Resumen El Principe de Maquiavelo - Capítulos
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Todos los dominios que tienen soberanía sobre los hombres han sido y son repúblicas o principados.
Los principados son hereditarios o nuevos
Los nuevos son a modo de miembros añadidos al estado hereditario al príncipe que les adquiere.
Este tipo de dominio están acostumbrados a vivir, bajo un príncipe o son libres y se adquiere con las armas de otros o
con las propias, y son gracias a la fortuna o por medio de la virtud.
Capítulo II – Principados Hereditarios
Para conservar los Estados, cuando el principado es hereditario se debe respetar el orden de los antepasados y
adaptarse a los acontecimientos.
Si el Príncipe tiene su habilidad normal, conservará siempre su Estado. A no ser que una fuerza extraordinaria y
excesiva le prive de ella.
Si es privado de él lo recuperará a la mínima adversidad que sobrevenga el usurpador.
El príncipe natural tiene mínimos motivos y menos necesidad de causar agravios de donde es más amado por sus
súbditos.
Capítulo III – Principados Mixtos
La dificultad radica cuando el principado no es totalmente nuevo sino un miembro añadido a un estado anterior, lo
cual se lo denomina como principado mixto.
El príncipe nuevo se enfrenta a los súbditos antiguos porque éstos buscan siempre una superación, lo cual lo hacen
tomar armas contra su señor, pero esto es inútil debido a que tienen que tener la experiencia de cómo el nuevo príncipe
gobierne el estado.
Como príncipe tienes a amigos y enemigos a los primeros no los puedes dar satisfacción debido a cómo te
introdujeron en el poder, a los segundos son todos aquellos a quienes has lesionado al ocupar aquel principado. Para
entrar en un país siempre se tiene la necesidad del favor de los habitantes por más fuerte que sean los ejércitos propios.
Cuando e logra recuperar por segunda vez los países revelados se pierde con más dificultad, porque así al haber una
rebelión el príncipe puede dominar todo el estado y castigar a los individuos que estaban en su contra.
Los estados nuevos se añaden a un estado antiguo o son del mismo país y hablan la misma lengua o no. En el primer
caso se pueden conservar el estado con mayor facilidad y el segundo el príncipe tiene que ir a vivir allí.
Capítulo IV – Por qué razón el reino de Darío que había sido ocupado por Alejandro no se rebeló tras la
muerte de este contra sus sucesores
Alejandro Magno llegó hacer dueño de Asia por muchos años, cuando parecía que todo el reino se revelara tras su
muerte esto no fue así, lo conservaron sin ninguna dificultad.
Los principados de memoria son dos:
El primero es el príncipe y sus siervos en el cual el príncipe tiene mayor autoridad.
El segundo es el príncipe y la nobleza donde estos llegan a este puesto por linaje y tienen sus propios súbditos y allí
que son nombrados príncipes en otros reinos.
El reino turco no puede ser conquistado debido a que todos los esclavos y los empleados tienen lealtad con el rey por
lo cual no se puede realizar una rebelión.
El gobierno de Darío es igual al gobierno turco, por eso Alejandro estaba obligado asaltarlo por entero y hacerse
dueño del territorio
Capítulo V – De qué modo se han de gobernar las ciudades o principados que antes de su adquisición se regían
con sus propias leyes
Cuando los estados están acostumbrados a vivir con sus propias leyes y en libertad el que quiera conservarlo dispone
de tres recursos.
1. destruir dichas ciudades
2. Ir a vivir allí
3. Dejarlos vivir con sus leyes,
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En cambio cuando las ciudades o los países están acostumbrados a vivir bajo el dominio de un príncipe si la familia de
éste queda extinguida porque ya no tienen a quién obedecer o porque ni entre ellos mismos pueden elegir a uno, no
saben vivir libres y son lentos con las armas,
En las repúblicas hay mayor deseo de venganza no les abandona y ni muere la memoria de la antigua libertad de
forma que hay como destruirlas o vivir con ellas.
