Teoría de Elementos de Producción PDF
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Existen dos materias que tendrían que ser enseñadas a todos los niños del mundo
antes de alcanzar la pubertad. Una es el dominio de la expresión hablada y otra
la economía, pues ambas serán clave para el desarrollo posterior de sus vidas.
Creen es asunto de especialistas que jamás entenderán. Esa impresión es falsa. Es
muy fácil de entender y es un conocimiento de una inmensa utilidad, pues toda
vida, desde el nacimiento a la muerte –e incluso después de ella-, está envuelta por
la economía.
Por ejemplo, la estabilidad social, de la que tanto depende el bienestar de su vida,
nace de una economía estable. Cuando los gobiernos actúan disparatadamente en
este campo –o algún otro interviniente en ella como el sector financiero-, terminan
arruinando a todo un país, aunque las consecuencias de dichos disparates tarden
unos años en verse, arrastrándole a usted en dicha ruina, y con ella a buena parte
de su felicidad.
Entender de economía es esencial porque su comprensión nos ayuda a tomar
decisiones personales más acertadas. Nos facilitará resolver adecuadamente la
compra de una vivienda o de un automóvil; nos ayudará a tomar la decisión de si
debemos adquirir un crédito; será muy útil cuando vayamos a iniciar un negocio. E,
incluso, ese conocimiento nos permite saber si los políticos a los que vamos a votar
están realizando promesas factibles, o disparates populistas que terminarán
hundiendo a la sociedad y el bienestar de nuestra familia con ella.
Del dominio de esta materia nace una amplia comprensión del mundo que vivimos
(sus principios son idénticos en todos los países), mientras conel desconocimiento
de ella, navegamos por la vida a ciegas, y con mayor riesgo de encallar.
Tal vez la primera pregunta a la que habría que responder es ¿Por qué siendo tan
importante no se enseña en los colegios? La respuesta es muy sencilla: porque
nadie –y los políticos los primeros- tiene el más mínimo interés en que usted sepa
algo sobre ese tema. Así que prefieren saturar los estudios con asignaturas de
historia más o menos manipulada, de acuerdo con el interés del que gobierne en
ese momento; de química o matemáticas, que la mayor parte de veces no va a
tener la más mínima relevancia a lo largo de su vida -exceptuando las reglas
básicas-; y de otras asignaturas que no intentan transmitir conocimientos útiles, sino
sólo apariencia de conocimientos.
Las élites políticas intuyen que la economía es un conocimiento peligroso para el
poder. Así que no tienen gran interés en que los ciudadanos aprendan gran cosa al
respecto, más allá de que ellos tampoco suelen saber demasiado, pues ni siquiera
en las universidades donde se estudia esta ciencia se aprende de manera eficaz.
Lo que suele enseñarse es el léxico particular que cada sector económico utiliza: el
del financiero, el industrial, el del comercio, etc.
En definitiva, las particularidades de los diversos sectores, pero no el entendimiento
global del fenómeno económico. De hecho, solemos dar por sentado que alguien
que entiende, por ejemplo: del sector financiero sabe de economía. Es un error. El
único conocimiento que suele tener de esta materia es el de cómo navegar por esa
parte de la economía y las particularidades de ese sector concreto, pero no su
interrelación con el conjunto. No obstante, solemos suponerlos como expertos
porque le oímos usar con desenvoltura expresiones del lenguaje financiero que no
entendemos, aunque, probablemente, no sabe de Economía más que usted.
Y, por otro lado, ¿Cómo consiguen que usted y sus hijos se desinteresen por esta
materia? Pues creándole un halo de complejidad que no tiene –como podrá
comprobar inmediatamente-, y convirtiéndola en algo aburrido y aparentemente
especializado.
Entremos en el asunto sin más dilación.
Comencemos por precisar que es la economía. Esta no es más que la ciencia que
estudia todo acto de producción e intercambio de bienes y servicios para satisfacer
cualquier tipo de necesidad o deseo de las personas.
Economía es la ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre
fines y medios limitados que tienen diversa aplicación. (Profesor Lionnel
Robbins).
