La Leyenda de Eliesto
La Leyenda de Eliesto
La Leyenda de Eliesto
LA LEYENDA
DE
ELIESTO
EL LEGADO
DE LOS
SIETE SUPREMOS
(PRIMERA PARTE)
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INTRODUCCIÓN.
(Por Juan Antonio Pajuelo Fernández)
¿C ómo empezar? Supongo que presentando como buenamente pueda la que yo llamo
mi primera gran obra. Esta es la culminación de una historia que comencé a escribir a tan
sólo dos meses de cumplir los catorce años en el año 1996. La idea original era el guión para
un tebeo en el cual íbamos a trabajar un compañero de clase y yo en la EGB., pero al final se
echó atrás y esta historia a punto de quedarse en el olvido se convirtió en una mini novela
que fue de un nivel bastante mediocre, con esto no digo que ahora sea un escritor experto,
pero sí creo ser más experto, supongo que diez años y haber transformado el guión de un
tebeo en una novela que consta de varias partes tiene su mérito, no sé cómo lo veréis los que
estáis a punto de leerla.
En un principio no quería presentarla al público, quería que tan sólo la leyera mi gente
más allegada porque esto para mí es un pasatiempo, pero tras leer algunos fragmentos
algunos de mis amigos y mi familia, todos me han animado durante mucho tiempo para que
le eche valor e intente publicarla, porque según la mayoría de ellos sería un desperdicio y un
acto muy egoísta guardar una historia tan buena y no compartirla con el resto del mundo.
Así que si puede ser espero que seáis un gran número de lectores los que tenéis entre
vuestras manos mi primera gran obra. Aunque también sé que hoy día es muy difícil
publicar algo; tendría que ser un experto en la materia y atraer de tal forma al público con
una publicidad tan sobrecogedora que hasta el más colmado de los escritores y el más
estricto de los lectores quedara embriagado por su curiosidad.
La idea de la historia surgió a raíz de un sueño que tuve en el cual pude ver a un ser
magnífico pero a la vez marcado por una maldición, era un guerrero que no tenía gran
complexión física, pero era capaz de multiplicar todos sus sentidos y su fuerza por siete. Y
de ahí, mi afición a cualquier tipo de mitología, leer tebeos, literatura fantástica y todo lo
relacionado con el ocultismo y el espiritismo me vino la inspiración de crear una historia en
la que el protagonista tuviera las mismas cualidades que este guerrero maldito con el que
soñé.
Así pues quiero reflejar en esta historia fantástica, una historia vivida a lo largo y ancho
de todos los tiempos, quiero impregnar mis creencias, mis ideas, mis fantasías más ocultas
en lo que al mundo de la aventura y los héroes se refiere... por ello, los personajes
principales en una época determinada que relataré en esta historia serán basados en gente de
mi entorno y por qué no decirlo, en mí.
También quiero destacar que una de las mayores ilusiones que tuve mientras escribía
esta historia era que lo leyese alguno de mis abuelos, pero a causa del destino esto no podrá
ser. Por tanto, quiero dedicárselo a ellos y a mi familia en general, a todos aquellos que me
consideren amigo y sobretodo se consideren amigos míos, tanto los que están como los que
ya se fueron de este mundo; pero en especial a una persona, a la cual me siento unido desde
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hace ya muchos años, incluso antes de conocerla físicamente sentía dentro de mí que estaba
ligado a ella, este suceso se verá relatado en esta historia con un toque de fantasía…
Para todos ustedes, espero que les guste esta historia que a continuación relataré porque
os está dedicada a aquellos que os dignáis a leerla y opinar sobre ella, sin más presentaciones
doy paso a esta leyenda interminable, La leyenda de Eliesto...
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REGISTRO TERRITORIAL DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL DE ANDALUCÍA
Nº : AL-00136-2006 a
14/11/2006 11:41
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Por lo que pudo ser y no fue,
por lo que no deseo vivir y vivo
por lo que no querré tener e irremediablemente tendré…
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ÍNDICE
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PRELUDIO A UNA LEYENDA
LEYENDA..
S aludos mortales… ante todo, me presentaré. Mi nombre es Eliesto Zergo Adhun, y soy la
misma esencia del “tiempo” en sí. Hoy personifico mis palabras ante vuestros efímeros ojos
por una sencilla razón: quiero haceros partícipes de lo que a continuación os voy a contar, mi
historia. No es una historia que comienza como otra cualquiera, es una historia que pasó a
ser un mito y finalmente con el paso de las eras terminó por convertirse en leyenda… he
vivido a lo largo de la existencia, desde mucho antes que el Universo fuese como lo conocéis
y he conocido a seres tan magníficos que una imaginación tan fugaz como la vuestra sería
incapaz de concebirlos. No es mi intención haceros sentir inferiores, al contrario, pues todos
formáis parte de la misma esencia que ellos llevaban consigo. Estos magníficos seres son los
que en gran medida han hecho posible que hoy vosotros llegarais tan siquiera a tener la
oportunidad de nacer; aquellos seres que en un tiempo que fue muy lejano para vosotros,
lucharon valerosamente arriesgando su propia existencia para preservar el equilibrio del
Universo conocido.
Intentaré que mis palabras sean lo más explícitas posibles a la hora de relatar esta
narración, pues he visto cosas tan maravillosas que una mente poco instruida como la
vuestra sería incapaz de aprovechar las descripciones que mi mente y mis palabras darán,
dejándolas fácilmente en el olvido. Os mostraré a través de las páginas que yo mismo he
escrito la vida de cada uno de estos seres. Pero sobretodo quiero que prestéis atención a los
más importantes; sé que el grado de importancia de las cosas es un tema a debatir, pues no
todos los seres le dan la misma importancia a los acontecimientos que les rodean, toda mente
es un mundo, pero aún así, toda mente es una prisión para el pensamiento. Los seres más
importantes en mi historia y ciertamente también en la historia del Universo son aquellos
que pasaron desapercibidos en un principio precisamente por ser marcados en el momento
de su nacimiento; os hablo de aquellos que como individuos fueron llamados en el idioma
ancestral por el seudónimo: xagen; cuya traducción literal a vuestro idioma es “maldito”.
He podido contemplar fascinado con mis inmortales ojos cada una de las vidas de estos
seres que tuvieron origen en la última era de lo que hoy denomináis “la creación”. He visto
el nacimiento del primero y la muerte del último de ellos; aquel que se convirtió en un ser
legendario, y en el principal motivo de que hoy os quiera contar esta leyenda. Su nombre
terrenal fue: Arssus. Como el más destacable entre todos los xagens ancestrales, Arssus
estuvo destinado a ser apodado por el rango: ro alux felunt, el pálido felino, el campeón de
campeones indiscutible entre los xagens.
Antes que nada, conoced el origen de toda esta leyenda… pues cada uno de los xagens,
al igual que el resto de protagonistas de esta leyenda fue un importante grano de arena en el
gigantesco reloj de lo que hoy vosotros denomináis “destino”.
¡LARGA VIDA A LOS XAGENS!
ELIESTO ZERGO ADHUN
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PRÓLOGO.
nombre “Universo” era un inmenso e infinito manto de tinieblas, era una enorme masa de
“nada”, era un inmenso vacío, tan inmenso e ininteligible que nadie de nuestra especie sería
capaz de descifrar o sentir; en aquella inmensidad el único vestigio de vida eran siete
gigantescas formas etéreas que velaban por su “mundo”, esos seres estaban formados por
energía en estado puro, eran el sustento y pilar de aquel inmenso vacío, ellos eran los
guardianes del equilibrio en esa masa uniforme, sus edades eran desconocidas pues el
mismo tiempo aún no existía por aquel entonces ––aunque para un ser humano podrían ser
más antiguos que su mundo––.
Cada una de ellas tenía una esencia que destacaba y los diferenciaba del resto de sus
seis compañeras, esos dones únicos eran indescifrables, por tanto, no tenían su nombre
propio; estas siete formas etéreas giraban coordinadamente en torno a una esfera material
aún más gigante que las siete juntas a la que sustentaban entre ellos para mantener el
equilibrio en el vacío, hasta que en cierto momento hubo un breve desfase en la coordinación
de ese girar y los siete terminaron colisionando entre sí lo cual provocó una inmensa
explosión que generó una nueva creación; las siete esencias junto a los pedazos de la
gigantesca esfera material dieron paso a las estrellas que alumbraron aquella inmensa
oscuridad; poco a poco se formaron constelaciones, galaxias, lunas, planetas, todo lo que hoy
conocemos como Universo se estableció y dio paso a la vida de los microorganismos los
cuales con el tiempo dieron cuerpo a siete seres que al hacer uso de su razón y memoria
recordaron ser originalmente gigantescas esferas etéreas, por lo que dedujeron que eran
guardianes de la madre del Universo ––la ininteligible nada––. Emergieron de la tierra, del
aire, del agua, del fuego, de la luz, de la oscuridad y el vacío.
Cada uno se concedió un nombre y un elemento al cual representar y custodiar para
diferenciarse del resto; la guardiana de la tierra se hizo llamar Terros, el guardián del aire
Elhos, el guardián del agua Agos, el guardián del fuego Fhiros, la guardiana de la luz Kinos,
el guardián de la oscuridad Obsos, y el guardián del vacío Noos; los siete se hicieron llamar
a sí mismos los siete supremos o como fueran llamados más tarde por el resto de seres, las
siete estrellas etéreas. Cada uno aportó tanto su parte de trabajo para dar custodio a los
planetas y los seres del Universo como aportó su elemento para establecer un orden en los
elementos vitales, con el fin de que el cosmos y las energías de los mismos tuvieran un
equilibrio en el cual sustentarse. Primero la tierra, después el aire seguido del agua, el fuego
tras estos dos últimos continuado por la luz y la oscuridad finalizando con un pequeño
vacío.
Tras establecer el equilibrio en el Universo decidieron viajar por cada uno de sus
confines ––cada uno por separado––, para volver al mundo que les vio nacer al pasar un
tiempo determinado o cuando tuvieran que informar de algo que considerasen de suma
relevancia. Y allí se reunirían y pasarían una larga estancia tanto para contar sus nuevas
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experiencias en los viajes ––y descansar de los mismos–– como para disfrutar de la compañía
de sus hermanos; si alguno llegaba antes que los demás se dirigiría a esperar a la colina más
verde y cubierta por árboles que existía allí, concretamente bajo un árbol único en el planeta,
un gran cedro de hojas tan plateadas como los rayos de las dos lunas que alumbraran las
noches allí y de tronco tan negro como la oscuridad en la cuál moraron durante tanto tiempo
antes de formarse el Universo; este árbol fue llamado por ellos en la lengua espectral ––la
que fuese su lengua original––, Ro ekos arak ––el nocturno arcano––. En su primer viaje
todos descubrieron que todo ser, criatura, estrella, planeta o existencia en sí era capaz de
comunicarse con ellos mediante sensaciones, un lenguaje del que harían mucho uso, tanto,
que lo mezclaron con su lengua original y nacieron dos lenguajes, uno más escueto y
llevadero que el espectral, al cual llamaron el lenguaje corpóreo y otro comunicándose
mentalmente al que llamaron la voz mental.
Cuando llegó Noos ––el único que faltaba de los siete–– a la que se concertó como la
primera reunión de los siete supremos, ya era noche cerrada. El mundo madre ofrecía una
estancia idílica, pues las dos lunas y las estrellas brillaban con calma, parecían entonar un
cántico ya que estaban siendo acompañadas por una suave brisa de verano que arropaba a
todos los seres con una suave caricia de regocijo. A pesar de que ya era tarde ninguno podía
esperar y comenzaron uno por uno a contar todas sus experiencias, sin dejarse ni tan siquiera
el más mínimo de los detalles. Tuvieron que tardar varios días en contarlo todo, pero en
ningún momento se aburrieron, es más, disfrutaron con cada palabra y cada detalle que salía
por boca de sus hermanos. Al terminar la reunión cayeron en la cuenta que no habían dado
un nombre al mundo madre que los viera nacer, así que tras pensarlo detenidamente se
decantaron por Iniar ––unión––.
Con el tiempo Noos tuvo la idea de crear a sus hijos entre los siete, lo cual Fhiros apoyó
aportando la idea de que cada uno de sus hijos tuviera la habilidad de gobernar sobre dos
elementos, así cada uno podría crear un hijo conjunto con el resto de sus seis hermanos. Y
nacieron veintiuno en total, con lo cual se los llamó los veintiún elegidos; los mismos que
tenían la tarea de encargarse de custodiar el equilibrio del Universo si alguno de los siete
supremos desaparecía o moría.
Y así, durante varios eones de tiempo se respiró paz y tranquilidad allá a donde iban,
tanto si viajaban como si estaban en Iniar, todo era como el más placentero de los sueños, no
se podía pedir más a la existencia en sí, el equilibrio reinó durante muchísimo tiempo y por
tanto viajaron y se reunieron incontables veces. Nadie era capaz de imaginar que el
equilibrio se viera mermado por ninguna razón, hasta que un día en una de las tantas
reuniones de los siete supremos, llegó la razón que haría pender de un hilo el equilibrio y la
paz: la discordia; las diferencias de unos y otros surgieron desde lo más interno de cada uno
y los siete supremos se separaron cada uno hacia una punta del inacabable Universo,
decidieron que cuanto más lejos estuviesen unos de los otros mejor, y se alejaron lo más
posible, pero por mucho que se alejaran sabían que en el fondo no podrían olvidarse de sus
hermanos pues estaban conectados y unidos por una misma tarea: mantener el equilibrio del
Universo.
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PRIMERA PARTE
DOMINACIÓN
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CAPÍTULO 1.
TERROS
MADRE TIERRA.
L os tres soles azules brillaban con fuerza y daban regocijo y calor a los habitantes de
Iniar, un pequeño mundo muy retirado de lo que conocemos como nuestra galaxia,
diminutos seres voladores revoloteaban por el aire, el color verde y las plantas al igual que el
color cristalino del agua abundaban allá a donde se miraba, los bosques y los árboles de
estos, frondosos como ninguno e inmensamente altos como montañas eran peinados por la
suave brisa que soplaba leve y agradable en el mundo de reunión de los siete supremos. Una
bellísima mujer de aspecto joven, de cabellos marrones que parecían estar formados por
raíces de árbol, con hojas tanto frescas como secas enredadas entre los mismos, de piel tan
oscura como el tronco de un árbol, ojos amarillos tan dorados y relucientes como el oro a la
luz del sol, de mediana estatura y vestida de tal forma que sólo tapaba sus partes más
íntimas con unas hojas secas de árbol, yacía sentada bajo la copa de hojas plateadas del
nocturno arcano. Esta mujer era Terros, una de los siete supremos y aunque el tiempo
parecía haberse detenido, hacía ya tiempo que había tenido una grave discusión con sus seis
hermanos, tan sólo porque Noos se sentía superior al resto puesto que él era el más cercano a
la nada y por tanto se sentía como el elegido para velar por todo y quiso nombrarse a sí
mismo supremo de los supremos, rey de las siete estrellas etéreas; recordaba con ojos
soñadores y tristes el aspecto de cada uno de sus hermanos, Fhiros tenía la apariencia de una
persona que no llegaba a alcanzar la mediana edad, que estaba en la flor de la vida, casi
siempre tenía una expresión seria en el rostro, pero no dudaba en hacer el tonto si la
situación lo requería. Sus ojos eran rojos como un sol rojizo que ha entrado en el ocaso, su
cabello era negro como la noche, corto y liso, era de estatura y complexión normales, vestía
con una túnica blanca en cuyos laterales delanteros tenía bordados de rojo carmesí y plata
representando a dos pilares de los dos colores de sus llamas y sus calzas eran botas de tela
roja; Elhos era alguien que presentaba el aspecto de ser un poco más joven que Fhiros,
alguien de inocencia muy notable, siempre con la sonrisa en la cara y siempre dispuesto a
hacer chiquilladas y tonterías, delgado y bastante alto, de cabellos dorados como el trigo,
ojos marrones como el barro, vestido siempre con una capa de color verde esmeralda, cuyo
broche turquesa, tenía la forma de un tornado, el resto de su ropa eran camisa y pantalón de
tela, también de color verde, pero con un tono más oscuro, siendo sus calzas también unas
botas de tela verde; por otro lado, Agos era alguien que casi parecía superar la mediana
edad, de cuerpo grueso y ancho, cabellos grises como una tarde de invierno y ojos tan azules
como el mar. La expresión de su rostro siempre era agria, pero sabía sonreír muy bien, al
igual que sabía cuando hacer el tonto y cuando estar serio. Vestía con una camisa de tela
color turquesa y unos pantalones de tela azules, ocultos bajo una capa de color celeste cuyo
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broche tenía la forma de dos olas de agua, y un intenso color azul marino, a diferencia de
Fhiros y Elhos, Agos iba siempre descalzado; Kinos tenía la apariencia de una mujer un poco
mayor que Terros, si su hermana era bella, Kinos lo era aún más, sus largos y ligeramente
rizados cabellos eran dorados con mechas plateadas que brillaban de una forma muy inusual
tanto de día como de noche, era bastante alta, su cuerpo era esbelto y perfecto e irradiaba
casi siempre luz, su piel era muy pálida, sus ojos eran de un tono verde muy claro, la
expresión de su rostro era fría y calculadora pero a la vez bondadosa, vestía con un camisón
blanco de lino muy fino por el que se le transparentaba todo el cuerpo y también iba
descalzada al igual que Terros y Agos; en cambio Obsos parecía todo lo contrario, su aspecto
representaba una persona recién entrada en la tercera edad, de expresión noble y a la vez
triste, ojos color amarillo oscuro como los de un lobo, sus cabellos eran castaños, de
complexión fuerte y enorme, bajito de estatura ––ligeramente más bajo que Terros–– y lo
único que lo cubría era un manto de oscuridad que le servía como ropa y vestimenta; y el
más enigmático de los siete, Noos, un hombre joven de expresión fría, impasible e incapaz
de mostrar sentimiento alguno a través de sus facciones, cabellos largos y negros como la
misma oscuridad que envolvía a la nada en un principio, llevaba una perilla muy corta y
fina, y sus ojos eran plateados. Vestía de forma elegante, con pantalón, camisa y chaqueta
negros, calzaba unas botas de tela de color negro también que cubrían hasta las rodillas.
Sólo dos estuvieron a favor de lo que pedía Noos: Obsos y Fhiros ––aunque este último
no estaba tampoco muy convencido y sólo tenía curiosidad por saber qué pasaría si uno de
los siete reinase sobre el resto––. Los otros cuatro incluyendo a Terros no estaban de acuerdo
con la decisión del señor del vacío y se interpusieron en su camino, esto generó que el
mismo sembrase la discordia entre los siete y se separasen; cada uno se alejó del resto,
puesto que el Universo era infinitamente extenso decidieron alejarse lo más posible hasta el
punto de sólo sentir la unión con sus otros hermanos como un vago recuerdo del lejano
pasado.
A pesar que los tres soles brillaban con fuerza, la vida se respiraba tranquila y una casi
imperceptible paz reinara en Iniar, Terros, la guardiana de la tierra, se sentía sola, sentía un
ligero vacío dentro de sí misma, pero a pesar de ser de minúsculo tamaño este vacío que
ahora yacía dentro de ella, sentía mucho dolor por llevarlo consigo. No sabía cómo curar esa
herida, sintiéndose tan mal como se sentía trató de apaciguar el dolor con los recuerdos de
los días pasados, recordando aquellos días en los que ella y sus seis hermanos se reunían a
menudo para hablar de sus cosas y deliberar si había que crear alguna criatura más uniendo
los poderes de todos, pero al recordar los días pasados, segundo tras segundo de esa vida
juntos, llegó al momento en que comenzó la discusión; le atormentaba recordar cómo su
hermano portador del vacío sembró la semilla de la discordia entre el resto, y tan sólo
porque nadie excepto la oscuridad y el fuego estuvieron de acuerdo en que reinara sobre el
resto de los seis; ella misma se sintió ofendida cuando Noos dejó claro que cada uno de ellos
no podría sobrevivir sin alguien que los gobernase y que los controlase a su vez, recordaba
que ella alzó una mano en dirección a su hermano Noos haciendo surgir un enorme géiser
de tierra que lo devoró, como contestación, el agredido se convirtió en agresor formando
una enorme burbuja privada de todo elemento con el que se podría vivir; a punto de
matarla, Elhos no tuvo mas remedio que entrar en la refriega creando un enorme tornado de
gigantesca magnitud que barrió todo en varias hectáreas alrededor, Obsos no pudo evitar
entrar para apoyar a su hermano Noos ––estaban tan unidos que casi eran uno solo––,
lanzando enormes zarcillos que golpearon miles y millones de veces al portador de los
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vientos, sin más motivo para reprimir su rabia, Agos dando un enorme grito hizo que
lloviesen gigantescas olas sobre Obsos y Noos.
––¡Parad de una vez! ––exclamó Fhiros con toda su rabia provocando una explosión de
calor que provocó el final de aquella pequeña contienda, pues vio que podía acabar en
catástrofe y ellos no se daban cuenta. El resto de sus hermanos con gran sorpresa en sus ojos
le miraron, y vieron que tenía en los ojos dos llamas rojas que mostraban a la vez varios
sentimientos de los cuales destacaban la furia y la compasión.
––¿Qué creéis que estáis haciendo pandilla de ineptos? ––Preguntó cuando pudo
comprobar que sus hermanos sólo le prestaban atención a él–– ¿Acaso no veis que por culpa
de las ambiciones de uno de los nuestros nos estamos peleando todos? ¡Parece mentira que
porque uno de nosotros quiera tener el poder de dirigirnos a los demás os pongáis así!
––Sí, pensad un momento en ello. ––Dijo Noos aprovechando el momento de
conmoción para persuadir al resto de sus hermanos para que aceptasen su propuesta––. No
podéis poneros así porque sólo yo tenga el valor suficiente para querer gobernar sobre todo
y todos. Yo creo...
––¡Cierra tu maldita bocaza si no quieres arder en una eterna llama que será más
dolorosa a cada segundo que pase! ––Interrumpió bruscamente Fhiros que gritó con aún más
furia que antes. La respuesta del ser vacío fue crear un inmenso anillo privado de cualquier
tipo de elemento vital alrededor de su hermano el fuego.
––¿Intentas hacerme creer que el fuego puede existir sin algo que le dé vida? ––Dijo
Noos con tono burlón a su hermano al verle en una situación tan complicada. Fhiros,
enfurecido como nunca, dio una respuesta al tono burlón de su hermano Noos, ante el
asombro de sus otros cinco hermanos se convirtió en un ser envuelto en llamas, el color y el
brillo de los tres soles azules que alumbraban aquel día quedaron empequeñecidos ante
aquel nuevo sol personificado que desprendía unos deslumbrantes y abrasadores destellos
plateados y rojos, el calor que desprendía Fhiros era tal que los cinco hermanos que estaban
fuera de aquella batalla tuvieron que alejarse, pues hasta una barrera de agua que Agos creó
––la cual sería impenetrable para cualquier sol–– estaba siendo vaporizada, tuvieron que
observar desde lejos, y desde la distancia pudieron apreciar cómo había nacido un cuarto
sol, Fhiros estaba aumentando poco a poco de tamaño con su cuerpo transformado ahora en
una forma etérea que no dejaba de desprender más y más calor, todo lo que había dentro del
anillo en el cual estaba encerrado se vaporizaba y se fundía como si de mantequilla se
tratase, Terros tuvo que intentar detener a Fhiros encerrándolo en una enorme celda de
rocas, pero ni estas aguantaron mucho pues se fundieron al cabo de los segundos, el
siguiente en intentar pararle fue Agos ayudado por Elhos lanzando una enorme llovizna
acompañada por un inmenso tifón, pero ni aún así eran capaces de detenerlo, pues el agua se
vaporizaba y el aire se calentaba hasta llegar al punto de transformarse en un viento solar,
Obsos lo único que pudo hacer fue oscurecer aquel sol para que cuando se viese sumido en
su propia oscuridad se amedrentara, pero ni aún así, con el aspecto de un sol negro seguía
aumentando su brillo y cegando al resto de criaturas de ese planeta que ya estaban
pendientes del gran peligro que corrían, Kinos observaba la contienda de brazos cruzados e
impasible ante tal situación, sabía que por muchos esfuerzos que hicieran por detener a esa
pequeña gran bola de fuego no podrían.
––¡Está bien Fhiros! ¡Me rindo! ––Exclamó Noos horrorizado, viéndose en tal situación,
comprobando por sí mismo que no podría aguantar mucho el poder de su hermano.
––Ya es tarde para que me frenes, ahora, sentirás lo que son mis llamas en todo su
apogeo... ––Exclamó Fhiros imponente, con su voz elevada hasta tal punto que su eco resonó
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en la eternidad––. ¡Siente el fuego de la eternidad!
Noos no pudo aguantar mucho tiempo más y el anillo que él mismo creó y que
controlaba con su poder se desvaneció dejando paso al arrasador poder de Fhiros que barrió
todo el planeta con el calor de aquel sol en que se transformó, fue un calor que quemó los
pulmones de más de una de las criaturas vivientes de aquel planeta, pero lo peor estaba por
llegar, Fhiros tan sólo había hecho crecer su poder, sin haberlo hecho explosionar, allí estaba
con los ojos cerrados frente a su hermano el vacío, si por un momento pensara en expulsar
toda esa llama que contenía en su cuerpo todo acabaría ahí, las siete estrellas etéreas
morirían y todo cuanto les rodeaba hasta el confín más infinito del vasto Universo dejaría de
existir, así pues, apagó esa inmensa llama que ardía dentro de él.
––No quiero gobernar yo solo sobre toda la creación. ––Dijo con ojos compasivos y
tristes por un momento––. Sé muy bien que no podría mantener el equilibrio de todo, así que
Noos, déjate de sueños ambiciosos, pues fíjate lo que ha pasado en estos instantes en los
cuales yo he gobernado sobre todos vosotros. Imagínate qué pasaría si alguno de los demás
hiciese lo mismo... no existiría el equilibrio con lo cual dejaría de existir todo...
Noos, viéndose humillado ante uno de sus hermanos no pudo contener su ira y
valiéndose de la situación en la cual su contrincante había bajado la guardia decidió atacar,
alzó sus manos para privarlo de oxígeno y hacerlo reventar por dentro pero una inmensa luz
lo cegó y este momento fue aprovechado por Agos y Elhos para asestarle un golpe con sus
respectivos elementos y encerrarlo en una cúpula de agua de tal forma que no podría dar
rienda suelta a su poder, esta cúpula fue reforzada por una capa de hielo, tan fría que hasta
el cero absoluto se vería ridiculizado ante tal esencia gélida.
––Déjate de sueños de gobierno y hegemonía sobre el resto de las cosas ––Dijo Kinos con la voz
mental acercándose a la cúpula con arrogante caminar––. Bien sabes que por mucho que quieras
no podrás mantener el equilibrio durante mucho tiempo...
Obsos acudió en ayuda de su hermano que estaba en cautiverio, creó una gran
oscuridad que privó absolutamente todo el planeta de cualquier luz y aprovechó la
oportunidad para romper la burbuja helada con millones de zarcillos oscuros que tenían la
solidez del más poderoso de los metales que existían en todo el Universo, la cúpula se abrió
lo suficiente como para que Noos pudiese escapar saliendo del planeta junto a hermano
benefactor. Con furia en sus ojos, tras haber observado durante unos pocos segundos el
planeta Iniar alzó sus manos en dirección al mismo, la vida comenzó a expirar en este
diminuto mundo, Noos estaba volviendo a su forma etérea e intocable, pero una gran lanza
de hielo le atravesó el pecho antes de que completara la transformación etérea dejándolo
extasiado a la vez que exhausto por la herida, Agos y Elhos dispararon una segunda flecha
gélida en dirección a la cabeza de su hermano malherido pero fue fundida por una enorme
llamarada surgida de las manos de Fhiros, Agos y Elhos atacaron con una gran esfera de
hielo a Fhiros, la esfera fue detenida por un gran pico de tierra que surgió poco antes que
Fhiros fuese congelado, una enorme y puntiaguda lanza negra descendió desde el espacio
con una velocidad que sería capaz de atravesar todo el planeta en un abrir y cerrar de ojos,
una erupción de fuego y tierra la detuvo a tiempo.
––Maldita sea, Fhiros, Terros, ¿qué estáis tratando hacer? ––Exclamó Elhos enfurecido
con toda su rabia en la voz.
––¡Estamos intentado detener el gran cataclismo, porque eso será lo que va a pasar si no
paráis de una vez! ––Dijo Terros a su vez elevando su voz más alta que la de su hermano.
––¿A caso nos estáis desafiando par de inútiles? ––Replicó Agos a su vez.
––¿Eres estúpido? ¿No eres capaz de ver lo que pasará si uno de nosotros muere? ––
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Replicó nuevamente Terros.
Kinos sentada sobre una roca, observaba muy atenta todos los acontecimientos que
ocurrían en esa batalla, esperando que se mataran entre ellos.
––Patéticos seres... ––dijo casi entre dientes mientras se levantaba–– no merecéis ser
supremos, esperaré impaciente a que os matéis y entonces pondré equilibrio y orden a las
cosas.––
Y sin que nadie se percatara de su presencia la mujer de luz se desvaneció con un
destello y se marchó muy lejos de allí sin volver la vista atrás ni pararse a pensar en las
nefastas consecuencias que tendría aquella batalla. Por su parte Noos y Obsos vieron la
oportunidad de escapar de allí, pero también pudieron apreciar que esos cuatro no tardarían
mucho en perecer y caer.
––Obsos... marchémonos de aquí... ––dijo el ser vació sonriendo y medio muerto–– ya
no hay nada más que hacer, el destino ya está determinado, este es el fin de la unión de los
siete supremos...
El portador de la oscuridad, sin mediar más palabra lo ayudó como pudo echándose un
brazo del moribundo sobre su cuello para servirle de apoyo y se lo llevó lo más rápido que
pudo.
Por otra parte Terros, Fhiros, Agos y Elhos seguían con su contienda que en esos
instantes no traspasaba la barrera de la batalla verbal, Elhos estaba decidido a atacar, pero
Terros seguía intentando detener aquella absurda batalla por medio de la palabra.
––¡Agos, Elhos, parad de una vez por favor!
Elhos lanzó una gran ventisca con sólo agitar su mano al aire en dirección a su hermana,
Fhiros sin titubear, con una explosión de calor contrarrestó la ráfaga y tumbó a su creador,
Agos no podía quedarse cruzado de brazos mientras el único que lo apoyaba era abatido, así
que con un enorme golpe en la tierra emergió un grandioso géiser de límpidas aguas cuya
grandeza y altura ni la vista más nítida alcanzaba ver su pico más alto absorbiendo a Fhiros y
elevándolo hacia el espacio, Terros, como respuesta creó una erupción de rocas que
emergieron desde lo más profundo del planeta y se tragaron a Agos y Elhos.
––Lo has hecho muy bien Terros. ––Le dijo Fhiros a su hermana hacia su mente––.
Déjamelos a mí, huiré mientras ellos me persiguen, así evitaremos el gran cataclismo...
Terros, viendo que la única solución era aquella que había propuesto su ardiente
hermano con pesar en su interior asintió con la cabeza y se fundió con la tierra
desapareciendo como si nunca hubiese estado allí. Fhiros, viendo que todo estaba despejado,
comenzó a concentrar una enorme bola de fuego con sus dos manos alzadas al aire. ¡Esquivad
esto! ––exclamó por voz mental cuando vio que sus dos hermanos escaparon de la prisión de
rocas. Agos y Elhos, aturdidos aún por aquel aprisionamiento del que habían salido y haber
comprobado que Terros había huido no comprendían lo que quería decir Fhiros con aquel
desafío, pero no tardaron en descubrirlo cuando una enorme bola de fuego del tamaño de
una inmensa estrella cuyo color era plateado con destellos carmesíes se dirigía con
desmesurada velocidad hacia ellos. Elhos temblaba de forma violenta y estaba paralizado de
pies a cabeza por el miedo que causó tal acontecimiento. Esto... es el fin... ––Dijo ante tan
horrorosa visión.
Agos no se resignó a perecer por una esfera ardiente que él mismo veía insignificante,
así que haciendo llover un enorme mar sobre ésta intentó detenerla, no tardó mucho en
apreciar que su mar descendente no creaba ningún efecto sobre aquella estrella que se dirigía
hacia él, así que lo único que pudo hacer fue intentar resistir el impacto, alzó su mano
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derecha para encajar el choque y justo cuando ya daba por perdido el brazo a causa del calor
la estrella se desvaneció por causa de Fhiros que apareciendo entre Elhos y Agos la absorbió,
acto seguido se apartó lo suficiente de ellos como para poder reírse y burlarse de ellos a sus
anchas.
––¿Os he asustado? ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ––Dijo en tono muy pueril y juguetón.
Elhos había perdido un ojo a causa del calor y Agos quedó manco de su mano derecha
por la grave quemadura, ambos, enfurecidos decidieron atacar sin compasión, pero Fhiros
fue más rápido, esquivó un doble impacto y se elevó hacia el espacio. ¿A que no me
atrapáis? ––les dijo con el mismo tono pueril y juguetón de antes. Y mientras se elevaba
hacia la atmósfera de Iniar les hacía burlas. La irritación e indignación de ambos por ver que
aquella batalla era como un juego para su hermano el fuego les impulsó a seguirle.
Cuando los tres soles caían para dar paso al crepúsculo nocturno, Terros regresó a sus
días presentes, contemplaba en pie el lugar donde se había librado la pequeña batalla mucho
tiempo atrás; el terreno estaba ligeramente desnivelado, la ola de calor de Fhiros había
cambiado ligeramente la atmósfera no sólo de aquella zona, sino de todo el planeta entero
proporcionando un calor que ya era tolerable e incluso agradable; los zarcillos oscuros de
Obsos, al colisionar con el suelo habían creado unos enormes y profundos fosos marinos en
los cuales no se podía ver el fondo; las grandes olas que llovieron de Agos crearon
manantiales de agua limpia y fresca; las grandes ventiscas de Elhos limpiaron todo lo malo
que residía en la tierra, en el aire y en el agua; los vastos pilares de tierra y rocas de Terros
dieron paso a unas gigantescas y altísimas montañas. La guardiana de la tierra pudo apreciar
en aquel lugar del diminuto planeta Iniar, el cual en el pasado fue devastado por una leve
pero encarnizada batalla, que el tiempo logró darle una belleza sin igual, incluso fue más
bello que antes que los siete supremos se enfrentasen entre sí, puesto que de las raíces de la
tierra brotaron varios tipos de flores, alguna escarlata, cuyo sangriento color daba vigor al
paisaje, otras azules como una oscura noche de verano que al observarlas apaciguaban el ser,
también había de color amarillo, cuyo destello dorado a la luz de los tres soles cegaba la
vista, otras, camufladas entre la hierba, eran verdosas, pero más bien con un notable tono de
color turquesa que recordaban al agua de las limpias y cálidas playas de aquel diminuto
mundo; un arco iris formado por el color de todos los tipos de plantas poblaban en esos
instantes el singular planeta Iniar.
Pero este diminuto mundo no era bello sólo por su frondosa, vigorosa y rebosante flora,
su fauna también era de lo más pintoresca y de lo más maravillosa, era tal que podría
deleitar la vista de cualquier ser que se preciase, el aire era surcado por bandadas de
enormes pájaros de armadura escamosa ––muy parecidos a nuestras águilas––, de lomo
plateado y escamas de color azur, de triple cola, pico dorado y oscuras alas como el color
azabache, afiladas garras capaces de desgarrar la más dura de las pieles y un cantar tan
agudo y tan dulce que inspiraba miedo y admiración. También había aves con cuerpo similar
al hombre, pardas alas con los bordes pálidos, con cabeza y garras de halcón, otras eran de
cintura para arriba con cuerpo de mujer y de cintura para abajo al igual que sus alas como
las de las águilas. Por otra parte estaban los animales de tierra, felinos gigantes de pelaje
dorado y ojos azules, de atemorizadoras fauces, enormes garras y endiablada agilidad;
cánidos de pelaje rojo y ojos negros, con una melena alrededor del cuello y con abundante
pelo en las patas y la cola, de sus cuerdas vocales surgían terroríficos aullidos y fuertes
ladridos cuando la ocasión lo requería; caballos de color azul como el cielo con tres cuernos
de bronce brillando a la luz de los tres soles, su relinchar creaba un eco que se elevaba
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rasgando hasta el más alto de los cielos; centauros de fornidos cuerpos, bronceados y prietos
lomos de color blanco, gigantescos osos provistos de cuatro fuertes brazos y dos cortas pero
fornidas patas, de pelaje verde y ojos rojos; y las aguas del mar eran pobladas por
incontables bandadas de peces dorados, plateados, verdes, azules, rojos, blancos, negros... el
tamaño de los peces era gigantesco, eran tan grandes que cuando salían a la superficie
ocultaban el sol cuando este daba paso al ocaso, había peces cubiertos de una armadura de
espinas tan impenetrable que hacía muy difícil ––aunque no imposible–– que fuesen
cazados, otros tenían afilados y finos dientes capaces de rasgar todo lo que se pusiera a su
paso, otros iban armados por afiladas cuchillas en cada extremo de sus aletas las cuales les
permitían escapar de apuros si la ocasión lo requería.
Iniar con el tiempo se había convertido en un pacífico planeta poblado de una
abundante flora y fauna, prosperó tras el cambio brusco a raíz del ligero enfrentamiento
entre los siete supremos. Terros, al apreciar este cambio y la paz que se respiraba en dicho
planeta deseó que reinara eternamente y decidió asentar su hogar ahí para que su deseo
fuese concedido y perdurase hasta el fin de los tiempos; así, con esta nueva y única misión,
el dolor y la frustración que acongojaban su divino corazón se disiparon aparentemente sin
ella misma saber, que en lo más profundo de su ser ese dolor aún existía. El tiempo siguió
transcurriendo y, poco a poco, el planeta Iniar comenzó a tener más habitantes, nuevas razas
y nuevas criaturas surgieron de la mezcla de las que originalmente existieron, de la misma
familia pero con distinta forma y pelaje, nacieron fornidos felinos de pelaje plateado, cánidos
ágiles y con pelaje negro como la más oscura de la noches, aves de cuerpo cubierto por
completo por plumas de muchos colores distintos y peces acorazados hasta los dientes.
Incluso habiendo una cadena alimenticia entre todos los habitantes de dicho planeta la vida
seguía prosperando, pues el círculo de la vida de aquel mundo era respetado y no alterado
por nada ni nadie, así pues, Iniar tenía muchas esperanzas de perdurar eternamente, nada
parecía ensombrecer a Terros ––la cual se apodó Madre Tierra––, nada le hacía dudar que
aquello duraría por siempre. Hasta que un fatídico día, Terros pudo notar cómo las energías
de Obsos y Noos se desvanecían por completo y en cuestión de segundos otra energía aún
más poderosa que los dos juntos aparecía como de la nada. El dolor de los días pasados
resurgió nuevamente, un temor inimaginable a perder todo aquello por lo que había luchado
durante tantas generaciones se apoderó de ella y, a partir de aquella misma noche comenzó a
tener pesadillas, todas las noches la atormentaba el mismo sueño; una pesadilla en la cual era
capaz de ver a sus protegidos luchando contra unas criaturas que jamás se atrevió a imaginar
que existirían, veía el planeta al que cuidaba con tanto recelo siendo devastado por
incontables hordas de sombras de todo tipo de forma y tamaño, cuyos ojos brillaban con un
opaco fulgor amarillo devastaban todo su planeta, descuartizando a sus preciados animales
sin que ellos apenas pudiesen defenderse, pero en el colmo de la desesperación, para
aumentar aún más su sufrimiento, veía la muerte de uno de sus hermanos.
Pasó más de un centenar de años y ella perdió el sueño de tal forma que ya no podía
dormir, pues sabía que si volvía a rendirse al sueño volvería a tener esa espantosa pesadilla,
ya que durante generaciones se repitió una y otra vez hasta que despertaba; ella no sabía por
qué se repetía una y otra vez la misma pesadilla y por qué no soñaba con otras cosas, no
hallaba tranquilidad en sus sueños, ni tampoco en la realidad, su preocupado corazón no
encontraba paz ya en ningún sitio, la incertidumbre se apoderó de su mente y una oscura
nube de pena cubrió su corazón desde aquel día de tal forma que jamás podría disipar
aquella tormenta de negatividad, pues algo le decía que esos sueños eran el futuro que le
esperaba a toda la creación.
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CAPÍTULO 2.
KATOS
VACÍA OSCURIDAD.
T iempo había pasado ya desde que los siete supremos lucharon entre sí, Noos aún
recordaba cada segundo de la batalla contra su hermano el señor del fuego, recordaba con
rabia cómo su hermano Fhiros le había hecho sentir terror dentro de sí, cómo se hacía con la
supremacía del Universo en tan sólo unos segundos sin poder ser detenido por nada ni
nadie, Fhiros le dio una lección que nunca olvidaría, si uno de ellos reinase sobre el resto
sería el fin de la existencia del Universo, todo volvería a su estado principal, todo volvería al
vacío ininteligible del principio, cuando aún no existía nada más a parte de la esencia
material junto a las siete formas etéreas que eran ellos originariamente. El colmo de todo fue
que Fhiros a pesar de haberle mostrado a Noos que no le simpatizaba mucho fue capaz de
dejar a un lado sus diferencias con él para defenderle de sus hermanos Agos y Elhos, incluso
aunque estos dos últimos eran los causantes que su pecho en esos momento estuviese
atravesado por una gran lanza de hielo no podía odiarlos más de lo que odiaba a su cálido
hermano, no podía remediar el poder sentir esa rabia por ver que su hermano Fhiros era uno
de lo más buenos entre los siete y que lo perdonaba y lo olvidaba todo en cuestión de tan
sólo unos segundos. El caparazón llamado orgullo de Noos estaba más herido, dolorido y
mermado incluso que la herida que llevaba en el pecho, a pesar que esa enorme estalactita le
estaba arrebatando la vida a cada segundo que pasaba seguía luchando con un furor y un
desprecio impresionantes, su odio hacia Fhiros era lo que le mantenía vivo aunque estuviese
herido de muerte, mientras pensaba en todo ello juraba y perjuraba que se recuperaría para
acabar con su hermano, no le perdonaría la vida por más que se lo implorase de rodillas, por
más que intentase convencerlo o por más que se ofreciese a cualquier tipo de servicio, jamás
lo perdonaría, estaba sentenciado, su muerte estaba próxima según Noos.
Obsos también estuvo sumergido en un vasto mar de pensamientos, él también
recordaba cada segundo de la batalla que los siete hermanos tuvieron entre sí, pero parecía
ser, que sólo él pudo apreciar que no fueron exactamente los siete quienes lucharon, su
hermana la iluminada a penas hizo nada para detener la batalla, es como si esperase a que
acabaran matándose los unos a los otros. Lo único que hizo fue lanzar un destello para cegar
a Noos, pero no hizo absolutamente nada más, tan sólo se limitó a mantenerse al margen de
la batalla y a observar. Obsos sentía repulsión ante este tipo de postura, sentía asco por
comprobar que su hermana Kinos no sentía ningún aprecio por ellos y menos por él, por ser
exactamente todo lo contrario a ella. No podía creer ese sentimiento que yacía en su interior,
creía estar loco o quizá atontado, puede que aturdido por la batalla, pero Obsos en lo más
profundo de su ser y de su oscuro corazón sabía que aquel sentimiento siempre estuvo ahí
desde que dejaron de ser seres etéreos, vio la belleza que su hermana Kinos tenía y quedó
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perdidamente enamorado de ella, su luz cegó sus ojos y alumbró entre las sombras que
formaban cada fibra de su ser y su cuerpo. Obsos nunca confesó lo que sentía por Kinos por
miedo a ser rechazado, aprovechó la oscuridad para esconderse a sí mismo y enterrar sus
sentimientos para siempre sin que nadie tuviese posibilidad de acceder a ellos de ninguna
forma. Obsos era un ser bondadoso y pacífico, tan bondadoso y piadoso que sería incapaz de
atacar a otro ser vivo y sólo sería capaz de entrar en una guerra por necesidad o por salvar la
vida de otros que corriesen peligro como bien hizo hacía tiempo para salvar la vida de aquel
hermano a quien estaba llevando a cuestas en esos instantes. Se hizo una promesa que jamás
rompería, juró con el corazón en la mano y el alma en la boca que dejaría de tener
sentimientos a partir de ese momento, no sentiría nada por nadie, ya que como él era todo lo
contrario a Kinos, esperaba que ella hiciese la promesa de sentir algo y así sufriese y sintiese
en sus carnes lo que es ser rechazado por la persona a quien se ama.
Ambos hermanos tuvieron mucho tiempo para pensar en sus cosas, había pasado
bastante tiempo desde que huyeron a toda prisa del mundo central de reunión de las siete
estrellas etéreas; pasaron días, años enteros quedaron atrás, quizá décadas incluso, el caso es
que ambos hermanos perdieron la noción del tiempo mientras se ahogaban en ese mar
llamado pensamiento. Estuvieron vagando sin rumbo por el espacio durante tanto tiempo
que cuando decidieron despertar de su longevo letargo todo a su alrededor era desconocido,
nunca se habían alejado tanto en una dirección sin rumbo fijo, sin conocer ni tan siquiera el
nombre de las estrellas que los rodeaban en esos instantes. Algunas cosas habían cambiado
incluso, notaban la energía de nuevos seres, de los nuevos hijos de sus hermanos, y también
el cambio en las energías y la fuerza de sus hermanos, y también notaban que el tiempo no
corría en favor de Noos, así que después de doce décadas vagando por el espacio sin decir
nada, el moribundo decidió romper el silencio a pesar de sus heridas y a pesar que sabía que
con ello, las pocas reservas de energía que le quedaban se podrían agotar.
––Obsos... ¿lo notas? ––Dijo el dios moribundo.
––Sí, hermano... noto la fuerza del resto de nuestros hermanos, noto de que forma han
cambiado uno tras otro mientras nosotros huíamos... ––respondió el oscuro.
––Tú también has cambiado hermano mío... noto en ti algo extraño, no eres el mismo de
antes...
––No digas tonterías... guarda tus energías para lo importante, si sigues así morirás...
––No finjas que te preocupas por mí... ambos sabemos... que ya no sientes nada por
nadie... ese ha sido tu cambio hermano...
Obsos miró con sus amarillos ojos hacia los sonrientes pero cansados de Noos, y con el
dolor y la frustración que había en su mirada atravesó el alma de su hermano dejándolo
boquiabierto.
––Ya no puedo sentir nada más que dolor hermano... ––dijo Obsos mientras derramaba
una lágrima–– veo que mis ilusiones siempre han sido vanas, que todo lo que he sentido no
ha servido para nada... mi dolor es la prueba que estoy vivo, pero estoy vivo para sufrir,
viviré para sufrir y para hacer sufrir a la que fue mi amada...
Noos pudo discernir en lo más profundo de los ojos de Obsos, a través de aquel
inmenso dolor que había odio, un odio que ardía como una llama envenenada, un odio que
lo consumía por dentro a cada segundo que pasaba, un odio que había convertido su sangre
en veneno puro, ese odio iba dirigido a una persona en concreto, su hermana Kinos, la
iluminada. El señor del vacío vio que el odio de su hermano el oscuro podría ser útil para
sus planes de hegemonía, vio que este había desarrollado una fuerza infinita en su interior
gracias al odio que brotó en lo más profundo de su ser hacia Kinos, que sólo tendría que
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desatar esta imparable energía para destruir a los cinco restantes y así apoderarse del
Universo entero.
––Obsos, ayúdame a recuperarme y juntos lograremos lo que nos propongamos, no nos
podrá detener absolutamente nadie, con tu poder y mis planes tan bien trazados y
preparados como los tengo nadie podrá resistir el implacable caminar de nuestro futuro
imperio, ¿qué me dices? ––Planteó Noos.
Obsos se quedó pensativo durante largo tiempo mientras Noos aún seguía apoyándose
en él como si de un pilar se tratara; pasado este largo período de tiempo en el cual
transcurrió casi un día, Obsos, a punto de colmar la paciencia de Noos tomó una decisión
que cambiaría el destino de todos.
––Sea pues así Noos... ––dijo él con desdén–– me uniré a ti y juntos acabaremos con el
Universo entero si hace falta, y este oscuro ser que aquí ves sellará su boca para siempre a
partir de ahora...
Obsos selló su juramento derramando su última lágrima y remolcando a su hermano
Noos se dirijo hacia el planeta más cercano que había allí, el último mundo de un sistema
solar de diez planetas en el cual regía un único sol, dicho sol estaba en el centro de las diez
órbitas que regía. No tardó mucho en adentrarse dentro de la atmósfera de aquel diminuto y
frío mundo; al alunizar en el polo norte del mismo, dejó reposando a su hermano sobre una
enorme superficie helada y echó una ojeada a su alrededor; aquel planeta presentaba un
ambiente funesto, sombrío, gélido y poco hospitalario. Y a pesar de ser un planeta
ligeramente pequeño aunque mediante las sensaciones no fuese hostil, su paisaje sí que
emanaba a grandes rasgos cierta hostilidad.
––Hermano, voy a investigar qué secretos esconde este singular planeta. ––Le dijo mediante la
voz mental. A Noos sus fuerzas le habían abandonado con el transcurso del tiempo y la
lanza helada que atravesaba su pecho estaba a punto de arrebatarle la vida, así que asintió
con la cabeza como pudo de tal forma que a penas Obsos pudo notar ese gesto. El oscuro se
elevó a varios kilómetros hacia el cielo y desde allí comenzó su reconocimiento del planeta;
él era capaz de visualizar hasta el más diminuto alfiler en la oscuridad incluso a millas de
distancia. Su reconocimiento se alargó mucho más de lo que el creía, a pesar que ese planeta
no era más grande que Iniar estuvo sobrevolándolo durante días enteros, le dio varias
vueltas, una y otra vez, unas veces a más velocidad y otras veces a una velocidad incluso
menor a la de una tortuga. Observó varias veces al frente, a sus espaldas, sus alrededores y
allá donde miraba sólo hallaba frío y soledad; por primera vez en toda su existencia como
ser no etéreo pudo comprobar lo que a veces podía esconder su elemento, la cruda realidad
que a veces podría ocultar la oscuridad hizo nacer y crecer un sentimiento dentro de su ser,
una repulsión de un nivel tan elevado y profundizado que era capaz de hacerle sentir
culpable por ser él aquel que llevaba consigo la esencia de las tinieblas. Por un momento se
paró a recordar todo lo bueno que la oscuridad ofrecía cuando él y sus seis hermanos
estaban unidos, y al ver la espantosa realidad que se le presentaba en esos mismos instantes
se sintió triste y cayó en una tremenda desesperación, él creía que la oscuridad sólo podía
ofrecer cosas buenas para todos los seres, pero cuando comprobó que la oscuridad también
podía esconder cosas tan horribles como la soledad, la tristeza y que incluso era capaz de
cegar a todo tipo de ser sin excepciones lanzó un grito agónico, cuya exclamación de dolor se
extendió hasta alcanzar el confín más recóndito del planeta. Se sentó sobre una pequeña roca
y allí, mientras soplaban los vientos con gélida fuerza y cortantes silbidos quiso reflexionar
sobre su existencia y la del resto de los seres que habitaban el Universo entero. Sentado con
su cabeza apoyada sobre sus dos manos estando estas apoyadas sobre sus rodillas, se aisló
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de la realidad para volver al pasado con su mente, y recordó las miles de maravillas que él
solo pudo crear con la oscuridad.
