HERRAMIENTAS Pedrosa - Deich
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HERRAMIENTAS Pedrosa - Deich
FERNANDO PEDROSA
FLORENCIA DEICH
COMPILADORES
EUDEBA
UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
1° EDICION: MARZO 2015
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LA SOCIEDAD Y EL ESTADO
Por Fernando Pedrosa.
Para comenzar a reflexionar sobre la relación que entablan la sociedad y el Estado, primero hay que
defnirlos. El Estado es una asociación que ejerce el monopolio de la violencia sobre un territorio
determinado y que busca dominar a una sociedad que está afncada en ese territorio. Por su parte, la
sociedad está compuesta por personas con derechos y obligaciones (ciudadanos) que necesitan de un
Estado para organizarse. De lo contrario, imperaría la “ley de la selva” donde solo los más fuertes podrían
hacer valer sus derechos.
El Estado y la sociedad son dos espacios distntos que se relacionan de forma diversa y compleja. Dicha
complejidad está dada por una gran heterogeneidad de actores y grupos que buscan cumplir sus objetvos y,
al mismo tiempo, evitar que otros lo hagan.
Como es sabido, la división – entre sociedad, por un lado, y el Estado, por el otro- tene una fnalidad
puramente analítca. En la práctca, resulta difícil encontrar los límites entre los diferentes actores y entre
quienes los representan y actúan en uno u otro campo. De todos modos, se puede afrmar que la relación
entre la sociedad y el Estado conforma una densa y extensa red que se puede denominar “espacio público”.
Este espacio público es el escenario donde se desarrollan los acontecimientos que defnen y caracterizan la
vida política y social de un país.
Se denominan actores a los grupos, organizados o no, y a los individuos que generan estrategias públicas
para cumplir sus objetvos. Pueden ser actores sociales (por ejemplo, los movimientos en contra o a favor del
aborto) o polítcos (como los miembros de los partidos polítcos), además, existen actores religiosos, del
mundo deportvo e intelectual, entre muchos otros. A través del accionar de estos actores, la sociedad
genera vínculos ambiguos de obediencia al poder estatal, pero también de resistencia.
La sociedad está integrada por distntos actores que tienen diversos intereses, generalmente, contrapuestos
o en competencia.
El objetvo de los actores –polítcos y sociales-es, generalmente, satsfacer sus intereses que son de por sí
heterogéneos. Es decir, conseguir recursos de distntos tpos, materiales o simbólicos, para ellos y para sus
representados. Un ejemplo claro de algunos recursos es el que suponen los subsidios, los planes sociales, los
intentos por lograr fallos judiciales a favor u otro tpo de reconocimiento estatal (tal como plantean algunos
grupos de soldados que combateron en la guerra de las Malvinas). Por estas razones, la relación entre los
actores polítcos y sociales y el Estado adopta formas variadas. Algunas veces, esa relación es de
cooperación, pero otras, es de conflicto. Esto se agudiza cuando los recursos son escasos o insufcientes (por
ejemplo, si los jubilados quieren un aumento de sus ingresos y un gobierno se lo niega porque considera que
no hay recursos o no los quiere gastar en ellos).
No obstante, a veces, entre los actores políticos y sociales y el Estado, existen conflictos aun cuando hay
recursos, o bien en otras oportunidades en las cuales no se disputan “bienes materiales”. Este es el caso de
dos grupos polítcos que confrontan porque ambos aspiran a imponer sus posiciones en diferentes aspectos
del Estado y sus polítcas. Por ejemplo, los grupos en pro y en contra del aborto que mantienen un
enfrentamiento sin cuartel por imponer sus ideas en la agenda del Estado.
Este apartado comienza con el siguiente interrogante: ¿qué son y para qué sirven las insttuciones? Según el
politólogo argentno, Guillermo O´Donnell, son pautas –leyes, códigos estatutos, consttuciones, organismos
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del Estado- que establecen y regulan la interacción entre las personas y los grupos que componen una
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sociedad .
Por su parte, el flósofo italiano y profesor de Ciencia Política de la Universidad de Torino, Lucio Levi,
establece que las insttuciones juegan un papel preponderante en la construcción del poder social de un país
ya que:
“(…) consttuyen la estructura organizatva del poder polítco, que selecciona a la clase dirigente y asigna a
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los diversos individuos comprometdos en la lucha polítca su papel”
Por esta razón, las insttuciones son claves en la vida social. A través de ellas, la interacción humana se
encuentra guiada y regulada por una suma de instrumentos formales generalmente formulados desde el
Estado. Dicho de otro modo, las insttuciones regulan y ordenan la sociedad y la actvidad de sus integrantes.
Y esto se observa tanto en las organizaciones que la integran (desde un partdo polítco al consorcio de un
edifcio), como entre los individuos.
Sin insttuciones formales y socialmente reconocidas (por ejemplo, las leyes son muestras de insttuciones
formales), la vida social solo sería una lucha constante de todos contra todos, en la que los fuertes podrían
imponerse una y otra vez sobre los más débiles.
Es importante comprender que las insttuciones no son naturales ni creadas por una entdad religiosa
abstracta. Estas son una resultante de la disputa por el poder en una sociedad determinada. En defnitva, a
la vez que ordenan y evitan la “ley de la selva”, benefician a algunos más que otros. Las leyes son un ejemplo
de insttución formal reconocida socialmente.
Quien logra imponer una orientación determinada a las leyes y a otras insttuciones formales, también logra
fortalecer sus intereses partculares. De modo que la lucha por controlar las insttuciones es constante, ya
que el que escribe la ley tiene mayores chances de volcarla a su favor que quien no lo hace. La consecuencia
de esto es clara: las leyes son el resultado de una lucha de distntos grupos por imponerse y volcar en el
texto fnal sus propios intereses o visiones.
Las reglas de juego, por ello, no pueden benefciar a todos los ciudadanos por igual, aunque la lógica de
funcionamiento de las sociedades modernas es que todos deben acatar lo que las insttuciones dictaminan.
La lucha por el dominio del poder en una sociedad es, por una parte, histórica y, por otra, coyuntural. Es
histórica porque posee condicionantes –como traiciones, experiencias y memorias- que, a veces los mismos
actores pueden ignorar. Y es coyuntural porque la lucha por el poder no solo se apoya en el pasado, sino que
también ocurre por interés del momento. Es decir, los actores se mueven racionalmente, buscando cumplir
sus objetivos y aumentar sus benefcios (un ejemplo de este tpo de conflicto es aquel que enfrentó a
sectores vinculados al campo y al gobierno durante el año 2008).
En el periodo de tempo que va desde fnes del siglo XIX hasta fnes del siglo XX, en la Argentna esto se vio
reflejado, por ejemplo, en el peso de la tradición peronista y antperonista. La pertenencia a uno u otro de
estos grupos, fue limitando las estrategias de los distintos actores y, en muchos casos, esta pertenencia se
defnía por los antecedentes familiares o por el sector social de pertenencia.
Vale decir que en el marco de los conflictos de intereses que son constante las sociedades humanas, las
insttuciones ordenan, regulan, clasifcan y determinan lo que se puede hacer, y lo que no. Asimismo,
establecen “cómo” hacerlo y prevén el castgo a quienes no cumplan con lo establecido.
1
O´Donnell, Guillermo (1996), Otra insttucionalización, Ágora 5 (5-28), Buenos Aires.
2
Levi, Lucio (1997), Régimen polítco, en Bobbio, Norberto; Mateucci, Nicola y Pasquino Gianfranco, Diccionario de
Politca (pp. 1362-1366), Mexico, Siglo XXI Editores.
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Las insttuciones, además, regulan quién manda, cuánto poder para hacerlo poseerá, cuáles serán sus límites
y quiénes se los impondrán.
Por un lado, para consttuirse como tales, las instituciones deben provenir de algún espacio vinculado al
Estado y ser reconocidas, aceptadas y regularmente obedecidas por los diversos ciudadanos y actores
sociales. Es decir que no cualquier norma, por más formal que sea, es por eso una insttución.
Por otro lado, los ciudadanos deben considerar que la ley es un instrumento imparcial y admitr su poder,
aunque no los favorezca inmediatamente. Es decir, los ciudadanos deben aceptar el papel mediador de las
leyes y sus resoluciones, aunque estas no los apoyen en alguna ocasión. Por ejemplo, cuando les realizan una
multa de tránsito o les impiden estacionar su auto en alguna calle. Aun en el caso de que alguien no esté de
acuerdo con una decisión tomada por el Estado, esa persona estará obligada a obedecerla, aunque sea por
temor a las sanciones que pueda recibir en caso contrario.
Las decisiones que las instituciones toman e implementan a través, a veces, de la justcia, el Parlamento o
quizás de algún ministerio, están respaldadas –incluso con coerción- por el Estado o sus agencias. Esto,
fortalece su rol estructurador y ordenador de las relaciones sociales.
Además, para que sean eficientes, las regulaciones legales que rigen la vida de las insttuciones no pueden
cambiar todos los días, según el criterio del partdo, sector o grupo que se encuentre en el poder, sino que
deben mantener cierta permanencia temporal.
Las instituciones deben ser estables en el tiempo para que la sociedad las acepte.
Si las insttuciones que ordenan la sociedad cambiaran todo el tempo, los distntos actores no sabrían a qué
atenerse. Posiblemente comenzaran a desarrollar estrategias que eludirán el comportamiento de las
normas. La previsibilidad, presente y futura, es una de las características que define a las instituciones, sobre
todo a las polítcas. Más aún cuando se habla de leyes que regulan la distribución del poder en una sociedad;
por ejemplo, las que determinan cómo se elige a un presidente, a los jueces, o a los legisladores.
De modo que los actores y grupos con intereses diferentes y en disputa tenen que tener en cuenta la
importancia de mantener la estabilidad y sostener la expectatva de seguir interactuando conforme a las
mismas en el futuro. Vale decir que las leyes deben ser consensuadas y estables. De lo contrario, los distntos
actores no sabrían a qué atenerse. Posiblemente, comenzarían a desarrollar estrategias que eludirían el
cumplimiento de las normas.
Cabe señalar que existen, también, normas y conductas insttucionalizadas pero que no están entre las
previstas por las leyes. Se podría afrmar que hay reglas sociales que son conocidas por todos, pero no están
escritas ni provienen del Estado. En este sentdo, cabe preguntarse: ¿qué diferencia hay entre las
insttuciones formales y las informales?
Las instituciones formales, a las que se ha referido hasta ahora en este texto, están escritas y codifcadas a
través de consttuciones, leyes y reglamentaciones diversas. Su incumplimiento trae aparejada sanciones,
públicamente conocidas, por parte del Estado y sus agencias partculares.
La corrupción, el clientelismo, el nepotsmo, los golpes de Estado, la evasión fscal, son algunos de los casos
más conocidos de esta insttucionalidad que combina informalidad y presencia estatal. También son
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insttuciones informales las redes familiares de vecindad, de amistad, religiosas, cooperativas o de ayuda
mutua, que buscan darles a sus integrantes la protección y la previsibilidad que un Estado no puede otorgar.
Esta posible ausencia del Estado cobra partcular importancia en relación con las insttuciones vinculadas con
el poder y las reglas de acceso al mismo. Por ejemplo, el clientelismo, el fraude y la utlización ilegal de
fondos públicos son cuestiones altamente insttucionalizadas en la Argentna, pero no por esto son formales.
Las instituciones formales están escritas y codificadas, las informales no se encuentran escritas en ninguna
parte pero igual son conocidas y tenen efectos en la vida de las personas, y en la organización de una
sociedad.
En general, los dos tpos de insttucionalidades (formales e informales) funcionan paralelamente. Ninguna
de ellas es totalmente formal o informal sino que en cada una existe un porcentaje tanto de una como de
otra. Así, para explicar cómo funcionan determinados aspectos de una sociedad es necesario saber cuál es el
tpo de institucionalidad predominante. Para esto el análisis debe ser muy sistemátco y profundo de modo
de desentrañar cuáles de ellas son relevantes a la hora de movilizar las decisiones más importantes.
Por ejemplo, para observar un caso donde la insttucionalidad formal e informal es compartda se puede
hacer referencia al llamado fraude patriótco. A partr de 1930, en la Argentna, se realizaban elecciones para
elegir las principales autoridades del país tal como la ley lo exigía. No obstante, en la práctca era público y
notorio que el fraude sistemático impedía que la voluntad popular se impusiera de la mano de elecciones
transparentes. La ley decía una cosa, y se hacia otra.
Otro caso es el de los golpes de Estado. Se los puede analizar como una informalidad reiterada en la
Argentna. El golpe de Estado no estaba incluido en ningún código o consttución como una alternativa legal.
Es decir que los golpes consttuyen un hecho ilegal, por fuera de la formalidad prevista. Sin embargo, no era
un suceso fuera del menú de posibilidades al que apelaban los actores para lograr cumplir sus objetivos.
Al ser una alternativa reiterada, aunque no estuviera escrita, los demás actores consideraban posible su
utlización en sus cálculos y estrategias. Por eso era una insttución, pero informal. Y eso afecta a todos los
poderes de un Estado, tanto a la presidencia como al parlamento o a la corte suprema de justcia. Luego de
un golpe de Estado son las Fuerzas Armadas quienes poseen el verdadero poder aunque ello no sea legal.
El golpe de Estado, entonces, es una imposición informal por medio de la fuerza. Como sostiene Florencia
Deich, “un golpe de Estado sin importar la causa que invoque, es siempre un acto ilegal”. Más aun cuando
ese golpe de Estado produce una dictadura como forma de gobierno.
Por su parte, Verónica Beyreuther, en otro artículo de este libro, defne una dictadura cuando “varias
personas asumen sin límite alguno las funciones íntegras de un país”. Un poder que solo encuentra
legitmidad en las armas y en la posibilidad de utlizarlas contra sus propios ciudadanos si estos no aceptan la
dominación de facto propuesta por el Estado, es un régimen no democrátco (sobre este tema, es
importante tomar las defniciones de legitimidad y de dominación que ofrece Gómez Talavera en otro de los
artículos de esta compilación).
El régimen político
El régimen polítco es el conjunto de reglamentaciones que defnen cómo se accede al poder y cómo se
ejerce. Según como sean esas reglamentaciones, el régimen será de un tpo u otro.
Un régimen político democrátco y uno no democrátco son dos regímenes polítcos muy distntos. En el
primer caso, las reglas para acceder al poder se basan en la decisión de la sociedad a través de la emisión del
voto. En el segundo caso, unos pocos toman las decisiones y su poder se basa en el ejercicio de la fuerza.
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Incluso, tal como lo explica Graciela Etchevest en otro artículo de este libro, en un gobierno no democrático,
el acceso al poder se produce violando las leyes que deberían ser respetadas.
Como lo señala Margarita Batlle algunas páginas más adelantes, un régimen democrátco es aquel en el que
la ley exige elecciones abiertas y transparentes; un régimen donde una Consttución y las leyes establecen la
forma en que se debe ejercer cada uno de los cargos públicos de representación, donde existen libertades
garantzadas por la ley, y los derechos de las mayorías y las minorías están formalmente defnidos.
Por su parte, Beyreuther sostene que un régimen dictatorial es completamente diferente al democrátco.
Un ejemplo de un régimen no democrátco es el que se impuso luego del golpe de 1976. En aquel momento,
un grupo de militares tomó el poder –solo basado en las armas-, aniquiló a los opositores y violó toda
normatva. Nadie votó en aquella ocasión como hubiera sucedido en una democracia.
Como sostene Florencia Deich y Eve Lavandeyra en otros artículos de este libro, cuando cambia el régimen
polítco por un golpe de Estado se modifca la forma en que se accede y se ejerce el poder. Cambian las
reglas y, por lo tanto, cambian quienes ganas y quienes pierden. Entonces, quienes pueden perder el poder
están dispuestos a defenderse y quienes lo pueden ganar, trataran de apurarse para lograrlo cuanto antes.
De manera que el cambio de un régimen polítco por otro, por ejemplo, al pasar de uno democrátco a otro
dictatorial a través de un golpe de Estado, es un momento clave en una sociedad porque el funcionamiento
de la misma sufre notables cambios. Al respecto, en el trabajo de Nicolas Simone incluido en este mismo
libro, se describen y analizan las inciertas y complejas formas que adopta el cambio de un régimen a otro, la
llamada “transición”.
