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La Mimada Mente Americana PDF

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LA MIMADA MENTE

AMERICANA
LA AMENAZA DE LA CORRECCIÓN
POLÍTICA
Greg Lukianoff y Jonathan Haidt

Publicado en septiembre de 2015, el artículo The Coddling of


the American Mind (La mimada mente americana)1 analiza
desde el punto de vista de la psicología las consecuencias
que tiene la sobreprotección en los estudiantes
universitarios norteamericanos, y qué efectos negativos
tienen los nuevos medios de censura. El artículo de The
Atlantic2 se ha convertido en un libro que se anuncia para
septiembre de 2018. Entre tanto los autores han comenzado
The Heterodox Academy, en defensa de la libertad de
discurso en las universidades.

1
El título del artículo (The Coddling of the American Mind) es una nada velada
referencia a la conocida obra de Allan Bloom, The Clossing fo the American Mind:
How Higher Education has Failed Democracy and Impoverished the Souls of Today’s
Students, Simon & Scuster, reeditado en 2012, original de 1987, 404 pp. Con la obra
de Bloom se abrió de nuevo el debate en EEUU sobre el significado de la institución
universitaria.
2
Replicado en su totalidad en https://www.nuevarevista.net/libros/la-
sobreproteccion-de-la-mente-americana
En nombre del bienestar emocional, los estudiantes de
colleges exigen cada vez más que les protejan de palabras e
ideas que no les gustan. Aquí se encontrará por qué eso es
algo desastroso para la educación…, y para la salud mental.

Está pasando algo extraño en los colleges y las universidades


de Estados Unidos. Ha comenzado un movimiento, que no
tiene dirigentes y es conducido fundamentalmente por los
estudiantes, para dejar los campus limpios de palabras, ideas
y temáticas que pudieran causar malestar o generar ofensas.
El pasado diciembre [diciembre de 2014], Jeannie Suk
escribió un artículo en la versión on line de The New Yorker
sobre un grupo de estudiantes de derecho que pedían a sus
colegas profesores de Harvard que no enseñaran la
legislación sobre violaciones (rape) o, en un caso
determinado, que no usaran la palabra violar (por ejemplo
en la expresión ‘esto viola la ley’) no fuera que eso causara
sufrimiento en los estudiantes. En febrero, Laura Kipnis, una
profesora de Northwestern University, escribió un ensayo en
The Cronicle of Higher Education en el que describía la nueva
política del campus sobre paranoia sexual, y fue sometida a
una larga investigación después de que estudiantes que se
sintieron ofendidos por el artículo y por un tweet enviado
por ella enviaran quejas contra ella amparándose en el Title
IX3. En junio, un profesor que se protegió bajo seudónimo,

3
El Title IX es una ley federal civil, aprobada en 1972, contra la discriminación por
razones sexuales (todas las notas son del Traductor; he conservado los nombres
escribió un artículo para Vox describiendo la cautela con la
que se ve obligado a educar ahora. «Soy un profesor de
corriente liberal, y mis estudiantes liberales me aterrorizan»,
decía la cabecera. Un gran número de comediantes
populares, incluyendo a Chris Rock, han dejado de actuar en
los colleges (véase el artículo de Caitlin Flanagan en este
mismo número de The Atlantic4 –). Jerry Seinfeld y Bill
Maher5 han condenado públicamente el exceso de
sensibilidad de los estudiantes, diciendo que muchos de
ellos no aguantan una broma.

Microagresiones y Alertas de Contenido Sensible

Han aparecido rápidamente dos términos desde la oscuridad


a la jerga común de los campus. Microagresiones son la
elección de pequeñas acciones o palabras que parece que no
tienen malicia en su primera intención pero que se piensa de
todos modos que contienen gran violencia. Por ejemplo,
para las orientaciones de algunos campus, es una
microagresión preguntar a un asiático–americano o a un
latino–americano «¿Dónde has nacido?», porque eso
implicaría que él o ella no son realmente americanos. Se
supone también que los profesores deben dar avisos de que

originales en inglés de las instituciones universitarias, para facilitar la búsqueda de las


mismas en Internet).
4
«That is not funny», Caitlin Flanagan, The Atlantic, September 2015 issue,
https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2015/09/thats-not-funny/399335/
5
Rock, Seinfeld y Maher son conocidos cómicos norteamericanos.
algún material puede llevar contenido sensible (trigger
warnings) si algo en él puede causar una respuesta
emocional fuerte. Por ejemplo, algunos estudiantes han
pedido que se avise de que el libro de Chinua Achebe Things
Fall Appart6 describe violencia racial y de que El Gran Gastby
de F. Scott Fitzgerald7 hace un retrato de la misoginia y del
abuso físico, de modo que estudiantes que se han sentido
víctimas debido al racismo o a la violencia doméstica pueden
elegir evitar esas obras, que ellos consideran que podrían
disparar (trigger) un pasado traumático recurrente.
“Soy un profesor de corriente liberal, y mis estudiantes
liberales me aterrorizan”, escribe un profesor bajo
seudónimo.

Algunas iniciativas que se han tomado recientemente en los


campus rozan lo surrealista. En abril, en Brandeis University,
la asociación de estudiantes Asiatico–Americanos buscó
llamar la atención sobre las microagresiones contra los
asiáticos por medio de una instalación en las escalinatas de
la entrada a un edificio académico. La obra ofrecía ejemplos
de microagresiones como «¿No se supone que tú eres bueno
en matemáticas?» Y «¡Soy ciego al color! Yo no veo la raza».
Pero otros estudiantes Asiatico–Americanos tuvieron una
reacción violenta pues pensaban que la misma instalación
era por sí misma una microagresión. La asociación la retiró y

6
Chinua Achebe, Todo se desmorona, Debolsillo, 2010, 208 pp.
7
F. Scott Fitzgerald, El gran Gastby, Debolsillo, 2008, 192 pp.
su presidente escribió un correo electrónico a todo el cuerpo
de estudiantes pidiendo disculpas a quien quiera que «se
hubiera sentido interpelado o herido por el contenido de las
microagresiones».

Este nuevo clima se va haciendo poco a poco institucional, y


afecta a lo que se puede decir en el aula, incluso si se
propone como tema de discusión. Durante el curso 2014–
2015, por ejemplo, los decanos y jefes de departamento del
sistema de 10 escuelas de la Universidad de California
fueron llevados por los administradores a sesiones de
formación para líderes de profesorado en la que se les daba
ejemplos de microagresiones. La lista de afirmaciones
ofensivas incluían: «America es la tierra de las
oportunidades» y «Creo que la persona más cualificada es la
que debería conseguir el trabajo».

La prensa normalmente ha descrito estas iniciativas como un


resurgimiento de la corrección política. En parte eso es así,
aunque hay diferencias importantes entre lo que está
ocurriendo ahora y lo que pasó en los 80 y 90. Ese
movimiento buscaba limitar el discurso (específicamente los
mensajes de odio promovidos por grupos marginales), pero
también ofrecía un reto al canon literario, filosófico e
histórico, buscando ensancharlo por medio de la inclusión de
perspectivas más diversas.

