Concilioslimense03lima PDF
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2-
CONCILIOS LIMENSES
(1551 -
1772)
Tomo III
(Historia)
Lima, 1954
LIBRARYOF PRINCETON
AUG 1 9 2005
THEOLOGICAL SEMiNARY
BX1484.A37 L7 v.3
Lima Ecclesiastical
(
Province
Council
Concilios limenses
(1551-1772)
CONCILIOS LIMENSES
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in 2014
https://archive.org/details/concilioslimense03lima
^idiin. ^a^d 7¿^aüe \J?. 2-
CONCILIOS LIMENSES
(1551 - 1772)
Tomo !il
(Historia)
AUG 1 9 2005
THEOLOGICAL SEMINARY
Imprimí potest.
CAROLUS M. GOMEZ MARTINHO
Praepositus Vice Provineiae Peiuviane
Imprimatur.
JUAN LANDAZURI R.
24 de Diciembre de 1953.
SIGLAS MAS USADAS
A. V. Archivo Vaticano.
Abril 6'
de 1953.
Obispado de lea.
M. U. P.
Jiuhén Vargas ligarte
Ciudad.
M. R. P.:
De S. R. afmo. en el Señor
t Otoniel Alcedo
pero, como vamos a verlo, las alteraciones que por entonces sacudían
al Perú impuso una nueva dilación a tan sano propósito. Según la
disciplina entonces vigente, los Concilios Provinciales debían cele-
brarse cada tres años, aun cuando en los primeros siglos parece
haber sido práctica constante el que los Obispos de una misma pro-
vincia se reuniesen cada año. ^ Gradualmente se fué ensanchando
este término y el Papa Martin V aprobó esta costumbre que lue-
go sancionó León X, en la sesión X del Concilio Lateranense Quinto.
Al reunirse la magna asambleo de Trento, los Padres congrega-
dos renovaron en el Capítulo Segundo de la Sesión 24 esta disposi-
ción canónica y adoptaron otras para el buen régimen de estas reu-
niones y entre ellas se prescribió la obligación de someter a la apro-
bación de la silla apostólica las decisiones conciliares, para que éstas
pudiesen tener carácter obligatorio en la respectiva provincia. Sixto
V. en su Constitución Inmensa^ ratificó lo decretado en Trento, el 22
de Enero de 1588 y desde entonces puede decirse que no se ha modi-
ficado la disciplina eclesiástica relativa a estos Concilios, salvo la
variación introducida en el esquema propuesto a la dehberación de los
Padres del Concilio Vaticano, en el cual se prorrogaba el tiempo de
su convocación, extendiéndolo a cinco años. ^ El nuevo Código de De-
recho Canónico ha alargado todavía más este plazo, disponiendo en
el cánon 283 que se celebren a lo menos cada veinte años,
toria hecha para el Concilio, le decía: "Sobre lo que dezis que es-
cribistes a los Prelados sufragáneos de esa Iglesia que se juntasen
con Vos, para servicio de las Iglesias e doctrina de los naturales e
otras cosas tocantes al servicio de Dios Nuestro Señor e que no lo
quisieron hazer, os mando enviar con ésta cédulas nuestras para los
dichos Prelados que cada y cuando fuesen por Vos llamados a Con-
cilio Provincial vengan a él, conforme los sacros cánones y también
6. C. L. A. de L. Tom. 1, p. 112.
CONCILIOS LIMENSES 7
8. A. de 1. Lima 300.
1. —Acuerdos —
adoptados. 2. La Administración de los Sa-
—
cramentos a los Indígenas. 3. Instrucción y catequización de los
Naturales, i.—Incidentes de la asamblea.
1 . México, que disfrutó del beneficio de la imprenta muchos años antes que
Lima, vió imprimirse en 1544 la "Doctrina Xristiana para instrucción e
información de los indios: por manera de historia. Compuesta por el R.
P. Fray Pedro de Córdova, de buena memoria: primer fundador de la
Orden de los Predicadores en las yslas del mat océano y por otros religio-
sos doctos de la misma Orden. ."
12 CONCILIOS LIMENSES
3. Ibid. p. 76.
14 CONCILIOS LIMENSES
dose a punto fijo cuál fué la primera con quien se contrajo matrimo-
nio, el privilegio de la fé goza del favor del derecho, como lo dice el
cánon 1127. Asi pudieron discurrir los Padres que redactaron esta
constitución, pues el polígamo infiel sólo había contraído matrimo-
nio válido con la primera y, desconociendo cuál fuese ésta, queda-
ba en Hbertad para escoger otra, sobre todo si ésta se hacía cristia-
na. El Concilio Segundo Límense en su Const. 37 de la Segunda Parte
destinada a los indios, renueva esta disposición del primero por estas
palabras " si no constare con certeza cuál fuere la primera mujer, con
: .
esto ocurren, no se puede dar una misma ley a todos los recién con-
vertidos, como tampoco es una la misma manera de proceder en to-
dos los infieles y asi lo más acertado será, para no errar, acudir en
caiSos dudosos al parecer del mismo Obispo."
Hay que
reconocer, no obstante, que estas disposiciones conci-
liares no llegaron a desterrar el prejuicio que existía en esta parte.
El P. Acosta, en su libro De Procuranda. Indorum salute, (Lib. 6,
Cap. 7) que escribía en el último tercio del S. XVI, no vacila en afir-
mar que en su tiempo los indios estaban excluidos de la sagrada co-
munión. Muchos años después, el Obispo de Quito, D. Alonso de la
Peña Montenegro, en su Itinerario para Párrocos de Indios, (Madrid,
1668) asegura que muchos hombres doctos y píos afirman que no
son los indios capaces de recibirla y, añade, que en la provincia de
Quito, comunmente la niegan los curas, si no a todos, al menos a la
mayor parte de ellos, (Lib. III, Trat. Unico. Secc. 1). En la práctica
este alejamiento del indígena de la sagrada mesa subsistió hasta los
tiempos cercanos a nosotros, especialmente en las provincias interio-
> Aun dentro de los mismos pueblos, sobre todo si estos eran
grandes, convenía tener cierto orden. En la Const. 30 dispone el Sí-
nodo que allí donde hubiere más de un monasterio y la población es-
tuviere dividida entre indios y españoles, se reparta a los primeros
por calles y a cada monasterio o iglesia se han de aplicar algimos de
estos,a fín de que haya quien esté encargado de administrarles los
sacramentos. Tales disposiciones se hacían necesarias, porque en los
primeros tiempos, así los religiosos como los clérigos andaban im
poco a la ventura y no se tenía cuidado estable de los recién con-
vertidos.A esto se añade que los encomenderos, a
fin de cumplir
con una de las obligaciones de su encomienda, se concertaban con al-
gunos clérigos, por su salario, para la doctrina de los indios, pero
sin mirar si conocían o no la lengua nativa y tenían la aprobación
del Prelado. Así las cosas, muchos sólo permanecían al frente de
la doctrinas el tiempo que les venía en talante y o las abandona-
ban al mejor tiempo para pasar a otra diócesis o se volvían a Espa-
ña, satisfechos con lo que habían logrado jimtar. A remediar este
mal iban dirigidas las Constituciones 31 y 32, En la primera se dis-
ponía que todos los clérigos debían dedicarse a la administración
de los sacramentos y servicios de las Iglesias, dejando cualesquiera
otros aprovechamientos; los Prelados debían cuidar de que no anden
vagando de un sitio a otro y, cuando hubieren de salir de su diócesis,
examinarán en qué han vivido ocupados y si hallaren que no han ser-
vido a algún pueblo o iglesia les tomarán la mitad de sus bienes y si
intentasen pasar a España, se dará aviso al Consejo de Indias para
que la Casa de la Contratación de Sevilla les embargue los bienes y
18 CONCILIOS LIMENSES
tal manera que, por lo menos, dos al año, puedan todos los anejos y
^
caseríos recibir la visita de su párroco.
Tales fueron las principales disposiciones adoptadas para la ins-
trucción y catequización de los indios y no puede negarse que ellas
revelan el conocimiento que los Padres asistentes a este Concilio te-
nían del ambiente y el celo que los animaba. Ellas marcan un pro-
greso en la vida espiritual de estas nuevas cristiandades y fueron el
primer intento de adaptación por parte de esta Iglesia a los decre-
tos de reforma dictados en el ConcUio de Trento, Abandonando la
división en un principio adoptada, según la cual los pueblos se agru-
paban por encomiendas o repartimientos, se señaló a cada doctrina o
curato el territorio que le correspondía y hasta se llegó a fijar el nú-
mero de los feligreses que a cada uno podía caber cómodamente. De-
seando que los indios fueran mejor atendidos, se procuró que aun
en las mismas ciudades de españoles se mantuvieran unidos en lo po-
sible, dando origen a las parroquias de indios que pronto veremos sur-
gir en casi todas las ciudades.
8. A. de I. Lima 5r.7.
CONCILIOS LIMENSES 21
12. V. también los ff. 41 a 45. En el texto no citamos sino aquellas ordena-
ciones que tuvieron carácter general. Algunas de estas, como la relativa
al hacimiento de los diezmos y figura en la Parte que toca a los españo-
les, (Const. 80) 38 promulgó en ta Catedral de Lima el 2 de Julio de 1562.
24 CONCILIOS LIMENSES
hordenamos e man-
doctrina, e queriendo poner en ello algún remedio,
damos que de aquí adelante ningún sacerdote que residiere en las
dichas doctrinas y los demás que residieren en las Yglesias de nues-
tro arzobispado no desposen ni casen ningún indio ni india de fue-
ra, sino fuereque el dicho tal indio o india traiga testimonio del sa-
cerdote del pueblo donde fuere natural de cómo es soltero e sin im-
pedimento para pasar el dicho matrimonio y si acaso en el pueblo
donde el tal indio o india fuese natural no obiere sacerdote que le dé
el dicho testimonio y estuviere comarcano otro sacerdote, haga ante
el tal sacerdote las diligencias que convenga, hasta tanto que le cons-
te que el que asi se quiere desposar a casar no tiene ningún impedi-
mento, apercibiendo al tal indio o india y a los testigos que presen-
tare que si pareciere otra cosa después los castigará e fecha la dicha
información o testimonio los amonestarán y, no abíendo impedimen-
to^ los desposarán y casarán y no en otra manera, so pena que el sa-
cerdote que de otra manera lo hiciere incurra en pena de 50 pesos,
aplicados conforme a la constitución sinodal y encargamos a los Per-
lados de las Ordenes manden a sus frailes guarden y cumplan lo su-
sodicho, porque asi conviene al servicio de Dios N. S. y al bien de los
."
dichos naturales. Fecho en los Reyes. .
A
mediados del año 1565 llegó a Lima la pragmática de Fe-
lipe II, en la cual se mandaba guardar y cumplir todo lo dispuesto
y ordenado en el Santo Concilio de Trento. Tanto el Licenciado
Castro, que a la sazón gobernaba el Virreinato como el Arzobispo
Loaiza se apresuraron a dar cumplimiento a la órden del soberano
y, pregonada la pragmática en la forma acostumbrada se fijó el
Domingo 28 de Octubre, festividad de los Santos Apóstoles Simón
y Judas, para su solemne promulgación. La Audiencia, presidida
por D. Lope García de Castro, el Cabildo secular y lo mas grana-
do del vecindario llenó aquel día la nave de la Catedral y, después
de entonado el Evangelio, un notario eclesiástico ci.ipezó a dar
lectura al texto del Concilio, en romance. Prosiguió la lectura en
las dominicas siguientes y por la misma órden se promulgó el
Concilio en las demás ciudades del Perú. Montesinos, en eus
Anal^ nos dice que en la ciudad de La Plata o Chuquisaca, se pu-
blicó el día 29 de Junio de 1566, festividad de los Santos Pedro y
Pablo, con todo el aparato de los días más solemnes y el día si-
guiente, que fué Domingo, se continuó leyendo desde el pulpito,
haiiándose presente el Obispo D. Fray Domingo de Santo Tomás
y su Cabildo, los Prelados de las Religiones y multitud de gente,
asi eclesiásticos como seculares, hasta que se dió término a to-
dos los cánones que convenía llegasen a noticia de todos, el jue-
ves 11 de Julio del mismo año. ^
los prebendados sólo podrán ausentarse del coro dos días en cada
mes. El Tercer Concilio, convocado por Santo Toribio, fué algo más
indulgente, porque les concedió un mes de ausencia, si bien es cier-
to que las faltas debían ssr interpoladas y debían computarse por
días no por horas, (Cap. 28. Acción 111). Consultada, sinembargo,
la Sag. Congregación de Cardenales intérpretes del Concilio Triden-
tino, ésta declaróque debía observarse lo prescrito por el Concilio,
concediéndose, por tanto, tres meses de recle, salvo en los días de
fiesta ó de cuaresma en que se hacía más precisa la asistencia a los
oficios corales.
