CURSO Hoy
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ANEXO DE CASOS
CURSO
“NEOCONSTITUCIONALISMO”
CURSO “NEOCONSTITUCIONALISMO”
UNIDAD I: NEOCONSTITUCIONALISMO
El recurso de agravio constitucional interpuesto por doña Teodomira Pizango García Vda. de Vílchez contra la resolución de fojas 40,
su fecha 7 de junio de 2013, expedida por la Segunda Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, que declaró improcedente la
demanda de autos; y,
ATENDIENDO A
1. Que con fecha 11 de setiembre de 2012, la recurrente interpone demanda de amparo contra el Servicio de Agua Potable y
Alcantarillado de Lima (Sedapal), manifestando que se vienen lesionando sus derechos fundamentales al agua potable, a la dignidad, a
recibir un trato razonable y su derecho de petición, pues el emplazado se niega a acceder a su pedido de instalación de medidor de
agua potable a su nombre pese a cumplir los requisitos necesarios para recibir el referido servicio. Manifiesta que desde el 27 de abril
de 2007 fue despojada del servicio de agua por don Teófilo Augusto Vílchez Ordóñez a través de su apoderada doña María Luisa
Vílchez Ordóñez, coherederos de su fallecido esposo don Teófilo Vílchez Altamirano y con quienes viene litigando la propiedad del
inmueble que habita; y que a consideración de la empresa demandada, no tiene derecho a peticionar el servicio de agua por encontrarse
en proceso judicial la titularidad del derecho de propiedad del inmueble donde ha solicitado la instalación del servicio, obligándola a
adquirir agua potable de sus vecinos, lesionando sus derechos.
2. Que el Primer Juzgado Constitucional de Lima, con fecha 13 de setiembre de 2012, declaró improcedente la demanda por
estimar que el proceso contencioso administrativo es idóneo para evaluar la pretensión demandada.
3. Que la Sala revisora confirmó la apelada por estimar que la recurrente previamente debe recurrir ante la Superintendencia
Nacional de Servicios de Saneamiento para reclamar su pretensión.
4. Que este Tribunal en anterior jurisprudencia ha reconocido que el derecho fundamental al agua potable es un derecho de
naturaleza prestacional, cuya concretización corresponde ser efectuada por el Estado a través de empresas concesionarias, pues el
disfrute de este recurso, a su vez, implica garantizar a los ciudadanos sus derechos fundamentales a la salud, a la dignidad, al trabajo y
al medioambiente, entre otros derechos (Cfr. STC N.° 1985-2011-PA/TC, STC N.° 6546- 2006-PA/TC, STC N.° 3668-2009-PA/TC,
entre otros)
Asimismo, se ha establecido que el Estado tiene la obligación de garantizar este servicio cuando menos en tres condiciones esenciales:
el acceso, la calidad y la suficiencia. Así, se ha resaltado lo siguiente:
[En cuanto al acceso] varios pueden ser los referentes: a) debe existir agua, servicios e instalaciones en forma físicamente cercana al
lugar donde las personas residen, trabajan, estudian, etc.; b) el agua, los servicios y las instalaciones deben ser plenamente accesibles
en términos económicos, es decir, en cuanto a costos deben encontrarse al alcance de cualquier persona, salvo en los
casos en
que por la naturaleza mejorada o especializada del servicio ofrecido, se haya requerido de una mayor inversión en su habilitación; c)
acorde con la regla anterior, no debe permitirse ningún tipo de discriminación o distinción cuando se trata de condiciones iguales en el
suministro del líquido elemento. Desde el Estado debe tutelarse preferentemente a los sectores más vulnerables de la población; d)
debe promoverse una política de información permanente sobre la utilización del agua así como sobre la necesidad de protegerla en
cuanto recurso natural.
La calidad, por su parte, ha de significar la obligación de garantizar condiciones plenas de salubridad en el líquido elemento así como
la necesidad de mantener en óptimos niveles los servicios e instalaciones con los que ha de ser suministrado. Inaceptable por tanto
resultaría que el agua pueda ser dispensada de una forma que ponga en peligro la vida, la salud o la seguridad de las personas,
debiéndose para tal efecto adoptar las medidas preventivas que resulten necesarias para evitar su contaminación mediante
microorganismos o sustancias nocivas o incluso mediante mecanismos industriales que puedan perjudicarla en cuanto recurso natural.
Similar criterio ha de invocarse para los servicios o instalaciones cuyo deterioro natural no debe servir de pretexto para la generación
de perjuicios sobre el líquido elemento. Cumplido su periodo natural de existencia, dichos servicios o instalaciones deben ser
sustituidos por otras que ofrezcan iguales o mejores estándares de calidad.
La suficiencia, finalmente, ha de suponer la necesidad de que el recurso natural pueda ser dispensado en condiciones cuantitativas
adecuadas que permitan cuando menos satisfacer las necesidades elementales o primarias de la persona, como aquellas vinculadas a
los usos personales y domésticos o aquellas referidas a la salud, pues de ellas depende la existencia de cada individuo. El agua, en
otras palabras, siendo un bien cuya existencia debe garantizarse, tampoco puede ni debe ser dispensada en condiciones a todas luces
incompatibles con las exigencias básicas de cada persona. (STC N° 6534- 2006-PA/TC, FJ 22 a 24)
5. Que de lo expuesto se advierte que el proceso de amparo sí resulta ser la vía idónea para solicitar la tutela jurisdiccional del
derecho al agua potable por ser este un servicio necesario e indispensable para el desarrollo habitual de todo ciudadano, más aún
cuando en el presente caso se plantea que el corte del servicio se habría producido presuntamente por parte de un tercero que se viene
atribuyendo el derecho de propiedad del inmueble que habita la recurrente (que en la actualidad se encontraría en litigio), situación que
este Colegiado ha considerado en anterior jurisprudencia como un acto que lesiona la dignidad del usuario del servicio por encontrarse
prohibida la justicia por propia mano (Cfr. STC N.° 3668-2009-PA/TC); y que el acceso al agua potable no se encuentra
necesariamente supeditado a la acreditación del derecho de propiedad del lugar donde se solicita el servicio, sino vinculado a las
necesidades de los ciudadanos, las cuales no implican que la empresa prestadora del servicio implemente un sistema permanente de
distribución continua de agua, sino el establecimiento de medidas razonables que permitan cubrir la necesidad del servicio de acuerdo
con estándares mínimos de distribución y calidad (Cfr. STC N.° 1573-2012-PA/TC), razón última por la que la negativa de Sedapal a
instalar el servicio de agua a la demandante, presuntamente estaría incidiendo de manera negativa en el citado derecho.
6. Que en consecuencia, este Colegiado considera que los hechos alegados por la demandante sí tienen incidencia constitucional
directa sobre los derechos fundamentales invocados, razón por la cual al haberse producido un indebido rechazo liminar, corresponde
admitir a trámite la demanda para abrir el contradictorio y evaluar la controversia planteada, disponiéndose que el Juzgado de origen
admita a trámite la demanda de autos y corra el traslado a Sedapal, a don Teófilo Augusto Vílchez Ordóñez y a doña María Luisa
Vílchez Ordóñez.
Por estas consideraciones, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la Constitución Política del Perú
RESUELVE
Declarar NULO todo lo actuado desde fojas 25 y, en consecuencia, ordena que el Primer Juzgado Constitucional de Lima proceda a
admitir a trámite la demanda y a resolverla dentro de los plazos establecidos en el Código Procesal Constitucional.
Publíquese y notifíquese.
SS.
URVIOLA HANI ETO CRUZ ÁLVAREZ MIRANDA
CURSO “NEOCONSTITUCIONALISMO
/\
UNIDAD III: PRÁCTICA DEL NEOCONSTITUCIONALISMO
V y
3° JUZGADO FAMILIA DE CUSCO - S.ExMeson Urb. La Florida C-14
EXPEDIENTE : 01305-2012-0-1001-JR-FC-03
MATERIA : INTERDICCION
JUEZ : EDWIN ROMEL BEJAR ROJAS
ESPECIALISTA : JOSELIN PEZO HUALLPA
CURADOR : ARREDONDO HUAMAN, OFELIA
MINISTERIO PUBLICO : 3RA FISCALIA CIVIL Y DE FAMILIA DEL CUSCO ,
DEMANDADO : VELASQUEZ CIPRIAN, RUBEN
VELASQUEZ CIPRIAN, WILBERT
VELASQUEZ CIPRIAN, MILAGRO Y CORINA DEMANDANTE : CIPRIAN VDA
DE VELASQUEZ, MARTA ROSALVINA
SENTENCIA
Resolución N° 32
Cusco, quince de Junio
Del año dos mil quince.
1. ANTECEDENTES
DE LA DEMANDA:
1.1. - PRETENSIÓN: Conforme se tiene del escrito de demanda de Páginas 22 y
siguientes, MARTA ROSALVINA CIPRIAN DE VELAZQUEZ interpone demanda contra
WILBERT, RUBEN, CORINA Y MILAGROS VELÁSQUEZ CIPRIAN, con la pretensión de
Declaración Judicial de interdicción civil y nombramiento de curador, a efectos de que se
declare interdictos a WILBERT Y RUBEN VELÁSQUEZ CIPRIAN por tener esquizofrenia y
se nombre como curadora a la recurrente.
2. - DE LA CONTESTACIÓN DE LA DEMANDA.
2.1. - Por escrito de páginas 54 y siguientes, Corina y Milagro Velásquez Ciprian,
absuelven la demanda allanándose a la misma, argumentando lo siguiente:
Que ambas demandadas refieren ser hermanas de los demandados.
Que desde hace 20 años atrás las suscritas conocen de la enfermedad de sus hermanos
lo cual les impiden tener una vida autónoma e independiente como mayores de edad,
dependiendo a la fecha de su señora madre.
1
Refieren que la enfermedad que presentan sus hermanos es muy grave y que a la fecha
por trámites burocráticos no vienen siendo debidamente atendidos medicamente en el
seguro social ni pueden acceder a la pensión de orfandad por su incapacidad por parte de
su progenitor.
2.2. - Por escrito de páginas 127 y siguientes, Ofelia Arredondo Huamán, curadora
procesal de los demandados presuntos interdictos Wilbert y Rubén Velásquez Ciprian,
absuelve la demanda, para lo cual se remite a los mismos fundamentos de la
interposición de la demanda agregando que toda persona que afirma un hecho está en la
imperiosa necesidad de acreditarlo con prueba evidente y fehaciente para que la
pretensión sea declarada fundada.
1. - AUTO ADMISORIO: Por Resolución N° 02 de fecha 13 de Agosto del 2012 (P. 31),
se admitió a trámite la demanda, sustanciándose en la vía del proceso sumarísimo, con
citación del Ministerio Público; notificándose con la demanda y el auto Admisorio a las
partes conforme a las cedulas de páginas 32 al 41.
2. - Curador Procesal: Mediante resolución N° 08 (P. 91) se resuelve nombrar
curadora procesal de los demandados presuntos interdictos Wilbert y Rubén Velásquez
Ciprian a la abogada Ofelia Arredondo Huamán.
3. - ABSOLUCIÓN DE LA DEMANDA:
3.1. - Por Resolución N° 07 (P. 80) se da por contestada la demanda de las demandadas
Corina y Milagros Velásquez Ciprian.
3.2. - Por Resolución N° 11 (P. 129) se da por contestada la demanda de la curadora
procesal Ofelia Arredondo Huamán, y se da el verificativo para la audiencia única el 21
de marzo del 2013.
4: AUDIENCIA ÚNICA: Verificada el 21 de marzo del 2013 (P. 152 al 157), en la que se
saneó el proceso, se fijó punto controvertido, se admitieron y actuaron las pruebas.
2
5.2. Por res. N° 21 ( pág. 245-247) se admitió como prueba de oficio el informe de la
Corte Superior de Justicia del Cusco, el informe que debe emitir la ONP, los certificados
de discapacidad de ambos y otras.
DICTAMEN FISCAL
II. FUNDAMENTOS:
DELIMITACIÓN DE LA CONTROVERSIA:
1. - De la revisión y análisis de la demanda, las contestaciones a la demanda y de lo
actuado en el proceso, se tiene que Rosalvina Ciprian viuda de Velásquez interpone
demanda de interdicción contra sus hijos Wilbert y Rubén Velásquez Ciprian (personas
con discapacidad sicosocial con esquizofrenia paranoide), a fin de que se les declare
judicialmente interdictos y se les nombre un curador, en aplicación de lo dispuesto por
los artículos 43 y 44 del Código Civil, que determina la incapacidad absoluta y relativa de
ejercicio; en ese contexto a efectos de resolver el presente caso, es de observar lo
siguiente:
1.1. Antes de ingresar en el análisis de los argumentos de la demanda y si corresponde
declarar la interdicción de los demandados quienes son personas con discapacidad
sicosocial, éste juzgado, entiende que A EFECTOS DE LA SENTENCIA es pertinente
DESARROLLAR preliminarmente sobre los derechos de las personas con discapacidad y la
normatividad internacional y nacional vigente; la capacidad jurídica de las personas con
discapacidad, su problemática en su reconocimiento, su tratamiento en nuestro país y
por la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad; y la aplicación
del control difuso de convencionalidad como mecanismo de protección de los derechos de
las personas con discapacidad.
1.2. El segundo asunto del que se ocupará esta sentencia analizando el caso, es
determinar si al aplicarse el numeral 2 del artículo 43 o numerales 2 y 3 del artículo 44
del Código Civil referidos a la incapacidad absoluta y relativa de ejercicio como causal de
interdicción invocados en la demanda, se vulnera el derecho al igual reconocimiento de la
capacidad jurídica de los demandados en su condición de personas con discapacidad
sicosocial y si es posible aplicar el control difuso de convencionalidad para el caso
concreto.
1.3. Asimismo, es objeto de la presente sentencia, determinar si es posible establecer a
favor de los demandados un sistema de apoyo para la toma de decisiones y establecer
salvaguardas, en especial, en relación con el ejercicio del derecho de acceso a la pensión,
considerando que el motivo por el cual se solicita la interdicción de los demandados es a
fin de que pueda tramitarse a su favor la pensión de orfandad por incapacidad de su
causante su progenitor por el Poder Judicial y la Oficina de Normalización Previsional, en
adelante la ONP, esto en razón que se les exige para acceder a la referida pensión como
requisito adjuntar la resolución judicial de interdicción de sus hijos y nombramiento de
curador.
3
vista paternalista y asistencialista, lo cual invisibilizaba sus derechos, requiriendo en todo
momento la intervención de un tercero que actúe en su nombre.
A partir del siglo XXI, el concepto de la discapacidad ha venido experimentando cambios,
entendiéndose ahora como una cuestión de derechos humanos. Así, la discapacidad es
abordada desde la dignidad intrínseca de todo ser humano, y la valoración y el respeto
de las diferencias. El problema ya no se sitúa en las personas con discapacidad, sino en
la sociedad que no considera ni tiene presente sus necesidades. 1
Asimismo, No se puede generalizar a la "discapacidad" como si existiera solo una, sino
de "discapacidades" al existir diferentes tipos de deficiencias y barreras. También es un
error considerar que todas las personas con discapacidad tienen el mismo grado de
afectación y que requieren el mismo tipo de atención.
2.2. Actualmente, se reconoce la diversidad en la condición de las personas con
discapacidad, su derecho a tener caiidadde vida y se advierte la necesidad de eliminar
barreras sociales y físicas que entorpecen su participación en la sociedad que se centra
en la dignidad y respeto a las personas y no en sus deficiencias físicas, mentales,
intelectuales o sensoriales. Bajo este paradigma entendemos que una persona puede
tener una deficiencia pero la sociedad, con impedimentos sociales, culturales y físicos,
crea una discapacidad en sí al dificultar su inclusión y participación plena y efectiva en
igualdad de condiciones.
2.3. No obstante el reconocimiento de sus derechos, en la práctica las personas que
viven con alguna discapacidad han visto restringido el ejercicio de sus derechos, siendo
históricamente objeto de discriminación por los prejuicios que los rodean, lo que ha
determinado que las PCD no cuenten con las mismas oportunidades que la población en
general, enfrentándose a barreras de mayor intensidad para el desarrollo de su vida.
Entre otros aspectos, las PCD encuentran dificultad para recibir educación y una atención
de salud adecuada, para conseguir empleos, participar en la política, económica y social
del país, y desenvolverse en el ámbito personal, e incluso para el ejercicio de sus
derechos políticos. Estas dificultades varían en atención a distintos factores, como por
ejemplo, el sexo y la situación económica.
El Informe mundialsobre la discapacidad, elaborado por la Organización Mundial de la Salud, ha
destacado los siguientes obstáculos: políticas y normas insuficientes; actitudes negativas
(creencias y prejuicios); prestación insuficiente de servicios; problemas con la prestación
de servicios; financiación insuficiente; falta de accesibilidad en términos generales para
lugares públicos, sistemas de transporte, información; falta de consulta y participación
en las decisiones que los afectan de manera directa; y la falta de datos y pruebas.
1 PALACIOS, Agustina y Francisco BARIFFI, La discapacidad como una cuestión de derechos humanos. Una aproximadón a la Convención Internadonal sobre ios Derechos de las Personas con Discapaddad. Gnca: Madrid, 2007.
4
SODIS, CONFENADIP, SPSD, se vienen registrando vulneraciones a los derechos de las
personas con discapacidad, tales como la discriminación por razón de discapacidad, la
denegación de ajustes razonables, el reconocimiento a su capacidad jurídica, la
accesibilidad, acceso a la justicia, entre otros, por ello, es necesario conocer en forma
sucinta, los aspectos más importantes de las normas vigentes a nivel internacional y
nacional que regulan sus derechos, especialmente la Convención sobre los Derechos de
las personas con discapacidad, la nueva Ley general de las personas con discapacidad,
así como, jurisprudencia sobre el tema.
4 BRIEL PORTERO, Isabel, Los derechos de las personas con discapacidad. Valencia: Tirant Lo Bianch, 2011. p,113,
5 Convención sobre los Derechos de las personas con discapacidadArtícuio 1.
6 Ver: PALACIOS, Agustina y otros, El Modelo de la Diversidad, La bioética y los Derechos Humanos como Herramientas para alcanzarla plena dignidad en la diversidad funcional, Diversitas Ediciones, Madrid2006 pp 37-55
5
problema, sino las limitaciones de la sociedad para prestar servicios apropiados y
asegurar adecuadamente que las necesidades de las PCD sean tenidas en cuenta. Esta
distinción es de suma importancia pues al tomarse conciencia de los factores sociales que
integran el fenómeno de la discapacidad, las soluciones no se elaboran apuntando
individualmente a la persona afectada, sino más bien se encuentran dirigidas hacia la
sociedad, o teniendo muy presente el contexto social en el cual la persona desarrolla su
vida.
El cambio de paradigma descrito apuntala también la autonomía de la persona con
discapacidad para decidir respecto de su propia vida. 8 La CDPD aboga por la autonomía
personal de las personas con discapacidad, incluyendo la libertad de tomar sus propias
decisiones.9 La autonomía, como valor asociado a la dignidad, entraña la apertura un
espacio libre o sin restricciones para la acción voluntaria basada en la conciencia y las
elecciones libremente adoptadas de la persona.10 Las sociedades, sin embargo, a menudo
no toman en serio la autonomía de las personas con discapacidad intelectual o
psicosocial, limitando al mínimo sus espacios de toma de decisiones o restringiéndola por
completo. En ese sentido, el modelo social o de derechos humanos debe constituir el
trasfondo de interpretación de todos los derechos reconocidos por la CDPD, incluyendo el
derecho de las personas con discapacidad al igual reconocimiento de su capacidad
jurídica.11
3.4. Definición de discapacidad.- La discapacidad se define como la interacción entre
las personas con deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales y las barreras
debidas a la actitud y al entorno que impiden su participación plena y efectiva en la
sociedad, en igualdad de condiciones con las demás. La causa de la discapacidad no está
en la persona o sus características físicas o mentales sino en la sociedad, por ello, los
problemas que enfrentan las PCD no son un resultado de la deficiencia de la persona sino
más bien consecuencias de las barreras existentes en la sociedad, las cuales pueden ser
físicas, de actitud, jurídicas, informativas, o cualquier otro tipo de barrera que provenga
de la falla de una sociedad o cultura en darle cabida a una persona.12 Consecuentemente,
el Estado tiene la obligación de hacer frente a los obstáculos creados por la falta de
conciencia del propio Estado y la sociedad hacia la diferencia que representa la
discapacidad; todo con el fin de promover y garantizar el pleno respeto de la dignidad y
la igualdad de derechos de todas las personas.
3.5. Accesibilidad y Diseño Universal.- Es el paradigma de mayor innovación que
establece la CDPD. Se dirige a combatir la discriminación y asegurar la igualdad de
oportunidades, contiene el mandato de transformación de entornos; es decir, se pasa de
instalaciones, bienes y servicios que son inaccesibles y excluyentes para muchos a la
obligación de diseñar, adecuar y construir entornos, instalaciones, bienes y servicios que
deben ser incluyentes y accesibles para todos. Asimismo, corresponde a este paradigma
la existencia de obligaciones tanto de entidades públicas y privadas de brindar ajustes
razonables, adecuadas a las necesidades individuales de las personas con discapacidad,
para el ejercicio pleno de todos sus derechos. Su objetivo es ofrecer entornos y
productos cuyo uso resulte cómodo, seguro y agradable para todos, incluidas las PCD;
vale decir, aspira a la realización de la accesibilidad universal. 13 Así también, la
accesibilidad física o informativa es un medio que el Estado debe garantizar para que las
personas con discapacidad física o sensorial puedan ejercer, sin limitaciones, los
derechos a la libre movilidad o de información y expresión; la rampa no es un derecho,
es un instrumento para el disfrute de un derecho; lo mismo podemos decir del Braille y
de la lengua de señas de nuestros países, o el uso de programas informáticos y
8 VASQUEZ ENCALADA, Aberto. El camino a la libertad. La capacidadjurídica de las personas con síndrome Down en el Perú. SPSD, 2012. p.7.
10lOIbíd. p.13.
11 Artículo 12 de la CDPD.
6
tecnología como lectores de pantalla, magnificadores, telelupas, que permiten que la PCD
se desenvuelva en condiciones de igualdad frente a los demás.
Los ajustes razonables implican adaptar determinado entorno o servicio a las
necesidades específicas de una PCD; constituyen medidas específicas de accesibilidad
para un caso concreto, que se adoptan cuando no ha sido posible prever el diseño para
todos.14 Cabe indicar, que el denegar los ajustes razonables también constituye
discriminación por motivo de discapacidad.
3.6. Capacidad Jurídica de la PCD.- Constituye otro paradigma trascendente de la CDPD.
En su artículo 12 reconoce la capacidad jurídica de las PCD en igualdad de condiciones
que las demás. Se trata de poner fin a cualquier situación de discriminación e
indefensión. En concreto, subraya la necesidad de respetar sus derechos, voluntad y
preferencias e insta a tomar "todas las medidas que sean pertinentes y efectivas" para
garantizar el derecho de las PCD a ser propietarias, heredar bienes, controlar sus
asuntos económicos, acceder en igualdad de condiciones a préstamos bancarios o no ser
privadas de sus bienes de "manera arbitraria".
Este planteamiento supone un cambio en el modelo a la hora de regular la capacidad
jurídica de las PCD, en particular de aquellas que pueden requerir la intervención de un
tercero para el ejercicio de sus derechos, como las personas con discapacidad intelectual
y psicosocial. Así, mientras que el modelo tradicional propone un sistema de
"representación" o "sustitución" en la toma de decisiones (a través de interdicción o la
curatela), el modelo propuesto por la Convención aboga por un sistema de "apoyos". La
Convención, de este modo, obliga a los Estados a replantear la manera como han venido
abordando la "capacidad jurídica" de las personas con discapacidad en sus legislaciones
internas.
3.7. PRINCIPIOS.- En su artículo 3, la CDPD establece los principios generales que son
aplicables para la interpretación en la aplicación y mayor respeto de los derechos de las
personas con discapacidad, como: El respeto de la dignidad inherente, la autonomía
individual, incluida la libertad de tomar las propias decisiones, y la independencia de las
personas; La no discriminación; La participación e inclusión plenas y efectivas en la
sociedad; El respeto por la diferencia y la aceptación de las personas con discapacidad
como parte de la diversidad y la condición humanas; La igualdad de oportunidades; La
accesibilidad; La igualdad entre el hombre y la mujer; El respeto a la evolución de las
facultades de los niños y las niñas con discapacidad y de su derecho a preservar su
identidad.
3.8. Obligaciones del Estado.- Es importante precisar que no es que la Convención haya
creado nuevos derechos a favor de las personas con discapacidad, pues son los mismos
que se encuentran reconocidos para todas las personas. Lo que sucede es que al existir
entornos sociales y culturales que subestiman, discriminan y excluyen a las PCD, y de
entornos físicos no accesibles y servicios no accesibles, se multiplican las violaciones de
derechos humanos de las personas con discapacidad, por lo que era indispensable que la
Convención no sólo aclare que los Estados no deben discriminar a las personas con
discapacidad, sino que también establece las numerosas medidas que los Estados deben
adoptar a fin de crear un entorno que permita que las personas con discapacidad gocen
de verdadera igualdad en la sociedad. Por ejemplo, la adopción de medidas para
asegurar la accesibilidad del entorno físico y de la tecnología de la información y las
comunicaciones. Asimismo, los Estados están obligados a lograr que haya mayor
conciencia, promover el acceso a la justicia, asegurar la movilidad personal y recopilar
datos desglosados en relación con la Convención. De esta forma, la Convención
profundiza mucho más que otros tratados de derechos humanos en la determinación de
las medidas que los Estados deben adoptar a fin de impedir la discriminación y lograr la
14 Ibíd. Op.cit p.68-69. Los autores destacan que es imposible garantizarla accesibilidad universal a través de la sola estrategia de diseño para todos dadas las infinita situaciones que
7
igualdad para todos.
16 Ibid.
8
jurídica, la problemática existente de cómo esto afecta a las personas con discapacidad
intelectual y sicosocial, la regulación nacional sobre la materia, lo establecido en el
artículo 12 de la CDPD y la Observación General N° 01 sobre el tema del Comité de
Naciones Unidas de la CDPD, para lo cual se ha tomado como referencia doctrina
especializada y lo desarrollado al respecto por las organizaciones de PCD en el Perú.20
20 Véase lo señalado porSODISen el amicus presentado y el infórme El camino a la libertad, La capaddadjurídica de las personas con síndrome Down en e Perú,
21 BARIFFI, Francsco, "Capacdadjurídica y capacdad de obrarde las personas con discapacdad a la luz de la Convención de la ONU" En: PEREZ BUENO, L. C. (Dir.), Hacia un Derecho de la Discapacdad, Estudios en homenaje al Profesor Rafael de Lorenzo, Pamplona: Thomson
22 NACIONES UNIDAS, Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Nacones Unidas. Informe presentado con ocasión de la Sexta reunión del Comité Especal de la Convencón sobre
Discapacdad, Tomado de: CapacdadJurídica y Discapacdad Cuaderno de Trabajo N° 1: Argentina. Congreso Permanente sobre Discapacdady Derechos Humanos, Cáceres, 2008, p,42.
23 FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. La capacidad de goce: ¿es posible su restriccón legal? En: Cathedra, Año III, N° 5, Palestra Editores, Lima, dicembre de 1999,
24 Ibíd,
25 Ibíd,
26 NACIONES UNIDAS, Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Informe presentado con ocasión de la Sexta reunión del Comité Especia! de la Convención sobre
29 NACIONES UNIDAS, Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas. Informe presentado con ocasión de la Sexta reunión del Comité Especial de la Convención sobre
30 GONZALES RAMOS, Karim, Capacidadjurídica de Zas personas con discapacidad, México D,F,: Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 2010, p,85,
9
estático) pero también la capacidad de ejercer dichos derechos o asumir obligaciones a
través de sus propias decisiones (elemento dinámico).31 El término genérico 'capacidad
jurídica' utilizado en el artículo 12 de la CDPD incluiría, por tanto, la capacidad de
ejercicio.
31 NACIONES UNIDAS, Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Informe presentado con ocasión de la Sexta reunión del Comité Especial de la Convención sobre
32 BACH, Michael, El derecho a la capacidad jurídica bajo la Convención de la ONUsobre los Derecho de las Personas con Discapacidad, Conceptos fundamentales y guía para reformarlas
10
En la actualidad las propias personas con discapacidad, las familias, las organizaciones
de personas con discapacidad y algunas entidades del gobierno a cargo de la inclusión
social de personas con discapacidad, por mencionar algunas, entienden la importancia de
asegurar el respeto de la capacidad jurídica de las personas con discapacidad y están
listas para asistirlas en el proceso de toma de decisiones conforme lo establece la CDPD,
pero esperan del Estado la derogación de las normas que restringen sus derechos.
11
decisiones por un sistema de apoyo en la toma de decisiones. Esto significa que los
Estados no deben negar a las personas con discapacidad su capacidad jurídica, sino que
deben proporcionarles acceso al apoyo que necesiten para tomar decisiones que tengan
efectos jurídicos.35
12
capacidad jurídica de una persona con discapacidad compromete notablemente su
capacidad de reivindicar, ejercer y hacer cumplir estos derechos.
6.5. El Comité de la CDPD y la Capacidad Jurídica de la PCD en el Perú.- El Comité
recomienda al Estado peruano que derogue la práctica de la interdicción judicial y revise
las leyes que permiten la tutela y la curatela con objeto de garantizar su plena
conformidad con el artículo 12 de la Convención. Le recomienda también que adopte
medidas para cambiar el modelo de sustitución en la toma de decisiones por uno de
apoyo o asistencia las personas con discapacidad en esa toma de decisiones que respete
su autonomía, voluntad y preferencias.39
Cabe señalar que en relación a la Capacidad Jurídica de la PCD conforme al artículo 12 de
la CDPD, el Comité ha emitido la Observación General N° 01, donde interpreta los
alcances del referido artículo, las obligaciones del Estado, y la aplicación de un sistema
de apoyo, debiendo erradicarse el sistema de sustitución asumido por los países parte;
señalando lo siguiente:
Las PCD en particular aquellas con deficiencias intelectuales o psicosociales- suelen
enfrentar distintas restricciones a su capacidad jurídica. 40 Esas limitaciones pueden estar
fundadas en el diagnóstico de una deficiencia (criterio basado en el estatus o condición);
en la adopción de decisiones que tienen consecuencias que se consideran negativas
(criterio basado en los resultados); o en la evaluación de la aptitud de la persona para
adoptar decisiones (criterio funcional).41
Existe un mal entendido general acerca del alcance exacto de las obligaciones de los
Estados partes en virtud del artículo 12 de la Convención. No se ha comprendido en
general que el modelo de la discapacidad basado en los derechos humanos implica pasar
del paradigma de la adopción de decisiones sustitutiva a otro que se base en el apoyo
para tomarlas.
39 NACIONES UNIDAS. Comité sobre los Derechos de fas Psrsonas con Discapacidad. Observaciones final de Comité a Perú CRPD/C/PER/CO/1. Fárrafo 25
40 NACIONES UNIDAS. Comité sobre los Derechos de fas Psrsonas con Discapacidad. Observación General No 1. CRPD/C/GC/1. Fárrafo 15.
41 Ibíd.
13
dispone que el "impedido que trabaja" es objeto de protección prioritaria por el Estado. 45
En relación con la capacidad jurídica, la Constitución Política admite la suspensión del
ejercicio de la ciudadanía por: i) resolución judicial de interdicción; ii) por sentencia con
pena privativa de la libertad; y iii) por sentencia con inhabilitación de los derechos
políticos.46 Es decir, nuestra norma suprema admite la posibilidad de que se restrinja la
capacidad jurídica de una persona por sentencia judicial. Una interpretación sistemática
de la Constitución Política, sin embargo, nos orienta hacia una lectura en el que se
reconoce la capacidad jurídica de todas las personas con discapacidad en igualdad de
condiciones que las demás.47
En efecto, de una lectura conjunta los artículos 1, 2 y 7 de la Constitución Política, en los
que se reconoce la defensa de la dignidad de la persona como fin de la sociedad y del
Estado y se prohíbe la discriminación por motivos de discapacidad, no podrían
establecerse restricciones a la capacidad jurídica en razón de la discapacidad de las
personas. Además, conforme a su Cuarta Disposición Final y Transitoria, "el contenido de
los derechos que reconoce la Constitución debe interpretarse de conformidad con la
DUDH y con los tratados sobre derechos humanos aprobados y ratificados por el Estado
peruano". En tal sentido, el derecho al igual reconocimiento de la capacidad jurídica, que
se desprende de los artículos 1, 2 numeral 2, 3 y 7 de la Constitución, debe ser
interpretado de conformidad con la CDPD.
B) . Código Civil.- El Código Civil de 1984 admite la posibilidad de restringir la
capacidad de ejercicio de distintos grupos de personas, incluyendo a personas con
discapacidad intelectual y mental, a través del proceso de interdicción Civil.
Si bien como regla general tienen plena capacidad de ejercicio de sus derechos civiles las
personas que hayan cumplido dieciocho años de edad, 48 pueden ser declarados
absolutamente incapaces (Numeral 2 Art. 43 CC) "Los que por cualquier causa se
encuentren privados de discernimiento" (personas con discapacidad intelectual y
sicosocial o mental); o relativamente incapaces (Numeral 2 y 3 Art. 44 CC) "Los
retardados mentales" y "Los que adolecen de deterioro mental que les impide expresar
su libre voluntad" (personas con discapacidad intelectual y psicosocial o mental),
además, los representantes legales de los "incapaces" ejercen los derechos civiles de
éstos, según las normas referentes a la patria potestad, tutela y curatela, Art. 45 CC.
La interdicción es el proceso judicial dirigido a declarar la "incapacidad" (relativa o
absoluta) de una persona mayor de edad delegando el ejercicio de su capacidad a un
curador.49 La curatela constituye una figura jurídica de protección y de guarda que tiene
como objeto suplir la capacidad de ejercicio de las personas consideradas "incapaces". 50
En ese sentido, la sentencia de interdicción además de constituir la incapacidad, también
somete al incapaz a dicho régimen de representación.
Es importante notar que si bien el artículo 571 del Código Civil establece criterios para
apreciar la incapacidad -que no puedan dirigir sus negocios, que no puedan prescindir de
cuidados y socorros permanentes o que amenacen la seguridad ajena-, dichos criterios
resultan sumamente amplios dejan un margen importante de arbitrariedad al juez y son
incompatibles con el derecho a la autonomía y a la igualdad en el disfrute de la
capacidad jurídica de las PCD, conforme la CDPD; ello ha generado, por ejemplo, que
aún bajo el marco legal vigente que exige la evaluación de las aptitudes y capacidades
de la persona (criterio por sí mismo contrario a la CDPD), se asuma que toda persona
con discapacidad intelectual y mental, por su sola condición, requiera estar sujeta a la
47 VILLAREAL, Carla. ''El reconocimiento de la capacidad jurídica de /as personas con discapacidad mental e intelectual y su incompatibilidad con los efectos jurídicos de la interdicción y la curate/a: Lineamientos para la reforma del Código Civil y para la imp/ementación de un
sistema de apoyos en el Perú". Tesis de Maestría en Derechos Humanos. Lima: PJCP, 2014. p.82.
49 Es importante notar, no obstante, que la sentencia de interdicdón debiera ser entendida como constitutiva y necesaria para la dedaración de incapacidad pues toda persona es capazpara obrarmientras no sea judicialmente declarada su incapacidad. Es decir, existe una
14
institución de la curatela.51
Como es evidente, el Código Civil se basa en un modelo de sustitución de toma de
decisiones: declarada la interdicción, el curador asume su representación. Además, no
contempla ningún mecanismo destinado a promover el modelo de apoyo en la toma de
decisiones. En este orden de ideas, la persona considerada incapaz, aún siendo mayor de
edad, pasa a ser representada por curador en todos los aspectos de su vida. La ideología
que subyace a esta regulación es que el curador debe sustituir a la persona en estado de
interdicción por considerar que aquella no tiene la capacidad para obligarse ni tomar
decisiones. Se trata de un sistema de sustitución completa de la persona a la cual
únicamente se le reconoce la denominada capacidad de goce, pero se le restringe total o
parcialmente la capacidad jurídica de ejercicio.
De tal manera, los artículos 43 y 44 del Código Civil contradicen lo dispuesto por el
artículo 12 de la CDPD que, conforme a la Cuarta Disposición Final y Transitoria de
nuestra Constitución Política, constituye un parámetro de interpretación vinculante en
relación al igual reconocimiento la capacidad jurídica de todas las personas con
discapacidad (capacidad de goce y de ejercicio). De igual modo, las funciones del curador
-proteger al incapaz, proveer en lo posible su restablecimiento, representarlo conforme al
grado de su incapacidad y colocarlo en un establecimiento adecuado de ser necesario 52-
contradicen abiertamente este mandado.53 En este sentido, la CDPD, que es parte del
bloque de constitucionalidad, contrasta con la legislación civil que adopta el modelo de
sustitución en la toma de decisiones y que perpetúa prejuicios hacia las personas con
discapacidad mental e intelectual en lugar de afirmar que "discapacidad no es
incapacidad".54
9.1 La persona con discapacidad tiene capacidad jurídica en todos los aspectos de la
vida, en igualdad de condiciones que las demás. El Código Civil regula los sistemas de
apoyo y los ajustes razonables que requieran para la toma de decisiones.
9.2 El Estado garantiza el derecho de la persona con discapacidad a la propiedad, a la
herencia, a contratar libremente y a acceder en igualdad de condiciones que las demás a
seguros, préstamos bancarios, hipotecas y otras modalidades de crédito financiero.
Asimismo, garantiza su derecho a contraer matrimonio y a decidir libremente sobre el
ejercicio de su sexualidad y su fertilidad.
curatela, no debe sercomprendida de manera absoluta. Debe interpretarse en cmbio, sobre la base de dos aspectos esenciales, como son: i) la relevancia que la decsión a tomar tiene
en la vida de la persona que adolece de una enfermedad mental; y, ¡i) el grado de dificultad que tiene la
persona que padece de la referida dolencia para evaluar y transmitirsu decisión. Estos elementos tendrán que sertomados en consideracón porel curador, así como por el juez encargado de resolver una contro versia sobre estas cuestiones, Precsamente la vulnerabilidad de estas
15
desarrollarse.
D) . Ley 29889.- Ley que modifica el artículo 11 de la Ley 26842, Ley General de Salud,
y garantiza los derechos de las personas con problemas de salud mental, publicada el 28
de junio del 2012, estableció en su artículo 2 lo siguiente: 2.1. Las personas con
discapacidad mental tienen los mismos derechos que las demás, sin perjuicio de las
medidas específicas establecidas en la legislación para promover su igualdad de
oportunidades. El Estado garantiza a las personas con discapacidad mental el apoyo
necesario para el ejercicio de su capacidad para obrar y la defensa de sus derechos (...).
De este modo, tanto el artículo 9 de la Ley 29973 como el artículo 2 de la Ley 26842
reconocen la capacidad de ejercicio de las personas con discapacidad mental o
psicosocial, contradiciendo lo dispuesto por distintos artículos del Código Civil.
A) . Comisión Revisora del Código Civil.- La Ley 29973, Ley General de la Persona con
Discapacidad, al momento de ser aprobada en una de sus disposiciones finales ordenó al
Congreso de la República la creación de una Comisión Especial encargada de revisar el
Código Civil en lo referido al ejercicio de la capacidad jurídica de las personas con
discapacidad y formular, un anteproyecto de ley de reforma del Código Civil 55.
Actualmente se encuentra en la Comisión de Justicia y Derechos Humanos de Congreso
el informe final de la mencionada Comisión, que incluye un anteproyecto de reforma que
busca que el Código Civil reconozca la capacidad jurídica de todas las personas con
discapacidad, sin excepciones, y se eliminen las limitaciones y restricciones existentes a
la capacidad de ejercicio de una persona en razón de su "falta de discernimiento" o
"deterioro mental". Adicionalmente, la Comisión ha propuesto un marco normativo que
regule los apoyos y salvaguardias necesarios para el ejercicio de la capacidad jurídica de
las personas con discapacidad. De conformidad con el texto adoptado, la discapacidad no
comporta en ningún caso una restricción de la capacidad de ejercicio y las personas con
discapacidad pueden designar representantes o contar con apoyos de su libre y
voluntaria elección, tanto a nivel administrativo o judicial.
16
un importante precedente en relación con el reconocimiento de la capacidad jurídica de
las personas con discapacidad. Mediante resolución del 26 de agosto del 2014, recaída
en el Expediente 25158-2013, el Segundo Juzgado Constitucional de Lima declaró
fundado amparo presentado contra una resolución judicial que había declarado interdicto
a un ciudadano de 52 años de edad por su condición de discapacidad.
Esta sentencia resulta paradigmática pues reconoce la autonomía y la capacidad jurídica
de las personas con discapacidad para tomar sus propias decisiones. En primer lugar, la
sentencia se fundamenta en la CDPD y define la discapacidad como un resultado de la
interacción entre la diversidad funcional y las barreras sociales que limitan y/o impiden la
participación social. A partir de ello, la sentencia cuestiona el concepto de "incapacidad"
y hace notar la necesidad de que las personas con discapacidad mental sean "acudidas
socialmente y respetadas en sus derechos, asumiendo esta condición y sensibilizando a
los organismos sociales, siendo tarea de los actores jurídicos, aún el cambio de modelo y
actualización de las categorías gramaticales y jurídicas a fin de tener un mejor trato y
designación para las personas con respeto de su dignidad".
En segundo lugar, la sentencia destaca que, de acuerdo a los fundamentos de la CDPD,
se debe avanzar del modelo de sustitución (interdicción civil) a un modelo de apoyo para
el ejercicio de la capacidad jurídica de las personas con discapacidad. La sentencia
enfatiza que, aún cuando se apliquen las normas del Código Civil actual, "debe
entenderse el Proceso de Interdicción en uno por el que, la protección de los derechos de
la persona con discapacidad es el fundamento principal de este proceso, que por
protección se entiende la más mínima restricción de sus derechos civiles y el
otorgamiento de un sistema de apoyo hacia esta persona para el goce completo de sus
derechos". Este sistema de apoyo, de acuerdo con la sentencia, puede ser variable según
la casuística y debe ser un reflejo del estado físico y mental de la persona. Finalmente, la
citada sentencia recomienda el inicio de un proceso de sensibilización en todo el sistema
de justicia, incluyendo los organismos gubernamentales relacionados con el tratamiento
de la salud mental, como el Ministerio de Salud y EsSalud, a fin de superar costumbre
procesal que corresponde al modelo de sustitución.
7.1. En forma concreta se puede señalar que el control de convencionalidad está referido
a que los jueces nacionales, en su calidad de representantes del Estado, se encuentran
en la obligación de preferir las normas de las Convenciones Internacionales de Derechos
Humanos a las normas provenientes de su derecho interno, esto en razón, de que el
Estado tiene la responsabilidad de disponer la adecuación de su derecho interno en aras
de cumplir con sus obligaciones internacionales, asumidas al suscribir y ratificar las
convenciones de Derechos Humanos, conforme al principio de derecho internacional de
buena fe en el cumplimiento de las obligaciones internacionales por parte del estado.
17
respaldan ésta nueva teoría:
B) . Poco tiempo después, la Corte Interamericana efectuó un análisis más profundo del
Control de convencionalidad en el caso Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado
Alfaro y otros) contra Perú, sentencia del 24 de noviembre del 2006; en su párrafo 128
señala expresamente: "Cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la
Convención Americana, sus jueces también están sometidos a ella, lo que les obliga a
velar porque el efecto útil de la Convención no se vea mermado o anulado por la
aplicación de leyes contrarias a sus disposiciones, objeto y fin. En otras palabras, los
órganos del Poder Judicial deben ejercer no sólo un control de constitucionalidad, sino
también "de convencionalidad" ex officio entre las normas internas y la Convención
Americana, evidentemente en el marco de sus respectivas competencias y de las
regulaciones procesales correspondientes ..." En tal sentido, impone la obligación de
velar por el cumplimiento de la Convención Americana, descrita como un deber, que
corresponde a todos los jueces, lo cual determina que en lugar de estar concentrado en
las Cortes Superiores se expanda a todas las instancias judiciales. Además, el precedente
añade que debe efectuarse de oficio, lo cual significa que no es imprescindible el pedido
de parte, estableciendo el carácter difuso y ex officio del control de convencionalidad.
56 Los hechos de! caso Almonacid Arellano contra Chile se vinculan con elhomiddio de Almonacid Aréiano el 16 de septiembre de 1976 porel régimen militarque gobernó Chile desde el 11 de septiembre de 1973, La investigadón sobre e/homiddO fue limitada porel Decreto-Ley
2191 (1978) porel cual el gobierno de factoconcedió una amnistía general a las Fuerzas Armadas,En
57 Caso La Cantuta vs. Perú, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 29 de noviembre de 2006. Serie C N:162, párr,
18
ha ratificado la doctrina sobre el control de convencionalidad de oficio. En el año 2010
pronunció dos sentencias de fuerte impacto debido no solo a los hechos analizados y a la
confirmación de la Corte IDH como intérprete final de la Convención Americana. En el
primer caso, Gómez Lund (Guerrilha do Araguaia) contra Brasil 58 (2010), la Corte
Interamericana entendió que era competente para realizar el control de convencionalidad
entre la ley de amnistía de Brasil y la Convención Americana, en forma contraria a lo
sostenido previamente por el Supremo Tribunal Federal de Brasil. En el segundo caso,
Cabrera García y Montiel Flores contra México 59 (2010) la Corte Interamericana defendió
el efecto persuasivo de su jurisprudencia sobre el control de convencionalidad, al
entender que los jueces y órganos judiciales vinculados a la Administración de Justicia
deben tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que del
mismo ha hecho la Corte, intérprete última de la Convención Americana.
Reparaciones y Costas, Sentencia de 20 de noviembre de 2007, Serie C N 169, párr. 79, Caso Heliodoro Portugal vs. Panamá. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas,
Sentencia de12de agosto de 2008, Serie C N186, párr. 180, Caso Rosendo Radilla Pacheco vs. Estados Unidos Mexicanos, Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia
de 23de noviembre de2009. Serie C N:209, párr, 339, Caso Manuel Cepeda Vargas VS. Colombia, Excepciones Preliminares, Fondo y Reparaciones, Sentencia de26 de mayo de2010, Serie C N: 213, párr. 208, nota 307, Comunidad
Indígena Xákmok Kásekvs, Paraguay, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 24 de agosto de 2010. Serie CN:214, párr, 311, Caso Fernández
Ortega y Otros VS, México, Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de 30 de agosto de 2010, Serie C N° 215, párr. 234, Caso Rosendo Cantó y Otra vs México, Excepción Preliminar, Fondo, Reparadones y Costas, Sentencia de 31 de agosto de 2010.
Serie C N° 216, párr, 219, Caso Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña vs, Bolivia, Fondo, Reparaciones y Costas, Sentencia de1de septiembre de 2010, Serie CN° 217, párr, 202, Cao Vélez Loor VS. Panamá, Excepcones preliminares, fondo, reparacones y costas,
58 En el caso Gómez Lund (Guerrilha do Araguaia) contra Brasil, se investigaba la detencón arbitraria, tortura y desaparicón forzada de 70 víctimas, campesinos y miembros del Partido
Comunista de Brasil, con motivo de las operacones realizadas porel Ejércto, entre 1972 y 1975, con el objeto de erradicara la Guerrilla do Araguaia, en el conteto de la dictadura militarde Brasil (1964-1985). El Supremo Tribunal Federal declaró improcedente, porsiete votos a dos,
la accón de incumplimiento planteada con la fna/idadde investigarlos hechos al considerar que la Ley de Amnistía 6683 representó, en su momento, una etapa necesaria en el proceso de recona/ación y redemocratizadón del país y que no se trató de una auto amnistía
59 En el caso, Cabrera Carca y Montiel Flores contra México Los hechos se produjeron en un conteto de importante presenca militaren el Estado de Guerrero, como respuesta estatal al
narcotráfco y a grupos arma dos como el Ejércto Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el Ejércto Popular Revolucionario (EPR), En una acción del Ejército, que tuvo lugar el2 de mayo de 1999, Cabrera Garca y Montiel ñores fueron sometidos a torturas mientras se
encontraban detenidos y bajo custodia de miembros del Ejérnto, El proceso penal que se realizó en contra de Cabrera Garca y Montiel Flores fue irregulary el Estado mexicano no fue diligente en
sancionara los responsables de los hechos porto cual la Corte IDHIo consideró responsable de violarla
CADH, La Corte IDHentendió que si bien el Estado tiene el derecho y la obl¡gadón de garantizarsu seguridad y mantener el orden público ,su poderno es ilimitado, pues tiene el deber, en todo momento, de aplicarprocedimientos conformes a derecho y respetuosos de los derechos
fundamentales, atodo individuo que se encuentre bajo su jurisdicción (párr. 87). La Corte IDHha enfatizado el extremo cuidado que los Estados deben observar al utilizar la Fuerzas Armadas como elemento de control de la protesta social, disturbios internos, vio/enca interna,
19
comprometido a adoptar, con arreglo a sus procedimientos constitucionales, las medidas
legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos tales derechos
y libertades (art. 2).La Convención Americana expresamente establece que el fallo de la
Corte Interamericana será notificado a las partes y transmitido a los Estados parte, lo
cual demuestra que lo decidido en el caso concreto tiene efectos de pauta persuasiva
para las Cortes Superiores y para los jueces de las diversas instancias nacionales. Lo cual
también se sustenta en una interpretación de buena fe, de acuerdo con el pacta sunt
servanta del art. 26 de la Convención de Viena sobre el derecho de los Tratados de 1969.
Las disposiciones internas según el art. 27 de la citada Convención de Viena no pueden
invocarse para incumplir el compromiso internacional.
7.4. En cuanto al Control Difuso de Convencionalidad se entiende que el estudio de una
ley interna bajo esta teoría conforme a lo ya expresado, debe hacerse de oficio, es decir,
aunque las partes no lo pidan, los Jueces deben analizar si una ley va o no en contra de
una Convención Internacional de Derechos Humanos, y por ello se llama "Control de
Convencionalidad Ex Officio". Acorde con lo ya referido, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos en sus sentencias emitidas en los últimos años, ha establecido que
todos los jueces deben garantizar la vigencia de los derechos previstos en la Convención
Americana de Derechos Humanos y en el supuesto que disposiciones internas violen esos
derechos deben declarar su invalidez mediante el control de convencionalidad, realizado
aún sin pedido de parte. Al materializar dicho control, los jueces nacionales están
obligados no solamente a aplicar la Convención Americana sino también la jurisprudencia
de la Corte.
7.5. En nuestra constitución, no se encuentra regulado el Control de Convencionalidad,
sino, el Control difuso de Constitucionalidad, conforme a lo previsto por el artículo 138 de
la Constitución Política del Estado que prescribe: "En todo proceso, de existir
incompatibilidad entre una norma constitucional y una norma legal, los jueces prefieren
la primera. Igualmente, prefieren la norma legal sobre toda otra norma de rango
inferior." Al respecto el Tribunal Constitucional lo define como un poder-deber del juez al
que el artículo 138 de la Constitución habilita en cuanto mecanismo para preservar el
principio de supremacía constitucional y, en general, el principio de jerarquía de las
normas, enunciado en el artículo 51 de nuestra norma fundamental. Sin embargo,
respecto a la aplicación de las Convenciones Internacionales en nuestro derecho interno,
diversos autores como Cesar Landa refieren que los Tratados Internacionales ocupan una
jerarquía superior al derecho interno: "Esta tesis uniformiza el Derecho y la
jurisprudencia nacional e internacional, bajo la primacía del Derecho internacional. En tal
sentido, se sigue la tesis que asumen la supremacía del tratado internacional sobre la
constitución- treaties supreme law of land-. Postulado que adquiere plena vigencia para
la defensa de los derechos humanos, en la defensa que la persona humana constituiría el
sujeto de Derecho internacional, incluso mejor protegido que el Estado." Similar criterio
adopta Eduardo Ferrer: "la supremacía constitucional se está redimensionando, a partir
del surgimiento del derecho internacional de los derechos humanos en la segunda mitad
del siglo pasado. (...) Lo anterior se admite en nuestra región, en donde CADH adquiere
una prevalencia superior respecto de cualquier norma interna (incluida las
constituciones), como se ha puesto en evidencia con la evolutiva jurisprudencia
convencional, que hace suponer una "supremacía convencional.". El Tribunal
Constitucional refuerza este mismo concepto al señalar que la norma internacional es de
aplicación general sin admitir pacto en contrario, es decir que el Convenio Internacional
ni siquiera puede ser contradicho por el ordenamiento constitucional.
7.6. - En ese contexto, en Reciente sentencia del Tribunal Constitucional 60 se ha
reconocido la obligación de todos los jueces no solo aplicar el control difuso, sino, el
control de convencionalidad conforme se aprecia de la sentencia del Exp. N° 04617-
2012-PA/TC Fun. 5, señaló: "Cuando el Tribunal Constitucional o el Poder Judicial, según
60 Véase la Sentencia de! Tribuna! Constitucional Exp, 00617-2012-PA/TC en: www. tc.gob.pe/jurisprudencia/2014/04617-2012-AA.pdf.
20
sea el caso, verifica la constitucionalidad de una norma, la no existencia de conflictos de
competencias entre órganos estatales, la no existencia de actos lesivos a los derechos
fundamentales de las personas, no está ejerciendo más que un control de
constitucionalidad. Pero la magistratura constitucional no sólo debe centrarse en ejercer
únicamente un control de constitucionalidad; sino que se encuentran en la obligación de
ejercer un control de convencionalidad, es decir, la potestad jurisdiccional que tienen los
jueces locales y la jurisdicción supranacional, que en nuestro caso está constituida por la
Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), para resolver controversias
derivadas de normas, actos y conductas contrarios a la Convención Americana de
Derechos Humanos, a los tratados regionales en materia de derechos humanos
ratificados por el Perú, al ius cogen y a la jurisprudencia de la Corte IDH".
7.7. Ahora bien, tanto el control de constitucionalidad como el control de
convencionalidad presentan fundamentos jurídicos distintos pues responden a su vez a la
necesidad de proteger e implementar instrumentos normativos de distinta naturaleza; de
un lado, la Constitución, norma matriz del ordenamiento jurídico estatal; y de otro lado,
Tratados Internacionales de Derechos Humanos; sin embargo, debe tenerse en cuenta,
que en principio el control de convencionalidad y el control de constitucionalidad
aparentan estar en planos jurídicos distintos, ya que el primero tiene su fundamento en
el Derecho Internacional mientras que el segundo, en el Derecho Constitucional, se trata
de instrumentos que tienen como finalidad última la defensa de los derechos de los
ciudadanos, de modo tal que corresponden ser utilizados de manera complementaria, a
efectos de tutelar los derechos establecidos tanto en la Constitución como en la
Convención Americana de Derechos Humanos, adoptando la interpretación que
contribuya al mejor desarrollo y optimización de tales derechos.
7.8. En tal virtud, se puede concluir que el Control de Convencionalidad incide, en primer
lugar, en el carácter de derecho interno de los tratados de Derechos Humanos incluyendo
prevalentemente la Convención Americana de Derechos Humanos y la obligación de
todos los niveles de las jurisdicciones del Estado de aplicarla en forma directa, incluso sin
petición expresa de las partes, es decir, aplicarla de oficio (Control Difuso de
Convencionalidad); y la segunda consiste en aplicar la interpretación que se haya hecho
de dichas convenciones, que para el caso de la Convención Americana, es realizada por
la Corte Interamericana de Derechos Humanos (intérprete final), lo cual supone cierto
grado de vinculación vertical con las Cortes Superiores.
7.9. Ahora bien, no debe perderse de vista que la aplicación del control difuso de
convencionalidad, no está referido únicamente a la aplicación de la Convención
Americana, sino, como lo ha referido la Corte IDH así como el Tribunal Constitucional
está referida a la aplicación de toda convención de Derechos Humanos que haya sido
suscrita y ratificada por el estado peruano; en ese contexto, conforme se ha desarrollado
en el fundamento tercero de la presente sentencia, la convención sobre los derechos de
las personas con discapacidad se encuentra suscrita y ratificada por el Perú y constituye
un tratado Internacional de Derechos Humanos jurídicamente vinculante que aborda de
manera específica los derechos Humanos de las personas con discapacidad, por tanto, el
Perú está obligado a cumplir con las normas y declaraciones que allí se registran. Esto
queda claramente establecido en el artículo 4 de la Convención, de cuyo contenido se
aprecia que los Estados Partes se comprometen a asegurar y promover el pleno ejercicio
de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas con
discapacidad sin discriminación alguna por motivos de discapacidad. A tal fin, los Estados
Partes deberán adoptar todas las medidas legislativas, administrativas y de otra índole
que sean pertinentes para hacer efectivos los derechos reconocidos en la presente
Convención; incluyendo medidas legislativas, para modificar o derogar leyes,
reglamentos, costumbres y prácticas existentes que constituyan discriminación contra las
personas con discapacidad; así como, abstenerse de actos o prácticas que sean
21
incompatibles con la presente Convención y velar por que las autoridades e instituciones
públicas actúen conforme a lo dispuesto en ella. En consecuencia, la Convención provee
a las PCD un marco más amplio sobre la legislación nacional, y otorga un marco jurídico
de mayor relevancia ante el cual recurrir y utilizar. Por ello, a fin de resguardar el
cumplimiento de la CDPD y el respeto de los derechos humanos de las personas con
discapacidad, es posible hacer uso del control difuso de convencionalidad, verificando en
cada caso concreto si lo establecido por la legislación interna, es incompatible con lo
señalado por la CDPD y afecta a la dignidad y derechos intrínsecos de la persona con
discapacidad. Esta obligación del Estado peruano de respetar y cumplir con los derechos
de las PCD señalados en la CDPD, se extiende al Poder Ejecutivo, sus órganos
desconcentrados y descentralizados, las instituciones constitucionalmente autónomas, las
empresas del Estado, los gobiernos regionales y las municipalidades. Asimismo, reconoce
la competencia vinculante del Comité sobre los Derechos de las Personas con
Discapacidad. Para lo cual, es necesario que el Estado mediante las entidades ya
señaladas asuma el compromiso de poner en vigencia las normas allí establecidas
mediante acciones concretas y en forma adecuada.
22
en el Juzgado, de cuyo contenido de sus respuestas se desprende que necesitan ser
declarados interdictos no obstante de no estar de acuerdo a fin de que se les respete su
derecho a su pensión y a la prestación de salud.
9.1. Conforme regula nuestra legislación, la acción para la declaración de Interdicción
está dirigida a establecer el estado de incapacidad de ejercicio de una persona mayor de
edad que por impedimento físico o mental no puede ejercer por sí mismos sus derechos 61
estando sujetos a curatela62, siempre que se encuentra incursa dentro de los supuestos
previstos por el artículo 43 inciso 2) y artículo 44 incisos 2) al 8) del Código Civil, tal
como se tiene de la norma legal que contiene el artículo 564 del citado cuerpo
normativo. Habiendo sido concebida como una institución de protección para los mayores
de edad, que no están en aptitud para dirigir su persona ni conservar sus bienes.
Siendo así, la presente demanda de interdicción Civil se sustenta en lo establecido por el
numeral 2 del artículo 43 y numerales 2 y 3 del artículo 44 del Código civil vigente,
dichas normas legales señalan lo siguiente:
9.2. Ahora bien, debe tenerse en cuenta que los demandados de los cuales se solicita su
interdicción son personas con discapacidad sicosocial conforme se tiene de sus
certificados de discapacidad que obran en el proceso, y al solicitarse su interdicción, lo
que se cuestiona en sí es el pleno ejercicio de su capacidad jurídica; al respecto, como ya
se ha desarrollado en los fundamentos dos a seis de la presente sentencia existe un
marco normativo nacional e internacional que reconoce sus derechos, en especial es de
observar la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad; por ello, se
debe determinar si las causales de interdicción previstas en los artículos 43 numeral 2 y
44 numerales 2 y 3 del Código civil son compatibles o no con lo dispuesto por el artículo
12 de la CDPD.
A ese respecto, el reconocimiento de la capacidad jurídica de las personas con
discapacidad ya ha sido desarrollada ampliamente a título ilustrativo en el fundamento
seis de la presente sentencia; sin embargo, es necesario reiterar que el artículo 12 de la
CDPD establece que todas las personas con discapacidad tienen derecho al
reconocimiento de su capacidad jurídica en igualdad de condiciones que las demás,
entendiéndose que ésta comprende la capacidad de ejercicio la cual no puede ser
limitada de forma alguna sino que debe garantizarse el acceso a sistemas de apoyo en
favor de las PCD para su pleno ejercicio; por lo tanto, queda establecido que la CDPD
propone crear un nuevo sistema para el ejercicio de la capacidad jurídica y la adopción
de decisiones por parte de las personas con discapacidad, en que la participación directa,
la voluntad y las preferencias de la persona con discapacidad sean el elemento central en
todo momento.
Este planteamiento de la CDPD supone un cambio en el modelo a la hora de regular la
capacidad jurídica de las personas con discapacidad, en particular de aquellas que
pueden requerir la intervención de un tercero para el ejercicio de sus derechos, como las
personas con discapacidad intelectual y psicosocial. Así, mientras que el modelo
tradicional propone un sistema de "representación" o "sustitución" en la toma de
decisiones (a través de interdicción o la curatela), el modelo propuesto por la Convención
aboga por un sistema de "apoyos", siendo ambos sustancialmente contradictorios. La
Convención, de este modo, obliga a los Estados a replantear la manera como han venido
61 Exp. N° 3337-97-Lima. Data 45,000. G.J.
62 EXPEDIENTE 3337-97, Resolución del seis de marzo de 1998, de la Sexta Sala Superior de Familia de Lima.
23
abordando la "capacidad jurídica" de las personas con discapacidad en sus legislaciones
internas.
En ese contexto, analizadas literal y teleológicamente las normas legales contenidas en
el numeral 2 del artículo 43 del CC. como causa de incapacidad absoluta de ejercicio y
numeral 2 y 3 del artículo 44 del CC. como causa de incapacidad relativa de ejercicio se
aprecia lo siguiente:
A) . Cuando la norma legal del Numeral 2 art. 43 CC. señala "Los que por cualquier
causa se encuentren privados de discernimiento" conforme a la doctrina se están
refiriendo a personas con deficiencias intelectuales o mentales consideradas severas,
como puede ser la Esquizofrenia Paranoide, cuyo "discernimiento" en condiciones de
"normalidad" es normalmente puesto en cuestión.
B) . Cuando lo dispuesto por los Numerales 2 y 3 art. 44 CC. señalan "Los retardados
mentales" y "Los que adolecen de deterioro mental que les impide expresar su libre
voluntad" respectivamente, se están refiriendo a las personas con discapacidad
intelectual dentro de las cuales están incluidas las personas con Síndrome de Down, así
como a personas con discapacidad sicosocial moderada; donde se aprecia además la
utilización de un lenguaje discriminatorio hacia las PCD, de cuyo contenido se desprende
que nuestro ordenamiento jurídico presupone la incapacidad de ejercicio de las PCD
intelectual y sicosocial que no pueden tomar sus propias decisiones por contar
únicamente con la discapacidad.
C) . De la lectura conjunta y sistemática de los artículos referidos precedentemente con
las demás del Código Civil vigente, se desprende que la regla general es la incapacidad
de las PCD y la excepción su capacidad, si se tiene en cuenta que el artículo 42 dispone
que tienen plena capacidad de ejercicio en sus derechos civiles las personas que hayan
cumplidos dieciocho años; sin embargo, en forma contradictoria se impone como límite el
contenido de los artículos 43 y 4463.
D) . Cabe indicar que, en teoría, el modelo de sustitución asumido por nuestro Código
Civil tuvo como finalidad proteger a las personas con discapacidad intelectual y sicosocial
de posibles abusos. Las situaciones de sustitución en la toma de decisiones suelen tener
en el derecho una justificación proteccionista (paternalismo jurídico). 64 En la práctica, sin
embargo, el modelo de sustitución abre la puerta a la vulneración de sus derechos:
facilita la institucionalización, la esterilización forzada, el internamiento involuntario,
entre otras violaciones de derechos humanos.
E) . Si efectuamos una interpretación de los referidos artículos en el sentido que
únicamente las personas que no pueden valerse por sí mismas cuentan con incapacidad
absoluta o relativa susceptibles de interdicción, en el fondo la prohibición
sigue siendo la misma en el sentido de limitar la capacidad jurídica de las personas con
discapacidad intelectual y sicosocial basadas en un sistema de sustitución contraria a la
CDPD que establece, como ya se dijo, que los Estados parte adopten un sistema de
apoyo para el reconocimiento de la capacidad jurídica que antes que restringir su
ejercicio lo promueva y proteja.
F) . De igual forma, si efectuamos una interpretación de los referidos artículos en el
sentido de que la incapacidad absoluta o relativa se encuentran limitadas a las personas
que no pueden manifestar su voluntad por sí mismas o "por cualquier medio que la
supla", contrario sensu, siempre que una persona con discapacidad pueda manifestar su
voluntad directa o indirectamente por cualquier medio, entonces continuará teniendo
plena capacidad jurídica de ejercicio. Sin embargo, no obstante lo aparentemente
favorable de la posible interpretación, el contexto en que se ubican estas disposiciones y
las demás disposiciones legales relacionadas, nos llevan en la práctica a la conclusión
contraria, es decir, que las personas con discapacidad intelectual son privadas de su
63 ESPINOZA ESPINOZA, Juan. "La capacidad civil de las personas naturales. Tutela jurídica de los sujetos débiles". Lima: Grijley. 1998. p. 90.
24
capacidad jurídica independientemente de si pueden o no expresar su voluntad por
cualquier medio, aún en aquellos códigos civiles que contemplan estas disposiciones de
'medios alternativos de expresar su voluntad'. Todo en razón que, como ya se dijo,
nuestro ordenamiento jurídico y la sociedad presupone la incapacidad de las personas
con discapacidad independientemente de si pueden expresar su voluntad o no, la cual
pueda ser tomada o no en cuenta por un curador.
G) . Asimismo, si analizamos las funciones del curador -proteger al incapaz, proveer en
lo posible su restablecimiento, representarlo conforme al grado de su incapacidad y
colocarlo en un establecimiento adecuado de ser necesario65- contradicen abiertamente el
mandato del Artículo 12 de la CDPD pues no se considera en ningún momento la decisión
y autonomía de la PCD.66
H) . Considerando lo expuesto precedentemente, la forma en la que se encuentra
redactada los artículos tantas veces referidos del Código Civil, y especialmente su
concepción, es atentatoria al derecho a la igualdad en el reconocimiento de la capacidad
jurídica de las personas con discapacidad sicosocial e intelectual, no pudiendo
interpretarse de alguna forma que sea compatible con los derechos fundamentales ya
señalados por ser claramente contradictorios, por lo que declarar una interdicción parcial
o solo para determinados aspectos de la vida, afecta al derecho intrínseco y de la PCD y
el espíritu del artículo 12 de la CDPD al no tomar en cuenta la decisión y autonomía de
las PCD.
Por lo expuesto en el fundamento precedente, queda claro que aún en nuestro Código
Civil se establece que la discapacidad sicosocial o intelectual consistente en el estar
privados de discernimiento, tener retardo mental o deterioro mental, son causas para
determinar la incapacidad absoluta o relativa de ejercicio, declarando su interdicción y
nombrando un curador quien asume su representación; de lo que se desprende, que aún
se basa en un modelo de sustitución de toma de decisiones completa de la persona a la
cual únicamente se le reconoce la denominada capacidad de goce, pero se le restringe
total o parcialmente la capacidad jurídica de ejercicio, además de no contemplar ningún
mecanismo destinado a promover el modelo de apoyo en la toma de decisiones. En este
orden de ideas, los artículos 43 y 44 del Código Civil ya referidos son incompatibles con
lo dispuesto por el artículo 12 de la CDPD que, conforme a la Cuarta Disposición Final y
Transitoria de nuestra Constitución Política, constituye un parámetro de interpretación
vinculante en relación al igual reconocimiento de la capacidad jurídica de todas las
personas con discapacidad (capacidad de goce y de ejercicio).
9.3. Además de los argumentos expuestos, es de tener en cuenta que la personalidad y
la capacidad jurídica en la actualidad tiene dos aproximaciones que, aunque debieran
complementarias, pueden no siempre coincidir: los derechos humanos y el derecho civil.
Así, aunque la institución de la capacidad jurídica ha sido tradicionalmente abordada
desde la perspectiva del derecho privado sobre la base de los antecedentes históricos del
derecho romano, hoy día, parece indudable que el establecimiento de sus condiciones
jurídicas de ejercicio, "está directamente condicionado por estándares de derechos
humanos y libertades fundamentales e carácter universal". 67 En efecto, si la capacidad
jurídica es la puerta de acceso al ejercicio de los derechos, qué sentido tendría el
exhaustivo y detallado listado de derechos reconocidos por la CDPD si se deniega su
ejercicio a las personas con discapacidades intelectuales o psicosociales.
Como ya se dijo, no debe perderse de vista que el reconocimiento de la capacidad
jurídica de las PCD, está vinculado de manera indisoluble con el disfrute de sus derechos
humanos reconocidos en los diversos tratados de los cuales el Perú es parte, y
especialmente de aquellos preponderados por la CDPD como son: el derecho a la
igualdad y no discriminación; el derecho al acceso a la justicia; el derecho a no ser
privado de la libertad de manera arbitraria o en razón de una discapacidad; el derecho al
25
respeto de la integridad física y mental; el derecho a la libertad de desplazamiento y a la
nacionalidad; el derecho a elegir dónde y con quién vivir; el derecho a la libertad de
expresión; el derecho a casarse y fundar una familia; el derecho a dar su consentimiento
para el tratamiento médico; y el derecho a votar y a presentarse como candidato en las
elecciones. Por ello, desconocer la capacidad jurídica de las PCD compromete
notablemente su capacidad de reivindicar, ejercer y hacer cumplir estos derechos.
En ese orden de ideas, efectuada una lectura conjunta y sistemática de los artículos 1, 2
numeral 2, 3, y 7 de la Constitución Política, en los que se reconoce la defensa de la
dignidad de la persona como fin de la sociedad y del Estado y se prohíbe la
discriminación por motivos de discapacidad, y la protección especial del estado a las
personas con discapacidad, no podrían establecerse restricciones a la capacidad jurídica
en razón de la discapacidad de las personas. Además, conforme a su Cuarta Disposición
Final y Transitoria, "el contenido de los derechos que reconoce la Constitución debe
interpretarse de conformidad con la DUDH y con los tratados sobre derechos humanos
aprobados y ratificados por el Estado peruano". En tal sentido, el derecho al igual
reconocimiento de la capacidad jurídica, que se desprende de los artículos 1, 2 numeral
2, 3 y 7 de la Constitución, debe ser interpretado de conformidad con la CDPD.
El derecho al igual reconocimiento de la capacidad jurídica está vinculado por entero a
otros derechos humanos y a los principios fundamentales de nuestra Constitución. Así
pues, "la dignidad inherente a la persona humana", de la que también se derivan los
derechos reconocidos en la CDPD, exige que la capacidad jurídica se interprete en un
sentido que ésta se deba garantizar a todos, sean o no personas con discapacidad. Esto
en especial para las PCD sicosocial e intelectual presupone un conjunto de elementos,
que deben comprenderse en el acceso que deben tener a un sistema de apoyos y
salvaguardas, lo cual corresponden con una interpretación basada en el principio de
dignidad humana, el que ha sido desarrollado también, de modo detallado, en la
Observación General N° 1 del Comité de la CDPD donde se han recogido estos
elementos.
En este sentido, la CDPD, que es parte del bloque de constitucionalidad, contrasta con la
legislación civil que adopta el modelo de sustitución en la toma de decisiones y que
perpetúa prejuicios hacia las personas con discapacidad mental e intelectual en lugar de
afirmar que "discapacidad no es incapacidad".68
Con relación al modelo de apoyo adoptado por la CDPD, implica que una persona puede
aceptar ayuda en la toma de decisiones pero sin renunciar al derecho a tomar sus
propias decisiones (capacidad de ejercicio).69 La capacidad jurídica, en ese sentido, no es
removida de la persona con discapacidad, sino sólo asistida, en proporción a las
necesidades de cada persona.70
Como destaca Amita Dhanda, este modelo no está basado en el paradigma de
independencia sino en el de la interdependencia. 71 El paradigma de interdependencia
establece que la capacidad y el apoyo pueden coexistir. Una persona con discapacidad no
tiene que se declararse incapaz a fin de obtener apoyo. Consecuentemente, la CDPD
reconoce que una persona con discapacidad puede necesitar apoyo para ejercer su
capacidad, sin embargo, la obtención del apoyo no es ninguna razón para concluir que
dicha capacidad no existe. Este paradigma de interdependencia, que permite a la
autonomía y el apoyo coexistir, es un gran aporte de la CDPD. 72 En ese sentido, tomando
un ejemplo de Francisco Bariffi, si una persona con síndrome Down (discapacidad
intelectual) razona de un modo diferente a la mayoría, obtiene los apoyos necesarios
para nivelar esa desventaja (esa sería la verdadera 'discapacidad'), entonces se podría
6969Ibíd.p.9.
7171AMITA DHANDA, "Constructing a new Human Rights lexicon: Convention on the Rights ofPersons with Disabiiities", Op.cit,
72 Ibíd.
26
encontrar en una situación de equiparación de oportunidades en relación con los demás,
y por ende, tomar una decisión trascendental para su vida personal.73
74Véase SAGÚES, Néstor Pedro, "El Control de Convendonalidad en el Sistema Interamericano, y sus anticipos en el Ambito de los Derechos Económicos - Sociales, Concordancias y Diferencias con el Sistema Europeo " En BODGANDY, Armin von y otros (coordinadores),
Construcción y papel de los derechos socale fundamentales, Haca un ius const/tucona/e commune en América Latina, México: UNAM, 2011, pp. 383
27
que aborda de manera específica los derechos Humanos de las personas con
discapacidad, por tanto, el Perú está obligado a cumplir con las normas y declaraciones
que allí se registran. Esto queda claramente establecido en el artículo 4 de la
Convención, de cuyo contenido se aprecia que los Estados Partes se comprometen a
asegurar y promover el pleno ejercicio de todos los derechos humanos y las libertades
fundamentales de las personas con discapacidad sin discriminación alguna por motivos
de discapacidad. A tal fin, los Estados Partes deberán adoptar todas las medidas
legislativas, administrativas y de otra índole que sean pertinentes para hacer efectivos
los derechos reconocidos en la presente Convención; incluyendo medidas legislativas,
para modificar o derogar leyes, reglamentos, costumbres y prácticas existentes que
constituyan discriminación contra las personas con discapacidad; así como abstenerse de
actos o prácticas que sean incompatibles con la presente Convención y velar por que las
autoridades e instituciones públicas actúen conforme a lo dispuesto en ella;
En ese contexto, conforme se ha desarrollado a lo largo de los fundamentos precedentes,
lo establecido por los artículos 43 Numeral 2 y 44 numeral 2 y 3 del Código Civil vigente
son atentatorios al ejercicio de la capacidad jurídica de las personas con discapacidad
sicosocial e intelectual, por tanto incompatibles con lo dispuesto por el artículo 12 de la
CDPD que reconoce la capacidad Jurídica de las personas con discapacidad, al dejar atrás
el sistema de sustitución asumido por nuestro Código Civil, por un sistema de apoyos en
la toma de decisiones, cuya aplicación debe prevalecer frente a las normas internas
vigentes en nuestro país. Como ya se ha dicho, este cambio de paradigma implica
modificar la manera de concebir a la capacidad jurídica de las personas con discapacidad,
tanto por parte de las autoridades, así como por la sociedad en general, lo cual se
traduce en un nuevo enfoque en las relaciones jurídicas, políticas y sociales77.
77 Sobre tai temática véase L, Bufit Goñi, ''Los derechos de ¡as personas con discapacidad. Necesidad de una nueva mirada jurídico-política al Derecho argentino" en Revista Síndrome de
78 Naciones Unidas, Comité sobre los Derechos de las Psrsonas con Discapacidad, Observaciones finales al Informe inicial del Estado peruano, CRPD/C/PER/CO/1, Prrafo 24
7979Ibíd.
81Véase Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, Voto Razonado del Juez Ad Hoc Eduardo FerrerMac-Gregor Poisot, párrafo 49,
28
debería desplegarse, por idénticas razones, en la aplicación de otros tratados sobre
derechos humanos de los que es parte el Estado, tales como el Protocolo de San
Salvador, el Protocolo relativo a la Abolición de la Pena de Muerte, la Convención para
Prevenir y Sancionar la Tortura, la Convención de Belém do Pará para la Erradicación de
la Violencia contra la Mujer, la Convención sobre Desaparición Forzada, etc.; pues lo que
se busca es que exista conformidad entre los actos internos y los compromisos
internacionales contraídos por el Estado, los cuales generan para este determinados
deberes, así como reconocen a los individuos ciertos derechos82.
En el caso de la CDPD. Al igual que la Convención sobre los Derechos del Niño, existe un
Comité de expertos, quien evalúa los informes presentados por los estados partes y
emite observaciones sobre la interpretación de los alcances de la Convención. En ese
sentido, es de advertir, que el artículo 12 de la CDPD a sido objeto de la emisión de una
observación general por parte del Comité de la CDPD, contenida en la Observación N°
01, en la cual interpreta y desarrolla los alcances de la capacidad jurídica de las PCD
reconocida en el artículo 12 de la CDPD. Expresando: Existe un mal entendido general
acerca del alcance exacto de las obligaciones de los Estados partes en virtud del artículo
12 de la Convención. No se ha comprendido en general que el modelo de la discapacidad
basado en los derechos humanos implica pasar del paradigma de la adopción de
decisiones sustitutiva a otro que se base en el apoyo para tomarlas. A su vez, que
ratifica la necesidad de derogar las normas que sean incompatibles con el sistema de
apoyo en la toma de decisiones de las PCD sicosocial e intelectual. En tal virtud,
aplicando dicha interpretación, se evidencia que el sistema de sustitución que restringe la
capacidad de ejercicio absoluta y relativa de las PCD, conforme los artículos 43 Numeral
2 y 44 numeral 2 y 3 del CC. Son incompatibles con el artículo 12 de la CDPD.
En ese sentido, el cumplimiento de la obligación del Estado peruano de asegurar y
promover el pleno ejercicio de todos los derechos humanos y las libertades
fundamentales de las personas con discapacidad, incluyendo la derogación de normas,
exige además de la organización de un aparato estatal conforme a las normas de
derechos humanos, una conducta gubernamental que asegure el eficaz funcionamiento
de dicha estructura. Siguiendo la jurisprudencia de la Corte Interamericana, si un Estado
manifiesta su intención de cumplir con la Convención Americana, la no derogación de una
norma incompatible con ésta y la falta de adaptación de las normas y comportamientos
internos por parte de los poderes Legislativo y Judicial para hacer efectivas dichas
normas, determinan que el Estado viole dicho tratado83. Consecuentemente la no
derogación por el estado de los artículos del Código Civil tantas veces referidos contrarios
a la CDPD o la aplicación de dichas normas por los operadores Jurídicos, constituiría una
Violación a los Derechos Humanos Reconocidos en la CDPD.
El hecho de que los artículos 43 y 44 del Código Civil en su condición de norma interna
hayan sido adoptados de acuerdo con los procedimientos establecidos por la
Constitución, no justifican su aplicación si mediante ellos se violan cualquiera de los
derechos o libertades protegidos por la Constitución y la Convención sobre los derechos
de las personas con fiscapacidad, lo cual es concordante con el criterio asumido por la
Corte Interamericana.84 Asimismo, conforme con lo dispuesto por el artículo 27 de la
Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, 85 el derecho internacional debe
prevalecer sobre el derecho interno, que establece que un Estado Parte no podrá invocar
las disposiciones de su derecho interno como justificación para el incumplimiento de un
tratado.
Por ello, la necesidad de cumplir lo dispuesto en un tratado respecto del cual un Estado
82
Véase Corte IDH. Caso Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs, Perú, Voto Razonado del Juez Sergio García Ramírez, párrafo 2,
8383Corte IDH. Caso Suérez Rosero vs. Ecuador, Fondo. Sentencia del2de noviembre de 1997, Serie CNo. 35, párr. 98.
84 Corte IDH. Ciertas Atribuciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (arts. 41, 42, 44, 46, 47, 50 y 51 Convención Americana sobre Derechos Humanos), Opinión
Consultiva OC-13/93 del 16 de julio de 1993, Serie A No. 13, párr. 27.
85 Ratificada por Decreto Supremo 029- 2000- RE, publicado el 14de setiembre de 2000.
29
consintió implica que éste debe aplicar e implementar el derecho internacional que
corresponda en su derecho interno mediante la creación de normas o toma de medidas
que se ajusten al compromiso asumido y la derogación de aquellas incompatibles con ese
compromiso, en el caso del cumplimiento del artículo 12 de la CDPD. El Estado peruano,
no obstante de la vigencia de la CDPD desde fecha 03/5/2008 (más de 7 años) y de las
recomendaciones del Comité de la CDPD el año 2012 (hace 3 años), ha incumplido con
su deber general de armonizar nuestra legislación conforme a la Convención y derogar lo
regulado por el Código Civil en relación a la vulneración del derecho al igual
reconocimiento de la Capacidad Jurídica de las PCD, generando la vulneración
sistemática de sus derechos humanos incluso de los que derivan del ejercicio de su
capacidad jurídica como ya han sido referidos.
De otro lado, es de destacar que en aplicación de la Ley 29973, Ley General de la
Persona con Discapacidad, se ordenó al Congreso de la República la creación de una
Comisión Especial encargada de revisar el Código Civil en lo referido al ejercicio de la
capacidad jurídica de las personas con discapacidad y formular, un anteproyecto de ley
de reforma del Código Civil, Comisión que aprobó la modificación de más de 80 artículos
del Código Civil. De cuyo texto propuesto se aprecia que se plantea la derogación de los
Numerales 2 Art. 43 y numerales 2 y 3 Art. 44 CC. En su lugar, se señala que la
discapacidad no comporta en ningún caso una restricción de la capacidad de ejercicio y
las personas con discapacidad pueden designar representantes o contar con apoyos de
su libre y voluntaria elección. Reforma que es compatible con la CDPD. Sin embargo,
pese al tiempo transcurrido dicho proyecto no ha sido aprobado por el Congreso,
constituyendo en un incumplimiento del estado a través del Poder Legislativo de sus
obligaciones asumidas para asegurar y garantizar el respeto de los DD.HH. de las PCD,
en especial de las PCD sicosocial e intelectual.
Finalmente, conviene señalar que la aplicación del derecho internacional de los derechos
humanos en el ámbito interno así como la observancia de las decisiones de los órganos
de protección internacional no es, en definitiva, un asunto de buena voluntad de los
jueces ni está librado a su discrecionalidad; es más bien una obligación que les
corresponde por ser parte del Estado que asumió dicho compromiso internacional.
Concordante con ello, la Corte Interamericana a señalado que, independientemente de
las reformas legales que deban adoptar los estados para compatibilizar determinadas
disposiciones y prácticas con la Convención Internacional de la cual es parte y los
estándares internacionales que correspondan, los jueces y órganos vinculados a la
administración de justicia en todos los niveles deben actuar inmediatamente y de oficio
en el sentido de adecuar sus decisiones a dichas disposiciones y estándares, frente al
conocimiento de los casos que se les sometan.
Por tanto, es necesario aplicar el control difuso de convencionalidad al presente caso, a
fin de resguardar el cumplimiento de la CDPD y el respeto de los derechos humanos de
las personas con discapacidad, debiendo inaplicarse lo dispuesto por el numeral 2 del
artículo 43 y los numerales 2 y 3 del artículo 44 del Código Civil, por ser incompatibles
con el artículo 12 y demás normas de la CDPD, generando sus efectos propios en nuestra
legislación interna y sobre todo garantizando el pleno ejercicio de la capacidad jurídica de
los demandados en su condición de Personas con Discapacidad Sicosocial.
9.5. Por todo lo expuesto, aplicando el control difuso de convencionalidad y conforme a
lo establecido por el artículo 12 de la CDPD se debe reconocer que Wilbert y Rubén
Velásquez Ciprian en su condición de personas con discapacidad sicosocial tienen plena
capacidad jurídica incluyendo la capacidad de goce y ejercicio, debiendo fijarse un
sistema de apoyo para la toma de decisiones y salvaguardas a su favor.
Además, debe dejarse establecido que en un Estado democrático y social de derecho, es
deber del Estado a través del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial, garantizar en forma
efectiva el respeto al derecho de la capacidad jurídica efectiva de todas las personas con
30
discapacidad, incluidas aquellas con discapacidad sicosocial e intelectual, la cual consiste
no solo en la existencia de normas declarativas que lo reconozcan, sino que se requiere
implementar medidas que garanticen en forma real y material su derecho al ejercicio de
su capacidad jurídica, para cual se les debe dotar de apoyo y asistencia conforme a las
necesidades de cada caso, para que puedan adoptar sus propias decisiones.
A su vez, éste deber de reconocer la capacidad jurídica de los demandados no se
restringe a las diferentes entidades estatales, sino también a las entidades privadas y
personas particulares quienes deben reconocer el derecho de la capacidad jurídica de los
demandados como ya se ha señalado, en los diversos trámites a su favor. Asimismo, las
referidas entidades deben implementar progresivamente apoyos y adaptaciones a favor
de las personas con discapacidad sicosocial e intelectual como la utilización de un
lenguaje sencillo o, ajustes razonables, entre otros, para el pleno ejercicio de su
capacidad jurídica.
Ahora bien, el establecer en el presente caso que los demandados cuentan con plena
capacidad jurídica y no declarar su interdicción, no implica que no tengan derecho a
contar con un sistema de apoyo para el ejercicio de la misma. Por el contrario, como
parte de las obligaciones asumidas por el Estado, se tiene que asegurar su acceso a un
sistema de apoyo y salvaguardas considerando su tipo de discapacidad y necesidades
concretas a fin de que de necesitarlo puedan ser apoyados para la toma de sus
decisiones; debiendo aplicarse los principios establecidos en el Título Preliminar del
Código Civil en virtud de los cuales el juez debe aplicar el derecho correspondiente
(artículo VII) y no puede dejar de administrar justicia por defecto o deficiencia de la ley
(artículo VIII).
Asimismo, no es finalidad de esta sentencia judicializar la capacidad jurídica de las PCD,
ya que esta es inherente a la persona y no necesita ser declarada, ni establecer que para
el establecimiento de un sistema de apoyo y salvaguardas se tenga que recurrir
necesariamente al Poder Judicial, puesto que ésta constituye una medida excepcional en
tanto el Estado no ha previsto o regulado los sistemas de apoyo y salvaguardas conforme
a la Convención; dejando establecido que es deber del Estado por medio de los Poderes
Ejecutivo y Legislativo tener que establecer uno o varios sistemas de apoyos que sean de
fácil acceso y en forma gratuita a favor de las PCD. Finalmente, conforme ya fue indicado
en la delimitación de la controversia, éste juzgado advierte que la verdadera "causa
petendi" o razón de la demanda, es de que los demandados Wilbert y Rubén Velásquez
Ciprian en su condición de personas con discapacidad sicosocial, se les permita tramitar y
se les otorgue una pensión de orfandad por incapacidad; así como el acceso a la
prestación de salud por Essalud como derechohabientes; derechos que también son
derivados de su reconocimiento de su capacidad jurídica y el cumplimiento de requisitos
específicos; sin embargo, debido a la existencia de prácticas y barreras administrativas
que limitan su capacidad jurídica, se les ha vulnerado sus derechos.
Como ha puesto de manifiesto el TC, existe un deber de oficialidad por parte de los
órganos públicos en la medida en que existe la inexorable necesidad de satisfacer el
interés público de proteger y defender los derechos fundamentales de la persona. 86 Así,
dada la posición preferente de los derechos fundamentales en el ordenamiento jurídico,
"no resulta razonable que en todos los casos, las formas estén por encima del derecho
sustancial, desconociendo el valor de lo real en un proceso". 87 De lo que se trata es de
evitar que el ejercicio de una real y efectiva tutela judicial en el marco de un proceso
justo sea dejado de lado por meros formalismos. 88 La tutela judicial efectiva no se limita
a garantizar el acceso a la jurisdicción, sino también el derecho de que los tribunales
resuelvan sobre las pretensiones ante ellos formuladas. 89 En ese contexto, no puede
8787Ibíd.
88 Ibíd,
89 Ibíd. Párrafo 15
31
dejarse de tener en cuenta que el presente proceso es uno de Familia el cual versa sobre
la capacidad jurídica de personas con discapacidad, que imponen al juez resolver
conforme a sus facultades tuitivas, pudiendo así flexibilizar algunos principios y normas
procesales como el de congruencia, ofreciendo así protección a la parte perjudicada, lo
cual es de imperativo cumplimiento para los Jueces de Familia conforme se ha señalado
en el precedente vinculante establecido en el tercer pleno casatorio Civil de la Corte
Suprema de la República. Por ello, evidenciándose que como parte del incumplimiento
del estado de reconocer el derecho a la capacidad jurídica de los demandados, se ha
vulnerado otros derechos como el de acceso a la pensión y la seguridad social, y que
todo Juez se encuentra obligado a pronunciarse sobre la violación de derechos
fundamentales, es pertinente tener que ocuparnos sobre la transgresión de los referidos
derechos.
32
derecho "para los hijos inválidos mayores de 18 años incapacitados para el trabajo" (art.
56 literal b). Pueden acceder a dicha pensión los hijos mayores de dieciocho años
incapacitados para el trabajo, cuya condición debe ser acreditada por una comisión
médica. 90 91 92
B) . El Decreto Legislativo N° 20530 modificado por la ley N° 28449, respecto a la
pensión por orfandad en su artículo 34, establece que: Solamente tienen derecho a
pensión de orfandad los hijos menores de dieciocho (18) años del trabajador con derecho
a pensión o del titular de la pensión de cesantía o invalidez que ha fallecido. Cumplida
esta edad, subsiste la pensión de orfandad únicamente en los siguientes casos: b Para
los hijos mayores de dieciocho (18) años cuando adolecen de incapacidad absoluta para
el trabajo desde su minoría de edad o cuando la incapacidad que se manifieste en la
mayoría de edad tenga su origen en la etapa anterior a ella. En este caso tendrán
derecho, además de la pensión de orfandad, al pago de una bonificación mensual cuyo
monto será igual a una remuneración mínima vital. La declaración de incapacidad
absoluta requiere de un dictamen previo y favorable de una Comisión Médica del Seguro
Social de Salud, ESSALUD, o del Ministerio de Salud.
C) . A efectos de su tramitación, el Texto Único de Procedimientos Administrativos -
TUPA de la ONP, aprobado mediante Decreto Supremo N° 120-2015-EF, entidad que
tramita las pensiones del SNP y algunas del Régimen del Decreto Ley 20530, establece
como uno de los requisitos para la tramitación de la pensión de orfandad: "Constancia de
inscripción en SUNARP de la tutela o curatela. Cuando el beneficiario no pueda expresar
legalmente su voluntad."93 Este requisito, que debiera aplicarse solo cuando se cuenta
con una interdicción Civil preexistente, se ha convertido en la práctica en una exigencia
indebida a las personas con discapacidad intelectual y sicosocial que solicitan dicha
pensión quienes pese a contar con todos los requisitos legales, se les exige
indebidamente para tramitar su pensión, que además, tengan que adjuntar una
resolución Judicial de interdicción, declaración de incapacidad y nombramiento de un
curador, todo a partir de una interpretación incorrecta de los artículos 43 y 44 del Código
Civil94 en el entendido que por su tipo de discapacidad (intelectual y sicosocial), no
pueden manifestar su voluntad o si pueden efectuarla no es legal, circunstancias que
evidentemente vulneran sus derechos de acceso a la pensión y reconocimiento de su
capacidad jurídica. Cabe señalar, que éste requisito no es exigido cuando se trata de
discapacidades físicas o sensoriales que genera una incapacidad para el trabajo en las
cuales también se solicita la pensión por orfandad.
En ese contexto, el Estado no puede permanecer ajeno a los problemas sociales que
tienen las personas con discapacidad sicosocial e intelectual, junto a sus familias,
quienes a fin de no vulnerarse su derecho de acceder a una pensión que les corresponde,
se ven obligados a tener que iniciar procesos de interdicción al exigírseles como requisito
por parte del propio Estado, como es la Oficina Nacional Previsional (ONP), que tengan
que adjuntar la resolución judicial de interdicción o incapacidad y el nombramiento de
curador, situación que claramente contraviene lo dispuesto por la Convención sobre los
derechos de las personas con discapacidad, respecto al pleno reconocimiento de la
capacidad jurídica al igual que las demás, conforme ya ha sido ampliamente desarrollado
en los fundamentos precedentes.
En el presente caso, analizado el contenido de la demanda, lo expresado por las partes y
los documentos actuados, se aprecia que el proceso de interdicción fue iniciado por la
actora, en razón, que al haber fallecido su esposo y padre de los demandados Justo
Pastor Velásquez León quien era pensionista del D.L. N° 20530 del Poder Judicial inició el
trámite de pensión por viudez para ella y de orfandad por incapacidad de sus hijos
Wilbert y Rubén (P. 30-31 del Cuaderno), sin embargo, la petición respecto a sus hijos
33
fue denegada, en razón, de que al tener Esquizofrenia Paranoide, se les exigió 93 94 que
presentaran la sentencia de interdicción y nombramiento de un curador para poder
continuar con el trámite.95
Ahora bien, no puede dejarse de tener en cuenta, que los hermanos Wilbert y Rubén,
Velásquez Ciprian, cumplirían con los requisitos legales para acceder a una pensión por
orfandad, es así, que la calidad de pensionista del causante se encuentra acreditada (P.
30-36 del cuaderno); el vínculo con Rubén y Wilbert Velásquez Ciprian se encuentra
acreditada con sus partidas de nacimiento (P. 06 y 07); cuentan con evaluación favorable
de incapacidad para el trabajo, conforme se desprende de las Resoluciones de Gerencia
Red Asistencial Cusco N° 391 y 392-GRACU-ESSALUD-2010 de fecha 1708-2010 (P. 14 y
15), conforme a las conclusiones emitidas en el dictamen médico del Comité evaluador
conforme a ley. Asimismo, su discapacidad sicosocial de esquizofrenia Paranoide tiene
una larga data desde que eran menores de edad, con tratamientos farmacológicos e
incluso internamientos en el Centro Juan Pablo II. conforme se infiere de la valoración
conjunta de los informes siquiátricos, (P. 12 y 13), la ratificación pericial por el siquiatra
(P. 154-156), sus certificados de discapacidad (P. 245-246), y los informes
multidisciplinarios practicados a Rubén y Wilbert Velásquez Ciprian (P. 164-169).
Es necesario señalar, que en relación al cumplimiento del requisito de la incapacidad para
el trabajo para el acceso a la pensión por orfandad de las personas con discapacidad
mental, el Tribunal Constitucional en la STC. 1499-2010-PA/TC, de fecha 13 de julio de
2011, en un caso de acceso a pensión de orfandad del Decreto Ley 20530, señaló: que la
enfermedad denominada esquizofrenia paranoide ocasiona una imposibilidad material
para procurarse medios económicos para la propia subsistencia y se trata de una
enfermedad mental gravemente incapacitante, que requiere un tratamiento permanente.
En dicho pronunciamiento se menciona que en la STC 6481- 2005-PA/TC (fundamentos
10 y 11), se señala que la deficiencia mental de una persona permite modular las
exigencias que la normatividad prevé. Por ello, este Tribunal señala que una respuesta
constitucional al problema planteado estará relacionada con lo que el derecho a la
pensión significa, tal como está expresado en el artículo 11 de la Constitución y en los
conceptos desarrollados por este Tribunal en las sentencias 0050-2004-AI/TC, 0051-
2004-AI/TC, 0004-2005-PI/TC, 0007-2005-PI/TC y 0009-2005-PI/TC, acumulados y la
STC 1417-2005-PA/TC; se refiere además, que en aplicación del principio pro homine
impone que en lugar de asumir una interpretación restrictiva e impedir el derecho a la
efectiva tutela jurisdiccional, al no acreditarse plenamente que se cuenta con la
incapacidad antes de la mayoría de edad, se opte por aquella que posibilite a la
recurrente el ejercicio de dicho derecho a la pensión; siendo que en ese caso se otorgó la
pensión por orfandad, debido a que antes del fallecimiento de su causante la recurrente
adolecía de incapacidad absoluta, aunque los certificados médicos expedidos por
Comisión Médica Calificadora de la Incapacidad sean de fecha posterior. Acota a lo ya
señalado, que la reiterada y uniforme jurisprudencia en materia pensionaria (por todas la
STC 00853-2005-PA/TC) ha dejado establecido que: "[...] el fundamento de la
pensión de sobreviviente se sustenta
en el estado de necesidad en que quedan aquellas personas que dependían
económicamente del fallecido, porque no contarán más con los medios económicos para
atender su subsistencia.
De igual forma en la STC. 1754-2013-PA el Tribunal constitucional en un caso de una
persona con discapacidad Sicosocial (esquizofrenia) fue ella misma quien solicitó se
respete su acceso a la pensión y además de lo ya expuesto en la sentencia del
fundamento precedente, agregó que es válido y razonable presumir que el padre de la 95
93 Texto Único de Procedimientos Administrativos, TUPA de la ONP, aprobado por DS 120-2015-EF, pág. 10.
94 VASQUEZ, op. cit pl9'40.
95 Véase los documentos emitidos por la Oficina de personal (P. 30-36 del cuaderno), Que se solicitó penSón por orfandad en fechas 04 y 16 de abril del año 2012, Sendo respondida por oficio en fecha 08 de
mayo del 2012, de cuyo contenido se les requiere la declaración de interdicción y el nombramiento de curador correspondiente para continuar con su trámite.
34
demandante en vida procuró el sustento y la asistencia médica de su hija con fondos
provenientes de su pensión, lo que al deceso del causante convierte dicha necesidad en
actual y real, encontrándose en el supuesto previsto de la pensión por orfandad por
incapacidad para el trabajo.