Capítulo VI – Principados nuevos adquiridos con las armas propias y la virtud
Un hombre prudente debe discurrir siempre por las vías trazadas por los grandes hombres e imitar aquellos que han
sobresalido por encima de los demás, aunque no se alcance la virtud algo se quede de su aroma.
Principados completamente nuevos en los que el príncipe es nuevo, se encuentran más o menos dificultades según la
habilidad del que los adquiere.
El hecho de convertirse de particular a príncipe es fruto del talento o de la suerte, el que se abandonado a la fortuna se
ha mantenido mejor, también facilita mucho las cosas que el príncipe viva obligado en su estado.
Dentro de los principales príncipes por su propia virtud o no por fortuna están Moisés, Ciro,
Rómulo y Teseo ya que sus acciones fueron realizadas por la oportunidad que tuvieron y pudieron introducirse en la
forma que les parecieron más conveniente.
Aquellos que de manera semejante alcanzan el principado por la virtud llegan a dicha situación con dificultad pero se
mantienen con facilidad.
Dificultad en la adquisición por el principado, por parte de las nuevas instituciones y modos que se ven forzados a
introducir para fundamentar su estado y su seguridad.
La naturaleza de los pueblos es inconstante, resulta fácil convencerlos de una cosa pero es difícil mantenerlos
convencidos.
Deben utilizar sus propios recursos y fuerzas, pueden conquistar el estado de aquí que los profetas con armas han
vencido y los desarmados han caído.
Capítulo VII – Principados nuevos adquiridos con armas ajenas y por la fortuna.
Cuando el príncipe llega por medio de la fortuna al poder la dificultad se encuentra cuando está allí. Y aquí se
encuentran a quienes es otorgado un estado por dinero o por otra persona.
Los estados que suben súbitamente pueden tener las raíces y sus ramificaciones firmes y asentadas con lo cual a la
primera circunstancia en contra se los destruyen.
Se logra ver como Alejandro VI al querer hacer grande a su hijo el Duque se enfrentó a muchas dificultades, pero hay
que proponerlo como modelo a imitar a todos aquellos que por la fortuna y las armas ajenas ascendieron al poder.
En un principado nuevo se debe asegurar frente a los enemigos ganarse los amigos vencer con la fuerza o con el
engaño, hacerse amar y temer por los pueblos, seguir y respetar a los soldados, destruir a quienes te pueden o deben
hacerte daño.
Capítulo VIII – De los que llegaron al principado por medio de crímenes.
Hay dos nuevas vías cuando se asciende al principado por medio de acciones criminales y contrarias a toda ley
humana y divina, o bien cuando un ciudadano partículas se convierte en príncipe por medio de sus conciudadanos.
Aquí hay dos ejemplos muy claros como el uno es Agatocles llegó a ser rey de una manera muy despreciable en la
cual los militares mataron a todos los senadores y a los más ricos de la población en una reunión que el convocó.
No se puede llamar virtud a exterminar a sus ciudadanos, traicionar a sus amigos, carecer de palabra de respeto y de
unión.
El segundo ejemplo es de Oliveratto da Fermo, en el cual le mandaron a la milicia cuando fue grande volvió y pidió
se le organizaron un banquete al cual invitó a los ciudadanos más eminentes de Fermo y aquí fue donde los soldados
que él llevó asesinaron a todos y Oliveratto se hizo nombrar príncipe,
Capítulo IX – Principado Civil
Para llegar a este tipo de principado no es necesariamente basarse exclusivamente en los méritos o en la fortuna sino
en la astucia afortunada, se asciende a dicho principado con el favor del pueblo o con el favor de los grandes.
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Existen dos tipos de fuerzas: el primero, el pueblo no desea ser dominado ni oprimido por los grandes i por otro los
grandes desean oprimir y dominar al pueblo, de aquí nace el principado, la libertad y el libertinaje.
El principado es promovido por los grandes, comienzan a aumentar la reputación de uno de ellos y lo hacen príncipe.
