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Memoria Verde - Elio Brailovsky

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ENSAYO - ACTUALIDAD

“El Gran Khan ha adoptado otra disposición, igualmente útil y sabia. Ha ordenado que a
ambos lados de las carreteras públicas se planten árboles de una especie que crece muy
alta y gruesa, separados entre sí sólo dos pasos. Y estos árboles sirven —además de la
ventaja de su sombra en el estío— para señalar el camino e impedir que alguien se aparte
de él cuando la tierra está cubierta por la nieve. Y esto es muy útil a los viandantes, a
quienes brinda gran comodidad y seguridad. También designa comisionados para vigilar el
cuidado de los árboles y el buen estado de los caminos.

”Y algo más os contaré: los astrólogos de) reino han dicho al Gran Khan que quien plan-
ea árboles tiene asegurada larga vida. Y por eso el Gran Señor gusta de plantar árboles.”

MARCO POLO, Viajes, cap. XXVIII

Prólogo

La historia no oficial

¿Por qué volver a leer nuestra historia de otra manera? Porque a los
argentinos nos falta el pasado. Entre fines del siglo XIX y comienzos del XX
se construyó la llamada historia oficial, una forma de ver el país que
transformaba a algunos hombres en héroes homéricos, caricaturas de
bronce de sí mismos, y a otros en pérfidos villanos.

Este recorte político de la realidad nos privó de lo más importante de la


historia, que es su carácter de experiencia dramática, compartida por un
pueblo. Y así como perdimos los rasgos humanos de próceros y malvados,
también perdimos el país en el que se movieron, el ambiente que ellos
conocieron y transformaron.

En este libro hemos desarrollado una forma de pensar nuestra ecología y


nuestra historia de modo entrelazado, lo que nos permite entender las dos
de otra manera. Así, aparecen explicaciones de hechos que, sin ese análisis,
se nos presentaban anacrónicos, irracionales, antisociales, o, por el
contrario, excesivamente altruistas; en síntesis, poco comprensibles.

Esta forma de pensamiento es sólo una de muchas formas posibles,


desarrollada sobre la base de la información obtenida acerca de algunos de
nuestros recursos naturales, sus manejos, sus tristezas, miserias y éxitos, y
sus consecuencias sobre la calidad de vida de las personas.

Esta historia ecológica no es solamente una investigación sobre hechos


lejanísimos de nuestro pasado. Es, también, una herramienta de acción.
Esperamos que el conocimiento nos ayude a incluir la aproximación
ecológica en nuestra vida diaria, no sólo como actitud individual, sino inserta
en hábitos sociales. Que podamos pensar en cómo construir y cómo evitar
que se desnaturalice el medio ambiente. Que nos entrenemos en hacer valer
nuestros derechos a un medio ambiente sano. Nuestra experiencia como
docentes y como ecologistas nos impulsó a catalizar esa forma de
pensamiento. Nos importa que muchas personas comprendan que a esta al-
tura del desarrollo científico, tecnológico, urbano y demográfico, el interés
por la ecología no es una moda más, sino una imperiosa necesidad.

A partir de ahora, sale de nuestras manos esta historia y es recibida por


todos aquellos que con sus propias informaciones y sus enfoques
coincidentes o alternativos rescatarán el pasado para construir en el futuro
un país más verde.

Qué es la historia ecológica

A veces, leyendo un texto de historia, de economía o de otra ciencia social


tenemos la sensación de que se intenta construir una ciencia una abstracta
que ubica a las personas y a los grupos sociales en un espacio hipotético,
más parecido a una mesa de billar que al mundo real. Pero ¿no se está
olvidando algo importante?

Ninguno de los cronistas y viajeros del siglo XIX puede hablar de la


sociedad sin vincularla a la naturaleza. Y esto nos viene desde siempre.
¿Acaso Heródoto no calificó a Egipto como un regalo del Nilo? También hizo
una minuciosa descripción de la hidrología de ese río, que nos ayuda a
entender al Egipto de los faraones tanto -o quizá más- que el incesante
recambio de las dinastías.

La ecología, el uso humano de la naturaleza, la relación de las distintas


sociedades con el orden natural están siempre presentes en los textos
históricos clásicos. En el Antiguo Testamento hay leyes que ordenan no
destruir los bosques ni siquiera en caso de guerra: "Que no es hombre el
árbol del campo para venir contra ti” (Deuteronomio, 20; 19). Del mismo
modo podemos imaginar la conmoción que para Noé, pastor de ovejas,
significó la orden de salvar también a los lobos.

Ovejas y lobos, cedros del Líbano en el Antiguo Testamento, los lirios del
campo en el Nuevo; la contaminación y los ruidos de la Roma imperial en las
sátiras de Juvenal y los nuevos recursos naturales como el amianto, el
petróleo y el carbón de piedra en la obra de Marco Polo.

Desde siempre, la historia nos viene unida al marco natural, aunque este
enfoque había comenzado a debilitarse hacia fines del siglo XIX.

Ya Alberdi opinaba que "si en vez de estudiar la historia civil y


administrativa de la América colonial, sus políticos modernos hubiesen
estudiado su historia natural, es decir, el suelo que habitan y los elementos
de riqueza de que son poseedores inconscientes, comprenderían que si la
guerra es la causa que la empobrece y endeuda, la paz es la causa que
puede enriquecerla y sacarla de la pobreza por sus artes favoritas, que son
la industria y el comercio”.1

Es decir, que entender la naturaleza nos da más claves que la sola historia
humana.

Pero hablar de historia ecológica y relacionar las condiciones naturales con


la evolución social y política no significa adoptar una actitud determinista.
Como veremos más adelante, el medio natural condiciona, influye, moldea,
pero es, a su vez, construido o arrasado por las diferentes sociedades
humanas que en él se asientan.

Esta relación entre naturaleza y sociedad es extremadamente compleja y


sutil. Nada tan lejano, entonces, de la enorme simplificación de Sarmiento al
sostener que “la República Argentina está geográficamente constituida de tal
manera que ha de ser unitaria siempre, aunque el rótulo de la botella diga lo
contrario. Su llanura continua, sus nos confluentes a un puerto único la
hacen fatalmente una e indivisible’' [...]. No hay que quejarse de Buenos
Aires, que es grande y lo será más, porque así le cupo en suerte^
Debiéramos quejamos antes de la Providencia y pedirle que rectifique la
configuración de la Tierra”.

Hay una amplia gama de puntos de vista intermedios que van desde
Alberdi (la naturaleza como disponibilidad de recursos) hasta Sarmiento (la
naturaleza como condicionante social y político). Entre ambos, la naturaleza
puede ser obrador o destino: puede ser el deslumbrante encuentro con la
Tierra Prometida, como en Alberto Gerchunoff, o la determinación de
nuestra forma de vida, como en Ezequiel Martínez Estrada.

Pero éstos son, en todo caso, puntos de vista literarios. En la actualidad


las ciencias sociales han olvidado la ecología y, cuando la encuentran, no
saben qué hacer con ella. Veamos un poco por qué.
Ecología e interdisciplina

La historia comienza a fines del siglo XVIII, con la Revolución Industrial. El


auge del maquinismo impuso la división social del trabajo. Los antiguos
artesanos, capaces de hacer por sí solos un producto entero, fueron
reemplazados por obreros que toman partes cada vez más pequeñas de un
objeto que sienten cada vez más ajeno. Autores con enfoques tan distintos
como Adam Smith y Karl Mane nos han dejado brillantes testimonios de
cómo el viejo maestro relojero fue dejando paso al obrero que pinta las
letras en los cuadrantes, al que coloca los ejes o al que ajusta las
manecillas. Decenas de personas hacen con mayor rapidez y eficiencia el
trabajo que antes realizaba una sola. Allá arriba, alguien distinto de ellos
velará por el sentido del producto terminado.

Lo que ocurría con la fabrica en tan evidente y tenía tantas implicancias


sociales que a menudo olvidamos que con la ciencia pasó lo mismo. La
división social del trabajo significó cortar el conocimiento en multiplicidad de
pedazos, cada vez más pequeños. El argumento era seductor: hoy la ciencia
es tan compleja que ya nadie puede repetir la proeza de Leonardo da Vinci,
de abarcar por sí solo todos los campos del saber humano. Pintar, diseñar
máquinas para volar, construir fortalezas e inventar telares sería, en el
futuro, obra de personas diferentes.

Así, la respuesta de la ciencia ante la complejidad del mundo fue


compartimentarse en disciplinas cada vez más aisladas unas de otras. Así se
formaron los especialistas, definidos a veces como aquellos que saben casi
todo acerca de casi nada, ya que para profundizar sus conocimientos tienen
que reducir cada vez más su campo de acción. Y, generalmente, sin tener
idea de lo que hacen los otros especialistas.

Pero el mundo no es un conjunto casi infinito de pequeños aspectos


investigables, sino que es una totalidad. Esto, que hoy nos parece evidente,
fue, como todas las cosas obvias, tardíamente asimilado por nuestro sistema
científico y tecnológico. El avance no fue gratuito, por repentina iluminación,
sino que tuvieron que ocurrir situaciones catastróficas para poder aceptarlo.

Esas situaciones se presentaron precisamente cuando nuevos


emprendimientos con alta tecnología parecían prometer el progreso
ilimitado: la gran presa de Asuán, los superpetroleros, las centrales
nucleares, las enormes plantas químicas. En codos estos casos los éxitos de
ingeniería se vieron empañados, cuando no cuestionados, por los
desfavorables impactos que generaron sobre el medio ambiente por no
haberse planteado las previsiones multidisciplinarias del caso: la presa de
Asuán deprimió la agricultura y la pesca egipcias, y para colmo de males
multiplicó astronómicamente una enfermedad grave llamada
esquistosomiasis; los superpetroleros, cuando se averían como cualquier
barco, cubren con imparables mareas negras, rojas o policromas las costas
destinadas a usos pesqueros y turísticos; las centrales nucleares
evidenciaron no ser tan seguras para el medio ambiente como afirmaron sus
constructores; los habitantes de las ciudades que orgullosamente instalaron
plantas químicas a veces tienen que elegir entre quedarse en casa o salir
con máscaras antigás. En todos los casos, se podría haberlo previsto antes,
en lugar de justificarlo diciendo que el deterioro era el precio que se debe
pagar por el progreso.

Pero cuando aparecieron explosivamente los problemas del medio


ambiente, las ciencias tradicionales fueron incapaces de resolverlos. Hacía
falta una concepción integradora, que fuera capaz de conciliar la biología con
la ingeniería, la agronomía con la historia. Pero ¿cómo se amia una
combinación de ciencias? ¿Con qué criterios y método pueden usarse y
combinarse resultados originados en ciencias diferentes?

Y para eso sirvió el método de la ecología, ya que esta ciencia no suma o


agrupa hechos. Lo que hace es estudiarlas interacciones entre esos hechos.
Estudia los ecosistemas o sistemas ecológicos, donde lo fundamental son las
relaciones entre sus elementos componentes. El concepto de sistema
significa que esas relaciones no se producen al azar, sino que resultan de
ordenamientos y funcionamientos de estructuras organizadas de formas
determinadas. Tampoco los cambios y reordenamientos son al azar: hay
presiones naturales y de origen humano que los provocan. A menudo se
trata de hechos estudiados por ciencias diferentes. Para estudiar la vida en
una laguna el ecólogo pedirá información a la botánica, la zoología, la
climatología, la hidrología, la geomorfología, que le darán todos los datos
necesarios sobre ese conjunto de seres vivos, sobre su ambiente, sobre sus
interacciones. A partir de eso, hará un modelo de comportamiento que le
permitirá predecir hechos, en función de oíros que vayan ocurriendo.

De manera que la unión pareció lógica. Si la pregunta es: “¿Qué le va a


pasar a esa laguna si la seguimos contaminando?", el ecólogo será el más
indicado para contestarla. Hasta aquí estamos hablando solamente de
ciencias naturales.

Pero si la siguiente pregunta es: "¿Por qué la estamos contaminando?", la


respuesta sólo podrá provenir de las ciencias sociales.

El paso siguiente fue unir ambos enfoques, el de las ciencias naturales y el


de las ciencias sociales, en una perspectiva amplia, que tuviera en cuenta las
interacciones entre la naturaleza y la sociedad. El método usado es el de la
ecología —es decir, el estudio de las interacciones—, pero los contenidos van
mucho más allá; siguen analizando las relaciones entre carnívoros y
herbívoros, pero también las formas de apropiación social de la naturaleza.

De este modo se hizo posible recuperar el nexo entre historia y ecología,


que nos venía desde las épocas de Heródoto y que en el último siglo
habíamos perdido.
Las relaciones sociedad-naturaleza

En este libro vamos a estudiar las interrelaciones entre naturaleza y


sociedad en la Argentina durante sus diferentes etapas de desarrollo
histórico.

El concepto de las relaciones sociedad-naturaleza surgió del análisis


ambiental en América latina, y no por casualidad; se contrapone al concepto
de relaciones hombre-naturaleza que durante gran parte de este siglo primó
en los países desarrollados corno forma de diluir responsabilidades sobre
consecuencias criticables del mal uso de la naturaleza y que sirvió, por
ejemplo, para atribuirla mayor parte de las culpas ambientales a la superpo-
blación, de preferencia la del Tercer Mundo, Hablar de sociedades implica
partir de la base de que no son los individuos quienes usan la naturaleza,
sino las sociedades que los agrupan, e involucra una evaluación critica de las
decisiones tomadas por quienes las manejan.

El concepto adquiere su más amplio sentido cuando se lo analiza como


resultante de los estilos de desarrollo que han prevalecido históricamente.
En otras palabras, la hipótesis que guía este trabajo, y que se aplicará al
análisis de numerosos ejemplos, es que los estilos de desarrollo elegidos o
impuestos por los países de la región han determinado y se han expresado a
través de diversas formas de interacción sociedad-naturaleza.3

En este trabajo se procura demostrar que las condiciones ambientales de


un país están íntimamente vinculadas con el estilo de desarrollo y con las
sucesivas fases de desarrollo por las que ese país atraviesa.

Enfoque metodológico

La mayor parte de los estudios sobre el ambiente se centran en la


descripción del estado actual de los procesos ambientales y en su
representación geográfica. A menudo se habla de las condiciones del medio
como resultantes de la actividad humana per se, sin una estricta vinculación
con situaciones históricas concretas.

Pensamos, sin embargo, que los problemas del medio ambiente se


vinculan con la forma en que una sociedad concreta utiliza su base natural,
de qué manen la emplea para satisfacer sus necesidades y por qué lo hace
de esa manera particular.

Cada sociedad humana establece una relación diferente con la naturaleza:


aprovecha distintas porciones y aptitudes de la naturaleza que, como vimos,
se organiza en ecosistemas. Esas porciones de las que extrae un
aprovechamiento económico actual o potencia] se denominan recursos
naturales.

Diferentes sociedades utilizan los recursos naturales de distinta manera:


dan un uso productivo a unos, depredan otros, mantienen otros sin
utilización. El vínculo material entre unas y otros son las tecnologías, como
conjuntos de conocimientos y habilidades aplicados a la explotación de los
recursos. Su forma de uso depende del conocimiento tecnológico, pero se
vincula también con aspectos económicos y de proyectos y modelos sociales
y culturales. Aunque cueste creerlo, pan los conquistadores y colonizadores
españoles, la ciudad de Buenos Aires estaba rodeada por un desierto que
algunas crónicas califican de horrible: un espacio cubierto de pajonales, por
el que podían caminarse 200 leguas sin ver un solo árbol, y que no cumplía
ninguna función importante. Hoy llamamos a este desierto la Pampa
Húmeda y es una de las bases principales de la economía nacional.

Cada organización social, entonces, tiene una relación diferente con la


naturaleza. En consecuencia, son distintos los impactos de sus actividades
sobre el medio y, por supuesto, también lo son las consecuencias ecológicas
y sociales de estas actividades.
La complejidad de estas interrelaciones es aún hoy poco evaluada por la
mayor parte de los desarrollos científicos. El avance de la especialización ha
llevado a olvidar el carácter histórico de las relaciones entre sociedad y
naturaleza. Así, los especialistas han inventado una historia sin naturaleza y
una ecología sin sociedad. En este libro las hemos unido, y estas
interacciones nos muestran un aspecto desconocido de nuestro propio país.

Definiremos al ambiente como la resultante de interacciones entre


sistemas ecológicos y socioeconómicos, susceptibles de provocar efectos
sobre los seres vivientes y las actividades humanas. Esta definición destaca
especialmente el concepto de sistemas, tal como se describieron al hablar de
ecosistemas, y el de interacciones, ya que ninguno de los sistemas
componentes es exclusivamente definitorio en la formación del medio
ambiente.

El análisis de las relaciones sociedad-naturaleza que aquí se presenta es


concebido como una aproximación al análisis de sistemas complejos, con un
enfoque diacrónico, en canco incluye un estudio evolutivo de dichas
relaciones. Las características interdisciplinarias del enfoque plantean
determinadas peculiaridades metodológicas, porque cada uno de los
sistemas sintetiza, a su vez, interacciones inherentes a una amplia gama de
especialidades del campo de las ciencias naturales y de las ciencias
sociales.4

Más concretamente, los componentes de esos sistemas y de sus


interacciones que se consideran más importantes en la construcción del
medio son:

* En los sistemas ecológicos, la calidad (tipo, estabilidad, renovabilidad,


etc.) y cantidad (efectiva y potencial) de los recursos naturales pasibles de
explotación. Es decir, comenzamos inventariando qué recursos naturales
tenemos para después analizar qué hacemos con ellos. Por ejemplo, cuando
se construyeron las cloacas de Rosario se discutió si se las hacía terminar en
el río o se les daba algún otro destino. Y la inmensidad del Paraná fue el
argumento más concluyente: durante casi un siglo el “Padre de las aguas”
recibió, pacientemente, miles de toneladas de materias fecales que se ocupó
de biodegradar y devolver después a los ciclos naturales. En este caso
estamos hablando de recursos que estaban antes de que la sociedad se
constituyera. Pero en ocasiones nos encontramos con recursos que son obra
humana, como veremos que ocurrió con el paisaje y el suelo pampeanos,
que son el resultado del trabajo humano, tan artificiales como puede serlo
una ciudad.

* En los sistemas socioeconómicos, la estructura de relaciones esta-


blecidas entre los hombres a efectos de la producción, a escala nacional e
internacional. Un ejemplo significativo es el cultivo de cereales en la región
pampeana. Planteado inútilmente por Belgrano, fue necesario que se
modificaran las relaciones sociales locales e internacionales para que esos
ecosistemas fueran utilizados de esa manera durante el proyecto de la
llamada Generación del 80.

* En los nexos tecnológicos, el grado de desarrollo de las tecnologías


productivas utilizadas y sus modalidades. La tecnología es el instrumento de
apropiación y de transformación de los recursos naturales; cada tecnología
tiene un impacto ambiental preciso. Es distinto que estemos inyectando en
el ambiente pesticidas o detergentes biodegradables o materiales
radiactivos. Del mismo modo, efectuar rotaciones agrícola-ganaderas tiene
efectos diferentes de no hacerlas. No se trata sólo de una contraposición
entre tecnologías “antiguas” y "modernas”, sino de detectar la especificidad
de la incidencia de cada una de ellas sobre el ambiente.

Las interacciones dinámicas de estos tres componentes complejos


determinan, en cada una de las fases de desarrollo del país:
* Cierto modo de utilización de los recursos naturales renovables y no
renovables, lo que implica cierto tipo de racionalidad económica y política en
la utilización de esos recursos.

* Cierto modo de utilización del espacio nacional, rural y urbano, como


reflejo de las relaciones productivas.

Ambos modos de utilización están interrelacionados. En el fondo son


facetas de la misma cosa. El modelo basado en la explotación de plata del
Potosí organiza el espacio a su manera, transforma el país en un largo
camino entre las vetas de plata y el puerto por el que el metal sale a la
metrópoli.

Esta interrelación determina, en cada tiempo y espacio particular, ciertas


condiciones de calidad de vida y determinadas formas de modificación del
medio que constituye la base de los hábitats humanos. Volviendo a nuestro
último ejemplo, recordemos que las condiciones del ambiente laboral en las
minas fueron tan duras que en Potosí murió tanta gente como en Auschwitz.
También ese modelo influyó sobre el hábitat urbano: la fiebre de la plata
creó un área metropolitana en el altiplano, con casi todos los problemas que
caracterizan a las grandes ciudades actuales.

Las fases de desarrollo

Vamos a explorar aquí las consecuencias de los conceptos teóricos para


cada una de las fases o etapas de la historia argentina. Estas etapas se
vinculan con diferentes fases de desarrollo económico-social, en las cuales
se adoptaron estilos de desarrollo y modelos de país que difieren
cualitativamente unos de otros y que implican sucesivos reemplazos de
tecnologías, de modalidad de uso de los recursos naturales, de organización
social, con definidas consecuencias ambientales:

* Fase colonial (hasta 1810).


* Fase de los primeros años de vida independiente (1810-1860).

* Fase de inserción en la división internacional del trabajo (1860-1930).

* Fase de industrialización sustitutiva de importaciones (1930-1976).

* Fase de modernización periférica (desde 1976).

En general esta periodización está asociada a acontecimientos políticos


significativos, con los que se manifiesta con mayor nitidez «1 cambio de
etapa. De todos modos, como ocurre en todo proceso, existe un continuo de
lencas variaciones imperceptibles hasta que nos encontramos, casi sin saber
cómo, con un cambio cualitativo que ya ocurrió hace tiempo y que en el
momento no habíamos percibido.

En cada una de estas etapas hemos seleccionado modalidades


características de uso de los recursos naturales, consecuencias ecológicas,
usos de) espacio nacional y urbano, así como de calidad de vida resultante.
Estos modelos son, en nuestra opinión, los más significativos por la
magnitud de población y de recursos naturales involucrados y por las
consecuencias ambientales emergentes. En cada caso, hemos procurado
contrastar los hechos efectivamente ocurridos con las propuestas
alternativas que se plantearon en cada época. La comparación entre las
decisiones tomadas y el conocimiento que se tenía de los fenómenos permite
señalar en qué casos el deterioro ecológico se origina en la ignorancia y en
qué casos existen razones sociales que llevan a dejar de lado los
conocimientos disponibles. Sin embargo, no pretendemos agotar nuestra
historia ecológica sino apenas iniciar su estudio sistemático y proporcionar
un marco general a quienes vayan a profundizar sobre aspectos parciales.

En la metodología de investigación hemos puesto el acento en el estudio


de los nexos causales entre fenómenos originados en diferentes sistemas,
siguiendo criterios que ya hemos desarrollado en otros trabajos.
La concepción que aquí se expone fue desarrollada por los autores de este
trabajo en un artículo publicado en 1979.’ Puntos de vista similares fueron
expresados por otros autores en el mismo período. A partir del artículo
mencionado hemos expuesto sucesivos avances de investigación en diversas
publicaciones, en investigaciones regionales, en actividades de docencia, de
extensión y de difusión.30

Finalmente, el rompecabezas queda armado en este libro y la historia


ecológica argentina nos permite ver con nuevos ojos nuestras cosas viejas.

Un lenguaje especializado

En la exposición se pone el acento en el uso del lenguaje llano, con


exclusión de la terminología técnica usual. En efecto, la experiencia de la
década del 80 indica que buena parce de los estudios interdisciplinarios
realizados fueron expresados en la terminología de todas las ciencias
intervinientes, lo que daba por resultado una difícil comprensión de las
interacciones y, por ende, una menor utilización de los resultados.
Recíprocamente, el lenguaje no especializado aparece como el punto de
encuentro de especialistas de formaciones muy diversas, entre sí y con el
público no especializado, aun a riesgo de caer en redundancias y en alguna
imprecisión.
NOTAS

1. Alberdi, Juan B.: Estudios económicos, Buenos Aires, 1934.

2. Sarmiento, Domingo F.: Facundo, Buenos Aires, EUDEBA, 1960.

3. Seminarios: "Estilos de desarrollo y medio ambiente en América latina",


S. de Chile, 1979, y “Naturaleza y sociedad”, Caracas, 1979.

4. Garcia. R. A.: Conceptual Frainework for late Analysis of Curse Studies


our "Foods Systems and Swirly”, UNRISD/79, Ginebra, 1979.

5. Foguelman, Dina: Aproximación a la evaluación ambiental del Eje Flu-


vial Industrial, Fondo Nacional de Ordenamiento Ambiental, Dueños Aires,
1979, y en lo referente a las relaciones causa-efecto: Foguelman, Dina;
Brailovsky, Antonio E., y Boiry, Lilian: Evaluación ambiental ríe Salto
Grande, Buenos Aires, C.T.M., 1960.

6. Brailovsky, A. E.: “Medio ambiente, marginalidad y subdesarrollo: el


caso de Formosa", en Realidad Económica, N® 38, Buenos Aires, enero-
mano de 1980.

7. Foguelman, D., y Brailovsky, A. E.: “Ambiente y fases de desarrollo en


Argentina", en Comercio Exterior, México, septiembre de 1979. Reproducido
en Realidad Económico, Buenos Aires, octubre-diciembre de 1979.

8. Gligo, Nicoló.y Morello, Jorge: “Notas sobre la historia ecológica de la


América latina", en Sunkel, O., y Cligo, N. (comps.): Estilos de desarrollo y
medio ambiente en la América latina, México, Fondo de Cultura Económica,
1980.

22

9. Vítale, Luis: Hacia una historia del ambiente en América latine, Nueva
Imagen, México, 1983.
10. Sejenovich, Héctor: ‘'Los recursos naturales en el desarrollo histórico
de América latina”, en Brailovsky, A. E. (comp.): Introducción el estudio de
les recursos naturales, Buenos Aires, EUDEBA, 1987,

11. El proceso de industrialización en la República Dominicana: la


planificación estatal y el medio ambiente, Secretariado Técnico de la
Presidencia, Sanio Domingo, octubre de 1980.

12. Brailovsky, A. E.: "Política ambienta] de la Generación del 80”, en


Varios autores: Tres estudios argentinos, Buenos Aires, Sudamericana,

1981. Mención especial en el concurso Coca-Cola en las Artes y las


Ciencias.

13. Brailovsky, A. E.: "Biografía de la pampa", en Todo es Historia, Buenos


Aires, setiembre de 1982.

14. Brailovsky, A. E., y Foguelman, D.: “Españoles e incas ante la


naturaleza”, en Todo es Historia, setiembre de 1984.

15. Brailovsky, A. E.: El Riachuelo, Buenos Aires, Centro Editor,

1982.

16. Brailovsky, A. E., y Foguelman, D.: "Contaminación y genocidio", en


Reviste La Razón, Buenos Aires, enero de 1984.

17. Foguelman, D.: "Estado de la planificación de asentamientos con


enfoques ecológicos en la P.epública Argentina", en Revista de Economía,
Santa Fe, diciembre de 1987.

18. Foguelman, D.: "Evolución de los ecosistemas pampeanos en el


Holoceno", en curso de perfeccionamiento docente, Programa Pro ciencia,
CONICET-INPAG, en prensa.
19. Brailovsky, A. E., y Foguelman, D.: Historia ecológica de las etapas
tempranas de la sociedad argentina, Mención Especial Premio José Balbina,
CONICET. 1990, inédito

20. Brailovsky, A. E.: Historia de las inundaciones en Viedma, Buenos


Aires, cátedra de Recursos Naturales, UBA-CBC, 1986.

21. Brailovsky, A. E.: "Historia y ecología”, en Todo es Historia, enero de


1987. Brailovsky, A. E., y Foguelman, D.: "La naturaleza (qué le dio al
país)”, en Todo es Historia, julio de 1987.

22. Brailovsky, A. E., y Foguelman, D.: "Consecuencias ambientales del


proceso de industrialización en la Argentina", en Revista de Economía, Santa
Fe, julio de 1985.

23. Foguelman, D.: "Causas y consecuencias de transformaciones de


sistemas alimentarios en zonas semiáridas (Santiago del Estero)", Buenos
Aires, CEPA-CON1CET, 1986-87, publicado en Varios autores: Biospheric
Changes and Foods Systems, 1FIAS-UNR.ISD. en prensa.

23

24 Foguelman, D.: Impacto de la generalización del modelo de agricultura


permanente en la Pampa Ondulada (departamento Belgrano, Santa Fe),
Buenos Aires, CEPA-CONICET, 1988.

25. Foguelman, D.: Programa de ecología. Ciclo Básico Común, UBA,


190S.

26. Brailovsky, A. E.; Programa de recursos naturales de la Argentina,


CDC-UBA, 1985-

27. Foguelman, D.; Brailovsky, A. E., y Vigil, C.: Proyecto para la materia
Sociedad, Medio Ambiente y Recursos Naturales, CBC-UBA, 1988.
26. Brailovsky, A. E., y Foguelman, D. (comps.): El agua en Buenos Aires,
curso de educación a distancia, UBA XXI, Editorial Fraterna, 1988, en
prensa.

29. Foguelman, D.; Zeballos de Sisto, M., et al.: Una nueva visión sobre
nuestra fauna, curso de educación a distancia, UBA XXI, 1968.

30. Brailovsky, A. E., y Foguelman, D.: Entrevista en diario Tiempo


Argentino, 10/9/198*1; ‘'Agricultura incaica: aprendiendo a ayudar a la
naturaleza”, en Expreso Imaginario, setiembre de 1979; “A veces no llueve,
decía Darwin”, en Industria Textil, N® 49, 1987; “Inundación de Viedma”,
en Industria Textil, julio de 1987; "El sueño ecologista de Simón Bolívar”, en
el diario Río Negro, 18/10/1986. También en las novelas: Brailovsky, A. E.:
El asalto al délo, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1985, y Tiempo de
opresión, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1986.
El ambiente en la época colonial

LA DESTRUCCIÓN DE LA AGRICULTURA INCAICA

La historia ambiental de la Argentina se inicia con una de las catástrofes


ecológicas más serías que hayan ocurrido en el país: la destrucción del
sistema incaico de agricultura en terrazas, perpetrada por los conquistadores
españoles. Este desequilibrio ecológico fue la principal herramienta utilizada
para consolidar una conquista que, de otro modo, hubiera resultado
políticamente inestable. Porque la única manera que tenía un puñado de
hombres de hacer perdurable su dominio sobre un pueblo entero era
destruyendo los medios de subsistencia de esa población. Para verlo con
mayor claridad, tenemos que hablar de la agricultura incaica.

El imperio incaico fue un espectacular ejemplo de eficiencia en el manejo


de la tierra y en el respeto al equilibrio ecológico de la región. Ningún
sistema posterior consiguió alimentar a tanta población sin degradar los
recursos naturales. Los incas basaron su civilización en una relación
armónica con su ambiente natural, integrado por los frágiles ecosistemas
andinos, y desarrollaron complejos y delicados mecanismos tecnológicos y
sociales que les permitieron lograr una sólida base económica sin deterioros
ecológicos.

Se pueden ver aún las terrazas de cultivo, construidas como largos y


angostos peldaños en los faldeos de las montañas, sostenidos por piedras
que retenían la tierra fértil. Las terrazas cumplían la función de distribuir
regularmente la humedad. Allí el agua de lluvia iba filtrándose lentamente
desde los niveles superiores a los inferiores, utilizándose plenamente la
escasa cantidad de líquido disponible. En las áreas más lluviosas y en las de
mayor pendiente, las terrazas permitían evitar la erosión, al impedir que el
escurrimiento superficial del agua de lluvia arrastrara las panículas del suelo.
También facilitaron el aprovechamiento de los diversos pisos ecológicos.

Pero las tenazas no eran solamente defensivas, sino que constituían la


base de un trabajo posterior. Ese espacio se rellenaba con cieno traída de
zonas más bajas y se abonaba con suelos lacustres y algas, lo que
significaba un acto de verdadera construcción del suelo agrícola.

El suelo de las tenazas se mezclaba con guano, el excremento de aves


marinas acumulado en las islas y coscas. Este recurso era cuidadosamente
administrado, porque de él dependía en buena medida la alimentación de la
población: para extraerlo, cada aldea tenía asignada una parte de isla o
costa, marcada con mojones de piedra que no era permitido alterar. “Había
tanta vigilancia en guardar aquellas aves, que al tiempo de la cría a nadie
era lícito entrar en las islas, so pena de la vida, porque no las asombrasen y
echasen de sus nidos. Tampoco era lícito matarlas en ningún tiempo. So la
misma pena”, dice el Inca Garcilaso de la Vega.11

Se practicaba regularmente el barbecho, es decir, el descanso del suelo


para permitirle recuperar su fertilidad en forma natural. En la costa y los
valles fertilizaban con cabezas de pescado, que enterraban con semillas de
maíz en su interior. Para este cultivo también utilizaron excrementos
humanos secados al sol y pulverizados. En el esfuerzo por alimentar a una
población en crecimiento, no hubo recurso que dejara de utilizarse.

Había muy poco suelo que fuera naturalmente apeo para el cultivo y había
que construirlo metro a metro. Su explotación no hubiera sido posible sin
riego, porque la mayor parte de la zona andina es árida o semiárida. Había
que ir a buscar el agua a las nacientes de los arroyos y encauzarla mediante
una red de canales. Se describen algunos principales, de muchos kilómetros
de largo y hasta cuatro metros de diámetro, pero aun para una pequeña su-
perficie atenazada se consideraba que valía la pena hacer un canal de gran
longitud. Para eso, se hacía un surco a lo largo de las montañas y se lo
cubría con grandes losas de piedra unidas con tierra para que el ganado no
lo destruyese. A veces, al cruzar un valle, era necesario sostener el canal
sobre columnas para que el nivel del agua no perdiese altura,
construyéndose acueductos similares a los romanos.

En el actual territorio argentino, los cronistas españoles señalan que los


habitantes de los Valles Calchaquíes “siembran con acequias de regadío”. En
la antigua ciudad de Quilmes encontraron una represa, prolijamente
confeccionada en piedra, aprovechando una depresión natural del terreno.
De ella salía un canal de riego. En Catamarca existen restos de terrazas con
lajas verticales adosadas, que facilitan la condensación de las gotas de rocío.
De este modo, transformaban al rocío en un recurso productivo y lo
utilizaban para el riego.

El origen de estas tecnologías está ligado a la lenta evolución del


poblamiento andino. En el noroeste del actual territorio argentino, los
cultivos en terrazas estuvieron ampliamente difundidos. Algunas tenazas
fueron construidas durante el imperio incaico, en tanto que otras
corresponden a culturas previas que habían alcanzado un alto grado de
desarrollo.

En algunos valles andinos se encuentran restos de técnicas de cultivo que


aparecen como antecesoras de las terrazas incaicas. Por ejemplo, en Iglesia
(provincia de San Juan), unos mil años antes de Colón se desarrolló una
cultura que construyó obras de regadío, las que permitieron el cultivo de
cierras que no pueden ponerse en producción con las tecnologías actuales.
Se trataba de grandes sistemas de piedra, que recolectaban el agua de los
arroyos y la desviaban por medio de acequias hacia las parcelas de cultivo.
Cuando estos canales pasaban por terreno arenoso, impermeabilizaban su
fondo con piezas de cerámica.

Los sitios de cultivo son terrenos deprimidos artificialmente, a los que


llegan los canales. Están rodeados por un borde de piedras que cumplía la
misma función de defensa que su equivalente en las terrazas incaicas. Se
trata, básicamente, del mismo principio: hacer plano un relieve escarpado,
proteger los bordes de las parcelas para evitar la erosión y regarlas
artificialmente por medio de canales y cisternas.

La diferencia entre las precarias acequias indígenas y las grandes obras de


ingeniería incaicas no estriba en los principios ecológicos que las rigen sino
en la organización social que las sustenta. Las comunidades familiares
descubrieron la forma de cultivar los Andes sin erosionar el suelo, pero fue
necesaria una organización social más compleja a fin de que esa tecnología
sirviera para alimentar a millones de personas.

El maíz y la papa constituían la base de la alimentación, esencialmente


vegetariana, pero también se cultivaban unas cien especies más, debido a
un cuidadoso trabajo de domesticación efectuado a lo largo de varios siglos.
La tecnología de conservación de alimentos estaba adecuadamente
desarrollada: para carnes, el secado y salado en forma de charqui. Para la
papa, el chuño: papa helada a la intemperie, desecada por congelamiento
(liofilización) y molida.

También tenían una ganadería muy desarrollada, la que combinaban con


un manejo racional de la fauna silvestre. Utilizaban llamas y alpacas como
bestias de carga y para la producción de lana y carne; de esta última
consumían muy poca cantidad. En cambio, su dieta era rica en proteínas
vegetales.
Empleaban las vicuñas y alpacas para producción de la más fina lana,
destinada al Inca y a su corte. Las vicuñas no pudieron ser domesticadas,
por lo que las capturaban, les cortaban la lana y las volvían a soltar. Lo
hacían en grandes cacerías anuales, en las que tenían especial cuidado en no
lastimar a ningún animal. Nunca las esquilaban a fondo, para que no
corriesen el riesgo de morir de frío. Es decir, que consideraban a los
animales salvajes como un recurso que debía ser cuidado y utilizado
racionalmente.

Este conjunto de prácticas evidencia un muy elevado desarrollo


tecnológico logrado sin mecanización alguna: las piedras se partían y pulían
golpeándolas unas con otras, y se ubicaban a pulso, con ayuda de sogas
pero sin poleas, rolos ni ruedas. Los metales se fundían sin fuelle, soplando
el fuego a pulmón a través de tubos de cobre. Los únicos instrumentos de
labranza fueron las azadas para deshacer terrones, y palos aguzados para
remover el suelo y enterrar las semillas.

El único recurso abundante parece haber sido el recurso humano, por lo


cual no se desarrolló ninguna técnica de ahorro de mano de obra. Por el
contrario, el pleno empleo era prioritario. No tener trabajo era tan mal visco
que aún en la actualidad puede verse a las kollas hilar mientras caminan, y
los viejos tenían la obligación explícita de eliminar los piojos, que era una
forma de cuidar el estado sanitario de la población.

En el imperio incaico cada uno cultivaba la tierra que le habían adjudicado


(nadie era propietario), pero además, en forma colectiva, trabajaban las
tierras destinadas a mantener a los sacerdotes y al Inca, quien a su vez
asignaba el producto al mantenimiento de la nación. Es decir que, además
de lo que el agricultor consumía, producía reservas colectivas que se
almacenaban en grandes galpones, a lo largo de las rutas.

Todo se contabilizaba mediante un sistema decimal que se anotaba en


cordones de diferentes colores (quipus) que se enviaban al Inca. Con el
mismo sistema, se lo mantenía informado anualmente y en forma exacta de
la composición de la población, de los nacimientos y de las muertes. A pesar
de los avances de la computación, hoy ningún país cuenta con información
tan actualizada.

Esta información se le hacía llegar por medio de correos (chasquis) que


corrían por excelentes caminos en forma tan sincronizada que las noticias
viajaban a razón de 500 kilómetros diarios.

Las reservas permitían mantener a los que no estuvieran en condiciones


de trabajar, a la corte, a aldeas que hubieran sufrido una sequía, a
asentamientos en formación que aún no tuvieran cosechas. En todo
momento los soldados podían encontrar víveres, vestidos, calzados y armas
para hasta treinta mil combatientes en un solo galpón.

Las reservas bélicas eran necesarias para este imperio en expansión,


aunque no se usaban en todos los casos. A veces lograban la expansión por
el convencimiento, como en el caso del "reino de Tucma” (Tucumán), cuyos
embajadores fueron a ofrecer vasallaje al Inca. Extraño imperialismo éste,
que podía expandirse a partir del consenso que creaba, al ofrecer una
organización social más deseable que la de los pueblos vecinos.

La primera medida luego de una conquista era la construcción de caminos


que anexaran las nuevas tierras, la capacitación de artesanos, agricultores,
ingenieros y burócratas en escuelas especiales y la iniciación de los cultivos.
El conjunto componía un sistema muy estable que permitía mantener a los
combatientes —no había casta militar—, a la burocracia administrativa y a la
nobleza.

Con tan poca maquinaria, la mano de obra pasaba a tener una importancia
fundamental y era considerada un recurso valioso que, al igual que el suelo,
el agua, el ganado, el guano, era preciso mantener y conservar. A la época
de la llegada de los conquistadores españoles había una población estimada
entre 10 y 30 millones de habitantes, perfectamente vestidos y alimentados,
con un sistema de seguridad social que alcanzaba a los huérfanos, a las
viudas, a los ancianos y a las familias de aquellos que habían sido convoca-
dos a las armas.

Este sistema de seguridad social se reflejaba incluso en aspectos tales


como el orden de prioridad asignado a las tierras de cultivo: “Mandaba el
Inca que las cierras de los vasallos fuesen preferidas a las suyas, porque
decían que la prosperidad de los súbditos redundaba en buen servicio para el
rey; que estando pobres y necesitados, mal podían servir en la guerra ni en
la paz”,24 dice el Inca Garcilaso.

La organización por la cual se logró la preservación y el desarrollo de los


recursos humanos y naturales es el rasgo característico del imperio incaico.
Este era en realidad reciente; no tenía más de cuatro siglos. La base
económica que permitió organizar las prácticas de producción agraria y de
conservación de la naturaleza preexistente era:

* El imperio (representado por el Inca, considerado de origen divino) era


el propietario de todas las tierras y demás recursos naturales, lo que facilitó
el manejo integrado de esos recursos.

* El desarrollo de complejos sistemas administrativos de educación y


control de la fuerza de trabajo.

* Cada familia disponía de parcela tierra como necesitara para su


subsistencia, pero ni un centímetro más. No había moneda ni esclavos;
tampoco había latifundios ni guerras por la propiedad privada de hombres o
de bienes.

* Dentro de su comunidad, el campesino era un trabajador libre porque


sólo estaba regido por un ordenamiento global que abarcaba a la sociedad
entera, personificada en el Inca y representaba localmente por la burocracia
del imperio. Ese ordenamiento regulaba todas las horas de todos sus días y
los de toda su familia: había castigos por perder el turno de riego, por
sembrar o cosechar fuera de las fechas preestablecidas, por no casarse y, en
general, por cualquier actitud calificada como antisocial.

El resultado fue una sociedad centralizada y fuertemente autoritaria, que


aplicó ese autoritarismo para superar las fuertes restricciones ecológicas del
ambiente andino, proporcionando a esa población los niveles de vida más
altos de su historia.

"Todos universalmente sembraban lo que habían menester para sustentar


sus casas —dice el Inca Garcilaso— y así no tenían necesidad de vender los
abastecimientos, ni encarecerlos, ni sabían qué cosa era carestía. [...] De
manera que lo necesario para la vida humana, de comer y de vestir y calzar
lo tenían todos, que nadie podía llamarse pobre ni pedir limosna. Todos
sabían tejer y hacer sus ropas, y así el Inca, con proveerlos de lana, los
daba por vestidos. Todos sabían labrar la tierra y beneficiarla, sin alquilar
otros obreros. Todos se hacían sus casas, y las mujeres eran las que más
sabían de todo. Habían tanta abundancia de las cosas necesarias para la
vida humana, que casi se daban de balde.’0*

COLONIZACIÓN Y DESERTIZACIÓN

Cuando llegaron los españoles, de todo lo que vieron, sólo les interesó el
oro y la plata para enviar a la metrópoli y para su enriquecimiento personal.
Se repartieron las tierras y esclavizaron a sus pobladores.

Introdujeron “el ganado y el cultivo de la alfalfa, del trigo, de la vid, por el


único medio practicable en una región donde las tierras eran tan escasas y
que consistía en el traslado de los indios y en su sustitución por el ganado y
los cultivos comerciales.*’ [...] Para el español, no sólo las innovaciones eran
lucrativas, sino que la propia despoblación no presentaba mayor
inconveniente, ya que había gente de sobra para compensar tal pérdida, y
sobre todo, porque el sistema debilitaba, como se quería, a los pueblos
sometidos y expulsaba del campo a los contingentes necesarios para la
explotación de las minas y la edificación de las nuevas iglesias, palacios y
casas, enganchados como criados o para el servicio doméstico, en calidad de
yanaconas, o aun permitía obtener esclavos pan las haciendas que
comenzaban a crearse en el altiplano y la costa.”

Desorganizado el sistema de protección social de una población cuya


iniciativa se había aletargado por siglos de regulación autoritaria, se
sucedieron épocas de hambrunas. Una enfermedad hasta entonces
desconocida, la viruela, encontró a los indios sin resistencias naturales.
Entre el hambre, las epidemias y el brutal trabajo en las minas, se calcula
que después de 150 años de conquista sólo quedaba del 4 al 5 por ciento de
la población anterior a la llegada de los españoles. La red de riego quedó
casi paralizada por falta de mantenimiento. Las terrazas y los acueductos
fueron abandonados. Dice Garcilaso que "los españoles, como extranjeros,
no han hecho caso de semejantes grandezas; antes parece que, a sabiendas
o con sobra de descuido, han permitido que se pierdan codas”/7

Al mismo tiempo, la introducción del arado por los españoles "ocasiona un


verdadero retroceso en la agricultura, por lo menos en los índices de
producción”.18 En efecto, el uso de arados constituía una tecnología
adaptada a condiciones diferentes, de las cuales la escasa pendiente era
determinante. Al utilizarlos en la región andina, se desarticularon los
delicados equilibrios ecológicos que sustentaban el sistema de cultivos
incaicos y en poco tiempo los surcos del anido se transformaron en cárcavas
de erosión. Finalmente, la erosión del suelo fue tan acentuada que gran
cantidad de áreas de cultivo debieron ser abandonadas completamente.
Este fenómeno es paralelo al proceso de desertización de amplias zonas
explotadas por los incas. Se abandonó la estrategia de manejo de cuencas
hídricas, y en áreas de escasez de leña se cortaron los árboles que protegían
las nacientes de los arroyos. De este modo, los arroyos se secaron y
disminuyeron las posibilidades de sustentar población en esas tierras. Por
ese motivo en la quebrada de Humahuaca “el agua ha ido disminuyendo a
través de los tiempos; por ello los campos regados fueron reduciéndose en
superficie y las acequias rebajando su altura a medida que en necesario
abandonar las terrazas más elevadas. Esto está muy claro en Coctaca,
donde actualmente, por falta de agua, no se cultiva ni la décima parte de los
terrenos que utilizaron los indígenas, cuyas admirables acequias no llevan ya
una gota de agua”.'5'’

£1 paso siguiente fue la organización del sistema de explotación en


grandes haciendas. Sobre lo que quedaba de los valles que habían
alimentado a tanta gente se estructura la producción comercial, no pan
subsistencia, sino pan el mercado. El Nuevo Mundo conoce así, por primera
vez, la paradoja de una agricultura que provoca hambre en vez de saciarla.

En 1573 Jerónimo Luis de Cabrera informa al rey de España de la


existencia de más de seiscientas poblaciones que debían albergar a unos
treinta mil indígenas, que se extinguieron rápidamente por el esclavizante
trabajo a que fueron sometidos en las encomiendas. Un jesuita explica que
en Tucumán "atribuyen la disminución de indios en aquel país a los malos
tratamientos que los españoles les daban por causa del cultivo, recolección,
carda e hilado” del algodón.49

Este ataque a los naturales del país no se detuvo en las personas ni en su


suelo, sino que alcanzó también a animales y plantas. La vicuña comenzó a
ser muerta para aprovechar su lana, mientras que los conquistadores
utilizaron muy pocas de las plantas cultivadas antes de su llegada. Algunas,
como el maíz, el tomate y la papa, modificaron radicalmente la dieta de
varios países europeos y posibilitaron una expansión considerable de la
población de esos países.

Pero las demás plantas cayeron en el olvido, desplazadas, a veces por el


trigo, la cebada y el algodón, otras veces por el desierto. Algunas de estas
plantas se extinguieron, especies que perdieron sin duda las variedades más
productivas, que provenían de una cuidadosa selección efectuada durante
muchos siglos. Otras subsisten como curiosidad, convertidas en "plantas de
pobres", sin que se haya intentado utilizarlas en una escala distinta de la
economía de auto subsistencia. Valdría la pena recordar que uno de los
cultivos más importantes del mundo actual, la soja, fue durante siglos
considerada también corno una “planta de pobres" y despreciada por esa
razón. Veamos algunos ejemplos (que incluyen vegetales de la zona andina
y de fuera de ella):'11'4*

* La quínoa (Chenopodium quínoa). Es una especie en vías de extinción.


Se trata de un cereal, del cual son comestibles las hojas y el grano. Puede
utilizarse para elaborar harinas, preparar sopas, guisos, etc., con una alta
concentración vitamínica. La planta resiste las peores condiciones de altura y
sequedad de la Puna.

* El tarwi, altramuz o lupino perla (Lupinus mutabilis). Es una leguminosa


que se cultiva con facilidad y resiste las heladas, la sequía y muchas plagas.
Su semilla contiene tanto aceite como la de soja y mucha más proteína.

* El mango (Bromus mango), cereal extinguido en cultivo. Aún se


encuentran plantas silvestres en Neuquén y Río Negro.

* El madi (Madia sativa), planta anual con granos oleaginosos. Fue


cultivada en Neuquén y Río Negro, pero se extinguió antes del siglo XIX,
sustituida por el olivo.
Ésta no era una planta desconocida. Su uso estuvo ampliamente difundido
en Chile y fracasaron los intentos de reintroducirla en nuestro país. Un diario
de Buenos Aires testimonia en 1819: “El madi es una planta indígena o
propia de Chile, de cuyas semillas (que produce en gran abundancia) se
extrae una cantidad prodigiosa de aceite dulce, de buen sabor, claro y del
mismo color que el de las aceitunas. Se cultiva en abundancia en la
campaña de Chile, principalmente en la provincia de Concepción, y su aceite
sirve para los mismos usos que el de las aceitunas”. Agregan que “el olivo
no es de todos los climas, ni produce todos los años con igual abundancia;
pero el madi produce sus semillas y prospera anualmente, en todos los
diversos temperamentos de Chile"“

Citan a un cura francés, el P. Feuille, quien lo califica de “aceite


admirable” y agrega que “para mí es más dulce y de sabor más agradable
que la mayor parte de nuestros aceites de aceitunas, y su color es el
mismo”. Servía para alimentación, para iluminación y para la fabricación de
jabones. El aceite se extraía por presión o por infusión en agua hirviendo.

“Todo indica —concluye el diario— que esta planta debe venir a Buenos
Ayres con abundancia, y puede abastecer al país a corto precio.” Indicaba
más adelante que un aumento de la demanda podría reducir aún más los
precios del aceite de madi.

* El amaranto (Amaranthus caudatus). Es una planta anual que alcanza


unos dos metros de altura, debido a que su fotosíntesis es excepcionalmente
eficiente. Es parecido a los cereales y produce vainas grandes, similares a
las del sorgo. Su contenido en hidratos de carbono es parecido al de los
verdaderos cereales, pero el de proteínas y grasas es superior. El pan hecho
con harina de amaranto tiene un delicado aroma a nuez. Su semilla tiene un
elevado porcentaje de lisina, un aminoácido que en general falta en las
proteínas vegetales.
* La ajipa (Pachyrrhisu ajipa), de raíz carnosa como la remolacha, pero
emparentada con los porotos. Se cultivaba en el noroeste argentino, y
actualmente está en vías de extinción.

* El yacon (Polymnia edulis), perenne de la familia del girasol. Se comen


sus raíces gruesas y carnosas. De reducida difusión actual en Salta y Jujuy.

* La oca (Oxalis tuberosa). Sus tubérculos amarillos o rosados tienen


gusto a castañas. Se cultiva actualmente en la Puna de Salta y Jujuy hasta
los 4.000 metros sobre el nivel del mar.

* El ulluco (Ullucus tuberosa). Suele llamárselo “papa lisa". Se cultiva


entre los 3.000 y los 4.000 metros de altura en la Puna.

* La achira (Cuntía edulis), de gruesos rizomas comestibles; se cultiva en


forma reducida en Salta y Jujuy, pero se puede dar hasta en Buenos Aires.

* El jamaichepeque (Mara/ita arundinacea), herbácea perenne de zonas


tropicales. Se cultivaba en el norte de la Argentina; sus gruesos rizomas
producen una fécula alimenticia.

Así, el destino de los dominados fue sufrido por los hombres y por su
ambiente: las poblaciones dispersadas y hambreadas, los templos
demolidos, las terrazas y los acueductos abandonados, la tierra erosionada,
secos los arroyos, muertos los animales, olvidadas sus plantas.

LOS PRIMEROS CRONISTAS:

LA NATURALEZA COMO ENEMIGO

Ahora nos interesa conocer la visión opuesta de la misma realidad; es


decir, cómo veían los primeros conquistadores la naturaleza americana. Esa
misma naturaleza que había sido cuidadosamente administrada y preservada
por las civilizaciones precolombinas aparece como hostil a los primeros
conquistadores. Para los que salían de su pueblo y se iban a correr .mundo,
los ríos aparecían como demasiado caudalosos, las llanuras demasiado ex-
tensas, los animales extraños y codo en América tenía las proporciones de la
desmesura. Se encontraron con un mar de agua dulce, tan enorme que
nadie lo hubiera creído rio; con la leyenda de ciudades cuyas casas eran de
placa con los tejados de oro, y también descubrieron una flor puesta allí por
Dios para recordar con su forma el drama de la Pasión.

En este tablado de maravillas, la vida podía perderse a cada instante:


América era hostil, lo eran sus ríos y sus plantas, sus indios y sus animales.
Cuenca un cronista que los tigres se comieron a los primeros seis hombres
que tocaron tierra en la expedición de Pedro de Mendoza.'"’

En América parecían no regir las leyes de la naturaleza. Cristóbal Colón ve


sirenas en la desembocadura del Orinoco y también se encuentra con un rio
cuyas aguas eran tan calientes que no se podía mecer la mano en ellas.

Antonio Pigafetta, el cronista de Hernando de Magallanes, cree ver plantas


que caminan. Los habitantes de la Patagonia le parecen gigantes: “Este
hombre era tan grande que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura. Las
mujeres son tan grandes como los hombres, pero en compensación, son
más gordas. Sus tetas, colgantes, tienen más de un pie de longitud. Nos
parecieron bastante feas; sin embargo, sus maridos mostraban estar muy
celosos”.18 De aquí nació una leyenda de gigantes que, durante un siglo,
pobló de estos seres los mapas del sur del continente. En todos ellos se ad-
vertía que la Patagonia (extendida por algunos hasta la actual provincia de
Buenos Aires) era “tierra de gigantes”.

Por la misma época, se imprimía en Italia un libro que mostraba grabados


de unos hombres con cabeza de perro que aullaban a la luna y eran muy
comunes en el actual territorio brasileño.
Un viajero que pasó por Buenos Aires a principios del 1700 nos habla de
un pájaro “habitante de las lejanas montañas" que durante el día sigue el
curso del sol, con los ojos fijos en él, y de noche llora su ausencia. También
menciona un monstruo cuadrúpedo con cabeza humana, con un gran ojo en
medio de la frente, largas orejas y labios de mujer, que no sólo describe sino
también dibuja.

Pero el horror a la naturaleza alcanza su máximo en el libro que dio


nombre a nuestro país, en La Argentina, el poema de Martín del Barco
1
Centenera. Este autor, apenas sube por el Delta, advierte que "el río hace
aquí muchos islones /poblados de onzas, tigres y leones", y llena la tierra de
una zoología fantástica, dictada por el miedo. Describe perros que morían
bailando, arrojándose voluntariamente en el fango ardiente de una laguna.
Habla de un animalito llamado “carbunclo”, pequeño, con un espejo en la
frente, “reluciente como la brasa ígnita en recio leño”.

Encuentra la tierra llena de amenazas. Los peces atacan al hombre, aun


después de la muerte: “Un pez palometa que freía / pensaba una mujer
enharinado / de la sartén saltó muy de repente / y el dedo le cortó
redondamente1'. En los ríos acecha el peligro: un hombre “en la boca de un
pez perdido había / lo que el pez le cortó con gran porfía”.

Se cruzó con una sirena y la describe "en medio de esta laguna y aún
gimiendo / y sus doradas crines esparciendo”. En otro lugar escuchan ruidos
misteriosos y piensan "que son diablos que vienen en pos de ellos / y
vuelven erizados los cabellos". Habla de mariposas que se vuelven ratones y
que terminan siendo una plaga peor que la langosta. Después de describir
varias clases de gusanos, explica: “De unos y otros he comido”.

El magnífico espectáculo de las cataratas le provoca estas reflexiones:


“Arriba de aquí están los remolinos / que es cosa de admirar y gran espanto
(...] Un peñasco terrible está tajado / de al lado se arroja y cae muy furioso.
/ El estruendo que hace es muy sobrado /y el humo al aire tiene tenebroso.
/ Las aves huyen de él. Los animales. / En oyendo su estruendo sin pereza /
caminan no parando apresurados / y con el temor las colas enroscadas”.

En esta tierra hostil, los hombres de la expedición de Mendoza se


comieron los caballos y las ratas, las piernas de un ahorcado, y uno de ellos,
el brazo de su propio hermano.S2 Los de la expedición de Caboto iban de isla
en isla del Paraná buscando serpientes y “el que podía haber a las manos
una culebra o víbora y macarla, pensaba que tenía mejor manjar de comer
que el rey”.

También comían osos hormigueros y se quejaban amargamente por ello:


“La carne de este animal es sucia y de mal sabor, pero como las desventuras
y necesidades de los españoles fueron muchas y muy extremadas, no se ha
dejado de probar a comer”. Entre las cosas sorprendentes que se les cruzan
están los zorrinos, animal que "da un tal olor aborrecible, que da mucha
pena y parece que se entra a la persona en las entrañas”.55

A cada paso, les llama la atención lo que encuentran por su fealdad, es


decir, por sus diferencias con lo que ya conocían. Véase, por ejemplo, esta
descripción del tapir: "Es animal bien extraño, que siendo de una especie es
semejante a muchas o un monstruo natural compuesto de varías especies.
Es del tamaño de un borrico, el pelo castaño y largo; la cabeza de jumento,
las orejas de muía, los labios de becerro. En el hocico tienen una trompa que
alargan cuando se enojan”. En sus entrañas “a veces se encuentra la piedra
bezoar más estimada que la de los guanacos, por ser más eficaz antídoto
contra el veneno, como enriquecido de más poderosa virtud”.

Si decían esto del tapir, qué no dirían del yacaré: "Se le cree a este pez
yacaré un animal sumamente horroroso y dicen que debe ser un basilisco y
que envenena y hace gran daño en las Indias”. En otra edición, aparece
indias, en minúscula, aludiendo a las supuestas costumbres sexuales de este
reptil. “Y cuando este pez o animal sopla su aliento a alguno, entonces éste
debe morir, pero todo esto es fábula. También se cuenta que no hay más
medio de acabar con este pez que el de mostrarle un espejo y tenérselo por
delante, porque él mismo se mire, porque así, al ver su propia fealdad,
cendra que caer muerto al punto.

Otro animal fantástico es el yaguaro, del que "suponen que escarba con
prontitud increíble por debajo del agua las barrancas de los ríos, hasta que
las hace derrocar sobre las embarcaciones”.18

El miedo a la naturaleza aparece asociado al miedo a los hombres que


vivían en ese ambiente. Los indios eran seres monstruosos, que no se sabía
si tenían alma como el resto de los hombres. Cuando finalmente un Papa
decidió que sí la tenían, aparecieron innumerables tratadistas que, con
abundancia de citas de Aristóteles, explicaron que los indios eran débiles
mentales y que eso los convertía en siervos a natura, es decir, hombres
cuya constitución natural los hacía más aptos para la servidumbre que para
la libertad.

Abonaron esta opinión los testimonios de viajeros, misioneros y cronistas


que trataron con los indios en los primeros tiempos de la conquista. Así, Del
Barco Centenera afirma que los indios del Chaco comen cristianos y que él y
sus compañeros sólo consiguieron salvarse porque los indios tenían cosas
mejores para comer, ya que la carne de cristianos era "también por desa-
brida aborrecida”.60 Otros verán hombres con cola en Chiloé y Tierra del
Fuego.

Por su parte, un misionero describe esta escena: “Entrando de repente en


los pueblos, como fieras acometen al rebaño, hacen presa de los muchachos
que pueden para su comida. Suelen andar vagando de noche por los
campos, como borrachos o locos. Comen brasas de fuego como si fueran
guindas. Dudoso es de creer, y yo confieso que lo tuve por patraña, pero
desengañóme la experiencia que hizo uno en presencia mía, mascando
carbones encendidos como un terrón de azúcar".61

La intención de este mensaje es clara: estos seres tan poco humanos que
mastican fuego y comen personas no pueden ser considerados como iguales
a los europeos. La esclavitud será el tratamiento más piadoso que pueda
dárseles.

Dos siglos más tarde todavía se encuentran rastros de este miedo a la


naturaleza americana, esta vez usado como pretexto “científico” para
bloquear su explotación productiva. Félix de Azara, un autor partidario de
estimular la ganadería extensiva en el Rio de la Plata y desalentar la
agricultura y la industria, se esfuerza por demostrar la rareza de las
condiciones meteorológicas americanas. Afirma que “una tempestad el día 7
de octubre de 1789 arrojó piedras de hasta diez pulgadas de diámetro a dos
leguas de Asunción”.

Y por si no bastaran estos bloques de hielo de veinticinco centímetros que


caían del cielo, se dedica a hablamos de los rayos: “En cuanto a rayos —
afirma—, caen diez veces más que en España, sobre todo si viene la
tormenta del noroeste”. Explica que eso no puede deberse a bosques ni a
serranías, y concluye que "es preciso conjeturar que aquella atmósfera tiene
más electricidad o que posee una cualidad que condensa más vapores y que
los precipita más prontamente, causando los meteoros citados”.6*

Esta no en una opinión aislada, sino que se enmarcaba en una comente de


pensamiento que volvía a insistir en lo extraña que era la naturaleza en
América. En fecha tan tardía como 1790, los sabios de la época afirmaban
que en todas las Indias de Occidente —y aun en las zonas tropicales— la
tierra era tan fría a 6 o 7 pulgadas de profundidad que los granos se helaban
al sembrarse. Por eso, explican, los árboles de América, “en lugar de
extender sus raíces perpendicularmente, las esparcen sobre la tierra, hori-
zontal, evitando por instinto el hielo interior que los destruye”.61

Así, los naturalistas inventan una ecología tan fantástica como la zoología
de los primeros cronistas. La tierra americana era tan helada que enfriaba el
aire y por eso en los trópicos no había animales grandes. De allí deducían
que las semillas traídas de Europa no podrían germinar, y que si lo hacían,
darían unas plantitas raquíticas, tan endebles como los animales domésticos
que se importaban.

Contaban el fracaso de un comerciante que en 1580 había tratado en vano


de aclimatar guindos. Del trigo, sembrado con grandes cuidados, decían que
sólo producía una hierba espesa y estéril que había obligado en muchas
regiones a abandonar su cultivo. De la viña decían que no prosperaba, aun
plantada en zonas semejantes a las regiones de los grandes viñedos de
Europa. Del café, que no podía engañar el gusto de quien hubiese probado
los de Oriente. Del azúcar, que era preferible cualquier otra a la del Brasil,
considerada como la mejor de América.

Poco a poco, esta naturaleza va siendo dominada, y su degradación se


presenta como mejoramiento. A fines del siglo xviii se decía que esa frialdad
del suelo americano se iba transformando por el continuo crítico, por el
talado de los árboles y matorrales, por la “sequedad” de las lagunas y “el
calor de las habitaciones”, que templaban “la constitución del aire”.

También la agricultura calentaba la tierra, por la labranza, que al remover


el suelo facilitaba la entrada de los rayos del sol, y por las “sales de las hojas
y plantas que, acumuladas en una larga serie de años, forman por su
corrupción un mejoramiento natural”, como lo habían deducido al observar,
sobre todo, el crecimiento extraordinario de algunas plantas “en terreno
allanado por el fuego”.

Es decir, que para “mejorar” un bosque había que quemarlo y que la obra
humana deseable era acelerar en pocos años el mismo proceso de
depredación de la naturaleza que había necesitado muchos siglos en Europa.
A lo largo de nuestra historia volverá a repetirse muchas veces esta
concepción de la pura y simple destrucción como objetivo, a veces con una
finalidad productiva, otras por una mera deformación cultural.

EL RECURSO MINERO: LA PLATA DEL POTOSÍ

El abandono de algunos recursos tiene como contrapartida la explotación


intensiva de otros. La economía colonial está orientada hacia la extracción
de metales preciosos. Su obtención condiciona todas las demás actividades,
influye fuertemente en la distribución espacial de la población y genera
definidas condiciones de calidad de vida.

La estructura productiva colonial tiene por finalidad principal la


satisfacción de las necesidades de circulante de la metrópoli. De una amplia
gama de posibilidades de extracción de excedentes (dada por una oferta
natural extremadamente rica y ampliamente diversificada y una abundante
población indígena) se adopta una solución muy restringida: la
especializaron de la colonia en la producción de una única mercancía, la
mercancía dinero.

La historia económica de Buenos Aires comienza mucho antes de su


fundación por Garay. En realidad, empieza en una fría noche de 1545
cuando el indio Huallca se perdió en los cerros alto peruano buscando una
llama. Encendió una fogata para calentarse y las piedras le devolvieron el
reflejo. El cerro era de plata. ¡Pótojsi!, dijo (ha brotado). Y durante
doscientos años la gente continuó creyendo que la plata del Potosí crecía
como las plantas, renovándose continuamente, al tiempo que la sacaban y
embarcaban para Europa. Comenzaba la era de la plata.

La posesión de territorios coloniales suplió en España al desarrollo


artesanal e industrial, proveyendo la capacidad de compra de esos productos
en los mercados europeos. El metálico, según Quevedo, nace en las Indias
honrado / donde el mundo le acompaña / viene a morir en España / y es en
Génova enterrado. El metal nace en el cerro del Potosí, actualmente en
territorio boliviano. De allí baja una larga corriente de-plata, que crea en su
trayecto centros comerciales y artesanales en toda la región central de
nuestro territorio. La economía minera da su nombre al río de la Plata, más
tarde a nuestro país y genera una particular organización del espacio
nacional. Potosí se transforma en el centro de la vida colonial durante los
siglos XVI y XVII.

De 1503 a 1660 Llegan a España 16 millones de kilos de plata, el triple de


las reservas totales europeas, originadas en su mayor parte en las minas del
Potosí. Siguiendo la doctrina mercantilista —que identificaba la mercancía
dinero con la riqueza misma—, las autoridades coloniales no regularon la
producción de plata, con lo cual generaron en su país una acelerada inflación
y provocaron la mina de gran número de actividades artesanales. _

En los extremos del largo camino seguido por la placa se desarrollaron dos
ciudades muy distintas. En uno de ellos, Buenos Aires, como el puerto
necesario para comunicar Potosí con la metrópoli. Un puerto cuyo
movimiento no guardaba relación con las actividades productivas de las
áreas más próximas a él, sino que era la continuidad lejana de las riquezas
del Potosí. Los lingotes de plata llegaron a representar hasta el 80 por ciento
del valor de las mercaderías que salían por Buenos Aires. La mayor parte de
lo que ingresaba era contrabando. Se formó así una ciudad predominan-
temente comercial, cuya riqueza no se basaba en la producción sino en el
intercambio, característica que tendrá su importancia política en los años
subsiguientes.

En la otra punta del camino, la Villa Imperial del Potosí, ciudad fantástica
que en 1660 contaba con 160.000 habitantes, igual que Londres y más que
Sevilla, Madrid, Roma o París. La plata llenó la ciudad de riquezas y
ostentación: al igual que en la corre del rey Arturo, de todas parces llegaban
caballeros y soldados de fortuna, cubiertos con lujosas corazas, para
sostener duelos con los campeones de la Villa; y los relatos de estos duelos,
hechos por cronistas de la época, parecen páginas de un libro de caballerías.
Se construyeron 36 iglesias y en 1658 una procesión recorrió las calles
empedradas especialmente con lingotes de plata.6’'4*

Si hablamos de Potosí es porque esta ciudad sintetiza una serie de


problemas ambientales característicos de la época, pero además prenuncia
los de la nuestra: urbanización desordenada, contaminación del aire, del
agua y del suelo. Recordemos que estamos anee una de las ciudades más
importantes del mundo.

Lo primero que vemos es el diseño urbano. Las leyes de Indias tenían


normas muy rigurosas que establecían la forma de las calles, su diseño en
cablero de ajedrez, la distribución de funciones de las distintas actividades,
de los edificios públicos y religiosos. Etcétera. En Potosí no hubo nada de
eso. La ciudad nació como un campamento minero, construido por gente de
paso que esperaba hacer fortuna en un par de años y después irse cuando
se agotaran las vetas. Pero el metal tardó dos siglos en comenzar a escasear
y en ese tiempo se hizo un asentamiento de formas tan confusas como las
grandes ciudades actuales. Sus habitantes “de nada cuidaron menos que de
la población”, según dice un tratadista de la época,47 quien agrega que "cada
uno se situó donde quiso, de manera que fueron formando unas calles
demasiado angostas y largas, para asegurar el tráfico y abrigarse de los
vientos fríos de la siena”.

Potosí es una ciudad sucia y muchas de sus calles “están siempre


inundadas de inmundicia”. Por la actividad de la ciudad y la cantidad de
animales que entran y salen “es inmensa la cantidad de basura que se
recoge; y con la que han ido arrojando a los extremos del pueblo, se han
formado unos cerros que casi igualan a los edificios más altos de la Villa”.

También el agua venía contaminada, ya que la ausencia de un diseño


urbano planificado hacía que las cañerías que llevaban agua a la ciudad
pasaran primero por el hospital. Tanto los caños de agua limpia como los de
aguas servidas eran de barro cocido, con frecuentes grietas. El resultado es
que “se filtran recíprocamente las aguas, de unos a otros”. De este modo,
ocurre que “las aguas puercas con que se han purificado los paños de la
enfermería, infecten las demás aguas con que se mezclan, causando, cuando
no sea enfermedad, un notable asco al vecindario”.69

Pero los mayores efectos eran los vinculados directamente con la


explotación minera. De lo que actualmente es el norte de la Argentina, de
Bolivia y de Perú, Potosí recibe mano de obra. La mita era la obligación de
los pueblos indios de entregar cierta cantidad de miembros aptos para
realizar trabajos durante un lapso determinado. El virrey Toledo creó las
reducciones de indios, que actuaron como “formidables proveedoras de
mano de obra obligada”.70 Si bien recibían un salario por su trabajo, puede
calificárselo de una forma disimulada de esclavitud, ya que “sólo bajo el láti-
go"71 pudo ese sistema funcionar con eficiencia. Agreguemos que se parecía
canto a la esclavitud que fueron necesarias ordenanzas posteriores para
evitar que aparecieran falsos mineros pidiendo que les repartieran indios, los
que después eran vendidos a los mineros de verdad.

Esta orientación en el uso de los recursos provocó una notoria


sobreutilización de los recursos humanos, manifestada en la degradación y
destrucción física de gran cantidad de hombres a lo largo de varios siglos.
Las estimaciones oscilan, según los autores, entre tres y ocho millones de
muertos, una magnitud comparable a la de las víctimas de Auschwitz.
Según testimonio de Mariano Moreno, “de las cuatro partes de indios que
salen para la mica, rara vez regresan las tres enteras”. El humo de los
hornos contaminaba el aire de tal manera que no había paseos ni sembrados
en un radio de seis leguas alrededor del cerro, y sus efectos sobre los
hombres eran igualmente deteriorantes. El dominico fray Domingo de Santo
Tomás lo calificaba de “boca del infierno”. El padre Calancha afirmaba que
morían diez indios por cada moneda, y un virrey del Perú, el conde de Alba,
decía que, de exprimirse esas monedas, se les sacaría más sangre que plata.

La base de esa gran urbe industrial era el cerro Rico, que estaba horadado
por cinco mil bocaminas, que se juntaban dentro como los huecos de una
esponja. Para extraer el mineral, pasaban los indios de la superficie helada a
la temperatura ardiente del socavón, “y ordinariamente los sacan muertos y
otros quebrados las cabezas y piernas y en los ingenios cada día se
hieren".73 Los mitayos hacían saltar el mineral a punta de barreta y después
lo subían cargándolo a la espalda, por escalas, a la luz de una vela.

La muerte por accidentes no era el único riesgo, ni siquiera el principal. En


Potosí encontramos las primeras intoxicaciones masivas provocadas por la
contaminación industrial. La molienda del mineral se efectuaba en trapiches
movidos por energía hidráulica. Las mazas “levantan tanto polvo con el
impulso, que no podrá sufrirlo quien no esté acostumbrado a respirar dentro
de estas oficinas”. Ese polvo genera la silicosis, enfermedad característica de
los mineros, que provoca serias lesiones pulmonares.

El mayor problema, sin embargo, fue el envenenamiento con mercurio. La


toxicidad de este metal es conocida desde hace mucho tiempo. Y en la
actualidad es uno de los mayores riesgos vinculados con la contaminación
industrial. Sus principales efectos son neurológicos: provoca temblores
asociados a un estado de rigidez muscular; contracciones dolorosas;
alteraciones en la voz, que pierde sus modulaciones y se vuelve monótona;
trastornos de carácter; ceguera. Con frecuencia provoca también lesiones en
el estómago y en los riñones. En dosis elevadas es mortal.

En Potosí se utilizó el mercurio para extraer la plata por amalgama. Se


mezcló el mineral en polvo con el mercurio en grandes cubas calentadas con
pasto seco por falta de leña. Cuando los mineros terminaron con toda la
vegetación natural del cerro y sus alrededores, dejaron entibiar al sol la
mezcla, pero mandaron a los indios a amasarla diariamente con los pies,
para acelerar la incorporación del mercurio al metal. En ambos casos, los
vapores tóxicos hicieron estragos en los trabajadores. Según una
investigación efectuada por Juan de Solórzano en 1619, “el veneno
penetraba en la pura médula, debilitando los miembros todos y provocando
un temblor constante, muriendo los obreros, por lo general, en el espacio de
cuatro años".6

El insumo estratégico para la producción de plata es el mercurio, y la


forma en que se manejó refleja la actitud de la Corona hacia el desarrollo de
sus colonias. Se estableció el monopolio real para la producción y venta de
mercurio. A fin de asegurar un mercado amplíale prohibió mezclar el
mercurio con hierro al preparar la extracción por amalgama, ya que esta
mezcla permitía ahorrar mercurio. (Este ahorro hubiera disminuido la
contaminación.

No solamente se obligó a los empresarios mineros a usar la tecnología


más costosa, sino que se encareció deliberadamente este insumo. El grueso
del mercurio utilizado era importado de España, de los yacimientos de
Almadén. Se redujo a propósito la producción de las minas peruanas de
Huancavelica, que podrían haber abastecido cómodamente las necesidades
del Potosí, y, durante largos años, se las mantuvo clausuradas. Cuando no
alcanzaron los envíos de mercurio español, la Corte prefirió comprarlo en
Alemania antes que activar los yacimientos locales, a punto tal que el
descubridor de una mina de mercurio próxima al Potosí fue asesinado para
evitar su explotación.17

Esta forma de usar los recursos naturales y humanos tiene su


correspondencia en la forma de usar el espacio. Potosí organiza el espacio
económico de la colonia. De Chile recibe trigo, potros, carne seca, pieles y
vinos; de Perú recibe mercurio cuando el rey lo permite. Desde el actual
territorio argentino se envía carne seca, vinos, aguardientes y tejidos a lomo
de mula, cuya cría se hace con el propósito de “adaptar los equinos a las
necesidades como bestias de carga y a las condiciones ambientales”.
Tucumán y Santiago del Estero le proporcionan ropas de algodón. De las
minas de "La Carolina (San Luis) le llega oro en grandes cantidades para su
acuñación, la que debía efectuarse en Potosí porque las autoridades
coloniales privilegiaban el control de las actividades económicas por encima
del desarrollo regional.

El alejamiento de las costas actuó como una forma de proteccionismo de


hecho, estimulando una economía autosuficiente, al tiempo que la demanda
del Potosí alentó la producción para el consumo. Sin embargo, esta compleja
gama de actividades se desarrolló ocupando una fracción muy reducida del
territorio colonial. El país tiene la forma de un larguísimo camino que une
Buenos Aires con Lima y Potosí, según el actual trazado de la ruta 9, con
algunos desvíos laterales que llevan a San Juan, a Mendoza, a Corrientes, a
Paraguay. Pero la mayor parte del territorio, o es tierra de indios, o es el
desierto.

LA PAMPA HÚMEDA. UN DESIERTO INHÓSPITO

Los conquistadores encontraron desierta la pampa y no hicieron nada por


poblarla ni por explotar sus recursos naturales. Veamos las razones de esta
conducta y las causas de este despoblamiento.
Llamamos región pampeana a una amplísima estepa herbácea de unos 52
millones de hectáreas, de temperaturas benignas, lluvias repartidas en
forma relativamente regular a lo largo del año y suelos profundos con alto
contenido de materia orgánica.

En tiempos prehistóricos, esta pampa estuvo habitada por grandes


animales, cuyos esqueletos petrificados descubrió Ameghino cerca de la
costa, en las proximidades de Mar del Plata. ¿Qué hacían allí? Una hipótesis
razonable es que muchos de esos animales no fueran oriundos de la pampa,
sino que viniesen en grandes migraciones, provocadas por cambios
ecológicos ocurridos en sus lugares de origen. Es probable que, “huyendo de
las condiciones en extremo desfavorables del interior, grandes cantidades de
mamíferos llegasen a morir entre los médanos de la costa, atraídos por la
ilusión de un precario refugio”.

Estos animales eran: el megaterio, un herbívoro del tamaño de un


hipopótamo; el tozolón, también enorme, o el gliptodonte, un peludo de
dimensiones de pesadilla. Tan grande era el gliptodonte, que los primeros
naturalistas de nuestro país afirmaron que los hombres primitivos utilizan su
caparazón como vivienda, afirmación que no está demostrada.

Estos animales pastaban en una amplia llanura cubierta de pajonales de


gran altura. Esa llanura tenía pocos árboles, y en verdad no se sabe si eran
pocos o poquísimos, como tuvo después, pero hay quien sostiene que los
tuvo en alguna cantidad, y que después los fue perdiendo.

Los animales que hemos nombrado tenían un depredador natural, un


mamífero más pequeño que ellos, pero con buena especialización para la
caza: el hombre. En 1915 se encontró un toxodón fósil con una punía de
piedra clavada en un hueso, señal de que alguien intentó cazarlo y el animal
escapó herido. Pero la incidencia humana en su extinción no parece deberse
a la caza, sino a la mayor frecuencia de incendios, ocasionados por los
primeros grupos humanos. Es significativo que hayan sobrevivido sólo los
animales adaptados a convivir con cierta frecuencia de incendios. Esto
significa que las actividades humanas podrían haber tenido una incidencia
ambiental de envergadura, aun en épocas prehistóricas. Ello provocó
alteraciones en la ecología de las pampas. La más importante fue su
despoblamiento.

Los hombres eran cazadores y debían desplazarse hacia donde


encontraran su alimento. Con la desaparición de los grandes mamíferos
prehistóricos disminuyeron enormemente las posibilidades de caza en la
región, los hombres debieron emigrar y la pampa se transformó en un
desierto.

Los hombres se fueron a los bordes de la pampa, siguiendo a los


guanacos, hasta lugares como las sienas de Tandil y de la Ventana. El
guanaco era la base de la dieta del hombre prehispánico. También su cuero
proporcionaba vestimenta y era insustituible en la confección de los "toldos”
que usaban como habitación.

Es decir, que la distribución de los hombres en el espacio estuvo


determinada por la de los guanacos. "Estos animales —dice Guillermo
Madrazo— prefieren, como es sabido, territorios ventilados y frescos, lo que
estaría en relación con su extrema sensibilidad hacia las picaduras de los
insectos. Y estos últimos —la ‘sabandija’ a que aluden los antiguos viajeros
(jejenes, mosquito, tábanos) eran abundantísimos en la pampa deprimida
virgen. Existen referencias de que la ‘sabandija' era tan agresiva en los sitios
bajos que en ocasiones los propios caballos sedientos debían refugiarse en lo
alto de los médanos donde corría la brisa, sin poder acercarse a la orilla de
las lagunas.”“1

Con los guanacos en la región serrana y en la Patagonia, en una tierra sin


árboles y sin cuevas, con pocos cursos de agua y con bastantes lagunas
saladas, la pampa estaba lejos de parecerse a un paraíso. Recién se pobló
con la expansión de la hacienda cimarrona, multiplicada a partir de las pocas
cabezas que trajeron los españoles.

El sentimiento de lo infinito

Pampa es un término indígena que significa llanura. Para Humboldt su


aspecto “llena el alma del sentimiento de lo infinito".*2 Su vegetación
natural son las gramíneas. Dos siglos atrás se trataba de altos pajonales,
interrumpidos de cuando en cuando por un ombú o un pequeño monte de
chañar. La ausencia de árboles se explica por la densidad del pajonal, que
sombreaba las semillas y las plantas jóvenes e impedía su desarrollo.

Un viajero asombrado afirma en 1691 que "de Buenos Aires a Córdoba se


extiende una llanura de más de 200 leguas, en la que no se ve un solo
árbol”.

Si, a pesar de todo, algún árbol conseguía crecer, era difícil que durase
mucho; en zona de frecuentes tormentas eléctricas y de abundancia de
pastos secos, los incendios de campos fueron muy frecuentes. Es probable
que esos incendios hayan terminado con cualquier árbol que se aventurara
en el interior de la pampa, a excepción precisamente del ombú, cuyo
carácter prácticamente incombustible lo mantenía a cubierto, y del chañar,
cuya brotación por las raíces se activa por el fuego.

A pesar de todo, había árboles, pero no en plena llanura, sino en las


márgenes de los ríos y arroyos. Sauces, ceibos, sarandíes, acacias negras
formaban un espeso bosque de ribera que en los arroyos menores se unía
por encima para crear un bosque en galería con un microclima mucho más
húmedo, bajo el cual vivían abundantes aves acuáticas, como las garzas;
peces como el dorado; reptiles como la tortuga de agua, o mamíferos como
la nutria o coipo.
Con las inundaciones, en el Delta y ríos mayores se les agregaban
jaguares que venían flotando en grandes balsas de camalotes por el Paraná
y el Uruguay, y que se refugiaban entre los árboles de la orilla. Desde las
primeras épocas de la conquista, su abundancia los hizo peligrosos y
siguieron siéndolo hasta bien entrado el siglo XIX; Darwin no pudo estudiar
el Delta y volvió prontamente a su barco, asustado por huellas frescas y
rugidos. Por algo el Tigre se llama así.

Fuera de los arroyos, el paisaje era monótono. A mediados del siglo XIX,
describe Martín de Mousse: "Sobre esta enorme superficie, tan llana, tan
igual, los menores pliegues del terreno cobran proporciones extraordinarias
para la vista; el espejismo, tan frecuente en verano, hace que las matas de
hierba parezcan palmeras y siembra lagos e islas imaginarias en este mar de
pasto”.

Pero si bien la vegetación y la topografía eran monótonas, la fauna parece


haber sido lo suficientemente abundante como para despertar el interés del
viajero: “Numerosas tropillas de vacas —dice De Mousse— y de caballos
recorren la pampa; el corzo, el avestruz vagan por allí, saltan en libertad; el
jaguar o tigre americano, el lobo rojo (aguará) se multiplican en los juncos
que bordean las lagunas para sorprender a sus presas; la iguana se desliza
entre las matas alcas, y la vizcacha, la marmota del Plata, cava sus refugios
y vigila la entrada de los mismos, lanzando gritos roncos, la pequeña
lechuza gris del desierto”.

Los nichos ecológicos

Volvemos atrás para formularnos una pregunta: ¿por qué se reprodujeron


las vacas y los caballos de los españoles a la velocidad que lo hicieron? O,
desde otro punco de vista: ¿por qué no se extinguieron? Recordemos que un
principio ecológico bastante comprobado es que hace falta una cierta
dimensión mínima para que una población animal subsista en estado
salvaje. Si hay muy pocos ejemplares, los accidentes, las enfermedades
genéticas agravadas por los cruzamientos consanguíneos y una serie de
factores. Concurrentes terminarán haciéndolos desaparecer.

El número mínimo de ejemplares que tienen que existir para que esa
población sobreviva depende de la especie y del hábitat del que se trate.
Cuanto más hostil el hábitat, serán necesarios más ejemplares para
sobrevivir; si es más acogedor, bastará con unos pocos.

En este caso, el hábitat resultó especialmente acogedor porque la pampa


había perdido los representantes de un nicho ecológico: el de los grandes
herbívoros.

Recordemos que nicho ecológico es la función que ocupa el conjunto de


individuos de una especie dentro de un ecosistema, especialmente el lugar
que ocupan en las cadenas alimentarias. En otras palabras, qué come ese
animal, quién lo come, quién lo parasita, qué plantas abona con sus
deyecciones, qué semillas necesitan pasar por su tracto digestivo para
después germinar, etc. En definitiva, qué roles, qué tipo de relaciones tiene
ese animal con el conjunto de seres vivos y el medio físico de su ecosistema.

Cuando aparece una especie nueva en un ecosistema y esa especie


encuentra su propio nicho ecológico ocupado por otra, lo más probable es
que se produzca una competencia que, en casos extremos, lleva a la
desaparición de una de las dos. Por ejemplo, la introducción del ciervo
colorado europeo en los bosques patagónicos fue un factor muy importante
en el retroceso de las poblaciones de huemules, porque ambos competían
por los mismos pastizales. El resultado: el ciervo colorado, más grande y de
cuernos mayores que el huemul, fue desplazándolo y condenándolo al
hambre.

Por el contrario, las vacas y los caballos que trajeron los españoles se
encontraron con una llanura que no tenía grandes herbívoros, o por lo
menos, que no tenía herbívoros tan grandes como ellos. Se les presentaba
como un enorme espacio vacío.

Cuando hablamos de la multiplicación del ganado cimarrón, nos resulta


difícil imaginar la magnitud real que tuvo este fenómeno. Por eso queremos
contar que en julio de 1800 los hacendados de la ciudad de Santa Fe
resolvieron emprender una gran matanza de la yeguada cimarrona, “porque
no sólo destruían las sementeras, sino también arrastraban consigo las crías
mansas y las muías cuando bajaban a abrevar al Salado".86

Por su parte, el jesuita Falkner cuenta que los caballos cimarrones “andan
de un lugar a otro contra el viento, y en un viaje que hice al interior el año
1744, hallándome en estas llanuras durante tres semanas, era su número
tan excesivo que durante quince días me rodearon por completo. Algunas
veces pasaron por donde yo estaba en grandes tropillas a todo escape,
durante dos o tres horas sin corearse; y durante codo este tiempo, a duras
penas pudimos yo y los cuatro indios que entonces me acompañaban
libramos de que nos atropellasen e hiciesen mil pedazos”.87

Al ocuparse este nicho ecológico, se observa que había otro nicho


escasamente ocupado, que es el de los carnívoros capaces de comerse a
estos grandes herbívoros, ya sea estando vivos —mediante su caza—, ya
sea después de muertos. Escaseaban los animales cazadores y animales
comedores de carroña, que además pudieran adaptarse a la vida en llanuras
abiertas, lo que parece no ocurrió con el jaguar.

Detrás de las vacas y los caballos llegaron sus depredadores, los perros
cimarrones, que formaron grandes jaurías. Se multiplicaron a punto cal que
debieron organizarse expediciones militares para combatirlos. En 1775 se
pide a los hacendados que, con sus peones y caballos y las armas
necesarias, efectúen “correrías y matanzas de perros”.88
Una investigación hecha por el Cabildo concluyó que los perros cimarrones
se comían las dos terceras partes de los terneros que nacían cada año, lo
9
que da una idea de la envergadura del problema. Al respecto, vale la pena
transcribir el testimonio de un viajero: "Se han multiplicado tan bien de
modo que cubren todas las campañas circunvecinas y viven en cuevas
subterráneas que trabajan ellos mismos, y cuya embocadura parece un
cementerio por la cantidad de huesos que la rodean.

Y quiera el cielo que, faltándoles la cantidad de carne que encuentran


ahora en los campos [e] irritados por el hambre, no acaben por asaltar a los
hombres. El gobernador de Buenos Aires comenzó a enviar soldados para
destruirlos; una tropa armada de mosquetería hizo grandísimos estragos,
pero, al volver a la ciudad, los muchachos, que son aquí impertinentísimos,
empezaron a perseguirlos haciéndoles burla y llamándolos mata-perros, de
lo que se avergonzaron tanto, que no han querido volver más”.