De otro lado, es de observar, que en el caso de menores de edad e incapaces estos no
prescriben, conforme al artículo 56 del Decreto Ley 20530; y el derecho a las
pensiones de sobrevivientes (prestación previsional derivada) es uno de carácter
latente, existente desde que el titular del derecho a la pensión principal cumple con
los requisitos para acceder a ella. Por ello su nacimiento no está supeditado al
cumplimiento de los requisitos establecidos para su goce, sino que está supeditado al
fallecimiento del asegurado o pensionista, como formalidad o condición necesaria
para el disfrute de la pensión de viudez u orfandad, no así, para el establecimiento o
declaración del derecho. Debe precisarse, a su vez, que la legislación aplicable no
será la vigente al cumplimento de dicha condición, ello en virtud de que las pensiones
de sobrevivencia están ligadas a la pensión adquirida por su titular, por lo que
tendrán que aplicarse las normas vigentes al momento en que el titular accedió al
derecho a la pensión.96
96
35
fallecer su derecho habiente, no pudieron acceder a su pensión por orfandad y seguir
siendo atendidos lo que afecta aún más su condición de discapacidad, si se tiene en
cuenta que reciben tratamiento farmacológico permanente. Consecuentemente, A la luz
de la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, establecer como
requisito para el acceso a la pensión la interdicción de la persona beneficiaria constituye
una vulneración al derecho a la igualdad en el reconocimiento de la capacidad jurídica y
al derecho de acceso a la pensión, además de ser sumamente perverso pues obliga a la
"muerte civil" de la persona en pos de un beneficio de seguridad social que debería estar
disponible para todos los ciudadanos. Como se ha explicado anteriormente, este
condicionamiento ha llevado a muchas familias a solicitar una interdicción que no desean
ni requieren, además de recargar el trabajo de la administración de justicia
innecesariamente.
Por ello, es necesario establecer en esta sentencia que para que las personas con
discapacidad sicosocial o intelectual tengan que acceder a la seguridad social,
específicamente a una pensión, no es indispensable se tenga que declarar su
interdicción, como sucede así en diversos países como Argentina, además, de ser
obligación del estado eliminar prácticas administrativas que afecten o no reconozcan los
derechos de las personas con discapacidad conforme el artículo 4 de la CDPD; y en el
caso concreto, establecer como salvaguarda a fin de garantizar el derecho de acceso a la
pensión de sobrevivencia por orfandad de los demandados, se tenga que tramitar su
pensión sin que se les exija adjuntar su declaración de Interdicción Civil y Nombramiento
de Curador.
Ibid. p.37
97
36
del hijo mayor de edad incapacitado, según corresponda.
Resolución de Incapacidad otorgada por el Centro Asistencial de ESSALUD
correspondiente (original) la misma que es requerida por el asegurado titular de acuerdo
con los procedimientos establecidos ESSALUD.99
37
encontrarse en la imposibilidad de comunicar sus deseos a los demás.100
En la actualidad, al igual que la capacidad jurídica, el Perú no cuenta con una regulación
específica ni con un sistema formal de apoyos para la toma de decisiones; sin embargo,
no debe dejarse de tener en cuenta que al tratarse éste de un caso excepcional, es
posible que el Juzgado en uso de sus atribuciones y a fin de armonizar nuestra
legislación con los parámetros establecidos por la CDPD en su artículo 12, así como, con
la Observación General N° 01 del Comité de la CDPD, estructure un sistema de apoyo a
favor de los demandados, conforme a sus necesidades expresadas por ellos y las
apreciadas por el juzgado a lo largo del proceso; debiendo para ello, hacer uso de los
mecanismos legales de apoyo que cuentan los juzgados de Familia para los procesos a su
cargo, como es el equipo multidisciplinario, el que está formado por un grupo de
profesionales, médico siquiatra, sicólogo, asistenta social y educadora, lo que nos
permitiría poner a disposición de los demandados un staff de profesionales en forma
gratuita y que en forma imparcial pueda apoyar a los demandados de acuerdo a sus
necesidades.
Cabe precisar que la determinación judicial de los apoyos debiera constituirse como una
práctica excepcional frente a la falta de un desarrollo legislativo que dote de contenido al
mandato del artículo 12 de la CDPD y, por tanto, debe ser revisada al menos cada seis
meses.
De conformidad con el artículo 12 de la CDPD, todas las formas de apoyo para el
ejercicio de la capacidad jurídica deben estar basadas en la voluntad y las preferencias
de la persona. En ese sentido, el juez debe asegurar que el apoyo establecido responda a
la voluntad y preferencias de los demandados.
Ahora bien, ingresando al caso concreto, debe tenerse en cuenta, que los demandantes
en sus declaraciones prestadas en audiencia han manifestado 99 100 101 expresamente su
voluntad de contar con apoyos en diversos aspectos de la vida y que éstos sean
prestados por sus familiares cercanos, en especial de su progenitora y su hermana
Milagros con la que han manifestado comunicarse de mejor manera, quien deberá formar
parte del sistema de apoyo. También formarán parte del Sistema de Apoyo personal del
equipo multidisciplinario de la Corte Superior de Justicia del Cusco, constituido por el
médico, un sicólogo, una asistenta social y su coordinador quienes con un trabajo, valga
la redundancia, multidisciplinario orienten y apoyen a los demandados en lo que ellos
requieran al no estar privada su capacidad de ejercicio, así como a los familiares
cercanos en el apoyo que les presten, lo que permitirá a su vez, que se informe en forma
más directa al juzgado de sus acciones y resultados; sin perjuicio de que sean
capacitados para cumplir esta función.
99 NACIONES UNIDAS. Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. Op. cit. Párrafo 17.
38
prestarle su sistema de apoyo; así como, que se reconozca el apoyo que les presta su
familia cercana (madre y hermana) para la atención de su salud y administración de sus
bienes.
39
Queda claro para el Juzgado, que al otorgar un Sistema de Apoyo, aún queda mucho por
desarrollar por parte del estado e imitar experiencias de otros países e implantar buenas
prácticas desde los órganos Jurisdiccionales, en la forma, modo e intensidad del apoyo,
su seguimiento y como aplicarse para los diversos casos de discapacidad intelectual y
sicosocial.
105 Se llama lectura fácil aquellos contenidos que han sido resumidos y realizados con lenguaje sencillo y daro, de forma que puedan ser entendidos porpersonas con discapaddad cognitiva o
discapaddad intelectual. No se debe confundir la utilización de lenguaje send/lo y claro, a la utilización de lenguaje infantil o demasiado coloquial. El rasgo esendal es que la informadón no
sea confusa y que esté bien estructurada, debiendo: Utilizar frases cortas; Evitarffases en negativa; Evitaruso de muchos números; No utiiizarmetáfbras o comparaciones que puedan ser
106107Aprobadas el4de marzo de 1994 porta Asamblea General de la Organizacón de las Nacones Unidas.
40
justicia, mediante los apoyos personales o técnicos necesarios para adecuar su grado de
autonomía personal.
11.3. Al respecto, si bien es cierto que en nuestro país no existe antecedentes sobre la
emisión de una sentencia en lectura fácil; sin embargo, es de apreciar experiencias de
otros países especialmente en Europa donde ha tenido más desarrollo108; así como la
sentencia en formato de lectura fácil realizada por la primera sala de la Suprema Corte
de justicia de México en la sentencia emitida en el Amparo en Revisión 159/2013, en la
cual se señala: "... la lectura fácil es un formato dirigido mayormente a personas con una
discapacidad que influye en su capacidad de leer o de comprender un texto. Debido a
ello, tal formato se realiza bajo un lenguaje simple y directo, en el que se evitan los
tecnicismos así como los conceptos abstractos, ello mediante el uso de ejemplos. Por
tanto, en el mismo se deberá emplear un lenguaje cotidiano, personificando el texto lo
más posible. El formato de lectura fácil empleado en la presente sentencia, se encuentra
basado en su mayoría en las directrices de la Asociación Europea Formely International
League of Societies for Persons with Mental Handicap (ILSMH)". 109
11.4. En consonancia con lo ya expuesto, el Juez no solo debe aplicar las normas
procesales vigentes, sino, debe interpretarlas y adecuarlas conforme la normativa
nacional e internacional aplicable al caso, como sería la Convención sobre los Derechos
de las Personas con Discapacidad de la Organización de las Naciones Unidas, aprobado y
ratificado por el Perú (Vigente desde el 03-05-2008), de cuyo contenido se aprecia que el
estado se encuentra en la obligación de respetar y garantizar los derechos de las
personas con discapacidad tales como, el derecho a que se le proporcionen los ajustes
razonables y el derecho de acceso a la justicia en condiciones de igualdad que los demás
(artículo 13), debiendo implementarse los ajustes necesarios, apoyos o salvaguardas
para asegurar su participación directa y efectiva como demandantes o demandados
garantizando que tengan pleno conocimiento de las actuaciones y resoluciones judiciales
emitidas por el juzgado en cualquier proceso judicial (constitucional, civil, laboral, penal,
etc.). Es así, que el Consejo ejecutivo del Poder Judicial mediante Resolución N° 266-
2010-CEPJ, publicado en el Diario Oficial el Peruano el 23 de octubre del año 2010, se
adhirió a la declaración de las 100 Reglas de Brasilia elaboradas en el 2008 durante la
Cumbre Judicial Iberoamericana realizada en Brasilia, en la que participó el Perú; la cual
busca Remover los obstáculos para garantizar el acceso efectivo a la justicia sin
discriminación de las personas en situación de vulnerabilidad, según edad, discapacidad,
comunidades indígenas, género, trata de personas.
11.5. Por tanto, es deber de los jueces, establecer las condiciones necesarias para
garantizar la accesibilidad de las personas con discapacidad al sistema de justicia en
todas las etapas del proceso, incluyendo aquellas medidas conducentes a utilizar todos
los servicios judiciales requeridos y disponer de todos los recursos que garanticen su
seguridad, movilidad, comodidad, comprensión, privacidad y comunicación; es de
particular importancia el de accesibilidad a la información107 108 109 por el cual, se debe
tener en cuenta la forma de transmitir la información; la utilización de lenguaje sencillo;
información en formatos accesibles; brindar toda la información necesaria y
trascendental sobre el proceso a la persona con discapacidad; la utilización de medios
alternativos de comunicación (de ser necesarios) y asegurar que la comunicación sea
efectiva, ya que la persona con discapacidad debe poder comprender todo lo que sucede
107 Entre ios esfuerzos más relevantes de la materia podemos destacar, la emisión de la Declaración de Cáceres sobre lectura en el siglo XXI, emitida en abril de 2006; las directrices de servicios para personas con discapacidad en bibliotecas, emitidas por la International
Federation of Librar Associations and Institutions; Zas directrices de la Confederación Española de Organizaciones en Favor de las Psrsonas con Discapacidad Intelectual; las publicaciones de fácil lectura de la Easy to Read Foundation de Suecia; y las publicaciones de la Organización
Inclusion Europe, en conjunto con la Asociación Europea de Asociaciones de Personas con Discapacidad Intelectual y de sus Familias,
108 En tomo al formato, para ia elaboración de un texto de lectura fácil es recomendable emplear una tipogrfía dara, con un tamaño accesible de la misma, y también se suele sugerrque los párralos sean cortos y sin justificar, a efecto de que el seguimiento de la lectura sea más
senci//o, Sobre tal tema véase J.L. Ramos Sánchez, "Enseñara ieera ios alumnos con discapaddad intelectual: una reflexión sobre la práctica", en Revista Iberoamercana de Educadón, no. 34, Madrd, 2004, pp. 201-216.
109 El artículo 21 de la CDPD establece que los Estados Parte adoptarán todas las medidas pertinentes para
facilitar el acceso a la información dirigida al público en general, de manera oportuna y sin costo adicional mediante
cualquier forma de comunicación que elijan y resulten adecuadas. Esto incluye la escucha de la pretensión o reclamo,
atención, información, asesoramiento y/o adopción de diligencias.
a lo largo del proceso.110
11.6. Por ello, en consonancia con el modelo social contenido en la Convención sobre los
derechos de las personas con discapacidad, para garantizar adecuadamente el derecho
de acceso a la justicia de las personas con discapacidad intelectual y sicosocial en los
procesos judiciales en los que sean parte, cuyos resultados tendrán consecuencias
directas en el desarrollo de sus vidas, el Poder Judicial a través del Juez del proceso,
deberá tener en cuenta las siguientes medidas:
A) . Es necesario que en las actuaciones judiciales el juzgado genere un clima de fácil
entendimiento y de comprensión de la diligencia, procurándose la utilización preferente
de la oralidad y de un lenguaje sencillo y apropiado para los demandados, aplicándose el
principio de flexibilidad en lo que sea necesario, en razón, de la complejidad y tecnicismo
de las actuaciones judiciales y de difícil entendimiento para ellos en muchos casos.
B) . Se debe informar en todas las etapas del proceso sobre la naturaleza de su
participación y el posible resultado de cada una de éstas.
C) . El acceso a una resolución o disposición del juzgado para una persona con
discapacidad intelectual o sicosocial, no se agota con permitir que tengan conocimiento
de las mismas, sino que se debe buscar que comprenda plenamente el contenido de la
misma y sus alcances, a través, del propio Juzgado.
D) . En el caso de ser requerido o ser necesario para el cumplimiento de los fines del
proceso, el juzgado proporcionará apoyos personales o técnicos para adecuar su grado
de autonomía personal, respetando la opinión de la persona con discapacidad.
E) . En el caso de las sentencias, además de su estructura tradicional, en forma
complementaria el juzgado deberá redactar la misma bajo un formato de lectura fácil,
con lenguaje simple y directo, a través de los cuales, puedan comprender lo resuelto en
su caso, las implicancias del mismo, y como ésta lo afectará en el desarrollo de su vida.
F) . La Sentencia en formato de lectura fácil, deberá ser redactada tomando en
consideración el tipo de discapacidad concreta para cada caso.
11.6. En el caso del presente proceso, tenemos que los demandados de quien se solicitó
su interdicción Wilbert y Rubén Velásquez Ciprian cuentan con discapacidad sicosocial, y
de su certificado de discapacidad y de lo actuado en el proceso se aprecia que pueden
comunicarse, saben leer y escribir y tienen una capacidad de comprensión media; por
ello, se deberá emitir una sentencia en formato de lectura fácil donde en forma clara,
directa y sencilla, se les explique el contenido del fallo, la que será efectuada en un
anexo y forma parte de la presente sentencia. La misma que será leída y entregada en
audiencia especial para garantizar que comprendan sus alcances y como los afecta a
ellos directamente, con lo cual se garantizará que en igualdad de condiciones puedan
comprender lo resuelto en su caso, las implicancias del mismo, y como lo resuelto los
afectará en el desarrollo de su vida. Todo ello, sin perjuicio de que en la misma fecha se
les entregue la versión tradicional de la sentencia y notifique a todas las partes que
asistan;
11.7. - Esta forma de adecuación con la notificación personal a los demandados con
discapacidad en una audiencia especial de lectura de sentencia, complementaria a la
tradicional por cédula, no afecta de manera alguna el debido proceso o el derecho de
defensa de las partes procesales, pues brinda la adecuación de las normas procesales a
las necesidades de las personas con discapacidad brindándoles ajustes y salvaguardas
procesales para garantizar sus derechos.
EXORTACIONES Y RECOMENDACIONES
110 En México, en la sentencia de la Suprema Corte de Justicia sobre amparo en revisión recaida en el Expediente
159/2013 (Caso Ricardo Adair), se incluye una contenido de la sentencia en lectura fácil, explicando en 10 puntos el
significado y alcance de la misma para que el demandante pudiera comprenderla. Un mecanismo sencillo, claro, sin coste
añadido y, lo fundamental, centrado en satisfacer una necesidad específica de una persona. Tal formato se realiza bajo
un lenguaje simple y directo, en el que se evitan los tecnicismos así como los conceptos abstractos, ello mediante el uso
de ejemplos, y empleando un lenguaje cotidiano, personificando el texto lo más posible.
12. - Es necesario que desde el Estado y, en particular, el Congreso se adopten acciones
necesarias para revertir la situación actual en que se encuentran la personas con
discapacidad en especial de las personas con discapacidad sicosocial e intelectual
respecto al reconocimiento y ejercicio de su capacidad jurídica al igual que las demás; al
respecto, sobre el cumplimiento y aplicación por el estado de los derechos reconocidos a
favor de las personas con discapacidad en la convención tantas veces referida, es de
observar lo señalado por el Comité de la Convención sobre los derechos de las personas
con discapacidad de las Naciones unidas, que efectuado el examen de los informes
presentados por el Estado Peruano sobre el cumplimiento de la convención en virtud de
su artículo 35, en su séptimo periodo de sesiones en mayo del año 2012, hiso de
conocimiento sus observaciones finales al estado peruano.
13. - En ese contexto, el Comité expresa su preocupación de que la legislación del
Estado parte (artículo 7 de la Constitución y artículos 564 y 565 del Código Civil) no está
en conformidad con el artículo 12 de la Convención, ya que establece un modelo de
sustitución en la toma de decisiones en lugar de un modelo de apoyo o asistencia en esa
toma de decisiones y permite la suspensión de los derechos civiles de las personas con
discapacidad en los casos de interdicción judicial. Preocupa también al Comité la falta de
información acerca del número de personas que han estado sujetas a tutela y curatela,
así como la falta de recursos y garantías jurídicas en vigor, como la realización de
exámenes independientes y el derecho a recurrir, para revocar la imposición de esas
medidas. Recomienda la derogación de las referidas normas citadas y la práctica de la
interdicción judicial y revise las leyes que permiten la tutela y la curatela con objeto de
garantizar su plena conformidad con el artículo 12 de la Convención. Le recomienda
también que adopte medidas para cambiar el modelo de sustitución en la toma de
decisiones por uno de apoyo o asistencia a las personas con discapacidad en esa toma de
decisiones que respete su autonomía, voluntad y preferencias.
14. - De igual forma, insta al Perú a que modifique el Código Civil con el fin de
garantizar adecuadamente a todas las personas con discapacidad el ejercicio de sus
derechos civiles.
15. - Asimismo, es necesario que el Estado promueva una estrategia de largo alcance
para hacer efectivos todos los derechos consagrados en la Convención y que agilice el
examen de su marco legislativo a fin de ajustarlo plenamente con todas las disposiciones
de la Convención, incluidos sus principios fundamentales; para ello, es necesario en
primer orden reevaluar aquellas normas estatales en las que se exige a las personas con
discapacidad para acceder algún derecho como el de la pensión, que presenten la
sentencia de interdicción y el nombramiento de un curador, lo cual es claramente
vulneradora a su derecho a la capacidad jurídica, máxime si a través de ese derecho es
que se efectivizan el resto de sus derechos encontrándose que es el estado quien
propicia indirectamente las declaraciones de interdicción.
16. - De otro lado, al pasar de un modelo de sustitución a un modelo de apoyo en la
toma de decisiones, es importante que desde el Estado se asuma proactivamente
establecer las directivas, guías y demás documentos necesarios para fijar los alcances y
límites de cómo deben funcionar estos sistemas de apoyo, en especial cuando estos sean
brindados por una institución u organización sin fines de lucro pero especializada en los
derechos de las personas con discapacidad o por instituciones públicas cuando sea
necesario, así como establecer un registro para su inscripción; todo ello, a fin de
garantizar desde el estado, que las personas con discapacidad intelectual o sicosocial
accedan a sistemas de apoyo adecuados y proporcionales con su discapacidad.
III. FALLO:
PRIMERO.- En aplicación del control difuso de convencionalidad declarar inaplicable los
artículos cuarenta y tres numeral dos y cuarenta y cuatro numerales dos y tres del
código civil referidos a la incapacidad Civil absoluta y relativa, por ser incompatibles con
el derecho a igual reconocimiento de la capacidad jurídica reconocido en el artículo 12 de
la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, el derecho
constitucional a la personalidad jurídica, a la igualdad ante la ley y los principios pro
debilis, pro homine y de legalidad, contenidos en los artículos 3, 8, 24 y 25 de la CADH y
art. 2.1., 2.2, 3, 7, 138 y 139 inc. 8 de la Constitución Política, conforme a los
fundamentos expuestos en la sentencia; en consecuencia, reconocer la plena capacidad
de ejercicio de Wilbert Velásquez Ciprián y Rubén Velásquez Ciprián, en su condición de
personas con discapacidad sicosocial.
SEGUNDO. Establecer, que las personas con discapacidad sicosocial e intelectual tienen
derecho de acceso a la pensión sin restricción alguna por motivos de discapacidad,
incluyendo la pensión de orfandad por incapacidad, con el pleno respeto de su capacidad
jurídica conforme lo establece el artículo 12 de la Convención sobre los Derechos de las
personas con discapacidad, por ello efectuando una interpretación sistemática de las
normas en materia de pensiones a la luz de la Constitución Política y la Convención sobre
los derechos de las personas con discapacidad, se debe determinar, que para la
tramitación y otorgamiento de la pensión de orfandad por incapacidad del D.L. N° 20530
solicitado a favor de una persona con discapacidad ante la Oficina de Normalización
Previsional u otra competente, es inaplicable toda norma legal que exija como requisito
la presentación de resolución judicial de interdicción o incapacidad, y la designación del
curador del beneficiario de dicha pensión.
2. Caso sobre juicio de ponderación, Tribunal Constitucional del Perú, N.° 007-2006-PI/TC
• CASO SOBRE JUICIO DE PONDERACIÓN, TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DEL PERÚ, N.° 007-2006-
PI/TC :
SENTENCIA
DEL PLENO JURISDICCIONAL
DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONA
Asunto:
Magistrados firmantes:
VERGARA GOTELLI
Sumario
I. ASUNTO
A. EXCEPCIÓN PROPUESTA
§1. REPRESENTACIÓN DEFECTUOSA O INSUFICIENTE DEL
DEMANDANTE
VI. FALLO
EXP. N.° 007-2006-PI/TC LIMA
ASOCIACIÓN DE
COMERCIANTES
SAN RAMÓN Y
FIGARI
En Lima, a los 22 días del mes de junio de 2007, reunido el Tribunal Constitucional en sesión de
Pleno Jurisdiccional, integrado por los señores magistrados Landa Arroyo, Gonzales Ojeda, Alva
Orlandini, Bardelli Lartirigoyen, Vergara Gotelli y Mesía
Ramírez, pronuncia la siguiente sentencia, con el voto singular del magistrado Mesía Ramírez
I. ASUNTO
Vicio de inconstitucionalidad:
del derecho de acceso a la función pública en
condiciones de igualdad (Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos: artículo 25, inciso c;
Convención Americana de Derechos Humanos: artículo
23, numeral 1, literal c).
IV. ANTECEDENTES
A. Demanda
B. Contestación
V. FUNDAMENTOS
A. EXCEPCIÓN PROPUESTA
§1. REPRESENTACIÓN DEFECTUOSA O INSUFICIENTE DEL DEMANDANTE
3. En dicha información se ha afirmado que el padrón electoral que se tomó en cuenta para la
contabilización del 1% de ciudadanos fue el de las elecciones regionales y municipales del
año 2002 “por ser las últimas elecciones de carácter nacional realizadas en el país, al
momento de presentarse la citada solicitud”. En el citado documento, se informa que la
solicitud de comprobación de firmas fue presentada el 14 de diciembre de 2004. Cabe
precisar que la resolución del Jurado Nacional de Elecciones por la que se comprueba
positivamente el recaudo de firmas correspondientes al 1% de ciudadanos, por parte de la
demandante, fue expedida con fecha 14 de febrero de 2006 (Cfr. fojas 86 de autos).
5. En cuanto a la alegación de que 81 casos de las personas que registran sus firmas en los
planillones no corresponden a ciudadanos “residentes” en el distrito de Miradores, cabe
afirmar que la dirección de los ciudadanos es la que corresponde a la que se halla inscrita en
el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil a cargo de la RENIEC. El registro de
esta dirección es iure et iure el que ha de considerarse a efectos de interpretarse el concepto
“ciudadanos del respectivo ámbito territorial” a que se refiere el artículo 203, inciso 5), de la
Constitución.
6. Los Gobiernos Municipales son titulares de competencias sobre determinadas materias. Ello
significa que detentan potestad normativa para regular las materias que corresponden al
ámbito de su competencia.
7. El artículo 40°, primer párrafo, de la Ley Orgánica de Municipalidades, N.° 27972, (en
adelante LOM) establece:
10. Conforme a estas disposiciones, los Gobiernos Municipales detentan competencia sobre la
regulación de los servicios en materia de recreación y sobre planificación del desarrollo
urbano y zonificación.
11. La Ley Orgánica de Municipalidades, N.° 27972, (en adelante LOM) establece en su
artículo 79°, apartado 3.6.4, que es condición de competencia exclusiva de la Municipalidad
Distrital, la de:
12. De una interpretación literal de esta disposición se infiere que la regulación de las
condiciones relativas a la “apertura de establecimientos comerciales” constituye materia
propia de las Municipalidades Distritales. Ahora bien, bajo este concepto debe entenderse
las condiciones y requisitos que, en general, se deben satisfacer para la apertura de
establecimientos comerciales. Dentro de ellas, no sólo están los requisitos para la concesión
de una licencia para la apertura de un establecimiento comercial, sino también las normas
que regulan algunos aspectos que, según el caso, puedan estar relacionados con la “apertura
de establecimientos comerciales”.
13. Ello no significa que tal regulación pueda ser arbitraria o se halle desprovista de límites
materiales; por el contrario, como toda norma, ella deberá ser plenamente compatible con el
conjunto de derechos fundamentales y principios de la Constitución; sin embargo, el examen
de si tal compatibilidad es satisfecha o no por
una Ordenanza Municipal concierne al examen del contenido o eventual vicio material, que
debe ser claramente distinguido del vicio competencial aquí analizado.
15. Esta norma faculta al Alcalde para dos aspectos: el dictado de “normas complementarias” de
la Ordenanza y la extensión del ámbito de aplicación de aquélla a otros lugares del distrito.
16. En cuanto a la primera cuestión, la premisa de la que debe partirse es la siguiente. La LOM
dispone en su artículo 42° que los Decretos de Alcaldía “establecen normas reglamentarias y
de aplicación de las ordenanzas”. Asimismo, señala que el Alcalde está facultado para
“Dictar decretos (...), con sujeción a las leyes y ordenanzas” (art. 20, numeral 6, LOM,
énfasis añadido). Esto significa que en el sistema de fuentes de lo que la LOM ha
denominado ordenamiento jurídico municipal (art. 38°), los Decretos de Alcaldía
constituyen manifestación de la potestad reglamentaria de la Alcaldía, en tanto órgano
ejecutivo del gobierno local (art. 5° LOM). En tal sentido, el Alcalde puede ejercer tal
potestad a efectos de desarrollar o concretizar una Ordenanza, para la expedición de lo que
en doctrina se conoce como reglamento ejecutivo.
18. En cuanto a la extensión del ámbito de aplicación de la Ordenanza a otros lugares del
distrito, ella resulta inconstitucional por contravenir las normas que componen el bloque de
constitucionalidad y, concretamente, la Ley Orgánica de Municipalidades. A diferencia
del supuesto anterior, el objeto de la norma es facultar o delegar al Alcalde una potestad
normativa propia del Consejo Municipal. Se está aquí ante un supuesto de delegación de
facultades normativas propias del Consejo a favor del Alcalde.
19. La LOM establece en su artículo 40° las materias que son propias o pueden ser reguladas
por una Ordenanza. Según ella, tales materias pueden ser:
21. Por otra parte, ha de considerarse lo siguiente. La extensión del ámbito de aplicación
territorial, personal o temporal, de una norma no es en
absoluto concretización o especificación de dicha norma, sino la introducción ex novo de
una nueva a un ámbito territorial, personal o temporal, en el que, hasta antes de ella, tal
norma no existía.
23. La demandante ha sostenido que la norma cuestionada es contraria al carácter general que
debe revestir toda ordenanza de conformidad con lo establecido en el artículo 40° de la Ley
N.° 27972, esto es, que deba tener “como ámbito de aplicación a toda la jurisdicción distrital
y no a un sector localizado y específico integrante de aquella”.
26. Ahora bien, una norma general puede no obstante tener como destinatario un conjunto o
sector de la población, con lo cual no se infringe este principio, siempre y cuando el
tratamiento diferente que se haya establecido no sea contrario al derecho a la igualdad de las
personas. Para tal efecto, ha de analizarse la restricción del horario en aplicación del
principio de proporcionalidad. Si la medida satisface las exigencias de este principio,
entonces resulta constitucional; lo contrario supondrá su inconstitucionalidad.
27. Corresponde entonces examinar si la Ordenanza cuestionada constituye una norma general
y, adicionalmente, si es que ella no es contraria al derecho a la igualdad. En cuanto al primer
aspecto, cabe afirmar que ella satisface el requisito de generalidad debido a que el supuesto
es abstracto y los destinatarios son indeterminados. El supuesto es los “locales y
establecimientos comerciales” que se ubican en la denominada Calle de las Pizzas y
“zonas de influencia”. El objeto de regulación de la Ordenanza no es un supuesto concreto,
sino cualquier establecimiento que esté ubicado en esa zona, se trata de cualquier local o
cualquier establecimiento, actual o futuro, con lo cual se satisface la exigencia de
abstracción; pero, además, constituye una regulación cuyos destinatarios no están
determinados en función de los caracteres o condiciones personales de sus titulares, sino al
margen del titular o los titulares de dichos establecimientos, de modo que dentro de ella
quedan comprendidas todas las personas que desarrollan actividades comerciales en la zona
o cualquiera que, en el futuro, pueda desarrollarla. Con esto, la Ordenanza satisface, además,
la exigencia de indeterminación.
28. Una cuestión adicional que debe plantearse es si la Ordenanza, aun cuando es general,
contraviene o no el derecho a la igualdad. No obstante que la absolución de este problema ya
se encuentra anticipada con la respuesta afirmativa respecto de la exigencia de la
indeterminación, la problemática de la igualdad requiere ser abordada específicamente.
31. La restricción del horario de atención no constituye una medida idónea para la prosecución
del objetivo que se propone la Municipalidad. En efecto, la protección de la integridad, la
vida y la seguridad de los trabajadores de los establecimientos comerciales así como de los
concurrentes a ellos puede proveerse a través de la implementación de un adecuado servicio
de la Policía Nacional y del servicio de Serenazgo de la propia Municipalidad e, incluso,
establecerse como deber de los propios establecimientos comerciales, resultante de los
servicios que brindan. En suma, la protección de aquellos derechos puede lograrse a través
de un mayor y más adecuado servicio de seguridad, mas no a través de la restricción de los
horarios de atención nocturnos y de madrugada.
32. Podría restringirse, incluso más, tal horario, pero ello no garantizaría la vida, la seguridad y
la integridad de los trabajares y de los concurrentes a los establecimientos. Este
planteamiento se basa en una presuposición no exacta, consistente en que en tanto los
establecimientos estén abiertos hasta altas horas de la noche o hasta la madrugada, tanto más
embriagados podrían estar los concurrentes y, así, ocasionar peligro en el resto de personas
o, también, exponer aquellos su propia vida, seguridad e integridad. La inexactitud de tal
presuposición reside en que omite que otro sector de concurrentes no opta por la ingesta de
bebidas alcohólicas hasta el nivel de embriaguez, sino por la realización de actividades de
diversión (baile, canto o la simple conversación), acompañada de la ingesta moderada de
bebidas alcohólicas o, sencillamente, por la ingesta de bebidas no alcohólicas. En suma, no
todos los concurrentes optan por la ingesta de bebidas hasta el nivel de la embriaguez, de
modo que la mencionada suposición no es exacta y, por ello, no puede servir de premisa
para fundamentar la medida restrictiva de la Ordenanza.
35. El ruido que se produce en la zona de restricción origina una contaminación acústica de
considerable magnitud y se origina, por lo menos, en tres factores. Los elevados ruidos
procedentes de la música de los establecimientos, pubs, discotecas y de otros. Por otra parte,
el desplazamiento de los concurrentes a los establecimientos de la zona de la restricción y la
evacuación de los mismos hasta altas horas de la noche o de la madrugada ocasionan ruidos
provenientes tanto de las conversaciones de aquellos como también del tráfico de vehículos
en la zona de restricción que traslada a los concurrentes.
37. Análisis de idoneidad. La medida restrictiva constituye un medio adecuado o apto para la
prosecución del objetivo. La restricción del horario de atención de los establecimientos
introducida por la Ordenanza, justamente en las horas de descanso o del dormir de las
personas, impide que la elevada contaminación acústica de la zona continúe durante las
horas de descanso o del dormir de las personas, posibilitando de ese modo un entorno
acústicamente sano para el desarrollo normal de aquellas necesidades.
38. Análisis de necesidad. La restricción es un medio necesario dado que no hay medidas
alternativas, igualmente eficaces, que posibiliten un entorno acústicamente sano
(objetivo) en las zonas aledañas a la de la restricción. Evidentemente, existen medios
alternativos, pero que no son igualmente eficaces, como el permitir prolongar el horario de
apertura con el establecimiento de niveles de decibelios tope en los establecimientos; sin
embargo, resulta evidente que ello no eliminaría el sonido de la música en la zona y la
contaminación acústica resultante de los otros factores de contaminación que seguirían
produciendo sus efectos lesivos, de modo que no se lograría el entorno acústicamente sano
requerido para la protección del derecho al medio ambiente y a la tranquilidad y del derecho
a la salud. Por el contrario, la restricción del horario de atención en los establecimientos en
las horas determinadas en la Ordenanza constituye un medio más eficaz para posibilitar un
entorno acústicamente sano que la mencionada alternativa hipotética. En consecuencia, si
bien existe al menos una medida alternativa a la restricción examinada, dicha medida no es
igualmente eficaz y, por tanto, la restricción examinada constituyó un medio necesario para
la protección de los derechos al medio ambiente y a la tranquilidad y del derecho a la salud
de los vecinos de las zonas aledañas a la de la restricción.
39. Análisis de ponderación. Para efectuar este análisis es preciso identificar los derechos
constitucionales y/o bienes constitucionales que se hallan en conflicto. Hemos dejado
establecido que el fin constitucional de la restricción es la protección del derecho al medio
ambiente y a la tranquilidad y del derecho a la salud. Por su parte, la restricción constituye
una intervención o limitación de la libertad de trabajo de los propietarios de los
establecimientos comerciales de la zona restringida (los miembros de la asociación
demandante) y, además, una intervención del derecho al libre desenvolvimiento de la
personalidad de los concurrentes a los establecimientos de la zona restringida.
42. La estructura del examen de ponderación ha sido definida por este Tribunal Constitucional,
con motivo de examinar una restricción en la libertad de trabajo, señalándose que
“Conforme a éste [-la ponderación-] se establece una relación según la cual cuanto mayor
es la intensidad de la intervención de la libertad de trabajo, tanto mayor ha de ser el
grado de realización u optimización del fin constitucional . Si tal relación se cumple,
entonces, la intervención en la libertad de trabajo habrá superado el examen de la
ponderación y no será inconstitucional; por el contrario, en el supuesto de que la intensidad
de la afectación en la libertad de trabajo sea mayor al grado de realización del fin
constitucional, entonces, la intervención en dicha libertad no estará justificada y será
inconstitucional.”[1]
Corresponde ahora examinar cada una de las intensidades y los grados de realización a
efectos de que posteriormente pueda analizarse si se cumple o no esta ley de ponderación.
La valoración de lasintensidades puede ser catalogada como: grave, medio o leve[2], escala
que es equivalente a la de: elevado, medio o débil[3] . Por esta razón, la escala puede también
ser aplicada para valorar los grados de realización del fin constitucional de la restricción.
44. La intensidad de la intervención en la libertad de trabajo es leve. La Ordenanza no establece
una limitación absoluta o total del ejercicio de la libertad de trabajo de los propietarios de
establecimientos comerciales en la zona bajo restricción; por el contrario, ella sólo establece
una limitación parcial, circunscrita a determinadas horas de la noche y la madrugada.
46. Aun cuando el artículo 2, inciso 1, de la Constitución vigente, cuando menciona el derecho
de la persona al “libre desarrollo y bienestar” pudiera interpretarse como alusivo al libre
desenvolvimiento de la personalidad, tal interpretación no sería del todo correcta ya que
desarrollo y bienestar, dotan de un contenido o, al menos, de una orientación, en los que
habría de interpretarse la libertad de actuación. Por el contrario, el objeto de protección de la
libertad de actuación es la simple y llana conducta humana, desprovista de algún referente
material que le otorgue algún sentido -desarrollo y bienestar-. Por ello, corresponde
examinar si hay otra vía a efectos de considerarlo como un derecho conformante de nuestro
ordenamiento constitucional.
48. El Tribunal Constitucional alemán, en el célebre caso Elfes[4], interpretar este clásico
enunciado de la Ley Fundamental alemana, -la Constitución de ese país- en su artículo 2.1,
entendiendo que el contenido o ámbito de protección del derecho al libre
desenvolvimiento de la personalidad comprende la “libertad de actuación humana en el
sentido más amplio”, la “libertad de actuación en sentido completo”[5]. Se trata, entonces, de
un “derecho autónomo que garantiza la libertad general de actuación del hombre”[6] y que no
se confunde con la libertad de la actuación humana “para determinados ámbitos de la vida”
que la Constitución ha garantizado a través de específicos derechos fundamentales[7], tal
como sería el caso de las libertades de expresión, trabajo, asociación, etc.
52. En principio, se está ante una restricción legítima que tiene como propósito la salvaguarda
del derecho al medio ambiente, la tranquilidad y a la salud, de los vecinos de la zona de
restricción. Por otra parte, como se advirtió, no existe medio hipotético alternativo que pueda
cumplir tal cometido.
53. Ahora bien, la intensidad de la intervención en el libre desenvolvimiento de la personalidad
de los concurrentes a los establecimientos de la zona restringida es leve. Se trata de una
restricción temporalmente parcial, limitada a determinadas horas, no de una restricción
total. Esto significa que los concurrentes pueden divertirse y encontrar un espacio de
esparcimiento en la Calle de las Pizzasdurante buena parte de la noche e, incluso, de la
madrugada, pero no durante toda la noche, hay un margen temporal suficientemente
razonable para que las personas puedan recrearse en este espacio de Miraflores. Por otra
parte, se trata de una restricción espacialmente parcial, no total; es decir, los concurrentes
pueden optar por lugares alternativos a los de la zona bajo restricción, donde no exista esta o,
por último, en los domicilios de los mismos. Por tanto, la restricción del libre
desenvolvimiento de la personalidad es de intensidad leve.
57. La Ordenanza N.° 212 establece en su artículo segundo como sanción una multa
equivalente a 1 UIT y como medida complementaria la clausura definitiva. Esta
norma no resulta contraria al principio de razonabilidad. La grave intensidad de la
afectación que un entorno acústicamente sano ocasiona en el derecho al medio
ambiente, a la tranquilidad y, de modo importante, a la salud, justifican que la
Municipalidad pretenda introducir un efecto disuasorio de máxima magnitud de
posibles infracciones de los límites de horarios, a través de drásticas sanciones. Esta
finalidad preventiva general o intimidatoria de la sanción administrativa a través
de una drástica sanción resulta proporcional o acorde a la magnitud de la grave
afectación que la contaminación sonora nocturna puede ocasionar en los vecinos de
la zona de la restricción. La elevada magnitud de la sanción se corresponde, aquí,
al elevado grado de afectación de derechos que la infracción puede ocasionar.
58. El derecho al debido garantiza (art. 139°, inciso 3, Constitución) a toda persona
que cualquier acto que incida en la esfera subjetiva de sus derechos, debe estar
precedido de un procedimiento donde aquélla pueda ejercer de manera plena los
derechos que componen el derecho al debido proceso, en particular, el derecho de
defensa. En tal sentido, los actos del poder público que inciden en los derechos de la
persona y que están desprovistos de un procedimiento previo donde se hayan
cumplido aquellas garantías, afectan el derecho al debido proceso.
59. El artículo 4° de la Ordenanza N.° 212 establece lo siguiente:
“ ( . . . ) déjese sin efecto todas las Licencias Especiales dadas a la fecha, para los
establecimientos comerciales ubicados en las referidas zonas.”
VI. FALLO
HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese.
SS.
VERGARA GOTELLI
EXP. N.° 00007-2006-PI/TC LIMA
ASOCIACIÓN DE COMERCIANTES SAN RAMÓN Y FIGARI
b) Dichas ordenanzas disponen que los locales y establecimientos comerciales ubicados en las
calles antes referidas cesarán sus actividades : i) De domingo a jueves a las 01:00 horas del
día siguiente; y, ii) Los días viernes, sábado y vísperas de feriado a las 02:00 horas del día
siguiente.
c) Debo dejar constancia, en principio, que comparto, por los mismos fundamentos, el
pronunciamiento que declara inconstitucional el artículo 4° de la Ordenanza N.° 212, en la
parte que dispone “déjese sin efecto todas las Licencias Especiales dadas a la fecha, para los
establecimientos comerciales ubicados en las referidas zonas”. Del mismo modo, considero
también que la excepción de representación defectuosa de la demandante debe desestimarse.
e) La igualdad ante la ley es un principio jurídico constitucional que, entre otros aspectos,
persigue tratar con igualdad en lo que somos iguales y, de diversa manera, en lo que somos
diferentes. Así, para establecer cuándo se está frente a una medida que implica trato desigual
y, cuándo frente a una medida que solamente establece diferenciación, es necesario evaluar
lo que la doctrina ha venido en denominar la razonabilidad. Ahora bien, si la desigualdad
nace de la ley, debe determinarse, primero, si existe una causa objetiva y razonable que la
fundamente. Luego, si dicha desigualdad está desprovista de una justificación también
objetiva y razonable, debe haber una relación de proporcionalidad entre medios y fin; o, lo
que es lo mismo, que los motivos que se alegan para justificar la desigualdad sean
razonables. Y, por último, si el trato que se cuestiona genera o no consecuencias diferentes
entre dos o más personas. Como es de verse, lo fundamental es el examen dentro de la
norma para encontrar las razones que puedan justificar la desigualdad.
f) En ese sentido, considero que las impugnadas ordenanzas -que regulan el horario máximo
de funcionamiento de los establecimientos comerciales ubicados en la denominada “Calle
de las Pizzas” y demás zonas de influencia- resultan incompatibles con la Constitución
Política del Estado, pues del examen de éstas no se advierte, la razón que justifique el trato
desigual con respecto a otros locales del mismo género ubicados en el mismo distrito, ni
tampoco que los motivos que se alegan para justificarla sean razonables. Por el contrario, tal
trato genera consecuencias diferentes entre los establecimientos comerciales ubicados en las
zonas materia de regulación con respecto a aquellos ubicados en el mismo distrito de
Miradores, pero en otras ubicaciones, por lo que, en ese sentido y, como se expone a
continuación, es el derecho a la igualdad en la ley, constitucionalmente previsto por el inciso
2) del artículo 2° de la Norma Fundamental, el que ha sido lesionado.
i) En efecto, la Municipalidad Distrital de Miradores, con tal decisión, esto es, la de restringir
el horario de atención de determinados locales comerciales a efectos de proteger la salud y
tranquilidad de los vecinos -y no hacer lo mismo con los otros establecimientos-, por el
hecho de su ubicación, privilegia a un grupo de ellos con respecto a los demás, pues quienes
se ubican en zonas distintas pueden continuar operando. Como consecuencia de ello,
además, la comuna emplazada lesiona el derecho a la libertad de empresa.
j) Si bien es cierto constituye una finalidad legítima que la emplazada persiga proteger los
derechos a la paz y la tranquilidad, a un medio ambiente sano y equilibrado y a la salud de
sus vecinos, no puede, so pretexto de ello, adoptar medidas como las ordenanzas
impugnadas en autos, que establecen un trato discriminatorio de unos respecto de otros y
que, como corolario, terminan por afectar la libertad de empresa de sólo algunas empresas,
por el sólo de hecho de estar ubicadas en determinado ámbito de su jurisdicción. Si en el
ejercicio de sus competencias constitucionalmente previstas en el numeral 195.8 de la
Constitución pretende regular las actividades y/o servicios en materia de recreación y, con
ello, proteger los derechos de sus vecinos, entonces corresponderá que una medida de tal
naturaleza sea adoptada en todo el distrito, y no sólo en una parte de él.
k) Por lo demás, si los motivos adicionales que se alegan para justificar la medida, y que
constan de la contestación de la demanda, son aquellos constituidos por problemas de
seguridad -prostitución y drogas (sic)-, es precisamente la Municipalidad Distrital de
Miraflores la que, en ejercicio de sus competencias previstas en el artículo 73° de la Ley
Orgánica de Municipalidades, deberá adoptar las medidas necesarias para dar solución a
dicha problemática.
l) Por ello, soy de la opinión que la demanda debe ser declarada fundada y, por tan virtud,
inconstitucionales las Ordenanzas N. os 212-2005 y 214-2005, expedidas por la
Municipalidad Distrital de Miraflores.
S.
MESÍA RAMÍREZ
[1]
STC 8726-2005-PA/TC, fundamento N.° 22.
[2]
Cfr. STC 0045-2005-PI/TC, fundamento N.° 35, recogiendo la escala propuesta por Alexy,
Robert Epílogo a la Teoría de los derechos fundamentales, Colegio de Registradores de
la Propiedad, Mercantiles y Bienes Muebles de España, Madrid, 2004, p. 60.
[3]
Ibíd.
[4]
Caso Elfes: BVerfGE 6, 32. La sentencia data del 16 de enero de 1957.
[5]
Ibíd., 36
[6]
Ibíd, 36-37
[7]
. Ibíd, 37
CURSO “NEOCONSTITUCIONALISMO
1. Caso sobre test de proporcionalidad, Tribunal Constitucional del Perú, N.° 045-2004-PI/TC
• CASO SOBRE TEST DE PROPORCIONALIDAD, TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL DEL PERÚ, N.° 045-2004-PI/TC:
SUMARIO
I. ASUNTO
II. DATOS GENERALES
III. NORMA DEMANDADA DE INCONSTITUCIONALIDAD
IV. ANTECEDENTES
A. DEMANDA
B. CONTESTACIÓN
FALLO
EXP. N.° 045-2004-PI/TC
LIMA
COLEGIO DE ABOGADOS DEL CONO NORTE DE
LIMA
En Lima, a los 29 días del mes de octubre de 2005, el Tribunal Constitucional en sesión de Pleno
Jurisdiccional, con la asistencia de los magistrados Alva Orlandini, Bardelli Lartirigoyen,
Gonzales Ojeda, García Toma, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente
sentencia:
I. ASUNTO
Vicio de inconstitucionalidad
alegado: Inconstitucionalidad por el fondo. Infracción del
principio-derecho igualdad enunciado en el artículo 2 inciso 2 de la Constitución.
“Cuarta.- Bonificación para los magistrados titulares que aspiren a cargo superior
Los magistrados titulares del Poder Judicial y del Ministerio Público que postulen al cargo
inmediatamente superior, así como aquéllos postulantes, que hayan cursado el programa de
formación académica, tendrán una bonificación de hasta un 10% (diez por ciento) del total del
puntaje obtenido”.
IV. ANTECEDENTES
A. Demanda
B. Contestación
El Congreso deduce la excepción de falta de legitimidad para obrar del demandante. Afirma que
el Colegio de Abogados del Cono Norte de Lima no habría sido creado por ley, por lo que se
trataría de una simple asociación de abogados instituida para la defensa gremial de sus afiliados.
Precisa que, de conformidad con el artículo 20° de la Constitución, los colegios profesionales
detentan personalidad de derecho público y que, según el artículo 76° del Código Civil, deben ser
creados por ley; no obstante, el Colegio demandante no lo habría sido, de modo que carecería de
legitimidad procesal activa. Se trataría de una asociación, una persona jurídica de derecho
privado que carecería de la legitimidad procesal activa establecida por el Código Procesal
Constitucional.
Afirma que la disposición impugnada establece un trato diferenciado que se sustenta en lo
establecido por el artículo 103° de la Constitución, conforme al cual, se puede expedir leyes
especiales por la naturaleza de las cosas, mas no por la diferencia de las personas.
Alega que el principio de igualdad de trato no prohíbe dispensar un tratamiento diverso a
situaciones distintas, dado que la esencia de la igualdad no consiste en impedir diferenciaciones,
sino evitar que éstas carezcan de “justificación objetivamente razonable y se respete una
proporcionalidad entre los medios empleados y la finalidad perseguida”. La disposición
impugnada realiza precisamente un trato diferenciado a favor de magistrados y personas que han
cursado el programa de formación académica, el cual obedece a causas objetivas y razonables, y
que, además, no infringe el principio de igualdad debido a que supera el test de razonabilidad:
VI. FUNDAMENTOS
1. El Congreso ha deducido la excepción de legitimidad para obrar del demandante. Sostiene que
de conformidad con el artículo 20° de la Constitución, los colegios profesionales detentan
personalidad de derecho público y, según el artículo 76° del Código Civil, deben ser creados por
ley. Afirma que el Colegio Profesional demandante carece de la condición de persona jurídica de
derecho público al no haber acreditado su creación por ley. En consecuencia, se trataría de una
simple asociación para la defensa gremial de sus afiliados.
Respecto a la exigencia de la acreditación de la Ley de creación del colegio demandante, este
Colegiado ha afirmado en su resolución de fecha 31 de marzo de 2005, dictada en el presente
proceso, que: “(...) si bien este Tribunal también exigió que se cumpliera con precisar la ley de
creación del Colegio de Abogados demandante, tal extremo no se configura como un imperativo
de admisibilidad nacido de la voluntad expresa del Código [Procesal Constitucional]. En tales
circunstancias, y aun reconociendo que dicho extremo se encuentra todavía pendiente por definir,
este Colegiado considera que la duda sobre la legitimidad de ejercicio de la parte demandante no
puede ser interpretada en sentido adverso a sus intereses y la tutela procesal a la que tiene
derecho. En dicho contexto, y estando al principio pro actione, establecido en el párrafo 4 del
artículo III del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, este Tribunal estima
pertinente presumir en favor de la continuidad del proceso constitucional interpuesto y, en tal
sentido, dar por cumplidas las condiciones para admitir la presente demanda.” (Fundamento N.°
3, subrayado del Tribunal en la presente sentencia).
El Tribunal reafirma el criterio ya establecido en la citada resolución, poniendo énfasis sobre
todo en cuanto a que la exigencia de “precisar la ley de creación del Colegio de Abogados
demandante”, “no se configura como un impedimento de admisibilidad nacido de la voluntad
expresa del Código” Procesal Constitucional.
3. Esta disposición concede una bonificación sobre el puntaje total obtenido a magistrados y
postulantes -esto es, personas que no son parte aún del cuerpo de magistrados- por haber cursado
el programa de formación académica. La bonificación constituye la asignación de un porcentaje
de puntuación sobre la calificación total obtenida.
El inciso c) del artículo 22 de la aludida Ley Orgánica, modificado por Ley N.° 27368, publicada
el 7 de noviembre de 2000, establece lo siguiente:
10. La circunstancia que una disposición no esté vigente no es óbice para que no se examine su
constitucionalidad. Si bien el objeto del proceso de inconstitucionalidad es el examen de normas
vigentes, las normas que carecen de vigencia o que ya no forman parte del ordenamiento jurídico
pueden también serlo. Tres son los supuestos en los que una disposición que carece de vigencia
puede ser sometida al examen de su constitucionalidad.
11. Respecto al primer supuesto, clásica y autorizada doctrina lo ha planteado en los siguientes
términos: “Parece obvio que el tribunal constitucional sólo puede conocer las normas todavía en
vigor al momento en que dicta su resolución. ¿Por qué anular una
norma que ha dejado de estar en vigor? Observando con atención esta cuestión se advierte, sin
embargo, que es posible aplicar el control de constitucionalidad a normas ya abrogadas.
En efecto, si una norma general (...) abroga otra norma general sin efecto retroactivo, las
autoridades deberán continuar aplicando la norma abrogada para todos los hechos realizados
mientras se encontraba aún en vigor. Si se quiere evitar esta aplicación en razón de la
inconstitucionalidad de la norma abrogada (...), es necesario que esta
inconstitucionalidad se establezca de manera auténtica y que le sea retirado a la norma
el resto de vigor que conservaba”^4-.
En este sentido, el examen de constitucionalidad de una disposición no vigente está condicionado
a que ella sea susceptible de ser aplicada a hechos, situaciones y relaciones jurídicas ocurridas
durante el tiempo en que estuvo vigente. Tal puede ser, por ejemplo, el típico caso de las
disposiciones que hallamos en el Código Civil, el Código del Niño y el Adolescente, la Ley
General de Sociedades, que fueran derogadas por leyes posteriores y, luego, sometidas al examen
de constitucionalidad. La justificación del examen de validez constitucional reside en que, una
vez derogadas, los hechos, situaciones y relaciones jurídicas ocurridos durante la vigencia de
tales normas, son regidos por dichas disposiciones. Para evitar la aplicación de dichas normas, en
el supuesto de que fueran eventualmente inconstitucionales, se requiere su declaración de
invalidez (inconstitucionalidad). Por esta razón, aun cuando una disposición esté derogada, ha
menester un pronunciamiento sobre su constitucionalidad. Es en tal sentido que este Colegiado
ha afirmado que “(...) la derogación de la ley no es impedimento para que este Tribunal pueda
evaluar su constitucionalidad”[5]Como se advierte, la razón de ello reside en que, a diferencia de
la derogación, a través de la declaración de inconstitucionalidad, se “‘aniquila’ todo efecto que la
111 112 113
norma [derogada] pueda cumplir” ^ con excepción de los supuestos de materia penal y
tributaria. A contrario sensu, los procesos concluidos relativos a materias distintas de las
13. Finalmente, el tercer supuesto se da cuando una norma que carece de vigencia es aplicada
ultraactivamente. Es decir, cuando es aplicada a hechos, situaciones y relaciones jurídicas
posteriores a la cesación de su vigencia. En consecuencia, si una norma que carece de vigencia es
aplicada ultraactivamente, ha menester el examen de su constitucionalidad.
Ciertamente, el examen de constitucionalidad de una disposición no vigente en este supuesto
presupone que la aplicación ultraactiva de la disposición, a través de una concreta norma o acto,
haya sido detectada.
La justificación del examen de constitucionalidad en este supuesto radica en evitar, al igual que
en el primer supuesto, que una disposición inconstitucional continúe siendo aplicada. Se trata
aquí de evitar el efecto o aplicación ultraactiva de una disposición inconstitucional como
consecuencia imperativa del principio de supremacía constitucional.
16. Tanto el artículo 48° como la Primera Disposición Final del Reglamento, proyectan en el
tiempo los efectos de la disposición impugnada -ya no vigente-, al considerar aplicable la
mencionada bonificación en cuanto parámetro para la determinación del “Promedio Final y el
Cuadro de Calificaciones”.
¿Puede considerarse, así, este Reglamento, en las citadas disposiciones, como un “acto de
aplicación ultraactiva” de la disposición impugnada, es decir, la aplicación ultraactiva de una
norma ya no vigente a un suceso posterior a la cesación de su vigencia? La respuesta es
afirmativa.
20. La Constitución reconoce el derecho principio igualdad en el artículo 2°, inciso 2, en los
siguientes términos: “Toda persona tiene derecho: (...) A la igualdad ante la ley. N adie debe ser
discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o
de cualquier otra índole.”
Como este Tribunal ha afirmado, la igualdad consagrada constitucionalmente, detenta la doble
condición de principio y derecho fundamental18^. En cuanto principio, constituye el enunciado de
un contenido material objetivo que, en tanto componente axiológico del fundamento del
ordenamiento constitucional, vincula de modo general y se proyecta sobre todo el ordenamiento
jurídico. En cuanto derecho fundamental, constituye el reconocimiento de un auténtico derecho
subjetivo, esto es, la titularidad de la persona sobre un bien constitucional, la igualdad, oponible
a un destinatario. Se trata del reconocimiento de un derecho a no ser discriminado por razones
proscritas por la propia Constitución (origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición
económica) o por otras (“motivo” “de cualquier otra índole”) que, jurídicamente, resulten
relevantes.
En cuanto constituye un derecho fundamental, el mandato correlativo derivado de aquél, respecto
a los sujetos destinatarios de este derecho (Estado y particulares), será la prohibición de
discriminación. Se trata, entonces, de la configuración de una prohibición de intervención en
el mandato de igualdad.
23. En este contexto, la razonabilidad aparece como una exigencia de fundamento, de una razón
o base que justifique el tratamiento diferente. Aquí, el tratamiento diferente aparece como un
medio para la prosecución de una finalidad. La comprensión del principio de razonabilidad en
estos términos ha sido acogida por este Tribunal cuando ha manifestado que: “Por virtud del
principio de razonabilidad se exige que la medida restrictiva se justifique en la necesidad de
preservar, proteger o promover un fin constitucionalmente valioso. Es la protección de fines
constitucionalmente relevantes la que, en efecto, justifica una intervención estatal en el seno de
los derechos fundamentales.
Desde esta perspectiva, la restricción de un derecho fundamental satisface el principio
de razonabilidad cada vez que esta persiga garantizar un fin legítimo y, además, de
rango constitucional”1111.
31. En atención a la anterior, este Tribunal Constitucional considera que el examen de si una ley
contraviene, o no, el principio de igualdad, debe ahora efectuarse en aplicación del principio de
proporcionalidad. Como el Tribunal Constitucional alemán ha establecido, la eventual
contravención del principio de igualdad a través de una ley implica un examen que “(...) de la
simple prohibición de arbitrariedad alcanza hasta una estricta vinculación a la exigencia de
proporcionalidad”1441 En esta misma línea, pero decantándose hacia una aplicación del principio
de proporcionalidad y, conforme ya se sostuvo en la Sentencia recaída en el Exp. N.° 0048-2004-
PI/TC (Fundamento N.° 65), este Colegiado considera que el principio que ha de emplearse para
examinar si un tratamiento diferente establecido por una norma comporta un trato
discriminatorio, es el principio de proporcionalidad1451.
- Intensidad grave.
- Intensidad media.
- Intensidad leve.
39. Examen de necesidad. Bajo este test ha de analizarse si existen medios alternativos
al optado por el legislador que no sean gravosos o, al menos, que lo sean en menor
intensidad. Se trata del análisis de una relación medio-medio^ esto es, de una
comparación entre medios; el optado por el legislador y el o los hipotéticos que hubiera
podido adoptar para alcanzar el mismo fin. Por esto, el o los medios hipotéticos
alternativos han de ser igualmente idóneos.
Ahora bien, el presupuesto de este examen es que se esté ante un medio idóneo, puesto
que si el trato diferenciado examinado no lo fuera, no habría la posibilidad conceptual
de efectuar tal comparación entre medios. En el examen de necesidad se compara dos
medios idóneos. El optado por el legislador -la intervención en la igualdad- y el o los
hipotéticos alternativos. Por esta razón, si el primero estuviera ausente, debido a que no
habría superado el examen de idoneidad, el test de necesidad no tendrá lugar.
El examen según el principio de necesidad importa el análisis de dos aspectos: (1) la
detección de si hay medios hipotéticos alternativos idóneos y (2) la determinación de,
(2.1) si tales medios -idóneos- no intervienen en la prohibición de discriminación, o, (2.2)
si, interviniéndolo, tal intervención reviste menor intensidad. El análisis de los medios
alternativos se efectúa con relación al objetivo del trato diferenciado, no con respecto a
su finalidad. El medio alternativo hipotético debe ser idóneo para la consecución del
objetivo del trato diferenciado.
En consecuencia, si del análisis resulta que (1) existe al menos un medio hipotético
igualmente idóneo que (2.1) no interviene en la prohibición de discriminación o que
(2.2), interviniendo, tal intervención es de menor intensidad que la adoptada por el
legislador, entonces, la ley habrá infringido el principio-derecho de igualdad y será
inconstitucional.
40. Proporcionalidad en sentido estricto. La proporcionalidad en sentido estricto o
ponderación (Abwagung), proyectada al análisis del trato diferenciado, consistirá en
una comparación entre el grado de realización u optimización del fin constitucional y la
intensidad de la intervención en la igualdad. La comparación de estas dos variables ha
de efectuarse según la denominada ley de ponderación^. Conforme a ésta:
“Cuanto mayor es el grado de la no satisfacción o de la afectación de un principio, tanto
mayor tiene que ser la importancia de la satisfacción del otro”.
Como se aprecia, hay dos elementos: la afectación -o no realización- de un principio y
la satisfacción -o realización- del otro. En el caso de la igualdad es ésta el principio
afectado o intervenido, mientras que el principio, derecho o bien constitucional a cuya
consecución se orienta el tratamiento diferenciado -la “afectación de la igualdad”- es el
fin constitucional. Por esto, la ponderación en los casos de igualdad supone una colisión
entre el principio-derecho igualdad y el fin constitucional del tratamiento diferenciado.
Proyectada la ley de ponderación al análisis de la intervención de la igualdad, la ley de
ponderación sería enunciada en los siguientes términos:
“Cuanto mayor es el grado de afectación -intervención- al principio de igualdad, tanto
mayor ha de ser el grado de optimización o realización del fin constitucional”.
Se establece aquí una relación directamente proporcional según la cual: cuanto mayor
es la intensidad de la intervención o afectación de la igualdad, tanto mayor ha de ser el
grado de realización u optimización del fin constitucional. Si esta relación se cumple,
entonces, la intervención en la igualdad habrá superado el examen de la ponderación y
no será inconstitucional; por el contrario, en el supuesto de que la intensidad de la
afectación en la igualdad sea mayor al grado de realización del fin constitucional,
entonces, la intervención en la igualdad no estará justificada y será inconstitucional.
46. El rasgo común entre los componentes del Grupo A y del Grupo B reside en que se
trata de abogados postulantes al cargo de magistrado del Poder Judicial o del
Ministerio Público. En este contexto, ¿es discriminatoria la concesión de la bonificación
al Grupo A, en detrimento del Grupo B?
50. El artículo 3° de la Ley N.° 27466, que modifica la Cuarta Disposición Final y
Transitoria de la Ley N.° 27368, carece de una justificación específica que se halle
consignada en el Expediente Público de dicha Ley. En el citado Dictamen se afirma que
la propuesta de la bonificación se da “de conformidad con la Cuarta Disposición
Transitoria y Final de la Ley N.° 27368.”^ Esta mención en el Dictamen permite
advertir que la finalidad de la asignación de la bonificación cuestionada no tuvo una
consideración específica, sino que se remitió a la que ya había inspirado a la disposición
a la que modifica (Cuarta Disposición Final y Transitoria de la Ley N.° 27368). De
acuerdo a esto queda sin precisar cuál fue la finalidad o la razón por la cual se asignó la
bonificación a postulantes con PROFA. Por otra parte, tomando en cuenta la remisión
antes señalada, la ratio de la disposición a la que modifica podría dar alguna
explicación al respecto.
En efecto, en el Expediente Público de la Ley N.° 27368 se encuentra una referencia a la
disposición impugnada en su versión originaria que concede la bonificación -“no menor
del 10%”- únicamente para magistrados que ascendían. De ésta alguna referencia se
puede obtener. Del estudio del Expediente Público de la Ley N.° 27368 se advierte que
ella tuvo como origen un Proyecto presentado por el Consejo Nacional de la
Magistratura junto con otros. Es justamente el Proyecto del Consejo donde se
fundamenta la adjudicación de una bonificación en los siguientes términos: “Finalment
e, una manera operativa para que no resulta inútil la formación que brinde la Academia
de la Magistratura, es que los egresados de la misma cuenten con una bonificación en el
puntaje de los procesos de selección de magistrados, el cual puede ser establecido en el
Reglamento respectivo.” (Apartado 3.2, numeral 6, cursiva del Tribunal
Constitucional). El Proyecto del Consejo no incluye, sin embargo, esta disposición en el
texto articulado; lo cual, hay que entender, se deba a la remisión que se efectúa al
respectivo Reglamento. Sin embargo, es en el Proyecto presentado por Congresistas
-posterior al del Consejo- donde se incluye la mencionada bonificación en los mismos
términos al comprendido en la Cuarta disposición Final y Transitoria. Este Proyecto
legislativo no cuenta, sin embargo, con una exposición de motivos que justifique tal
Disposición. No existiendo una justificación expresa del legislador, hay que entender
que la expresada en el Proyecto
del Consejo de la Magistratura fue adoptada también por el legislador de
entonces.
51. Así las cosas, se advierte que la finalidad de la disposición de la bonificación fue
“para que no result[e] inútil la formación que brinde la Academia de la Magistratura”,
de modo tal que los “egresados de la misma cuenten con una bonificación en el puntaje
de los procesos de selección de magistrados”. La finalidad sería, así, evitar que el curso
del PROFA carezca de consecuencia alguna en el puntaje del proceso de selección
debido a que durante ese periodo el requisito del PROFA se hallaba suspendido. Sería
así la búsqueda de un criterio de justicia el que justificaría la asignación de la
bonificación. La finalidad, así concebida, sería sin embargo, muy genérica y no
aportaría, por ello, al esclarecimiento del examen de proporcionalidad. De modo
diferente, el Congreso ha sostenido una tesis distinta.
52. El objetivo del trato diferenciado a postulantes con PROFA. Para el Congreso, la
“finalidad” que justifica la “desigualdad” reside en “garantizar la excelencia en el
ejercicio de la carrera de los jueces y fiscales y el acceso a dichos cargos por quienes se
encuentran debidamente preparados para iniciar la carrera judicial (...)” (fojas 73,
cursiva del Tribunal Constitucional). En concepto del Congreso, “si los jueces no están
instruidos y no son especialistas en temas de función jurisdiccional, no la ejercerían en
forma idónea” (fojas 74, cursiva del Tribunal Constitucional). La idea es entonces la
conformación de una judicatura “instruida” y “especializada”, la misma que
conduciría a la idoneidad judicial. Instrucción o formación, por un lado, y
especialización, por otro, son dos conceptos diferentes. Por esta razón tienen que ser
considerados como dos fines mediatos distintos. Esta misma idea ha sido expresada por
el Procurador del Congreso en la Audiencia Pública, cuando, en relación a la
formación, manifiesta que “no se puede entender un Estado de derecho si el Poder
Judicial no funciona bien, con abogados aspirantes con formación (...)” (énfasis del
Tribunal Constitucional); luego, que la “finalidad de la norma” es “asegurar que los
magistrados tengan una formación adecuada” (énfasis del Tribunal Constitucional). En
la contestación de la demanda se afirma, en relación a la profesionalización de los
aspirantes, que “la especialización viene dada por la Academia de la Magistratura”; a
continuación afirma que “resulta necesario profesionalizar la magistratura” (fojas 74 a
75, cursiva del Tribunal Constitucional). En resumen, el tratamiento diferenciado
del Consejo de la Magistratura fue adoptada también por el legislador de
entonces.
V
encomendada al Poder Judicial (artículo 138°, 1er párrafo). En efecto, el derecho a la tutela
jurisdiccional no sólo significa el acceso a la protección jurisdiccional, sino además a una
calidad óptima de ésta, condición que, entre otros aspectos, presupone, como elemento
fundamental, la idoneidad de la magistratura. Según lo anterior, tendríamos que el objetivo
sería la conformación de un estado de cosas: la instauración de una judicatura con formación
adecuada y especializada; la finalidad estaría constituida por la idoneidad judicial en cuanto fin
constitucional a cuya prosecución se justifica el estado de cosas pretendido en el objetivo del
trato diferenciado.
55. Establecidos el objetivo y la finalidad del trato diferente, corresponde inquirir ahora por
su idoneidad. En cuanto a la idoneidad del medio con el objetivo, ha de preguntarse: ¿Hay una
relación de causalidad entre el favorecimiento al Grupo A, con experiencia - magistrados
titulares-, con respecto al Grupo B para la conformación de una judicatura experimentada
(objetivo)? El análisis de causalidad medio-fin debe elaborarse aquí sobre premisas empíricas.
56. Corresponde analizar entonces: (1) si la bonificación concedida a postulantes con PROFA
es un medio conducente a la conformación de una judicatura preparada, (2), si la bonificación
concedida a magistrados (para el ascenso) es conducente a la conformación de una judicatura
experimentada.
59. Sin embargo, el nexo no es del todo exacto. La experiencia judicial constituye un elemento
que puede contribuir a la idoneidad judicial, pero se trata de un vínculo contingente. La
idoneidad puede prescindir de experiencia judicial. La sola experiencia judicial no conduce
necesariamente o, por definición, a la idoneidad. Por el contrario, el nexo no es contingente,
sino totalmente exacto entre judicatura debidamente preparada e idoneidad judicial.
Evidentemente, aún cuando una judicatura experimentada no es el único elemento que puede
conducir a la realización de la idoneidad judicial, representa un medio que, entre otros, puede
conducir al mismo. Por esto, puede concluirse afirmativamente en el sentido de que existe
idoneidad entre el tratamiento diferenciado y el fin consistente en la consecución de la
idoneidad judicial.
61. Los medios alternativos. El objetivo de la conformación de jueces con experiencia puede
realizarse a través de la implementación de una preparación específicamente orientada a
suministrar aspectos específicos que la experiencia judicial provee. Tal capacitación puede
darse unaNEOCONSTITUCIONALISM
vez que el postulante ya ha ingresado a la magistratura.
O
62. Por otra parte, la adopción de este medio no ocasiona una intervención en el principio-
derecho de igualdad. Tanto magistrados como postulantes que no tienen tal condición pueden,
en igualdad de condiciones, ascender o postular a la magistratura y puede, por otra parte,
igualmente, alcanzarse la conformación de una judicatura con experiencia.
64. Corresponde ahora examinar el trato diferenciado entre postulantes con PROFA y
postulantes sin PROFA ¿Hay una relación de causalidad entre el favorecimiento al Grupo A,
con PROFA, con respecto al Grupo B, sin PROFA, para la conformación de una judicatura
preparada (objetivo)?
66. ¿Es conducente el favorecimiento de postulantes con PROFA, con respecto a los que
carecen de él, a la conformación de una judicatura con formación adecuada? La respuesta es
afirmativa. En efecto, la formación de magistrados es conducente a la conformación de una
judicatura de tal naturaleza. Sin embargo, debe advertirse que el proceso de “formación” es
mucho más amplio que el provisto por una capacitación postuniversitaria. La formación
jurídica comprende la que se presta en la del nivel de pregrado como en la de postgrado,
empero, es el pregrado la fase sustancial y de mayor importancia en la formación jurídica, lo
cual no implica negar que los estudios ulteriores a los universitarios contribuirán al
perfeccionamiento y profundización de la formación jurídica. Si por formación se entiende el
aprestamiento en una actividad profesional determinada, ella se adquiere esencialmente
durante los estudios universitarios. No obstante, puede afirmarse que, en vía de principio, una
formación ulterior a la universitaria puede contribuir a la conformación de una judicatura
adecuadamente formada. Aun cuando el vínculo no resulta del todo evidente, la presunción de
constitucionalidad de la ley conduce a que se estime que el trato diferenciado guarda un
vínculo de idoneidad con la conformación de una judicatura adecuadamente formada (objetivo).
67. ¿Existe una relación de idoneidad entre el objetivo -la judicatura adecuadamente formada-
y la finalidad -idoneidad judicial-? La respuesta es también afirmativa. La conformación de
una judicatura adecuadamente formada conduce a la realización del principio de idoneidad
judicial. En consecuencia, el tratamiento diferenciado habría superado el examen del principio
de idoneidad.
68. ¿Es conducente el favorecimiento de postulantes con PROFA, con respecto a los que
carecen de él, a la conformación de una judicatura especializada? El concepto de
especialización es muy específico, no se trata de una formación general cuando, más bien, de un
adiestramiento en una actividad determinada. La formación brindada por la Academia está
orientada justamente al adiestramiento del abogado en el ejercicio de la función jurisdiccional.
El favorecimiento de postulantes con PROFA -el tratamiento diferenciado- es así conducente a
la conformación de una judicatura especializada. Ahora bien, la conformación de una
judicatura especializada, en cuanto objetivo, es conducente a la realización del principio de
idoneidad judicial, el fin. En consecuencia, el tratamiento diferenciado examinado ha superado
el examen bajo el subprincipio de idoneidad.
73. De conformidad con la Constitución, el control abstracto de constitucionalidad de las normas con
jerarquía de ley se efectúa a través del proceso de inconstitucionalidad (artículo 200°, inciso 4). Dicho
proceso es de competencia del Tribunal Constitucional (artículo 202°, inciso 1). Por su parte, el control
abstracto de constitucionalidad y legalidad de las normas de jerarquía infralegal se realiza a través del
proceso de acción popular (Artículo 200, inciso 5). Dicho proceso es de competencia del Poder Judicial
(Artículo 85, CPconst). En este contexto, el Tribunal Constitucional está prohibido del control abstracto
de constitucionalidad de las normas de jerarquía infralegal debido a que el proceso constitucional
establecido para tal efecto está reservado al Poder Judicial.
74. Sin embargo, el Tribunal Constitucional sí puede efectuar el control abstracto de constitucionalidad
de una norma de jerarquía infralegal y, así, pronunciarse sobre su validez constitucional, cuando ella es
también inconstitucional “por conexión o consecuencia” con la norma de jerarquía legal que el Tribunal
Constitucional ha declarado inconstitucional. De conformidad con el artículo 78° del CPConst, “La
sentencia que declare la ilegalidad o inconstitucionalidad de la norma impugnada, declarará igualmente
la de aquella otra a la que debe extenderse por conexión o consecuencia”.
76. Una precisión adicional es que la disposición procesal citada no establece que la norma a la
que se extiende la inconstitucionalidad tenga que ser de la misma jerarquía de la que es
declarada inconstitucional. La advertencia de este aspecto adquiere singular relevancia si se
advierte que las relaciones de conexidad y de consecuencia entre las normas no se producen
únicamente entre normas de la misma jerarquía, sino también entre las que ostentan diferente
jerarquía -v.gr. la relación entre Ley y Reglamento de desarrollo-. Esta circunstancia puede
imponer que la constatación de la extensión de la inconstitucionalidad tenga que proyectarse a
normas de jerarquía inferior.
NEOCONSTITUCIONALISM
O
77. Los supuestos en los que la declaratoria de inconstitucionalidad ha de extenderse a otras
normas son, así, dos: conexidad y consecuencia. Prima facie y sin perjuicio de ulteriores
precisiones que ha de efectuarse en la jurisprudencia de este Tribunal, estas relaciones pueden
entenderse del siguiente modo. La relación de conexidad entre normas consiste en que el
supuesto o la consecuencia de una de ellas es complementada por la otra. O, si se prefiere,
desde una perspectiva más general: que el régimen de una materia dispuesto en una norma es
complementado, precisado o concretizado por otra. Por su parte, la alusión al concepto
“consecuencia” supone una relación de causalidad, donde el contenido de una norma resulta
instrumental en relación a otra. La relación de instrumentalidad que una norma tiene respecto
a otra supone una relación de medio-fin, en la cual si la que desenvuelve el rol de fin es
declarada inconstitucional, por lógica consecuencia, la que desempeña el rol de medio deviene
también inconstitucional. La declaratoria de inconstitucionalidad de la “norma-fin” trae como
consecuencia la inconstitucionalidad de la “norma-medio”.
78. Existe empero un supuesto distinto consistente de relación entre normas en las que una
redunda, reitera o reproduce la enunciada por otra que es la declarada inconstitucional. En tal
supuesto, resulta lógico que aquella, al reproducir el contenido inconstitucional de la norma
impugnada, es también inconstitucional y, por tanto, debe declararse su inconstitucionalidad.
En sentido exacto, para emplear la dicotomía disposición-norma frecuentemente empleada por
este Tribunal, se trata de dos “disposiciones” que expresan la misma norma. Desde esta
perspectiva, en cuanto la declaración de inconstitucionalidad es respecto de la norma, todas las
disposiciones que la enuncien o reproduzcan deben ser también declaradas inconstitucionales.
79. En este supuesto, no cabe hablar de que entre la disposición que enuncia la norma
inconstitucional y la que la reproduce exista una relación de conexidad o de consecuencia, en
los términos antes expuestos. Las relaciones de conexidad o de consecuencia presuponen por
definición la existencia de normas “distintas”, se dan entre normas “diferentes”. Por el
contrario, en el supuesto analizado se trata sólo de una reproducción o redundancia de una
norma que ya ha sido declarada inconstitucional. Aquí, entre la norma declarada
inconstitucional y la otra que reproduce su contenido no existe relación de conexidad o de
consecuencia, sino una relación de identidad. En este sentido, este supuesto no se encuentra
comprendido por la disposición procesal antes mencionada.
80. Ahora bien, aunque este supuesto no se halla comprendido en sentido estricto por el
artículo 78° del CPConst, desde su literalidad, sí es posible, por el contrario, entender que ella
subyace a la ratio de dicha norma. En efecto, si ella habilita la expulsión de normas distintas a
la declarada inconstitucional, afortiori, ha de admitirse la expulsión de otras normas que tienen
el mismo contenido que la declarada inconstitucional. El citado artículo 78° constituye una
excepción al principio procesal de congruencia, pero si el objeto del control abstracto puede ser
extendido por el Tribunal a comprender normas distintas a la impugnada y declarada
inconstitucional, con mayor razón esa consecuencia ha de proyectarse sobre otras disposiciones
que reproducen el contenido de aquella.
81. Abona esta postura, además, el principio de coherencia del ordenamiento jurídico. Este
principio deriva, a su vez, del principio de unidad del ordenamiento. Según este, las normas
que lo conforman deben integrarse armónicamente y, así, evitar contradicciones entre las
mismas. Precisamente, el imperativo de no contradicción impone un mandato de coherencia
entre las normas del ordenamiento. He aquí, el principio de coherencia. Resulta contrario a
este principio permitir la presencia de una disposición que reproduce o contiene otra que está
siendo declarada inconstitucional. Es incoherente que después de haberse constatado la
inconstitucionalidad de una norma, se permita la presencia de otra disposición que reproduce
el mismo contenido de la norma declarada inconstitucional.
83. Por estas razones, el Tribunal Constitucional sí puede efectuar el control abstracto de
constitucionalidad de una norma de jerarquía infralegal y, así, pronunciarse sobre su validez
constitucional cuando ella reproduce el vicio de inconstitucionalidad -la infracción de la
Constitución- de la norma de jerarquía de ley que es declarada inconstitucional por el Tribunal
Constitucional. Esto resulta de recibo debido a que: “Si lo declarado inconstitucional es un
precepto cuyo contenido se reitera en el reglamento de desarrollo, no cabe duda de que
inconstitucional será también, por el mismo motivo, el o los correspondientes artículos
reglamentarios”-1221. Y es que, como acertadamente se ha afirmado, “(...) si la
NEOCONSTITUCIONALISM
inconstitucionalidad se predica de la norma, su declaración por el Tribunal Constitucional la
O ordenamiento jurídico allí donde se encuentre; sea con forma de ley, sea con forma
expulsa del
de reglamento”-1221.
85. La Primera Disposición Final del Reglamento establece: “De conformidad con lo dispuesto
en la Cuarta Disposición Transitoria de la Ley N° 27368, modificada por el artículo 3 de la Ley
N.° 27466, los magistrados titulares del Poder Judicial y del Ministerio Público que postulen al
cargo inmediato superior y acrediten haber aprobado el curso para el ascenso seguido ante la
Academia de la Magistratura, así como aquellos postulantes que hayan aprobado el programa
de formación de aspirantes ante la citada Academia, tienen una bonificación de hasta el 10%
(diez por ciento) sobre el total del promedio final a que se refiere el primer párrafo del artículo
48° del presente Reglamento. El porcentaje se acuerda por el Pleno del Consejo Nacional de la
Magistratura en cada concurso” (cursiva del Tribunal Constitucional).
86. Esta disposición contiene dos normas. La primera -todo el texto con excepción del que está
en cursiva- que reproduce el contenido de la norma inconstitucional, aunque en términos algo
diferentes. La segunda -el texto en cursiva- que establece el órgano del Consejo que ha de
adjudicar la bonificación. De estas dos normas, la primera constituye un supuesto de
redundancia o reproducción de la norma inconstitucional; la segunda, en cambio, un caso de
conexidad. Se trata de una relación de conexidad debido a que concretiza la norma
inconstitucional al especificar el órgano que ha de adjudicar la bonificación inconstitucional.
87. En consecuencia, si en el Reglamento se tiene dos normas -artículo 48°, primer párrafo, la
Primera Disposición Final, in fine- que guardan una relación de conexidad con la norma
inconstitucional y otra norma -Primera Disposición Final- que reproduce el contenido de
aquella, entonces, ellas también resultan inconstitucionales y, como tales, deben ser expulsadas
del ordenamiento jurídico.
VII. FALLO
HA RESUELTO
b) El artículo 48°, primer párrafo, en el extremo que remite a la Ley N.° 27466, y la Primera
Disposición Final del “Reglamento de Concurso para la selección y nombramiento de jueces y
fiscales y balotario” expedido por el Consejo Nacional de la Magistratura por Resolución N.°
989-2005-CNM.
SS.
ALVA ORLANDINI BARDELLI
LARTIRIGOYEN GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA VERGARA
NEOCONSTITUCIONALISM
GOTELLI LANDA ARROYO
O
^ Cfr. Diez-Picazo, Luis María, La derogación de las leyes, Edit. Civitas S.A., Madrid, 1990, p. 145,
subrayado del Tribunal Constitucional.
[2]
Pizzorusso, Alessandro, Delle Fonti del Diritto. Artículo 1-9 , Zanichelli Edit., Bologna, Del Foro
Italiano, Roma, 1977, p. 231.
13
Patrono, Mario, “Legge (vicende della)”, en Enciclopedia del Diritto, Vol. , Giuffre, Milano, p. 905,
nota a pie N.° 3.
Kelsen, Hans, La garantía jurisdiccional de la Constitución (La justicia constitucional) , p. 70.
Texto en versión PDF accesible en la Biblioteca Jurídica Virtual: www.bibliojuridica.org. El texto
original procede de 1928 (“La garantie juridictionnelle de la Constitution (La justice constitutionnelle)”
en Revue du Droit Public et de la Science Politique en France et a l’Étranger , Année 1928, T. XLV,
pp. 197-257, la cita recogida se halla en las páginas 234-235).
[5]
Exp. N.° 0019-2005-PI/TC, FJ 5, 2° párrafo.
[6]
Exp. N.° 0019-2005-PI/TC, FJ 5, 2° párrafo.
[7]
Exps. N.° 0004-2004-AI/TC y otros (Acumulados), FJ 2, último párrafo.g.
V. entre otras: Sentencia recaída en el Exp. N.° 0048-2004-PI/TC, Fundamentos N.° 59 a 61.
121
V. entre otras: SSTC de los Exp. 1875-2004-AA/TC; 649-2002-AA/TC; 1277-2003- HC/TC.
301
Alonso García, Enrique, “El principio de igualdad del artículo 14 de la Constitución española”, en
Revista de Administración Pública, N.° 100-102, Madrid, 1983, p. 37.
1111
STC del Exp. 2235-2004-AA/TC, FJ 6, segundo párrafo.
321
A título de ejemplo puede verse la sentencia del Tribunal Constitucional alemán - Primera Sala- de 16
de marzo de 1971: BVerfGE 30, 292 (pp. 316-317).
1131
Así, entre otras, STC del Exp. 2235-2004-AA/TC, FJ 6, tercer párrafo.
1141
BVerfGE 107, 27 (p. 45).
33
Sobre la aplicación del principio de proporcionalidad al análisis de un trato discriminatorio. V.
Brünning, Christoph “Gleichheitsrechtliche Verhaltnismapigkeit”, en Juristen Zeitung, 2001, pp.
669 y ss; Michael, Lothar “Die drei
Argumentationsstrukturen des Grundsatzes der Verhaltnismapigkeit - Zur Dogmatik des Über und
UntermaPverbotes und der Gleichheitssatze”, en Juristische Schulung, 2001, pp. 148 y ss.; Bernal
Pulido, Carlos, “El juicio de igualdad en la jurisprudencia de la Corte Constitucional”, en su
volumen: El derecho de los derechos, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2005, pp.
274 y ss.
^ Se toma al efecto la escala de intensidades de intervención propuesta en Alexy, Robert,
Epílogo a la Teoría de los derechos fundamentales, Colegio de Registradores de la Propiedad,
Mercantiles y Bienes Muebles de España, Madrid, 2004, p. 60.
^ Clérico, Laura, Die Struktur der Verhaltnismafiigkeit, Nomos Verlagsgesellschaft, Baden-
Baden, 2000, pp. 28 y ss.
^ Clérico, Laura, Die Struktur der Verhaltnismafiigkeit, op. cit., p. 74.
^ Alexy, Robert. Teoría de los derechos fundamentales, Trad. de Ernesto Garzón V., CEPC,
Madrid, 2002, p. 161.
[20]
Dictamen de la Comisión de Justicia, p. 8; en el: “Expediente Público de la Ley N.° 27466”.
^ Dictamen de la Comisión de Justicia, p. 10; en el: “Expediente Público de la Ley N.° 27466”.
[22]
Gómez Montoro, Ángel, “Artículo 40” (Comentario al), en Requejo Pagés, Juan Luis
(Coordinador) AA.VV. Comentarios a la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, Tribunal
Constitucional, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 2001, p. 613.
[23]
Caamaño, Francisco. El control de constitucionalidad de disposiciones reglamentarias, CEC,
Madrid, 1994, p. 151.
ANEXO DE LECTURAS
CURSO “NEOCONSTITUCIONALISMO”
NEOCONSTITUCIONALISM
O
CURSO “NEOCONSTITUCIONALISMO
UNIDAD I: NEOCONSTITUCIONALISMO
y
Sesión privada del Instituto de Política Constitucional
del 3 de abril de 2008
NEOCONSTITUCIONALISMO
115 Acerca del neoconstitucionalismo se puede consultar la siguiente bibliografía: Carbonell, Miguel, Neoconstitucionalismo, Trotta, Madrid, 2003, obra en la que
se publican varios artículos de diversos autores acerca de esta corriente jurídica; Comanducci, Paolo, “Formas de (Neo) Cons titucionalismo: un análisis metateórico”,
Isonomía, n° 16, abril 2002, p. 89; y Constitucionaliza- ción y teoría del derecho, discurso de incorporación a la Academia Nacional de
Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, publicado en Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, Anales, tomo XLIV, año académico 2005, Córdoba, p.
La
Estudios Constitucionales Carlos Restrepo Piedrahita, Bogotá, 2006, p. 29; Gil Domínguez, Andrés, “Neoconstitucionalismo formalista y neoconstitucionalismo éti co”,
Ley, diario del 27-II-06; y “Neoconstitucionalismo y última palabra”, La Ley, diario del 14-III-08; Vigo, Rodolfo, Neoconstitucionalismo:
algunos riesgos y algunas prevenciones (en prensa).
3
jurisprudenciales del tribunal constitucional alemán en los prime-
ros años de labor jurisprudencial luego de la sanción de la
llamada Ley de Bonn116, aunque su conceptualización y
denominación son más recientes y han tenido lugar
principalmente en Italia y Es- paña117. Es una corriente jurídica
reciente y en proceso interno de conformación y consolidación.
116 Entre muchos otros, se pueden mencionar como ejemplos de esta etapa inicial los siguientes fallos del tribunal constitucional alemán: convalidación de la
negación de la personería jurídica a los partidos neonazi y comunista; caso “Elfes”, en el que se declara la inconstitucionalidad de una norma administrativa que negaba la
renovación del pasaporte cuando corrían peligro “los intereses de la Nación”, por entender que la aplicación concreta de la norma al caso violaba el derecho al libre desarrollo
de la personalidad humana, que es considerado un derecho que informa todo el sistema jurídico, más allá de los contenidos concretos de otros derechos; caso “Lüth”, en el
que se establece que el régimen de responsabilidad civil de la prensa debe ser interpretado a la luz del ejercicio del derecho constitucional a la libertad de expresión; etc. En
estas sentencias se aprecia la consideración de la constitución como un orden de valores llamado a informar la totalidad del ordenamiento jurídico alemán. Sobre la postura
antipositivista de la jurisprudencia del tribunal constitucional se puede consultar el trabajo de Eduardo Sodero “Sobre el antipositi vismo jurídico del
117 Pueden ser considerados dentro de las corrientes neoconstitucionalistas autores europeos como Alexy, Zagrebelsky, Ferrajoli, Comanducci y Prieto Sanchís.
transformaciones son claramente perceptibles, a partir de la
sanción de las constituciones de la posguerra, en países como
Alemania, Italia y Francia118 y, más tardíamente a partir de 1978,
España. Es como una nueva fase en el marco del proceso
histórico del constitucionalismo europeo que tuvo comienzo a
fines del siglo XVIII, con características propias y diferenciales
respecto a las etapas anteriores. De ahí el nombre de
neoconstitucionalismo.
118 Un hito importante en este país, se da a comienzos de la década de los 70 con la decisión del Consejo Constitucional francés sobre libertad de asociación
(decisión del 16 de julio de 1971, déc. 44 DC, Liberté d’association, GC n° 19), que reconoce valor jurídico a la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789
Revista
como parte integrante de la Constitución francesa (Lavroff, Dmitri Georges, “El Consejo Constitucional Francés y la Garantía de las Libertades Públicas”, en
2001.
2) La garantía jurisdiccional de la supremacía constitucio-
nal;
3) La fuerza vinculante de la Constitución, que no es un
conjunto de normas “programáticas” sino “preceptivas”;
4) La “sobreinterpretación” de la Constitución, ya que se la
interpreta extensivamente y se deducen de ella sus prin-
cipios implícitos;
5) La aplicación directa de los normas constitucionales, que
también se aplican a las relaciones entre particulares;
6) La interpretación conforme a la constitución de las leyes
y normas inferiores;
7) Influencia de la Constitución en el debate político.
120 Para la descripción detallada de estos cambios se puede ver: Zagrebelsky, Gustavo, El derecho dúctil. Ley, derechos, justicia, Trotta, Madrid,
1995.
internacionales en materia de derechos humanos constituye tal
vez el mayor desafío que enfrentan actualmente los sistemas
jurídicos de los distintos países.
121 Por ejemplo, el principio de la state action doctrine que dispone, con importantes excepciones, que las normas constitucionales no son de
Constituional Law. Principies and Policies, segunda edición,
aplicación directa a las relaciones entre particulares (Cfr. Chemerinsky, Erwin,
122 Señala Comanducci: “el neoconstitucionalismo tiende a distinguirse parcialmente de la ideología constitucionalista ya que pone en un segundo plano el objetivo de la
limitación del poder estatal -que era por el contrario absolutamente central en el constitucionalismo de los siglos XVIII y XIX-, mientras que pone en un primer plano el
objetivo de garantizar los derechos fundamentales” (“Formas de (Neo) Constitucionalismo..., pp. 99 y 100).
El neoconstitucionalismo supone una modificación importante de
este esquema básico del sistema de fuentes del derecho ya que,
por un lado, se incorporan los Tratados Internacionales con
numerosas disposiciones llamadas a regir en las relaciones
intersubjetivas internas, y, por el otro, el juez puede aplicar
directamente la Constitución sin que sea indispensable la
mediación legislativa. Al decir de Zagrebelsky, el derecho se
transforma en una realidad “dúctil” en manos de los jueces,
abandonando así las rigideces legalistas. Se adopta por parte de
los jueces una actitud antiformalista, que orientan su actuación
en los principios “pro homine” y “favor li- bertatis”.
123 Afirma Perelman que el juicio de Nuremberg es la muerte del positivismo jurídico.
Derechos Humanos. Por su parte, desde una perspectiva
diferente, Dworkin escribe sobre la necesidad de hacer una
lectura moral de la Cons- titución124, lo que hubiera sido un
contrasentido desde la perspectiva iuspositivista clásica. Autores
como Ferrajoli reconocen el carácter normativo y no sólo
descriptivo de la ciencia jurídica y de la interpretación
constitucional. El derecho que se descubre debe ser realizado y
garantizado en la práctica de modo efectivo. Estos nuevos
enfoques y afirmaciones motivaron la acusación de cierto
iusnaturalismo a las nuevas doctrinas neoconstitucionalistas, por
parte de algunos autores positivistas más tradicionales.
La nueva teoría del neoconstitucionalismo se ocupa atenta-
mente de la metodología y el razonamiento jurídico, en especial
del judicial, acercando la reflexión filosófica a la práctica jurídica.
Así, Zagrebelsky llega a decir que la idea de derecho sólo se
puede conocer desde el interior, participando en la práctica social
llamada derecho, en la que junto a las normas aparecen los
hechos y los valores. Afirma que, antes que una “scientia iuris”, el
derecho es básicamente una “iuris prudentia”11.
La interpretación constitucional, que pasa a ser la decisiva
en el quehacer jurisdiccional, tiene principios y reglas propias que
la distinguen en parte de la interpretación legal.
Fundamentalmente la incorporación del criterio de la ponderación,
que completa y a veces reemplaza al paradigma de la subsunción
y el silogismo judicial, propio de la etapa iuspositivista.
124 Dworkin, Ronald, Freedom's Law: The Moral Reading of the American Constitution, Harvard University Press,
1996.
damento? ¿Cómo se lo conoce?125 126.
125 Zagrebelsky, Gustavo, “Dos tradiciones de derechos: Derechos de libertad y derechos de justicia”, en Derechos y Libertades, n° 2, año 1
(1993-1994), Instituto de Derechos Humanos Bartolomé de las Casas, Universidad Carlos III, Madrid, p. 371.
126 Sobre la discusión entre iuspositivistas y neoconstitucionalistas remitimos a la bibliografía señalada en el trabajo de Comanducci, “Formas de (Neo)
Constitucionalismo...”, p. 96, n. 7.
127 Afirma Comanducci: “el neoconstitucionalismo ideológico no se limita por tanto a describir los logros del proceso de constitucionalización, sino que los valora
positivamente y propugna su
defensa y ampliación. En particular, subraya la importancia de los mecanismos institucionales de tutela de los derechos fundamentales -podríamos en este sentido hablar de
‘neoconstitucio- nalismo de los contrapoderes’- pero más todavía destaca la exigencia de que las actividades del legislativo y del judicial estén directamente encaminadas a la
concretización, la actuación y la garantía de los derechos fundamentales previsto en la Constitución” (“Formas de (Neo) Constitucionalismo..., p. 100).
128 Ver, por ejemplo, Zagrebelsky, Gustavo, “Jueces Constitucionales”, discurso pronunciado el 22 de abril de 2006 en Roma, Italia, con motivo de la celebración del
130 “Una de las notas estructurales que presenta el Estado constitucional de derecho es la omnipo tencia judicial. En este paradigma, el órgano judicial se encuentra en una
situación temporal de detentador de la última palabra respecto de las decisiones colectivas (aun aquellas que tienen que ver con los derechos fundamentales), lo cual genera
131 Respecto de la llamada “Corte Warren” es de consulta obligada el libro de Schwartz, Bernard, The Warren Court: A Retrospective, Oxford University
Press, 1996.
derechos constitucionales de igualdad e integración racial, de
libertad de expresión, de debido proceso y de privacidad.
Este nuevo rol que se asigna a los jueces es, en parte, una
realidad muy positiva. Ellos han sido protagonistas y artífices de
una creciente concientización y protección de los derechos hu-
manos en nuestras democracias constitucionales. Su rol ha sido
fundamental tanto por lo que ellos han hecho a través de sus
fallos, como por el estímulo que su actuación significó para los
demás poderes de gobierno. Baste para ello recordar la
importancia del caso “Brown” sobre integración racial en las
escuelas norteamericanas, o el fallo de la Corte Suprema
argentina en el caso “Siri”, en el que se creó pretorianamente la
acción de amparo, como garantía de los derechos
constitucionales. Sin embargo, existen algunas amenazas teóricas
y prácticas que, si se cae en extremos, pueden distorsionar la
función judicial.
El modelo institucional de Poder Judicial y de Tribunal
constitucional propio del neoconstitucionalismo no es ya una corte
moderadora, sino una corte activista. La Corte Suprema no apa-
rece tan preocupada en el control de los poderes, por asegurar la
división de poderes, como en la promoción y aseguramiento de
los derechos personales. No se atiende ya tanto a quién y cómo
se decide, sino qué se decide.
132 Una situación muy interesante para este análisis se ha dado en Estados Unidos en la segunda mitad de la década de los noventa, a través de los intentos de iniciar juicios
políticos a algunos jueces federales norteamericanos por parte del Congreso de ese país, por asumir presuntas ilegítimas posturas activistas que desconocían decisiones de
otros órganos de gobierno. En el marco de esta ofensiva, y de especial interés para el tema que se aborda en el presente trabajo, se destacan las propuestas de iniciación de
juicio político a los seis ministros de la Corte Suprema que conformaron el voto mayoritario en el controvertido caso Romer v. Evans (517 U.S. 620, 1996), donde
se declaró la inconstitucionalidad de una enmienda de la Constitución del Estado de Colorado. Dicha enmienda -conocida como la “Enmienda 2”- establecía que “ni el Estado
de Colorado, por medio de cualesquiera de sus ramas o departamentos, ni ninguna de sus agencias, subdivisiones políticas, municipalidades o escuelas de distrito, sancionará
ley, regulación, ordenanza o política alguna por medio de las cuales la orientación o conducta homosexual, lesbiana o bisexual constituya o sea el fundamento o título de
cualquier persona o clase de personas para reclamar un status especialmente protegido o de minoría, ni para exigir cuotas preferenciales o reclamos antidiscriminatorios”.
