirmaciones doctrinales : por un lado que la Iglesia de Cristo, no obs-
tante las divisiones entre los cristianos, sigue existiendo plenamente sólo en la
Iglesia católica, y por otro lado que «fuera de su estructura visible pueden en-
contrarse muchos elementos de santificación y de verdad» (Lumen gentium n. 8),
tanto en las Iglesias como en las Comunidades eclesiales separadas de la Iglesia
católica (referencia a la Notificación de Boff). Sin embargo, respecto a estas últi-
mas, es necesario afirmar que su eficacia «deriva de la misma plenitud de gra-
cia y verdad que fue confiada a la Iglesia católica» (Unitatis redintegratio n. 3)”.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 215
10. En el artículo «Karl Josef Becker», de Wikipedia en inglés (perdón por la referen-
cia), se lee : “De acuerdo con John L. Allen, Jr., Becker gozó del respeto y la con-
fianza del Cardenal Joseph Ratzinger, el antiguo prefecto de la congregación doc-
trinal. A más de un teólogo en problemas se le aconsejó «ir a ver al Padre Becker»”.
216 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
1 K. J. Becker S. J., «Subsistit in» (Lumen gentium 8), epílogo : “Una tercera
xión es la que se refiere a la presencia real del primado petrino (y del Colegio
episcopal) en las Iglesias no católicas, que se funda en la unidad del episcopado,
«uno e indiviso» : una unidad que no puede existir sin la comunión con el Obis-
po de Roma”. ¡Qué disgusto para los patriarcas ortodoxos saber que no hay ma-
nera de impedir la comunión con el Papa! Tendrían que dejar de ser obispos.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 219
1 Javier de Abárzuza ofm, Teología del Dogma Católico, 3ª ed. Studium, Ma-
grabación da más informaciones. Muestra que Schauf rechaza adest porque para
él es poco preciso. Inmediatamente replica Tromp : «Possumus dicere : itaque sub-
sistit in Ecclesia católica, et hoc est exclusivum (con tono muy fuerte), in quantum di-
citur : alibi non sunt nisi elementa. Explicatur in textu”. [«Podemos decir : por tanto
subsiste en la Iglesia católica, y esto es exclusivo (con tono muy fuerte), en cuanto
se dice : en otra parte no hay sino elementos. Se explica en el texto»].
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 223
1 Michael Schmaus, en su Teología Dogmática, III. Dios Redentor (2ª ed. RIALP,
2ª col.
226 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
re. 1. intr. Permanecer, durar una cosa o conservarse. 2. Mantener la vida, se-
guir viviendo. 3. Fil. Existir una sustancia con todas las condiciones propias de
su ser y de su naturaleza”.
2 Aristóteles, Física, libro IV, c. 3, 210 a 14-24. Cf. Santo Tomás, In IV Physic.
lect. 4.
3 Muchos ecuménicos simplones piensan en la Iglesia de Cristo de alguno
1 Sí, perdone nuestro Lector, estamos casi jugando con la precisión escolás-
5º Sólo un señuelo
1 Ludovico Billot S. J., Tractatus de Ecclesia Christi, tomus primus, edit. tertia,
1º La ilusión conciliar
1 II-II, q. 39, a. 3.
236 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
2º La realidad católica
D. LA IGLESIA COMUNIÓN
1 Apocalipsis 13, 5 : “Diósele asimismo una boca, que profiere palabras lle-
I. Pueblo sacerdotal
– los lobos con piel de oveja quieren que se crea para domi-
nar el rebaño;
– las ovejas con dientes de lobo quieren creerla para justificar
su desobediencia;
– las ovejas ovejas quieren creerla porque la verdad las an-
gustia.
Perdónesenos la fábula, pero a la hora de entender la necesaria
conversión democrática que el Vaticano II imprimió a la Iglesia, se
hace relativamente fácil descubrir los sofismas que la justifica-
ron, pues la mentira es flagrante, pero se hace difícil descubrir
las intenciones que llevaron a adoptarlos, porque se entrecruzan
varias. Esbocemos primero un discernimiento de las intenciones,
para luego dedicarnos más prolijamente a denunciar las falacias
con que se encubrieron.
