Cosmovision Cristiana
Cosmovision Cristiana
Cosmovision Cristiana
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¿Qué es una Cosmovisión?
INTRODUCCIÓN:
En lo que respecta a nuestros propósitos una cosmovisión se definirá como “el marco
global de las creencias básicas de uno con respecto a las cosas.”
2. Una cosmovisión es un asunto de las creencias de uno. Las creencias son diferentes
de los sentimientos u opiniones porque estas presentan una “afirmación cognoscitiva”
– es decir, una afirmación de algún tipo de conocimiento. Puede que diga, por ejemplo,
que “creo” que la educación es el camino para la felicidad humana. Eso quiere decir
que estoy aseverando algo con respecto a la manera en que son las cosas, cuál es el
caso. Estoy dispuesto a defender esa creencia con argumentos. Los sentimientos no
establecen una afirmación de conocimiento, ni pueden ser discutidos con argumentos.
Las creencias tampoco son opiniones o hipótesis. Es verdad que algunas veces usamos la
palabra creencia con aquel tipo de sentido más bien débil (“Creo que Juan vendrá a casa hoy
un poco tarde otra vez”), pero uso aquí la palabra creencia en el sentido de “credo,” una
creencia con compromiso, algo que no solamente estoy dispuesto a respaldar con
argumentos, sino también a defender o promover con la inversión de dinero o soportando las
dificultades asociadas con ella. Por ejemplo, puede que sea mi creencia que la libertad de
expresión es un derecho inalienable en la sociedad humana, o que nadie debiese imponer su
religión sobre alguien más. Sostener una creencia puede que requiera sacrificio de mi parte,
o soportar el desprecio y el abuso si es una creencia poco popular o no ortodoxa – digamos,
que las prisiones debiesen castigar lo mismo que rehabilitar, o que la libre empresa es el azote
de nuestra sociedad. Todas esas creencias son ejemplos de lo que incluye una cosmovisión.
Tiene que ver con las convicciones de uno.
3. Es importante notar que las cosmovisiones tienen que ver con las creencias básicas
acerca de las cosas. Tienen que ver con las cuestiones últimas con las que nos vemos
confrontados; involucran asuntos de principio general. Yo podría decir que tengo una
creencia segura de que los Yankees ganaron la Serie Mundial de 1965, seguro hasta
el punto de estar dispuesto a hacer una gran apuesta por ello, pero ese tipo de creencia
no es del tipo que constituye una cosmovisión. Es diferente en el caso de profundos
asuntos morales: ¿Puede la violencia en alguna circunstancia ser justa? ¿Existen
normas constantes para la vida humana? ¿Tiene sentido el sufrimiento?
¿Sobrevivimos a la muerte?
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Finalmente, las creencias básicas que uno tiene con respecto a las cosas tienden a formar un
armazón, esquema o patrón; se arreglan de una determinada manera. Esa es la razón por la
cual los humanistas a menudo hablan de un “sistema de valores.” Todos nosotros
reconocemos, al menos en algún grado, que debemos ser consistentes en nuestras
perspectivas si queremos ser tomados con seriedad. No adoptamos un conjunto arbitrario de
creencias básicas que no tenga coherencia o apariencia de consistencia. Ciertas creencias
básicas chocan con otras. Por ejemplo, la creencia en el matrimonio como una ordenanza de
Dios no está en conformidad con la idea del divorcio fácil. Una convicción de que las
películas y el teatro son esencialmente “entretenimientos mundanos” no es muy consonante
con el ideal de una reforma Cristiana de las artes. Una creencia optimista en el progreso
histórico es difícil de armonizar con una creencia en la depravación del hombre.
Esto no quiere decir que las cosmovisiones nunca sean internamente inconsistentes – muchos
lo son) – pero sigue siendo cierto que la característica más significativa de las cosmovisiones
es su tendencia a ubicarse en patrones claramente reconocibles. Además, la mayor parte de
la gente no admitirá una inconsistencia en su propia Cosmovisión aun cuando sea muy obvia
para otros.
La respuesta a esto, creo yo, es que nuestra cosmovisión funciona como una guía para nuestra
vida. Una cosmovisión, aun cuando sea medio inconsciente y poco articulada, funciona como
una brújula o como un mapa de carreteras. Nos orienta en el mundo en general, nos da un
sentido de lo que está arriba y de lo que está abajo, de lo que es correcto y de lo que es
incorrecto en la confusión de eventos y fenómenos que nos confrontan. Nuestra cosmovisión
moldea, en un grado significativo, la manera como evaluamos los eventos, asuntos y
estructuras de nuestra civilización y nuestros tiempos. Nos permite “ubicar” o “situar” los
varios fenómenos que aparecen en nuestro ámbito de acción. Claro que otros factores juegan
un papel en este proceso de orientación (el interés propio psicológico o económico, por
ejemplo), pero estos otros factores no eliminan el rol rector de la cosmovisión propia; a
menudo precisamente ejercen su influencia a través de nuestra perspectiva de la vida.
