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Ensayo Consumo Ostensible

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EL CONSUMO OSTENSIBLE, ¿NECESARIO PARA EL CAPITALISMO?

ELABORADO POR: CARLOS ANDRÉS ARDILA OCHOA

DOCENTE: Ph.D ALEJANDRO ARBELÁEZ ARANGO

UNIVERSIDAD DE MEDELLÍN
FACULTAD DE CIENCIA ECONÓMICAS Y ADMINISTRATIVAS
ECONOMÍA
MEDELLÍN
AÑO 2019
EL CONSUMO OSTENSIBLE, ¿NECESARIO PARA EL CAPITALISMO?

La generalidad de las ideologías contiene prohibiciones, pero la ideología en la que


se basa el sistema capitalista, no. El consumismo dicta el goce, el hedonismo, el gasto
como fin, y precisamente en un sistema basado en el consumo, aquel que más
consuma es el rey.
Georges Bataille, escritor, antropólogo y pensador francés, plasmo en La parte
maldita (1949) la teoría de que la economía no se basa en la producción y el consumo
sino en el gasto como despilfarro; precisamente le adjudico ese impulso hacia el
exceso, el derroche y también a la destrucción a esa parte maldita de nuestro pensar,
a ese vestigio de hombre primitivo que llevamos dentro.
En su pensamiento se distingue entre dos tipos de gasto, el productivo y el
improductivo; siendo el primero justificado y necesario, mientras el segundo,
innecesario. Dentro de este segundo se pueden anexar los aportes previos que elaboro
el economista y también filósofo estadounidense, aunque Bataille no gustaba de este
segundo calificativo para sí mismo, Thorstein Bunde Veblen en Teoría de la clase
ociosa (1899).
La obra y los aportes del fundador de la escuela del pensamiento económico
institucional, eran totalmente disruptivos para la doctrina económica dominante del
momento; su crítica a la concepción de un precio de equilibrio, a la psicología
deficiente en la que él considera que se basa la economía ortodoxa, a la idea del
agente económico como autómata y demás; rompían con el esquema en el que se
venía desenvolviendo la ciencia económica.
Asimismo, señalo que gran parte del consumo efectuado por los individuos se da con
fines emulativos, no con el fin de aumentar la concepción de bienestar personal sino
para hacer ver, saber, o creer a los demás que se es pudiente. E incluso, Veblen, logro
hacer distinción de un tipo de ocio, el ostensible, como una forma de inactividad o
actividad improductiva que busca ser visible para contribuir a la “buena” fama del
individuo.
Ejecutivos jugando golf un martes al medio día, colecciones de autos con motores
para darle la vuelta al mundo pero que nunca le han dado la vuelta a la manzana,
cuarenta pares de zapatillas en el armario, seis casas de verano que viven en invierno,
cuatro televisores para una familia de tres, fiestas sin motivos que celebrar, fotos de
comidas de las que no se saborean ni un bocado, la camisa oficial del equipo cada
temporada, ir en coche a comprar la leche en la tienda de la esquina.
¿Es esto indudablemente menester para el sostenimiento del sistema económico
actual?
La eficiencia asignativa, problema fundamental que aborda la ciencia económica, no
es más que distribuir los recursos donde sean más valorados; así que, en un mundo
que cada vez se acerca más al libre mercado, con volúmenes de información
disponible a cada instante y donde los costos de transacción son cada vez menores,
exceptuando algunos casos, el mercado como mecanismo para que conseguir que
eficiencia asignativa sea alcanzada, no parece ser un inconveniente.
La inconformidad que se genera al responder con un si cerrado a la interrogación
anterior, ese ruido que presenta la máquina hace unos meses, ese no sé qué, que no
logramos identificar, habita el campo de la subjetividad de las preferencias. Es por
ello que la reflexión debe ahondar en torno a ¿Qué estamos valorando? Y ¿Por qué?
De la misma manera que la religión católica con sus curas, parábolas y cruzadas
modificaba y establecía los valores de los asentamientos a los que llegaba; lo hace el
capitalismo con sus famosos, influencers y constantes bombardeos de presiones
sociales y publicidad. Exclusiones según la capacidad adquisitiva y altares a becerros
ahuecados enchapados en oro evidencian esta infección que sufre la sociedad.
¿Cuándo la generalidad de la sociedad cambio su admiración por los científicos y
deportistas a ruidosos que riman sobre armas y mujerzuelas? ¿En qué momento
empezó el énfasis por poseer o al menos aparentar, cuentas bancarias con muchos
ceros? ¿cuál fue ese perverso factor provocador? ¿acaso es esa nuestra naturaleza?
Adam Smith, padre de la economía moderna, postulaba que la esencia de la
naturaleza humana conducía a los hombres a ser aspiracionales, y también que, en la
búsqueda de esos anhelos, de ese interés propio, se favorecía la sociedad en su
conjunto. No obstante, Veblen desde la economía y Bataille desde la filosofía,