1 Es notable que este proceso haya tenido tres tiempos marcados por cuatro
cuando los reyes quebraron el yugo del Papado : “Quebrantaste tu yugo, rom-
piste tus coyundas y dijiste : No serviré” (Jer 2, 20). Se rompió así el vínculo que
hacía algo uno de las naciones cristianas, pues la autoridad del Papa era el alma
de la Cristiandad. Dos siglos después está la Reforma, cuando reyes y súbditos
rompen su obediencia religiosa al Papa en media Cristiandad. Dos siglos más y
la revolución destruye el mismo orden político natural, susceptible de ser in-
formado nuevamente por el poder eclesiástico. Y dos siglos más, en el Vaticano
II, el Papa se avergüenza de su autoridad, despojándose de la tiara papal. Si
tomáramos estos tres tiempos como aquellos dados a Satanás para perseguir la
Iglesia (Ap 12, 14), le quedaría medio tiempo más, esto es, un siglo a partir del
Concilio. Pero no conviene entretenerse demasiado en estas especulaciones ma-
temático-apocalípticas…
1 El humanismo del siglo XIV, con su recurso a las fuentes en lugar de los
3º El sacerdocio común
Mediación sacerdotal
412, p. 384.
2 Diccionario de la Real Academia Española, primer sentido.
3 Diccionario de la R. A. E., 2ª acepción de «laico» : “Dícese de la escuela o
sión» : “[El Pueblo de Dios] tiene como fin el dilatar más y más el
Reino de Dios… [Cristo] se sirve también de él como de instru-
mento de la redención universal y lo envía a todo el universo (ad
universum mundum emittitur) como luz del mundo y sal de la tie-
rra” (Lumen gentium n. 9); “este solemne mandato de Cristo de
anunciar la verdad salvadora, la Iglesia lo recibió de los Apósto-
les con orden de realizarlo hasta los confines de la tierra” 1. La
«acción católica», que ahora hay que entender como «acción hu-
manista», pasa a ser oficio propio de los sacerdotes-laicos, a cuyo
servicio se pone la jerarquía.
La vocación cristiana. Evidentemente, el sacerdocio trabaja para
el Reino pero no se identifica con el Reino. Así como tradicional-
mente el clero, que trabaja en la tierra para instaurar el Reino de
Dios, no pretendía que todos en la Iglesia se hicieran clérigos, sino
sólo los llamados por Dios para esta especial vocación; así mo-
dernamente los fieles cristianos, que han de trabajar para que el
mundo ingrese como tal en el Reino, ya no deben pretender que
todos se hagan «confesionales», sino que la pertenencia manifies-
ta a la Iglesia de Cristo se entiende como especial vocación 2. De
allí que la Iglesia-Sacerdocio se distinga ahora del Reino de Dios.
La dignidad humana. Otra verdad católica es que, si bien el sa-
cerdocio implica una especial consagración, no por eso el laicado
deja de tener dignidad a los ojos de Dios. Pero para la teología
jerarquía y no verá problema en esta frase. Pero en realidad aquí no hay que
reducir el término «Iglesia», que se está refiriendo a toda la Iglesia, sino que hay
que ampliar el término «Apóstoles», entendiendo no sólo a los Doce sino a to-
dos los «discípulos» de Cristo.
2 Ponemos «confesionales» y no simplemente «católicos» porque – como
Función de servicio
Jesucristo dijo a los Apóstoles : “Sabéis que los que son teni-
dos como jefes de las naciones, las dominan como señores abso-
lutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser
así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande en-
tre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero
entre vosotros, será esclavo de todos; que tampoco el Hijo del
hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida co-
mo rescate por muchos” (Mr 10, 42). Con esas palabras – dice el
humanismo – comenzó la conversión democrática de la autori-
dad. Porque allí se dice que no son las personas las que están al
servicio de la autoridad en la búsqueda del bien común, sino que
la autoridad está al servicio de las personas, porque el mismo
bien común nada vale si no se redistribuye en las personas 1. Co-
mo no son las personas para la sociedad, sino la sociedad para
las personas, así tampoco están las personas al servicio de la au-
toridad, sino la autoridad al servicio de las personas. Ahora bien,
es evidente que la autoridad no se hará verdadera servidora de
los hombres, sin alguna especie de democracia.