Por otro lado el pueblo viendo que no puede defenderse de los grandes aumenta la reputación de alguien y lo hace
príncipe.
Si el pueblo le es enemigo jamás puede dominar ante él, porque son demasiados en cambio de los grandes si se puede
ser enemigos puesto que son pocos.
Los grandes tienen dos actitudes con los príncipes nuevos; en el primer caso hay que amarlos y recompensarlos en el
segundo caso hay que examinarlos de dos maneras, o lo hacen por pusilanimidad y falta de ánimo con lo cual debes
servirte de los que son competentes en alguna disciplina para que te honres o te teman y la segunda, cuando hay una
ambición propia de ellos donde piensan más en ellos que en ti.
Capítulo X – Cómo se han de medir fuerzas con todos los principados
Cuando un príncipe puede sostenerse por sí mismo o bien si está obligado a pedir ayuda a otros, los que pueden
sostenerse por sí mismo es por abundancia de hombres o de dinero, con ello puede organizar combate con cualquiera
que venga a atacarlos, en el segundo están obligados a refugiarse dentro de las murallas y protegerlas mismas cuando
no pueden combatir contra el enemigo.
Todo aquello que tenga bien fortificado su ciudad y se haya comportado con sus súbditos no será atacados con
grandes precauciones puesto que los hombres se apartan de las empresas con mayor dificultad.
Por tanto un príncipe que tenga una ciudad fortificad y no se haga odiar no podrá ser asaltado y si lo fuera su asaltante
se vería obligado a levantar las murallas de dicho reino.
El enemigo debe asegurarse la habilidad de quemar y devastar el territorio nada más llegar cuando los ánimos de los
hombres están inflamados y dispuestos para la defensa.
Capítulo XI – Principados Eclesiásticos
Los principados eclesiásticos se adquiere los méritos o por la fortuna y se conserva sin ellos y sin la otra ya que se
sustentan en las antiguas leyes de la religión las cuales son tan poderosas que mantienen a sus príncipes al frente de su
estado sea cual sea su forma de actuación y de vida.
Son los únicos príncipes que tiene estados y no los defienden, súbditos y no los gobiernan, los estados aún indefensos
no les son arrebatados y los súbditos aun no siendo gobernados no se preocupan de ellos y no piensan y pueden
sustraerse sus dominios, éstos principados son los únicos y felices.
El problema radica que el poder de los papas, las facciones de los nobles romanos siempre promovían desórdenes
públicos sin armas, mantenían al pontificado débil y sin fuerza.
También debido a la corta vida y al incapacidad de acabar con los enemigos dio lugar a que los papas no tuvieron
credibilidad en Italia, exceptuando a Alejandro VII con el correcto uso del dinero y la fuerza y el papa Julio II que
tuvo mayor habilidad que Alejandro VII.
Capítulo XII – Cuántos son los géneros de tropas y sobre los soldados mercenarios
Los principales cimientos y fundamentos de todos los estados, consiste en las buenas leyes y tropas.
Las tropas con que un príncipe defiende su estado o les son propias mercenarias auxiliares o mixtas.
Las mercenarias y auxiliares son inútiles y peligrosas y si se apoyan en las mercenarias jamás estará firme y seguro
porque son ambiciosas y sin disciplina y son desleales con ellas, trazas tu propia ruina.
La razón es que dichas tropas no tienes otro incentivo ni otra razón que las mantengan en el campo de batalla que un
poco sueldo que es insuficiente, lo aceptan mientras no haces la guerra, pero tan pronta como esta viene o huyen o se
van.
Es por eso que Italia se ha visto por muchos años en las tropas mercenarias pero dieron alguna victoria tan pronto
como llegó en extranjero descubrió lo que en realidad era.
Los jefes mercenarios o son hombres eminentes o no, si los son no te pueden fiar de ellos porque siempre aspirarán a
su propio poder o te oprimirán a ti, pero si carecen de cualidades lo usual es que causen tu ruina.