Hay visiones muy simplistas, según las cuales la única forma en la que el homo
economicus asigna valores a las alternativas es mediante la consideración egoísta
de las satisfacciones y utilidades que pueda obtener y sean cuantificables en
términos monetarios. En la actualidad todos los economistas de cualquier corriente
o escuela tienen una visión más sofisticada del homo economicus en la que caben
los comportamientos altruístas.
EL ENFOQUE SISTÉMICO
El enfoque sistémico no concibe la posibilidad de explicar un elemento si no es
precisamente en su relación con el todo. Metodológicamente, por tanto el enfoque
sistémico es lo opuesto al individualismo metodológico, aunque esto no implique
necesariamente que estén en contradicción.
Una exposición moderna del enfoque sistémico es la llamada Teoría General de
Sistemas (TGS) que fue propuesta por el biólogo austriaco Ludwig von Berthalanffy
a mediados del siglo veinte.
El enfoque metodológico sistémico en economía es muy anterior a la TGS. Es el
enfoque utilizado típicamente en la teoría económica marxista, en el estructuralismo
socioeconómico y, en general, por los economistas más partidarios de la
intervención del Estado para el control de la economía.
¿Qué es el dinero?
Es una de las más brillante creaciones del hombre, pues sin él jamás podríamos
alimentar a los miles de millones de habitantes del mundo actual.
El dinero nació por la necesidad de los individuos, y los pueblos, de poseer un
instrumento eficaz con el que poder realizar intercambios de bienes.
En la remota antigüedad, en sociedades mucho más elementales que la nuestra,
esas transacciones se limitaban al mero intercambio de mercancías entre las
personas. Así, por ejemplo, aquel que poseía excedentes de trigo procuraba
cambiarlos por cuero para vestirse, con aquel que producía más del que necesitaba.
Probablemente ahí nació el arte del regateo, que todavía hoy persiste en muchos
lugares del mundo, pues debía resultar difícil determinar cuánto trigo había que
entregar a cambio, por ejemplo, de una piel de cordero.
Las cosas se fueron complicando cuando, como consecuencia del crecimiento
demográfico y de la especialización de la producción, comenzó a ser difícil realizar
intercambios comerciales de cierta importancia y equiparar precios y valores, lo que
suponía un freno evidente para el comercio a mayor escala. Esta cuestión se
resolvió con la ingeniosa invención de lo que hoy conocemos como el dinero.
Con su nacimiento, el comercio se expandió rápidamente, pues facilitó el
intercambio de mercancías, tanto entre las personas individualmente como entre
los pueblos. Sin pretender ofrecer aquí un análisis de su evolución a lo largo de la
historia, señalaremos algunos puntos importantes que pueden arrojar alguna luz
sobre él.
Hasta hace poco tiempo el conjunto de dinero que cada país ponía en circulación
correspondía al valor total de las reservas de oro existentes en el banco estatal.
Era la Economía de la Escasez. (Ver 2da MUERTE DE BOLIVAR – José Luis
Cordeiro). Este sistema se ha prolongado desde la antigüedad hasta casi nuestros
días. El dinero entonces era una especie de cheque al portador, de vencimiento
inmediato, emitido por el Estado y que el poseedor esperaba poder convertir en
su valor concreto en oro.
Por ejemplo, si el banco de Francia tenía en sus arcas cien toneladas de oro,
fabricaba y ponía en circulación monedas y billetes por un valor total equivalente;
su división en unidades menores daba lugar a lo que se conoce como divisa o
moneda nacional, a la que cada país da un nombre distinto. Ello significaba que
cualquier moneda en circulación estaba garantizada, en su valor, por el porcentaje
equivalente de oro depositado en el banco estatal. En otras ocasiones, incluso, las
monedas eran fabricadas directamente en oro o plata, por lo que adquirían valor por
sí mismas.