identificaron que parte de esas ambiciones que se materializan en decisiones de
consumo no aportan al ser, que muchas veces tales transacciones se efectúan solo
para emular ante los demás y antes se crean círculos viciosos que desembocan en
industrias enteras que, si bien mueven la economía, no son óptimos de Pareto para el
bienestar social.
Es de entenderse lo postulado por Smith acerca de las aspiraciones, no se restringe
al campo de lo material, trasciende, por ejemplo, a la búsqueda del estatus social,
pero si este nivel de estatus está en función de gasto improductivo, de consumo
ostentoso, probablemente no sea beneficioso para el ser.
Aquel que emprende en el mundo de los licores por acercarse a un grupo social
puede, efectivamente, lograr ser aceptado por ese determinado grupo social, pero si
honestamente no disfruta los placeres de la bebida, terminará siendo un alcohólico
afligido en lugar de un ebrio feliz. Constantemente nos exasperamos por obtener
bienes y servicios que no apetecemos.
En el marco de análisis que realiza la teoría de juegos, sobre consumo ostensible de
Veblen en la actualidad, se podría expresar que millones han entrado a una situación
de interacción llena de falsas señales que se volvieron creíbles y como consecuencia
de tantas mentiras, defectuosas expectativas nos llevaron a un camino sin sentido,
donde no se encuentran más que sustitutos imperfectos de la felicidad, y que, hacia
el final de la senda, nos concede solo unos pequeños instantes para virar hacia tras y
comprender lo vacío de nuestras acciones.
Un camino del que no es fácil salir porque es dificultoso ser consciente de que se
están caminando en él, además, arduo y punzante es reconocer que se actúa por los
demás y no por sigo mismo.
Empero, es innegable que el consumo en todas y cada una de sus formas, incluido el
ostensible, es pilar de nuestro sistema actual; componente fundamental de la
demanda agregada que, confrontando a la oferta agregada, como una tijera,
determina los niveles de producción e ingresos de una economía.
A pesar de lo anterior, se debe reconocer o por lo menos intentar entender cuan
diferentes serían los niveles satisfacción actuales si los pobres prefirieran, por
ejemplo, invertir en sus hogares a endeudarse para conseguir el ultimo celular para
enseñarlo ante sus conocidos, si los ricos riñeran entre sí con los retornos sociales
que generan, si dejáramos de ser tan cortoplacistas y manipulables.
Aunque ese debe tener presente que dicha peculiaridad que poseemos, la
maleabilidad, también nos puede salvar.
Richard Thaler (famoso por sus aportes teóricos a la economía conductual y por sus
colaboraciones con Daniel Kahneman) y Cass Sunstein en “Nudge: Improving
Decisions about Health, Wealth, and Happiness” exponen de manera magistral
formas de inducir a los agentes económicos a tomar mejores decisiones, con la
característica destacable de no restringir las libertades.
Para ejemplificar; se encontró que no es necesario sacar la comida chatarra de los
comedores de los colegios, los jóvenes por si solos comienzan a nutrirse mejor si los
alimentos se disponen de manera que los saludables estén primero y los azucarados
y grasos al final o que los tengan que pedir.
No obstante, esa que puede ser una forma de encaminarnos a la senda de la
optimalidad puede ser criticada porque no hay criterio universal para definir que es
una mejor decisión, cada individuo tiene diferentes valoraciones y según esas
valoraciones toma las decisiones que le competen.
Un hombre que se fuma un cigarro de cannabis, asumiendo el coste de oportunidad
que tenga que asumir, podría no parecer muy racional a la luz de otros, pero
seguramente él, dentro de su racionalidad, tomó la decisión que le es más beneficiosa
según su criterio.
El problema surge cuando ese hecho, o cualquier otra decisión de consumo, acontece
por cualquier motivo diferente al gusto propio, porque, no contribuye a la
maximización de la utilidad.
Infinitamente irracional podrían parecer aquellos sujetos de estudio que no aceptan
el trato en el juego del ultimátum y más aún, los millones de personas (entre los que
se encuentran dos expresidentes de Estados Unidos) que han comprado por veinte
dólares una parcela en la Luna a Dennis Hope, un hombre que alegando una laguna
jurídica en el tratado aeroespacial de 1967 de la ONU se adjudicó la propiedad del
único satélite natural que tiene la tierra.
Pero justamente ellos son de la clase que pertenece a ese selecto grupo de ilustrados
kantianos, al que también pertenecía Veblen; son aquellos que más eficientemente
administran sus recursos, que no se dejan llevar ni por la corriente de mayor caudal;
ellos, justamente ellos, son los más racionales.