Podemos citar como ejemplo, la muerte de Epaminondas, después de su muerte hicieron jefe de su ejército a Felipe de
Macedonia, quien después de la victoria le arrebató las libertades.
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A través de la experiencia se puede ver en el caso de Italia y d los venecianos que se han hecho conquistas lentas
tardías y débiles y que han terminado en inminentes derrotas.
CAPITULO XIII – Soldados auxiliares, mixtos y propios
Las tropas auxiliares son aquellas de las que se llama a un poderoso para que con sus tropas venga ayudarte y
defenderte Es tas tropas puedan ser útiles y buenas en para sí mismas, pero quien llama resulta siempre perjudiciales,
porque si pierdes quedas deshecho y si vences te conviertes en prisionero suyo, como es el caso del Papa Julio cuya
decisión de ponerse a conquistar Ferrara, no pudo ser más irreflexivo, pero su buena fortuna le hizo no quedar
prisioneros de sus enemigos, ni tampoco de las tropas auxiliares; pues habían vencido von otras armas.
Aquel que no quiere vencer que se valga de esas tropas, mucho más peligrosas que las mercenarias, con ellas el
desastre está garantizado de antemano, pues constituyen un solo cuerpo absolutamente dispuesto a obedecer a otro.
En suma, en las mercenarias es más peligrosa la desidia y en las auxiliares la virtud.
Los `príncipes prudentes siempre han evitado este tipo de tropas y han recurrido a las propias.
En conclusión, en que un principado no detecta los males cuando nace no es verdadera prudente. Cabe examinar el
comienzo del hundimiento del Imperio Romano, cuando se empezó a sueldo a los godos.
CAPITULO XIV – De lo que corresponde al príncipe en el arte de la guerra
Un príncipe no debe tener otra preocupación que la guerra; su organización y dirección, porque es un arte que
corresponde exclusivamente a quien manda.
La experiencia muestra que cuando los príncipes han pensado más en las exquisiteces que en las armas, han perdido su
Estado, pues el motivo fundamental que te lleva a perderlo es el descuidar este arte y el motivo que te hace adquirirlo,
es ser experto en el mismo.
Por cuanto jamás podrá apartar el pensamiento del adiestramiento militar y en épocas de paz se habrá de emplear en
ello con más intensidad que durante la guerra. LO cual puede llevar a cabo de dos maneras: por un lado de obra y por
lado mentalmente.
Además, de tener sus ejércitos bien adiestrados deben ir siempre de caza para acostumbrar el cuerpo a los
inconvenientes y para aprender la naturaleza de los lugares.
Con lo cual tendrá mayores condiciones para su defensa; un ejemplo claro es Filipomenes, el cual en tiempo de paz,
siempre buscaba hacer la guerra, siempre se adelantaba a los casos y tenía un remedio adecuado.
CAPÌTULO XV – De aquellas cosas que los hombres y sobretodo los príncipes son alabados o censurados
Los príncipes y en general todos los hombres son para ser alabados o censurados, son designados con algunos de los
rasgos siguientes: uno es tenido por liberal, otro por tacaño, uno es considerado generoso, otro rapaz, uno considerado
cruel otro clemente, uno desleal otro fiel; uno afeminado y pusilánime o fiel y valeroso y así sucesivamente.
Lo que es necesario al príncipe es ser tan prudente que sepa evitar ser tachado de aquellos vicios que le arrebatarían el
Estado y mantenerlo a salvo de los que no se los quitaría si les es posible y si lo es pueden incurrir en ellos, con
menos miramientos.
CAPITULO XVI – Libertad y Parsimonia
El primero de los rasgos mencionados, es ser considerado liberal, para lo cual tiene que consumir en actos de todo
tipo, toda su riqueza; al final se verá obligado a gravar de impuestos a su pueblos de toda medida y hacerse enojoso
poniendo en práctica todos aquellos recursos que se puede sacar para utilizar dinero, de donde se puede volver
odioso al perjudicar a la mayoría y beneficiar a pocos; si se retracta de todo esto se ganará la fama de tacaño.
