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Resumen de Filo

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Libro de Barylko

“Pienso, por lo tanto, existo

El renacimiento (“volver a nacer”)

Este significo la transición hacia la modernidad, mediante un paulatino


movimiento de piezas, la razón quedo en el centro y la religión en la periferia.

Se caracterizó por abandonar las sombras de la época oscura (Edad Media) en


donde ejercían un dominio absoluto las religiones. Con el renació el mundo clásico, el
de Grecia y Roma, en las artes, ciencias y la filosofía. Aparecieron los textos
originales, y cada cual estaba facultado para leerlos y entenderlos de acuerdo con su
razón y sin respetar tradición religiosa.

En este momento histórico el hombre se descubrió a sí mismo en su potencia


creadora. Terencio lo definió como el Humanismo. Ha surgido un hombre nuevo, el
cuerpo humillado y desvalorizado en las diversas manifestaciones artísticas será
pasado, aquí revindicara la sensualidad y la sensibilidad. Surge interés por las formas
del cuerpo y el estudio de la anatomía. Pero el cambio se anunciaba con timidez, y
aquellas innovadoras representaciones se escondían bajo los temas clásicos, bíblicos,
religiosos; había que protegerse de los inquisidores, ya que la religión continuo siendo
lo que era, se mantuvieron los ritos y las costumbres. Además los hombres siguieron
creyendo en el amor, en dios, en la familia.

La revolución copernicana

Nicolás Copérnico, estudio matemáticas, astronomía, derecho canónico y


medicina. Llego a la conclusión de que la Tierra y todos los planetas giraban alrededor
del sol. Esta teoría heliocéntrica se anticipaba a la gravedad de Newton, explicaba el
movimiento diario de los cielos, el triple movimiento de la Tierra y su esfericidad.

Giordano Bruno y el Dios inmanente

Giordano Bruno era clérigo en Nápoles, hasta que en 1575 recibió el título de
doctor en teología. Él y sus colegas renacentistas estaban dedicados a la
investigación, a la búsqueda, pero se ganaron muchos enemigos. Al pensar por cuenta
propia era peligroso.

Un día, un alumno celoso, entrego los escritos secretos de su maestro al santo


oficio, Bruno fue tomado prisionero y sus verdades no coincidían con la de las
escrituras. Se defendió apelando a la teoría de la doble verdad (Averroes), la verdad
de la fe es metafórica y revelada, la verdad de la ciencia se demuestra y se refuta. A
pesar de que Bruno se arrepintió públicamente de sus ideas, de Venecia se fue a los
calabozos de Roma y el 17 de febrero de 1600 fue condenado por el papa a la
hoguera, considerándolo un hereje.

Giordano fue profundamente religioso con respecto al sentimiento. Creía que


dios era inmanente (estaba en todo ser) porque todo ser era espejo de lo divino, tenía
divinidad. Diferente a la doctrina clásica de la Iglesia que lo consideraba algo
trascendente, mas allá de nuestro mundo.
Galileo Galilei y el orden del universo

El gran descubrimiento de Galileo, anticipado por Copérnico, fue que la tierra


era apenas una de las tantas motas cósmicas que daban vueltas alrededor del sol,
pero esta idea altero toda la concepción del universo, y por esto lo que estaba en
peligro era el poder religioso, político y económico. Este descubrimiento simboliza la
esencia de la modernidad, la subversión de Galileo consistió en suponer que las
autoridades ya no eran necesarias, que era posible una subversión y una movilidad del
poder a medida que la verdad y el progreso se movilizaban.

El desafío de pensar

El renacimiento descubrió el poder del sujeto humano, ya que confiaba en sus


sentidos, en su propia mente y entendimiento; era un verdadero audaz.

Dios era el creador del mundo, pero el H era el creador del saber del mundo.
La verdad está ahí pero si yo no la descubro, no está. Ahora el conocimiento radica en
la mente humana y el centro del universo pasa a ser el Hombre, todo gira en torno de
él.

El hombre moderno afirma: “soy el eje del mundo”.

Descartes o el poder del pensamiento

El emblema de la modernidad es: “Pienso, por lo tanto, existo”, afirmación del


filósofo francés Descartes. Aunque siglos anteriores expuso una idea similar San
Agustín de Hipona, la cual paso inadvertida, ya que una idea no es el razonamiento
que desarrolla, sino el ambiente en que germina y las consecuencias que provoca.

San Agustín descubrió al H interior, el que se equivoca, pero equivocándose


sabe que existe, está conectado con dios.

Descartes anuncia la superioridad de la instancia del yo, y su capacidad para


alcanzar la verdad. El H moderno está solo, sin autoridades exteriores, lo único que
puede hacer es pensar por cuenta propia (piensa, existe y es autosuficiente). Su gran
descubrimiento fue la duda, la cual implemento a todos los conocimientos adquiridos y
afirmo que para saber hay que dudar, de todo lo aprendido desde la infancia, y
aplicara esto hasta las últimas consecuencias.

Su objetivo era hallar un conocimiento que se presentara en forma de


evidencia. Pone en el centro el YO. Todo reduce a lo que pienso, yo soy poderoso en
mí capacidad razonante.

Para lograr un recto pensamiento y hallar la verdad, además del método se


necesita un espacio de ocio, tiempo libre, des-preocupaciones y una estufa para
calentarse en el invierno. Dadas estas condiciones exteriores, comienza a trabajar el
ser pensante, que al no estar atrapado por las cosas, se hace libre para pensar en
cosas más altas.

La elaboración del pensamiento cartesiano no exigió que fuera a consultar


libros, ni preguntarle a alguien, a investigar el mundo exterior. Descartes se hunde en
su interior y allí busca, encuentra la verdad. El individuo separado del resto del mundo.
Corriente según la cual los materiales del conocimiento son las ideas, el
idealismo. Es desde el punto de vista del origen del conocimiento, racionalismo, ya
que l razón es la fuente del conocimiento y también su estructura necesaria;
encaminada por el método.

Demostración de la existencia de Dios

Al dudar estoy pensando, y si pienso no puedo dudar de que existo. Puede ser
que me engañase y que el cuerpo que tengo no fuese mío; tal vez no exista y sea un
delirio. Pero lo que no es ficción es que pienso y es un acto del espíritu. “Yo no soy
sino una cosa pensante”, sería lo esencial. También soy cuerpo, pasiones, y otros
sucesos pero todo esto es accidental. Es mi pensamiento el que determina mi yo. En
el caso de que me siguiera engañando debería existir alguna fuerza exterior, un genio
maligno que opere sobre mí su maléfica magia y me hiciera caer en la trampa de una
verdad que no es tal. Si es así, necesito que Dios exista para el proteja mi verdad de
cualquier genio maligno y para salir de la soledad. Si encuentro en mí la idea de
perfección y yo no pude haberla causado, tampoco otro como yo, debo deducir de ello
que Dios realmente existe y es causante de esa idea dentro de mí. Protege mi razón,
es el Dios de la inteligencia, pero depende de la idea que encuentro en mi de él. Es
Dios creador, juez del universo y se vuelve idea como todo lo demás.

Pascal: La insoportable mortalidad del ser

En el siglo XX la verdad ya no nos interesa tanto, lo que más nos importa es la


falta de amor. La felicidad consiste en ser amado. Pascal, francés, matemático y
filósofo: “el corazón tiene sus razones que la razón desconoce”. La realidad de la vida
humana por la razón, ni por el yo puro, ente pensante. No solamente pienso, también
me apasiono, amo, odio, busco, caigo, sueño, anhelo; como el otro, y vivo con él.
Estar con el otro es mi mayor deseo y mi mayor dificultad. La línea de Pascal es un
derrotero en la historia de la filosofía, podría llamarse existencialista. Los escritos que
nos ha dejado Pascal no nos invita a estudiar una filosofía, sino a conocer a un
hombre.

La existencia es tiempo, ese fue una de los temas primordiales en el desarrollo


de la modernidad, culminara en el existencialismo del siglo XX. El tema lo inauguro
Pascal, el tomo conciencia de que esto que vivimos no lo vivimos. Esto es presente y
el presente nos lastima. El presente se nos desvanece en nuestros dedos, aunque
queramos conservarlo se deshace.