Una de las características únicas de los seres humanos es que no podemos funcionar sin el
tipo de orientación y guía que ofrece una cosmovisión. Necesitamos orientación porque
somos, ineludiblemente, criaturas con responsabilidad, quienes por naturaleza somos
incapaces de tener opiniones puramente arbitrarias o de tomar decisiones totalmente carentes
de principios. Necesitamos algún credo por el cual vivir, algún mapa por el cual trazar nuestro
curso. La necesidad de una perspectiva de dirección es básica para la vida humana, quizás
más básica que el alimento o el sexo.
No son solamente nuestras opiniones y argumentos los que son decisivamente afectados por
nuestra cosmovisión, sino también todas las decisiones específicas que estamos llamados a
tomar. Cuando las cosas se ponen difíciles en un matrimonio, ¿es el divorcio una opción?
Cuando el sistema de impuestos es injusto, ¿estafa en sus reportes tributarios? ¿Debiese ser
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castigado el crimen? ¿Despedirá usted a un empleado tan pronto como sea económicamente
ventajoso para usted hacerlo? ¿Se involucrará en la política? ¿Desalentará a su hijo o hija
para que no lleguen a convertirse en artistas? Las decisiones que toman sobre estos y muchos
otros asuntos son guiadas por su cosmovisión. Las disputas con respecto a ellos a menudo
involucran un choque entre perspectivas básicas de la vida.
Desde un punto de vista cristiano, debemos decir que la creencia es un factor decisivo en
nuestras vidas aun cuando nuestras creencias profesadas puedan discrepar con las creencias
que son realmente operativas en nuestras vidas. Es mandato del evangelio que vivamos
nuestras vidas en conformidad con las creencias enseñadas en las Escrituras. El hecho de que
a menudo dejamos de vivir a la altura de este mandamiento no invalida el hecho de que
podemos y deberíamos vivir de acuerdo con nuestras creencias.
Las Escrituras son muchas cosas para el cristiano, pero la instrucción es algo fundamental a
su propósito. No hay ningún pasaje en la Escritura que no pueda enseñarnos algo acerca de
Dios y su relación con nosotros. Debemos aproximarnos a las Escrituras como estudiantes,
particularmente cuando comenzamos a pensar críticamente sobre nuestra propia
cosmovisión. “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se
escribieron,” dice Pablo de las Escrituras del Antiguo Testamento (Rom. 15:4), y lo mismo
se aplica al Nuevo Testamento. Esta es la razón por la cual el concepto de “sana doctrina” es
tan fundamental en el testimonio apostólico – no doctrina en el sentido de teología
académica, sino como instrucción práctica en las realidades de vida o muerte de nuestro
caminar en el pacto con Dios. Es por medio de ese tipo de enseñanza que la firmeza y el
ánimo que las Escrituras traen nos capacitarán, como Pablo continúa señalando en el mismo
pasaje, a no desesperarnos sino a aferrarnos a nuestra esperanza en Cristo. Eso también está
involucrado en lo que Pablo llama la “renovación de nuestras mentes” (Rom. 12:2).
Necesitamos esa renovación si hemos de discernir cuál es la voluntad de Dios en el ámbito
completo de nuestras vidas – “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta...” El verificar
nuestra cosmovisión comparándola y revisándola con la Escritura es parte de la renovación
de la mente.
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Debemos comenzar aceptando el hecho de que existen diferentes cosmovisiones Cristianas,
aún dentro de la corriente principal de la ortodoxia Cristiana histórica. Claro, hay un sentido
en el que todas las iglesias Cristianas ortodoxas (las cuales, en este contexto, entenderemos
como aquellas iglesias Cristianas que aceptan los así llamados credos ecuménicos de la
primera iglesia) comparten una buena parte de la enseñanza bíblica básica. Todas aceptan la
Biblia como Palabra de Dios, creen en un Creador trascendente que hizo todas las cosas,
confiesan que el aprieto humano es debido al pecado y que Jesucristo ha venido a ofrecer
expiación por ese pecado y redimir a la humanidad de su maldición, afirman que Dios es
personal y trino, que Cristo es tanto divino como humano, y así sucesivamente. No debemos
minimizar la medida en que la tradición Ortodoxa Oriental, la Católica Romana y los varios
tipos de tradiciones Protestantes comparten la misma herencia y confesión.
Sin embargo, somos muy conscientes de las profundas divisiones dentro de la iglesia
Cristiana. Estas divisiones reflejan diferencias de cosmovisión lo mismo que diferencias de
teología en el estricto sentido de la palabra. Me gustaría identificar brevemente la diferencia
básica entre una cosmovisión arraigada en la Reforma y otras cosmovisiones Cristianas.
