Comer y Beber en Honduras
Comer y Beber en Honduras
Comer y Beber en Honduras
COMER Y BEBER
EN HONDURAS
Colección Ensayo, volumen 1
ISBN: 99926-10-24-7
Teléfono: 236-7922
Fax: 236-9532
En un informe a su rey y señor, Hernán Cortés describe, con jubiloso asombro, las
maravillas encontradas en las tierras de Anáhuac. Don Alfonso Reyes glosa del modo
que sigue esas páginas exultantes del conquistador:
"Se hallan en el mercado" dice "todas cuantas cosas se hallan en toda la tierra". Y
después explica que algunas más, en punto a mantenimientos, vituallas, platería. Esta
plaza principal está rodeada de portales, y es igual a dos de Salamanca. Discurren por
ella diariamente quiere hacernos creer sesenta mil hombres cuando menos. Cada especie
o mercaduría tiene su calle, sin que se consienta confusión. Todo se vende por cuenta y
medida, pero no por peso. Y tampoco se tolera el fraude; por entre aquel torbellino,
andan siempre disimulados unos celosos agentes, a quienes se ha visto romper las
medidas falsas. Diez o doce jueces, bajo su solio, deciden los pleitos del mercado, sin
ulterior trámite de alzada, en equidad y a vista del pueblo. A aquella gran plaza traían a
tratar los esclavos, atados en unas varas largas y sujetos por el collar.
Allí venden dice Cortés joyas de oro y plata, de plomo, de latón, de cobre, de estaño;
huesos, caracoles y plumas; tal piedra labrada y por labrar, adobes, ladrillos, madera
labrada y por labrar. Venden también oro en grano y en polvo, guardado en cañutos de
pluma que, con las semillas más generales, sirven de moneda. Hay calles para la caza,
donde se encuentran todas las aves que congrega la variedad de los climas mexicanos,
tales como perdices y codornices, gallinas, lavancos, dorales, zarcetas, tórtolas, palomas
y pajaritos en cañuela; buharros y papagayos, halcones, águilas, cernícalos, gavilanes.
De las aves de rapiña se venden también los plumones con cabeza, uñas y pico. Hay
conejos, liebres, venados, gamos, tuzas, topos, lirones y perros pequeños que crían para
comer castrados. Hay calle de herbolarios, donde se venden raíces y yerbas de salud, en
cuyo conocimiento empírico se fundaba la medicina; más de mil doscientas hicieron
conocer los indios al doctor Francisco Hernández, médico de cámara de Felipe II y
Plinio de la Nueva España. Al lado, boticarios ofrecen ungüentos, emplastos y jarabes
medicinales. Hay casas de barbería, donde se lavan y rapan las cabezas. Hay casas
donde se come y bebe por precio. Mucha leña, astilla de ocote, carbón y braserillos de
barro. Esteras para la cama, y otras, más finas, para el asiento o para esterar salas y
cámaras. Verduras en cantidad, y sobre todo, cebolla, puerro, ajo, borraja, mastuerzo,
berro, acedera, cardos y tagarninas. Los capulines y las ciruelas son las frutas que más
se venden. Miel de abejas y cera de panal; miel de caña de maíz, tan untuosa y dulce
como la de azúcar; miel de maguey, de que hacen también azúcares y vinos. Cortés,
describiendo estas mieles al Emperador Carlos V, le dice con encantadora sencillez:
"¡mejores que el arrope!". Los hilados de algodón para colgaduras, tocas, manteles y
pañizuelos le recuerdan la alcaicería de Granada. Asimismo hay mantas, abarcas, sogas,
raíces dulces y reposterías, que sacan del henequén. Hay hojas vegetales de que hacen
su papel. Hay cañutos de olores con liquidámbar, llenos de tabaco. Colores de todos los
tintes y matices. Aceites de chía que unos comparan a mostaza y otros a zaragatona, con
que hacen la pintura inatacable por el agua; aún conserva el indio el secreto de esos
brillos de esmalte, lujo de sus jícaras y vasos de palo. Hay cueros de venado con pelo y
sin él, grises y blancos, artificiosamente pintados; cueros de nutrias, tejones y gatos
monteses, de ellos adobados y de ellos sin adobar. Vasijas, cántaros y jarros de toda
forma y fábrica, pintados, vidriados y de singular barro y calidad. Maíz en grano y en
pan, superior al de las Islas conocidas y Tierra Firme. Pescado fresco y salado, crudo y
guisado. Huevos de gallina y ánsares, tortillas de huevos de otras aves.
