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Hueso Duro

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HUESO DURO

Camino Real de Morropón a Tuñalí. cobarde a ocultarme detrás de un horcón y


debajo de una silla.
Sigiloso desmontó de la mula; tuerto, ojo
azul, sin tres dedos en una mano y en la “Pero sabes que por eso no te mato,
otra un puñal. Celedonio, entiéndelo antes que mueras.
La humillación más grande fue cuando te
Así me lo imagino. llevaste a mi mujer.”

Arriba, cielo celeste, un sol florido. Alzó la cara temblante y sudorosa el caído,
quiso hablar pero sólo emitió un áspero
Abajo, el tuerto puñal en mano ingresando ruido como el que da un atragantado por
a mi casa... espinas.
***   ***
“Celedonio Rojas, he venido a matarte.” “Todos se reían de mí, a mis espaldas.
Como dándome navajazos. Como
Dijo el Pancho Carnero y con toda su hiel le desollándome vivo, Celedonio...”
arrió la muerte, clavándole el puñal en la
espalda antes que Celedonio, mi padre Preso en mi espanto, llorando bajito,
pudiera reaccionar y defenderse. recordé entonces una conversación casual
de mi padre con mi madrina, la vieja Pugo:
Oí el “¡tum!” de un golpe sordo y hondo, “Maté su buey yuntero, sí, pero fue casual.
como de un cántaro que se quiebra o de un Fue por dispararle a un tuco malagüero y
mate que se raja; un quebrarse de huesos, ya ve, maté buye, maté tuco. Pero pagué la
un alarido escalofriante que me bestia con muchos cuarterones de maíz,
atormentará para mucho. muchos billetes, varios odres de
aguardiente. Y si pelié fue porque estando
“Celedonio, lloras como mujer. Y mueres bebidos el Pancho Carnero, ojo azul, me
con miedo a la muerte. Mereces morir con retó, tuve que defenderme. Y ya ve que ni
polleras.” lo quise matar, madrina.” Y en otra ocasión
les oí decir a unos amigos de mi padre que
Mi padre cayó de quijadas sobre la mesa, la Florinda se había acostado antes con
chasqueándole como piedras las muelas. Pancho Carnero, que había llorado por él
cuando estuvo por morir en el duelo donde
“Celedonio, cumplí mi palabra. No te pido le salpicó un ojo y perdió los tres dedos,
que me perdones.” pero que el Pancho mucho le pegaba, y se
acostaba con la Florinda sólo porque era
El apuñalado fue ladeándose y volvió a muy hermosa, como su nombre, pero que
caer. Vi rebotar su cara al dar con el suelo, ella lo quería úuuh, a rabiar, y le pidió
no le oí otro grito, vi sus ojos saltados, un varias veces que la lleve a la quebrada de
quishque, un hilo, finito y en sangre las lajas y la tumbe entre los pericos y los
descolgando por sus labios temblones, su choclales. Que el Pancho Carnero era
gesto de candela sin llanto, su ahogo de como una borrachera de placer para la
súplica, sin palabras pidiendo misericordia, Florinda. Que la Florinda, mi madre, antes
piedad, un inútil perdón... por fin, lloraba. de tenerme, había abortado varias veces.