Hemos citado este ejemplo, para que se vea cómo se hace ex-
plicable elque se suscitaran dificultades a las decisiones de una a-
samblea tan grave como la de Trento, pero otras hubo de mayor
monta y de alguna de ellas nos habla el Arzobispo Loaiza en sus
cartas. Escribiendo a Su Magestad el 19 de Marzo de 1566 le dice
que en la segunda semana de cuaresma se juntarían él y los Prela-
dos de las Ordenes para poner en práctica lo que establece el Conci-
lio sobre la administración de los sacramentos y la predicación de
5. A
esto se agTega que las Ordenes, abandonando las diferencias que los
dividían, hacían causa común cuando se trataba de defender sus privilegios
y por eso Loaiza, en su carta ya citada de 1 de Marzo de 1566, se refiere a
"cierta hermandad que tienen hecha las Ordenes de Santo Domingo, San Fran-
cisco y San Agustín, para que todos defiendan o sientan lo que tocare a
cualquiera de ellas, como si tocase a todas y como cosa propia."Y no deja lue-
go de añadir el discreto Arzobispo: "No ha sonado ni parece bien y asi ha
dado alguna manera de escándalo."
CONCILIOS LIMENSES 29
6. Montesinos, en sus Avales (Tom. 2, p. 24) dice al respecto: " Este mes
de Marzo y todo el inbierno fué de muy grandes avenidas; lleváronse todos
los puentes de los ríos; causó esto tanto daño que se detenían los tragineros
muchos días y semanas. Subieron las cosas de acarreo a excesivo precio, por-
que faltaron algunas puentes muy necesarias: una, entre otras, fué la del río
Bermejo, 13 leguas del Cuzco que con ser ella y los estribos de cal y e«nto, se la
llevó el río.."
CONCILIOS LIMENSES 31
CONCILIOS LIMENSES 33
16. V. Anales del Cuzco (Lima, 1902), p. 206 y los An*lea de Montesi-
nos, Tom. 2, p. 18.
CAPITULO IV
1. —El Segundo Concilio Limense: acuerdos adoptados. 2. —
Administración de los Sacramentos a los indios. 3. —Se les cierra a
ellosy a (os mestizos la puerta del Sacerdocio. 4. Disposiciones so-
bre el Matrimonio y el régimen Parroquial. 5. Quienes apelaron —
de este Sínodo.
los visitase y el Concilio creyó que debía hacerlo, por lo menos, seis
veces al año. Un
tanto rigurosa nos parece, en verdad, esta consti-
tución, porque a menos que el doctrinero estuviese cabalgando todo
el año, en muchos casos se hacía difícil que pudiera ciunplir con lo
mandado. Aim hoy, en algunas regiones, donde los anejos son mu-
chos y distantes entre si, no sería posible llevar a cabo esta dispo-
sieión, cuanto menos entonces. En la otra se prescribía a los curaa,
asentar en primer término los nombres de los caciques, por el orden
que en su gentilidad observaban, luego los de los casados, con indi-
cación de sus hijos y familia y del ayllo o parciaüdad a la cual per-
tenecían, circunstancia que debería observarse con todos los demás,
a fin de que se supiese el nombre del cacique de quien dependían y
el linaje de donde eran originarios. Esta costimibre que se mantu-
2. —
En lo que toca a la aministración de los Sacramentos, este
Conciüo significó un avance si se le coteja con el anterior. La Con-
firmación se había de dar a todos los^ indios bautizados y el Obis-
po no debía omitir diligencia alguna a fin de que todos recibiesen
este sacramento, teniendo antes cuidado los curas de instruir a los
indios sobre el significado y efecto del mismo y advirtiéndoles que
únicamente los bautizados podían recibirlo y tan sólo una vez. Por
la pobreza de esta gente y la dificultad que había en proveerse de
velas y vendas, el Concilio aconsejaba al Obispo que llevara consigo
las necesarias y asi vemos que lo practicaron muchos. En cuanto a
la confesión, los curas poco versados en el idioma indico debían ha-
cer uso del Confesonario que el Conciüo había mandado preparar a
este intento y, no siendo posible que todos pudieran durante la cua-
resma ser atendidos, cada uno de los Prelados en su diócesis seña-
laría eltiempo conveniente para que se pueda cumplir con el pre-
cepto. La
Eucaristía no debía negarse a los que tuviesen clara noti-
cia de lo que van a recibir y manifestasen tener deseo de recibir
^te sacramento. Más tolerantes que los Padres del Primer Conci-
lio, asi como autorizabancomunión de los adultos instruidos, asi
la
trema de las chozas en que solían vivir los indios, se aconseja que,
a ser posible, ee conduzca a los enfermos a la Iglesia.'^
Estos pasos se dieron, sin duda, en vista de los progresos que
habían hecho en la fé los naturales, pero hay que reconocer que só-
lo muy lentamente se fueron poniendo en práctica estas disposicio-
nes pues todavía un año después, al llegar los primeros jesuítas en
1568, no dejaron estos de admirarse al ver cuan raro era el indio
que se acercaba a la sagrada mesa. Como la causa del alejamiento
del indígena era su falta de instrucción, diéronse de veras a esta ta-
rea y pronto se vieron los frutos. Escribiendo el P. Plaza, Visitador
de la Compañía, desde el Cuzco, el 28 de Octubre de 1576, al P. Bal-
tasar Piñas, Rector del Colegio de Lima, le dice que a muchos in-
dios, reconociendo su suficiencia, se les concede el poder comulgar
y quedan con ello tan resueltos a vivir como buenos cristianos que,
puestos en ocasión de pecar, dicen que quien ha comulgado no ha de
ofender a Dios en su vida. Por este medio y con el establecimiento
de líis congregaciones entre ellos se consiguió que, como cosa ordi-
naria, comulgaran cuatro veces al año, en las grandes fiestas, que
aun para españoles era mucho y en las ciudades donde había casa
de la Compañía ó en las doctrinas que estuvieron a su cargo, como
las de Santiago del Cercado ó Juli, la frecuencia de sacramentos
fué todavía mucho mayor y el aprovechamiento de los indios ver-
daderamente notable. Hacia el año 1600 el Virrey Don Luis de Ve-
lasco solía retirarse algunas veces a la doctrina del Cercado de Li-
ma, donde tenía una casa de campo y pudo por si mismo darse
cuenta de la religiosidad de los indios que allí vivían. Tanta fué su
admiración que no dudó afirmar que estos del Perú hacían ventaja
a los de los pueblos de la Nueva España, donde, como es sabido, e-
chó tan hondas raices la fé cristiana. 4
Esto nos demuestra que no se les negaba la comunión por
incapacidad de su parte sino por su deficiente instrucción y que
con un poco de esfuerzo y de constancia se podía conseguir de ellos
tanto como de otros cualesquiera cristianos. No podemos negar,
3. Según refiere el P. Acosta, (De Procuranda Indorum Salute, Lib. 1,
Cap. 16) el Obispo de Popayan D. Fray Agustín de la Coruña, que, des-
pués de evang-elizal- la Nueva España, vino a estas partes, se llenaba de
admii-ación al ver la fé de los indios, que estando en las últimas y a las
puertas de la muerte, hacian lo posible porque les condujesen en hama-
cas o parihuelas al lugar en donde tenía el cura su asiento, a fin de po-
der recibir en aquella hora los últimos sacramentos. El segundo Conci-
lio, instó aun con más eficacia a los párrocos para que ninguno
de sus fe-
ligreses saliese de esta vida sin haber recibido al Señor
y dictó medida»
oportunas para que el viático se llevase con la decencia debida a los
a-
gonizantes o enfermos graves.
4. Carta Anua de la Provincia del Perú del año 1600, suscrita por el
Rodrigo de Cabredo, Provincial. Mss. C. Vargas.
P
42 CONCILIOS LIMENSES
3. —
El Concilio se mostró en cambio intransigente en cuanto
a conferir las órdenes sagradas a los indios y aun fué más allá,
porque prohibió el que se pudiera echar mano de eUos para la lec-
tura de la epístola en las misas solemnes. Sin duda que esto es pro-
pio del subdiácono, pero la costumbre o la necesidad permite el que
se pueda echar mano o de los minoristas ó de los laicos. Podían,
sinembargo, los niños o los que hacían oficio de sacristanes partici-
par en las ceremonias religiosas, vestir traje talar y sobrepellices y
se exhortaba a los sacerdotes a inducir a los padres les entregaran
sus hijos para el servicio de la Iglesia, (Const. 74). Asi se hizo y ya
en el Concilio de 1552 se trató de la creación de escuelas en las Ca-
tedrales, donde se enseñara la gramática y a tañer y cantar. En
Lima la estableció el Arzobispo Loaiza y en el Cuzco, en 1566, los
prebendados nombraron preceptor que tomase a su cargo la escue-
la y, por lo que más adelante se dice en las actas capitulares, esta es-
cuela estaba destinada principalmente a los niños indios que ser-
10. Roma. Ai'ch. Vátic. Nunziatura di Spagna. vol. 30, p. 440. En dicha
carta se trascribe la Real Cédula antes citada.
11. Ibid. p. 437 se halla la carta escrita al Nuncio en Madrid. Sobre el Breve
de Gregorio XIII véase "Fatti Novi Orbi»", de Muriel, Oi'dinat. 153 y
Ordinat. 397.
CONCILIOS LIMENSES 47
13. Thcsaunis Indicus. Tom. 2, Tit. XII, Cap. XIV. N?. 379.
CONCILIOS LIMENSES 49
17. Colección de Cédulas Reaks dirigidas a la' Aud. de Quito, Tom. 1, p. 46.
Quito, 1935.
dicho Conciüo es hallarme con 4000 pesos de deuda, hecha por aver
venido a este reino en servicio de V. M. " (A. de I. Panamá 100
. .
.
11. Pinelo en la Vida de Santo Toi'ibio exagera un tanto al hablar de las dis-
tancias que separaban la metrópoli de las sedes sufragáneas. La de Ni-
caragua distaba poco más de 900 leguas, pero tenía la ventaja de po-
der hacerse por mar gran parte del viaje. La Asunción distaba algo más
y todo el camino tenia que hacerse regularmente por tierra, salvo el tra-
yecto de Arica al Callao, cuando se tomaba esta ruta. Por fortuna en
la presente ocasión el Obispo del Paraguay se encontraba en Lima.
asta aora an benido son el del Cuzco y los dos de Chile, el de la Im-
perial y el de Santiago. El de Quito asta aora no a benido, aunque
se a escusado por su enfermedad; el de Tuciunan con aber estado
siempre en Potosí, sin aver entrado en su Obispado, a este tiempo
se fué a él; dize que bolverá, si pudiere; el de los Charcas no a dos
meses que llegó a su Iglesia y es hombre muy impedido de las pier-
nas y muy doliente, también se ha imbiado a excusar. Visto esto y
la falta que avia de obispos y quel del Paraguay que es del Río de
la Plata, que es un muy buen religioso, avia quatro años que esta-
ba aqui detenido y que por su pobreza, que no tenía más que él
ábito, no se consagrava ni podía ir allá, me pareció que era cosa
digna de no permitir que pasase adelante sino que se consagrase y
asistiese en este Conciho para que acabado, luego se fuese a su Igle-
sia y asi se a de consagrar a doce deste mies y se irá luego a su obis-
pado, en acabándose el Concilio, el cual se abre el día de Nuestra
Señora de Agosto. ." .
SUS súbditos, pero tiempo había tenido para hacerlo antes y su de-
mora no sólo ponía en contingencia su obedecimiento a la carta de
indicción sino que tampoco le permitió informarse suficientemente
de la verdadera situación de una ©ede que se acababa de erigir.