Protección Vengadora
El movimiento actual trata sobre todo de bienestar
emocional. Más que eso, presupone una extraordinaria
debilidad de la psique colegial, y por lo tanto subraya la
finalidad de proteger a los estudiantes de todo daño
psicológico. Parece que la intención última es convertir los
campus en ‘espacios seguros’ donde jóvenes adultos viven
protegidos de palabras e ideas que les ponen incómodos. Y
todavía más, este movimiento busca castigar a cualquiera
que interfiera en tal finalidad, aunque sea de manera
accidental. Podría llamarse a este impulso protección
vengadora. Se está creando una cultura en la que todos
deben pensárselo un par de veces antes de hablar en voz
alta, no vayan a afrontar los cargos de insensibilidad,
agresión o todavía algo peor.
No enseñes a los estudiantes qué pensar, enséñales cómo
pensar. Eso es el método socrático y el pensamiento crítico.

Llevamos un tiempo estudiando este fenómeno con una


alarma creciente (Greg Lukianoff es un abogado de
constitucional y el presidente y CEO de la Fundación Para los
Derechos Individuales en Educación, que defiende la libertad
de palabra y la libertad académica en los campus, y ha
defendido a estudiantes y profesorado envueltos en
incidentes como los que describe este artículo; Jonathan
Haidt es un psicólogo social que estudia las guerras
culturales Americanas8). Los peligros que estas tendencias
plantean a la erudición y calidad de las universidades
americanas son significativos; podríamos escribir un ensayo
detallado sobre los mismos. Pero en este texto nos
centraremos en una cuestión diferente: ¿cuáles son los
efectos de este nuevo proteccionismo en los estudiantes
mismos? ¿Beneficia a la gente que se supone que va a
ayudar? ¿Qué es exactamente lo que los estudiantes están
aprendiendo cuando permanecen cuatro años o más dentro
de una comunidad que castiga los desaires no
intencionados, pone etiquetas de aviso en las obras de la
literatura clásica y de muchos otros modos transmite la
sensación de que las palabras pueden ser formas de
violencia que requieren un control estricto de parte de las
autoridades de la universidad, de los que se espera que
actúen a la vez como protectores y perseguidores?

Hay un dicho habitual en círculos educativos: No enseñes a


los estudiantes qué pensar; enséñales cómo pensar. La idea
se puede retrotraer hasta Sócrates. Lo que llamamos
método socrático es hoy un método de enseñanza que
desarrolla el pensamiento crítico, en parte porque anima a
los estudiantes a preguntarse sobre sus propias creencias en
la medida en que no las han examinado, así como sobre la

8
Las historias de cómo llegó cada uno de ellos a este tema pueden leerse en
https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2015/09/greg-lukianoffs-
story/399359/.
sabiduría que han recibido de su entorno. Ese preguntarse
algunas veces conduce a situaciones poco confortables, o
incluso al enfado, mientras se camina hacia la comprensión.
Los millenials recibieron este mensaje: “La vida es peligrosa,
pero los adultos os protegeremos de todo daño”.

Pero la protección vengadora enseña a los estudiantes a


pensar de un modo muy diferente. Les prepara de manera
pobre para la vida profesional, que a menudo exige relación
intelectual con personas e ideas que uno podría encontrar
poco amistosas o erróneas. El daño puede ser también más
inmediato. Una cultura universitaria dedicada a limpiar el
discurso y a castigar a los oradores parece favorecer modos
de pensamiento sorprendentemente similares a aquellos
que los terapeutas de comportamiento cognitivo han
identificado como causantes de depresión y ansiedad. El
nuevo proteccionismo puede estar enseñando a los
estudiantes a pensar de forma patológica.

¿Cómo llegamos a esto?

Es complicado conocer exactamente cómo este


proteccionismo vengador ha estallado de forma tan
poderosa desde hace pocos años. Se puede relacionar este
fenómeno con cambios recientes en la interpretación de los
estatutos federales anti discriminación (hablaremos de esto
más adelante)9. Pero probablemente la respuesta incluya
también cambios generacionales. La misma infancia ha
cambiado mucho en la generación pasada. Muchos niños del
Baby boom y miembros de la Generación X se pueden
acordar de cuando a los 8 o 9 años de edad montaban en sus
bicicletas en torno a sus casas, sin la supervisión de adultos.
En las horas que seguían al colegio se esperaba que los niños
se distrajeran a sí mismos, al precio de pequeños arañazos y
aprendiendo de sus experiencias. Pero la infancia sin control
se fue haciendo menos común a partir de los 80. El
crecimiento del crimen desde los 60 hasta el inicio de los 90
hizo que los padres nacidos en el baby boom fueran más
protectores de lo que habían sido sus propios padres.
Historias de niños secuestrados aparecían en las noticias
cada vez con más frecuencia y en 1984 sus imágenes
empezaron a mostrarse en las cajas de leche. Como
respuesta, muchos padres tiraron de las riendas y se
pusieron a trabajar duro para mantener seguros a sus niños.

La lucha por la seguridad también llegó a la escuela. Se


retiraron los columpios peligrosos de los campos de juego;
se prohibió la mantequilla de cacahuete en los almuerzos de
los estudiantes. Después de la masacre de 1999 en
Columbine, Colorado, muchos colegios tomaron medidas
9
Se refieren al Título VII del Civil Right Act de 1964 que prohíbe la discriminación de
candidatos a un trabajo por motivos de raza, color, religión, sexo u origen nacional.
Cf. https://www.nolo.com/legal-encyclopedia/federal-antidiscrimination-laws-
29451.html.
enérgicas contra el matoneo, aplicando una política de
‘tolerancia cero’. De modos muy diversos, los niños nacidos
después de 1980 –los Millenials– recibieron un mensaje
consistente de parte de los adultos: la vida es peligrosa, pero
los adultos harán cualquier cosa que esté en su mano para
protegeros de todo daño, no solo el que venga de extraños,
sino también entre vosotros.

Estos mismos niños crecieron en una cultura que se estaba


(y todavía se está) polarizando políticamente. Republicanos y
Demócratas nunca se han gustado demasiado entre sí, pero
datos registrados hasta los 70 muestran que en general su
desacuerdo mutuo solía ser sorprendentemente suave.
Desde entonces los sentimientos negativos se han ido
haciendo más fuertes, en especial a partir del principio de
los 2000. Los científicos políticos llaman a este proceso
«polarización afectiva partisana»10, y es un problema muy
serio para cualquier democracia. En la medida en que cada
lado demoniza de manera creciente a la parte contraria el
acuerdo se hace más difícil. Un estudio reciente muestra que
los prejuicios implícitos o inconscientes son ahora por lo

10
Por ejemplo, entre muchos, R. Kelly Garrett Shira Dvir Gvirsman Benjamin K.
Johnson Yariv Tsfati Rachel Neo Aysenur Dal, «Implications of pro- and
Counterattitudinal Information Exposure for Affective Polarization», en Human
Communication Research, Volume 40, Issue 3, 1 July 2014, Pages 309–332; James N.
Druckman, E. Peterson y R. Slothuus, «Hoe Elite Partisan Polarization Affects Public
Opinion Formation», en American Political Science Review, volume 107, February
2013, pp. 57–79.
menos tan fuertes entre partidos políticos como entre las
razas.

De modo que no es difícil imaginar por qué los estudiantes


que llegan hoy al campus podrían estar más deseosos de
protección y serían más hostiles hacia los oponentes
ideológicos que en las generaciones pasadas. Esta hostilidad,
y la conciencia de la propia rectitud alimentada por fuertes
emociones partisanas, se puede suponer que otorgará
fuerza a cualquier cruzada moral. Un principio de psicología
moral es que «la moralidad liga y ciega». Parte de lo que
hacemos al realizar juicios morales es expresar nuestra
unión como equipo. Pero eso también puede interferir sobre
nuestra capacidad de pensar críticamente. Reconocer que el
punto de vista del otro lado tiene algún mérito es
arriesgado: tus compañeros de partido pueden verte como a
un traidor.