Al principio fue un ser oscuro, una gigantesca sombra que cubría y regocijaba con
frescor a todas las criaturas que había a su alrededor cuando pasaban calor; al comprobar
que su forma aún era etérea y podía extenderse, expandió su ser hasta el lugar donde el fin y
el principio del Universo se fundían en uno solo, las criaturas que convivían en los distintos
mundos del infinito hijo de la nada sintieron regocijo y placer cuando la oscuridad les daba
cobijo y un lugar seguro donde descansar. A medida que pasó el tiempo la sombra que
originalmente era Obsos fue tomando forma y cuerpo, y se convirtió en el ser que era en su
actualidad y, con su cuerpo, su elemento y su esencia tuvieron nombre. Al sentir sólo cosas
buenas vio que era bueno todo aquello lo que él era y contenía, y se sintió feliz por ver que
hacía feliz a sus hermanos los hijos del vasto hijo de la nada. Y el tiempo recorrió una
distancia más lejana en la cual Obsos y sus hermanos ya tenían esencia y control sobre sus
respectivos dones y juntos crearon a sus hijos, la raza de las siete esencias conjuntas, la raza
de los veintiún elegidos, y estos adoraron a sus padres y creadores llamándoles las siete
estrellas etéreas. El tiempo siguió su curso en la mente de Obsos y recordó el día que los
llamados siete supremos se enfrentaron entre sí, con lo cual, la consecuencia de este acto fue
la disolución de su fraternal unión.
Y Obsos volvió a sus días presentes en los cuales estaba sentado sobre una roca y
reflexionando sobre sus errores pasados y tomó una decisión: destruir toda la creación del
Universo conocida y volver a crearla a su antojo; una creación la cual no estuviese
corrompida por la luz, ni por otro tipo de elemento inútil que reflejase la falsa realidad de
las apariencias, una creación en la cual reinase la oscuridad y los uniese a todos. Obsos había
perdido su cordura al comprobar todo el mal que había escondido en la oscuridad y para
enmendar ese error tenía que destruir todo el Universo y a todas las criaturas que habitaban
en él, sólo así podría limpiar aquellos males y errores que lo infestaban.
––¡Obsos!, ¡Me muero!, ¡Corre! ––Gritó agónicamente Noos ante las puertas de la muerte
con una voz que surgió de las profundidades de su alma. El clamado oscuro acudió a la
llamada de su hermano el vacío con toda la velocidad que pudo, en tan sólo cuestión de
unos minutos atravesó aquel singular mundo en el cual permanecían ambos, y al llegar al
lugar donde Noos estaba, pudo comprobar que éste estaba de pie y apoyado como podía
sobre una pared; agonizando, pues su último aliento estaba a punto de ser exhalado.
––¡Noos! ¿Estás loco? ––Preguntó Obsos con la voz mental en un estado de nervios
desquiciados ––. ¿Qué haces levantado? ¡Morirás!
––Claro que voy a morir Obsos. ––Replicó Noos siguiendo la conversación mental ––. Por
eso precisamente te he llamado. Tienes que absorber mi esencia. Debemos fundirnos en un solo ser para
así poder salvar mi existencia y poder cumplir además con nuestros planes.
––¿Fundirnos? ¿Sabes a caso lo que podría pasar si nos fundimos?
––Sí que lo sé, los dos nos fundiremos en uno solo dejando atrás los dos que somos ahora mismo,
seremos el ser más poderoso de la creación, seremos invencibles, vacío y oscuridad juntos, seremos la
fuerza más implacable que haya podido existir y que existirá.
Obsos veía que su hermano no tenía otra salida para seguir existiendo, pero a la vez
sentía temor por perder ciertos sentimientos, y se dio cuenta que aquellos sentimientos que
juró eliminar de su ser aún permanecían ahí y no pudo evitar ver la imagen de Kinos en su
mente. Estaba ante un gran dilema pues no sabía las consecuencias que podría tener la fusión
de ambos, pero no tenía tiempo para pensar, pues la vida de su hermano el vacío estaba a
punto de expirar, así que quiso asegurarse.
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––¿Prometes que en cuanto hayamos cumplido con nuestro cometido volveremos a ser dos como
somos ahora mismo y que ambas personalidades prevalecerán mientras seamos uno solo? ––Dijo con
miedo en su voz.
––Antes de fusionarnos debes arrancarme este puñal helado. Dijo Noos asintiendo con la
cabeza ––. Pues si nos fundimos teniéndolo yo aún incrustado moriremos al poco de habernos
fusionado y no habrá servido para nada.
Obsos decidido a acabar con el sufrimiento de su hermano y asegurarse que su vida no
corriese peligro estaba dispuesto a todo, así pues se acercó hasta su hermano y cogiendo con
fuerza el puñal helado que atravesaba su vacío pecho tiró de él y lo arrancó de cuajo
provocando un enorme alarido de dolor en el convaleciente. El oscuro agarró a su hermano
mientras este se deslizaba hacia el suelo manchándolo todo de sangre, y ambos se volvieron
etéreos, Noos comenzó a desvanecerse, por tanto Obsos absorbió su esencia y ambos se
fundieron en una sola esencia etérea, el mismo Universo entero sufrió una conmoción al
estar a punto de quebrarse su equilibrio; al cabo de unos segundo que parecieron ser una
eternidad completa, la nueva esencia tomó forma corpórea, concretamente la forma de una
mujer ––estando tumbada en el suelo––. La cara, y el cuerpo de esta mujer eran exactamente
iguales que los de Kinos, aunque sus ojos eran celestes y fríos con expresión despiadada, sus
largos cabellos eran lisos, negros como el azabache con mechas doradas que tenían un brillo
nublado y muy oscuro y la expresión de su rostro era malvada y arrogante. La nueva mujer
se incorporó y pudo comprobar que aún estaba herida en el pecho, pero dicha herida no era
grave y curaría con el tiempo.
––¡Agh! Maldita sombra enamoradiza ––Dijo manifestando su voz por primera vez, su
voz era dulce pero a la vez estaba envenenada por un tono maligno––, por su culpa ahora
tengo casi el mismo aspecto que Kinos, parece ser que su amor por ella ha ido creciendo con
el paso del tiempo, ignoraba que estuviese tan enamorado de ella... bueno, lo que importa es
que ahora tengo su poder... maldito inútil, ya me faltan cinco esencias más y seré la dueña de
la creación, ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! ¡Katos, la dueña y señora de la creación!
Así pues el aspecto físico de este nuevo ser fue el último acto y sentimiento por parte de
Obsos, no supo que todo fue una treta de Noos, estaba muy herido, pero no estaba herido de
muerte, quería adueñarse de su poder y voluntad desde un principio para conseguir sus
planes de control sobre el Universo y sus seres.
Pasó el tiempo y Katos, habiendo recorrido una y otra vez de principio a fin aquel
mundo oscuro y frío, trazando un plan para conquistar el poder y la esencia del resto de los
siete supremos, a la vez que su herida iba curándose poco a poco, llegó a una conclusión y
vio que el siguiente paso en la realización de su nuevo imperio era forjar sus hordas de
guerreros que representarían su poder y defenderían su nombre ante todo aquel ser que se
interpusiera ante ellos. Y así, de entre las ocultas sombras y las frías tinieblas, miles de
millones de sombras de toda forma y tamaño emergieron de la nada con tan sólo una orden
de Katos.
––Oscuridad que todo lo cubres y abarcas con tu negro manto, toma forma y cobra vida
para que todos puedan contemplar y temer tu poder. ¡Álzate y domina!
Y a partir de ese día, las sombras cobraron vida, esencia y ser; gigantescos y tenebrosos seres
de colosal envergadura con la forma de los bloques de hielo cuya sombra les daba vida en el
plano material, cuyos ojos eran amarillos y cuya esencia era etérea por lo cual podrían
adoptar cualquier forma y color; se alzaron en la oscuridad de aquel diminuto y negro
mundo en el cual sólo reinaba la vacía oscuridad. Katos, pudiendo ver en la oscuridad de
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una forma tan clara que nada ni nadie podría escapar ante sus fríos, vacíos y malignos ojos,
contempló con arrogancia y autoridad durante largo tiempo a aquellas sombras a las que dio
vida y llamó hijos, felicitándose a sí misma por aquella prueba de su poder. Tras haber
deleitado su ser y su oscura vista con sus hijos, Katos, quien ahora era la reina absoluta de la
nada y las sombras, no tardó mucho en darles su primera orden como su emperatriz.
––Extendeos a los confines del Universo hijos míos, pues pronto tendréis que acudir a
mi llamada. Tomaréis la forma de todo lugar por el que paséis y todo aquel ser al que
encontréis. Mejorad y sed más poderosos de lo que ahora sois, multiplicaos para que cuando
llegue el momento en que yo os llame, nos alcemos contra el resto de los siete supremos y
todo aquel ser que quiera impedir nuestro imperio de oscuridad...
Tal como lo ordenó Katos, sus hijos abandonaron su mundo de origen y extendieron su
raza tanto a los mundos, galaxias y estrellas más cercanas como a los confines más lejanos
del Universo. Conquistaron de una forma tan sigilosa y oculta, que mundos, galaxias,
sistemas solares e incluso seres conscientes de su propio ser ni se percataron de la presencia
de aquellas sombras que poco a poco iban tomando posición por toda la creación. Se
multiplicaron y dividieron, tomaron y adoptaron la forma de todo ser y cuerpo que
encontraron, se convirtieron en la sombra propia de todo aquello que tenía masa y por lo
tanto cuerpo, nada ni nadie quedó a salvo de la vacía oscuridad.
Pasó el tiempo llevándose consigo los años y las décadas, las sombras etéreas nacidas
por Katos habían tomado posición por el Universo entero, y para todo ser que existiera y
pudiera sorprenderse en un principio al notar un breve cambio en su sombra ya era algo
normal, pues no tuvieron a penas oportunidad de percibir dicho cambio. La emperatriz
oscura, habiendo tomado forma etérea pero con el aspecto corpóreo que era el suyo en esos
instantes, salió de aquel mundo que tomó como reino propio quedándose suspendida en el
espacio.
––Sombras etéreas y vacías que habéis conquistado todo aquello que existe... ¡Alzaos ahora y
arrasad con todo a vuestro paso pues ha llegado la hora de que comience el imperio de la vacía
oscuridad! ––Ordenó con voz imperiosa y autoritaria mediante la voz mental. Y las sombras
se alzaron y comenzaron a masacrar y someter todo aquello que encontraron a su paso,
dando comienzo al prólogo de una guerra que estaba próxima.
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CAPÍTULO 3.
FHIROS
ETERNA LLAMA.
M ientras huía a toda velocidad de sus dos hermanos el aire y el agua, Fhiros, que
habiendo provocado al dúo lo suficiente como para que lo siguieran hasta el fin del Universo
si hiciese falta, veía que ante él se extendían las galaxias y estrellas. Aquellos mundos que
estaban en la lejanía podrían servirle de cobijo escondiéndose en uno de ellos el tiempo
suficiente como para trazar un plan perfecto en el cual nadie terminase más herido de lo
conveniente; pero también pensó en el peligro que correrían dichos mundos si trataba de
esconderse del vengativo ataque de Agos y Elhos, así que sin más remedio siguió volando a
toda velocidad sin rumbo, no le importaba a donde fuese, sólo le importaba que se pudiese
mantener alejado de sus dos hermanos que le seguían con intenciones nada buenas. Las
estrellas brillaban con gran fuerza y calor, las constelaciones y galaxias le dejaban paso en
una desenfrenada huida por la supervivencia no sólo suya, sino del equilibrio que mantenía
al Universo entero. Fhiros estuvo girando hacia arriba, hacia abajo, hacia su izquierda y su
derecha para despistar a sus hermanos, pero ambos estaban tan obcecados en capturarlo que
su afán los mantenía lo suficientemente cerca como para que no perdiesen su rastro. Fhiros
había girado ya miles de veces en todas las direcciones posibles, con lo cual estuvo dando
vueltas hasta la más lejana periferia del planeta Iniar una y otra vez; sabiendo que no podría
estar eternamente dando vueltas alrededor de Iniar y mareando a sus hermanos, puesto que
éstos serían capaces de trazar un plan para capturarlo tomó una decisión importante:
dirigirse hacia Alux Fhir, el mundo del fuego eterno, cuyo nombre significaba “pálido
fuego”. Pensó que si debía esconderse poniendo en peligro algún mundo tendría que ser el
que constituía su reino; así pues, calculó la dirección hacia donde debería girar y tras un rato
observando las estrellas que le rodeaban, reconoció una constelación que estaba justo debajo
de él y descendió en picado.
Pasó el tiempo, Fhiros no se detuvo ni un instante para descansar en largos meses de
huida, pues el objetivo principal que tenía en esos instantes era llegar a su mundo de fuego y
ocultarse allí. Eso, y saber que si se detenía podría significar su final, hacía que su huida
fuese cada vez más desesperada y veloz. Tenía un mal presentimiento con respecto a su
futuro inmediato, presentía que no se libraría fácilmente de sus dos hermanos, y que ambos
acabarían por cazarlo y consumar su tan deseada venganza. El dios fuego sentía el odio y la
rabia que Elhos y Agos sentían hacia él, aunque podía discernir perfectamente que el odio y
el afán de venganza de Agos era infinitamente mayor que el de Elhos. Los nervios ocupaban
por completo la mente de Fhiros, de tal forma que se apoderaron de su ser, tanto, que había
perdido la noción del tiempo. Iniar ya había quedado tan atrás que aquella grandiosa batalla
que se libró en dicho mundo era ya un vago recuerdo del pasado, pero a pesar de ser un
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lejano recuerdo, las consecuencias de aquella batalla estaban muy presentes en la mente de
Fhiros, puesto que la persecución por parte de sus dos hermanos el dios agua y el dios
viento seguía con su implacable avance. El dios fuego no se rendía, sabía que la distancia que
lo separaba de Alux Fhir no tardaría mucho en desvanecerse. En la desesperación de su
huida, pensando que cuando llegara a su destino pudiera ser la última vez que viera su tan
amado mundo de fuego, comenzó a recordar cómo llegó a él por primera vez y por que
razón lo convirtió en su reino.
Su mente regresó atrás en el tiempo y alunizó por primera vez en un mundo que no
había visto aún, un mundo que estaba muy cerca de un infame sol azul que fulguraba y ardía
con rabia. A causa de esto el aire en aquel desconocido mundo era ardiente, el calor
asfixiaría a cualquier ser que se preciara, el cielo estaba completamente encapotado a causa
de un denso vaho de color anaranjado que ascendía de las entrañas de aquel mundo. La
tierra firme era de un color rojo intenso, sus enormes montañas las cuales algunas eran
volcanes en erupción se fundían en un rojo escarlata con el vaho anaranjado del cielo.
Cuando se pretendía mirar hacia la lejanía de aquel paraje rojizo la tierra se ondulaba de
forma hipnótica y relajante a causa del fuego fatuo. Fhiros, maravillado con aquel terreno
ardiente pateó aquel singular mundo de punta a punta, el tiempo dejó atrás la noche y el día
cientos de veces. Cuando el manto oscuro de la noche cubría aquel mundo rojo, el calor se
disipaba dejando paso a un frío infernal, pero dentro de aquel infernal frío, había algo
hermoso y espectacular; las llamas de la tierra ofrecían un espectáculo de antorchas de
diversos colores. Pequeñas llamas de colores oscuros, claros, apagados y vivos, eran
acompañadas por algunas enormes columnas de fuego que apartaban y alumbraban la
oscuridad que la noche ofrecía. Pero la visión más aterradora y digna de admiración era
aquella que contenía en su interior una oscura cueva, un tenebroso terreno que por sus
estrechos y a veces ensanchados pasillos descendentes conducían hacia una enorme y
extensa bóveda cuyo techo estaba adornado por un vasto cráter a causa de una colosal
columna de fuego pálido que surgía del centro de aquella gigantesca sala. La llama más
brillante que Fhiros pudo haber contemplado en toda su existencia, su blancura podía hacer
que sus llamas plateadas se avergonzaran ante tal majestuosidad, aquella cegadora visión
dejó tan extasiado al dios fuego que no reaccionó hasta que no pasaron varias horas. Aquella
implacable columna ascendía atravesando toda la cueva en una imparable carrera que
atravesaba hasta el mismo cielo extinguiéndose al traspasar la barrera que había entre su
lugar de origen y el espacio. Después de haber pateado de una punta a otra aquel mundo
que representaba en su totalidad al elemento que lo identificaba, se dirigió hacia la montaña
más alta, situada en el noroeste, y tras haber deleitado su vista con aquellas ardientes tierras
decidió convertir aquella calurosa esfera en su reino, en su fortaleza personal, su lugar de
intimidad en el cual podría meditar cada vez que lo necesitase. Y para darle un nombre se
inspiró en aquella gran columna de fuego blanco y dio nombre a aquel mundo: Alux Fhir.
El dios fuego regresó a sus días presentes, a causa de su flash back había frenado la
velocidad de su desesperada huida. Repentinamente notó algo extraño y se dio cuenta que
las esencias de Agos y Elhos se habían desvanecido por completo sin dejar ni rastro, sin
pensárselo dos veces paró su carrera en seco. Por un momento se tranquilizó, ya que vio que
todo estaba calmado y que sus hermanos parecían haberse cansado por fin de seguirle. Tuvo
la esperanza de que ambos hubiesen estado recapacitando en todo ese tiempo en el cual
estuvieron persiguiéndole con deseos de venganza, aunque esa tranquilidad se desvaneció
prácticamente en fracciones de segundo, pues Fhiros pensó en lo peor; lo primero que se le
vino a la cabeza fue imaginarse que Elhos y Agos cogieron otro camino para encontrar Alux
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Fhir y llegar antes que él. Fhiros estuvo un buen rato imaginándose las peores opciones que
se podía pensar de aquella misteriosa y repentina tranquilidad, ya que tras aquella sensación
de calma había una aterradora advertencia que traía consigo noticias de la peor de las
tormentas. Los nervios le poseyeron nuevamente su ser y sin más volvió a la carrera, con
toda la velocidad que podía alcanzar; voló en dirección a su mundo temiendo por la
seguridad de este y sus habitantes e hijos. La mente del dios fuego ya estaba centrada en un
único problema, llegar a tiempo a Alux Fhir, tan ciega era su preocupación que no prestaba
atención a nada más, tan sólo seguía su camino sin parar, convertido en un enorme cometa
de fuego plateado con destellos carmesíes que devoraba kilómetros en tan sólo fracciones de
segundo. De repente, una fuerte ventisca le golpeó haciendo que se estrellara a toda
velocidad en el suroeste de un planeta cercano provocando en éste un enorme cráter de
dantescas dimensiones. Elhos alunizó justo al lado del cráter que había creado Fhiros al
impactar contra la tierra firme de aquel mundo selvático. El dios viento caminó con la
majestuosidad de un león varias veces alrededor del inmenso cráter mirando a su centro,
aquel cráter era inmensamente profundo y no se podía ver su fin.
––¿Y eso es todo Fhiros? ––Dijo cruzando los brazos a sus espaldas tras completar su
última vuelta ––. ¿Tú el gran dios y señor del fuego has muerto de forma tan patética?
El silencio fue la única respuesta que obtuvo Elhos a su pregunta. Mirando con desdén
al centro del cráter y pudo comprobar que la esencia de Fhiros se había desvanecido por
completo. Observó el cráter unos segundos más y con una gran sonrisa de satisfacción en su
cara se giró para marcharse de allí encontrándose con la sorpresa de un puño envuelto en
llamas impactando en toda su boca, el dios aire voló unos pocos metros hacia atrás.
Arderás… ––Dijo Fhiros sonriendo con mirada asesina, mientras se palpaba varias
magulladuras que tenía en la cara. Seguidamente se lanzó con sus brazos envueltos en
llamas plateadas hacia su hermano, Elhos que estaba aún aturdido del tremendo puñetazo
que había recibido hacía sólo unos instantes, intentó incorporarse pero le flojearon las
piernas y cayó sobre sus rodillas, con lo cual se comió otro puñetazo ardiente que tenía aún
más fuerza que el anterior y a consecuencia de la potencia de este puñetazo voló atravesando
una altísima y gruesa palmera que se partió por la mitad como si fuese simple papel. El
agredido se reincorporó y vio que su hermano estaba concentrando todas sus fuerzas en un
puño del cual estaba surgiendo una pequeña esfera de fuego.
––Fhiros ¿Por qué? ––Dijo el dios aire aún aturdido para hacer tiempo ––. ¿Por qué nos
detuviste a Agos y a mí? ¿Por qué te interpusiste entre la lanza gélida y Noos?
––¿Realmente quieres saberlo Elhos? ¿O tan sólo estás haciendo tiempo para que no te
ataque tan seguidamente? ––Cuestionó Fhiros respondiendo a la pregunta de su hermano el
viento. Éste se veía hecho pedazos, completamente dolorido por los dos golpes que había
recibido.
––Un poco de las dos cosas... no entiendo por que no dejaste que matáramos al necio de
Noos, tan sólo estorbaba, y resultaba un peligro para el equilibrio del Universo, si lo
hubiésemos eliminado las cosas estarían más equilibradas...
––Elhos... ¿de veras crees que si hubieseis acabado Agos y tú con Noos el equilibrio se
mantendría mejor?
El dios viento, viendo la reacción de su hermano se quedó bastante pensativo y atento a
él, parecía notar que en el fondo de éste había dolor por ver la enemistad que había entre sus
hermanos y el peligro que suponía ello para el Universo.
––El equilibrio del Universo se basa y se apoya en las siete fuerzas supremas... ––
Expuso Fhiros queriendo aclarar algo que parecía no entender su hermano–– las conoces
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muy bien Elhos, y deberías saber que si una de las siete fuerzas se desvanece o se destruye el
resto desaparece también con lo cual todo dejaría de existir...
––¿Y qué diablos crees que íbamos a hacer? ¡Absorber la esencia de Noos antes de que
muriese para poder controlar su poder y seguir manteniendo el equilibrio! ––Contestó Elhos
bastante alterado.
––Y después de controlar la esencia de Noos haríais lo mismo con el resto, ¿Verdad?
––¿Cómo puedes decir eso Fhiros? ¡No sabes ni la mitad de nuestra forma de ser y nos
juzgas sin más!
––Sé perfectamente como eres Elhos... ¡Y también sé cuan de mezquino es nuestro
hermano Agos! ––Contestó Fhiros con una vena naciéndole en la frente. Elhos no pudo
resistir su furia y se lanzó al ataque. Fhiros lo esperó inmóvil, sin pestañear ni un instante
hasta que Elhos fue a encajarle un tremendo puñetazo, el dios fuego bloqueó el puñetazo y
fue a contraatacar con una patada giratoria pero Elhos fue más rápido y con la mano que
tenía libre provocó una fuerte ráfaga de viento que no sólo barrió a su hermano hacia atrás
con la fuerza de un tifón, sino que además cortó como si fuesen miles de afilados cuchillos.
El cuerpo de Fhiros quedó lleno de cortes por todos los poros y sin dudarlo un instante,
contraatacó poniéndole una mano en el pecho a su hermano haciendo que ardiera todo su
cuerpo finalizando con una enorme explosión de llamas que arrasó con él dejándolo
moribundo en el suelo.
––Jamás permitiré que Agos, ni Noos, ni tú hagáis peligrar el equilibrio del Universo...
––Sentenció Fhiros viendo que Elhos aún estaba consciente.
––Pagarás por... esto... Fhiros... te lo... ¡Juro! ––Exclamó Elhos con las pocas fuerzas que
le quedaban perdiendo la consciencia en cuestión de segundos. El dios fuego, viendo que su
hermano ya había caído derrotado reanudó su viaje de regreso a casa, una vez atravesó la
atmósfera de aquel planeta comenzó a volar a toda velocidad hacia Alux Fhir. Su
preocupación por no llegar a tiempo a su mundo se había desvanecido, pues sabía que su
problema se había reducido a la mitad de su gravedad y que no le resultaría muy difícil
enfrentarse a su hermano Agos en un mano a mano. Pero aún así, aunque su problema había
sido casi resuelto prefirió prevenir antes que lamentar y utilizó todo su potencial para
alcanzar su meta y así asegurarse de preparar a todos sus hijos para una gran batalla que
estaba muy próxima.
El tiempo siguió transcurriendo con su ritmo normal, Alux Fhir ya estaba casi al alcance
de la mano de Fhiros, cuanto más se acercaba al reino de fuego, más alivio sentía en su
interior. La tranquilidad hizo que regresara nuevamente atrás en el tiempo y comenzara a
recordar la época en que nacieron sus dos primeros hijos de fuego, Isiras y Laruk.
Las arenas del tiempo retrocedieron nuevamente y llevaron a Fhiros a aquellos remotos
días en los cuales tan sólo hacía pocas décadas que Alux Fhir había sido convertido en su
preciado reino. El dios fuego había permanecido durante incontables años dentro de su
mundo, visitó cada rincón de aquel vasto mundo miles de veces. Quedaron atrás tantos años
que Fhiros tuvo tiempo de meditar bastante más de lo que hubiera deseado quizá. Tanto
tiempo como para descubrir por sí mismo que la soledad lo acompañaría eternamente si no
hacía algo para remediarlo; así pues, decidió que crearía al que sería su primer hijo. Se
dirigió hacia la gran columna de fuego pálido que yacía en el interior de aquella cueva que
ya no constituía ningún misterio para su mente; una vez llegó y entró en la bóveda en la cual
estaba aquella inmensa columna de fuego, al mirarla pudo comprobar que el tiempo no
pudo debilitar su fuerza ni envejecer aquel brillante color que despedía en destellos con
implacable majestuosidad y furor. Fhiros estaba decidido a dar vida a un nuevo ser, y para
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ello iba a hacer algo que jamás se atrevió a pensar en toda su existencia, absorbería la esencia
etérea de otra fuente de calor diferente a la suya para asimilarla y usarla cada vez que
quisiera. Se acercó a la columna hasta tal punto que podría tocarla si extendía su brazo y
regresó al estado etéreo, la dirección y la esencia del tiempo fueron distorsionadas, y todo lo
material perdió su cuerpo sólido. Fhiros extendió su brazo con la cabeza vuelta hacia el lado
contrario de la columna, pues su brillo se intensificaba de la misma forma que el tiempo se
convertía en infinito en el mundo etéreo. Fhiros al adentrar su mano en el interior de la
columna pudo escuchar la voz del fuego pálido hablándole directamente al pensamiento,
pero no lo entendía muy bien, escuchaba la voz de la columna muy lejana, introdujo su
brazo entero y la voz le iba pareciendo más cercana, hasta que decidió introducirse por
completo dentro de la columna de fuego y la voz le habló con total claridad, tal era dicha
claridad que parecía estar hablando con alguien a penas a unos centímetros de distancia.
Comenzó a relatarle todo lo que ocurriera desde que nació en aquel mundo, Fhiros sentía
una sensación bastante rara, pues sabía que el fuego pálido no le estaba hablando en un
lenguaje normal; le hablaba transmitiéndole sensaciones, y por medio de esas sensaciones las
imágenes iban y venían agolpándose en su mente de una forma tan albúmina que parecía
estar viviéndolas como si fuesen pertenecientes a su vida presente. Una sensación de paz y
tranquilidad comenzó a invadir el ser de Fhiros de tal forma que se fue relajando hasta
entrar en un estado muy parecido al sueño, y al entrar en este estado regresó al inicio de la
historia que el fuego pálido le había relatado. Por lo visto quería entrar en detalles y contar
su historia aún más despacio, parecía ser que tenía algo importante que mostrarle al dios
fuego, y éste regresó al nacimiento de aquel mundo que era su reino. Tras la colisión de las
siete esferas etéreas principales que dieron lugar al Universo Alux Fhir era tan sólo una árida
roca sólida sin a penas líquido en su superficie, con el tiempo la gran estrella que era el sol
de la galaxia en la que el mundo ardiente residía fue aumentando su calor y con esto los
fuegos fatuos y la temperatura fueron aumentando haciendo que la tierra firme fuese
resquebrajándose y separándose hasta dar paso a los vastos mares y ríos de fuego que daban
una particular belleza a este singular mundo ardiente. Siguió transcurriendo el tiempo y el
fuego se iba acumulando más y más sin tener una vía de escape, hasta que un día, se originó
una gran explosión y surgió una erupción de rocas y fuego, toda la presión del fuego de
Alux Fhir se reunió en este punto y la gran erupción con el tiempo se convirtió en una
gruesa y colosal columna de fuego que jamás cesaba de fluir, pues era toda la energía del
mundo renovándose a cada segundo. Su color era un fulgurante rojo escarlata mezclado con
un fuerte amarillo anaranjado y la potencia de la erupción era tan infinitamente brutal que
parecía que millares de almas ascendieran en una vertiginosa carrera rugiendo con una rabia
incontrolable. Desde la noche de ese mismo día, el mundo de fuego fue alumbrado por una
inmensa cantidad de llamas rojas, naranjas y amarillas en toda su vasta extensión. El tiempo
siguió avanzando y la columna de fuego quedó establecida como un elemento más en el
paisaje tanto diurno como nocturno de Alux Fhir. Todo se había establecido y normalizado
de tal forma que se había forjado un equilibrio inquebrantable que perduraría durante
muchos milenios, pero algo fuera de lo normal ocurrió, el planeta tuvo un visitante
inesperado, un individuo vestido con una larga capa negra con capucha que le cubría todo el
cuerpo por completo, a simple vista no se sabía si era una mujer o un hombre, Fhiros se
acercó al misterioso personaje con la intención de averiguar de quién se trataba, intentó
preguntarle pero cayó en la cuenta que tan sólo era capaz de observar y no le serviría de
nada intentar hacer algo por impedir o cambiar ciertas cosas, pues lo que estaba viendo no
era más que un simple recuerdo. El sujeto observó los alrededores del mundo ardiente y lo
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que más le llamó la atención fue la gran erupción de fuego, con lo cual decidió dirigirse
hacia su lugar de origen para poder valorarla con más detalle. Se elevó a pocos pies del suelo
y emprendió un vuelo rasante a una velocidad vertiginosa, Fhiros pudo observar bastante
impresionado que este ser también era capaz de entrar en el estado etéreo a voluntad y sin
pensarlo lo siguió, porque empezaba a sospechar quién podría ser, e intrigado quiso
comprobar si sus sospechas eran ciertas. Cuando aquel sujeto llegó al origen de la columna
roja pudo ver que justo debajo de él estaba la entrada hacia una cueva y se adentró en ella
llegando al centro de donde surgía aquella infinita erupción, observó atentamente de arriba
abajo aquel inmenso fuego y procedió a quitarse la capucha que cubría su rostro, Fhiros
estaba justo detrás de él y pudo ver que sus manos estaban cubiertas con guanteletes de
metal que tenían varias capas diminutas de afiladas escamas y eran de color rojo broncíneo.
Cuando el sujeto se quitó la capucha Fhiros vio que su pelo era blanco y rizado y su tez era
muy oscura, con lo cual, sus sospechas perdieron cuerpo, pues ninguno de los siete
supremos tenía el cabello blanco. Avanzó unos pasos rodeando al sujeto y detuvo sus pasos
justo en frente de él, y con los ojos llenos de impresión y dudas, pudo ver que era uno de sus
hijos primogénitos, Al Axa´Dur, que nació por la esencia del dios fuego y la diosa luz. Al
Axa´Dur, entró en el estado etéreo e introdujo una mano en la erupción de fuego.
––Alux fhir, isikunaru... ––dijo de forma impasible en el idioma espectral. Y tras estas
palabras, cuyo significado literal era “pálido fuego, álzate”, la columna se tornó
completamente pálida e incolora, su fuerza y su esencia se hicieron infinitas, y aquel rugido
que parecía un millar de almas agonizando de dolor se fundió en un solo grito dándole un
aspecto más aterrador y admirable a dicha columna. La razón de Al Axa´Dur para haber
actuado así era una incógnita para Fhiros en aquellos instantes, aunque pudo apreciar
gracias a eso cuál era el cometido de ser un fuego pálido en vez de uno normal y corriente,
ese color blanco no era otra cosa que la ausencia de todo conocimiento y sentimiento. Con
esto había conseguido que todo el fuego de aquel mundo perdiera todo su conocimiento y se
tornara blanco. A partir de ese instante, el fuego blanco de Alux Fhir se desplegaría hasta el
más recóndito de sus lugares para ir asimilando poco a poco hasta el más mínimo
microorganismo y conociese todo tipo de variedad consiguiendo el equilibrio total. Y poco a
poco, las antorchas nocturnas del mundo de fuego fueron variando de color y tamaño. El
joven permaneció en Alux Fhir hasta poder ver el último de los cambios generados a raíz del
fuego pálido, tuvieron que pasar varias generaciones antes que este mundo alcanzara el
clímax de su equilibrio, pero aún así, lo alcanzó. Al Axa´Dur ascendió hasta el pico más alto
de Alux Fhir, echó una última ojeada, y cuando la noche ya estaba bastante cerrada ––Ialas
dok rost diak.––, dijo como hablándole al mundo ardiente en sí y emprendió el vuelo
marchándose de allí.
Fhiros, seguidamente salió de la ensoñación que le subyugó al adentrarse en la columna
y viendo que no tenía nada más que relatarle salió de sus entrañas y regresó al estado físico.
El significado de las palabras de su hijo no le quedaba muy claro, “cumple con tu destino”.
Fhiros quedó bastante pensativo durante un buen rato intentando encontrar la respuesta a la
pregunta que le rondaba la cabeza, ¿qué quería decir su hijo con aquellas palabras? Se notó
algo fuera de lo común e hizo una prueba, generó una esfera de fuego carmesí, se concentró
unos segundos y el rojo carmesí de la esfera ardiente se tornó completamente pálido.
Atónito ante su nuevo poder, el dios fuego siguió cuestionándose muchas cosas, aunque la
más importante de las cuestiones era si realmente él era el ser de fuego más poderoso en
todo el Universo o quizá lo era su hijo Al Axa´Dur. Tras observar un rato su esfera pálida y
sin querer preocuparse más de lo necesario por el asunto, decidió crear a su primer hijo
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íntegramente de fuego.
Salió al exterior de la cueva, se concentró, alzó sus brazos, regresó al estado etéreo,
absorbió durante bastante rato energía de todo el planeta y la fue acumulando en una esfera
ardiente cuyo núcleo era pálido y su cuerpo era adornado por destellos de plata. Cuando el
diámetro de la esfera alcanzó la misma estatura que su creador, éste regresó al estado físico y
se concentró en una imagen hasta que la tuvo completamente visualizada, lanzó al aire la
esfera ardiente y seguidamente arrojó una enorme llamarada amarilla y azul que atrapó la
esfera pálida originando una enorme explosión de la cual surgió rugiendo un enorme ser de
casi cuatro metros de estatura, con un cuerpo de colosal envergadura que ardía por
completo en fuego amarillo y azul. Su rostro era el de un feroz cánido, sus ojos eran dos
fulgurantes y penetrantes llamas azules, sus zarpas eran como las de un león, su cabeza
estaba adornada de cuatro extensas astas y su voz era tan grave como la de una gigantesca
explosión de fuego. Fhiros viendo que su estatura era insignificante al lado de la de su hijo
se quedó extasiado, con los ojos como platos y sonriendo con una expresión tonta en su
rostro. Su hijo lo miró. ¿Fhiros...? ––dijo pronunciando su primera palabra. El dios fuego
volvió a sorprenderse, pues vio que su hijo lo conocía e incluso lo llamó por su nombre y las
dudas regresaron de nuevo a su mente.
––¿Cómo sabes mi nombre? ––Preguntó con una marabunta de dudas recorriéndole las
entrañas.
––Conozco tu nombre porque llevas viviendo en este mundo mucho tiempo Fhiros. ––
Dijo su recién creado hijo con su imponente voz.
––¿Cómo sabes eso?
––Porque yo soy la energía de este planeta reunida en un solo punto, aunque si sólo
fuera eso no sabría absolutamente nada, porque mi esencia es la inocencia y la ignorancia en
sí, pero al haberme creado tú, me has traspasado parte de tu consciencia y tu raciocinio, con
lo cual soy parte del conocimiento de Alux Fhir y parte de tu conocimiento... ––replicó
nuevamente el ser de fuego ante la mirada atónita e incluso atontada de su padre, tenía
muchas dudas así que tuvieron muchas cosas de las que hablar.
Estuvieron mucho tiempo hablando, Isiras, el nuevo hijo de Fhiros, pudo hablarle más
detenidamente y con más detalle de todo lo transcurrido en Alux Fhir tras la colisión de las
siete esferas etéreas, le mostró absolutamente todo el conocimiento del planeta en sí, Fhiros
descubrió muchas cosas, algunas se las esperaba, otras le sorprendían sobremanera, y otras
le hicieron gracia pues jamás se le hubiese ocurrido pensarlas porque parecían absurdas.
Cuando todo el conocimiento de Alux Fhir fue asimilado por el dios del fuego, este decidió
crear a su segundo hijo y después pasarle el conocimiento al mundo de fuego a través de la
columna pálida para que hiciera nacer a sus propios hijos. Y así fue, cuando el sol azul
anunció la llegada de un nuevo día Fhiros hizo la misma operación que hizo con Isiras;
concentró energías del planeta en una esfera, una vez que tenía suficiente energía
acumulada, se concentró en una imagen, lanzó la bola de fuego pálido con destellos
plateados, regresó al estado material, lanzó una enorme llamarada roja y amarilla y como
sucediera con Isiras se originó una explosión de la cual surgió un gigantesco pájaro de fuego.
Al igual que el de su hermano mayor, el cuerpo de este ave estaba completamente hecho de
fuego aunque sus ojos eran rojos y de mirada cálida, su cabeza estaba adornada por tres
largos mechones de fuego que daban la apariencia de tres largas y finas plumas, sus alas se
batían con la majestuosidad de las alas de un águila real, tenía cinco largas ristras de plumas
como cola y el sonido que surgía de su pico al piar era capaz de deleitar incluso al oído más
duro de convencer. Fhiros cada vez se sorprendía más de su capacidad, era tal la
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majestuosidad que le mostraban sus ojos que le dejaban sin palabras que poder pronunciar.
El ave de fuego, al igual que su hermano mayor, observó a Fhiros durante un buen rato
y después a su hermano y tras observarlos detenidamente, ambos pudieron apreciar que en
el rostro del ave de fuego se esbozó una leve sonrisa. Tras deleitar y regalarse la vista y el
ego durante un breve lapso de tiempo con sus dos hijos, Fhiros, cuyo espíritu no cabía en su
propio cuerpo de tal que era su euforia por ser capaz de crear a sus propios hijos por sí
mismo, decidió darle ese conocimiento al planeta Alux Fhir para que creara a sus propios
hijos. Se dirigió hacia la cueva de la gran columna de fuego y una vez en frente de dicha
columna, alzó sus manos, las introdujo hasta los codos dentro del enorme pilar ardiente y le
transmitió el conocimiento de dar nacimiento a sus hijos de la misma forma que antes le fue
relatada la historia de su mundo hasta la llegada de Al Axa´Dur. Una vez que la información
fue traspasada por completo, la columna comenzó a brillar aún con más fuerza y de ella
surgía un silbido agudo que se introducía en el cerebro de una forma que era capaz de
bloquear todas las funciones vitales, Fhiros, viendo que su cuerpo se paralizaba por la
magnitud del sonido que emitía, se adentró en el mundo inmaterial para escapar de ese
infinito tañido y descubrió que su error no pudo haber sido mayor, pues el silbido se
intensificaba al igual que el cegador destello de la gigantesca antorcha ascendente. Se
produjo una colosal explosión que hizo reventar la cueva, Fhiros salió despedido a gran
velocidad hacia el espacio y desde allí pudo contemplar algo que jamás olvidaría; la
columna se extendió hasta cubrir toda la superficie del planeta a una velocidad que ni el
pensamiento podría superar. Todo Alux Fhir se transformó en una fulgurante estrella pálida,
tal era la intensidad de su luz que hasta llegó a cegar al sol azul que custodiaba ese sistema
solar, ese sol cuya ardiente rabia quedó nimia ante la majestuosidad y la magnificencia de
aquel pálido destello que se hizo infinito.
Tras varios minutos contemplando Alux Fhir sin pestañear ni un instante, la columna
fue volviendo otra vez a su grosor normal y el destello blanco que cubría toda la superficie
del planeta fue cesando progresivamente. Todo volvió a la normalidad excepto por una cosa,
el gigantesco pilar ascendente se había convertido ahora en una gigantesca llama, con lo
cual, la cueva que había sido destruida se había convertido ahora en un altar en el cual
brillaba la llama pálida con una fuerza tan infinita que destacaba del resto de las llamas que
residían en Alux Fhir. Y desde aquel día los hijos de aquel mundo fueron naciendo
progresivamente, seres de fuego de todos los colores que se puedan imaginar cubrieron en
cuestión de unos pocos milenios la superficie del mundo ardiente. El lapso de tiempo que
vivían era nimio, pero no morían del todo, sus energías regresaban a la madre tierra para ser
renovadas y así volver a nacer sin recuerdos de sus vidas anteriores, como si realmente sus
vidas comenzaran en ese mismo instante que volvían a nacer.
Fhiros, que estuvo regocijándose en aquellos lejanos recuerdos, de repente regresó al
presente, pues fue alertado por una esencia que se manifestó a escasa distancia justo delante
de él; era su hermano Agos que lo esperaba con quietud y presentando una imponente
fuerza nacida del odio interior. Parecía llevar bastante tiempo esperando en ese mismo lugar
a que él llegara, como si conociese exactamente por dónde tenía que pasar para llegar a Alux
Fhir, o tal vez, como si se hubiera introducido en su mente para poder conocer sus planes. El
dios fuego se paró en seco justo a unos pocos metros del dios agua.
––Veo que por fin has dado conmigo… ––Le dijo sonriendo.
––He de admitir que me ha costado mucho más de lo que imaginaba, eres muy
escurridizo… hermano… ––Replicó Agos.
––¿Y cómo has dado con el camino hacia Alux Fhir?
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––No he dado con el camino hacia Alux Fhir… sino con la dirección que estabas
siguiendo desde hacía ya tiempo. ––Replicó el dios agua nuevamente. Fhiros, a pesar de
todo sonreía, parecía bastante feliz de poder enfrentarse a Agos, y éste, viendo su gran
sonrisa no pudo contener la pregunta que se le pasó instantáneamente por la cabeza en una
fracción de segundo.
––¿Por qué sonríes Fhiros? ¿Te han dado una buena noticia?
––Sí, una gran noticia… el destino me ha dicho que por fin podré librarme de la fuente
principal de mi problema… supongo que no tendré que decirte que voy a reventarte a
golpes, ¿Verdad?
––Curioso… tengo ganas de ver cómo vas a reventarme a golpes… no soy tan blando
como Elhos. ––Replicó Agos con una maligna sonrisa, Fhiros, sin poder contenerse más y
con su sangre hirviendo de excitación ante tal situación invocó a sus llamas pálidas y lanzó
dos enormes llamaradas pálidas con la intención de acabar con Agos, éste, sin perder un
instante, creó un muro de agua para repeler el ataque de Fhiros, encontrándose con la
sorpresa que ambas llamaradas atravesaron el muro quemándole todo el cuerpo. Agos,
maldiciendo a su hermano entró en el estado etéreo y se lanzó como una mala bestia hacia él,
comenzó a lanzarle enormes chorros de agua golpeándole una y otra vez sin piedad ni darle
tiempo a penas de respirar.
Viendo el ataque tan radical del dios agua, el dios fuego regresó al estado etéreo
también y generó una enorme esfera de fuego lanzándosela a su hermano sin pensárselo un
instante. Agos tuvo que defenderse y cesar en su ataque para poder esquivar la esfera
ardiente, momento que Fhiros aprovechó para agarrarlo y elevar su temperatura hasta
hacerla infinitamente mayor que cualquier sol rojo, Agos, no podía soltarse de ninguna
forma, así que tuvo que elevar su esencia a su más alta potencia para librarse del fuego de su
hermano, logró liberarse y regresó al estado material, su hermano hizo exactamente lo
mismo pero con una sonrisa en la cara.
––¿Qué pasa? ––preguntó con tono de niño juguetón ––. ¿Te has hecho daño? ¿No
puedes conmigo?
––¡Maldito seas Fhiros! ¿De donde demonios has sacado ese poder? ¿Quién te lo ha
concedido? ––Contestó Agos con una inmensa furia y frustración lanzándose nuevamente al
ataque, pero en vez de lanzar chorros de agua, en esta ocasión optó por atacar golpeando con
brutales puñetazos y patadas que Fhiros bloqueaba como buenamente podía. No podía hacer
otra cosa nada más que bloquear, pues los ataques de su hermano eran muy rápidos y
contundentes. Esperó el momento oportuno y cuando vio que Agos bajó la guardia, el dios
fuego agarró fuertemente un brazo de su hermano y después una pierna.
––No sé si te habrás dado cuenta pero… ––Comentó instantáneamente tras bloquearle a
su hermano ––. Estás perdido Agos…
Las manos del dios del fuego fueron envueltas en dos enormes llamaradas rojas y
amarillas las cuales se extendieron por el cuerpo del dios del agua cubriéndolo con tal
rapidez que ni sus inmortales ojos fueron capaces de percibirlo. ¡Explota! ––Exclamó con
sonrisa de malévola y mirada de excitación el creador de las llamas una vez que el cuerpo de
su hermano estuvo completamente envuelto en llamas; y de forma instantánea a la orden
dicha se generó una grandiosa explosión que hizo salir disparado a Agos con gran velocidad
y envuelto en enormes llamaradas, éste, para no acabar consumido por las llamas regresó al
estado inmaterial y concentró una gran esfera de agua en pocos segundos, una esfera tan
colosal y gigantesca que podía empequeñecer un planeta de mediano tamaño, Fhiros, viendo
la inmensidad de esa hidrosfera comenzó a generar una esfera de fuego con intención de
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contrarrestar la de su hermano, pero este fue mucho más rápido. ¡Eres muy lento! ––exclamó
mientras la proyectó hacia él con una velocidad imperceptible. La enorme esfera estaba a
punto de colisionar contra Fhiros, este no pudo hacer nada más que intentar resistir el
impacto, pero sorprendentemente la esfera reventó en el último instante convirtiéndose en
millones de agujas punzantes que atravesaron el cuerpo de Fhiros por todos sus poros y
extremidades. Tras comprobar el resultado del impacto, Agos sonrió con expresión de alivio
al ver el deplorable estado de su hermano.
––¿Eso es todo lo que tienes hermano? ––Preguntó el herido viendo el estado que
presentaba ante su enemigo.
––No te hagas el fuerte, estás destrozado, no creas que podrás salir vivo de esta… ¡Ja, ja,
ja, ja! ––Replicó Agos estallando en carcajadas, y como respuesta, Fhiros encendiendo sus
ojos en dos incandescentes antorchas rojas.
––Te arrepentirás de haberte enfrentado a mí Agos… ––Advirtió de forma desafiante.
Seguidamente regresó al mundo etéreo y se transformó en una antorcha humana de fuego
pálido, concentró toda su energía en las palmas de sus manos, las extendió apuntando hacia
su hermano. ¡Te arrepentirás! ––exclamó con un grito que se hizo infinito. Y en fracciones de
segundo dos gigantescas llamaradas de plata surgieron de las palmas de las manos de Fhiros
en dirección a Agos, este las esquivó confiado sin caer en la cuenta que las llamaradas se
hicieron sólidas cuan roca, cambiaron su trayectoria con simplemente agitar Fhiros sus
brazos bruscamente hacia la derecha, con lo cual las llamaradas hicieron un efecto bumerang
atropellando a Agos y atrayéndolo hacia su creador. El dios del agua además de su dolor
sintió una gran conmoción al ver que las llamaradas lo estaban dirigiendo directamente
hacia su hermano a tal velocidad, que la presión le impedía escapar de aquella presa y lo
hizo volver al estado material, Fhiros estaba completamente enfurecido y esperó al último
instante para que su hermano estuviese a la distancia exacta para encajarle un grandioso
puñetazo que atravesó su estómago a la vez que explosionaban las dos enormes llamaradas
plateadas.
El dolor que experimentó Agos recorriendo su cuerpo tanto por la explosión de las
llamaradas como por el golpe que atravesó su cuerpo de estómago a espaldas fue
indescriptible para él. No tuvo más salida que regresar al estado etéreo y transformarse en
líquido por completo para escapar de aquel infinito e insoportable dolor. Cambió la
situación de su cuerpo de tal forma que el agujero que era su estómago pasó a ser el hueco
de sus dos manos que agarraban el brazo de Fhiros quedando su cuerpo intacto situado a la
derecha de su agresor.
––Si seguimos así jamás acabaremos ––expuso el dios fuego intentando crear una
tregua––, la batalla está muy igualada, ¿tan decidido estas a seguir peleando incluso
arriesgando tu vida por una tonta riña que tuvo lugar hace tanto tiempo?
––¿Tonta riña? Veo que no tienes orgullo propio Fhiros, viste lo que tramó Noos en
contra nuestra y aún así le ayudaste a escapar… ––Replicó el dios del agua.
––No le ayudé a escapar, impedí que tú y Elhos quebrantarais el equilibrio del
Universo.
––¿Quebrantar? Hubiera sido fácil absorber la esencia de tu estúpido y codicioso
hermano para no quebrar el equilibrio Universal y así conservar la existencia de este.
––¿De veras te crees tan superior que serías capaz de controlar tú solo la esencia del
vacío, aquella esencia que es hija directa de la madre del Universo? Acabas de confirmarme
que eres tan necio como creía, ya lo suponía, si eres lo contrario a mí, tendrías que ser
estúpido por naturaleza. ––Replicó Fhiros con rabia en su voz. Los nervios llenaron de furia
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la mente de Agos tras esta observación y puso punto y final a la conversación con unas
últimas palabras.
––¿Ah, sí? ¿Crees que soy estúpido por naturaleza? Pues ahora lo que haré para poder
absorber la esencia de Noos será absorber tu esencia antes, así tendré más poder.
Agos solidificó su cuerpo y transformó uno de sus brazos en una puntiaguda lanza
mientras aún sujetaba el otro brazo de Fhiros con su otra mano, intentó atravesar la cabeza
de este con dicha lanza una y otra vez, y como defensa, Fhiros atrapó el brazo lanza y lo
agarró con fuerza junto al otro brazo, forzó a su hermano para que abriera ambos brazos y le
propinó un tremendo cabezazo en plena cara que lo dejó mareado, transformó su mano
derecha en una llama pálida y se la introdujo en la cabeza. ––Di tus últimas palabras Agos
porque aquí acaban tus días… ––Dijo Fhiros a modo de despedida. Concentró toda su
energía para hacerla explosionar dentro de la cabeza de su hermano que había quedado
completamente indefenso pues tenía su mano manipulando su esencia ––pues el punto débil
de todos ellos en estado etéreo era el centro de la cabeza––. Una vez que hubo canalizado
una gran cantidad de energía en un punto para hacerla explosionar, repentinamente, un
tifón que a penas duró unos pocos segundos surgió de la nada y separó a ambos hermanos.