Un cambio de régimen ocurre cuando hay una modifcación sustancial en las reglas de juego que determinan
el acceso al poder y a su ejercicio. Esto ocurre porque son otros los grupos y las personas que toman las
decisiones y la orientación de las polítcas del Estado. En este sentdo, Enrique García muestra en su artículo
presente en esta compilación cómo los diferentes tpos de Estado producen a lo largo de la historia
diferentes tpos de polítcas y efectos sobre la sociedad. Por ejemplo, del gobierno de Raul Alfonsin al de
Carlos Menem no hubo cambio de régimen. Ambos están incluidos dentro de lo que se considera un
régimen democrátco.
El nuevo gobierno mantuvo las reglas democrátcas. Del mismo modo ocurrió en la dictadura de 1976,
cuando el entonces presidente Jorge R. Videla fue reemplazado por Roberto E. Viola. En ese caso no se
produjo un cambio de régimen. Ambos gobiernos representaban dictaduras. No obstante, cuando se pasó de
la presidencia de Reynaldo Bignone a la de Alfonsin, sí hubo un cambio de régimen, ya que de una dictadura
se pasó a una democracia.
Como se podrá advertr, los cambios de régimen son momentos conflictivos, inciertos y no exentos de
violencia. Si la polítca fuera un juego, el cambio de régimen por un golpe de Estado implicaría la
modifcación de reglas en medio del partdo y sin el acuerdo de los distntos equipos. Entonces, un régimen
polítco estable requiere que los contendientes estén preparados para ganar y perder, pero, también, para
esperar pacientemente los plazos que son defnidos por las insttuciones para competr por el poder y no
intentar acelerarlos tratando de expulsar a sus rivales por cualquier medio.
En un escenario caracterizado por la vigencia de un régimen polítco estable (de estabilidad del régimen
polítco), los distntos actores confían en las reglas y eso puede también estimular la concreción de otros
acuerdos sobre polítcas de Estado. De esta forma, generalmente, un país logra avanzar para cumplir
objetivos y aumentar sus capacidades y desarrollo. No obstante, en la historia argentna, las cosas fueron
bien diferentes. Quienes perdían el poder o no podían alcanzarlo de otra manera (por ejemplo, con el triunfo
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electoral), no deseaban abandonar las ventajas que el poder les otorgaba. Por esta razón, estaban
dispuestos a descargar sobre sus adversarios los elementos coercitivos a su alcance. Esto produjo, ni más ni
menos, la intervención de las Fuerzas Armadas en ámbitos de la vida social, que no estaba prevista por la ley.
Estos fueron procesos reiterados en la Argentna en los años 1930, 1943, 1955, 1962 y 1976. Pero, también,
los cambios introducidos en la vida social a partr del pasaje de un régimen a otro se observan en sentdo
contrario, cuando de un gobierno dictatorial se para a otro democrátco, como también sucedió en nuestro
país en 1916, 1946, 1958, 1963 y 1983.
Puede suceder que aquellos que pierden el poder (por ejemplo, en la derrota electoral) traten de
perpetuarse en el mismo violando todo tpo de legalidad con el objetvo de evitar que accedan
representantes de partdos o sectores sociales que poseían distntos intereses o visiones sobre cómo
conducir al país.
En esta dirección, la forma en que el gobierno de Yrigoyen fue derrocado es una muestra de lo que se viene
explicando, al igual que la proscripción a la que fueron sometdos los radicales bajo el gobierno de Uriburu.
En aquel entonces, la inestabilidad permanente, la falta de consenso por el modelo de país que se pretendía
y los conflictos no resueltos que esta situación trajo aparejados, tuvieron una gran influencia en el desarrollo
de la historia argentna. Esos desacuerdos se manifestaron tanto en los actores políticos, en las
organizaciones sociales como, principalmente, en las formas que adoptaron la polítca y la vida social a
través de la relación entre la sociedad y el Estado.
En síntesis, el análisis del complejo proceso de cambio que se produce cuando se pasa de un régimen a otro,
consttuye un punto de vista productivo para abordar el estudio de la historia argentna. Esto es un desafío
para comprender cuáles fueron las consecuencias que trajeron aparejadas en los distntos sectores y actores
sociales –en sus estímulos e intereses- y en su vinculación con el Estado.
Tal como se menciona al comienzo, la estructura del libro se establece con un conjunto de herramientas
teóricas para observar y analizar la insttucionalidad sociopolítca de una sociedad, prestando especial
atención a las formas de acceso y de ejercicio del poder del Estado y las reglas de acceso al poder (el
régimen polítco).
La sociedad no es espectadora pasiva, sino que relaciona y estructura sus múltiples intereses –encarnados
en diversos actores individuales y grupales- para influir en la generación de algunas polítcas estatales y en el
bloqueo de otras. Por esta razón, ni el Estado ni la sociedad pueden verse como actores homogéneos, que
hablan con una sola voz y actúan con una misma mano. Por el contrario, ambos son escenarios donde se
representan y, a la vez se enfrentan diversos intereses, identdades y demandas sociales en un constante
juego de tensiones que pocas veces encuentran una única instancia de defnición y un resultado inapelable.
Ante la complejidad de la relación entre la sociedad y el Estado, caracterizada por tensión y conflicto y en la
que se reproduce la heterogeneidad de intereses y proyectos, se impone la necesidad de una sólida
insttucionalidad que permita defnir las reglas por las cuales unos ganan y otros pierden.
Para hacer frente a estas heterogeneidades, se requiere una insttucionalidad que posea un grado de
legitimidad –aunque sea mínimo- para que aquellos que pierdan la pulseada social y polítca, no decidan
apelar a métodos no previstos formalmente para cumplir sus objetivos. Un ejemplo de lo que produce la
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ausencia de legitmación polítca y las reglas de juego, son los numerosos golpes de Estado ocurridos en la
Argentna durante el siglo XX; también, la violencia polítca o la ausencia de polítcas de Estado,
consensuadas por diversos grupos sociales, aunque no coincidan en todos los contenidos.
Estos enfrentamientos sociales están vinculados con la necesidad de controlar los espacios de autoridad en
el espacio público. En este sentdo, el poder se ejerce de distntos modos. En el artículo antes mencionado
de Beyreuther, la autora lo detalla bajo la mano de una dictadura. En otro dos de los trabajos incluidos en
este libro, Flavia Freidenberg muestra con claridad como el populismo lo hace desde un punto de vista
autoritario, mientras que Paula Bertno explica formas más sofstcadas de control desde adentro mismo de
la democracia, a través de la llamada democracia delegatva.
La forma en que el poder se construye y se ejerce tene claras influencias en el camino que recorre un país.
Para desentrañar por qué se han tomado determinadas direcciones y no otras, es preciso analizar una
historia polítca de las instituciones, de su conformación, desarrollo y cambio, sin perder de vista qué grupos
las han impuesto, cuales las han resistdo y por qué.
Finalmente, se puede afrmar con cierto grado de certeza que aquellas sociedades, que tuvieron mayores
acuerdos acerca de cuáles eran las reglas que le permitían resolver los conflictos y procesar los diversos
intereses en pugna, han conseguido una mayor estabilidad de su régimen polítco y mejores condiciones
para su desarrollo social.
Una competencia sobre la lucha por el control de las instituciones en la historia argentina
Desde su independencia, la Argentna fue el escenario de cruentas luchas para defnir quienes ocupaban los
puestos que permitían defnir el rumbo del Estado. En la práctca, esto implicaba incidir en las polítcas
públicas (por ejemplo, las económicas) que podrían favorecer a unos sectores y perjudicar a otros. En una
sociedad tan heterogénea, quien lograra influir más sobre el Estado, tendría gran parte del huego ganado.
La inestabilidad en las reglas que ordenan a una sociedad y, particularmente, en las que regulan el acceso y
ejercicio del poder polítco (por ejemplo, las que determinan quién es el presidente) explican la ausencia de
un consenso sobre el destno del país. En la Argentna fueron pocos los momentos en que los actores
polítcos y sociales prefrieron reglas democrátcas para defnir los resultados de esas disputas y consensuar,
luego, en algunas líneas polítcas que debía seguir el Estado. La historia demostró que este tpo de juegos “a
todo o nada”, no tene ganadores de mediano o largo plazo.
Ante la ausencia de reglas consensuadas para defnir quién ganaba y quién no, los triunfadores tomaban
todo el control del Estado y los perdedores comenzaban, casi inmediatamente, a conspirar para lograr una
nueva oportunidad de acabar con su enemigo sin aguardar los términos temporales fjados por la ley.
Un ejemplo de esta lógica fueron los dos primeros gobiernos peronistas. Perón gobernó el país en forma
autoritaria al perseguir opositores, prohibir a la prensa crítca con su gobierno, cambiar las reglas electorales
y al negar el acceso a la justcia a quienes no pensaban como él. Del mismo modo, quienes se oponían a su
gobierno, buscaban quitarlo del poder sin respetar las reglas de juego (ya que, Perón, tampoco lo hacía).
Finalmente, un grupo de quienes se oponían a Perón hicieron un golpe de Estado y lograron expulsarlo.
La apelación a la violencia como “insttución informal” para resolver los problemas del país no fue un hecho
extraordinario. Durante el siglo XIX, quien perdía la disputa polítca, a menudo, no podía garantzar siquiera
mantenerse con vida. Con la llegada del siglo XX, aunque la violencia no abandonó nunca la lucha polítca,
esta situación cambio convirténdose en una característca estructural de la lucha por el poder en el país.
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A fnes de la década de los años sesenta, incluso, se impusieron distntas formas de terrorismo de Estado, tal
cual se muestra en el artículo de Etchevest. Y esto ocurrió tanto en los gobiernos peronistas como, luego y
sistemátcamente, bajo el gobierno militar impuesto en 1979.
Así como al principio de este trabajo se defnió qué es la sociedad y qué es el Estado, se vuelve primordial
también trabajar sobre las defniciones del concepto de democracia. Esto aportara para reflexionar sobre
una pregunta de la que no es fácil obtener una respuesta certera: ¿cuándo un régimen polítco es
democrático y cuándo no lo es?
Este interrogante remite a una discusión antgua y muy extensa que puede encontrarse en tratados de
flosofía polítca que incluso se remontan a la época de la Grecia clásica. Sin embargo, para un trabajo
académico que busque comprender el rumbo de una sociedad se debe dar alguna respuesta concreta, si
bien en estos tempos complejos las cosas no son tan sencillas como en la polis griega.
Como presenta Bertno, existen discusiones sobre distntas visiones de la democracia y los puntos de vistas
opuestos que producen cada una de ellas. Si bien estas visiones tenen muchos matces, se pueden agrupar
en dos conjuntos, las visiones sustantivas y las realistas.
Las realistas consideran que la democracia es un procedimiento para elegir autoridades polítcas. La
democracia ni implica más que eso.
Ellos podrían argumentar que “la democracia debe servir para elegir gobiernos, nada más, pero también
nada menos. De esta forma habría un método de elección de gobernantes pacífcos y consensual, evitando
que los intereses enfrentados colapsen la sociedad buscando destruirse mutuamente”.
En esta discusión los defensores de una idea de democracia sustantiva podrían responder afrmando que “la
democracia es un sistema que busca la partcipación de los ciudadanos en todas las decisiones importantes
de una sociedad. No alcanza votar una vez cada cuatro años”.
Estas dos posiciones, en formas mucho más profundas, complejas y elaboradas, vienen confrontando desde
hace mucho tempo atrás, tratando de elaborar una noción de democracia que pueda ser común y
conformar a todos. Por supuesto que sin mucho éxito. En parte, esto ocurre porque ambas posiciones
poseen algo de razón. Como dicen los realistas, la democracia debe valorizarse como conjunto de reglas
ordenadoras del régimen polítco. Pero también, tal como argumentan los defensores de la democracia
sustantva, la democracia es importante como la forma en que se incluyen a los ciudadanos activamente en
la toma de decisiones de este régimen.
Como ya se expresó, un régimen polítco se defne por la forma en que se accede al poder (por ejemplo, en
la democracia a través del voto) y, también, por la forma en que se ejerce dicho poder. En la democracia
para ejercer el poder se deben respetar las leyes y los derechos de la mayoría y de la minoría (es decir de
quienes perdieron las elección). En función de estas dos variables, el tpo de acceso al poder y la forma en
que se ejerce, se puede defnir el carácter de un régimen y del gobierno que lo representa. Esto signifca que
un partdo polítco puede ganar una elección por votación popular y así se le otorga una legitimidad
democrática para ejercer el gobierno. Pero, una vez en el poder, para seguir siendo legítimo debe ejercerlo
en forma legal.
Puede ocurrir que un gobierno elegido en elecciones transparentes, una vez en el poder, lo ejerza en forma
despótca e ilegal. Este fue el caso de Hitler en Alemania. Los nazis cambiaron las reglas de juego ni bien
accedieron al poder. De ese modo convirtieron una democracia en una dictadura. Pocas veces los hechos
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sociales se presentan tan claramente para ser defnidos y conceptualizados como en la Alemania nazi. A
veces, las coyunturas son más ambiguas y eso difculta clasifcarlas.
La poliarquía
Posiblemente, la única manera de lograr algún tpo de defnición equilibrada de la democracia, sea
quitándole la carga valoratva al concepto y evitando “limitarlo” al análisis de un conjunto reducido de
reglas. Es decir, utlizar una defnición instrumental tal como lo hace en su artículo Batlle. Se trata de una
defnición que permite al menos diferenciar a una democracia de aquello que no lo es. En cierta medida,
esto sería darle la razón a los realistas, pero a los fines de trabajar colectivamente el concepto, resultará
mucho más sencillo.
Al tener en cuenta lo mencionado en el párrafo anterior, la poliarquía podría definirse como la “democracia
que realmente existe”. Según Batlle, la democracia ideal nunca podrá concretarse porque es un deseo
utópico. Esto consttuye un motvo por el cual la autora propone, en su reemplazo, utlizar el concepto de
poliarquía para defnir un gobierno mínimamente democrátco. Este agrupa algunas cuestiones ligadas a la
manera en que se accede al poder. Al priorizar las cuestiones formales, deja de lado otras características
vinculadas al ejercicio del poder que podrían exigir los que reclaman una defnición más sustantiva de
democracia.
De todos modos, las ciencias sociales no son exactas y, por esta razón, la caracterización que se proponga
acerca de la democracia dependerá de las defniciones –y opiniones e ideas- que cada uno posea, utlice o,
sencillamente, le gusten. Cabe señalar que la realidad siempre es mucho más compleja de lo que se puede
agrupar en un par de categorías cerradas. No obstante, es necesario crear dichas categorías para analizar
sistemátcamente grandes porciones de tempo o procesos complejos.
Las categorías y los conceptos son mucho más cerrados que las fluidas y, muchas veces, inesperadas
derivaciones que tene la vida social. La generalización tene sus riesgos, pero no sería posible crear una
categoría para cada caso (en este caso los regímenes) porque, entonces, no se podría establecer ningún tpo
de acercamiento extensivo.
En este libro se utiliza la defnición de democracia de Batlle. En dicha defnición se hace énfasis solo en la
forma de acceso al poder. Probablemente, se ha elegido un modo de defnir a la democracia que puede ser
limitada, pero esa defnición permitrá trabajar con un idea concreta a la que, luego, se podrán ir
incorporando otros elementos.
Como ya fue dicho, la realidad es más compleja y, muchas veces, no es tan fácil alcanzar siquiera mínimos
acuerdos. Por ejemplo, no existen acuerdo unánime con respecto a si la elección presidencial de 2013 en
Venezuela fue un proceso transparente.
Para enfrentar estas situaciones complejas, se puede utlizar una división un poco más flexible de los
distntos regímenes y sus gobiernos que la ofrecida inicialmente en términos dicotómicos como “democracia
vs. dictadura”. En este sentido, al considerar la historia argentna, se podría decir que algunos regímenes no
fueron totalmente antdemocráticos o dictatoriales a pesar de lo discutble de su origen.
En relación entre la sociedad y el Estado, como en otras cuestiones de la vida, los matces importan. Por
ejemplo, en el gobierno de Agustín p. Justo (1932) se originó en un régimen ilegitmo y dictatorial que fue el
producto del derrocamiento del presidente electo democrátcamente, Hipólito Yrigoyen. Sin embargo, Justo
logró recuperar el funcionamiento de diversas insttuciones democrátcas y diferenciarse notablemente de
su antecesor, el general Uriburu.
