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ACTORES SOCIALES

Sindicatos

En 1865 se funda la primera organización sindical que es la Sociedad Tipográfica


Montevideana, que se inicia como una asociación mutualista para transformarse después en
un sindicato propiamente dicho. Esto coincide con la aparición de cierto grado de
industrialización, que se consolidaría en décadas posteriores.

Entre 1871 y 1872 se registra la efímera aparición de una sección de la Asociación


Internacional de Trabajadores. En 1878 se constituye la Federación Regional del Uruguay
(FRU), aunque su actividad se circunscribía a Montevideo. Estaba vinculaba con la
Federación Española, organización perteneciente al movimiento anarquista.

En este período se produce la primera huelga (1880) y la aparición de los primeros


órganos de prensa sindicales.

En 1885 se sustituye la FRU por la Federación de Trabajadores del Uruguay, la que en


1886 organiza el primer Congreso Obrero Nacional, todavía con predominio anarquista.

Hacia fines del siglo XIX ya había cuarenta organizaciones sindicales, integradas
mayoritariamente por inmigrantes anarquistas, cuya influencia en el sindicalismo uruguayo
persistiría más allá de su predominancia en la conducción. Entre las características más
destacadas del sindicalismo uruguayo heredadas de la influencia anarquista en sus orígenes,
se destacan la autonomía total frente al Estado, la resistencia a toda legislación sindical,
antiburocratismo y carácter voluntario de las dirigencias y fuerte influencia ideológica, que
se manifiesta en una concepción clasista.

En 1905 se crea la primera central sindical de dimensión nacional: la Federación Obrera


Regional Uruguaya (FORU), con un predominio inicial de anarquistas que se debilitará
posteriormente. En los años siguientes el socialismo irá profundizando su inserción en el
movimiento sindical. En la segunda década del siglo XX aparecen los primeros círculos
católicos de obreros. En 1920 el Partido Socialista se convierte en Partido Comunista,
produciéndose una escisión que en 1922 dará lugar a un nuevo Partido Socialista.

Si bien el movimiento obrero registrará una importante actividad en los primeros años
del siglo XX, llegándose a registrar noventa y una huelgas durante 1911, los conflictos
ideológicos y de estrategia entre las distintas corrientes llevarían a un debilitamiento de la
FORU.

Es en esta época que surgen una serie de normas laborales que marcan el inicio de la
regulación uruguaya en el mercado laboral, con las leyes de 21 de julio de 1914 (sobre
prevención de accidentes de trabajo) y de 17 de noviembre de 1915 (sobre limitación de la
jornada laboral). También se promulgan normas sobre trabajo de mujeres, descanso
semanal, sistemas de retiro y administración del trabajo.
En 1923 se constituye una segunda central sindical, la Unión Sindical Uruguaya (USU),
de origen anarquista y que coexiste con la FORU. Las luchas internas con dirigentes y
sindicatos comunistas dieron lugar a exclusiones de la USU de militantes y sindicatos con
esa orientación, propiciando la fundación de una tercera central sindical, la Confederación
General de Trabajadores del Uruguay (CGTU), en el año 1929, con mayoría comunista.

Durante varios años coexistirán las tres centrales (FORU, USU y CGTU), de diferente
tendencia ideológica aunque todas ellas alineadas con la izquierda. Se consolidará así una
característica del movimiento obrero uruguayo, que fue si alineamiento con la izquierda
política, al mismo tiempo que los partidos tradicionales focalizaron su actividad en aspectos
estrictamente políticos, relacionados con el sistema electoral, dejando el espacio sindical
libre para la influencia de la izquierda.

En la década del treinta se producen algunos hechos importantes:

• Golpe de Estado en 1933.


• Intentos de reglamentación sindical por parte del gobierno, que encuentran fuerte
resistencia por parte de las tres centrales sindicales.
• La CGTU promueve la unificación de las tres centrales.
• En 1939 se produce una importante manifestación antigubernamental, en la que el
movimiento sindical pretende constituirse como alternativa política.

En 1942, luego de un Congreso Sindical, surge una nueva central sindical, la Unión
General de Trabajadores (UGT) con una representación de 65 sindicatos. En la UGT
estaban todos los sectores representados, pero era mayoritariamente de tendencia
comunista.

