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Sanchez-monica-La Instalación, Cómo y Por Qué

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La instalación, cómo y por qué

Claves y pistas para entender su desarrollo en España

MÓNICA SÁNCHEZ ARGILÉS | Publicado el 26/06/2009         

La instalación gana adeptos en el mundo del arte y no sólo entre los artistas. Comisarios, galeristas y
críticos trabajan cada vez más con el formato tridimensional. Prueba de ello es el último volumen de
Phaidon, Vitamin 3-D que sintetiza en 117 artistas las nuevas perspectivas del soporte. Pero, ¿qué
ocurre en nuestro país? Mónica Sánchez Argilés, autora de La instalación en España 1970-2000
(Alianza), recorre los precedentes y da fe de la plena salud de este soporte.Además, cinco expertos:
Rosina Gómez-Baeza, directora de Laboral de Gijón; Nuria Enguita, ex directora de la Fundación
Tàpies; Yolanda Romero, responsable del Centro José Guerrero de Granada, Rafael Doctor, ex
director del MUSAC de León y nuestro crítico José Marín-Medina eligen a sus cinco artistas
favoritos. Todos los que están, son. He aquí, a su juicio, los 25 creadores más sobresalientes de la
instalación hoy en España.
La presencia de instalaciones en museos, ferias, exposiciones, bienales, galerías, colecciones y
espacios de arte, es hoy el lugar común, lo esperado por todos. Un género, un medio, una práctica, una
noción -en ningún caso una moda pasajera-, la instalación sigue respondiendo con eficacia a las
necesidades expresivas de los creadores. En la actualidad, las formas de producir, exhibir, coleccionar
y vender instalaciones, nada tienen que ver con unos orígenes cargados de crítica mercantilista y
negación institucional. Sin embargo, hoy, como cincuenta años atrás, la instalación sigue revelando
todavía un campo de actuación de difícil interpretación crítica.

El término “instalación” se empieza a emplear de forma generalizada en el mundo del arte a principios
de los años ochenta, para individualizar someramente un amplio número de obras, cuya naturaleza
heterogénea no encontraba clasificación bajo el orden tradicional de las categorías artísticas. El
término alude exclusivamente al acto de desplegar diversos elementos en las coordenadas espacio-
temporales. Algo que, dicho así, tampoco dota de mucha especificidad, pues la mayoría de los artistas
han instalado siempre sus obras en el espacio. Desde entonces, las dificultades de definición y de
sistematización de un arte que acoge bajo su rúbrica un extraordinario número de obras divergentes en
medio, forma, significado y ambición, siguen siendo múltiples.

Con algunos desajustes iniciales, la historia de la instalación en España, coincide con la historia de las
transformaciones de los lenguajes y las narrativas del arte contemporáneo internacional. A finales de
los años sesenta y principios de los setenta, comienza su andadura en nuestro país, al calor de las
propuestas conceptuales y los “nuevos comportamientos artísticos”. A partir de ese momento, la
pluralidad de los discursos y las estrategias instalativas definen la naturaleza ecléctica de un arte que
no admite clasificaciones ni definiciones unívocas.
Un terreno privilegiado
Sensible al clima de ideas en el que surge, la instalación se nutre de los grandes discursos críticos del
momento. Abiertamente reconocida por críticos e historiadores como expresión artística acorde con el
modelo de activación política del hombre “moderno”, desde sus orígenes hasta la actualidad, la
instalación se revela como terreno privilegiado en la exploración del ambiguo concepto “libertad” en
las sociedades democráticas occidentales. Las narrativas instalativas articuladas por artistas como
Fernando Sánchez Castillo e Ibon Aranberri, entre otros, ahondan en este mismo interés por
desmantelar apariencias y revelar lo que se nos oculta. Los dos comparten similar interés por la
activación de la memoria histórica colectiva, en el empleo de la libre circulación de ideas
supuestamente permitida en todo sistema democrático. Bien mediante el uso del monumento, bien
mediante el estudio documental-fotográfico de una planta nuclear, ambos se sirven de la instalación
para activar conciencias y decodificar ideologías.