Bernal Díaz del Castillo, por su parte, ofrece su versión del mismo asunto también en
glosa de Alfonso Reyes de esta suerte:
El zumbar y ruido de la plaza asombra a los mismos que han estado en Constantinopla y
en Roma. Es como un mareo de los sentidos, como un sueño de Breughel, donde las
alegorías de la materia cobran un calor espiritual. En pintoresco atolondramiento, el
conquistador va y viene por las calles de la feria y conserva en sus recuerdos la emoción
de un raro y palpitante caos: las formas se funden entre sí; estallan en cohete los colores;
el apetito despierta el olor picante de las yerbas y las especias. Rueda, se desborda del
azafate todo el paraíso de la fruta; globos de color, ampollas transparentes, racimos de
lanzas, piñas escamosas y cogollos de hojas. En las bateas redondas de sardinas, giran
los reflejos de plata y de azafrán, las orlas de aletas y colas en pincel; de una cuba sale
la bestial cabeza del pescado, bigotuda y atónita. En las calles de la cetrería, los picos
sedientos; las alas azules y guindas, abiertas como un laxo abanico; las patas crispadas
que ofrecen una consistencia terrosa de raíces; el ojo, duro y redondo, del pájaro
muerto. Más allá, las pilas de granos y vegetales, negros, rojos, amarillos y blancos,
todos relucientes y oleaginosos. Después, la venatería confusa, donde sobresalen, por
entre colinas de lomos y flores de manos callosas, un cuerno, un hocico, una lengua
colgante; fluye por el suelo un hilo rojo que se acercan a lamer los perros. A otro
término, el jardín artificial de tapices y de tejidos; los juguetes de metal y de piedra,
raros y monstruosos, sólo comprensibles siempre para el pueblo que los fabrica y juega
con ellos; los mercaderes rifadores, los joyeros, los pellejeros, los alfareros agrupados
rigurosamente por gremios, como en las procesiones de Alsloot. Entre las vasijas
morenas se pierden los senos de la vendedora. Sus brazos corren por entre el barro como
en su elemento nativo; forman asas a los jarrones y culebrean por los cuellos rojizos.
Hay, en la cintura de las tinajas, unos vivos de negro y oro que recuerdan el collar
ceñido a su garganta. Las anchas ollas parecen haberse sentado, como la india, con las
rodillas pegadas y los pies paralelos. El agua, rezumando, gorgoritea en los búcaros
olorosos.
Entre tantos productos de origen americano, el maíz destelló como un sol en el mundo
precolombino. "Dioses agrarios ocupan sitio prominente en el panteón maya, surgidos
con el cultivo del maíz, fundamental en América desde hace milenios" dice Luis
Cardoza y Aragón . "Las divinidades de más prosapia estaban ligadas al maíz. Muchas
de las festividades se organizaron en el calendario ritual elaborado en relación a la
planta sagrada. Hierba de los dioses, lo llamaron los aztecas, que adoraban dioses del
maíz tierno, Xilonen; del maíz maduro, Tlazoltéotl; Xipe Tótec, dios desollado, patrono
de la siembra del maíz; Chicomecóatl, siete serpientes o siete mazorcas, diosa de la
abundancia; Centóatl, joven y hermoso dios del maíz. Sea cual fuese su origen, el maíz
constituye el acontecimiento supremo de la civilización de América".