También se crea en el año 1942 la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay


(AEBU). Con el tiempo AEBU se constituiría en el sindicato más organizado y el único que
se mantuvo operando durante el posterior gobierno de facto en los años setenta.

En 1943 se aprueba la Ley Nº 10449, de Convenios Colectivos, que establece los


Consejos de Salarios por rama de actividad y fortalece la negociación colectiva y la
sindicalización. La Ley de Convenios Colectivos establecía un mecanismo tripartito de
negociación con la participación de los trabajadores, los patrones y el Estado. El Estado
cumplía un papel de arbitro y los sindicatos y las organizaciones de empleadores
representaban a los trabajadores y los empresarios respectivamente.

La Ley de 1943 estableció que las negociaciones debían realizarse por rama de
actividad y no a nivel de empresas y que los trabajadores y los patrones debían estar
representados por sus delegados. Las resoluciones de los Consejos de Salarios resultaban
obligatorias para todas las empresas y trabajadores de la rama de actividad.

Este mecanismo de funcionamiento contribuyó a modificar la estructura de los


sindicatos, los cuales pasaron de estar organizados como gremios por oficio a convertirse
en gremios por rama de actividad, consolidándose el sindicalismo. En esta consolidación
también contribuyó la legitimidad que la Ley de 1943 otorgaba a los sindicatos como
representantes de los trabajadores en las negociaciones colectivas.

Además de la Ley Nº 10449, otros cambios sociales y económicos de la época también


contribuyeron a fortalecer el movimiento sindical y, posteriormente, a facilitar su
unificación. En los años cuarenta, ante el crecimiento de la actividad industrial y del
empleo urbano, aumenta la cantidad de trabajadores en relación de dependencia. Estos
estaban concentrados en determinadas ramas de actividad, en Montevideo y en pocas
ciudades más. Aumenta además, en particular, la población de trabajadores no obreros, con
lo que se consolida la clase media uruguaya.

Por otra parte, el mantenimiento de las políticas proteccionistas iniciadas durante la


crisis de los años treinta y consolidadas durante la Segunda Guerra Mundial, contribuyó a
aislar la realidad económica uruguaya de la del resto del mundo. De esta forma, el interés
de los sectores productivos urbanos, y con ellos el de sus trabajadores, se concentró en el
mercado interno. Esto homogeneizó las perspectivas y problemas de los diferentes sectores
productivos y facilitó el planteamiento de objetivos comunes a las distintas ramas de
actividad en el movimiento sindical.

Finalmente, la aparición de la inflación a fines de la década del cincuenta también


ayudó a unificar plataformas de reivindicación entre los trabajadores, ya que las
reclamaciones salariales tenían un elemento que ayudaba a atenuar la dispersión de las
distintas realidades en los sectores productivos, como lo era el aumento de salarios
necesario para mantener estable el poder adquisitivo del mismo.

La crisis económica que comenzó a vivir Uruguay en la segunda mitad de los cincuenta
también tuvo sus consecuencias en la estrategia sindical. Hasta fines de los cincuenta la
acción sindical se limitó básicamente al reclamo de mejoras vinculadas con el trabajo, y
esto se reflejaba en que la negociación colectiva se centraba estrictamente en los aspectos
vinculados al trabajo (tema salarial, condiciones del trabajo, tiempos de trabajo y licencias,
etc.). Luego, con el estancamiento de la actividad económica, aumentan los reclamos
reivindicativos, no vinculados directamente con el trabajo, y con ello se incrementa la
conflictividad en general.

Los intentos de cambio en la política económica por parte del gobierno a partir de 1959
contribuyeron a la politización del movimiento obrero, ya que los dirigentes sostenían que
no era posible defender el salario sin cuestionar la política gubernamental. El estancamiento
económico contribuía a alimentar esa percepción, ya que no era posible aumentar las
retribuciones de un factor de producción sin reducir las de los restantes (o los ingresos del
propio gobierno), quedando entonces el gobierno como el centro de una intensa lucha
redistributiva.