Si la conversión democrática invernó mil años sin desarro-
llarse – sigue diciendo –, fue porque la teocracia de la Cristian-
dad medieval, iniciada con la conversión de Constantino, conta-
gió la autoridad eclesiástica del señorío absoluto de las autorida-
des paganas. Se hizo necesario que el humanismo se liberara del
1 Cf. «La inversión personalista del bien común», en el capítulo 1, pág. 45.
248 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
“La Iglesia, por disponer de una estructura social visible, señal de su unidad en
Cristo, puede enriquecerse, y de hecho se enriquece también, con la evolución
de la vida social, no porque le falte en la constitución que Cristo le dio elemento
alguno, sino para conocer con mayor profundidad esta misma constitución, pa-
ra expresarla de forma mas perfecta y para adaptarla con mayor acierto a nues-
tros tiempos”. El enriquecimiento que aquí se agradece es, ciertamente, la de-
mocracia.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 249
Función profética
Función sacerdotal
Función regia
II. La Colegialidad
Denzinger 2091.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 261
2º Un toque de parlamentarismo
3º Primado y ecumenismo
1Denzinger-Hünermann 2602.
2Concilio Vaticano I, Const. dogm. Pastor aeternus, cap. 1, Denzinger 1822.
En el esquema De Ecclesia Christi que se dio a conocer a los Padres del Concilio
pero que no llegó a aprobarse, se había preparado un canon que decía : “Canon
11. Si quis dixerit, Ecclesiam institutam divinitus esse tanquam societatem aequa-
lium; ab episcopis vero haberi quidem officium et ministerium, non autem pro-
priam regiminis potestatem, quæ ipsis divina ordinatione competat, quæque ab
iisdem sit libere exercenda; anathema sit. – Si alguno dijere que la Iglesia insti-
tuida por Dios es una sociedad de iguales, y que los obispos tiene una tarea y un
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 267
p. 261.
2 Lumen gentium n. 9. Como señalamos, el Reino de Dios aquí no se identifi-
común]. Y por otra parte, tampoco estaban seguidas de los § 19 y 20 de este ca-
pítulo 3 [colegialidad]. Por lo tanto, el contexto del § 18 impone una lectura que
no es en absoluto tradicional”.
1 Michaël Demierre, «Episcopat et collégialité dans le chapitre 3 de Lumen
gentium», p. 195.
270 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
tud del sacramento del Orden, que por esto se llama en la liturgia de
la Iglesia y en el testimonio de los Santos Padres «supremo sacer-
docio» o «cumbre del ministerio sagrado». […] En efecto, según la
tradición, que aparece sobre todo en los ritos litúrgicos y en la
práctica de la Iglesia, tanto de Oriente como de Occidente, es cosa
clara que con la imposición de las manos se confiere la gracia del
Espíritu Santo y se imprime el sagrado carácter, de tal manera que
los Obispos en forma eminente y visible hagan las veces de Cristo,
Maestro, Pastor y Pontífice, y obren en su nombre”.
Pero el problema no está allí – y hasta podemos pensar que
así se le dio al párrafo un aire más tradicional –, sino en las pala-
bras que omitimos, por las que se atribuye directamente a la con-
sagración episcopal el conferir no sólo el poder de orden, sino
también los oficios propios del poder de jurisdicción : “Ahora
bien, la consagración episcopal, junto con el oficio de santificar
[poder de orden], confiere también el oficio de enseñar y regir
[poder de jurisdicción], los cuales, sin embargo, por su naturale-
za, no pueden ejercitarse sino en comunión jerárquica con la Ca-
beza y miembros del Colegio”. Se acaba de realizar el pase mági-
co, y sólo se han agregado dos misteriosas palabras para disimu-
larlo : «comunión jerárquica». Porque si alguno objeta – como
ahora nosotros – que no se distingue la parte de poder que le
comunica el Papa por la jurisdicción, se le responde que eso se
supone al decir que los oficios episcopales “no pueden ejercitarse
sino en comunión jerárquica”.