A un príncipe no le debe importar ser tachado de tacaño, porque con el tiempo será considerado más liberal al ver a
sus súbditos que gracias a su parsimonia sus rentas le bastan, puede defenderse de quien le hace la guerra, puede
acometer empresas sin gravar a sus pueblos, de esta forma al final, viene a ser liberal con todas aquellos a quienes no
quita nada y tacaño a quienes no da’ y son muy pocos.
En consecuencia, un príncipe no se puede ver obligado a despojar a sus súbditos, puede defenderse, no se ve
reducido a la pobreza y al desprecio y no se ve forzado a convertirse en rapaz.
CAPITULO XVII – De la crueldad y la clemencia, y si es mejor ser amado que temido o viceversa
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Todo príncipe debe ser tenido por clemente y no por cruel, pero no obstante debe estar atento a no hacer mal uso de
esa clemencia, como ejemplo podemos citar a Cesar Borgia, quien fue considerado cruel, sin embargo su crueldad
restableció el orden en la Romania.
Por tanto un príncipe, no debe preocuparse de la fama de cruel, si a cambio mantiene a sus súbditos unidos y leales.
Debido a que en la excesiva clemencia permite que los desórdenes continúen de lo cual derivan en asesinatos o
rapiñas.
El príncipe debe tener prudencia y humanidad, para que la excesiva confianza no le haga incauto, ni la excesiva
desconfianza lo convierta en intolerable.
Es mucho más seguro ser temido que amado, cuando sea de renunciar a una de las dos. Los hombres aman según su
voluntad y temen según la voluntad del príncipe.
Aquel príncipe que se haya apoyado en todas sus promesas, encontrándose denudo y de otros preparativos, se hunde;
porque las amistades que se adquieren a costa de recompensas y no con grandeza y no con grandezas y noblezas de
ánimo se compran, pero no se tienen y en los momentos de necesidad no se pude disponer de ellos.
Finalmente el príncipe debe ser cruel cuando esta con los soldados, porque de lo contrario nunca mantendrá al ejercito
unido ni dispuesto a acometer empresa alguna.
CAPITULO XVIII – De qué modo han de guardar los príncipes la palabra dada
Los hambres que han hecho grandes cosas han sido los príncipes, han tenido pocos miramientos hacia sus propias
promesas y que han sabido burlar a quienes han confiado su lealtad.
Se debe pues saber que existen dos formas de combatir, la una con leyes y la otra con la fuerza, la primera es propia
del hombre, la segunda de las bestias, un príncipe debe saber utilizar tanto a la bestia como al hombre, eso fue
enseñado por los grandes guerreros de Grecia como Aquiles.
Un príncipe al saber utilizar correctamente la bestia, debe elegir transformarse en zorro o en león; porque el león no
sabe protegerse de las trampas, ni el zorro de los lobos. Es necesario por tanto ser zorro para conocer las trampas y
león para amedrentar a los lobos.
No puede por tanto un señor prudente, ni debe guardar fidelidad a su palabra, cuando tal fidelidad se vuelve en contra
suya y han desaparecido los motivos que determinaron su promesa.
Es necesario saber disfrazar bien esa naturaleza y ser un gran simulador y disimulador, los hombres son tan simples y
se someten a tal punto a las necesidades presentes que al que engaña encontrará siempre a quien se deje engañar,
CAPITULO XIX – De qué modo se ha de evitar ser despreciado y odiado
El príncipe a de pensar en evitar todo aquello que lo puede ser odioso o despreciado, si lo consigue habrá cumplido
con la parte que le corresponde y nada tendrá que temer de los otros reproches.
Odioso lo hace por ser rapaz por usurpar las mujeres y bienes de sus súbditos. De todo ello debe abstenerse y siempre
que el conjunto de los hombres no se les arrebate ni bienes ni honor, y viven contentos y asolo se ha de luchar con la
ambición de unos pocos. Despreciable lo hace el ser considerado voluble, afeminado, pusilánime irresoluto.
