Colonizacion
Colonizacion
Colonizacion
Ello implicaba, claro está, subyugar a las distintas naciones aborígenes que se
resistían al saqueo, cuando no simplemente erradicarlas o reducirlas a reservas, como
en el caso de la conquista británica. A eso debe sumarse la debilidad de los pueblos
nativos frente a la viruela y las distintas enfermedades que llevaron consigo los europeos,
cuyas consecuencias se sintieron más allá del fin de la guerra, así como su aniquilación
sistemática en labores forzadas impuestas por sus conquistadores.
2. La incorporación de la esclavitud
A grandes rasgos, la repartición del territorio americano entre las principales potencias
Una de las improntas más fuertes del colono español era su rabioso catolicismo anti
reformista, producto de la exclusión de España de las filosofías renacentistas durante la
Reconquista (722-1492) contra el Islam.
Esto determinó que la Iglesia Católica jugara un rol importante en la conquista, como
brazo moral y cultural de la imposición española sobre los pueblos americanos. El
principio de “Tierras para la cristiandad” o de ganar almas para la Iglesia, justificaba el
principio de la violencia como un mecanismo de conversión forzosa.
En honor a la verdad, habría que señalar también la bula papal Sublimis deus,
promulgada por Paulo III en 1537, en donde afirmaba el derecho de los indígenas a
la libertad y a recibir una educación cristiana. Ello amparó a la
diezmada población indígena de las brutalidades de la esclavitud, pero no de la
imposición cultural que prohibió sus costumbres y sentenció la mayoría de sus
lenguas a la extinción.
Asediada por la reforma protestante del norte de Europa, la Iglesia Católica halló en la
conquista de América y en el rol predominante que junto a su Santa Inquisición jugó
en el orden de la naciente sociedad colonial, el oxígeno suficiente para sobrevivir hasta
nuestros días.
5. El mito de El Dorado
6. El inicio de la mundialización
La conquista del territorio americano, rico en recursos y en territorio explotable, y más aún
la constitución posterior de una sociedad colonial, dependiente en lo jurídico de Europa
pero mucho más vital en lo económico, sembró los cimientos del comercio
intercontinental y de las muchas empresas de explotación de productos que
sobrevinieron.
7. El mestizaje
La sociedad colonial sostuvo sus normativas raciales hasta el final de sus días, pero
eso nunca implicó que no hubiera contacto y sincretismo entre las razas. Era frecuente en
el Brasil colonial que los colonos portugueses tomaran esposas indígenas y engendraran
una descendencia difícil de catalogar, lo mismo que hacían los amos españoles con sus
esclavas negras, dando origen a familias paralelas a la de su matrimonio europeo. Los
colonos ingleses, en cambio, puritanos en su mayoría, fueron siempre renuentes a la
mezcla.
Hizo falta, entonces, nuevas designaciones para las mezclas resultantes, cuyo término
más arbitrario sería el de “pardo”, categoría en la que entraba todo aquello que resultara
inclasificable y sospechosamente mixto.
Tal y como las distinciones raciales, las culturales tampoco no fueron tan tajantes
como pareciera, y la prolongada convivencia entre las razas propició un sincretismo
creciente, cuyo resultado es el crisol cultural que hoy caracteriza a la América Latina.
Si bien la distinción racial era clave en el reparto de los derechos durante la colonia,
con un margen de movilidad social prácticamente nulo, era la participación en el trabajo
manual, algo muy mal visto según las doctrinas católicas imperantes, la que separaba a la
élite de las clases inferiores.
De esa manera, la sociedad colonial estaba integrada, en primer lugar, por una clase
superior blanca y europea, minoritaria, que acaparaba los cargos de funcionariado
estatal o se dedicaban al comercio a través de grandes plantas de producción con mano
esclava. En segundo lugar, por una servidumbre indígena y un variado sector mestizo que
ocupaba una posición comercial intermedia, y finalmente los esclavos negros, mulatos o
zambos, encargados de las labores mineras, agrícolas y de mano de obra.
Este sistema de desigualdades fue clave para sembrar la semilla de la rebelión
libertadora que, en muchos casos, ofrecía la posibilidad de una sociedad heterogénea de
ciudadanos libres e iguales.
Algunas zonas de más difícil acceso o más cuestionable supervivencia, como la selva
amazónica, la Patagonia austral, el Gran Chaco y los desiertos del norte de
Centroamérica, no pudieron ser jamás reducidos a control de los europeos.
Gracias a ello se mantuvieron, y algunos lo hacen aún hoy en día, como los últimos
bastiones de sociedades precolombinas en un continente que les fue arrebatado.
Aunque parezca mentira, existen aún posturas encontradas en torno al modo en que
se debe nombrar y recordar la conquista y colonización americanas. Movimientos
indigenistas y de memoria aborigen han luchado a favor de la visibilización y
reconocimiento de la masacre de los pueblos nativos, en contra de eufemismos como “el
encuentro de dos mundos” o “el día de la raza”.