VILLEGAS SAMUEL Dionisio Inca Yupanki
VILLEGAS SAMUEL Dionisio Inca Yupanki
VILLEGAS SAMUEL Dionisio Inca Yupanki
Resumen. Inca Yupanqui fue uno de los diputados representantes del Perú en las Cortes
Extraordinarias de Cádiz, personaje poco estudiado en la historiografía peruana, a pesar de la
importancia de su participación en los años previos a la independencia peruana.
Se explica los orígenes familiares de Dionisio Inca Yupanqui, contribuyéndose a corregir la
versión errada acerca de su lugar de nacimiento. Se destaca su formación en la armada española y
el Colegio de Nobles de Madrid, donde recibe una educación ilustrada. Como parte central, se
destaca los aspectos principales de los discursos políticos liberales del Inca, su defensa cerrada de
la ciudadanía indígena, la exigencia de mejorar las condiciones económicas de las parroquias y su
peculiar argumentación a favor de la igualdad de negros, criollos y españoles.
Palabras claves: Inca Yupanqui, Cortes de Cádiz, Ilustración, ciudadanía indígena.
La primera representación política americana que inauguró en 1810 las Cortes de Cádiz, ha
provocado siempre una atención historiográfica dividida, debido a sus implicancias
ideológicas. Uno de estos participantes viene a ser sin duda alguna el diputado Dionisio
Inca Yupanqui, famoso por una frase pronunciada en las Cortes el 16 de diciembre de 1810
y fascinante por su misma presencia en la representación criolla. Se trata sin embargo de
un personaje cuya biografía es casi desconocida.
En el contexto europeo, Napoleón había decretado el bloqueo continental de
Inglaterra, para lo cual se hizo necesario el control de la península. Luego de la derrota
española ante los ingleses en Trafalgar (1805), el Tratado de Fontainebleau (1807) firmado
por Godoy ante Bonaparte, permitió el reparto de Portugal y la entrada del ejército francés
al territorio hispano. Esto ocasionaría la “primera oleada revolucionaria y la guerra de
independencia española” (Marx, 1960: 96).
Con la abdicación de Bayona2 (1808), Fernando VII cede la Corona a favor de su
padre Carlos IV. Éste a su vez se lo entrega a Napoleón, quién termina dejándoselo a su
hermano José. A la par, casi toda España se encontraba ocupada por los franceses.
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Licenciado en Historia; magíster en Política Social (UNMSM). Es docente de la Universidad Nacional
Federico Villarreal. Correo electrónico: fotossamu@hotmail.com
2
Primer acontecimiento “que marca de una manera definitiva a todo el mundo hispánico” (Guerra 1992:
118).
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3
Expediente del teniente de navío Dionisio Ucho Inca Yupanqui, Cuerpo General, Archivo-Museo don
Álvaro de Bazán, El Viso del marqués, Madrid, citado por García 1994.
4
Catálogo Real Compañía de Guardias Marinas: Probanzas. Año: 1776, Nº de catálogo 2065, en Fondo
Documental y Bibliográfico, CD-ROM, Fundación Histórica Tavera, DIGIMAP, Madrid, 1997.
5
Mendiburu, Manuel de. Diccionario histórico biográfico del Perú, t. VI, Lima, 1933, p. 329. También
Alayza y Paz Soldán, Luis. La Constitución de Cádiz. 1812. El egregio limeño Morales y Duárez, Lima,
1946, p. 28.
3
padres fueron “Domingo Ucho-Inca, Lima, Teniente Coronel. Abuelos: Juan Ucho-Inca,
Lambaiegua. Madre: Isabel Bernal y Cañas, Lima. Abuelos: José Bernal, Lima”6.
Información complementaria puede extraerse del Archivo General de Simancas, de
donde O’Phelan habría recogido datos relativos a la gestión del padre de Dionisio para
lograr el marquesado de Oropesa.
El padre de Dionisio, “sirviendo de teniente de infantería de la Guarnición del
Callao”, se traslada o es trasladado (seguramente en 1767) a España con sus hijos. ¿Fue
para gestionar la obtención del marquesado de Oropesa, como parece decir O’Phelan, y no
para emplearse en el Real Servicio? Alaparrine afirma que Domingo vino a España por
orden de S. M. “comunicada al virrey que fue del Perú don Manuel de Amat”, reforzando
esta hipótesis un documento del Archivo General de Indias, donde se le concede la pensión
a Domingo “sin permitir a uno ni a otro su regreso a la América por dictarlo la prudencia y
la política” (Alaparrine 2001: 504). De ser ciertas las sospechas de rebelión sobre el padre
de Dionisio, según sugiere Alaperrine, su viaje a España habría sido más de resignación
que “de conformidad”.
