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Tema 22

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Tema 22

Sección 1.a El impresionismo. Su repercusión en las formas


teatrales cantadas.
Sección 2.a Didáctica del tema. Recursos, sistemas, organización
de su aplicación en el aula.
El impresionismo es un movimiento artístico inicialmente definido para la pintura
impresionista, a partir del comentario despectivo de un crítico de arte (Louis Leroy)
ante el cuadro Impresión, sol naciente de Claude Monet, generalizable a otros expuestos
en el salón de artistas independientes de París entre el 15 de abril y el 15 de mayo de
1874 (un grupo en el que estaban Camille Pissarro, Edgar Degas, Pierre-Auguste
Renoir, Paul Cézanne, Alfred Sisley, Berthe Morisot).

Aunque el adjetivo «impresionista» se ha aplicado para etiquetar productos de otras


artes, como la música (impresionismo musical —Claude Debussy—) y
la literatura (literatura del Impresionismo; hermanos Goncourt), sus particulares rasgos
definitorios (luz, color, pincelada, plenairismo) lo hacen de muy difícil extensión,
incluso para otras artes plásticas como la escultura (Auguste Rodin) y la arquitectura, de
tal modo que suele decirse que el impresionismo en sentido estricto solo puede darse
en pintura y quizá en fotografía (pictorialismo) y cine (cine impresionista
francés o première avant-garde: Abel Gance, Jean Renoir; hijo del pintor
impresionista Auguste Renoir).

El movimiento plástico impresionista se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo


XIX en Europa —principalmente en Normandía (Giverny  y la costa normanda
principalmente)— caracterizado, a grandes rasgos, por el intento de plasmar la luz (la
«impresión» visual) y el instante, sin reparar en la identidad de aquello que la
proyectaba. Es decir, si sus antecesores pintaban formas con identidad, los
impresionistas pintaban el momento de luz, más allá de las formas que subyacen bajo
este. Fue clave para el desarrollo del arte posterior, a través del posimpresionismo y
las vanguardias.

El contexto artístico y cultural en el que se desarrolla este movimiento era enormemente


interesante:
A comienzos del siglo XX, París era el centro del mundo, la capital del arte. La
exposición internacional de 1889 convirtió París en una urbe cosmopolita donde
convivían las primeras manifestaciones de jazz llegadas de Estados Unidos, como
el ragtime, con el arte japonés, las culturas exóticas, el tango… Si a ello añadimos el
caos imperante en los valores morales y la conmoción que supuso la revolución rusa de
1917, se entenderá cómo la capital francesa pudo transformarse en un escenario donde
un aire liberal invitaba a la experimentación técnica y al descubrimiento de nuevos
caminos artísticos.
En el arte se da una especie de “rebelión contra el Naturalismo” en todos los aspectos.
Efectivamente, el interés por la naturaleza demostrado por el Romanticismo había
desembocado en la literatura “realista” con ejemplos como los “Episodios Nacionales”
de B. Pérez Galdós o “La Regenta” de L. Alas “Clarín”, con personajes y situaciones
extremadamente delimitados. La reacción como siempre, irá al extremo contrario, a
buscar el misterio, la insinuación, a través de un lenguaje confuso, nada descriptivo y sí
muy sugerente, donde prima la exquisitez del lenguaje y la elección de las palabras por
su sonoridad y no sólo por su significado: es el Simbolismo literario de Mallarmé o
Maeterlink.
Pero es en la Pintura y sobre todo en la Música donde el Impresionismo encuentra su
hábitat preferido.

Tras varias décadas de búsqueda, el final del siglo XIX asistió finalmente a la síntesis de
una identidad musical francesa , capaz de rivalizar en prestigio y modernidad con
la tradición germánica poswagneriana sin imitarla. Esta síntesis -a la que se
bautizará Impresionismo por analogía con el movimiento pictórico– pondrá en
entredicho algunas de las bases conceptuales -armonía, textura, forma musical, etc.- más
firmes de la música occidental.

De este cuestionamiento resultará, en primer lugar, una revolución estilística de la que


derivará una profusión de tendencias y líneas de experimentación musical cuyos ecos
resonarán a lo largo de todo el siglo XX. Pero también resultará un profundo cambio
de actitud ante la creación musical del que beberán todas las vanguardias musicales del
nuevo siglo, y que consistirá precisamente en el cuestionamiento de las premisas -las
reglas escritas y no escritas- que sustentan la creación musical, como paso previo y
necesario para el mismo.
Al dar este definitivo paso, las vanguardias musicales del siglo XX desarrollarán una
fuerte autoconciencia de su significado estético -premisas, filiación, objetivos-, a
riesgo de perder significatividad social e histórica -recepción, repercusión, función
social-.

http://mlozar.blogspot.com/2012/11/la-musica-del-impresionismo.html#:~:text=Las
%20formas%20utilizadas%20fueron%3A%20sinfon%C3%ADa,libertad%20para
%20captar%20nuevas%20sensaciones.