Con este cereal se preparan aún en nuestros días numerosas viandas y bebidas del menú
popular. Mas, cuando se habla de este grano de cuya sustancia los dioses habrían creado
al hombre obligadamente hay que mencionar el metate o piedra de moler, todavía
utilizada, sobre todo en la zona rural. Esta es una piedra gris de regulares dimensiones y
algo cóncava en el centro. Sobre su superficie se trituran los granos amarillos
(previamente cocidos en agua con cal o con un poco de ceniza) haciendo uso de un
rodillo, también de piedra. De la masa así conseguida se forman unas pequeñas bolas
que a continuación se golpean con las palmas de las manos hasta que se convierten en
unas delgadas circunferencias de cuatro a ocho pulgadas de diámetro; luego se cocinan
en un comal, originalmente de barro hoy se usan también de metal—, puesto
directamente sobre la lumbre. Y eso es todo. La tortilla está lista como escribe Coronel
Urtecho para emplearse como plato, cuchara y comida. ¡Todo al mismo tiempo!.
También con el maíz se preparan la sopa de capirotadas, las montucas, los tamalitos de
elote, las fritas de harina, las tortillas de elote o "riguas", el pan de maíz, el mazapán, las
hojaldras, las boquitas de jilote conservadas, la gallina en arroz de maíz, el atol de elote,
las rosquillas, el pozol, los nacatamales con carne de cerdo o de pollo, y otros alborozos
del gusto.
Otro aporte americano que enriqueció el mapa de la gastronomía mundial fue el cacao,
cuyo origen se remonta a los antiguos mayas. Como el grano no crece en las mesetas de
Anáhuac, los aztecas emprendían expediciones hacia las tierras calientes de lo que hoy
es la América Central para obtener el preciado alimento, ofrecido en las grandes
ocasiones. Además, tomaron el vocablo maya chacuhaas y lo adaptaron al náhualt
como caohuatl.
Landa, Las Casas, y otros cronistas del siglo XVI registran en sus escritos un vehemente
tráfico de cacao en los territorios mayas. Se conoce que las almendras de los cacaotales
eran utilizadas como monedas y como patrón para los intercambios comerciales; y se
sabe, incluso, que el precio de un esclavo se tasaba en cien semillas de la venerada
planta. Pero éstas no se atesoraban porque igualmente servían para la preparación de
bebidas ceremoniales. Los libros del Chilam Balam atestiguan que únicamente un
miembro de la dinastía de los Xiu (fundadores de Uxmal) escapó al degüello de los
suyos por parte de la familia rival de los Cocom, por la afortunada circunstancia de que
había salido de viaje para negociar la compra de cacao en Honduras. También se ha
establecido que las piraguas vistas por el Almirante frente a las costas de Guanaja en su
último viaje, pertenecían a mercaderes de cacao.
El cacao se obtiene de las semillas fermentadas y tostadas del árbol Theobroma cacao.
Los mayas y aztecas, aparte de aprovecharlo como alimento y bebida ritual, lo
empleaban para destilar un licor con propiedades terapéuticas. Un estudio médico
recientemente presentado en Washington en la conferencia anual de la Asociación
Estadounidense para el Avance de las Ciencias (febrero, 2000), destacó el efecto
beneficioso de un grupo de sustancias conocidas como "polifenoles" existentes en el
cacao. Estas, según el informe de los esculapios, participan en la defensa del organismo
humano, impidiendo las lesiones cardiovasculares y el taponamiento del endotelio
capilar.
La dieta básica del hondureño está constituída por el maíz y los frijoles, granos casi
míticos que encabezan la lista de otras sustancias que han ido agregándose paso a paso
al sistema alimentario nacional. Con todo, el maíz pese a su imponderable significado
en América es un alimento incompleto, pues carece de determinados valores
nutricionales y vitamínicos, indispensables para conjurar enfermedades como la pelagra;
sin embargo, consumidos juntos, el maíz y los frijoles se complementan y proporcionan
al organismo los carbohidratos, proteínas y grasas necesarios para la vida vegetariana.