Pasado un año de su llegada a España, Domingo alcanza el grado de “teniente
coronel agregado a la Plana Mayor de Denia” (García 1994: 20). Según García, Manuel, el
hijo mayor, obtuvo la gracia de que se le mantuviese en el Seminario de Nobles de Madrid
y en 1774 se mandó su pase a Cadete de Reales Guardias de Infantería Española, además
que continuara gozando la pensión de 470 ducados anuales hasta que llegase a ser Oficial,
y lo mismo para Dionisio, hasta que llegase a teniente de navío. Efectivamente, según el
catálogo antes citado, Dionisio fue nombrado cadete de las Reales Guardias de Infantería
en 1774 (quizá a los 24 años). Este catálogo también refiere su descendencia “del Tronco
Real de los Embajadores Incas reconocido y aprobado por el Consejo de las Indias”.
El prestigioso Seminario de Nobles de Madrid formó a los hijos de Domingo.
O’Phelan ha esbozado ciertas características de dicha institución (2002: 855). Nos parecen
significativos tres elementos: el acceso a la lectura de Garcilaso de la Vega, autor que el
mismo Dionisio se encargará de nombrar, la formación de los alumnos en las armas, la
ciencia y la lectura del francés, y el contacto que habría tenido con los criollos americanos
en un ambiente intelectual Ilustrado permitido cuidadosamente por el Seminario.
Ya en la armada, Dionisio llega a participar en diversas acciones de guerra,
destacando en Argel (1778), Gibraltar (1780), y sobre todo en el ataque a las fuerzas
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Catálogo Real Compañía de Guardias Marinas: Probanzas. Año: 1776, Nº de catálogo 2065, en Fondo
Documental y Bibliográfico, CD-ROM, Fundación Histórica Tavera, DIGIMAP, Madrid, 1997.
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británicas defensoras de la plaza de Pensacola. Incluso, resalta García, varios castillos son
rendidos “con tan sólo el sugestivo poder de su palabra”.
La muerte de Domingo en 1782 debió significar un duro golpe al ánimo de Dionisio,
pero éste ya se encontraba listo para continuar los esfuerzos de su padre, quien habría
dejado una pensión de 18 000 reales de vellón. Llegado el año de 1787, Dionisio tiene el
grado de teniente coronel agregado al Regimiento de Villaviciosa.
Tras el fallecimiento de don Domingo, el Consejo de Indias resolvería ampliar estos
pagos a sus descendientes. Aquí es necesario acotar lo siguiente. Refiere García que el año
de 1786 Dionisio Inca, ya con el grado de teniente de navío de la Real Armada, escribe a S.
M., con la “salud quebrantada” por tantos servicios al Rey, al igual que su padre, quien por
treinta años sirvió a la Corona con “zelo, e interés y buen desempeño”, solicitando la
concesión del “bastón de Exento” que, justificado por la estirpe, los servicios al Reino y
enfermedades padecidas, permitía a sus privilegiados poseedores el digno apartamiento de
la Armada, gozando del Real favor, materializado en pensiones vitalicias, ya antes
dispensadas al padre de Dionisio Inca.
Sin embargo, el ministro José de Gálvez resolvió que “S. M. atenderá el merito y
circunstancias de este oficial si le acordare agregación á alguno de los cuerpos de
Infantería, caballería, ó Dragones, ó los empleos de Plana mayor en plaza”. Dionisio
acordó su “agregación de Coronel vivo al Regimiento de Dragones de la Reina para poder
vivir con la decencia que V. M. tiene recomendada”, ya que oficialmente se conceptuó que
no podía continuar en la Armada “por la falta de robustez”.
Siendo teniente coronel agregado al Regimiento de Villaviciosa, Dionisio Inca
solicitó la encomienda vacante de “Lopera y Grandeza de Vuestra Majestad”, pues decía,
“el porte y decoro de su persona” así la llenaría. Aquí se corta la información sobre
Dionisio. García infiere que debido a los años de turbulencia política, se le habría
denegado el pedido de regreso a América. El expediente “Funciones de Guerra” de
Dionisio culmina así:
Débesele á esta Oficial la estimación y honor a que es acreedor por su
aplicación, talento, desempeño al Servicio, en honor y defensa de la Patria;
solicitando otras que no correspondieron a su intención, por no haberse
realizado, acreditando siempre lo delicado de sus Obligaciones, su anhelo de
distinguirse y merecer el aprecio del Rey. Real Isla de León. 30 de Enero de
1789.