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De modo que, para evitar oposiciones excluyentes tales como democracia vs. dictadura, se puede incorporar
una tercera condición para los regímenes polítcos: los semidemocrátcos. Se entenderá por este tpo de
régimen aquellos que, si bien no tenen una legitimidad de origen totalmente democrática, tampoco pueden
considerarse gobiernos dictatoriales. Pero ni siquiera agregando una tercera categoría sería sufciente para
captar cada una de las características específcas de los regímenes polítcos argentnos.
Durante el siglo XX, la Argentna tuvo una gran inestabilidad en el plano del régimen polítco, es decir, en las
reglas de juego para acceder al poder. Por ejemplo, resulta sumamente polémico caracterizar como
democráticos, semidemocrátcos o no democrátcos, a los gobiernos encabezados por Arturo Frondizi y por
Arturo Illia, respectvamente, accedieron al poder con el peronismo proscripto.
Esto signifca que estaba prohibida su partcipación en las elecciones por orden de los militares. De todas
maneras, y a pesar de esta anomalía, la forma en que Frondizi e Illia ejercieron el gobierno no podría
asimilarse, en ningún caso, a gobiernos dictatoriales como los encabezados por Videla o por Uriburu.
De hecho, los gobiernos radicales de Frondizi e Illia resultaron en muchos aspectos más democrátcos (y sus
conductas personales muchísimo más ejemplares) que otros con un origen democrático indudable. Por
ejemplo, en tiempos del tercer gobierno peronista, a pesar de su origen democrátco, se desarrollaron
polítcas persecutorias e ilegales contra todos aquellos que no lo apoyaban.
Esta introducción intenta presentar los temas que se desarrollan a lo largo del libro en forma sintetica, pero
a la vez, dialogando unos con otros. La hipótesis que lo origino es que la lucha por el régimen polítco resulta
un concepto crucial para entender el desarrollo de la relación entre una sociedad y el Estado. Esto es así
partcularmente en la Argentna, donde los constantes cambios de régimen polítco oscurecieron la
posibilidad de llegar a acuerdos entre los distntos grupos de la sociedad.
Para que un régimen sea totalmente democrátco debe ser legítimo en su elección, pero también, ser
respetuoso de la legalidad, cumplir sus promesas y aceptar las disidencias de opositores y minorías. Pocos
gobiernos en la historia argentna lograron cumplir ambos cometdos. Si se aplicase estrictamente esta
categorización, entonces, se llegaría a la conclusión de que la Argentna casi no ha tenido gobiernos
democráticos en su historia.
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El Estado
Por Patricio Gómez Talavera
El Estado es uno de los protagonistas clave de los estudios sociales. Esto se observa sin importar la disciplina,
la nacionalidad del especialista que lo estudia o el momento histórico en que se encuentre. La aparición del
Estado como actor histórico marca un antes y un después en el desarrollo de las sociedades humanas. Desde
su creación, el Estado pasa a ser el poder y quien define las reglas de juego en una sociedad determinada.
Por lo tanto, también va generando diferenciaciones entre los habitantes de esa sociedad (entre los que
mandan y los que obedecen).
El Estado es una creación humana. Antes de que las sociedades humanas crearan el Estado, los seres
humanos vivían en lo que se llama “estado de naturaleza” (Prieto, 2011). Esto signifca que no había leyes
que organizaran la vida humana y el más fuerte se imponía una y otra vez sobre el más débil. Se regían por la
fuerza y la venganza personal. La justcia privada era la norma, es decir, cada uno la aplicaba con su propio
criterio.
El Estado es el que impone las leyes, es decir, quien las hace cumplir. Si no hay Estado, entonces las
sociedades se regulan internamente por la aplicación de la fuerza entre las mismas personas. Antes de la
existencia de los Estados nacionales, también se organizaban por la fuerza las relaciones entre los distntos
grupos, ya que tampoco había fronteras delimitadas formalmente entre aquellos que ocupaban un territorio
determinado.
Thomas Hobbes (1588-1679) fue uno de los primeros que realizó esta tarea de defnir al Estado. Hobbes
afrmaba que el Estado había surgido a través de una especie de acuerdo efectuado entre los habitantes de
un territorio para organizarse mejor (Martínez, 2008).
Cuando las sociedades que no tenían Estado se organizaban, posiblemente liberadas por algún guerrero o
líder carismátco que imponía sus deseos sin limitaciones, se dieron cuenta de que un Estado les daría más
poder y seguridad.
Un Estado, en los momentos de su creación por sociedades pre-históricas, aunque fuera precario y pequeño,
permitía organizar la defensa y regular las relaciones entre las personas reduciendo la violencia sin control.
Por otra parte, un Estado hacía más eficiente la agricultura y la ganadería.
Mediante este acuerdo, los miembros de una sociedad renunciaban a imponer sus intereses individuales
(por ejemplo, usando la defensa propia o la venganza), en favor de la creación de una nueva estructura –el
Estado- que serviría para defenderlos a todos de otros grupos rivales.
No hay duda de la importancia de la fgura del Estado en el desarrollo de la humanidad, pero… ¿cómo se
defne un Estado?
Definición
El sociólogo alemán Max Weber (1864-1920) elaboró una defnición de Estado. Si bien esta defnición fue
muy importante a principios del siglo XX, con el correr del tiempo aparecieron otras igualmente importantes
(Pedrosa, 2014).
La defnición propuesta por Weber aún permanece en vigente, y esto es así porque señala algunas
característcas básicas sobre lo que defne al Estado y su acción. Según el autor:
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(El) Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio (el territorio es el
elemento distntvo), reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legitma. Lo específico de
nuestro tempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la
violencia física en la medida que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente de “derecho” a la violencia.
(…) (Weber, 2006, cit. en Pedrosa, 2014, 52-53)
De la defnición de Weber, se deben tomar dos elementos que defnen a un Estado como tal: primero, el
dominio sobre un territorio determinado. Este territorio debe ser indiscutblemente propiedad del Estado. Y
segundo, dentro de este territorio, el Estado es la institución que monopoliza el uso de la violencia legítima.
¿Qué signifca que monopoliza la violencia? Quiere decir que dentro de ese territorio que domina, el Estado
es el único que puede ejercer la violencia. Por ejemplo, a través de la policía o de la gendarmería o de
cualquiera de los cuerpos armados del Estado que estén dispuestos para eso. Se trata pues de una violencia
entendida como legitima, dado que es aceptada por la sociedad, incluso por los que potencialmente la
podrían padecer, y además está regulada en la legislación.
Si dentro del territorio de un Estado existieran grupos de personas individuales que pudieran ejercer la
violencia (e imponer sus propias leyes) sin consentimiento del Estado, esto pondría en discusión su propia
existencia. Un ejemplo de esto puede ser las guerrillas o el crimen organizados.
Las defniciones de Estado fueron cambiando con los aportes de otros cientstas sociales y nuevas escuelas
de pensamiento; también porque el mismo Estado y las sociedades se han complejizado cada vez más. Sobre
todo con la llegada de la globalización.
El Estado y la dominación
¿El Estado representa a todos los ciudadanos de una sociedad? Weber responde a esta cuestión afrmando:
El Estado, como todas las asociaciones polítcas que históricamente la han procedido, es una relación de
dominación de hombres sobre hombres, que se sostiene por medio de la violencia legítma (es decir, de la que
es vista como tal). Para subsistr necesita, por tanto, que los dominados acaten la autoridad que pretenden
tener quienes en ese momento dominan ¿Cuándo y por qué hacen esto? ¿Sobre qué motvos internos de
justficación y sobre qué medios externos se apoyan a esta dominación?) (Weber, 2006, cit. en Pedrosa, 2014,
53).
Weber reflexiona acerca de cómo el Estado consigue hacer efectva la dominación sobre una sociedad
determinada. Lo que caracteriza a la asociación estatal no son los objetivos que busca, no el tpo de
dominación que persigue; lo que la distngue y diferencia de cualquier otro tpo de organización social es el
medio que elige para ejercer dicha dominación: la coacción física (la violencia), la que el Estado ejerce de
manera legítima y monopólica.
En su defnición del Estado, características y funciones, el autor afrma que lejos está de ser un espacio
igualitario. Por el contrario, es producto de la dominación de personas sobre personas. El Estado no es
representatvo de la totalidad de la sociedad. La sociedad es heterogénea y conflictva, y eso también
repercute en el Estado. Es decir, dentro del Estado, también hay diferencias. Así, siempre algunos grupos
poseen el control del Estado –o de alguna parte- pero deben conducirlo sobre toda la sociedad.
Según la defnición aquí presentada, la violencia pura es un elemento clave para dominar, pero sola no es
sufciente para explicar el predominio del Estado sobre la sociedad. Para ser efectva, la violencia debe ser
aceptada por los ciudadanos y, además, debe ser legal, es decir, prevista en las leyes. Esto signifca que la
violencia debe ser legítima, regulada por la ley.
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Por lo tanto, monopolio de la violencia y de la legitimidad no pueden entenderse de manera separada, son
condiciones esenciales de la dominación estatal sugerida por Weber.
Esto quiere decir, sobre todo, que el Estado no puede ejercer violencia si no está apegada a la legalidad que
él mismo predica. La violencia tene un explicación que la legitima (por ejemplo, mantener el orden) y una
legalidad que la controla, le da forma e impide que se desborde (la ley). En este libro, se profundiza esta
cuestión en el artículo de Graciela Etchevest sobre terrorismo de Estado.
Una visión crítica del Estado tal cual lo planteó Weber proviene del marxismo. Para Karl Marx (1818-1883), el
Estado es clasista, es decir, favorece a una clase, está al servicio de la clase dominante. En el sistema
capitalista, esa clase dominante es la burguesía.
Según el marxismo, el Estado es quien posibilita reproducir la dominación a partr de conservar y proteger el
sistema capitalista. En definitva, el Estado estaría al servicio de los intereses de la clase dominante y es un
instrumento que le permite a esa clase subordinar a las otras.
La propuesta de acción polítca del marxismo, coherente con la concepción que tiene el Estado burgués, es la
conquista del poder político por parte de la clase trabajadora; la destrucción del Estado burgués y la
construcción de un necesario Estado obrero, como paso de transición hacia el socialismo y el comunismo.
Esta sería una sociedad donde a largo plazo no habría Estado.
¿Por qué las personas obedecen al Estado? Weber estudió las sociedades humanas y observó que los
ciudadanos aceptaron el poder de dominación ejercido por el Estado sobre la base de diferentes motivos.
Como producto de su observación propuso una tpología; agrupo los diferentes tpos de dominación bajo
conceptos generales. Así, según el pensador alemán existrían tres tpos de fundamentos de la legitimidad de
una dominación.
En primer lugar, menciona la legitimidad del “eterno ayer” basada en la costumbre. En este caso, la
obediencia no se reflexiona mucho. La respuesta a la pregunta que inicia este apartado sería: “siempre fue
así y siempre lo será”.
En segundo lugar, Weber propone la idea de la dominación sostenida en la gracia o carisma personal de
quien lidera un Estado. La historia de la humanidad está plagada de momentos de este tpo. Alude a cuando
una persona, usando su inteligencia, magnetsmo personal, capacidad de liderar grupos o convenciendo a
enormes cantdades de población, genera reglas que la multtud obedece sin cuestonar. Incluso, muchas
veces, esto llevó al desastre. Pero, más allá del resultado fnal, el carisma del líder ha sido uno de los motivos
que sostuvo la dominación.
Weber se centró mucho en este aspecto (del carisma). Le interesaba explorar en el “carisma” asociado al
liderazgo personal de una figura dominante: el “caudillo”. En este tpo de liderazgo y dominación, al alemán
le llamaban la atención la idea de la vocación (acttud) por el poder mostrada en el caudillo.
¿Qué tiene que ver con la dominación? Según este autor, el carisma de una persona sirve para reflexionar
sobre por qué ciertos grupos de personas obedecen, por qué creen en un líder que los conduce, aunque no
sea la costumbre o una norma legal. En este libro, Flavia Freidenberg aborda este tema desde una
perspectiva más actual, haciendo referencia al concepto de populismo.
Finalmente, el tercer elemento que señala Weber es una legitimidad basada en la “legalidad”. Es decir,
fundada sobre normas racionalmente creadas, como son las leyes. Este caso es el más habitual en el mundo
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occidental del siglo XX. Las sociedades se ordenan en torno a la ley, una ley escrita, que coloca al Estado en
un papel de árbitro. Es una dominación legal ya que la sociedad piensa que es lo más efciente para eludir la
propagación de la violencia descontrolada.
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El Estado y sus tpos
Por Enrique García
Uno de los conceptos centrales en la Ciencias Sociales es el de Estado. Debe señalarse que existen diversos
niveles de estatalidad: Estado municipal (por ejemplo, el Estado rosarino); Estado provincial (tal es el caso
del Estado Correntno) y Estado nacional (el Estado argentno es un ejemplo). No obstante, para este trabajo,
el que interesa es el nacional.
El Estado nacional está consttuido, como lo indica la palabra, sobre la idea de nación. Si bien, en algunos
casos, la idea de nación aparece vinculada a la religión o a una etnia determinada, generalmente, está unida
a un espacio territorial determinado. También, ha Estados que no son nacionales sino regionales, es decir
que agrupan a varios países. El ejemplo más clásico es la Unión Europea. Por el contrario, hay naciones que
no han podido consttuirse en Estados (por ejemplo, los kurdos).
Adema, hay Estados que contenen más de una nacionalidad. Por ejemplo, el Estado nacional español, que
alberga comunidades –como la vasca o la catalana- que contenen grupos políticos importantes que buscan
separase de España y constituir sus propios Estados nacionales.
Se debe aclarar que a los efectos analítcos, el Estado y gobierno son conceptos diferentes. Aunque
coloquialmente suelen usarse como sinónimos, definitvamente no lo son. Por gobierno se entende al
conjunto de personas y partdos que momentáneamente sustentan el poder a través de cargos electivos o
polítcos. El gobierno es ejercido por representación de la sociedad. Por lo tanto, es un poder delegado y el
método de delegación son las elecciones. El gobierno no le pertenece en forma permanente a quien
transitoriamente lo puede estar ejerciendo. Es otorgado y prestado para ser ejercido pero solo por un
tempo preestablecido.
El Estado, en cambio, está representado por los funcionarios (maestros, policías, jueces, militares) que dotan
de autoridad, legalidad y, en últmo término de legitimidad de cada gobierno. El Estado es el que les permite
a los gobernantes justfcar su reclamo de apoyo popular, porque es el Estado quien contene y representa al
conjunto de la sociedad. La Consttución Nacional es la ley máxima ya que organiza y da forma al gobierno de
un Estado y, por ello, se convierte en una suerte de contrato con la sociedad.
Muchos pensadores se han dedicado a defnir qué es un Estado. Sería imposible mencionarlos a todos. Este
artículo se propone profundizar los diferentes tpos de Estado y, para eso, parte de la defnición que aparece
en el artículo de Patricio Gómez Talavera de este mismo libro.
Tipos de Estaos
En este apartado, se presenta una tpología según la cual se ordenan diferentes tpos de Estados en base a
los procesos de formación, consolidación y derrumbe. La idea central es que el Estado es una gran
construcción histórica cutas característcas varían a lo largo del tempo y que va adoptando diferentes
formas, las cuales se presentan a contnuación.
El Estado absolutista
El proceso de formación y consolidación del Estado absolutsta se ubica desde fnales del siglo XV y principios
del XVI, y se mantene hasta fnales del siglo XVIII. Su conformación fue el producto de innumerables
transformaciones, tanto polítcas (debilitamiento del poder de los señores feudales con posterioridad a las
cruzadas), económicas (expansión del comercio a partr del siglo XVIII), sociales (resurgimiento de las
ciudades y aparición de nuevos actores sociales) como culturales (nueva cosmovisión).
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El Estado absoluto termino, en gran medida, con el poder de la Iglesia. Las luchas religiosas de los siglos XVI y
XVII impulsaron el proceso de centralización polítca y permiteron a algunos Estados separase de Roma y a
otros limitar su poder y construir iglesias nacionales. Este régimen polítco “está sometdo a normas y
regulaciones preestablecidas; no es arbitrario, en cuanto el poder del monarca no es ilimitado y sobre todo,
es de tpo secular y profano” (Bobbio, 1976).
Es de destacar, que el Estado absolutsta recompone el orden perdido hacia fnales de la Edad Media (que
fue el período anterior entre los siglos V y XV). En efecto, la aparición de nuevos actores sociales y
económicos, el resurgimiento urbano, la expansión del comercio y las consecuencias de las Cruzadas
promovieron un fuerte proceso de decadencia de los señores feudales.