Una vez muertos vacas y caballos, las aves de presa se ocupan de lo que
hayan dejado los perros. Alcides D’Orbigny advierte que el número de
buitres tiene que haber crecido enormemente con la introducción del
ganado.91 Ocurrieron cambios similares con las poblaciones de
microorganismos. La mayor concentración de ganados no sólo facilitó la
reproducción de sus enemigos visibles sino también la de sus enemigos
microscópicos; se multiplicaron las epizootias, que ocasionaron gran
mortandad. Los testimonios sobre la cantidad de ganado cimarrón son lo
suficientemente contradictorios como para que podamos pensar que sus
poblaciones sufrían cambios muy acentuados. Más adelante, Mariano Moreno
constatará en una escancia de Gualeguaychú que “este tiempo ha estado
sujeto a epidemias, que según la exposición del capataz Leiva, llegó el caso
de no encontrar una res que carnear para el alimento”. '

La expansión del ganado cimarrón posibilitó una actividad ganadera


basada en la caza. Se la llamó “vaquerías" y consistió en la caza de ganado
cimarrón para abastecer de carne a las ciudades y para la exportación de
cueros, sebos y carne salada. A lo largo del siglo XVIII se acentúan los
testimonios que reflejan cambios importantes en las poblaciones de ganado
cimarrón, debido en parte a las alteraciones climáticas habituales de la
región y, en mayor medida, al exceso de caza efectuada por españoles e
indios. Las grandes sequías —que analizaremos en detalle más adelante—
hacían desaparecer los pastos, lo que hizo morir de hambre a importantes
cantidades de animales.

Con respecto a la actitud de los indios, en 1717, el Cabildo de Buenos


Aires decide tratar con los jefes indios “para velar de común acuerdo por la
preservación del ganado", y declaraba que el único medio era "nombrar por
guarda mayor de ellos a los indios gentiles pampas nombrados Maripalquan
y Jatil".'^ Estos acuerdos no fueron muy duraderos, pues pronto volvieron
los indios a la más lucrativa actividad del cuatrerismo.

Los tiempos ecológicos no coinciden con los tiempos económicos: la


demanda de cueros creció más rápidamente que la capacidad de
reproducción del ganado cimarrón, lo que afectó la existencia misma del
recurso. Estos desequilibrios comenzaron a hacerse visibles a partir del
Tratado de Utrecht (1715), que otorgaba a Gran Bretaña facilidades para la
importación de esclavos y daba recíprocamente a los vecinos de Buenos
Aires autorización para comerciar con Brasil. Así se multiplicaron las
posibilidades de exportación de cueros, sebos y carne salada. El aumento de
las vaquerías empujó el ganado hacia el sur, y las estancias rebasaron la
línea de fronteras en su busca. Este aumento de las oportunidades
económicas se utilizó para concentrar la riqueza: desde el primer momento,
las autorizaciones para vaquear estuvieron en manos de un número
restringido de vecinos y la ocupación efectiva de la tierra (300.000
hectáreas) otorgada en propiedad también estuvo concentrada en pocas
manos.

En la zona que abarca actualmente Uruguay, norte de Buenos Aires, sur


de Santa Fe y Entre Ríos, “se realizaba una matanza anual estimada en
600.000 cabezas, para el consumo, la industria saladeril y la extracción de
cueros”.

Se vaqueaba especialmente en primavera, lo que, al coincidir con la época


de las pariciones, aumentaba innecesariamente la mortandad del ganado.
Eran frecuentes prácticas depredatorias, como el sacrificio de vacas
preñadas (para hacer asados de nonatos) o de equinos para utilizar el cuero
de sus patas en la confección de botas de potro, desperdiciando el resto del
animal. En otras palabras, se manejó el recurso ganadero como si fuera
inagotable, a pesar de las repetidas advertencias de quienes afirmaban que
"los hijos del país contribuyen con su método desordenado a destruir el
ganado“.97

Las vaquerías se hicieron más frecuentes a partir del Reglamento de


Comercio Libre de 1778, que permitió la exportación masiva de cueros a
España, en una escala mucho mayor de lo que permitía el contrabando. En
ese año se exportaron 150.000 cueros. Al año siguiente, ya eran 800.000,
en canto que en 1783 se vendieron 1.400.000 cueros, en un clima de
preocupación por la subsistencia de esta riqueza.

Desde el punto de vista ecológico era el peor momento. Ya había habido


sequías de alguna importancia en 1748 y 1758, ante las cuales la única
respuesta fue ordenar rezos al patrono de la ciudad. Pero después aparecen
cuatro sequías muy seguidas, que impiden la producción de los paseos
necesarios para alimentar el ganado. En 1773, la falta de lluvias y la
langosta expusieron a la población a “perecer de necesidad" o a “sufrir una
próxima epidemia ocasionada por el hambre”. También fueron extremada-
mente secos los años 1777, 1779 y 1781, como surge de las actas del
Cabildo.

En ese momento, las poblaciones de ganado cimarrón se encontraban en


decrecimiento por el sobreuso del recurso en condiciones climáticas
adversas. Las autoridades coloniales intentaron ordenarlas vaquerías para
evitar la extinción del ganado y, al mismo tiempo, mantener el monopolio.
Porque las condiciones ecológicas que posibilitaron la reproducción de vacas
y caballos también hicieron posible la repoblación de la pampa. Hacia el fin
de la época colonial, los indios habían vuelto a ocupar la provincia de Buenos
Aires, convertidos en jinetes y en comedores de vacas y yeguas, y había
aparecido un grupo social intermedio: los mestizos, gauderios o gauchos.

“Las manos destructoras de los gauderios —decía el virrey Arredondo—


matan las reses que se les antoja, algunos para comer un pedazo de asado,
dejando inútil lo restante, y aun hasta el cuero; y los otros únicamente para
sacarles el cuero y venderlo a personas que. En consiguiendo su lucro, no
tienen escrúpulos en cuanto al modo de adquirirlo.”

En consecuencia, el mismo Arredondo estableció un cuidadoso sistema de


controles sobre los cueros recibidos en las barracas para su exportación,
previniendo así su comercio ilegal. Sin embargo, el cuatrerismo seguía a la
orden del día: lo practicaban los gauchos pobres para su sustento, lo
practicaban los indios, pero también los grandes propietarios, quienes con
mucha frecuencia se alzaban con el ganado de sus vecinos. Mariano Moreno
lamentaba que en estas fértiles campañas, que un tiempo atrás contaban
por millones el número de sus ganados, se hubieran reducido de tal manera
que apenas era “una débil imagen de la opulencia antigua”.100

Finalmente, los ganados cimarrones se fueron extinguiendo y quedaron


solamente los que se criaban a campo abierto, en grandes estancias. Para
tener una idea de la magnitud de la riqueza despilfarrada, podemos citar un
par de cifras de Félix de Azara. Este autor estima que hacia el año 1700
había en la Pampa Húmeda unos 48 millones de cabezas de ganado, es
decir, una cantidad próxima a la que existe actualmente. En 1800 sólo
quedaban 6 millones y medio de cabezas. Aun cuando estas estimaciones
puedan ser exageradas —en más y en menos, respectivamente—, no es por
eso menos significativa la intensidad de la depredación. Haría falta más de
un siglo para reconstruir los rodeos perdidos por un manejo irresponsable.101

LA SUBUTILIZACIÓN DEL SUELO AGRÍCOLA

Y SUS CONSECUENCIAS SOCIALES

Cada sociedad utiliza, abandona o degrada los recursos naturales de una


manera particular, lo que afecta, también de un modo particular y distintivo,
las condiciones de vida de la población. Una constante del manejo de
recursos durante la época colonial es la falta de aprovechamiento de la
aptitud agrícola de los suelos, debido a las condiciones de tenencia de la
tierra. En 1774 había en la ciudad de Buenos Aires 10.000 habitantes y sólo
33 agricultores. Había 186 propietarios de grandes extensiones, pero la
población de la campaña bonaerense era de 6.083 personas. La tierra había
sido distribuida en latifundios, a pesar de que las leyes de Indias establecían
que la tierra se entregase “sin exceso entre descubridores y pobladores
antiguos y sus descendientes y sean preferidos los más calificados”.102 Los
campos, desiertos, incultos, tenían precios muy bajos, ya que no contaban
con trabajo incorporado: en 1610 una legua en Lujan (es decir, 2.500
hectáreas a 60 kilómetros de Buenos Aires) valía lo mismo que un traje.

Hay otras tres razones que condicionan esta forma de manejo del recurso
suelo: la tradicional aversión al trabajo manual de los hidalgos castellanos,
únicos propietarios, la ausencia de mano de obra asalariada, y la falca de
tradición agrícola de los indígenas pampeanos.

Los inmigrantes encontrarán ocupadas las escasas tierras libres de indios


y no tendrán trabajo estable. Junto a las mejores tierras potencialmente
agrícolas del mundo, se vive “en la inseguridad continua del pan de cada
día". “El proletario —en el medio urbano— lleva una vida miserable, en
pobrísimos ranchos. Come los restos del matadero, la limosna de la casa
solariega. El trabajo es inútil: todos los oficios a su alcance están ocupados
por los siervos.”'03 A menudo roba para poder comprar una mujer a los in-
dios. Si el dinero no le alcanza, la comprarán entre varios. Las relaciones
familiares así formadas se llamaron aparcería.

A pesar de tanta miseria, la situación alimentaria no parece haber sido


sería, debido a la gran cantidad de carne vacuna disponible. Según un
viajero, en Buenos Aires, “a la oración se da muchas veces carne de balde,
como en los mataderos, porque todos los días se matan muchas reses, más
de las que necesita el pueblo, sólo por el interés del cuero”.'04

Aun en una sociedad tan rígidamente estructurada, las diferencias en el


uso de los recursos naturales generan diferencias en la calidad de vida: “Sus
casas (las de los horticultores de la ciudad de Buenos Aires) son más
aseadas y con más muebles, sus vestidos son algo mejores. Saben también
hacer sus guisados de carne y de sus vegetales, y comen también pan, que
son cosas poco comidas por los pastores”.1"5

La subutilización del suelo agrícola contrasta con otras experiencias


latinoamericanas. En México, las comunidades agrícolas precolombinas
proporcionan la base social para la continuación de la actividad agrícola
durante la colonia. En Brasil se da el fenómeno inverso al registrado en el
Río de la Plata: se sobre utiliza el sucio. En el Brasil colonial, “cuando una
tierra se agota, se va más al sur o más al oeste, dejando atrás un país
devastado, porque se es incapaz de devolver al suelo lo que se le quitó”.1

La abundancia de mano de obra esclava bloqueaba el desarrollo de


aquellas actividades que hubieran evolucionado mejor con personal
asalariado. Hacia 1600 un peón de campo ganaba 100 pesos de plata al año.
Por la misma suma se compraban los 15 o 20 años de trabajo que da un
negro esclavo. Ello impidió el desarrollo de actividades industriales y
artesanales más especializadas, las que, por otra parte, fueron
permanentemente saboteadas por las autoridades coloniales.

El desinterés por la agricultura se refleja en un informe entregado al


Cabildo en 1790, en el que se enumeran las causas de la decadencia de la
ganadería. Entre otras, la atribuyen al "abuso” de sembrarse trigo, maíz y
otras especies en las mismas estancias, “de que proviene que por custodiar
las mieses se perdiguen y ahuyentan los ganados”.07

Félix de Azara explica las razones económicas de este abandono de la


agricultura. “Una estancia de diez mil cabezas de ganado vacuno —dice—
procrea en el Río de la Plata 3 mil anuales, y bastan para su cuidado un
capataz y die2 peones.” Esos once hombres producen, cuidando vacas, una
renta de 5.250 pesos anuales. Si se los ocupara en sembrar trigo darían una
ganancia de 1.53S pesos, es decir, tres veces y media menor. Aclara que
para este cálculo “no se tiene en cuenta la mayor extensión de tierra que
necesitan los ganados, porque sobran y están baldías”. De este modo, la
ganadería latifundista predominó en el espacio económico del Río de la Plata,
si bien el 62 por ciento de las exportaciones fue el metal del Potosí.

Las conclusiones políticas que saca Azara son extremadamente


interesantes. En los casi dos siglos siguientes, aparecerán muchas veces
quienes intenten llevarlas a la práctica. Refiriéndose al país, dice Azara:
“¿Qué otra industria le puede dar lo que el pastoreo, que casi no necesita
aprendizaje, instrucción ni talento? No quiero decir con esto que se
proscriban todas las artes y oficios, sino que se abandonen a sí mismas para
que se reduzcan a lo necesario". Recomienda también “proteger y fomentar
el pastoreo, sacando con esta mira la gente que se pueda de las ciudades
populosas, donde es más perjudicial que útil, y no hace más que subsistir a
costa de la gente del campo".

Esta economía pastoril mantiene a la población rural en la miseria. Los


ranchos se construyen con barro extraído del río y se los arma con cañas y
arbustos. Disponían de una entrada, pero no de puertas ni ventanas. En
ocho o diez metros cuadrados, durmiendo sobre el piso de tierra, se
hacinaban diez o quince personas, a menudo con perros y gallinas, potrillos
y terneros.

Pero hubo excepciones en este universo pastoril: evidencias recientes,


surgidas de cuidadosos análisis de contabilidades de estancias de la época,
indican que durante el último tramo del período colonial la agricultura llegó a
tener cierto desarrollo, coexistiendo con la ganadería que comenzaba de a
poco a organizarse más sistemáticamente.

Tanto en la Banda Oriental como en una franja de unos 100 kilómetros de


ancho a lo largo del Paraná y del río de la Plata en territorio bonaerense, se
establecieron en la periferia de las estancias numerosos campesinos sin
tierra propia. Estaban en pequeñas parcelas dedicadas principalmente al
cultivo de trigo y complementariamente del maíz, la cebada y la horticultura.
Contabilizando los registros de diezmos (impuestos equivalentes a la décima
parte de la producción agraria destinados al mantenimiento de la Iglesia) se
calculó que la producción cerealera de la región pudo haber llegado a unas
100.000fanegas (en el orden de las 4-5.000 toneladas), destinadas tanto al
autoconsumo como a la venta a las poblaciones.

Los registros laborales de estancias y chacras muestran tendencias


inversas: durante la cosecha del trigo las estancias se despueblan de
peones, que aparecen con máximos en las chacras y viceversa el resto del
año. Esto nos permite postular que la cesión de pequeñas parcelas alrededor
de las estancias para una producción de autoconsumo pudo haber sido la
forma que hallaron los estancieros para retener la mano de obra temporaria
en los alrededores y disponer de ella en los picos de actividad ganadera,
exceptuando los meses de verano. En el trabajo antes mencionado se
describe cómo los servicios de agricultores en las estancias ganaderas, de-
jando los sembradíos a cargo de sus familias, eran actividades usuales que
les permitían aprovechar a pleno la mano de obra familiar y obtener ingresos
adicionales fuera de su pequeño campo. Esta estructura agraria significaría
que la agricultura pampeana temprana tuvo, como la de un siglo más tarde,
un carácter subsidiario de la ganadería.

Pudo haber originado, sin embargo, conflictos por el uso del espacio rural,
en tanto necesariamente debe de haber existido alguna delimitación natural
o artificial de campos de pastoreo para proteger los cultivos. Incluso el
espacio ganadero debió de sufrir diferenciaciones, ya que el vacuno se
concentró en estancias, y el equino, mular, lanar y avícola, en los campos de
labranza.

En las pequeñas aglomeraciones ganaderas las condiciones de vida no


eran buenas. A fines del 1700 se establecieron saladeros en la costa del
Paraná, donde hoy se encuentran San Nicolás, Ramallo y San Pedro. “En
todos estos saladeros se habían formado pequeñas poblaciones que vivían
hacinadas. Mujeres con numerosas criaturas se habían establecido en
pequeñas viviendas de los alrededores, pero era tal el egoísmo de los
hacendados, que muchas de esas pobres gentes ayudaban en las faenas, sin
otro beneficio que las achuras y partes sin valor de las reses.’'":”

Las condiciones ambientales eran tan malas como las sociales.


Probablemente por la contaminación originada por los nuevos saladeros, en
1778 se declaró una epidemia de cólera, que se extendió hasta el año
siguiente. Fueron afectados San Nicolás, San Pedro. Baradero, Arrecifes,
Pergamino y San Antonio de Areco. Las primeras víctimas fueron los pobres
que vivían en las afueras de los pueblos, cerca del río, pero pronto afectó a
toda la población.

Se pidieron médicos a Buenos Aires y el Cabildo los envió, pero en vista


de su inutilidad se ocupó de mandar capellanes para que, al menos, salvaran
las almas. A principios de 1779, los pueblos afectados ofrecían un aspecto de
ruina, abandono y desolación. Las autoridades coloniales prefirieron
desconocer las causas ambientales de esta epidemia ya que, de lo contrario,
hubieran debido exigir alguna desinfección para las aguas residuales de los
saladeros. A fin de evitar esto, el comandante militar de Pergamino explicó
que ‘‘muchas muertes tuvieron lugar por no tener los enfermos fe en la
medicina”.

Con estas precauciones, no sorprende enterarse de la repetición del cólera


morbus en la misma zona en 1796.

UN PAÍS SIN ÁRBOLES

Hemos visto que la región pampeana en una llanura completamente


desprovista de árboles. Pero para levantar una ciudad hace falta madera.
Para hacerla funcionar, para transportar sus productos, para cobijar,
alimentar y calentar a la población, fue necesario arrasar con codos los
árboles existentes en varias leguas a la redonda. Fueron inútiles las
previsiones efectuadas ya en 1590 por el Cabildo para ^vitar que
desaparecieran los pocos “algarrobos” que había “en el ejido de esta ciudad,
hacia el Riachuelo de los Navíos. Lo mismo ocurrió con la prohibición de
cortarlos sauces de la costa del Riachuelo, emitida por el mismo Cabildo y
rápidamente olvidada.

La escasez de leña dio origen a la civilización del cuero. Los muebles, las
puertas de las casas y a veces sus techos, las cercas de los jardines y hasta
las llantas de las carretas se hicieron de cuero.112
“La leña es muy cara —dice un viajero—. No se encuentran en los
alrededores más que algunas, apenas propias para quemar. Todo lo que es
necesario para la armazón de las casas, la construcción y reparación de las
embarcaciones que navegan por el río, viene del Paraguay en balsas.”11* Por
la permanente escasez de madera se quemaban pajas y cardos, huesos y
bosta de animales. Muchas veces se mataban ganados cimarrones para
hacer fuego con sus huesos y su grasa.114

Existían algunas reglamentaciones para el uso del recurso forestal. Pero


para entender sus implicancias, tenemos antes que hablar un poco de la
forma en que aparecen los intereses públicos en la legislación colonial. Las
viejas leyes de Castilla y las posteriores de Indias tuvieron su sustento en el
orden feudal, en el cual la propiedad privada de los bienes era sólo una de
varias formas de apropiación. En ese orden feudal, la importancia de los
bienes de uso colectivo era mucho mayor que en la actualidad, y, por ende,
también lo era la defensa jurídica de esos bienes.

Para las Partidas de Alfonso el Sabio existen los bienes que son comunes a
hombres y animales; los bienes comunes a hombres solamente; los que
pertenecen al común de algún pueblo; los que pertenecen a un hombre solo
y los que no pertenecen a ninguno.

Otra ley expresa que “son comunes a toda criatura el aire, el agua de la
lluvia, de la mar y su ribera”. Este carácter común del aire y del agua
significa que necesariamente cualquier persona es parte interesada en
cualquier litigio que afecte a estos recursos naturales. Del misino modo, “los
ríos, puertos y caminos públicos son comunes aun a los que son de tierra
extraña”."7 Un comentarista aclara que el agua salada es propiedad de todos
los hombres, en tanto que el agua dulce es propiedad del rey, quien la
entrega al común de alguna villa. En ese caso, las aguas “dejan de ser reales
y pasan a ser públicas”.
Pero los bienes públicos eran más numerosos, y los montes o bosques
estaban incluidos entre ellos: “Fuentes, plazas, ferias, mercados, casas de
Cabildo, ejidos, montes, dehesas y todas las semejantes de cada pueblo, son
comunes al morador de él, pobre o rico, mas no lo son para los forasteros
sin licencia de éstos”.

Estas leyes no fueron un resabio arcaico: se aplicaron efectivamente y el


aumento de los bienes públicos fue una política explícita de los reyes de
España, en especial en lo que hace ni uso colectivo de los recursos
naturales:

* En 1518, Carlos V manda: “Pongan en las riberas sauces, álamos o


árboles, de que los vecinos se aprovechen en leña, madera y frutos”.

* En 1533 insiste: “Hagan que los montes, pastos y aguas de los lugares y
montes contenidos en las mercedes hechas sean comunes a los españoles e
indios”.121

61

* En 1541 dice “que los paseos, montes y aguas sean comunes en las
nuestras Indias". “

A partir de aquí, son innumerables los ejemplos en los cuales los reyes
reiteran que son de uso común los recursos agua y suelo; este último para
extracción de leña y también para el pastoreo del ganado. La mecánica de
defensa de estos intereses en la siguiente: como se trataba de bienes de uso
público, los vecinos denunciaban ante el Cabildo cualquier impedimento que
tuviesen para el uso de esos bienes. La escasez del recurso forestal en la
región pampeana hacía especialmente importantes estos mecanismos de
defensa de quienes debían utilizarlo. Por ejemplo, un vecino denuncia a un
alférez por haberle impedido cortar madera y cañas en el pago de
Magdalena, siendo los montes de uso común. El Cabildo falla a su favor y
ordena se le haga justicia. Del mismo modo, en 1695, los vecinos de Buenos
Aires piden al Cabildo que logre la derogación de un impuesto que el
gobernador había colocado a la extracción de madera de los montes
naturales, insistiendo los demandantes en su carácter común. El Cabildo
envía el reclamo a España y es aceptado.1

Estas normas suponían una licencia previa para la explotación forestal, la


que se otorgaba teniendo en cuenta el riesgo de agotamiento del recurso.
Sin embargo, las leyes de protección de los recursos naturales suelen ser
fácilmente violables. Se plantaron durazneros en el Delta del Paraná,
aprovechando las condiciones ecológicas del área, que facilitan su
reproducción natural. Estos durazneros servían para provisión de fruta y
leña, por lo cual no debían ser talados sino podados periódicamente. Este
cuidado se tenía también con los durazneros silvestres, o, al menos, eso era
lo que estaba reglamentado. Aparecieron continuas quejas por el no
cumplimiento de esas normas, ya que los vecinos, negligentes o
desesperados, arrasaban con todo árbol que tuviesen delante. En algunas
ocasiones, cortaron untos durazneros que dejaron a Buenos Aires sin frutas.
En 1778 el Cabildo recibe una queja por la presencia de botes y canoas en el
Paraná “para cortar no solamente la rama de los árboles de duraznos, sino
los troncos, por cuya razón se halla en el día esta ciudad careciendo de
aquella fruta”.

La falta de leña provocaba maniobras especulativas con el carbón», según


puede deducirse de un oficio del virrey “sobre precaver la escasez,
monopolio y excesos que se notan en la venta del carbón”.

Tal situación continúa en los primeros años de vida independiente, en los


que se administra el recurso forestal con los mismos criterios de asignar
prioridad a] interés público. Así, en 1812, el gobierno ordena levantar una
fábrica de carbón que existía en Chascomús, por “el inconveniente que
sobrevendría de privar a los dueños, y aun a los vecinos de Chascomús, del
auxilio de la leña y maderas para corrales, porque siendo aquellos montes
de poca consideración, luego concluirían con ellos los carboneros”. Por ello,
los envían a las islas del Tordillo, cuyos montes "no sufrirán mengua por su
mucha extensión”.1* Para proteger esta explotación fue necesario fundar el
primer pueblo bonaerense situado al sur del Salado, la actual ciudad de
Dolores.127

En distintas partes del territorio colonial aparecen conflictos por el uso del
recurso forestal. Por ejemplo, San Luis actúa como área proveedora de
maderas para la fabricación de carretas, barriles, muebles, etc., en Mendoza
y San Juan. El crecimiento económico de estas últimas (a partir de sus
vínculos con Chile y con el Potosí) provocó tal demanda de madera que
afectó la continuidad de los bosques puntanos. En consecuencia, en 1627 se
dispuso que no se talaran árboles sin autorización del Cabildo local, lo que
originó inmediatas protestas de artesanos y comerciantes mendocinos y
sanjuaninos.1*8 Testimonios posteriores indican que la prohibición no fue
efectiva.

De todos modos, fueron pocos los que se preocuparon por la conservación


de los montes naturales. Uno de ellos fue Belgrano, quien obtuvo un decreto
del virrey que prohibía la tala del curupay, que amenazaba con extinguir los
monees de este árbol rico en tanino. El decreto establecía que sólo podía
arrancarse la corteza de los Árboles en pie, aunque no existía —ni podía
existir— ningún mecanismo eficaz de contralor.

Si ésa era la situación de los bosques naturales, puede imaginares la de


los implantados. En 1802, el Semanario de Agricultura exalta el patriotismo
de un hombre que había tenido la insólita idea de plantar en su estancia de
Magdalena un monte de dos cuadras cuadradas de diversas especies de
árboles.13" Si dos cuadras de árboles justificaban un articulo elogioso, era
porque no había nadie que plantase ni un solo arbolito.

En la región pampeana, la deforestación de las márgenes de los ríos y


arroyos provocó fenómenos de erosión. Estos fueron muy visibles en el caso
del Riachuelo, cuyo puerco natural había sido la verdadera razón de la
localización de Buenos Aires en el sitio en que fue fundada. Al principio, los
barcos entraban bastante bien al Riachuelo, pero más tarde tuvieron que
quedarse esperando que subiera la marea para poder ingresar. Ya en 1703
advierten que la entrada al Riachuelo es difícil, "por los bancos que tiene en
su canal en que cada día varan los botes siempre que el río baja”.'51 Pasaron
unos años y el Riachuelo se fue taponando a sí mismo. Los sedimentos que
arrastraba fueron elevando el nivel del fondo en la desembocadura,
aumentando así las dificultades de ingreso al puerco. A fines del siglo XVIII,
los barcos tenían que entrar “a la sirga”, es decir, arrastrados por caballos o
bueyes desde la orilla, ya que no tenían agua para seguir navegando.

Ésta es la razón por la cual los invasores ingleses no desembarcaron


directamente en el puerto del Riachuelo, cuyos pobres cañones no hubieran
podido detener a la flota enemiga. Simplemente, porque no tenían agua
para entrar.

Los sedimentos cambien se encargaron de cegar el canal que usaban los


barcos para entrar en el Riachuelo, hasta que se descubrió que éste tenía un
segundo canal natural, oculto y medio obstruido por bancos de arena y
juncos, pero perfectamente aprovechable en sustitución del anterior, ya
inutilizado.

Existen dos elementos que quizás hayan influido bastante en la rápida


colmatación de la boca del Riachuelo. Los señalamos aquí porque son los
mismos que encontrará Ameghino, un siglo más carde, como causas de la
degradación de los suelos en la provincia de Buenos Aires. En cien años se
repetirán en gran escala.
El primer elemento es la deforestación de las márgenes del Riachuelo. Los
árboles servían, entre otras cosas, para fijar el suelo con sus raíces.
Eliminados los sauces y ceibos, al retirarse cada sudestada se llevaba el
suelo de la orilla. Como la zona de inundación era muy extensa y la fuerza
de las tormentas mucho mayor que la de hoy (recuérdese que ahora hay
edificios que paran el viento), el resultado es que las aguas desbordadas
tenían mucho para arrastrar.

A ello se agrega un segundo elemento, que es la utilización del Riachuelo


como aguada para el ganado. Las pezuñas de los animales removían un
suelo sin protección y lo pulverizaban, lo que hacía más fácil su arrastre por
las lluvias.

Todo esto aumentó la cantidad de tierra que el Riachuelo llevaba en


suspensión. Si hubiera desembocado con mucha fuerza en el río de la Plata,
quizás esa tierra se hubiera ido un poco más lejos. Pero como el Riachuelo
tiene muy poca pendiente en su desembocadura —y en esa época
desembocaba en una forma mucho más abierta que ahora—, sus aguas
llegan al Plata con mucha lentitud. Aquí Las afectan las mareas del río de la
Plata y los vientos, que muchas veces las hacen volver atrás. Este
movimiento de ida y vuelca favorece la decantación de la tierra en
suspensión, que cae en el fondo y allí se queda, taponando la entrada del
Riachuelo e inutilizándolo como puerto.

Esta compleja cadena de efectos ecológicos no fue comprendida en la


época, por lo cual nadie planteó con claridad que una manera de conservar
al Riachuelo como puerto era reforestar sus márgenes.

Sin embargo, se alzaron algunas voces solitarias en defensa de la


conservación de los bosques y la necesidad de forestación. Los argumentos
utilizados se vinculan, principalmente, con la herencia que se dejará a las
generaciones futuras. Así, Belgrano afirma que "hacer plantíos es sembrar la
abundancia por todas partes y dejar una herencia pingüe a la posteridad*’.

En otro artículo plantea el principio de que la política ambiental debe


imponer restricciones que pasen aun por encima del derecho de propiedad.
Esta es una cuestión que veremos repetirse cuando el país sea atacado por
las mangas de langosta. “Causa el mayor sentimiento —dice Belgrano— ver
cantos árboles muertos, a cuya existencia hacía siglos que concurría la
naturaleza: se presiente ya lo detestables que seremos a la generación
venidera, si no se ponen los remedios activos para que los mismos
propietarios no abusen de los derechos pensando sólo en aprovecharse del
producto presente.”

Similar fue la posición de Hipólito Vieytes, quien afirmó que “cuidaron muy
poco nuestros abuelos que a su posteridad quedase el grande beneficio que
pudo haberle proporcionado el plantío de árboles en la campaña".111 En otro
artículo dice: “Bárbaros, dirán (nuestros hijos), que han desnudado la tierra
después de haber vegetado en ella inútilmente, de las plantas más preciosas
que la naturaleza bienhechora había hecho producir, envidiosos de que os
sobreviviesen estos soberbios vegetales, no quiso vuestra mano
exterminados dejar en pie una sola planta que arguyese vuestra desidia e
ignorancia".1,5

LA FAUNA INAGOTABLE

Todos los testimonios de los primeros cronistas y viajeros coinciden en


describir la abundancia de la fauna. Acostumbrados a zonas europeas,
densamente pobladas desde hacía siglos y que habían exterminado a los
animales salvajes hacía mucho tiempo, les asombró verlos en cal cantidad.
No sabían —y no llegaron a enterarse— que esas grandes poblaciones de
animales eran el resultado de un delicado equilibrio al cual contribuyeron las
tribus indígenas que, siendo cazadoras, efectuaron un cuidadoso manejo de
sus presas para evitar su extinción.
Pero veamos cómo cuentan viajeros y cronistas lo que ven. De Santa Fe
dicen: “Hay mucha caza en ella, de venado y avestruces y perdices y
codornices”.116 En la desembocadura del río Carcarañá había “muchas
maneras de caza, como venados y lobos y raposas y avestruces y tigres”.

Los indios de estas regiones “se sostienen en montería de venados y de


avestruces y de otros animales”. También hay “otros animales que quieren
parecer conejos”. Hay “puercos de agua”, que se cazaban con redes para
comer su carne; faisanes “naturales y pintados”, “patos de agua negros, del
tamaño o poco menos que los de España, y son muy buenos para comer".140
Los conquistadores se encontraron con “infinitos avestruces”.141 En las islas
del Paraná “había tantas garzas que pudiéramos henchir los navíos que
llevábamos con ellas”.

Al ver la cantidad de peces del Paraná, un cronista dice que “hay tanto en
el río y péscanlo que es cosa no creedera”.143 Los indios pescaban con redes
y en los bañados con flechas. Los cronistas elogian este pescado como el
mejor del mundo. “Es Carito el pescado de río, que echando la cuerda o red,
salía llena, y que comió y pescó muchos siluros mayores y mejores que los
de acá, salmonetes y otros pescados en abundancia.”1-14 Por donde vayan
encuentran la misma abundancia. De la laguna Mar Chiquita (en la provincia
de Dueños Aires) dice un misionero: “Este mar chico, como lo llaman los
indios, tiene mucha variedad de peces grandes y pequeños”.145

Lo mismo ven en sitios tan alejados como las islas Malvinas. Los primeros
exploradores se encuentran con este panorama: “La abundancia de lobos,
leones y elefantes marinos era notable e inmensas colonias de pingüinos y
otras aves marinas poblaban las coscas. Los gansos salvajes y avutardas
formaban asimismo grandes bandadas en el interior, y eran tan confiados
que los primeros exploradores cuentan que los cazaban con garrotes. En
cuanto a los zorros, su mansedumbre y curiosidad los llevaba a echarse al
agua para acercarse a las embarcaciones ancladas cerca de la costa”.

Con tantos animales cerca, a nadie se le ocurrió que después pudieran


llegar a faltar, de manera que se hicieron matanzas en gran escala de todas
las especies utilizables económicamente. En el puerto San José, ubicado en
Bahía Sin Fondo (península Valdés), hacia 1780 se envió un barco para cazar
ballenas: "Su diputación arponeó no menos de 50 dentro del mismo
puerto”.'47 Lo mismo ocurría con los lobos marinos. La expedición de
Bougainville a las Malvinas en un solo día mató de 800 a 900 lobos. En la
región del Atlántico Sur, en 1775 un solo barco obtuvo 13.000 pieles. En
1797 actuaron cuarenta barcos; significa un ritmo de matanza de varios
cientos de miles de lobos marinos al año, lo que no podía dejar de
comprometer la existencia misma del recurso. ¿Cómo había cantos? La
ausencia de población humana en las islas permitió que las poblaciones
animales pudieran expandirse hasta los límites impuestos por su hábitat
natural, que en esta zona eran muy amplios.

Si bien algunos recursos faunísticos se dilapidan, hay otros en los que


comienza a discutirse su conservación, o a advertirse que se encuentran
amenazados. Por ejemplo, cuando se presenta al virrey Loreto un proyecto
de unir mediante canales las lagunas de Guanacache con el río
Desaguadero, el virrey pregunta si no podría '’seguirse el perjuicio de que
las lagunas se agoten o falte en ellas el pescado”. Aclaremos que el pescado
que se consumía en Mendoza provenía de estas lagunas y que su
importancia en la dieta de la población colonial era mucho mayor que en la
actualidad.

- Al respecto, es interesante una discusión efectuada en el Cabildo de


Santa Fe. En julio de 1769, el alcalde de primer voto se queja en el Cabildo
de la maneta en que se comercializan los sábalos. En la laguna de Añapiré
(al norte de la de Guadalupe) se pescaban en gran cantidad; los pescadores
volcaban las redes sobre la playa y después de elegir los sábalos de mayor
tamaño, dejaban morir a los demás. El alcalde atribuye a esta práctica la
escasez y carestía del pescado. El Cabildo le contesta “que la laguna es
inagotable de pescado”, pues todo lo recibe del Paraná “por las aguas que de
dicho río le entran continuamente”. Agregan que el sábalo está caro por el
mal tiempo, que impide la salida de los pescadores.150 Sabemos así que las
autoridades coloniales consideraban "inagotable” la existencia de peces del
Paraná, lo que justificaba una técnica de pesca basada en matar muchos
más ejemplares que los que después se iban a consumir.

También utilizaron técnicas depredatorias en la caza de la vicuña, animal


perseguido por La calidad de su lana. Al respecto, debemos desmentir el
mito que habla de la rareza de las vicuñas en esta época. Había tantas que,
en 1797, en la zona de Atacama» (actualmente en el límite entre Bolivia y
Chile) se encontraron tres mil de ellas muertas por las nevadas de la
cordillera.

Los indios, siguiendo en parte la tradición incaica, las capturaban en


rodeos hechos con cuerdas. Sin embargo, no las esquilaban vivas como
habían hecho los incas, sino que las sacrificaban primero. Y es que en la
sociedad incaica, la obtención de lana estaba sujeta a normas establecidas,
que tenían una base conservacionista. Después de la conquista, la lana se
transforma en mercancía y su obtención se rige por las leyes de la ganancia:
es más rápido, eficiente y barato matar a las vicuñas que esquilarlas vivas.
Para esquilarlas hacen falta muchos hombres especializados. Para cazarlas,
unos pocos hombres y unos cuantos perros, que después se alimentarán con
las vicuñas muertas.

Un ensayista de la época cuenta que “pasan los vecinos de Salta, con


infinidad de perros, y hacen unas batidas que arrean millares de vicuñas".
Agrega que “el modo mis común en las cacerías de Atacama es esperarlas
en las aguadas donde bajan a beber al mediodía con el excesivo calor del
sol; los indios se esconden con sus perros dentro de unas pircas y allí se
mantienen observando cuando salen del arroyo hacia la serranía; luego al
punto sueltan los perros que son diestrísimos, y a poco trecho de carrera
van desjarretando multitud de vicuñas, porque la vez que beben se hartan
de manera tal que con el peso del agua pierden la mitad de su agilidad y
fácilmente las alcanzan y matan los perros".

Precisamente, la vicuña fue una de las pocas especies objeto de


preocupación durante la época colonial, y el asunto no inquietó a un
burócrata cualquiera, sino al mismo rey. Así, en 1777 aparece una Real
Cédula que prohíbe a los indios matar vicuñas en las cacerías y que sólo
puedan esquilarlas delante de un veedor que nombrasen las autoridades. La
Audiencia de Charcas protestó porque se les podía arruinar un negocio y
finalmente la orden quedó en firme pero no se cumplió nunca.

Algo parecido pasó con la prohibición de cazarlas durante las épocas de


cría y parición “para evitar la aniquilación de la especie”. En realidad, no era
más que aplicar las leyes de Castilla, que reglamentan la caza.1*' Se las
perseguía justamente en esa época, porque es cuando coman menos, para
no desamparar a sus crías. El autor citado anteriormente sostiene que “por
más que abunde esta especie, es de temer que según vaya creciendo la
población y se aumente el trajín, abriéndose caminos por donde estos
animalitos nacen, viven y se crían, si no se pone regla en sus matanzas y
correrías, al cabo llegará a consumirse o se disminuirá notablemente, o al
menos, retirándose en las asperezas más insuperables de las montañas y
cerros, llegará a hacerse rara la especie y en extremo cara una materia que
ahora se adquiere a tan poco costo”.15*
EL AMBIENTE URBANO

La fundación de ciudades

La ciudad americana es distinta de la ciudad europea. Allí, ciudades


amuralladas, laberintos de callejuelas a la sombra de las almenas: torres
cuadradas de los castillos moros, torres redondas de las fortalezas
cristianas. Son ciudades de hecho, edificadas y pobladas a medida que las
necesidades económicas y militares lo iban requiriendo. En Toledo, en
Córdoba, en Granada, hay calles tan estrechas que podría saltarse del
balcón de una casa a la de enfrente. En Sevilla se apoyan casas sobre la
vieja muralla romana, para no tener el trabajo de levantar la pared del
fondo.

Nada de eso ocurre en América. Aquí las ciudades nacen codas calcadas
unas de otras, con su plaza mayor al centro, con los mismos edificios
situados de la misma manera, y con las calles cortándose en exacto ángulo
recto, como en un tablero de ajedrez. Aquí se puede atravesar una ciudad
de una punta a la otra, en sentido longitudinal y transversal, sin abandonar
nunca la línea recta. En Europa, las calles son siempre curvas.

La ciudad europea está hecha por los vasallos. Nobles y burgueses la


fueron construyendo de a poco. La ciudad americana tiene el sello del rey.
Las normas urbanas precisas son la manifestación física del poder real, que
imita el campamento romano. En cualquier lugar que se funde una ciudad,
se la hará como manden las leyes. Así, Carlos V ordena que cuando se
funden« ciudades “sea el sitio levantado, sano y fuerte”. Que su trazado sea
en damero: "Cuando hagan la planta del lugar, repártanlo por sus plazas,
calles, a cordel y regla, comenzando desde la plaza mayor y sacando desde
ella las calles a las puertas y caminos principales".

Veamos los criterios urbanísticos y ambientales con que se planearon


estas ciudades. Sobre el lugar en que se funde, sigue diciendo el rey Carlos:
‘‘No elijan sitios para poblar en lugares muy altos, por la molestia de los
vientos y la dificultad de servicio y acarreto, ni en lugares muy bajos, porque
suelen ser enfermos. Si no se pudiesen excusar de los lugares altos, funden
en parte donde no estén sujetos a nieblas, haciendo observaciones de lo que
más convenga a la salud y accidentes. En caso de edificar a la ribera de
algún río, disponga la población de forma que saliendo el sol, dé primero en
el pueblo, que en el agua”.

Un poco más tarde, se insiste en preservar la salubridad de las nuevas


ciudades, por dos vías concurrentes:

* Eligiendo los lugares de mayor aptitud ecológica para el uso urbano:


“Que el terreno y cercanía sea abundante y sano. Que no tengan cerca
lagunas ni pantanos, en que se crían animales venenosos, ni haya
contaminación de aires ni aguas”.155

* Pero también orientando los usos del espacio para que los
establecimientos más contaminantes se ubiquen aguas abajo de la
población: “Que los solares para carnicerías, pescaderías, tenerías y otras
oficinas que causan inmundicias y mal olor, se procuren poner hacia el río o
mar, para que con mayor limpieza y sanidad se conserven las ciudades”.156

En cumplimiento de esta última ley, los saladeros y las barracas de cueros


se instalaron en el Riachuelo, situado aguas abajo de la ciudad de Buenos
Aires. Por la misma razón, cuando se produjeron epidemias entre los negros
esclavos que se traían a Buenos Aires, el virrey Arredondo dispuso que
hicieran un período de cuarentena en el Riachuelo y que sólo pudieran
bañarse en ese río.157

Con respecto al clima, se establece que “de la plaza salgan cuatro calles
principales, una por medio de cada costado; las cuatro esquinas miren a los
cuatro vientos principales, porque saliendo así las calles de la plaza no
estarán expuestas a los cuatro vientos". También se indica el ancho de las
calles en función del grado de asoleamiento que en cada situación se
necesita: “En los lugares fríos sean las calles anchas y en los calientes
angostas'.

En otra ley se fija que el estilo arquitectónico sea el mismo en rodas las
casas, por razones estéticas: “Los pobladores dispongan que los solares y
edificios sean de una forma, por el ornato de la población”.1“También se
fijan normas de diseño que eviten la contaminación: [que patios y corrales
sean] “de la mayor anchura posible, con que gozarán de salud y
limpieza”.161

Estas pocas leyes configuran, sin embargo, un cuerpo urbanístico sólido.


Bastaron para dar su fisonomía a las ciudades americanas. Algunas de sus
normas, como las referidas a la localización de industrias contaminantes o
las que recomiendan la uniformidad de estilo en los edificios, no están
vigentes en la actualidad y sería bueno que se aplicasen. Pero veamos un
poco cuál era la contrapartida de estas leyes sobre el mundo real.

La vida urbana

A pesar de las normas higiénicas, las ciudades eran sucias e insalubres. A


fines del 1700, en Montevideo “se cría tanta multitud de ratones que tienen
las casas minadas y amenazando ruina". En la misma ciudad, no se pueden
criar pollos porque las ratas atacan los gallineros, “se comen los huevos y
aniquilan los pollos, sacándolos de debajo de las alas de las gallinas”.
Buenos Aires no estaba mejor, ya que "los ratones salen de noche por las
calles, a tomar el fresco, en competentes destacamentos”.162

Esta insalubridad no se debía al crecimiento urbano. Buenos Aires fue


insalubre casi desde el principio. “Callejones, callejuelas y plazuelas, huecos
y aceras, perduraron, hasta fines del siglo xviii y aun más, en un estado de
absoluto abandono, invadidos por las aguas y lodazales durante los
prolongados inviernos de estas comarcas, y sus vecinos fuertemente
diezmados por las pestes durante los más fuertes días del estío.”161

¿Cómo se respondía ante esas epidemias? El 10 de diciembre” de 1685,


ante una de estas emergencias, se ordena oficiar rogativas para evitar la
mortandad de habitantes, sin ninguna medida más concreta. Lo mismo
hacen en 1733. Es necesario esperar a 1769, durante una epidemia de
disentería, para que el Cabildo pida que "se haga la apertura de uno o varios
cadáveres" para tratar de saber algo sobre la enfermedad. Del mismo modo,
en 1781, ante una epidemia de tuberculosis, ordenan la desinfección de
habitaciones y la cremación de ropas y muebles de los enfermos.

En realidad, el principal problema ambiental de la ciudad de Buenos Aires


parece haber sido la existencia de aguas estancadas en las que proliferaban
agentes transmisores de enfermedades. La costumbre de tirar basura a las
calles agravaba esta situación al contaminar aun más las aguas. En 1772, el
Cabildo emite un bando en el que ordena que “los pantanos que hubiere en
las calles de su barrio, harán que se cieguen.1“No le hicieron ningún caso.
Todavía habrá que esperar un siglo hasta la epidemia de fiebre amarilla y un
poco más hasta la intendencia de Torcuato de Alvear para que esa medida
se cumpla.

También el Cabildo reinterpreta una ley ya citada, para que en la


construcción de las casas se tengan en cuenta no sólo los aspectos estéticos
sino también los sanitarios: “Ninguno podrá fabricar casa sin previa noticia
del Comisionado de su distrito, quien le señalará la altura en que ha de
poner el piso de ]a casa, según la situación de la calle, de modo que en lo
posible tengan en adelante la igualdad y proporción que deben, y se eviten
los pantanos por falta de comente a las aguas”.
Por razones similares se prohíbe tirar basuras en el frente de las casas,
“sino que, juntándola dentro de ellas, a la noche, o a la hora que pudieren,
vayan sus esclavos a arrojarla a las zanjas o a parajes donde se les señale”.

La repetición indefinida de las mismas prohibiciones (hecha siempre con el


lenguaje de quien lo está prohibiendo por primen vez) nos muestra su
inutilidad. Salteamos, entonces, varios textos repetidos y nos encontramos
con un bando de 1784 en el que se prohíbe arrojar agua contaminada a la
calle: “No se viertan aguas inmundas, por lo que perjudican a la salud
pública llenando la calle de mal olor y de insectos".164

Por su parte, Domingo Belgrano Pérez afirmaba que "las más de las calles
están inmundas a causa de arrojarse a ellas de las casas todo género de
basuras; se dejan también permanecer en ellas a muchos animales muertos,
que, arrojados a los mismos pozos y pantanos que existen, algunos con
bastante agua, llega ésta a corromperse con la putrefacción en tal manera
que exhala unos vapores pútridos que no sólo son ingratos para el olfato
sino en mi concepto nocivos para la salud”. A esos vapores atribuye “las en-
fermedades epidémicas de que esta ciudad hace tiempo se halla
infestada".167

Al discutirse los problemas urbanos, se presenta una propuesta ordenada


sobre trazado, constitución e higiene de las calles de Buenos Aires. En esta
propuesta se sugieren algunas obras públicas, incluido el saneamiento de los
pantanos. Para no llevar los costos más allá de las posibilidades del
municipio, se sugería emplear como mano de obra a los presos. Veamos
algunos de los puntos presentados:

* Establecer restricciones al tránsito de carretas en la zona céntrica. (Se


aplica transitoriamente durante la gestión de Vértiz.)

* Construir desagües pluviales.


* Obligar a que panaderías y molinos "salgan de la ciudad”, porque ‘‘estas
oficinas son el manantial de los infinitos ratones que destruyen y contaminan
las casas, de la polilla, gorgojo, y otras mil sabandijas contrarías a la
sociedad y al bienestar de los vecinos".

* Desalojar las viviendas ubicadas en las áreas inundables. “Se intime a


cuantos se hallan poblados en las riberas y bajos del río desalojen dichos
terrenos con la posible anticipación.

El balance de resultados es definitivamente desalentador y nos muestra la


lentitud con que suelen aplicarse algunas medidas elementales de política
ambiental. Los desagües tardaron un siglo en construirse. La prohibición de
efectuar loteos para viviendas en bajos inundables data recién del primer
gobierno de Perón. A doscientos años de esta propuesta, la mayor parte de
los establecimientos insalubres (tanto los contaminantes como los criaderos
de ratas) siguen en zonas densamente pobladas. Por último, el problema de
la circulación en el microcentro aún no ha sido resuelto y no tiene otra
solución que la expuesta en 1781: restringir el tránsito de vehículos.

En resumen, se hizo muy poco por mejorar la vida urbana. Una de las
pocas cosas que se hicieron fue comenzar a empedrar las calles, “debido a
los enormes pantanos que se formaban en las calles más céntricas, pues
hubo uno tan hondo a pocas varas de la Catedral, que se pusieron centinelas
para evitar que la gente que lo atravesaba a caballo se ahogara al quererlo
pasar”.16’'

LA UTILIZACIÓN INTENSIVA DEL RECURSO HUMANO: LAS


MISIONES JESUÍTICAS

En el área nordeste del actual territorio argentino se estructuró una


organización económica basada en el paternalismo. A diferencia de) criterio
minero con que se empleó el recurso humano en el Potosí, los jesuitas
manejaron a la población indígena como un recurso renovable, tendiendo a
maximizar simultáneamente su productividad y su reproducción. Esta
organización tuvo un carácter dual:

* La relación de los indios con la institución combina elementos feudales


con otros provenientes de las primitivas comunidades agrarias guaraníes,
como por ejemplo, la ausencia de propiedad privada. Los indios no manejan
dinero ni participan en ningún aspecto organizativo. Los artesanos entregan
el producto de su trabajo a cambio de bienes muebles y del permiso para
usar los inmuebles de la orden. Los agricultores están adscritos a la tierra,
en forma similar a los siervos de la gleba en Europa. Se reglamenta cada
instante de sus vidas, e incluso, por las noches, una campana despierta a los
casados para recordarles su obligación de procrear.170

* La economía externa de las misiones tiene características de capitalismo


comercial. Se produce para el mercado y se exportan excedentes que
permiten acumular capitales fuera de las zonas productivas.171

Esta organización social basada fundamentalmente en la explotación


gratuita de la mano de obra indígena, con alto grado de especialización,
permitió un mayor nivel de vida de la población indígena, ya que ésta fue
tratada como un recurso que debía renovarse. Empero, las diferencias con la
organización social del resto del país impidieron que las misiones
estructuraran el espacio regional. Actuaron como una economía de enclave y
se dispersaron después de la expulsión de los jesuitas.

El carácter dual de la organización social pudo mantenerse durante un


período prolongado, mediante una completa separación de funciones que
impedía el acceso de los indios a responsabilidades administrativas. Un autor
que elogia a los jesuitas señala, sin embargo, que “la equivocación más
perjudicial consistió en no capacitar equipos gubernativos. Y lo evidente es
que la omisión fue deliberada. El cuidado por ilustrar y promover al nativo
llegó hasta su idoneidad técnica. En ciento cincuenta años, ningún indio
consiguió trasponer la línea divisoria que le impedía el acceso a una real
aptitud de gobierno”.

El resultado fue una eficiencia económica tan alta que nos lleva a pensar
en lo que hubiera sido el resto del territorio de haberse aplicado una política
de desarrollo similar y habérsela mantenido en el tiempo. Porque las
misiones (incluidas las de Tucumán) producían: algodón, hilos, tejidos, ropa
y tapicería, yerba mate, tabaco, carne y cuero, vacunos, mulares, equinos,
ovinos, porcinos, productos de tambo, todas las hortalizas domésticas, frutas
—especialmente citrus—, arroz, cacao, maíz, trigo, harinas, viñedos, azúcar
y melaza, jabón, lana, relojes de sol y mecánicos, armas de fuego y de filo,
pólvora, colorantes, curtiembre, talabartería, lomillería, maderas, extracción
minera, libros, instrumentos musicales, toda la orfebrería y platería del
culto, ladrillo, piedra de cantera, alfarería y cerámica industrial, utensilios,
herramientas manuales y mecánicas, muebles, canoas, balsas y
embarcaciones de calado fluvial, rodados menores y carretas de carga. Una
parte muy importante de estos productos se exportaba.

En cambio, la importación de productos era relativamente mínima: sal,


vidrio, metales en bruto, papel, instrumentos de acero.

La eficiencia social y tecnológica de las misiones fue la verdadera razón de


su destrucción, ya que una economía autosuficiente era incompatible con la
estrategia de complementación y dependencia llevada a cabo por la Corona.
En 1767 se ordenó la expulsión de los jesuitas y se designaron
administradores que se ocuparon de enriquecerse mediante el saqueo de las
misiones. Se las desorganizó hasta tal punto que en 1795 un informe oficial
se lamenta diciendo que “las misiones, en el pie en que se hallan, son muy
gravosas al Estado".1”
EL ESFUERZO INÚTIL DE MANUEL BELGRANO

Hacia el final de la época colonial se efectúan algunos intentos de avanzar


en un uso más racional de los recursos naturales y humanos. En 1795 se
crea el Consulado de Buenos Aires, destinado a fomentar el comercio, la
agricultura y la industria, similar a las sociedades económicas que existían
en la Península. Su secretario, un economista de lujo: Manuel Belgrano. Pero
Belgrano se pasaría el resto de su vida gritando en el vacío, presentando
proyecto tras proyecto para sembrar trigo y lino y cáñamo y planear árboles
y premiar innovaciones tecnológicas y crear institutos de enseñanza técnica,
y tantas propuestas que constituían en realidad un plan de desarrollo
completo.

Belgrano cuenta en su autobiografía que para los funcionarios coloniales


'‘no había más razón, ni más justicia, ni más utilidad, ni más necesidad que
su interés mercantil; cualquier cosa que chocase con él, encontraba un veto,
sin que hubiese recurso para atajarlo”.

Veamos las principales propuestas de Belgrano sobre crecimiento


económico, utilización y preservación de los recursos naturales. Muy pocas
de ellas fueron llevadas a la práctica durante el régimen colonial o durante
las primeras décadas de vida independiente. La mayor parte (especialmente
las referidas al cultivo de la tierra en la región pampeana) fueron
implementadas, un siglo después, por la llamada Generación del 80. Otras,
como la creación de una marina mercante nacional, debieron esperar al fin
de la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, algunas de las recomendaciones
de Manuel Belgrano —como las referidas a la rotación de cultivos o a la
protección de bosques— todavía están esperando su implementación. En su
memoria de 1796, Belgrano explica que “todo depende y resulta del cultivo
de las cierras; sin él no hay materias primeras para las artes; por
consiguiente, la industria no tiene cómo ejercitarse, no puede proporcionar
materias para que el comercio las ejecute. Toda prosperidad que no esté
fundada en la agricultura es incierta”.

Para fomentar la agricultura, recomienda establecer una escuela de


agronomía, "donde a los jóvenes se les hiciese conocer los principios
generales de la vegetación y desenvoltura de las siembras donde se les
enseñe a distinguir cada especie de tierra por sus producciones naturales (es
lo que hacen los ecólogos en la actualidad, comando especies testigo para
cada cipo de ambiente), y el cultivo conveniente a cada una; los diferentes
arados que hay y las razones de preferencia de algunos según la calidad del
terreno (este aspecto aún está tratado en forma insuficiente en las escuelas
de agronomía actuales, ya que no se vinculan adecuadamente las
herramientas y maquinarias que se deben usar con el tipo de suelo sobre el
que se harán las labores); el número de labores, su profundidad según la
naturaleza del terreno (piénsese en el método de “labranza cero",
desarrollado en los últimos años siguiendo este principio); los abonos y el
tiempo y razón para aplicarlos; el modo de formar sangrías en los terrenos
pantanosos: la calidad y cantidad de simientes que convengan a esta o
aquella cierra, el modo y necesidad de prepararlas para darlas en la berra; el
verdadero tiempo de sembrar; el cuidado que se debe poner en las tierras
sembradas; el modo de hacer y recoger una cosecha; los medios de
conservar sin riesgo y sin gastos los granos; las causas y el origen de codos
los insectos y sabandijas, y los medios de preservar los campos y graneros
de ellas; los medios de hacer los desmontes; los de mejorar los prados; los
de aniquilar en la tierra los ratones y otros animales perjudiciales".
Podríamos agregar que en la actualidad casi nadie hace desmontes sin
erosionar la tierra y que no se practican formas efectivas de aniquilar los
ratones.

Tanto en temas generales como en cuestiones concretas, Belgrano se


revela como un agudo observador y un profundo conocedor de la ecología
agraria. Por ejemplo, en sus críticas a la práctica bíblica de dejar la tierra en
barbecho y sus recomendaciones de aplicar la rotación de cultivos. “El
pretendido descanso de la tierra no debe existir —dice—, sus perjuicios son
considerables, como que queda expuesta a los calores del sol, se debilita
exhalándose codas las sales y aceites que tiene, los aires además atraen
infinidad de semillas de yerbas que llamamos inútiles por no conocer sus
cualidades, y que se absorben todos aquellos jugos que alimentan a las
planeas que nosotros pusiésemos."

En cambio, “lo que deberá observarse es no sembrar una misma semilla


seguida, sino variar y dejar pasen tres o cuatro años sin sembrar en aquel
mismo lugar semillas de una misma especie". En caso de no poder
efectuarse la rotación de cultivos, recomienda cambiar al menos la variedad
de (trigo que se siembra, porque sus requerimientos en materia de
nutrientes nunca serán idénticos a los de la variedad que se sembró antes.
"Igualmente —dice— se consiguen buenas cosechas sembrando siempre
granos diferentes de los que se hayan recogido, es decir, si este año siembro
trigo del país, el que viene sembraré de Córdoba."

Del mismo modo, sugiere cercar las tierras con árboles, para aprovechar
sus maderas y frutos, e insiste en “hacer los mayores esfuerzos en poblar la
cierra de árboles, mucho más en las tierras llanas, que son propensas a la
sequedad, cuando no estaban defendidas; la siembra de los árboles
contribuye mucho para conservar la humedad, los troncos quebrantan los
aires fuertes, y proporcionan mil ventajas al hombre".

Para difundir la agricultura recomendaba repartir tierras y herramientas


entre los alumnos de la futura escuela de agronomía, en condiciones de
subsidio. En realidad, esto no era nuevo sino que la idea estaba en el
ambiente; en 1795 el síndico del Cabildo había recomendado regalar tierras
a los pobres para estimular el progreso de la agricultura. Al año siguiente,
Félix de Azara pedía exactamente lo mismo en una memoria al virrey.1’4 Por
supuesto que no les hicieron el menor caso. La tierra era, desde épocas muy
tempranas, el bien de especulación por excelencia, y a ningún funcionario
colonial se le iba a ocurrir repartirla entre los pobres. Tampoco se les
ocurriría a los gobiernos patrios hasta fines del siglo XIX.

Así como hubo estancieros que combinaron provechosamente la actividad


ganadera con la cesión gratuita de pequeños campos a sus peones, otros
terratenientes se opusieron cerradamente a que se repartieran tierras entre
los pobres. Uno de los argumentos que usaron fue que, si se entregaban
tierras, iba a escasear la mano de obra y los jornales subirían demasiado. Un
artículo publicado en 1804 decía que "creciendo a cada paso los cultivadores
propietarios vemos desaparecer con una rapidez increíble las manos
mercenarias que deben emplearse en su socorro, y [vemos también alzarse
los jornales en la misma proporción que decrece el número de los que, no
teniendo otra propiedad alguna que el trabajo de sus brazos, se hallan
precisados a venderlo”.'” Esta concepción de que es necesario mantener
sumergida a una proporción importante de la sociedad, concentrada la pro-
piedad territorial y subutilizados los recursos naturales constituirá el
esquema de pensamiento de un importante sector social a lo largo de los
siglos XIX y XX.

También Belgrano propuso un sistema de extensión agraria basado en los


cultivos demostrativos, para que los productores pudieran apreciar
directamente las ventajas de los métodos y cultivos propuestos. Al ser la
Iglesia la única institución que llegaba a todos los puntos del país, Belgrano
sugería que los extensionistas fuesen los mismos curas de parroquia,
quienes harían los cultivos y enseñarían a sus feligreses algún nuevo método
de labranza que adoptasen. Agregaba que "no se crea que es ajeno al
ministerio eclesiástico el instruir y el comunicar luces sobre el cultivo de las
tierras, artes, comercio, etc., pues el mejor medio de socorrer la mendicidad
y la miseria es prevenirla y atenderla en su origen'*. Recordemos que sólo
con la agricultura sólidamente instalada en la región pampeana comenzaron
a aplicarse estos principios, a fines del siglo XIX, y que el Instituto Nacional
de Tecnología Agropecuaria (INTA) recién se fundó en 1958, es decir, a 160
años de esta propuesta de Belgrano y que aún hoy su cobertura no alcanza
a todo el país, ni la extensión agraria basada en cultivos demostrativos ha
tenido aún la difusión propuesta por Belgrano.

No necesitamos decir que la escuela de agronomía no se fundó, y que lo


mismo pasó con la escuela de arquitectura y la compañía de seguros,
también propuestas por Belgrano desde el Consulado.

Con la escuela de náutica pasó una cosa más complicada. Belgrano


consiguió que comenzara a funcionar por iniciativa local, sin autorización
española. Cuando la Corona se enteró, la mandó cerrar, diciendo "que estos
establecimientos podrían ser de utilidad en una provincia que tuviese mayor
instrucción que la de Buenos Aires", pero que aquí “más bien servían para
adorno y lujo y no para su ilustración”. Más adelante agregaban que "si en
Buenos Aires sobraba el dinero, lo mandasen a España en vez de dedicarlo a
gastos semejantes”.'7* Por su parce, Belgrano señala que "la aprobación de
la Corte nunca se obtuvo, y no [se] paró hasta destruirla".

Cuando Belgrano propuso un sistema de aguas comentes para la ciudad


(que era la forma más segura de prevenir las epidemias), la burocracia lo
bloqueó anteponiéndole otros proyectos alternativos.

Usaron la misma estrategia para impedir la construcción de instalaciones


en el puerto de Buenos Aires. El Consulado había hecho los planos para
construir un enorme muelle sobre el río de la Plata, un murallón de 720
metros de largo. Llegaron a construir apenas 70 metros cuando la Corona
española envió a un ingeniero hidráulico que se encargó de bloquear la obra
proponiendo otra mejor, pero mucho más costosa. Este ingeniero quería “un
canal, cuya excavación dirigida en línea recta, tenga su principio en un
recodo del Riachuelo, cerca de Barracas”; es decir, en la actual Vuelta de
Rocha. El canal debía terminar delante del Fuerte (hoy Casa de Gobierno).
Para dar una idea de lo desmesurado del proyecto, diremos que ni siquiera
se había conseguido hacer un camino medianamente aceptable que uniera
Barracas con la Plaza Mayor. Mucho menos, entonces, un canal navegable,
que por otra parte no había con qué pagar.

En 1802 Belgrano propuso establecer una curtiembre en Buenos Aires. Se


preocupó por evitar la tala de los árboles necesarios para obtener el tanino.
Como las operaciones de curtido utilizan .cal, propuso ofrecer premios a
quien descubriera nuevas caleras. El progreso de esta industria necesita
buenos químicos, de modo que intentó fundar un instituto experimental de
química. Pero como en el país del cuero no había nadie que supiera curtirlo,
el Consulado pidió a España el envío de maestros curtidores para enseñar a
los futuros obreros. “Pero la Corona no se expidió al respecto, ni permitió el
envío de aprendices a España.”181

A pesar de tantos obstáculos, Belgrano se las arregló para promover el


cultivo del lino. En 1802 envía una cantidad a España para que conocieran
su calidad y lo usaran como materia prima en la industria textil de la
metrópoli. No le contestaron nunca. Ni siquiera un acuse de recibo. El misino
silencio de siempre.

EL BLOQUEO AL DESARROLLO

Hacendados y caminos

La estrategia económica de las autoridades coloniales se basó en bloquear


permanentemente el desarrollo de las actividades productivas locales e
impedir la utilización de los recursos naturales. Se suponía que cuanto más
se enriquecieran las colonias, mayor sería su aspiración a la independencia;
en consecuencia, su empobrecimiento fue uno de los pilares de la estrategia
económica y política de la metrópoli.

Una economía colonial sólo puede entenderse si se tiene en cuenta su


carácter complementario de la economía metropolitana. América latina
actuaba como proveedora de metales preciosos o de materias primas, o
proporcionando mercados de consumo. Le estaba vedada otra forma de
crecimiento o de utilización de sus recursos, como lo demostró la destrucción
de la experiencia jesuítica.

Esta situación se vio agravada por la falta de desarrollo industrial en la


propia España y por la política de Carlos V (emperador de Alemania y
España) y sus seguidores de desalentar la industria en la Península. Una
política suicida paralizó los telares y obligó a importar lienzos. El comercio
monopolista de Sevilla quedó en manos extranjeras y lo mismo ocurrió con
la industria y las finanzas. La economía española se parecía más a la de una
colonia que a la de una metrópoli, y las mismas autoridades que arruinaron
su propio país también impidieron el crecimiento de sus pertenencias
americanas.182

Este tipo de situaciones genera siempre conflictos entre los distintos


grupos involucrados. La fuerza o la capacidad de influencia de cada sector
serán decisivas en esta lucha, de la que saldrán grupos privilegiados y
grupos postergados. La forma en que se usarán los recursos naturales
durante todo el período colonial estará fuertemente signada por estos
entredichos.

Uno de los principales conflictos se vincula con la circulación de


mercancías por todo el territorio. Para eso tenemos que hablar de la
encomienda, una institución que tiene el carácter ambiguo que le da la
coincidencia del tránsito del feudalismo al capitalismo con el hecho de que se
trata de una institución colonial. En principio, era un conjunto de indios
asignados a un señor feudal para que éste les enseñara la religión y los
instruyera en hábitos de trabajo. Sin embargo, a medida que esas
comunidades van dejando de ser autosuficientes, "los indios comienzan a
producir para el mercado y el señor vive con la mente puesta en el
185
intercambio”

Sobre la base del trabajo gratuito de los indios, los encomenderos


comienzan a acumular capitales. Estas fortunas se reinvierten en un circuito
comercial, complementario de la economía europea, que asume
progresivamente formas capitalistas. Los hacendados se vuelven
importadores y necesitan imponer sus productos frente a otros importadores
y frente a los productores locales.

Así, se establece una guerra abierta entre el puerto de Buenos Aires, que
en uno de los principales centros internacionales del contrabando, y la
burguesía comercial limeña, que monopolizaba el comercio legal sobre el Río
de la Plata. Los artículos contrabandeados desde Buenos Aires hacían fácil
competencia a los precios exorbitantes que se cobraban desde Lima.

Los limeños contraatacaron gestionando con éxito la creación de una


"aduana seca" en Córdoba, en el año 1622. Se trataba de una muralla de
incomunicación comercial entre Buenos Aires y el interior. No había ningún
proyecto de política económica detrás de esta aduana. Simplemente la
defensa de los privilegios de los comerciantes de Lima.

A tal punto, que uno de los objetivos principales del Consulado de Buenos
Aires fue el fomento, por todos los medios posibles, del denominado "camino
de los Porongos”, una ruta alternativa que iba hasta Tucumán, pero pasando
por Santa Fe. Este camino permitía evitar el gravoso impuesto de Córdoba a
las tropas de cañetas que se dirigían con mercaderías hacia el norte.

Para comprender la importancia de los caminos, hay que recordar que la


ocupación española del territorio es ínfima: apenas unas pequeñas
manchitas sobre un fondo controlado por los indios o el desierto. Los
caminos tienen la condición de supervivencia de las economías regionales.

Pero al gobierno colonial no le interesaban los caminos. Una Rea) Cédula


de 1764 prohibió la apertura de un camino que uniera el Paraguay con Salta
y Jujuy, una vía que hubiera permitido ahorrar 2.000 kilómetros. Se
argumentó que “facilitar los estorbos y demoras que había interpuesto la
naturaleza era sólo allanar los conductos de acercar al interior del Perú los
malos riesgos”.185

En 1778 se demuestra la navegabilidad del Bermejo: una expedición va


desde Ledesma (en aquel momento en Salta) hasta Corrientes en sólo 14
días. Vértiz señala que su uso permitiría abrir vías “muy útiles e importantes
al comercio y reducciones”.186 Sin embargo, no se hace nada para que esa
vía de comunicación se use regularmente.

Incluso parece haber existido un interés especial en impedir su utilización.


Porque en 1585 se había fundado la ciudad de Concepción del Bermejo (en
un lugar próximo a lo que hoy es Tres Isletas, en la provincia del Chaco).
Esa ciudad serviría de nudo de comunicaciones entre el centro y noroeste de
lo que hoy es la Argentina, con el Paraguay. Y entre Santiago del Estero,
Tucumán y Salta con el litoral fluvial. Se trataba, en consecuencia, de una
posición muy estratégica para el comercio colonial. Pero los indios la
destruyeron en 1631 y en los casi dos siglos siguientes la Corona no intentó
reconstruirla. El Chaco siguió siendo un territorio hostil que podía ser
bordeado pero no atravesado.

Así como se impedía la construcción de nuevas vías de comunicación, se


hacía un mantenimiento insuficiente de las existentes. Mariano Moreno
calificaba a la principal de esas vías (la que unía Buenos Aires con el Alto
Perú, constituyendo la base de la traza de la actual ruta 9) de “caminos
enteramente destituidos de las comodidades de la vida".187

Veamos cómo afectaba este conjunto de restricciones a una producción


regional concreta: tomemos, por ejemplo, el caso del vino cuyano. Esta
producción generó una gama muy amplia de Actividades, como la
elaboración de vasijas de barro para los vinos y la construcción de carretas y
carretones para su utilización en el tráfico. Pero la producción de vinos sufre
gran número de altibajos en la época colonial, debido a la política de
desalentar la producción local para abastecer al país desde la metrópoli.
Felipe II, en su Instrucción a los Virreyes, emitida en 1595, prohíbe toda
producción de uvas y vino en la colonia. Felipe III confirma esta política en
1620 y Felipe IV lo hace en 1628.

Los habitantes de la colonia resistieron esta política ruinosa y continuaron


la producción local. De manera que el rey no tuvo otra alternativa que volver
a autorizar los viñedos y, “usando benignidad y clemencia, ordena y manda
que los poseedores de viñas pagasen cada año a razón del dos por ciento de
todo el fruto que de ellas sacasen”. Es decir, se convirtió una prohibición ino-
perante en una fuente de recursos para la Corona.

Pero autorizar su producción no equivalía a dar las posibilidades para


vender los vinos y aguardientes. Porque emitían fuertes impuestos, que
constituían barreras a su expansión y estimulaban la compra de sustitutos
por vía del contrabando de importación. Por ejemplo, un barril de
aguardiente valía 6 pesos en las provincias cuyanas. El mismo barril, llevado
a Salta, tenía un costo de 25 pesos, como consecuencia de diversos
impuestos y fletes. Existían tributos tan leoninos como la sisa, de Salta, que
gravaba con 6 pesos cada barril de aguardiente que pisara la provincia,
aunque no se vendiera allí. Es decir, que uno solo de los impuestos tenía un
valor equivalente al del costo de producción.

Por las mismas razones, un bañil de aguardiente puesto en Buenos Aires


tenía un costo de 20 pesos, en tanto que el aguardiente importado desde
Brasil o Europa costaba entre 10 y 12 pesos. De este modo, la introducción
de productos extranjeros provocó la paralización de las destilerías
regionales; este fenómeno se aceleró a partir del Reglamento de Comercio
Libre, de 1778. Los sanjuaninos hacían presente este hecho en 1803,
exponiendo el estado ruinoso de la industria vitivinícola, que no podía
competir con los aguardientes extranjeros, en virtud del alto costo de los
fletes y de los impuestos locales.188-189

Gobernar es despoblar

En forma coherente con lo ya enunciado, las autoridades coloniales


impiden la explotación de los recursos naturales de la Patagonia e, incluso,
dificultan su ocupación física. Comentando las numerosas exploraciones
geográficas efectuadas en esa costa, dice Pedro de Angelis: "Ningún
provecho sacó la Corte de Madrid de estos reconocimientos; la apatía era su
estado habitual, y sólo cuando recelaba un rompimiento con alguna potencia
europea, se despenaba de su letargo para ordenar que se exploraran las
costas del sur, no con el objeto de poblarlas, sino para desalojar a los
extranjeros”. Por ejemplo, el virrey Melo mandó explorar la boca del río
Colorado, no para fundar poblaciones, sino para buscar franceses.

En realidad, esta historia comienza cuando el gobernador de Buenos Aires


recibe una Real Cédula, fechada el 21 de mayo de 1684, en la que le
ordenan abandonar todas las poblaciones de indios situadas sobre la costa
patagónica. Tenía que trasladarlas a más de 30 leguas de la costa "por ser
más conveniente esté despoblada dicha costa, para que nunca hallen abrigo
los extranjeros enemigos, ya que no es posible fortificarlas con las armas
reales”.191

Esta Real Cédula es el más importante antecedente de la errónea política


argentina de mantener las fronteras vacías, pensando que la mejor defensa
posible es el desierto. Durante más de un siglo de vida independiente se
impedirá el desarrollo de Las actividades productivas en las áreas de
frontera. Como consecuencia de ello, muchas de esas zonas se encuentran
en la actualidad más vinculada a los países limítrofes que al territorio
argentino.

El jesuita Falkner recorre la Patagonia en 1744 y advierte que existían


zonas que podrían ser fácilmente utilizadas por los ingleses como bases
militares. Desde la Patagonia, sostiene, es fácil atacar las poblaciones
chilenas de Valdivia y Valparaíso.192 Su libro provocó una conmoción en
España, por la cual se ordenó la fundación de Carmen de Patagones y la
exploración del río Negro.

Sin embargo, poco tiempo después se volvía a la vieja política de


despoblar. El virrey Vértiz recomendó en 1778 levantar las poblaciones
sobre la costa patagónica, como una forma de ahorrar fondos. Le hicieron
caso y en 1783 el rey dispone destruir el fuerte de San José en Bahía Sin
Fondo.193

Algo parecido ocurrió con las islas Malvinas. El virrey Avilés explicó a su
sucesor que de las islas "no sacamos provecho alguno y únicamente por
motivos de Estado mantenemos su posesión”.194 Efectivamente, ingleses y
franceses las habían ocupado previamente y las habían utilizado como base
para la caza de ballenas y lobos marinos. Después de una larga negociación,
en 1775 los ingleses abandonan definitivamente sus instalaciones
malvinenses en Puerto Egmont, Para controlar su eventual regreso, los
españoles patrullan la zona y encuentran indicios de que el lugar había sido
visitado por loberos y balleneros británicos, que en tierra convertían en
aceite la grasa de esos animales. La mejor forma de evitar esas actividades
era, sin duda, sustituir a los ingleses en el uso de esos recursos y ocupar las
instalaciones, cuya importancia debe valorarse en relación con la muy
escasa infraestructura existente en las islas. Sin embargo, en vez de
utilizarlas para explotar los recursos locales, los españoles destruyeron
totalmente Puerto Egmont en 1780, “prendiendo fuego al misino tiempo al
torreón, almacenes y casas, desapareciendo el primero totalmente”.

Esta política se sostiene mediante la censura que reprime las opiniones


contrarias: en 1802 el virrey Del Pino clausura el Telégrafo Mercantil, único
periódico del Río de la Plata, a raíz de un artículo de Juan de la Piedra
titulado: "Circunstancias en que se halla la provincia de Buenos Aires e islas
Malvinas y modo de repararse”, en el que se recomendaba el desarrollo de
actividades productivas en las zonas desiertas, incluidas las islas.196

No sólo se persiguieron las actividades productivas localizadas en áreas


remotas. Hasta el saladero sufrió las consecuencias de esta política
restrictiva. Esta industria de salazón de carnes producía carne salada al sol,
en seco, destinada a los mercados esclavistas, ya que, según un viajero
inglés, “los negros parecen ser la única gente que puede comerla”.197 La
ausencia de maestros saladeros y la actitud negativa de las autoridades
coloniales impidieron el desarrollo de una industria de salazón en salmuera,
que exportara productos destinados a soldados y marinos europeos.198 Del
mismo modo, el virrey Loreto impidió que Lavardén ensayara la pesca y
salazón de pescado en las costas patagónicas, porque sostenía que tales
actividades estimulaban el contrabando.

Se bloquearon todas las tentativas de desarrollo y utilización racional de


recursos. Durante toda la época colonial se mantuvo la prohibición de
introducir ganado merino por temor a que una industria textil local
compitiera con la de la metrópoli. La lana de vicuña no podía transformarse
localmente y debía ser vendida al rey. También aparecieron restricciones
contra el cultivo del "algodón o cualquier otra planta cuyo fruto pudiera ser
industrializado”. La orden de arrancar las vides se complementó con otra de
arrancar los olivos, para forzar la importación de aceite desde España. Las
razones eran siempre las mismas, se explicitaran o se disimulasen: un
territorio cuyos recursos naturales se utilizan plenamente es más difícil de
controlar que un área empobrecida. Así, son las condiciones políticas las que
deciden sobre el uso y destino de los recursos naturales.

LOS COMIENZOS DE UNA POLÍTICA SANITARIA

Hacia el final de la época colonial se producen los primeros intentos por


establecer una política sanitaria. Corresponde a Vértiz la creación del
Protomedicato en 1778. Esta entidad actuará como tribunal médico,
academia de medicina y vigilante de la salud pública. Nos interesa
especialmente su actuación ante la epidemia de 1802, porque se trata de la
primera respuesta científica integral ante un problema del medio ambiente.

Ante la epidemia, el Protomedicato dictamina que es necesario tomar una


amplia gama de medidas de higiene urbana, algunas de las cuales ya habían
sido propuestas o intentadas sin demasiados resultados, o sin haber hecho
los esfuerzos necesarios para lograrlas. Se recomendaba la limpic2a de
calles, la inhumación de animales muertos, el traslado de talleres a los
arrabales, la inspección de corrales urbanos para controlar el
encharcamiento y la acumulación de basuras, el traslado de éstas lejos de la
ciudad, la limpieza de los mataderos, el control sanitario de las reses para
consumo a fin de evitar el carbunclo, tomar Jejos de la ciudad el agua para
consumo, el aislamiento de enfermos contagiosos, control de fraudes en
alimentos y bebidas, purificación del aire en hospitales y cárceles, aireación
de templos donde se velaban cadáveres, cuarentena de esclavos para evitar
la viruela, la sama y la hepatitis.3,1

En forma coherente con estas propuestas, se funda en 1804 la Junta de


Sanidad, cuya función no era “conservar la vida de los habitantes, sino
precaver los males de que pueda ser asaltada".2“1 Se trataba de un
organismo de medio ambiente, que debía efectuar verificaciones sanitarias
en buques, realizar el control bromatológico del pan, carnes, frutas y
verduras, eliminar basuras de

La ciudad, y controlar los efluentes de establecimientos cales como las


curtiembres, a los que se calificaban como “bastantes para producir
epidemias”.

Después de cada epidemia se adoptarán medidas similares. Sin embargo,


a medida que el tiempo pase, los controles irán relejándose hasta que una
nueva epidemia obligue a pensar en ellos. Pero generalmente no se
reconocen los antecedentes y la experiencia, sino que se suele proceder
como si cada vez fuese la primera.
NOTAS

31. Garcilaso de la Vega. Inca: Comentarios reates, Buenos Aires, Espasa


Calpe, 1970.

32. Narváez, Pedro Sotelo: "Relación de las provincias del Tucumán”, en


Relaciones geográficas de Indias, Perú II, Madrid, 1885.

33. Casano, Eduardo: "El altiplano andino", en Historia r/e la Nación


Argentina, tomo I, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, El
Ateneo, 1961.

34. Garcilaso de la Vega, op. cit., en reí. 31.

35. ídem anterior.

36. Ribeiro, Darcy: Las Ameritas y la dvilización, ionio 1. CEAL, Buenos


Aires, 1969, y Murray,John V.: "Social Stmcture and Economics Themes in
Andean Ethnohistory”, en Aniropological Quartetly, Washington, 1961.

37. Garcilaso de la Vega, op. cit., en ref. 31.

38. Romero, Emilio: “Cultivo intensivo en terrazas”, en Historió económica


del Perú, Universo, Lima, s/f.

39. Casanova, Eduardo: “La quebrada de Humahuaca”, en Historie de la


Nación Argentina, tomo I, op. cit., en ref. 33.

40. Cappa, Ricardo, S. J.: Estudio crítico acerca de la dominación española


en América, pane III: "Industria agrícola pecuaria llevada a América por los
españoles”, tomo V, Madrid, 1890.

41. Editorial de la revista Comercio Exterior, Banco Nacional de Comercio


Exterior S.A., México, Vol. 28, N® 11, noviembre de 1978.

42. Victmeyer, Noel D.: "Las plantas de pobres", en CERES, revista de la


FAO, mano-abril de 1978, y en Comercio Exterior, noviembre de 1978.

43. Parodi, L. R.: La agricultura aborigen argentina, Buenos Aires,


EUDEBA, 1966.

44. Revistas Dinamis N° 66, Buenos Aires, mayo de 1974, y Encuentro,


año II, N” 8, Buenos Aires, junio de 1979.

89

45. El Censor, del 21/1/1819, en Biblioteca de Mayo, tomo VIII, Buenos


Aires, Senado de la Nación, 1960.

46. Cit. en Zabala, Rómulo, y Gandía, Enrique de: Historia de la Ciudad de


Buenos Aires, romo 1, Secretaria de Cultura de la Municipalidad de Buenos
Aires, 19B0.

47. Sobre esta ficción, un conocido autor de ficciones comenta: "Hecho


indudablemente exagerado, que nunca han justificado los descubrimientos
posteriores”. Verne, Julio: Los grandes viajes y los grandes viajeros,
Ediciones Colombino Hermanos, Montevideo, 1947.

48. Pigafetta. Antonio: Primer viaje en torno riel globo (1519-1521),


Buenos Aires. CEAL, 1971.

49. Reproducido en Zavala, Silvio: Servidumbre natural y libertad cris-


liana, Facultad de Filosofía y Leerás, Instituto de Investigaciones Históricas,
N° 67, Buenos Aires, Peuser, 1944.

50. Feuillée, Louis: Diario de observaciones /¡sitas, matemáticas y botáni-


cos, cit. en La Nación, 10/7/1983.

51. Del Barco Centenera, Manin: La Argentina, Buenos Aires, 1912.

52. Schmidl, Ulrico: Viaje al Rio de la Plata, en "Viajes por América del
Sur”, tomo II, Aguilar. Madrid, 1962.

53. Ramírez, Luis: cit. en Madero, Eduardo: Historia del puerto de Buenos
Aires, Buenos Aires, Imprenta de la Nación, 1902.

54. Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo: Historia natural de las Indias,


Islas y Tierra Firme del Mar Océano, tomo II, Madrid, 1851.

55. ídem anterior.

56. Lozano, Pedro, S. J.: Descripción corogràfica del Gran Chaco


Gualambá, Instituto de Antropología, Tucumán, 1941.

57. Schmidl, op. cit., en ref. 52.

58. Azara. Félix de: Descripción del Paraguay y del Rio de lo Piala, en
"Viajes por América del Sur”, tomo II, Aguilar, Madrid, 1962.

59. Zavala, op. cit., en ref. 49.

60. Del Barco Centenera, op. cit., en ref. 51.

61. Tisscra, Ramón: De la civilización a la barbarie. La destrucción de las


misiones guaraníes, Buenos Aires, A. Peña Lillo, 1969.

62. Azara, ídem ref 58.

63. Informe al Consulado de Lima, en que trata de las Producciones de


este Virreinato, de su comercio interior y exterior, de las causas de su
abatimiento y de los remedios para su restauración, 1790, Biblioteca
Nacional de Lima.

64. Zapata Gollán, Agustín: La fauna y la jlora de Santa Fe en tos prime-


ros cronistas, publicación del Departamento de Estudios Etnográficos y
Coloniales N® 3, Santa Fe, 1944.

65. Martínez Arzanz y Vela, Nicolás de: Historia de la Villa Imperial de


Potosí, Buenos Aires, 1943.

90

66. Capoche, Luis: Relación genero! de la Villa Imperial de Potosí, Madrid.


1959.

67. Cañete y Domínguez, Pedro Vicente: Descripción de la provincia del


Polos!, Potosí, 1952.

68. Idem anterior.

69. ídem anterior.

70. Bagú, Sergio: "Economía de la sociedad colonial", en Ensayo de


historia comparada de América latina, cap. V. Buenos Aires, 1949,

71. [dem anterior.

72. Moreno. Mariano: “Disertación jurídica sobre el servicio peno- nal de


los indios en general y sobre el particular de yanaconas y mícaiarios". cii. en
Palacios, Alfredo L.: Esteban Echeverría, albacea del pensamiento de Mayo,
Buenos Aires. Claridad. 1955.

73. Capoche, op. cit., en ref. 66.

74. Cañete y Domínguez, op. cit., en ref. 67.

75. Vilklón, A., y Monclós, A.'. Contaminación ambiental, causas y va-


loración, Barcelona, JIMS, 1974.

76. Galeano, Eduardo: Las venas alienas de América latina, Buenos Aires,
Siglo XXI, 1973.

77. Cañete y Domínguez, op. cit., en ref. 67.

7B. Tjarks, Germán: “Panorama del comercio interno del Virreinato del Río
de la Piara en sus postrimerías”, en Humanidades, t. XXXVI, Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata,
i960.

79. Frengiielli, Joaquín: “La serie geológica de la República Argentina en


sus relaciones con la antigüedad del hombre", en Historia de la Nación
Argentina, vol. 1. Buenos Aires, 1962.

80. Vignati, Milcíadcs Alejo: “Los restos humanos y los restos industríales",
en Hiitoria..., ídem ref. anterior.

81. Madrazo, Guillermo: Las pampas: los aborígenes, Buenos Aires, CEAL,
Col. El País de los Argentinos, 1977.

82. Cit. en De Angelis, Pedro: Colección de obras y documentos, t. VII I,


vol. B, Buenos Aires, Plus Ultra, 1972.

83. Stepp. Antonio, S. J.: cit. en Documentos para la historia argentina,


tomo IX, Buenos Aires. 1918.

84. Darwin, op. cit., en réf. 26.

85. Moussy, Martin de: Description géographique et statistique de la


Confédération Argentine, Paris, F. Didot, 1860.

86. Tjarks, op. cit., en réf. 78.

87. Falkner, Tomás: Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas


de la América del Sur, Buenos Aires, Hachette, 1957.

88. Zabala y Gandía, ídem réf. 46.

91

89. Archivo General de la Nación: Acuerdos del extinguido Cabildo de


Buenos Aires, 1789-1790, (. IX, acuerdo del 12/5/1790.
90. Cir. en Torre Revello: “Viajeros, relaciones, cartas y memorias", en
Historia de la Nación Argentina, op. cit., t. 4.

91. D'Orbigny, Alcides: Maje a la América meridional, Madrid. Aguilar,


"Viajes por América del Sur", t. IV, 1962.

92. Moreno, Mariano: "Un caso de abigeato” (escrito del 9/3/1808), en


Papeles del Archivo, Buenos Aires, Archivo General de la Nación, 1942.

93. Madrazo, ídem rcf. 81.

94. Acuerdos..., ídem ref. 89.

95 Varios autores: Diagnóstico preliminar del área Sudate de lo provincia


de flurtios Aires, Buenos Aires, CEUR, 1967.

96. Montoya, Alfredo: Historia de los saladeros argentinos, Buenos Aires,


Raigal, págs. 28-29.

97. Diario, año 1783, tomo 160 MS de la Biblioteca Nacional de Lima.

98. Zabila y Gandía, ídem ref. 46.

99. Cit. en Santamaría, Daniel; Las pampas: el poblamiento colonial,


Buenos Aires, CEAL, Col. El País de los Argentinos, 1977.

100. Moreno, Mariano: ídem reí 92.

101. Azara, Félix de; Memoria sobre el estado rural Hel Río de la
Piala, Buenos Aires, Bajel, 1943.

102. Ley X, tít. 15, lib. IV, Recopilación de leyes de Indias de 1680.

103. García, Juan Agustín: La ciudad indiana, Buenos Aires, Antonio


Zamora, 1955.

104. Concolorcorvo: Lazarillo de ciegos caminantes, Buenos Aires,


CEAL, 1967.

105. Azara, Félix de, cic. en García, op. cic., en ref. 103.

106. Chaunu, Pierre: Historia de América latina, Buenos Aires,


EUDEBA, 1968.

107. Acuerdos del extinguido Cabildo, op. cit., acta del 12/3/1790.

108. Gelman, Jorge: “Nuevas imágenes de un mundo rural, la cam-


paña riopbtense antes de 1810”, en Ciencia Hoy, 1:5, 1990.

109. Garrctón, Adolfo: Historia de San Nicolás de los Arroyos, La


Piara, Archivo Histórico de Provincia de Buenos Aires, 1937.

110. Bcsio Moreno, Nicolás; Historia de las epidemias de Buenos


Aires, en Publicaciones de la Cátedra de Historia de la Medicina de UBA,
Buenos Aires. 1940.

111. Zabala y Gandía, op. cit., en ref. 46.

112. “La civilización del cuero”, en Todo es Historia, Buenos Aires,


1972.