Este sistema -el del oro como patrón-, dejó de utilizarse a mediados el siglo pasado
como consecuencia de la crisis deflacionista de 1929. Lo sustituyó un complejo
sistema, dirigido normalmente por los bancos centrales de cada país –con mayor o
menor independencia de sus respectivos gobiernos-, en el que se tienen en cuenta
múltiples factores a la hora de decidir la cantidad de dinero que hay que poner en
circulación: El producto interior bruto (PIB), las necesidades de circulante de
empresas y particulares, así como de los Estados, las balanzas de pago, la inflación,
etcétera.
Este nuevo sistema ha creado la Economía de la Abundancia, porque su
implantación permite que el número de personas con un razonable nivel de vida
pueda ir aumentando continuamente al no tener más límites la producción de dinero,
que la imaginación y esfuerzo de las personas por crear riquezas.
¿Qué es la bolsa de valores?
La Bolsa nació como un instrumento financiero para las empresas, complementario
o sustitutivo del crédito tradicional. A su vez, se ha convertido en un mecanismo de
socialización de las compañías, pues permite que cualquier ciudadano pueda
acceder a su propiedad por poco dinero.
Con el paso del tiempo, la Bolsa ha perdido su utilidad como termómetro del estado
de salud de la economía de un país.
El problema radica en que se han confundido los medios con los fines. Se ha
difuminado el objetivo inicial de la Bolsa como captadora de financiación para
proyectos empresariales, en beneficio del mero juego especulativo que busca el
resultado inmediato. Ya casi nadie confía durante un largo tiempo sus ahorros a las
mismas acciones para recibir las rentas de los beneficios de las empresas cuando
sus proyectos tienen éxito. En la actualidad los inversores en Bolsa compran y
venden acciones compulsivamente, buscando el beneficio inmediato en la subida o
bajada especulativa de los valores con que negocian.
¿Cuál debe ser la función del estado en la economía?
El papel del Estado en una economía moderna debe ser el de regulador de los
sectores económicos que intervienen en ella, creando leyes sensatas y
consensuadas con los sectores intervinientes, y el de ejercer otras dos funciones
fundamentales: la de árbitro en la resolución de los conflictos que puedan surgir, y
el de cuidadoso vigilante en el fiel cumplimiento de las normas por parte de los
diversos sectores económicos, sobre todo del financiero por su gran capacidad de
influencia.
Pero lo que nunca ha de ser el Estado –salvo muy limitadas excepciones
estratégicas de claro interés general- es empresario, pues no sabe serlo. Cada vez
que un estado se ha convertido en empresario, a medio plazo, ha terminado
arrastrando a los ciudadanos de su país a la pobreza.
Por otro lado, es necesario saber que los estados no crean ni riqueza ni empleo.
Cuando contratan funcionarios no están creando empleo, están creando gasto. La
razón por la que esto es así –volvemos a la Fórmula- es porque la mayor parte de
los funcionarios realizan actividades que no han nacido de ninguna demanda natural
de los ciudadanos, sino de la decisión de los políticos que ostentan el poder en ese
momento. Es decir, no están produciendo nada que haya sido solicitado o
demandado por la comunidad.
Es indudable que para que el Estado pueda ofrecer a la sociedad los servicios para
los que existe –seguridad, obras públicas, justicia, etc.- debe cobrar impuestos a los
ciudadanos y crear funcionarios para ejecutar estas obligaciones. Pero debe
hacerlo con gran prudencia, pues el aumento de funcionarios en las
administraciones públicas tiene la inevitable consecuencia de aumento de gasto
burocrático, y con ello la obligación de tener que subir los impuestos, lo que lleva a
la disminución de demanda porque hay menos dinero disponible para los
ciudadanos, y, por tanto, estaríamos ante un previsible aumento de desempleo a
medio plazo.
No obstante, en las filosofías políticas presentes, no es aceptable que una parte de
la sociedad viva en la miseria, por ello los estados actuales, a la hora de gastar el
dinero recibido de los ciudadanos por medio de los impuestos, deben prever
partidas de gasto para ayudar a los más débiles. Pero también han de gestionarlo
con mucha prudencia, porque si el número de necesitados de ayudas va creciendo,
el estado se dedicará a aumentar los gastos para atenderlos –y de camino no
perder sus votos-, y sólo lo puede hacer aumentando los impuestos, o
endeudándose, lo que creará más miseria, cayendo en un círculo económico
perverso que no tiene otro final que la ruina de todos. Los estados deben cuidar
que el peso de las clases pasivas no hunda a las activas, que son las que
mantiene la economía en marcha.