Los medios de comunicación social hacen


extraordinariamente sencillo unirse a diversas cruzadas,
expresar solidaridad y enfado, y rechazar a los traidores.
Facebook fue fundada en 2004, y desde 2006 ha permitido
que niños pequeños desde los 13 años se unan a él. Eso
quiere decir que la primera ola de estudiantes que han
dedicado sus años de adolescencia a usar Facebook llegaron
a la universidad en 2011, y se han graduado del college este
mismo año (2015).
Estos verdaderamente primeros «nativos de las redes
sociales» pueden ser diferentes a los miembros de
generaciones previas en el modo en que comparten sus
juicios morales apoyándose unos a otros en campañas y
conflictos. Encontramos muchas cosas interesantes en estas
tendencias. Hoy la gente joven se encuentra comprometida
entre ella, con nuevas historias, y con un empeño a favor de
lo social más fuerte que cuando la tecnología dominante era
la televisión. Pero las redes sociales también han cambiado
radicalmente el equilibrio de poder en las relaciones entre
estudiantes y profesores. Estos últimos temen de forma
creciente lo que los estudiantes podrían hacer con sus
reputaciones y carreras si remueven a las masas contra ellos.

No tratamos de simplificar las relaciones de causalidad, pero


los índices de enfermedades mentales entre los jóvenes
adultos han ido subiendo, tanto en la universidad como
fuera, en las décadas recientes. Una parte de estos casos se
debe, sin duda, al aumento de mejores diagnósticos y a un
mayor deseo de buscar ayuda, pero muchos expertos
parecen estar de acuerdo en que una parte de esta
tendencia es real. Casi todos los directores de servicios de
salud mental en campus, encuestados por el American
College Counseling Association, comunicaron que el número
de alumnos con problemas psicológicos severos estaba
aumentando en sus escuelas. La tasa de malestar emocional
comunicada por los mismos estudiantes es también elevada,
y sigue en alza. En una investigación de 2014 realizada por el
American College Health Association, el 54% de los
estudiantes encuestados dijeron que se habían «sentido
superados por la ansiedad» en los anteriores 12 meses, por
encima del 49% en la misma encuesta solo cinco años antes.
Parece que los estudiantes comunican más crisis
emocionales; muchos parecen frágiles, y esto seguro que ha
cambiado el modo en que profesores y administradores de
la universidad interactúan con ellos. La pregunta es si
algunos de estos cambios podrían estar haciendo más mal
que bien.

La cura del pensamiento

Durante milenios los filósofos han entendido que no vemos


la vida como esta es. Vemos una visión deformada por
nuestras esperanzas, miedos, y otros apegos. Buda dijo:
«Nuestra vida es una creación de nuestra mente». Y Marco
Aurelio: «La vida misma no es más que lo que tú
consideras». La búsqueda de la sabiduría comienza en
muchas tradiciones con esta comprensión. Los budistas
tempranos y los estoicos, por ejemplo, desarrollaron
prácticas para reducir el apego, pensar con mayor claridad, y
encontrar una liberación de los tormentos emocionales de la
vida mental normal.
Se supone que todo el mundo debe confiar en sus propios
sentimientos para decidir si un comentario es acoso.
La terapia cognitiva del comportamiento (CBT)11 es una
actualización moderna de esta sabiduría antigua. Es el
tratamiento no farmacéutico más extensamente estudiado
sobre la enfermedad mental, y se usa con frecuencia para
tratar la depresión, los desórdenes de ansiedad, alimentarios
y las adicciones. Puede ser de ayuda también para
esquizofrénicos. No se ha mostrado ninguna otra forma de
psicoterapia que trabaje de un modo tan efectivo para un
rango tan amplio de problemas. Hay estudios que muestran
cómo en general es tan efectiva como los medicamentos
antidepresivos (como Prozac) en el tratamiento de la
ansiedad y la depresión. La terapia es relativamente rápida y
sencilla de aprender: tras unos pocos meses de preparación,
muchos pacientes pueden llevarla a cabo por su cuenta. A
diferencia de las medicinas, la CBT sigue trabajando por
largo tiempo una vez que se interrumpe el tratamiento, pues
enseña habilidades de pensamiento que la gente puede
seguir usando.

El fin es minimizar el pensamiento desenfocado y mirar el


mundo de manera más adecuada. Comienzas aprendiendo
los nombres de la docena o así de las deformaciones
cognitivas más habituales (como la sobre–generalización, la
rebaja de lo positivo, el razonamiento emocional; puede

11
Cognitive Behavior Therapy (CBT). Cf. por ejemplo D. Tolin, Doing CBT: A
Comprehensive Guide to Working with Behaviors, Thoughts and Emotions, The
Guilford Press, 2016, 594 pp.
verse el cuadro donde proporcionamos la lista de los más
comunes).

Deformaciones cognitivas más frecuentes

Una lista parcial tomada de Robert L. Leahy, Stephen J. F.


Holland y Lata K. McGinns, Treatment Plans and
Interventions for Depression and Anxiety Disorders, Guilford
Press, 2011, 490 pp.

1. Lectura mental. Asumes que sabes lo que la gente


piensa sin tener evidencia suficiente de sus
pensamientos. «Él cree que soy un perdedor».

2. Adivinación. Predices el futuro de forma negativa: las


cosas irán peor, o hay un peligro delante. «Voy a
suspender» o «No conseguiré el trabajo».

3. Catastrofismo. Crees que lo que ha ocurrido o lo que


va a ocurrir será tan terrible e inaguantable que no
serás capaz de resistirlo. «Sería tremendo que
fracasara».

4. Etiquetado. Asignas rasgos globalmente negativos a ti


mismo y a otros. «Soy imposible de querer» o «Es una
persona podrida».

5. Rebajar lo positivo. Afirmas que lo positivo que tú u


otros llevan a cabo es trivial. «Eso es lo que se supone
que hacen las esposas, de modo que no cuenta que
ella sea positiva conmigo» o «Hacerlo bien resultó tan
fácil que no cuenta».

6. Filtrado negativo. Te centras casi exclusivamente en


lo negativo y muy raramente percibes lo positivo.
«Fíjate en toda la gente a la que no le gusto».

7. Sobre-generalización. Percibes una pauta global de


aspectos negativos como fundamento de un incidente
aislado. «Siempre me pasa. Parece que fallo en
muchas cosas».

8. Pensamiento dicotómico. Te fijas en los hechos o en


la gente en términos de ‘todo o nada’. «Todo el
mundo me rechaza» o «Fue una completa pérdida de
tiempo».

9. Te centras en la otra persona como fuente de tus


sentimientos negativos, y te niegas a hacerte
responsable de cambiar tú mismo. «La culpa de cómo
me siento es de ella» o «Mis padres son la causa de
todos mis problemas».