La muerte es la desdicha, la conciencia de la muerte es la dignidad. La


conciencia de esa miseria es precisamente la condición de la religión y de la fe en
Dios. En esa conciencia desde la profundidad de la angustia el hombre encuentra a
Dios y solo el amor (entrega y ofrenda) puede salvarlo y dar sentido a su existencia. El
mal deriva del vivir mal, para el mal. Quien vive para lo eterno alcanza la eternidad.

Pascal era moderno, pero sus palabras sonaban a evangelio. Sabía que
estamos atrapados por la razón, pero que solo la fe puede hacernos felices. La razón
es solución, pero no salvación. La solución entiende, analiza, explica. La salvación da
sentido a la existencia.
Dos líneas en la historia de la filosofía

Se ha mostrado dos líneas en la historia del pensamiento humano. Cada una


se subdivide en corrientes.

Una parte de la existencia personal: deseos, angustias, esperanzas,


frustraciones, dolores, presencia del mundo (presencia que no pedí), ausencia del
mundo. Esta es EXISTENCIAL.

La otra mira hacia fuera, en dirección del universo. Se pregunta por que existe
el dolor, que significa la muerte; lo hace conceptualmente y siendo objetiva. Busca
leyes generales y el hombre en general. Esta es RACIONALISTA. La razón no puede
ejercer sobre temas particulares, sino la verdad universal.

El Hombre y el Estado

El Renacimiento abrió las puertas a la Edad Moderna, en donde el individuo


humano se expandirá en toda su plenitud y la razón ocupara el centro, es
autosuficiente. Dios se ha hecho a un lado, existe pero ya no reina y no es necesario.

Cuando los lectores se encontraban con pensadores de otras épocas y leían


ciertas ideas difíciles de digerir, incomodas; culpaban al filósofo de haber divulgado el
mal, sin tener en cuenta el debido contexto de sus palabras.

Maquiavelo y el gobernante ideal

A principios del siglo XVI, Maquiavelo se había ocupado del Estado, del ser
social, de la naturaleza del poder político. Es un realista por preguntarse ¿Qué es el
mundo? ¿Qué es la realidad?

Dijo que para el gobernante “el fin justifica los medios”.

No se trata de cómo queremos que sean las cosas, sino de cómo son en
realidad. El príncipe, el gobernarte debe ser un individuo sagaz que no confunde
aquello que es con aquello que debería ser. Un político es un ser que, para el bien de
su pueblo y de su causa, a veces no debe ser bueno, debe abstenerse de la bondad.
Un buen hombre puede ser un pésimo político.

En plena democracia los gobernantes procuran que los hombres poderosos


estén contentos y satisfechos, ellos les ayudaran a dominar al pueblo. Los vicios de
los hombres de las calles son en él virtudes. A los reyes la avaricia es uno de aquellos
vicios que aseguran su reinado. Pero en la vida cotidiana la avaricia es un defecto, es
inmoral. El príncipe es inmoral al ser generoso, ya que lo que debería hacer es
guardar los tesoros de su Estado para que éste sea rico.

Maquiavelo extrajo sus reglas de experiencia histórica. El gobernante ideal era


entonces zorro y león bajo una misma piel.

El único refugio del hombre moderno era el Estado y para que este existiera, lo
protegiera era indispensable que también lo gobernara, que limitase su libertad y lo
usara para sus propios fines.
Hobbes: el Hombre es un lobo para el Hombre

El filósofo ingles Thomas Hobbes llamo al Estado Leviatán, ya que es el


nombre de una de las bestias monstruosas enormes que se come a todos. Es el
poderoso, el que pone límites.

El hombre está inmerso en una realidad que es social, cuya estructura política
es el Estado, y a este los hombres le donaran parte de su voluntad.

La naturaleza humana no es buena, en estado natural tiene egoísmo, tiende a


la destrucción del prójimo. Es una guerra de todos contra todos. El estado de la
naturaleza es contradictorio, porque quiero realizar mis deseos pero quiero borrar o
eliminar todo escollo que se me interponga. Por otro lado tengo otro deseo el de
felicidad, amor, paz. Debo buscar una armonía, controlar uno y otros deseos para
poder vivir, sobrevivir.

La vida del hombre es solitaria, carente, apenas difiere de la vida animal.

Locke y los derechos del Hombre

Hablo de los derechos naturales del hombre, siendo la única manera de no ser
aplastados por el Leviatán del Estado. Esos derechos que nacen con los hombres y a
todos por igual, a pesar de sus diferencias individuales: el derecho a vivir, a sobrevivir,
a trabajar, a expresarse libremente, a la propiedad.

En el segundo tratado del gobierno civil: la propiedad era una consecuencia del
trabajo, sin trabajo no hay propiedad.

Algunos párrafos de los tratados del gobierno civil se incorporaron en las


Declaraciones de los Derechos del Hombre, en la francesa 1789, y en la
norteamericana 1787.

Rousseau: El contrato social

El hombre ha nacido libre y sin embargo vive en todas partes entre cadenas.

Propone el contrato social: contratamos le cesión de la libertad al Estado y al él


le dictamos nuestras reglas, nuestras leyes. Esas leyes nos devuelven la libertad
cedida.

La única forma de ser iguales, pues es con leviatán sobre nuestras cabezas.

