Pensar La Teologia PDF
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El antecedente filosófico
El pensamiento latinoamericano cuyas bases arrancan con José Vasconcelos, José Martí,
Enrique Rodó, José Carlos Mariátegui y otros, encuentra en el debate entre el filósofo
mexicano Leopoldo Zea y el pensador peruano Augusto Salazar Bondy, su máxima
expresión. El eje del debate entre ellos, si existe o no una filosofía latinoamericana o una
filosofía sin más, sigue teniendo actualidad entre nosotros.
Existen dos posiciones básicas frente a si existen o no una filosofía latinoamericana; los que
afirman que no hay un pensamiento propio; y los que sostienen categóricamente que sí y
que éste se remontaría a los planteamientos fundamentales de las grandes culturas
precolombinas: los aztecas, los mayas y los incas.
La civilización occidental no tiene fronteras; ella comprende todas las naciones de Europa y
las del continente americano. Por la revolución de las comunicaciones es posible hablar hoy
de una civilización mundial; donde las diversas culturas y formas de pensamientos se van
haciendo transversales.
En el caso de Latinoamérica el problema es más complejo; por cuanto se cuenta con una
historia de la filosofía emergente, sin embargo, ha habido avances sustanciales en la
historicidad del pensamiento; con importantes antecedentes. No se excluye de esto la
Filosofía de la Liberación, que es el más consistente ejemplo filosófico original. Al
respecto Arriagada-Kehl sostiene: “cualquier intelectual que quiera plantear una tesis
latinoamericanista o de cualquier parte del mundo tiene que tomar en cuenta dos
tradiciones: la conceptual europea; formada en algún gran centro académico o no, y la
regional, continental o subcontinental, sea de carácter histórico, social, cultural”. (2002, 84)
El pensamiento teológico.
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“colonial” con un claro modelo de cristiandad constantiniano. La espiritualidad indígena se
expresará con claros matices autóctonos, pero bajo el modelo cristiano occidental.
J. Comblin (1987) sostiene que la historia de la cultura en América Latina está marcada por
tres impactos: a) la colonización (S. XVI) que aunque no pude llamarse propiamente
modernización, ella colocó las bases sociales y culturales que permitirían el acoplamiento a
los impulsos modernizadores posteriores. b) Independencia y constituciones de Estados
nacionales (S. XIX), es la penetración de ideas de la ilustración y la integración al mercado
internacional liderado por Inglaterra. c) el modelo desarrollista (S.XX) que representa el
ideal de la sociedad industrial moderna y que se quiere aplicar al continente. Al agotarse
este impulso modernizador (años 70-80), emerge en los años 90 un nuevo acento
modernizador, sustentado en los procesos de globalización y transnacionalización de la
economía mundial, en el desarrollo de las comunicaciones y de las nuevas tecnologías.
En medios de estos grandes procesos históricos, que fueron tejiendo y anudando la
memoria de los pueblos de América Latina, la fe, expresada en una actitud cristiana
coherente y consecuente con el auténtico espíritu evangélico, ha levantado sus héroes más
insignes. La historia de la evangelización latinoamericana tiene entre sus filas a intrépidos
luchadores por la justicia como a gigantes evangelizadores de la paz. Podemos nombrar a
Antonio de Montesinos, Bartolomé de las Casas, Juan de Zumárraga, Vasco de Quiroga,
Juan del Valle, Julián Garcés, José de Anchieta, Manuel Nobrega y Antonio Valdivieso.
Estos profetas, ponen en evidencia que la Iglesia ha promovido la dignidad y la libertad del
hombre y la mujer latinoamericano/a.
Si bien es cierto que la TL, en cuanto discurso y praxis, tiene su matriz en los procesos
populares que tienen lugar en América Latina a partir de 1959, y cuando un importante
grupo de cristianos participaron en las luchas insurreccionales; los orígenes de la misma,
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tienen sus antecedentes en el Antiguo Testamento. Los padres de la TL concuerdan en que
su fundamentación bíblica tiene dos corrientes: a) Sacerdotal, que expresa la visión de los
profetas que son portavoces de los sectores dominados en contra de la opresión. b)
profético-apocalíptico, heredera del antiguo profetismo israelita pre- exílico y que conserva
tanto el lenguaje como la simbología del primero. Este será un movimiento que busca una
reconstrucción utópica del pueblo, por medio de una nueva conciencia crítica sobre las
instituciones dominantes. Si el movimiento sacerdotal busca la restauración de las
instituciones, el profético-apocalíptico pondrá su acento en la restauración del pueblo. La
TL sigue el modelo profético popular, inspirado en el relato del siervo de Yavé del trito
Isaías (Is. 56-66).