113. Bougainville, L. A.: Viaje alrededor del inundo, Buenos Aires,


Espasa Calpc, 34 ed., 1954.

92

114 De Azara, op. cit., en réf. SS.

115. Alfonso el Sabio: Partida 3. de. 28. ley 2.

116. ídem anterior, ley 3.

117. Idei» anterior, ley 6.

118. Escalona Agüero, Gaspar de: Gasopliilaciiiin Reguim Perubicun,


Madrid. 1775.

119. Alfonso el Sabio, ídem, réf. 115, ley 9.

120. Carlos V: ley XV, tic. 7, lib. VII, Recopilación de leyes de Indias
de 1657.

121. Carlos V: ley VII, tic. 17. lib. IV, Recopilación de leyes de Indias
de 1680.

122. Ministerio de Obras Públicas de In Provincia de Buenos Aires:


Compilación de Referencias documentales que demuestra» que los reservas
para ribera en hi costa al noroeste de Buenos Aires son bienes públicos del
Estado, La Plata, 1935.

123. Acuerdos del extinguido Cabildo... op. cic., actas del 12/7/1667
y exp. de 1695.

124. Idem anterior, serie II, c. IX.

125. ídem anterior, serie IV, t. III, acu del 8/2/1809.

126. ídem anterior, serie IV, c. V. acta del 7/2/1812.

127. Freije, Eduardo: Reseña histórica del partido de Mar Chiquita y


sus pueblos, La Placa, Archivo Hiscóriao de la Provincia de Buenos Aires,
1964.

128. Santamaría, Daniel: Poblamiento puntano y riojatto, Buenos


Aires, CEAL, Col. El País de los Argentinos, N® 77, 1978.

129. Tjarks, Germán: El Consulado de Buenos Aires y sus


proyecciones en ¡a historia del Rio de la Plata, Universidad de Buenos Aires,
Facultad de Filosofia y Letras, 1962.

130. Cit. en Levene, Ricardo: “Riqueza, industrias y comercio durante


el Virreinato’’, en Historia de la Nación Argentina, op. cit., t. 4.

131. Cit. en Brailovsky, Antonio Elio: £1 Riachuelo, Buenos Aires.


CEAL, Col. La Vida de Nuestro Pueblo, 1982, op. cit., en ref. 15,

132. Ddgrano, Manuel: Escritos económicos, Buenos Aires, Raigal,


1954, artículo del Corno de Comercio, del 28/4/1810.

133. ídem anterior, arcículo del 9/6/1810.

134. Vieytes, Juan Hipólito: Antecedentes económicos de la


Revolución de Mayo, Buenos Aires, Raigal, 1956, artículo en el Semanario de
Agricultura, 15/12/1802.

135. ídem anterior, artículo del 30/5/1804.

136. Crónica de Pero López de Souza, en Ríwm Trimestral do Instituto


Historico Ceograpltico do Brasil, t. XXIV, Río de Janeiro, 1861.

137. Ramírez, en op. cit., en ref. 53.

138. Fernández de Oviedo, op. cit., en ref 54.

93

139. ídem anterior.

140. ídem anterior

141. Zúñiga, Juan de, cit. en Medina, José Toribio: Las viajes de
Diego Cania de Moguer aI Río de la Piala, Santiago de Chile, 1908.

142. Ramírez, op. cit., en ref. 53.

143. Ramírez, ídem anterior.

144. Zúñiga, op. cic., en reí. 141.


145. P. Cardiel, cit. en Furlong CardiíF, Guillermo: Eiilre los pampas
(¡c Buenos Aires, Buenos Aires, 1936.

146. Correa Luna, Hugo: "Descripción y conservación de su natura-


leza silvestre”, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, abril-junio de
1975. “Campaña Científica a las islas Malvinas», 1974.

147. Notas de Justo Maesoal libro: Parish, Woodbine: Buenos Aires y


las Provincias del Río de la Piala, Buenos Aires, 1856.

148. Correa Luna, op. cic., en ref. 146.

149. Cic. en Martínez Sierra, Ramiro: El mapa de las pampas, Buenos


Aires, 1975.

150. Archivo Histórico de Sanca Fe; Acias del Cabildo de Santa Fe,
MS, T. XIV, 1769-1799, folio 12 vis.

151. Leyes de Castilla, N® 1, 3, 8 y 10, ríe. 8, Libro 7.

152. Cañete y Domínguez, op. cic., en ref. 67.

153. Recopilación de Leyes délos Reinos de las Indias, lib. IV, rít. 7,
ley 1, de 1523, Madrid, 1641.

154. Idem anterior.

155. ídem, libro IV, ríe. 7, ley III.

156. ídem, ley V.

157. Cit. en Brailovsky, op. cit., en ref. 15.

158. ídem ref. 153, ley IX.

159. ídem anterior, ley X de Felipe II.

160. ídem, ley XVII.


161. ídem anterior.

162. Concolorcorvo, op. cic., en ref. 104.

163. Torres, Luis María: "Estudio Preliminar”, en Documentos para la


historia argentina, tomo IX: "Administración edilicia de Buenos Aires (1776-
1805)”, Facultad de Filosofía y Letras. Buenos Aires, 1918.

164. Zabala y Gandía, op. cit., en ref. 46.

165. Cabildo de Buenos Aires: bando del 21/5/1772. doc. en ref 163.

166. ídem anterior, bando del 18/2/1784.

167. ídem anterior. Expediente sobre Policía; nota de Domingo


Belgrano Pérez, 4/9/1781.

166. ídem, documento sobre trazado, construcción e higiene de las calles


de la ciudad de Buenos Aires, n® 19.

94

169. Udaondo, Enrique: Rsse/ìa histórica del partido de las Conchas,


La Plata, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 1942.

170. Canvaglia, Juan Carlos: Reducciones y pueblos de indios, Buenos


Aires, CEAL, 1973.

171. Dorfman, Adolfo: Historia de la industria argentina, Buenos


Aires, Solar-Hachcttc, 1970.

172. Tissera, op. cm., en réf. 61.

173. Alvear, Diego de: cit. en Tissera, op. cit., en réf. anterior.

174. Belgrano, Manuel: Autobiograßa, en Biblioteca de Mayo, Buenos


Aires, Senado de la Nación, 1960.
175. Belgrano, Manuel: "Medios generales.de fomentar la agricultura,
animar la industria y proteger el comercio en un país agricultor". Memoria de
1796, en Realidad Económica, N° 28. Buenos Aires, julio-setiembre de 1977,

176. Martine2 Sierra; op. cit., en ref. 149.

177. Semanario de Agricultura, 22/2/1804. cit. en Levene, op. cit., en


ref. 130.

178. Belgrano, Mario: Btlgrano, Buenos Aires, 1927.

179. Belgrano, op. cit, en ref. 174.

160. González CLiment, Anselmo: Historias del puerto de Buenos


Aires, Buenos Aires, Banco Unido de Inversión, Emecé, 1975.

181. Tjarks, op. cit., en ref. 129.

182. Vitale, Luis: España antes y después de la conquista de América,


Santiago de Chile, 1965.

183. Bagú, op. cit., en ref. 70.

184. Barba, Enrique M.: Rastrilladas, huellas y caminos, Buenos Aires,


Raigal, 1956.

185. Zapata Gollán, op. cit., en réf., 64.

186. González Climent, Aurelio y Anselmo: Historia de la marina mer-


cante argentina, tomo I. Buenos Aires, 1972.

187. Moreno, Manuel: Vida y memorias de Mariano Moreno, Buenos


Aires, 1812.

188. Tjarks, Germán: “Un informe comercial sanjuanino para la Se-


cretaria de Balanza de Madrid”, en Boletín del Instituto de Historia Argenti-
na, 2a era, Nc 2, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.
189. Abalo, Carlos: “Estructura económica de Mendoza", en Ejíii- dios
sobre la Economía Argentina, N° 8, Buenos Aires, CGE, marzo de 1971.

190. De Angclis, op. cit., en ref. 82.

191. Cit. en González Climent, op. cit., en ref. 166.

192. Falkner, Tomás, S. J.: Descripción de la Patagonia, op. cit., en


réf. 87.

95

193. Dunnuf, Clemente: “El Fuene de San Jose en península Valdés",


en Todo es Historia, Buenos Aires, diciembre de 1973.

194. Marqués'de Aviles: Memoria a su sucesor, Dìi. Joaquín del Pino,


Buenos Aires, 1801.

195. Moneta, José Manuel: ¿Nos devolverán lai Malvinas?, Buenos


Aires, 1970.

196. Zinny, Antonio: Historia de los gobernadores de las provincias


argentinas: provincia de Buenos Aires, tomo I. Buenos Aires, Huemul. 1941.

197. Seymour, Richard A.: Un poblador de las pampas. Vida de un


estanciero en la frontera sudeste de Córdoba entre los años 1865 y 1868,
Editorial del Placa, Buenos Aires, I947.

198. Wcdovoy, Enrique: "Burguesía comercial y desarrollo económico


nacional'', en Humanidades, como XXXV, Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación, La Plata, 1960.

199. "Industria argentina: de la colonia a la integración”, en Suple-


mento N° 19, Todo es Historia en América y en el Mnudo, Buenos Aires.

200. La ingeniería sanitaria en la República Argentina; algunos


antecedentes para su historia. Universidad de Buenos Aires, Facultad de
Ingeniería, Instituto de Ingeniería Sanitaria, Nc 16, 1982.

201. ídem anterior.


Los primeros años de vida independiente (1810-1860)

EL USO DE LOS RECURSOS EN UN PAÍS GANADERO

Esta etapa se caracteriza porque no existe una economía nacional


integrada. La guerra de la Independencia y las contiendas civiles
desarticularon la integración de economías regionales que había sido
establecida a lo largo de la época colonial. En muchas zonas, el manejo de
los recursos quedó condicionado por los límites de los mercados locales y por
la inseguridad generada, que dificultó el comercio.

El agotamiento y la pérdida de las minas del Potosí eliminaron el principal


factor de organización del espacio nacional y del uso de los recursos
naturales. De una colonia exportadora de plata se pasa a un país
independiente exportador de cueros y carne salada. Toda la organización del
país se modificará en consecuencia.

El otro condicionante del uso de los recursos es la política de libre


comercio, establecida a partir de la Revolución de 1810. Para los
intelectuales del movimiento revolucionario, dicha política debía
complementarse con el fomento de la agricultura y de la industria. Para los
comerciantes, bastaba continuar con la ganadería extensiva e importar los
restantes productos.

Manuel Belgrano advertía que “todo depende y resulta del cultivo de las
tierras“,202 en tanto que Mariano Moreno afirmaba que “el soplo vivificante
de la industria animará a todas las semillas reproductivas de la
naturaleza".201 Moreno fue obligado a renunciar a sus cargos políticos —y
quizás asesinado—, mientras que Belgrano fue enviado a combatir a los
realistas —aunque la Junta disponía de militares de carrera con mayor
experiencia que él—. La derrota de esta corriente significó el predominio de
la política de uso de los recursos orientada por el sector comercial.
Su consecuencia fue el establecimiento de una relación de estrecha
complementariedad entre el núcleo gobernante y el capital británico. En
1607 el jefe de la fallida invasión inglesa al Río de la Plata había afirmado
que Buenos Aires era “el mejor puerto comercial de América del Sur".
Fracasada la conquista militar, se la sustituyó por la penetración económica.
En poco tiempo, las casas comerciales británicas pasaron a controlar
completamente el comercio exterior del país, debido a su mayor eficiencia,
disponibilidad de capitales, vinculación con industriales de su país y apoyo
de la flota británica.

-Ello provocó el reemplazo de gran número de artesanías debido a la


competencia de los bienes importados .En 1839, "la caldera u olla en que (el
gaucho] cocina su comida, la taza de loza ordinaria en que la come, su
cuchillo, sus espuelas, el freno, el poncho que lo cubre, son todos efectos
llegados de Inglaterra".205 Esta penetración fue cuidadosamente planificada.
Uno de sus instrumentos fue el empréstito Baring de 1824, que endeudó al
país durante 80 años para facilitar la compra de mercaderías británicas.

Esta situación influyó hasta en el lenguaje político. San Martín recibió una
carta en la que se afirmaba que “declarar la Independencia no es soplar y
hacer botellas". Contestó que le parecía mil veces más fácil "hacer la
Independencia, que el que haya un solo americano que haga una botella".
Efectivamente, no había maestros vidrieros.

Los grandes terratenientes ganaderos se vincularon con el capital británico


de un modo subsidiario, ya que producían para un mercado en cuyo control
no participaban. Se mantuvo la subutilización del suelo agrícola, incluso en
la región pampeana: entre fines del siglo XVIII y 1877 fue necesario
importar la mayor parte de la harina de trigo. En 1847, un viajero constata
con asombro que en Chascomús se consumía harina norteamericana.207

La ausencia de cercamientos hacía incompatibles agricultura y ganadería,


y los únicos agricultores idóneos eran europeos; pero no hubo una política
de distribución de tierras para inmigrantes, ni de poblamiento y creación de
centros agrarios que suministraran la necesaria infraestructura de talleres,
centros de almacenaje, molienda, servicios, etc., para una actividad que en
esta época requería la permanente presencia del agricultor en la explotación.

El recurso ganadero se explotó con un mayor grado de racionalidad, ya


que se sustituyó la caza de ganado salvaje por la cría extensiva en grandes
estancias. Para ello, se distribuyeron tierras fiscales entre personas
vinculadas al poder político. Entre 1826 y 1836, el Estado las arrendó a
particulares entregándolas en enfiteusis, ya que se reservó la posibilidad de
hipotecar esas tierras como garantía de la deuda pública. A partir de esa
fecha, se combinan las ventas con las donaciones: el Estado se desprende
de su patrimonio constituyendo una franja muy reducida de grandes
propietarios. En 1840, 293 personas poseían 9,3 millones de hectáreas.

Este modelo de distribución de los recursos determina sus condiciones de


utilización. La ganadería extensiva es la única explotación posible para bajas
relaciones entre capital y tierra y entre población y tierra. Al mismo tiempo,
esta concentración en la propiedad del recurso genera las condiciones para
la reproducción del esquema de su utilización: al estar las tierras fácilmente
ocupables concedidas en propiedad, se restringe el incentivo a la inmigración
masiva y al poblamiento por medio de agricultores, elementos que
caracterizaron la expansión agrícola norteamericana.

Al mismo tiempo, los ingresos por hectárea son lo suficientemente bajos


como para limitar la acumulación de capitales. En consecuencia, la ganadería
extensiva crea un círculo vicioso, al bloquear el aumento de la población y
de los capitales, ambos requeridos para un uso más intensivo de los
recursos naturales. Para hacer este tipo de ganadería no era necesario
ocupar el país, ni poblarlo, ni siquiera conocerlo.
El librecambio es el complemento necesario de esta orientación. Se
exportan cueros, carne salada, sebos y lanas; se importa todo tipo de
manufacturas. Cuando varias provincias piden el establecimiento de
aranceles aduaneros para proteger sus artesanías, desde Buenos Aires se les
recomienda dedicarse a la ganadería: “Esta es la que más les conviene”, se
les dice.'

UN PAÍS DESCONOCIDO

La utilización de los ecosistemas pampeanos estuvo durante mucho


tiempo limitada a la extracción de cueros vacunos mediante las vaquerías. El
cónsul inglés en el Río de la Plata, sir Woodbine Parish, se asombra de que
comarcas tan ricas ni siquiera hubieran sido exploradas: “Difícil es creer a
qué grado llegaba la ignorancia, aun de las clases más elevadas de la
sociedad de Buenos Aires hasta hace muy poco, respecto de las tierras de
indios que confinaban inmediatamente con sus propiedades del Sud”, dice en
1652.310

Durante la época colonial, las travesías por las pampas se hacían siempre
exactamente por el mismo camino, ya fueran las rutas comerciales hacia el
norte, ya fueran las expediciones a las Salinas Grandes en busca de sal.
Recién después de la emancipación comienza a despertarse el interés por
conocer el territorio nacional. Esta actitud se vincula con el fracasado
proyecto de dar un uso productivo a los recursos naturales subutilizados.

Así, Manuel Moreno señala, refiriéndose a quienes se ocupen del


poblamiento pampeano: “La agricultura, el comercio, el estado y la
población serán deudores a su celo de la adquisición de esa inmensa zona de
terrenos no tocados de la mano del hombre y fertilizados por ríos
caudalosos, que el abandono del gobierno colonial les ha hecho desear hasta
el presente”.2"
En este país, '‘desconocido hasta de sus mismos habitantes”, según la
expresión de Rivadavia, todo está por hacerse. En 1810 se denuncia que “no
ocupamos hoy más terrenos que aquellos que poseyeron y concertaron con
los indios el adelantado Juan de Vera y donjuán de Garay con 60 soldados y
30 familias al tiempo que estableció esta ciudad de Buenos Aires en el año
de 1580”.213

Para conocerlo se organizan expediciones descubridoras, que anotan lo


que ven con la misma minuciosidad que los cronistas de algunos siglos
atrás. Entre ellas se destacan las efectuadas por el coronel García en 1810 y
1822. En la primera de ellas se preocupa por detectar la aptitud ecológica de
los terrenos que va atravesando. La cuenca del Salado le parece útil "para
situar estancias y majadas de ovejas".114 Destaca una cañada que promete
ser feraz en todo “género de frutas y siembras que quieran hacerse". Más
adelante encuentra terrenos "muy a propósito para estancias", y advierte
que “este sitio, que algún día será apetecible de los hacendados, hace
ventajas a los demás para criar una numerosa hacienda de toda clase de
ganados”.

No sólo era desconocida la naturaleza de los terrenos, sino que hasta su


misma topografía era fuente de sorpresas. En una época en que las aguadas
artificiales eran muy escasas, la importancia de las lagunas era enorme,
tanto para la explotación y ocupación del territorio, como para el solo hecho
de atravesarlo. De manera que llama la atención la cantidad de espejos de
agua que García descubre en plena provincia de Buenos Aires: "Seguimos
nuestro viaje hasta la laguna de las Animas —dice—, desconocida hasta
ahora en los planos. (...] Llegamos a una laguna desconocida y sin nombre,
y se llamó laguna de la Concepción. [...] A esta laguna de aguas dulces, por
no conocérsele nombre, se le puso el de Santa Clara. (.A las 4 de la tarde
llegamos a una laguna de pequeña extensión, que está al sur del camino, y
no se halla en plano alguno”.il5
Para ver las dificultades de este descubrimiento, contemos un poco cómo
se llevó a cabo la segunda expedición. Salió García con una escolta de indios
amigos y unos treinta hombres entre soldados y peones. "Atravesaron al
Salado —dice Parish— en un lugar que en su poca hondura daba paso
seguro a las carretas, no pasando su ancho de diez a doce varas. El lugar del
paso estaba poco antes de llegar a su unión con el arroyo de las Flores,
después del cual se hace el río más caudaloso, aumentando su ancho en la
estación del invierno hasta trescientas varas, no pudiéndose entonces pasar
sino en canoa. Al día siguiente, por el paso de las Toscas cruzaron el
Saladillo, arroyo que desagua en el Sajado un poco más arriba del de las
Flores, hacia el cual procedieron por campos muy entrecortados, por
pantanos, que los obligaban a desviarse continuamente del camino recto.”,

Después explica que los ingenieros tenían que esconderse para hacer las
observaciones de latitud, porque los indios desconfiaban del aparato que
usaban (un quintante) y presumían que servía para comunicarse con los
demonios. Esto los obligó a hacer algunas observaciones de noche, a la luz
de las estrellas, en vez de utilizar la del sol.

“Como dos leguas más allá del paso por donde cruzaron el Flores
reconocieron su unión con el Tapalquén en un gran pantano. El arroyo de las
Flores no es en realidad sino el desaguadero de aquel río, que se encontró
ser más salado aún que el Salado. Se encontraron muchos tigres en los
espesos pajonales que cubren sus márgenes, que, sin embargo, no
causaban gran daño, comparado con el que hacían los tábanos y mosquitos,
de cuyas venenosas picaduras no había escape.” Observe el lector la
sorpresa de descubrir la provincia de Buenos Aires a comienzos del siglo
XIX. Esto se refuerza con el relato de lo que le ocurrió a Martín Rodríguez en
1823, es decir, cuando ya había transcurrido un cuarto de milenio desde la
segunda fundación de Buenos Aires.
"Las tropas salieron de la guardia del Monee el 10 de marzo —sigue
contando Parish—, y apenas habían pasado el Salado, cuando se
encontraron en medio de bañados al parecer interminables, cubiertos de
cañas y juncos más altos que la cabeza del caballo, siendo sobremanera
difícil arrastrar por entre ellos las carretas y la artillería. Sin embargo, fueron
saliendo como pudieron hasta llegar a una laguna, a la que le dieron por la
pureza de sus aguas el nombre de Laguna Limpia; siendo absolutamente
necesario hacer alto allí a fin de reconocer los campos antes de seguir
adelante.

"Hasta entonces habían sido torpemente extraviados por sus baqueanos,


cuyo único conocimiento del campo parece que había sido adquirido saliendo
a veces en busca de nutrias, que se encuentran en grandes cantidades en
estos bañados; pero la caza de las nutrías y la marcha de un ejército
acompañado de bagajes, carretas y artillería, son cosas muy distintas;
siendo extraño que todos los cañones y bagajes no se quedasen enterrados
entre las ciénagas."

Pero si los baqueanos se perdían en la pampa, puede imaginarse lo que


les ocurriría en el resto del país. En su expedición al Paraguay, Belgrano
observa: “Salí de Curuzú-Cuatiá con todas las divisiones reunidas,
dirigiéndome a] río de Corrientes, el paso que se llama de Caaguazú, por
campos que parecía no hubiese pisado la planta del hombre, faltos de agua
y de todo recurso, sin otra subsistencia que el ganado que llevábamos”.21’
Así, los ejércitos libertadores atraviesan un país misterioso, que más parece
extranjero que propio.

En ese territorio apenas delineado por mapas inciertos, es posible


cualquier especulación. Aparecen proyectos fantásticos, como la idea de
Rivadavia de cavar un canal navegable que uniera Mendoza con Buenos
Aires. Su discusión legislativa puede damos una idea de lo poco que sabían
sobre el país los hombres que lo estaban gobernando.

En el debate (efectuado en 1826), Paso dijo que no sabía qué aguas


podían ser utilizadas para llenar ese canal, y que en codo caso serían más
útiles para el riego. Le contestó Vélez Sarsfield, quien defendió con
entusiasmo la idea del canal, por el ahorro de tiempo y dinero que
significaría sustituir carretas por barcos. Vargas, en cambio, expresó algunas
dudas: “No se nos da una idea topográfica de los terrenos por donde deban
venir esas aguas —dijo—; tampoco se nos designa qué ríos las han de
suministrar”.

El único que planteó una negativa rotunda fue Manuel Dorrego, quien
afirmó que “cualquiera que haya transitado por esos lugares donde quiere
hacerse el canal, conoce que no hay un contingente de aguas capaz de
hacerlo medio navegable”.218 Pero esta negativa parece haberse
fundamentado más en motivos políticos que en un mayor conocimiento de
los recursos realmente disponibles, ya que al año siguiente cambió la
situación política. Dorrego pasó a ser gobernador y manifestó su intención
de “reconocer el curso del río Colorado hasta su fuente, con el loable
propósito de establecer una navegación comercial de Mendoza a Buenos
Aires".219

Muchos años más tarde, Sarmiento resucitó la idea, al sostener que


usando las lagunas de Guanacache “y el navegable Desaguadero” podían
acortarse las distancias entre Cuyo y Buenos Aires.220 Pero después de una
afirmación tan tajante, vuelve atrás y plantea el problema en sus justos
términos, es decir, reconociendo que no tenía forma de saber si esa
navegación era posible. "El Departamento Topográfico —agrega— debiera
promover un sistema seguido de explotación en los ríos, para asegurarse de
los que sean navegables y de los que pueden ser canalizados. ¿Qué sabemos
hoy del Negro, del Colorado, del Bermejo, del Pilcomayo, de los lagos de
Guanacache y otras vías de transporte, sino lo que nos han dejado los
jesuitas y algunos exploradores mandados por la corona española?"

El desinterés por un aumento de la producción —y, por consiguiente, por


un mayor uso de los recursos naturales— impidió el conocimiento del país. A
menudo esa ignorancia se tradujo en la inferioridad militar de las tropas
nacionales frente a los indios. Por ejemplo, en 1857 el coronel Emilio Mitre
dirigió una expedición contra los ranqueles. Salió sin baqueano, quizá por
confiar demasiado en sus mapas, y a poco de andar “los rigores de la sed
comenzaron a hacerse sentir, por lo cual decidió buscar la laguna Trenel,
que se sabía capaz de aliviar al ejército en el desierto. Al llegar a un cruce
de rastrilladas, se erró en la dirección del camino, yendo a darse finalmente
en una charca que no hizo sino exasperar la sed. No quedó otro arbitrio más
que emprender la retirada, abandonando artillería y municiones” Estanislao
Zeballos comenta que las fuerzas del coronel Mitre fueron batidas “por el
más formidable enemigo que pueda encontrarse en la pampa: la sed”.*2" En
realidad, fue derrotado por su carácter de extranjero que intenta recorrer un
país desconocido.

Lo mismo ocurrirá cada vez que se repartan demás a los amigos del
gobierno de tumo, práctica que se inicia con la enfiteusis de Rivadavia y
continúa hasta fines del siglo XIX. Se afirma que "es imposible hacer un
mapa verídico en un país inexplorado por los geógrafos. Ha sucedido que los
compradores de un lugar se encuentran con que éste dista 10 o 12 leguas
de la posición que le asignan nuestros soldados”.'

LOS CAMBIOS ECOLÓGICOS

En esta pampa tan poco conocida que hasta los baqueanos se perdían,
estaban ocurriendo una serie de cambios a gran velocidad. Podemos calificar
a esas modificaciones como un desequilibrio ecológico de envergadura.
Aunque este término se suele reservar en el lenguaje corriente para los
cambios desfavorables al hombre, lo cierto es que se trató de una alteración
irreversible en un sistema que había permanecido estable hasta ese
momento.

Habíamos hablado del nicho ecológico vacío que representaba la


inexistencia de grandes herbívoros. Su introducción y reproducción masiva
provocaron grandes alteraciones en la vegetación pampeana. Darwin cruzó
en 1825 la provincia de Dueños Aires de sur a norte. Anota que "me he
quedado sorprendido con el marcado cambio de aspecto del campo después
de cruzado el río Salado. De una hierba gruesa pasamos a una alfombra
verde de pasto fino. Anee todo creo deber atribuir este cambio a una
modificación en la naturaleza del suelo; pero los habitantes me afirman que
es preciso atribuir esta mudanza a la presencia de los cuadrúpedos.
Exactamente el mismo hecho se ha observado en praderas de la América del
Norte donde hierbas comunes y rudas, de cinco a seis pies de altura, se
transforman en césped en cuanto se introducen allí animales en suficiente
número,

De los enormes pajonales del alto de un hombre se pasa, por acción del
ganado, a un paisaje como el que describe Carlos Bureaste: “Nos
encontramos ya sobre la pampa y vemos entenderse ante nuestra vista una
planicie sin fin, cuyo suelo está cubierto de un pasto fino tan alto que llega a
las rodillas. Ningún objeto de alguna particularidad se destaca allí. Sobre
esta plataforma monótona, pero no desolada, se avanza hora tras hora y
días tras días, sin otra perspectiva de cambio que tal vez un rebaño de
pastoreo, un venado sorprendido, una hilera de carretas de bueyes, una
ranchera de paisanos o una pequeña laguna; tampoco existen ríos
caudalosos en las pampas, sólo pequeños arroyos de un caudal inconstante
cruzan aquí y acullá la llanura”.225

Pero quizás este paisaje domesticado haya sido una aspiración tan fuerce
de los argentinos, que pocos años más tarde parecían haberse olvidado de
los cambios que había sufrido la pampa. Así, Sarmiento se vería obligado a
decir que “los que creen que los campos de Buenos Aires han sido siempre
tales como los vemos hoy, cubiertos de ganadería, ésos no conocen la
transformación que la tierra salvaje experimenta gradualmente. Estas tierras
fueron pajonales hasta San José de Flores. Fueron pajonales cubiertos de
pantanos. Cuando en ellos se echan ganados, se convierten en terrenos
llenos de gramíneas, porque el ganado cultiva a su manera, rompiendo la
espesura primitiva, lo que permite a los rayos del sol penetrarla y
6
disecarla".'

La descripción es correcta, pero las razones del cambio ecológico


provocado por el pastoreo son más complejas. Sobre este tema hemos
formulado algunas hipótesis que nos permitirán comprender el
comportamiento ecológico de la pampa durante este período.

En la pampa previa a la conquista, la ausencia de herbívoros importantes


permitía que los pastos cumplieran su ciclo biológico completo. Nacían,
crecían a gran altura, se reproducían y morían dejando los grandes
pajonales secos que caracterizaron a la llanura vieja. Estos pastos estaban
adaptados a los suelos en los cuales se habían desarrollado. Es decir, suelos
ricos en materia orgánica (que eran el resultado de la descomposición de los
pastos) pero pobres en nitrógeno fácilmente asimilable (el que había estado
fijado en los vegetales existentes). En consecuencia, esos pastos se
adaptaron a un ritmo biológico lento, de varios años de duración, y, al mis-
mo tiempo, fueron responsables de lo prolongado de ese ciclo, debido a la
lentitud de su propia descomposición.

— La introducción del ganado significó un súbito enriquecimiento del


suelo pampeano. Después de muchos miles de años de ausencia de animales
grandes, aparecen, se multiplican y mueren millones de vacas y caballos.
Sus deyecciones y sus restos reactivan el reciclado del nitrógeno y provocan
un desequilibrio ecológico de magnitud; El rápido reciclado del nitrógeno
provocó un fenómeno conocido como rejuvenecimiento del ecosistema. A
más nitrógeno, más posibilidades de crecimiento para las plantas anuales,
paseos más verdes y blandos, de crecimiento rápido. También estimula el
rebrote de los mismos pajonales anteriores, que van siendo ramoneados por
el ganado y reemplazan sus tallos viejos por otros nuevos. Estos cambios
implican la creación y el llenado de nuevos nichos ecológicos, es decir, de
nuevas oportunidades de desarrollo para otras especies animales y
vegetales.

Todo esto nos explica la coexistencia de pastos duros con pastos blandos,
pero aún nos falta comprender la desaparición de unos en beneficio de los
otros. Aquí es probable que hayan influido las quemazones, frecuentes en
una zona de tormentas eléctricas y poblada por tribus que las efectuaban
como ayuda para la caza y la guerra. En (al sencido, los cambios ecológicos
que facilitaron la expansión de los ganados posibilitaron también la
repoblación de la pampa por parte de tribus indígenas, las que, a su vez,
utilizaron el fuego con frecuencia. Así, los cambios sociales y ecológicos apa-
recen profundamente entrelazados

Veamos la descripción de un incendio de campos, sufrido por la ya


mencionada expedición de Martín Rodríguez:22’ “Un huracán desatado
lanzaba hacia ellos nubes de negro humo seguidas por inmensas llamaradas
que se extendían por todo el horizonte, e indicaban muy claramente la
aproximación de una de esas terribles quemazones no poco comunes en las
pampas después de un tiempo seco, cuando el pasto, los juncos y los
cardos, prendiendo fuego fácilmente, hacen que las llamas se extiendan
sobre la faz del campo, envolviéndolo todo en una común y horrible
destrucción.
"Los gauchos a la primera señal de peligro tienen algunas veces bastante
presencia de ánimo para prender fuego inmediatamente a los pastos que
estén por delante a sotavento, por cuyo medio consiguen despejar un
espacio en que refugiarse antes que la conflagración general llegue a
alcanzarlos; pero no siempre hay tiempo para hacer esto, y mucho menos
para salvar los rodeos y majadas de las que perecen grandes cantidades en
ese devorador elemento. Parece que en esta ocasión los baqueanos
perdieron el juicio del mismo modo que el camino; y a no haber sido por el
feliz descubrimiento de una pequeña laguna que había en aquellas
inmediaciones, a la que se arrojaron hombres y bestias, arrastrando consigo
las carretas, todo el ejército habría tenido el mismo trágico fin. Allí
permanecieron por tres horas con el agua al pescuezo, mientras la
quemazón rugía espantosamente a su alrededor. Pasadas esas horas, y
consumido ya todo hasta la raíz, sólo quedó un yermo asolado en todo lo
que alcanzaba la vista, cubierto de una negra capa de cenizas y carbones.
¡He aquí lo que es la guerra en las pampas! Las mejores tropas de) mundo,
si no perecen entre los pantanos y tembladerales, pueden ser asadas vivas,
sin posibilidad de salvación'-.

Pero además, desde principios del siglo pasado, el fuego se utilizó como
herramienta para el manejo agrario. "Cuando se recorre la llanura —dice
Darwin— es costumbre prender fuego a las hierbas; eso han hecho hoy los
soldados, por lo cual vemos de noche magníficas conflagraciones y el
horizonte se ilumina por todas partes. Se incendia la llanura pan achicharrar
a los indios que puedan verse rodeados por las llamas, pero principalmente
para mejorar los pastos. En los llanos cubiertos de césped, pero no fre-
cuentados por los grandes rumiantes, parece ser necesario destruir por
medio del fuego lo superfluo de la vegetación, de manera que pueda brotar
otra nueva cosecha.”'

Un aspecto interesante de esta práctica es que, debido a la extensión del


territorio y su escaso poblamiento, hubiera sido muy difícil de implementar
por cada ganadero en su propio campo. De manera que se convirtió en una
práctica social, y el incendio de campos fue costumbre de los gauchos en sus
viajes.

El incendio destruye el pajonal seco y posibilita el rebrote de tallos tiernos.


También acelera el reciclado de los nutrientes, devolviendo al suelo las
sustancias que se encontraban en los tallos secos. En realidad, e) fuego
forma parte de la dinámica normal de ecosistemas de llanura como los
pampeanos, y su uso como herramienta de manejo no fue más que una
aplicación de fenómenos naturales observados.

Al mismo tiempo, el fuego reduce la vegetación al nivel del suelo y fuerza


a competir por la luz a las distintas especies entre sí. En presencia de
abundante nitrógeno, el pasto blando gana la cañera, crece más
rápidamente y sombrea al pasto duro, impidiéndole su desarrollo.

En apariencia, fina) feliz. De una situación de equilibrio con pastos duros


se pasa a otra situación de equilibro con pastos blandos y de mayor
receptividad ganadera. Solamente que el cambio en el ecosistema no tiene
por qué terminar justamente donde es conveniente para el ganadero. "¿Se
cree que para ahí el movimiento y la transformación de las plantas?”, se
pregunta Sarmiento. Y no, los cambios en la vegetación continúan, ya que el
nuevo equilibrio alcanzado no es lo suficientemente estable.

El primer síntoma es el enmalezamiento. Cardos vistos por Sarmiento y


descriptos por Hinchliff, quien se impresionó al ver en Entre Ríos cardos de
gran altura y hormigueros que alcanzaban tamaños similares.'

El cardo es la primera señal del sobrepastoreo y su crecimiento


vertiginoso se vincula con el elevado tenor de nitrógeno del suelo. Diferentes
viajeros notan la presencia del cardo en la proximidad de los ranchos.23' En
el desierto, el cardo sirve como indicador para saber los sitios en los que han
asentado campamentos indígenas.232 Pero también los cardos ocupan los
caminos. Dice Germán Burmeister: “Con sorpresa comprobé que en las
orillas de estas huellas profundas, producidas por largos años de tráfico,
crecían plantas (ocalmente diferentes a las del vecino suelo de la pampa”.

Y atribuye esa diferencia “al abono que se origina por la caída del
estiércol que despiden bueyes y caballos que transitan en estos caminos”.

Sobre la altura y densidad de esos cardales, podemos recordar el relato de


Darwin, quien preguntó si existían salteadores de caminos y le contestaron
que todavía no, que aparecerían cuando crecieran los cardos. Asombro
grande del inglés, hasta que descubrió en Areco unos cardales capaces de
albergar a los cuarenta ladrones de Las mil y una noches. "En cuanto los
cardos crecen todo lo que han de crecer —dice—, los llanos que recubren se
vuelven impenetrables en absoluto, excepto en algunos senderos, verdadero
laberinto conocido sólo por los ladrones, que se guarecen allí en esa
J
estación, y salen a robar y asesinar a los viajeros.”

Pero además, la colonización de los ecosistemas pampeanos por el cardo


aparecía como un fenómeno prácticamente inevitable, ya que los mismos
pobladores eran quienes facilitaban su difusión. En efecto, la total ausencia
de leña hacía que en cada rancho sé juntasen enormes cantidades de tallos
secos de cardos. Así, las semillas se distribuían en las proximidades de los
sitios poblados, los animales las pisaban y enterraban, facilitando así su
germinación y expansión. El cardo es un ejemplo muy claro de cómo las
llamadas plagas y malezas no son fenómenos exclusivamente naturales, sino
que son el resultado de determinadas acciones humanas, que llevan a la
multiplicación de una especie en forma que resulta económicamente
perjudicial. Comentando este mecanismo, D'Orbigny se refería a la rápida
difusión del cardo “por el suelo de la República Argentina, difusión que hace
temer para el porvenir que cubra por completo la provincia de Dueños
Aires".235

Vale la pena describir el aspecto de este paisaje y sus efectos sobre la


vida cotidiana, tan difíciles de imaginar en la actualidad. “El aspecto de la
planicie variaba durante lo que allí se llama un año de cardos —dice
Guillermo Enrique Hudson—, cuando éstos, que generalmente crecen en
aislados manchones, invaden por todos lados, y durante una estación entera
cubren la mayor parte de los campos. Las plantas, en estos años
exuberantes, crecían tan gruesas como espadañas o juncos en sus lechos y
eran más altas que de costumbre, alcanzando hasta casi tres metros.

’’Parado entre los cardos, en ese momento se podía, en cierto sentido,


oírlos crecer, ya que las inmensas hojas se libertan con un brinco de su
acalambrada posición, produciendo un sonido chisporroteante... [Para el
gaucho], su pequeño rancho de adobe, bajo de techo, quedaba así en
condiciones idénticas a las de una jaula, pues los altos cardos lo cercaban y
le impedían divisar a la distancia. A caballo, encontrábase obligado a no
apartarse del estrecho sendero del ganado y a encoger o levantar sus
piernas pan librarlas de las punzantes espinas. Era un año de angustia, por
el temor al fuego, y una época de grandes zozobras también, cuando los
relatos de robos y otros crímenes llegaban al lugar, especialmente para las
pobres mujeres que quedaban tanto tiempo solas en sus ranchos encerradas
por el denso crecimiento de esa maraña.”236

Entonces, el sobrepastoreo altera el suelo y abre el camino de las


malezas, y los pobladores o sus animales se encargan de sembrarlas.
“Prevengo que el cardo, la cicuta, la ortiga —advierte Sarmiento— no son
plantas indígenas de este país, sino que han venido de Europa como el trigo
y la cebada. Tras ellas vienen la cepa caballo y el abrojo. Más tarde, el
maldecido abrojo reemplaza al cardo y al pasto.
”He recorrido la campaña de Buenos Aires desde Santa Fe y hasta San
Nicolás y hay cuarenta leguas de abrojos que vienen invadiendo toda la
campaña. He visto decretos imporenc.es mandando extirpar el abrojo que ya
esteriliza la cierra He oído a un estanciero pobre de la campaña que tenía
una majada de ovejas y me decía: Este año no podremos mantenernos
porque ha venido la cepa caballo y nos ha invadido. Así ha sido coda la tierra
y por eso ha venido la agricultura, porque el sudor del hombre la contiene en
sus extravíos.”'

Puede ser útil retener la última frase: el sudor del hombre la contiene en
sus extravíos, porque contiene el embrión de la estrategia de manejo agrario
de la pampa que será utilizada durante la belle époque argentina. Era
necesario contener los extravíos de la naturaleza, que se reflejaban en el
enmalezamiento de los campos. Para eso servirá el sudor de los inmigrantes
arrendatarios que, ellos sí, servirán a la patria cultivando el suelo. Pero un
cambio de esa envergadura en el uso de los recursos naturales requerirá de
profundos cambios sociales, los que comenzarán a producirse a partir de la
Organización Nacional.

El cardo es sólo un ejemplo, cómo surge de la cica de Sarmiento. Una


característica de los ecosistemas pampeanos es su falta de resistencia a las
invasiones. En 1930 Parodi encontró en la Pampa Húmeda 316 especies
vegetales autóctonas y 170 especies exóticas. Esta relación fue tomada por
autores europeos como signo de ecosistema no estabilizado, no primigenio o
desescabilizado.259'240 Ello significa la presencia de muchos nichos ecológicos
vacíos y su continua ocupación por especies .que a menudo resultan
perjudiciales para las actividades humanas.

EL EXCESO DE RECURSOS NATURALES

Durante las primeras décadas de vida independiente, la preocupación por


conservar los recursos naturales es casi nula. La visión que predomina es la
de un continente vacío, con todos los recursos subutilizados y al que sólo le
falca el hombre. Según la descripción de Sarmiento: “La inmensa extensión
del país que está en sus extremos, es enteramente despoblada, y ríos
navegables posee que no ha surcado aún el frágil barquichuelo. El mal que
aqueja a la República Argentina es la extensión; el desierto la rodea por
todas partes, se le insinúa en las entrañas; la soledad, el despoblado sin una
habitación humana, son por lo general los límites incuestionables entre unas
y otras provincias. Allí, la inmensidad por todas partes, inmensa la llanura,
inmensos los bosques, inmensos los ríos, el horizonte siempre incierto,
siempre confundiéndose con la tierra entre celajes y vapores tenues que no
dejan en la lejana perspectiva señalar el punto en que el mundo acaba y
principia el cielo”.

En este contexto, no hay nada por conservar: codo sobra, todo es


excesivo, todo puede ser usado sin límites. La caza se practica en gran
escala: en San Luis “se hacían batidas en los montes, o cerco, en el que se
entraron miles de avestruces y liebres, a las playas de la laguna” (del
Bebedero). Una vez concentrados, “se entraban a bolear”.242 Siempre la
abundancia: “En las correrías por la pampa, jamás faltan bichos que bolear:
avestruces, gamas, guanacos, liebres, gatos monteses, o peludos, o mulitas
o pichis o matacos que cazar”.

Del mismo modo, en Entre Ríos afirman que “la caza en la provincia es tan
abundante que puede decirse que es una plaga. Hay tanta y tan abundante
que es difícil detallarla. Son tan numerosas algunas de estas razas que la
mayor parte de la gente de la campaña se alimenta una parte del año de
sólo la perdiz y los loros. La caza de cuadrúpedos y anfibios también es uno
de los ramos que deben hacer la riqueza de aquel país por su abundancia,
siendo de preferencia las abundantes yeguadas alzadas, el venado, la liebre,
el cerdo cimarrón, la abundante nutria y la capinguara (carpincho). Esta
última especie es tan abundante que en tiempo de secas quedan perdidas, lo
que se secan las lagunas”.

Lo mismo ocurría con la pesca, ya que "el pez es tan abundante y tan
numeroso que difícilmente se podrá nombrar”.* En 1627 un viajero cuenta
que, sobre el Paraná, "capturamos en un instante vanos dorados, de más de
un metro de largo cada uno”.'

Aun en una zona tan árida como la Patagonia, era posible enviar una
expedición militar casi sin víveres, ya que “nos manteníamos de lo que
producía el campo por la caza que lucían los indios y milicianos, trayéndonos
perdices, que abundan mucho, quirquinchos, avestruces, huevos de éstos
medio podridos, gamas y otros animales silvestres”.2-17 Y también: “Se nos
presentan unas partidas de cerdos silvestres bastantes bravos, a los que
acometen los indios y milicianos”.

Las poblaciones de animales salvajes eran tan numerosas que Guillermo


Enrique Hudson se dedicaba a observar venados de las pampas
(actualmente en extinción) en las proximidades de Quilmes: “Siempre
encontrábamos cuadrillas de venados en los campos en que más florecían
los cardos silvestres. Nos complacía arrimarnos a ellos y contemplar sus
amarillas siluetas destacándose entre el cardal verde grisáceo, mirándonos
inmóviles, para súbitamente girar y huir a escape, prorrumpiendo en un
grito sibilante, al propio tiempo que el viento nos traía a las narices su tufo
almizclado”.' “En aquellos lejanos días —agrega—, las aves abundaban
excesivamente por todas las pampas donde pastoreaban las ovejas. Por
aquellos años, contábanse pocos cazadores de aves silvestres. El país no
había sido invadido por inmigrantes europeos destructores de pájaros.”

Efectivamente, en Tandil los perdices eran "tan abundantes y tan mansas


que las matábamos con rebenques”.750 En la Banda Oriental eran tan
comunes y fáciles de atrapar "que, en caso de necesidad, habríamos podido
matarlas por centenares todos los días”.251
En muchos sitios la fauna aparece como una amenaza. Dos especies
actualmente al borde de la desaparición eran consideradas como muy
peligrosas para las actividades productivas y la misma seguridad física de la
población. En Caacaty (Corrientes), después que un yacaré atacara a una
persona, “el comandante ordenó dedicar una semana a perseguirlos y se
calculaba en varios millares el número de yacarés muertos en menos de 15
días”, lo que puede damos una idea de su densidad en esa zona de esteros y
bañados.

Los pobladores tuvieron menos suerte con los jaguares, ya que éstos
impedían la cría de ganados. En la isla de Meza (Comentes, junto a Apipé)
debieron abandonar una explotación porque “los jaguares, acantonados en
gran número en los bosques que ocupan toda la parte no desmontada, en
poco tiempo destruyeron todos los animales”.

Como suele ocurrir cuando se abren nuevas tierras a la explotación, se


producen desequilibrios ecológicos que favorecen la expansión de plagas: La
naturaleza vuelve a ser vista como un enemigo. La agricultura correntina
25<
sufre el ataque de los loros “que devoran una espiga en un instante” Para
combatirlos, se contrata a mujeres llamadas loteras, que recorren los
sembrados haciendo ruidos para intentar espantarlos.

Pero la peor de las plagas era, como siempre, la langosta. “Lo destruyen
todo, tanto y aun más que los incendios anuales del campo que, por lo
menos, no atacan las ramas altas de los árboles. Nada puede detener su
avance invasor ni desviarlo. Pude verlas cubrir los árboles de tal forma que
las ramas se doblan con su peso. El agua del Paraná lleva a veces bancos
enteros de langostas ahogadas, que sirven de alimento a los peces.”255 ^ En
este contexto de abundancia y exceso, en el que se espera que la naturaleza
provoque las peores catástrofes, era extremadamente difícil pensar en
alguna clase de medidas conservacionistas.
A pesar de todo, en algún momento aparece la preocupación por que los
recursos faunísticos lleguen a escasear: En 1821 Martín Rodríguez emite un
decreto regulando la caza:

* "Sólo los meses de abril, mayo, junio y julio, será lícito hacer la caza
de nutrias. Toda licencia para la caza de nutrias deberá expresar el tiempo y
los lugares en que ha de hacerse; y ha de preceder el informe de la policía.*'

* “La caza de perdices para el mercado de la ciudad no se hará sino por


el tiempo que la policía publicará cada año.”

* "Queda prohibida hasta nueva orden la caza de avestruces."

* “A ningún individuo le será lícito hacer correrías de ningún género en


propiedad particular, sin licencia del poseedor. Los contraventores de las
prohibiciones anteriores incurrirán en las penas establecidas contra los
ladrones cuatreros.”354

Por supuesto que no había ninguna manera de hacer efectivo el control de


lo que se pretendía prohibir, de manera que la norma quedó en el papel.
Había además una razón de fondo para que no se cumpliera: todos los
testigos de la época hablan de la ferocidad del gaucho y de la aparente
indiferencia con que daba y recibía la muerte. Estos hombres, tratados como
un recurso inagotable en guerras y fortines, no tenían motivos para dar a los
animales un trato mejor que el que ellos mismos recibían.

Para ver la eficacia y continuidad de los controles, diremos que en el


verano que va de fines de 1827 a principios de 1828 (es decir, en la época
del año en la que Martín Rodríguez había intentado prohibir la caza de
nutrias) se sacrificaron y vendieron tres millones de ejemplares de esta
especie.

En sus escancias, Rosas estableció minuciosas disposiciones sobre la caza


de “bichos” y el destino de sus cueros y plumas. En vez de dejar al peón
como dueño de estos despojos, lo obligó a venderlos al capataz, como una
forma de controlar a sus subordinados e impedirles toda actividad
independiente. Más adelante, y ya desde el gobierno, intenta un control de
la caza de nutrias, fundado en argumentos de tipo nacionalista. Como una
gran parce de la población rural estaba sirviendo en la milicia, “los beneficios
de la matanza de nutrias recaían exclusivamente sobre los extranjeros’’. Por
eso el gobierno suspendió la caza hasta que los soldados fueron licenciados.

Como vimos anteriormente, la presencia del vacuno significó el


desplazamiento de otros herbívoros de su hábitat originario. En la costa
patagónica, en las proximidades de Carmen de Patagones, “antes de que
poblaran la costa los ganados, había muchos pecaríes, los que
desaparecieron por completo después”. Allí mismo se observaba "gran
número de esqueletos de ciervos, que me demostraron que debía haber
habido muchos de esos animales antes de su aniquilamiento”.

Pronto las normas de regulación alcanzan al ganado vacuno, que al


reproducirse por sí mismo se comportaba, de hecho, como un recurso
natural' En 1816 se prohíbe la matanza de vacas en todo el territorio de la
provincia de Buenos Aires, debido al consumo excesivo provocado por las
guerras.162 En 1821, Martín Rodríguez vuelve a prohibirla, esta vez porque
los malones obligaban a los estancieros a vender su hacienda antes de que
cayera en manos de los indios, con lo cual los precios habían bajado en
exceso. En ese momento, algunos especuladores hicieron grandes fortunas
comprando ganado a los estancieros de la frontera. Uno de ellos, Juan
Manuel de Rosas, escribe a su socio Anchorena: “Creo que habrá en la
campaña mucho miedo de indios; por lo tanto usted vea si algunos tímidos
dan ganados baratos y compre tres o cuatro mil cabezas para nuestras
estancias”. Esta prohibición queda derogada después de una expedición
contra los indios.
Del mismo modo, en 1830 "se prohibía la matanza de yeguas y la
extracción de sus cueros, a fin de que no fueran a menos las faenas de los
saladeristas. También en 1824 vuelve a prohibirse la matanza de yeguas en
toda la provincia de Buenos Aires.

Es decir, que la forma de explotación ganadera llevaba a que, en


determinadas ocasiones, las normas sobre manejo del ganado fueran
similares a las que se establecían para la fauna silvestre. La ganadería
extensiva tenía aún mucho de similar a la caza del vacuno.

LA FAUNA PATAGÓNICA

Existen ejemplos puntuales de interés por la preservación de recursos


faunísticos, pero son extremadamente escasos. Hay, sin embargo, una
excepción importante, que es la referida a la fauna patagónica. Para
comprender su importancia económica, debe te- nene en cuenta que la
apropiación directa de recursos faunísticos tuvo un peso enorme durante los
siglos XVIII y buena parte del XIX. El comercio internacional tenía una
orientación diferente de la actual. La expansión de las exportaciones
británicas de textiles de invierno (lanas) no alcanzaba aún a cubrir todos los
renglones de la demanda europea.

La importancia de las pieles de animales salvajes en la indumentaria de la


población durante el crudo invierno europeo era muy superior a la actual.

V por sobre todas las cosas había una gran demanda de grasas
animales, utilizadas para la iluminación antes que se extendiera el uso del
petróleo. (Recuérdese que Buenos Aires se iluminó con aceite de potro y
velas de sebo, subproducto de los saladeros, durante la mayor parte del
siglo XIX.) Del mismo modo, parte de Europa se iluminaba con aceite de
ballena y con velas fabricadas con esperma (grasa extraída de la cabeza de
ballenas y cachalotes).
Pero los recursos faunísticos del hemisferio norte eran limitados. Después
de varios siglos de explotación intensiva, la fauna europea y la de los mares
del norte comenzó a decrecer, desapareciendo numerosas especies. Esto
impulsó a buscar sus equivalentes en los mares australes.

El interés por la fauna y los manejos económicos ligados con ella aparece
como una de las causas de la conquista británica de las islas Malvinas. El
breve período de administración argentina de las islas se había caracterizado
por un intento de efectuar un manejo más racional de los recursos naturales.
En fecha tan temprana como 1813 se otorga permiso a un bergantín para
cazar lobos marinos en el archipiélago, lo que equivale a prohibir la caza sin
permiso.266

Las actividades de caza de lobos marinos aumentaron notablemente a


partir de 1819, con el descubrimiento de las islas Shetland del Sur. La
cantidad de barcos loberos fije un importante que hacia 1820 Buenos Aires y
Montevideo eran los puertos más importantes del mundo vinculados a este
comercio. Entre 1820 y 1822, solamente en las Shetland se registra la
presencia de 91 barcos de caza. A esta altura quedaban muy pocos lobos
marinos en las islas Malvinas, y los barcos cazadores debían emigrar más
hacia el sur, aunque continuaran utilizando las Malvinas como base de
operaciones.

En 1820 toma posesión de las Malvinas en nombre del gobierno argentino


el coronel Daniel Jafet. En ese momento había más de 50 buques ingleses y
norteamericanos ocupándose de la caza de anfibios y la matanza del ganado
de las islas. “Uno de los principales objetivos de mi cometido —dijo— es
evitar la destrucción desatentada de las fuentes de recursos necesarias para
los buques que de paso o de recalada forzosa arriben a estas islas.”167 Es
decir, una propuesta conservacionista y de administración racional de
recursos naturales.
En forma simultánea, el Consulado de Buenos Aires se ocupó de apoyar
una empresa que proponía la caza de lobos marinos "en algunas de las islas
que en la altura del Polo Sur de este continente se hallan inhabitadas”.

El primer intento de ocupación productiva de las islas corresponde a Luis


Vernet. Vernet llevó a las islas a un centenar de hombres, entre gauchos e
indígenas, para la cría de ganado, y colonos y balleneros europeos, expertos
en agricultura y pesca. A cambio de su compromiso de establecer una
colonia, recibió del gobierno argentino la desgravación de sus actividades
por 20 años y la exclusividad de la pesca y caza de anfibios en las islas y en
la costa del continente al sur del río Negro.

Este proyecto requería la presencia de una autoridad que controlara la


depredación que hacían los pesqueros extranjeros del principal recurso del
archipiélago. Por eso, en 1829 se designa comandante de las islas a Vernet,
con poderes políticos y militares. El decreto, que lleva la firma de Martín
Rodríguez, establece en uno de sus puncos que "el comandante político y
militar hará observar por la población de dichas islas las leyes de la
República y cuidará en sus costas de la ejecución de los reglamentos sobre
pesca de anfibios".269

Tanto este texto como el anterior sobre reglamentación de la caza reflejan


la concepción de uso ordenado y racional de los recursos naturales que
caracterizó al equipo de Rivadavia. Las dificultades de implementación se
deben a que muchas de las ideas de este grupo eran totalmente anacrónicas
por adelantadas; no cabían, no tenían sentido para las necesidades de la
época. Eran un ideal, ni siquiera una copia de realidades europeas.

El intento de Vernet de cumplir con sus instrucciones motivó una serie de


incidentes con buques norteamericanos y británicos, que culminaron con la
ocupación inglesa a las islas. Los primeros tiempos del dominio británico se
caracterizan por la depredación en gran escala de los recursos naturales.
Continúa la caza de lobos marinos hasta que resulta difícil encontrar
ejemplares, a punto tal que en 1908 se los consideraba extinguidos. El
interés de los cazadores se desvía entonces hacia los pingüinos, cuya caza
se hace en gran escala, y continúa hasta la generalización del petróleo como
combustible.

Se menciona que en 1882 había en las islas millones de pingüinos y que


se los mataba para hervir sus pieles y obtener aceite. Se necesitaba matar
17,5 animales para obtener un litro de aceite, aunque esta cifra debe ser
aumentada si se tiene en cuenta que la misma grasa del animal servía como
combustible. Un cálculo moderado habla del exterminio de 2,5 millones de
pingüinos.270 Del mismo modo, en la segunda mitad del siglo XIX se
extinguió completamente el zorro-lobo malvinero, único carnívoro originario
de las islas.

En cuanto al territorio continental argentino, la depredación se llevó a


cabo en parte por las dificultades para realizar controles en un país extenso
y poco poblado. La destrucción de recursos fue más intensa en los casos en
los que había un destino industrial (en cuyo caso se sistematizó la caza y se
hicieron inversiones, lo que valía la pena si el recurso estaba concentrado),
que cuando se destinaba al consumo local. Era difícil tener criterios conser-
vacionistas cuando no se conocía el territorio y cuando extranjeros cazaban
animales que no tenían uso en el país. Eran animales que no tenían una
utilización definida y el europeo tiene tradición de cazador-exterminador.

Pero estas dificultades explican sólo una parte de los hechos. La realidad
es que las pocas veces que alguien quiso cuidar un recurso natural y puso
empeño en hacerlo, consiguió algunos resultados parciales. Véase lo que
ocurrió con el comandante Oyuela en Carmen de Patagones: "Impuso a la
pesca que hacían los extranjeros de los elefantes y lobos un derecho
provisional de 5 pesos fuertes por tonelada y dictó un reglamento de policía
prohibiendo que se matasen hembras y lobos aún pequeños. Alegando que
esco era desusado, los pescadores se resistían a dicha imposición y caso
hubo como el de la fragata francesa Comète que contestó que la pagaría a
cañonazos. Sucesivamente, prohibió la matanza de lobos a los extranjeros,
concediendo el privilegio a los naturales, de quienes aquéllos debían
comprarlos. Pero, por desgracia, tal había sido el desorden con que antes se
había hecho la matanza de lobos y elefantes, y la disminución consiguiente
de ellos, que Oyuela la prohibió completamente durante varios años”.

Este antecedente demuestra la factibilidad del control de recursos


faunísticos cuando existe un funcionario leal, dispuesto a pelearse con las
fragatas en vez de asociarse a ellas. Por alguna razón, esta clase de
hombres no abunda en la época que estamos considerando. Si a ello se une
la ausencia de una conciencia y una política conservacionistas, sólo nos
quedan los testimonios de la depredación.

A esa zona llegaban barcos de diversos países, que se dedicaron a atacar


las colonias de elefantes marinos, cuya grasa era vendida en Europa como
aceite de ballena. A principios del siglo XIX, la extracción de aceite de foca
era de unas 50 a 60 toneladas anuales, de acuerdo con las reglamentaciones
de las autoridades coloniales. Pero la independencia significó la ausencia de
control de las costas australes, ya que, a pesar de las propuestas de
Belgrano, no se formó una marina mercante nacional. Esos barcos
extranjeros compitieron por la destrucción del recurso natural: hacia 1815-
1820, la extracción de aceite de foca era del orden de las 2.000 toneladas
anuales, lo que equivale a unos 40.000 elefantes marinos muertos por
temporada.

LAS técnicas de caza eran extremadamente destructivas, ya que atacaban


las colonias con lanzas, garrotes y armas de fuego durante la época de
pariciones, que era cuando la mayor cantidad de animales permanecía en
tierra. Se mataban las crías muy pequeñas, .aunque su rendimiento en
aceite era muy bajo. Sólo se aprovechaba la grasa del vientre del animal
pero no la de sus vísceras, lo que significaba desperdiciar la mitad del aceite
disponible.

A esto se unió el hecho de que los elefantes marinos carecían de enemigos


naturales en cierra, por lo cual no habían desarrollado ninguna defensa ante
ataques efectuados fuera del agua. A punto tal, que las hembras podían
continuar dormidas bajo el sol, aun después de la masacre de sus
congéneres, sin que las despertasen ni siquiera los balazos. Sólo lo hacían
cuando los marineros, creyéndolas muertas, les clavaban cuchillos para em-
pezar a extraerles la grasa.27*

Con estas prácticas, no sorprende saber que en 1828 sólo se obtuvieron


18 toneladas de aceite de foca; casi no quedaban animales, cuya
distribución alcanzaba anteriormente hasta la entrada del río de la Plata.

Y no es que se hubieran ido más hacia el sur para escapar de la


persecución. En esas remotas islas también estaban desapareciendo. Unos
años más tarde, cuando el Nautilos pase frente a las costas argentinas, Julio
Veme recogerá las palabras del capitán Nemo: "El 15 de marzo dejamos
atrás la latitud de las islas Shetland y Oreadas del Sur, y allí me dijo el
capitán (Nemo) que antiguamente numerosas tribus de focas habitaban
aquellas tierras; pero los balleneros ingleses y norteamericanos, en su genio
de destrucción, sacrificando los adultos y las hembras preñadas, habían con-
seguido dejar el silencio de la muerte donde antes existía la animación de la
vida”.2”

LOS CAMBIOS SOCIALES

Los cambios en las modalidades e intensidad de uso de los recursos


naturales implican cambios sociales de envergadura. En la primera mitad del
siglo XIX, la superficie utilizada de la pampa bonaerense crece a más del
doble. “Al sur del Salado ha surgido, sobre un vacío demográfico y
económico, una vasta zona de latifundio ganadero, donde los hacendados no
han necesitado, para afirmar su hegemonía, desplazar a grupos rivales,
donde se han hecho (o salvado) las más de las grandes fortunas privadas de
la provincia existentes hacia mediados del siglo.”

Durante codo este período, las políticas de distribución de cierras son muy
similares, a pesar de los vaivenes políticos: se declama una estrategia de
favorecer a los más necesitados y se aplica en la realidad un fortalecimiento
de la gran propiedad territorial. En 1812, Rivadavia afirma que su objetivo
es “repartir gratuitamente a los hijos del país” la tierra, ya que ellos, “siendo
víctima de la codicia de los poderosos, viven en la indigencia y el
abatimiento, con escándalo de la razón y en perjuicio de los verdaderos
intereses del Estado”.23* También “a los extranjeros que se dediquen a la
cultura de los campos se les dará tierras suficientes, se les auxiliara para los
primeros establecimientos rurales, y en el comercio de sus productos,
gozarán de los mismos derechos que los naturales del país”. Quince años
más tarde insisten en que no se debe "permitir que los campos de propiedad
pública vengan a ser el patrimonio de unos pocos, con grave perjuicio de la
prosperidad pública y de la industria particular de la dase más numerosa”.276
Pero, al mismo tiempo, su práctica concreta apuntó a consolidar el
latifundio, como lo revelan los estudios sobre las superficies otorgadas y sus
beneficiarios.'77

Esta diferencia entre lo que se dice y lo que efectivamente se hace va


reflejándose en los textos de los decretos, que van disminuyendo las
exigencias de poblar el territorio que se hacían a los beneficiarios de las
tierras. Así, en 1816, al entregarse campos al sur del Salado, se establecía la
obligación del adjudicatario de construir ranchos y corrales, armar a sus
peones y plantar “cuatro cuadras cuadradas de monte con cuatro mil árboles
de durazno”. Estos requerimientos se reducen progresivamente hasta que en
1858 la única obligación es “construir dos ranchos y un pozo de balde, e
introducir cierto número de haciendas”. Ya no se habla de poblar ni de
forestar, ni de construir corrales. De hecho, el único costo que se computaba
al instalar una estancia era el del ganado, ya que la tierra era otorgada en
forma prácticamente gratuita.

En este contexto de producción sin poblamiento, el recurso más escaso es


el hombre y los precios relativos reflejan su escasez. Así en 1847, un “potro
chúcaro” vale 10 pesos; los potros elegidos, sin domar, valen 50. Pero un
buen caballo manso vale 500. Es decir, que el animal, criado a campo
abierto, tiene un precio muy bajo; lo que lo valoriza es el trabajo que hacen
sobre él. Un viajero explica que el precio de una oveja en Tandil es “algo
menos que el valor de un huevo". Y agrega: “Las ovejas se desarrollan y
multiplican sin el menor trabajo de sus propietarios. Las aves de corral
exigen mayores cuidados y atenciones”.

Las faenas rurales —que durante la época colonial habían estado a cargo
de esclavos— requieren mano de obra asalariada. Para disciplinarla (y, al
mismo tiempo, pata mantener bajos los salarios) se establece la
obligatoriedad del trabajo. Una disposición de 1815 ordena que todos los
habitantes de la campaña bonaerense deberán tener una papeleta de
conchabo, sin la cual serán tenidos por vagos sin oficio. En pocos años
aparecen medidas similares en todo el país; las toman Mariano Vera en
Santa Fe en 1816, Artigas en la Banda Oriental en 1815, Ramírez en Entre
Ríos y Corrientes en 1816, San Martín en Cuyo en 1817.a1

El mecanismo represivo se complementa con el permanente


endeudamiento de los asalariados con sus patrones, un rasgo característico
de las grandes haciendas sudamericanas. De este modo, el abandono de
trabajo sin pago de la deuda queda definido como robo, en tanto que la
continuidad del empleo sólo lleva al aumento de ese endeudamiento.

Esta modalidad de uso de los recursos naturales genera una sociedad que
en muchos aspectos recuerda a las comunidades feudales. “Por aquella
extensión sin límites —dice Sarmiento— están esparcidas aquí y allá catorce
ciudades capitales de provincia. El desierto las circunda a más o menos
distancia, las cerca, las oprime; la naturaleza salvaje las reduce a unos
estrechos oasis de civilización enclavados en un llano inculto de centenares
de millas cuadradas, apenas interrumpido por una que otra villa de
consideración. (...) La sociedad ha desaparecido completamente, queda sólo
la familia feudal, aislada, reconcentrada, y no habiendo sociedad reunida,
toda clase de gobierno se hace imposible: la municipalidad no existe, la
policía no puede ejercerse y la justicia civil no tiene medios de alcanzar a los
delincuentes.’

La consecuencia inmediata es la formación de ejércitos privados,


organizados por los estancieros. Los Colorados de Monte, de Rosas, son la
más famosa de esas fuerzas, pero no la única. Terratenientes unitarios y
federales arman a sus peones para cuidar sus propiedades en la lucha contra
los indios, contra sus vecinos o contra el gobierno.

LAS LIMITANTES ECOLÓGICAS

Este modelo de uso de los recursos pampeanos tiene algunas limitantes


ecológicas. La principal de ellas es el problema del agua, es decir, la
alternancia de sequías e inundaciones, que ya hemos registrado en el
período colonial. Esta ganadería extensiva depende enteramente de las
condiciones climáticas, ya que el hombre no ha hecho nada para evitar sus
consecuencias desfavorables.

A apenas un mes y medio de la Revolución de Mayo, el Cabildo


denunciaba los efectos económicos de una sequía: “Por la escasez de pastos
en la campaña, se hallan muy aniquilados los ganados, lo cual motiva un
exceso notable en su precio".3”

Los testimonios sobre variaciones climáticas estacionales son muy


numerosos: “Pasamos sin dificultad el río Samborombón —dice un viajero—,
completamente seco por la falta de lluvias. [Pero] desde el invierno, el río
Samborombón crece con extrema rapidez, y al acercarse al río de la Plata se
conviene en un verdadero torrente. Poco tiempo atrás, una persona de las
vecindades había perdido 6.000 ovejas de buena cría como consecuencia de
una crecida del río”.2*4

En Chascomús, “el paisaje presenta un aspecto muy diferente durante el


verano o en pleno invierno. En esta última estación el agua cubre casi la
mitad del distrito y en verano los pastos se secan a causa del intenso calor.
La abundancia de pasto durante el verano depende de la extensión que ha
sido cubierta por el agua durante el invierno; así se explica la pobreza de
algunas grandes estancias donde los campos son muy ondulados”.2115

En cambio, el diario El Censor se preocupa por una sequía invernal.786 Y


en 1819, "después de un año sin llover, estalló una gran tormenta que dio
tanta agua, que los estancieros del norte de la provincia de Buenos Aires, al
hacer el recuento de sus animales, muy pocos hallaron, pues las corrientes
empujaron hacia Mar Chiquita los que se salvaron”.

Pero además existieron sequías excepcionales, que para Darwin ocurren


aproximadamente cada quince años. A éstas se agregan situaciones
verdaderamente catastróficas, que se registran una vez por siglo. Ha habido
gravísimas sequías en los años 1574/76, en 1614/17, en 1771/73, en
1827/32. Es interesante reproducirla descripción de Darwin sobre este
último fenómeno: "Llámase gran seca al período comprendido entre los años
1827 y 1832. Durante ese tiempo cayó tan poca lluvia, que desapareció la
vegetación y los mismos cardos dejaron de brotar. Secáronse los arroyos y
el país entero tomó el aspecto de un camino polvoriento. Esa sequía se hizo
sentir sobre codo en la parte septentrional de la provincia de Buenos Aires y
en la parte meridional de la provincia de Santa Fe. Gran número de aves, de
animales salvajes, de ganado vacuno y caballar, murieron de hambre y de
sed: Un hombre me contó que los ciervos tomaron la costumbre de ir a
beber al pozo que se vio obligado a cavar para suministrar agua a su familia;
las perdices apenas tenían fuerzas para huir cuando se las perseguía.
Estímase por lo menos en un millón de cabezas de ganado las pérdidas sufri-
das sólo por la provincia de Buenos Aires. Los animales abandonaban las
estancias, dirigiéndose al sur, donde se reunieron en gran gran número, que
el gobierno se vio obligado a enviar una comisión para tratar de dirimir las
contiendas que surgían entre los propietarios. [Además] el suelo había
permanecido seco tanto tiempo y existía en él una cantidad tan enorme de
polvo, que en este país tan llano habían desaparecido todos los linderos y las
gentes ya no encontraban los límites de sus respectivas propiedades.

’’Las bestias de ganadería se precipitaban por ir a beber en el Paraná en


rebaños de muchos miles de cabezas; agotados por la falta de alimento esos
animales, érales imposible volver a subir luego las escurridizas márgenes del
río y se ahogaban. El brazo del río que pasa por San Pedro estaba can lleno
de cadáveres en putrefacción, que un capitán de barco me dijo haberle sido
imposible pasar por allí: tan fétido era el olor. Sin duda alguna, perecieron
así en el río cientos de miles de animales, viéndose flotar sus cadáveres
descompuestos dirigiéndose hacia el mar”.2“’

Problemas similares ocurren en el resto del país. En Santiago del Estero,


una inundación "ha arrastrado con todos los edificios de campo que no
tenían altura suficiente para resistir, sembrados y parvas de trigo; ha
perecido todo el ganado que no pudo huir, y las gentes fueron
sorprendidas”.
Las irregularidades del régimen hídrico actuarán como factores limitantes,
no sólo del modelo productivo de la época, sino de otras formas de
explotación que se intentarán posteriormente. Cada vez, la llegada de una
inundación o una sequía sorprenderá a los productores agrarios y al
gobierno, con escasas o ninguna previsión tomada, como si no hubiera
suficientes antecedentes sobre ellas.

Nadie recoge la propuesta de Ramón Larrea y Ambrosio Crámer, quienes


en 1828 sugerían “la construcción de un puente dique en el paso
denominado La Postrera, en el curso inferior del Salado bonaerense, para el
mantenimiento de un caudal de aguas permanente en el nombrado curso
fluvial, de suma utilidad en tiempos de sequía”.”1 Nos interesa esta
propuesta porque es un importante antecedente del proyecto de Ameghino
de aplicar en el Salado una estrategia de manejo integral de la cuenca
hídrica. A pesar del consenso técnico, esta estrategia sigue sin aplicarse, un
siglo y medio después.

Y como cualquier pretexto es bueno para repartir cierras a los amigos,


en 1832 Rosas las entrega “a porción de familias indigentes por los estragos
que ha causado la calamidad de la extraordinaria seca, que aún se está
sintiendo en el territorio de la provincia".393

El problema hídrico no pasaba solamente por la alternancia entre


inundaciones y sequías. También estaba el desconocimiento del régimen de
aguas subterráneas, que impedía o dificultaba el poblamiento de amplias
regiones. Véase, por ejemplo, la carta que envían los realistas prisioneros en
Las Bruscas, un lugar próximo a la actual ciudad de Dolores: “Hasta el agua
llegara a faltarnos —dicen—; no es éste un mero temor infundado: la
sequedad y los calores consumen el todo o la mayor parte de esas lagunas;
la poca agua que les queda sólo sirve para fomentar más la corrupción,
pudriendo con su humedad la espadaña que cría, haciéndose incapaz de
bebería, y aumentando la malignidad del aire con sus efluvios. Tampoco nos
queda el recurso de los pozos: la experiencia nos ha enseñado ya que el
agua que prestan los hasta aquí cavados es salobre e impotable. [Ésta] ha
sido sin duda la causa de que se haya tenido que abandonar en dos
ocasiones, que se ha intentado poner estancia en él".

La escasez de maderas se une a los problemas hídricos para actuar como


factor limitante. Como los primeros terrenos que se ocupan son los que
tienen menos limitaciones, toda expansión de la frontera agropecuaria
significa avanzar sobre tierras con mayores restricciones que las ya
ocupadas. La duplicación de la superficie pampeana representa el enorme
esfuerzo de superar esas limitaciones.

Por esa razón, viajeros y exploradores insisten en las excepciones cada


vez que encuentran territorios con menores restricciones ecológicas. Así,
Mansilla llama la atención sobre campos cordobeses: "Allí hay pastos
abundantes, leña para toda la vida y agua la que se quiera, sin gran trabajo,
como que inagotables corrientes artesianas surcan las pampas convidando a
la labor. Cada médano es una gran esponja absorbente: cavando un poco en
sus valles, el agua mana con facilidad".2” Como hemos visto, un lugar con
pastos, agua y leña seguros representa algo parecido al Paraíso, por
contraste con las duras condiciones pampeanas.

EL DETERIORO DE LOS ECOSISTEMAS

Pero en los lugares en que el recurso existe, se lo depreda como si su


disponibilidad fuese infinita. En el Delta del Paraná, "gran número de
carboneros acude todos los años a hacer su provisión de carbón, llegando a
ahumar todo el país a veinte leguas a la redonda. Su modo de fabricación es
de los más viciosos, por lo que el producto resulta muy malo y se pierde
mucha cantidad de madera, sin que por cierto la merma sea excesivamente
considerable, ya que los bosques ocupan una superfìcie de gran extensión, y
sin que los torpes explotadores se preocupen mayormente por el daño, pues
las islas son del dominio público, de manera que cada cual puede disponer
de la madera como le plazca".595

En las décadas siguientes, los carboneros fueron avanzando sobre montes


cada vez más lejanos, a medida que destruían los bosques próximos a
Buenos Aires y a las ciudades de la zona litoral. La escasez de combustibles
fue tal, que cuenta D'Orbigny de un horno de ladrillos en San Pedro que
quemaba huesos de animales muertos en las estancias vecinas. Este
combustible se utilizaba en toda la pampa, donde cambien se empleaban
enormes cantidades de cardos, o se asaba la carne alimentando el fuego con
la propia grasa del animal.

La necesidad de madera fue tal, que durante la guerra con el Brasil se


envió un grupo a fortificar la isla Martín García, pero “para formar las
explanadas se tocaba una gran dificultad, cual era la falta de tablazón en
Buenos Aires, que no la había”. Por eso, capturaron un barco brasileño y lo
desarmaron, porque la escasez de madera les pareció más seria que la de
buques: “El casco se deshizo con mucho cuidado, destinando coda su
tablazón y maderas a las explanadas de la batería y los palos para asta de
bandera de ella; en fin, codo se aprovechó”.”6

Aun en un área boscosa como San Luis, la sobreexplotación hace decaer


la actividad forestal, a punto cal que en 1824 “toda la madera de
construcción y para otros usos se trae de Chile por la cordillera”.2”

Veamos algunos testimonios sobre consecuencias de la deforestación. En


Corrientes se tala el curupay para utilizar su corteza en la producción de
tanino, actividad sobre cuyas consecuencias ya había advertido Belgrano,
medio siglo atrás. También se destruyen los bosques de palmeras para
destinar el suelo a una efímera actividad agropecuaria. Más carde, el
pastoreo impedirá el rebrote de las palmeras.
* “Se emprendió su extracción intensiva [la del curupay]. Por codas
partes se veía, entonces, hasta en los lugares más agrestes, obreros que
despojaban a la orilla del monte de su mejor ornamento, ocupados sin
descanso en derribar esos hermosos árboles, quitarles la corteza y ponerla a
secar, para luego despacharla a Corrientes. El precio de esta corteza
aumentó a medida que se hizo difícil obtenerla. Es probable que esta cama
del comercio, tras haber enriquecido a numerosos propietarios de los
alrededores, vaya a extinguirse por completo, junto con los árboles que la
alimentan. ”WI!

* “Los habitantes de las otras partes de la provincia acuden a


establecerse en medio de los palmares, derriban las yatay y siembran, pero
es de temer que estas tierras aún vírgenes se empobrezcan con facilidad,
porque son muy arenosas y con escasa proporción de humus. También es de
temer que poco a poco se destruyan las palmeras, que no vuelven a crecer
en lugares poblados y terminarán por desaparecer del todo, como ya ocurrió
en Yataity, cerca de Las Ensenadas.”'

Pero además, la economía portuaria provocará la degradación de aquellas


áreas que no tengan utilidad directa para este modelo. Es significativo el
caso de los caminos interprovinciales e internacionales, que habían adquirido
mucho desarrollo durante la época incaica y durante la etapa de explotación
de las minas del Potosí. Por ejemplo, sabemos que el camino entre Chile y
Perú, a través del desierto de Atacan», había sido utilizado por Diego de
Almagro sin dificultades. Posteriormente fue escenario de un importante
tráfico de muías, cordobanes y tejidos de Chile al Potosí. En 1818 recuerdan
“que los manantiales de agua, que se inutilizaron en el desierto por falta de
uso e industria, se hallaban corrientes y útiles entonces”. Así, un camino que
era de uso corriente quedó inutilizado, ya que "una expedición de comercio
que salió de Chile en tiempos muy posteriores, se perdió enteramente
porque se internó en el desierto con mucha temeridad”.300
Lo que nos interesa destacar es que no hay ninguna política de protección
de ecosistemas, del mismo modo que casi no la hubo para la fauna. Por
supuesto que podría calificarse de anacrónico a este reclamo, porque es
generalizada la creencia que afirma que las propuestas de protección
ecológica son recientes. Por eso, queremos reproducir un decreto que Simón
Bolívar firma en Chuquisaca, en 1825, cuyos principios ecológicos no tienen
ninguna contrapartida en nuestro país:

“Considerando:

1. Que una gran parte del Territorio de la República de Bolivia carece de


aguas y por consiguiente de vegetales útiles para el uso común de la vida.

2. Que la esterilidad de) suelo se opone al aumento de la población y


priva entre unto a la generación presente de muchas comodidades.

128

3. Que por falta de combustible no puede hacerse o se hace


inexactamente o con imperfección la extracción de metales y la confección
de muchos productos minerales que por ahora hacen casi la sola riqueza del
suelo.

Acuerda:

1. Que se visiten las vertientes de los ríos, se observe el curso de ellos y


se determinen los lugares donde puedan conducirse aguas a los terrenos que
estén privados de ellas.

2. Que en todos los puntos en que el terreno prometa hacer prosperar


una especie de planta mayor cualquiera, se emprenda una plantación
regulada a costa del Estado, hasta el número del millón de árboles,
prefiriendo los lugares donde haya más necesidad de ellos.
3. Que el Director General de Agricultura proponga al Gobierno las
ordenanzas que juzgue convenientes a la creación, prosperidad y destinos
de los bosques en el territorio de la República”.301

Por contraste, podemos citar una ley de aduanas de la época de Rosas


(1835) que libera de impuestos la exportación de leña y de carbón de leña
provenientes de Santa Fe y Corrientes.102 Es decir, que la política apuntaba a
estimular la deforestación.

LOS RECURSOS NO RENOVABLES

En esta etapa, se mantienen los intentos de continuar siendo un país


minero, después de la pérdida de los yacimientos de plata del Alto Perú. AJ
comienzo, durante la Guerra de la Independencia, se pone el acento en un
único yacimiento, para compensar los metales preciosos perdidos. “El Potosí
estaba en poder de los enemigos —dice Domingo Matheu—; para subsanar
esta privación se habilita el cerro de Famatina por acuerdo del Congreso y se
funda la Casa de Moneda de Córdoba, la callana o crisol y el remate de
pastas en La Rioja, jurisdicción sobre el cerro.”305

En el mismo sentido habla Pueyrredón, ya que se trata del acuciante


problema de obtener recursos para la guerra contra los realistas y las
guerras civiles. “(Me he ocupado] del establecimiento de un banco de ensaye
y de rescates para la explotación y beneficio de los abundantes y preciosos
mecates del celebrado mineral de Famatina; y fundación de una casa de
moneda en la capital de Córdoba."

Esta situación genera un flujo transitorio de capital extranjero hacia esta


actividad. Es el mismo movimiento económico por el cual en Gran Bretaña
“compañías poderosas se proponían explotar [las minas] de México y las del
Perú”.3®5 Estas empresas se orientaron a la inversión externa, debido a que
la economía británica atravesó una larga fase descendente entre 1813 y
1845, la que incluyó una profunda depresión en 1825.306 Durante ese
período fue más rentable invertir en el exterior que en Gran Bretaña, lo que
contribuye a explicar fenómenos cales como el empréstito Baring y sus
similares en la mayor parte de América Latina, como también la inversión
directa en proyectos mineros. Con este impulso, se constituyen compañías
de capitales mixtos (argentino-británicos), que explotan yacimientos de oro,
plata, cobre y plomo en la zona cordillerana. En un caso —Famatina— se
opera en gran escala.

Pero también se produce una relativa expansión de la actividad minera en


diferentes provincias, basada en producciones artesanales destinadas al
mercado local y el intercambio. Tal es el caso de la cal de Córdoba y Entre
Ríos y el cobre de las provincias cuyanas.301

EL AMBIENTE URBANO

El interés por el ambiente urbano se origina en los aspectos sanitarios. Se


trata de evitar las epidemias con medidas que a veces tienen más de
ideológicas que de sanitarias. Como contrapartida de las rogativas y
procesiones de unos años atrás, esta vez la Asamblea de 1813 considera
que las prácticas religiosas son las que provocan las enfermedades. Así,
atribuye la mortalidad infantil a “un espasmo que entre otras cosas lo origina
el agua fría con que son bautizados”.308 En consecuencia, ordena que sólo se
bautice con agua templada.

Son frecuentes, también, las explicaciones individuales de la enfermedad.


Es decir, aparecen médicos que se preguntan por qué se enfermó tal o cual
persona, anees que indagar por qué apareció la epidemia. El siguiente es un
buen ejemplo de esta forma de pensar. Ante una epidemia, un diario de
Buenos Aires explica: “Un sujeto está con disposiciones a contagiarse
cuando está muy debilitado por la vida austera, la falca o exceso de
alimento, la destemplanza en la bebida o en los placeres de Venus, las
grandes fatigas o una evacuación considerable; cuando se ha expuesto al
frío cargado de humedad, particularmente por la noche, y, lo que es más
que codo, cuando está poseído de un miedo y un tenor excesivo”.1M Es decir,
otra vez el tono de moralina que atribuye la enfermedad a los pecados
cometidos.

Afortunadamente, la discusión del tema no se reduce a esta polémica


entre ateos y beatos, sino que aparecen puntos de vista que tienen en
cuenta las condiciones ambientales. Por ejemplo, se señala que en 1816 la
tasa de mortalidad general en Buenos Aires era del 41,6 por mil, frente al
25,6 de Suecia, 32,1 de Londres y 33,2 por mil en Francia. "Tal vez —se
dice— ocupan el primer lugar entre estas causas funestas el sepultarse los
cadáveres dentro de la misma población; el desaseo de las calles; el podrirse
animales muertos dentro de la misma población; los lodazales y aguas co-
rrompidas.”, Como vemos, había otras razones para enfermarse, además de
la bebida y los placeres de Venus.

En realidad, son frecuentes las denuncias por contaminación urbana


provocada por la presencia de animales en la ciudad. Por ejemplo, en 1822
un diario porteño se queja de que en la ciudad existan depósitos de estiércol
de los animales usados en panaderías y molinos, "donde, recogido en
grandes cantidades y humedecido con la orina de las bestias, forma un
pantano, que en muy breve plazo inicia una fermentación que emite gases
de naturaleza venenosa”.'“1

Al año siguiente, otro periódico atribuye a la contaminación un brote


infeccioso declarado en San José de Flores. “Se mata casi diariamente un
número considerable de yeguas para la fabricación de su aceite; extraído
éste, se abandonan todos los demás despojos en el campo, los que,
pudriéndose libremente, despiden un hedor nauseabundo e intolerable, que
se deja sentir a distancias considerables, y tal es a su juicio la causa de la
epidemia.”312

De acuerdo con su concepción modernizante, la política de Rivadavia


sobre el ambiente urbano significa un avance considerable. Se establecen
controles sobre el área del río utilizada por las lavanderas, sobre el desagote
de los baños públicos y un sistema de inspección sobre los alimentos
ingresados a la ciudad. Un bando policial prohíbe arrojar aguas sucias a la
calle, no sabemos si con mayor éxito que las anteriores disposiciones del
Cabildo/31*

Algunas de las medidas sanitarias se toman en medio de un clima de


histeria provocado por las noticias de epidemias en Europa. El miedo se
realimentaba a sí mismo, ya que se creía que el temor al contagio en un
medio propicio para la propagación de enfermedades.514 Ante esto, las
herramientas disponibles eran la cuarentena de buques, el aislamiento de los
enfermos y los baños con vinagre. El gobierno se orientaba según el
Reglamento de Sanidad del puerto y los informes del Tribunal de Medicina.

El plan de trabajo de la Academia de Medicina (fundada en 1822 y cenada


en 1824) pone el acento en los aspectos ecológicos y ambientales. Los
médicos se ponen a estudiar el clima, el suelo, las aguas, la geología y las
enfermedades del país, para establecer la higiene pública y privada.
Consideran que las enfermedades de una región serán las mismas que las
prevalecientes donde hubiera iguales condiciones ecológicas.315

En 1826 se establece que en las escuelas públicas “no se admitirá joven


que no haya sido vacunado o que no haya tenido viruela”. Francisco Javier
Muñiz desarrolla una eficaz vacuna antivariólica, mientras se fundan las
facultades de Medicina y de Farmacia. Por una vez, la ciencia parece ser una
actividad respetable.

Se aprueba un reglamento de obras públicas, con indicaciones para el


planeamiento urbano. E] mismo debía estar a cargo del Departamento de
ingenieros Arquitectos, integrado por ocho técnicos, entre ellos, un maestro
de economía política. También se reglamentan las condiciones de trabajo
industrial, se amplía el alumbrado público y se crean cementerios para no
efectuar entierros en las iglesias.

La Comisión Topográfica estudia el trazado urbano e informa en 1825


sobre la “anarquía con que se había expandido la ciudad, muy especialmente
en sus suburbios y quintas, y cuán difícil se tornaba ahora practicar
rectificaciones y superar las dificultades surgidas de un crecimiento
inorgánico”.

Las aguas de Buenos Aires

Desde la época colonial, la ciudad de Buenos Aires se abastecía con agua


de pozo y con la que se extraía del rio. Según Vida], en 1820 “toda la ciudad
se abastece” mediante los carros aguateros, “porque los pozos, a pesar de
ser numerosos, no producen más que agua mala, sucia, impropia para la
cocina”. Este viajero describe las incomodidades que provocaba el sistema
de carros aguateros y agregaba escás palabras, que adquirirían todo su
significado unos años más tarde: “No es improbable que este modo
inconveniente de suministrar a la ciudad una de sus primeras necesidades
para la vida y la salud continúe, hasta que algún inglés emprendedor
demuestre la practicabilidad de un método menos caro e infinitamente
menos incómodo”.

Durante largo tiempo, el agua de pozo se siguió usando, pese a ser sucia
y salobre. Una de las alternativas ensayadas fue la construcción de aljibes,
que permitían utilizar los techos para recoger agua de lluvia y almacenarla
en el subsuelo. Se trataba de una solución teóricamente adecuada, pero se
carecía de medios para impermeabilizar los aljibes. El resultado fue un
sistema "menos higiénico, pues casi siempre se producían filtraciones de la
primera napa contaminada por los retretes”.

El uso de unas u otras alternativas para el abastecimiento domiciliario


dependía de las condiciones sociales y del nivel de ingresos de cada familia.
El agua era un artículo básico de la canasta familiar y su precio era el
comentario obligado al hablar del costo de la vida. Así, Berutti comenta que
en 1827 el agua costaba “menos de un barril medio [real], y antes dos
barriles grandes era un medio; de manera que todo está por las nubes, y los
pobres ni comen frutas, ni agua del río beben, sino del pozo, por lo caro de
ella”.3”

Más adelante, al hablar del gobierno de Lavalle, dice que no había “bueyes
para el servicio público, porque éstos se han quitado para el abasto público,
y por lo mismo, no hay aguadores sino uno u otro muy raro, y así el pueblo,
la mayor parte bebe agua del pozo, y el que tiene aljibe de éste, y 110 del
río”.