 Edad Media (surgimiento del cristianismo – siglo II d.C.-; desde la


invasión de Roma a Occidente hasta el Renacimiento – siglo XIII d.C.;
enlace entre teología y filosofía)  Temas principales tratados: fe-razón y
cómo conciliarlos, de qué manera se puede explicar la religión desde la
razón
La fe en busca de la razón
NUESTRO MUNDO DE PALABRAS
Una de las grandes funciones de la filosofía consiste en tomar palabras y
redefinirlas. Eso hizo Sócrates. La palabra religión, en su raíz latina (re-ligare), designa
un religamiento entre lo humano y lo que lo trasciende. La gente se reúne así en torno
a una práctica, un ritual, una serie de ceremonias y comportamientos cuyo eje es lo
santo. La religión constituye una comunidad y esta se reúne en una congregación. La
religión trasciende lo individual, vincula al hombre con otros hombres.
Las religiones son distintas: en su comportamiento, en sus costumbres, en sus
normas, en sus leyes, y cada religión posee sus propias creencias. En cuanto a la fe,
aunque dos personas pertenezcan a la misma religión realizando las mismas
costumbres (aspecto exterior), el creer, en cambio, como pensar, corresponde a un
acto interno del individuo, es un hecho psíquico. Cada uno tiene su propio mundo
interior. La fe siempre es íntima.
LA RELIGIÓN Y LA SOLEDAD
“La religión es lo que el hombre hace de su soledad”, Whitehead, filósofo y lógico
contemporáneo. Todos aquellos que comparten las mismas creencias, el mismo
dogma, forman una comunidad histórica, un partido, un grupo interconectado. Pero la
fe, la relación íntima del hombre con Dios, pertenece a su soledad.
La creencia religiosa es en primera instancia un acto de fe de la sociedad o grupo
humano en el profeta, ese hombre que habla de su encuentro privado y personal con
Dios y transmite el mensaje. El origen del mensaje es Dios, pero el transmisor es el
individuo, y el fin es la comunidad, que da sentido a la religión, la unión de los
individuos a partir de creencias compartidas.
EL DIOS DE LOS FILÓSOFOS
Sócrates fue acusado de corromper a los jóvenes, ya que estos era a los cuales
más se acercaba debido a que los adultos tienen los conocimientos más formados; y
de pretender cambiar los dioses de la ciudad por otros. Y lo condenaron a muerte.
Sócrates no hizo más que pensar. Porque las creencias habituales, derivadas de las
prácticas habituales y de los ritos habituales, habían perdido su sentido, al menos para
él. Entonces Sócrates salió a la calle a preguntar qué era el bien, qué era la belleza,
para qué existía el hombre. En sus diálogos mencionaba juguetonamente a Zeus y al
resto de las deidades del Olimpo; no les tenía reverencia religiosa.
Platón y Aristóteles se alejaron de los dioses míticos y hablaron de un Dios que no
hacía favores, ni necesitaba sacrificio alguno. Los filósofos fueron grandes
revolucionarios. Su Dios no era el Dios de la fe, ni el de la religión: era el Dios del
intelecto. Aristóteles llegó a la idea de Dios considerándolo inteligencia suprema, el
motor inmóvil que mueve toda la existencia; y estaba fuera de toda religión, era razón
pura, logos.
Aristóteles se colocó fuera de la comunidad real y concreta de la sociedad. Esa
sociedad había perdido su finalidad comunitaria; la polis había desaparecido. La nueva
finalidad buscada ahora por Aristóteles era la verdad, la razón, el logos. Logos
significa decir, discurso. Pero no se trata de un discurso hueco, de llenar con palabras
un vacío. Hay que decir con autoridad, con verdad.
Esto valía y podía ser practicado por muy pocos, por una élite intelectual que disponía
de ocio y de preparación espiritual para escalar las cumbres de la verdad. El pueblo
quedaba afuera, para estos estaban los mitos: los cuentos que instalaron los
gobernantes. El pueblo no podía autogobernarse –una cualidad del sabio- y debía ser,
por lo tanto, masa moldeada por los gobernantes.
LA FILOSOFÍA DE LA DERROTA
Sobre las ruinas del mundo griego nació un nuevo mundo. El centro, la unidad
política, no era ya la ciudad individual, la polis, sino un imperio, el romano. Un imperio
heterogéneo, donde convivían asiáticos y africanos, donde se multiplicaban las sectas
más diversas. Roma era grande y poderosa y prometía un nuevo mundo de felicidad,
de construcciones, de caminos, de guerras, de conquistas: el pueblo tenía pan y circo,
y las clases superiores, de tiempo en tiempo, filosofaban o escribían poesía.
Hasta que ese mundo dorado comenzó a derrumbarse a partir de sus propios y
endebles cimientos, y con él, sus gobernantes, sus costumbres, sus templos, sus
dioses.
Crisis. Una vez que el hombre ha perdido su justo medio, la razón, es difícil volver
atrás. Algunos quisieron pre-anunciarlo, pero corrieron la misma suerte que Sócrates.
La crisis era grande. Porque los baños turcos, el vino y el sexo permitían que el tiempo
transcurriera plácidamente, mientras se multiplicaban los agujeros negros del alma.
La desesperación era grande. Los filósofos romanos, inspirados en los griegos,
desarrollaron entonces la doctrina estoica, que consiste en resistir los embates de la
fortuna por medio de la resignación al destino. La verdad está en otra parte, no en los
vaivenes del éxito o el fracaso, de la felicidad o la desdicha. El pensador estoico quiere
liberarse de la fortuna, de los acontecimientos externos: se refugia en su interior.
Era la filosofía de la derrota, del que huye del placer y encuentra en la virtud el sumo
bien. Algunos alcanzaron este grado de fuga de la realidad y se enquistaron en las
ideas, despreciando todo lo que sucedía afuera, alcanzando la paz interior. Pero solo
algunos, porque la gran masa, que iba de orgía en orgía, no pudo superar la angustia,
ni el hambre, ni el vivir para nada. Los dioses de la religión no infundían respeto. Ya no
se podía tratar con ellos. Faltaban las creencias.

EL CRISTIANISMO Y EL “BUEN MENSAJE”


El pueblo necesitaba creencias. Necesitaba creer. En el seno de la crisis de la
civilización romana surgió entonces un nuevo fenómeno: la fe. La trajo a Roma un
grupo de judíos, o descendiente de judíos, que no creían en Zeus, ni en Apolo, ni en
dioses geniales, grandiosos, maravillosos, pero también caprichosos y cambiantes con
los hombres. Creían en un hombre de 30 años que había muerto crucificado luego de
sufrir humillaciones. Un hombre que para los romanos representaba el fracaso, la
miseria. Jesús no había venido a ofrecerles pan y circo, le había enseñado que la
verdadera riqueza estaba en el interior de cada uno: la fe. Los había hecho enfrentar la
crisis y encontrar la salida.
LA FE Y LA RAZÓN
Crisis. Ruptura. Esperanzas que se hundían, promesas que se frustraban. En el
siglo I, los habitantes de la tierra de Judea estaban desesperados. Los gobiernos,
corruptos, dados a la rapiña y a la auto-satisfacción, sin Dios y sin justicia, los habían
entregado a manos de los invasores romanos. Éstos no sólo dominaban la Tierra,
también querían dominar el alma, extirpar los ideales de los profetas e instaurar el
circo y la brutalidad. El llamado “pueblo elegido por Dios” no solo no se sentía elegido,
sino que se sentía abandonado, sacrificado. Cuando falla la razón, cuando el absurdo
se entroniza, cuando solo la muerte aguarda al final de la vida, nace la fe; “desde la
angustia, clamé a Dios”. Cuando nada cabe esperar, solo cabe la esperanza de la fe.
Ellos esperaban un redentor, un cambio total en la historia, un vuelco en los
acontecimientos, la victoria del bien.
Jesús se dirigió a los hombres, a los individuos desligados del orden político, para
religarlos en un orden superior, celestial. Su mensaje era, como él mismo decía, de
otro mundo, hacia otro mundo.

El misterio es lo contrario a la razón. El primer misterio es el mundo en


cuanto creado: Dios en su voluntad crea el mundo. Misterio equivale a milagro.
El milagro es imprevisible. Exactamente lo contrario de la racionalidad, del
logos, que es previsión, que es ciencia y leyes. La ciencia establece que siempre
a tal causa sucederá tal efecto.
En la Edad Media se encontraron frente a frente los dos grandes ejes de la
humanidad: el de la racionalidad helénica y el del misterio cristiano.
LA GRAN CONFRONTACIÓN
El cristianismo llegó a Roma y los romanos escucharon la banda nueva: la vida
podía cambiar. No era una revolución política, era algo mucho más radical y profundo,
había otra salida, una salida ajena a ese mundo de la planificación racional y eficiente
que construía puentes y promovía circos. Para cambiar la vida, había que construir
otros puentes hacia otro mundo. Había que re-construirse, es decir, verter el alma en
otros recipientes. Y esa buena nueva era para todos. Los académicos, los ricos y los
esclavos.
Saber no es creer. Filosofía es saber, por tanto no es religión ni fe. Fe no es
saber. En el campo de la religión, nadie, estrictamente, está capacitado para prever
nada, para establecer lazos lógicos. El Dios del misterio es el Dios de la creación a
partir de la nada. El Dios aristotélico es incompatible con este Dios religioso. He aquí
el primer choque entre filosofía y religión. La fe es privada, la religión, en cambio, no lo
es. La religión se ha fue convirtiendo en órgano político y devino en una sociedad con
jefes, sacerdotes, superiores, gobernantes, y ellos establecieron el dogma, el bien y el
mal, qué creer y qué no creer dentro de la religión.
Por lo tanto, el primer encuentro entre saber y creer produjo un choque. Al ingresar en
Occidente, la religión se vio en la necesidad de confrontarse con esa fuerza mayor, la
del logos, la de la verdad producida por la razón, y de superar el choque. Quien no
cree no necesita saber, y aquél que no sabe no necesita creer.
¿Qué tiene más valor? ¿La verdad lograda por nuestros propios méritos y
capacidades, o la revelada por Dios a través de sus enviados?
*La razón no llega a revelar todas las verdades. La fe supera la razón.