¿Es negativo el consumismo?
Hay una anécdota muy significativa relacionada de alguna forma con este tema.
Mario Soares (líder del partido socialista de Portugal) acababa de ganar las
elecciones en su país cuando recibió, para felicitarlo, la llamada de su homólogo
sueco Olof Palme (también socialista).
En dicha conversación Soares le dijo a Palme: en dos años habré terminado con
todos los ricos de Portugal. A lo que el sueco respondió: Yo no quiero terminar con
los ricos, me propongo terminar con los pobres. Efectivamente, Palme tenía razón.
Lo malo no es que existan ricos, sino que existan pobres. Que muchas personas
gasten grandes sumas de dinero en consumos excéntricos no es nada negativo, si
se lo pueden permitir.
¿Por qué Venezuela, a pesar de todo el petróleo que posee, está tan mal
económicamente?
Efectivamente, este hermoso país vive un drama inmenso, donde la miseria se ha
apoderado de la vida diaria de sus ciudadanos.
Voy a realizar un rápido recorrido por su historia reciente para que se pueda
entender dónde está el origen de estos graves problemas.
Durante decenios, en el siglo pasado, Venezuela tuvo un sistema bipartidista,
teóricamente democrático, donde la corrupción fue la nota más destacada.
Lusinchi, Caldera, Pérez y otros arruinaron el país y eso provocó convulsiones
sociales. De estas convulsiones emergió el coronel Chávez –de formación
cuartelera- y ganó las elecciones prometiendo sanear la situación y acabar con ella.
Pero no lo supo hacer, como tampoco su sucesor Maduro. Estos gobernaron desde
la ignorancia, igual que los anteriores habían gobernado desde la corrupción.
Desde dicha ignorancia nacionalizaron las empresas de mayor importancia pero,
sencillamente, no tienen ni idea de cómo gestionarlas con un mínimo de eficacia.
Resultando de ello más miseria aún que en la época de los dirigentes corruptos.
Por tanto, mayor sufrimiento para los ciudadanos venezolanos, pues con frases
panfletarias e incendiarios discursos –como hace el gobierno actual- culpando a
todos los demás de sus males no se arregla absolutamente nada.
Desde el punto de vista económico, hay que precisar que Venezuela tiene una de
las mayores reservas petrolíferas del mundo -y otros importantes recursos
naturales-, los cuales gestionados con honradez y eficacia deberían ser capaces de
hacer salir de la situación en que se encuentran sus ciudadanos.
Para ello han de encontrar dirigentes competentes que apliquen con honestidad y
rigurosidad la fórmula arriba indicada, comenzando por restablecer la paz
social. Si esolo consiguen tendrán un gran futuro.
En nuestros días continúa la vieja polémica, unos pidiendo "más mercado" y
otros pidiendo "más estado". En una sociedad humana viva, en continua evolución,
no hay forma teórica de resolver la cuestión. No puede haber una demostración
"científica" de qué proporción entre mercado y estado es la más conveniente,
o la más justa. Diversas personas y grupos, con diversas ideologías e intereses,
son partidarios de una u otra proporción. Se llamen liberales, social demócratas,
conservadores, progresistas, laboristas, comunistas, radicales, de izquierdas o de
derechas, están simplemente presionando en una dirección o en otra, hacia el
mercado o hacia el estado, con más o menos fuerza.
La organización que adoptarán las sociedades humanas en el futuro no está escrita
en ningún libro sagrado ni determinada por ninguna ley histórica: será la
consecuencia de las decisiones que están adoptando en el presente un gran
número de individuos y grupos sociales. Muchos confiamos en que ese sistema
futuro satisfaga nuestros más íntimos anhelos de solidaridad, cooperación y
equidad, que permita la desaparición del hambre, la miseria y la marginación y que
todo ello sea compatible con el respeto a los derechos humanos y el impulso
a la creatividad individual.