En 1821 se aprueba una ley que autoriza la construcción del puerto de


Buenos Aires. Para financiarlo, se contrata el empréstito Baring, que después
será gastado en otras cosas. Mediante la misma ley, se trae al país un
ingeniero hidráulico que diseña un sistema de bombeo mediante tracción
animal para llevar agua del río a un depósito elevado.

También pide ensayar la extracción de agua de la napa subterránea y


defiende públicamente este punto de vista. El ingeniero Evans, dice un diario
de la época, “es de parecer que el agua que se encuentra en los pozos de
esta ciudad, es puramente una filtración de las del río; y que deben hacerse
experimentos para saber si a mayor profundidad del nivel de estos pozos, se
encontrarán o no aguas manantiales”.121 Agrega que en Londres el
abastecimiento de agua es individual a partir del agua subterránea. “La
prudencia exige se cave y taladre la tierra en Buenos Aires hasta una
profundidad considerable, antes de determinarse a establecer cualquier
máquina costosa para abastecer la ciudad con aguas permanentes.” Este
recurso “no sólo podrá abastecer la ciudad, sino también ser una fuente
inagotable de riquezas para toda la campaña”.

Esta última frase es especialmente importante, porque, como hemos visto


antes, el desconocimiento del régimen de agua subterránea fue el principal
factor limitante para el uso productivo y la ocupación estable de una muy
amplia zona de la región pampeana. Es posible que el no haberse tomado en
serio a Bevans haya significado un retraso de varías décadas en el uso de
esos recursos naturales. El motivo último parece haber sido de prejuicio
social: los textos que acabamos de citar revelan que usar agua subterránea
era costumbre de pobres y, por ende, toda solución que implicara su
utilización era rechazada por la clase gobernante. Esto podría explicar el
ensañamiento oficial con Bevans; los gobiernos de Viamonte y Tomás Guido
no solamente lo despiden sino que además eliminan el cargo, con general
beneplácito. El diario El Mensajero Argentino comenta: “y aunque el empleo
que se dio al Jefe de aquel Departamento, de facilitar la comunicación entre
nuestras antípodas, por medio de un barreno que atraviese el globo que
habitamos, habría sido un suceso importante y digno de su autor. Sin
embargo, hoy no estamos para maravillas1’.112

El antecedente de Evans se repetirá indefinidamente durante los siglos


XIX y XX. La Argentina dilapidará fortunas por esta inveterada costumbre de
ahorrarse el sueldo de sus científicos.

Las experiencias realizadas con agua subterránea fracasaron debido, en


buena medida, a la hipótesis de Evans de que la napa se recargaba por
filtración del río, antes que por acción de las lluvias. En consecuencia, se
cavó una galería filtrante para obtener agua, pero se lo hizo cerca de la
costa. El agua obtenida resultó salitrosa, deduciéndose de allí la mala calidad
del agua subterránea. Sin embargo, lo que ocurrió fue que en las zonas
bajas hay sedimentos salinos, debido a la elevación del nivel del mar
(intrusiones marinas) en épocas geológicas anteriores. Allí el agua
subterránea es necesariamente salada, lo que no significa que lo sea en
zonas más altas, a las que el mar no llegó nunca.

Otro factor que llevó a descartar aguas —esta vez de buena calidad— fue
el haber utilizado el jabón como indicador de potabilidad. En efecto, se
consideraba no potable el agua que cortaba el jabón, efecto que, como hoy
sabemos, no guarda ninguna relación con su potabilidad. '

En consecuencia, se seguía usando el agua del río, sujeta a la fiscalización


de la policía municipal, la que “siempre se ha encargado de que las aguas
que se usan en la ciudad sean limpias y buenas”. La ciudad era abastecida
con unos 200 carros aguateros y la policía fijaba el precio de) agua,
calculado según el costo de los insumos. Esta relación no era idílica, sino
conflictiva, como vimos en las memorias de Berutti: además de
discrepancias por el precio del agua, había conatos de huelgas y castigos al
adulterarse las medidas con que el producto se expendía.

Continuaron, sin embargo, los proyectos para mejorar el abastecimiento.


Carlos Enrique Pellegrini preparó un proyecto pata bombear agua filtrada a
un depósito desde el cual se distribuiría a los carros aguateros, sin encontrar
ningún apoyo oficial ni privado.

Con los desagües pluviales ocurrió lo mismo que con el agua potable: se
sucedieron los proyectos, sin que se llevaran a cabo las inversiones
necesarias. En 1823, el diario El Centinela critica los pantanos que se forman
en las calles. Recomienda "construir acueductos subterráneos bajo las calles,
por donde corriesen las aguas al río”. En caso contrario, propone cavar
pozos de “12 a 14 varas de profundidad", que “servirían de sumideros’', para
desagüe.325
Diez años más tarde, el gobernador Viamonte ordena al jefe de Policía
“allanar los obstáculos que se opongan al curso de las aguas pluviales,
según inclinación del terreno”, y "abrir las calles y caminos que aún se
mantengan cerrados y cuya apertura es reclamada por la conveniencia
pública”.524 En realidad, ambos fenómenos estaban muy vinculados y su
origen era el crecimiento anárquico de la ciudad, de que hablábamos más
arriba. Dicho crecimiento, al hacerse de cualquier modo, bloqueó el
escurrimiento natural y facilitó el anegamiento de amplias zonas de la
ciudad.

La contaminación industrial

El saladero es la principal transformación de materias primas en esta


sociedad ganadera. Los primeros saladeros se instalaron durante el siglo
XVIII y ya en 1801 se anotaban treinta en el Rio de la Plata, que empleaban
en conjunto a mil hombres y faenaban 120.000 novillos anualmente. La
mayor parte de ellos estaba sobre el Riachuelo. Esta localización no era
antojadiza, sino que se originaba en las viejas leyes de Indias, que
ordenaban que los establecimientos contaminantes estuvieran localizados
aguas abajo de las ciudades. Se creó así una zona de concentración de
actividades contaminantes, que persiste hasta el presente. Esto nos muestra
la enorme inercia que tienen las funciones urbanas. O, si lo preferimos, la
lentitud con que cambian las ciudades.

Hubo, sin embargo, una excepción importante: Juan Manuel de Rosas


cenia cal pasión por las faenas rurales que instaló su saladero en Palermo,
sobre el arroyo Maldonado, a pocos metros de su propia casa.551 Para ver lo
que significaba tener un saladero por vecino, tenemos que describir un poco
esta actividad.

Se trataba de establecimientos que operaban en gran escala, basándose


en el principio de división del trabajo, y con una altísima eficiencia en los
aspectos de carnicería. “Cinco minutos después que el animal ha sido
muerto, su carne está salada”, dice D'Orbigny, quien agrega: “Su cuero lo
están envenenando y deshecho sus huesos, y la grasa de las entrañas están
hirviendo para extraer de ellas el aceite, y el trabajo prosigue durante todo
el día con la misma rapidez y regularidad de una máquina”.528 Nosotros
acocamos que esos venenos usados para curtir el cuero se iban después al
agua del Riachuelo. Lo mismo ocurría con la sangre, los desperdicios y el
agua usada para hervirlos. Aclaremos que (oda la eficiencia estaba en la
destreza de los gauchos que enlazaban a los animales, los mataban y los
descuartizaban, porque la calidad del producto resultante seguía siendo tan
mala como en la época colonial.

Por obra de los saladeros, Guillermo Enrique Hudson llamaba a Buenos


Aires “la ciudad más pestilente del globo". Y nos da la siguiente explicación:
“La sangre, tan abundantemente vertida cada día y mezclada al polvo, había
formado sobre todo el terreno una costra de medio pie de espesor. Dejo al
lector el cuidado de imaginar el olor que se desprendía de esta costra, como
asimismo de las barricas de los despojos de carne y huesos que se tiraban
por cualquier parte, en montón. Pero no, eso no puede ser imaginado".3W

Y más tarde o más temprano, por inundaciones, por lluvias o por


vertimiento deliberado, todo eso iba a parar al Riachuelo, que recibió de este
modo sus primeras heridas.

Mientras tanto, el olor se extendía por toda la ciudad. Un testigo de la


época dice que "el olor de los saladeros no es por cieno muy agradable, y en
la misma ciudad de Buenos Aires, cuando el viento sopla del lado de
Barracas, lugar donde están reunidos, el tufo se hace insoportable,
especialmente si se está preparando harina de huesos”.150

Así, el Riachuelo fue contaminándose cada vez más. Como dice Martínez
Estrada, "el pobre Riachuelo arrastra sus seculares detritus de las curtidurías
y los saladeros, lavándose constantemente en su misma suciedad, como
lady Macbeth en su remordimiento. Sangre, materias orgánicas,
desperdicios. Por la mañana, el grande río se ilumina con brillos argentados;
por las tardes el Riachuelo profundiza su lobreguez de tinta china y emana
olores enervantes".

Finalmente, esta contaminación del Riachuelo provocó alguna reacción de


las autoridades. En 1822, con la firma de Martín Rodríguez y Benardino
Rivadavia, aparece un decreto que aleja del centro de la ciudad los depósitos
de cueros y las fundiciones de velas, por los olores que emitían. También se
manda “al otro lado del Riachuelo” a los saladeros, fábricas de velas y
curtiembres. Es evidente que se atiende sólo a la contaminación del aire, no
a la del agua, ya que esos establecimientos continuaban arrojando sus
desperdicios al Riachuelo, sólo que lo hacían un poco más lejos de las áreas
más densamente pobladas.

En 1830 se prohíbe arrojar al Riachuelo los desperdicios de la faena de los


saladeros. Es el primer intento. Más tarde se gastarán toneladas de papel
sellado en sucesivos e inútiles decretos, leyes, resoluciones y ordenanzas
para tratar de salvar al Riachuelo de la muerte.

UN PAÍS EN GUERRA

Uno de los signos distintivos del uso de los recursos naturales en esta
etapa es la incidencia de los conflictos bélicos. Guerra de la Independencia,
guerra con el Brasil, guerras civiles, bloqueo anglo-francés, crean
condiciones de inestabilidad que hacen difícil pensar en el largo plazo.

El primero de los conflictos tiene que ver con qué sectores sociales serán
los beneficiarios de los cambios iniciados en 1810. Al respecto, dice Juan
José Castelli que “siendo los indios iguales a todas las demás clases en
presencia de la ley", ordena promover “su beneficio en todos los ramos, con
particularidad sobre repartimiento de cierras"132 En forma similar, Moreno
señala que “los americanos deben apresurarle a expiar las injurias cometidas
contra los bárbaros, deben atraerlos a su sociedad, mostrándoles los
beneficios que ello les proporciona”.513 Por su parte, Artigas reglamenta la
entrega de tierras y establece que "los negros libres, los zambos de esta
clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con
suertes de estancia”.111

Estas voces aisladas no lograrán modificar la tendencia general: para


unitarios y federales, la única propuesta que se debía seguir con los indios
fue el genocidio. Esta expresión refleja un concepto distinto del de “guerra
de fronteras". Se procuraba el exterminio de los indios, no su sometimiento.
Las pruebas al respecto son numerosas y muy contundentes. Para los fines
de este trabajo nos bastará con presentar el testimonio de Darwin, un
viajero que no puede ser considerado como simpatizante de la población
indígena. “Cuánto más horrible —dice— es el hecho cierto de que se asesina
a sangre Iría a todas las mujeres indias que parecen tener más de veinte
años de edad. Cuando protesté en nombre de la humanidad, me
respondieron: 'Sin embargo, ¿qué hemos de hacer? ¡Tienen tantos hijos
estos salvajes!'"335'336

Como consecuencia de este estado de guerra permanente, importantes


recursos naturales permanecen subutilizados —e incluso desconocidos, como
vimos anteriormente— debido a que no eran accesibles. Del mismo modo, la
estructuración del espacio nacional se resiente, lo que hace que dicho
espacio sea mejor utilizado por los indios que por los blancos.

Además, el estrangulamiento de las economías regionales en favor de la


aduana del puerto de Buenos Aires fue resistido por numerosos caudillos del
interior. La respuesta económica a la aduana porteña fue el establecimiento
de numerosas aduanas interiores, lo que hizo en la práctica que cada
provincia tuviera su propia política arancelaria. La Argentina es un conjunto
de unidades económicas autosuficientes, de límites imprecisos.

También está la incidencia de los continuos enfrentamientos armados.


Durante los conflictos, las distintas fuerzas en pugna se nutrieron del saqueo
de los territorios ocupados. Los recursos disponibles fueron tratados con un
criterio minero, sin preocupación alguna por su renovabilidad. "No recuerdo
que en las primeras expediciones al interior se comprase jamás un caballo,
disponiéndose de iodos sin distinción —cuenta José María Paz—. Pero esto
no era lo peor, sino el desorden, el desperdicio y la destrucción, sin mayor
utilidad pública."

Como en toda guerra, las condiciones sanitarias empeoraron


notablemente; las epidemias acompañaron a los ejércitos. En el caso del
Ejército del Norte, fue necesario “abandonar Jujuy, pueblo donde reinaba la
terciana (liebre palúdica) hasta el extremo de infestarse canto el ejército,
que llegó el caso de no haber quién montase guardia”. Tuvieron que “llevarlo
a un país benigno donde se repusiera”.

La demanda de soldados restó mano de obra para las actividades


productivas, muchas de las cuales debieron ser abandonadas. Por ejemplo,
en 1810 el Cabildo de San Juan escribe a la Junta, advirtiéndole que “la
escasez de brazos para sus labranzas contribuirá a la destrucción de aquel
pueblo”.

Los testimonios de la época señalan los consecuencias de las exacciones


compulsivas. En 1810 había en la provincia de Entre Ríos 5,5 millones de
cabezas de ganado, las que "han desaparecido como el humo, ya que en
1823 no pasaban de 100.000 cabezas. “Los Llanos de La Rioja están hoy
desiertos —dice Sarmiento—. Donde hace veinte años pacían tantos millares
de rebaños, vaga tranquilo el tigre. Por supuesto que la recíproca también es
cierta.
En Corrientes, Entre Ríos, Misiones y Santa Fe se hicieron saqueos en la
frontera: “Aquellos campos que antes estuvieron desiertos, por efecto de las
guerras intestinas, se cubrieron en poco tiempo de inmensos rebaños
robados a los brasileños'’.”2 La cantidad de ganado así incorporada llegó a
ser tal que la sobre oferta hizo bajar su precio.

Además del deterioro del aparato productivo, los conflictos bélicos


obligaban a una orientación improductiva del gasto público. De 1820 a 1840
era habitual que alrededor de la mitad de los presupuestos provinciales se
destinara a gastos de guerra. De 1840 a 1850 la provincia de Dueños Aires
destinó la mitad de su presupuesto a gastos militares y entre el 30 y el 40
por ciento al pago de la deuda pública.10

Ello contrasta con la gestión de San Martín, al gobernar las provincias de


Cuyo de 1814 a 1817 mientras formaba el Ejército de los Andes. Organiza
una economía de guerra en el sentido moderno del término, al procurar el
incremento de la producción y el estímulo a la actividad económica, como
bases de sustentación del esfuerzo bélico. Incluso utiliza formas de energía
que no eran de uso comente en el país. Para vestir al Ejército de los Andes,
manda construir “un batán movido por agua por el sistema de los molinos".
* El uso de máquinas hidráulicas similares estaba extendido en España —
Cervantes describe una en el Quijote—, pero no era habitual en nuestro país.

La mayor parte de los gobernantes impone contribuciones forzosas para


adquirir pertrechos o confisca los elementos útiles que$ encuentra a su
paso. San Martín se orienta a la instalación de establecimientos que
produzcan localmente los bienes necesarios. De este modo, la economía
local genera los excedentes necesarios para sustentar el esfuerzo de guerra,
sin deteriorar demasiado su capacidad productiva. Tales resultados se logran
mediante una activa intervención estatal en todos los órdenes de la vida
económica, la que se planifica a tal extremo que (según palabras del propio
San Martín) “las fortunas particulares casi son del público1’.

EL FIN DEL MODELO

De 1840 a 1860 se producen cambios sustanciales que prefiguran la etapa


siguiente. En primer lugar, se produce una acumulación de capitales, lenta,
debido a las condiciones desfavorables señaladas, pero significativa. Se
recomponen los rodeos perdidos (es decir, se produce una repoblación
ganadera), se restablecen parcialmente las economías regionales y se
instalan nuevas industrias. Hacia 1850 hay en la ciudad de Buenos Aires más
de mil establecimientos manufactureros, a tal punto que un viajero la califica
de “gran taller industrial”.

En segundo lugar, se producen cambios en el mercado internacional que


llevarán a otra modalidad de uso de los recursos en la Argentina;
desaparece la esclavitud, con lo cual el saladero inicia su decadencia, al
tiempo que aumenta la demanda de carnes, cereales y lanas. El país tiene
aptitud ecológica para producirlos, pero este cambio en el uso de los
recursos requiere profundas modificaciones en la política, la población y el
espacio nacional.

Uno de los cambios más importantes, en lo que hace al uso de los


recursos naturales, es el referido a la libre navegación de los ríos. Para la
legislación colonial y para la de los primeros años de vida independiente, los
ríos interiores sólo podían ser navegados por los naturales del país. En
numerosos pactos interprovinciales y convenios entre países limítrofes se
estableció la libertad de navegación para los ribereños, que es
completamente distinto de extenderla a los buques de todas las banderas.
En cal situación, los mercantes extranjeros que desearan remontar los ríos
nacionales o los ríos compartidos debían pagar un peaje especial y la
autoridad local podía negarles el paso.
Estas normas, por otra parte, eran similares a las vigentes en la mayor
parte del mundo. Sin embargo, las potencias industriales presionaron para
lograr el libre ingreso de sus barcos. Al respecto, es interesante la
fundamentación expuesta por el ministro francés Louis Adolphe Thiers (el
mismo que años más carde fusilaría a los comuneros de París): “La riqueza
del país, esos ríos, que están bordeados por ricas tierras, deben estar
abiertos. Si no lo están, veréis que tampoco podríais comerciar con ellos sin
pagar un peaje.

’’¿ Sabéis con qué dinero paga él [Rosas] esas tropas? Las paga con los
peajes de los ríos. Cuando le hayáis hecho dueño de esos ríos, le habréis
dado el verdadero poder; cuando le hayáis dado las bocas de esos ríos le
habréis dado el medio de hacerse respetar y habréis perdido los medios de
comerciar sólidamente y le habréis entregado todo el comercio del país".

Por oposición, Alberdi había recomendado: “Firmad tratados perpetuos de


libre navegación”, y en un sentido similar se expresa Sarmiento. Toda la
propaganda de los emigrados contra Rosas se basa en abrir los ríos a la
navegación de todas las banderas. £1 bloqueo anglo-francés —al que hay
que considerar como una verdadera guerra de conquista— tiene el mismo
objetivo.

Al pronunciarse Urquiza contra Rosas, recibe el apoyo financiero y militar


del Imperio del Brasil. A cambio del mismo, se compromete a “emplear toda
su influencia cerca del gobierno que se organizare en la Confederación
Argentina para que ésta acuerde y consienta la libre navegación del Paraná y
de los demás afluentes del río de la Plata". Una vez instalado en el gobierno,
el propio Urqui2a firma un decreto por el cual declara "que la navegación de
los ríos Paraná y Uruguay sería permitida a todo buque mercante, cualquiera
que sea su nacionalidad, procedencia y tonelaje”. Y lo extendía a “la entrada
inofensiva de los buques de guerra extranjeros”. Inmediatamente Urquiza
firma tratados con Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos en los que se
compromete a permitir esa navegación a perpetuidad, aun en caso de
guerra.

Los constituyentes de 1853 ratifican esos tratados e incorporan sus


principios básicos en la Constitución Nacional. En la misma, suprimen las
trabas impuestas al tráfico fluvial (artículos 11 y 12), decretan la libertad de
navegar y comerciar (artículos 14 y 20) y abren los ríos interiores a todas
las banderas (artículos 26 y 67, inciso 99).Esta insistencia en los ríos es
especialmente significativa, ya que la Constitución hace muy escasas
referencias al uso de los recursos naturales.

La importancia de esce cerna no es solamente coyuntura, sino que hace a


la orientación del desarrollo y al modelo de país al que se aspira. Al
decretane la libre navegación de los ríos temiina la etapa de las economías
regionales autosuGcientes y la Argentina comienza su inserción en el
sistema de la división internacional del trabajo.
NOTAS

202. Belgrano. Manuel: Medios generales..., op. cil-, en réf. 175.

203. Moreno, Mariano: Representación de los hacendados de las


nmpañas del Rio de la Plata, en “Escritos de Mariano Moreno", Biblioteca El
Ateneo, Buenos Aires, 1896.

204. Ferns, H. S.: Cran Bretaña y Argentina en el siglo XIX, Solar-


Hachette, Buenos Aires, 1966.

205. Parish, Woodbine: Buenos Aires y tas provínoos det Río de la


Plata, Buenos Aires, Hachette, 1958.

206. Brailovsky, Antonio Elio: “Historia de la deuda extema argen-


tina", en Realidad Etonómica, N° 50, Buenos Aires, 1 bimestre de 1983.

207. Mac Cann. William: Viaje a (aballoporla República Argentina, en


“Viajes por la América del Sur", Madrid, Aguilar, Biblioteca Indiana, 1958.

208. Oddone, Jacinto: La burguesía terrateniente argentina. Libera,


Buenos Aires, 1975.

209. “Memorándum preparado por J. N. Roxas y Patrón”, repre-


sentante de la provincia de Buenos Aires, en la reunión celebrada en 1831
entre representantes de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos
y Corrientes. Reproducido en Revista de Economía Regional, CFI, Buenos
Aires, 1964.

210. Parish, op. cit., en ref. 205.

211. Moreno, Manuel: Vida y memorias de Mariano Moreno, op. cit.


en ref. 187.

212. Rivadavia, Bernardino: decreto del 4/9/1812.


213. Garcia. Pedro Andrés: Diario del viaje a Salinas Grandes
(Carhué), 1810, en Biblioteca de Mayo, tomo IV.

214. ídem anterior.

215. ídem anterior.

216. Parish, op. cit., en ref. 205.

. 217. Belgrano, Manuel: Expedición al Paraguay, en Biblioteca de Mayo,


tomo II, 1960.

143

218. Martínez Sierra; op. cic., cn ref. 149.

219. D’Orbigny. op. cit., en ref. 91.

220. Sarmiento, Domingo Faustino: Argirópolis, Buenos Aires, La


Cultura Argentina, 1916.

221. Martínez Sierra: op. cit., en ref. 149.

222. Zeballos, Estanislao: CaUvucurá y ^ dinastía de los Piedra,


Buenos Aires, Hachette. 1961.

223. Zeballos. Estanislao: Viaje aI país de los araucanos, Buenos


Aires. Hachette, 1960.

224. Darwin, Charles: Un naturalista en el Plata, Buenos Aires, CEAL,


1970.

225. Burmeistcr, Carlos: “Viaje por los Estados del Placa", en Revista
de Historia de Rosario, año IV. N® 12. diciembre de 1966.

226. Sarmiento, Domingo F.: discuno pronunciado en la Cámara de


Diputados de la Nación, sesión del 30/11/1860, en Obras completas, ionio
XIX, pág. 157.

227. Parish: op. cit., en rcf. 205.

228. Darwin, op. cit., en ref. 224.

229. D'Orbigny, op. cit., en ref 91.

230. HinchlifT, T.: Viaje al Plata en 1861, Buenos Aires, 1955.

231. De Azara, op. cit., en ref. 101.

232. D’Orbigny, op. cit., en ref. 91.

233. Cit. en Mirabén, Max: Germán Bnnneister, su vida, su obra, Ed.


Culturales Argentinas. 1968.

234. Darwin, op. cit., en ref. 224.

235. D’Orbigny, op. cit., en ref. 91.

236. Hudson, Guillermo Enrique: Allá lejos y hace tiempo, Buenos


Aires. Peuscr, 1947.

237. Sarmiento, op. cit.. en ref. 226.

238. Parodi, L. R.: “Ensayo fitogeográfico sobre el partido de Perga-


mino”, cn Revista de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, vol. VII, N° 1,
Buenos Aires, 1930.

239. EUenberg, H.; Wald in der Pampa Argentiniens?, Geoboc. Inst,


der Eidg. Tecli. Hochschule, Rubi, Zürich, H. 37, 1953.

240. Schmithusen. J.: “Die räumliche Ordnung der chilenischen


Vegetation”, en Bonner Geograph, Abhand, N® 1.7, 1956.

241. Sarmiento, Domingo F.: Facundo, op. cit., en ref. 2.


242. Pueyrredon, Manuel Alejandro: Historia de mi vida, en Biblioteca
de Mayo, tomo II, 1960.

242. Mansilla. Lucio Vicente: Una excursión a los indios rattqueles, Buenos
Aires. EUDEBA. 1967.

144

244. Almanaque político y ile comercio para 1826, prólogo de Enrique


M. Barba, Buenos Aires. Ediciones de la Flor, 1968.

245. Idem anterior.

246. D'Orbigny, op. cit., en ref. 91.

247. Relación de los padecimientos y ocurrencias acaecidas al coronel


de caballería Faustino Attsay (1810'1822), 2' pane, en Biblioteca de Mayo,
tomo IV.

248. ídem anterior.

249. Hudson, Guillermo E-: op. cit.. en ref. 236.

250. Mac Cann, op. cit., en ref. 207.

251. D’Orbigny, op. cit., en réf. 91.

252. ídem anterior.

253. ídem anterior.

254. Idem anterior.

255. ídem anterior.

256. Zinny, op. cit., en réf. 196.

257. D’Orbigny, op. cit., en réf. 91.


258. Rosas, Juan Manuel de; Instrucciones a ios mayordomos de
estancias,

■ Buenos Aires, 1951.

259. Mac Cann. op. cit., en ref. 207.

260. D’Orbigny, op. cit., en rcf. 91.

261. ídem anterior.

262. Zinny. op. cit., en réf. 196.

263. Ibarguren, Carlos: Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, 1930.

264. Cestino, Francisco: Apuntes para la historia del partido de la


Ensenada, 1821-1882, La Plata, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos
Aires, 1949.

265. ídem anterior.

266. Moreno, Juan Carlos: Lo recuperación de las Malvinas, Buenos


Aires, Plus Ultra, 1973.

267. Fonseca Figueira.José Antonio da; DavidJewett, una biografia


para la historia de las Malvinas, Buenos Aires, Sudamericana-Planeu, 1985.

268. Tjarki, op. cit., en ref. 129.

269. Palacios, Alfredo L.: Las islas Malvinas, Buenos Aires, Claridad,
1957.

270. Correa Luna, op. cit., en ref. 146.

271. Maeso, Justo: nota a la obra de Parish, Woodbinc: Buenos Aires


y..., op. cit., en ref. 205.

272. D’Orbigny, op. cit., en ref. 91.


273. Vemc, Julio: Veinte mil leguas de viaje submarino. Plaza y Janes,
1-958.

145

274. Halperin Donghi, Tulio: “La expansión ganadera en la campaña


de Buenos Aires1’, en Desarrollo Económico, Vol. 3, N** 1-2, abril-se-
tiembre de 1963.

275. Rivadavia, decreto cit., en reí 212.

276. Rivadavia, Bemardino: decreto de 1827.

277. Oddone, op. cii., en ref. 208.

278. Decreto del 25/11/1816, cit. en Berro, Rolando Dorcas: Nuestra


Señora He los Dolores, La Plata, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos
Aires, 1939.

279. Decreto del 1/6/1858.

280. Mac Cann, op. cit., en ref. 207.

281. Halperín Donghi, op. cit., en ref. 274.

282. Sarmiento, op. cit., en ref. 241.

283. Cabildo, 11/7/1810, en Leyes y decretos promulgados en la


provincia de Dueños Aires, 1877.

284. Mac Cann, op. cit., en ref. 207.

265. ídem anterior.

286. El Censor, 5/6/1617, en Biblioteca de Mayo, tomo VIII.

287. Botta, Vicente Raúl: Historia de Zarate, La Placa, Archivo Histó-


rico de la Provincia de Buenos Aires, 1948.
288. Díaz, Femando Máximo: La propuesta de Ameghino para el
manejo de las inundaciones y sequías, publicación de la cátedra de Recunos
Naturales de In Argentina del Ciclo Básico Común, Universidad de Buenos
Aires. 1985.

289. Darwin, op. cit., en ref. 224.

290. El Correo de las Provincias, 6/2/1823, en Biblioteca de Mayo,


tomo X.

291. Martínez Sierra, op. cit., en reí. 149.

292. Oddone, op. cit., en ref. 208.

293. "Memorial de jefes y oficiales españoles prisioneros al Supremo


Director de Us Provincias Unidas", Las Bruscas, 1/11/1817, en Biblioteca de
Mayo, tomo IV.

294. Mansilla, op. cit., en ref. 243.

295. D’Orbigny. op. cit.. en ref. 91.

296. Seguí, Juan Francisco: Apuntes de familia. Biblioteca de Mayo,


tomo III.

297. Proctor, Roberto: Narraciones por el viaje de la cordillera de los


Andes, 1824, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1920.

298. D’Orbigny, op. cic., en ref. 91.

299. Idem anterior.

300. El Censor, 19/12/1818, en Biblioteca de Mayo, tomo VIII.

146

301. Bolivar, Simón: decreto del 19/12/1825, Chuquisaca, Bolivia.


302. Rou, José María: Defensa y pérdida de nuestra independencia
económica, Buenos Aires, 1973.

303. Matheu, Domingo: Autobiografía, cap. ref. al año 1819, en Bi-


blioteca de Mayo, como III.

304. Pueynedón, Juan Martín de: Memoria 1819, en Biblioteca de


Mayo, tomo III.

305. Sarmiento, op. cit., en reí. 241.

306. Wagemann, Erme: Estructura y ritmo de la economia mundial,


Barcelona, Ed, Labor, 1933.

307. Rosa, op. cit., en ref. 302.

308. Asamblea del Año XIII, 4 de agosto de 1813, en Biblioteca de


Mayo, tomo XIX l1 parte.

309. El Censor, 26/2/1818, en Biblioteca de Mayo, tomo VIII.

310. El Censor, 24/4/1817, ídem anterior.

311. El Centinela, 18/11/1822, Biblioteca de Mayo, tomo IX, 1* parre.

312. La Abeja Argentina, 15/6/1823, Biblioteca de Mayo, tomo VI.

313. La Ingeniería..., op. cit., en ref. 200.

314. El Mensajero Argentino, 28/3/1827.

315. ídem ref. 313.

316. Maninez Sierra, op. cit., en ref. 149.

317. Vidal, Emeric E.: Picturesque illustrations of Buenos Aires and


Monte Video, 1820.
318. La arquitectura en Buenos Aires (1850-1880), MCBA-UBA, 1965.

319. Benitti, Juan Manuel: Memorias curiosas, ref. año 1827, Bibliote-
ca de Mayo, tomo IV.

320. ídem anterior, tef. año 1829.

321. El Centinela, 15/12/1822, Biblioteca de Mayo, tomo IV, 1“ pane.

322. El Mensajero Argentino, cit. en ref. 200.

323. La Ingeniería..., op. cit., en ref. 200.

324. El Censor, 18/7/1818, Biblioteca de Mayo, como VIII.

325. El Centinela, 28/9/1823, Biblioteca de Mayo, tomo IX. 1* pane.

326. La ingeniería..., óp. cit.,en ref. 200.

327. Del Pino, Diego A.: "El Maldonado, arroyo de Palermo”, en Li


Caceta de Palermo, Buenos Aires. 1987.

328. D’Orbigny, op. cit., en ref. 91.

329. Hudson, op. cit., en ref. 236.

330. Seymour, op. cit., en ref 197.

331. Martínez Estrada, Ezequiel: La cabeza de Goliat, Buenos Aires, .


CEAL, 1968.

147

332. Castelli, Juan José: Orden expedida en Tihuanaco, 25/5/1811,


en Biblioteca de Mayo, tomo XIII.

333. Moreno, op. cit., en ref. 167.

33*1. Artigas, José Gervasio: Reglamento provisorio, cit. en Larra, Raúl:


Yo soy Andresiio Artigas, Buenos Aires, Cartago, 1904.

335. Darwin, op. cic., en ref 224. Véase, también, su descripción de


los onas, a quienes llama “asquerosos fueguenses”.

336. Para constatar el rechazo de Darwin hacia los pueblos llamados


primitivos y sus concepciones racistas, véase Darwin, Charles: El origen del
hombre, Buenos Aires, 1936.

337. Paz, José María: Notas a Belgrano, op. cit., en ref. 217.

338. Pueyrredón, José Cipriano; Contestación o la carta anónima


contra Jitan Martin de Pueyrredón, Biblioteca de Mayo, tomo 111.

339. Cabildo de San Juan a la Junta Provisional Gubernativa: oficio


del 24/9/1810, Biblioteca de Mayo, como X.

340. Almanaque político.op. cic., en ref. 244.

341. Sarmiento, op. cit., en ref. 241.

342. D'Orbigny, op. cit., en ref. 91.

343. Bürgin, Mirón: Aspectos económicos del federalismo argentino,


Solar-Hachettc, Dueños Aires, 1969.

344. Espejo, Gerónimo: El paso de los Andes: crónica histórica de ¡as


operaciones del Ejéniio de los Andes para la restauración de Chile en 1817,
Dueños Aires, C. Casavalle Editor, 1602.

345. San Martín, José de: Carla del 21 /10/1816ajitan M. de


Pueyrredón, cic. en Berdiales, Germán: El hijo de Yapeyú, Buenos Aires.
ACME, 1954.

346. Martin de Moussy, cit. en Rosa, op. cit., en ref. 302.

347. Gálvez, Jaime: Rosas y la navegación de nuestros ríos, Buenos


Aires, 1955.

348. Alberdi, Juan Bautista: Bases, Buenos Aires, 1938.

349. Gálvez, op. cit., en ref. 347.

350. ídem ancerior.

351. Véanse los citados artículos de la Constitución Nacional.

148
Inserción de la Argentina en la división internacional del trabajo
(1860-1930)

EL MODELO DE PAÍS

Bajo el impulso de una muy sostenida demanda británica de alimentos y


materias primas, los sectores dirigentes orientan el uso de los recursos
naturales con un criterio de especialización. La Argentina ingresa en la
división internacional del trabajo como productor de lanas, carnes y
cereales. Tanto los sectores dirigentes como el capital internacional bloquean
cualquier diversificación de actividades que lleve a aumentar el grado de
autarquía del país.

Se califica a la Argentina como “el granero del mundo”. El símbolo


nacional es Ceres: se la representa como una matrona romana que vuelca
un cuerno de la abundancia del que manan, inagotables, los frutos del país.
El eje central de esta estrategia es el aprovechamiento de las ventajas
comparativas, en buena medida de índole ecológica, que posibilitan la
explotación de los ecosistemas pampeanos. Se considerará que cualquier
otra actividad pone en riesgo este modelo.

El modelo del período anterior había hecho crisis al perder gran parte de
su sentido la agroindustria principal, que fue base de la clase dominante: el
saladero y sus derivados. De esa carne salada, como vimos, un viajero
inglés había dicho que los negros eran las únicas personas capaces de
5
comerla. Destinada a los mercados esclavistas, decayó con ellos.

El saladero, en canto agroindustria primitiva, cenia un muy bajo poder


estructurante, tanto desde el punto de vista social como' geográfico. El
modelo saladerista no podía organizar un espacio nacional moderno por sí
solo. Seguía siendo muy poco más que una actividad extractiva. Aunque
sirvió de base a lo que vendría después, el reemplazo de este modelo
significó un cambio de gran envergadura; el auge de la gran industria y del
trabajo asalariado exigía otra cosa de nosotros.

Se implementaron las primeras agroindustrias modernas, con


características semejantes a las que presentan en la actualidad las
agroindustrias multinacionales:

* Muy elevada concentración del capital.

* Empleo de la tecnología como herramienta de monopolización.

* Carácter de enclave, en canto reorganiza a su alrededor la totalidad de


los sectores sociales involucrados en el proceso productivo.

*A menudo reemplaza las actividades tradicionales preexistentes,


compitiendo exitosamente por los usos del espacio y los recursos.

En un modelo de este tipo el control de los flujos financieros, de capitales,


de transporte y distribución, de comercialización, de tecnología, es más
importante que el manejo de los recursos naturales en sí. En lo que atañe a
estos últimos, se implemento para su explotación un modelo de largo plazo,
con aplicación de capital, mano de obra y tecnología incomparablemente
más intensivos.

Como desarrollaremos más adelante, este modelo provocó cambios


importantes en los ecosistemas, en el uso del espacio, de las vías
navegables, en los flujos económicos y en las relaciones entre sectores
sociales.

Se utilizaron varios elementos del modelo anterior.

* Una aptitud ecológica reconocida para la actividad ganadera, que


provenía en parte de las características de los ecosistemas naturales y en
parte del estado de los ecosistemas artificializados, producto de cierto lapso
de pastoreo ovino-bovino que había modificado favorablemente el carácter
de los primitivos pastizales.

* La preexistencia de varios millones de vientres ovinos y bovinos sobre


los cuales podían obtenerse razas mestizas de alta productividad, que
formarían rápidamente rebaños comercializabas para los requerimientos
internacionales.

* Ciudades-puerto como Buenos Aires y Rosario, que ofrecían netas


ventajas para la radicación industrial: había una elevada población capaz de
suministrar mano de obra de la más variada calificación; una red de
servicios que, aunque poco importante, en lo más avanzado disponible en el
país; abastecimiento asegurado de alimentos e insumos básicos, e
instalaciones portuarias que, aunque relativamente rudimentarias, los
ubicaban entre los puertos más importantes del continente. Otra definida
ventaja era la proximidad a dos de los ríos más caudalosos del mundo, aptos
tanto para el suministro de agua como para la depuración de efluentes
industriales.

* Una burguesía local con base rural, vinculada con los intereses
británicos mediante el comercio exterior y las actividades financieras. Dicha
clase se veía frenada en su expansión por el agotamiento del modelo
anterior. En este marco, la libre navegación de los ríos (como después lo fue
el ferrocarril) era un obligado complemento en la estructuración del nuevo
modelo agroexportador

Un buen ejemplo de la evolución de este sector social está dado por la


trayectoria política de Justo José de Urquiza. Estanciero y saladerista,
sostiene a Rosas durante el apogeo de éste. Al decaer el saladero, se
enfrenta a Rosas y lo derroca. También se opone militarmente a Mitre en
dos ocasiones, para terminar apoyándolo y sosteniendo el modelo de país
que Mitre impulsaba.
La industrialización

El proceso de industrialización actúa de un modo complementario a la


inserción del país en los mecanismos de división internacional del trabajo.
Esta orientación global del proceso industrial condicionó fuertemente la
modalidad de industrialización y, en consecuencia, también el tipo de
impacto ambiental que provocó.

El crecimiento de la gran industria transformadora y exportadora de


productos primarios respondió a necesidades de la etapa histórica europea,
en cuanto a: a) demanda de productos alimenticios por parte del creciente
proletariado industrial; b) demanda de materias primas por parte de la
industria europea; c) exceso de mano de obra por la mecanización y
tecnificación del agro y la industria; d) excedentes de capitales europeos.

Dentro del país, ya abandonado el esquema de las economías regionales


autosuficientes y del intercambio comercial con países limítrofes, había
quedado un espacio para la producción de agroexportables a escala
incomparablemente mayor, espacio insuficientemente ocupado en relación
con la demanda externa y las potencialidades que ofrecían los recursos
naturales.

No existía una actitud oficial de transformar las primitivas economías


pastoriles ni de tecnificar los talleres artesanales ni, por otra parte, los
sistemas económicos vigentes eran capaces de generar la imprescindible
acumulación de capitales para afrontar un emprendimiento de esa
envergadura. Ese vacío de proyecto económico, de tecnología, de capitales y
aun de mano de obra fue eficazmente llenado por la agroindustria
extranjera, que además aprovechó exhaustivamente las ventajas
comparativas que ofrecían las condiciones ecológicas de la fértil región
litoral.
Se trató de un proceso de industrialización sin revolución industrial. Esto
significa que no se siguió el modelo característico de la industria británica.
Allí se había partido de establecimientos artesanales que fueron creciendo en
tamaño y complejidad a medida que avanzaba el proceso industrial. En la
Argentina, por el contrario, más que una transformación de artesanías en
grandes industrias, se produjo una sustitución de unas por otras. Sobre una
estructura artesanal preexistente se efectuó una sobre implantación
industrial, que arrasó con las antiguas artesanías regionales. Esta industria,
o era extranjera, o estaba asociada a capitales del exterior.

La transformación de productos agrícola-ganaderos constituyó el eje y la


característica principal del proceso de industrialización de la etapa, lo cual
tuvo definidas y concretas consecuencias ambientales, como se detallará
más adelante.

La red de transporte ferroviario (12.000 kilómetros en 1890), a cargo de


capitales británicos, secundó eficazmente la integración agroindustrial. Lo
hizo mediante un diseño radial con centro en las ciudades-puerto
industriales, que desalentó la transformación de productos primarios en el
interior mediante una cuidadosa política de fletes. Las inversiones británicas
en 1913 eran de 320 millones de libras y equivalían a la mitad del acervo de
capital fijo total.155 Todo ello conformó un sistema integrado cuya estructura
y organización espacial se mantuvo hasta la década del 40.

Existió inicialmente una preocupación por minimizar el impacto ambiental


de las obras ferroviarias. Por ejemplo, la ley respectiva de 1872 establece
que “cuando un ferrocarril atraviese ríos navegables deberá ser construido
de manera que no embarace ni entorpezca la navegación. Si atravesare otra
clase de ríos, esteros o canales de riego, las obras se ejecutarán de manera
que no perjudiquen el uso de las aguas".

Lamentablemente no hubo una preocupación semejante por evitar que las


obras ferroviarias perjudicaran el uso de las tierras. Construidos en forma
transversal a ríos y arroyos, buena parte de los terraplenes ferroviarios
actuaron como diques, bloqueando los desagües naturales e inundando
amplias extensiones. La posterior sustitución del ferrocarril por el transporte
automotor no mejoró las cosas, ya que los caminos se hicieron siguiendo el
mismo criterio.

El censo de 1853 señala la existencia de saladeros, fábricas de fideos, de


jabón, de velas, de cerveza y licores, de carruajes.167 Hacia fines del siglo
XIX se suman los mataderos, frigoríficos, molinos harineros y fabricas de
aceites vegetales, de alcohol, de almidón, y se desarrollan las curtiembres.
Crece el aprovechamiento de los productos de lechería, se preparan cales,
cementos, baldosas. Se multiplican los aserraderos, las carpinterías, las
fábricas de muebles para hacer frente a las demandas de la construcción,
ante la necesidad de albergar a nutridos contingentes de obreros y artesanos
inmigrantes,

La competencia por los usos del espacio y los recursos: la


construcción del desierto

La inserción de la Argentina en el sistema de la división internacional del


trabajo planteó como requisito la subordinación de las relaciones sociales a
ese modelo. AI igual que en los Estados Unidos, fue preciso desalojar a los
indios nómadas y a los mestizos o gauchos, cuyo medio de subsistencia era
el ganado salvaje. En este caso se planteaba, a la par que la competencia
por el territorio, la competencia por los recursos pecuarios, ya que el
proyecto de modernización ganadera planeaba utilizar los vientres de
ganado criollo como base para el proceso de mestización.

La centralización del poder, mediante la creación de un Estado nacional


único y fuerte, dotó a la clase dominante de la herramienta necesaria para
imponer un único modelo económico y social por sobre las diversidades
regionales. En ese contexto la guerra del Paraguay significó la destrucción de
un modelo alternativo, para evitar su adopción por los países vecinos.

La historia de la denominada “Conquista del Desierto" es un buen ejemplo


del origen social de determinadas categorías vinculadas con la naturaleza. El
uso de la expresión desierto para referirse a las tierras de indios sobre las
que la Argentina no tenía un dominio efectivo se generalizó a partir de su
uso en el poema La cautiva, de Esteban Echeverría, "que I1Í20 que se
popularizara con el significado de despoblado y árido”.3*8 Ninguna de las dos
cosas era originariamente cierta: para hombres como Echeverría, el desierto
era buena parte de la región pampeana. En 1877 el comandante Prado
señala en Junín: "Aquí empezaba el misterio, y se abría ante mis ojos,
inmensa y enigmática, la puerta sombría del desierto”. En cuanto a su
población, debemos recordar que pocos años antes Darwin había observado
la enorme disminución de las poblaciones indígenas de la pampa, con
respecto a los testimonios dados por Falkner a mediados del siglo XVI. Entre
ambos, un siglo de guerra había iniciado el despoblamiento.

El discurso oficial de la época apunta a describir una naturaleza vacía, lista


para ser poblada, eludiendo la contradicción de los términos: era necesario
conquistarlo, precisamente porque no era un desierto. Sobre este tema
Avellaneda sostenía: "Suprimir los indios y las fronteras no implica en otros
términos sino poblar el desierto. No suprimiremos el indio sino suprimiendo
el desierto que lo engendra”.141 Avellaneda llama poblamiento al reemplazo
de pobladores no ligados al mercado nacional e internacional por otros que sí
lo estén. Gobernar es poblar, y poblar es cambiar nómades por asalariados
sedentarios para desarrollar el nuevo modelo pecuario.

La mitología de la Campaña del Desierto se basa en la contraposición


entre civilización y barbarie. De acuerdo con las ideas del darwinismo social,
los bárbaros debían ser vencidos por el progreso, entendido como el avance
tecnológico. Así, se puso el acento en el uso del telégrafo y del fusil
Remington como los factores decisivos de esa conquista. “Para iniciar el plan
de ocupación y para llevarlo a cabo, nada ha jugado un rol tan decisivo
como el telégrafo", decía Adolfo Alsina en 1877, y Zeballos agregaba que "el
poder militar de los bárbaros está moralmente destruido, porque el
Remington les ha enseñado que un batallón de la Re- pública puede pasear
la Pampa entera, dejando el campo sembrado de cadáveres”.

La realidad es mucho más sórdida y no puede ser entendida sin


contemplar factores sanitarios y ambientales. Recordemos que existen
fuertes limitaciones climáticas e hidrológicas en la región pampeana, que son
las que habían originado el estilo de vida nómade de las tribus que
habitaban la región. Existen indicios que permiten suponer que la campaña
militar de Roca aprovechó una de estas situaciones extremas.

Las irregularidades climáticas fueron muy marcadas en la década del 70, a


las que se agregó una prolongada epidemia de viruela. En 1874 familias de
indios pidieron establecerse en lugares fronterizos, en la zona de Bahía
Blanca y oeste de la provincia de Buenos Aires, "huyendo del hambre que
empieza a hacerse sentir en las tolderías”. El origen ambiental de este
fenómeno puede visualizarse si se tiene en cuenta que los lanares de las
estancias de la provincia de Buenos Aires —aparentemente debilitados por la
escasa alimentación— fueron diezmados por una epizootia en 1873 y 1874.

El ministro de Guerra, general Gainza, decía que el agotamiento de los


recursos pampeanos no permitía a los indios alimentarse de los recursos del
suelo, de manera que éste habría de ser otro factor que ayudaría a someter
finalmente al indio. "Como si todo lo anterior fuera poco, el poderío indígena
se resentía ahora por la disminución del más vital de sus elementos: el
caballo, sacrificado también ante el acoso del hambre. Al señalar la merma
de ese animal entre las tribus, el ministro afirmaba que comenzaba a
escasear ‘.y los salvajes, naturalmente indolentes e imprevisores, lo
destruyen sin cesar’.

Esto se vincula además con una epidemia de viruela iniciada en 1873 ante
la cual los ranqueles establecieron una línea sanitaria en Salinas Grandes,
donde eran degollados los que procedían de las zonas afectadas, procurando
evitar la propagación de la enfermedad.3w"it9

A pesar de ello Calfucurá logra organizar la famosa “invasión grande" en


1875, en la cual consigue llevarse casi medio millón de cabezas de ganado,
tal vez el aneo más grande de la historia de la humanidad. Sin embargo, las
limitantes sanitarias y ambientales le impiden consolidar esta victoria. Hay
indicios que permiten suponer las enormes dificultades que se presentaron
para alimentar tanto ganado.370

“Es ya casi normal en la provincia de Buenos Aires, sobre todo, el estado


de epidemia y de seca", dice Carlos Pellegrini en octubre del mismo año.371
Además, “en Carhué la situación fue bastante crítica y la alimentación muy
deficiente hacia el año 1876. El ganado enflaquecía y moría entre el lodo de
los corrales. Muchos caballos caían agobiados por la fatiga y carencia de
pastos adecuados".372 En el mismo año, un misionero describe la situación
en Los Toldos en medio de una epidemia de viruela: “Es inimaginable lo
horrendo y lastimoso que vimos. A lo largo del camino encontramos
cadáveres de personas de todas las edades y en ambos lados del sendero,
envueltos ligeramente enjergas o cueros y arrojados como carroña en medio
de matorrales. Encontramos toldos completamente vacíos. Todos sus
moradores habían muerto".373 En consecuencia, “a comienzos de 1877, los
indígenas estaban debilitados ostensiblemente". En ese año las condiciones
naturales continúan siendo desfavorables, esta vez de signo contrario; se
producen grandes inundaciones que destruyen completamente muchas
haciendas. En el sur de la provincia de Buenos Aires se pierde el 70 por
ciento del ganado. Las crecientes se repiten al año siguiente, aunque con
menor intensidad.

Este es el contexto ecológico en el que se inicia la Campaña del Desierto.


En 1878 diversos partes coinciden en lo mismo: “Espantosa miseria general,
sin elementos de movilidad los indios”, dice una descripción militar de las
tolderías. Otra agrega que “las indiadas disminuyen notablemente, la viruela
les ha hecho y les hace estragos, se han encontrado toldos llenos de
muertos, reina por otra parte una espantosa miseria, a tal punto que hay
familias que no tienen otro alimento que una yerba conocida por lengua de
vaca, y cuero de potro”

Con el enemigo en esas condiciones, la campaña de Roca fue apenas


ocupar un territorio que nadie defendía. Al llegar el ejército al Río Negro, “la
República había suprimido el desierto”.57* Los vencidos fueron diezmados
por la viruela, '' repartidos en distintas poblaciones581 o distribuidos como
esclavos en Dueños Aires.

Lo que fue planteado como una epopeya nacional terminó en una fuerte
concentración de tierras en muy pocas manos. “Al ver después despilfarrada
la tierra pública, marchanteada en concesiones fabulosas —decía el
comandante Prado—, daban ganas de maldecir la gloriosa conquista,
lamentando que todo aquel desierto 110 se hallase aún en manos de Reuque
o de Sayhueque.”

Esta operación inmobiliaria fue encubierta por medio de argumentos de


índole racista: “Si el exterminio de los indios resulta provechoso para la raza
blanca —dice el escritor Leopoldo Lugones—, ya es bueno para ésta; y si la
humanidad se beneficia con su triunfo, el acto también tiene de su parte a la
justicia”.

Sobre la forma en que la humanidad se benefició con este triunfo,


podemos señalar que Estanislao Zeballos había hablado de "la conquista de
15.000 leguas” como uno de los objetivos de su generación. De hecho, en
1889 (diez años después de la campaña de Roca) el presidente Juárez
Celman vendió en Europa 24.000 leguas cuadradas situadas entre los ríos
Negro y Colorado. Diversas personalidades de la época criticaron esta
modalidad de usó de los recursos que significó la entrega de tierra en
grandes estancias. Entre ellos, el perito Francisco P. Moreno había afirmado
que de esa manera no se iba a poblar la Patagonia sino solamente obtener
una densidad de población de un habitante por legua. Efectivamente, el
Censo Nacional de 1895 muestra para los territorios patagónicos una
densidad de un habitante cada 26 kilómetros cuadrados (una legua = 25
km2).

LOS ECOSISTEMAS PAMPEANOS

£1 paisaje pampeano cambió rápidamente ante la necesidad de mejorar la


calidad de las carnes y acelerar el engorde: se mestizaron razas nativas con
inglesas y se parceló la tierra mediante alambrados para controlar los
cruzamientos y los rebaños. Los ecosistemas pastoriles con predominio de
gramíneas duras fueron reemplazados por gramíneas tiernas y alfalfares de
mayor productividad y aptitud para las nuevas razas.

Sobre la forma en que los productores agropecuarios de la época


visualizaban estos cambios ecológicos, es significativa una carta enviada por
la Sociedad Rural Argentina al Senado de la provincia de Dueños Aires: “Las
tierras de la pampa desocupadas hasta hoy, o de una reciente ocupación, no
pueden ser provechosamente explotadas sino con animales vacunos.

"Sólo la vaca puede crecer y desarrollarse bien allí, y sólo ella puede
transportarse fácilmente pan la venta a las grandes distancias donde se
encuentran los mercados consumidores.
"La oveja no encuentra en esos campos los pastos demos que necesita
para su sustento porque esos pastos los hace allí la vaca con treinta,
cuarenta o más años de educación. Entonces recién esos campos se
transforman y valorizan y pueden mantener no sólo ovejas, sino doble
número de vacas y yeguas en igual área". La región pampeana se
caracteriza por la alternancia de años de sequías con mayores efectos en las
zonas altas, y años de inundaciones que afectan las áreas bajas, la más
extensa de las cuales es la cuenca del rio Salado. La dependencia de estas
condiciones climáticas es uno de los argumentos que utiliza Pellegrini en el
famoso debate sobre el proteccionismo arancelario para justificar la
necesidad de contar con una industria propia. “La provincia de Buenos Aires
—dice Pellegrini—, triste es decirlo, sólo produce pasto y toda su riqueza
está pendiente de las nubes. El año que ellas nieguen riego a nuestros
campos, toda nuestra riqueza habrá desaparecido."5“

Veamos algunos testimonios:

* Martín de Moussy señala la importancia del sistema de lagunas, en una


época en la que no se habían desarrollado lo suficiente las aguadas
artificiales. “Cuando se agotan en épocas de aridez prolongada —dice— una
terrible mortandad hace presa de los animales.”^86

* "A pesar de sus arroyos, lagunas y ríos —dice Estanislao Zeballos en


1876—, esta provincia sufre unas secas espantosas. Yo he visto en una sola
estancia de Cañuelas, pilas de 30.000 osamentas de ovejas, víctimas de la
seca y las epidemias consiguientes.”

Pero los extravíos de la naturaleza no se terminaban allí, porque cuando


había agua, el agua venía con todo, arrasando un suelo pulverulento, frágil
por la pérdida de sus defensas naturales, los pajonales. El resultado de las
lluvias cayendo sobre el suelo descubierto por el pisoteo del ganado es una
erosión de tal magnitud que amenazaba destruir la imagen de Ceres aun
antes de que se formara.

Ameghino presenta numerosos ejemplos de erosión laminar en la


provincia de Buenos Aires, la que alcanzaba proporciones hoy
insospechadas: “En los partidos de Lujan, Mercedes, Pilar, Capilla del Señor,
etc. —dice—, conozco kilómetros cuadrados de terrenos completamente
denudados por las aguas pluviales que se han llevado la tierra negra,
dejando al descubierto el pampeano rojo". Se trata del loess pampeano, de
fertilidad casi nula. También eran frecuentes las cárcavas de erosión,
capaces de retroceder “varios metros a causa de la erosión provocada por
las aguas de una sola lluvia”.

Este proceso erosivo aparecía en aquel momento como muy reciente,


iniciado a lo sumo dos siglos atrás, pero acentuado en la segunda mitad del
siglo XIX. Ameghino afirma que la denudación del suelo ha sido acelerada
por la destrucción de los pajonales, los que anteriormente retenían las aguas
pluviales, facilitaban la infiltración y protegían el suelo del impacto de las
gotas de Lluvia.

Al mismo tiempo, las partículas de suelo arrastradas por el agua siguen


las correderas y terminan en las lagunas. El resultado es que se acelera la
colmatación de las lagunas interiores del área deprimida de la provincia de
Buenos Aires, agravada por "el pisoteo de los ganados [que] penetran en
ellas por donde se les antoja, destruyendo las barrancas, acelerando su
derrumbamiento, conviniendo en pantanos de limo rojo que remueven (...)
todo lo cual concluye por corromper el agua y formar pantanos insalubres y
completamente inútiles hasta para abrevar las haciendas”.

En otras palabras, que la erosión hídrica —acentuada durante los períodos


de lluvias torrenciales— termina por anular la disponibilidad de agua que
había en las lagunas. Es decir, por agravar los efectos de las sequías.
Ameghino da como ejemplo a La Turbia, “laguna de agua cenagosa que se
encuentra a unas cuatro leguas de Mercedes. Cincuenta y tantos años atrás,
sus aguas límpidas y cristalinas ocupaban un espacio cuatro veces mayor y
alimentaban numerosos peces. Durante el período de la gran seca del año
’30 se secó completamente y su fondo fue en parte secado por las
polvaredas. Más tarde, la hondonada que tomó el nombre de La Turbia fue
nuevamente ocupada por las aguas, pero éstas permanecieron cenagosas,
ocupando un espacio pequeño en proporción al que tenía la antigua laguna,
y de corta profundidad. Desde entonces su perímetro disminuye de año en
año hasta que desaparezca completamente quizá dentro de poco como ha
sucedido con otras aun más considerables, de las que ni vestigios aparentes
han quedado en la superficie del suelo”.

Es preciso aclarar que la tendencia a la colmatación de estas lagunas


bonaerenses es un proceso geológico natural, que venía produciéndose a
ritmo lento y fue desmesuradamente acelerado por el uso del suelo.

Lo que nos interesa de esto es que la naturaleza no se extravía sola, sino


que lo hace con ayuda. O sea, que los desequilibrios ecológicos provocados
por la puesta en producción de la Pampa Húmeda fueron en esta época de
tal magnitud que comprometieron la utilización futura del recurso. Es que
cada modelo productivo soluciona determinados problemas ecológicos, pero
crea otros nuevos. El modelo adoptado significaba multiplicar la producción,
pero también multiplicar las superficies sometidas a riesgos climáticos.

El sobrepastoreo deterioró el suelo, facilitó la expansión de las malezas,


aceleró los procesos erosivos, agravó la colmatación de las lagunas y alteró
el régimen de los ríos. El factor desencadenante fue el escaso o mal manejo
de los rebaños que, en ausencia de pastores y alambrados, deambulaba
libremente, acumulándose por millares alrededor de lagunas y arroyos en la
estación seca. Sólo con cambios tecnológicos de envergadura, como el
alambrado y las aguadas para explotación del subsuelo, comenzaría a
paliarse la situación.

Entonces surgiría un nuevo factor desencadenante de erosión: la


agricultura, realizada por medio de arrendatarios temporarios cuyo interés
en la preservación del suelo ajeno era nulo, y cuyos conocimientos
agronómicos fueron inicialmente escasos. Había que aprovechar toda la
tierra y la leña disponibles. Pan eso, se cortaron todos los árboles, incluso
los que protegían las márgenes de los cursos de agua, las que con lluvias e
inundaciones terminaron llevándose lejos la fertilidad de los suelos próximos
a ellos.

Se araba de la forma más sencilla, es decir, siguiendo la pendiente del


terreno, lo que acelera las labores al precio de facilitar el arrastre de los
nutrientes por las lluvias. Ameghino anota con honor que “en los arroyitos
de pequeña consideración [...] han atravesado el arado por el cauce mismo
de los arroyos cruzándolos sucesivamente de una a otra orilla". Lo que no
significa la imagen surrealista del colono arando por debajo del agua, sino
que se trata de cursos temporarios, que pasan meses completamente secos.

Esta forma de arar la tierra a menudo se relacionaba con primitivas


formas de parcelamiento pampeano, que en algunos casos databan de
varios siglos atrás. La legislación de Indias establecía el derecho de los
propietarios de "suertes de estancias" a tener el frente de su propiedad
sobre un arroyo. Tratándose de campos ganaderos, era necesario que
tuvieran acceso a aguadas naturales, las únicas existentes al realizarse el
parcelamiento. Esto supone que los campos tendrán una forma alargada,
perpendicular a los ríos y arroyos. Generalmente tenían una legua (= 5 km)
de fondo, donde quedaban delimitados y con acceso asegurado mediante el
camino llamado precisamente “fondo de la legua”. En campos de esta forma
es más cómodo y económico realizar las labores en sentido longitudinal
siguiendo la pendiente, lo que acelera notablemente los fenómenos erosivos
a la vez que acelera pérdidas de agua en suelos sujetos a sequías periódicas.
El primitivo parcelamiento sigue siendo detectable en la actualidad y
condiciona el sentido del laboreo mecánico aun más de lo que había
condicionado el realizado con caballos. Lo que equivale a reconocer la
influencia que todavía tiene Felipe II sobre nosotros.

Posteriormente el mejor conocimiento del agua subterránea permitió


superar parte de las limitantes hidrológicas que mencionáramos
anteriormente con relación a la actividad pecuaria. Se desarrollaron estudios
sobre calidad de la primera y segunda capas de acuíferos en diferentes
zonas de la provincia de Buenos Aires, lo que permitió extender el
poblamiento.3’2 De este modo se multiplicaron las aguadas artificiales,
extrayendo agua mediante molinos de viento, cuyo número aumentó 300
veces entre 1888 y 1914, en lo que constituye un temprano ejemplo de uso
generalizado de fuentes energéticas adecuadas al medio.

La propuesta de Ameghino

Ante una situación ambiental de tal complejidad, la propuesta de


Ameghino es de lejos la más integradora y la única que alcanza una
concepción regional de la política ambiental. Este sabio había propuesto un
manejo integrado de cuencas, según el cual las sequías y las inundaciones
eran consideradas partes de un mismo problema, el del manejo hídrico, y
debían ser atacadas en forma conjunta.

Algunos de los lineamientos de esta política son:

* Requiere una participación estatal protagónica. Solamente el Estado


puede planificar el uso de la tierra y del agua a escala provincial y realizar
las grandes obras públicas que propone como herramientas para el manejo
de los recursos. Pero un manejo centralizado e integrado implica cierto
grado de pérdida de autodeterminación en el manejo del agua y del suelo
por parte de los particulares.

* Propone un sistema de obras públicas complementarías que permitan,


por una parte, el drenaje de las aguas de las zonas inundables, pero que
asimismo contemple obras de retención del agua para las zonas propensas a
la sequía. No es que sobre agua, afirma, sino que está mal repartida.
Realizar sólo obras de drenaje significa enviar al océano el agua que otros
campos necesitan. Los accidentes naturales servirían para construir lagunas
artificiales, unidas por medio de canales navegables, los que a su vez
permitirían dar salida a la producción pampeana. Un sistema de compuertas
posibilitaría regular la salida del agua según las necesidades, y las represas
abastecerían de agua a la agricultura, la ganadería y la población.

* Al mismo tiempo, la creación de bosques artificiales y la forestación


obligatoria de las márgenes de los cursos de agua detendrían la erosión y
permitirían mantener el carácter renovable del recurso suelo.

* Esta propuesta es, además, definidamente poblacionista. Ameghino


piensa en un uso intensivo de los recursos, que determine un alto grado de
poblamiento del área.

Estas ideas no fueron llevadas a la práctica, y quizás una de las razones


del actual subdesarrollo de la cuenca deprimida del Salado y los efectos
negativos de sus periódicas inundaciones se encuentre en haber hecho caso
omiso de estos conceptos casi centenarios. El proyecto de Ameghino era
viable sólo desde el punto de vista tecnológico. Al igual que la de Belgrano,
la utopía de Ameghino no tuvo en cuenta las condiciones sociales. No era
políticamente viable en un país dispuesto a basar su modelo de desarrollo en
la iniciativa privada y donde la acción estatal era mirada con desconfianza.
Un breve análisis de la alternativa finalmente adoptada permitirá aclarar las
diferencias.
En la zona deprimida se construyeron canales de drenaje que posibilitaran
la salida del agua en épocas de inundación y facilitaran el empleo de esas
tierras para ganadería extensiva. Esta política implica subutilizar un área
cuya aptitud ecológica habría permitido una mayor productividad, si se
hubieran seguido las indicaciones de manejo hídrico integral.

Utilizar unas tierras y no otras es también una decisión política. En este


caso, se decidió el uso agrario más intensivo para las tierras más elevadas
de la provincia de Buenos Aires. Que son justamente las que no requerían un
manejo hídrico complejo para ser puestas en producción, ni necesitaban del
planeamiento estatal. Requerían, eso sí, un manejo tecnológico
determinado, pero eso podía hacerse a escala de productor individual, lo que
parece haber sido un requisito de las estrategias para el ambiente agrario de
la época.

La propuesta de manejo integral del agua, basada en grandes obras


públicas, nunca se implemento. Se la sustituyó por una técnica de manejo
integral del suelo, que se describirá a continuación, efectuada a escala de
productor, y por la construcción de canales de desagüe que dieran salida a
las aguas en tiempos de inundaciones, pero no la retuvieran en reserva para
épocas de sequía. Que es justamente lo contrario de lo que había propuesto
Ameghino.

Con respecto al manejo del agua también se arbitró una solución


individual, compatible con el esquema de predominio de la iniciativa privada.
No se construyeron represas, canales navegables ni tajamares, sino molinos
de viento. Esta solución no era previsible en los tiempos de la propuesta de
Ameghino, por insuficiencias en el conocimiento de la dinámica del agua
subterránea de la región.

A comienzos de esta etapa la región pampeana estaba aún escasamente


poblada y con bajo grado de desarrollo. En 1881 la provincia de Buenos
Aires tenía 521.600 habitantes, de los cuales 125.400 eran extranjeros. Una
tercera parle estaba en zonas de frontera, escasamente pobladas. De 167
centros urbanos, sólo San Nicolás de los Arroyos tenía 10.000 habitantes.
Numerosos pueblos carecían de iglesia y escuela, ninguno tenía agua
corriente, sólo dos tenían calles empedradas y otros dos (Belgrano y Flores),
alumbrado a gas. El 68,4 por ciento de las tierras estaban destinadas a la
ganadería, el 18 por ciento a agricultura, y el resto abandonadas.194

Tal era el contexto social en el que debía instrumentarse una estrategia


ambiental que posibilitara simultáneamente el uso productivo y la
conservación de los ecosistemas pampeanos.

Comienza el ciclo agrícola

En la región pampeana la agricultura fue, en sus orígenes, subsidiaria de


la ganadería en tanto se descubrió que permitía liberar los campos vírgenes
de malezas y pastos naturales de escaso valor forrajero en plazos muy
breves. Es decir, la remodelación del agrosistema que demandaba hasta
cuarenta años de ganadería bovina y ovina podía realizarse en tres años a
través de una drástica intervención agrícola inicial.

Desde el punto de vista ecológico la agricultura es una forma extrema de


simplificación de un ecosistema, en tanto restringe su diversidad biológica a
un mínimo de componentes: el cultivo, sus malezas y sus plagas,
representadas éstas por muy pocas especies y por poblaciones muy
homogéneas. En realidad, cuando se realiza la selección artificial para la
obtención de cultivares, involuntariamente se están seleccionando también
las malezas y las plagas que competirán, o predaran, con el cultivo mediante
el desarrollo de un coincidente ciclo biológico.

Sin embargo, aun cuando la agricultura representa un extremo de


artificialización, es el manejo que asegura mayor productividad al
proporcionar los máximos excedentes cosechables. Justamente una de las
principales metas de los desarrollos tecnológicos es centrar la evolución de
un agrosistema en la canalización de la energía natural y artificial hacia la
construcción de un máximo de sustancias cosechables. En ese marco el
control de malezas y plagas que compiten también con el hombre por el
aprovechamiento de las cosechas representa un gasto adicional de energía
—ya fuere como mano de obra desmalezadora, en forma de productos
químicos derivados del petróleo o cualquier otro esfuerzo de control—. Este
gasto está dirigido a neutralizar la tendencia natural a la diversidad de
especies, al aprovechamiento de todos los nichos ecológicos y al
cumplimiento de todas las funciones naturales posibles en el ecosistema
bajo explotación agrícola. Cuanto menos se diversifiquen los cultivos y su
tecnología a lo largo de sucesivos ciclos agrícolas, tantas más facilidades
encontrarán plagas y malezas para ajustarse a los ritmos del cultivo e
invadir el agrosistema. Pero la búsqueda de estabilidad ecológica a menudo
va en contra de la estabilidad económica del productor. Veamos cómo
interactuaron estos hechos biológicos con la explotación de la región
pampeana.

Si bien en el noroeste del país la cultura incaica y quechua tenía una rica
tradición agrícola, la falta de ella, y aun el desprecio por la agricultura, de
los pobladores rurales pampeanos era tan acentuada que la liberación de los
últimos esclavos en tiempos de Urquiza arruinó la producción agrícola en
amplias zonas.

Tanto representantes de sectores ganaderos nacionales como extranjeros


actuaron como voceros de ese rechazo: la más acabada síntesis la dio el
diario local The Standard, que representaba los intereses de la poderosa
colectividad británica. “No puede haber error más peligroso que suponer que
los principales intereses de este país sean agrícolas." Opinión coincidente
con la de José Hernández, para quien “la ganadería puede constituirla
principal y más abundante fuente de riqueza de una nación”.

Sin embargo, en 1892 el estanciero Benigno Del Canil descubre que la


rotación de cultivos es un método válido para mejorar los campos. Lo
plantea a propósito de la apertura de campos naturales a la ganadería, que
antes de esta propuesta requerían cuarenta años de pastoreo para lograr su
máxima productividad.

En esencia, su propuesta consistía en arrendar el campo, dividido en


pequeños potreros, a inmigrantes italianos, para que cultivaran el suelo y lo
dejaran desmalezado y cubierto de pasturas para un posterior uso ganadero.
Como subproducto, la agricultura se expandió enormemente. “Una gran
parte del extraordinario aumento de las sementeras de trigo y maíz se debe
al propósito de alfalfar campos destinados al engorde de ganados",
observaba Emilio Lahitte en 19l6.w

Este ciclo comenzaba, según el contrato de arrendamiento, con la siembra


de lino, seguía con trigo al año siguiente y terminaba al tercer año con
alfalfa consociada con algún cereal. La secuencia de los cultivos nos indica
su carácter cíclico. Se comenzaba con lino en un campo que había estado
bajo pastoreo. En dicho campo las deyecciones de los animales lo habían
enriquecido en nitrógeno. Por consiguiente, el primer cultivo era el lino
textil, una planta que aprovecharía ese nitrógeno para crecer en altura, lo
que es el resultado buscado para utilizar el tallo. Después seguía el cereal y
se cerraba el ciclo con alfalfa, que proporcionaba pasturas de alto valor
forrajero y de unos siete años de duración media. Por ser leguminosa
reponía parte del nitrógeno que los cultivos anteriores habían extraído del
suelo. Cumplido el ciclo agrícola, se enviaba al colono a otro campo o se lo
despedía, y se lo reemplazaba por vacas. Se evitaba el sobrepastoreo, la
invasión de campos cultivados y las cruzas indeseables mediante el
alambrado de los campos. Se aplicaba un manejo similar para comenzar a
roturar los campos vírgenes, es decir, que los cuarenta años se reducían a
tres o cuatro.

Desde el punto de vista ecológico este manejo crea un agrosistema


sumamente estable, en tanto las rotaciones frecuentes con distintos cultivos
permiten explorar diversos recursos —por ejemplo, diferentes profundidades
de suelo— en forma sucesiva, facilitando su recuperación; también posibilita
el autocontrol de numerosas plagas y malezas, por las razones expuestas
anteriormente.

Aun cuando surgiera de necesidades ganaderas, la agricultura pasó


rápidamente a tener peso propio ante la sostenida demanda y favorables
precios de los cereales en Europa y EE.UU. En el ámbito interno, se vio
promocionada por el régimen de arrendamiento, que permitía a los
propietarios obtener una renta elevada sin trabajar personalmente las tierras
y conservando su titularidad.

La expansión agrícola fue rápida, apoyada en un conjunto de favorables


condiciones ecológicas: un clima con temperaturas nunca tórridas ni
congelantes, lluvias que permiten cultivos en secano con aceptable
seguridad de cosecha, extensos suelos fértiles, profundos y bien drenados.
Ya en 1875 se habían colonizado 3,5 millones de hectáreas en la provincia
de Santa Fe.400 Sólo con trigo, del cual había 35.857 hectáreas cultivadas en
esa provincia en 1875; trece años más tarde había 401.652 y en 1895 se
cultivaban ya 1.030.696.401 A escala de región pampeana se alcanzaron 12
millones de hectáreas cultivadas en 1690 (contra menos de un millón en el
resto del país) y se alcanzó un tope de alrededor de 20 millones de
hectáreas a fines de la segunda década del siglo XX,402 al alcanzarse los
límites territoriales aptos para cultivos de secano.

La tecnificación fue rápida e intensa, centrada en la mecanización


sustitutiva de mano de obra, cara y escasa ya que hasta 1915 fue preciso
traer por mar hasta 100.000 cosecheros europeos por año, por períodos de
cinco meses. Allí se acuñó el término de "trabajadores golondrina”. Fueron
reemplazados por las cosechadoras mecánicas para trigo, lino y ocios, de las
cuales se llegó a contar con 1 cada 250 hectáreas, índice sólo comparable a
los de EE.UU.

Ante la escasez de agricultores nativos se recurrió a grandes contingentes


de inmigrantes europeos mediante formas de colonización organizada. En
cuarenta años llegaron al país casi dos millones de inmigrantes, de los
cuales el 90 por ciento se radicó en el litoral. La inmigración masiva cambió
el paisaje físico y social de la pampa. El reemplazo de pastores
seminómades por agricultores sedentarios creó incentivos para el
establecimiento de viviendas menos precarias. Al comienzo, “el rancho es de
la misma tierra que ha de sustentar al colono’’. Después el hábitat irá
mejorando, incorporándose casas de material.

En las áreas de colonización la plantación de árboles fue una actividad de


rutina, mientras que anteriormente había sido ocasional. Alejo Peyret señala
en 1889: “Quiere decir que hay hijos del país y extranjeros. Para
distinguirlos, basta ver dónde se encuentran árboles al lado de las
habitaciones; los que los tienen son inmigrantes, los que no los tienen, son
indígenas" (es decir, nativos del país).'10*

Los agricultores cambiaron el caballo por el buey, la carreta por el carro,


el facón por el arado, establecieron la diversificación de cultivos, la
producción para autosubsistencia, incorporaron a la dieta las frutas, las
verduras y la sal.

Se fundaron continuamente centros de servicios rurales, destinados a


llevar el almacén, la escuela y una ley única allí donde antes imperaban los
poderes locales. Con este impulso los ecosistemas pampeanos sufrieron su
mayor transformación. Los manejos aplicados, hasta aquí descriptos, revelan
un aspecto poco reconocido del desarrollo de la región pampeana, y es que
su suelo es obra humana, tan humana como una ciudad, una catedral o
cualquier otro producto cultural. Este suelo, descripto tantas veces como “un
regalo del cielo o de la naturaleza”, es, en una medida muy alta, el resultado
de las sucesivas etapas de manejo agrario que detallamos en esta obra. Sólo
que estamos más acostumbrados a reconocer las obras humanas sobre la
piedra y el ladrillo que sobre la vegetación natural o sobre los
microorganismos del suelo.

Volvamos a los agentes de esta acelerada transformación: para aquellos


inmigrantes que no formaron parte de contingentes de colonización
organizada y para quienes no tuvieron acceso a la compra de parcelas, el
modelo de uso del suelo sobre la base de rotaciones agrícola-ganaderas
resultó un modelo expulsor, tanto para los cosecheros ‘‘golondrina” como
para muchos arrendatarios. En la medida en que el hombre no era un
recurso que interesara particularmente preservar, las condiciones de trabajo
de los arrendatarios fueron, en muchos casos, realmente brutales. ‘‘Se le
exigía al colono que trillara con las máquinas del patrón, que acarreara con
los carros del patrón, que comprara y vendiera en el almacén del patrón y
que en él se efectuaran todos los seguros”,4 además de entregar hasta el 45
por ciento de la cosecha en concepto de arrendamiento. Mitre comparó su
condición a la de los siervos de la gleba, y no se trataba de una minoría: el
75 por ciento de los agricultores de Santa Fe, en 1912, eran arrendatarios.

Estas condiciones extremas desalentaron el afincamiento de los


agricultores y el acceso a la propiedad de tierras, objetivo nada fácil porque
ya estaban apropiadas las más aptas y mejor ubicadas. En la década del 90
un fuerte encarecimiento de tierras coincidió con bajas en los precios
internacionales de los cereales; el conjunto de adversidades colocó a los
arrendatarios en situación sumamente crítica y desencadenó la expulsión de
gran cantidad de inmigrantes europeos. Pocos años más tarde, Irigoyen
vinculaba los problemas de hacinamiento en Dueños Aires y Rosario —y con
ellos, el conjunto de los problemas ambientales urbanos— con esta
expulsión de población rural. “El aumento desproporcionado de la población
de las ciudades —decía Irigoyen— indica una perturbación seria de las activi-
dades rurales, confirmándose la ley económica: que cuando crece la gran
propiedad en proporción aritmética, crece la emigración rural en proporción
geométrica. Es decir, poblamiento, pero no tanto. Sólo el que asegurara el
funcionamiento del modelo.

De este modo, los problemas ambientales rurales y urbanos suelen estar


más vinculados entre sí de lo que generalmente se acepta.

En una evaluación global, este esquema semiextensivo de uso de los


recursos naturales que finalmente se adoptó poseía un alto grado de
racionalidad interna e innegables ventajas:

* Maximiza la rentabilidad del propietario de las tierras, interesado por


sobre todas las cosas en sus alfalfares y en su renta agraria.

* Posibilita una gran expansión agrícola subsidiaria.

* Permite el uso sostenido del ecosistema agrario, conservándose y


enriqueciéndose los suelos a través de las rotaciones.

Es decir, funciona bien en una serie de aspectos. Pero, como vimos,


también tiene su lado negativo:

* Protege el recurso suelo y la rentabilidad del propietario a cosca del


nivel de vida de los trabajadores rurales.

* Subutiliza amplias zonas en las cuales hubiera sido necesaria la


intervención estatal para el manejo de la cuenca hídrica.

* No soluciona el problema del manejo integral del agua, que subsiste


hasta el presente, a punto cal que durante las inundaciones del siglo XX se
alzaron voces pidiendo que finalmente se implementaran las soluciones
propuestas por Ameghino.

La langosta y otras plagas

En este apartado veremos cómo un insecto muy pequeño llegó a ser lo


bastante fuerce como para afectar una de las instituciones más poderosas
del país. El insecto es la langosta —cuya fuerza deriva, como sabemos, de la
unión— y la institución es nada menos que el derecho de propiedad, tal
como se lo entiende en su versión más tradicional.

Nada más tradicional que el liberalismo a ultranza del Código Civil cuando
afirma que el propietario de una cosa "puede desnaturalizarla, degradarla o
destruirla, [...] prohibir que otro se sirva de ella o perciba sus frutos".*1*

Sin embargo, la valorización de la tierra y de la producción agropecuaria y


la necesidad de protegerlas ante contingencias que afectaran masivamente
tanto a los productores como a las bases de la nueva estructura económica
del país obligarán poco después a emitir reglamentaciones y limitaciones al
derecho de propiedad. Aparecen como un hecho nuevo la responsabilidad
social del propietario y ciertas formas de función social de la propiedad.

La lucha contra la langosta constituye el ejemplo más completo de cómo


un problema ambiental de envergadura obliga a instrumentar formas de
solidaridad social que superen aquella vieja noción del derecho romano, del
propietario egoísta que puede hacer lo que quiera con sus campos. Esta
lucha también obliga a superar incumbencias burocráticas y a coordinar la
acción de los niveles de gestión nacionales, provinciales y municipales, por
una parte, y civil y militar, por la otra, en un ejemplo de coherencia político-
administrativa pocas veces repetida.

Pero para seguir las implicancias del problema, antes tenemos que hablar
de la ecología de la langosta y de las plagas en general y de la forma en que
el agrosistema contribuyó a su expansión.

Una consecuencia buscada de los cambios ecológicos provocados por la


expansión agrícola fue el aumento de la biomasa vegetal existente en la
Pampa Húmeda. Ocurrió entonces un fenómeno parecido al de los peños
cimarrones que se habían multiplicado al encontrar vacas para comer.
Ahora, al haber más comida disponible, las que se reprodujeron fueron las
langostas.

En realidad, siempre había habido langostas, ya que son nativas de los


valles intermontanos próximos a los Andes, pero según el testimonio de Félix
de Azara, a fines de la época colonial, “es rarísima esta plaga en el Río de la
Plata". Entonces su existencia había estado limitada por la disponibilidad de
alimentos y, creemos, por su calidad (pajonales duros de menor poder
nutritivo que los cultivos). Aparentemente, ante ataques poco relevantes,
sus enemigos naturales —las aves insectívoras— habrían sido antes
suficientes como para efectuar un control efectivo. La abundancia de
alimento suministrado por el cultivo posiblemente favoreció la proliferación y
rebasó la capacidad de esos controles naturales, rompiendo un milenario
equilibrio ecológico.

Genéricamente se comportan como todas las plagas. Es decir, parasitando


o depredando vegetales o animales cuya expansión haya sido obra humana.
Al reproducirse el huésped se crean igualmente las condiciones para la
reproducción de su predador.

Ante el incremento de las langostas, aparece en 1891 una ley que


establece que "el Poder Ejecutivo, de acuerdo con los gobiernos de
provincia, tomará a la brevedad posible todas las medidas conducentes a
combatir y extirpar la langosta en cualquier punto de la República en que
apareciere" (Art. 1°). Y, lo que ya empieza a ser interesante, hay un artículo
segundo que dice que se declara obligatoria, para todo agricultor o ganadero
del lugar invadido por la langosta, la prestación de su concurso, "cada vez
que le sea exigido por las autoridades o las comisiones que se nombraren a
ese objeto’’.

En realidad, el proyecto tenía también un artículo tercero que autorizaba


al Poder Ejecutivo a fijar multas cada vez que alguien no "prestara su
concurso” para combatir la langosta. Esto ya era demasiado. Gran escándalo
en el Congreso y el artículo se suprime en el Senado, porque, según dijo el
senador Tello, “es poner la fortuna de los argentinos en manos del Poder
Ejecutivo”.410 No se consideraba adecuado presionar demasiado la res-
ponsabilidad social del productor si ésta debía traducirse en un atentado a su
bolsillo. Más adelante cambiarían de idea, cuando la fortuna de los
argentinos estuviera puesta, de hecho, en la boca de la langosta.

Al año siguiente se asignan partidas presupuestarias destinadas a


implementarla.4"

Y en 1897, ya con cierta experiencia acumulada sobre el com-


portamiento de la plaga y la organización de formas de combatirla, se
vertebra la lucha a través de comisiones locales con plenos poderes de
convocatoria. Tanto poder tienen, que estas comisiones pueden citar a las
tropas de línea nacionales, las que "procederán bajo la dirección de las
comisiones locales” (Art. 6**). También pueden destruir plantaciones
afectadas en forma expeditiva, pagando la correspondiente indemnización
(Art. 5o, ley 3.490 de 1897, Reg. Nac., como II, pág. 616).

Se establece el servicio personal obligatorio para codos los habitantes de


la República, de 15 a 50 años, con pago de salario por los días empleados en
combatir la plaga y hasta un máximo de veinte días corridos. “Todo
propietario o arrendatario tiene la obligación de dar aviso a la comisión
respectiva de la aparición de la langosta, determinando la dirección que
lleva, la Techa y lugar de la ovación y la fecha de nacimiento de las larvas y
mosquitas en el acto de producirse.”

Se ve que los ánimos habían cambiado. El país se encontraba en


emergencia y el pánico superó las objeciones de conciencia.

A medida que la langosta avanza, los gastos por pago de salarios a


quienes debían combatirla resultaron cuantiosos, por lo cual unos meses
después se elimina el pago de salarios a propietarios y arrendatarios, los que
“prestarán el servicio personal mientras permanezca en su propiedad,
gratuitamente”.'112 Es decir, que no se le paga a nadie por combatir la
langosta en su propio campo.

Ante el riesgo de que en vez de colaborar se escaparan masivamente, y


siendo las escasas posibilidades de control, al año siguiente se acepta su
cambio por dinero o por la evidencia de un control a escala de predio. Habrá
que entregar “una cantidad de langosta voladora, saltona o huevos, en la
medida que la comisión central lo determine”/11 Y como la trampa suele
venir hecha casi antes que la ley, se multa a quienes recojan langostas
muertas y las vendan a quienes quieran librarse de sus obligaciones
comunitarias.

En 1903 vuelven a acordarse créditos para combatir la plaga - porque ya


no hay dinero que alcance. Se votan nuevas partidas en 1909 y 1910, que
se destinan a comprar barreras de zinc (cuya importación se libera de
derechos) que se utilizarán para detener, o al menos intentar detener, el
avance de las langostas. Junco a esa barrera provista por el Estado se
juntará la población local, apaleando los insectos o aturdiéndolos con el
ruido de cuantas ollas tuviesen a mano. Una herramienta más sofisticada
será un par de enormes rodillos de bronce que se enganchan a un carro, el
que se lanza de frente a la manga de langostas, en un intento de consolarse
aplastando algunas.
Un gobierno desesperado recurre a Thomas Edison para que invente algún
artefacto eléctrico que las mate, pero su ciencia se reveló impotente.

El censo de 1937 detecta la existencia en el país de 14.000 kilómetros de


barreras de zinc usadas para parar langostas, y de nada menos que 70.000
lanzallamas usados para quemarlas. A pesar de eso año a año vuelven
nuevas oleadas y sólo las detendrán los insecticidas en la década del 50 y un
mejor conocimiento de su ciclo biológico, cuando se evidenció la necesidad
de controlarlas en su lugar de origen, los valles suban dinos. En algunos
años su expansión alcanzó una envergadura enorme. En 1922, la langosta
cubre el "39 por ciento del territorio nacional, con excepción de la zona
patagónica”. La última manga sobrevoló Buenos Aires a mediados de la
década del 40, arrastrada por el viento hasta el mar, donde se extinguió, ya
que la voladora no tiene desplazamiento intencional.

Una idea de la masividad de la cobertura del suelo durante el ataque la


suministran los recuerdos de antiguos agricultores, que informan que el año
siguiente a una invasión el suelo fertilizado por millones de insectos rendía
cosechas excepcionales. Es que, a su manera, era lo que se llama un
importante subsidio energético que actuaba localmente, por más que fuera
todo lo contrario desde el punto de vista económico. El doctor Morello alguna
vez escribió que la mejor forma de manejar una plaga es hallarle un uso
económico, pero no creemos que se refiriera a la exportación de bolsas de
langostas muertas, que se vendieron como abono orgánico en su momento.

En 1905 se genera una legislación mucho más orgánica e integrativa, ya


que supedita la declaración de plaga a que “se conozcan y puedan
determinarse los procedimientos prácticos” para combatirla. La ley establece
que los propietarios están obligados a combatir las plagas en sus predios.
Pero, en ausencia de penalidades o multas lo suficientemente efectivas, el
Estado decidió hacerse cargo del control de la plaga cuando el propietario no
colaborase, con cargo al mismo.

También autoriza a restringir el comercio de “toda clase de semillas,


plantas o abonos que puedan desarrollar plagas”. Mantiene la indemnización
para el caso de destrucción preventiva de sembrados, pero en vista de que
no había fondos para tantas indemnizaciones se establece una cláusula que
termina anulando estos gastos. Simplemente establece que la indemnización
no será pertinente si se probase que de codos modos las plagas hubieran
provocado la destrucción de los sembrados. Si el lector piensa en qué estado
queda un campo después que ha pasado la langosta, podrá concluir que los
gastos por indemnizaciones deben haber bajado casi a cero.

Hemos visco cómo, en un largo proceso signado por el miedo, se pasa de


la omnipotencia del propietario a la autorización al Estado para destruir la
propiedad privada sin indemnización, en lo que parece una caricatura del
artículo del Código Civil que citáramos al comenzar este tema. Durante esos
veinte años se fueron cubriendo los diversos aspectos que hacen al control
de cualquier plaga: su detección temprana, la organización de la lucha una
vez expandida aquélla, la prevención de su extensión territorial, los gastos
para las campañas de control, la responsabilidad del Estado en la
organización de la lucha y en el estudio de las causas del fenómeno y la
responsabilidad de los particulares en casos de emergencia. Se evidencia
también que ante ciertos problemas ecológicos el Estado no es prescindente,
sino que moviliza todos sus hombres y sus medios si esos problemas ponen
en peligro la estabilidad del modelo de uso prioritario de los recursos
naturales, un modelo que había requerido cuantiosas inversiones y por el
que se habían jugado innumerables intereses económico-políticos.