Una manera de ver esta diferencia es usar la definición básica de la fe Cristiana dada por
Herman Bavinck: “Dios el Padre ha reconciliado al mundo creado, pero caído, por medio de
la muerte de Su Hijo, y lo renueva transformándolo en el Reino de Dios por Su Espíritu.” La
cosmovisión arraigada en la Reforma toma todos los elementos clave en esta confesión
ecuménica trinitaria en un sentido universal y que lo abarca todo. Los términos “reconcilió,”
“creado,” “caído,” “mundo,” “renueva” y “Reino de Dios” son concebidos y sostenidos como
cósmicos en alcance. En principio, nada aparte de Dios mismo se ubica fuera del rango de
estas realidades fundamentales de la religión bíblica.
En contraste, todas las otras cosmovisiones Cristianas restringen el alcance de cada uno de
estos términos de una forma u otra. Se entiende que cada uno se aplica solamente a un área
delimitada del universo de nuestra experiencia, generalmente llamada la esfera “religiosa” o
“sagrada.” Cualquier cosa que se ubique fuera de esta área delimitada es llamada una esfera
“mundana,” o “secular,” o “natural” o “profana.” Todas estas teorías de los “dos ámbitos,”
como son llamadas, son variaciones de una cosmovisión básicamente dualista, opuesta a la
perspectiva integral de la cosmovisión arraigada en la Reforma, que no acepta una distinción
entre los “ámbitos” sagrado y secular en el cosmos.
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La Cosmovisión Cristiana de la
Economía
¿QUÉ ES LA ECONOMÍA?
Hoy cientos de millones de personas sufren por la falta de alimentos, hambre y malnutrición.
Muchos se encuentran sin hogar, carecen de protección de las fuerzas crudas de la naturaleza
y viven en condiciones insalubres. La única respuesta apropiada para el Cristiano es clamar
con un corazón compasivo, “Oh Señor, ¿cómo podemos ayudar? ¿Qué podemos hacer para
alimentar al hambriento, vestir al desnudo y proteger a los desamparados?”
Este documento se enfoca en un aspecto de la respuesta de Dios a esa oración tal y como se
revela en la Escritura: la Economía.
La economía es el estudio de los principios y métodos para asignar recursos escasos para
lograr una producción y una distribución óptimas, y un consumo de la riqueza. Su principal
propósito es descubrir y refinar medios justos y afectuosos para crear, distribuir y consumir
la riqueza para vencer la pobreza e incrementar la prosperidad material y espiritual del
hombre. El entendimiento y la aplicación apropiada de los principios económicos son
necesarios si hemos de ofrecer la mejor ayuda que podamos al hambriento, el desnudo y el
vulnerable. Por lo tanto, el entendimiento y la aplicación apropiada de los principios
económicos son elementos esenciales de la compasión verdadera.
Para que una visión de la economía sea llamada “Cristiana” debe ofrecer una descripción del
hombre y de la sociedad basada en la verdad Bíblica, debe identificar y describir las verdades
escriturales que expliquen las condiciones actuales, y debe ofrecer principios tanto operativos
como normativos para alcanzar la conducta individual y el sistema económico más justos
posibles en nuestro mundo caído. No es función de la economía Bíblica describir las tácticas
de implementación de políticas o programas sino ofrecer principios y verdades que, cuando
se implementen como políticas, programas y conducta individual, conformarán tanto la
conducta como la condición económica de los hombres y de la sociedad a las normas de la
Escritura.
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En un mundo lleno de pecado, la economía – como todas las otras esferas de la vida – no
puede ser perfecta. Debido a la Caída los hombres abusan de todos los principios y verdades
de la economía Bíblica, y de todas las varias formas de riqueza. Por lo tanto, la economía
revela la naturaleza vil del hombre, sus esfuerzos codiciosos por alcanzar poder y riqueza,
e incluso los engaños fugaces de independencia de Dios. La conducta económica de uno
revela su corazón.
La economía moderna, como ciencia, ha perdido la ética de una economía más antigua
enraizada en la tradición espiritual de la humanidad.1 Pero la economía como disciplina y la
economía como estructura social no puede funcionar éticamente sin estar enraizada en la
realidad espiritual. De modo que, como cristianos, desafiamos a aquellos que buscan un
sistema normativo por el cual traer perspectiva a un conjunto crudo de datos de economía
mecánica a considerar la ética Cristiana como aquel sistema. Y les extendemos a todos – ya
sea en el campo político-económico de Izquierda, Derecha o Centro – una invitación a
discutir pacíficamente las implicaciones económicas de la cosmovisión Cristiana.