Un príncipe debe guardarse de estos reproches e ingeniarse para que en sus acciones vea grandeza de ánimo, valor
firmeza y fortaleza. El príncipe que da de sí esta imagen adquiere una reputación suficiente y si alguien tiene buena
reputación difícilmente se conjura contra él, difícilmente se le asalta, si se ve que es excelente y temido por los suyos,
porque un príncipe debe tener dos temores, uno hacia adentro, la sublevación de sus súbditos; otra hacia afuera, el
ataque de los extranjeros poderosos, de los últimos se defienden con las armas y los buenos aliados y siempre que
tenga buenas armas tendrá buenos aliados y los asuntos internos siempre estarán seguros si también están los de afuera
a no ser de que estén perturbados por alguna conjura.
Uno de los más poderosos remedios que posee el príncipe sobre las conjuras, es no ser odiado por el conjunto del
pueblo, porque el que conjura confía dar satisfacción al pueblo con la muerte del príncipe, pero cuando sospecha que
no es así nunca se encuentra con fuerza suficiente para tomar tal decisión porque las dificultades con las que se
encuentran los conjurados son infinitas.
Por tanto un príncipe nuevo en un principado nuevo no puede imitar las acciones de Marco Aurelio, ni imitar las de
Séptimo Severo, sino que debe tomas de estos solos los puntos necesarios para comentar su Estado que ya se
encuentra establecido y afirmado.
CAPITULO XX – Si las fortalezas y otras cosas que los príncipes realizan cada día son útiles o inútiles.
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Jamás un príncipe nuevo desarmó a sus súbditos, antes bien si los halló desarmados los armó siempre, porque al
armarlos aquellas armas pasan a ser del príncipe, los que te son sospechosos se vuelven fieles y los que eran fieles los
siguen siendo; si por el contrario, si se los desarma se empieza a ofenderlos, pues se muestra que se desconfía de ellos
por cobardía o por poca fe; y tanto la una como la otra acarrea su odio hacia el príncipe.
En este caso además como no puede estar desarmado se ve obligado a recurrir a las tropas mercenarias, sin embargo
no pueden serlo hasta el punto de que defiendan de sus enemigos poderosos y súbditos sospechosos, por eso es
necesario que un príncipe nuevo en un principado nuevo siempre reclutara las tropas entre sus súbditos.
Las divisiones no harán jamás bien alguno, antes bien es inevitable que las ciudades divididas se pierdan rápidamente
cuando el enemigo se acerca, porque la facción más débil se adhiere a las más fuerzas extranjeras que no podrá
resistir.
Los príncipes, ha tenido la costumbre para conservar con mayor seguridad su Estado, edificar fortalezas que actuarán
como brida y freno para aquellos que maquinarán en su contra u será un refugio seguro, las fortalezas son útiles o no
según el momento y si te favorecen según algún caso, te perjudican en otro.
El príncipe que tiene más miedo a los ciudadanos que a los extranjeros debe construir fortalezas, pero el que tiene
más miedo a los extranjeros que a los ciudadanos debe prescindir de ellas.
CAPITULO XXI - Qué debe hacer un príncipe para distinguirse.
Fernando de Aragón Rey de España, al comenzar su reinado asalto el reinado de Granado y esta empresa le
proporcionó la base del poder. Atacó cuando estaban en paz con sus vecinos, mantuvo ocupado a los nobles de
Castilla quienes al pensar en aquella guerra, se olvidaron de promover disturbios en el interior, consiguió reputación y
poder y también mantuvo al Ejercito con el dinero de la Iglesia y el pueblo, se sirvió siempre de la religión, atacó
África, tomó a Italia y finalmente atacó Francia; actuó tan rápido que no se pudo tomar acciones en su contra.
Cuando alguien lleve en la vida civil cualquier acción extraordinaria buena o mala, se adopte un premio o castigo
quede suficiente motivo para que se hable de él.
Un príncipe debe ingeniárselas por encima de todas las cosas, para que cada una de sus acciones le proporcione fama
de hombre grande y de ingenio excelente.