Dos especies de frijoles (genus phaseolus), de las tres principales, son americanas (la
otra es mediterránea): la de frijoles verdes comunes y la de frijoles de media luna, los
primeros oriundos de México y la América Central, y los segundos del Perú. Los
frijoles comunes phaseolus vulgaris son los más conocidos y existen cientos de
variedades suyas, incluyendo los blancos, norteños y pintos negros. Pueden comerse en
guisos, sazonados con ajíes dulces y picantes, ajos y hierbas aromáticas, fritos o sólo
cocidos o "parados".
La doctora Elisabeth Lambert Ortiz (The Book of Latin American Cooking, 1969)
apunta que la cocina en Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá
constituyó un puente terrestre entre Norte y Sudamérica, y es una combinación del arte
de cocinar de los mayas, aztecas, colombianos y españoles con influencias cosmopolitas
de la actualidad. Hay, además, según la señora Lambert, una influencia antillana,
mayormente de aquellos inmigrantes que vinieron de las islas a trabajar en las
compañías bananeras norteamericanas.
El mismo hábito de beber café es relativamente nuevo, pues hasta las primeras décadas
del siglo XX la bebida reglamentaria era el chocolate, ya sea para acompañar las
comidas de la mañana o de la tarde, o para merendar, con "pan de yema", antes de la
caída del sol. Sin ostensible razón, el chocolate se ha ido eclipsando, con todo su
prestigio ancestral, del gusto de los hondureños, hasta el punto de que en nuestros días,
salvo en algunas zonas rurales, no es más que un brebaje de ocasión. También es
relativamente reciente el consumo de pastas alimenticias como los espaguetis, las
pizzas, los fetuchines y las lazañas, exquisiteces que en el decurso de los últimos treinta
años se han convertido en una boyante industria.
Entre las pitanzas de más fresca tradición (pero ya muy extendida, sobre todo en los
centros urbanos) figura el arroz con pollo, de inevitable presencia en toda clase de
festines o celebraciones (recibimientos, despedidas, bodas, cumpleaños). Consiste en
arroz revuelto con carne desmenuzada de pollo y aderezo de pasas, zanahorias, tallo de
apio en trocitos, petis-pois y aceitunas. Se sirve generalmente en platos de cartón que la
mayoría de los invitados sostienen sobre sus rodillas mientras atacan encarnizadamente
su contenido con tenedores de plástico.
Hasta hace poco, para freír sus alimentos los hondureños empleaban únicamente la
manteca de puerco y la grasa vegetal. En la actualidad se van acostumbrando al uso del
aceite. En las ciudades más desarrolladas ha desaparecido el fogón de tierra y casi todo
el mundo cocina en estufas de kerosene, gas butano o eléctricas de dos o cuatro
quemadores.
Estos productos pueden sintetizarse en la siguiente nómina: carnes rojas, pollo, leche,
huevos, harina, sal, maíz, frijoles, arroz, azúcar, café, hortalizas, frutas, manteca,
vinagre y especias.
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Las sustancias comestibles deben definirse culturalmente como comida antes de llevarse
a la boca. Así, pues, la cultura en la cual vivimos insertos es la que decide lo que
comemos, aunque, objetivamente considerada, es comestible toda aquella sustancia
capaz de nutrir el cuerpo. De hecho, como asegura la doctora Ina Corine Brown
(Understandding other cultures) podemos tener la certeza de que lo que ingiere
cualquier grupo humano como alimento podría ser ingerido por todos los grupos. Esto
indica que gran variedad de sustancias que en nuestra cultura occidental rechazamos
como alimento son totalmente adecuadas para nutrir el cuerpo humano, como las carnes
de serpiente, de perro, de gato, de mono y de rata, e igualmente los caracoles, las larvas,
los moluscos, los gusanos, los saltamontes y todo un extenso menú de insectos y
alimañas.