LA SITUACIÓN ACTUAL
Hoy los americanos se hallan profundamente divididos por las ideologías económicas de
Izquierda y Derecha, del capitalismo, el socialismo, el intervencionismo, la teología de
liberación y el comunismo. El efecto es una ciudadanía desconcertada y confundida,
debilitada en su habilidad para responder sabiamente a la miríada de opciones que enfrenta.
La envidia, los celos y el resentimiento2 generan fraude, robo y violencia a medida que la
gente va en pos de cada medio para incrementar o sostener su riqueza, aún a expensas de
otros. Abundan los llamados a favor de la abolición o la restricción de la propiedad privada,
y para la repartición y distribución forzada de la riqueza, ajenos a las conexiones integrales
entre la vida, la libertad y la propiedad. Todas estas actitudes y acciones exaltan la riqueza
como si fuera Dios, y por tanto equivalen a lo que el Apóstol Pablo condena como codicia,
que equivale a idolatría (Colosenses 3:5).
Los mismos cristianos se hallan profundamente divididos respecto a estos problemas.
Somos empujados en direcciones opuestas (e igualmente peligrosas) por el “socialismo
Cristiano,” que pretende ser la única respuesta compasiva a la pobreza, y el “evangelio del
éxito” que bautiza el amor al dinero, “que es la raíz de toda suerte de males, y que ha
apartado a algunos de la fe” (1 Timoteo 6:10). Algunos condenan al rico nada más por ser
rico, mientras que otros “que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas
codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición”
(1Timoteo 6:9).
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Negamos que Satanás, los ángeles o la humanidad posean alguna autoridad, poder,
o derecho de propiedad sobre cualquier aspecto de la creación aparte de la
delegación de autoridad limitada por parte de Dios; que los hombres no sean
responsables.
2. Dios es la Verdad y que es la Fuente de toda verdad, y que la Biblia es el único canal
inerrante e infalible por el cual Dios comunica la verdad – tanto teórica como
práctica – al hombre; que en la Biblia Dios ha comunicado todas las verdades
necesarias para la vida y la piedad, incluyendo los principios básicos para gobernar
todos los aspectos de la vida humana; y que un sistema económico verdadero,
consistente, justo y adecuado debe ser construido sobre la base de los principios
Bíblicos (Hebreos 4:12; Salmo 119:142; Romanos 1:20; 2 Timoteo 3:16, 17).
Negamos que la Biblia yerre en cualquier cosa que enseñe; que sea inadecuada para
las necesidades del hombre para la vida y la piedad; y que se pueda construir un
sistema económico verdadero, consistente, justo y adecuado sin sumisión a los
requerimientos autoritativos y moralmente obligatorios de la Biblia.
3. El hombre es creado a la imagen de Dios (Génesis 1:26); que todos los hombres son
investidos por Dios con igual valor a Su vista y quien no hace acepción de personas
(Romanos 2:11); que el hombre es tanto espiritual como físico (Génesis 2:7); que
es capaz de tomar decisiones morales y por lo tanto es moralmente responsable
(Génesis 3:22); que todos los hombres son pecadores por naturaleza debido a la
caída de Adán (Romanos 5:12-19); y que cada individuo es único en cuerpo,
temperamento (Salmo 139), carácter (Proverbios, passim), y dones espirituales (1
Corintios 12, 14; Efesios 4:11, 12).
Negamos que la igualdad moral de todos los hombres ante Dios implique que sean
igualmente dotados en capacidad espiritual, intelectual y física.
4. Todas las relaciones económicas deben ser gobernadas por la justicia; que justicia
quiere decir darle a cada uno lo que es debido según un estándar correcto; que lo
que es debido a cada uno se basa en su conducta relativa a los mandamientos de la
Escritura y en su servicio a otros; y que los requerimientos primordiales de la justicia
están revelados en los Diez Mandamientos y en las leyes morales, civiles y judiciales
a lo largo de la Escritura que amplían y aplican el Decálogo (Levítico 19:15;
Hechos 10:34; Mateo 25:14-29; Romanos 3:31; 13:7).
Negamos que a todos los hombres se les deban iguales salarios por su labor sin
importar su conducta o función (1 Timoteo 5:9, 10); que a todos los hombres se les
pueda requerir de manera justa el pensar o actuar de manera idéntica; que la justicia
signifique igualdad de condición entre los hombres.
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RIQUEZA Y POBREZA
1. La Biblia hace referencia a tres categorías económicas de personas: el “rico”
(plousios), quienes son capaces de sostener totalmente sus estilos de vida por razón
de sus inversiones en bienes de capital y en el trabajo de otros; los “pobres”
(ptochos), o “carentes” (endees – Hechos 4:24, la única vez que sucede la palabra
en el N.T.), a quien le faltan los bienes materiales necesarios para sustentar la vida
(alimentos, vestido, y cualquiera que sea el albergue necesario para protegerse de los
elementos – 1 Timoteo 6:8; Proverbios 30:8, 9) independientemente de los dones
de caridad, y quien también carece de los medios para producir esos bienes para sí
mismo (los ptochos a menudo son también los débiles o vulnerables [asthenes]; y
todos aquellos que se hallan entre ambas categorías, quienes deben trabajar para
mantenerse a sí mismos (penes).