Agos quedó libre de su prisión y recuperó el control sobre su voluntad nuevamente. Fhiros,
aturdido aún por el tifón, miró a su alrededor y se encontró con la sorpresa que Agos y él no
estaban solos, Elhos también estaba allí. En el rostro del señor de los vientos había dibujada
una sonrisa malévola, la cual revelaba las intenciones que tenía con respecto a su hermano el
señor del fuego.
––¿Qué diantre haces tú aquí? ––Preguntó Fhiros sin poder resistirlo no creyéndoselo
aún y sintiendo un poco de temor.
––¿No te alegras de verme hermano? ––Replicó Elhos con una sarcástica sonrisa.
––Fhiros… este es tu fin… ––Observó Agos sonriente. Ambos hermanos atacaron a
Fhiros a la vez, combinando sus esencias para crear miles y miles de agujas y lanzas de hielo
que impactaron una y otra vez en su cuerpo de fuego haciéndolo retroceder hasta esconderse
en un pequeño y oscuro planeta que había en las cercanías. Aunque vieran cómo su hermano
de fuego se escondía cuan rata que huye del peligro, no decidieron seguirle, cada uno se fue
a un extremo de ese diminuto planeta y desde fuera de su atmósfera se quedaron
observando cada rincón y esperando a ver por qué rincón decidía escapar Fhiros. Este,
escondido en el rincón más oscuro de aquel diminuto planeta, habiendo entrado en un
estado de nervios casi incontrolables, se disponía a pensar una estrategia con la cual escapar,
estaba mal herido, aún estando en estado etéreo tenía heridas considerablemente molestas.
El dolor de las heridas y los nervios lo tenían tan bloqueado y paralizado que no era capaz
de reaccionar bien. Pasó un rato, las heridas del señor del fuego eran cada vez más graves, se
veía muy maltrecho y agotado, pero él aguantaba como podía. Aunque la paciencia de sus
hermanos ya casi se había colmado. Vamos Fhiros, ¿a qué estás esperando para salir?, no seas
cobarde y acepta tu fin… no nos hagas perder más el tiempo, debemos acabar con Noos también. ––
Dijo Agos mediante la voz mental. Fhiros, aunque pudo captar todo lo dicho por su
hermano seguía sin dar señales de vida. La paciencia de los señores aire y agua estaba
pendiente de un hilo para colmarse. Fhiros, no creas que escondiéndote ahí lograrás mucho,
vamos, pedazo de cobarde, donde está esa valentía que tenías luchando contra mí, donde está esa ira
con la cual por poco me matas, ¡quiero verte la cara maldito alfeñique! ––Dijo Elhos también
mediante la voz mental. Fhiros seguía obcecado en no salir de su escondrijo, pensaba que ahí
estaría bien hasta que se le ocurriera alguna solución. De repente comenzó a escuchar un
fuerte ruido, como una enorme ventisca, asomó la cabeza por la salida de la cueva en la cual
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estaba escondido y se encontró con que las aguas de aquel diminuto mundo estaban tan
revueltas que originaban tsunamis de más de mil metros de altura, esas olas se acercaban a
toda velocidad hacia él; aunque lo que más le aterró no fue ver esas enormes olas, sino cómo
el clima se volvía frío y rebelde. Gigantescas olas, fuertes tifones acompañados de nevadas
tan fuertes e impresionantes que arrasaban todo a su paso, ningún árbol, criatura, roca o ser
que permanecía en ese planeta era capaz de aguantar vivo más de diez segundos. Fhiros se
sentía un poco culpable, y aún con sus heridas y poniendo en riesgo su propia existencia,
creó dos enormes esferas de fuego pálido las cuales fueron en dirección a cada uno de sus
dos hermanos. Cuando vio que las esferas estaban cerca de ellos decidió escapar a toda
velocidad de aquel planeta, pero una vez salió del mismo una lanza helada le atravesó el
brazo izquierdo. Creó otra esfera ardiente pero notó que su cuerpo se iba congelando poco a
poco y convirtiéndose en una estatua de hielo. Una vez congelado todo su cuerpo excepto su
cabeza, vio como Elhos y Agos iban a golpearlo de tal forma que lo romperían en pedazos,
cerró los ojos y pensó que ese era su fin, pero un gigantesco destello surgió de la nada y cegó
a los hermanos aire y agua de tal forma que dieron un alarido de dolor, pues sus ojos fueron
casi destrozados, de tal forma que no podrían ver en un buen tiempo.
Fhiros abrió los ojos, vio que sus dos hermanos se restregaban los ojos como intentando
recuperar la visibilidad, pero sus esfuerzos eran en vano.
––Fhiros, creía que tú sólo podrías con estos dos alfeñiques… ––Dijo una dulce voz muy
conocida surgiendo a sus espaldas de forma repentina.
––Pero bueno, ¿Quieres cerrar el pico y ayudarme? ¿Es que no ves cómo me tienen? ––
Exclamó Fhiros algo enfurecido de impaciencia.
––Precisamente por esa posición tan sugerente en la que estás no te he liberado aún… ji,
ji, ji, ji…
Tras esta observación tan sarcástica, Fhiros observó como pudo la posición en la que
estaba, y pudo ver que estaba encogido, medio arrodillado y con el trasero sacado hacia
fuera.
––Kinos… haz el maldito favor de ayudarme a liberarme… ––Suspiró gravemente
meneando la cabeza en signo de negación.
––¡Pero qué prisas! ––Respondió ella con sonrisa juguetona. Dirigió su mirada hacia sus
otros dos hermanos y la sonrisa que había en su cara se transformó en una expresión seria y
llena de odio en cuestión de pocos segundos, y sin mediar palabra se lanzó hacia ellos a la
velocidad de la luz, propinándoles una sonora paliza que los dejó medio muertos. Les dio
tantos golpes que ni Fhiros fue capaz de seguir su ritmo con la vista, después de todo, Kinos
era la más rápida de todos sus hermanos, si se lo proponía era capaz de casi igualar la
velocidad del pensamiento. Cuando tenía a sus dos hermanos a su merced y se disponía a
matar a Agos.
––¡Detente Kinos! ––Exclamó Fhiros para detener a su hermana.
––¿Por qué? ¿Han estado a punto de matarte y aún así pretendes perdonarles la vida? –
–Rechistó Kinos.
––Si matas a uno de los dos y no eres capaz de absorber su esencia será el fin del
Universo entero, piénsalo bien…
––Eso no pasará Fhiros, porque tengo la capacidad suficiente como para absorber la
esencia de ambos. ––Dijo Kinos tras reflexionar un instante, pero no parecía querer cambiar
de opinión al respecto.
––Y ambos sabemos que a la única a quien engañas con esas palabras es a ti misma. ––
Replicó nuevamente Fhiros. Kinos se enfureció tanto que remató a sus dos hermanos pero de
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tal forma que los dejó inconscientes, fuera de peligro, cogió a su hermano Fhiros y lo
remolcó hasta que alunizaron en Alux Fhir. Pasó un largo tiempo que a Fhiros le pareció
levísimo, pues ya no tenía que preocuparse de su vida y pudo calmarse de tal forma que
volvió a sentir cierta paz en su interior. Una vez llegaron al planeta de fuego, Fhiros se dejó
caer de rodillas en el suelo y sus dos hijos Isiras y Laruk acudieron rápidamente hacia él. Lo
ayudaron a levantarse y lo llevaron a un lugar seguro donde pudiera curar sus heridas. Lo
llevaron a aquel lugar donde la gran columna emergía, aquel lugar que ahora era un
gigantesco altar en el cual en su centro yacía la colosal y desmesurada llama pálida.
En el centro de aquella antigua bóveda había un trono justo debajo del "brasero" donde
yacía la gran llama, en el cual dejaron reposar a Fhiros. Presentaba un estado lamentable, su
cuerpo estaba cubierto de enormes heridas que aún sangraban. Isiras y Laruk tenían una
expresión de impotencia en sus rostros de fuego.
––¿Qué os pasa hijos míos? ¿Por qué esa expresión tan grave en vuestras caras? ––Dijo Fhiros
mediante la voz mental no pudiendo permitir ver a sus hijos tan preocupados.
––Padre, no malgastes fuerzas, estás moribundo. ––Replicó Isiras rápidamente.
––Je, je… no te preocupes, estoy muy maltrecho, pero tengo la suficiente energía como para por
lo menos hablar mentalmente, no voy a morir por algo tan insignificante.
––¿Quién te hizo esto padre? ––Preguntó Laruk.
––Digamos que fueron dos personas a quienes podéis llamar tío, sus nombres son Agos y Elhos. –
–Respondió Fhiros. La mezcla de terror e ira se notó claramente en los rostros de Isiras y
Laruk. Kinos estaba ahí, frente a ellos, observando a Fhiros muy fijamente, preguntándose
muchas cosas sobre todo lo ocurrido en esos últimos meses. Viendo al señor del fuego tan
maltrecho, se cuestionaba si el equilibrio del Universo entero no sería quebrantado en breve,
pues sabía que los planes de Elhos y Agos de matarlo no eran un hecho desconocido, ni
frustrado por aquella breve paliza que les dio a ambos ella misma, quizá lo había aplazado,
aunque cabía la posibilidad que lo hubiera evitado por completo.
El tiempo fue transcurriendo, y las heridas de Fhiros iban sanándose, a una velocidad
bastante lenta, pero sanaban a la perfección. Su poder, que había sido mermado también fue
aumentando, gracias a la gran llama pálida sus energías y su cuerpo iban restaurándose.
Kinos había decidido quedarse en el mundo de los seres de fuego durante una temporada,
hasta que viera a Fhiros recuperado completamente, o al menos lo suficientemente
recuperado como para defenderse él solo. En el tiempo que convivieron juntos, Kinos,
aquella que parecía que apenas hubo sentido algo por otro ser que no fuese hijo suyo,
comenzó a sentir y aceptar que brotaban de su interior ciertos sentimientos latentes por
Fhiros, aunque en un principio le preocupó bastante, al poco le dejó de preocupar, pues
supo, que él también sentía lo mismo. Ambos se enamoraron ciegamente el uno de la otra, se
unieron de tal forma que eran inseparables. Había una paz reinante en Alux Fhir que era
indescriptible, todo estaba en perfecto equilibrio en aquel mundo ardiente. Casi se olvidaron
de la amenaza que representaban Agos y Elhos, sabían que juntos vencerían a sus dos
hermanos agua y aire sin problemas. Pero un día, en el clímax más placentero de la paz
interior de un alma, algo ocurrió, dos enormes energías desaparecieron, y el Universo entero
se estremeció al notar que surgía otra energía individual y diferente sustituyéndola a ambas.
Fhiros dormía plácidamente con Kinos entre sus brazos.
––No es posible... ––susurró al despertar exaltado por notar aquella energía que aunque
era lejana, también era muy amenazadora. Kinos había despertado también–– tú también lo
has notado, ¿verdad? ––Dijo muy tranquilamente sin demostrar ningún tipo de nerviosismo.
Él la miró a los ojos y con su mirada explicó a la perfección una gran preocupación que
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recorría su mente, Kinos comprendió perfectamente.
––¿Qué hacemos Fhiros? ¿Esperamos a que llegue esa energía para enfrentarnos a ella o
huimos? ––Preguntó.
––Kinos... ve a tu mundo de luz, y prepara a tus hijos para la guerra, pues eso es lo que
nos espera, estallará una guerra de forma inminente.
––Pero Fhiros, no puedo dejarte solo, aún no te has curado del todo tus heridas ¿Y si
vienen Elhos y Agos para acabar contigo?
––No lo harán Kinos, no te preocupes por eso, no lo harán... ––sus ojos se encendieron
como dos antorchas escarlata y en ese mismo instante Isiras acudió preocupado.
––Padre, debemos prepararnos ––dijo nada más entrar en la sala––. No sé por qué pero
presiento que se avecina una gran tormenta de acontecimientos...
––Prepara a todos los habitantes de Alux Fhir, voy a hablar con todos ellos, reúnelos
frente al altar de la llama pálida, en cuanto todos estén reunidos, avísame. ––Ordenó Fhiros
con aire imponente. Kinos vio algo que nunca había visto en los ojos de Fhiros desde que lo
conoció, un sentimiento que surgió como de la nada, algo inesperado en él: el odio. No
estaba segura de si aquella sería la última vez que vería a Fhiros, tenía un mal
presentimiento, y no quería dejarlo allí solo.
––Fhiros, creo que lo mejor es que me quede contigo aquí. ––Sugirió intentando
convencerlo–– Juntos lograremos vencer a esa fuerza.
––Kinos... vete al mundo de luz y tráete a sus habitantes, rápido, cuantos más seamos,
mejor... tengo un presentimiento muy malo... ––expuso Fhiros sin ni siquiera girar la cabeza
para mirarla, con la vista mirando al horizonte.
––Yo también tengo un mal presentimiento, por eso no quiero irme y dejarte solo,
estarás desprotegido. ––Dijo Kinos a su vez intentando en vano convencer a su amado,
viendo que él no atendía a razones, se acercó y le dio un beso.
––Te amo... ––dijo mientras una lágrima resbalaba por su mejilla izquierda.
––No pasará nada, todo saldrá bien... ––sonrió Fhiros–– ve a por tus hijos y tráelos aquí,
entonces podremos defendernos a nuestras anchas, ¡corre!
Y sin mediar palabra, Kinos se movió con tal rapidez que se desvaneció de allí.
Inmediatamente Isiras se puso manos a la obra, le pidió ayuda a todos los que iba avisando y
a su hermano Laruk para que avisaran al resto de habitantes del mundo ardiente para la
reunión que Fhiros había concertado frente al altar de la llama pálida. Antes de que
finalizara el día todos ya habían sido avisados. Cuando estuvieron reunidos por completo
frente al altar, era ya noche cerrada, las antorchas del planeta relucían como estrellas en la
noche, a cual más bella por la variedad de su color. Esas antorchas unidas a las llamas que
emergían de los seres de fuego hacían un espectáculo tan bello como terrorífico de
contemplar, pues parecía que todo el fuego del Universo entero se hubiera concentrado en
frente del altar de la gran llama pálida.
Fhiros, con sus hijos Isiras y Laruk, a su izquierda y derecha respectivamente,
contemplaba a los hijos de su mundo mientras esbozaba una sonrisa torcida y arrogante en
su cara, sintió el temor en los corazones de sus compatriotas, entró en el mundo etéreo y
desde allí les habló a todos con una voz tan imponente que resonó en la eternidad.
––Hijos de Alux Fhir. ––Exclamó con fuerza y henchido de orgullo ––. Siento el temor
latiendo en vuestros ardientes corazones, siento que la incertidumbre corroe por todo
vuestro ser, no sabéis a lo que nos enfrentamos, pero sí sabéis que una gran amenaza se
avecina.
Hizo una pausa y observó a todo el mundo, todos estaban expectantes, tal era la
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atención que le prestaban que el miedo casi había desaparecido de sus corazones. La sonrisa
arrogante del dios del fuego se hizo cada vez más notable a medida que observaba el espíritu
de todos sus compatriotas.
––No sé lo que ocurrirá. ––Expuso nuevamente ––. No sé quién sobrevivirá o quién
morirá, lo único que sé seguro es que lucharé con todas mis fuerzas, no me rendiré, porque
aunque muera, mi energía se esparcirá por el resto del Universo y volveré a resurgir de mis
cenizas, y en el que caso que no resurgiera de mis cenizas, moriré feliz, pues sé que habré
luchado hasta la muerte por defender lo que es de todos, la libertad de todos los seres del
Universo y el equilibrio de éste. Así que os digo, aluxes, luchad con todas vuestras fuerzas
¡Que se entere quien quiera que sea de qué estamos hechos los seres de fuego!
Sus últimas palabras se elevaron hasta el infinito pues a la vez que alzaba su voz hasta
rasgar el cielo se transformó en una antorcha humana plateada con destellos carmesíes. Junto
a este gran grito se unieron todos los habitantes de Alux Fhir rugiendo en una oleada de
vítores y cánticos de guerra. A la mañana siguiente todos los habitantes del planeta ardiente
hicieron los preparativos para la guerra que se avecinaba; entrenaron sus habilidades de
forma exhaustiva, idearon tácticas y estrategias de combate, se prepararon y se concienciaron
que podrían morir. El tiempo transcurrió leve, los días pasaban cada vez más rápidos, y los
aluxes sentían que una gran amenaza se cernía sobre ellos, y que se aproximaba hacia ellos a
una velocidad vertiginosa.
Pasaron unos años y un fatídico día, cuando el sol azul brillaba con más rabia que
nunca, y hacía un día maravillosamente despejado, repentinamente el sol se nubló, Fhiros,
que estaba dentro de su cueva, notó un cúmulo de energía negativa aglomerándose en un
mismo punto, una energía que temía conocer muy bien, y salió de su guarida para
comprobar si su temor era infundado. Miró al cielo y allí vio, justo delante del sol un gran
ejército de seres etéreos aglomerándose de forma amenazadora entre Alux Fhir y su sol azul.
El resto de los habitantes del planeta ardiente notaron la agresividad del ambiente y alzaron
la vista al cielo viendo aquel espectacular enjambre que ensombreció el sol en sólo cuestión
de segundos. Fhiros miraba con mirada penetrante y arrogante; ¡Atacad! ––rugió sin mediar
más palabra elevando su voz al infinito mientras entraba en el mundo etéreo, su voz resonó
en todo el planeta. Los hijos de Alux Fhir, entraron también en el mundo inmaterial y
atacaron lanzando millones y millones de ráfagas y esferas de fuego en dirección a sus
enemigos. Viendo la ofensiva, millones de seres etéreos de aire y agua entraron en la
atmósfera de Alux Fhir, para entablar batalla, una gran cantidad de ellos cayeron muertos en
el intento, mientras que el resto entró en el planeta sin problemas. Una vez que alunizaron,
estalló una guerra, una batalla campal sin tregua. Seres de aire, agua y fuego caían a diestro
y siniestro, se despedazaban, se destrozaban y troceaban los unos a los otros usando
espadas, lanzas y un sin fin de armas creadas con sus respectivos elementos. Laruk volaba
lanzando llamaradas por la boca desde el aire, arrollando a sus enemigos y dándoles más
fuerza a sus compatriotas, en cambio Isiras, enfurecido por el espectáculo utilizó un método
más drástico; dio un gran salto elevándose a lo más alto del mundo ardiente, y en mitad del
aire, mientras ascendía, generó una grandiosa bola de fuego que nuevamente ensombreció el
sol, fijó un objetivo imaginándose una cruz, apuntó justo en el medio. ¡Hoy es vuestro día de
suerte escoria! ––Exclamó propinándole un fortísimo puñetazo a la esfera haciendo que
saliese disparada. La fuerza del puñetazo fue tal que la bola de fuego captó la velocidad
capaz de hacer un enorme cráter al impactar en el suelo, y su onda expansiva arrasó con los
enemigos que había en varios miles de kilómetros a la redonda de donde impactó. Isiras
contempló su obra, vio a sus compatriotas que se regeneraban por el calor de su esfera
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ardiente, pero en el norte de aquella cruz imaginaria que fijó como objetivo vio al Enón de
los elementales de aire reventando y destrozando a millares de aluxes, avanzando cuan
segadora que arrasa con los trigales a su paso. Su furia se hizo infinita, y convertido en una
bola de fuego, se lanzó con toda su fuerza directo a su enemigo. ¡Revienta! ––Gritó justo
cuando estaba a escasos metros de impactar contra él. El Enón del aire miró hacia la
dirección de Isiras recibiendo un puñetazo que le atravesó el cráneo y lo reventó en una
explosión de llamas azules. Los elementales de agua sintieron un terror increíble al
contemplar los ojos llenos de ira y odio del colosal Enón de Alux Fhir.
Por Agos… ha destruido al Enón de aire con un solo golpe… ––susurró uno de estos
seres acuáticos que estaba justo a su lado, temblando de terror. Y no será el único… ––Sonrió
sádicamente Isiras mientras generaba una pequeña esfera de fuego en la palma de su mano
como señal de amenaza para sus enemigos.
Mientras tanto, en otro lado, Fhiros salió de Alux Fhir y se reunió con sus hermanos
Elhos y Agos. Sonreían de forma maligna, su agresividad y su odio hacia él habían crecido
aún más que la última vez; a pesar de estar mutilados, su arrogancia y su fuerza no habían
decrecido en absoluto. El ambiente entre ellos tres estaba muy tenso.
––Me alegro de verte Fhiros… ––saludó Agos con ironía para romper el hielo.
––Ju… pues yo no… ––replicó el dios fuego tajantemente.
––Sigues sin tener sentido del humor, ¿Eh, Fhiros? ––Observó Elhos sonriendo de forma
sarcástica.
––Me das nauseas con esa estúpida sonrisa en tu estúpida cara... ––respondió Fhiros
nuevamente. Se miraron fijamente durante unos instantes, desafiándose con las miradas;
Elhos estaba muy confiado de sí mismo y se llevó una sorpresa al ver cómo en fracciones de
segundo, el puño de Fhiros se estrelló en su cara sin a penas poder verlo. Agos quedó tan
impresionado que no podía reaccionar, no se esperaba esa reacción por parte de su ardiente
hermano, parecía dispuesto a matarlos sin piedad. En ese momento de sorpresa Fhiros entró
en estado etéreo transformándose en una antorcha humana plateada y carmesí, cogió por la
cabeza a su impresionado hermano mientras el otro aún seguía siendo proyectado por la
fuerza de su puñetazo. ¡Implota! ––Gritó el dios enfurecido tras concentrar toda su energía
en la palma de su mano. Sin más el cuerpo de Agos se carbonizó en una implosión de llamas
pálidas. Había perdido su cuerpo físico, y así, la capacidad de regresar al estado físico para
siempre. Al poco Elhos pudo frenar su trayectoria, de forma bastante difícil y se reincorporó
como pudo, encontrándose nuevamente con su hermano Fhiros asestándole golpes a diestro
y siniestro sin compasión alguna. El dios del aire sentía un gran dolor, nunca había recibido
una paliza tan copiosa como la que le estaban propinando en aquellos instantes. Fhiros
parecía la furia y la ira personificada, pegaba con tal fuerza y con tal brutalidad que parecía
pretender matar a su hermano a golpes, estaba tan concentrado en él, que no prestó atención
a su otro hermano que aprovechaba la distracción y la distancia para acumular una colosal
esfera de agua. ¡Ahora te toca a ti! ––Exclamó una vez que vio que su esfera era lo
suficientemente gigante como para arrasar con varios planetas a su paso. Fhiros se giró
sorprendido, aunque ya era tarde, pues Agos ya había proyectado la esfera hacia él. El dios
ardiente no tuvo más remedio que lanzarse a toda velocidad de forma suicida para frenar la
esfera acuática, la atravesó haciéndola estallar en millones y millones de gotas que junto a la
ayuda de Elhos se transformaron en afiladas estalagmitas de hielo, y con una orden mental
de Agos se lanzaron a toda velocidad hacia Fhiros dejándolo congelado sin poder moverse,
los dos hermanos aire y agua se acercaron muy lentamente hacia su hermano fuego riéndose
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de él.
––¿Y ahora que pasará Fhiros? ––Preguntó sarcásticamente Elhos.
––Ahora acabaremos con toda la existencia ardiente y sus derivados, Alux Fhir, sus
seres y tus Enones… ––replicó Agos. Fhiros no podía moverse, estaba completamente
congelado, sintió un gran terror imaginándose la muerte de sus hijos y sus compatriotas,
luchó en vano por poder moverse, pero toda su esencia estaba congelada. Elhos y Agos,
mientras reían con carcajadas histéricas bajaron a toda velocidad hacia el mundo ardiente,
creando un gigantesco cráter diez veces más profundo y gigante que el que originó Isiras con
su esfera ardiente. Sin mediar palabra comenzaron a arrasar con todos los aluxes que les
salían al paso, los que pasaban cerca de Elhos salían despedidos a gran velocidad por una
fuerte ventisca, mientras que los que pasaban cerca de Agos eran completamente apagados
por gigantescas olas. Fhiros sentía el dolor del planeta Alux Fhir cuando caían sus hijos, pero
pronto llegaron los refuerzos. Isiras y Laruk, atacaron con todo su poder, aunque de nada les
sirvió, se estaban enfrentando a los dioses del agua y el aire, por tanto, el poder de ambos
Enones era insignificante. Ambos dioses se quedaron mirando de forma arrogante a los
Enones.
––¿Qué pretendéis escoria? ––Preguntó Agos.
––Detener vuestra absurda matanza… malditos bastardos… ––replicó Laruk exhausto
mientras descendía a tierra.
––¿Absurda? Lo único absurdo aquí es vuestra existencia… ––dijo Agos nuevamente.
Isiras respondió sin más palabra con una gigantesca esfera similar a la anterior con la que
arrasó con tantos elementales de agua y aire momentos atrás. La dirigió hacia Elhos, pues
pudo comprobar que era el más débil de los dos dioses, y el resultado que tuvo aquel ataque
fue que a Elhos le hizo el suficiente daño como para crear un gran tornado, que arrasó con
Laruk ya que se puso en medio de la trayectoria del tornado para proteger a su hermano
Isiras; el cual recibió una paliza épica por parte de Agos mientras los elementales
supervivientes de los tres bandos miraban, algunos con admiración y otros atónitos cómo
castigaban al Enón de fuego que quedaba vivo. Isiras fue torturado durante varias horas a
base de golpes, hasta que sólo le quedaban fuerzas para arrastrarse. Cuando vieron que ya
no podía nada más que arrastrarse como una babosa, lo lanzaron al aire y lo golpearon a la
vez haciendo que se estrellara a toda velocidad a escasos metros del altar de la llama pálida.
Ambos hermanos contemplaron su obra, miraron el planeta de fuego arrasado y con
muy pocos supervivientes, con lo cual quisieron hacerles un regalo muy especial.
––Y ahora, como prólogo a vuestro final, os dejaremos contemplar impotentes la muerte de
vuestro dios… ––dijo Elhos mediante la voz mental cayendo en la tentación de comunicarlo.
Los aluxes supervivientes, estaban abatidos, sin fuerzas a penas ni para respirar, algunos
estaban tirados por los suelos sin poder moverse, pero lloraban, pues no veían esperanza
alguna de salvación. Los dos dioses extranjeros ascendieron a toda velocidad hacia el dios de
aquel mundo ardiente. Una vez que estaban a su lado, concentraron sus energías al máximo
para golpearle con todas sus fuerzas, Fhiros no podía moverse, pero aún así no se rendía.
––Serás recordado como un buen contrincante Fhiros… ––se despidió Agos–– has
luchado hasta la muerte… pasarás a la historia como el dios que más fiereza y dureza
presentó en batalla…
En ese mismo momento, Isiras, viendo que su dios iba a ser exterminado se arrastró
como pudo hacia la antorcha pálida, y se sumergió dentro de la bandeja donde reposaba la
gran llama, se fundió con dicha llama, y la fuerza de todo el planeta y todos los aluxes se
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concentraron en él, se puso a cuatro patas, hincando tanto las garras de sus manos como las
de sus pies en la antorcha. ¡Padre! ––Gritó con todas las fuerzas del planeta. Su grito se hizo
tan infinito, que todos los presentes en Alux Fhir lo oyeron, el eco resonó en los corazones de
todos los seres presentes en aquella guerra incluyendo a Fhiros, Elhos y Agos. Todos
dirigieron su atención hacia la dirección de donde provenía dicho grito y vieron que Isiras, a
la vez que gritaba lanzaba por su boca una gigantesca columna de fuego completamente
pálido en dirección a los tres dioses, todos aquellos que contemplaron la columna quedaron
ciegos ante tal brillo. La columna impactó de lleno en Agos acabando con su existencia y
derritió el hielo en el que Fhiros estaba aprisionado. Tan sólo fueron unos segundos en los
que la famosa y legendaria columna de fuego pálido existió nuevamente. Tras pasar esos
pocos segundos que se hicieron eternos para algunos, el cuerpo de Isiras se petrificó por
completo, las facciones de su cara presentaban una expresión feroz y firme, estando a cuatro
patas, hincado en el suelo, en mitad de la bandeja donde reposaba la antorcha pálida, la
estatua de Isiras quedó dentro de la llama pálida, inerte, sin vida, pero a la vez con una
extraña fuerza desafiante, cuan gárgola que custodia cualquier catedral.
Por otro lado un ser muy parecido a Elhos apareció tras haber pasado la cegadora luz
de la columna de fuego. Había algo extraño en él, algo muy familiar, Fhiros sintió su energía
quedando boquiabierto. Maldito seas Elhos, has absorbido la esencia de Agos ––Maldijo sin
pensárselo dos veces.
––Por supuesto… pero no me llames Elhos, mi nombre es Reldos… ––contestó este
nuevo ser con una sonrisa de oreja a oreja mostrando en su cara una expresión maléfica.
Fhiros atacó con todas sus fuerzas y con una velocidad casi imperceptible al ojo. Pero sus
ataques fueron completamente bloqueados por Reldos que pareció hartarse al rato;
transformó su brazo en una lanza de hielo y atravesó el pecho del dios fuego que sintió un
grandísimo dolor acompañado de la sensación que se congelaba poco a poco, tras unos
instantes Fhiros dejó de sentir dolor, y se hizo el silencio y la total oscuridad.
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CAPÍTULO 4.
AGOS
TEMPESTUOSO MAR.
dolida por la quemadura causada por la mini estrella que lanzó Fhiros en esa pequeña
batalla que mantuvo contra él y Elhos. Por más que lo pensaba no alcanzaba a comprender
por qué su hermano de fuego se había enfrentado a ellos, por qué había defendido a Noos,
ese ambicioso y sucio bastardo, que tan sólo quería la supremacía del Universo sobre todas
las demás cosas. Fhiros había llegado hasta tal punto que le había provocado en su cuerpo
un daño irreversible, un dolor con el que conviviría durante el resto de su existencia, ¿cómo
era capaz ese insensato de condenarle así?, sólo obtuvo una respuesta a esa pregunta según
su consciencia: porque era un traidor. Las dudas, las auto respuestas, la furia, la ira y otros
muchos más conceptos del mismo estilo se unían en la mente del señor del agua en una
telaraña de maldad incontrolable, junto con una sed de venganza y de sangre que era capaz
de alcanzar tales extremos como para llegar a arrasar a toda criatura y ser viviente del
Universo. Elhos estaba a su lado, no tenía en su cara expresión de furia o algún sentimiento
parecido, pero sí reflejaba un profundo e inagotable dolor.
El Universo se extendía a lo lejos, a lo ancho y a lo largo, las estrellas guiaban el camino
del dios del agua y del dios del aire en su loca y frenética persecución. Su hermano Fhiros les
llevaba una gran ventaja, pero eso a Agos no le importaba lo más mínimo, él tan sólo quería
cazarlo y demostrarle de lo que era capaz, mostrarle que el agua podía destruir al fuego, y
que tenía suficiente poder como para que no se lo tomara a broma; y no le importaba lo más
mínimo seguirlo hasta el fin del Universo con tal de conseguir alcanzarlo. Iniar había
quedado atrás, se había convertido en un vago recuerdo, tan sólo lo que allí ocurrió le
recordaba a Agos el por qué seguía persiguiendo a Fhiros con ese afán de destrucción, con
esa sed que no podía apagar nada más que imaginando el momento en que capturara a su
hermano para cumplir su venganza. El escapista, además de ser rápido como una centella, y
llevarles una gran ventaja cambiaba de dirección constantemente, parecía como si quisiera
que sus hermanos estuvieran vagando sin rumbo fijo por los alrededores más lejanos de
Iniar durante años y años.
Las direcciones en las que giraba Fhiros eran absurdas, y muy repentinas, cuando
parecía que ya se iba a estar quieto y no iba a cambiar de dirección manteniendo el mismo
rumbo volvía a cambiar, descendía, ascendía, giraba a la derecha, a la izquierda, en todas las
direcciones posibles, hacía vuelos en espiral y acrobacias de todo tipo, pero eso sí, con una
velocidad impresionante; alcanzaba velocidades indescriptibles e indescifrables para
nuestros mortales ojos humanos. Agos notaba las velocidades a las que su hermano huía y lo
forzaba a incrementar su velocidad y sus reflejos. Tenía que acelerar y esforzarse aún más
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por alcanzar al pequeño meteorito ardiente que estaba persiguiendo, porque cuando parecía
que iba a cazarlo por fin volvía a cambiar de dirección, parecía además, con esas acrobacias
que tan sólo estaba jugando con sus dos persecutores, como si se burlara de ellos dando
vueltas y más vueltas por los alrededores del planeta de reunión de los siete supremos.
La impaciencia crecía a cada segundo en el alma de Agos, se impacientaba cada
segundo más y más, se angustiaba y se desesperaba por cazar a su hermano, pero él no
paraba de huir, parecía saber cómo esquivarlos a la perfección en el momento preciso.
––Ya está empezando a cansarme este bufón… Elhos, tenemos que hacer algo para detenerlo, ¡ya!
––Dijo Agos a su hermano mediante la conversación mental.
––¿Sí? ¿Y qué sugieres? ¿Cómo pretendes alcanzarlo siendo como es de escurridizo el muy
bribón? ––Replicó Elhos.
––No hay que pensar mucho, ¿sabes? Es muy sencillo, tan sólo tendremos que separarnos, y cada
uno ir por un lado, así lo cogeremos más rápidamente.
––Ya sabes que uno solo no puede contra él, como también sabrás lo fuerte que es, nos lo ha
demostrado con creces que puede incluso con los dos juntos…
––No seas tan pesimista, nos ha cogido por sorpresa, simple y llanamente, tan sólo hay que
cogerlo desprevenido a él y todo estará listo, no le ataques directamente, tan sólo ataca manteniendo tu
defensa bien alta, haz que se confíe.
––No es tan fácil, pero bueno, habrá que intentarlo, no hay otra manera de acabar con él, aunque
deberíamos atacarle los dos juntos.
––Sé que sería mejor atacarle los dos juntos, pero no podemos hacer otra cosa, si los dos vamos en
la misma dirección no lo alcanzaremos ni deseándolo con todas nuestras fuerzas, así que ya sabes
hermano…
––En fin… no hay otra manera… tú por ahí y yo por allí… arek hermano.
––Arek… Elhos.
Los dos hermanos se dividieron, uno giró hacia el este y el otro hacia el oeste, pero
siempre siguiendo una ruta de estrellas que los mantuviera cerca de la trayectoria de Fhiros.
Éste por su parte cambió su rumbo hacia el sur y aceleró su marcha. Parecía que ese iba a ser
su rumbo final, con lo cual, Agos calculó la distancia, la velocidad y la trayectoria que
debería seguir para no perder el rastro de su presa. Tomó rumbo al sur para continuar la
trayectoria del perseguido pero a la vez continuando en su ruta hacia el este, así, aunque
siguiera su trayectoria podría seguir el rastro de Fhiros porque también llevaba su dirección
con la distancia prudencial como para que no notara su presencia.
El tiempo transcurrió tras esa última dirección que cogieron cada uno en esa singular
carrera por dar caza a un único objetivo y el rumbo seguía sin cambiar, Agos, se había
alejado lo suficiente de Fhiros como para notarlo a penas. Su ira se había apaciguado con el
paso del tiempo, pero aún así sentía la sed de venganza como crecía en lo más profundo de
su ser, se recordaba a diario el porqué de esa loca persecución. Para él, el hecho que Fhiros se
enfrentara a él para proteger a Noos era la mayor calumnia y la peor de las afrentas que
había recibido por parte de nadie, por tanto, aunque su ira se fue calmando, no podía
perdonarle.
Conforme más pasaba el tiempo, y más seguía a Fhiros en su rumbo, se preguntaba una
cosa: si en realidad lo único que hacía, no era otra cosa que dirigirse al mundo que antaño
eligiera como reino. Esas cuestiones le hicieron volver a muchos miles de años atrás, tantos
años, que regresó al día en que encontró su mundo en el que reinar, Ago Laksaar, cuyo
nombre venía a significar “Agua Profunda”.
La primera vez que posó sus pies sobre las aguas de este mundo, observó que éste en su
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gran mayoría por no decir en su casi totalidad era de agua. La temperatura era agradable
incluso para ser el quinto planeta de un sistema en el cual sólo un sol calentaba. Las noches
eran magníficas, pues presentaban un espectáculo de estrellas fundidas con el silencio del
planeta que era digno de experimentar una y otra vez. Anduvo durante mucho tiempo sobre
las aguas de la superficie, el tiempo suficiente para comprobar que el planeta era gigantesco,
y sólo había un único continente y estaba en el centro del mundo, entre los hemisferios norte
y sur. Por tanto, aunque ese único continente era diminuto comparado con el planeta,
tampoco se quedaba atrás. Al llegar a ese continente vio que estaba poblado con una
gigantesca selva. Una selva en la cual ya vivían varios tipos de insectos, y cualquier tipo de
criatura, desde los más diminutos hasta los más gigantescos. La exploró sin temor alguno.
Una vez que la recorrió de punta a cabo, notó algo muy raro; vio cuatro enormes columnas
de agua muy luminosa que emergían hasta la atmósfera. Quiso investigar más, así que se
elevó hasta una altura considerable, y con una mezcla de resultarle graciosa, dejarle
enrarecido su visión y a la vez admiración por ver algo tan inusual, comprobó que el
continente era prácticamente de forma cuadrada, y que en cada una de sus esquinas había
una enorme columna de agua. Las cuatro columnas emergían desde debajo del mar hasta
casi tocar la atmósfera. Decidió seguir investigando las maravillas de aquel mundo, pero
ahora lo haría bajo agua, así que se volvió etéreo y descendió a lo más profundo, al núcleo
mismo del planeta. En ese viaje, en el cual la oscuridad se iba cerniendo cada metro más que
descendía bajo las aguas, admiró las maravillas de aquel mundo marino, todo tipo de ser
viviente acuático imaginable residía allí, pequeños peces, renacuajos, plantas, corales de
todos los colores, escualos enormes, crustáceos del tamaño de un hombre, etc.
Todos aquellos seres presentaban una gran variedad tanto de tamaño y de forma como
de color y número. Los ojos de Agos estaban maravillados, pero cuando tocó fondo, cuando
ya no podía descender más, sus ojos se llenaron de terror y admiración a la vez, pues vio que
entre las cuatro columnas de agua, justo donde estaría situado el continente en la superficie,
yacía una colonia de veinte seres tan gigantescos que ni siquiera una montaña sería capaz de
equiparar su tamaño. Diez veces más grandes que un dragón, con dos alas que hacían que su
cuerpo tuviera forma de rombo, de grosor plano y un aguijón en su extremidad inferior, de
piel escamosa más dura que el acero y de color azulado, y sus ojos eran de color amarillo
fluorescente. Agos estaba maravillado, las criaturas de aquel planeta que le había llamado
tanto la atención eran de una magnificencia inimaginable para él. Así pues, ascendió
lentamente para poder seguir observando todo cuanto le rodeaba en las aguas, y una vez allí
arriba en la superficie, tomó la decisión de hacer que ese fuese su mundo, el lugar en el que
reinaría como un dios, la divinidad suprema de los seres de agua. Se dirigió al centro de la
selva, y en el pico más alto de una montaña hizo que surgiera un enorme géiser de agua, y
controlando el géiser creó una enorme edificación, una torre hecha de barro y enormes rocas.
Dicha torre emergía hasta donde llegaban las nubes, de tal grosor que sería capaz de
empequeñecer a cualquier ciudadela y desde dentro se tenían unas vistas magníficas de la
selva que había justo debajo de la montaña.
Agos regresó al presente inducido por algo que le había resultado bastante extraño:
Fhiros se había detenido, y no estaba tan sólo detenido por gusto al parecer, estaba en mitad
de una riña, y la riña no era ni más ni menos que con Elhos. Una sonrisa malévola se le
dibujo en la cara en cuestión de segundos. Ya va siendo hora de cazar definitivamente a mi
presa. ––Dijo con tono muy alegre. Se tornó etéreo y se dirigió al lugar de la disputa fraternal
con toda la velocidad que podía alcanzar, que era casi igual a la máxima que alcanzó Fhiros
en tiempo atrás. Conforme iba avanzando hacia el lugar, notaba con más fuerza las
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consecuencias de aquella batalla, era una batalla discontinua, ya que comenzaba y paraba,
volvía a comenzar y volvía a pararse por uno instantes. Era algo que le parecía muy raro al
dios del agua, aunque tampoco le extrañaba mucho, pues sentía que su hermano el dios del
viento estaba bastante apurado, no era capaz de enfrentarse a solas en igualdad de
condiciones a su contrincante; por tanto Agos se preocupaba más y más, intentaba captar
más velocidad, pero sabía que ya había llegado al límite de su velocidad máxima y no podría
rebasarlo. De repente la batalla se detuvo completamente, la esencia de Elhos había quedado
completamente en letargo, eso sólo podía significar una cosa, Fhiros había vencido en aquel
altercado. Tras pensarlo unos instantes, y seguir la trayectoria que Fhiros había cogido de
nuevo Agos dedujo que definitivamente su hermano se dirigía hacia su mundo reino: Alux
Fhir. Por tanto decidió atajar para alcanzarlo antes, se guió por una ruta de estrellas que ya
conocía desde hacía mucho tiempo atrás, ya que él había sido el único de los siete supremos
que se molestó en conocer la situación exacta de los mundos que constituían los reinos de
aquellos hermanos suyos que habían decidido tener un mundo reino.
Fhiros aumentaba la velocidad así que Agos tenía que atajar lo más rápido posible,
siguió su rastro de estrellas y tras un buen tiempo, dio perfectamente con la trayectoria del
dios ardiente y se interpuso en la misma haciendo que su esencia se desvaneciera lo
suficiente como para ser notada sólo a escasos metros. Pasó un buen tiempo y una enorme
esfera de fuego pálido con destellos carmesíes apareció en el horizonte estelar; había llegado
el momento tan esperado y ansiado. Una maligna sonrisa apareció automáticamente en el
rostro de Agos, su esencia comenzó a aumentar a cada segundo que transcurría, el odio se
manifestó en el ser del dios líquido como una fuerza imparable e implacable, permaneciendo
firme como una roca, esperó hasta que Fhiros se detuvo en seco a escasos metros de él.
––Veo que por fin has dado conmigo… ––dijo.
––He de admitir que me ha costado mucho más de lo que imaginaba, eres muy
escurridizo… hermano… ––replicó Agos.
––¿Y cómo has dado con el camino hacia Alux Fhir?
––No he dado con el camino hacia Alux Fhir… sino con la dirección que estabas
siguiendo desde hacía ya tiempo. ––Replicó el dios agua nuevamente. Algo que le extrañaba
bastante al dios del agua era la expresión de su hermano, sonreía, parecía alegrarse de la
situación.
––¿Por qué sonríes Fhiros? ¿Te han dado una buena noticia? ––Inquirió sin poder
evitarlo.
––Sí, una gran noticia… el destino me ha dicho que por fin podré librarme de la fuente
principal de mi problema… supongo que no tendré que decirte que voy a reventarte a
golpes, ¿Verdad?
––Curioso… tengo ganas de ver cómo vas a reventarme a golpes… no soy tan blando
como Elhos. ––Repicó Agos con una maligna sonrisa que, cambió instantáneamente a
expresión de sorpresa al ver que su hermano lanzó dos enormes llamaradas pálidas hacia él.
Sorprendido, y sin tiempo para pensar, intentó contrarrestar el ataque con un muro de agua.
Su sorpresa fue indescriptible, ambas llamaradas atravesaron el muro quemándole todo el
cuerpo. El agredido, maldiciendo a su hermano entró en el estado etéreo y arremetió contra
su atacante. Comenzó a lanzarle enormes chorros de agua golpeándole una y otra vez sin
piedad ni darle tiempo a penas de respirar.
Agos pudo quedar satisfecho del resultado de su ataque, pues el dios fuego fue
obligado a regresar al estado etéreo también. Acto seguido creó una enorme esfera de fuego
lanzándosela a su hermano sin perder un instante. Agos tuvo que cesar su lluvia de ataques
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para poder esquivar la esfera ardiente. Cayó en una trampa muy tonta, la esfera sólo era un
señuelo para que Fhiros pudiera agarrarlo. La temperatura de Fhiros comenzó a elevarse a
una velocidad vertiginosa, Agos, estaba ciego tanto por la luz que irradiaba su hermano
como por la temperatura que manaba de todos los poros de su ser. No podía soltarse de
ninguna forma, así que tuvo que elevar su esencia a su más alta potencia para librarse del
fuego de su hermano, y así lo hizo, logró liberarse y regresó al estado material, su hermano
hizo exactamente lo mismo pero con una sonrisa en la cara.
––¿Qué pasa? ––Preguntó con tono de niño juguetón.–– ¿Te has hecho daño? ¿No
puedes conmigo?
––¡Maldito seas Fhiros! ¿De donde demonios has sacado ese poder? ¿Quién te lo ha
concedido? ––Contestó Agos. Se preguntaba desesperado como era posible que su hermano
fuese capaz de invocar llamas tan poderosas como aquellas con las que estaba luchando.
La ira, la rabia, el odio, el miedo, la frustración e incluso una herida profunda en el
orgullo se unieron haciendo explotar al señor de las aguas haciendo que en consecuencia se
lanzase al ataque con una fuerza descontrolada. Tal era su ofuscación, que se decidió por
atacar golpeando con brutales puñetazos y patadas que Fhiros bloqueaba como buenamente
podía. El alocado ataque de Agos era tan bestial, que Fhiros sólo podía defenderse. Agos
bajó la guardia por un momento, y fue agarrado fuertemente de un brazo y seguidamente de
una pierna.
––No sé si te habrás dado cuenta pero… ––comentó instantáneamente tras bloquearle a
su hermano–– estás perdido Agos…
El dios agua empalideció al ver que las manos de Fhiros se convirtieron en dos
antorchas rojas y amarillas que se extendieron por su cuerpo cubriéndolo en fracciones de
segundo. ¡Explota! ––exclamó Fhiros con sonrisa malévola y mirada de excitación
instantáneamente después de ver a su presa completamente cubierto de llamas. Tras la orden
dada se generó una grandiosa explosión que hizo que Agos saliera disparado a una
grandiosa velocidad convertido en un amasijo de llamas. El preso de las llamas, para no
acabar siendo pasto del fuego que le rodeaba entró en el mundo inmaterial, acto seguido
concentró en pocos segundos una colosal bola de agua de dimensiones planetarias. Fhiros,
intentó generar una esfera de fuego, pero Agos atacó antes de que pudiese crear algo que
pudiera causarle daños serios. ¡Eres muy lento! ––exclamó mientras lanzaba la bola de agua
hacia su hermano con gran celeridad. En el momento que la hidrosfera iba a colisionar con
Fhiros, y viendo Agos que éste tenía la intención de encajar el golpe de su ataque, en el
último instante cerró los puños haciendo que la esfera reventara en millones de pedazos
punzantes que atravesaron el cuerpo de Fhiros por todos sus poros y extremidades. Cuando
vio el resultado del impacto, Agos sonrió confiado y aliviado al contemplar a su hermano.
––¿Eso es todo lo que tienes hermano? ––Preguntó el herido.
––No te hagas el fuerte, estás destrozado, no creas que podrás salir vivo de esta… ¡Ja, ja,
ja, ja! ––Replicó Agos rompiendo a reír. Los ojos de Fhiros se encendieron con un fulgor rojo.
Te arrepentirás de haberte enfrentado a mí Agos… ––desafió regresando al mundo etéreo y
transformándose en una antorcha humana de fuego pálido. Agos vio que su hermano
concentraba una gran cantidad de energía en las palmas de sus manos, las extendió
apuntando hacia él. ¡Te arrepentirás! ––exclamó Fhiros con un grito que se hizo eco en la
eternidad. Seguidamente dos gigantescas llamaradas de plata surgieron en las palmas de sus
manos en dirección a Agos, que las esquivó recibiendo al poco el impacto por la espalda de
las mismas llamas solidificadas; habían hecho un efecto bumerang atropellándole y
arrastrándolo hacia Fhiros. Sintió que su espalda se abrasaba de forma desgarradora, y
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estaba conmocionado al ver que las llamas le llevaban hacia su hermano a toda velocidad; la
presión creada por dicha velocidad, impedía que Agos escapara. Tal era el dolor que sentía
al abrasarse que se hizo material. Pero lo peor no fue ese dolor que sintió, lo peor fue la
agonía que recorrió todo su ser al notar que las llamas explotaban y le abrasaban por
completo mientras el brazo de su hermano le atravesaba el estómago de un puñetazo una
vez que estaban ambos a escasos milímetros.
Tras experimentar por unos segundos una eterna agonía, la único que pudo hacer Agos,
más por impulso que por cualquier otra razón fue regresar al mundo etéreo, pero aún así,
siendo incorpóreo, podía sentir en su ser aquella infinita experiencia de dolor. Una vez que
ya se había vuelto líquido pensó con más claridad y fluyó de tal forma que el hueco que
debería estar en su estómago pasó a ser el hueco de sus dos manos agarrando a Fhiros por el
brazo. Ahora se encontraba a su derecha agarrando a su ardiente hermano mientras este le
miraba con expresión de asombro.
––Si seguimos así jamás acabaremos ––expuso el dios fuego intentando crear una
tregua––, la batalla está muy igualada, ¿tan decidido estas a seguir peleando incluso
arriesgando tu vida por una tonta riña que tuvo lugar hace tanto tiempo?
––¿Tonta riña? Veo que no tienes orgullo propio Fhiros, viste lo que tramó Noos en
contra nuestra y aún así le ayudaste a escapar… ––replicó el dios del agua.
––No le ayudé a escapar, impedí que tú y Elhos quebrantarais el equilibrio del
Universo.
––¿Quebrantar? Hubiera sido fácil absorber la esencia de tu estúpido y codicioso
hermano para no quebrar el equilibrio Universal y así conservar la existencia de éste.
––¿De veras te crees tan superior que serías capaz de controlar tú solo la esencia del
vacío, aquella esencia que es hija directa de la madre del Universo? Acabas de confirmarme
que eres tan necio como creía, ya lo suponía, si eres lo contrario a mí, tendrías que ser
estúpido por naturaleza. ––Replicó Fhiros con rabia en su voz. Los nervios llenaron de furia
la mente de Agos tras esta observación y puso punto y final a la conversación con unas
últimas palabras.