El comunismo soviético
Conviene que utilicemos el nombre de comunismo soviético para referirnos al
sistema económico dominante en el este de Europa, Rusia, China y otros países
durante gran parte del siglo XX y diferenciarlo así de los sistemas socialista
y comunista previstos por Karl Marx o propuestos por otros autores clásicos
o contemporáneos.
El imperio ruso había estado creciendo y consolidándose hasta que, a principios
del siglo XX, ocupaba un amplísimo territorio, en gran parte desierto, muy mal
comunicado. Parte de su población seguía en formas de vida neolíticas, en
poblamientos agrícolas incomunicados. Una pequeña proporción de la población
vivía en ciudades. Los bajos índices de alfabetización de la población habían
impedido el triunfo de la revolución burguesa y liberal de otros países europeos.
La forma de gobierno se había destacado siempre por una extraordinaria
concentración de poder en un estado monárquico absolutista. Pero la primera
guerra mundial hizo que la dinastía zarista, ya muy debilitada antes de la guerra,
entrara en crisis y cayera. Los conflictos por la toma del poder vacante enfrentaron
dos programas de gobierno radicalmente diferentes, el proyecto liberal
encabezado por Kerensky, y el estatalista encabezado por el Graham Bell
haciendo la primera llamada telefónica entre Chicago y Nueva York en 1892
Logros y fracasos del comunismo
Fracaso de las reformas
Economías en transición bolchevique Lenin. Fue este último el que se hizo con el
poder e inicia un experimento social a una escala sin precedentes. Un nuevo
sistema económico del que no había más que bosquejos teóricos, se impone a
un inmenso país.
En el comunismo soviético, por primera vez, se intenta montar un sistema en
el que todas las decisiones económicas sean planificadas por el estado.
A mediados de los años treinta Stalin anuncia haberlo conseguido. Toda la
propiedad privada sobre medios de producción ha desaparecido. La tierra y las
fábricas, el comercio, la construcción, todos los medios de transporte, comunicación
e información son propiedad y están controlados por el aparato del estado. Todos
los ciudadanos trabajan en los puestos que les ha asignado el gobierno; todos
los bienes y servicios que adquieren o reciben son proporcionados por el estado.
En los demás países comunistas -China, Europa oriental, sudeste asiático, Cuba-
no se alcanza ese grado, pero el gasto del estado representa en todos los casos
más del 95% de la renta.
En el balance del sistema comunista se pueden apuntar impresionantes logros
económicos. Todos los ciudadanos de esos países tienen acceso a la educación
elemental, la sanidad y la alimentación básica, incluyendo los habitantes de las
regiones menos desarrolladas. Algunos campos del conocimiento y la tecnología
avanzan notablemente. En cambio en otros campos, como la informática, el retraso
es notable. Los mayores problemas que se plantean son sociales. Al no haber
estímulos económicos, la productividad laboral se resiente. La solución teórica
consistía en la creación de un "hombre nuevo" en el que desaparecido el
egoísmo, trabajaría por razones de solidaridad. En la realidad el poder tiene que
ejercer un control férreo y muy represivo para mantener el funcionamiento del
sistema. Las libertades individuales desaparecen completamente. El muro de
Berlín, construido para evitar que los ciudadanos huyan del sistema se convierte
en un símbolo evidente del fracaso social.
Tras la muerte de Stalin, en los años cincuenta y sesenta, hay varios intentos de
reforma y liberalización tanto promovidos desde el poder como por intelectuales
o grupos ciudadanos. Todos acaban en fracaso. En los años ochenta la economía
comunista está también en crisis. Los ciudadanos han perdido el respeto por las
autoridades y las leyes; el gravísimo accidente de la central nuclear de Chernobil
pone en evidencia que los reglamentos y las normas no se cumplen.
Los planes quinquenales fracasan. Los estantes de los comercios carecen de
productos básicos. No se importa prácticamente nada del exterior y los países
comunistas representan menos del 5% del comercio internacional. La capacidad
productiva de USA, Europa y Japón es abrumadoramente superior. Con el fin de
mantener el equilibrio en la competencia entre bloques se destinan los mejores
recursos a la carrera armamentística y espacial, a pesar de ello, los fracasos en
el desarrollo de la informática muestran claramente que esa carrera está perdida.