La música impresionista es un género musical que despierta en Europa en el último


cuarto del siglo XIX influenciado por los pintores impresionistas franceses y por la
poesía de Paul Verlaine, Charles Baudelaire y Stéphane Mallarmé, y cuyo principal
representante es Claude Debussy.

Se caracteriza por una escritura no lineal en el tiempo sino como una sucesión
de impresiones. En las formas impresionistas lo que importa es el colorido o sonoridad
de cada acorde con independencia de las disonancias que estos puedan llegar a crear con
sus choques con los demás acordes.

En las obras se podían llegar a emplear escalas orientales y exóticas. Además, las


formas no tienen una estructura clara, ya que no presentan puntos climáticos o largas
frases claramente distinguibles.

Las formas utilizadas fueron: sinfonía, poema sinfónico, obertura, rondó, romanza,


variaciones sinfónicas, suite, sonata o preludios. Aunque siempre con la indefinición y
subjetividad característica del impresionismo dejando a los oyentes libertad para captar
nuevas sensaciones.

También se destaca la utilización de formas libres (con unos instrumentos concretos y


escalas determinadas) para imitar a los fenómenos naturales como el sonido del mar, el
viento, la lluvia, etc.

El término impresionismo para esta música estuvo sometido a un amplio debate, e


incluso los mismos compositores mostraron en su época una gran reticencia a esta
denominación. El compositor y musicólogo André Boucourechliev expresa esta
prudencia denunciando “la famosa denominación de impresionista aplicada
a Debussy”. Boucourechliev limita esta aproximación entre la pintura y la música
impresionistas, admitiendo en todo caso que Debussy “nos reenvía a la pintura
impresionista”. Si la música puede ser impresionista, es porque nos reenvía a la poética
del “instante”. “El espacio impresionista se articula –se anima, toma vida, habla- en el
color y en su movimiento […]"

Se incluye generalmente a Richard Wagner y a Franz Liszt como precursores del


impresionismo. Después de una estancia en Suiza, Liszt compuso en 1835 su Album
d’un voyageur, que años más tarde aparecería como el primer libro de Années de
pèlerinage - Suisse. Las piezas que componen este libro  tienen un íntimo vínculo con
la naturaleza y, en particular, con el agua: el transcurso centelleante y pacífico en Au lac
de Wallenstadt, el murmullo cristalino que emana de una fuente en Au bord d’une
source o la violencia de una tormenta en Orage. Los ambientes pastorales y bucólicos de
las montañas suizas aparecen, por su parte, recreados en Pastorale, Eglogue y Le mal du
pays, repletos de melodías sencillas y ecos de flautas. Vallée d’Obermann es la pieza
más larga y elaborada de la colección, que se cierra con Les cloches de Genève, una
canción de cuna dedicada a Blandine-Rachel, la primera hija de Liszt y d’Agoult.

Aunque la evolución armónica que caracteriza al impresionismo ya había dado entonces


sus primeros pasos, se considera como primera obra representativa de este género el
poema sinfónico de Claude Debussy Prélude à l'après-midi d'un faune (Preludio a la
siesta de un fauno) compuesta en 1894. En esta obra aparecen ya de forma notable los
elementos característicos del impresionismo musical.  Debussy utiliza por una parte la
escala de tonos enteros e intervalos complejos que hasta ese momento no se habían
utilizado, desde la novena en adelante. También recurrió a los intervalos de cuartas y
quinta paralelas propios de la música medieval.

Debussy se consideró más próximo al mundo de los simbolistas, como los escritores y


poetas Baudelaire o Verlaine, quienes sugirieron esta interpretación a través de
leitmotiv que no se dirigen ─como en el caso de Wagner─ a una identificación del
personaje o de la situación, sino a recrear un ambiente lleno de sensualidad y fantasía.
Claude Debussy (1862 - 1918) fue uno de los más importantes compositores franceses
y una figura central en la música europea de finales del siglo XIX y comienzos del siglo
XX.

Debussy descubrió a Wagner en 1880. En el verano de aquel año, contratado como


profesor de música de los hijos de la aristócrata rusa Nadezhda von Meck, tuvo la
ocasión de asistir a una representación vienesa de Tristán e Isolda. Dos años después
acudió por primera vez al Festival de Bayreuth.