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El número de electores figura en la lista de naturales o vecinos del Perú emigrados a Cádiz y la Isla de
León. Archivo de la Cámara de Diputados de Madrid (A. C. D.). Serie General, legajo 124, Nº 35. También
Serie Documentación Electoral: 3, Nº 22.
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Entre titulares y suplentes figuran Suazo, Ostolaza, Inca, Olaguer Feliú, Morales, Navarrete, Salazar y
Carrillo, García, Bermúdez, Andueza, Fernández de Leiva.... Sin embargo, con respecto al total de diputados
peruanos que arribaron a las Cortes hasta 1814, “el número exacto no es conocido” (Durand 1974, XVI).
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El 15 de octubre de 1810 se aprueban básicamente tres propuestas: igualdad de representación, igualdad de
derechos y amnistía a los insurgentes americanos.
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la libertad personal del indio, sus privilegios y demás exenciones. El decreto sería
aprobado el 5 de enero de 1811, siendo la primera disposición indigenista de las Cortes, sin
restar la importancia de las otras (Armellada 1959: 30).
Inesperadamente, en la sesión del 16 de diciembre de 1810, Dionisio Inca pidió la
palabra y leyó un discurso, manifestando a los diputados su percepción de todo lo ocurrido
hasta la fecha, resaltando una frase del cual no se ha mostrado antecedente: “nuestras
presentes calamidades son el resultado de tan larga época de delitos y prostituciones... Un
pueblo que oprime a otro no puede ser libre. V. M. toca con las manos esta terrible
verdad.” Al decir esto, Dionisio se refiere tanto a Napoleón, “tirano de la Europa”, que ha
esclavizado a España, y a ésta, que es castigada “con la misma pena que por el espacio de
tres siglos hace sufrir a sus inocentes hermanos”.
En el mismo discurso, Dionisio expresa otra afirmación altamente significativa:
“Como Inca, indio y americano, ofrezco a la consideración de V. M. un cuadro sumamente
instructivo…”. Acto seguido, presentó una fórmula de decreto que mandaría a los virreyes
y presidentes de las Audiencias de América que con suma escrupulosidad “protejan a los
indios, y cuiden de que no sean molestados ni afligidos en sus personas y propiedades, ni
se perjudique en manera alguna á su libertad personal, privilegios, etc.”
Tras los aplausos, sintomáticamente, dijo Espiga: “Me parece muy laudable la
proposición del señor preopinante, pero lo encuentro demasiado general”. El presidente y
el vicepresidente dijeron que este sería el fruto de la discusión, siendo admitida dicha
proposición por unanimidad de votos. Villanueva dijo: “Creo que la proposición no debía
discutirse, sino aprobarse por aclamación, no siendo más que un extracto de la legislación
de Indias en esta parte.” Y Arguelles culminó: “Admiro el celo filantrópico del Sr. Inca;
pero soy de dictamen que conforme al Reglamento se deje para otro día la discusión,
porque acaso el Sr. Inca convendrá conmigo en que pueda variarse o modificarse alguna
expresión”. Inca presentaría en adelante varias proposiciones en el mismo tenor,
provocadores y urticantes, sobre todo relativas a la libertad e igualdad de los indígenas,
pero no consiguería la adhesión de sus colegas.
rebosan de elogios al indio, identificándose a veces como uno más, otras no tanto: “los
indios”, “nuestros hermanos europeos”.
El estilo directo y provocador de Dionisio seguro que le habría hecho ganar
enemigos por doquier. El 18 de enero de 1811, Inca decía: “Señor, los americanos… no
apetecemos lisonjas, sino que se nos haga justicia…”. Dionisio intensificaba así sus
argumentos: “Los indios, esos dignos ciudadanos en quienes se desdeña pensar el hombre
engreído y satisfecho con su vano saber, los tienen y los producen tan antiguos como lo es
el tiempo en que fueron conocidos. En aquella época eran ya sabios. Sus gobiernos,
constituidos sobre bases liberales y paternales,…”. Compara las instituciones religiosas,
políticas y civiles, las virtudes morales incas a los romanos, y la austeridad de sus
costumbres, mas tarde practicadas por la “Santa Religión”. Pero “Desapareció todo con la
insana reducción al más lamentable cautiverio que ha conocido la tierra, y con la cabal
usurpación de sus imprescriptibles derechos”. Denuncia “la disminución escandalosa de su
generación desde 8 millones a 900.000 almas solo en este imperio”, derramada “en la
elaboración de la minas”. Y concluye que los indios “son muy capaces de ocupar
dignamente sus asientos en el Congreso”.