3. — Llegó por fin el fausto día en que abriera sus sesiones es-
ta Teioera asamblea episcopal y reunidos todos cuantos habían de
intervenir en ella en la Iglesia de Santo Domingo se inició la proce-
sión que presidía el Arzobispo y los cuatro Obispos del Cuzco, de
Santiago, la Imperial y el Río de la Plata. Les acompañaban el Vi-
rrey, la Real Audiencia, ambos Cabildos el eclesiástico y el secular,
las Ordenes de la ciudad y de los contomos e in-
religiosas, el clero
nimierable multitud de fieles, atraídos por la imponente ceremonia.
Llegada la comitiva a la Catedral y después de ocupar los asientos
que estaban señalados, celebró el Arzobispo misa de Pontifical y
predicó en ella im elocuente sermón el Obispo de la Imperial, que
tenía bien ganada fama de elocuente predicador.
15. En las Actas aparece que los Obispos hicieron la profesión d© fé se-
gún la fórmula que trae Pío IV en su Constitución Injunctum nobis del
año 1564, pero según una anotación del Canónigo Bermudez, los PP. la
hicieron conforme a la prescrita por el Concilio de Compostela, celebra-
do en Salamanca el año 1565, ó 1564. La Sag. Cong. del Concilio dispuso
se corrigiese en esta parte el texto conciliar. V Aguirre. Conc. Hisp
.
Tom
V. p. 393 y 448. Morelli. Fasti Novi Orbis. Ordinatio 178.
16. El Primer Libro de Cabildos de esta Catedral dice que en la sesión del
27 de Octubre de 1582, el Arcediano manifestó que en los Reyes se ce-
lebraba sínodo y convenia nombrar persona que representase al Cabil-
do y se resolvió enviar nuevo poder al Maestrescuela D. Pedro Villar
vcche para que lo hiciese, señalándole como salario una baña ensaya-
da y marcada que vale 250 pesos.
62 CONCILIOS LIMENSES
^"^
Fr. Pedro Ortiz, franciscano, por el Cabildo de Nicaragua.
17. Fray Pedro llegó a Lima casi al final del Concilio. Fué nombrado en se-
de vacante, por el fallecimiento del Obispo D. Fr. Antonio de Zayas.
18. En las actas del Cabildo del Cuzco se lee lo siguiente: El 7 de Agosto
de 1582, reunidos en Cabildo el Deán Gómez Carrillo de Albornoz, el
Chantre, Hernando Arias & dijeron que há tres meses más o menos
que se resolvió enviar a Lima una persona que asistiese por el Cabildo
al Concilio que se ha de hacer en dicha ciudad y que no se había concluí-
do y estando próxima' su convocación, eligieron al Lic. Francisco Fal-
cón, vecino y morador de la ciudad de los Reyes para que asista en su
nombre y lo represente como al Cabildo más antiguo de estos Reynos y
se le dé poder e instrucción firmada y por su trabajo se le den 500 pe-
sos.
bastante haciendo y cansado de los oficios que acá había ejercido. Más
honroso fin tuvo el doctor Juan de la Roca, hijo de D. Andrés de la
Roca y Da. Catalina Cuadros, vecinos nobles de Lima que en edad
temprana ocupó una silla en el coro de Lima. En 1578, en la sede va-
cante, fué nombrado Provisor y Vicario General y en el Concilio
desempeñó el cargo de fiscal. Fué asi mismo Rector de la Universi-
dad de San Marcos en el año 1586 y en 1597 era Canónigo Doctoral
de la Mtropolitana. Presentado a 19 de Julio de 1599, fué elevado
a la sede episcopal de Popayán, siendo el primer criollo que merecía
esta gracia, consagrándole en la Iglesia de San Pablo de la Compa-
ñía de Jesús el mismo Santo Toribio.
vino a esta tierra por grumete y en Trujillo del Perú sirvió de cu-
rar un caballo y en esta ciudad, muy poco tiempo ha, eíitíó de mo-
zo de tienda a un mercader Hízose fraile y negociador y hicié-
. . .
26. Carta de Santo Toribio del 20 de Abril de 1583. V. Carlos García Iri-
goyen. Santo Toribio. Tom. 1, p. 17 y s (Lima, 1906) En ella insinua-
ba el Santo que también podía encomendarse el asunto a alguna per-
sona del Perú que hiciese justicia a las partes.
CONCILIOS LIMENSES 71
sa, pedí el auxilio a la Audiencia Real para que los papeles se entre-
gasen a los secretarios, a quien incumbía tenerlos como antes; lo
cual asi proveyeron se hiciese y no hubo orden de lo querer hacer
y los llevó uno de los Obispos (el de Tucuman) consigo, los tocan-
tes al Obispo del Cuzco y el libro de acuerdos, llevándolos a su ca-
sa y asi torné a hacer instancia con el Presidente de la Audien-
cia. ..." 27
Abreviando tan enojoso asunto, en el cual resplandeció la pa-
ciencia del Santo, diremos que no se consiguió que el Obispo de Tu-
cuman entregase las actas, aun cuando nuevamente le instó la Au -
27. V. Ibid. Existe otra versión del, suceso que no juzgamos verosímil. Se-
gún ella el Sr. Lartaún armó a sus sirvientes y amigos a fin de apode-
rarse de las llaves de la sala conciliar por la fuerza y arrebatar las ac-
tas pero el Corregidor de Lima, D. Francisco de Quiñones, deudo de
Santo Toribio, se dió cuenta de lo que se tramaba e hizo abortar la
conspiración. V. Montalvo. El Sol del Nuevo Mundo. Roma.
72 CONCILIOS LIMENSE3
te del Virrey faltó quien podía poner algún órden en las disensiones
que comenzaron a surgir entre los Obispos. Enriquez se había da-
do cuenta de esto y el 17 de Febrero de 1583, escribiendo al Monar-
ca le decía que había fundado grandes esperanzas en la reunión
de los Prelados pero la experiencia le iba mostrando que los efec-
tos no eran tan halagüeños y llegaba a dudar si había sido un acier-
to el convocarla. "Esta tierra, añade, se fundó sobre codicia e in-
terés y es el que siempre adoran. Yo he procurado asistir a él to-
das las veces que e podido y el arzobispo es muy noble hombre, mas
ti€ne poca resolución, por ocasión de sus escrúpulos; entre los de-
más hay particulares pasiones y, al fin, cada uno pretende defen-
der su hacienda, ques el blanco universal; el de la Imperial, como
y repitiendo una idea acmitida antes, dice que tal vez hubiera sido
más acertado remediar los asuntos eclesiásticos por medio de visita-
dores que no por la vía del concilio, "porque todo es pleitos y de-
mandas y respuestas y cosas muy fuera de las para que suelen ser
los concilios y así ninguna buena esperanza tengo de que del a de
resultar cosa que importe .
-'^
. .
—
1. Contra el Obispo del Cuzco se presentó Diego de Salcedo,
en nombre del Cabildo secular aduciendo 23 capítulos de acusa-
ción. Luego pareció Da. Juana de Yegros, hermana del canónigo
Juan de Vera, a quien Lartaún había sometido a juicio y remitido
preso a Lima, falleciendo en la cárcel de esta ciudad, por lo cual
y por los malos tratamientos que había recibido la susodicha de
parte del Obispo, entabló querella contra él. Finalmente, el canóni-
go Esteban ViUalón, uno de los prebendados antiguos de la Igle-
sia del Cuzco, el clérigo Luis de Olvera, secretario del Cabildo da
aquella ciudad y Hernando Arias, Chantre y Juan de Aguilar, todos
a una pusieron asiraisimo demanda al citado Obispo por cantidad
de dinero. El Concilio, antes de la llegada de los Obispos de Tucu-
mán y de La Plata y aun del mismo de Quito, juzgó de su competen-
cia conocer las quejas interpuestas contra Lartaún, salvo en lo que
tocaba a la muerte del canónigo Juan de Vera, por estar dispuesto
por el Concilio de Trento que causas semejantes debían remitirse
a Su Santidad o a quien designase el Pontífice.
AI incorporarse al Conciho D. Fray Pedro de la Peña, éste y el
Obispo del Paraguay se inclinaron del lado de Lartaún, pareciéndo-
les que el Concilio no debía ocuparse de las pruebas e informaciones
del caso. En vista de ello, se resolvió encomendar el asunto al Obis-
po de la Imperial y al Arzobispo, pero como al primero lo recusase
Lartaún, se nombró en su lugar al Obispo del Paraguay, Fr. Alon-
so Guerra. Tampoco le contentó este medio a D. Sebastián y entre
tanto el Procurador del Cabildo Secular del Cuzco presentó nueva
demanda conteniendo 56 capítulos y juntamente una carta del Alcal-
de y Regidores de la ciudad, en la cual se resumían las quejas contra
el Obispo. Este rechazó la acusación y entabló demanda por difama-
ción. Como el proceso exigía abrir una información en la misma ciu-
dad del Cuzco, se trató de enviar allá quien la hiciese, pero, como ya
advertimos, no hubo medio de hacerlo. Estando así las cosas llega-
ron al Conciho los Obispos de La Plata y Tucumán y esta circuns-
tancia, unida a la muerte del Virrey, hizo que el Concilio se declara-
se en favor de Lartaún.
CONCILIOS LIMENSES 77
—
2. Pero volvamos al Concilio que hubo de dilatarse innecesa-
riamente por este juicio que vino a dividir los ánimos. Ya dijimos có-
mo el 9 de Abril volvió Santo Toribio a exigir al Obispo de Tucumán
la entrega del libro de actas y los demás papeles tocantes al Obispo
del Cuzco. La respuesta fué presentar los Prelados disidentes una
petición para que el Arzobispo convocase a Concilio, pues de lo con-
trario estabaji decididos a reunirse, presidiendo el más antiguo. La
demanda sobre ser anticanónica y cismática era una prueba más de
la actitud rebelde que habían adoptado. Santo Toribio contestó que,
por su parte habría convocado a Concilio, pero que en tanto no le
fuesen devueltos el libro de acuerdos y los procesos no lo podía
hacer, tanto más que ellos se habían negado a obedecer el auto de la
Audiencia en que ordenaba se entregasen. El 10, hallándose en la
sala capitular, les fué notificada la respuesta del Arzobispo y ellos
insistieron en lo que primeramente habían determinado. El día 12 se
reunieron con ánimo de reabrir las sesiones, pero presentóse en la sa-
la el secretario D. Antonio BaJcázar y les intimó de parte del Metropo-
litano el abandono de aquel lugar, so pena de incurrir en excomunión.
Halláronse presentes como testigos Jerónimo Girón, Sancho de Avi-
la, el Br. Diego de Avendaño y Juan Tellez, clérigos. Retiráronse to-
dos, excepto los Obispos y el mismo día los declaró el Arzobispo por
excomulgados.
No nos detendremos en referir los pormenores de tan enojoso
asunto que por extenso hemos descrito en el tomo segundo de esta
obra (Docum. N'' 13), donde trascribimos un documento que hoy ha
desaparecido y sólo diremos que la Audiencia, dando una vez más
prueba de su parcialidad, envió una carta al Arzobispo notificándole
para que levantase las censuras que había fulminado contra los Obis-
pos. Como estos no habían hecho otra cosa sino querellarse ante la
Audiencia y no habían interpuesto apelación alguna, como en rigor
de derecho se exigía ni tampoco hubiesen solicitado el ser absueltos,
Santo Toribio no tuvo por conveniente hacer lo que urgían los Oido-
res. La lucha se avivó y mientras los unos persistían en sus recla-
vió a decir a Santo Toribio que no era cabeza ni Presidente del Con-
cilio, el Licenciado le llamó la atención y le dijo que aquello estaba
mal dicho. El Prelado le replicó que antes estaba muy bien, porque
el Presidente era el Espíritu Santo. Ante tan desconcertante respues-
ta, nada pudo añadir Ramírez, i>e'ro en lo sucesivo se excusó en cuan-
to pudo de acudir a las sesiones y a Santo Toribio le faltó todo favor
humano.