En 1894, Debussy estrenó su Prélude à l'après-midi d'un faune (Preludio a la siesta de


un fauno), basado en un poema bucólico de Stéphane Mallarmé que también fue
ilustrado por el pintor impresionista Manet. En 1912, el bailarín ruso Vaslav Nijinski,
con el patrocinio del empresario de ballets, Serguéi Diáguilev, lo coreografió e
interpretó por primera vez en versión para ballet.

Las novedades que la obra presentaba eran muchas. Por primera vez, Debussy se
apartaba totalmente de la estética establecida, de cualquier obligación tonal y tomaba a
su antojo los recursos para expresar esa impresión general que en él dejó el poema
de Mallarmé.

Para el compositor y director de orquesta francés Pierre Boulez, el verdadero precursor


de la música contemporánea es Claude Debussy, y no la tríada Ígor Stravinski,
Arnold Schönberg y Béla Bártok; sin su obra no se entendería no sólo a Maurice
Ravel, sino tampoco a Edgar Varèse ni a Olivier Messiaen. Fue Debussy quien, al
romper con la forma clásico-romántica de su tiempo, descubrió un lenguaje musical
nuevo, libre, oscilante, abierto a otras posibilidades. Un lenguaje que, aunque tenía su
origen en Wagner, establecía una alternativa diferente al modelo propuesto por éste en
todos los parámetros que rigen la composición musical. Sus innovaciones fueron, por
encima de todo, armónicas. Aunque no fue él quien inventó la escala de tonos enteros, sí
fue el primero que la utilizó con éxito. Su tratamiento de los acordes fue revolucionario
en su tiempo; los utilizaba de una manera colorista y efectista, sin recurrir a ellos como
soporte de ninguna tonalidad concreta ni progresión tradicional.

El impresionismo musical conoció una expansión rápida, principalmente en Francia.


Destacaron Erik Satie, representante de la bohemia de la Belle Epoque, Paul
Dukas, Gustave Charpentier y Albert Roussel, aunque el compositor de mayor
proyección fue Maurice Ravel, prolífico autor de obras que señalaron la transición a la
revolución estilística de principios del siglo XX, asociando melodías y ritmos
inteligibles y tonales con armonías cromáticas.

La obra de Maurice Ravel (1875 –1937) se vincula generalmente al impresionismo,


mostrando además un audaz estilo neoclásico y, a veces, rasgos del expresionismo, y es
el fruto de una compleja herencia y de hallazgos musicales que revolucionaron la
música para piano y para orquesta. Reconocido como maestro de la orquestación y por
ser un meticuloso artesano, cultivando la perfección formal sin dejar de ser al mismo
tiempo profundamente humano y expresivo, Ravel sobresalió por revelar «los juegos
más sutiles de la inteligencia y las efusiones más ocultas del corazón» (Le Robert).

Nacido en un tiempo bastante propicio a la aparición de las artes, Ravel se benefició de


influencias muy diversas. Por ello, la música de Ravel parece, como la de Debussy,
profundamente original, o incluso inmediatamente inclasificable de acuerdo a la estética
tradicional. Ni absolutamente |modernista ni simplemente impresionista (tal como lo
hiciera Debussy, Ravel negaba categóricamente este calificativo que consideraba sólo
reservado a la pintura), se inscribe mucho más en la línea del clasicismo francés
iniciado en el siglo XVIII por Couperin y Rameau y del cual fue su última
prolongación. Por ejemplo, Ravel (al contrario que su contemporáneo Stravinski) no
deseó nunca renunciar a la música tonal y sólo utilizó con parsimonia la disonancia, lo
que no le impidió por sus investigaciones hallar nuevas soluciones a los problemas
planteados por la armonía y la orquestación, y dar a la escritura pianística nuevos
caminos.