Sin embargo no fue un caso aislado, ni fue el primero: un importante


antecedente había sido el de control de filoxera en la vid, la que aparece en
la Argentina a partir de Dueños Aires, como denuncia un lector de La Nación
en 1879.J20 En 1895 había avanzado hasta La Plata y Bahía Blanca.421 En
1888 sale un decreto que después se transforma en ley, que ordena destruir
"las cepas que se reconozcan estar atacadas por filoxera en cualquier punto
del territorio de la República”, sin el pago de indemnización alguna por dicha
destrucción.422

Pero lo más interesante es que el decreto encomienda a comisiones de


vecinos (no ya comisiones oficiales, como en el caso de la langosta) para
que investigaran y denunciaran la existencia de la plaga y procedieran a su
destrucción.

Sobre la base de la ley 4.863 de 1905 fueron declarados plagas


numerosos organismos predadores de cultivos y ganados o competidores de
los mismos por territorios o alimentos. La vizcacha (en 1907), capaz de
inutilizar con sus cuevas grandes extensiones de suelo y destruir raíces de
cultivos. Las hormigas colorada y negra (en 1907). El conejo y la liebre,
introducidos desde Europa como piezas de caza deportiva y que, en ausencia
de sus predadores naturales (linces, zorros, osos, lobos), tuvieron una
explosiva proliferación, devorando brotes tiernos y raíces de cultivos. El
bicho de cesto (en 1908). Diversas especies de gorgojos (en 1906, 1909,
1922, 1924) y roedores como los cuises (en 1922). Ninguna de estas
especies fue objeto de controles conducentes a su desaparición, ni de
operativos similares a los desarrollados contra la langosta, pues los
problemas que creaban eran más localizados y de efectos menos
devastadores.

También las malezas fueron objeto de legislación. Recordemos que una


maleza es una especie sin valor económico cuyo ciclo biológico y
requerimientos ecológicos coinciden en gran medida con un cultivo
determinado. Por esa razón compiten con el cultivo por los mismos recursos:
luz, agua, espacio, nutrientes. Si no se las controla, ganan en la
competencia por una gran agresividad natural, que los cultivos generalmente
perdieron en el curso de su selección y mejoramiento.

En el período que nos ocupa se disponía casi exclusivamente de métodos


de control mecánico consistentes en aradas repetidas y eliminación manual
de malezas, con ingentes gastos en tracción a sangre, mano de obra o
combustibles. Por ello es significativo que también fueran declaradas plagas
malezas como el abrojo grande o el cardo ruso, ambos en 1914. Tanto el
abrojo como los gorgojos eran también considerados impurezas o plagas del
grano cosechado y desmejoraban su calidad y precio.

Pero en ese modelo de transformación no fueron sólo los rebaños y los


cultivos las víctimas de las plagas. En 1899 se produjo una epidemia de
aftosa que afectó la fauna, cal como describe Justo P. Sáenz en su obra
Baguales (Buenos Aires, Peuser, 1930): “Las gamas y venados que poblaban
todavía en gran número algunas propiedades de desahogada superficie
perecían en cuadrillas enteras a lo largo de los alambrados y al borde de las
aguadas, y como desde esa fecha la epizootia se hizo endémica, a cada
subsiguiente recrudecimiento aumentó la mortalidad hasta salvarse contados
ejemplares”.

Este dato nos interesa especialmente porque la caza y la destrucción de su


hábitat no son suficientes, en este caso, para explicar la rápida desaparición
de ese grupo faunístico tan abundante. Habían sido demasiados los venados
descriptos por los viajeros (u observados por Guillermo Enrique Hudson a las
puertas de Dueños Aires) como para comprender, sin esta causa, su
desaparición. Se produjo aquí, con los venados, una situación paralela a la
producida con los indios exterminados tanto por la viruela como por la
guerra y el hambre.

Otro caso interesante es el del sorgo de Alepo, gramínea introducida en


1910, según algunas fuentes como forrajera y según otras para afirmar los
terraplenes de ferrocarril. El Ministerio de Agricultura llegaría a hacer una
campaña para promover su cultivo, pero después no supieron cómo
sacárselo de encima: es el mismo que en la década del 70 y parte de la del
80 del siglo XX llegó a afectar casi el 80 por ciento del área maicera y
sorguera e inutilizó la cuarta parte de su superficie, obligando a cambiar de
cultivos, hasta que apareció un efectivo control químico.

En síntesis, en la época de expansión del gran cultivo fue preciso


organizar también la lucha contra sus enemigos naturales. En algunos casos,
fueron organismos preexistentes que se transformaron en plagas al
encontrarse ante nuevas fuentes de alimento, y en otros casos fueron
involuntariamente introducidos en partidas de semillas importadas o se trató
de un error. En la lucha por su control, el Estado debió asumir un papel
protagónico a medida que la iniciativa privada o políticas más tibias se
revelaban insuficientes.

LA DEFORESTACIÓN DEL PAÍS

“Los abismados hombres de negocio medían en pulgadas la madera del


norte. Nadie oyó mis palabras, y era justo: yo venía del sur en caballos y
églogas."

Leopoldo Marechal Descubrimiento de la Patria

La historia de cómo la Argentina perdió una parte sustancial de sus


bosques es un buen ejemplo de una política ambiental caracterizada por la
inacción. Durante todo este período se explotan los bosques con un criterio
minero; es decir, puramente extractivo sin prever su reposición, lo que de
hecho los transformó en un recurso no renovable.

Al comienzo las ciudades extendieron la deforestación en su periferia


inmediata. Primero cortaron la leña más próxima y poco a poco se fueron
alejando cada vez más, para sus necesidades de madera y combustible.

La obtención de combustible había sido siempre un problema en un país


donde los grandes centros de consumo (Buenos Aires, Rosario, Córdoba)
estaban alejados de las principales fuentes de provisión potencial de leña:
las regiones chaqueña, misionera y noroeste. Hasta mediados del siglo XIX,
la ausencia de máquinas de vapor, unida a la benignidad y brevedad del
período invernal, que no hacía imprescindible la calefacción hogareña, evitó
que el problema se hiciera acuciante.

Con la aparición del ferrocarril y de las calderas para producción de vapor,


los arribos de leña a Buenos Aires se hicieron insuficientes. Ya habían sido
talados los escasos árboles pampeanos y los durazneros silvestres y
plantados para la obtención de leña en el Delta. Pero al mismo tiempo el
funcionamiento de la red ferroviaria fue uno de los principales mecanismos
de deforestación del interior del país, cuyo principal impacto se efectuó
sobre las zonas semiáridas, en las cuales la repoblación de los bosques
talados es más lenta y difícil.

En esta situación el crecimiento simultáneo de la ciudad y de la red


ferroviaria significaría un fuerte impulso a la deforestación, del que tenemos
abundantes testimonios:

* Lucio V. Mansilla señala la importancia de seguir determinada traza en


la construcción de un ferrocarril, en función de la existencia de bosques: "La
línea del cuero es la que se debe seguir. Sus bosques ofrecen durmientes
para los rieles, cuantos se quieran, combustible para las voraces hornallas
de la impetuosa locomotora”.0:1

* Del mismo modo Sarmiento indica que “en Catamarca y Santiago [..,]
los ferrocarriles van agotando los bosques clareados en su trayecto”. Más
adelante agrega que "antes de salir de los límites de Córdoba, las gruesas
chispas que se escapan de las locomotoras incendiaron una zona de bosques
de algarrobos que tienen algunas leguas de largo. (...) Entre Mendoza y San
Juan es escasísimo el combustible y cerca de esta última se ha agotado en
veinte años el monte grande de algarrobos. Dentro de diez años más, el
ferrocarril, a más de materiales que necesita para la vía, recibirá de
Inglaterra carbón de piedra para hacer fuego”.42s Efectivamente, más
adelante se importó carbón, pero no por motivos ecológicos sino
comerciales, para que no retomaran vacíos los buques que llevaban a
Europa las materias primas argentinas.

En todos los casos se concibió sólo el uso extractivo del recurso forestal.
El coronel Alvaro Baños menciona que los arrayanes del sur son “buenos
para carbón”;426 en tanto que el naturalista Ángel Gallardo se lamenta de
ver las magníficas araucarias patagónicas transformadas en cajones para
embalaje de frutas.

* La administración de los ferrocarriles oficiales va unida a las continuas


licitaciones para la provisión de leña. Las primeras de ellas se resuelven en
un normal abastecimiento de las líneas (eneas, pero en el último cuarto del
siglo XIX los precios de la leña comienzan a subir al haberse agotado los
bosques más próximos a las vías. Finalmente se hace sentir la escasez y ello
ocurre con mayor intensidad en el ferrocarril Andino por atravesar zonas
áridas y semiáridas. Al resolver sobre una de estas licitaciones, se afirma
que "la falta de propuestas para la provisión en la estación del Alto Pencoso
proviene de que en aquella localidad no hay ya leña ni en la cantidad ni de la
clase que el ferrocarril necesita”.

* A pesar de ello, se continúa avanzando en la deforestación, lo que en


algunos casos se intenta justificar en función de un hipotético
aprovechamiento para riego que quizás algún día llegara a implementarse.
“La explotación sin método ni plan, a objeto de proveer de la leña que
consumían los ferrocarriles y la inmensa cantidad de postes y rodrigones
elaborados con destino a los viñedos de Mendoza y San Juan, sigue aún en
mayor proporción, proveyéndose además a los nuevos ramales en
construcción dentro de la provincia (de San Luis), dejando preparado el
terreno para destinarlo a la agricultura; transformación que se conseguirá
tan pronto como sea resuello el gran problema de la irrigación.

* Pero la llegada del riego no fue tan inminente y hubo pueblos en la


provincia de San Luis que se estancaron y decayeron al terminar con sus
recursos forestales. Por ejemplo, “Concarán y Santa Rosa se estancaron
como consecuencia de la paralización de las actividades mineras, la extinción
de los bosques, la falta de vocación por los cultivos intensivos y la
consagración a una ganadería extensiva en el monte".

Podemos elaborar un esquema con secuencias de comportamiento: en un


primer momento, al iniciarse la explotación forestal la economía local se
expande, aumentan las fuentes de trabaja y hay un cierto efecto
multiplicador sobre la región. Pero iodo ello decae irremisiblemente a medida
que los montes comienzan a ralear y la zona se transforma en expulsor? de
población bastante antes del agotamiento del bosque, que suele ser, por
otra parte, un proceso gradual.

El caso de Santiago del Estero

En este esquema de explotación extractiva es significativo el caso de


Santiago del Estero, en cuya zona occidental las principales
transformaciones consistieron en degradar el bosque hasta transformarlo en
un desierto. La construcción de las vías férreas impulsó la tala de los
quebrachales santiagueños para la obtención de durmientes. Entre 1906 y
1915 la provincia produjo 20.700.000 durmientes, con los que se
construyeron 1.600 kilómetros de vías ferreas.'150
El obraje demandó en este período grandes contingentes de trabajadores
provenientes incluso de países limítrofes. La tecnología utilizada era
rudimentaria y se basaba en el uso de herramientas manuales de corte para
la tala, limpieza y labrado, y en canos tirados por bueyes o muías para el
transporte. Sin embargo, la concentración de población del obraje, por su
movilidad en la constante búsqueda de áreas vírgenes para la continuidad de
la actividad, definió una forma de ocupación del espacio precaria y
transitoria. A su vez, la ubicación del obraje estaba íntimamente relacionada
con el trazado de las vías férreas, cuestión que determinó que la localización
de \os asentamientos humanos dejáis de ser la consecuencia del hallazgo de
agua para la ganadería y se ubicara a lo largo de las vías. El propio
ferrocarril se encargaba de un precario e insalubre abastecimiento de agua.

A la vez que se creaban y desaparecían estos misérrimos asentamientos


temporarios, las antiguas poblaciones de rica tradición quechua, de
economía basada en la equilibrada explotación del bosque y la ganadería,
que habían resultado marginadas del trazado ferroviario, quedaron aisladas
y lentamente fueron decayendo.

Es decir, el trazado de las vías, destinado al abastecimiento de materias


primas a la metrópoli: leña, madera, azúcar, hortalizas, remodeló el espacio
regional exclusivamente en función de esos objetivos, sin que el gobierno
central interviniera en esa decisión para preservar la continuidad física y
cultural de sectores sociales no asimilados al modelo de desarrollo
prioritario.

El obraje alteró los ecosistemas locales mediante efectos múltiples- Antes


de la llegada del ferrocarril, los ecosistemas eran el resultado del uso
predominantemente ganadero que los pobladores le habían asignado.
Mostraban un paisaje en mosaico, con bosque alto de quebracho colorado y
blanco en el cual se mantenían grandes manchones de pastizales mediante
incendios controlados que, a la par que favorecían el rebrote de pastos,
impedían el avance de árboles y arbustos. El obraje introdujo
simultáneamente la explotación forestal indiscriminada y el pastoreo
extensivo de bovinos para carne y animales de tiro para el obraje y, más
adelante, para los ingenios azucareros tucumanos. Pero la excesiva carga
animal, presente aún en los periodos secos, consumió los excedentes de
pasto que ya no alcanzaron a actuar como combustible en fuegos repetidos.
Se perdió así la principal herramienta de control de leñosas en pastizales,
que fueron desapareciendo invadidos por arbustos 'sin valor forestal.-131 El
proceso fue rápido: el ferrocarril, con su demanda de durmientes, postes y
leña, comenzó su actividad en la década del 70 y ya en 1904 un informe
general sobre la economía santiagueña menciona la invasión de acacia (una
maleza leñosa) en los pastizales. Como una respuesta a la pérdida de valor
forrajero de los ecosistemas, comenzó a expandirse el cultivo de alfalfa.

Sólo en este período el quebracho pasa a ser un recurso de importancia;


antes su demanda para tirantes en socavones y construcciones era
restringida. Su tala significó privar al bosque de sus dominantes: especies
que por su mayor biomasa aérea y subterránea tienen mayor capacidad de
control de las principales interacciones del ecosistema. En este caso las
consecuencias fueron las de privar al suelo de protección contra lluvias
torrenciales de fuerte poder erosivo y el deterioro del microclima
amortiguador de extremos climáticos, en particular de la evaporación a nivel
del suelo.

En las situaciones más desfavorables fue frecuente la tala rasa con


extracción simultánea de los diversos productos forestales, incluso el de
carbón de leña como etapa terminal. La tecnología de corte, que como vimos
era primitiva, preservaba raíces y base del tronco, permitiendo el rebrote.
Tampoco era destructiva del suelo en el sentido en que lo es la topadora que
arranca raigones. Por esto, varias especies leñosas pudieron germinar o
rebrotar, pero a veces los brotes, en especial los de quebracho colorado,
eran los preferidos por los vacunos, y el pastoreo repetido no permitió la
recomposición del bosque primitivo.'1”

Otro factor que se debe tener en cuenta es la creación de un microrrelieve


por pisoteo, con senderos denudados y compactados que actuaron como
correderas susceptibles a la erosión hídrica en las zonas onduladas. Se
considera que en la región la denudación del suelo por sobrepastoreo tuvo
efectos más erosivos que la deforestación con eliminación de dominantes.
Esto favoreció el arrastre y desarraigo de semillas y plántulas, limitando las
posibilidades de regeneración del bosque.J5J

Este conjunto de procesos ocurrió en varias áreas provinciales, con ritmos


y en épocas diferentes, en vinculación con la proximidad de las vías. Aún
hoy se detecta en la imagen de satélite el impacto de la explotación, sobre
todo a lo largo del tramo ferrovial Santiago del Estero-Tucumán.

Poco a poco fue cambiando el carácter de la explotación, pero no el ritmo


de devastación forestal: entre 1906 y 1915 se produjo la degradación de las
tres cuartas panes de los remanentes de bosques provinciales. En ese lapso
el valor de la producción forestal provincial representó el 9,5 por ciento de
las exportaciones cocales argentinas, lo que demuestra la importancia que
alcanzó la actividad en Santiago del Estero.

El desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial se tradujo en


dificultades de abastecimiento de carbón inglés por vía marítima. Esto
motivó un cambio cualitativo en los rubros de explotación forestal,
derivándose de la producción de durmientes y rollizos a la de extracción de
leña y la elaboración del carbón.

La producción de postes, que en 1903 fue de 960.245 unidades, bajó en


1923 a 739.197 unidades, pero la producción de carbón, que en 1903 fue de
23.940 toneladas, en 1923 ascendió a 250.940 toneladas. La leña tuvo una
extracción oscilante: luego de un máximo en 1916 (1 millón de toneladas
sólo para ferrocarriles) bajó a 266.528 toneladas en 1923.414 Las áreas más
afectadas fueron lógicamente las más próximas a las vías. Un artículo
periodístico indicaba en 1923 que había sido levantada toda la leña hasta 30
kilómetros de las vías."117

Allí donde no se hubiera practicado tala rasa para obtención de leña y


carbón, sino sólo extracción de maderas valiosas, era posible cierta
reconstitución de la vegetación que más tarde permitiría nuevos turnos de
corte o rehaches, donde el más buscado sería el quebracho blanco. Sin
embargo, las talas frecuentes también degradan la vegetación hasta
diversas formas de fachinal, o monte bajo de maderas duras, a veces
espinoso, con predominancia de leguminosas.

£1 cambio de la demanda de rollizos por la de leña y carbón no respondió


solamente a las dificultades en la provisión de carbón mineral, sino que
también había disminuido la demanda de durmientes por la interrupción de
la expansión de la red ferroviaria.

La pérdida generalizada de productividad forestal-pastoril de los


ecosistemas semiáridos del occidente santiagueño no fue la única
consecuencia de manejos depredatorios. La pérdida de cubierta vegetal
protectora y la multiplicación de áreas de suelo desnudo incrementaron la
tendencia a la aridez, perdidos ya muchos de los mecanismos ecosistémicos
de autorregulación frente a extremos y oscilaciones climáticas. Sin embargo,
las consecuencias de los manejos descriptos se evidenciaran recién en los
períodos siguientes porque los procesos ecológicos pueden manifestarse
tanto por acumulación de cambios cuantitativos menores como por cambios
cualitativos definitivos o irreversibles, desencadenados ante situaciones
críticas.
Talando árboles

Sin embargo, poner el acento solamente en la depredación lleva a una


excesiva simplificación del problema. En realidad, existe una dialéctica de
conservación-depredación, en la que las acciones en un sentido y en otro se
interinfluyen mutuamente. A) respecto, señala Jorge Morello que "en el
interior de países dependientes las regiones centrales destinadas a
producción agrícola para exportación están sujetas a un manejo
conservador, que es subsidiado en función de la explotación irrestricta de
otros recursos naturales complementarios en espacios periféricos. Tal es el
caso de la Pampa Húmeda en la Argentina, que opera en función del uso
predatorio de bosques de madera dura del Chaco para provisión de maderas
imputrescibles para alambrado, cercos, corrales, etcétera”.4“

En otras palabras, para conservar en buen estado el suelo pampeano se


elige arruinar el bosque chaqueño. Ninguno de los dos fenómenos puede ser
claramente entendido sin tener en cuenta a su complementario.

Correlativamente, podemos decir que en cualquiera de las regiones se


protege el recurso vinculado con la continuidad del modelo principal, en
tanto los restantes recursos son subestimados. Por eso es excepcional la
protección de los recursos vegetales pampeanos, aunque existen casos de
regulaciones establecidas en las áreas de colonización. Por ejemplo, en un
contrato de colonización firmado por Dolores C. de Urquiza se establece que
“los colonos tendrán gratis la leña que precisen. La madera para sus
habitaciones, corrales y cercos les será cedida a precio módico y deberán
pedirla al administrador. No podrán en ningún caso cortar madera ni paja
para hacer negocio".439

También existieron tímidos paliativos, como la prohibición de los rozados


(desmontes) a fuego, establecida en diversas ocasiones y nunca cumplida.40
Cada tanto el Ministerio del Interior enviaba una nota a los gobernadores
de los territorios federales, recomendándoles la protección de los bosques y
recordándoles la vigencia de un decreto del 19 de abril de 1879 en el que se
reglamenta la extracción de maderas en el Chaco (La Nación, 13/11/1883).
No hay evidencias de su cumplimiento.

En Corrientes tenemos un ejemplo del mismo tipo de secuencia


extracción-despoblamiento. En 1864 señala Martín de Moussy: “Un artículo
de comercio bastante importante es la madera de construcción; se explotan
las de la provincia, en especial en la cercanía de la ribera del río Ambrosio, y
se las va a buscar al Chaco, a Arroyo de Oro; las de la isla Apipé están casi
agotadas".

Pero a medida que los bosques naturales comienzan a escasear, la


industria forestal se traslada a localizaciones más próximas a los centros de
consumo y la provincia queda reducida al papel de vendedora de rollizos.
Así, en 1912 se afirma que, "nacida en la margen izquierda del Paraná, la
industria forestal emigró a fines del siglo pasado hacia la ribera derecha,
adonde la ha seguido la mano de obra correntina”.

Además de las consecuencias sociales existieron otras ecológicas, que se


tornaban más graves en zonas áridas y semiáridas. Ameghino advierte que
en las provincias de San Juan y Mendoza “en vez de aumentarlas se están
destruyendo las pocas arboledas que allí había’’. Cabe preguntarse en qué
medida la eliminación de leñosas agravó el problema de las avenidas y los
torrentes de barro, lo que obligó a estudiar obras para la defensa en los ríos
Mendoza, San Juan y Arras.444 Es probable que la mejor defensa hubiera
sido la conservación de la vegetación natural en las márgenes de esos ríos.

Ante la escasez de árboles hay propuestas de la más diversa índole. Quizá


la más pintoresca sea una afirmación de Sarmiento, quien planteaba: "¿Y
sabéis lo que importan para la salvación del país ciertas maderas? Cuando la
provincia estuvo amenazada de invasiones, estábamos desarmados, y en
vano hubiéramos intentado recurrir a improvisar lanzas. No había madera de
qué hacer astas”.444

Además Sarmiento es consciente de la necesidad de tratar al bosque como


un recurso renovable de uso múltiple. Por ejemplo, señala la depredación
que significa talar los durazneros del Delta en épocas tales que el rebrote
quede impedido, y el no hacer mejoramiento varietal con miras a la
obtención de fruta, lo que implica una propuesta de manejo de doble
propósito.

Pero es especialmente Ameghino quien propone la protección y el uso del


bosque implantado con fines múltiples: regulación de torrentes, sombra pan
el ganado, protección de áreas erosionables, explotación forestal, creación
de cortinas rompe-viento para cultivos y pasturas, setos y divisorias de
potreros, áreas de recuperación.

Nada de esto se implemento. Por el contrario, se insistió en hacer minería


con los árboles del Estado, ante lo cual no debe asombrar a nadie la historia
de La Forestal. Porque en última instancia, lo que La Forestal hizo fue repetir
en gran escala lo que la politica vigente permitía hacer.

La Forestal

Contrastando formas de uso de recursos renovables, un ejemplo


simultáneo y de efectos diametralmente distintos del uso pampeano es el de
la explotación de los bosques de quebracho argentinos y paraguayos
subhúmedos a semiáridos, que cubren al norte de la Argentina una
superficie de unas 15 millones de hectáreas. Considerando troncó, ramas y
raíces, el 60 por ciento de la madera es tánica en el momento óptimo de
corte, y suministra el mejor extracto para el curtido e impermeabilización del
cuero. Ambos países “están brindando a la curtiduría mundial un extracto
J<í
tánico inmejorable, en cantidades ilimitadas y a muy bajo precio”

La explotación comentó en 1880 con la exportación de rollizos (troncos)


para las fábricas europeas, y en 1890 se implanta la primera fábrica de
extracto. En 1905 se inscribe en Londres la Forestal Land, Timber and
Railway Co. Ltd., que adquiere 472.000 hectáreas forestales, derechos sobre
otras 197.000 hectáreas fiscales y 170 kilómetros de vías férreas, por un
monto de 1.628.154 libras esterlinas. Hasta 1914 se expandió comprando
empresas competidoras nacionales y extranjeras, constituyó su propia flota
y puertos fluviales, emprendió actividad ganadera, construyó ferrocarriles y
adquirió más tierras forestales hasta poseer 2.266.175 hectáreas. Emitía su
propio dinero para el pago de jornales, válido sólo en su territorio para
adquisición de víveres y enseres en las proveedurías de sus concesionarios.
“En sus extensos dominios se desconoce por completo la moneda nacio-
nal”/49 la que debió ser reimpuesta por ley en 1925, aunque el preexistente
Código Civil prohibía expresamente la circulación de cualquier otra moneda.
El hecho se venía denunciando desde 1904. Constituyó también su propio
cuerpo policial privado para ahogar revueltas de empleados que reclamaban
mejoras. “Un pequeño estado despótico, monárquico, que se desenvuelve
dentro de una república democrática.

La explotación se caracterizó por la depredación extrema, aunque su


objeto fuera la obtención del quebracho colorado: "La razzia se lleva al
punto de no dejar siquiera 80 o 100 cuadras por legua para las necesidades
de los pobladores futuros en leña y maderas, y un árbol de trecho en trecho
para sombra de personas y ganado; parece que no quisieran dejarse
testigos a las generaciones futuras de la imprevisión y derroche presentes...
En Córdoba y Rosario el precio de la leña es tal que, económicamente, hace
más cuenta a los industriales y aun a domicilio quemar carbón inglés que
algarrobo de sus propios montes... e] encarecimiento (por los fletes) la hace
ineficaz para la zona más poblada de la república”.4S' Entre tanto, las ramas
y albura del quebracho se dejaban pudrir donde cayó el árbol.

Aunque se trata del este y centro de Chaco y Formosa, con clima


predominantemente subhúmedo, varias consecuencias de la eliminación del
quebracho que actuaba como especie dominante en estos ecosistemas son
comparables a las descriptas para el occidente santiagueño: el
empobrecimiento en humus, la excesiva evaporación a nivel del suelo, la
evaporación desecante dificultan la germinación y el desarrollo de plántulas.
Recordemos también la marcada preferencia del ganado bovino por los
brotes de] quebracho colorado, lo que indica que la explotación forestal
sostenida y la ganadería serian en este caso incompatibles, aunque siempre
fueron realizadas simultáneamente. Ya en 1915 hubo técnicos que
propusieron eliminar el ganado de las reservas forestales. En 1910 la
empresa tenía 26.000 cabezas, y en 1954, cuando vendió su ganado,
percibió por él unos 280.000 mil dólares.

La justificación técnica de explotar estos bosques sin prever su reposición


obedecería al hecho de que el quebracho tarda unos 150 años en alcanzar su
óptimo rendimiento tánico. Opinión discutida: tanto experiencias de la propia
Forestal como otras opiniones idóneas coinciden en que la cifra debería
reducirse a la mitad, “lo que no es mucho más de lo que corresponde al
crecimiento de un roble“.

La depredación no se redujo sólo a los bosques: las condiciones de vida en


los obrajes fueron tales que suscitaron numerosas investigaciones a nivel
oficial, con desenlace generalmente favorable a las empresas tanineras.
Hubo hacheros viviendo en pozos bajo ramajes, un 45 por ciento de obreros
tuberculosos y un 90 por ciento de sifilíticos en una de las principales
factorías; las muertes por picaduras de víboras debieron ser legalmente
declaradas "accidentes de trabajo” ya que eran responsables de la mitad de
los accidentes. Sólo los indios argentinos y paraguayos y los mestizos
nativos de la zona toleraban tales condiciones infrahumanas, al precio de
una drástica reducción de sus períodos de vida. Hubo localidades donde la
cuarta parte de la población mayor de 11 años no sobrepasaba los 35.

Ni siquiera quedaron réditos significativos para el país: la empresa, en


1916 y 1921, pagó en Gran Bretaña impuestos treinta veces superiores que
los de la Argentina.4 La política de "tierra arrasada” y posteriormente la
forma en que fueron desmanteladas las fabricas de extracto hacia mediados
del siglo XX sugieren que la destrucción del recurso pudo haber obedecido a
una práctica de bloqueo de posible competencia futura: la empresa se
trasladó a África a continuar la producción de tanino a partir de especies
cultivadas de Mimosa.4

La explotación de los ecosistemas del Nordeste argentino resultó


totalmente contradictoria con las potencialidades naturales de regeneración
del bosque y poco o nada se investigaron las posibilidades de regeneración
artificial. Nuevamente es esta forma de exploración la que contrasta con el
conservativo modelo pampeano pero, a diferencia de la actividad extractiva
de durmientes, leña y carbón previamente descripta, el modelo de
explotación del quebracho colorado para tanino no se planteó la
complementariedad con el modelo de desarrollo pampeano. La expoliación
se basó en la cómplice indiferencia oficial: la política fue dejar hacer: el
Estado hizo renuncia de su poder de policía aun cuando las denuncias
provinieran de sus propios delegados. Evidentemente no se trataba de
ignorancia; por algo había existido la ley 1.054, que reglamentaba la
explotación de los bosques nacionales no concedidos en propiedad, de los
cuales la Forestal explotó casi 200 mil hectáreas fiscales.

Frente a estas políticas, constituye un anacronismo la actitud del perito


Francisco P. Moreno, quien dona tres leguas cuadradas de bosques
subantárticos, primer núcleo del futuro Parque Nacional Nahuel Huapi,
solicitando que se preserven como parque público natural. “Cada vez que he
visitado esa región —dice Moreno—, me he dicho que, convertida en
propiedad pública inalienable, llegaría a ser pronto centro de grandes
actividades intelectuales y sociales, y por lo tanto, excelente instrumento de
progreso humano.’”1“7 La carta provoca un enorme desconcierto en un
ministro de Agricultura que quizá no hubiera oído hablar nunca de esas
cosas. Finalmente, el presidente Roca redacta una escueta aceptación y
agradecimiento de forma y dispone la reserva con carácter de parque
nacional, prohibiendo toda forma de concesión a particulares. Y b acción se
detiene allí, porque lo cierto es que no había nadie en el gobierno que
supiera qué hacer con un parque nacional. De manera que es necesario
esperar 18 años hasta que llega a crearse el Parque Nacional del Sur, con
una extensión de 785.000 hectáreas/4* Cuando por fin se sanciona una Ley
de Parques Nacionales, habrán pasado nada menos que treinta años desde
la donación efectuada por el perito Moreno.

LA DEPREDACIÓN DE LA FAUNA

Quizá la mejor introducción a este tema la constituya una extensa cica de


la obra de Marcos Sastre, El Tempe Argentino:

“En el sistema actual de la naturaleza es necesaria la existencia de los


animales carniceros y voraces para neutralizar la excesiva multiplicación de
otros vivientes, y para purgar la tierra de los cadáveres pertenecientes a los
seres que expiran de muerte natural o de otro modo, a fin de que no
corrompan el aire que han de respirar los que sobreviven. También es
necesaria la presencia de los árboles para la conservación de las aguas, para
atraer las lluvias y para la constante depuración de la atmósfera. Regiones
enteras, las más fértiles de la tierra, se han convertido en áridos desiertas, a
causa de haberlas despojado el hombre de sus arboledas, y muchos pueblos
se vieron y se ven hoy, por igual motivo, con su antigua sanidad perdida.
Provincias hay que han visto todas sus cosechas devoradas por los insectos,
a causa de haber destruido ciertas aves, porque comían algún grano de las
eras, y han tenido que volver a traer y proteger los pájaros que habían
exterminado por dañinos.

"En una porción no pequeña del territorio argentino hacen grandes


estragos en las quintas y un enorme consumo de pastos en los campos las
hormigas, que se han multiplicado asombrosamente, por haber sido
destruidos los tamandúas u osos hormigueros, cuadrúpedo expresamente
organizado para alimentarse de hormigas.

’’Así es como el hombre, por no observar las leyes de la naturaleza y


creyendo muchas veces librarse de un animal nocivo o de un árbol inútil,
destruye el equilibrio de la creación y ocasiona las plagas que a la vez
consumen su riqueza y su salud".<w

Esta brillante descripción del equilibrio ecológico fue escrita en 1858, 28


años antes de que el biólogo alemán Heckel acuñara el término ecología.
Pero, de un alegato pan la conservación de la naturaleza, el libro de Sastre
fue transformado en un clásico literario, neutralizándose así su fuerza
política.

Que la conservación de la fauna autóctona no fue un objetivo prioritario


durante el período de la Generación del 80 es casi un lugar común. Nos
interesa analizar un poco las causas y los alcances de esa política.

En un país inmerso en un proyecto de cambio total, se desprecia todo lo


autóctono en beneficio de lo extranjero, que aparece como más moderno, o
más civilizado, o más conveniente desde el punto de vista económico, o a
veces ligado a resonancias afectivas más fuertes. De este modo, se
reemplazará a la población autóctona por inmigrantes, a la vegetación
natural por especies exóticas, a la arquitectura colonial por la francesa e
italiana.

En este contexto los ecosistemas naturales aparecían a menudo como un


obstáculo para la antropización del paisaje. La naturaleza era pensada como
hostil y la diversidad de ambientes que caracteriza a nuestro país fue
considerada un factor negativo antes que un desafío a la imaginación para
un uso productivo eficiente. De este modo, algunos destruyeron porque les
resultaba rentable, y otros dejaron destruir porque simplemente no les
importaba, es decir, porque no pensaban que fuera importante la
conservación de determinados recursos naturales.

Los testimonios reflejan variados matices de un mismo fenómeno. Por


ejemplo, encontramos en Horacio Quiroga una referencia a una de las
formas más irracionales de pesca, que extermina para utilizar sólo una
pequeña proporción de lo que mata: “Como en el Yabebirí (provincia de
Misiones) hay muchos pescados, algunos hombres van a cazarlos con
bombas de dinamita. Tiran una bomba al río matando millones de
pescados”.

En algunos casos la fauna era simplemente un recurso extractivo, que se


explotaba aceleradamente sin tener en cuenta las posibilidades de
repoblación natural. Por el contrarío, se aceleraba el ritmo de caza para
apropiarse del recurso antes de que llegaran posibles competidores. Tal el
caso de los lobos marinos, una matanza de los cuales describe Fray Mocho
con tonos muy vividos: “Fue una cosa horrible. Los lobos rodaban aquí hacia
el mar mugiente a que los llevaba su instinto, muriendo sin alcanzarlo y
obstruyendo las pequeñas tajaduras y los declives, mientras la sangre corría
en hilos sobre la playa, destilando del áspero breñal; allá saltaban desde un
picacho escarpado o de un reborde atrevido y caían alzando una nube de
agua que nos salpicaba o se precipitaban en tropel por los surcos débilmente
burilados por las olas sobre la piedra viva, arrastrando guijarros y
pedruscos, cuyo ruido estruendoso se confundía con los gritos de los anfibios
moribundos o asustados, con el crujido del peñón azotado, con el rugido del
mar”.461

Un poco antes Fray Mocho hace decir a uno de sus personajes que “si los
gobiernos entendieran bien estas cosas y las estudiaran", podrían obtenerse
unos diez a doce mil cueros anuales “sin destruir la raza”, lo que significaría
un aprovechamiento económico de envergadura.

Más adelante veremos a qué se está refiriendo Fray Mocho al pedir que los
gobiernos estudiaran ia forma de administrar la explotación de la fauna.

Tenemos otros casos, en los cuales se degradan simultáneamente


recursos faunísticos y forestales, en paree por intereses económicos, pero
también por antropizar paisajes que aparecían como hostiles: en la zona del
cerro Fitz Roy señala un pionero que “la destrucción comienza con las
grandes compañías y su capital sin alma. ¡Lástima grande que el gobierno
no haya decretado hace cuarenta años una reserva de 20 o 30 leguas para
parque nacional en este hermosísimo rincón de la tierra!

’’Contemplo el bosque de hoy, quemado y desnudo, sin un ciervo en millas


y millas; el zorro colorado se ha extinguido, y no es fácil ver uno gris en lodo
el año. He mencionado la influencia de las compañías; voy a explicarme.
Cuando llegaron sus equipos a cortar en el bosque maderas para los edificios
y postes para las empalizadas, no sólo cortaron lo necesario sino quemaron
y destruyeron el resto, matando al ciervo sólo por gusto de matar. Más aún,
cada equipo tenía regular cantidad de peños inútiles, a los que se dejaba
cazar y matar continuamente. Fútil resultó una presentación mía al Gobierno
para que se reservara un rincón a ciervos y zorros. Ahora es tarde”.-1*2

Igualmente trágico es el caso del oso hormiguero grande, animal útil a los
intereses agrícolas, cuyo único enemigo natural era el jaguar, y sin valor
comercial, que fue extinguido por el solo gusto y la facilidad de dispararle.

La destrucción de hábitat, sea por la deforestación o por la puesta en


cultivo, ha sido tanto o más responsable de la disminución de poblaciones
con o sin valor comercial, que la caza directa para la obtención de sus
productos. No son las únicas causas de disminución, desplazamiento y aun
extinción de poblaciones; se deben contabilizar también la creciente
contaminación, la introducción de especies exóticas que compiten con las
nativas, la persecución de especies consideradas plagas, como el yaguareté
y el puma, predadores de ganado.443 En este período durante el cual
predominaron la deforestación en el norte del país y la transformación
agrícola en la región pampeana, nuestra fauna sufrió la más fuerte
devastación de su historia.

Además de la irracionalidad pura, estaba la racionalidad comercial de


corto plazo, que apuntaba a maximizar utilidades en el menor tiempo posible
aun a costa de la destrucción del recurso. Intereses definidos llevaron a la
persecución masiva de especies cuya piel o lana poseía valor económico. Tal
el caso de la Chinchilla, un roedor cuyas poblaciones eran tan abundantes
durante el siglo XIX que los viajeros y exploradores hablaban de “millares de
individuos vistos cada día en las altas mesetas”.

Sabemos que la caza de la Chinchilla se efectuaba de ambos lados de la


cordillera de los Andes y que los centros de comercialización se encontraban
en Chile. Por esta razón, la depredación de esta especie fue simultánea en
ambos países, pero sólo disponemos de algunos datos de origen chileno. El
mayor centro comercial de pieles de Chinchilla estaba en Coquimbo, puerto
que comercializaba las pieles de animales cazados en la zona cordillerana de
ambos países. Solamente en 1905 fueron vendidas 220.000 pieles de
Chinchilla. En 1907 la especie comenzó a decaer y la venta se redujo a la
mitad, para volver a disminuir otro 50 por ciento en 1908. En 1909 sólo se
vendieron 28.000 pieles.46’ Las poblaciones se encontraban en franco
retroceso y fueron perseguidas hasta que la escasez de individuos hizo
antieconómica la caza en gran escala. El único intento de establecer un
criadero a principios del siglo XX resultó un fracaso y sólo recientemente se
puso a punto la tecnología de crianza.

Algo similar ocurrió con la vicuña, exterminada en busca de su lana,


considerada la más fina en el mundo, sin que se intentara siquiera buscar
otra alternativa de manejo de la especie. Sin entrar en técnicas tan sencillas
y al mismo tiempo tan sofisticadas como las utilizadas por los incas:
atraparlas con vida, esquilarlas y volverles a liberar, ni siquiera se intentó su
cría en cautiverio, experiencia que ya había sido ensayada con éxito en la
época colonial. En este período comienza la caza con armas de fuego, “que
no sólo diezmó la especie, sino que sepultó definitivamente al Coquena, del
excelso Juan Carlos Dávalos, aquel de ‘No caces vicuñas con armas de
fuego...”’.467

Un aspecto interesante es la ideología de europeizar al país, también a


través de la fauna: se trajeron especies exóticas, como el ciervo colorado,
para europeizar bosques que ya se parecían bastante a los de allá. Pero el
ciervo colorado compitió por el mismo nicho ecológico con el huemul, un
cérvido de nuestros bosques subantárticos. Su mayor talla y cornamenta le
permitieron desplazar al ciervo local de las áreas de pastoreo y precipitarlo a
la extinción por hambre. Si a ello agregamos la caza deportiva, $e concluye
que la introducción del ciervo colorado en esta época creó las condiciones
para la desaparición del huemul.AM Extrañamente, Sarmiento saludó los
ensayos de introducción de avestruces africanos, en un intento por
africanizar lo que no podía ser europeizado.^ De esta época data también la
introducción de una especie de jabalí europeo por su valor cinegético, que a
partir de núcleos iniciales en San Luis se ha expandido hasta predar áreas
agrícolas del sur de la provincia de Buenos Aires.
Actualmente hay ecólogos que afirman que por cada especie exótica que
se introduce en un ecosistema, hay una especie originaria que se extingue/70

A veces las formas que adquiere el conservacionismo son, por lo menos,


curiosas; en 1881 se prohíben en Río Negro “las boleadas de avestruces”,
para “impedir la reunión de gauchos malos en la pampa"/71

Dentro de este panorama las normas de protección o manejo racional de


la fauna son escasas y su cumplimiento es ocasional. Sin embargo, .nos
interesa una breve reseña, porque su evolución refleja un cierto grado de
toma de conciencia sobre determinados problemas, como también muestra
las limitaciones a la gestión.

Es revelador el caso de los yacimientos de guano, formados por las


deyecciones de diversas aves marinas, entre las que se destacan los
cormoranes y biguás. En 1871 se declara “libre la explotación y extracción
del guano en las costas patagónicas"/72 En algún momento esa libertad
comienza a restringirse, pero no en beneficio de la administración del
recurso, sino de un privilegio particular: por ley 786 se autoriza al Poder
Ejecutivo a contratar su explotación en la zona desde Bahía Blanca hasta
San Julián, en forma exclusiva con una empresa particular/”

Un poco más adelante, en un intento por contar con los elementos


necesarios para fijar una política racional para el manejo de este recurso, se
dictó una ley que prohíbe “en la costa patagónica la pesca en general, la
extracción de guano, fosfatos y salitre, el establecimiento de factorías y la
matanza de pájaros marinos” y manda reconocer “los depósitos de guano y
fosfatos, así como las localidades apropiadas para la pesca y faena de
pingüinos".'174

Esta prohibición —que se mantendría vigente hasta que se hicieran los


estudios ordenados— debe entenderse en un sentido amplio, como
abarcando codos los recursos disponibles en la costa patagónica ya que, si
bien en la enumeración de acciones prohibidas no se incluye taxativamente
la caza de lobos marinos, más adelante se ordena el embargo de “cualquier
cargamento de guano, aceite, pieles, etc." (Art. 5°) tomado en las coscas de
la Patagonia “sin permiso del gobierno de la Nación”.

Sobre lo que les importaba a los cazadores y pescadores ese permiso,


puede el lector releer la cita de Fray Mocho, que corresponde al periodo de
vigencia de esta ley. Los estudios que pide el personaje citado son los que
esta ley ordena y que nadie intentó realizar.

En todo este periodo hay una continua alternancia legislativa entre


autorizar y prohibir, entre la regulación y el dejar hacer. El Código Civil
establece que la fauna es “cosa de nadie” y que los peces de los mares
interiores (¡sic!), mares territoriales, ríos y lagos navegables son
susceptibles de apropiación privada “guardándose los reglamentos sobre la
pesca marítima o fluvial”,479 en un inciso que está en el mismo artículo que
trata de los tesoros abandonados "sin que haya indicios o memoria de quien
sea su dueño”.

Lo anterior es de 1869. Pero en el ’94 ya “los productos naturales que se


encuentran en tierras públicas o en las riberas del mar no son apropiables
sin permiso del Estado", agregándose que “la autoridad administrativa podrá
fijar épocas en que la pesca no sea permitida”.

El texto anterior corresponde al Código Rural para los Territorios


Nacionales. Se trata de una ley que contiene una serie de avances, al menos
en el terreno puramente legal. Es significativo que estos avances hayan
podido incluirse en una ley que regiría sólo en los territorios administrados
por la Nación, en canto que a escala provincial los grupos de presión locales
retrasaron bastante la definición de normas similares.
Este código establece que la autoridad podrá reglamentar épocas de veda
de caza. Agrega un artículo de protección de las especies autóctonas: “Aún
en los terrenos fiscales es absolutamente prohibido las boleadas de
guanacos, avestruces, etcétera, o su destrucción por otros medios” (Art.
12). Un aspecto interesante es que se prohíbe la caza de animales
insectívoros, en un temprano intento de control biológico de plagas (Art. 8).

Pero a esta altura el lector se estará preguntando por el destino de aquella


ley que mandaba hacer estudios sobre la costa patagónica y prohibía la caza
y pesca hasta tamo se dispusiera de elementos para tomar decisiones con
fundamento científico. Diremos que varios años después, en vista de que
pasaba el tiempo y los estudios prometidos no se hacían, sale una ley muy
escueta que sólo se propone administrar la depredación.

Establece que hasta tanto el Congreso legisle sobre caza y pesca


marítima, el Poder Ejecutivo podrá “conceder permisos provisionales que
quedarán sin efecto si no se ajustan a las disposiciones de las leyes y
decretos que se dicten en lo sucesivo”.*” Lo que en definitiva era una forma
elegante de dar carta blanca a quien quisiera contribuir a la extinción de
especies. Desde un punto de vista conceptual, implicó congelar los avances
de medio siglo y volver al Código Civil, confiándose en que la apropiación
directa de los recursos por los particulares es la mejor forma de
administrarlos. Y por si faltara algo, el Poder Ejecutivo anuncia en 1918 que
“ha fomentado la pesca y la caza marítima, derogando la prohibición que
existía desde 1830“.4,8

Podemos preguntarnos si pretender otra cosa no hubiera sido una especie


de ucronía; es decir, una de esas obras de ciencia ficción en las que los
personajes no actúan de acuerdo con su época sino con otra fijada por el
autor. No era una ucronía: tenemos que recordar que, a comienzos del siglo
XX, la República Oriental del Uruguay incluyó la caza abusiva como uno de
los delitos tipificados por su Código Penal, lo que equivale a reconocer que la
fauna no es de nadie sino de todos y como tal debe ser preservada.

LOS RECURSOS NO RENOVABLES

A comienzos de esta etapa se produce un rápido desarrollo de la minería,


que se detiene posteriormente debido a factores nacionales e
internacionales. Empresas británicas extraen metales desde fines del siglo
XIX, efectuando cuantiosas inversiones; entre ellas, un cable carril de 37
kilómetros, el más largo del mundo en aquel entonces.

Pero la explotación de recursos mineros languidece y decae. En 1869 se


extrajeron 12.000 kilos de plata; en 1909 bajan a 9.900. En el mismo
período la producción de cobre pasa del .400 a 800 toneladas y la de plomo
de 2.000 a 1.150 toneladas.'1'" Sobre las condiciones de trabajo en estos
yacimientos podemos incluir el siguiente testimonio: en La Carolina, San
Luís, “la [población] domiciliada aquí la componen principalmente mujeres
que sacan el oro de las arenas de los ríos y arroyos. [... j Viven en cuevas
formadas en las barrancas de los ríos y arroyos, otras en las cuevas de las
rocas y otras en míseros ranchos. Viven amancebadas con peones de las
estancias vecinas o con mineros, y generalmente tienen muchísimos hijos,
que desde chicos los suelen dar a estancieros y a otra gente, para que
cuiden las majadas de cabras y ovejas. Las niñas suelen aprender el oficio
de la madre, el ensayo, como dicen. [Los pirquineros trabajan) quebrando el
mineral de oro de las vetas y sacando el precioso metal por medio del
azogue” (mercurio).482 En ese lugar había funcionado una importante mina
de oro, clausurada en 1889 por orden de una casa matriz.

De acuerdo con el rol asignado a la Argentina en el esquema de división


internacional del trabajo, tanto los sectores dirigentes como el capital
internacional bloquean cualquier diversificación de actividades que lleve a
aumentar el grado de autarquía del país. El control del transporte y la
comercialización de minerales actúan como elementos concentradores del
mercado, llevando a la quiebra a la pequeña y mediana minería de capital
nacional. Empresas ligadas a capitales del exterior utilizan maniobras de
dumping para adquirir los yacimientos, los que, en general, se mantienen
subexplotados.4"4 En 1917 se modifica el Código de Minería, autorizándose a
mantener despoblados los yacimientos. Es decir, retenerlos con fines espe-
culativos, pero sin explotarlos. Bastará con efectuar algún trabajo ocasional
cada tres años, para mantener la titularidad de ellos.4”5

En 1911 la tercera parce del valor (ocal de las importaciones argentinas


corresponde a combustibles y manufacturas elementales del hierro y del
acero. Gran Bretaña es el principal proveedor. El mayor rubro individual de
importación es el carbón de piedra, y los intereses que se mueven en tomo a
ella explican la sobrexplotación de los combustibles minerales argentinos.
Cuando se describió la evolución de La Forestal se explicó la forma que
adquirió la dilapidación de recursos forestales que deberían haber sido uti-
lizados como combustible.

Los yacimientos de carbón de piedra de Río Turbio fueron descubiertos en


1887, pero su explotación se inicia setenta años más carde.

El petróleo cuyano fue descubierto en Mendoza en 1627. Recién en 1868


se efectúan destilaciones experimentales y en la década del 80 se intenta su
explotación comercial. Esta acumula fracasos hasta 1931, año en que la
toma la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), después de
más de un siglo de conocido el yacimiento.*9’

Destino similar tiene el petróleo del norte: un misionero franciscano


anuncia haber descubierto "un manantial de petróleo” en el siglo XVII, en la
región del Alto Aguareña. Dos siglos más tarde, en 1865 y en 1871, la
Cámara de Diputados de la Nación rechaza sendos pedidos de autorización
para fabricar querosén en Jujuy. A fines del siglo XIX fracasan empresas
privadas argentinas en sus intentos de producirlo. ¿La razón? El alza
deliberada de las tarifas ferroviarias, decidida por las mismas compañías bri-
tánicas que importaban el carbón.4** Al descubrirse los yacimientos de la
Patagonia, el Poder Ejecutivo solicita al Congreso una reserva de diez mil
hectáreas, de las que el Congreso sólo autoriza cinco mil. Simultáneamente
las compañías privadas multinacionales obtienen concesiones por más de
ochenta mil hectáreas en la zona. En esta etapa explota casi exclusivamente
la empresa estatal, en tanto que las privadas mantienen los pozos
descubiertos como reserva.-189

Por el contrario, en la década del 20 se explota el petróleo con criterio


racional, integrando las etapas de minería, destilación y comercialización.
Con la dirección de Enrique Mosconi, YPF cumple el rol más dinámico de su
historia.

EL AMBIENTE URBANO

Haremos aquí algunos comentarios sobre la calidad de vida en la ciudad


de Buenos Aires, para después centramos en un estudio más particularizado
sobre aquellos problemas vinculados con el agua, su utilización y
contaminación.

Recordemos que el modelo de desarrollo instrumentado en esta época es


definidamente poblacionista, por lo que los problemas ambientales se
vinculan con el rápido crecimiento de la población urbana.

Buenos Aires centraliza la naciente industrialización con el 61 por ciento


de las industrias y talleres del país. En 1879 tenía 146 kilómetros de líneas
de tranvías para una población de 220.000 habitantes. Entre 1852 y 1890 se
inicia la instalación de redes de agua corriente, cloacas y alumbrado a gas,
que comenzaría a ser reemplazado por el eléctrico en 1900.

Desde 1870 hasta la crisis del '90 se produce un gran esfuerzo edilicio,
que en muchos casos debió planificarse sin poder contar con experiencias
tecnológicas previas provenientes de otras metrópolis. En 1875, ya
avanzadas las obras de rellenamiento de los bajos y bañados de Palermo, se
inaugura el Parque 3 de Febrero. Al año siguiente se inicia el dragado del
Riachuelo para su uso portuario y en 1884 se contratan las obras de
construcción del actual puerto de Buenos Aires. En 1883 se crea la
Asistencia Pública. En un solo día de 1884 el presidente del Consejo Nacional
de Educación inaugura 14 escuelas y 40 más en otro día de 1886. Este
avance edilicio no siempre es seguido de avances sanitarios y ambientales.
Por ejemplo, en 1871 el Municipio de Buenos Aires cierra su oficina
bromatológica “por falta absoluta de recursos”.'191 Simultáneamente se
denuncia que una de las causas de la elevada mortalidad infantil es la
adulteración de leche con agua contaminada.

La tasa de crecimiento poblacional era, en promedio, superior al 7 por


ciento anual, debido a la inmigración fuertemente promovida. Muchos de
esos extranjeros, de origen rural, intentarían iniciar su nueva vida en el
campo, el que muy pronto comenzaría a expulsar población, como
señalamos anteriormente. Esta población comienza a hacinarse en Buenos
Aires y Rosario, creciendo a un ritmo mayor que la infraestructura física que
la soporta y abastece.

Dice Bagú que "con población muy numerosa en relación con la población
rural, sin revolución industrial, la ciudad adquirió el aspecto de urbe
industrial europea o estadounidense sin serlo”. La estructura productiva
polarizó las clases sociales: los terratenientes y exportadores por una parte,
los pequeños artesanos y asalariados por otra, con muy escaso campo para
alternativas intermedias. Los primeros se vanagloriaban de alcanzar una
calidad de vida similar a la de sus pares europeos, a quienes tomaban como
modelo en todos los aspectos culturales. La arquitectura de sus barrios
copiaba rincones parisinos y el superávit del comercio exterior ayudó a
financiar lujos y extravagancias legendarios.

La población obrera y de pequeños artesanos vivirá hacinada en


“conventillos” ubicados a la sombra misma de esas chimeneas y en medio
del ruido de carros y talleres. Los ‘conventillos” consistían en edificios de
unas 25 habitaciones de tres metros por cuatro que se extendían a lo largo
de un patio común y se alquilaban a otras tantas familias. "Pocos son los
conventillos donde se alberguen menos de 150 personas. Todos son focos de
infección."494 Había 1.770 conventillos en 1880, llegando a 2.835 en 1887,
año en que albergaron a más de 116.000 personas, o sea el 26 por ciento de
la población porteña.

A comienzos del siglo XX la población nueva se orientó hacia la periferia


en busca de alojamientos más sanos y baratos. El segundo objetivo fue más
fácil de lograr que el primero: los barrios baratos generalmente se ubicaron
en bajos inundables. Para el Centenario la situación habitacional empeoró:
en 1909 el número de “conventillos" había disminuido a 2.462, pero sus
J
ocupantes ascendían a 188.186. En 1892 la media era de 3,8 personas por
pieza.496

El Censo Municipal de 1904 encuentra en Buenos Aires 559 conventillos


sin baño de ninguna clase.

Con respecto a la política seguida, diremos que “las ideas humanitarias se


mezclan con una concepción paternalista del Estado que debe ejercer la
caridad y proteger a los pobres, pero al mismo tiempo se adviene el temor
de que las enfermedades que atacan a los desposeídos puedan invadir luego
también a las clases dominantes”97

Al respecto, un autor de la época manifiesta que “la enfermedad, el


contagio que desde la vivienda obrera se extiende a la casa del rico, es la
venganza que estos desheredados de la fortuna ejercen contra aquellos que
los oprimen, que los dejan en el barro, contra aquellos que se enriquecen sin
preocuparse de los pobres”.

Hacia 1880 la Municipalidad dispuso sucesivamente una serie de medidas


de efectividad más que discutible: exceptuar de impuestos municipales a
edificios para obreros, alejar los conventillos del centro y aumentar el
impuesto sobre el alquiler (¡sic!) para fomentar la construcción de viviendas
obreras. Se estableció la aprobación municipal de planos para controlar las
condiciones de ventilación y de salubridad. Normas harto exiguas, cuando no
contraproducentes. En 1907 se produjo la llamada “huelga de inquilinos", en
la que, además de exigirse la rebaja de alquileres exorbitantes, se pedían
“mejoras en las condiciones higiénicas de la casa”.

Las condiciones de trabajo de la población obrera y el ambiente laboral


nos recuerdan las peores descripciones de la Revolución Industrial británica.
Algunos testimonios parecen extraídos de una novela de Dickens. Por
ejemplo, Gabriela L. de Coni se preguntaba: "[...] ¿quién las resarcirá [a las
obreras] del perjuicio causado por una herida en la cara que haya producido
cicatrices, desfigurando a la mujer y haciéndola desgraciada para toda su
vida? ¿Quién resarcirá a los niños que en las herrerías u otras usinas se
aplastan tos dedos y pueden seguir trabajando a pesar de que más tarde la
deformación los inhabilite para otra ocupación?".500

Con respecto a la situación en el conjunto de las industrias, Augusto


Bunge resume la relación entre ambiente laboral y salud de este modo:

“1°) Puede considerarse como excepcional el caso de una industria en que


las condiciones del ambiente (...] no presenten inconvenientes más o menos
graves para la salud de las personas ocupadas en ella [...}.

”2°) El más general [...] es el aire viciado por la respiración de las


personas que se hacinan (...]. A él debe atribuirse un papel importante en la
frecuencia anormal de la tuberculosis pulmonar en numerosas profesiones
que, en sí mismas, no pueden considerarse insalubres.

”3°) El calor excesivo suele ser causa de graves perturbaciones i -i

”4°) El polvo que se desprende en numerosas tareas es siempre un


perjuicio (...) causa directa o indirecta [de] tuberculosis pulmonar, con (al
frecuencia que las condiciones sanitarias de los obreros expuestos a la
acción del polvo son siempre de las más malas, hasta alarmantes.

”5°) (...) el saturnismo hace más estragos que una endemia grave,
llegando a enfermar de accidentes típicos o de alguna de las serías
afecciones que determina indirectamente, la totalidad de los que trabajan en
ellas”.401

En algunas industrias la situación era particularmente patética, como en


las fabricas de bolsas que serían los envases para la exportación de granos:
“Una niña de diez años me aseguraba ser ella muy fuerte, pues aún no se
había enfermado, cuando las más grandes solían volverse tísicas”. Es
oportuno señalar que la ingeniería industrial de la época contaba con
elementos de extracción de las pelusas y máscaras protectoras, aunque su
uso era desconocido en nuestro país.

Especialmente penosa era la situación de quienes trabajaban en fábricas


de fósforos: “[...) las emanaciones de vapores nocivos se hacen sentir de
una manera notable, y estos vapores, conjuntamente con la manipulación de
la pasta, son los que producen en los obreros todos los trastornos del
fosforismo crónico, que en algunos se manifiesta con la afección conocida
como ‘mal químico' o necrosis fosforada del maxilar (…]".405

Juan B. Justo describe un grupo de hermosas muchachas a las que el


fósforo les había arrebatado los dientes. Esa preocupación por las
condiciones ambientales de los trabajadores caracteriza a los primeros
socialistas.

Nos queda otra cuestión que hace a la calidad de vida de la población, y


es la composición de esa misma población. “Gobernar es poblar", había
dicho Alberdi. Interpretado al pie de la letra, se atrajeron seis millones de
inmigrantes entre 1853 y 1930. En 1914 constituían el 80 por ciento de la
población adulta de Buenos Aires, pero se trataba de una inmigración
predominantemente masculina. La tasa de masculinidad de la población
extranjera llegó al 166 por ciento, io que dio por resultado que hubiera
500.000 hombres más que mujeres. Escás son las condiciones demográficas
que hicieron de Buenos Aires la ciudad de los prostíbulos.

En 1906 los rufianes se organizan para estructurar una actividad de


importación y distribución de prostitutas, efectuada en gran escala. Las
mujeres eran rematadas en salones exposición especiales e incluso en
teatros. Muy pocos días anees, muchas de ellas se habían dado cuenta de
que engañadas, no llegaban al país legítimamente casadas con un adinerado
pretendiente. La sociedad llegó a tener banco y cementerio propios. Estaba
constituida por 500 socios que poseían 2.000 prostíbulos en los que
trabajaban varios miles de mujeres en todo el país; se trata de la
tristemente célebre sociedad Zw¡g Migdal, la más grande pero no la única en
su género. El alto grado de organización alcanzado demuestra que la política
de las autoridades fue aceptar una actividad que, al tiempo de canalizar en
forma espuria las necesidades sexuales de los inmigrantes, permitía, en el
otro extremo de la pirámide social, el surgimiento de lujosos centros de
reunión de los elegantes y nuevos ricos de la época. Entre tanto, en los
prostíbulos de media Europa “circulan versiones sobre la inmensa ventura de
algunas de las mujeres que emigraron a la Argentina, donde tuvieron la
dicha de que se prendaran de ellas príncipes y sultanes negros y luego
contrajeron matrimonio con sus enamorados, haciendo vida de reinas
‘legítimas’”.
El estado de los recursos naturales en la duda

Lógicamente la expansión y diversificación de actividades originaron


cambios en la afectación de los recursos naturales sometidos a nuevos usos
urbanos e industriales.

Poco a poco se acentúan los problemas de contaminación del aire, que


tienden a provenir de fuentes dispersas; se agregan los olores provenientes
de plantas químicas, especialmente jabonerías, de las curtiembres y fabricas
de velas y los humos originados en las calderas de centenares de talleres
que cubren la ciudad. En líneas generales, puede afirmarse que la
autogeneración de energía constituye una de las principales fuentes de
contaminación atmosférica. Sarmiento describe: “Por doquier se levantan
chimeneas que vomitan hacia e) cielo el humo del carbón de piedras,
alimento de la voraz industria moderna".

Sin embargo, ahora vemos al agua como el eslabón más débil en la


relación entre el hombre y los recursos localmente disponibles en el Buenos
Aires de esta etapa. Todavía en 1936 Besio Moreno afirma que, “como grave
ironía de los acontecimientos, el período 1852-1900 es el que acusa
mayores, más prolongadas, más mortíferas epidemias, cuando los progresos
de la Facultad de Medicina eran cuantiosos, la ciudad mucho mayor, los
recursos más abundantes, las precauciones mejor tomadas, las enfermeda-
des mejor conocidas, el país mejor gobernado.

Pensamos que la realidad es distinta y que este comentario mezcla los


efectos contrarrestantes de los problemas con sus causas mismas. Que la
ciudad fuera mucho mayor es quizá la causa principal de las epidemias, la
que no pudo ser evitada por el progreso de la ciencia. En cuanto a si el país
estaba, en este aspecto, lo suficientemente mejor gobernado, lo veremos un
poco más adelante. Para llegar a este tema, antes tenemos que ver qué
pasaba con el agua en Buenos Aires.
Desde mediados del siglo XIX la ciudad se abastecía de pozos y aljibes
pero se carecía de tecnologías de impermeabilización, por lo que se
constituyeron rápidamente en focos de contaminación. Para evitarla, la
Municipalidad ensaya un tibio paliativo: prohíbe “excavar pozos para
inodoros y sumideros de aguas servidas, a menos de ocho metros de pozos
para sacar agua". Medida totalmente insuficiente para esa concentración de
población, ya que al producirse las lluvias era frecuente que los pozos negros
rebasasen, todas las aguas terminaran juntándose y “su olor se sentía en
todas partes según el ascenso o descenso de la freática1’.503

El agua contaminada provocó epidemias de disentería en 1859. En esas


condiciones la enfermedad se hizo endémica y reapareció en 1860, 1862,
1864 y 1868. También la fiebre tifoidea provocó mortalidad significativa
hasta que se extendieron las redes de provisión de agua potable y algunas
cloacas. Contribuyó a la expansión de las endemias el régimen hídrico
irregular de los arroyos que cruzaban la ciudad. Con respecto a uno de ellos
dice Borges: “El Maldonado, reseco y amarillo zanjón, estirándose sin
destino desde la Chacharita y que por un milagro espantoso pasaba de la
muerte de sed a las disparatadas extensiones de agua violenta, que aneaban
con el rancherío moribundo de las orillas".109

Algo similar ocurrió con el cólera, que en 1867 mató a 1.653 personas en
Buenos Aires, en medio de un pánico generalizado. Llevado por los
combatientes de la Guerra del Paraguay, el cólera demostró que Buenos
Aires no tenía política para la sanidad ambiental y que el gobierno sólo podía
mostrar su inoperancia.

La combinación de inoperancia con pánico suele ser políticamente


explosiva: el 17 de diciembre de 1867 la población se lanzó a la calle a exigir
la renuncia de los ediles. En la Plaza de Mayo se congregó una multitud
enfurecida, pidiendo las cabezas de los responsables de la política municipal.
Conciliábulos, reuniones a puertas cenadas bajo la presión del escándalo
popular que crecía ahí afuera. Más tarde el gobernador Adolfo Alsina se hace
presente en las salas del Municipio con sus ministros, estalla un conflicto de
poderes y los concejales renuncian en masa.

El gobierno designa una comisión de higiene y salud pública para hacerse


cargo del problema sanitario. Se inicia la búsqueda de figuras prominentes
para integrar la comisión, y unos cuantos prohombres rechazan el cargo, en
una flagrante confesión de que no tenían propuestas para enfrentar la
situación. Finalmente, ante la falta de alternativas, triunfa el continuismo.
Entre la ineptitud oficial y la de la oposición, el Cuerpo Electoral no logra el
quorum necesario para tratar las renuncias de los concejales, las que a la
hora de los hechos no resultaron demasiado indeclinables, y terminaron
siendo retiradas.

Como resultado de todo este escándalo político el 23 de diciembre la


legislatura provincial pone en marcha el proyecto para dotar a Buenos Aires
de agua comente filtrada, cloacas y desagües. Estas obras fueron una parte
sustancial de la política ambiental de la época y significaron las medidas de
mayor coherencia adoptadas. Los resultados, sin embargo, no fueron
inmediatos: en 1875 nuestro primer higienista, el doctor Guillermo Rawson,
denunciaba las “enfermedades evitables”, originadas en la “desorganización
que hasta la fecha habíamos vivido” y calculaba el lucro cesante por mala
salud según un modelo aplicado en EE.UU., similar a los que se aplican
actualmente.

La demora en obtener resultados es comprensible cuando se analiza la


forma en que fueron soslayados los problemas ambientales vinculados con
malas condiciones sociales. En 1873 y 1886 aparecen broces de cólera en la
Boca del Riachuelo, un área habitada por gente pobre y con condiciones
ambientales extremadamente insalubres.
La historia de la fiebre amarilla es un ejemplo, tanto de lo que acabamos
de decir como de los cambios en las condiciones ambientales de la ciudad.
La enfermedad era endémica en Río de Janeiro desde 1849. En el '57
devastó Montevideo y en el '58 hubo una pequeña epidemia en Buenos
Aires. Por consiguiente, se la conocía bien y su llegada era previsible, pero
no se tomó ninguna medida, ni siquiera a partir de otra epidemia breve a
principios de 1870.

Para la propagación de la enfermedad se requiere el microorganismo y su


agente transmisor, el mosquito Aedes aegypti. La nueva inserción argentina
en el comercio internacional incrementó la circulación de mercaderías y de
personas. Algunas de éstas estaban enfermas de fiebre amarilla e infectaron
a los mosquitos. Si a ello se agregan lluvias excepcionales, a fines de 1870,
que provocaron el desborde del Riachuelo y de los demás arroyos llenando a
Buenos Aires de pantanos, tenemos las condiciones oprimas para la
proliferación del mosquito transmisor.

De allí a la epidemia sólo fue cuestión de tiempo. En definitiva, la


fragilidad ecológica de la ciudad era tal, que bastaron un enfermo y una
lluvia para matar a más de 13.000 personas.

Ante la epidemia, se repite la inoperancia gubernamental. “Si


desgraciadamente hubiera un caso de fiebre amarilla en Buenos Aires, que
se aísle al enfermo”, había dicho la Comisión de Higiene Pública, que presidía
Luis María Drago. No se les prestó atención. Como tampoco se organizó la
evacuación de la ciudad, en un momento en que la población la abandonaba
espontáneamente en masa. Por el contrario, “el Gobierno, que debió ordenar
el desalojo total de las 2onas infectadas —comenta Besio Moreno—, sólo se
limitó a dar consejos y, lo que es peor, prohibió a los funcionarios de su
dependencia que abandonaran sus cargos, esto es, los condenó a muerte; y
murieron por millares”.511
Como en circunstancias anteriores, vuelve a desatarse la estéril polémica
entre ateos y beatos. Un diario católico recomienda: "Los templos son casa
de oración, a ellos debe acudir el pueblo a orar por el remedio de las
presentes necesidades”.512 Y del otro lado le contestan: “Qué triste y
vergonzoso espectáculo es el que ofrecen esos frailes rollizos y molletudos
que, encerrados en su egoísmo, ven correr las horas en criminal
ociosidad”.3li

Más jugosa es la discusión sobre las causas de la epidemia: para algunos


es la contaminación industrial, en tanto que para otros son las condiciones
sanitarias de los pobres; en ambos casos se recomienda a la gente hacer
justicia por su propia mano para suprimir los focos de infección. "Si esto
continuase —dice el diario La Tribuna— el pueblo tiene derecho a
defenderse, y debe prender fuego a los saladeros de Barracas. Por su parce
el diario El Nacional grita en el mismo tono: '‘¡Guerra a muerte a los
conventillos y focos de infección que existen en la ciudad! ¡Guerra a las
inmundicias! [Sí! ¡Guerra a todos los focos de infección, a la podredumbre
que nos cerca y nos ahoga convirtiéndose en fiebre amarilla, en cólera y en
cuanto azote castiga a los pueblos que han olvidado las leyes de la higiene!
Tenemos en cada conventillo o casa de hospedaje un foco de infección y la
autoridad no los desaloja, pues, ¡manos a la obra! Reúnanse los vecinos
cuyas vidas están más amenazadas por el foco de infección y desalójenlo por
su propia mano. ¡Nada de contemplaciones!".Sl3

Con un poco más de tiempo para reflexionar, la Municipalidad tomó


algunas medidas de higiene pública, las que pasan por un control muy
elemental de algunas formas de contaminación del agua y un control
sanitario de los pobres:’

6 de abril de 1867 - Prohíbese guardar cerdos en pie en el municipio.

27 de setiembre de 1867 - Sobre funcionamiento y salubridad en


establecimientos industriales.

27 de abril de 1868 - Prohíbese bañar caballos y carruajes en los pozos


del río.

8 de octubre de 1868 - Prohíbese lavar lana en la cosca del río.

5 de julio de 1870 - Se reglamenta el modo de extraer agua del rio.

207

9 de marzo de 1871 - Se ordena separar las basuras animales de las


minerales domiciliarias.

23 de marzo de 1671 - Sobre construcción de letrinas.

14 de junio de 1671 - Inspección e higienización de tos hoteles y casas de


vecindad.

16 de junio de 1871 - Inspección e higienización de los conventillos,


inquilinatos y bodegones.

20 de mano de 1672 - Prohíbese arrojar agua a la calle.

7 de abril de 1672 - Ordenase la denuncia obligatoria de enfermedades


contagiosas por los dueños o inquilinos de casas.

25 de julio de 1672 - Delimitan la zona del río en que se puede lavar


ropa.

26 de diciembre de 1872 - Salubrificación y conservación de edificios.

5 de enero de 1675 - Inspección de alimentos de venta pública.

15 de setiembre de 1875 - Creación de comisiones de higiene en cada


parroquia y establecimiento de visitas quincenales domiciliarias en las casas
de vecindad.
30 de octubre de 1875 - Registro general de inquilinatos y conventillos.

Sin embargo, por elementales e inconexas que aparezcan estas normas,


fueron pioneras en su época: en Francia las leyes de aguas se desarrollaron
enero 1858 y 1875, en Italia en 1688, en EE.UU. en 1936; en general, la
normativa data de fines del siglo XIX y la creación de organismos
especializados, de principios del XX.S'7

Sobre las consecuencias posteriores a la epidemia, nos interesa destacar


los cambios en la organización de) espacio urbano, provocados por el
abandono del barrio sur por parte de la clase alta. Una clase social íntegra se
trasladó del sur al norte, transformando sus residencias en "conventillos", al
tiempo que se desecaban y parquizaban los bañados de Palermo y se
construían lujosos palacios en estilos francés e italiano.

También queremos señalar el cambio de mentalidad en círculos políticos y


técnicos, que lleva a plantear de un modo sistemático la contaminación del
agua como uno de los principales problemas urbanos.

Pero, simultáneamente, se produce un intento colectivo de olvidar los días


oscuros de la epidemia, como si la vida en la ciudad opulenta fuese tan
distinta de aquella experiencia amarga, que no hubiera que sacar muchas
enseñanzas de ella. Un ejemplo menor lo encontramos a propósito del
cementerio de la Chacharita, del que dice Borges:

Porque la entraña del Cementerio del Sur fue saciada por la fiebre amarilla
hasta decir bosta; porque tos conventillos hondos del sur mandaron muerte
sobre la cara de Buenos Aires y porque Buenos Aires no pudo mirar esa
muerte, a paladas te abrieron en la punta perdida del oeste.

El cementerio había sido inaugurado por decreto del Poder Ejecutivo del
11 de marzo de 1871, en mitad de la epidemia, cuando se saturaron los
demás. Era necesaria una ley que ratificara ese decreto, y cuando se
enfrentan a los papeles, los diputados parecen haberse olvidado de la
tragedia de apenas dos años atrás. Lapsus de los señores diputados, que
puede notarse en el siguiente diálogo:

Señor Jorge: Quisiera saber qué fecha es este 11 de marzo, porque como
el despacho de la comisión ha sido del año '73, no sé si es correspondiente a
este año o es del año anterior o del '71.

¡Increíble! ¿Cómo hizo el diputado para olvidarse de que la Chacharita


había sido abierta por causa de la fiebre amarilla y que, por consiguiente, el
decreto no podía ser de otro año que del '71? El lapsus se extiende, y hasta
el miembro informante, que se supone conocía el proyecto al dedillo,
comienza a dudar:

Señor Areco: La fecha del proyecto creo que es del '69.

La Cámara se queda en silencio y codos hacen un esfuerzo pensando en


esta idea que tuvo el Poder Ejecutivo en abrir un cementerio nuevo.
Finalmente, se hace la luz:

Señor Jorge: Del ’71, me parece.

Señor Areco: Del '71. Ha sufrido una gran demora este proyecto, como
debe saberlo el señor diputado.51*

En este período la preocupación por la contaminación del agua se


encuentra presente en la toma de una serie de decisiones que, en
apariencia, no estarían vinculadas con el tema. Por ejemplo, en la discusión
de las normas que regirán el funcionamiento del flamante cementerio de la
Chacharita. Allí el diputado Areco se preocupa por las posibles infiltraciones
que afecten la napa freática: “El sistema de nichos perfectamente cerrados
con tierra hidráulica —decía— es preferible al de inhumaciones bajo tierra:
por mucha tierra que cubra el cadáver, las emanaciones se producen,
primero a la atmósfera y luego hacia abajo, hasta encontrar el agua”.

Es importante señalar aquí la influencia de la gestión del intendente


Torcuato de Alvear quien, además de abrir la Avenida de Mayo y remodelar
el centro de la ciudad, “procedió a cegar los ‘terceros’, como se llamaban a
los arroyos formados por las aguas servidas y las pluviales, que
obstaculizaban las comunicaciones entre los puncos de mayor movimiento
comercial, ya que aquellos profundos cauces coman por las arterias
denominadas Chile, Libertad, Viamonte, Suipacha, Córdoba, Maipú,
etcétera". Esta loable acción trajo como consecuencia que el agua que corría
por estos arroyos comenzó a inundar zonas que antes no inundaba. Corres-
ponde a Alvear el honor de haber iniciado la larga secuencia de inundaciones
provocadas por obras de ingeniería mal diseñadas.

Los negocios del agua

Como consecuencia de la fiebre amarilla se otorga un fuerte impulso a las


obras de salubridad y agua potable, tanto en la Capital como en el interior.
Se inicia la construcción de las obras, según el proyecto presentado por el
ingeniero Bateman en 1869. En 1871 se construye un tanque de 1.100
menos cúbicos en Pla2a Lorea que era, sin embargo, muy insuficiente para
hacer frente a la demanda.

Un par de años más tarde el diario La Nación comenta que “la casa Baring
ha acordado al gobierno nacional un empréstito de diez millones de pesos
fuertes, destinados a costear las aguas comentes de la ciudad de Buenos
Aires"/' ¿Sería éste el "inglés emprendedor” que pedía Emeric Vidal en 1820?

En los años siguientes la construcción avanza a un ritmo acelerado. En


1880, a seis años de iniciada la red de agua corriente, ya se servía a la
cuarta parte de la población de Buenos Aires. Por esa época se iniciaron las
obras para dotar del servicio a la localidad de Belgrano. Por fin se habían
iniciado acciones con resultados palpables, de los cuales se llevó cuidadosa
estadística: los registros de mortalidad en Buenos Aires eran altos, mayores
del 30 por mil hasta 1871; fueron disminuyendo luego del tendido de la red
de agua potable, y cayeron a menos del 15 por mil cuando se añadió la
instalación de desagües ^ cloacales y pluviales en el radio antiguo, hacia
1890. Es decir, la mortalidad cayó a menos de la mitad en veinte años, pasó
a ser una de las más bajas de América latina, y equiparable a los valores de
París, Londres, Madrid, y todas las ciudades europeas cuyas pautas
culturales copiábamos. La disminución fue notable, sobre todo en
enfermedades hídricas: la tifoidea casi desapareció como causa de
mortalidad en Buenos Aires, con una usa inferior al 2 por diez mil. '

Pero la ciudad crece velozmente, por lo cual se tiene la impresión de la


obra de nunca acabar. Continuamente se votan nuevos fondos para
proseguirla. Por ley 1.155 se emiten títulos de renta pública para proseguir
las obras de salubridad.524 Por ley 1.576 se otorgan partidas adicionales para
los mismos trabajos.

Una vez avanzada la obra es necesario regular la adaptación de la ciudad


al nuevo sistema de provisión de agua. Por ley 1.917 “declarase obligatorio
para todo inmueble comprendido en dicha área, el establecimiento de
cloacas y su uso, así como el del servicio de aguas en toda finca habitada”.
Las obras efectuadas en la parte exterior de la vivienda corren a cargo del
Estado, en tanto que las realizadas dentro del inmueble las paga el
propietario.926

Durante un poco más de quince años el Estado efectúa numerosas


inversiones, ordena el sistema de provisión del agua y obliga a los
particulares a efectuar las obras complementarias en sus domicilios. Y
cuando todo parece funcionar adecuadamente, se ordena la privatización del
agua. Se utiliza el repetido argumento de la falta de capacidad económica
del Estado, pero sólo se lo recuerda después que el Estado hubo hecho una
buena parte de las inversiones necesarias.

Cuando sólo faltaba instalar el medidor de agua y cobrar el servicio,


aparece la ley 1.992, que autoriza al Poder Ejecutivo a contratar, previa
licitación pública, “el arrendamiento de las obras de salubridad, juntamente
con su conclusión“. Y no se las alquilaba por un día o dos, sino por 45 años.
Pero veamos un poco cuáles eran las condiciones en las que se otorgaba ese
arriendo. La empresa concesionaria pagaba un alquiler total de 21 millones
de pesos y estaba autorizada a cobrar una tarifa máxima mensual de 6,5
pesos a cada abonado por el local de los servicios (agua comente, cloacas y
desagües).127 Para ver la rentabilidad del negocio diremos que en 1891
había en la Capital Federal 25.000 casas que recibían agua corriente y
pagaban tres pesos mensuales cada una; 30.000 casas con desagües, a un
peso mensual, y 4.000 con cloacas, a dos pesos por el servicio. Se hace un
total de 113.000 pesos mensuales o de 1.356.000 pesos al año>a (es decir,
61 millones de pesos durante todo el período de concesión).

En otras palabras, si la empresa concesionaria no hacía nuevas obras (es


decir, si no incorporaba nuevos clientes), sino solamente administraba los
servicios ya construidos gracias a la inversión estatal, recuperaba su gasto
en 15 años y le quedaban 30 años de pura ganancia, salvo el mínimo gasto
de funcionamiento.

Por supuesto que los cálculos económicos y financieros son mucho más
complejos. Por ejemplo, se garantizaba a la empresa un interés del 10 por
ciento sobre el capital invertido, en un momento en que los intereses en los
mercados europeos eran del orden del 3,5 por ciento. Pero este cálculo
grosero puede darnos un orden de magnitud acerca de lo rentable que era el
negocio de la salubridad.

Nos quedan algunas pequeñas cuestiones pendientes, entre ellas la


identificación del “inglés emprendedor”, pedido por Emeric Vidal. El
concesionario de las obras era la empresa Samuel B. Hale and Co., pero por
detrás de ellos estaban quienes habían financiado las obras, los
omnipresentes hermanos Baring.

La compañía se conforma con 39 años en lugar de los 45 ofrecidos por la


ley, y se lanza a hacer inversiones ya que —según se dijo en la Cámara de
Diputados— “la empresa creyó que jamás se iba a desprender de) contrato
de arrendamiento de las obras de salubridad, que le representaba tantas
ventajas”.530

En medio del optimismo generalizado, se desencadena la crisis del '90 y


la Baring ya no se encuentra en condiciones de pagar las cuotas del
arrendamiento. Lo que había sido un buen negocio en las épocas de amplia
disponibilidad de fondos se transforma en una trampa financiera. Baring
negocia devolver las obras de salubridad y, para poder recibir una
indemnización, se las arregla para que sea el gobierno argentino quien pida
la rescisión del contrato. Porque, como denunció el diputado Molina, “si ellos
piden la rescisión, no tienen por qué venir pidiendo indemnizaciones".

No hay mucho más que agregar, salvo recordar que en las negociaciones
los ingleses estaban sentados de los dos lados de la mesa. De uno estaban
los representantes de la empresa Samuel B. Hale and Co., socios de la casa
Baring. Del otro lado, el gobierno argentino estuvo representado por el
doctor Victorino de la Plaza, también agente y comisionista de Baring
Brothers.

Este extenso comentario ejemplifica algunos de los lineamientos


característicos de la política de la época: cuando la política pasa por la
realización de obras públicas, el Estado asigna las inversiones de base, hasta
que se sobrepasa cierto umbral a partir del cual la rentabilidad es creciente.
Inmediatamente, las obras rentables se privatizan y permanecen privadas
hasta que su rentabilidad declina. Entonces, se las vuelve a estatizar.

Una vez definido el abastecimiento de agua como mal negocio, las obras
continuaron a un ritmo lento. A pesar de ello, en 1903 se vuelve a declarar
solemnemente obligatorio el uso del agua comente, pero se agrega que la
medida rige "para toda casa situada sobre calles en que existe cañería de
distribución".”3 En los considerandos del proyecto se insiste en que “las
enfermedades infecciosas encuentran su origen generalmente en el uso de
aguas contaminadas”. Y al fundamentarlo, el diputado Francisco Seguí
afirma, nuevamente con gran solemnidad, que en Flores “se han construido
las obras y hoy el vecindario no usa el agua. ¿Por qué? Porque tienen los
pozos comunes y éstos, sin duda, están todos contaminados. Y hay que
hacer obligatorio el uso de esos servicios higiénicos. Entre las restricciones a
la libertad ésta es la más aceptable y es por ella que hemos llegado a hacer
de Buenos Aires una de las ciudades más salubres de la tierra”.

Es posible que algunas personas prefirieran el riesgo de enfermares a


pagar el servicio de agua corriente. No tenemos constancias a favor ni en
contra. Lo que tiene aspectos cuestionables es la calificación de “una de las
ciudades más salubres de la tierra”, porque si bien el casco céntrico y los
barrios residenciales poseían servicios básicos de buena calidad, en el resto
de la ciudad la salubridad en bien distinta.

Por razones diferentes de la ignorancia o el descuido, la gente continuaba


tomando agua de las napas contaminadas. Así "no era de extrañar la gran
proporción de enfermedades de todo tipo, sobre todo las gastrointestinales
que afectaban principalmente a los niños. En 1909, a 27 años de iniciado el
tendido de cloacas, el 60% de las casas no las tenía y casi el 80% carecía de
agua corriente".555

¿Qué había ocurrido en esta ciudad que diez años antes se parangonaba
con las capitales europeas por su nivel de salubridad? Lo que había sucedido
era que la inmigración había continuado llegando aun después que la
demanda de mano de obra había sido largamente colmada —recuérdese la
larga lista de oficios menores ejercidos por vendedores y artesanos
ambulantes a principios de siglo—.H4 Además,517 la agricultura moderna ya
mecanizada y la expulsión de arrendatarios rurales en la década anterior
habían acumulado en las ciudades gente proveniente del sector rural: pobla-
dores pobres que no tuvieron acceso a áreas urbanas consolidadas. Los
servicios vinculados al agua quedaron desde entonces siempre a la zaga de
la demanda: “Un defecto subsiste en la periferia: es la salubridad de la
vivienda. Los barrios alejados no tienen agua corriente y sus habitantes
deben beber el agua de los pozos, que transporta fiebre tifoidea. El baño es
una cosa desconocida para estas gentes. Los retretes son primitivos y
malsanos. La red de cloacas no llega a estos parajes, las carretas de la
limpieza municipal pasan raramente y la basura se pudre al aire”.”8

Corresponde una acotación técnica: el agua del subsuelo era de excelente


calidad en Capital Federal y casi toda su periferia, a condición de que no se
utilizara ese mismo nivel del subsuelo como depurador de los pozos negros.
Estos estaban generalmente mal construidos y peor impermeabilizados, y
arrojaban filtraciones contaminantes a la freática, en parte por falca de
soluciones tecnológicas en esa época. El problema se plantea en áreas
urbanas donde se encuentra una alta concentración de pozos negros en
proximidad de tuberías de extracción de agua para consumo.

Se prohíbe Contaminar el agua

Una de las formas más sencillas de aproximación a la contaminación es de


índole genérica y se encuentra en el Código Penal, que establece la reclusión
o prisión de tres a diez años al que “envenenare o adulterare, de un modo
peligroso para la salud, aguas potables o sustancias alimenticias o
medicinales, destinadas al uso público".
Sin embargo, nuestro sistema judicial siempre entendió que este artículo
sólo es aplicable a los envenenamientos en pequeña escala, estilo Lucrecia
Borgia, y que los envenenamientos en gran escala no están penalizados. En
otras palabras, es delito contaminar una copa pero no un río.

En 1891 se produce un avance legislativo en cuanto a políticas contra la


contaminación, para las cuales ya había criterios técnicos establecidos; por
ejemplo, el Departamento Nacional de Higiene*0 recomendaba en 1889,
entre las obras de salubridad proyectadas pata Rosario: a) no arrojar
efluentes cloacales urbanos a ríos que se usaran para consumo de la
población, y b) declaración de impacto ambiental obligatoria para
establecimientos industriales. Incluso llegó a haber un proyecto de ley con
normativas estrictas sobre calidad de efluentes industriales, sus
temperaturas, etc. Es éste uno de los más tempranos ejemplos de proyectos
de exigencia de declaración de impacto ambiental en industrias, criterio
moderno que hasta el día de hoy no ha sido posible implementar. El avance
legislativo al que hacíamos referencia consiste en la promulgación de la ley
2.797 —nunca reglamentada—, la que, con la mayor ingenuidad, se limita a
prohibir la contaminación. En efecto, en su artículo 1° afirma que "las aguas
cloacales de [as poblaciones y los residuos nocivos de los establecimientos
industriales no podrán ser arrojados a los ríos de la República si no han sido
1
sometidos previamente a un procedimiento eficaz de purificación".

Y lo interesante es la discusión, porque de autorizar la libre con-


taminación de todo curso de agua a prohibirla lisa y llanamente hay un salto
de tal envergadura, que se lesionan una cantidad de intereses preexistentes.
Por ejemplo, los vinculados con las obras de salubridad de la Capital, hechas
para tirar al río de la Plata todos los desperdicios, y las de Rosario, cuyo
destino natural era el Paraná.

La fiebre amarilla había dejado las conciencias muy sensibilizadas, a punto


cal que cuando la ciudad de Rosario proyecta sus obras cloacales en 1886,
consulta al Departamento de Higiene de la Nación sobre el destino que debía
darles a los residuos cloacales. El Departamento estudia el tema y dictamina
que no había inconveniente en arrojarlos al Paraná. Se comienzan a
construir las obras y a arrojar los efluentes al río, cuando al Poder Ejecutivo
le surgen dudas y pide un nuevo informe técnico.

Esta vez el informe es negativo y, una vez construidas las obras,


recomienda prohibir que se arrojen los efluentes al Paraná, indicando su
depuración, en los estrictos términos de la declaración de impacto en el caso
de las industrias.

El primer informe decía que el volumen de agua del Paraná era “tan
considerable como la suma que formaría la totalidad de los ríos europeos, lo
que constituye casi un mar con capacidad para recibir y destruir
rápidamente cualquier cantidad de materias que fueran arrojadas del
Rosario”. El peritaje calculaba que una legua aguas abajo de Rosario el agua
estaría "tan pura como antes de vertido el efluente”.

Pero el segundo informe era mucho más cauto. No hacía afirmaciones


tajantes, pero recomendaba precaución: "Un agua que ha sido contaminada
por deyecciones de enfermos —decía—, si bien puede experimentar una
autopurificación por la influencia de los agentes exteriores, es siempre un
agua sospechosa".