7. Enviaron los partidarios del Sr. Lartaún con todo secreto al Cuzco per-
sona que abriese información sobre los cargos que tanto el Cabildo se-
cular como la clerecía hablan presentado contra él, a fin de desva-
necerlos. Fuera de que dicha información se hacia sin autoridad al-
guna y no haberse procedido en ella según derecho, todavía no satis-
fizo por entero a la parte del Obispo y de alli que de los autos se
desglosaran muchas páginas y se hiciera desaparecer cuanto no le e-
ra favorable. El mismo Santo Toribio alude a sste fraude, por es-
tas palabras: "En este medio llegó a esta ciudad la información...
y con ella solamente sentenciaron . .condenando a la parte de
. la
ciudad del Cuzco en las costas y dando por libre de todo al dicho 0-
bispo, quitando del dicho proceso gran número de peticiones y recu-
saciones, en que se fundaba todo el derecho y justicia de la dichá
ciudad, las cuales acusaciones hablan roto al tiempo que se presen-
taron en el dicho Concilio y rotas mandé se guardasen con las demás
que pasan de cuarenta y cinco y asi, entendiendo que la causa no es-
tá sustanciada ni la dicha ciudad fué oida de su derecho, doy parte
de esto por la obligación que tengo de hacerlo." Carta antes citada.
Fray Reginaldo de Lizárraga que en su Descripción del Perú, se
muestra excesivamente indulgente con el Sr. Lartaún, dice que fué ab-
suelto por el Concilio y copia la sentencia dada en su favor. Por lo di-
cho antes ya sabemos a qué atenernos respecto a esta sentencia. Ella ca-
recía de valor, como el proceso mismo en que se fundalm y que adolecía
de todos los defectos que podían invadirlo.
84 CONCILIOS LIMENSES
siesen. Fueron nombrados para este efecto los Obispos del Tucumán,
La Plata y Paraguay y elArzobispo vino en ello, por no entorpecer
el asunto, aun cuando en su carta bien claro dá a entender que no
siendo posible llevar las cosas por vía de derecho este medio era el
que ofrecía menos inconveniente. Al Arzobispo se le autorizó para
que con consulta de otras personas hicie&e el Confesionario que aun
faltaba y el Sumario del Segundo Concilio y se decidió tener la quin-
ta y última acción el día 18 de Octubre, festividad de San Lucas
Evangelista. Dióse al acto toda la solemnidad posible y la Audiencia,
los Cabildos y demás Tribunales se hallaron presentes. Después de
la procesión y llenando el pueblo todos los ámbitos de la Catedral,
cantó lamisa solemne el Obispo de La Plata, el cual dió también lec-
tura a los cinco decretos de esta acción, predicando luego el P. José
de AcoiSta. Levantóse entonces el Arzobispo y, revestido de capa y
mitra, dió a todos su bendición y declaró en voz alta clasurado el
Tercer Concilio Provincial Límense, con las palabras litúrgicas: Fini-
tum est Concilium, ite vos in pace.
Ninguno con más razón podía decir estas palabras que Santo To-
ribio para quien fueron bastante amargos los días que duró el Conci-
lio, sobre todo desde el momento en que comenzaron a agitarse las pa-
Pero no cabe dudar sobre quien fué el autor del texto caste-
si
17. En las Actas del Cabildo del Cuzco no vemos que figure el nombre de
ningún canónigo Alonso Martínez, pero si el de D. Francisco Martínez
Garavilla, que desde el año 1552 ocupaba una silla en dicho cora y de-
sempeñó diversas comisiones dentro de la diócesis. Años después de ce-
lebrado Concilio, se presentó ante la Audiencia el clérigo Francisco
el
Churrón de Aguila, solicitando se le hiciese merced de la canongia va-
cante en el coro de Lima por la muerte de D. Juan Lozano que la po-
seía y, al hacer el recuento de sus méritos, dice que siendo cura en el
Collao «n la provincia de Sangában o Carabaya, fué llamado para ayu-
dar a hacer la Cartilla y Catecismo y Sermones con que se enseña a los
indios y fué nombrado Examinador General del Obispado.
CONCILIOS LIMENSES 91
5. —
En general, los decretos de este Concilio son más concisos
y breves que los del precedente. Tal vez se trató de evitar la proli-
jidad para hacerlos más prácticos, pero es indudable que por lo que
conocemos de esta asamblea hubo cierta aceleración en tomar las
decisiones y esta prisa se refleja en los capítulos o cánones. Los nú-
meros IV, V y VI, se refieren a la enseñanza de los naturales, los
puntos de doctrina que todos deben conocer, para lo cual se redac-
la
tó la Suma
de que ya hemos hablado, la necesidad de convocar a to-
dos los Domingos y dias de fiesta, a fin de que aprendan la doc-
trina y, por último, la obhgación de dar esta enseñanza en la lengua
propia de los nativos, disposición que ya había establecido el Conci-
lio Segundo, (Const. 3 de la Segunda Parte).
El Cap. VIII determinaba que no se aceptaran los matrimonios
entre hermanos y que, en caso de hallarse unidos algunos en esta
forma antes de recibir el bautismo, se apartase al uno del otro. El
Concilio Segundo había sido más explícito en esta parte, pues, fue-
ra de admitir que se daban estas uniones entre los indios, especial-
mente entre las personas nobles, juzgaba que ellas y otras por el
estilo debían deshacerse por ser contrarias al derecho natural. Este
sínodo no ignoraba el hecho, pero después de medio siglo de cristia-
nización los casos de matrimonios con hermanas eran bastante ra-
ros y, por lo mismo, no podía crear grandes dificultades su prohibi-
ción. En cambio nada nos dice sobre los privilegios concedidos a los
indios en esta parte, cosa que no omitió el Sínodo de 1567, pues Pau-
lo IIIhabía autorizado entre ellos el matrimonio hasta el tercero y
cuarto grado de consanguinidad. Al decidir que no se permitiesen en
manera alguna en un grado más cercano, el Concilio seguía la opi-
nión más común pero, sin duda, no intentó decidir la cuestión aun
debatida sobre si esas uniones son o no contrarias al derecho natu-
ral. 18
los recursos que interponían los pobres esclavos a quienes sus due-
ños separaban violentamente del lado de sus mujeres o impedían ca-
si de un modo constante la cohabitación, i''
bre lo^s hombros de nuestra Compañía' y se llevó a cabo con gi-an dili-
gencia y con increible trabajo y vigilias por el P. José de Acosta y o-
tros dos PP. peritísimos en las lenguas indias. asistiéndoles
. en esto
muchos religiosos y laicos que aprobaron la cosa llenamente. Porque a
demás de tener la obra en si mucha erudición, se distingue mucho por la
propiedad de las palabi-as en la lengua...." (Arch. Rom. S. J. Perú
12.)
96 CONCILIOS LIMENSES
21. Este Tercero Catecismo ha sido reeditado dos veces, la una en Lima en
1773 y la otra en París, en 1866. El Confesonario fué nuevamente edi-
tado en Sevilla en 160.3. V. mi obra: Impresos Peruanos. (1584
Lima, 1953.
—1650)
CONCILIOS LIMENSES 97
—Se
apela de algunas disposiciones del Concilio. 2. Se
I' —
acude por ambas partes a Madrid y Roma. 3. Intervención del P. —
José de Acosta. 4. Apruébase el Concilio y se introducen algunas
enmiendas. 5. Se imprime— el Concilio y es recibido en toda la
Provincia Eclesiástica.
2. V. p. 181 a 196.
3. García Irigoyen. Santo Toribio. Tom. IV, p. 109. A. de I. Lima, 300.
V. el Apéndice de esta obra. 3
102 CONCILIOS LIMENSES
y assi los más dellos y cassi todos se proveyeron por los Perlados
después de haverse bien mirado y conferido con personas doctas y
religiosas y muy expertas desta tierra que asistieron en el Concilio,
como parece por el treslado authorizado que verá con esta. De al-
gunos de los dichos capítulos y de lo proveído en ellos por el Conci-
liose agraviaron algunos eclesiásticos y, llevando el negocio a la
Real Audiencia, se pronunciaron diversos autos, uno sn favor del
Conciho, declarando que no hacía fuerza y que se guardase lo pro-
veido y otro después, por la mucha instancia y sohcitud que en ello
pusieron los dichos eclesiásticos, en que se mandó que el Concilio
se suspendiese ha.sta consultarlo con V. M.
Guevara —
Nicolás de Agüero —
Garci Barba Cabeza de Vaca
Francisco Martínez de Lara —
D. Antonio Dávalos Lic. Martínez. —
— Martin de Ampuero —
Rafael de Ribera —
Jerónimo de Aliaga —
Luis Rodríguez de la Sema, su Procurador Mayor." ^
3. —En
Informe ya citado del P. Acosta podrán verse los capí-
el
tulos de que había apelado el clero y también los que objetaron los
procuradores del Reino de Chile, aquí nos limitaremos a decir que el
litigio no se resolvió tan de inmediato sino que hubo de pasar por
muchas manos antes de llegarse a la solución final. Esta dilación
se explica si se tiene en cuenta la lentitud que el Consejo de Indias
ponía en todos sus procedimientos, pero además influyó en ella la
tenacidad con que los procuradores del clero apoyaron su causa.
Lucas de Carrión, en nombre del Deán y Cabildo de la ciudad de
los Reyes se presentó ante el Consejo y pidió se diese cédula para
que no se usase del Concilio, en cuanto a las constituciones de que ha
apelado su parte y el clero de las provincias del Perú. A su vez, ''^
8. A. de I. Lima 300.
9. Arch. Cabildo de Lima. Cócice rotulado Concilio Limense 1583. Pa-
peles del Mtro. Domingo de Almeida.
CONCILIOS LIMENSES 105
vió al Cardenal a darle tanto crédito, que valían más sus razones que
otras alegaciones de letrados." El hecho es que, si bien la parte con-
traria no cejó en la defensa y se hizo todo lo posible por invalidar
algunos decretos, no alcanzó lo que pretendía y, especialmente, en
lo que tocaba a la censura puesta a los clérigos que se dedicaban a tra-
tar y comerciar, no se pudo, dice el mismo Estrada, obtener que se
hiciese alguna distinción y se moderase la censura. Este fué el gran
servicio que Acosta prestó al Concilio, fuera de los que ya hemos
enumerado. Sin duda que la aprobación dada por el Consejo de Indias
y las cartas que el mismo Rey dispuso se enviasen al Embajador en
Roma en favor del Concilio tuvieron su peso en la decisión final, pe-
ro se hacía indispensable que un hombre de autoridad y con larga
experiencia en las cosas de Indias hablase con los mismos Cardena-
les y la Providencia escogió para este fin al P. José de Acosta.
De Madrid se habían remitido, en efecto, varias comunicaciones
a la capital del orbe católico con este fin y la primera con que trope-
zamos es una cédula de 2 de Diciembre de 1587 en que se ordena al
Embajador, Conde de Olivares, solicite la aprobación del Concilio de
Lima, aun cuando algunas de las penas señaladas en sus decretos han
parecido rigurosas. Al siguiente año y con fecha 28 de Mayo se
vuelve a escribir al Embajador y se le encarga obtener la aprobación
del ya citado Concilio, aun en la parte de que ha reclamado el clero
del Perú, por estar todo conforme a lo que se ha proveído en el Con-
sejo. Todas estas recomendaciones y más que nada la justicia y ra-
zón con que se había procedido en el Sínodo hicieron que, al fin, la
Congregación de Cardenales se determinase a aprobar los decretos,
mitigando un tanto la severidad con que se aplicaban algunas pe-
nas.
No obstante, los adversarios del Concilio no cesaron en sus de-
mandas y todavía en Mayo de 1589, el Maestro Almeida, remitía des-
de Madrid una carta a un confidente suyo en Roma, cuyo nombre
no aparece en el sobrescrito y que conjeturamos sea el Dr. Estrada,
en la cual le sugiere la conveniencia de pedir la revisión del Con-
cilio Era ya tarde, porque el 26 de Octubre de 1588, la Sagrada
Congregación había dado su fallo, pero el dato nos demuestra el te-
són que pusieron los clérigos en la contienda.