A este punto, es necesario plasmar que lógicamente en la búsqueda de esa
maximización de la utilidad no se deben trasgredir las leyes, normas, pactos y en
especial, las libertades ajenas plenamente justificadas que la sociedad ha construido;
y también, reconocer que no todas las decisiones que toman los individuos cuando
deliberan son las más acertadas en primera instancia, sin embargo; aprenden.
Para concluir, que tal si como Eduardo Galeano en “El derecho al delirio” deliramos
por un ratito, clavamos los ojos más allá de la infamia y gracias a las críticas de
Veblen, los aportes teóricos y aplicados de Thaler, Kahneman y Sunstein, y a
hombres que no le temen a pensar como Kant y Bataille, adivinamos otro mundo
posible.
Las personas no emularan riquezas vacías, ni gastaran en aquello que los medios
quieren que gasten, ni desearan aquello que nos inducen a desear.
Las decisiones de consumo se concentrarán en lo que verdaderamente el alma
clama y no serán tergiversadas por presiones sociales fabricadas por corporaciones,
religiones, multinacionales, familias y gobiernos.
Todos y cada uno de los agentes económicos serán guiados por la preciada brújula
del capitán Jack Sparrow, que, sin ser deficiente, no apunta al norte, apunta “a la
dirección de lo que más quieras en este mundo".
Los ejecutivos dejaran de jugar golf, que en palabras de Hernán Casciari, es un
deporte tan serio que ni se transpira; volverán al barrio que los levanto y brincaran
con sus amigos de la infancia detrás de una vieja pelota sobre una placa de
cemento. La hora y media más alegre de su última década.
Las redes sociales y demás distracciones darán un paso atrás en la vida de los @ y
esa raza volverá a ser persona, persona que se conoce y se permite de verdad darse
a conocer.
La miopía económica será una enfermedad extinta, el ahorro será una virtud
fomentada, no impuesta, y por ello, los sistemas pensionales se tornarán
innecesarios para finalmente ser abandonados.
Los infantes dejarán los ordenadores y consolas a un lado, se retomarán los
trompos, yoyos y canicas en el parque; pequeñas sociedades surgirán de amistades
inseparables de tanto corretear hombro con hombro. “como canta el pájaro sin
saber que canta y como juega el niño sin saber que juega”.
Las empresas desistirán de realizar donaciones e iniciar fundaciones únicamente
por una exención de impuestos, y la fuente principal de dichos alientos será la
simpatía por el prójimo.
La demanda de todos los sectores alcanzara aquello que el filósofo prusiano
Immanuel Kant denomino, la mayoría de edad, los individuos por fin tendrán el
valor para servirse de su propio criterio, el lema de la ilustración.
Encontrada esa lucidez; la publicidad será castigada judicialmente por sus falsas
promesas. Sin embargo, subsistirá, aunque exclusivamente en forma descriptiva;
teniendo en cuenta que ni el cantante más famoso del momento ni la chica más
sensual del año será capaz de modificar nuestras curvas de utilidad.
De esta manera los individuos que de forma praxeologica conforman tal demanda
forzaran a las industrias a que fabriquen y transen únicamente lo que a juicio propio
se precisa. La escalera de Cantril declarada, conseguirá sobrepasar la Torre de
Babel.
La comunidad mundial per se, se conservará en un estado de búsqueda del
beneficio social sin planificación central, la pobreza material será erradicada y a su
vez, se habrá eliminando la necia importancia que los economistas le dieron por
siglos a la desigualdad.
Será obligación evaluar los proyectos e inversiones con reflexión global, no
nacional, ni departamental, ni municipal. Esto a causa de la gente entenderá que
son habitantes de la tierra y por lo mismo derrumbaran aquellos muros invisibles
que solían llamarse fronteras.
Por fin se lograrán establecer los mecanismos ambientales a escala global que tanto
se buscaron y la OCDE estará cerrada porque todos los territorios que alguna vez se
llamaron países, cooperan y se desarrollan conjuntamente.
Los inmigrantes, que ahora son simplemente viajeros, serán bienvenidos y
agradecidos por la fuerza productiva que le brindan a la localidad receptora.
Los pobres serán repudiados porque el concepto se definirá en sentido estricto
como aquellos que más desean.
Los ricos serán celebrados y vistos como los mayores proveedores del bienestar
social, derrumbando así la propuesta populista y sumamente ineficiente de un
estado benefactor.
Y la lucha de clases dejara de ser el motor de la historia, pero la historia no parara;
pésimos contadores se volverán grandes pintores, aburridos ingenieros se volcarán
a la escultura y la danza, obligados arquitectos harán reír cientos con sus comedias.
Se enriquecerá el espíritu y no las arcas.

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