No crea el Lector que nos estamos pasando de sutiles y des-
confiados. Escuche al entonces Padre Ratzinger, en su contribu-
ción a uno de los comentarios más autorizados de la Constitución
conciliar : “Una evolución de un alcance difícil de prever 1 se ex-
presa en esas dos afirmaciones [la que acabamos de citar y otra
del n. 22 que retoma lo mismo]. En efecto, la rígida línea de de-
marcación que se había interpuesto desde hace siglos, en el espíri-
gique», en L’Église de Vatican II, tome III, Unam Sanctam, Les éditions du Cerf,
1966, p. 767.
2 Michaël Demierre, «Episcopat et collégialité dans le chapitre 3 de Lumen
gentium», p. 196.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 273
gentium», p. 208.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 275
que hizo agregar Pablo VI, porque no cambia nada de lo dicho. Hace cuatro ob-
servaciones. En la 1ª aclara que “el término colegio no se entiende en un sentido
estrictamente jurídico, es decir, de una asamblea de iguales”. En la 2ª trata de jus-
tificar que “el carácter de miembro del colegio se adquiere por la consagración
episcopal”, pero no se refiere en ningún momento a la distinción entre potestad
276 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
Más allá de los textos, la intención clara del Concilio era de-
mocratizar todo lo posible el ejercicio de la autoridad en la Igle-
sia. Contando con la buena voluntad de los obispos y del Papa,
las incoherencias y ambigüedades de los documentos conciliares
se irían precisando en la práctica. En el camino se acomodan las
cargas.
Sería interesante detallar el flujo de poder efectivo – magiste-
rial, litúrgico, disciplinar – que, después del Concilio, fue pasan-
do del Vaticano no a los obispos, sino a las Conferencias episco-
pales. Las encíclicas papales pasaron a ser una opinión teológica
digna de ser tenida en cuenta, mientras creció la importancia del
sentir común de los teólogos por la vía de la Comisión Teológica
Internacional, así como el de los obispos por medio de los Síno-
dos romanos. Las supuestas necesidades de inculturación regio-
nal confirieron una autonomía litúrgica casi absoluta a las Confe-
rencias episcopales. Los tribunales romanos fueron dejando tanta
autonomía a los tribunales de las Conferencias, que ya no pue-
den evitar que algunos se transformen, por ejemplo, en agencias
de divorcio.
Dentro de la misma Curia romana, lo que es quizás peor to-
davía, Pablo VI hizo un primer acto de buena voluntad en orden
III. «Communio»
de junio de 1992.
CAPÍTULO 3 : LA NUEVA IGLESIA 279
2º Comunión y Diálogo
CATOLICISMO
bien común “quien crea y se bautice”
a todo hombre la Iglesia es HUMANIDAD
quodammodo Sacramento de
espiritual Extra Ecclesia nulla salus
(visible o invisiblemente) salvación universal
o REINO
Iglesia incluye Estados Distinción de fines : Iglesia ≠ Estado
CRISTIANDAD Al César lo del César LIBERTAD RELIGIOSA
IGLESIA
fin político temporal Cristo reina
IGLESIA DE MUNDO
esencialmente El fin temporal es natural por la apertura
o subordinado al fin ecle- accidentalmente a la trascendencia
CRISTO
REINO siástico espiritual ordenado (laico pero no laicista)
Iglesia de Cristo
Iglesia de Cristo Vestigia Ecclesiae
incluye
o católica (reliquias inoperantes)
ESTADO
ESTADO
ESTADO
ESTADO
IGLESIAS - RELIGIONES
la Iglesia católica
IGLESIA CATÓLICA
MISIÓN
Consistencia de las
realidades terrenas
ECUMENISMO
dii gentium sunt Elementa Ecclesiae
estrecho → Subsistit in
daemonia (principios vivificantes)
amplio → Semina Verbi
ORDEN
Infalibilidad
POLÍTICO Iglesia docente Pueblo de Dios
del sensus fidei
JERARQUÍA COLEGIALIDAD
bien común
magisterio y gobierno diálogo y democracia
temporal Sacerdocio común
282
CAPÍTULO 4
L
a religión es el conjunto de disposiciones y actos por los
que se rinde culto a la divinidad. La religión es verdadera
cuando se rinde culto al Dios verdadero del modo debido.