En consecuencia, se discuten diversas alternativas de purificación. Una de


ellas propone el filtrado de los residuos cloacales con arena. Otra es la
decantación y la desinfección con cal. Ambas fueron calificadas como muy
costosas, y aunque sus residuos podían aprovecharse como abonos, nadie
quedó muy convencido de la rentabilidad de la operación. Una tercera
propuesta fue utilizarlas para riego, “¡pero vaya a emplearse ese sistema en
los terrenos cenagosos de la Ensenada —dijo el senador Tello—para llevar
las aguas cloacales y aguas de tormenta allí, a nuestros terrenos llenos de
agua! ¡Sería llevar la muerte, aumentar la polución!”.

Los dos informes reflejaban sendas posiciones que dividían a la ciencia


médica de la época y que encontraron sus respectivos seguidores en el
Congreso: eran los partidarios de la asepsia y los de la antisepsia. Los
primeros pensaban que era suficiente con el oxigeno y la luz solar para
eliminar las bacterias de los desechos orgánicos. Creían en la
autodepuración de los ríos. Los segundos no estaban convencidos de la
muerte natural de los gérmenes sino que exigían que se los matara de un
modo artificial. Ridiculizando esa posición decía Tello que "tanto peligro hay
en que se arrojen los residuos cloacales del Rosario al Paraná, como que se
arrojen de la tripulación de un buque fondeado en el Rosario o en La Plata, si
no se va a tener en cuenta el aspecto cuantitativo: el caudal del agua".
Según Trelles, parte de la confusión radicaba en el escaso apoyo que los
conocimientos de bacteriología de aguas podían aportar en esa época.

Finalmente se aprueba la ley y se pide al Poder Ejecutivo que estudie qué


hacer con las cloacas de Buenos Aires y las de Rosario, entendiéndose que la
ley tenía su aplicación para las demás ciudades del país, criterio éste que
podía inducir a gruesos errores. En ese marco, entre 1890 y 1895 sucesivos
decretos provinciales insisten en exigir eliminación de materiales sólidos en
efluentes urbanos y usar el líquido sobrante para riego, en lugar del volcado
de desechos crudos a los ríos Lujan, Tigre y Las Conchas (Reconquista), en
atención a su creciente nivel de contaminación. Ya en 1870 se habían
realizado estudios especiales sobre las causas de la contaminación del rio
Lujan.

Unos años más tarde, como esa ley marco no dio los resultados
esperados, se vuelve a prohibir la contaminación. La ley 4.198 de 1903
significa una ampliación del texto de la anterior, en la medí- da en que
detalla aspectos que aquélla había dejado implícitos. La ley se aprueba en
medio de un clima legislativo de total desinterés: Diputados la trata dos
años después que el Senado y la discusión completa ocupa menos de una
página del Diario de Sesiones. Su aprobación parece una forma de dejar las
conciencias en paz para pasar a otro tema.

De todas maneras, nos interesa su texto porque constituye un


reconocimiento del problema y de la necesidad de una acción estatal al
respecto.546 El primer artículo faculta al Poder Ejecutivo para “adoptar dentro
del territorio de la Capital Federal codas las medidas conducentes a impedir
la contaminación del agua del río de la Placa y la de la segunda napa,
comúnmente llamada semisurgente, en cuanto ella pueda afectar la
provisión en la población”. Todas las medidas, dice la ley. Nótese el poder
que se otorga al Ejecutivo, el que no llegó a utilizar ni siquiera una fracción
del mismo.

“Las casas particulares —continúa la ley en su artículo 29—,


establecimientos industriales y otros cualesquiera, que directa o
indirectamente arrojen sus aguas servidas al río de la Plata, o a cursos de
agua que en él desemboquen, en parajes donde puedan producir la
contaminación a que se refiere el artículo anterior, quedan obligados a
depurarlas previamente, dentro de los plazos y con los procedimientos que
al efecto establezca el Poder Ejecutivo.”

Aun más: la ley establecía una autorización previa del Poder Ejecutivo pan
el establecimiento de “cualquier fabrica o taller, o casa habitación" con
desagüe de aguas servidas al rio de la Plata o sus afluentes (Art. 3®). El
cuarto artículo prohibía la perforación de pozos en condiciones tales que
contaminasen las napas de agua. Se establecía que el Poder Ejecutivo
ejercería las inspecciones necesarias, con facultades “para clausurar
cualquier establecimiento insalubre mientras no se ponga en condiciones
reglamentarias" (Art. 6°).

Era realmente una ley muy buena. Tanto, que después no hubo gobierno
capaz de hacerla cumplir.

La contaminación y la primera muerte del Riachuelo

Las sucesivas prohibiciones de las descargas contaminantes muestran su


escasa efectividad. Por decreto del 10 de febrero de 1860 se prohíbe que se
arrojen al Riachuelo los desperdicios de la faena de los saladeros "por la
necesidad urgente de disminuir la putrefacción de sus aguas”.

Y como no pasó nada, en 1868, a impulsos de la epidemia de cólera, el


gobernador Alsina ordena a los saladeros destruir los residuos en otra forma
que no fuera arrojarlos al Riachuelo y mantener las instalaciones en perfecto
estado de higiene. También les prohibía efectuar la faena de ganado en ese
lugar.

Como suele suceder, se movieron intereses y Alsina tuvo que reconsiderar


su prohibición. A menos de dos meses, vuelve a autorizar las faenas de los
saladeros, con una serie de condiciones: que los saladeristas quemaran
diariamente los residuos sólidos, que los residuos que se conservaran para
usarlos como combustible debían ser regados con alquitrán y que sólo se
podían tirar al Riachuelo los residuos líquidos (el agua de cola, el suero de la
sangre y la salmuera).

Para ver el caso que le hicieron a tan cuidadosa reglamentación, basta con
leer los diarios de la época. Por ejemplo, La Nación Argentina denunció: “El
olor inmundo esparcido el domingo a la noche por toda la ciudad ha venido a
recordamos que los saladeros del Riachuelo continúan con autorización del
gobierno sus pestíferas filenas, y a delatarnos la contravención de los
saladeristas a las disposiciones superiores que les prohíben arrojar las aguas
de cola sin desinfectarlas previamente”.
En 1869 H. Armaignac describe un paseo hasta Barracas: “El trayecto
entre Buenos Aires y Barracas no ofrecía en aquel entonces nada de
interesante: el paisaje era bastante monótono, pues sólo se encontraban
campos incultos, ranchos de chorizo o de adobe con techo de paja. Pronto
llegamos a un pueblo de calles fangosas bordeadas de casitas mal
construidas y mal ventiladas. Tropezábamos de vez en cuando con algunos
espantosos negocios decorados pomposamente con el nombre de hotel o de
café; allí veíamos hombres semidesnudos, cubiertos de sangre y hablando
en vasco. Un olor a veces a cuerno quemado, otras a restos de animales
putrefactos impregnaba nuestra pituitaria. El aire estaba plagado de moscas
inmundas que nos cubrían la ropa, el rostro, las manos, y no podíamos abrir
la boca sin poner los dedos delante, por temor de tragar algunos de esos
atroces insectos [...].

”En todas partes se veían charcos y arroyos de sangre, y los restos de


animales ofrecían abundante alimento a los habitantes del aire de los que
acabo de hablar. Cientos de hombres ensangrentados, con los pantalones
arremangados hasta medio muslo, se movían en medio de esa horrible
carnicería o pisoteaban montículos de carne sanguinolenta [...).

”A pesar de que la mayor parte de los residuos de esos «cable- cimientos


se emplearan ya fuese para la industria o para el alumbrado, siempre
quedaba gran cantidad de desperdicios inutilizables; y no sabiendo qué
hacer con ellos se los arrojaba todos los días a un arroyo de poca anchura y
poca profundidad llamado Riachuelo, que va a desembocar casi a las puertas
de Buenos Aires. De resultas de tales operaciones, las aguas del arroyo,
sujetas al flujo y reflujo, tenían en suspensión gran cantidad de materias
orgánicas animales que se iban depositando poco a poco en su fondo hasta
formar bancos de varios metros de espesor, incesantemente removidos por
la corriente y por los barcos”.
A comienzos de 1871, en plena epidemia de fiebre amarilla, el diario La
Nación publica la siguiente descripción del Riachuelo: “El lecho del Riachuelo
es una inmensa capa de materias en putrefacción. Su corriente no tiene ni el
color del agua. Unas veces sangrienta, otras verde y espesa, parece un
torrente de pus que escapa a raudales de la herida abierta en el seno
gangrenado de la tierra. Un foco tal de infección puede ser causa de todos
los flagelos, el cólera y la fiebre. ¿Hasta cuándo inspiraremos el aliento y
beberemos la podredumbre de ese gran cadáver tendido a espaldas de
nuestra ciudad?”.Si0

Además de su fuerza testimonial, este texto nos permite reconstruir con


un grado razonable de precisión los mecanismos ecológicos que llevaron a la
muerte del Riachuelo. En primer lugar, la descripción corresponde sin
ninguna duda a un río eutrofizado. Es decir, un rio que ha recibido un exceso
de aportes _ de sustancias químicas —no necesariamente tóxicas—, pero
que es incapaz de asimilarlas totalmente sin alterar la calidad del agua.
Cuando el agua tiene mal olor, significa que la cantidad de oxígeno disuelto
en ella ha disminuido por debajo de los niveles que permiten la vida de los
organismos animales y vegetales que lo poblaban, los que habían sido
reemplazados por organismos anaerobios. En este caso se trata de la
fermentación anaerobia —capaz de producirse en ausencia de oxígeno— de
los baños de fondo, formados por la descomposición de algas y la materia
orgánica arrojada como efluente a las aguas.

Todos los testimonios de la época son coincidentes en el sencido de que la


cantidad de materia orgánica arrojada al Riachuelo fue más allá de la
capacidad ecológica del río para depurar esos efluentes. También Juan B.
Alberdi manifestó que, “convenido en fango podrido, forma un foco
permanente de infección y peste”.151

Agreguemos que los afluentes del Riachuelo también llegaban muy


contaminados. Por ejemplo el Cildáñez, que atravesaba e) matadero, recibía
el nombre de arroyo de la Sangre, lo que da una idea muy gráfica del estado
en que se encontraba.552

Otra de las fuentes de contaminación del Riachuelo fue la quema de


residuos. El Ferrocarril Oeste tenía un ramal, llamado el Ferrocarril de las
Basuras, que bajaba por Loria y Oruro hasta la quema, que quedaba junto al
Riachuelo. Esta proximidad significa que cada lluvia arrastraba materiales en
descomposición y cenizas hacia el Riachuelo.553

Hemos olvidado lo que puede llegar a ser la quema de basuras de una


gran ciudad, por lo cual nos parece conveniente transcribir un informe
municipal de 1904, que la describe: “Respecto de las condiciones actuales de
la quema, debemos insistir sobre la urgente necesidad de suprimir esa
montaña de más de un kilómetro de extensión de materias putrescibles,
formadas en el lugar del vaciadero de basuras desde el año 1871 hasta la
fecha.

"El campo destinado a la quema abarca muchas hectáreas, está sembrado


de lomas y montículos que alcanzan diez y doce metros de altura sobre el
nivel del suelo. Su aspecto es singular y repugnante, el humo oscurece el
horizonte, y emanaciones pestilenciales de toda clase impregnan la
atmósfera densa y húmeda. El suelo, impregnado de agua y residuos
orgánicos, se hunde bajo el pie y con frecuencia se ve escapar por sus
grietas humo y vapores originados por la fermentación pútrida del terreno.
Centenares de hombres, mujeres y niños de aspecto miserable revuelven los
montones para separar las materias explotables. Esta operación, que facilita
la descomposición y fermentación de las materias orgánicas, cuyas
emanaciones respiran no sólo los que revuelven la basura sino todo el
personal de limpieza, alcanza a infectar el aire hasta muchas cuadras de
distancia”.
Esta descripción nos permite entenderla enorme incidencia de los
basurales en la contaminación del agua, tanto superficial como subterránea.
Agreguemos que siempre se eligen como basurales los terrenos que no
tienen otros usos más rentables. Casi siempre son tierras bajas, próximas a
ríos y arroyos que terminan afectados por los líquidos desprendidos.

Pero veamos ahora el fenómeno desde el punto de vista del Riachuelo.

La primera consecuencia sobre el ecosistema fue, sin duda, la mortandad


de peces provocada por los compuestos de arsénico utilizados por las
curtiembres. Algo similar ocurriría con la sosa y la potasa cáustica
empleadas por las jabonerías, cuyas descargas afectarían a los peces, al
principio en la zona inmediata al vertido de los efluentes, y posteriormente
esa zona se iría extendiendo.

Sin embargo, los peores efectos no parecen haber provenido del


envenenamiento sino de la asfixia causada por la desaparición del oxígeno
disuelto, consumido durante el proceso natural de descomposición
bacteriana de los desechos orgánicos que recibía el pequeño curso de agua.

Los peces sienten la falta de oxígeno y emigran o mueren. La sienten en


forma diferencial: los primeros afectados son los carnívoros como el
dientudo o la tararira, que por su mayor movilidad tienen requerimientos
más altos de oxígeno. Les siguen los herbívoros, cuyos ritmos vitales más
lentos les permiten sobrevivir en condiciones un poco peores.

Quedan los animales menos exigentes en oxigeno: los peces de fondo,


tales como el sábalo, los crustáceos (como el camarón de río), moluscos
(mejillones), algunas especies de gusanos, en un ambiente ya altamente
deteriorado: poco queda ya del barro de fondo, sepultado por acumulaciones
de residuos orgánicos, y el agua tiene un color verde claro salvo en los
puntos de descarga industrial.
En este momento el tenor de oxígeno baja un poco más (y estamos hacia
1870) y comienzan a morir las algas verdes. Las reemplazan las algas
llamadas azules, que no son en realidad azules sino de un color verde oscuro
y pueden observarse en las correderas del borde de veredas. Estas algas
suelen tener un crecimiento explosivo en presencia de fósforo, común en
efluentes orgánicos. Proliferan con tenores muy bajos de oxígeno y dan la
apariencia de “agua verde y espesa" que describe la cita inicial del diario La
Nación. Su descomposición termina con el poco oxígeno que le quedaba al
Riachuelo. Con ellas mueren peces, crustáceos, bacterias aerobias y demás
organismos preexistentes. Quedan dueñas del ambiente las bacterias
anaerobias, organismos capaces de vivir sin oxígeno, las que comienzan a
producir metano y ácido sulfhídrico: el Riachuelo adquiere así el olor
característico de la putrefacción.

La contaminación del Riachuelo generó preocupación sólo en la época de


la fiebre amarilla. De ese año es la protesta de La Nación y su reclamo por
sanear el Riachuelo. En el mismo año se autoriza por ocra ley al gobierno
provincial a hacer los gastos necesarios en las obras de canalización y
limpieza del Riachuelo.

De esa época es el argumento de Alberdi, quien afirma que el problema de


la contaminación no se soluciona mientras el puerto esté en Buenos Aires.
Alberdi recomienda “la remoción de su causa inmediata: el puerco, que debe
ser llevado a otra parte. Así, la justicia misma pone a Buenos Aires este
dilema de bandidos: la bolsa o la vida. Si Buenos Aires quiere vivir, debe ir
con el puerto y la aduana a otra parte, los mataderos, los saladeros, las
barracas, las inmigraciones sucias, las pestes y las comitivas de la muerte
fastuosa”.

Pero después de haberse muerto, el Riachuelo resucitó por un breve


tiempo. Esta resurrección tiene que ver con el pánico general provocado por
la epidemia de fiebre amarilla de 1871. La opinión pública responsabilizó de
esta epidemia a la contaminación provocada por los saladeros y al ambiente
insalubre que éstos habían creado en las inmediaciones del Riachuelo
aunque, como vimos, las causas eran otras.

En realidad, el Riachuelo era inocente de la epidemia, pero sus desbordes


no lo fueron. En efecto, el agente transmisor, el mosquito, proliferò
espectacularmente en los charcos costeros que dejaba el Riachuelo después
de una lluvia torrencial.

Inocentes o culpables, los saladeros eran unánimemente odiados por la


población porteña, por lo cual el Congreso de la provincia de Buenos Aires
termina por sancionar el 6 de setiembre de 1871 una ley que establece que
“quedan absolutamente prohibidas las faenas de los saladeros y graserias
ubicados en el Municipio de la Ciudad y sobre el río de Barracas y sus
inmediaciones”. Terminaron yéndose al pueblo de Atalaya, donde fueron
decayendo, amainados por el fin de la esclavitud y el comienzo del
frigorífico, hasta desaparecer hacia 1904. El afán de descontaminación los
siguió hasta allí. Por ejemplo, la ley 430 autoriza a Miguel Puiggari a
introducir, sin pagar derechos aduaneros, máquinas y elementos químicos
para la desinfección de saladeros de la provincia de Buenos Aires.

Y aquí nos interesa el debate que se produjo en la Cámara de Diputados de


la provincia de Buenos Aires el 7 de agosto de 1871. Allí se enfrentaron dos
proyectos sobre los saladeros: uno de sanear sus efluentes y el otro de
erradicarlos establecimientos. El tono del debate es sorprendentemente
actual. El proyecto de sanear incluye la posibilidad de “arrojar al mar [es
decir, al río de la Plata] los residuos líquidos, o usarlos para fabricar abonos
artificiales’’. Existía una propuesta del ingeniero Bateman de construir un
emisario (es decir, un caño largo) que enviara los contaminantes río
adentro.
Marcó del Pont sostuvo que "ningún derecho puede haber para corromper
ni el suelo, ni el agua, ni el aire”. Por su parte, Elizalde dijo que “el
Riachuelo, como vía pública, como todo lo que es de uso común, no es de
los saladeros, es de todos. Ellos, para explotar su industria, no tienen
derecho a envenenar el agua".

En cambio, Montes de Oca refiere el problema al contexto ambiental de la


ciudad: “No nos olvidemos [...] de que muy cerca de Buenos Aires hay
terrenos de anegación, que hay quintales de basura que no se ha tocado,
que hay corrientes subterráneas en Buenos Aires de líquidos en putrefacción,
que es positiva la comunicación entre los pozos y las letrinas de la ciudad,
que esta ciudad no tiene desagüe de ninguna clase, que no hay anchas ca-
lles, que no hay plazas [...] tenemos en Buenos Aires infinitas causas de
producir enfermedades, epidémicas o no".

En última instancia, por más que la depuración fuera técnicamente viable,


nadie creyó que los saladeros llegaran a ponerla en práctica, de modo que
volaron su erradicación. Unos años más tarde, se discute si corresponde
indemnizarlos, habida cuenta de que habían llegado al Riachuelo por una
invitación oficial. En el debate, Lucio V. López defiende a las industrias
contaminantes: “(en] Manchester y otras ciudades hay un gran número de
fabricas más insalubres que los saladeros, y que sin embargo están estable-
cidas en el centro de la ciudad, sin causar perjuicio a la salud", dijo. Por un
breve período el Riachuelo vuelve a ser un hermoso paisaje. H. Armaignac,
el mismo francés que regresó asqueado del Riachuelo unos años atrás, nos
describe el aspecto de Barracas hacia 1880: "Campos incultos se han
transformado de pronto en magníficas quintas, e inmensas plantaciones de
eucaliptos cubrieron de vegetación esas llanuras antes áridas y quemadas
por el sol. Gracias a los transas y al módico precio de sus boletos, las co-
municaciones se han vuelto sumamente fáciles; los bonitos pueblos de
Flores, Belgrano y Barracas ofrecen deliciosos lugares de veraneo a las
familias pudientes de la capital, que van allí a aprovechar el descanso y los
encantos del campo, sin descuidar por eso sus negocios y obligaciones”.

”[...] Magnificas quintas han sustituido a las barracas de zinc que antaño
servían de almacenes o depósitos de carne salada o de cueros; casas
elegantes y confortables se levantan en lugar de las chozas donde se
refugiaban los numerosos obreros ocupados en esas inmensas carnicerías”.”9

En este idílico lugar, el Buenos Aires Rowing Club organiza regatas a partir
de 1873. Las mismas duran hasta 1905, momento en que el estado del agua
hace mudar esta institución hasta el Tigre. Queda el más popular Club de
Regatas de Avellaneda, cuyos miembros continuarán aventurándose por las
aguas de cinta china.

Por unos pocos años la costa del Riachuelo es un lugar de uso recreativo.
No solamente de los ricos, como dice Armaignac, sino de codas las clases
sociales.

Pero cuando pasa el pánico provocado por la epidemia, parece que todos
se olvidan del estado de las aguas del Riachuelo y sólo se interesan por su
función portuaria. Por ley 820 se ordena su canalización.*40 Nosotros
agregaremos que la canalización del Riachuelo había sido ordenada varias
veces con anterioridad, la primera de las cuales fue el 24 de enero de 1811.
Pero esta vez hubo fondos para hacerlo: por ley 960 se otorgan créditos
presupuestarios.

La canalización implica, simultáneamente, un intento de mejorar sus


condiciones ambientales y su navegabilidad. En efecto, un curso de agua
recto tiene una mayor velocidad que uno sinuoso, lo que permite mayor
oxigenación de sus aguas. Al mismo tiempo se pensó que la rectificación
ayudaría a la salubridad de las orillas, al disminuir los riesgos de
inundaciones. De hecho, ocurrió al revés, ya que se estrangularon los
meandros que permitían el desagüe del bañado de Flores, el que empeoró
sus desbordes.*63

Comienza entonces una afiebrada secuencia de obras, traspasos de


incumbencias y discusión de fondos para ampliaciones, en la cual se pierde
completamente el aspecto ambiental de las obras para centrarse
exclusivamente en los usos portuarios del Riachuelo. La historia de la
contaminación vuelve a repetirse en términos muy similares a los que hemos
descripto: el puerto actúa como elemento de atracción de industrias, las que
vuelcan sus efluentes sin ningún control. Por otra parte, la extensión de los
servicios cloacales, de la que hemos hablado anteriormente, representó
arrojar una mayor masa de desechos a los cursos de agua.

La primera forma de contaminación volvió a ser orgánica: se instalaron


frigoríficos cuyos desechos, unidos a los del matadero que traía el Cildáñez y
a los de la quema de basuras, volvieron a pudrir el agua del Riachuelo.
Detrás vino la contaminación inorgánica, iniciada por los efluentes de las
tintorerías industriales y las fabricas metalúrgicas. Al haber una mayor
proporción de contaminación inorgánica, es probable que el proceso haya
tenido sus diferencias con la primera de sus muertes. En la segunda muerte
del Riachuelo, el envenenamiento jugó un papel quizá tan importante como
la asfixia en su muerte anterior. Más tarde el petróleo terminó por pintarlo
todo de negro.

Hay un último intento de salvarlo, hecho esta vez durante la presidencia


de Irigoyen. Se trata de la sencilla y eficaz idea de reemplazarlo en sus
funciones por una cloaca artificial. El propio _ Irigoyen nos cuenta,
entusiasta, que “el saneamiento del Riachuelo ha merecido especial
atención, disponiéndose la continuación de los trabajos para la construcción
del conducto de desagüe de los establecimientos industriales de Avellaneda,
obra que deberá complementarse en adelante con el saneamiento de dicha
ciudad. Las aguas del Riachuelo han mejorado notablemente con las
medidas adoptadas, y han de alcanzar el estado higiénico deseable, una vez
que se habilite el nuevo conducto en construcción y las demás obras
proyectadas”. Estos sucesivos fracasos muestran que el tema ambiental no
tiene solución a partir de medidas aisladas, sino que requiere un abordaje
globalizador del problema.

EL FIN DEL MODELO

Este modelo de país funcionó como un engranaje absolutamente aceitado,


ya que era la contrapartida local de un estilo de desarrollo que operaba a
escala mundial. Por diversas razones, que ya hemos expuesto en otra parte,
este modelo se derrumbó. Es decir, no fue decayendo gradualmente sino
que lo hizo de un día para otro. Exactamente el Viernes Negro de octubre de
1929, cuando cayó la Bolsa de Nueva York y los especuladores se tiraban
por las ventanas de los edificios de Manhattan. Los países centrales dejaron
de comprar mercaderías argentinas y el esquema de producir vacas y trigo y
comprar todo lo demás afuera comenzó a hacer agua por los cuatro
costados.
NOTAS

352. Seymour, Richard A., op. cit., en ref. t97.

353. Foguelman, Dina; Aparicio, Susana, ti al.: Causas y


consecuencias de transformaciones en ecosistemas semiáridos. Santiago del
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354. Grela, Plácido; El Grito de Alcona, Ed. Tierra Nuestra, Rosario,


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355. Calvo, Bcmardino: "Economía nacional y colonialismo interno",


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356. Ley de FF.CC. Nacionales N° 531, del 9/9/1872, Registro


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357. Dorfman, Adolfo: op. cit., en ref. 171.

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368. Zeballos, Estanislao: Viaje al país de los araucanos, Buenos


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374. Guerrino, Antonio, A.: op. cit., en ref 367.

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Sesiones, 25 de setiembre de 1878.
376. Teniente corone) Teodoro García. Puán, 18 de octubre de 1878.
Cit. en Martínez Siena, op. cit., en ref. 149.

377. Teniente coronel Marcelino Freirc, 20 de octubre de 1878, cit. en


idem anterior.

378. Prado, Manuel, op. cit.. en ref. 359.

379. Guerrino, Antonio A., op. cit., en ref. 367.

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402. El Cronista Comercial, op. cit., en ref. 393.

403. Barsky. Osvaldo, et al.: op. cit., en ref. 400.

404. Gori, Gastón: op. cit., en ref. 396.

405. Idem anterior.

406. Piacenza, Esteban, cit. en Grela, Plácido: op. cit., en reí! 354.

407. Yrigoyen, Hipólito: Mensaje al Congreso de la Nación, 1917.

408. Código Civil Argentino, articulo 2.513, de 1869.

409. Ley 2.793, Diario de Sesiones del Senado de la Nación, sesión


del 24/8/1891, pág. 1113.

410. ídem, sesión del 22/8/1891, pág. 517.

229

41 l. Ley 2.983 de 1892, Registro Nacional, 1892. lomo II, pág. 287.

412. Ley 3.653, Diario de Sesiones del Senado, 1897, pág. 740.

413. Ley 3.708, Registro Nacional, 1898, tomo III, pág. 130.

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417. Información suministrada por el señor Humberto Volando.

418. Yrigoyen, Hipólito: Mensaje al Congreso de la Nación, año 1922.


419. Ley 4.663, de defensa de la producción agrícola, Registro Na-
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441. De Moussy, op. cit., en reí. 386.

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443. Ameghino, Florentino: op. cit., en réf. 388.

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451. ídem anterior.

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1947.

453. Virasoro, Raiàel: op. cit., en ref. 449.

454. Gori, Gastón: La Forestal, Buenos Aires, Proyección, 1974.

455. Marzoratri, Ricardo: op. cit., en ref. 448.

456. Ley 1.054, s/decreto del 19/4/1879. Sanción del 7/10/1880.

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465. Idem anterior.

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•497. Idem anterior.


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500. Recalde. Héctor; op. cit., en ref. 492,1.1, pág. 90.

501. ídem anterior, pág. 22.

502. ídem anterior, págs. 90-91.

503. ídem anterior, t. 11, pág. 129.

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Provisión de agua y desagites urbanos, La Placa, Facultad de Ciencias
Fisicomatemáticas, 1937.

509. Borges, Jorge Luis; Evaristo Carriego, Buenos Aires, 1930.

510. Cit. en Tretlcs. Rogelio: Los profetas de la contaminación,


Nuestros Problemas del Medio Ambiente, Buenos Aires. Ed. Crespillo, 1974.

511. Besio Moreno, Nicolás: op. cit., en ref. 507.

512. El Nacional, 17/2/1871, en Bcnítez, Marcelo Manuel: El discurso


represivo durarite la epidemia de fiebre amarilla, Nueva Presencia, Buenos
Aires, 5/12/1986.

233

513. El Nocional, 11/3/1871, cit. en ídem anterior.

514. Tribuna, 11/2/1871, cit. en ídem anterior.

515. El Nacional, 9/3/1871, cit. en ídem anterior.

516. Besio Moreno: op. cit., en rcf. 507.

517. Trelies, Rogelio: op. cit., en ref. 510.

516. Borges, Jorge Luis: Cuaderno San Martin, Buenos Aires, 1929.

519. Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires, sesión del


11/8/1973, pág. 150.

520. Idem anterior.

521. Lianes, Ricardo: Antiguas plazas de Buenos Aires, Municipalidad


de Buenos Aires, 1987.

522. Diario La Nación del 8/11/1873.

523. Trellcj, Rogelio: op. cit., en ref. 510.

52A. Registro Nacional, 1882/84, pág. 11.

525. Idem anterior, pág. 902.

526. Registro Nacional, 1885/86, pág. 575.

527. Registro Nacional, 1887/88, pág. 198.

528. Calculado sobre datos de: Diario de Sesiones de la Cámara de


Dipuados, sesión del 24/8/1891, pág. 567.
529. Tipos de interés en: Wagenunn, Ernst: op. cit., en réf. 306.

530. Cámara de Dipuados, Diario de Sesiones, sesión del 24/8/1371,


pág. 578.

531. ídem, pág. 565.

532. Brailovsky, Antonio: Historia de ¡ai crisis argentinas, 11 cd.(


Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1982.

533. Diario de Sesiones de la Cámara de Dipuudos de la Nación,


sesión del 5/8/1903, pág. 435.

534. Idem anterior, pág. 434.

535. Panettieri: op. cit., en ref. 499.

536. Gutiérrez, Leandro H.: Mendigos y vagabundos, Buenos Aires,


CEAL, Col. La Vida de Nuestro Pueblo N® 10, 1982.

537. Passarclli, Bruno: La inmigración italiana, Buenos Aires, CEAL,


Col. Documentos de Polémica N® 26, 1973.

538. Gâche: op. cit., en reí! 498.

539. Código Penal de la República Argentina, artículo 200, ley 11.179


del 30 de setiembre de 1921.

540. Artaza, Evaristo: op. cit., en rcf. 508.

541. Diario de Sesiones del Senado de la Nación, sesión del


20/8/1891, pág. 503.

542. ídem anterior, pág. 512.

234

543. Diario de Sesiones de la Carnata de Diputados de la Nación,


sesión del 5/6/1903, pág. 433.

544. Trelles: op. cit., en réf. 510.

545. Puiggari, Miguel, en Boletín de la Academia Nacional de deudas.


Universidad de Córdoba, 1874.

546. ídem réf. 543.

547. Brailovsky, A. E.: op. cit., en réf. 15.

548. Cit. en Moavro, Amalia: El saladero, Buenos Aires, CEAL, 1973.

549. Armaignac, H.: Viajes por las pampas argentinas, Buenos Aires,
EUDEBA, 1974.

550. La Nación, 15/2/1871.

55 t. González Climenr, Aurelio y Anselmo: Minorías del puerto de Buenos


Aires, Emeeé, Î975.

552. Randte, Patricio H., y otros: Algunos aspeaos de la geografa


urbana de Buenos Aires, en GA£A, Sociedad Argentina de Estudios Geográfi-
cos, tomo XUl, 1969.

553. Bosques, Ricardo H.: La edad del riel, en "Crecimiento y


desequilibrios”, Buenos Aires, CEAL, 1971.

554. Viilalon, Antonio, y Monclús, Antonio: op cit., en réf. 75.

555. ídem réf. 551.

556. Ley 430, Registro Nacional, 1870/73, pág. 100.

557. Cáman de Diputados de la provincia de Buenos Aires. Sesión del


7/8/1871.

558. ídem anterior, sesión del 23/6/1875.


559. Armaignac: op. cit., en ref. 549.

560. Ley 820 del 11/10/1876.

561. Zinny: op. cit., en ref. 196.

562. Registro Nacional, 1878/81, pág. 64.

563. Randle: op. cit., en rtf. 552.

564. Yrigoyen, Hipólito: Mensaje al Congreso de la Nación, Buenos


Aires, 1919.

565. ídem ref 532.

235
Industrialización sustitutiva de importaciones (1930-1976)

LOS CAMBIOS EN EL MODELO DE USO DE LOS RECURSOS

Durante este período se produjeron los efectos sucesivos de la crisis


internacional, de la Segunda Guerra Mundial, de la reconstrucción europea
de posguerra y de la revolución tecnológica. Los tres primeros actuaron
como un proteccionismo de hecho, al limitar las compras argentinas en el
exterior. El mismo proceso restringió las exportaciones de manufacturas y
capitales de los países industrialÍ2ados, disminuyendo así sus posibilidades
de penetrar en el mercado argentino. Por su parte, la revolución tecnológica
determinó los límites de un modelo basado en la autarquía económica. La
crisis de 1929 no afecta en forma simultánea a todas las actividades
productivas. De 1926 a 1932 los precios mayoristas agropecuarios
descienden el 44,1 por ciento, en tanto que los precios industriales
ascienden el 3,4 por ciento. El poder de compra de las exportaciones
disminuye proporcionalmente. A pesar de ello se procura bloquear toda
tentativa de industriali2ar al país. Para un ministro de Economía de la época,
“fabricar carne o trigo no es menos respetable que fabricar calcetines o
tomillos o vigas de hierro”. Con ello se intenta mantener un modelo de uso
de los recursos que resulta disfuncional con respecto a la situación
económica local e internacional.

Inicialmente se responde a la crisis con un esquema de despilfarro, ya que


el Estado subsidia la destrucción de cosechas para impedir la baja de
precios. El trigo y el maíz se queman en las calderas de las plantas eléctricas
y de las locomotoras.

La calidad de vida se deterioró debido a la desocupación en las ciudades y


a la sobreexplotación de la mano de obra en las zonas rurales. En la ciudad
de Buenos Aires el promedio de vida era de 34 años. En 1932 el deterioro de
la salud pública fue tal que el 47 por ciento de los jóvenes convocados a
cumplir el servicio militar resultó inepto.

Scalabrini Ortiz sostiene que había en la Argentina "más de tres millones


de hombres inactivos, que vegetan perseguidos por la policía, la crítica de
los diarios y la más indigna miseria”.

Paralelamente el encargado de negocios británico informó a su gobierno


que la crisis ayudó a disminuir el salario real, bajando así los costos
industriales. Esta circunstancia, dijo, hizo que “exista en la República
Argentina mano de obra buena y barata, que no está echada a perder y es
complaciente y voluntariosa”.”0

El menor costo de la mano de obra comenzó a operar como incentivo para


la ampliación de la actividad industrial. El aumento del precio de los
productos industriales hizo rentable la transferencia de recursos del agro a la
industria. De este modo, disminuyó la subutilización de recursos
industrializabas, a la vez que se afectó negativamente la intensidad de
explotación agropecuaria.

Estos fenómenos coincidieron con el auge de la inversión extranjera. El


proceso de sustitución de importaciones en la Argentina es, en buena
medida, la otra cara del proceso de sustitución de exportaciones efectuado
por las economías industrializadas. Se crean filiales que dependen del
aprovisionamiento de equipos e insumos por parte de la casa matriz,
saltando así las bañeras creadas por la reducción del comercio mundial. La
división internacional del trabajo y del uso de los recursos naturales no
desapareció, sino que asumió una forma más compleja.

Con respecto a la utilización del espacio regional se reafirma la hegemonía


industrial de Buenos Aires y se modifican parcialmente los papeles
respectivos de la Capital Federal y las provincias, pero no las relaciones
entre ambas: a partir de la década del treinta, Buenos Aires recibe materias
primas del interior para su transformación, y le devuelve las manufacturas
producidas.

Durante la Segunda Guerra Mundial y en los primeros años de la


posguerra la Argentina acumula excedentes de divisas, origina* dos en los
altos precios de su producción exportable. La política económica acelera y
orienta la tendencia iniciada con la crisis mundial. De 1946 a 1955 se
estatiza el comercio exterior y las utilidades obtenidas por la venta de
cereales se orientan hacia el financiamiento de la industria, la que permite
una utilización más eficiente de la producción agraria y de los recursos
naturales. El capital privado recibe estímulos para la producción de bienes de
consumo, en tanto que el Estado se orienta especialmente hacia la industria
pesada y la producción de energía.

El carácter sustitutivo de importaciones define la orientación general del


proceso industria] y actúa como principal elemento explicativo de dicha
modalidad. Se procura abastecer al mercado interno con una serie de bienes
finales que en la etapa anterior se adquirían en el exterior. En consecuencia,
la industrialización comienza por los bienes finales y sólo más tarde avanza
en forma significativa hacia los bienes intermedios.

Este proceso reconoce subetapas muy definidas: a partir de 1930 se


produce un proceso de acumulación del capital que descarga el peso de la
crisis sobre los sectores de menores recursos. La rentabilidad empresarial se
sustenta en desocupación masiva, bajos salarios y condiciones de trabajo,
de nivel y calidad de vida extremadamente deficientes.

En contraste con esto, a partir de 1946 el proceso de acumulación se basa


en la ampliación del mercado interno. Ello significó la introducción al circuito
de producción-consumo de grandes contingentes laborales que habían
permanecido al margen de él o con un grado menor de integración. Al
respecto, opinaba Perón en 1944: “La República Argentina produce en estos
momentos el doble de lo que consume, es decir, que la mitad de lo que
consume sale al exterior. Yo me pregunto si cuando termine la guerra será
posible seguir colocando nuestros productos. ¿Cuál será la situación de
nuestra industria, de nuestra producción? Habrá una paralización del 50 por
ciento y veremos a un millón de argentinos desocupados que no tendrán en
qué trabajar ni con qué vivir. No habrá otro remedio que aumentar el
consumo, [el que] solamente podrá aumentarse elevando los sueldos y
salarios para que cada uno pueda consumir mucho más de lo que consume
actual- mente".

La característica distintiva de esta etapa industrial es: un crecimiento


simultáneo de la pequeña y de la gran empresa. Éste es un fenómeno
complejo, sobre el cual los analistas no han llegado a un acuerdo.

Por una parte, debe decirse que los capitales necesarios para el proceso
de sustitución de importaciones provinieron en una medida sustancial de
sectores que ya manejaban mercados altamente concentrados. Es decir, que
puede hablarse de una sustitución de importaciones por inversiones
extranjeras, ya que gran cantidad de empresas que vendían a la Argentina
desde sus casas matrices pasaron a hacerlo radicadas en el país. En 1935 el
cincuenta por ciento del capital industrial era extranjero.

Pero a) mismo tiempo la gran ampliación del mercado interno hizo posible
una industria de tipo artesanal, integrada por pequeños establecimientos
productores de bienes finales, que operaban con una alta intensidad de
mano de obra y muy baja sofisticación tecnológica. Un dato significativo es
que entre 1935 y 1954 los establecimientos industriales que ocupaban
obreros se duplicaron, en unto que los estrictamente familiares que no
ocupaban mano de obra asalariada crecieron más de diez veces.™
Simultáneamente la gran industria requirió un importante desarrollo de
talleres periféricos (abastecedores, reparadores, etc.) que generaron la pe-
queña industria complementaría de la grande.

El resultado es una estructura altamente concentrada, donde se


encuentran empresas muy grandes y un gran número de pequeños talleres
que las complementan. Una medida de estas diferencias: en 1954 solamente
88 grandes fábricas (es decir el 0,06 por ciento del total) ocupaban el 15,7
por ciento del personal obrero total. En el otro extremo, la mitad de los
establecimientos no ocupaba obreros, sino sólo mano de obra familiar.

La subetapa siguiente (1950-1976) puede calificarse como de


intensificación industrial, en la medida en que se caracteriza por una mayor
integración vertical de la industria. Se saturan las posibilidades de expansión
industrial sobre la base de bienes de consumo y se avanza en la sustitución
de importaciones de insumos y bienes intermedios.

Sin embargo, existen algunos ejemplos espectaculares de expansión en la


producción de bienes de consumo, como la radicación de fábricas de
automotores. Al final de la etapa, la fabricación de receptores de TV blanco y
negro.

A pesar de esos avances, el mecanismo es insuficiente para dinamizar al


conjunto de la industria. Las ramas industriales tradicionales se mantienen
en un crecimiento puramente vegetativo y de escaso desarrollo tecnológico,
en tanto que las más dinámicas son las industrias que producen para otras
industrias.

En estos años se produce una creciente concentración económica en la


industria, asociada a aumentos de las inversiones de capitales extranjeros.
Pero el avance de la concentración no es uniforme a lo largo del tiempo, sino
que se fortalece en los momentos de recesión y se debilita con la expansión
económica generalizada.”3 Por eso a veces las grandes empresas presionan
al Estado por la adopción de políticas económicas recesivas que contribuyan
a fortalecer su posición en el mercado. Estos cambios económicos
condicionan diferentes maneras de usar los ecosistemas, como veremos
luego. Como es obvio, afectan el nivel y la calidad de vida de la población.

LA ECOLOGÍA URBANA:

SE FORMA EL GRAN BUENOS AIRES

Entre 1930 y 1960 se produce un proceso de migraciones internas


masivas. Actúan simultáneamente factores de expulsión de población de las
áreas rurales y factores de atracción y de demanda de mano de obra en la
mayor parte de los centros urbanos del país, especialmente en el Gran
Buenos Aires. El Sistema Metropolitano Bonaerense (SIMEB), que cubría el
28,6 por ciento de la población total del país en el censo de 1914, tenía ya el
32,5 por ciento de la población nacional en 1947.

Veamos un testimonio de cómo se inició esa migración y de las


condiciones de calidad de vida de esos pobladores hacia 1932: “Vimos
aparecer en Puerto Nuevo una inmensa aglomeración que no podríamos
llamar, como hoy, villas miseria, ni ranchos. Eran una especie de tabucos,
chozas misérrimas, que se extendían por cuadras y cuadras. Vimos aparecer
debajo de los puentes de esos ramales que atravesaban Avellaneda, desde
Puente Alsina a Dock Sud, masas de hombres sin trabajo y sin pan, que
durante el día deambulaban por la ciudad solicitando trabajo o ayuda.
Llegaron a instalarse ollas populares, donde los desocupados hacían cola con
sus tachitos de laca, esperando una sopa lavada. £1 hambre se retrataba ya
en los rostros, ya en la ropa. Y se traducía en la enfermedad-plaga, en el
azote de Dios de la tuberculosis; era la enfermedad de las obreras del
vestido; de los trabajadores a domicilio; de la industria textil; de los
frigoríficos; era la enfermedad de la juventud; era, en fin, la enfermedad de
los desocupados, de los crotos, de los linyeras".
Finalmente, esa gente encuentra ocupación. Al terminar la Segunda
Guerra Mundial, en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires estaba
concentrado más de la mitad del empleo industrial del país. Las áreas
recientemente urbanizadas pujaban por obtener los servicios básicos, rutas y
calles, medios de transporte. Esto, a su vez, iba creando las condiciones
buscadas por las nuevas implantaciones industriales, ya que les permitía
reducir los costos de instalación.

Esta distribución espacial tenía ya características irreversibles. Ante esto


es frecuente hablar de Buenos Aires como la cabeza de Goliath y espantarse
de haber concentrado tanta gente y tantas fabricas en tan poco espacio. Sin
embargo, hubo algún método en esta locura: en Buenos Aires había agua
para la ciudad y la industria, había terreno para edificar y el clima era lo
suficientemente benigno como para facilitar el proyecto. Además, era la zona
con mejores servicios e infraestructura del país, y el centro comercial,
financiero y portuario. Si bien edificar una ciudad de ese tamaño es
irracional desde el punto de vista ecológico, el lugar elegido era el menos
inadecuado del país. Este esquema de distribución espacial se repite en casi
todos los países latinoamericanos.

Continuó este proceso: las industrias llegaron rápidamente hasta General


Paz y siguieron viaje más allá: el Gran Buenos Aires tomó la forma de una
gran metrópoli. En 1935 la producción industrial de la Capital Federal era
tres veces y media mayor que la de los partidos del Gran Buenos Aires. En
1946 era de sólo el doble, y en 1954 ya era una vez y media.

AI principio cruzaron el Riachuelo y se fueron a) sur. Después siguieron


hacia el norte y el oeste. Finalmente se llegó a una densidad de población de
5.600 habitantes por kilómetro cuadrado.578 Esta población se asentaba en
menos del 0,4 por ciento de la superficie nacional.

La tendencia a la vida urbana se produce en todas las provincias. En 1970


en los 13 centros mayores vivía el 72,5 por ciento de la población. Las
causas desencadenantes: la demanda de mano de obra industrial, la
mecanización de labores agrícolas que expulsó población rural, el automotor
que permitió al chacarero vivir en el pueblo. En la región pampeana, pues, el
abandono de la vida rural se origina en la tecnificación y en la
modernización, pero en el resto del país árido y semiárido se origina en la
escasa explotación de los recursos naturales.

Buenos Aires organiza el espacio nacional y las distintas actividades se


hacen en todas partes para dar de comer y hacer funcionar la metrópoli.
Esto tiene consecuencias ecológicas a veces difíciles de imaginar. Por
ejemplo, el Gran Buenos Aires usa su propio suelo para fabricar ladrillos,
antes de construirle encima. El lector puede ver a menudo, en las zanjas
abiertas en las veredas, la tierra roja y arcillosa casi a flor del suelo, cuando
debiera encontrarla unos 60 u 80 centímetros más abajo. Pero si bien puede
ser sensato esterilizar el suelo que de todos modos se va a cubrir con
construcciones, puede pensarse distinto de quemar el buen suelo pampeano
en hornos de ladrillos. Es que la mejor tierra para cultivo es, también, la
mejor tierra para hacer ladrillos porque tiene más materia orgánica; el 5 por
ciento de la superficie agrícola del partido de Chacabuco, por la excelente
calidad de su suelo, fue transformado en ladrillos para levantar la metrópoli.
Ese paisaje desolado es una consecuencia más del crecimiento de la ciudad.

Del mismo modo, el mejor balneario sobre el río de la Plata, el de Punta


Indio, fue destruido al usarse para construcción la arena de sus playas.
Como tantas veces, el modelo expansivo exige recursos sin preguntar el
precio ecológico.

En los libros el fenómeno de metropolización suele analizarse según cuatro


escalas espaciales:

* Capital Federal;
* Gran Buenos Aires: Capital Federal más 19 partidos aledaños;

* Sistema Metropolitano Bonaerense: Capital más 32 partidos aledaños;

* Eje Fluvial Industrial: Capital más 43 partidos de la provincia de


Buenos Aires más 12 departamentos de la provincia de Santa Fe. Se
extiende desde La Plata hasta Santa Fe, en una inmensa ciudad en
formación que se alarga sobre 550 kilómetros sobre el litoral fluvial.

Las dos primeras comprenden el área urbana ya consolidada. Las dos


últimas incluyen además el área de expansión de las dos primeras.

Pero esto es solamente una estructura de papel, ya que en ningún


momento se realizó una administración unificada del Área Metropolitana de
Buenos Aires, ni una gestión coordinada de sus principales problemas
ambientales. Un buen símbolo de la situación es la falta de empalme de la
autopista a La Plata, donde nunca se encuentran los tramos de Capital
Federal y de provincia de Buenos Aires.

La metropolización desordenada es consecuencia de un conjunto de


condicionantes sociales, el principal de los cuales es el auge de la
especulación con tierras. En la distribución de responsabilidades, debe
recordarse que el perfil actual del Gran Buenos Aires es obra de las
empresas inmobiliarias, que llegaron a tener tanto poder como Juan de
Garay en otra época. La tarea de estas empresas se reducía a comprar tierra
y revenderla en fracciones menores. Las únicas previsiones tomadas para el
uso urbano fueron las vinculadas al trazado de calles, generalmente
estrechas.

Los inmigrantes del interior se asentaron allí en viviendas precarias


diversas y formaron un cinturón de villas de emergencia. Ante la nula acción
oficia) frente a las empresas inmobiliarias, el cubrimiento desordenado del
espacio provocó una mezcla confusa de funciones urbanas y carencia de
servicios; González Tuñón describe de esta manera el paisaje resultante:

Atroces ciudades sucias y derramadas, de viviendas como hongos,


talones, bolsas, zanjas hundidas por las lluvias, mordidas por los vientos.

Barrios de soles turbios y lunas oxidadas, de noches enemigas y de hoscas


madrugadas.

Los pobladores, además de construir por sí mismos sus respectivas


viviendas, debieron procurarse el agua potable, extrayéndola de la capa
freática en forma individual. Como estas zonas carecían de cloacas, se
construyeron pozos negros cuya densidad y mal entubamiento provocaron la
contaminación de los acuíferos de los cuales se extraía el agua para beber.
Los servicios de electricidad y gas tardaron años en llegar y fueron
frecuentes los incendios en villas de emergencia por el uso de calentadores
de querosén. También fueron frecuentes los envenenamientos con monóxido
de carbono por los braseros utilizados para calefacción.

Durante toda esta subetapa la población del Gran Buenos Aires sufre un
fuerte déficit de equipamientos y servicios de educación, salud y transporte.
Tampoco había muchas calles pavimentadas. ¿Cómo movilizarse en medio
del barro? Obligadamente los obreros se radicaban alrededor de las fábricas,
que actuaron como polos de asentamiento.

La expansión de la pequeña industria crea una problemática ambiental


característica, que es la vinculada al cubrimiento casi continuo del espacio.
Se forma así un tejido urbano confuso donde todo se mezcla: la industria
con las viviendas, los depósitos con los negocios, etcétera, lo que provoca
que las actividades se interfieran entre sí. Por ejemplo en La Boca:

¡Son tantas cosos, tantas! La dársena, los mutiles, el Riachuelo que late
junto a sucias barracas; tonterías azules, elevador de granos y a la orilla de
los rieles el río de la Plata.
El principal resultado es un deterioro de la calidad de vida de la población
residente en zonas industriales, porque tiene que convivir con ruidos, olores,
humos, y a veces con inundaciones, ya que también hubo loteos en bajo»
cuando el mejor suelo se terminó.

Esto cambia la relación de la ciudad con sus ríos. En la etapa anterior,


según Manzi, el límite urbano era “Pompeya y más allá la inundación”. La
ciudad llegaba hasta:

La esquina del herrero, borro y pampa, tu (asa, tu venia y ti zanjón y un


perfume de yuyos y de alfalfa, que me llena de nuevo el corazón.

Es decir que Pompeya era el borde de la ciudad, lo que es coherente con


su topografía, ya que la iglesia ubicada sobre avenida Sáenz está en uno de
los puntos más elevados de la costa.SIW Más allá estaban la pampa y la
inundación; es decir, los bajos descampados que nadie habitaba.
Precisamente en esta etapa comienzan a asentarse contingentes masivos de
personas en esas tierras vacías que forman parte de los valles de inundación
de los ríos.

La metropolización desordenada trajo una serie de consecuencias


desfavorables, entre las que enumeraremos, desde el punco de vista
espacial:

* Saturación y congestionamiento en la Capital Federal y parte del Gran


Buenos Aires. Allí se originó una trama urbana densa y continua, con
máxima demanda de servicios e infraestructura y máxima presión sobre los
recursos naturales. Por estar más consolidada, es al mismo tiempo la mejor
provista de medios de transporte, equipamiento y servicios.

Por eso la distribución geográfica de las industrias no es homogénea en el


Gran Buenos Aires: las empresas medianas y grandes tendieron a ubicarse
en algunas localidades de determinados partidos, concentrando así sus
demandas y desaprovechando posibilidades en áreas aledañas. Buscaban los
núcleos mejor provistos de servicios públicos, porque si no, hubieran debido
instalarlos a su costo. Veamos por ejemplo qué ocurre con la demanda de
agua, a partir de un estudio que analizó empresas medianas y grandes con
más de 100 empleados. La Capital Federal concentra 230 empresas que
demandan agua; el partido de General San Martín, 56; La Matanza, 50;
Vicente López, 40; Lanús, 32.

Dentro de esos partidos, a su vez, se produce una concentración espacial:


en la localidad de San Martín se ubican 17 de las 56 de General San Martín;
en Munro (Vicente López), 21 sobre 40; en Lanús (de Lanús) 18 sobre 32,
etcétera. Esto en cuanto a las demandantes de agua, pero la distribución es
similar si analizamos el recurso suelo, o el aire.58* En una economía
monopólica también se monopoliza la demanda sobre los recursos naturales.
La demanda no se plantea sólo alrededor del consumo de agua, sino
también alrededor de las aguas superficiales y subterráneas para usarlas
como cloacas. Esta concentración inutiliza los cursos superficiales menores
para gran cantidad de usos alternativos e incluso para ciertos usos
industriales. Contamina con detergentes y metales pesados los acuíferos
subterráneos utilizados para abastecimiento, por infiltración lateral desde los
arroyos y desde pozos negros; llega incluso a complicar la potabilización del
agua del río de la Plata, cuyas costas ya son inutilizables para muchas
actividades recreativas. En Buenos Aires, frente a las tomas de Obras
Sanitarias, en la década del 70 se coloca un cartel que dice: "Prohibido
bañarse: aguas contaminadas".

En búsqueda de suelos y viviendas más económicas, los sectores de


menores ingresos se fueron asentando en partidos más alejados, que
también tienen problemas que son la contraparte de los anteriores: gran
déficit de infraestructura, abastecimiento y equipamiento en general. Actúan
como “ciudades dormitorio’1 de donde jóvenes y adultos se alejan a cumplir
tareas en áreas más céntricas.

* Déficit de espacios abiertos: en el Sistema Metropolitano Bonaerense


existen 4.780 hectáreas de espacios abiertos recreativos, públicos o
privados; son aptos para el mini turismo de fin de semana, no incluyen las
plazas públicas. Significan 5,34 m /habitante, lo que es menos de la mitad
del mínimo necesario según estándares internacionales, y representa la
relación de 1 a 60 en cuanto a espacios abiertos y espacios cerrados. En
algunos casos, como en el área oeste, la relación es una manzana
parquizada contra 2.000 construidas.

* Problemas de circulación: el congestionamiento en las áreas céntricas


es ya un problema crítico, no obstante lo cual se sigue promocionando la
utilización del transporte individual a través de una inconcebible red de
autopistas urbanas y playas de estacionamiento céntricas, sin ampliar en
esta etapa los servicios de transporte masivo. La gran extensión espacial de
la metrópoli, adicionalmente, da por resultado que el habitante medio del
Gran Buenos Aires deba viajar más de dos horas diarias hacia su lugar de
trabajo y desde él, en condiciones precarias de comodidad y aun de
seguridad física.

El agua empieza a fallar

Es interesante seguir la evolución de un recurso sobre el que se ejerció


una fuerte presión de uso: el agua. Hasta 1940 todos, hasta la entidad
prestataria Obras Sanitarias de la Nación, creían alegremente que los pozos
semisurgente de la Capital Federal eran inagotables. Ciertos llamados de
atención, como descensos de niveles y contaminación salina cerca de la
costa (que elevó de 8 a 240 grados la dureza por extracción excesiva), no
fueron tenidos en cuenta. Pero la expansión metropolitana dejó nuevamente
a Obras Sanitarias a la 2aga de las necesidades.
Entonces se proyectó y construyó la moderna planta de tratamiento de
Palermo, que llegó a ser la mayor del mundo, para filtrado y cloración de
agua del río de la Plata; pero ya fue preciso proteger su toma de los
contaminantes de los arroyos Vega, Maldonado y Medrano, que debieron
desinfectarse por cloración para que la potabilización del Plata no saliera can
cara. Además hubo que prolongar las tuberías de toma para alejarlas de la
costa, que es la zona más contaminada. Entre 1941 y 1944 se estudió la
tolerancia del río de la Plata al volcado de contaminantes, y el resultado fue
tranquilizador: acusó un poder de autodepuración anormalmente alto, que
se atribuyó a su riqueza en plancton y a su alto oxígeno disuelto, mantenido
por la permanente agitación. Pocas veces se explicó tan claramente que, si
se habla de la necesidad de cuidar la vida acuática, no es por lástima de los
pececitos sino porque los microorganismos y demás habitantes del río son
necesarios para preservar su calidad.

Mientras tanto, en el Gran Buenos Aires, millones de personas y miles de


fábricas chupaban de las napas hasta agotar la primera y seguir cada vez
más abajo. Aun así, es significativo el escaso conocimiento de la hidrología
del Área Metropolitana, a tantos siglos de fundada la ciudad. Un buen
indicador del nivel de conocimiento existente en la época son los estudios
geológicos realizados con motivo de la canalización y rectificación del
Riachuelo. “La necesidad de tener un conocimiento del subsuelo en la cuenca
del Riachuelo por falta de datos y antecedentes del mismo, obligó a
comenzar ese estudio", dice un informe oficial de la década del 30.sw

En el informe de cada uno de los pozos se indica la cantidad de napas


descubiertas en cada ocasión: ocho en Puente Alsina, nueve en Puente La
Noria, siete en Puente Pueyrredón. En González Catán la perforación se da
“por terminada con cuatro napas de agua, por haberse constatado que esa i
napas geológicas eran las mismas que las encontradas en la perforación N°
3, próxima al Puente La Noria". En una fecha tan tardía como 1936 todavía
necesitaban de la verificación empírica para constatar la extensión de los
acuíferos del Área Metropolitana.

Veamos el asombro al descubrir un acuífero salino: “Dadas las


características de las aguas que surgieran a la superficie en las perforaciones
N° 2 y N° 3, se enviaron muestras al Departamento Nacional de Higiene
para su estudio desde el punto de vista terapéutico, dada la marcada
preferencia que demostró el público al concurrir al sitio de derrame de las
aguas del pozo N° 2, que en las proximidades del Puente La Noria, al
volcarse sobre un trozo de excavación del canal, formaba una pileta que era
utilizada para tomar baños al aire libre.

’’Esta aglomeración de público, que en épocas de verano llegó a ser


numerosa, no deja de tener su justificación, si se considera que las aguas
tienen cierta semejanza con las del mar, y sería muy interesante practicar
un estudio de las mismas ante la posibilidad de que resultaran dotadas de
condiciones terapéuticas". Así nació el balneario La Salada.

Los adelantos en el conocimiento parecen haber sido escasos desde la


época de los pozos de Bevans, un siglo atrás. Esto supone que el recurso se
usa sin que nadie se preocupe por sus condiciones de renovabilidad.

Es notorio que, a pesar de que los problemas de contaminación y


suministro de agua eran mayores en el interior árido y semiárido, quedaron
largo tiempo relegados ante la prioridad de desarrollo del litoral. Recién en
1923, en la Primera Conferencia Sanitaria Nacional, se sentaron normas
para la organización del Servicio Sanitario y de asistencia hospitalaria a
escala nacional y se decidió crear la Dirección Nacional de Salud Pública;
ciertos sanitaristas asignaban una incidencia del alcantarillado, drenaje y
provisión de agua potable equivalente al 70 por ciento, sobre la preservación
de la salubridad pública. Sin embargo, esta vez las advertencias de los
especialistas no llegan a oídos de las autoridades. A diferencia de las últimas
décadas del siglo XIX, no hay en esa época mucha plata para gastar en
obras de saneamiento, quizá porque se traía de formas de contaminación
que no provocan enfermedades contagiosas. Las víctimas, entonces, quedan
determinadas por su origen social sin que ningún microbio vaya a
confundirse.

En la década del 30 “los ingenieros de Estudios y Proyectos de OSN


consideraban que el plan de obras de provisión de agua estaba entonces ya
50 años atrasado frente a las necesidades del país; y el de las cloacas, más
de 100 años de retardo".4,1 Este reconocimiento no significó una
intensificación del saneamiento a escala nacional. Sólo a partir de 1942 OSN
encara en todo el país estudios de calidad de aguas de pequeñas
poblaciones, donde saltan numerosos casos de contaminación natural con
arsénico, flúor y vanadio. Pero las respuestas tardan en llegar: “Cuánto más
preocupa aquí en Buenos Aires el cáncer, y qué poco interés se muestra por
este problema del arsenicismo que está un ligado a aquel mal”. Una
estimación de fines del período indica que el consumo por habitante del Gran
Buenos Aires y Capital Federal se ubica en unos 350 litros diarios,
provenientes del rio de la Plata y de tomas subterráneas oficiales y privadas.
El valor es un elevado que podría casi calificarse de suntuario en
comparación con los muy diversos niveles de consumo del interior. Está
incrementándose no ya por aumento del consumo sino por pérdidas de
cañerías obsoletas.

A pesar de los esfuerzos de los organismos prestatarios, sólo se consiguió


cubrir totalmente la demanda en la Capital Federal y seis partidos del
conurbano. Los establecimientos de OSN aportan a un sistema integrado por
un conjunto de “ríos subterráneos" que conducen por gravedad el agua
hasta estaciones de bombeo con depósitos elevados, desde los que se
produce la distribución a las redes. Los componentes del sistema están
interconectados, lo que flexibiliza su operación. Se pusieron en
funcionamiento seis de estos “ríos” en la etapa y se inician o proyectan otros
cinco. Sin embargo, en el Sistema Metropolitano Bonaerense sólo el 41 por
ciento de la población llegó a contar con agua corriente. Peor es la situación
con las cloacas: las tiene el 17 por ciento.50

En las áreas de mayor densidad de población bajó la presión de agua


subterránea a razón de un metro por año en promedio durante los últimos
treinta años, dando origen a seis grandes conos de depresión alrededor de la
Capital Federal. Allí la freática prácticamente ha desaparecido y es cada vez
más costosa la extracción de niveles inferiores. La recarga por infiltración
está impedida por las construcciones. En las áreas costeras el agua
subterránea va quedando inutilizable porque hay succión lateral que capta
napas salinas, a causa de la excesiva extracción.

Estos problemas tienen máxima expresión en los alrededores de la Capital


Federal, que son los de más antigua ocupación y más densamente poblados.
Se está extendiendo hacia allí la cobertura mediante agua del río de la Plata,
que sigue siendo una fuente segura pero de transporte caro, por lo que la
extensión es relativamente lenta. Va en aumento la presión comunitaria para
lograr un mejor abastecimiento, frente a la impotencia de organismos públi-
cos con instalaciones obsoletas y sin presupuesto para mantenimiento. Las
urgencias se multiplican porque a la escasez se suma la inutilización de
napas por contaminación ya irreversible, denunciada en varias zonas del
Gran Buenos Aires por la Asociación de Geólogos de la Provincia de Buenos
Aires.

Pero ¿cuánta agua gasta una fabrica? Una forma aproximativa de medirla
es utilizando los indicadores como población equivalente, a partir de la
tecnología en uso y de la cantidad de empleados, para tener una idea del
tamaño de la fabrica. Así, para elaborar pulpa de papel, por cada empleado
se estima un consumo de agua como la que usarían 17,48 habitantes.5W Ese
rubro creció el 246,3 por ciento entre 1935 y 1955; la fabricación de queso
tiene un equivalente de 4,29 habitantes por empleado y aumentó un 276,9
por ciento en igual período; la de cerveza nene una población equivalente a
25,57 habitantes por empleado cervecero y subió un 278,3 por ciento.
Algunos ejemplos espectaculares: la producción de aceite de lino creció un
22.400 por ciento y la de aceite de tung un 110.000 por cierno; ambas
tienen un alto consumo de agua, del orden de 10 habitantes por empleado.

Por ejemplo, en el partido de Tigre, distante 25 kilómetros de la Capital,


con una densidad real de 1.075 habitantes/km2 y con 152.335 habitantes, el
consumo industrial equivale a una población adicional de 137.785
habitantes, que casi duplica a la anterior. En general la información
disponible para el Gran Buenos Aires indica que la población es responsable
de la mitad del consumo de agua, y la industria de la otra mitad.5% Pero
consumir no significa necesitar. Tanto familias como fábricas despilfarran
enormes cantidades de agua. Por ejemplo, es frecuente que las fabricas
metalúrgicas tiren el agua de enfriado, en vez de reciclarla.

Aunque en gran parte del Área Metropolitana se están efectuando


consumos que duplican o triplican la recarga natural calculada de los
acuíferos subterráneos y el abastecimiento no alcanza, la situación no
reviste en modo alguno la gravedad de otras metrópolis de América latina:
la explotación del río de la Plata es sencilla, el recurso está ampliamente
disponible y sólo requiere decantación, filtrado y cloración, por lo que la
principal limitante para su uso generalizado es el costo de su transporte.

Es decir, que darle agua a la gente en el Gran Buenos Aires es solamente


un problema de dinero. Y en cada etapa histórica la sociedad decide hasta
dónde está dispuesta a hacer ese gasto.
¡A contaminar!

Los cambios en el modelo de industrialización provocaron cambios en la


composición de las sustancias contaminantes volcadas a ríos y arroyos. En
líneas generales, aumentaron los volúmenes de diversos contaminantes
químicos, con una creciente proporción de metales pesados y petróleo.

Por una parte, entre 1950 y 1973 el crecimiento de las industrias


productoras de contaminación orgánica fue reducido: la producción de
mataderos y frigoríficos creció el 12,5 por ciento, la de productos lácteos el
71 por ciento, la de cerveza el 22 por ciento. Por otra parte, el incremento
de las ramas industriales asociadas a la contaminación inorgánica es mucho
más acelerado. En el período mencionado la producción de curtiembres
creció un 88 por ciento, la de pinturas un 271 por ciento, los derivados de
petróleo un 314 por ciento, la de pulpa de papel un 319 por ciento, la de
productos del caucho un 336 por ciento, la de productos industriales básicos
un 483 por ciento, los plásticos un 1.563 por ciento, la de fertilizantes y
plaguicidas un 1.424 por ciento.

Son sumamente escasos los datos sobre contaminación química y física de


los cursos superficiales utilizados como cloacas. Pero la ausencia de datos
es, en sí misma, un dato revelador. Sin embargo, ciertas asquerosidades no
necesitan de cifras para ser percibidas: visualmente se registraban cambios
de color en los arroyos por presencia de sustancias coloreadas provenientes
de curtiembres; por ejemplo, sobre el pequeño arroyo Sarandí había 85
curtiembres y 21 plantas químicas y farmacéuticas. Se ha dosado cromo con
valores de 2,5 miligramos por litro, cuando los umbrales de potabilidad sólo
toleran 0,05 mg/litro. Se observaba espuma de detergentes, manchas de
aceite y petróleo, olores de metano y ácido sulfhídrico provenientes de
fermentaciones; codo eso, sobre todo, en los tramos inferiores de los ríos y
arroyos que desembocan en el río de la Plata.
La contaminación orgánica industrial está algo mejor estudiada:
globalmente equivale a la que producirían unos 9 millones de habitantes que
utilizaran los ríos como cloacas (cálculo realizado sobre el total de la
provincia de Buenos Aires, donde se le atribuye al Gran Buenos Aires una
participación del 80 por ciento, sobre la base del persona] ocupado en las
distintas ramas de actividad).597 Esta cifra quizás haya sido menor porque
existen algunas plantas de tratamiento de efluentes en cerca del cinco por
ciento de los establecimientos industriales. Pero se sabe que muchas de esas
plantas de tratamiento se construyeron para mostrarlas y no para hacerlas
funcionar.

Del total, un 34 por ciento corresponde a la elaboración de sustancias


químicas y derivados del petróleo y el 38 por ciento a productos alimenticios
y bebidas. El resto se reparte entre otras actividades. En los partidos
analizados con mayor detalle se halló que la contaminación orgánica
industrial es responsable del 50 al 75 por ciento de la contaminación de ríos
y arroyos. En la importante cuenca Matanza-Riachuelo, sólo el 2,5 por ciento
de los establecimientos estaba bajo control oficial de efluentes, sobre 19.000
establecimientos censados. En grandes tramos de esa cuenca el oxígeno
está ausente, la demanda bioquímica de oxígeno era hasta 36 veces superior
a la admisible y la cantidad de bacterias fecales indica que esos arroyos no
llevaban agua sino un líquido cloacal concentrado: hasta 93 millones de
bacterias/100 ml.

En la cuenca del río Lujan (cuya contaminación ya había motivado


estudios un siglo atrás) 30.327 empleados en la industria contaminaban
como 469.935 habitantes, además de quienes efectivamente viven en la
cuenca y que en este caso superan al total de la contaminación orgánica
industrial. Nuevamente el consumo, tanto domiciliario como industrial, está
espacialmente concentrado: Pilar, uno de los siete partidos de la cuenca,
aporta el 28 por ciento. Es que sólo el 10 por ciento de la población tiene
cloacas, y aun menos el muy poblado tramo inferior. En los segmentos más
contaminados casi no hay oxígeno disuelto y faltan por lo tanto los peces.
Hay hasta 77 miligramos por lino de amonto (contra 0,5 mg/litro en los
tramos no contaminados), una demanda bioquímica de oxígeno de hasta
686 mg/litro, siendo su umbral tolerable de 50 mg/litro. Finalmente, se halló
una concentración bacteriana de hasta 1.748.600 bacterias/100 mililitros; es
un líquido cloacal algo diluido.

A juzgar por el tipo y tamaño de establecimientos industriales en los


tramos medio e inferior, puede haber fuerte contaminación con cromo y
mercurio.

La contaminación del agua y del barro de fondo afectan a la vida acuática


normal: peces, crustáceos, bacterias, gusanos, hongos, que son los que más
colaboran en la limpieza y autodepuración del río al consumir parte de la
contaminación orgánica como fuente de energía en su propio metabolismo.
En estos casos la acumulación de contaminantes no afecta directamente a
los consumidores de la cuenca en términos generales, sino a través del
acceso al río de la Plata, principal fuente de suministro.5W

El río Reconquista sufre en su tramo medio la pérdida casi total de


oxígeno disuelto, a partir del aporte de su afluente, el arroyo Morón, cuyo
oxígeno es menor de 1 mg/litro (el nivel aceptable sería de 5 mg/litro): en
épocas de estiaje sólo transporta efluentes industriales y cloacales. En e)
tramo inferior de la cuenca, en el partido de Tigre, hay 700 industrias. Sobre
las 35 más grandes sujetas a inspección del Departamento de
Contaminación Hídrica de OSN, sólo 9 cumplen exigencias en cuanto a
control de efluentes, de las cuales cuatro están aún en situación irregular
por falta de permisos de vuelco y otros.

¿Se puede respirar el aire?


Vía muerta, calle con asfalto siempre destrozado.

Tren de carga, el humo y el hollín están por todos lados.

Hoy llovió y todavía está nublado.

[Avellaneda Blues, leen y música de Javier Martínez (Manal)]

En vez de producir energía mediante calderas en cada establecimiento, se


pasó a comprarla en la red de servicios públicos. Se produjo entonces un
cambio importante en las descargas de chimeneas.

En 1925-29 los motores eléctricos producían el 6,7 por ciento de la


energía total consumida; en 1950-54 representaron el 15,9 por ciento.601 Se
evidencia que disminuyó la autogeneración de energía basada en calderas de
leña y carbón, que tanto llenaron el aire de hollín y otras partículas en la
etapa anterior. Se sustituyó un gran número de pequeñas calderas por unas
pocas grandes centrales energéticas que producen electricidad sobre la base
del consumo de combustible.

Con el cambio, como suele ocurrir con las tecnologías, mejoraron algunas
cosas y empeoraron otras. Los efectos ambientales de las centrales térmicas
son: contaminación térmica del río por descargas calientes que provienen
del sistema de enfriamiento de la maquinaría; contaminación concentrada
del aire con óxidos de carbono y partículas; combustión de recursos
agotables. Como ventajas cabe mencionar que quemar petróleo arroja al
aire mucho menos hollín que quemar carbón. Ese reemplazo fue rápido:
entre 1935 y 1939, la mitad del consumo de combustibles de la industria
correspondía al petróleo; en 1955 esa proporción era del 86,5 por ciento.

En esta subetapa se generalizó el uso del transporte automotor de


pasajeros y cargas, con el consecuente aumento de descargas de dióxido de
carbono, de azufre y de óxidos de nitrógeno, que en los inicios del sistema y
hasta la década del 50 no deben de haber actuado como contaminantes
importantes.

En cambio, la emisión de sólidos pudo haber aumentado; el bajo Flores,


uno de los mayores basurales a cielo abierto en el mundo, y la incineración
de residuos en grandes edificios y fábricas mantuvieron largos años a
Dueños Aires envuelta en una nube gris-azulada. En las fotos aéreas e
imágenes de satélites de la década del 70 la ciudad todavía aparece cubierta
con una niebla opaca permanente que, aun en días claros, evidencia la
contaminación desde el espacio.

En el cuadro de la página 257 puede verse una estimación de las


proporciones que representaban los principales contaminantes del aire en la
ciudad de Buenos Aires durante el año 1972.

Las cifras muestran que la actividad industrial no era el agente principal


de ninguno de los contaminantes del aire más importantes. Al mismo
tiempo, permiten inferir qué modificaciones se produjeron en la modalidad
de contaminación del aire al cambiar los agentes principales.

El automotor es responsable de la mayor parre de las emisiones de


hidrocarburos y monóxido de carbono, como también de la mitad de los
óxidos de nitrógeno. Esto significa que el uso cada _ vez más intensivo del
automóvil provocará un aumento creciente de la densidad de este cipo de
contaminantes atmosféricos.

Paradojas de la tecnología: para posibilitar que los motores de alta


compresión pudieran desarrollar alcas velocidades, se agrega a la nafta un
aditivo llamado tetraetilo de plomo, del cual la Argentina importa unas
10.000 toneladas anuales, con destino a las naftas. La absorción de plomo
en altas concentraciones provoca saturnismo, pero aun una baja
concentración en sangre causa cólicos, irritabilidad, torpeza en los
movimientos, ceguera, impotencia sexual, porque actúa directamente sobre
el sistema neurológico. Las poblaciones de mayor riesgo son los niños, entre
los que se demostró que la concentración de plomo en sangre baja el
rendimiento escolar.

BUENOS AIRES: PRINCIPALES AGENTES DE CONTAMINACIÓN DEL


AIRE En porcentajes

Sustancias Automotores Quema Producción Industria Otros Total


de residuos de energía

Partículas 10,9 43,6 20.8 23,0 1.5 100

Dióxido de azufre 2,4 — 56,0 39,3 2,3 100

Monóxido de 81,0 18,1 — 0,3 0,6 100


carbono

Hidrocarburos 68,5 26,6 1,6 1,8 1,5 100

Óxidos de nitrógeno 45,2 5,7 44.6 2,4 2.1 100

Fuente, calculado sobre cifras proporcionadas por la Municipalidad de la


Ciudad de Buenos Aires.

Sin embargo, el estado de calles y rutas argentinas torna muy peligroso ir


a más de 100 km/hora. O sea que respiramos plomo sin obtener ningún
beneficio a cambio de esa intoxicación.605

La quema de residuos aparece en 1972 como la principal fuente de


emisión de partículas sólidas (hollín). El posterior reemplazo de los
incineradores domiciliarios por equipos de compactación y el uso de la
basura para rellenamiento sanitario significó una gran reducción de esas
partículas.

La producción de energía aparece como la principal responsable de las


emisiones de dióxido de azufre y de casi la mitad de las de óxidos de
nitrógeno. Como vimos, se pasó de fuentes dispersas de contaminación
atmosférica a fuentes muy concentradas. Que son más fáciles de controlar,
si alguien hubiera querido hacerlo.

Afortunadamente el Área Metropolitana está prácticamente libre de los


estragos de las lluvias ácidas, tan temidas en Europa. Sus efectos se
restringen a los alrededores de destilerías como la de Berisso-Ensenada.6116

LAS POLÍTICAS AMBIENTALES

Ante la prioridad política de una rápida industrialización, los poderes


públicos limitaron su accionar ambiental a una serie de medidas dispersas, a
menudo inconexas o aun contradictorias, con superposición de jurisdicciones
y de organismos de aplicación.

En el terreno ambiental, como en muchos otros, las políticas concretas


fueron muy por detrás de las propuestas de los organismos de
planeamiento. Por ejemplo, son significativas algunas expresiones del
arquitecto Pastor al discutirse el ordenamiento urbano-municipal en el marco
del Segundo Plan Quinquenal (1954):

“Estamos viviendo, hace más de 300 años, sin planos de proyecto de la


ciudad, habiendo tenido, todas nuestras ciudades un plano original de
proyecto, especialmente en la época de la colonia, cuando los
conquistadores trazaron las primeras ciudades con planos que tenían, para
su época, una notable característica, con normas urbanísticas perfectamente
definidas en las leyes de Indias. Luego, durante 300 años, perdimos esa
tradición y hemos estado haciendo ciudades sin planos, al conjuro de la
iniciativa privada (...].

"En nuestro país no se justifica ese continuo crecer incontrolado de las


ciudades, ese continuo expandirse de la ciudad sobre el campo, devorando a
la zona agrícola que lo rodea, como sucede en el Gran Buenos Aires

'El concepto de unidad vecinal se contrapone al de simple concepto de


barrio, encarado como montón de casas. En lugar de hacer conjuntos de
casas yuxtapuestas unas junto a las otras, lo que debemos hacer son barrios
con vida propia, con un centro comunal donde la gente pueda reunirse,
recrearse y vivir la vida de todos los días sin necesidad de recorrer
kilómetros para ir a jugar, recrearse o para expresar todas las
manifestaciones culturales de su vida diaria

Y agregaba este optimismo ingenuo: “Aquellas municipalidades que logren


organizar su crecimiento cuanto antes van a ser las privilegiadas con el
crédito preferencial del sistema bancario y con el crédito natural de aquellos
inversores privados, que van a preferir construir casas y fabricas en las
ciudades bien planeadas y bien organizadas, en lugar de hacerlo en
suburbios mal desarrollados

Más adelante recomienda una ley que establezca que el uso de la tierra se
base en un mapa ecológico humano “para determinar las áreas más
convenientes para el aposentamiento humano, o sea las áreas urbanas".*07

Nos hemos extendido en este texto para señalar que los problemas del
Área Metropolitana de Buenos Aires no surgieron por sorpresa, sino que los
urbanistas los venían planteando minuciosamente, sin que se dieran
respuestas institucionales que estuvieran a la altura de las necesidades.

A título de ejemplo, podemos dar algunas de las medidas de política


ambiental características de esta etapa:

* Sobre uso del suelo: un decreto prohíbe el fraccionamiento para venta


de lotes por debajo de la cota 3,75 del Instituto Geográfico Militar,
declarando reserva a los suelos ubicados por debajo de ella. Ello implica
prohibir la edificación en áreas inundables, muy abundantes dada la
amplitud de los chatos valles aluviales. Esta prohibición fue hecha cumplir
inicialmente, aunque esas áreas fueron después base de asentamientos
precarios. Poco a poco, las autoridades dejaron de considerar de su
incumbencia el restringir el asentamiento en áreas inundables, lo que
provocó problemas que se arrastran hasta la actualidad.

*
Sobre los recursos hídricos: a los cambios en la intensidad de uso del
recurso agua se corresponden cambios en las regulaciones oficiales, que
intentan cierta intervención del poder público para evitar mayores
deterioros.

Citaremos como ejemplo las siguientes normas:

Ley Orgánica de Obras Sanitarias de la Nación,” que autoriza a dicho


organismo a implementar medidas de saneamiento de cursos de agua,
impedir la contaminación de las fuentes de aprovisionamiento de agua
potable y lo íaculta para clausurar establecimientos contaminantes. Por
supuesto que no lo hicieron, y encima explicaron por qué no lo hacían: “La
empresa cuenta con atribuciones básicas relativas a evitarla contaminación
por efecto de los efluentes industriales... pero la aplicación al pie de la letra
no hubiera armonizado con el proceso de desarrollo industrial de tanta
trascendencia para el país”. El mismo destino corrió una reiteración de esta
ley: la resolución de 1954 sobre control de efluentes en jurisdicción de Obras
Sanitarias de la Nación. Debe interpretarse como una prolongación de la
anterior. Establece condiciones físicas y químicas a las que han de ajustarse
los líquidos residuales industriales o cloacales, a las que, obviamente, no se
ajustaron.

Fija límites de calidad, concede y retira permisos de vertido de efluentes,


de acuerdo con las normas que lije Obras Sanitarias de la Nación.

Una limitante de envergadura para la ejecución de estas políticas es que


(en lo que atañe a los recursos hídricos) la superposición de jurisdicciones es
descomunal y hay mayor contraposición de intereses que con respecto a
otros recursos. Por ello, la aplicación de legislación se toma casi
impracticable si no hay una férrea voluntad política que la motorice. Por
ejemplo, tienen jurisdicción sobre el rio Matanza-Riachuelo veintidós
organismos públicos nacionales, provinciales y municipales, en un cómputo
muy conservativo. En cuanto a la cuenca del Reconquista, “el control de la
contaminación está en manos de dos autoridades separadas,

Obras Sanitarias de la Provincia de Buenos Aires para los tramos


superiores y Obras Sanitarias de la Nación para los tramos inferiores. Cada
autoridad tiene su propia legislación y política en su área... En los tramos
superiores del área opera un sistema de 'permiso de descarga’”. En los
inferiores, “la legislación de OSN requiere que todos los efluentes tengan un
mismo índice de nivel. Resulta claro que deberían tomarse disposiciones
legislativas uniformes en toda la cuenca”.6" Como los arroyos suelen
constituir límites entre municipios, tampoco hay criterios únicos en ambas
márgenes. La atomización de jurisdicciones es una de las causas del fracaso
de todos los intentos de unificación de decisiones a nivel de cuenca hídrica,
única forma racional de ponerse de acuerdo antes de que todas las
actividades residenciales e industriales se interfieran y anulen mutuamente
por el uso del agua.

* Sobre la salubridad laboral: cada rama industrial fue constreñida a


elaborar y asegurar el cumplimiento de una vasta gama de medidas
vinculadas con la salubridad y seguridad del trabajo, que iban desde la
limitación de la jomada laboral hasta la contratación de seguros asistenciales
y las medidas y equipos de seguridad individual. Si bien el organismo de
aplicación era el Ministerio de Trabajo, el control efectivo quedó en manos
de los fuertes sindicatos, que terminaron siendo los negociadores directos
con los industriales. Al estar bien individualizados ambos actores, fue posible
efectuar avances significativos en el medio interno de los establecimientos.

Sin embargo, a pesar de los reales progresos que significó el nuevo


cuerpo legislativo tendiente a ordenar, modernizar y compatibilizar intereses
en las actividades en expansión en la etapa, hay consenso en que el control
de cumplimiento de esta normativa no estuvo, en general, a la altura de las
expectativas que creó en su momento. La aplicación de las leyes fue, en
efecto, muy dispar, a veces porque no respondían a las posibilidades reales
de asimilación por parte de la sociedad, pero más frecuentemente por falta
de decisión política; sobre todo en la última subetapa, los frecuentes
cambios de gobierno trabaron la continuidad de campañas que requerían
necesariamente tareas de difusión y control de largo aliento.

EL USO DE LOS ECOSISTEMAS PAMPEANOS

En esta etapa, la importancia económica relativa de la producción primaria


agropecuaria decrece al caer los precios internacionales. Ante el desafío que
representó la crisis mundial, el sector respondió con poco dinamismo. ^A
partir de 1930 todo nuevo incremento de la producción agropecuaria
pampeana quedó supeditado a la intensificación del uso de los recursos
naturales, ya que se había completado la ocupación de las tierras aptas para
cultivo en secano bajo sistemas de explotación extensivos. Se apeló
entonces a promover la intensificación mediante el incremento de la
tecnificación del agro, no sin resistencia: la Sociedad Rural Argentina,
representante de los grandes terratenientes de la Pampa Húmeda, inició una
campaña contra la utilización de tractores: “Trabajar con caballos es
proteger los propios intereses y los del país”, afirmó.61'

La modernización agropecuaria era visualizada como el comienzo de una


serie de cambios sociales que podían afectar las estructuras sociales
vigentes y aun las viejas costumbres paternalistas y aristocráticas. Entre
1931 y 1949 la entidad dedica grandes esfuerzos a difundir cálculos de
costos agropecuarios en los que se destacan las ventajas del caballo sobre el
tractor. “Los caballos no necesitan mecánicos ni repuestos —dicen más
adelante—, requieren únicamente jinetes de los nuestros, adiestrados desde
temprana edad.”*11 Es que en esa época los grandes propietarios se
dedicaban a la ganadería sobre pasturas sin cultivar. ¿Para qué les servirían
los tractores? Sólo los necesitaban los numerosísimos pequeños chacareros
y arrendatarios.

También se .vincula con una nostalgia, por el uso del carruaje, calificado,
como “una manifestación de auténtico señorío aristocrático" frente al vulgar
automóvil. En realidad se trataba de diferenciar a una clase social de
terratenientes antiguos de los recién venidos que estaban instalando
industrias por todas partes. Por ende, una explotación agropecuaria debía
ser netamente diferenciada de una fábrica.

Durante muchos años la productividad evidenció un estancamiento, entre


otras causas porque la tecnificación se centró en el reemplazo de mano de
obra y porque el cultivo de praderas naturales fue mínimo; continuaron
ocupando alrededor de la mitad de las provincias pampeanas, con una
marcada subutilización de esos ecosistemas.

Toda nueva expansión de la producción agrícola.se realiza a expensas de


una retracción del área ganadera y viceversa, tendencias ambas
condicionadas por la demanda de un fluctuante mercado internacional. La
superficie bajo cultivos anuales se reduce entre 1930 y 1950, del 37 al 33
por ciento, destinándose la diferencia al cultivo de pasturas para la
ganadería (aumentaron del 12 al 16 por ciento), sin que se recurriera a la
roturación de praderas naturales. Las rápidas transformaciones de una a
otra producción fueron posibles gracias a la elevadísima plasticidad de la
mayor parte de los ecosistemas pampeanos.

Finalmente, y a pesar de las prevenciones ideológicas, se van


incorporando los tractores. El campo se moderniza con extrema lentitud. De
1937 a 1970 la producción agropecuaria aumentó sólo un 20 por ciento. Las
causas de esa evidente subutilización de los recursos pampeanos han sido
objeto de arduas controversias: unos asignaban la responsabilidad del
estancamiento a la estructura de tenencia de la tierra. Su inequitativa
distribución permitiría la predominancia del carácter rentístico y de refugio
contra la inflación, en un esquema de uso muy poco intensivo del suelo en
las grandes explotaciones. Otros razonamientos atribuían a una combinación
de bajos precios internos e internacionales, y a falta de promoción estatal, el
bajo nivel tecnológico que frenaba la productividad. Unos y otros
demostraron estar en lo cierto, según la región y el período considerado.

Habíamos visto en la etapa anterior que el sistema de rotaciones exigido a


los arrendatarios protegía el recurso suelo a costa de la estabilidad del que
lo cultivaba. A fines de la década del cuarenta, el congelamiento de los
arrendamientos rurales interrumpió esas prácticas: los arrendatarios,
temerosos de que el congelamiento se revirtiera en cualquier momento, sólo
hicieron cultivos anuales porque hacer ganadería bovina hubiera implicado
gran cantidad de inversiones fijas en alambrados y aguadas que quizás
hubieran quedado luego en manos del propietario. El monocultivo desen-
cadenó procesos de deterioro físico en la región pampeana, al punto de que
la primera tarea que encaró el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
luego de su creación fue un proyecto para el control de la erosión en la
Pampa Ondulada. Se había pasado a un sistema que protegía al hombre a
costa del suelo.

Durante la década del 40 aparecen algunas voces aisladas advirtiendo que


"falta en el país una conciencia de la conservación de la riqueza nacional,
cuyo sustrato es la cierra, la comprensión del secreto de su productividad,
del mantenimiento de la bondad de su suelo”.6IJ
Los poderes públicos siguen creyendo en la imagen de Ceres y en la
fertilidad ilimitada: hasta la creación del INTA en 1957, sólo había siete
técnicos especializados en control de erosión.6'6 La creación de ese
organismo, vieja idea de Manuel Belgrano, permitirá otorgarle más prioridad
a ese problema.

Una consecuencia importante de la distribución desigual de la tierra es


que pocas explotaciones tenían el tamaño suficiente como para hacer
rotaciones sin llevar a la ruina al pequeño productor, porque la rentabilidad
de la ganadería es de más largo plazo que la agrícola. Una cuarta parce de
los productores se dedicaba al monocultivo cerealero, manteniéndose en
niveles de subsistencia.

La mecanización integral de las labores aceleró la remoción del suelo y de


partículas finas de fácil arrastre por agua y viento. Las áreas pampeanas
más onduladas —cambien las más fértiles— están sujetas a erosión hídrica.
Hacia fines de la etapa la cuenca más extensa se encontraba erosionada en
el 48 por ciento de su superficie, y cuencas menores lo estaban hasta en un
89 por ciento por pérdida de la fértil capa superficial. El monocultivo fue
también una de las causas del grave enmalezamiento que afectó a la región.
Ya no se trató de abrojo y cepa caballo, sino de gramíneas como el gramon
y el sorgo de Alepo. La primera llegó a afectar nada menos que 22 millones
de hectáreas en la región pampeana, de las cuales

2,5 millones con "infestación grave".618 En esas superficies han bajado los
rendimientos y aumentado los costos de producción. Algunos cultivos no se
pudieron hacer más, como el maíz y el girasol, y la receptividad de los
campos bajó tanto que hubo zonas de invernada transformadas en menos
rentables 2onas de cría por escasez de pasturas utilizables.