Baja edad Media: Patrística (Primer período, aprox. 200-700 d.C.; desde la Antigüedad
hasta principios de la E.M. –expansión del cristianismo en Europa)
Busca fundamentar a través de la razón; se establecen los fundamentos de la Doctrina
Cristiana.
 San Agustín de Hipona: el hombre interior
Obispo, teólogo, Padre y Doctor de la Iglesia, nacido en el año 354, y uno de los
más importantes filósofos del cristianismo primitivo. Fue uno de los pensadores más
importantes de la filosofía medieval y sus escritos sentaron las bases del pensamiento
cristiano. Inició un camino filosófico al que llamaríamos existencialismo (no relacionado
con el propuesto por Jean-Paul Sartre): los conceptos no se manejan fríamente,
objetivamente, sino desde la existencia personal, desde el conflicto, la angustia, la
esperanza del individuo que necesita ser salvado.
Tuvo una juventud turbulenta, acosada por los placeres de la carne, el deseo de lo
prohibido, la pasión, la materia. Un día, leyendo Cicerón, su alma despertó: empezó a
buscar otra cosa, algo perdurable, algo que diera sentido a su vida. Así fue que se
acercó a la Biblia, luego de inicialmente acercarse a una secta maniqueísta (teoría
sobre la cual el bien y el mal son dos potencias o dioses en perpetua lucha); siendo
San Pablo quien más influyó en él, comenzando así su carrera religiosa y filosófica.
La Biblia dice que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. ¿En qué
consiste esa imagen, esa semejanza? En el intelecto, el entendimiento. Así se
comenzaron a unir la teoría religiosa y la griega/socrática/platónica: No vayas afuera,
quédate dentro de ti; en el hombre interior habita la verdad.
La verdad es fruto del entendimiento y la fuente de la verdad es Dios. Conocer a
Dios, amar a Dios, es un mismo acto. En San Agustín el intelecto es personal, afectivo,
amoroso, sentimental. Agustín unió, finalmente, la fe con la razón.
Viviendo en un mundo en crisis como la mayoría de los filósofos, un mundo
romano que se desmoronaba, ya nada se podía esperar entonces de la ciudad
terrenal: había que edificar otra en el reino de los cielos, la Ciudad de Dios.
LAS DOS CIUDADES
Esta concepción agustiniana dividía dos ciudades que representan los dos
poderes que se contraponen en la vida humana, el del pecado y la materia versus el
del espíritu y la verdad.
En San Agustín se encuentra el famoso pensamiento que más tarde usará Descartes
para sentar las bases de la modernidad: la relación entre pensamiento y existencia 
“Académicos: ¿y si te engañan? el que no existe, en verdad, ni engañarse puede, y si
me engañan, es porque existo.” El engaño forma parte de un proceso psíquico que
presupone la existencia. Me engañe o no me engañe, siempre existo como
consecuencia de que sé que algo está sucediendo en mi mente = Tanto por sus ideas
subjetivistas o existenciales, San Agustín ha dejado una gran impronta en la historia
del cristianismo en particular y en el pensamiento de Occidente en general.
EL RÍO INFERNAL DE LA COSTUMBRE
¿Qué es la educación del hombre? ¿Cómo es el medio en el que vive? Para
Agustín era el río infernal de la costumbre: es el río de las verdades que la sociedad,
siempre rutinaria, estableció como verdades absolutas, indubitables. Aquello que
tenemos por verdad absoluta suele ser un mito establecido como verdad, tras el cual
se oculta una ideología y un velado interés: justificar situaciones de nuestra vida
cotidiana. La tarea del pensamiento es revisar, justamente, la educación que hemos
recibido y todo aquello que habita dentro de nosotros en calidad de verdad: re-
pensarlo, re-evaluarlo. (Para Bateson, un pensador contemporáneo, esto se llama
deutero-educación, la educación segunda que viene después de haber crecido y
desarrollado un pensamiento cuya base es el río infernal de la costumbre, una
educación que surge después de la crítica y la reflexión y deslindar lo valioso de lo
meramente rutinario).
CREER PARA COMPRENDER
En la Edad Media el gran problema era conciliar la fe, dominio de la religión, con
la razón, dominio de la filosofía y de la ciencia: si la fe contradice la razón, no es
verdadera, ya que estamos hechos de razón y la razón es nuestro rasgo esencial. En
consecuencia, ha de partirse del postulado de que la fe coincide con la razón, pero esa
coincidencia no es visible en primera instancia. De ahí la fórmula de Anselmo de
Canterbury: La fe en busca de la razón  Creo para comprender, para inteligir.
Escolástica: gran movimiento de integración de los mundos antagónicos de los
pastores y creyentes poco civilizados (civilizado: hombre de la ciudad) de Oriente, con
el mundo de la literatura, ingeniería, arquitectura, arte y filosofía de Occidente –dado
primero en Grecia, luego en Roma y luego toda Europa.
Se trabajaba en la escuela (por eso el nombre), naciendo las universidades donde los
maestros guiaban el estudio y la reflexión. Aristóteles, a veces Platón y Virgilio: esas
eran las autoridades: lo que fuera en contra de esas verdades, consideradas
irrefutables, resultaba erróneo o mentiroso; tanto como quien se oponía a las verdades
planteadas en la Biblia.  De ahí que a la Edad Media se la suele llamar la Edad
Oscura: hoy, los investigadores consideran que esa palabra debe ser eludida. Como
toda edad, dicen, tenía sus originalidades, sus genios, sus creadores y, también
como toda edad, sus limitaciones y represiones.

