Soy Acompañante Terapéutico. Implicancias y Propuestas
Soy Acompañante Terapéutico. Implicancias y Propuestas
Soy Acompañante Terapéutico. Implicancias y Propuestas
Implicancias y propuestas
IMPLICANCIAS Y PROPUESTAS.
I.S.B.N.: 978-987-1901-52-4
INTRODUCCIÓN
PRIMERA APROXIMACIÓN
¿PACIENTE?
DESANDAR EL VÍNCULO
CONSIDERACIONES FINALES
1 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
2 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
PRÓLOGO.
Cuando pensamos que nada va a cambiar en nuestro mundo, cuando aprendemos que
soltar es crecer. Entonces aparece la magia literaria para hacernos volar.
El globo.
María se aferra a su globo ni bien abre los ojos y no lo suelta hasta la hora de dormir.
Siempre el mismo. Rojo, con una carita sonriente que ella siempre coloca hacia adelante
para que todos la vean. Un globo extraño: lleva más de dos años inflado y no muestra signos
de querer pincharse.
“Los globos de los niños no perduran tanto”, reflexiona. No obstante, deshecha todo
pensamiento que interpele su accionar y continúa así con su vida. Anclada. Segura.
El globo no le impide dar la mano en un saludo cordial, pero atenta contra los abrazos. No
supone un incordio a la hora de admirar una montaña, pero no le permite escalarla. No
atenta contra el placer de hacer la plancha en el mar calmo, pero inhibe cualquier intento
de bracear fuerte para capear el oleaje de una tormenta.
Nadie ve el globo de María. Sólo su gato, que lo detesta, porque pretende que las dos manos
de su ama le rasquen el lomo, y sus dos sobrinos, que anhelan rondas, trencitos y juegos de
la oca.
Hasta que Fermín se suma a su vida. Morocho, flaquito, recién llegado del campo para
adentrarse en la selva de la capital. Con una imaginación que no ha sido domada y que le
deja percibir hadas de alas traslúcidas, monstruos debajo de la cama, ogros detrás de los
escritorios y dragones que escupen fuego. Y, por supuesto, globos.
Y María, que permanece atada a su globo pero se siente atraída por los ojos enormes del
muchacho, lo lleva a pasear por la ciudad.
Se ríen de alguna obra de teatro escondida en el sótano de una vieja casona. Se asombran
ante la enormidad del Obelisco y el incesante tránsito de las avenidas que lo rodean.
Lagrimean mientras desandan los caminitos de la ex ESMA. Olfatean el riachuelo putrefacto
que está tan próximo a la Boca. Se encuentran con los personajes de Sábato al subir las
escalinatas del Parque Lezama. Escuchan bombardeos y cánticos setentistas en Plaza de
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Mayo. Deambulan por los pasillos del Cementerio de Recoleta. Degustan especialidades
gourmet en los bares de Palermo. Bailan hasta que la noche comienza a aclarar en alguna
fonda de San Telmo.
Y María, después de tanto tiempo y casi sin darse cuenta, utiliza sus dos manos y deja
escapar su globo. Ese que la tenía sujeta.
Mira de reojo cómo vuela hacia el cielo azul y mira de frente a su amigo. Se pone de
puntillas y sin titubear le da un beso en la boca.
Victoria Nasisi
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
INTRODUCCIÓN.
(comenzando)
Es sabido que una introducción pone en contexto aquello a lo que uno intenta aproximarse.
Se intenta presentar, de modo general, el alcance del documento.
Lo aquí expuesto surge como un interrogante de otros. Emerge ante la pregunta: ¿cómo es
posible que no encuentre respuestas a mis preguntas? Cómo puede ser que no pueda dar
con el sustento jurídico que avala la intervención del acompañamiento terapéutico por el
que se me requiere; cómo puede ser que no pueda justificar de manera sólida y con
respaldo mis honorarios como acompañante terapéutico ante la obra social que se empeña
en discutir estos aranceles; dónde está el texto que me dice qué hacer con una familia que
no me deja trabajar de manera encuadrada, sin cuestionamientos, persecuciones, ausencias
desolantes o asfixiantes presencias; ante quién consulto cuando el equipo terapéutico, del
que se supone formo parte, o con el cual se espera colabore, no existe como tal.
Porque si algo tiene el ser humano es intención de certeza. Y, nótese lo interesante del
asunto -permitiéndome alejarme un poco del tema de nuestra introducción-, si algo tiene el
ser humano es intención de certeza. Pero la humanidad toda -y aquí aparece lo interesante-,
tiene sólo una. La única certeza de la que estamos plenamente seguros es la que nos dice
que algún día vamos a morir. Posiblemente haya invadido al lector una suerte de
pesadumbre o malestar -sin llegar a ser angustia, quizá- después de haber leído lo anterior.
Pero así es. La única certeza es justamente la que pone fin a este asunto de vivir. Y somos,
los humanos, pesadamente insistentes en encontrar certezas. ¿No nos alcanza acaso con
semejante afirmación plena de seguridad? ¿Es necesario seguir buscando otras? Sí, claro
que lo es. Porque no hacemos más que negar nuestro único e inevitable destino común.
Negamos para no enfermar. Imagínese usted, que cada día que despierta, en la primera hora
de la mañana, piense insistentemente que puede morir en cualquier momento. O que
inevitablemente morirá. Sería insoportable. Entonces selectivamente lo negamos y
despertamos llenos de proyectos, con buen ánimo y ganas de continuar. O también algo
cansados de la rutina, enfadados o simplemente con fiaca ¿por qué no?
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
La cuestión es que, si este libro ha podido concluirse y usted tenerlo en sus manos,
estaremos plenamente seguros que, tanto usted como yo, seguimos negando y buscando
certezas.
Negamos para no enfermar, decía. Y es esta una verdad que nos hace sombra constante a
los acompañantes terapéuticos, desde diversas aristas. Por un lado, lo hacemos como
cualquier persona, que al levantarse elige salir lleno de proyectos o hacer un rato de fiaca,
pero seguramente sin pensar en que podemos dejar de existir de momento a otro. Por otro
lado, asistimos a la negación de la familia ante la enfermedad de quien padece, realidad con
la que día a día nos topamos en nuestra terapéutica. Y que inevitablemente nos condiciona
y determina. Pero que definitivamente debemos visibilizar para poder reconstruir los
vínculos hacia el bienestar de quien está sufriendo. También nos niegan las obras sociales,
para no enfermar ellas. Y, ya no tanto, aunque un poco sí, nos niega el sistema jurídico, con
cierto vacío legal en nuestra práctica. También puede ocurrir que nos encontremos
negando cuestiones contratransferenciales inherentes a nuestra práctica, que debemos
aprender a detectar y trabajar en pos de una direccionalidad terapéutica de tratamiento.
Lo cierto es que me encuentro escribiendo estas líneas después de unos cinco años y medio
de trabajo ininterrumpidos en el acompañamiento terapéutico. En este tiempo me ha
tocado atravesar por situaciones, familias, instituciones y ¿pacientes? de diversos colores y
formas. Y nótese que los signos de interrogación se encuentran intencionalmente
seleccionados encerrando la palabra pacientes. Justamente porque aún hoy, todavía me
cuestiono tal concepto. Más adelante lo veremos en detalle. Decía que me ha tocado
atravesar diversas situaciones como AT.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
estrategias (sólo algunas veces, cuando el cliente así lo demandaba). Simplemente brindar
la información que leía en la pantalla de manera fiel y sin errores.
Y un día me llamaron por teléfono. Era una compañera del call center que se había recibido
de fonoaudióloga y me convocaba para trabajar de acompañante terapéutico con un niño
que ella atendía. Convencido de la existencia de la ley de atracción (que recomiendo su
estudio al lector en varios de los muy conocidos libros recientes) le dije que sí, que quería
hacerlo.
En otra dirección y con intenciones menos teóricas y más prácticas, abordaremos algunas
cuestiones en relación al título de este libro: Soy acompañante terapéutico, implicancias y
propuestas. Acercándonos al final, los invitaré a reflexionar acerca de un ámbito vacío: la
sexualidad y el acompañamiento terapéutico ¿qué hacer?
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PRIMERA APROXIMACIÓN.
(palabras)
Encuentro interesante definir, por un lado, algunos de los conceptos con los que
convivimos a diario y, por otro, encontrar en su etimología un poco más de profundidad.
Acompañar es estar (una persona) con otra o ir junto a ella. Comer del mismo pan. Terapia
se define a todo aquel tratamiento de una enfermedad. La iatrogenia es un daño producido
por una droga, procedimiento médico o quirúrgico, que el médico administra o realiza
dentro de una indicación correcta. Deriva de la palabra iatrogénesis, que significa
literalmente "provocado por el médico o sanador". Equipo se define al grupo de personas
organizado para la realización de una tarea o el logro de un objetivo. Équiper era en la Edad
Media (donde había estrecha relación con las actividades marítimas) "embarcar" y luego
"proveer una nave de todo lo necesario" antes de zarpar del puerto. Interdisciplinario
significa entre varias disciplinas o con su colaboración. Salud es, en su definición mínima,
un estado en el que el organismo ejerce normalmente todas sus funciones; del latín salus,
salutis, salud es salvación. Tratamiento significa acción y resultado de tratar, así como
sistema o método para curar enfermedades. Etimológicamente podría definirse como el
instrumento o medio para tratar. Diagnóstico es, por definición, la identificación de la
naturaleza de una enfermedad mediante la observación de sus signos y síntomas
característicos. En su etimología encontramos dia (a través de), gnosis (conocimiento), tico
(relativo a).
El rol se define como el papel que desempeña una persona o grupo en cualquier actividad,
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así como la conducta que un grupo espera de un miembro en una situación determinada. La
palabra es una adaptación del francés "rôle", presente en "contrôle", del latín "rotulus"
(rollo) y éste de "rota" (rueda). Hasta el siglo XVIII, un "rôle" sólo correspondía a "lista",
"acta", es decir "manuscrito enrollado". El rol del actor está también escrito o, al menos,
acordado y le toca aprenderlo. Función es aquella actividad propia de alguien, de un cargo,
oficio. Esta palabra viene del latín functio, "ejecución, ejercicio de alguna facultad,
cumplimiento de un deber". Encuadre es la acción de poner algo en un marco o cuadro.
Encajar, ajustar una cosa dentro de otra. Determinar los límites de algo, incluyéndolo en un
esquema u organización.
Paciente significa que tiene paciencia. Viene del latín patiens (sufriente, sufrido). El
paciente es el que sufre calladamente. Se opone a agens, agentis (agente, el que actúa).
Vínculo es aquello que ata, une a las personas. La palabra vínculo viene del latin vinculum
(cadena, atadura, vínculo) formada de vincire (atar) y el sufijo instrumental culum.
Durante un año estuve a cargo del curso de acompañante terapéutico en una institución
con sede en varias localidades de la provincia de Buenos Aires. Por ese entonces, me tocó
ocupar ese lugar en la ciudad de Mar del Plata, Chascomús y Villa Gesell. Fue una
experiencia muy reconfortante.
Me acuerdo que entre muchas de las actividades que me proponía para dinamizar los
encuentros, había una que pretendía unificar en un texto algunos de los conceptos que
vimos antes. Es decir, ya habíamos trabajado en la aproximación a cada uno de ellos. Lo que
yo pretendía era la producción de un texto que le diera sentido desde la subjetividad de
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Jugando un poco con esta actividad, y entusiasmado con la idea de escribir... Yo,
posiblemente, hubiera respondido lo siguiente: "El acompañamiento terapéutico es una
herramienta fundamental que debiera aparecer en el marco de un tratamiento que busca
mejorar el nivel de vida o estado de salud de la persona que sufre. Es importante contar con
un diagnóstico que debe ser elaborado por el equipo interdisciplinario a cargo. Este equipo
trabajará con el acompañante de manera dinámica en la elaboración de los objetivos de
trabajo a lo largo del tratamiento. A partir de estos objetivos, podrá trabajarse sobre el
encuadre del acompañamiento, que incluirá el rol, la función, el lugar y horario de trabajo
del acompañamiento, como los honorarios del mismo. Es fundamental una clara
manifestación y acuerdo del encuadre al momento de iniciar el acompañamiento, entre la
familia y el acompañante. Resuelto este contrato, el trabajo inicial será el establecimiento
del vínculo terapéutico entre el acompañante y el ¿paciente? Y luego, el camino hacia el
alcance de los objetivos planteados con anterioridad."
Claro está que acá no se termina la cosa. Porque, suponiendo un trabajo excepcional y
altamente efectivo, y una vez alcanzados los objetivos propuestos ¿qué sigue?
Tengo la firme convicción de que nuestro trabajo en el ámbito de la salud y como agentes
transformadores de la realidad, implica un deber: ejercer un trabajo de constante revisión
crítica.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
(pesos)
Hoy la salud es un bien de capital. La salud tiene un costo y esto corre para quienes puedan
pagarlo como para aquellos que no lo pueden hacer. Con la diferencia de que los primeros
tienen la posibilidad de atender sus sufrimientos y no así los segundos. Pero es igual para
todos. Así es de igualitario el mundo contemporáneo: para todos igual. Por supuesto que
esta noción enmarca una realidad espantosamente naturalizada por todos. Si se dispone del
dinero necesario se podrá realizar el tratamiento indicado para la enfermedad de turno.
Sólo si se dispone del dinero necesario.
En el caso que el lector tenga en sus manos este libro, podremos pensar que dispone de un
capital necesario para invertir en lectura, en ocio. De ser así, y si las prioridades son
compartidas, podríamos asegurar que este lector tiene disponibilidad para otro tipo de
placeres, lo que me lleva a hipotetizar acerca de un trabajo estable, o al menos con alguna
seguridad que permite disfrutar del tiempo libre y del ocio. Estos dos, también, bienes de
capital del mundo actual. Y, por qué no, especular acerca de la cobertura médica de alguna
obra social de quien lee en este momento. Pero, ¿qué hay de aquellos que no pueden
acceder a estos beneficios? ¿Qué, de aquellos que no pueden contar con la cobertura para
su tratamiento?