Negamos que aquellos que posean los medios para su propio sustento y la libertad
de usarlos, sean “pobres” en un sentido Bíblico; que los materialmente ricos sean
condenados en la Escritura meramente porque sean ricos; y que aquellos que deben
trabajar para sostenerse a sí mismos sean materialmente “ricos” en el sentido Bíblico.
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4. La pobreza espiritual es la falta de una correcta relación con Dios, de conocimiento
de los estándares morales de Dios, y de conocimiento y obediencia a los estándares
morales de Dios; que la pobreza espiritual y material generalmente están
relacionadas de forma causal; y que la pobreza material es la falta de tales bienes
materiales que son necesarios para sostener la vida independientemente de los dones
caritativos de otros (Santiago 4:2, 3; Deuteronomio 28:15).
Negamos que puedan ser llamados “pobres” materialmente en el sentido Bíblico,
quienes poseen lo que es necesario para sustentar la vida (alimentos, vestido y
abrigo) independientemente de dones caritativos.
Negamos que la pobreza pueda ser entendida apropiadamente sin hacer referencia a
la Caída del hombre; que los hombres tengan derecho a la riqueza solo debido a su
existencia; que las causas de la pobreza individual o social puedan ser diagnosticadas
apropiadamente, o las curas debidamente prescritas, sin referencia a las
cosmovisiones religiosas; que toda pobreza sea el resultado de la opresión; y que la
pobreza causada o perpetuada por la injusticia deba ser remediada por una nueva
injusticia.
6. Afirmamos que el nacimiento de nuevas personas debiese ser algo que se reciba con
gozo y acción de gracias dado que portan la imagen de Dios y tienen la capacidad
de enriquecer a otros tanto espiritual como materialmente; que no existe una
relación causal consistente entre la densidad de la población o la tasa de crecimiento
con el bienestar económico; y que la idea de una “sobrepoblación” planetaria es un
mito, aunque la sobrepoblación local fuerza los límites de algunas economías
locales (Salmo 127:3-5; Juan 16:21; Génesis 1:26).
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economía o para los ciudadanos de la comunidad huésped; y que la capacidad de
Dios para proveerle recursos a la población pueda ser colmada o sobrepasada.
EL TRABAJO
Negamos que el verdadero trabajo sea el mero gasto de energía sin la intención de
producir resultados beneficiosos; que cualquier trabajo honesto sea indigno
(Proverbios 14:23; Salmo 62:12); que el trabajo sea una maldición; que el trabajo
hecho sin ganas honre a Dios (Efesios 6:5, 6; Colosenses 3:23); y que los hombres o
los gobiernos deban dificultar las oportunidades para que los hombres trabajen para
mantenerse a sí mismos y a sus familias.
2. Afirmamos que las diferencias inherentes en los seres humanos resultan en diferencias
en pensamiento y conducta; que Dios los llama a ocupaciones distintas; que difieren
en capacidades y aptitudes productivas; que todos los que son capaces tienen la
obligación de trabajar (Éxodo 20:9; 2 Tesalonicenses 3:10); que el dar caritativo es
una forma de trabajo; que son justas las diferentes condiciones económicas que
resultan de caracteres únicos, de pensamientos y conducta también únicos; y que las
naciones y ciudades poseen capacidades y ventajas únicas así como el individuo
(Gálatas 1:10; Proverbios, passim; 1 Timoteo 6:5-10; Tito 3:1).
Negamos que sean injustas las diferentes recompensas por llamados diferentes; que
las recompensas económicas menores por cualquier llamado impliquen una menor
dignidad y valor del individuo delante de Dios; que cualquiera tenga derecho a algún
empleo particular a menos que él y el empleador hayan hecho un libre acuerdo con
respecto a ese empleo; y que sea justa la nivelación por coacción de la condición
económica de la sociedad, la cual resulta de las particularidades de los hombres.
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LA PROPIEDAD
4. Afirmamos que los productos del trabajo pertenecen justamente a aquellos que los
producen en proporción a sus contribuciones relativas en la producción por medio del
capital, la administración y el trabajo; que diez por ciento del incremento de tales
productos le pertenece a Dios como primeros frutos; que lo restante le es confiado al
propietario, como mayordomo para Dios y para su familia; y que el propietario debiese
ser libre, bajo Dios, de usar lo restante a través del ahorro, la inversión, el dar o el
consumo, sujeto a las leyes morales de la Escritura y al régimen tributario apropiado
(cf. # 34 más adelante).