Si nos detenemos un segundo a pensarlo, veremos que incluso nuestra edad, colmada de
democracia y declaración de derechos humanos, tiene cimientos bajo tierra que definen el
ritmo de lo permitido y lo prohibido, ya sea en la expresión como en el mismo pensamiento
íntimo. Y si bien no hay hogueras públicas para herejes, sin embargo hay listas negras,
persecuciones y distintos mecanismos más o menos visibles o sofisticados para reprimir.
En la Escolástica era muy frecuente decir “lo dijo el maestro”, por lo que valía, no
podía ser puesto en duda, porque eran grandes, las autoridades definitivas,
autoridades escritas. La Escolástica se caracterizó por leer y discutir lo leído, de ahí
proviene el término lección, la lectura que se practicaba en voz alta y en latín: todo
estaba escrito en latín, era el idioma de la cultura.
El pueblo, entonces como ahora, no sabía latín. Por lo que la sabiduría estaba
reservada a una élite en particular eclesiástica (de la iglesia), de los monasterios y
universidades: ser monje significaba ser culto; eran los que tenían tiempo y podían
estudiar. Y resultaba conveniente que el resto del pueblo estuviera desprovisto de
cultura, de esa manera respetaba a sus maestros y jamás dudaba de su palabra. La
teología era considerada la madre de todo conocimiento; las instituciones religiosas
regían la vida, incluso y en especial la intelectual.
* Toma principios de Platón (neoplatonismo).
Para San Agustín, la razón es un instrumento valioso para conocer la verdad pero
sólo si es guiada por la fe. La razón sin la fe es ciega y nos puede llevar por caminos
equivocados. Busca una verdad eterna, inmutable, y esta verdad no puede alcanzarse
sin la luz de la fe: fe en Dios, que trasciende toda inteligencia y que hace posible
nuestra inteligencia. La fe no puede ser probada por medio de la razón, pues es ella
quien ilumina a la razón. Por la fe podemos comprender la realidad.
Afirma la existencia del alma. El alma es una iluminación interior, algo íntimo y
racional. Nuestra diferencia con los animales estriba en el hecho de que los seres
humanos tienen entendimiento. A través de él, comprendemos lo justo y lo injusto, a
través de él distinguimos lo verdadero y lo falso. Los animales carecen de esta
facultad. Por eso, aconseja San Agustín, debemos alejarnos de la vida animal.
 Averroes: la religión bajo la lupa
Filósofo que mayor convulsión espiritual produjo y quien más movilizó el
pensamiento, dentro de su religión (musulmana) tanto como en la judía y la católica.
La filosofía árabe, en el intento de fusionar la teología y la razón, las Sagradas
Escrituras y el logos griego, fue la más rica de los tres monoteísmos en la Edad Media,
y de ella se nutrieron el cristianismo y el judaísmo. El Islam no se dedicaba a la
práctica y el ejercicio de la perfección espiritual, estaba concentrado en este mundo y
en una práctica religiosa y una ética terrenal. Su encuentro con el cristianismo tuvo
como consecuencia la aspiración a la vida inmortal.
En la Edad Media, las ideas convulsionaban Europa y las religiones se
conmovían. El terreno estaba listo, la crisis asomaba en el horizonte. Faltaba
quien encendiera la chispa: lo hicieron los árabes. La ingenua fe debía rendir
cuentas a la razón: Si Dios es omnipotente, entonces también es omnisciente (lo
sabe todo), entonces ¿cómo ser libres? Si en la mente divina todos nuestros
pasos estás inscriptos como en un libreto, ¿somos libres? ¿Elegimos lo que
hacemos?
LA TEORÍA DE LA DOBLE VERDAD
Para Averroes no había contradicción entre la filosofía y la religión. Los
consideraba modos de expresión diferentes: la religión dice lo mismo que la filosofía
pero términos entendibles para todos, para que el hombre común, el iletrado e
ignorante, pueda captar el mensaje religioso y cumplir con él. Consideraba que la
filosofía era de doctos para doctos (quienes a fuerza de estudio han adquirido muchos
conocimientos). En la religión, el maestro le habla al niño en un lenguaje que el niño
pueda entender; así es entonces la religión, un lenguaje para niños, pero su contenido
es igual al de la filosofía, servido de otra manera. Pero tanto la filosofía, como la
religión persiguen el mismo fin: dar respuesta a los grandes interrogantes del hombre.
Esta es la teoría de la doble verdad: en realidad no hay dos, es una sola, la filosófica,
pero hay dos caminos, uno de la ciencia, del pensamiento y cultura profunda, y otro
“superficial”, anecdótico, que es el que practica la religión para educar al pueblo en
esos contenidos de verdad.
Los griegos se negaban a aceptar la idea de la creación del mundo.
Averroes, siempre fiel a Aristóteles, se propuso demostrar que no había
contradicción: el mundo, como decía el griego, es eterno, pero Dios lo creó
desde la eternidad: el hombre de la Edad Media necesitaba imperiosamente
resolver ese conflicto, pues creía en la fuerza de la lógica aristotélica, pero la
idea de un Dios creador le resultaba imprescindible, porque solo un Dios
creador se ocupa también de sus criaturas y de sus destinos.
 Maimónides: guía de perplejos
Filósofo judío. Siguió los pasos de Averroes, mientras que Tomás de Aquino se
opuso: ¿por qué? Cada uno era fiel a su fe y debía defenderla. La razón era válida
mientras no tocara los cimientos de la fe, de la religión y de su dogma.
En el judaísmo no hay dogma, no hay artículos de fe. El mundo de las ideas es abierto
y tolerante: un buen judío no se define por lo que cree sino por lo que hace.
Sólo el contacto con el islamismo y el cristianismo obligó al judaísmo a filosofar:
estando en el mundo, los problemas del mundo nos atañen. Escribió un libro en árabe,
para los cultos; y otro apto para ser entendido por el pueblo. El judaísmo no se
preocupaba demasiado por la creación del mundo.
Dios puede traducirse por la Verdad, la Luz, la Ley, el Bien y demás nombres que
parafrasean la Dicha, el Destino, la culminación suprema del camino. Ascender a Dios
equivale a ascender a la verdad, en términos de la filosofía griega. Pero el pueblo no
sabe filosofar, por eso habló en términos de antropomorfismo: “dijo Dios”, “extendió el
Señor su mano”, “se encolerizó Dios”; era el modo en que el pueblo-niño podía captar
esas verdades. La función del filósofo-profeta es, justamente, educar al pueblo. Para
que algún día llegue a pensar, es necesario, provisoriamente, hablarle en términos
infantiles. Así se explica la doble verdad: bajo los vestidos atractivos y vistosos
se insinúa la verdad en estado puro, desnuda de todo atavío. Sólo los filósofos
pueden llegar a la verdad desnuda, los hombres la entienden, perciben sus
formas gracias a los vestidos.
UN SOLO DIOS Y MÚLTIPLES RELIGIONES
Las religiones son distintas: el encuentro es personal, es de uno mismo y de nadie
más. Las religiones corresponden a un tiempo, a un pueblo, a una cultura, a un
correlato de lengua, de imágenes, de metáforas, con las que se “viste” la fe. Si Dios es
uno, la fe es una. Si las religiones son múltiples, se debe a que cada una de ellas es
una construcción realizada en otra cultura, con otros elementos.
Hubo quienes lo apoyaron y quienes se opusieron a su teoría: en París se
juntaron judíos y domínicos y se pusieron de acuerdo al menos en hacer desaparecer
su pensamiento, quemando públicamente sus obras  ya lo había enseñado
Sócrates: el que piensa es un peligro.
Alta Edad Media: Escolástica (Segundo período, 700-1400 d.C.)
Movimiento religioso intelectual – fe y razón se concilian.
Doctrina teológica-filosófica dominante en el pensamiento medieval
Etapas:
a) Escolástica temprana (200-1150 d.C.)
b) Escolástica media (1150-1300 d.C.)
c) Escolástica tardía (1300-1400 d.C.)
 Santo Tomás de Aquino: el gigante del cristianismo
Hombre aristotélico de profunda fe y de intensa meditación, sabio y filósofo y
hombre religioso, quien se opuso rotundamente a los conceptos de Averroes. Ha sido
el constructor de un edificio que contuviera la fe en sus fundamentos esenciales, sin
traicionar en ningún punto el credo de la iglesia, y que integrara, al mismo tiempo, los
conceptos capitales de la filosofía, representada en particular por Aristóteles.
No le interesaba el mundo, el mundanal ruido. La pobreza exterior y la riqueza interior
eran su anhelo. Pero, como todo hombre que piensa, fue considerado peligro para los
demás. Hasta su propia familia le fue adversa. Una cosa era el estado eclesiástico
(que era muy bien visto y otorgaba prestigio), y otra ser un monje mendicante.
Tomás no realizó, como Averroes, una síntesis, sino que distinguió fe de razón, y
estableció sus respectivos campos de acción. La teología se refiere a lo sobrenatural.
La razón tiene por objeto lo natural, el mundo exterior, y lo que en él se halla. Para eso
todos por igual disponemos de sentidos de inteligencia. Naturalmente, hay que
cultivarlos.
La razón puede alcanzar cierto de conocimiento de Dios, sin la ayuda de la revelación
y de la fe, el hombre no puede alcanzar a conocer los misterios de la trinidad y del
pecado. Dios es el comienzo de todo, pero no el comienzo del conocimiento.
Empezamos por lo exterior, por el mundo, por los sentidos, luego interviene el intelecto
y finalmente vamos ascendiendo hacia las esencias.
Por la obra de Dios, tomamos consciencia de la existencia de Dios, pero no
alcanzamos un conocimiento profundo. Entre el mundo finito y el mundo infinito había
una gran brecha. Tomás logró resolver las dificultades con razonamientos, pero la
brecha existía. Este fue el gran punto de conflicto. Su discípulo, Duns Escoto, se
centró en esa brecha de vacío entre Dios y el mundo: ¿cómo hacemos desde
aquí, desde abajo, para llegar a Dios?
A su criterio, el hombre está destinado a un bien superior que no es de este
mundo, es necesario dotarlo de aquellos instrumentos -la fe- que exceden los límites
de este mundo, de la mente y la capacidad humanas: Este es el fin principal de
nuestra religión cristiana, que de un modo especial promete bienes externos y
espirituales, y nos propone muchas cosas que exceden la capacidad de los sentidos
humanos”.
LA RAZÓN Y LA FE
Razón y fe no se oponen, pero tampoco se concilian. Son mundos diferentes,
implican experiencias distintas y caminos disímiles. La revelación se da, la verdad
racional debe ser buscada; trabajando, esforzándonos, la encontramos. Este camino
es el que conduce a la ciencia moderna y devuelve al hombre sus posibilidades de
radicarse con la razón en el mundo exterior, independientemente de la religión que
profese.
“El conocimiento cultural, de la ciencia, es completamente libre y autónomo; el
conocimiento religioso es heterónomo”: la ciencia funciona por sí misma y con sus
propias fuerzas, es la consecuencia del hombre pensante ante el mundo. Lo religioso,
la fe, viene de afuera, de la autoridad, de la iglesia, de la tradición.
El catolicismo de Tomás divide la realidad en dos mundos: uno accesible sólo por
la revelación (caída del velo), y otro, al que se accede por el entendimiento y la razón.
Tanto San Agustín como Santo Tomás llegaron a que la vida contemplativa superior
nos permite captar la esencia de Dios. Todo lo que hacemos aquí en la Tierra es
pasajero. Son movidos por una pasión intelectual. Ambos consideran que quien le da
al hombre la salvación es el hombre.
Cada pensamiento persigue un fin, se orienta en determinada dirección. En los casos de Tomás, Averroes y Maimónides, los tres
llegaron al mismo punto: la vida contemplativa superior, que nos permite captar la esencia de Dios. Lo demás es accidente; todo lo
que hacemos aquí en la Tierra, es pasajero, no tiene mayor trascendencia. Los tres son movidos por una pasión intelectual.
 Edad moderna: parte 2

