Mediación Escolar. Unidos Ante El Conflicto
Mediación Escolar. Unidos Ante El Conflicto
Mediación Escolar. Unidos Ante El Conflicto
Resumen:
Sumario:
Mientras el sentir de algunos docentes es que “no queda más remedio que
aguantarse”, otros piensan que “antes eso no sucedía”, se declaran
“quemados” o, tal vez, se lamentan por la supuesta renuncia educativa de las
familias, a la que se añade la insensibilidad social ante los problemas de la
escuela. Pocos, seamos sinceros, procedemos al autoexamen, considerando
la posibilidad de que las instituciones escolares y los profesionales que en
ellas trabajamos también podríamos tener arte y parte en los conflictos2.
Cuando decimos “parte” consideramos que el hecho de replantearse la
educación formal es una de las tareas primordiales de los docentes ¿de
quién si no?. Y cuando decimos “arte” nos referimos a las potencialidades y
recursos pedagógicos que todo profesor o profesora posee a la hora de
educar a partir de los conflictos y salir airoso de la experiencia.
Una sana autoevaluación, sin culpas pero con responsabilidades, nos puede
mostrar que tanto los modelos de convivencia “por las buenas”, como los que
pretenden lograr un clima positivo “por las malas” suelen olvidar algo muy
importante: la participación activa, responsable y democrática del alumnado y
de los demás agentes educativos en la trasformación de una realidad que
también les incluye e incumbe, o al menos así deberían sentirlo. Se trata, en
ambos casos, de modelos muy centrados en la acción del profesorado que
decide, en función de su visión positiva o negativa de los educandos, qué hay
que hacer y cómo hay que hacerlo. Lo cierto es que el hecho de convivir no
se traduce en acciones del uno para el otro, sino más bien “con” el otro, por
consiguiente una buena convivencia se ha de lograr “entre todos y todas”.
2
Mariano Fernández Enguita (2001: 16) afirma que una buena educación requiere unos
profesionales comprometidos con los fines de la educación y con la organización en la que
trabajan, no sólo trabajadores disciplinados pero sin iniciativa (burócratas de la enseñanza),
ni dueños incontrolados de sus aulas.
3
Remo Entelman (2002: 173) define el conflicto como un proceso dinámico, sujeto a la
permanente alteración de todos sus elementos. A medida que se desarrolla su devenir
cambian sus percepciones y las actitudes de los actores que, en consecuencia, modifican
sus conductas, toman nuevas decisiones estratégicas sobre el uso de los recursos que
integran su poder, a menudo llegan a ampliar, reducir, separar o fusionar sus objetivos.
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Hay quien piensa que una buena forma de prevenir las conductas
problemáticas del alumnado consiste en acoger y mostrar respeto para con
los chicos y chicas; por otro lado, se encuentran aquellos que defienden que
se han de establecer normas y límites claros de buen principio. En realidad,
estas dos posturas no son, en absoluto, contradictorias: ¿puede haber
respeto sin límites? ¿son justas las normas si no acogen a todas las
personas?. Es en el preciso instante en que logramos que alguien se sienta
parte del centro y de su proyecto educativo cuando nos investimos de la
autoridad necesaria para exigirle que actúe como aquello que es: un miembro
más, con deberes y derechos.
Aún nos queda por añadir otra consecuencia negativa de la imprevisión ante
el conflicto, nos referimos a la actuación tardía, cuando ya poco se puede
hacer excepto lamentar y contener.
Cada centro educativo se distingue por una cultura y por unas características
definitorias propias. Con cierta frecuencia, sin embargo, los conflictos se
regulan por vías poco explícitas e incluso desconocidas por el conjunto de la
comunidad educativa, cuando no azarosas. De manera que, ante una
conducta contraria a las normas de convivencia, las propuestas de actuación
responden a valores e intereses que, probablemente, no son notorios ni se
han consensuado y, en consecuencia, se hacen difíciles de asumir y de llevar
a cabo. Entre generalizar una norma de convivencia y personalizar el trato
ofrecido a cada uno, los criterios fluctúan por terrenos pantanosos donde la
verdadera función del centro, educar, no siempre resulta obvia.
7
Tal y como señala Philipe Meirieu (2004) la construcción del espacio público no es una
tarea sencilla, puesto que no se trata ni de una jungla donde reina la ley del más fuerte o de
los mayores, ni mucho menos de un espacio donde se debe renunciar a la propia forma de
ser para agradar a las autoridades. Por el contrario, un espacio público es un espacio en
donde cada uno es respetado y respeta a los demás.
8
La mediación desarrolla lo que podríamos denominar ‘competencias culturales’, en el
sentido de que promueve actitudes de apertura hacia otras maneras de entender la
existencia o, lo que es lo mismo, capacidad de empatizar con significaciones socioculturales
y referentes axiológicos diversos (Boqué, 2003:112).
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4. Manos a la obra
9
Participante en el diálogo Los conflictos en la vida cotidiana, celebrado en el marco del
Forum de las culturas (Barcelona, 13-15 de junio de 2004).
10
En el denominado Informe Pérez de Cuellar (VV.AA.: 1997: 27) realizado por la UNESCO
se indica que en un mundo que se ha familiarizado con la ‘limpieza étnica’, el fanatismo
religioso y los prejuicios sociales y raciales la cuestión clave radica en hallar la manera de
sustituir el odio por el respeto.