Finalmente el sistema reconoce su fracaso y se desmorona casi instantáneamente
en torno a 1990. Todos los países comunistas han iniciado un proceso de transición
más o menos rápido hacia el sistema capitalista. Las economías en transición han
planteado nuevos problemas a la teoría económica. Con poco o nada de apoyo del
FMI y los países occidentales, algunos países ex-comunistas han conseguido una
transición y recuperación rápida, mientras que otros, como Bielorusia, siguen
manteniendo intactas las viejas instituciones soviéticas y siguen hundidos en una
grave depresión económica. China, que había iniciado unas lentas reformas con
anterioridad, está consiguiendo impresionantes tasas de crecimiento económico
sostenidas durante tres décadas. Diez países ex-comunistas centro-europeos
(Bulgaria, Chequia, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania,
Polonia, Rumanía) han conseguido superar rápidamente el coste de las
transformaciones e integrarse en la Unión Europea.
Mercado frente al estado
Al analizar las diversas formas de organización económica que se han sucedido
desde el neolítico, observamos la presencia constante de dos tipos de instituciones,
de estado y de mercado, que conviven permanentemente en tensión. Son dos
sistemas institucionales diferentes y en conflicto pero que se necesitan
mutuamente. Incluso pueden ser considerados partes complementarias de un
mismo sistema.
Entendemos aquí al mercado como el conjunto de instituciones que facilitan la
adopción de decisiones económicas (qué y cómo producir, cómo distribuirlo)
mediante acuerdos entre individuos que defienden sus intereses particulares con
mayor o menor capacidad de influir en el resultado. El estado, por el contrario, es
una organización con capacidad coactiva, que intenta monopolizar el uso de la
violencia y que está capacitado para imponer decisiones económicas a los
individuos. Todas las decisiones económicas son adoptadas mediante uno de esos
dos mecanismos.
Suele considerarse que hay una tercera forma de adoptar decisiones económicas,
la tradición, pero podemos considerar que la tradición no es sino un argumento que
legitima las decisiones adoptadas por el individuo o por el estado. Tanto las
instituciones de mercado como las de estado tienen un apoyo histórico y puede
considerarse que están fundamentadas en la tradición.
Por otra parte, todas las sociedades han estado buscando dos objetivos
económicos, la eficacia y la equidad. La eficacia económica es el principio que
ordena las alternativas económicas según su mayor rentabilidad y su menor
coste. La eficacia busca aumentar la cantidad producida y disminuir el esfuerzo
necesario para producirlo. La equidad, al contrario, ordena las alternativas
económicas en función de su distribución. El principio de equidad aspira a que todos
los individuos reciban cantidades iguales de lo producido.
Se suele considerar que el mecanismo del mercado conduce a la adopción de
decisiones más eficaces pero menos equitativas, mientras que los mecanismos del
estado resultan en decisiones más equitativas pero menos eficaces. Esta
consideración se ajusta frecuentemente a la realidad, pero no puede ser
generalizada. Hay situaciones en las que el mecanismo de mercado conduce a
situaciones menos eficientes que el estado.
En cualquier caso, en todas las sociedades, con algunas efímeras excepciones, han
convivido y conviven ambos tipos de instituciones, de mercado y de estado.
Parecen necesitarse y complementarse mutuamente. Una frecuente explicación
de acontecimientos históricos suele ser la aparición de graves desequilibrios
entre ambas instituciones que conducen al debilitamiento frente a las amenazas
exteriores. En la actualidad los economistas estamos de acuerdo en la necesidad
de que pervivan ambos sistemas, pero mantenemos graves discrepancias sobre
qué proporciones relativas deben mantener ambas instituciones o si determinadas
decisiones deben ser tomadas por uno u otro mecanismo.
EL SISTEMA ECONÓMICO DEL FUTURO
A los economistas nos gusta predecir el futuro. Es una enfermedad profesional.