10.¿Qué pasaría si…? Te empeñas en preguntarte una


serie de preguntas sobre ‘qué pasaría si’ algo
sucediera y no logras estar satisfecho con ninguna de
las respuestas. «Sí, ¿pero qué pasa si me pongo
nervioso?» O «¿Qué pasa si no puedo contener mi
respiración?».
11.Razonamiento emocional. Dejas que sean tus
sentimientos los que guíen tu interpretación de la
realidad. «Me siento deprimido; en consecuencia, mi
matrimonio no funciona».

12.Incapacidad de no confirmar lo defendido. Niegas


cualquier tipo de evidencia o argumentos que
pudieran contradecir tus pensamientos negativos. Por
ejemplo, cuando tienes la idea de Es imposible que
nadie me quiera, rechazas como irrelevante cualquier
evidencia de que hay gente que a la que importas. En
consecuencia, tu pensamiento no puede ser refutado.
«Ese no es el problema real. Hay asuntos más
profundos. Hay otros factores».

Cada vez que te das cuenta de que estás cayendo presa de


una de ellas, la llamas por su nombre, describes los hechos
de la situación, consideras interpretaciones alternativas y
entonces escoges una interpretación de lo que ha sucedido
más acorde con los hechos. De ese modo tus emociones
siguen a tu nueva interpretación. Pasado un tiempo este
proceso se hace automático. Cuando la gente mejora su
higiene mental de este modo, cuando se liberan a sí mismos
de pensamientos repetitivos e irracionales que con
anterioridad han llenado buena parte de su consciencia,
pasan a ser menos depresivos, ansiosos o irritables.
Es claro el paralelismo de esto con la educación formal: la
terapia cognitiva del comportamiento enseña buenas
habilidades de pensamiento crítico, el tipo que los
educadores se han esforzado por impartir durante tanto
tiempo. Casi para cada definición, el pensamiento crítico
exige fundamentar las propias creencias en lo evidente antes
que en emociones o deseo, y aprender como buscar y
evaluar evidencias que pueden contradecir las propias
hipótesis iniciales que uno tenía. Pero, ¿anima la universidad
de nuestros días al pensamiento crítico? ¿O tratan de
convencer a los estudiantes para que piensen de maneras
más distorsionadas?

El abrazo de la educación superior al ‘razonamiento


emocional’

Burns define razonamiento emocional como algo que asume


«que tus emociones negativas necesariamente reflejan las
cosas tal como son: ‘lo siento así, por lo tanto debe ser
verdad’»12. Leahy, Holland y McGinn lo definen como dejar
«que tus sentimientos guíen tu interpretación de la
realidad». Pero, por supuesto, los sentimientos subjetivos no
son siempre guías fiables: si no se los controla, pueden
causar que unos golpeen a otros que no han hecho nada
malo. La terapia muchas veces invita a que se relativice la

12
D. Burns, Feeling Good: The New Mood Therapy, Harper, 2008, 736 pp.
idea de que cada una de las respuestas emocionales que uno
tiene representan algo verdadero e importante.

El razonamiento emocional domina muchos de los debates y


discusiones en los campus. La queja de que las palabras de
alguien son ‘ofensivas’ no es simplemente una expresión del
sentimiento subjetivo de ofensa. Es, más bien, una acusación
pública de que el que habla ha hecho algo objetivamente
mal. Es una exigencia para que quien ha hablado pida
disculpas por ofender o sea castigado por alguna de las
autoridades.
La microagresión es un modo de ofensa tan sutil que a
menudo es inconsciente, y conduce a la constante
indignación.

Siempre ha habido gente que cree que tiene el derecho a no


ser ofendida. De todos modos, a lo largo de la historia de
Estados Unidos —desde la era victoriana hasta el activismo
del free–speech en los 60 y 70— los radicales han empujado
los límites y se han burlado de las sensibilidades dominantes.
Sin embargo, en algún momento de los 80, los campus
universitarios empezaron a centrarse en prevenir el discurso
ofensivo, especialmente cualquier mensaje que pudiera
dañar a las mujeres o a las minorías. El sentimiento que
sostenía esta meta resultaba digno de alabanza, pero muy
pronto empezó a producir resultados absurdos.
Entre los ejemplos tempranos más famosos está el llamado
incidente del búfalo de agua en la University of
Pennsylvania. En 1993 la universidad multó a un estudiante
nacido en Israel por acoso racial después de que gritara
«¡Callaos, búfalos de agua!» a un grupo de una hermandad
de mujeres negras que estaba haciendo ruido durante la
noche junto a la ventana del dormitorio del estudiante.
Muchos investigadores y expertos no lograban entender
cómo el término búfalo de agua (water buffalo, una
traducción básica de un insulto en hebreo contra una
persona sin tacto o demasiado ruidosa) se convertía en un
insulto racista contra los afro–americanos y, en
consecuencia, el asunto llegó a las noticias internacionales13.

Exigencias del derecho a no ser ofendido han seguido


apareciendo desde entonces, y las universidades han
seguido dándoles un trato de favor. Por ejemplo, en un caso
especialmente llamativo de 2008, Indiana University–Purdue
University en Indianapolis encontró culpable de
hostigamiento racial a un estudiante blanco que se
encontraba leyendo un libro titulado Notre Dame vs. The

13
Cf. M. Decourcy Hinds, «A Campus Case: Speech or Harassment?», New York
Times, 1993, https://www.nytimes.com/1993/05/15/us/a-campus-case-speech-or-
harassment.html. En el 20 aniversario del incidente se publicó el siguiente texto de
Sandy Hingston, «A History of Political Correctness: 20 Years After Penn’s ‘Water
Buffalo’ Incident», https://www.thefire.org/media-coverage/a-history-of-political-
correctness-20-years-after-penns-water-buffalo-incident/.
Klan14. El libro alababa la oposición de los estudiantes contra
el Ku Klux Klan cuando este desfiló por Notre Dame en 1924.
No obstante, la foto de una manifestación del Klan en la
cubierta del libro ofendió por lo menos a uno de los
compañeros de trabajo del estudiante (este era conserje,
además de estudiante) y esto resultó suficiente para que la
Oficina de Acción Afirmativa de la universidad lo encontrara
culpable15.

Estos ejemplos pueden parecer extremos, pero el


razonamiento que llevan detrás se ha convertido en un lugar
común en el campus durante los últimos años. El curso
pasado, en la University of St. Thomas, en Minnesota, una
celebración llamada Hump Day (Día de la Joroba), que
hubiera permitido que la gente tuviera como mascota a un
camello, fue cancelado de modo abrupto. Los estudiantes
habían creado un grupo de Facebook en el que protestaban
de la crueldad animal del evento, por ser un despilfarro de
dinero y por carecer de sensibilidad hacia la gente del Medio
Este. Lo de inspirarse en un camello había surgido casi
seguro por un anuncio de televisión bastante popular en el
que un camello paseaba en una oficina durante un

14
T. Tucker, Notre Dame V. The Klan: How the Fighting Irish Defeated the Ku Klux
Klan, Loyola, 2004, 261 pp.
15
La Affirmative Action Office de Penn State University se presenta como
«comprometida con el concepto de acción positiva para asegurar la igualdad de
oportunidad en todos los aspectos de empleo y para promover la diversidad en la
comunidad universitaria». Cf. http://www.psu.edu/dept/aaoffice/ .
miércoles, celebrando el ‘día de la joroba’: carecía por
completo de cualquier referencia a la gente del Medio Este.
Sin embargo, el grupo que organizaba el evento anunció en
su página de Facebook que se cancelaría porque «el
programa [estaba] dividiendo a la gente y podía dar lugar a
un ambiente incómodo y quizá inseguro».

