PDF Balthus
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Mauricio Molina
El centenario de Balthus (París, 29 de fe- menzó a realizar algunas de sus imágenes intacta, ajena a la manipulación comercial
b re ro de 1908-París, 18 de febre ro de 2001) definitivas y perturbadoras: niñas sensua- de artistas “masivos” como Picasso, Matisse
nos permite recordar que una obra sobrevive les, lánguidas y adormiladas, niñas semides- o Dalí.
a su creador y le permite el raro don de la in- nudas, plácidas, con la falda levantada hasta El conde Balthasar Klossowski de Rola
m o rtalidad. El conde Balthasar Klossowski el límite de lo permisible, o reveladas en todo supo permanecer fiel a sus temas y obsesio-
de Rola, Balthus, nació en París en 1908, en su esplendor por la luz, niñas ingrávidas que nes. La suya es una obra continua: una serie
el seno de una familia polaca de origen aris- quitan el aliento y destru yen las convencio- de variaciones sobre un solo tema central.
t ocrático. A los trece años realizó su pri- nes: niñas cuyas poses y miradas son como Sus cuadros, de hecho, se componen de unos
mer libro de dibujos, Mitsou, editado en bombas de tiempo y que parecen incitar al cuantos elementos: niñas, gatos, mucha luz,
1921 y prologado por Rainer Maria Rilke. crimen o al sacrificio. espejos. Con ese limitado arsenal de imá-
Su hermano es nada menos que Pierre Venerado por los surrealistas, que lo reco- genes, Balthus ha realizado una obra sólida,
Klossowski, una de las figuras claves en el nocieron como uno de los suyos, por poe- solitaria, y ha captado obsesivamente una
ensayo francés del siglo XX. Herido en la tas como Paul Éluard, Octavio Paz y René escena única e inmóvil: el momento en que
Segunda Guerra Mundial, Balthus se refu- Char; apreciado por figuras tan en aparien- la niña, merced a la alquimia de la luz, muda
gió en Suiza hasta los años cincuenta, cuando cia lejanas entre sí como Antonin Artaud, de piel y se convierte en mujer.
André Malraux, entonces Mi n i s t rode Cu l- Albert Camus, Jan Starobinski, o Georges La suya es una pintura de excepción,
tura bajo el gobierno de Charles De Gaulle, Bataille (entre nosotros Juan García Ponce le personal, ajena a las grandes corrientes o a
le dio el puesto de director de la Villa Médici ha dedicado un memorable ensayo de tras- los grandes movimientos y más de un crí-
en Roma, lugar donde vivió durante años. fondo gnóstico), pero sobre todo venturo- tico se devanará los sesos intentando clasi-
Pero más que acerca de su vida, de la que el samente ignorado por la máquina vulgari- ficar una obra que de suyo no se puede com-
propio Balthus se ha encargado de ocultar zante del Gran Público, Balthus es uno de parar con ninguna otra. Es cierto que se
los detalles, es preciso hablar de su pintura. los escasos pintores de culto del arte contem- pueden encontrar algunas semejanzas con
A partir de los años cuarenta Balthus co- poráneo, y su obra permanece por fortuna Magritte en su tratamiento de una figura-
ción paradójica, o con la de Paul Delvaux, acerca a los pintores flamencos, pero sobre Pocos pintores como él descubrieron las po-
el pintor de las mujeres desnudas en esta- todo a Vermeer, pintor de la aparición y de tencias sombrías de lo diáfano. Algo se es-
ciones de ferrocarril, pero también podría la luz, de las tonalidades y los matices. El conde en la luz, un vampiro que ha cru z a d o
comparársele, por su actitud monomaniaca resultado es una suerte de actitud neoclásica los límites de la sombra para explorar el aura
hacia los temas, con un Modigliani o, por su en la forma y una subversiva disposición secreta de sus niñas y las estudia con los ins-
peculiar tratamiento de la luz, con Edward vanguardista hacia los temas. Pero hay un trumentos del pintor, escudriñándolas siem-
Hopper, pero Balthus se niega a cooperar elemento más que merece ser tratado. Sus pre un momento antes del rapto. Pocos
con las comparaciones fáciles, se oculta al cuadros re c u e rdan también cartelones anti- pintores han logrado capturar la esencia
margen. guos o imágenes escenográficas para obras del déjà vu, esa sensación de lo ya visto que
En una de sus últimas entrevistas el de teatro imposibles. se oculta en los actos y los gestos cotidianos.
mismo Balthus ha declarado que tuvo que Hay algo que inquieta y seduce en Revelación, epifanía, milagro son palabras
a p render a pintar de la misma forma en que Balthus. Sería muy difícil resumir esta fas- que definen de una manera privilegiada su
se aprende una lengua extranjera, sin cono- cinación tan sólo por los temas o el trata- trabajo.
cer su léxico ni su gramática. Es evidente miento de la imagen. Sus niñas, nínfulas, Hay una suerte de juventud perpetua en
que por su búsqueda de la armonía y del lolitas (Balthus odiaba el término) son ape- la pintura de Balthus. La recorre un pre s e n-
equilibrio, pintores del Renacimiento pri- nas un bosquejo de todo aquello que se agita timiento de bosquejo, de obra que conti-
mitivo del siglo XV como Masaccio o Piero dentro del espectador al contemplar un nuamente se encuentra en el principio y se
della Francesca están presentes en su tra- cuadro. Federico Fellini lo definió alguna detiene en ese momento inicial. Nada de
bajo. Al mismo tiempo, Balthus es uno de vez como “un señor del Renacimiento y un esto parece casual: a Balthus, que nació en
los escasos pintores obsesionados todavía y príncipe de Transilvania”. Un vampiro que año bisiesto, un 29 de febrero, le gustaba
de manera estupendamente anacrónica por se oculta en la ilimitada transparencia de la decir, al final de sus días, que sólo tenía vein-
la luz y por los efectos luminosos, lo que lo luz para contemplar a sus objetos de deseo. titrés años.
Balthus, ilustración para Cumbres borrascosas, 1933 Balthus, Desnudo adormecido, 1980