A pesar de que lo hemos hecho siempre muy mal y hemos cometido graves errores,
no nos dejamos arrastrar por el desánimo y seguimos intentándolo. Aquí lo vamos
a hacer de nuevo, pero, sirva este comentario de aviso, no conviene que se conceda
a esta página más credibilidad que la que se concede al horóscopo de un astrólogo
o a las revelaciones de un quiromántico.
Si los sistemas económicos tienen relación con el grado de conocimiento acumulado
por una sociedad, es posible que estemos a las puertas de un nuevo sistema
económico substancialmente diferente de los anteriores. Los conocimientos
científicos y tecnológicos están avanzando en todos los campos a una velocidad sin
precedentes históricos. Y también se está acortando el lapso de tiempo que pasa
entre el anuncio de un invento y su aplicación y uso masivo.
Además, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, la informática
e Internet, son avances extraordinarios que están dirigidos precisamente al
tratamiento, acumulación y transmisión de informaciones por lo que se facilita
aún más el aumento y difusión del conocimiento humano.
Al igual que la imprenta, abaratando los libros, promovió que mucha gente
leyera, Internet, abaratando los costes de publicación y difusión, está promoviendo
que mucha gente escriba.
La expresión "comunicación de masas" tiene un nuevo sentido desde la
popularización de Internet; hasta ahora significaba comunicación "de pocos a
muchos", ahora significa "de muchos a muchos". Cuando se bucea al azar
por Internet resulta asombroso constatar la cantidad y la calidad de los individuos
que publican páginas web. Digo calidad de los individuos, no de las páginas. Quiero
decir que es asombroso comprobar que hay centenares de miles de páginas
escritas por adolescentes, o por pequeños empresarios, o por simples aficionados
que nunca hubieran escrito o publicado ni una sola línea en su vida de no ser por
Internet.
La imprenta permitió que algunos líderes -políticos o religiosos- descontentos con
gobiernos absolutistas obtuvieran apoyos masivos y promovieran revoluciones;
Internet facilita de forma extraordinaria que los ciudadanos puedan manifestar su
opinión directamente a los gobernantes.
El abaratamiento de las comunicaciones es tal que, por el precio de un periódico,
se puede enviar el texto completo de El Quijote a una lista de miles de personas,
distribuidas por todos los rincones del mundo, que lo recibirán en pocos minutos.
Y el abaratamiento de las comunicaciones significa también abaratamiento del
comercio. El comercio electrónico pone hoy al alcance de cualquier persona ofrecer
sus productos o servicios a cualquier parte del globo.
Internet y el comercio electrónico puede tener efectos positivos y negativos desde
el punto de vista de los países en desarrollo. Por una parte, las nuevas tecnologías
tienen un efecto equilibrador. Cualquier fabricante de alfombras de Túnez puede
poner una página web que tendrá los mismos colores, el mismo tamaño y estará a
la misma distancia del teclado del consumidor que el departamento de alfombra
de los almacenes Harrods de Londres; y además a un precio asequible a cualquier
pequeño empresario. Pero, por otra parte, puede tener también un efecto de
profundización de las diferencias económicas. Lo que está ocurriendo es que los
países ricos y las grandes multinacionales se han apresurado a usar las nuevas
tecnologías, aumentando así, una vez más, las diferencias entre los grandes y los
pequeños, los ricos y los pobres. Mirando al sistema económico del futuro, no
vemos razones para que desaparezca el viejo conflicto entre el individuo y el
estado, pero sí para que cambie de manera substancial. Es posible que el individuo
sea cada vez más libre de "perseguir su felicidad"; pero en esa libre persecución es
previsible que haya muchos perdedores que caigan por el camino. Parece muy
conveniente pues que el estado tenga capacidad para intervenir y ayudar a los más
atrasados, que coja parte de los beneficios que se consiguen gracias al
conocimiento acumulado durante toda la historia de la humanidad y los redistribuya
entre todos. Eso no va a cambiar o, en cualquier caso, habrá muchos que así lo
demanden.