El poder polítco se centralizó en la persona del rey, quien subordinó a todos los estamentos del Estado
(nobleza, clero y campesinos). En el mismo sentdo, ese proceso centralizador fue acompañado por el
establecimiento de los límites de los territorios. Hasta entonces, sobre todo en el período precedente, la
Edad Media, el rey no dominaba los territorios porque se los había cedido a sus vasallos. Con el Estado
absolutsta, el rey recupera el control del territorio.
Por otra parte, para lograr esto últmo, y para garantzar la defensa del territorio, se hizo necesaria la
creación de un ejército nacional de carácter profesional. También hubo que monopolizar el ejercicio de la
justcia en manos del monarca (en la Edad Media la justcia estaba en manos de los nobles de cada
territorio). Las prerrogativas que con anterioridad poseían los señores feudales (los nobles) se reemplazaron
a través de funcionarios y un sistema nacional administrador de impuestos.
En suma, el Estado absolutista incorporó a la esfera pública –en manos del rey- funciones y atribuciones que
antes se ejercían en otros ámbitos. Ejemplo de ello fue la administración de justcia, que dejó de depender
de las atribuciones de los señores feudales para ser una función administrada exclusivamente por el Estado.
En este breve recorrido del proceso de formación y consolidación del Estado absoluto, no puede pasarse por
alto el inicio de su decadencia y su posterior destrucción. Tal es así que durante el siglo XVIII nacieron nuevas
ideas que cuestionaron el poder de las monarquías.
La Revolución Francesa dio origen a la construcción de un orden polítco diferente y estableció las bases del
nuevo orden polítco burgués que reemplazarían al absolutsmo. El liberalismo y sus principales ideas y
principios fueron la base de esta nueva etapa en la historia del Estado. El consttucionalismo (la vigencia de
la ley como elemento ordenador de la sociedad), el avance científco y el creciente poder económico de la
burguesía fueron socavando el sistema absoluto y la organización estamental del absolutsmo.
El Estado liberal
Para abordar el estudio del Estado liberal se debe entender primeramente cuál es el signifcado del concepto
“liberal”. El liberalismo aparece aquí como una concepción cuestionadora del poder absoluto que, como se
vio en el apartado anterior, predomino desde fnales del siglo XV y principios del XVI, hasta fnales del siglo
XVIII.
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El liberalismo es considerado por sus propulsores como la flosofía polítca de la libertad y del progreso
intelectual. También, es presentado como una ruptura de las cadenas (sobre todo religiosas y sociales) que
inmovilizaban el pensamiento desde la etapa medieval y el absolutsmo.
El liberalismo clásico representa el respeto por la vida privada y el consttucionalismo. Por otra parte, dentro
del Estado liberal se incluye el ascenso polítco de la burguesía. La burguesía desplazó a la nobleza y se
consttuyó en la nueva clase social dominante muy vinculada al capitalismo y al comercio.
La formación de este tpo de Estado tene como antecedente la Revolución Inglesa de 1688, que profundizó
la primacía del Parlamento sobre la monarquía. También la Revolución Francesa de 1789 es un antecedente
importante. En ella se dio por tierra con la organización estamental y aristocrátca del Antguo Régimen.
Por su parte, el Estado liberal se extendió con fuerza hasta la crisis económica mundial de 1929-1930. Por
estos años aparecerá un nuevo tpo de organización estatal, como preludio del Estado benefactor de las
décadas de los años 1950 y 1960: el Estado interventor y keynesiano.
El Estado liberal plantea la defensa de los llamados derechos naturales, inviolables, precontractuales e
individuales. El hombre en su estado presocial, anterior a la formación de la sociedad, ya posee los derechos
a la igualdad, la libertad y la propiedad. Para preservar estos derechos, los mismos hombres deciden frmar
un contrato mediante el cual acuerdan vivir en sociedad y crear el Estado. En este punto, es necesario
distnguir entre un contrato de asociación y un contrato de sujeción. En el primero, los hombres se asocian
para vivir en sociedad. En el segundo, lo hacen para dotarse de una autoridad. De este modo, nace el Estado,
cuya primera obligación es la preservación de los derechos.
El Estado liberal profundizó un proceso de secularización social. Por un lado, la Iglesia deja de tener el
monopolio de la educación y la cultura y, por otro, la legitmidad del gobernante se obtiene en elecciones
periódicas, cimentadas, en la vigencia de las consttuciones. Esta situación va acompañada por la división de
los poderes, a fn de neutralizar el despotsmo. En la esfera económica, el Estado liberal se apoyó en la
creencia de leyes naturales del mercado (leyes de oferta y demanda y libre competencia) y en la iniciativa
individual. En efecto, los liberales creían que el espíritu de lucro individual promueve el beneficio personal y,
al mismo tiempo, el mejoramiento del conjunto de la sociedad.
Se trata de un Estado no interventor en la esfera económica que busca remover obstáculos para que los
mercados logren autonomía. Es decir, es un Estado mínimo, que concibe al mercado como el único capaz de
asignar efcientemente los recursos. Por ello, las versiones extremas de este tipo de gobierno, al Estado le
corresponde solamente vigilar la seguridad exterior y la de los individuos, la realización de obras públicas
(por ejemplo, construcción y mejoramiento de caminos) y la enseñanza elemental (Locke, 1990).
Este tpo de Estado, llamado indistntamente Estado de bienestar o benefactor, se desarrolló en Occidente a
partr de 1945, es decir, con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Se conformó para dar
solución a los efectos económicos y sociales que la contenda bélica había provocado y a los altísimos costos
de la reconstrucción. Se buscaba una fórmula que permitera retomar el rumbo del crecimiento y el logro de
la estabilidad social, ante el avance del comunismo. Por ello, puede entenderse que este tpo de Estado es el
producto de una toma de conciencia de la incapacidad del Estado liberal de dar respuesta a los desafíos de la
posguerra.
El Estado de bienestar es impulsor de polítcas tendientes a asegurar la vida de la población, desde la cuna a
la tumba, para evitar las crisis recurrentes del sistema capitalista. En este Estado, las instituciones públicas
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promueven transferencias sociales (por ejemplo, mediante seguros de desempleo y pensiones), que mejoran
la calidad de vida de los habitantes. Además, impulsa la prestación de servicios educatvos y sanitarios. Esas
funciones son acompañadas por una legislación social que protege las condiciones laborales, la prestación de
los servicios y la calidad de los productos.
El Estado de bienestar busca la inclusión entre las fuerzas del capital (por ejemplo, los empresarios) y los
sindicatos. Se suma a esto una fuerte presencia e intervención del Estado, como árbitro y constructor del
consenso entre las partes. A nivel polítco se concreta en:
(…) un pacto entre los sindicatos, las organizaciones empresariales y el Estado (…) El movimiento obrero
renuncia a cuestonar las relaciones de producción basadas en la propiedad privada a cambio de la garantía
de que el Estado intervenga en el proceso de redistributvo, a los efectos de asegurar condiciones de vida más
igualitarias, seguridad y bienestar; a través de los servicios, pleno empleo y la defensa de una distribución
más equitatva de la renta nacional. (Saborido, 2002)
Este tpo de Estado se caracteriza por la búsqueda y el mantenimiento de altos niveles de ocupación, con
una fuerte tendencia al pleno empleo. Esta polítca también incluye salarios altos con el propósito de
mantener altos niveles de producción. En tal sentdo, con el fn de neutralizar conflictos sociales, el Estado
promueve una conciliación entre las distntas clases. Adopta la función de árbitro, amortguando tensiones
sociales entre diferentes actores.
Por otra parte, el Estado impulsa la expansión del gasto público, en general, y el gasto social, en partcular,
transformándose en un manifesto prestador de servicios tales como la educación, salud, previsión social y
jubilaciones.
Todas las funciones anteriormente señaladas llevan a considerar que el Estado de bienestar es interventor y
regulador en la esfera económica. Por eso, grava la rentabilidad de las empresas y de los sectores
económicamente dominantes de la sociedad a fn de promover una efciente distribución de la riqueza
dirigida a los sectores de menores recursos. En el mismo sentdo, el Estado se asume como empresario y
puede asociarse con el capital privado impulsando la existencia de una economía mixta.
El Estado de bienestar ha generado una verdadera expansión de los derechos sociales y polítcos.
Si bien el Estado de bienestar fue el destnatario de diferentes critcas (por todo lo que gasta socialmente),
es necesario destacar que su vigencia trajo como consecuencia un conjunto de transformaciones altamente
positvas. En efecto, fue observable un vertginoso crecimiento de la población en general y de la población
actva en particular. Estimuló el aumento del comercio internacional, que se expandió a un ritmo explosivo.
Se registró un fuerte retroceso del analfabetismo y un signifcatvo incremento de las matrículas educatvas
en todos los niveles, especialmente, en la esfera universitaria. Todo eso fue acompañado por un verdadero
auge de las profesiones.
Cabe señalar el papel de importancia creciente que pasaron a desempeñar las mujeres. El ingreso de la
mujer al mercado laboral no era ninguna novedad, pero a partr de fnales del siglo XIX, su número aumentó.
Otro hecho inédito en la época fue que las mujeres hicieron su entrada en un número impresionante, en la
enseñanza superior. En defnitva, más allá de otros cambios igualmente trascendentes operados en el
mundo de la posguerra, puede afrmarse que la sociedad vivió en una verdadera “La Edad de Oro” (para
profundizar sobre los cambios operados en la segunda mitad del siglo XX, resulta interesante leer Hobsbawn,
1998).
Pero esto no duró para siempre. En la década del setenta, comenzó a agravarse la crisis económica y se
ahondaron los cuestionamientos económicos y polítcos al Estado de bienestar, sobre todo por el dinero que
gastaba en polítcas sociales. En efecto, la crisis del petróleo de la década del setenta, que rápidamente
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cuadriplicó el valor de este insumo clave, generó una crisis energética y aumentó los costes de producción.
En otras palabras, para pagar los gastos en energía y también lo gastado en armas, el Estado debía poner
cada vez más dinero el que no era sufciente para mantener el bienestar de la población. En consecuencia,
creció demasiado el défcit fscal. Esto hizo surgir una corriente de pensamiento que impregnaba de
economicismo, dará lugar a otro tpo de Estado (para comprender el cambio operado en las funciones de
este nuevo tpo de Estado, su relación con la sociedad, los cambios culturales, así como la realidad conocida
bajo el concepto de globalización, se sugiere ver Agrest y Federico, 2010).
El Estado neoliberal
El neoliberalismo traslada el peso de las decisiones económicas al mercado, considerándolo como el único
asignador efciente de recursos. Por ello, también promueve la eliminación de controles y regulaciones
estatales que frenen el desarrollo económico.
Este tpo de Estado, tuvo sus más claros exponentes en la primera ministra británica Margaret Thatcher y en
el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, quienes gobernaron durante la década del ochenta. En
la Argentna, el neoliberalismo alcanzó su consolidación en la década posterior. El gobernante que puso en
práctca este tpo de polítca fue el peronista Carlos Menem (Romero, 2012). También se consideran
presidentes neoliberales a Alberto Lacalle en Uruguay, Alberto Fujimori en Perú, Arnoldo Alemán en
Nicaragua y Carlos Salinas de Gortari en México, entre otros.
Para implementar las políticas neoliberales, además de la apertura de la economía, se precisa una reforma
fnanciera tendiente a eliminar gravámenes, costos o impuestos a las actvidades fnancieras y, también, a las
actvidades que llevan a cabo empresas locales e internacionales. En defnitva, en el Neoliberalismo se
implementan las medidas que se suponen una mayor obtención de inversión de los sectores económicos,
sobre todo de los capitales extranjeros.
Otra de las característcas del Estado neoliberal es que promueve la privatzación de empresas públicas a fin
de disminuir el gasto público (y así lograr evitar o superar el déficit fscal). Estas privatzaciones abarcaran
casi todas las funciones del Estado, como el manejo de trenes, líneas aéreas, los servicios de suministro de
gas, luz, agua etc. También incluyen las jubilaciones, pensiones y prestaciones universales otorgadas por el
Estado de bienestar.
La idea de eliminar el gasto público “improductvo” se implementa mediante una descentralización del
Estado nacional. De este modo se transfieren responsabilidades que antes eran ejercidas por el Estado
nacional a las jurisdicciones provinciales. Tal el caso, de la educación y de la salud pública.
También, deben mencionarse las estrategias de flexibilización laboral. El objetvo es disminuir el costo
laboral de las empresas con la incorporación de nuevos empleados u obreros sin pagarles las cargas sociales
(jubilación, aguinaldo, etc.). Es decir que así como durante el Estado de bienestar los trabajadores gozan de
contratos laborales que contemplan la jubilación, los seguros médicos, aguinaldos y otras prestaciones, el
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Estado neoliberal elimina todos esos beneficios porque los considera un gasto que encarece la mano de obra
y aleja a los inversores.
En párrafos anteriores, se hizo referencia a las crítcas que se han realizado al Estado de bienestar. En este
sentdo, los economistas neoliberales argumentan que las medidas tendientes a la redistribución que
impulsa el Estado de bienestar son claramente negativas para el crecimiento económico. Y eso lo sustentan
en que aumenta el consumo pero disminuyen el ahorro de los habitantes y los vuelven dependientes de
Estado, menos productivos y compettivos. Del mismo modo, el neoliberalismo acusa al Estado benefactor
cuando sostiene que sus polítcas asistencialistas han empobrecido a la población, disminuyendo su
capacidad creadora. Es decir, por culpa de las polítcas de bienestar, la sociedad espera todo el Estado y, por
eso, se pierde la iniciatva de las personas para afrontar los problemas de la vida cotdiana.
Finalmente, el neoliberalismo busca imponer un capitalismo desregulado (sin normas o leyes que restrinjan
su actvidad). Sin embargo, los resultados que se producen no van en ese sentdo, por el contrario, favorecen
la concentración económica y el crecimiento de las desigualdades.
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Dictadura un concepto complejo
Por Verónica Beyreuther
Existen muchas defniciones alrededor del concepto de dictadura. En términos generales, ellas coinciden en
que una dictadura es aquel gobierno por el cual una o varias personas asumen sin límite alguno el control del
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Estado de un país . Es decir, la dictadura es la forma que adopta el gobierno de un régimen no
democrátco.
Estos gobiernos dictatoriales excluyen cualquier posibilidad de división de los poderes del Estado
(Legislativo, Ejecutvo y Judicial), propios de una república. En una dictadura nadie puede ponerle límites a la
persona o al grupo que ejerce el poder. En este tpo de gobierno, el Estado está directamente personifcado
en la fgura del dictador.
En una dictadura, ni siquiera los jueces pueden actuar independientemente, ya que son designados
arbitrariamente según la voluntad del dictador y de su grupo. Mediante esta práctca, los integrantes de una
dictadura buscan garantzar la impunidad de sus actos. Por el contrario, en un régimen democrátco los
jueces son designados por el Senado. Al poder elegir los jueces a su antojo, los integrantes de una dictadura
se están garantzando la impunidad.
Por otro lado, los derechos y garantías constitucionales de los que todo ciudadano deben gozar quedan
suspendidas o bien, anuladas. Ello implica que el poder que pueden ejercer los gobernantes sobre los
gobernados no conoce ninguna restricción. Tampoco hay restricciones en cuanto a la duración del régimen.
Es decir, una dictadura no tiene un plazo de fnalización previsto.
Una dictadura implica la restricción o supresión de libertades de expresión, reunión y asociación como se ha
dado varias veces en nuestro país. Por ejemplo, en la últma dictadura argentina iniciada en 1976, también
se aplicó la persecución de opositores, la prohibición de la actvidad polítca y sindical, la desaparición
forzada de personas y la censura en radio, televisión, periódicos y libros (Romero, 2012).
La coacción pura puede servir inicialmente para mantener el dominio sobre una sociedad, pero al transcurrir
el tempo, se hace necesario algún grado de consenso. Todo gobierno necesita de una legitmidad que
complemente el uso de la fuerza a la hora de convencer sobre la necesidad de su dominio sobre una
sociedad.
Más allá de cómo haya llegado al poder, la dictadura tratará de mantenerse en el poder todo el tiempo que
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le sea posible, sobre todo, en tanto dure la causa que supuestamente le dio origen . De modo que el
problema de la duración de una dictadura está unido en forma inseparable al de la legitmidad (Rouquié,
1986).