Debido a que hay una extendida prohibición de ‘echar la


culpa a la víctima’ en los círculos académicos, generalmente
se considera inaceptable poner en duda la racionalidad
(dejemos de lado la sinceridad) del estado emocional de
alguien, especialmente si esas emociones se relacionan con
la identidad de grupo. Un argumento débil como «Me
ofende» se convierte en una imbatible carta de triunfo. Esto
conduce a lo que Jonathan Rauch, uno de los editores de The
Atlantic, denomina «la lotería de las ofensas», en la que
posiciones opuestas utilizan las denuncias de ofensa como
garrotes16. Durante el proceso, el listón de lo que
consideramos un discurso inaceptable se va bajando más y
más.

Desde 2013 esta tendencia se ha visto reforzada por


presiones del gobierno federal. Los estatutos federales anti–
discriminación regulan el acoso en el campus y la diferencia

16
Unas declaraciones de Jonathan Rauch, Knowledge starts as offendedness, en
https://www.youtube.com/watch?v=XrrbBzVVmEI. Cf. su libro Kindly Inquisitors: The
New Attacks on Free Thought, Expanded Edition, University of Chicago Press, 2014,
216 pp.
de trato basada en sexo, raza, religión y origen nacional.
Hasta hace poco la Oficina de Derechos Civiles del
Departamento de Educación sostenía que el discurso tenía
que ser «objetivamente ofensivo» antes de que pudiera ser
presentado como acoso sexual: tenía que pasar el test de
‘persona razonable’. Para poder prohibirlo, escribía la oficina
en 2003, un discurso acusado de acosador debería ir «más
allá de la mera expresión de puntos de vista, palabras,
símbolos o pensamiento que una persona encuentra
ofensivos».

Pero en 2013 los Departamentos de Justicia y Educación


ensancharon con creces la definición de acoso sexual para
incluir en ella una conducta verbal simplemente
«inconveniente». Debido al miedo a una investigación
federal, las universidades aplican ahora esa norma —definir
el discurso inconveniente como acoso sexual— no solo al
sexo, sino también a la raza, la religión y la situación de los
veteranos. Se supone que todo el mundo debe confiar en sus
propios sentimientos subjetivos para decidir si un
comentario hecho por un profesor o un compañero de
estudios es inconveniente, y así tener fundamento para una
acusación de acoso. Ahora el razonamiento emocional se
acepta como evidencia.

Si nuestras universidades enseñan a los estudiantes que sus


emociones pueden en efecto ser usadas como armas —o al
menos como evidencia en procedimientos administrativos—
entonces están enseñando a los estudiantes a alimentar una
hiper–sensibilidad que les conducirá hacia una interminable
sucesión de conflictos del college en adelante. Las
facultades podrían estar entrenando a los estudiantes en
estilos de pensamiento que dañarán sus carreras y sus
amistades, además de su salud mental.

Adivinación y avisos de peligro

Burns define la adivinación (fortune–telling) como «anticipar


que las cosas se pondrán mal» y sentirse «convencido de
que tu predicción ha establecido ya un hecho». Leahy,
Holland y McGinn la definen como «la predicción negativa
del futuro» o ver un peligro potencial en las situaciones
cotidianas. La reciente generalización de exigencias de avisos
de peligro (trigger warnings) en tareas que incluyan lecturas
de contenidos provocativos es un ejemplo de adivinación.

La idea de que las palabras (o los olores o cualquier entrada


sensorial de información) pueda disparar memorias
dolorosas de traumas pasados —y el miedo intenso a que
ese trauma se repita— ha estado en el ambiente al menos
desde la I Guerra Mundial, cuando los psiquiatras
comenzaron a tratar lo que ahora se llama desorden de
estrés post–traumático. Pero se cree que los avisos explícitos
de peligro se han generado mucho más tarde, en tablones
de anuncio de Internet. Estos se convirtieron en algo
especialmente corriente en foros feministas y de auto ayuda
en los que permitían evitar contenidos gráficos que pudieran
despertar recuerdos o ataques de pánico a lectores que
habían sufrido episodios traumáticos como asaltos sexuales.
Los motores de búsqueda de tendencias indican que la
expresión trigger warning llegó a ser de uso común en las
redes en torno a 2011, despuntó en 2014 y alcanzó su mayor
altura en 2015. El uso de avisos de peligro en los campus
parece haber seguido una trayectoria similar; de golpe y
porrazo, los estudiantes de las universidades de todo el país
han empezado a exigir que sus profesores avisaran antes de
mandar materiales que pudieran evocar respuestas
emocionales negativas.

En 2013 un grupo de ataque compuesto por


administradores, alumnos, antiguos alumnos recientes y un
miembro del profesorado en Oberlin College, Ohio, hizo
pública una guía online dirigida a los profesores
(posteriormente retirada por el rechazo que mostró el
profesorado) que incluía un listado de temas que exigían
esas llamadas de peligro. Esos temas incluían el clasismo y
los privilegios, entre muchos otros. El grupo de ataque
recomendaba que se retiraran totalmente los materiales que
pudieran hacer surgir reacciones negativas entre los
estudiantes a no ser que «contribuyan directamente» a las
finalidades del curso, y sugerían que esas obras «demasiado
importantes como para evitarlas» fueran declaradas
opcionales.

Es difícil imaginar cómo novelas que ilustran el clasismo y los


privilegios pudieran provocar o reactivar el tipo de miedo
que típicamente implica el PTSD17. Encima, los avisos de
peligro se exigen a veces ante una larga lista de ideas y
actitudes que algunos estudiantes encuentran políticamente
ofensivas, con la idea de evitar que otros estudiantes
pudieran ser dañados. Esto es un ejemplo de lo que los
psicólogos llaman «razonamiento motivado», por el que
generamos de forma espontánea argumentos para
conclusiones que queremos apoyar. Una vez que tú
encuentras algo odioso es sencillo argumentar que la
exposición de la cosa odiada podría traumatizar a alguna
otra persona. Te piensas que sabes cómo reaccionarán los
demás, y que su reacción podría ser devastadora. La
prevención de esa devastación se convierte en una
obligación moral para toda la comunidad. Libros para los que
los alumnos han pedido que se les aplique el aviso de peligro
en los últimos dos años incluyen Mrs. Dalloway de Virginia
Woolf18 (en Rutgers, por «inclinaciones suicidas») y la
Metamorfosis de Ovidio19 (en Columbia, por ataque sexual).

17
Post–traumatic stress disorder.
18
V. Woolf, La señora Dalloway, Lumen 1984, 222 pp.
19
Ovidio, Metamorfosis, Alianza Editorial 2011, 416 pp.
El ensayo de Jeannie Suk en el New Yorker describía las
dificultades para enseñar las leyes sobre violación en la
época de los avisos de peligro. Escribió que algunos
estudiantes han presionado a sus profesores para abolir esas
enseñanzas por protegerse a sí mismos y a sus compañeros
de clase de una potencial angustia. Suk lo compara a tratar
de enseñar «a un estudiante de medicina que se prepara
para ser cirujano pero que teme que se agobie cuando vea o
toque sangre»20.