La realidad es que, la mayoría de las veces, los costos del tratamiento son cubiertos por la
obra social que brinda cobertura a la persona. Y así, el acompañamiento terapéutico se
convierte, muta rápidamente: de tratamiento a costo. Para las obras sociales (al menos para
muchas de ellas) los acompañantes terapéuticos no somos buenos amigos.
Los tratamientos de las personas que sufren dolencias o enfermedades y que requieren de
un acompañante terapéutico necesitan, por lo general, de otras terapias con las que
complementamos nuestro hacer. Es decir, además de los costos de los profesionales de la
salud, recientemente nos incorporamos los acompañantes terapéuticos. En el imaginario
somos aquellos escasamente formados con una necesaria y urgente salida laboral. Es decir,
somos un poco menos que los profesionales (algo así como un pseudoprofesional) y que
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cobra casi como si lo fuera. Y esto no solo corre para las obras sociales. Lamentablemente
muchos dentro de la medicina, la psiquiatría y la psicología lo sostienen.
Entonces, como un bien de capital sostenido por pseudoprofesionales que intentan ocupar
un espacio dentro de la terapéutica integral, lo único que nos queda es luchar muy duro por
defender nuestro lugar y cambiar el imaginario que de nosotros se tiene.
No quiero dejar la impresión de una mirada negativa hacia los acompañantes terapéuticos
o nuestra labor. Pero sí reflexionar acerca de un imaginario que sobrevuela nuestra práctica
y lo importante de nuestras acciones para revertirlo.
Y antes de continuar, me parece importante remarcar una situación que aparece muchas
veces en nuestro trabajo y que se relaciona directamente con la persona que sufre y su
derecho a ser tratado frente a la negativa de las obras sociales. Decíamos antes que, por lo
general, nos ven como un costo. Y por supuesto que toda persona que solicita un
acompañante terapéutico por prescripción médica está en todo su derecho de recibirlo en
tiempo y forma. Suele suceder que nos encontremos con las resistencias típicas
burocráticas: que faltan papeles, que no está sellado, que el horario de atención, etc. En el
caso de aquellas personas que disponen de un certificado médico de discapacidad, debe
inmediatamente responderse a las solicitudes sin ningún tipo de restricciones ni
condiciones por parte de la entidad responsable de la cobertura. Y, vale recordar, que
exclusivamente estos casos se encuentran regulados por el marco legal actualmente vigente
en nuestro país.
Por un lado, y retomando la necesidad de trabajar para cambiar un poco el imaginario que
puede tenerse respecto del acompañamiento terapéutico, considero de suma importancia
el ejercicio de poner la mirada sobre el otro. Me refiero con esto a no perder de vista que
trabajamos con un contexto determinado, con profesionales que guían y complementan
nuestro trabajo, con familias que sufren, se interponen y colaboran con la terapéutica.
Podemos encontrarnos dentro de una institución (escolar, psiquiátrica, geriátrica) con
personal que rodea nuestra actividad cotidiana. Y por supuesto me refiero también a la
persona con la que trabajamos. Este contexto determinado por esta multiplicidad de
actores requiere que estemos sumamente atentos en todo momento a lo que ocurre en la
escena. Porque no todo depende de la persona que acompañamos terapéuticamente ni de
nosotros, su acompañante. Tenemos que, no solo mirar, sino escuchar al otro. A aquel que
camina junto a nosotros en la terapéutica. Estemos o no de acuerdo.
Y para esto es sumamente necesario contar con una flexibilidad que nos permita escuchar
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y ser escuchados, tanto en los acuerdos como en las contradicciones. Con el único objetivo
de sostener y construir en la terapéutica una realidad más sana para la persona que sufre.
Porque si hay una contradicción, y con ella basta y sobra, es que todavía hoy la igualdad
más enorme erigida sobre la humanidad sea el costo de la salud o, más bien, la salud como
capital de mercado.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
(interpelarse)
Es este el motivo por el que estas líneas se escriben y, a su vez, lo que intentaré responder
desde mi propia experiencia en el campo, dentro de las instituciones y por fuera de ellas, en
casos diversos (principalmente en el trabajo con los niños), conociendo todo aquello que
moviliza a quienes realizan el curso de acompañante terapéutico, aquello que resulta una
motivación y lo que atemoriza, también.
Resulta que al iniciar los cursos, y luego de mi presentación formal (y no tanto, porque
siempre terminaba contando hasta del equipo de fútbol con el cual simpatizo, mi rojo
querido!) daba a todos la bienvenida con la salvedad siguiente: "...es esta una actividad
maravillosa, que lo llena a uno de placeres, de gratificaciones y de experiencias inigualables,
pero tenemos que prepararnos para la tolerancia a la frustración y al fracaso porque nos
acompañarán con el mismo tenor y fuerza que todo lo anterior."
Creo que manejarse con la verdad y la transparencia es una ventaja muy grande en todo
momento. Y más aún si tenemos el compromiso de llevar adelante nuestra tarea como
acompañantes terapéuticos. El vínculo terapéutico debe construirse desde estos dos
pilares, que harán aparecer la confianza, reafirmándolo eficazmente.
Entonces, como si fuera poco lo anterior, y siempre en el primer encuentro, dejaba en claro
lo que a mi entender era la última de las aclaraciones importantes (esas que en un contrato
siempre aparecen en letra pequeña y uno debe buscar pormenorizadamente): tenemos que
trabajar para soportar la incertidumbre.
Si hasta ese momento nadie se levantaba enojado y se retiraba, tenía asegurada cierta
regularidad en la presencia en los cursos. Y entonces, con semejante nivel de confianza
alcanzado, podíamos continuar.
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Me acuerdo que no había mucha gente que me pudiera dar a conocer más detalles de cómo
continuar, así que me fui armando con el correr de los encuentros con el equipo y la
experiencia misma en el campo.
La deslegislación imposibilitante.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Comencemos por ejemplo con los cursos de formación para acompañantes terapéuticos;
desde mi punto de vista, precarios y enmarcados en el formato de empresa privada.
Continuando. En la ciudad de Mar del Plata, hay no menos de cinco instituciones que
brindan el curso. Todas ellas privadas. Con aranceles que no están regulados. Con
programas y temarios diagramados de manera improvisada y con personal a cargo que no
ejerce la actividad: hay abogados, psicólogos, estudiantes de alguna carrera afín. Pero no es
habitual encontrar acompañantes terapéuticos brindando el curso de acompañante
terapéutico.
Sería interesante pensar una formación comprometida, que sea enriquecedora desde lo
vivencial, más allá de la abundante teoría. Con acompañantes terapéuticos a cargo de los
cursos, brindando material práctico y guiando el proceso de aprendizaje de manera más
cercana a la realidad práctica de la disciplina.
Otra de las cuestiones para analizar, se relaciona con los requisitos para poder hacer el
curso de acompañante terapéutico. La realidad es que, quien quiera formarse
académicamente, lo puede hacer sin necesidad de regulación alternativa, tratándose de un
nivel de formación que no requiere nivel secundario finalizado. Esto tiene relación con lo
antedicho: mi experiencia me asegura que las instituciones que brindan el curso poco
trabajan para mejorar la calidad del mismo. El formato de empresa privada se interesa por
cubrir los costos y recibir la cantidad de cuotas correspondientes a la cantidad de
inscriptos. Por supuesto que será necesario asegurar la continuidad hasta finalizar el curso,
para iniciar en el próximo ciclo las nuevas inscripciones. No importa qué suceda antes,
durante o después. Si la cuota está al día, lo demás no importa. Si, quien finaliza el curso,
recibe el certificado y saluda a cámara, el trabajo está cumplido. Más allá del cumplimiento
de las formalidades como el porcentaje de presencia a lo largo del curso, las evaluaciones
del mismo, la idoneidad y compromiso, el respeto por el otro, etc. Las más de las veces,
requisitos imprescindibles (a mi criterio, claro) terminan diluyéndose, y con ellos la
seriedad de nuestra disciplina.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
prácticas reales, que cumplan una cantidad horaria mínima y supervisión como requisitos.
Y etapas de evaluación, que alcancen estas esferas: lo teórico, lo práctico y lo vivencial.
En esta misma línea, nos encontramos con otra situación que genera inconvenientes
vastos: los honorarios fantasma. Sucede que al momento de, por ejemplo, presentar un
presupuesto a una obra social, podemos encontrarnos con que desde la entidad no asumen
los costos presentados. Esto se debe a que, como lo mencionaba en líneas anteriores, somos
un costo, con la desventaja de no contar con un marco regulatorio legal y claro. De acuerdo
al empoderamiento de cada uno, a la necesidad de tratamiento, al apoyo de parte de la
familia (real beneficiaria de la cobertura) y del equipo, y de la sinceridad de quien atienda
la consulta en la obra social, podremos comenzar satisfactoriamente a desarrollar el
acompañamiento terapéutico como lo establece el encuadre propuesto.
Mi experiencia me enseñó que todo esto debe ser presentado con copia y pedir en mesa de
entrada el sellado con día y hora de recepción. Resulta que cuando dejamos la
documentación (con el papá del niño, o sea, el afiliado) la recibieron sin inconveniente y
nunca se expresaron en conformidad. Mi trabajo comenzó y pasaron dos meses hasta que
se presenta el afiliado nuevamente para informarse acerca de la cobertura del tratamiento.
Allí le indican que el presupuesto no ha sido aprobado. Por supuesto que el tratamiento
había iniciado y continuaría. Pero, ¿quién se haría cargo de la cobertura del mismo? La
familia no contaba con los recursos necesarios. Mis opciones eran: abandonar el
tratamiento, con el posible riesgo de que el niño no pudiera continuar asistiendo a la
escuela (ya que era requisito la presencia de un acompañante terapéutico), pedir a la
familia que afrontara los costos (conociendo la imposibilidad de esto), continuar mi trabajo
sin percibir honorarios (con una importante cantidad de horas semanales dedicadas a este
caso). O bien fortalecerme y hacer un justo reclamo, resguardando los intereses de quienes,
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Es un derecho de las personas y una obligación las obras sociales que estos tratamientos
estén garantizados plenamente, sin trabas burocráticas ni demoras innecesarias.
Trabajamos con problemáticas que muchas veces se encuentran enmarcadas en la
discapacidad, incluyendo casos en los que se expiden certificados médicos actualizados
anualmente que lo ratifican. Es importante tener esto en cuenta, porque las familias
generalmente, vienen trazando un recorrido extenso y tedioso de consultas médicas, de
revisiones de diagnósticos, de sufrimiento por la situación por la que atraviesan, de fatiga y
agotamiento por tanto papelerío y firmas, y filas. Es importante tenerlo presente porque,
dependiendo del vínculo construido y del momento en el proceso terapéutico en el que nos
encontremos, podremos ocupar el lugar de guía o motor para vehiculizar reclamos en esta
dirección. Porque es el derecho de quien padece y obligación de las instituciones. Y es
también nuestra obligación llevar adelante el tratamiento y nuestro derecho percibir los
honorarios correspondientes.
Estoy convencido de que a lo largo de nuestra vida hay una acción que nos determina y
condiciona como seres humanos y sociales que somos: la toma de decisiones. Creo que el
momento de tomar una decisión, por mínima e insignificante que parezca puede hacer de
nosotros una u otra cosa muy diferente de lo que somos. Así como, quien dispone de un
amplio vocabulario y diversidad lingüística, tiene más posibilidades de expresar de manera
clara y contundente sus opiniones, la gama de estrategias que dispongamos para hacer
frente a una decisión es directamente proporcional a nuestra posibilidad de ser felices. Y
esta gama de estrategias se encuentra estrechamente relacionada con las experiencias
acumuladas y el aprendizaje que de ellas podemos construir, así como con nuestros valores
éticos y morales.
Claro que para construir siempre es necesaria mayor fuerza de trabajo, herramientas
adecuadas, más tiempo, condiciones óptimas de contexto, materiales de buena calidad y un
proyecto de levantamiento de estructuras. Imagínense ustedes: ¿cuánto tiempo demora una
pared en ser levantada? Pensarán: "Y... depende de las dimensiones". Bueno, supongamos
de cinco metros de alto y cinco de largo. Sólo algunas horas. Y ¿cuánto tiempo demoraría
usted en derribarla? Sólo unos minutos. Yo podría haber, por ejemplo, abandonado el
tratamiento. Y no saber más del niño. Y continuar con mi vida. De hecho lo hice, porque esta
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sigue siéndolo. Sólo que lo hubiera sido con otras actividades. Pero con eso renunciaba a
todo lo otro. A la satisfacción de ver su crecimiento y los logros alcanzados, al placer de ver
garantizado el derecho de una familia que sufre, a la libertad de elegir sin restricciones
cómo y cuándo desarrollar mi actividad, etc.
A toda aquella obligación o correspondencia de hacer algo, por situación o cargo de una
persona, se la conoce como incumbencia. El acompañamiento terapéutico supone un nivel
de compromiso y responsabilidad extremo. Tanto en el trabajo dentro de instituciones
como fuera de ellas, existe un nivel de tensión constante respecto de la responsabilidad que
recae sobre nosotros. Es importante que tengamos siempre presente que somos el sostén
de aquella persona que acompañamos, que está sufriendo. Ocupamos un lugar
imprescindible, aun cuando el vínculo terapéutico está en proceso de construcción, porque
"...ya hay un otro que me mira". Y esto implica que debemos ponernos a la altura de la
situación y sostener ese lugar con nuestro cuerpo y nuestras acciones, bien llamadas
intervenciones terapéuticas. Y también con la familia, que nos dejará ese lugar para resolver
aquello que hasta ahora no es posible. Con resistencias o sin ellas, pero también de
nosotros esperando algo. Somos un espejo que viene a reflejar que se puede, que hay
posibilidades y potencial para desplegar, en un mundo que excluye a quien no responde a
los cánones establecidos. Que no lo hace porque no lo quiere o simplemente porque no
puede hacerlo. Da igual resultado: la exclusión del sistema.