En el año 1959 comienza un proceso de unificación de las centrales sindicales, que


culminaría en el año 1966. Este proceso comienza con la celebración de un Congreso
Constituyente de la Central de Trabajadores del Uruguay, tras el cual se autodisuelve la
UGT. En 1961 surge la Central de Trabajadores del Uruguay (CTU), que si bien no abarca
todas las organizaciones sindicales, comienza a coordinar actividades con los sindicatos
autónomos.

En 1964 se constituye la Convención Nacional de Trabajadores (CNT), no como central


sindical sino como organismo coordinador entre la CTU y los demás sindicatos autónomos.
En el Congreso de Unificación Sindical celebrado entre el 28 de setiembre y el 1º de
octubre de 1966 se resuelva la desaparición de la CTU y se integran todos sus organismos
en la CNT, que queda convertida en la central sindical única.

En esa oportunidad la CNT adopta como propio el Programa de Principios aprobado el


año anterior por el "Congreso del Pueblo". Esa reunión, impulsada por el movimiento
sindical y con participación de otros sectores sociales (estudiantes, profesionales,
trabajadores independientes, cooperativistas, pequeños productores rurales), dio lugar a la
elaboración de un programa con alcance político con contenidos en materia de reforma
agraria, tributaria, financiera, de comercio exterior, sobre política de inversiones,
cooperativismo, educación, seguridad social y legislación laboral. Tras este congreso se
hace visible la pretensión del movimiento sindical de promover un proyecto político de
alcance nacional.

En los años setenta, durante el gobierno militar (1973-1984), se proscribe la actividad


sindical, y se declara ilícita la acción de la CNT (1973). En ese período sólo AEBU
mantiene cierto grado de actividad sindical. A comienzos de los ochenta aparecen algunos
focos de acción sindical y una nueva reglamentación (1981). En este marco surge el
Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT), que en 1984 es disuelto por decreto, aunque
no tiene efecto.

El PIT continúa funcionando, hasta que finalmente en 1985, con el restablecimiento de


la democracia en el país, se fusionan las organizaciones sindicales en el PIT-CNT. La
continuidad formal entre la CNT y el PIT se consolida con la adopción, por parte del PIT de
los Estatutos de la CNT.

El restablecimiento de los Consejos de Salarios en 1985 contribuyó a fortalecer la


actividad sindical en la segunda mitad de los años ochenta, luego de la inactividad ocurrida
durante el período de facto. Sin embargo, distintos factores contribuyeron a debilitar la
fuerza de los sindicatos en Uruguay a lo largo de la década de los noventa. Estos factores
son exactamente los contrarios a los que propiciaron la consolidación del movimiento
sindical entre las décadas del cincuenta y los sesenta.

En primer lugar, si bien el régimen legal de Consejos de Salarios sigue vigente, el Poder
Ejecutivo ha dejado de homologar los convenios celebrados por acuerdos de representantes
de empresas y sindicatos desde el año 1993. El efecto jurídico de la no homologación es
que tal acuerdo sólo obliga a las partes intervinientes, pero no incluye a las empresas y
trabajadores que no firman el acuerdo, como ocurría cuando el Poder Ejecutivo
homologaba ese acuerdo.

Además, la profundización en los noventa del proceso de apertura iniciado a mediados


de los setenta generó una diversificación de situaciones entre los distintos sectores de la
economía, que hacía más difícil establecer plataformas de acción comunes a todos los
trabajadores. Esa apertura generó situaciones disímiles entre las empresas de los sectores
exportadores (que a su vez varían según el mercado de destino), sustituidores de
importaciones (es decir, aquellos cuyo mercado es fundamentalmente el doméstico, en el
cual compiten con productos importados) y productores de bienes y servicios no transables
internacionalmente (es decir, aquellos que por el marco reglamentario o por el alto costo de
transporte del bien o servicio se orientan al mercado interno y no compiten con sustitutos
del exterior).

En tercer lugar, la importante reducción de las tasas de inflación a lo largo de los años
noventa (de niveles superiores al 100% anual en 1991 hasta menos del 10% en los últimos
años de la década) hizo que en la negociación salarial tuvieran mayor importancia las
realidades específicas de la empresa y el sector de actividad al que pertenece que las
condiciones económicas generales de la economía. Esto también quitó homogeneidad a la
acción de los trabajadores, haciendo menos relevante la participación de la central sindical.