––¿Ah, sí? ¿Crees que soy estúpido por naturaleza? Pues ahora lo que haré para poder
absorber la esencia de Noos será absorber tu esencia antes, así tendré más poder. El cuerpo
de Agos se tornó sólido convirtiéndose uno de sus brazos en una puntiaguda lanza mientras
aún sujetaba el otro brazo de Fhiros con su otra mano. El primer intento de ataque decisivo
por parte del señor acuático fue directo a la cabeza de Fhiros, su intento fue fallido, pero no
se rindió, estaba decidido a ensancharle la cabeza a su hermano, así que siguió intentándolo
una y otra vez hasta que Fhiros le agarró con fuerza su brazo lanza, Agos respondió con un
contraataque, un puñetazo directo a la boca, pero Fhiros logró frustrárselo nuevamente, y
comenzó a abrir los brazos, forzando a Agos para que abriera ambos brazos. Mientras era
forzado a abrir los brazos, Agos veía una expresión sádica en los ojos de su hermano, una
vez que no pudo abrirlos más, recibió tal cabezazo en plena cara que quedó atontado
sobremanera. En mitad del aturdimiento notó cómo una mano ardiente se introducía en su
cerebro y bloqueaba todas sus capacidades motrices por completo, dejándolo prácticamente
en estado vegetal. Di tus últimas palabras Agos porque aquí acaban tus días… ––Escuchó
decir a Fhiros. Seguidamente pudo notar a duras penas que dentro de su cabeza se
aglomeraba una gran cantidad de energía, que se acumulaba con más y más velocidad a cada
instante que transcurría. De repente, la concentración se detuvo, pensó que aquel era su fin,
dejaría de existir, todas sus ambiciones, deseos, anhelos y objetivos se irían al vacío y
quedarían como una minúscula anécdota más en la historia del Universo. Ese instante se
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hizo eterno. Adiós, injusta existencia ––dijo para sus adentros–– Espero que alguien le haga pagar
a mi hermano por todo lo que ha hecho…
De repente notó un brevísimo pero fastuoso tifón que forzó a Fhiros que le soltara de su
aprisionamiento. Aturdido aún por su inexplicable rescate, miró a su alrededor y vio a cierta
distancia una figura que se alegró como nunca de haberla visto ––Elhos––, se dijo. La
aparición de Elhos con esa sonrisa tan maligna en sus facciones revelaba que tenía
intenciones no muy buenas para su hermano Fhiros.
––¿Qué diantre haces tú aquí? ––Preguntó Fhiros con miedo en la voz.
––¿No te alegras de verme hermano? ––Replicó Elhos con una sarcástica sonrisa.
––Fhiros… este es tu fin… ––observó Agos sonriente. Instantáneamente Agos y Elhos
atacaron a la vez. Combinaron sus esencias para crear miles y miles de agujas y lanzas de
hielo que impactaron una y otra vez en Fhiros haciendo que retrocediera, no podía escapar,
su única salida era esconderse en algún planeta cercano, algo en lo que ya había pensado
Agos. El más cercano que había era un planetucho diminuto y oscuro, fácil de flanquear y de
vigilar por todos sus lados. Elhos, vete a un extremo de ese insignificante planeta y yo me iré al otro
––dijo Agos mediante el lenguaje mental una vez que Fhiros se escondió bien escondido––.
Vigila toda tu zona, yo haré lo mismo con la mía.
Y así fue, uno se sitúo en el extremo oeste, y el otro en el extremo este. Uno miraba hacia
atrás y el otro hacia delante ––según la posición que tenían uno respecto del otro––, así
mientras uno podía abarcar todo un hemisferio del planeta con su visión, el otro abarcaba el
otro hemisferio. Y ahí permanecieron, durante un buen tiempo, observando minuciosamente
cualquier movimiento que pudiera haber, acechando a su presa, esperando a que surgiera de
cualquier rincón para cazarlo por fin. Pasó el tiempo, tanto tiempo que fue capaz de colmar
la paciencia de los hermanos agua y aire.
––¿Se puede saber que diantre hace ese maldito imbécil? ––Preguntó Elhos mentalmente a su
hermano.
––¿Y a mí me lo preguntas? Pregúntaselo a él, él sabrá bien lo que hace para no salir de ahí. ––
Dijo Agos en tono burlón; como si ahora fuese él quien estaba jugando a un juego de niños
con su hermano. Parecía contento, pues tenía la sensación que todo le iría bien, que a partir
de ese día las cosas iban a cambiar por completo para él. Aún así, su paciencia estaba casi
colmada, y no pudo aguantar más. Vamos Fhiros, ¿A qué estás esperando para salir?, no seas
cobarde y acepta tu fin… no nos hagas perder más el tiempo, debemos acabar con Noos también. ––
Dijo mediante la voz mental. No hubo respuesta alguna por parte de nadie. La paciencia de
ambos estaba ya pendiente de un hilo, a punto de rebasar el límite. Fhiros, no creas que
escondiéndote ahí lograrás mucho, vamos, pedazo de cobarde, dónde está esa valentía que tenías
luchando contra mí, dónde está esa ira con la cual por poco me matas, ¡quiero verte la cara maldito
alfeñique! ––Dijo Elhos mediante la voz mental. Nuevamente, no hubo respuesta por parte de
nadie. Así pues, sólo les quedó una opción a ambos hermanos para hacer que Fhiros saliese
de su escondrijo: obligándole.
––Será mejor que hagamos algo, no parece querer salir de ahí. ––Dijo Elhos mediante el
lenguaje mental.
––¿Y que sugieres? ¿Que destruyamos el planeta? ––Replicó Agos con toda intención de
sugestionar a su hermano.
––¿Sabes? No es mala tu idea… ––sentenció Elhos sonriendo como si fuese el mismísimo
Satanás. Ambos hermanos unieron sus fuerzas y comenzaron a manipular la esencia del
planeta de tal forma que los mares comenzaron a protestar y los vientos a llorar. En cuestión
de unos minutos gigantescas olas tsunamis e innumerables tifones dominaron aquel mundo.
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No había lugar donde esconderse, tan sólo se podría huir, pero no por mucho tiempo. Se
originó una tempestad que cubrió con su gélido aliento el cielo de todo el planeta, cayeron
violentas nevadas convirtiéndose en granizo arrasando toda la tierra firme, convirtiéndola
en un inmenso paraíso helado y nevado. Toda existencia de aquel mundo quedó condenada
a convertirse en una escultura de hielo, pues ningún ser vivo o inerte pudo aguantar más de
diez segundos el frío que cubriera su cuerpo.
––Nada, no hay manera, no quiere salir. ––Comunicó Elhos.
––Cierto, está obcecado en no salir, porque es imposible que no aguantara esta tormentilla de
nada. Sigamos, pronto saldrá obligado… ––sentenció Agos. De repente, una gigantesca bola de
fuego pálida apareció de la nada en dirección a Agos casi peinándole, a penas tuvo tiempo
de esquivarla. Nervioso por el ataque miró en dirección a todos lados y no vio
absolutamente nada más. ¡Al norte! ––Gritó Elhos mentalmente–– ¡Ya es nuestro! ¡Cacémosle
de una vez por todas! Ambos hermanos compenetrados al máximo calcularon la distancia y en
un punto concreto lanzaron una gran cantidad de sus esencias convirtiéndose en una
gigantesca estalagmita que atravesó uno de los brazos de Fhiros hiriéndolo de gravedad.
¡Cazado! ––Gritó mentalmente Agos con toda su furia mientras se dirigía violentamente hacia
Fhiros observando cómo se congelaba su cuerpo excepto la cabeza a causa de la estalagmita.
Los hermanos viento y agua estaban completamente compenetrados, a la misma distancia
por los flancos izquierdo y derecho respectivamente, iban a rematar a su hermano fuego,
vieron que cerró sus ojos esperando a que lo remataran, y cuando estuvieron a punto de
asestarle el golpe de gracia, a escasos metros de él, surgió repentinamente un relámpago de
luz, tal era la intensidad del brillo de aquella luz que destrozó la vista de los asaltantes
dejándolos ciegos por lo que sería un buen lapso de tiempo. Agos gritaba enfurecido,
intentando dar una explicación a su repentina ceguedad, sentía un intenso dolor de ojos y
cabeza, tal había sido el fogonazo en sus ojos que casi lo había dejado ciego por completo. Ni
siquiera su mano marcada por aquella bola de fuego en el pasado estaba tan dolorida como
sus ojos en aquel mismo instante.
––Fhiros, creía que tú sólo podrías con estos dos alfeñiques… ––escuchó decir a una voz
muy dulce y sobretodo muy familiar.
––Pero bueno, ¿Quieres cerrar el pico y ayudarme? ¿Es que no ves cómo me tienen? ––
Replicó Fhiros enfurecido por el miedo.
––Precisamente por esa posición tan sugerente en la que estás no te he liberado aún… ji,
ji, ji, ji… ––contestó la voz femenina.
––Kinos… haz el maldito favor de ayudarme a liberarme… ––suspiró fuertemente
Fhiros al cabo del rato.
––¡Pero qué prisas! ––Respondió la señora de la luz.
Ahora era Agos quien sentía terror, sabía que no podría escapar, estaba sentenciado,
pues estaba ciego, y había aparecido una nueva rival, quizá más peligrosa que Fhiros, pues
era capaz de moverse casi a la velocidad de la luz. Notó de repente un tremendo golpe que
lo hizo retorcerse de dolor, pero sin pasar siquiera una fracción de segundo, recibió otro más
fuerte, y otro más instantáneamente, no pasaban a penas diez fracciones de segundo entre
que recibía un golpe y otro, pero lo más aterrador, era que según sus oídos Elhos estaba
siendo igualmente castigado. No sólo el dolor invadía todo su cuerpo por los golpes
recibidos, sino un terror inimaginable, era tal la velocidad de su hermana, que estaba
propinándole una sonora paliza a él y a Elhos a la vez, aún con la distancia que había entre
ellos, su velocidad parecía ser capaz de alcanzar a ambos a la vez. Tras una rápida paliza que
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lo dejó prácticamente muerto oyó la voz de su hermano Fhiros.
––¡Detente Kinos!
––¿Por qué? ¿Han estado a punto de matarte y aún así pretendes perdonarles la vida?
––Si matas a uno de los dos y no eres capaz de absorber su esencia será el fin del
Universo entero, piénsalo bien…
––Eso no pasará Fhiros ––dijo Kinos tras reflexionar un instante––, porque tengo la
capacidad suficiente como para absorber la esencia de ambos.
––Y ambos sabemos que a la única a quien engañas con esas palabras es a ti misma.
Seguidamente Agos sintió un colosal golpe en la cabeza que lo dejó casi en un estado de
coma. Un letargo que se prolongó durante muchísimo tiempo mantuvo atrapado al dios del
agua, no sabría especificar cuánto tiempo transcurrió realmente desde que estuvo al borde
de la muerte y el momento en que despertó atraído por sentir una fuerza que a priori parecía
ser implacable. Dos energías desaparecieron por completo, Noos y Obsos habían dejado de
existir, pero, una energía surgió en el mismo lugar de ambas remplazándolas. ¿Qué
demonios…? ––dijo agotado, aturdido y asustado, Agos miró a todos sus alrededores, sentía
esa presencia muy cercana, pero a la vez muy lejana. Estaba confuso, no sabría decir con
exactitud dónde estaba, pero sí supo dónde se dirigiría: Ago Laksaar, con el objetivo de
recuperarse de esas heridas casi mortales que aún sufría, para posteriormente finalizar con la
contienda entre él y Fhiros.
Inició su marcha, con velocidad bastante lenta, pues no podía entrar ni en el estado
etéreo. Estaba tan malherido que no podía concentrarse casi en nada más que no fuese el
tremendo dolor físico que sentía por casi todo su cuerpo en esos instantes. A penas podía
avanzar, se sentía desfallecer, sentía que moriría de un momento a otro. Al final cedió y se
quedó suspendido y flotando en el Universo. Sus fuerzas se habían casi agotado, ya sólo
podía resignarse a morir, pues en el fondo de su ser sabía que si no moría vagando en el
Universo a consecuencia de sus heridas actuales, moriría por aquel ser que había sentido
hacía poco surgir de la nada. Al rato se percató de que estaba moviéndose, sin usar ni tan
siquiera su voluntad, fue un hecho bastante extraño, abrió uno de sus ojos y vio que estaba
sobre su laksaere predilecto, Agsut ––uno de los gigantescos seres de las profundidades de
su planeta cuyo nombre significaba “agua descendente”––, con el cual hacía mucho tiempo
que había hecho muy buenas migas, justo después del nacimiento de sus propios hijos
directos. Este también sabía adoptar la forma etérea, era el más aventajado de todos, pues era
capaz de casi igualar las habilidades de su dios.
––Descansa padre, yo te llevaré a Ago Laksaar para que sanen tus heridas. ––Dijo mediante el
lenguaje mental el ser gigantesco.
––¿Cómo…? ––Intentó preguntar Agos que fue interrumpido por su hijo.
––Las preguntas para después, ahora descansa.
Y así fue, Agos se abandonó al cansancio y cayó en un profundo sueño, en el cual
regresó al pasado y comenzó a recordar con exactitud los hechos que ocurrieran justo
después de haber creado la torre sobre el pico más alto de la selva del mundo acuático. Hacía
una noche espléndida en Ago Laksaar. Era noche cerrada. La tranquilidad y el silencio
reinantes eran algo inimaginable. Una sensación de paz embargaba el ser interior de Agos, la
leve brisa que soplaba del este lo reconfortaba en su pensamiento de madrugada. Recordaba
las reuniones con sus hermanos, y aunque no todos fuesen de su agrado, como era el caso de
Noos, admitía en el fondo de su corazón que los echaba de menos; una reunión no sólo
consistía en deliberar opiniones y discrepancias y tomar decisiones, sino también en contar
las experiencias vividas. Deseaba que llegara el día de la siguiente reunión, el día en que
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notara la llamada suprema, que los hacía ir a Iniar, el mundo de reunión, y contar lo bello y
lo tranquilo que era su planeta reino. Había estado pensando en la posibilidad de enseñarle a
los seres de aquel mundo a adoptar su forma etérea, a hacerse acuáticos por completo, que
adoptasen el terreno acuático etéreo como él hacía. Así pues a la mañana siguiente se posó
sobre las aguas del mundo y gritó una orden: ¡Ago! ¡Isikunaru! ––Acto seguido las aguas se
encabritaron, se agitaron con fuerza y se alzaron en millones y millones de géiseres de gran
altitud y grosor. Un espectáculo de gigantescas agujas de agua rodeó todo el mundo
acuático, visto desde fuera parecía un erizo de mar. Todos los seres surgieron a la superficie,
incluso la colonia de los seres gigantescos que vivían en lo más profundo del mundo, una
vez que los vio en la superficie, Agos descendió a las profundidades por medio de una de las
columnas y una vez allí, se situó en el lugar donde estaría su torre ––justo en el centro del
mundo y en el centro de las cuatro columnas––, concentró toda su energía y toda su esencia,
entró en el mundo inmaterial y lanzó un enorme grito a la vez que originaba una explosión
que se expandió por absolutamente todo el planeta arrasándolo todo a su paso. Al finalizar
la onda expansiva, todos los seres quedaron privados de sus cuerpos materiales por unos
minutos y al pasar dichos minutos, recuperaron sus cuerpos. Todo regresó a la normalidad,
pero, algo había cambiado. Una nueva raza de seres bípedos surgieron fluyendo desde
debajo del mar. Todos los seres habitantes naturales del mundo acuático observaron con
admiración y terror la nueva raza que surgió de entre las aguas, llenando todos los huecos
que había entre los seres nativos en la superficie del agua. De repente dejaron su aspecto
líquido etéreo y tomaron forma física. Todos los laksaeres nativos originales contemplaron
extrañados y con expresión defensiva en sus rostros y ojos que aquellas nuevas formas
tenían el morro alargado y picudo, adornado con un finísimo y largo bigote a cada lado; sus
bocas estaban completamente llenas de dientes; en sus cabezas había una aleta a cada lado,
comos si fuesen orejas. En sus cuellos poseían cuatro branquias por cada lado para poder
respirar. Sus cuerpos estaban cubiertos por durísimas escamas de color turquesa a excepción
del torso delantero, que era piel viscosa y resbaladiza como la de los anfibios. Sus manos y
pies eran garras unidas por membranas entre los dedos. Pero su majestuosidad no era lo
único que impresionaba en ellos, lo que más aterraba de ellos eran sus ojos, eran ojos de iris
rasgado y de color verde amarillento. Este fue el cambio en la superficie, pero Ago Laksaar
había recibido otro regalo a parte de estos seres escamosos: un gigantesco templo de agua
solidificada se irguió en el fondo del mar, justo en el centro de las cuatro columnas. Era un
templo de grandísimas dimensiones, con forma de cúpula y protegida por un sin fin de
estalactitas. Su belleza no residía en las formas con las que estaba construido, sino en la
transparencia del agua solidificada que vista desde fuera parecía cristal. Por dentro estaba
adornado por desniveles, estalagmitas, rocas y todo tipo de forma helada. En las cuales una
gran colonia de hombres podría vivir tranquila y cómodamente.
Las aguas volvieron a caer lloviendo durante muchos días, tantos, que hasta la
aparición de los nuevos seres casi no era una novedad ya. Hasta que un día, el planeta
regresó a la normalidad; todos los laksaeres se habituaron a sus nuevas habilidades y a sus
nuevos “hermanos” los Ago’hirots ––los descendientes del agua––. Agos observó orgulloso
el resultado de su idea de cambiar el planeta y su pecho estaba henchido al poder
contemplar la belleza de sus hijos y de las nuevas habilidades que habían adquirido los
aborígenes de Ago Laksaar. Todos los seres allí presentes eran capaces de hacerse
elementales de agua con tan sólo concentrarse lo suficiente.
Agos regresó a los días presentes, despertado de su lejana ensoñación por una brisa que
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le resultaba muy familiar: había regresado a casa. Penetró en la atmósfera del planeta a
lomos de Agsut. Una sensación de alivio y seguridad invadió el ser de Agos, ahora nadie le
encontraría y podría recuperarse de sus heridas tranquilamente y sin que nadie le molestara,
pues nadie ––al menos eso creía–– conocía la localización exacta de Ago Laksaar excepto él.
Agsut se dirigió directamente al fondo del mar, al centro de las cuatro columnas de agua.
Todos los Laksaeres observaron curiosos la escena sin hacer ni una sola pregunta. Sin
necesidad que les dijeran nada eran conscientes que algo le había pasado a su dios.
Una vez se introdujeron en el fondo marino fueron rodeados por todos los Ago’hirots
que les estaban esperando. Una vez llegaron a su destino ––la cúpula de agua sólida––, con
sumo y ceremonioso cuidado, los Ago’hirots cogieron a su padre y lo acomodaron en el
centro del templo para que reposara allí. La cúpula había sido retocada de tal forma que
había un gran camino que llegaba hasta el centro mismo donde se alzaban unos ciento
cincuenta escalones y se llegaban a los aposentos de Agos, en los cuales reposaba en esos
mismos instantes. Los Ago’hirots comentaban cosas entre ellos, y una pregunta se repetía
una y otra vez en la cúpula que ahora estaba ocupado por una gran población de los seres
escamosos. Todos preguntaban por Ilch’Laksaar, el Enón que había destacado entre ellos
por sus inmejorables habilidades. Esas plegarias tuvieron una única respuesta.
––¡Aquí! ––manifestó el desaparecido que entraba para sorpresa de muchos, caminando
desde la entrada a la cúpula hacia las escaleras.
––¿Dónde estabas? ––Preguntó uno de los Ago’hirots.
––Paseando… ––Respondió Ilch sin molestarse a mirarlo.
El Enón no sólo destacaba por sus habilidades innatas, también destacaba del resto de
su raza por una especie de cresta que le adornaba la cabeza y una distinción en el color de
todo su cuerpo. Su torso delantero era gris con un ligero tono azulado, sus escamas eran
azules violáceas y sus ojos azul marino con una mirada y un vasto alcance de visión ––de ahí
su nombre, “vista profunda”––. Caminó con firme paso mientras los demás lo
contemplaban; era extraño, pues además de la arrogancia que solía tener, de él emanaba una
fuerza increíble. Sus hermanos a veces creían que alucinaban al parecerles ver que un aura
líquida le acompañaba allá a donde iba. No tardó mucho en eliminar la distancia que lo
separaba de su fin de camino, que era en frente de la cama de cristal donde reposaba su
padre en esos instantes.
––Padre ¿Quién ha sido? ––Preguntó el Enón mediante la telepatía.
––Kinos, la señora de la luz y… Fhiros, el dios ardiente… ––respondió Agos como pudo
también mediante telepatía.
––No dejarás que esto quede así ¿Verdad?
––Por supuesto que no ––replicó nuevamente Agos mientras miraba con furia a su hijo––
¿Por qué clase de piltrafa me has tomado, hijo mío?
––Perfecto ––sonrío Ilch con una expresión de confianza en el rostro–– Yo me encargo de
los preparativos, tú mientras tanto recupérate y descansa, tenemos una gran batalla que librar…
Agos se abandonó al sueño y las aguas sólidas comenzaron a emitir un zumbido
relajante cuya única misión era la de regenerar la energía y sanar las heridas de aquel que
reposaba en la cama de cristal. Este proceso llevaría su tiempo, pues algunas heridas eran
muy profundas y casi mortales. Pero ninguna era como la de su brazo derecho, que era
irreversible.
Por otro lado Ilch’Laksaar se ocupaba de los preparativos para la guerra. No tenían
mucho tiempo, así que todos tuvieron que poner de su parte y concienciarse que tendrían
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que dar todo de sí. Ilch les enseñó todo tipo de tácticas de guerra. Técnicas de ocultación y
sigilo en el entorno acuático y en el de la superficie. No sabían exactamente si se
encontrarían con una batalla en la superficie o en el mar ––esta última opción era muy poco
probable, pues invadirían lo más seguro el mundo del fuego y como era lógico pensar, no
existiría el agua en un lugar así––. Pasó un período de tiempo bastante extenso y las heridas
de Agos se regeneraban con mayor rapidez de lo que esperaban todos los laksaeres. Pronto
llegaría el momento tan ansiado y esperado por algunos y tan temido por otros, el día de la
gran guerra contra la luz y el fuego.
Un día una aglomeración de energías se apostó justo en frente de Ago Laksaar, y entre
ellas, una destacaba sobre las demás, pues tenía la intensidad de la fuerza de una supremacía
entre los elementos. Dicha energía traspasó la atmósfera y descendió despacio hasta llegar al
piso más alto de la torre que hacía eones atrás Agos había hecho surgir de entre los cimientos
de la tierra. Agos estaba prácticamente recuperado de sus heridas y estaba lo suficientemente
alerta como para notar la energía. Una comitiva de exploradores Ago’hirots ascendió a la
superficie acompañados por Agsut que se dirigieron a toda velocidad hacia la torre en el
centro del continente. El dueño de aquella energía no podría invadir su planeta y salir
impune por ese acto. Cuando llegaron al pie de la montaña donde estaba la torre los vientos
se encabritaron y cubrieron con un grisáceo manto el pacífico cielo del planeta, era una
tormenta. Los exploradores aminoraron un poco la velocidad al quedar impresionados por
aquel terrorífico espectáculo, pero en seguida recuperaron la velocidad inicial, e incluso la
aumentaron, un colosal relámpago rojo se estrelló en el suelo justo a escasos metros en frente
de ellos, el estruendo fue tan ensordecedor que incluso Agsut tuvo que retroceder. Todos
miraron al cielo y vieron que se había formado un gigantesco rostro en los nubarrones. Tenía
las facciones de un ser muy diferente a ellos, pero eran claras facciones. Parecía que estaba
tuerto, y no sólo eso, parecía que podría incluso hablar, parecía que los miraba con ira y con
odio.
––¿Qué pretendéis? ––Preguntó el rostro con una fuerza que arrastró a los exploradores
al pie de la montaña nuevamente.
––¿Quién eres? ––Preguntó Agsut enfurecido.
––Soy aquel que acabará con vosotros. Soy… ––dijo siendo interrumpido por la voz de
Agos.
––Elhos… deja de asustar a mis hijos, no tiene ni pizca de gracia tu broma. Y despeja
esto, quiero ver mis cielos tan claros como siempre.
––Aburrido…
Los cielos volvieron a su estado anterior y Elhos descendió desde la torre hasta situarse
justo en frente de su hermano. Elhos presentaba una sonrisa amistosa y fraternal, hacía
tiempo que no veía a su hermano Agos y le alegraba ver que estaba bien. Agos también
sonreía, pero su sonrisa no llevaba la misma estampa fraternal que la de su hermano
visitante, su sonrisa llevaba el semblante de maldad.
––Veo que te has traído a tus hijos. ––Dijo Agos sin perder la sonrisa.
––Por supuesto, tenemos un planeta que invadir. ¿Creías que me había olvidado de eso?
––Replicó Elhos.
––Padre ¿Este es tu hermano Elhos? ––Interrumpió Agsut.
––Sí, soy tu tío Elhos… ––replicó nuevamente el dios viento.
––Habitantes de Ago Laksaar… ¡Llegó la hora! ––Comunicó Agos por la voz mental.
Seguidamente todos los seres del mundo acuático ascendieron a la superficie, se tornaron
etéreos y atravesaron la atmósfera para reunirse allí con sus primos los elementales del aire.
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Todos estaban esperando ese día, el día en que marcharían a la guerra. Les gustase la idea o
no, todos marchaban, pues era un mandato directo de Agos, el dios de su mundo. Agsut, el
séquito de Ago’hirots y los dos dioses también ascendieron tras haber adoptado el estado
etéreo. Se contemplaron unos a otros durante un buen rato para reconocerse, Agos y Elhos
tenían una grandiosa sonrisa y el pecho henchido de orgullo por poseer ese gigantesco
ejército que sería capaz de arrasarlo todo a su paso. Ambos hermanos se miraron y
asintieron. ¡Marchad! ––Gritaron los dos dioses telepáticamente al unísono y la horda
comenzó su marcha tras ellos.
La velocidad de la marcha era rápida, pero para algunos se hacía eterna la distancia que
recorrían. Algunos estaban deseando llegar y desatar el caos, otros estaban tan nerviosos que
lo único que deseaban era echar a correr y alejarse para siempre del conflicto; también
estaban los que tan sólo querían que esta agonía acabara cuanto antes; el resultado les
importaba bien poco; tan sólo querían acabar con el miedo y la frustración que sentían al ser
enviados a una guerra en la cual caerían muchos. El tiempo y la distancia se convirtieron en
aliados cruciales para los seres de agua y aire. Con el tiempo, algunos empezaron a
preguntarse hacía dónde se dirigían, pero nadie tenía respuesta; hasta que llegó el día en que
tan sólo unas horas los separaban del objetivo final. Preparaos, la guerra por la que habéis
esperado está a punto de comenzar… ––advirtió Elhos mediante vía mental–– los nervios
controlaron las mentes de casi toda la horda. Temblaban de emoción y unos pocos de miedo.
No sabían a que se enfrentarían realmente, no sabían qué les deparaba aquella guerra, no
sabían cuál era el resultado, lo único que sabían era una cosa: iba a ser una masacre que se
cobraría muchas vidas tan sólo por saciar el ansia de venganza de Agos y Elhos que sonreían
ilusionados al acercarse cada vez más al planeta de fuego.
Y finalmente llegaron, divisaron Alux Fhir, el objetivo ya había sido alcanzado, ahora
tocaba la parte más interesante: la invasión. Los dioses del agua y del viento pudieron notar
satisfechos que incluso en Alux Fhir estaban preparados para la gran batalla que se había de
librar en breve. La tensión se apoderó de los seres de viento y agua. Estaban al acecho, se
habían apostado justo en frente de la trayectoria de la luz del sol de tal forma que nublaron
el cielo del mundo ardiente. Los elementales estaban esperando la orden, si tuvieran cuerpo
notarían su adrenalina aumentándoles el ritmo cardíaco; sus respiraciones presentaban
inquietud, el silencio que acompañaba a la espera era espectral. Estaba claro que aquello era
la calma que precedía a la tormenta. Algunos tenían los ojos fuera de sus órbitas deseando
que dieran la orden, que uno de los dos dioses ordenara atacar, acabar de una vez con esta
guerra que para algunos estaba empezando a parecer absurda. Apretaron los puños y los
dientes, de un momento a otro iban a atacar, ya estaba decidido, no había vuelta atrás, las
campanas resonaban por todos ellos, éste era el comienzo del fin. ¡Atacad! ––Rugió la voz de
Fhiros resonando en todo el planeta. Esa era la orden que todos habían estado esperando,
todos los seres de aire y agua penetraron en la atmósfera de Alux Fhir para ser recibidos por
un comité de bienvenida: millones de ráfagas y bolas de fuego dirigidas hacia ellos. Muchos
recibieron un impacto crítico, otros murieron al ser alcanzados. Aquellos que cayeron no
vieron nada más que el fuego alcanzándolos y después se hacía la total oscuridad
acompañada por el silencio sepulcral. Los supervivientes sintieron como su capacidad de
decisión mermaba. Sentían que el terror se apoderaba de sus mentes desde lo más profundo
de su ser. La respiración les pesaba en el pecho, no podían aguantar más con esa presión, no
veían el momento en que alunizaran en tierra firme para darles su merecido a sus primos
ardientes. Pero la espera finalizó, a pesar que pasaron unos segundos desde que penetraron
hasta que alunizaron a ellos les pareció una eternidad. Pero ya estaba todo hecho, por fin
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podrían demostrar lo que valían, y entonces se desató el caos por completo en el planeta de
fuego. Crearon armas combinando sus elementos y sin combinarlos para poder masacrar a
sus enemigos con más gusto aún, para calmar su ansiedad. Lanzas, espadas, dagas, varas,
brazos armas y un inimaginable arsenal de armas elementales de aire, fuego y agua volaban
con gracilidad y destreza en manos de quienes las empuñaban. Ahí no había cabida para el
descanso, ni para la compasión, ni para la piedad; todo aquel que estaba ahí presente sólo
tenía un objetivo: sobrevivir a costa de la vida de sus enemigos. Cayeron millares de
elementales de aire y de agua. Definitivamente los elementales de fuego a pesar de ser
menores en número, estaban mejor preparados que cualquiera, y sus Enones eran imbatibles,
cubrían el cielo y la tierra con sus llamas y regeneraban a sus compatriotas con las mismas.
Pero los Enones aliados no se quedaban atrás; el de aire, con sus tremendos golpes que eran
acompañados por fortísimas bocanadas de aire apagaba ––y por lo tanto exterminaba–– a
decenas de aluxes. Mientras que Ilch aprovechaba su grandiosa velocidad y gracilidad de
movimientos para atacar con su tridente de cristal Tix ––cuyo nombre significaba “pincho”,
el cual le había acompañado prácticamente desde que nació–– arrasando también con
decenas de aluxes que se cruzaban en su paso. De repente una gigantesca bola de fuego
impactó cerca de allí y una grandiosa cantidad de elementales de aire y agua fueron
extinguidos mientras que los supervivientes fueron arrastrados por la onda expansiva como
si fuesen simples trozos de papel. Y poco después Ilch escuchó chillar con un grandioso
estruendo al Enón bípedo de Alux Fhir. ¡Revienta! ––y acto seguido vio cómo reventaba de
un puñetazo el cráneo a su Enón compañero. ¡Por las aguas de Ago Laksaar! ¡Vaya una mala
bestia! ––Rió entre carcajadas Ilch mientras seguía aniquilando aluxes–– Ese es para mí… ––
se relamió el Enón acuático.
Se lanzó hacia su Enón enemigo, que formó una esfera ardiente como amenaza a sus
enemigos mientras sonreía. Ilch corría arrasando con Tix a quien encontraba a su paso, le
daba igual que fuese de fuego, de agua o de aire, tan sólo quería enfrentarse al mayor
enemigo al que jamás se había enfrentado. Llegó al frente del Enón de fuego sin mucha
dificultad y sin demorarse a penas.
––Supongo que serás el Enón de agua. ––Dedujo Isiras.
––El mismo, mi nombre es Ilch’Laksaar. ––Respondió el Enón acuático.
––Mi nombre es Isiras… y por lo que veo no habrá tiempo para hablar de nuestros
detalles.
––Tú lo has dicho primo.
La batalla en los alrededores de ambos Enones se detuvo, todos los espectadores
contemplaron aguantando el aliento, sabían que el choque de fuerzas sería descomunal y
que la singular batalla que se iba a librar tendría matices épicos. Isiras e Ilch se sonreían el
uno al otro, como estudiándose y a la vez estudiando su ataque inicial, ¿atacarían o
defenderían? La respuesta no tardó en hacerse visible; ambos seres se lanzaron el uno contra
el otro con un colosal puñetazo que impacto en el puño del otro creando una onda expansiva
de humedad y calor que sólo ellos pudieron resistir, pues los espectadores que estaban más
cerca o se desintegraron o salieron despedidos a una velocidad grandiosa. Los golpes
sucesivos fueron más rápidos ––pero no por ello menos increíbles––. Puñetazos, codazos,
patadas y rodillazos iban y venían a una velocidad impresionante, lo peor de todo no eran
los golpes, su fluidez y su rapidez, lo peor de todo es que pegaban con tanta fuerza que a
cada golpe surgía una onda expansiva de calor o de humedad. Ambos rivales estaban
recibiendo una paliza de órdago por parte del otro, pero no podían ceder, si uno de ellos
dudaba o titubeaba tan sólo un instante eso significaría su final.
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La batalla en Alux Fhir se detuvo por unos instantes que parecieron eternos, todos los
seres elementales, ya fuesen de agua, de aire o de fuego contemplaron aterrorizados la
contienda que tenían Isiras e Ilch el uno contra el otro. Las ondas expansivas alcanzaban un
radio tremendo; tuvieron que alejarse bastante para poder estar a salvo de la pelea de
Enones. Nadie podía creerse que encajaran un golpe tan tremendo y seguidamente
respondieran con otro aún más tremendo, y así sucesivamente, parecía que se iban a matar
de un momento a otro, pero la pelea se detuvo, la rodilla de Isiras fue bloqueada por el
antebrazo de Ilch, y una patada giratoria del mismo fue detenida por su contrincante a su
vez.
––Eres…, increíble… ––alcanzó a decir Isiras entre jadeo y jadeo.
––Tú…, tampoco…, te quedas…, atrás… ––felicitó Ilch entre jadeo y jadeo con una leve
sonrisa en la cara. Se soltaron y se apartaron de un bote, se miraron nuevamente de arriba
abajo. El silencio se apoderó de la escena y de sus espectadores. ¿Cuál sería el siguiente
movimiento? ¿Sería un golpe letal o seguirían con esa lucha sin cuartel y sin cesar de parar,
lanzar y encajar golpes?
––¡Incinérate! ––exclamó Isiras a la vez que su primo exclamaba también.
––¡Lícuate! ––exclamó Ilch a la vez que su primo.
De repente una esfera gigantesca de agua y otra del mismo tamaño pero de fuego
colisionaron la una con la otra creando un enorme cráter en el suelo firme y la onda
expansiva de calor y humedad arrasó por completo todo lo que había a miles de kilómetros a
la redonda. Por lo cual Ilch e Isiras salieron despedidos casi a la otra punta respectiva del
planeta. La imagen que quedó tras despejarse el humo levantado por la gigantesca explosión
era dantesca: millones de cadáveres mutilados y cuerpos extinguidos y sin vida adornaban el
suelo de Alux Fhir.
Por otra parte, Agos se había reunido con sus hermanos en las afueras de Alux Fhir.
Sonreía maliciosamente, pero emocionado sobre todo. Creía que sus deseos se harían
realidad aquel día, acabaría primero con Fhiros, se adueñaría de su poder y después acabaría
con el presumido de Noos si aún seguía vivo ––o incluso acabaría con aquel ser que surgió
de la nada mucho tiempo atrás, nadie le impediría convertirse en amo y señor del Universo–
–. La sed de venganza que llenaba su ser era casi insaciable. La escena presentaba una
tensión impresionante, se miraban los unos a los otros y la seriedad que tenían en ese mismo
instante era indescriptible.
––Me alegro de verte Fhiros… ––saludó Agos irónicamente.
––Ju… pues yo no… ––respondió Fhiros tajante.
––Sigues sin tener sentido del humor, ¿Eh, Fhiros? ––Rió Elhos sarcástico.
––Me das nauseas con esa estúpida sonrisa en tu estúpida cara... ––sentenció Fhiros.
Se miraron desafiándose durante unos instantes, y repentinamente, sin mediar palabra,
Agos vio como su hermano Elhos salía disparado a gran velocidad por un sonoro puñetazo
en la boca por parte de Fhiros. ¿Pero… qué…? ––Se preguntó Agos. Era lógico que el factor
sorpresa hubiera dejado aturdido al dios del agua, ya que su hermano jamás se había
comportado así, y ahora parecía querer matarlos. Esta fracción de segundo fue la que el dios
del fuego aprovechó para seguir su ataque; frente a los atónitos ojos de Agos se transformó
en una antorcha humana plateada y carmesí y lo agarró con firmeza de la cabeza. ¡Implota! –
–Gritó acto seguido con furia. La sensación que abrazó a Agos era rarísima pero más
dolorosa que todas las sensaciones de dolor que hubiera sentido en el pasado. Sintió que su
cuerpo se contraía y era reventado en llamas pálidas hacia dentro. Su cuerpo se carbonizó en
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pocos instantes ahogando el grito de dolor que profirió. Ya no podría regresar más al estado
físico, estaba condenado a vagar como un ser etéreo durante el resto de su existencia. El
miedo, la furia, la ira, la desesperación, la frustración, la rabia y toda la negatividad se
unieron en el ser de Agos que, ofuscado y sin a penas tener claridad mental para pensar
comenzó a generar una gigantesca bola de agua. Su esfera se hacía cada instante más y más
gigantesca, sus dimensiones iban a ser de consecuencias nefastas para los planetas de las
cercanías, pero eso a él no le importaba un bledo, el ahora sólo quería acabar con Fhiros y no
le importaban los medios para conseguirlo. ¡Ahora te toca a ti! ––Exclamó mientras lanzaba
la esfera una vez que vio que estaba suficientemente dotada para arrasar con Fhiros sin
ningún problema ––era de un radio incluso mayor de lo que ahora conocemos como nuestro
planeta––. Fhiros se giró sorprendido y sin tener muchas opciones se lanzó con toda su
velocidad contra la esfera rompiéndola en millones y millones de gotas de agua mientras la
atravesaba. En cuestión de milésimas de segundo las gotas se transformaron en afiladas
agujas heladas con tan sólo un batir de manos del dios viento. ¡A por él! ––Ordenó Agos
gritando mentalmente. Las agujas obedecieron la orden en fracciones de segundo;
atravesaron y ensancharon a toda velocidad el cuerpo de Fhiros dejándolo congelado por
completo.
Agos y Elhos se acercaron muy lentamente al aprisionado mientras se reían y se
mofaban de él.
––¿Y ahora que pasará Fhiros? ––Preguntó Elhos con sarcasmo.
––Ahora acabaremos con toda la existencia ardiente y sus derivados, Alux Fhir, sus
seres y tus Enones… ––replicó Agos que comenzó a descender a toda velocidad hacia el
suelo firme de Alux Fhir. Sus carcajadas histéricas resonaban en los cielos del mundo
ardiente. Se dejaron caer por completo como si fuesen dos meteoritos creando un gigantesco
cráter que arrasó con todo al paso de su onda expansiva.
Comenzó su juego y su deleite; sin ningún miramiento empezaron a arrasar con todos
los aluxes que les salían al paso. No tenían compasión, barrían a todo aquel enemigo con
fuertes ventiscas y gigantescos mantos de agua. Los laksaeres y los elementales de aire no
podían creer el espectáculo que veían, y temblaban de terror y admiración al contemplar el
alcance del infinito poder de sus respectivos dioses. Lo peor de aquella escena es que no
usaban nada más que la fuerza de un movimiento de muñeca o un gesto de desdén con la
mano sin ni siquiera detenerse a mirar a sus víctimas. Pero aún así, disfrutaban de lo lindo,
la sonrisa sádica no se les iba del rostro mientras aniquilaban aluxes.
De repente aparecieron Isiras y Laruk que frenaron el paso de ambos dioses lanzando
dos gigantescas llamaradas, pero Agos y Elhos no sintieron más que un golpe de calor,
miraban de forma arrogante a aquellos que sólo les habían hecho cosquillas.
––¿Qué pretendéis escoria? ––Cuestionó Agos.
––Detener vuestra absurda matanza… malditos bastardos… ––Respondió Laruk
exhausto descendiendo a tierra firme.
––¿Absurda? Lo único absurdo aquí es vuestra existencia… ––sentenció Agos. Y vio que
la respuesta del Enón bípedo fue una gigantesca bola de fuego que fue en dirección a Elhos.
El resultado de este ataque fue que dañó a Elhos, lo suficiente como para que le
molestara y se encabritara lanzando un gigantesco tornado que arrasó con el Enón alado ya
que se interpuso en la trayectoria entre el tornado y su hermano para salvarle la vida. Pero el
Enón bípedo no fue salvado, quizá fue peor que le protegieran porque Agos se lanzó sobre él
para propinarle una paliza de muerte que duró varias horas. Le pateó mientras estaba en el
suelo, lo levantaba y le propinaba varios puñetazos a gran velocidad antes de que cayera al
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suelo, lo trató como a un muñeco de trapo con el cuál pudieron divertirse Agos y Elhos el
tiempo suficiente para saciar su malicia.
Todos los supervivientes de aquella guerra miraban atónitos el palizón que recibió el
único Enón ardiente que aún vivía. Aún así, a pesar de la tremenda paliza, había algo que
enfurecía a Agos, algo que no podía evitar: era la mirada desafiante del Enón, aún estando
recibiendo esos golpes sin poder hacer nada por evitarlos ya ––pues estaba tan exhausto que
no podía mover ni un dedo––, era capaz de fulminar con la mirada ardiente, desafiante y
llena de vida que poseía. Agos se aseguro de que su víctima ya sólo tuviera fuerzas para
arrastrarse como si de un gusano se tratara, lo lanzó al aire y lo golpeó en un doble impacto
––junto a su hermano el dios viento ––, haciendo que se estrellara a toda velocidad cerca del
altar donde residía la llama pálida. Por un momento Agos sintió cierta curiosidad y cierta
debilidad por el majestuoso aspecto de la llama, pero se forzó a sí mismo a recordar su
objetivo inicial: la muerte de Fhiros. Miró a su alrededor y contempló satisfecho que a penas
quedaban aluxes, que habían arrasado el planeta, la batalla ya estaba ganada en el planeta
ardiente, ahora sólo quedaba la guinda del pastel.
––Y ahora, como prólogo a vuestro final, os dejaremos contemplar impotentes la muerte de
vuestro dios… ––dijo Elhos telepáticamente.
Los laksaeres y los elementales de aire supervivientes cayeron exhaustos pudiendo
comprobar que ya habían acabado su misión, ahora sólo les quedaba esperar la orden de
marchar. Sólo sobrevivieron prácticamente aquellos que realmente querían luchar, y un
escaso número de los que realmente deseaban que acabara aquella guerra absurda. De toda
la raza de los Ago’hirots ya no quedaban nada más que casi seiscientos, y de laksaeres
originarios del mismo planeta no quedaron nada más que una cuarta parte del número
original. Y por otra parte, Agsut, con dolor en su ser tuvo que resignarse y llorar la pérdida
de todos sus hermanos, pues sólo él era el único superviviente de su familia.
Los dos dioses invasores ascendieron a toda velocidad hacia su hermano. Cuando
estuvieron a su lado, concentraron sus energías al máximo para rematarlo con un golpe en el
que estuvieran reunidas todas sus fuerzas. Agos admiró el espíritu luchador de su hermano
ardiente pues no cesaba de intentar escapar de aquella celda helada que era actualmente su
cuerpo.
––Serás recordado como un buen contrincante Fhiros… ––se despidió Agos––. Has
luchado hasta la muerte… Pasarás a la historia como el dios que más fiereza y dureza
presentó en batalla…
¡Padre! ––Se oyó en los alrededores, aquel grito llevaba consigo la desesperación y un
sentimiento muy claro: cariño hacia una persona. Agos y Elhos impresionados y aturdidos
por aquel grito que hizo eco en la eternidad vieron de repente un destello pálido que surgió
desde Alux Fhir y se dirigía a toda velocidad hacia ellos. Todo esto ocurrió en milésimas de
segundo, a penas pudieron reaccionar ambos dioses, Agos vio que el destello era en realidad
una gigantesca columna de fuego pálido. ¡NO! ––Alcanzó a exclamar antes de que le
alcanzara aquella columna, seguidamente se hizo el silencio y la total oscuridad.
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CAPÍTULO 5.
ELHOS
TIFÓN DESTRUCTOR.
E l ojo de Elhos estaba muy malherido, la herida aún escocía lo suficiente como para
recordar el motivo de esa loca persecución tras el dios del fuego: Venganza. El rastrero dios
del fuego le había atacado con todas sus fuerzas y lo había dejado tuerto en una contienda en
la que no tenía ni voz ni voto. Elhos se cuestionaba para sus adentros cómo su hermano era
capaz de meterse en un asunto que no era de su incumbencia. ¿Quién le había pedido
opinión? ¿Quién se creía él para tomar la justicia por su mano? ¿Qué le importaba a él lo que
le pasara al traidor de Noos?
Lo peor del caso, no era la ofensa contra él, no era que su hermano se hubiera
interpuesto en su camino impidiendo así poder acabar con la vida del traidor; y que a pesar
de todo, había causado grandes daños en él y en su hermano Agos ––que en esos instantes
volaba junto a él––, el muy rastrero de Fhiros se lo había tomado aquello como un juego, y
esto enfurecía a Elhos sobremanera. No podía consentir que su hermano ardiente lo tomara
tan a la ligera y saliese impune, tenía que pagar, y con un alto precio. Quizá uno de sus ojos
bastaría, aunque quién sabría decir en ese momento con que se cobraría el dios viento su
venganza; quizá hasta con una severa paliza las cosas se solucionaran, no había que llegar a
tales extremos, después de todo, un ojo físico no significaba nada en comparación con sus
verdaderos ojos, los ojos etéreos. Aún así, tras reconsiderar muchísimas opciones y tras darle
vueltas a la cabeza una y un millón de veces mientras perseguía a su hermano, su rabia no
era aplacada. Su frustración se hacía cada vez mayor, y con ella, su ira iba acrecentándose sin
poder cesar aquel implacable crecimiento de malas emociones.
Fhiros era bastante escurridizo. No sólo había tomado ventaja en la distancia recorrida
de aquella carrera por salvar su bienestar, también tenía una gran ventaja por saber despistar
y desviar la atención de sus cazadores constantemente. Elhos sentía que su frustración crecía
con cada giro nuevo que daba su hermano para seguir huyendo. Lo más irritante de aquella
persecución no era que Fhiros parecía seguir riéndose de sus hermanos ––porque no seguía
un rumbo fijo en el que huir, tampoco seguía un patrón a la hora de dar un giro––, era que a
pesar de todo, parecía que incluso sabiendo que lo perseguían con intenciones de matarlo él
no huía empleando toda su velocidad; como si el último desafío que lanzó en Iniar siguiera
en pie ––“¿A que no me atrapáis?”––, ese pueril reto, ese juego tonto y estúpido con el que
había empezado aquella persecución, el eco de aquellas palabras resonaban una y otra vez en
la mente de Elhos.
Fhiros seguía girando y girando hacia todas direcciones sin avisar y de forma repentina,
sin que Elhos pudiera seguirlo a la perfección. Más de una vez estuvo a punto de perder el
rastro de su presa. No comprendía que pretendía dando tantas vueltas de un lado para otro,
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era aún más molesto que un insecto en su vuelo. Pero Elhos no podía alterarse, ni tampoco
relajarse en la marcha. De repente empezó a pensar en un millón de posibilidades de porqué
su hermano cambiaba tanto de rumbo de forma tan constante pero a la vez ridícula y
absurda; pensó que quizá Fhiros pretendía que su cazador se cansara de perseguirlo,
también pensó que quería que enloqueciera de rabia y se ofuscara mentalmente, que se
desesperase y lo diese como una causa perdida. No podía permitir que su hermano jugara
así con él después de haberle creado tremenda herida, después de haberle quitado un ojo,
después de haberle traicionado, pero sobretodo después de una cosa que recordó en ese
mismo instante y que hirió su orgullo: después de haberle hecho sentir verdadero terror a
morir.
Las horas iban transcurriendo una tras otra, y la persecución no cesaba. A veces parecía
que los cazadores podrían capturar a su presa en cuestión de segundos, pero les daba
esquinazo en el último momento. Así se sucedía la persecución una y otra vez, dando
vueltas y más vueltas por los alrededores del mundo de reunión. La impaciencia del señor
de los vientos crecía sin parar, y con esta se acrecentaba su frustración y su impotencia
porque veía que su hermano ardiente se burlaba de él y de su hermano de agua. Cuando ya
parecía que Elhos estaba completamente sumergido en sus pensamientos, una inesperada
visita a su mente apareció repentinamente cual relámpago en una tormenta.
––Ya está empezando a cansarme este bufón… Elhos, tenemos que hacer algo para detenerlo, ¡ya!
––Dijo la voz de Agos en la mente de Elhos.
––¿Sí? ¿Y qué sugieres? ¿Cómo pretendes alcanzarlo siendo como es de escurridizo el muy
bribón?––Replicó Elhos sin ninguna dilación.
––No hay que pensar mucho, ¿sabes? Es muy sencillo, tan sólo tendremos que separarnos, y cada
uno ir por un lado, así lo cogeremos más rápidamente.
––Ya sabes que uno solo no puede contra él, como también sabrás lo fuerte que es, nos lo ha
demostrado con creces que puede incluso con los dos juntos…
––No seas tan pesimista, nos ha cogido por sorpresa, simple y llanamente, tan sólo hay que
cogerlo desprevenido a él y todo estará listo, no le ataques directamente, tan sólo ataca manteniendo tu
defensa bien alta, haz que se confíe.
––No es tan fácil, pero bueno, habrá que intentarlo, no hay otra manera de acabar con él, aunque
deberíamos atacarle los dos juntos.
––Sé que sería mejor atacarle los dos juntos, pero no podemos hacer otra cosa, si los dos vamos en
la misma dirección no lo alcanzaremos ni deseándolo con todas nuestras fuerzas, así que ya sabes
hermano…
––En fin… no hay otra manera… tú por ahí y yo por allí… Arek hermano.
––Arek… Elhos.
La pequeña intervención de Agos en la mente de su hermano Elhos finalizó y ambos
cogieron dos rumbos diferentes, uno se fue al este y el otro al oeste, pero incluso yendo
separados seguían una ruta que no les separase de su objetivo principal. Poco después de
separarse los dos cazadores, la presa pareció decidirse por una dirección en concreto y
emplearse a fondo en la huída; esta era la oportunidad que Elhos estaba esperando desde
hacía ya muchísimo tiempo; así pues decidió seguir a Fhiros en su misma trayectoria pero a
la vez dirigiéndose hacia el oeste para poder mantener la suficiente distancia como para no
ser localizado cuando estaba tan cerca de cazarlo.
A pesar de haberse separado de él hasta casi no notarlo, Elhos captaba que Fhiros no
disminuía su velocidad, seguía avanzando a una velocidad tal que ni un cometa sería capaz
de alcanzarlo. Esto hacía que el dios viento tuviera que esforzarse más de lo que en un
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principio creyó que iba a esforzarse para dar caza al hermano traidor. A veces resultaba una
persecución bastante frustrante y desesperante, pues parecía casi imposible tan sólo el
pensar que un día alcanzaría a esa bola de fuego con cerebro propio; lo cual hacia que su
rabia aumentara, aunque ya no era tan sólo rabia hacia su presa, también rabia por ver lo
débil y lo lento que era, que no podía alcanzar a un simple cometa, ya tuviera cerebro o no,
seguía siendo un simple cometa. Pero no podía cesar en su empeño, tenía que cazarlo y darle
su merecido. Su herida aún estaba fresca, incluso con todo el tiempo que había transcurrido
desde que se la hicieran ––bastantes años––, la herida de su ojo nulo aún no había terminado
de cicatrizar. Llevaría su tiempo, pues era un fuego muy potente el que había forjado tal
herida y como tal tendría que ser devuelto por un tornado de la misma potencia o incluso
mayor. Y así pues, después de haber pasado tantos años, no pudo esperar, la impaciencia
pudo más que la razón, así que el señor de los vientos huracanados tuvo que trazar un plan e
intentar averiguar la ruta que seguía su presa para atajar y llegar antes que él, o por lo menos
saber dónde podría cortarle el paso de una vez por todas; sabía que se arriesgaba mucho, era
consciente de correr un grandísimo peligro, pues se interpondría en su camino a sabiendas
de que dicha presa resultaba un hueso bastante duro de roer ––mucho más que ningún otro
de sus hermanos según había demostrado en aquel fatídico día––.