Incumbencias, decíamos. Todo aquello que implica una obligación o correspondencia por
una situación o cargo. Pues bien, es de nuestra incumbencia ocupar un rol, sostener un
proceso terapéutico y elaborar estrategias para llevar a cabo intervenciones en dirección a
los objetivos planteados. Es también de nuestra incumbencia trabajar en conjunto con el
equipo interdisciplinario para complementar las acciones y decisiones del tratamiento.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
También nos compete en nuestra actividad trabajar con la familia, hasta donde nos lo
permite cada situación o circunstancia. Y con la institución, si debiéramos trabajar en ella.
Pero hay una responsabilidad, una obligación todavía más importante o, al menos, más
compleja.
La responsabilidad civil es aquella obligación que recae sobre una persona de cumplir su
obligación o bien de reparar el daño que ha causado a otro. En nuestra práctica por
supuesto estamos alcanzados por esta responsabilidad civil. Trabajamos en el ámbito de la
salud, con personas que sufren, que en muchos casos se encuentran imposibilitadas de
desarrollarse de manera autónoma.
Recuerdo, por ejemplo, una situación que creo es oportuno analizar en este momento: yo
trabajaba dentro de la escuela y, finalizado mi horario, llevaba al niño a una de sus terapias.
Alternadamente, íbamos en mi auto o caminando, ya que el consultorio quedaba a unas
pocas cuadras de su escuela. Esos días (que eran dos a la semana) pensaba insistentemente
en el cuidado que debía tener. En qué podía suceder si apareciera algún improvisto que
pudiera poner en peligro de alguna manera la integridad del niño. Aun así, teniendo los
cuidados necesarios podía suceder. Supongamos que el semáforo finalmente me da paso,
entonces pongo la marcha ya aparecido el color verde. Cruzo como corresponde y a
velocidad prudente, pero otro auto aparece cruzando la calle transversal de manera
incorrecta, en rojo y a una velocidad no permitida. Yo no hice nada incorrecto. De hecho, el
niño iba sentado en la parte trasera, con el cinturón de seguridad colocado. Y es justo en ese
costado del auto donde se da el impacto.
Por supuesto y por fortuna, nada de esto sucedió. Es sólo una reflexión acerca de la
responsabilidad que uno tiene como acompañante terapéutico. Reflexión que hacía a diario,
con la intención de evitar situaciones dificultosas. Esto también hace necesario el pensar en
la importancia del encuadre. Es discutible, por supuesto, mi accionar. Algunos podrán
argumentar que no estaba actuando de manera correcta si estaba por fuera del encuadre
propuesto. Que corría riesgos o ponía en riesgo al niño. Y posiblemente algo de razón
tendrán. Otros pueden pensar que nada malo había, pudiendo tener los cuidados
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
En este caso podríamos pensar dos opciones. Una de ellas es no aceptar la propuesta de la
madre, justificando que esto estaría por fuera del encuadre y de la ley. Otra de las opciones
es acordar este encuentro y acudir al servicio sexual, haciendo lugar al pedido de la madre.
¿Ustedes que opinan? ¿En qué lugar queda, en cada opción, la responsabilidad del
acompañante terapéutico? ¿Cómo juegan en la toma de esta decisión los valores éticos y
morales de cada uno de nosotros? ¿Hasta dónde debemos alojar la demanda de la familia,
cuando implica un corrimiento del encuadre que puede ser perjudicial para el proceso
terapéutico? ¿Es posible en esta situación tomar una determinación sin consultar al equipo
terapéutico? Hasta aquí, preguntas que son más valiosas si prescindimos de un planteo
escrito. Quedará por cuenta de cada uno encontrar las respuestas y reflexionar acerca de lo
que cada uno considera conveniente. Sólo diré que mi recomendación, dado que fui
consultado, fue rechazar la propuesta de la madre por no corresponder con la función, ni el
rol, ni encuadre del acompañante terapéutico.
En los casos en los que no nos encontramos en la vía pública y trabajamos en una
institución o nos encontramos en algún establecimiento tenemos también esta
responsabilidad civil. En el primer caso, recuerdo un día en la escuela, hace solo algunas
semanas: todo estaba listo para el comienzo de un acto. Los padres estaban esperando en la
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
puerta mientras los niños estaban empezando a llenar el SUM, donde se llevaría a cabo la
jornada conmemorativa. Cuando inesperadamente se desprende un soporte que sostiene
una caja de sonido en la pared, a unos dos metros de altura. Esta es una situación
absolutamente extraordinaria dado que en dicha institución se han mantenido siempre las
precauciones para que estos eventos no ocurran, y doy fe de ello. Pero sucedió. En ese
mismo momento yo ingresaba, dado que esa era la hora en que comenzaba mi trabajo ahí. Y
entonces veo que la caja, de unos diez kilos aproximadamente, cae justo encima de la pierna
de un niño, que rompe en llanto. Lo primero que se me viene a la cabeza, y lo diré con toda
sinceridad, es que por favor no fuera el niño con el que yo trabajaba. No porque fuera más
importante que cualquier otro. No porque me importara más que cualquier otro que
estuviera ahí. Sino porque tendría otra responsabilidad si así lo fuera. Entonces pregunto
¿hubiera podido ser acusado o interpelado acerca de lo ocurrido? ¿Qué responsabilidad
real me correspondía en tal caso? ¿La familia o la institución podrían haber cargado sobre
mi persona por ser el acompañante terapéutico del niño? ¿Podría yo haberlo evitado? Elijo
nuevamente no responder estas preguntas y dejarlas para el análisis personal de cada
lector. Mientras me acercaba al lugar lo pude descartar. No era el niño con el que yo me
encontraba trabajando y, afortunadamente, el golpe no tuvo consecuencias graves.
Otro ejemplo recuerdo ahora, en relación con la responsabilidad civil, la ética, nuestras
intervenciones y sus consecuencias: se encontraban la acompañante y el muchacho, que
padecía cierta fobia, en un lugar público. Era un pub. La manifestación fóbica estaba en
relación con cierto achicamiento del mundo, las paredes y el techo. Este hombre sentía por
momentos que todo se le venía encima. Y se trabajaba por entonces con la necesidad del
contacto social, a través de salidas terapéuticas. En un momento dado, y aunque parezca
increíble ocurrió, se desprende un pedazo de pintura del techo. Cae en el piso, cerca de la
acompañante, quien no tiene mejor idea que recogerlo y tirárselo al muchacho. ¿Cuál era la
finalidad del acto? ¿Qué consecuencias puede haber tenido esta acción? ¿Podríamos
llamarla "terapéutica"? ¿Qué hubiera hecho usted? O ¿qué haría?
No podemos dejar en manos del azar nada que acontezca mientras nos desempeñamos
como acompañantes terapéuticos. Nuestras acciones, acertadas y desacertadas, así como
nuestras omisiones tendrán consecuencias de las que debemos hacernos cargo. Y entonces
es nuestra responsabilidad lo acontecido mientras el encuadre nos ubica en ese lugar.
Debemos tener cierta capacidad para la improvisación, para la creatividad y una elasticidad
que nos permita resolver lo inmediato con la mejor eficacia posible. Nada fácil por cierto.
Nadie dijo que lo era. Pero tampoco imposible.
24 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
"Me dijeron que el curso no habilita para trabajar". "Me dijeron que la institución X es
mejor que las otras". "Me dijeron que en las obras sociales no me van a tomar". "Me dijeron
que los honorarios los establece quien cubre el tratamiento y no el acompañante". "Me
dijeron que la familia es difícil". "Me dijeron que el equipo interdisciplinario o, parte de él,
nunca considera al acompañante terapéutico".
Hay tantos "me dijeron que..." como acompañantes terapéuticos en todo el planeta. Sucede
que cuando nos lanzamos al mundo de esta práctica nos encontramos con mil discursos,
razonamientos, consejos y rarezas todos ellos contradictorios y muy pocos con valor de
verdad. Entonces la sensación es solo una y claramente identificable: desconcierto. No
sabemos a quién escuchar. Cada quien habla desde su lugar y a partir de sus experiencias.
Por supuesto que, además, aportará cada uno el valor subjetivo a lo dicho, en relación a los
intereses que tiene. "Aquel certificado tiene validez nacional, es mejor", "Aquella obra social
tarda mucho en pagar, no te conviene", "Mire, aquí con acompañantes terapéuticos no
hablamos, que venga el afiliado y chequeamos los papeles".
25 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Dadas las características de nuestra práctica, nos encontramos en cada momento ante
situaciones nuevas, diagnósticos desconocidos, instituciones a las cuales nunca hemos
entrado, legajos, historias clínicas, etc. Y desde el primer momento es necesario contar con
información precisa y certera.
Primero, indagar todo aquello que pueda resultar información importante, para empezar a
organizar la escena, en esa llamada a partir de la que me convocan: ¿Quién me convoca?
¿Qué edad tiene la persona con la que trabajaré? ¿Con quién vive? ¿Quién ha decidido tal
diagnóstico? ¿Se administra o se ha administrado alguna medicación? ¿Cuál? ¿Cuenta con
un equipo interdisciplinario? ¿Quién ha pautado la entrevista con la familia? ¿Cómo está
conformada la familia? ¿Cómo es, de modo general, la dinámica familiar? ¿Cuenta esta
familia con una obra social? ¿Desde dónde está propuesto el trabajo desde el
acompañamiento? ¿Será en una institución? ¿En la casa? ¿Realizando salidas recreativas?
¿Hay ya un encuadre sugerido?
Estos y otros interrogantes pueden aparecer en ese primer llamado, con el fin de obtener
información acerca de la situación planteada. Llegará luego el momento de la primera
entrevista, con la familia quizá. Para ese momento, probablemente haya tenido que
confirmar con exactitud el diagnóstico e informarme acerca de los síntomas, indicaciones y
contraindicaciones, medicación, experiencias con acompañantes terapéuticos anteriores,
etc. Posiblemente, y antes de presentarme en esta primer entrevista con la familia, haya
26 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Toda esta información se encuentra en algún lado, de eso no hay duda. Pero es
imprescindible reconocer estrategias para indagar y buscar en la fuente más precisa
posible.
Por un lado, las condiciones legales de nuestra práctica nos ubican, a cada momento, en un
lugar del tratamiento específico, con alcances y limitaciones propios. Si bien hay, todavía,
mucho por avanzar en el terreno legal en relación al acompañamiento terapéutico, existen
lineamientos que nos determinan en nuestro hacer y que es imprescindible que tengamos
en cuenta en todo momento.
Por otro lado, el proyecto o plan de trabajo, es un escrito que debemos formular
considerando diversas particularidades, según cada caso. Desde la situación actual de la
persona, la familia, el diagnóstico y la medicación, la propuesta de abordaje con la
correspondiente fundamentación teórico-práctica, el encuadre por nosotros propuesto, su
fundamentación. Los objetivos, las estrategias, los honorarios. Es este un contrato de
trabajo que debemos dejar explícito. Es nuestra primera fuente escrita.
A partir de ella, podremos generar una terapéutica adecuada, llevando a cabo las
estrategias de intervención planificadas, apuntando a alcanzar los objetivos propuestos
junto al equipo interdisciplinario, correspondiendo a los horarios de comienzo y
finalización del acompañamiento terapéutico, como a nuestro rol y a nuestra función en esa
relación. Respetar nuestro plan de trabajo implica no correrse del rol ni del encuadre, algo a
lo que muchas veces somos invitados, de manera consciente o inconsciente, por la familia,
el equipo, o bien por la persona con la que estamos trabajando.
27 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Si no podemos hacer de nuestra primera fuente escrita un contrato a través del cual se
persigan logros para mejorar la calidad de vida de quien padece, corremos el riesgo de
convertirnos en cualquier cosa, menos en su acompañante terapéutico.
Otro de los ejes problemáticos de la disciplina se relaciona con una ambigua relación en
torno al trabajo del acompañante terapéutico dentro de las instituciones.
Si bien es posible desarrollar nuestro trabajo en otros ámbitos, muchas veces nos
encontramos trabajando en escuelas, instituciones geriátricas, psiquiátricas, etc. En estos
casos, generalmente, los acompañantes terapéuticos son reconocidos como acompañantes
externos. Salvo en los casos en los que éste sea parte del plantel de la institución.
El primero de ellos se relaciona con cierta autonomía que el acompañante externo genera
dentro de la institución. Autonomía que brinda algunas libertades en relación a los vínculos
laborales, a los alcances de su práctica, al tipo de relación con quienes ocupan cargos
directivos en ella. Esta autonomía aparece, claramente, cuando el acompañante trabaja,
además, con un equipo interdisciplinario externo a la institución: se elabora un
tratamiento, con intervenciones planificadas, con una supervisión continua, con
diagnósticos de situaciones diarias, con posibilidad de realizar reformulaciones de acuerdo
al estado de la persona, etc. Entonces, el acompañante, lleva adelante las intervenciones en
la institución dentro del encuadre y respetando lo acordado con su equipo. En la institución
no habrá, entonces, quien pueda determinar lineamientos de trabajo o pueda poner en
cuestión de manera condicionante el posicionamiento del acompañante, siempre que éste
28 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Hay, por otro lado, un costado negativo en el trabajo en las instituciones: la imposibilidad
de una actividad instituyente por parte del acompañante externo. Aquellas normas, reglas,
costumbres y tradiciones que conforman lo instituido se encuentran a salvo de cualquier
actividad que intente ser instituyente por parte del acompañante externo. Cuestionar la
institución es una actitud que no tendrá una consecuencia de transformación de la realidad
institucional. No, al menos, desde el acompañante externo. Y no, al menos, en la mayoría de
los casos. No quiero decir con esto que sea imposible. Pero el alcance es acotado. Por eso es
externo. Y no hay posibilidad de cambio en este sentido.