Para lograr esa legitmidad, las dictaduras generalmente se consolidan en el poder apelando a un supuesto
interés público. A veces con promesas de recuperar un orden perdido, o de luchar contra alguna amenaza.
En otras ocasiones, para garantzar un bienestar económico o enfrentar una crisis (Yescas Sánchez, 2007).
Las dictaduras prometen representar el bien común y ofrecer soluciones que la democracia no posee, pero
esconden una realidad muy diferente. Solo buscan atender los intereses de una persona (el líder) o de un
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grupo y, para cumplir sus objetvos, dejan de lado cualquier otra consideración o demanda social.
Este tpo de gobiernos se instaura rompiendo el orden polítco anterior, tal como sucedió numerosos veces
en la Argentna). A veces, no solo ignoran o violan la consttución, sino también la reemplazan. Por ejemplo
a partr del golpe de Estado del Gral. Juan Carlos Onganía en junio de 1966, se le adosó el Estatuto de la
Revolución Argentna a la consttución. Sobre dicho estatuto, juraron las autoridades que ejercieron el
poder durante ese período (Romero, 2012).
En ocasiones, una dictadura también puede surgir de un gobierno democrátco. Este caso ocurre cuando un
gobernante electo democrátcamente decide hacer un autogolpe de Estado y disolver a los restantes
poderes o eliminar las garantías insttucionales. Por ejemplo, ante la posibilidad de perder el poder por la vía
electoral, utliza los resortes del Estado para no obedecer las leyes y perpetuarse en el mando del gobierno.
Una cuestión así se registró en Perú en el año 1992 con el entonces presidente Aleberto Fujimori.
Orígenes
Este tpo de gobierno, la dictadura, se originó en la República Romana –desde el 509 a. C. hasta el 27 a. C.-
como una insttución consttucional para ser ejercida solamente en momentos excepcionales. En aquella
época, la dictadura adoptaba la forma de una magistratura, o sea, un cargo o función dentro del Estado.
Sin embargo, esta magistratura solo se podía aplicar en formas extraordinaria en caso de peligro o de
amenaza exterior, o cuando por algún conflicto interno, la situación social se volviera incontrolable. Si alguno
de esos sucesos ocurría, el Senado podía autorizar a los cónsules (el cargo ejecutvo de mayor poder) a
designar a un funcionario que se llamaba dictador.
Una vez elegida la persona que ocuparía esta función se le otorgaba un poder absoluto y las decisiones que
tomaba eran inapelables. No obstante, también quedaban algunos controles en pie. Por ejemplo, el dictador
solo podía mantenerse en su cargo en un lapso temporal muy defnido y breve (seis meses). Ejercía,
entonces, una función prevista, designada y legitmada por el régimen polítco romano. Si bien todos los
restantes cargos ejecutivos quedaban suspendido, los cónsules mantenían sus potestades.
De modo que la dictadura se daba pues en conformidad con la consttución del Estado. Es decir que no
violaba, sino que estaba establecida para salvarla frente a una amenaza muy puntual.
Como puede observarse, las dictaduras que se han llevado a cabo en los últimos años (a partr del siglo XX)
diferen absolutamente de lo que fue en sus orígenes, durante la época del imperio romano. En su versión
contemporánea, la dictadura no posee ningún tpo de contralor ni está prevista en la legislación y mucho
menos tiene un plazo determinado para su duración.
También, hay otros usos del término “dictadura”. Por ejemplo, en la teoría marxista-leninista se utliza la
expresión “dictadura del proletariado” para hacer referencia al gobierno de los trabajadores o proletarios en
el marco del triunfo del sistema socialista.
Según este concepto, los trabajadores no tenen los medios de producción de la riqueza, sino apenas su
fuerza de trabajo por la que obtenen un magro salario. Por ello, una vez que derrotaran al sistema
6
capitalista conformarían esta dictadura para consolidar y desarrollar el proceso revolucionario socialista .
En América Latna, en algunos casos, no es fácil acordar sobre el carácter dictatorial de un régimen. A veces,
no se puede poner el par dictadura-orden consttucional, tal como el negro y el blanco (Rouquié, 1986). Los
procesos sociales son mucho más complejos y rara vez se pueden caracterizar en forma simple.
Los regímenes polítcos dictatoriales tenen característcas claras, que permiten defnirlos o encasillarlos sin
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mayor difcultad (por ejemplo el período de Hitler como canciller alemán o el de Videla en la Argentna). Sin
embargo, en otras ocasiones, hay casos dudosos o que difcultan ser caracterizados de una manera directa.
Por eso, se requieren profundos análisis, un gran conocimiento de la coyuntura y del contexto para, recién
entonces, calificar el caso del que se habla (por ejemplo, en torno a Cuba o a China).
Para los ciudadanos de una sociedad determinada, tampoco resulta siempre evidente que una dictadura sea
más ilegítima que el poder “normal” o consttucional al que susttuye. Como se ha dicho anteriormente, si
bien han llegado al poder impuestas por intermedio de golpes de Estado, las dictaduras también pueden
poseer algún tpo de consenso civil.
Una dictadura puede ser de diferentes tpos, abarcando desde un autoritarismo superfcial al totalitarismo
más inhumano. En esta última opción, el gobernante tratará de utlizar todo su poder para imponer una
ideología determinada o para convertrse él mismo en un Dios sobre la terra, con poder de vida y muerte
sobre la población. Este fue el ejemplo del fascismo o el nazismo, entre muchos otros. O líderes como Stalin,
que hicieron obligatorio el culto a su persona.
También, pueden encontrarse dictaduras que buscan imponer una religión determinada o para mantener el
poder, o solo para enriquecerse sin darles mayor importancia a las ideas (por ejemplo, las dictaduras de
Duvalier en Haití, o de Trujillo en República Dominicana). Incluso pueden encontrarse dictaduras basadas en
la existencia de personalidades lindantes con la locura (como fue el caso de la dictadura de Idi Amin en
Uganda, en África).
Las dictaduras que imperaron en América Latna durante el siglo XX fueron ejercidas generalmente por
gobiernos militares que utlizaron el pretexto de encauzar Estados debilitados por gobiernos democráticos
inefcientes. Esta inefciencia se observaba tanto en la imposibilidad de resolver crisis económicas como para
luchar contra la subversión. Con este concepto (subversión), quienes integraban una dictadura se referían a
los grupos armados, generalmente de izquierda, que planteaban un cambio radical del régimen polítco.
Para “salvar” a la nación de estos grupos izquierdistas armados, los militaron realizaron golpes de Estados,
arrogándose de este modo el poder y su uso discrecional. Al no tener controles de ningún tpo, cometieron
toda suerte de atrocidades, justfcando su accionar en la lucha antguerrillera o antcomunista. En la
práctca, aplicaron un terrorismo de Estado indiscriminado, a la vez que trataban de ocultar tales de hechos
ante la opinión pública nacional e internacional.
En síntesis, en esta forma polítca que acabamos de describir (la dictadura), la parcialidad y la arbitrariedad
se erigen como normas permanentes, formales o informales, sin ninguna intervención organizada de los
ciudadanos ni de otras insttuciones representatvas como elementos que controlen o balanceen el
poder estatal. La dictadura es la forma de gobierno de un régimen polítco no democrátco.
6
Puede consultarse diferentes definiciones de dictadura en la web htp://www.me.gov.ar/efeme/24demarzo/quees3.
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Golpe de Estado: Aproximaciones al concepto definiciones y tipología
Introducción
Este texto presenta una serie de elementos para comprender el signifcado del concepto de golpe de Estado.
Se abordará del siguiente modo: primero, influido por la historia del país donde se produce y, segundo,
condicionado por el momento particular en que sucede.
Esto quiere decir que las distntas defniciones acerca del concepto de golpe de Estado pueden variar según
el contexto histórico y las implicancias que estos hechos manifesten sobre la vida polítca de un país
específco. En síntesis, la suma de la historia (del país y de los protagonistas) y el presente inmediato cuando
el golpe ocurre determinan que cada golpe tenga características específcas.
Los momentos en que se produce un golpe de Estado, en una sociedad determinada, son en general muy
problemátcos y, por eso, requieren de un análisis detallado. Por otro lado, los vínculos entre la sociedad y el
Estado son siempre difíciles de entender ya que en ellos aparecen múltples personajes y grupos, con
estrategias ambiguas y, a veces, contradictorias o cambiantes.
Al tomar en cuenta la complejidad que se abre al analizar el concepto, no debe utlizarse una ecuación
“buenos contra malos”. Pensar que los actores, sus intereses y sus acciones, son homogéneas, conduce a
analizar erróneamente la realidad y a obtener conclusiones parciales y a menudo incorrectas.
Finalmente, en este capítulo, también se presentarán algunos ejemplos históricos que dan cuenta de la
complejidad del concepto de golpe de Estado como hecho concreto a lo largo de la historia argentna.
El concepto
Un golpe de Estado siempre se propone producir una ruptura del régimen polítco existente hasta el
7
momento . En este sentdo, el concepto de cambio de régimen polítco es clave para el análisis de los golpes
de Estado. El golpe (la acción de derribar a un gobierno constitucional) es el instrumento que permite
conducir y producir ese cambio.
Por lo general, un golpe (de Estado) conduce un cambio desde un régimen democrático –que es el que cae- a
otro dictatorial, que se impone por la utlización ilegal de la fuerza.
Un golpe de Estado es una acción que no está prevista en la ley y que interrumpe formas democrátcas de
elección de autoridades polítcas.
En la Argentna esto ocurrió reiteradamente a través del sistema democrátco desde comienzos del siglo XX,
sobre todo, con la sanción de la llamada Ley Sáenz Peña del año 1912 que inauguró la etapa de la
democracia en el país (Romero, 2012).
Las leyes que regulan el régimen polítco están generalmente en las consttuciones nacionales. Al mismo
tempo, las leyes de un país reglamentan la obediencia de los cuerpos armados del Estado a las autoridades
polítcas legítimas. Al desobedecer todo esto sin importar la causa que lo origine o justfque, es que el golpe
de Estado se defne como una acción inconstitucional y por ello fuera de la ley.
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Un golpe de Estado, sin importar la causa que invoque, es siempre un acto ilegal.
Por otro lado, necesariamente, un golpe de Estado involucra algún tpo de violencia por parte de quienes lo
ejecutan. A veces, la presencia de la fuerza es muy visible como ocurrió en el golpe de 1930 que terminó con
el gobierno de Hipólito Yrigoyen o en el de 1955 que expulsó a Juan Domingo Perón del poder. En ambos
momentos, con diferentes grados, las fuerzas militares salieron de los cuarteles donde están destnadas
normalmente y aplicaron la fuerza contra el gobierno democrátco.
A veces, esa violencia está más solapada, como sucedió en 1962 con el movimiento que obligó a renunciar al
entonces presidente radical Arturo Frondizi. Seguramente, estas diferencias (en el grado de violencia
aplicada al derrocar a un gobierno) tengan que ver con el grado de oposición que los líderes del golpe
perciban de parte de la sociedad y de la fortaleza del gobierno que se busca derrocar.
Un golpe de Estado siempre es un hecho violento, aunque variable en el grado y en la forma en que la aplica.
Otro elemento característico de los golpes es que no fueron realizados por las Fuerzas Armadas o algún
sector de ellas exclusivamente. En general, estos golpes fueron liderados y planifcados por los militares pero
también impulsados por los distntos actores civiles. Y en muchas ocasiones, contaron con fuerte apoyo
polítco y social y también de parte de ámbitos religiosos, gremiales e, incluso, internacionales.
La heterogeneidad de proyectos de los golpistas fue una característca común en la historia de las
interrupciones militares en la Argentna. Por ello, al poco tempo de asumir el poder, los golpistas ya que no
podían consolidar el núcleo de poder que los sostuviera en el tempo.
Por eso, una característca muy común de los golpes de Estado en la Argentna es que quienes los realizaron
solo tenían en común el deseo de expulsar al presidente o al partdo de gobierno y no poseían más acuerdos
que ese. Debido a esto, al llegar al poder, comenzaban inevitablemente a dividirse y enfrentarse, muchas
veces también apelando a la violencia entre ellos mismos.
Así, poco después del éxito de la rebelión militar, los problemas sociales o económicos que habían dado
sustento al golpe, recrudecían. Ante la imposibilidad de resolver los problemas que la sociedad les
planteaba, los golpistas debían volver a convocar a elecciones y dar paso a una transición a la democracia
(ver el texto de Simone en esta compilación).
Suele ocurrir que, cuando retorna la democracia, los golpistas vuelven a encontrar un factor común y, otra
vez, se unen para conspirar. Tal es el caso en la Argentina, donde el cambio constante entre regímenes
democráticos y no democrátcos se volvió una historia difícil de terminar (Romero, 2012).
Cada golpe de Estado posee objetivo y representa intereses determinados que pueden no tener nada que
ver con otros golpes de Estado anteriores o posteriores. Por esto, la única manera de interpretar las
circunstancias que dieron origen a un golpe –y que explican su éxito en tomar el poder- es analizar cada caso
en forma independiente, encontrando sus elementos partculares.
Una vez que el golpe de Estado es comprendido en su especifcidad (es decir, en aquello que lo hace
diferente a los otros) puede plantearse un estudio más profundo. Incluso compararlo con el resto de los
golpes de Estado. De este modo se podrán analizar las diferencias y contnuidades entre los distntos golpes
de Estado. Esto aportará mucho a comprenderlos mejor y entender por qué ocurrieron.
Un golpe de Estado es un hecho que tene característcas propias y, por lo tanto, diferentes a las de otros
golpes de Estados, pero también numerosos elementos comunes.
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¿Cómo analizar un golpe de Estado?
A partr de lo dicho hasta aquí, para abordar el estudio de los golpes de Estado es necesario profundizar en
cuáles son los elementos distntvos que los caracterizan.
Por lo general, las causas que llevan a un golpe de Estado, se emparentan con la existencia de un profunda
crisis polítca, institucional o económica de una nación. En cualquiera de los casos, el gobierno democrátco
de turno (el que será derrocado por el golpe) pierde la legitmidad ante parte de la ciudadanía. La población,
entonces, no cree que el gobierno democrátco pueda solucionar los problemas que se enfrentan. Por ello,
se encuentra en un escenario de fragilidad importante cuando no extrema.
En ese marco de crisis, el gobierno democrático también pierde el control de las insttuciones que
monopolizan la fuerza, como por ejemplo, las fuerzas militares y la policía. Al mismo tempo, pierden el
apoyo de sectores con poder y que podrían evitar el golpe (empresarios, Iglesia, la prensa, los sindicatos,
otros partdos y liderazgos, etc.). Finalmente, los golpistas se aprovechan de ambos factores: una situación
de crisis (social o económica) que no puede ser solucionada y la falta de apoyo del gobierno.
Los golpes de Estado en que las Fuerzas Armadas toman el poder y son el grupo más importante de la
coalición golpista, son los denominados golpes militares. En estos casos todas las insttuciones existentes
quedan bajo la órbita militar. Son los jefes de dichas fuerzas quienes eligen al presidente y suprimen el
parlamento; eligen a los gobernadores, intendentes y embajadores que muchas veces son hombres de
armas. Las decisiones se toman en el seno de la institución militar que es el verdadero poder.
Como en todo golpe de Estado que anula el régimen democrátco, la consttución queda relegada y se
prohíbe la actividad política en cualquier ámbito. Este tpo de golpe de Estado fue el más común en la
historia argentna.
Cabe señalar, también, que los actores civiles pueden organizar un golpe de Estado con el objetivo de
cambiar el rumbo político de un país a través de la violación y de la falta de reconocimiento de la legalidad
consttucional vigente. Un golpe de Estado sin que partcipen los militares. A este tpo se lo puede
denominar golpe insttucional.
Este tpo de golpe de Estado no ha sido característco en la historia argentna, aunque un tpo de acción de
este estlo ocasionó el fn del gobierno de Fernando de la Rúa. Sin embargo, aquellos sucesos no ocasionaron
un cambio de régimen, ya que el sucesor de De la Rúa asumió la presidencia siguiendo lo previsto por la
Consttución Nacional.
Por otro lado, también puede ocurrir que un mismo gobierno –originalmente democrático- realice un golpe
para quedarse en el poder. Esto puede suceder porque visualiza que lo puede perder en las elecciones o
porque no se puede reelegir.