Como la ruta que seguía la bola de fuego ya era fija, era imposible que la cambiara, así
pues, el dios viento aumentó su velocidad todo lo que pudo, alcanzó una velocidad que era
capaz de rasgar el Universo de tal forma que por donde pasaba se escuchaba un leve silbido,
como si alrededor suyo creara una esfera de aire en la cual rebotaba el sonido y provocaba
aquel agudo siseo. Por fin había dado fruto aquella persecución, Fhiros ya no tenía
escapatoria, había llegado su hora. Elhos siguió avanzando a toda velocidad hasta haberle
sacado bastante ventaja a su hermano, cambió su dirección hacia el sur para poder llegar al
punto en el que se encontraría en frente de él. La hora de su venganza estaba próxima, ya
podía ver el cadáver de su hermano tendido en el suelo de algún planeta cercano. Sus ansias
aumentaron, y una grandísima carcajada surgió de entre sus mandíbulas como si fuese una
bestia sedienta de sangre, su frustración y su desesperación desaparecieron y fueron
sustituidas por una euforia que le corroía por todo su ser. Aminoró su velocidad ––pues ya
estaba bastante cerca de su presa y no quería ser notado por este––, siguió avanzando
durante un buen rato hasta que ya lo localizó con la vista. ¡Ya te tengo maldita bola de fuego! ––
exclamó Elhos para sus adentros, y abanicó con fuerza su mano creando un pequeño tifón
que fue directo hacia su objetivo principal provocando que se estrellara a desmesurada
velocidad en un planeta de las cercanías. El agresor siguió la trayectoria del agredido y se
adentró en la atmósfera de aquel pequeño mundo, cuya propiedad más llamativa era su
frondosidad selvática.
Cuando el dios de los vientos se fue adentrando en aquel mundo pudo comprobar el
resultado de su ataque; justo donde se había estrellado la bola de fuego plateada había un
cráter tan grande que casi medía el radio de un continente. Vaya, por poco reviento el planeta,
tendré que tranquilizarme un poco… ––Se dijo el dios agresor a sí mismo. Cuando alunizó en
tierra firme caminó alrededor de aquel inmenso cráter, como si fuera un león acechando a su
presa. Dio varias vueltas al inmenso hoyo ––del cual no se veía el fondo pues era
oscuramente profundo–– mirando a su centro sin apartar la vista del mismo. Cuando cesó de
dar vueltas por el filo de este agujero cruzó los brazos por la espalda. ¿Y eso es todo Fhiros?
––Dijo–– ¿Tú el gran dios y señor del fuego has muerto de forma tan patética? ––Y como
respuesta sólo obtuvo un profundo y absoluto silencio. Miró con desdén al centro del cráter
y no notó la esencia de Fhiros, se había volatilizado por completo. ––Vaya, después de todo yo
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era mejor que ese alfeñique de esencia caliente. ––Se felicitó a sí mismo–– Me ha decepcionado
mucho. Esperaba más de él, buscaré a Agos y le daré la buena noticia...
Observó el cráter unos segundos más, y durante esos leves segundos recordó el
comienzo de todo, cómo empezó aquella pelea, y se preguntaba cómo era posible que
hubieran discutido por culpa de un solo ser con arrogantes sueños de supremacía sobre los
demás. Se sintió satisfecho al comprobar que aún habiendo matado a uno de los siete
supremos aún el equilibrio y la existencia seguían en pie como el bien creía desde un
principio; así pues, pensando en su siguiente objetivo con una gran sonrisa de satisfacción en
su cara se giró para marcharse de allí, pero se llevó una gran sorpresa, repentinamente un
puño ardiente se estrelló en toda su boca provocando que saliera volando varios metros
hacia atrás. Arderás… ––escuchó decir a Fhiros––. El dios viento se encontraba bastante
aturdido por el tremendo golpe, le había resultado tan doloroso que hasta lo conmocionó
por unos segundos; intentó levantarse, pero le temblaron las piernas y cayó de rodillas
recibiendo otro impacto con más fuerza que el anterior alzando el vuelo nuevamente hacia
atrás con tal velocidad que partió un tronco por la mitad ––según notó él, pues el dolor que
sintió en aquel instante fue insufrible––, sacó fuerzas de flaqueza y se reincorporó como
pudo, y abrió el ojo como pudo, con tal esfuerzo que parecía que el párpado le pesara una
tonelada. Su vista durante los primeros segundos fue borrosa pero fue clareando poco a
poco hasta que pudo ver a su hermano ardiente acumular un gigantesco núcleo calórico en
un puño del cual emanaba una esfera de fuego. Elhos sentía un dolor terrible y aún estaba
mareado por los golpes, no tuvo más remedio que ingeniárselas para tomar tiempo y coger
aire el tiempo suficiente como para recuperarse. Fhiros ¿Por qué? ––Cuestionó–– ¿Por qué
nos detuviste a Agos y a mí? ¿Por qué te interpusiste entre la lanza gélida y Noos?
––¿Realmente quieres saberlo Elhos? ––Cuestionó Fhiros a su vez–– ¿O tan sólo estás
haciendo tiempo para que no te ataque tan seguidamente?
––Un poco de las dos cosas... no entiendo por que no dejaste que matáramos al necio de
Noos, tan sólo estorbaba, y resultaba un peligro para el equilibrio del Universo, si lo
hubiésemos eliminado las cosas estarían más equilibradas...
––Elhos... ¿de veras crees que si hubieseis acabado Agos y tú con Noos el equilibrio se
mantendría mejor?
Elhos, sorprendido por ver la expresión de la cara de su hermano cuando dijo esto
último, no pudo más que sentir dudas, empezó a dudar si realmente toda esta persecución
sinceramente fue una estupidez, pues pudo discernir en el fondo de los ojos del dios
ardiente una tenue luz de pena y a la vez ternura. Y pensó si realmente no se habría
equivocado al seguir a Agos en una rabieta por no haber entendido la verdadera gravedad
de la situación. Pudo notar que en el fondo del alma de su hermano había un profundo dolor
provocado por la pelea fraternal que ocurriera hacía ya tantos años, pero que aún seguía
presente.
––El equilibrio del Universo se basa y se apoya en las siete fuerzas supremas... ––expuso
Fhiros–– las conoces muy bien Elhos, y deberías saber que si una de las siete fuerzas se
desvanece o se destruye el resto desaparece también con lo cual todo dejaría de existir...
––¿Y qué diablos crees que íbamos a hacer? ––Replicó el dios viento–– ¡Absorber la
esencia de Noos antes de que muriese para poder controlar su poder y seguir manteniendo
el equilibrio!
––Y después de controlar la esencia de Noos haríais lo mismo con el resto, ¿Verdad?
––¿Cómo puedes decir eso Fhiros? ¡No sabes ni la mitad de nuestra forma de ser y nos
juzgas sin más!
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––Sé perfectamente como eres Elhos... ¡Y también sé cuan de mezquino es nuestro
hermano Agos! ––Sentenció Fhiros mientras le nacía una vena en la frente. Elhos no pudo
resistir su furia y se lanzó al ataque. Fhiros lo esperó inmóvil, sin pestañear ni un instante
hasta que Elhos fue a encajarle un tremendo puñetazo, el dios fuego bloqueó el puñetazo y
fue a contraatacar con una patada giratoria pero Elhos fue más rápido y con la mano que
tenía libre provocó una fuerte ráfaga de viento que no sólo barrió hacia atrás con la fuerza de
un tifón, sino que además cortó como si fuesen miles de afiladas espadas. El cuerpo de
Fhiros quedó lleno de cortes por todos los poros y sin dudarlo un instante, contraatacó
poniéndole una mano en el pecho a su hermano haciendo que ardiera todo su cuerpo
finalizando con una enorme explosión de llamas que arrasó con él dejándolo moribundo en
el suelo.
––Jamás permitiré que Agos, ni Noos, ni tú hagáis peligrar el equilibrio del Universo...
––sentenció Fhiros viendo que Elhos aún estaba consciente.
––Pagarás por... esto... Fhiros... te lo... ¡Juro! ––Exclamó Elhos con las pocas fuerzas que
le quedaban mientras alzaba con furia su puño al aire como señal de amenaza y desafío, su
vista se fue nublando poco a poco y perdió la consciencia.
Habiendo perdido la consciencia el dios viento entró en un estado de letargo profundo,
y en ese estado de letargo viajó por todo su tiempo de existencia desde su nacimiento hasta
el momento presente. Había algo que le resultaba bastante extraño, sus recuerdos iban y
venían desordenados, como si no pudiera captar bien ningún momento de su vida, excepto
el momento en el que se adentró por primera vez en el mundo que escogió como reino ––de
significado “Viento Imperial”––: Elh Ksa.
Era un planeta enorme, cuyo clima era bastante inconstante, de tan poca estabilidad que
visto desde lo más alto parecía que estuviera a punto de reventar en cualquier instante. Pero
aún así, seguía un patrón según la zona del planeta. Elhos lo exploró todo de un lado a otro,
reconociendo sus faunas y las formas de vida de las mismas, las estaciones del año, sus
variables climas según la zona, todo.
El planeta se dividía en tres zonas climáticas. La más pequeña de todas ocupaba menos
de la mitad de un hemisferio. Siempre estaba despejada, fuese la estación del año que fuese,
era la mejor de todas las zonas. Y aún siendo la más pequeña, era lo suficientemente grande
como para que pudieran disfrutarla los miles de seres que habitaban aquella zona. Estaba
predominada por inmenso desierto de colinas áridas, el cual en sus extremos, estaba
rodeado por un gigantesco anillo de bosques de árboles cuyas hojas eran rojas y azules. El
sol brillaba con gran fuerza y, con su luz, partía en pedazos cualquier nube que con su
sombra pudiera amenazar con la oscuridad de una tormenta. Llovía de forma casual, pero lo
suficiente como para que aquella zona estuviera poblada en los bosques por cientos de lagos,
arroyos y ríos que eran el mayor alimento de los árboles.
La segunda zona ––e inmediata a la primera–– presentaba un clima menos carismático,
pero aún así era acogedor. Casi siempre llovía, y era una zona montañosa cuyos árboles eran
frondosos y selváticos, presentaba el aspecto de una serranía selvática. Más adelante, allá a
donde la vista alcanzaba, se extendía una zona pantanosa, llena de zarzas, que conforme se
iba avanzando se iba alcanzando la tercera zona climática del planeta. Una zona lúgubre,
triste, oscura y terriblemente atenazada por una mano que cerrándose sobre ella cubría con
un manto de tinieblas todo aquello que pudiera agarrar. Esta zona cubría un hemisferio por
completo. Dicho hemisferio era una gigantesca cordillera que en sus extremos poseía
apestosos pantanos y conforme uno se pudiera adentrar veía un inmenso continente cubierto
por cenizas, bañado constantemente por una lluvia ácida y corrosiva. Los vapores de sus
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valles de ciénagas y pantanos eran tan venenosos que ninguna criatura era capaz de
sobrevivir allí más de un segundo si los respiraba ––a menos que se tratase de uno de los
siete supremos––.
Elhos contempló maravillado aquello que le parecía una magnífica obra de la
naturaleza, pues la aberración que presentaba le parecía una autentica obra de arte y quiso
adentrarse más al centro de aquella apestosa cordillera. Y contempló que justo en el centro
había un gigantesco monte que casi siempre estaba en erupción expulsando gas y fuego. Con
lo cual consumía todo aquello que hubiese alrededor. Aunque el señor de los vientos
contempló también algo que le pareció muy curioso. Y era que justo en el punto donde aquel
volcán escupía su fuego, las ráfagas de la gigantesca tormenta de lluvia ácida cambiaba la
dirección de sus vientos gradualmente día tras día, por tanto durante ciertos meses
acumulaba todo el fuego y la lluvia ácida en un punto que iba rotando poco a poco como si
de un reloj gigante se tratase. Todo esto era lo que había en la superficie, lo más
impresionante vino cuando Elhos decidió explorar el cielo de aquel continente oscuro y
tormentoso que con sus rayos y truenos maltrataba la tierra como si fuesen los dedos de un
ejecutor que señalaba a su víctima antes de aniquilarla. El dios viento voló hasta atravesar las
nubes y descubrió que tras atravesarlas había un continente aún más grande, que ocupaba
completamente los nubarrones de tormenta que ocultaban aquella cordillera apestosa, sucia
y oscura. Todo un hemisferio ocupado por un gigantesco continente volador, el cual, era
sostenido por aquella infinita tormenta generada por los vapores y vientos huracanados de
la cordillera infernal. Se adentró en el continente misterioso y todo lo que descubrió le
maravilló aún más, el sol brillaba con una fuerza descomunal, la vida brotaba y persistía
durante largas generaciones; sus habitantes vivían en paz y armonía. Era un valle de una
grandiosidad, una majestuosidad y una belleza imposible de imaginar por una mente
humana. Bosques rojos, montañas enormes, ríos, cascadas, arroyos y lagos enormes… todo
esto acompañado de una fauna aún más majestuosa si cabía y justo en el centro, en lo más
alto de sus montañas, en los cinco picos que se alzaban más altos que ningún otro ––como si
de una gigantesca mano afilada rasgando los cielos se tratara––, justo en el centro de los
mismos, un gigantesco cráter, del cual surgía ––con la fuerza de cien mil tornados y diez mil
tifones–– un fortísimo géiser de aire completamente limpio y purificado que ascendía hasta
la atmósfera y limpiaba toda la polución que pudiera generarse en esta. Elhos decidió
establecer su hogar allí entre los bosques del continente aéreo.
Como era lógico tuvo que pasar un tiempo antes de que las criaturas y animales que
vivían en aquel bosque se adaptaran al inquilino. En un principio las más frágiles le huían,
las más feroces le plantaban cara y las más normalitas, no eran ni temerosas de él ni
agresivas, pero preferían mantener algo de distancia. El caso es que toda la fauna era reacia
de relacionarse con el visitante en un principio, hasta que este descubrió la manera de poder
convivir entre ellos y con ellos. Tan sólo tenía que comportarse como ellos y llevar sus
costumbres durante el tiempo suficiente como para que le reconocieran como uno más.
Cuando pasó el tiempo no sólo se relacionaban con él, lo adoptaron como uno más de la
gran manada que formaba el gran continente volador. Como era lógico, Elhos no tenía un
lugar fijo en el que pudiera estar mucho tiempo, tenía que estar de aquí para allá durante
largas décadas. Pero los animales se acostumbraron a él, de tal forma que ya le reconocían
por mucho tiempo que pasara con lo que pudo estar largas temporadas en el sitio que el
quisiera.
El animal con el que Elhos hizo mejores migas era un gigantesco oso pardo que
sobrepasaba los cinco metros y medio. Estrecharon lazos de amistad muy fuertes, tanto, que
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Elhos sentía que quería que este oso hubiera sido su hijo o por lo menos que su hijo tuviera
las mismas características que él. Así pues, un buen día decidió hacer uso de su esencia y
crear un nuevo ser, de las mismas características que su buen amigo el gran oso pardo, pero
con rasgos más humanoides. Y con la energía de los vientos del gran géiser, la energía del
planeta y su esencia dio vida a un nuevo ser. Un gigantesco coloso de la misma envergadura
del oso pardo, de enormes brazos y piernas, y una musculatura bestialmente desarrollada, su
piel era del color de los nubarrones grises oscuros. De facciones en su gesto muy duras,
serias y grotescas, ojos pequeños, rasgados y blancos, de nariz ancha y boca grande. Y una
cualidad única cuando adoptaba el estado etéreo: su cuerpo era una ventisca cubierta por
nubarrones y un ligero torbellino que lo protegía como si de un escudo o una coraza se
tratase. Así nació aquel nuevo hijo al que Elhos llamaría: Krego.
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que impactaron una y otra vez en Fhiros provocando su retroceso. Estaba claro que ahora no
podía escapar, su única salida era esconderse en algún planeta cercano y batirse en retirada
lo más rápidamente posible.
Había un planeta diminuto y muy oscuro muy cerca de la pelea, aunque no resultaría
muy difícil mantener vigilados todos sus poros. Elhos, vete a un extremo de ese insignificante
planeta y yo me iré al otro. ––Escuchó Elhos en su mente cuando Fhiros se escondió bien
escondido–– Vigila toda tu zona, yo haré lo mismo con la mía.
Y así fue, Elhos se situó al oeste del planeta mirando al norte, y Agos en el este mirando
al sur, así cada uno de los dos podrían abarcar con su visión un hemisferio. Y así estuvieron
esperando completamente inmóviles, observando cada detalle que pudiera pasar en aquel
diminuto planeta, afinando el oído para escuchar hasta la más leve brisa.
Esperaron y esperaron, segundo tras segundo y días tras día, a que la presa decidiera
salir del rincón en el que estaba escondido. Elhos estaba aguantando más tiempo del que
podía, a pesar de estar saboreando la victoria y estar seguro que esta vez cazaría a su
hermano su paciencia estaba colmándose por momentos.
––¿Se puede saber que diantre hace ese maldito imbécil? ––Preguntó Elhos mentalmente a
Agos.
––¿Y a mí me lo preguntas? Pregúntaselo a él, él sabrá bien lo que hace para no salir de ahí. ––
Replicó Agos en tono juguetón, parecía muy contento por su voz mental. Parecía que
saboreaba lo mismo que Elhos, pero aún así, también su paciencia estaba casi colmada, y no
pudo aguantar más. ––Vamos Fhiros, ¿a qué estás esperando para salir?, no seas cobarde y acepta tu
fin… no nos hagas perder más el tiempo, debemos acabar con Noos también. ––Dijo usando la voz
mental. Pero las amenazas, ni las advertencias tuvieron la más mínima respuesta. Esto
provocó que la paciencia de sendos cazadores estuviera al borde de la quiebra. ––Fhiros, no
creas que escondiéndote ahí lograrás mucho, vamos, pedazo de cobarde, donde está esa valentía que
tenías luchando contra mí, donde está esa ira con la cual por poco me matas, ¡quiero verte la cara
maldito alfeñique! ––Gritó Elhos telepáticamente con lo que tampoco obtuvo ninguna
respuesta. Por lo tanto sólo les quedó una opción a ambos hermanos para hacer que Fhiros
saliese de su escondrijo: obligándole.
––Será mejor que hagamos algo, no parece querer salir de ahí. ––Le dijo Elhos a su hermano.
––¿Y que sugieres? ¿Que destruyamos el planeta? ––Replicó Agos con toda su “buena”
intención.
––¿Sabes? No es mala tu idea… ––sentenció Elhos sonriendo como si fuese el mismísimo
Satanás. Ambos hermanos empezaron a manipular la esencia del planeta haciendo que los
mares se encabritaran y los vientos se encabronaran. Pasados unos pocos minutos, nacieron
gigantescas olas tsunamis e innumerables tifones esclavizaron aquel diminuto mundo. No
había lugar donde esconderse, tan sólo se podría huir, pero no por mucho tiempo. Una
tempestad comenzó a gritar, y con su aliento de hielo cubrió por completo el cielo; se
formaron nubarrones de tormenta escupiendo grandes trozos de granizo que arrasaron con
toda la tierra firme y la convirtieron en un gigantesco valle de hielo y nieve. Todo ser de
aquel planeta murió condenado por congelación, pues ningún ser vivo o inerte pudo
aguantar más de diez segundos aquel infernal frío.
––Nada, no hay manera, no quiere salir. ––Dijo Elhos con rabia.
––Cierto, está obcecado en no salir, porque es imposible que no aguantara esta tormentilla de
nada. Sigamos, pronto saldrá obligado… ––Sentenció Agos. Y de repente, una gigantesca bola de
fuego pálida apareció de la nada en dirección a Elhos abrasándole la espalda, no pudo
esquivarla y un grito agónico surgió de sus fauces. Apretó los dientes para aguantar el dolor
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y acallar su alarido de dolor y enfocó toda su energía para poder captar la de Fhiros y en
pocos segundos lo vio salir de su escondrijo. ¡Al norte! ––Alertó Elhos–– ¡Ya es nuestro!
¡Cacémosle de una vez por todas! Ambos hermanos se compenetraron al máximo, calcularon la
distancia y en un punto concreto lanzaron una gran cantidad de sus esencias convirtiéndose
en una gigantesca estalagmita que atravesó uno de los brazos de Fhiros hiriéndolo de
gravedad. ¡Cazado! ––Exclamó Agos con toda su furia mientras ambos cazadores se dirigían
violentamente hacia Fhiros a la par que su cuerpo se congelaba rápidamente dejando libre la
cabeza a causa del ataque conjunto de ambos hermanos. Estaban casi fusionados, a la misma
distancia por los flancos izquierdo y derecho, iban a rematar a su presa, Elhos vio que dicha
presa cerró los ojos, y cuando estuvo a punto de rematarlo con el último golpe, a escasos
metros de él, un fuerte relámpago de luz surgió de la nada. La intensidad de su brillo era tan
fuerte que destrozó la vista de los asaltantes dejándolos ciegos por lo que sería un buen rato.
Elhos gritó de dolor, pero su dolor no mitigaba, pues era aún mayor que el dolor de su ojo
tuerto; era un milagro que esa luz no le hubiera frito el cerebro.
––Fhiros, creía que tú sólo podrías con estos dos alfeñiques… ––oyó decir a una voz
muy dulce y femenina, pero sobretodo muy conocida.
––Pero bueno, ¿Quieres cerrar el pico y ayudarme? ¿Es que no ves cómo me tienen? ––
Replicó Fhiros enfurecido.
––Precisamente por esa posición tan sugerente en la que estás no te he liberado aún… ji,
ji, ji, ji… ––contestó la voz femenina.
––Kinos… haz el maldito favor de ayudarme a liberarme… ––suspiró fuertemente
Fhiros cuando paso un momento.
––¡Pero qué prisas! ––Respondió la señora de la luz.
Elhos sintió de repente que una gran amargura, y una frustración aún más grande que
la que hubiera sentido nunca le invadía todo su cuerpo, estaba tan cerca de aniquilar a su
presa, y tuvo que ser rescatado por la señora de la luz. Pronto, esa sensación pasó a ser asco
y repulsión, y en breve se convirtió en terror. Le esperaba una buena paliza, incluso la
muerte y lo peor de todo, es que no podía hacer nada. Y sin mediar más palabra, envenenó
su cuerpo un intenso dolor a causa de un golpe colosal, un golpe que vino seguido de otro, y
otro, y otro… todos con una cadencia de menos de dos fragmentos de segundo, y todos
bañándole todo el cuerpo. Aunque, ni sus gritos de agonía, ni su tremendo dolor eran lo
único, también había terror pues escuchaba los alaridos de su hermano Agos que también
estaba recibiendo una paliza igual, y más increíble aún, a la vez… Elhos sufrió la paliza más
grande que había recibido en toda su vida, recibió golpes hasta quedar exhausto. Estaba
medio muerto y esperando al golpe de gracia, pero oyó la voz de su hermano Fhiros.
––¡Detente Kinos!
––¿Por qué? ¿Han estado a punto de matarte y aún así pretendes perdonarles la vida?
––Rechistó Kinos.
––Si matas a uno de los dos y no eres capaz de absorber su esencia será el fin del
Universo entero, piénsalo bien…
––Eso no pasará Fhiros ––dijo Kinos tras reflexionar un instante––, porque tengo la
capacidad suficiente como para absorber la esencia de ambos.
––Y ambos sabemos que a la única a quien engañas con esas palabras es a ti misma.
Seguidamente Elhos sintió un colosal golpe en el pecho que lo dejó aturdido y al borde
de quedar inconsciente, pero aguantó como pudo y vio a duras penas la huída de Fhiros
remontado en Kinos. Intentó enfocar la vista pero no pudo hasta pasado un buen rato.
Una vez que se vio lo suficientemente recuperado se acercó a su hermano Agos para
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comprobar su estado; estaba moribundo, pero no correría peligro mortal si le transfería un
poco de su energía vital. Concentró su energía vital durante el tiempo suficiente como para
concebir la energía necesaria para mantener vivo a un moribundo y justo en el momento que
iba a hacer la transfusión de energías notó la presencia de un ser etéreo acuático que se
aproximaba y que estaría allí en muy poco tiempo. Sonrió y viendo que iban a recoger a su
hermano se limitó a encogerse de hombros y comenzar una marcha hacia su planeta.
El comienzo de aquel viaje fue una ardua marcha, pues el guardián del viento aún
estaba bastante aturdido y magullado por las heridas de la paliza de muerte que había
recibido el día anterior. Su único objetivo era llegar a Elh Ksa y sanar sus heridas, por tanto
iba lo más rápido que su cuerpo y sus heridas le permitían. La distancia hacia el planeta del
viento imperial se hacía infinita y la espera por alunizar allí se hacia aún más larga y
desesperante. Elhos creía que no llegaría vivo, estaba muy débil y casi agotado. Cuando ya
llevaba cierto tiempo en mitad del viaje algo extraño ocurrió y le obligó a detenerse: las
esencias tan lejanas de Obsos y Noos desaparecieron por completo y una aún más poderosa
que ambas juntas surgió de la nada instantáneamente como sustituyendo al vacío y a la
oscuridad, o quizá para complementar a ambas esencias según pensó Elhos. ¿Qué demonios
será eso? ––Se preguntó–– Es como si… no puede ser… ¿se han fusionado? ¿Obsos y Noos han
hecho una fusión de esencias? No puede ser… Tengo que apresurarme, esto se está poniendo cada vez
más difícil, ¡tengo que llegar a Elh Ksa ya!
Ahora no le importaba si perdía toda su fuerza y moría en el camino, ahora lo único que
le importaba era llegar a su mundo reino y allí recuperarse lo más rápidamente posible, una
vez recuperado iría en busca de Agos y se lo contaría todo. La aniquilación de Fhiros no era
lo más importante en esos instantes ––pero aún así, sería un arma secreta pues sabiendo que
la absorción de esencias era fiable tenían un perfecto as en la manga––, su verdadera misión
era acabar con aquel ser fruto de la fusión de Noos y Obsos. Así pues sacó toda su fuerza
desde su flaqueza y con toda la fuerza que le quedaba se transformó en un cometa de aire
que silbaba con toda la rabia de un auténtico tornado. La distancia se iba acortando y la
energía de Elhos también, sabía que se exponía a una muerte segura con esta nueva decisión
de volar a toda la velocidad que le permitiera su casi agotada esencia, pero siguió volando
en dirección a Elh Ksa sin menguar ni un solo momento el gasto de energía. No tardó mucho
en llegar, pero fue atravesar la atmósfera y perdió la consciencia, no pudo ni decelerar su
paso y se estrelló en mitad del mar creando una gran ola que arrasó todo a su paso y
revolvió el ecosistema de todo el planeta.
El cambio climático originó que el clima cambiara para todo el planeta, primero hubo
una gigantesca tormenta que inundó todo el planeta durante varios meses ––y en la que
murieron varias criaturas––; después durante otros tantos meses floreció nueva vida y brilló
el sol con fuerza ––y el continente aéreo dejó de ser aéreo incrustándose en tierra firme y
hundiendo el que tenía justo debajo en el mar––; después otra estación anual se posó y sólo
hubo un calor indescriptible ––y surgió nueva vida en el mar––; después otra estación en la
que el frío comenzaba a entrar ––y nuevas criaturas nacieron––; y así, hasta llegar a la quinta
y última estación del año ––la peor de todas–– en la cual el clima era completamente
inestable, lo mismo estaba lloviendo a cantaros por todo el planeta que lo mismo estaba
completamente despejado, pero siempre acompañados de un gigantesco tifón.
Tras acabar este nuevo año la vida se estabilizó y todo ser y criatura se adaptó a las
estaciones del año. Elhos seguía flotando en mitad del mar, y una mano enorme y firme,
pero suave y tierna lo recogió del mar y lo llevó hacia el continente del géiser, que en esta
estación ––la tormentosa–– había vuelto a flotar de nuevo sobre las nubes. Allí estuvo
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reposando Elhos durante el tiempo suficiente, y el dueño de las manos que lo recogieron no
se separó de su lado ni un instante, velaba por él y su seguridad. Así pasaron varias
generaciones y Elhos despertó en esa nueva tierra; atontado aún por haber despertado de
aquel estado de coma miró a su alrededor y a su diestra encontró a Krego ––fue él quien le
había estado cuidando mientras estaba paciente––.
––Krego… ––dijo como pudo.
––No hables padre, aún estás débil. ––Le aconsejó su hijo.
––¿Qué ha pasado?
––Te estrellaste en el mar a una velocidad inconmensurable y cambiaste el clima por
completo, dime padre… ¿por qué viniste con tanta premura?
––¿Tan preocupado estaba que hasta tú lo notaste?
––Se notó tu preocupación y tu dolor a kilómetros antes de colisionar en el mar.
––Pues no recuerdo ahora el porqué…
––Parecías realmente preocupado, aún estando inconsciente tu preocupación no se
disipó.
Elhos se quedó pensativo bastante tiempo, estaba realmente exhausto a pesar de haberse
curado todas sus heridas ––excepto su ojo––, entró en una especie de trance, como si su
mente sola intentase recordar algo, y de repente todo se centró en una imagen y en una
energía, era su hermana Kinos, pero con un aspecto más desavenido y tenebroso, su luz
había desaparecido por completo de ella y sólo le quedaba un inmenso vacío junto a una
total oscuridad. Elhos se despertó incorporándose sobresaltado de aquel trance, Krego lo
calmó y con suavidad hizo que se tumbara de nuevo.
––Dime padre, ¿qué has visto? ––Preguntó Krego intrigado.
––A mi hermana Kinos. ––Replicó el guardián supremo del viento.
––¿Tanto terror te infunde?
––Fue ella quien me causó las heridas mortales que traía cuando llegué.
––Veo que es terrible.
––No te imaginas cuánto, es una mujer con mucho carácter, mucha fuerza y mucha
velocidad, es la más rápida de todos los siete guardianes supremos.
––Ya veo…
––Pero no es eso lo que me ha sobresaltado… estoy seguro que era ella pero…
––¿Pero qué?
––No sé, no parecía ella, era ella pero con un aspecto más oscuro, no era de luz como ha
sido siempre, sino de oscuridad, y puede que hasta de… vacío…
––Bueno, ya se solventarán esas dudas cuando llegue el momento, ahora descansa, es
crucial que te recuperes, está claro que se nos viene encima una gran guerra, yo me
encargaré de reclutar y entrenar a los aborígenes de este mundo.
––Tráeme al enorme cuadrúpedo peludo.
––Murió, pero aún así, dejó una gran camada como descendencia… te los traeré para
que te ayuden en tu recuperación. Ahora duerme padre.
Una escolta de diez osos pardos acudieron a la llamada de Krego y aceptaron con
orgullo y placer la misión encomendada por este: cuidar de Elhos hasta que se recuperase.
Mientras tanto el gran coloso reunió a todos los habitantes de Elh Ksa, ya fuesen grandes,
pequeños, delgados, corpulentos, diminutos, gigantescos… le daba lo mismo, pues de todas
formas todos tenían una misión que cumplir y así los instruyó en el arte de la guerra, lo más
sorprendente de ellos es que tenían también la cualidad de volverse etéreos; Krego no le
encontraba explicación a esto último así que fue a visitar a su padre que ya se encontraba
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bastante mejor ––de hecho se lo encontró paseando y conversando con los osos––, parecía
contento y rejuvenecido, de alguna forma extraña presentaba un aspecto más jovial.
––Dime Krego, ¿qué te trae por aquí? ––Preguntó muy amablemente.
––Tengo una gran duda que me come por dentro padre… ––replicó el grandullón.
––¡Rrraar! ––Exclamó el mayor de los osos volviéndose etéreo.
––Parece que Elh Al es capaz de leerte el pensamiento hijo… ––expuso Elhos sonriente.
El coloso se quedó transpuesto, pues Elhos y los osos podían comunicarse entre ellos con
tanta facilidad como si hablaran el mismo idioma divino y en su cabeza surgieron más
dudas, dudas que no tardaron mucho en ser disueltas.
––Mi querido Krego… el hecho que los seres de este planeta puedan entrar en estado
etéreo y a la vez puedan comunicarse conmigo es muy simple, todo está centrado en un solo
día: el día que colisioné en el mar.
––No entiendo padre… ––admitió Krego.
––Es muy sencillo, yo estaba en estado etéreo cuando colisioné en el mar, por tanto el
mar adoptó la propiedad etérea y se esparció por todo Elh Ksa…
––Sigo sin entenderlo del todo…
––Es muy sencillo, a algunos animales los arrasó y los aniquiló mientras que los otros
fueron bañados por mi propiedad etérea por tanto adoptaron la forma del mundo
inmaterial.
––¿Y el hecho que se puedan comunicar contigo como si hablaseis el mismo lenguaje?
––Pues hijo mío… de la misma forma que tú y yo estamos hablando, de la misma forma
que tú aprendiste mi idioma… las sensaciones del elemento viento… el oso ha interpretado
la sensación que desprendes por todo tu cuerpo, por tu lenguaje corporal y ocular y lo ha
captado al momento. Por eso yo también he comprendido cuando ha querido decirme que
tenías una gran duda sobre el porqué de la transformación inmaterial.
Tras esta breve información Krego se marchó para ultimar los detalles de la preparación
para la futura batalla de los ksaeritas. Pasó el tiempo y Elhos ya estaba completamente
recuperado, aprovechando que era la estación del sol hizo que todos se reunieran en el
centro del continente volador, y una vez que todos estuvieron reunidos quiso darles un
comunicado.
––¿Ya están todos Krego? ––Preguntó el señor de los vientos.
––Sí, padre… ––respondió con solemnidad el gran coloso que había adquirido el rango
de Enón recientemente.
––Bien, marcharemos a la guerra contra el mundo Alux Fhir.
––De acuerdo… ––replicó nuevamente Krego, el cual no estaba muy contento con la
decisión de su padre, quería decirle que era una tontería marchar a la guerra contra alguien
que a su punto de vista lo único que había hecho había sido luchar ––a muerte, no se podía
negar, pero aún así sus actos estaban justificados–– por mantener el equilibrio del Universo.
––Aunque primero… habrá que recoger a alguien… ––expuso nuevamente Elhos
mientras sonreía con signos de tener cerca una victoria–– Ksaeritas, ha llegado la hora de
marchar, nos espera una dura batalla, no os prometo la victoria, pero si os prometo una gran mejoría
en nuestra posición actual… ¡adelante! ––Sentenció telepáticamente.
Y así fue, todos comenzaron a tornarse etéreos y marcharon tras su dios. La marcha se
hizo bastante extensa, pues la distancia entre Elh Ksa y Ago Laksaar era de sistemas
planetarios de distancia. Elhos marchaba emocionado pues saboreaba la derrota de Fhiros y
todos sus oponentes, estaba deseando llegar al planeta de su hermano Agos y recogerlo para
marchar sin detenerse un instante hacia Alux Fhir y arrasarlo de una vez por todas, después
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conquistarían el Universo entero. Tenía todo preparado e ideado, no obstante, era tan grande
su euforia que no le dejaba recordar algo que le era de vital importancia, estuvo la mitad del
viaje intentando recordarlo, y sólo pudo recordar que tenía algo que ver con su hermano
Agos y su hermano Fhiros, pero viendo que no daba con lo que era decidió desistir y prefirió
pensar que ya se acordaría en el debido momento o se las arreglarían sin eso tan importante.
Y llegó el día en que la distancia entre Elh Ksa y Ago Laksaar se disipó, ya estaban
todos aglomerados en la atmósfera. Llegó la hora… ––se dijo el dios viento–– traspasó la
atmósfera y como se encontraba juguetón ese día ––ya fuese por su alegría o ya fuese porque
en el fondo tenía ese carácter–– decidió darles un pequeño susto de cortesía a los hijos de su
anfitrión. Buscó el pico más alto del planeta y vio una gran torre de barro endurecido como
la roca y se dirigió allí. Alunizó en el pico más alto de la torre y cambió a la forma inmaterial
y comenzó a reírse por imaginar el efecto que tendría su gran broma. Notó que diminutas
energías ascendían desde lo más profundo del océano para ir en busca suya, eran muy
rápidos, pues en cuestión de minutos ya estaban en las costas del único continente que
poseía Ago Laksaar. Observad hijos míos ––les dijo a sus hijos que observaban desde la
atmósfera del planeta––. Los hijos de Agos ya estaban cerca del pie de la montaña en la cual
estaba la gran torre. En cuanto notó que ya se disponían a subir por la montaña invocó a las
nubes de tormenta y los vientos se enfurecieron y con un feroz manto de nubes grises cubrió
los apaciguantes cielos de aquel mundo. Todo el planeta fue cubierto por aquel guante
amenazador.
La comitiva que ascendía por la ladera de la montaña parecía haber sufrido una
pequeña conmoción por el cambio tan rápido en el clima de todo el planeta, pero aún así,
siguieron avanzando, y esta vez más rápido. De repente Elhos originó un gigantesco
relámpago rojo que lamió la tierra con fuerza justo en frente de los que iban a la cabeza en
aquella comitiva. Elhos se fundió con las nubes e hizo que estas tomaran la forma de sus
facciones.
––¿Qué pretendéis? ––Preguntó Elhos con tanta fuerza que barrió a los hijos de Agos.
––¿Quién eres? ––Preguntó una manta raya gigante enfurecida.
––Soy aquel que acabará con vosotros. Soy… ––intentó decir antes de ser interrumpido
Agos.
––Elhos… deja de asustar a mis hijos, no tiene ni pizca de gracia tu broma. Y despeja
esto, quiero ver mis cielos despejados como siempre.
––Aburrido…
Elhos disipó los nubarrones, tomó forma material, dio un salto y descendió desde la
torre hasta situarse justo en frente de Agos que le estaba esperando. Elhos sonreía amistosa y
fraternalmente, pues le alegraba ver a su hermano al que hacía tiempo que no veía. En
cambio, la sonrisa de Agos no era tan fraternal, tenía más bien un tinte maligno.
––Veo que te has traído a tus hijos. ––Dijo Agos sin dejar de sonreír.
––Por supuesto, tenemos un planeta que invadir. ¿Creías que me había olvidado de eso?
––Dijo Elhos a su vez.
––Padre ¿Este es tu hermano Elhos? ––Preguntó Agsut.
––Sí, soy tu tío Elhos…
––Habitantes de Ago Laksaar… ¡Llegó la hora! ––Expuso Agos mediante voz mental. Acto
seguido todos los laksaeres emergieron desde las profundidades del mar, entraron en el
mundo inmaterial y atravesaron la atmósfera donde los esperaban los ksaeritas.
Parecía ser que por parte de los laksaeres todos esperaban aquel día, aunque la verdad,
por parte de los ksaeritas era algo indiferente, sabían que se habían preparado para una
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guerra, pero muriesen o no estaban hechos a la idea que jamás dejarían de existir. Esperaron
a que ascendieran hacia la atmósfera sus dioses correspondientes y el séquito acuático que
había recibido al dios viento un rato antes. Estuvieron un rato reconociéndose los unos a los
otros mientras que los dos guardianes supremos sonreían con gran orgullo por contemplar
el gran ejército que habían armado entre los dos. Los dos hermanos se miraron el uno y al
otro con la victoria en sus ojos y asintieron a la vez. ¡Marchad! ––Ordenaron ambos al
unísono en la mente de todo su ejército y comenzaron a seguirles. Marchaban raudos y sin
demora, devoraban los kilómetros en a penas segundos, la guerra estaba ya cerca, pronto los
ejércitos entablarían batalla para caer como moscas; algunos pensaban cómo empezaría todo,
otros pensaban en el transcurso de la batalla, otros en cómo acabaría y otros se preguntaban
por qué marchaban hacia una guerra que les parecía absurda. Deseaban que todo empezara y
terminara de una vez por todas, querían acabar con la duda que oprimía sus mentes y el
valor de sus corazones.
El paso del tiempo y la marcha ininterrumpida los llevó hacia su destino antes de lo que
creían previsto, ya tan sólo quedaban unas horas para el enfrentamiento final, su angustia
llegaba a su fin y era sustituida por una infinita descarga de adrenalina mezcla de horror,
excitación, pánico y euforia. Preparaos, la guerra por la que habéis esperado está a punto de
comenzar… ––mostró Elhos a toda la horda mediante la voz telepática. La gran guerra, el
Apocalipsis que tanto ansiaron había llegado, era hora de arrasar con todo a su paso, por fin
pondrían a prueba los frutos de su largo entrenamiento, divisaron Alux Fhir en cuestión de
minutos y sin frenar ni siquiera para pensar en nada penetraron la atmósfera del planeta
ardiente. Justo en el momento en que penetraron la atmósfera posicionándose, pareció que el
tiempo se detuvo por unos pocos segundos, todo alrededor se ralentizó y todos vieron a sus
respectivos enemigos tanto los que entraban por la atmósfera como los que esperaba en
tierra firme, Elhos vio a su hermano Fhiros y desde la distancia lo miró fijamente a los ojos.
Laksaeres y ksaeritas esperaron ansiosos con el sol de Alux Fhir alumbrando sus espaldas,
todos ellos miraban nerviosos a los aluxes, retándoles con sus armas y miradas, todos los
soldados estaban eufóricos y casi sin poder contenerse ante aquella hora sombría que era el
prólogo a una ejecución en masa de sangre y destrucción. ¡Atacad! ––bramó Fhiros con tanta
potencia en la voz que resonó en todo Alux Fhir. Esa fue la mecha que hacía explosionar la
dinamita, lo que todos habían esperado, la hora de la muerte y la destrucción personificada
por tres ejércitos, cuatro Enones y tres guardianes elementales supremos.
Elhos contempló con admiración el comité de bienvenida para el ejército
ksaerita/laksaer, una horda de millones de ráfagas de bolas de fuego derribaban todo lo que
encontraban a su paso, todo fue rapidísimo, a penas unos segundos antes que los tres
ejércitos estuvieran en tierra firme y comenzaran a masacrarse los unos a los otros sin ningún
tipo de tregua ni compasión. Una auténtica ola de terror, rabia, ira, desesperación, euforia y
locura se había desatado en el planeta ardiente. Saltaban vísceras y miembros por todos
lados y todo esto gracias a las armas elementales de los soldados elementales. No había
desigualdad a pesar de la gran diferencia de número, los aluxes doblaban cada uno de sus
ejércitos enemigos, así que la batalla estaba muy reñida, no había diferencia entre un bando y
otro, caían por igual como moscas.
Krego veía esto y no podía evitar sentir pena y dolor por los tres bandos, pero no tenía
más remedio, su dios lo había obligado a luchar en una guerra absurda y sin sentido, por lo
cual, ya no le tenía tanto respeto. Pero aún así luchaba y luchaba sin cesar, barría todo a su
paso con puño firme y férreo; todo aquel que se le acercaba caía sin poder ni pestañear,
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acaba con aluxes por diez, cada vez que barría con un puñetazo arrasaba con al menos una
veintena de soldados, tanto aluxes como ksaeritas como laksaeres. Elhos sentía el dolor de su
hijo y no podía más que sentir compasión por él, pero aún así, no había remedio, la
venganza era aún más poderosa que la razón, Fhiros debía morir y con él todos sus hijos.
Krego vio caer a los osos como si fuesen muñecos de trapo, los ensanchaban y los empalaban
como si se tratasen de un simple trozo de carne o directamente uno de los Enones los
incineraba desde el aire. El coloso rezaba porque su agonía acabara pronto, no quería matar
más, estuvo a punto de desistir y dejarse caer pero Elhos comenzó a influenciar su corazón
con pensamientos impuros e indignos y Krego perdió toda noción de razonamiento y
comenzó a barrer con más fuerza a los que se ponían en medio. Se escuchó una grandiosa
explosión por la colisión de una colosal esfera de fuego en la tierra, el estruendo arrasó con
la onda expansiva todo a su alrededor, Krego notó que una gran ventisca ardiente lo
empujaba pero aguantó y siguió aniquilando aluxes como si de un berserker se tratara.
¡Revienta! ––escuchó gritar desde los cielos, alzó la vista y se encontró en pocos segundos
con el puño de uno de los Enones incrustado en su cabeza, de repente, los sonidos de guerra
pararon y se hizo la total oscuridad.
Por Agos… ha destruido al Enón de aire con un solo golpe… ––Susurró un laksaer que
estaba justo al lado del Enón de fuego, mientras temblaba presa del pánico. Y no será el
único… ––sonrió con sadismo el Enón asesino mientras en la palma de su mano surgía una
pequeña esfera de fuego. Krego había muerto, ya sólo quedaban los Enones de fuego y el de
agua, se libró poco después una grandiosa batalla singular de Enones, la guerra por los
alrededores cesó por contemplar aquel magnífico combate hasta que se obligaron a separarse
por medio de una tremenda explosión y la guerra continuó su singular y sanguinario curso.
En otro lado ––concretamente fuera del planeta, en la atmósfera––, Elhos estaba reunido
con Agos y Fhiros. Presentaba un gesto pícaro y burlón, no cabía en sí de excitación y
alegría, había deseado que llegara ese momento durante mucho tiempo, Fhiros había sido
cazado, había llegado su fin. Primero acabaría con él y después con la fusión de Obsos y
Noos. Y después conquistaría el Universo a sus anchas con puño firme pero justo. El
guardián de los vientos notaba que había una gran tensión, los tres hermanos se miraban con
gran seriedad.
––Me alegro de verte Fhiros… ––saludó Agos con tono jocoso.
––Ju… pues yo no… ––sentenció Fhiros.
––Sigues sin tener sentido del humor, ¿Eh, Fhiros? ––Añadió Elhos con sarcasmo.
––Me das nauseas con esa estúpida sonrisa en tu estúpida cara... ––volvió a sentenciar el
dios fuego. Se desafiaron con las miradas durante unos instantes, y en una fracción de
segundo Elhos vio que Fhiros aparecía justo en frente de él y le asestaba tal puñetazo con el
que no sólo sintió un dolor indescriptible, además salió disparado a una gran velocidad.
¿Pero que fijación tiene este hombre con darme en la boca y hacerme volar? ––se preguntó Elhos
mientras frenaba su proyección como buenamente podía. ¡Implota! ––escuchó gritar a Fhiros
a lo lejos con cierto tono de tirria y furia en su voz. Miró como pudo hacia donde estaba
Fhiros peleando con Agos y vio que su hermano el ardiente era una antorcha humana
mientras que su hermano líquido era succionado por unas llamas blancas del mismo color
que la antorcha humana que le agredía. También vio que acto seguido el dios agredido
generaba una gigantesca bola líquida que equiparaba el tamaño de todos los planetas
cercanos, pero no parecía que le importara mucho. ¡Ahora te toca a ti! ––exclamó mientras
lanzaba la esfera líquida, Fhiros se giró sorprendido y sin perder un instante se lanzó a toda
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velocidad contra dicha esfera rompiéndola en millones y millones de gotas de agua, este era
el momento que Elhos estaba esperando, congeló las gotas de agua con sólo batir las manos
y se convirtieron en millones de agujas finísimas de hielo. ¡A por él! ––gritó Agos con la
mente. Las agujas se lanzaron sin perder un instante y atravesaron o se incrustaron en el
cuerpo del guardián de los fuegos congelándolo por completo. Los dioses invasores se
acercaron muy lentamente a su presa riéndose a carcajadas mientras se burlaban de él.
––¿Y ahora que pasará Fhiros? ––Preguntó Elhos sarcástico.
––Ahora acabaremos con toda la existencia ardiente y sus derivados, Alux Fhir, sus
seres y tus Enones… ––replicó Agos mientras descendía con Elhos a su lado a toda velocidad
hacia el suelo firme de Alux Fhir. Sus risas de histeria resonaban en los cielos de aquel
singular mundo ardiente. Se dejaron caer a plomo originando un gigantesco cráter que
barrió los alrededores con su onda expansiva.
Sin mediar palabra empezaron a masacrar a todos los aluxes que se cruzaban en su
paso. Su despotismo no tenía límites, no tenían ningún tipo de remordimiento por todo
aquello que estaban haciendo, aplastaban a los que eran sus sobrinos como si se trataran de
insignificantes hormigas. Ventiscas, géiseres, tifones, chorros de agua enormes, todo eso y
todo lo que se les pasara por la cabeza para arrasar a los que consideraron sus muñecos de
trapo. Los laksaeres y ksaeritas contemplaban aterrorizados pero a la vez con admiración
aquella escena tan violenta. Y tan sólo con mover la muñeca o simple gesto despótico
conseguían aquella masacre, todo eso y una sádica sonrisa en la cara de oreja a oreja.
De repente aparecieron Isiras y Laruk que frenaron a los dioses invasores lanzando dos
gigantescas llamaradas, pero estos no sintieron más que un golpe de calor, miraban con
arrogancia y asco a estos dos Enones.
––¿Qué pretendéis escoria? ––Cuestionó Agos.
––Detener vuestra absurda matanza… malditos bastardos… ––replicó Laruk exhausto
mientras descendía a tierra.
––¿Absurda? Lo único absurdo aquí es vuestra existencia… ––sentenció Agos. Y vio que
la respuesta del Enón bípedo fue una bola de fuego ––similar a la primera esfera gigante que
usó momentos antes–– que fue en dirección a Elhos. Este sintió dolor, no mucho, pero sí lo
suficiente como para sentir rabia, lo cual hizo que provocara un gigantesco tornado como
respuesta, pretendía arrasar a este Enón pero el otro se interpuso en la trayectoria de este
tornado y salvó la vida del objetivo principal. Pero aún así, no se libró de la mayor paliza de
toda su vida, el hecho que el Enón alado le protegiera no quería decir que estuviera salvado,
sino que iba a sufrir el peor de los castigos recibidos en toda su existencia. Elhos se cruzó de
brazos mientras Agos le propinaba una sonora paliza al Enón superviviente, lo trató como a
un muñeco de trapo y le estuvo dando todo tipo de golpes durante horas. Una vez que se
cansó de jugar con él, lo lanzó al aire y junto con Elhos le golpeó con tanta fuerza que se
estrelló a gran velocidad muy cerca del altar de fuego. Ahora sólo quedaba el brochazo final,
rematar a Fhiros, el gran momento había llegado. Sin perder un instante, mientras su
hermano miraba a su alrededor ascendió hacia donde estaba Fhiros, quería darse el gusto de
rematarlo él mismo, pero decidió esperar y ahí se quedó levitando. Y ahora, como prólogo a
vuestro final, os dejaremos contemplar impotentes la muerte de vuestro dios… ––Anunció mediante
la voz de la mente.