Esta pérdida de poder de los sindicatos se manifiesta en una continua caída de las tasas
de afiliación a los sindicatos. Según los datos disponibles y con la excepción del sector
público, las tasas de afiliación a los sindicatos han experimentado una caída importante en
los primeros años de funcionamiento democrático (1987-1993). Mientras la tasa de
afiliación del sector privado en general caía del 17% al 10% en el caso del sector público
esta participación aumentó del 42 al 49%.

Si analizamos la situación por los principales sectores, tenemos que en el sector


industrial dicha tasa cayó de un 27% a un 18%, en el comercio de un 6% a un 3% y en los
sectores del transporte y la banca cayó del 35 y 32% respectivamente a un nivel del 20% en
ambos casos. Es claro que las actividades más reguladas y con menor grado de competencia
doméstica e internacional presentan las mayores tasas de afiliación, lo que concuerda con la
afirmación anterior acerca de la influencia del entorno competitivo de las empresas de un
sector sobre el poder de los sindicatos.

Organizaciones empresariales

Se distinguen cuatro períodos en la evolución de las organizaciones de empleadores o


sector empresarial:

• Segunda mitad del siglo XIX: período de creación de las principales organizaciones
empresariales
• 1900-1930: se crean y consolidan las organizaciones rurales con vocación agro -
exportadora (Federación Rural).
• 1930-1950: conformación de cámaras empresariales o asociaciones gremiales del
sector industrial, que adhieren a la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU)
• 1950-1980: creación de grupos representativos del Comercio y los Servicios
facilitado por el funcionamiento de los Consejos de Salarios
En Uruguay existen dos tipos de organizaciones empresariales: las cámaras,
representativas de las grandes ramas de actividad y las asociaciones gremiales (integrantes
de esas cámaras) que representan sectores específicos.

Desde el punto de vista de su evolución histórica, en 1867 se crea la Cámara de


Comercio. En 1871 se funda la Asociación Rural del Uruguay (ARU) que representa a los
productores rurales. En 1891, por su parte, se crea la Cámara Mercantil de Productos del
País que aglutina a quienes se dedican a la comercialización

En el año 1898 se crea la Unión Industrial Uruguaya (luego Cámara de Industrias del
Uruguay, CIU) que representaba a los diversos sectores de la industria nacional, en ese
período en pleno desarrollo.

En 1915 se funda la Federación Rural para integrar federativamente a las asociaciones


sectoriales rurales existentes

Hacia el año 1946 se funda la Confederación Empresarial del Uruguay conformada por
empresas con intereses comerciales en el interior del país

Por último el Consejo Superior Empresarial (COSUPEM) aglutina a todas las cámaras
empresariales las cuales se reúnen para tratar temas comunes. Ejemplos de ello son los
informes de propuestas económicas para el Uruguay presentados por el COSUPEM en
1989 y 1994 a los candidatos para las elecciones nacionales de esos años.

Los intereses de las cámaras empresariales no son necesariamente coincidentes. La


política de sustitución de importaciones, que penalizó la exportación de materias primas
agropecuarias sin industrializar, contrapuso los intereses del agro con los de la industria.
Incluso al interior de las propias cámaras pueden darse conflictos de intereses. Por ejemplo
una industria que elabore insumos como la textil y otra que los utilice para la producción
como la de la vestimenta, o el caso del azúcar y los sectores productores de alimentos y
bebidas envasadas que la utilizan como insumo.

Cuando el problema es común a todas las ramas de actividad, las cámaras pueden actuar
en conjunto, como ha ocurrido en las negociaciones comerciales entre Uruguay y los demás
países del Mercosur. En este mismo sentido el COSUPEM ha propuesto al gobierno
políticas generales que favorezcan la inversión, el crecimiento y el empleo.

Bibliografía consultada

Oficina Internacional del Trabajo (1987): Relaciones de Trabajo en el Uruguay. Serie


Relaciones de Trabajo Nº 66, OIT, Ginebra.

Lecturas recomendadas

Oficina Internacional del Trabajo (1987): Relaciones de Trabajo en el Uruguay. Serie


Relaciones de Trabajo Nº 66, OIT, Ginebra.

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