• Al igual que en la Pintura la primera víctima había sido la precisión del contorno, en
música ese contorno se corresponde con la melodía que, al diluirse el sentido tonal,
queda desdibujada y a la deriva. Es mucho más difícil, por ejemplo, encontrar un
aficionado que tararee una melodía impresionista que una romántica.
• Se utilizan escalas exóticas, tomadas frecuentemente de folklores ancestrales e incluso
de culturas lejanas geográficamente, como la escala pentatónica, de cinco sonidos o la
de tonos enteros.
• También utilizan con frecuencia intervalos muy extensos, como los de novena o
séptima. Asimismo, emplean a menudo sonoridades medievales por medio de acordes
formados por intervalos de cuarta y quinta seguidas, acordes muy denostados en
cualquier Tratado de Armonía, o bien usan directamente antiguos modos medievales. Y
es que como en el caso del color en la pintura, aquí no interesa tanto que la relación
entre los sonidos sea la “académicamente” correcta, sino el impacto directo del sonido
por sí mismo.
• La preferencia por los pintores por temas de ambiente se traduce en nuestro caso por
un tipo de música descriptiva, evocadora más bien, a partir de un poema literario, de una
imagen de un panorama…
• La predilección pictórica por la luz y el color se traduce en Música por la exquisitez
tímbrica, que obtiene los mejores resultados de la instrumentación y de la sutileza del
sonido, por encima del virtuosismo (del piano, por ejemplo) tan característico del
Romanticismo. El piano, durante el Impresionismo, exigió de los intérpretes un gran
esfuerzo, debido al uso de los pedales para otorgar resonancia y color a las nuevas
sonoridades.
Ya hemos dicho que se trata de un movimiento francés con repercusión universal, por
eso, los compositores más significativos son de esta nacionalidad. Sin embargo, hay que
señalar que el Impresionismo tuvo en España una vivencia especial, precisamente a
través de nuestros autores nacionalistas, cuya formación y principal teatro de
operaciones es el París de este período. Por eso, entre los autores vinculados a este
movimiento, señalaremos a Manuel de Falla, que, en su estancia parisina, no pudo ser
impermeable a este contacto con los impresionistas y no lo fue.
Claude Debussy (1862-1918) Alumno rebelde en París en cuyo Conservatorio se
educó, ganó el Premio Roma en 1884 con la cantata “El hijo pródigo”. Durante la
década de 1880, las obras de Debussy se interpretaron con frecuencia, y a pesar de su
por entonces naturaleza controvertida, se le empezó a valorar como compositor. Entre
sus obras más importantes cabe destacar el Preludio a la siesta de un fauno, de 1894, su
primera composición orquestal madura escrita a los 32 años, y basada en un poema del
escritor simbolista Stèphane Mallarmé. Su ópera Peleas y Melisande, basada en la obra
teatral del mismo nombre del poeta belga Maurice de Maeterlink data de 1902 y le
otorgó a Debussy el reconocimiento como músico de prestigio. Entre 1902 y 1920
compuso casi de forma exclusiva obras para piano, destacando Estampas,
Imágenes (dos series) y varios preludios. También para este instrumento es Claro
de Luna,   considerado como una de las piezas pianísticas más bellas. En 1909 le
diagnosticaron un cáncer del que murió el 25 de marzo de 1918, en París, antes del final
de la I Guerra Mundial. La obra de Debussy es el Impresionismo en sí, pues si en sus
comienzos tuvo algunos devaneos “wagnerianos”, pronto encontró su camino
abandonando las formas tradicionales, ampliando el concepto de tonalidad mediante el
uso de escalas antiguas, modales, exóticas, disponiendo de una forma muy libre los
acordes y dando una gran importancia a los timbres de los instrumentos para conseguir
esa “evocación” y atmósfera sugerente característica de su obra.
Maurice Ravel (1875-1937) Es un impresionista más abierto que Debussy, haciendo
gala precisamente de la independencia que reivindica el movimiento. Así, a veces
superpone a las características puramente impresionistas, más visibles en unas obras que
en otras (como en Juegos de agua), elementos propios de un moderno neoclasicismo
bien compatible con su ansia de perfección (La tumba de Couperin, Cuarteto
para cuerda), a veces incluye datos del folklore español por el que siente especial
predilección gracias sobre todo a su amistad con Falla (la obra escénica La hora
española, el famoso Bolero, Rapsodia Española…), o incluso elementos del jazz tan de
moda en Europa por aquellos años (Concierto para piano para la mano
izquierda, escrito para el pianista vienés Paul Wittgenstein que había perdido su mano
derecha en la I Guerra Mundial). Para el empresario ruso Serguei Diaguilev compuso el
ballet impresionista Dafnis y Cloe, aunque Diaguilev había ya escenificado arreglos de
obras anteriores de Ravel como la suite Mi madre la oca. En los años 20 también
colaboró con el compositor americano George Gershwin y ambos compositores se
vieron influenciados mutuamente: la orquestación de la últimas obras del músico
americano es más pulida y en las últimas obras de Ravel se observa una sutil influencia
jazzística. Como buen impresionista es un sibarita del sonido y, por consiguiente, un
gran orquestador, tal vez el más brillante del siglo, tanto de obras ajenas (Cuadros de
una exposición de Mussorgsky) como propias (la mencionada Dafnis y Cloe para los
ballets de Diaguilev).
En España hablar de Impresionismo nos lleva al nacionalista Manuel de Falla (1876-
1946). Aunque se dice a menudo que el impresionismo es una fase evolutiva del autor
gaditano (que evoluciona desde el nacionalismo hasta el neoclasicismo), lo cierto es que
parece más bien una constante en él desde La vida Breve hasta su obra inacabada La
Atlántida, pasando por Noches en los jardines de España, obra para piano u
orquesta(1915) o el Concierto para clave y cinco instrumentos (1926), obra que por
cierto ya nos habla en su título de otra característica impresionista: el gusto por los
timbres de las músicas antiguas. La admiración de Falla por Debussy se manifiesta en la
única obra que el gaditano escribió para guitarra: Le tombeau de Debussy.
Erik Satie (1866 - 1925), precursor del minimalismo, el serialismo y
el impresionismo, es considerado una de las figuras más influyentes en la historia de la
música. Denostado por la academia y admirado por otros compositores de su época, de
formación irregular, ingresó inesperadamente en el conservatorio a los 40 años, para
sorpresa de quienes le conocían, tras haberse dedicado, entre otras muchas cosas, a
la música de cabaret.