La expansión del sorgo de Alepo se debió a un error ecológico. Fue


introducido en la Argentina en 1910 y utilizado para afirmar los terraplenes
de los ferrocarriles. La rapidez con que crecía y extendía sus raíces en rodas
direcciones la hacía ideal para ese fin. Por el mismo motivo, el Ministerio de
Agricultura hizo una intensa campaña para que se la sembrara como
forrajera. Aparentemente nadie pensó a tiempo que esas ventajas podían
transformarse en desventajas. Si la planta crecía can rápido y se reproducía
can bien que después de implantada no era necesario volver a sembrarla,
¿cómo librarse de ella cuando se quisiera plantar otra cosa? Por no haberse
formulado la pregunta en el momento adecuado, la respuesta tardó en
llegar.

El caso es que se afincó en el país y ya no se lo pudo sacar. Declarado


plaga nacional en 1930, afectó al equivalente del 70 u 80 por ciento del área
maicera. En un 30 por ciento de esa superficie la invasión fue grave, lo que
equivale a pérdidas casi totales de la cosecha.01* En conjunto, hay motivos
para sospechar que las malezas hicieron perder un 30 o 40 por ciento de las
cosechas pampeanas a fines del periodo, lo que recuerda a los peores tiem-
pos de la langosta.

¿De dónde salieron estas malezas? La ecología está llena de cosas raras, y
una de las más raras es que la tecnología más moderna no es siempre la
más eficaz. Porque estas malezas parecen haber crecido gracias a los
herbicidas. Veamos cómo sucedió.

Las viejas malezas eran plantas de hoja ancha y la química aprovechó esa
circunstancia para combatirlas. Se desarrolló así un herbicida específico para
liquidar las plantas de hoja ancha. Se lo conoce como 2,4-D (ácido 2,4
diclorofenoxiacético) y se lo recomendó como panacea para todos los
problemas de malezas. En menos de una década, prácticamente la totalidad
de los productores agrícolas pampeanos lo estaba utilizando en sus cultivos
cerealeros: el ahorro en mano de obra y en pasadas de carpidora era
descomunal.
Al eliminar las malezas de hoja ancha, el 2,4-D favoreció el crecimiento
normal de las gramíneas como el maíz y el trigo, que son de hoja angosta. Y
cuando todos se disponían a festejar la victoria, se percataron de que las
malezas de hoja ancha no sólo bloqueaban el crecimiento de las gramíneas
cultivadas, sino también el de las silvestres. Como a nadie se le había
ocurrido plantar malezas, no había forma de enterarse.

Se produjo entonces un desarrollo explosivo de malezas graminosas, que


crecieron libres de sus tradicionales competidoras gracias al herbicida.
Resultaron mucho peores que sus antecesoras.

Esta selección artificia) no fue el único factor de proliferación. Se atribuye


el poco vigor de los cultivos y su incapacidad para competir eficazmente con
sus malezas al deterioro de los suelos por monocultivo. El empleo
generalizado de semillas híbridas de alta productividad enmascaró mermas
originadas en malezas y en malos suelos.

Se inició en esa época una lucha cada vez más intensa entre semillas cada
vez más productivas pero más débiles, y malezas de un vigor y una
resistencia crecientes. Por ahora el desempate es favorable al cultivo,
gracias a la ayuda de una serie de agroquímicos derivados del petróleo, cada
día más caros. Y este precario equilibrio se mantendrá mientras lo permita la
relación entre el precio internacional de éstos y otros insumos, y el de las
cosechas. En síntesis, mayor productividad pero más cara. La agricultura
pampeana comienza a parecerse cada vez más al modelo internacional.

La mecanización que reemplazó a la mano de obra, la generalización del


uso del automotor y la escasez de servicios en áreas rurales desencadenaron
el abandono de la vivienda rural: el productor se fue a los pueblos y
ciudades cercanos a su finca. El 73 por ciento de la población pampeana
pasó a ser urbana, el 61 por ciento vive en ciudades de más de 10.000
habitantes. Esta forma de vida mixta urbano-rural y la sostenida demanda
de productos del agro determinan que la calidad y el nivel de vida
pampeanos sean los más altos del país en términos globales, tanto por su
estado sanitario como por su acceso a educación, comunicaciones, fuentes
de energía. El hecho de que la base económica del país haya sido la
producción de alimentos básicos posiblemente haya influido para lograr un
nivel nutricional nacional más elevado que en otros países de América latina.

Muchos arrendatarios han tenido paulatinamente acceso a la compra de


pequeñas propiedades, de las que se desprendieron los terratenientes
perjudicados por el congelamiento de los arrendamientos; o bien se han
mecanizado formando empresas de servicios de maquinaria agrícola para
trabajar como contratistas de las labores.

Sin embargo, en esta etapa el pequeño tamaño de la mayoría de las


explotaciones restringía las posibilidades de trabajo pan los jóvenes. Sólo un
hijo acostumbraba permanecer en el seno de la familia rural, la que
regularmente terminaba desmembrándose.' “Sólo el 16,2 por ciento de la
región pampeana es área de crecimiento poblacional. A partir de 1947 una
gran parte... pasa a formar ese interior de emigración, mientras el litoral
‘receptor’ queda circunscripto, casi exclusivamente, al ámbito metropolitano
de Buenos Aires.” Hasta pocos años antes la preeminencia de industrias
intensivas en el uso de mano de obra absorbió esa emigración rural, no
demasiado numerosa en un país de baja densidad de población.

Llegan los pesticidas

Los pesticidas son sustancias químicas que se utilizan en la actividad


agropecuaria, para matar hongos, insectos o malezas. Destinados a matar,
son necesariamente sustancias tóxicas; Pero además son peligrosos por una
razón importante: la mayor parte de las sustancias tóxicas se usan para
ciertos fines, y cuando ya no tienen utilidad se las suele descartar, con lo
cual pueden afectar al ambiente de una u otra forma, o no hacerlo. En
cambio, la única finalidad de los pesticidas es ser arrojados al ambiente. Son
sustancias utilizadas para provocar una cierta forma de contaminación
deliberada (y, por lo mismo, inevitable). De ahí sus riesgos sobre el
ecosistema y sobre la salud pública.

Los pesticidas inorgánicos como el sulfato de cobre se conocen y usan


desde antiguo; los orgánicos son recientes: en 1874 el alemán Otman Zeider
descubrió una sustancia química llamada dicloro-difenil-tricloroetano (DDT),
cuyas propiedades insecticidas fueron descubiertas recién en el siglo XX
.Utilizado masivamente por los norteamericanos al ocupar las islas del
Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, su primer uso fue el control de
la malaria o paludismo.

Su efectividad como insecticida se vincula directamente con su acción


contaminante; uno de los secretos de su eficacia es su persistencia: continúa
en los ecosistemas durante un largo tiempo, lo que significa que codo efecto
nocivo seguirá actuando durante el mismo lapso. Hay científicos que estiman
que las moléculas de DDT pueden permanecer hasta 25 años sin
degradación que acarrea una continua circulación en la biosfera.

Por sus características, se acumula en las cadenas alimentarias: habrá un


poco en el pasto, pero su concentración será mucho mayor en la carne y la
leche de la vaca que come ese pasto. Sus efectos cancerígenos están
demostrados en animales de laboratorio y presumidos en seres humanos.
Sus consecuencias sobre la fauna silvestre (insectos beneficiosos,
crustáceos, peces, aves) son simplemente catastróficas. A punco tal que
Rachel Canon denominó primavera silenciosa a un libro sobre los pesticidas,
en el que alertó sobre la mortandad de aves provocada especialmente por el
DDT.
El DDT y el control del paludismo

Estos efectos ambientales fueron detectados posteriormente. Lo primero


fue la sensación de maravilla provocada por tener, al fin, un arma efectiva
contra los insectos. En la Argentina, como en todo el mundo, el DDT fue
protagonista de avances espectaculares en el control del paludismo.

En realidad la historia tiene varias facetas, ya que el paludismo se había


fortalecido en el país gracias a un error ecológico. La enfermedad ya en
endémica en todo el norte argentino y en más de una ocasión había afectado
a los ejércitos en la Guerra de la Independencia y las contiendas civiles. Hay
evidencias de que el ferrocarril contribuyó a su propagación a comienzos de
este siglo.

Antiguamente se creía que la enfermedad provenía de respirar el “mal


aire” (de ahí el nombre de malaria) de los pantanos, hasta que £n 1880 se
descubre al parásito responsable de la enfermedad y se lo vincula con su
agente transmisor, el mosquito Anofeles.

En 1907 se sanciona la ley 5.195, de profilaxis del paludismo. Se tija una


política basada en obras de saneamiento del suelo, destrucción de larvas de
mosquitos y asistencia médica a los enfermos^ Conocido como el mal de los
pantanos, se emprendieron obras de desecación en diversas provincias y se
obligó a las empresas ferroviarias a hacer lo propio con todas las lagunas
formadas por los terraplenes. Se buscaron los criaderos y se pulverizaron las
zonas de larvas con derivados del arsénico. Los enfermos eran tratados (y a
menudo salvados) con quinina, la que se distribuía gratuitamente entre los
pobres.

La idea de que los mosquitos del paludismo se criaban en los pantanos


fue, durante largo tiempo, artículo de fe, ya que así ocurría con el paludismo
en Italia. Allí la región Pontina (sobre la costa del mar Tirreno) cenia una
zona pantanosa y proverbialmente insalubre, cuya desecación fue
proyectada desde la época imperial y finalmente concluida durante el
régimen de Mussolini.

En la década del 30 comenzó a estudiarse la ecología del mosquito y se


descubrió que en la Argentina las especies de Anofeles que viven en los
pantanos no transmiten el paludismo. La cosa es exactamente a) revés: “E)
vector del paludismo en el norte prefería las playas de ríos y arroyos, llenas
de aire y de sol, y en cuyas aguas movidas prolifera una alga que es
indispensable para la nutrición y abrigo de las larvas”.623

Se trata precisamente de las condiciones que se crearon artificialmente


con todas las tareas de “saneamiento" realizadas. Se procuró eliminar los
pantanos —que en realidad sólo criaban mosquitos inocuos—. Se los
reemplazó por aguas corrientes y playas soleadas, donde el alga protectora
podía proliferar, y con ella, la especie de Anofeles que efectivamente
transmitía el paludismo.

Para colmo de males, la sucesión ecológica apuntaba por sí misma a


eliminar estas algas, lo que se hubiera logrado de un modo natural de no
haber interferido la intensa tarea de "saneamiento” realizada. En otras
palabras, el desconocimiento de la ecología del vector llevó a multiplicar
artificialmente los hábitats que le eran favorables.

No podemos estimar cuántas muertes costó este error ecológico, pero es


un ejemplo más de los riesgos de toda manipulación de la naturaleza
insuficientemente fundamentada.

Es necesario esperar a 1935, en que el Departamento Nacional de Higiene


pone las cosas en su lugar: “Como la destrucción de la vegetación, la
rectificación de los bordes y el asoleamiento de las aguas convierten un
ambiente hídrico hasta entonces desfavorable al Anopheles
pseudopunctipennis en un ambiente favorable, debe procurarse que la obra
del hombre no destruya el balance biológico establecido por la naturaleza,
dando lugar a la formación de criaderos artificiales". '

Por supuesto que ya no era posible transformar en pantanos las 2onas


desecadas, de manen que se volvió a la quinina y al arsénico, con resultados
patéticamente insuficientes. Hasta que la introducción del DDT posibilitó un
cambio global de estrategia.

"En asuntos de paludismo, la protección que logra el DDT no consiste en


reducir el volumen de la población anofelica. Lo que hace el nuevo
insecticida es interceptar el ciclo de incubación del parásito dentro del
mosquito. Cuando éste entra en una vivienda y se posa sobre una pared
rociada con el plaguicida, muere. Todo esto ocurre antes que los parásitos
ingeridos puedan desarrollarse y aparecer en las glándulas salivales del, por
cierto, detestable díptero.

’’Antes del DDT el teatro de operaciones era el campo abierto. Se


atacaban criaderos, una carea poco menos que imposible de evaluar. Ahora
el escenario es el interior de la vivienda humana. Vertiginosamente caen los
costos per cápita de las campañas que de aquí en más se extienden a las
regiones rurales, aún con población dispersa. Cuando una zona es rociada
regularmente y bien, las infecciones palúdicas se agotan en un plazo no
mayor de 4 años.”615

Los resultados fueron lo suficientemente espectaculares como para


justificar una utilización política del DDT. En 1951 Ramón Carrillo, ministro
de Salud Pública, afirma: "Les voy a demostrar cómo, en la época de Perón,
estamos ganando la guerra a los microbios. En efecto, en la lucha secular
entre las moscas y el hombre, la victoria era de las moscas. Hoy ya no es
así, con el DDT. Nuestra lucha en Salud Pública contra el paludismo es ya
conocida. Hemos vencido en toda la línea. Y esto se logró bajo el gobierno
de nuestro líder, el general Perón”. A continuación daba las cifras: en 1946
se habían registrado en el país 300.000 casos nuevos de paludismo. En 1949
esa cantidad se redujo a 137.

Resultados semejantes se lograron en el control de la langosta. Pronto se


vio que bastaba una fumigación preventiva anual en los valles andinos de
cría para controlar esta plaga. La década del 50 y buena parte de la del 60
fueron de euforia: el progreso de la ciencia nos libraba pan siempre de las
plagas. Volvía a reinar Ceres: las cosechas eran otra vez infinitas.

Hasta que algo comenzó a andar mal. Los insectos iban haciéndese
resistentes al DDT, gracias al viejo mecanismo de la selección natural. Desde
hace millones de años existe una perpetua lucha entre vegetales y
herbívoros. Los herbívoros se comen a las plantas y las planeas desarrollan
técnicas de defensa: espinas, sustancias químicas tóxicas o desagradables.
Pero los insectos tienen suficiente variabilidad genética para desarrollar
poblaciones capaces de comerse lo que sea, a diferencia de los herbívoros
mayores. ’ Los insectos reaccionaron de esa forma. El DDT mataba la mayor
parce de una población de insectos. Éxito inmediato. Sólo que siempre había
unos pocos que, por la variabilidad genética que mencionamos, tenían
inmunidad natural al insecticida. Eran los únicos que sobrevivían, que podían
reproducirse y conseguían transmitir a su descendencia la inmunidad al DDT.
Las leyes de la ecología y de la evolución nos llevaban a producir super
insectos, invulnerables a la maravilla científica. Esto obligó a producir nuevas
generaciones de pesticidas cada vez más tóxicos y a aumentar cada vez más
las concentraciones que se aplicaban. La contaminación con pesticidas fue
creciendo hasta que se empezaron a notar los efectos sobre el ambiente y
sobre la salud humana.

En todos los países desarrollados se pusieron restricciones al contenido de


DDT y otros pesticidas en alimentos. Se lo encontró en altas concentraciones
en las grasas humanas y en la leche materna. Apareció en los esquimales
del Ártico y los pingüinos de la Antártida. Toda la biosfera estaba
contaminada con DDT y sus parientes químicos, los pesticidas clorados
(gammexane, aldrin, dieldrin, endrin, lindano, etcétera).

Finalmente las naciones desarrolladas prohibieron completamente el DDT


y los demás clorados; la Argentina fue uno de los países pioneros en
imponer esas restricciones. Prohibió el DDT en junio de 1974, un mes antes
que los Estados Unidos. Poco después hizo lo mismo con los demás clorados.
Sin embargo, los prohibió solamente para los productos de exportación. Más
tarde se retiró el DDT del mercado, pero se permitió el uso de los otros
clorados en aquellos productos que fueran destinados al mercado interno.

Esta doble política, de proteger al consumidor del extranjero pero no al


consumidor local, alcanza un matiz de caricatura, ya que el DDT, el
gammexane y el lindano están prohibidos para medicina veterinaria; es
decir, que no pueden ser usados como antiparasitarios externos para la
curación de los vacunos. Por el contrarío, están autorizados como
pediculicidas para el uso humano, sin contraindicaciones ni advertencias de
ninguna clase.

EXPLOTACIÓN DE LA FAUNA SILVESTRE

Luego de la gran actividad legislativa de la etapa anterior, en general


promoviendo el control de launa silvestre en tanto se tratara de especies
plaga, este período es poco fecundo en normativas pero abundante en
actividad extractiva, con fines de explotación comercial.

Una de las primeras especies demandadas por el comercio internacional


fue la Chinchilla, representada por dos especies, que ya se había extinguido
para fines comerciales hacia 1 920.a2*' Otra fue el yacaré o caimán: la
exportación del “cuero de cocodrilo”, como se lo denominaba, hacia Europa;
comenzó en 1920 y la caza de las dos especies argentinas fue intensa hasta
fines de los '40, en que ya eran escasos a pesar de que las primeras leyes
tendientes a su explotación conservativa datan de 1924; y puede adivinarse
el resultado que dieron. En 1942 se prohibió su caza, pero la prohibición se
levantaba periódicamente por presión de las poderosas curtiembres
capitalinas, por lo que “el control es ilusorio’’.650 Hacia 1953 el yacaré era ya
un recurso definitivamente escaso.

Otro recurso internacionalmente cotizado fueron las diversas especies de


ballenas que poblaban el mar Antàrtico; a principios del período (campaña
1930/31) la caza internacional capturó 40.201 ejemplares. En 1959/60
seguía capturando 37.442 ejemplares.611 Pero las poblaciones estaban tan
diezmadas que en 1936 la Argentina declaró a la más amenazada, la ballena
franca, Monumento Nacional Natural, luego del fallido intento de José León
Suárez, representante argentino ante la Liga de las Naciones, de reglamen-
tar su caza internacional en 1926. La media anual entre 1906 y I960 fue de
934 ejemplares capturados, valor que supera la población actual estimada
de ballena franca.

El resto de la fauna marina se explotó también irracionalmente, en tanto


se extrajeron grandes volúmenes sin saber si con ello se estaba
comprometiendo la futura supervivencia de las especies; en el quinquenio
1936-40 se cazaron 230.039 lobos marinos de un pelo y ante su disminución
se bajó a 76.219 en el período 1946-60 (15 años). En este lapso se cazaron
también 86.140 elefantes marinos y 58.158 pingüinos de Magallanes. Sólo el
escaso y muy codiciado lobo marino de dos pelos recibió un intento de
protección en 1937, al prohibirse su caza por el decreto 111.676. El decreto
nacional 1.216/74 intentó proteger a todos los cetáceos, pinnípedos y pin-
güinos, pero la posterior ley 23.101, de promoción de exportaciones, incluyó
varios de ellos en su decreto reglamentario, en una flagrante contradicción
entre un sector del gobierno que pretende racionalizar la caza y otro que
pone todo a la venta, ignorándose mutuamente. No sería la única vez que
ello ocurriera.

Se registró incluso algún retroceso: el decreto 31.914, de diciembre de


1947, permitió el tiro a la paloma, que había sido prohibido por Sarmiento.
En los considerandos dice "que existe la conveniencia en el fomento del tiro
sobre blancos vivos por su aplicación a los fines de la defensa nacional. Que
ello proporciona a quien lo practique el rápido enfoque del arma y la visual
sobre blancos fugaces difíciles de batir". Alguien decidió que las palomas no
tenían por qué pasarla mejor que eventuales blancos humanos.

“Hasta la década del 50 la Argentina fue un importante exportador y


usuario de sus recursos silvestres, especialmente fauna; a partir de
entonces, quizás en coincidencia con la promulgación de la ley 13.90B/1950
las cifras de comercialización se redujeron notablemente. Esta ley es la
primera que incorpora el concepto de conservación en relación con el de
aprovechamiento”, aunque con serias limitaciones. “Se trata de la Ley de
Caza y Protección de Fauna, reglamentada según decreto 15.501/53. Reúne
los listados de especies que permite cazar, entre las que incomprensible-
mente se incluye a la vicuña, ciervos en general, aguará-guazú, yaguareté y
otros que debería haber protegido porque ya se sabía que las poblaciones
eran escasas. En cuanto a las armas, prohíbe las que considera poco
deportivas, como los explosivos y las hondas. Define la caza deportiva como
"el arte lícito, noble y recreativo de cazar animales sin fines lucrativos”. Sin
duda, porque consiste en un aprendizaje del aun más noble arte de tirar
sobre seres humanos, deducimos en bien de la coherencia.

Las provincias, por su parte, habían venido reglamentando la caza por


medio de vedas y de listados de especies plaga o protegidas, los que difieren
de una provincia a otra no sólo por la situación real imperante en cada una,
sino también por los diversos intereses de comercialización que juegan en
ellas.

En 1960 se realizaron campañas oficiales muy intensas para el exterminio


de plagas animales; se cazaron 14 especies de loros, 470.478 cotorras con
armas y se les destruyeron 411.784 nidos. En sólo dos años la provincia de
Santa Fe eliminó 427.206 ejemplares por caza directa. Otras especies
declaradas dañinas para la agricultura o la ganadería: pecaríes, felinos
menores, iguanas, yaguaretés, águilas, y vizcachas, de las que se habrían
eliminado 3.492.099 ejemplares durante 1960, o sea una media de 9.567
vizcachas diarias, sin tener en cuenta que, además de ser una plaga agrícola
y ganadera, su carne era una fuente de proteína para los pobladores locales.
También se eliminaron halcones, jotes y cóndores; estos dos últimos no
suelen ser predadores de animales vivos. Sólo Catamarca mató 384
cóndores y águilas en 1960. Este criterio de exterminio sigue primando en
muchas provincias, a la vez que se ha colocado a varias de las especies
mencionadas en peligro de extinción. Por ejemplo, el yaguareté aún hoy
registra como plaga de ganadería en las provincias de Catamarca y Salta; en
la primera ya se extinguió y fue prácticamente exterminado en todo el terri-
torio nacional, donde aún se lo caza por el valor de su piel: entre el '56 y el
’60 se cazaban comercialmente unos 200 yaguaretés por año.434 En 1968 se
exportaron 201 pieles a EE.UU.; en 1969, 278 y en 1970, 482. El puma
desapareció de muchas provincias, pero sigue siendo considerado plaga de
la ganadería en San Luis y La Pampa entre otras. Lo mismo ocurre con la
vizcacha.

En 1960 se registraron 650.000 cazadores deportivos de los del noble


arte, que actuaron en la campaña de exterminio de plagas.

En esa época era notorio el estancamiento de la producción agraria, y


cabría preguntarse si la fauna silvestre no habrá actuado de chivo emisario
para cargarle parte de las culpas de la baja productividad, lo que sólo en
contadísimos casos pudo haber tenido cierta incidencia, como en el caso de
las cotorras predadoras de maizales y sorgales. Lo que puede calificarse de
grave es que había en la época conocimientos ecológicos básicos para
discriminar cuáles especies estaban ya con poblaciones muy diezmadas,
cuáles eran impedimento real para alguna actividad agraria, cuáles eran
indiferentes y cuáles eran beneficiosas para el hombre por su papel de
control de plagas a lo largo de las tramas tróficas. A pesar de ellos el
Ministerio de Agricultura y Ganadería llamó a una campaña de exterminio
generalizado sin siquiera informarse de los alcances y las consecuencias de
la medida.

Cuando la legislación favorecía el exterminio, parecía cumplirse al pie de


la letra. ¿Y cuando favorecía la conservación? Dejemos la respuesta para la
etapa siguiente, mejor documentada. Sólo queremos destacar la constante
presencia de la Argentina en el mercado internacional de productos de
fauna: pieles, cueros, plumas, carnes.
EXPORTACIÓN DE PRODUCTOS DE FAUNA Total de unidades en decenio

1941/1950 1951/11

en miles de unidades

Carpincho 180 270

Gato montes 562 106

Guanaquito 871 88

Lagarto o iguana 7.685 5.058

Liebre europea 13.402 20.635

Nutría 1.312 483

Ñandú 94 104

Boas acuáticas 605 34

Pecarí 362 126

Vizcacha 4.618 207

Zorrinos 1.526 394

Zorros 3.697 110

Fuente: Godoy, Juan C.: Fauna silvestre, Bs. As., CFI, 1961.

Las variaciones obedecen a causas diversas según la especie: oscilaciones


en la demanda de una u olea calidad, exportaciones que pasan de legales a
ilegales (y por lo canto no registradas) y viceversa, e indudablemente, a
juzgar por medidas que fue preciso lomar más tarde, a mermas en las
poblaciones silvestres como en el caso del gato montés y del pecarí.
LA FORESTAL. EL FIN DE UN IMPERIO

A principios del período la empresa, como representante de los


productores argentinos en el exterior, rebajó los precios del extracto de
quebracho hasta llevar a la quiebra a muchos de sus competidores, cuyas
fábricas compró. Simultáneamente va desarrollando la explotación de
plantaciones de Mimosa iniciadas en la década del 20; la Mimosa
proporciona una corteza tánica de inferior calidad, pero de tapido
crecimiento a diferencia del quebracho. Su explotación se asentaría en África
del Sur, donde la empresa desarrolló un esquema distinto: se centró en el
sector industrial, en tanto dejó en manos de pequeños y medianos
plantadores la producción primaria. El producto compitió exitosamente con el
quebracho, a punco cal que en 1935 Inglaterra estaba importando ambos
por partes iguales.

“El extracto de quebracho figuraba en tercer lugar entre los materiales


llamados estratégicos, durante la última guerra, en los EE.UU.... donde llegó
a acumularse un stock sin precedentes, mientras La Forestal propagaba la
versión del agotamiento de las reservas forestales y mientras en nuestro
país la madera de quebracho desaparecía quemada en hornos y calderas.

En efecto, la aplicación de técnicas más racionales había dado por


resultado que se viniera utilizando también parte del ramaje y las raíces en
la obtención de extracto tánico; en 1938 se había dispuesto que no se
utilizaran como leña para los ferrocarriles. Pero a causa de la crisis
energética durante la Segunda Guerra, el gobierno decidió que el 50 por
ciento de los combustibles utilizados en el país fueran forestales, la mayor
parte de los cuales —y fundamentalmente el quebracho— serían quemados
en las locomotoras. Por otra parte, la primitiva forma aplicada a la elabora-
ción de carbón de leña produce sólo un tercio del que se obtendría por
destilación seca, y desperdicia todos los subproductos.
Las condiciones de vida de los obreros y hacheros poco se modificaron
entre 1930 y 1940: en una localidad se registraba una mortalidad infantil del
553 por mil, en otra la mitad de los jóvenes de 20 años no pudieron ser
asimilados al servicio militar reglamentario por no estar en condiciones
físicas para cumplirlo; en un departamento de más de 18.000 km2 había un
médico cada 3.600 habitantes.

Es posible que la sindicalización y las nuevas leyes laborales de la década


del 40 hayan acelerado el desenlace ya previsible: “En 1950 The Forestal
lanza su ofensiva de ventas de su extracto de Mimosa... la presa más fácil
en el quebracho (frente al castaño, su competidor europeo), porque la
misma empresa tiene en sus manos el control de la producción y la
comercialización, y porque dado el rígido control de los precios de venta y
los cambios regulados por el gobierno en que vivió esta industria, le era
imposible defenderse de ninguna manera en una competencia de esta índo-
le”. “Es sabido que dentro de poco tiempo las reservas de madera de
quebracho serán ínfimas. Es previendo esta situación que La Forestal ha
resuelto dedicar todos sus esfuerzos al desarrollo de plantaciones de acacia
negra (Mimosa)... Podemos cubrir nuestras necesidades de extracto en
nuestras propias colonias y dominios (Kenia, Rhodesia y Sud África)... con lo
cual mi país economiza muchas divisas.

Entre 1949 y 1971 se cerraron 19 de las 30 fabricas de extracto


existentes, 12 de las cuales pertenecían a La Forestal. “Las maquinarías de
las tres fabricas de La Forestal —con evidente táctica de tierra arrasada—
han sido dispersadas de manera que ya es imposible reagruparlas para su
instalación aunque se quiera."“0 Los asentamientos ligados a la explotación
del quebracho se despoblaron o desaparecieron. No siempre fue un proceso
paulatino: “Por falta de agua potable... La Forestal había instalado tanques
cisternas para el consumo de la población. Todos esos tanques fueron des-
truidos y la mayoría de la población quedó súbitamente sin agua, inclusive
las escuelas, y fueron inútiles los reclamos de los pobladores para impedirlo.
Esa destrucción respondía a la política de lograr el éxodo de la población
fija”.6<l En Villa Guillermina (norte de la provincia de Santa Fe), uno de los
principales asentamientos industriales, se censaron casi 7.000 pobladores en
1933; en 1951 se cerró la fábrica de extracto de quebracho y en 1970
quedaban 2.237 habitantes. Villa Ángela tenía unos 5.000 en 1947, se cerró
una fábrica en 1962, y en 1970 sólo retuvo 1.208 habitantes. Muchas de las
instalaciones fueron vendidas como chacana. A partir de 1955 la producción
y la exportación de extracto entran en una fase descendente sin
recuperación, hasta que en 1971 la empresa traspasa el resto de sus bienes
a una compañía ligada al laboratorio Rhóne-Poulenc, que pertenece al grupo
europeo que se abastece de extracto de castaño local y que pasa a controlar
el 55 por ciento de la producción. Subsisten actualmente ocho fábricas en la
Argentina y una en el Paraguay.

Sin embargo, a fines del período un análisis revaloriza la posibilidad de


aplicación del extracto de quebracho a una serie de alternativas tecnológicas
no tánicas. Cita un estudio según el cual las reservas actuales de quebracho
permitirían abastecer en forma total y permanente el mercado mundial, con
el solo requerimiento de reforestar 2.000 hectáreas anuales con especies
laníferas. “El país podría producir anualmente 350.000 toneladas, pero ac-
tualmente el cierre de fabricas derivado de aquellas maniobras no permitiría
una producción mayor de 120.000 toneladas. La Argentina tiene materia
prima para 150 años por lo menos.”

¿Qué quedó para las provincias que fueron asiento de ese emporio del que
ya Bialet Massé se preguntaba en 1904? "si sería mejor que no existiera”
.Santa Fe, una de las más devastadas, intenta lentamente implantar
ganadería en el área, pero centra su desarrollo en el sur, asimilable a la
región pampeana sobre la base de su estructura de colonias agrícola-
ganaderas.
Chaco, otro de los principales baluartes del enclave, en 1966-68 participó
sólo con el 1,2 por ciento del producto bruto nacional, y su producto bruto
por habitante fue la mitad del promedio nacional; en la década del 60 fue la
principal provincia expulsora de población.

EVOLUCIÓN DE LAS ÁREAS DE RIEGO

Durante la década del 40 se dio a escala internacional un fuerte impulso al


riego, generalmente por expansión y ordenamiento de áreas dispersas que
ya venían regándose precariamente. Se construyeron al efecto grandes
sistemas de presas —una vez puesta a punto la tecnología de presas de
llanura— cuyos objetivos principales eran la hidroelectricidad, la acumulación
de agua potable para consumo de los centros urbanos en expansión, la
regulación de torrentes, la navegación y el riego. Objetivos difíciles de
compatibilizar: cuando se presentaron como competitivos, y el riego era
subsidiario de la obtención de energía como en El Chocón y Salto Grande, el
desarrollo de aquél fue muy restringido. Peor aún, la situación generalizada
en el mundo fue que, ante la prioridad energética, se descuidaron los
estudios sobre el impacto ambiental de las presas y, en particular, el
impacto ambiental del riego como generador de cambios en los ecosistemas.

En nuestro país, los emprendimientos posteriores a la década del 60


contaron generalmente con los estudios básicos para detectar los riesgos
ambientales como en el Valle del Tulum, los valles mendocinos y en
particular Salto Grande, que hizo cuidadosas previsiones de todo tipo. Pero
no necesariamente los estudios básicos se tradujeron en proyectos, ni los
proyectos en obras. O bien, los desfasajes en la realización de las distintas
etapas de las obras desvirtuaron buena parte de sus objetivos. En cuanto al
riego, los resultados sobre el medio físico son bien conocidos, a menos que
se haga algo por evitarlos: salinización y solidificación de suelos,
desarticulación de acuíferos, agotamiento de capas subterráneas. Con
respecto a la salinización del suelo regado, que es el problema habitual en
los climas áridos y semiáridos que establecen oasis de riego, la FAO
reconoce que "a medida que aumenta la extensión de las tierras de regadío
crece también la necesidad de redes de drenaje”. Esta afirmación
aparentemente obvia6" tiene sin embargo profundas implicancias: la primera
es el reconocimiento de que la tendencia general es construir la red de riego
pero dejar la de drenaje para un futuro en el cual se revele imprescindible, a
riesgo de que una parte de los suelos termine siendo irrecuperable. La
segunda consecuencia equivale a admitir un problema inherente al riego por
grandes presas, hoy tan discutidas por su impacto ambiental: las superficies
involucradas son tan grandes que incluyen áreas susceptibles de deterioro,
que podrían evitarse con el manejo de presas más pequeñas. Pero las más
grandes obtienen economías de escala en el aprovechamiento energético.

Nuestro país no escapa a escás situaciones. El área de riego del río Dulce
en la provincia de Santiago del Estero es un caso típico: el dique Los
Quiroga, terminado en 1950 después de décadas de demora, unificó la
antigua red de canales del centro semiárido de la provincia y amplió el área
regable a 60.000 hectáreas. Con producción hortícola en plena expansión
por la alta demanda interna, esta superficie resultó insuficiente. Posterior-
mente se obtuvo financiación internacional para la duplicación del área
regable y se construyó Río Hondo. Este gran dique de llanura fue concluido
en 1967 y concebido para cubrir también necesidades de hidroelectricidad y
de regulación de crecientes. Se esperaba que esta ampliación permitiera
reforzar la débil economía de producción hortícola, ampliando la superficie
cultivada con algodón y alfalfa.

Sin embargo, no hubo un proyecto ejecutivo de las obras en el momento


de obtener la financiación. El principal propulsor de la idea, Agua y Energía
Eléctrica de la Nación, debió basarse en estudios expeditivos que cubrieron
sólo los aspectos más conflictivos del medio ambiente: los derivados de la
salinidad de los suelos. Ante un exceso de riego, en zonas áridas y
semiáridas con suelos de texturas finas y con fuerte evaporación, el agua se
infiltra hacia capas salinas y disuelve las sales que van remontando el perfil
del suelo junto con el agua evaporada. Las sales se concentran finalmente
en superficie, al punto de impedir el desarrollo de la mayoría de los cultivos
en los manchones salinizados. Esto se evita generalmente de dos formas:
una es destinar un exceso de agua al lavado de las sales, drenando luego
esa agua salinizada por medio de redes de zanjas hasta más allá de la
profundidad que van a usar las raíces de los cultivos. La otra, mucho más
compleja, requiere regular muy exactamente los caudales de riego a las
necesidades de los cultivos para evitar que el agua llegue hasta las capas de
suelo mis salinas.

Pero en este caso las obras de drenaje, aun con alcances parciales, se
construyeron después de la puesta en funcionamiento de la red de riego
ampliada, y mediante proyectos independientes de esta última, que las
encarecieron. Es decir, se produjo la habitual situación en la que se
responde a la demanda de riego pero se posterga la red de drenaje hasta
que avanza el deterioro de los suelos. No hizo falta esperar mucho: en 1973-
74 hubo inundaciones catastróficas, de las que alcanzaron a salvarse
parcialmente las áreas que tenían construidos los drenajes principales, si
bien falcaban los secundarios y los parcelarios. Así y codo, el área más anti-
gua y con procesos de salinización más avanzados quedó con un 40 por
ciento de su superficie inutilizada. Los drenes parcelarios deberían haber
sido construidos por los agricultores, a quienes no se les dio información ni
facilidades para ello. Se trataba frecuentemente de minifundistas de escasos
medios económicos y con una información insuficiente para el manejo de
una tecnología tan compleja, la que necesariamente debería haber tenido
una gestión centralizada y una alta participación de los usuarios. En ésta,
como en todas las áreas nacionales de riego, se produjo el mismo
fenómeno: el agua había sido tan escasa y tan mal distribuida antes de las
ampliaciones de las redes de riego, que aun con abundancia de agua los
agricultores acostumbran regar en exceso, por temor de que más tarde no
les alcanzara el agua y perdieran la cosecha. En cambio, lo que consiguen es
perder el suelo por salinización cuando no cuentan con drenes.

En el ínterin, habían surgido nuevas áreas hortícolas cuyas primicias


compitieron eficazmente con la producción santiagueña; también la
demanda de carnes bajó y disminuyó la demanda de alfalfa; además el
algodón pasó por una prolongada crisis. Después de las inundaciones el área
nunca terminaría de recuperarse, y durante algunos años sólo cultivaría un
25 por ciento del área regable. Diversas crisis de mercado afectaron también
las áreas de riego salteñas, donde sólo se estaría cultivando el 30 por ciento
de las 50.000 hectáreas empadronadas.

Sin embargo, otras zonas de riego han conseguido insertar sus productos
en el mercado con mayor éxito y estabilidad, como el Alto Valle del Río
Negro y Cuyo, más allá de coyunturales crisis de comercialización. El Alto
Valle produce para exportación y Cuyo ha logrado una fuerte expansión del
área regable ampliando la explotación de sus ríos. Entre ellos el río Atuel,
que, atravesando varías provincias, no llegó a un uso compartido del recurso
tino a una serie de situaciones de hecho, amparadas en el poder de la parte
más fuerte: la que, por estar aguas arriba, podía controlar el uso del rio.

A fines del siglo XIX y comienzos del XX "una próspera economía se


expande por las coscas del Atuel y del Salado-Chadi-leuvú en suelo
pampeano. De base pastoril, admite también una ponderable actividad
pesquera en la laguna La Dulce e intentos de regadío”.

Esta economía comienza a deteriorarse a partir del uso intensivo del


recurso en Mendoza. Al principio, los caudales del río son suficientes para el
riego en toda la cuenca. Poco a poco, más y más canales aguas arriba van
reteniendo todo el recurso. Hacia la década del 30 “el río queda exhausto".
En La Pampa “el curso es una complicada cicatriz en la gruesa epidermis del
arenal, los bañados se secan, los animales huyen y los grandes árboles
nutridos con las napas subterráneas también se secan total o
parcialmente”.651

En 1048 se habilita el dique El Nihuil, el río queda completamente seco y


las poblaciones pampeanas comienzan a emigrar. Como ocurrió tantas
veces, existieron informes técnicos que advirtieron sobre los riesgos. Por
ejemplo, un estudio de Agua y Energía recomienda en 1949 soltar “un
pequeño volumen de agua [...J con lo que se contribuirá a evitar la
despoblación de esa región que, por carecer actualmente de pastos para el
ganado y de agua para la bebida de sus habitantes, se está transformando
en un desierto”.652

Sin embargo, los representantes de Mendoza no se resignaron “a perder


cualquier caudal, por pequeño que fuera, que pasara aguas abajo con
destino al Territorio de La Pampa”. A la debilidad ecológica dada por estar
aguas abajo, se sumaba la debilidad institucional, ya que La Pampa era
Territorio Nacional y, por lo tanto, no elegía a sus autoridades ni éstas
representaban el interés loca).

Las normas de Agua y Energía Eléctrica, en el sentido de dejar pasar esos


pequeños caudales, se cumplieron en muy pocas ocasiones. Innumerables
quejas periodísticas, denuncias judiciales, apelaciones parlamentarias
testimonian la decadencia de los pueblos sin agua. En 1947 las áreas de La
Pampa vinculadas con el río Atuel -departamentos Limay Mahuida, Chadileo
y Curacó- tenían una población de 5.586 habitantes, que queda reducida a
apenas 3.049 en 1970. Los mismos departamentos tenían 37.000 vacunos
en 1930 y sólo 10.000 en 1967. En el mismo lapso, los ovinos habían bajado
de 338.000 a sólo 173.000/'u
£1 mismo proceso que sacó a Mendoza del desierto provocó la
desertización de La Pampa: el modelo económico de esta etapa supone un
desarrollo desigual de las diferentes actividades productivas y de las
distintas regiones del país. Hay recursos que se preservan a costa de otros,
hay áreas que crecen a impulsos del mismo mecanismo que hace decaer a
otras. Pero hay algo más: un cálculo de la eficiencia en el uso del agua en la
producción agrícola arroja cifras del 34 por ciento promedio para la provincia
de Mendoza, cifra parecida al promedio nacional. Es decir, que se despilfarra
el 66 por ciento restante. Se considera factible elevar ese promedio al 50 por
ciento mediante reparación de pérdidas, mejor determinación de las reales
necesidades de los cultivos, mejoramiento de la operación de riego,
sistematización de los suelos para una mejor distribución del agua,
etcétera.*5' ¿Por qué el agua de que carece La Pampa se dilapida en
Mendoza?

Los errores de gestión se pagan; en la década del 70 la Argentina


mantiene un pleito diplomático con Brasil a raíz de la central hidroeléctrica
de Itapá, sobre el Paraná. Para Brasil cada una de las partes era soberana
en su tramo del río. La Argentina, en cambio, sostenía la tesis de que la
cuenca hídrica era una totalidad indisoluble y que era necesaria la consulta
previa con los que estaban aguas abajo. Es decir, que se reclamaba al país
vecino lo mismo que se negaba a una provincia argentina. Los técnicos
brasileños no perdieron la oportunidad de recordárnoslo.

Compulsas nacionales recientes han detectado que el 36 por ciento de las


superficies regadas en zonas áridas y semiáridas argentinas está afectado
por problemas de drenaje, el 70 por ciento de las cuales a causa de una
deficiente o incompleta infraestructura. Un 38 por ciento sufre problemas de
salinidad, generalmente ligada al mal drenaje. En un 14 por ciento de los
casos se trata de la falta total de sistemas de drenaje a escala zonal, o
parcelario, y un 43 por ciento acusa problemas de conservación de diverso
tipo. La operación de riego se comidera defectuosa (según el 82 por ciento
de los técnicos consultados), ya fuere por su deficiente distribución, por su
baja eficiencia o por la falta de sistematización del suelo a regar, según
opina el 74 por ciento de los técnicos. “El problema común a todas las áreas
de riego, muy acentuado en la zona árida, es la presencia de altos
contenidos de sales en el per61 del suelo, el que resulta técnicamente difícil
de recuperar y aun inconveniente desde el punto de vista económico por lo
que es abandonado irremediablemente. La salinización de las tierras es una
de las causas principales de la migración de los productores.”655 Y he aquí
mencionado uno de los puntos clave: el deterioro de los recursos naturales
condiciona en forma directa el deterioro de los seres humanos: la emigración
de agricultores que se hacinan en los centros urbanos sin habilidades que les
faciliten la adaptación al cambio de vida. Mientras tanto, el país desperdicia
la cultura agraria —que no por incompleta es inexistente— de esos
campesinos perdidos ya para la actividad. Es una neo pérdida de acervo
cultural.

Los conocimientos técnicos sobre suelos y aguas permiten prever los


deterioros del medio físico y la necesidad de obras de infraestructura y
tecnologías para evitarlos. En cambio, 110 suelen preverse las condiciones
que permitirían efectuar un manejo ecológicamente adecuado. En estas
condiciones intervienen aspectos complejos tales como la cultura agraria
preexistente, el acceso a tecnologías apropiadas, la estabilidad de los
mercados consumidores y de las políticas de estimulo y desestimulo a la pro-
ducción. Sin ese marco de referencia, donde lo económico condiciona en
gran medida un uso adecuado de los ecosistemas, toda previsión de impacto
resulta utópica.

Adicionalmente, las áreas de riego están casi totalmente volcadas al


consumo interno. En el período siguiente pasarían por devastadoras crisis de
sobreproducción ante la deprimida demanda urbana. Por falta de
mantenimiento, la infraestructura de riego y drenaje sufriría deterioros casi
irreversibles y, con ellos, los recursos naturales involucrados. Se renovaran
los ciclos de pauperización social y despoblamiento.

LOS RECURSOS NO RENOVABLES

En esta etapa actúan fuerzas contrapuestas, algunas de las cuales tienden


a mantener las condiciones de subutilización de los recursos minerales y
energéticos, en tanto que otras impulsan un aprovechamiento más eficiente.

Resulta de interés el ejemplo del acero: en un estudio de la CEPAL656 se


señala que la acería de San Nicolás “sólo podrá emplear un 10 por ciento de
mineral argentino", porque el contenido de fósforo del mineral de los
yacimientos patagónicos impediría su uso por las fundiciones. Con respecto a
los altos hornos del norte, se afirma que no podrán aumentar su producción
“pues sería necesario extender las plantaciones del eucalyptus (utilizado
como combustible) a distancias antieconómicas”. La conclusión fue que sería
necesario continuar importando el mineral. Estas afirmaciones no resultaron
ciertas. Los estudios de factibilidad demostraron que el fósforo del mineral
no era un problema grave, que las escorias tenían un gran poder fertilizante
y sustituyeron importaciones de fosfatos para ese fin, y que la producción de
los altos hornos del norte podría extenderse y complementarse por medio de
un parque industrial.559 La carencia de combustibles no parece constituir un
problema ya que en las últimas décadas la leña provino de la deforestación
de áreas salteñas, tucumanas y santiagueñas que fueron destinadas a
cultivos. La oferta fue tan elevada que los altos hornos rechazaron leña
proveniente de la deforestación del vaso de Salto Grande, que debió ser
quemada in situ por falta de demanda.

Un avance más significativo en el uso de los recursos nacionales lo


constituye la decisión de construir centrales nucleares utilizando uranio
natural producido en el país. Al desecharse el uranio enriquecido se dio un
paso importante en la integración nacional de producción energética. Desde
el punto de vista ambiental podría formularse el reparo de que las plantas
nucleares se localizaron a reducida distancia aguas arriba de grandes centros
poblados, lo que multiplica los riesgos en caso de accidentes.

El escaso desarrollo de la explotación de minerales metalíferos, en su


mayoría ubicados en las provincias andinas, es una de las causas de la
despoblación de esas zonas de frontera por folia de fuentes de trabajo.

EL FIN DEL MODELO

Podríamos establecer algunas analogías entre esta etapa y la de los


primeros años de vida independiente (1810-1860). En los dos casos, el
modelo es de autarquía económica: se producen local- mente bienes que
anees o después se importarán. En un caso, la autarquía es provincial: se
trata de unidades provinciales autosuficientes. En este último, la autarquía
funciona a nivel del país entero. Un siglo atrás, los telares catamarqueños
producían para un mercado aislado, mientras el mundo iba siendo dominado
por la máquina de vapor. En esta época, la industria argentina producía
radios a válvulas mientras Taiwán invadía todos los mercados con el
transistor.

En los dos casos se trata de una economía aislada que produce con un
marcado retraso tecnológico. Y en los dos casos el modelo cae porque el
contexto internacional lo hace inviable.

Para aclarar este aspecto tenemos que recordar que la expansión


económica argentina entre 1946 y 1976 no fue una rareza. Por esa época
toda la economía internacional creció a gran velocidad. Fue, quizás, el
período expansivo más marcado de la historia mundial, unto por su duración
como por la cantidad de países y sectores sociales que lo aprovecharon.
Tanto, que llegamos a creer —contra todas las evidencias históricas— que el
crecimiento económico era inevitable.

Sin embargo, las economías sólo crecen en determinadas y particulares


condiciones, y dejan de hacerlo si esas condiciones no se dan. En este caso
las razones de la detención de la expansión mundial fueron terriblemente
sencillas: la expansión dejó de ser rentable. Al ser consumidores y
asalariados las mismas personas, el modelo necesitaba de salarios altos para
funcionar, como lúcidamente lo expresó Perón desde el comienzo. Por su
propia dinámica interna, un modelo de expansión indefinida tendía a elevar
indefinidamente los salarios. En algún momento éstos crecieron más que las
ganancias de las empresas, y la expansión para todos dejó de ser fuente de
buenos negocios.

Esto explica la generalización de las políticas recesivas en todo el mundo y


el cambio de orientación de las inversiones hacia actividades que no
dependieran del deprimido consumo masivo.

Al producirse estos cambios en la orientación de la política económica


mundial, se va acentuando cada vez más la vulnerabilidad del viejo modelo.
La brecha tecnológica entre países desarrollados y subdesarrollados fue
ensanchándose hasta hacer insostenible el modelo de economía autárquica.
Para el empresariado local, la modernización significó principalmente tener
nuevas fuentes de ganancias y librarse además del círculo vicioso que hacía
que sus obreros y empleados fueran, al mismo tiempo, sus clientes.
Finalmente, después de años de inestabilidad política y económica, se
encontraba la manera de evitar que los niveles de rentabilidad de las
empresas requirieran de altos salarios o de plena ocupación. Quedaba
abierto el camino para todas las variantes de empequeñecimiento del
sistema productivo.
NOTAS

566. Doríman, Adolfo: op. cit., en réf. 171.

567. Pinedo, Federico: Siglo y medio de economia argentina, Centro


de Estudios Monetarios Latinoamericanos, México, 1961.

568. Cit. en Palacios, Alfredo L.: El dolor argentino. Claridad, Buenos


Aires, 1938.

569. Scalabrini Orriz, Raúl: Política británica en el Rio de la Plata, Re-


conquista, Buenos Aires, 1940.

570. ídem ref. 566.

571. Schwartzer, Jorge: La industrialización argentina, Cuadernos Na-


cionales, Buenos Aires, enero-marro de 1974.

572. Perón, Juan D.: discurso de 1944, cit. en Cárdenas y otros: El


peronismo, Carlos Pérez, Buenos Aires, 1969.

573. Dorfman, Adolfo: Evolución industrial argentina, Buenos Aires,


1946.

574. SounouiUe, Juan: Apuntes para la historia reciente de la


industria argentina, Organización Techint, Boletín Informativo N° 217,
Buenos Aires, enero-marzo de 1980.

575. BraUovsky, Antonio: op. cit., en ref. 532.

576. SIMEB, Sistema Metropolitano Bonaerense, PNUD Conhabu - Dir.


Nac. de Ordenamiento Ambiental. Ss. Planeamiento Ambiental, enero de
1977.

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577. Real, Juan José: Treinta años de historia argentina. Actualidad,


Buenos Aires, 1962.

570. Torres, H.: Evolución de los procesos de estructuración espacial


urbana, IDES N* 58, Vol. 15, 1975.

579. Melli. Oscar R.: Geografía del partido de Chacebuco, Municipali-


dad de Chacabuco, 1979.

580. González Tuñón, Raúl: “Villa amargura", en A la sombra de los


barrios amados, Buenos Aires, 1937.

561. Facciolo, Ana María: Elementos para el estudio de la confortnación de


la dase obrera industrial en el Area Metropolitana de Buenos Aires, CLACSO.
1978.

582. Portogalo, José: "Bajo la cruz del sur”, en Poemas con


habitantes, Buenos Aires. 1955.

583. Manzionc, Homero: Sur, Buenos Aires, 1948.

584. Ministerio de Obras Públicas, Planimetría del Riachuelo, Dirección


General de Estudios y Obras del Riachuelo, Buenos Aires, 1936.

565. Sií/eum Ambiental del Eje Fluvial Industrial, Subsecretaría de Or-


denamiento Ambiental, SETOP, Buenos Aires, 1978.

566. La actividad de Obras Sanitarias en relarión al problema de la


contaminación hídrica producida por efluentes industriales, Centro Argentino
de Ingenieros, Buenos Aires, 1977,

587. Espacios abiertos del SIMEB. Informe Preliminar. FONOA-


SETOP, Buenos Aires. 1978.

588. Trelles: op. cic., en reí 510.

589. Poder Ejecutivo Nacional. República Argentina, Memoria 1932-


38, como II.

590. Coni. en Anaza, Evarisco: Saneamiento urbano en la República


Argentina. Provisión de agua y desagües urbanos, La Placa, Facultad de
Ciencias Físico-Matemáticas, 1937.

591. Trelles: op. cit., en rcf. 510.

592. Idem anterior.

593. Estudio de los recursos hídricos del Sistema Metropolitano


Bonaerense, Subsecretaría de Ordenamiento Ambiental, SETOP, M.E., junio
de 1979.

594. Idem anterior.

595. La industrialización y el ahorro de divisas en Argentina, OECEI,


Dueños Aires. 1957.

596. Estudio de los recursos hídricos del SIMEB, Sector hídrico C - Rio
Lujan, Subsecretaría de Ordenamiento Ambiental, SETOP, Inf. interno, 1981.

597. Cic. en reí. 593.

598. Polución de la cuenta Rio Matanza-Riachuelo, Subsecretaría de


Re- cutsos Hídricos, DIGID M.E., 1973.

599. Cit. en reí 596.

600. Estudio de las condiciones ambientales de las ateneas hídricas


del ponido de Tigre, Seminario de Cátedra de Recursos Naturales, CDC, UBA,
Buenos Aires. 1968.

601. CEPAL, El desarrollo económico de la Argentina, 1956.

602. Idem anterior.


603. Op. cit.. en reí. 510.

604. Op. cit., en ref. 585.

605. Brailovsky, Antonio: El negocio de envenenar, Fraterna, Buenos


Aires, 1988.

606. Coin. pers. miembros entidades vecinales afectadas.

607. Provincia de Buenos Aires: Congreso Extraordinario de Munici-


pios, Ministerio de Gobierno, 16 de octubre de 1954.

608. Decrcco 21.891/49.

609. Leyes 13.577/49 y 14.160/52.

610. La actividad de Obras Sanitarias de la Noción en relación al


problema de la (oniaininadón Itldrica producida por efluentes industriales,
Simposio Polidos de la Ingeniería, Buenos Aires, Centro Argentino de
Ingenieros, 1977.

611. Investigaciones sobre la centamínaáón del río Reconquista,


Thames Water Consultancy Service, 1979.

612. Cit. en Cúneo, Dardo: Comportamiento y crisis de la dase


empresa- ría, Buenos Aires, Pleamar, 1967.

613. Cit. en ídem anterior.

614. Flenup, D. F.; Brannon. R. H.. y Fender. F. A.: El desarrollo


agropecuario argentino y. sus perspectivas, Buenos Aires, Instituto Torcuato
Di Telia, 1972.

615. Anales de la Sociedad Rural Argentina, mano de 1942, cit. en


Cúneo, op. cit.

616. Molina, Jorge: "Hugh Benneit: erosión y conservación de suelos.


Soluciones para la pradera pampeana”, en Revista de la Universidad, La
Plata, julio-setiembre de 1957.

617. Corro de suelos de la República Argentina, hojas


correspondientes a Pampa Ondulada, editadas en 1972 y 1974. También: Da
Veiga de Olmos, A.; Muro, A. E., et ai: La erosión hidrico en la Pampa
Ondulada, 7‘ Reunión de Suelos, IDIA, Suplemento Especial, 1975.

618. La Noción. 8/9/1979.

619. Informe sobre producción de maíz N* 5: daños causados por el


sorgo de Alepo en la región maicera, Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria, Pergamino. 1977.

620. Secretaría de Planeamiento y Acción de Gobierno: Región


Pampeana, poblamiento y urbanización. Subsecretaría del CONADE, Buenos
Aires, 1971.

621. Gorí, Gascón: La tierra ajena, Buenos Aires, La Bastilla, 1972.

289

622. Secretaria de Planeamiento... op. cit., en reí-. 620.

623. Marrine, Eduardo, y Jorge, Raúl H.: "Se acabó el chucho”, en


Todo ts Histeria, Buenos Aires, noviembre de 1983.

624. Cíe. en ídem anterior.

625. Soms, Abraham: Medicina sanitaria y administración de la salud,


cit. en ídem anterior.

626. Cit. en ídem anterior.

627. Margalef, Ramón: Eíelogi'a, Barcelona, Planeta, 1985.

628. El negocio de envenenar, op. cii., en ref. 605.


629. Nilsson, Greta: 77ic Endangered Species Handbook, Animal
Wclfarc Institute, Washington, 1963.

630. Cic. en Gruss, Juan X., y Waller, Tomás: Diagnóstico y recomen-


daciones sobre la administración de los recursos silvestres en Argentina: la
década reciente, W. W. Traffic Sudamérica - CIES, Duchos Aires, noviembre
de 1988.

631. Godoy, Juan C.: “Fauna silvestre”, en Evaluaíiiu de los recursos


naturales de la Argentina, tomo VIH, Buenos Aires, Consejo Federal de
Inversiones, 1961.

632. Gruss y Waller: op. cit., en ref. 630.

633. Godoy, Juan C.: op. cit., en ref 631.

634. ídem anterior.

635. Mezey, Ernesto: op. cit., en ref. 452.

636. Virasoro, Rafael: op. cit., en ref. 449.

637. ídem anterior.

638. Informe de la Dirección Forestal del Ministerio de Agricultura, cit.


en ref. 635.

639. Marzoratti'. op. cic. en ref. 448.

640. Humphreys, G. W. H.: Mimosa, extracto del porvenir, 1952, cic.


en ref. 641.

641. Consejo Federal de Inversiones; Diagnóstico sobre fabricación de


resinas/enéticas, Serie Técnica, N° 22, Buenos Aires, 1973,

642. Sluc2ky, Daniel; Diagnóstico de la enmanta social de la región


NBA, Buenos Aires. Consejo Federal de Inversiones, 1973.
643. Gori, Gastón: op. cit.. en ref. 454.

644. Diputados Acevedo y Vechiecti, cit. en ref. anterior.

645. Marzoratti: op. cit., en ref 448.

646. Censo Nacional de Población, Familia.? y Vivienda, INDEC, 1970.

647. FAO: Seminario sobre salinidad, Damasco, 1972.

648. Agencia de Extensión La Banda: Estudio de situación del área de


regadío del río Dulce, INTA, Santiago del Escero, 1984.

649. Luna, J. E.: Areas de riego en la provincia de Salta, panorama


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Realidad Econòmica N° 58, 3 bimestre de 1984.

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652. Informe del ingeniero Juan Carlos Passalacqua, cit. en Estudio


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653. Estudio integral, op. cit. en ref. anterior.

654. Chambouleyron, Jorge L.: El riego en la Argentina: actualidad y


perspectivas, INCYTH. Centro Regional Andino, Mendoza, 1985.

655. Oriolani, M. J. C., et al.: Documento básico para el programa de


riego y drenaje - Reunión Nacional de Programación de Riego y Drenaje,
INTA, Termas de Río Hondo, agosto de 1986.

656. El desarrollo económico de la Argentina, CEPAL, op. cit., en ref.


601.

657. Hierro Patagónico Siena Grande: Análisis de factibilidad tècnico-


econòmica del proyecto Sierra Grande, Buenos Aires, 1971.

658. Consejo Federal de Inversiones: Estudio del Parque Industrial


Palpalá-Jujuy, Buenos Aires, Latinoconsulc-ADE, 1971.
La modernización periférica (1976 en adelante)

EL MODELO DE PAÍS

Esta etapa se caracteriza por el abandono del intento de autarquía


económica que había definido la economía argentina desde la crisis mundial
de 1930. En muy poco tiempo se produce una formidable reacomodación
productiva alentada por una estrategia de bajos salarios, bajos aranceles de
importación y elevadas tasas de interés.

Este fenómeno se corresponde con cambios importantes en la economía


internacional, en la cual la industria disminuyó su importancia relativa como
fuente de ganancias de las grandes corporaciones frente a la actividad
financiera. En consecuencia, en el ámbito interno se pasa de una política
financiera de tasas de interés reales negativas (es decir, inferiores a la
inflación) a políticas de tasas fuertemente positivas, a menudo superiores a
la rentabilidad industrial. Asimismo, se abandonó la política de promoción in-
dustrial masiva y casi indiscriminada y se reforzaron los estímulos a los usos
financieros del dinero.

A comienzos de esta etapa se contrajo una deuda externa elevada —


superior a la capacidad de pago del país— que actuaría como limitante a las
estrategias de crecimiento económico. Esa limitante funciona por la doble vía
de restar recursos a la inversión productiva y por la necesidad de acordar las
políticas económicas con el Fondo Monetario Internacional, cuyos
condicionamientos recesivos son suficientemente conocidos como para
detallarlos aquí.

Dicho esquema fue aplicado con un enorme cosco político y social.


Durante la década del 70 —y con el pretexto de combatir al terrorismo—
varios miles de disidentes o simplemente sospechosos y gremialistas activos
fueron secuestrados, torturados y fusilados sin someterlos a juicio y sin
siquiera presentar cargos contra ellos. Esta política de terrorismo de Estado
dirigida a “disciplinar” al sector laboral fue el principal sustento para una
estrategia de cambio del modelo de país, en el cual dejó de priorizarse el
crecimiento económico.

El resultado es una reducción global de la actividad y del empleo industrial


y una transferencia de recursos y personas hacia el sector terciario. La
tendencia apunta hacia la subsistencia de aquellas industrias capaces de
competir eficazmente con los productos de importación, que puedan operar
con tecnologías de punta, que ofrezcan productos de alta sofisticación o que
puedan actuar como complementos de industrias en países desarrollados, tal
el caso de varias agroindustrias/'61 Se debilitaron, en cambio, muchos
procesos de integración vertical que habían caracterizado la etapa anterior.

Un buen ejemplo es el de la industria electrónica de entretenimiento. En la


década del 70 la industria argentina en capaz de producir la casi totalidad de
los componentes que permitían la fabricación de un televisor en blanco y
negro. A filies de la década del 80 se arman televisores en color con la casi
totalidad de los componentes importados. Es decir, se sustituye un producto
antiguo y nacional por otro más moderno, pero importado.

La traslación de este criterio al conjunto de la economía llevó a un proceso


de desindustrialización selectiva que en once años redujo los
establecimientos en un 14 por ciento y las horas trabajadas en un 30 por
ciento, y tuvo consecuencias sobre el ambiente del Área Metropolitana, tanto
en la organización del espacio como en la naturaleza y los niveles de
contaminación.

Al mismo tiempo la concepción liberal prevaleciente pone el acento en


aquellas áreas de la producción en las que el país tiene una ventaja
comparativa. Con los ojos puestos en la década de 1880 se vuelve a pensar
en un país agroexportador. El agro pampeano aún sigue manteniendo bajos
costos de producción, absorbe tecnología y reproduce su modelo productivo
en diversas áreas del interior, ecológicamente más frágiles.

Pero ya el perfil de demanda había comenzado a cambiar: la competencia


con otros países productores de agroexportables es cada vez mayor, los
mercados externos tradicionales tienden a autoabastecerse como en el caso
de carnes bovinas en la Comunidad Europea, quizás en un futuro próximo
comience a hacerlo la URSS con los cereales. Por otra parte, la crisis y los
desequilibrios de balanzas de pagos eliminaron del mercado demandante de
alimentos a numerosos países del Tercer Mundo.

Comienzan ya a presentarse serias crisis de demanda y precios de


cereales, oleaginosas y legumbres, y su producción ha dejado de ser una
segura fuente de ingresos para los agricultores y para el país en el mediano
y largo plazo.

LOS CAMBIOS EN EL GRAN BUENOS AIRES

El ya señalado proceso de desindustrialización tiene consecuencias


diferenciales en la ciudad de Dueños Aires y en e) conurbano. Esto se ve
reforzado por la política urbana seguida durante los años 1976-1983, en los
que se pretendió valorizar los aspectos residenciales de la Capital Federal.

Durante el período del gobierno de facto las actuaciones urbanas se


caracterizaron por:

* Cambiar a los pobres de lugar, tendencia que se venía perfilando


lentamente, pero sujeta a oscilaciones que se producían en el interior de la
actual estructura de poder. A diferencia de otras ciudades latinoamericanas
como Caracas, en las que coexisten viviendas marginales con residencias de
altos ingresos, en Buenos Aires diferentes grupos sociales se corresponden
con barrios distintos.
* Se apuntó a resolver los problemas que afectaban a la franja social
dominante, que demandaba bienes y servicios de alto grado de exclusividad
y sofisticación.

* Se realizaron obras públicas de gran significado simbólico y efecto


demostrativo de la capacidad reordenadora del poder público. Desde Ramsés
en adelante, los gobiernos autoritarios necesitaron dejar una fuerce
impronta de su paso por el mundo.

En consecuencia con estos criterios se apuntó a hacer más elitista la


ciudad central y ubicar los asentamientos de población de bajos recursos en
la periferia. Se erradicaron en forma compulsiva las villas de emergencia de
la ciudad de Buenos Aires, las que tendieron a reconstruirse a partir de la
transición democrática desde 1984. Las relocaciones, realizadas sin
planificación, redujeron a los desalojados a las áreas de peor calidad
ambiental y más inundables del Gran Buenos Aires.

Simultáneamente la política de alquileres encareció la residencia en las


áreas centrales y contribuyó a desplazar a sectores de menores ingresos
hacia la periferia.

Esto fue reforzado por una política de transportes basada en la prioridad


del automóvil. Se construyeron autopistas urbanas, contrariando codos los
estudios previos y las recomendaciones técnicas que insistían en priorizar el
transporte público de pasajeros. Los técnicos argumentaban que las
autopistas congestionarían aun más el microcentro de la ciudad y
aumentarían los problemas de contaminación atmosférica, basándose en
experiencias internacionales. El gobierno de facto insistió en las ventajas de
rapidez y seguridad de estas vías, pronosticando su amplia aceptación.

La realidad terminó por desmentir todos los pronósticos: el alto costo de


los peajes desalentó el uso masivo de las autopistas, por lo cual su
incidencia sobre la organización del espacio y la calidad del aire fueron
prácticamente nulas.

Esta política se revierte parcialmente desde 1984, en que se efectúan


ampliaciones de la red de subterráneos y se pone en funcionamiento una
línea de tranvías urbanos (premetro), reforzando así el transporte público.
Pero la redistribución de la población dejó áreas periféricas con una baja
cobertura de servicios, entre los cuales el transporte público, otrora bastante
adecuado a los requerimientos, se fue haciendo cada vez más insuficiente;
es especialmente notable en partidos como La Matanza, que origina por sí
solo el 17 por ciento de los viajes del conurbano a la Capital, sin tener una
cobertura capaz de satisfacer esa demanda. Algo similar ocurre con los
partidos de Almirante Brown y Quilmes, agravado por la baja proporción de
habitantes que poseen automóvil en esos partidos. Un estudio efectuado en
la localidad de Ranelagh estableció que el viaje desde la Capital Federal y
hacia ella demandaba entre el 20 y el 30 por ciento de los ingresos de
quienes debían hacerlo regularmente y que insumía por lo menos eres horas
diarias, en 1988.

Con respecto a la circulación global del Área Metropolitana, existe una


menor atracción de la Capital como destino de los viajes. Esto se vincula con
la menor oferta de empleos por parte de la ciudad de Buenos Aires. El 70
por ciento de los viajes originados en una localidad del Gran Buenos Aires se
dirige a otra localidad del mismo, y sólo el 30 por ciento restante a la Capital
Federal.

Este esquema de ciudad muy extendida tuvo como requisito para su


funcionamiento el precio bajo de los transportes. El signo crecientemente
liberal de las políticas supuso un fuerte encarecimiento del transporte. El
resultado es que amplios sectores de bajos recursos quedaron aislados, ya
que los ingresos que obtenían no les alcanzaban para pagar el pasaje hasta
el trabajo.

Una consecuencia adicional del modelo es el mayor crecimiento


poblacional del conurbano, frente a una capital cuyo número de habitantes
casi no varió en las últimas cuatro décadas. Parte de esta población
creciente se asentó sobre los valles de inundación de los arroyos
metropolitanos. Al mismo tiempo el propio crecimiento de la ciudad
contribuyó a ampliar la extensión de las zonas inundables. En efecto, la
continua impermeabilización del suelo urbano impide la infiltración del agua
de lluvia e incrementa los volúmenes de escurrimiento superficial. Ante una
lluvia torrencial, hay efectivamente más agua que ames en las calles, y más
agua llega a los cursos de ríos y arroyos.

La década del 80 coincidió con parte de un ciclo hidrológico húmedo, en el


cual fueron frecuentes las inundaciones en el Área Metropolitana. La
situación fue especialmente dramática en 1985, cuando el 26 de enero
llovieron 192 mm, y el 31 de mayo 300 mm, con las secuelas de numerosos
muertos y miles de evacuados.*64 Otra vez, se trata de una situación
físicamente consolidada, sobre la cual los organismos de gestión no
encontraron formas eficaces de actuación.

Se procuró definir un sistema de alarma y emergencia hídricas, pero su


utilidad práctica parece escasa: por ejemplo, el arroyo Maldonado, el mayor
de los que atraviesan la Capital, puede desbordar después de 45 minutos de
lluvia torrencial; con esta velocidad de desbordes, es poco lo que un sistema
de alarma puede realizar. Al mismo tiempo, una estrategia más global, que
incluya políticas diferenciales para las áreas-inundables, parece fuertemente
resistida por los propios afectados, quienes verían disminuir el valor de toda
propiedad ubicada en zona declarada como inundable. Esto restringe la
gestión a paliativos tales como la limpieza de los cauces de los arroyos para
facilitar su escurrimiento.
Otra de las características de esta expansión urbana fue la conformación
de una ciudad muy extendida y con áreas de muy baja densidad. Esto, por
una parte, dificulta y encarece la provisión de servicios al conjunto de la
población. Pero, simultáneamente, facilita el uso del agua subterránea al
distribuir en una amplia zona la presión de extracción, y retarda el
agotamiento de este recurso.

En este período se producen algunos avances en la gestión conjunta del


Área Metropolitana de Buenos Aires, al establecerse un mecanismo unificado
para el tratamiento de los residuos sólidos domiciliarios: el enterramiento
sanitario, con recuperación de terrenos bajos e inundables. Sin embargo,
aún existen puntos de vista controvertidos sobre el rol de dichos bajos en la
regulación de las inundaciones y acerca de los riesgos de los encerramientos
sobre las capas de agua subterránea.

Uno de ellos es el referido a los residuos industriales peligrosos. Existe


consenso en que no pueden ser arrojados en cualquier parte cal como ocurre
aún hoy: se acumulan en los fondos de las plantas industriales o van al
encerramiento sanitario común como los residuos domiciliarios (en forma
clandestina). Pero ¿hay una alternativa técnicamente confiable? Y si la
hubiera, ¿es seguro colocar un depósito de residuos peligrosos encima de
una capa de agua subterránea que la gente usa para beber? Aquí los
expertos argentinos están divididos (quizá según sus intereses), pero la bi-
bliografía internacional sugiere que se trata de una apuesta demasiado
riesgosa. Los vecinos opinaron lo mismo cuando se emendó localizar dicha
planta en el Municipio de Avellaneda. Un juicio obligó a trasladar el proyecto
a Esteban Echeverría, donde el Concejo Deliberante negó la autorización y el
proyecto apuntó a La Matanza. Como en muchas cosas, la opinión
mayoritaria parece ser: “Es una buena idea, pero pónganla lejos de mi
casa".
Los cambios ya indicados en la fase de desarrollo refuerzan la
diferenciación entre la ciudad de Buenos Aires y el conurbano: Buenos Aires
es "una ciudad estancada poblacionalmente y deteriorada en su base
económica productiva”.4Vl El cambio más importante es el de la expulsión
industrial "debida tanto a problemas de contaminación, a la legislación
promocional (y de despromoción de la ciudad), a relocalizaciones originadas
en factores de costo de la tierra o de búsqueda de áreas menos saturadas".

Como consecuencia de ello, el producto industrial de la Capital Federal


disminuye su incidencia en el producto bruto geográfico. De cubrir un 28,3
por ciento en 1970, se reduce a apenas un 23,1 por ciento en 1984. En los
partidos del Gran Buenos Aires, por el contrario, la industria oscila en tomo a
un 60 por ciento de producto bruto, sin mostrar grandes cambios en su
participación. En cambio, la Capital sigue siendo la principal concentradora
de las actividades financieras hacia las que se desplazaron los capitales.

Decir que la Capital Federal se desindustrializa no equivale a decir que se


descontamina. Porque el conjunto de la industria se reduce, pero las fabricas
contaminantes se encuentran en plena expansión. Por ejemplo, si se iguala a
100 el producto industrial de la Capital en 1970, vemos que en 1986 el
conjunto de la industria había bajado a 80, pero las industrias químicas
habían crecido hasta un índice de 175,3, ya que en ese lapso fue el sector
más dinámico a escala nacional, en particular la petroquímica.

No se trata de una excepción ni de un fenómeno inexplicable. En otro


trabajo hemos desarrollado las razones económicas que hacen que las
industrias fuertemente contaminantes sean las de mayor crecimiento en los
países del Tercer Mundo.468 A los fines de este estudio, señalaremos que
numerosas empresas utilizan como factor de localización las normas poco
restrictivas en la protección del medio ambiente que existen en países
subdesarrollados. Por otra parte, la persistencia de la crisis económica actúa
como factor de disuasión a la definición de políticas más rigurosas.

La misma crisis estimula los estudios sobre la situación social de los


sectores más afectados. Se estima que en el Área Metropolitana viven 2,1
millones de personas con necesidades básicas insatisfechas (el 21 por ciento
de la población). Sin embargo, la distribución de esa población refleja lo ya
mencionado sobre la segregación espacial de los sectores de menores
recursos. En efecto, en la Capital Federal el 8 por ciento de la población
tiene necesidades básicas insatisfechas, en tanto que en el conurbano esa
proporción se eleva al 27 por ciento.66’ En toda el Área Metropolitana existen
1,3 millones de personas que no tienen satisfecho un mínimo de re-
querimientos de vivienda.

La contaminación del agua

En esta etapa los niveles de contaminación hídrica alcanzan grados de


mayor criticidad. Hasta la etapa anterior los problemas ambientales habían
sido visualizados como relativamente secundarios. La óptica generalizada
era que en algún momento las autoridades se ocuparían de ellos y los
solucionarían rápidamente.

Dentro de esta perspectiva, un estudio realizado en 1974 sobre el


Riachuelo había sugerido dragar el fondo y arrojar los barros contaminados
al río de la Placa. Se trataba, simplemente, de un problema de costos:
alguien debía estar dispuesto a pagar esta operación.

En la década siguiente las cosas ya no están tan claras: arrojar barros


contaminados al río de la Plata, con una concentración de metales pesados
apenas inferior a la del Rin, podría provocar un conflicto con Uruguay.
Además, cambiando la contaminación de lugar podía no lograrse los
objetivos deseados: sujeto a la fuerza de las mareas, el río de la Plata se
estanca cada seis horas, deteniendo el arrastre de lo que se haya arrojado
en él.

El tema de] barro del fondo del Riachuelo significó un punto crítico en el
debate técnico sobre los problemas ambientales. Al menos desde el punco
de vista teórico, era posible controlar los vertidos industriales y cloacales
que contaminaban el agua, en caso de que se dispusiera del poder y de los
recursos necesarios para hacerlo. Pero en el caso del barro de fondo, la res-
puesta no llegaba ni siquiera a ser teórica: nadie sabía muy bien qué hacer
con él. La solución completa de la contaminación del Riachuelo parecía ser
imposible. Se había llegado a un punco de no retorno.

A comienzos de esta etapa se implementa un régimen de impuesto a la


contaminación, llamado de cuotas de resarcimiento por contaminación, cuyo
cobro se encomienda a Obras Sanitarias de la Nación indicándose que los
fondos recaudados se destinarán a planeas de tratamiento de aguas
contaminadas.

La idea originaría era internalizar las externalidades provocadas por la


contaminación. Es decir, que las empresas contaminantes absorbieran el
costo que la polución representaba para el conjunto de la sociedad. Se
manifestó que las cuotas serían rápidamente crecientes, hasta alcanzar
niveles prohibitivos que obligarían a la construcción de plantas de
tratamiento de efluentes. La medida afectaría a “aquellos establecimientos
industriales que, por carecer de instalaciones depuradoras de líquidos
residuales o por poseerlas en grado insuficiente, produzcan un efluente fuera
de las condiciones exigidas por la reglamentación vigente”.

Las cuotas nunca llegaron a actualizarse lo suficiente por lo cual la mayor


parte de las empresas prefirió pagarlas antes que realizar alguna forma de
tratamiento de sus efluentes. Un estudio llevado a cabo sobre las industrias
radicadas sobre el arroyo Morón, uno de los más contaminados, indica que
sobre 1.246 industrias analizadas, solamente 70 (el 5,6 por ciento del total)
habían cumplido sus declaraciones juradas sobre contaminación. Esta
proporción llegaba al 50 por ciento entre las de mayor empleo.

Si se tomaban los 112 mayores contaminantes, sólo 13 tenían tratamiento


primario y 6 tratamiento secundario de sus aguas residuales.671 Las cuotas
pagadas llegaron a ser tan bajas, que nunca Obras Sanitarias pudo cumplir
el objetivo de construir con ellas las anunciadas plantas de depuración.

En 1989 un decreto reemplazó las cuotas de resarcimiento por una tasa o


canon pan control de contaminación más un sistema de multas para los
contaminadores mayores cuando no efectúen control en la planta industrial.
Al cabo de diez meses el organismo de control está facultado a clausurar el
desagüe. Se establecen topes de contaminación determinados por la
concentración y el volumen de cada contaminante, pero se calculan en
forma independiente de la capacidad de recepción de la cuenca hídrica que
lo recibe. Inicialmente esos topes son muy elevados y afectarán sólo a los
grandes contaminadores para no superar la capacidad de gestión del
organismo de control, pero se requerirán nuevos decretos bienales para
sucesivos reajustes. Si bien presenta una serie de mejoras técnicas con
respecto a la ley anterior, su aplicabilidad está aún por comprobarse: los
grandes contaminadores se movilizaron para demorar un año la aprobación
de la reglamentación que posibilitara la aplicación del ya aprobado decreto.
En el ínterin, siguieron contaminando gratis.675

En esta etapa se reconocen niveles de contaminación apreciables sobre


todos los cursos de agua del Área Metropolitana de Dueños Aires, incluso el
río de la Plata, sobre cuyas costas ya pesaba la prohibición de bañarse. La
mayor preocupación se refiere a la presunción acerca de la presencia de
metales pesados en el agua, por su posible afectación a la salud pública. Sin
embargo, tratándose de un río rico en sedimentos en suspensión, una
cantidad considerable de iones queda inmovilizada en esos sedimentos, en
tanto la fase líquida registra bajas concentraciones, lo que facilita su
potabilización por decantación. Por otra parte, el elevado poder de dilución
del río determina que las concentraciones de plomo (4-6 microgramos/litro)
no aparezcan en niveles peligrosos y que su presencia, aún escasa, pueda
ser atribuida mayoritariamente a lluvias que lavan la contaminación
atmosférica causada por automotores (hasta 40 microgramos/litro). Bajas
concentraciones de cadmio, zinc, cobre y manganeso son también
características frente a la metrópoli, si bien se solubilizan y pasan a la fase
líquida cerca de la desembocadura por efecto de la mayor salinidad. Así, los
contaminantes de Dueños Aires afectan a la capital uruguaya y a sus playas
estuáricas: el plomo alcanza allí 109 microgramos/litro (tolerable = 6
microgramos/litro).

Aunque la calidad del agua para consumo humano en la Capital no


aparezca comprometida aún, mecanismos vigentes en el largo plazo pueden
afectar a los seres vivos del agua que contribuyen activamente a los
procesos de depuración por descomposición de materia orgánica. En efecto,
la carta orgánica aportada por los numerosos afluentes es naturalmente
elevada, por lo que predominan los peces detritívoros y los carnívoros; los
primeros suelen alimentarse de restos presentes en sedimentos y barros de
fondo, y muchos realizan migraciones reproductivas hacia los pequeños
afluentes. Como vimos, los sedimentos concentran la contaminación y los
pequeños afluentes metropolitanos son universalmente utilizados como
cloacas, restringiendo los hábitats bióticos. De esta forma se reduce la
vigencia de los mecanismos naturales de autodepuración en áreas muy
próximas a las tomas de agua para suministro.6”

Con respecto a la contaminación orgánica del río de la Plata, recientes


estudios comprobaron que los vertidos cloacales aguas arriba de Buenos
Aires contribuyen relativamente poco a la contaminación de la cosca aguas
abajo y que las principales fuentes de contaminación son:
* La gran cloaca que desagua en Berazategui.

* Los vuelcos del Riachuelo, que en el puerto de La Boca están formados


en un 50 por cierno por líquidos cloacales crudos.

* Las aguas de los arroyos Sarandí y Santo Domingo, y

* La destilería de Sarandí.

Los líquidos cloacales que se evacúan en Berazategui tienen 138,6


miligramos/litro de cloro en cloruros; los del puerto de La Boca, 86
miligramos/litro, y aguas no contaminadas, cinco kilómetros río adentro, 19
miligramos/litro. Modernamente se aplica el dosaje de cloro porque es
directamente proporcional a la contaminación con bacterias fecales y su
determinación es más sencilla.

La contaminación es máxima a lo largo de la cosca entre Buenos Aires y


Punta Lara. Sería, por lo tanto, aconsejable alejar aguas adentro la toma de
agua que está frente a Bernal, ya que se encuentra ubicada en medio del
flujo contaminado.6n

El sentido predominante del flujo es como en todo río, hacia el mar, pero
es frecuente que las marcas lo detengan unos 30-40 minutos. En esos
períodos, una masa de agua contaminada, que fluye hacia el mar como una
gran mancha alargada, se aplasta y se dispersa transversalmente,
aumentando los riesgos de que sea captada por una toma de agua para el
abastecimiento de la población.

La ausencia de regulaciones para el uso del agua subterránea ha llevado a


su agotamiento y contaminación. En muchas áreas el carácter de ciudad
extendida fue posible gracias a la amplia disponibilidad de agua subterránea,
que permitió el asentamiento a grandes distancias de la Capital. La falca de
recarga de los acuíferos por impermeabilización del terreno y la alta presión
de demanda condujeron en muchas áreas a su agotamiento y
contaminación. Ambos fenómenos están ligados, ya que la sobreexplotación
de una capa subterránea puede provocar el ingreso de agua contaminada
desde un arroyo o su salinización a partir del contacto con capas salinas, a
las que la presión anterior del acuífero mantenía separadas.

Al mismo tiempo, las filtraciones de los pozos negros provocaron la


contaminación de napas con nitratos. Este contaminante migra a la misma
velocidad que el agua, la que a su vez se ve aumentada por la
sobreexplotación. Se han detectado niveles elevados de nitratos en amplias
zonas de los partidos de San Martín, Tres de Febrero, Esteban Echeverría,
Lomas de Zamora, General Sarmiento, Merlo, Moreno y Morón.67’ En casos
puntuales llega a superar los 45 miligramos/litro, cifra aconsejada en las
normas internacionales como límite para el consumo humano. En algunas
perforaciones se detectaron hasta 170 mg/litro.

Un riesgo adicional es que una pequeña fracción de los nitratos se


transforma naturalmente en nitritos, tóxicos en menores de dos años al
bloquear el transporte de oxígeno sanguíneo.

Diversas formas de contaminación y de agotamiento por sobreexplotación


obligaron al tendido de costosos acueductos para proveer de agua potable a
las localidades más afectadas, pero a pesar de esos esfuerzos los servicios
de suministro siguen a la zaga de las necesidades. El panorama se agrava
por la obsolescencia de las viejas tuberías de conducción de agua potable,
que registran pérdidas de hasta el 50 por ciento del fluido. Serían necesarias
cuantiosas inversiones para renovar las instalaciones, pero en este momento
el futuro accionar de la principal empresa prestataria se encuentra sumido
en la indefinición.
El estado del aire

A comienzos de esta etapa se producen cambios significativos en la


situación atmosférica del Área Metropolitana, por la eliminación de los
incineradores individuales de residuos. Se reducen sustancialmente los
niveles de hollín atmosférico y Buenos Aires comienza a aparecer en las
imágenes de los satélites Landsat, en las que anteriormente quedaba
cubierta por una espesa nube de humo y hollín.

Con respecto al smog, esa mezcla de humo y niebla a la que se añade el


ozono, los técnicos insisten a menudo en las diferencias entre Buenos Aires y
otras ciudades encajonadas en valles como Los Ángeles, Caracas, Santiago
de Chile, en las que se producen fenómenos de inversión térmica que
impiden la difusión de los contaminantes. Por estar Buenos Aires en una
llanura abierta, los gases se dispersarían rápidamente y el fenómeno
pareciera no existir.

Sin embargo, ya en 1971 se mencionaba el smog fotoquímico (smog


empeorado por acción de la luz solar) sobre Buenos Aires*80 y, por otra
parte, la experiencia diaria indica que las calles de Buenos Aires se
comportan como valles, en los cuales se producen los conocidos fenómenos
de acumulación de gases que caracterizan a otras ciudades. En particular,
los niveles de plomo originados en los aditivos de las naftas (tetraetilo de
plomo) alcanzan niveles sumamente elevados.681

Asimismo, la contaminación del aire de origen industrial provocó la


movilización de vecinos y entidades de interés local, que en algunos casos
lograron el cierre de fábricas contaminantes. Esto generó un fenómeno
característico de esta etapa, que es la aparición en el Gran Buenos Aires de
fabricas migrantes, que van de uno a otro municipio en busca de normas
permisivas sobre contaminación.
En algunos casos (Berazategui, Parque Industrial Lanús, etc.) se registra
un significativo porcentaje de vecinos afectados. Los daños más frecuentes
son lesiones pulmonares provocadas por el polvillo industrial y alteraciones
metabólicas (y a menudo, de aprendizaje) por enfermedades bronquiales,
destrucción de jardines, muerte de animales domésticos.

Fenómenos similares ocurren en torno de depósitos de sustancias


químicas tóxicas que se encuentran en zonas residenciales, a las que afectan
las emanaciones de las sustancias que allí se manipulan.

Un caso particular es el del puerto de combustibles del Dock Sud, en el


cual se acumulan 700 tanques de un total de 1,5 millones de metros cúbicos
de sustancias tóxicas y potencialmente explosivas. Además coexisten con
silos con capacidad para 16.000 toneladas de cereales, los que en caso de
incendio podrían estallar. Reiteradas pérdidas de gases afectan a los
vecinos.

El 28 de junio de 1984 se produjo el incendio del petrolero “Perito Moreno”


en el canal interno del Dock, que pudo haber ocasionado una catástrofe.
Sólo un oportuno cambio de viento evitó el incendio de los tanques
mencionados y su posterior estallido en cadena. No era la primen vez: basta
visitar el Museo Quinquela Martín en La Boca, donde el artista pintó varios
incendios de barcos en el lugar, en décadas pasadas.

Existe conciencia en profesionales y autoridades sobre los riesgos que


entraña esa instalación en la vecindad de áreas densamente pobladas. Sin
embargo, como las inversiones realizadas son de una enorme magnitud,
condicionan cualquier decisión al respecto.
LOS PROCESOS DE MODERNIZACIÓN AGRARIA

Cambios en los agrosistemas pampeanos

Luego de un largo período de lenta evolución de la productividad


agropecuaria, ésta se incrementó rápidamente en la década del 70 por la
introducción de la soja y la expansión del girasol. Los ciclos vitales de
ambos pueden cumplirse en el verano, luego de cosechado el trigo, lo que
permite obtener dos cosechas por año: trigo y soja, o trigo y girasol.

La soja era conocida en la Argentina desde 1867, pero su promoción pasó


por sucesivos fracasos, hasta que las multinacionales de producción y
comercialización de granos que operan en el país promocionaron el cultivo
para incorporarlo a un mercado internacional ya liderado por Estados Unidos
y la Comunidad Europea. Al efecto importaron su tecnología en bloque:
germoplasma, es decir, semilla seleccionada; inóculos específicos, dado que
la soja es una leguminosa que actúa en simbiosis con bacterias fijadoras de
nitrógeno que infectan las raíces; insecticidas, para las numerosas plagas
que atacan este cultivo, y herbicidas. Su expansión fue rápida gracias a una
combinación de alta demanda externa, buenos precios, una coyuntura
climática favorable en todo el país, elevada rusticidad y a que requiere
escasos cambios tecnológicos en relación con los prevalecientes en los
cultivos tradicionales. En Santa Fe, la provincia que incorporó la soja en
forma más generalizada, la producción se multiplicó trece veces entre 1976
y 1986.

