Caso Ida White
Caso Ida White
Caso Ida White
Hechos
Había en una ciudad del Estado de Nueva York, un próspero hombre de negocios,
Wesley Moore, quien empleó como taquígrafa a su servicio a una joven, Ida White,
sobrina de su mujer. El trabajo de Ida White se mostró tan eficiente, que enseguida ésta
fue ascendida como secretaria particular del señor Moore; y poco tiempo después la
señorita White pasaba de hecho a compartir las principales responsabilidades no sólo en
la gerencia de las empresas de su jefe, sino también en la administración del patrimonio
privado de éste, conquistándose la admiración, el respeto y la estima de todos, dentro y
fuera del círculo familiar y de la esfera de los negocios en que actuaba.
La señorita White conocía al dedillo todos los pormenores de los asuntos del señor
Moore, con excepción de uno sólo: el contenido de las cláusulas del testamento que
su jefe –el señor Moore- había otorgado. Así pues, ignoraba que el señor Moore en su
testamento había instituido a favor de ella un legado de todas las acciones que poseía de
la Compañía de Luz, que él dirigía y en la que tenía parte principal.
Como efecto del profundo pesar que le produjo a Wesley Moore la misteriosa
desaparición de su mujer, empezó a mostrar signos de grave enfermedad mental. Poco
tiempo después, la dolencia mental del señor Moore se hizo tan grave, que fue necesario
internarlo en un manicomio, y proceder a incapacitarlo mediante los debidos trámites
judiciales, y, en consecuencia, a nombrarle un tutor. El consejo de familia resolvió por
unanimidad que ese nombramiento recayese en la señorita Ida White, competente en tan
alto grado, perfectamente conocedora de todos los asuntos del señor Moore, y persona
que inspiraba plena confianza a todos los interesados en dichos asuntos.
Pero los ingresos de Moore seguían disminuyendo. Entonces Ida White, de acuerdo con
la familia Moore, resolvió que era necesario vender algunas acciones para poder seguir
con el mismo tren de vida. Las únicas acciones que podían ser vendidas sin quebranto
eran las dela Compañía de Luz. Esas acciones podían ser vendidas no sólo sin
quebranto, sino con ventaja, porque otro grupo financiero deseaba ávidamente adquirirlas.
Ida White gestionó con superlativa habilidad esta venta, que fue efectuada en condiciones
muy favorables, precisamente al precio más alto que ella había puesto: US$200,000. Al
poco tiempo, pasada la crisis, los negocios de Moore volvieron a prosperar.
Seis meses después Wesley Moore murió. Se procedió entonces a abrir su testimonio, en
el cual figuraba una cláusula por la que el testador instituía un legado de todas sus
acciones de la Compañía de Luz a favor de Ida White. El caudal relicto era muy cuantioso,
precisamente como efecto dela inteligente administración de Ida White, quien había
logrado reponer con exceso en los últimos meses las pérdidas antes experimentadas. El
balance activo del caudal relicto alcanzaba la suma limpia de US$1,000,000, gran parte
de ella en numerario. Hay que advertir que de los US$220,000, que habían sido obtenidos
por la venta de las acciones de la Compañía de Luz, Ida White, en sus funciones de
tutora, había gastado solamente US$20,000 para las atenciones de la residencia familiar,
y había depositado el resto en un banco.
Ida White, pensando razonablemente, supuso, cuando se enteró del legado instituido en
su favor, que del caudal relicto se le pagaría a ella el precio por el cual se habían vendido
las acciones que le habían sido legadas, o sea la suma de US$220,000.
Pero el albacea de la herencia de Moore le hizo saber que el legado instituido en su favor
era lo que en Derecho se llama legado de cosa determinada; y que según el Derecho del
Estado de Nueva York –siguiendo en esto la tradición del derecho romano- se
consideraba nulo el legado de cosa determinada, cuando ésta en su singular
individualidad había desaparecido del patrimonio relicto, con anterioridad al fallecimiento
del testador. El legado a favor de Ida White no era un legado de una cierta cantidad de
dinero, sino que era un legado precisamente de unas determinadas acciones, las cuales
ya no figuraban en el patrimonio del causante al morir éste.