En este caso, el llamado autogolpe de Estado, signifca que un presidente que había sido elegido por la vía
democrática se convierte en un dictador. Esto es así porque anula el parlamento, la justcia y suspende las
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garantías constitucionales de la población. En la Argentna, no se registra este tipo de golpes. Un ejemplo fue
protagonizado por el entonces presidente peruano Alberto Fujimori en los años 90.
Un nuevo tpo de golpe de Estado es el llamado golpe de mercado. A partir de la década de 1980, el
descrédito de los militares luego de la guerra de Malvinas impidió que se produjera otro nuevo golpe de
Estado. Sin embargo, la inestabilidad de los presidentes democrátcos contnuó (Romero, 2012).
Durante el golpe de mercado en vez de tropas y aviones, se utlizan el mercado fnanciero y la economía
como armas (corridas contra la moneda nacional, subidas del dólar, inflación). Pero el intento de
desestabilizar a un gobierno, no solo se observa en variables económicas, sino también en la calles. Por eso,
incluye los llamados saqueos y movilizaciones informales de sectores marginados bajo la batuta de grupos
polítcos que buscan crear una sensación de descontrol y pérdida de orden.
La combinación de ambos (descontrol económico y desorden social) produce la pérdida de legitimidad del
gobierno. Los ciudadanos no confían en que el Estado resuelva la crisis económica y garantce el orden
social. También, suele aparecer en la población un temor generalizado por la posible proliferación de hechos
de violencia social. Este tpo de acción golpista se observó parcialmente en la Argentna. Fue la que aceleró
el fn del gobierno de Raúl Alfonsin y terminó con el de Fernando de la Rúa (Romero, 2012). Ambos hechos
tuvieron al Partdo Justcialista en el centro de la conspiración.
Más allá de los diferentes tpos de golpes de Estado, la violencia y el uso de herramientas no democrátcas
están siempre presentes, sea un movimiento civil, militar o cívico-militar. Lo mismo ocurre con la aplicación
de la fuerza contra la oposición, la disidencia o las expresiones contrarias hacia quienes están en el poder.
Durante el siglo XX, en nuestro país, se sucedieron seis golpes de Estado militares, en los siguientes años
1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976. Cada uno de esos golpes adoptó diferentes característcas en relación
con los objetivos y actores que los llevaron a cabo.
El primer elemento, entonces, para destacar es la gran cantdad de golpes de Estado y cambios de régimen
que sufrió nuestro país. Esto no fue igual en toda la región.
Otros países atravesaron experiencias autoritarias muy breves o fueron directamente inexistentes, como
Colombia, Venezuela y Costa Rica. Países como Chile y Uruguay tuvieron golpes de Estado que perduraron
en el tempo, pero en un número menor que la Argentna. Por su parte, Brasil y Paraguay transitaron por
dictaduras muy largas, o por sistemas autoritarios como México (Alcantara, Paramio, Freidenberg y Deniz,
2006).
Los cuatro primeros golpes en la Argentna (1930, 1943, 1955 y 1962) establecieron dictaduras provisionales
y luego, los gobiernos que surgieron de ellos, llamaron a elecciones. En los últimos dos golpes (1966 y 1976),
las dictaduras triunfantes intentaron establecer un gobierno de largo plazo (Romero, 2012).
El primer golpe militar de la historia argentna se realizó el 6 de septiembre del año 1930 y fue liderado por
el Gral. José Félix Uriburu. Este golpe derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical que
había sido elegido a través del voto popular para ejercer su segundo mandato en 1928.
Ese fue el primer golpe militar en la historia del país. Curiosamente, no tuvo el apoyo actvo de numerosos
sectores de las fuerzas armadas, aunque sí de la prensa, la Iglesia y los partdos opositores. El mismo Juan
Domingo Perón fue una pieza importante en ese proceso.
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Posteriormente y a pesar de su origen claramente ilegal, Uriburu fue reconocido como presidente
provisional de la Nación por la Corte Suprema. Esto dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto que
sería utlizada para legitmar a todos los demás golpes militares.
El golpe de junio de 1943 tene varias partcularidades que los destacan de los otros. Fue un golpe
importante en la historia del país más allá de la brevedad e inestabilidad de los gobiernos que inauguró
(Romero, 2012).
8
Lo primero que se debe destacar del golpe de 1943 es que derrocó al gobierno de facto anterior . En
segundo lugar, se puede mencionar que fue el único golpe que tuvo solo intervención militar. En tercer
lugar, el golpe no tuvo causas económicas sino que surgió como respuesta a la intención del gobierno
fraudulento de Ramón Castllo de romper la neutralidad frente a la Segunda Guerra Mundial, volcándose así
al bando aliado liderado por Estados Unidos. Contrariamente, los responsables del golpe de 1943 admiraban
el modelo italiano liderado por el fascista Benito Mussolini, sobre todo, el orden social que había logrado
dejando de lado el “peligro comunista”. Por último, en este golpe volvió a participar (y esta vez con mucho
más protagonismo) Juan Domingo Perón, quien llegaría hasta ser vicepresidente del gobierno militar.
Cabe señalar que el gobierno surgido de este golpe no tenía pretensiones de permanecer mucho tempo en
el poder, por lo que fue una dictadura con carácter transitorio. Sin embargo, no por eso las disputas internas
fueron menos intensas. En efecto, se desencadenaron dos golpes internos (golpe dentro del golpe). Es decir
que tres dictadores se autoproclaman presidentes sucesivamente: Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramirez y
Edelmiro Farrell.
El siguiente golpe (1955) se caracterizó por su antperonismo y la violencia ejercida contra los seguidores del
Gral. Perón, quien había sido electo en 1945 y reelegido en 1951. Otra particularidad que presentó este
golpe se relaciona con la falta de acuerdo entre quienes formaban parte de la coalición golpista (o quienes
tomaron el poder). Como es de esperar, esto trajo conflictos internos con respecto a la gobernabilidad, por
ello el presidente surgido de dicho golpe debió renunciar al poco tempo de asumir, dejando el lugar a otro
militar.
Los golpes contra los gobiernos radicales fueron también partculares. En el caso del gobierno de Arturo
Frondizi (1958-1962), se mantuvo la fachada constitucional en forma superficial, como si el presidente
hubiera renunciado voluntariamente, cuando no fue así (Romero 2012). Fue público y notorio que Frondizi
abandonó el gobierno por la constante presión y extorsión de los militares. Como también había renunciado
el vicepresidente, entonces asumió la primera magistratura del país José María Guido (1962-1963), quien era
el presidente provisional de la Cámara de Senadores y así se mantuvieron las formas constitucionales.
Durante el gobierno de Guido, se ejemplifco lo dicho en páginas anteriores sobre la difcultad de los
golpistas para encontrar acuerdos. Las diferencias entre los militares que ocasionaron el golpe contra
Frondizi se hicieron públicas al punto que se dirimieron por las armas en el recordado suceso de “azules
contra colorados” (Romero, 2012).
8
Ramón Castllo, el presidente derrocado, era parte del régimen de la llamada década infame, heredero directo del
golpe de 1930 pero barnizado de democracia mediante el fraude patriótco.
43
En el caso del golpe que derrocó al presidente Arturo Illia (1963-1966), sucesor de Guido, lo llamativo es que
el país no vivía ninguna crisis económica. Por el contrario, se trató de un momento de estabilidad y
crecimiento.
Vale decir que fue un golpe de Estado ocasionado por diferencias polítcas y las ambiciones de distntos
actores que no estaban dispuestos a esperar el fnal del mandato del radical. El golpe contra Illia contó con el
actvo apoyo del peronismo a través de la partcipación sindical y las ambiguas señales enviadas por el
mismo Perón desde España, donde se encontraba exiliado.
El golpe de Estado liderado entonces por el Gral. Juan Carlos Onganía (1966) se propuso conformar un
gobierno de largo plazo y con objetivos que buscaban imponer un cambio estructural en la economía y la
sociedad argentna. No lo logró y, además, debió renunciar como consecuencia de un movimiento social que
encontró en el llamado “Cordobazo” su momento más simbólico (Romero, 2012). Desde entonces, la
violencia polítca comenzó a ser un dato constante de la realidad polítca argentna.
El últmo golpe de Estado (1976) se caracterizó por haber sido el más sangriento de la historia de la
Argentna. Se impuso el terrorismo de Estado y se violaron sistemátcamente los derechos humanos (ver el
texto de Etchevest en esta compilación). Se produjeron decenas de miles de desaparecidos, muertos,
secuestros y exilios.
La derrota en la guerra de Malvinas (1982) y la quiebra económica del país, ocasionaron un desastre de tal
magnitud que arrastraron con ellos la idea de que los militares podían servir para algo más allá de gestonar
la vida en los cuarteles.
De hecho, hasta el día de hoy no se ha registrado ningún otro gobierno militar. Tampoco los militares han
vuelto a aparecer ante la opinión pública como posibles lideres para solucionar coyunturas de crisis, lo que
era muy habitual en los años anteriores.
Por lo expuesto, el golpe de Estado ha sido un protagonista ineludible en la historia argentna. Sin embargo,
como método habitual de influencia polítca no es el culpable ni el responsable de los desencuentros ni de la
decadencia de la sociedad argentna.
La interrupción del régimen democrátco por la fuerza es el síntoma y la muestra de profundos desacuerdos
y de la imposibilidad de una sociedad (con sus grupos antagónicos) de llegar a consensos y a una estabilidad
del régimen, aun con sus diferencias.
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El terrorismo de Estado
Por Graciela Etchevest
En términos generales, el terrorismo es un concepto que hace referencia al uso de la violencia para obligar a
un gobierno o a instituciones de la sociedad, a tomar determinadas decisiones en favor de quien ejecuta la
acción terrorista.
Este concepto tene fuertes connotaciones polítcas y un alto contenido emocional entre la población. Sobre
todo, si la acción terrorista produce muchas víctimas. En los últimos años ha tenido un fuerte impacto en la
agenda mundial debido al accionar del fundamentalismo islámico, especialmente con Al Qaeda hace unos
años y hoy en día con el grupo ISIS.
Es importante aclarar que no siempre el uso de la violencia implica un acto terrorista. Cuando se usa el
terrorismo como herramienta de acción polítca, no importan los costos, no se tenen en cuenta las leyes ni
los derechos humanos. El grupo que utliza métodos terroristas considera que su causa (por ejemplo, una
visión fanátca de una religión o ideología) justfca toda acción por más cruel y sanguinaria que sea.
El terrorismo busca a través de la utlización del terror (o solo la amenaza de su uso) conseguir objetvos que
una persona o grupo consideran que por otra vía no serán posibles de alcanzar.
El terrorismo de Estado
En la Argentna, durante el siglo XX existeron diversos grupos que produjeron actos terroristas. Por ejemplo,
los grupos anarquistas que predominaban a principios del siglo XX o las guerrillas en la década de los años
setenta (Romero, 2012). Sin embargo, este capítulo se ocupará de los actos violentos e ilícitos cuya
9
responsabilidad es atribuible a las insttuciones del Estado .
Por otra parte, estas acciones no son fruto de un error o de un acto de locura momentánea de algún agente
público, sino que son producto de un plan sistemátco y planifcado para lograr objetvos vinculados con el
poder.
Por otra parte, estas acciones no son fruto de un error o de un acto de locura momentánea de algún agente
público, sino que son productos de un plan sistemático y planifcado para lograr objetivos vinculados con el
poder.
9
En esta categoría no solo se incluye a los Estados que persiguen a sus ciudadanos por cuestones polítca s,
sino también a las dictaduras involucradas en “limpieza étnica”, como ha ocurrido en los Balcanes o en las
antguas repúblicas soviétcas o religiosas.
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El Estado al violar las leyes (que debería cumplir e implementar) contradice su propia existencia. Esto es así
porque uno de los objetivos de la organización social llamada Estado es la de proteger y velar por la
seguridad de la sociedad (ver texto de García y de Gómez Talavera en esta compilación). Por esto, la
sociedad delega en el Estado poderes especiales para usar en función defensiva (frente a un ataque exterior)
o para garantzar el cumplimiento de la ley. La sociedad le reconoce al Estado el uso monopólico de la
violencia legítima como un instrumento y atributo propio de su condición estatal (ver el texto de Gómez
Talavera incluido en esta compilación).
En una sociedad, la Policía puede usar armas, en cambio, un ciudadano debe conseguir permisos especiales
del Estado para hacerlo. Los cuerpos de seguridad (la gendarmería, la prefectura, la polítca y, en algunos
lugares, hasta la justicia) pueden matar, allanar propiedades privadas y detener personas. Pero los
ciudadanos no pueden hacerlo excepto en situaciones muy partculares y límites. El Estado, entonces, tene
la posibilidad de usar la violencia y, en parte, eso es uno de los atributos que lo defne como tal.
Esto implica que la sociedad reconoce ese poder como legítimo siempre y cuando esté regulado por la ley. El
ejercicio abusivo del poder puede llevar a que desde el Estado se utlicen distnto tpos de acciones violentas
y represivas al margen de lo que establecen las leyes. Es decir que quienes deben hacer valer la ley, actúan al
margen de ella en forma sistemátca. En muchos casos, además, el terrorismo de Estado obstaculiza la
actvidad judicial para lograr impunidad ante posibles acciones ilegales (ver texto de Beyreuther presente en
esta compilación).
En muchos otros casos, paradójicamente, los ejemplos de terrorismo de Estado que brinda la historia
surgieron como forma de combatr a grupos terroristas que, supuesta o verdaderamente, amenazaban el
predominio del Estado, cuando no, su existencia misma. Esto se observó claramente durante la dictadura
iniciada en 1976 (Romero, 2012), que se convirtió en un peligro para la población civil, más grave que aquel
que se pretendía eliminar (Franco, 2012).
En esos casos, quienes utlizan la violencia ilegal argumentan que no se trata de una guerra “convencional”, y
por eso las formas usuales de la guerra –por ejemplo, las que otorgan garantías a los prisioneros- tampoco
son utlizadas. En una guerra no convencional entonces, la acción estatal no estaría sujeta a las normas que
marcan los tratados internacionales en la materia.
El Estado al realizar acciones que violan la ley, fnalmente, utliza los procedimientos y estrategias de los
grupos que combate. Es el caso de las actvidades de inteligencia, tratando de obtener información de
cualquier modo, que termina siendo de un único modo: la tortura y la coacción a través de los métodos más
aberrantes. De esta manera, se busca obtener información clave con rapidez, característca considerara
fundamental en la lucha contrarrevolucionaria o antterrorista.
El uso de la crueldad y de la violencia desmedida es justfcado por el Estado terrorista porque permitría
antcipar acciones terroristas y lograr así mayores probabilidades de salvar vidas de “posibles víctimas
civiles”. Esa posibilidad de antcipar la amenaza terrorista convertría en razonables y aceptables
procedimientos que se descargan sobre la sociedad civil que en otras coyunturas serían inaceptables por la
población. De allí que desde el Estado se impone a la sociedad la aceptación de métodos ilegales para
conseguir información. Oponerse al Estado en este tema equivaldría a la aceptación terrorista.
Y es por todo lo antedicho, que el terrorismo e Estado es la peor forma de violencia polítca. No solo porque
se ejerce sobre personas que no pueden defenderse, sino porque viola ese “contrato” original entre una y el
Estado. El Estado no puede transgredir la ley y usar la fuerza que la sociedad le concede contra ella misma.
46
Durante los años sesenta y setenta, América Latna fue escenario de muchos ejemplos de terrorismo de
Estado. Esto se acentuó a partr de la aplicación de la llamada Doctrina de Seguridad Nacional que se
impartía en la Escuelas de las Américas (escuela del Ejército de los Estados Unidos). En ella partciparon y se
entrenaron numerosos militares latnoamericanos que luego se encargaron de implementar la violencia del
terrorismo de Estado en sus respectivos países. La excusa para la violencia ilegal era siempre la misma:
erradicar la amenaza comunista.
En el caso de la Argentna, la violencia se había instalado en los años setenta con el surgimiento de proyectos
revolucionarios que empleaban la lucha armada como estrategia polítca. Tal fue el caso de los Montoneros
y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), entre otros. A su vez, desde el Estado (bajo el tercer gobierno
de Perón) se organizó una fuerza paramilitar de derecha llamada Alianza Antcomunista Argentna (conocida
como la Triple A) para enfrentar a las guerrillas de izquierda (Romero, 2012).