Merece subrayarse que esta reforma a la carta magna estadual tuvo origen en un referéndum estatal, en el cual optaron por la inclusión de la Enmienda el 53% de los
habitantes de Colorado. La Corte Suprema de los Estados Unidos, al declarar inconstitu cional la Enmienda 2, confirmó el fallo de la Suprema Corte del Estado de Colorado,
aunque con distintos fundamentos. Se sostuvo que la enmienda en cuestión colocaba a los homosexuales en una clase solitaria, privándolos de la protección legal existente
contra injurias causadas por discriminación, tanto en la esfera privada como en la pública. Por otra parte, se entendió que, dado que no existe una razonable relación entre la
desigualdad creada por la norma y un propósito legislativo válido, la reforma de la Constitución estadual resulta violatoria de la Enmienda XIV de la Constitución de los Estados
Unidos, donde se garantiza el derecho de todos los ciudadanos a la igual protección de las leyes. La única explicación a la Enmienda 2, según la opinión de la mayoría, es una
cierta animosidad hacia el grupo homosexual. El voto disidente redactado por el Justice Scalia sostiene la validez de la Enmienda 2, fundándose -entre otros argumentos-
Bowers v. Hardwick (478 U.S. 186, 1986), a la vez que no
en que dicha norma supera el test de constitucionalidad fijado por la Corte en el precedente vigente
lesiona la igualdad ante la ley, sino que se limita a negar un especial tratamiento al grupo en cuestión. Más allá de los distintos ar gumentos y refutaciones a la opinión de la
mayoría presentes en este voto es oportuno comentar, en miras al tema que nos ocupa, que en él se destaca en reiteradas ocasiones y con contundentes afirmaciones el
carácter activista de la postura adoptada por la mayoría del Tribunal. En este sentido, el voto de la minoría afirma que la Enmienda 2 da una respuesta a un debate cultural,
cuya resolución -a falta de normativa constitucional- debe realizarse por los medios democráticos ordinarios. Por el contrario -continúa la minoría- la Corte, al tomar partido en
esta Kulturkampf, impone los criterios y valores de la elite de los abogados a todo el pueblo norteamericano. Se sostiene, con respecto a la opinión de la mayoría,
que no tiene fundamento en el derecho constitucional de los EE.UU. y, lo que es peor, que “apenas pretende tenerlo”. Todo lo anterior lleva a concluir a los tres jueces
firmantes del voto minoritario que “la declaración de inconstitucio- nalidad de la Enmienda es un acto, no de índole jurisdiccional, sino de decisión política”. Por último, la
disidencia recuerda que el mismo Congreso de los Estados Unidos ha sido reticente ante reiterados intentos de extender a los homosexuales la protección otorgada por
distintas leyes a grupos beneficiarios de tratamiento preferencial, lo cual demuestra -una vez más- que la opción que tomó aquí la Corte es propia del ámbito del debate
Se produce una transformación en el modo de encausar las
demandas y valores sociales. Antes, para autolimitar la función
judicial, los tribunales afirmaban en sus fallos: “Go to the polis,
not to the courts”; ahora, declaran: “Come to the courts. We are
the keepers of the constitutional promises”.
policymaking, y ajena a los limitados alcances que debe tener un recto ejercicio del control de constitucionalidad. La reacción a la controvertida decisión
político y la
de la Corte no se hizo esperar. Diversos grupos políticos autodenominados “conservadores”, tales como la National Legal Foundation, la Free
Congress Foundation, Intercessors for America, Eagles Forum y Wall Builders expresaron públicamente su pedido
de juicio político para los Romer Six. No obstante, serían las reiteradas apariciones mediáticas de Tom DeLay -uno de los más importantes representantes
republicanos en el Congreso- así como sus cartas al diario New York Times, las que dieran mayor difusión a los pedidos de impeachment para los jueces
integrantes de la mayoría en el caso Romer v. Evans. Por su parte, no faltaron voces que salieran al cruce de estas opiniones, rechazando terminantemente la
posibilidad de remover a los presuntos jueces activistas. Ciento cuatro decanos de facultades de Derecho, setenta y cinco presidentes de colegios de abogados e incluso dos
de los jueces de la disidencia en Romer -Scalia y Rehnquist- expresaron su punto de vista negativo, coincidiendo en que “el impeachment no fue concebido para
American Bar Associa- tion,
ser utilizado contra un juez que sostiene una opinión con la cual los miembros de los otros poderes están en desacuerdo”. La
a su vez, conformó ese mismo año una Comisión especial dedicada a estudiar el tema, que elaboró al año siguiente un informe defendiendo la independencia judicial,
quedando así sentada la posición de la institución en la controversia. Planteado en estos términos, el debate acerca del activismo judicial y la responsabilidad política de los
magistrados se insertó como nunca en la agenda política de los Estados Unidos, país en el cual jamás se ha removido a un magistrado federal por el contenido de sus
sentencias (cfr. García-Mansilla, Manuel José, “Historia de los juicios políticos a los jueces federales norteamericanos”, en Santiago, Alfonso (h) (Director), La
responsabilidad judicial y sus dimensiones, Abaco, Buenos Aires, 2006, Tomo I, p. 569). A pesar de que las amenazas de
impeachment por parte de DeLay y otros representantes de distintos sectores políticos ocuparon las páginas de los periódicos por meses, finalmente nunca se llegó a
tratar en el Congreso la iniciación de juicio político a ninguno de los Romer Six.
133 Cfr. Pinto, Mónica, “El principio pro homine. Criterios de hermenéutica y pautas para la regulación de los derechos humanos”, en AA.VV., La aplicación de los tratados
de derechos humanos por los tribunales locales, Editores del Puerto, Bs. As., 1997.
• máxima protección del derecho a la privacidad y a la au-
tonomía personal;
• máxima tutela del derecho a la igualdad que se transfor-
ma en derecho a la no discriminación y surgimiento de
las denominadas “categorías sospechosas”, con una
clara presunción de inconstitucionalidad;
• surgimiento de los denominados derechos sexuales;
• efectivización de los derechos sociales;
• protección judicial de derechos colectivos;
• vasto desarrollo de la doctrina de la inconstitucionalidad
por omisión;
• obligatoriedad de seguir las pautas de los tribunales
internacionales;
• control de “convencionalidad” y no sólo de constitucio-
nalidad de las normas internas;
• flexibilidad y distintas clases de sentencias que pueden
dictar los tribunales constitucionales: formulación de re-
comendaciones, fijación de plazos para la mejora y ade-
cuación a las exigencias constitucionales. Estas medidas
permiten la coordinación de las funciones de los tribuna-
les constitucionales con la de los otros poderes. Se trata
de las denominadas sentencias aditivas y exhortativas 134.
IV) Posibilidades y riesgos del modelo
neoconstitucionalista en
lo que hace a la función
de los jueces y tribunales
constitucionales
Sin lugar a dudas, el modelo del neoconstitucionalismo,
134 Cfr. Sagües, María Sofía, “La jurisprudencia nomogenética en la reciente jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación”, El Dial, suplemento de derecho
constitucional, marzo 2008.
principalmente a través de la función que encomienda a los
jueces, contiene una posibilidad de lograr que los derechos
constitucionales estén más asegurados frente a la distracción,
desentendimiento o violación por parte de los otros poderes de
gobierno. Los derechos a la vida y a la salud, el derecho a la
igualdad, los derechos sociales, el acceso a la justicia, el debido
proceso y la tutela judicial efectiva, deben mucho a la labor
judicial. La prudente, lúcida y decidida acción de los jueces y en
particular de los tribunales constitucionales puede hacer mucho
para la mejora del sistema jurídico y político de un determinado
país. Esta nos parece que es la principal oportunidad que ofrece
este, en alguna medida nuevo, paradigma del
neoconstitucionalismo.
135 La Corte Suprema argentina se hizo eco parcial de esta postura cuando en el caso Rendón, Fallos, 251:53 (1962), afirmaba: “El remedio a la posibilidad genérica
de que la función legislativa se aparte de las exigencias del bien común, debe buscarse en los comicios y no en los estrados de la Corte Suprema, pues la Constitución Nacional
no encomienda a ella la satisfacción del bienestar general, en los términos del art. 67 inc. 16 y 28”.
constitucionales136.
ought to mean!’” (Talbot, Margaret, “Supreme Confidence. The jurisprudente of Justice Antonin Scalia”, The New Yorker, 28 de marzo de 2005, p. 42).
137 Nos parece que algunas decisiones del juez español Garzón asignándose una jurisdicción y competencia universal en materia penal o algunos fallos del juez
porteño Gallardo (cfr. nuestro trabajo “El sorpresivo final del primer proceso de remoción a un juez porteño”, La Ley, 2006-C-203), son una muestra de estos peligros.
138 Cfr. Suarez Berrío, “Derecho al libre desarrollo de la personalidad en la jurisprudencia de la Corte Constitucional colombiana entre los años 1992 y 1997”,
140 Couture, Eduardo, Estudios de Derecho Procesal Civil, segunda edición, Depalma, Buenos Aires, 1978, Tomo I, p. 92.
restraint judicial, que asegure el equilibrio de los poderes y del
juego democrático.
El segundo riesgo que se advierte en algunas versiones del
neoconstitucionalismo y frente al que hay que estar prevenidos,
es que se realice una interpretación exageradamente
individualista, relativista y permisiva de los derechos
constitucionales, particularmente del derecho al libre desarrollo de
la personalidad humana, del derecho a la privacidad y, del más
reciente, derecho a la diferencia, que desnaturalice el contenido
propio de esos derechos y lesione otros legítimos derechos o
bienes públicos. En ocasiones, actuando de ese modo, se puede
pretender imponer desde los tribunales constitucionales una
nueva concepción disolvente de la vida social.
141 También en el art. 29.2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 se puede leer: “En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus
libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocí- miento y el respeto de los derechos y
libertades de los demás y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática”.
nal, acrítica e indiscriminada al derecho internacional de los de-
rechos humanos y a las doctrinas de los tribunales y organismos
internacionales, en general muy valiosas pero que algunas veces
pueden ser algo tendenciosas142. Nos parece que es importante
reafirmar el necesario margen nacional de apreciación y el
carácter de la constitución nacional como instancia jurídica última,
suprema y definitiva para los jueces nacionales.
142 Si el Comité del CEDAW considera que el mantenimiento del día de la Madre es contrario a los derechos de no discriminación de la mujer, no necesariamente será obligatorio
seguir acríticamente esa pauta para los operadores jurídicos de nuestro país.
143 Art. 112: “En la primera instalación de la Corte Suprema, los individuos nombrados prestarán juramento en manos del presidente de la Nación, de desempeñar
sus obligaciones, administrando justicia bien y legalmente, y en conformidad a lo que prescribe la Constitución”.
144 Cfr., entre muchos otros ejemplos, los fallos de los casos: “Elortondo”, “Além”, “Siri”, “Kot”, “Sofía”, “Outon”, “Mate Larengeira”, “Saguir”, etc.
juridización y judicialización del proceso político y social.
Por otra parte, corresponde señalar que la reforma
constitucional de 1994 significó una modificación importante en
nuestro sistema de fuentes, particularmente por la jerarquía
constitucional que se otorgó a los Tratados sobre Derechos
Humanos (art. 75 inc. 22.2 y 3). Allí los derechos constitucionales
adquieren una mayor relevancia aun y un desarrollo más detenido
de sus contenidos que en la primera parte de la Carta Magna.
Tampoco puede dejar de mencionarse que la recepción
constitucional y jurisprudencial del derecho internacional de los
derechos humanos está produciendo una profunda y notable
transformación de todo nuestro sistema jurídico.
145 Fallos, 308:1392 (1986). Un detenido comentario de este fallo puede verse en: Sagües, Néstor,
Tenencia de estupefacientes, delitos de peligro abstracto, razonabilidad de las penas y perspec tivas del control de constitucionalidad,
JA, 1986-IV-962.
El divorcio en la Corte, Abeledo-Perrot, Bs. As.,
146 Fallos, 308:2310 (1986). Sobre este fallo se puede consultar los siguientes comentarios: Bog- giano, Antonio,
Constitución, Matrimonio indisoluble y divorcio vincular, LL, 1986-A-796; Bidart Campos, La Corte
1987; Sagües, Néstor,
162 En la parte resolutiva se afirma: “comunicar al Poder Ejecutivo Nacional y al Congreso de la Nación el contenido de esta sentencia a fin de que, en un plazo razonable, adopten
las medidas a las que se alude en los considerandos”. La Corte, en este caso, reconoce sus limitaciones constitucionales para actuar, pero no se queda allí sino que impulsa la
actuación de los órganos habilitados para hacerlo -el Congreso- y, de ese modo, propugna una deliberación pública del tema”.
163 Fallos, 316:2624.
sin duda, la vía apta para llegar a decisiones al menos aceptables,
en virtud del compromiso, o de la imposición de la mayoría. Pero
cuando se trata de precisar el contenido de los derechos humanos
fundamentales, adquiere preeminencia el Poder Judicial a cuyos
integrantes corresponde desempeñar una de las funciones
primordiales de la actividad jurídica de un estado de derecho:
garantizar el respeto de los derechos humanos de las personas
frente al Poder del Estado”164.
VI. Conclusión final
UNIDAD I: NEOCONSTITUCIONALISMO
Principios,
2. Giorgio P (2011),
ponderación y la
separación entre
derecho y moral.
sobre el
neoconstitucional
ismo y sus
críticos,
Universidad de Palermo, España.
V
____________ J
PRINCIPIOS, PONDERACIÓN, Y LA SEPARACIÓN
ENTRE DERECHO Y MORAL.
SOBRE EL NEOCONSTITUCIONALISMO
Y SUS CRÍTICOS 166
Giorgio Pino
Universidad de Palermo
E
principles, balancing, separation between law and morality.
l denso ensayo de Luigi FERRAJOLI , Constitucionalismo principialista y cons-
titucionalismo garantista (de aquí en adelante: CPCG), ofrece una oportuna
clarificación teórica y conceptual sobre el neoconstitucionalismo: un enfoque
iusfilosófico que aúna algunas tesis claves fácilmente reconocibles, al menos en
sus rasgos generales, pero que parece algo heterogéneo, poco analítico, por lo
general declamatorio, algunas veces caracterizado más por tesis «en sentido negativo» (y
en particular por el rechazo del positivismo jurídico) que «en sentido positivo». Es cierto,
de todas maneras, que no obstante estos defectos teóricos (verdaderos o presuntos), el
neoconstitucionalismo merece ser estudiado y discutido, ya que esta etiqueta captura algo
central, o por lo menos interesante, de los ordenamientos jurídicos contemporáneos.
Si bien FERRAJOLI ha sido considerado normalmente uno de los más reconocidos
representantes del neoconstitucionalismo 1, el filósofo italiano es, en este ensayo,
abiertamente crítico, e incluso polémico, respecto a tal movimiento. Por mi parte, en las
observaciones que siguen, quisiera tomar en serio algunas de las tesis del
neoconstitucionalismo (o mejor, algunas de las tesis que FERRAJOLI considera que son
generadas automáticamente por, y que quizás él considera también como monopolio del,
neoconstitucionalismo), y tratar de poner a prueba si las críticas de FERRAJOLI dan en el
blanco. Dicho quizás más claramente, tengo la impresión de que las críticas de FERRAJOLI al
neoconstitucionalismo terminen por envolver también algunas tesis que pueden ser
consideradas compartibles —porque son teóricamente fecundas, en tanto adecuadas desde
un punto de vista explicativo, etc.— independientemente de la adhesión al pensamiento
neoconstitucionalista (cualquier cosa que sea lo que esto signifique), y que, por tanto, tales
tesis pueden ser defendidas sin necesidad de suscribir en bloque todas las (otras) tesis
habitualmente atribuidas al neoconstitucio- nalismo.
En particular, intentaré desarrollar algunas observaciones sobre tres puntos acerca de
los cuales me encuentro en relativo desacuerdo con el análisis de FERRAJOLI : el tratamiento
de la distinción entre reglas y principios (§ 2); la interpretación de la práctica de la
ponderación (§ 3); el problema de la separación entre Derecho y moral (§ 4). Antes de
tratar los puntos anteriores, ofreceré un panorama de los significados del (neo)
constitucionalismo (§§ 1, 1.1), y, respecto a tal panorama, consideraré el modo en el cual
FERRAJOLI sitúa su propia posición teórica (§ 1.2). 167
167 Cfr. ad es. M. ATIENZA, El sentido del Derecho, Barcelona, Ariel, 2001, 309; T. MAZZARESE, «Diritti
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 203
razonamiento jurídico y razonamiento moral 176 177; d2) la primacía del punto de vista
interno, el punto de vista del participante en la práctica jurídica, para la comprensión del
Derecho 11; d3) la calificación del Derecho como una «práctica social»
en la cual la dimensión interpretativa y argumentativa es central 178; d4) la idea de que esté
disponible, siempre o en la mayor parte de los casos, una única respuesta justa o correcta a
los problemas jurídicos 179; d5) la adhesión a alguna forma de objetivismo ético 180; d6) el
rechazo del positivismo jurídico, o bien porque es considerado inadecuado para
comprender los ordenamientos jurídicos contemporáneos, o bien porque es considerado
equivocado en sí, una filosofía del Derecho inaceptable en cualquier contexto iuspolítico
181
(y no sólo en el ámbito de los Estados constitucionales). Se puede hablar, en este
sentido, de neoconstitucionalismo «metodológico» 182.
e) Una actitud ideológica y axiológica de aprobación y adhesión moral a un De-
recho que tenga ciertas características: en particular, un ordenamiento jurídico que tenga
las características indicadas en el literal a), y eventualmente en el cual se haya desarrollado
una cultura jurídica como aquella indicada en el literal b); en otras palabras, la actitud de
adhesión ideológica puede ser manifestada, o sólo respecto al modelo «estructural» del
Estado constitucional de Derecho, o también respecto a las prácticas interpretativas y
argumentativas que caracterizan a una cultura jurídica cons- titucionalizada 183. La
2008, 281-299; Id., «The Dual Nature of Law», Ratio Juris, vol. 23, 2, 2010, 167-182; G. Z AGREBELSKY,
La legge e la sua giustizia. Tre capitoli di giustizia costituzionale , Bologna, Il Mulino, 2008, parte I.
176 Las argumentaciones más explícitas en tal sentido están en R. A LEXY, Concetto e validita del
diritto, 1992, Torino, Einaudi, 1997; Id., «The Special Case Thesis», Ratio Juris, vol. 12, 4, 1999, 374-
384; R. DWORKIN, Justice in Robes, cit. Sobre los diversos modos en los cuales se pueden dar las
relaciones entre Derecho y moral, cfr. de todos modos infra § 4.
177 R. DWORKIN, Law’s Empire, cit., 14; R. ALEXY, Concetto e validita del diritto, cit.; M.
di filosofia del diritto, Torino, Giappichelli, 2004, 248, que reivindica «una actitud favorable al proceso
de cons- titucionalización».
184 Vid. una formulación clara de tal posición en U. S CARPELLI, Cos’e il positivismo giuridico, Milano,
edi- zioni di Comunita, 1965, 150-153 (esp. 150, sobre la «integración constitucionalista del
positivismo jurídico»); Id., «Dalla legge al codice, dal codice ai principí», Rivista di filosofia, 1987, 1, 3-
15 (esp. 12-13). Al neoconstitucionalismo ideológico le es algunas veces imputada la afirmación de
una obligación moral incondicionada de obediencia al Derecho del Estado constitucional (cfr. P.
COMANDUCCI , «Formas de (neo)constitucionalismo: un análisis metateórico», cit., 100): no obstante,
esta parece ser una representación caricaturesca, fácilmente desmentida si se leen las obras de los
principales autores neoconstitucionalistas (cfr. a propósito J. J. M ORESO , «Comanducci sobre
neoconstitucionalismo», Isonomía, 19, 2003, 267-282, esp. 272-273).
185 Sobre la dimensión política de la actividad del jurista, cfr. U. S CARPELLI, Cos’é il positivismo
giuridi- co, cit.; M. JORI, «Le scelte politiche del giurista», Rivista di diritto processuale, 3, 1973, 306-313;
G. PINO, «L’applicabilitá delle norme giuridiche», ponencia en el XVI Seminario hispano-italiano-francés de
teoría del Derecho (Barcelona, Universitá Pompeu Fabra, octubre 2010).
186 Cfr. ad es. A. SCHIAVELLO, «Neocostituzionalismo o neocostituzionalismi?», cit., 37.
187 V. VILLA , Il positivismo giuridico: metodi, teorie, giudizi di valore, cit., 26, incluye al positivismo
jurídico entre las «nociones esencialmente contestables», es decir, los conceptos cuyo «núcleo duro»
es sujeto a contestación. Para una panorámica de la diversidad de posiciones que florecen bajo la
enseña del positivismo jurídico es útil consultar la antología de A. S CHIAVELLO y V. VELLUZZI (comps.), Il
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 207
189 Cfr. p. ej., R. ÁLEXY, «On the Concept and the Nature of Law», cit.; Id., «The Dual Nature of
Law», cit.
190 Esto es evidente de modo particular en R. DWORKIN, «The Model of Rules I», cit.; Id., Law’s
Empire, cit.; Id., Justice in Robes, cit.; R. ÁLEXY, Concetto e validita del diritto, cit.; Id., «On the Concept
and the Nature of Law», cit.; G. ZAGREBELSKY, La legge e la sua giustizia, cit., parte I. Cfr. además S.
POZZOLO, Neocostituziona- lismo epositivismo giuridico, cit., 126-127, que hace un elenco de diez tesis
«neoconstitucionalistas» en las cuales la constitución no es mencionada , y ninguna de las cuales está
conectada con la presencia de una constitución extensa, rígida y garantizada; de modo análogo, M.
ÁTIENZÁ, El sentido del Derecho, cit., 309, hace un elenco de doce tesis que caracterizan el «paradigma
constitucionalista» (que se vuelven catorce en Id., El Derecho como argumentación, cit., 55-56), de las
cuales sólo dos están conectadas con la presencia de la constitución (la reformulación en sentido
sustancial de la validez, y la interpretación conforme a la constitución).
191 Cfr. p. ej., T. BUSTAMANTE, «A Defence of Post-Positivism», Analisi e diritto, 2008, 229-249. Sobre
la connotación anti-positivista de los autores normalmente definidos neoconstitucionalistas, vid. S.
POZZOLO,
Neocostituzionalismo e positivismo giuridico, cit., 11; V. VILLA, Ilpositivismo giuridico: metodi, teorie e giudizi
di valore, cit., 247-248; A. G ARCÍA FIGUEROA, Criaturas de la moralidad, cit., 60. Por otra parte, también el
positivismo jurídico «se caracteriza originariamente por oposición a todas las formas de
iusnaturalismo» (R. GUA- STINI, Dalle fonti alle norme, Torino, Giappichelli, 1990, 275; cfr. también A.
Ross, «Il concetto di validita e il conflitto tra positivismo e giusnaturalismo», 1961, en A. S CHIAVELLO y
V. VELLUZZI (comps.), Il positivismo giuridico contemporaneo, cit., 79-95, 81).
Sea dicho de paso, que no encuentro razones decisivas para incluir a Carlos NIÑO en el panorama de
los autores neoconstitucionalistas, considerando que N IÑO: a) ha sido crítico respecto a la judicial
review, un instituto querido por los neoconstitucionalistas teóricos e ideológicos, y que es característico
de la estructura del Estado constitucional de Derecho [cfr. Derecho, moral y política. Una revisión de la
teoría general del Derecho, Barcelona, Ariel, 1994; «A Philosophical Reconstruction of Judicial Review»,
en M. ROSENFELD (ed.), Cons- titutionalism, Identity, Difference, and Legitimacy. Theoretical Perspectives,
Durham (NC), Duke U. P., 1994, 295-333; de modo que no me parece compartible la calificación de
NIÑO como «neoconstitucionalista ideológico» en M. BARBERIS, Giuristi e filosofi, cit., 237-238]; b) nunca
ha refutado la tesis positivista de la separación identificativa o conceptual entre Derecho y moral (cfr.
Introducción al análisis del Derecho, Buenos Aires, Astrea, 19802, cap. 1; en Derecho, moral y política, cit.,
cap. 1, defiende en cambio una versión débil y pragmática de esta tesis); c) ha sostenido algunas
formas de conexión entre Derecho y moral —la conexión justificativa y la conexión interpretativa— que
son del todo compatibles con, y aún más, en cualquier modo requeridas por, el positivismo
metodológico (cfr. Derecho, moral y politica, cit., caps. 2 y 3; «Breve nota sulla struttura del ragio-
namento giuridico», Ragion pratica, 1, 1993, 32-37).
197 Como se puede ver, en estas acepciones del neoconstitucionalismo F ERRAJOLI hace confluir
indistintamente elementos que pertenecen a planos diversos: prácticas interpretativas y
argumentativas [neoconstitucionalismo en sentido b)]; tesis sobre la estructura de la norma jurídica
[neoconstitucionalismo en sentido c)]; tesis sobre la relación entre Derecho y moral
[neoconstitucionalismo en sentido b)]. Como pretendí argumentar arriba (§ 1.1), sobreponer estos
niveles no contribuye a la claridad y fecundidad del análisis del neoconstitu- cionalismo.
198 En efecto, de tal forma de Estado, o de tal conformación del ordenamiento jurídico, F ERRAJOLI
parece refutar un solo aspecto: la formulación vaga e indeterminada de los derechos fundamentales
por parte de las constituciones «largas»: cfr. CPCG, § 6; Id., «I diritti fondamentali nella teoria del
diritto», en L. FERRAJOLI, Diritti fondamentali. Un dibattito teorico, Roma-Bari, Laterza, 2001, 119-175
(158); sobre esto, vid. también infra, § 2.
212 Giorgio Pino
complemento del paradigma iuspositivista, no sólo porque éste ofrecería al positivismo los
instrumentos teóricos para comprender la estructura del Estado constitucional (hasta aquí
se trata de una afirmación del todo pacífica, por lo menos entre los iuspositivistas), sino
también porque permitiría democratizar los contenidos de la producción normativa,
mientras el «primer positivismo» consentía una democratización sólo de las formas de la
producción normativa 199.
Esta tesis suena un poco extraña. Primero, no es claro en qué sentido se hable, aquí,
de positivismo jurídico: ¿positivismo en sentido teórico, metodológico, o ideológico? En
realidad, parece que aquí FERRAJOLI use «positivismo jurídico» para designar al mismo
tiempo una forma de Estado, es decir, el Estado legislativo del siglo XIX, y la ideología
que ha acompañado su formación. En segundo lugar, el nexo establecido por FERRAJOLI
entre positivismo jurídico y democracia (incluso democracia en sentido formal-
procedimental) es discutible desde un punto de vista historiográfico, ya que el positivismo
jurídico se desarrolla como teoría (e ideología) del Estado de Derecho del siglo XIX, que
ciertamente no se puede considerar como un modelo de Estado democrático y de
democracia representativa 200. En tercer lugar, al menos si adoptamos el punto de vista del
positivismo metodológico (que concibe el Derecho como un hecho, como el producto de
específicos actos humanos), el carácter democrático representativo de los procedimientos
que se siguen para producir el Derecho no juega de forma directa ningún rol 201: las
herramientas conceptuales de KELSEN, por ejemplo (quien fue incluso un ferviente
demócrata), no requiere de ningún modo que la delegación de la autoridad normativa (el
carácter nomodinámico del Derecho) se otorgue a órganos representativos —y en esto está
precisamente la «pureza» de la teoría kelseniana 202—. Dicho esto, incluso es verdad que
algunas características del modelo teórico positivista se prestan a interesantes desarrollos
199 CPCG, § 3: «Sólo la rígida disciplina positiva de la producción jurídica está en condiciones de
democratizar sus formas y contenidos. El primer iuspositivismo del Estado legislativo de Derecho
equivale a la positivización del “ser” legal del Derecho, que permite la democratización de sus formas
de producción, condicionando su validez formal a su carácter representativo , sobre el cual se funda la
dimensión formal de la democracia política» (las primeras cursivas son mías, la segunda es del texto
original).
200 Sobre los orígenes históricos del positivismo jurídico y su vínculo con el Estado del siglo XIX,
cfr. N. BOBBIO, Ilpositivismo giuridico, 1961, Torino, Giappichelli, 1996. Pero si se considera que, lo que
le parece a muchos, el primer iuspositivista en la historia de las ideas ha sido Thomas H OBBES , el
vínculo histórico entre positivismo y democracia se disuelve del todo.
201 Cfr. M. HARTNEY, «Dyzenhaus on Positivism and Judicial Obligation», Ratio Juris, vol. 7, 1, 1994,
4455: «Legalpositivism is simply a theory about what counts as law and nothing
else: Only rules with social sources count as legal rules. [...] Some theorists may
be legalpositivists because they are moral skeptics or utilitarians or political
authoritarians or because they believe all laws are commands, but none of these
theories are part of legal positivism» (48).
202 H. KELSEN, Teoria generale del diritto e dello Statu, 1945, Milano, Etas, 1994, 445-446: «El ideal del
positivismo jurídico es preservar la teoría del Derecho positivo respecto a la influencia de cualquier
tendencia política o, lo que es lo mismo, de cualquier juicio subjetivo de valor».
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 213
en términos de teoría democrática (por ejemplo, el énfasis mismo sobre la positividad del
Derecho abre inmediatamente la pregunta sobre quién es el sujeto autorizado para poner y
modificar el Derecho, y con qué forma de legitimación) 203, y de hecho un autor
iuspositivista como Uberto SCARPELLI ha sostenido, de modo notorio, la oportunidad política
de una integración «democrática» del positivismo jurídico (la adhesión al positivismo ju-
rídico está políticamente justificada sólo si éste se integra con valores democráticos) 204 —
esto demuestra, a contrario, que el vínculo entre positivismo y democracia es abso-
lutamente contingente—.
De todos modos, en los parágrafos siguientes intentaré examinar las objeciones que
FERRAJOLI dirige al constitucionalismo principialista, no para defender tal posición teórica,
sino para verificar, sobre todo, si el constitucionalismo garantista sea efectivamente
preferible desde un punto de vista explicativo o desde uno normativo, por lo menos con
referencia a los tres temas ya señalados de la definición y rol de los principios (§ 2), de la
ponderación (§ 3), y de la separación entre Derecho y moral (§ 4).
2. SOBRE EL DERECHO NEOCONSTITUCIONALISTA
«POR PRINCIPIOS»
209 Cfr. S. PEKRY, «Two Models of Legal Principles», Iowa Law Review, vol. 82, 1997, 787-819: «The
ex- plicit content of principles is value-oriented, whereas that of rules is action-
oriented» (788).
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 215
reside un aspecto importante de la diferencia entre las reglas y los principios, visto que en
el caso de los principios tanto el supuesto de hecho como (sobre todo) la consecuencia
jurídica son muy genéricas e indeterminadas: un principio puede ser aplicado en muchos
modos diversos, y no todos previsibles ex ante de modo exhaustivo 210.
En segundo lugar, el plantemiento de FERRAJOLI es insatisfactorio porque estipular una
diferenciación meramente de estilo entre reglas y principios, con el fin de subrayar en
última instancia la equivalencia entre reglas y principios, deja en la sombra un aspecto que
me parece esencial del concepto de principio jurídico: me refiero a la dimensión
«normogenética» de los principios, su capacidad para justificar otras normas (otras normas
ya existentes, respecto a las cuales el principio es individualizado como la razón; o bien
otras normas —implícitas— que el mismo intérprete debe formular argumentativamente a
partir del mismo principio) 211.
Por tanto, hace parte exactamente de la naturaleza de los principios solicitar reglas de
actuación: la aplicación de un principio es siempre mediada por una regla, y la relación
entre principios y reglas no es de equivalencia, sino de justificación (el mismo FERRAJOLI
reconoce además que «se puede incluso afirmar que detrás de cada regla hay también un
principio»: CPCG, 38). Y por otra parte, puesto que los principios son genéricos e
indeterminados (como FERRAJOLI también lo admite), entonces un principio podrá justificar
muchas normas diversas, en lugar de ser equivalente a una única regla. Una cuestión en
absoluto diversa es, obviamente, la individualización del sujeto institucional al cual debe
ser atribuido la realización de determinatio, si sólo al legislador o también a los jueces 212
—y nótese que es este problema el que precisamente le interesa más a FERRAJOLI—: en
efecto, la idea de FERRAJOLI es que los principios constitucionales deben ser aplicados sólo
por el legislador, el cual dará lugar o a Derecho legítimo (si aplica bien los principios
constitucionales) o a Derecho ilegítimo (si omite aplicarlos, o si los aplica mal violándolos
activamente) 213. Pero ésta es una cuestión de política del Derecho, no de teoría del
Derecho, la cual no puede ser resuelta con una jugada puramente definitoria como la de
210 Cfr. L. PRIETO SANCHÍS , Justicia constitucional y derechos fundamentales, cit., 127: cuando debe aplicar
un principio, «el juez carece de una consecuencia jurídica concluyente para aplicar al caso».
211 Sobre la función «normogenética» de los principios, cfr. E. B ETTI, Interpretazione delta legge e
degli atti giuridici (Teoria generale e dogmatica), Milano,Giuffre, 19712, 317 (los principios tienen «una
función genética respecto a las normas»); J. R AZ, «Legal Principles and the Limits of Law», Yate Law
Journal, vol. 81, 1972, 823-854 («principles as grounds for making new rules», 841); S. BARTOLE,
«Principi generali del diritto (diritto costituzionale)», en Enciclopedia del diritto, vol. XXXV, 1986, 515,
531; F. MODUGNO, «Principi generali dell’ordinamento», en Enciclopedia giuridica, vol. XXIV, 1991, 4,
8-9; U. SCARPELLI, «Diritti positivi, diritti naturali: un’analisi semiotica», en S. C APRIOLI y F. TREGGIARI (a
cura di), Diritti umani e civilta giuridica,
Perugia, Stabilimento Tipografico Pliniana, 1992, 31-44 (39: los principios como «matrices y
generadores de normas»); F. VIOLA y G. ZACCARIA, Diritto e interpretazione. Líneamentí di teoría
ermeneutica del diritto, Roma- Bari, Laterza, 1999, 386; G. Z AGREBELSKY, La legge e il suo diritto, cit., 219;
G. PINO, Diritti e interpretazione, cit., cap. III.
212 Cfr. a propósito B. CELANO, «Derechos fundamentales y poderes de determinación en el
Estado constitucional de Derecho», 2005, en Id., Derecho, justicia, razones, cit., 281-298.
213 Cfr. CGCP, 34: «En el modelo del constitucionalismo iuspositivista, la reparación de las
lagunas y de las antinomias en las que aquéllas se manifiestan no se confía al activismo interpretativo
de los jueces, sino sólo a la legislación, y, por ello, a la política, en lo que se refiere a las lagunas, y a la
anulación de las normas inválidas —y por tanto a la jurisdicción constitucional—, en lo que se refiere a
las antinomias» (cursiva mía).
216 Giorgio Pino
214 Esto podría ser otro caso en el cual la filosofía política de F ERRAJOLI, inspirada por una
separación rigurosa entre funciones de gobierno (entre las cuales está la legislación) y funciones de
garantía (entre las cuales está la jurisdicción), termina por caer pesadamente sobre las categorías
teóricas, deformándolas: FERRAJOLI está en contra, en un ámbito filosófico-político, de los ejercicios de
creatividad jurisprudencial, y entonces postula en ámbito teórico la equivalencia entre reglas y
principios —lo cual es en realidad una directiva meta-interpretativa que impone a los jueces la
interpretación restrictiva de las normas de principio— (para la distinción entre función de gobierno y
función de garantía, vid. L. FERRAJOLI, Principia iuris, vol. 1, cit., 869-875).
215 Sobre la incapacidad de las teorías de la distinción fuerte para explicar el funcionamiento de
las reglas (tanto que, aceptando tal enfoque, las reglas no existirían), cfr. T ENDICOTT, «Three Puzzles
about Legal Rules», en P. CHIASSONI (ed.), The Legal Ought, Torino, Giappichelli, 2001, 65-82 (a
propósito de DWOR IN); B.
CELANO, «Principios, reglas, autoridad», cit. (a propósito de A TIENZA y RuiZ MAÑERO); A. GARCÍA
FlGUEROA, Criaturas de la moralidad, cit., 141-143 (a propósito de ALEXY).
216 A propósito de esto, vid., entre otros tantos, P. F. GROSSI, Attuazione e inattuazione delta
Costituzione, Milano, Giuffre, 2002.
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 217
«suplencia judicial» respecto a la inercia del legislador, pero lo que se ha observado hace
poco sobre la historia reciente de la cultura jurídica italiana es suficiente para contradecir
la tesis según la cual el uso jurisprudencial de los principios los debilite (o los debilite
necesariamente).
El riesgo de protagonismo judicial excesivo podría de todas maneras evitarse, según
FERRAJOLI , recurriendo a formulaciones más rigurosas, claras, precisas, de los textos
constitucionales, que eviten decisiones muy creativas por parte de la jurisprudencia.
Aunque aquí no tengo el espacio para argumentar de manera satisfactoria en contra de
esta tesis 217, considero que sea difícilmente plausible, incongruente, que una constitución
contenga regulaciones detalladas, derechos formulados y regulados de manera
circunstanciada y precisa (como en cambio sí esperaríamos encontrar en un texto
legislativo, que precisamente tiene la función no de proclamar un derecho o principio, sino
de regular su ejercicio y aplicación). Muy brevemente, las razones por las cuales esto no
sería plausible tienen que ver con la circunstancia que, en el contexto de los Estados
constitucionales de Derecho, las constituciones tienen las siguientes características
principales: a) son fruto de compromisos entre diversas fuerzas políticas que expresan
visiones diversas de la sociedad; b) tienen por lo general una connotación pluralista, que
deriva de su carácter de pacto y compromiso: de modo que asumen el pluralismo (la
diversidad de las concepciones del bien, de la vida buena, de la libertad, de las relaciones
sociales) no sólo como un dato de hecho, sino también como un valor para ser preservado,
y quizás el único (meta-)valor que es más importante que los otros; c) deben aplicarse,
potencialmente, a toda la sociedad: una constitución es, casi literalmente, un proyecto
orgánico de fundación de un orden social, y d) están pensadas para durar por mucho
tiempo.
Si esta representación de las características principales de las constituciones con-
temporáneas es correcta, entonces el carácter indeterminado de las cláusulas constituciones
es precisamente la mejor garantía de la conservación en el tiempo de la autoridad y
normatividad del texto constitucional. A fin de cuentas, si fuese necesario someter el texto
de la constitución a una modificación formal cada vez que la formulación, de por sí
rigurosa y precisa, de los derechos en tal texto contenidos se volviese obsoleta, esto
produciría al menos dos consecuencias indeseables: en primer lugar, hasta que la
modificación de la constitución no haya sido efectivamente perfeccionada, el texto
constitucional resultará obsoleto (y, por tanto, desacreditado) 218; en segundo lugar, sería
percibido como totalmente legítimo e incluso indispensable, por parte de la cultura jurídica
y de las fuerzas políticas, someter a modificaciones frecuentes al texto constitucional (para
mantenerlo a pesar del paso del tiempo).
Me parece del todo evidente que ambas consecuencias se traducirían bien pronto en
una muy probable desvalorización de la fuerza normativa de la constitución (un texto que
envejece deprisa, y que está bien modificarlo continuamente).
217 Para un argumento más detallado reenvío a G. PINO, «Il linguaggio dei diritti», Ragion pratica,
31, 2008, 393-409; Id., Diritti e interpretazione , cit., cap. V; vid. además B. CELANO, «¿Cómo debería
ser la disciplina constitucional de los derechos?», 2002, en Id., Derecho, justicia, razones, cit., 195-234;
R. BIN, «Che cos’e la Costituzione?», Quaderni costituzionali, 2007, 1, 11-52.
218 ¿A cuántas modificaciones habría sido necesario someter un texto constitucional que hubiese
regulado de modo detallado la libertad de manifestación del pensamiento, o el derecho a la privacy, así
como eran conocidos hace sesenta años?
218 Giorgio Pino
3. SOBRE LA PONDERACION
Uno de los efectos negativos del constitucionalismo principialista es, según FE- RRAJOLI
, la difusión de la ponderación como técnica de argumentación jurídica. Esta crítica de
FERRAJOLI parece dirigirse tanto a los teóricos que han conceptualizado, y quizás también
fomentado, esta técnica argumentativa, como a las cortes que de hecho la emplean. En
realidad, FERRAJOLI reconoce que la ponderación representa una técnica del todo legítima y
fisiológica en un ordenamiento jurídico: sea en el ámbito de las elecciones legislativas,
sean en el ámbito de la interpretación judicial; no obstante, considera que el rol reconocido
a esta técnica haya sido excesivamente enfatizado, sea respecto a cuanto de hecho sucede,
sea, sobre el plano normativo, respecto a aquello que debería ser el perímetro justo de los
poderes del legislador y de los jueces.
Respecto a la ponderación legislativa, FERRAJOLI afirma que ésta es ciertamente
requerida por los principios directivos y también, al menos en parte, por los derechos
sociales; en cuanto a lo que concierne a los principios regulativos, en cambio, éstos nor-
malmente no requieren ponderación, a menos que no estén sometidos a limitaciones
(expresas) por parte de los principios directivos (por ejemplo un derecho de libertad que es
limitado por exigencias de «seguridad» genéricamente formuladas).
Este cuadro es, con la excepción que diré, compartióle; y FERRAJOLI tiene abso-
lutamente razón, además, en subrayar que por lo general la relación entre derechos
fundamentales no es sólo de conflicto, sino también de «sinergia»: de hecho, por lo
general, el valor de un Derecho deriva, inter alia, de la existencia de otros Derechos;
normalmente el goce de un derecho fundamental requiere que también sean reconocidos y
garantizados otros derechos fundamentales.
No obstante tengo la impresión que el cuadro propuesto por FERRAJOLI termine por
confirmar, antes que desmentir, la tesis «principialista» de la inevitabilidad de la
ponderación (incluso, en este caso, de la ponderación legislativa); de hecho, si leemos el
modo en el cual son formulados los derechos fundamentales en un texto constitucional
contemporáneo o en una «carta de derechos» (por comodidad hago implícitamente
referencia a la constitución italiana, pero lo mismo se podría decir, creo, para la
constitución española, para el CEDH, etc.), nos damos cuenta inmediatamente que la gran
mayoría de los derechos fundamentales, aun cuando proclamados por principios
regulativos, incorporan excepciones y limitaciones provenientes de principios directivos:
«orden público», «utilidad social», «dignidad humana», «motivos de sanidad o de
seguridad», etc. Además, y esta es la excepción a la que hacía referencia arriba, no es así
seguro, a menos de convertirlo en una verdad analítica por medio de la estipulación, que
los derechos fundamentales reconocidos por los principios regulativos no entren en
conflicto entre ellos: un ejemplo, además, lo ofrece el mismo FERRAJOLI , cuando indica la
posibilidad de conflicto entre libertad de prensa y derecho a la intimidad 219. De este modo
219 Cfr. CGCP, 49 (en las categorías de FERRAJOLI, se trata respectivamente de un derecho
de libertad y de un derecho de inmunidad). He discutido más ampliamente el tratamiento
ferrajoliano de los conflictos entre derechos fundamentales en G. PINO , «Conflictos entre
derechos fundamentales. Una critica a Luigi Ferrajoli», Doxa, 32, 2009, 647-664; cfr.
además J. J. MORESO, «Sobre los conflictos entre derechos», en M. CARBONELL y P. SALAZAR
(coords.), Garantismo. Estudios sobre el pensamiento jurídico de Luigi Ferrajoli, Madrid, Trotta, 2005,
159-170; L. PRIETO SANCHÍS, «Principia iuris: una teoría del Derecho no (neo)constitucionalista
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 219
para el Estado constitucional», cit., 340-351; A. PlNTORE, «Il nome delle cose. In margine a
Principia iuris di Luigi Ferrajoli», Sociologia del diritto, 2009, 2.
220 Sobre este punto, cfr. G. PINO, «Conflitto e bilanciamento tra diritti fondamentali», cit., esp.
222-230 (para una sintética genealogía de la ponderación); Id., Diritti e interpretazione, cit., cap. VII
(para la distinción entre ponderación entre principios constitucionales —ponderación «como técnica»—
y ponderación en los otros sectores del Derecho —ponderación «como lógica»—); cfr. también R. B IN ,
«Ragionevolezza e divisione dei poteri», Diritto & Questionipubbliche, 2, 2002; M. B ARBERIS, «Legittima
difesa e bilanciamenti», en A. B ER- NARDI, B. PASTORE y A. PUGIOTTO (comps.), Legalitdpenale e crisi
del diritto, oggi. Un percorso interdisciplinare, Milano, Giuffre, 2008, 85-104 (esp. 86-89).
221 Vid. en este sentido también M. DOGLIANI, «Il “posto” del diritto costituzionale»,
Giurisprudenza cos- tituzionale, 1993,525-544 (531). Es verdad, por otro lado, que es controvertido si la
ponderación es realmente configurable como un tipo de interpretación: cfr. R. BIN, Diritti e argomenti. Il
bilanciamento degli interessi nella giurisprudenza costituzionale, Milano, Giuffre, 1992, 60-61; R. GUASTINI,
Linterpretazione dei documenti normativi, Milano, Giuffre, 2004, 296.
222 Por ejemplo, el «combinato disposto»; el argumento topográfico, o de la sedes materiae; el
argumento de la constancia terminológica, y también aquél de la inconstancia terminológica; el
argumento conceptualista, o dogmático; el argumento de los principios en general; la interpretación
adecuadora (cfr. G. TARELLO, Linterpretazione della legge, cit., 375-378; R. GUASTINI, Linterpretazione dei
documenti normativi, cit., 167-176).
220 Giorgio Pino
sistemática dice poco, hasta que no se aclare de qué modo la ponderación considere las
otras normas relevantes: cuál sea la peculiaridad de la ponderación en el ámbito de las
técnicas interpretativas sistemáticas.
Ahora bien, FERRAJOLI hace referencia a dos ulteriores elementos para caracterizar la
ponderación: en primer lugar, el mayor grado de discrecionalidad que la ponderación
comporta respecto a las otras técnicas, determinado por la necesidad de establecer, con un
juicio subjetivo de valor por parte del juez, el «peso» de las normas que son objeto de
ponderación. En segundo lugar, el hecho que, según FERRAJOLI , la ponderación tiene por
objeto no normas o principios, sino las «circunstancias de hecho» que justifican la
aplicación de las normas: son por tanto las diversas circunstancias de hecho que se
presentan en los diversos casos que hacen que en un caso se deba aplicar un cierto
principio, y en otro caso otro principio.
En mi opinión, esta línea de argumentación es sorprendente: ¿en qué sentido, en
realidad, se pueden ponderar «hechos»? Un hecho, en sí, no «pesa» más o menos que otro
hecho: los hechos adquieren relevancia, y por tanto «peso», en el Derecho como en otro
lugar, sólo a la luz de algún criterio normativo, como lo puede ser una norma jurídica
(regla o principio), una valoración moral o equitativa, una estimación económica, etc. 223;
también en los ejemplos considerados por FERRAJOLI (la valoración de las circunstancias
atenuantes y agravantes, o de las causas de justificación, en un juicio penal) las
circunstancias de hecho sólo son visibles a la luz de un criterio normativo, que a veces
puede no estar explicitado, y otras veces puede ser enteramente remitido a la apreciación
del juez 224. Se sigue que, si por ejemplo el criterio relevante es un principio
constitucional, la ponderación consiste en atribuir un peso a los principios relevantes (peso
que podrá ser influenciado, obviamente, por la consideración de las circunstancias fácticas:
por la importancia que cada principio asume respecto a las circunstancias de hecho
relevantes) 225. Temo que presentar diversamente la cuestión, además de ser discutible
sobre el plano teórico, tiene el riesgo de dejar en la sombra el hecho que son balanceados,
y aplicados según un orden de preferencia, exactamente principios constitucionales —con
la relativa asunción de responsabilidad institucional que esto comporta—.
223 Una objeción análoga a aquélla formulada en el texto está en P. C HIASSONI , «La defettibilita
nel di- ritto», Materialiper una storia della cultura giuridica, 2008, 471-506 (esp. 476-477), a propósito
de la así llamada derrotabilidad «óntica» —es decir, la idea que algunas veces los que son derrotables
son los hechos, y no las normas— (tesis sostenida p. ej., en J. H AGE, «Law and Defeasibility», en IVR -
Encyclopaedia of Jurisprudence, Legal Theory and Philosophy of Law, diciembre de 2004; G. SARTOR,
«Sillogismo e defeasibility. Un commento su Rhetoric and the Rule of Law di Neil MacCormick», Diritto &
Questioni pubbliche, 9, 2009, 9-27, 21).
224 Sobre los modos en los cuales el Derecho de vez en cuando impide o requiere al juez que
recurra a argumentos y valoraciones morales, vid. J. RAZ, «Incorporation by Law», 2004, en Id.,
Between Authority ad Interpretation, Oxford, Oxford U. P., 2009, 182-202.
225 Por ejemplo, a la libertad de expresión puede ser atribuido un peso diverso si es considerado
en el ámbito de un debate político, o en el ámbito de investigaciones periodísticas de interés público, o
de una publicidad comercial; a la tutela de la intimidad puede ser atribuido un peso diverso si se trata
de una figura pública o de un ciudadano común (por lo general la primera está menos garantizada que
la segunda), o hace referencia a hechos banales e insignificantes o a hechos «sensibles» como
información sobre la salud, la vida sexual (id.); al derecho a la salud puede ser atribuido un peso
diverso según se haga referencia a elecciones de fin de vida o a la libertad de no vacunarse, etcétera.
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 221
Derecho si esto está contingentemente previsto por la norma de reconocimiento 226 227 228
229
de un cierto sistema jurídico (y la existencia de la norma de reconocimiento es a su vez
un hecho, de modo que el fundamento último de la identificación del Derecho sigue siendo
de tipo fáctico);
R1c) El problema de la identificación de las normas jurídicas; desde este punto de
vista, la tesis de la conexión sostendrá que la interpretación jurídica «en sentido estricto»
(la atribución de significado a documentos normativos, el problema del ¿quid iuris?),
requiere necesariamente valoraciones y argumentos morales, mientras que la tesis de la
separación sostendrá que valoraciones y argumentos morales nunca son requeridos, o que
lo son sólo de modo contingente, en la interpretación jurídica.
R2) Relaciones interpretativas entre Derecho y moral: consideran el problema de si la
actividad de interpretación «en sentido amplio» 64 requiere necesariamente, o bien sólo de
modo contingente, o bien excluya necesariamente, recurrir a valoraciones y argumentos
morales. De modo diverso respecto a R1c), aquí «interpretación» no se refiere sólo a la
atribución de significado a una fuente, sino en general a la elección de la norma aplicable a
un caso y, por tanto, puede requerir la solución de problemas de antinomias, lagunas,
aplicabilidad, concreción de cláusulas generales y de conceptos elásticos e indeterminados,
ponderación, derrotabilidad, etc.; la respuesta a la cuestión acerca de si hay o no una
conexión interpretativa entre Derecho y moral puede consistir en una tesis definitoria,
relativa al concepto de «interpretación», o bien en un conjunto de tesis normativas sobre la
«buena interpretación».
R3) Relaciones justificativas entre Derecho y moral: concierne al problema de si el
Derecho representa una razón justificativa autónoma, si es fuente autónoma de obli-
gaciones morales, o bien si puede justificar decisiones (de los órganos de aplicación) y
comportamientos (de los ciudadanos) sólo con base en una elección moral. En otras
palabras, se trata del problema de la obligación de obedecer al Derecho: la tesis de la
conexión sostiene que no existe una obligación autónoma de obedecer al Derecho (tal
obligación sólo podría derivar de consideraciones morales), mientras que la tesis de la
separación sostiene que Derecho y moral son dominios prácticos separados, cada uno de
los cuales es fuente de obligaciones autónomas genuinas y, por tanto, el Derecho puede ser
obligatorio de por sí (el deber de obedecer al Derecho es autónomo respecto a los deberes
de origen moral); esta puede ser una tesis definitoria, relativa al concepto de Derecho
(concepto que incluiría así el elemento de la obligatoriedad), o bien un conjunto de tesis
filosófico-políticas sobre las condiciones que justifican obedecer al Derecho.
226 Como afirma M. BARBERIS, «Una disputa quasi oxoniense. Raz vs. Alexy sul positivismo
giuridico», Ra- gion pratica, 34, 2010, 203-220, «conexiones contingentes (entre Derecho y moral)
pueden resultar no menos interesantes e importantes» (220).
227 Las primeras tres formas de relación (identificativa, justificativa, interpretativa) reelaboran una
importante clasificación ya propuesta por C. N IÑO, Derecho, moral y política, cit.; cfr. también P.
COMANDUCCI, «Las conexiones entre el Derecho y la moral», Derechos y libertades, VIII, 12, 2003, 15-26;
M. BARBERIS, «Una disputa quasi oxoniense», cit., NIÑO y BARBERIS hablan de conexión (o separación)
conceptual o definitoria, allá donde yo he preferido usar (como C OMANDUCCI ) identificativa; las razones de
esta elección resultarán aclaradas dentro de poco.
228 Una análoga distinción entre varias formas de relación identificativa ha sido evidenciada en M.
BARBE- RIS, «Una disputa quasi oxoniense», cit., 216-220; un señalamiento en tal sentido se encuentra
ya en L. GIAN- FORMAGGIO, «Rapporti tra etica e diritto», 1990, en EAD., Filosofia e critica del diritto,
Torino, Giappichelli, 1995, 43-59 (a 45).
229 Para una valoración crítica de este «definitional approach» a la cuestión de la relación entre
Derecho y moral, cfr. J. RAZ, Practical Reason and Norms, Oxford, Oxford U. P., 1975, 19902, 163-165.
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 223
R4) Relaciones funcionales entre Derecho y moral: el Derecho puede ser considerado
una condición esencial para la existencia, el mantenimiento y el funcionamiento de la
sociedad; y, si a la existencia de la sociedad se atribuye valor moral positivo, entonces de
esto se sigue un tipo de conexión necesaria entre Derecho y moral. O bien, de modo más
débil, el Derecho puede desarrollar importantes funciones respecto a la moral: puede hacer
que ciertas exigencias morales muy genéricas, indeterminadas, 230 conflictivas, sean más
determinadas y precisas; una vez que el Derecho ha dado forma pública y determinada a
ciertas exigencias morales, hace que sean más fácil de respetar y proteger en la práctica; y
así sucesivamente.
R5) Relaciones causales entre Derecho y moral: siendo el Derecho positivo fruto de
actos humanos (por lo general deliberados) de producción normativa, es evidente que la
producción del Derecho positivo tenga en cuenta los valores morales y las exigencias
difundidas en la sociedad, o que sean consideradas como tales por parte de las autoridades
normativas; aquí la moral relevante no es necesariamente una moral verdadera, objetiva, o
compartida por unanimidad en la sociedad: puede tratarse de la moral del grupo
dominante, o de exigencias morales que una autoridad legitimada, sobre base
representativa, cree sean compartidas por su electorado.
R6) Relaciones psicológicas entre Derecho y moral: el hecho que el Derecho prohíba,
obligue, permita ciertas conductas puede originar la convicción, incluso sólo
subliminalmente, pero no por esto menos influyente en la realidad, que aquellas mismas
conductas sean también moralmente prohibidas, obligatorias, o permitidas. El Derecho, en
otras palabras, puede tener el efecto (corresponda o no esto a una política deliberada por
parte de las autoridades normativas) de influenciar sobre la mentalidad difundida, sobre la
conformación de la moral social del grupo al cual se aplica.
R7) Relaciones de contenido entre Derecho y moral: al menos en parte, Derecho y
moral regulan la misma materia; si bien sería una exageración no plausible afirmar que
Derecho y moral tienen in toto el mismo objeto (existen claramente materias objeto de
regulación jurídica y que son moralmente irrelevantes, y viceversa), no obstante es
evidente que muchos problemas morales son también objeto de disciplina jurídica (el
Derecho regula muchas materias dotadas de relevancia moral).
R8) Relaciones estructurales entre Derecho y moral: es posible que las características
formales y estructurales del Derecho, o algunas de éstas, sean adecuadas, por sí mismas,
para generar consecuencias moralmente apreciables; así, la generalidad de las reglas
jurídicas podría asegurar una forma embrional de justicia que consiste en tratar, en relación
con las hipótesis de aplicación de la regla, todos los casos iguales de modo igual (justicia
formal). O bien, la presencia de órganos de solución autoritativa de las controversias
permitiría estabilizar ciertas relaciones sociales, evitar que la incerteza sobre ciertas
relaciones se prolongue eternamente, etcétera.
R9) Relaciones de reenvío entre Derecho y moral: a veces sucede que el Derecho
requiera (a los ciudadanos, o más frecuentemente a los órganos de aplicación) realizar
230 Sobre esta acepción amplia de interpretación, cfr. G. T ARELLO, Linterpretazione delta legge, cit.,
2433. P. CHIASSONI , «L’interpretazione dei documenti legislativi: nozioni introduttive», en M. B ESSONE
(comp.), Interpretazione e diritto giudiziale I. Rególe, metodi, modelli, Torino, Giappichelli, 1999, 21-45,
22-23 (interpretación «en sentido amplio»); Id., Tecnica dell’interpretazione giuridica, Bologna, Il Mulino,
2007, cap. II («interpretación metatextual»). Interpretación en sentido estricto y en sentido amplio
son de todos modos actividades muy contiguas: es sólo por comodidad expositiva que las trato bajo
etiquetas diversas.
224 Giorgio Pino
valoraciones morales; esto puede suceder cuando una norma jurídica sea formulada
incluyendo estándares morales (buena fe, corrección, etc.), o a través de la positiviza- ción
de principios morales.
R10) Relaciones valorativas entre Derecho y moral: el Derecho, se dice, es por su
naturaleza un tipo de cosa (al igual que tantas otras, pero a diferencia de tantas otras) que
se presta para ser valorado primariamente en términos de justicia o injusticia, moralidad o
inmoralidad, etc.; esta característica del Derecho parecería revelar o por lo menos aludir a
algún tipo de relación entre Derecho y moral.
Esta pedante articulación de las posibles relaciones entre Derecho y moral nos deja
ahora en condición de valorar con mayor precisión los términos del debate entre
positivistas y neoconstitucionalistas sobre la relación entre Derecho y moral.
El positivismo jurídico, en general, defiende la tesis de la separación en sentido R1b):
define de manera fáctica las fuentes del Derecho —en esto consiste precisamente el
carácter positivo del Derecho—: el Derecho válido es el Derecho que ha sido puesto por
medio de ciertos hechos humanos. En cambio, el positivismo jurídico incluso no define el
concepto de Derecho en términos exclusivamente fácticos [el sentido R1a)]: en realidad, los
positivistas no se ocupan normalmente de la cuestión acerca de la definición del concepto
de Derecho, y no se ocupan de esto bajo el capítulo de la tesis de la separación entre
Derecho y moral 65: los positivistas generalmente no utilizan la tesis de la separación como
(parte de) una definición del concepto de Derecho, ni tampoco afirman que el concepto de
Derecho deba ser construido excluyendo todo elemento moral.
El positivismo jurídico admite además, por lo general, la conexión interpretativa entre
Derecho y moral tanto en el sentido estricto de R1c), como en el sentido amplio de R3): para
tener una confirmación es suficiente pensar en el rol de la discrecionalidad judicial en la
teoría de la interpretación de HART o en aquélla de KELSEN 66. Por último, el positivismo
jurídico admite incluso la conexión justificativa entre Derecho y moral (R3), como
consecuencia necesaria de la reducción del Derecho a mero hecho 67 (en cambio, el
positivismo ideológico «radical», admitiendo que sea todavía una forma de positivismo
jurídico, niega tal conexión). Y ésta es también, como lo hemos visto, la posición de
FERRAJOLI , que reconoce tranquilamente la presencia de factores morales en la
interpretación, y que niega que el Derecho sea de por sí obligatorio (de hecho, FERRAJOLI
critica la falacia «ético-legalista» que consiste en la identificación y en la confusión de la
justicia con la validez).
Todos los otros tipos de relación entre Derecho y moral son objeto de discusiones al
interior de la tradición teórica iuspositivista, y representan cuestiones de notable interés
teórico, pero de su aceptación o de su rechazo no se sigue nada, me parece, respecto a la
capacidad de la tesis estrictamente positivista de la separación identifi- cativa entre
Derecho y moral: se trata de cuestiones sobre las cuales los iuspositivistas pueden disentir
razonablemente entre ellos. Por ejemplo, algunos positivistas sostienen tranquilamente que
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 225
tienen estatus de conexión necesaria entre Derecho y moral 231 232 233 las relaciones
causales (R5) 68, la relación de contenido (R7) 69, y la conexión valorativa (R10) 70. Algunos
positivistas afirman, y otros lo niegan, que tengan estatus de conexión necesaria entre
Derecho y moral la relación estructural (R8) 71, y la relación funcional (R4) 72. Algunos
iuspositivistas afirman que en el caso de la relación de reenvío (R9) la moral entra a hacer
parte del Derecho (logrando en tal modo una conexión «por incorporación» entre Derecho
y moral), mientras otros afirman que incluso en estos casos los dos dominios permanecen
netamente separados 73. Por último, algunos iuspositivis- tas sostienen que, dada la relación
psicológica entre Derecho y moral (R6) (considerada de modo verosímil no como una
conexión necesaria, sino como una conexión empíricamente recurrente), una actitud
iuspositivista sea pragmáticamente preferible porque «educa» a los ciudadanos a pensar
que no haya una obligación intrínseca de obedecer al Derecho y, por tanto, los adiestra
para la crítica moral del Derecho 74. Pero todas éstas, repito, no son tesis calificadoras del
positivismo jurídico: no hay una respuesta típicamente iuspositivista a estas preguntas.
En cambio, el neoconstitucionalismo «metodológico», o anti-positivismo, afirma que
entre Derecho y moral se den conexiones (generalmente presentadas como conexiones
conceptuales, necesarias) de tipo identificativas (sea a nivel de concepto de Derecho, sea a
nivel de identificación de las fuentes o de las normas) y de tipo interpretativas (cfr. supra,
231 Sin embargo, véase alguna oscilación entre la identificación del Derecho (válido) y del concepto
de Derecho en N. BOBBIO, 1l positivismo giuridico, cit., 134-136; Id., Giusnaturalismo e positivismo giuridico,
cit., 106; además, por lo menos en Introducción al análisis del Derecho, cit., cap. I, C. NIÑO sostiene la
preferencia por una definición fáctica del concepto de Derecho, y califica tal posición como positivismo
metodológico o conceptual. La trasformación de la tesis de la separación en una cuestión sobre la
definición del concepto de Derecho es por lo general realizada por autores antipositivistas (con el fin
de mostrar la no plausibilidad de esta tesis): cfr. R. ÁLEXY, Concetto e validitá del diritto, cit.; K. FÜSSER,
«Farewell to “Legal Positivism”: The Sepa- ration Thesis Unravelling», en R. GEORGE (ed. by), The
Autonomy Of Law. Essays on Legal Positivism, Oxford, Oxford U. P., 1999, 119-162.
232 H. KELSEN, La dottrina pura del diritto, 1960, Torino, Einaudi, 1990, cap. VIII; H. L. A. H ART, The
Concept of Law, Oxford, Clarendon, 1961, 19942, cap. VII (y vid. también 204-205, donde la
interpretación es señalada como una de las posibles hipótesis de conexión entre Derecho y moral).
Vid. también U. SCARPELLI, «Il positivismo giuridico rivisitato», Rivista difilosofia, 3, 1989, 461-475 (esp.
470-471).
233 J. RAZ, «Incorporation by Law», cit., 189: «in such cases [es decir, cuando se afirma que el
Derecho es legítimo, ndr] we cannot separate law from morality as two independent normative points of view,
for the legal one derives what validity it has from morality»; insiste sobre el hecho que la tesis positivista de
las fuentes sociales es «normatively inert», J. GARDNER, «Legal Positivism: 5*A Myths», American
Journal of Jurisprudence, vol. 46, 2001, 199-227 (213). No obstante, se puede notar que resulta
problemática, en este cuadro, la definición kelseniana de validez como fuerza vinculante.
226 Giorgio Pino
nota 9 y texto correspondiente). 234 235 236 237 238 239 240
234 A. Ross, «Il concetto di validita e il conflitto tra positivismo e giusnaturalismo», cit., 82; H. L.
A. HART, The Concept of Law, cit., 198.
235 H. L. A. HART , The Concept of Law, cit., 188, a propósito del «contenido mínimo del Derecho
natural» habla de un «elemento común» del Derecho y de la moral de una sociedad; vid. además J.
RAZ, «About Mo- rality and the Nature of Law», 2003, en Id., Between Authority adInterpretaron, Oxford,
Oxford U. P., 2009, 166-181 (168); B. CELANO, «Iusnaturalismo, positivismo jurídico y pluralismo
ético», 2005, en Id., Derecho, justicia, razones, cit., 127-150.
240 H. L. A. HART, «Positivism and the Separation of Law and Morals», cit., 53-54; Id., The
Concept of Law, cit., 296; J. RAZ, «The Argument from Justice, or How Not to Reply to Legal Positivism»,
cit., nota 28 («Legal positivists are more likely than natural lawyers or other non-
positivists to affirm that sometimes courts have (moral) duties to disobey unjust
227 Giorgio Pino
laws»).
241 Uno de los ejemplos más espectaculares es J. C OLEMAN, The Practice of Principle. In
Defence of a Prag- matist Approach to Legal Theory, Oxford, Oxford U. P., 2003.
242 No intento sostener que en el Estado legislativo, o de todos modos a nivel infra-constitucional
(en los códigos, en las leyes, etc.), este tipo de relación entre Derecho y moral no se presente. Intento
decir que en el contexto del Estado constitucional de Derecho este tipo de relación adquiere una
visibilidad mucho mayor, que hace imposible no ocuparse o desatender tal fenómeno.
243 Cfr. H. KELSEN, Teoría generale del diritto e dello Stato, cit., 114-115; H. L. A. HART, The Concept of
Law, cit., 185-186; J. COLEMAN y B. LEITER, «Legal Positivism», en A Companion to Philosophy of Law and
Legal Theory, edited by D. PATTERSON, Oxford, Blackwell, 1996, 241-260 (243); J. G ARDNER, «Legal
Positivism: 5^ Myths», cit., 223; L. G REEN , «Legal Positivism», cit.; A. M ARMOR, «Exclusive Legal
Positivism», en J. COLEMAN y S. SHAPIRO (eds.), The Oxford Handbook of Jurisprudence & Philosophy of
Law, Oxford, Oxford U. P., 2002, 104-124; K. E. HlMM , «Inclusive Legal Positivism», ibid., 135; J. J.
MORESO, «En defensa del positivismo jurídico inclusivo», en P. N AVARRO y M. C. REDONDO (comps.), La
relevancia del Derecho. Ensayos de filosofía jurídica, moral y política, Barcelona, Gedisa, 2002, 93-116 (94-
95).
244 R. GUASTINI, «Le avventure del positivismo giuridico», en E. BULYGIN, Ilpositivismo giuridico
(2006), a cura di P. CHIASSONI , R. GUASTINI y G. B. RATTI , Milano, Giuffre, 2007, XXXVII-XLVIII
(XLVI).
245 Para un tratamiento más detallado de los conceptos de «validez material» y de «superioridad
material», reenvío a G. PINO, «Norme e gerarchie normative», Analisi e diritto, 2008, 263-299. Cfr.
también R. GUASTINI, Le fonti del diritto. Fondamenti teorici, Milano, Giuffre, 2010, 255-256.
228 Giorgio Pino
246 Uso esta definición inspirándome en H. K ELSEN, Teoria generale del diritto e dello Stato, cit., 164:
«Como todo eso que el Rey Midas tocaba se transformaba en oro, así todo eso a lo que el Derecho se
refiere se vuelve Derecho, es decir, algo jurídicamente existente» (vid. también 134). Argumentos de
este tipo se pueden encontrar en T. M AZZARESE , «Diritti fondamentali e neocostituzionalismo: un
inventario di problemi», cit., 16; R. GUASTINI, «Sostiene Baldassarre», Giurisprudenza costituzionale,
2007, 1373-1383; Id., «Le avventure del positivismo giuridico», cit., XLV (los conceptos morales, una
vez positivizados, «cesan de ser conceptos morales y se vuelven conceptos jurídicos»); Id., «A
proposito di neo-costituzionalismo», cit.
247 Como ya he observado (supra, nota 76), esto algunas veces sucede también en el lenguaje
legislativo, pero de modo mucho más raro (puede suceder que en una ley hayan declaraciones de
principio, pero la reglamentación legislativa es por lo general una reglamentación de detalle).
248 Metodologías alternativas para la interpretación de estas cláusulas podrían ser: la
interpretación literal, la interpretación intencionalista (según la voluntad de los constituyentes), la
A DQXA 34 (2011)
interpretación según la consciencia social. He pretendido mostrar la no plausibilidad de metodologías
similares en G. PINO, «Il linguaggio dei diritti», cit.; Id., Diritti e interpretazione, cit., cap. V.
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 229
249
.
Entonces, por lo menos en el contexto del Estado constitucional de Derecho,
consideraciones morales influyen sobre la determinación de la validez material de las
normas jurídicas, ampliando la incidencia de la conexión interpretativa entre Derecho
249 Un mercado regulado, una sustancia química, una fórmula matemática no cesan de ser lo que
son, se vuelven «jurídicas», porque han sido contempladas por una norma jurídica. Para entender
aquel fenómeno como mercado, como sustancia química, como fórmula matemática, se deberá
recurrir a criterios que provengan respectivamente de la economía, de la química, de la matemática.
y moral, y restringiendo proporcionalmente la importancia de la tesis positivista de la
separación, cada vez más limitada a sólo una tesis sobre la identificación de las fuentes, de
la validez formal250. De modo que existe un aspecto de la validez —la validez material—
para el cual la tesis positivista de la separación entre Derecho y moral no vale, y, según los
mismos iuspositivistas, no vale necesariamente.
He llegado a la conclusión. La fusión, al menos en algunos casos (pero son casos
muy importantes), entre razonamiento jurídico y razonamiento moral, que es consecuencia
de la necesidad de interpretar cláusulas constitucionales que reenvían expresamente a
principios morales, es un dato de hecho ineludible. Esto no requiere abandonar la tesis
positivista de la separación, pero limita drásticamente su relevancia sólo a la
determinación de la validez formal. Y bien, es lícito solicitar a una teoría iusposi- tivista
que intente hacerse cargo también de este nivel de análisis 251 (siempre que no se
acontente, desde luego, con relegar estos problemas al pantano de la discrecionalidad
interpretativa y de las incontrolables opciones subjetivas de valor). En otras palabras, a
falta de un análisis similar, la tesis de la separación no sólo arriesga con reducirse a una
representación consolatoria que nos reasegura que nosotros iuspositivistas, por un lado, no
somos imperialistas éticos y, por otro, que estamos empeñados en (o por lo menos
recomendamos) un conocimiento científico del Derecho, sino que al mismo tiempo
arriesga con desatender varios tipos muy relevantes, y también filosóficamente
interesantes, de relación entre Derecho y moral.
(Traducción de Diego MORENO CRUZ)
250 Esto porque «la tesis positivista de la separación entre Derecho y moral [...] considera sólo la
identificación de las fuentes del Derecho positivo, no la identificación de su contenido» (R. G UASTINI,
«Le avventure del positivismo giuridico», cit., XLVI).
251 Algunos intentos de análisis de este tipo: J. J. M ORESO, «Dos concepciones de la aplicación de
las normas de derechos fundamentales», en J. BETEGÓN , J. DE PARAMO y L. PRIETO SANCHÍS (comps.),
Constitución y derechos fundamentales, Madrid, CEPC, 2004, 473-489; B. CELANO, «El razonamiento
jurídico: tres temas clave, y lo que la filosofía puede (o no puede) hacer acerca de ellos», 2005, en
Id., Derecho, justicia, razones, cit., 151-169; G. PINO, Diritti e interpretazione, cit., cap. V.
CURSO “NEOCONSTITUCIONALISMO
UNIDAD I: NEOCONSTITUCIONALISMO
V
Josep Aguiló Regla 429
SOBRE LA CONSTITUCION *
DEL ESTADO CONSTITUCIONAL
E
1. Introducción
l propósito de este trabajo es introducir algunas reflexiones sobre el papel
que la constitución juega como fuente del Derecho en los llamados Estados
constitucionales. Para ello, en primer lugar, me propongo hacer una breve
presentación de lo que podríamos llamar la doctrina estándar de las fuentes
del Derecho construida desde los parámetros del normativismo. Una de las
claves de dicha presentación consistirá en distinguir entre el problema interno y el pro-
blema externo de la doctrina de las fuentes. Ello permitirá mostrar la relevancia de la
noción de constitución para la teoría del Derecho, pues la constitución acabará operando
como el punto de conexión, la bisagra, entre uno y otro problema. A partir de ahí, en
segundo lugar, voy a tratar de aislar y de presentar tres conceptos diferentes (aunque no
excluyentes) de constitución, a saber, la constitución del positivismo normativista, la
constitución formal y la constitución del constitucionalismo. La relevancia de estos tres
conceptos de constitución vendrá dada por lo que será una de las tesis principales del
trabajo: que todos ellos son necesarios para poder dar cuenta de esa realidad jurídico-
política que llamamos «Estados constitucionales». Finalmente, me propongo exponer dos
modelos de relación entre constitución regulativa y orden jurídico, en los Estados
constitucionales, que conforman, me parece, las dos concepciones dominantes sobre la
constitución como fuente del Derecho: en el primero, los deberes incorporados en la
constitución se verán como deberes cerrados que imponen límites negativos a la ac- 252
252 Este artículo reproduce con algunas modificaciones no sólo de detalle la ponencia titulada «La constitución como fuente del Derecho» que fue presentada al «X Seminario Interna-
cional de Teoría y Filosofía del Derecho» (celebrado en Vaquerías en septiembre de 2001 y or ganizado por la Universidad Nacional de Córdoba -Argentina-) y al «Primer Congreso Inter nacional
de Teoría del Derecho» (celebrado en Bogotá los días 14, 15 y 16 de marzo de 2002 y organizado por la Universidad Nacional de Colombia).
430 Josep Aguiló Regla
ción estatal y al contenido del orden jurídico y cuyo cumplimiento requiere centralmente
respeto y aplicación de lo prescrito por la constitución; en el segundo, los deberes
constitucionales se interpretarán como deberes abiertos que ordenan un cierto modelo de
acción estatal y un cierto proyecto de orden jurídico y cuyo cumplimiento requiere
centralmente desarrollo y deliberación. La oposición entre estos dos modelos de
concepción constitucional no es en realidad otra cosa que una proyección de la oposición
general en la concepción del Derecho entre el modelo de las reglas y el modelo de los
principios.
2. El normativismo y la teoría general de las fuentes del Derecho: el problema
interno y el problema externo
Es obvio que la expresión «normativismo» resulta equívoca y que su uso parece
requerir muchas precisiones. Sin embargo, aquí no las voy a hacer; voy a tomarla en un
sentido muy amplio, de forma que abarque a todas aquellas concepciones del Derecho
que, si bien pueden considerar que la fenomenología del Derecho puede resultar
extraordinariamente rica y variada (y abarcar sujetos, acciones, hechos, relaciones,
instituciones, cosas, actos de fuerza, violencia, prácticas sociales, autoridades...),
consideran que el Derecho se objetiva en normas. No presupone, pues, que el Derecho se
reduce a normas, sino que las múltiples manifestaciones del Derecho se entienden,
explican y enseñan por referencia a normas; de manera que el discurso jurídico es un
discurso sobre toda esa rica y variada fenomenología del Derecho objetivada a través de
normas.
Es relativamente común comenzar los estudios sobre las fuentes del Derecho
poniendo de manifiesto el enredo conceptual que ha caracterizado a la doctrina tradicional
de las fuentes; y, en no pocas ocasiones, se ha responsabilizado del mismo al uso
metafórico de la palabra «fuente», pues -según se dice- habría consentido deslizamientos
de significado que estarían en la génesis de la confusión conceptual. Pero, en mi opinión,
ello es meramente anecdótico: el enredo conceptual es más bien el producto de la dis-
cusión entremezclada de dos problemas diferentes, aunque no independientes entre sí; y,
por tanto, el orden conceptual se restablece distinguiendo lo que podríamos llamar el
problema interno de la doctrina de las fuentes y el problema externo de la misma 253.
El problema interno de la doctrina de las fuentes del Derecho no es otro que el del
origen de las normas jurídicas. Para el normativismo este problema desemboca en un tipo
de discurso que se asemeja mucho a los que generalmente se construyen cuando se trata
de dar cuenta de las diferentes instituciones jurídicas; porque las fuentes, en este sentido,
no son más que otras tantas instituciones jurídicas con la única especificidad de que
versan sobre la producción de normas generales. Desde esta perspectiva, la doctrina de las
fuentes presenta pocas peculiaridades en relación con el discurso jurídico en general y en
torno a las fuentes puede construirse tanto una dogmática como una teoría general. El
estudio de las fuentes como problema interno desemboca siempre en un estudio (bien
dogmático, bien teórico) sobre las diversas formas de producir normas jurídicas (esto es,
las condiciones de existencia de las normas jurídicas, la validez constitutiva de las normas
jurídicas) y del régimen jurídico de las normas producidas (esto es, las condiciones de la
validez regulativa y las consecuencias jurídicas que de ella se siguen). Es decir, se
estudian categorías teóricas como las fuentes- acto, las fuentes-hecho, las normas de
253 El desarrollo de este apartado viene a ser un resumen de algunas tesis sostenidas en Agui- ló Regla, Josep: Teoría general de las fuentes del
Derecho (y del orden jurídico), Ariel, Barcelona, 2000.
Sobre la constitución del Estado constitucional 431
origen judicial, las normas implícitas, etc. o bien categorías dogmáticas como la ley, el
reglamento, los convenios colectivos de trabajo, los tratados internacionales, la
costumbre, la jurisprudencia, etc. Pero en todas ellas se tratará de estudiar, por un lado,
las normas jurídicas vistas como el resultado de ciertos procesos y, por otro, el régimen
jurídico de las normas producidas vinculado al proceso del que ellas son un resultado
(centralmente, la jerarquía).
Desde esta perspectiva, la constitución presenta pocas peculiaridades en relación con
las otras fuentes del Derecho; habrá, si se quiere, diferencias de grado, pero no diferencias
cualitativas. La constitución es una fuente más; las normas constitucionales son el
resultado de un cierto proceso (del proceso constituyente o del de reforma constitucional)
y tienen su propio régimen jurídico (su propio lugar dentro de la jerarquía normativa).
Obviamente, desde esta perspectiva puede construirse tanto una dogmática como una
teoría general de la constitución como fuente del Derecho.
Ahora bien, la teoría de las fuentes del Derecho no es tan «inocente» o «ingenua»
como lo anterior pudiera llevar a pensar, pues ella ha jugado un papel central dentro del
discurso de la teoría del Derecho. En efecto, la teoría del Derecho normativista, en su
tarea de construir un concepto de Derecho adecuado para dar cuenta de la práctica y de la
doctrina jurídicas, ha recurrido a la teoría de las fuentes para componer la imagen del
Derecho. En realidad, ha tomado tres problemas básicos de la experiencia cotidiana de los
juristas (el de la identificación del Derecho, el de la unidad del Derecho y el de la
continuidad del Derecho), los ha vinculado con el problema del concepto de Derecho y en
gran medida ha recurrido a la teoría de las fuentes para componer la imagen del Derecho.
Este recurso a la teoría de las fuentes para construir el concepto de Derecho constituye lo
que he llamado el problema externo de la teoría de las fuentes: el del límite o el marco del
problema interno. Pero vayamos por partes: detengámonos brevemente a explicar esos
tres problemas básicos de la experiencia de los juristas, apuntando qué papel se ha
atribuido a la teoría de las fuentes en relación con cada uno de ellos y mostrando cómo se
ha resuelto generalmente la cuestión del límite o del marco.
Desde el normativismo, el problema de la identificación del Derecho no es otro que el
de la identificación de las normas jurídicas. Forma parte de la experiencia básica de todo
jurista el dato de que no toda norma socialmente existente es susceptible de ser usada en
la resolución de casos jurídicos, sino sólo algunas, las jurídicas. Ello ha llevado a la teoría
del Derecho a conceptualizar el Derecho como un conjunto específico de normas; de esta
manera el Derecho aparece distinguido de su ambiente. No creo que resulte controvertida
la afirmación de que el origen de las normas ha sido uno de los criterios más recurrentes
en la determinación de ese conjunto de normas; y ello ha situado inevitablemente a la
teoría de las fuentes en el centro de esa imagen del Derecho. Ahora bien, como es
sobradamente conocido, la teoría de las fuentes como problema interno (es decir,
respondiendo a la cuestión del origen de las normas jurídicas), llevada de forma recursiva
a su límite, se muestra impotente. Por ello, la teoría del Derecho ha recurrido a la idea de
norma última, suprema o independiente que determina los criterios últimos, supremos o
independientes de pertenencia de una norma al conjunto de normas que es el Derecho 254.
Así, si la teoría de las fuentes como cuestión interna (al estudiar los procesos normativos
de creación de las normas jurídicas) suministra los criterios no últimos, no supremos o no
independientes (derivados) de pertenencia de las normas al conjunto; la teoría de las fuen-
254 En esta exposición voy a prescindir de bastantes matices internos al normativismo por que me interesa mostrar sobre todo sus rasgos comunes. Pero las nociones de norma
última, suprema o independiente no son equivalentes entre sí. Así, por ejemplo, mientras que la noción de norma suprema es claramente intrasistemática, la de norma última es
extrasistemática. Además, a su vez, pueden introducirse múltiples diferencias nada despreciables respecto de su naturaleza y función.
432 Josep Aguiló Regla
Miguel (Compilador): Teoría de la Constitución. Ensayos escogidos , Porrúa-UNAM, México, 2000, págs. 123 y ss.] en relación con la interpretación de la
constitución, aunque creo que los alcances y los propósitos son diferentes. La especificidad de la interpretación de la constitución puede abordarse, por un lado, partiendo de lo que las
constituciones tienen en común con las otras fuentes del Derecho (las leyes, los contratos, los actos administrativos, etc.) y que no es otra cosa que todas ellas son textos, documentos
normativos. Esta forma de abordar la cuestión coincide básicamente con lo que yo he llamado el problema interno de las fuentes del De recho y supone que las operaciones del método jurídico
(y entre ellas la interpretación) recorren todas las fuentes. Ello desemboca en diferencias de grado entre la constitución y las otras fuentes, pero en nada más. Ahora bien, Comanducci viene a
sostener que hay otra forma de abordar la cuestión y que ésa es la que ha seguido la discusión teórica sobre la constitución, donde el planteamiento más bien se invierte. La configuración del
objeto constitución es el que condicionará en qué consiste la interpretación; de forma que según qué se entienda por constitución se derivarán diferentes modos de entender la interpretación.
Este segundo aspecto de la cuestión coincide con lo que -desde planteamientos más generales- he llamado el problema externo de las fuentes del Derecho y que hace que la concepción de la
constitución aparezca como un fragmento central de la concepción del Derecho y que afecte a todas las operaciones del método jurídico.
434 Josep Aguiló Regla
256 Cfr. Guastini, Riccardo: Teoría e dogmatica delle fonti, Giuffre, Milán, 1998, págs. 310
y ss.
257 Uso de un modo flexible la distinción bobbiana entre el positivismo como enfoque y co mo teoría. Cfr. Bobbio, Norberto: El problema del positivismo
jurídico (trad. E. Garzón Val- dés), Eudeba, Buenos Aires, 1965, cap. 2.
Sobre la constitución del Estado constitucional 435
258 Kelsen, Hans: «La garantía jurisdiccional de la Constitución (La justicia constitucional)» (trad. de Juan Ruiz Manero), en Kelsen, Hans: Escritos sobre la
democracia y el socialismo, Debate, Madrid, 1988, págs. 114-115.
436 Josep Aguiló Regla
ordinaria».
259 Ernesto Garzón Valdés ha estudiado el concepto de estabilidad de los sistemas políticos y lo ha presentado como una propiedad disposicional de los mismos. Así, establece la
siguiente definición: «Un determinado sistema político es estable si y sólo si en los casos vinculados con el ejercicio institucionalizado del poder, sean éstos ‘normales’ o ‘límites’, tiene la tendencia
a reaccionar de forma tal que sus cambios son una explicación eficaz de su ‘regla de reconoci miento’ y esta tendencia se mantiene durante un lapso significativo desde el punto de vista de su
contexto histórico y regional» [Garzón Valdés, E.: El concepto de estabilidad de los sistemas políticos, CEC, Madrid, 1987, pág. 44.]. En mi opinión, este
planteamiento presenta el siguiente problema. Como puede observarse, Garzón Valdés usa la regla de reconocimiento har- tiana exclusivamente como el criterio conceptual que está en la base
de la explicación de la identidad y la unidad de los sistemas políticos (págs. 15-16), pero no de su estabilidad (o perduración a lo largo del tiempo). El planteamiento de Hart obviamente es
posible que resulte ambiguo pero, en mi opinión, la caracterización que él hace de la regla de reconocimiento co mo una regla social aceptada y que por tanto, como reconoce Garzón Valdés, «su
constatación es una cuestión eminentemente empírica» (pág. 16), hace que la misma regla de reconoci miento comporte un elemento de explicación de la perduralibidad a lo largo del tiempo
de los sistemas jurídico-políticos, es decir, presupone la estabilidad de los mismos. En mi opinión, ello es así porque para que la regla de reconocimiento pueda servir -como dice Garzón Val dés-
de criterio para la identificación de un sistema político, ella misma tiene que ser una manifestación de la estabilización de las conductas vinculadas con el ejercicio institucionalizado del poder.
260 En esta exposición he prescindido de muchos detalles internos al positivismo normati- vista que resultan, sin duda, relevantes. Obviamente todo lo que se acaba de decir está
más próximo a los planteamientos del positivismo hartiano que a los del kelseniano. En ambos encontramos claves para hablar de la constitución necesaria en el sentido de conjunto de normas
fundamentales de un sistema jurídico-político, pero entre ellos hay diferencias muy importantes a la hora de dar cuenta del principio de efectividad del Derecho; diferencias que tienen una ex -
traordinaria repercusión en la composición de la imagen del Derecho. Así, por ejemplo, mien tras que en los planteamientos de Kelsen la cuestión de la efectividad aparece muy vinculada a la
existencia del Estado y a la capacidad de imposición política (la constitución «expresa jurídicamente el equilibrio de las fuerzas políticas»), en los planteamientos haitianos el principio de
efectividad se plasma en términos de regla o práctica social. Ello tiene hondas repercusiones pues mientras que para Kelsen el Derecho puede tener cualquier contenido (cualquier contenido es
susceptible de ser impuesto), para Hart sólo son viables, estabilizables, susceptibles de ser practicados aquellos que respeten «el contenido mínimo de Derecho Natural». En cualquier caso y
más allá de lo anterior, me parece esclarecedor reproducir aquí la conocida crítica de Hart a Kelsen a propósito de las relaciones entre constitución y regla de reconocimiento. Escribe Hart: «La
norma básica de Kelsen tiene siempre, en cierto sentido, el mismo contenido; porque ella es simplemente en todos los sistemas jurídicos la regla que dice que debe obedecerse la constitución o
a ‘quienes establecieron la primera constitución’. Esta apariencia de uniformidad y simplicidad puede ser engañosa. Si una constitución que especifica las varias fuentes de derecho es una
realidad viviente en el sentido de que los tribunales y los funcionarios del sistema efectivamente identifican el derecho con arreglo a los criterios que ella suministra, entonces la constitución es
Sobre la constitución del Estado constitucional 437
reconstructiva enfrenta al positivismo con un dilema que en las últimas décadas ha sido
puesto de manifiesto en infinidad de ocasiones. Si el positivismo se mantiene fiel a sus
presupuestos empiristas entonces explica satisfactoriamente la socialidad (positividad) del
Derecho, pero se muestra impotente a la hora de explicar otra nota que parece
consustancial al Derecho cual es la pretensión de normatividad, que el Derecho pretende
ser fuente de deberes genuinos. Ello es así, porque de la constatación de hechos sociales
no parece que puedan inferirse deberes genuinos, sino sólo deberes entrecomillados o
deberes «según». Estas dificultades están en la base del auge de las teorías del
participante (frente a las del observador). Pero a su vez las teorías del participante se
enfrentan con un problema básico que hace quebrar los presupuestos empiristas del
positivismo, porque las prácticas sociales nunca son tan homogéneas como para poder ser
descritas completamente «sin más» y poder ser usadas «como si». Participar en una
práctica social no es sólo reproducir conducta, tiene también un componente constructivo
de la propia práctica. Y si ello es así, entonces usar normativamente esa práctica (ese
conjunto de normas fundamentales) supone necesariamente embarcarse en la tarea de
dotarla de sentido. Y esa discusión supone abandonar la observación para entrar de lleno
en la participación261. Pero no nos distraigamos de nuestro objetivo. Me interesa ahora,
no tanto resaltar las dificultades internas del positivismo, sino más bien retener dos cosas:
una, el concepto de constitución como conjunto de normas fundamentales de un sistema
jurídico-político estable sólo es determinable ex post; y, dos, no puede cumplir funciones
normativas en el sentido de que de ella no pueden inferirse deberes genuinos, es decir,
cumple funciones explicativas, no normativas. En este sentido, puede usarse en términos
predictivos, pero no justificativos.
3.2. La constitución contingente: la constitución formal y la constitución del
constitucionalismo
aceptada y efectivamente existente. Parece una duplicación innecesaria sugerir que hay otra regla más que dispone que la constitución (o quienes la ‘establecieron’) ha de ser obedecida. Esto es
particularmente claro cuando, como ocurre en el Reino Unido, no hay constitución escrita: aquí parece no haber cabida para la regla ‘la constitución debe ser obedecida’ como cosa adicional a la
regla de que deben usarse ciertos criterios de validez (p. ej. sanción por la Reina en Parlamento) para identificar el derecho. Esta es la regla aceptada y es un factor de confusión hablar de una
regla que prescribe la obediencia a ella». Hart, H.L.A.: El concepto de Derecho (trad. de Genaro Carrió), Abeledo-Pe- rrot, Buenos Aires, 2 a
ed. (reimpresión), 1992, pág. 311.
261 Para una exposición de las dificultades de la «tesis de la identificación objetiva del De recho» y de la distancia entre el Derecho identificado por el participante y el Derecho
identificado por el observador, véase Bayón, Juan Carlos: «Partecipanti, osservatori, e identificazio- ne del diritto», en Comanducci, P y Guastini, R (ed): Struttura e dinamica dei
sistemi giuridi- ci, Giappichelli, Turín, 1996, págs. 47 y ss.
438 Josep Aguiló Regla
262Bryce, James: Constituciones flexibles y constituciones rígidas (Est. preliminar de Pablo Lucas Verdú), CEC, Madrid, 1988.
263 Como ha resaltado Víctor Ferreres la rigidez efectiva de una constitución depende de una combinación de exigencias jurídico-formales y de circunstancias políticas. Entre las pri -
meras destaca como factores de los que depende la rigidez los siguientes: a) el número de instituciones políticas cuyo consentimiento debe concurrir; b) el tamaño de las mayorías exigidas para
la reforma; y c) la exigencia de la participación popular. Pero la rigidez efectiva depende también del contexto político, histórico, social. Así, menciona como variables relevantes las siguientes: a)
el sistema de partidos políticos (cuanto más disciplinados sean los partidos y más arraigada esté la cultura de coalición, tanto más fácil será reformar una constitución); b) el pa pel simbólico que
desempeñe la constitución (por ejemplo, en España la reforma de la Cons titución es una especie de tema «tabú»); c) el papel que juegan las tradiciones políticas (es po sible que muchas de
ellas pueden ser conservadoras, en el sentido de que las razones para proceder a la reforma deban ser de mucho peso); etc. Cfr. Ferreres Comella, Víctor: «Una defensa de la rigidez
en una situación excepcional dando una constitución y un poder soberano -entendido como auto determinación colectiva- que no se agota jamás y cuya manifestación más importante ad
intra del sistema es la potestad legislativa. No voy, sin embargo, a estudiar las diversas propuestas de solución al mismo entre las que pueden destacarse, por ejemplo, la idea schmittiana de
que soberano es quien decide en la situación excepcional (Cfr. Estévez Araujo, José A.: La crisis del Estado de Derecho liberal. Schmitt en Weimar,
Ariel, Barcelona, 1989, págs 175 y ss.), las que optan por despersonalizar ambos poderes y prefieren hablar de soberanía de la constitu ción o las que introducen la dualist
democracy como forma de superar la tensión entre constitución y democracia, entre constituyente y soberano (Akerman, Bruce: We the People. Foun- dations,
Harvard University Press, 1991, págs. 266 y ss).
Sobre la constitución del Estado constitucional 439
265 Como puede observarse hago un uso un tanto libre de la clasificación «ontológica» de Loewenstein. Su «punto de partida es la tesis de que una constitución escrita no
funciona por sí misma [...] sino que una constitución es lo que los detentadores y los destinatarios del poder hacen de ella en la práctica [...] Solamente en este caso cabe hablar de constitución
normativa: sus normas dominan el proceso político o, a la inversa, el proceso del poder se adapta a las normas de la constitución y se somete a ellas». Las constituciones son nominales cuando
«la situación, de hecho, impide, o no permite por ahora la completa integración de las normas constitucionales en la dinámica de la vida política [...] La función primaria de la constitución no-
minal es educativa; su objetivo es, en un futuro más o menos lejano, convertirse en una cons titución normativa y determinar realmente la dinámica del proceso del poder en lugar de estar
sometida a ella». Y finalmente la noción de constitución semántica se refiere a aquellas situaciones en las que «si no hubiese en absoluto ninguna constitución formal, el desarrollo fáctico del
proceso del poder no sería notablemente diferente». Cfr. Loewenstein, Karl: Teoría de la Constitución (trad. de A. Gallego), reimpresión de la 2 a
ed., Barcelona, 1982, págs.
216- 219.
266 Nino, Carlos Santiago: Fundamentos de Derecho constitucional. Análisis filosófico, jurídico y politológico de la práctica
267 La idea de fondo es que el esclarecimiento del constitucionalismo como ideológía es in separable de la denuncia del pseudoconstitucionalismo. En este sentido, por ejemplo,
me parece obvia la contradicción presente en la obra de Lassalle [Lassalle, Ferdinand: ¿Qué es una constitución?, (Trad. de Wenceslao Roces), Ariel, Barcelona, 1984] puesto
que, por un lado, opera con un concepto de constitución que acaba por ser una mera función del poder político efectivo (es poder desnudo) y, por otro, califica al pseudoconstitucionalismo
-entendido como opuesto al constitucionalismo- de mero engaño del despotismo. Esto último sólo es posible, me parece, si se acepta que en la genuina constitución la cuestión primaria no es de
poder, sino de valor, de fundamentación. Creo que tiene razón Kay cuando afirma que la función social central de una constitución es prevenir peligros probados [Kay, Richard S.: «Constitutional
Chrononomy», en Ratio Juris Vol 13, n°1 mayo 2000, págs. ] y, por tanto, que el constitucionalismo requiere una clara conciencia de ciertos males potenciales de los sistemas políticos.
268 En este punto conviene introducir algunas aclaraciones en torno a la noción de «Estado de Derecho». En primer lugar, el concepto de Estado de Derecho es un concepto
normativo y, por tanto, con él no se alude simplemente a una mera propiedad descriptiva del Derecho mo derno; el Estado de Derecho no nace de la misma juridicidad. En consecuencia, se usa
siempre como un concepto normativo, como una exigencia ético-política para evaluar los sistemas jurídicos positivos (Cfr. Laporta, Francisco: «Imperio de la ley. Reflexiones sobre un punto de
partida de Elías Díaz», en Doxa, n° 15-16 Vol. I, 1994, págs. 1994). Ahora bien, dentro de este uso normativo hay, por decirlo de algún modo, dos formas de entenderlo, según se tome co-
mo propiedad principal para su caracterización la idea de imperio de la ley (entendido como un conjunto exigencias éticas que se concretan en características jurídico-formales del orden jurídico
y que son condición de posibilidad de la autonomía o la libertad personal) o la de reconocimiento de ciertos derechos sustantivos. La cuestión es de prioridad, no de exclusión. La expresión
«Estado de Derecho» usada en ambos sentidos puede coincidir también con dos sen tidos de la expresión «Estado constitucional»; así, por ejemplo, cuando Nino distingue entre
Fundamentos de
«constitucionalismo mínimo» y «constitucionalismo pleno» se está refiriendo respectivamente a esas dos versiones del Estado de Derecho [Cfr. Nino, Carlos S.:
Derecho constitucional, Astrea-Depalma, Buenos Aires, 1992, págs. 2-3.]. La necesidad de romper esta ambigüedad está presente también en Ferrajoli cuando distingue entre
lo que llama la «mera legalidad» y la «estricta legalidad» [Ferrajoli, Luigi: Derechos y garantías. La ley del más débil, Trotta, Madrid, 1999, págs. 67 y 68]. Aquí
uso la expresión «Estado de Derecho» en sentido normativo o valorativo (de forma que no todos los sistemas jurídico-positivos son Estados de Derecho) y en el de «imperio de la ley» o
produzca una «legalización de toda acción de gobierno»269 y, por tanto, exige la forma
constitucional como opuesta a la forma legal ordinaria; o si, por el contrario, exige
simplemente que dichos ideales sean practicados aunque no hayan sido «legalizados» o
«codificados» en una constitución formal. Esta discusión, sin duda, da para mucho pero
en relación con ella me interesa tan sólo decir lo siguiente: si se acepta grosso modo que,
como decía Nino, los ideales del constitucionalismo coinciden básicamente con los del
liberalismo democrático, entonces parece razonable afirmar que la constitución formal no
es necesaria para su realización y que desde luego tampoco es suficiente. Para mostrarlo
conviene introducir la distinción entre «tener una constitución» y «vivir en
constitución»270: un sistema jurídico-político «tiene una constitución» cuando cuenta con
la forma constitucional como garantía de dichos ideales; y «vive en constitución» cuando
esos ideales son practicados. La metáfora de la que nos habla Nino de la «constitución
como carta de navegación de un país»271 muestra muy plásticamente la aspiración
consistente en «darse o tener una constitución» para «llegar a vivir en constitución». Si
tomamos en cuenta esto, entonces parece que el caso del Reino Unido ilustra claramente
la tesis de que la constitución formal no es necesaria para la vigencia de los ideales del
liberalismo democrático, es decir, que es posible «vivir en constitución» sin «tener una
constitución»272. Y, como es obvio, «tener una constitución», por más que en ella se
hayan plasmado esos ideales, no es suficiente para afirmar que una comunidad «vive en
constitución». La prueba de ello es, como antes dijimos, la necesidad que la teoría
constitucional ha tenido de distinguir entre las constituciones formales que se cumplen (se
practican) y las que no.
Ahora bien, más allá de la coincidencia de valores y fines entre el liberalismo
democrático y el constitucionalismo como ideología, este último puede definirse como
aquella ideología política que ha propugnado «darse una constitución» (una constitución
rígida o formal) como garantía de «vivir en constitución» (de la práctica de esos ideales).