Negamos que el valor de tales productos pueda ser medido de manera correcta
únicamente sobre la base de la labor involucrada en su producción sin consideración
del capital y la administración de los recursos humanos y naturales necesarios para la
producción y la distribución eficientes y sin consideración al valor de libre mercado
de tales productos.
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5. Afirmamos que el requerimiento Bíblico de darle al Señor un diez por ciento del
ingreso neto de uno (diezmo) sigue estando vigente bajo el Nuevo Pacto; que el
Cristiano comprometido a edificar el Reino de Dios debiese ir más allá del diezmo en
su dar al Señor en tanto que sea capaz; que el que siembra escasamente también
cosechará escasamente; que el que siembra generosamente, también cosechará
generosamente; que el dar Cristiano debiese hacerse de manera voluntaria en lugar de
bajo coerción; y que Dios proveerá siempre todo lo que sus hijos necesiten si buscan
primero Su Reino y justicia (2 Corintios 9:6-11; Mateo 6:33).
1. Afirmamos que una economía es mucho más productiva para todos los niveles de
personas cuando la gente produce e intercambia libremente bienes, ideas y servicios
a precios de su elección dentro de los límites de las leyes Bíblicas en contra del
fraude, el robo y la violencia; que el precio justo de bienes, ideas y servicios es aquel
en el cual la propiedad puede ser intercambiada libre y honestamente en el mercado;
y que el precio de mercado libre de cualquier bien material es una función de la
relación entre la oferta y la demanda (Proverbios 20:14; Levítico 19:9, 10; 23:22;
Génesis 23:3-16; Proverbios 20:10).
2. Afirmamos que el primer paso para ayudar al pobre es hacer respetar la justicia en
la sociedad civil garantizando que la vida, la libertad y la propiedad de cada
ciudadano sean protegidas por el gobierno civil y por la disciplina moral de la
sociedad, porque en tal estado la gente se halla en libertad de alcanzar la máxima
capacidad de sus propias habilidades al producir e intercambiar libremente bienes,
ideas y servicios con otros para llenar sus propias necesidades y las de otros.
Negamos que la justicia para el pobre incluya la recepción de propiedad tomada por
la fuerza a otros o la imposición de algún grado de igualdad económica entre los
ciudadanos; que la redistribución impuesta de la riqueza seas el ejercicio de la
justicia social; y que las leyes de los años Sabático y de Jubileo del Antiguo
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Testamento tuvieran como parte de su propósito el mantenimiento de algún grado
de igualdad económica entre el pueblo de Dios.
3. Afirmamos que el dar caritativo y sacrificial es ordenado por Dios como una
expresión de amor para ayudar al pobre; que para ser verdaderamente caritativos, el
dar debe ser voluntario y consistente con lo que uno tiene, no con lo que no tiene;
que el “dar” bajo coerción o manipulación no es dar en lo absoluto sino robo o fraude
por parte de aquellos que ejercen coerción o lo manipulan, y por lo tanto es contrario
a la justicia y al amor; que el dar caritativo debiese ser cuidadosamente planeado y
llevado a cabo para producir el mayor beneficio a sus recipientes; y que el alivio
material para el pobre debiese siempre ir acompañado del ministerio espiritual (2
Corintios 8; 9).
Negamos que el dar verdaderamente caritativo pueda jamás ser forzado, y por lo tanto, que
el gobierno civil pueda jamás tener parte en el dar verdaderamente caritativo; que el dar
caritativo deba ser conducido de tal manera que niegue o desaliente la responsabilidad
personal por parte de los recipientes o que reduzca el incentivo para desarrollar un
conocimiento y una conducta productivos; y que el dar caritativo de alivio material sin
ministerio espiritual cubra verdaderamente las necesidades del pobre.
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La Cosmovisión Cristiana acerca de la
Ciencia y Tecnología
Para entender de manera verdadera el universo creado, y para usar de manera apropiada el
conocimiento adquirido en la investigación científica, el hombre tiene que ejercer la ciencia y
la tecnología a la luz de la Palabra de Dios. Por causa de la caída, y porque la mayoría de las
personas o son ignorantes de la revelación de Dios en la Biblia, o se deciden desobedecerla,
los hombres caídos llegan inevitablemente a puntos de vista divergentes acerca del origen y
la operación del universo. Solo por medio de un estudio diligente de la Biblia, el hombre
puede llegar a un entendimiento verdadero del origen, del propósito, de la naturaleza, y del
comportamiento de sí mismo y del universo.
3. Dios es transcendente más allá de, inmanente dentro de, y sostenedor de, Su creación
(Col.1:15-17, Hebr.1:3).