Un desayuno típico hondureño (lo mismo que una cena igualmente típica) consiste en
una porción de frijoles fritos, un tasajo de carne de res asada, chorizo o chicharrones,
plátano "macho" maduro (frito en manteca vegetal o de cerdo), un huevo de gallina
estrellado, un pedazo de queso, de cuajada o de requesón, una buena cucharada de
mantequilla, rala o crema, tortillas calientes, recién sacadas del comal, y una humeante
taza de café negro de "palo".
El polígrafo hondureño Rafael Heliodoro Valle recuerda que los mayas no conocieron el
cerdo ni la mantequilla destilada y que, aunque cultivaron los frijoles (los "chímbaros")
no los conocieron fritos. En Honduras los frijoles se prefieren rojos o colorados, al revés
de Guatemala o Costa Rica, donde gozan del favor popular los frijoles negros.
Los frijoles son la comida hondureña por antonomasia, pero como en la cocina
mexicana, también se consumen los pimientos, ajíes o chiles picantes (claro, sin
desdeñar los chiles dulces, de tan grato sabor y aroma). El pimiento pertenece a la
apetitosa familia de las solanáceas; su nombre científico es Capsicum annuum o
Capsicum frutencens, y se da por cierto que cuando Cristóbal Colón arribó a nuestras
costas el cultivo del chile se había extendido por el Caribe, Centro y Sudamérica. De
manera similar, es muy difícil que el tomate falte en la dieta de los hondureños. Sobre
todo el tomate rojo, cuyo empleo es cotidiano. Se usa para dar sabor y color a las
viandas y también para preparar ensaladas y salsas.
También tenemos el arroz, cuyo conocimiento por los chinos data de cinco mil años, y
que en España principiaron a cultivar, en época todavía no determinada, los
musulmanes. Este grano delicioso arraigó en Honduras igual que en toda América,
convirtiéndose en excelente compañía de todo un sabroso panorama de guisos
nacionales, entre ellos, los populares "moros y cristianos" o "casamiento".
En la humeante familia de las sopas tenemos, en primera fila, la de frijoles con pelleja
de cerdo, la de mondongo, la de verduras y el tapado. Todas ellas consistentes en caldos
muy fuertes, tónicos, vigorosos (en Honduras sopas y caldos son sinónimos). También
están las sopas de gallina, de albóndigas, de capirotadas, de pescado, de canecho
(cangrejo), de huevos (magnífica para entonar el estómago si se toma con chile picante
después de una borrachera), de pata y otras, hasta llegar a la infantil y candorosa sopa de
fideos con su ramito de culantro de Castilla navegando a la deriva.
Se dice también que si una persona se encuentra sentada a la mesa comiendo, no debe
levantarse de su lugar porque sin que nadie conozca la razón ni el significado "se le va
el ángel". Con diciembre, mes conmemorativo del nacimiento del Mesías de la
cristiandad, adviene el ciclo de las torrejas, los nacatamales, la pierna de cerdo al horno,
y el chompipe. También se abre el tramo temporal en que el hondureño de las ciudades
consume manzanas y uvas importadas de California. Es un lujo del paladar que no se
puede permitir en otra época del año.
Las torrejas que no son las torrijas de los españoles se preparan con pan de bolillo,
huevos, dulce de rapadura y canela en rajas. Los nacatamales (comunes a Centro
América y México) se elaboran con porciones de masa de maíz cocida con manteca de
cerdo y sal (masa blanca) a la que se agrega el recado, masa de maíz preparada con
cebolla, especias, achiote, pasas y aceitunas, para finalmente añadirle carne de puerco
en trocitos, arroz y papas, también cortadas en trocitos (masa roja). Los nacatamales se
envuelven en hojas de plátano y se cocen en una olla grande, de preferencia sobre un
fuego bravo de leña crepitante.
El chompipe se prepara desde hora muy temprana, comenzando por emborracharlo con
guaro, no para mitigarle el sufrimiento del sacrificio, como en el caso de algunos
condenados a la pena capital por crímenes abominables, sino porque de esta suerte la
carne del animal se suaviza y gana en sabor. Cuando el chompipe sale del horno, su
aroma sube y se esparce como una alabanza a la creación y sus misterios.