A ellos se habían sumado, como se ha dicho, los prebendados, pe-
ro estos se querellaban por distinta causa y conviene conocerla. Pa-
ra esclarecer este punto nos vamos a servir del Tesünionio de las di-
bre del Deán y Cabildo de los Reyes, puso de manifiesto que en los
decretos del Concilio se les hacían los agravios siguientes: primera-
mente, en cuanto a las penas que se imponen a los clérigos que se
dan a negociaciones prohibidas o son jugadores, las consideran
exorbitantes y que en ninguna manera se pueden justificar; otro
tanto se ha de decir en lo que toca al arrendamiento de los diez-
mos, cosa que no está prohibida específicamente en derecho; en la
asistencia al oficio divino y a las misas solemnes en las Catedrales
y pérdida de las distribuciones por los ausentes no debe innovarse
la costumbre ya entablada y autorizada por la erección; en cuanto a
la incompabilidad de los prebendados para aceptar capellanías, fun-
dándose en lo dispuesto por el Tridentino, no puede correr, porque el
Concilio no habla de estos beneficios y lo propio se ha de decir so-
bre resignar sus prebendas los canónigos que pasan a España, por
que éstas las reciben de S . M
y sin su consentimiento no las podrían
.
—
^Las demandas del clero las presentaron Pedro de Acevedo,
4,
tercera, las contenidas en los Caps, cuarto y quinto, contra los clé-
vieron los Padres para decretarlo, a saber: 19) Porque el comer-
cian con los indios, vendiendo o comprando ganado, semillas y bes-
tiasde carga, enviándolos por su cuenta a las minas, obrajes y alqui-
lando el trabajo de los mismo.? naturales en provecho propio. Este
decreto que para muchos fué la piedra de escándalo, dice Bermudez,
y el objeto de la disputa y del cual se tenían por agraviados, quedó
confirmado y ralificado sin recurso y las razones en que se funda-
ron los Cardenales para su ratificación fueron las mismas que tu-
vieron los Padres para decretarlo, a saber: 1") Porque el comer-
cio de los párrocos es muy escandaloso a los indios, haciéndoles juz-
gar es venal la religión de Jesucristo; 2") porque eran ocupados y
maltratados los indios con sumo exceso en aquellos tráfico^; S^) por-
que con ese pretexto habían de disimular los vicios de los caciques y
principales; 4") porque los clérigos, embebidos en sus granjerias
descuidaban la administración de los sacramentos; 5") porque de aqui
se ocasionaba el fraude, porque los indios a fin de ganarse la volun-
tad del cura, conmutaban sus mercancías al precio que a él le placía,
y finalmente, porque toda esta negociación en si es sórdida, indigna
ciel sagrado ministerio y contraria a la propagación del Evangedio.
15. La primera edición que se hizo del Concilio es de este año de 1591,
en Madrid; se hizo nueva edición en la misma' ciudad en 1614. Lo han
reproducido Ilaroldo en su Lima Limata, Montalvo en sus Concilia L¡-
maua, Roma, 1684; el Cardenal Aguirre en sü Collectio I\Iaxima Om-
nium Conciliorum Hiswaniae et Novi Orbis. Roma 1753, tom. 2; Fr.
Matías de Villanuño, Tejada y Ramiro y últimamente Levillier en ol tom.
2 de la O. I. del P. S. XVI.
CONCILIOS LIMENSES 111
le. V. Morelli. Fasti Novi Orbis. Ordinat. 178. Venecia, 1776. De la Igle-
sia de Filipinas puede caber alguna duda, pero fué bastante frecuen-
te el que los Prelados del Archipiélago citaran el Concilio Límense a la
par con el Mejicano y adoptaran sus decretos, como puede verse on la
célebre C.^rta Pastoral Que dividida en cuatro partes dirige a los Sa-
cerdotes, Predicadores, Confesores y Párrocos. . D. Basilio Sancho de
.
17. Uno de los capítulos más controvertidos fué el 24, de la Tercera Ac-
ción, en el cual el Concilio prohibía «ub gravi a los sacerdotes el hacer
uso del tabaco en humo o en polvo, antes de la celebración del Santo
Sacrificio, bajo el pretexto de medicina. La misma prohibición la ex-
tendió a los laicos el Sínodo IX, celebrado en Lima en 1602, en el cap.
18 y el Concilio Tercero Mexicano del año 1585 lo decretó p^ra unos y
otros. En Europa no se mostraron los Prelados menos rigurosos y el Car-
denal de Borja, Arzobispo de Sevilla prohibió también el uso del taba-
co, en el Concilio que convocó en aquella ciudad, y confirmó el Papa
Urbano VIII.
1. —
En 1588, o sea a los cinco años de su celebración, recibía
el Tercer Concilio la aprobación Pontificia pero aun debían pasar
tres años para que en el Perú se recibiese la real cédula aprobato-
ria. Después de todo lo ocurrido y de las dificultades que había sido
necesario vencer para obtener el fin deseado, humanamente hablan-
do no era posible que el Metropolitano de Lima desease convocar a
sus sufragáneos a una nueva asamblea. Esta debía tener lugar a
los siete años del postrero o sea en 1590, pues la Santidad de Gre-
gorio XIII, por un Breve de 15 de Abril de 1583 había concedido al
Arzobispado de Lima la facultad de prorrogar la fecha señalada
por San Pío V. ^ El hecho de no haber acudido los Obispos en tiem-
po oportuno hizo que se postergara el sínodo hasta la Dominica de
Septuagésima del siguiente año o sea para el 27 de Enero de 1591.
Sinembargo, Santo Toribio con la debida anterioridad convocó a sus
í-'ufragáneos, dada la distancia que muchos habían de recorrer, como
consta por la carta que desde los valles de Trujillo envió a S. M.,
el 28 de Marzo de 1590, en la cual le dice que ha convocado a los
Obispos para el 18 de Octubre de dicho año. Llamados por el Metro-
politano, sólo uno de ellos acudió a la cita y éste fué el Obispo del
Cuzco, D. Fr. Gregorio de Montalvo.
Como lo hemos hecho en los precedentes capítulos conviene que
examinemos cuáles eran las diócesis entonces vacantes y las causas
que impidieron la asistencia de los obligados a acudir al Concilio.
Era Obispo del Paraguay Fray Alonso Guerra, el cual debió en-
trar en su diócesis en año 1584, mas, por desdicha, pronto la levan-
el
tisca ciudad de la Asunción se alzó contra él, como lo había hecho
con su antecesor y el Alcalde ordinario de ella acompañado de otros
vecinos le prendió en su propio palacio y, en calidad de preso, le con-
dujo a Buenos Aires en el año 1586. Aqui permaneció el Obispo hasta
su traslación a la sede de Michoacán en el año 1590. La diócesis que-
dó vacante hasta el año 1596 en que fué nombrado el canónigo de
Soria, Tomás Vasquez de Liaño. El de Tucumán, D. Fr. Francisco de
Victoria, se detuvo en Lima más tiempo del necesario, después de
terminado el Concilio y parece que su detención obedecía a andar
buscando valedores para que se el aceptase la renuncia que preten-
día hacer del Obispado. El hecho es que Santo Toribio, tan mirado en
sus palabras, en una carta al Rey de 27 de Abril de 1584, le decía:
"He entendido por cosa muy cierta que el Obispo de Tucumán envía . .
Por la relación que hemos hecho colegimos que sólo el Obispo del
Cuzco estaba en condiciones de responder al llamado del Arzobispo.
D. Fray Gregorio de Montalvo había sido nombrado en 1580 Obispo
de Yucatán y, como tal, asistió al Conciho Provincial de México, con-
vocado en 1585 por el Arzobispo D. Pedro Moya y Contreras y el 6
de Setiembre de 1587 escribía el Rey a su Embajador en Roma, a fin
de que lo presentase para la mitra del Cuzco. Preconizado el 6 o 16
de Noviembre de dicho año, púsose en camino para su nueva sede en
1588, mas por la excesiva distancia que de ella le separaba, sólo en
Noviembre de 1589 vino a tomar posesión en su nombre el Deán, Gó-
mez Carrillo de Albornoz y, poco después hacía él mismo su entrada
en la ciudad imperial. Tuvo tiempo de pulsar el estado de su dióce-
sis y, consciente de su obligación, volvió nuevamente a Lima a fin de
hallarse a la apertura del Concilio.
11. Según las Actas del Cabildo Ecco. del Cuzco, el 25 de Setiembre de 1590,
estando en Cabildo el Illmo. Sr. D. Fray Gregorio de Montalvo y Preben-
dados de aquela Iglesia, dijo Su Señoría cómo estaba disponiéndose para
pasar a Lima y asistir al Concilio y se acordó que fuese en su compañía
el canónigo Cristóbal de Albornoz. El 15 de Octubre eligió por Procurador
«1 Maestro Diego Serrano.
CONCILIOS LIMENSES 121
Rosario; Fr. Jiian de Vega, Guardián de San Francisco; Fr. Luis Ló-
pez de Solis, Prior de San Agustin; Fr. Nicolás de Ovalle, Provin-
cial de la Merced y el P. Juan de Atienza Provincial de la Compañía.
Teólogos diputados: Fr. Domingo de Valderrama, Fr. Luis Ló-
pez, Fr. Nicolás de Ovalle, el P. Juan de Atienza, el P. Esteban de
Avila y Fr. Alonso Valdivieso, franciscano.
Letrados juristas: D. Antonio Balcázar, Provisor del Arzobis-
pado; el Dr. Hernán Vásquez Fajardo, el Dr. Jerónimo López Guar-
nido, y el Dr. Francisco de León.
Como secretarios actuaron los mismos que lo habían sido en el
Tercer Concilio ,a saber el Dr. Antonio Balcázar y el Lic. Bartolomé
Menacho.
Las sesiones se deslizaron en un ambiente de serenidad que dis-
taba bastamte de el tormentoso del pasado y, como después de lo le-
gislado en él, no había mucho que añadir, pudieron tener fin en poco
más de mes y medio, el 15 de Marzo de 1591. Las acciones en reali-
dad no fueron sino dos, la de apertura y la de clausura. Esta se ce-
lebró en la misma forma que la primera y en las actas se dá la cau-
sa de el ningún ruido con que se hizo. "Y por aver entendido, dicen,
ay cédula de S M para que no se publique con solemnidad, desean-
. .
4. —
Podemos dar crédito al P. OvaUe y suponer que fielmente
tradujo en su carta las expresiones del Obispo del Cuzco, pues en el
fondo éste tenía razón y hoy ningún catóüco puede dudar que esas
intromisiones del Estado eran ima violación de los derechos de la
Iglesia, pero es indudable, sobre todo si se recorre toda la carta
del piwincial meroedario, que éste deseaba aparecer ante los ojos
del Monarca como un paladín del Patronato. Con más cordura y más
espíritu religioso la Provincia de los Doce Apóstoles del Perú y en
su nombre el Provincial y Definidores escribíajn, pocos años después
al Rey, pidiéndole los exonerase del oficio de doctrineros. Conviene
que conozcamos este documento, porque en él se dan las razones por
las cuales no convenía que los religiosos continuasen encargados de
las doctrinas.
del Cuzco y de los Charcas, como tierra tan poblada, tiene gran abun-
dancia de clérigos pobres y por otra parte doctos, asi en letras como
en la lengua de los naturales, los cuales claman de día y de noche a
Dios y piden esto como por justicia, de donde se sigue que los Obis-
15. V. Ilevnáez. Colecc. de Bulas Y Breves & Tom. 1, p. 408. Ibid. p. 412
se inserta la Constitución "Provisionis nostrae" de Paulo V, de 21 de Ju-
nio de 1608, en la cual se extiende a todos los regulares que trabajan en
Indias la concesión hecha por Clemente VII a los religiosos de la Com-
pañía de Jesús, los cuales, obtenida una vez la licencia para la administra-
ción de los Sacramentos de cualquiera Ordinario, no necesitaban de nue-
vo licencia cuando mudaban de lugar.