Para graficarlo mejor, daré un ejemplo. Me habían convocado para trabajar con un niño de
6 años en su escuela. La institución se caracteriza por tener un profundo sentido religioso y
sectario. Y me permito aquí una pequeña desviación: si entendemos por sectarismo aquella
intolerancia, discriminación u odio que surgen de dar importancia a las diferencias
percibidas entre diferentes grupos sociales, políticos o religiosos, o entre las subdivisiones
dentro de un grupo, como las diferentes manifestaciones de una misma religión o las
facciones de un movimiento político, entonces he designado el término correcto. Decía, una
escuela con un profundo sentido religioso y sectario. Y con muy poca vocación inclusiva,
como habrán adivinado. Acepté el trabajo. Un poco sabía dónde me estaba metiendo pero lo
creí parte de la experiencia y el crecimiento personal. Me acuerdo que en varias
oportunidades intenté tomar contacto con los directivos de manera telefónica y
personalmente pero no me atendieron. Después de algunos intentos, finalmente la
directora del establecimiento me recibió y tuvimos una entrevista muy breve. Acordamos
muy poco. Todo fue de su parte imperativo. No pude más que aceptar las condiciones ya
que de otra manera se rehusaban a que ingresara a trabajar con el niño.
Y un día comencé. Los primeros días fueron de adaptación. Con el niño venía hacía unas
semanas trabajando por lo que estábamos en plena construcción del vínculo terapéutico.
Dentro del aula podía realizar algunas actividades aunque de manera parcial y con algunos
inconvenientes de atención. Recuerdo que tenía berrinches muy fuertes, que podían
convertirse en ataques de ira y se manifestaban en su casa y en la escuela. El diagnóstico no
estaba claro, aunque tomaba una medicación recetada por el neurólogo, ya que había
tenido de pequeño, en alguna oportunidad, episodios de convulsiones.
29 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
podría ingresar más al aula. Es decir: se pretendía que hubiera alguien del lado de afuera de
la puerta, solo para llevar al niño a su casa si tuviera un berrinche.
Eso es lo instituido en ese lugar. Aquello que está enraizado de tal manera que un
acompañante externo quede acotado, incluso expulsado del establecimiento, como
finalmente sucedió. Porque no podía más que renunciar a la propuesta indigna de ser quien
traiga y lleve al molesto. Porque ni yo era taxista ni el niño molesto.
Y así fue como advertí que trabajar en instituciones abre las puertas a la ambigüedad. A esa
(des)protección de la institución marco. Aquella que nos pone límites, a veces imposibles
de soportar. Pero que, al mismo tiempo, nos da la libertad y la autonomía para generar
condiciones óptimas de tratamiento. Queda a cargo de cada quien poder encontrar el
equilibrio que permita la convivencia entre estos dos polos. El estado de tensión exacto que
posibilite intervenir terapéuticamente de manera autónoma y con cierto grado de libertad
dentro de un establecimiento con normas, reglas, costumbres y tradiciones que no
podemos modificar y al cual debemos adaptarnos de manera sólida, eficaz y constante.
30 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
(enlaces)
Este capítulo podría bien llamarse "La importancia de los roles del AT en la terapéutica". El
plural hace ver con más transparencia la complejidad que envuelve a nuestra práctica.
Por un lado, nos encontramos con roles específicos en la terapéutica, que se relacionan con
nuestras intervenciones y la función que desempeñamos como acompañantes con la
persona. La problemática con la que nos toque trabajar, exigirá de nosotros roles que
pueden variar de acuerdo a cada caso. El papel que pueda cumplir un acompañante
terapéutico con un niño con diagnóstico de autismo seguramente va a diferenciarse de
aquel que se desempeñe en un caso de adicción.
Más allá de algunas características típicas del rol, me interesa destacar otro concepto.
Nuestra disciplina se encuentra en un lugar que podríamos identificar como puente-cruz
(+).
En otro lado de este puente-cruz se encuentra la persona que sufre. Que cuenta no solo con
su padecimiento: también debe hacer frente a la carga que conlleva el tour de terapias, los
efectos sociales de su padecer, que suelen castigar muy duro. Debe también enfrentar los
miedos, la frustración, el dolor de lo inalcanzable, muchas veces la vergüenza y el rencor,
propios como también de su familia. El cansancio y la fatiga de intentar. Con todo esto debe
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
hacer frente la persona que sufre, sin dejar que el deseo se aburra de ser ignorado y escape
quien sabe dónde. Y como si todo esto fuera poco, debe soportar y dar la bienvenida a su
vida a una persona ajena, que llaman acompañante terapéutico y que viene a hacer algo que
no está tan claro como bien visto. Y será, por supuesto, nuestra prioridad en cuanto actor
demandante resulta. Es nuestro objetivo principal estar cerca y ejercer los roles
mencionados, para completar el proceso terapéutico para el que fuimos convocados.
Y en el otro extremo, la familia. Con sus novelas y entramados. Con los papeles asignados,
como puestos por un director, para que la película funcione como fue pensada. Cada lugar
es importante. Desde su presencia, con todo aquello que puede ofrecer a la obra, siendo
esto suficiente o exageradamente protagonista. Como también desde su ausencia,
mostrando el vacío simbólico que también será parte (fundante, quizá) de la dolencia que
nos ocupa.
Estas son las cuatro puntas del puente-cruz que conforma otro de los roles del
acompañante terapéutico. Diría yo, el más complejo. Porque exige, ante todo,
responsabilidad y eficacia en cuanto al manejo de la información: no todo ha de ser dicho, y
no todos han de escucharlo. Con esto no quiero decir ni que deba esconderse información,
ni mucho menos que podamos elegir receptores caprichosamente.
Por lo contrario, intento dejar en claro la escena en la que nos ubicamos. Debemos conectar
de la mejor manera y con el mayor cuidado posible a cada uno de estos actores: la persona,
su familia, su equipo interdisciplinario y la institución. Como acompañantes terapéuticos
nos encontramos en la cotidianeidad de la persona. Estamos (deberíamos, en el mejor de
los casos) siempre en contacto con información diaria y fiel acerca de lo que acontece a su
alrededor. Y muchas veces terminamos transmitiendo información de uno a otro lado de
este puente-cruz: porque nos es solicitado por alguno de ellos o, simplemente, por creerlo
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
El caso es que la vida cotidiana de la persona está repleta de intimidades. Incluso, habiendo
logrado el vínculo terapéutico, podríamos conocer situaciones o particularidades de la
persona por nadie más conocidas, y hasta sin saber de ello. Y para esto se requiere de gran
sensibilidad al momento de manejar la información. Claro que se relaciona de manera
intrínseca con la ética de cada uno de nosotros: disciplina que no es abordada de manera
profunda en la mayoría de los cursos de formación.
Un ejemplo podría aclarar un poco la cosa: supongamos que el lector trabaja con un
paciente que padece una crisis profunda de la adolescencia (algunos síntomas son:
aislamiento, agresividad, rebeldía, ansiedad conflictiva en relación a la identidad y
orientación sexual) El adolescente acude a terapia de manera semanal. Usted, como buen
profesional, se contacta de manera frecuente con su terapeuta. Y comenta en un encuentro,
a este último, algo que el adolescente le ha confesado: tuvo su primera relación sexual. En
días posteriores, la madre del muchacho le consulta a usted ansiosamente: "Vos sabes que
lo veo distinto a Leo, diferente. Creo que anda en algo con una chica porque me habló de
ella. Salieron una o dos veces, pero lo vi entusiasmado. ¿Vos sabes algo? ¿Te dijo algo?".
Algunos interrogantes que quedarán para que cada lector pueda plantearlo de manera
personal: ¿Es correcta la decisión de comentar la confesión al terapeuta? ¿Puede beneficiar
el curso de la terapia? ¿O podría obstaculizarlo? Por otro lado ¿cómo manejaría esta
demanda de la madre?
Me parece interesante este planteo del puente-cruz: un rol tan esencial como complejo del
acompañante. Porque podría desencadenar procesos altamente positivos y eficaces en el
proceso terapéutico, como iatrogénicos y negativos. Y la diferencia está en los recursos que
cada uno de nosotros disponga en relación a la flexibilidad, la capacidad creativa y de
improvisación, la sensibilidad afectiva y vincular, el manejo de la retórica, la discreción, la
privacidad y, por supuesto, los valores éticos y personales.
Este rol tan particular nos posiciona, además, en un lugar de demanda múltiple. Cada uno
de los actores mencionados espera de nosotros algo: puede tratarse de una familia que
busque desesperadamente una mejora en la vida de la persona que sufre, y por eso somos
convocados. O bien tratarse de un cumplimiento burocrático el contactar a un acompañante
terapéutico, sin más. Tratándose entonces de una demanda administrativa y formal.
Podemos estar frente a una institución que nos recibe y acompaña en el proceso, con el
objetivo de ser protagonistas en los avances junto a nosotros. O puede tratarse, también, de
una institución que nos demande, de manera exigente y exclusivamente, el cumplimiento de
33 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
EQUIPO INTERDISCIPLINARIO.
(sostén)
Mi recomendación ha sido siempre comenzar a trabajar si, y solo si, hubiera un equipo
interdisciplinario que pudiera elaborar conjuntamente estrategias y objetivos de
intervención. Según su definición, un equipo se trata de un grupo de personas que se
organiza para realizar una actividad o un trabajo. En el caso menos alentador, un equipo
interdisciplinario podría estar conformado sólo por un profesional de la salud, que
estuviera a cargo del tratamiento, y el acompañante terapéutico.
Esta situación no es, por supuesto, la que encontraremos de manera habitual. Y muchos
pueden ser los factores: decisiones familiares, la cobertura del tratamiento, realidad de la
vida cotidiana de la persona (como pueden ser sus horarios, posibilidad de movilizarse a
cada terapia, lugar geográfico en el que vive, etc.) Decía que puede no ser la situación
habitual, pero existe.
Trabajar en equipo puede resultar laborioso y esto tiene un sentido desde los diferentes
enfoques con que cada uno observa y analiza la realidad. Piense usted, que el discurso que
pueda tener un psicólogo acerca de un niño con diagnóstico de autismo, puede ser muy
diferente del discurso del neurólogo o psiquiatra. En tal caso, cada disciplina maneja
saberes e intervenciones tan respetables como las demás. Y, desde ya, en muchas
oportunidades, se podrán sugerir y resolver diferentes conclusiones.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
El lugar que ocupamos no tiene que ver con la resolución de disputas, o con las
mediaciones. Ni tampoco tendremos que dar una opinión acerca de las diferencias
entendibles y existentes dentro del equipo. Nuestro lugar es otro.
Como integrantes de un equipo, nuestra tarea está relacionada con varias funciones. Por un
lado, aportamos información de la vida cotidiana de la persona, con aquellas situaciones y
momentos que no son posibles de observarse en el consultorio: circunstancias familiares o
institucionales, entorno de la persona, tipos de vínculos, reacciones emocionales,
situaciones conflictivas, etc. Todo aquello que ocurra a diario y que pueda contener
información de relevancia para el tratamiento terapéutico del cual formamos parte.
Por otro lado, como decía anteriormente, puede ocurrir que seamos el nexo, el contacto
entre el resto de los profesionales: el ritmo de vida actual, la urgencia de lo inmediato, la
cargada agenda de cada agente de salud y nuestra ubicación por fuera del consultorio, son
características que podrían ubicarnos en ese rol.
Muchas veces, por la frecuencia con la que estamos en contacto con la familia, también
ocupamos el lugar de informantes acerca del curso del tratamiento, del desempeño en cada
terapia, de mensajes y recomendaciones a la familia por parte del equipo y viceversa.
Es importante destacar una función como integrantes de este equipo que, a mi parecer, es
fundamental: por un lado, la construcción y el desarrollo de intervenciones y objetivos a
corto, mediano y largo plazo, de acuerdo a la realidad presentada por la persona; por otro,
la actualización de estos objetivos e intervenciones de manera continua, de acuerdo al
curso del tratamiento y los avances o retrocesos existentes.
No quiero, de esta manera, someter a nadie a ninguna verdad (que, desde ya, no tengo).
Simplemente me refiero aprendizajes que, desde mi experiencia en la actividad, he podido
construir.
Por otro lado, algunas cuestiones relacionadas con el poder entre los diferentes discursos y
posicionamientos de cada profesional, podrían también complejizar este trabajo conjunto.
Insisto. El trabajo en equipo puede resultar a veces complicado. Pues bien, creo yo que
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
resulta tan laborioso como indispensable. Es el único camino que nos llevará hacia un buen
hacer. Cuidando a la persona, al tratamiento en general y, fundamentalmente, a nosotros
mismos.
Por esto insisto en poder construir este vínculo de fluidez, respeto y confianza con los
profesionales con los que estemos trabajando. Lo necesitamos nosotros como
acompañantes terapéuticos, lo necesitan ellos como conductores del proceso terapéutico y,
por sobre todo, lo necesita la persona que sufre, para que pueda resultar de la manera más
eficaz posible su tratamiento.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Claro que la importancia de un trabajo supervisado radica en varios puntos. Por un lado, es
imprescindible tener el respaldo y la guía de un profesional de la salud, con el cual
ponernos en cuestión, interpelarnos y construir conjuntamente una evaluación constante
del proceso (o procesos) por los que atravesamos. Esto hará posible re-direccionar
posicionamientos subjetivos, trabajar aquellos aspectos como la frustración, la tolerancia al
fracaso, las cuestiones contratransferenciales que emerjan desde el vínculo con la persona,
la familia y el equipo mismo.