“Mataste mi buey pinto, Celedonio, Y volví a fijarme en mi padre. Había sido


¿recuerdas? Me humillaste en el duelo a alto y soberbio como un ceibo frondoso y
machete, me tajaste tres dedos, me recio como un toro joven, pero cayó. Cayó
vaciaste un ojo. ¿Cómo sentir pena por ti, de una sola... Y ahora aplastaba el ajango
Celedonio? Ya me olvidé cómo se pide de bejuco que había antes estado
perdón.” arreglando con sus dedos finos, ahora
pujaba, temblaba con un temblor de tierra,
Afuera se espantaban las gallinas, la oveja, arañaba el suelo como si fueran reja de
mi ternero, como si hubiesen olido, arado sus dedos, como si buscara guarida
cerquita, un difunto. o como si debajo de la tierra estuviera el
alivio de su dolor, el consuelo de su miedo,
El Pancho no me había visto o se hacía el la salvación de su vida.
que no, pero yo huí como una lagartija
“¡Florinda!”, gritó entonces el Pancho cobertores, sino pregúntale a la Florinda,
Carnero, “¡quero que vengas a ver cómo lo que ella te diga si miento.”
remato!, ¡Florinda!, entra, ¿no me oyes?”
Mi madre agachó la cabeza.
Mi madre entró y como un viento veloz fue
a arrodillarse y a suplicar como si quisiera Arañando el horcón, temblando de muerte,
besar los pies del Pancho Carnero. “No te con mil esfuerzos, intentó arrodillarse. Una
hagas más criminal, Pancho, ojito azul, no baba de sangre, un bronco ahogo, dos ojos
te llenes de más sangre. Déjalo morir así, húmedos, un sollozo.
déjalo, por favor, te lo suplico.”
“Eso es, Celedonio, te acomodas para que
“¿La oyes, Celedonio?, pide perdón por ti, te saque el puñal y te lo clave de nuevo. Te
pero yo no le haré caso, Celedonio; primero arrancaré el corazón, te sacaré los ojos, te
te remato. Lo menos ocho puñaladas más y cortaré la lengua para que tu difunto no me
luego me llevo a la Florinda, ¿me oyes, siga y ni hable de mí, acusándome de tu
Celedonio?” muerte. Tengo que hacerlo, Florinda,
déjame.”
De la garganta de mi padre volvió a oírse,
horrible, un repugnante ahogo de atorado. Arrodillado, humillado ante el horcón,
Intentó arrastrarse hacia el horcón que entonces habló mi padre, como desdén
sostiene el techo. Creí ver que el puñal le dentro de un cajón de muerto. “Mátame
había ingresado todo, que la filosa punta de tuerto, por el ojo que te quité, por los
acero le salía por el pecho, pero esto era dedos, mátame”, y tosió. Creí que esas
sólo mi imaginación. iban a ser sus últimas palabras. “Mátame
por el buey, mátame, pero no te lleves a la
“Te lo suplico, Pancho, hazme caso. ¡El Florinda.”
Cristo!, él, del cielo te está viendo. Por
favor, Pancho, déjalo ya, déjalo.” “Más que por matarte he venido por ella,
Celedonio. No puedo olvidarla. Alzaré de
“No, no lo dejaré así; quítate de mis pies, nuevo mi vida con la Florinda, tendré
Florinda o me viene la locura y te apuñalo bueyes, cosecharé en abundancia, y tú,
también.” Celedonio, serás sólo un recuerdo, un hato
de huesos, un viento de cuchillo que se
“¡Apuñálame!, pero ya déjalo a él.” arrastra.”

“Lo quieres todavía, Florinda, cómo lo Celedonio volvió la cabeza y por fin puso
quieres después de todo lo que me hizo.” los ojos sobre su asesino como
reconociéndolo y pensando: “Qué feyo tu
“Es mi marido.” ojo vacío, Pancho Carnero. Sí, eres tú, y
este puñal me prometiste.”
“Pero tú te acostabas conmigo antes de ser
su mujer, ¿no recuerdas cómo me lo El Pancho vaciló en la punta de un espino,
pedías?”, y dicho esto el Pancho Carnero afilado, venenoso; tragó rencor, miró a la
cogió con fuerza y furia de los moños a mi Florinda, midió al Celedonio con un ojo, el
madre y la levantó hasta verse ambos las azul, y luego con el otro, el vacío:
narices, “dile, Florinda, dile cómo me lo
pedías.” “Está bien, Celedonio, no te clavo otra vez
el puñal, para que la Florinda no venga
Así sacudida mi madre lloraba tanto que no conmigo odiándome.”
parecía mi madre, los mocos le salían
como agua. “No, no te la lleves, no zarco. La quiero
más que tú, la quiero...”
Mi padre  llegó hasta el horcón y lo abrazó,
desesperado. Horcón y mi padre, “Ya los muertos no queren, Celedonio.”
temblaron.
“Lo haces por humillarme, tú nunca la
“También me acosté con ella, Celedonio, quisiste.”
luego de tu casorio, cuando rodabas
borracho por las fiestas. Tus fiestas. En tu “Así no la quera, también me la llevo.”
misma cama, Celedonio, sobre los mismos
“No te la lleves, zarco; túmbala, ¿no subió sobre sus piernas. Mi madre era ya
quieres humillarme? Acuéstate con ella en de Pancho, como si siempre lo hubiera
mi delante, pero no te la lleves.” sido, y la odié más todavía, más que al
Pancho mismo. Juré matarlos un día, lo
“¿Por qué insistes, Celedonio? Sólo haces pensé, y se los dije: “Los mataré, amito
aumentar las ganas de llevármela.” Pancho, los mataré un día.”