Los herederos del señor Moore, aconsejados por sus abogados, se atuvieron al punto de
vista de que Ida White no tenía derecho alguno al legado, pues siendo éste de cosa
determinada, y no existiendo ya esa cosa cundo el testador murió, quedaba
automáticamente nulo, o mejor dicho, inexistente. Y, por tanto, se fue a un pleito.
En este caso no había discusión sobre los hechos ni sobre el sentido de la cláusula
testamentaria. Wesley Moore había sido el propietario de las acciones de la Compañía de
Luz. Más tarde, fue incapacitado por razón de su demencia. Ida White fue nombrada
tutora de su persona y de su patrimonio. Ida White no sabía que el señor Moore le había
legado a ella en su testamento las acciones de la Compañía de Luz. Nadie ponía en duda
la capacidad jurídica de Ida White para realizar toda clase de negocios con el fin de
suministrar la debida atención al señor Moore y a su familia, y de proveer las necesidades
de su familia. A mayor abundamiento, los hijos del señor Moore habían asentido a todos
los actos realizados por Ida White. Nadie disputaba que fuese necesario vender algunas
de las acciones del señor Moore para proveer a las conveniencias de su familia. Y cuando
Ida White escogió para vender, entre todas las acciones de las que era propietario el
señor Moore, la de la Compañía de Luz, por las que obtuvo el ventajoso precio de
US$220,000, recibió las felicitaciones de todos los miembros de la familia y de los amigos
y conocidos de ésta. Era también un hecho indiscutido que de los US$220,000, que se
obtuvieron por aquellas acciones, Ida White gastó solamente US$20,000 para servir las
necesidades de la familia Moore; y que los restantes US$200,000, del precio recibido por
aquella venta de las acciones, quedaron y seguían disponibles después de la muerte del
señor Moore.
Discusión.
Se discutía tan sólo el problema jurídico de qué efecto debiera tener el acto inocente de
Ida White de vender las acciones sobre los derechos que se le habían conferido a ella en
el testamento. El problema se podía dividir en tres proposiciones por lo menos:
Primero, ¿tenía Ida White derecho a los US$200,000, remanente del precio de la venta,
más otros US$20,000 del caudal hereditario, de modo que se completase el valor de las
acciones de la Compañía de Luz legadas a ella, y vendidas por ella ignorando la
existencia de tal legado?
Segundo, ¿tenía derecho Ida White solamente a los US$200,000 todavía disponibles,
parte no gastada del precio que se obtuvo por la venta de las acciones?
Tercero, ¿o no tenía Ida White derecho ninguno a nada, porque las acciones no
pertenecían ya al patrimonio del señor Moore cuando éste murió?
Fallos.
Ida White recurrió en apelación. Cuatro de los cinco magistrados del tribunal decidieron
que la sentencia del Juez de Primera Instancia era errónea. Razonaron su fallo como
sigue (fallo del tribunal de Apelaciones4): “Si el señor Moore no se hubiese vuelto loco
ni hubiera sido incapacitado, habría podido administrar sus negocios hasta el momento de
su muerte. Se reconocía que la norma general era la de que si una persona en su
testamento instituye un legado de cosa determinada de su propiedad, y el testador
dispone más tarde de esa cosa determinada antes de morir, resulta que por este acto
suyo voluntario, desprendiéndose de la propiedad de dicha cosa, demuestra que cambió
aquella intención que había expresado en su testamento de que esa cosa pasara al
legatario instituido. Pero en este caso, -dijo el tribunal-, el señor Moore había perdido sus
Estas consideraciones no debían quedar anuladas meramente por el hecho de que Ida
White, como tutora, vendió las acciones, desconociendo que la intención del señor Moore
era que pasaran a la propiedad de ella después de su muerte. El tribunal falló, por tanto,
lo siguiente: “Consideramos que el legado de cosa determinada no quedó nulo. El tutor de
un testador que ha sido declarado incapaz por enfermedad mental y que siguió en tal
estado hasta su muerte, al atender el fin de procurar fondos para satisfacer las
necesidades del testador, puede no vender el objeto de un legado de cosa determinada
cuando hay en el patrimonio suficientes disponibilidades libres que no fueron legadas
específicamente a nadie... El tutor no tenía el poder de cambiar o hacer a un lado el
testamento de su pupilo incapacitado. La disposición que una persona incapacitada hizo
de una cosa de su propiedad por un testamento válido otorgado cuando era capaz, al
igual que no puede ser dejada de lado por su tutor, tampoco puede ser desobedecida por
su albacea. Se debe mantener el derecho de un testador a disponer de su propiedad de
acuerdo con su deseo personal, salvo cuando caiga en conflicto con intereses ajenos que
tengan prioridad reconocida”. En su sentencia, el tribunal ordenó al albacea que pagara
US$220,000 a Ida White, como suma equivalente de las acciones dela Compañía de Luz.