Apela al “sistema de suprema equidad liberal e ilustrada política… en ejercicio”, a
los principios de “justicia universal”. Pero repara “sobre las consecuencias que se han
querido sacar del decreto de 15 de Octubre… V. M. está lastimosamente engañado si juzga
que á los indios les falta talento….”. Tal pronunciamiento no recibía respuesta. Quien
transcribe solo atina a ocuparse de Mendiola, el cual habla de otro tema.
En ocasiones, el tema indígena podía levantar al unísono la respuesta criollo. El 23
de enero de 1811 el diputado sevillano Valiente llamó “infelices” a los indios. El indio es,
según Valiente, incapacitado, estúpido y legalmente menor, no puede ejercer el derecho al
voto. Los criollos americanos intentaron refutar los argumentos de Valiente, pero sin
apoyar al diputado García Quintana, ni al suplente de Buenos Aires, López Lipegüe,
quienes afirmaban que los indios debían ser representados por los mismos. Morales Duárez
prefirió defenderlos (para refutar al Obispo Arias y Quevedo), citando a Bartolomé de las
Casas, Garcilaso de la Vega o autores eclesiásticos.
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Es ilustrativo la sesión del 13 de agosto de 1813, cuando se dijo que los curas sometían a los indios de
Lambayeque a castigos corporales y la cárcel si no asistían a la catequesis, siendo tratados “como niños de
escuela”. Los castigos corporales fueron abolidos el 5 de septiembre de 1813.
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Sostiene que hay curatos que rinden anualmente cantidades suficientes para vivir
… con arreglada decencia; pero también los hay tales, que el párroco no
cuenta más que con el Sínodo, y es tan escaso, que no sufraga para mantener
un teniente. En la serranía, el clima frío impide la vegetación, y sus
habitantes viven del tráfico de sus pobres manufacturas, o del servicio
personal; la primicia y la obvención, ó no la hay, ó es sumamente pequeña,
resultando de todo que el ministro del altar queda sin recursos,….
Así, halla más justo y conveniente que el rey como patrono “debe llenar y cubrir el
déficit con los novenos, y la Hacienda Real en calidad de segundo y tercer arbitrio”,
oponiéndose á que se quieran considerar como tales la caja de censos y las rentas de los
Obispos. Acto seguido Inca leyó tres proposiciones:
1. Los indígenas no pagaban el diezmo, pero quedando ahora obligados como los
españoles a hacerlo, se destinaría primero el total de aumento que esta tenga para dotar a
los párrocos. Segundo, si del aumento resultante no hubiese la cantidad necesaria, se
completaría el déficit de la parte decimal que percibe el rey con el nombre de novenos.
Tercero, y si aún no quedase cubierta la dotación, la auxiliaría la Hacienda Real.
2. Como hay pueblos en donde los curas no tienen otra renta que el Sínodo y encima
escaso, se les ampliaría prudentemente la dotación adonde constase que no asiste la
feligresía, ni mantiene un teniente por la escasez de sus rentas.
3. Se colectaría separadamente el diezmo que satisfagan los naturales, para conocer el
déficit, que supliría el rey de sus novenos y de la Real Hacienda.
4. Para la ejecución de la ley de abolición del tributo, se crearía en las capitales de los
cuatro virreinatos que lo necesiten, una Junta, compuesta del virrey, arzobispo ú obispo, un
regente, un intendente, un fiscal, el protector de naturales y el cura más antiguo de la
catedral. Esta junta resolvería las dudas ocurrentes en las provincias, y harían ejecutar lo
dispuesto. Dicha Junta cesaría en sus funciones luego de cumplido el decreto, debiendo los
virreyes noticiarlo sin la menor dilación al Gobierno.
Es evidente que sus referencias a la monarquía no debieron agradar a los diputados
monarquistas. El 9 de abril de 1911, Inca manifestó:
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En la América del Sur, por lo menos en el Perú, no hay las riquezas que he
oído ponderar de Méjico. En otro tiempo tuvo el Cuzco su templo del Sol, y
Lima su Pachacamac, cubiertos de estos preciosos metales; pero
habiéndolos disfrutado ya Carlos V y Felipe II, no nos han quedado más que
las ruinas. Las pocas que hoy existen, deben exigirse de un modo que no
choque con las ideas religiosas de los indígenas y demás clases...