“Quiero que me vea morir, que esté a mi Pancho volvió a reír, y luego: “Tú qué
lado hasta el fin.” sabes, niño.”

Pancho entonces se acerca a mi padre, lo Y mi madre: “Vamos, no me dejes ir sola,


jala con ira de los crespos y se apresta a Zorrito. Vente conmigo.”
sacarle el puñal. “Entonces es fácil. Si eso
queres, verás que te ahorro el tiempo una “No.”
vez que te lo arranche y te acuchille el
pescuezo como a res, Celedonio, hasta “Te morirás de hambre, ¿quién te dará de
arranchar tu cabeza.” comer?”

Pero, a tiempo, mi madre le detiene el “No voy.”


impulso de la mano que iba hacia el puñal.
“Entonce, quédate. Y anda, mira cómo
“No, te lo imploro, Pancho, no le hagas muerte tu taita...”
caso. No quiero verlo morir, vamos ya,
vamos.” Antes de torcer las riendas, antes de dar el
fuetazo a la mula, el Pancho dijo como al
Pancho ríe con ladrido de perro flaco, con aire: “si no te mato,  niño, por algo será. No
todos sus colmillos, vanidoso, animal. sé.”

“Jaj, jaj, jaj... ¿Ya ves que la Florinda quere Y se fueron.


irse conmigo, Celedonio?”
Corrí llorando donde mi padre. Seguía de
“Sí, sí, contigo Pancho, zarquito, contigo. rodillas. Quise levantarlo, ayudarlo, pero no
Vamos, a ti te quiero, zarco. Tú fuiste el pude, mis seis años no servían para tanto.
primero, el único y quise tener hijos Mirándole yo a los ojos, llorándole,
contigo, muchos; pero, me los hiciste besándole la frente, tocándole las mejillas,
abortar, a golpes. Por eso me casé con él también lloraba y parecía no mirarme. Vi
Celedonio.” el puñal sobre su espalda antes poderosa
como montaña, las moscas ya volaban
     “¿Por vengarte de mí?” sobre la sangre, toqué el acero y quise
sacárselo, pero él se quejó.
“Por vengarme, y sufras. Pero, te quiero
todavía, Pancho. Si por mí has venido, “Quema. Quema como candela. Tengo una
vamos, pue.” candela dentro...”

Mi madre me desarraigó de debajo de la “Levanta, taita, levanta.”


silla y quiso llevarme con ella. Y yo no
quise. “No, tú no puedes, hijo. Tú no... Anda y dile
a la madrina Pugo que venga a ver mi
El tuerto fue hacia el corral y machete en cadáver, corre.”
mano, mató gallinas, ovejas, mi ternero,
dentro de un alboroto en remolino de “No. Si voy te mueres. No te mueras.”
plumas, balidos, mugidos. Reía el remolino.
El Pancho era un remolino de mil brazos, “Corre, dile que venga. Que no avise a la
de mil plumas, balidos, mugidos. policía.”