Los abogados del albacea y de los herederos aconsejaron recurrir contra esta sentencia
ante la Corte Suprema del Estado. Esta revocó la sentencia del Tribunal de Apelación
diciendo (sentencia de la Corte Suprema5): “El legado de las acciones de la Compañía
de Luz a Ida White fue un legado de cosa determinada. Como las acciones ya no existían
en el patrimonio del causante cuando el testamento tenía que ser ejecutado, ni siquiera en
el momento de su muerte, hay que considerar que se produjo una anulación, extinción o
revocación del legado. –La cosa exacta que fue legada a Ida White por el testamento no
podía serle entregada materialmente. Por virtud de la índole del caso y de la donación, el
legado quedó extinguido. En ausencia de una ley, los tribunales no tienen el poder de
transformar un legado de cosa determinada en un legado de numerario, ni de mandar que
se entregue al legatario el balance del precio obtenido por la venta de aquella cosa, en
lugar de la cosa determinada, que es lo que se le había legado. Del dinero obtenido de la
venta de las acciones por el tutor, después de haberse satisfecho los gastos necesarios
en beneficio del incapaz, quedó intacto un remanente de US$200,000, que fue entregado
al albacea de la herencia como parte del activo de ésta. Dar esa cantidad a Ida White en
lugar de las acciones que le fueron legadas podría parecer equitativo, pero no estaría de
acuerdo con las disposiciones del testamento del señor Moore. Este donó a Ida White las
acciones, y no la cantidad de dinero producida por la venta de éstas; y de acuerdo con
toda la jurisprudencia, cuando la cosa determinada que fue legada deja de existir,
5
Comentario propio para efectos explicativos.
entonces el legado desaparece; y éste no puede ser revivido haciéndolo recaer sobre
otros bienes de la herencia.”
La prudencia de adherirse a esta norma de nulidad, en ausencia de una ley que diga lo
contrario, es obvia, sobre todo si reflexionamos que Wesley Moore, cuando otorgó su
testamento probablemente nunca tuvo presente la posibilidad de que él cayese en el
futuro en incapacidad física y mental y se le nombrara un tutor para administrar sus
negocios. Difícilmente se puede imaginar una intención de conservar aquellas acciones
de la Compañía de Luz en beneficio de una persona extraña, y tener para ello que gastar
otros bienes de su patrimonio –que habrían de ir a parar naturalmente a sus hijos- para
pagar las facturas de médicos, enfermeras y del mantenimiento de su casa. Por lo menos
un tribunal no debiera decir que una persona en el uso de sus facultades mentales no
habría modificado su testamento ante una nueva situación.
Por consiguiente, el tribunal falla: “que debe revocar y revoca la sentencia dictada por la
Corte de Apelación y declara que el legado de las acciones a Ida White quedó extinguido
por la venta de éstas en el tiempo en que Wesley Moore todavía estaba vivo; y que
ningunos otros bienes ni dinero del caudal hereditario pueden ser tomados en sustitución
de aquel legado”