11
Para Edgar Morin (1999) hay siete saberes fundamentales que la educación del futuro
debe tomar en cuenta: (1) Las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión; (2) Los
principios de un conocimiento pertinente; (3) Enseñar la condición humana: (4) Enseñar la
identidad terrenal; (5) Enfrentar las incertidumbres; (6) Enseñar la comprensión; y (7) La ética
del género humano.
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para alumnos que para educadores que, por fin, vuelven a disfrutar de sus
respectivos roles.
Con ello no nos queremos sumar al desinterés de parte del alumnado, que
incluso raya el desprecio, hacia los saberes que la humanidad ha ido
acumulando a lo largo de los siglos. Nada más alejado de nuestras
intenciones. Aprender es un deseo que se refleja en la mirada de los más
pequeños que quieren crecer, ser competentes, opinar, decidir, valerse por sí
mismos e independizarse. Luego, a lo largo de la escolarización, parece que
se van desanimando y esgrimen el aburrimiento12, o la falta de utilidad de
aquello que se enseña, como motivo suficiente para negarse a realizar el
esfuerzo que requiere la conquista del conocimiento. Pues bien, el saber es
un placer no inmediato que requiere la presencia de alguien que encarne la
promesa de que el esfuerzo entraña su recompensa y merece la pena en sí
mismo.
5. La fuerza de la mediación
13
Para Sebastià Serrano (2000: 12) la persona con valores de futuro ha de ser, de alguna
manera, interdisciplinaria, multifuncional y polivalente, es decir, una persona más
acostumbrada a moverse por las redes o a establecer puentes de contacto que no a vigilar
encarnizadamente el mantenimiento de las fronteras.
14
Según William Ury (2000: 170), un conflicto no se puede considerar totalmente resuelto
hasta que haya comenzado a sanar la relación dañada.
15
En la escuela de Summerhill, fundada por Alexander S. Neill hacia 1923 y máximo
exponente de las pedagogías antiautoritarias, existía ya la figura del ombudsman para la
regulación de la convivencia (Puig, 2001).
16
Para profundizar en los orígenes e historia de la mediación escolar ver Boqué (2002).
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En esta etapa educativa, los niños y niñas van a la escuela con ilusión, les
gusta darse cuenta de que cada día aprenden algo nuevo, sentir como
crecen, palpar su propio progreso y presumir ante familiares y amigos de sus
logros. Cuando les preguntamos si hay algo de la escuela que les desagrade,
los niños y las niñas de edades comprendidas entre los seis y los doce años
raramente piensan en alguna materia o en algún profesor o profesora con
quien no han establecido un vínculo especial. En general, aquello que les
estropea la vida en la escuela son las peleas, zancadillas, mentiras, burlas y
exclusiones del grupo. Sin embargo, las expresiones de disgusto y malestar
ante tales hechos no significan que los niños y niñas dispongan de un
repertorio de recursos donde elegir la respuesta más adecuada a los
problemas de cada día, por lo que frecuentemente acaban reaccionando
exactamente con la misma conducta que les molesta18. Los docentes que
trabajan en educación primaria tienen un noventa por ciento de posibilidades
de obtener idéntica respuesta cuando interpelan a un alumno o alumna sobre
por qué pegó o insultó a un compañero: “porqué él empezó”.
17
Actualmente CREnet se ha integrado en una organización de mayor alcance denominada
Asociation for Conflict Resolution (ACR).
18
En el estudio titulado Conflictos de niños (Boqué, 2000) se exponen los resultados de una
investigación llevada a cabo en varios centros de educación primaria sobre las estrategias y
estilos de comportamiento de los niños y niñas ante el conflicto.
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“¿Alguna de estas ideas os gusta a los dos?”; para acabar les pide (7)
“¿Queréis intentarlo?” y, a modo de cierre de todo el proceso: (8) “¿Nos
damos un abrazo?”.
―aunque dejando la puerta abierta para aquellos adultos que quieran acudir
voluntariamente― y se actúa en paralelo con el régimen normativo del centro
que, de todos modos, tiene que hacerse efectivo.
La mediación se introduce en los centros sin prisa, pero sin pausa. Se calcula
una media de tres años para su consolidación ―formación del equipo inicial,
experimentación y oficialidad― por lo que no hay ninguna necesidad de
precipitarse, ni de chocar con otras iniciativas que pueden ser igualmente
valiosas.
Para que un programa de mediación rinda al cien por cien, han de darse
ciertas condiciones21:
21
Basamos estas conclusiones en el trabajo de implementación de programas de mediación
en centros docentes de secundaria de Cataluña, desarrollado intensivamente a lo largo de
cuatro años.
22
El primer encuentro de jóvenes mediadores de Cataluña, con la participación de más de
200 alumnos, se celebró en Tarragona en junio de 2004.
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Huir, no hacer nada ante los conflictos que nos plantea el día a día no
equivale a vivir en paz23. Al contrario, permanecer impasible ante las
dificultades contribuye a perpetuar las injusticias. Construir la paz conlleva
23
Tal y como se afirma en el documento Convivencia escolar y resolución de conflictos
(2004: 51): la cultura de la paz se basa en el equilibrio o armonía de los seres humanos en
tres niveles (personal, nacional e internacional).
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Referencias
24
Bonafé-Schmitt (2000: 12) considera que el conflicto contribuye, en cierta forma, a la
regulación social, a inventar nuevas normas y reglas de vida en común.
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