Por otro lado, contar con una supervisión de nuestro trabajo, también implica un sostén
emocional. Porque el acompañante terapéutico se vincula. Y en ese vínculo, el acompañante
terapéutico, busca lo mejor para la persona que sufre. Y esto, inevitablemente, conlleva una
carga afectiva que, muchas veces, es difícil de sostener y equilibrar. Con lo cual, una
supervisión que nos haga espejo, que nos permita escuchar aquello que tenemos para
contar acerca de lo que nos pasa cuando estamos en nuestro rol, que nos brinde un espacio
para depositar angustias, alegrías, broncas, temores, ilusiones, será un factor determinante
para que podamos llevar adelante nuestro acompañamiento de manera eficaz y saludable.
Cuidándonos a nosotros mismos y a quienes nos dejan conocer su mundo para vivir mejor.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
(sistema)
Desde la familia llegan nuestros primeros vínculos. Somos seres totalmente dependientes.
Llegamos a este mundo sin la palabra, absolutamente desprovistos de autonomía para
movernos, alimentarnos o comunicarnos. En nuestros primeros tiempos somos sumamente
vulnerables.
Nuestra familia se constituye como aquel primer agente socializador: el que nos guía hacia
la conducta social. Aquel entorno más cercano que nos marcará lo que está bien y lo que
está mal, lo esperado y deseado, lo impensado, lo no debido.
39 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Incorporamos los valores, las conductas, los modales y también las miserias.
Y así, las etapas del desarrollo se suceden. Aprehendemos vivencias, contenidos, formas de
vincularnos con otros, incorporamos en nuestro vocabulario nuevos significados y
estructuramos nuestro desarrollo como sujetos.
Entonces, en un momento dado, comienza una guerra simbólica. Una lucha, muchas veces
sin sentido, que sólo una etapa como la adolescencia nos puede regalar. Es que, todo aquello
que hemos ido construyendo, en relación a nuestras figuras parentales, comienza a
desmoronarse. Y qué bueno que así sea.
Pero más adelante, y finalizados los enfrentamientos y las batallas, será el tiempo de la paz.
Es el momento en que lo construido y lo desmoronado han hecho las paces. Es una etapa de
equilibrios, de aceptación de diferencias. De treguas.
Con esta historia a sus espaldas, es esperable (y saludable) que la familia se sienta afectada
ante una dolencia o padecimiento de uno de sus integrantes. Con todos los procesos
simbólicos, imaginarios y reales que ha llevado adelante para constituirnos como sujetos.
Con los esfuerzos por construir y sostener lo que finalmente somos. Con todo esto, es
esperable poder decir que la dolencia nos afecta a todos.
Puede suceder que, aquello que debiera ser nuestro primer agente socializador, es sin
embargo, el causante de la desocialización consecuente. Aquel del cual, se espera, sea una
guía para movernos aceptablemente en el mundo social, puede convertirse, entonces, en
una usina de aprehensiones sociales que no pueden ser menos que negativas.
No quiero decir con esto que haya familias mejores o peores. Buenas o malas. O padres y
madres, mejores o peores. Aunque, cada quien, podrá opinar en este sentido, y es posible
que los haya.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Quiero, sin embargo, expresar la complejidad que, creo, acontece en las dinámicas
intrafamiliares. Tanto en la conformación de subjetividades, como en el origen o
sostenimiento de patologías o padecimientos diversos.
En este sentido, me refiero a que la dolencia nos afecta a todos en dos posibles direcciones:
unas de ellas, puede referirse a la sensación de malestar y sufrimiento por ver padecer a un
familiar. Siendo parte de los procesos que han acontecido en el seno de la familia, es
esperable que nos veamos afectados.
La otra posible dirección, está relacionada, sin embargo, al lugar de la familia en cuanto al
origen o sostenimiento de este sufrimiento.
Decíamos que la Teoría General de los Sistemas afirma, entre otros postulados, que todo
sistema es sinérgico, en tanto el examen de sus partes en forma aislada, no puede explicar o
predecir su comportamiento. La sinergia es, en consecuencia, un fenómeno que surge de las
interacciones entre las partes o componentes de un sistema. Este concepto responde al
postulado que dice que “el todo no es igual a la suma de sus partes”. También afirma este
cuerpo teórico, que los elementos se encuentran ordenados y cada parte ocupa el lugar que
le corresponde, y su posición permite el funcionamiento del sistema; que a su vez, de
manera homeostática, buscará mantener invariante su estructura o su forma.
Insisto. No quiero con esto referirme a familias buenas o malas, mejores o peores. Estoy
convencido que la familia siempre intenta lo mejor. Aunque lo hace con las herramientas
que dispone. Y esto, a veces, no es fácil de comunicar o hacer visible.
Pero llega un momento en que aparecerán inevitablemente resistencias. “Yo no creo en los
psicólogos”, “Nadie lo conoce mejor que yo”, “No me van a venir a decir lo que es mejor para
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
ella”, “Decidimos cambiar de profesional”, “El equipo no nos convence”, “Desde la institución
no nos entienden”, etc.
Entonces: si estamos convencidos que las familias siempre intentan lo mejor, con las
herramientas que disponen. ¿Por qué resulta tan difícil vencer esas resistencias? ¿No sería
conveniente seguir las indicaciones o sugerencias para facilitar el proceso terapéutico?
Por supuesto que esto se trata de cuestiones inconscientes y, desde ya, no se encuentran
dentro de nuestro campo de intervención.
Quiero decir que, el trabajo como acompañantes terapéuticos, nos acerca a este mundo
intrafamiliar en el que ocurren muchas otras cosas, que circulan alrededor de la
problemática de la cual nos ocupamos. Pero esto no significa que seamos nosotros quienes
debamos interpretar estas situaciones, a modo de analistas o psicólogos.
Muchas veces se hará necesario volver a encuadrar nuestro trabajo. La aparición de estas
resistencias puede llevarnos a perder el registro de este encuadre. Quizá, hasta se trate de
una resistencia misma la intención de des-encuadrarnos.
Lo importante es reconocer estas apariciones como naturales del proceso y hacer de ellas
un buen manejo instrumental para que ocasionen el menor corrimiento posible del proceso
terapéutico llevado adelante. Este manejo instrumental, del cual debemos ocuparnos, no es
otra cosa que la puesta en consideración al equipo de la dinámica familiar que nos es
mostrada.
Finalmente, mi intención es dejar en claro lo que creo respecto del lugar que ocupa la
familia. Sin dudas es este un lugar de dolor y pesar. Pero es importante no perder de vista lo
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
necesario de ponerse en cuestión. Esto es, asumir un lugar que sostiene, de alguna manera,
los ordenamientos actuales. Lo cual no significa asumir culpas o responsabilidades. Pero sí
ponerse en cuestión. Y esto implica, necesariamente, un cambio. El hecho de habernos
convocado, nos muestra ya una posible apertura por parte de la familia en esta dirección. Si
la familia lograra ponerse en ese lugar y nosotros interpelar para facilitar este movimiento,
seguramente las cosas pueden resultar más fáciles.
Porque, fíjese usted. Si todo funcionara sin dificultades, no habría motivos para convocar a
un acompañante terapéutico. Pero si estamos ahí, si alguien nos llama: necesariamente hay
una persona que sufre y forma parte de un sistema que no puede funcionar de otra manera.
Al menos hasta ahora.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
¿PACIENTE?
(acción)
No me gusta la palabra paciente. Reconocíamos antes que significa que tiene paciencia.
Viene del latín patiens (sufriente, sufrido). El paciente es el que sufre calladamente. Se
opone a agens, agentis (agente, el que actúa).
Estamos convencidos de que somos agentes de cambio. Pero somos quienes debemos crear
un contexto facilitador y proponer (dentro de las posibilidades de cada caso) las
condiciones para que la persona con la que trabajamos pueda alcanzar niveles de
autonomía cada vez mayores y sostenerlos en el tiempo. Y esto podrá lograrlo con actitud
de cambio. Haciendo, actuando, diciendo. Entonces no deberíamos llamarlo “aquel que
sufre calladamente”.
No podemos continuar con esta idea de que trabajamos con pacientes. Le quedará muy
bien a la medicina, quizá. Aquella que hace aguardar (en silencio) en la sala de espera a que
llegue el turno. Y me atrevo a sostener que asistimos, siempre que aguardamos por un
turno, a un retraso o demora ¿verdad? Y usted no ha dicho nada al respecto en esa ocasión.
Si me equivoco, entonces lo felicito y admiro.
Decía que no debiéramos llamar pacientes a las personas con quienes trabajamos.
Necesariamente tenemos que encontrar una alternativa. Esperamos un cambio. Trabajamos
para eso. Motivamos a seguir. Diagramamos objetivos, ponemos en práctica estrategias.
Estimulamos proyectos. Animamos. Promovemos la palabra, y la escucha. Invitamos a
reflexionar. Y lo llamamos ¿paciente? (¡!)
44 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Porque remite, de alguna manera, a que algo falta. Y no quiero decir que esto no sea cierto.
Pero me propongo encontrar una connotación que referencie el lado positivo, activo de las
personas.
A lo largo de estos años en los que he trabajado como acompañante terapéutico, siempre
me referí a ellos como “la persona con la que trabajo”, sin más.
Porque no los considero pacientes, y mucho menos míos. “Mi paciente ahora pudo lograr…”
Oiga, no se trata de objetos que pertenecen a nadie. Son personas que necesitan un cambio
para mejorar su calidad de vida. En definitiva, como cualquiera de nosotros. Todos estamos
en constante movimiento, buscando lo que -creemos- es mejor.
Agente (como aquel que actúa, que hace) no estaría mal desde su definición, pero entiendo
que su contextualización se vería forzada, al menos alejada o demasiado despersonalizada.
Es mi propósito, entonces, dejar abierta esta búsqueda. No encontré todavía una palabra
que pueda significar lo que pretendo.
Pero si, con la actitud crítica hacia lo instituido o naturalizado, puedo despertar algún
interés de cambio en quien esto lee, desde ya, considero este objetivo cumplido.
45 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
(soltar)
Hay muchas maneras de que un acompañamiento terapéutico llegue a su fin. Pero solo una
de ellas es recomendable, para poder reconocer una salida efectiva del acompañante
terapéutico.
Una salida efectiva pero ¿de dónde? Del tratamiento, del proceso terapéutico, del equipo
interdisciplinario y, en definitiva, de la vida de la persona.
Por supuesto que cada caso llenará de particularidades y vicisitudes nuestro trabajo. No
todo lo que ocurre durante el transcurso de un tratamiento se encuentra a nuestro alcance,
como para poder elegir las condiciones óptimas de su desarrollo y finalización.
Las situaciones por las que atraviesa la persona con la que trabajamos, sus estados
emocionales, sus posibilidades y limitaciones, sus logros y sus objetivos a cumplir; las
decisiones que toma la familia, su posicionamiento frente al sufrimiento del familiar y a la
terapéutica en general; las particularidades del equipo interdisciplinario, su dinámica y
funcionamiento, la relación entre los distintos profesionales; la institución (si existiera) en
la que se encuentra (o a la que concurre) la persona con la que trabajamos, aquello que se
encuentra en ella instituido, las posibilidades de cambio o desarrollo del potencial que nos
pueda facilitar; el acompañante terapéutico y la relación con todos ellos, sus intervenciones,
la capacidad creativa y de improvisación, sus estrategias para crear vínculos, tanto con el
paciente, como con aquellos actores intervinientes en el proceso terapéutico, el manejo
instrumental de sus emociones y estados contratransferenciales, su supervisión, etc.
Estos son algunos de los factores intervinientes en nuestro trabajo cotidiano. Y como
actores del proceso terapéutico, tenemos incidencia en ellos. Aunque no en todos.
Lo que llamo la salida efectiva del acompañamiento, implica que estos factores aparezcan
de la manera más favorable al desarrollo de la terapéutica, en el momento en que podemos
ya considerar terminado nuestro trabajo. Nada fácil, por cierto. Como decíamos, algunos de
estos factores son alcanzables para el acompañante, por lo que es posible direccionar su
aparición o su curso. Para todo el resto de los factores intervinientes, el azar será quien
determine su tal o cual forma.
En el caso más conveniente, los objetivos irán alcanzándose hasta llegar al punto de una
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
revisión del encuadre que se formuló al comenzar el acompañamiento terapéutico. Esto es,
alcanzados determinados niveles de autonomía y bienestar de la persona, y dependiendo
de las posibilidades del caso, será necesario discutir críticamente y revisar el encuadre
inicial.
Continuando con la situación que pueda contener estos factores más favorables y en vistas
de comenzar a trazar una salida efectiva, lo conveniente es proyectar una desestructuración
del encuadre, respondiendo a los tiempos de la persona con la que trabajamos y siempre
revisando esta proyección, en función de lo que va ocurriendo vivencialmente en la
terapéutica. Quizá nos encontremos con que debamos retroceder y retomar la estructura
anterior. Para, más adelante, y siempre atendiendo a las necesidades de la persona, realizar
esta conversión de encuadre.
Este movimiento requiere de cierta elasticidad para poder reubicarnos en roles diversos,
que irán apareciendo al llevar adelante este desarme del encuadre.
Insisto. Se trata de una construcción hacia atrás en relación al vínculo y al encuadre (que
podrá tener movimientos de avance y retroceso), que deberá desarrollarse de manera
prudente y, sobre todo, en el marco de una decisión en la que haya convergencia dentro del
equipo interdisciplinario.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Y la salida efectiva del acompañante se enmarca en una terapéutica que ha cumplido los
objetivos planteados con anterioridad y que, posiblemente, ya pueda prescindir el equipo
de su figura.
Es importante dejar en claro que no es fácil lograr este gran objetivo que, en definitiva,
debiera serlo para todos los acompañantes terapéuticos: alcanzar un nivel de autonomía y
bienestar que permita prescindir de nuestra figura.
Por supuesto que las características de cada caso permitirán plantear esta posibilidad, o
no.
Pero en aquellos casos en los que sea posible pensar a la persona autónoma e
independiente de nosotros, y sostenible en el tiempo, deberíamos plantearlo.
