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Biennavnturados Los Pobres en Esp

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Este!

Mat. 3:1 “Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él


sus discípulos. 2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: 3
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los
cielos.”

===== ORACIÓN =====

INTRODUCCIÓN.

Observemos en este sermón del monte, cual es la palabra que se repite


una y otra vez. La palabra: Bienaventurados. ¿Qué significa esta paabra?
En general, una bienaventuranza está constituida por una expresión inicial
(del hebreo, ašrê... ; del griego, makarios...) que se puede traducir como
«feliz», «dichoso», «bienaventurado» y que califica al poseedor de la
cualidad como «digno de felicidad»

En el Sermón del Monte, Cristo empieza sus palabras con bendiciones


porque según Hech. 3:26, para eso fue enviado por el Padre.

Lo hace con autoridad. La bendición de los hombres es un bien_decir, la de


Cristo es un bien_hacer

¿Saben con que palabra termina el AT? termina con la palabra maldición.
Este sermón del Señor empieza con bendiciones

El Sermón del Monte combate el falso concepto de la felicidad, ese falso


concepto que hace que la gente se pierda en el camino. Aquí pone en claro
que los bienaventurados no son los ricos por tener sus riquezas y
abundancias materiales

Jesus nos da una noción muy distinta de la verdadera felicidad y nosotros


como hijos de Dios, debemos actuar siempre en conformidad a ellas

Este sermón tiene como finalidad animar a los pobres que reciben el
evangelio para que se den cuenta que ellos, a pesar de sus carencias y
tribulaciones que pasan, si realmente obedecen a Dios, son
bienaventurados
Estas palabras invitan a las almas a venir a Cristo y buscan que la gente
no enfoque su vida en las bendiciones terrenales; o en las sanidades y
milagros que Jesucristo venia haciendo, sino que busquen verdaderamente
a Dios, que es el Señor de las bendiciones y los milagros

Establece las cosas que Dios busca de nosotros y las cosas que podemos
esperar de nuestro Padre celestial, si le obedecemos

En las bienaventuranzas del Sermón del Monte, nuestro Señor describe


nueve caracteres del hombre bienaventurado:
1. Los pobres en espíritu (vv 3)
2. Los que lloran (vv4)
3. Los mansos (vv 5)
4. Los que tienen hambre sed de justicia (vv 6)
5. Los misericordiosos (vv7)
6. Los de limpio corazón (vv 8)
7. Los pacificadores (vv 9)
8. Los que padecen persecución por causa de la justicia (vv10)
9. Los que por causa de Jesucristo los vituperan y los persiguen y dicen
toda clase de mal contra ellos, mintiendo (vv 11)

El inicio del Sermón de la Montaña cita que serán bienaventurados los


pobres en espíritu. Esta pobreza en espíritu figura la primera de las
bendiciones. Cristo la puso en primer lugar, como fundamento de todas las
demás virtudes morales.

Hoy vamos a hablar solamente de esta primera bienaventuranza: la de los


pobres en espíritu.

El Nuevo Testamento manifiesta que la mayor riqueza proviene de


nuestro interior, porque la felicidad no depende de las circunstancias
exteriores sino de nuestro fuero interno.
Lc. 12:15 y les dijo: mirad y guardaos de toda avaricia, porque la vida del
hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.

PARA ENTENDER BIEN ESTA BIENAVENTURANZA, TENEMOS QUE


DISTINGUIR PRIMERO, LO QUE NO ES SER POBRE EN ESPÍTITU.

¿Entendemos que es ser pobre en espíritu? Para asimilar esta primera


bienaventuranza, debemos descartar algunas ideas erróneas acerca de lo
que significa ser pobre en espíritu. Y para eso, es necesario responder
¿Quién no es un pobre en espíritu?
Un pobre en espíritu no es alguien con baja estima ni una persona
callada e introvertida. Tampoco se refiere a las personas que sufren y ni
las que son oprimidas, rechazadas y abusadas. Porque todas estas
situaciones también las experimentan los incrédulos y el Señor nunca
alabaría al mundo por sus miserias.

Cuando una persona está llena de soberbia, es orgullosa, se cree superior


a los demás, y posee una falsa humildad, siendo pobre o rico
materialmente, no es un pobre en espíritu.

No es pobreza evangélica la falsa humildad con que muchos declaran no


tener dones o capacidades para servir a Dios y edificar la iglesia. Eso es
ingratitud, mentira y pereza. Lo curioso de los humanos es que solemos
enorgullecernos de lo que somos y de lo que hacemos, mientras nos
descalificamos de lo que podemos hacer. Debería se lo contrario: estar
siempre insatisfechos de nuestras realizaciones y contentos con nuestras
posibilidades, como Pablo, que decía: Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece (fil 4:13)

No es pobreza bendita la del menesteroso que codicia las riquezas de este


mundo, y ve con envidia, cómo otros disfrutan de lo que él carece.