Sin embargo un problema más grave aparece con los avisos


de peligro. De acuerdo con los principios más básicos de
psicología, la idea de ayudar a personas con desórdenes de
ansiedad por medio de la evitación las cosas que temen es
errónea. Una persona atrapada en un ascensor durante un
corte de energía puede entrar en pánico y pensar que va a
morir. Esta experiencia terrorífica puede cambiar las
conexiones neuronales en su amígdala, llevándole a una
fobia a los ascensores. Si quieres que esa mujer conserve ese
miedo de por vida, lo único que debes hacer es ayudarle a
evitar los ascensores.

Pero si lo que quieres es que vuelva a la normalidad,


deberías dar entrada a la explicación de los impulsos que
proporciona Ivan Pavlov y guiar a esa mujer a través de un
20
Jeannie Suk Gersen, «The Trouble with Teaching Rape Law», en The New Yorker,
December 15, 2014, https://www.newyorker.com/news/news-desk/trouble-
teaching-rape-law .
proceso conocido como terapia de exposición. Podrías
empezar invitando a la mujer a limitarse a mirar un ascensor
desde la distancia, quizá quedándose en pie en la entrada
del edificio, hasta que su miedo empiece a desinflarse. Si no
pasa nada malo mientras espera en la entrada —si el miedo
no se ve reforzado— entonces empezará a aprender un
nuevo tipo de asociación: los ascensores no son peligrosos
(esta reducción del miedo durante la exposición se llama
habituación). Entonces, tras unos días, podrías animarla a
acercarse un poco más, y más adelante a apretar el botón de
llamada, e incluso a entrar dentro y subir un piso. Así es
como la amígdala puede ser restablecida para relacionar una
situación previamente temida con la seguridad o la
normalidad.

Los estudiantes que piden avisos de peligro pueden tener


razón al afirmar que algunos de sus iguales podrían albergar
memorias de trauma que se podrían reactivar por las
lecturas de una asignatura. Pero están equivocados al tratar
de prevenir esas reactivaciones. Los estudiantes que sufren
PTSD por supuesto que deberían tener tratamiento, pero no
tendrían que tratar de evitar la vida normal, con sus muchas
ocasiones para lograr la habituación. Las discusiones en el
aula son lugares seguros para exponerse a recordatorios
imprevistos de traumas (como la palabra violar). Una
discusión sobre la violencia muy raramente se verá seguida
de violencia real, de modo que es un buen modo de ayudar a
los estudiantes a cambiar las asociaciones que les causan
malestar. Y ellos harían bien en conseguir esa habituación
dentro de la universidad, porque el mundo que viene
después estará menos deseoso de aceptar exigencias de
avisos de peligros y materias opcionales.

El uso expansivo de avisos de peligro puede también


provocar hábitos mentales insanos en el grupo mucho más
grande de alumnos que no sufren PTDS u otros tipos de
desórdenes de ansiedad. La gente adquiere sus miedos no
solo por sus experiencias pasadas, sino también por medio
del aprendizaje social. Si todo el mundo a tu alrededor actúa
como si algo fuera peligroso —ascensores, determinados
vecinos, novelas que describen el racismo— entonces te
encuentras bajo el riesgo de adquirir también ese miedo. La
psiquiatra Sarah Roff señaló esto el año pasado en un
artículo en la red para The Chronicle of Higher Education21.
«Una de mis mayores preocupaciones sobre los avisos de
peligro», escribía Roff, «es que se aplicarán no solo a
aquellos que han experimentado un trauma, sino a todos los
estudiantes, creando una atmósfera en la que se les animar
a creer que hay algo peligroso y dañino en la discusión de
aspectos difíciles de nuestra historia».

21
Sarah Roff, «Treatment, Not Trigger Warnings», en The Chronicle of Higher
Education, May 23rd 2014,
https://www.chronicle.com/blogs/conversation/2014/05/23/treatment-not-trigger-
warnings/ .
En un artículo publicado el año pasado por Inside Higher
Ed22, siete profesores de humanidades escribieron que el
movimiento de avisos de peligro tenía ya «un efecto
escalofriante en su enseñanza y pedagogía». Explican cómo
sus colegas reciben «llamadas telefónicas de los decanos y
otros administradores para investigar quejas de los
estudiantes de que han incluido material ‘comprometido’ en
sus cursos, con o sin avisos». Un aviso de peligro, escribían,
«sirve como garantía de que los estudiantes no
experimentarán una incomodidad inesperada e implica que
si lo hacen se ha roto un contrato». Cuando los estudiantes
llegan a esperar avisos de peligro para cualquier material
que les haga sentirse incómodos, el camino más sencillo de
salirse del problema para el profesorado es evitar cualquier
asunto que pudiera molestar al alumno más sensible de la
clase.

Ampliación, etiquetar y microagresiones

Burns define ampliación (magnification) como «exagerar la


importancia de las cosas». Y Leahy, Holland y McGinn
definen etiquetar como «asignar rasgos globalmente
negativos a ti mismo o a otros». La reciente tendencia de
destapar supuestas microagresiones de corte racista, sexual,
clasista o de cualquier otro tipo de discriminación no enseña
22
7 Humanities Professors, «Trigger Warnings Are Flawed», en Inside Higher Ed, May
29th, 2014, https://www.insidehighered.com/views/2014/05/29/essay-faculty-
members-about-why-they-will-not-use-trigger-warnings .
por casualidad a los estudiantes a centrar su atención en
desaires pequeños o accidentales. Su propósito es lograr que
los estudiantes se centren en ellos y entonces volver a
etiquetar como agresores a la gente que ha hecho esas
apreciaciones.

El término microagresión se originó en los 70 y se refiere a


sutiles, a menudo inconscientes, ofensas racistas. El término
se ha extendido hace pocos años para incluir cualquier cosa
que pueda ser percibida como discriminatoria desde
cualquier planteamiento. Por ejemplo, en 2013, un grupo de
estudiantes de UCLA organizó una sentada durante una clase
que enseñaba Val Rust, un profesor de educación. El grupo
leyó una carta en voz alta expresando su preocupación por la
hostilidad del campus contra los estudiantes de color.
Aunque Rust no fue aludido explícitamente, el grupo criticó
con claridad su enseñanza tildándola de microagresiva.
Mientras corregía la gramática y ortografía de sus alumnos,
Rust hizo notar que un estudiante había escrito
erróneamente con mayúsculas la primera letra de la palabra
indígena. Quitar la mayúscula se consideró un insulto a los
estudiantes y a su ideología, se quejaba el grupo.

Incluso las bromas sobre microagresión pueden ser vistas


como microagresiones, asegurando un castigo. El pasado
otoño, Omar Mahmood, un estudiante de la University of
Michigan, escribió una columna satírica para una publicación
estudiantil conservadora, The Michigan Review, haciendo
broma sobre lo que él veía como una tendencia en la
universidad a ver microagresiones en todas las cosas.
Mahmood era al mismo tiempo un empleado del periódico
del campus, The Michigan Daily. Los editores de The Daily
dijeron que el modo en que Mahmood «se había burlado de
forma satírica de algunos contribuyentes al Daily y de las
minorías del campus… creaba un conflicto de intereses». The
Daily rescindió el contrato de Mahmood después de que
este describiera el incidente en dos lugares de la Red, The
College Fix y The Daily Caller. Un grupo de mujeres, más
adelante, atacó la entrada de la casa de Mahmood con
huevos, salchichas, goma y notas con mensajes como «Todo
el mundo te odia, capullo violento». Cuando el discurso se ve
como una forma de violencia, el proteccionismo vindicativo
puede justificar una respuesta hostil e incluso violenta23.