Adquiere prestigio cuando es un verdadero amigo y un verdadero enemigo, es decir, cuando se pone resueltamente a
favor de alguien contra algún otro. Esta forma de actuar es siempre más útil que permanecer neutral, porque cuando
dos Estados vecinos fuertes entran en guerra, es posible temer a cualquiera de los dos que gane la guerra o que no, en
el caso de que no lo hagas siempre estarás a voluntad del vencedor, y a la satisfacción el vencido y no habrá razón ni
cosa alguna que te proporcione refugio.
Nunca debe creer que un Estado va a tomar copines seguras, tiene que pensar lo contrario que todas las opciones serán
dudosas.
La prudencia consiste en saber conocer la naturaleza de los inconvenientes y adoptar al menos malo por bueno.
CAPÍTULO XXII – De los secretarios de los príncipes
La elección que hacen los príncipes para escoger a sus Ministros de mucha importancia; estos son buenos o malos,
según la prudencia del príncipe mismo, de ahí que el primer juicio que nos formamos sobre la inteligencia de un señor
sea a partir del examen de los hombres que tienen a su alrededor. Cuando son competentes y fieles, se lo puede tener
siempre y por sabio, pero cuando son de otra manera hay siempre motivo para formar un mal juicio de él; puesto que
su primer error ha sido elegirlos.
Hay tres tipos de inteligencias, la primera comprende las cosas por sui mismas, la segunda, es capaz de evaluar por lo
que otro aprende y la tercero no compre de ni por sí misma, ni por medio de los demás. La primera es superior, la
segunda es buena y la tercera es inútil. Un ejemplo de esto, el Pandolfo Tetrucci, príncipe de Siena, el cual no
pertenecía ni a la primera ni a segunda clase debido a la incapacidad para elegir a sus Ministros.
Hay un proceso que nunca falla para conocer a su Ministro, en la si tú ves que piensa más en sí mismo que en ti y
siempre busca su utilidad tal personaje será buen Ministro.
Pero por otra parte el príncipe para conservar fiel a su Ministro, debe pensar en el recompensándole con honores y
haciéndole rico.
CAPÌTULO XXIII – Cómo se ha de huir de los aduladores
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Los aduladores que proliferan en las Cortes, pues los hombres se complacen tanto un lo es propio y se engañan hasta
a tal punto que difícilmente de defienden de esta peste y en el caso que quiera hacerlo, se corre el peligro de hacerse
odioso.
La razón de esto es que no hay otro medio de defenderse de las adulaciones que hacer comprender a los hombres que
no ofenden si dicen la verdad; pero cuando todo el mundo puede decirla te falta al respeto.
Por tanto un príncipe prudente debe procurarse un tercer procedimiento, eligiendo en su estado hombres sensatos y
otorgando sólo a ellos la libertad de decir la libertad y únicamente en aquellas cosas de las que le pregunta y sólo de
ellas, sin embargo debe preguntarle de cualquier cosa y escuchar sus opiniones, pero después decidir por sí mismo y a
su manera.
Un ejemplo claro de esto es el obispo Luca, el cual nunca tomaba consejo de nadie y jamás hacía cosa alguna a su
gusto. Es por esto que un príncipe debe actuar de manera que cada uno sepa que tanto más aceptado será cuanto más
libre se habla.
Un príncipe debe aconsejarse siempre pero cuando él quiera y no cuando quieran los demás, debe incluso desanimar a
los demás a aconsejarle sobre cualquier cosa si no se lo pide consejo. No debe aconsejarse sólo con un hombre
prudente porque lo arrebataría el estado.
Para considerar a aquellos señores han perdido su estado como el Rey de Nápoles y duque de Milán, en primer lugar
hay una debilidad común en lo concerniente a la organización militar, en segundo lugar teniendo al pueblo como
enemigo o si lo tenían de su parte no han sabido guardarse de los grandes como es el caso de Filipo de Macedonia
contra Roma y Grecia que unidas lo atacaron y ganaron.