Los laksaeres y los ksaeritas pudieron desplomarse a descansar por fin, la batalla ya
había terminado, habían ganado. Ya sólo quedaba ver el último acto de la función y podrían
descansar tranquilos. Sobrevivieron muy pocos ksaeritas en comparación con los laksaeres y
los aluxes. Elhos y Agos ascendieron hacia su hermano con toda su velocidad situándose a
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sus dos lados en cuestión de segundos. Concentraron sus energías al máximo para asestar un
último golpe de gracia y esperaron unos segundos para la ejecución final, mientras Fhiros
aún se resistía a morir así y ahí.
––Serás recordado como un buen contrincante Fhiros… ––se despidió Agos––. Has
luchado hasta la muerte… Pasarás a la historia como el dios que más fiereza y dureza
presentó en batalla…
¡Padre! ––se escuchó en los alrededores del planeta, era un grito que surgió por la
desesperación y por un fuerte cariño hacia una persona. Elhos y Agos estupefactos por aquel
último aliento de vida que dejó su firma en el destino vieron que desde la superficie de Alux
Fhir surgió un cegador destello blanco y se dirigía a toda velocidad hacia ellos. Ocurrió en
milésimas de segundo, a penas pudieron reaccionar, una gigantesca columna de aquel fuego
engulló a Agos con tan sólo darle tiempo a exclamar una cosa: ¡NO! Elhos tuvo más suerte y
esquivó la columna perdiendo un brazo, y en ese mismo instante recordó aquello que era tan
importante y crucial, aquello que relacionaba a sus hermanos Agos y Fhiros: la fusión; y sin
dudarlo un instante absorbió la esencia de Agos y se transformó en un nuevo ser. Al pasar la
cegadora luz de la columna de fuego Fhiros ––que se había librado de su prisión de hielo––
miró a este nuevo ser y se quedó extasiado cuando comprobó la gran cantidad de energía
que poseía.
––Maldito seas Elhos, has absorbido la esencia de Agos. ––Maldijo con gran rabia y
frustración.
––Por supuesto… pero no me llames Elhos, mi nombre es Reldos… ––replicó la nueva
fusión con una gran sonrisa llena de maldad. Fhiros le atacó con una velocidad casi
imperceptible y con todas las fuerzas que le quedaban, aunque todos sus ataques fueron
frustrados porque Reldos era mucho mejor que él en todo, comprobó su velocidad, su fuerza
y todos sus nuevos atributos. Una vez que los probó transformó su brazo en una lanza de
hielo y atravesó el pecho de Fhiros absorbiendo su esencia de fuego ––encerrando y
empalando su cuerpo inerte dentro de un gran rombo de hielo––. Seguidamente lanzó con
rabia el rombo hacia Alux Fhir que se estrelló muy cerca de la antorcha pálida.
––Qué poco ha vivido Reldos, es una lástima, pero ahora que también soy fuego puedo
llamarme… Fireldhos ––Presumió con arrogancia este nuevo dios; tenía de que presumir,
ahora se había convertido en el nuevo dios del aire, del fuego y del agua, era el más
poderoso de todos los dioses, tenía a su favor tres esencias. Pero aunque era el amo de los
tres elementos abandonó a sus súbditos a su suerte, decidió ir en busca de aquel gran
enemigo que lo esperaba y después acabaría con Noos si lo encontraba vivo.
Todos los elementales sin excepciones, quedaron atónitos ante la actitud egoísta y
déspota de su nuevo dios. Pero no pudieron hacer nada por evitar la actitud de este. Se
sintieron vacíos y sin esperanza, pues ya no tenían una imagen a la cual seguir. También
pensaron que las cosas ya no podrían irles peor, pero se equivocaron, ya que sus sombras se
alzaron y comenzaron a atacarles sin compasión.
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CAPÍTULO 6.
KINOS
LUZ ESPERANZADORA.
M uchos años habían pasado desde que los siete guardianes supremos tomaron forma
física, muchas creaciones surgieron, y mucho tiempo había transcurrido desde que se
reunieran los siete por primera vez para deliberar si debían fundir sus esencias para crear
seres nuevos y hablar de sus experiencias allá en sus mundos ––algo que se convirtió en
tradición y perduró durante eones––.
Kinos era la más solitaria y quizá la más déspota de los siete a pesar que su esencia era
la luz en estado puro. Les tenía cariño a sus seis hermanos, pero aún así era muy reacia a
demostrarlo, no obstante había un hermano suyo que no le simpatizaba en absoluto: Noos, el
guardián del vacío ––quizá el más cercano a ese gigantesco vacío por el que ellos velaban en
un principio antes de ser creado el Universo––, la diosa luz notaba que dentro de este
hermano había algo oscuro y maligno, a penas daba su opinión ni contaba sus cosas, tan sólo
se quedaba observando y escuchando, parecía mostrar asco hacia esas cosas tan buenas que
contaban el resto de sus hermanos; por esta razón ––y por alguna más–– Noos no era santo
de la devoción de Kinos.
Al cabo de muchísimas reuniones llegó el día en que empezaron una discusión ––era la
primera vez que lo hacían––, la cuál fue originada por la curiosidad de todos, que quisieron
saber que sentía Noos, querían saber cuál era su opinión al respecto sobre aquello que se
contaba.
––¿Sinceramente? ––Preguntó Noos.
––Pues… sí, nos gustaría saber que hay dentro de tu cabecita. ––Replicó Elhos muy
alegre y jovial.
––Sí Noos… cuéntanos a tus hermanos… ––añadió Kinos inquisitiva con un tono de voz
muy acusador.
––Me dan nauseas vuestras tonterías… no tenéis afán ninguno de controlar las cosas,
sois seres sin la menor ambición, el Universo está abocado a su perdición si no hay nadie
quien os controle y os gobierne, yo soy el más cercano a lo que éramos en un principio, así
que sugiero que yo sea el mandamás de los siete, el gobierno compartido no es ni gobierno
ni es nada… ––dijo Noos con asco.
––Yo estoy de acuerdo en que reine sobre todos y todo… ––opinó Obsos.
––Sí, ¿por qué no? Venga, que reine, a ver si tiene razón en lo que dice… ––añadió
Fhiros intrigado.
––¿Estáis mal de la cabeza? ¿Que uno sólo se quede con todo el poder? ¡No lo toleraré
ni en broma! ––Sentenció Terros originando seguidamente un gigantesco géiser de tierra que
engulló a Noos dejándolo prisionero. Y surgiendo de la nada una burbuja de vacío aprisionó
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a la guardiana de la tierra privándola de oxigeno, de esencia y de todo; Elhos entró en la
contienda creando un tifón gigante que barrió todo lo que había en varias hectáreas a la
redonda; Obsos también entró en la disputa proyectando millones de zarcillos que se
incrustaron en el cuerpo del señor de los vientos una y otra vez; al ver esto Agos sin poder
reprimirse con una orden de su voz hizo llover gigantes olas sobre Obsos y Noos. ¡Parad de
una vez! ––Ordenó Fhiros provocando una explosión de calor parando la contienda, cuando
vio que todos le miraban prosiguió: ¿Qué creéis que estáis haciendo pandilla de ineptos?
¿Acaso no veis que por culpa de las ambiciones de uno de los nuestros nos estamos peleando
todos? ¡Parece mentira que porque uno de nosotros quiera tener el poder de dirigirnos a los
demás os pongáis así!
––Sí, pensad un momento en ello. No podéis poneros así porque sólo yo tenga el valor
suficiente para querer gobernar sobre todo y todos. Yo creo... ––intentó persuadir Noos
siendo interrumpido por Fhiros.
––¡Cierra tu maldita bocaza si no quieres arder en una eterna llama que será más
dolorosa a cada segundo que pase! ––
Noos respondió a esta amenaza proferida por Fhiros rodeándole con un anillo de vacío
extinguiendo cualquier vida a su alrededor.
––¿Intentas hacerme creer que el fuego puede existir sin algo que le dé vida? ––Añadió
burlándose de su hermano apresado. Y comenzó una contienda que cambiaría muchas cosas
para el futuro de aquel mundo. Fhiros se convirtió en una antorcha humana plateada y roja,
era tal su potencia que hizo que los tres soles de Iniar se sintieran minúsculos ante su
majestuoso poder, su cegadora luz y su infernal calor.
Kinos que permanecía tras una barrera de agua ––que supuestamente era impenetrable
y estaba siendo vaporizada por Fhiros–– observando atenta todo lo que ocurría en el otro
lado, sin perder la calma, de sus seis hermanos Fhiros era su predilecto, tanto, que llegaba a
sentir verdadero amor por él aunque no lo demostrara ––como pasaba con el cariño fraternal
que les guardaba al resto––. Veía que el poder y el tamaño de su hermano preferido iban en
aumento como una fuerza de la naturaleza imparable. Confiaba en él y creía que se
detendría a tiempo para no hacer más daño de lo necesario ––aunque si mataba a Noos
tampoco le importaba mucho––. De repente Terros encerró a Fhiros en una celda de rocas,
que no tardaron mucho en fundirse y vaporizarse; después Agos y Elhos hicieron su
respectivo intento creando una inmensa ––pero breve–– tormenta torrencial de la cual Fhiros
hizo caso omiso pues el agua se evaporaba y el aire se convertía en vientos solares; Obsos no
perdió el tiempo e intentó impresionar a Fhiros oscureciendo su llama, pero lo único que
hizo fue darle más confianza pues presentaba un espectáculo aterrador, algo jamás visto en
toda la creación: un sol negro que, extrañamente seguía aumentando su brillo cegando a
todas las criaturas del planeta que ya estaban alerta tras observar esto y corrían en estampida
intentando huir; la diosa luz vio que hiciera lo que hiciera no pasaría nada, así pues, se
quedó impasible y de brazos cruzados esperando a que su hermano decidiera parar.
Al final, tras aguantar un buen rato y pareciendo que estaba perdiendo el control
absoluto de la situación Noos intentó rendirse.
––¡Está bien Fhiros! ¡Me rindo!
––Ya es tarde para que me frenes, ahora, sentirás lo que son mis llamas en todo su
apogeo... ¡Siente el fuego de la eternidad! ––Exclamó Fhiros con imperial porte, haciéndose
notar con su voz hasta el punto más recóndito del eterno Universo; el anillo que lo retenía
pareció explotar y se desvaneció, lo siguiente fue una cegadora luz acompañada de una
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tremenda explosión de calor que barrió todo el planeta Iniar extinguiendo toda la vida
nativa que hubiera en él ––cuan supernova extingue todo lo que haya a su paso––. Cuando
todo hubo pasado, vieron que toda aquella ola de calor tan sólo era el prólogo de la
extinción completa, pues Fhiros aún no había hecho explosionar el fuego que tenía contenido
al haberse transformado en sol. Permanecía muy quieto, como tranquilo, como si estuviera
concentrado al máximo, con sus ojos cerrados como para no perder la concentración y
soltarlo todo de golpe. Kinos empezó a sentirse un poco nerviosa en ese momento, pues
sabía lo que ocurriría si Fhiros decidía expulsar todo ese fuego que contenía. Y
sencillamente, la llama se apagó por completo.
––No quiero gobernar yo solo sobre toda la creación. Sé muy bien que no podría
mantener el equilibrio de todo, así que Noos, déjate de sueños ambiciosos, pues fíjate lo que
ha pasado en estos instantes en los cuales yo he gobernado sobre todos vosotros. Imagínate
qué pasaría si alguno de los demás hiciese lo mismo... no existiría el equilibrio con lo cual
dejaría de existir todo... ––dijo Fhiros con la mirada llena de compasión y tristeza. Noos
atacó aprovechando el desliz de su hermano el fuego alzando las manos como intentando
privarle de todo, pero Kinos intervino esta vez lanzándole un raudo destello de cegadora luz
dejándolo completamente indefenso, Agos y Elhos aprovecharon esta vez la ocasión
lanzando un gigantesco chorreón de agua y una fortísima ráfaga de viento respectivamente,
el chorreón de agua le rodeó y se transformó en una cúpula que poco a poco se fue
congelando hasta convertirse en un hemisferio congelado impenetrable. Seguidamente Kinos
se acercó arrogante hacia la cúpula.
––Déjate de sueños de gobierno y hegemonía sobre el resto de las cosas. Bien sabes que por mucho
que quieras no podrás mantener el equilibrio durante mucho tiempo... ––dijo usando la voz mental.
De repente sobre ella se cernió una inmensa oscuridad que lo cegó absolutamente todo,
escuchó como si millones de agujas taladraran una superficie durísima y después un fuerte
sonido de bloques de hielo cayendo. Maldita sea, se no has escapado ––pensó––. Miró a su
alrededor sin poder ver absolutamente nada. A los pocos segundos empezó a notar que
perdía el oxígeno y la capacidad para respirar. Es él… ––se dijo nuevamente––.
––Elhos, ya tengo localizado a ese inútil, se ha escapado, ayúdame a capturarlo. ––Oyó
decir a Agos.
––Vamos allá. ––Escuchó decir al otro. Seguidamente se escuchó un silbido y notó que
la energía de Noos se quebró.
––¡A la cabeza Elhos! ––Oyó de nuevo a Agos.
––¡No! ––Oyó exclamar a Fhiros mientras la oscuridad que los encerraba se disipaba por
completo. Kinos ––confusa aún–– vio que Agos y Elhos atacaban a Fhiros con un gran orbe
helado que fue placado por una estalagmita de tierra que surgió del suelo justo en frente de
Fhiros, y desde el cielo se percibió una puntiaguda y durísima lanza negra que descendía a
tal velocidad que atravesaría el planeta por completo en el tiempo que transcurre un
parpadeo, pero Fhiros y Terros la detuvieron a tiempo con una erupción volcánica juntando
sus dos esencias.
––Maldita sea, Fhiros, Terros, ¿qué estáis tratando hacer? ––Exclamó Elhos con toda su
furia.
––¡Estamos intentado detener el gran cataclismo, porque eso será lo que va a pasar si no
paráis de una vez! ––Replicó Terros alzando aún más la voz que Elhos.
––¿A caso nos estáis desafiando par de inútiles? ––Cuestionó Agos.
––¿Eres estúpido? ¿No eres capaz de ver lo que pasará si uno de nosotros muere? ––
Cuestionó Terros a su vez.
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Kinos ––que estaba sentada sobre una roca––, no perdía ni un solo detalle de todo lo
que ocurría ahí en ese mismo instante, estaba tan enfurecida por ver lo que estaban haciendo
sus hermanos que esperaba que se mataran entre ellos. En ese momento no veía a Fhiros
como su tan amado hermano, lo odiaba por haber tomado participación tan activa en esa
contienda.
––Patéticos seres... no merecéis ser supremos, esperaré impaciente a que os matéis y
entonces pondré equilibrio y orden a las cosas. ––Dijo apretando los dientes mientras se
levantaba de aquella roca. Hizo uso de su elemento y con la velocidad del mismo y
convertida en un cometa que despedía destellos multicolores, salió despedida estando a
años luz de Iniar en cuanto pasaron unos minutos. Su único objetivo en esos instantes era ir
lo más lejos posible, alejarse de todo y de todos, y sólo había un lugar que cumplía con
ambos requisitos, su mundo madre, el mundo en el que nunca se ponía el sol: Kin Exua ––
luz interminable––. Allí pretendía meditar y hallar la paz interior que tanto necesitaba, pues
había sufrido una gran decepción por parte de todos sus hermanos, en especial de Fhiros, y
la rabia que sufría actualmente la cegaba.
Incluso con el paso del tiempo su dolor y su pena ––al igual que su velocidad–– seguían
intactos, no había sensación ni pensamiento que pudiera hacerlos desaparecer, ni el brillo de
una estrella ni ningún recuerdo favorable. No se explicaba por qué había pasado todo eso,
por qué tendrían que haber hecho caso del maldito traidor de Noos; porque por más que lo
pensara, sólo llegaba a la conclusión de que por una vez Noos había conseguido su objetivo
de gobernar sobre los demás, pues los otros cuatro restantes hermanos habían actuado según
los deseos del guardián del vacío. El tiempo transcurría bastante despacio, o al menos esa era
la sensación que tenía Kinos mientras volaba en dirección a su mundo, casi como si estuviera
a punto de detenerse; también notaba dentro de sí que su dolor era una carga que se hacía
más pesada con cada segundo que pasaba, aunque podía combatirlo si pensaba que por otro
lado, veía pronta su llegada a Kin Exua, y podría curarse sin problemas, por lo tanto, así, su
dolor y su pena ––aunque no mucho–– eran más fáciles de acarrear.
Y por fin llegó el día tan esperado, tras haber estado unos años viajando a la velocidad
de la luz, los cinco soles blancos de Kin Exua iluminaron su cara, sintió un gran alivio que
reconfortó su apenado corazón, ya estaba en casa, en aquel mundo donde nunca se ponía el
sol, aquel paraíso en el cual no existían las sombras, donde la luz reinaba allá a donde se
caminara por su superficie. El agua era bastante escasa, pues era un mundo muy árido, casi
un desierto completamente, así que sólo había un gigantesco oasis que parecía un ojo, justo
en el mismo centro del planeta y que por alguna extraña razón nunca se había secado, y
lógicamente sólo había lluvias en esa zona del planeta. A pesar de la escasez de agua había
muchas criaturas que convivían allí en Kin Exua ––muchas, y muy variadas––. Kinos se
olvidó por un momento de todo, sintió una gran nostalgia pero a la vez un grandísimo alivio
pues ya había llegado al único lugar donde siempre encontraba la paz interior, él único lugar
en el que la luz brillaba con muchos colores al igual que todas sus criaturas, el único lugar en
el que en un pasado pudo aprender a ocultar su amor por Fhiros ––pues no creía muy
conveniente amar a tan sólo uno de sus seis hermanos––.
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criaturas marinas dentro de él, después sobrevoló en cuestión de segundos la superficie de
ese planeta, y lo único que pudo ver fue un gigantesco desierto, con sus criaturas y su escasa
vegetación. Le impresionó poder comprobar que a pesar del clima tan cruelmente caluroso
que había allí pudiera existir atmósfera ––y sobretodo que algunas criaturas pudieran vivir
allí––, aunque pensó que quizá al caer la noche se enfriaría la arena. Pero obtuvo otra
sorpresa, allí nunca se ponía el sol ––o al menos no todos los soles–– pues era un planeta del
cual eran cinco los soles regentes, y todos blancos. Por lo que decidió llamarlo Kin Exua, y
con ese calor tan reconfortante para ella decidió asentarse allí y convertir ese en su mundo
reino, pues no había nada como un buen baño de rayos solares en un lago para olvidarse de
todas las penas que pudieran amenazar un acongojado corazón.
Con el tiempo fue aprendiendo mucho sobre aquel planeta, lo primero de todo fue que
durante tres meses, el oasis de Kin Exua se evaporaba a casi la mitad y había lluvia, por lo
tanto, los baños no eran tan reconfortantes como de costumbre; el mismo lago del oasis
alimentaba a todo el planeta y a sus criaturas nutriéndolas con sales minerales, a pesar de ser
un gigantesco desierto, era como un árbol circular y colosal que cuidaba perfectamente de sí
mismo y de sus congéneres. Entre los últimos, estaba su fauna, que en su gran mayoría eran
reptiles de todo tipo de tamaño, acompañados por muchos tipos de insectos del tipo
arácnido, coleópteros y todo tipo de microorganismos. En cambio su flora, no era tan
variada, había tan sólo dos tipos de vegetales existentes allí ––muy parecidos a lo que hoy el
ser humano conoce como “cactus”––, de color marrón oscuro y rodeados por una extraña
flor blanca cuya forma era acampanada y prominente. Todo lo perteneciente a aquel mundo
y dicho mundo en sí, se mantenían en un equilibrio perfecto, todos formaban parte de uno
solo, ya fuesen los insectos más minúsculos o los peces más gigantescos jamás imaginados,
todos aportaban su parte al ser único que era el gran planeta desértico.
Así pues, con el regocijo de sentirse de nuevo en casa, Kinos decidió sentarse a meditar
sobre todo lo ocurrido desde el día en que su esencia formó parte del mundo material, algún
plan maquiavélico y maligno tuvo que haber desde un principio como para que Noos
quisiera gobernar sobre los demás, y para que además el fuese el descendiente directo del
principio de la existencia. Kinos se dirigió hacia la isla que formaba la pupila del ojo
gigantesco de Kin Exua, se sentó en el centro de la misma y comenzó a viajar a sus primeros
días de vida, en los cuales aún le sorprendía el brillo de las estrellas, la belleza que traía
consigo la noche fundida con esos millones de luces, la sensación tan placentera que se
sentía al observar cada una de las maravillas que traía consigo el Universo y la vida del
mismo; todo tipo de criatura, todo tipo de paisaje, infinidad de mundos por descubrir, todos
con su toque personal y especial, algunos conjuntos y otros individuales, sus ojos fueron
alimentados con las más grandes maravillas que jamás podría haberse llegado a imaginar.
Recordó los días en que comenzó a notar la llamada de sus hermanos, cada uno en una
punta muy lejana del Universo, pero todos acudieron a un mismo lugar y allí se conocieron;
de repente vino a su mente la primera impresión que tuvo de todos, algunos le despertaron
ternura, otros casi indiferencia, pero en concreto Noos no le inspiró mucha confianza, justo
al contrario que Fhiros que notó que algo de él lo atraía muchísimo.
Todos dieron muestra de sus esencias y sus elementos, mostraron de lo que eran
capaces y decidieron unir sus esencias para crear a sus veintiún hijos elegidos, cada uno de
ellos con la esencia de dos de ellos. Y una vez creados los veintiún hijos, todos hicieron un
juramento de estar siempre unidos con el fin de mantener en equilibrio el Universo entero y
marcharon con la sugerencia de encontrar cada uno un mundo reino y explorar cada rincón
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del Universo con el fin de tener más ideas y contarse sus propias experiencias. Regresó de
nuevo al día en que pisó por primera vez Kin Exua, y cuánta fue su alegría que corrió
alegremente hacia el mundo en que se reunieran todos para contar su experiencia y
compartirla con sus seis hermanos. Recordó también cómo su ruborizó cuando Fhiros le hizo
burlas al contar su experiencia con el planeta Kin Exua y se enamoró en secreto de él. Desde
aquel día se hizo más reservada y déspota en apariencia, pero sus sentimientos seguían
siendo los mismos. Sus recuerdos eran tan felices que no creía encontrar ni una sola razón
como para que las cosas pudieran ir mal, pero llegó en su recuerdo al momento en que se
pelearon por primera vez todos, y en ese mismo instante volvió a recordar porque estaba allí
sentada teniendo una tristeza tan inmensa en su corazón. Pero por más que quisiera no
hallaba la respuesta a la pregunta que le corroía por dentro: ¿por qué? Así pues siguió
viajando en el tiempo con su mente hasta llegar justo al momento que vivía en sus segundos
presentes y se preguntaba por que pasaba todo aquello, si se suponía que debería existir un
equilibrio absoluto entre todas las fuerzas y los elementos que concedían la vida.
Se dio cuenta de repente que ahí estaba la respuesta: porque todo debe estar en
equilibrio, debe haber un mal, un bien, y un punto intermedio que separe a ambos. Y fue
entonces cuando supo la razón de por que Noos fuese tan intensamente maligno: porque él
mismo era la reencarnación del vacío por el que ellos velaban en un principio, y su único
objetivo era destruir toda la creación hecha y por hacer en el Universo y hacer que todo
regresara al vacío de nuevo y así ser nuevamente un ser completo. Por tanto, la única
solución que tenía Kinos en ese mismo instante era absorber a Noos y adueñarse de su
esencia, sólo así el equilibrio no se vería roto. Pensó que podría resultarle demasiado fácil si
se unía a Fhiros y en ese mismo instante abrió los ojos de repente y su corazón latía
acelerado a tope; no se había dado cuenta hasta ese mismo instante, pero la esencia de Fhiros
estaba en peligro, notó que estaba allá en la lejanía, pero aún así notó que corría un
gravísimo peligro, pues sus hermanos Agos y Elhos lo perseguían con la única intención de
aniquilarlo; y sin pensárselo un instante se hizo etérea y transformó su esencia en una luz de
tal potencia que alcanzó tal velocidad que casi se igualó a la del pensamiento. En tan sólo
unos minutos llegó al lado de Fhiros lanzando un destello de luz tan intenso que dejó
completamente ciegos a los dos fraticidas mientras chillaban de dolor. Su ceguera no sería
para siempre, pero si duraría el tiempo suficiente como para que Fhiros pudiera escapar y
volver a recuperar una gran distancia de ventaja. Aunque viendo que no fue rematado y
escuchando los gritos de dolor su única reacción fue abrir los ojos para comprobar qué había
pasado ahí.
––Fhiros, creía que tú sólo podrías con estos dos alfeñiques… ––le dijo la angelical voz
de Kinos desde sus espaldas.
––Pero bueno, ¿Quieres cerrar el pico y ayudarme? ¿Es que no ves cómo me tienen? ––
Preguntó Fhiros algo nervioso e impaciente.
––Precisamente por esa posición tan sugerente en la que estás no te he liberado aún… ji,
ji, ji, ji…
La señora de la luz pudo reírse mucho y disfrutar con el gesto de la cara que hizo su
hermano acto seguido de comprobar por sí mismo la posición en la que estaba.
––Kinos… haz el maldito favor de ayudarme a liberarme… ––dijo mientras suspiraba
con fuerza y negaba con la cabeza.
––¡Pero qué prisas! ––Respondió ella con una pícara sonrisa. Y tras liberar a Fhiros sin
perder un instante, dirigió su mirada hacia Agos y Elhos y su sonrisa se desvaneció. Lo
único que sentía en ese instante era odio, un odio tan profundo que ni el vacío podría
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destruirlo, y la única idea que se le pasó por la cabeza fue darles golpes hasta matarlos. Y sin
perder un instante, utilizando la velocidad de su elemento comenzó a darle una sonora
paliza casi al mismo instante a sus dos hermanos; era tal la velocidad de sus puñetazos y
patadas que no podrían ser vistos con un ojo humano, tan sólo se escuchaba el sonido de los
golpes y los alaridos de los dos hermanos torturados, pero no se veían los golpes, tan sólo
las convulsiones de dolor causadas por el impacto de los golpes en los cuerpos de aquellos
hermanos fraticidas. Les dio golpes hasta hartarse y desahogarse lo suficiente, con lo cual tan
sólo le quedaba rematarlos y acabar con su agonía, y el primero en caer sería Agos.
––¡Detente Kinos! ––Intervino Fhiros.
––¿Por qué? ¿Han estado a punto de matarte y aún así pretendes perdonarles la vida?
––Replicó Kinos para convencer a su amado hermano.
––Si matas a uno de los dos y no eres capaz de absorber su esencia será el fin del
Universo entero, piénsalo bien…
––Eso no pasará Fhiros, porque tengo la capacidad suficiente como para absorber la
esencia de ambos. ––Dijo Kinos tras reflexionar un instante, pero no parecía querer cambiar
de opinión al respecto.
––Y ambos sabemos que a la única a quien engañas con esas palabras es a ti misma.
Kinos no podía quitarle la razón a su hermano, y le daba rabia, se sintió tan frustrada
que lo único que pudo hacer fue darles el golpe de gracia a sus hermanos pero de tal forma
que los dejara vivos. Tras hacer grandes esfuerzos por no darles un último golpe para matar
a sus hermanos y tranquilizarse, dibujó una sonrisa en la cara y cogió a su hermano Fhiros
ayudándole a llegar hacia su destino, el mundo ardiente de la llama pálida, que aunque
parecían estar cerca, a Kinos se le hizo eterno el viaje hacia el mundo reino de su hermano;
sus heridas eran bastante graves y debían ser curadas ––o al menos tratadas–– de inmediato.
La señora de la luz notó un grandísimo alivio cuando pasado un tiempo Fhiros le dijo que
ese era el planeta de fuego y tenían que aterrizar allí. Nada más tomar tierra Kinos notó que
su hermano se dejaba caer de rodillas; vio que una bestia de fuego y un enorme pájaro en
llamas no tardaron en acudir en ayuda de su padre, lo apoyaron en ellos para que pudiera
reincorporarse sobre sus pies y lo guiaron hacia un gran altar dentro de una cueva, en cuyo
centro bailaba una gigantesca llama pálida. El altar estaba compuesto por una extensa sala
abovedada y en su centro había un brasero que sostenía la llama, y justo debajo del mismo
había un trono donde dejarían al señor del fuego descansar y recuperarse el tiempo que
hiciera falta. Kinos pudo prestar más atención al aspecto que presentaba Fhiros y comprobó
horrorizada que podría haber muerto si hubiera tardado tan sólo unos minutos más; miró
hacia los dos seres elementales a los que su hermano llamaba hijos, y sintió ternura al ver la
expresión desencajada en sus rostros a causa de una gran impotencia.
––¿Qué os pasa hijos míos? ¿Por qué esa expresión tan grave en vuestras caras? ––Dijo Fhiros
usando la voz mental.
––Padre, no malgastes fuerzas, estás moribundo. ––Sugirió la bestia ardiente sin perder
un instante.
––Je, je… no te preocupes, estoy muy maltrecho, pero tengo la suficiente energía como para por
lo menos hablar mentalmente, no voy a morir por algo tan insignificante.
––¿Quién te hizo esto padre? ––Preguntó el pájaro de fuego.
––Digamos que fueron dos personas a quienes podéis llamar tío, sus nombres son Agos y Elhos. –
–Respondió Fhiros sin perder la sonrisa de su cara. A Kinos le sorprendía mucho el que su
hermano sonriera de corazón a pesar de estar en esa situación tan adversa. Como también le
agradaba ver cuánto le querían sus hijos, pues tras decirles sus últimas palabras, a pesar de
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sentir miedo también eran capaces de sentir ira por ver a su padre así. Sin darse cuenta sus
ojos se fueron hacia Fhiros y lo miraba con fijeza. ¿Por qué tiene que estar ocurriendo esto? ––se
preguntó dando comienzo a un monólogo interior–– Me pregunto que ocurrirá a partir de ahora.
Las cosas van a cambiar mucho entre nosotros, de eso estoy segura… pero… ¿Qué nos ocurrirá? La
verdad es que sinceramente sólo me preocupa Fhiros. Esta claro que esos dos volverán a cobrarse su
venganza, si me hubiera dejado matarles… Me pregunto si sobreviviremos… Me pregunto si el propio
Universo no está ya condenado a desvanecerse, pues el equilibrio está perdido… no queda mucho más
tiempo, tenemos que hacer algo… ¡Y ya!
Tras ese pequeño monólogo, la señora de la luz decidió quedarse con su hermano para
ayudarle en lo que pudiera hasta que se recuperara. El tiempo siguió su curso y con este la
naturaleza del plano físico también, las heridas de Fhiros comenzaron a sanar ––lentamente,
pero de forma eficaz––. Kinos se sentía cada día más aliviada por ver cómo se recuperaba su
amado hermano. Fhiros no tardó más de una semana en poder volver a hablar con su propia
boca, y no mucho más en poder volver a caminar ––eso sí, apoyado en un bastón de piedra,
pero al fin y al cabo caminando de nuevo––. Kinos se sentía muy esperanzada y alegre al ver
la fortaleza del señor del fuego. Los días pasaban muy rápido a su lado y se hacían muy
entretenidos; hablaban de muchas cosas, y siempre con largas y extensas conversaciones; casi
nunca discutían, y si llegaban a hacerlo no se llegaban a enfadar por mucho tiempo, ambos
tenían un carácter muy fuerte, pero a la vez un corazón de oro repleto de buenos
sentimientos. Así pues, con tanto tiempo juntos y sin separarse a penas, una cosa llevó a la
otra, y Kinos comenzaba a notar que sus sentimientos más profundos por Fhiros
comenzaban a salir a flote, y por lo que pudo observar, él también sentía por ella lo mismo, y
una buena tarde, mientras caía el sol, estando sentados en su lugar favorito ––el borde un
acantilado que estaba a penas a cinco kilómetros del altar de la llama pálida––, ella se
decidió a dar el primer paso.
––Fhiros, ¿tú has sentido alguna vez que estás muy bien cuando estás con uno de
nosotros y no quieres separarte nunca de él pues sientes una chispa entre vosotros? ––
Preguntó Kinos intrigada y algo acobardada.
––¿Te refieres a que sientes que amas a esa persona por encima de los demás, y sólo eres
feliz cuando estás a su lado? ––Preguntó Fhiros a su vez.
––Sí. ––Replicó la señora de la luz con el corazón latiéndole a mil.
––Sí, me pasa con una de mis seis hermanos.
––¿Sí, y quién es?
––Terros. ––Agregó Fhiros con una sonrisa y una expresión muy jocosa en su rostro.
––Ah… vaya… ––añadió Kinos agachando la cabeza.
––¡Pero qué tonta eres! ¡Ja, ja, ja! ––Exclamó Fhiros besando los labios de Kinos con
pasión. Tras un largo beso y unas pequeñas burlas por importunar a Kinos al verla llorar por
el mal rato que había pasado por una broma tan pesada, ambos hermanos se juraron amor
eterno sin importarles nada ni nadie y pactaron un juramento eterno de unión entre los
mundos Alux Fhir y Kin Exua en busca de preservar el equilibrio y la paz en el Universo.
Desde aquel día, la señora de la luz notaba que el sol de Alux Fhir brillaba de otra forma, y
con más intensidad, la vida le parecía maravillosa, y cada segundo al lado de Fhiros y los
suyos eran una bendición que se convertiría en sus preciados recuerdos. Las cosas entre ellos
no habían cambiado mucho ––excepto que hacían el amor tanto en el plano material como el
inmaterial muy repetidas veces––, seguían tratándose igual, discutiendo de vez en cuando,
teniendo esas charlas tan largas y amenas que tenían siempre y por si fuese poco no notaban
que se cansaban la una del otro, siempre querían estar juntos y pasar el mayor tiempo
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posible compartiéndolo con su pareja. Se amaban con devoción y locura, y eran
inmensamente felices, tanto, que les parecía que ya nada ni nadie podría estropearles su
felicidad, llegaron incluso casi a olvidarse de Agos y Elhos, aquellos que seguramente
querrían acabar con ambos. Aunque les parecían una amenaza tan sumamente insignificante
que decidieron que seguirían juntos esperando a que volviesen en busca de más batalla, de
todas formas el resultado sería favorable para ellos, pues no estaban en minoría numérica,
ahora serían dos contra dos. Se respiraba paz y tranquilidad en Alux Fhir, y a la pareja sólo
les importaba estar juntos y ser felices estándolo, no parecía que el Universo peligrara, todo
parecía estar en un orden inquebrantable, así que lo único que habría que hacer es vivir
tranquilamente la existencia, y lo mejor de todo, Fhiros ya casi estaba curado.
Pero un día, mientras Kinos dormía placenteramente entre los brazos de su amado, dos
esencias de rango superior se desvanecieron y una aún más poderosa las sustituyó a ambas.
La existencia entera tembló de pánico al notar esta sustitución tan extraña, pero a la vez tan
amenazadora.
––No es posible... ––susurró Fhiros tras despertar con el corazón latiéndole a mil por
hora.
––Tú también lo has notado, ¿verdad? ––inquirió Kinos muy tranquilamente. Vio como
respuesta que su amado la miró a los ojos muy preocupado. Ella comprendió que había que
tomar una decisión de inmediato. ¿Qué hacemos Fhiros? ¿Esperamos a que llegue esa
energía para enfrentarnos a ella o huimos? ––Preguntó.
––Kinos... ve a tu mundo de luz, y prepara a tus hijos para la guerra, pues eso es lo que
nos espera, estallará una guerra de forma inminente. ––Replicó tajante el señor del fuego.
––Pero Fhiros, no puedo dejarte solo, aún no te has curado del todo tus heridas ¿Y si
vienen Elhos y Agos para acabar contigo?
––No lo harán Kinos, no te preocupes por eso, no lo harán... ––expuso con sus ojos
ardiendo con un fuego escarlata.
––Padre, debemos prepararnos, ––dijo Isiras irrumpiendo repentinamente en la sala––.
No sé por qué pero presiento que se avecina una gran tormenta de acontecimientos...
––Prepara a todos los habitantes de Alux Fhir, voy a hablar con todos ellos, reúnelos
frente al altar de la llama pálida, en cuanto todos estén reunidos, avísame. ––Ordenó Fhiros
autoritario. Kinos miró a los ojos de Fhiros y vio sorprendida algo que jamás se le hubiera
pasado nunca por la cabeza pensar de él: odio. De repente, tuvo un mal presentimiento y
temió no volver a ver a Fhiros si se marchaba.
––Fhiros, creo que lo mejor es que me quede contigo aquí. Juntos lograremos vencer a
esa fuerza. ––Dijo intentando persuadir a su amado.
––Kinos... vete al mundo de luz y tráete a sus habitantes, rápido, cuantos más seamos,
mejor... tengo un presentimiento muy malo... ––sugirió Fhiros sin ni siquiera mirarla, con la
vista posada en el horizonte.
––Yo también tengo un mal presentimiento, por eso no quiero irme y dejarte solo,
estarás desprotegido. ––Dijo Kinos empecinada en su intento de persuadir al señor del
fuego, y viendo que no atendía a razones, se le acercó y le besó con pasión y dolor en su ser.
Te amo... ––le dijo mientras una lágrima resbalaba por su mejilla izquierda.
––No pasará nada, todo saldrá bien... ve a por tus hijos y tráelos aquí, entonces
podremos defendernos a nuestras anchas, ¡corre! ––Urgió Fhiros tras haber sonreído
mientras hablaba. Sin pensárselo un instante, y viendo que no podía hacer nada más por
convencer a su tan amado hermano se hizo etérea y emprendió el vuelo con toda su potencia
y velocidad hacia Kin Exua.
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El viaje se presentaba largo, si angustioso fue llevar a Fhiros hacia su planeta para que
pudiera sanar con el tiempo corriendo en su contra ––contando con que estaban
relativamente cerca de la meta––, más desesperante y angustioso era el pensar que tenía que
llegar a Kin Exua, preparar a su ejército y volver de nuevo al planeta ardiente ––y en ese caso
el tiempo corría aún más deprisa en su contra––. Kinos devoraba miles y miles de kilómetros
en fracciones de segundo, allá por donde pasaba, tan sólo se podía percibir un leve destello
de luz más fugaz que las milésimas de segundo. Pero esta velocidad aún no le parecía
suficiente; tendría que aumentar aún más su velocidad si quería que todo saliese bien, daba
igual el gasto de su energía, ya tendría tiempo de descansar cuando acabara la batalla que se
libraría en breve. Rabia, ira, odio, frustración, desesperación, dolor, angustia… todo este
cúmulo de sensaciones y sentimientos unidos por si fuese poco a un fuerte presentimiento
de que Fhiros moriría antes de que ella llegara en su ayuda hacían que el viaje de ida hacia el
mundo de la luz fuese un auténtico calvario. Así pues, no pudiendo aguantar más y llorando
de desesperación y estando ya casi en un estado de locura transitoria presa del pánico, Kinos
aumentó su velocidad a la máxima potencia que le permitía su poder. Se le vino a la mente
de forma repentina la imagen del ojo formado por el lago de su planeta reino, y por primera
vez en la historia del Universo se manifestó la velocidad más rápida que ha existido jamás, la
única velocidad que no puede ser rebasada; rompió la barrera del espacio y el tiempo,
alcanzando la velocidad del pensamiento colisionando de forma brutal y apoteósica en el
centro del gran lago que formaba el ojo de Kin Exua quedando inconsciente.
Los exues, que ya habían notado algo se aterrorizaron ante aquel estrépito que se formó
cuando su diosa y protectora colisionó de forma tan bestia en el lago. Todos los seres de
aquel planeta notaron que algo malo pasaba, y sin pensárselo un instante emergieron desde
las profundidades de la tierra, y junto a ellos unos seres que Kinos no había visto en todos
los milenios desde que pisó este planeta surgieron también desde las profundidades de la
tierra; un ejército de millones de bestias mitad humanoide mitad escorpión poblaron todo el
planeta de forma repentina; su aspecto era fiero y agresivo, daban la impresión de que
podrían arrasar todo a su paso, su piel humanoide era marrón oscura, y sus ojos amarillos,
mientras que su parte de escorpión era de un tono azul plateado; entre todos ellos había uno
que destacaba, al contrario que los demás, su parte arácnida era dorada. De repente, como si
de una orden coordinada y ensayada a la perfección se tratara, todos comenzaron a tornarse
etéreos junto a los seres conocidos del planeta, y aquel día Kin Exua no sólo brilló por la luz
de sus cinco soles, aquel día brilló con todo el esplendor de la luz gracias a todos sus
habitantes que se habían vuelto formas etéreas de luz. Millones y millones de luces de todos
los tamaños alumbraron con más fuerza e intensidad de lo que jamás cabía imaginar, nadie
sería capaz de acercarse a ese mundo en aquellos instantes a menos de miles de kilómetros
sin tener que cerrar los ojos, y aún así, les resultaría difícil acercarse por el dolor que les
causaría en los ojos el brillo de las luces.
Todos esperaron varios días hasta que Kinos despertó y recupero la consciencia, que al
ver aquel panorama no tardó en reaccionar y recordar lo que había pasado.
––¿Entonces, he llegado a Kin Exua?, ¿cuándo? ––Se preguntó confusa.
––Sí, madre… colisionaste de forma bestial contra el lago, y has estado varios días
inconsciente. ––Respondió el más grande y poderoso de todos los hombres escorpión.
––¿Quién eres y cuándo has llegado aquí? ––Preguntó aún confusa.
––Mi nombre es Elt, y llevo aquí desde mucho antes de que tú llegaras, no soy más viejo
que tú, pero tampoco tan joven. ––Replicó el hombre escorpión con solemnidad.
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––¿También eres capaz de leer el pensamiento?
––No sé leer el pensamiento, pero si puedo deducirlo por tu forma de actuar y la
expresión de tu cara y ojos.
––¿Desde cuando podéis adoptar forma etérea? Creía que tendría que enseñaros.
––Lo aprendimos de ti, te hemos observado desde el primer día que llegaste a Kin Exua
mi diosa, y lo hemos estado aprendiendo en secreto poco a poco hasta enseñar a todos los
habitantes.
––Interesante…
––¿Por qué has venido tan alterada y a tanta velocidad?
La expresión dubitativa de Kinos cambió rápidamente a una de un susto por haberse
acordado de algo de vital importancia.
––Rápido, organiza a todos los seres de este planeta que puedan ser útiles para luchar.
––Ordenó nerviosa.
––Ya estamos todos preparados desde hace días mi diosa. ––Replicó el hombre
escorpión.
––Sois rápidos, e inteligentes, lo habéis deducido todo desde que colisioné.
––También hemos notado una omnipresente fuerza maligna mermando el equilibrio del
Universo y decidimos prepararnos para lo que pudiera pasar, y al verte colisionar
deducimos que estábamos en problemas y decidimos prepararnos. Tan sólo nos queda acatar
tus órdenes, pues ya estamos listos para la acción mi diosa. ––
Kinos notó vibrar su ser interior con esperanza y sonrió por un momento, no se
preocupó ni por recuperarse un poco, ya estaba todo decidido, ahora tan sólo quedaba el
viaje de vuelta.
––¿Sabéis volar? ––Preguntó con una sonrisa arrogante.
––Como auténticos destellos de fugaz luz… tan sólo dirígenos y nosotros te seguiremos
a donde vayas. ––Replicó Elt deseoso de ponerse en acción. Sin mediar más palabra Kinos se
desvaneció en un parpadeo y los exues le siguieron desvaneciéndose como si nunca
hubieran estado allí. En cuestión de pocos segundos la única vida que quedó en Kin Exua era
la vegetal.
La diosa luz pudo comprobar orgullosa que sus hijos le seguían sin ningún problema, la
velocidad no les resultaba un problema, eran seres fuertes y tenaces, pero si seguían ese
ritmo su energía se agotaría en seguida y llegarían exhaustos a Alux Fhir. Así que la única
solución que quedaba era volver a alcanzar la velocidad del pensamiento, pero esta vez lo
tendría más difícil, pues tenía que transportarlos a todos a la vez y no tenía tiempo para
hacer pruebas, tendría que ser en el mismo primer intento, si no lo conseguía podría no
volver a tener la oportunidad de usar dicha velocidad en bastante tiempo. Ideó un plan lo
más rápidamente posible y sin dudarlo un instante quiso que Elt fuese consciente de él.
––Elt, escúchame atentamente… ––ordenó mediante la voz mental.
––Sí, señora. ––Replicó el hombre escorpión siempre dispuesto a acatar órdenes.
––Voy a usar un tipo de velocidad que sólo yo puedo alcanzar, pero tengo que llevaros a todos con
esa velocidad, así que tendréis que agarraros a mí.
––Como tú ordenes mi señora.
Seguidamente Elt se las apañó para poder transmitirles el mensaje a todos mediante la
voz mental, y poco a poco todos captaron el mensaje y fueron acoplándose y agarrándose
unos a otros de las manos, las patas, las colas, todo a lo que se pudieran aferrar para
asegurarse que estaban bien sujetos. Cuando ya estuvieron listos, dieron la señal de que ya
estaban preparados, y sujetos, Elt se cogió de la mano de su diosa y le dejó claro que ya
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estaba cumplida esa parte de la misión, ahora le tocaba el turno a ella. Kinos cerró los ojos y
se concentró, intentando visualizar un lugar lo suficientemente cercano a Alux Fhir y a la vez
lo suficientemente alejado como para no colisionar como pasara en Kin Exua. Se intentaba
concentrar pero no podía enfocar una imagen nítida y clara, de repente, otra conmoción en el
equilibrio del Universo se notó y dos energías muy poderosas se desvanecieron dejando
paso a una sola aún más fuerte. Kinos temió por Fhiros, algo le decía que ambas energías
eran Agos y Elhos, y también hubo algo que le decía que Fhiros moriría pronto, y no tardó
mucho tiempo más en notarse que otra energía muy poderosa se desvanecía junto a la que
había aparecido hacía unos segundos y ambas dejaban paso a otra aún más poderosa que las
tres originales juntas. La diosa luz sabía que era la de su amado esa última energía que se
había desvanecido. ¡Fhiros! ––exclamó con todas sus fuerzas apareciendo a pocos kilómetros
de la nueva energía que había nacido hacía poco, que casualmente estaba muy cerca de Alux
Fhir.
Kinos y sus hijos frenaron en seco, y lo primero que vieron fue un hombre de
imponente imagen y arrogante semblante. Había algo muy extraño en aquel hombre
misterioso y tan poderoso, la diosa luz podía jurar que tenía rasgos faciales de Fhiros, pero a
la vez también tenía rasgos muy característicos de Agos, y algún que otro detalle de Elhos.
––¿Quién eres tú? ¿Qué le has hecho a Fhiros maldito bastardo? ––Exclamó la señora de
la luz muy ofuscada.
––Hmm... digamos que… he absorbido su esencia… ––replicó de forma arrogante y
presuntuosa este misterioso ser.
––Maldito seas Agos, acabaré contigo, ¡aunque sea lo último que haga en mi existencia!
––Perdona preciosa… pero creo que te confundes de ser… mi nombre es Fireldhos…
––¡Me importa un bledo tu maldito nombre! ¡Sé quién fuiste, quién eres y lo que serás
en un futuro para nada lejano! ¡Te reduciré a cenizas!
Acto seguido Kinos se lanzó al ataque con tal rapidez que Fireldhos no pudo ver venir
el primer golpe, lo cual le hizo que su reacción fuese quedarse extasiado, más por la
decepción de no haber podido bloquear ese golpe que del propio golpe en sí. Una Kinos
colérica comenzó a golpear a diestro y siniestro unos golpes tan potentes que creaban
heridas graves en el cuerpo de Fireldhos, los hijos de esta contemplaban la escena atónitos y
verdaderamente aterrados al comprobar el alcance del poder y la velocidad de su diosa
madre; sus golpes eran asestados a la velocidad del pensamiento, nadie podría ser rival de
esta diosa, ya que nadie podría equiparar esta velocidad por muchos eones de tiempo que
pasaran, la velocidad del pensamiento era la única que no podía ser bloqueada.
De repente un ejército de millones de sombras surgió sin previo aviso y atacaron a todo
aquel que encontraron a su paso, ni Kinos pudo detener los primeros golpes que recibió ––
los cuales le alejaron de su víctima––, no pudo parar los golpes que recibió por todos los
flancos, la rodearon y la acribillaron a golpes, pero ella sólo pensaba en una cosa: matar a
Fireldhos, así que cuanto más lo alejaban de él y más le impedían cumplir su venganza más
frenética se sentía, y cuanto más frenética se sentía más poder rebosaba. Comenzó a bloquear
algunos golpes, pero seguía recibiendo bastantes, estaba encerrada en una esfera creada por
sombras que la golpeaban una y otra vez sin cesar, sin dejarle aliento para recuperarse, así
pues, inconscientemente se hizo etérea y comenzó a brillar con una fuerza y una intensidad
inimaginables. ¡Ya está bien! ¡Juro que a partir de hoy acabaré con todas las sombras! Podéis
llamar a este día… ¡La extinción de las sombras! ––exclamó con toda su furia estirando todas
las extremidades posibles de su cuerpo mientras se convertía en una auténtica supernova de
luz que con una explosión arrasó con todas las sombras de millones y millones de kilómetros
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circulares de toda aquella galaxia.
Su objetivo ahora estaba libre y podría seguir con su tarea, Kinos no reparaba ni en sus
hijos ni en los daños causados por su explosión de luz, ni en nada, tan sólo quería venganza
y la muerte de Fireldhos. Así pues, se lanzó de nuevo al ataque llevándose la desagradable
sorpresa de que en esa ocasión aquel golpe y los siguientes fueron bloqueados con total
facilidad y sin a penas pestañear. La diosa luz no podía creerlo, aquel ataque infalible que
había sido encajado a la perfección ahora había sido bloqueado con más perfección aún.
––Te preguntas cómo ha sido posible, ¿verdad? Muy fácil… ahora soy un dios tres veces
más poderoso, tres veces más rápido, y tres veces más adaptable a cualquier situación… mi
ojo se ha acostumbrado a tu velocidad... ––explicó Fireldhos sin perder ni un ápice de
arrogancia en la voz. A continuación, Kinos recibió la paliza de su vida, su rival no era capaz
de alcanzar la velocidad del pensamiento, pero si era lo suficientemente rápido como para
no dejarla respirar a penas entre golpe y golpe. Intentó bloquear todos los golpes posibles,
pero no pudo aguantar mucho, así que lo único que pudo hacer fue lanzar un enorme
destello cegando a su rival y salir huyendo de allí lo más rápidamente posible, y el único
lugar que tenía para esconderse era Alux Fhir. Cuando alunizó allí, contempló horrorizada
el panorama; era un auténtico caos, se notaba que se había librado una batalla de
percepciones épicas. Millones y millones de cadáveres estaban tirados por todo el suelo del
planeta ardiente; había aluxes, laksaeres y ksaeritas. Algunos de los cuerpos estaban enteros,
pero la gran mayoría había sufrido una cantidad enorme de desmembramientos.