El fin, entonces, de la religión verdadera es el Dios Uno y Trino,
y el modo debido es por medio de Jesucristo, “porque no hay ba-
jo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros
debamos salvarnos” (Hechos 4, 12).
Dada la profundidad de los cambios introducidos por el
Concilio Vaticano II en la religión católica, ¿puede decirse que ha
instaurado una nueva religión? Esto es lo que estudiaremos en
este último capítulo. El cambio a una nueva religión podría darse
si se establece un modo substancialmente nuevo de rendir culto
al Dios verdadero; o peor, si el culto se dirige a un ídolo en lugar
de Dios. Primero consideraremos el modo de la religión del Con-
cilio, para luego poder responder a la segunda cuestión.
La religión verdadera se denomina cristiana porque rinde cul-
to a Dios por medio de Jesucristo. Nuestro Señor Jesucristo es el
único mediador, establecido por Dios como Sumo y Eterno Sa-
cerdote; la acción por la que rindió el culto debido fue su Sacrifi-
cio; y los hombres deben unirse a su religión por la fe en la Reve-
lación y por los sacramentos. Para juzgar, entonces, si el Concilio
ha cambiado substancialmente el modo de nuestra religión, es-
tudiaremos estos elementos, empezando por la Revelación. Por
lo tanto, cuatro cuestiones se ofrecen a nuestra consideración :
CAPÍTULO 4 : ¿UNA NUEVA RELIGIÓN? 285
A. REVELACIÓN Y TRADICIÓN
SEGÚN EL CONCILIO
derno en particular (ni a la «extraña teología» de Juan Pablo II, como tampoco a
las elucubraciones más particulares de Benedicto XVI) porque, como ya diji-
mos, las exposiciones más personales se hacen muy intrincadas y no dejan de
ser eso : teologías personales. De manera que si uno las refuta, no ha refutado
más que una persona. Tratamos de descubrir las líneas generales de las exposi-
ciones doctrinales de línea media, es decir, de las que pretenden conservar una
supuesta continuidad con la Tradición, que fue ciertamente la intención que
anima a los documentos oficiales conciliares y posconciliares.
CAPÍTULO 4 : ¿UNA NUEVA RELIGIÓN? 287
vación del hombre” (n. 2). Pero cuál sea más propiamente el con-
tenido de la Revelación, lo discutiremos luego, en el último pun-
to. Dei Verbum se detiene más en el modo que en el objeto de la
Revelación.
2º El medio
1Por eso dice Juan Pablo II en Fides et ratio n. 83 : “Un gran reto que tene-
mos al final de este milenio es el de saber realizar el paso, tan necesario como
urgente, del fenómeno al fundamento”.
288 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
1º La Tradición
2º Tradición viva
1º La fe
1 Benedicto XVI viene trabajando hace años, desde que fue Cardenal pre-
fecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, para que el ecumenismo no
se refiera directamente a Dios obviando a Jesucristo. Sin embargo, no siempre
es fácil explicarlo. Para la reunión de los judíos en la sinagoga es fácil, pues su
fe en el Mesías futuro, el Cristo, lo hace presente entre ellos. Decir cómo una
asamblea de budistas significa y hace presente al Cristo glorioso es más difícil,
hay que hacer trabajar duro a los «semina Verbi» para lograrlo.