En el campo protestante, habría que ubicar primero las distintas vertientes que emergen
como resultado de las misiones de fe hacia fines del siglo XIX en América Latina.
Podríamos señalar al menos tres vertientes: la de inmigración, formada principalmente por
ingleses y alemanes que llegan al continente como consecuencia de una ola inmigratoria,
que busca nuevas fronteras comerciales, ellos traen consigo su fe y credo. Esta primera
generación es de tradición anglicana y luterana. En segundo lugar, están la iglesia
misioneras, que derivan de un programa de evangelización y educación claramente
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conducido por sociedades misioneras norteamericanas, interesadas en disputar los
territorios de misión bajo la fe católico-romana.
El protestantismo misionero pudo encontrar simpatía entre los sectores más ilustrados de la
burguesía. La fe de los misioneros estaba mediatizada ideológicamente por el liberalismo
laicista y anticlerical; y pudo penetrar en las capas media alta de la sociedad, captando su
propia clientela religiosa. La tendencia teológica de los misioneros venidos desde el norte
de los Estados Unidos, era liberal y conocían bien las nuevas corrientes de la ciencia bíblica
y teológica. Se abrirán seminarios bíblicos para la preparación de los obreros cristianos y
futuros pastores, lo que luego se transformarán en Institutos Superiores o Facultades de
Teología. Aquí se cultivará, en una reflexión crítica, teológica y social, la semilla del aporte
de la teología evangélica a la TL.
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población de inmigrantes, que en la industria sufría injusticia y explotación (González,
1985: 257).
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La TL y sus retos para el presente
¿Qué lecciones podemos aprender del pasado? ¿Qué nos depara el mañana? Víctor Codina
sj (1989), en un documento titulado: “Desafíos para la cultura y la religión en el contexto
neoliberal”, hace una autocrítica de la TL y reflexiones sobre los nuevos escenarios
sociales, políticos y económicos, los nuevos sujetos y los desafíos desde donde debe
construirse la TL. El clamor por la justicia no debe apagarse, la defensa de los pobres no
debe entrar en tregua, se hace más urgente que nunca.
La Iglesia muy consciente de esta desoladora realidad, del “darwinismo social” del modelo
económico neoliberal, se ha formulado de otra manera el problema. No basta con quedarse
en el análisis social y económico de la realidad. Se hace imperioso unir este análisis con el
antropológico, cultural y religioso.
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De una manera más técnica podemos decir que la primera ilustración, más racional e
instrumental (Kant), como la segunda ilustración, más revolucionaria (Marx), ya no
responden a las nuevas demandas; se han quedado estrechas. Ambas ilustraciones derivan y
responden al paradigma de la modernidad en su utopía de razón y progreso. (Mito del
eterno retorno). La realidad nos ubica hoy en nuevos escenarios, donde surgen otras vías
alternativas: la imaginación simbólica, el rito, el mito, el pequeño relato.
El evangelio dice: “...no sólo de pan vive el hombre”. El hombre no es sólo “homo
económicus”, “homo faber”, sino también “homo religiosus”. Necesita libertad, cultura,
religión, fiesta.
Hemos entrado en una crisis de paradigma y no pareciera haber alternativa global al sistema
neoliberal. “...no podemos huir hacia una utopía inexistente ni sentarnos a llorar con
nostalgia lo que soñábamos en los años 70”. Estamos más cerca del Exilio que del Éxodo;
el Exilio es la experiencia de vivir desterrado, sin patria, sin reyes, sin sacerdotes, sin
templo y en medio de culturas extrañas (Asiria y Babilonia) (Sal. 137).
Los tiempos son distintos y los escenarios históricos son otros. Los grandes profetas como
Ezequiel e Isaías animan al pueblo y devuelven la certeza que Dios no está ausente. Ayudan
al pueblo a construir la esperanza (Is.40-55; 42; 49; 50; 52-53). El relato de la creación
surge en este periodo para que el pueblo no olvide que la tierra y la creación en general es
un templo natural que no debe destruirse (ecoteología: preservación del medio ambiente y
sus recursos naturales).
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Los profetas ya no profetizan contra los reyes, los sacerdotes ni el templo porque no
existen. Ahora las voces proféticas resisten al imperio (Babilonia) y se refuerza la identidad
del pueblo, se abre el diálogo con las culturas y las religiones (globalización,
macroecumenismo y panecumenismo). Es la profecía de Oseas, del tiempo de la paciencia
y la esperanza mientras llega el nuevo Kairos para América Latina.
Bibliografía:
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