Si se recuerda, al introducir la noción de constitución formal he dicho que ésta tiene que
tener al menos un contenido mínimo que incorpore el principio dinámico del sistema
jurídico-político. De manera que la constitución tiene que crear (constituir) las formas
269 Bobbio, Norberto: El futuro de la democracia, Plaza y Janés, Barcelona, 1985, pag. 203.
270 Pablo Lucas Verdú [en Teoría de la Constitución como ciencia cultural, Dykinson, 1997, págs. 43 y ss] distingue entre «tener una constitución» y
«estar en constitución».
271 Nino, Carlos Santiago: Fundamentos de Derecho constitucional..., ob. cit. pág. 1
272 En los últimos tiempos Jeremy Waldron se ha erigido en uno de los principales críticos del constitucionalismo. Su planteamiento consiste en realizar una crítica general al
constitucionalismo (entendiendo por tal un movimiento filosófico-político que propugna la forma constitucional) y a la judicial review en particular. Básicamente sostiene que la
cuestión política central es la de quién toma las decisiones; y la filosofía política debe construir teorías de la autoridad, más que teorías de la justicia. Conforme a ello sostendrá que la democracia
es la teoría de la autoridad más justificada y, en consecuencia, afirmará que no tiene sentido instaurar mecanismos institucionales que le pongan límites; y eso precisamente es lo que hace el
constitucionalismo. En este sentido, se opone incluso al «gambito» procedimentalista, es de cir, a la constitucionalización del procedimiento. Cfr. Waldron, Jeremy: «A Rights-Based Cri tique of
Constitutional Rights», en Oxford Journal of Legal Studies, vol 13, n°1, págs. 18-51.
Ahora bien, la tesis de fondo de Waldron -más allá de los múltiples argumentos que despliega- creo que puede reducirse a la afirmación -que, por otro lado, me parece obvia- de que es preferible
«vivir en constitución» que «tener una constitución»; ello se muestra con mucha claridad cuando al final de Law and Disagreement viene a sostener que en efecto en algunas
nuevas democracias tiene sentido garantizar la libertad (pone el ejemplo de las nuevas democra cias del Este de Europa y de la antigua Unión Soviética), pero que ese no es el caso de Estado
Unidos ni del Reino Unido, que son países que al tener fuertes tradiciones de libertad política y debates vigorosos pueden proceder sin temor a que se ponga en peligro la libertad de las mi norías.
Waldron, Jeremy: Law and Disagreement, Clarendon Press, Oxford, 1999, págs.278 y ss.
442 Josep Aguiló Regla
básicas de la acción política y jurídica (es decir, crear los órganos y procedimientos
básicos), pues la acción política y jurídica en el marco del Estado no es una acción natural
-o amorfa-, sino institucional. Pues bien, lo que me interesa ahora es mostrar que la
constitución formal del constitucionalismo no sólo «crea» cosas, sino que también
«reconoce» cosas; o lo que es lo mismo, además de una dimensión constitutiva tiene una
dimensión valorativa. Tratemos de explicarlo.
La dimensión constitutiva de toda constitución es obvia: los parlamentos
(unicamerales o bicamerales), los tribunales constitucionales, las comunidades
autónomas, las elecciones generales, las mayorías cualificadas, etc. son todas ellas
realidades institucionales creadas por las constituciones. Ahora bien, las constituciones no
sólo tienen esa dimensión constitutiva, no sólo crean órganos y procedimientos, sino que
además tienen una dimensión valorativa273, reconocen estados de cosas como valiosos y,
por tanto, merecedores de ser protegidos y/o promocionados (es decir, de ser garanti-
zados). La soberanía popular, la independencia de la nación, la libertad, la igualdad, la
dignidad y la seguridad de las personas, el pluralismo político, la diversidad cultural, la
educación, la salud pública, etc, etc. no son cosas creadas por la constitución (constituidas
como valiosas por la constitución), sino reconocidas como valiosas por la constitución 274.
Son aquellos fragmentos de la constitución que permiten interpretar la acción de darse
una constitución como una acción racional en el sentido weberiano de la expresión; es
decir, «racional con arreglo a fines» (para el logro de fines racionalmente sopesados y
perseguidos) y/o «racional con arreglo a valores» (determinada por la creencia consciente
en el valor)275. En definitiva, las constituciones reconocen valores y fines que dotan de
sentido a las formas de acción política (órganos y procedimientos) creadas por ellas
mismas.
La aceptación de esta distinción es de una importancia y un alcance extraordinarios
para la lectura de las constituciones, porque ella supone que los valores y los fines
reconocidos por la constitución nunca son reducibles a las formas de acción política
creadas por la propia constitución y, en este sentido, el ritualismo constitucional
constituiría una forma de conducta desviada. En efecto, aunque haría falta introducir
273En este punto tal vez podría objetarse que lo que en realidad se opone (o complemen ta) a la dimensión constitutiva de las constituciones no es simplemente una dimensión valora-
tiva, sino una dimensión regulativa, de guía de la conducta. Más adelante introduciré algunas precisiones al respecto, pero en este punto me limito a referirme a la dimensión valorativa por que
me parece que ninguna concepción de la constitución ha negado esa dimensión, mientras que -como veremos en seguida- no han sido pocas las concepciones que han negado, ignora do o al
menos se han mostrado escépticas en relación con la dimensión regulativa (de imposición de deberes) de las constituciones.
274Soy perfectamente consciente de las resonancias iusnaturalistas que muchos atribuirán a la expresión «reconocimiento» de valores y fines. Como inmediatamente se verá he
recurrido a ella con la pretensión de establecer una prioridad interpretativa de éstos frente a las formas de acción (poder normativo) creadas por la constitución, pero no para abrir una brecha de
suprapositividad frente a la constitución formal. En este sentido, he pretendido usar el término «reconocimiento» huyendo de la alternativa que, por ejemplo, formula Riccardo Guastini cuando
se pregunta: «¿reconocimiento o creación de derechos? [...] la cuestión es si los derechos enunciados en la declaración son propiamente ‘declarados’; es decir, simplemente reconocidos, o por el
contrario ‘constituidos’; es decir, creados ex novo. Como es claro -dice- la respuesta a esa cuestión depende de una previa adhesión a una determinada filosofía del dere cho». Para a
continuación añadir: «Los partidarios del iusnaturalismo reiteran que existen ‘en la naturaleza’ derechos (subjetivos), antecedentes a toda disciplina positiva e independientes de ella: derechos,
por lo tanto, que la Constitución se limita a reconocer [..] Por el contrario, los partidarios del positivismo jurídico reiteran que no existen derechos (subjetivos) preexistentes al derecho positivo, y
que, por tanto, los derechos en cuestión no son reconocidos, sino crea dos y adscritos a los ciudadanos originariamente por la Constitución». En Guastini, Riccardo: «¿Peculiaridades de la
interpretación constitucional?» (Trad. De Miguel Carbonell), en Guastini, Riccardo: Estudios sobre la interpretación jurídica, Porrúa-UNAM, México, 2000, págs. 125
y 126.
276 Luigi Ferrajoli ha insistido particularmente en la idea de asumir lo que él llama un punto de vista únicamente externo a los fines de la legitimación y de la deslegitimación
ético-política del Derecho y del Estado. Así se puede leer: «[...] la adopción de un punto de vista ex terno o político que no esté calcado sobre el interno o jurídico es el presupuesto de toda doc -
trina democrática de los poderes del estado [...] En un doble sentido: porque el punto de vista externo es el de abajo o ex parte populi, frente al interno, que es el punto de vista de arriba o ex
parte principis; y porque el primero es el que expresa los valores extra -o meta- o pre-jurí- dicos ‘fundamentales’, o sea los intereses y las necesidades ‘naturales’ -individuales y colec tivas- cuya
satisfacción representa la justificación o razón de ser de esas cosas ‘artificiales’ que son las instituciones jurídicas y políticas. Mientras, la eliminación de un autónomo punto de vista externo o,
peor aún, su explícita confusión con el interno son el rasgo específico de todas las culturas políticas autoritarias, unidas de formas diversas por la idea de la auto-fundamen- tación y la auto-
justificación del derecho y del estado como valores en sí: no medios, sino fi nes en sí mismos. Añado que la carga de la justificación externa es idónea para fundamentar doctrinas políticas que
admiten justificaciones no absolutas o totales, sino contingentes, parciales, a posteriori y condicionadas [...]» Ferrajoli, Luigi: Derecho y razón. Teoría del garan-
tismo penal, Trotta, Madrid, 1997 (2 a
ed.), págs. 853-854.
444 Josep Aguiló Regla
mecánica frente a la normativa, la procedimentalista -en sus diversas versiones- frente a la sustantivista o prin- cipialista, la concepción política frente a la jurídica y la concepción de la
constitución como fuente de las fuentes del Derecho frente a la de fuente del Derecho) es fácil reconducir dichas oposiciones a la oposición entre el énfasis en la dimensión constitutiva de la
278 Si se admite la conexión necesaria entre constitución del constitucionalismo y reconocimiento de derechos de forma que estos cumplen una función de fundamentación, es
fácil percatarse de que dentro del constitucionalismo político hay dos grandes corrientes a propósito del papel que deben jugar los derechos. Una viene a sostener que el papel de los derechos es
centralmente el de fundamentar las formas legítimas de la acción (poder) jurídico y político (básicamente las formas de acción del Estado de Derecho y las del Estado democrático); la otra
considera que la función de los derechos es fundamentar los límites normativos al poder polí tico y jurídico (y, en consecuencia, enfatizan un sustantivismo vinculado al Estado liberal y al Estado
social).
279 Cfr. Aguiló Regla, J.: «Independencia e imparcialidad de los jueces y argumentación jurídica», en Isonomía, n° 6, abril 1997.
Sobre la constitución del Estado constitucional 445
en mayor o menor medida, son reconocibles, me parece, en las constituciones de los Esta-
dos que llamamos constitucionales. Ahora bien, si como traté de mostrar antes, la
asunción ideológica del constitucionalismo presupone la consideración de que los valores
son anteriores a las formas de acción jurídica y política constituidas (creadas) por la
constitución y los fines son externos a las mismas, entonces el uso de la constitución
como fuente del Derecho desde estos parámetros tiene que reflejar dicha prioridad
axiológica y justificativa. Prioridad que se plasmará en los juicios normativos internos, en
los juicios de validez, en las operaciones del método jurídico, etc. 280
3. La constitución formal que responde a los parámetros normativos del
constitucionalismo además tiene que ser practicada. En efecto, para hablar de Estado
constitucional la constitución formal debe ser aceptada como conteniendo el conjunto de
normas fundamentales de ese sistema jurídico y político. En otras palabras, para hablar de
Estado constitucional tiene que haberse consolidado una práctica jurídica y política que
permita afirmar que de hecho en torno a la constitución formal se ha producido la
estabilización de las conductas jurídicas y políticas de la comunidad de referencia, de for-
ma que ella pueda ser considerada como norma fundamental y, en consecuencia, jugar su
papel en relación con los problemas de identificación, de unidad y de continuidad del
sistema jurídico-político. Es decir, para hablar de Estado constitucional la constitución
formal del constitucionalismo tiene que ser positiva, tiene que ser usada desde los
parámetros del constitucionalismo.
Llegados a este punto, conviene poner de manifiesto los límites del concepto de
constitución. En realidad, lo anterior nos permite distinguir entre los sistemas jurídico-
políticos que pueden ser considerados Estados constitucionales y los que no. Es decir, nos
permite aislar unos sistemas de otros, pero poco más. Ciertamente no nos aclara
demasiado el papel que la constitución juega como fuente del Derecho. Si se recuerda,
antes dije que la peculiaridad central de la constitución como fuente del Derecho desde
los parámetros del normativismo radicaba en que ella opera como el punto de conexión
entre el problema interno y el problema externo de la teoría de las fuentes, que ello la
convertía en un núcleo central de la teoría del Derecho y que, en este sentido, no podía
haber mucha distancia entre la discusión sobre el concepto y la naturaleza del Derecho y
la discusión sobre el concepto y la naturaleza de la constitución. Pues bien, no hace
mucho leí una frase que me parece que resume muy bien lo que trato de decir: «El
problema del Derecho constitucional es que nadie sabe qué cuenta como un argu-
mento»281. La idoneidad de la frase radica en que expresa con claridad los límites del
280 Como es sabido, la filosofía política se debate entre la teoría de la autoridad legítima y la teoría de la justicia. Dentro del constitucionalismo, esta tensión se muestra en el
debate sobre la prioridad entre las formas institucionales de la acción política legítima (los procedimientos correctos: básicamente los del Estado de Derecho y los del Estado democrático) y los
deberes prescritos (las sustancias que deben protegerse y promocionarse: básicamente las del Estado liberal y las del Estado social). Tanto unas como otros (las formas de acción institucio nal y
los deberes prescritos) son el resultado de compromisos éticos básicos y, en este sentido, presentan la prioridad axiológica a la que he venido aludiendo. La cuestión difícil y de fondo es cómo se
281 Gerhardt, Michael J. y Rowe, Thomas D.: Constitutional Theory: Arguments and Pers- pectives , Charlottesville, VA: Michie Company,
Sobre la constitución del Estado constitucional 447
1993, pág.1; citado por Cooter, Robert D.: The Strategic Constitution, Princeton University Press, Princeton, New Jersey, 2000, pág. 1.
448 Josep Aguiló Regla
La mejor manera de mostrar esa evolución probablemente sea explicar los dos modelos
de relación entre derechos constitucionales y orden jurídico.
El modelo de la conexión externa concebirá los derechos constitucionales
centralmente como límites negativos al contenido del orden jurídico, limites negativos a
la acción del Estado (a la soberanía del Estado y a la acción política legitima). La
legitimidad del orden jurídico dependerá fundamentalmente del «respeto» a dichos
límites, a los derechos. Las exigencias normativas en términos de «límites» y «respeto»
responden a la cuestión de qué no se puede ordenar, prohibir o sancionar legítimamente.
Frente a él, el modelo de la conexión interna concebirá el orden jurídico básicamente co-
mo un desarrollo positivo de los derechos fundamentales, el contenido del orden jurídico
será una concreción de las exigencias normativas derivadas de los derechos
constitucionales. Se otorgará a los derechos constitucionales una fuerza expansiva
fundamental en la determinación del contenido del orden jurídico. Las exigencias
normativas derivadas de los derechos constitucionales ya no se verán como límites
negativos y deberes de respeto, sino como exigencias de «desarrollo» y «concreción» de
los mismos: ellos serán la fuente central para determinar qué se debe ordenar, prohibir y
sancionar. Esta evolución tal vez podría resumirse en la fórmula «de la consideración de
la constitución como límite al orden jurídico a la consideración del orden jurídico como
un desarrollo de las exigencias constitucionales».
Estas dos formas de concebir el papel de los derechos constitucionales están hoy en el
centro de la discusión constitucional y tienen una honda repercusión dentro de la teoría
jurídica, pues es fácil mostrar su trascendencia para la concepción del Derecho y del
método jurídico. Conforme al modelo del respeto de los derechos, el orden jurídico tiene
un contenido relativamente autónomo en relación con la constitución. Los derechos son
límites negativos al contenido del orden jurídico y a la acción política del Estado; en
consecuencia, el control normativo que desempeña la constitución como fuente es un
control negativo. La inconstitucionalidad puede canalizarse a través de los principios de
jerarquía y de inconsistencia normativas, esto es, a partir de la contradicción entre la
normativa constitucional y la normativa jurídica. El contenido legítimo del orden jurídico
es explicable a partir de una combinación de respeto a los derechos y discrecionalidad
(entendida como libertad dentro de los límites establecidos por aquellos).
Pero hay otra forma de entender las relaciones entre constitución y orden jurídico; o
mejor, entre derechos constitucionales y orden jurídico. Aquí el contenido del orden
jurídico carecerá de autonomía en relación con las normas constitucionales. Estas normas
regularán no sólo las relaciones de los ciudadanos con el Estado, sino también las
relaciones entre los ciudadanos. El orden jurídico legítimo ya no será aquel que
simplemente respeta los derechos, sino aquel que desarrolla en positivo todas las
exigencias normativas derivadas de los derechos. El contenido del orden jurídico legítimo
ya no resultará explicable en términos de respeto de los límites y discrecio- nalidad
entendida como libertad; sino en términos de una concreción de los derechos a partir de
una «razonable» ponderación de bienes y principios constitucionales; de forma que la
discrecionalidad no podrá interpretarse ya como ausencia de guía normativa, sino más
bien como ese tipo específico de deberes que denominamos «responsabilidades». En
consecuencia, el control normativo que la constitución como fuente del Derecho ejerce en
relación con el orden jurídico es mucho más expansivo. Las relaciones entre constitución
Sobre la constitución del Estado constitucional 449
282 Cfr. Guastini, Riccardo: «La ‘costituzionalizzazione’ dell’ordinamento italiano», en Ragion Pratica, n° 11 1998, págs. 185 y ss.
450 Josep Aguiló Regla
particulares y determinadas: raza, sexo, opiniones políticas, etc. Por tanto, hay ciertas dis -
tinciones que están prohibidas [...] mientras que otras están permitidas [...] Sin embargo,
diversos tribunales entienden el principio de igualdad como un principio genérico del tipo: ‘los
casos iguales deben ser tratados del mismo modo y los casos diferentes deben ser tratados de
modos diferentes’. Este principio, así formulado, plantea el problema de decidir qué casos son
iguales y cuáles no: dicho de otro modo, qué distinciones están justificadas y cuáles son
discriminatorias. El principio de razonabilidad es precisamente una respuesta a esta pregun ta.
Desgraciadamente es una respuesta tautológica [...] según el principio de ra- zonabilidad, una
distinción está justificada cuando está justificada [...] En las manos de los tribunales
constitucionales esta interpretación del principio de igualdad se convierte en un instrumento
muy potente para revisar discrecionalmente las decisiones discrecionales del legislador.
«[...] Se llama ‘laguna axiológica’ a la falta no de una norma cualquiera, sino de una norma
‘justa’, es decir, de una norma que no está pero que ‘debería’ estar, porque es requerida por el
sentido de justicia del intérprete o por una norma superior. El principio de igualdad,
interpretado como principio de razonabi- lidad, es una fuente de lagunas axiológicas: podría
decirse que es una máquina para producir lagunas [...] Cuando el legislador trata de modo
diverso casos que al intérprete le parecen iguales [...], entonces el intérprete dirá que falta una
norma igualadora. Cuando por el contrario el legislador trata en modo igual casos que al
intérprete le parecen diferentes [...], entonces el intérprete sostendrá que falta una norma
283
diferenciadora»
283 Guastini, Riccardo: «La costituzione come limite alla legislazione», en Analisi e dirit- to, 1998, págs. 111 y 112.
Sobre la constitución del Estado constitucional 451
insistencia en las mismas creo que poco tiene que ver con los presupuestos empiristas del
positivismo, sino que más bien es el producto de ciertas tesis filosóficas vinculadas al
escepticismo y al relativismo en el ámbito de la razón práctica.
DOXA 24 (2001)
CURSO “NEOCONSTITUCIONALISMO
UNIDAD I: NEOCONSTITUCIONALISMO
4. Ferreres V (2000) Una defensa de la rigidez constitucional, Universidad PompeuFabra, Barcelona España.
V
y
TEORÍA DEL DERECHO Y
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
Víctor Ferreres Comella 29
D
INTRODUCCIÓN
ecimos que una Constitución es «rígida» en la medida en que su
modificación sólo es posible a través de un procedimiento más
complejo que el procedimiento legislativo ordinario. ¿Por qué debe ser
rígida la Constitución? La respuesta es relativamente sencilla con
respecto a aquella parte de la misma que establece la estructura y
relaciones de los diversos órganos del Estado. En efecto: dada la existencia de una
pluralidad de sistemas razonables de gobierno, y dada la necesidad de estabilizar uno de
ellos para que la vida política pueda desenvolverse de manera ordenada, es conveniente
que la Constitución opte por uno de esos sistemas. La rigidez constitucional asegura
entonces la estabilidad de la opción elegida. Es más importante tener establecida una
determinada estructura de gobierno, que la mayoría parlamentaria de cada momento no
puede alterar, que mantener abierta la posibilidad de discutir y votar constantemente cuál
es la mejor estructura de gobierno con la que dotar al país 1.
En materia de derechos y libertades, sin embargo, la cosa
es distinta. Aquí parece que el valor de la estabilidad debe
ceder ante el imperativo de alcanzar la decisión justa. En este
contexto, la rigidez constitucional puede parecer excesiva: si las
mayorías parlamentarias actuales consideran que determinada
decisión adoptada en el pasado en materia de derechos y
libertades es errónea, ¿por qué debe obstaculizarse su
modificación? Por otro lado, la rigidez constitucional puede
parecer insuficiente: si creemos que los individuos son titulares de
ciertos derechos morales que el Estado debe reconocer, y es
por esta razón por la que los recogemos en la Constitución,
¿por qué permitir (respecto de esos derechos) la reforma
constitucional? 284
En este artículo trataré de ofrecer una defensa de la rigidez
284 Una versión de este argumento puede encontrarse en Stephen Holmes, «Precommitment and the paradox of democracy», incluido en Jon Elster y
Rune Slagstag (editores), Constitu- tionalism and Democracy (Cambridge: Cambridge University Press, 1988), pág. 195.
30 Víctor Ferreres Comella
sentido propio: no existe ningún texto legal que lleve ese nombre (u otro similar) y que tenga reconocido un rango superior a las leyes ordinarias. ¿Pue de existir una
Constitución (en sentido propio) que sea flexible? Cabe argumentar que sí: una Constitución flexible puede mantener su superioridad con respecto a la ley ordinaria en
la medida en que se exija, para poder reformar la Constitución, que la norma aprobada por el pro cedimiento legislativo ordinario se presente explícitamente como
norma de reforma constitucional. Esta tesis ha sido defendida en España por Ignacio de Otto, Derecho constitucional. Sistema de fuentes
(Barcelona: Ariel, 1988), págs. 62-63.
Se ha discutido si una Constitución que no establece un procedimiento especial de reforma debe ser considerada rígida o flexible. La tesis dominante es que es
flexible. Para Alessan- dro Pace, en cambio, el silencio de la Constitución debe ser interpretado en el sentido de que la Constitución no puede ser modificada en
absoluto (rigidez máxima), o de que sólo puede serlo a través de un procedimiento análogo al que se siguió en su día para su aprobación. En ningún caso se trataría
de una Constitución flexible. Sobre este debate, véase Alessandro Pace y Joaquín Varela, La rigidez de las constituciones escritas (Madrid: Centro
de Estudios Constitucionales, 1995), «Cuadernos y Debates» número 58.
286 Vid Constitución de los Estados Unidos (artículo V). Este aspecto de la Constitución americana ha sido criticado por Bruce Ackerman, We the
People. Transformations (Cambridge: Harvard University Press, 1998), capítulo 13. Según Ackerman, la exigencia de que tres cuartas partes de los
Estados ratifiquen la reforma tenía sentido cuando la identidad constitu cional de los estadounidenses tenía una doble dimensión, nacional y estatal. Pero ahora esos
ciudadanos se entienden a sí mismos como «We the People of the United States». Existe, pues, un divorcio entre «la identidad constitutional moderna y las formas
clásicas de reforma» (pág. 413). Ackerman propone un nuevo método para reformar la Constitución: Tras su reelección, el Presidente tendría la autoridad para
proponer reformas en nombre del pueblo. Una vez aprobadas por el Congreso, esas reformas se someterían a votación en las dos elecciones presiden ciales siguientes.
En esos referendos, cada votante sería tratado como un ciudadano de la Unión: su juicio acerca de la cuestión sometida a referéndum no contaría más por vivir en
Una defensa de la rigidez constitucional 31
Wyoming que en California (pág. 410). Así pues, los Estados no participarían en cuanto tales en el proceso de reforma, a diferencia de lo que ocurre bajo el régimen
vigente.
287 Vid Constitución de los Estados Unidos (artículo V), de Austria (artículo 44), de Alema nia (artículo 79), de Portugal (artículo 286), de Bélgica
(artículo 195), de Luxemburgo (artículo 114), de los Países Bajos (artículo 137), de Grecia (artículo 110) y de España (artículos 167 y 168).
288 Vid Constitución de Dinamarca (artículo 88), de Irlanda (artículo 46) y de Suecia (Capítulo VIII, artículo 15).
289 Vid Constitución de Francia (artículo 89) y de Italia (artículo 138).
290 Vid Constitución de Dinamarca (artículo 88), de Irlanda (artículo 46), de Suecia (Capí tulo VIII, artículo 15), de Bélgica (artículo 195), de
Luxemburgo (artículo 114), de los Países Bajos (artículo 137) y de Grecia (artículo 110).
291 Vid Constitución de Austria (artículo 44) y de España (artículos 167 y 168).
32 Víctor Ferreres Comella
Las tensiones entre el Tribunal Constitucional y el Legislador en la Europa actual (Barcelona: Ariel, 1998), págs. 40-42.
293 La consecuencia de todo ello es que hasta ahora sólo se ha aprobado una reforma del texto constitucional (la reforma de 27 de agosto de 1992, que
modificó el artículo 13.2), que fue necesaria para que España pudiera ratificar válidamente el Tratado de Maastricht de 1992. De hecho, el gobierno español intentó
convencer al Tribunal Constitucional de que no era necesario reformar la Constitución. Véase la Declaración del Tribunal de 1 de julio de 1992.
Una defensa de la rigidez constitucional 33
295 Naturalmente, en este último caso, la rigidez no resulta tan problemática, pues la Cons titución no impide a la mayoría reconocer y garantizar los
nuevos derechos a través de la legislación ordinaria. Pero si uno de los objetivos de la Constitución es expresar los valores bá sicos de la comunidad, la Constitución es
Process (New Haven: Yale University Press, 1960), págs. 83-4; y Konrad Hesse, Escritos de derecho constitucional (Madrid: Centro de Estudios
Constitucionales, 1992), pág. 18. Por su parte, Francisco Tomás y Valiente defen dió como un acierto del constituyente español el haber incluido en el artículo 1.1
valores muy abstractos (los «valores superiores del ordenamiento jurídico»), a fin de garantizar la «resis tencia» de la Constitución al paso del tiempo: «La resistencia
restrictivo. Rubenfeld afirma que aquellos casos que fueron considerados casos paradigmá ticos de violación de un derecho en el momento en que se aprobó la
disposición constitucional de que se trate deben seguir siendo considerados así por el intérprete actual, a diferencia de lo que ocurre con los casos de «no violación» de
un derecho, respecto de los cuales el intérprete no está sujeto a los juicios del pasado. Este autor defiende así lo que podríamos llamar un «originalismo asimétrico». A
mi juicio, aunque necesitemos casos paradigmáticos de violación de un derecho para anclar el proceso interpretativo, esto no significa que esos casos sean inmunes a
toda reconsideración ulterior. Como sostiene Ronald Dworkin, Law's Empire (Cambridge: Harvard University Press, 1986), págs. 72-73, algunos de esos casos
paradigmáticos pueden convertirse en casos dudosos.
Una defensa de la rigidez constitucional 35
en razón de la calidad democrática del proceso de su elaboración y reforma, que considera superior al de la aprobación de una ley ordinaria, pues en momentos de
«política constitucional» los ciudadanos participan en la deliberación colectiva con mayor intensidad y profundidad que lo que ocurre en tiempos de «política normal».
Con independencia de lo acertado de este punto de vista, en todo caso Ac- kerman se ve obligado a recurrir implícitamente a la abstracción para poder dar respuesta a
la objeción de que no es democrático que el electorado del pasado (que excluía a los negros y a las mujeres) vincule al electorado actual. Ackerman dice que esa
generación pasada «suministró un lenguaje y unas instituciones constitucionales a través de los cuales generaciones poste riores de negros y de mujeres han logrado
plena ciudadanía». We the People. Foundations (Cambridge: Harvard University Press, 1991), pág. 316. Ahora bien, el lenguaje constitucional sólo tiene
framers resultarían demasiado racistas y sexistas.
esta capacidad inclusiva si expresa conceptos relativamente abstractos. Las concep ciones más específicas de los
Por ello, es coherente que Ackerman defienda la abstracción y rechace las posiciones de originalistas como Robert Bork. Véase, en este sentido, el artículo de
Ackerman titulado «Robert Bork's Grand Inquisition», 99 The Yale Law Journal 1419 (1990).
299 En este sentido, me parece iluminadora la teoría de Jed Rubenfeld de la democracia constitucional como «demografía» ( demo-graphy),
expuesta en «Legitimacy and Interpreta- tion», op. cit. Sostiene este autor que al redactar un texto (la Constitución), el pueblo se com promete a respetar ciertos
principios a lo largo del tiempo. La democracia es, ante todo, la ca pacidad de escribir un texto. Sin embargo, me parece exagerado concluir, como hace Ruben- feld,
que «somos los miembros del mismo pueblo que se dio a sí mismo la Constitución» (pág. 215). Me parece mejor decir que las diversas generaciones se gobiernan bajo
unos mismos principios, reflejados en un texto que comparten. Si la generación actual no compartiera esos principios, la legitimidad de la tabla de derechos de la
Constitución no podría salvarse diciendo que las diversas generaciones forman un solo pueblo y que es ese pueblo el que se dio a sí mismo la Constitución.
36 Víctor Ferreres Comella
300 Barry Friedman y Scott Smith, «The Sedimentary Constitution», 147 University of Pennsylvania Law Review, 1 (1998), destacan
adecuadamente hasta qué punto la historia pasada es inmanente a la generación actual.
301 Acerca del papel de las restricciones constitucionales para facilitar la superación de pro blemas de debilidad de la voluntad y de limitaciones
cognitivas, véase Jon Elster, Ulysses Un- bound (Cambridge: Cambridge University Press, 2000), págs. 88-174.
Una defensa de la rigidez constitucional 37
302 Así, el artículo 124 (el último) de la Constitución francesa de 1793 establecía que la Declaración de derechos y la Constitución serían grabadas en
tablas en la asamblea legislativa y en las plazas públicas de la nación. La idea era que la Declaración presidiera las deliberacio nes de los ciudadanos y sus
representantes.
303 Ronald Dworkin, A Matter of Principie (Cambridge: Harvard University Press, 1985), pág. 70.
38 Víctor Ferreres Comella
facultad de controlar la ley en el contexto de casos concretos protagonizados por individuos y grupos, es superior en este as pecto a un sistema como el europeo en su
versión original, que entrega esa facultad a un Tribunal Constitucional que decide en abstracto, y al que los individuos y grupos no tienen acceso, o tienen un acceso
muy dificultado (pues el círculo de legitimados para poner en tela de juicio la ley queda circunscrito, básicamente, a un conjunto de instituciones públicas).
305 Una defensa del control judicial basada en la superioridad de la posición institucional del juez para hacerse eco de quejas que el proceso político
puede preferir ignorar, y para escuchar un amplio conjunto de argumentos de diversos sujetos, puede encontrarse en Owen Fiss («The Supreme Court 1978 Term.
Foreword: The Forms of Justice», 93 Harvard Law Review, 1 (1979), pág. 13.
Una defensa de la rigidez constitucional 39
La justice
cargo hasta que alcanzan la edad de 70 años. (Un límite de edad de 68 años existe también en Alemania). Sobre ello, Domini- que Rousseau,
conveniencia de que los jueces de la Corte Suprema sean nombrados por un número limitado de años, a fin de lograr que el control judicial de la ley sea más sensible
308 Una de las razones que pueden darse para justificar el carácter secreto de los votos de los jueces del Tribunal Constitucional y la prohibición de que
se publiquen opiniones disidentes es, precisamente, la necesidad de salvaguardar la independencia del juez constitucional en el contexto de un sistema que otorga a
éste un mandato limitado en el tiempo. En este sentido, Mary Volcansek, Constitutional Politics in Italy. The Constitutional Court (New
York: St. Martinas Press, Inc., 2000), págs. 8, 24. En Europa, los votos particulares de los magistrados del Tribunal Constitucional se publican en Alemania, España y
309 En Francia, dos reformas relativamente recientes se han aprobado para neutralizar decisiones del Consejo Constitucional que habían invalidado leyes
ordinarias: la reforma de 25 de noviembre de 1993 (en materia de asilo), que responde a la sentencia de 12-13 de agosto de 1993, y la reforma de 8 de julio de 1999
(sobre cuotas femeninas en las elecciones), que responde a la sentencia de 14 de enero de 1999 (así como a la de 18 de noviembre de 1982).
En Irlanda, la decimoséptima enmienda, de 17 de septiembre de 1997, se adoptó como reacción a la sentencia de la Corte Suprema en el caso Attorney
General v. Hamilton (1993), que había sostenido que las deliberaciones del gobierno estaban absolutamente protegidas por el secreto. La reforma
(aprobada por referéndum el 30 de octubre de 1997) modificó el artículo 28, e introdujo dos excepciones a este principio de reserva.
En los Estados Unidos, cuatro enmiendas constitucionales tuvieron por finalidad contrarrestar la jurisprudencia de la Corte Suprema: la decimoprimera
enmienda responde a la sentencia Chisolm v. Georgia (1793), la decimocuarta a Dred Scott v. Sandford (1856), la decimosexta a Pollock v.
Farmers' Loan and Trust Co. (1895), y la vigésimosexta a Oregon v. Mit- chell (1970). Más recientemente, se propuso una enmienda (que no
prosperó) para contrarrestar el precedente United States v. Eichman, 110 S.Ct.2404 (1990), una decisión por la que la Corte protegió la quema de la
310 En el mismo sentido, Nicolo Zanon, «La Corte, il legislatore ordinario e quello di revi- sione, ovvero del diritto all' ‘ultima parola’ al cospetto delle
desobedecer las leyes, fundándose en que las consideran inconstitucionales, el poder constituyente se hallaría realmente en sus manos, ya que ellos serían los únicos
que gozarían del derecho de interpretar una Constitución cuyos tér minos nadie puede cambiar. Vendrían a desplazar a la nación y dominarían a la sociedad al me nos
tanto como la debilidad inherente al poder judicial les permitiese». En cambio, «en Amé rica, donde la nación siempre puede, modificando su Constitución, reducir a los
de la Constitución francesa de 1958, por ejemplo, remite (a través del Preámbulo de la de 1946) a los «principios fundamen tales reconocidos por las leyes de la
República», que son principios no escritos (pues aunque deben encontrar reflejo en leyes escritas del pasado, no se hallan formulados de manera canó nica en ningún
texto). El Consejo Constitucional puede invalidar una ley por contradecir tales principios. Ahora bien, aunque se trate de principios no escritos, los órganos políticos
pueden «responder» al Consejo: pueden reformar la Constitución y explicitar en ella una interpreta ción de los principios que difiere de la establecida por el Consejo. Lo
importante es que exista un texto en el que los órganos políticos puedan escribir su discrepancia.
313 Vid la Constitución de Italia (artículo 139), de Francia (artículo 89), de Alemania (artículo 79.3), de Grecia (artículo 110) y de Portugal (artículo
288).
314 La Constitución española, por ejemplo, no contiene cláusula alguna de intangibilidad. Sin embargo, algunos autores consideran que ciertos principios
La reforma
son irreformables, como los que garantizan los derechos fundamentales (o, al menos, un núcleo de ellos). Sobre esta cues tión, Pedro de Vega,
constitucional y la problemática del poder constituyente (Madrid: Tecnos, 1985), págs. 151-160, 219-303; Javier Jiménez Campo,
«Algunos problemas de interpretación en torno al título X de la Constitución», Revista del Departamento de Derecho Político (UNED),
núm. 7, 1980, págs. 95-100. Por otra parte, en la práctica los contenidos afectados por el procedimiento especial previsto en el artículo 168 son de muy difícil reforma.
La voluntad constituyente parece haber sido la de hacerlos inmutables de facto, según explica Javier Pérez Royo, La reforma de la Constitución
(Madrid: Congreso de los Diputados, 1987), págs. 156-7, 190, 202.
En los Estados Unidos la doctrina dominante es que no existen límites implícitos a la re forma. En el pasado, sin embargo, hubo voces favorables. Véanse las
referencias recogidas en John Vile, «The Case Against Implicit Limits on the Constitutional Amending Process», incluido en la colección de ensayos editados por
Sanford Levinson, Responding to Imperfection, op. cit., págs. 191-6. Una tesis similar ha sido defendida en la actualidad por Walter Murphy, «Merlinas
Memory: The Past and Future Imperfect of the Once and Future Polity», también en Levinson, ibid.; y Jeff Rosen, «Was the Flag Burning Amendment
derechos lingüísticos, la libertad de movimiento y los derechos políticos. La declaración que protege a la ley (la cláusula non obstante) produce efectos durante
un plazo máximo de cinco años, plazo que puede ser prorrogado a través de sucesivas declaraciones.
44 Víctor Ferreres Comella
317 Como ha señalado Pedro Cruz Villalón, «Constitución y Tiempo: primera década», 15 Revista de la Facultad de Derecho de la
Universidad Complutense, 335 (1989), pág. 361, el Tribunal Constitucional sabe que no tiene nada que temer del poder de reforma, lo que le co loca en
una posición más difícil.
318 Algunos autores consideran que la aprobación de la nueva ley supone un ilícito. Así, Javier Jiménez Campo, «Consideraciones sobre el control de
constitucionalidad de la ley en el
Derecho español», en La jurisdicción constitucional en España (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1995), pág. 92; Raúl Bocanegra, El
valor de las sentencias del Tribunal Constitucional (Madrid: Instituto de Estudios de Administración Local, 1982), pág. 236. A favor de la
respuesta legislativa se pronuncian, en cambio, Stephen Macedo, Liberal Virtues (Oxford: Clarendon Press, 1991), pág. 151; y Luís Nunes de Almeida, en
Eliseo Aja (editor), Las tensiones entre el Tribunal Constitucional y el Legislador en la Europa actual (Barcelona: Ariel, 1998),
pág. 244.
Una defensa de la rigidez constitucional 45
por Barry Friedman, «Dialogue and Judicial Review», 91 Michigan Law Review, 577 (1993).
320 La legitimidad de cierto grado de desobediencia de los funcionarios y cargos públicos es aceptada en los Estados Unidos incluso por autores como
Larry Alexander y Frederick Schauer, que insisten en la necesidad de que el tribunal actúe como autoridad que zanja polé micas interpretativas. Véase, «On
Extrajudicial Constitutional Interpretation», 110 Harvard Law Review, 1359 (1997), pág. 1386.
46 Víctor Ferreres Comella
321 Así, en la sentencia Casey, 505 U.S. 833 (1992), la Corte Suprema decidió reafirmar el precedente Roe, 410 U.S. 113 (1973), a pesar de que
tres jueces de la mayoría (O'Connor, Kennedy y Souter) se inclinaban por pensar que el precedente Roe no era una interpretación correcta de la Constitución.
Fueron las razones vinculadas a la doctrina del precedente (básicamente, la necesidad de proteger la integridad judicial y las expectativas creadas entre los ciu -
interpretación de la Constitución: éstos seguirían siendo libres para determinar cuál es la interpretación correcta de este texto. Simplemente les estaría exigiendo que
examinaran la cuestión interpretativa como cuestión nueva, partiendo de cero, sin sentirse vinculados por los precedentes.
322 Así, en España el Tribunal Constitucional ha dicho que los Jueces ordinarios no pueden inaplicar por sí mismos una ley, sino que habrán de elevar una
cuestión al Tribunal Constitucional, «por más que lo en ella dispuesto se corresponda, a juicio de los Jueces ordinarios, con el contenido de otro precepto legal
sometido en su día a control de constitucionalidad y declarado entonces contrario a la Norma fundamental» (STC 23/1988, Fundamento Jurídico 2).
Una defensa de la rigidez constitucional 47
Robert Summers, Interpreting Precedents. A Comparative Study (Ashgate, Dartmouth, 1997), págs. 26-27.
48 Víctor Ferreres Comella
y
ESTUDIOS SOBRE ,
CONSTITUCION Y DERECHOS
FUNDAMENTALES
Colección
Constitución y Derechos
F RANCISCO D OMÍNGUEZ S ERVIÉN
Gobernador Constitucional
J UAN M ARTÍN G RANADOS T ORRES
Secretario de Gobierno
J UAN M ANUEL A LCOCER G AMBA
Secretario de Planeación y Finanzas
J OSÉ DE LA G ARZA P EDRAZA
Oficial Mayor
R OGELIO F LORES P ANTOJA
Director del Instituto de Estudios Constitucionales
Estudios sobre Constitución
y derechos fundamentales
Paolo Comanducci
Primera edición: noviembre
de 2016
CENTENARIO
DÉLA CONSTITUCIÓN^
Política de los Eátados Unidos Mexicanos «■*'’* QUEK¿TARS «x*
ISBN: 978-607-7822-29-5
Coordinación
Rogelio Flores Pantoja
Edición
Carolina Hernández Parra
Alfredo Pérez Guarneros
Diseño de portada
Antonio Rangel
Formación
Felipe Luna
Contenido
Prefacio............................................................................................. 11
I. Epistemología jurídica................................................................ 13
1. Conocer el derecho.............................................................. 13
2. Empirismo y constructivismo.............................................. 15
3. El objeto “derecho”............................................................. 18
4. La teoría del derecho........................................................... 24
III. El neoconstitucionalismo......................................................... 41
1. Neoconstitucionalismo teórico,
ideológico y metodológico................................................ 41
1.1. Neoconstitucionalismo teórico..................................... 43
1.2. Neoconstitucionalismo ideológico............................... 45
1.3. Neoconstitucionalismo metodológico.......................... 52
2. Algunas consideraciones críticas......................................... 53
IV. Democracia
y derechos fundamentales.......................................................... 59
1. Introducción........................................................................ 59
2. Diferentes enfoques y sentidos............................................ 60
3. Modelo de Estado
constitucional de derecho.................................................. 72
I |
Paolo
Comanducci
V. Problemas de compatibilidad
entre derechos fundamentales................................................. 85
1. Introducción......................................................................... 85
2. Nivel teórico........................................................................ 87
2.1. Teorías del derecho...................................................... 87
2.2. (In)compatibilidad
entre derechos fundamentales......................................... 89
2.3. (In)compatibilidad en abstracto.................................... 91
2.4. (In)compatibilidad en concreto..................................... 99
Bibliografía....................................................................................105
I
Prefacio
1. C ONOCER EL DERECHO
I 13
|
mínimo la pretensión de presentar teorías científicas verdaderas acerca
del derecho.
Pero circulan dudas sobre el grado de objetividad del conoci-
miento jurídico. Dudas como las de los realistas, que provienen del
interior del pensamiento jurídico, o dudas externas que provienen de
los estudios económicos o políticos.
Y entonces, ¿cómo se conoce el derecho?, ¿con qué metodología,
instrumentos, procedimientos? Las formas de conocer el derecho —
tema que intentaré tratar de manera muy general en este breve ensayo
— son el objeto de la epistemología jurídica. 1
La epistemología jurídica guarda unas relaciones muy estrechas
con la reflexión sobre la ciencia del derecho, 324 325 que en efecto ha
sido, y es a menudo presentada como el objeto específico de la
epistemología jurídica. La reconstrucción histórica y el análisis,
también comparativo del “método” propio de la ciencia del derecho,
serían entonces las tareas típicas de la epistemología jurídica. No
puedo aquí sin embargo, por razones evidentes, dar cuenta en
perspectiva diacrónica de la discusión sobre el “método” de la ciencia
del derecho.326 Me parece suficiente subrayar cómo el eje central de
estas discusiones son las relaciones —de inclusión-exclusión, de
asimilación-diferenciación— entre la ciencia del derecho y la ciencia,
o más modestamente, las otras ciencias. El cambio de las concepciones
—y de las prácticas— de la ciencia ha afectado sin lugar a dudas la
configuración de
324Cfr. Samuel, G., Epistemology and Method in Law, Aldershot, Ashgate, 2003, p. 12:
“Legal epistemology will thus involve a reflection on the activity of legal science or,
if the notion of a legal science is unacceptable, on what it is to have knowledge of
law”.
325Cfr. Calsamiglia, A., Introducción a la ciencia jurídica, Barcelona, Ariel, 1986;
Nino, C. S., Algunos modelos metodológicos de ‘ciencia’ jurídica, México, Fontamara,
la ciencia del derecho, determinando al menos parcialmente, su
modificación. Para entender la situación actual de la epistemología
jurídica, debemos por tanto, dirigir nuestra atención hacia el debate
epistemológico contemporáneo, hacia las discusiones actuales acerca
de la ciencia y más en general, acerca de las formas de conocimiento.
2. E MPIRISMO Y CONSTRUCTIVISMO
3. E L OBJETO “ DERECHO ”
331 Quine, W. V. O., “Two Dogmas of Empiricism” (1951), en From A Logical Point of
View. 9 Logico-Philosophical Essays, 2a ed. rev., Nueva York-Hagers- town-San
Francisco-Londres, Harper & Row, 1961, pp. 20-46.
I
18
Epistemologíajurídic
a
19
|
ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
|
20
Epistemologíajurídic
a
337 Cfr. Searle, J. R., The Construction of Social Reality (1995), Penguin
Books, Londres, 1996.
21
|
ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
|
22
Epistemologíajurídic
a
I
24
Epistemologíajurídic
a
25
|
II. El objeto “Constitución”
y su interpretación
I 27
|
Esquema 1
contemporáneas sobre el tema, invertir el orden de los factores. Me parece en efecto, que en el
plano teórico —es decir de la teoría del derecho constitucional— primero se plantea el
problema de qué es el objeto “Constitución” y después sobre la base de la respuesta a la
primera cuestión, se plantea el problema de la interpretación de aquel objeto previamente
configurado. En el esquema 2 se muestra cómo resultaría entonces:
Esquema 2
Objeto de interpreta- “Naturaleza” del “Naturaleza” de la interpre-
ción objeto de la inter- tación
pretación
Constitución modelo descriptivo actividad cognitiva (p. ej.:
de Constitución formalismo)
como norma
actividad decisional (p. ej.:
realismo, Hart)
Constitución modelo axiológico de actividad cognitiva (p. ej.:
Constitución como Dworkin)
norma
actividad decisional (p. ej.:
Marmor)
343Cfr. Comanducci, P., Hacia una teoría analítica del derecho. Ensayos escogidos, ed. por R. Escudero Alday, Madrid,
CEPC, 2010, cap. 8.
344Dogliani, M., Introduzione al diritto costituzionale, Bolonia, II Mulino, 1994, p. 14.
345 Ibidem, p. 15.
Constitución es norma dotada de valor específico, es por sí misma productora de otras normas
y es cualitativamente diferente de las demás normas del sistema.
El primer modelo es el menos necesitado de ejemplos, pues en él se inscriben las
concepciones de Constitución que se elaboraron a partir de las revoluciones estadounidense y
francesa y que se difundieron después entre los liberales y demócratas de los siglos xix y xx, y
todavía conservan su hegemonía en la dogmática jurídica de la Europa continental. Se trata de
aquellas concepciones que de modo general identifican a la Constitución con un texto
normativo específico, de tal modo que se habla de concepto documental de Constitución, o de
Constitución formal, o incluso de Constitución en sentido formal.
Sin embargo, este modelo comprende conceptos de Constitución que se diversifican desde
varios aspectos. Dentro de un amplio espectro esos conceptos pueden situarse entre dos polos.
El primero de esos polos está representado por un concepto de Constitución —como
norma— simplemente documental: “Constitución” designa a cualquier documento normativo
que se llame “Constitución” —o “ley fundamental”—. Cerca de este polo se si túan todas
aquellas concepciones que distinguen a la Constitución de las otras leyes por alguna
característica formal —p. ej., los procedimientos más complicados de producción, revisión y
abrogación—.
El segundo polo está representado por un concepto de Constitución —como norma—
fundado en el contenido: “Constitución” designa solo aquel documento normativo, o aquella
parte que contenga un específico contenido normativo. En las cercanías de este polo se sitúan
todas las concepciones que identifican la Constitución, por ejemplo, con las metanormas sobre
la producción del derecho o con las normas que instituyen y organizan los máximos poderes
del Estado; o con las normas que identifican los fines globales del régimen, etc. Como puede
verse, en la óptica adoptada aquí solo hay una diferencia de grado entre el concepto de
Constitución —autodenominado “puro”— propuesto por Hans Kelsen —por el cual la
Constitución determina quién produce y cómo se produce y se aplica el derecho— y conceptos
declaradamente políticos, según los cuales la única “verdadera” Constitución es la que tutele
determinados derechos y libertades individuales. Sin embargo, las concepciones de la
Constitución que he llamado “políticas” se clasifican preferentemente dentro del segundo
modelo. En toda clasificación hay por fuerza un elemento de valoración, una opción
metodológica. Por eso, las concepciones “de contenido” de la Constitución presuponen una va-
loración que considera determinados elementos relevantes para definir la “Constitución” como
un documento normativo. Si la valoración se detiene aquí, nos mantenemos dentro del modelo
ya descrito de la Constitución como norma. En cambio, se pasa a un modelo axiológico cuando
se considera al objeto Constitución en sí mismo como dotado de valor positivo y como
generador de normas. Con frecuencia se trata de matices, pero me parece que es posible
distinguir entre quién destaca que un determinado documento tiene como fin tutelar las
libertades fundamentales —y se sitúa de esa manera dentro del modelo descriptivo— y quién,
además, valora positivamente ese fin —y se emplaza así en el modelo axiológico—.
El segundo modelo es seguramente el más reciente. El primer modelo adquirió plena
autonomía cuando se asentó el positivismo jurídico en el siglo xix, mientras que el segundo
modelo aparece vinculado genéticamente con la ideología constitucionalista o mejor dicho con
una variante suya que podemos llamar, parafraseando a Bernard Manin,346 el
constitucionalismo de las reglas. En mi opinión, este segundo modelo adquiere interés como
objeto de estudio solo después de la promulgación de las constituciones europeas de la
posguerra, y sobre todo en los últimos cuarenta años. Así lo explicitan en el ámbito teórico
algunos filósofos del derecho347 y algunos constitucionalistas que sintonizan con la actuación
de varias cortes constitucionales —pienso, por supuesto, en la italiana; pero también en el
Tribunal Constitucional español, la Corte Constitucional alemana, el Consejo Constitucional
francés, la Corte Suprema de Estados Unidos y la Corte Constitucional de Colombia—.
En el segundo modelo se concibe la Constitución como un documento normativo que
presenta características específicas que lo distinguen de los otros documentos normativos, y
particularmente de la ley. Así:
a) La Constitución se sitúa en el vértice de la jerarquía de las fuentes y además, modifica
cualitativamente esa jerarquía. El “legicentrismo” del modelo estatal decimonónico es
sustituido por la omnipresencia de la Constitución, que informa por sí misma a todo el
sistema: por ejemplo, toda la legislación es entendida como actuación de la Consti-
tución y se interpreta a la luz de la Constitución. Ya no resulta posible concebir los
sistemas jurídicos como sistemas exclusivamente dinámicos: se entienden también
como sistemas estáticos.
b) La Constitución es un conjunto de normas —como en el primer modelo—. Sin
embargo, no solo contiene reglas,
6
346Cfr. Manin, B., “Les deux libéralismes: marché ou contre-pouvoirs”, en In- terventions, núm. 9, 1984, pp. 10-24.
347Cfr. p. ej. Gianformaggio, L., L’interpretazione della costituzione tra appli- cazione di regole ed argomentazione basata su
principi (1985), en Filosofia del diritto e ragionamento giuridico, ed. por E. Diciotti y V. Velluzzi, Turín, Giappichelli,
2008, pp. 173-204.
c) sino también principios, que son los que la caracterizan. Esos principios no son
formulados necesariamente de modo expreso y pueden ser reconstruidos tanto a partir
del texto como prescindiendo de él.
d) La Constitución tiene una relación especial con la democracia en un doble sentido: c1)
hay una conexión necesaria entre —una concepción de la— democracia —la
democracia como isonomía— y —el segundo modelo de— Constitución —no puede
haber constitución sin democracia ni democracia sin Constitución—, y c2) la Cons-
titución funciona necesariamente como límite de la democracia entendida como regla
de mayoría.348
e) La Constitución funciona como puente entre el derecho y la moral —o la política—,
ya que abre el sistema jurídico a consideraciones de tipo moral en un doble sentido:
d1) los principios constitucionales son principios morales positivizados, y d2) la
justificación en el ámbito jurídico —sobre todo la justificación de la interpretación—
no puede dejar de recurrir a principios morales.
f) La aplicación de la Constitución, a diferencia de la ley, no puede hacerse por el
método de la subsunción, sino que precisamente por la presencia de los principios,
debe realizarse generalmente por medio del método de la ponderación.
Como ejemplos del segundo modelo podemos tomar las elaboraciones de autores como
Dworkin, Zagrebelsky, Nino, Alexy, Habermas, Marmor, que defienden todas o solo algunas
de las cinco tesis que acabo de exponer.
Ahora bien, dependiendo de que un teórico adopte el primero o el segundo modelo de
Constitución, diferente será la manera en que concebirá la interpretación de la Constitución.
Hay además diferencias —en la mayoría de los casos solo de grado— en la configuración de la
interpretación constitucional en función de la concepción de la interpretación que se adopte.
348Sobre estos temas véanse: en este mismo libro el cap. 4; Salazar Ugarte, P., La democracia constitucional. Una
radiografía teórica, México, IIJ-UNAM- FCE, 2006.
ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
349Cfr. en “Ragion pratica”, núm. 34, 2010, la parte monográfica sobre “Inter-
pretazione e diritto”, a cargo de P. Denaro e I. Trujillo, con contribuciones de V.
Villa, M. Atienza, I. Trujillo, Z. Bankowski y M. Troper.
I
33
ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
9
350Cfr. Comanducci, P., Hacia una teoría analítica del derecho, cit., cap. 8.2.3.
|
34
El objeto "Constitución" y su interpretación
35
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ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
355 Cfr. p. ej. Dworkin, R., Freedom’s Law, Oxford, Oxford University
Press, 1996.
356Cfr. Moreso, J. J., La Constitución: modelo para armar, Madrid-Barcelona- Buenos Aires,
Marcial Pons, 1997, especialmente pp. 175-81.
|
36
El objeto "Constitución" y su interpretación
institucionales.
|
38
El objeto "Constitución" y su interpretación
39
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III. El neoconstitucionalismo
1. N EOCONSTITUCIONALISMO TEÓRICO ,
IDEOLÓGICO Y METODOLÓGICO
I 40
|
sarrollo del proceso de constitucionalización del derecho, y que
pretende superar y en un sentido suplantar, sea al positivismo jurídico,
sea al iusnaturalismo.
Es bastante conocida la distinción formulada por Bobbio entre tres
tipos o tres acepciones de positivismo jurídico: 361 362 me parece
oportuno, aunque sea un poco forzado, instituir una clasificación
análoga entre tres diversas formas de neoconstitucionalismo —teórico,
ideológico, metodológico— incluso porque de ese modo, resultará más
comprensible y significativa la confrontación crítica entre tipos
homogéneos de positivismo, y respectivamente, de
363
neoconstitucionalismo.
La utilización de tal tripartición permite, por otro lado, evidenciar
las diferencias existentes entre constitucionalismo y
neoconstitucionalismo. El constitucionalismo ha sido funda-
mentalmente una ideología dirigida a la limitación del poder y a la
defensa de una esfera de libertades naturales o de derechos
fundamentales. Tal ideología, por un lado, tiene como trasfondo
contemporánea, que presentan rasgos comunes pero también diferencias entre sí. La
etiqueta ha tenido mucho éxito, pero sobre todo se han multiplicado, en Europa —
particularmente en
361España e Italia— y Latinoamérica —particularmente en Argentina y México—
los estudios de esas tendencias, y su comparación con el positivismo jurídico.
362 Cfr. Bobbio, N., Giusnaturalismo e positivismo giuridico (1965), Comunitá,
Milán, 19722. Véase, en español: Bobbio, N., El problema del positivismo jurídico, trad.
por E. Garzón Valdés, Buenos Aires, Eudeba, 1965 y Bobbio, N., El positivismo
jurídico, Madrid, Debate, 1993.
363 Sobre las relaciones entre positivismo jurídico, constitucionalismo y/o
neoconstitucionalismo, véase: Barberis, M., La heterogeneidad del bien. Tres ensayos
sobre el pluralismo ético, México, Fontamara, 2006; Carbonell, M. (comp.),
Neoconstitucionalismo(s), Madrid, UNAM-Trotta, 2003; Duarte, É. O. R. y Pozzolo, S.,
Neoconstitucionalismo e positivismo jurídico. As faces da teoria do Direito em tempos de
interpretando moral da Constituido, Sao Paulo, Landy Editora, 2006; Mazzarese, T. (ed.),
Neocostituzionalismo e tutela (sovra)nazionale dei diritti fondamentali, Turín, Giappichelli,
2002; Pino, G., “The Place of Legal Positivism in Contemporary Constitutional
States”, en Law and Philosophy, núm. 18, 1999, pp. 513-536; Pozzolo, S.,
Neocostituzionalismo e positivismo giuridico, Turín, Giappichelli, 2001; Prieto, L.,
“Costituzionalismo e positivismo”, en Comanducci, P. y Guastini, R. (eds.), Analisi e
diritto 1996. Ricerche di filosofia analitica, Turín, Giappi- chelli, 1996, pp. 207-226;
Prieto, L., Constitucionalismo y positivismo, 2a ed., México, Fontamara, 1999; Sastre
Ariza, S., Ciencia jurídica positivista y neoconstitucionalismo, prólogo de L. Prieto, Madrid,
McGraw-Hill, 1999.
El neoconstitucionalismo
364No necesario, ya que han existido positivistas que si bien se han adherido a la
ideología constitucionalista, sin embargo han rechazado lo que podríamos llamar el
“constitucionalismo metodológico”, es decir, la idea de que las constituciones, y sobre
todo los principios y los derechos fundamentales en ellas contenidos, instituyen un
5 puente entre el derecho positivo y la moral.
365La que existe entre positivismo y constitucionalismo como ideologías me parece
la principal contraposición que subyace en el pionero trabajo de Matteucci, N.,
Positivismo giuridico e costituzionalismo (1963), Bologna, Il Mulino, 1996. Sobre ello, y
sobre la discusión que siguió entre Bobbio y Matteucci, cfr. Margiotta, C., Bobbio e
Matteucci su costituzionalismo epositivismo giuridico. Con una lettera di Norberto Bobbio a
Nicola Matteucci, en “Materiali per una storia della cultura giuridica”, 30, 2, 2000, pp.
6 387-425.
42
|
El neoconstitucionalismo
peculiaridades de la interpretación y de la
43
|
aplicación de las normas constitucionales respecto a la interpretación y
a la aplicación de la ley. Como teoría, el neoconstitucio- nalismo
representa por tanto una alternativa respecto a la teoría iuspositivista
tradicional: las transformaciones sufridas por el objeto de investigación
hacen que esta no refleje más la situación real de los sistemas jurídicos
contemporáneos. En particular el estatalismo, el legicentrismo y el
formalismo interpretativo, tres de las características destacadas del
iuspositivismo teórico de matriz decimonónica, hoy no parecen
sostenibles.
Al interior de la teoría neoconstitucionalista, por otro lado, se
asiste a la formación de dos tendencias contrapuestas de pensamiento:
mientras algunos de sus exponentes entienden que aquella no es más
que la continuación, con el mismo método pero con un objeto —
parcialmente— modificado del iuspositivismo, otros sostienen, por el
contrario, que las transformaciones del objeto de investigación
comportan la necesidad de un cambio radical de metodología, y que
por tanto, el neoconstitucionalismo presenta diferencias cualitativas
respecto al iuspositivismo teórico. Examinaré críticamente esta
segunda tendencia en el parágrafo 4.1.
Es necesario observar que el neoconstitucionalismo teórico —que
se caracteriza también y sobre todo por centrar su propio análisis en la
estructura y en el papel que en los sistemas jurídicos contemporáneos
asume el documento constitucional— adopta a veces como objeto de
investigación, lo que he definido como el “modelo descriptivo de la
Constitución como norma”, y a veces por el contrario, el “modelo
axiológico de la Constitución como norma”.366
Uno de los rasgos distintivos del neoconstitucionalismo teórico —
distintivos respecto a la teoría iuspositivista tradicional— es sin duda
la tesis según la cual la interpretación constitucional, como
consecuencia del proceso de constitucionalización del derecho,
presenta hoy de hecho, algunas características peculiares respecto a la
interpretación de la ley.367 Pero tales peculiaridades
pretación”.
367Cfr., en general, Moreso, J. J., La indeterminación del derecho y la interpretación de la
Constitución, Madrid, CEC, 1997.
hecho de que el poder estatal en los ordenamientos democráticos
contemporáneos, no es más visto con temor y sospecha por la
ideología neoconstitucionalista, que más bien se caracteriza justamente
por su apoyo a ese modelo de Estado constitucional y democrático de
derecho, que se ha afirmado progresivamente en Occidente y que va
expandiendo su influencia en vastas zonas del mundo. 368
El neoconstitucionalismo ideológico no se limita, por tanto, a
describir los logros del proceso de constitucionalización, sino que los
valora positivamente y propugna su defensa y ampliación. En
particular, subraya la importancia de los mecanismos institucionales de
tutela de los derechos fundamentales —podríamos en este sentido
hablar de “neoconstitucionalismo de los contrapoderes”—, pero más
todavía destaca la exigencia de que las actividades del legislativo y del
judicial estén directamente encaminadas a la concretización, la
actuación y la garantía de los derechos fundamentales previstos en la
Constitución —podríamos en este sentido hablar de un
“neoconstitucionalismo de las reglas”—.
Dado que algunos de sus promotores —pienso por ejemplo en
Alexy, Campbell, Dworkin y Zagrebelsky— entienden que en los
ordenamientos democráticos y constitucionalizados contemporáneos se
produce una conexión necesaria entre derecho y moral, el
neoconstitucionalismo ideológico se muestra proclive a entender que
puede subsistir hoy una obligación moral de obedecer a la Constitución
y a las leyes que son conformes a la Constitución. Y en este específico
sentido, el neoconstitucionalismo parece tener alguna conexión con el
positivismo ideológico. Pero este punto va profundizado: por eso voy a
brindar preliminarmente un análisis esquemático del positivismo
ideológico, dirigido a mostrar cómo bajo ese rótulo se encuentran
posturas que presentan rasgos algo diferentes entre sí.
Según Bobbio, el positivismo como ideología tiene como máxima
fundamental: “Se deben obedecer las leyes en cuanto tales” 369 y no
porque sean justas. La ideología positivista es para él sintetizable así:
“El derecho, por la manera en la que es puesto y hecho valer, o bien
por el fin al que sirve, cualquiera que sea su contenido, tiene por sí
mismo un valor positivo y se debe brindar obediencia incondicionada a
368Cfr. Hierro, L. L., Estado de derecho. Problemas actuales, México, Fontama- ra, 1998.
369 Bobbio, N., Giusnaturalismo e positivismo giuridico, cit., p. 136.
sus prescripciones”.11 Desarrollando y parcialmente modificando370 371
las ideas de Bobbio, creo que se pueden útilmente distinguir al menos
tres versiones del positivismo ideológico: latissimo, lato y stricto
sensu.372
El positivismo ideológico latissimo sensu es la versión segu-
ramente más antigua, y que ha encontrado en las palabras del Creonte
de Sófocles una de sus expresiones más célebres. Se puede sintetizar
en la idea según la cual se debe obediencia al derecho
independientemente de su contenido, como así también de su forma y
estructura. En otras palabras, se debe obediencia a cualquier orden de
la autoridad, es decir: se debe obediencia a la autoridad. Esta versión
ofrece generalmente una justificación del por qué se debe obedecer: en
la mayoría de los casos —piénsese en Hobbes— para evitar el recurso
a la violencia en las relaciones sociales. No hay en esta versión una
moralidad interna y necesaria en el derecho —es decir relativa a su
contenido, forma o estructura—, sino una justificación moral “externa”
de la autoridad, de sus órdenes y por consiguiente del derecho. El valor
moral que se persigue es la paz social.
El positivismo ideológico lato sensu es la versión decimonónica o
genéricamente moderna. Se puede sintetizar en la idea según la cual se
debe obediencia al derecho independientemente de su contenido —el
370Ibidem, pp. 113-14. Sobre los varios tipos de positivismo jurídico, cfr. también:
Bulygin, E., El positivismo jurídico, México, Fontamara, 2006; Dimoulis, D., Positivismo
jurídico. Introdugao a uma teoria do direito e defesa do pragmatismo jurídico-político, Sao
Paulo, Método, 2006; Escudero R., Alday, Los calificativos del positivismo jurídico. El
debate sobre la incorporación de la moral, Madrid, Thomson-Civitas, 2004; Jiménez Cano,
R. M., Una metateoría del positivismo jurídico, Madrid-Barcelona-Buenos Aires, Marcial
Pons, 2008.
371En efecto, pienso que no tiene demasiada utilidad la dicotomía, propuesta por Bobbio
entre dos distintos tipos de argumentación a través de los cuales se atribuiría una
valoración positiva al derecho existente. Cfr. Bobbio, N., Giusnaturalismo e positivismo
giuridico, cit., p. 110: “1) el derecho positivo, por el solo hecho de ser positivo, es decir
de ser emanación de una voluntad dominante, es justo [...]; 2) el derecho [...] sirve,
con su propia existencia, independientemente del valor moral de sus reglas, para
alcanzar ciertos fines deseables, como el orden, la paz, la certeza y en general la
justicia legal”. Es el segundo tipo de argumento y no el primero, el que en mi opinión
caracteriza de manera sobresaliente las distintas formas históricas de positivismo
ideológico.
372 Esta tipología, por supuesto, no pretende ser exhaustiva, ya que no
logra enmarcar algunas formas “mixtas” de positivismo ideológico, que combinan
ciertos elementos típicos de posturas neoconstitucionalistas. Pienso en particular a las
opiniones expresadas por Campbell, T. D., The Legal Theory of Ethical Positivism,
Aldershot, Dartmouth, 1996.
legislador es el dueño del derecho—, pero no cualquier conjunto de
órdenes de una autoridad constituye un derecho: solo lo constituyen las
leyes generales y abstractas a las que los mismos poderes están en
alguna medida sometidos. La justificación del deber de obediencia
depende —además que del valor moral de la paz social— de la
moralidad interna del derecho, 373 es decir, del valor intrínseco de su
forma —gobierno per leges— y de su estructura —gobierno sub lege
—. Solo está justificada la obediencia a las leyes de un Estado de
derecho. El valor moral que se persigue es la igualdad formal.
El positivismo ideológico stricto sensu es la versión democrática
de la segunda mitad del siglo xx. Se puede sintetizar en la idea según la
cual se debe obediencia al derecho independientemente de su
contenido, pero solo si sus procedimientos de formación son
democráticos, es decir, si las leyes —generales y abstractas— han sido
aprobadas por la mayoría. Aquí el valor intrínseco del procedimiento
democrático —que respeta más que cualquier otro el valor de la
autonomía, además de perseguir aquellos de la paz social y de la
igualdad formal ya que atribuye a todos los ciudadanos un igual
derecho de participación política— justifica el deber de obediencia a
las leyes aprobadas por la mayoría —sin limitaciones sustanciales, y
por tanto cualquiera que sea su contenido—. Está justificada la
obediencia a las leyes de un Estado democrático —en sentido
procedimental— de derecho.
Según el neoconstitucionalismo ideológico contemporáneo, en
cambio, se debe obediencia al derecho solo si tiene un determinado
contenido, es decir, si se conforma a una Constitución que tiene a su
vez un determinado contenido: una Constitución formada por un
conjunto de principios, valores y derechos fundamentales que
constituyen —al menos en opinión de algunos autores cognitivistas
como Dworkin; no en opinión de otros, no cognitivistas como Ferrajoli
— la positivización de la moral crítica. La justificación de la
obediencia al derecho, no a cualquier derecho, es brindada por una
moral que “nace” fuera del derecho y después se incorpora al sistema
jurídico en su más alto nivel, la constitución. Solo está justificada la
obediencia a las leyes de un Estado constitucional y democrático de
derecho.
373 Este último concepto es analizado en los detalles por Escudero Alday,
R., Positivismo y moral interna del derecho, Madrid, CEPC, 2000.
En resumen, podríamos decir que todos los tipos de positivismo y
neoconstitucionalismo ideológicos afirman que se debe obedecer al
derecho por razones morales.374 Se distinguen entre sí, sin embargo,
por los valores morales que conforme a cada uno de ellos justifican la
obediencia y por el concepto de derecho que usan.
Por lo que se refiere a los valores morales, se trata respecti-
vamente:
• en el caso del positivismo ideológico latissimo sensu de la paz
social;
• en el caso del positivismo ideológico lato sensu de la igualdad
formal;
• en el caso del positivismo ideológico stricto sensu de la
autonomía;
• en el caso del neoconstitucionalismo ideológico de los
derechos fundamentales.
Por lo que se refiere al concepto de derecho, se trata respec-
tivamente:
• en el caso del positivismo ideológico latissimo sensu de
cualquier conjunto de órdenes de la autoridad,
• en el caso del positivismo ideológico lato sensu de cualquier
conjunto de normas generales y abstractas,
• en el caso del positivismo ideológico stricto sensu de cual-
quier conjunto de normas aprobadas por la mayoría,
• en el caso del neoconstitucionalismo ideológico de cualquier
conjunto de normas conforme a los derechos fundamentales.
|
50
El neoconstitucionalismo
51
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ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
I
52
El neoconstitucionalismo
383 Cfr. Comanducci, P., Hacia una teoría analítica del derecho. Ensayos escogi-
dos, ed. por R. Escudero Alday, Madrid, CEPC, 2010, caps. 5 y 6.
53
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ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
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El neoconstitucionalismo
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ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
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El neoconstitucionalismo
385 Pienso sobre todo en Zagrebelsky, G., El derecho dúctil. Ley, derechos,
justicia, Madrid, Trotta, 1995; La crucifixión y la democracia, Ariel, Barcelona, 1996.
57
|
IV. Democracia
y derechos fundamentales
1. INTRODUCCIÓN
I 59
|
inciso, las relaciones entre contractualismo, democracia y derechos fundamentales.
En la conclusión (párr. 6) adoptaré un enfoque más bien político para mencionar muy
brevemente los principales problemas de implementación de los derechos fundamentales, que
están estrechamente conectados con los problemas de ampliación de la democracia en el
interior de cada país y en el nivel internacional.
Las distinciones que siguen, aún si tediosas, son necesarias a mi entender, ya que:
a) estamos tratando con palabras eminentemente “persuasivas” y con temas “calientes”
—y no “fríos”—;
b) el uso no siempre consciente de las expresiones “democracia” y “derechos
fundamentales” en diferentes sentidos, crea a menudo un riesgo real de malentendidos
en la discusión, y
c) las conclusiones, aún si acertadas, que se obtienen adoptando un enfoque no son
siempre comparables con las soluciones que se obtienen adoptando otro enfoque —ni
se oponen ni se respaldan—, y a veces tampoco son “exportables” afuera del enfoque
en cuestión.
Y yo sigo pensando que las confusiones conceptuales, las disputas verbales, el sincretismo
metodológico, no ayudan, sino dañan a la tarea científica.
2.1. Sin pretensión de ser exhaustivos, se pueden distinguir al menos estos diferentes
enfoques con los que se puede tratar y de hecho ha sido tratada la conexión entre democracia y
derechos fundamentales:1
1. Enfoques jurídicos que a su vez se distinguen en enfoques teóricos, históricos,
sociológicos, dogmáticos y normativos —modelos y propuestas de iure condendo—.
386
386Hay por supuesto otros más: enfoques económico, sociológico general o sistémico, antropológico, etc.
En este ensayo, primero voy a presentar brevemente un modelo jurídico-normativo —que
tiene también pretensiones teóricas— de las relaciones entre democracia y derechos fundamen-
tales; después trataré de discutir en el interior de un enfoque filosófico-político-normativo, la
posible fundamentación del modelo jurídico. Mi propio nivel de discurso va a ser
principalmente metateórico.
2.2.1. “Democracia” es hoy una palabra con fuertes connotaciones valorativas positivas —y
no siempre fue así—. Esto en parte explica por qué hay tantas discusiones sobre la definición
de “democracia”:387 si algo es “democrático” es bueno, y por tanto, hay la tendencia a definir
“democrático” todo lo que nos gusta: formas de gobierno, partidos, mecanismos electorales,
procedimientos de toma de decisiones, etcétera.
Entre las múltiples tentativas de brindar una definición con pretensiones —casi nunca
logradas— de neutralidad, se pueden individualizar tres grupos de definiciones:
387Cfr. Greppi, A., Concepciones de la democracia en el pensamiento político contemporáneo, Madrid, Trotta, 2006.
ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
a) Definiciones procedimentales: son todas aquellas que pueden
resumirse bajo la fórmula “gobierno del pueblo”. La
democracia es una forma de gobierno en donde —según la
etimología de la palabra— es el pueblo que directa o
indirectamente toma las decisiones públicas, a las que están
sujetos también los que no están de acuerdo con ellas. Dos
precisiones: el “pueblo” puede ser entendido o bien —según
una perspectiva de individualismo metodológico— como un
conjunto de individuos —todos los ciudadanos o la mayoría
de ellos—, o bien —según una perspectiva holista— como
una entidad orgánica, un cuerpo no reducible a los individuos
que lo componen; los diferentes procedimientos a través de
los cuales el pueblo toma las decisiones, individualizan
distintas formas de democracia directa o de democracia
representativa.
En este sentido de “democracia” se llaman también “de-
mocráticos” los métodos con que se toman las decisiones
colectivas y las reglas que rigen estos procedimientos —es
decir que indican quién decide y cómo se decide—.
Todas estas definiciones configuran la que a veces se llama
democracia formal, procedimental o política. En esta familia
incluiría tanto a las concepciones que de forma simplista
equiparan democracia y regla de mayoría, como las
concepciones “deliberativas” de la democracia. 388
b) Definiciones sustanciales: son todas aquellas que pueden
resumirse bajo la fórmula “gobierno para el pueblo”, y no
necesariamente del pueblo. La democracia es una forma de
gobierno que dicta el qué se decide, es decir, los límites sobre
lo que se puede y lo que no se puede decidir según los
procedimientos de la democracia formal o según otros
procedimientos. Aquí también el “pueblo” puede ser
entendido como conjunto de individuos —versiones
individualistas y a menudo liberales— o como un cuerpo
orgánico —versiones holistas y a menudo totalitarias, de
izquierda o de derecha—. El qué se decide tiene que ser algo
en el interés del pueblo: según los diferentes límites y
presupuestos de la toma de decisiones colectivas, se dis-
389Carta de Norberto Bobbio a Guido Fasso, del 14 de Febrero de 1972, publicada por
C. Faralli, Presentazione de Fasso, G., La democrazia in Grecia (1959), reimp. ed. por C.
Faralli, E. Pattaro, G. Zucchini, Milán, Giuffre, 1999, p. XI (cit. por Ferrajoli, L., Los
fundamentos de los derechos fundamentales, Madrid, Trotta, 2001, p. 346).
63
|
ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
2.2.3. explica las discusiones sobre la definición de “derechos funda-
mentales”, que versan principalmente hoy en día sobre tres clases de
problemas: aquellos relativos a la identidad de los derechos
fundamentales, aquellos relativos a su fuente de producción y aquellos
relativos a su contenido.
Los problemas relativos a la identidad —o al estatus, o a la
naturaleza— pueden ser sintéticamente expresados en las preguntas:
¿qué son los derechos fundamentales?, ¿cuáles son sus titulares? Los
problemas relativos a la fuente de producción en las preguntas: ¿de
dónde derivan?, ¿cuál es su fundamento? Los problemas relativos a su
contenido en las preguntas: ¿cuáles son los derechos fundamentales?,
¿cuál es su catálogo?390
Estas preguntas implican a su vez las siguientes subcuestiones:
¿qué son, de dónde derivan, cuáles son los derechos?; ¿qué son, de
dónde derivan, cuáles son los derechos fundamentales? Es decir, los
problemas de identidad, fuente y contenido de los derechos
fundamentales, incluyen en su interior los problemas generales y muy
debatidos por la teoría jurídica moderna —desde Bentham en adelante
—, relativos al concepto de derechos subjetivos; y los problemas más
específicos y también muy discutidos por la teoría jurídica
contemporánea, relativos a aquellos derechos subjetivos que se definen
como “fundamentales”.
No puedo, por supuesto, analizar aquí por extenso la configuración
del concepto de derecho subjetivo. 391 Cabe solo recordar que existe
todavía una profunda discusión teórica sobre una mul
390En las últimas décadas, las contribuciones más influyentes sobre el tema de los
derechos fundamentales, en el marco de la filosofía del derecho, han sido
probablemnte las de Ronald Dworkin y de Robert Alexy. Véase, en particular:
6 Dworkin, R., Los derechos en serio (1977), Barcelona, Ariel, 1984; Alexy, R., Teoría de
los derechos fundamentales (1986), Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1993;
Alexy, R., Epílogo a la teoría de los derechos fundamentales, Madrid, CEPC, 2004; Alexy,
R., Teoría del discurso y derechos constitucionales, México, Fontamara, 2005. Sobre la
teoría de Alexy véase ahora Menéndez, A. J. y Eriksen, E. O. (eds.), Arguing Funda-
mental Rights, Dordrecht, Springer, 2006.
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64
Democracia y derechos fundamentales
391Cfr., entre las obras recientes sobre el tema: Cruz Parcero, J. A., El lenguaje de los
derechos. Ensayo para una teoría estructural de los derechos, Madrid, Trotta, 2007;
Rainbolt, G. W., The Concept of Rights, Dordrecht, Springer, 2006.
65
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ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
calificación normativa elemental o derivada?, ¿su fuente está
constituida por el derecho objetivo, por la moral, por la naturaleza,
etcétera?
Se discute en quinto lugar —se trata de un problema de contenido
—, cuáles son los derechos en un doble sentido. Por un lado, en el
sentido de cuál es la tipología de los derechos —cuál es el esquema
ordenador de los derechos “posibles” que defina las características
esenciales de algunos tipos-ideales de derechos subjetivos—; por el
otro, en el sentido de cuál es la clasificación de los derechos —cuáles
son los “verdaderos” derechos que pueden ser insertados en el interior
de los tipos-ideales previamente identificados—.
392 Bobbio, N., L’etá dei diritti, Turín, Einaudi, 1990, p. 16. 67
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ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
e) el derecho a la igualdad ante la ley;
f) el derecho a las garantías procesales, especialmente en materia
penal;
g) el derecho a la privacidad;
h) el derecho a la libertad de movimiento;
i) el derecho de asilo;
j) el derecho a la nacionalidad;
k) el derecho a formar una familia;
l) el derecho a la propiedad privada;
m) el derecho a la libertad de pensamiento;
n) la libertad de conciencia y de religión;
ñ) el derecho a manifestar las propias opiniones;
o) el derecho a asociarse;
p) el derecho a participar activamente y en igualdad de con-
diciones en el proceso de decisión política.393
En segundo lugar, los derechos “sociales” que, ausentes de las
primeras declaraciones de derechos, fueron consagrados en las
constituciones y en las cartas internacionales de la posguerra. Se trata
principalmente de:
a) el derecho a la seguridad social;
b) el derecho al trabajo;
c) el derecho a un salario proporcionado al trabajo y suficiente;
d) el derecho a formar sindicatos;
e) el derecho al descanso;
f) el derecho a un nivel de vida adecuado;
g) el derecho a la educación;
h) el derecho a participar en la vida cultural. 394
En tercer lugar, los derechos “culturales”, esto es, los derechos a
que se respete la propia identidad cultural en sentido lato
393Extraigo este elenco de los arts. 1-21 de la Universal Declaration of Human Rights,
adoptada por la Asamblea General de la ONU el 10 de diciembre de 1948.
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394Extraigo este elenco de los arts. 22-27 de la Universal Declaration of Human Rights.
68
Democracia y derechos fundamentales
398 Cfr. Ferrajoli, L., Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, Madrid,
Trotta, 1995, 4a ed., 2000, parte V. Véase también Ferrajoli, L., Garantismo. Una
discusión sobre derecho y democracia, Madrid, Trotta, 2006. Sobre varios aspectos de su
obra, Cfr. Carbonell, M. y Salazar, P. (eds.), Garantismo. Estudios sobre el pensamiento de
Luigi Ferrajoli, Madrid, Trotta-IIJ-UNAM, 2005.
71
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ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
pero parcialmente los modifica y agrega otros. Es un Estado en que
tiene vigencia el principio de legalidad: un Estado per leges y sub
lege. 399
Es un Estado per leges, es decir que actúa a través de leyes
generales —que se dirigen a clases de ciudadanos— y abstractas —
que regulan clases de casos—. La generalidad es una característica
que se opone a los privilegios y asegura la igualdad formal frente a la
ley. La abstracción es una característica que se opone a la
retroactividad de la ley y asegura cierto grado de estabilidad y certeza
del derecho, y cierto grado de previsibilidad de las decisiones
judiciales. Estos rasgos ya estaban presentes en el modelo de Estado
de derecho decimonónico.
Es un Estado sub lege, en un doble sentido:
a) porque en el plano formal, todo poder está subordinado a
leyes generales y abstractas que lo disciplinan y cuya
observancia está controlada por jueces independientes —el
Tribunal Constitucional para las leyes, los jueces ordinarios
para las sentencias, los tribunales administrati vos o los
jueces ordinarios para los actos de la administración—, y
b) porque en el plano sustancial, todos los poderes están al
servicio de la garantía de los derechos fundamentales de los
ciudadanos —en la Constitución hay obligaciones de los
órganos públicos correspondientes a los derechos fun-
damentales, los ciudadanos tienen derecho de activar la tutela
judicial de sus derechos—.
Un Estado sub lege en el plano sustancial, es un Estado donde
tiene vigencia el principio de legitimidad —es decir, el principio de
legalidad en sentido sustancial—: todos los actos normativos, incluso
las leyes, deben conformarse al contenido de los derechos
fundamentales.
Hay, por tanto, diferencias importantes entre este modelo y el
Estado de derecho del siglo xix. El legislador no es más omnipotente
ya que el ciudadano tiene derechos frente a él. La incorporación de
derechos fundamentales en el interior de una Constitución rígida y el
control de constitucionalidad de las leyes no existían en el modelo
decimonónico, así como las obligaciones positivas del Estado de
implementar algunos tipos de derechos fundamentales.
El modelo de Estado constitucional de derecho es, como ya
subrayé, un modelo normativo, pero tiene también en opinión de
399
I Cfr. ibidem, pp. 855 y ss.
72
Democracia y derechos fundamentales
404 Bobbio, N., voz Democrazia, en Dizionario di Política, dir. por N. Bobbio, N.
Matteucci, G. Pasquino, UTET, 2a ed., Turín, 1983, pp. 308-18, en la p. 311.
I
76
Democracia y derechos fundamentales
405 Cfr. Rawls, J., Teoría de la justicia (1971), 2a ed., México, FCE, 1995.
406 Cfr. Nozick, R., Anarquía, Estado y utopía (1974), México, FCE, 1988.
77
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ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
substancial, la democracia no es tan solo la igualdad frente a la ley,
sino también la igualdad en la distribución de los bienes sociales
primarios —libertades y oportunidades, riqueza y renta, y bases
institucionales del respeto de uno mismo—.
Para Nozick, la democracia es procedimental y consiste en la igual
participación política, pero está radicalmente limitada por el derecho
de veto que cada cual conserva en contra de todas deliberaciones que
lesionen sus derechos. Una desigualdad en el trato o en la participación
política solo puede ser instituida a través del consenso explícito de los
individuos interesados.
Conectada con la diferente manera de entender la democracia, está
la diferente manera de entender y evaluar las libertades políticas en su
relación con las libertades civiles.
Para Rawls las libertades políticas, aun si tienen valor intrínseco,
son sobre todo instrumentales respecto a las civiles y son subordinadas
a aquellas desde un punto de vista axiológico. Una restricción en las
libertades políticas, si está compensada por un aumento en las
libertades civiles, sería aceptable: por ejemplo, se pueden introducir
limitaciones a la regla de mayoría en aras de una mejor garantía de las
libertades civiles. Rawls, además,
I
78
ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
407Cfr. Ferrajoli, L., Los fundamentos de los derechos fundamentales, Madrid, Trotta, 2001, p.
355.
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ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
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Democracia y derechos fundamentales
6. CONCLUSIÓN
83
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ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
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V. Problemas de compatibilidad
entre derechos fundamentales
1. INTRODUCCIÓN
I 85
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modelo filosófico propuesto, o en que se discute críticamente
sobre las instituciones jurídicas existentes.
• Y al final, un nivel teórico en el cual se discute el concepto
de derechos fundamentales, su tipología y estructura, y se
construyen modelos explicativos de la realidad jurídica.
El nivel teórico tiene una primacía lógica sobre los demás niveles, ya
que antes de analizar de cualquier forma el tema, se debe individualizar
el objeto de análisis —¿qué son los derechos fundamentales?— y esta
es sin lugar a dudas una tarea teórica.
Entonces, a la pregunta: ¿Hay compatibilidad o incompatibilidad
entre los derechos fundamentales?, se pueden dar respuestas distintas y
no necesariamente incompatibles entre sí, según el nivel de análisis
que se elija, según la definición que se maneje de derechos
fundamentales y también según lo que se entienda por
(in)compatibilidad.2
Yo limitaré mi discurso solo al nivel teórico, con fugaces refe-
rencias a los demás niveles.
Entre las diferentes posturas teóricas que se enfrentan en el debate
contemporáneo solo daré cuenta de dos. Esta elección se explica por la
simple razón de que una de ellas tiene como uno de sus representantes
más destacados a Luigi Ferra- joli, cuyas tesis quiero discutir aquí, y
porque la otra ha sido desarrollada conectándose con el realismo
jurídico escandinavo y norteamericano justo en mi Universidad, por la
escuela de Tarello a la que pertenezco. Por eso, quizás no voy a ser
completamente imparcial en la presentación crítica de las dos posturas.
Da manera muy tentativa, diría que en un nivel teórico hay incompatibilidad entre
normas (generalmente principios) que confieren derechos fundamentales cuando los
dos derechos no pueden ser satisfechos contemporáneamente (en abstracto o en
concreto). En un nivel filosófico-político hay incompatibilidad absoluta entre
derechos fundamentales si no se puede brindar una justificación coherente de ambos
en el interior de un mismo sistema filosófico-político normativo; hay en cambio
incompatibilidad relativa si, en una situación concreta, ambos derechos no pueden ser
satisfechos contemporáneamente.
2. N IVEL TEÓRICO
408Cfr. Jori, M., Ferrajoli sobre los derechos, en Ferrajoli L. et al., Los fundamentos de
los derechos fundamentales, cit., p. 118.
409La expresión “metajurisprudencia” es usada por Bobbio para designar cualquier
teoría que verse sobre las actividades desarrolladas —o que deberían ser desarrolladas
— por la dogmática jurídica.
410La filosofía analítica del lenguaje distingue entre dos posibles objetos de
discurso: uno extralingüístico y otro lingüístico. Los objetos extralingüísticos del
discurso son hechos, eventos, estados de cosas, etc., y los objetos lingüísticos del
Los criterios para evaluar —también comparativamente— este
primer tipo de teorías, en las que incluyo también la de Fe- rrajoli, son
fundamentalmente dos: el de la coherencia interna y el de la potencia
explicativa —alcance y capacidad de dar cuenta de los elementos
relevantes de la realidad—.
La segunda alternativa teórica consiste en una teoría descriptiva
que se sitúa en un mayor nivel de abstracción respecto a la primera
alternativa. La tarea del teórico del derecho consiste en dar cuenta de la
realidad jurídica concebida como fenómeno eminentemente
lingüístico: de los discursos del legislador, de los jueces, de los
operadores prácticos del derecho, de la misma dogmática. También —
siguiendo a Bobbio—, podría definirse este tipo de teorías como
metajurisprudencias descriptivas que explican y analizan las
operaciones predominantemente prácticas, normativas, de los distintos
actores del juego jurídico.
Ambas posturas teóricas —la normativa y la descriptiva— tienen
necesariamente un aparato conceptual que les sirve como herramienta
para desarrollar sus actividades de investigación —por ejemplo, un
concepto de derechos fundamentales—: pero la primera —la teoría
normativa— lo estipula explícitamente, la segunda lo recoge sobre
todo de la práctica de los juristas y de los órganos, tomando como
punto de partida un inventario de los usos lingüísticos. Piénsese, por
ejemplo, en la diferencia entre la definición explícitamente estipulativa
que Ferrajoli ofrece de derechos fundamentales, y una definición
léxica —típica del segundo enfoque—, que hace un inventario de los
sentidos en que hoy se habla de derechos fundamentales en un sistema
jurídico determinado.
hablar de la casa y decir que tiene cuatro habitaciones; y otra cosa es hablar de “casa”
y decir que tiene cuatro letras. En el primer caso, el discurso versa sobre una entidad
física y se coloca en el primer nivel del lenguaje. En el segundo caso, nuestro discurso
versa sobre una palabra —y esto en el lenguaje escrito, se señala habitualmente
poniendo la palabra entre comillas— colocándose en un segundo nivel del leguaje.
Los discursos que versan sobre otros discursos —o sobre otras entidades lingüísticas
— son llamados metadiscursos, es decir, se colocan en un nivel metalingüístico. Los
discursos —o las otras entidades lingüísticas— acerca de los cuales se habla son
discurso son palabras, locuciones, enunciados, etc. No se trata de una distinción con
carácter concluyente ni mucho menos de una duplicación del mundo: también los
objetos lingüísticos son reducibles a hechos o eventos. No obstante, con el fin de
realizar un análisis del lenguaje, parece oportuno introducir esta distinción para dar
cuenta de los distintos niveles lógico-semánticos en los que se coloca el discurso. Una
cosa es
llamados discursos-objeto.
En el debate que opone a los partidarios de los dos tipos de teorías,
los primeros —digamos Ferrajoli— afirman que los segundos no hacen
teoría, sino sociología del derecho. Mientras que los segundos —
digamos los Genoveses— acusan a los primeros de no hacer teoría,
sino filosofía política normativa: es decir que la teorías del primer tipo
serían normativas no solo en sentido metodológico, sino más bien
ideológico.
Tomando ahora distancia de este debate, quizás se podrían captar
las diferencias entre los dos enfoques como una cuestión de grado y no
cualitativa.
Usando una analogía, se podría decir que los partidarios de las
teorías normativas se parecen a los gramáticos, y los partidarios de las
teorías descriptivas se parecen a los compiladores de diccionarios.
Gramáticas y diccionarios son metalenguajes que hablan de un mismo
lenguaje objeto, una lengua natural —el español, el italiano, el francés
—. Las gramáticas son directamente normativas —prescriben reglas de
usos correctos del lenguaje—, mientras que los diccionarios son
directamente descriptivos —brindan informaciones sobre los usos
corrientes del lenguaje—. Pero las gramáticas, indirectamente, reflejan
también los usos lingüísticos correctos y son por tanto también
descriptivas; y los diccionarios eligen solo algunos de los sentidos en
que se usan las palabras de una lengua y son por tanto también
normativos.
Paralelamente se podría decir que las teorías del primer tipo, las
normativas, son también indirectamente descriptivas, ya que los
conceptos y los modelos que construyen pretenden dar cuenta de los
elementos relevantes de la realidad jurídica; y que las teorías del
segundo tipo, las teorías descriptivas, son también indirectamente
normativas, ya que necesariamente seleccionan solo algunos usos
lingüísticos y eligen, con el criterio de la relevancia, solo algunos
elementos de la realidad jurídica.
Sea cual sea el enfoque elegido, en un nivel teórico, dada una de-
finición de derecho subjetivo y de derechos fundamentales —de-
finición brindada por las respectivas teorías—, se plantea el problema
de la (in)compatibilidad entre derechos fundamentales: mejor dicho,
entre normas, a menudo principios, que confieren derechos
fundamentales.
Cabe observar de paso, que aquí solo me planteo explícitamente el
problema de los conflictos entre derechos fundamentales, y no el de los
conflictos entre, por un lado, normas que confieren derechos
fundamentales, y por el otro, normas que adscriben obligaciones o
prohibiciones (no me ocupo, por ejemplo, del conflicto entre la libertad
de expresión y la prohibición de expresar determinadas ideas, aún si
por supuesto, estos conflictos podrían también ser reconstruidos —
eventualmente— como antinomias entre derechos: la libertad de
expresión y el derecho- poder de limitarla por parte de un órgano del
Estado).
Ahora bien, me parece que un rasgo común de varias teorías
normativas —y entre ellas la teoría de Ferrajoli— es la afirmación de
que no se dan en abstracto conflictos entre derechos fundamentales —
o que si estos conflictos se dan, no son muy “graves”—, y/o que, si se
dan en la fase de la aplicación de los derechos fundamentales en
situaciones concretas pueden ser resueltos racionalmente —o sea que
la solución de conflictos cumple con criterios de racionalidad que
permiten además prever ex ante cuál derecho va a prevalecer, o al
menos cuál debería prevalecer en un conflicto entre derechos
fundamentales—.
En cambio, las teorías descriptivas generalmente afirman que de
hecho puede darse incompatibilidad entre los derechos fundamentales
y que no es generalmente posible prever ex ante cuál derecho va a
prevalecer en una situación concreta de conflicto, por falta de un
criterio único o correcto de resolución de los conflictos.
Para dar cuenta de estas distintas respuestas a la cuestión sobre la
compatibilidad o no entre derechos fundamentales, me parece oportuno
desarrollar mi análisis en dos distintos niveles, que llamaré
(in)compatibilidad “en abstracto” y “en concreto”. En efecto, la
incompatibilidad o la compatibilidad pueden ser configuradas o bien
en la fase de interpretación en abstracto de las formulaciones que
confieren derechos fundamentales —en la que se prescinde de
cualquier supuesto de hecho concreto—, o bien en la fase de
interpretación en concreto de dichas formulaciones, es decir, en la fase
de su aplicación a un caso.
2.3. (In)compatibilidad en abstracto
7 Cfr. Hohfeld, W. N., Fundamental Legal Conceptions as Applied to Judicial Reasoning and
Other Legal Essays, ed. por W. W. Cook, New Haven, Yale UP, 1923.
Carrió, G. R., “Nota preliminar”, en W. N. Hohfeld, Conceptos jurídicos fundamentales,
8 cit., pp. 13-14.
Ibidem, p. 15.
9
que hay incompatibilidad en abstracto entre dos normas que ambas
confieren derechos fundamentales, si se dan dos condiciones:
1. si los supuestos de hecho a los que se aplican —o sea sus
ámbitos de aplicabilidad— son total o parcialmente coin-
cidentes, y
2. si la primera norma adscribe a una clase de sujetos una
modalidad activa y la segunda adscribe a otra clase de sujetos,
la modalidad activa opuesta a la que debería ser la modalidad
correlativa de la modalidad adscripta por la primera.
Parece, dicho así, muy complicado. En realidad es muy sencillo.
Tomamos la pretensión, por ejemplo, o sea el derecho subjetivo en
sentido estricto. El correlato de la pretensión es el deber de otra
persona. El opuesto del deber es el privilegio. Entonces hay
incompatibilidad entre dos normas —con ámbitos de aplica- bilidad
total o parcialmente coincidentes— si una atribuye una pretensión a
una clase de sujetos, y la otra atribuye a otra clase de sujetos un
privilegio; o bien si una atribuye una potestad y la otra una inmunidad.
Si una —pongamos— confiere el derecho a que nadie obstaculice la
manifestación de las opiniones, y la otra confiere el privilegio al
gobierno de censurar preventivamente la manifestación de opiniones a
través de la prensa.
Cabe agregar, sin embargo, que la mayoría de las normas que
confieren derechos fundamentales —normas que hoy a menudo se
llaman principios— en nuestros sistemas jurídicos tienen un ámbito de
aplicabilidad “abierto”, es decir, que sus condiciones de aplicabilidad
son ausentes o bien ampliamente indeterminadas. Esto provoca a
menudo que en el plano abstracto de la interpretación, es muy difícil
—pero no imposible— que se presenten casos de incompatibilidad
entre principios que confieren derechos fundamentales. Es más
probable que casos de incompatibilidad se detecten —y se configuren
por parte de los juristas— cuando, en la aplicación de las normas a un
caso concreto, se “cierren” sus condiciones de aplicabilidad.
Pero queda claro que para una teoría descriptiva, los conflictos
entre derechos fundamentales son posibles también en el plano
abstracto —de la interpretación de un documento constitucional, por
ejemplo—.
Diferente es la conclusión a la que llegan varias teorías nor-
mativas, y específicamente la teoría de Ferrajoli. En Derecho y razón10
y más aún en libros sucesivos —Los fundamentos de los derechos
fundamentales y Derechos y garantías—,11 él ha presentado una
novedosa teoría de los derechos fundamentales que finalmente se ha
insertado en un trabajo mucho más amplio, Principia iuris.12 Esta
teoría de los derechos fundamentales comprende una definición
formal, una tipología y una fundamentación ética de los derechos
fundamentales. Por supuesto, no voy a exponer ahora por completo
esta teoría. Solo presentaré un pequeño resumen, suficiente para
comprender cuál es la postura de Ferrajoli frente al problema de la
(in)compatibilidad en abstracto entre derechos fundamentales. La
definición formal de Ferrajoli de derechos fundamentales es la
siguiente: “Son «derechos fundamentales» todos aquellos derechos
subjetivos que corresponden universalmente a «todos» los seres
humanos en cuanto dotados del estatus de personas, de ciudadanos o
personas con capacidad de obrar; entendiendo por «derecho subjetivo»
cualquier expectativa positiva (de prestaciones) o negativa (de no sufrir
lesiones) adscripta a un sujeto por una norma jurídica”. 13 Y agrega:
“Los rasgos estructurales que, con base en esta definición distinguen a
estos derechos de todos los demás, son tres, todos ellos independiente
del contenido de las expectativas que tutelan: a) la forma universal [en
el sentido lógico] de su imputación...; b) su estatuto de reglas generales
y abstractas.; c) su carácter indisponible e inalienable”. 14
Sobre la base de esta definición formal y estructural, Ferra- joli
construye una doble tipología, que es también formal, de los derechos
fundamentales: “una subjetiva, relativa a las clases de 412 413 414 415 416
sujetos a los que se atribuyen tales derechos; la otra objetiva, relativa a
los tipos de comportamiento que son el contenido de tales
derechos”.417 Sin entrar en los detalles de esta doble tipología, cabe
subrayar la distinción entre derechos fundamentales primarios y
secundarios —que se refiere tanto a los sujetos como a sus contenidos
—: los derechos primarios, respecto a su contenido, son los derechos
de libertad y los derechos sociales; los derechos secundarios son en
412 Ferrajoli, L., Derecho y razón. Teoría del garantismo penal, 4a ed., Madrid,
Trotta, 2000.