Por otro lado, es lícito reconocer que este es un carácter cuasi-utópico. No se equivocan si
piensan que lo que planteo como una de-construcción del vínculo y el encuadre, hacia una
salida efectiva del acompañante es irrealizable, absurdo o, al menos ilusorio. Estoy
convencido de que lo es. Pero de ninguna manera imposible.
Y sostengo esto que digo, un poco más adelante, en el relato de uno de los casos en los que
aún hoy, mientras termino estas líneas, continúo desandando el vínculo.
48 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
(interrogantes)
Se supone que, si pude hacer una buena elección del título de este libro, si a usted le
interesó, si pudo acceder a él, comenzar a leerlo y llegó a estas líneas, entonces me
entusiasmo en adivinar que es usted acompañante terapéutico (o al menos está en camino
a serlo). Si no lo es, las opciones que puedo pensar son: o usted erró de libro, o se lo
regalaron, o me conoce o me aprecia (un poco, al menos).
Pero, cuando se finaliza la formación, puede ser que haga ruido aquello que da el título a
este apartado y al libro: soy acompañante terapéutico, y ¿ahora qué hago?
El inconveniente en nuestra disciplina tiene relación, en parte, con lo joven que es ella. A
esto se suma la escasa información en relación a esta nueva etapa, el iniciarse en la
actividad. También información errónea y (muchas veces) direccionada y con tendencia a
favorecer intereses privados de quienes se encuentran ocupando un lugar de relevancia en
el sistema en el cual nos insertamos (centros de formación, obras sociales, instituciones,
etc.)
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Cuestionar aparece como aquel acto de poner en duda lo que parece aceptarse. Se refiere al
acto mediante el cual, una persona, posa o arma preguntas a otra persona o a sí misma.
En todo asunto en cuestión, hay una pregunta o disputa. En efecto, toda búsqueda, implica
cierto conflicto: el de no tener lo que se busca, y estar necesitando de ello en alguna
medida.
Una situación muy particular, que atraviesa varios de estos temas, se me viene a la cabeza.
Una de las instituciones que forma a las personas para ser acompañantes terapéuticos en la
ciudad de Mar del Plata (si mal no recuerdo, de las primeras que se dedica a esto) se ha
ocupado de concretar una especie de “convenio” (es así como le llaman discretamente) con
obras sociales.
Esta institución ha, entonces, “convenido” con las obras sociales que acepten la cobertura
del tratamiento a acompañantes que presenten el título de esa institución, de manera
exclusiva. Es decir, que si usted ha logrado finalizar con el curso formativo y es
acompañante terapéutico, podrá trabajar con estas obras sociales pero si, y solo si, ha
estudiado en ese centro formativo privado. De otra manera, si la obra social ha convenido
este acuerdo con la institución, pero usted ha recibido su certificado en otro centro de
estudios, probablemente tenga dificultades para comenzar a trabajar: la obra social no
cubrirá el tratamiento y sugerirá a su afiliado cambiar de acompañante.
Claro que esta situación es, cuanto menos, irregular. Si bien no existe hoy una ley que
regule este tipo de situaciones y determine su carácter jurídico, podríamos tener en claro
que esto constituye una suerte de intencionalidad oscura, tendiente a conservar un lugar
privilegiado en el sistema, por parte de la institución, en detrimento de los acompañantes
terapéuticos, de los afiliados y de otras instituciones que dictan el curso de formación.
Por otra parte, son afectados también los afiliados que, muchas veces, son obligados a
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
buscar otra persona que se ajuste a los requerimientos de la obra social, de acuerdo al
convenio con el centro de formación que, a mi parecer, busca ser hegemónico. De esta
manera, la familia, no cuenta con la posibilidad de elegir libremente el perfil de
acompañante que desea.
Es necesario, entonces, poder realizar una gimnasia del sentido o pensamiento crítico,
entendido como el proceso que se propone analizar o evaluar la manera en la que se
organizan los conocimientos que pretenden interpretar y representar el mundo, en
particular la opiniones o afirmaciones que en la vida cotidiana suelen aceptarse como
verdaderas, el pensamiento crítico se constituye una herramienta fundamental para el
acompañante terapéutico.
Y no solo en relación a la inserción laboral y a las condiciones que se nos presentan para
ello.
Estoy convencido de que tenemos que dudar y poner en cuestión, también, los
diagnósticos. No porque seamos capaces de modificar la estructura del mundo médico ni
corregir sus modelos diagnósticos. Nada de esto. Sucede que nos constituimos en agentes
de cambio y tendemos a realizar modificaciones en la vida de la persona, para mejorar sus
condiciones y alcanzar su bienestar. Recordemos que diagnóstico porta el significado de
aquello que sirve para reconocer y categorizar.
Entonces, si al momento de iniciar nuestro trabajo, las condiciones de la persona son X1. Y
nos definimos como agentes de cambio, y transformamos junto a ella su realidad, y
mejoramos su calidad de vida hasta lograr que sus condiciones sean X2 (o estamos en
constante tendencia a ello), me pregunto: ¿no es legítimo revisar aquellos índices que nos
señalaban un diagnóstico al inicio del tratamiento? ¿No sería prudente cuestionar aquello
que podría haber cambiado de alguna manera? ¿No sería sensato por parte del equipo
interdisciplinario actualizar este diagnóstico, esperando una evolución favorable? ¿O son,
acaso, estancas estas valoraciones? ¿Es posible repensar o dudar de los diagnósticos
cuando hay una evolución favorable por parte de la persona?
Yo estoy convencido que, no solo es posible, sino que constituye esta una actitud
fundamental de nuestro rol.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Entonces, siempre que el caso particular nos lo permita, debemos revisar con actitud
crítica estos posicionamientos. No siempre podrá realizarse, esto es cierto. Pero
deberíamos adquirir esta postura, hacia los diagnósticos y hacia nosotros mismos y
nuestras propias intervenciones.
Recuerdo una actividad que hacía durante los cursos. La idea de esta actividad comienza
un día en que, una de las cursantes, me acerca muy entusiasmada una nota de una revista.
Esta nota hablaba acerca de un muchacho adolescente con diagnóstico de autismo. Resulta
que, según las frases textuales, él “es autista”, “no podrá bastarse por sí solo” y muchas otras
que elijo no reproducir. Lo llamativo es que la intención fue compartir con alegría algo que
me provocaría lo opuesto.
Había en esa nota adjetivos descalificativos y, peor aún, estigmatizantes hacia estas
personas. Entonces propuse una actividad grupal. Por un lado señalar aquellas frases que
resonaran en cada grupo, indicando el por qué y sugiriendo una alternativa posible. Por
ejemplo, “tiene diagnóstico de autismo” en vez de, como se leía, “es autista”. Finalmente
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
indagar acerca del autor de la nota o periodista que la hubiera llevado a cabo.
La cuestión era poder sentar una mirada crítica acerca de aquello que parecía
intencionalmente simpático y cercano al lector, con un estilo de habla cotidiano y fresco.
Pero que, en mi opinión, estaba más relacionado con una publicidad subliminal de la
institución privada que promovía estas actividades.
Por supuesto que la revista es de aquellas que aparecen de manera semanal en uno de los
diarios de tirada nacional, con intencionalidad de sugerir o presentar acabadamente temas
determinados. Y con un tratamiento de ellos debidamente oportunos, de acuerdo al interés
del editor.
Porque no podemos naturalizar frases como “son autistas, pero no boludos”. Otra de las
textuales de la nota. Ni son autistas, ni lo otro. Son personas. Con un diagnóstico o sin él.
Pero, ante todo, personas.
Romper con aquello que se encuentra naturalizado y nos resuena de alguna manera.
Indagar y cuestionar lo instituido. Insistir sobre aquello que pudiera considerarse
instituyente, para lograr una transformación en el ordenamiento actual de las cosas.
Porque, recordémoslo, si nos han convocado es motivo suficiente para considerar que se
necesita un cambio y, de alguna manera, esto comienza a hacerse visible.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
(sombra)
Por un lado, es cierto que de ella venimos. Somos a partir de un acto sexual que nos
antecede. La sexualidad es nuestro punto de partida como sujetos, aún sin serlo.
Por otro lado, la sexualidad determina muchas experiencias subjetivas cuando ya hemos
nacido. Y con esto me refiero a diversas situaciones: el nombre que nos designan, la ropa
que nos eligen, su color, los juguetes con los que jugamos y aprehendemos el mundo, las
historias que nos narran, los deportes que nos agradan (o hacen que nos agraden). Estas
experiencias, además de estar determinadas por la sexualidad, nos son facilitadas, claro
está, por nuestro entorno más próximo, por lo que, se encuentran también condicionadas
por él.
Pero la sexualidad también nos envuelve en etapas posteriores, en las que continuamos el
proceso de construcción de sujetos sociales. De niños estamos obligados a entender que no
podemos encontrar nuestro amor sexual dentro de casa, porque eso se encuentra
prohibido. Por lo que, de manera más laboriosa, tendremos que recurrir al acto exogámico
para dar continuidad y buen puerto a nuestros deseos de amar y ser amados sexualmente.
Entonces nos encontramos con las primeras experiencias sexuales. En principio, de manera
exploratoria, experimental, onanista. Y ya más tarde, con la compañía de otro, que será
parte y arte de estas primeras experiencias.
para hacer frente a los procesos que se ponen en juego. La fragilidad de esa subjetividad,
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Entonces, una vez que hemos podido sortear las vicisitudes de esta etapa anterior, nos
adentramos a una vida adulta, más segura o quizá menos arriesgada sexualmente.
Me refiero a los riegos (muy posiblemente aparentes) de las experiencias que se dan por
primeras vez. De aquello que, al menos, parece ser riesgoso. O acaso ¿no tuvo miedo quien
lee cuando se acercaba ese primer gran momento? Podríamos hablar, tal vez, de terror,
pavor, pánico, susto, desconfianza, sorpresa, asombro o cobardía. Pero algo de esto
seguramente pudo sentir.
Decía, una vida adulta más segura o menos arriesgada, en tanto la sexualidad no aparece
como lo nuevo, como aquello que nos genera incertidumbre y algo de lo que mencionaba
recién. Aunque, por supuesto, podremos encontrar, si buscáramos, arriesgados adultos
viviendo su sexualidad, ¡y están en todo su derecho!
Pero, con todo esto, hay una zona gris en la definición del concepto de sexualidad, que
mencionaba al comienzo. Me refiero a la sexualidad más allá de lo genital.
Pero ¿qué hay del deseo en torno a la sexualidad? Si realmente consideramos que la
sexualidad puede constituir una necesidad ¿cómo pensar aquellas situaciones en las que las
condiciones anatómicas o fisiológicas dificultan su desarrollo? ¿Es posible ser sin
sexualidad?
Los acompañantes terapéuticos nos encontramos con un gran vacío en relación a este
tema. La sexualidad en las personas con necesidades especiales puede resultar una
cuestión realmente difícil de abordar.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
iniciación del mundo sexual. Más concretamente, que lo lleve a un lugar donde puedan
contratar servicios sexuales.
Recuerdo otro ejemplo, en este caso contado por una asistente al curso que dirigía: ella
acompañaba a un adolescente (que se encontraba con silla de ruedas y movilidad reducida)
y, por algún motivo, tuvo que abandonar el tratamiento. El muchacho continuó sus terapias,
aunque con otro acompañante terapéutico, en esta oportunidad varón. La mujer (su
anterior acompañante) continuó visitándolo dado que se había construido una buena
relación con el muchacho y su familia. Un día, el joven le cuenta a ella que, su acompañante
terapéutico actual, facilitaba el acto masturbatorio: en realidad lo llevaba a cabo. Imagino
en este momento sus caras. Les confieso que yo no pude evitar un asombro similar ante
esto.
Ahora bien, reflexionemos juntos. Pensemos en una persona que se encuentra en silla de
ruedas, con movilidad reducida, e imposibilitada para concretar prácticas sexuales. O bien
en un niño, con un diagnóstico de TGD que ingresa en la adolescencia: mientras la
revolución hormonal hace su trabajo por dentro, las niñas de su grado comienzan a trabajar
por fuera, con su belleza natural en crecimiento y desarrollo. Pensemos también en la
sexualidad de una persona que atraviesa la tercera edad y se encuentra en soledad cuando
su acompañante terapéutico finaliza su jornada.
¿Qué lugar ocupamos como agentes de cambio? ¿Cómo abordar esta problemática en la
terapéutica y en la diversidad de realidades?
En una actividad práctica de los cursos, se propuso el debate de esta temática. Cada grupo
se ocupó de indagar al respecto y compartió la información. Nos encontramos con que hace
más de 30 años existe, en Europa y algunos países de Latinoamérica, la figura de
acompañante o asistente sexual.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
En Argentina, este movimiento se está transitando y las experiencias son aún novedosas.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
(caminar)
La zona de confort, dicen, es aquel espacio que generamos y sostenemos, en el que nos
comportamos con una condición de ansiedad neutral y logramos conseguir un nivel
constante de rendimiento, sin sentido del riesgo.
Y en esa zona de confort me encontraba yo, justo antes de comenzar a trabajar como
acompañante terapéutico.
La propuesta me resultó interesante y sentí que era el momento así que acepté y, casi sin
pensarlo, inicié este camino.
Pedro // Lo primero que sucedió fue una llamada telefónica de Gabriela, fonoaudióloga
amiga. Ella trabajaba junto a un equipo con el cual se atendía el niño en cuestión.
La reunión consistió en una presentación formal del caso con la fonoaudióloga que atendía
al niño, algunas pautas generales para su abordaje y un acuerdo inicial de trabajo.
Lo que siguió fue una reunión con la madre del niño para presentarnos y comenzar a
puntualizar aspectos más precisos del acompañamiento.