LA FUERZA DE LA RAZÓN
El Iluminismo fue la culminación de la Modernidad, también conocido como “el siglo
de las luces”, el siglo XVIII: período de las grandes revoluciones sobre la reivindicación
de los derechos humanos y que concluyó con las revoluciones políticas encabezadas
por la francesa, a la que luego siguió la americana. Lo más importante: aquello que
había dado comienzo, emblemáticamente, con Descartes alcanzó su apoteosis (= final
de un espectáculo). La razón era la diosa mayor.

La razón indicaba que el poder de los reyes no era otorgado por Dios y, por tanto, el
despotismo carecía de toda legitimación: Había que reinventar el Estado, había que
educar, educarse y confiar en la razón diseminada por los humanos… Razonando, y
razonando bien, los hombres llegarían a ser felices.

Voltaire, poeta dramaturgo y filósofo francés del siglo en cuestión: Confiaba en el


poder de la razón y en las verdades de ella; no creía en el Dios de las religiones, Dios
es una idea y se diluye en la naturaleza; existe un Dios, pero no el Dios de la Biblia, el
Creador, el que juzga, castiga, domina y consuela, sino un Poder Superior, una causa
primera pero incapaz de alterar las leyes por él creadas e independientemente de
cualquier dogma o iglesia. A esta nueva corriente se la llamó DEÍSMO para
distinguirla del TEÍSMO. Para los teístas, los deístas eran ateos.

«En torno a esta época contradictoria y burbujeante se consolidó un concepto


revolucionario: la tolerancia. Antes, a quien no pensara como los demás, lo
quemaban, encarcelaban, le daban de beber cicuta. El Iluminismo concedió el derecho
a la diferencia, a ser distinto, a pensar y comportarse distinto.

La fe en la razón que proclamaba el Iluminismo era fe en la educación: no somos


tolerantes, debemos volvernos tolerantes. El Siglo de las Luces constituyó el inicio de
la teoría pedagógica, como ciencia y arte que toda sociedad ha de practicar si
pretender arribar a la razón como eje de la convivencia humana, la base de la paz y el
norte de la ética.

EDUCAR AL BUEN SALVAJE


El Iluminismo era una fe, la fe en el individuo que, inserto en una sociedad, logrará
seguridad, felicidad y libertad. Pero la razón no funciona sola, necesita de la
educación, y así llegar a la luz. ¿Cómo? Volviendo a la naturaleza. Sobre un libro de
Rousseau: “Todo es perfecto en la naturaleza, tal como dios lo ha concebido y creado;
en las manos del hombre, todo degenera. El hombre todo lo corrompe, todo lo
desfigura.” En estado natural/salvaje, el hombre es bueno. Mediante la educación,
recupera su estado y bondad natural. Según su propuesta, había que educar a los
niños en el campo, lejos de la ciudad. Al principio, nada de libros, el maestro sólo
acompañará, aguzará los sentidos frente a la realidad y hará preguntas, ya que sólo se
aprende mediante la experiencia. La idea de Rousseau era poner al niño en contacto
directo con la vida, con la naturaleza, hasta los 12 o 15 años, antes de llevarlo a
concebir ideas acerca de la vida y la naturaleza.
Rousseau es considerado el padre de la pedagogía moderna, cuyo motivo central es
la idea del desarrollo autónomo del alumno y de su experiencia como generadora de
sentimientos y reflexiones. Todos debemos llegar a ser lo que podemos ser, en donde
los padres y maestros nos deben ayudar a crecer, no manipularnos.
El hecho de que el hombre ejerza su influencia sobre la naturaleza no es, en sí mismo,
negativo. Pero sucede que la cultura -televisión, publicidad, información- impregna al
ser de modelos de conducta, pensamiento y sentimiento.

RACIONALISMO VERSUS EMPIRISMO


René Descartes es el emblema del racionalismo. David Hume, el filósofo y
ensayista escocés del siglo XVIII que preparará el camino hacia la teoría de Kant del
conocimiento; es la culminación del empirismo. Ambas corrientes epistemológicas
aluden al origen del conocimiento, a la fuente de los datos con los cuales todos los
seres racionales conocemos.
El racionalismo acentuaba el poder de la razón como gran elaboradora o
descubridora de la verdad. Para el empirismo, la verdad consistía en recoger los datos
de la experiencia, ésa que sucede afuera, que es registrada por los sentidos y que se
puede mostrar. Conocer es, en primera instancia, observar, percibir, recibir datos del
mundo exterior.
El realismo ingenuo entendía que todos los hombres colocados frente a los
mismos datos los captarían, ordenarían y entenderían de la misma manera. La mente,
por el empirismo, sería una tabula rasa, una especie de superficie de cera donde los
datos se inscriben y la mente pasivamente se limita a recibirlos. El racionalismo, al
contrario, destacó el papel activo de la mente, del Yo pensante, y dio prevalencia a la
razón, al intelecto. El intelecto construye o inventa el mundo; los datos no son más que
materia prima, y los sentidos, como decía Platón, son sumamente engañosos, por lo
que no podemos confiar en la experiencia, sino que tenemos que cernirla a través de
la razón.
El empirismo creció y fue prevalecido en Inglaterra: un lugar geográfico donde no hubo
persecución religiosa, donde la Inquisición no tuvo injerencia y, por lo tanto, no hubo
de condicionar el saber.

 David Hume: la ficción del Yo


Enfocó temas acerca de los cuales todo estaba sobreentendido, verdades
aceptadas como indubitables, y sobre ellos lanzó su luz crítica. Uno de ellos es el yo.
El yo como unidad, como centro que irradia rayos, no existe. La identidad, que no es
otra cosa que ser idéntico a sí mismo, es algo que no se puede observar
empíricamente. El yo es una ilusión que construyo desde mi mente, o que aprendo a
construir a través de la experiencia. Esa ficción del yo siempre idéntico a sí mismo, la
de la identidad, se produce porque todo lo que nos acontece se sucede en forma tan
vertiginosa, que parece unirse en un largo e interminable hilo. Pero ese hilo está en
nuestra fantasía, y para que ésta se transforme en algo consistente, la llamamos alma,
como la llamó Descartes, o substancia.

UN MUNDO ILUSORIO
Hume descubrió un grupo de relaciones entre ideas que todos los sujetos
aplicamos del mismo modo: la semejanza, la contigüidad, la causalidad.
 Una experiencia semejante a otra experiencia, se identifica con ella.
 Contigüidad refiere a la conexión en el espacio y en el tiempo; y a considerar
como lo mismo aquello que se presenta con estas características.
 Si asociamos, causalmente, dos acontecimientos, sin duda todos los
vincularemos de modo inmediato, aunque la conexión necesaria entre lo que llamamos
causa y lo que llamamos efecto no sea observable.
Así se van combinando impresiones, ideas, y organizamos el caos de sucesos que
quizá nada tengan que ver entre sí; construyendo ficciones, gracias a nuestra mente;
ella busca la rutina, la comodidad, la repetición, la facilidad de clasificar.
Hay siempre una causa para una consecuencia, y viceversa. Es parte de los datos
obvios de la experiencia. Pero para Hume, nada es obvio, ya que lo deja de ser ante
su mirada crítica.
La realidad es todo lo que es, pero ese todo lo que es, y que está ahí, no tiene
principio, ni orden, ni fin, ni conexión alguna. Desde la perspectiva de Foucault,
podemos percibir cuán grande fue la revolución de Hume al atacar las ficciones que la
mente construye sobre la realidad para tenerla ordenada y coordinada, es decir,
dominada. Saber es dominar.