Al advertir el temor de que este nuevo diezmo a pagar el indígena deje algún
sobrante que aumente “la masa” de las catedrales. Dionisio asegura que aunque en las
… provincias marítimas, cuyo estado de agricultura es mejor, resultase
alguno, buen cuidado tendrá el Gobierno de aplicar su valor a las
necesidades de los párrocos de la sierra,… no pudiendo ofrecer primiciones
ni obvenciones, el pastor sufre también las mismas privaciones que las
ovejas, por lo que es muy importante, como he propuesto á V. M., se le
señale mayor congrua para que sostenga un teniente,….
Al ver que la comisión insiste en su opinión, sin tener presente en el nuevo dictamen
su exposición, Dionisio expresa su inconformidad, y como “no hay ninguno más interesado
que yo” en que los naturales de la América empiecen a gozar de sus derechos, se inclina a
que vuelva el expediente a la comisión y se rectifique su parecer.
Terminado de hablar Inca, Foncerrada pasa a otro tema. El 16 de febrero de 1812
propuso Inca que para evitar reclamaciones, dilaciones y quejas en la ejecución de la
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resolución de las Cortes de 14 del corriente sobre el sínodo de los curas en el Perú,
interviniesen también en la junta que arreglaría este asunto, el canónigo doctoral, el cura
mas antiguo de la catedral, y el fiscal protector de naturales, como representantes de estos,
de los curas y de los cabildos eclesiásticos. Aprobaron las Cortes esta proposición, y
mandaron que del mismo modo que la resolución a que se refiere, se hiciesen extensiva á
todos los pueblos de la América, que á juicio de los virreyes se hallasen en igual caso.
Según Iwasaki, Inca Yupanqui decidió intervenir después de soportar más de dos
semanas de empobrecedoras discusiones (2008: 79) ¿Cómo era eso de la inmoralidad que
los negros mamaban con la leche? Ejemplarizando a Lima, dice: “Todo el que ha estado en
aquel país, (…) sabe la general costumbre o corruptela de no lactar las madres por sí a los
hijos, sino entregarlos a nodrizas negras, o de color, que los crían; y pregunto: ¿Qué
distancia puede haber entre un blanco y una negra que lo alimentó…?”
La misma distancia encuentra en la Armada, en el arte de la cirugía, y también el de
la medicina. La universidad de Lima tiene
… muchos bachilleres de color, conociendo aquellos literatos que las almas
no son blancas ni negras: así es que en Panamá y otros países se ven muchos
de las castas admitidos al sacerdocio y al ministerio parroquial, sin escándalo
de los blancos, desempeñándole conforme a sus deberes, y que pudieron ser y
fueron pastores del segundo orden, no seria extraño que llegasen á serlo del
Primero.
Consultando los pocos libros que dan idea de aquellos habitantes de la
América, vería este señor que las castas son de un talento despejado, feliz
aplicación, imaginación muy fecunda, capaces de todo, como lo hacen, Y
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muy dedicados á lo que en rigor se llama literatura. Si llegase el tiempo de
que algunos representasen personalmente sus castas en las Cortes, o á los de
su pueblo, ya sentiría La Nación palpablemente esta verdad.
Según Iwasaki, Inca reconvino a los diputados: “Señores, es muy abultada la idea
que se tiene de la poca moralidad de las castas, y no existe la supuesta depravación de sus
costumbres. Las hay malas como en todas partes, y este defecto no es tanto de ellos como
del gobierno que lo consiente, y no lo reforma” (Iwasaki 2004).
Respecto a si declarados ciudadanos, tendrían opción a las mitras, a los virreinatos, y
a otros destinos de alta jerarquía, Dionisio responde con ironía:
… no solo a los expresados, sino también al ministerio, si alguno llega a ser
tan aventajado que pueda servirlo con más utilidad de la Nación que otros;
pero como para ponerse en este pie son necesarios otros mil requisitos, que
generalmente no están al alcance de aquellos por la desigualdad de
facultades, se infiere que no serán muchos.
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Armellada las define así: “ejidos: campo o tierra que esta a la salida del lugar, que no se planta ni se labra,
es común para todos los vecinos y suele servir de era, pastizal, lugar de solaz, etc. Baldío, terreno que no
siendo propiedad particular, sino de dominio público y de disfrute o aprovechamiento común, no se cultiva,
ni está adehesado. Realengo; terreno perteneciente al rey o Estado. Común, comunal, de comunidad: terreno
de disfrute o aprovechamiento común por los vecinos del pueblo” (1959: 46).
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Lenin, por ejemplo, en un discurso del 29 de abril de 1917 manifestará: “No, pueblo ruso, no te atrevas a
avasallar a Finlandia; el pueblo que oprime a otros pueblos no puede ser libre”. esta frase o aforismo ha
generado toda una literatura al respecto (Scaron 1972: 100-103).
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