La idea predominante en los años setenta era que una violencia podía terminar con otra violencia. Esto
derivó en que se combinara la acción estatal con la de los grupos paramilitares de la Triple A:
(…) el golpe halló justficación pública (…) en el clima de guerra civil que tanto las organizaciones guerrilleras
como las bandas paramilitares y las propias Fuerzas Armadas y de seguridad ayudaron a instalar en el país
desde principios de 1975 (Novaro, 2006, 69).
Desde el Estado, y antes del golpe ocurrido el día 24 de marzo de 1976, este proceso venía siendo
10
acompañado con la sanción de medidas legislatvas represivas como el Estado de Sito .
A tal punto la situación era así que el gobierno de Isabel Perón encomendó a las FF.AA “aniquilar” a la
guerrilla a partr del inicio del Operatvo Independencia en Tucumán a principios de 1975 (ver Romero,
2012).
La práctca represiva del Estado se iniciaba con el secuestro de personas, luego se las trasladaba a centros
clandestnos de detención en los que se los interrogaba bajo tortura. La gran mayoría, “los desaparecidos”,
fue asesinada de distnta manera. Una minoría fue transferida a centros de detención legal, y un pequeño
grupo fue liberado. Al mismo tempo, se impusieron otras formas represivas como la suspensión de toda
actvidad polítca sindical, limitaciones a las libertades públicas, persecuciones y restricciones en el campo
cultural.
La aplicación de tal grado de violencia ilegal a partr de 1976 llegó a límites nunca vistos en la historia del
país. La desaparición forzada de personas y la apropiación y cambio de identdad de niños secuestrados o
nacidos en cautiverio, formaron parte de un plan sistemátco para acabar con personas que se oponían a la
dictadura. Esta situación, tal cual, quedó demostrada en el Juicio a las Juntas militares que acabó con la
condena de los responsables máximos de aquellas acciones (Romero, 2012).
En este sentdo, un tema fundamental es el de la participación de sectores civiles en procesos de este tpo. El
terrorismo de Estado no fue solo responsabilidad de las FF.AA y otros cuerpos de seguridad de un Estado;
hubo grupos civiles minoritarios que fueron directamente benefciados con la imposición a la sociedad de
determinado modelo político y económico. Por ello, los militares contaban con amplio respaldo de sectores
importantes del empresariado, de gran parte de la cúpula eclesiástca y de un sector del abanico polítco.
(Franco, 2012).
10
Estado de Sito: es un régimen de excepción ante situaciones de peligro interno que figura en la C onsttución
Nacional y es dictado por el Poder Ejecutvo y aprobado por el Congreso. En esa coyuntura, en la que pueden actuar las
FF.AA para poner fin a la situación, las garantías consttucionales quedan suspendidas y el Presidente puede ordenar el
arresto y traslado de personas dentro del territorio nacional.
47
Gran parte de la sociedad toleró –y, muchas veces, acompañó- estos hechos denigrantes realizados por los
gobernantes. Ese consenso era una condición indispensable para conformar un gobierno que, con un alto
grado de estabilidad, pudiera concretar el objetivo de cambiar para siempre a la sociedad argentina (Leis,
2013 y Fernández Meijide, 2013).
Pero el apoyo a la dictadura no fue de toda la población. Las consecuencias del terrorismo de Estado
generaron también una fuerte corriente opositora y no solo en los círculos cercanos de las víctmas, sino
también en una parte de la opinión pública. Para esto, colaboraron organizaciones fundamentales en la
lucha por la vigencia de los derechos humanos como las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas, la Asamblea
permanente por los Derechos Humanos, los Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y
el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, todos fundamentales en la lucha por la verdad y por
la justcia cuando se inició el proceso de transición a la democracia en 1983.
La transición a la democracia
Por Nicolás Simone
Definiciones
La transición es un lapso de tempo que comienza cuando un régimen no democrátco de un país comienza a
retrarse. La transición termina cuando un régimen democrático se impone ya sin riesgo de ser derrocado, en
la Argentna eso ocurrió en el gobierno de Carlos Menem. La siguiente definición sirve para explicar el
concepto de transición aquí abordado.
Entendemos por transición al intervalo que se extende entre un régimen polítco y otro (…) Las transiciones
(a la democracia) están delimitados por la disolución del régimen autoritario y por el establecimiento de
11
algunas formas de democracia (O´Donnell, Schmitter y Whitehead, 1998, vol. 4, 19-20)
Un ejemplo que se ajusta a esta defnición en la Argentna es el período que se abre con la últma dictadura
luego de la derrota en la guerra de Malvinas en 1982. La derrota en (esa) guerra deja al gobierno militar sin
ningún apoyo y con el repudio total de los ciudadanos. En ese contexto los militares deben convocar a
elecciones para volver al régimen democrático. El fn de la guerra es, entonces, el momento de inicio de la
transición entre ambos regímenes (el no democrátco y el democrátco).
Ese periodo de transición iniciado en 1982 fnalizó cuando el gobierno de Menem derrotó a los militares
“carapintada”. Esa victoria del gobierno democrátco sobre los militares golpistas, obtenida por la fuerza, dio
a la democracia un impulso defnitvo y, a partr de entonces, ya no hubo peligros de retroceso (Romero,
2012).
Los periodos de transición que se producen entre el ejercicio de un régimen y otro consttuyen momentos de
muchos conflictos que no son fáciles de analizar. Un cambio de régimen político implica el cambio de reglas
que regulan el acceso al poder y, por ello mismo, también un cambio en el grupo que tomará el control de
Estado (ver el texto de Labandeyra en esta compilación). En la Argentna hubo muchos regímenes no
democráticos y, cada vez que uno llegaba a su fn, comenzaba un período de transición.
12
Los estudios e investgaciones sobre las transiciones a la democracia comenzaron en la década de 1980 .
Estos temas fueron impulsados por un grupo de expertos en Ciencias Sociales que tenían un doble objetivo,
11
La idea de transición debe entenderse en conjunto con la de régimen polítco elaborada por Labandeyra en este libro.
12
El últmo período de transiciones a la democracia comenzó en Europa con Portugal (1974), Grecia (1974) y España
(1975), para luego extenderse por América Latna desde 1978 (Argentna en 1983). Con la caída del muro de Berlín de
1990, la democracia avanzo sobre el Este europeo, África y Asia.
48
por un lado, producir textos académicos que analizaran los procesos de los que eran testgos y, por otro
13
lado, mejorar la calidad de las democracias que empezaban a instalarse .
Los expertos en el tema asumieron un compromiso militante con la democracia. Tenían la idea de que esos
nuevos regímenes que surgían en la década de los años ochenta, era una oportunidad para la dirigencia
polítca e cada país. Es decir, la élite polítca podía construir un orden nuevo capaz de canalizar de manera
armónica los conflictos polítcos, económicos y sociales de cada sociedad dejando de lado la forma violenta y
dictatorial.
Pero, ¿a qué democracia se referían estos cientistas sociales? Como se desarrolla en los artículos
“Poliarquía” de Battle y “Democracia delegatva” de Bertno –presentes en esta publicación-, una
democracia es un sistema de reglas en el que los ciudadanos se expresan libremente y eligen a sus
gobernantes. Esas reglas incluyen la libertad polítca para asociarse en partdos o asociaciones civiles, la
libertad de expresión de opiniones, la posibilidad de elegir y de ser elegido en el ejercicio de elecciones
limpias y compettivas como algunas de sus características principales.
Como se desarrolla con más profundidad en el texto de Batlle recién mencionado, la democracia se defne
como una poliarquía que no incluye todo lo que una democracia sustantiva podría ser, sino que se limita a
todo aquello que no puede dejar de tener. Es decir, una versión mínima pero que, por esa misma razón,
puede lograr más consenso, lo que en épocas donde las dictaduras predominan no es poca cosa.
La transición entre regímenes es, como se ha dicho, un período de tempo muy complejo. En ese lapso de
tempo, los actores polítcos conviven y compiten a la vez. Uno de esos actores en una transición es, en
primer lugar, la élite política de cada país. Esa élite está conformada por los dirigentes polítcos que fueron
expulsados del poder, más o menos violentamente, por los militares y sus aliados en los golpes de Estado.
En el primer momento de la transición (entendiéndola como se defne en el primer párrafo de este trabajo),
esa élite polítca comienza una especie de “conspiración” contra el régimen autoritario. Esto ocurre cuando
las dictaduras van perdiendo legitimidad por algún motvo que puede ser una crisis económica o por la
represión ejercida por el gobierno y que genera descontento en la población. La transición a un régimen
democrático necesita que el gobierno autoritario esté debilitado.
Los miembros de esa élite empiezan a reunirse y, con sus diferencias, llegan a algunos acuerdos. Aprovechan
que el gobierno no democrático está débil. Estos consensos, se logran aun cuando los miembros del
gobierno no democrátco siguen en el poder.
Estos acuerdos son muy generales, no tenen que ver con programas de gobierno muy detallados, sino con la
intención de expulsar cuanto antes al gobierno no democrátco. Los pactos de las élites apuntan, sobre todo,
a lograr un llamado a elecciones en la que los partdos se pueden presentar libremente. Es decir que la élite
polítca comienza a moverse cuando la dictadura ya no es tan fuerte, con la intención de volver a un sistema
democrático donde ellos sean el recambio de los dictadores.
En segundo lugar, la sociedad civil es otro actor clave en una transición (podría denominarse también “la
gente” y sus organizaciones). Esta, mediante sus actos (como movilizaciones o pidiendo apoyo internacional)
suele presionar en favor de la democracia. Los sindicatos, las organizaciones de derechos humanos y los
estudiantes universitarios son algunos de los actores que quedan incluidos en este grupo.
13
Algunos de ellos eran Guillermo O´Donnell, Manuel A. Garreton, Juan Carlos Portantero, José Nun,
Laurence
49
La partcipación activa de la sociedad civil comienza a ser posible porque la transición comienza cuando la
dictadura está débil y su fnal se percibe cercano. Por eso, la represión es cada vez menor. La debilidad de la
represión estatal estmula un crecimiento de partcipación de la sociedad civil ya que implica correr menos
riesgos.
El aumento de la participación social y la movilización callejera tene dos funciones importantes. La primera
es apoyar a la élite polítca para que logre la vuelta a un sistema democrátco y, al mismo tempo, empujar
fuera del sistema a los sectores nostálgicos que quieren volver al régimen autoritario, es decir, dejar aislados
y sin apoyos a quienes desean contnuar con un régimen no democrátco. La segunda función de la
movilización de una sociedad civil es ampliar la agenda pública de temas que luego los partdos polítcos
14
deben canalizar . Es decir, influir en los temas que se discuten en una sociedad, tanto en los medios como
en la vida cotdiana de las personas.
La sociedad movilizada puede imponer determinados temas en las agendas públicas de discusión de una
sociedad, aunque los partidos no quisieran incluirlos ya que los obligarían a tomar posiciones arriesgadas
electoralmente. Un ejemplo de esto son las demandas de la sociedad argentna con respecto a la cuestón de
las violaciones a los derechos humanos de la dictadura. Las movilizaciones y la presión social hicieron que
muchos partdos y dirigentes tomaran posiciones en este tema aunque a priori, no deseaban hacerlo.
En tercer lugar, otros actores que se pueden distnguir en una transición de un régimen no democrático a
otro democrático son los sectores “blandos” del régimen autoritario. Bajo este nombre se agrupan los
dirigentes que apoyaron inicialmente la dictadura y que, como se está terminando, se inclinan ahora pos una
salida democrátca.
Estos grupos “blandos”, en principio de forma clandestna, participan de esa conspiración a favor del
llamado a elecciones. Y los “blandos” comienzan a actuar en forma conjunta con sectores de la élite política
que quieren volver a un régimen democrátco. En algunos casos, buscan mantener su influencia, aunque
cambie el régimen polítco. En otros casos, buscan negociar para evitar futuras investgaciones judiciales o
porque creen que es lo correcto. En la transición argentna, eso se ve muy bien con el llamado pacto militar-
sindical que se describe en el libro de Romero (2012).
En cuarto lugar, existen los que podrían llamarse nostálgicos del régimen autoritario. Estos son grupos que
durante la transición hasta las elecciones, y también luego de asumido el gobierno democrátco, pueden
conspirar contra la consolidación del mismo.
Aunque la dictadura esté llegando a su fn, los grupos nostálgicos están dispuestos a hacer todo lo posible
para volver al régimen autoritario donde tenían poder e influencia, y con el cual coincidían ideológicamente.
En la Argentna, este fue el caso de los militares Aldo Rico y Mohamed Alí Seineldin durante la transición
iniciada en 1983 (Romero, 2012).
Al existr un grupo que quiere mantener el régimen autoritario y evitar la llegada de un régimen
democrático, la transición es un momento complejo. Hay diferentes proyectos. Por eso, los expertos afrman
que es importante que los sectores prodemocráticos puedan aislar a los grupos que desean la vuelta de la
dictadura y limitarles el margen de maniobra. Para lograr ello y evitar esas regresiones autoritarias, la élite
que busca la democracia debe aliarse aunque pertenezca a partdos diferentes.
Ante la inminencia de elecciones, los polítcos tenen que mantener el equilibrio con sus ambiciones y evitar
que, por llevar a estas al límite, los sectores nostálgicos se aprovechen para volver a un régimen no
14
La agenda pública la integran aquellos temas que la sociedad percibe como urgentes e inmediatos y así se lo exige
a las autoridades.
50
democrático. Es decir, los sectores democrátcos no deben competr entre ellos descaradamente. La manera
en que los políticos pueden bloquear intentos de retroceder a una dictadura, es por medio de pactos y
15
acuerdos de gobernabilidad .
Los actores internacionales son el quinto actor. Se trata de una serie de organismos que presionan desde
afuera de las fronteras del país con el objetivo de lograr la efectva instalación de la democracia. Se trata de
organizaciones internacionales de partdos tales como la Internacional Socialista o la Demócrata Cristana,
que apoyan a los polítcos locales afnes a sus ideas con dinero o logístca para las elecciones (Pedrosa,
2012).
También componen este grupo los organismos supranacionales (eso quiere decir que están “por encima” de
las naciones) como la Corte interamericana de Derechos Humanos (CIDH) creada en 1978 para denunciar los
países donde se violaban los derechos humanos o la misma Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la
Organización de los Estados Americanos (OEA).
Pactos e incertidumbre
Los procesos de democratización suelen estar a cargo de una élite polítca. Es decir de aquellos que integran
y, a la vez, se reconocen mutuamente como parte del elenco polítco de un país. Esa élite es la encargada de
conducir el proceso de instalación de la democracia y, como se afrmó anteriormente, muchas veces recurre
a los pactos.
Las élites toman muchas decisiones. Algunas de ellas son tomadas pensando en el bien común y otras
tratando de sacar el máximo benefcio personal o grupal. El cálculo del benefcio propio en una transición es
algo complejo y debe tomar en cuenta un equilibrio. En ese período de transición es importante distnguir
cuándo es el momento en que se deben moderar ambiciones y cuándo jugarse al benefcio personal. La
actva acción de los nostálgicos del régimen autoritario anterior obliga a que los polítcos de diversos
partdos tengan que acordar reglas entre sí para controlar la lucha por el poder.
Para acordar estas reglas, los miembros de una élite deben alcanzar pactos que den formas insttucionales a
los acuerdos. Estos pactos pueden ser secretos o públicos y tenen como fn generar garantías recíprocas
para competr en igualdad de condiciones por el poder. Por ejemplo, los políticos pueden acordar que no
habrá proscripciones (eso signifca que ningún candidato o partdo estará prohibido), qué día serán las
elecciones o cuál será el sistema electoral, entre otras muchas posibilidades.
Quienes defnen esas reglas son los miembros de la élite polítca que tienen como objetivo alcanzar un
sistema en el que sea posible la alternancia en el poder (es decir, que los partdos que gobiernan vayan
cambiando y que ninguno se quede para siempre en el poder o fuera de él).
Los pactos entre los dirigentes de la élite de distntos partdos son importantes por dos motivos. El primero
de esos motivos es porque se consttuyen en la garantía de que los sectores nostálgicos del régimen
autoritario no tendrán margen de maniobra para intentar otro golpe de Estado. El segundo motivo es
porque la alianza de la élite forma una red de contención de las demandas de una sociedad que sale a la luz
después de años de represión y, por lo tanto, está movilizada más que lo habitual.