UNA EXPLICACIÓN NECESARIA

¿QUÉ SIGNIFICA SER POBRES EN ESPÍRITU?

A fin de entender lo que significa ser pobres en espíritu, primero es


necesario notar qué la palabra “espíritu” en Mateo 5:3 no lleva mayúscula
como normalmente la tendría si se refiriera al “Espíritu Santo”. En lugar
de eso, esta palabra se refiere específicamente a la parte interior del ser
de una persona.

El “espíritu” al cual se refiere aquí el Señor, es nuestro espíritu humano,


nuestra parte más profunda. Dios nos creó con un cuerpo para tener
contacto con el mundo físico, un alma para tener contacto con el mundo
psicológico y un espíritu para tener contacto con Dios, quien es el Espíritu

ENTONCES, ¿QUÉ ES UN POBRE EN ESPÍRITU?


Cuando Jesucristo proclama esta bienaventuranza, se refiere a una aptitud
de pobreza en el espíritu, que implica el desapego y la independencia a lo
material y la apertura a lo espiritual; en otras palabras, es la humildad
que se lleva en el corazón.

Pobre en espíritu es quie , al tener riquezas de este mundo, está dispuesto


como Job, a bendecir a Dos cuando se las quite, y a simpatizar con los
menesterosos, no solo sintiendo compasión del necesitado, sino también
socorriéndole eficazmente en su necesidad.

Pobre en espíritu es quien tiene un bajo concepto de sí mismo, como Pablo,


el cual, a pesar de abundar en los dones espitrituales, se tenía por menos
que el menor de los apóstoles, como un abortivo; y por el primero de los
pecadores.
1 Tim. 1:15 Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús
vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
Nótese el contraste: el último en la fila de los apóstoles y el primero en la
fila de los pecadores

Pobre en espíritu es quien ha perdido toda confianza en su propia justicia


y en sus propias fuerzas, y reconoce que depende totalmente de la obra y
méritos de Cristo y del poder de su Espíritu. Ese corazón contrito y
humillado con el que el publicano clamaba propiciación para un pobre
pecador, eso es pobreza de espíritu.

Entonces los pobres de espíritu son los que se han convencido de su


necesidad espiritual, quebrantan el orgullo, y comienzan a clamar desde
el fondo de su corazón contrito que no tienen nada y que
todo, absolutamente todo, se lo deben a Dios.
Son bienaventurados los pobres de espíritu porque con humildad
reconocen sus flaquezas y aceptan la ayuda de Dios.

La palabra pobre en griego se escribe ptojos y comunica la idea de


mendigo, pordiosero y desamparado. Esta palabra denota un pobreza
absoluta y pública. Con esto en mente y la distinción que hace nuestro
Señor al decir “pobres en espíritu”, queda claro que no estamos hablando
de una pobreza material o terrenal, sino una espiritual.

Pobre en espíritu es una persona que reconoce su miseria espiritual en la


presencia de Dios. Es quien sabe que esta arruinado espiritualmente
cuando estamos sin Dios. Es quien que está desprovisto de toda virtud y
reconoce su pobreza total ante el Señor. El pastor John Mac Arthur al
comentar este versículo dice “Se refiere a la profunda humildad de
reconocer la absoluta bancarrota espiritual de si mismo, cuando estamos
apartados de Dios”. Los pobres en espíritu exhiben una genuina humildad
y están despojados de todo orgullo.

A partir de aquí entendemos que el pobre en espíritu no confía en si


mismo, mas bien procura la gracia y la misericordia con desesperación.
Esto contrasta con el espíritu del mundo que nos dice: Confía en ti. El
pobre en espíritu tampoco se jacta de sus progresos ni de sus logros y al
reconocer su bajeza, mira a los demás como superiores. Estos son los
bienaventurados. Estos son dichosos.

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los


cielos (Mateo 5:3).

ALGUNOS EJEMPLOS DE HOMBRES QUE FUERON POBRES EN ESPIRITU.

Las Escrituras nos muestran esta clase de humildad en varios hombres


del pueblo de Dios. Desde Moises quien no se atrevió a continuar hacia la
tierra prometida si Dios no iba con él (Éxodo 33:15). También Isaías
reconoció con terror su inmundicia mientras contemplaba la visión de
Dios en Su trono (Isaías 6) y hasta el mismo Pedro quien sobrecogido por
su pecaminosidad, se postró humillado ante el Señor (Lucas 5:8). Todos
ellos reconocieron su miseria espiritual, todos ellos fueron hombres
humildes y dependientes de la gracia divina. Ellos fueron pobres en
espíritu.

PROMESA PARA LOS POBRES EN ESPÍRITU.