En esta primera entrevista conocí a la mamá de Pedro. Me acuerdo que, antes del
encuentro, busqué información acerca del diagnóstico que me habían comunicado:
trastorno general del desarrollo -espectro autista-. Más allá de mi formación en la carrera
de Psicología, no conocía en profundidad las particularidades de esta patología.
58 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Recuerdo también que confeccioné una guía para indagar acerca del niño, sus intereses y
gustos, preferencias en momentos de ocio, etc. Esto me serviría para comenzar a pensar
estrategias y acercarme de a poco a él, con el objetivo de lograr el vínculo terapéutico.
Acordamos también los aspectos del encuadre y los pasos a seguir para definir el comienzo
del acompañamiento con Pedro: lo que faltaba era mi presentación en la escuela en la que
me desempeñaría con él.
Fue entonces que me acerqué al establecimiento y hablé con Adriana, docente del niño. En
esta oportunidad ella logró hablarme de las características de Pedro en la escuela, su
comportamiento, sus necesidades y las dificultades que presentaba el niño.
Revisamos con ella las características del encuadre, de acuerdo a lo requerido desde la
institución, y presenté la documentación correspondiente para dar comienzo al
acompañamiento terapéutico.
Mi propuesta, tanto a la madre del niño como a su docente, consistió en comenzar con una
observación no participante. Esta consistiría en asistir a la institución por el transcurso de
una semana para observar a Pedro. Inicialmente concurriría por el período de un módulo
de trabajo (cuarenta minutos aproximadamente), tiempo que iría extendiéndose en esta
primer etapa de observación.
Pues bien. El primer día de acompañamiento tuvo lugar un 7 de abril: el día mundial de la
salud, en conmemoración a la creación de la Organización Mundial de la Salud.
Quisiera aclarar que el dato preciso de mi primer día de acompañamiento nunca pudo
haber sido retenido en mi memoria por no tener, justamente, un nivel alto de retención
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
para este tipo de información. Pude acceder, y aprovecho la ocasión para prestar especial
agradecimiento por esto a la familia de Pedro y a su escuela, al legajo del niño en donde
consta mi proyecto de trabajo junto a las notas que realicé en esta semana inicial de
observaciones.
En términos generales, el estado del niño en ese momento, era descrito en el proyecto de
trabajo: se observaron conductas impulsivas y reiterativas, gran interés hacia objetos y
seres vivos marinos (tiburones, barcos, piratas), una preferencia particular hacia los
rompecabezas, y un aumento de la tensión emocional y la impulsividad en las áreas de
Educación Física y Artes Expresivos. Los objetivos planteados en el proyecto de
acompañamiento terapéutico eran: que Pedro pudiera completar la jornada de 4 horas en la
escuela, su sociabilización y la integración con el grupo.
Continúa otra nota: “Ante el golpe hacia uno de sus compañeros, me acerco a Pedro y le
explico que no debemos golpearnos, proponiendo seguidamente que me dé un abrazo y, en
el momento en que lo hace, refuerzo su actitud diciéndole que así es mejor, es más lindo. Y
es este un punto a destacar, dado que en el transcurso de la jornada no sólo él, sino también
algunos de sus compañeros adoptaron rápidamente esta actitud. Tal es así que Agustín, en
más de una oportunidad, pidió un abrazo a Pedro, quien sin dudarlo le brindó ese abrazo y
lo reforzó con un beso.”
El registro sigue: “Otro punto a destacar es la actitud hacia mi persona por parte de Pedro.
Colaboración y confianza. Ejemplos de ello son las siguientes situaciones: Pedro me entrega
en el primer recreo el paquete de galletitas que había abierto y que ya no quería. Vino
directamente hacia mí, estando su docente a mi lado. En otro recreo le sugiero a Pedro que
se abrigue y le acerco su campera pero él no la quiere. Entonces le digo que voy a usarla yo,
porque hace frío y regresa dispuesto a ponérsela.”
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
“El primer día ha resultado positivo desde la alianza terapéutica, tan necesaria para
comenzar un trabajo como el que me ha sido delegado.”
Día 2. “Se observa un gran interés por parte de Pedro hacia el dibujo y la pintura. En estos
momentos de creación puede establecer cierta comunicación verbal al narrar lo que hace.
En el espacio de Artes Expresivos se derrama un poco de agua sobre su remera, situación
que lo pone mal, lo angustia. Toma parte de la remera húmeda, la hace un bollo en su mano
durante una media hora y luego lo olvida. Las intervenciones son pensadas, en gran medida,
de manera corporal, con el lenguaje del cuerpo y he recibido respuestas por parte de él.”
“Con el permiso, siempre, de la maestra allí presente le extiendo la mano (lo que significa
para ambos de manera ya establecida que necesito de su compañía) y nos dirigimos al patio
unos dos minutos. Camina y corretea un poco…volvemos al aula. Ya tranquilo y finalizada la
jornada, ordena los útiles, toma su abrigo y nos retiramos.”
Una situación que se reiteraba por esos días era la siguiente: durante alguno de los recreos,
Pedro se ubicaba en un lugar del patio en el que podía ser observado por todos y orinaba en
el piso. Luego de varias repeticiones y de mis reiterados pedidos de no hacerlo, una
intervención pareció precisa: les pedí a las docentes que, en el momento en que lo hiciera
de nuevo, le diéramos la espalda y sus compañeros evitaran reírse, ignorando por completo
esta situación. Poco tiempo después, este acto desapareció.
Otra característica que podía observar en Pedro era una tensión física, con sus manos
fuertemente cerradas.
Otro de los días el registro muestra: “Esperando la llegada de los padres, sentados en el
piso, los veo forcejear a Pedro y a Simón. Sucede que la mochila de este último tiene un
dibujo de un auto y la cabeza de un tiburón que lo está por atrapar. Le explico a Simón que
Pedro sólo quiere verla, entonces nos disponemos a comentar los tres qué es lo que vemos.
Pedro solo tenía intenciones de mirar, observar, imaginar con ese dibujo. Es un claro
ejemplo de cómo es su comunicación, se expresa con el cuerpo y les resulta difícil a sus
compañeros entenderlo.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
compañeros de Pedro comienzan a comportarse diferente con él, intentan interpretar sus
actos y entenderlo. Los logros y las mejoras se alternan: hay días muy positivos y otros en
los que no es posible trabajar con Pedro.
“En el día de hoy ha estado menos exaltado que ayer. Si bien se pueden apreciar varios
momentos distintos en el día, en relación a su estado de ánimo y sus comportamientos, en
términos generales se logró trabajar sin problemas con él y con el grupo en la clase.”
Otra nota. “El día de hoy ha sido particularmente especial. Ha costado desde el primer
momento trabajar con Pedro. Se encontraba muy disperso, con un nivel de atención mínimo
y con pocas situaciones de conexión con el medio.”
El grupo sigue mostrando signos positivos hacia Pedro y se fortalecen de a poco los
vínculos.
El informe del período de diagnóstico, realizado por la escuela especial que en ese
momento realizaba la integración pedagógica de Pedro, decía: “En este primer período del
año, Pedro tuvo un cambio muy positivo en todos los aspectos a evaluar. Ha podido
incorporar toda la rutina escolar, desde la formación y saludo a la bandera hasta
permanecer sentado en clase durante toda la mañana. Elige con quien sentarse (pregunta:
¿querés sentarte conmigo?) o, en ocasiones, lo eligen a él. Es de destacar la importancia de
las características del grupo y de la docente que, habiendo explicitado la temática de la
diversidad en el aula, generó paulatinamente, un cambio actitudinal en los niños, sumado al
abordaje de Joaquín Méndez, (P.P.N.D)” “…Ha adquirido hábitos escolares y dejó de lado
algunas conductas inapropiadas, como hacer pis en el patio de la escuela. Ahora pide para ir
al baño, cuelga sus pertenencias en el perchero y su mochila en el banco, reconoce y llama a
su maestra por su nombre como también a algunos de sus compañeros. En los momentos
de juego en los recreos, saca su merienda y mientras come camina por el patio, observa, de
a ratos se suma a algún juego grupal, generalmente con pelotas. En ocasiones requiere del
estímulo de Joaquín para participar.”
Este informe establece como diagnóstico: niño con alteraciones en la conducta adaptativa,
particularmente en el aspecto personal-social incidiendo en la adquisición de los
aprendizajes.
62 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
El día en que ingreso por primera vez al aula para trabajar con el niño, recuerdo que se
encontraba debajo de dos bancos ubicados en la parte del fondo del salón. Pedro estaba
aturdido. Estaba acostado, boca arriba y con las dos manos tapaba sus oídos.
Por un lado, necesitaba yo salir del salón para controlar la situación, buscar que Pedro
pudiera establecer un contacto conmigo (al menos visual) y, a partir de esto, disminuir sus
tensiones y equilibrarlo emocionalmente.
Y esta estrategia se mantuvo por algunos meses. Y me gustaría dejar en claro una cuestión
que puede parecer obvia. Pero, como ya he dicho, coincido con aquella mujer que dijera que
muchas veces hay que decir lo obvio: los tiempos del acompañamiento siempre fueron los
de Pedro. Y lo siguen siendo.
El diseño de los objetivos y las estrategias a lo largo de estos cinco años han surgido desde
los alcances que pudo ir logrando el niño, y de acuerdo a las necesidades en cada momento
de planificación.
Hoy Pedro cursa el quinto año de la escuela primaria, tiene diez años. Estamos en el mes de
diciembre y ha quedado establecido su paso a sexto, el último año del nivel.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
solo en el aula, cumpliendo con la totalidad de la jornada, trabajando con el resto de sus
compañeros, con algunas actividades adaptadas por su maestra integradora, con
evaluaciones escritas y orales, individuales y en grupo. Pedro ha avanzado
significativamente en el vínculo con sus compañeros y sus docentes, se comunica de
manera correcta y precisa, puede establecer conversaciones con una línea coherente, jugar
en los recreos con sus amigos, a saltar la soga, a la mancha. Es capaz de esperar los turnos y
hacer respetar el suyo. Ha respondido de manera favorable a las demandas de los actos
escolares, en los espacios de la materia Lenguajes Expresivos.
Me encuentro desandando el vínculo con Pedro. Su madre me dice que todavía no, que no
es momento: que tengo que continuar. Lo cierto es que el niño ha logrado un nivel de
autonomía tal que requiere mi retirada de manera paulatina para poder continuar con los
avances significativos en su vida.
El vínculo construido con Pedro y su familia en estos años es un factor determinante para
que nuestra relación continúe más allá del acompañamiento terapéutico. Es por esto que mi
rol irá desdibujándose de a poco, para dejar de constituir una herramienta de apoyo hacia
su autonomía, porque ha logrado en gran parte la sociabilización perseguida como objetivo
terapéutico.
64 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Iremos desarrollando estrategias para que su experiencia pueda resultar dentro de los
marcos más saludables posibles, evitando dejar vacíos simbólicos que impidan su normal
desarrollo. Junto a su equipo terapéutico y su entorno familiar.
Alejandro // La primera reunión que tuve fue con los padres de Alejandro. En ese
momento iniciaba su primer año en el nivel primario.
La cita fue en un café. Siempre esos primeros encuentros llevan consigo una carga de
ansiedad. Recuerdo que fue una entrevista breve y agradable. Luego de presentarnos, de
describir la situación del niño y acordar un encuadre, la reunión finaliza con algunas
recomendaciones por parte del padre de Alejandro: el niño no puede comer harinas,
azúcares, leche. En ese instante imaginé que se trataba de un problema de celiaquía. El
padre menciona que es similar, pero que en otra oportunidad podremos conversar con
mayor profundidad al respecto.
Con fecha de junio de ese año, se redacta la emisión de criterio para la solicitud de PPND
(personal privado no docente): conocido también como acompañante terapéutico. En la
misma consta que: “El niño presenta necesidades educativas derivadas de su diagnóstico de
Trastorno generalizado del desarrollo, observándose una alteración cualitativa de la
interacción social, dificultad para relacionarse con pares, ausencia de la tendencia
espontánea de compartir intereses y falta de reciprocidad social emocional”. Y sigue:
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
“Presenta retraso del lenguaje e incapacidad para mantener una conversación con otros. Su
atención es lábil y su motivación para los aprendizajes está asociada a sus intereses, los
cuales suelen ser rígidos y repetitivos. A lo largo de la jornada escolar, manifiesta cansancio,
aburrimiento y necesidad de deambular. En ocasiones presenta crisis de llanto y angustia.
Finaliza: “Se considera necesaria la inclusión de la figura de PPND para que lo acompañe y
contenga durante su estadía en la escuela. Se apuntará a favorecer su autonomía, la relación
con pares y adultos y su contención ante las frustraciones”.
Recuerdo que cuando inicié mi trabajo con Alejandro, él no podía escribir: el nivel de
tensión en su mano era tal que tenía un gran impedimento para respetar los espacios en la
hoja, el tamaño de las letras y sus formas. Esta tensión y la presión del lápiz sobre el papel
dificultaban considerablemente su trabajo: después de breves períodos de escritura, nos
tomábamos un tiempo para descansar esa mano que no podía ya del calambre. Por un
tiempo, trabajamos la copia del pizarrón sobre líneas punteadas que yo hacía en su
cuaderno. Esto evitaba los tiempos de distracción al momento de focalizar la atención
(pizarrón/cuaderno) y, por otro lado, reducía la frustración que provocaba el trazo no
controlado.
En tanto, algo a destacar en la evaluación de fin de ese mismo año es: “Cuando ha
terminado una tarea o durante los últimos minutos de clase, Alejandro hace uso del salón
contiguo a su aula, donde puede descansar realizando actividades lúdicas o comiendo una
fruta como premio por el trabajo realizado. En ocasiones quiere deambular por el salón,
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Todo hasta aquí venía bien. Alejandro podía alcanzar las metas propuestas y superaba
objetivos trabajando día a día. Pero, como dije en algún pasaje anterior, tenemos que estar
preparados para tolerar la frustración y la incertidumbre, que pueden generar aquellas
situaciones no esperadas.