Mi madre lloró porque me fuera con ella Y bruscamente descolgó su cuerpo sobre
insistente. Pero yo le tenía miedo ahora, la sus propias rodillas. Y me aturdió un miedo,
odiaba con todas mis fuerzas, como si un miedo, como si el puñal estuviera
nunca hubiese sido mi madre. El Pancho clavado en mí. Ya lo veía yo muerto. Y ya
Carnero subió sobre la mula y a ella la me imaginaba verlo levantarse cadáver y
llevarme con él al cementerio, y enterrarme Cerré los ojos para no ver. Y oí un alarido
con él estando aún vivo yo. No podía estar, como si fuera mío. O es que yo di ese grito.
por ese espanto, más con él y llorando me Y mi padre, al abrir yo los ojos, quedó
fui donde la vieja Pugo, y en todo el camino como muerto. O es que estaba ya muerto.
parecía que me seguía un muerto, que Bien muerto.
detrás de cada chopo estaría ya
espiándome mi padre y sus ojos de muerto.
“Ya verás que los mato. Los mataré algún ***
día.”     

Volví ya de noche con la vieja Pugo, sobre Celedonio Rojas no murió de la puñalada.
un asno viejo y matoso como ella. No vino
más gente porque vivía ahora sola. Doña Pugo le regó sangre de grado en la
herida, “mano de cobarde ha sido porque
En el caserío de Tuñalí en ese tiempo, su sólo te quebró los huesos”; le aplicó
casa era la más cercana. emplastos con yerbas calientes, “y el puñal
se desvió hacia abajo”; le sacó los
La Pugo borracha de muerte quedó al emplastos y ahí le cosió los pellejos como a
tropezarse con los cadáveres de tantas cholo que ha sido cogido y despanzurrado
gallinas, la oveja y el ternero, antes de por toro bravo en la molienda de caña, “de
sobrecogerse con un espanto más fuerte. A modo que sólo rozó el pulmón, o yo no sé
la luz de un leño encendido miró primero el si me equivoco. Pero, tú, ¡hueso duro!,
puñal y con mano firme quiso sacárselo sin ahijao.”
asco ni miedo alguno ahora. Y al sólo tocar
el puñal, un alarido, un grito quemante Celedonio Rojas quedó cojo para siempre y
como brasa encendida se nos prendió a la no pudo recuperar nunca su voz natural,
vieja y a mí, y penetrándonos hasta los hablaba como atorado, respiraba como
huesos, nos recorrió como relámpago ahogándose. Quedó ciego un día, pero
arañándonos el espinazo y descansó y a la mañana siguiente recuperó
estremeciéndonos en dolor vivo el cerebro, la luz en los ojos. Nadie sabía qué nervios
nos tronó el corazón por reventar, eso creí. le había fregado la puñalada. Pero dos
Era mi padre y estaba todavía vivo. Y meses después lo vimos rengueando,
sollozaba llorando, acorralado; humillado y temerosos de que le vuelva la ceguera.
vencido antes de su muerte, era ya un Parecía mentira, pero seguía vivo. ¿Lo
difunto. estaba?