2 Si no hay comunión en el signo, nunca podría haber unidad en las fórmu-
antigua) : “Tales fórmulas [los dogmas] no tienen otro fin que el de procurar al
creyente un modo de darse razón de su fe. Por eso son intermedias entre el cre-
yente y su fe : por lo que a la fe se refiere son notas inadecuadas de su objeto
[→ subjetivismo], que vulgarmente se llaman símbolos; por lo que al creyente se
refiere, son meros instrumentos. De ahí que por ninguna razón se puede estable-
cer que contengan la verdad absolutamente; porque en cuanto símbolos, son imá-
genes de la verdad [→ sacramentos] y, por tanto, han de acomodarse al senti-
miento religioso, tal como este se refiere al hombre; en cuanto instrumentos, son
292 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
2º La Sagrada Escritura
3º Magisterio y comunión
4º Comunidad cultual
IV. Conclusión
B. EL MISTERIO PASCUAL
Lo único que necesitaba el humanismo para volver amable el
Evangelio y sacar provecho de sus bondades, era disolver la
Cruz de Cristo. Para el humanismo integral, el gran defecto del
cristianismo medieval, en cierto modo el único, fue haber cen-
trado el misterio de Cristo en el Sacrificio, tiñendo la religión con
su matiz negativo, tan repugnante al corazón del hombre.
Alentada por la gentileza de su subjetivismo, la teología nue-
va fue poniendo a punto una reinterpretación positiva del cris-
tianismo, más adaptada al hombre moderno, a la que bautizó
con el hermoso nombre de Misterio Pascual. Creyó haber sinteti-
zado el antidepresivo más eficaz para el humanista ateo : la ale-
gría cristiana sin los efectos secundarios de la espiritualidad sa-
crificial del medioevo.
Consideremos primero el Misterio Pascual en sí mismo y
luego su participación por los sacramentos.
I. La abolición de la Cruz
Con Dios no hay deuda, por lo que tampoco puede haber ne-
cesidad de satisfacción. La doctrina anselmiana de la satisfacción
penal de Jesucristo 3, por lo tanto, no sería más que un antropo-
morfismo medieval. Cristo habría pasado por el dolor y la muer-
te por simple solidaridad con nosotros, para mostrar que nada
humano le es ajeno.
Es más, aunque es cierto que el pecado puede dejar en deuda
al hombre con los demás hombres, Jesucristo vino a decirnos que
capítulo.
3 San Anselmo de Canterbury fue el primero en expresar este dogma de fe
1 III, q. 48, a. 5.
300 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
«Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y reco-
304 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
ateo – sabe que la paz le vino sólo con Jesucristo, de manera que
no quiere renunciar a Él y va a persuadirlo para reorientar el fin
de su misión : “Absit a te, Domine, non erit tibi hoc!” 1. El truco es
simple y ya lo señalamos : el hombre es imagen de Dios, porque
es propio del hombre ser libre y es también lo propio de Dios; de
allí que el hombre es más divino cuanto más humano. Sin renun-
ciar entonces a la fórmula tradicional, el humanismo conciliar le
dará una nueva interpretación : El Hijo de Dios se hizo hombre
para que el hombre se haga verdadero hombre 2.
ges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu ta-
lento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo»”.
1 Mateo 16, 21-24 : “Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discí-
pulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los su-
mos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole
aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo : «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún mo-
do te sucederá eso!» Pero él, volviéndose, dijo a Pedro : «¡Quítate de mi vista, Sata-
nás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino
los de los hombres!» Entonces dijo Jesús a sus discípulos : «Si alguno quiere ve-
nir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quie-
ra salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará»”.
2 La Comisión Teológica Internacional se refiere a esta interpretación en
unas conclusiones sobre Teología, Cristología y Antropología, de 1981 (en CTI, Do-
cumentos 1969-1996, BAC 1998, p. 253-254). Bajo el subtítulo : La imagen de Dios en
el hombre o el sentido cristiano de la «deificación» del hombre, comienzan diciendo :
“«El Verbo de Dios se ha hecho hombre para que el hombre se hiciera Dios». Este
axioma de la soteriología de los Padres, sobre todo de los Padres griegos, se nie-
ga en nuestros tiempos por varias razones. Algunos pretenden que la «deifica-
ción» es una noción típicamente helenista de la salvación que conduce a la fuga
de la condición humana y a la negación del hombre. Les parece que la deifica-
ción suprime la diferencia entre Dios y el hombre y conduce a la fusión sin dis-
tinción. A veces se le opone, como un adagio más coherente con nuestra época,
esta fórmula : «Dios se ha hecho hombre para hacer al hombre más humano»”.