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Negamos que Dios sea en alguna manera sinónimo de la naturaleza, o que la naturaleza
se sostenga por sí misma (Hebr.11:3, Sal.33:6).
1. Las leyes y los procesos naturales que ahora operan en el universo, fueron creados por
Dios y pueden ser descubiertos por el hombre (Jer.27:5, Neh.9:6).
Negamos que Dios sea limitado por las leyes naturales que Él creó, y que los milagros
no sucedan o no puedan suceder (Jer.32:17.27, Mat.19:26).
2. Muchos atributos de Dios se pueden discernir claramente en las cosas que Él creó, de
manera que aquellos que niegan o dudan de Su existencia, Su poder, o Su creación, no
tienen excusa (Rom.1:18-20).
Negamos que el origen y la operación del universo sean solo los resultados de
propiedades inherentes en la materia y la energía (Hech.17:28, 2 Pedro 3:7).
3. El universo físico de espacio, tiempo, materia y energía no existía siempre, sino fue
traído en existencia por un Creador Dios transcendente y personal, por medio de un
acto de creación, usando procesos especiales que ahora no están operando (Gén.2:1-3,
Hebr.4:4).
Negamos que la materia y la energía hayan existido siempre, y que el universo haya
empezado a existir por medio de algún proceso natural evolutivo, sea por el así llamado
“Big Bang” o por algún otro mecanismo hipotético postulado por la mente humana
(Gén.1:14-19, Jer.10:12).
EL ORIGEN DE LA VIDA
1. Cada forma de vida biológica fue creada de manera especial y sobrenatural por Dios
como una especie definida, y que todas las variaciones naturales en las formas de vida
fueron, y son, limitadas a variaciones dentro de esta especie (Génesis
1:11.12.21.24.25, 1Cor.15:38-39).
Negamos que la vida haya surgido de la no-vida, por medio de algún proceso evolutivo,
y que los diversos tipos básicos de plantas y animales hayan surgido de un antepasado
común (Salmo 104:30, Hechos 17:25).
2. Adán y Eva fueron creados de manera especial por Dios, y que ellos eran los primeros
seres humanos, de los cuales descienden directamente todos los otros humanos
(Gén.1:27, 2:7.22, Hech.17:26, 1 Cor.15:45).
Negamos que la humanidad haya surgido de antepasados similares a los monos por
medio de un proceso evolutivo, y que Adán y Eva sean solo figurativos y por tanto
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simbólicos para una especie humana que haya evolucionado desde formas animales
inferiores (Marcos 10:6, 1Cor.15:47).
1. El Diluvio del Génesis fue una catástrofe acuática mundial que inundó el mundo entero
que existía entonces, y que destruyó todas las criaturas que viven en tierra y respiran
aire, excepto aquellas en el arca de Noé (Génesis 7:22, Luc.17:26).
Negamos que el Diluvio del Génesis haya sido una catástrofe local de extensión y
efecto limitado (Génesis 7:18-20).
2. La mayoría de las rocas sedimentarias y los fósiles en ellas pueden haber sido
depositadas durante, y en menor grado después de, el diluvio de los tiempos de Noé (2
Pedro3:6, Gén.7:11).
Negamos que las rocas sedimentarias y los fósiles en ellas demuestren un desarrollo
evolutivo durante épocas de largo tiempo.
3. Las historias genealógicas relatadas en la Biblia, como también muchos relojes físicos
del tiempo, indican que la tierra es joven.
Negamos que la historia Bíblica y los procesos físicos empíricamente verificables
establezcan una edad de la tierra, o del universo, en la escala de miles de millones de
años (Luc. 3:23-38).
2. Dios controla el destino del hombre y del universo, y proveyó para su redención
y restauración a un estado de perfección (Ef.1:10, Apoc.22:3).
Negamos que el universo proceda inexorablemente hacia un estado final en el cual toda
actividad y vida acabe debido a procesos naturales irreversibles (Rom.8:21,
Apoc.21:4).
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ACCIONES ESPECÍFICAS
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La Cosmovisión Cristiana de las Artes y la
comunicación
INTRODUCCIÓN
“En el principio creó Dios” y “En el principio era el Verbo.” Dios es el Autor de la creación
y la comunicación. Como Creador y Comunicador supremo Él es la fuente del arte y la
comunicación.
Dios ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra a Su Hijo Jesucristo. Dado que Jesucristo
ostenta el señorío sobre todas las áreas de la vida, los cristianos deben rendir todas las artes
y la comunicación a Su autoridad.
El arte y la comunicación son parte del orden creado por Dios. No pueden catalogarse como
entidades Cristianas o no-Cristianas. Sin embargo, pueden usarse para bien o para mal.