“Déjenme el puñal.” “Mátalo con el mismo puñal”, desde


Morropón, de allá lejos vino la misma
“No”, la madrina, “no puede quedarse allí.” madre del zarco Pancho Carnero, ojo azul,
a ver si era cierto y conmoverse, que
“No lo toquen, no es un puñal, es Florinda.” seguía vivo el Celedonio. A verlo y hato de
nervio hablarle, “mátalo, Celedonio, Pancho
“¿Qué hablas? Tas tocau...” Carnero ya no es mi hijo. Te clavó la
puñalada y te dejó por muerto llevándose a
“Es Florinda la que me han clavau dentro. tu mujer, mátalo”; mi padre parecía una
Y me arde como si fuera un nervio, un tizón loma de rocas, un toro gigante y herido al
de candela. Váyanse.” pie de una hormiguita que le suplicaba,
insignificante. “Mátalo, Celedonio”; y qué
“Deliras, hay que sacarlo.” húmedos tenía los ojos, Celedonio, como
pujando por no llorar. No la oía o no
“No quiero ya vivir”, sudando, tragando parecía oírla, pero la oía. Y tampoco la
lágrimas, “sáquemelo, pero clávemelo de miraba, sólo miraba allá lejos, oyendo el
nuevo madrina. No quiero ya vivir, jure que canto de los chilalos y las cuculas. O,
me lo clava, madrina.” desangrándose, acaso sólo pensaba
todavía en la Florinda. Y pensaba yo triste
“Te lo juro, ahijao, Te lo saco y te lo zampo en mis adentros: “Madrina, madrinita Pugo,
de nuevo. Y más al corazón pa matarte esa ¿qué ha hecho, pues, con mi taita, qué?”
difunta, ahijao. Te lo juro.” Tonto yo como si la Pugo debió haber
comprendido que mi padre estaba ya
muerto sin morir y que debió habérsela
devuelto, cumpliendo... Mi padre ya no de su primera visita. Celedonio llevaba ya
cuidaba entonces de mí. A veces sólo me cinco meses y medio de seguir viviendo.
miraba como queriendo matarme o como “Mira este papel, aquí traigo la dirección de
queriendo matar en mí a otra persona, y donde viven, lee, están alláaa en Lima, en
sentía que me odiaba con todas sus el Rímac, que dizque es un caserío más
fuerzas y yo, pajarito asustado, caía a tupido queste, alláaa por Montacerdos, y yo
abrazarme a sus pies. Cuando se fue doña no entiendo, pero lee.” Dejó el papel y se
Pascuala se iba como diciéndose a sí fue. Nunca más la vi.
misma: “Me robó cuatro bueyes y los cuatro Celedonio vendió su alambique, vendió el
los vendió. Se llevó mis sortijas de oro. Me buey que hubo prestado, felizmente, a su
dejó colgada en la horca. Búscalo y mátalo, madrina, vendió parte de sus parcelas; y
Celedonio.” luego, después de cinco meses y medio de
Doña Pugo empezó a traerme comida, pero no hablarme, me dijo: “Nos vamos a Lima” ,
yo sólo comía las frutas. Cómo me con voz ronca, de muerto. Y afiló el puñal
gustaban las ciruelas, olían a la Florinda. del tuerto ojo azul y yo me embriagué de
Celedonio, machete en vaina con estrellas, una secreta, infinita alegría. Día y medio se
lunas y soles de oro y plata, salía al monte la pasó entretenido con el puñal, afila que
y había veces en que no llegaba sino hasta te afila, acariciándolo, pasándole saliva,
a eso de cinco o siete días. borracho por ver sus chispas de amarillo y
Una noche creí oír al muerto. Era un rojo que salpicaban como luciérnagas ante
aullido, un sollozo, una súplica, un lloro. O un mechero.
acaso las hojas, el viento apuñalado. “Me dejaron por muerto, ¿no?; Celedonio,
“Floriinnddaaaa”, de una colina a otra los harás llorar. Y dirás: Pancho Carnero,
colina, Floooriiinnddaaa", de una estrella a lloras como mujer. Y mueres con miedo a
otra estrella, bajo la luna celeste, alta y la muerte...”
hermosa. Casi perfumada. Pero nunca fuimos a Lima.
Chiquitito allá lejos sobre una altísima Un día antes del viaje, Florinda llegó
peña, era sólo un puntito tamaño de un intempestivamente a casa, vino sola, traída
piojo. Y tan cerca al cielo estaba, tan cerca por sus propios pies, traía grueso el vientre,
a la Luna, que casi podía él tocarla si que no le cabía. Estaba demacrada, cara
levantaba la mano. huesuda que parecía y no parecía. Ojos
Daba lástima oírlo. afligidos, con ganas de llorar.
“Floooriiinnnddaaa.” “Florinda.”
Arriba, confundido en el remolino de Celedonio al verla no podía creerlo. No