16. V. Parras. Gobierno de los Regulares de Améiica. Tom. 2. p. 312 y s. Ma-
drid, 1783. Este autor atribuye estas intercadencias del Consejo de Indias
a la dificultad de tomar una providencia de carácter general, dada la ex-
tensión de los dominios de América y la variedad de circunstancias. Es
también necesario adveitii que no todos los Regulares opinaban del mis-
mo modo en la materia y aun dentro de una misma Orden, no todos sen-
tían lo mismo. Para muestra citaremos los pareceres de dos franciscanos
de la Provincia de los Doce Apóstoles. Fr. Pedro Gutiérrez Flores, Provin-
cial, en cnitn a S. M. de 15 de Mayo de 1605 le dice que ha recorrido
CONCILIOS LIMENSES 127
dos veces todo el Perú y lamenta que los Obispos puedan visitar a los
doctrineros religiosos de vita et moribus, pues ello será causa de abando-
nar las doctrinas y la Real Hacienda se gravará entonces, pues ellos co-
bran 300 pesos menos de sínodo que los curas.
Bien sabía que uno de los capítulos que había de hallar más
obstáculos sería el relativo a la visita de los regulares doctrineros
y por eso expone al Rey la necesidad de que asi se haga, impidiendo
que los religiot?as nombren jueces conservadores para impedir la ac-
CONCILIOS LIMENSES 129
1. —
En 1598 se cumplía el período que la Santidad de Gregorio
XIII había concedido al Arzobispo de Lima para la celebración de los
Concilios Provinciales y Santo Toribio, como tan observante de las
leyes de la Iglesia, expidió la carta convocatoria en San Cristóbal de
las Balsas, en la Provincia de los Chachapoyas, el 30 de Enero de 1596,
citando a todos sus sufragáneos para el 15 de Marzo de dicho año.
En ela advertía que, habiendo dado su consentimiento, a instancia
del Rey, para que el Obispado de Popayán se uniese al Arzobispado
de Santa Fé, pero no habiéndose hecho hasta entonces mudanza al-
guna, según la relación que tenía, convocaba asi mismo como a su
sufragáneo al Obispo de Popayán. A mediados del siguiente año,
'
de Abril del 1601, es decir que medió más de un año entre su remi-
sión y la apertura de la asamblea, tiempo bastante para que desde
Madrid, si se hubiese puesto alguna atención en el asunto, viniese
o la aprobación de lo que se tra taba o la órden de aplazamiento. No
sabemos que se hiciera nada de esto, y nos parece que fué ésta en
definitiva la razón que movió a Santo Toribio a proceder a la aper-
tura del Concilio. Pero hay otro escrito suyo, revelador de su celo
pastoral y de cómo llegaba a su alma la sorda y tenaz oposición que
se ponía al ejercicio de su ministerio. Respondiendo a una carta del
Virrey, en la cual éste le manifestaba que tenía gran deseo de acer-
tar y que no se gravase la conciencia de nadie, le dice que esos son
también los suyos, pero que no puede menos de acudir al cum-
plimiento de su obligación y a lo dispuesto por el Concilio de Tren-
to y los Breves y Cédulas del Sumo Pontífice y de Su Magestad. Ha
dado aviso a éste de su propósito de celebrar el Concilio y no se le ha
dado otra respuesta sino advertirle que no convenía celebrarlos de
tres en tres años, cosa que nunca le ha pasado por el pensamiento.
extensa en la cual le dá las razones que hay para que se reúna. Co-
mienza por decir que sería gastar tiempo pretender probar la nece-
sidad de estas asambleas y mucho más en estos Reinos y él que ahora
se convoque a sínodo, habiendo trascuñado siete y más años del úl-
timo y no haber sido éste aprobado ni confirmado, no parece que s«
pueda objetar. Este Concilio es necesario entre otras cosas, para de-
clarar como son usurarias muchas contrataciones que se hacen en
el Perú, como la venta o alquiler de los indios mitayos; para poner
remedio a las vejaciones que se hacen a los indios, como la de los in-
dios de Huancavehca que mueren azogados en la saca del metal y
debe constar a Su Señoría, pues le toca la provincia de los Angaraes
y otras de donde son conducidos a aquel asiento; item para poner
freno en las injusticias de los Corregidos, que obligan a los indios
a hacer ropa de una y otra clase a los indios para luego venderla en
provecho propio. Y luego, desvaneciendo las razones en que Don An-
tonio se apoyaba para no acudir al llamado del Metropolitano, le dice
"Y por ser estas cosas necesarísimas, sin otras muchas que Vuestra
Señoría traerá de su Obispado y los demás señores Obispos de los
suyos de ser remediadas, la razón de V. S. diciendo no ha visitado su
Obispado no es de mucha fuerza, pues lo ha hecho por su Provisor y
por sus visitadores y desde esta ciudad hasta sus últimos términos
que es el tambo de Acos, viniendo a esta ciudad, puede V. S. venir
visitando y hacer de ima vía dos mandados, cuanto más que cuanto
se mira en el Concilio por el bien universal es visitar. "Tampoco era
de peso, lo que decía sobre que los indios resultaban vejados con es-
tos viajes de los Obispos, pues ellos les pagan su trabajo y mejor
que otros y les ayudan en el reparo de sus Iglesias y les hacen Umos-
nas como a ovejas que les pertenecen. Tampoco es razón la distan-
cia,, porque en Indias ya se entiende que uno ha de estar dispuesto
a caminar, porque lo que en España son 30 leguas aquí son 300 y los
Provinciales de las Ordenes, siendo sus capítulos más frecuentes que
los Concihos, no por este motivo dejan de convocarlos.
ayudará de ese modo con sus oraciones cual otro Moisés a los sol-
dados que luchan con los indios de Arauco y andan bien necesitados
de auxilio.
Por desdicha. Fray Reginaldo mudó de parecer y de defenso
del Concilio se volvió en su más obstinado enemigo. Es muy posible
que influyera en su ánimo la actitud del Virrey Velasco, el cual se
mostró en adelante bastante benévolo con él. Sea lo que fuere, lo cier-
to es que, habiendo venido a Lima el Obispo de Panamá, D. Antonio
Calderón y el Obispo de Quito, D, Fray Luis López de Solis, sólo por
14. —
Arch. Vaticano Roma. Acta Mise. 21, f. 307 v. Acta Mise. 30, f. 75.
15. Carta del Obispo a S. M. fha. 5 Nov. de 1595. C. L. Papeles de Tucu-
man Tom. 2, p. 376.
16. Cabildo de Sucre. Libro I de Actas Capitulares.
142 CONCILIOS LIMENSES
para esta prelacia al P. Fr. Luis López, electo del Río de la Plata,
por ser muy virtuoso, sin codicia y muy discreto para govemar, buen
letrado, buena edad y mucha expediencia de las cosas desta tie-
rra. .
." 17
Más
todavía que este elogio del Virrey nos recomienda su perso-
na estas palabras de la carta que envió a S. M. al recibir la cédula
en que se le hacía merced del Obispado. "Yo estaba bien lejos en mi
pensamiento y voluntad de ser Obispo, por faltarme los requisitos
para tal dignidad y, por entender que con eUo se podía servir Nues-
tro Señor y V. M., por la extrema necesidad que toda aquella tierra
tiene de doctrina (que como es pobre de plata y oro todos huyen de
ella), yo lo he aceptado de muy buena gana y lo he estimado y es-
timo en tanto como si fuera el de Toledo." Y como lo decía asi lo
hizo pues sin demora se puso en camino para aquella apartada re-
gión, distante más de 600 leguas de Lima, dejando al cuidado del
Rey la remisión de sus Bulas, porque como fraile pobre no tenía con
qué procurarlas y, además, en esta materia de cargos tenía propó-
sito de no hacer solicitud chica ni grande, Dios premió su genero-
sidad y buen celo, pues antes de poner los pies en el territorio de su
diócesis, se le trasladó a la de Quito y, volviendo a la ciudad de lo&
Reyes, prosiguió hasta Trujillo en donde recibió la consagración epis-
copal de manos de Santo Toribio, en 1594.
El 15 de Junio de dicho año hacía su entrada en Quito y poco
tiempo después, el 15 de Agosto, abría en su ciudad episcopal el se-
gundo sínodo diocesano. Cuando recibió la convocatoria del Concilio
debía sentirse bastante achacoso, porque Santo Toribio en una de
sus cartas al Monarca le dice estas palabras: "El de Quito me embió u-
na información de que si se ponía en camino estaba a riesgo su vida y
me escrivió una carta que, si tuviera salud, viniera con un bordón en
la mano, a cosa tan justa y ayudarme en el Conciüo y despachó po-
der para una dignidad de esta mi Iglesia que asistiese en su nom-
bre." 1^ El aplazamiento del Concilio le permitió venir, pero sólo por
obedecer, pues en un Memorial que en 1599 redactó y envió a Santo
Toribio, claramente dice que, si bien está aparejado para cumplir
con todo lo que por derecho y razón de su oficio está obligado, con to-
do es de parecer que no conviene que el Concilio se comienze hasta
que se conozca el beneplácito de Su Magestad. Las razones en que
se apoya, son, sin duda, las más graves y bien fundadas, aun cuando
algunas pudieran objetarse, como la ausencia voluntaria o involun-
taria de algunos sufragáneos, pero su rendimiento prueba que todo
esto lo decía con recta intención y mirsjido sólo al servicio de Dios.
Al final añade una cláusula que lo comprueba y que conviene cono-
cer. "Concluyo con decir que si algún Obispo tenia necesidad de Con-
ciho para quejarse a S M y proveer en muchas cosas dignas de re-
. .
21. Debió también hallarse presente el Fiscal nombrado, Pbro. Melchor Ruiz
de Bustos; de Nuncio hizo el Aguacil Alonso de San Juan y do Portero
Cristóbal Bonilla, pertiguero de la Catedral.
CONCILIOS LIMENSES 145
días del mes de Abril se hizo la procesión, sin que se me diese noti-
cia ni lo supiese hasta después de hecha y a 18 lo cerró con sólo
mandar ee guarde el que se celebró el año de 83, como está manda-
do. Los Obispos procedieron en todo muy bien, guardando el deco-
ro y buen término que deben al servicio de V. M. y a la conserva-
costa de mil ducados para pagar lo que debe. Fray Reginaldo que,
por otra parte, tenía clara noticia del estado lamentable en que
había quedado su diócesis después de la irrupción de los indios de
Arauco, dió largas a su saUda de Lima en espera de que se tomase
alguna resolución en su caso. El 16 de Enero de 1603 se escribía
al Virrey del Perú, a fin de que le persuadiese pasar a su sede, si
bien es verdad que se le concedían 500000 maradises para su susten-
to. Con la misma fecha se le escribió a Fray Reginaldo en idéntico
sentido y éste no tuvo más remedio que dirigirse a Chile, a fines del
año 1603 y Santo Toribio, que con razón podía sentirse ofendido por
la conducta que con él había observado, le ayudó con una buena su-
ma para el viaje, pagándole con la moneda que suelen usar los san-
tos.
1. A. de I. Lima 71-3-9.
2. Con Hernando obtuvo de Paulo V, por un Breve de 7 de
anterioridad, D.
Agosta de 1620, que riñese para Santa' Fé el Concilio III limense y el
CONCILIOS LIMENSES 151
mar a V. M. con verdad que son de poco fructo los Concilios Pro-
vinciales en las Indias y de mucho ruido y muchas veces incentivo
de hacer injurias o de vengarlas. Yo he celebrado dos, uno en la
Iglesia del Nuevo Reyno de Granada y otro en la de los Charcas,
donde fueron necessarios, porque nunca se avian en ellas celebrado
Concilios Provinciales, los quales están presentados en vuestro Real
Consejo y en ellos eché de ver lo que en ésta refiero ..."
No nos parece acertado el juicio de Don Hernando, sobre todo
si se tiene en cuenta que la ineficacia de estas juntas en Indias no
dos los arzobispos de una y otra América. que cada uno respecti-
. .
11. V. ibid.
12. En carta de 24 de Agosto de 1771 anuncia que ha llegado a su noticia
la prórroga pero que, no obstante, sale para Valparaíso y se embarca-
rá a fines de Setiembre.
CONCILIOS LIMENSES 167
guna de las becas que costeaba el real erario. Sigmó los estudios en
la Universidad de San Marcos y el de Junio de 1733 se graduó de
1'^'
conizado Obispo del Cuzco y el siguiente año recibió sus bulas, con-
sagrándole el Arzobispo Parada en la Catedral de Lima, el 6 de Oc-
tubre de 1771. No pudiendo trasladarse a su sede por la proximidad
del Concilio dió su poder al Deán D. Diego de Esquivel y Navia pa-
ra que tomara la posesión, como lo hizo el 22 de Mayo de 1770. Fué
D. Agustín tanto por eu experiencia, pues había sido cura de in-
dios y conocía perfectamente la lengua de los naturales, como por
su ilustración y eminencia en las ciencias sagradas un valioso ele-
mento en las deliberaciones de esta junta, aun cuando fuera el más
joven en el episcopado.