En marzo, los representantes de los estudiantes en Ithaca


College, en la parte alta del estado de New York, llegaron a
proponer la creación de un sistema anónimo de denuncia de
microagresiones. Los que apoyaban a los estudiantes
previeron nuevos modos de acciones disciplinarias contra los
«opresores» comprometidos en discursos denigrantes. Uno
de los que apoyaban el programa dijo que mientras «no
todos los casos requerirán de juicios o algún tipo de castigo

23
El artículo de Mahmood, titulado «Do The Left Thing», The Michigan Review,
November 19th, 2014, en https://www.michiganreview.com/do-the-left-thing/ .
severo», ella quería que el programa «conservara el historial
y tuviera impacto».

Es seguro que hay gente que hace comentarios muy sutiles o


velados de tono racista o sexista dentro de los campus de las
universidades, y es un derecho de los estudiantes plantear
preguntas e iniciar discusiones sobre ese tipo de casos. Pero
el creciente foco en las microagresiones, añadido a la
promoción del razonamiento emocional, es una fórmula
perfecta para vivir en una constante situación de
indignación, incluso contra oradores con buenas intenciones
que están empeñados en la discusión genuina.

¿Qué estamos haciendo a nuestros estudiantes si les


animamos a desarrollar una piel extremadamente fina justo
en los años previos a abandonar el nido de la protección
adulta y entrar en el mundo del trabajo? ¿No estarían mejor
preparados para crecer si les enseñamos a preguntarse
sobre sus propias reacciones emocionales, y a dar a la gente
el beneficio de la duda?

Enseñando a los estudiantes a ser catastrofistas y a tener


cero tolerancia

Burns define catastrofismo como la clase de ampliación que


convierte «sucesos negativos comunes en monstruos de
pesadilla». Leahy, Holland y McGinn lo definen como
creer»que lo que ha ocurrido u ocurrirá» es «tan terrible e
inevitable que no serás capaz de resistirlo». La petición de
avisos de peligro incluye el catastrofismo, pero este modo de
pensar también tiñe igualmente otras áreas de pensamiento
en el campus.

La retórica catastrofista sobre el peligro físico la emplean los


administradores universitarios de forma mucho más común
de lo que podríamos pensar —a menudo parece que con
fines cínicos en sus mentes—. Por ejemplo, el pasado año la
dirección de Bergen Community College, en New Jersey,
suspendió a Francis Schmidt, un profesor, después de que
Schmidt colgara de su cuenta en Google+ una foto de su hija
de dos años. La foto la mostraba en una pose de yoga,
vistiendo una camiseta en la que se leía Tomaré lo que es
mío con fuego & sangre, una cita de la serie de HBO Juego de
Tronos. Schmidt había levantado una queja contra el centro
dos meses antes tras haber pasado un año sabático. La frase
de la camiseta fue interpretada como una amenaza por uno
de los directivos del campus, que recibió un mensaje
después de que Schmidt colgara la foto: había sido enviada
de forma automática a un grupo completo de contactos.
Según Schmidt, un oficial de seguridad de Bergen que estuvo
presente en una reunión posterior entre los directivos y
Schmidt pensó que la palabra fuego podía referirse al rifle
AK–4724.

También está la saga legal de ocho años de duración en


Valdosta State University, en Georgia, donde un estudiante
fue expulsado por protestar contra la construcción de un
parking usando para ello un collage «supuestamente»
amenazador en Facebook. El collage describía la estructura
propuesta como un parking «conmemorativo» (memorial),
una broma que se refería a una afirmación del rector de la
universidad de que ese garaje sería su legado. El rector, por
su parte, interpretó el collage como una amenaza contra su
vida25.

No debería por tanto extrañar que los estudiantes exhiban


una sensibilidad similar. En la University of Central Florida en
2013, por ejemplo, Hyung–il Jung, un preparador de
contabilidad, fue expulsado después de que un estudiante
denunciara que Jung había hecho un comentario
amenazante durante una sesión de repaso. Jung explicó al
Orlando Sentinel que la materia que estaban repasando era
complicada, y que se dio cuenta del aspecto dolorido en las

24
Una referencia al caso, en la que también se ve la foto de la hija (una niña de unos
tres años de edad) en http://www.nydailynews.com/news/national/n-college-
suspends-professor-threating-game-thrones-shirt-article-1.1761354 .
25
La universidad y el estudiante alcanzaron un acuerdo en 2015 por 90.000 dólares,
ocho años después de su expulsión como estudiante. Cf.
http://www.splc.org/article/2015/07/900000-settlement-reached-in-one-of-the-
worst-abuses-of-student-rights .
caras de los estudiantes, de modo que hizo una broma.
Recordaba que dijo: «Tíos, parece como si poco a poco os
ahogarais con estas cuestiones. ¿Acaso voy a cargarme a
todos los que tengo delante o qué?»

Después de que el estudiante denunciara el comentario de


Jung, un grupo de casi otros 20 estudiantes escribió a la
dirección de la UCF explicando que claramente el
comentario había sido hecho en broma. Sin embargo, la UCF
suspendió a Jung de todas sus responsabilidades en la
universidad y le exigió obtener un certificado por escrito de
un profesional de salud mental en el que se señalara que no
resultaba «una amenaza para sí mismo o para la comunidad
universitaria» antes de que se le permitiera regresar al
campus.

Todas estas acciones enseñan una lección común: hay gente


brillante que sobre reacciona ante discursos inocentes, hace
montañas de toperas y busca castigo para cualquiera que
diga cosas que hagan sentirse incómodo a cualquiera.

Filtrado mental y temporada de invitaciones anuladas

Tal y como lo define Burns, el filtrado mental es «destacar


algún detalle negativo en cualquier situación y pensar
solamente en él para así percibir que la situación es
completamente negativa». Leahy, Holland y McGinn se
refieren a esto como «filtrado negativo», que definen como
«centrarse solo y exclusivamente en lo negativo y notar solo
raramente lo positivo». Cuando esto se aplica a la vida en la
universidad, se puede sustituir el filtrado mental por la
demonización ingenua.

Un gran número entre los estudiantes y el profesorado han


modelado esta deformación cognitiva durante la
«temporada de invitaciones anuladas» (disinvitation season)
de 2014. Esta es la época del año (habitualmente al inicio de
la primavera) en la que se anuncian los invitados a las
ceremonias de graduación y en la que los alumnos y
profesores exigen que algunos de esos oradores sean
‘desinvitados’ por causa de las cosas que han dicho o hecho.
De acuerdo con datos agrupados por la Foundation for
Individual Rights in Education, desde 2000, por lo menos se
han lanzado 240 campañas en las universidades de U.S.A.
para evitar que determinadas figuras públicas aparecieran
en actos universitarios; la mayoría de ellos han ocurrido a
partir de 2009.

Consideremos dos de las anulaciones más destacadas de


2014: la de la antigua Secretario de Estado Condoleezza Rice
y la de la directora del Fondo Monetario Internacional,
Christine Lagarde. Rice fue la primera mujer negra que se
convirtió en secretaria de estado; Lagarde la primera mujer
que llegó a ser ministro de finanzas en un país del G8 y la
primera en ser cabeza del FMI. Ambas podían haber sido
vistas como modelos de gran éxito para las estudiantes
femeninas, y Rice también para los estudiantes de minorías.
Pero los críticos rechazaron cualquier posibilidad de que
pudiera venir nada positivo de esas conferencias.