En la instalación, el acto de la producción del arte coincide con el acto de su presentación,


convirtiéndose así en plataforma privilegiada para la discusión pública, la comunicación, la educación
y la práctica democrática. En las últimas décadas, la escena artística internacional, ha presenciado el
emerger de unas prácticas que quieren ser colaborativas, democráticas y descentralizadas, para
despertar las conciencias del ciudadano urbano, exponiendo sus derechos y criticando la realidad. El
reciente proyecto Sin Estado (2009), colaboración entre los colectivos Todo Por la Praxis,
Democracia y el artista Santiago Cirugeda, ilustra a la perfección dicha estrategia de trabajo. ésta
parte del deseo de dar visibilidad e intervenir, desde el arte y la arquitectura, en el contexto real de los
asentamientos ilegales de población en La Cañada Real (Madrid), sometidos en estos momentos a un
proceso de desalojo y derribo.

Algo más que una escultura


No existe ninguna idea de pureza implícita en el arte de la instalación, nada que pertenezca sólo a ella.
El eclecticismo y la hibridación se extienden hasta apoderarse de cualquier otra forma de expresión,
medio o disciplina. No es de extrañar que desde la historia y la crítica del arte, especialistas como
Rosalind Krauss y Thomas McEvilley -en sus libros Passages of the Modern Sculpture (1977) y
Sculpture in the Age of Doubt (1999), respectivamente- hayan tratado de explicar la instalación
contemporánea como la ampliación lógica de los límites escultóricos; por esa cualidad expansiva de la
escultura para aproximarse y absorber en ella otras formas de arte. Desde ese momento, la instalación
pasa a ser considerada objeto de investigación de los manuales de escultura. Sin embargo, si el único
soporte de la instalación es el espacio mismo -la condición más general del mundo material en el que
conviven el resto de los medio artísticos-, ¿por qué resultaría menos apropiado situar en el objeto
pictórico, gráfico, performativo, fotográfico, musical o mejor, en todos ellos a la vez, el nacimiento de
la instalación?

Sea como fuere, no es de extrañar que instaladores como Iñigo Manglano-Ovalle, Daniel Canogar o
Pablo Valbuena, artistas preocupados por cuestiones tecnológicas y científicas en el entendimiento del
contexto social y la realidad que nos rodea, encuentren en la instalación el formato ecléctico ideal para
sus reflexiones.

Categorías del pasado


Los problemas autocríticos que la instalación plantea nada tienen que ver con las cuestiones
formalistas propias de las artes tradicionales. Sin embargo, el historiador y el crítico de arte, en su
labor de estudio y sistematización del evento instalativo, recurrirá constantemente al uso de categorías
del pasado, más asentadas y reconocibles por el gran público, con el ánimo de domesticar y restringir
el amplio campo de de actuación del concepto instalación. De ahí, la abundancia de términos con
guión, tales como vídeo-instalación, film-instalación, instalación-performance, instalación-ambiente,
etc.

Sin embargo, la instalación no surge por generación espontánea, sin precedentes. Habrá hasta quien
los sitúe en el arte remoto de las cavernas, por esa conciencia que ha existido siempre de situar el arte
en unas coordenadas espacio-temporales. Tampoco faltarán las opiniones que defiendan que no
importan las posibilidades que ésta asuma: el arte, y los artistas se ocupan siempre de las mismas
cuestiones. Creadores como Jaime de la Jara, emplean la instalación para enunciar desde ahí
conceptos del pasado y del presente. Interesado en la investigación conceptual del
desenmascaramiento y la puesta en escena del espacio de representación en el arte, sus instalaciones le
permiten salir de la realidad del cuadro para trasladar su concepción de la plástica al espacio
tridimensional.

Sorprendentemente para muchos, en un tiempo dominado por la influencia de los medios masivos del
cine, la televisión, la música, la radiodifusión o internet -medios de carácter inmaterial, que niegan la
experiencia física en el lugar- la instalación, un arte inminentemente material y que demanda del
espectador la experiencia artística del “aquí y ahora”, sigue gozando de plena salud. De ello da buena
cuenta su omnipresencia en la escena artística contemporánea y el elevado número de artistas que
siguen incorporándola en su cuerpo de trabajo de forma habitual.

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