Al lado de los Obispos, podemos colocar a algunos otros, que fi-
guraron en la asamblea, sea como Procuradores de los Obispos o Ca-
bildos, sea como Teólogos consultores ú oficiales de la misma. No
es posible olvidar los nombres de D. Domingo Gonzales de la Re-
guera, más tarde Arzobispo de Lima, procurador de la Iglesia de
Arequipa, A D. Baltasar Jaime Martínez de Compañón, secretario del
Concilio, elegido luego para la silla episcopal de Trujülo. A D. Fran-
cisco de Santiago Concha, Doctoral de Lima y Provisor y Vicario Ge-
neral del Arzobispado, al P. Maestro Francisco González Laguna, di-
putado por la Religión de la Buenamuerte y muy estimado por su
saber, a D. José Esteban Gallegos, Maestrescuela de Lima y teó-
logo del Concilio, al P. M. Fray Juan Prudencio Osario, de Santo
Domingo y al P José Dm án de los agonizantes, teólogos también en
.
la asamblea.
15. Memoria de Amat. Bibliot. Nac. de Madrid. Ms. SllO y 3111. Ha sido
publicada en Sevilla en 1947.
CONCILIOS LIMENSES '
161
1. —Primera
sesión pública del VI Concilio Limense. 2.—
Discusión de las materias en las juntas particulares. 3. La pros-—
cripción de las doctrinas jesuíticas. 4. Los escritos antiprobabilis-
taS. 5. — —
Decisión del Concilio. 6. Segunda acción.
nes sagradas, son muy pocos o ninguno los que pretenden el sacer-
docio y, en vista de ello, pidieron que se cumpliese la Real Cédula de
S. M. que ordena se destine la tercera parte de las Becas de los Se-
minarios a dichos indios, pues, por su pobreza, es posible que mu-
chos se abstengan de aspirar al estado eclesiástico. La observación
era justa, pero es preciso reconocer que sólo muy lentamente se des-
pertaron las vocaciones sacerdotales entre los indígenas y hasta fi-
nes del S . XVIII los sacerdotes de su raza fueron más bien la excep-
ción.
También por entonces se trató de la reforma de los monasterios
y D. José Potau, cura de San Sebastián y eclesiástico de prendas
nada vulgares, llamó la atención sobre el excesivo número de reli-
giosas de los conventos de Lima. Sin duda que habían disminuido
notablemente, pero todavía entraban muchas sin verdadera vocación
y sólo, decía el citado cura, por ser la única manera de poder vivir
honestamente, ya que no se les ofrece oportunidad de contraer ma-
trimonio según su condición. No aprueba ni impugna esta admisión
en los conventos, pero se inclina porque se facilite a dichas jóvenes
el estado de casadas y, señalando una de laiS causas de este mal, se
refiere al excesivo lujo que gastan de ordinario las ümeñas y hace
que muchos no ¡se atrevan a enlazarse, a lo cual se une el que para
la gente blanca y de caUdad no hay bastantes destinos o puestos
públicos que les sirvan para su manutención. Atinadamente se apun-
tan aqui dos vicios de la estructura de la sociedad colonial, muy
propensa al derroche y al fausto y menos inclinada al trabajo y
al esfuerzo personal.
El 8 de Julio del mismo año, hubo otra junta particular, a fin
de resolver lo decretado por el Superior Gobierno sobre que al Pre-
bendado de la Iglesia de Quito, D. Miguel de Figueroa y Godoy, se
le diese Ucencia para asistir al Concilio por las razones que alega-
ba en su informe. Como en la asamblea tenía asiento el Procurador
del Obispo de aquella sede y también el representante de su Cabil-
do, el Concilio dió por respuesta que no había lugar a su demanda.
Mayor importancia tuvo la incidencia que vamos a narrar.
3. —Discutíase
el título De Ma^lstris y los ministros reales in-
8. No negamos los méritos del Obispo Espiñeira, pero hay que reconocer que
su actuación en el Concilio dejó bastante que desear. Quien quiera más
datos sobre él vea la obra de Fr. Roberto Lagos O. M. El Señor Obispo
D. Pedro Angel Espiñeira. Santiago, 1911.
CONCILIOS LIMENSES 171
Acabó el probabilismo
'
a impulso del sabio esmero
con que el Rey Carlos tercero
lo precipitó al abismo.
Lope del Rodo quien lo dedioa al Excmo. Sr. D. Manuel de Amat. , Por
.
ron en la resolución del punto que quisieron fuese materia desta dis-
puta impertinente, porque los PP. del Concilio resolvieron que la
protestación de fé se podía hacer por Procurador. ." (Col. Vargas,
Mss. Tom. 11).
11. Parece haber dado motivo a la instancia de los ministros reales los exce-
sos del Pbro. Pedro Beraún, de la Prov. de Huánuco, para quien el Pro-
motor Fiscal pidió mandamiento de prisión.
12. Oración que el Illmo y Rmo. Sr. D. Fr. Pedro Angel Espiñeira de la
Regular Observancia de N. P. S. Francisco del Consejo de S. M
dixo en la solemnísima función con que el Concilio Provincial de Lima
dió principio a su segunda sesión en la Santa Iglesia Metropolitana de
dicha ciudad. ... En Lima en la Imprenta de los Huérfanos. Año de 1772.
178 CONCILIOS LIMENSES
—
1. Antes de la clausura del Concilio se produjo un incidente
que vino a causar alguna desazón al Arzobispo. Amat había recibido
una Real Cédula, su fecha el 8 de Octubre de 1772, en la cual orde-
naba Su Magestad que no se publicaran los decretos conciliares, has-
ta tanto que los aprobase el Papa y el Consejo. Esta determinación
le fué comimicada al Prelado en el mes de Agosto de 1773, cuando
ya todo estaba dispuesto para la clausura. Según Amat, en su Me-
moíría, el Arzobispo no pudo menos de expresarle el embarazo que le
cr-eaba la orden recibida, pues de conformidad con lo prescrito por
el Pontifical Romano y Ceremonial de Obispos era necesario leer
públicamente los decretos aprobados en el Concüio. Vióse en el Real
Acuerdo la instancia del Arzobispo y el dictámen del Fiscal y, por
auto de 23 de Agosto de 1773, se resolvió que se observase puntual-
mente lo prescrito por S. M. Esta resolución le fué notificada al Pre-
lado el 1^ de Setiembre de 1773. Sinembargo, a fin de compaginar
una y otra disposición, esto es la órden del Rey y lo dispuesto por
el Concilio IV de Toledo, el Pontifical Romano y el Ceremonial de
Obispos, acordaron los Padr^ que en la última sesión se celebra-
se una misa privada en el altar mayor de la Catedral y luego se
leyesen en voz baja por uno de los secretarios del Concilio todos
los decretos correspondientes a los hbros tercero, cuarto y quinto
y, hecha la lectura, se procediese a la clausura con im Te Deum,
la Misa solemne y las aclamaciones de costumbre.
El Arzobispo remitió el año 1774 dos ejemplares del Conciüo,
el uno en latín y el otro en castellano al Real Consejo, a fin de ob-
' CONCILIOS LIMENSES 181
5. Todos estos documentos figuran en las Actas Conciliares. Arch. del Ca-
bildo Ecco. de Lima.
CONCILIOS LIMENSES 183
Praesui amande.
La de la Divina Ley,
dirección mejor que ofrece (el Obispo)
no sabemos cuál será, pero nos consta que cual^quiera que predi-
case otro Dios, otros artículos de fé y otros mandamientos que los
PP. Jesuítas han predicado, aimque traigan todas las veces reve^
rendas del Obispo del Tucmnán, será misionero del Infierno, adon-
de lo hemos de echar, pero si ésta mejor dirección no ha de ser
por variación de objetos sino de sujetos Directores, díganos el Sr.
Obispo en cuál de sus raptos le ha revelado Dios que, siendo hom-
bres y no Angeles los que sucederán a los Jesuítas, no serán quizás
peores? Los Jesuítas nos enseñaban incesantes el camino del cielo
y de la perfección cristiana, por medios todos aprobados por la
Santa Sede Apostólica, con repetidos diplomas pontificios que se
ven en el Bularlo. Asi lo están sus Congregaciones y Cofradías, loe
CONCILIOS LIMENSES 187
Qué exhalaciones
o vapores fueran estos no lo expresa, pero ó
todo se reducía a vulgar retórica o apuntaba a quienes habían sa-
lido a la defensa de los extrañados jesuítas, acusados de laxos y
relajados.
»
CAPITULO ADICIONAL
gara, porque ella sirvió de modelo a las demás Iglesias del Alto Perú
que con el tiempo se fueron constituyendo.
La erección de esta Iglesia la Uevó a cabo su primer Obispo, D.
Fray Tomás de San Martín, en Madrid, a 23 días de Febrero de 1553,
la cual fué aprobada en el Consejo de Indias. Por uno de sus capí-
tulos, autorizaba a cualquiera de sus sucesores para que en ella in-
trodujese las modificaciones que el tiempo y las circunstancias acon-
sejasen y, en virtud de esta cláusula, D. Alonso Ramírez de Verga-
ra, creyó conveniente hacer nuevas Ordenanzas, las cuales se con-
tienen en 40 capítulos, a fin de que por ellas se rijan los Prebenda-
dos de su Iglesia. Hízose así y el secretario del Obispo, D Fernando
.
1. Sucre. Archivo del Cabildo Ecco. Un vol. fol. rotulado: Breves y Papeles
importantes. Constituciones de lá Iglesia de La Plata hechas por el 0-
bispo D. Alonso Ramírez de Vergara. 1597. 21 ff. origl. Es extraño que
el Libro de Cabildos, correspondiente a esta fecha, nada diga sobre la a-
ceptación de estas Constituciones. En el Archivo Episcopal del Cuzco se
consei-va una copia de estas Constituciones, pero trunca, pues faltan 2
ff. del comienzo y el fol. final.
' . M
de 28 de Junio de 1621, en que con
.
Peralta, Obispo del Tucumán y D. Juan José Priego, Obispo del Pa^
raguay. El 12 de Enero de 1774 se celebró con toda solemnidad la
apertura, asistiendo a ella la Audiencia y los demás Tribunales, pre-
sididos por el Presidente D. Ambrosio de Benavides. El 17 de Ene-
ro se tuvo la primera congregación y en adelante se tuvieron dos
cada semana. Fueron nombrados secretarios, D. Agustín Salinas y
Pino y D. Carlos de Montoya y Sanabria ,Racionero del Coro Pla-
tense. Por teólogos consultores fueron señalados algunos de los Pre-
lados de las Ordenes y, además, las cuatro dignidades del Cabildo
Eclesiástico, el Magistral y los canónigos D. Manuel de Rojas, D.
Manuel García Fernández y D. Carlos San Martin.
Suscitóse un serio debate con motivo de im pimto del Tomo Regio
y se suspendieron las sesiones en tanto se consultaba a Su Magestad.
Por desdicha el 11 de Agosto de 1774 fallecía el Arzobispo y sobre-
vino el problema de la presidencia. El Concilio en esta su primera
fase distó bastante de ser un modelo de quietud y serenidad. El
Arzobispo hubo de lamentarse de la animosidad de dos de los Obis-
pos asistentes contra sus asesores y el Obispo de Tucuman confir-
ma su queja en un escrito de 24 de Marzo de 1774. ^ Por acuerdo
5. A. de I. Indiferente General. 155-2-5. Carta del Obispo de Buenos Ai-
res a D. José de Calvez. Plata, 11 Agosto 1776. Arch. Arzob. Arequipa.
Papeles Varios. 35. Tom. en pergamino Representación del Arzobispo,
fha. La Plata, 1 Dic. de 1774. Ibid. un escrito del Obispo de Tucumán
sobre este asunto. La' Plata, 24 Marzo, 1774. 3 ff.