Los pactos y la necesidad de moderar las demandas y expectativas de la sociedad, y a la vez contener
posibles golpes de Estado, son la clave para que una transición sea exitosa y ordenada. Este modelo de
pactos fue tomado en su mayor parte del caso de la transición española. La transición de España fue
15
Eso ocurrió, por ejemplo, en la transición española con los conocidos “Pactos de la Moncloa”. En la Argentna no
hubo pactos entre los radicales y peronistas y ello, como se ve en Romero (2012), fue aprovechado por grupos de las
Fuerzas Armadas que conspiraban para desttuir a Alfonsín.
51
considerada un modelo para ser imitado por los demás países. Sin embargo, eso no fue tan sencillo. El
modelo español es analizado y comparado con la transición argentna en el apartado que sigue.
Argentina
En 1982, el mismo año que Felipe González ganó las elecciones en España, la Argentna perdió la guerra de
Malvinas (Romero, 2012). Por ese hecho el gobierno militar, presidido por el Gral. Leopoldo F. Galteri,
perdió toda legitimidad ante la sociedad. La guerra había terminado con el poco apoyo que contaba el
gobierno militar. La sociedad y la élite polítca le exigían su renuncia y que se convocaran a elecciones.
Finalmente, Galtieri debió renunciar y lo reemplazó provisionalmente otro militar, Reynaldo Bignone, quien
convocó inmediatamente a elecciones. No tenía margen de maniobra para hacer otra cosa.
La derrota en Malvinas en 1982 fue el golpe fnal. Pero el declive del gobierno militar había comenzado unos
años antes, en 1979, cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de
Estados Americanos visitó el país y denuncio las violaciones a los derechos humanos. Fue la primera vez que
el gobierno militar se vio obligado a reconocer la existencia de desaparecidos.
Además, la situación económica argentna bajo el gobierno militar era cada vez peor. La crisis del petróleo, la
falta de proyecto económico y la nula cohesión entre las cúpulas militares desgastaron rápido al régimen
militar.
El intento por recuperar Malvinas fue un manotazo de ahogado mediante el cual los jefes militares buscaron
recuperar la unidad y el apoyo perdido. Pero su efecto fue el contrario y la gesta militar seguida de la
resonante derrota dejó expuesta sus debilidades y errores. El fracaso del gobierno militar era rotundo y, por
eso, el régimen militar se cayó como un castllo de naipes.
La Argentna tuvo, de este modo, una transición por el derrumbe del régimen militar saliente. En 1982, poco
quedaba del proyecto militar de 1976, que había sido “exitoso” entre 1978 y 1979, pero que para 1982 había
entrado en decadencia. Esta transición tuvo sus característcas propias, muy distintas a la transición española
desarrollada en páginas anteriores.
A diferencia del dictado español Franco, que había llegado hasta el último día de su vida manteniendo el
poder, la dictadura argentina se derrumbó en 1982 sin plan alternativo más que irse rápidamente y dejar el
problema a los civiles.
Los polítcos argentnos estaban en la puerta de una gran posibilidad pero, a diferencia de sus pares
españoles, no buscaron una salida pactada. Solo acordaron presionar por elecciones inmediatas en las que
compiteron descaradamente sin acuerdos mínimos para esa lucho por la presidencia.
Algunos de ellos buscaron apoyarse en lo que quedaba del poder militar para que los ayudara en la lucha
contra sus adversarios de la élite polítca. A pesar de la crítca situación que vivía el país (crisis económica y
violaciones a los derechos humanos), los partdos no entablaron diálogo entre sí para enfrentar
conjuntamente problemas que enfrentarían siendo gobierno.
La inconciencia y falta de lealtad entre los partdos y dirigentes polítcos argentnos fue una marca que quedó
en el sistema polítco del país hasta nuestros días.
En 1983, se celebraron las primeras elecciones y ganó el radical Raúl Alfonsín, el candidato que más criticaba
al régimen saliente. Entre otras características que lo hicieron ser el preferido de los votantes, Alfonsín no
había apoyado la guerra de Malvinas y, además, prometía juzgar a los militares culpables de violar los
derechos humanos.
Desde 1983 hasta hoy en día, aun con la existencia de graves crisis, se mantuvo el régimen democrático.
Pero por entonces, en aquellos años apenas recuperada la democracia, los peligros de un nuevo golpe
52
fueron visibles todo el mandato del dirigente radical.
La ausencia de pactos entre la élite polítca, hizo que no hubiera acuerdos sobre un modelo económico a
seguir (cuestión que los españoles si habían acordado). Tampoco hubo acuerdos sobre qué hacer con los
militares (los españoles optaron por no realizar juicios por los crímenes del régimen franquista).
Se produjeron así tres levantamientos (rebeliones) militares durante los años de Alfonsín, y un cuarto en el
mandato de su sucesor, el peronista Carlos Menen. Este último resolvió el asunto de raíz, reprimiendo a los
militares rebeldes y concediendo indultos que dejaron a los militares juzgados en libertad. Desde entonces,
se consolidó la democracia polítca y fnalizó la transición ya que los militares nunca volvieron a ser una
amenaza.
53
Los nuevos liderazgos populistas y la democracia en América Latina
Por Flavia Freidenberg
En las dos últmas décadas, nuevos líderes de discurso radical han ganado democráticamente las elecciones
en América Latna. Estos líderes presentan algunas característcas en su manera de hacer polítca que los
diferencia de los polítcos que habían gobernado hasta ese momento. De tales característcas, hay dos que
resultan clave: a) el modo en que se erigen como alternatva frente a los actores tradicionales, con una clara
intención de cambiar el sistema polítco; y b) el hecho de que consiguen articular una coalición plural de
sectores sociales que les otorgan legitmidad y abre la posibilidad de poner en marcha proyectos de cambio,
sobre la base de una democracia de mayorías.
En Venezuela, Bolivia y Ecuador los partdos políticos tradicionales no fueron capaces de interpretar las
demandas de cambio y los votantes eligieron candidatos diferentes, al margen de la polítca de siempre. Este
artículo reflexiona sobre dos característcas de estos liderazgos. Por una parte, están sus pretensiones (y
acciones) de inclusión identtaria de grupos sociales que se sentían excluidos del sistema o que simplemente
creyeron en la capacidad de este nuevo líder de poder cambiar la situación vigente. Por otra, su discurso está
radical y polarizador, excluyente de la oposición partidista, de algunos medios de comunicación de masas y
de aquellos sectores de la ciudadanía que critcan su proyecto político. Hay una tensión entre estas dos
dimensiones.
Tres líderes encarnas estos procesos: Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en
Ecuador. En Venezuela, Chávez ganó las elecciones presidenciales del 6 de diciembre de 1998, en contra de
los polítcos que habían dominado por muchas décadas insttuciones, apelando a ciudadanos desencantados
con las reformas económicas neoliberales y proclamando un claro intento de refundar la República (Arenas,
2005; Corrales, 2010). Su ausencia de militancia partdista, su condición de militar de izquierda y su
partcipación previa en un fallido golpe militar (1992) le colocó como un outsider al sistema polítco de Punto
Fijo.
En Bolivia, Evo Morales gano con el 54 por ciento de los votos en la primera vuelta de las elecciones
presidenciales de 2005 en un intenso clima de conflictvidad social, y luego de haber liderado la movilización
por la recuperación del control estatal del gas y otros hidrocarburos, que habían sido privatzaos durante el
gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. Esas elecciones facilitaron el acceso de dirigentes de extracción
sindical, quienes habían conseguido artcular en el Movimiento al Socialismo (MAS): las demandas contra las
polítcas de erradicación de la coca, los reclamos socioeconómicos de los sectores más desfavorecidos, las
exigencias de reconocimiento identtario de los indígenas y la frustración de las clases medias con los
partdos tradicionales.
En Ecuador, Rafael Correa triunfó en la segunda vuelta de las presidenciales de 2006, con el 43 por ciento de
los votos frente al multimillonario bananero Álvaro Noboa, que consiguió el 27 por ciento. Su interpretación
del hartazgo de los ciudadanos respecto al modo en que los partdos habían hecho polítca hasta ese
momento fue exitosa. Su propuesta incluyó la Revolución Ciudadana, una Asamblea Consttuyente y un
profundo cambio insttucional. Su estrategia de no presentar candidatos a diputados le colocó al margen de
los “polítcos de siempre”, aun cuando algunos de los dirigentes de su Movimiento Patria Libre y Soberana
16
(PAIS) contaba con trayectorias partditas
16
Uno de los cortos de campaña decía: “Dale correa, Rafael; dale correa, Rafael; la patria vuelve, el Congreso es
decadente y la partdocracia es dictadura, con los polítcos de siempre. El poder es ciudadano, te lo dice tu hermano.
54
La tensión entre la inclusión política y el ataque a las instituciones democráticas.
Los líderes populistas incluyen con su discurso a los ciudadanos que no se sentan representados y/o que
estaban decepcionados con el sistema polítco.
Chávez, Morales y Correa fueron elegidos para cambiar el statu quo, mejorar la calidad de la representación
y también la equidad social. Los tres han buscado “integrar” empleando un “estlo de liderazgo populista”
(Freidenberg, 2007), caracterizado por la relación directa y paternalista entre líder-seguidor, sin mediaciones
organizatvas o insttucionales, que habla en nombre del pueblo y potencia su oposición a “los otros”, donde
los seguidores están convencidos de las cualidades extraordinarias del líder y creen que gracias a ellas, a los
métodos redistributivos y/o al intercambio clientelar, conseguirán mejorar su situación personal o la de su
entorno.
Estos líderes sacan a la gente a la calle como cualquier otro político pero lo hacen como hechos que
“democratzan” la democracia y creando expectatvas respecto a que esos actos redimen sus derechos. Estos
interpelan con una lógica discursiva la dicotomización del espacio entre el pueblo y los “otros”, haciendo de
este elemento el eje central de la movilización. Apelan al pueblo a partr de lo que les diferencia de los otros,
en función de las contradicciones existentes entre ambos como un instrumento para reforzar la identdad de
17
su grupo .
Chávez, Morales y Correa emplean la retórica de ruptura con el orden social, la confrontación contra un
enemigo externo (Estados Unidos, el imperialismo), la oligarquía y los partdos tradicionales. Su éxito ha
estado en la capacidad de artcular coaliciones que los identfca como “salvadores”, que les protegen y
confían en su bondad y su capacidad de transformación del orden existente. Su fgura simboliza la
posibilidad de hacer cumplir los deseos populares, simplemente, un “antdepresivo social” (Dorna, 2006).
Morales presenta diferencias respecto a los otros líderes. Si bien su origen se debe a razones similares a las
de Ecuador y Venezuela, su liderazgo se ejerce de manera distnta. El vínculo líder-bases se sostene en la
negociación constante y en la exigencia de rendición de cuentas. La capacidad de artculación de Morales se
ha puesto de manifesto al hacer coincidir intereses diversos en torno al “etnonacionalismo” (Madrid, 2006).
Las organizaciones campesinas, indígenas y sindicales negocian su apoyo y se mantienen con una fuerte
autonomía, manifestando su lealtad en cuestiones puntuales algunas veces y exigiendo explicaciones en
18
otras .
Estos líderes se han relacionado de manera ambivalente con la democracia. Por un lado, han empleado las
elecciones como un instrumento plebiscitario. Chávez, Morales y Correa han legitmado sus proyectos en las
19
urnas en reiteradas ocasiones , empleando una aceitada maquinaria electoral, los recursos del Estado y las
redes clientelares. Pero por otro, han sido responsables de múltples ataques a insttuciones de la
Por la Consttuyente, el pueblo ecuatoriano (…) A esos que se creen dueño del Ecuador, nos robaron el país (…) Dale
correa, Rafael; dale correa, Rafael. La patria vuelve, lista 35. Voto ciudadano. Nosotros somos PAIS!
17
El discurso populista es un “modo de identficación polítca que se encuentra disponible para cualquier actor polítco
que opera en un campo discursivo en el que la noción de soberanía popular y su inevitable corolario, el conflicto entre
dominados y dominantes, son parte central del imaginario polítco” (Panizza, 2008, 83)
18
Morales no es considerado un “salvador de la patria”. La lealtad de los dirigentes y los sectores sociales depende de
que pueda satsfacer sus demandas. El ejemplo de las movilizaciones contra el incremento del precio de la gasolina en
diciembre de 2010 y la subsiguiente rectificación por parte del gobierno han sido muestras de esa independencia de las
organizaciones sociales y de su sujeción a las bases sociales.
19
Incluyendo elecciones presidenciales, legislativas y regionales, más consultas populares e instancias de referéndum.
Chávez ha enfrentado once actos electorales. Correa, seis y Morales, cinco.
55
democracia, del ejercicio arbitrario del poder, la personalización de la polítca y de buscar cambiar las reglas
de juego, incluso luego de haberlas modifcados a través de Asambleas Consttuyentes.
El contenido autoritario de su discurso es contrario al pluralismo. El líder está por encima de las reglas, por lo
que no necesita preocuparse por el Estado de Derecho ni por las insttuciones. Se ampara en los resultados
de unas elecciones presidenciales que le otorga legitimidad para hacer cambios, incluso si eso supone alterar
la legalidad vigente. Las insttuciones son utlizadas y luego desaparecidas. En el marco de un régimen
polítco según el cual los gobernantes son elegidos a través de mecanismos compettvos y son considerados
responsables por sus acciones, la manera de hacer polítca de los líderes tensiona sus funcionamiento
pluralista.
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Muchas de estas práctcas a la “demogracia delegativa” . Por ejemplo, el procedimiento de designación del
Poder Judicial por Chávez, la aprobación de las Leyes Habilitantes y la declaración del Estado de Excepción
para restringir las garantías ciudadanas, han mostrado cómo se ha (mal) interpretado la legalidad (Weyland,
Madrid y Hunter, 2010).
En Ecuador ha ocurrido algo similar. Ejemplo de ello ha sido el enfrentamiento entre el Tribunal Supremo de
Elecciones y el Congreso, que llevó a la dudosa desttución de los legisladores que habían sido elegidos
democráticamente en 2006; los ataques a la libertad de prensa (que denomina como “prensa corrupta”) o el
Referendum de Mayo de 2011, cuando solicitó poderes a los ciudadanos para transformar una de las
insttuciones centrales de la democracia, como la justicia.
La polítca supone la integración en clave identtaria y los líderes populistas suelen tener difcultad para
integrar a quienes no están de acuerdo con su proyecto polítco. Chávez, Morales y Correa moldean a la
comunidad en “contra” de las minorías opositoras, de los medios de comunicación de masas que no siguen
sus indicaciones o que publican información crítca e incluso, muchas veces, de los propios jueces de la
República. Los líderes polarizan a partr de la exclusión discursiva de quienes no opinan como ellos,
rechazando el pluralismo y agotando la capacidad de control de unas insttuciones sobre otras, poniendo en
tensión la vigencia del Estado de Derecho.
Hay sectores populares, intelectuales y nuevas élites que perciben que esta manera de hacer polítca
permite la incorporación de la gente común a las insttuciones (Aboy Carlés, 2011) y lo consideran como
parte consttutiva de la democracia (Worsley, 1970). Es un liderazgo que introduce la glorifcación del
lenguaje común a la comunidad y defne una concepción de democracia mucho más amplia que la liberal
(Canovan, 1994, 4-6). En ese sentdo, los liderazgos populistas profundizan la democracia.
Estos líderes no están solos. Junto al líder populista, hay ciudadanos populistas. Los votantes eligen tener un
vínculo directo y emocional con el líder, al mismo tempo que desconfían de los partdos tradicionales y de
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El que gana una elección recibe el mandato para gobernar como le parezca conveniente, convirtendo a los electores
en espectadores, sin exigencia de rendición de cuentas. “(…) después de la elección espera que los
electores/delegantes retornen a la condición de espectadores pasivos. (…) La democracia delegatva es fuertemente
mayoritaria (…) significa la ventaja de no tener práctcamente responsabilidad horizontal (frente a las otras
insttuciones y a los ciudadanos) (…)” (O´Donnell, 1992).
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las insttuciones para resolver sus problemas cotdianos. Preferen la representación delegatva antes que la
democracia pluralista. Por tanto, la manera en que se ejerce ese liderazgo y las razones que llevan a los
ciudadanos a legitimar este modo de inclusión subordina a la voluntad del líder, que difculta la convivencia y
la autonomía de las instituciones democrátcas, son claves para comprender la dinámica actual en
Venezuela, Bolivia o Ecuador.
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