El arte y la comunicación tienen una gran influencia sobre la sociedad al dar forma a la visión
humana de la realidad. Una carrera en estos campos debe considerarse como una vocación
digna. Para alcanzar tal carrera, los Cristianos deben discernir y desarrollar aquellos talentos
dados por Dios a su persona.
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LOS PROBLEMAS
En ocasiones los cristianos han rechazado el arte o lo han limitado a ser un mero medio de
comunicación, dejando así de apreciar la creación artística y su Fuente Divina. A menudo
han abandonado los campos de la comunicación en las manos de aquellos cuyas visiones
contradicen la Biblia. Además, a veces han dejado de esforzarse por lograr la excelencia en
su arte y en su comunicación. Es más, el valor en el arte y la comunicación ha sido juzgada
con demasiada frecuencia en términos puramente financieros o utilitarios.
SOLUCIONES BÍBLICAS
Todo ha de ser traído bajo la jefatura y señorío de Cristo (Efesios 1:9, 10). El arte puede ser
usado de una manera simbólica (Números 21:8). El arte responde al deseo que Dios dio al
hombre de buscar la belleza (Éxodo 28:40b). El arte puede ser una vocación dada por Dios
(Éxodo 35:30, 33). El arte no debe ser adorado o convertirse en el objeto de nuestro servicio
(Romanos 1:25).
El arte y la comunicación que glorifiquen al Señor deben ser hechos con excelencia. En la
búsqueda de esa excelencia, y bajo la guía de Su Espíritu Santo y Su Palabra, los cristianos
pueden emplear a artistas y comunicadores que no se suscriban a una cosmovisión bíblica en
la producción de alguna obra producida bajo la autoridad de Jesucristo.
Los cristianos en el arte y las comunicaciones, como en cualquier otra parte, han de estar “en
el mundo pero no ser del mundo.” Han de ser embajadores del Reino de Dios, llenos con el
Espíritu de Dios, ser “la sal de la tierra” y “la luz del mundo” (Mateo 5:13, 14).
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Declaraciones sobre las artes y comunicación
3. Las comunicaciones y el arte son esferas legítimas de la vida reconocida por la Palabra
de Dios y disponible para la edificación y disfrute de todos los cristianos.
Negamos que el arte y la comunicación hayan de ser considerados menos o más
importantes que otras ocupaciones en la Iglesia.
4. El papel del artista y el lugar del arte son básicos para el mejoramiento de la vida, la
edificación de la Iglesia y la proclamación del Evangelio a todos los hombres sin
distinción de educación ni cultura.
5. La vasta variedad de formas artísticas a las que la Biblia hace referencia y que están a
disposición de quien quiera ejercerlas con seriedad para expresar una cosmovisión
Bíblica.
Negamos que algunas formas artísticas sean antibíblicas a menos que se encuentre en
ellas una clara evidencia de censura en el consejo de la Escritura como un todo.
7. Los campos del arte y la comunicación, incluyendo la educación en esos campos, son
campos auténticos de misión del Cuerpo de Cristo.
9. Es crucial para los cristianos expresar valores Bíblicos a través de los medios de
comunicación.
ACCIONES ESPECÍFICAS
Para estos fines nos comprometemos con las siguientes acciones específicas:
1. Con respecto al arte, los cristianos deben crear arte e instrumentos bajo el señorío de
Cristo para su honor y Su gloria. Este llamado a crear no quiere decir que debamos
crear artes como otro medio de comunicación. Más bien hemos de crear artes e
instrumentos con el gozoso conocimiento de haber sido creados a la imagen de Dios,
redimidos por Su sangre, hechos parte de Su Cuerpo y co-herederos de Su Reino.
En el Tabernáculo en el desierto Moisés recibió instrucciones con respecto a los
vestidos de los sacerdotes con el propósito de hacerles “para gloria y hermosura”
(Éxodo 28:40b).
4. Los cristianos que laboran en el área del arte y las comunicaciones deben seguir el
ejemplo de Jesucristo en Su servicio profético, manteniendo la humildad y el
arrepentimiento como estándares de su servicio.
5. Cuando sean guiados por el Espíritu Santo, todos los cristianos debiesen esforzarse por
influenciar la comunicación y los medios de comunicación en sus comunidades,
incluyendo el tratar directamente con los comunicadores.
6. Los cristianos debiesen siempre boicotear a los anunciantes que patrocinen el arte y la
comunicación inmoral, especialmente la blasfemia, la profanidad y la pornografía,
informándoles a esos anunciantes de esta acción.
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8. Las Iglesia locales debiesen reconocer a los cristianos llamados por Dios al campo de
las artes y la comunicación y alentarles a buscar una educación apropiado para su
llamado.
10. Los Cristianos debiesen hacer un esfuerzo consistente y sistemático por evangelizar a
todos los artistas y comunicadores, especialmente a aquellos que son líderes en esos
campos.
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