estrellas, en el vértigo  de astros girantes. parecía ella pero era. Celedonio trastabilló
Un grito más y se descolgaban. con su cojera y otra vez la miró,
“Floooriiinnnddaaaaa.” embrujándose, envenenándose con el
Estaba borracho, pero su alarido agudo y ventarrón de mil espinas como
filoso, sus celos de montaña brava, me recuerdos.  No parecía la Florinda pero era
helaron con agujas y venenos la sangre. la Florinda.
Colgué mis ojos, el corazón, en la flor de un “Florinda”, y con ella otra vez ese aroma a
lucero violeta que flotaba en el diáfano ciruelas. A luz perfumada, a lucero en flor.
ramaje de estrellas y los pétalos de la luna, “Pancho Carnero ha muerto ya. Su madre
y también aullé. te trajo una dirección falsa. Murió. Lo
“Floooooriiiiiinnddaaaa... Mamita.” mataron en un duelo a machete, estaban
Del racimo de estrellas, el lucero violeta borrachos. ¿Por qué no me dejaron que yo
estaba sobre una estrella pequeñita y lo matara por ti, Celedonio, por qué?”
dulce, se abrazaban como dos arañas, se Estaba encinta la Florinda. Cómo se le
amaban como dos pajaritos. notaba ya.
“¡... riiiiinnndddaaaaaa! Mamita, pues, ¿por Y gigante ahora, poderoso ahora,
qué no vuelves? Mamita, pues.” rencoroso y con un odio capaz de
Y caí. Caí de rodillas, llorando, absorbido despedazar montañas árboles, ríos,
por las ráfagas de un torbellino de celos y Celedonio volvió a su odio antiguo, de
rabia, como si a mí dos veces y no una, me siglos, y cogió el mismo puñal. Era un
hubiesen apuñalado. Celedonio vivo ya. Su frente acaso
Celedonio los buscaba y, de encontrarlos, recordaría un torbellino de alaridos y
no sé que pasaría. súplicas, plumas y balidos, ese puñal de
Volvió doña Pascuala bañada de azul de candela y celos que le ardió como brasa,
madrugada y de rocío, luego de tres meses como si la Florinda se hubiera incrustrado a
fondo en su espalda, mordiendo no nervio
ni hueso, sino quemándole el corazón; Celedonio, quien llegó a ella con el puñal
recordaría el charco de palabras ladradas hecho un temblor, levantándolo, pero:
por el tuerto... “Mátala ya, taita.”
Con el puñal en mano, Celedonio, Cayó Celedonio como un árbol de flores
despacio, cojo, lento, fue hacia la Florinda. sobre un picaflor asustado. Mas, de
“Sólo lo hice para que no te rematara, repente, diciendo:
Celedonio.” “No. No puedo matarte, mamita, no puedo.
Celedonio se acercaba más y la Florinda Perdóname tú, perdóname”, de rodillas,
no se movía, sólo quería llorar. sujetándola, llorando, besando la espalda
“Cierto que fui del Pancho. Cierto lo que él de la Florinda, acariciándola, “perdóname.”
escupía. Pero, por algo he venido aunque “Yo ya no quiero vivir, Celedonio. No pude
así, mírame, por algo.” matarme yo misma; por eso vine para que
“Para morir, Florinda”, el Celedonio. tú lo hagas. Mátame tú, ahora.”
“Mátala ya, taita Celedonio, mátala”, saltó Celedonio jadeó, se atragantaba de nuevo:
como puñalada mi voz, “mátala así como te “No puedo, no puedo, no puedo. Cómo,
quisieron matar a ti.” cómo, pues.”
Florinda, llorosa, cobarde, no quería morir, “Tendrás mujer que no fue tu mujer. Cómo
pero no retrocedía, (recordando acaso: quieres tú tanta horca.”
“también me acosté con ella, Celedonio, “Qué importa, Florinda, qué.”
luego de tu casorio, cuando rodabas Y Celedonio arrojó el puñal sobre las
borracho por las fiestas. Tus fiestas. En tu brasas candentes.
cama, Celedonio, sobre los mismos Con el que viene, con éste, sí tendrán dos
cobertores; si no pregúntale  a la Florinda, hijos. Tuvieron dos hijos. Ya han pasado
que ella diga...”), pero, en un rapto de largos años de esto. Mi hermana que nació,
coraje se arrancó ella misma la blusa, y, como yo, como el Pancho Carnero,
arrodillándose, le puso la espada al siempre tuvimos los ojos azules..

Caserio Tuñali -niño: 6 años- Madrina:La vieja PUGO

Pancho : -doña pascuala :mamá de pancho quiso

engañar a celedoneo para que se vaya a lima.

Cuando ya había muerto pancho en un duelo. Celedoneo:

Cuando ya había muerto pancho en un duelo.

Celedoneo:

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