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Nació en Buenos Aires en 1945 y a comienzos de los setenta se graduó como psicóloga en la
Universidad de Buenos Aires. Sus cuentos fueron publicados inicialmente en revistas como El
Péndulo, Minotauro, Humi y Puro Cuento. En la década del ‘80 formó parte del reducido núcleo de
escritores argentinos que producían fantasía y ciencia ficción. En 1986, Ediciones Minotauro, bajo
la dirección de Marcial Souto, editó su libro de cuentos Retoños. Uno de los cuentos de ese libro
integra la Breve antología de cuentos 2 publicada en 1992 por Editorial Sudamericana, junto a
autores como García Márquez, Ray Bradbury, Graham Greene, Mujica Láinez y Bioy Casares. En
1989 obtuvo el premio J. S. Tallón de la Municipalidad de Córdoba, por sus cuentos Geolana, un
conejo y el mundo, Pensamientos de colores y La casa sin gatos. En 1993, Editorial Sudamericana
publicó su novela La mancha de luz. Tiene, entre otros inéditos, una novela, No te duermas en el
tren, trabaja en varios proyectos narrativos y publica un blog (Gato Hambriento,
http://gatohambriento.blogspot.com/).
Ella dijo
No sé casi nada de música, pero me alegro de estar capacitada para disfrutarla. Además, suelo
pensar que hay música en todo: especialmente en la escritura. Cuando leo algo que me gusta, por
lo general descubro que “suena” bien. Y ése es uno de mis mayores afanes a la hora de escribir.
Tanto en la página como en mi cabeza, las palabras y las frases tienen que sonar bien, tienen que
tener un ritmo, un color, un tono. El contenido, a veces, es un pretexto. Lo importante, casi
siempre, es decir lo que sea lo más musicalmente posible, y que llegue a los ojos y a los oídos de
los demás con la fluidez de una buena melodía.
Se dijo de ella
Relatos escritos en una prosa tersa, en la que es posible elogiar simultáneamente la precisión
narrativa y la tensión poética. Ana María Shúa.
En prosa sencilla, ajena a la menor afectación, coloquial casi, la autora enhebra sus relatos,
muchos de ellos impregnados en la ternura y en la dulzura más humanas, pero sin perder nunca
de vista lo ultrarreal, otros sarcásticos y observadores de todo cuanto sucede aquí, en esta tierra
que Luisa Axpe pronto hace que deje de ser nuestra, la que creemos conocer, para convertirse en
otra, en la que la magia es tan constante como posible. Escritos singulares, salpicados de color
muy tenue pero también muy intenso, tan imaginativos y tan ricos que hasta se los puede leer
fragmentados, de a poco, ya que cada cuento es eso, una soberbia planta de flores, toda ella
cubierta de capullos que se van abriendo, multicolores, en un prodigio de la más sostenida
fantasía. César Magrini
Armas secretas
Los dos ejércitos se prepararon largamente para la contienda. Ambos llevaban sus mejores armas.
El azul iba con sus sutiles argumentos surgidos de un profundo estudio de la dialéctica, su
mentalidad abierta, su habilidad para responder con flexibilidad a los cambios y una brillante
capacidad para analizar y relacionar entre sí todas las variables posibles para desarmar al rival. El
verde, con frases hechas, prejuicios, falsas conclusiones y el convencimiento de ser portador de
una única verdad inamovible y eterna. El encuentro tuvo lugar poco después del amanecer. La
victoria fue aplastante: el ejército verde, además, llevaba armas de fuego.
Agua salada
Hallada la forma de atravesar los océanos, los límites fueron borrándose y la curva del horizonte se
hizo más cercana. Pronto las rutas de agua perdieron sus secretos, y los navegantes empezaron a
buscar nuevos cantos de sirena. Hallada la forma de eludir a las sirenas y llegar a buen puerto, los
navegantes se lanzaron a la conquista de nuevas tierras para, desde allí, impulsarse hacia el
espacio. Hallada la forma de atravesar el espacio, los navegantes se regocijaron ante la idea de
encontrar, en planetas cada vez más lejanos, otros canales y otros mares, con más y mejores
misterios.
No lo tome a mal
Cuando usted lo crea conveniente, es un decir, no vaya a pensar que lo mío es una orden
perentoria, pero en fin, la película ya ha terminado, todos comienzan a levantarse de las butacas y
quieren salir, así que, si no es para usted demasiada molestia, le juro que nunca me he encontrado
antes en una situación semejante, en una condición diríamos bochornosa para ambos, porque
estoy seguro de que lo será también para usted cuando caiga en la cuenta, digo, que me gustaría,
en fin, cuando usted lo considere apropiado, y sin ofensas, quisiera que me devuelva mi zapato.
Secuencia
Lo primero en despegar del suelo fueron los codos, primero el derecho, después el izquierdo.
Luego movió las piernas, señalando el cielo con los pies. Lentamente fue levantando la cadera, el
tronco y, por último, la cabeza. Una vez perdido el contacto con las frías baldosas de la calle,
comenzó a ascender. Vio transcurrir el alto ventanal de la planta baja, las celosías cerradas del
primer piso, los vidrios del segundo, las macetas con geranios del tercero. Cuando llegó al cuarto,
se detuvo. Vaciló un instante, y se apoyó en el balcón. Entonces, la cámara volvió a filmar la caída.
Vuelvo a casa a las cuatro de la madrugada, está bien obscuro y por suerte podré acostarme antes
de que aclare, algo muy importante para mis hábitos de sueño y vigilia, si adivino el proyecto de
amanecer estoy perdida, ya no podré mantener los ojos cerrados y el cansancio se me acumulará
durante todo el sábado, voy a arrastrar mi cuerpo lastimoso hasta la noche y no podré disfrutar de
mi tiempo libre, ya voy llegando, aprieto el paso y estoy por introducir la llave en la cerradura
Pequeños cambios
Yo la conozco bien, dijo la abuela, a mí no me engañan. Ésta no es mi nieta. Mi nieta tiene la ceja
izquierda un poco más levantada que la derecha. Nadie lo nota, pero yo sí. Y así pasa con todo. El
otro día compré unos pimientos, y cuando llegaron a casa eran más verdes que antes. Yo misma,
esta mañana, me noté una arruga en la frente que hasta hoy no tenía.
Esto de la teletransportación es una calamidad. Y la abuela entrecerró los ojos, añorando esa vieja
Ante una mínima señal, empiezan a desnudarse. Al principio todo es suave y armonioso, con todas
esas delgadas prendas cayendo, tapizando el suelo. Luego comienza la confusión, y nuevamente
parecen recubrirse. Hay un clima expectante. Un ciclo ha comenzado, y debe llegara su fin. Pero
no. Las señales no son claras, y esa carrera loca por despojarse de todo lo que llevaban puesto se
ha frenado. Es que tan pronto hace frío, como un calor insidioso que hace difícil definirse. Y los
árboles ya no saben qué hacer en este otoño agónico que no consigue transformarse en invierno.
Entrevista
Habla de su infancia. Un borrón le cubre parte de la cara, para que ningún televidente pueda
identificarlo. Las preguntas del periodista apuntan a su derrumbe, a las drogas, al delito. Las
respuestas parecen estudiadas, como si esas mismas palabras hubieran sido pronunciadas
mirada, esa delatora. Hasta que, por debajo del borrón, surge un hilo serpenteante que inunda