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Fideicomisos Públicos

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Fideicomisos públicos: lo bueno, lo malo y lo feo

Por sí mismos, los fideicomisos son instrumentos útiles, pero su estructura y marco legal
han permitido que los recursos públicos involucrados se ejerzan con poca transparencia y
rendición de cuentas, lo cual propicia su uso discrecional y deja abierta una puerta para la
comisión de actos ilícitos o de corrupción.
Cuando escuchamos la palabra “fideicomiso” pensamos en algo muy ajeno a nuestra
cotidianeidad, como un negocio bancario que sólo funciona para resguardar fondos para
estudios universitarios. Pero en el ámbito público los fideicomisos tienen más impacto en
nuestra vida de la que pensamos, no sólo porque a menudo se forman con recursos
públicos, también porque se destinan para el cumplimiento de fines públicos como
gestionar servicios públicos, desarrollar proyectos de infraestructura y garantizar a
determinados grupos sociales mejoras o la protección de sus vidas. Actualmente, existen
379 de estos fideicomisos públicos federales en los cuales hay 835, 477 millones de
pesos.

Por sí mismos, los fideicomisos son instrumentos útiles, pero su estructura y marco legal
han permitido que los recursos públicos involucrados se ejerzan con poca transparencia y
rendición de cuentas, lo cual propicia su uso discrecional y deja abierta una puerta para la
comisión de actos ilícitos o de corrupción. Así pasó con el endeudamiento ilícito en Puebla
bajo el esquema de fideicomisos, en donde los recursos provenían de la recaudación de
impuesto de la nómina a favor de una empresa vinculada con un ex secretario de
Hacienda, o el fideicomiso que se creó en Veracruz en 2016 para pagar el endeudamiento
del gobierno estatal durante la gestión de Javier Duarte.

Estos son los puntos que debes conocer sobre lo bueno, lo malo y lo feo que los
fideicomisos públicos en México.

Lo bueno…

 Permiten destinar bienes y derechos para fines como la construcción de proyectos


de infraestructura, u otorgar apoyos a pequeños productores, sin que estos
puedan ser tocados por otras entidades ni utilizado para otros fines, aun en
procesos de transición.
 Al transferirse bienes a una institución financiera para que los administre, permite
que estos tengan rendimientos y se incrementen, generando un patrimonio
autónomo.
 Los recursos públicos que están integrados en un fideicomiso no tienen que
ejercerse en el mismo año que ingresaron, lo que permite que la proyección del
gasto sea mejor planeada.
 Permite tanta flexibilidad para la realización de distintos negocios y contratos,
siempre que se cumplan con los fines por los cuáles se crea.

Lo malo de los fideicomisos públicos es la forma como se usan y se abusa de éstos.

 Sólo 19 fideicomisos públicos a nivel federal cuentan con controles propios de


vigilancia, lo que debería asegurar su transparencia y rendición de cuentas sobre
sus operaciones, es decir, que sepamos en qué se gasta y con qué actores realiza
negocios o contratos, así como la toma de decisiones sobre su funcionamiento. Lo
malo es que estos 19 representan sólo el 6% del total de recursos en fideicomisos.
 Y el 92% de total de recursos en fideicomisos públicos, por su naturaleza, no
cuentan con controles de vigilancia del gasto, ya que se crean como un simple
contrato entre distintas entidades en donde se diluyen las responsabilidades y se
dificulta el seguimiento del gasto y de la información. Entre estos se encuentra el
fideicomiso del Fondo de Desastres Naturales, cuya poca transparencia y
efectividad fue denunciada recientemente por Epicentro; el fideicomiso para el
nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, en donde su proyecto, financiamiento y
licitación han sido criticados en los últimos meses, o el fondo para la protección de
personas defensoras de derechos humanos y periodistas.
 Existe mínima información que explique y justifique su ejercicio. La mayoría sólo
tiene disponible información general de los montos de sus ingresos, egresos y
contrato de creación, pero no tienen disponible información detallada sobre el
destino de los bienes o los negocios que se realizan, ni mucho menos si existe
seguimiento sobre el cumplimiento de sus fines.
 La posibilidad de que los recursos que se integran a fideicomisos no tengan que
ejercerse en el mismo año y que el gasto y utilidad carezcan de vigilancia, permite
que existan en ellos recursos ociosos que podrían ser utilizados para otros
asuntos.
 A pesar de que está prohibido el secreto bancario o fiduciario respecto al ejercicio
de recursos públicos, los fidecomisos públicos que son administrados por
instituciones financieras privadas, tienen la posibilidad de resguardar la
información de las operaciones que realizan como confidenciales y solamente
rendir cuentas a las entidades públicas que les transfieren esos bienes.
Lo feo…

 A través de los fideicomisos, las entidades públicas evitan regresar a la Tesorería


de la Federación lo que no gastaron de su presupuesto, sin señalar a qué
fideicomisos ni la justificación de ese gasto. De esa forma podrían crear nuevos
fideicomisos sin ninguna utilidad social o transferirlos a fideicomisos privados en
donde no existe la posibilidad de seguir el destino final de estos.
 Cada año se destinan del presupuesto montos a las entidades públicas para que
éstas los transfieran a los fideicomisos que administran, pero estas transferencias
se sobreejercen de manera exponencial sin que exista justificación de dicho
sobreejercicio y sin que se especifiqué a cuáles fideicomisos van esos montos. Por
ejemplo, en 2017, se aprobó en el presupuesto que 42 mil millones pesos de
destinarían para fideicomisos, sin embargo, las dependencias en realidad
transfirieron 310 mil millones pesos, es decir 600% más. Lo cual muestra un
problema de control presupuestario en estas figuras.
 No hay seguimiento el cumplimento de sus fines y su utilidad, lo que permite que
sean usados discrecionalmente, incluso para otros fines que no sean legales,
como contrataciones fuera del procedimiento normativo, incremento de la deuda
pública, como sucedió con el fideicomiso denominado Evercore, en Puebla, o
hasta actos de corrupción.
 A pesar de que la Auditoría Superior de la Federación ha hecho diversas
observaciones sobre los riesgos de discrecionalidad que permiten los fideicomisos
y las afectaciones que pueden generarse en las finanzas públicas, siguen las
prácticas de opacidad y no se vigila su uso.
En el nuevo contexto de transparencia presupuestaria del que México es parte, la
información sobre fideicomisos no puede limitarse a datos generales, ésta además de ser
veraz y oportuna, tiene que ser sistemática y detallada para que los ciudadanos puedan
evaluar si la toma de decisiones sobre el uso y destino de recursos públicos en éstos, son
necesarios, suficientes y efectivamente son útiles para los fines por los que se crearon.
@FundarMexico

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