FRAGMENTACIONES DEL YO
Queremos ser nosotros mismos, aunque de acuerdo con el empirismo, con
Hume, tal “uno mismo” es una ilusión, una ficción. Luchamos por ser ese yo único y
absoluto y no logramos serlo, porque somos todos los seres que estamos siendo, que
estamos estando. Lo señalado por Humo como análisis empírico del yo, inexistente en
tanto unidad e identidad, en el hombre se vuelve angustia. Porque el último bastión
que le queda es su imagen en el espejo, eso tan indudable que es el yo. Ahora, resulta
que esa imagen está quebrada. Deberíamos reeducarnos, para que la vida no fuera
vivida como una cruel contradicción y una constante mentira. Al contrario, si
aprendiéramos a vivir en la realidad empírica, como dice Hume, no habría
contradicción ni habría mentira: La mentira sería la ilusión de que la vida es una
unidad, un hilo que recorre las variadas cuentas. La verdad consistirá en vivir cada
cuenta por separado, y hallar en ella el máximo de verdad y de felicidad posibles. Para
Hume, la contradicción de encontrarnos con “muchos yo”, no existe; somos lo uno y lo
y otro y lo otro y… pero fuimos educados en la tradición del Yo, del Uno Mismo, no
sabemos dónde encontrarnos, ni para qué existimos.

 Kant: la fábrica del conocimiento


Tres de sus obras comienzan con la palabra crítica: de la razón pura, de la
razón práctica y del juicio. Estas tres críticas abarcan el horizonte de los tres pilares
del pensamiento clásico: la verdad, el bien y la belleza.
Hasta él, el pensamiento era dogmático, los filósofos planteaban sus ideas y
avanzaban en la construcción de sus sistemas sin estudiar previamente el órgano con
el cual estaban operando, la razón, el entendimiento. Partían de bases absolutas e
indudables, como suelen presentarse los dogmas. Así es que Kant produce la
revolución del criticismo. Criticar es poner en crisis los dogmas y los absolutismos.
En su obra: La crítica se opone al dogmatismo, a la pretensión de avanzar con un
conocimiento puro formadote conceptos y con el auxilio de principios como los que la
Razón emplea desde hace largo tiempo, sin saber de qué manera y con qué derecho
puede hacerlo.
El racionalismo sostenía que la razón, la mente, hace todo el trabajo del
conocimiento y forma la idea de eso que está ahí. Pero, en última instancia, no
conozco eso que está ahí, sino la idea de eso que está ahí. El empirismo, en cambio,
sostenía que yo soy como una tabula rasa en la que la realidad va dejando sus
impresiones.
Según Kant, el conocimiento es un producto de ambas fuentes: todo conocimiento
comienza en la experiencia (empirismo), pero no todo proviene de ella (racionalismo).
El conocimiento sería como una mezcla de elementos, algunos provienen del interior,
otros del exterior.
El inicial es el momento empírico; mis sentidos captan lo que les viene de afuera, los
datos que aún no constituyen un objeto; recibo esas impresiones en mi mente y las
ordeno, las vuelvo un objeto. Así es que media una elaboración, una intervención
fundamental del sujeto de conocimiento en la constitución del objeto: poniendo en
funcionamiento mi “fábrica del conocimiento”.
En esa máquina, tenemos varios moldes, pero dos grandes en particular: uno del
espacio y otro del tiempo, donde los datos se vuelcan y organizan. Para Kant, el
espacio, es un principio a priori, eso que antes fue llamado molde, que mi mente
contiene para ordenar los datos. “A priori” significa anterior e independiente de
cualquier experiencia. En ese espacio, que no es sino un elemento de mi estructura
psíquica, yo ubico cosas, persona, y en cierta manera constituyo el mundo; pero
sucede que esas personas no están inmóviles porque las cosas pasan, se mueven.
Algo hay antes, algo hay después, es el tiempo. El tiempo sucede a través de mi
persona, en el ordenamiento que yo hago de los acontecimientos. Al igual que el
espacio, se determina a priori; lo que significa que nosotros no obtenemos las
nociones de espacio y tiempo en virtud de haber percibido espacios y tiempos, todo lo
contrario: el espacio y el tiempo son las condiciones de toda experiencia.

EL FENÓMENO Y LAS CATEGORÍAS


Las categorías son el resto de los moldes que forman la estructura que se
necesita para que el conocimiento se produzca. La facultad que aportan es el
entendimiento, es decir, la facultad de conocer por medio de conceptos, de juzgar.
Según Kant, las categorías se agrupan en cuatro grupos, aquí hay dos de ellos:
1) Categorías de cantidad: organizan el material que recibo por los sentidos. Ejemplo:
“una” piedra o “muchas” piedras.
2) Categorías de relación: involucran relaciones de causalidad. Ejemplo: Pablo está
contento porque su papá le trajo un regalo  relación causa-efecto.
Las categorías y los moldes son el aspecto objetivo del conocimiento. Sobre las base
de los mismos materiales, todos construimos los mismos objetos, el mismo mundo. No
compartimos la misma experiencia, pero sí los mismos mecanismos para aprehender
la experiencia. En efecto, mi conocimiento del mundo surge de esa extraña conjunción
entre los datos de la experiencia, los moldes del espacio y tiempo, y las categorías que
transforman ese fenómeno en un nuevo producto.
Todo conocimiento implica aquel mecanismo que conjuga dos actividades: percibir
(tomar datos de afuera) y pensar, (elaborarlos en las categorías internas de nuestra
psiquis humana). Cuando vemos un objeto, no sabemos qué es, porque hemos
mezclado eso que está ahí con esto que esta aquí, en mi cerebro, en mi aparato
cognoscitivo, en mi fábrica del conocimiento.

LO INCOGNOSCIBLE
Eso que está ahí, tiene dos maneras de ser:
o Su ser para mí, para mi conocimiento, tal como me aparece, el
fenómeno (alude a la representación, al modo de aparecer: así me aparece, así
representa la realidad).
o Su ser en sí, que es en sí, y que no puedo captar (porque
captarlo es transformarlo con mis categorías en conocimiento), el nóumeno (el punto
más alto del conocimiento).
El fenómeno es lo cognoscible, aquello que aparece y se muestra, que es objeto de
experiencia posible; el nóumeno, en cambio, es lo incognoscible, lo que no es objeto
de experiencia (“cosa en sí”). Uno es el objeto para mí, el otro es el objeto que está
ahí, en sí, fuera de mi alcance.
Así, Kant establecía un límite entre las cosas que nos rodean y el sujeto que las
aprehende. Y todo lo que fuera metafísico, aquello de lo que no tenemos experiencia,
lo que no impresionara los sentidos (lo teológico/espiritual) no estaba en las lindes del
conocimiento. Dios no entraba en el campo de la razón puta, ni la inmortalidad, ni los
valores, ni la libertad. El hombre solo podía captar el fenómeno, aquello que podía
codificar y clasificar según los moldes y categorías de su fábrica mental.