Pero la bienaventuranza termina con la promesa: porque de ellos es el


reino de los cielos (Mateo 5:3). Es decir que solo aquellos que entienden
su condición pecaminosa y reconocen su ruina espiritual son quienes se
acercan humillados a Dios y son recibidos en Su reino.

Dios alienta y hace bienaventurados los pobres en


espíritu llenándolos de su gracia en la vida terrenal. Son ya felices en
este mundo porque Dios cuida de ellos; nunca les falta nada, aún
faltándole todo,

2 Cor.. 6:10como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas


enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.
Tendrán descanso completo, mientras que los arrogantes y ambiciosos se
hallan siempre inquietos. Los avaros y codiciosos no tienen llenadera y
les está reservado la perdición eterna. En cambio, a futuro, los pobres en
espíritu, disfrutarán de los dones preciados porque de ellos es el reino
de los cielos.

ESTAS SON ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE ALGUIEN QUE ES POBRE EN


ESPÍRITU:

1. Siempre es humilde ante sus propios ojos. No se exalta a sí mismo;


no es orgulloso a pesar de que puede ser considerado insignificante
por otros, él ve todo como la voluntad de Dios y se goza de que se
le permita compartir los sufrimientos de Cristo. Se vuelve natural
para él seguir el camino del Cordero; la humillación se convierte en
su alimento, la exaltación en su recompensa. (1 Pedro 5: 5; 1 Pedro
4:13; 1 Pedro 5: 6)
2. Ama hacer todo su trabajo en lo oculto y no recibe honor de los
hombres. (Mateo 6: 1-4)
3. Ama ocupar el último lugar, no porque desee ser más estimado, sino
porque piensa que ese es precisamente el lugar que le corresponde.
(Lucas 14: 7-11, Filipenses 2: 3)
4. Es reservado en su conducta, no es agresivo ni exigente.
5. Ama renunciar a sus ventajas para el beneficio de los demás.
(Filipenses 2: 4)
6. No busca ser alguien grande, tanto en lo terrenal como en un nivel
espiritual; su único deseo es hacer la voluntad de Dios de minuto a
minuto.
7. No busca ganar influencia con las personas, sin embargo, su anhelo
es que las personas puedan estar bajo la influencia de Dios. (1
Corintios 2: 1-5, 1 Corintios 9: 19-23)
8. El tiempo es precioso para él; no tiene nada que perder; sin
embargo, él está en calma y nunca es llevado a hacer nada a prisa.
(Efesios 5: 16-17)
9. Se santifica a sí mismo para que otros, con su ejemplo, puedan
santificarse en la verdad. (Juan 17:19; 1 Timoteo 4:16)
10. Se niega a sí mismo para que su vida no sea, de ninguna
forma, una ofensa para los otros. (Mateo 16:24)
11. Está satisfecho con la cruz que Dios le da a cargar, y no se
queja cuando otros lo molestan.
12. No retrocede en los sufrimientos de Cristo, por lo que después
de que él mismo haya sido probado, puede ayudar a otros.
(Romanos 8:18, 2 Corintios 1: 3-5)
13. Es feliz dondequiera que Dios lo pone, ya sea entre las
multitudes bulliciosas o en un lugar solitario, porque se encuentra
con Dios en cada lugar al hacer su voluntad.
14. Da un gran valor al hecho de que donde sea que está o ha
estado los otros encontrarán solo la verdad en él.
15. Su amor lo constriñe a contribuir al bien de los demás; siente
que está en deuda con todos. Su vida evoluciona como la vida de un
servidor, y está más que dispuesto a soportar las cargas de los
demás.
16. Nunca sueña con cosas grandes, sino que presta atención a las
cosas pequeñas. Ningún trabajo es insignificante, y nadie es
demasiado pequeño para ser servido.
17. No discrimina y es servidor de todos. Por lo tanto, él va tan
voluntariamente a donde prevalece la tristeza como a donde la
alegría se desborda. (Marcos 9:35, 1 Corintios 9: 19-23, Romanos
12: 15-16)
18. Vive su vida para darla como un sacrificio. (Marcos 10:45; Juan
15: 12-13)
19. Está dispuesto a pisar las espinas solo para poder consolar a los
demás en sus sufrimientos. (2 Corintios 1: 3-6; Colosenses 1:24)
20. Su oído está abierto a la voz de Dios, no solo para su
autosatisfacción, sino para hacer lo que ha escuchado. (Santiago
1:22)

Conclusión: Que Dios abra nuestros ojos y nos de entendimiento de


nuestra bancarrota espiritual cuando estamos sin él. A nosotros los
creyentes, que esa convicción nos haga más humildes, sencillos y
dependientes de él. Si no eres cristiano, que al entender tu pobreza
espiritual puedas correr a Dios en fe y arrepentimiento, y pedirle, cual
desamparado, que te otorgue el perdón de tus pecados y el don de la
vida eterna.

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