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En la orilla opuesta del Mar Tenebroso, los primeros pobladores de México empezaron
a sembrar por la misma época los aguacates, las calabazas y los chiles; y 2000 años
después efectuaron las siembras iniciales de frijoles y maíz, posteriormente las de
habas-limas y luego, hacia el 700 a. de C., los tomates. Por su parte, hacia el 2500 a. de
C., en la América del Sur, los antecesores de los incas ya cultivaban la papa y la batata
(camote) en las terrazas cortadas en las laderas de las montañas andinas.
Con los nuevos hallazgos, el numen de las cocinas europeas, moviéndose entre sartenes
y artesas, continuó imaginando municiones de boca, tomando un poco de esto y otro
poco de aquello, combinando sustancias, sabores y aromas. ¿Acaso no escribió Jean-
Anthelme Brillat-Savarin, príncipe de los gourmads, que el descubrimiento de un nuevo
plato beneficia a la humanidad más que el descubrimiento de una nueva estrella?
Pero ¿qué decir de las frutas? En ese universo de delicias, alabado por el mismo
Sahagún cuando todavía no se consolidaba la conquista, destacan entre tantas y tantas
otras, la guayaba, el níspero, la anona, la guanábana, el zapote, la pitahaya, la papaya, el
marañón y el mamey. Todas ellas, unas originarias de nuestro suelo y otras aclimatadas
como la naranja, la mandarina, el melón y la sandía mediterráneasson consumidas con
fruición por el hondureño, que las utiliza además para preparar algunas de las bebidas
refrescantes más gustosas del ancho y ajeno mundo.
¡Las bebidas! Detengámonos un poco en ellas, con la morosidad del sibarita. Se bebe
para apagar la sed; pero se bebe también para despertar el apetito; se bebe para
satisfacer una necesidad física y se bebe además para dar rienda suelta a una necesidad
del espíritu. Como en el acto de comer, a la hora de las libaciones psoma y psique se
sientan a la mesa, permanecen de pie o se tienden en la cama o en el suelo, ya se beba
licor, agua, jugo de naranjas, limonada, tisanas, atoles, leche o café éste de rigor en las
comidas de la mañana y del atardecer aunque hay quienes igualmente lo toman después
del almuerzo y quienes lo preparan, prescindiendo del azúcar, con miel de palo o dulce
de rapadura.
En ocasiones, como diría Guyau, hay una suerte de placer estético en la acción de beber.
Bebe el recién nacido con avidez de los pechos de su madre hontanar irrepetible y bebe
el varón longevo, bondadoso o áspero, su cocimiento de flores y cortezas aromáticas.
Hay algo penoso en la manera del hondureño cuando ingiere bebidas encandiladoras.
Una especie de aureola saturnina envuelve al libador solitario en el reservado del
restaurante o en la barra de la cantina. Se podría asentar que el hondureño tiene el vino
triste, aunque no es vino lo que usualmente desliza por su garganta.
Ya que mencionamos el ron, anotemos aquí sucintamente que este licor es un invento de
América, donde la caña de azúcar introducida por Colón en su segundo viaje y de la
cual se obtiene la bebida creció y se propagó por un milagro edáfico, como jamás lo
hiciera antes o después en parte alguna. En 1609, según refieren las crónicas, un galeón
inglés que desafiaba las procelas del Caribe fue arrojado por un huracán contra las
playas del archipiélago de las Bermudas. Aquí su capitán, George Summer, y su
tripulación, (mientras permanecían en espera de socorro) fueron protagonistas de un
trascendental descubrimiento: los nativos destilaban de la melaza de la caña de azúcar
un licor sin igual el ron que, al ser rescatados, los náufragos llevaron a su país. La
bebida conquistó a los británicos y muy pronto los traficantes de esclavos que
aprendieron a fabricarla la convirtieron en instrumento de pago para comprar negros en
Africa.