EL CIELO ESTRELLADO Y LA LEY MORAL


El cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí: el primer espectáculo de una
innumerable multitud de mundos aniquila, por así decir, nuestra importancia como
criaturas animales: somos un mero punto en el Universo. El segundo espectáculo, por
el contrario, eleva infinitamente nuestro valor, la ley moral, fruto de nuestra libertad,
manifiesta una vida independiente de la animalidad e incluso de todo el mundo
sensible, y coloca al hombre en un nivel superior a todo lo creado.
Las leyes de las estrellas nos anulan. La ley ética/moral que está dentro de
nosotros, nos reivindica. Como seres vivientes, estamos dentro de la naturaleza, igual
que las estrellas, el pasto, los pajaritos, los truenos. Las leyes que los rigen son leyes
de la naturaleza. En cuanto yo empírico, en cuanto sujetos con cuerpo y sentidos
conectados con el exterior; estamos sometidos a las leyes de la naturaleza.
La ley dentro de nosotros, la ley moral, es la ley del deber ser. Existe a priori,
como las categorías. La naturaleza es el ser, y las leyes universales nos arrastran
dentro del ser. Pero nosotros elegimos la ley moral, la que nos damos a nosotros
mismos, liberándonos de la naturaleza, hasta podemos ir contra ella. En la naturaleza,
no existe el Bien y el Mal, sobrevivir es la ley. En la moral, en cambio, tenemos
deberes que cumplir. La naturaleza dicta egoísmo, ausencia de todo deber; si nos
dejamos llevar por ella, voy rodando entre querer y querer, guiado por impulsos,
gustos y preferencias. Queriendo matar y no hacerlo, deseando apropiarse de lo ajeno
pero no hacerlo, nos coloca por encima de nosotros mismos y ascendemos a una
dignidad de ser superior, dada por la ley moral.
En cuanto a la religión, según Kant por medio de la razón es imposible acceder al
concepto de Dios, ni saber nada acerca de él, ni negarlo, ni afirmarlo. El Bien debe ser
cumplido por sí mismo, por la exigencia interior del deber que la razón pura impone en
la vida práctica. Por el respeto a la ley universal y moral que radica en todos nosotros,
sin especulación alguna. Cuando el hombre religioso considera que hace el bien para
que Dios lo encuentre agradable ya no obra por respeto a la ley, sino por conveniencia
y su acto nada tiene de religioso ni moral.
LA ÉTICA FORMAL
En mi interior se encuentra la ley del deber, un deber inmortal, no mío, que está
dictado por la razón, y esta ley es la que permite la relación de unos con otros. En ese
sentido soy alguien: soy personalidad, dice Kant. Soy libertad. Porque libertad no es
hacer lo que se quiere, sino elegir. Elegir entre la ley que me hace humano, la del
deber, y la ley de los sentidos.
Kant diseñó una ética formal o formalista. Lo que significa que no daba recetas,
no decía qué es bueno hacer y qué es malo. Lo bueno y lo malo se deciden, según la
ética kantiana, por la regla que llamó al imperativo categórico (in-condicionado), el
imperativo condicionado es hipotético: “Si Juan me recibe con simpatía, le ayudo a
arreglar el auto” = en este caso, la conducta moral está condicionada. Hacemos el
bien siempre y cuando… siempre hay una condición. El imperativo hipotético
determina, está condicionado por circunstancias, ganancias, pérdidas. El imperativo
categórico es el que hace obrar al hombre sin esperar ganar nada a cambio, cumplir
con el deber por el deber mismo.

LA VOLUNTAD DEL BIEN


El único mandamiento establece: “Obra del tal modo que trates siempre a la
humanidad, tanto en tu propia persona como en la de otro, como un fin, nunca como
un medio”. Nos volvemos medios y queremos usar al otro como medio precisamente
cuando caemos en la sujeción, en la dependencia de factores de conveniencia, de
negocio, de envidia. El reino de los fines es, en cambio, el reino de las personas. El
ente moral es persona; persona es hombre de fines que se relaciona con hombres-
fines.
El bien está en la voluntad. Si la voluntad se somete puramente al imperativo
categórico, aunque luego la acción salga mal, sigue siendo ética. Lo ético es, en
consecuencia, independiente de las consecuencias y de los condicionamientos
exteriores. Hay gente generosa por carácter, por temperamento o predisposición. El
otro se verá beneficiado, pero el acto en sí no es moral. Solamente es moral el acto
sometido a la ley, ejecutado porque así lo ordena la ley, y no el corazón o la piedad
(obras por una inclinación natural). Sólo la voluntad merece llamarse “buena”. Lo
demás, que las cosas salgan como uno planifica o justamente al revés, no depende de
nuestra voluntad, sino de circunstancias exteriores, de otra causalidad, más allá de lo
estrictamente moral.

EL INDIVIDUO Y LA PERSONA
Moral equivale a deber, persona es el ser que se coloca por encima de su
individualidad. Todos somos individuos, pero no todos somos (o de la misma manera)
personas. El individuo es el ser físico, psíquico, biológico, eso que nace y se desarrolla
con sus instintos, tendencias, necesidades; es egoísta, busca satisfacer sus
apetencias, sus gustos, sus tendencias. Los valores que él domina son inferiores, los
de inmediata resolución o satisfacción. Lo demás no existe para el individuo, solo él
cuenta. El otro está a su servicio y debe satisfacer sus necesidades, no existe como
instrumento para dar cauce a sus deseos inmediatos.
La persona tiene deberes, es el mismo individuo que describimos antes, pero que
mide su querer, su ansiedad, sus ganas, con las varas del deber, de lo que le conviene
como ser que vive con otros, un parámetro más objetivo y general que él mismo y sus
deseos. Al cumplir con una necesidad, pero no a costa de otros, sino con los otros,
nos definimos como personas; porque la persona no actúa espontáneamente: “hacé la
tuya”, “sé espontáneo”, “dí lo que piensas”, “haz lo que quieras”, “exprésate cuanto
desees”  nada de esto es bueno ni significa libertad. El hombre es hombre
justamente cuando hace algo que quiere dentro de los marcos de lo que debe. Esa es
la dignidad de una persona.
El individuo se guía por sus impulsos. La persona, en cambio, toma los impulsos y los
domina, los somete a reglas universales, a valores superiores.

DIOS Y LA INMORTALIDAD
¿Qué tiene de bueno ser bueno? Generalmente, los virtuosos, los justos, los
santos, son sufrientes, dolientes, no son los más aplaudidos, ni los que son llevados a
andas. Para saldar esa evidente injusticia debe existir la inmortalidad, porque ella y
solo ella puede alcanzar a retribuir el bien al que ha actuado según el Bien, y esa
inmortalidad requiere por tanto la presencia de Dios. El razonamiento sería el
siguiente:
 Si encuentro en mí la ley moral,
 si la ley moral no produce felicidad en este mundo,
 si, no obstante, no concibo una ley moral sino para la felicidad,
 en consecuencia, ha de haber una inmortalidad, otra vida superior a ésta,
donde coseche los frutos de mi sacrificio,
 y esto exige una garantía, es decir, la presencia de Dios.
Kant no demuestra la existencia de Dios, pero la requiere; él considera a la fe como un
estado de la razón que consiente cosas inaccesibles para el entendimiento; ya que es
imposible demostrar, racionalmente, la existencia del alma, de Dios, de la inmortalidad
 son artículos de fe. Creer es carecer de conocimiento, de verdad y de demostración
alguna.

UNBERTO ECO: LA ÉTICA DE KANT


¿Es el hombre moral el mismo hombre en todos los tiempos? No. A Kant le era
más fácil ser moral que a nosotros; su mundo era más pequeño; salía poco, se veía
con poca gente; su responsabilidad era bastante limitada, por lo que podía ser más
moral que nosotros. Hoy, el progreso tecnológico no produce más moral, pero sí
mayor responsabilidad: estamos informados acerca de todo. A favor de la igualdad y
contra la discriminación, a favor de la vida y contra el aborto, a favor de la sonrisa y
contra el SIDA… y sin embargo, nada podemos hacer, nada calma nuestra
consciencia. Kant cumplía con un acto de bien y volvía a su casa regocijado. Nosotros
damos dinero a un pobre para que compre comida y seguimos pensando en él y en
todos sus hermanos del mundo y en el mañana de ese hombre y…

“Discutamos sólo y tan sólo cuando de ello pueda hacerse algo”.

Hombre medieval Hombre moderno


- Sentido de la vida trascendente - Cambia el centro de atención  ahora
- Iglesia católica: papel fundamental es sí mismo
- La peste negra alteró sus creencias - Visión antropocéntrica  las artes
acerca de la vida y la muerte tienen al hombre como objetivo principal
- Visión teocéntrica  Dios era el - Subraya el valor de lo clásico, lo
referente bajo el cual el hombre revitaliza y expresa en el arte en todas
comprendía el Universo y su existencia sus manifestaciones

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