413 Ferrajoli, L., Derechos y garantías. La ley del más débil, 2a ed., Madrid,
Trotta, 2001.
414 Ferrajoli, L., Principia iuris. Teoría del derecho y de la democracia (2007),
Madrid, Trotta, 2011, vol. 2.
415 Ferrajoli, L., “Derechos fundamentales”, en Ferrajoli, L. et al., Los
fundamentos de los derechos fundamentales, cit., p. 19.
416 Ibidem, pp. 291-292.
417 Ibidem, pp. 292-293.
cambio los derechos de autonomía, privada y política. Cito: “Mientras
los derechos primarios consisten, esencialmente, en expectativas
sustanciales (de no lesión, en el caso de los negativos, o de prestación,
en el caso de los positivos) y, por consiguiente, en los beneficios que se
les aseguran a sus titulares, los derechos secundarios, sean civiles [es
decir privados] o políticos, al ser ejercidos mediante actos que
producen efectos jurídicos, son además poderes y como tales, se
encuentran sometidos, en el Estado de derecho [cursiva mía], a límites
y vínculos legales”.418
En mi opinión, aquí está la clave de la postura de Ferrajo- li acerca
de la compatibilidad entre derechos fundamentales, ya que es aquí que
su teoría pasa desde una definición y una tipología puramente formales
y estipulativas de los derechos fundamentales, a un plano que es a la
vez explicativo y normativo: explicativo de una específica realidad
jurídica, el Estado constitucional de derecho; y normativo en sentido
no solo metodológico como era hasta aquí, sino también ético-político.
Ferrajoli construye un modelo que es explicativo y normativo a la
vez, en el que instituye una clara jerarquía entre derechos
fundamentales. Me permitan una larga cita muy esclarecedora de las
ideas de Ferrajoli al respecto:
de tales límites, protegida), por un lado por las leyes, y por otro por los
negocios jurídicos entre particulares. En un plano superior están los poderes
—privados y públicos, vinculados, unos directa y otros indirectamente, a los
derechos de autonomía, respectivamente civiles y políticos— cuyo ejercicio,
a través de leyes y negocios jurídicos, limita siempre la libertad. Finalmente,
en un plano superior a tales poderes se encuentran los derechos de libertad,
sean de rango constitucional, lo que es necesario para que operen como
límites frente al poder legislativo, sean de rango legislativo, lo que es
suficiente para que sirvan como límite a los poderes contractuales. Las
libertades negativas y positivas del primer tipo son limitadas de distintas
maneras por el ejercicio de los derechos-poderes de autonomía: de manera
aproximadamente igual por las leyes, de forma desigual por la contratación
privada. Las libertades positivas del segundo tipo, es decir, los derechos de
autonomía, dado que interfieren en las libertades del primer tipo, son,
además poderes limitados en cuanto tales por el derecho. Finalmente, las
libertades negativas del tercer tipo, o sea, los derechos de libertad, son
precisamente los límites impuestos a los derechos-poderes de au-
tonomía.419
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98
Problemas de compatibilidad entre derechos fundamentales
99 |
ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
427 Moreso, J. J., “Conflitti tra principi costituzionali”, en Ragion pratica, núm. 18,
2002, pp. 207-227.
|
10
0
Problemas de compatibilidad entre derechos fundamentales
428 Celano, B., “«Defeasibility» e bilanciamento. Sulla possibilitá di revisioni sta- bili”,
en Ragionpratica, núm. 18, 2002, pp. 229-45. Véase la respuesta de Moreso a estas
críticas: A proposito di revisioni stabili, casi paradigmatici e ideali regolativi: replica a Celano,
en “Ragion pratica”, núm. 18, 2002, pp. 247-54.
101
|
ESTUDIOS SOBRE CONSTITUCIÓN Y DERECHOS FUNDAMENTALES
|
10
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Estudios sobre Constitución y derechos fundamentales
de Paolo Comanducci
se terminó de imprimir en el mes
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dependientes de la Oficialía Mayor, bajo la
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QUERÉTARO
ESTÁ EN NOSOTROS II
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ESTUDIOS
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822295 ALES
DEL ESTADO DE
QUERÉTARO
CURSO “NEOCONSTITUCIONALISMO
Palermo, España.
PRINCIPIOS, PONDERACIÓN, Y LA SEPARACIÓN
ENTRE DERECHO Y MORAL.
SOBRE EL NEOCONSTITUCIONALISMO
Y SUS CRÍTICOS 429
Giorgio Pino
versidad de Palermo
E
l denso ensayo de Luigi FERRAJOLI , Constitucionalismo principialista y constitucionalismo garantista (de
aquí en adelante: CPCG), ofrece una oportuna clarificación teórica y conceptual sobre el
neoconstitucionalismo: un enfoque iusfilosófico que aúna algunas tesis claves fácilmente reconocibles, al
menos en sus rasgos generales, pero que parece algo heterogéneo, poco analítico, por lo general
declamatorio, algunas veces caracterizado más por tesis «en sentido negativo» (y en particular por el
rechazo del positivismo jurídico) que «en sentido positivo». Es cierto, de todas maneras, que no obstante estos
defectos teóricos (verdaderos o presuntos), el neoconstitucionalismo merece ser estudiado y discutido, ya que esta
etiqueta captura algo central, o por lo menos interesante, de los ordenamientos jurídicos contemporáneos.
Si bien FERRAJOLI ha sido considerado normalmente uno de los más reconocidos representantes del
neoconstitucionalismo 430, el filósofo italiano es, en este ensayo, abiertamente crítico, e incluso polémico, respecto a
tal movimiento. Por mi parte, en las observaciones que siguen, quisiera tomar en serio algunas de las tesis del
neoconstitucionalismo (o mejor, algunas de las tesis que FERRAJOLI considera que son generadas automáticamente por,
y que quizás él considera también como monopolio del, neoconstitucionalismo), y tratar de poner a prueba si las
críticas de FERRAJOLI dan en el blanco. Dicho quizás más claramente, tengo la impresión de que las críticas de FERRAJOLI
al neoconstitucionalismo terminen por envolver también algunas tesis que pueden ser consideradas compartibles —
porque son teóricamente fecundas, en tanto adecuadas desde un punto de vista explicativo, etc.— independientemente
de la adhesión al pensamiento neoconstitucionalista (cualquier cosa que sea lo que esto signifique), y que, por tanto,
tales tesis pueden ser defendidas sin necesidad de suscribir en bloque todas las (otras) tesis habitualmente atribuidas al
neoconstitucio- nalismo.
En particular, intentaré desarrollar algunas observaciones sobre tres puntos acerca de los cuales me encuentro en
relativo desacuerdo con el análisis de FERRAJOLI : el tratamiento de la distinción entre reglas y principios (§ 2); la
interpretación de la práctica de la ponderación (§ 3); el problema de la separación entre Derecho y moral (§ 4). Antes
de tratar los puntos anteriores, ofreceré un panorama de los significados del (neo) constitucionalismo (§§ 1, 1.1), y,
respecto a tal panorama, consideraré el modo en el cual FERRAJOLI sitúa su propia posición teórica (§ 1.2).
1. NEOCONSTITUCIONALISMO: LA PALABRAS Y LAS COSAS
Resulta útil recordar que el término «neoconstitucionalismo» tiene una historia un poco reciente, aun cuando
muy afortunada, en el léxico teórico-jurídico 431. No obstante la fortuna que tal término ha encontrado en el léxico
teórico-general reciente (sobre todo en lengua italiana y española), al significado del mismo no le corresponde una
claridad comparable: «neoconstitucionalismo» ha sido de hecho utilizado para definir una o más de las siguientes
cosas (y tal vez todas en conjunto):
a) Una forma de Estado (el Estado constitucional de Derecho): una particular estructura de la organización
430 Cfr. ad es. M. A TIENZA, El sentido del Derecho, Barcelona, Ariel, 2001, 309; T. M AZZARESE, «Diritti fondamentali e
neocostituzionalismo: un inventario di problemi», en E AD. (comp.), Neocostituzionalismo e tutela (sovra)nazionale dei diritti fondamentali,
Torino, Giappichelli, 2002, 1-69 (9); E AD ., «Towards a Positivist Reading of Neo-constitutionalism», Associations, 6, 2002, núm. 2,
233-260 (234); P. COMANDUCCI, «Formas de (neo)constitucionalismo: un análisis metateórico», Isonomía, 16, 2002, 89-112 (90, 102-
104); A. SCHIAVELLO , «Neocostituzionalismo o neocostituzionalismi?», Diritto & Questioni pubbliche, 3, 2003, 37-49 (37); M. CAR-
BONELL, «El neoconstitucionalismo: significado y niveles de análisis», en M. C ARBONELL y L. GARCÍA JARAMI- LLO (comps.), El canon
neoconstitucional, Madrid, Trotta, 2010, 153-164 (153); M. B ARBERIS, Giuristi e filosofi. Una storia della filosofia del diritto, Bologna, Il
Mulino, 2011,232-234. Vid. L. PRIETO SANCHÍS, «Principia iuris: una teoría del Derecho no (neo)constitucionalista para el Estado
constitucional», Doxa, 31, 2008, 325-354, para una indicación atenta de las divergencias entre el pensamiento de F ERRAJOLI y las
posiciones neoconsti- tucionalistas estándar.
431 La maternidad del término «neoconstitucionalismo» es por lo general atribuida a S. P OZZOLO, «Neoconstitucionalismo y
especifidad de la interpretación constitucional», Doxa, 21, II, 1998, 339-353; EAD., Neocostituzionalismo e positivismo giuridico, Torino,
Giappichelli, 2001; EAD., «Neocostituzionalismo. Breve nota sulla fortuna di una parola», Materiali per una storia della cultura giuridica,
2008, 2, 405-417. Sobre la difusión del término «neoconstitucionalismo», vid. también G. BONGIOVANNI, «Neocostituzionalismo», en
Enciclopedia del diritto, Annali, III, 2011.
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 203
jurídica, caracterizada por la presencia de una constitución extensa (que contiene un elenco de principios ético-
políticos, de derechos fundamentales que normalmente provienen del iusnaturalismo iluminista, de la tradición ético-
política liberal, pero también de ideales social-demócratas) 432, rígida (no modificable por medio de la ley ordinaria),
y garantizada (por la presencia de alguna institución judicial o para-judicial que tiene el poder de anular los actos
legislativos inconstitucionales) 433.
b) Una cultura jurídica que se explica en un conjunto de prácticas o de actitudes interpretativas y argumentos
adoptados por los juristas y por las Cortes (por ejemplo: la interpretación adecuadora, la aplicación directa de la
constitución, el efecto de irradiación, la super- o hiper-interpretación de la constitución, etc.), especialmente en el
contexto de ordenamientos jurídicos que tienen las características mencionadas sintéticamente en el literal a) 434;
prácticas y actitudes interpretativas que presuponen evidentemente la asunción de la constitución como documento
jurídico normativo o preceptivo, y que tienen como objetivo la mayor penetración posible de la constitución en todos
los sectores del ordenamiento jurídico. Se trata entonces de una particular conformación (no del ordenamiento, sino)
de la cultura jurídica, caracterizada por la asunción de una particular ideología de las fuentes del Derecho (la
supremacía estructural, material, y axiológica de la constitución respecto a las otras fuentes del Derecho) 435.
c) Una teoría del Derecho, es decir, un conjunto de tesis que tienen carácter explicativo y reconstructivo de una
específica experiencia jurídica históricamente determinada —en particular, de la experiencia jurídica que se encarna
en la forma de Estado indicada en el literal a), y en la cultura jurídica indicada en el literal b)— tesis que conciernen
por ejemplo a: la presencia de los principios en el ordenamiento jurídico, su estructura, y su rol en la argumentación
jurídica; el concepto de ponderación; la presencia de elementos morales en la interpretación y argumentación jurídica;
la reconstrucción del sistema de las fuentes en un ordenamiento constitucionalizado; la teoría de la norma y de la
validez, etc. 436; se puede hablar, en este sentido, de neocons- titucionalismo «teórico» 437.
d) Una filosofía del Derecho, o mejor un conjunto de tesis filosófico-jurídicas, sobre la naturaleza del Derecho,
432 «Los Bills of Rights y los conjuntos de principios y valores contenidos en las actuales cartas constitucionales han absorbido
buena parte de la ética occidental de los últimos cuatro siglos»: así B. CELANO, «Principios, reglas, autoridad. Consideraciones sobre
M. Atienza y J. Ruiz Manero, Ilícitos atípicos», 2006, en Id., Derecho, justicia, razones. Ensayos 2000-2007, Madrid, CEPC, 2009, 171-191
(189).
433 Cfr. ad es. R. DWORKIN, «Constitutionalism and Democracy», en European Journalof Philosophy, vol. 3, 1, 1995, 2-11 («By
“constitutionalism” I mean a system that establishes individual legal rights that the dominant legislature does not have the power to override or
compromise», 2); T. MAZZARESE, «Diritti fondamentali e neocostituzionalismo: un inventario di problemi», cit., 8-9; P. C OMANDUCCI ,
«Formas de (neo)constitucio- nalismo: un análisis metateórico», cit., 89, 95-96; L. P RIETO SANCHÍS, Justicia constitucional y derechos
fundamentales, Justicia constitucional y derechos fundamentales, Madrid, Trotta, 2003, 101 y ss.; G. BONGIOVANNI,
«Neocostituzionalismo», cit.; hablan de «new constitutionalism» exactamente en este sentido, A. STONE SWEET y J. MATHEWS,
«Proportionality Balancing and Global Constitutionalism», Columbia Journal of Transnational Law, vol. 47, 2008, 73-165 (esp. 85-87).
434 La suma de a) y b) ha sido definida por Riccardo GUASTINI como el conjunto de las «condiciones de constitucionalización»
del ordenamiento; cfr. R. GUASTINI, «La constitucionalización del ordenamiento jurídico: el caso italiano», en M. C ARBONELL (ed.),
Neoconstitucionalismo(s), Madrid, Trotta, 2003, 49-73; vid. también G. PINO, Diritti e interpretazione. Il ragionamento giuridico nello Stato
costituzionale, Bologna, Il Mu- lino, 2010, 121-126.
435 Hablan de «constitucionalización de la cultura jurídica» y de «cultura jurídica constitucionalizada», G. T ARELLO, L’interpretazione
della legge, Milano, Giuffre, 1980, 337 (la constitucionalización como «operación cultural»); A. G ARCÍA FIGUEROA, Criaturas de la
moralidad. Una aproximación neoconstitucionalista al Derecho a través de los Derechos, Madrid, Trotta, 2009, 64; G. P INO, «Conflitto e
bilanciamento tra diritti fondamentali. Una mappa dei problemi», Ragion pratica, 28, 2007, 219-273 (224-230); Id., Diritti e
interpretazione, cit., 121-126.
436 Algunos ejemplos de investigaciones teóricas de este tipo: L. F ERRAJOLI, «Il diritto come sistema di ga- ranzie», Ragion pratica,
1, 1993, 143-161; Id., Principia iuris. Teoria del diritto e della democrazia. Vol. 1. Teoria del diritto, Roma-Bari, Laterza, 2007; L. P RIETO
SANCHÍS, Justicia constitucional y derechos fundamentales, cit., cap. 2; A. GARCÍA FIGUEROA, Criaturas de la moralidad, cit.; C. BERNAL
PULIDO, «Refutación y defensa del neoconstitucionalismo», en M. C ARBONELL (comp.), Teorías del Neoconstitucionalismo , Madrid, Trotta,
2007, 289-325.
437 Las expresiones «neoconstitucionalismo teórico», «metodológico» e «ideológico» han sido acuñadas por P. C OMANDUCCI ,
«Formas de (neo)constitucionalismo: un análisis metateórico», cit., parafraseando las otras acepciones análogas de positivismo
jurídico individuadas por N. BOBBIO, Giusnaturalismo e positivismo giuridico, Milano, edizioni di Comunita, 1977 (después, la tripartición
es también empleada por M. BARBERIS, Giuristi e filosofi , cit., 231-238).
204 Giorgio Pino
sobre sus relaciones con otros fenómenos sociales y normativos, una definición del concepto de Derecho, etc., entre
las cuales se destacan: d1) el énfasis sobre la conexión necesaria entre Derecho y moral, en una o más de las posibles
formas en las cuales tal conexión se puede presentar: en particular, en relación con la definición del concepto de
Derecho y la identificación del Derecho (la idea según la cual el Derecho no se puede agotar en el conjunto de las
decisiones formalmente correctas adoptadas por una autoridad política, sino que incluya también, necesariamente, una
dimensión material, sustancial, que lo ligue a la justicia) 438, y en relación con la continuidad entre razonamiento
jurídico y razonamiento moral 439 440; d2) la primacía del punto de vista interno, el punto de vista del participante en la
práctica jurídica, para la comprensión del Derecho 11; d3) la calificación del Derecho como una «práctica social» en la
cual la dimensión interpretativa y argumentativa es central 441; d4) la idea de que esté disponible, siempre o en la
mayor parte de los casos, una única respuesta justa o correcta a los problemas jurídicos 442; d5) la adhesión a alguna
forma de objetivismo ético 443; d6) el rechazo del positivismo jurídico, o bien porque es considerado inadecuado para
comprender los ordenamientos jurídicos contemporáneos, o bien porque es considerado equivocado en sí, una
filosofía del Derecho inaceptable en cualquier contexto iuspolítico 444 (y no sólo en el ámbito de los Estados
constitucionales). Se puede hablar, en este sentido, de neoconstitucionalismo «metodológico» 445.
e) Una actitud ideológica y axiológica de aprobación y adhesión moral a un Derecho que tenga ciertas
características: en particular, un ordenamiento jurídico que tenga las características indicadas en el literal a), y
eventualmente en el cual se haya desarrollado una cultura jurídica como aquella indicada en el literal b); en otras pa-
labras, la actitud de adhesión ideológica puede ser manifestada, o sólo respecto al modelo «estructural» del Estado
constitucional de Derecho, o también respecto a las prácticas interpretativas y argumentativas que caracterizan a una
cultura jurídica cons- titucionalizada 446. La adhesión ideológica al Estado constitucional de Derecho es una
consecuencia del hecho de que tal forma de organización ius-política es considerada particularmente adecuada para
realizar y tutelar valores determinados, como la democracia en sentido sustancial, la igualdad, los derechos
438 R. DWORKIN, Law’s Empire, Cambridge (MA), Harvard U. P., 1986; Id., in Robes, Cambridge (MA), Harvard U. P., 2006; R.
ALEXY, «On the Concept and the Nature of Law», Ratio Juris, vol. 21, 3, 2008, 281-299; Id., «The Dual Nature of Law», Ratio Juris,
vol. 23, 2, 2010, 167-182; G. Z AGREBELSKY, La legge e la sua giustizia. Tre capitoli di giustizia costituzionale , Bologna, Il Mulino, 2008,
parte I.
439 Las argumentaciones más explícitas en tal sentido están en R. A LEXY, Concetto e validita del diritto, 1992, Torino, Einaudi,
1997; Id., «The Special Case Thesis», Ratio Juris, vol. 12, 4, 1999, 374-384; R. DWORKIN, Justice in Robes, cit. Sobre los diversos
modos en los cuales se pueden dar las relaciones entre Derecho y moral, cfr. de todos modos infra § 4.
440 R. DWORKIN, Law’s Empire, cit., 14; R. ALEXY, Concetto e validita del diritto, cit.; M. ATIENZA, El Derecho como
argumentación. Concepciones de la argumentación, Barcelona, Ariel, 2006, 53.
441 R. DWORKIN, Law’s Empire, cit., 13; G. ZAGREBELSKY, Il diritto mite. Legge diritti giustizia, Torino, Einaudi, 1992, esp. cap. VII;
M. ATIENZA, El Derecho como argumentación, cit.; Id., «Tesis sobre Ferrajoli», Doxa, 31, 2008.
442 R. DWORKIN, Law’s Empire, cit., esp. cap. 7; R. ÁLEXY, «Sistema jurídico, principios jurídicos y razón práctica», Doxa, 5,
1988, 139-151; N. MACCORI ICK, Rhetoric and the Rule of Law. A Theory of Legal Reaso- ning, Oxford, Oxford U. P., 2005, 278-279; M.
ATIENZA, «In merito all’unica risposta corretta», Ragion pratica, 2010, 45-58.
443 R. ALEXY, Concetto e validita del diritto, cit.; R. DWORKIN, «Objectivity and Truth: You’d Better Be- lieve It», Philosophy and
Public Affairs, vol. 25, 2, 1996, 87-139; M. ATIENZA, El Derecho como argumentación, cit., 53.
444 En el primer sentido, M. ATIENZA y J. RuiZ MANE: O, «Dejemos atrás el positivismo jurídico», Isono- mía, 27, 2007, 7-28 (25).
En el segundo, R. DWORKIN, «The Model of Rules I», 1967, en Id., Taking Rights Seriously, London, Duckworth, 19782; Id., Law’s
Empire, cit.; Id., Justice in Robes, cit. (esp. «Introduction» y caps. 6, 7, 8); R. A LEXY, Concetto e validita del diritto, cit.; Id., «On the
Concept and the Nature of Law», cit.
445 Para una valoración en conjunto, G. BONGIOVANNI, Costituzionalismo e teoria del diritto, Roma-Bari, Laterza, 2005; Id.,
«Neocostituzionalismo», cit.; M. BARBERIS, «Neocostituzionalismo, democrazia e imperialismo della morale», Ragion pratica, 14, 2000,
147-162 (150-151); S. POZZOLO, Neocostituzionalismo e positivismo giuridico, cit., 11.
446 Como veremos dentro de poco, la posición de F ERRAJOLI es sólo la primera; cfr. en cambio, p. ej., V. V ILLA , Il positivismo
giuridico: metodi, teorie, giudizi di valore: metodi, teorie, giudizi di valore. Lezioni di filosofia del diritto, Torino, Giappichelli, 2004, 248, que
reivindica «una actitud favorable al proceso de cons- titucionalización».
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 205
fundamentales, etc. Se puede hablar, en este sentido, de neoconstitucionalismo «ideológico», o «axiológico» 447.
[Además, si se considera específicamente el punto de vista de los juristas, y en particular de los funcionarios, esta
última acepción de neoconstitucionalismo es conceptualmente
indistinguible respecto a la acepción del literal b); esto resulta evidente si se considera que la adhesión a una ideología
de las fuentes del Derecho por parte de un jurista no es otra cosa que una elección ético-política 448].
1.1. Sobre los usos de «neoconstitucionalismo» (una modesta propuesta de limpieza lingüística y
conceptual)
Si esta reconstrucción de los usos de la palabra neoconstitucionalismo es plausible, se pueden hacer tres
observaciones.
La primera observación concierne al problema de la heterogeneidad del neoconsti- tucionalismo, que por lo
general es señalada, desde un punto de vista crítico, como un vicio 449: la pluralidad de las tesis sostenidas por los
autores supuestamente neoconstitu- cionalistas hace que el neoconstitucionalismo resulte en un coacervo de tesis
heterogéneas, algunas veces contradictorias entre ellas, y por tanto destinadas a crear problemas y aporías en la
compresión filosófica del Derecho, y no a resolverlas. Ahora bien, creo que esta objeción por un lado sea muy
exigente y, por otro lado, que sea inexacta.
La objeción es muy exigente porque bajo su filo caerían las cabezas de muchas, probablemente de todas, las
corrientes filosófico-jurídicas (y filosóficas en general) descritas en un nivel suficiente de abstracción. Por ejemplo,
no se puede decir que el mismo «positivismo jurídico» exhiba un grado considerable de homogeneidad y com-
pactibilidad: incluso las tesis más fundamentales del positivismo jurídico son objeto de controversia entre los
sostenedores del positivismo jurídico 450 (como lo demuestra la, última en orden de tiempo, controversia entre
iuspositivistas «inclusivos» y «exclusivos»), tanto así que algunas veces se considera preferible calificar el
positivismo jurídico como, genéricamente, una tradición de investigación, e incluso otras veces se propone la
cancelación misma de la locución «positivismo jurídico» del léxico de la teoría del Derecho 451.
La objeción es inexacta, además, porque no es el movimiento neoconstitucionalista, en efecto, el que está
patológicamente compuesto y el que es heterogéneo. Más bien, es la palabra «neoconstitucionalismo» la que es usada
para designar cosas (muy) diversas entre ellas: un tipo de ordenamiento jurídico, un conjunto de prácticas
447 Vid. una formulación clara de tal posición en U. S CARPELLI, Cos’e il positivismo giuridico, Milano, edi- zioni di Comunita, 1965,
150-153 (esp. 150, sobre la «integración constitucionalista del positivismo jurídico»); Id., «Dalla legge al codice, dal codice ai
principí», Rivista di filosofia, 1987, 1, 3-15 (esp. 12-13). Al neoconstitucionalismo ideológico le es algunas veces imputada la
afirmación de una obligación moral incondicionada de obediencia al Derecho del Estado constitucional (cfr. P. C OMANDUCCI , «Formas
de (neo)constitucionalismo: un análisis metateórico», cit., 100): no obstante, esta parece ser una representación caricaturesca,
fácilmente desmentida si se leen las obras de los principales autores neoconstitucionalistas (cfr. a propósito J. J. M ORESO ,
«Comanducci sobre neoconstitucionalismo», Isonomía, 19, 2003, 267-282, esp. 272-273).
448 Sobre la dimensión política de la actividad del jurista, cfr. U. S CARPELLI, Cos’é il positivismo giuridi- co, cit.; M. JORI, «Le scelte
politiche del giurista», Rivista di diritto processuale, 3, 1973, 306-313; G. PINO, «L’applicabilitá delle norme giuridiche», ponencia en el
XVI Seminario hispano-italiano-francés de teoría del Derecho (Barcelona, Universitá Pompeu Fabra, octubre 2010).
449 Cfr. ad es. A. SCHIAVELLO, «Neocostituzionalismo o neocostituzionalismi?», cit., 37.
450 V. VILLA , Il positivismo giuridico: metodi, teorie, giudizi di valore, cit., 26, incluye al positivismo jurídico entre las «nociones
esencialmente contestables», es decir, los conceptos cuyo «núcleo duro» es sujeto a contestación. Para una panorámica de la
diversidad de posiciones que florecen bajo la enseña del positivismo jurídico es útil consultar la antología de A. S CHIAVELLO y V.
VELLUZZI (comps.), Il positivismo giuridico contemporaneo. Una antologia, Torino, Giappichelli, 2005.
451 Cfr., en el primer sentido, V. V ILLA, «Concetto e concezioni di diritto nelle tradizioni teoriche del positivismo giuridico», en
G. ZACCARIA (comp.), Diritto positivo e positivita del diritto, Torino, Giappichelli, 1991, 155-189; J. R AZ , «The Argument from Justice, or
How Not to Reply to Legal Positivism», en G. PA- VLAKOS (ed.), Law, Rights and Discourse. The Legal Philosophy of Robert Alexy, Oxford,
Hart, 2007, 17-35 («theories belong to a tradition by their frame of reference, sense of what is problematic and what is not, and by similar
historical features which do not presuppose that they all share a central credo», 22). En el segundo sentido, G. T ARELLO, Diritto, enunciati, usi,
Bologna, Il Mulino, 1974, 88.
206 Giorgio Pino
interpretativas, una teoría del Derecho, una filosofía del Derecho, una actitud ideológica.
Por mi parte, considero apropiado usar el término neoconstitucionalismo para designar, con las especificaciones
oportunas: un tipo de cultura jurídica [el sentido b)]; un tipo de teoría del Derecho [el neoconstitucionalismo teórico,
el sentido c)]; y un tipo de ideología del Derecho [el neoconstitucionalismo ideológico, el sentido e)]. Me parece en
cambio inoportuno utilizar «neoconstitucionalismo» tanto para designar un tipo de ordenamiento jurídico [el sentido
a)], como para designar las tesis iusfilo- sóficas sintéticamente descritas en el literal d) —el así llamado
neoconstitucionalismo «metodológico»—.
En el primer caso (un tipo de ordenamiento jurídico), la ambigüedad del «neocons- titucionalismo» puede de
hecho ser fácilmente evitada utilizando la locución, además bastante difundida, «Estado constitucional de Derecho».
En el segundo caso (un conjunto de tesis filosóficas sobre la naturaleza del Derecho), el uso de la palabra
«neoconstitucionalismo» parece inapropiado por varias razones: en primer (y menos importante) lugar, porque los
autores que sostienen las tesis calificadoras del así llamado neoconstitucionalismo «metodológico» no se auto-
definen de un modo tal (algunos de ellos se autodefinen más bien anti-positivistas, o post-positivistas, o no-
positivistas) 23; en segundo lugar, porque las tesis filosóficas que caracterizan esta orientación (el énfasis sobre la
conexión necesaria entre Derecho y moral, la primacía del punto de vista interno, la calificación del Derecho como
una «práctica social» interpretativa y argumentativa, la idea de la única respuesta justa, el rechazo del positivismo
jurídico, etc.) no tienen algún nexo necesario con la presencia de una constitución al interior de un ordenamiento
jurídico, ni con la circunstancia de que una eventual constitución tenga ciertos contenidos o de que esté garantizada
por procedimientos agravados de modificación y de institutos de judicial review 24; ni los autores presuntamente
neoconstitucionalistas buscan argumentar a favor de un nexo similar entre sus tesis y la presencia de una constitución
—normalmente ellos sostienen que sus tesis tienen carácter enteramente general sobre la naturaleza del Derecho—.
En este sentido un punto que efectivamente aúna a todos los autores definidos neoconsti- tucionalistas es la tentativa
de superar las tesis fundamentales del positivismo jurídico. Por estas razones, es preferible abandonar del todo la
etiqueta «neoconstitucionalismo metodológico» y adoptar, en cambio, a falta de mejor, aquella de post-positivismo, o
anti-positivismo, o no-positivismo 25 (en lo que sigue utilizaré estas etiquetas como sinónimas). 452 453 454
452 Cfr. p. ej., R. ÁLEXY, «On the Concept and the Nature of Law», cit.; Id., «The Dual Nature of Law», cit.
453 Esto es evidente de modo particular en R. DWORKIN, «The Model of Rules I», cit.; Id., Law’s Empire, cit.; Id., Justice in Robes,
cit.; R. ÁLEXY, Concetto e validita del diritto, cit.; Id., «On the Concept and the Nature of Law», cit.; G. ZAGREBELSKY, La legge e la sua
giustizia, cit., parte I. Cfr. además S. P OZZOLO, Neocostituziona- lismo epositivismo giuridico, cit., 126-127, que hace un elenco de diez
tesis «neoconstitucionalistas» en las cuales la constitución no es mencionada , y ninguna de las cuales está conectada con la presencia de
una constitución extensa, rígida y garantizada; de modo análogo, M. ÁTIENZÁ, El sentido del Derecho, cit., 309, hace un elenco de
doce tesis que caracterizan el «paradigma constitucionalista» (que se vuelven catorce en Id., El Derecho como argumentación , cit., 55-
56), de las cuales sólo dos están conectadas con la presencia de la constitución (la reformulación en sentido sustancial de la validez, y
la interpretación conforme a la constitución).
454 Cfr. p. ej., T. BUSTAMANTE, «A Defence of Post-Positivism», Analisi e diritto, 2008, 229-249. Sobre la connotación anti-positivista
de los autores normalmente definidos neoconstitucionalistas, vid. S. POZZOLO,
Neocostituzionalismo e positivismo giuridico, cit., 11; V. VILLA, Ilpositivismo giuridico: metodi, teorie e giudizi di valore, cit., 247-248; A.
GARCÍA FIGUEROA, Criaturas de la moralidad, cit., 60. Por otra parte, también el positivismo jurídico «se caracteriza originariamente por
oposición a todas las formas de iusnaturalismo» (R. GUA- STINI, Dalle fonti alle norme, Torino, Giappichelli, 1990, 275; cfr. también A.
Ross, «Il concetto di validita e il conflitto tra positivismo e giusnaturalismo», 1961, en A. S CHIAVELLO y V. VELLUZZI (comps.), Il
positivismo giuridico contemporaneo, cit., 79-95, 81).
Sea dicho de paso, que no encuentro razones decisivas para incluir a Carlos NIÑO en el panorama de los autores
neoconstitucionalistas, considerando que NIÑO: a) ha sido crítico respecto a la judicial review, un instituto querido por los
neoconstitucionalistas teóricos e ideológicos, y que es característico de la estructura del Estado constitucional de Derecho [cfr.
Derecho, moral y política. Una revisión de la teoría general del Derecho, Barcelona, Ariel, 1994; «A Philosophical Reconstruction of Judicial
Review», en M. ROSENFELD (ed.), Cons- titutionalism, Identity, Difference, and Legitimacy. Theoretical Perspectives, Durham (NC), Duke U.
P., 1994, 295-333; de modo que no me parece compartible la calificación de N IÑO como «neoconstitucionalista ideológico» en M.
BARBERIS, Giuristi e filosofi, cit., 237-238]; b) nunca ha refutado la tesis positivista de la separación identificativa o conceptual entre
Derecho y moral (cfr. Introducción al análisis del Derecho, Buenos Aires, Astrea, 1980 2, cap. 1; en Derecho, moral y política, cit., cap. 1,
defiende en cambio una versión débil y pragmática de esta tesis); c) ha sostenido algunas formas de conexión entre Derecho y moral
—la conexión justificativa y la conexión interpretativa— que son del todo compatibles con, y aún más, en cualquier modo requeridas
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 207
La segunda observación es que, exactamente como observaba BOBBIO a propósito de los tres significados del
positivismo jurídico 455, los varios aspectos del neoconstitu- cionalismo no sólo son cosas diversas, sino que no se
implican recíprocamente —es por tanto posible adherir a una forma de neoconstitucionalismo y no a otra—; y
además, las varias formas de neoconstitucionalismo pueden ser defendidas o bien criticadas sobre la base de
argumentos diferentes (en otras palabras, no se trata de tesis necesariamente aceptables o rechazables en bloque).
La tercera observación es que resulta ampliamente redimensionado, o de todos modos seriamente calificado, el
lugar común de la incompatibilidad o contraposición entre neoconstitucionalismo y positivismo jurídico. De hecho,
una vez aclarado que tanto «postivismo jurídico» como «neoconstitucionalismo» hacen referencia a cosas diversas, se
pueden someter a comparación y contraste uno y otro, pero operando, por decirlo así, sólo sobre entidades
homogéneas.
Así, se descubrirá fácilmente que el neoconstitucionalismo teórico está ciertamente en conflicto con el
positivismo jurídico 456 (porque, banalmente, el objeto que tales teorías buscan describir y explicar es diverso), pero
esto no parece un gran resultado visto que, desde hace tiempo, el positivismo teórico ha sido abandonado por los
mismos iuspositivistas. Es más, es del todo posible una declinación iuspositivista del neocons- titucionalismo
«teórico»: un intento de explicación de las características del Estado constitucional de Derecho a la luz de una
metodología iuspositivista. Como afirma Paolo COMANDUCCI, «el neoconstitucionalismo teórico, si acepta la tesis de la
conexión sólo contingente entre Derecho y moral, no es de hecho incompatible con el positivismo metodológico, al
contrario, podríamos decir que es su hijo legítimo. [...] la teoría del Derecho neoconstitucionalista resulta ser nada
más que el positivismo jurídico de nuestros días» 457.
Igualmente, el neoconstitucionalismo ideológico es contrastante con el positivismo ideológico 458, y una versión
actual de este contraste está representada por el debate sobre la legitimidad de la judicial review of legislation y sobre
su compatibilidad con la democracia representativa y los valores de igualdad y de autonomía de los ciudadanos 459.
por, el positivismo metodológico (cfr. Derecho, moral y politica, cit., caps. 2 y 3; «Breve nota sulla struttura del ragio- namento
giuridico», Ragion pratica, 1, 1993, 32-37).
Por el contrario, el neoconstitucionalismo ideológico no es incompatible con el positivismo metodológico (y, por
tanto, con una declinación positivista del neocons- titucionalismo teórico); en realidad son dos empresas intelectuales
diversas: una es una empresa epistemológica, cognoscitiva, que consiste en la explicación de las características del
Estado constitucional de Derecho; la otra es una empresa de filosofía política normativa, que consiste en la
recomendación y en la aprobación de un cierto modelo de Estado, o bien en la asunción de una cierta ideología de las
fuentes del Derecho; y, una vez que los dos planos hayan sido oportunamente distinguidos, ambas empresas
intelectuales pueden ser perseguidas, sin contradicción alguna: nada impide a un iuspositivista ser también, sobre un
plano filosófico-político, un defensor del Estado constitucional de Derecho. En otras palabras, la asunción de una
posición ético- política favorable al Estado constitucional de Derecho, o a los valores encarnados en esta forma de
Estado (la democracia en sentido sustancial, los derechos fundamentales de la tradición liberal y social-demócrata,
etc.), no está conceptualmente conectada con la exclusiva adopción de una filosofía del Derecho neoconstitucionalista
o postpositivista: una no implica la otra.
Por último, el neoconstitucionalismo metodológico, o anti-positivismo, es incompatible con el positivismo
jurídico metodológico (identificable con cualquier posición filosófico-jurídica que suscriba la tesis de los hechos
sociales —todo el Derecho es sólo Derecho positivo, puesto exclusivamente por actos humanos— y la tesis de la no
necesaria conexión identificativa entre Derecho y moral —la identificación del Derecho válido puede prescindir de
consideraciones morales—).
Como lo decía antes, FERRAJOLI es abiertamente crítico respecto al neoconstitucio- nalismo, del cual ofrece
también una caracterización en parte original. En particular, al interior del área semántica del neoconstitucionalismo
FERRAJOLI individualiza:
— El «ius-constitucionalismo» o «Estado constitucional de Derecho» que designa un ordenamiento jurídico en
el cual existe un nivel jurídico-positivo superior a la legislación ordinaria [esto corresponde con aquello que he
indicado arriba como sentido a) del neoconstitucionalismo].
— El constitucionalismo «argumentativo», o «principialista», en contraposición con el constitucionalismo
«normativo» o «garantista». Esta contraposición es la que más interesa a F ERRAJOLI , y de esto nos ocuparemos en lo
que sigue de este trabajo.
El constitucionalismo principialista se basa, según FERRAJOLI , sobre la idea que los derechos fundamentales sean
valores o principios morales, estructuralmente diversos de las reglas, en cuanto dotados de una normatividad más
débil, sujetos no a sub- sunción, sino a ponderación legislativa y judicial. El constitucionalismo principialista puede
presentarse sea en una versión iusnaturalista (representada por R. DWORKIN, R. ALEXY, M. ATIENZA, J. Ruiz MAÑERO y G.
ZAGREBELSKY: cfr. CPCG, nota 50), sea en una versión iuspositivista; las dos versiones son distintas por la adhesión por
parte de la primera, y no por parte de la segunda, a la tesis de la conexión necesaria entre Derecho y moral (cfr.
CPCG, nota 4). De la calificación de los derechos fundamentales como principios, se siguen las tres principales tesis
del constitucionalismo principialista: la conexión entre Derecho y moral; la distinción cualitativa entre principios y
reglas; el rol de la ponderación, en oposición a la subsunción, en la práctica jurisdiccional 460.
En cambio, el constitucionalismo garantista es puramente positivista, y tiene como tesis fundamental la idea que
los derechos fundamentales implican la existencia o imponen la introducción de las reglas que garantizan su respeto
(las reglas son las garantías de los derechos): se sigue la sujeción (incluso) de la legislación a normas sobre la
460 Como se puede ver, en estas acepciones del neoconstitucionalismo F ERRAJOLI hace confluir indistintamente elementos que
pertenecen a planos diversos: prácticas interpretativas y argumentativas [neoconstitucionalismo en sentido b)]; tesis sobre la
estructura de la norma jurídica [neoconstitucionalismo en sentido c)]; tesis sobre la relación entre Derecho y moral
[neoconstitucionalismo en sentido b)]. Como pretendí argumentar arriba (§ 1.1), sobreponer estos niveles no contribuye a la claridad
y fecundidad del análisis del neoconstitu- cionalismo.
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 209
producción no sólo formales, sino también sustanciales (relativas a los contenidos de las normas producidas), cuya
violación genera «antinomias por comisión» o «lagunas por omisión».
Esta última es obviamente la posición teórica adoptada por el mismo FERRAJOLI quien por tanto, usando las
categorías introducidas antes (§ 1), puede ser considerado, desde este punto de vista, un neoconstitucionalista teórico.
En particular, FERRAJOLI afirma la superioridad neta del constitucionalismo garantista sobre aquel principialista, sea
desde el punto de vista de la mayor capacidad explicativa del primero respecto al segundo (por ejemplo, los
principialistas ven principios y ponderación en todas partes, mientras que el rol tanto de los principios como de la
ponderación sería en realidad mucho más circunscrito), sea desde el punto de vista «normativo», en cuanto que sólo el
constitucionalismo garantista estaría en grado de preservar la normatividad de la constitución —mientras los
principialistas determinarían, en última instancia, su vaciamiento—.
Además, la posición de FERRAJOLI es adscribible también al neoconstitucionalismo ideológico porque, más allá de
las tesis de tipo estrictamente teórico, incluye también una valoración abiertamente favorable a la forma de Estado
encarnada en el Estado constitucional de Derecho [el significado a) de neoconstitucionalismo] 461, considerado como
una técnica esencial para lograr la democracia en sentido sustancial y para la tutela de los derechos fundamentales en
la forma de derechos civiles, derechos de libertad y derechos sociales — mientras FERRAJOLI es claramente crítico
respecto a las prácticas argumentativas ampliamente difusas en las culturas jurídicas constitucionali- zadas [el
significado b) de neoconstitucionalismo]. FERRAJOLI en otras palabras asocia, de modo declarado, una filosofía política
a la teoría del Derecho, y ambas son parte de «un proyecto normativo que requiere ser realizado a través de la
construcción —mediante políticas y leyes de actuación— de garantías idóneas e instituciones de garantía» (CPCG, §
3).
Incidentalmente, se puede notar que el nexo estrechísimo que FERRAJOLI establece entre teoría del Derecho y
filosofía política provoca algunas distorsiones de perspectiva que, a mí me parece, dirigen cada vez más a FERRAJOLI en
la dirección del neocons- titucionalismo ideológico (con el riesgo de que la ideología termine, por tanto, por
contaminar la teoría). Un ejemplo de esta superposición entre teoría e ideología (o filosofía política) es el siguiente:
FERRAJOLI presenta el constitucionalismo garantista como una evolución y un complemento del paradigma
iuspositivista, no sólo porque éste ofrecería al positivismo los instrumentos teóricos para comprender la estructura del
Estado constitucional (hasta aquí se trata de una afirmación del todo pacífica, por lo menos entre los iuspositivistas),
sino también porque permitiría democratizar los contenidos de la producción normativa, mientras el «primer
positivismo» consentía una democratización sólo de las formas de la producción normativa 462.
Esta tesis suena un poco extraña. Primero, no es claro en qué sentido se hable, aquí, de positivismo jurídico:
¿positivismo en sentido teórico, metodológico, o ideológico? En realidad, parece que aquí FERRAJOLI use «positivismo
jurídico» para designar al mismo tiempo una forma de Estado, es decir, el Estado legislativo del siglo XIX, y la
ideología que ha acompañado su formación. En segundo lugar, el nexo establecido por FERRAJOLI entre positivismo
jurídico y democracia (incluso democracia en sentido formal-procedimental) es discutible desde un punto de vista
historiográfico, ya que el positivismo jurídico se desarrolla como teoría (e ideología) del Estado de Derecho del siglo
XIX, que ciertamente no se puede considerar como un modelo de Estado democrático y de democracia representativa
463
. En tercer lugar, al menos si adoptamos el punto de vista del positivismo metodológico (que concibe el Derecho
461 En efecto, de tal forma de Estado, o de tal conformación del ordenamiento jurídico, F ERRAJOLI parece refutar un solo
aspecto: la formulación vaga e indeterminada de los derechos fundamentales por parte de las constituciones «largas»: cfr. CPCG, §
6; Id., «I diritti fondamentali nella teoria del diritto», en L. F ERRAJOLI , Diritti fondamentali. Un dibattito teorico, Roma-Bari, Laterza, 2001,
119-175 (158); sobre esto, vid. también infra, § 2.
462 CPCG, § 3: «Sólo la rígida disciplina positiva de la producción jurídica está en condiciones de democratizar sus formas y
contenidos. El primer iuspositivismo del Estado legislativo de Derecho equivale a la positivización del “ser” legal del Derecho, que
permite la democratización de sus formas de producción, condicionando su validez formal a su carácter representativo , sobre el cual se
funda la dimensión formal de la democracia política» (las primeras cursivas son mías, la segunda es del texto original).
210 Giorgio Pino
como un hecho, como el producto de específicos actos humanos), el carácter democrático representativo de los
procedimientos que se siguen para producir el Derecho no juega de forma directa ningún rol 464: las herramientas
conceptuales de KELSEN, por ejemplo (quien fue incluso un ferviente demócrata), no requiere de ningún modo que la
delegación de la autoridad normativa (el carácter nomodinámico del Derecho) se otorgue a órganos representativos —
y en esto está precisamente la «pureza» de la teoría kelseniana 465—. Dicho esto, incluso es verdad que algunas
características del modelo teórico positivista se prestan a interesantes desarrollos en términos de teoría democrática
(por ejemplo, el énfasis mismo sobre la positividad del Derecho abre inmediatamente la pregunta sobre quién es el
sujeto autorizado para poner y modificar el Derecho, y con qué forma de legitimación) 466, y de hecho un autor
iuspositivista como Uberto SCARPELLI ha sostenido, de modo notorio, la oportunidad política de una integración
«democrática» del positivismo jurídico (la adhesión al positivismo jurídico está políticamente justificada sólo si éste
se integra con valores democráticos) 467 —esto demuestra, a contrario, que el vínculo entre positivismo y democracia
es absolutamente contingente—.
De todos modos, en los parágrafos siguientes intentaré examinar las objeciones que FERRAJOLI dirige al
constitucionalismo principialista, no para defender tal posición teórica, sino para verificar, sobre todo, si el
constitucionalismo garantista sea efectivamente preferible desde un punto de vista explicativo o desde uno normativo,
por lo menos con referencia a los tres temas ya señalados de la definición y rol de los principios (§ 2), de la
ponderación (§ 3), y de la separación entre Derecho y moral (§ 4).
2. SOBRE EL DERECHO NEOCONSTITUCIONALISTA «POR PRINCIPIOS»
FERRAJOLI plantea tres tipos de crítica a la distinción entre reglas y principios (y en realidad a la configuración
misma de la categoría de los principios): escaso alcance empírico, escasa fuerza explicativa, consecuencias prácticas
nefastas de la distinción (el debilitamiento del valor vinculante de las normas constitucionales). Por tanto, de las tres
críticas las primeras dos son de carácter teórico-general, la tercera es normativa y de política del Derecho. F ERRAJOLI
propone además sustituir las definiciones que circulan en la literatura «principialista» (los principios son ponderables
y derrotables, son «preceptos de optimización», son normas que no se aplican, sino que «se respetan», etc.) con una
distinción entre principios «directivos» y principios «regulativos» —los primeros consisten en directivas para el
legislador futuro, los segundos son, en cambio, inmediatamente vinculantes y se aplican por medio de la subsunción;
además, están también los principios que atribuyen derechos sociales, que tienen características tanto de los principios
«directivos» como de los principios «regulativos»—. No obstante, en lo que sigue, me ocuparé sólo de los principios
regulativos.
464 Cfr. M. HARTNEY, «Dyzenhaus on Positivism and Judicial Obligation», Ratio Juris, vol. 7, 1, 1994, 4455: «Legalpositivism is
simply a theory about what counts as law and nothing else: Only rules with social sources count as legal
rules. [...] Some theorists may be legalpositivists because they are moral skeptics or utilitarians or
political authoritarians or because they believe all laws are commands, but none of these theories are part
of legal positivism» (48).
465 H. KELSEN, Teoria generale del diritto e dello Statu, 1945, Milano, Etas, 1994, 445-446: «El ideal del positivismo jurídico es preservar
la teoría del Derecho positivo respecto a la influencia de cualquier tendencia política o, lo que es lo mismo, de cualquier juicio
subjetivo de valor».
466 Consideraciones de este tipo son desarrolladas, p. ej., por J. W ALDRON, «Can There Be a Democratic Jurisprudence?», Emory
Law Journal, vol. 58, 2009, 675-712; WALDRON pone también en evidencia los perfiles sobre los cuales el modelo positivista no ofrece
ninguna contribución a la teoría de la democracia.
En lo que concierne al aspecto teórico de la cuestión, FERRAJOLI , por un lado, asume como blanco de crítica la
teoría de la distinción «fuerte» entre reglas y principios (la tesis según la cual reglas y principios son dos tipos de
normas mutuamente exclusivas, que tiene propiedades claramente distintas e incompatibles), que es compartida en
una forma u otra por todos los autores adscribibles al constitucionalismo «princi- pialista» no positivista, mientras que
los autores que se adhieren a cualquier forma del iuspositivismo normalmente defienden la teoría de la distinción
débil (cuantitativa, gradual) entre reglas y principios 468. A la teoría de la distinción fuerte, FERRAJOLI opone la idea que
entre reglas y principios se dé únicamente una diferencia de estilo, en la formulación de las respectivas disposiciones:
los principios son normas formuladas «con referencia a su respeto y no —como ocurre con las reglas— a su violación
y a su consiguiente aplicación» (CPCG, § 5).
Por consecuencia, según FERRAJOLI , reglas y principios son en realidad la misma cosa, o mejor son dos caras de la
misma moneda: un principio se convierte en una regla cuando es violado (y, por tanto, aquellos que son designados
como principios son, en realidad, reglas que son observadas desde una específica perspectiva): «cualquier principio
que enuncia un derecho fundamental —por la recíproca implicancia que liga a las expectativas en que consisten los
derechos, con las obligaciones o prohibiciones correspondientes— equivale a la regla consistente en la obligación o
en la prohibición correspondiente» (CPCG, § 5, cursiva adicionada) 469.
Creo que esta caracterización extremadamente debilitada de los principios sea insatisfactoria, por dos órdenes de
razones. En primer lugar, es insatisfactoria porque está sujeta a una simple falsificación: es verdad que los principios
expresos son por lo general formulados con referencia a su respeto, pero por el contrario, banalmente, no es verdad
que las reglas sean siempre formuladas haciendo referencia a su violación (un examen rápido de los textos
normativos más comunes lo puede confirmar: ni siquiera la norma sobre el homicidio en el Código Penal italiano está
formulada haciendo referencia a su violación 470; lo mismo puede decirse de normas constitutivas como aquéllas
sobre la adquisición de la mayoría de edad, o sobre la formación de los contratos y de los otros actos jurídicos; de
normas que reglamentan actos procesales, etc.) 471. Más bien, las reglas son formuladas teniendo en consideración
una conducta, un comportamiento más o menos determinado, y asociando a ésta una calificación deóntica o de todos
modos una consecuencia jurídica más o menos determinada 472. Y es precisamente en este «más o menos
determinada» que reside un aspecto importante de la diferencia entre las reglas y los principios, visto que en el caso
de los principios tanto el supuesto de hecho como (sobre todo) la consecuencia jurídica son muy genéricas e
indeterminadas: un principio puede ser aplicado en muchos modos diversos, y no todos previsibles ex ante de modo
468 Personalmente, soy un sostenedor de la teoría de la distinción débil entre reglas y principios (para una defensa de esta
posición, reenvío a G. PINO, Diritti e interpretazione, cit., cap. III; Id., «Principi e argomenta- zione giuridica», Ars Interpretando. Annuario
di ermeneutica giuridica, 2009, 131-158). No obstante, considero que sería ingenuo poner muchas esperanzas en la distinción «débil»
para una eficaz defensa del positivismo jurídico. El argumento de la distinción débil, en realidad, no sólo pone en evidencia que los
principios son similares a las reglas (por ejemplo, porque también los principios están sujetos a un test de validez): también pone en
evidencia que las reglas son similares a los principios, que su aplicación es susceptible de valoraciones «ponderativas», particularistas
y graduales peligrosamente cercanas a formas de argumentación moral. Por tanto, la distinción débil es un arma de doble filo: si es
verdad que reglas y principios presentan muchas similitudes, esto podría generar perplejidad sobre la idoneidad del paradigma
iuspositivista para dar cuenta de la existencia y del rol de las mismas reglas.
469 CPCG, § 5: «Principios en materia de derechos y reglas en materia de deberes, son, en resumen, las dos caras de una misma
moneda, equivaliendo la violación de los primeros —ya sea por comisión o por omisión— a la violación de las segundas».
470 Art. 575 CP: «Cualquiera que ocasione la muerte a un hombre es castigado con una reclusión no inferior a veintiún años».
471 Me doy cuenta de que estoy jugando, por lo menos en parte, con la ambigüedad entre normas dirigidas a los órganos de
aplicación (normas primarias en sentido kelseniano) y normas dirigidas a los ciudadanos (normas secundarias en sentido kelseniano).
Pero si consideramos el Derecho como un ordenamiento principalmente nomodinámico, como también lo hace F EKRAJOLI , entonces la
perspectiva de los órganos de aplicación es prioritaria respecto a aquella de los ciudadanos.
472 Cfr. S. PEKRY, «Two Models of Legal Principles», Iowa Law Review, vol. 82, 1997, 787-819: «The ex- plicit content of
principles is value-oriented, whereas that of rules is action-oriented» (788).
212 Giorgio Pino
exhaustivo 473.
En segundo lugar, el plantemiento de FERRAJOLI es insatisfactorio porque estipular una diferenciación meramente
de estilo entre reglas y principios, con el fin de subrayar en última instancia la equivalencia entre reglas y principios,
deja en la sombra un aspecto que me parece esencial del concepto de principio jurídico: me refiero a la dimensión
«normogenética» de los principios, su capacidad para justificar otras normas (otras normas ya existentes, respecto a
las cuales el principio es individualizado como la razón; o bien otras normas —implícitas— que el mismo intérprete
debe formular argumentativamente a partir del mismo principio) 474.
Por tanto, hace parte exactamente de la naturaleza de los principios solicitar reglas de actuación: la aplicación de
un principio es siempre mediada por una regla, y la relación entre principios y reglas no es de equivalencia, sino de
justificación (el mismo FERRAJOLI reconoce además que «se puede incluso afirmar que detrás de cada regla hay también
un principio»: CPCG, 38). Y por otra parte, puesto que los principios son genéricos e indeterminados (como FERRAJOLI
también lo admite), entonces un principio podrá justificar muchas normas diversas, en lugar de ser equivalente a una
única regla. Una cuestión en absoluto diversa es, obviamente, la individualización del sujeto institucional al cual debe
ser atribuido la realización de determinatio, si sólo al legislador o también a los jueces 475 —y nótese que es este
problema el que precisamente le interesa más a FERRAJOLI—: en efecto, la idea de FERRAJOLI es que los principios cons-
titucionales deben ser aplicados sólo por el legislador, el cual dará lugar o a Derecho legítimo (si aplica bien los
principios constitucionales) o a Derecho ilegítimo (si omite aplicarlos, o si los aplica mal violándolos activamente)
476
. Pero ésta es una cuestión de política del Derecho, no de teoría del Derecho, la cual no puede ser resuelta con una
jugada puramente definitoria como la de postular una diferencia sólo estilística entre reglas y principios 477.
Ahora bien, tanto la dimensión normogenética de los principios, como la posibilidad de que un principio
justifique normas diferentes, resultan de hecho anuladas por la tesis de la equivalencia entre reglas y principios, según
la cual a cada principio corresponde una única y específica regla (que representa la prohibición de violar el principio).
La tesis de la equivalencia, en otras palabras, me parece que adolece, y no por casualidad, de un defecto teórico
simétrico respecto a la tesis de la distinción fuerte entre reglas y principios: como la tesis de la equivalencia (o de la
distinción muy débil) no logra explicar adecuadamente el funcionamiento de los principios, la tesis de la distinción
fuerte no logra tampoco dar cuenta del funcionamiento de las reglas, ya que construye un modelo de regla del todo
473 Cfr. L. PRIETO SANCHÍS , Justicia constitucional y derechos fundamentales, cit., 127: cuando debe aplicar un principio, «el juez carece
de una consecuencia jurídica concluyente para aplicar al caso».
474 Sobre la función «normogenética» de los principios, cfr. E. B ETTI, Interpretazione delta legge e degli atti giuridici (Teoria generale e
dogmatica), Milano,Giuffre, 19712, 317 (los principios tienen «una función genética respecto a las normas»); J. R AZ, «Legal Principles
and the Limits of Law», Yate Law Journal, vol. 81, 1972, 823-854 («principles as grounds for making new rules», 841); S. BARTOLE,
«Principi generali del diritto (diritto costituzionale)», en Enciclopedia del diritto, vol. XXXV, 1986, 515, 531; F. MODUGNO, «Principi ge-
nerali dell’ordinamento», en Enciclopedia giuridica, vol. XXIV, 1991, 4, 8-9; U. SCARPELLI, «Diritti positivi, diritti naturali: un’analisi
semiotica», en S. CAPRIOLI y F. TREGGIARI (a cura di), Diritti umani e civilta giuridica,
Perugia, Stabilimento Tipografico Pliniana, 1992, 31-44 (39: los principios como «matrices y generadores de normas»); F. VIOLA y G. ZACC ARIA, Diritto e
interpretazione. Líneamentí di teoría ermeneutica del diritto , Roma- Bari, Laterza, 1999, 386; G. ZAGREBELSKY, La legge e il suo diritto, cit., 219; G. PINO,
Diritti e interpretazione, cit., cap. III.
475 Cfr. a propósito B. CELANO, «Derechos fundamentales y poderes de determinación en el Estado constitucional de Derecho», 2005, en Id.,
Derecho, justicia, razones, cit., 281-298.
476 Cfr. CGCP, 34: «En el modelo del constitucionalismo iuspositivista, la reparación de las lagunas y de las antinomias en las que aquéllas se
manifiestan no se confía al activismo interpretativo de los jueces, sino sólo a la legislación, y, por ello, a la política, en lo que se refiere a las lagunas, y a la
anulación de las normas inválidas —y por tanto a la jurisdicción constitucional—, en lo que se refiere a las antinomias» (cursiva mía).
477 Esto podría ser otro caso en el cual la filosofía política de FERRAJOLI , inspirada por una separación rigurosa entre funciones de gobierno (entre
las cuales está la legislación) y funciones de garantía (entre las cuales está la jurisdicción), termina por caer pesadamente sobre las categorías teóricas, deformándolas:
FERRAJOLI está en contra, en un ámbito filosófico-político, de los ejercicios de creatividad jurisprudencial, y entonces postula en ámbito teórico la equivalencia entre
reglas y principios —lo cual es en realidad una directiva meta-interpretativa que impone a los jueces la interpretación restrictiva de las normas de principio— (para la
distinción entre función de gobierno y función de garantía, vid. L. FERRAJOLI, Principia iuris, vol. 1, cit., 869-875).
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 213
artificial (las reglas serían siempre in- derrotables por consideraciones de «peso», etc.) que no encuentra contraparte
en la realidad 478.
Hasta aquí los presuntos defectos teóricos de la categoría de los principios. Por otra parte, está la tesis normativa,
de política del Derecho, según la cual el uso de (y el énfasis sobre) los principios tiene efectos indeseables de
debilitamiento de la normati- vidad de las constituciones. Creo que este riesgo es exagerado. No es inevitable que el
uso argumentativo de los principios constitucionales determine su debilitamiento normativo (o de todas maneras un
debilitamiento de la constitución): de hecho, en Italia, muchos principios constitucionales han adquirido normatividad
sólo, o en primer lugar, gracias a la actividad interpretativa de la jurisprudencia y de la doctrina, mientras que el
legislador mantenía en consideración una condición de culpable inercia 479; en la cultura jurídica italiana de la
segunda mitad del siglo veinte (en particular a partir de finales de los años sesenta), la jurisprudencia tanto ordinaria
como constitucional ha sido un factor primario para asegurar la normatividad de la constitución, mucho más que el
poder legislativo: la fuerza preceptiva de la constitución es resultado de la cons- titucionalización de la cultura
jurídica. Ha sido precisamente la constitucionalización de la cultura jurídica con su bagaje de prácticas interpretativas
y argumentativas más o menos atrevidas (la interpretación adecuadora, el efecto de irradiación, la aplicación directa
de la Constitución por parte de los jueces ordinarios, etc.) la que ha favorecido la cada vez mayor penetración de la
constitución en el ordenamiento jurídico italiano, y la que le ha hecho adquirir valor totalmente normativo y no sólo
de invitación y programa dirigido al legislador. Obviamente, se pueden tener las opiniones más diversas sobre la
legitimidad de la «suplencia judicial» respecto a la inercia del legislador, pero lo que se ha observado hace poco sobre
la historia reciente de la cultura jurídica italiana es suficiente para contradecir la tesis según la cual el uso
jurisprudencial de los principios los debilite (o los debilite necesariamente).
El riesgo de protagonismo judicial excesivo podría de todas maneras evitarse, según FERRAJOLI , recurriendo a
formulaciones más rigurosas, claras, precisas, de los textos constitucionales, que eviten decisiones muy creativas por
parte de la jurisprudencia.
Aunque aquí no tengo el espacio para argumentar de manera satisfactoria en contra de esta tesis 480, considero
que sea difícilmente plausible, incongruente, que una constitución contenga regulaciones detalladas, derechos
formulados y regulados de manera circunstanciada y precisa (como en cambio sí esperaríamos encontrar en un texto
legislativo, que precisamente tiene la función no de proclamar un derecho o principio, sino de regular su ejercicio y
aplicación). Muy brevemente, las razones por las cuales esto no sería plausible tienen que ver con la circunstancia
que, en el contexto de los Estados constitucionales de Derecho, las constituciones tienen las siguientes características
principales: a) son fruto de compromisos entre diversas fuerzas políticas que expresan visiones diversas de la
sociedad; b) tienen por lo general una connotación pluralista, que deriva de su carácter de pacto y compromiso: de
modo que asumen el pluralismo (la diversidad de las concepciones del bien, de la vida buena, de la libertad, de las
relaciones sociales) no sólo como un dato de hecho, sino también como un valor para ser preservado, y quizás el
único (meta-)valor que es más importante que los otros; c) deben aplicarse, potencialmente, a toda la sociedad: una
constitución es, casi literalmente, un proyecto orgánico de fundación de un orden social, y d) están pensadas para
durar por mucho tiempo.
Si esta representación de las características principales de las constituciones contemporáneas es correcta,
478 Sobre la incapacidad de las teorías de la distinción fuerte para explicar el funcionamiento de las reglas (tanto que, aceptando tal enfoque, las
reglas no existirían), cfr. T ENDICOTT, «Three Puzzles about Legal Rules», en P. CHIASSONI (ed.), The Legal Ought, Torino, Giappichelli, 2001, 65-82 (a
propósito de DWOR IN); B.
CELANO, «Principios, reglas, autoridad», cit. (a propósito de A TIENZA y RuiZ MAÑERO); A. GARCÍA FlGUEROA, Criaturas de la moralidad,
cit., 141-143 (a propósito de ALEXY).
479 A propósito de esto, vid., entre otros tantos, P. F. GROSSI, Attuazione e inattuazione delta Costituzione , Milano, Giuffre, 2002.
480 Para un argumento más detallado reenvío a G. P INO, «Il linguaggio dei diritti», Ragion pratica, 31, 2008, 393-409; Id., Diritti
e interpretazione, cit., cap. V; vid. además B. CELANO, «¿Cómo debería ser la disciplina constitucional de los derechos?», 2002, en Id.,
Derecho, justicia, razones, cit., 195-234; R. BIN, «Che cos’e la Costituzione?», Quaderni costituzionali, 2007, 1, 11-52.
214 Giorgio Pino
3. SOBRE LA PONDERACION
Uno de los efectos negativos del constitucionalismo principialista es, según F E- RRAJOLI , la difusión de la
ponderación como técnica de argumentación jurídica. Esta crítica de FERRAJOLI parece dirigirse tanto a los teóricos que
han conceptualizado, y quizás también fomentado, esta técnica argumentativa, como a las cortes que de hecho la
emplean. En realidad, FERRAJOLI reconoce que la ponderación representa una técnica del todo legítima y fisiológica en
un ordenamiento jurídico: sea en el ámbito de las elecciones legislativas, sean en el ámbito de la interpretación
judicial; no obstante, considera que el rol reconocido a esta técnica haya sido excesivamente enfatizado, sea respecto
a cuanto de hecho sucede, sea, sobre el plano normativo, respecto a aquello que debería ser el perímetro justo de los
poderes del legislador y de los jueces.
Respecto a la ponderación legislativa, FERRAJOLI afirma que ésta es ciertamente requerida por los principios
directivos y también, al menos en parte, por los derechos sociales; en cuanto a lo que concierne a los principios
regulativos, en cambio, éstos normalmente no requieren ponderación, a menos que no estén sometidos a limitaciones
(expresas) por parte de los principios directivos (por ejemplo un derecho de libertad que es limitado por exigencias de
«seguridad» genéricamente formuladas).
Este cuadro es, con la excepción que diré, compartióle; y FERRAJOLI tiene absolutamente razón, además, en
subrayar que por lo general la relación entre derechos fundamentales no es sólo de conflicto, sino también de
«sinergia»: de hecho, por lo general, el valor de un Derecho deriva, inter alia, de la existencia de otros Derechos;
normalmente el goce de un derecho fundamental requiere que también sean reconocidos y garantizados otros
derechos fundamentales.
No obstante tengo la impresión que el cuadro propuesto por FERRAJOLI termine por confirmar, antes que desmentir,
la tesis «principialista» de la inevitabilidad de la ponderación (incluso, en este caso, de la ponderación legislativa); de
hecho, si leemos el modo en el cual son formulados los derechos fundamentales en un texto constitucional
contemporáneo o en una «carta de derechos» (por comodidad hago implícitamente referencia a la constitución
italiana, pero lo mismo se podría decir, creo, para la constitución española, para el CEDH, etc.), nos damos cuenta
inmediatamente que la gran mayoría de los derechos fundamentales, aun cuando proclamados por principios
regulativos, incorporan excepciones y limitaciones provenientes de principios directivos: «orden público», «utilidad
social», «dignidad humana», «motivos de sanidad o de seguridad», etc. Además, y esta es la excepción a la que hacía
referencia arriba, no es así seguro, a menos de convertirlo en una verdad analítica por medio de la estipulación, que
los derechos fundamentales reconocidos por los principios regulativos no entren en conflicto entre ellos: un ejemplo,
además, lo ofrece el mismo FERRAJOLI , cuando indica la posibilidad de conflicto entre libertad de prensa y derecho a la
481 ¿A cuántas modificaciones habría sido necesario someter un texto constitucional que hubiese regula do de modo detallado la
libertad de manifestación del pensamiento, o el derecho a la privacy, así como eran conocidos hace sesenta años?
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 215
intimidad 482. De este modo el espacio de los conflictos y de las relativas ponderaciones se extiende de modo ulterior.
Por tanto, es discutible la conclusión que «en la mayor parte de los casos generalmente analizados [...] los
principios se aplican a sus violaciones sin que necesariamente intervengan —más que en otros juicios—
ponderaciones y opciones subjetivas de valor» (CGCP, 43): por el contrario, se podría más bien afirmar que las
hipótesis de aplicación categórica de un principio son las más raras, y que a menudo el principio aplicado
categóricamente ha sido previamente objeto de una oportuna —y quizás tácita— delimitación a la luz de otros
principios. En todo caso, al menos uno de los ejemplos que FERRAJOLI aduce sobre aplicación por medio de subsunción
de un principio (las discriminaciones en violación del principio de igualdad) parece infeliz, porque la aplicación del
principio de igualdad implica necesariamente, y no contingentemente, valoraciones sustanciales sobre la
admisibilidad, razonabilidad, etc., de una cierta discriminación legislativa (hacer distinciones es, en un cierto sentido,
parte del trabajo cotidiano del legislador).
Respecto a la ponderación judicial, FERRAJOLI subraya que la ponderación no representa ni una novedad aparecida
con el Estado constitucional de Derecho y la cons- titucionalización de la cultura jurídica, ni una técnica exclusiva de
la interpretación constitucional —y esto es del todo compartible 483—; según FERRAJOLI la ponderación representa
«poco más que una expresión nueva para denominar a la vieja “interpretación sistemática”» (CGCP, 46) —esta
afirmación es también en ciertos aspectos incontestable 484, si entendemos genéricamente la interpretación sistemática
como una técnica basada en utilizar, en el procedimiento interpretativo sobre una norma, todas o algunas otras normas
del sistema—.
Por otra parte, la reconducción de la ponderación a la interpretación sistemática termina siendo poco informativa,
ya que «interpretación sistemática» no designa una específica técnica interpretativa, sino una entera familia de
técnicas interpretativas, unidas por el hecho de hacer, en algún sentido, referencia al sistema, o a partes de éste, o de
cualquier modo al contexto en el cual está ubicada la disposición objeto de interpretación 485. Por tanto, definir la
ponderación como un miembro de la familia de la interpretación sistemática dice poco, hasta que no se aclare de qué
modo la ponderación considere las otras normas relevantes: cuál sea la peculiaridad de la ponderación en el ámbito de
las técnicas interpretativas sistemáticas.
Ahora bien, FERRAJOLI hace referencia a dos ulteriores elementos para caracterizar la ponderación: en primer
lugar, el mayor grado de discrecionalidad que la ponderación comporta respecto a las otras técnicas, determinado por
la necesidad de establecer, con un juicio subjetivo de valor por parte del juez, el «peso» de las normas que son objeto
482 Cfr. CGCP, 49 (en las categorías de FERRAJOLI, se trata respectivamente de un derecho de libertad y de un derecho de
inmunidad). He discutido más ampliamente el tratamiento ferrajoliano de los conflictos entre derechos fundamentales en G. P INO ,
«Conflictos entre derechos fundamentales. Una critica a Luigi Ferrajoli», Doxa, 32, 2009, 647-664; cfr. además J. J. MORESO, «Sobre
los conflictos entre derechos», en M. CARBONELL y P. SALAZAR (coords.), Garantismo. Estudios sobre el pensamiento jurídico de Luigi
Ferrajoli, Madrid, Trotta, 2005, 159-170; L. PRIETO SANCHÍS, «Principia iuris: una teoría del Derecho no (neo)constitucionalista para el
Estado constitucional», cit., 340-351; A. PlNTORE, «Il nome delle cose. In margine a Principia iuris di Luigi Ferrajoli», Sociologia del
diritto, 2009, 2.
483 Sobre este punto, cfr. G. PINO, «Conflitto e bilanciamento tra diritti fondamentali», cit., esp. 222-230 (para una sintética
genealogía de la ponderación); Id., Diritti e interpretazione, cit., cap. VII (para la distinción entre ponderación entre principios
constitucionales —ponderación «como técnica»— y ponderación en los otros sectores del Derecho —ponderación «como lógica»—);
cfr. también R. BIN , «Ragionevolezza e divisione dei poteri», Diritto & Questionipubbliche, 2, 2002; M. BARBERIS, «Legittima difesa e
bilanciamenti», en A. BER- NARDI, B. PASTORE y A. PUGIOTTO (comps.), Legalitdpenale e crisi del diritto, oggi. Un percorso
interdisciplinare, Milano, Giuffre, 2008, 85-104 (esp. 86-89).
484 Vid. en este sentido también M. DOGLIANI, «Il “posto” del diritto costituzionale», Giurisprudenza cos- tituzionale, 1993,525-
544 (531). Es verdad, por otro lado, que es controvertido si la ponderación es realmente configurable como un tipo de interpretación:
cfr. R. BIN, Diritti e argomenti. Il bilanciamento degli interessi nella giurisprudenza costituzionale, Milano, Giuffre, 1992, 60-61; R.
GUASTINI, Linterpretazione dei documenti normativi, Milano, Giuffre, 2004, 296.
485 Por ejemplo, el «combinato disposto»; el argumento topográfico, o de la sedes materiae; el argumento de la constancia
terminológica, y también aquél de la inconstancia terminológica; el argumento conceptualista, o dogmático; el argumento de los
principios en general; la interpretación adecuadora (cfr. G. T ARELLO, Linterpretazione della legge, cit., 375-378; R. GUASTINI,
Linterpretazione dei documenti normativi, cit., 167-176).
216 Giorgio Pino
de ponderación. En segundo lugar, el hecho que, según FERRAJOLI , la ponderación tiene por objeto no normas o
principios, sino las «circunstancias de hecho» que justifican la aplicación de las normas: son por tanto las diversas
circunstancias de hecho que se presentan en los diversos casos que hacen que en un caso se deba aplicar un cierto
principio, y en otro caso otro principio.
En mi opinión, esta línea de argumentación es sorprendente: ¿en qué sentido, en realidad, se pueden ponderar
«hechos»? Un hecho, en sí, no «pesa» más o menos que otro hecho: los hechos adquieren relevancia, y por tanto
«peso», en el Derecho como en otro lugar, sólo a la luz de algún criterio normativo, como lo puede ser una norma
jurídica (regla o principio), una valoración moral o equitativa, una estimación económica, etc. 486; también en los
ejemplos considerados por FERRAJOLI (la valoración de las circunstancias atenuantes y agravantes, o de las causas de
justificación, en un juicio penal) las circunstancias de hecho sólo son visibles a la luz de un criterio normativo, que a
veces puede no estar explicitado, y otras veces puede ser enteramente remitido a la apreciación del juez 487. Se sigue
que, si por ejemplo el criterio relevante es un principio constitucional, la ponderación consiste en atribuir un peso a
los principios relevantes (peso que podrá ser influenciado, obviamente, por la consideración de las circunstancias
fácticas: por la importancia que cada principio asume respecto a las circunstancias de hecho relevantes) 488. Temo que
presentar diversamente la cuestión, además de ser discutible sobre el plano teórico, tiene el riesgo de dejar en la
sombra el hecho que son balanceados, y aplicados según un orden de preferencia, exactamente principios
constitucionales —con la relativa asunción de responsabilidad institucional que esto comporta—.
En fin, el último elemento objeto de crítica del constitucionalismo principialista por parte de F ERRAJOLI es la tesis
de la conexión necesaria entre Derecho y moral; FE- RRAJOLI reclama, contra esta tesis, la superioridad de la tesis
positivista de la separación entre Derecho y moral, en el sentido que «la existencia o la validez de una norma no
implica en absoluto su justicia, y ésta no implica en absoluto su validez» (CGCP, 31). En particular, la tesis de la
separación entre Derecho y moral, en la formulación poco antes vista, no sería puesta en peligro por la acaecida
positivización en los textos constitucionales de los Derechos naturales y de los principios éticos provenientes de la
tradición del iusnaturalismo iluminista.
Aunque estoy de acuerdo con la afirmación de FERRAJOLI , considero que sea necesario identificar más
detalladamente varios aspectos del problema de las relaciones entre Derecho y moral; de este modo se podrá destacar
que muchos tipos de conexión entre Derecho y moral son clara o banalmente necesarios (hasta aquí poco importa que
se trate de una necesidad conceptual o de una necesidad empírica); que ningún defensor del positivismo jurídico tenga
razón para negarlos; y que más bien (una vez sustentada la tesis positivista de la separación, en la forma específica
requerida por el positivismo jurídico) es muy oportuno que los iuspositivistas presten mayor atención teórica a
486 Una objeción análoga a aquélla formulada en el texto está en P. C HIASSONI , «La defettibilita nel di- ritto», Materialiper una
storia della cultura giuridica, 2008, 471-506 (esp. 476-477), a propósito de la así llamada derrotabilidad «óntica» —es decir, la idea
que algunas veces los que son derrotables son los hechos, y no las normas— (tesis sostenida p. ej., en J. H AGE, «Law and
Defeasibility», en IVR - Encyclopaedia of Jurisprudence, Legal Theory and Philosophy of Law, diciembre de 2004; G. SARTOR, «Sillogismo
e defeasibility. Un commento su Rhetoric and the Rule of Law di Neil MacCormick», Diritto & Questioni pubbliche, 9, 2009, 9-27, 21).
487 Sobre los modos en los cuales el Derecho de vez en cuando impide o requiere al juez que recurra a argumentos y
valoraciones morales, vid. J. RAZ, «Incorporation by Law», 2004, en Id., Between Authority ad Interpretation, Oxford, Oxford U. P., 2009,
182-202.
488 Por ejemplo, a la libertad de expresión puede ser atribuido un peso diverso si es considerado en el ámbito de un debate
político, o en el ámbito de investigaciones periodísticas de interés público, o de una publicidad comercial; a la tutela de la intimidad
puede ser atribuido un peso diverso si se trata de una figura pública o de un ciudadano común (por lo general la primera está menos
garantizada que la segunda), o hace referencia a hechos banales e insignificantes o a hechos «sensibles» como información sobre la
salud, la vida sexual (id.); al derecho a la salud puede ser atribuido un peso diverso según se haga referencia a elecciones de fin de
vida o a la libertad de no vacunarse, etcétera.
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 217
algunas de estas conexiones. Todo esto, en otras palabras, para evitar el riesgo que una tesis que aunque siendo del
todo exacta como aquella enunciada por FERRA- JOLI y por casi todos los iuspostivistas, se reduzca a ser un fortín
inexpugnable, pero puesto en guardia en un territorio ya ampliamente conquistado por los bárbaros.
Hablaré genéricamente de «relaciones» entre Derecho y moral, y con esto quiero dejar abierta, por el momento,
la cuestión acerca de si la relación, que de vez en cuando se toma en consideración, tiene el carácter de una conexión
necesaria, o de una conexión sólo empírica y contingente (y, por tanto, se trate de una relación de «se- parabilidad»),
o de una verdadera y precisa separación (es decir, la necesidad de una no conexión) —por otra parte, para algunas de
la hipótesis que veremos enseguida, entender si se trata de una relación necesaria o más bien contingente termina
siendo, después de todo, un aspecto secundario de la cuestión 60—.
R1) Relaciones identificativas entre Derecho y moral: relacionadas, obviamente, con el problema de la
identificación del Derecho 61. Este problema puede ser puesto en al menos tres planos distintos 62:
R1a) El problema de la identificación del concepto de Derecho (y, por tanto, el problema de la definición del
Derecho, el problema del ¿quid ius?); desde este punto de vista, la tesis de la conexión sostiene que la definición del
concepto de Derecho incluye necesariamente elementos morales 63, mientras que la tesis de la separación sostiene que
el concepto de Derecho puede o debe ser reducido a elementos puramente fácticos;
R1b) El problema de la identificación de las fuentes del Derecho; desde este punto de vista, la tesis de la conexión
sostiene que las fuentes del Derecho, o algunas de estas, pueden ser identificadas a través de consideraciones de
naturaleza moral (por ejemplo, podrían ser consideradas fuentes del Derecho: la equidad, determinados preceptos
morales, la naturaleza de las cosas, la intuición moral, etc.); en cambio, la tesis de la separación sostiene que las
fuentes del Derecho consisten sólo en hechos empíricamente comprobables (principalmente, hechos humanos), sin
hacer alguna referencia a consideraciones morales; eventualmente, la moral puede desarrollar el rol de fuente del
Derecho si esto está contingentemente previsto por la norma de reconocimiento 489 490 491 492 de un cierto sistema
jurídico (y la existencia de la norma de reconocimiento es a su vez un hecho, de modo que el fundamento último de la
identificación del Derecho sigue siendo de tipo fáctico);
R1c) El problema de la identificación de las normas jurídicas; desde este punto de vista, la tesis de la conexión
sostendrá que la interpretación jurídica «en sentido estricto» (la atribución de significado a documentos normativos, el
problema del ¿quid iuris?), requiere necesariamente valoraciones y argumentos morales, mientras que la tesis de la
separación sostendrá que valoraciones y argumentos morales nunca son requeridos, o que lo son sólo de modo
contingente, en la interpretación jurídica.
R2) Relaciones interpretativas entre Derecho y moral: consideran el problema de si la actividad de interpretación
«en sentido amplio» 64 requiere necesariamente, o bien sólo de modo contingente, o bien excluya necesariamente,
recurrir a valoraciones y argumentos morales. De modo diverso respecto a R1c), aquí «interpretación» no se refiere
sólo a la atribución de significado a una fuente, sino en general a la elección de la norma aplicable a un caso y, por
tanto, puede requerir la solución de problemas de antinomias, lagunas, aplicabilidad, concreción de cláusulas
generales y de conceptos elásticos e indeterminados, ponderación, derrotabilidad, etc.; la respuesta a la cuestión
acerca de si hay o no una conexión interpretativa entre Derecho y moral puede consistir en una tesis definitoria,
489 Como afirma M. BARBERIS, «Una disputa quasi oxoniense. Raz vs. Alexy sul positivismo giuridico», Ra- gion pratica, 34, 2010,
203-220, «conexiones contingentes (entre Derecho y moral) pueden resultar no menos interesantes e importantes» (220).
490 Las primeras tres formas de relación (identificativa, justificativa, interpretativa) reelaboran una importante clasificación ya
propuesta por C. N IÑO, Derecho, moral y política, cit.; cfr. también P. C OMANDUCCI , «Las conexiones entre el Derecho y la moral»,
Derechos y libertades, VIII, 12, 2003, 15-26; M. BARBERIS, «Una disputa quasi oxoniense», cit., NIÑO y BARBERIS hablan de conexión (o
separación) conceptual o definitoria, allá donde yo he preferido usar (como C OMANDUCCI ) identificativa; las razones de esta elección
resultarán aclaradas dentro de poco.
491 Una análoga distinción entre varias formas de relación identificativa ha sido evidenciada en M. B ARBE- RIS, «Una disputa quasi
oxoniense», cit., 216-220; un señalamiento en tal sentido se encuentra ya en L. G IAN- FORMAGGIO, «Rapporti tra etica e diritto»,
1990, en EAD., Filosofia e critica del diritto, Torino, Giappichelli, 1995, 43-59 (a 45).
492 Para una valoración crítica de este «definitional approach» a la cuestión de la relación entre Derecho y moral, cfr. J. R AZ,
Practical Reason and Norms, Oxford, Oxford U. P., 1975, 19902, 163-165.
218 Giorgio Pino
relativa al concepto de «interpretación», o bien en un conjunto de tesis normativas sobre la «buena interpretación».
R3) Relaciones justificativas entre Derecho y moral: concierne al problema de si el Derecho representa una razón
justificativa autónoma, si es fuente autónoma de obligaciones morales, o bien si puede justificar decisiones (de los
órganos de aplicación) y comportamientos (de los ciudadanos) sólo con base en una elección moral. En otras palabras,
se trata del problema de la obligación de obedecer al Derecho: la tesis de la conexión sostiene que no existe una
obligación autónoma de obedecer al Derecho (tal obligación sólo podría derivar de consideraciones morales),
mientras que la tesis de la separación sostiene que Derecho y moral son dominios prácticos separados, cada uno de los
cuales es fuente de obligaciones autónomas genuinas y, por tanto, el Derecho puede ser obligatorio de por sí (el deber
de obedecer al Derecho es autónomo respecto a los deberes de origen moral); esta puede ser una tesis definitoria,
relativa al concepto de Derecho (concepto que incluiría así el elemento de la obligatoriedad), o bien un conjunto de
tesis filosófico-políticas sobre las condiciones que justifican obedecer al Derecho.
R4) Relaciones funcionales entre Derecho y moral: el Derecho puede ser considerado una condición esencial para
la existencia, el mantenimiento y el funcionamiento de la sociedad; y, si a la existencia de la sociedad se atribuye
valor moral positivo, entonces de esto se sigue un tipo de conexión necesaria entre Derecho y moral. O bien, de modo
más débil, el Derecho puede desarrollar importantes funciones respecto a la moral: puede hacer que ciertas exigencias
morales muy genéricas, indeterminadas, 493 conflictivas, sean más determinadas y precisas; una vez que el Derecho
ha dado forma pública y determinada a ciertas exigencias morales, hace que sean más fácil de respetar y proteger en
la práctica; y así sucesivamente.
R5) Relaciones causales entre Derecho y moral: siendo el Derecho positivo fruto de actos humanos (por lo
general deliberados) de producción normativa, es evidente que la producción del Derecho positivo tenga en cuenta los
valores morales y las exigencias difundidas en la sociedad, o que sean consideradas como tales por parte de las
autoridades normativas; aquí la moral relevante no es necesariamente una moral verdadera, objetiva, o compartida por
unanimidad en la sociedad: puede tratarse de la moral del grupo dominante, o de exigencias morales que una
autoridad legitimada, sobre base representativa, cree sean compartidas por su electorado.
R6) Relaciones psicológicas entre Derecho y moral: el hecho que el Derecho prohíba, obligue, permita ciertas
conductas puede originar la convicción, incluso sólo subliminalmente, pero no por esto menos influyente en la
realidad, que aquellas mismas conductas sean también moralmente prohibidas, obligatorias, o permitidas. El Derecho,
en otras palabras, puede tener el efecto (corresponda o no esto a una política deliberada por parte de las autoridades
normativas) de influenciar sobre la mentalidad difundida, sobre la conformación de la moral social del grupo al cual
se aplica.
R7) Relaciones de contenido entre Derecho y moral: al menos en parte, Derecho y moral regulan la misma
materia; si bien sería una exageración no plausible afirmar que Derecho y moral tienen in toto el mismo objeto
(existen claramente materias objeto de regulación jurídica y que son moralmente irrelevantes, y viceversa), no
obstante es evidente que muchos problemas morales son también objeto de disciplina jurídica (el Derecho regula
muchas materias dotadas de relevancia moral).
R8) Relaciones estructurales entre Derecho y moral: es posible que las características formales y estructurales del
Derecho, o algunas de éstas, sean adecuadas, por sí mismas, para generar consecuencias moralmente apreciables; así,
la generalidad de las reglas jurídicas podría asegurar una forma embrional de justicia que consiste en tratar, en
relación con las hipótesis de aplicación de la regla, todos los casos iguales de modo igual (justicia formal). O bien, la
presencia de órganos de solución autoritativa de las controversias permitiría estabilizar ciertas relaciones sociales,
evitar que la incerteza sobre ciertas relaciones se prolongue eternamente, etcétera.
R9) Relaciones de reenvío entre Derecho y moral: a veces sucede que el Derecho requiera (a los ciudadanos, o
493 Sobre esta acepción amplia de interpretación, cfr. G. T ARELLO, Linterpretazione delta legge, cit., 2433. P. CHIASSONI ,
«L’interpretazione dei documenti legislativi: nozioni introduttive», en M. B ESSONE (comp.), Interpretazione e diritto giudiziale I. Rególe,
metodi, modelli, Torino, Giappichelli, 1999, 21-45, 22-23 (interpretación «en sentido amplio»); Id., Tecnica dell’interpretazione giuridica,
Bologna, Il Mulino, 2007, cap. II («interpretación metatextual»). Interpretación en sentido estricto y en sentido amplio son de todos
modos actividades muy contiguas: es sólo por comodidad expositiva que las trato bajo etiquetas diversas.
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 219
más frecuentemente a los órganos de aplicación) realizar valoraciones morales; esto puede suceder cuando una norma
jurídica sea formulada incluyendo estándares morales (buena fe, corrección, etc.), o a través de la positiviza- ción de
principios morales.
R10) Relaciones valorativas entre Derecho y moral: el Derecho, se dice, es por su naturaleza un tipo de cosa (al
igual que tantas otras, pero a diferencia de tantas otras) que se presta para ser valorado primariamente en términos de
justicia o injusticia, moralidad o inmoralidad, etc.; esta característica del Derecho parecería revelar o por lo menos
aludir a algún tipo de relación entre Derecho y moral.
Esta pedante articulación de las posibles relaciones entre Derecho y moral nos deja ahora en condición de valorar
con mayor precisión los términos del debate entre positivistas y neoconstitucionalistas sobre la relación entre Derecho
y moral.
El positivismo jurídico, en general, defiende la tesis de la separación en sentido R1b): define de manera fáctica las
fuentes del Derecho —en esto consiste precisamente el carácter positivo del Derecho—: el Derecho válido es el
Derecho que ha sido puesto por medio de ciertos hechos humanos. En cambio, el positivismo jurídico incluso no
define el concepto de Derecho en términos exclusivamente fácticos [el sentido R1a)]: en realidad, los positivistas no se
ocupan normalmente de la cuestión acerca de la definición del concepto de Derecho, y no se ocupan de esto bajo el
capítulo de la tesis de la separación entre Derecho y moral 65: los positivistas generalmente no utilizan la tesis de la
separación como (parte de) una definición del concepto de Derecho, ni tampoco afirman que el concepto de Derecho
deba ser construido excluyendo todo elemento moral.
El positivismo jurídico admite además, por lo general, la conexión interpretativa entre Derecho y moral tanto en
el sentido estricto de R1c), como en el sentido amplio de R3): para tener una confirmación es suficiente pensar en el rol
de la discrecionalidad judicial en la teoría de la interpretación de HART o en aquélla de KELSEN 66. Por último, el
positivismo jurídico admite incluso la conexión justificativa entre Derecho y moral (R3), como consecuencia necesaria
de la reducción del Derecho a mero hecho 67 (en cambio, el positivismo ideológico «radical», admitiendo que sea
todavía una forma de positivismo jurídico, niega tal conexión). Y ésta es también, como lo hemos visto, la posición de
FERRAJOLI , que reconoce tranquilamente la presencia de factores morales en la interpretación, y que niega que el
Derecho sea de por sí obligatorio (de hecho, FERRAJOLI critica la falacia «ético-legalista» que consiste en la
identificación y en la confusión de la justicia con la validez).
Todos los otros tipos de relación entre Derecho y moral son objeto de discusiones al interior de la tradición
teórica iuspositivista, y representan cuestiones de notable interés teórico, pero de su aceptación o de su rechazo no se
sigue nada, me parece, respecto a la capacidad de la tesis estrictamente positivista de la separación identifi- cativa
entre Derecho y moral: se trata de cuestiones sobre las cuales los iuspositivistas pueden disentir razonablemente entre
ellos. Por ejemplo, algunos positivistas sostienen tranquilamente que tienen estatus de conexión necesaria entre
Derecho y moral 494 495 496 las relaciones causales (R5) 68, la relación de contenido (R7) 69, y la conexión valorativa
494 Sin embargo, véase alguna oscilación entre la identificación del Derecho (válido) y del concepto de Derecho en N. BOBBIO, 1l
positivismo giuridico, cit., 134-136; Id., Giusnaturalismo e positivismo giuridico, cit., 106; además, por lo menos en Introducción al
análisis del Derecho, cit., cap. I, C. NIÑO sostiene la preferencia por una definición fáctica del concepto de Derecho, y califica tal
posición como positivismo metodológico o conceptual. La trasformación de la tesis de la separación en una cuestión sobre la
definición del concepto de Derecho es por lo general realizada por autores antipositivistas (con el fin de mostrar la no plausibilidad de
esta tesis): cfr. R. ÁLEXY, Concetto e validitá del diritto, cit.; K. FÜSSER, «Farewell to “Legal Positivism”: The Sepa- ration Thesis
Unravelling», en R. GEORGE (ed. by), The Autonomy Of Law. Essays on Legal Positivism, Oxford, Oxford U. P., 1999, 119-162.
495 H. KELSEN, La dottrina pura del diritto, 1960, Torino, Einaudi, 1990, cap. VIII; H. L. A. H ART, The Concept of Law, Oxford, Clarendon,
1961, 19942, cap. VII (y vid. también 204-205, donde la interpretación es señalada como una de las posibles hipótesis de conexión
entre Derecho y moral). Vid. también U. SCARPELLI, «Il positivismo giuridico rivisitato», Rivista difilosofia, 3, 1989, 461-475 (esp. 470-
471).
496 J. RAZ, «Incorporation by Law», cit., 189: «in such cases [es decir, cuando se afirma que el Derecho es legítimo, ndr] we cannot
separate law from morality as two independent normative points of view, for the legal one derives what validity it has from morality»; insiste
sobre el hecho que la tesis positivista de las fuentes sociales es «normatively inert», J. GARDNER, «Legal Positivism: 5*A Myths»,
American Journal of Jurisprudence, vol. 46, 2001, 199-227 (213). No obstante, se puede notar que resulta problemática, en este
cuadro, la definición kelseniana de validez como fuerza vinculante.
220 Giorgio Pino
(R10) 70. Algunos positivistas afirman, y otros lo niegan, que tengan estatus de conexión necesaria entre Derecho y
moral la relación estructural (R8) 71, y la relación funcional (R4) 72. Algunos iuspositivistas afirman que en el caso de
la relación de reenvío (R9) la moral entra a hacer parte del Derecho (logrando en tal modo una conexión «por incor-
poración» entre Derecho y moral), mientras otros afirman que incluso en estos casos los dos dominios permanecen
netamente separados 73. Por último, algunos iuspositivis- tas sostienen que, dada la relación psicológica entre Derecho
y moral (R6) (considerada de modo verosímil no como una conexión necesaria, sino como una conexión empíri-
camente recurrente), una actitud iuspositivista sea pragmáticamente preferible porque «educa» a los ciudadanos a
pensar que no haya una obligación intrínseca de obedecer al Derecho y, por tanto, los adiestra para la crítica moral del
Derecho 74. Pero todas éstas, repito, no son tesis calificadoras del positivismo jurídico: no hay una respuesta
típicamente iuspositivista a estas preguntas.
En cambio, el neoconstitucionalismo «metodológico», o anti-positivismo, afirma que entre Derecho y moral se
den conexiones (generalmente presentadas como conexiones conceptuales, necesarias) de tipo identificativas (sea a
nivel de concepto de Derecho, sea a nivel de identificación de las fuentes o de las normas) y de tipo interpretativas
(cfr. supra, nota 9 y texto correspondiente). 497 498 499 500 501 502 503
497 A. Ross, «Il concetto di validita e il conflitto tra positivismo e giusnaturalismo», cit., 82; H. L. A. HART, The Concept of Law,
cit., 198.
498 H. L. A. HART , The Concept of Law, cit., 188, a propósito del «contenido mínimo del Derecho natural» habla de un «elemento
común» del Derecho y de la moral de una sociedad; vid. además J. RAZ, «About Mo- rality and the Nature of Law», 2003, en Id.,
Between Authority adInterpretaron, Oxford, Oxford U. P., 2009, 166-181 (168); B. CELANO, «Iusnaturalismo, positivismo jurídico y
pluralismo ético», 2005, en Id., Derecho, justicia, razones, cit., 127-150.
499 L. GREEN, «Legal Positivism», en StanfordEncyclopedia of Philosophy, 2003, § 4.2 («necessarily, law is
justice-apt»).
500 Para la tesis afirmativa, H. L. A. H ART , «Positivism and the Separation of Law and Morals», 1958, en Id., Essays in
Jurisprudence and Philosophy, Oxford, Clarendon Press, 1983, 81; Id., The Concept of Law, cit., 206-207. Para la tesis negativa, J.
GARDNER, «The Virtue of Justice and the Character of Law», Current Legal Problems, vol. 53, 1, 2000; L. G REEN, «The Germ of Justice»,
Oxford Legal Studies Research Paper No. 60/2010 (available at http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1703008 ).
501 T. ENDICOTT, «Una teoria del diritto naturale», Materiali per una storia della cultura giuridica, 2005, 191-211 (una versión débil
del argumento «funcional» es defendido, p. ej., por T. H ONORÉ , «The Dependance of Morality on Law», Oxford Journal of Legal Studies,
vol. 13, 1, 1993, 1-17; J. RAZ , «Incorporation by Law», cit. 192); contra, P. CHIASSONI , «Una teoria del diritto naturale? Alcune
perplessita», Materiali per una storia della cultura giuridica, 2005, 213-223 (219).
502 Para la tesis según la cual el reenvío a la moral determina su incorporación en el Derecho, H. K ELSEN, «La garanzia
giurisdizionale della costituzione (La giustizia costituzionale)», 1928, en Id., La giustizia costituzionale, Milano, Giuffre, 1981, 143-206,
188-190; Id., Teoria generale del diritto e dello Stato, cit., 134; M. KRAMF.R, «Why The Axioms and Theorems of Arithmetic are not Legal
Norms», Oxford Journal of Legal Studies, vol. 27, 3, 2007, 555-562 (y en general todos los iuspositivistas «inclusivos»). Para la tesis
que también en caso de reenvío permanezca la separación entre Derecho y moral, J. R AZ, «On The Autonomy of Legal Reasoning»,
1993, en Id., Ethics in the Public Domain. Essays in the Morality of Law and Politics, Oxford,Oxford U. P., 1994, 326-340: el razonamiento
jurídico «about the law» concierne a la individualización del Derecho cómo éste está contenido en fuentes sociales, y es autónomo de
la moral, mientras el razonamiento jurídico «according to law» se presenta cuando las fuentes del Derecho reenvían a consideraciones
extrajurídicas, y es una forma de razonamiento moral.
503 H. L. A. HART, «Positivism and the Separation of Law and Morals», cit., 53-54; Id., The Concept of Law, cit., 296; J.
RAZ, «The Argument from Justice, or How Not to Reply to Legal Positivism», cit., nota 28 («Legal positivists are more likely than
natural lawyers or other non-positivists to affirm that sometimes courts have (moral) duties to disobey
unjust laws»).
221 Giorgio Pino
504 Uno de los ejemplos más espectaculares es J. C OLEMAN, The Practice of Principle. In
Defence of a Prag- matist Approach to Legal Theory, Oxford, Oxford U. P., 2003.
505 No intento sostener que en el Estado legislativo, o de todos modos a nivel infra-constitucional
(en los códigos, en las leyes, etc.), este tipo de relación entre Derecho y moral no se presente. Intento
decir que en el contexto del Estado constitucional de Derecho este tipo de relación adquiere una
visibilidad mucho mayor, que hace imposible no ocuparse o desatender tal fenómeno.