Viene luego una explicación del sentido de «deificación» carente de todo susten-
to ontológico : “La cercanía a Dios [que supone la deificación] no se alcanza tanto
por la capacidad intelectual del hombre cuanto por la conversión del corazón,
por una obediencia nueva y por la acción moral, las cuales no se realizan sin la
gracia de Dios… De la misma manera que la encarnación del Verbo no muda ni
disminuye la naturaleza divina, así tampoco la divinidad de Jesucristo muda o
disuelve la naturaleza humana, sino que la afirma más y la perfecciona en su
CAPÍTULO 4 : ¿UNA NUEVA RELIGIÓN? 305
condición creatural original”. Es cierto que no la disuelve, pero ¡vaya que la mu-
da! ¿es que no la modifica el organismo sobrenatural de la gracia santificante y
virtudes infusas? Después de la explicación, que uno creyó que iba a defender el
axioma de los Padres contra el moderno, se termina concluyendo : “En este sen-
tido, la «deificación» entendida correctamente hace al hombre perfectamente
humano : la deificación es la verdadera y última «humanización» del hombre”.
No hay que negar, entonces, el axioma de los Padres, pero porque significaría lo
mismo que el adagio a la moderna.
306 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
1º Omisión de la profesión de fe
en la divinidad de Jesucristo
Vaticano I apenas si pudo promulgar dos constituciones, pero allí se dice de Je-
312 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
2º Un aire de nestorianismo
sucristo : “Por la autoridad del mismo Dios y Salvador nuestro les mandamos…”
(Denzinger 3044). El Concilio de Trento comienza, en su sesión III, fundando su
enseñanza en la proclamación del Credo Niceno-Constantinopolitano. Y no hay
que buscar demasiado para encontrar clarísimas afirmaciones de esta verdad :
“En el augusto sacramento de la Eucaristía, después de la consagración del pan
y del vino, se contiene verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesu-
cristo, verdadero Dios y hombre” (Denzinger 1635).
1 Apostolicam Actuositatem 5 : “El mismo Dios tiende a reasumir, en Cristo,
1 Denzinger-Hünermann 1344.
2 P. Alvaro Calderón, «L’Église sacrement universel du salut», en La religion
de Vatican II, Premier Symposium de Paris, 2002, p. 131 : “Si consideramos a
Cristo como sacramento-misterio, podemos decir que su humanidad es como el
signo e instrumento eficaz que contiene y da a conocer su divinidad, sin negar
en absoluto la intimidad de la unión hipostática entre ambas naturalezas. Pero
si en lugar de predicar la noción de signo sólo de la parte humana respecto a la
parte divina, la predicamos del mismo Cristo, diciendo – como ahora se dice –
que Cristo es el sacramento-signo de la Divinidad, entonces caemos en nesto-
rianismo dividiendo entitativamente a aquello que es Cristo de aquello que es
Dios. La parte humana puede decirse signo, pero no todo Cristo”.
314 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
3º Un aire de arrianismo
Denzinger-Hünermann 1332.
1
1 No hay que andar mucho. En el primer párrafo del prólogo a Jesús de Naza-
ret, de Benedicto XVI, leemos (las cursivas son nuestras) : “En ellas [“una serie
de obras fascinantes sobre Jesús”] se presentaba la figura de Jesús a partir de los
Evangelios : cómo vivió en la tierra y cómo – aun siendo verdadero hombre –
llevó al mismo tiempo a los hombres a Dios, con el cual era uno en cuanto Hijo.
Así, Dios se hizo visible a través del hombre Jesús y, desde Dios, se pudo ver la
imagen del auténtico hombre” (p. 7). Decir que Jesús es uno en cuanto Hijo tiene
un aire de arrianismo, decir que Dios se hace visible a través del hombre Jesús tie-
ne más que un aire de nestorianismo (habría que decir “a través de la humani-
dad de Jesús”), y decir que así se pudo ver la imagen del auténtico hombre (y no
del verdadero Dios) es humanismo.