Por supuesto que los miembros de una comunidad


académica deberían ser libres para plantear preguntas sobre
el papel de Rice en la Guerra de Irak, o mirar con
escepticismo hacia las políticas del FMI. Pero ¿debería el
desagrado hacia parte del currículo de una persona
descalificarla por completo para que comparta sus puntos de
vista?

Si la cultura del campus transmite la idea de que los


visitantes tienen que ser puros, con trayectorias que nunca
hayan ofendido las sensibilidades generalmente hacia la
izquierda del campus, la educación superior habrá dado un
paso más hacia la homogeneidad intelectual y hacia la
creación de un entorno en el que solo raramente los
estudiantes encontrarán distintos puntos de vista. Y las
universidades habrán reforzado la creencia de que está bien
filtrar y que quede solo lo positivo. Si los estudiantes se
gradúan pensando que no pueden aprender nada de la
gente que no les gusta o de aquellos con los que no están de
acuerdo, les habremos hecho un grandísimo perjuicio
intelectual.
¿Qué podemos hacer ahora?

Los intentos de proteger a los estudiantes de palabras, ideas


y gente que pudiera causarles sufrimiento emocional son
malos para los estudiantes. Son malos para el lugar de
trabajo, que se verá envuelto en un litigio sin fin si se
traicionan las expectativas de seguridad que tienen los
estudiantes. Y son malos para la democracia americana, que
se encuentra ya paralizada por el empeoramiento de la
división política. Cuando las ideas, los valores y los discursos
del otro lado se ven no solo como equivocados sino como
voluntariamente agresivos contra la inocencia de las
víctimas, es difícil imaginar la clase de respeto mutuo,
negociación o compromiso que se necesitarán para hacer de
la política un juego de suma positiva.
El clima sobreprotector del nuevo campus es infantilizador.

Más que tratar de proteger a los estudiantes de palabras e


ideas que acabarán encontrando de forma inevitable, los
colleges deberían hacer todo lo posible para equipar a los
estudiantes a desarrollarse con fuerza en un mundo lleno de
palabras e ideas que ellos no pueden controlar. Una de las
grandes enseñanzas del Budismo (y del estoicismo,
hinduismo y muchas otras tradiciones) es que nunca puedes
lograr la felicidad tratando de que el mundo se adapte a tus
deseos. En cambio tú puedes mandar sobre tus deseos y tus
hábitos de pensamiento. Esto, por supuesto, es la meta de la
terapia cognitiva del comportamiento (TBC). Con esto en la
cabeza, proponemos algunos pasos que podrían ayudar a
darle la vuelta a la marea de pensamiento negativo en el
campus.

El paso mayor en la dirección adecuada no afecta a los


profesores o a los gobernantes de las universidades, sino
sobre todo al gobierno federal, que debería liberar a las
universidades de su miedo a investigaciones poco razonables
y a sanciones desde el Departamento de Educación. El
Congreso debería definir el abuso entre iguales de acuerdo
con la definición dada en 1999 por la Corte Suprema en el
caso Dave v. Monroe County Board of Education26. La medida
dada en Davis establece que si un estudiante hace un
comentario único o señala algo sin pensarlo demasiado, no
está abusando; el abuso exige un modelo objetivo de
comportamiento ofensivo de parte de un estudiante que
impide que otro estudiante pueda acceder a la educación.
Establecer la medida Davis podría ayudar a eliminar el
impulso de las universidades de vigilar tan cuidadosamente
el discurso de sus estudiantes.

Las universidades mismas deberían tratar de llamar la


atención sobre la necesidad de equilibrio entre la libertad de
discurso y la necesidad de que los estudiantes se sientan

26
Puede encontrarse en
https://supreme.justia.com/cases/federal/us/526/629/case.html
bienvenidos. Hablar abiertamente sobre valores que son al
tiempo conflictivos e importantes es precisamente el tipo de
ejercicio que constituye un reto que cualquier comunidad
diversa y tolerante debería aprender a hacer. Los códigos de
restricción del discurso deberían abandonarse.

También las universidades deberían poner freno,


oficialmente y de modo firme, a los avisos de peligro.
Deberían refrendar el informe de la Asociación
Estadounidense de Profesores Universitarios (American
Association of University Professors (AAUP)) sobre esos
avisos, que hace notar que «la presunción de que los
estudiantes necesitan ser protegidos en lugar de ser
desafiados en el aula es a la vez infantilizadora y anti–
intelectual»27.

Por último, las universidades deberían volver a pensar las


habilidades y valores que realmente quieren enseñar a los
estudiantes nuevos que reciben. En el momento presente
muchos de los programas de orientación para nuevos
alumnos tratan de elevar la sensibilidad del estudiante hasta
unos niveles imposibles. Enseñar a los estudiantes a evitar la
generación de ofensas no intencionadas es una finalidad
digna, especialmente si los chicos vienen de diferentes
orígenes culturales. Pero habría que enseñarles también

27
Cf. AAUP, «On Trigger Warnings», August 2014,
https://www.aaup.org/report/trigger-warnings .
como vivir en mundo lleno de ofensas potenciales. Hablar
abiertamente sobre valores conflictivos pero importantes es
el tipo de ejercicio desafiante que cualquier comunidad
diversa pero tolerante debe aprender a hacer.

¿Por qué no mostrar a los que entran en la universidad cómo


practicar la terapia cognitiva del comportamiento? Dadas las
elevadas y crecientes cifras de enfermedad mental, este
sencillo paso se podría contarse entre las cosas más
humanas y los mejores apoyos que una universidad podría
proporcionar. El precio y el tiempo del compromiso podría
mantenerse bajo: unas pocas sesiones de entrenamiento en
grupo que se podrían enriquecer con algunos sitios Web o
con alguna aplicación informática. Pero la ganancia podría
generar frutos de modos muy diversos. Por ejemplo, un
vocabulario compartido sobre razonamiento, distorsiones
más comunes y el uso apropiado de la evidencia para llegar a
conclusiones, son cosas que podrían facilitar el pensamiento
crítico y el debate real. Y también lograría bajar el volumen
de esa perpetua situación de indignación y ofensa que
parece dominar a algunos colleges en nuestros días,
permitiendo así que las mentes de los estudiantes se
abrieran con mayor amplitud a más ideas y a más gente. Un
mayor compromiso con el debate formal, público en la
universidad —y en las reuniones de un profesorado más
diverso desde el punto de vista político— podría también ser
útil de cara a la consecución de esa meta.
Thomas Jefferson, con ocasión de la fundación de la
University of Virginia, dijo:

«Esta institución se fundará en la libertad


sin restricciones de la mente humana.
Porque aquí no estamos asustados de
seguir a la verdad, nos conduzca a donde
nos conduzca, ni de tolerar el error en la
medida en que se deje libertad a la razón
para combatirlo»28.

Nosotros creemos que esta es todavía—y que lo será por


siempre— la mejor actitud para las universidades
Americanas. Profesores, gobernantes, estudiantes y el
gobierno federal: todos tienen un papel que jugar para hacer
volver a las universidades a su misión histórica.

28
Carta de Thomas Jefferson a William Roscoe, 27 de diciembre de 1820. En
http://rotunda.upress.virginia.edu/founders/default.xqy?keys=FOEA-print-04-02-02-
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