506 Cfr. H. KELSEN, Teoría generale del diritto e dello Stato, cit., 114-115; H. L. A. HART, The Concept of
Law, cit., 185-186; J. COLEMAN y B. LEITER, «Legal Positivism», en A Companion to Philosophy of Law and
Legal Theory, edited by D. PATTERSON, Oxford, Blackwell, 1996, 241-260 (243); J. G ARDNER, «Legal
Positivism: 5^ Myths», cit., 223; L. G REEN , «Legal Positivism», cit.; A. M ARMOR, «Exclusive Legal
Positivism», en J. COLEMAN y S. SHAPIRO (eds.), The Oxford Handbook of Jurisprudence & Philosophy of
Law, Oxford, Oxford U. P., 2002, 104-124; K. E. HlMM , «Inclusive Legal Positivism», ibid., 135; J. J.
MORESO, «En defensa del positivismo jurídico inclusivo», en P. N AVARRO y M. C. REDONDO (comps.), La
relevancia del Derecho. Ensayos de filosofía jurídica, moral y política, Barcelona, Gedisa, 2002, 93-116 (94-
95).
507 R. GUASTINI, «Le avventure del positivismo giuridico», en E. BULYGIN, Ilpositivismo giuridico
(2006), a cura di P. CHIASSONI , R. GUASTINI y G. B. RATTI , Milano, Giuffre, 2007, XXXVII-XLVIII
(XLVI).
508 Para un tratamiento más detallado de los conceptos de «validez material» y de «superioridad
material», reenvío a G. PINO, «Norme e gerarchie normative», Analisi e diritto, 2008, 263-299. Cfr.
también R. GUASTINI, Le fonti del diritto. Fondamenti teorici, Milano, Giuffre, 2010, 255-256.
222 Giorgio Pino
509 Uso esta definición inspirándome en H. K ELSEN, Teoria generale del diritto e dello Stato, cit., 164:
«Como todo eso que el Rey Midas tocaba se transformaba en oro, así todo eso a lo que el Derecho se
refiere se vuelve Derecho, es decir, algo jurídicamente existente» (vid. también 134). Argumentos de
este tipo se pueden encontrar en T. M AZZARESE , «Diritti fondamentali e neocostituzionalismo: un
inventario di problemi», cit., 16; R. G UASTINI, «Sostiene Baldassarre», Giurisprudenza costituzionale, 2007,
1373-1383; Id., «Le avventure del positivismo giuridico», cit., XLV (los conceptos morales, una vez
positivizados, «cesan de ser conceptos morales y se vuelven conceptos jurídicos»); Id., «A proposito di
neo-costituzionalismo», cit.
510 Como ya he observado (supra, nota 76), esto algunas veces sucede también en el lenguaje
legislativo, pero de modo mucho más raro (puede suceder que en una ley hayan declaraciones de
principio, pero la reglamentación legislativa es por lo general una reglamentación de detalle).
511 Metodologías alternativas para la interpretación de estas cláusulas podrían ser: la
interpretación literal, la interpretación intencionalista (según la voluntad de los constituyentes), la
interpretación según la consciencia social. He pretendido mostrar la no plausibilidad de metodologías
similares en G. PINO, «Il linguaggio dei diritti», cit.; Id., Diritti e interpretazione, cit., cap. V.
A
512
DQXA 34 (2011)
Un mercado regulado, una sustancia química, una fórmula matemática no cesan de ser lo que
son, se vuelven «jurídicas», porque han sido contempladas por una norma jurídica. Para entender
Principios, ponderación, y la separación entre Derecho y moral. Sobre el... 223
aquel fenómeno como mercado, como sustancia química, como fórmula matemática, se deberá
recurrir a criterios que provengan respectivamente de la economía, de la química, de la matemática.
y moral, y restringiendo proporcionalmente la importancia de la tesis positivista de la
separación, cada vez más limitada a sólo una tesis sobre la identificación de las fuentes, de
la validez formal513. De modo que existe un aspecto de la validez —la validez material—
para el cual la tesis positivista de la separación entre Derecho y moral no vale, y, según los
mismos iuspositivistas, no vale necesariamente.
He llegado a la conclusión. La fusión, al menos en algunos casos (pero son casos
muy importantes), entre razonamiento jurídico y razonamiento moral, que es consecuencia
de la necesidad de interpretar cláusulas constitucionales que reenvían expresamente a
principios morales, es un dato de hecho ineludible. Esto no requiere abandonar la tesis
positivista de la separación, pero limita drásticamente su relevancia sólo a la
determinación de la validez formal. Y bien, es lícito solicitar a una teoría iusposi- tivista
que intente hacerse cargo también de este nivel de análisis 514 (siempre que no se
acontente, desde luego, con relegar estos problemas al pantano de la discrecionalidad
interpretativa y de las incontrolables opciones subjetivas de valor). En otras palabras, a
falta de un análisis similar, la tesis de la separación no sólo arriesga con reducirse a una
representación consolatoria que nos reasegura que nosotros iuspositivistas, por un lado, no
somos imperialistas éticos y, por otro, que estamos empeñados en (o por lo menos
recomendamos) un conocimiento científico del Derecho, sino que al mismo tiempo
arriesga con desatender varios tipos muy relevantes, y también filosóficamente
interesantes, de relación entre Derecho y moral.
(Traducción de Diego MORENO CRUZ)
513 Esto porque «la tesis positivista de la separación entre Derecho y moral [...] considera sólo la
identificación de las fuentes del Derecho positivo, no la identificación de su contenido» (R. G UASTINI,
«Le avventure del positivismo giuridico», cit., XLVI).
514 Algunos intentos de análisis de este tipo: J. J. M ORESO, «Dos concepciones de la aplicación de
las normas de derechos fundamentales», en J. BETEGÓN , J. DE PARAMO y L. PRIETO SANCHÍS (comps.),
Constitución y derechos fundamentales, Madrid, CEPC, 2004, 473-489; B. CELANO, «El razonamiento
jurídico: tres temas clave, y lo que la filosofía puede (o no puede) hacer acerca de ellos», 2005, en
Id., Derecho, justicia, razones, cit., 151-169; G. PINO, Diritti e interpretazione, cit., cap. V.
CURSO “NEOCONSTITUCIONALISMO
/
UNIDAD III: PRÁCTICA DEL NEOCONSTITUCIONALISMO
V _________________J
EL CONSTITUCIONALISMO
ENTRE PRINCIPIOS Y REGLAS *
Luigi Ferrajoli
versidad de Roma III
RESUMEN. En este texto el autor retoma el debate desarrollado en el número anterior de Doxa a partir de su artículo
«Constitucionalismo principialista y constitucionalismo garantista». Vuelve así a defender la tesis de la separación
entre derecho y moral y el no cognitivismo ético; propone una redefinición de los conceptos de regla y de principio
como base para sostener que los derechos fundamentales son tanto reglas objeto de aplicación como principios
objeto de argumentación. Sostiene que buena parte de los conflictos entre principios son susceptibles de
«soluciones en abstracto», que evitan la necesidad de ponderación; la resolución de otros conflictos de este género
depende, en cambio, a su juicio, no de la ponderación entre las normas involucradas, sino de la ponderación de las
circunstancias singulares de los casos en presencia.
Palabras clave: constitucionalismo, cognitivismo ético, reglas, principios, «soluciones en abstracto»,
«ponderación equitativa».
ABSTRACT. In this text the author resumes the debate that was developed on his paper «Constitucionalismo
principialista y constitucionalismo garantista» in the previous issue of Doxa. So he de- fends again the theses of the
separation between law and morality and the ethical non-cognitivism; he proposes a redefinition of the concepts of
rule and principle as basis to hold that fundamental rights are simultaneously both rules to be applied and principles
object of argumentation. The author argues that most conflicts between principles are susceptible of «abstract
solutions», thus they do not require any balancing. Even if such balancing is sometimes required for the resolution of
other conflicts of this genre this is not, however, a balancing of the rules involved but a balancing of the unique
circumstances of the cases at hand.
Keywords: constitutionalism, ethical cognitivism, rules, principles, «abstract solutions», «equitable
balancing».
-k
Fecha de recepción: 14 de de 2012. Fecha de aceptación: 13 de
octubre noviembre de 2012.
DOXA, Cuadernos de Filosofía del Derecho, 35 (2012) ISSN: 0214-8676 pp. 791-817
792 Luigi Ferrajoli
E
DOS CUESTIONES CONTROVERTIDAS
l debate sobre el constitucionalismo desarrollado en el último número de esta revista ha tenido el mérito
de confrontar las diversas concepciones que hoy existen en la materia. La anclada en el tradicional
paradigma paleopositivista, según la cual las constituciones rígidas se habrían limitado a injertar un nuevo
nivel en la estructura en grados del viejo estado legislativo de derecho sin alterar el modelo normativo; la
opuesta y hoy prevaleciente pospositivista y tendencial- mente neoiusnaturalista, según la cual los
principios morales de justicia introducidos en las constituciones —objeto de ponderación y no, como las reglas, de
aplicación mediante subsunción— habrían restablecido la conexión premoderna de derecho y moral y puesto fin a la
separación entre las dos esferas producida en el derecho moderno con la afirmación del paradigma positivista; y la
que, en fin, he llamado «garantista», según la cual el constitucionalismo es el fruto de un cambio de paradigma, tanto
del derecho y de la democracia como de la ciencia jurídica, consistente en la positivización de límites y vínculos a la
producción normativa en su conjunto, bajo la forma de principios y derechos fundamentales, que, casi todos, se
comportan exactamente como las reglas frente a sus violaciones. De este modo, el constitucionalismo garantista
resulta ser la plena realización tanto del positivismo jurídico como del estado de derecho, pues en su virtud todo
poder, incluido el legislativo, está sometido al derecho, es decir, a normas, formales y sustanciales, dirigidas en
primer término a limitar y vincular su ejercicio, y en un segundo momento a censurar y remover sus violaciones. De
aquí se sigue una virtual ilegitimidad del derecho positivo vigente, que la ciencia jurídica debe constatar y la
jurisdicción y la política corregir y reparar.
Pero nuestro debate ha tenido, al menos para mí, otro mérito aún más importante. La discusión, además de
inducirme a precisar, aclarar y en algunos casos corregir las tesis que inicialmente sostenía, ha servido, a mi juicio,
para eliminar ciertas incomprensiones recíprocas y también para reducir disensos y divergencias debidos, sobre todo
en ocasiones, a la diversidad de los aparatos conceptuales utilizados. Lo que me propongo en este artículo, dedicado
a la segunda de las aludidas concepciones del constitucionalismo, es mostrar algunas de sus posibles convergencias
con el constitucionalismo garantista, una vez redefinidas ciertas categorías de estos diversos aparatos.
En el ensayo Constitucionalismo principialista y constitucionalismo garantista que abrió nuestra discusión
presenté los principios constitucionales como normas sustanciales sobre la producción normativa 1. Tales principios,
y en particular los derechos fundamentales que consagran, son en primer lugar «normas», al estar atribuidos inme-
diatamente con carácter general y abstracto a sus titulares; a diferencia de los derechos patrimoniales, como el
derecho real de propiedad o el de crédito, que son, en cambio, 515 pre-dispuestos por las normas que los regulan
como efectos de los actos singulares previstos en ellas. En segundo lugar, son normas «sustanciales» sobre la
producción de normas, en el sentido de que disciplinan no la forma, sino el significado, esto es, la sustancia de las
normas producidas, condicionando su validez a la coherencia con los derechos y los principios de justicia formulados
en ellas.
Estas dos tesis suscitan dos importantes cuestiones teóricas. La primera se refiere a la naturaleza de las normas
en que consisten los derechos fundamentales: si se trata de «reglas», o bien de «principios» en potencial conflicto,
resoluble en cada caso merced a su «ponderación». La segunda tiene que ver con la naturaleza de sus significados o
contenidos sustanciales: si tales contenidos, al consistir en principios ético-políticos de justicia, han restablecido o
no la «conexión entre el derecho y la moral», contradiciendo el principio positivista de la separación de las dos
esferas. Sobre ambas cuestiones sostendré dos tesis opuestas a otras tantas tesis de fondo que caracterizan la concep-
ción del constitucionalismo que hoy prevalece, la pospositivista, denominada por lo común «neoconstitucionalista» y
515 Según la definición D9.12 de «normas sustanciales» formulada en Principia iuris. Teoria del diritto e della democracia, 3 vols.,
Roma-Bari, Laterza, 2007, trad. esp. de P. A NDRÉS IBÁÑEZ, J. C. BAYÓN, M. GASCÓN ABELLÁN, L. PRIETO SANCHÍS y A. Ruiz MIGUEL,
Principia iuris. Teoría del derecho y de la democracia, Madrid, Trotta, 2011 (por la que se citará), vol. I, cap. IX, § 9.7, 488-492 (en
adelante, los tres volúmenes: I, Teoría del derecho; II, Teoría de la democracia; III, La sintaxis del derecho, se indicarán como Pil, Pili e
PilII, y las definiciones y los teoremas con las letras D y T seguidas de numeración progresiva).
El constitucionalismo entre principios y reglas 793
que yo he llamado principialista 516. En primer lugar, el carácter de reglas de la mayor parte de las normas que
enuncian derechos fundamentales, en oposición a su consideración habitual de principios, objeto de ponderación y
no de aplicación; en segundo lugar, la separación de derecho y moral que a mi juicio, en contra de la tesis de la
conexión, no desaparece con la sustancia democrática injertada en las constituciones por tales derechos. En lo que
sigue, ilustraré ambas tesis, que tienen considerable alcance para una teoría normativa, no solo de la democracia
constitucional sino también de la democracia política.
Los derechos fundamentales, y en general todos los principios establecidos en las actuales constituciones,
consisten claramente en valores morales y políticos de justicia altamente compartibles. De aquí, según muchos
autores, la idea de que su constitucio- nalización ha hecho insostenible el principio positivista de la separación de
derecho y moral y restablecido la conexión entre las dos esferas 517. ¿Qué entienden, con esta tesis, quienes sostienen
la conexión de derecho y moral? Desde luego, no algo tan simple como que las leyes tienen contenidos morales, o
que nuestras constituciones democráticas incluyen principios morales sumamente apreciables, o, en fin, que en la
interpretación de las leyes y de las constituciones se producen tomas de posición orientadas por opciones morales
que deben ser argumentadas racionalmente. Éstas son tesis obvias y descontadas que ninguna persona de buen
sentido, y ciertamente ningún defensor de la separación, ha pensado negar. En realidad, lo que sostienen los epígonos
de la conexión es una tesis bastante más comprometedora, a saber, que los principios constitucionales, poco importa
si todos o algunos, incorporan no una determinada moral, aunque sea compartida, sino la moral o la justicia en un
sentido objetivo de la palabra 518.
516 He criticado esta concepción del constitucionalismo oponiéndole el enfoque garantista, en el ensayo citado y además en la
réplica del debate a que dio lugar —«Constitucionalismo principialista y constitucionalis mo garantista», en Doxa, núm. 34, 2011, 15-
53, y «El constitucionalismo garantista entre paleo-iuspositivismo y neo-iusnaturalismo», ibid., 311-361, en los que he cuestionado
también el enfoque paleopositivista— en «Principia iuris. Una discusión teórica», en Doxa, núm. 31, 2008, § 1.3,402-403, donde he
retomado e ilustrado las diferencias entre las dos aproximaciones ya puestas de relieve por L. P RIETO SANCHÍS, «Principia iuris: una
teoría del derecho no neo-constitucionalista para el Estado constitucional», ibid., 325-353, y, con mayor amplitud, en Intorno a
«Principia iuris». Questioni epistemologiche e questioni teoriche, § 14.1.4, en P. DI LUCIA (ed.), Assiomatica del normativo. Filosofia critica
del diritto in Luigi Ferrajoli, Milano, Edizioni Universitarie di Lettere Economia Diritto, 2011, 248-261.
517 Me limito a recordar a R. DWORKIN, Taking Rights Seriously, London, Gerald Duckworth & Co. Ltd., 1977, cap. I [hay trad.
esp. de M. GUASTAVINO, Los derechos en serio, Barcelona, Ariel, 1984; si bien aquí, aun con indicación de las páginas de la edición
española, no se seguirá ésta en su literalidad (N. del T.)]; C. S. NIÑO, Introducción al análisis del derecho, Buenos Aires, Astrea, 1980;
id., Ética y derechos humanos. Un ensayo de fun- damentación, Barcelona, Ariel, 1989; J. H ABERMAS, Derecho y moral (1988), en apéndice
a Facticidad y validez, traducción e introducción de M. JIMÉNEZ REDONDO, Madrid, Trotta, 1998; R. ALEXY , «On Necessary Relations
between Law and Morality», en Ratio Juris, 1989, núm. 2, 167 y ss.; id., El concepto y la validez del derecho (1992), trad. esp. de J.
MALEN SEÑA, Barcelona, Gedisa, 1997; G. Z AGREBELSKY (l992), El derecho dúctil. Ley, derechos, justicia , trad. de M. GASCÓN ABELLÁN,
Madrid, Trotta, 10.a ed., 2011, § 4, 162; id., Introduzione a R. Alexy. Concetto e validita del diritto, Torino, Einaudi, 1997, XIX; id., La
legge e la sua giustizia. Tre capitoli di giustizia costituzionale, Bologna, Il Mulino, 2008, cap. I, § 2, 24 (ed. esp. en curso de preparación
por Trotta); M. ATIENZA, El sentido del derecho, Barcelona, Ariel, 2001, 112; id., El derecho como argumentación. Concepciones de la
argumentación, Barcelona, Ariel, 2006, 53 y 245; id., «Tesis sobre Ferrajoli», en Doxa, núm. 31, 2008, § 6, 215; id., «Dos versiones
del constitucionalismo», en Doxa, núm. 34, 2011, 80, 82, 85; J. J. MORESO, «El reino de los derechos y la objetividad de la moral»
(2002), en Diritti umani e oggettivita della morale, E. DICIOT- TI (ed.), Siena, Di Gips, 2003, 9-40, 285; id., «Ferrajoli o el
constitucionalismo optimista», en Doxa, núm. 31, 2008, § 4; F. MODUGNO, Scritti sull’interpretazione costituzionale, Nápoles, Esi,
2008. Para mayores referencias a esta literatura y para una crítica más analítica, remito a Constitucionalismo principialista y
constitucionalismo garantista, op. cit., § 2, 21-23, y § 4, 28-34.
794 Luigi Ferrajoli
Así pues, esta tesis descansa en la idea de que existe, no una pluralidad de concepciones morales y políticas
diversas y a veces en conflicto, sino la moral; y que ésta se identifica, en todo o en parte, con el conjunto o con la
mayor parte de los valores establecidos por las actuales constituciones democráticas. Por tanto, para quienes
sostienen esta idea, los principios formulados en nuestras constituciones —la igualdad, la libertad, los derechos
fundamentales— no son simplemente valores de justicia que ellos comparten y defienden con firmeza, sino
principios y contenidos de justicia «verdaderos» y, en algún sentido de la palabra, «objetivos». Así, la conexión entre
derecho y moral que teorizan, se resuelve en un tendencial iusnaturalismo conjugado con esa variante del legalismo
ético que es el constitucionalismo ético. Es decir, en una concepción directamente opuesta a la aquí sostenida del
constitucionalismo como segundo positivismo, esto es, como positivismo jurídico reforzado en virtud de la
positivización también de las opciones que deben presidir la producción del propio derecho positivo.
Conforme a esta segunda concepción —la del constitucionalismo como positivismo ampliado a las opciones
mismas que deben presidir la producción legislativa—, la constitucionalización de los principios de justicia no incide
en modo alguno en la separación de derecho y moral. En efecto, la tesis de la separación es simplemente un corolario
del principio de legalidad como norma de reconocimiento del derecho positivo existente. Sólo quiere decir que, en
un ordenamiento nomodinámico, «derecho» es todo y sólo lo puesto como tal por las autoridades jurídicamente
habilitadas para producirlo, sea cual fuere —guste o no guste, se considere justo o injusto— su contenido normativo;
que, consecuentemente, el derecho es cosa distinta de la moral, dado que el carácter positivo de una norma, aunque
sea de rango constitucional, no implica su justicia, resultando siempre posible que la misma sea juzgada injusta o
inmoral (por todos, por algunos o incluso por uno solo); que la tesis según la cual la justicia de una norma no es
condición necesaria ni suficiente de su validez registra «un dato de hecho», como escribió H. HART remitiéndose a J.
ÁUSTIN, que «permite a los juristas obtener una nueva claridad» 519. La moral y la justicia —por más que los
principios y valores estipulados en una constitución sean moral y políticamente compartidos (por nosotros)— son
siempre puntos de vista externos al derecho: los puntos de vista morales y políticos, no objetivos sino subjetivos, de
cada uno de nosotros, ya sean de adhesión o de rechazo, total o parcial, de los principios y valores
constitucionalmente establecidos. Prueba de ello es que tales principios y valores no están en absoluto dados, sino
que —de la igualdad a la libertad de conciencia, del rechazo de la pena de muerte al principio de la paz, de los
derechos de los trabajadores a los derechos sociales a la salud y a la educación— todos se han afirmado histórica-
mente frente a principios y valores diametralmente opuestos pero compartidos por grandes mayorías; que se han
estipulado en el pacto constitucional de convivencia precisamente porque, todavía hoy, no suscitan universal
consenso y, por eso, deben ser puestos al reparo de contingentes y siempre posibles mayorías contrarias; y que los
defendemos con tanta mayor fuerza y pasión cuanto más constatamos que no son universalmente compartidos y
menos aún tenidos por objetivamente verdaderos, sino, al contrario, constantemente violados, ignorados e incluso
negados o contestados 520.
Pero cabe que el disenso entre los asertores de la separación y los asertores laicos y liberales de la conexión de
derecho y moral sea más superficial de lo que parece. En el punto de partida hay ciertamente una diversa concepción
519 H. L. A. HART, «El positivismo y la separación entre el derecho y la moral», en Derecho y moral. Contribuciones a su análisis,
trad. esp. y nota preliminar de G. R. CARRIÓ, Buenos Aires, Depalma, 1962, 12.
520 Para una mejor clarificación de lo que se entiende y lo que no debe entenderse, y no ha sido nunca sostenido por ninguna
persona de buen sentido, con la tesis positivista de la separación de derecho y moral, remito a mi El constitucionalismo garantista
entre paleo-iuspositivismo y neo-iusnaturalismo op. cit., § 5, 337-339.
El constitucionalismo entre principios y reglas 795
de la moral, ligada a su vez al carácter fuertemente equívoco y comprometedor de la noción de «objetivismo moral»
521
, asumida por los primeros en apoyo de la conexión. En efecto, con esta expresión cabe referirse, grosso modo, a
dos concepciones metaéticas diversas, no siempre claramente distinguidas en el debate filosófico-moral: aa) la
concepción ontológica del que considera que existe un mundo objetivo de valores morales respecto del cual una tesis
moral puede ser calificada de verdadera o falsa, y ab) la concepción racionalista de quien considera que los juicios
morales pueden ser tenidos como verdaderos o como falsos según cuenten o no con una justificación adecuada
fundada en principios morales asumidos como objetivamente válidos. Por otra parte, existen también dos
concepciones diversas del anti-objetivismo moral: ba) la concepción escéptica del que entiende que los juicios
morales no son argumentables racionalmente, al ser fruto de opciones subjetivas y emotivas ni verdaderas ni falsas;
bb) la concepción racionalista de quien considera que, en último término, los juicios morales no son ni verificables ni
refutables, aunque sí argumentables racionalmente a partir de asunciones que son el fruto de opciones subjetivas que,
siendo argumentables, no son ni verdaderas ni falsas.
Como es obvio, las tesis metaéticas más inconciliables son las de las concepciones recogidas en aa) y ba). La
tesis aa) expresada de manera emblemática por la Iglesia católica y, en general, por los fundamentalismos religiosos,
es una tesis metafísica que supone la existencia de valores objetivos en cuanto inscritos en la naturaleza y/o queridos
por Dios. La tesis ba) es una tesis irracionalista que niega la posibilidad de argumentación racional en materia moral,
como si la única forma de argumentación racional fuese la dirigida a sustentar la verdad o falsedad de las tesis
asertivas. Diré que estas dos concepciones, por más que opuestas, comparten la misma equivalencia entre razón y
verdad, entre racionalidad y objetividad, entre argumentación racional y fundación objetiva o cognoscitiva.
La posición metaética de la mayor parte de los principialistas que sostienen la conexión de derecho y moral
refleja preferentemente la segunda de las dos concepciones del objetivismo moral antes ilustradas, la que se expresa
en la tesis ab). Con las expresiones «objetividad», «verdad» o «falsedad» de las tesis morales también ellos aluden
en realidad a su justificación racional 522, como si no existieran razones no de tipo teorético sino de tipo moral, en
apoyo no de la verdad o de la objetividad sino de la justicia, no de nuestros conocimientos sino de nuestras tomas de
posición y más en general de nuestras opciones primitivas, también de carácter teórico. Piénsese no sólo en los
juicios de valor morales o políticos, sino también en los estéticos, y sobre todo en las soluciones de gran parte de las
cuestiones filosóficas y teóricas, a comenzar por la aquí discutida de filosofía moral, que, de identificar racionalidad
y objetividad (o verdad), resultarían todas descalificadas como irracionales, por quien sostiene soluciones diversas.
Las discrepancias sobre tales juicios y cuestiones —a veces superables, a veces reducibles, a veces insuperables e
irreducibles— versan, en último término, sobre las asunciones y los valores de partida. Los desacuerdos producidos
entre personas que comparten los mismos valores de fondo o las mismas asunciones primitivas son superables o al
menos reducibles. Si compartimos los principios de igualdad y de dignidad de la persona, no será difícil llamando a
la coherencia con estas comunes asunciones, concordar, y quizá convencer a los que disienten, de lo inaceptable de,
521 Sobre la cuestión de la objetividad de la moral y sobre las múltiples respuestas ofrecidas por la reflexión metaética, vid. la
importante colección de ensayos Oggettivitd e morale. La riflessione etica del Novecento, G. BONGIOVANNI (ed.), Milano, Mondadori,
2007.
522 J. J. MORE SO, por ejemplo, después de haber propuesto como definición de «objetivismo moral» la tesis de que «hay un
conjunto privilegiado de principios (o valores, razones, pautas) morales válidos con independencia de cualquier contexto (de las
creencias y deseos de los seres humanos en cualesquiera circunstancias», funda en ella la tesis ético-cognoscitivista, que él llama
«tesis semántica del objetivismo moral», según la cual «los juicios morales son aptos para la verdad y la falsedad», identificando el
«criterio para aceptarlos», o sea, «la calidad de un juicio moral» en «las razones que seamos capaces de ofrecer a su favor»
(«Antígona como defeater. Sobre el constitucionalismo garantista de Ferrajoli», en Doxa, núm. 34, 2011, 185, 188 y 191). En el
mismo sentido, A. RuiZ MIGUEL, Las cuentas que no cuadran en el constitucionalismo de Ferrajoli, ibid., 277-280, y M. A TIENZA, «Cuento de
navidad», en Analisi e diritto 2009, Torino, Giappichelli, 2009, 16-117. También J. RuiZ MAÑERO : «Entiendo por objetivismo [...] la
posición que sostiene, en primer lugar, que los juicios morales son racionalmente fundables o justificables [...] Aquí, me parece,
solo cabe hablar de “verdad”, como decía, en el sentido en que “verdad” equivale a “justificación racional”» (L. F ERRAJOLI y J. RuiZ
MAÑERO, Dos modelos de constitucionalismo. Una conversación, Madrid, Trotta, 2012, 69 y 71). Para una crítica más amplia de esta
identificación entre verdad objetiva y justificación racional, remito a El constitucionalismo garantista entre paleo-iuspositivismo y neo-
iusnaturalismo, op. cit., § 5, 339-344.
796 Luigi Ferrajoli
por ejemplo, tantas formas de opresión o discriminación en perjuicio de los inmigrantes. Por el contrario, se puede
discutir hasta el aburrimiento de cuestiones éticas o políticas con un fascista o con un racista, pero al fin, si éste no se
convence hasta el punto de cambiar las propias ideas de fondo, quedará constancia de lo insuperable del disenso y la
discusión tendrá que abandonarse por estéril. Por eso un buen resultado de todas las discusiones sobre cuestiones
morales o políticas, pero también sobre gran parte de las cuestiones filosóficas o teóricas, es siempre la identificación
y la clarificación de las asunciones de las que se parte, sean comunes o diversas. Pero esto quiere decir que los
valores morales y políticos últimos —la democracia, la igualdad, la libertad, la dignidad de las personas— no se
demuestran, no se deducen, y tampoco se inducen de la más o menos amplia aceptación compartida. Simplemente se
eligen, se postulan y se defienden. Podemos argumentar la racionalidad de estas opciones a los fines de la con-
vivencia pacífica y civil y del respeto que tenemos por nosotros mismos. Pero frente a un fascista o un racista que
parte de asunciones morales opuestas el debate se detiene. Diré que, precisamente, la autenticidad y el rasgo
distintivo de la razón práctica y, en particular, de la moral, radica en la conciencia y en la responsabilidad de la
opción, a veces problemática y hasta dramática.
Me pregunto, entonces, por qué, para postular la posibilidad de argumentar racionalmente una tesis moral
relativa a principios asumidos como fundamentales, hay que sostener la verdad o la objetividad de la misma. Este
nexo entre verdad y argumentación racional es comprensible y explicable en las posiciones objetivistas más conse-
cuentes, como las del ontologismo moral indicadas bajo aa) y sostenidas, por ejemplo, por la Iglesia católica; la cual,
en virtud de la opción iusnaturalista o incluso de una suerte de positivismo divino que vincula el bien y el mal a la
voluntad de Dios, supone la existencia objetiva de entidades, valores o reglas morales, a partir de las cuales es po-
sible presentar como verdaderas sus tesis en materia, por ejemplo, de aborto, divorcio, procreación asistida o
reconocimiento de las parejas de hecho, y descalificar las tesis opuestas como falsas. Pero es claro que, en todo caso,
el objetivismo y el cognoscitivis- mo ético son incompatibles con el liberalismo, que excluye que se puedan imponer
a quienes no los comparten (no las acciones, o mejor las omisiones de daños a terceros), sino los juicios morales,
cualesquiera que sean. En efecto, aquellos comportan inevitablemente —y de hecho han comportado, cuando han
sido y son todavía impugnados por las iglesias, a comenzar por la católica— la intolerancia, como falsas, de las tesis
no compartidas y el rechazo del pluralismo moral, político y cultural. Pues, frente a una tesis falsa —por ejemplo «2
+ 2 = 5», «p implica no-p», o «Cristóbal Colón descubrió América en 1692»— se dirá no solo que es un error, sino
que es una afirmación intolerable. Prueba de ello es el hecho de que las tesis morales de una ética cognoscitivista
como la católica, que, precisamente, por haber sido asumidas como verdaderas pretenden imponerse a todos como
normas jurídicas, no son confutables en su terreno por una ética objetivista de tipo laico o racionalista, sino sólo
contestando o refutando de raíz el objetivismo metaético que está en su punto de partida. Y es que estas tesis son
irrefutables en el terreno de la verdad, precisamente porque las tesis éticas diversas sostenidas por metaéticas
igualmente cognoscitivistas se presentan también ellas como verdaderas, a pesar de no ser demostrables lógicamente
ni comprobables empíricamente, en vez de presentarse como principios normativos, argumentables como justos
sobre la base de juicios de valor. Naturalmente, la implicación entre objetivismo ético e intolerancia no significa en
modo alguno que los objetivistas laicos sean intolerantes. Sólo quiere decir que la misma tiene el valor de un
argumento a contrario contra las tesis metaéticas de los que se declaran objetivistas pero rechazan la (acusación de)
intolerancia. Pues este rechazo implica, por modus tollens, la negación del objetivismo y del consiguiente
cognoscitivismo ético.
Por eso, el objetivismo moral más consecuente, el de las éticas religiosas, al tener que fundarse sensatamente en
la verdad, acaba por anclarse a una metafísica iusnatura- lista, al voluntarismo y al positivismo divino o a ambas
cosas al mismo tiempo. Cuando, por el contrario, el rasgo distintivo y el fundamento de la ética laica residen en la
elección, y por ello en la autonomía de la persona: en no hacer el mal y en hacer el bien, no porque lo quiere Dios o
alguna norma o valor objetivo y heterónomo, sino porque se quiere de manera autónoma. La moral laica, por
oposición a las morales objetivistas, inevitablemente heterónomas, se funda en la autonomía de la conciencia, en
virtud de la cual sería insensata, antes aún que inmoral, la disposición de Abrahán a sacrificar a Isaac sólo porque
Dios lo quiera. Al contrario de la moral laica, autónoma por definición, las morales objetivistas acaban en cambio
El constitucionalismo entre principios y reglas 797
por tener, tendencialmente, el mismo estatuto del derecho: no es casual que la ética católica resulte a veces calificada
por las jerarquías como «derecho natural».
En suma, el terreno del objetivismo ético y de las verdades morales —en contra de la idea corriente de que en él
hallarían un fundamento más seguro, por objetivo, los juicios morales y la defensa de valores que profesamos con
firmeza, y por eso también un anclaje más seguro las ponderaciones entre principios— es siempre resbaladizo.
Sabemos que en la historia del pensamiento político, de PLATÓN y ARISTÓTELES en adelante, las argumentaciones
fácticas en apoyo de la desigualdad de los hombres han sido bastante más numerosas que las producidas a favor de
su igualdad e igual dignidad. Pero esto quiere decir que la igualdad no es un hecho sino un valor; que su afirmación
no es una aserción, sino una prescripción; que como tal la asumimos y la defendemos, precisamente porque, de
hecho, somos diferentes y desiguales. En apoyo, por un lado, del igual valor que queremos garantizar a todas
nuestras diferencias de identidad (de sexo, lengua, religión, nacionalidad, opiniones políticas y condiciones
personales y sociales, como dice el art. 3.1 de la Constitución italiana); y, por otro, de la eliminación o reducción,
que queremos promover, de las desigualdades económicas y materiales
(como obstáculos al pleno desarrollo de la persona humana, como dice el segundo apartado del mismo artículo). En
pocas palabras, que la igualdad, la dignidad de la persona, las libertades y los demás derechos fundamentales no son
ni valores objetivos ni principios descontados 523.
Precisamente por eso tales valores se encuentran estipulados en constituciones rígidas supraordenadas a
cualquier poder: porque no son en modo alguno compartidos por todos. Y el papel de las constituciones no consiste
en reflejar los valores de todos: si así fuera tendríamos constituciones mínimas y prácticamente inútiles. Su papel se
cifra en estipular valores o principios como cláusulas del pacto social de convivencia, incluso contra las opiniones de
las contingentes mayorías. Y su legitimación no depende de que sean queridas por todos, sino del hecho de que
garanticen a todos. Es por lo que defendemos y argumentamos nuestros principios morales y políticos con bastante
mayor firmeza y pasión de la que ponemos en la defensa de nuestras tesis asertivas: porque sabemos que aquéllos,
repito, son a menudo violados o negados, por lo que deben ser defendidos con tanto mayor empeño cuanto más
difundidas estén sus violaciones y negaciones; y, sobre todo, porque consideramos legítimas e incluso racionalmente
argumentables (en esto consiste la tolerancia) las opiniones morales y políticas opuestas, que contestamos, no porque
sean falsas y como tal refutables, sino simplemente porque las consideramos, al igual que sus premisas de fondo,
inmorales o injustas.
Pero entonces, excluidas las tesis del ontologismo en sentido fuerte y del irracionalismo emotivista, las
divergencias entre el objetivismo de los que se limitan a sostener la posibilidad de una argumentación racional de las
tesis morales, aunque sea suponiendo que sus asunciones sean verdaderas u objetivamente válidas, y los que sostie-
nen la misma posibilidad refutando cualquier forma de objetivismo o cognoscitivismo ético, consisten, en último
término, en el diverso significado que asocian a las nociones, claramente estipulativas, de «verdadero», «falso» y
«objetivo», más extenso para los primeros y más restringido para los segundos. Por otra parte, es también esto lo que
distingue a los objetivistas moderados o laicos de los objetivistas fundamentalistas, que creen, en cambio, en la
existencia de un mundo natural o sobrenatural de valores o principios morales y, por consiguiente, de verdades
morales. Así sucede que el disenso entre concepciones racionalistas es poco más que terminológico. Al respecto —
sin esperar convencer a los sostenedores de un objetivismo y un ontologismo mínimos (después de todo, también en
este caso estamos en presencia de asunciones últimas, diversas y no demostrables)— únicamente diré que la excesiva
extensión en su léxico del término «verdadero», en sustitución de términos más pertinentes como «justo» o «bueno»,
debilita gravemente sus tesis morales. No sólo porque, al no ser admisibles tesis falsas, las expone a la acusación de
intolerancia, sino también porque, por desgracia, en el terreno inverosímil del objetivismo moral, cualquier tesis ya
523 Vale la pena recordar las palabras de BECCARIA: «Quien lea con ojos de filósofo los códigos de las naciones y sus anales, hallará casi siempre
que los nombres de vicio y de virtud, de buen ciudadano o de reo cambian con las revoluciones de los siglos» (De los delitos y de las penas, edición bilingüe al
cuidado de P. ANDRÉS IBÁÑEZ, prólogo de P CALAMANDREI , Madrid, Trotta, 2011, 131); y las de HOBBES : «Por la diversidad de las pasiones, sucede que lo que
uno llama bueno, otro lo llama malo; y el mismo llama ahora buena a una cosa y enseguida la llama mala; y a la misma cosa la llama buena si se trata de él, y
mala si se trata de otro» [T. HOBBES, De Cive (1647), trad. esp., Tratado sobre el ciudadano, edición de J. RODRÍGUEZ FEO, Madrid, Trotta, 1999, 131].
798 Luigi Ferrajoli
524 «El déficit de racionalidad y con ello de legitimidad» que puede derivarse de esa indeterminación, escribe L. PRIETO SANCHÍS, «es
compensado por buena parte de los enfoques constitucionalistas mediante una compleja y poderosa teoría de la argumentación jurídica, en la que acaso depositen más
confianza de la debida» («La teoría del derecho de “Principia iuris”», en Jueces para la Democracia. Información y debate, núm. 64, 2009, 58).
cambio susceptibles las reglas y, consecuentemente, la tesis de que los derechos fundamentales constitucionalmente
establecidos son objeto de ponderación y no de aplicación, en tanto que concebidos como principios entre ellos
virtualmente en conflicto.
Creo que una definición más precisa de las dos clases de normas permite excluir estas tesis. Con tal fin es útil
partir de la noción de «reglas» acogida por los propios constitucionalistas principialistas. La aplicabilidad de las
reglas en la forma todo-o-na- da según la tesis de DWORKIN, su realizabilidad o no realizabilidad según la noción de
ÁLEXY, su forma cerrada y no abierta según la definición sugerida por ATIENZA y Ruiz MAÑERO y la referencia a
supuestos de hecho subsumibles en ellas según la noción de ZAGREBELSKY, son todas connotaciones que pueden ser más
claramente expresadas y formalizadas a través de la referencia empírica al comportamiento o al acto jurídico que
constituye su observancia o su violación, que las reglas deben tener en todo caso. Conforme a esto puede afirmarse
que son reglas, y de manera más precisa, reglas deónticas, todas y solo las normas de las que cabe configurar los
actos que son su observancia o su inobservancia 529. Llamaré, en cambio, principios directivos, o simplemente
directivas, a las normas que formulan objetivos políticos y de las que, por eso, no son concebibles una violación o
una específica observancia; en efecto, pues su referencia empírica no consiste en comportamientos determinados,
cualificables como sus cumplimientos o incumplimientos, sino en políticas públicas, es decir, en complejos
heterogéneos de posibles actividades, ninguna de las cuales es abstractamente predeterminable como su actuación o
inactuación. Sin embargo, por lo común, entre principios y reglas no hay contraposición. Existen muchas normas que
son al mismo tiempo reglas y principios, y que por eso llamaré principios regulativos: es el caso de la mayor parte de
los derechos fundamentales y del principio de igualdad, normas con respecto a las cuales principios y reglas son
caras de la misma moneda. Es la tesis que trataré de demostrar y que quizá puede valer, si no para conciliar, al menos
para reducir las distancias entre las diversas concepciones del constitucionalismo.
5. LOS DERECHOS FUNDAMENTALES COMO REGLAS OBJETO DE APLICACIÓN Y
COMO PRINCIPIOS OBJETO DE ARGUMENTACIÓN
Preguntémonos, pues, a partir de estas redefiniciones, ¿cómo se configuran los derechos fundamentales? Estos
derechos son ante todo derechos subjetivos que se distinguen por su carácter universal, o sea, general además de
abstracto, en el sentido lógico de la cuantificación universal de sus titulares (omnium). En segundo lugar, consisten
en expectativas negativas de no lesión, como en el caso de todos los derechos de libertad y de inmunidad, o bien en
expectativas positivas de prestación, como lo son todos los derechos sociales, por ejemplo los derechos a la
asistencia sanitaria y a la educación. A ellos corresponden, en tercer lugar —por la correlación lógica existente entre
expectativas pasivas y modalidades deónticas activas 530— prohibiciones y obligaciones (erga omnes) impuestas a la
esfera pública como su garantías. En cuarto lugar, y consecuentemente, los mismos tienen como temas-objeto y
como referencias empíricas comportamientos determinados, que son exactamente los mismos que forman los temas-
objeto y las referencias empíricas de sus garantías: la no-lesión de los derechos de libertad, con la consiguiente
prohibición, y la satisfacción de los derechos sociales, con la consiguiente obligación por parte de los poderes
529 Esta equivalencia entre «reglas (o normas) deónticas» y su posible observancia o inobservancia se expresa en Pil, § 4.7, 230, y § 8.3, 403, por
los teoremas T4.66 e T8.35: (x)(y)(RDEyx = (OSSxy v IOSxy)) e (r)(x)(NDErx = ((OSSxr v IOSxr)-NORr)); donde la variable «x» denota el tema-objeto común tanto
a regla (o norma) deóntica como a observancia o inobservancia y consistente en un comportamiento o en un acto jurídico. Donde no quepa una precisa y determinada
observancia o inobservancia, conforme a la tesis T2.2, no podrá hablarse de figuras deónticas (ibid., § 2.1, 138-141), y por eso tampoco de reglas o normas deónticas
sino de los que llamaré «principios directivos».
530 Vid. el postulado P3 y las tesis T2.58-T2.69 en Pil, § 2.3, 145-151.
800 Luigi Ferrajoli
públicos 531.
De aquí se sigue que los derechos fundamentales son reglas deónticas 532, es decir, figuras deónticas de carácter
universal cuyos temas-objeto consisten en posibles actos o comportamientos que son su observancia o su
inobservancia. En cuanto tales, los mismos, pueden ser unas veces respetados y otras violados, actuados o inactuados
y, de cualquier modo, aplicables a sus violaciones, según la noción de «reglas» sugerida también por los autores
antes citados. Precisamente, en cuanto normas de rango constitucional, son normas sustanciales sobre la producción
jurídica, que comportan para el legislador: a) la prohibición de su lesión, es decir, de la producción de leyes con-
trarias a ellos, que de violarse dará lugar a antinomias, y b) la obligación de producir leyes de actuación, que en el
caso de ser violada ocasionará lagunas. Las consecuencias jurídicas de las antinomias, que DWORKIN reclama para que
existan «reglas», consisten en la anulabilidad o en la inaplicabilidad de las leyes que lesionen los derechos fun-
damentales constitucionalmente supraordenados a ellas, según que los ordenamientos estén dotados de control
concentrado o difuso de constitucionalidad de las leyes. Las consecuencias jurídicas de las lagunas son más
problemáticas; pero nada excluye que, al igual que en ordenamientos como el portugués y el brasileño, se prevea
también para ellas, como efecto, por ejemplo, la obligación de su denuncia a los órganos legislativos por parte de los
tribunales constitucionales 533 y eventualmente la irrogación de sanciones por el correspondiente incumplimiento 534.
Es en esta su naturaleza de reglas deónticas donde reside la normatividad de los derechos fundamentales
constitucionalmente establecidos, tanto en relación con la legislación como con la jurisdicción: vinculada la primera
a su respeto y a su actuación, y la segunda a su aplicación sustancial a los actos inválidos que son sus violaciones 535.
Y es por la posibilidad de sus violaciones, por acción o por omisión, por lo que las normas que los establecen son
caracterizables como reglas deónticas 536. Se trata, precisamente, de las reglas que diseñan la que he llamado la
esfera inmediatamente imperativa de lo «no decidible» y que constituye el rasgo característico de la democracia
constitucional. Esto es, la esfera de lo que la legislación tiene prohibido o está obligada a decidir, conformada por las
531 Es lo que resulta de la estructura diádica, tanto de las expectativas negativas o positivas en que consisten los derechos, como de las
correlativas prohibiciones y obligaciones en que consisten sus garantías y que tienen en común con las primeras los mismos temas-objeto, consistentes en la posible
existencia de los actos jurídicos de los que los derechos son expectativas pasivas y las garantías son modalidades activas. Me remito aquí a los teoremas T2.60 y T2.61
—(x)((y’)ASPy’x = (y’’)OBLy”x) e (x)((y’)ASPy’ ±x = (y”)DIVy”x)— sobre la correlación entre expectativas positivas y obligaciones y entre expectativas negativas
y prohibiciones (PiI, § 2.3, 149); al teorema T3.36 sobre la noción de «garantía» como obligación o prohibición correspondientes a una expectativa positiva o negativa
(ibid., § 3.5, 188); a las definiciones D10.20 y D11.1 de «derecho subjetivo» y de «derechos fundamentales», y a los teoremas T11.14, T11.102-T11.111 sobre las
garantías primarias de los derechos fundamentales consistentes —según sean derechos individuales negativos o derechos sociales positivos— en prohibiciones de
lesión (o límites fundamentales) o bien en obligaciones de prestación (o vínculos fundamentales), unos y otros absolutos, es decir, erga omnes (ibid, § 11.1, 689, y §
11.9, 729-733).
532 Vid. en Pil, § 11.1, 689-690, las tesis T11.16-T11.20.
533 Se trata del control de constitucionalidad por omisión previsto en el art. 283 de la Constitución portuguesa y del art. 103, § 2 de la
Constitución brasileña.
534 S. SENESE ha propuesto integrar el modelo de la «recomendación» previsto en la Constitución brasileña con el adoptado por los Tribunales
europeos de Estrasburgo y Luxemburgo, de la condena del estado incumplidor a pagar periódicamente una determinada suma de dinero hasta el momento del
cumplimiento («Consideraciones extravagantes de un “jurista empírico”», en Doxa, núm. 31, 2008, 378-381). Añadiré —aunque la cuestión merecería un tratamiento
más amplio— que la previsión de efectos no es en absoluto un rasgo distintivo de todas las reglas. La idea bastante difundida (vid., por ejemplo, R. GUASTINI, La
sintassi del diritto, Torino, Giappichelli, 2011, cap. IV, § 3, 44-46); M. BARBERIS, Manuale di filosofia del diritto, Torino, Giappi- chelli, 2011, 134-136) de
una única «forma lógica» de las normas como «enunciados condicionales» que ligan a un antecedente (una conducta, un resultado, determinadas circunstancias o
condiciones) un consecuente (una cualificación deóntica o un efecto jurídico) es el fruto de una falsa generalización, probablemente sugerida por el conocido esquema
«si A entonces B», basado en la centralidad de la sanción, con el que KELSEN representa la estructura de todas las normas. En realidad la misma refleja la estructura de
las que, en la tipología de las reglas y de las normas citadas infra en la nota 28, he llamado normas hipotéticas, pero no en cambio la estructura de todas las que he
llamado normas téticas: de las normas penales primarias a las prohibiciones y las obligaciones en materia de circulación vial, del repudio de la guerra al principio de
igualdad y a los derechos fundamentales. Para una discusión más detallada de la cuestión, vid. L. FERRAJOLI y J. RuiZ MAÑERO, Dos modelos de constitu-
cionalismo, op. cit., 99-119.
535 Sobre las nociones de «respeto», «aplicación», «aplicación formal» y «aplicación sustancial» y sobre las nociones correlativas de
«coherencia», «correspondencia», «conformidad» y «subsunción», remito a Pil, § 9.15-9.16, 525-534.
536 Es un teorema banal derivable de las tesis T4.66 y T8.35, citadas en la nota 13.
El constitucionalismo entre principios y reglas 801
garantías primarias de los derechos de libertad y de los derechos sociales, cuyas violaciones comportan como
consecuencia jurídica, para la jurisdicción, la obligación de aplicarlas, en virtud de lo que he llamado las garantías
secundarias, esto es, la obligación de anular o inaplicar las leyes en contradicción con aquéllos. Conviene recordar
que en la experiencia jurisprudencial italiana el reconocimiento de esta impe- ratividad de las normas
constitucionales sustanciales ha representado un fundamento decisivo del rol garantista de la jurisdicción: fue la
Corte Constitucional la que en su primera sentencia afirmó el carácter inmediatamente preceptivo de aquéllas,
poniendo fin, en la primera posguerra, a su interpretación por la Corte de Casación 537 como «normas
programáticas» de políticas futuras, según la caracterización que hoy ofrecen
M. ÁTIENZA y J. Ruiz MAÑERO , o la análoga de las mismas normas como «mandatos de optimización», propuesta por R.
ÁLEXY 24.
No obstante, estas reglas tienen una intrínseca y feliz ambivalencia. Vistas desde abajo, ex parte populi, son
derechos, de los que todos son titulares en cuanto personas o ciudadanos. Miradas desde arriba, ex parte principis,
son reglas, es decir, prohibiciones u obligaciones que tienen por destinatarios a los poderes públicos. Es por lo que
las he llamado «principios regulativos». Por lo general, su expresión en las constituciones no adopta la forma de
obligaciones o prohibiciones, sino la de derechos y, por consiguiente, de expectativas 25: de expectativas negativas de
no lesión o restricción, como en el caso del principio de igualdad y de los derechos de libertad y de autonomía; o de
expectativas positivas de prestaciones, como en el de los derechos sociales. Precisamente por eso tienen la forma de
principios, porque de este modo las constituciones proclaman explícitamente las expectativas, es decir, los intereses
o las necesidades vitales que estipulan como valores y como cláusulas y razón social del pacto de convivencia,
dejando implícitas las garantías, esto es, las obligaciones y las prohibiciones correspondientes. Porque, en otras
palabras, como bien ha subrayado G. PINO, de esta forma las constituciones expresan directamente los fines y las
opciones ético-políticas que el ordenamiento quiere perseguir con los principios 26. Pero es claro que con respecto a
sus violaciones e incumplimientos estos principios se manifiestan como reglas, en el sentido ya ilustrado de que son
aplicables judicialmente a las primeras y actuables legislativamente en el caso de los segundos. Se trata siempre de
las mismas normas, o en todo caso de normas implícitas una en la otra.
Por lo demás, sobre todo en las declaraciones de derechos del siglo XVIII, estas normas fueron expresadas a
menudo en forma de reglas, es decir, de prohibiciones perfectamente equivalentes a los derechos correspondientes:
«El Congreso no aprobará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del Estado o se prohíba practicarla
libremente, o que coarte la libertad de palabra o de imprenta, etc.», afirma la primera enmienda de la Constitución de
los Estados Unidos; «Nadie puede ser acusado, detenido ni encarcelado, sino en los casos previstos por la ley»,
establece el art. 7 de la Declaración francesa de 1789. Estas normas, cualquiera que sea su fórmula, si se miran como
principios, enuncian directamente valores: igualdad, libertad, salud, educación, previsión social y otros similares. Si,
en cambio, son vistas como reglas, resultan «opacas» 27 en relación con aquéllos, aunque les sean funcionales, dado
que indican directamente las conductas prohibidas que son sus violaciones o bien las conductas obligatorias que son
sus actuaciones. Dicho brevemente, expresan las garantías primarias, como, por ejemplo, las prohibiciones de
537 M. ATIENZA y J. RuiZ MANERÍ , Tres problemas de tres teorías de la validez jurídica , en J. MALEM , J. OROZCO y R.
VÁZQUEZ, La función judicial. Etica y democracia, Barcelona, Gedisa, 2003, 94 y 99; R. ALEXY, Teoría de los derechos
fundamentales, op. cit., cap. III, § 2, 86.
802 Luigi Ferrajoli
discriminación, o de limitaciones y 538 539 540 541 restricciones de la libertad, o bien la obligación de prestaciones,
como las escolares o sanitarias a cargo de la esfera pública.
Por tanto, esta ambivalencia de los principios regulativos permite evidenciar el doble papel normativo del
constitucionalismo, capaz de satisfacer las diferentes exigencias de las dos concepciones, principialista y garantista.
En cuanto principios, aquéllos operan como argumentos en las motivaciones de la interpretación judicial o de la
política legislativa 542. De aquí su llamada función «normogenética», es decir, su aptitud para justificar una
pluralidad de reglas, sean explícitas o implícitas 543. Es precisamente en ellos, y tanto más si son de rango
constitucional, donde se apoya la argumentación racional, ya que expresan la razón de ser de las normas en las que
son enunciados. Pero, en cuanto reglas, los mismos se aplican o se actúan. De aquí su normatividad fuerte y su papel
garantista como normas rígidamente vinculantes para la jurisdicción y la legislación. En fin, también las normas
formuladas en forma de reglas, cuando son utilizadas como argumentos interpretativos, se manifiestan y son
invocadas haciendo hincapié en su razón de ser, es decir, sobre los principios en que se fundan. Puede incluso
afirmarse que así como todo principio regulativo es aplicable como regla a sus violaciones, tras de cada regla —de la
prohibición de estacionar al castigo del homicidio— hay generalmente un principio utilizable en la argumentación.
En pocas palabras, la argumentación es siempre por principios, mientras la aplicación lo es siempre de las reglas
correspondientes. Y si es cierto que toda aplicación supone normalmente una argumentación por principios, es
también cierto que toda argumentación tiene por finalidad la aplicación de una regla. De cualquier modo, en el caso
de los principios regulativos, principios y reglas no son normas distintas y menos aún contrapuestas, sino que son las
caras de la misma moneda.
La verdadera diferencia respecto a las reglas deónticas tiene que ver con los que he llamado principios
directivos, es decir, con las normas de las que no cabe concebir precisas violaciones, subsumibles como tales en
ellas. En efecto, estos principios, estos sí, son normas que imponen políticas —es decir, actividades no
predeterminadas sino libradas a la autonomía del legislador— idóneas para alcanzar las finalidades indicadas por
ellos. Sin embargo, el campo de denotación de esta categoría, al no comprender la mayor parte de los derechos
fundamentales, es bastante más restringido de lo que piensan muchos de los neoconstitucionalistas principialistas.
Por ejemplo, en la Constitución italiana, enuncian principios directivos el art. 1.1.°: «Italia es una República fundada
en el trabajo»; el art. 3.2.°: «Es misión de la República remover los obstáculos de orden económico y social que,
limitando de hecho la libertad y la igualdad de los ciudadanos, impiden el pleno desarrollo de la persona humana y la
efectiva participación de todos los trabajadores en la organización política, económica y social del país»; el art. 9.1.°:
«La República promoverá el desarrollo de la cultura y de la investigación científica y técnica»; el art. 35.1.°: «La
República tutelará el trabajo en todas sus formas y aplicaciones»; el art. 47.1.°: «La República fomentará y tutelará el
538 Se trata de la Sentencia 1/1956 de la Corte Constitucional. El carácter programático de las normas sus tanciales de la
Constitución fue declarado por la Casación, Secciones Unidas, el 7 de febrero de 1948 (cfr. «Foro italiano», 1948, II, 57). La misma
Casación, sin embargo, afirmó después el carácter de «norma preceptiva de inmediata aplicación» del derecho del trabajador,
previsto en el art. 36 de la Constitución, «a una retribución proporcionada a la cantidad y a la calidad de su trabajo y en todo caso
suficiente para asegurar al mismo y a su familia una existencia libre y digna» (Sentencia 3046/1954, de 13 de septiembre).
539 Según la noción de derecho subjetivo definida en Pil, § 10.11, D10.20, 605.
541 Ibid.
542 Según C. LUZZATI, este rasgo de tipo pragmático es el más característico de los principios: «lo que hace de una norma un principio es, grosso
modo, su uso como argumento capaz de justificar una conclusión práctica» (Príncipi e principi. La genericita del diritto, Torino, Giappichelli, 2012, 2; cfr.
anche, ib-id., 37-39 y 115-120).
543 F. MODUGNO, «Principi generali dell’ordinamento», en Enciclopedia giuridica, vol. XXIV, 1991, § 4, 8-9; G. PINO, Diritti e interpretazione, op.
cit., cap. III; id., «Principios, ponderación y la separación entre derecho y moral. Sobre el neoconstitucionalismo y sus críticos», en Doxa, núm. 34, 214.
El constitucionalismo entre principios y reglas 803
ahorro». Como es de ver, se trata de normas que, aunque no inmediatamente aplicables a precisas violaciones, tienen
enorme relevancia política, ya que definen la identidad democrática de la República. Más precisamente, así
entendidos, aquéllos son, en el léxico que propongo, reglas constitutivas de la identidad de la institución política
constituida por el Estado italiano 544. Por eso, a diferencia de los derechos fundamentales, igualmente constitutivos
de la identidad democrática de un ordenamiento, no conforman la esfera de lo «no decidible o no decidible que no»;
no prohíben ni prescriben actividades determinadas, sino que tienen sólo el débil valor deóntico consistente en
prescribir políticas idóneas para obtener los resultados programados, sin que sean en modo alguno concebibles
específicas actividades consistentes en su observancia o en su violación 545.
Naturalmente, no basta que la constitución use la palabra «derecho» para hallarse frente a una regla. Por
ejemplo, «el derecho al trabajo» previsto en el art. 4 de la Constitución italiana, al no resultar imaginables precisas
violaciones del mismo, a tenor de las definiciones que he propuesto, no es una regla, sino un principio directivo: la
directiva del pleno empleo que los poderes públicos deben perseguir con políticas adecuadas. Por eso tiene
exactamente el mismo significado que el art. 40.1.° de la Constitución española, según el cual «los poderes públicos
[...] realizarán una política orientada al pleno empleo». Por otra parte, no siempre es claro si se está frente a un
principio directivo o un principio regulativo. En muchos casos la cuestión es de grado, en el sentido de que, en
concreto, pueden darse principios con un grado mayor o menor de capacidad regulativa. Lo importante es que la
distinción conceptual entre los dos tipos de principios sea clara en el plano teórico. No obstante, todos los principios
directivos, además de connotar la identidad de las instituciones y de promover políticas, al igual que el resto de los
principios regulativos, son utilizables como argumentos relevantes en la interpretación constitucional. Por ejemplo,
los arts. 1 y 4 de la Constitución italiana pueden valer muy bien como argumentos de apoyo de la invalidez de una
ley restrictiva de los derechos de los trabajadores, o también, a la inversa, como ha sucedido en la jurisprudencia
constitucional italiana, para sostener la validez de leyes que imponen límites al poder del empleador de despedir a un
trabajador, por ejemplo la existencia de una justa causa 546.
Esta cuestión tiene una enorme relevancia práctica, y no sólo teórica. La tesis de que los derechos
fundamentales y el principio de igualdad establecidos en las constituciones —es decir, las normas sustanciales de
mayor importancia sobre la producción legislativa— son (solo) principios y no (también) reglas, objeto de
ponderación y no de aplicación por los legisladores y los jueces constitucionales, sirve de hecho para debilitar la
normatividad de las constituciones, para favorecer una impropia autonomía de la legislación y de la jurisdicción,
bastante más allá de los ordinarios márgenes de lo opinable en las actividades interpretativas, y, por eso, para
contradecir los dos fundamentos, por así decir estructurales, del paradigma constitucional del estado de derecho. De
una parte, la jerarquía de las fuentes y la colocación de la constitución en el vértice del ordenamiento como conjunto
de normas vinculantes para todos los poderes constituidos, ya que la ponderación legislativa y la judicial se resuelven
544 Para una más clara y precisa caracterización de estos principio dentro de la tipología de las normas que he propuesto, me parece útil citar
algunas asunciones elementales formuladas en Pil, Preliminares, 85, y §§ 4.5-4.6, 222-228. Según el postulado P7, las reglas «o bien son ellas mismas modalidades, o
expectativas positivas, o expectativas negativas o estatus, o bien predisponen modalidades, o expectativas positivas, o expectativas negativas o estatus». Según las
definiciones D4.6 y D4.7, son reglas téticas las «que disponen modalidades, expectativas positivas, expectativas negativas o estatus» y reglas hipotéticas las «que
predisponen modalidades, expectativas positivas, expectativas negativas o estatus» como efectos, cuando se trate de normas hipotéticas, de los actos jurídicos que son
su causa (T8.33). Cruzando esta distinción con la de reglas deónticas y reglas constitutivas (D4.8, D4.9, T4.55-T4.56) tendremos cuatro clases de reglas: las reglas
tético-deónti- cas, que disponen ellas mismas modalidades deónticas o expectativas positivas o negativas (T4.58); las reglas tético-constitutivas, que disponen ellas
mismas estatus ónticos (T4.59); las reglas hipotético-deónticas, que pre-disponen modalidades deónticas o expectativas positivas o negativas; las reglas hipotético-
constitutivas, que pre-disponen estatus ónticos (T4.61). La tipología de las normas jurídicas, que son las reglas producidas por actos jurídicos (D8.1), calca por
completo la de las reglas (T8.21-T8.29 e T8.36): por eso, las normas se distinguirán en tético-deónticas, hipotético-deónticas tético-constitutivas e hipotético-
constitutivas (Pil, § 8.28.3, 399-406).
545 La naturaleza de reglas y no de principios y valores de la mayor parte de las normas sustanciales de la Constitución italiana, y en particular de
los derechos fundamentales es sostenida por G. AZZARITI , «Inter- pretazione e teoria dei valori: tornare alla Costituzione», en A. PALAZZO (ed.), L interpretazione
della legge alle soglie del XXI secolo, Nápoles, Esi, 2001, §§ 7-9, 242-249; por A. PACE, «Interpretazione costituzionale e interpretazione per valori», en G.
AZZARITI (ed.), Interpretazione costituzionale, Torino, Giappichelli, 2006, 86 y ss.; y por F. BILANCIA, «Positivismo giuridico e studio del diritto costituzionale»,
destinado a los Studi in onore di Alessandro Pace.
546 Sentencias de la Corte Constitucional núm. 47/1976, de 16 de marzo, y 189/1980, de 22 de octubre.
804 Luigi Ferrajoli
en la elección, aunque sea argumentada, de los principios constitucionales considerados en cada en cada caso más
«pesados» en perjuicio de los tenidos por más ligeros. De otra, la separación de poderes y la sujeción de los jueces a
la ley, ambas oscurecidas por el papel creativo del derecho asignado a la función judicial, transformada por la
ponderación en una fuente, con la consiguiente distorsión del principio de legalidad como única norma de
reconocimiento del derecho vigente, en nuestros ordenamientos de civil law 547. En síntesis, la ponderación de las
normas es una operación jurídicamente inadmisible y lógicamente anómala: poco menos que una contradicción en
los términos.
Si se quiere evitar estas aporías será preciso reconstruir de un modo diverso la estructura del razonamiento
judicial exigido por el concurso o los conflictos entre normas y, por tanto, también entre derechos y principios
constitucionales. No sólo porque la ponderación contradice la lógica del estado de derecho, sino también porque la
metáfora de la diversidad de peso corresponde en realidad a procedimientos cognoscitivos que requieren análisis
diferenciados. Con ese fin, distinguiré dos tipos de soluciones de tales concursos o conflictos, ambos compatibles
con la jerarquía de las fuentes, con la separación de poderes y con el principio de sujeción a la constitución tanto de
los jueces como de los legisladores: la solución de los conflictos concebibles en abstracto y la de los conflictos que
se presentan en concreto.
547 Recuérdese este inquietante pasaje de R. DWORKIN: «La primera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos contiene la previsión
normativa de que el Congreso no limitará la libertad de expresión. ¿Es esta una regla, de modo tal que si una ley concreta limitase la libertad de expresión sería
inconstitucional? Los que entienden que la primera enmienda es «un absoluto» dicen que debe ser interpretada de este modo, es decir, como una regla. ¿O, en cambio,
afirma simplemente un principio, de manera que, descubierta una limitación de la libertad de expresión, la misma sería inconstitucional salvo que el contexto
evidenciase algún principio o alguna consideración de oportunidad política que en determinadas circunstancias tenga el peso suficiente para permitir aquella
limitación? Tal es la posición de los que sostienen el que he llamado factor “del riesgo claro e inminente” o alguna otra forma de “ponderación”» (op. cit., 78-79).
548 I. KANT, En torno al tópico «Tal vez esto sea correcto en teoría, pero no sirve en la práctica» [1793], trad. de M. F. PÉREZ
LÓPEZ y R. RODRÍGUEZ ARAMAYO, en Teoría y práctica, Madrid, Tecnos, 1986, 29: «El derecho es la limitación de la libertad de cada uno a la condición de su
concordancia con la libertad de todos, en tanto esta concordancia sea posible según una ley universal; y el derecho público es el conjunto de leyes externas que
hacen posible tal concordancia sin excepción. Kant formuló la misma noción de derecho en Die Metaphysik der Sitten [1797], trad. esp. de A. CORTINA y J.
CONILL, La metafísica de las costumbres, con estudio preliminar de A. Cortina, Introducción a la doctrina del derecho, B, 38: «El derecho es el conjunto
de condiciones bajo las cuales el arbitrio de uno puede conciliarse con el arbitrio del otro según una ley universal de libertad»; ibid., C, 38: «Una acción es conforme
a derecho cuando permite, o cuya máxima permite a la libertad del arbitrio de cada uno coexistir con la libertad de todos según una ley universal». Es
sustancialmente el mismo principio formulado por J. STUART MILL en términos utilitaristas: «el único fin por el cual es justificable que la humanidad, individual o
colectivamente, se entremeta en la libertad de acción de uno cualquiera de sus miembros, es la propia protección» o bien «evitar que perjudique a los demás» [J.
STUART MILL, Sobre la libertad (1858), trad. esp. de P. DE AZCÁRATE , Madrid, Alianza Editorial, 1970, 65].
549 Como escribe C. LUZZATI, «dados dos principios cualesquiera sometidos a ponderación, solo caben tres posibilidades recíprocamente
excluyentes: o pesan lo mismo, o el primero pesa más que el segundo o viceversa. Pero lo que no puede suceder es que esta relación cambie según los
diversos contextos» (Príncipi e princípi, op. cit., 176).
El constitucionalismo entre principios y reglas 805
fundamentales. Los derechos fundamentales consistentes en meras inmunidades, esto es, solamente en expectativas
pasivas y no también en modalidades activas, o sea, en facultades o poderes —por ejemplo, la libertad de
pensamiento o de conciencia, o la inmunidad frente a las torturas—, puesto que no comportan ningún acto como su
ejercicio, están tendencialmente en el vértice de la jerarquía. En efecto, al no poder limitar o interferir las libertades y
los derechos ajenos, son un límite al ejercicio de todos los demás derechos y no son limitables por el ejercicio de
ninguno de éstos. Pero es claro que un límite semejante, además de ser de carácter lógico, es también reconocible en
el plano jurídico merced a la prevalencia de las normas especiales sobre las normas generales. Por ejemplo, nunca se
ha dudado de que la libertad de manifestación del pensamiento tenga un límite en la dignidad de la persona, y por eso
su inmunidad frente a difamaciones, injurias o calumnias.
Hay un segundo límite, de bastante mayor importancia, que mira a las relaciones entre todos los derechos
fundamentales, incluidos los derechos sociales y los derechos de libertad —ya sean meras inmunidades o también
facultades, como por ejemplo la libertad de manifestación del pensamiento— y los derechos fundamentales de auto-
nomía civil, que son además poderes, dado que su ejercicio consiste en actos jurídicos productores de efectos en la
esfera jurídica de otros. Es un límite ligado a una cuestión de gramática jurídica: aunque todos estos derechos sean de
un rango constitucional equivalente, el ejercicio de los segundos —repárese, no los segundos, es decir, los derechos
civiles de autonomía, sino los actos que son su ejercicio, como por ejemplo los de carácter contractual— se hallan,
en la estructura en grados del ordenamiento, en un nivel más bajo que el constitucional, al que pertenecen todos los
derechos fundamentales, ninguno de los cuales puede ser por eso derogado por ellos. También este segundo límite se
encuentra a veces establecido por las propias normas constitucionales. Por ejemplo, el art. 41 de la Constitución
italiana dispone que «La iniciativa económica privada es libre» pero «no puede desarrollarse en contra de la utilidad
social o de modo que cause daño a la seguridad, a la libertad y a la dignidad humana». Una norma, esta segunda, que
prevé de manera explícita un límite de tipo teórico o conceptual, dado que según ella el ejercicio del derecho-poder
de iniciativa económica, es decir, de los derechos civiles de autonomía privada, no puede ocasionar daño a los
derechos de libertad, a la seguridad o a la dignidad de la persona 550. Así tenemos tres clases de derechos
fundamentales —las simples inmunidades fundamentales, los derechos activos de libertad y los derechos-poder de
autonomía— la primera de las cuales está supraorde- nada al ejercicio de todos los demás, mientras el ejercicio de la
tercera está subordinado, en la estructura gradual del ordenamiento, al respeto de todos los demás 551.
Sería deseable que las normas constitucionales, en virtud del principio de que son tanto más vinculantes cuanto
más precisas y unívocas, formulasen explícitamente los límites que algunos derechos fundamentales imponen al
ejercicio de otros derechos también constitucionalmente proclamados 552. Es lo que establece, por ejemplo, aunque
sea en términos bastante genéricos, el art. 79.3.° de la Ley Fundamental alemana, que afirma la rigidez absoluta de
los «principios enunciados en los arts. 1 y 20», es decir, de la intangibilidad de la «dignidad del hombre» y de la
sujeción al derecho de todos los poderes públicos, sugiriendo de este modo su carácter supraordenado a cualquier
otro principio. Pero los límites y los contra-límites entre derechos fundamentales, cuando son configurables en
abstracto, deben en todo caso argumentarse y establecerse con carácter general, es decir, de una vez por todas, por la
doctrina y la jurisprudencia 553, entre cuyos principales cometidos figura, precisamente, la argumentación de las
soluciones en abstracto de los problemas interpretativos determinados por los concursos de normas. Se tratará, es
550 El mismo límite al ejercicio de tales derechos-poder puede hallarse en el preámbulo a la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión
Europea, que habla de desarrollo «sostenible», es decir, compatible con la garantía de los bienes y de los derechos establecidos en ella.
551 Sobre esta jerarquía, remito a PH, § 1.6, 127-128; § 2.4, 154-155, y 11.6, 711-717; Pili, § 15.1, 302-303, y § 15.10, 346-347.
552 En efecto, como siempre, el grado de discrecionalidad de la interpretación judicial depende de la semántica del lenguaje legal, en este caso del
lenguaje constitucional. Sobre los límites y las jerarquías entre principios fijados por el propio texto constitucional, vid. A. PACE, «Interpretazione costituzionale e
interpretazione per valori», en G. AZZARITI (ed.), Interpretazione costituzionale, Torino, Giappichelli, 2007, 83-103.
553 Es lo que indirectamente ha hecho, por ejemplo, la Sentencia núm. 1146/1988 de la Corte Constitucional italiana, al establecer que «la
Constitución contiene algunos principios supremos que no pueden ser subvertidos o modificados en su contenido esencial ni siquiera por leyes de revisión
constitucional o por otras leyes constitucionales», afirmando con esto su superioridad jerárquica en relación con otras normas de la misma Constitución.
806 Luigi Ferrajoli
obvio, de argumentaciones opinables, pero siempre propuestas como válidas con carácter general, prescindiendo de
las singularidades de los casos concretos enjuiciados.
Algo muy distinto es, en efecto, la solución de los conflictos en concreto, es decir, los del segundo tipo de mi
distinción: el generado por la singularidad de los casos particulares objeto de enjuiciamiento. Se trata de la
ponderación como «especificación» o «concreción» de los principios, en que piensan normalmente sus asertores, a
veces también en presencia de conflictos concebibles y solucionables en abstracto 554. Lo que aquí se da es una
confusión entre hechos y normas. En efecto, pues en concreto lo que cambia no son las normas, siempre iguales, sino
los casos juzgados, que, aunque sub- sumibles en las mismas normas, son siempre irrepetiblemente diversos unos de
otros. Por eso, en estos casos, la llamada ponderación concierne, no a las normas aplicables, sino a los rasgos
singulares e irrepetibles de los hechos sometidos a enjuiciamiento. Incide en la comprobación de la verdad de hecho
y no de la verdad jurídica. Piénsese, en materia penal, en la valoración de las circunstancias atenuantes y de las
agravantes y en el juicio de prevalencia de las primeras sobre las segundas o de las segundas sobre las primeras; en el
juicio sobre la proporcionalidad de la defensa a la agresión, o del acto ejecutado al riesgo experimentado, a los fines
de la apreciación de las eximentes de legítima defensa o del estado de necesidad; en la valoración equilibrada de los
indicios, de las pruebas y contrapruebas en la inducción probatoria; o en la valoración de la gravedad del hecho a
tenor de sus concretas y singulares circunstancias. Piénsese, en materia civil, en la ponderación de las variadas
circunstancias del hecho a los fines de la valoración de la buena fe, de la entidad del daño injusto 555, de la culpa en
los ilícitos civiles, de los vicios del error, el dolo o la violencia en la prestación del consentimiento por los
contratantes, o de las conductas y las culpas de los cónyuges en el juicio de separación, etc. Piénsese, en materia
constitucional, en las múltiples e imprevisibles circunstancias de hecho ponderadas en la valoración de las
violaciones de los principios de igualdad y dignidad de la persona, o de los derechos fundamentales, tanto de libertad
como sociales. En todos estos casos los jueces no valoran las normas a las que están sujetos, sino, precisamente, los
hechos que están llamados a juzgar. No pesan las normas, sino las circunstancias de los hechos sometidos a su juicio.
Y no pueden dejar de hacerlo porque el juicio no versa sobre los hechos en abstracto, sino sobre hechos concretos y
sus circunstancias irrepetibles.
Este tipo de ponderación equivale, pues, a una operación requerida por la que he llamado la dimensión
equitativa de la jurisdicción: una dimensión indebidamente descuidada por la reflexión epistemológica, a pesar de ser
componente esencial e ineludible de cualquier juicio 556. En materia de equidad, hay un equívoco epistemológico
que pesa sobre nuestra tradición jurídica, a partir de ARISTÓTELES . La equidad sería «una corrección de la justicia legal»
557
, «lo justo que está fuera de la ley escrita» 558, «la recta razón, que interpreta y enmienda la ley escrita» 559, «una
554 J. J. MOR: SO, «Conflitti tra principi costituzionali», en Ragion pratica, núm. 18, 2002, 201-220; D. MENDONCA, Los derechos en
juego. Conflicto y balance de derechos, Madrid, Tecnos, 2005; M. BARBERIS, Stato costituzionale, op. cit, 69-70; G. ZAGREBELSKY, La legge e la sua
giustizia, op. cit., 218-219.
555 P. TRIMARCHI ha situado la «valoración comparativa de dos intereses contrapuestos» en la base del problema del ilícito civil, «Illecito (diritto
privato)», en Enciclopedia del diritto, vol. XX, Milano, Giuffre, 1970, 98.
556 Derecho y razón, op. cit., cap. III, § 11, 155-166.
557 ARISTÓTELES, Ética Nicomáquea, introducción de E. LLEDÓ, trad. y notas de J. PALLÍ BONET, Madrid, Gredos, 1988, V, 10, 1137b,
263,
558 ARISTÓTELES, Retórica, edición de Q. RACIONERO, Madrid, Gredos, 1990, I, 13, 1374a, 285.
559 T. HOBBES, «Diálogo entre un filósofo y un jurista» [1655], en Diálogo entre un filósofo y un jurista y otros escritos
autobiográficos, edición de M. A. RODILLA, Tecnos, 58 y 65, donde HOBBES retoma la definición de equidad de Sir Edward Coke.
El constitucionalismo entre principios y reglas 807
ruptura del derecho formal» 560, «la muleta de la justicia» que «nos obliga a transgredir la justicia formal» 561, un
remedio de las deformaciones de la ley mediante el recurso al «derecho natural» 562, o, en fin, «la justicia del hombre
en contraste con la justicia de la ley» 563. En realidad, aquélla no se opone en modo alguno a la ley o a la justicia
legal o formal, pues no consiste sino en la comprensión y en la valoración de las concretas e irrepetibles
circunstancias y connotaciones que hacen a cada hecho diverso de todos los demás, aunque pertenezcan todos al
mismo supuesto legal. Es, en suma, un tipo de averiguación fáctica inevitablemente exigido, sobre todo ante un
concurso de normas, por la comprensión de la singularidad de los hechos, y no, por cierto, una fuente o un método de
producción normativa 564. Por lo demás, como prueba de la tesis de que la ponderación tiene por objeto, no las
normas, sino las circunstancias de los hechos previstos por ellas, los propios teóricos de la ponderación de los
principios, en el análisis de las argumentaciones en apoyo de las soluciones ponderadas de los llamados «casos
difíciles», hacen siempre referencia al carácter concreto de tales casos y a su irrepetible singularidad 565.
Es pues evidente que la valoración equitativa de los hechos juzgados retroactúa sobre la que he llamado
«interpretación operativa» y que, por ello, en la identificación de las normas más apropiadas, se orienta por la
singularidad de los hechos sometidos a juicio 566. De aquí la variedad de las interpretaciones y de las máximas
producidas por la inabarcable casuística jurisprudencial. Pero lo que cambia no son las normas, siempre las mismas,
sino los hechos, que son siempre diversos y que el juez lee sub specie iuris, es decir, según la pertinencia de las
reglas que está llamado a aplicar y su interpretación sistemática. Volviendo a nuestros ejemplos, el juez no pondera
las normas sobre las circunstancias agravantes y atenuantes, las normas que incriminan conductas, las relativas a las
eximentes, o las normas sobre la libertad de prensa y sobre el derecho a la privacidad. Y ni siquiera deriva las reglas
aplicables de la ponderación de los diversos principios subyacentes a las mismas, al contrario de lo que dice Á LEXY.
Sí pondera, en cambio, las diversas circunstancias fácticas que justifican la prevalencia de las agravantes o las
atenuantes, las particularidades del hecho que justifican o no la aplicación de una eximente, o bien si el hecho es un
legítimo ejercicio de la libertad de prensa o una violación de la privacidad ajena.
En definitiva, la ponderación como método de solución de los problemas interpretativos no tiene cabida en la
aplicación de la ley. Es una metáfora sugestiva, que como todas las metáforas, si tomada al pie de la letra, introduce
560 G. W. F. HEGEL, Principios de la filosofía del derecho o derecho natural y ciencia política [1821], trad. de J. L. VERI AL, Barcelona,
Edhasa, 1988, apartado 23, 295.
561 Ch. PERELMAN , La justicia [1945], trad. de R. GUERRA , México, UNAM, 1964, 46.
562 F. CARNELUTTI, Derecho y proceso, trad. de S. SENTÍS MELENDO, Buenos Aires, EJEA, 1971, 158.
563 N. BOBBIO, «Governo degli uomini e governo delle leggi?» [1983], en 1l futuro delta democrazia, To- rino, Einaudi, 1984, 161 (hay
trad. esp. de J. MORENO , El futuro de la democracia, Barcelona, Plaza & Janés, 1985).
564 Que es como parece que entiende, en cambio, M. A TIENZA, tanto la ponderación como la argumentación (en El derecho como
argumentación, op. cit.). Quizá es lo que explica el hecho de que ATIENZA considere ponderación y argumentación como temas de la
teoría del derecho; y, consecuentemente, también el reproche que, como otros, me ha dirigido tantas veces, de la falta de una
teoría de la interpretación y de la argumentación en mi teoría del derecho. Esta ausencia se debe al hecho de que la teoría de la
interpretación, como la teoría de la prueba, la teoría de la equidad y, por otra parte, la teoría del método axiomático en la
construcción de la teoría del derecho, pertenecen a la teoría del conocimiento jurídico: la primera a la teoría del conocimiento,
doctrinal y judicial, del derecho vigente; la segunda a la teoría del razonamiento probatorio; la tercera a la teoría de la comprensión
equitativa; la cuarta a la metateoría del derecho.
565 R. ALEXY , Teoría de los derechos fundamentales, op. cit., § 3.2, 89: «en los casos concretos los principios tienen diferente peso»
y «prima el principio con mayor peso». La misma referencia a la ponderación en los «casos concretos» se encuentra en M. A TIENZA,
El derecho como argumentación, op. cit., cap. 3, § 8, 168-174.
566 «Interpretazione dottrinale e interpretazione operativa», en Rivista internazionale di Filosofia del Di- ritto, I, 1966, 290-304,
y últimamente en Pil, Preliminares, 98; § 4.4, 220-221; § 6.12, 320-321; § 8.8, 423-424; § 9.6, 488; § 9.16, 533-534; § 12.8,
831-836.
808 Luigi Ferrajoli
inevitables distorsiones. Los principios no son normas expuestas a las opciones ponderadas de los legisladores y de
los jueces, sino, por el contrario, límites y vínculos impuestos a unos y otros. En cuanto a los conflictos, los dilemas
y las incertidumbres que se dan en presencia de concursos de normas, se resuelven en el plano general y abstracto
con argumentos, aunque sean opinables y controvertidos, en apoyo de la calificación jurídica propuesta como la más
correcta a tenor de las normas existentes. Y cuando los concursos y los dilemas surgen a propósito de los casos
concretos, a través de la comprensión y la valoración equitativa de las circunstancias, singulares e irrepetibles, que
hacen a cada caso irreductiblemente distinto de todos los demás. En ambos tipos de supuestos, concebir la
ponderación como opción ponderada de una norma con menoscabo de otra 567 y admitir por tanto la derogabilidad de
las normas constitucionales 568, equivale a hacer vana la sujeción del juez a la ley. La ponderación, entendida de ese
modo, repito, es una operación jurídicamente incompatible con el principio de legalidad y con la lógica del estado de
derecho. Otra cosa es que se llame ponderación a cualquier tipo de opción interpretativa de las que siempre
concurren en la práctica jurídica, pero entonces convendría no usar esa palabra, ya comprometida con las teorías que
la han contrapuesto a la subsunción. En cualquier caso, ponderación es un término infeliz y distorsionador: porque
transforma la aplicación de la ley en una operación desvinculada de ésta, o porque se usa con un significado
demasiado extenso, hasta el punto de designar cualquier tipo de razonamiento jurídico y de interpretación
sistemática. La cuestión no es meramente terminológica. Las teorías cumplen un papel performativo del derecho y
del imaginario de los jueces y los juristas. Uno de los argumentos habitualmente usado en apoyo de la ponderación
es el realista, conforme al cual ponderación es, precisamente, lo que hacen los jueces. Admitiendo, solo como
hipótesis, que (y en todo caso en la medida en que) fuera ciertamente eso lo que hacen los jueces —y no la normal
interpretación sistemática del complejo conjunto de las normas de que se compone cualquier ordenamiento—, la
teoría de la ponderación serviría para legitimar y favorecer esa práctica, anómala e impropia al mismo tiempo.
Todo esto no excluye en modo alguno el papel de la argumentación por principios. Al contrario, puede
afirmarse que toda la actividad jurisprudencial, precisamente porque sometida a la ley y por ello a la carga de la
motivación, consiste en una actividad argumentativa además de, y antes que, aplicativa. Esta fenomenología del
derecho —de la legislación, por una parte, y de la jurisdicción por otra— puede verse con más claridad distinguiendo
netamente entre el derecho vigente y el derecho viviente. Esta distinción es el reflejo de la necesaria ambivalencia
del derecho moderno, ligada a su vez a su naturaleza lingüística y positiva. Gracias a esta naturaleza lingüística, todo
fenómeno normativo puede ser considerado al mismo tiempo como acto normativo y como norma, el primero como
signo y causa de la segunda, la segunda como significado y efecto del primero 569. Por eso cabe dar dos respuestas a
la pregunta «qué es el derecho positivo», diversas pero ambas empíricamente plausibles a tenor de los dos puntos de
567 «Cuando dos principios entran en colisión» —afirma, por ejemplo, ÁLEXY—, «uno de los dos principios tiene que ceder
ante el otro. Pero esto no significa declarar inválido al principio desplazado ni que en el principio desplazado haya que introducir una
cláusula de excepción. Más bien lo que sucede es que, bajo ciertas circunstancias, uno de los principios precede al otro. Bajo otras
circunstancias, la cuestión de la precedencia puede ser solucionada de manera inversa. Esto es lo que se quiere decir cuando se
afirma que en los casos concretos los principios tienen diferente peso y que prima el principio con mayor peso» (R. Á LEXY, Teoría de
los derechos fundamentales, op. cit, cap. III, § 3.2, 89). De este modo, escribe justamente R. GUASTINI, la ponderación acaba por
resolverse en una técnica argumentativa consistente, no en atemperar principios, sino en apartar, suprimir o sacrificar uno en
beneficio del otro, además, según una «jerarquía axiológica móvil» entre principios, variable caso por caso a discreción del
intérprete (Linterpretazione dei documenti normativi, Milano, Giuffre, 2004, 216-221 y 252-253).
568 En inglés «defeasibility», en castellano «derrotabilidad». Sobre los diversos significados de «defectibilidad» («defettibilitd»),
vid. P. CHIASSONI, «La defettibilita nel diritto», en Materiali per una storia delta cultura giuridica, 2008, 2, 471-506. «Los principios son
normas derrotables» afirma, por ejemplo, A. G ARCÍA FlGUEROA, y «la derrotabilidad es una propiedad esencial de las normas
jurídicas en los Estados constitucionales», de modo que la norma «N puede verse inaplicada [mediante la ponderación] y debe serlo si y solo si surgen
nuevas excepciones justificadas y que quizá no fueron previsibles ex ante» (Criaturas de la moralidad. Una aproximación neoconstitucionalista al
derecho a través de los derechos, Madrid, Trotta, 2009, 20, 151 y 136). Sobre el «carácter defectible» de los derechos fundamentales consecuente a sus
potenciales conflictos y sobre el «carácter aproximativo» de su interpretación consecuente a su indeterminación, cfr. también T. MAZZARESE, «Ancora su
ragionamento giudiziale e diritti fondamentali. Spunti per una posizione “politicamente scorret- ta”», en Ragionpratica, núm. 35, 2010, § 5.3.
569 Sobre las relaciones de implicación recíproca entre signo y significado, entre causa y efecto, entre fuente o acto normativo y norma, remito a
PU, § 4.1, D4.1, 209-211; § 5.4, D5.2 y T5.29-T5.31, 256-259; § 8.1, D8.2, 397-399, y § 9.5, T9.60-T9.61, 479.
El constitucionalismo entre principios y reglas 809
vista desde los que cabe observar el fenómeno jurídico. Podemos responder que el derecho consiste en el conjunto de
los actos lingüísticos y de los enunciados prescriptivos válidamente producidos por las autoridades normativas de un
determinado ordenamiento. Pero también podremos decir que el derecho consiste en el conjunto de los significados
normativos asociados a aquellos enunciados por la interpretación de los operadores jurídicos. La primera respuesta es
la propia de las concepciones normativistas, la segunda es la ofrecida por las concepciones realistas del derecho: dos
concepciones por lo general contrapuestas, pero que se implican recíprocamente, como caras de la misma moneda 56.
El postulado del positivismo jurídico es el principio normativista de que el derecho es todo y sólo lo que es puesto o
producido por las autoridades habilitadas para producirlo, es decir, un conjunto de signos y de enunciados
normativos. Pero este principio, esencial para asegurar al derecho objetividad positiva e intersubjetividad, se conjuga
necesariamente con el principio realista de que el derecho es la pluralidad de las interpretaciones normativas
asociables a tales signos y enunciados. Podemos disentir sobre el significado de la norma sobre el hurto contenida en
el art. 624 del Código Penal italiano. Pero lo que representa nuestra común referencia empírica es el enunciado
formulado por tal artículo.
Por eso diremos que el derecho vigente (positivo, objetivo o empíricamente existente) es el conjunto de los
actos y de los enunciados prescriptivos producidos, en un determinado ordenamiento, por las autoridades habilitadas
en él para la producción normativa; y que el derecho viviente (interpretado, argumentado o aplicado) es el conjunto
de las interpretaciones diversas y diversamente argumentadas según los diversos intérpretes y las diversas
circunstancias de hecho, ofrecidas por la jurisprudencia. El primero enuncia, como los diccionarios, las reglas de uso
de los términos de la lengua jurídica —«hurto», «apropiación indebida», «libertad de prensa», «dignidad de la
persona», etc.—; el segundo es el lenguaje jurídico que utiliza tales términos aplicando sus reglas de uso. Por eso,
una cosa es reconocer las incertidumbres y los dilemas que se dan en el uso de la lengua, y de ahí la carga de la
motivación argumentada de las opciones interpretativas; y otra distinta transformar la argumentación en una fuente
de producción del derecho vigente. El derecho vigente es la única lengua de que disponen los jueces para nombrar
los hechos que enjuician: como hurto o apropiación indebida, como ejercicio de la libertad de prensa o como
difamación, no porque pesen el significado de estas palabras —es decir, las normas sobre el hurto, la apropiación
indebida, la libertad de prensa y sobre la dignidad de las personas (más de lo que pesamos, hablando, las palabras
«silla» o «butaca»)—, sino porque valoran (o, si se quiere, pesan) las particularidades singulares de los hechos
enjuiciados que los hacen identificables y más fundadamente designables como hurto, apropiación indebida, legítimo
ejercicio de la libertad de prensa o indebida difamación lesiva de la dignidad personal.
Por otra parte, es claro que derecho vigente y derecho viviente se implican recíprocamente, del mismo modo
que cada signo implica uno o más significados y todo significado implica un signo. El derecho viviente es como lo
interpretan, lo argumentan y lo aplican los operadores jurídicos. En este sentido, tanto si el derecho vigente está
formulado en reglas como si lo está en principios, se presenta efectivamente «como argumentación», según la bella
imagen propuesta por M. ÁTIENZA 57. Pero su base empírica es el 570 571
570 Cfr, sobre la cuestión, A. RENTERÍA DÍAZ, «Normativismo e giusrealismo nella teoría del diritto di Luigi Ferrajoli», en P. DI LUCIA (ed.),
Assiomatica del normativo, op. cit, 199-222. Sobre la distinción entre «derecho vigente» y «derecho viviente», remito a Intorno a «Principia iuris», op. cit.,
ibid, § 14.1.3.2, 243-248.
571 M. ÁTIENZA, El derecho como argumentación, op. cit. En este sentido el derecho viviente corresponde a la concepción realista y
pandectística del derecho recientemente expresada por R. GUASTINI: «Los textos normativos no tienen, por así decirlo, vida propia independientemente de la
interpretación y de la dogmática, de modo que lo que nosotros llamamos “el derecho” es indistinguible de los conceptos y de las doctrinas que usan los juristas,
aparentemente para describirlo en el nivel del metalenguaje, en realidad para modelarlo. En resumen, desde este punto de vista, el derecho es —en todo tiempo y
lugar— simplemente indistinguible, como habría dicho G. Tarello, de la “cultura jurídica”» (R. GUASTINI, «Algunos aspectos de la metateoría de “Principia iuris”»,
en Doxa, núm. 31, 2008, 254-255).
El constitucionalismo entre principios y reglas 810
derecho vigente, reconocible a partir del principio de legalidad. Por eso es inadecuado
e insuficiente el enfoque realista, que identifica el derecho sólo con el derecho viviente,
ignorando, o, en cualquier caso, descuidando su base empírica, positiva, objetiva o
vigente; del mismo modo que es inadecuado e insuficiente el enfoque puramente nor-
mativista, que identifica el derecho sólo con el derecho vigente, ignorando o, en todo caso,
descuidando el papel performativo del derecho viviente desarrollado por la ciencia jurídica
y por la jurisprudencia 572. Esquemáticamente, limitándonos a la relación entre ley
ordinaria y juicio, diremos que el derecho vigente es producido por la legislación y la
constitución, mientras que el derecho viviente lo produce la jurisdicción. Ni la jurisdicción
ordinaria puede producir o alterar el derecho vigente en sus distintos niveles, al que está
subordinada; ni la legislación puede producir o alterar el derecho viviente por el que es
aplicada 573. Éste es, en último término, el sentido de la separación de poderes.
572 Sobre el papel performativo de la teoría y de la ciencia jurídica en relación con su objeto, vid. también
PiI, Introducción, § 7, 31-36, y PiII, 40-41, 55-56, 98-101, 585-586 y 803-804.
573 Por eso diremos, con referencia, por ejemplo, al ordenamiento italiano, que la Corte de Casación, es
decir, la jurisdicción de legitimidad, censura el derecho viviente dejando intacto el derecho vigente. La Corte Constitucional,
como jurisdicción sujeta al derecho constitucional vigente, censura, en cambio, el derecho legislativo vigente, anulando las leyes
que contradigan las normas constitucionales vivientes. La primera interviene sobre los significados, esto es, sobre el lenguaje del
derecho, o sea, sobre la validez del uso de los signos legislativos por parte de los jueces. La segunda, cuando no se limita a
recomendar interpretaciones compatibles con la constitución, interviene sobre los signos, sobre la misma lengua del derecho, por
tanto, sobre la validez de los signos producidos por el legislador.
574 L. LuiZ STRECK ha ilustrado la que llama la deriva «pamprincipialista» del derecho y de la jurispruden-
cia brasileñas, recogiendo una larga serie de principios de creación jurisprudencial carentes de cualquier anclaje en el texto
constitucional y solo fruto de la inventiva moral de los jueces (Verdade e Consenso. Constituigao, Hermeneutica e
Teorías discursivas. Dapossibilidade a necesidade de respostas corretas em direito , 3.a ed., Rio de Janeiro, Lumen
Juris, 2009, § 13.5, 470-496).
575 Sobre esta mutación de la jurisdicción constitucional en fuente de derecho a través de la ponderación y
sobre su ascendencia en la tradición constitucional estadounidense y alemana, vid. L. L. STECK, «Neocons- titucionalismo,
El constitucionalismo entre principios y reglas 811
Se trata de una tesis que es inadmisible para el enfoque garantista. La idea de que las
sentencias sean fuente contradice el principio de legalidad, la sujeción de los jueces
solamente a la ley y, por eso, la separación de poderes: en síntesis, la propia sustancia del
estado de derecho, al menos según ha sido estructurado en los sistemas de civil law. Al
igual que la tesis que postulase como fuente la doctrina, equivale a la propuesta de una
regresión al derecho premoderno. Frente a tesis semejantes es necesario insistir que
«fuentes» son sólo los actos o los hechos a los que el ordenamiento atribuye como efecto
la producción de normas vigentes que innovan o modifican el ordenamiento mismo 576; de
este modo, en los sistemas de civil law, la producción del derecho vigente está reservada a
las instituciones políticas o representativas, sean legislativas o de gobierno, a través de
cuyo ejercicio se crea nuevo derecho, esto es, nuevas normas destinadas a la aplicación
judicial.
Ciertamente, los precedentes jurisdiccionales tienen una notable capacidad de in-
fluencia en la jurisdicción. Pero es esencial no confundir prestigio (autorevolezza) y
autoridad, fuerza persuasiva y fuerza autoritativa. Solamente la autoridad es fuente de
derecho, según el clásico brocardo auctoritas non veritas facit legem. En cambio, la fuerza
vinculante de los precedentes se funda sólo en el prestigio sustancial, y no en alguna
autoridad formal como la que compete al poder legislativo 577. En pocas palabras, en
nuestros sistemas, los precedentes jurisprudenciales tienen el valor de argumentos
persuasivos, pero no el valor de leyes. Valen por su sustancia y no por la forma o el
órgano que los produce. Resultan invocados en otras sentencias por el valor asignado a la
coherencia, es decir, a una cierta uniformidad tendencial de la jurisprudencia, demandada
a su vez por el principio de igualdad ante la ley, y no, ciertamente, por su carácter de
«fuentes» vinculantes en cuanto tales. Influyen en la producción del derecho viviente, pero
no sobre la del derecho vigente. Dicho de otro modo, pueden, pero no deben, ser asumidos
como base de otras decisiones jurisdiccionales 578.
579está tomada de H. L. A. H ART, El concepto de derecho (1961), trad. esp. de G. R. CARRIÓ, Buenos Aires, Abe- ledo
Perrot, 1968, segunda nota al capítulo VI, 312, que la ha usado —en oposición a las «fuentes formales» u «obligatorias» que el
ordenamiento impone aplicar— para designar las «buenas razones» en que se fundan las decisiones tomadas, por ejemplo, de
«un texto del Digesto» o de la obra de «algún jurista francés». A. PIZZO- RUSSO, a su vez, en un parágrafo titulado «Razones
que justifican la inclusión del precedente entre las fuentes del derecho», habla de «eficacia persuasiva» del precedente (Delle
fonti del diritto. Articoli 1-9, Bologna-Roma, Zanichelli-Il Foro Italiano, 2012, 723-726). Todas estas consideraciones —el
hecho de que los precedentes tengan solo una eficacia persuasiva, que únicamente consistan en buenas razones no impuestas al
juzgador, que, en fin, como escribe PINO, no basten por sí solas para fundar una decisión judicial (op. cit., 45)— son, no
obstante, otras tantas razones que no justifican en absoluto la inclusión del precedente entre las fuentes del derecho, sino que, al
contrario, la excluyen como un factor de confusión inútil y distorsionador.
65
Ya señalada en Intorno a «Principia iuris», op. cit., § 14.1, 4, 250-252, y en
____________________________________ J
V
José Juan Moreso 105
ALGUNAS CONSIDERACIONES
SOBRE LA INTERPRETACIÓN
CONSTITUCIONAL
J
I
uan Ruiz Mañero, moderador de esta mesa redonda, nos ha planteado una serie
de cuestiones relevantes para una adecuada teoría de la interpretación
constitucional. No voy a contestar a todas ellas en esta intervención, aunque
debo decir de buen comienzo que el buen tino de Juan en la selección de las
cuestiones permite conjeturar que la respuesta a la mayoría de ellas es
afirmativa. En realidad, se trata de preguntas retóricas y, seguramente, lo que Juan
pretende es que expongamos algunas de nuestras razones en favor de las tesis que él
indirectamente presenta. En esta intervención, trataré de mostrar algunas de las pe-
culiaridades de la interpretación constitucional, producidas precisamente por la presencia
en nuestros textos constitucionales de conceptos esencialmente controvertidos de
determinado tipo. A continuación, me detendré en explicar las dificultades de aplicación
de este tipo de textos constitucionales a los casos individuales. En la exposición de estos
problemas, desarrollaré una réplica a dos de los argumentos que, surgidos de las filas del
positivismo jurídico, pueden argüirse contra las ideas que sostendré, se trata del
argumento de la controversia y del argumento de la autoridad. Deseo señalar de
antemano que mis ideas serán presentadas en esta intervención de una forma más bien
esquemática y, tal vez, algo especulativa, pero espero que sirvan para el coloquio
posterior.