CONCILIOS DE CHARCAS 193
(1) Ponemos en cursiva las anotaciones hechas por el Rey a este Memorial
y también algunas de las del Obispo a estas anotaciones.
198 DOCUMENTOS
Le dicen que han recibido una carta suya con la cual y el favor prestado
en remedio del dislate de algunos frailes se ha aumentado la voluntad que
el
tienen de servirle. Que en las 3 cosas que concertó con los religiosos se confor-
man, salvo en lo de tomar las doctrinas vecinas a los pueblos de españoles
que no se ha de entender de las de Cuenca, pues dejada aquella casa no tendrían
de qué sustentarse. Que envían allá a Fr. Marcos Jofre de custodio y a Fr.
Antonio Jurado de Guardián, frailes esenciales y que por la falta de sujetos
no ijodrán extenderse a más hasta que lleguen refuerzos. Lima, 12 Enei'o 1569.
Fr. Juan de Campo, Comisario; Fr. Diego de Medellín, Provincial Fr. Juan de
Vega, Difinidor, Fr. Marcos Jofre, Difinidor.
das las partes en que se halla siempre tiene cuydado por su persona y minis-
tros de publicar las gracias y concesiones de la Santa Cruzada y procura el
buen desuacho della con muncho calor y cuydado y en todo lo que toca a su
Oficio cumple las cédulas y provisiones de V. M. sin exceder un punto y es
muy apazible y agradable a los religiosos y sacerdotes y a todas las demás per-
sonas y es muy humano y trata con mucha charidad a las personas que con
el negocian, asi grandes como pequeños fácilmente pueden entrar a negociar
con él en todo tiempo y aunque no ha sido mucho el tiempo que a pasado des-
pués que vino, a hecho muchas cozas notables buenas. Es su onestidad absti-
nencia y recogimiento tan grande, que basta para confundir a los que viven mal
y su caridad y amor tan paternal que mediante el divino favor puede conver-
tir muchos al servicio de Dios y en todo procura imitar la vida de los Sanctos
Obispos que a habido en la Iglesia de Dios, menospreciando el mundo y sus
vanidades y es muy ageno del la codicia de bienes temporales amada de los
más desta tierra y es tal persona cual convenía para remediar la necesidad
questa Santa Iglesia tenía de un tal Perlado. Y asi es de creer que la merced
grande que V. M. nos hizo en nos lo dar por pastor fué hecha por divina inspi-
ración y escrevimos esto por la obligación que tenemos al servicio de V. M.
porque sabemos que como Rey tan católico y Sr. Nro. quere ser ynformado pa-
ra probeyer lo que más convenga al servicio de Dios Nro. Sr. y bien deste
Reyno cuya Real Persona Nro Sr. prospere y goce con acrescentamiento de
maiores Reynos.
De los Reyes y de abril, a 20 y 8 de mil y 500 y 84 años.
Catholica Real Magestad. Capellanes y leales vasallos que sus reales pies
y manos besan. Lic. Martínez — El Maestrescuela— El Dr. Stevan Hernández
Vozmediano — El Canónigo, Cristóbal Medel — El Canónigo Cristóbal de
León— El Dr. Balboa— El Dr. Molina.
Treslado autorizado de los autos fechos en esta rreal audiencia de los Re-
yes a pedimento de los Obispos del Cuzco, e de Santiago de Chile e de Tucu-
mán e de la Plata e del Paraguay congregados al Concilio Provincial sobre la
excomunión que les ympuso el Rmo. Arzobispo de esta ciudad &. 93 ff. Fdo.
Johan Gutiérrez de Molina. 24 abril 1584.
"in brachio suo conRiegabit agnos et in sinu levabit, f cetas ipse^ portabit." Nos
vero quio sub gloriosissimo apostolatu vestro, Romanae ecclesiae fidem atque
obedientiam inconcusse tenentes, licet humiles et indigni, Dei gratia et vestra,
in nonnullan paitem hujus sollicitudinis vocati sumus, ex quo Peruani regni
Metropolitanum praesulatum adivimus, non cessavimus, quoad licuit, commissi
nobis gveg:em cuiam gerere. Non parcentes (Deus testis est) magnis laboribus
summisque itinerum difficullatibus ut gregem nostrum fere in montibus dissi-
patum de facie cognoscereinus ac visitationis officio prosequeremur, doctrinam
quoquo salutavem indico idiomate iit ab ómnibus percipi queat, excu^li curavi-
mus et quaecumque ad saluíem indorum necessaria visa sunt, in instructione
fidei, in morum correctione, in sacramentorum perceptione, quantum divina
nobis gratia concessit, studiose sane providimus. Cujus etiam laboris nostri
exempiai' ad Sanctitatem mitimus. Sed iüiid omnium primum et maxi-
^''est,ranl »
mum, innumeris morbis quibus haec nostra provincia laborat, remedium exis-
timavimus, quod cum veteres sacri cañones tum recens Sacrosancti Tridentini
Concilii Decretum tantopce commcndat, de Synodis Provic. colligendis. Ita-
que Episcopi octo ex infinita propemodum hujus Novi Orbis vastitate, magnis
et laboribus et expcnsis, in Metropolitanam Ecclesiam convenimus; biennium
fere in tractandis absolvendisque variis causis ac necessariis decretis conficien-
dis edendisque contrivimus: in quibus et pro instructione neophitorum et pro
ecclesiastica disciplina recuperanda, adhibitis doctis religionis expertisque viris
in consilium. ea tándem. Divino faventc lumine, praestitimus quae optimi ac
prudentissimi cujusque judicio provinciae nostrae opportuna admodum visa
sunt. Verum quid non corrun^pit libido hominum insolentium, qui jugum Do-
mini a seaculo confregerunt? Ecce enim, Bme. Pater, ubi tantorura laborum
fructum non mediocrem exspectabamus, spem propemodum omnem amisimus:
quorumdam hominum, clericoium praesertim (quo sine magno dolore referre
non possumus) licentia et superbia omnia nostra consilia perturbata sunt: qui
sese inique gravari a nobis vociferantes, appellationes frivolas attulerunt, re
autem vera non nostra decreta sed sactissimorum canonum jura vituperantes.
Nihil enim novi praecipimus, nihil durius providimus sed quae a patribus
nostris et ab ipsa omnium matre et magistra Romana Ecclesia, salubriter cons-
tituta sunt ad disciplinam ecclesiasticam conservandam, adversus turpes ne-
gotiationes clericorum, adversus vagandi licentiam, eadem a nobis innovata sunt,
severioribus interdum censuris appositis, ubi pro summa corruptione rerum,
pro inveterata malitia hominum nullum aliud remedium sufficere posee arbi-
trati sumus.
Limense, qud no está aprobado de S. S.. 2?. En el Capítulo 44, sección 2^.
mándase pagar el 3% para el Seminario, del salario y cóngrua sustentación que
se dá a los curas de indios, ñ?. Asyrávianse de que en la sección 5^. capítulos
4*?. y 59. se les mande con pena de excomunión latae sententiae que no traten
ci ríincii) y de iio darla .=o u¡)(.'!ó. que en el capítulo 20 se mande que no re-
preíienten, so la mi.-.ma pena, por na haber habido jamás en el Perú ciéri^;os re-
presentantes. De que en el capítulo ?A se les prohiba, so la misma pena, que no
arrienden los diezmos ni para si ni para otros, ni otros para ellos. De que en
el 2() no se dj a Io.í capitulares má.i de un mes de Recle, estando concedido
tres por el Concilio de Trento, Sess., 24, cap. 12. De que en el 28 se mande a
los prebendados que resignen las prebendas para venir a España. De que en el
'¿O se les mande a los prebendados que no tengan capellanía, porque en Panamá,
Chile y Tucuman no se puedtn sustentar sin ellas. De que en el 43 se mande a
los clérigros que cierren las ¡¡uertas de las iglesias a la oración, perteneciendo
esto a los sacristanes. De que se ordene en la sección 4 que el Visitador duran-
te la visita lleve salario de tal, porque esto toca al Prelado y no al cura y bas-
ta que le dé de comer a él y a su gente, que es lo que, dispone el Concilio Tri-
dentino, sess. 24, cap. 3 ítem descnn que el Visitador no sentencie en primera
instancia. Item que se corrijan en secreto y sin escándalo o publicidad los des-
cuidos o flaquezas de los sacerdote:;, sin oblipfarles a ir más de cien leguas a
defenderse. Y que no se le mande llagar cuarta funeral de misas y obvenciones
funerales y porción conocida de las mismas, ofrendas y manuales. El Maestro
Almeida suplica, en nombre del cleio de los Charcas, al Real Con¿ejo de In-
dias, se le haga merced de las cartas que ha pedido para Su Santidad y el Em-
bajador, encomendando la bievedad del despacho del Concilio.
INDICE GENERAL
Pág.
Advertencia V
Siglas más usadas VI
Honrosas Comunicaciones VII
CAPITULO PRIMERO.
CAPITULO SEGUNDO.
CAPITULO TERCERO.
CAPITULO CUARTO.
CAPITULO QUINTO.
Pág.
CAPITULO SEXTO.
y su terminación.
cilio — Los Catecismos, Confesiona-
4. el
—Acuerdos adoptados
rio. 5. 76
CAPITULO SEPTIMO.
CAPITULO OCTAVO.
CAPITULO NOVENO.
CAPITULO DECIMO.
1. —Intentos para celebración de un Concilio. —El Tomo
la 2.
CAPITULO UNDECIMO.
1. —Primera sesión pública del VI Concilio Límense. —La pros- 2.
CAPITULO DUODECIMO.
CAPITULO ADICIONAL.
APENDICE.
N '
1.^ — Alonso de Herrera y Domingo de Ugalde O . P en nom-
.
N "
2. — Carta del Cabildo Eclesiástico a S. M. Los Reyes, Abril
20 de 1584 198
INDICE DE NOMBRES
A-bad Illana, D. Manuel 159, 163, Balboa. Juan de 61, 89, 106.
186. Balcázai'. Antonio de 62, 63, 69,
Abrego. Francisco de 89. 81, 82, 95, 121.
/icosta. José de 1, 15 41, 42, 62, Barba Cabeza de Vaca. García
63, 72, 73, 79, 83, 88, 94, 95, 96, 103.
97, 100, 101, 103, 104, 106, 110. Barco Centenera. Martin del 63,
Acevedo, Pedro de 106. 98, 99, 103.
Acuña. Alberto de 131. Barrionuevo. Fr. Fernando de
Adriano VI. 28. 30.
Agüero. Nicolás de 103. Barzana. Alonso 90, 95, 97.
Alcocer. Fr. Francisco de 102. Bedón. Fr. Pedro 89.
Alday y Aspee. D. Manuel de Bermudez. José Manuel 60, 61,
155, 157, 162, 164, 171, 176, 64, 108, 110, 112, 128.
179, 184.
Alloza. Juan de 111.
Almaraz. Fr. Juan de 89, 102.
AIrneida. Domingo de 100, 103,
104, 105, 189. Cabrera. Pablo 117.
Alvarez. Francisco 172. Calancha. Fr. Antonio de la 18.
Amat. D. Manuel de 153, 158, Calderón. D. Antonio 137, 139,
160, 172, 177, 178, 180. 141, 143.
Andueza. Juan de 31. Carnpo. D. Fernando 189, 190.
Angulo. Francisco de 116, 117, Campo. D. Gonzalo de 42.
'
118.. Campo. Fr. Juan del 31, 34, 62,
Angulo. Fr. Diego de 120, 124. 102.
Aquaviva. Claudio 72, 88. Carlos V 28.
Arcos. Rodrigo de 5. Carlos III 153, 154, 185.
Arias. García 4. Carranza. D. Fr. Pedro 189.
Argandoña. D. Miguel de 188, Carrasco. Francisco 89.
192. Carrasco. D. Lázaro 30.
Carvajal. D. Fr. Andrés de 30.
Arias. Agustín 21, 22. Ca.stro. D. Lope García de 26,
Arias. Hernando 76, 80. 29, 31, 37, 38, 50, 51, 52.
Arias de Ugarte. D. Hernando CeHs. Isidoro 183.
150, 151, 188, 189, 190, 191. Cerviago. Juan 5, 6.
EXTRANJERO $. 2.00