Tras haber convivido con las vanguardias de su época, su obra resulta aún hoy tan
extravagante como su vida. De conducta transgresora, de carácter insoportable e
intransigente, con ideas disparatadas y ocurrencias en ocasiones irritantes e incluso
paranoicas, se presentaba a sí mismo como «gimnopedista» (antes incluso de escribir su
más famosa composición, las Gymnopédies) y como «fonometrógrafo» (alguien que
mide y escribe los sonidos), prefiriendo definirse así que como músico.

Titulaba sus obras de manera delirante (Tres fragmentos en forma de pera, Españaña,
Vejaciones) y las anotaciones de sus partituras resultaban en ocasiones grotescas. En
su Danse cuiraseé se puede leer: "Paso noble y militar. Se baila en dos filas. La primera
no se mueve. La segunda fila se queda quieta. Los bailarines reciben un sablazo que les
divide en dos la cabeza". Inventó la música de mobiliario, aquella compuesta
específicamente para no ser escuchada, anticipando así la música ambiental de los
espacios públicos. En 1893 fundó la «Eglise Métropolitaine d'Art de Jésus
Conducteur», siendo él su único miembro, con el cargo de «Parcier et Maître de
Chapelle». Basó su obra en el humor y la ironía. Sólo a su muerte, tras entrar en su
apartamento, sus amigos se dieron cuenta de la miseria en la que vivía, miseria a la que
describía como «la muchacha de grandes ojos verdes».

El impresionismo musical tuvo también notables seguidores fuera de Francia; en


España: Isaac Albéniz, Manuel de Falla y Joaquín Turina; en Inglaterra: Frederick
Delius y Franck Bridge, en Alemania: Franz Schreker; en Italia: Ottorino Respighi;
en Polonia: Karol Szymanowski  y en Estados Unidos: Charles Griffes.
Erik Satie (1866-1925) Fue el músico impresionista considerado más excéntrico
(musicalmente hablando) y el que fue más por libre de todos. Su obra es considerada
rara por algunos, encantadora por otros. Con gran sentido del humor, algunas de sus
pequeñas obras para piano las titulaba con palabras que se inventaba y que no querían
decir nada o con nombres como Piezas en forma de pera, Piezas frías, Deportes y
diversiones o Fastidios, donde repetía fastidiosamente las mismas notas muchísimas
veces. Las Gymnopedies y las Gnosiennes para piano son, además de bellísimas, unas
de sus obras más conocidas.

CONCLUSIÓN

La música impresionista no trata de expresar emociones profundas ni de contar una


historia, sino de evocar un clima, un sentimiento fugaz, una atmósfera, con la ayuda de
títulos sugerentes y ocasionales reminiscencias de sonidos naturales , ritmos de danzas ,
y fragmentos de melodía . El impresionismo se basa en la alusión y el
sobreentendido ,que en cierto sentido , es la antítesis de las expresiones
profundas ,vigorosas y rectilíneas de los románticos. Un rasgo común a todos los
compositores impresionistas es ,un esteticismo a ultranza por el cual la obra de arte es
considerada un fin en sí misma, un objeto precioso e inútil cuya contemplación hace
olvidar lo grosero e imperfecto de la vida cotidiana. Sus innovaciones son aceptadas, y
permiten que el desarrollo de la música se produzca al mismo tiempo que el del resto de
las artes. Por una vez, la música no queda atrás.

BIBLIOGRAFÍA

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