II
Será útil, creo, para la explicación de algunas de las
peculiaridades de la interpretación constitucional, distinguir
entre enunciados jurídicos puros y enunciados jurídicos aplicativos o subsuntivos.
Llamaré enunciado jurídico no a un enunciado del Derecho, sino a
un enunciado acerca del Derecho, a enunciados que
comienzan con expresiones como («Según el Derecho,...;
o «Jurídicamente,...»). Los enunciados jurídicos puros son
106 José Juan Moreso
580 J. Raz ha distinguido entre pure legal statements y applicative (o, también, applied) legal statements en Joseph Raz, The
Concept of a Legal System, Oxford: Oxford University Press, 1970, 1980 , pp. 49-50 y 218 y The Authority of Law, Oxford: Oxford University
2
Press, 1979, p. 62. R. Hernández Marín llamó a estos enunciados enunciados consecutivos (Rafael Hernández Marín, Teoría general del
Derecho y de la Ciencia jurídica, Barcelona: P.P.U., 1989), en su reciente obra Interpretación, subsunción y aplicación del
Derecho, Madrid: Marcial Pons, 1999, los llama enunciados subsuntivos. Vd. también José Juan Moreso, La Indeterminación del
Derecho y la interpretación de la Constitución, Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1997, pp. 76-77.
581 Para la distinción entre subsunción genérica y subsunción individual puede verse Carlos E. Alchourrón y Eugenio Bulygin, «Los límites de la lógica y el
razonamiento jurídico» en Análisis lógico y Derecho, Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1991, pp. 308-9.
Algunas consideraciones sobre la interpretación constitucional 107
583 Jules L. Coleman, «Second Thoughts and Other First Impressions» en Brian Bix (ed.), Analyzing Law. New Essays in Legal
Theory, Oxford: Oxford University Press, 1998, p. 262.
584 En este punto seguiré las ideas de Bernard Williams, tal y como aparecen en el cap. 8 de Ethics and the Limits of Philosophy,
London: Fontana Press, 1985; «Ethics» en A. C. Grayling (ed.), Philosophy, Oxford: Oxford University Press, 1995, pp. 546-582 y «Truth en Ethics», Ratio 8
(1985): 227-242.
585 Así por ejemplo en A. J. Ayer, Language, Truth, and Logic, London: Victor Gollancz, 1936. Dicha tesis dependía de la asunción irrestricta
(Norm and Action, London: Routledge & Kegan Paul, 1963, p. 104 nota 1): «Todavía no
del principio de verificación. Como afirma Georg Henrik von Wright
hace mucho tiempo se mantenía seriamente en algunos círculos filosóficos que las formulaciones normativas carecen de significado porque no son susceptibles de
verdad o falsedad. Esto ilustra el poder de los dogmas filosóficos - en este caso de la denomi nada teoría verificacionista del significado- para pervertir el uso del
lenguaje filosófico».
Algunas consideraciones sobre la interpretación constitucional 109
591 Vd., por ejemplo, R. M. Hare, The Language of Morals, Oxford: Oxford University Press, 1952 y, más recientemente, Sorting Out
Ethics, Oxford: Oxford University Press, 1997. Otras posiciones cercanas al emotivismo moral, pero compatibles con el objetivismo son, por ejemplo, Allan Gibbard,
Wise Coices, Apt Feelings, Oxford: Oxford University Press y Simon Blackburn, Ruling Passions, Oxford: Oxford University Press, 1998.
110 José Juan Moreso
592 Bernard Williams, Ethics and the Limits of Philosophy, supra nota 5, cap. 8.
Algunas consideraciones sobre la interpretación constitucional 111
IV
En el apartado anterior he tratado de mostrar que la
presencia de predicados morales en los textos constitucionales
no veda la posibilidad del conocimiento neutral de aquello que
nuestras Constituciones exigen. Esta conclusión nos autoriza a
concluir que la aplicación de las disposiciones constitucionales
que contienen predicados morales no es siempre discrecional.
Hay casos claros de aplicación del concepto tratos
degradantes. Es más, un concepto sin casos claros de
aplicación no sería ni siquiera un concepto. Es obvio, sin
embargo, que los conceptos morales densos son conceptos
esencialmente controvertidos.16 Podemos decir que un concepto es
esencialmente controvertido si y sólo si: 1) es valorativo, en el
593Vd. Susan Hurley, Natural Reasons, Oxford: Oxford University Press, 1990, cap. 2.
594 Vd. Carlos E. Alchourrón y Eugenio Bulygin, «Los límites de la lógica y el razonamiento jurídico», supra nota 2, pp. 315-316.
112 José Juan Moreso
595 El locus classicus es W. B. Gallie, «Essentially Contested Concepts», Proceedings of Aristotelian Society, 56 (1955-6): 167-198.
596Vd. Ronald Dworkin, Law’sEmpire, Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1986, pp. 70-73.
597 Joseph Raz, «Legal Positivism and the Sources of Law» en The Authority of Law, Oxford: Oxford University Press, 1979, p. 47 nota 8. Vd.
también Eleni Mitrophanous, «Soft Positivism», Oxford Journal of Legal Studies 17 (1997): 621-642, en p. 642.
Algunas consideraciones sobre la interpretación constitucional 113
598 Sobre todo en la obra de Jules L. Coleman, así en «Negative and Positive Positivism», Journal of Legal Studies, 11 (1982):139-162;
«Authority and Reason», en R.P. George (ed.), The Autonomy of Law, Oxford: Oxford University Press, 1996, pp. 287-320; «Incorporatinism,
Conventionality, and the Practical Difference Thesis», Legal Theory, 4 (1998): 381-426; «Se- cond Thoughts and Other First Impressions», supra nota 4.
599 Para la distinción, vd. Eugenio Bulygin, «Tiempo y validez» en Carlos E. Alchourrón y Eugenio Bulygin, Análisis lógico y Derecho , supra
nota 2, 195-214; José Juan Moreso, Pablo Navarro, «Applicabilitá ed Efficacia delle norme giuridiche» en Paolo Comanducci, Ric- cardo Guastini (eds.), Struttura e
Dinamica dei sistemi giuridici, Torino: Giappichelli, 1996, 15-36. Con referencia a la remisión a pautas de moralidad, W. J. Waluchow, Inclusive
Legal Positivism, Oxford: Oxford University Press, 1994, p. 157 (el mejor libro, a mi juicio, sobre esta discusión en el seno del positivismo jurídico); José Juan
Moreso, La indeterminación del Derecho y la interpretación de la Constitución, supra nota 1, 157-8, Jules L. Coleman, «Se- cond
Thoughts and Other Personal Impressions», supra nota 4, p. 263 nota 22 y Scott J. Sha- piro, «On Hart’s Way Out» en Legal Theory, 4 (1998): 469-508, en
p.506.
114 José Juan Moreso
VI
Sin embargo, el argumento más importante en contra del
positivismo jurídico inclusivo es uno que podemos denominar el
argumento de la autoridad, y que surge de la concepción de la
autoridad de Joseph Raz y de su relación con las tesis centrales
del positivismo jurídico tal y como Raz las comprende. 600 De
hecho, Raz no comparte el argumento de la controversia,
puesto que afirma:601
Que la existencia y el contenido del Derecho es una
materia de hecho social que puede ser establecida sin
apelar a la argumentación moral ni presupone ni implica la
proposición falsa según la cual todas las cuestiones tácticas
son no controvertidas, ni la concepción igualmente falsa de
que todas las proposiciones morales son controvertidas.
El argumento de Raz es complejo y ha sido ampliamente
revisado y discutido. Mi pretensión es sólo presentarlo en una
forma muy, quizás demasiado, esquemática y prestar atención
a alguno de los pasos del argumento.
Una doctrina filosófica acerca del derecho tiene que
servirnos para comprender los rasgos más relevantes de la
naturaleza de esta institución social. Una característica
distintiva del derecho respecto a otros órdenes coactivos, e.g.
una banda de gángsters, es la pretensión de autoridad. Las
autoridades jurídicas sostienen que sus normas son legítimas,
es decir, que ellas pueden imponer obligaciones a los miembros
del grupo social. Esto, por supuesto, no garantiza que las
autoridades jurídicas sean realmente autoridades legítimas ya
que eso depende de pautas morales independientes de las
normas jurídicas. Sin embargo, un dato crucial para diferenciar
a un asaltante de una autoridad, e.g. un inspector fiscal, son las
razones que invocan para respaldar sus exigencias. Atribuir
600 Vd., por ejemplo, Joseph Raz, The Morality of Freedom, Oxford: Oxford University Press, especialmente cap.2 y «Authority, Law, and
Morality» en Ethics in the Public Domain, Oxford: Oxford University Press, 1994, 194-221.
601 «Authority, Law, and Morality», supra en nota 21, p. 218. Y, por otra parte, una distin ción entre validez como pertenencia y validez como
aplicabilidad, puede hallarse en Joseph Raz, «The Identity of Legal Systems» en The Authority of Law, supra en nota 1, 78-102.
Algunas consideraciones sobre la interpretación constitucional 115
Yasutomo Morigiwa, «Second- Order Reasons, Uncertainty and Legal Theory» en Southern California Law Review, 62 (1989): 897-913, en p. 901 y
W.J. Waluchow, Inclusive Legal Positivism, supra nota 20, p. 132 y una defensa de Raz contra Waluchow en Tim Dare, «Wilfrid Waluchow and the
Argument from Authority» en Oxford Journal of Legal Studies, 17 (1997):347-366, en 356-359.
604 Vd. en este sentido las reflexiones de Francisco Laporta en Entre el Derecho y la moral, México: Fontamara, 1993, pp. 60-63.
forma de comprender esta idea, sea recordar cuál es, para John
Rawls, el proceso que va desde las razones subyacentes más
básicas hasta las razones opacas que son las decisiones
judiciales. Rawls imagina una secuencia en cuatro etapas en el
establecimiento de las cuestiones de justicia por parte de seres
racionales. La primera etapa consiste en la posición original en
la que se eligen los dos principios de justicia. La segunda etapa
estipula las normas constitucionales que aseguran el principio
de igual libertad para todos. La tercera etapa
tiene como objetivo el establecimiento de las reglas legislativas
de acuerdo con los principios de justicia -respetados los
derechos atrincherados en la segunda etapa, las decisiones
deben adecuarse al principio de la diferencia. La cuarta etapa
es la de la aplicación de las reglas generales a los casos in-
dividuales por parte de los órganos de aplicación. Cada una de
estas etapas presupone un progresivo levantamiento del velo
de la ignorancia que, por una parte, permite articular las normas
adecuadas para cada sociedad en concreto y, por otra, permite
hacerlo de forma justa, puesto que en todas las etapas deben
respetarse los principios de justicia.606 Pues bien, sólo en la eta-
pa de la aplicación del Derecho es posible atribuir a las
directivas jurídicas los rasgos de la concepción de la autoridad
como servicio. Al parecer, Raz se enfrenta con un dilema: o
bien sólo las directivas emitidas por los órganos de aplicación
están revestidas de autoridad y las normas generales emitidas
por los órganos legislativos carecen de autoridad, o bien
debemos rechazar alguna de las tesis centrales de la
concepción de la autoridad como servicio. El primer cuerno del
dilema comporta la implausible conclusión de que sólo son
jurídicas las decisiones judiciales, una posición extraña a otras
tesis razianas. Desarrollar una teoría de la autoridad distinta a
la de Raz, que acomodara los aspectos que he reseñado, está
más allá del propósito de esta intervención.
VII
606John Rawls, A Theory of Justice, Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1971, pp. 195-201.
28
Vd., por ejemplo, Luis Prieto Sanchís, Constitucionalismo y positivismo, México: Fon- tamara, 1997, p. 58.
29
La posición de Hart al respecto en H.L.A. Hart, «Postscript» en The Concept of Law, se- cond edition by P. Bulloch and J. Raz, Oxford:
jueces para identificar las reglas subordinadas del sistema puedan incluir referencias al contenido de
éstas. Puede ocurrir que, en una comunidad dada, las únicas costumbres consideradas jurídicas o
jurídicamente obligatorias sean aquellas compatibles con las exigencias de la moral. O bien, los
jueces pueden aceptar como válidas sólo aquellas leyes que, además de haber sido correctamente
aprobadas por un cuerpo con competencia para ello, no violen un catálogo escrito de derechos y
libertades individuales.
DOXA 23 (2000)
CURSO “NEOCONSTITUCIONALISMO
J
_________________________________________
_________________________________________
Universitas. Revista de Filosofía, Derecho y Política, n° 15, enero 2012, ISSN 1698-7950, pp. 27-64.
*
Eduardo Meier García
Presentación
27
Eduardo Meier
García
conceptual al Estado de Derecho decimonónico [o Estado legal de
Derecho]".2
28
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
2001. Serie C No. 75. Voto Concurrente del Juez A. A. Cangado Trindade, párr.
16.
constitucional o en los poderes de su órgano interno de interpretación
última (tribunales constitucionales o cortes supremas) y nada más;
preguntándonos si acaso con ello no solo se desconocería de plano y
se violaría el -en muchos casos- constitucionalizado Derecho
internacional de los derechos humanos, sino que toda explicación
racional sobre la democracia constitucional y el Estado constitucional
perdería relevancia e idoneidad, en circunstancias negadoras de los
derechos humanos internacionalmente reconocidos y de los criterios
establecidos por los órganos encargados de su interpretación.
29
Eduardo Meier
García
derecho, Madrid, 2009, p.p. 22-23.
como afirma Moreso, es el diseño institucional que aporta mayores
garantías de éxito, entendido como bienestar humano 8.
8
Moreso señala que "sin querer establecer un nexo causal [...] parece
razonable que en el contexto de un sistema político respetuoso de los derechos
individuales, con instituciones democráticas sólidas, generadoras de confianza
en los ciudadanos y con división de poderes y respeto del principio de legalidad,
las posibilidades para el bienestar humano, concebido de un modo integral, se
incrementan". Moreso, José Juan. op.cit., 2009, pp. 22-23.
9
Úbeda de Torres, Amaya. Democracia y derechos humanos en Europa y América. Estudio
comparado de los sistemas europeo e interamericano de protección de los derechos
humanos, Editorial Reus, Colección jurídica general, Monografías, Madrid, 2007, p. 33.
10
Burgorgue-Larsen, Laurence y Úbeda de Torres, Amaya. Las decisiones básicas
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Estudio y jurisprudencia. Civitas,
Thomson Reuters, Pamplona, 2009, pp. 17-90.
Humanos, la sentencia Caso Barberá, Messegué y Jabardo contra
30
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
España de 6 de diciembre de 198811.
31
Eduardo Meier
García
internacional sostendría siempre la concepción racionalista de los
derechos humanos como posiciones preferentes frente a los poderes
político (autoritarismo) y económico (globalización), que en muchos
casos son ilimitados: sin más contención que el voluntarismo de los
Estados y los vaivenes caprichosos del capital global.
13
Alexy, Robert. La institucionalización de la justicia. op. cit., p. 83.
14
Ansuátegui Roig, Francisco Javier. "La Declaración Universal de Derechos
Humanos y la ética pública" En: Estudios en Homenaje al 60 Aniversario de La
Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948-2008), Luis Fernando García
Rodríguez (Coordinador), Fundación Universitaria de Derecho, Administración y
Política, México, 2008, pp. 21-41.
Estado de Derecho o Estado constitucional: a su desempeño
democrático y tuitivo de los derechos fundamentales 15.
32
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
la función de analizar los conceptos y problemas básicos y comunes a
distintos sistemas jurídicos, conformar categorías estructurales o
formales; en fin, asumir la carga de establecer sus presupuestos
fundamentales en el marco de un sistema jurídico y político
democrático, que tenga -cuando menos- un carácter general, esto es,
sea capaz de elaborar un discurso racional que no se conforme con
explicitar o describir la singularidad del constitucionalismo europeo
derivado de la segunda posguerra.
15
Señala Ansuátegui Roig al referirse a los diferentes modelos de Estado de
Derecho que, si bien en todos se identifican elementos comunes, no es en
cualquier unión o combinación de los conceptos de Estado y Derecho que se
configura tal concepto esencialmente controvertido. De allí que su propuesta se
encause por la condicionada presencia de los derechos fundamentales que,
como específico tipo de instituciones jurídicas, se articulan y condicionan los
mecanismos jurídicos y de ejercicio del Poder político en el marco de un
determinado ordenamiento jurídico. Vid. Ansuátegui Roig, Francisco Javier. "Las
definiciones del estado de derecho y los derechos fundamentales". En Sistema,
158/2000, ARCE, Madrid, 2000, p. 92.
16
Vid. Carbonell, Miguel. Teoría del neoconstitucionalismo, Editorial Trotta,
Carbonell, Miguel (Editor), Madrid, 2007, pp. 9-11.
17
Haberle, P. El Estado constitucional, Astrea, traducción Héctor Fix-Fierro,
Buenos Aires, 2007, p. 442
18
Carbonell, Miguel. op.cit., 2007, p. 9.
modestamente inéditas de viejos fenómenos que gracias a ellas
pueden explicarse mejor19.
33
Eduardo Meier
García
democracias constitucionales contemporáneas, en las que tal
esclarecimiento resultaría escueto si sólo apeláramos al positivismo
jurídico. De modo tal que el neoconstitucionalismo se asume -inter
alia- como una fórmula descriptiva del Estado constitucional, "fórmula
política liberal democrática propia de los países occidentales y que, de
una manera más o menos costosa, se abre paso en el resto del
mundo"20.
19
Nieto, Alejandro. El Arbitrio judicial, Ariel, Barcelona, 2000, p. 10.
20
Prieto Sanchís, L. Ley, principios y derechos. Cuadernos "Bartolomé de las
Casas", n° 7, Universidad Carlos III de Madrid, Dikynson, Madrid, 1998, p. 32.
21
Vid. Carbonell, Miguel. op.cit., 2007, pp. 9-12.
22
Ferrajoli, L. Derechos y garantías. La Ley del más débil. Editorial Trotta, 3a
Edición, 2002, Madrid, p. 33. En este sentido, Nino señala que casi nunca el
dogmático es consciente de su función creadora del derecho, por lo cual su
esfuerzo de hallar fundamentación legal para las soluciones que propone,
responde
Precisamente esas conexiones explícitas serían las que a una
"teoría del neoconstitucionalismo" interesaría revestir de los alcances
dogmáticos necesarios, que le permitan marcar distancia con las
teorías positivistas de la primera mitad del siglo XX o demarcarse del
constitucionalismo clásico, y principalmente, presentar en términos
coherentes su tesis constructiva del ordenamiento jurídico.
34
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
No obstante, para que el neoconstitucionalismo sea reputado
como una determinada teoría del derecho, no sólo será suficiente con
su concebida perspectiva normativa, la vocación de prescribir un
deber ser universalizable, sino que requerirá una buena dosis de
sistematización.
35
Eduardo Meier
García
controvertidos (Essentially Contested Concepts),25 y que en su caso
pueden contener una pluralidad de significados, que no es extraño que
a su vez puedan entenderse de varios modos o admitir distintas
interpretaciones y dar, por consiguiente, motivo a dudas,
incertidumbre o confusión.
25
Vid. Ansuátegui Roig, Francisco Javier. "Las definiciones del estado de
derecho y los derechos fundamentales". En: Sistema, 158/2000, ARCE, Madrid,
2000, pp. 9293.
26
Atienza, Manuel. Constitucionalismo, globalización y derecho. El canon
constitucional, Carbonell, Miguel y García Jaramillo, Leonardo (Editores), Instituto
de Investigaciones Jurídicas-UNAM, Editorial Trotta, Madrid, 2010, p. 264.
27
Barberis, Mauro. Ética para juristas, Editorial Trotta, Traducción de Álvaro
Núñez Vaquero, Madrid, 2008, p.137.
identidad a un ordenamiento. Cosa diversa es el constitucionalismo
que designa un movimiento político, filosófico y cultural 28.
36
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
constitucionalismo se reducen dramática y gradualmente y en los que
finalmente la Constitución es una mampara, una fachada que esconde
o camufla la realidad.
37
Eduardo Meier
García
embargo hoy en día no es suficientemente explicativo, denota no
cualquier organización, sino una liberal y garantista, es algo más.
Como señala Guastini todo Estado estaría provisto de Constitución,
mientras los Estados liberales son Estados constitucionales, los
Estados despóticos no son Estados constitucionales, por carecer de
Constitución, porque un Estado puede llamarse constitucional,
únicamente cuando satisface dos condiciones (disyuntivamente
necesarias y conjuntivamente suficientes): (i) garantiza los derechos
ciudadanos en sus relaciones con el Estado y (ii) los poderes del
Estado están divididos y separados34.
32
Aragón Reyes, R. "La constitución como paradigma". En: Teoría del
neoconstitucionalismo. Ensayos escogidos. Miguel Carbonell (Editor), Trotta, IIJ-
UNAM, Madrid, 2007, p. 35
33
Matteuci, Nicola. "Voz 'constitucionalismo'". En: Diccionario de Política. Bobbio,
N., Mateucci, N y Pasquino, G (Directores), Vol. I, 12 a ed., Siglo XXI, México,
2000, p. 336.
34
Guastini, R. "Sobre el concepto de constitución". En: Teoría del
neoconstitucionalismo. Ensayos escogidos. Miguel Carbonell (Editor), Trotta, IIJ-
UNAM, Madrid, 2007, pp. 16-27.
35
Aragón Reyes, R. "La constitución como paradigma". op.cit. 2007, p.35
36
Prieto Sanchís, L. "El Constitucionalismo de los derechos". En: Teoría del
neoconstitucionalismo, Carbonell, Miguel (Editor), Editorial Trotta, Madrid, 2007, p.
213.
IV.1. La Constitución del constitucionalismo
38
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
pero también y especialmente, la vara con que se miden el efectivo
cumplimiento y la materialización del principio de derechos humanos y
de los principios democráticos.
39
Eduardo Meier
García
concreta, consistente esencialmente en la limitación del poder público
y en la afirmación de la esfera de autonomía normativamente
garantizada39.
37
Ferrajoli, L. "Pasado y futuro del Estado de Derecho". En:
Neoconstitucionalismo(s), Carbonell, Miguel (Edit.), Editorial Trotta,
Madrid, 2003,
p. 28.
38
Ansuátegui Roig, Francisco Javier. "La Declaración Universal de Derechos
Humanos y La ética pública". En: Estudios en Homenaje al 60 Aniversario de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948-2008), Luis Fernando García
Rodríguez (Coordinador), Fundación Universitaria de Derecho, Administración y
Política, México, 2008, pp. 21.
39
Fioravanti, Maurizio. Costituzionalismo. Percorsi della storia e tendenze attuali,
Editorial Laterza, 1a edición, Bari, 2009, pp. 5-69.
40
Held, David. La democracia y el orden global. Del Estado moderno al gobierno
cosmopolita, Paidós, Barcelona, 1997, p. 73
En un principio el Constitucionalismo se entendió como aquella
doctrina de la garantía de los derechos básicos y de la organización
separada de los poderes que podía asegurarse simplemente a través
de una Constitución. A lo anterior debe agregarse que hoy se entiende
por "constitucionalismo" [aunque algunos autores precisen que se
trataría más del "neoconstitucionalismo"] no sólo la neta presencia de
una Constitución, sino la institucionalización jurídica de su supremacía
sobre cualquier otra norma. Tal principio de supremacía de la
Constitución está garantizado mediante dos instituciones
características del modelo americano: por un lado, (i) la rigidez
constitucional, es decir, la imposibilidad o la mayor dificultad de
reforma de la norma constitucional en comparación con las leyes
ordinarias (la mayor dificultad procede generalmente de la exigencia
de mayorías parlamentarias reforzadas, a las que pueden sumarse
requisitos como el referéndum, la ratificación parlamentaria, la
aprobación por la totalidad o un alto número de los Estados federados,
etc.); y, por otro lado, (ii)la previsión de algún sistema de control
judicial de revisión de la constitucionalidad de las leyes 41.
40
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
práctica que de ella deriva, que postula que las facultades de gobierno
deben ser estructuradas y limitadas por una Constitución vinculante,
que incorpore a su vez ciertos principios básicos, y en la que están
plenamente garantizados la protección de los valores humanos como
la libertad y la dignidad de las personas42.
41
Ruiz Miguel, Alonso. "La democracia constitucional". En: El saber del
ciudadano. Las nociones capitales de la democracia,Alianza Editorial, Madrid, 2008,
p. 253.
42
The new Oxford companion to law, Editado por Peter Cane y Joanne Conaghan,
Oxford University Press, Oxford, 2008, pp. 209-210.
43
Vid: Ferrajoli, Luigi. Los fundamentos de los derechos fundamentales, traducción
de A. de Cabo y G. Pisarello, AA.VV, Trotta, Madrid, 2001. Señala que "[l]a mera
legalidad operaba como metanorma de reconocimiento de las normas vigentes,
conforme al cual una norma jurídica, independientemente de su contenido,
existe y es válida en virtud exclusivamente de sus formas de producción. La
afirmación de este postulado provocó un radical cambio de paradigma respecto
del derecho premoderno: la separación entre derecho y moral, es decir, entre
validez y justicia, como consecuencia del carácter totalmente artificial y
convencional del derecho
En el derecho contemporáneo, el constitucionalismo, tal como
resulta de la positivización de los derechos fundamentales como
límites y vínculos sustanciales a la legislación positiva, corresponde a
una segunda revolución en la naturaleza del derecho que se traduce
en una alteración interna del paradigma positivista clásico. Si la
primera revolución se expresó mediante la afirmación de la
omnipotencia del legislador, es decir, del principio de mera legalidad
(o de legalidad formal) como norma de reconocimiento de la
existencia de las normas, esta segunda revolución se ha realizado con
la afirmación del que podemos llamar principio de estricta legalidad (o
de legalidad sustancial). O sea, con el sometimiento también de la ley
a vínculos ya no sólo formales sino fundamental y principalmente
sustanciales, impuestos por los principios y los derechos
fundamentales contenidos en las Constituciones 44.
41
Eduardo Meier
García
de hoy, como la redistribución de la riqueza, la reducción de las
desigualdades, la gestión de los flujos migratorios mundiales, la
reducción de los riesgos contra el medio ambiente y la erradicación de
las redes trasnacionales de terrorismo 45, entre otros, por lo que
tendremos que apelar a algo más que los textos constitucionales y a
lo que dicen de ellos sus máximos intérpretes.
42
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
decimonónico), defender tesis tales como el estatalismo, el
legicentrismo o el formalismo interpretativo 49, o el nacionalismo
constitucional y el transpersonalismo totalitario. En ello incide la
tendencia a asimilar la legitimidad constitucional a la justicia; no
obstante la posibilidad de un derecho injusto es sólo reducida, no
excluida, por las instituciones del Estado constitucional. La rigidez y el
control de legitimidad constitucional sólo pueden reducir la posibilidad
de leyes injustas, no eliminarla del todo50.
43
Eduardo Meier
García
pero también por la injusticia que acusa la situación en que una
minoría de individuos vive en la opulencia, en el derroche y la
exclusión, mientras un 80% restante sufren graves carencias
estructurales, no cuentan con un mínimo de ingresos, con una
deseable renta básica universal. De allí la exigencia moral "de llevar
las instituciones del constitucionalismo (las instituciones surgidas para
implementar la protección de los derechos humanos y asegurar un
ejercicio democrático del poder) al ámbito mundial..."53.
44
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
que la "Teoría del constitucionalismo" y la "Teoría de la democracia"
fomenten la democracia constitucional sobre cambios estructurales
fundamentales, sobre la institucionalidad democrática, que es
racionalidad del ejercicio del poder y de la dimensión de Derecho. Si
bien el desarrollo económico y social como estadio previo al desarrollo
humano integral, requiere un desarrollo efectivo y no transferencias
pasivas que se convierten al final en colonialismo encubierto, el
cambio radical del constitucionalismo contemporáneo exigirá desistir
de la disyuntiva, o dilema (real o aparente) entre
54
Giddens, Anthony. Europa en la era global. Editorial Paidós, Colección Estado y
Sociedad, número153, Barcelona, 2007, p. 142.
55
Sen, Amartya. Bienestar, justicia y mercado. Introducción de Damián Salcedo,
Pensamiento Contemporáneo, número 48, Ediciones Piados, Barcelona, 1997,
p. 80.
56
Reinert explica cómo el libre comercio provoca en ciertos contextos el
empobrecimiento de los pueblos y sin embargo los gobiernos occidentales
siguen insistiendo complacidos en él y ofrecen más ayudas como incentivos
para aceptarlo. Así, las buenas intenciones del libre comercio global esconden y
encubren, tras aquel idealismo y generosidad, una realidad estrambótica y a
veces criminal y corrupta. Reinert, Erik S. La globalización de la pobreza: cómo se
enriquecieron los países ricos... y por qué los países pobres siguen siendo pobres.
Traducción castellana de Juanmari Madariaga, Barcelona, 2007, pp. 3-131.
racionalidad y voluntad, que al final sólo sirve para explicar una
especie de "colonialismo" jurídico del poder, la estatización y
burocratización de las decisiones jurídicas y la politización del derecho,
que esconden siempre una falta de racionalidad en la voluntad
general.
45
Eduardo Meier
García
V. La supra-estatalidad normativa de la Constitución del
constitucionalismo
46
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
sobre su alcance y sobre cómo debe entenderse en el derecho interno
las prescripciones internacionales sobre derechos humanos.
61
Zagrebelsky, G. "Jueces constitucionales". En: Teoría del neoconstitucionalismo,
Carbonell, Miguel (Editor), Editorial Trotta, 2007, Madrid, p. 92
62
Barberis, Mauro. Ética para juristas, Editorial Trotta, Traducción de Álvaro
Núñez Vaquero, Madrid, 2008, p. 160.
63
Nino, Carlos S. Fundamentos de Derecho constitucional, Astrea, Buenos Aires,
1992, p. 1.
En la actualidad la ausencia de reconocimiento de este control
externo sobre las bases jurídicas e institucionales que sustentan la
autoridad del Estado, ponen en jaque todo el sistema de legitimidad
sustentada en una relación política y jurídica que sea respetuosa con
los derechos, porque constituye en sí mismo la propia negación de los
derechos, la negación de un esfera de los derechos, como es la
dimensión del DIDH.
47
Eduardo Meier
García
controles64.
64
Vid: Aragón, Manuel. Constitución y control del poder, Introducción a una teoría
Ediciones Ciudad Argentina, Buenos Aires, 1995. Señala
constitucional del control.
Aragón que: "La creación de tribunales constitucionales, la aplicación de la
Constitución por los jueces, en suma, es sólo una faceta, aunque sea la más
relevante, de este sistema. Junto al control de constitucionalidad de las leyes, de
los reglamentos y de otros actos del poder público e incluso del poder social o
de los particulares (Drittwirkung), o a la resolución jurisdiccional de los conflictos
de atribuciones o de competencias, la ampliación y eficacia de los controles se
manifiesta en la completa sumisión de la Administración a la ley, con la
desaparición de ámbitos exentos, en el establecimiento de nuevas instituciones
de fiscalización (como la figura del ombudsman), en la extensión del control
parlamentario a actividades o entidades de carácter administrativo, en la
multiplicación, por vías formales, de otros medios de control del poder a cargo
de asociaciones, sindicatos o grupos de interés e incluso en la creación [...] de
instrumentos supranacionales, políticos y jurídicos de control." (op. cit., pp. 41-
42).
De ahí que estos controles se hayan ampliado y enriquecido en
la teoría y en la práctica constitucional de nuestro tiempo, como
garantías de una compleja división y limitación del poder, o, si se
quiere, de un complicado sistema pluralista al que la Constitución,
preservando y regulando su equilibrio, es capaz de dotar de unidad 65.
48
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
confiere a los derechos fundamentales un papel central de
fundamentación o justificación, valen para fundamentar la obligación
política, sirven para establecer bajo qué condiciones el individuo de
una comunidad política está obligado a obedecer (cumplir) las normas
que esa misma comunidad se ha dado o reconocido.
49
Eduardo Meier
García
concepción de la historia de los derechos que se maneje.
68
Aguiló, Josep. op.cit., 2004, p.112.
69
Ansuátegui Roig, Francisco Javier. "La dimensión expansiva del
constitucionalismo. Retos y exigencias". En: Teoría y Metodología del Derecho,
entre la ética, la política y el derecho: estudios en homenaje al profesor Gregorio Peces-
Barba, (Vol. II), Instituto de Derechos Humanos Bartolomé de las Casas,
Universidad Carlos III de Madrid, Dykinson, 2008, pp. 77-78.
70
Ansuátegui Roig, Francisco Javier. "La dimensión expansiva del
constitucionalismo. Retos y exigencias" op.cit., 2008, p. 84.
71
Ibídem.
escenario natural del constitucionalismo, pero con una nueva
dimensión expansiva.
50
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
autodeterminación)73, sino tan sólo con el estándar mínimo de
protección de los derechos humanos. El Estado-nación últimamente se
ha visto desafiado y desplazado del centro por la emergencia de
poderosos procesos infraestatales y de poderosos procesos
supraestatales74.
51
Eduardo Meier
García
sujeto en tanto que miembro del grupo y no en tanto que individuo,
presentarían -cuando menos- problemas de compatibilidad con el
sentido de los derechos [y de los principios democráticos], con ese
núcleo constituido por la dignidad, la libertad y la igualdad [seguridad
y solidaridad], que se tienen como valores en torno a los cuales se
articula el proyecto moral de los derechos y sin los cuales no es
posible el reconocimiento de una determinada propuesta como
perteneciente al ámbito de los derechos"77.
75
Barberis, Mauro. Ética para juristas, Editorial Trotta, Madrid, 2008, p. 39. Para
Barberis, Carl Schmitt puede calificarse como constitucionalista sólo en el
sentido de doctrinario del derecho constitucional, (Ibídem., 2008, p. 39).
76
Vid. Ansuátegui Roig, Francisco Javier. "La dimensión...op.cit., 2008, pp. 93-
94.
77
Ibídem.
Dando un paso más, como afirma Gómes Canotilho, el Estado
de derecho democrático constitucional se estructura como una parte
fundamental de un sistema de complejidad. Con lo cual la teoría
constitucional sigue girando en tomo a la problemática del Estado de
derecho constitucional democrático, aunque con nuevos actores
sistémicos, internacionales y supranacionales78.
52
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
Con mucha razón, Gómes Canotilho alude a una triple
articulación del ius cogens, los derechos humanos y el papel de la
organización internacional, como un marco razonable para el
"constitucionalismo global".
78
Gómes Canotilho, José Joaquim. Teoría de la Constitución. Fragmento de la obra
Direito Constitucional e Teoria da Constituigao. 6a edición, Editorial Aldmedina,
Coimbra, traducción de Carlos Lema Añón, Cuadernos "Bartolomé de las
Casas" N° 31, Universidad Carlos III de Madrid, Dykinson, Madrid, 2003, p. 18.
79
Gómes Canotilho, José Joaquim. "Teoría de la Constitución... op.cit., 2003, p.
31.
80
Gómes Canotilho, José Joaquim. "Teoría de la Constitución... op.cit., 2003,
pp. 45-46.
VII. Constitucionalismo internacional. Aproximación
conceptual
53
Eduardo Meier
García
Estado" que sólo en él, a través de él y con sumisión a él podrán
adquirir la "carta de nacionalidad"81.
81
Gómes Canotilho, José Joaquim. "Teoría de la Constitución... op.cit., 2003, pp.
45 y ss.
los Estados deben unirse sacrificando su soberanía para formar una
"comunidad cosmopolita" sometida a una autoridad superior 82.
54
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
las relaciones internacionales lo constituye un derecho internacional
que en su forma clásica presenta el reflejo invertido de la relación
entre el Estado y la Constitución. En efecto, en el terreno del derecho
internacional no falta el elemento análogo a una Constitución que
funda una asociación de miembros libres e iguales. Lo que falta es un
poder supranacional más allá de los Estados rivales que aporte las
posibilidades de sanción y las capacidades de acción que, para
imponer sus reglas, requiere la comunidad de Estados
82
Habermas, J. "¿Tiene todavía alguna posibilidad la constitucionalización del
derecho internacional?". En: El Occidente escindido. Pequeños escritos políticos X.
Traducción de José Luis López de Lizaga, Trotta, Madrid, 2006, p. 125.
83
Habermas, J. "¿Tiene todavía alguna posibilidad la constitucionalización del
derecho internacional?". op.cit., 2006, p. 122.
constituida en la forma del derecho internacional. El derecho
internacional clásico es ya una especie de Constitución, en la medida
en que crea una comunidad jurídica entre partes que formalmente
tienen los mismos derechos. Ciertamente, esta proto-Constitución del
derecho internacional se diferencia de una constitución republicana en
varios rasgos esenciales. No se compone de individuos que forman
una comunidad jurídica, sino de actores colectivos, y además no tiene
la función de constituir una autoridad política (Herrschaft), sino sólo la
de formar poderes diferenciados (Gewalten). Además, para
convertirse en una Constitución en sentido estricto, a la comunidad de
sujetos del derecho internacional le falta la fuerza vinculante de las
obligaciones jurídicas recíprocas. Sólo la restricción voluntaria de la
soberanía (ante todo, la renuncia al núcleo mismo de la soberanía, el
derecho de guerra) puede convertir a las partes del contrato en
miembros de una comunidad políticamente "constituida". Con todo, al
declarar voluntariamente la proscripción de las guerras de agresión,
los miembros de una asociación de naciones asumen ya una
obligación que, incluso sin un poder coercitivo supraestatal, posee un
efecto vinculante más fuerte que el derecho consuetudinario y los
tratados interestatales84.
55
Eduardo Meier
García
espacios públicos institucionalizados, las elecciones, los parlamentos y
otras formas de participación. Sólo en el seno de los Estados
democráticos constitucionales existen disposiciones legales para una
inclusión igualitaria de los ciudadanos en el proceso de legislación. Allí
donde faltan estas disposiciones, como sucede en las constituciones
supranacionales, siempre existe el riesgo de que los intereses
"dominantes" en cada caso se hagan valer
84
Habermas, J. op.cit., 2006, p. 130.
hegemónicamente bajo la cobertura de leyes que rigen
imparcialmente85.
56
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
libertad sino también de los derechos sociales; en segundo lugar,
frente a todos los poderes, no sólo frente a los poderes públicos sino
también frente a los poderes privados; en tercer lugar, a todos los
85
Habermas, J. op.cit., 2006, p. 138.
86
Held, David. La democracia y el orden global. Del Estado moderno al gobierno
cosmopolita, Paidós, Barcelona, 1997, p. 317.
niveles no sólo en el derecho estatal sino también en el derecho
internacional87.
57
Eduardo Meier
García
87
Ferrajoli, L. Democracia y Garantismo. Edición de Miguel Carbonell, Trotta,
Madrid, 2008, p. 35.
88
Zolo, D. "Libertad, propiedad e igualdad en la teoría de los Derechos
fundamentales. A propósito de un ensayo de Luigi Ferrajoli". En: Los fundamentos
de los derechos fundamentales. Edición de Antonio de Cabo y Gerardo Pisarello,
Trotta, Madrid, 2001, p. 101.
89
Ferrajoli, L. "Pasado y futuro del Estado de Derecho". En:
Neoconstitucionalismo(s). Carbonell, Miguel (Edit.), Editorial Trotta, Madrid,
2003, p. 29.
del Estado, ni de la Nación, ni de los pueblos. Sin embargo, los
operadores políticos y jurídicos de los Estados, y con cierta
regularidad los jueces de última instancia de los tribunales nacionales
-convertidos también en operadores políticos- suelen invocar el
principio de no intervención, el derecho a la autodeterminación de la
nación o de los pueblos, así como la inmunidad jurisdiccional para
justificar el incumplimiento de una decisión internacional, bien sea un
fallo judicial, una medida cautelar o una decisión arbitral internacional.
58
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
N° 9, octubre 1998, Traducción del inglés por Gerardo Pisarello. Publicado
originalmente en la obra colectiva: Bellamy, Richard.
Constitutionalism, democracy and sovereignty: American and European
perspectives / Richard Bellamy [et al.], Avebury Series in Philosophy, Aldershot,
Inglaterra, 1996.
92
Habermas, J. (2006): "¿Tiene todavía alguna posibilidad la
constitucionalización del derecho internacional?". En: El Occidente escindido.
Pequeños escritos políticos X. Traducción de José Luis López de Lizaga, Trotta,
2006, Madrid.
tanto en el plano normativo como aplicativo, integrando y nutriendo
los ordenamientos internos.
59
Eduardo Meier
García
de los derechos humanos y libertades públicas, que interesan en el
plano de las Constituciones de los Estados como en el ámbito del
93
Gascón Abellán, Marina y García Figueroa, Alonso. La Argumentación en el
Palestra, Lima, 2003, p. 23.
Derecho. Algunas cuestiones fundamentales,
Derecho Internacional94, el cual tienen en los derechos humanos una
de sus dimensiones constitucionales, con un alcance jurídico
innegable, de modo que todos los Estados tienen la obligación jurídica,
omnium y erga omnes, de respetar los derechos fundamentales de
toda persona que se encuentra bajo su jurisdicción.
60
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
94
Carrillo Salcedo, Juan Antonio. En prologo al libro Curso de Derecho
Internacional de los Derechos Humanos de Carlos Villán Durán, Trotta, Madrid,
2006, p. 23.
95
Carrillo Salcedo, Juan Antonio en Prólogo a la obra de Villán Duran, Carlos.
Curso de Derecho Internacional de los Derechos Humanos, Trotta, Madrid, 2006, p.
21.
democratización de los derechos humanos como justas exigencias de
toda sociedad democrática.
IX. Conclusiones
61
Eduardo Meier
García
96
Koh, H. Transnational Lega/...citado por Bergallo, Paola. "Igualdad de género:
Experiencias y perspectivas para su exigibilidad judicial". En: Teoría y Crítica del
Derecho Constitucional, Tomo II, Derechos, Roberto Gargarella (Coord.),
Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2008, p. 569.
Estados para que se decanten por la democracia y desechen la
autocracia, por el poder limitado y delimitable racionalmente y no por
un poder absoluto e indómito, por una sociedad abierta, plural y libre
y no por una sociedad cerrada, enquistada en la intolerancia y
excluyente. De modo tal que los Estados tienen la obligación jurídica
general y frente a todos (omnium et erga omnes) de reconocer la
dignidad humana y respetar los derechos fundamentales de la persona
que se encuentre bajo su jurisdicción, de lo que ha derivado una
nueva visibilidad internacional de la persona humana como sujeto de
derecho, que ha adquirido incluso la capacidad de acceso directo ante
la jurisdicción internacional (ius standi) o para comparecer como parte
en juicio (ius standi in iuditio).
62
(Neo)Constitucionalismo e internacionalización de los
derechos
interpretación de aquéllos, constituyen los pasos necesarios para la
consolidación del DIDH. La Constitución del constitucionalismo, del
constitucionalismo de los derechos, es una Constitución material
garantizada y en ese sentido es una Constitución rígida, que incorpora
los derechos fundamentales y le otorga fuerza jurídicamente
vinculante y aplicación directa a todos sus contenidos (institucional,
procedimental y sustantivo), lo que la convierte en un conjunto de
normas "preceptivas" y no meramente "programáticas" u
"ornamentales", de decidida influencia en el debate político,
condicionando que todo el ordenamiento se interprete conforme al
Texto Fundamental, con su consecuente "sobreinterpretación", como
rasgo que exige atenerse a la vis expansiva y al efecto de irradiación
de la Constitución y deducir principios y valores implícitos, más allá
del propio texto; con la misma razón, no sería forzado deducir que el
Derecho internacional de los derechos humanos forma parte de esa
constitucionalización y -explícita o implícitamente-, las Constituciones
y los órganos jurisdiccionales internos deben, a fortiori, articular
mecanismos para la garantía y protección de los derechos y
libertades, facilitando en el ámbito interno el amparo de los derechos
y garantías por intermedio de los órganos internacionales.
63
CURSO “NEOCONSTITUCIONALISMO
UNIDAD IV: CRÍTICAS AL NEOCONSTITUCIONALISMO 2. Sanchis P (2008) Luis, Principia iuris: Una
teoría del
España
PRINCIPIA IURIS: UNA TEORÍA DEL DERECHO
NO (NEO)CONSTITUCIONALISTA PARA
EL ESTADO CONSTITUCIONAL607
RESUMEN. La teoría del Derecho de Principia iuris asume el nuevo paradigma del Estado constitu-
cional de Derecho y está especialmente diseñada para dar minuciosa cuenta del mismo. Sin
embargo, se distancia de las construcciones más usuales del neoconstitucionalismo en dos
aspectos capitales, que aquí son objeto de análisis. En el aspecto metodológico o conceptual, se
mantiene firmemente la perspectiva ilustrada y positivista de la separación conceptual entre
Derecho y moral, frente a las actuales revisiones «postpositivistas» o «neoiusnaturalistas». En
el aspecto teórico, y a diferencia también del neoconstitucionalismo, se mantiene una posición
más escéptica o menos confiada en las posibilidades de la argumentación jurídica, lo que tiene
dos consecuencias principales: una visión más restrictiva de la aplicación directa de la
Constitución y una visión no conflictualista de los derechos fundamentales en la línea de la lla -
mada teoría interna.
Palabras clave: FERRAJOLI, Principia iuris, neoconstitucionalismo, separación conceptual entre
Derecho y moral, derechos fundamentales.
ABSTRACT. The Principia Iuris legal theory adopts the new paradigm of constitutional State of Law
and has been specifically designed to account for it. However, it takes exception to the more fre-
quent constructions of neo-constitutionalism for two prime aspects, which will be considered in
this text. In the methodological or conceptual sense it firmly maintains the enlightened and
positi- vist stance of the conceptual separation between law and morals against the current
postpositivist or neoiusnaturalist approaches. In the theoretical sense, it differs from neo-
constitutionalism in that a more sceptical or doubtful approach is adopted with regards to the
possibilities of legal argumentation, resulting in two main consequences: a more restricted view
of the direct applica- tion of the Constitution as well as a non-conflictualist view of the
fundamental rights along the lines of the so-called internal theory.
Keywords: FERRAJOLI , Principia Iuris, neo-constitutionalism, conceptual separation between law
and morals, fundamental rights.
1. UNA TEORÍA DEL DERECHO DEL ESTADO CONSTITUCIONAL
P
rincipia Inris no es sólo una teoría del Derecho para el Estado constitucional; sus conceptos más
generales y elementales presentan un alcance más amplio, válido para explicar sistemas jurídicos
precedentes e incluso sistemas normativos no jurídicos. Sin embargo, los conceptos más elaborados y
complejos pretenden dar cuenta y adquieren toda su fuerza explicativa sólo a la luz del modelo
constitucionalista. El propio FERRAJOLI lo confiesa desde la primera página de la obra: la finalidad
perseguida por la teoría «es la redefinición del paradigma teórico y normativo de las modernas democracias
constitucionales»; de ahí que pueda decirse que «la teoría (normativa) de la democracia es el banco de pruebas de la
teoría (formal) del Derecho de los modernos ordenamientos constitu- cionales» 1.
De manera que Principia Inris puede considerarse también como la teoría jurídica del
garantismo por cuanto, como viene repitiendo el autor, «el paradigma garantis- ta es uno
y el mismo que el del actual Estado constitucional de Derecho» 609 610, representando «la
otra cara del constitucionalismo», concretamente aquella que se encarga de «formular
las técnicas de garantía idóneas para asegurar el máximo grado de efectividad de los
derechos reconocidos constitucionalmente» 611. En otras palabras, el Estado
constitucional de Derecho viene a expresar la fórmula política del garantismo, el único
marco institucional en el que puede prosperar su ambicioso programa cuyo elemento
medular consiste en una concepción artificial de las instituciones al servicio de los
609 Principia Inris. Teoria del diritto e della democrazia, 3 vols., Bari: Laterza, 2007, Prefacio, pp. V y
VII.
610 L. FERRAJOLI, 1999: «Garantías», trad. de A. DE CABO y G. PISARELLO, 2000: Jueces para la
democracia, 38, p. 40.
611 L. FERRAJOLI, 2002: «Juspositivismo crítico y democracia constitucional», trad.
de L. CÓRDOVA y P. SA- LAZAR, Isonomia, 16, p. 16. De ahí que en Principia Iuris se hable a veces
indistintamente del «paradigma constitucional o garantista»; así en § 12.1, vol. I, p. 849.
Principia iuris: una teoría del Derecho no (neo)constitucionalista para el... 327
derechos.
Ciertamente, el Estado constitucional tampoco presenta unos rasgos uniformes u
homogéneos en todas sus manifestaciones, ofreciendo versiones más o menos vigoro-
sas de control del poder. Como ha observado GUASTINI, la constitucionalización debe
concebirse como un proceso, no como una cualidad todo o nada, que se va fortaleciendo
o enriqueciendo con sucesivos elementos o exigencias 612: fuerza normativa o vinculante,
aplicación directa por los jueces y funcionarios sin necesidad de interposición legislativa,
mayor o menor rigidez frente a la reforma, garantía jurisdiccional más o menos amplia o
eficaz, etc.; y, sobre todo por lo que aquí interesa, una densidad variable de contenido
normativo. En relación con este último aspecto, podríamos dividir las Constituciones en
dos grandes categorías ideales: Constituciones formales o procedi- mentales, cuyo
objeto exclusivo sería organizar el poder y, con ello, las fuentes del Derecho (norma
normarnm), indicando quién manda y cómo manda, pero dejando que sean luego los distintos
órganos estatales quienes decidan qné debe mandarse o prohibirse; y las Constituciones
materiales o sustantivas, que incorporarían un programa político cerrado que
prácticamente asfixiaría la libertad política del legislador y de las demás instituciones, que
se convertirían así en meros ejecutores del documento constitucional613.
Lógicamente, ninguna de estas categorías se dan en estado puro: las Constituciones,
por muy formales que sean, necesariamente han de incorporar algunos preceptos
sustantivos, aunque sólo sea para asegurar las condiciones de la formación democrática
de la ley; y, por muy material que quiera ser, ninguna Constitución podría descender a la
regulación de tantos detalles que hiciera superflua la acción del legislador. Pero, aunque
no puedan encontrarse en estado puro, todas las Constituciones se aproximan a uno u
otro modelo e incluso podríamos designarlas con un nombre: Constituciones Kelsen y
Constituciones Ferrajoli. KELSEN, en efecto, tal vez sea el autor que, tomándose en
serio la fuerza normativa de la Constitución, más dificultades y cautelas mostró a la hora
de incorporar al texto principios o derechos, en suma, límites materiales a la acción del
legislador614. FERRAJOLI, por su parte, quizás sea el autor que, tomándose en serio la
Derecho»631. El propio FERRAJOLI ha reconocido un acercamiento entre «legitimación interna o deber ser jurí dico y
legitimación externa o deber ser extrajurídico» 632. Dicho de un modo más o menos literario, la conclusión parece
unánime: merced a las Constituciones, la moral —es decir, los venerables derechos naturales— han hecho acto de
presencia en el Derecho, más concretamente en la cúspide del Derecho.
Esta última matización es interesante porque, en realidad, la moral (la moral social,
buena o mala) siempre ha estado presente en el Derecho; las normas jurídicas que no
fueran de las llamadas meramente penales siempre han incorporado pautas o estánda-
res de comportamiento de naturaleza moral o sustantiva que le decían al destinatario lo
que podía, debía o no debía de hacer. La diferencia, que sin duda tiene suma impor-
tancia, es que por lo general dichas normas se dirigían a los ciudadanos y servían para
valorar su conducta, mientras que ahora pretenden vincular también a los poderes pú-
blicos, cuya conducta se expresa a su vez en forma de normas jurídicas. La consecuen-
cia es entonces que el juicio sobre la validez de las normas se ha convertido en un juicio
sustantivo que toma como parámetros normas constitucionales que encarnan al propio
tiempo normas de moralidad; singularmente, que expresan derechos fundamentales que
son, según opinión común, el compendio de la moral pública de la modernidad. El
garantismo necesita del constitucionalismo para hacer realidad su programa ilustrado; y
el constitucionalismo se alimenta del proyecto garantista para condicionar la legitimidad
del poder al cumplimiento de ciertas exigencias morales que se condensan en los
derechos fundamentales.
De aquí se deduce una conclusión que pocos podrán negar, y es que uno de los cri-
terios clásicos de distinción entre Derecho y moral se desvanece. Me refiero a la distin-
ción entre sistemas estáticos y dinámicos: en los primeros una norma es válida o perte-
nece al sistema cuando su contenido constituye una deducción de otra norma del
sistema, del mismo modo que lo particular puede ser subsumido en lo general o
universal; en cambio, en los segundos una norma es válida cuando el acto de su producción está au-
torizado y regulado por otra norma superior del sistema 633; de ahí que «la validez de una norma jurídica no
pueda ser discutida sobre la base de que su contenido es incompatible con algún valor moral o político»634.
Justo lo contrario ocurre en el Estado constitucional sustancial o rematerializado: la validez de sus normas
puede ser discutida no sólo porque se hayan vulnerado las reglas de habilitación relativas al órgano y
procedimiento de producción, sino también porque su contenido no se muestre conforme con lo prescrito
por ciertos valores morales o políticos, porque mande o permita lo que no debería mandar o permitir y
penetre en la esfera de lo indecidible, o porque no mande lo que sí debería mandar y penetre en la esfera de
lo indecidible que no. Si puede decirse así, el Estado constitucional del garantismo descansa en un sistema
jurídico también estático y no sólo dinámico635.
Este acercamiento entre el modo de ser del sistema jurídico y el modo de ser del sistema moral
representa una muy fuerte tentación a la que pocos se resisten. La tentación, obvio es decirlo, consiste en
impugnar una tesis central del positivismo, aquella que sostiene la separación conceptual entre el Derecho y
la moral. Desde esta perspectiva, al menos allí donde existen Constituciones rematerializadas (es decir, de
manera contingente y no conceptual) la tesis positivista conduce a la esterilidad de todo esfuer zo
hermeneútico que no tenga presente esa feliz reconciliación entre el Derecho y la moral pública de la
modernidad: el sistema jurídico genera legitimidad, fundamenta un autónomo deber de obediencia (a un
Derecho que se supone que ya es justo, claro está) y reclama de los operadores jurídicos y en general de los
juristas una actitud comprometida o militante con un Derecho positivo al fin preñado de moralidad 636.
Más o menos esta es la tentación del constitucionalismo ético, una tentación a la que F ERRAJOLI ha
resistido como pocos, no cansándose de reiterar que «la doctrina ilustrada de la separación entre Derecho y
moral constituye el presupuesto necesario de cualquier teoría garantista» 637; doctrina que equivale a postular
tanto la «laicidad del Derecho» como la «laicidad de la moral» 638. Es más, el garantismo no sólo reposa en
la autonomía de la moral, sino que reclama la «primacía del punto de vista externo» o crítico respecto del
Derecho positivo, un punto de vista que impide «aquella variante del legalismo ético y del juspositivismo
ideológico que sería el constitucionalismo ético»639.
En este punto la discrepancia con el neoconstitucionalismo resulta patente en Principia luris
desde la misma Introducción: «la autonomía del punto de vista externo» cierra el paso «a
las dos opuestas confusiones entre Derecho y moral presentes en gran parte del
moderno “neo-constitucionalismo”: a la confusión del Derecho con la moral operada por
las distintas versiones del iusnaturalismo; a la confusión de la moral con el Derecho
operada por las distintas versiones del legalismo ético y en particular por la del
de la Constitución se juega en este capítulo, una fuerza que puede verse frustrada tanto
por acción como por omisión, ya que la existencia de lagunas y de antinomias convierte
en inaplicables y por tanto en ineficaces a las propias normas constitucionales: estas
últimas encarnan un «deber ser» jurídico que, sin embargo, se ve desmentido por su
«ser» legal.
Ciertamente, las lagunas y las antinomias generan una obligación de repararlas di-
rigida a la autoridad competente mediante la anulación o la derogación de la norma in-
debidamente existente o la introducción de aquella indebidamente inexistente. Ahora
bien, mientras esto no suceda, la Constitución deviene inaplicada: inaplicada bien porque
falta la norma necesaria para su realización, bien porque existe una norma legal (ésta sí
aplicable) que desvirtúa su contenido normativo. Este parece ser «un rasgo co mún a todos
los vicios, sean formales o sustanciales, comisivos u omisivos» y es que «no pueden ser eliminados ni
reparados si no es mediante una específica decisión, en observancia, justamente, de la norma por ella
inobservada»42. Podrá tratarse de una sentencia de anulación, de una disposición derogatoria o, en el caso de
las lagunas, de la introducción del acto cuya omisión supone una inobservancia. Pero de lo que no podrá
tratarse en ningún caso es de un acto interpretativo o de mera aplicación del Derecho. Aquí lo que se
requiere no es una interpretación de las normas existentes, sino la producción de una nueva norma que
colme la laguna o que ponga fin a la antinomia: «antinomias y lagunas en el sentido aquí definido no son
inmediatamente solventables por el intérprete, a quien no compete la alteración del derecho vigente
aplicable aun cuando ilegítimo. Requieren, en efecto, para ser removidas, la intervención de específicos
actos decisionales: precisamente, la anulación de las decisiones inválidas o la introducción de las decisiones
que faltan» 43.
Este carácter de «vicios» se refleja en los llamados «criterios» de resolución. Las antinomias y lagunas
«tradicionales» —que FERRAJOLI llama débiles— no encierran ningún vicio y encuentran su solución en
metanormas constitutivas, en cuanto tales inviolables, como son la analogía o el criterio cronológico y el de
especialidad, de las que bien puede hacer uso el intérprete. Por el contrario, los vicios de los que aquí habla -
mos sólo pueden superarse mediante el criterio jerárquico, que es una metanorma de- óntica o regulativa.
En suma, los principios de plenitud y coherencia son principios lógicos del Derecho, pero no en el Derecho,
«no estando expresados por normas jurídicas»; no son principia iuris et in iure, sino principia iuris tantum44. Es
el triunfo de la positividad: las normas constitucionales establecen sólo un deber ser, por ejemplo el deber
ser de dictar una ley o el deber ser de no dictarla, o de eliminar alguna vigente. Pero, mientras no se cumple
esa obligación por parte del legislador, la que viene inaplicada en realidad es la propia Constitución.
Comenzando por las lagunas, conviene advertir también que FERRAJOLI mantiene una concepción bastante
estricta de la tarea jurisdiccional, que «consiste siempre en la garantía secundaria de la obligación de anular
los actos inválidos o de la condena de los actos ilícitos» 45, es decir, por lo que se refiere a los actos
inválidos, presenta siempre un contenido negativo o de anulación. Muy lógico parece por tanto que la
jurisdicción no pueda remediar una laguna, algo que, por definición, requiere la producción de una nueva
norma, justamente de aquélla reclamada por la Constitución y que ha sido indebidamente omitida.
En realidad, la posición de FERRAJOLI a propósito de las lagunas creo que puede dar pie a dos
interpretaciones, una más radical o severa y otra más moderada, pero am bas no del todo acordes ni con la
práctica del constitucionalismo contemporáneo ni con las construcciones teóricas neoconstitucionalistas,
generalmente abiertas a un cierto activismo judicial que deposita en los aplicadores del Derecho la
para colmar las lagunas»659. Ahora bien, al margen de que ahora parece aceptarse lo que
antes se ha negado, es decir, que por vía interpretativa se puedan colmar las lagunas, tal
vez la pregunta que procede formular es qué tipo de lagunas pueden resolverse
directamente por los jueces y cuáles en cambio requieren necesariamente la
interposición del legislador, naturalmente en el marco del constitucionalismo actual. Tal
vez la segunda interpretación que antes anunciábamos nos ayude a responder.
La posición de FERRAJOLI admite en efecto una interpretación más moderada, según la
cual los contenidos sustantivos de la Constitución gozarían de inmediata fuerza
normativa, dando lugar a obligaciones directamente exigibles por el juez ordinario, por
ejemplo en un asunto civil o en el enjuiciamiento de un acto o disposición administrativa;
esto es, algunas garantías primarias serían aplicables aun en el supuesto de laguna
legal. Y es que «no todo vicio, en efecto, da lugar a antinomias o a lagunas [...] no es una
laguna cualquier incumplimiento de actos prescriptitos. La razón es simple: los vicios
formales y los vicios sustanciales que no implican normas sino situaciones singulares
dan lugar a prescripciones que, a causa de su singularidad, no entran a formar parte del
ordenamiento»52. En otras palabras, lo que al parecer sucedería es que esa aplicación
directa de los derechos sólo podría tener efectos negativos o de anulación (del despido
del trabajador huelguista, de la sanción al joven objetor de conciencia), es decir, daría
lugar a situaciones singulares, nunca efectos positivos o de creación normativa. Esto
parece evidente en algunas lagunas: cuando la garantía de un derecho reclama una
protección penal, es obvio que el juez no puede producir un nuevo tipo delictivo, que
sería contrario al principio de estricta legalidad penal; y lo mismo cabe decir cuando dicha
garantía requiere la organización de un servicio público, sanitario, educativo o similar; o,
en fin, cuando exige el establecimiento de una institución, como durante bastantes años
ocurrió con el jurado en España o con el Tribunal Constitucional en Italia. Pero parece
cierto también que en situaciones singulares de aplicación del Derecho el intérprete
puede salvar las lagunas de garantías primarias, imputando directamente las
obligaciones o prohibiciones que son «reflejo» del derecho fundamental; puede
considerar por ejemplo que, aunque ninguna ley lo establezca, la Constitución basta para
que el trabajador huelguista no sea despedido ni el objetor sancionado.
En cualquier caso, la práctica del constitucionalismo tampoco acepta pacíficamente
una concepción tan rigurosa de la función jurisdiccional como instancia sólo anula- dora, y
así se encarga de recordarlo el propio FERRAJOLI 53. En particular, las sentencias
llamadas aditivas o manipulativas suponen una legislación positiva en la medida en que
extienden una cierta disciplina normativa a favor de personas o supuestos inicialmente
no contemplados en la norma. Herramienta fundamental al servicio del principio de
igualdad, estas sentencias, con todas las limitaciones que se quiera, suponen una judi-
cialización de la tarea garantista consistente en colmar las lagunas. Y, por cierto, no veo
ninguna dificultad para que esta técnica «antilagunas» (tal vez bajo los ropajes del ar-
gumento analógico) sea usada por el juez ordinario en aplicación directa del principio de
igualdad.
Aparentemente la función judicial resulta de mayor protagonismo en presencia de
antinomias dado que la resolución de éstas requiere, no una legislación positiva como en
el caso de las lagunas, sino una actividad negativa o anuladora; si la jurisdicción tan sólo
podía constatar las lagunas, parece en cambio que puede constatar y resolver las
antinomias. La existencia de una ley inconstitucional genera en efecto una obligación
alternativa: su derogación por el Parlamento o su anulación por el juez de constitucio-
nalidad. Sin embargo, antinomias y lagunas presentan un rasgo común y es que ninguna
de ellas admite una respuesta interpretativa, es decir, ninguna puede ser resuelta por el
juez ordinario, en el caso de las antinomias justamente mediante la pura y simple des-
aplicación de la norma ilegítima; con lo cual, como ya sabemos, viene desaplicada la
propia Constitución. De nuevo es necesario un «legislador negativo» (el Parlamento o el
Tribunal Constitucional) que derogue o anule la norma inconstitucional.
No queda claro, a mi juicio, si ésta pretende ser una tesis teórica o sólo una tesis
dogmática dependiente, por tanto, de las determinaciones del Derecho positivo. En 660 661
algunos pasajes parece sugerirse lo primero, sobre todo cundo se afirma la existencia de
una diferencia estructural entre los criterios cronológico y de especialidad y el criterio
jerárquico de resolución de antinomias 662, pero creo que debemos acoger la segunda
interpretación: que las antinomias impliquen la desaplicación de la Constitución a favor
de la norma contradictoria (mientras ésta no sea derogada o anulada, claro está) es una
característica propia de los llamados sistemas de jurisdicción concentrada 663, pero no de
los sistemas de jurisdicción difusa. Por ello FERRAJOLI se ve en la necesidad de acuñar
un género especial de antinomias a las que denomina como «débil-fuerte». Son débiles
aquellas antinomias que encuentran respuesta en los criterios cronológico y de
especialidad y que pueden ser resueltas directamente por el intérprete aplicando la
norma posterior o la norma especial; son fuertes, en cambio, las antinomias que ahora
interesan, aquellas que reclaman la consideración del criterio jerárquico, al parecer
inaccesible al intérprete. Pues bien, la antinomia débil- fuerte representa un tertium genus
«intermedio respecto a las antinomias en sentido fuerte y en sentido débil porque en
ellas, al igual que en las primeras, existe un vicio que sin embargo, como en las
669 Así en las notas 106 y 107 del § 13.18 de Principia Iuris, vol. II, pp. 141-142.
342 Luis Prieto Sanchís
671 La expresión es de J. J. MORESO, 1997: La indeterminación del Derecho y la interpretación de la Constitución, Madrid: CEPC, p. 167.
672 El «efecto irradiación» (Ausstrahlungswirkung) suele aludir en la doctrina alemana a
la eficacia o proyección de los derechos fundamentales en el ámbito del Derecho
privado. Aquí se usa en un sentido más general. De impregnación habla R. GUASTINI en
«La “constitucionalización” del ordenamiento jurídico: el caso italiano», cit., pp. 153 y ss.
673 Ambos ejemplos pertenecen a la jurisprudencia alemana y puede verse su
comentario, respectivamente, en M. BOROWSKI, 2003: La estructura de los derechos fundmentales, trad. de
C. BERNAL, Bogotá: Universidad Externado de Colombia, pp. 5 y ss., y R. ALEXY, 2002:
«Epílogo a la Teoría de los derechos fundamentales», trad. de C. B ERNAL, Revista Española de Derecho
Constitucional, 66, p. 28.
674 Aplicar un principio, dice L. GIANFORMAGGIO, comporta siempre aplicar
otro principio relevante en la situación específica, Studi sulla giustificazione giuridica, Torino:
Giappichelli, 1986, p. 117.
344 Luis Prieto Sanchís
regla de la especialidad), sino con un triunfo que pudiéramos llamar circunstancial y que se decide a través de
ponderación; así, entre la libertad ideológica y la cláusula de orden público (que en la Constitución española figura
como un límite expreso, art. 16.1) no se advertiría una frontera nítida, de modo que, vulnerado el orden público, dejase
de actuar sin más la tutela iusfundamental, sino que cabe perfectamente que una misma conducta sea prima facie y
simultáneamente ambas cosas (ejercicio de la libertad religiosa y alteración del orden público), debiendo triunfar en
definitiva el Derecho o su límite según el peso de cada uno de ellos en el caso concreto. Por eso habla G UAS- TINI de
una «jerarquía móvil»675. Este es el núcleo del juicio de ponderación 676y es el núcleo también de toda una concepción
de los derechos fundamentales y de sus posibles restricciones677.
Pues bien, FERRAJOLI muestra muy poca simpatía hacia esta visión conflictualista de la
Constitución y de los derechos fundamentales. Aun cuando no deja de reconocer
algunos supuestos de conflicto entre derechos, así como la idoneidad del juicio de
ponderación como forma de resolverlos678, considera que la cuestión se ha dramatizado
en exceso por parte del neoconstitucionalismo, inventando conflictos allí donde sólo hay
límites y lesionando con ello la propia normatividad y supremacía constitucional. Porque
esta es una cuestión teórica, pero no carente de un importante trasfondo político o de
política jurídica. El excesivo conflictualismo principialista conduce, en efecto, «a un
debilitamiento del paradigma constitucional, cuya normatividad jurídica, si bien
respaldada por cartas constitucionales e internacionales, resulta devaluada a genérica
normatividad ético-política, como si esas cartas, en lugar de normas supraordenadas a
las ordinarias, fuesen, como escribe MAZZARESE, “meras declaraciones de intenciones
políticas”»679. De modo particular, concebir como conflictos lo que no son sino lesiones de
los derechos primarios (inmunidades, libertades y derechos sociales) a manos de los
derechos secundarios de autonomía política y negocial supone un indebido
debilitamiento de los primeros por obra de unos derechos que en realidad son poderes; y
«no podemos ignorar que las amenazas más graves a la democracia constitucional
provienen hoy de dos potentes ideologías de legitimación del poder: la idea de la
jurídico que entendemos contrario a nuestra ideología o religión; pero es verdad que, a la
inversa, corre el riesgo de mostrarse comprensivo ante la lesión de una inmunidad o de
otra libertad si dicha lesión resulta proporcional para la satisfacción o realización de otro
bien digno de tutela. Por el contrario, como veremos, F E- RRAJOLI no admitiría una
ampliación del catálogo de derechos por vía interpretativa, pero se mostraría mucho más
estricto en la defensa de los derechos constitucionales, en particular de las inmunidades
y derechos de libertad.
A los efectos que aquí interesan, en el esquema que nos propone F ERRAJOLI cabe
distinguir cinco esferas: a) las inmunidades (o libertades «frente a»), como la libertad de
conciencia, la prohibición de la tortura o el derecho a la intimidad, cuyo rasgo ca-
racterístico es que su «ejercicio resulta imposible [...] no pudiendo interferir con ningún
otro derecho»; b) los derechos-facultad o derechos de libertad activa (o «libertades de»),
como la libertad de prensa o información, la libertad de reunión o la de asociación, que
ciertamente suponen un ejercicio, pero carente «de efectos jurídicos en otras esferas de
libertad»; c) los derechos autonomía, que son en realidad poderes cuyo ejercicio produce
«efectos también en la esfera jurídica de otros», ya sea mediante las leyes, expresión
indirecta de los derechos políticos, ya mediante los negocios jurídicos, expresión directa
de los derechos civiles de autonomía privada; d) los derechos sociales que, a diferencia
de todos los anteriores, representan expectativas positivas a prestaciones, como la
educación o la asistencia sanitaria; y e) la esfera de la libertad natural o de la mera
libertad, «aquella que sobrevive en el silentium legis (y que) no puede dejar de ser limitada
por el derecho positivo», esto es, limitada por el ejercicio de los derechos autonomía683.
Comencemos por las inmunidades que, como sabemos, al no ejercerse difícilmente
pueden entrar en conflicto con nadie, representando por el contrario límites insuperables
frente a cualquier otro derecho o poder. Seguramente, un conflictualista consecuente
rehusaría ver en las inmunidades límites tan absolutos que no admitiesen ponderación
alguna, pero cuando menos establecería una distinción entre aquellas inmunidades que
operan como reglas cerradas y concluyentes 684 de aquellas otras que parecen hacerlo
como principios. Por ejemplo, el honor y la intimidad o privacidad son inmunidades que
para FERRAJOLI operan como límites a la libertad de expresión685, pero que según la doctrina y
la práctica neoconstitucionalista están destinadas al conflicto; es más, tal vez este sea el
supuesto paradigmático de conflicto y de ponderación entre derechos 686. En todo caso,
conviene advertir que FERRAJOLI habla de inmunidades en una acepción muy estricta:
inmunidades son sólo las libertades «frente a», aquellas «que no se ejercen», y hay
derechos de contenido complejo que, junto a la dimensión de inmunidad, incluyen
«facultades de» o libertades activas687. Pero, sea como fuere, su tesis es que las
inmunidades no entran en conflicto con nadie, sino que pueden ser sólo violadas
mediante el ejercicio de otros derechos, que es otra forma de decir que las inmunidades
triunfan siempre. Algo que no parece compartido por la visión conflictualista propia del
685 Principia Iuris, cit, § 15,7, vol. II, p. 338. En otro lugar (vid. infra nota 79), más que
sostener la preferencia general o incondicionada de la inmunidad frente a la libertad
activa, FERRAJOLI parece apostar por una integración normativa de ambos derechos,
en la línea de la teoría interna de los derechos fundamentales a la que me referiré de
inmediato.
686 Valga el siguiente ejemplo de la STC 104/1986: «nos encontramos ante un
conflicto de derechos ambos de rango fundamental, lo que significa que no
necesariamente y en todo caso tal afectación del derecho al honor haya de prevalecer
respecto del ejercicio que se haya hecho de aquellas libertades (las del art. 20), ni tam-
poco hayan de ser éstas consideradas como prevalentes, sino que se impone una
necesaria y casuística ponderación entre uno y otras». Conviene subrayarlo: prima facie, la
conducta enjuiciada representa un ejercicio de la libertad de expresión o información y, al
mismo tiempo, supone una lesión del derecho al honor o a la intimidad. Quién triunfe en definitiva
depende precisamente de cómo se resuelva el conflicto.
687 Este es el origen de un malentendido que explica en parte un pequeño
debate. En un trabajo anterior propuse como ejemplo de conflicto entre la libertad
religiosa y el derecho a la salud el caso de una confesión que ordenase el sacrificio de
animales con vulneración de la normativa sanitaria. Para FERRAJOLI la libertad religiosa
no opera aquí en su faceta de inmunidad, sino de libertad activa («libertad de») y, de
acuerdo con la clasificación de los derechos que acabamos de formular, tiene razón. Lo
curioso es que, así entendida, tampoco reconoce conflicto alguno susceptible de
ponderación; para él, sencillamente, la salud actúa como límite infranqueable a la libertad
activa en la línea de la teoría interna, de la que nos ocuparemos seguidamente. Por lo
que se refiere al segundo ejemplo, el caso real (STC 154/2002) es mucho más complejo
y en mi trabajo apareció tal vez algo simplificado (lo que explica la respuesta) Se trata de
unos padres, Testigos de Jehová, que fueron inicialmente condenados por la muerte de
su hijo, al que no se le practicó una necesaria transfusión de sangre; transfusión a la que
en realidad se oponía el hijo, titular del derecho de libertad religiosa, y no los padres, que
a lo sumo observaron una conducta pasiva y a quienes sin embargo se les reprochó no
348 Luis Prieto Sanchís
Constitución que prevé límites expresos al ejercicio de las libertades o se remite a una configuración
legal690; es decir, no se trata de verdaderos conflictos en sede interpretativa. «En todos estos casos, en
definitiva, los derechos de libertad activa tienen exactamente los contenidos y, por tanto, los límites [...]
establecidos por las normas que los enuncian»691.
Con todo, la adscripción de FERRAJOLI a la teoría interna, es decir, a la idea según a cual los derechos
tendrían unos límites precisos ex ante, al menos cuando viniesen expresamente contemplados en la
Constitución, resulta dudosa. Creo que lo demuestra este otro pasaje donde dice compartir mi opinión de
que «los derechos están limitados, pero los límites también lo están y precisamente por los propios
derechos, sin que desde la Constitución pueda deducirse en qué casos triunfan unos u otros» 692. Esta opinión
quiere expresar justamente la tesis de la teoría externa, haciéndose cargo de la inevitable imprecisión de los
enunciados relativos a derechos, así como de la no menos inevitable vaguedad de las fronteras entre los
derechos y sus límites. Por eso, como hemos dicho, para la teoría externa resulta perfectamente concebible
que una misma conducta sea en principio ejercicio de un derecho y, al mismo tiempo y también en
principio, que represente la vulneración de otro derecho. De ahí que proponga que toda conducta que
presente una propiedad adscribible a un derecho fundamental (o, lo que me parece equivalente, que pueda
considerarse dentro del marco semántico de un enunciado relativo a derechos, incluida, pues, la zona de
penumbra) deba ser tratada como un caso de ejercicio del derecho fundamental en cuestión; y ese «debe ser
tratada» significa simplemente que el asunto debe ser visto como un asunto con relevancia constitucional o,
si se quiere, como un asunto en el que concurren razones a favor de su reconocimiento (aunque también
concurran razones en contra). Esto explica la necesidad de distinguir un juicio prima facie y un juicio
definitivo: prima facie podemos considerar que una determinada conducta es ejercicio de la libertad de
información o del derecho de huelga, pero asimismo prima facie hemos de considerar que esa misma con-
ducta lesiona el honor o el derecho a la salud, y por tanto valorar que existen razones a favor y en contra de
la permisión. El juicio definitivo depende de la ponderación entre todas esas razones, que son razones
constitucionales.
El capítulo en el que FERRAJOLI se muestra más rotundamente «anticonflictualista» es sin duda el de los
derechos autonomía. Lo derechos de autonomía no colisionan con las libertades fundamentales, sino que
vienen sometidos a su imperio; nuestra capacidad negocial privada y nuestra autonomía política
indirectamente expresada en el ley tienen su frontera en el conjunto de los derechos fundamentales, y éste
sería el meollo del constitucionalismo rígido: los derechos triunfan siempre sobre el mercado y sobre la
política. Aquí existe una subordinación estructural de los derechos secundarios (de
autonomía) a los derechos primarios (inmunidades, libertades y derechos sociales), y
esto no ya en virtud de una cierta jerarquía de derechos 693, «sino por la relación gradual
que existe entre todos los derechos fundamentales constitucionalmente reconocidos,
sean primarios a secundarios, y las normas o las situaciones singulares producidas por el
ejercicio de los derechos secundarios [...] En el paso de los derechos de autonomía a las
situaciones producidas por su ejercicio se desciende en efecto un grado o nivel
normativo»694. Los derechos secundarios son poderes cuyo ejercicio mediante actos pres-
criptivos (contratos, leyes) produce efectos en la esfera jurídica de otros y por ello resulta
siempre «vinculado, en cuanto a los efectos de grado subordinado que produce dicho
ejercicio, a los derechos fundamentales pertenecientes al mismo grado o nivel normativo
[...] De aquí la sujeción a la ley de todos los poderes, políticos y privados, que en la
democracia constitucional son los unos expresión indirecta, a través de la representación
política, y los otros expresión directa de los derechos de autonomía política y civil». Es
decir, no es que los derechos autonomía se encuentren en un nivel jerárquico inferior;
son «los efectos indirectos o directos de su ejercicio —las normas legales producidas por
el ejercicio del poder legislativo, las situaciones producidas mediante el ejercicio de los
poderes negociales— los que se encuentran en un grado subordinado al conjunto de los
derechos fundamentales»695.
Creo que pocos rechazarían una idea tan atractiva que entronca la teoría de los de-
rechos fundamentales con la venerable teoría de los derechos naturales y del contrato
social: las instituciones nacen del consentimiento de los asociados y obtienen su legiti-
midad del servicio a los derechos; las leyes y demás disposiciones públicas sólo son le-
gítimas si dan cumplimiento a la «razón social» que justifica la existencia misma de la
asociación política, y esa «razón social» son precisamente los derechos fundamentales;
la autonomía negocial, a su vez, sólo es legítima si se mueve en la esfera de libertad de-
limitada asimismo por los derechos. Y, sin embargo, me parece que es aquí donde se
encuentra una de las discrepancias más relevantes entre FERRAJOLI y el
neoconstitucio- nalismo. No es que éste rechace el sometimiento de las leyes y negocios
al imperio de los derechos; es que antes de responder a la pregunta de si la ley o el
contrato violan un derecho construye (y resuelve mediante ponderación) un conflicto
intraconstitucional, es decir, un conflicto entre dos derechos fundamentales, de acuerdo
693 Aunque cabe esta interpretación. Véase P COMANDUCCI, «Problemas de
compatibilidad entre derechos fundamentales», en Garantismo. Estudios sobre el pensamiento jurídico de Luigi
Ferrajoli, cit., pp. 112 y ss.
694 Principia Iuris, cit., § 12.14, vol. I, p. 913.
695 Ibídem, § 11.6, vol. I, pp. 754-755.
Principia iuris: una teoría del Derecho no (neo)constitucionalista para el... 351
teoría interna, FERRAJOLI sugiere que los derechos presentan un contenido definitivo ex ante,
fijado en la Constitución y tal vez en la ley, de modo que cualquier interferencia pública o
privada será o no legítima según penetre o no en la esfera tutelada, es decir, en el
contenido «verdadero» del Derecho. La teoría externa y el juicio de ponderación se
desarrollan en dos fases: en una primera se constata la relevancia de una conducta
desde la óptica de dos principios o derechos enfrentados: condicionar la forma de vestir o
el estado civil forma parte prima facie de la autonomía negocial y, por tanto de un derecho,
pero al propio tiempo interfiere en el ámbito de otros derechos (la libertad de
indumentaria, la dignidad, la libertad matrimonial). A su vez, en una segunda fase guiada
ya por la ponderación, habrá de valorarse la proporcionalidad entre el grado de lesión de
un derecho y de satisfacción de otro.
Argumentando desde la teoría externa, por ejemplo, podría considerarse aceptable la
exigencia de uniforme y no, en cambio, la de top-less, pero ello no porque en el primer caso
el trabajador sea libre de aceptar, pues ese argumento vale también para el segundo,
sino porque estimamos que este último comporta un sacrificio de la dignidad y de la
libertad que resulta desproporcionado y carente de justificación. Ahora bien, ¿qué clase
de condicionamientos en la indumentaria pueden considerase legítimos y cuáles no?
Esta es una pregunta que no admite una respuesta concluyente en abstracto: dependerá
del tipo de trabajo, de la clase de exigencia empresarial, etc. Algo parecido cabe decir del
segundo ejemplo: puede ser que existan mejores razones a favor de la cláusula testamentaria que
condiciona el disfrute de la herencia al hecho de no contraer matrimonio que a favor de esa misma cláusula
incorporada a una relación laboral; pero de nuevo el motivo tampoco puede ser que el heredero sea libre de
aceptar la herencia, pues también lo es el trabajador para rescindir su contrato. En suma, no hay un indu-
bitado contenido «verdadero» del derecho ex ante, sino un contenido ex post, que se obtiene después y no
antes de ponderar, es decir, de tomar en consideración las razones que hablan a favor de uno u otro derecho
91
.
Nuestra cuarta categoría de derechos son los derechos sociales. En opinión de F E- RRAJOLI, lo que
suele presentarse como un conflicto entre los derechos sociales y otros derechos fundamentales
generalmente no es tal cosa, sino un problema de costes económicos, de elecciones políticas sobre la
distribución de los recursos. Aquí FERRAJOLI tiene toda la razón: no se deben confundir las dificultades
fácticas con las jurídicas, lo que tampoco significa que éstas nunca puedan producirse, y el propio autor
reconoce algún caso de efectiva colisión 92. Ahora bien, detrás de las decisiones políticas no hay sólo
dificultades fácticas o de falta de medios, sino que hay también opciones en favor de un derecho u otro,
pues los derechos sociales pueden entrar en colisión entre sí o con otros derechos 93. Mantener este debate
sólo en la esfera política 94 supone renunciar a una posible, aunque mínima, tutela judicial de las posiciones
subjetivas de prestación. Presentar la cuestión como un conflicto entre derechos o bienes constitucionales
supone abrir la puerta a una ponderación capaz de colmar, siquiera parcialmente, las lagunas dejadas por la
ley y los reglamentos; pues cabe decir que los derechos sociales constitucionales son tan importantes que no
pueden quedar por completo a disposición de lo que decidan las mayorías o de lo que acuerden los
particulares en ejercicio de su libertad negocial 95. Justamente en eso consisten, para el propio F ERRAJOLI, los
derechos fundamentales, en quedar a salvo de la política y del mercado.
Finalmente, queda la cuestión de la mera libertad o de la libertad natural, aquella que surge del silentium
legis. La teoría externa que suele acompañar al neoconstitucio- nalismo no tiene inconveniente en construir
Principia iuris: una teoría del Derecho no (neo)constitucionalista para el... 353
un derecho general de libertad96, derecho sin duda prima facie pero que tiene la virtud de brindar la más
amplia protección de la libertad, haciendo recaer sobre el poder la carga de la argumentación o justificación
de las eventuales restricciones; la cláusula genérica del «libre desarrollo de la personalidad» (art. 2.1 de la
Ley Fundamental alemana, art. 10.1 de la Constitución española), la liber-
91
Una exposición clara de las diferencias entre teoría interna y teoría externa de los derechos fundamentales puede verse en el trabajo de C. BERNAL PULIDO,
«Refutación y defensa del neoconstitucionalismo», en Teoría del neoconstitucionalismo, cit., pp. 308 y ss.
92
Así, en la prohibición o restricción de un género de producción nociva se produce una colisión entre el derecho a la salud y el derecho al trabajo, Los
fundamentos de los derechos fundamentales, cit., p. 352.
93
Véase R. ALEXY, 1986: Teoría de los derechos fundamentales, trad. de E. GARZÓN VALDÉS, Madrid: CEPC, 1993, pp. 492 y ss.
94
Como en algún momento parece sugerir L. FERRAJOLI: «es claro que, siendo indiscutible la obligación de dictar una legislación de desarrollo que permita
satisfacer sus “contenidos esenciales”, esas opciones corresponden al legislador ordinario y a la administración pública», Principia Iuris, cit., § 13.14, vol. II, p. 73.
95
Sobre la tutela judicial de los derechos sociales he tratado en 1998: «Los derechos sociales y el principio de igualdad sustancial», en Ley, principios,
derechos, Madrid: Dykinson,, pp. 96 y ss.
96
Véanse R. ALEXY, Teoría de los derechos fundamentales, cit., pp. 331 y ss.; C. B ERNAL PULIDO, El principio de proporcionalidad y los derechos
fundamentales, cit., pp. 646 y ss.; G. P. LOPERA MESA, Principio de proporcionalidad y ley penal, cit., pp. 281 y ss.
tad ideológica y religiosa o simplemente la libertad personal suelen invocarse como co-
bertura constitucional de un tal derecho que nos permitiría afirmar que en el marco de un
constitucionalismo de los derechos toda acción u omisión está permitida, a menos que
esté prohibida u ordenada por una norma formal y materialmente constitucional 699.
Pues bien, una vez más FERRAJOLI parece distanciarse del neoconstitucionalismo:
«la mera libertad, aquella que sobrevive en el silentium legis, no puede dejar de ser limitada
por el Derecho positivo»700, es decir, representa el ámbito de actuación natural donde
pueden desarrollarse con toda libertad los derechos-poder de autonomía, tanto en la
dimensión pública o de las leyes como en la privada o negocial. En virtud del principio de
constitucionalidad, las únicas facultades intangibles son aquellas que aparecen
consagradas como libertades o derechos fundamentales y «es evidente» que la mera li-
bertad «no tiene nada que ver con los derechos fundamentales de libertad» 701.
Sin embargo, tampoco esto resulta muy claro. En un trabajo anterior F ERRAJOLI decía que
los derechos de autonomía que interfieren en la libertad natural son «poderes limitados
en cuanto tales por el Derecho»702. Pero, salvo que se refiriese a los límites formales
(competencia y procedimiento) para el ejercicio de los derechos de autonomía, ¿en qué
límites sustantivos cabe pensar si resulta que nos hallamos ante una esfera de «no
derecho»? En Principia Iuris podemos encontrar un principio de respuesta: «ciertamente
esta libertad (la mera libertad) es una libertad protegida —y no es poco— frente a las
violaciones ilegítimas: frente a los actos ilícitos, como por ejemplo las violencias
configuradas como delitos por las leyes penales, y frente a los actos inválidos, como por
ejemplo las disposiciones arbitrarias y contrarias a las leyes» 703; es decir, la libertad
natural está subordinada al legítimo ejercicio de cualquier poder y por ello puede ser
reducida o suprimida por cualquier acto preceptivo legítimo.
Pero, si esto es así, parece que también la libertad natural —sin dejar de ser el campo
para el ejercicio de los derechos autonomía— goza de una protección iusfundamen- tal.
De un lado, si está protegida frente a los actos ilícitos (por ejemplo, el delito de co-
acciones) entonces es que representa un bien jurídico merecedor de tutela penal y para
FERRAJOLI sólo los bienes fundamentales, y en particular los derechos fundamentales, se
hacen acreedores a dicha tutela704. Luego no parece aventurado afirmar que, frente a los
actos ilícitos, la posición de la libertad natural no difiere mucho de la posición de los
derechos fundamentales: quien mediante la violencia me impide u obliga a asistir a misa
está lesionando mi libertad religiosa y comete un delito de coacciones; y quien del mismo
modo me impide llevar sombrero o tener animales domésticos está lesionando mi libertad
natural o no regulada, pero comete un similar delito de coacciones. De otro lado, fuera ya
de los actos ilícitos, resulta que la mera libertad puede ser limitada por los actos
prescriptitos (leyes, contratos) siempre que sean «legítimos» o que no consti
5. ALGUNAS CONCLUSIONES
Principia Iuris constituye la gigantesca construcción teórica del garantismo y
representa una de las más estimulantes versiones del constitucionalismo. La
filosofía política que late tras la pulcritud formal de su método axiomático
recupera y lleva hasta sus últimas consecuencias lo mejor y más ambicioso del
programa ilustrado y contractualista que quiso ver en el Estado y en las
instituciones unos artificios instrumentales al servicio de lo único reconocido
como natural, los derechos de las personas de carne y hueso. Con Principia Iuris se
perfila, en efecto, uno de los modelos más exigente, minucioso y amplio de unos
derechos fundamentales que son la verdadera «razón social» del constituciona-
lismo democrático y que encarnan otros tantos requerimientos para que el poder y
su fuerza, irremediablemente malos y carentes de cualquier legitimación
inmanente, presenten un rostro más tolerable o menos tenebroso. Sin embargo, y
tal vez como consecuencia de su fidelidad a la Ilustración, hay dos aspectos en los
que FERRAJOLI se aleja claramente de las formulaciones neoconstitucionalistas
más divulgadas. El primero tiene que ver con a tesis básica del llamado
positivismo conceptual: no hay en FERRAJOLI la más mínima concesión ni al
neoiusnaturalismo constitucionalista, ni al positivismo incluyente o
incorporacionismo (no, al menos, a varias de sus consecuencias), ni, en fin, a
ninguna solución de compromiso que pueda sonar a constitucionalismo ético. Por
numerosos que sean los contenidos sustantivos (morales) que incorporen las
Constituciones como criterios de validez de las normas, por decisivas que sean las
356 Luis Prieto Sanchís
consecuencias que ello tiene para nuestra comprensión del Derecho —y creo que
nadie como FERRAJOLI ha puesto más empeño en examinar y extraer conclusiones de
este fenómeno— la separación entre el Derecho y la moral, siempre externa y
crítica frente al poder, queda firmemente asegurada.
El segundo aspecto tiene que ve con la teoría de la
argumentación. El garantismo y en general el constitucionalismo
suelen ser acusados en Europa de judicialistas, en el sentido de
propiciar un control judicial de todos los actos de poder, incluida la
Ley, tomando como parámetro los escuetos preceptos
constitucionales, no siempre precisos y concluyentes. El déficit de
racionalidad y con ello de legitimidad que esto pueda suponer es
compensado por buena parte de los enfoques constitucionalistas
mediante una compleja y poderosa teoría de la argumentación
jurídica705 706, en la que acaso depositen más confianza de la debida.
Pero no es este el caso de FERRAJOLI: el extraordinario poder de
censura que el garantismo deposita sobre los jueces quiere hacerse
soportable a través de una visión cognitivista de la interpretación
donde el juez está llamado a constatar y, en muy escasa medida, a
escoger, valorar o decidir. Las cláusulas materiales de la
Constitución y en especial los derechos no le invitan al juez
garantista a ponderar pesos y proporcionalidades relativas, ni a
realizar juicios consecuencialistas; lo invitan simplemente a
subsumir. La ley y los pactos privados limitan nuestra libertad
natural, y aquí nada hay que discutir; a su vez, la ley y los pactos
vienen sometidos a la barrera in- franqueble y «evidente» de los
derechos constitucionalizados, y al parecer tampoco hay aquí nada
que discutir; y en fin, los derechos se formulan como mónadas
aisladas cuyos contornos aparecen perfectamente delimitados
desde su enunciado constitucional, y basta con aplicarlos a los
distintos supuestos de hecho.
GUASTINI ha llamado la atención sobre el cognitivismo de la
concepción garantis- ta de la interpretación y sobre su propósito por
reducir al mínimo la discrecionalidad judicial: «tácitamente, hace
ACADEMIA DE LA MAGISTRATURA
CURSO “ NEOCONSTITU
CIONALISM O"
cademia de la Magistratura
La Academia de la
Magistratura es la institución
oficial del Estado peruano, que
tiene como finalidad la
formación de aspirantes a la
magistratura y el desarrollo de
un sistema integral y continuo
de capacitación, actualización,
certificación y acreditación de
los magistrados del Perú.
CONSEJO
ACADEMIA DIRECTIVO
DE LA DE LA
MAGISTRATURA
Dr. Pedro Vallejos
Chávarry Gonzalo
Presidente del Consejo Directivo
Dr. César Hinostroza Pariachi Vicepresidente del Consejo Directivo
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6 Academia de la Magistratura
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Consejero
Dr. Jorge Salas Arenas -
Consejero
Dr. Tomás Aladino Gálvez
Villegas - Consejero
Dr. Segundo Baltazar Morales
Parraguez - Consejero
Dr. Richard Alexander
Villavicencio Saldaña -
Consejero
Dr. Ernesto
Director Lechuga Pino -
General
Dr. Luis Alberto
Mandujano Pacheco
- Director Académico
El material del Curso “Neoconstitucionalismo”, ha sido elaborado por el Dr. Felix Paolo Aldea Quincho para la
Academia de la Magistratura, en Julio de 2016.
3
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3
CURSO “ NEOCONSTITU
SILABO
CIONALISM O"
Programa de y
4. DATOS GENERALES
Actualización
Programa Académico
Perfeccionamiento.
Horas
Lectivas
74
Número
03
de Créditos Académicos
Dr. Félix Paolo Aldea Quincho.
discente:
• Comprende de forma
integral las diversas
dimensiones del concepto
neoconstitucionalismo,
maneje el marco conceptual
que lo integra en
discusiones académicas y, a
su vez, lleve dicho
conocimiento a su
3
Academia de la Magistratura 6
5
práctica jurídica, ya sea a
CURSO “ NEOCONSTITU
CIONALISM O"
sobre el
paradigma
2. Características neoconstitucionalismo. Identificar cuáles son las características del
jurídico del
3. Nuevo papel de los jueces neoconstitucionalismo. Reconocer cuál es el papel de los jueces.
neoconstitucionalismo, su
concepto, características y el
Academia de la Magistratura
nuevo papel de los jueces
CURSO “ NEOCONSTITU
Caso Sugerido:
Caso sobre el acceso al agua potable, Tibunal
4.4.
Constitucional del Perú, sentencia 05856-2013-
PA/TC:
http://www.tc.gob.pe/iurisprudencia/2014/05856-
2013- AA%20Resolucion.html
Lecturas Obligatorias:
6. Alfonso S (2008), Neoconstitucionalismo, Instituto
de política constitucional.
7. Giorgio P (2011), Principios, ponderación y la separación entre derecho y moral. sobre el neoconstitucionalismo y sus críticos, Universidad
de Palermo, España.
8. Aguiló J (2011), Sobre la constitución del Estado
constitucional, Universidad de Alicante, España,
3
Academia de la Magistratura 6
7
1. Santiago, Alfonso (2008), Neoconstitucionalismo, Instituto de política constitucional, Argentina.
2. Ferreres V (2000) Una defensa de la rigidez constitucional, Universidad PompeuFabra, Barcelona España.
CURSO “ NEOCONSTITU
Lecturas Complementarias: CIONALISM O"
1. Alexy R (1993), Teoría de los derechos fundamentales, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales.
2. CONCEPTUALES
Carbonell M (2003), Neoconstitucionalismo, España, Trotta.
PROCEDIMENTALES ACTITUDINALES
1. Neoconstitucionalismo metodológico. • Comprender el Identificar a qué acepción de
Lecturas Obligatorias:
UNIDAD II: ACEPCIONES DE NEOCONSTITUCIONALISMO
Comanducci P (2016),
Estudios sobre constitución y
III.
derechos fundamentales,
Instituto de Estudios
Constitucionales, México.
Pino G (2011), Principios,
ponderación y la separación
IV.
normatividad en el derecho.
Bogotá: Universidad
Externado de Colombia.
Vídeo. Comanducci, Paolo,
Neoconstitucionalismo y
5.
positivismos jurídicos,
Academia de la Magistratura
disponible en:
CURSO “ NEOCONSTITU
CIONALISM O"
https://www.youtube.com/w
atch?v=9 x5SYer0UA
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Academia de la Magistratura 6
9
CURSO “ NEOCONSTITU
Caso Sugerido:
CIONALISM O”
UNIDAD III: PRACTICA DEL NEOCONSTITUCIONALISMO
y neoconstitucionalismo Comprender y aplicar los métodos dimensiones del neoconstitucionalismo expresadas en los desarrollos
Límites de las decisiones mayoritarias. teórico-prácticos y se lleguen a analizar aquellos netamente teóricos.
Test de
Lecturas
http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2006/00045- 2004-AI.html
Obligatorias:
E) Ferrajoli L (2008), Democracia y garantismo, editorial Trotta, Madrid, pp. 102-109.
G) Guastini R, (2008) Teoría e ideología de la interpretación constitucional , Madrid, 2008, pp. 43-49 y 50-93.
3
7 Academia de la Magistratura
0
Garzón Valdés, Universidad pompeufabra, Barcelona, Revista Doxa 30.
9.1 Moreso J (2000), Algunas consideraciones sobre interpretación constitucional, Universidad PompeuFabra, Barcelona España. Doxa
23.
Lecturas Complementarias:
A) Alexy R (2004), El concepto y la validez del derecho, España, Gedisa.
D) Corte Interamericana de Derechos Humanos, Almonacidarellano vs Chile, sentencia de excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas, 2006.
F) Ferrajoli L (2004), Derechos y garantías: la ley del más débil, España, Trotta, 2004.
H) Hitters J (2009), Control de constitucionalidad y convencionalidad, Revista Estudios Constitucionales, Año 7, N°2, Chile.
L) Zagrebelsky, G (2012), La virtud de la duda: una conversación sobre ética y derecho con Geminello, España, Trotta.