En la centuria diecinueve, el culto dionisíaco en Honduras era menos tolerado que en el
presente, como se colige por los violentos escritos en su contra aparecidos en los
papeles públicos de la época. "En muchas partes se bebe: se bebe por todo y de todo"
protestaba La Gaceta de Honduras el 31 de agosto de 1861 , "un himeneo, un bautizo,
un baile, un novenario, &; el resultado es que se debe... y ojalá fuera cerveza, chicha u
otra bebida o licor un tanto inocente, pero no, el alcohol del país con el nombre de
cuzuza, o el extranjero sofisticado con el de cogñac &; he aquí los licores más usuales y
la causa suficiente de delitos y escándalos, de la miseria y los óbitos prematuros de que
cada cual es testigo en diversos lugares".
El autor del artículo del periódico oficial expresaba que si la embriaguez pudiera
clasificarse como las plantas, de momento tomaría entre las parásitas el primer lugar,
"pues, en efecto, así como aquellas se adhieren a los árboles para vivir a costa de ellos,
así la embriaguez se adhiere a los otros vicios del hombre, los reagrava y subordina de
forma que, bajo su aspecto, parecen todos sujetos a su funesta influencia pagándole cada
cual su tributo".
Sin embargo, era socialmente aceptada cierta especie de néctares caseros, preparados a
base de los vinos blanco y tinto; y por supuesto el anís y el pepermint ; había asimismo
una bebida muy apreciada por las señoras, la mistela, elaborada con aguardiente, azúcar,
canela, pimiento dulce, clavos de olor y cascaritas de limón tierno.
Pero lo que permanece inalterable es el gusto por las bebidas "naturales"; o sea, la
horchata, el chilate, los frescos de mora, de piña, de guanábana, de chian, de semillas de
ayote, de sandía, de melón y de tamarindo, entre tantas otras.
La etnia chortí utiliza el chilate en el rito conocido como guacaleo que se celebra antes
de la siembra del maíz. Los aborígenes de esta comunidad purifican la tierra colocando
una jícara rebosante de chilate en cada esquina de la milpa y otra en el centro, encima de
un tapesco o Chan-já. La plegaria de los oficiantes se eleva en el aire diáfano, en medio
del humo del "copal" que se levanta de los braseros. De este modo, esperan que sus
divinidades les sean propicias, alejando la escasez de sus predios. También así dan las
gracias a los "dueños" de las milpas (especie de ángeles tutelares) por los primeros
brotes de maíz tierno. Otro rito agrario de los chotíes es el Tzikin, culto en sufragio de
las almas de los difuntos, para las cuales se solicita protección. En la parafernalia del
Tzikin que se dilata a lo largo de todo el mes de noviembre concurren elementos
bastante heterogéneos: el ya mencionado tapesco, (o Chan-já), flores amarillas (de las
llamadas "flores de muerto"), una cruz de dos brazos (resultado del sincretismo
religioso), enredaderas, hojas, íconos del santoral católico, candelas (velas de cera o
estearina), comidas, "copal" y guacales colmados de chilate, dispuestos de tal suerte que
representen los cuatro puntos cardinales.
Los garífunas, por su parte, cuentan con bebidas ceremoniales también muy particulares
como el "jillu", que se elabora mediante un procedimiento denominado en lengua de
esta etnia, "Lacha ujan jillu". Se consume en la celebración de un rito de la muerte
conocido por el nombre de "Dugu". Asimismo, los garífunas hacen uso del "guifiti",
poción preparada con alcohol extraído de la caña de azúcar y la mezcla de raíces
medicinales como el "kakú", la "calaguala" y el "palo de hombre".
En la cultura de los mískitos nos encontramos con un licor llamado "misla", utilizado
para conmemorar el primer aniversario de un difunto. Los participantes en el festín,
conocido como Sikro, se atavían lo mejor que pueden para la ocasión.
En las prácticas terapéuticas del sukia de los mískitos, está el iumu que, según asegura
el notable antropólogo hondureño Ronny Velásquez, sólo se encuentra en dos grupos
indígenas de América: los referidos mískitos de Honduras y los piaroas de Venezuela.