Buscó preocupada intentando encontrar los cuerpos de Fhiros, Isiras y Laruk, pero no
hubo buen resultado hasta que llegó al gran altar de la llama pálida. Allí se encontró el
cuerpo petrificado y sin vida de Isiras sumergido dentro de la llama pálida. Se le notaba que
estaba muerto, pero aún así, parecía que aún seguía vivo y desafiante, como si intentara
avisar a los enemigos que la fuerza de los aluxes era inextinguible. Sintió mucha pena por él,
pues le tenía un gran cariño, llegó a verlo como su hijo adoptivo. Siguió buscando y a pocos
metros de la estatua de Isiras encontró el cuerpo congelado y sin vida de Fhiros, empalado
por dos lanzas de hielo que atravesaban su cuerpo crucificándolo además dentro de un
rombo de hielo. Aquella imagen hundió por completo a la diosa de la luz que cayó de
rodillas llorando angustiosamente en el mayor silencio posible. Los supervivientes de
aquella batalla y los exues pudieron notar el dolor y la desesperación de Kinos. De repente
dio un alarido de furia y dolor que se escuchó por todo Alux Fhir y llenó de pena a todos los
presentes allí y en las cercanías ––exceptuando, claro está, al dios Fireldhos–– y remontó de
nuevo el vuelo para matar al asesino de su amado que la esperaba pacientemente con una
sonrisa diabólica en sus labios y una expresión de sadismo demente en la mirada. Esperó
hasta tener a su enemigo justo delante para asestarle un golpe letal, y en el momento preciso
que iba a golpearle, una gigantesca sombra de ojos amarillos y grandioso cuerpo emergió de
la nada y la golpeó con brutal fuerza, lo siguiente para la diosa luz fue el silencio y la
oscuridad total.
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CAPÍTULO 7.
LOS VEINTIÚN ELEGIDOS.
S iete seres de gran poder fundieron sus esencias tras haber decidido de forma unánime
que querían un hijo creado conjuntamente con cada uno del resto. Y así pues, nacieron
aquellos a los que elegirían como guardianes del equilibrio universal en el hipotético caso de
que ellos mismos fallaran en este cometido por cualquier razón. Los siete elementos se
fundieron con el resto, dando vida a veintiún seres especialmente poderosos y diferentes
entre ellos, cada cual con dos habilidades de entre las siete y como híbridos que eran de dos
elementos tras sus nombres propios se les puso la partícula ‘Dur.
Terros fue la primera de los siete en ofrecer su elemento como base; junto a Agos dio
vida a Te Raxa’Dur, junto a Fhiros dio vida a Te Im’Dur, junto a Elhos se la dio a Te Ro’Dur,
después con Obsos se la dio a Te Is’Dur, siguiendo con Kinos que le dio luz a Te Da’Dur,
finalmente con Noos le dio vida a Te Mi’Dur.
El siguiente en ofrecerse fue Agos; que junto con Fhiros dio vida a Il Kaum’Dur,
siguiendo con la ayuda de Elhos con el que le dio vida a Il Osdar’Dur, junto a Obsos dio
vida a Il Aka’Dur, con Kinos a Il Estar’Dur, y finalmente con Noos a Il Arun’Dur.
El tercero que se ofreció fue el señor del fuego, Fhiros; que junto con Elhos le dio la vida
a Al As’Dur, siguiendo con la ayuda de Obsos con quien hizo nacer a Al In’Dur, junto a
Kinos le dio la vida a Al Axa’Dur, y por último junto a Noos le dio la vida a Al Krayi’Dur.
Siguiendo al señor del fuego, vino el señor del aire, Elhos; que junto con la esencia de
Obsos creó a Am Dayi’Dur, después junto con la de Kinos a Am Seleti’Dur, y para seguir con
la misma línea principal, finalmente junto con Noos, le dio vida a Am Kaor’Dur.
El siguiente fue Obsos; que junto con Kinos creó a Es Du’Dur, y con Noos a Es Tra’Dur.
Por último llegó la esencia de Noos como base; que unió su esencia con la de la señora
de la luz, Kinos, para crear al último de los veintiún guardianes: Ak Dhura’Dur.
Cada uno de estos veintiún recién nacidos tenían aspecto de ser jóvenes de veintiún
años, y aunque todos tenían sus rasgos físicos únicos, también algunos tenían algo en
común, un rasgo que también los identificaba como hijos directos de cada uno de los siete
supremos. Cada uno de los hijos directos de Terros tenían los ojos de color marrón oscuro,
los cabellos formados por ramas de árbol y su piel era también de color marrón oscuro como
el barro; cada uno de los hijos de Agos tenían los ojos azul claro y el color de su piel era clara
como la azucena; los hijos de Fhiros tenían los ojos de color amarillo fulgurante y el tono de
su tez era broncínea como el cobre; los hijos de Elhos de color verde y la piel con un ligero
tono azulado como el cielo; los hijos de Kinos de color blanco y la piel amarilla como el
limón; los hijos de Obsos de color violeta y su dermis era negra como la noche; y finalmente,
el único hijo directo de Noos, tenía los ojos de color gris y su piel era pálida como la de un
muerto. Y las diferencias eran notables en la forma del cuerpo, el color del cabello y la
personalidad de cada uno.
92
Te Raxa’Dur era un hombre de complexión delgada y no muy alto, su corto cabello de
ramas era de color marrón oscuro y su carácter era neutral, aunque a veces podría tener
arranques espontáneos tanto de ira como de bondad; Te Im’Dur era una mujer rechoncha y
algo bajita, su cabello era largo y anaranjado, casi siempre se estaba riendo; Te Ro’Dur era un
hombre fornido, de expresión facial dura, su cabello era de color verde mohoso y siempre
estaba serio; Te Is’Dur era una jovencita de estatura normal y cuerpo esbelto, su fino rostro
denotaba bondad, tenía una larga cabellera negra y como persona era muy cariñosa; por otro
lado Te Da’Dur era alguien también de estatura normal y de cuerpo fibroso, su cabello era
dorado largo y rizado, casi siempre bromeaba; la última de elemento tierra, Te Mi’Dur era
una mujer también de cuerpo fibroso, muy alta, de expresión arrogante, cabello gris largo y
enraizado simulando unas trenzas, era bastante reservada y siempre tenía una sonrisa de
confianza en el rostro.
Il Kaum’Dur era un joven fornido y de estatura mediana, de cabellos cortos color violeta
oscuro, con una ligera calva en la zona trasera del cráneo. Su expresión era la de una persona
pasiva y casi siempre permanecía en ese estado: pasivo; Il Osdar’Dur era una jovencita muy
apetecible a la vista, de cabellos cortos y con muchos tirabuzones de color turquesa. Siempre
tenía una pícara sonrisa en la boca y su carácter era bastante picante no dudaba en decir
obscenidades de forma espontánea si se le venían a la cabeza; Il Aka’Dur era un hombre
bastante alto de cabellos de color violeta oscuro, cortos y rígidos. La expresión de su rostro
era agria y casi siempre estaba de mal humor y maldiciendo todo lo que le rodeaba por algo;
Il Estar’Dur era una mujer normal en todos los aspectos, de cabellos muy cortos cuyo color
era como la vainilla. Casi siempre solía estar encerrada en una pompa de sus pensamientos y
no le prestaba la menor atención a las cosas a menos que fuesen muy importantes; mientras
que Il Arun’Dur era un hombre de mirada atenta, cabellos cortos con una ligera cresta color
celeste, era muy alto y parecía ser muy prepotente. Su carácter era arrogante y siempre se
enfadaba con la más mínima broma.
Al As’Dur era una mujer muy alta y guapa, de cabellos largos y pelirrojos y una mecha
verde en el flequillo, su rostro denotaba que era una persona fría, pero a la vez tenía una
sonrisa que inspiraba confianza, su carácter era bonachón y animado; Al In’Dur era un
hombre bajo y fuerte, sus cabellos de color escarlata eran muy largos y lisos, era tan serio
que ni las facciones de su rostro podían disimularlo; Al Axa’Dur era un hombre de estatura
y cuerpo normal, de mirada seria y profunda, sus cabellos eran una media melena blanca y
rizada, era de carácter reservado, pero siempre pretendía ayudar a los demás; Al Krayi’Dur
era una mujer de estatura y cuerpo normal, no era muy bella, sus cabellos eran de color
fucsia y ligeramente ondulados, su carácter podría resultar agrio, pero a la vez resultaba una
persona muy protectora y amable en el fondo de su corazón.
Am Dayi’Dur era una joven de extraordinaria belleza y despampanante cuerpo, cabellos
cortos y rizados de color turquesa casi siempre tenía un carácter que solía animar a todo
aquel que estuviera con ella; Am Seleti’Dur era un joven no muy guapo, de complexión y
estatura normal, de cabello corto de color verde esmeralda y su carácter era el de una
persona bastante equilibrada; Am Kaor’Dur era una mujer esbelta y ligeramente bajita, de
cabellos cortos y lisos cuyo color era verde grisáceo. La expresión de su rostro siempre era
divertida, y casi siempre estaba haciendo travesuras o haciendo rabiar a alguno de sus
hermanos.
Es Du’Dur era un hombre de cabellos cortos con un tono azul tan oscuro que podría
confundirse con el negro fácilmente. Bastante delgado con el cuerpo hecho en pura fibra, era
considerablemente alto y su carácter podría resultar bastante pesimista o bastante optimista
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según se encontrara de ánimos; Es Tra’Dur era una joven que no era ni muy fea ni muy bella,
su cuerpo no era tampoco ni muy despampanante ni muy feo, sus cabellos eran ondulados y
negros con algunas canas, parecía tener más edad de la que aparentaban el resto de sus
hermanos y su carácter podría llegar a ser bastante irascible si se lo proponía.
Por último, Ak Dhura’Dur era un joven de musculatura desarrollada, de estatura
normal, larga melena erizada de color plateado, su semblante era serio y de carácter era muy
reservado, sólo habla cuando creía que realmente debía hacerlo.
Una vez que fueron creados, los veintiún elegidos recibieron las alabanzas de sus
padres, y les fue encomendada una importante misión por estos mismos que los crearon. A
partir de aquel día, no sólo serían los suplentes de sus padres en el caso de que fallaran en el
custodio del equilibrio del Universo, también se convirtieron en los guardianes absolutos de
aquel paraíso en el que fueron creados: Iniar, el planeta de reunión.
Se sentían los privilegiados por ser ellos quienes serían los sustitutos de sus padres, se
sentían orgullosos por tener bajo su custodio un tesoro tan preciado como les era su tierra
natal, y se sentían invencibles pues nada podía separarlos, su unión era completamente
perfecta. Los veintiuno estaban en perfecta sintonía entre ellos ––estaba claro que también
tenían una gran unión con sus padres y tíos, pero no tan perfecta como con el resto de sus
hermanos––, y su equilibrio era inquebrantable, por lo tanto su fuerza era ilimitada.
Durante eones de tiempo custodiaron con orgullo y felicidad el equilibrio de Iniar,
presenciaron la gran maravilla de la creación de otros seres en vivo y directo, y
contemplaron alegres las reuniones de sus padres y tíos en las cuales se contaban
experiencias nuevas cada vez que se reunían ––ya que tras cada reunión pasaban unos pocos
miles de años antes de la siguiente––. Nada parecía poder estropear aquel equilibrio tan
magnífico y aquella felicidad tan enorme que conllevaba la paz, creían que seguirían así por
toda la eternidad. Pero un día, se dieron cuenta de que efectivamente, la nada, pudo
arrasarlo todo a su antojo; el supremo señor del vacío, Noos, reveló sus verdaderas
intenciones, y comenzó una singular disputa de percepciones épicas con Fhiros ––que por
otra parte les pareció absurda a los veintiún elegidos––, en la que todos los seres del planeta
Iniar se vieron involucrados; murieron casi en su totalidad por el devastador poder de la
discordia. Por primera vez contemplaron a un Fhiros enfurecido y convertido en un
diminuto sol, que en el límite de su enajenación mental comprometió en fracciones de
segundo el equilibrio eterno del Universo. Noos intentó mostrarle que su poder era aquel
que gobernaría sobre todas las demás cosas en el momento de la verdad, pero Fhiros siguió
aumentando su poder y mostró a su hermano que estaba equivocado, pues todos sufrieron
las consecuencias. Tal fue la gravedad de aquella pequeña batalla entre ambos hermanos que
entre todos tuvieron que crear un inmenso caparazón uniendo todos los elementos de la
existencia para que dicha barrera no fuese flanqueada por el más mínimo resquicio ––y aún
así cedió en gran parte, hasta casi ser volatilizada––.
Fhiros se calmó al poco y con expresión de pena en su rostro intentó persuadir a aquel
hermano corrupto, pero no pudo evitar que comenzara otra nueva batalla, en la cual
entraron todos los hermanos. Al poco, todos se marcharon por su lado dejando tan sólo a
Terros en el mundo de reunión, los veintiuno se sintieron confusos, pero a la vez muy
indignados, Te Raxa’Dur inició la marcha sin decir ni una sola palabra y sus veinte hermanos
le siguieron sin hacer preguntas. Todo pareció desde un principio que aquel que daba las
órdenes o era el guía de los veintiuno era el mayor de todos, aunque la realidad era bien
distinta; quizá Te Raxa’Dur era el más decidido en cuanto a tomar decisiones se trataba, pero
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no siempre era quien tenía las ideas más claras y sus decisiones por tanto no eran las más
adecuadas siempre. El hecho de que todos le siguieran cuando inició la marcha no indicaba
que fuese el líder, sino que todos estuvieron completamente de acuerdo y se sentían
igualmente indignados por lo que contemplaron aquel día.
Marcharon por el espacio en forma etérea durante muchas eras, los años transcurrieron
lentos mientras todos pensaban en lo que hacer, divagaban sin rumbo fijo tanto en sus
mentes como por el Universo. No parecían estar decididos a pararse en ningún lugar para
hablar de lo que había pasado, hasta que Il Estar’Dur decidió alunizar en un diminuto
planeta regentado por dos soles y custodiado por diecisiete lunas. El clima en aquel mundo
no es que fuese muy agradable, tendía a ser inestable, pero tampoco era insoportable. Sus
veinte hermanos le siguieron y llegaron justo a un altísimo acantilado al lado del mar donde
rompían con furia las olas.
––¿Por qué has parado? ––Preguntó Il Aka’Dur.
––La respuesta es obvia, ¿no crees hermano? ––Replicó Il Osdar’Dur por él.
––Sí… la verdad es que ha sido una tontería preguntar, desde luego todos sabemos la
respuesta a esa pregunta. ––Dijo Il Aka’Dur nuevamente.
––¿Por qué? ––Exclamó Te Is’Dur.
––¿Por qué? Lo has visto con tus propios ojos, ha sido Noos quien ha comenzado todo.
––Expuso Al Krayi’Dur enfurecida.
––A eso se refiere, el por qué lo ha hecho, todo iba perfectamente. ––Dijo Al In’Dur.
––Ya me gustaría saberlo a mí, porque efectivamente todo parecía ir perfectamente.
Malditos hipócritas, predican la palabra del equilibrio, la hermandad y la paz entre todos los
seres y son los primeros en matarse entre ellos. ––Expuso Es Tra’Dur un poco enfurecida.
––Quizá estaba previsto desde un principio, ¿no creéis? ––Sugirió Am Seleti’Dur.
––¿Y qué absurda razón tenían para esto entonces? ––Preguntó Am Dayi’Dur incrédula.
––O tal vez no estaba previsto, sino que alguno de los siete sospechaba que pasaría esto
tarde o temprano y por eso nos crearon. ––Explicó Ak Dhura’Dur.
––¿Y de quién podrían sospechar? ––Preguntó Al As’Dur intrigada.
––¿No recordáis lo que nos contaron sobre antes de la creación?, ¿sobre lo que hubo
antes de ellos? ––Preguntó Ak Dhura’Dur.
––La nada… el vacío... ––dijo finalmente Te Mi’Dur.
––Y la unión de la que siempre nos han hablado… ––añadió Ak Dhura’Dur.
––Por lo tanto, ya sospechaban que uno de ellos se rebelaría… interesante… ––añadió
Am Kaor’Dur.
––Todos lo habéis notado, mi padre tiene una esencia egoísta, destructiva y caótica, así
que es lógico pensar que quisiera gobernar sobre todo y todos… ––Explicó Ak Dhura’Dur.
––Entonces sabían desde un principio que todo el equilibrio se iría al traste, por eso nos
crearon, para asegurarse que alguien lo restauraría si se quebrantara. ––Dijo Te Ro’Dur.
––No nos queda más remedio que permanecer unidos y enfrentarnos a ellos si es
necesario para preservar el equilibrio y proseguir nuestra misión. Por lo que os propongo
que nos alejemos lo suficiente, hasta que sus vibraciones sean realmente débiles para poder
asentarnos con la suficiente tranquilidad y preparar una estrategia. ––Planteó Am Seleti’Dur.
––No está mal tu propuesta… ¿Entonces significa que a partir de hoy somos rebeldes y
estamos en guerra contra nuestros padres? ––Preguntó Il Osdar’Dur.
––Exacto… ¿Qué decís? ––Preguntó Am Seleti’Dur a lo que los demás asintieron sin
poner ninguna pega.
Así pues, como quedó decidido por unanimidad, siendo ya oficialmente rebeldes en
95
contra de sus propios creadores, los veintiún elegidos marcharon de aquel lúgubre y
minúsculo planeta. Aunque su objetivo fuese alejarse lo más posible de sus creadores, en un
principio la marcha fue muy lenta, y vagaron por el Universo durante décadas. No parecían
tener un rumbo fijo al que seguir, quizá giraban hacia una dirección u otra pero muy escasas
veces, podría pasar un año o incluso diez antes de que diesen el siguiente giro. Parecían
seguir a una extraña voluntad que les decía en que momento debían girar o la dirección a
seguir, y ellos simplemente obedecían esas indicaciones. Con el tiempo se dieron cuenta que
esa extraña voluntad era su propio instinto interior, el mismo instinto que hizo que de
repente acelerasen la marcha en un determinado instante, como si quisieran llegar a tiempo a
un lugar que está a punto de fenecer. Viajaron durante unos días a gran velocidad dejando
miles de galaxias atrás en cuestión de minutos; hasta que llegó el gran día en que se toparon
con un gran planeta que estaba tan contaminado y tan sumamente consumido que a penas le
quedaba vida para sostenerse en pie. Los veintiuno alunizaron en la tierra firme de aquel
mundo tan moribundo sin pensárselo un instante, sabían que esa era la llamada a la que
respondían desde hacía unos días. Al mirar a su alrededor con atención pudieron ver que
ese mundo tenía atmósfera, tenía una fina capa de ozono, pero estaba a punto de
desintegrarse. Parecía que lo habían acribillado de forma vil hasta consumirlo por completo.
Estaba claro que sus habitantes no podían haber sido ––entre otras cosas porque no tenía,
todos habían sido aniquilados también––, no cabía en sus mentes la sola idea que alguien
llegase a un mundo y lo destruyera deliberadamente; pero las pruebas eran claras, se notaba
la esencia de un ser con gran poder. Ese ser había devorado la energía y los recursos de ese
mundo para obtener un beneficio propio. Dicha esencia iba cargada de odio, con deseos de
destrucción y muerte allá a donde caminara. El mismo planeta que aún podía quejarse de
aquel ataque quiso contar lo que había ocurrido. Su lamento sobrecogía los corazones de sus
recién llegados huéspedes, un cántico de dolor en el cual había grandes retales de frustración
y desesperación por no haberse podido defender, ni haber podido defender a sus hijos. Los
veintiuno cerraron los ojos para concentrarse, y les vino a la cabeza el relato que les contaba
aquel mundo mediante el lenguaje de las sensaciones.
Una figura enfundada y encapuchada con una túnica negra, de gran estatura, casi se
podría considerar un coloso o un gigante, había alunizado a pocos metros de allí haría unos
cien años atrás, un aura grisácea lo rodeaba, aquel misterioso personaje parecía muy
interesado en ese mundo. No pudieron identificar quién era pues se encontraban cien años
atrás en el mismo suelo que estaban pisando en el tiempo de su actualidad y esa figura
estaba dándoles la espalda. Vieron que caminó por cada uno de sus rincones y lo siguieron;
reconoció aquel mundo de punta a cabo, hasta llegar el mismo lugar donde había empezado
su caminar. Tardó unos cuantos años, pues parecía buscar algo en concreto, así que peinó el
planeta con suma paciencia, y una vez que se detuvo, se arrodilló sobre su pierna izquierda,
apoyó las manos en el suelo mostrando que las protegían unos guanteletes de escamas en
cuyos dedos tenía las uñas muy largas y afiladísimas, las hincó con furia en el suelo y
comenzó a absorber la energía de ese planeta y la de sus habitantes. El planeta sentía un
gigantesco dolor y sus alaridos agónicos eran de la misma proporción e incluso mayor. Los
veintiuno observaban la escena incrédulos, sintiéndose asqueados ante un acto tan vil y
cobarde. Il Kaum’Dur corrió a asestarle un tremendo golpe a esta misteriosa figura pero la
atravesó como si de un holograma se tratara, tropezó y cayó de bruces contra el suelo. Se
incorporó un poco y quiso observar la cara de aquel ser, y sintió un tremendo terror cuando
vio que no tenía rostro, y lo más aberrante de todo, era que en el lugar donde debería tener
rostro se reflejaban las cosas que tenía justo delante como si de un espejo se tratara. La figura
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pareció verle, pues miraba fijamente hacia la dirección en la que estaba Il Kaum’Dur tirado
en el suelo; este comenzó a notar una gran presión en su mente, como si alguien quisiera
entrar por la fuerza, Al Axa’Dur y Am Dayi’Dur también pudieron notar ese repentino
ataque y corrieron en ayuda de su indefenso hermano; lanzaron una bola de fuego y un
torbellino respectivamente que se fundieron convirtiéndose en un gigantesco tornado de
fuego; pero nuevamente, el ataque resultó en vano. Ninguno de los presentes sabía por qué
aquella figura, si era un recuerdo relatado por aquel planeta era capaz de atacar
mentalmente a Il Kaum’Dur y ellos no podían hacerle absolutamente nada.
El ser misterioso dejó de absorber la energía del planeta dejándolo prácticamente
moribundo, con un hilo de vida, se incorporó y caminó con paso firme hacia Il Kaum’Dur
que sentía cada vez más y más terror al no poder defenderse. Este ser hostil, en cuanto
estuvo sólo a dos pasos de su nueva víctima, extendió una mano como para cogerle del
cráneo cuando de repente desapareció. Il Kaum’Dur, aún aterrado, miró a su alrededor
aterrorizado y vio que Il Osdar’Dur había tomado cartas en el asunto haciendo que todos
salieran de aquella pesadilla.
––¿Quién o qué era esa aberración? ––Exclamó Il Kaum’Dur aún con los ojos
desorbitados presa del pánico.
––No tengo ni la más remota idea ––Replicó Il Osdar’Dur con tono tétrico.
––¡Me ha visto! ¿Cómo? ––Exclamó nuevamente el aterrado.
––Eso me gustaría saber a mí, no es posible… ––Expuso Al Axa’Dur.
––No puede ser que él haya podido atacar a nuestro hermano y nosotros no hayamos
podido hacer nada, no hay explicación lógica en ello, era un recuerdo. ––Dijo Am Dayi’Dur.
––Pues ya lo habéis visto hermanitos, tenía poder para atacarnos a través del recuerdo. –
–Aclaró Am Seleti’Dur con un tono bastante irritante y presuntuoso.
––¿Te parece gracioso que uno nosotros esté así hermano? ––Preguntó Il Arun’Dur con
tono desafiante.
––Lo siento, no pretendía mofarme, yo también estoy bastante nervioso. ––Se disculpó
Am Seleti’Dur.
––Esto no me gusta nada… pero nada de nada… tenemos que hacer algo… ––Sentenció
Am Kaor’Dur.
––¿Qué pretendes que hagamos? Es evidente que no podíamos hacerle nada. ––Inquirió
Ak Dhura’Dur
––Principalmente hacer lo posible por ayudar a este planeta moribundo, y después
hacer todo lo posible por averiguar de quién se trata o qué es ese ser. ––Replicó Am
Kaor’Dur.
––Brillante idea hermano… no se me habría ocurrido nada mejor, pero yo creo que lo
primero que tenemos que hacer es tranquilizar a Il Kaum’Dur antes de hacer nada. ––Expuso
Al As’Dur a su vez.
Hicieron todo lo posible por que se tranquilizara el hermano mixto de agua y fuego ––lo
cual les llevó un buen rato––, una vez que todos los miembros del grupo rebelde estaban
nuevamente en sus cabales, hicieron un círculo dejando a Te Raxa’Dur, Te Im’Dur, Te
Ro’Dur, Te Is’Dur, Te Da’Dur y Te Mi’Dur en el centro. Todos canalizaron sus energías hacia
el centro del círculo haciendo que fluyeran alrededor de los seis hermanos del elemento
tierra y ellos fueron reconstruyendo el planeta poco a poco con sus energías propias y las
que les brindaban sus hermanos, pues de ellos surgían enormes tentáculos de energía
elemental que se iban expandiendo lentamente, e iban reptando por toda la superficie del
planeta devolviéndole la vida; eran de toda clase y color, y serpenteaban de forma
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majestuosa, tocando con sus puntas todo lo que encontraban a su paso, y poco a poco la vida
comenzó a rebrotar y a hacerse notar de nuevo. Fue un esfuerzo enorme, nunca habían hecho
una cosa así, por tanto les costaba muchísima energía, pero el resultado era grato. Segundo a
segundo las plantas, el agua, el aire, el cielo, la atmósfera, todo lo que componía aquel
moribundo mundo se fue recomponiendo de forma gradual y satisfactoria, sus animales
volvieron a la vida y el propio planeta comenzó a palpitar como si de un gigantesco corazón
se tratara. Tardaron cerca de un año en hacer que el planeta recuperara su estabilidad, una
vez lo consiguieron, escucharon a través de la brisa los gritos de euforia de aquel mundo que
había resucitado y se sentía más vivo que nunca y se los agradecía por el gran esfuerzo que
habían hecho por él.
Los veintiuno tuvieron que quedarse allí una temporada, pues el gasto de energía había
sido bastante considerable y tenían que reposar y recuperar fuerzas si querían irse de allí.
Durante los largos años que estuvieron descansando, pudieron comprobar los resultados de
su obra caritativa de forma más detallada. Las plantas, el agua, la luz, las nubes, el cielo, sus
animales, parecían tener otra esencia, tener más fuerza y daban la sensación de que todos
formaban una gran balanza que estaba perfectamente equilibrada. Un detalle bastante
curioso y que resultó bastante gracioso y tierno a la vez al resto de los veintiuno, fue el hecho
que Al Krayi’Dur se sintió verdaderamente atraída por una raza de roedores cuadrúpedos
habitantes de ese planeta; eran de cabeza pequeña y redondeada, pelaje amarillo por el lomo,
y pelaje blanco por el torso, ojos rojos, largas orejas, sus patas delanteras eran más cortas que
las traseras, caminaban pegando pequeños botes y podían llegar a medir un metro de largo –
–conejos gigantes––. Es más, se hizo amigo de uno de ellos en particular y lo cuidó como si
fuera su hijo, tenía una ligera mancha blanca sobre el cráneo que hacía que destacara con
facilidad del resto.
Cuando pasó el tiempo y todos estaban nuevamente recuperados, llegó la hora de
marchar y sintieron mucha pena, pues en el fondo no querían abandonar ese pequeño
paraíso. Además, aquel mundo, notando que sus benefactores se marchaban, sentía
nuevamente las dudas y el miedo por acordarse de aquel ser que casi lo destruyó y quiso
comunicárselo a sus huéspedes mediante las sensaciones. El mensaje fue captado al vuelo,
pero no supieron cómo responder a ese miedo. Pensaron en varias opciones, hasta que la voz
de Al Axa’Dur dio la solución: Ya está, crearemos a nuestros primeros hijos como hicieran
nuestros padres antaño. ––Todos se asombraron ante una idea tan simple pero que a la vez
podría resultar muy eficaz y se pusieron manos a la obra. Todos formaron un círculo
nuevamente, pero en esta ocasión sin dejar a nadie en el centro, entraron en el plano
inmaterial, y lanzando una gran descarga de todas sus energías elementales conjuntas
crearon a sus tres primeros hijos. A los cuales llamaron Leel, Dashira y Therasci. Y los tres
nacieron con tres dones elementales; Leel, que era un joven de rasgos finos y delgados,
cabello blanco, puntiagudo y media melena, cuya tez era oscura como la noche y sus ojos
eran verdes y profundos poseía el don del agua, el aire y el vacío; Dashira tenía el aspecto de
ser una hermosa mujer aún más joven que su hermano Leel, su lisa cabellera era perfecta, tan
negra como el azabache y era tan larga que llegaba hasta donde la espalda pierde su nombre,
sus ojos eran blancos y fríos, su piel muy pálida y su rostro uno de los más bellos jamás
contemplados en la creación. Su poder, el dominio del fuego, la luz y la tierra; por último
Therasci era un joven enorme, tanto de anchura como de altura, de marcada musculatura,
siempre sonriente, ojos negros y cabellos largos y erizado en grandes mechones, y su
dominio constaba sobre la tierra, la oscuridad y la luz.
Los veintiuno se sintieron orgullosos al poder contemplar a sus hijos, y también por
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sentirse útiles a la hora de proteger algo que querían y apreciaban. Como no podían
marcharse sin más, tuvieron que quedarse por algunos años para poder darle las
instrucciones pertinentes a estos tres nuevos nacidos, y para ello tuvieron también que ir
mostrándoles las maravillas de la vida, enseñarles lo que eran los sentimientos, resolviendo
cualquiera de sus dudas, mostrarles el valor de las cosas sencillas y el valor de algo que es
querido con fuerza por sentirse en sintonía con ello; también tuvieron que instruirles en el
arte de la batalla y como mejorar la misión de su cometido: proteger la balanza del equilibrio
Universal.
Se divertían bastante, pues no todo fueron obligaciones, también hubo privilegios. Y
llegó el día en que sus tres hijos ya podían valerse por sí solos para proteger aquel mundo,
así que el grupo de los veintiuno tuvo que emprender el vuelo en otra dirección en busca de
las respuesta necesarias sobre aquel ser que los amenazó hacía ya unas cuantos cientos de
años. Y para sorpresa de todos, volvieron a notar esa llamada de socorro desde algún lejano
lugar, así que sin pensarlo ni un instante volaron a toda velocidad en busca de aquella
llamada que pedía auxilio. No sabían exactamente la dirección que tenían que tomar por
tanto tenían que volar a toda velocidad y esperar a que sus instintos dirigieran la marcha, y
así fue, cada vez que tenían que girar hacia alguna dirección sus instintos reaccionaban a la
perfección. Volaron durante más de ciento veinte años hasta llegar a un punto en el que
tuvieron que hacer un giro brusco para encontrarse justo de frente con otro planeta que
había sido tan consumido como el anterior. Pero a diferencia del otro, este, era diez veces
más grande, por tanto sus recursos eran mayores, y había sido consumido de una forma aún
más brutal, tan sólo le quedaban unas horas de vida, así que tendrían que darse prisa si no
querían perder ese planeta tampoco. Se apresuraron a entrar en su atmósfera y alunizaron en
a penas unos minutos, entraron en el plano material y notaron que el cuerpo les resultaba
exageradamente ligero, pero no quisieron prestar mucha atención de detalles que en ese
momento resultaban triviales. Tenían una misión que cumplir, así que se como la vez
anterior, hicieron un círculo dejando en el centro a los seis hermanos del elemento tierra, y
comenzaron de nuevo la operación de restaurar un planeta moribundo. Y como pasara la vez
anterior, nuevamente, el planeta empezó a resurgir de sus cenizas y a vibrar de nuevo con
una enorme fuerza vital. Su flora, su fauna, su tierra, su mar, su aire, todo comenzó a latir de
nuevo con la fuerza inextinguible de la vida elemental. La resurrección de este planeta les
llevó más tiempo, pero no por ello fue menos triunfal. En diez años el planeta estaba como
recién nacido e igual que el anterior también fue muy grato. Los benefactores cayeron de
rodillas pues el esfuerzo había sido enorme, y estaban exhaustos. Como el siguiente planeta
sea diez veces más grande estamos arreglados. ––Dijo Te Da’Dur entre jadeo y jadeo; los
demás lo miraron, después se miraron unos a otros, volvieron a mirarle, y empezaron a
reírse a carcajadas.
Mientras descasaban de su enorme tarea, el planeta quiso contarles lo que había
ocurrido mediante las sensaciones, y nuevamente los veintiuno entraron en aquella
ensoñación. Curiosamente, como la vez anterior, el misterioso ser estaba a unos metros de
ellos dándoles la espalda; como hiciera la vez anterior, apoyó sus manos en el suelo
hincando las uñas de sus guanteletes y comenzó a absorber la energía, aunque en esta
ocasión de una forma aún más agresiva; la tierra se resquebrajó, los cielos ennegrecieron, el
agua se fue secando, y la vida se fue extinguiendo. Absorbió todos los recursos de este
nuevo mundo y una vez que consumió su intento de asesinato, se incorporó, se dio la vuelta
y comenzó a caminar hacia los nuevos huéspedes de aquel planeta. Se paró a unos metros
frente a ellos, e hizo un gesto incitador con la mano como desafiándoles a que le siguieran y
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emprendió el vuelo saliendo de esa débil atmósfera por el norte del planeta perdiéndose en
la lejanía en cuestión de segundos.
Los veintiuno salieron de la ensoñación mirándose los unos a los otros con expresión de
asombro. ¿Pero cómo diantre lo hace? ¿Cómo sabía que estábamos ahí si hacía cien años por
lo menos que había pasado por ahí? ––Preguntó Am Dayi’Dur.
––No lo sé, pero sigamos su pista, ¡ya! ––Ordenó Es Du’Dur.
––No nos iremos a ninguna parte sin antes asegurarnos que este planeta no será atacado
de nuevo. ––Sentenció Al Axa’Dur tajante. Y nuevamente, hicieron el círculo gigante y
crearon a otros cuatro hijos, a los que les dieron también tres dones elementales. Sus
nombres eran: Elgho, Iri, Istho y Adur. Elgho era alguien de cuerpo y rasgos gruesos ––no
llegaba a estar gordo, pero sí que era ancho en todos los aspectos––, sus ojos eran azules y
sus cabellos dorados y ondulados, su dermis era muy pálida, la expresión de su rostro y su
porte eran de una persona noble, y dominaba la luz, el agua y el fuego; Iri era una jovencita
de cuerpo esbelto, nariz ligeramente aguileña, cabellos largos, lisos y de color castaño y sus
ojos eran de color púrpura. Dominaba sobre el aire, el fuego y la oscuridad; Istho era un
joven muy delgado, de tez negra como la noche, ojos dorados y cabellos verdes, su expresión
era seria y seca, y su dominio era la tierra, el vacío y el agua; por último, Adur, era el que
parecía ser el mayor de los cuatro a pesar de haber nacido el último, sus cabellos eran grises,
sus ojos azules, no estaba ni gordo ni delgado, y era alguien de aspecto vigoroso y fuerte a
pesar de no tener una musculatura muy desarrollada, gobernaba sobre la luz, la oscuridad y
el vacío.
Y al igual que pasara con los tres primeros les instruyeron y le mostraron todo lo que
tenían que mostrarles, pero en menos tiempo, pues empezaban a sentirse impacientes por
encontrarse con su enemigo del rostro como un espejo ––como lo apodara Ak Dhura’Dur
mientras se lo explicaba a uno de sus hijos––.
Pasó el tiempo suficiente para haber instruido a sus nuevos hijos y decidieron marchar
de ese planeta, otro que también sentía que para ellos siempre tendría un lugar guardado
como muestra de afecto y la gratitud que les profería por haberlo salvado de la muerte.
Nuevamente con sentimiento de nostalgia los veintiuno emprendieron el vuelo justo en la
dirección que siguió el ser del rostro de espejo intentando seguir una señal por nimia que
fuese. Y sus instintos comenzaron a reaccionar, tuvieron que descender en un principio,
después girar a la izquierda, volviendo a descender, seguir en línea recta hasta llegar a un
punto donde tuvieron que hacer un largo ascenso, y seguir finalmente en línea recta el resto
del viaje ––un viaje que duró unos cuarenta años–– hasta que se toparon con la llamada de
nuevo, aceleraron la marcha, y en cuestión de horas llegaron al planeta que los estaba
llamando. Nada más llegar se toparon con una sorpresa, algo que no se esperaban ni en una
hipotética broma; aquel planeta, a pesar de estar pidiendo auxilio a gritos, estaba en
perfectas condiciones, intacto. Los veintiuno quisieron comprobar qué pasaba en ese mundo
para que pidiera socorro y mayor fue la sorpresa cuando alunizaron y notaron
repentinamente a sus espaldas una gran fuerza, se giraron sobresaltados y sin poder
creérselo aún, vieron que el ser del rostro de espejo estaba ahí, mirándolos con porte
arrogante. Il Kaum’Dur sintió auténtico terror, ni siquiera en las ensoñaciones lo había
sentido así, tal era su terror que se había quedado bloqueado, como en estado de shock. Su
gran enemigo se le acercó, se agachó un poco y la cara de Il Kaum’Dur se vio perfectamente
reflejada en él.
––¿Qué pretendes? ––Preguntó Ak Dhura’Dur rompiendo el silencio.
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––Ashta… ––Replicó este ser mostrando que un eco espectral decía lo que él decía antes
de decirlo él pareciendo que eran dos personas las que hablaban casi al unísono.
––¿Está hablando el idioma espectral y ancestral de nuestros padres? ––Se preguntó casi
para sí Il Arun’Dur con asombro y terror tanto en la voz como en su rostro.
––¿”Nada”? ¿Eso es lo único que tiene que responder después de casi haber destruido
dos mundos? ––Preguntó Al As’Dur enfurecida.
––Nak idu noka gassunh… ––Replicó nuevamente el ser encapuchado mostrando que
aquel eco espectral tan sólo decía su primera palabra un segundo antes de que él la
pronunciara.
––¿No solo dos mundos? ¿Será posible? ––Al As’Dur se estaba enfureciendo más y más
según el tono de su voz y sus exageradas gesticulaciones al hablar.
––¿Acaso ninguno de vosotros sabéis hablar el idioma espectral? ¿Podéis comprenderlo pero no
podéis hablarlo? ––Preguntó aquel ser con arrogancia mediante la voz mental, mostrando que
incluso en la mente también resonaba ese eco espectral.
––Hure nas kel? {¿Quién eres tú?} ––Interrogó Al Axa’Dur desafiante a la vez que lo
decía traducido mentalmente para sus hermanos.
––Kol nas ro solt… {Yo soy el todo…} ––Replicó este ser tomando la misma táctica de
aquel que le interrogaba.
––Asha das mon kel? {¿Cómo te llamas?}
––Kol nak ai mon, kol nas ro solt, kol nas ro thar iniar an dora… {No tengo nombre, yo soy
el todo, yo soy la unión de los mundos en sí…}
––Aka sira das istla dok thar iniar an dora? {¿A qué te refieres con la unión de los mundos en
sí?}
––Kol nas disto sira dest eleon dok akero dasta… {Soy aquel que nació con la creación…} ––
Tras esta replica Al Axa’Dur no pudo evitar sorprenderse y preguntó con expresión ceñuda:
––Dero d’oro Exo? {¿Uno de los siete?}
––Nak, erasiu okol dest nas Alo: Akero terra, ro ago, ro elh, ro fhir, akero obso, akero
kino, ro noo illu kol, ro solt {No, originalmente éramos ocho: La tierra, el agua, el aire, el fuego, la
oscuridad, la luz, el vacío y yo, el todo…}
––Illu asha nas sira nak dest ai dok ukul? {¿Y cómo es que no estabas con ellos?}
––Siado kol nas ro solt illu kol ai asha ero ro nesto… {Porque soy el todo y tengo que
preservar el equilibrio…}
––Idu kel nas aro ciska? {¿Puedes ser más concreto?}
––Nengo ukul, oro Exo dest ecora aka nas uknur, kol dest adiazt akero endo da ero solt
akero nenc da ro Kaie… {Mientras ellos, los siete jugaban a ser dioses, yo buscaba la forma de
preservar toda la vida del Universo…}
––Illu kel ronga akero endo da ero solt akero nenc da ro Kaie? {¿Y conoces la forma de
preservar toda la vida del Universo?}
––Kan, ekel… {Sí, vosotros…}
––¿Nosotros? ––Fue tal la sorpresa y la duda en las mentes de los veintiuno que no
vieron venir las intenciones de aquel que se hacía llamar el todo; alzó una mano apuntando
hacia Al Axa’Dur, generó una esfera y los encerró dentro de ella. Una vez que estuvieron
dentro de la esfera comenzaron a notar como la presión atmosférica y la gravedad
aumentaban de forma colosal, por lo tanto se tornaron etéreos para librarse de esas ataduras,
y mayor fue la sorpresa cuando vieron que la esfera comenzó a echar raíces dentro de ellos
una vez que entraron en el estado inmaterial. Cada uno de sus elementos comenzó a
manifestarse dentro de sus cuerpos, y notaron algo muy extraño, algo cambiaba en ellos;
101
notaban como si la misma energía del nacimiento de un nuevo ser brotara dentro de ellos
mismos y cayeron todos inconscientes sumidos en un extraño letargo en el cual, no sentían,
no oían, no veían, no olían ni sentían ni siquiera el sabor de su propia saliva; todo era oscuro,
no podían moverse y el terror se apoderó de sus mentes. Estuvieron en ese estado durante
un tiempo que les pareció una auténtica eternidad, y de repente, la voz de ese ser que les
había provocado ese repentino estado de muerte comenzó a hablarles:
––Seguramente estaréis confusos ahora mismo. No os preocupéis, os lo explicaré todo con detalle.
Mi nombre es Eliesto Zergo Adhun. Nací a la misma vez que vuestros padres y tíos, y al igual que
ellos adopté cuerpo, pero al contrario que ellos yo conocía perfectamente todo lo que iba a ocurrir, por
eso os he atraído hasta mí, para que descubráis vuestro poder interior, lo que sois capaces de hacer con
vuestros poderes conjuntos y para despertar vuestro don único. Cada uno de vosotros tiene un poder
único que destaca sobre el de los demás, vuestro elemento base comenzará a transformarse, os daré el
don del tiempo por un breve lapso, elegid un mundo cada uno y probad vuestro poder con él. Una vez
que lo hayáis probado, elegid un solo mundo entre los veintiuno y erigid un reino allí. Que sea el
bastión de vuestras defensas, pues sois mis elegidos y en vosotros está mi esperanza, sois mi último
resorte en la batalla por el equilibrio del Universo, id, hijos del equilibrio y luchad por mantenerlo vivo
con ayuda de vuestros dones únicos. Mostradles a los demás de qué estáis hechos…
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mestizos de fuego absorbiéndolos por completo. La primera en salir de aquella enorme
llamarada surgida desde las mismísimas entrañas del planeta fue Al As’Dur transformada
en una colosal criatura que estaba rodeada por un torbellino de fuego; el siguiente en surgir
de las llamas fue Al In’Dur transformado en una antorcha humana de llamas negras como la
noche; el siguiente fue Al Axa’Dur que surgió de las llamas con los brazos y las piernas
rodeadas por llamas completamente blancas e incoloras; y finalmente la última que surgió
del fuego fue Al Krayi’Dur creando una llama en la palma de su mano que absorbió toda la
llama que los había envuelto a ella con sus cuatro hermanos.
Seguidamente una fuerte ráfaga de viento vino del norte del planeta rodeando con un
tornado a los tres mestizos del aire; Am Dayi’Dur notó que su mano daba un fuerte aleteo de
forma inconsciente trayendo consigo un viento negro que los envolvió por completo a ella y
sus dos hermanos ocultándolos de la vista de los demás que pudiera estar observando la
escena; Am Seleti’Dur hizo exactamente lo mismo y el viento que trajo consigo invirtió la
oscuridad haciéndola desvanecerse con una fuerte y persistente luz; finalmente, como la
última de los elementales de aire, Am Kaor’Dur aspiró aire y justo enfrente de su boca se
formó un pequeño vacío que absorbió toda la ventisca que hubiera allí.
De repente la oscuridad se cernió sobre todos ellos con nubes completamente negras,
dos rayos cayeron a tierra y dieron justo en las cabezas de los dos hermanos mestizos de la
oscuridad. Es Du’Dur se convirtió en una sombra de ojos blancos y seguidamente su cuerpo
brilló con un inusual toque oscuro, había invertido la luz y la había convertido en luz negra;
Es Tra’Dur en cambio generó en la palma de su mano una gigantesca bola de oscuridad, la
lanzó y apretó la misma mano de donde surgió la esfera y dicha esfera explosionó
absorbiendo todo lo que había a unos metros a la redonda.
Por último las nubes negras explosionaron en luz iluminando con un potente rayo el
cuerpo de Ak Dhura’Dur que con un grito generó una enorme esfera de vacío en el cielo de
la cual surgió un potentísimo rayo que cayó a escasos metros en frente de él.
Tras esta primera manifestación de los nuevos poderes de cada uno, estuvieron un rato
intentando sacarle partido y controlarlos a su antojo, y en pocos minutos, todos ellos tenían
control absoluto sobre sus nuevas habilidades. Así pues, una vez que se pudieron maravillar
contemplando los poderes de cada uno, tuvieron que hablarse sin más remedio.
––Eliesto Zergo Adhun… Eliesto implacable tiempo… ––Dijo Il Kaum’Dur casi para sí
mismo.
––Bueno, tendremos que aprender a manejar el don del tiempo, ¿no creéis? ––Expuso
sonrientemente Il Arun’Dur.
––Yo opino lo mismo. ––Apoyó Te Mi’Dur.
––Sí, mejor apresurarse porque no nos durará mucho este don... ––apuró Al As’Dur.
Y sin más dilaciones, con tan sólo desearlo, todos se desvanecieron de allí apareciendo
en un lugar y un tiempo diferente. Lo que más extraño les resultaba era las ropas que de
repente llevaban consigo. Iban vestidos con túnicas negras ceñidas al cuerpo, botas también
negras de un material muy elástico pero a la vez muy duro. Por dentro de las túnicas
llevaban una coraza de color cobrizo que les cubría el pecho por completo, unas pequeñas
hombreras perfectamente acopladas a la forma de los hombros, y unos guanteletes también
de color cobrizo exactamente iguales a los de Eliesto que eran dos piezas que cubrían por
completo el brazo, y en las piernas también llevaban ese tipo de coraza. Lo único en que se
diferenciaban de Eliesto era que ellos no llevaban ningún tipo de máscara. Algo que también
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tuvieron en común fue su actitud ante la situación que se les presentó; la gran mayoría de
todos ellos exploró por completo el planeta que visitaron en el pasado, durante un tiempo
que les pareció lo suficientemente largo y no se marcharon de allí hasta que vieron por
completo cumplida la misión que creían tener que cumplir.
Te Raxa’Dur apareció en un mundo desolado y pantanoso, en el cual a penas existía
vida a parte de una flora que tenía un aspecto bastante quejumbroso y un sinfín de insectos
de tamaño considerable. Sin pensarlo un instante, alzó la palma de su mano y formuló una
invocación: ––Aharen da terra illu ago, isikunaru. {Divinidades de tierra y agua, despertad.} ––y
de la misma palma de la mano alzada, brotaron sin cesar cientos y cientos de piedrecillas que
en pocos segundos se convertían en barro mientras caían al suelo y se hundían en el mismo
como si fueran semillas. En pocos instantes surgieron desde el suelo formando cientos de
gigantescos seres bípedos de gran altura y envergadura, cuyo ancho cuerpo estaba formado
por una gruesa capa de barro, sus únicos rasgos faciales eran los ojos y la boca, al
contemplarlos daba la sensación de ser unos seres incapaces de moverse a gran velocidad,
pero por el contrario, si parecían ser capaces de resquebrajar la tierra de un golpe. Seres cuya
forma era imperfecta se adueñaron del planeta poco a poco, pasando bastantes años antes de
poblarlo por completo. Tras haberse cumplido la misión de la mestiza de tierra y agua, se
desvaneció apareciendo en el lugar y el tiempo de origen con las mismas ropas que llevaba
en un principio.
Te Im’Dur apareció en un pequeño planeta desértico en el cual tampoco había vida
prácticamente, tan sólo alguna planta que otra, y algún tipo que otro de insecto que vivía a
varios metros bajo tierra donde había cuevas muy ricas en agua y minerales. La nueva
visitante invocó su poder. Aharen da terra illu fhir, isikunaru. {Divinidades de tierra y fuego,
despertad.} ––acto seguido, palmeó las manos y enormes picos de arena emergieron desde las
profundidades endureciéndose y cristalizándose poco a poco, dando forma a seres de cristal.
De cuerpo delgado y alto, cuyos ojos rasgados y rasgos faciales eran serios y de expresión
dura; aquel mundo poco a poco con el paso de los años se fue poblando por completo de
esos seres que le dieron nuevo color y vida a la superficie de aquel mundo desértico. Tras
ver el mundo completamente poblado por las divinidades de tierra y fuego. Te Im’Dur se
desvaneció de allí y apareció justo al lado de su hermana Te Raxa’Dur en el punto de inicio.
Te Ro’Dur apareció en un mundo diminuto cuyo aspecto era enfermizo, su tierra era de
color verde y rosado, y sus aguas eran negras y marrones. Poseía una fina capa de ozono y se
respiraba un aire ligeramente hediondo, las criaturas de aquel lugar eran escasas, de tamaño
pequeño; ya podrían ser aves, cánidos, peces o felinos, que todos tenían el tamaño adaptado
a aquel mundo. El mestizo de tierra y aire echó una ligera ojeada a su alrededor y pudo ver
que las raíces de ese mundo estaban enfermas y sin más dilación invocó a su poder.
Akeharen terra, ekaidiz dok ro elh. {Divina tierra, fúndete con el aire.} ––y en breves instantes
cientos de géiseres de aire surgieron desde las profundidades de ese pequeño mundo
expulsando la contaminación y la polución que llevaba dentro de sí el mismo mundo
haciendo que se curara. A los pocos años, cuando ya se había curado aquel mundo, diez
seres de tierra cuyos brazos, piernas y cabeza estaban hechos de aire emergieron desde las
raíces de ese mundo y se postraron rindiendo pleitesía ante Te Ro’Dur que se desvaneció
tras contemplar a los que le adoptaron como rey.
Te Is’Dur llegó a una tierra desolada por la perdición. Parecía haber muerto hacía varias
generaciones por un conflicto de percepciones mundiales, como si una antigua raza hubiera
vivido allí varios siglos y hubieran decidido matarse los unos a los otros no sin llevarse por
delante de la vida de aquel mundo que ahora permanecía en ruinas. La mestiza de tierra y
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oscuridad paseó por aquel mundo solitario durante algunos años, queriendo abrazarse a
todo lo que veía, deseando consolar a aquel quejumbroso planeta. Se agarraba y lloraba a
todo lo que veía, pues todo permanecía sin vida y sin fuerza alguna, tan sólo lo único que
quedaba era la poca energía vital que sustentaba aquel planeta. Con lágrimas en los ojos, la
nueva inquilina de aquel mundo alzó sus manos al cielo e hizo una exclamación a pleno
pulmón. ¡Akeharen terra, akeharen obso, ekekaidiz illu desla torda terra! {¡Divina tierra,
divina oscuridad, fundíos y cubrid esta tierra!} ––y de la nada brotaron de la tierra miles de seres
de roca negra, de tamaño y formas humanoides, cuyos rasgos faciales únicos eran sus tres
ojos marrones situados de forma triangular descendente. Todos esos seres se arrodillaron
alrededor de su creadora y fundieron una palma de sus manos en la tierra firme que adoptó
el mismo color que la negra roca que los componía a ellos. Te Is’Dur se alzó a los cielos y vio
aquel mundo desde el espacio, parecía no estar allí. Una vez visto esto, la mestiza se
desvaneció y se reunió con sus hermanos en el lugar y tiempo de inicio.