316 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
I. La dignidad humana
como bien supremo
1 ¿Acaso los Papas conciliares no manifiestan mucha más simpatía por los
1 Casi a la misma hora en que escribíamos estas cosas, 25 de junio del 2008,
el Papa decía en su audiencia de los miércoles : “San Máximo nos dice, y sabe-
mos que es verdad : Adán (y Adán somos nosotros) pensaba que el «no» era la
cumbre de la libertad. Sólo quien puede decir «no» sería realmente libre; para
realizar realmente su libertad el hombre debería decir «no» a Dios; sólo así cree
que es él mismo, que ha llegado al culmen de la libertad. La naturaleza humana
de Cristo también llevaba en sí esta tendencia, pero la superó, pues Jesús com-
prendió que el «no» no es lo máximo de la libertad humana. Lo máximo de la
libertad es el «sí», la conformidad con la voluntad de Dios. Sólo en el «sí» el
hombre llega a ser realmente él mismo; sólo en la gran apertura del «sí», en la
unificación de su voluntad con la divina, el hombre llega a estar inmensamente
abierto, llega a ser «divino». Ser como Dios era el deseo de Adán, es decir, ser
completamente libre. Pero no es divino, no es completamente libre el hombre
322 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
que se encierra en sí mismo; lo es si sale de sí, en el «sí» llega a ser libre; este es
el drama de Getsemaní : que no se haga mi voluntad, sino la tuya. Transfirien-
do la voluntad humana en la voluntad divina nace el verdadero hombre, así
somos redimidos”.
A nosotros mismos nos asombra encontrar tan abiertamente dicho lo que
denunciamos. “Ser como Dios es ser completamente libre”, con una libertad en
la que decir «no» a Dios (esto es, pecar) no es un defecto que la pierde, sino que
es propiedad casi máxima. “La naturaleza humana de Cristo también llevaba
en sí esta tendencia (a pecar)”, pero fue superada. Esta blasfemia se sigue de
pensar que la posibilidad de pecar es un elemento intrínseco de la libertad, y
Jesucristo ciertamente tenía libertad humana. Ahora bien, evidentemente Dios
no tiene esta posibilidad; entonces ¿no es completamente libre?
A esto agréguese que la encarnación de Jesucristo consiste, según el texto
de la audiencia, en un «salir de sí mismo» (?) que parece al alcance de cualquie-
ra de nosotros : “¿Cómo superar el dualismo, conservar la plenitud del ser hu-
mano y defender la unidad de la persona de Cristo, que no era esquizofrénico?
San Máximo demuestra que el hombre [¿Cristo o nosotros?] encuentra su uni-
dad, su integración, la totalidad en sí mismo, pero superándose a sí mismo, sa-
liendo de sí mismo. De este modo, en Cristo, al salir de sí mismo, el hombre se
encuentra a sí mismo en Dios, en el Hijo de Dios. No hay que amputar al hom-
bre para explicar la encarnación; basta comprender el dinamismo del ser hu-
mano que sólo se realiza saliendo de sí mismo; sólo en Dios nos encontramos a
nosotros mismos, nuestra totalidad y plenitud. De este modo, se puede ver que
el hombre que se encierra en sí mismo no está completo; por el contrario, el
hombre que se abre, que sale de sí mismo, logra la plenitud y se encuentra a sí
mismo en el Hijo de Dios, encuentra su verdadera humanidad”. La explicación
que “supera el dualismo y defiende la unidad de persona de Cristo” parece va-
ler tanto para el hombre que es Cristo como para todo hombre en Cristo, lo cual
es sumamente extraño.
CAPÍTULO 4 : ¿UNA NUEVA RELIGIÓN? 323
1 Cf. «2º Los fines del giro democrático del Vaticano II», p. 240.
324 PROMETEO : LA RELIGIÓN DEL HOMBRE