Velásquez informa que esta práctica chamánica consiste en soplar con una cánula y
cantar sobre un recipiente con agua, que luego bebe el enfermo. El líquido así
combinado con el soplo y el canto trabaja contra el espíritu adverso que ocasiona la
enfermedad.
Restaría decir que no andará muy lejos la sombra de Dionisios cuando, en la ceremonia
de la misa, el sacerdote católico, de pie ante el altar, ofrece a Dios Padre el sacrificio del
cuerpo y la sangre de Jesucristo, bajo las especies del pan y el vino.
BIBLIOGRAFIA
Brown, Inna Carien. Comprensión de otras culturas. Editorial Pax, México. Librería
Carlos Cesarman, S.A., 1968.
Conzemius, Eduard. Estudio etnográfico sobre los indios miskitos y sumos de Honduras
y Nicaragua. Trejos Hnos Sucesores, S.A. San José Costa Rica.
Reyes, Alfonso. Antología. Fondo de Cultura Económica. Col. Popular. México, 1974.
A continuación van a encontrar los lectores una muestra sumaria de poesía escrita en la
cocina (para decirlo de algún modo) por ocho poetas, de igual número de países,
exaltando los regocijos del paladar: Nicolás Guillén, de Cuba; Miguel Angel Asturias,
de Guatemala; Roque Dalton, de El Salvador; Pablo Neruda, de Chile; Erica Jong, de
Estados Unidos; Fernando Pessoa, de Portugal; Nazim Hikmet, de Turquía; y,
modestamente, su muy atento y seguro servidor, de Honduras.
PdelV
Águeda y Nora:
y os perfuma y os dora,
de ardua filosofía
saber yo si figura
Perdonad al poeta
el solemne aguacate
en olas navegando,
El quimbombó africano,
guiso de camarones,
o la tibia ensalada,
No me llaméis bellaco,
o de la calabaza femenina
y el fu-fú montañoso.
Nicolás Guillén
FUENTE DE VISEGRAD
AJÍES Y PAPRIKA
sin audiencia,
a la intemperie,
desplegada en su bandera?
la ciudad sitiada,
la doncella dorada,
el castillo amurallado;
se olvidó la cantiga,
el códice,
la lepra;
de techos de baraja
todo cayó,
la cifra,
el esqueleto,
pimienta ensangrentada
y amanece en Roma.
entre conflictos,
y de Constanza,
de Almirante
de pimientos,
ajíes,
chiltepes,
siete-caldos,
¡Hungría!
Pablo Neruda
FOIE-GRAS
Suavísima substancia,
peso puro
del goce!
Sacrosanto
esplendor de la cocina:
compacto es tu regalo:
tu forma:
un continente diminuto:
Pablo Neruda
EL CIERVO SONRÍE
12.45 p.m.
El Ciervo de Oro.
en el tejado. Pero
Pablo Neruda
COMIDA CHINA
Proverbio chino.
de tu vida.
Es caliente y agria.
rozando el agua,
esperando a nacer.
comidas prohibidas
Comes tu vida
es rosado y dulce.
Erica Jong
LOVE Y LA BERENJENA
come berenjenas
de Asia Menor,
de la antigüedad.
de Afrodita
allí,
Erica Jong
CALLOS A LA PORTUGUESA
Se impacientaron conmigo.
Yo no lo sé y a mí me pasó...
Esto lo sé de sobra,
y me lo trajeron frío.
Fernando Pessoa
LA MESA
Mi corazón se extravía.
Y en un vaso de raki
tan fraternalmente.
Mi corazón se extravía...
Nazim Hikmet
MI MÁS HONDO ANHELO
chile
y bastante limón
Roque Dalton
NAVIDAD 2001
Esta noche
o de París.
tanto
de mi tierna ensalada
al pepino y la lechuga
La espuma se desborda
de mi vaso de cerveza
Parte.
voy llegando.
¡ Adiós!.