Te Da’Dur apareció en un mundo de percepciones perfectas en todo los aspectos,
excepto en su fauna y su vida no inerte; no había un solo ser vivo allí a parte de algunas
bacterias en el aire, así que decidió ponerle remedio a aquel problema. Alzó un dedo al aire
como para saber si venía algún viento de alguna dirección y su conducta burlona pudo más
que él. Nik kol uilih aka arkanot. {Hoy voy a tronar.} ––Seguidamente hizo como si se
agachara a coger algo y de sus nalgas surgió una atronadoras flatulencia que resquebrajó la
tierra justo debajo de él, y una potente luz surgió de las fauces de la tierra que había
resquebrajado, esa luz pertenecía a un gigantesco ser de piedra que podía hacer que las rocas
que lo formaban se iluminaran con gran potencia. Este ser golpeó una roca que estalló
creando un gran destello de luz y del mismo surgió un ser de las mismas características que
él pero de menor estatura. Golpeó y golpeó rocas creando nueva vida allí. Te Da’Dur se
desvaneció de allí cuando nació el último de ellos y se reunió con sus hermanos en el lugar
de inicio.
Te Mi’Dur se vio transportada a un mundo caótico. Había abundante vida allí tanto
floral como animal, pero no había un equilibrio correcto; imperaba la ley del más fuerte, allá
a donde se mirase sólo había batallas y carnicerías, muertes y destrozos por parte de todas
las criaturas vivas de allí. Sin tan siquiera detenerse a observar más detalladamente aquella
escena, la mestiza de tierra y vacío chasqueó los dedos con expresión arrogante en su rostro,
y de la tierra brotaron una gran manada de gigantescos seres cuadrúpedos de roca deforme,
que dieron pisotones en la tierra con sus enormes zarpas delanteras, generando que algunas
piedras de sus alrededores explotaran creando una burbujas de vacío que absorbían todo a
su paso. Absorbieron tanto animales indefensos, como animales depredadores dejando
reducida a un cuarenta por ciento la población animal inicial. En cuestión de segundos se
convirtieron en los reyes absolutos de aquel mundo. Una vez cumplida su misión, Te Mi’Dur
se desvaneció de allí y apareció junto a sus hermanos.
Il Kaum’Dur apareció en un mundo de condiciones bastantes estables, se podía habitar
fácilmente allí, el único problema que había era que las temperaturas eran lo suficientemente
bajas como para resultar irritantes, y casi todas las criaturas que lo habitaban eran animales
de abundante pelo. No había mucho sol, pues sus cielos siempre estaban nublados. Así que
el mestizo, hizo su aportación al cambio de aquel mundo de una forma bastante pasiva; hizo
un gesto con su mano con una expresión bastante ausente en su rostro y se desvaneció de allí
reuniéndose con el resto de sus hermanos. El cambio que hizo fue generar un denso vapor
que proporcionó una estación de verano a aquel planeta y un clima un poco más agradable
haciendo más resistible el frío.
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Il Osdar’Dur apareció en un mundo muy tranquilo. Sus recursos naturales eran muy
abundantes, existía un equilibrio bastante notable en aquel pacífico mundo. Era tan pacífico
y tan amistoso que aburría sobremanera a su visitante, por lo tanto quiso ponerle un toque
más picante a la atmósfera de ese planeta. Sopló con fuerza y un viento gélido comenzó a
expandirse por todo aquel mundo, provocando que todas las criaturas allí sintieran un
terrible frío, y se arrimaran unas a otras. La mestiza de agua y aire chasqueó los dedos y
provocó que se subiera el apetito sexual de toda criatura que poblara aquel mundo. Con el
tiempo nacieron sus descendientes y los descendientes de estos últimos, que tenían una
peculiaridad: llevaban consigo el poder de transformarse en seres de hielo. Tras ver a último
de las nuevas generaciones animales transformarse en una bestia de hielo, Il Osdar’Dur se
desvaneció y regresó junto a sus hermanos al punto de inicio.
Il Aka’Dur apareció en un mundo desértico y bastante pobre en flora y fauna. Aquel
mundo no prestaba unas comodidades dignas de su nuevo visitante que farfullaba y
maldecía cada cosa que veía a su alrededor. Paseó durante más de diez años por la superficie
de aquel mundo hasta que llegó al punto donde estaba al llegar allí. Como no veía ningún
cambio, ni ninguna estación que favoreciera su comodidad, el mestizo de agua y oscuridad
hizo un gesto brusco con la mano como queriendo apartar todo lo que le rodeaba de su lado,
y generó un enorme géiser de agua justo en frente de él. El agua de este géiser se tornó negra
y viscosa y se transformó en un ser humanoide que clavó sus brazos en la tierra y los
ramificó hasta que llegar al centro de aquel mundo provocando varios cataclismos de gran
magnitud durante una temporada. Llovió durante largo tiempo y comenzaron a surgir
brotes de vida, en tan sólo cuestión de dos décadas aquel mundo obtuvo su primer lago y
sus primeros bosques, poco a poco surgieron ríos, mares, montañas, y microorganismos. El
mestizo esperó a que el mar cubriera todo el planeta y una vez que surgieron varios
continentes se desvaneció de allí reuniéndose junto a sus hermanos en el planeta de inicio,
dejando como único guardián de aquel mundo al ser de agua viscosa.
Il Estar’Dur apareció en un mundo dominado completamente por el agua, no parecía
haber tierra firme en él, absolutamente para nada. Anduvo varios años sobre las aguas de
aquel mundo hasta que se topó con un gigantesco continente selvático que estaba casi
sumergido en el mar, aunque la mestiza de agua y luz a penas se percató de que era un
enorme continente. Viendo que no había nada interesante en la superficie decidió descender
hasta lo más profundo del mar. Como no veía nada decidió encender una ligera esfera de luz
en la palma de su mano, muchas criaturas la rodeaban pero ella no se percataba de la
presencia de las mismas, ya fuese porque no le daba importancia a lo que le rodeaba, o
porque estaba tan centrada en descender que no prestaba atención a nada más. Una vez llegó
a lo más profundo una manada de manta rayas gigantes la rodearon para observarla, y ella
no se daba cuenta de la presencia de los ojos que la vigilaban. Como no veía nada que le
llamara la atención. Decidió darle su toque a aquel planeta, extendió sus brazos y de las
palmas de sus manos surgieron cuatro esferas de luz que explosionaron rodeándola en
forma cuadrada. De las mismas explosiones surgieron cuatro gigantescas columnas que
ascendieron desde el mar hasta perderse en la atmósfera de aquel mundo, haciendo de
soporte para el continente que estaba sumergido provocando que ascendiera por completo a
la superficie. Tras esto y sin darse cuenta de los que le rodeaba, la mestiza se desvaneció y se
reunió junto a sus hermanos.
Il Arun’Dur apareció en un mundo de fuego, parecía estar enfermo y rebosar a la vez
una agresividad impresionante. Aquel mundo notó la repentina visita de su nuevo huésped
y con las sensaciones le dijo claramente que se marchara de allí. El mestizo al notar estas
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sensaciones se enfureció de repente y comenzó a lanzar enormes chorros de agua por sus
manos y boca, provocó una salvaje lluvia que arrasó con todo el fuego a su paso, pareció que
la lluvia y el planeta eran dos titanes dándose golpes furiosos para eliminar a su respectivo
enemigo. Tras la lluvia, el planeta quedó bastante maltrecho y destrozado, como moribundo.
Así que no tuvo más remedio que dejar que ese nuevo huésped le visitara y se lo hizo saber
mediante las sensaciones. El mestizo de agua y vacío profirió una exclamación a pleno
pulmón mientras se reía de la reacción del planeta y se desvaneció de allí reuniéndose junto
a sus hermanos en el lugar y tiempo de origen.
Al As’Dur llegó a un planeta que estaba en plena glaciación, era un paraíso formado
completamente por hielo, poseía grandes rasgos de tener unas características para una vida
idílica y paradisíaca, pero al estar en plena glaciación tardaría mucho en poder ofrecer esas
ventajas, por lo que la mestiza de fuego y viento decidió darle un empujón a la madre
naturaleza e invocó a su poder. Sinerassu elh, ¡dan! {Ardiente viento, ¡barre!} ––seguidamente
alzó la palma de su mano al frente y de la misma surgió una esfera de aire comprimido que
reventó creando una gigantesco tifón de fuego azulado que barrió absolutamente toda la
superficie de aquel mundo derritiendo hasta el más mínimo cubito de hielo. Y en cuestión de
unos meses, resurgió toda la vida de aquello que se convirtió en un auténtico paraíso
terrenal repleto de praderas, colinas, bosques, montañas, inmensos mares y prístinos cielos.
La mestiza se regocijó viendo a todas sus criaturas, yendo de un lado para otro de forma
enérgica e hiperactiva, haciendo todo tipo de comentarios exagerados sobre la belleza de
aquellos seres y parajes, casi siempre con los ojos chispeantes y mordiéndose ligeramente un
puño en señal de admiración. Una vez que hubo visto y explorado todo, se desvaneció de
allí y fue junto a sus hermanos al punto de inicio.
Al In’Dur viajó hacia un mundo cuya tierra estaba enferma, parecía un gigantesco
pantano, repleto de zarzas, plantas y árboles en muy mal estado, la vida allí era muy escasa,
pues no era un planeta muy acogedor para nada, tan sólo había cabida para los insectos, las
bacterias y los virus. El mestizo de fuego y oscuridad, no quiso ni tan siquiera pasear por
aquel mundo u observarlo más detenidamente, tan sólo se limitó a crear una llama en la
palma de su mano e invocar a su poder. Khalon Fhir, Isikunaru… {Fuego negro, álzate…} ––Y
como respondiendo a una orden, la llama que surgió de la palma de su mano se tornó
completamente negra y opaca; seguidamente hundió la palma de la mano en el suelo y del
mismo surgieron millones de serpientes de fuego negro que recorrieron absolutamente toda
la superficie de aquel mundo, cuando ya lo hubieron recorrido se hundieron en la tierra
llegando hasta el centro vital del planeta destruyendo absolutamente todas las bacterias,
virus y malezas que tuviera y nuevamente emergieron a la superficie explosionando al
entrar en contacto con el aire. Con unos días de tiempo, comenzaron a verse nuevos brotes
de vida, y lo más sorprendente fue, que esa vida estaba sana. Aquel mundo no perdió del
todo su toque de cenagal, pero en gran parte sí obtuvo salud su paisaje, trayendo consigo a
nuevas criaturas; de corta estatura, medían tres palmos de estatura, tenían orejas largas y
puntiagudas hacia arriba, ojos saltones, y la piel grisácea, el gesto de su cara resultaba
bastante gracioso pues casi siempre parecían tener un gesto jocoso y travieso. Al In’Dur
sonrió de forma maliciosa al verlos nacer y los llamó In ––sofoco––. Cuando vio nacer al
último de ellos se desvaneció de allí volviendo al punto de inicio junto a sus hermanos.
Al Axa’Dur se vio transportado a un mundo ardiente por doquier que se mirara, era un
planeta ni muy grande ni muy pequeño, y para aquellos que tuvieran la esencia del fuego
sería un paraíso terrenal de día, regentado por un solo sol. El mestizo exploró durante unos
pocos años toda la superficie de aquel mundo, y lo que más le llamó la atención fue una
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gigantesca columna de un ardiente fuego rojo que parecía brotar desde las mismas entrañas
del mundo. Decidió acercarse y contempló con admiración el rugido que profería la
columna, parecía llevar consigo el alma de aquel mundo en su rugido. Vio la entrada de una
cueva y decidió adentrarse, y en cuestión de un rato llegó hasta su mismo corazón, era una
inmensa bóveda dentro de una gran montaña, y de ella misma surgía la famosa columna. Al
Axa’Dur se acercó a la columna de fuego y retiró la capucha de su túnica, miró con
arrogancia y seriedad la columna ardiente que tenía justo en frente, entró en el estado
inmaterial, metió una mano dentro de la columna y seguidamente invocó a su poder. Alux
fhir, isikunaru… {Pálido fuego, álzate...} ––y como por arte de magia, la columna se tornó
completamente pálida, sin ningún tipo de tono o de color, sólo blanco completamente pálido
y el rugido se tornó ensordecedor y aterrador, pues parecía un millar de almas gritando
agonizantes. Poco a poco comenzaron a surgir llamas desde algunas brechas en la tierra, y si
no había brechas, se abrían paso, dando así un espectáculo de infinidad de colores. Una vez
que vio que habían sucedido todos los cambios posibles, el mestizo de fuego y luz se elevó
hacia la montaña con el pico más alto del planeta, echó una ojeada queriendo asegurarse que
todo estaba bien. Se quedó allí hasta que pasaron unas horas desde que llegara la noche.
Ialas dok rost diak. {Cumple con tu destino} ––ordenó al mundo ardiente, emprendió el vuelo
y se desvaneció de allí apareciendo junto a sus hermanos.
Al Krayi’Dur llegó hasta un diminuto mundo desolado por el frío. El sol a penas llegaba
a iluminarlo y calentarlo, por lo tanto las temperaturas allí eran infernales, ningún ser vivo
se vería capaz de soportar aquellas temperaturas por mucho tiempo sin morir. La mestiza de
fuego y vacío se mostró bastante descontenta al ver aquel espectáculo de hielo, entre unas
cosas porque el hielo era algo que no le simpatizaba mucho, y entre otras, porque según ella
la soledad que había allí no era natural, sino originada por el hielo. Así que con un gesto
antipático y desaireado hizo que del suelo surgieran púas de fuego que se expandió fueron
multiplicando y poblando el planeta poco a poco haciendo que el frío se desvaneciese en
gran medida hasta llegar a un punto en que hubo un equilibrio entre el fuego y el hielo. Se
creó una ligera capa de ozono, y brotó la vida de los microorganismos. Algunos eran capaces
de soportar las temperaturas mezcla de calor y de frío, otros no sobrevivían ni un día.
Finalmente una raza sobrevivió y se estableció allí. Eran reptiles de gran longitud, patas
cortas, y cabeza de cánido, con una ligera melena de plumas alrededor del cuello, se
alimentaban del fuego y del hielo que abundaba en aquel planeta y se regeneraba con nuevos
brotes. La mestiza de fuego y vacío sintió ternura hacia estas criaturas y las vio como sus
hijos, las llamó Krayi ––ardor inexistente––. Seguidamente se desvaneció de allí como si
nunca hubiera estado y apareció junto a sus hermanos.
Am Dayi’Dur apareció en un mundo muy iluminado pero a la vez con un tono muy
triste y gris, todo parecía ser esclavo de la más implacable de las monotonías. No le bastó ni
dos segundos a la mestiza de aire y oscuridad para ponerse manos a la obra en el cambio que
vio que tendría que darle, fue paseando por aquel mundo dando ligeros saltitos y
canturreando. Cuando veía que debía cambiar algo tan solo tenía que agitar su mano y con
una brisa oscurecerlo o darle la propiedad de crear brisas que fuesen como mantos de
oscuridad. Convirtió árboles, bosques enteros, montañas rocosas, acantilados al lado del
mar… y también les dio un tinte oscuro a las pieles de algunos animales como algunos
reptiles y a otros les dio la habilidad de crear los mantos oscuros como en el caso de un
grupo de duendecillos de color verde, largas orejas, dientes afilados y ojos amarillos. Tras
varios años de cambios, Am Dayi’Dur dio un grácil giro y viendo que todo era más alegre
con la oscuridad mezclada junto a la luz y los duendes que creaban los mantos oscuros se
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desvaneció de allí reuniéndose con sus hermanos en el punto de inicio.
Am Seleti’Dur llegó a un mundo bastante gris y oscuro, en el cual parecía regentar todo
aquello que fuese caótico y maligno, imperaba la ley del más fuerte entre toda la criatura y
ser vivo de allí, hasta las mismas plantas usaban sus raíces para estrangular y devorar a todo
aquel que tuvieran cerca de la hora de alimentarse. Sin pensárselo un instante, concentró una
cantidad considerable de energía eólica en la palma de su mano, una leve brisa rodeaba su
brazo, lo alzó al frente y como si de un cañón se tratara, un tremendo cañonazo de aire
surgió de la palma de la mano del mestizo de aire y luz, y el aire iluminó todo aquello que
encontró en su paso, toda criatura de aquel mundo que se viera en el camino de aquella
ráfaga de viento adoptó la posibilidad de poder crear vientos iluminadores, tan cegadores
que ni una planta era capaz de resistir el brillo de las mismas. Una vez que Am Seleti’Dur
comprobó que aquellas criaturas aprendieron a defenderse con ese don se desvaneció de allí
y apareció junto al resto de sus hermanos en el mundo de inicio.
Am Kaor’Dur apareció en un planeta de condiciones muy estables. Era un mundo de
tamaño mediano y de abundante vida en él. Todo rebosaba mucha vida y mucha estabilidad,
gran orden y equilibrio. La joven exploró aquel mundo quedando maravillada con sus
bosques selváticos y toda criatura que allí habitaba. Y al tiempo descubrió que todo lo que
era orden y equilibrio fue una errónea interpretación suya, pues existía allí un saurio de
percepciones gigantescas que parecía ser el rey de toda criatura en aquel bello mundo, y
todos le rendían sumisión, cuando decidía algo nadie le rechistaba, todos le temían, pues no
había ninguna criatura allí capaz de hacerle frente. La mestiza de aire y vacío presenció lo
que iba a ser la ofrenda para la cena del gran saurio, un grupo de diez antropoides se postró
ante él ofreciéndose para aplacar el hambre de su gran rey. Y cuando este se dispuso a dar el
primer bocado de su cena, la mestiza de aire y vacío generó un minúsculo agujero de vacío
que absorbió a los diez monos, el agujero se desvaneció y apareció a escasos metros en frente
de las fauces del saurio, que al verlos intentó nuevamente dar su nuevo bocado, pero los
monos fueron absorbidos nuevamente por un agujero de vacío. Esta escena se prolongó
durante un par de horas provocando las carcajadas de Am Kaor’Dur que finalmente optó
por darles el don de teletransportarse a todos los seres que allí habitaban excepto al gran
saurio que se vio frustrado desde aquel día a la hora de devorar a sus presas, pues muy
pronto encontraron la forma de usar su don para burlarse del gran saurio cada vez que
querían ––casi siempre lo hacían correr bastante antes de desvanecerse––. Tras comprobar
que todos los seres habían controlado su capacidad de teletransporte la mestiza visitante se
desvaneció de allí apareciendo en el punto de inicio.
Es Du’Dur apareció en un mundo de percepciones mediocres, tanto en su tamaño como
en la vida que allí habitaba. No eran muy abundantes las plantas, las flores y los seres vivos,
pero tampoco estaba completamente vacío de los mismos. En resumidas cuentas, no era un
planeta ni muy hostil, ni muy acogedor. El mestizo observó a su alrededor y paseó durante
varios años recorriendo aquel mundo, no sabía si hacer algo para cambiarlo o si debería
dejarlo como estaba, hasta que un día, se decidió, palmeó sus manos justo frente a su pecho e
hizo presión con fuerza con ambos brazos. Obso illu Kin, neds aka ora. {Oscuridad y luz, venid
a mí.} ––y seguidamente un rayo de luz y un tentáculo de oscuridad descendieron desde los
cielos haciendo la parábola de una “V”, atravesando en cuestión de segundos al mismo que
acababa de invocarlos. Tanto el tentáculo como el rayo se introdujeron por completo en el
cuerpo que atravesaron, y surgieron fundidos en forma de lanza desde una de las manos del
mismo. El mestizo clavó con furia la lanza en el suelo y el planeta brilló por completo con
una intensa luz cegadora pareciendo que se había convertido en una estrella, seguidamente
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la luz se oscureció y adoptó un tinte violáceo. La luz se desvaneció en pocos segundos y el
planeta parecía presentar desde ese mismo instante un aspecto más confiado. Una mitad era
iluminada por la más fuerte de las luces, mientras que la otra era iluminada por la más
oscura de las luces. Con el paso de los días el planeta mismo comenzó a dar brotes de nueva
vida y mejores condiciones para poder vivir en él, con lo cual la vida surgió como de la nada
en tan sólo cuestión de un año y fue completamente poblado por todo tipo de animal y
criatura tanto en la tierra, en el agua como en el cielo. Una enorme sombra emergió desde la
zona de la luz oscura y se situó en el centro del mundo dando a entender mediante el
lenguaje de las sensaciones que lo vigilaría y lo cuidaría. Tras esto, Es Du’Dur se desvaneció
de allí y regresó al punto de partida junto a sus hermanos.
Es Tra’Dur apareció en un mundo regentado por dos soles, uno blanco y el otro azul.
Presentaba un aspecto jovial y atractivo, con una equilibrada cantidad de vegetación, flora y
fauna ––además de variada––. Ver tanta vida y tanta alegría causaba una sensación de temor
y asco a la vez en el interior de la mujer que sin pensárselo dos veces hizo la invocación a su
poder. Akeharen obso illu haren noo… ¡Isikunaru illu irirsto! {Divina oscuridad y divino
vacío… ¡Despertad y gobernad!} ––y en pocos instantes una minúscula esfera surgió del pecho
de la oscura mujer, dicha esfera se elevó unos centímetros hasta quedar justo encima de la
cabeza del cuerpo de la mujer, y de forma instantánea, se expandió y cubrió todo el planeta
absorbiendo el alma de toda su luz e intercambiándola por oscuridad. Tras haber cumplido
su misión, la esfera se desvaneció y todo lo que era luz, pasó a ser oscuridad, de tal forma
que la mestiza de oscuridad y vacío le había dado su toque personal a ese mundo. Tras esto,
unas formas oscuras de todos tamaños y formas emergieron desde las sombras; eran las
almas en pena de toda aquella criatura que poblara aquel mundo anteriormente a la llegada
de Es Tra’dur. Habían sido despojadas de su alma quedando tan sólo su sombra.
Ak Dhura’Dur apareció en un mundo gigantesco, en el cual lo único que habitaba era la
oscuridad, no podía verse absolutamente nada ni a un centímetro de distancia, los cielos
estaban ocultos tras una gruesa capa negra que parecía burlarse de la luz desde hacía varios
eones de tiempo, comprobando que era incapaz de poder ver algo, el mestizo de luz y vacío
cerró los ojos, alzó una mano al cielo, la abrió todo lo que pudo, y de ella comenzaron a
surgir pequeñas chispas como queriendo rodearla. El último miembro perteneciente a los
veintiún elegidos parecía estar concentrando una gran cantidad de energía, su expresión se
había vuelto ceñuda y mostrando hacer un grandísimo esfuerzo, de repente abrió los ojos e
hizo una exclamación al cielo. ¡Arkanot! {¡Rayo!} ––Seguidamente se abrió un vórtice de vacío
a pocos metros en el espacio del manto oscuro que cubría aquel mundo por la zona en la que
estaba Ak Dhura’Dur, y justo en su centro comenzó a concentrarse una gigantesca cantidad
de energía siendo transferida desde todos los extremos de aquel vórtice y en pocos minutos
cayó un potentísimo relámpago jamás contemplado en la historia de la creación hasta ese
momento, aún más grande y grueso que la columna de fuego que Al Axa’Dur tornó pálida.
Cayó justo en la mano de Ak Dhura’Dur que con un grito lo expandió y repartió por todo el
planeta, millones y millones de serpientes eléctricas cubrieron los cielos, la tierra, los mares,
y todo aquello que habitaba aquel mundo haciendo que se disipara para siempre toda la
oscuridad que lo cubría. Cuando todas las serpientes eléctricas se desvanecieron junto al
vórtice, el mestizo de luz y vacío contempló maravillado los tesoros que tenía escondidos el
manto de la oscuridad que lo cubría anteriormente. Unos bosques magníficos, muy
profundos y muy extensos cuyas hojas eran de todo tipo de espectro de colores, todo tipo de
criatura alada, terrestre y marina, unas aguas preciosas y limpias, tres continentes enormes y
exactamente en el centro del mar, una gigantesca torre espiral de alabastro y cristal. Parecía
110
que el mestizo había acabado su misión, pero aún le quedaba por ver una cosa: el nacimiento
de sus hijos y a la vez los primeros seres elementales del elemento rayo. Eran seres que
podían tener todo tipo de tamaño y envergadura, pero todos tenían una cosa en común: eran
condenadamente rápidos y mortíferos si se proponían atacar. Pocos años después, cuando
aquel mundo quedó poblado por estos seres, Ak Dhura’Dur regresó al punto de origen junto
a sus veinte hermanos.
Una vez que todos habían regresado del pasado con una enorme satisfacción en su ser
que se veía exageradamente reflejada en sus rostros se miraron unos a otros sonrientemente,
se tornaron etéreos y emprendieron el vuelo en busca de aquel mundo que elegirían como su
mundo reino tal y como les había indicado Eliesto que debían hacer. El viaje fue bastante
monótono, porque por alguna razón ninguno de ellos fue hablando ni comentando nada, tan
sólo iban atentos y concentrados a que sus instintos volvieran a dar algún aviso. No por que
no quisieran contar nada de lo que hicieron o vieron, lo deseaban todos por igual con todas
sus fuerzas. Pero tenían que cumplir primero una misión y no podían demorarse ni
distraerse bajo ningún concepto, así que siguieron volando durante cerca de diez años hasta
que notaron que sus instintos reaccionaron al unísono ––debían seguir en línea recta y a toda
velocidad según indicaban––, y no se lo pensaron un instante; aumentaron la velocidad todo
lo que pudieron y en cuestión de un par de horas llegaron a un mundo que para ellos
contemplarlo la definición más exacta era “aterradoramente gigantesco”. Los veintiuno se
adentraron un poco en la atmósfera para poder contemplar desde los cielos qué clase de
condiciones presentaba el planeta. Era un paraíso terrenal, completamente perfecto, con un
ligero tono tétrico y oscuro, pero aún así era perfecto. Su fauna era tan extensa como la del
planeta Iniar, y muy similar, su flora y su vegetación cubrían por completo los dos colosales
continentes que parecían un polo oeste y un polo este. El mar cubría por completo el resto
del planeta a excepción de los dos polos norte y sur que también poseían un extenso
continente completamente congelado. Alunizaron casi con prisa, pues notaron que el planeta
mismo parecía estar satisfecho por haberles podido enviar una llamada a larga distancia que
recibieron sin problema, pero que aún tenía algo que decirles. Quiso mostrárselo mediante
las sensaciones, y todos sospecharon de qué se trataba, y efectivamente al entrar en aquel
mundo de las sensaciones, vieron a Eliesto dándoles la espalda a unos metros de ellos.
Aunque en esta ocasión, para sorpresa de todos, la situación era completamente diferente a
las anteriores. El planeta presentaba un aspecto tenebroso, plañidero y moribundo, parecía
que estuviera a punto de estallar en mil pedazos de un momento a otro. Eliesto alzó ambas
manos al cielo e hizo una exclamación cuyo gigantesco eco resonó surcando y rasgando los
cielos de forma amenazadora. ¡Isikunaru hirot d’ora! {¡Despierta hijo mío!} ––de repente
varios zarcillos de energía de todo tipo de color surgieron lentamente del cuerpo de Eliesto
expandiéndose por todo el planeta dándole energías y resucitándolo de su muerte
inminente. No tardó ni diez minutos en reconstruir la vida de ese planeta, acto seguido
relajó los brazos dejándolos caer como si fueran de plomo, y sin ningún signo de cansancio,
se giró encorvándose un poco hacia los veintiuno e hizo una reverencia que reflejó cariño y
afecto, se reincorporó y miro a todos uno a uno, y todos pudieron jurar que Eliesto les
sonreía afectuosamente. Al mirar a Ak Dhura’Dur hizo un pequeño ademán con la cabeza en
forma de saludo respetuoso y se desvaneció de allí. Regresaron al tiempo presente y así, sin
más decidieron asentarse allí y adoptarlo como su planeta reino, y lo llamaron más de forma
afectuosa que por ponerle un nombre: Arak Shu ––que significaba literalmente traducido del
idioma ancestral y espectral “estrella arcana”––.
111
La vida allí era idílica, se sentían alegres de vivir en aquel mundo, pues tenía todo lo
que pudiera desear una persona: recursos naturales en extensa abundancia, una flora
maravillosa y una fauna fantástica, no había cabida para el aburrimiento allí. No decidieron
crear a ningún vástago más pues pensaban que no había necesidad, ellos estaban ahí para
proteger ese mundo si pasaba algo malo. Convivieron en paz durante muchísimos años,
contemplaron con gran admiración la evolución de las especies, notaron cómo el propio
planeta aprendió solo a cuidar de sus recursos y sus habitantes, notaron el cambio que el
tiempo traía consigo para el planeta… no había cabida en aquel mundo para el miedo, las
dudas o los pesares y males. Todo parecía que se mantendría siempre en perfecta sintonía
consigo mismo, pero un día, en el colmo de la felicidad, y tras haber tenido una animada
charla nocturna, en la hora en la que todos dormían, Am Kaor’Dur tuvo un sueño más que
horrible, espantoso; Arak Shu estaba siendo arrasada por unos seres oscuros cuyos ojos de
color amarillo brillaban con un fulgor oscuro. Estos seres masacraban a todo ser que se
encontraban a su paso. Gritos de dolor, angustia y agonía eran los que predominaban aquel
sueño acompañado por gran cantidad de vísceras y grandes ríos de sangre que surgían de
los cuerpos de todo tipo de ser vivo que habitara aquel mundo. Lo que más curioso le
resultó a Am Kaor’Dur fue el hecho de que esos seres oscuros eran las mismas sombras de
cada ser vivo, o al menos ella podría jurar que eran las sombras que proyectaba cada
habitante de Arak Shu. La elegida del viento y el vacío se despertó muy alterada, con un
sudor frío y el corazón latiéndole a mil por hora, estaba asustada y confusa, tardó por lo
menos cinco minutos en reaccionar y recuperar la compostura; miró a su alrededor y pudo
comprobar por sí misma que todo estaba tranquilo y en silencio, con lo cual se calmó aunque
no bajó la guardia, así que no pudo volver a conciliar el sueño, por lo tanto la mejor idea que
se le ocurrió fue dar un paseo nocturno.
Durante las noches siguientes el mismo sueño se repetía una y otra vez, cada vez que se
dormía soñaba con lo mismo, el mismo sueño, cada detalle, por mínimo que fuese se repetía
una y otra vez. Am Kaor’Dur conocía ya el sueño de memoria, pero se preguntaba por qué
no era capaz de soñar con otra cosa, por qué hasta el mismo sueño se negaba a arroparla
entre sus cánticos de alivio. Los días transcurrían muy lentos, y aquella que ya sólo soñaba
con pesadillas hacía todo lo posible por mantenerse despierta, pues no quería volver a tener
ese horrible sueño. El resto de sus hermanos ya empezó a notar que algo le pasaba a la
insomne; las pruebas eran evidentes: sus ojeras eran enormes, tardaba bastante en reaccionar
cuando se le preguntaba algo, se alteraba con cualquier cosa por mínima que fuese, y su
carácter se tornó irascible, se le notaba a la legua que estaba agotada. Sus hermanos y primos
no podían saber de qué se trataba porque ella no dejaba que nadie se acercara ni quería
hablar de ningún tema en concreto, hasta que un día cayó llorando de rodillas exhausta por
el cansancio y dio un alarido de dolor y angustia que estremeció los corazones de todos los
allí presentes. No les hizo falta preguntar el por qué de esa reacción, pues el lenguaje de las
sensaciones lo mostró todo, contó toda la historia del sueño de Am Kaor’Dur; cuando fueron
a socorrerla ya era demasiado tarde, el cuerpo de la mestiza de viento y vacío cayó a plomo
al suelo, había caído en estado de letargo, estaba viva, pero su actividad mental era
completamente nula.
Pasó un año desde aquel fatídico día, y no pasó ninguno sin que el resto de lo veintiún
elegidos velara por el estado de la mestiza de viento y vacío, la preocupación era creciente a
cada segundo, pues Am Kaor’Dur no daba señales de actividad mental ni física, sólo sabían
que estaba viva porque respiraba y sus constantes vitales estaban bien. Siguió transcurriendo
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el tiempo y llegó un día en que la comatosa despertó dando un auténtico alarido de terror,
dolor y pánico, al mismo tiempo que el equilibrio del Universo en sí se veía mermado por
unos segundos cambiando por completo. Allá en la lejanía dos enormes fuerzas se
desvanecieron dando paso a una nueva aún más poderosa y aterradora. Am Kaor’Dur seguía
gritando agónicamente y de ella surgió una onda psíquica de color azul oscuro violáceo que
se expandió por todo Arak Shu, de forma que dio un toque más oscuro al planeta y les dio a
todos sus habitantes la habilidad de tornarse etéreos cada vez que se les antojara ––había
distorsionado la realidad en el planeta Arak Shu––. De repente, ella, sus hermanos y sus
primos empezaron a notar el mismo fenómeno: ciertos cambios en su cuerpo se manifestaron
de forma muy considerable; cada vez que les latía el corazón les aparecía sobre ellos la
vestimenta con la que viajaron al pasado, cuando les volvía a latir volvían a su estado
normal, así una y otra vez, con el pulso cardíaco acelerándose hasta que llegó un momento
en que todos pudieron notar que el corazón se les detenía en seco y acto seguido lanzaban
un alarido de furia, dolor, angustia, desesperación y terror con el cual parecían estar
desafiando a todo el Universo. Tras este alarido, llevaban puestas las ropas que tenían al
viajar a aquel pasado remoto, pero con una diferencia: todos llevaban la máscara de Eliesto
cubriéndoles el rostro. Pocos minutos después todos volvieron a su estado normal y ninguno
comentó nada de lo ocurrido, ya que no querían recordar lo que había pasado, temían que
estaba llegando la hora señalada para el plan de Eliesto.
Los siguientes días venideros transcurrieron con total normalidad, pero algo se notaba
en el ambiente, algo les amenazaba, una presencia o quizás un tipo de energía maligna que
pretendía arrasar con ellos; estaban un poco nerviosos y atentos a cualquier cosa que pudiera
pasar, lo único que notaron a ojos vista fue que sus sombras y las del resto de seres y objetos
capaces de proyectarlas se hicieron un poco más oscuras y opacas, aunque fue un detalle al
que no dieron importancia, ya que coincidió con la llegada de una tormenta que se avecinaba
con el cambio climático de las estaciones en el planeta. Las cosas siguieron igual que siempre
durante las siguientes décadas, sólo que un poco diferentes por notarse en el ambiente
aquella energía que se cernía sobre ellos, pero no por ello tendrían que dejar que eso les
impidiera seguir viviendo con total normalidad, incluso Am Kaor’Dur pudo encontrar por
fin descanso en sus sueños puesto que las pesadillas cesaron y sus sueños volvieron a ser
placenteros.
Pero llegó una mañana tranquila, en la cual el sol brillaba con jubilosa luz, y todos
descansaban tranquilamente dentro de un sueño delicioso y profundo del cual tuvieron que
ser despertados por unos gritos de dolor y terror que los alertaron de que algo pasaba.
Cuando los veintiuno salieron de sus respectivos refugios contemplaron con terror, que la
horrible pesadilla de Am Kaor’Dur se había hecho realidad. Todos los seres vivos estaban
luchando contra su propia sombra y cayendo como moscas, hasta ellos mismos fueron
sorprendidos al ser atacados por sus propias sombras, Am Kaor’Dur volvió a lanzar esa
onda expansiva e hizo que todos los seres vivos se tornaran etéreos dándoles la habilidad de
combatir en igualdad de condiciones contra sus propias sombras. Todos colaboraron y
crearon seres elementales de tierra, fuego, aire, agua, oscuridad, vacío y luz que lucharon
valerosamente contra aquellas sombras que estaban invadiendo su tan preciado hogar.
Aunque el ataque a los araks había sido por sorpresa, en cuestión de unos minutos igualaron
las fuerzas en mitad de la batalla, dándose por todo el planeta encarnizadas batallas,
singulares y múltiples, todo tipo de fiera salvaje luchaba contra su sombra con dientes,
garras y zarpas, usando la astucia y la agilidad como armas principales, dejando atrás un
reguero de cadáveres tanto araks como sombríos.
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Finalmente, los araks vencieron la batalla sin mucha dificultad, pero ya habían caído la
cantidad suficiente de aliados como para considerar que habían tenido una gran pérdida.
Bajaron la guardia por unos instantes y se sorprendieron al ver que súbitamente sus propios
seres elementales de vacío y oscuridad se volvieron en su contra atacándolos sin piedad y
poseyendo la mentes de la mitad de los animales supervivientes de aquella corta pero
cruenta batalla anterior que parecían haber ganado. Por lo tanto los que eran mestizos de luz
tuvieron que intervenir rápidamente, unir sus esencias y expulsar a las sombras que habían
entrado en su territorio con millones y millones de ráfagas de luz que surgían de las palmas
de sus manos en fracciones de segundo. Después se unieron al resto de veintiún mestizos y
fusionando sus poderes crearon a tres colosos de cinco metros de estatura, ojos fríos y
oscuros y larga melena dorada; cuya capacidad era controlar todos los elementos en un
elemento único, y estos mismos crearon una esfera cada uno que se fundió en una sola
explotando en millones de agujas que acabaron con la vida de los seres de vacío en cuestión
de segundos.
Una vez acabada la pequeña batalla, algunos de los veintiuno se desplomaron en el
suelo pues la adrenalina aún estaba muy subida en sus cuerpos, otros se quedaron de pie
jadeando por los nervios apoyando sus manos en sus rodillas, y el resto cayó sentado en el
suelo contemplando anonadados la escena final de aquel cuadro; tardaron varios minutos en
recuperar el aliento y la compostura, aquella batalla los había cogido por sorpresa y lo que
tuvieron que contemplar antes de reaccionar y defenderse fue espantoso. Cuando por fin
recuperaron el aliento, tuvieron que hablar con estos tres seres mestizos creados por
necesidad en esta batalla y explicarles todo lo sucedido hasta ese momento y el por qué
habían sido creados. Tras una larga charla entendieron que su misión actual era proteger a
costa de sus vidas la seguridad de Arak Shu, su planeta madre, y acto seguido fueron
bautizados. Se les llamó Ik Solt’Xeo, El Solt’Xeo y Ah Solt’Xeo y por ser tres seres
magníficos recibieron el apodo Oro Kai xeo “los tres grandes”, y como grandes se les dio el
rango máximo de guerreros, Ik Solt’Xeo fue condecorado con el rango de Enón ––campeón
de campeones indiscutible––, El Solt’Xeo fue condecorado como Serethi ––el protector–– y
la última de ellos Ah Solt’Xeo, fue condecorada como Altherio ––el guía––.
Tras conseguir estabilizar las cosas en el planeta, y estar seguros que podían dejar allí a
los tres grandes a sus anchas, los veintiún mestizos decidieron emprender el vuelo a toda
prisa hacia los planetas que habían sido restaurados por ellos y que juraron proteger con
tanto recelo para tener información de primera mano sobre el estado de los mismos ––y ya
que estaban de aquellos hijos que dejaron como guardianes de estos planetas––. El primer
objetivo sería el último planeta que restauraron antes de toparse con Eliesto en el planeta
recompuesto por él mismo. A pesar de conocer ya la ruta más corta desde Arak Shu hasta
dicho planeta, el viaje se les hizo bastante largo puesto que la preocupación en sus corazones
era muy notable, no sabían con qué panorama se iban a encontrar al llegar allí. Tardaron casi
una semana en llegar, y una vez que lo divisaron en la lejanía siguieron volando hasta
quedarse a tan sólo unos diez kilómetros sobre la atmósfera, observaron con angustia que
una gruesa capa oscura envolvía por completo la atmósfera de aquel mundo. Un aura de
sensaciones dañinas y malignas rodeaba aquel mundo entero, parecía como si una
gigantesca garra apretara con fuerza hasta llegar a oprimir incluso el mismo eje central que
lo equilibraba. De repente la adrenalina comenzó a subir haciendo bullir la sangre que corría
por las venas de los veintiún mestizos, y una furia incontrolable se adueñó de ellos
empujándolos a descender a la misma vez a plomo hacia la superficie terrenal, en la cual
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alunizaron de forma tan abrupta contra el suelo que se creó un gigantesco cráter. Parecía en
un principio que no podía empeorar la perspectiva de aquel mundo tan querido para ellos,
pero tuvieron que resignarse a aceptar que el espectáculo tan sólo había comenzado. La furia
que se apoderó de ellos en la atmósfera se vio convertida en cólera cuando miraron a su
alrededor y contemplaron lo que les rodeaba con el corazón a punto de salírseles por la boca
de la misma rabia que sentían e intentaban controlar en vano; aquel gran mundo que un día
para ellos fue un paraíso digno de los campos elíseos ahora era un infierno digno de la
perdición más dantesca jamás imaginada. Había sido brutalmente profanado, torturado y
herido de muerte, estaba peor que cuando se lo encontraron en un principio, tal era su
situación, que a pesar de presentar un panorama infernal y despectivo también se le notaba
vigoroso y orgulloso de su estado actual, como si la misma voluntad del planeta hubiera
sido doblegada y forzada a convertirse en la esencia viva de la destrucción y el odio.
Intentaron concentrarse en las sensaciones para poder comunicarse con el alma del planeta y
una vez que contactaron con sus sensaciones comprobaron con tristeza que el mismo mundo
que una vez les prometió un sitio reservado siempre para ellos ahora los estaba desterrando
y amenazando con atacarles si no se iban pronto de allí; pero los veintiún elegidos no podían
abandonar, tenían que encontrar a sus hijos y tal fue la sorpresa que tuvieron que con solo
pensar en ellos, un coro de risas se acercó desde sus espaldas, pero mayor fue aún la
sorpresa cuando se giraron y vieron a los cuatro que estaban buscando. Sintieron una gran
alegría de repente, aunque esa alegría se desvaneció con la misma rapidez cuando vieron
que estaban acompañados por Leel, Dashira y Therasci que estaban un tanto cambiados. Los
siete primogénitos de los veintiún elegidos estaban allí con porte arrogante y con no muy
buenas intenciones, la bondad por la que fueron conocidos se había desvanecido por
completo, ahora sólo había maldad y odio dentro de ellos. Las miradas de los siete eran tan
acusadoras y desafiantes como frías y penetrantes.
––¿Sois vosotros de verdad? ––Preguntó Il Arun’Dur con tono de reprocha.
––Desde luego que somos nosotros… solo que ahora somos libres… ––Replicó Dashira
de forma siniestra.
––¿Libres? ¿Libres de qué? ¿O de quién? ––Preguntó Es Du’Dur extrañado.
––De vosotros, ¿de quién va a ser si no? ––Replicó Istho.
––De nosotros, ¿qué tontería estáis diciendo, cuándo os hemos atado? ––Cuestionó Te
Mi’Dur sintiendo una furia casi desbocada en su interior.
––Nos hicisteis nacer y elegisteis nuestro destino por vuestra propia voluntad… ––Dijo
Elgho con odio.
––¿Decidir vuestro destino? ¿Te has vuelto loco? ¡Nosotros tan sólo queremos el
equilibrio en el Universo! ––Exclamó Al As’Dur casi fuera de control.
––Y nosotros queremos destruirlo, todo lo que ha sido creado es un error y hay que
enmendarlo… ––Sentenció Leel.
––¿Qué? ––Exclamó Al As’Dur apretando los dientes y los puños, con los ojos
saliéndole de sus órbitas estando tan sólo a una palabra más para estallar de rabia.
––¡Sí, estúpida, ahora servimos a la grandiosa Katos, ella será la que restaurará el orden
en el Universo entero cuando haya acabado con toda la existencia errónea en él! ––Explicó
Therasci con una arrogancia típica de alguien que cree ser superior a los demás. Estas
últimas palabras fueron la gotas que colmaron el vaso y Al As’Dur con un grito de rabia
invocó al viento ardiente y provocó que del suelo surgieran cientos de lenguas de fuego
azulado que parecía ser cientos de relámpagos rompiendo la tierra de la rapidez con la que
serpenteaban por el suelo en dirección a Therasci. Iri empujó a su hermano antes que las
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llamas azuladas le alcanzaran y las contrarrestó con un enorme tornado de fuego negro que
se las llevó consigo disipándose como si de una breve brisa se tratara. El siguiente ataque
surgió por mano de Te Mi’Dur que hizo surgir del suelo unas enormes rocas justo enfrente
de Elgho que hicieron implosión y crearon un pequeño vacío que casi absorbió a su objetivo,
pues fue salvado por otra distorsión vacía por mano de Istho. El siguiente ataque vendría
por mano de Al Axa’Dur que generó las llamas pálidas alrededor de sus brazos y piernas de
tal forma que sus golpes quedarían brutalmente potenciados, pero este ataque fue frustrado
por una voz que quiso detener la batalla. ¡Parad! ––Exclamó Ak Dhura’Dur. La reacción fue
inmediata, todos se detuvieron incrédulos por tal grito.
––¿Por qué?, nos están atacando, ¿es que no lo ves? ––Inquirió Al Axa’Dur casi a punto
de estallar en una colérica llama pálida.
––Habéis empezado vosotros. ––Acusó Elgho.
––Faltaría más, ¿quieres destruir el Universo y crees que voy a permitírtelo? ––Preguntó
Al Axa’Dur nuevamente.
––¡Ja! Por supuesto, es nuestra decisión. ––Replicó Dashira.
––¡Que os calléis de una maldita vez! ––exclamó Ak Dhura’Dur furiosamente tajante––
Escuchadme bien, porque sólo os lo advertiré esta vez, restaurad este planeta y volved a
vuestra posición anterior adquirida gracias a nuestra sabiduría o yo mismo acabaré con
vosotros aquí y ahora…
––Bien… ahora escúchame tú a mí porque sólo te lo diré esta vez. ––Expuso Leel tan
fríamente que parecía salir hielo por cada una de sus palabras–– Largaros ahora mismo que
estáis a tiempo o yo os juro que me aseguraré de poner fin a vuestra penosa existencia.
La respuesta fue instantánea, Ak Dhura’Dur con la misma rapidez de la luz, alzó la
mano señalando a Elgho y su cabeza reventó hacia dentro a causa de una pequeña burbuja
de vacío que se desvaneció con la misma rapidez que se generó, todo ocurrió en a penas
medio segundo. El resto de los seis hijos renegados miró con expresión de rabia cómo caía al
suelo el cuerpo recién decapitado de su hermano Elgho. Y la reacción también fue inmediata
por parte de ellos, lanzaron un grito que se tornó de ultratumba al juntarse las seis voces en
una, parecían estar invocando a algún ejército por lo que las sensaciones describieron a los
veintiuno; y efectivamente, en tan sólo cuestión de segundos fueron rodeados por un
gigantesco ejército formado por miles de cadáveres reanimados, seres elementales que a
pesar de tener la esencia de los siete elementos básicos también tenían un aspecto tenebroso
y maligno. Los veintiún elegidos sólo vieron un flanco por el que poder huir ––el aire–– y se
tornaron etéreos para escapar de allí con más facilidad. Os dejaremos ir ahora, pero si os
volvemos a ver os destruiremos, así que tarde o temprano os llegará la hora, porque vamos a
destruir el Universo entero por orden de nuestra diosa y señora Katos. ––Advirtió Leel antes
de que emprendieran el vuelo–– Y por cierto… no os molestéis siquiera en ir hacia el otro
planeta para comprobar cómo está, ya no existe, un regalo por cortesía mía, ju, ju, ju, ju…
Ahora este es nuestro planeta Terra Ixu, “la tierra de los ancestros” y vosotros no sois nada
más que exiliados que no volveréis a tener un hogar... ––estas últimas palabras les sonaron
muy mal a Ak Dhura’Dur y rápidamente emprendió el vuelo hacia Arak Shu seguido por
sus hermanos que ya sabían el porqué de aquella repentina reacción. Al llegar a su planeta
vieron con horror desde su atmósfera que había sido completamente masacrado y
gobernado por las sombras y el vacío mientras ellos estaban ausentes, pues ambos elementos
también se habían apoderado de los tres grandes y del resto de criaturas que aún moraban
con vida en la estrella arcana. Lejos de reaccionar por un grandioso berrinche, los veintiún
exiliados reaccionaron de forma tranquila, sintieron que la rabia, la tristeza y la frustración
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se convertían en su fuerza máxima, dándoles la voluntad de imponer la justicia que le es
otorgada a una autoridad máxima.
De repente, las vestimentas y armaduras que Eliesto les había concedido para hacer ese
viaje al pasado les aparecieron sobre ellos junto con la máscara, aunque con unos ligeros
cambios: los bordes de las capas tenían bordados de un color ––según el elemento principal
que tuvieran eran de un color u otro––; los que tenían la tierra por elemento base tenían el
bordado de color marrón; los que tenían el aire, el bordado de color verde; los que tenían el
agua, de color azul claro; los que tenían el fuego, de color amarillo anaranjado; los que
tenían la luz, de color blanco; los que tenían la oscuridad, de un color azul violáceo muy
oscuro; y los que tenían el vacío, de color gris plateado. Al igual que los bordados en los
bordes de las capas, las corazas tendrían el mismo color que sus bordados, pues estaban
hechas del mismo elemento al que representaban, de una forma u otra les protegían con
cualidades distintas. Las corazas de piedra eran duras como la roca y prácticamente
impenetrables; las corazas de aire eran tan livianas que les daban la habilidad de ser más
leves que una brisa de viento a sus portadores; las corazas de agua daban la facilidad de
transparentarse y así confundirse con el terreno; las corazas de fuego generaban tanto calor
que era casi imposible acercarse a sus portadores y eran capaces de alcanzar temperaturas
inimaginables; las corazas de luz daban la capacidad de reflectarse y así confundir al
enemigo con tal rapidez que parecerían ser varios objetivos en vez de uno; las corazas de
oscuridad darían la capacidad de hacerse sombras inmateriales y la habilidad de desaparecer
en las sombras como si no se estuviera en el lugar; por último las corazas de vacío daban la
habilidad de convertirse en agujeros negros de tal forma que absorberían a todo aquel que
intentara agredir a sus portadores en cuestión de segundos. Lo único que tenían todas las
capas en común a parte de su color base, eran tres trenzas de plata bordada; una de ellas
comenzaba desde el extremo superior de la capucha, pasando por la espalda hasta llegar a la
extremidad inferior de la capa, parecía como si la columna vertebral de sus portadores
estuviera a la vista. Y las otras dos caían desde cada uno de los hombros, pasando por el
pecho llegando hasta la extremidad inferior delantera de las mismas capas.
Lo último de todos aquellos detalles que tenían en común era que todos al llevar la
máscara reflectante tomaron la decisión más grande de todas sus vidas: infundir terror a
todo aquel ser con el que se toparan, ya fuese bueno o malo, lo juzgarían y sembrarían el
terror en su corazón; y si era benigno harían lo posible por salvar su existencia, pero si era
maligno, harían todo lo posible por destruirlo; su objetivo final era preservar el equilibrio
universal. Por lo cual, a partir de aquel momento se hicieron llamar de forma unánime por el
nombre: Oro emesh atak “los jueces espectrales”.
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