Ya promediando el segundo año del nivel primario, el informe medio de la institución que
integra al niño, describe la siguiente situación: “Durante las dos semanas previas al receso
invernal, Alejandro comenzó a mostrarse más ansioso dificultándosele sostener la jornada,
queriendo permanecer junto a la maestra agarrado de su cintura o de la mano durante toda
la clase, incluso cuando ella escribía en el pizarrón o ayudaba a otros niños. Estas conductas
se fueron incrementando en situaciones donde se golpeaba, se tiraba del pelo, se rasguñaba
poniendo en riesgo su integridad física y en las que sólo se calmaba cuando se le informaba
que lo estaban yendo a buscar y se lo acompañaba a la puerta con todas sus pertenencias”.
“Luego de las vacaciones, y como consecuencia de la persistencia de esta situación, se
implementa la estrategia de que se retire a las 15.30hs., acorde a sus necesidades para
lograr que gradualmente pueda volver a sostener la jornada completa (de 13 a 17.20hrs)”.
“Se ofrecen más momentos de distracción y descanso con elementos de su interés, la
utilización de la sala de computación, de pelotas o sogas en el patio y la inclusión de
mayores premios o refuerzos”.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Recordemos que antes de este tipo de eventos, el niño concurría de lunes a viernes
completando la jornada en su escuela. El informe de fin de ese año dice: “A partir de
septiembre, y debido a la inestabilidad de su conducta, Alejandro comienza a asistir tres
veces por semana al Instituto Psicopedagógico que trabaja con él, dos horas cada día y dos
veces por semana al colegio con una permanencia de una hora diaria según sus necesidades
de aprovechamiento escolar”.
Reuniones, conversaciones con las docentes, con el equipo y los directivos de la escuela,
con sus padres. Nada podía acercarnos al motivo por el que Alejandro había comenzado a
comportarse de esta manera. Sólo supuestos que nunca pudimos comprobar y que no
desarrollaré por ese mismo motivo.
Lo cierto es que el criterio fue, en todo momento, respetar los tiempos del niño buscando
espacios y momentos de esparcimiento, juegos, entretenimiento y reflexión. Pero había algo
que podíamos reconocer cada vez que ocurría el brote: desaparecía automáticamente
cuando mencionábamos que irían a buscarlo, que se iría de la escuela a su casa o a lo de su
abuela.
Entonces entendimos que existía cierta manipulación en este actuar, había algo de aquello
que acontecía que Alejandro controlaba. Entonces comenzamos de a poco a demorar los
tiempos de salida de la escuela. De a diez, quince y hasta veinte minutos.
Actualmente continúo trabajando con Alejandro en el cuarto año del nivel primario. En el
proyecto de trabajo consta que: “Se han trabajado con eficacia los niveles de tensión
emocional e impulsividad, logrando la autorregulación de diversas situaciones que antes
llegaban a desequilibrar al niño”. “Sus logros han sido muy importantes, hallándose los
mismos en las distintas áreas educativas, como así también en la reconstrucción de los
vínculos con sus compañeros y maestras, y en diversas situaciones de la vida cotidiana, por
fuera del marco institucional”.
Hoy Alejandro concurre a clases todos los días de la semana, completando la jornada
escolar.
Aquella recomendación sugerida por el padre en la entrevista inicial pudo ser abordada un
68 Joaquín Méndez
Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
tiempo después y no haré un mayor desarrollo, sólo una breve descripción por lo
interesante que resulta, invitando al lector a indagar un poco más al respecto: la
alimentación de Alejandro es especialmente cuidada debido a un tratamiento que reconoce
el origen de su padecimiento en una patología gástrica, provocada por la aplicación
indebida de una vacuna. //
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
(alternancias)
Ya en un plano teórico y de búsqueda me permito compartir con usted algo que podría
considerarse como una propuesta de abordaje. Propuesta, porque simplemente es eso.
Luego de varias semanas reflexionando sobre esto, pensé que una buena opción era
convocar a un equipo para estructurar las ideas y considerar su realización.
Y así lo hice. Envié el siguiente mail, que estimo suficiente para transmitir la idea general,
cuestionar el estado actual de las cosas y generar interrogantes más que respuestas.
// Agosto, 2015//
¡Buenas noches! Recién puedo sentarme a escribir y aclarar un poco esto que hemos
conversado tan escasamente.
Les cuento que tengo ideas que intento hilar de a poco y me gustaría contar con ustedes
para trabajar en equipo. Porque creo que es la mejor manera, confío en cada uno de
ustedes, conozco como trabajan y además los aprecio.
Con algunas problemáticas me refiero a niños con necesidades especiales, sin puntualizar
en ninguna de ellas, aunque podríamos hacerlo en algún momento. Y con un enfoque
diferente pienso en la necesidad de un cambio respecto de la mirada actual: los niños con
necesidades especiales asisten a terapias diversas, con muchos profesionales que los
atienden en sus consultorios, en distintos consultorios, con distintas secretarias, colores,
olores, horarios y reglas. Hacen actividades durante toda la semana, ocupando el espacio y
el tiempo que pudieran otorgarle al ocio, al juego, al arte, a la producción creativa, a su
cuerpo, al silencio. Hasta muchos de ellos se quedan en extensión horaria en la escuela. La
cuestión es que estén ocupados. Entonces me pregunto: ¿los padres cuanto dedicarán a
trabajar para aportar al bienestar de su hijo o hija? Por supuesto que hablo de trabajar ¡no
en términos capitalistas! A trabajar aspectos personales, vinculares, emocionales, sociales.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Entonces encuentro entre las ideas la posibilidad de un espacio en donde estos niños
puedan crear, producir, jugar, estar en silencio, trabajar con su cuerpo, con la música, etc.
Pero no solo eso. Si así fuera, estaríamos reproduciendo aquellos "talleres" que abundan
por ahí.
Quizá sea difícil aclararlo porque en realidad ¡no lo tengo en claro aún! Intento pensar un
lugar donde esta dinámica (niño productor creativo / padres en elaboración subjetiva)
compartan un horario, una locación, un equipo interdisciplinario, un proceso terapéutico,
aunque en diferentes espacios físicos, diferentes habitaciones.
Esta es la necesidad: creo que el cambio de enfoque tiene que ver con la condición
necesaria de que en esta dinámica los padres acepten y se pongan en ese lugar.
Es utópico, posiblemente. Pero es aún más posible y casi certero que no hay una propuesta
de abordaje que implique de esta manera la posición de los padres. Entonces me pregunto:
¿es utópico por imposible o, sencillamente, porque no existe aún y no podemos pensarlo
como alternativa real?
En relación a esto pensaba que posiblemente no sea fácil contar con la aceptación,
implicación, posicionamiento autocrítico del padre o la madre. Pues bien, serán los menos.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Pero serán.
Pensaba también: ¿son solamente los niños los que deben contar con un acompañamiento
terapéutico cuando aparecen problemáticas que requieran este apuntalamiento? Una
madre contaba en una reunión reciente que ella no se ha dado cuenta si su hijo quiere o
necesita compartir con sus amigos un momento social, como el cumpleaños de alguno de
sus compañeros de clase. Ella no lo ha percibido…no sabe.
Por otra parte me parece imprescindible contar, para la elaboración de los aspectos
formales, con el asesoramiento legal y técnico de un abogado.
Más adelante (mientras lo sigo clarificando) si les parece podemos trabajar sobre los
dispositivos, tanto para los niños como para los adultos.
Pero me interesa puntualizar en estos tres pilares de nuestro espacio, desde los que se
sustenta la idea del proyecto:
2) Un espacio donde esos niños encuentran la posibilidad de socializar con otros, con
necesidades especiales o sin ellas. Un espacio inclusivo, donde solo existe creación e
igualdad.
Por último, me parece esencial destacar el valor del trabajo interdisciplinario. En este
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
sentido me refiero a una clara y continua comunicación con el equipo externo que trabajase
con el niño (si lo hubiere) para planificar y programar los dispositivos artísticos
particulares. Y, por otra parte, destacar el trabajo interdisciplinario dentro del espacio, es
decir, entre nosotros.
Creo que pude ordenar algo de lo que tenía pensado. Eso es un buen comienzo. Espero que
este sea el primero de los muchos mails que nos enviemos sumando ideas y construyendo
críticamente nuestro espacio. ¡Salute estimados! Espero vuestras respuestas. Joaquín.
El escrito anterior fue solo el inicio de algo que aún se encuentra en proceso. Simplemente
un esbozo general de un enfoque que podría llevarse a cabo si se definiera con profundidad.
Pienso en un espacio colectivo que sostenga de manera grupal al otro, y construya desde
las experiencias. Con un encuadre y una conducción. Pero conformado por acompañantes
terapéuticos.
Por supuesto que esta propuesta también debería elaborarse más en profundidad, pero
creo que es un buen camino a seguir para la construcción de una práctica más
comprometida, responsable, crítica y profesional.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Consideraciones finales.
(apertura)
Cuando algo termina, necesariamente algo nuevo comienza. Cuando algo se cierra,
entonces habrá una apertura. Un final y un comienzo no pueden existir de manera
independiente, uno sin el otro. La circularidad es aparentemente innegable.
Considerar es cometer el acto de reflexionar con atención y detenimiento para formar una
opinión sobre algo.
Y quisiera, en este sentido, reflexionar acerca de un tema que considero central en la vida
de los seres sociales y humanos.
En realidad, y por menos que parezca, nos encontramos decidiendo a cada segundo. A cada
instante. Lo cierto es que muchas de esas decisiones que tomamos libremente nos
condicionan y determinan a nosotros mismos y, quizá, a nuestro entorno más próximo.
Tal como plantea la trama de la película titulada “El efecto mariposa”, según el cual el aleteo
de una simple mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo, nuestras
decisiones pueden estar afectando la realidad de otras personas y posiblemente esto pueda
no ser advertido por nosotros.
Como acompañantes terapéuticos pero, sobre todo, como personas y sujetos sociales que
somos.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Y nótese algo curioso. Casualmente, tomar una decisión implica, en algún punto,
determinar, definir, resolver, concluir. En definitiva, terminar, poner fin a algún asunto. Para
dar lugar a una nueva apertura, una nueva situación. Que, en tanto seres sociales somos,
insisto, afectará indefectiblemente a un otro.
Mientras pensaba en la finalización de este libro, pretendía poder hacer un cierre que diera
lugar a una nueva apertura.
Una invitación que nos convoque a replantear el uso de los teléfonos móviles al momento
de compartir un almuerzo, una charla. A mantener una conversación cara a cara, y no a
través de una aplicación que facilita la distancia, la urgencia, lo inmediato por sobre la
profundidad de dos cuerpos que se encuentran, se miran, se escuchan y sostienen. O
simplemente se extrañan.
Una invitación que, además, nos convoque a la autocrítica hacia la construcción de seres
más comprometidos socialmente. Una invitación que nos acerque a cuestionar a aquellos a
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
los que les otorgamos la responsabilidad de conducir los destinos de los pueblos, como
también a reconocerlos y celebrarlos en sus aciertos. A conocerlos en profundidad a la hora
de elegirlos, para poder sostener sólidamente nuestras decisiones. Elijo extender una
invitación a mirar al otro, ese sin el cual no somos. Aquel que nos devuelve, ciertamente,
eso que somos.
Los invito a olvidar las modas y las estéticas, y a encontrar lo que realmente nos quede a
medida. A buscar muchas fuentes de información y concluir por cuenta propia, más allá de
lo que nos diga el mismo de siempre. Los invito a que nunca un canal solito diga la verdad.
Los invito a pensar en el otro al momento de tomar una decisión. Los invito a escapar de la
ambición y el individualismo, para acercarnos cada vez más inmaterialmente.
Y así concluye este libro, invitando a una apertura a ustedes. La decisión será de cada
quien.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
AGRADECIMIENTOS
A Rocío, mi compañera de vida y mamá de nuestro hermoso Mateo, que me banca en todas,
de la mano, con ese amor del más sano que se pueda conocer. Y, por supuesto a él, ese
maravilloso ser que ilumina nuestros días, siempre lleno de sonrisas.
A mis hermanos, que siguieron este proceso cada uno a su manera, bien distintos, tan
únicos: Lucas, Agustín y Clarita.
A esa inmensa escritora y profesional, pero antes persona y militante de la vida, que nos
regaló a todos un hermoso prólogo con su magia literal. ¡Gracias Victoria Nasisi!
A la encargada de que mis escritos se entiendan y sean coherentes, con su gran aporte
correctivo (dicen que a veces viene bien, según la ocasión): María Carreras, ¡genia!
A Gisele Wagner, diseñadora y dibujante, quien puso imágenes entre tanto texto,
resumiendo y simbolizando increíblemente esas ideas que daban vueltas de manera
insistente, debajo de cada título.
A Nicolás Gelosi, ese gran amigo que me presentó la vida y que supo despertarme a tiempo,
y para siempre. ¡Gracias titán!
A los hermosos niños con los que trabajo, quienes se esfuerzan cada día para que este
mundo en el que vivimos pueda comprenderlos mejor. Y a sus familias, que acompañan ese
caminar y bancaron este proyecto desde el comienzo.
A la institución donde trabajo, sus directivos, docentes y colegas, con los que convivo de
lunes a viernes y facilitaron muchos documentos y relatos.
Y a mis familiares y amigos, que siempre estarán: Tincho, Meli, Guido, Lau, Luchi, Santi, ¡a
la familia entera llamada Felix y los sin Fritz!, Adri, Jime, Cata, Grego, Palo, Agos, Juli,
Richard, Gina, Mali, Manu, Pepe, Nico, Eri, Santi, ¡Selvi! A mis viejos. GRACIAS mayúsculas a
todos ellos.
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Soy acompañante terapéutico. Implicancias y propuestas
Y, por supuesto, a usted. Por reconocer en este libro una buena alternativa.
Gracias.
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