UNIDAD IV: CRITICAS AL NEOCONSTITUCIONALISMO
¿Es el
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n del existen
torno al en
derecho
internacio neoconstit
ucionalis
nal de los mo
derechos
humanos. Formular
nuevas
La
a crítica
los críticas
paradigm al
argument
os a
neoconstit
yoritarios. ucional.
contrama
Lecturas
E)
Obligatorias:
Barberis M (2011), Ferrajoli o el neoconstitucionalismo no tomado en serio, Revista Doxa 34, España 2011.
F) Pino G (2011), Principios, ponderación y la separación entre derecho y moral. sobre el neoconstitucionalismo y sus críticos , Universidad de Palermo, España.
G) Meier E (2012), (Neo) constitucionalismo e internacionalización de los derechos, Revista Universitasnumero 15, Madrid España 2012.
H) Sanchis P (2008) Luis, Principia iuris: Una teoría del derecho no (neo) constitucionalista para el Estado constitucional , Universidad de la castilla- la mancha, España.
Lecturas Complementarias:
I) Ferrajoli L (2004), Derechos y garantías: la ley del más débil, España, Trotta.
CURSO “ NEOCONSTITU
https://www. yo utube.com/watch? v=8FXxMEUURHo
CIONALISM O"
B) Zagrebelsky G (2012), La virtud de la duda: una conversación sobre ética y derecho con Geminello, España, Trotta.
8. MEDIOS Y MATERIALES.
Material
preparado
L) de lectura
por el
docente
Jurisprudencia
seleccionada
M)
Lecturas
recomendadas
N)
La metodología del
9. METODOLOGÍA Y SECUENCIA DE ESTUDIO.
Curso
“Neoconstitucionalis
mo" es activa y
participativa,
basada
método en
del el
caso,
aprendiendo
lo vivencial, a desde
través
de una
concreta práctica
de los
casos
por el planteados
docente,
promoviendo
conformación la
de
grupos
análisis de
de estudios,
textos y
la resolución
cuestionarios de los
respectivos,
esto para todo
alcanzar
las competencias
esperadas en el
curso.
Para el desarrollo
del
los presente
discentes curso
tendrán
Aula acceso
Virtual de al
la
Academia
Magistratura,de ladonde
tendrán a su
CURSO “ NEOCONSTITU
materiales
utilizados, las
diapositivas
sesiones de las
presenciales
lecturas y
obligatorias.
Se combina a
aprendizaje el
distancia
sesiones con
presenciales.
presencial: Fase
Interactiva;
siguientes con las
técnicas:
exposición
preguntas, y
lluvia de
ideas,
casos, análisis
debates, de
argumentación
Fase no oral.
presencial:
Lectura auto
instructiva y foro
virtual.
Para el desarrollo de
10. SISTEMA DE ACOMPAÑAMIENTO
este curso,
discente el
cuenta con
el
delacompañamiento
profesor
especialista
será el quien
responsable
de asesorarlo
orientarlo en y
los
temas
la vez de
que estudio, a
dinamizarán
construcción la
del
aprendizaje.
también, Así
contarán
con un coordinador
quien estará en
3
7 Academia de la Magistratura
4
CURSO “ NEOCONSTITU
permanente
CIONALISM O"
contacto
atender para
los
intereses,
inquietudes y
problemas sobre
diversos temas. los
3
7 Academia de la Magistratura
5
Se ha diseñado un
11. SISTEMA DE EVALUACIÓN
sistema de
evaluación
permanente,
manera pueda de
que el ir
discente
reflexionando y
cuestionando
diversos temaslos
propuestos
curso. Los en el
componentes
evaluativos serán
informados
oportunamente por el
coordinador
curso. del
Aguiló J, (2001)
12. BIBLIOGRAFÍA
Sobre la
O)
constitución del
Estado
constitucional,
Universidad de
Alicante, España,
Revista Doxa 2001.
Alexy R, (1993)
Teoría de los
P)
derechos
fundamentales,
Madrid, Centro de
Estudios
Constitucionales,
España.
Alexy R, (2004) El
concepto y la validez
Q)
del derecho,Gedisa,
España.
Bernal C, (2007) El
R) Barberis M, (2011) Ferrajoli o el neoconstltuclonallsmo no tomado en serio, Revista Doxa 34, España.
neoconstitucionalismo a
S)
debate Bogotá:
Universidad
.
Externado de
Colombia.
Bernal C, (2007) El
neoconstitucionalismo y
T)
la normatividad en el
derecho. Bogotá:
Universidad
Externado de
Colombia.
Bovero M, (2008)
Que no es decidible
U)
turín.
Carbonell M, (2003)
Neoconstitucionalism
V)
ojrotta, 2003,
España.
Caso sobre control
de
W)
constitucionalidad/c
onvencionalidad,
Juzgado de Familia
de Cusco, 01305-
2012-0-1001-JR-
FC-03 (disponible
en anexos)
Caso sobre el acceso
al agua potable,
X)
Tibunal
Constitucional del
Perú,
sentencia
05856-2013-PA/TC:
http://www.tc.gob.p
e/iurisprudencia/201
4/05856-2013- AA
%20Resolucion.html
Caso sobre juicio
de ponderación,
Y)
Tribunal
Constitucional del
Perú, N.° 007-
2006-PI /TC :
http://www.tc.gob.
pe/jurisprudencia/2
007/00007-2006-
AI .html
Caso sobre test de
proporcionalidad,
Z)
Tribunal
Constitucional del
Perú, N.° 045-
2004-PI/TC:
http://www.tc.gob.
pe/iurisprudencia/2
006/00045- 2004-
AI .html
CURSO “ NEOCONSTITU
Comanducci P,
CIONALISM O"
constitución y derechos
fundamentales,
Instituto de
Estudios
Constitucionales,
México, 2016.
Corte I
nteramericana de
BB)
Derechos
Humanos, (2006)
Almonacidarellano vs
Chile, sentencia de
excepciones
preliminares, fondo,
reparaciones y
costas.
Dworkin R, (2010)
Los derechos en
CC)
los derechos
fundamentales,
Trotta, España.
Ferrajoli L, (2004),
Derechos y
EE)
Carbonell, La esfera
de lo indecidible y la
CURSO “ NEOCONSTITU
división de poderes,
CIONALISM O"
Chile.
Ferrajoli L,
(2008)Democracia y
GG)
garantismo, editorial
Trotta, Madrid.
Ferrajoli L, (2012)
El constitucionalismo
HH)
constitucional,
Universidad
PompeuFabra,
Barcelona España.
Gargarella, R,
(2010) La crisis de
JJ)
la representación
política, Fontamara,
México.
KK) Giorgio P, (2011) Principios, ponderación y la separación entre derecho y moral. sobre el neoconstitucionalismo y sus críticos,
Universidad de Palermo, España.
LL) Giorgio P. (2011) Principios, ponderación y la separación entre derecho y moral. sobre el neoconstitucionalismo y sus críticos,
Universidad de Palermo, España.
Hitters J, (2009)
MM) Guastini R, (2008) Teoría e ideología de la interpretación constitucional, Madrid.
Control de
NN)
constitucionalidad
yconvencionalidad,
Revista Estudios
Constitucionales,
Año 7, N°2, Chile.
Academia de la Magistratura
CURSO “ NEOCONSTITU
Marti J, (2007)
CIONALISM O"
Legitimidad y espacio
OO)
para la democracia en
Ernesto Garzón Valdés,
Universidad
pompeufabra,
Revista Doxa 30,
Barcelona España.
• Meier E, (2012)
(Neo)
constitucionalismo e
internacionalización de
los derechos Revista
Universitasnumero
,
3
8 Academia de la Magistratura
2
Moreso J, (2000)
Algunas
PP)
consideraciones sobre
interpretación
constitucional, Revista
Doxa 23,
Universidad
PompeuFabra,
Barcelona España.
QQ) Pino G, (2011) Principios, ponderación y la separación entre derecho y moral. sobre el neoconstitucionalismo y sus críticos,
Universidad de Palermo, España.
Prieto L, (2003)
Génova, Doxa 21.
Justicia
SS)
constitucional y
derechos
fundamentales,
Trotta, España.
Prieto L, (2005)
Apuntes de teoría del
TT)
derecho, Trotta,
España.
UU) Rey E, (2008) Control de convencionalidad de las leyes y derechos humanos, Porrúa, México.
VV) Sanchis L, (2008) Principia iuris: Una teoría del derecho no (neo) constitucionalista para el Estado constitucional, Universidad
Santiago, A.
de la castilla- la mancha, España.
(2008),
WW)
Neoconstitucionalismo
Instituto de política
,
constitucional,
Argentina.
Vídeo. Comanducci,
Paolo,
XX)
Neoconstitucionalism
o y positivismos
jurídicos, disponible
en:
https://www.youtub
e.com/watch?v=9
x5SYer0U
Vídeo. Ferrer, Jordi,
A
Reflexiones críticas
YY)
sobre el
neoconstitucionalism
o, disponible en:
https://www
.youtube.com/watch
?v=8FXxM EU U RH
Zagrebelsky G,
o
(2003) El derecho
ZZ)
dúctil. Ley,
derechos, justicia,
Trotta, España.
Zagrebelsky G,
(2003) El derecho
AAA)
La Academia de la
Magistratura es la
institución oficial del
Estado Peruano que
tiene como finalidad
desarrollar un sistema
integral y continuo de
formación,
capacitación,
actualización, y
perfeccionamiento de
los magistrados del
Poder Judicial y
Ministerio Público.
La Academia de la
Magistratura, a través
de la Dirección
Académica ejecuta el
Curso
“Neoconstitucionalism
o” en el marco de
actividades de las
Sedes
Desconcentradas.
Para este fin, se ha
previsto la elaboración
del presente material,
el mismo que ha sido
elaborado por un
especialista de la
materia y sometido a
un tratamiento
didáctico desde un
enfoque andragógico,
a fin de facilitar el
proceso de enseñanza
y aprendizaje del
discente de una
manera sencilla y
práctica.
El presente material
se encuentra
estructurado en
cuatro unidades con
los siguientes ejes
temáticos:
Neoconstitucionalismo
; Acepciones de
neoconstitucionalismo
; Practica del
neoconstitucionalismo
y Criticas al
neoconstitucionalismo
Asimismo, el discente
tendrá acceso a un
Aula Virtual, siendo el
medio más importante
que utilizará a lo largo
del desarrollo del
curso, a través de ella
podrá acceder al
material
autoinstructivo,
lecturas y un dossier
de casos que le
permita aplicar los
conocimientos
adquiridos.
En ese sentido, se
espera que concluido
el presente Curso el
discente esté en
mejores condiciones
de construir,
cuestionar y
reinventar el
conocimiento
adquirido, para así
contribuir a la sana
crítica que siempre se
requiere en el ámbito
académico y en el de
la práctica jurídica.
Dirección Académica
INTRODUCCIÓN
Es así que en la teoría jurídica sobresalen los aportes realizados por países como
España, Italia, Alemania, México, Colombia y Brasil, que tuvieron reformas o nuevas
constituciones que integraron una serie de características nunca antes vista, como
la incorporación detallada de derechos fundamentales y, en general, un alto
contenido moral en su texto.
El que suscribe espera que este esfuerzo de sistematización de un tema tan amplio
UNIDAD I.NEOCONSTITUCIONALISMO........................................................................16
¿QUÉ ES EL NEOCONSTITUCIONALISMO?..............................18CARACTERÍSTICAS
............................................................................................................ 19Nuevas constituciones
....................................................................................................... 20Nuevo papel de los jueces
......................................29UNIDAD II.ACEPCIONES DE NEOCONSTITUCIONALISMO
................................................................................................................................................ 37
Acepciones de neoconstitucionalismo..............................................39Neoconstitucionalismo
............................................................................................................................... metodológico
........................................................................................................... 40Neoconstitucionalismo
......................................................................................................................................... teórico
........................................................................................................... 41Neoconstitucionalismo
.................................................................................................................................... ideológico
.......................................42UNIDAD III.PRÁCTICA DEL NEOCONSTITUCIONALISMO
................................................................................................................................................ 48
Control de constitucionalidad y convencionalidad..........50La interpretación constitucional
(RiccardoGuastini).....................................................52Límites a las decisiones mayorítarias
..............................................................................54Teoría de la ponderación (Robert Alexy)
........................................................................55Test de proporcionalidad (Martin Borowski)
............................................56UNIDAD IV.CRÍTICAS AL NEOCONSTITUCIONALISMO
................................................................................................................................................ 62
¿Es el neoconstitucionalismo un nuevo constitucionalismo? 64¿Justicia
constitucional o supremacía judicial? 64Constitucionalismo principialista
65Constitucionalización del derecho internacional de los derechos humanos ...
66La crítica a los argumentos contramayoritarios 67
Academia de la Magistratura
CURSO “ NEOCONSTITU
CIONALISM O"
Academia de la Magistratura
UNIDAD I
NEOCONSTITUCIONALISMO
PRESENTACIÓN
Esta primera unidad tiene como objetivo abordar de manera detallada qué
aspectos marcan el nacimiento del concepto neoconstitucionalismo, analizar las
principales características y fenómenos que lo definen, desde la adopción de
nuevas constituciones después de la Segunda Guerra Mundial hasta las más
recientes, así como el papel que han tenido los operadores jurídicos en el nuevo
Estado constitucional de derecho y por qué, en este contexto, se ha vuelto tan
importante su labor en el respeto y garantía de los derechos fundamentales y,
en general, de los principios y valores (contenido moral) de las constituciones
contemporáneas.
PREGUNTAS GUÍA
G) ¿Qué es el neoconstitucionalismo?
Academia de la Magistratura
la clásica denominación de derecho privado y derecho público, pues la
Constitución se vuelve un documento "invasivo”, que llega a todas las esferas
del ordenamiento jurídico.
2. CARACTERÍSTICAS
¡Atención!
Las principales características del neoconstitucionalismo son:
En la segunda parte del siglo XX y principios del siglo XXI se han conjugado una
serie de fenómenos en el ámbito jurídico que nunca antes habían coexistido en
el mismo momento, esto, según Miguel Carbonell, es lo que hace trascendente a
la época en la que vivimos, y que justifica la utilización del concepto
neoconstitucionalismo. Esta serie de fenómenos se podrían resumir brevemente
en dos características principales: una nueva gama de constituciones que
incorporan a su texto valores (lo cual rompe con la separación derecho-moral) y
un nuevo papel de los jueces en el Estado constitucional de derecho, que se
encargan de hacer respetar la Constitución a través de distintas formas de
interpretar, como la interpretación conforme, pro personae, el juicio de
ponderación, etc. Junto a ello, se han dado una serie de desarrollos teóricos que
han contribuido a describir esas características, pero eso será tema de otra
unidad.
Nuevas constituciones
Una de las principales características del neoconstitucionalismo es la existencia
de nuevas constituciones que incorporaron a su texto amplios catálogos de
derechos y principios, y no solo un modo de organización política.Para
comprender el desarrollo de las nuevas constituciones y el contenido de estas,
es importante realizar ciertas precisiones respecto del concepto y los modelos
de constitución, como a continuación se describe.
Concepto de Constitución
A lo largo de la historia se puede hablar de muchas acepciones de constitución.
No es materia de este material abordar de forma exhaustiva el desarrollo
histórico del concepto, sin embargo, sí podemos enunciar brevemente los
principales significados que existen hoy en día y las principales características
que ha tenido. El teórico italiano del derecho, RiccardoGuastini, propone cuatro
significados de Constitución:
diversas formas:
materia constitucional.
Las distintas formas de estudiar el texto constitucional que hemos abordado nos
Constitución en el neoconstitucionalismo.
Como se puede intuir, la gran diferencia entre los dos grupos de modelos (orden
y norma) es que para el primero la Constitución es un conjunto de fenómenos, y
para el segundo, representa un conjunto de reglas. La diferencia entre un
modelo descriptivo y un axiológico se limita, esencialmente, al contenido moral
que tiene el texto constitucional y, por tanto, a su valor intrínseco y valor por sí
mismo.
siguientes:
Academia de la Magistratura
CURSO “ NEOCONSTITU
CIONALISM O"
GGG) Portugal (1976). Esta Constitución establece una serie de principios
fundamentales en sus primeros 11 artículos, que abarcan aspectos de los
elementos del Estado. En la primera parte que abarca de los artículos 12 al
24 integra garantías judiciales y derechos relacionados con extranjeros y
ciudadanos portugueses en el extranjero. Es de los artículos 25 al 49 se
compone de un amplio catálogo de derechos, desde garantías judiciales
hasta derechos fundamentales, como asociación, reunión, conciencia,
expresión, etc. Para terminar, del artículo 50 al 79 enuncia derechos
económicos, sociales y culturales, desde la educación, trabajo, vivienda,
acceso a la cultura, etc.
6
0 Academia de la Magistratura
2
los integra en 5 capítulos. El capítulo segundo integra los derechos y
KKK) Perú (1993). La Constitución vigente del Perú, al igual que las
constituciones ya enunciadas, comparte las mismas características del
neoconstitucionalismo. Así, el Título Primero (De la persona y
sociedad), integra cuatro capítulos: Derechos fundamentales de la
persona, De los derechos sociales y económicos, De los derechos
políticos y los deberes y De la función pública. Todos ellos integran
amplias listas de derechos de las personas que pueden ser exigibles y,
por ende, materializables, con excepción de los derechos sociales y
económicos que han sido abordados desde el constitucionalismo
aspiracional.
Incorporación de amplios catálogos de derechos
Como se desprende de la breve enunciación de características, todas tienen una
característica común, amplios catálogos de derechos y principios. Como
menciona Carbonell, estos derechos y principios se deben, en gran parte, a la
experiencia surgida de la Segunda Guerra Mundial, cuando aún era defendida la
Actividad
Identificar el catálogo de derechos de la Constitución peruana
idea de una separación entre derecho y moral. Sin embargo, después de los
graves crímenes cometidos durante esos años, se consideró incorporar a los
textos constitucionales derechos, desde civiles y políticos, hasta económicos,
sociales y culturales. Lo anterior, por la necesidad de limitar el poder del Estado
y marcar los límites de la actuación de los gobernantes.
Constituciones materializadas
Esta característica refiere al proceso por el cual, a través del control de
constitucionalidad, los principios, valores, y demás contenido moral de la
Constitución se ve materializado en la sociedad. Sentencias como las del
Tribunal Constitucional de Colombia en donde se ordena se instale servicio de
agua potable y drenaje a barrios marginados, son ejemplo de este proceso.
Cuando lo plasmado en la Constitución se ve reflejado en la sociedad y tiene un
impacto estructural en las instituciones del Estado se puede hablar entonces de
una Constitución materializada. Para lograr lo anterior, se requiere un fuerte
compromiso de los jueces constitucionales, pues es a través de estos que se
puede llevar a la realidad, a través de casos concretos, el contenido moral de
una Constitución.
Rigidez constitucional
La rigidez constitucional para algunos autores es la clave para el cambio de
paradigma hacia el neoconstitucionalismo. De acuerdo con Guastini, "Una
constitución es rígida si y sólo si, en primer lugar, es escrita; en segundo lugar,
está protegida (o garantizada) contra la legislación ‘ordinaria’, en el sentido de
que las normas constitucionales no pueden ser derogadas, modificadas o
abrogadas si no es mediante un procedimiento especial de revisión
constitucional (más complejo respecto del procedimiento de formación de
leyes).
medio ambiente.
Esta idea nace del derecho norteamericano, que retoma el papel activo que
Este nuevo papel del juez ha sido altamente criticable, pues se cree que atenta
contra la división de poderes, especialmente contra el legislativo, pues según las
críticas, la emisión de jurisprudencia creativa (posible gracias a la interpretación
evolutiva) hace que el juez se separe de los orígenes, adquiriendo un gran grado
de discrecionalidad que se puede traducir en una politización de su función. Para
defender la autonomía del juez frente a la política se tendría que defender la
autonomía de las cortes, a través de la forma de elegibilidad de los jueces y
formas de interpretar apegadas a la razón.
6
0 Academia de la Magistratura
8
Constitución viviente (Zagrebelsky)
La idea de Constitución como documento viviente se sostiene en los principios
que contiene. A diferencia de los textos constitucionales pasados, las
constituciones que nacen a partir de la segunda posguerra ya no se ven en el
ordenamiento jurídico como textos que se tienen que interpretar con base en
una ideología estática, sino dinámica (según Wróblewski), ya que al estar
integradas por principios, derechos fundamentales y, en general, valores, estos
evolucionan con el paso del tiempo, lo cual obliga a darle vida a dicho texto y
mantenerlo vigente, sin la necesidad de reformarlo, ya que cuando se cae en el
hiper- reformismo constitucional se le despoja de su carácter especial de norma
fundante, que lo acercará más al trato de una ley cualquiera. En ese sentido, se
defiende la idea de una rigidez constitucional, o sea con pocos y controlados
cambios en su texto, lo cual obliga a la interpretación evolutiva.
Actividad
Desarrollos jurisprudenciales
A partir de la creación de las nuevas constituciones, por ejemplo, en Perú la de
1993, y con el nuevo papel mucho más activo de los jueces, se han ido dando
Lo anterior sucede, en la mayoría de los casos, en países que han tenido una
6
1 Academia de la Magistratura
2
LECTURAS
Lecturas Obligatorias:
- Alfonso S (2008), Neoconstitucionalismo, Instituto de política
constitucional.
UNIDAD II
ACEPCIONES DE NEOCONSTITUCIONALISMO
6
AcademiadelaMagistratura 1
5
CURSO “ NEOCONSTITU
CIONALISM O"
PRESENTACIÓN
En esta unidad se analizarán las diversas acepciones de neoconstitucionalismo planteadas por Paolo
Comanducci, que encontramos en el ámbito académico y práctico, pues el constitucionalismo (considerado por
algunos como paradigma) abarca diversos contextos, por lo cual puede entenderse como una teoría,
metodología e incluso ideología del derecho, reuniendo estas tres acepciones en un mismo término, por lo cual
en esta unidad se pretende esclarecer las diferencias entre dichas acepciones y evitar la confusión de los
discentes de este curso.
PREGUNTAS GUÍA
C. ¿Qué acepciones de neoconstitucionalismo existen?
6
1 Academia de la Magistratura
6
Acepciones de neoconstitucionalismo
Paolo Comanducci recoge una distinción que realiza Norberto Bobbio
(Comanducci, 2017) para entender mejor de qué hablamos cuando utilizamos la
palabra neoconstitucionalismo. El autor sostiene que con una clasificación
tripartita de neoconstitucionalismo (teórico, ideológico y metodológico) también
se puede evidenciar la diferencia que existe entre constitucionalismo y
neoconstitucionalismo.
Recuerda
En las líneas que siguen se describe, a grandes rasgos, cómo es que desde un
neoconstitucionalismo metodológico (a veces llamado anti-positivismo) se
puede explicar la necesaria vinculación entre el derecho y la moral, ya sea desde
una conexión identificativa y/o justificativa.
Conexión identificativa
La conexión identificativa aborda la necesaria utilización de preceptos morales
en la definición de derecho. Esto quiere decir que el derecho, per se, implica la
utilización, adopción y aplicación de valores morales dentro del ámbito jurídico,
ya sea desde la creación de leyes, su vigilancia y su aplicación.
Conexión justificativa
La conexión justificativa hace referencia a las razones que tenemos para
observar el derecho. Por un lado, se aborda si es una fuente autónoma de
obligaciones morales y, por otro lado, si más bien adopta consideraciones
morales para sí. La tesis que se plantea en este apartado es que no hay
obligaciones morales inherentes al derecho que obliguen a observarlo, por el
contrario, se sostiene que la obligación de observancia sólo se podrá derivar de
consideraciones morales externas que tienen una estrecha relación con el
derecho. En pocas palabras, la obligación de observar el derecho no se deriva de
este mismo, sino de un factor externo: la moral. Esto tiene como implicación que
el derecho, por ejemplo, debe "ser justo.” Al respecto, la fórmula Radbruch
resulta un ejemplo emblemático de lo enunciado anteriormente.
Academia de la Magistratura
Motivación de la sentencia
El apartado sobre la motivación de la sentencia hace referencia a la obligación
del juez (a) de resolver sin dejar de lado el contenido moral de la Constitución, y
por ende, la debida observancia de la ley fundamental. Es así, que al resolver
sobre un caso, el juzgador en el Estado constitucional de derecho adquiere un
papel más amplio y dinámico en la toma de decisiones, empleando formas de
interpretar acordes a la rigidez constitucional.
Neoconstitucionalismo teórico
El neoconstitucionalismo como teoría describe, explica, comprende las
consecuencias y alienta el proceso de transformación del ordenamiento jurídico.
Es una toma de conciencia, una reflexión e intento de conceptualización de las
transformaciones jurídicas que se advierten. A su vez, trata de abordar el
impacto que ha tenido la constitucionalización del derecho como contra-teoría al
iuspositivismo jurídico tradicional, cuyo objeto de estudio era la ley, el Estado y
el formalismo interpretativo. Es así que como teoría trata de abordar la
positivización de un catálogo de derechos fundamentales, la presencia de
principios en la Constitución y no solo de reglas, y por último, una serie de
formas de interpretar más dinámicas y, en términos de Guastini, creativas.
Dentro del neoconstitucionalismo teórico hay dos corrientes, uno que tiene
como objeto de estudio a la Constitución como una norma que se describe y otro
que tiene como objeto de estudio la constitución pero en su contenido
axiológico.
Neoconstitucionalismo ideológico
Cuando el neoconstitucionalismo se analiza como ideología se distingue del
constitucionalismo al poner en segundo plano el objetivo (históricamente
perseguido) de limitar el poder del Estado (Comanducci, 2017), mientras el
neoconstitucionalismo tiene como prioridad garantizar los derechos
fundamentales. Es así, que el constitucionalismo contemporáneo no se limita a
describir los procesos de constitucionalización del derecho, sino que también
evalúa de forma positiva y propugna por su ampliación y alcances.
AUTOEVALUACIÓ
N
¿Qué diferencia
hay entre las tres
61.
acepciones de
neoconstitucionali
smo?
Mencionar tres
situaciones en las
62.
que se distinga
cuando se habla
de
neoconstitucionalis
mo como
metodología,
6
2 AcademiadelaMagistratura
5
CURSO “ NEOCONSTITU
CIONALISM O"
teoría e ideología.
6
2 Academia de la Magistratura
6
\
LECTURAS
Lecturas Obligatorias:
Comanducci P (2016),
Estudios sobre constitución y
-
derechos fundamentales,
Instituto de Estudios
Constitucionales,
Pino G (2011), México.
Principios,
-
ponderación
entre derechoy la
y separación
moral. sobre
el
susneoconstitucionalismo
críticos, Universidad y
de
Palermo, España.
UNIDAD III
Han sido muchos los autores que se han declarado seguidores del neoconstitucionalismo, otros que se
consideran, incluso, críticos de este, sin embargo, tanto unos como otros han contribuido con aportaciones
desde lo teórico que en esta unidad nos vamos a encargar de analizar, pues todas, en conjunto, forman lo que
conocemos como neoconstitucionalismo. Es de especial relevancia aclarar que en esta penúltima unidad se van
a abordar desarrollos teóricos específicos, que han ayudado a describir, explicar, contribuir y resolver los
problemas jurídicos contemporáneos y que están estrechamente relacionados con los fenómenos que dan
origen al concepto neoconstitucionalismo.
PREGUNTAS GUÍA
VII. ¿Cuáles son los principales aportes teóricos al neoconstitucionalismo?
VIII. ¿Cuáles son los principales autores que han aportado al constitucionalismo?
El control de
Control de constitucionalidad y convencionalidad
constitucionalidad
nace como
consecuencia de la
aplicación del principio
de jerarquía
constitucional, el cual
indica la existencia de
una estructura de
jerarquía normativa
presidida en la
cúspide por la
constitución,
denominada por
Kelsen como "la
norma de normas”. Lo
anterior indica que al
ser la Constitución la
máxima norma en el
ordenamiento interno,
cualquier disposición
que esté en contra de
ella, se considera
nula, es decir,
inconstitucional. Por
tanto, los operadores
jurídicos, de acuerdo
con la legislación de
cada Estado, deben de
realizar un control de
constitucionalidad de
Academia de la Magistratura
CURSO “ NEOCONSTITU
CIONALISM O"
no fue hasta
que se marco el inicio
Marbury vs Madison
del control de
constitucionalidad.
Atendiendo a que el
ordenamiento jurídico
interno debía ser
coherente con la
Constitución (escrita)
estadounidense se
declara nula una
disposición normativa:
El magistrado presidente de la Suprema Corte Suprema de Justicia, Jhon
Marshall, en 1803, reconoció la supremacía de la Constitución de los Estados
Unido en este caso. El Congreso había dictado una ley ampliando la jurisdicción
de la Suprema Corte, facultándola a librar mandamientos en instancias
originarias. Marbury, nombrado juez de paz por el presidente Adams, poco
tiempo, antes de hacer entrega del Poder Ejecutivo a Jefferson, pidió a la
Suprema Corte que lo pusiera, en oposición del cargo, librando un mandamiento
contra el Secretario de Estados, Madison.
La Suprema Corte denegó el pedido, y declaró inconstitucional la cláusula de la Ley, dado que su competencia originaria provenía de la Constitución y el Congreso no podía
ampliar los casos de jurisdicción originaria. De acuerdo con la sentencia Marshall se pronunció respecto a que "La Constitución es, o bien una Ley Suprema y
soberana, no susceptible de ser modificada por medios ordinarios, o bien está a nivel de las leyes ordinarias, y como
todos las otras leyes, puede ser modificada cuando a la legislatura plaza modificarla. Si la primera parte de la alternativa
es cierta, una Ley contraria a la Constitución no es una Ley, si la última parte es la verdadera, las Constituciones escritas
son tentativas absurdas de parte del pueblo para limitar un poder, que por su naturaleza misma no puede ser limitado.
Ciertamente, todos aquellos que han elaborado las Constituciones escritas, las contemplaron como formando la Ley
fundamental y suprema de la Nación, y consecuentemente, la teoría de cada uno en tal gobierno debe ser que una ley de
la legislatura repugnante a la Constitución es nula"
Analizar el caso que se encuentra en las lecturas sugeridas e identificar la parte en que el juez realiza el control de constitucionalidad/convencionalidad.
Lo anterior exige a los jueces tener una formación jurídica respecto de los
tratados internacionales, jurisprudencia y opiniones consultivas de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, para realizar un control de
convencionalidad frente a los fundamentos jurídicos que se utilizan para la
resolución de casos y abstenerse de adoptar disposiciones contrarias a la CADH.
Academia de la Magistratura
susceptible
análisis de uny
empírico
lógico.
Guastini sostiene que
hay cierta
especificidad en la
interpretación de la
Constitución por los
siguientes cuatro
argumentos:
Los textos
constitucionales son
m)
diferentes de
cualquier otro texto
normativo en virtud
de su objeto, ya que
disciplinan la
llamada materia
constitucional.
Los textos
constitucionales son
n)
diferentes a
cualquier otro texto
normativo en
función de su
contenido, ya que
no se limitan a
formular reglas,
también contienen
principios.
Los textos
normativos
o)
constitucionales son
diferentes a
cualquier otro texto
normativo en
función de su
objeto, esta vez por
las relaciones
políticas que
regulan, ya sea
entre los órganos
del Estado, y
también entre
Estado y
ciudadanos.
Los textos
normativos
p)
constitucionales
están hechos para
durar en el tiempo,
su finalidad es dar
una estabilidad a la
sociedad, por lo cual
a través de la
interpretación se les
tiene que ir
adaptando a su
tiempo.
Por otro lado las
principales
oposiciones
doctrinales que se
encuentran dentro de
la interpretación
constitucional son las
siguientes:
oposición entre
ideología estática y
[8]
dinámica,
oposición entre
doctrina universalista y
[9]
particularista, y
oposición entre una
actitud y .
[10]
mayorías, todas elaboradas por la teoría liberal. Esto es importante, pues ese
ámbito incluye a los derechos fundamentales, presupuesto básico para los
Estados constitucionales democráticos de derecho.
Esta protección teórica a ese núcleo duro de principios toma relevancia cuando
las mayorías quieren, por decisión propia, despojar de sus derechos a grupos
Analizar el caso que se adjunta sobre juicio de ponderación, identificando los principales argumentos vertidos por el juzgador.
Actividad
Analizar el test de proporcionalidad realizado en la sentencia que se encuentra en las lecturas sugeridas de la unidad, identificando los argumentos principales.
RESUMEN DE
IIILA UNIDAD
En esta unidad abordamos de forma breve los principales aportes teóricos que ha tenido el
neoconstitucionalismo; desde Guastini con la interpretación constitucional, en específico, lo referente a la
especificidad de esta y las técnicas de interpretación; los aportes de Ferrajoli, Bobbio y Garzón para limitar el
poder de las mayorías frente a las minorías cuando se trata de proteger los derechos fundamentales, todo a
través de el coto vedado, ámbito de lo indecidible y el territorio inviolable; la ponderación de Alexy como
mecanismo de solución de conflictos entre principios; la versión en examen del alumno de Alexy, Borowski, a
través del test de proporcionalidad;y el control de constitucionalidad y convencionalidad abordado por
diversos autores, como una forma de constitucionalizar el derecho y de permear el ordenamiento de valores y
principios.
CURSO “ NEOCONSTITU
CIONALISM O"
AUTOEVALUACI
ÓN
VI. ¿Cuáles son las principales aportaciones en materia de
interpretación constitucional?
AcademiadelaMagistratura
CURSO “ NEOCONSTITU
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LECTURAS
Lecturas Obligatorias:
f) FerrajoliL(2012), El constitucionalismo entre principios y reglas, Universidad de Roma III, Doxa 35.
g) Moreso J (2000), Algunas consideraciones sobre interpretación constitucional, Universidad PompeuFabra, Barcelona España. Doxa 23.
13. Caso sobre juicio de ponderación, Tribunal Constitucional del Perú, N.° 007-2006-PI/TC :
http://www.tc.gob.pe/iurisprudencia/2007/00007-2006- AI.htm
Al igual que en la unidad anterior, muchos han sido los autores que se consideran seguidores o críticos del
neoconstitucionalismo, muchos de ellos, incluso, han llegado a cuestionar o criticar el mismo término y su
pertinencia. En esta unidad nos encargaremos de enunciar algunas de las críticas más fuertes que se han
hecho a este, dando prioridad a las que tienen mayor vigencia en el contexto en el cual nos encontramos. La
mayoría sostienen que el neoconstitucionalismo no constituye en absoluto un nuevo tipo de
constitucionalismo, ni un concepto que enuncia algo nuevo para la teoría y práctica jurídica, algunas otras son
críticas venidas desde el neopositivismo (defender la distinción entre derecho y moral, romper la distinción
entre principios y reglas) y, unas más aventuradas, a proponer una nueva conceptualización.
PREGUNTAS GUÍA
15. ¿Constituye el neoconstitucionalismo una nueva forma de analizar el derecho?
16. ¿Por qué se sostiene que el neoconstitucionalismo no aporta algo nuevo a la teoría o
práctica jurídica?
neoconstitucionalismo?
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cuando se trata de interpretar la constitución, determinando sus decisiones el significado de la constitución
para todos (Kramer, 2004) lo anterior hace referencia a la crítica que existe al neoconstitucionalismo al
convertirse este en en una herramienta para la supremacía judicial.
Por su parte, Waldron nos dice que por supremacía judicial se entiende una situación en la que (1) los
tribunales resuelven temas importantes para todo el sistema político, (2) esas resoluciones son tratadas como
absolutamente vinculantes para todos los otros actores del sistema político y (3) los tribunales no tienen
deferencia por las posiciones tomadas sobre esos temas por las otras ramas (Waldron, 2005). En algunos
sistemas normativos, los precedentes judiciales se han tornado de obligatorio cumplimiento para los jueces
que deben tomar una decisión en casos con similitud fáctica y/o jurídica.
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Si bien es verdad que el papel que juega la teoría constitucional es bastante
menor al lado de las previsiones constitucionales, también es cierto que sus
ideas permean en la sociedad y en el modo de evaluar una práctica como
legítima. En este sentido, el neoconstitucionalismo no ayuda a frenar, sino más
bien propicia la supremacía judicial.
Recuerda
Constitucionalismo principialista
Ferrajoli después de haber sido relacionado con el neoconstitucionalismo, tomó
distancia de éste al acuñar su propia terminología: el constitucionalismo
principialista e iusnaturalista, diferenciado de su propia terminología inicial, es
decir, el constitucionalismo garantista y positivista. Para ello, ha tratado de
concebir al constitucionalismo no como una superación del positivismo jurídico,
sino como un perfeccionamiento de este.
Los avances en la asimilación han sido lentos y han terminado en muchos países
con retrocesos en esta materia. Podría hablarse de la adopción de cláusulas de
apertura en algunas constituciones, los avances en el control de
convencionalidad, hasta las célebres sentencias que resolvieron que es
obligatoria la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
Academia de la Magistratura
sin embargo, también en muchos países como Venezuela, República Dominicana
y, en algún momento, en el Perú, se han dado resistencias a este proceso de
asimilación. Lo anterior se ha traducido en teorías de inejecución de sentencias
de la Corte, los intentos de desconocer la competencia de la Corte, la denuncia
de la Convención Americana de Derechos Humanos, hasta (en el caso de
Venezuela) su salida de la Organización de Estados Americanos.
Constitución, que más que un documento jurídico se sigue viendo como una
Lo anterior constituye uno de los más grande retos, pues con la llegada de
nuevos gobiernos de corte "cerrado”, se visualiza un retroceso en materia de
constitucionalización del derecho internacional de los derechos humanos.
Actividad
Realizar un debate en grupo, dividiendo los argumentos en posturas pro neoonstitucionalistas y contra neoconstitucionalistas.
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RESUMEN
UNIDADDE
IVLA
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g) ¿Cuáles son los tres problemas del neoconstitucionalismo sobre los que
versan las principales críticas?
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Lecturas Obligatorias:
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- Meier E (2012), Revista Universitasnumero 15,
(Neo) constitucionalismo e internacionalización de los derechos,
- Sanchis P (2008) Luis, Principia iuris: Una teoría del derecho no (neo) constitucionalista para el Estado constitucional,
Universidad de la castilla- la mancha, España.
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CASOS SUGERIDOS CURSO “ NAcademiadelaMagistratura
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711 El Estado constitucional, estudio introductorio de Diego Valadés, trad. e índices de Héctor Fix-Fierro, México, UNAM, 2003, p. 75.
712 Cuando se habla de “Estados constitucionales” se alude a sistemas jurí- dico-políticos que reúnen tres características: i) la existencia de una Constitu ción rígida o formal, diferenciada de la forma legal ordinaria; ii) el concepto de Constitución responde a las
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doctor Thomas Bonham, resuelto por el juez Edward Coke hace 400 años;
precedente que se ha considerado el origen de lo que posteriormente se
convertiría en el principio de supremacía constitucional y del control judicial de la
Constitución.
En este emblemático caso de 1610 se inaplicó, por el juez presidente de la Court of
Common Pleas (Tribunal de Agravios Civiles o Comunes), una ley por contravenir los
principios del common law, es decir, los principios superiores que se crean por la fuerza de
los precedentes de los tribunales. Coke tiene en consideración varios precedentes
judiciales para establecer la doctrina por la cual los principios del common law se
encuentran por encima de los actos del Parlamento, de donde deriva la posibilidad de los
jueces de controlar las leyes cuando sean contrarias a tales principios y a la razón,
pudiendo declararse inválidas en ciertas circunstancias.3
Los hechos del caso consisten, de manera sucinta, en que el doctor Bonham fue
multado y encarcelado por haber incumplido una decisión del Real Colegio de Médicos de
Londres (Royal Co- llege of Physicians), que le había prohibido ejercer la profesión en
dicha ciudad. Bonham presentó una acción por arresto falso o
713 Un reciente análisis de este histórico fallo, que incluye su traducción al es pañol, así como referencias a la personalidad de Edward Coke y de sus circuns tancias, véase González Oropeza, Manuel, Constitución y derechos
humanos. Orígenes del control jurisdiccional, México, Porrúa-CNDH, 2009, pp. 11-79.
714 Véase el interesante capítulo sobre “El control como fenómeno” y especialmente el apartado “A. Una cuestión histórica”, Valadés, Diego, El control del poder, México, UNAM, 1998, pp. 137 y ss.
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CURSO “ NAcademiadelaMagistratura
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que permite otorgar mayor efectividad a los derechos humanos establecidos en la Con-
vención Europea de Derechos Humanos. La importancia de los casos Factortame
(especialmente las dos primeras resoluciones de 1991-1992) o Jackson vs. Attorney General
(2005) sobre la validez de la Hunting Act de 2004, podrían abrir “mayores adelantos
constitucionales en el futuro”.715
La doctrina de Coke fue retomada por las colonias americanas, donde las Charters
tenían prevalencia sobre las legislaturas de esas colonias, de tal manera que los jueces
declaraban nulos los actos provenientes de éstas. Incluso, antes del caso Marbury vs.
Madison (1803),716 que constituye el paradigma de la doctrina de la judicial review of
legislation, consolidada muchos años después, existieron más de veinte casos de
inconstitucionalidad de leyes estatales entre 1787 y 1803, como lo advierte
Cappelletti,717 citando a Kelly y Harbison.718
A pesar de que para un sector de la doctrina las ideas de Coke no influyeron en
realidad para el surgimiento de la judicial re- view en los Estados Unidos,719 la doctrina
dominante afirma que en aquélla se encuentra el origen de lo que hoy conocemos como
el control de constitucionalidad de las leyes. Como señala Grant, este tipo de control por
los jueces no se debe a Norteamérica, sino más bien constituye la aplicación, en las
constituciones escritas, de los principios y de las técnicas desarrolladas por el common law
inglés para impedir que las corporaciones públicas y privadas traspasaran el campo de su
autoridad.720
De ahí que Cappelletti sostuviera que dicho control judicial es producto de una
evolución histórica, que advierte como fenómeno universal, tanto en el common law como
en el civil law, distinguiendo tres etapas o épocas a manera de dialéctica hegeliana.
Primero, la etapa de la “justicia natural”, donde los actos del monarca y del Parlamento
eran combatidos por principios superiores no escritos, a manera de una higher law; luego,
con la Gloriosa Revolución inglesa y la Revolución francesa un siglo después, viniera la
etapa de la “justicia legal”, donde prevaleciera el “principio de legalidad”; para después
conjugar ambas ideologías en el periodo de la “justicia constitucional”, a través de los
mecanismos para garantizar las Constituciones.721
Las ideas de Locke y de Montesquieu sobre la división del poder sirven para el
establecimiento de los derechos fundamentales y la limitación del poder en el
constitucionalismo contemporáneo. Se consagra así el principio de supremacía
constitucional en el artículo VI, sección 2, de la Constitución de los Estados Unidos de
1787.722 Esa es la innovación y gran aportación americana, al incorporarse “en una
Constitución escrita ese parámetro normativo superior que decide la validez de las leyes
del Parlamento”.723
Al comentar Hamilton este principio en El Federalista (1780), sostenía que la
Constitución es de hecho una ley fundamental, debiendo ser así considerada por los jueces,
de tal manera que “debe preferirse la Constitución a la ley ordinaria, la intención del
pueblo a la intención de sus mandatarios”. 724 Asimismo, Hamilton reflexionaba sobre el
715 Jolowicz, John Anthony, “El control judicial de las leyes en el Reino Uni do”, en Ferrer Mac-Gregor, Eduardo y Zaldívar Lelo de Larrea, Arturo, La ciencia del derecho procesal constitucional.
Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus 50 años como investigador del derecho, México, UNAM- Marcial Pons, t. I, p. 799.
716 En el caso Holmes vs. Walton (1780), se resolvió sobre la inconstitucionalidad de un estatuto local, lo que provocó que la legislatura aceptara el criterio procediendo a su reforma. También en el caso Commonwealth
vs. Caton, de 1782, el juez Wythe, quien fuera maestro de Marshall y que integraba el Tribunal de Apelación de Virginia, entendía ese poder de los jueces sobre la legislatura si traspasaba los límites que el pueblo le ha impuesto en la Constitución. Cfr Grant, J. A. C.,
“La Constitución de los Estados Unidos”, El constitucionalismo a mediados del sigloXIX, México, UNAM, 1957, pp. 703 y 704.
717 Cfr. Cappelletti, Mauro, Judicial review in the contemporary world, India- nápolis-Kansas City-Nueva York, The Bobbs-Merril Company, Inc., 1971, pp. 39, n. 51 y 52.
718 Kelly, A. H. y Harbison, W. A., The American Constitution, Its Origins and Development, 3a. ed., Nueva York, Norton, 1963, pp. 66-68. Sobre estos casos previos al emblematico fallo de
1803, véase también, García de Enterría, Eduardo, La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional , 3a. ed., Madrid, Civitas, 1994, p. 55.
719 Véase, por ejemplo, el trabajo reciente de Rey, Fernando, “Una relectura del Dr. Bonham ’s Case y de la aportación de sir Edward Coke a la creación de la judicial review”, La ciencia del
derecho procesal constitucional, op. cit., supra nota 6, pp. 847-866. Este autor, que contrapone las ideas de Pluncknett (1926) y Thorne (1938), inclinándose por las de este último, se apoya en parte en el valioso trabajo
de Cook, Harold J., “Against Common Right and Reason: the College of Physicians vs. Dr. Tomas Bonham”, Law, Liberty and Parliament: Selected Essays on the writings of sir Edward
every State shall be bound thereby, any Thing in the Constitution or Laws of any State to the Contrary notwithstanding”.
724 El Federalista, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, cap. LXXVIII, p. 332.
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derecho de los tribunales a declarar nulos los actos del Poder Legislativo con fundamento
en que son contrarios a la Constitución, señalando que
si los tribunales de
justicia han de ser
considerados como
baluartes de una
Constitución
limitada, en contra
de las
usurpaciones
legislativas, esta
consideración
suministrara un
argumento sólido
en pro de la
tenencia
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permanente de las
funciones
judiciales, ya que
nada contribuirá
tanto como esto a
estimular en los
jueces ese espíritu
independiente que
es esencial para el
fiel cumplimiento
de tan arduo
725
deber.
Se dejaba en claro la supremacía de la Constitución: “ningún acto legislativo contrario
a la Constitución puede ser válido”.726
Y también en el artículo 16 de la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, aprobada por la Asamblea Constituyente francesa en 1789 (nueve años
después de las reflexiones de Hamilton), se establecería una idea toral del
constitucionalismo: “Toda sociedad en la que la garantía de los derechos no esté ase-
gurada, ni determinada la separación de poderes, no tiene Constitución”. Ahí
encontramos las dos columnas de hierro del constitucionalismo actual: la garantía de los
725 Idem.
726 Idem.
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derechos y la separación de poderes. En realidad, como sostiene Aragón,
ya no hay dos
objetivos que la
Constitución deba
cumplir sino uno,
puesto que sólo de
una manera
(mediante el
Estado
constitucional)
puede el poder
organizarse para
preservar la
libertad. El único
fin de la
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CURSO “ NAcademiadelaMagistratura
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Constitución es,
pues, la libertad
(la libertad de
igualdad); la divi-
sión de poderes es
sólo una “forma”
727
de asegurarla.
En este contexto histórico es que Marshall dicta su famoso fallo de 1803. El principio
de supremacía constitucional es la fuente de su razonamiento, al otorgar la potestad a
los jueces de realizar un control sobre las leyes inconstitucionales, de tal manera que
“una ley contraria a la Constitución es nula y que los tribunales, además de los demás
poderes, están sometidos a la Constitución”.728
En Europa, donde existía la desconfianza y el temor del gobierno de los jueces, el
panorama cambió a partir de las Constituciones rígidas de la segunda posguerra y con la
consolidación de los tribunales constitucionales. Como lo significara Ferrajoli, se viene a
complementar el paradigma del Estado de derecho sometiendo también al legislador a la
Constitución y transformando así el viejo Estado de derecho en “Estado constitucional de
derecho”.729
El principio de supremacía jurídica de la Constitución en esta nueva etapa evolutiva se
ha convertido en uno de los signos distintivos de las Constituciones escritas, donde el
control de cons- titucionalidad de las leyes es una de sus manifestaciones más
importante; a pesar de que ha revivido el viejo debate sobre su dificultad
contramayoritaria que advertía hace décadas Bickel, 730 y cuyas tensiones entre el
constitucionalismo (especialmente el neoconstitucionalismo) y los principios
democráticos parecieran ineludibles.731
Los textos supremos dejaron de ser meras hojas de papel subordinadas a la voluntad
de los gobernantes en turno, como expresara Lasalle. 732 La fuerza normativa de la
727 Aragón, Manuel, “La Constitución como paradigma”, en Carbonell, Miguel (ed.), Teoría del neoconstitucionalismo. Ensayos escogidos, Madrid, Trotta, 2007, pp. 29 y 30.
728 En Marbury vs. Madison, Marshall estima inconstitucional y, por tanto, inválida la Judiciary Act de 1789, doctrina que no volvió a utilizar la Corte Su prema de los Estados Unidos en vida de Marshall, sino hasta más de medio siglo después,
con el Chief Justice Roger B. Taney, en el malogrado caso Dred Scott vs. Sandford de 1857.
729 Cfr Ferrajoli, Luigi, en la obra conjunta con Atienza, Manuel, Jurisdicción y argumentación en el Estado constitucional de derecho, México, UNAM, 2005, pp. 89 y 90.
730 The Least Dangerous Branch: The Supreme Court at the Bar of Politics, Nueva Heaven, Yale University Press, 1962.
731 Como bien señala Luis Prieto Sanchís, en la cultura jurídica y política se refiere al “constitucionalismo democrático”, como si se tratase de un binomio inescindible, cuando en realidad entre “Constitución” y “democracia” existe una tensión difícil de superar; cfr su
trabajo “Supremacía, rigidez y garantía de la Constitución”, en La ciencia del derecho procesal constitucional, op. cit., nota 6, t. I, pp. 805 y ss. Sobre estas tensiones y sobre su eventual convergencia, véase el
libro de Salazar, Pedro, La democracia constitucional. Una radiografía teórica, México, Fondo de Cultura Económica, 2006.
732 Cfr. Lasalle, Ferdinand, ¿Qué es una Constitución?, Bogotá, Temis, 2005.
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Constitución implica un paradigma sin el cual no podría hoy entenderse el
constitucionalismo fuerte, donde los derechos fundamentales son garantizados y el
control de la constitucionalidad de las leyes por los jueces cobra vital importancia, sea
por cualquier juez en los sistemas difusos para la desaplicación de la norma al caso
particular; o bien por el juez constitucional en los modelos concentrados, para declarar la
invalidez de las normas con efectos generales.733
De esta forma, la supremacía jurídica de la Constitución es el rasgo más significativo
del Estado constitucional de derecho y el control de constitucionalidad de las leyes una
de sus expresiones más destacadas.734 Sin embargo, con el advenimiento del derecho
internacional de los derechos humanos, a partir de la segunda posguerra, se advierten
repercusiones trascendentales en los Estados nacionales, que implican nuevas y
complejas relaciones en los años recientes, con motivo de la aparición en el ámbito
interamericano de la doctrina del control de convencionalidad.
733 Como bien se sabe, en la actualidad no existen “modelos puros”, sino que se combinan las características de ambos sistemas clásicos, produciendo una amplia variedad de sistemas mixtos, duales o paralelos. Cfr. Fernández Segado, Francisco, La
justicia constitucional ante el siglo XXI: la progresiva convergencia de los sistemas americano y europeo-kelseniano , México, UNAM,
2004; García Belaunde, Domingo, Derecho procesal constitucional, Bogotá, Temis, 2001.
734 La supremacía jurídica de la Constitución, dice Marina Gascón Abellán, “no es algo que deba presuponerse por su simple reconocimiento en el texto constitucional, sino que sólo existe en aquellos sistemas donde venga efectivamente realizada, lo que suele suceder
rigidez de la Constitución, es decir, cuando se establece un sistema de revisión constitucional especialmente refozado o en todo caso más complejo que la tramitación legislativa ordinaria, y (sobre todo) cuando se establece un sistema de
cuando se reconoce la
control de constitucionalidad de la ley y otros actos del poder”; véase su trabajo “Justicia constitucional: la invasión de lo político”, La ciencia del derecho procesal cons-
titucional, op. cit., nota 6, t. I, p. 688.
735 En general, sobre el desarrollo progresivo del derecho internacional a partir de 1945, véase Sepúlveda, César, El derecho de gentes y la organización internacional en los umbrales
737 Cfr. Dienheim Barriguete, Cuauhtémoc Manuel de, Constitucionalismo universal: la internacionalización y estandarización de los derechos humanos, Buenos
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2006) se encargó de la redacción de lo que se convertiría en la Declaración Universal de
Derechos Humanos aprobada en París por la Asamblea General Naciones Unidas el 10 de
diciembre de 1948. Esta declaración compuesta de tan sólo 30 artículos, constituye el
primer paso de la internacionalización del derecho constitucional en cuanto establece un
catálogo de derechos humanos para la humanidad. Si bien la declaración, en principio,
carece de fuerza jurídica, debido a su aceptación generalizada como instrumento de
humanización, progresivamente se le ha otorgado carácter vinculante, sea por los
tribunales internacionales o regionales, incluso por los propios ordenamientos y
tribunales internos. De esta manera, la Declaración Universal se convirtió en el eje o
piedra angular del derecho internacional de los derechos humanos.
A partir de entonces se han venido aprobando numerosos e importantes documentos
y tratados internacionales en esa materia, algunos de ellos, por su importancia y a
manera de textos básicos, se les ha denominado en conjunto Carta Internacional de los
Derechos Humanos.739 Debe también destacarse que al lado de esta regulación
convencional de derechos, se han creado comités para supervisar el cumplimiento de las
obligaciones de los Estados signatarios,740 así como el establecimiento de órganos
jurisdiccio- nales.741
B) SISTEMAS REGIONALES DE PROTECCIÓN DE DERECHOS HUMANOS. Paralelamente al sistema universal,
se han creado hasta el momento tres sistemas regionales en la protección de derechos
humanos: el europeo, el interamericano y el africano.742
1. Sistema Europeo. Es el más antiguo de los tres sistemas. Surge con la aprobación
por el Consejo de Europa,743 del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos
Humanos y de las Libertades Fundamentales (1950 y vigente en 1953). 744 Hasta la
entrada en vigor del Protocolo núm. 11 (1998) de dicho Convenio, existían tres órganos
de control: la Comisión, el Tribunal y el Comité de Ministros (representantes
permanentes de los Estados), con sedes en Estrasburgo, Francia. A partir de esa fecha
existe acceso directo al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, al desaparecer la
Comisión,745 lo que propició un aumento impresionante en el número de asuntos. Sólo en
2009 dicho Tribunal recibió 57,100 casos, lo que representa una cifra mayor a todos los
asuntos que resolvió en sus primeros 40 años de funcionamiento, que fue de 45,000
asuntos (1959-2008). Así, el rezago ascendió a 119,300 casos pendientes al 1o. de
enero de 2010, de los cuales más del 50% se refieren a demandas contra cuatro
Estados: Rusia, Turquía, Ucrania y Rumania.746
El Tribunal de Estrasburgo se integra por 47 jueces (uno por cada Estado integrante
del Consejo de Europa), nombrados por un único periodo de nueve años (a partir del
Protocolo 14). En general tiene competencias consultivas, para la interpretación y
aplicación de la Convención, y contenciosas, para conocer de: a) demandas interestatales (a
diferencia del sistema interamericano se han presentado casos) entre Estados miembros
por incumplimiento del Convenio, o b) demandas individuales, donde cualquier persona o
grupo puede plantear la demanda. En la actualidad son 800 millones de personas
pertenecientes a los 47 Estados miembros los que pueden tener acceso a esta
739 Así se le conoce al conjunto de instrumentos internacionales básicos para la protección de los derechos humanos, que se compone por la propia Declara ción Universal (1948), Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; y el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (ambos aprobados en 1966 y en vigor una década después). Asimismo, se contemplan en estos instrumentos básicos, el Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), donde se establece la posibilidad de co -
municaciones individuales ante el Comité de Derechos Humanos, y el Segundo Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, destinado a abolir la pena de muerte (1989).
740 Comités de derechos humanos; de derechos económicos, sociales y culturales; para la eliminación de la discriminación racial; de los derechos del niño; contra la tortura; para la eliminación de la discriminación contra la mujer; y de los derechos de los trabajadores
migratorios.
741 La Corte Internacional de Justicia es el órgano judicial principal de Naciones Unidas, previsto desde el texto original de la carta constitutiva de 1945. Posteriormente se han creado otros tribunales especializados como el Tribunal del Mar (1982). En materia penal
destacan los tribunales ad hoc: Nüremberg, Tokio, Ruanda, Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, entre otros. Además, se ha creado la Corte Penal Internacional, cuyo estatuto se firmó en 1998 y entró en vigor en 2002, lo que ha significado un significativo
avance al constituir un sistema permanente penal internacional.
742 Aunque se ve distante, sería deseable que en el futuro se incrementen los sistemas regionales, que pudieran impulsar las organizaciones de Estados, como la Liga de Estados Árabes o la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático.
743 El Estatuto del Consejo de Europa o Tratado de Londres (1949) fue firmado por 10 estados (actualmente son 47 Estados europeos y cinco observadores: Estados Unidos, Canadá, Japón y México, además de la Santa Sede).
744 También se aprobó en 1961 la Carta Social Europea, si bien no son objeto de control jurisdiccional y sólo cuentan con el control de los informes que deben rendir los Estados, sujetas a revisión por el Comité de Ministros del Consejo de Europa que puede emitir
recomendaciones, lo que ha propiciado un desequilibrio en la protección de estos derechos económicos y sociales, con respecto a los civiles y políticos previsto en la Convención de Roma, que tienen la vía abier ta ante el Tribunal de Estrasburgo. Sobre este instrumento
internacional, véase Quesada, Luis Jimena, “La Carta Social Europea y la Unión Europea”, Revista Europea de Derechos Fundamentales, núm. 13, primer semestre de 2009, pp. 389-407.
745 En realidad la Comisión continuó sus funciones un año después, hasta el 31 de octubre de 1999, para desahogar los casos que había declarado admisibles con anterioridad a la entrada en vigor de dicho Protocolo.
746 Más del 90% de las demandas no son admitidas, por lo que en realidad se han dictado cerca de 12,000 sentencias durante más de medio siglo de historia. Cfr. 50 years of activity: European Court of
Human Rights. Some facts and Fi- gues, Estrasburgo, Consejo de Europa, 2010.
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jurisdicción internacional.
El 1o. de junio de 2010 entró en vigor el Protocolo 14 del Convenio, debido a la
ratificación de Rusia, que era el único de los 47 Estados que faltaba por ratificarlo y que
durante varios años se rehusó. Este ansiado instrumento supone reformas sustanciales
en la tramitación y efectividad del Tribunal,748 así como una importante vinculación con la
Unión Europea debido al Tratado de Lisboa que entró en vigor el 1o. de diciembre de
2009.40 Las reformas propuestas, sin embargo, parecen insuficientes. Representantes de
los 47 Estados integrantes del Consejo de Europa se reunieron el 18 y 19 de febrero de
2005 en Suiza, para reflexionar sobre el futuro del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, lo que dio lugar a la Declaración de Interlaken, estableciendo un plan de
acción a mediano y largo plazo, que será evaluado en 2011, 2012, 2015 y 2019. 41
2) Sistema interamericano. En 1948 se aprueba la Carta de la Organización de los
Estados Americanos por 21 países (actualmente son 35 miembros),42 en el seno de la IX
Conferencia Interamericana celebrada en Bogotá. En esa misma reunión se aprobó la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, primer documento
internacional con una proclamación general de derechos, ya que se anticipó varios meses
a la Declaración Universal.
La Convención Americana de Derechos Humanos (en adelante CADH) fue suscrita en
San José, Costa Rica, en 1969, entrando creación de un recurso por incumplimiento de
las sentencias, cuya competencia es del Comité de Ministros (conformado por
representantes permanentes de los Estados), y g) la posibilidad de que la Unión Europea
sea parte del Convenio, de conformidad con el Tratado de Lisboa. Un análisis crítico a
este Protocolo, puede verse en Pastor Ridruego, José Antonio, “El Protocolo número 14 a
la Convención Europea de Derechos Humanos: ¿estamos ante la reforma que necesita el
Tribunal?”, Revista Española de Derecho Internacional, vol. 56, núm. 1, 2004, pp. 141-150.
40
Sobre los contenidos y repercusiones del Tratado de Lisboa, véase González Martín, Nuria,
“La Unión Europea como una fotografía en continuo movimiento. El Tratado de Lisboa”, Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, México, núm. 124, enero-abril de 2009, pp. 343-354.
41
Véase esta Declaración: High Level Conference on the Future of the Euo- pean Court of
Human Rights. Interlaken Declaration (19 de febrero de 2010).
42
Cuba se reincorpora a la OEA en 2009, al dejarse sin efectos una resolución de 1963 que se
excluyó al gobierno de dicho país en el sistema interamericano. Asimismo, debe considerarse que
Honduras fue suspendido del derecho de participación en 2009, derivado del golpe de estado, si bien
actualmente se encuentra en proceso de reincorporación (2010).
en vigor en 1978; instrumento que debe complementarse con sus protocolos
adicionales.43 El sistema se integra por la Comisión Interamericana, cuya sede se
encuentra en Washington, D. C., si bien la Comisión se estableció en 1959, inició
funciones al año siguiente; y la Corte Interamericana, radicada en San José, Costa Rica,
comenzando sus actividades en 1979. Hasta la fecha, de los 35 países que integran la
OEA, 24 han ratificado la CADH (con la denuncia de Trinidad y Tobago, una infructuosa
separación del Perú, y una recomendación de denuncia por la Sala Constitucional de
Venezuela)44 y 21 han aceptado la competencia contenciosa de la Corte Interamericana.
43
Protocolo Adicional en Materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Protocolo de
San Salvador, 1998); y Protocolo Relativo a la Abolición de la Pena de Muerte (Asunción, Paraguay,
1990). Asimismo, debe tenerse presente otros instrumentos internacionales, entre los más
importantes destacan: Convención Americana para Prevenir y Sancionar la Tortura (Cartagena de
Indias, Colombia, 1985); Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas
(Belém do Pará, Brasil, 1994); Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la
Violencia contra la Mujer (Belém do Pará, Brasil, 1994); Convención Interamericana para la
Eliminación de todas las formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad (Guatema-
747 En general, sobre el funcionamiento y futuro de la Corte Europea, véanse las interesantes reflexiones de Fix-Zamudio, Héctor, “La Corte Europea de De rechos Humanos y el derecho de amparo internacional”, El derecho de amparo
en el mundo, México, Porrúa-Fundación Konrad Adenauer, 2006, pp. 11051155.
748 Las reformas más significativas del Protocolo 14 son: a) nombramiento de los jueces por un único periodo de nueve años (en lugar de seis años con posibilidad de reelección); b) competencia de jueces individuales o únicos para poder desechar demandas (antes un
comité de tres jueces o una sala de siete jueces lo hacía), sin que exista recurso alguno; en caso de duda, este juez remitirá el asunto a un comité de jueces o a la sala; y no podrá el juez individual conocer de un asunto en contra del Estado que lo propuso; c) criterios de
admisibilidad más rigurosos, que implican la gravedad de la violación novedad y no asuntos reiterativos; d) competencia de los comités de tres jueces para resolver determinados asuntos (antes era competencia de las salas); e) las decisiones de admisibilidad y de fondo respecto
de demandas individuales se harán de manera conjunta, como de hecho se venía realizando, pudiendo en determinados casos separarlas; f) la
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la, 1999); Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión (Comisión EOCONSTITU CIONALISM
Interamericana, O”
2000);
Carta Democrática Interamericana (Asamblea General de la OEA, 2001); Convención
Interamericana sobre la Corrupción (Caracas, Venezuela, 1996), entre otros.
44
Sólo Trinidad y Tobago se ha separado por la denuncia a la Convención en 1998, que entró en
vigor en 1999. El Perú, en la época de Fujimori, pretendió infructuosamente separarse del sistema; y
Venezuela recientemente, en la sentencia 1939 de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia de Venezuela declaró “inejecutable” la sentencia de la Corte Interamericana en el Caso Apitz
Barbera y otros vs. Venezuela, que versaba sobre la destitución arbitraria de tres jueces de la Corte
Primera de lo Contencioso Administrativo, por lo que solicitó al presidente de la República que
denunciara la Convención Americana, lo cual no ha sucedido. Sobre esta delicada sentencia, véase el
libro de Ayala Corao, Carlos, La “inejecución ” de las sentencias internacionales en la jurisprudencia constitucional
de Venezuela (1999-2009, Caracas, Fundación Manuel García-Pelayo, 2009; en general, sobre la
actuación de la Sala Constitucional de ese país, véase Brewer Carías, Allan R., Crónica sobre la “in”
justicia constitucional. La Sala Constitucional y el autoritarismo en Venezuela , Caracas, Editorial Jurídica
Venezolana, 2007.
Ambos órganos se integran por siete miembros, con duración de cuatro años para los
comisionados y seis para los jueces, con posibilidad de reelección por una ocasión. A
partir de la opinión consultiva 20/09 solicitada por la República Argentina, resuelta en
septiembre de 2009, la Corte interpretó los artículos 44 y 45 del Pacto de San José,
limitando la figura de juez ad hoc para que integre la Corte cuando en la misma no
hubiere un juez de su nacionalidad, sólo en los casos contenciosos originados en co-
municaciones interestatales (hasta la fecha no se han presentado), excluyendo esa
posibilidad en casos originados en peticiones individuales, como se venía realizando;
señalando además que el juez nacional del Estado demandado no podrá participar en los
casos contenciosos originados en peticiones individuales; lo anterior se ha incorporado
en las reformas al Reglamento de la Corte Interamericana, en vigor desde el 1o. de
enero de 2010.749 Estas reformas resultan trascendentales, en la medida en que se otor-
gan más facultades a las presuntas víctimas y sus representantes, como la posibilidad de
presentar directamente la demanda, que antes realizaba la Comisión, 750 lo que pudiera
representar el camino para que en el futuro se aceptara el acceso directo del individuo
como sucedió en Europa.47
La Corte tiene básicamente dos atribuciones: la consultiva, con 20 solicitudes atendidas
hasta la fecha; y la contenciosa, con 120 casos resueltos (hasta diciembre de 2009)
originados de peticiones individuales (80 fueron resueltos entre 2004 y 2009). Asimismo,
su labor se complementa con resoluciones que dicta tratándose de medidas provisionales
(81 resoluciones, hasta 2009) y de supervisión de cumplimento de sentencias (hasta 2009,
104 casos se encuentran en este estado).48
3) Sistema africano. Es el más reciente de los sistemas regionales y todavía está en fase
de formación. La Carta Africana de los Derechos Humanos y de los Pueblos, también
conocida como Carta de Banjul (1981 y vigente en 1986), fue aprobada en Nairobi,
Kenya, en la XVIII Conferencia de Jefes de Estado y de Gobierno de la Organización para
la Unidad Africana, denominada desde 2002 como Unión Africana. Una de las principales
características de esta Carta es que se regulan los derechos económicos, sociales y
culturales, de manera conjunta con los derechos civiles y políticos, lo que no sucede en
los otros sistemas regionales, además destacan los derechos colectivos y del desarrollo
de los pueblos.
La Carta prevé una Comisión Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos, que se
integra por once personalidades africanas de prestigio. Fue constituida en 1987, teniendo
su sede en Banjul, Gambia. Asimismo, existe una Corte Africana de Derechos Humanos y
de los Pueblos, creada a través de un protocolo posterior a la Carta en Uagadugú,
Burkina Faso, en 1998 (en vigor a partir res notorios, entre otros aspectos relevantes
749 El primer Reglamento data de 1980; el segundo de 1991; el tercero de 1996; el cuarto de 2000, con reformas en 2003 y 2009 (vigente a partir del 1o. de enero de 2010). En realidad, esta última reforma constituye un nuevo Regla mento, por la cantidad y
750 Con la reforma, el procedimiento ante la Corte se inicia con la presentación del informe al que se refiere el artículo 50 de la Convención (informe de fondo) y no con la presentación de la demanda por la Comisión, dejando a las víctimas o a sus representantes dentro
de los dos meses siguientes la posibilidad de presentar dicha demanda de manera autónoma ante la Corte (escrito de so licitudes, argumentos y pruebas). La Comisión no puede ahora ofrecer testigos y declaraciones de las víctimas y sólo en algunos casos podrá ofrecer peritos;
se crea la figura del defensor interamericano en casos en que las víctimas no cuenten con representación legal (antes lo representaba la Comisión); se incor pora lo resuelto en la opinión consultiva 20/09, relativa a que los jueces no pueden participar de las demandas individuales
cuando el Estado demandado sea el de su nacionalidad y la figura del juez ad hoc se restringe exclusivamente para comunicaciones interestatales; se autoriza el uso de nuevas tecnologías, por ejemplo, notificaciones por medios electrónicos, declaraciones vía audiovisual,
etcétera; rectificación de las sentencias, de oficio o a petición de parte, por erro-
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que fueron motivo de esta reforma al Reglamento.
Sobre esta eventual reforma, véase la obra Candado Trindade, Antonio Augusto y Ventura
47
Robles, Manuel E., El futuro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, 2a. ed., San José, CIDH-
UNHCR, 2004.
48
Cfr. Informe Anual 2009, de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
de 2004), si bien la propuesta de su existencia fue realizada en 1961, en una reunión de
juristas africanos en Lagos, Nigeria.
La Corte se integra por once juristas. En 2006 fueron electos los primeros jueces, con
renovación y nuevos integrantes en 2008. Inició sus funciones de manera provisional en
Addis Abba, Etiopía, en noviembre de 2006; y luego en Arusha, Tanzania, a partir de
agosto de 2007. Hasta la fecha sólo 25 países han aceptado su jurisdicción, 49 de los 53
que integran la Unión Africana y que también ratificaron la Carta de Banjul. Tiene
competencias consultivas y contenciosas, y el primer fallo de la Corte fue emitido el 15 de
diciembre de 2009, en el caso Michelot Yogogombaye vs. República de Senegal.50
C) Derecho comunitario. Además de los tres sistemas regionales brevemente señalados,
debe advertirse que también en ciertos sistemas de integración comunitaria, también se
advierte la internacionalización de instituciones de derecho constitucional. Si bien estas
integraciones nacen con fines esencialmente económicos, progresivamente se ha
extendido a otras áreas, incluso a derechos humanos.
Lo anterior se aprecia claramente con el largo y sorprendente proceso evolutivo de la
hoy Unión Europea (1993),51 que iniciara 751 752 753 en 1951 con la Comunidad Europea del
Carbón y del Acero, con seis miembros (actualmente con 27); hasta llegar al
trascendental Tratado de Lisboa,52 que entró en vigor el 1o. de diciembre de 2009, a
manera de un paso más en la integración comunitaria.
En realidad este Tratado retoma parte del fallido Tratado Constitucional de 2004
(Constitución Europea). Entre sus múltiples aspectos relevantes, cabe destacar que de
conformidad con el artículo 6.2 la Unión se adherirá al Convenio Europeo para la Pro-
tección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales, lo que implicará la
vinculación jurídica de dicho Tratado. Esta dimensión traerá una nueva relación del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos y el Tribunal de Luxemburgo, que en principio
obedecían a dos órdenes jurídicos distintos y ahora en materia de derechos humanos
aplicarán el mismo instrumento, produciendo un orden jurídico constitucional complejo.53
752 Cfr. las páginas http://www.africancourtcoalition.org, http.V/www.achpr. org y www.african-court.org; así como los trabajos de Odimba, Jean Cadet, op. cit., nota 37, pp. 945-984; Saavedra Álvarez, Yuria, “El sistema africano de los derechos
humanos y de los pueblos. Prolegómenos”, Anuario Mexicano de Derecho Internacional, México, UNAM, núm. 8, 2008, pp. 671-712; Harrington, Julia, “The African Court on Humans and Peoples’Rights”, en Evans,
Malcom, y Murray, Rachel (comps.), The African Charter on Humans and Peoples’s Rights: The System in Practice 1986-2000, Cambridge, Cambridge University
Press, 2002, pp. 305-334; Saccucci, Andrea, “Il Protocollo istitutivo della Corte africana dei diritti dell’uomo e dei popoli: un primo confronto con le altre Corti regionali”, Rivista di Diritto Internatiozale , núm. 4, 2004, pp. 1036-1065.
753 Véase el Tratado de la Unión Europea, que entró en vigor el 1o. de noviembre de 1993. Sus instituciones son: el Consejo Europeo, el Parlamento y el
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CURSO “ NAcademiadelaMagistratura
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titucionales o bien a través del dinamismo de la jurisprudencia constitucional. 754
Una de las manifestaciones más claras sobre esta constitucio- nalización del derecho
internacional lo constituye otorgar jerarquía constitucional a los tratados internacionales
en materia de derechos humanos. Cada vez son más los Estados latinoamericanos que lo
han aceptado, superando la clásica concepción de su equiparación legal. Esto ha
sucedido, por ejemplo, en Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Perú, Paraguay y muy
recientemente en República Dominicana, en su nueva Constitución proclamada el 26 de
enero de 2010.
Esta última refleja la tendencia evolutiva de apertura que están adoptando los textos
constitucionales de nuestra región en materia de derechos humanos, al establecer que
“Los tratados, pactos y convenciones relativos a derechos humanos, suscritos y ratifi-
cados por el Estado dominicano, tienen jerarquía constitucional y son de aplicación
directa e inmediata por los tribunales y demás órganos del Estado” (artículo 74.3).
Incluso, determinados ordenamientos constitucionales otorgan jerarquía
supraconstitucional a los instrumentos internacionales en derechos humanos, en la
medida en que sean más favorables en la protección de los derechos, como se establece
en las nuevas Constituciones de Bolivia (artículo 256.1), Ecuador (artículo 424),
Venezuela (artículo 23) o a través del dinamismo jurisprudencial en Costa Rica. 755
La incorporación de los derechos humanos de fuente internacional al catálogo de los
derechos fundamentales en las Constituciones nacionales, implica un “bloque de
constitucionalidad”,56 sirviendo como parámetro de control de la constitucionalidad de las
leyes y demás actos que violen dichos derechos. Este “bloque” también es motivo de
aceptación por parte de los máximos órganos jurisdiccionales a través de un sano
activismo judicial, como recientemente lo ha estimado la Suprema Corte de Justicia de
Uruguay en 2009.57
El bloque de constitucionalidad se ha venido ampliando. Además de los derechos
previstos en los tratados internacionales, también lo conforma la jurisprudencia de la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, como se ha reconocido por la Corte
Constitucional de Colombia,58 la Sala Constitucional de Costa 11 de noviembre de 1992,
relativa al beneficio concedido exclusivamente a la mujer extranjera casada con
costarricense, lo que implica una desigualdad por razones de género, aplicándose
diversos tratados internacionales.
Como es bien conocido, la expresión es utilizada por vez primera por Louis Favoreu al
56
comentar un fallo del Consejo Constitucional de Francia en la década de los sesenta del siglo pasado,
donde, en principio, incluía a la propia Constitución de 1958, el preámbulo constitucional y la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789; bloque que se ha venido
ampliando en Francia y en los países donde se ha aceptado tiene contenidos distintos, como sucede
en España y en varios países de Latinoamérica. En general sobre la temática, véase Favoreu, Louis et
al., El bloque de la constitucionalidad, Madrid, Civitas, 1991.
57
Tradicionalmente los tratados internacionales tenían rango de ley. Sin embargo, un nuevo
criterio pareciera abrir la ventana hacia esta dimensión, en la sentencia 365, del 19 de octubre de
2009. Sobre esta sentencia, véase Ris- so Ferrand, Martín, “El derecho internacional de los derechos
humanos en la jurisprudencia reciente de la Suprema Corte de Justicia de Uruguay”, Revista
Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, núm. 14, julio-diciembre de 2010 (en prensa).
58
A partir de la sentencia 225/95 del 18 de mayo de 1995, relativa a la naturaleza imperativa de
las normas humanitarias y su incorporación al bloque de constitucionalidad. También véase las
sentencias C-578/95 y C-258/97, entre otras.
Rica,756 el Tribunal Constitucional del Perú,757 la Corte Suprema de Argentina,758 o la
Corte Suprema de República Dominicana. 759 Lo anterior es un paso significativo hacia un
754 Una situación actual de esta dimensión puede verse en los diversos tra bajos contenidos en la obra colectiva García Ramírez, Sergio y Castañeda Her nández, Mireya (coords.), Recepción nacional del derecho
internacional de los derechos humanos y admisión de la competencia contenciosa de la Corte In teramericana, México, UNAM, 2009;
especialmente sobre el caso mexicano, véase el ensayo de Carmona Tinoco, Jorge, “La recepción de la jurispruden cia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el ámbito interno. El caso de México”, pp. 245-290. Asimismo, véase la obra colectiva Becerra Ramírez,
Manuel (coord.), La Corte Interamericana de Derechos Humanos a veinticinco años de su funcionamiento, México, UNAM, 2007.
755 La Sala Constitucional estableció que los derechos previstos en los tratados internacionales “priman sobre la Constitución” en la medida en que otorguen mayores derechos o garantías. Véase la muy conocida sentencia 3435, del
756 A partir de la sentencia 3550-92, antes referida. Sobre esta sentencia y en general su rol en el sistema de Costa Rica, véase Hernández Valle, Rubén, Derecho procesal constitucional, 3a. ed., San José, Juricentro, 2009.
757 Véase la sentencia 7/2007, de 19 de junio de 2007.
758 Sobre las diversas sentencias de la Corte Suprema argentina y su tenden- cial aceptación sobre el particular, véase Hitters, Juan Carlos, “¿Son vinculantes los pronunciamientos de la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos? (control de
constitucionalidad y convencionalidad)”, Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, México, núm. 10, julio-diciembre de 2008, pp. 131-156.
759 cfr. “El bloque de constitucionalidad en la determinación de los principios fundamentales del debido proceso”, Diálogo Jurisprudencial, México, núm. 3, julio-
Véase la sentencia 1990-2003, de 13 de noviembre de 2003;
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“bloque de convencio- nalidad” como veremos más adelante.
Por otra parte, también se advierte esta constitucionalización del derecho
internacional de los derechos humanos a través de principios o criterios hermenéuticos.
Así, se han constitucionali- zado los principios pro homine y pro libertatis reconocidos en el
artículo 29 del Pacto de San José; o bien se han utilizado por las jurisdicciones
nacionales.760 También se advierte la tendencia de incorporar “cláusulas abiertas” de
recepción de la normatividad convencional o cláusulas constitucionales para interpretar
los derechos y libertades “de conformidad” con los instrumentos internacionales en la
materia.761
IV. EL CONTROL CONCENTRADO DE CONVENCIONALIDAD POR LA CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS
HUMANOS
760 A nivel constitucional se regula en Bolivia, Colombia, Perú y República Dominicana, por ejemplo. Además, un buen número de jurisdicciones constitucionales han utilizado el principio pro homine, pro persona o in bonum en
sus fallos.
761 Sobre la temática, véase el documentado libro de Caballero, José Luis, La incorporación de los tratados internacionales sobre derechos humanos en México
y España, México, Porrúa, 2009.
762 Si bien la Comisión Interamericana tiene competencia para conocer de los asuntos relacionados con el cumplimiento de los compromisos contraídos por los Estados parte, en estricto rigor no realiza un “control de convencionali dad” por no tener propiamente
funciones jurisdiccionales. Las principales funciones de la Comisión se encuentran previstas en el artículo 41 de la CADH.
763 Caso Myrna Mack Chang vs. Guatemala, resuelto el 25 de noviembre de 2003, párrafo 27.
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jurisdicción
contenciosa de la
Corte
Interamericana, el
Estado viene a
cuentas en forma
integral, como un
todo. En este
orden, la res-
ponsabilidad es
global, atañe al
Estado en su
conjunto y no
puede quedar
sujeta a la división
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de atribuciones
que señale el
derecho interno.
No es posible
seccionar
internacionalment
e al Estado, obligar
ante la Corte sólo a
uno o algunos de
sus órganos,
entregar a éstos la
representación del
Estado en el juicio
—sin que esa
representación
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repercuta sobre el
Estado en su
conjunto— y
sustraer a otros de
este régimen
convencional de
responsabilidad,
dejando sus
actuaciones fuera
del “control de
convencionalidad”
que trae consigo la
jurisdicción de la
Corte
Internacional.
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Esta caracterización de control de convencionalidad es la natural que realiza la Corte
Interamericana en sede internacional desde sus primeras sentencias; si bien es en ese
voto concurrente (2003) cuando por primera vez se utiliza la expresión. La tarea de la
Corte, continúa reflexionando García Ramírez, en otro voto concurrente:764
asemeja a la que
...se
realizan los
tribunales
constitucionales.
Éstos examinan los
actos impugnados
—disposiciones de
alcance general— a
la luz de las
normas, los
principios y los
valores de las
leyes
764 Voto concurrente razonado de Sergio García Ramírez en el caso Tibi vs. Ecuador, resuelto el 7 de septiembre de 2004, párrafo 3.
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fundamentales. La
Corte
Interamericana,
por su parte,
analiza los actos
que llegan a su
conocimiento en
relación con
normas, principios
y valores de los
tratados en los que
funda su
competencia
contenciosa. Dicho
de otra manera, si
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los tribunales
constitucionales
controlan la
“constitucionalidad
”, el tribunal
internacional de
derechos humanos
resuelve acerca de
la
“convencionalidad”
de esos actos. A
través del control
de
constitucionalidad,
los órganos
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internos procuran
conformar la
actividad del poder
público —y,
eventualmente, de
otros agentes
sociales— al orden
que entraña el
Estado de derecho
en una sociedad
democrática. El
tribunal
interamericano,
por su parte, pre-
tende conformar
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esa actividad al
orden
internacional
acogido en la
convención
fundadora de la
jurisdicción
interamericana y
aceptado por los
Estados partes en
ejercicio de su
soberanía.
Años después, vuelve García Ramírez a utilizar la expresión “control de
convencionalidad” en el mismo sentido, “fundado en la confrontación entre el hecho
realizado y las normas de la Convención Americana”,765 en el voto razonado emitido en el
caso Vargas Areco vs. Paraguay, del 26 de septiembre de 2006; mismo día en que se
decidió el caso Almonacid Arellano vs. Chile, donde el pleno de la Corte Interamericana
utiliza por vez primera la expresión “control de convencionalidad”, si bien otorgándole
una dimensión distinta: con carácter “difuso”, a manera de una fuerza expansiva de su
jurisprudencia hacia todos los jueces de los Estados que han reconocido su jurisdicción,
765 De tal suerte, dice García Ramírez, que derivado a ese “control de convencionalidad”, “no puede, ni pretende —jamás lo ha hecho—, convertirse en una nueva y última instancia para conocer la controversia suscitada en el orden interno”, pfo. 6 de referido voto
razonado.
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como a continuación pasamos a analizar.
constitucional y su internacionalización: ¿Hacia un ius constitutionale commune en América Latina?, México, UNAM-Max Planc Institut, 2010, t. II (en prensa); Hitters, Juan Carlos, “Control
de constitucionalidad y control de convencionalidad. Comparación. Criterios fijados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos”, Estudios Constitucionales, vol. 7, núm. 2, 2009, pp. 109-128; Rey Cantor, Ernesto, Control de
convencionalidad de las leyes y derechos humanos, México, Porrúa-IMDPC, 2008, núm. 26; Albanese, Susana, El control de convencionalidad (coord.), Buenos Aires, Ediar,
2008.
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particular. Sin
embargo, cuando
el Legislativo falla
en su tarea de
suprimir y/o no
adoptar leyes
contrarias a la
Convención
Americana, el
Judicial permanece
vinculado al deber
de garantía
establecido en el
artículo 1.1 de la
misma y,
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consecuentemente
, debe abstenerse
de aplicar
cualquier
normativa
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contraria a ella.
Lo anterior significa que los jueces no son simples aplicadores de la ley nacional, sino
que tienen además, una obligación de realizar una “interpretación convencional”,
verificando si dichas leyes que aplicarán a un caso particular, resultan “compatibles” con
la CADH; de lo contrario su proceder sería contrario al artículo 1.1. de dicho tratado,
produciendo una violación internacional, ya que la aplicación de una ley inconvencional
produce por sí misma una responsabilidad internacional del Estado.768
Los jueces nacionales se convierten en “guardianes” de la con- vencionalidad. La
esencia de la doctrina del “control difuso de convencionalidad”, se encuentra en el
párrafo 124 de dicho fallo:
La Corte es
consciente que los
jueces y tribunales
internos están su-
jetos al imperio de
767 Pfo. 123 de la sentencia.
768 Esto aplica en general para cualquier órgano del Estado que aplique una ley inconvencional. La parte relativa del pfo. 123 de dicha sentencia señala: “El cumplimiento por parte de agentes o funcionarios del Estado de una ley viola- toria de la Convención produce
responsabilidad internacional del Estado, y es un principio básico del derecho de la responsabilidad internacional del Estado, recogido en el derecho internacional de los derechos humanos, en el sentido de que todo Estado es internacionalmente responsable por actos u omisiones
de cualesquiera de sus poderes u órganos en violación de los derechos internacionalmente consagrados, según el artículo 1.1 de la Convención Americana”.
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Estado, también
están sometidos a
ella, lo que les
obliga a velar por
que los efectos de
las disposiciones
de la Convención
no se vean
mermadas por la
aplicación de leyes
contrarias a su
objeto y fin, y que
desde un inicio
carecen de efectos
jurídicos. En otras
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palabras, el Poder
Judicial debe
ejercer una
especie de “control
de
convencionalidad”
entre las normas
jurídicas internas
que aplican en los
casos concretos y
la Convención
Americana sobre
Derechos
Humanos. En esta
tarea, el Poder
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769 El pfo. 128 de dicho fallo señala: “Cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención Americana, sus jueces también están
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personas condenadas por el delito de homicidio. La Corte Interamericana, por
consiguiente, estimó que los tribunales de Barbados que conocieron del caso (incluida su
máxima instancia judicial), debieron haber realizado no sólo un análisis y control de
“consti- tucionalidad” de dicha Ley, sino también de “convencionalidad”.
3. Heliodoro Portugal vs. Panamá, del 12 de agosto de 2008. En el presente asunto se
condena al Estado a que adecue en un plazo razonable su derecho interno, para tipificar
los delitos de desaparición forzada de personas y de tortura, conforme los estándares
convencionales, específicamente en la Convención sobre Desaparición Forzada y la
Convención contra la Tortura. Así, en el párrafo 180 de la sentencia, se reitera la
doctrina del “control de convencionalidad”, según la cual, “cada juzgador debe velar por
el efecto útil de los instrumentos internacionales, de manera que no quede mermado o
anulado por la aplicación de normas o prácticas internas contrarias al objeto y fin del
instrumento internacional o del estándar internacional de protección de los derechos
humanos”, citando los precedentes de los casos Almonacid Arellano y de Boyce.
4. En la resolución de supervisión de cumplimiento de sentencia del 9 de mayo de
2008, en los casos Fermín Ramírez y Raxcacó Reyes, ambos vs. Guatemala, así como de la
solicitud de ampliación de medidas provisionales del último de los casos. La Corte
Interamericana recordó que es obligación del Estado brindar un procedimiento que
garantice que toda persona condenada a muerte tenga el derecho a solicitar y, en su
caso, obtener indulto; de tal suerte que los recursos que debe ofrecer, no serán simples
formalidades condenadas de antemano a ser infructuosas. Destacó que en el supuesto
no deseado de que el Congreso de la República de Guatemala rechace el decreto donde
se estableciera el indulto, el Estado no habrá cumplido con sus obligaciones
internacionales y, como consecuencia lógica, no podrá ejecutar a ningún condenado a
muerte, hasta en tanto no se adecue la legislación a la CADH.
Es importante destacar que en apoyo a lo anterior, la Corte Interamericana invoca su
doctrina del “control de convencionali- dad”, recordando que cuando el Legislativo falla
en su tarea de suprimir y/o no adoptar leyes contrarias a la CADH, el Poder Judicial
permanece vinculado al deber de garantía establecido en el artículo 1.1 de la misma y,
consecuentemente, debe abstenerse de aplicar cualquier normativa contraria a ella. Al
invocar la doctrina, si bien no señala los precedentes, es claro que lo toma del caso
Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs. Perú, ya que se refiere a que
este control debe realizarse ex oficio, aclarando que es “evidentemente en el marco de
sus respectivas competencias y las regulaciones procesales correspondientes”. Es decir,
se retoman las “precisiones” del caso Trabajadores Cesados del Congreso vs. Perú, doctrina
que a su vez había surgido en Almonacid Arellano y reiterada conforme hemos analizado
con anterioridad.
5. Rosendo Radilla Pacheco vs. Estados Unidos Mexicanos, de 23 de noviembre de 2009. En
ese caso se condena al Estado mexicano, entre otras cuestiones, a realizar en un plazo
razonable las adecuaciones legislativas conforme los estándares convencionales, en un
doble aspecto: (1) por lo que respecta al tipo penal de desaparición forzada de personas
establecido en el artículo 215-A del Código Penal Federal (que restringe la autoría del
delito a “servidores públicos”), y (2) respecto al artículo 57, fracción II, inciso a), del
Código de Justicia Militar, que extiende la jurisdicción militar a aquellos delitos que no
tienen estricta conexión con la disciplina militar o con bienes jurídicos propios del ámbito
castrense; en este último supuesto, aclara que la inconvencionali- dad no deriva del
artículo 13 de la Constitución federal, sino del citado precepto del Código de Justicia
Militar, que ha servido de interpretación de los jueces locales y federales para extender
la jurisdicción militar a supuestos no autorizados. La Corte Interamericana, recuerda que
en múltiples ocasiones ha indicado que “[c]uando la justicia militar asume competencia
sobre un asunto que debe conocer la justicia ordinaria, se ve afectado el derecho al juez
natural y, a fortiori, el debido proceso, el cual, a su vez, se encuentra íntimamente ligado
al propio derecho de acceso a la justicia”.
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Se reitera la doctrina del control de convencionalidad utilizando las matizaciones
relativas a que opera “de oficio” y “en el marco de sus respectivas competencias y de las
regulaciones procesales correspondientes”; señalando la necesidad de que las in-
terpretaciones constitucionales y legislativas referidas a los criterios de competencia
material y personal de la jurisdicción militar, se realicen conforme a los principios
establecidos en la constante jurisprudencia de la Corte Interamericana en esa materia.
Deriva de esto último, con independencia de la necesaria reforma legislativa al Código
de Justicia Militar (que debe realizarse para cumplir cabalmente con la sentencia), los
jueces locales y federales (incluido el máximo tribunal del país), deben dejar de aplicar
dicho precepto realizando un “control de convencionali- dad” a la luz de la jurisprudencia
de la Corte Interamericana.
C) Aplicación de la doctrina en México. La aplicación del control de convencionalidad
recién se utiliza a partir de 2009 a través del juicio de amparo por los jueces federales.
El primer caso lo constituye el amparo directo 1060/2008, resuelto el 2 de julio de 2009
por el Primer Tribunal Colegiado de Circuito en Materia Administrativa y de Trabajo, del
Décimo Primer Circuito (con residencia en Morelia, Michoacán), 770 resuelto meses antes
del caso Rosendo Radilla que condena al Estado mexicano y donde ratifica la doctrina del
control de convencionalidad.
En este asunto se invoca el caso Almonacid Arellano vs. Chile. Se estimó procedente el
amparo, utilizando la normatividad y jurisprudencia convencional. El tribunal consideró
que está legalmente vinculado a observar el “control de convencionalidad” en sede
interna, entendiendo como obligación aplicar en su ámbito competencial, además de las
legislativas, medidas de cualquier otro orden para asegurar el respeto de los derechos y
garantías, no sólo de la Constitución y de sus normas internas sino también de las
convenciones internacionales de las que México sea parte y de las interpretaciones que
de sus cláusulas llevan a cabo los organismos internacionales. Debe destacarse que este
precedente se debe al abogado del caso que invocó la CADH y el control de
convencionalidad.771
El segundo precedente que tenemos conocimiento fue resuelto el 21 de enero de
2010, por el Cuarto Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Primer Circuito,
donde se invoca la doctrina del control de convencionalidad derivada de la condena en
contra del Estado mexicano en el caso Rosendo Radilla Pacheco; de donde derivó la tesis
aislada, cuyo rubro es:
CONTROL DE CONVENCIONALIDAD. DEBE SER EJERCIDO POR LOS JUECES DEL ESTADO MEXICANO EN LOS ASUNTOS SOMETIDOS
770 Un extracto de este fallo fue publicado con el título “Control de con vencionalidad de normas jurídicas internas”, Diálogo jurisprudencial. Derecho internacional de los derechos
humanos, México, UNAM, enero-junio de 2009, núm. 6, pp. 11-36.
771 Los planteamientos fueron realizados por Gumesindo García Morelos, destacado abogado y académico mexicano, que reside en la ciudad de Morelia.
772 Tesis aislada I.4o.A.91 K, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, marzo de 2010, t. XXXI, p. 2927.
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jurídico. Sin embargo, este principio ha sufrido un cambio fundamental en el Estado
constitucional de derecho, donde las leyes deben también estar sometidas a la
Constitución. De ahí que la supremacía de la Constitución y el control de
constituciona- lidad de las leyes sean un paradigma para el constitucionalismo de
nuestros días.
2. Principio de convencionalidad. El principio de legalidad coexiste con el de
convencionalidad, desde que los Estados se han comprometido a respetar los
derechos humanos previstos en los instrumentos internacionales que
voluntariamente se han sometido. Por una parte, los Estados se comprometen a
respetar los derechos y libertades que establece la CADH, y a garantizar su libre y
pleno ejercicio sin ningún tipo de discriminación (artículo 1o.); además de adoptar
las medidas legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer valer
esos derechos y libertades; por otra, reconocen la competencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, lo que implica aceptar que los tribunales
nacionales han dejado de tener la última palabra en determinados supuestos,
teniendo las decisiones de ese Tribunal Internacional el carácter de “definitivas e
inapelables” y los Estados parte se comprometen “a cumplir la decisión” (artículos
67 y 68.1 de la CADH).
3. Supremacía convencional. La “supremacía constitucional” se está redimensionando, a
partir del surgimiento del derecho internacional de los derechos humanos en la
segunda mitad del siglo pasado. Los Estados se comprometen a respetar los
derechos humanos previstos en los instrumentos internacionales, creándose
asimismo órganos de promoción, supervisión y control, donde los tribunales
regionales en la protección de estos derechos tienen una especial incidencia en los
órdenes jurídicos nacionales. Lo anterior se advierte en nuestra región, en donde la
CADH adquiere una prevalencia superior respecto de cualquier norma interna
(incluidas las Constituciones), como se ha puesto en evidencia con la evolutiva
jurisprudencia convencional, que hace suponer una “supremacía convencional”.
4. Fundamento: Buena fe y principio del efecto útil. En la opinión consultiva 14/94, de 9 de
diciembre de 1994, sobre la responsabilidad internacional por expedición y
aplicación de leyes violatorias de la Convención, la Corte Interamericana interpretó
los artículos 1o. y 2o. de la CADH, criterio que ha seguido en los años siguientes.
Sostiene que la obligación de dictar las medidas que fueren necesarias para hacer
efectivos los derechos y libertades reconocidos en la CADH comprende la de no
dictarlas cuando ellas conduzcan a violarlos, fundamentando que descansa en un
principio general del derecho internacional, relativo a que las obligaciones deben ser
cumplidas de “buena fe” y no puede invocarse para su incumplimiento el derecho
interno; lo cual ha sido recogido por tribunales internacionales, como la Corte
Permanente de Justicia Internacional y la Corte Internacional de Justicia, y también
ha sido codificado en los artículos 26 y 27 de la Convención de Viena sobre el
Derecho de los Tratados de 1969. Precisamente la Corte fundamenta el control de
convencio- nalidad en la buena fe, por lo que establece que los jueces deben velar
por el effet utile de los instrumentos internacionales para que no sea mermado o
anulado por aplicación de normas o prácticas internas contrarias al objeto y fin del
instrumento convencional o del estándar internacional de protección de los
derechos humanos.
5. Control de convencionalidad. Derivado de lo anterior, los jueces nacionales no sólo
están obligados a realizar un control de constitucionalidad dentro de sus respectivas
competencias y atribuciones, sino también un control de conven- cionalidad, en la
medida en que de no hacerlo, se podría producir una responsabilidad internacional
del Estado. Este control tiene las siguientes características básicas:
i) El juez nacional como juez interamericano. Los jueces de los Estados parte se
convierten en “guardianes” de la convencionalidad de las leyes y demás actos
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nacionales, al permitirles realizar un ejercicio o test de compatibilidad entre éstos y
la CADH;
ii) Carácter difuso. Se encomienda dicho control a todos los jueces nacionales, sin
importar la materia, jerarquía o si son jueces ordinarios o constitucionales, en el
marco de sus respectivas competencias y de las regulaciones procesales
correspondientes;
iii) Ex officio. Este control lo deben realizar los jueces nacionales con independencia
de petición o solicitud de parte, en el caso que estén conociendo;
iv) Bloque de convencionalidad. Si bien la doctrina de la Corte Interamericana limita
el ámbito de control a la CADH, lo cierto es que atendiendo al corpus iuris
interamericano, debe extenderse a sus protocolos adicionales (y en ciertos casos a
otros instrumentos internacionales), de conformidad al reconocimiento de cada
Estado y de la propia jurisprudencia de la Corte Interamericana; asimismo, debe
también extenderse a la jurisprudencia de dicho tribunal regional (que en estricto
rigor no sólo se configura con los casos contenciosos, sino también con las
opiniones consultivas y con criterios derivados de las medidas provisionales y de
supervisión de cumplimiento de las sentencias, donde se interprete la normatividad
convencional). De ahí que estemos ante un auténtico “bloque de convencionalidad”,
como parámetro de control ejercido por los jueces nacionales; v) Efectos. Las
normas y actos inconvencionales carecen de efectos jurídicos desde un inicio, lo
cual repercute evidentemente en los actos derivados de aquéllos. Ésta es una
problemática difícil que tendrá que considerarse por los operadores jurídicos
nacionales.
773 Algunas jurisdicciones constitucionales han aceptado la jurisprudencia de la Corte Interamericana como parte del “bloque de constitucionalidad”, como Argentina, Costa Rica, Colombia, Perú y República Dominicana, lo que abona hacia la aceptación del “bloque de
convencionalidad”.
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