La alta rentabilidad de la soja, por una parce, y la reducción de la


demanda externa de carne bovina por autoabastecimiento del Mercado
Común Europeo, por otra, hicieron el milagro de conseguir que las grandes
explotaciones abandonaran la ganadería extensiva sobre pasturas naturales
o cultivadas y comenzaran a hacer cultivos anuales, aplicando sistemas de
intensificación del uso del suelo.
El agente social que lo posibilitó fueron los contratistas de maquinaría
agrícola, buenos conocedores de la tecnología de producción, a quienes se
les puede encargar codo el proceso productivo; el propietario se limita a
recibir un porcentaje en concepto de renta agraria que, hasta el momento,
ha resultado sumamente atractivo. Por ejemplo, el departamento Belgrano
en la provincia de Santa Fe era tradicionalmente mixto, combinando
agricultura con ganadería de engorde; pasó del 49,33 por ciento de
superficie agrícola en 1970 al 70,29 por ciento en 1985. La tecnología, sobre
todo el tamaño y la potencia de la maquinaria agrícola, fue incrementándose
y adaptándose al cultivo de superficies cada vez mayores, y terminó por ser
antieconómica para el pequeño productor tradicional. El cambio apuntaló un
marcado proceso de concentración: la superficie media de las explotaciones
se incrementó en un 18 por ciento entre 1973 y I988.4*6 Sin embargo,
aunque la cantidad de pequeños agricultores pampeanos se redujo, no
necesariamente se deshicieron de su predio sino que también lo suelen
hacer trabajar por un contratista; la actividad como pequeños productores
puede considerarse terminada, ahora son pequeños rentistas urbanos
empleados en servicios y en el comercio.

Lo que nos interesa ahora es analizar qué cambios ecológicos se


produjeron por la introducción de la soja, que pasó rápidamente a ocupar
entre uno y dos tercios de la superficie sembrada con cultivos anuales en la
región pampeana.

En el área mixta de Santa Fe antes mencionada el 95 por ciento de los


productores redujeron la superficie destinada a ganadería y el 22 por cierno,
generalmente pequeños y medianos productores, se deshizo totalmente de
sus vacas por razones de menor rentabilidad. Quebraron así antiguos ciclos
de rotaciones que aseguraban la recuperación de suelos agotados por
cultivos repetidos. Sólo las explotaciones grandes pudieron darse el lujo de
conservar animales, y por lo menos la mitad lo hizo con el fin específico de
hacer descansar los suelos de los expoliantes cultivos anuales: si los iban a
hacer pasar por ciclos de praderas artificiales, mejor tener quién las
aprovechara. Hubo productores que quisieron conservar ganado y no
pudieron: vivían en el pueblo y tenían que pagar un cuidador para que no les
robaran los animales; el abigeato es tan común que ha tomado estado
público. Cuando hacían las cuentas, decidían dedicarse sólo a agricultura.

Las explotaciones pequeñas del sur de Santa Fe fueron tradicionalmente


chacareras. La combinación de cultivos más rentable durante dos décadas
fue para ellas la alternancia de trigo/soja practicada en forma equivalente a
un monocultivo, doblemente expoliantes, en suelos ya sobreexplotados de
antaño.

La introducción de la soja desmejoró la calidad del suelo a través de


varios mecanismos. El más obvio es que el doble cultivo implica más
laboreo. Se llegaron a registrar hasta 28 labores por año, que repiten
pasadas de maquinaria pesada que pulveriza el suelo y compacta el
subsuelo.689 El problema con la pulverización del suelo es que se desintegra
con el golpe de las gotas de lluvia y tiende a formar un pavimento sobre el
que resbala el agua cuando hay pendiente. Por una parte, el agua que no se
absorbe le faltará después al cultivo. Por otra parte, se acumula en los bajos
y los desmejora para usos ganaderos. Si no hay pendiente, forma charcos en
superficie y no se puede entrar con la maquinaria. Peor aún, si la pendiente
es fuerte, acentúa procesos de erosión natural como en la llamada Pampa
Ondulada. La erosión, como dijimos, es un deterioro irreversible. Por otra
parte, la maquinaria pesada que penetra siempre a la misma profundidad
compacta el suelo a los 18-20 centímetros, de forma que también eso
dificulta el pasaje de agua y de raíces de cultivos.

Así como hay quien laborea 28 veces, también hay quien considera que
con cinco veces obtiene igual o mejor resultado, con tecnologías de labranza
mínima o de labranza cero, mucho menos agresivas para el suelo. El costo
de los combustibles para los tractores está haciendo volcarse a muchos
agricultores a la labranza mínima, más para bajar los gastos que por una
cabal comprensión de que la excesiva remoción arruina el suelo. Lo que
ocurre debajo de la superficie está a veces mal percibido y los productores
no reciben entrenamiento especial que les facilite la observación.

Un buen contenido de materia orgánica podría agrumar el suelo y evitar


en algo la pulverización, pero justamente la soja aporta poca materia
orgánica porque tiene menos follaje que los demás cultivos. Técnicos del sur
de Santa Fe, donde la soja resultó ganadora en la puja de los cultivos
estivales por el uso del suelo, aclaran que “el retomo parcial al cultivo de
maíz tiene como finalidad lograr en esos lotes mayores rendimientos sojeros
en las próximas campañas. De esta forma, a pesar de que los resultados
económicos del maíz siguen siendo poco atractivos, su siembra persigue
devolver al suelo estructura y fertilidad a través del importante volumen de
rastrojos que aporta. Todos los cultivos que participan en la rotación agrícola
de los campos de la región están en función de la soja, ya que el maíz tiene
como objetivo la mejora del suelo que permita en la cosecha siguiente
obtener una mayor productividad de la soja, y el trigo se siembra como un
recurso financiero que permite contaren diciembre con ingresos para encarar
las siembras de soja de segunda y aportar a los gastos de los cultivos de
soja de primera” (es la que no rota con trigo).690 En la campaña 88-89 se
estimó que cerca del 25 por ciento de la superficie agrícola se dedicó al
doble cultivo, y el 50 por ciento a soja de primera.

Los productores son conscientes de la necesidad de proteger el suelo y


recurren a diversas estrategias combinadas: rotaciones con ganadería, que
parecen ser las únicas realmente efectivas; rotaciones de cultivos;
disminución de la cantidad de labores; uso de implementos y de formas de
labranza poco agresivas para el suelo; un solo cultivo anual. Menos paliable
es el efecto de la gran maquinaria pesada, para la cual no hay en el país
alternativas de mecanización. La combinación de estrategias que se apliquen
depende sobre todo del tamaño de la explotación: por ejemplo, es muy
difícil que un productor chico pueda dejar descansar el suelo de parte de su
explotación con pasturas que le dan escasa ganancia y el 22 por ciento,
generalmente pequeños y medianos productores, se deshizo totalmente de
sus vacas por razones de menor rentabilidad. Quebraron así antiguos ciclos
de rotaciones que aseguraban la recuperación de suelos agotados por
cultivos repetidos. Sólo las explotaciones grandes pudieron darse el lujo de
conservar animales, y por lo menos la mitad lo hizo con el fin específico de
hacer descansar los suelos de los expoliantes cultivos anuales: si los iban a
hacer pasar por ciclos de praderas artificiales, mejor tener quién las
aprovechara. Hubo productores que quisieron conservar ganado y no
pudieron: vivían en el pueblo y tenían que pagar un cuidador para que no les
robaran los animales; el abigeato es un común que ha tomado estado
público.688 Cuando hacían las cuentas, decidían dedicarse sólo a agricultura.

Las explotaciones pequeñas del sur de Santa Fe fueron tradicionalmente


chacareras. La combinación de cultivos más rentable durante dos décadas
fue para ellas la alternancia de trigo/soja practicada en forma equivalente a
un monocultivo, doblemente expoliantes, en suelos ya sobreexplotados de
antaño.

La introducción de la soja desmejoró la calidad del suelo a través de


varios mecanismos. El más obvio es que el doble cultivo implica más
laboreo. Se llegaron a registrar hasta 26 labores por año, que repiten
pasadas de maquinaria pesada que pulveriza el suelo y compacta el
subsuelo. El problema con la pulveri2ación del suelo es que se desintegra
con el golpe de las gotas de lluvia y tiende a formar un pavimento sobre el
que resbala el agua cuando hay pendiente. Por una parte, el agua que no se
absorbe le faltará después al cultivo. Por otra parte, se acumula en los bajos
y los desmejora para usos ganaderos. Si no hay pendiente, forma charcos en
superficie y no se puede entrar con la maquinaria. Peor aún, si la pendiente
es fuerte, acentúa procesos de erosión natural como en la llamada Pampa
Ondulada. La erosión, como dijimos, es un deterioro irreversible. Por otra
parte, la maquinaria pesada que penetra siempre a la misma profundidad
compacta el suelo a los 18-20 centímetros, de forma que también eso
dificulta el pasaje de agua y de raíces de cultivos.

Así como hay quien laborea 28 veces, también hay quien considera que
con cinco veces obtiene igual o mejor resultado, con tecnologías de labranza
mínima o de labranza cero, mucho menos agresivas para el suelo. El cosco
de los combustibles para los tractores está haciendo volcarse a muchos
agricultores a la labranza mínima, más pan bajar los gastos que por una
cabal comprensión de que la excesiva remoción arruina el suelo. Lo que
ocurre debajo de la superficie está a veces mal percibido y los productores
no reciben entrenamiento especial que les facilite la observación.

Un buen contenido de materia orgánica podría agrumar el suelo y evitar


en algo la pulverización, pero justamente la soja aporta poca materia
orgánica porque tiene menos follaje que los demás cultivos. Técnicos del sur
de Santa Fe, donde la soja resultó ganadora en la puja de los cultivos
estivales por el uso del suelo, aclaran que “el retorno parcial al cultivo de
maíz tiene como finalidad lograr en esos lotes mayores rendimientos sojeros
en las próximas campañas. De esta forma, a pesar de que los resultados
económicos del maíz siguen siendo poco atractivos, su siembra persigue
devolver al suelo estructura y fertilidad a través del importante volumen de
rastrojos que aporta. Todos los cultivos que participan en la rotación agrícola
de los campos de la región están en función de la soja, ya que el maíz tiene
como objetivo la mejora del suelo que permita en la cosecha siguiente
obtener una mayor productividad de la soja, y el trigo se siembra como un
recurso financiero que permite contar en diciembre con ingresos para en-
carar las siembras de soja de segunda y aportar a los gastos de los cultivos
de soja de primera” (es la que no rota con trigo).*’0 En la campaña 88-89 se
estimó que cerca del 25 por ciento de la superficie agrícola se dedicó al
doble cultivo, y el 50 por ciento a soja de primera.

Los productores son conscientes de la necesidad de proteger el suelo y


recurren a diversas estrategias combinadas: rotaciones con ganadería, que
parecen ser las únicas realmente efectivas; rotaciones de cultivos;
disminución de la cantidad de labores; uso de implementos y de formas de
labranza poco agresivas para el suelo; un solo cultivo anual. Menos paliable
es el efecto de la gran maquinaria pesada, para la cual no hay en el país
alternativas de mecanización. La combinación de estrategias que se apliquen
depende sobre todo del tamaño de la explotación: por ejemplo, es muy
difícil que un productor chico pueda dejar descansar el suelo de parte de su
explotación con pasturas que le dan escasa ganancia.

Por el contrario, tiene tendencia a dedicarse sólo al doble cultivo, que es


su alternativa más rentable en el corto plazo. Los grandes prefieren hacer un
solo cultivo por año y destinar a otro tipo de inversiones el dinero que les
hubiera costado hacer el segundo.

En la mayoría de los casos, las prácticas conservativas —salvo las


rotaciones prolongadas con pasturas— fueron consideradas insuficientes a
juzgar por el estado de los suelos. Muy a menudo, las medidas conservativas
y sus costos son tratados como externalidades, es decir, como costos
adicionales optativos, porque el cortoplacismo que invadió la economía ha
hecho olvidar que los suelos necesitan plazos más largos para
recomponerse. Es un típico ejemplo del antagonismo entre los plazos
económicos y los plazos ecológicos, estos últimos casi siempre mucho más
largos si lo deseable es preservar equilibrios favorables a las actividades
productivas para un uso sostenido.
La soja es una leguminosa simbiótica con bacterias fijadoras de nitrógeno
que también fueron objeto de cuidadosa investigación y ajuste. La
promoción inicial de la soja insistía en que ésta abonaría el suelo con 60-100
kilos de nitrógeno por hectárea.691 En realidad, el nitrógeno que deja alcanza
apenas para el cultivo siguiente (generalmente trigo, que es poco exigente),
pero al menos no lo empobrece como los cereales.

El cultivo de una leguminosa de hoja ancha permite aprovechar suelos


muy infestados con gramon y sorgo de Alepo, donde ya no era conveniente
sembrar maíz o sorgo comercial, que tienen igual ciclo biológico que dichas
malezas. Esta combinación permite la aplicación de herbicidas para malezas
de hoja angosta (gramíneas), dándose una situación inversa a la producida
con el 2,4-D y que se describió en el período anterior.

Ventajas y riesgos de los agroquímicos

El uso de agroquímicos es ya generalizado y se ha extendido a plagas con


las que antes se convivía sin mayores problemas. Es que han resultado muy
efectivos en el control de plagas y malezas responsables de pérdidas
cuantiosas.

Se ha adoptado la canasta de herbicidas generalmente utilizada en todo el


mundo pan cultivos comerciales, y algunos más que ya han comenzado a ser
retirados de circulación en sus países de origen por sospechas de ser
cancerígenos, como el haloxyfop-metil. Las estaciones experimentales de
organismos nacionales y provinciales han pasado a ser banco de pruebas
para nuevas fórmulas desarrolladas en países centrales, que llegan al
nuestro con someros tests de toxicidad sobre uno o dos organismos. Tal el
caso del herbicida sistèmico Imazaquin, sobre el que se hicieron aquí am-
plios estudios acerca de su modo de acción y su ecotoxicidad, con resultados
favorables. ¿Y si no hubiera sido así? ¿Por qué permitir el ensayo de
productos casi desconocidos, poniendo la infraestructura y los recursos
humanos del país para la investigación al servicio de los fabricantes, sin
pedir ames resultados completos de ensayos similares en los países de
origen?

En cuanto a los insecticidas, ha habido un positivo vuelco hacia los


piretroides, menos tóxicos pero mucho más caros que los tradicionales
organoclorados. No obstante, siguen siendo muy frecuentes los
organofosforados (monocrotofos) ya descartados en Europa a través de
prohibiciones de residuos en alimentos por interferir con los procesos
reproductivos e inhibir la formación de colinesterasa.

A pesar de eso se sabe que en épocas de fuertes ataques de plagas los


productores vuelven al parathión, un organofosforado de alta toxicidad
ambiental pero efectivo y barato. Sin embargo, nuestro país fijó
tempranamente límites máximos de contenido en alimentos, a instancias de
los países importadores que también restringen su liberación a ecosistemas.

En la encuesta ya citada se halló que el 9 por ciento de los productores


sufrieron algún tipo de intoxicación, pero sólo el 4 por ciento toma alguna
medida para evitarla. Además, el 7 por ciento encarga la aplicación a
personal especializado por miedo a la intoxicación.

Los marbetes de los envases indican, con tipos muy pequeños, cómo
descartarlos, y listan diversas precauciones, raramente tenidas en cuenta. A
pesar de ser una tecnología can generalizada, los productores la manejan
poco, conocen mal nombres, modo de acción, dosis, y delegan coda decisión
en vendedores y aplicadores, salvo la selección de costos.

El consejo generalizado sobre el descarte que brindan los organismos


oficiales es enterrar o quemar; pero en algunos casos el calor puede
producir transformaciones muy contaminantes del aire. Un caso extremo es
el del 2,4.5-triclorofenoxiacético, un herbicida para malezas leñosas que
despedía nubes de dioxina, uno de los tóxicos más poderosos que se
conocen, al ser quemado. Fue ampliamente utilizado en áreas forestales
nacionales hasta que un juicio en el que participó uno de los autores de este
libro lo sacó de circulación.692

La provincia de Santa Fe desarrolló regulaciones prohibiendo circular con


maquinaria de aplicación y almacenar estos productos en áreas urbanas,
normativa que no se cumple. También hay galpones llenos de envases
vacíos con los que los vendedores de agroquímicos no saben qué hacer,
pues los fabricantes no los aceptan de vuelta y no hay depósitos de residuos
peligrosos donde ubicarlos. A veces terminan en un basural público a cielo
abierto y aun en zanjas de bordes de caminos. Estos depósitos o
repositorios, muy difundidos en los países industrializados, ofrecen
almacenamiento en condiciones de relativa seguridad para los productos
tóxicos, contaminantes peligrosos que se quiera aislar del ambiente.

En cuanto al destino de los envases vacíos con restos de productos


concentrados, generalmente los reutilizaban para otra cosa o los dejaban
tirados, con grave riesgo para niños, animales domésticos y fauna silvestre.
En el pasado hubo muchos accidentes con organoclorados y fosforados, de
donde los productores quedaron con la idea de que los insecticidas son
peligrosos pero los herbicidas son inocuos, hasta que la experiencia les
demuestra lo contrario. Son frecuentes alergias, irritación de las vías
respiratorias, lesiones dérmicas y aun trastornos crónicos en el largo plazo.
Pero cuando son síntomas inespecíficos, su causa suele pasar inadvertida.

Vendedores y aplicadores disponen de amplia información sobre las


aptitudes de los productos, pero no reciben información sistemática sobre
los riesgos para el hombre y los ecosistemas. A pesar de que han tenido
cursos especiales sobre precauciones en la manipulación, no necesariamente
las cumplen si ellas retrasan los ritmos de aplicación. La actualización de esa
información les llega normalmente a través de los medios periodísticos. Pero
diarios y revistas tratan de no criticar a las fábricas de agroquímicos, que
son fuerces avisadores. Por eso generalmente publican menos de lo que
saben sobre dichos riesgos.

El actual manejo tecnológico centrado en el control químico de malezas y


plagas relegó a roles secundarios otras formas de manejo menos agresivas
para el conjunto de la biota, el 95 por ciento de b cual es neutra y aun
beneficiosa en canto colabora en el control de plagas y malezas. Una
práctica agraria que integrase formas de control químico, mecánico,
genérico, de manejos del suelo y del cultivo preservaría la diversidad del
agrosistema y protegería los mecanismos naturales de autocontrol. Sin
embargo, ese control integrado es más dificultoso y requiere una gran
dedicación, improbable en momentos en que ya los agricultores no viven en
la explotación.

Por leve que sea la acción de los agroquímicos —la que generalmente no
se investiga a fondo—, ninguno es inocuo, y menos a las concentraciones en
que se expenden. Por eso la manipulación adecuada de los productos y el
descarte de los envases usados deberían recibir atención prioritaria en lo que
atañe a los riesgos para la población humana. Los impactos sobre los
ecosistemas son más dificiles de precisar y generalmente no se estudian. Los
estándares de eco toxicidad se obtienen mediante tests de laboratorio sobre
efectos en roedores, aves, peces, conejos, microorganismos del suelo, etc.
Si el producto no tiene efectos serios e inmediatos, se lo considera inocuo.
Los ensayos a campo son mucho más complicados, pero cuando se llevan a
cabo —por ejemplo, sobre el antiguo

2,4-D que ya se mencionó y que se considera de toxicidad mínima—


revelan la aparición de muy profundos desequilibrios en poblaciones
vegetales y animales. Inhibe algunas formas de crecimiento, anula alimentos
en forma diferencial y desarrolla explosivamente ciertos grupos biológicos.
Por eso es necesario extremar precauciones antes de admitir la entrada al
país de nuevos productos.

Lo descrito desvirtúa en parre la imagen de ambiente “campestre” sano y


natural que tenemos en la ciudad. Problemas sanitarios hay, sólo que
distintos de los urbanos.

En síntesis, la región pampeana logró exitosamente adaptar su producción


a la demanda externa en forma que, hasta ahora, ha resultado favorable a
los intereses de productores y exportadores. Se adoptaron modelos
tecnológicos internacionales que, si bien aseguran una rentabilidad
inmediata, involucran prácticas agresivas para los suelos, aumento de la
artificialización en el uso de los ecosistemas, restricción creciente a unas
pocas prácticas y formas de manejo y a escasos cultivos, maquinaria cada
vez más confortable, pesada y veloz pero más agresiva, y una
especialización en agricultura que elimina las tan necesarias rotaciones con
pasturas. Estos modelos no sólo son económicamente caros, lo que dificulta
su estabilidad, sino también onerosos en términos de degradación de
ecosistemas que desde hace más de un siglo constituyen la base económica
más permanente del país/**

El modelo se trasplanta

Este modelo pampeano ha resultado económicamente tan exitoso en el


corto plazo, que han intentado aplicarlo en ecosistemas mucho más frágiles
del Noroeste y de Formosa. En la década del 70 hubo una favorable
coyuntura de demanda y de precios internacionales para cereales,
oleaginosas y legumbres. Además, en el Noroeste argentino se produjo una
oscilación o pulsación climática que aumentó el caudal de lluvias en un 20
por ciento y amortiguó extremos típicos de climas semiáridos.49’ Durante ese
lapso, que va durando unos veinte años, la región pasó a tener un clima
subhúmedo que, por la distribución de las lluvias estivales, favoreció el
cultivo de soja y de diversas variedades de poroto, garbanzo y lenteja.

A fin de aprovechar ese conjunto de coyunturas se eliminó el bosque


natural ya muy explotado, de bajo valor y degradado por el sobrepastoreo
que cubría el noroeste tucumano, el este salteño y el oeste de Santiago del
Estero. Para ello se efectuó el desmonte con tractores de alta potencia, palas
mecánicas y cadenas. El proceso comenzó en las dos primeras provincias y a
mediados de la década del 70 se extendió a Santiago del Estero. En el
noroeste de esta provincia se deforestaron 24.000 hectáreas por año entre
1976 y 1986. Esta forma de desmonte arranca profundos raigones y es
demasiado agresiva para esos suelos finos y pulverulentos. El ramaje
sobrante se apila y quema, dejando sólo delgadas bandas de] monte original
como cortinas rompevientos, bastante ineficaces ya que las parcelas suelen
alcanzar cientos de hectáreas. Las autoridades provinciales fijaron algunas
regulaciones —como la solicitud de permisos de desmonte, conservación de
sectores de bosques protectores, protección de pendientes erosionables—,
pero nadie controla si se cumplen.

Estos suelos rápidamente pulverizabas por el laboreo empezaron a perder


la materia orgánica que hubiera podido mantenerlos mejor estructurados:
bajo cultivo se produjeron pérdidas de más del 5 por ciento anual durante
los primeros diez años, pérdida calificable de "grave” según estándares de
FA0.6W Cultivos de más de diez años de antigüedad habían reducido a la
mitad el porcentaje de materia orgánica, y correlativamente disminuyó la
estabilidad de la estructura del suelo superficial.

Al empeorar la estructura, el suelo deja de comportarse como una esponja


al recibir la lluvia y ésta tiene dificultades de infiltración. En condiciones
experimentales penetra a un cuarto de la velocidad a la que impregna bajo
el monte original. La consecuencia es que el suelo acumula poca agua para
los cultivos; al quedar ésta sólo en la capa superficial se evapora
rápidamente y el exceso forma correderas y surcos de erosión durante las
lluvias torrenciales, donde arrastra además semillas del cultivo y dispersa
malezas. Ya se observan profundas cárcavas en la proximidad de los arroyos
principales y surcos menores, aun con pendientes suaves.

Durante la estación fría y seca, el suelo está reseco y descubierto; pero es


el período de más viento y se ven voladuras de suelo fino que tapan la luz
del sol, si se ara al preparar los suelos para la siembra. Esa erosión eólica es
una pérdida irreversible de la fracción más fértil de suelo agrícola.

No sólo se adoptó el modelo de cultivo pampeano, sino que se usan las


mismas máquinas y las mismas empresas contratistas, que llegan desde
Santa Fe a hacer las labores. Si los suelos pampeanos, con mejor estructura
y más materia orgánica, están sufriendo los efectos de la agricultura
permanente llevada a sus extremos, es evidente que el efecto de esas
prácticas será mucho más acentuado sobre suelos más frágiles.

Al principio todo anduvo bien: a muchos les bastaron de tres a cinco años
para amortizar la compra de tierra y el costoso desmonte, y el resto fue todo
ganancia. En el caso del poroto, a principios de la década del 80 la ganancia
media osciló entre 35 y 100 dólares por hectárea según la variedad.

Aun con fuertes pérdidas de materia orgánica, la buena distribución de las


lluvias y su caudal todavía alto permitió el buen desarrollo de los cultivos.
Esto contribuyó a dominar a las malezas. Pero hacia fines de la década del
80 se habían difundido tanto que, ante cualquier eventualidad climática o de
manejo desfavorable, tomaban la delantera. Es un problema común en
climas subtropicales y obliga a multiplicar las previsiones de manejo y los
costos. Además aparecieron malezas desconocidas en la zona: gramon,
sorgo de Alepo, que llegaron "coladas" en la maquinaria de los contratistas
que venían de la región pampeana. Si bien la principal limitante de la
agricultura es aquí el factor climático, productores y técnicos prevén que el
estado de los suelos y los costos de control de malezas pueden hacer
antieconómica la explotación. En cuyo caso tratarían de vender el campo e
invertir en Tucumán.

Y aquí se revela una situación muy particular: el propietario santiagueño


de estancia maderera y ganadera tiene sólo tradición extractiva y carece de
experiencia e interés en cultivos. En cambio, el productor tucumano se volcó
rápidamente al manejo empresarial de la tecnología agrícola pampeana.
Cuando se abrió la posibilidad del cultivo de oleaginosas y legumbres, los
santiagueños vendieron la tierra sin desmontar a bajo precio a los
empresarios tucumanos, que traían la experiencia de su provincia, donde ya
tenían explotaciones similares. Pero su tendencia fue actuar como aves de
paso, haciendo una explotación salvaje de los suelos santiagueños, y sin
realizar prácticamente ninguna inversión permanente fuera del desmonte.
En cambio, fueron algo más cuidadosos con el predio tucumano, tomado
como eje de la actividad agrícola (cabe decir que no viene mal, los suelos
tucumanos tienen pendientes más pronunciadas). Por otra parte, desde la
época en que el oeste santiagueño estaba volcado al abasto de los ingenios
azucareros con producción de muías, carne bovina y braceros, los organis-
mos de gestión en Santiago del Estero tienden a considerarlo territorio
ajeno. Eso explicaría en parce la actitud de dejar hacer a la iniciativa
privada, sin ningún control de agresiones ambientales que comprometen el
futuro regional, y ni siquiera de los numerosos desalojos rurales forzados
para dejar paso a la agricultura. El resto se explica por una centenaria
tradición de permitir depredaciones: primero los quebrachales, después la
fauna silvestre, la salinización del área de riego, el desperdicio de agua de
los numerosos surgentes del oeste. La peor es la permanente pérdida de
gente: la provincia no alcanza a retener el elevado crecimiento vegetativo de
la población y tiene tasas negativas de emigración neta del orden del 8 por
ciento entre 1960 y 1980 (antes habían sido aun mayores).

El proceso descrito no hace sino acentuar la tendencia a la expulsión: el


área desmontada estaba antes ocupada por minifundistas y puesteros
productores de leña, carbón y cabritos que explotaban el bosque para su
subsistencia. La nueva explotación agrícola los desalojó, a veces usando la
fuerza, pero los conservó en el entorno para tareas de desmonte, cosecha y
otras.

Sin embargo esa forma de explotación es efímera: depende sobre todo de


la duración de la pulsación climática húmeda, la que si bien ha resultado
prolongada, no se espera que sea permanente. En ese caso se revertirá al
clima semiárido habitual, pero ya sin los cultivos y sin el bosque protector
del suelo y de los pobladores.

Una solución técnicamente factible y ecológicamente conveniente sería


volcar la explotación a las pasturas ganaderas, pero no es económicamente
atractiva en momentos de baja demanda de carnes. Aun así, según todos los
indicios, esa región seguirá siendo expulsora de población y además buena
parte de aquélla correrá el riesgo de transformarse en un desierto de gente,
de vegetación y de fauna silvestre.

El esquema se repite, con variantes, en todas las provincias que tienen


una economía complementaria de otras más ricas: Formosa respecto de
Chaco, Jujuy respecto de Salta, La Pampa y San Luis respecto de la región
pampeana. Es frecuente que los recursos naturales de la provincia marginal
interesen menos y sean menos cuidados.

FAUNA SILVESTRE: LA DEPREDACIÓN ORGANIZADA

A partir de 1976 y coincidentemente con la instalación del liberalismo en


el país, el comercio legal de fauna se incrementó con respectó a la década
previa. La Argentina se convirtió en el mayor exportador de América del Sur
y, en ciertos rubros, quizás en el mayor del mundo. Sus principales clientes,
en ese orden: Estados Unidos y Alemania Federal. Entre 1977 y 1979 el
valor de exportación de productos de fauna silvestre fue aproximadamente
el mismo que el de carnes vacunas enlatadas y representó el 2.6 por ciento
del total de ingresos por exportaciones, según los registros oficiales.
Remitimos a los cuadros siguientes que suministran las cifras entre 1976 y
1984.

¿Son muy altas? ¿Son bajas? El criterio científico es decidirlo analizando el


estado de las poblaciones. Chinchilla y yaguaretés, por ejemplo, ya tienen
prohibido el comercio internacional para evitar su extinción; los zorros y
gatos chicos tienen comercio internacional regulado y varios de ellos no son
aceptados legalmente en la Comunidad Económica Europea. La situación de
los zorros entraña especiales riesgos: por una parte, cuando se volvieron a
poner de moda las pieles de pelo largo en la década del 70, hubo una fuerte
presión de los peleteros para que se permitiera la libre exportación de pieles
de zorro. Entretanto, los acuerdos laborales que establecían los
administradores de las estancias patagónicas con sus cuidadores de ovejas
incluían el permiso de caza, principalmente de Guanaquito y de zorro, lo que
permitía a estos peones redondear sus magros salarios. Vemos por el cuadro
que la exportación legal siguió siendo significativa. Por otra parte, el zorro es
considerado plaga por depredar corderos —si bien se evalúa que su
importancia es escasa en la tasa de mortalidad total— y los ganaderos
obtuvieron autorización legal para usar cebos tóxicos de estricnina. En la
práctica, no sólo se envenenaron zorros sino también aves rapaces, zorrinos,
gatos silvestres, hurones, que no se alimentaban de corderos sino de
animales más pequeños: aves granívoras, liebres, ratones, culebras. Estos
herbívoros pudieron multiplicarse libremente en ausencia de sus predadores
y se volcaron a consumir los escasos pastizales necesarios para el alimento
de las ovejas, cerrando un
EXPORTACIÓN DE PRODUCTOS DE LA FAUNA SILVESTRE

(Unidades de cueros curtidos y sin curtir)

Año Iguanas Yacarés Boas Ñandúes Nutrias Vizcachas Chinchilla Conejo palo Castor Carpincho

(1)
(2)

1976 798.971 9.658 21 296 25.499 1.199.057 78.772 . - 15.667 4.789

1977 1.605.155 35.975 36.554 22.316 2.614.902 125.605 354 - 35.403 8.369

1978 1.610.727 21.055 51.570 43.054 2.673.115 71.78S - - 16.571 47.784

1979 1.651.200 17.026 20.558 22.251 3.581.999 116.100 4.320 1.600 14.501 30.515

1980 1.528.515 11.442 21.249 24.578 4.427.291 114.673 2.716 136 11.976 3.213

1961 1.028.152 14.404 20.148 26.995 4.820.078 101.453 1.006 - 1.921 1.000

1982 970.520 16.708 19.154 14.580 2.465.318 51.647 - - 1.900 4.996

1903 1.063.126 8.148 10.733 10.619 1.274.407 5.79B 204 622 15.892 3.242

1964 1.412.356 10.866 4.511 14.430 1.109.163 2.510 988 6 682

11.668.722 145.482 207.773 204.322 24.165.330 668.343 9.588 2.358 113.839 J04.59O
Además se comercializan más de 100.000 aves anualmente (según guías
ingresadas a la DNFS), provenientes en un 60% de las provincias de Salta,
Chaco, Formosa y Santiago del Estero; correspondiendo el 60% a Psitácidos
(loros y cotorras), el 30% a Emberízidos (cardenales, reyes del bosque,
corbatitas, jilgueros, etc.) y el 10% a Córvidos (urracas) e ladridos (tordos).

(1) Fundamentalmente Chinchilla lanígena.

(2) Especie exótica.

Fuente: El recurso fauna en Argentina. Antecedentes y cuadro de situación


actual, Jorge Cajal, Programa Nacional de Recursos Naturales Renovables,
SECYT, 1986.
EXPORTACIÓN DE PRODUCTOS DE LA FAUNA SILVESTRE (continuación)

(Unidades de cueros curtidos y sin curtir)

Especies

Gatos Plumas
Año Liebres Zorros Zorrinos Jaguares Pumas Guanacos Pecaríes Comadrejas Ñandúes sin
europeas chicos elaborar(kg)

1976 1.062.380 993.791 69.495 44.099 - 426 22.397 26.963 82.483 280

1977 4.033.924 695.991 250.819 141.106 - 160 42.894 56.031 219.772 309

1978 4.035.322 986.525 225.711 153.403 - 1.258 86.062 58.993 211.068 515

1979 - 1.215.647 288.901 101.609 - 650 86.324 35.005 879.606 760

1980 3.249.000 279.663 91.312 68.599 36 200 35.256 8.239 844.069 2.744

1981 2.995.559 295.076 87.466 7.365 - 12 73.875 4.900 37.492 230

1982 106.000 423.981 122.002 4.724 - 12 30.978 7.360 17.896 1.308

1983 290.010 235.339 10.220 - - - 13.157 39.193 1.884 1.030

1984 544.185 66.254 3.544 - - - 10.250 53.574 918 569

16.316.380 5.228.267 1.149.470 520.905 36 2.718 401.193 290.258 2.295.188 7.745


EXPORTACIÓN DE PRODUCTOS DE LA FAUNA SILVESTRE (continuación)

Valor de las exportaciones en u$s de


Carne congelada con Carne-en fauna, se incluyen: pieles y cueros
Año piel y sin piel liebre escabeche curtidos y crudos; pelos y lanas; plumas
europea (kg) (kg) sin elaborar, carnes congeladas y
animales vivos (3)

1976 15.668.500 37.600 38.173.101

1977 14.898.194 - 78.050.326

1978 12.019.539 - 95.565.868

1979 14.800.692 - 164.628.278

1980 12.263.201 - 171.337.212

1981 13.381.922 - 96.450.857

1982 14.138.135 - 84.361.136

1983 12.550.519 - 32.081.950

1984 13.234.516 - 29.496.96

122.955.516 37.600 790.145.084

(3) Se observa que durante los últimos cuatro años hay una disminución
notable de volumen de las exportaciones, llegando en 1984 a solamente 29
millones de dólares, lo que significa apenas un 17% del valor de las
exportaciones del año 1980, cuando se llegó a un máximo de 171 millones
de dólares. Esta caída del valor de las exportaciones de los productos de la
fauna no es debida totalmente a una disminución de su volumen, sino a un
fuerte aumento de los negocios ilegales a raíz de haberse establecido en
esos años una gran diferencia entre el valor del dólar oficial y el valor del
dólar en el mercado eufemísticamente denominado paralelo. Por
consiguiente, no se puede atribuir a una disminución de la capacidad
productiva de la fauna la caída del valor de las exportaciones, como podría
pensarse sin conocer algunas intimidades de los negocios alrededor de este
importante recurso natural mal manejado y peor controlado.

Ciclo de desmejoramiento del mismo recurso que se pretendía proteger/.

Entre 1976 y 1984 se exportó una media de 100.000 aves por año,
vendidas generalmente como mascotas. El 75 por ciento de las especies ha
sido calificada como plaga, lo que haría inmediata la autorización oficial de
exportación. En realidad, las más comercializadas tienen poblaciones muy
diezmadas, lo que ha movilizado en su defensa a varias entidades locales.
Quienes declararon plagas a todos los loros y cotorras, indiscriminadamente
y sin fundamento científico real, fueron las provincias cazadoras: Formosa,
Santiago del Estero. De este grupo (Psitácidos) la Argentina envió a Estados
Unidos 75.000 en 1985, cubriendo el 33 por ciento de la demanda de ese
país. Poco después Bolivia vedó la exportación de sus Psitácidos y entonces
la proporción argentina en los ingresos a Estados Unidos se incrementó al 53
por ciento.

Las boas argentinas están legalmente protegidas desde 1940, pero desde
1963 hubo un decreto que permitió la importación temporal (en tránsito)
desde el Paraguay, que se fue renovando durante doce años. Se verificó que
estos ingresos temporarios sirvieron para encubrir la explotación en el país,
porque por simple diferencia surgió que se exportaron más cueros que los
que ingresaron, entre 1980 y 1985. No aparecen en las estadísticas de
exportación de cueros curtidos, porque los cueros elaborados en forma de
carteras, cinturones, etcétera, no pasan por el control de la Dirección
Nacional de Fauna Silvestre. Cuando se exigió a las curtiembres que
declararan existencias, aparecieron 123.000 pieles.

Todas las exportaciones se incrementan hasta 1980 y luego disminuyen


significativamente. ¿Quiere decir que hubo un mayor control de caza y
exportación? No parece ser el caso. Hubo dos hechos concurrentes que
encubrieron las cifras reales: ese año la Argentina adhirió al CITES
(Convention on International Trade in Endangered Species of Wild Fauna and
Flora: Convención sobre Comercio Internacional de Especies en Peligro de
Fauna y Flora Silvestre), que es un organismo regulador del comercio in-
ternacional, para lo cual admite cierras especies y prohíbe o restringe otras,
según ciertas condiciones y sobre pruebas científicas aportadas por
organismos oficiales designados por los países miembros. Eso compromete a
sus propios inspectores y a los de otros organismos especializados en
conservacionismo a denunciar el tráfico ilegal. Un país que haya adherido a
esas reglas del juego debe dar los pasos necesarios para reprimir ese tráfico
dentro del país y en sus fronteras. La adhesión a la convención restringió el
tráfico legal. La otra circunstancia fue una variación en los criterios
cambiarios oficiales, según la cual resultó más conveniente el contrabando,
evadiendo la declaración del monto de exportaciones. Los expertos están de
acuerdo en que no disminuyó significativamente la presión de caza.700 Antes
bien, pudo haberse incrementado en los últimos años su rol como fuente de
proteínas y de obtención de ingresos extra agropecuarios en las áreas
rumies, como consecuencia del quiebre de diversas economías regionales
basadas en frutihorticultura y en cultivos industriales.701

Esta etapa fue abundante en normativas: en 1980 se reactualizó la Ley de


Conservación de la Fauna de 1950, cuyos anexos y reglamentación
incorporan los listados de CITES y amplían los nacionales. Finalmente, en
1986 se prohíbe el tráfico de animales vivos dentro del país y hacia fuera de
él.
Según analistas serios, "el verdadero nudo de la actual situación en
materia de recursos silvestres no se encuentra en la normativa, sino en la
administración que debe aplicarla. La normativa vigente es poco ágil, pero
perfectamente utilizable.

Todos los países de América latina comen2aron a proteger su fauna


silvestre y a prohibir su comercialización, y paulatinamente fueron
ejerciendo un control. Sólo quedó la Argentina, más específicamente el
aeropuerto de Ezeiza, como puerta de salida para el tráfico ilegal de todo el
Cono Sur; una vez mezclados con los productos locales, se comercializan en
bloque, lo que también sirve para “blanquear” ejemplares de especies
argentinas en extinción. Estaban individualizadas, en 1988, las
organizaciones y las empresas aéreas especializadas en pasar ilegalmente
especies protegidas a través de las fronteras para facilitar su envío a Europa.

El tráfico ilegal en la Argentina se basa en varias circunstancias:

* Falta de fiscalización por parte de la Dirección Nacional de Fauna


Silvestre y de la Administración General de Aduanas. Para esta última,
simplemente el problema no existe; le asignan un solo empleado que sabe
en qué lugar de la planilla va colocado el sello. Pero no tiene entrenamiento
suficiente en el tema ni puede reconocer todas las especies que se intenta
exportar. A menudo van registradas como plagas de la agricultura especies
que están protegidas porque se encuentran en vías de extinción.

* La Dirección Nacional de Fauna Silvestre es un organismo de baja


jerarquía, dependiente de la Secretaría de Agricultura, que en este país
agroexportador maneja prioritariamente otros recursos; puede interesarle el
control de plagas agrícolas o ganaderas, pero muy secundariamente la
preservación de la fauna. Acorde con ello, la Secretaría asigna al tema un
mínimo presupuesto y, sobre todo, evidencia una escasa voluntad política de
ocuparse del asunto.
* Negligencias flagrantes en el tráfico de especies de comercialización
prohibida por parte de autoridades nacionales y provinciales, que sólo
pueden ser atribuidas a presiones y a corrupción de agentes oficiales.

Mencionaremos algunos de los mecanismos conocidos, aplica- , dos al


tráfico ilegal: la Dirección Nacional de Fauna Silvestre otorgaba la
certificación de CITES en sus oficinas, sin verificar las mercaderías
estacionadas en el aeropuerto. Tampoco ejercía supervisión la autoridad de
CITES en la Argentina. “Si el control fuese una real meta de la
administración, éste debería comenzar con al menos un inspector en el
principal de dichos puertos: el Aeropuerto de Ezeiza, de donde parten la
mayoría de los embarques. El tráfico ilegal internacional se produce en
forma corriente y sin riesgo para los infractores, a juzgar por la escasa
aplicación de las penalidades dispuestas por la ley 22.421. El único perjuicio
que estos infractores sufren —en caso de ser descubiertos— es la pérdida de
la mercadería traficada, hecho que puede no ocurrir.”*" Esa falta de
supervisión permitió que salieran del país partidas con certificados falsos y
aun verdaderos que habían sido robados, cambiar los nombres de las
especies exportadas, introducirlas libremente desde países limítrofes, sobre
todo Paraguay. También posibilita la evasión impositiva: en 1988 se
exportaron boas arco iris, declarándolas a 20 dólares, con destino a
Alemania Federal, donde se vendían a 700 dólares. Loros y coconas se
declaran todos a 5 dólares, cuando en EE.UU. se venden entre 5 y 900
dólares, según la especie: cuanto más rara más cara.

Los felinos menores son especies particularmente amenazadas, protegidas


desde 1986,504 cuando se prohibió su comercio, pero en 1987 se permitió
exportar legalmente, y por excepción, existencias de 82.500 pieles a Europa.
En razón de que figuraban como especies prohibidas, la Comunidad
Económica las rechazó; y en Dinamarca se decomisaron otras 7.600 pieles
exportadas legalmente en el mismo año. Desde el exterior nos cuidan el
patrimonio que nosotros dilapidamos.

La magnitud del tráfico ilegal no se conoce: los embarques se descubren


más frecuentemente porque falta algún papel antes que porque haya alguien
inspeccionando; pero la Dirección de Fauna Silvestre cuenta con un cuerpo
de inspectores honorarios, sin salario, que a veces detectan partidas
ilegales. En 1984 se exportaron legalmente 12.400 pieles de felinos, pero
uno solo de los presuntamente frecuentes embarques de contrabando fue
descubierto, e involucraba 18.800 pieles.

Luego de un cambio de autoridades en la Dirección comenzaron a mejorar


los controles: en un procedimiento efectuado a fines de 1989, en un
depósito clandestino de la Capital Federal, se decomisaron pieles por valor
de alrededor de un millón de dólares bajo acusación de contrabando,
muchas de ellas eran de comercio prohibido. Aparentemente se trataría de
un grupo de firmas con personería jurídica o sin ella, no registradas ante la
Dirección Nacional de Fauna Silvestre, que actuarían desde principios de la
década en conexión con redes internacionales y que nunca fueron
sancionadas dentro del país. A través de agentes fantasma actuarían con
falsos certificados CITES; también en las provincias se decomisan de cuando
en cuando mercaderías, sobre todo cuando se trata de animales vivos, pero
nunca prosperan las acciones legales contra los responsables. Tampoco la
Dirección de Fauna Silvestre decomisaba la mercadería hasta 1988, sino que
la dejaba en custodia del mismo infractor.

No sólo la presión de caza comercial es una amenaza para la fauna: la


destrucción de sus hábitats naturales constituye una presión de exterminio
aun más poderosa que la anterior. Desde 1972 se promovió la deforestación
de monees de escaso valor maderero como forma de valorizar tierras con
destino a ganadería. Posteriormente, ya en este período, una conjunción de
factores económicos y ecológicos indujeron la puesta en cultivo de zonas
semiáridas que debieron ser previamente deforestadas. La puesta en
producción agrícola del oeste de Santiago del Estero, noroeste de Tucumán y
este salteño significó la drástica eliminación de la fauna silvestre; a
diferencia de) lento talado manual, que dejaba cierto tiempo para la huida
de los animales, la deforestación con grandes palas mecánicas es muy
rápida. Se fueron reservando isletas de bosque como refugios
concentradores de fauna, y al final se desmontaron las isletas en medio de
un cerco humano que iba atrapando todo lo que intentara huir. En ningún
momento las correspondientes provincias expresaron prevención alguna
contra la desaparición de la fauna.

El conjunto de irregularidades y omisiones da por resultado la drástica


reducción del área de distribución original de muchas especies, el riesgo de
extinción de otras, grandes pérdidas económicas del Estado nacional,
irreversibles pérdidas de diversidad y acervo genético, y genera falta de
confianza en el exterior, en momentos en que ésta es más necesaria. No es
de extrañar, por eso, que el Fondo Mundial para la Naturaleza, el más
importante organismo mundial dedicado a la conservación, haya condenado
públicamente

A principios de 1990 estas prácticas, como forma de presionar al gobierno


argentino a un cambio de políticas.

LA ENERGÍA NUCLEAR

El desarrollo de la energía atómica es uno de los ejemplos más claros de


cómo la llamada modernización tecnológica incide sobre el ambiente y sobre
la vida cotidiana de la población. Originariamente fue presentada como la
solución para todos los problemas imaginables: electricidad barata y
renovable, conservación de alimentos y una gama infinita de usos médicos e
industriales, que la ciencia nos ofrecía casi sin pedir nada a cambio.
A esta altura de los hechos, parece sorprendente la ausencia de una visión
crítica sobre el tema durante tantos años. La tecnología moderna fue
reverenciada con una actitud casi religiosa, que descartaba cualquier clase
de dudas. Hasta la catástrofe de Chernóbil (1986) la opinión pública adhería
aquí en forma prácticamente unánime a escás posiciones.

El deslumbramiento atómico alcanzó cal magnitud que fueron pocos los


que advirtieron los riesgos de los usos pacíficos o bélicos de la energía
nuclear. Sin embargo, había motivos de preocupación. El principal es que la
tecnología nuclear para usos pacíficos es la misma que la usada para fines
bélicos: hay que pasar casi exactamente por los mismos pasos.

En otras palabras: la materia prima para hacer la bomba atómica, el


plutonio, se obtiene como un residuo que se genera en las centrales
atómicas de fabricación de electricidad. Es decir, quien quiera fabricar
bombas, primero debe fabricar centrales núcleo- eléctricas.

Merece destacarse la ambigüedad con que fue manejado el tema por las
diferentes administraciones de cualquier orientación política. Por una parte,
se insistió siempre en la orientación exclusivamente pacífica del programa
atómico. Pero, simultáneamente, las autoridades se negaron
sistemáticamente a firmar diversos convenios internacionales que ponían la
tecnología “sensible” bajo vigilancia de organismos de control internacional.
Se sostuvo que dichos convenios eran lesivos para la soberanía del país,
argumento que no afectó a más de un centenar de países que firmaron los
mismos tratados sin sentir menoscabada su soberanía.

Por otra parce, la historia del desarrollo nuclear a escala mundial tiene
numerosos ejemplos de países que iniciaron su actividad atómica con
argumentos semejantes, y que apenas tuvieron las condiciones políticas y
tecnológicas adecuadas detonaron sus primeras bombas.707 Es significativo
el caso de la India, país que construyó sus bombas atómicas a partir de un
reactor modelo CANDU de origen canadiense, similar al que posee la
Argentina en Embalse Río Tercero (Córdoba).

Pero para producir armas nucleares se requiere extraer el plutonio del


conjunto del combustible quemado en las centrales atómicas. Precisamente,
en el Centro Atómico Ezeiza se construye un Laboratorio de Procesos
Radioquímicos, destinado a la obtención del plutonio para su hipotético uso
como combustible en las mismas centrales. Esta técnica se llama
reprocesamiento y sobre ella la revista francesa Mundo Científico afirma que
“todos los países que dominen esta tecnología, aunque sólo sea a nivel de
laboratorio, disponen de los medios para fabricar armamento nuclear’".7” Al
respecto, son numerosos los dirigentes políticos y militares de cualquier
orientación que admiten en privado que el país debe “reservarse el derecho"
de producir bombas atómicas cuando lo considere necesario. A menudo
olvidan que la contrapartida de ese derecho es el riesgo de convertirse en un
blanco nuclear.

Probablemente esta fantasía de tener la bomba propia haya operado sobre


el imaginario social para disminuir las prevenciones y críticas a la actividad
nuclear. En definitiva, la guerra de Malvinas mostró en la sociedad argentina
más actitudes militaristas que las esperadas.

Pero además de los aspectos bélicos, la energía atómica para usos civiles
también tiene sus riesgos ambientales. El primero de ellos se vincula con la
localización de dichas actividades. La central atómica de Atucha se
encuentra sobre el río Paraná, aguas arriba de Buenos Aires. Al programar
una de dichas centrales es necesario contemplar la hipótesis del peor
accidente posible que, en este caso, es un estallido similar al de Chernóbil.

En ese caso, si se adoptaran las normas suecas de seguridad, sería


necesario evacuar a toda la población situada a 80 kilómetros a la redonda.
Esto significaría inutilizar el puente Zarate-Brazo Largo y vaciar las ciudades
de Baradero, Zarate, San Pedro, Ramallo, Arrecifes, Capitán Sarmiento,
Carmen de Areco, San Antonio de Areco, San Andrés de Giles, Luján,
Campana, Capilla del Señor, Belén de Escobar, Ingeniero Maschwitz, Ceibas,
Médanos, Perdices y la localidad uruguaya de Nueva Palmira. La experiencia
de Chernóbil indica que buena parte del área deberá quedar
permanentemente evacuada o, por lo menos, vacía durante largas décadas.

Desde el punto de vista económico, un accidente catastrófico en Acucha


significaría indemnizar a centenares de miles de personas y anular una
amplia zona de la región agrícola más rica del país, la Pampa Ondulada.

Al estar Atucha ubicada aguas arriba de Buenos Aires, dicho accidente


podría liberar partículas radiactivas que, arrastradas por el agua,
sedimentarían a lo largo del Paraná y del río de la Placa, afectando así la
fuente de provisión de agua para consumo en la ciudad de Buenos Aires.

Recordemos las ordenanzas de Carlos V, indicando poner las industrias


sucias y contaminantes aguas abajo de las poblaciones, y los riesgos que
podrían haberse evitado con sólo seguir cumpliéndolas. En consecuencia,
sobre el tema atómico pueden formularse diversos argumentos, pero una
conclusión es: no poner una central nuclear donde Carlos V prohibía poner
una pescadería.

Del mismo modo la localización de otras actividades nucleares ofrece


objeciones, en el sencido de producir riesgos innecesarios pan las personas y
el ambiente. Las ya mencionadas instalaciones para «procesamiento de
combustible y extracción de plutonio se encuentran en Ezeiza, es decir, en el
interior del Área Metropolitana de Buenos Aires, lo que potencia las
eventuales consecuencias de cualquier accidente. La localización elegida
tiene, además, el peligro adicional de la proximidad del aeropuerto
internacional, por lo cual un accidente de aviación podría crear serias
dificultades. También puede objetarse que el Centro Atómico Ezeiza se
encuentre en una zona baja, inundable, lo que facilita la dispersión de
contaminantes, si éstos llegaran a escapar.

El transporte de sustancias radiactivas ha merecido la atención de la


prensa, ya que buena parte del mismo se realiza en vehículos sin ninguna
rotulación, de los que en varias ocasiones fueron robados materiales
peligrosos.

Sin embargo, el tema que acaparó el interés de la opinión pública fue el


proyecto de construir un repositorio nuclear en Siena del Medio, próxima a la
localidad de Gastre (provincia de Chubut). La cuestión del destino final de
los residuos radiactivos crea situaciones de enorme complejidad técnica que,
al mismo tiempo, plantean nuevos interrogantes filosóficos.

El nudo del problema es la generación de nuevas sustancias (los residuos


radiactivos) que permanecen peligrosas durante muy largos períodos, en
algunos casos por cientos de miles de años. Desde el punto de vista
tecnológico, entonces, se plantea la dificultad de construir alguna forma de
aislamiento capaz de perdurar durante un período tan prolongado. Para ello
se programaron diversas bañeras: la vitrificación del material para volverlo
más estable, su ubicación en contenedores, éstos a su vez en una obra de
ingeniería y todo metido dentro de una zona que se considere geológi-
camente estable; es decir, libre de terremotos y otras incomodidades en los
próximos millones de años.

Para que los cálculos financieros cierren, se requiere un basurero nuclear


de buen tamaño, que pueda alquilarse para recibir también residuos
nucleares de otros países temerosos de repetir el experimento en su propio
territorio. Las implicancias políticas de este aspecto dificultan la viabilidad
del proyecto.

Desde el punto de vista filosófico puede preguntarse si es ético generar


problemas y riesgos que persistirían como tales durante eras geológicas y si
alguien puede asegurar con alguna razonabilidad lo que ocurrirá durante el
próximo millón de años.

En cuanto al enfoque económico, debe recordarse que la vida útil de una


central atómica es del orden de los treinta años, después de los cuales ella
misma se transforma en un inmenso residuo radiactivo. Por ejemplo, instalar
una central nuclear en la Argentina cuesta aproximadamente 3.500 dólares
por cada kilovatio de potencia, en tanto que desmantelarla en forma de
hacer manejable esa masa de residuos radiactivos puede costar hasta 5.000
dólares por kilovatio de potencia (pan tener un punto de comparación,
diremos que una central eléctrica que funcione quemando gas natural nunca
puede salir más de 1.000 dólares por kilovatio instalado).70

Pero una vez construido el repositorio nuclear, desmantelada la central y


colocados adecuadamente sus residuos, es necesario hacer un permanente
monitoreo por si llegara a suceder algo fuera de lo previsto. Vale la pena
preguntarse por el costo de realizar este control durante ciemos de miles de
años. Y por la racionalidad de disfrutar de electricidad durante treinta años y
generar problemas, riesgos y costos durante muchísimos milenios.

Desde el punto de vista político y administrativo pueden señalarse los


riesgos de una alta concentración de poder en la toma de decisiones
referidas a la energía nuclear y en la operación de dichas actividades. Se
supone que las decisiones que implican un alto riesgo y un costo elevado
deberían ser tomadas por la mayor cantidad de personas posible y deberían
ser supervisadas por una amplia gama de instituciones.

La realidad es exactamente la opuesta: en la Argentina, la Comisión


Nacional de Energía Atómica depende de la Presidencia de la Nación y posee
la rara facultad de controlarse a sí misma. Esta cuestión ha recibido
numerosas objeciones. Por ejemplo, a poco de comenzar su mandato, el
entonces presidente Alfonsín anunció el envío al Congreso de un proyecto de
ley “que otorgue a la autoridad nacional de protección radiológica nuclear la
autonomía necesaria para el ejercicio de sus funciones de defensa de la
salud de la población y del medio ambiente”.

Por motivos previsibles, dicho proyecto no (ve nunca enviado. En su


reemplazo, existe otro (del que es coautor uno de los que han escrito este
libro) que establece una comisión de control de la actividad nuclear. Esta
comisión estaría integrada por parlamentarios (en canto representantes
directos de la voluntad popular), por delegados de las provincias
involucradas (lo que implica el reconocimiento del carácter federal del país)
y por instituciones universitarias (cuyo aporte científico permitiría efectuar
los aspectos técnicos del control). La producción de información indepen-
diente no sólo ayudaría a evitar riesgos sino que también permitiría una
mejor discusión de la política atómica.

Al respecto se ha argumentado que un control integral de la actividad


atómica sería excesivamente costoso y que los organismos propuestos
carecen del personal idóneo y del presupuesto para hacerlo. Se trata, sin
embargo, de la construcción de un ámbito de discusión y contralor de la
política nuclear, que comience por los aspectos más elementales y vaya
aumentando gradualmente en complejidad y grado de participación popular.

Es decir, que la discusión es mucho más compleja que la simple


aceptación o rechazo de la energía atómica en bloque, y pasa por la manera
en que esta actividad se lleva a cabo, en sus aspectos geográficos, técnicos,
económicos e institucionales.

EL AUMENTO DE LA CONCIENCIA PÚBLICA

Otra característica distintiva de esta etapa es el rápido aumento de la


conciencia pública sobre los temas ambientales. Pueden señalarse los
siguientes aspectos:

* Las entidades vecinales del Área Metropolitana de Buenos Aires, que


fueron conformando un importante movimiento, plantean reclamos
específicamente ambientales, lo que constituye una clara novedad con
respecto a sus pedidos de años atrás. Dichos reclamos habían sido
restringidos durante los gobiernos autoritarios y aumentaron en diversidad y
complejidad al restablecerse el orden constitucional.

* Los sindicatos aumentaron su preocupación por las condiciones del


ambiente laboral. Algunos de ellos limitaron en sus respectivas obras
sociales el uso de medicamentos prohibidos en sus países de origen.

* Al mismo tiempo aparecieron y se extendieron numerosas entidades


ecologistas de todo signo ideológico, cuyas propuestas y denuncias
conformaron una nueva comente de opinión.

* La temática ambiental fue incluida en todos los niveles de la educación


formal y no formal. Un estudio coordinado por los autores de este trabajo
detectó contenidos ambientales en cien materias distintas dictadas en las
diversas facultades de la Universidad de Buenos Aires, lo que representa
alrededor del ó por ciento del total.’1*

* Los medios de comunicación masiva detectaron una real avidez por


parte del público por conocer aspectos ambientales y ecológicos, a punto tal
que se encuentran con reales dificultades para suministrar dicha información
en la magnitud y la calidad requeridas. Este fenómeno va asociado a
menudo a formas individuales y sociales de protección de la salud, como las
dietas naturistas o los grupos para dejar de fumar.

* La declaración de un área de la Costanera Sur de la ciudad de Buenos


Aires como zona de reserva ecológica significó un punto de contacto, antes
inexistente, entre el habitante urbano y un área de apariencia natural, con la
consiguiente revalorización educativa del contacto con la naturaleza.

El sistema político recogió estas inquietudes en la conciencia pública y se


produjo una cierta politización del tema ambiental en todas sus facetas. A
partir de la campaña electoral de 1983, los diferentes partidos políticos
organizaron comisiones, talleres, grupos de asesores, etcétera, sobre temas
ambientales, incluyéndolos en las respectivas plataformas partidarias.
También en las legislaturas y en varios municipios se crearon comisiones y
direcciones del Medio Ambiente.

Si bien el tema ambiental aparece como de muy baja prioridad en las


declaraciones políticas y los avances en la práctica siguen siendo muy
lencos, su misma existencia como tema político es un hecho significativo.

Asimismo se comenzaron a dar respuestas institucionales a los reclamos


ambientales: en poco tiempo se produjo una proliferación de organismos
públicos de medio ambiente a menudo con superposición de competencias,
sin que pueda decirse que los ecosistemas hayan mejorado a causa de eso.
A menudo se ha intentado contener la protesta social mediante la producción
de simulacros. Hasta el presente el avance de la conciencia pública ha sido
mayor que el de las medidas ambientales efectivamente tomadas. Pero es
previsible que una movilización social creciente logre efectivizar muchos de
sus reclamos.
NOTAS

659. Historia de las crisis..., op. cit., en ref. 532.

660. Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas: Nunca


más, Buenos Aires, EUDEBA, 19BS.

661. Huici, N-, y Jacobs, E.: Agroindustria} argentinas de alimenta,


Buenos Aires. CISEA. N° 93, 1986.

662. Subsecretaría de Planeamiento: Lincamientos para un Plan de


Gobierno Municipal, Buenos Aires, MCBA, 1984.

663. Transporte público de pasajeros por automotor en la Región


Metropoli- lana de Buenos Aires, Buenos Aires, MOSP, 1905.

664. Krolich, Susana: Oferta y demanda de viajes diarios a la Capital


Federal, La Plata, Congreso Latinoamericano de Áreas Metropolitanas, 1987.

333

665. Iglesias de Cuello, Alicia: Inundaciones en el Area Metropolitana


de Buenos Aires, en ídem anterior.

666. Lindenboim, J.( Aliberti, C., y Dardik, G.: Actividades económicas


y características soeio-ocupacíonales de la Ciudad de Btienos Aires, MCIÍA,
Subsecretaría de Planeamiento, 1987.

667. Dardik, Gustavo: Evolución del PBC de Capital Federal y Naciin


entre 1970-1986, MCBA, Subsecretaría de Planeamiento, 1987.

668. El negocio de envenenar, op. cít., en tef. 605.

669. Szklowm, Cira; Necesidades básicas insatisfechas: Capital


Federal, AMBA y país, Dueños Aires, Comisión del Traslado de la Capital,
Presidencia de la Nación, 1986.
670. Szklowin, Cira: Aspectos socioeconómicos del AMBA, Centro de
Planificación Urbana, MCBA, 1984.

671. Polución en la cuenca..., op. cit., reí. 596.

672. INCYTH - Gabinete Riachuelo de Municipalidad de Buenos Aires:


Mouitoreo 1982.

673. Decreto 2.125/78.

674. Estudios preliminares pare los proyectos de abastecimiento de


agua y de• itgiies cloacales e industriales, LaónoconsultS.A., Municipalidad
de Morón, 1981.

675. Decreto 674/89.

676. Orlando, A. M-, y Sik, E.: Metales pesados en el río de la Plata,


Servicio de Hidrografía Naval, Salta, setiembre de 1983.

677. El agua en Buenos Aires, op. cít., en ref. 28.

678. Proyecto de cooperación técnica para el estudio del tratamiento


y disposición de los efluentes domésticos del Gran Buenos Aíres, Informe de
avance a O.S.N., 1987.

679. Díaz, Femando M.: Contaminación del agua subterránea por


nitratos. Situación existente en el aglomerado bonaerense, XII Congreso
Nacional del Agua, Mendoza. 1985.

600. Commoner. Barry: El circulo que se cierra, Barcelona, Plaza y Janes,


1978.

681. Cit. en Clarín, febrero de 1989.

682. El sector agropecuario pampeano en la década del 70, cap. II,


Buenos Aires, CEPA. 1982.
683. Secretaría de Estado de Agricultura y Ganadería: estimaciones
agropecuarias.

684. Censo Ganadero Nacional, 1977, e IPEC, provincia de Santa Fe,


1985.

685. Coscia, A. A.: La evolución agrícola pampeana, Extensión,


Ciencia y Técnica Agropecuaria, V. I, N° 1, Buenos Aires, 1984.

686. Giberti, Horacio: “Censo Nacional Agropecuario 1988: datos


preliminares", en Realidad Económica N® 9, 6“ bimestre de 1989.

334

687. Foguelman, Dina, ci al.: Imparto de la generalización del modelo


tic agricultura permanente en la Pompa Oblada (departamento Belgrano.
provincia de Sanca Fe), informe interno inédito a CON1CET.1989, CEPA.

688. “Abigeato en gran escala”, en Clarín, 27/9/1989.

689. Ídem ref 607.

690. Clarín, 30/9/1989.

691. “La importancia del cultivo de la soja", IADO, en Revista Bolsa


de Cereales, N® 2790, Buenos Aires, 1967.

692 El negocio de envenenar, op. cic., en rcf. 605.

693. IRPTC: International Register ofPotcntially Toxic Chemicals,


PNUMA, Ginebra, 1982.

694. Op. cic., en ref. 687.

695. Mineiri.J. L., y Sierra, E. M.; “La expansión de la frontera


agrícola en Tucumán y el diagnóstico climático”, en Rev. Industrial y Agrícola
de Tutumán 61(2): 109, 1984.
696. FAO, en Casas, R. R., et al.: "Uso y manejo de la tierra des-
montada en la Peía, de Santiago del Estero", rev. ¡DIA, N° 413, 1984, pág.
86.

697. Foguelman, D.; Aparicio, S.. et al.: ídem ref. 353.

698. Gargiulo, C-: "Adopción de nuevas variedades de poroto negro


en Argentina y retorno social de la inversión en investigación”, Mise., N® 80.
E. E. Agroindusirial Obispo Colombrcs, Tucumán, 1986.

699. Op. di., en rcf. 29.

700. Gruss, Juan X.; y Waller, Tomás: cit. en ref. 630.

701. ídem ref. 353.

702. Ley 22.421 de marzo de 1981.

703. ídem ref. 700.

704. Idem anterior.

705. Resolución 63/86 de la Secretaría de Agricultura, Ganadería,


Caza y Pesca.

706. Foguelman: op. cit., en ref. 353-

707. Pringle, Peter; y Spigelman, James: Las barones nucleares,


Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1984.

708. Barrete, Martine: “La energía nuclear, también un paso hacia la


bomba", en Mundo Científico, vol. 2, n® 10.

709. Equipo periodístico de The Obstrver: El peor accidente del


mundo: Chemobyl, elfinal del sueño nuclear, Buenos Aires, Sudamericana-
Planeta, 1986.
710. Toufcxis, Anastasia: "Legacy of a Dísaster”, en Time, 9 de abril
de 1990.

711. Brailovsky, Antonio Elio: “Tecnología nuclear y medio ambiente


en el Área Metropolitana de Buenos Aires", Buenos Aires, revista Debate,
junio de 1908.

335

712. Granados, Ricardo; y Senye, Antonio: "Energía nuclear en un


mundo viable”, en Investigación y Ciencia, N° 156, Barcelona, noviembre de
1989.

713. Cifras en Grivogri, Carlos A.: “Los lujos cuestan caro”, en revista
Novedades Económicas, Buenos Aires, Fundación Mediterránea, abril de
1907.

714. Alfomin. Raúl Ricardo, discurso del 11/5/1964.

715. Brailovsky, Antonio Elio: y Laciar, Mirta: Anteproyecto de ley de


control de las actividades nucleares, Buenos Aires, Cátedra de Recursos Na-
turales de la Argentina, Ciclo Básico Común, UBA, presentado en el Senado
de la provincia de Dueños Aires por el senador Labori y en la Cámara de
Diputados de la Nación por el diputado Auyero.

716. Foguelman, Dina; y Brailovsky. Antonio Elio: El medio ambiente


en la Universidad de Buenos Aires, I Seminario sobre Universidad y Medio
Ambiente, La l’lau, 1988. Revista Ambiente y Recursos Naturales, Buenos
Aires, diciembre de 1989.
Conclusiones

Un libro de esta índole tiene varios órdenes de conclusiones, que pueden


expresarse en diferentes niveles.

Aplicabilidad del concepto de fases de desarrollo

El primer nivel de conclusiones hace a la existencia misma de las fases de


desarrollo y a su utilidad pan explicar fenómenos complejos. Recordemos
que los fenómenos de larga duración habían ingresado a las ciencias sociales
a partir de los trabajos del economista ruso Nicolai Kondrarieff.717 Sin
embargo, esta perspectiva no fue suficientemente tenida en cuenta hasta
que el tránsito de la última tase de desarrollo a la actual rompió la ilusión del
progreso indefinido y llevó a buscar nuevas categorías de interpretación de
los fenómenos históricos.

A partir de allí creció el interés por estudiar fenómenos de larga duración,


que pudieran explicar qué había cambiado en el mundo para que ocurrieran
sucesos tan imprevisibles.

En este libro hemos podido constatar que la noción de fases de desarrollo


puede ayudarnos a entender con mayor profundidad los fenómenos de
historia ecológica. Hemos comprobado, efectivamente, la existencia de
etapas de organización en las que el modelo de país difiere sustancialmente
de unas a otras y, en consecuencia, también difiere la relación sociedad-
naturaleza.

Esas foses presentan importantes interconexiones entre sí, en términos de


situaciones creadas que inciden posteriormente sobre recursos, sociedad y
actividades:

* En cada fase histórica se reorganiza la problemática ambiental regional


como resultante de una particular estructura de relaciones naturaleza-
sociedad. Para ello empica como materia prima tanto los elementos
recientes como los anteriores, que se integran a otro esquema ambiental.
Cada una de las fases se genera históricamente en el seno de la etapa
anterior, con los condicionamientos que ésta le impone. A su vez, cada fase
deja una cierra “situación de hecho” que condiciona a la siguiente, en forma
de actividades ya implantadas, modalidades de uso de los recursos
naturales, legislación, costumbres y, muy especialmente, una determinada
impronta sobre la estructura espacial que influye muy debidamente en la
organización futura de las actividades.

* Las consecuencias diferenciales que implica sobre el ambiente cada


modalidad de desarrollo hacen tanto a las consecuencias ecológicas mismas
como a los actores involucrados en los procesos ambientales, contribuyendo
a reacomodamientos cíclicos de las relaciones sociales.

Políticas diferenciales en el uso de los recursos naturales

El uso de determinados recursos naturales no es solamente consecuencia


del conocimiento de su existencia o de la tecnología adecuada para usarlos.
Diferentes sociedades utilizan distintos recursos, aprovechan unos, depredan
otros, protegen algunos para un uso sostenido y dejan otros sin usarse,
como si no existieran. Cada forma de organización social tiene una peculiar
relación con la naturaleza y esa relación genera una conformación geográfica
particular. La estructura regional del país, la construcción del espacio
nacional y las relaciones entre unas y otras regiones son diferentes en cada
fase de desarrollo y se originan en una medida muy alta, en los
condicionantes de la relación sociedad-naturaleza.

En la Argentina la organización nacional reproduce a escala de país el


modelo de relaciones internacionales centro-periferia en numerosas
interrelaciones y estructuras políticas y sociales. También una lectura de la
historia ecológica revela que las decisiones políticas apoyan el desarrollo y
aseguran el uso sostenido de los recursos naturales involucrados en los
aspectos centrales de) estilo de desarrollo predominante, que a lo largo de
nuestra historia se asentó en el Litoral.

Como contrapartida, los ecosistemas del interior árido y semiárido, aun


cuando hubieran requerido mayores previsiones para el uso de sus recursos
naturales renovables, fueron explotados invariablemente con criterio
extractivo, con tecnologías rudimentarias y sin atender a sus lentos ritmos
de renovabilidad y a su capacidad de reciclado. Pero su explotación estuvo
orientada menos a la promoción del desarrollo local que a apuntalar y
complementar los mercados y el desarrollo del Litoral. De esta forma,
muchos recursos naturales de la periferia pasan por sucesivos ciclos de
deterioro que acentúan el éxodo y la pauperización de los pobladores. La
“periferia” se despuebla y decae, y el "centro" multiplica sus problemas de
crecimiento urbano.

Inundaciones sociedad-naturaleza consideradas más importantes en la


problemática ambiental argentina

Así como cada fase de desarrollo tiene sus problemas ambientales


específicos, es posible detectar ciertas reiteraciones en el esquema de
relaciones entre elementos naturales y elementos sociales, a las que pueden
adscribirse buena parte de los problemas ambientales en las distintas fases:

* Aceptación de criterios de rentabilidad de corto plazo como


norma rectora: la utilización de estos criterios como elemento básico para
la toma de decisiones de inversión, tanto por parte del Estado como por los
particulares, actúa como permanente traba en la confrontación y
compatibilización de los costos económicos con los costos sociales derivados
del deterioro o del mal uso de los sistemas ecológicos. El problema se
plantea cuando los plazos económicos son marcadamente diferentes de los
plazos ecológicos de renovabilidad de los recursos naturales.
* Inadecuada distribución geográfica del crecimiento poblacional
y de actividades: la concentración espacial de las actividades urbano-
industriales tuvo efectos vinculados a la sobreutilización de recursos y a la
disminución de la calidad de vida urbana, pero generó por su propio peso
fenómenos de subdesarrollo y vaciamiento demográfico en el interior con
consecuencias tales como: problemas geopolíticos en fronteras vacías;
subutilización de recursos naturales y humanos; aislamiento geográfico por
escasez de comunicaciones, factor fundamental en un país extenso; déficit
de equipamiento, infraestructura y servicios por falta de recursos eco-
nómicos locales. Es, en resumen, el caso de coexistencia de áreas con
problemas típicos del desarrollo, como los que se generaron en los países
centrales por el proceso de tecnificación de posguerra, y áreas de
subdesarrollo y marginalidad.

* Adopción de pautas de consunto deteriorantes: las pautas de


consumo de los países centrales fueron impuestas masivamente en las fases
expansivas; incluyen el uso generalizado de una serie de bienes cuya
producción, consumo o utilización producen efectos deteriorantes o
demandas adicionales sobre el ambiente. Las mismas necesidades a menudo
podrían satisfacerse con bienes alternativos a un menor costo ambiental,
pero una vez importadas, adaptadas y puestas en producción las
correspondientes tecnologías, se afianzan las razones económicas que
llevaron a su introducción.

Sin embargo, en los países industrializados hubo durante la última fase en


análisis cambios tecnológicos profundos, tendientes a disminuir agresiones al
medio ambiente, en lo que puede calificarse de formas de internalización de
costos ambientales. Alternativamente, enviaron las tecnologías y los
desechos descalificados por sus efectos sobre el medio ambiente a países
periféricos. Todavía no está aclarado si nuestro país es destinatario de
algunos de ellos.
* Unidireccionalidad del desarrollo tecnológico: este problema,
operativo a escala mundial, implica que raramente el proceso de desarrollo y
adaptación de tecnologías prevaleciente en nuestro país ha incluido la
preservación ambiental como uno de los objetivos por lograr. A lo sumo se
han implementado paliativos para solucionar los principales problemas
creados por las tecnologías en uso, pero no se han incluido criterios
ambientales para la selección de tecnologías. A excepción del caso inverso:
el de los países que ofrecen su ambiente para recibir empresas con
tecnologías rechazadas en sus países de origen, como mercancía de cambio.

* Grandes desigualdades en la cobertura de servicios vinculados a


recursos naturales, en conexión con las desigualdades inherentes a la
estructura social argentina.

* Respuesta tardía de los organismos de gestión a las


manifestaciones de los problemas ambientales: en la generalidad de
los casos no se trata de problemas nuevos o desconocidos, sino de
cuestiones denunciadas por la población afectada y analizadas eji detalle por
círculos científicos y técnicos, cuyas advertencias no fueron escuchadas a
tiempo por los niveles de decisión públicos o privados. En casi codos los
casos existen definidas razones económicas o sociales que bloquean la toma
de decisiones de preservación ambiental, adscribibles a la falta de poder
estatal que suele ser característica de los países periféricos en lo que
actualmente se denomina "Estado subsidiario”.

* Limitaciones de los organismos de control ambiental: la infraestructura


de control ambiental es, en la mayor parte de los casos, meramente formal.
A lo largo de la historia han proliferado normas de escaso o nulo
cumplimiento, porque los organismos de control carecen del presupuesto y
del personal necesario, porque no se les ha otorgado el peso político que
requiere su accionar y porque durante largo tiempo estuvo ausente una
presión comunitaria orgánica y consistente que contribuyera a vertebrar e
impulsar la actividad. Esa presión comunitaria está organizándose
lentamente. Por otra parte, las etapas de gobiernos autoritarios desarticulan
muy rápidamente la relación comunidad-Estado, la que se reconstituye con
mayor lentitud al recuperarse las instituciones democráticas.

Los dos últimos puncos evidencian una falta de decisión y de voluntad


política de dar respuesta a problemas ecológicos y ambientales, falencia que
sólo puede ser revenida por la presión de la comunidad. Al fin y al cabo no
es esperable que las instituciones públicas vayan más allá de los reclamos
de la población, si ésta no percibe aún cabalmente su derecho a un medio
ambiente adecuado y reclama por él.

Medio ambiente y subdesarrollo

La problemática ambiental detectada se vincula, además, con la particular


especificidad del subdesarrollo. Creemos haber demostrado la falsedad de
afirmar que los problemas ecológicos son proporcionales al grado de
desarrollo de un país, que son algo así como “el precio del progreso”.

Muchos de ellos son más bien el costo del atraso: la carencia de recursos
para investigación; la falta de presupuesto y de poder político de los
organismos de control; la falta de tecnologías de respuesta a los problemas
y las improvisaciones consiguientes; la subutilización de recursos no
vinculados al modelo de desarrollo predominante; el ocultamiento de
información decisiva a la comunidad y su contrapartida, la escasa conciencia
crítica de pautas de consumo en la comunidad; la predominancia de criterios
extractivos sobre criterios de manejo de recursos para un uso sostenido son,
entre otros, signos específicos de subdesarrollo. En alguna medida se
presentan también en los países desarrollados, pero en distinto orden de
magnitud; sobre todo, son de distinta índole.
Al mismo tiempo la falta de decisión política nacional sobre muchos
aspectos del manejo de los recursos naturales también impide al país
afrontar adecuadamente situaciones de deterioro ambiental. Ante
situaciones indeseables creadas desde el exterior, los males precedentes en
el ámbito interno colocan al país en desventaja en toda negociación
internacional.

LOS AÑOS FUTUROS

Las condiciones del medio ambiente son consecuencia de todo lo demás.


Es decir, del modelo de país que vaya adoptándose en cada etapa histórica.
El destino del agua, del aire o del suelo está indisolublemente ligado al
destino de los seres humanos que vayan a usar esos recursos naturales.

Sabemos bastante sobre la clase de país en el que vamos o vivir en los


próximos años. Un país orientado por monetaristas desesperados por cerrar
las cuentas y desentendidos de todo lo demás.

Y sucede con el ambiente lo mismo que con cualquier otro tema social.
En la medida en que las diferencias entre los distintos sectores sociales
tiendan a acentuarse, podrá ocurrir lo mismo con las diferencias en el uso
del ambiente. Cada vez más, en la Argentina, hay personas que respiran aire
de primera y personas que respiran aire de segunda. También agua limpia
para algunos y agua sospechosa pan otros.

Los sectores de ingresos medios y altos están orientándose hacia una


nutrición cada vez más natural. Los sectores populares, en cambio, disponen
de alimentos contaminados por adulteraciones químicas. No hay motivos
para pensar que esta situación vaya a mejorar en los próximos años.

Esta tendencia es trasladable a todos los ámbitos: es posible que algunos


sectores mejoren su hábitat y que otros lo empeoren. Como nunca antes, el
corte entre un ambiente sano y un ambiente enfermo será social.
Es previsible que la situación económica postergue los intentos de
controlar la contaminación, ya que implicaría mayores gastos pan las
empresas. La crisis aprieta; la necesidad de obtener más divisas y más
fuentes de trabajo puede llevar a autorizar la radicación de industrias sucias
o peligrosas, que lleguen expulsadas de sus países de origen, tal como está
ocurriendo en todo el Tercer Mundo. Las llamadas zonas francas para
exportación son el asiento favorito de estas fábricas que los países ricos
rechazan y que los pobres se pelean por atraer.

La situación económica puede llevar a intentos desesperados de exportar


de cualquier manera. Esto supone presiones para un mayor uso de
tecnologías “duras" en la explotación agropecuaria, con el consiguiente
aumento de la erosión y de los accidentes por uso de agroquímicos. En los
próximos años, es probable que la especulación maderera e inmobiliaria
intente avanzar sobre los parques nacionales y las reservas provinciales.
También la fauna silvestre se incorpora a este negocio: la Argentina figura a
la cabeza de los países que no respetan los convenios internacionales sobre
el tráfico de fauna, y es poco lo que se hace para remediarlo.

Con respecto al sector público, las décadas del 70 y del 80 se


caracterizaron por los estudios que después nadie aplicaría y por el intenso
turismo internacional de los funcionarios. En la década del 90 será necesario
dar alguna respuesta a los reclamos sociales. Es posible que lo primero que
se ofrezca sean respuestas simbólicas, antes que operativas.

Por ejemplo, es casi seguro que una eventual reforma constitucional


incluya el derecho a vivir en un ambiente sano y equilibrado. Lo que, por
otra parte, ya ha sido incorporado a varías constituciones provinciales. En
cambio, es más difícil que se apruebe una ley eficaz de delito ecológico, que
permita poner entre rejas a los que intoxiquen a sus semejantes o destruyan
bienes de propiedad pública como los ríos.
Hasta ahora, uno de los más graves problemas ecológicos argentinos
había sido la desinformación sobre el tema, ante un público ávido por
conocer. Hemos visto las fotocopias de unos pocos recortes periodísticos
circular de mano en mano hasta multiplicar indefinidamente sus efectos. A
pesar de eso, muchos editores de prensa pensaban que el tema “no
interesaba” o temían que pudiera irritar a alguno de sus avisadores.

En el futuro, es probable que los medios de comunicación incorporen el


tema en forma mucho más activa, como ocurre ya en casi todo el mundo.
Esperamos en la prensa gráfica secciones especiales para la ecología y el
medio ambiente y que este interés social se refleje en programas
permanentes de radio y televisión.

Del mismo modo, el sistema educativo está incorporando aceleradamente


contenidos ambientales. Por ahora lo hace en la única forma que puede, es
decir, de un modo rígido y burocratizado. Paralelamente, son numerosas las
actuaciones de educación ambiental no formal, especialmente a cargo de
entidades no gubernamentales ecologistas. Es previsible que se expandan, a
pesar del rechazo del sistema institucional por todo aquello que no puede
controlar.

También puede esperarse la aparición de nuevas carreras con salida


laboral, vinculadas con el manejo del ambiente o con la gestión de alguno de
sus componentes.

Una comparación con los últimos años del siglo XIX y comienzos del XX
mostraría algunas paradojas. Hace un siglo tuvimos un ritmo febril de
construcción de sistemas de agua potable y cloacas para los sectores de
menores recursos. Incluso se aprobaron leyes que hacían obligatorio el uso
del agua corriente y de las cloacas para las casas que estuvieran sobre la
red.
Lo hicieron porque se asustaron de las epidemias de cólera y de fiebre
amarilla. Un político y sanitarista de la época definía a las epidemias como
"la venganza de los pobres contra los ricos", ya que la enfermedad no
reconocía barreras sociales.

Para los próximos años no encontramos previsiones de saneamiento que


puedan siquiera compararse a las de un siglo atrás. Y es que las formas
actuales de contaminación —por ahora— no son contagiosas.

Es previsible que se intente generalizar la destrucción de la naturaleza en


nombre de una ilusión productivista. Sin embargo, es difícil que la opinión
pública considere que los resultados económicos obtenidos justifican los
deterioros realizados. Y más porque, como en todos los casos, unos llevan
los beneficios y otros sufren los prejuicios.

Esto supone condiciones para generar muy amplios movimientos de


protesta. Las entidades vecinales tendrán que poner cada vez más el acento
en los reclamos ecológicos. En tal sentido, la década del 70 fue la de
solitarios grupos ecologistas que anunciaban catástrofes en las que nadie
creía. La del 80 fue la de la ampliación de la conciencia individual sobre el
tema: mucha gente comenzó a preocuparse por lo que antes era el hobby de
unos cuantos excéntricos.

Todo indica que en los próximos años comenzarán a aparecer nuevas


respuestas organizativas: es decir, una ampliación de las organizaciones no
gubernamentales ecologistas y de sus actividades. La creciente inoperancia
del Estado para resolver los problemas ecológicos podrá llevar a formas
médicas de autogestión comunitaria. Y para enfrentar nuevas situaciones,
resultará útil conocer cómo incidieron los temas ecológicos a lo largo de la
historia argentina.
NOTAS

717. Kondratieff, Nicolai: Las ondas largas de la economía, Madrid,


Revista de Occidente, 1946..

719. Mallmaun, Carlos: “El tempo" de les crisis sociales y la dinámica de lo


identidad, Fundación Bariloche, 1986.

índice

PRÓLOGO: LA HISTORIA NO OFICIAL 9

1........................QUE ES LA HISTORIA ECOLOGICA 11

« Ecología e interdisciplina 13

• .................... Las relaciones sociedad-naturaleza 15

• .................... Enfoque metodológico 16

• .................... Las fases de desarrollo 20

• .................... Un lenguaje desespecializado 22

2........................ EL AMBIENTE EN LA ÉPOCA COLONIAL 25

LA DESTRUCCIÓN DE LA AGRICULTURA INCAICA 25

Colonización Y desertización 31

Los primeros CRONISTAS: LA NATURALEZA COMO ENEMIGO. 36

EL RECURSO MINERO: LA PLATA DEL POTOSÍ 41

LA PAMPA HÚMEDA, UN DESIERTO INHÓSPITO 47

• .................... El sentimiento de lo infinito 49

• .................... Los nichos ecológicos 50


LA SUBUTILIZACIÓN DEL SUELO AGRÍCOLA

Y sus consecuencias sociales 55

UN PAÍS SIN ÁRBOLES 60

LA FAUNA INAGOTABLE... 66

EL AMBIENTE URBANO...70

• .................... La fundación de ciudades 70

« La vida urbana 72

LA UTILIZACIÓN INTENSIVA DEL RECURSO HUMANO:

LAS MISIONES JESUITICAS 75

EL ESFUERZO INÚTIL DE MANUEL BELGRANO 77

EL BLOQUEO AL DESARROLLO 82

• .................... Hacendados y caminos 82

• .................... Gobernar es despoblar 85

Los COMIENZOS DE UNA POLÍTICA SANITARIA 88

347

3. LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA INDEPENDIENTE

(1810-1860) 97

EL USO DE LOS RECURSOS EN UN PAÍS GANADERO 97

UN PAÍS DESCONOCIDO 100

Los CAMUJOS ECOLÓGICOS 104


EL EXCESO DE RECURSOS NATURALES 111

LA FAUNA PatAGÓNICA 116

Los CAMBIOS SOCIALES 120

LAS LIMITANTES ECOLÓGICAS 123

EL DETERIORO DE LOS ECOSISTEMAS 126

Los RECURSOS NO RENOVADLES 129

EL AMBIENTE URBANO 130

« Las aguas de Dueños Aires 133

• .................... La contaminación industrial 136

UN PAÍS EN GUERRA 138

EL FIN DEL MODELO 141

4. ........................ INSERCIÓN DE LA ARGENTINA EN LA DIVISIÓN

INTERNACIONAL DEL TRABAJO (1860-1930) 149

EL MODELO DE PAÍS 149

• .................... La industrialización 351

• ...................... La competencia por los usos del espacio y los recursos:


la construcción del desierto 154

Los ECOSISTEMAS PAMPEANOS 158

• .................... La propuesta de Ameghino 162

• .................... Comiera el ciclo agrícola 165

• .................... La langosta y otras plagas 170


LA DEFORESTACIÓN DEL PAÍS 177

• .................... El caso de Santiago del Estero 180

• .................... Talando árboles 184

• .................... La Forestal 186

LA DEPREDACIÓN DE LA FAUNA 189

Los RECURSOS NO RENOVABLES 196

EL AMBIENTE URBANO 199

• .................... El estado de los recursos naturales en la ciudad


203

• .................... Los negocios del agua 210

• .................... Se prohíbe contaminar el agua 215

348

• La contaminación y la primera muerte

Del Riachuelo ... 218

EL FIN DEL MODELO. 227

5. ......................... INDUSTRIALIZACIÓN SUSTITUTIVA DE IMPORTACIONES (1930-


1976)....................... 237

Los CAMDIOS EN EL MODELO DE USO DE LOS RECURSOS.... 237

LA ECOLOGÍA URBANA: SE FORMA EL GRAN BUENOS AIRES... 241

• .................... El agua empieza a faltar 248

• .................... ¡A c-contaminar! 252


• .................... ¿Se puede respirar el aire? 255

LAS POLÍTICAS AMBIENTALES 258

EL USO DE LOS ECOSISTEMAS PAMPEANOS 262

• .................... Llegan los pesticidas 267

• .................... El DDT y el control del paludismo 268

EXPLOTACIÓN DE LA FAUNA SILVESTRE 272

LA FORESTAL. EL FIN DE UN IMPERIO 276

EVOLUCIÓN DE LAS ÁREAS DE RIEGO 278

Los RECURSOS NO RENOVABLES 284

EL FIN DEL MODELO. 286

6. LA MODERNIZACIÓN PERIFÉRICA

(1976 EN ADELANTE) 293

EL MODELO DE PAÍS 293

Los CAMBIOS EN EL GRAN BUENOS AIRES 295

• .................... La contaminación del agua 300

• .................... El estado del aire 304

Los PROCESOS DE MODERNIZACIÓN AGRARIA 306

• .................... Cambios en los agrosistemas pampeanos 306

• .................... Ventajas y riesgos de los agroquímicos 310

• .................... El modelo se trasplanta 314


FAUNA SILVESTRE: LA DEPREDACIÓN ORGANIZADA 318

LA ENERGÍA NUCLEAR 326

EL AUMENTO DE LA CONCIENCIA PÚBLICA 331

7. ......................... CONCLUSIONES 337

•Aplicabilidad del concepto de fases de desarrollo... 337

349

•Políticas diferenciales en el uso de los recursos naturales 338

•Interrelaciones sociedad-naturale2a consideradas más importantes en la


problemática ambiental argentina 339

•Medio ambiente y subdesarrollo 342

Los AÑOS FUTUROS 342

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