Pero ese estado tiene que cambiar también de forma substancial. Si las empresas
son multinacionales y los beneficios son globales, la redistribución también debe
ser global. Las instituciones y organismos públicos de carácter internacional están
creciendo en número, en tamaño, en diversidad, en efectividad... y en agresividad.
Podemos interpretar estos fenómenos como el surgimiento de un imperio, de un
gobierno mundial. Y eso significa el debilitamiento de los viejos estados e imperios.
Todos estos fenómenos son tan diferentes a todo lo que ha conocido el ser
humano en su historia que permiten considerar que la organización económica
que está surgiendo será un sistema completamente distinto a todos los anteriores.
Ojalá que sea mejor. Las características de los mercados en libre competencia son
causa de fuertes polémicas entre los teóricos de la los partidarios de la
intervención del Estado para la corrección de los defectos del mercado destacan el
alejamiento entre el mundo real y el que esos supuestos describen ¿Se atreve el
alumno a tomar partido en algún sentido?
NOTA:
Las variables cardinales son de magnitud medible. Puede decirse con
precisión cuantas unidades contienen.
Las variables ordinales son magnitud comparable. Aunque no pueda decirse
con precisión cuantas unidades contienen, sí es posible decir que una es
mayor, igual o menor que otra.
Todas las variables cardinales son ordinales, pero no todas las ordinales son
cardinales.
La elasticidad de la demanda
Hay algunos bienes cuya demanda es muy sensible al precio, pequeñas variaciones
en su precio provocan grandes variaciones en la cantidad demandada. Se dice
de ellos que tienen demanda elástica. Los bienes que, por el contrario, son poco
sensibles al precio son los de demanda inelástica o rígida. En éstos pueden
producirse grandes variaciones en los precios sin que los consumidores varíen las
cantidades que demandan. El caso intermedio se llama de elasticidad unitaria.
La elasticidad de la demanda se mide calculando el porcentaje en que varía la
cantidad demandada de un bien cuando su precio varía en un uno por ciento. Si el
resultado de la operación es mayor que uno, la demanda de ese bien es elástica; si
el resultado está entre cero y uno, su demanda es inelástica.
Los factores que influyen en que la demanda de un bien sea más o menos
elástica son:
1) Tipo de necesidades que satisface el bien. Si el bien es de primera
necesidad la demanda es inelástica, se adquiere sea cual sea el precio; en
cambio si el bien es de lujo la demanda será elástica, ya que si el precio aumenta
un poco muchos consumidores podrán prescindir de él.
2) Existencia de bienes sustitutivos. Si existen buenos sustitutos la demanda del
bien será muy elástica. Por ejemplo, un pequeño aumento en el precio del aceite
de oliva puede provocar que un gran número de amas de casa se decida por usar
el de girasol.
3) Importancia del bien en términos de coste. Si el gasto en ese bien
supone un porcentaje muy pequeño de la renta de los individuos, su demanda será
inelástica. Por ejemplo, el lápiz. Las variaciones en su precio influyen muy poco
en las decisiones de los consumidores que desean adquirirlos.
4) El paso del tiempo. Para casi todos los bienes, cuanto mayor sea el período
de tiempo considerado mayor será la elasticidad de la demanda. Puede ser que
al aumentar el precio de la gasolina, su consumo no varíe mucho, pero al pasar
el tiempo podrá ser substituida en algunos de sus usos por el carbón, en otros usos
por el alcohol, de forma que la disminución en la demanda sólo se nota cuando
pasa el tiempo.
5) El precio. Finalmente hay que tener en cuenta que la elasticidad de la
demanda no es la misma a lo largo de toda la curva. Es posible que para precios
altos la demanda sea menos elástica que cuando los precios son más bajos o al
revés, dependiendo del producto de que se trate.
Pero una intervención que eliminara completamente la posibilidad de fraude
requeriría un ejército de técnicos inspectores del Estado que controlara todas las
empresas del país. Aparte del enorme coste, esa intervención supondría en la
práctica el abandono de la economía de mercado. ¿Qué criterio podrían utilizar esos
inspectores para determinar si el precio de un producto es adecuado a su calidad?