Por tanto los príncipes que por muchos años habían conservado sus principados, pero que han terminado por
perderlos, no deben echarle la culpa a la fortuna sino a su indolencia especialmente en tiempos de paz.
Sólo pensaron en huir y defenderse y que en el pueblo surgiría un líder que pudiera levantarlo, esto es bueno si fallan
los otros, pero no sebe realizar porque nadie desea nunca caer por la esperanza de encontrar quién lo levante.
Capítulo XXV – en qué medida están sometidos a la fortuna los asuntos humanos y de qué forma se le ha de
hacer frente
La fortuna es árbitro de la mitad de las acciones nuestras, pero la otra mitad nos es dejada por ella a nuestro control.
La fortuna muestra su poder cuando no hay una virtud organizada y preparada para hacerle frente y por eso vuelven
sus ímpetus allá donde sabe que no se ha construido los espigones y diques para contenerlo, como ejemplo podemos
poner a Italia porque no ha tenido la suficiente virtud debido a que no tiene defensa ni dique alguno a igual que
España y Francia.
Aquellos príncipes que se apoyan únicamente en la fortuna se hunden tan pronto como ella cambia, de aquí que
prospera el que armoniza su modo de proceder con la condición de los tiempos y que recae aquel cuya conducta entra
en contradicción con ellos.
Los hombre pueden conseguir el mismo resultado actuando de manera opuesta, en cambio otros dos hombres
actuando de manera idéntica el uno alcanza su propósito y el otro no. De aquí nace los cambios de fortuna, si un
hombre actúa con precaución y paciencia y los tiempos y las cosas van de manera que su proceder es buena va
progresando, pero si los tiempos y las cosas cambias se viene abajo porque no cambia de manera de actuar. No existe
hombre tan prudente que sepa adaptarse hasta este punto en primer lugar porque no puede desviarse de aquello a lo
que le inclina su propia naturaleza y en segundo lugar no se puede alejar de un camino trazado por él.
Un ejemplo claro es el papa Julio II quién actuó impetuosamente y encontró los tiempos y las cosas tan conforme a su
forma de proceder.
Capítulo XXVI – Exhortación a ponerse al frente de Italia y liberarlo de los bárbaros
Tal y como se manifestó en el capítulo VI Ciro, Moisés, Rómulo y Teseo encontraron una oportunidad en el momento
exacto, era necesario para conocer un espíritu italiano que Italia se viera reducida en la condición que se encuentra
ahora más esclava que los Hebreos más sometida que los Persas más dispersa que los Atenienses. Permanece sin vida
esperando quién podrá ser el que le cure de sus heridas y ponga fin a los saqueos de Lombardía a las extorciones en
Nápoles y Toscana. No se ve en el momento presente quién pueda depositar mejor sus esperanzas que muestra ilustre
casa, pueda ponerse a la cabeza de esta redención.
Dios no quiere hacerlo todo para no arrebatarnos la libertad de la voluntad y la parte de gloria que nos corresponde en
la empresa.
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En tantos cambios que ha sufrido Italia y en tantas campañas de guerra siempre parece que la virtud militar se haya
extinguido en ella. La causa no es otra que la antigua organización militar no era buena y no ha surgido nadie que
haya sabido encontrar una organización nueva.
Nada comporta tanto honor a un hombre nuevo que surge como las nuevas leyes y las nuevas formas de organización
que implanta.
En cuanto al ejército los soldados no pueden obedecer a los jefes y hasta ahora no ha habido alguien que pueda
imponerse con su superioridad por valor y fortuna obligando a los demás a obedecer. Como deben proveerse de
tropas propias porque no puede haber soldados más fieles y más auténticos ni mejores que podrán superarse con un
príncipe. El ejército puede ser mejor que la Infantería Suiza y española.
Como ejemplo los españoles tenían mayor infantería contra los alemanes y debido a su agilidad y por sus escudos se
colaban debajo de las picas de los alemanes pero éstos acudieron con mayor caballería y así los derrotaron.