Hacia La Santidad
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Hacia La Santidad
Los santos son nuestros hermanos, no son seres de otras galaxias. Nacen y viven y mueren como nosotros,
pero con la diferencia de que ellos viven inmersos en Dios. Por eso, su vida es una obra maestra de la
gracia divina. Ellos son los hombres de Dios por excelencia, los amigos de Dios, sus hijos predilectos.
Autor: | Editorial:
Los santos son nuestros hermanos, no son seres de otras galaxias. Nacen y viven y mueren como nosotros,
pero con la diferencia de que ellos viven inmersos en Dios. Por eso, su vida es una obra maestra de la
gracia divina. Ellos son los hombres de Dios por excelencia, los amigos de Dios, sus hijos predilectos.
Pues bien, Dios quiere que seamos santos, porque quiere que seamos felices, y las personas más felices
son, precisamente, los santos. Y tú ¿quieres ser feliz? ¿Y no quieres ser santo? ¿No te parece una
contradicción? ¿O quieres ser feliz solamente con placeres y comodidades de este mundo, que pasa como
nube mañanera? ¿No quieres ser feliz para siempre?
0 Introducción
1 PRIMERA PARTE: La Santidad
2 SEGUNDA PARTE: Experiencias Misioneras
3 TERCERA PARTE: Deseos de Santidad
4 CONCLUSIÓN
Introducción
Los santos son los frutos más hermosos de la humanidad, son la riqueza de la Iglesia. Son los que más han
contribuido a la felicidad de la humanidad, porque la verdadera felicidad sólo se encuentra en Dios, y ellos
han contribuido con su vida y su ejemplo a hacer un mundo mejor, más humano y más feliz.
Los santos son nuestros hermanos, no son seres de otras galaxias. Nacen y viven y mueren como nosotros,
pero con la diferencia de que ellos viven inmersos en Dios. Por eso, su vida es una obra maestra de la
gracia divina. Ellos son los hombres de Dios por excelencia, los amigos de Dios, sus hijos predilectos.
Pues bien, Dios quiere que seamos santos, porque quiere que seamos felices, y las personas más felices
son, precisamente, los santos. Y tú ¿quieres ser feliz? ¿Y no quieres ser santo? ¿No te parece una
contradicción? ¿O quieres ser feliz solamente con placeres y comodidades de este mundo, que pasa como
nube mañanera? ¿No quieres ser feliz para siempre?
Recuerda que los santos son los que más aman. La santidad es amor. ¿Estás dispuesto a amar a Dios y a
los demás sin condiciones, con una entrega total? Si es así, este libro es para ti. Te felicito por tus deseos de
santidad. Vale la pena intentarlo. Cuento contigo.
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PRIMERA PARTE: La Santidad
En esta primera parte, vamos a tratar de la santidad y de cómo todos nosotros podemos y debemos ser
santos. Porque la santidad no es un privilegio de unos pocos, sino un deber de todos. Y, si Dios quiere que
seas santo, ¿por qué tú no lo vas a querer? ¿Crees que es muy difícil? Para ti solo es imposible, pero no
olvides lo que dice Jesús: “Sin Mí no podéis hacer nada”(Jn 15,5), pero “todo es posible al que cree” (Mc
9,23). Por eso, San Pablo afirma: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4,13).
a) Los ángeles
b) Los santos
5.Confianza total.
c) Madre Angélica
6.Ser misionero.
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SEGUNDA PARTE: Experiencias Misioneras
En esta segunda parte, quiero transmitir algunas de mis experiencias misioneras, durante los 34 años de
misionero en el Perú y durante los quince meses de capellán militar en el Norte de Africa. Quiero hacerlo con
la intención especial de animar a tantas religiosas, especialmente contemplativas, a ser misioneras y para
que estén convencidas de que los frutos de los misioneros de vida activa se deben, en su mayor parte, a sus
oraciones y sacrificios, y nunca desconfíen de la validez y de la eficacia de su vocación. Personalmente, me
siento apoyado por muchas de ellas, que me escriben y son mis hermanas de oración.
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7. ORACIONES MISIONERAS: Misionero en los Andes.
10.Cantando con los ángeles. En la selva. Frente al mar. Con Jesús Eucaristía
En esta tercera parte, quiero expresar mis deseos de santidad a través de algunos de mis escritos, que
pueden animar a los jóvenes y no tan jóvenes a ser misioneros y a aspirar a la santidad. Muchos de estos
escritos son de mis años jóvenes, cuando tenía tantas ilusiones de cambiar el mundo y de ser un misionero
santo. Ojalá que puedan servir para alentar a todos a seguir el camino de Dios en plenitud y no quedarse en
una vida tranquila de mediocridad, estancados y sin ilusión. Vale la pena intentarlo. Dios nos quiere santos y
nosotros debemos tener deseos de santidad.
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4. SUEÑOS DE SANTIDAD: Sueño con Jesús.
6. ANSIAS DE SANTIDAD
CONCLUSIÓN
Después de todo lo que has leído en este libro, quisiera preguntarte de nuevo: ¿Quieres ser feliz para toda la
eternidad y no sólo para los cuatro días de este mundo? ¿Quieres ser santo? Si crees que es un misión
imposible, es que no crees en el poder de Dios, que puede levantarte desde lo más profundo del abismo
hasta las alturas de la divinidad. Recuerda el caso del hombre endemoniado de Gerasa. Cuenta el Evangelio
que vivía en las tumbas de cementerio, y que nadie podía sujetarlo y que tenía muchos demonios dentro,
pues eran una legión, ¿Puede haber algo más imposible que esto? Sin embargo, Jesús expulsó los
demonios y aquel hombre se convirtió en un hombre de Dios, en un amigo de Jesús. Quería seguir a Jesús
como discípulo, pero Jesús le dijo: “Vete a tu casa y a los tuyos y cuéntales todo lo que el Señor ha hecho
contigo y cómo ha tenido misericordia de ti. Y él se fue y comenzó a predicar en la Decápolis cuanto le había
hecho Jesús y todos se maravillaban” (Mc 5, 19-20).
¿Recuerdas a San Dimas, el buen ladrón? Tú eres ahora mejor de lo que él fue y ¿no puedes ser santo? No
tengas miedo. Jesús te sigue diciendo como a Jairo: “No tengas miedo, solamente confía en Mí” (Mc 5, 36).
Pide y recibirás. Pide esta gracia de la santidad, día y noche, mañana y tarde, y verás cómo el Señor toma
en serio tu oración. No importa, si no ves progresos, Dios puede hacerte santo en el último momento de tu
vida. Dios te dice en su palabra: “Encomienda tu vida al Señor, confía en Él y déjalo actuar” (Sal 36,5).
Pero no seas mediocre, da lo mejor de ti mismo, esfuérzate y haz de Jesús Eucaristía el centro de tu vida.
Dile con San Agustín: “Señor, a Ti solo busco, a Ti solo amo y tuyo quiero ser. Mi único deseo es conocerte
y amarte” (Sol 1, 1).
De todos modos, no te hagas muchos problemas ni busques hacer grandes penitencias. Recuerda siempre
lo que le decía Jesús a la Vble. Consolata Betrone: “Tú piensa sólo en amarme, yo pensaré en ti y en todas
tus cosas hasta en los más mínimos detalles”. Tú piensa sólo en amar a Jesús en todas las cosas. Él se
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encargará de realizar tu deseo de santidad. No te preocupes, Él sabrá cómo y cuando.
P. Ángel Peña O. A. R.
Agustino Recoleto
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