Hora Santa Jueves Santo
Hora Santa Jueves Santo
Hora Santa Jueves Santo
Nos disponemos para entrar a la presencia del señor, para ello silencia tu corazón y tu mente. Deja a un
lado todos los pensamientos, preocupaciones o pendientes que tengas; olvídate por un momento de
todo lo que está a tu alrededor, cierra tus ojos y piensa solamente en Jesús. (Momento de silencio)
Estamos en la noche del Jueves Santo. Hemos celebrado la Cena del Señor en la que recordamos la
Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, y el Señor nos ha dado como testamento el mandamiento
nuevo del amor.
Hemos venido para estar con el Señor ya que son los momentos más difíciles de la vida de Jesús.
Después de todo el esfuerzo, el Padre le pide que entregue su vida en cruz. En la oscuridad, Jesús no
comprende, todo su ser se revela, ve que sin su presencia sus apóstoles se dispersarán, como ovejas
sin pastor, ve que toda su obra se viene abajo. Y sin embargo, él confía en el Padre y se pone en
manos de sus perseguidores con la paz de saber que la voluntad de Dios ha de cumplirse.
Nos hemos sentado esta tarde a tu mesa, Señor. Hemos escuchado tus palabras, hemos contemplado
tus gestos, hemos compartido tu copa y tu pan. Queremos interiorizar tu misterio, que se manifestó
intensamente en la Eucaristía, y que ahora continúa en Getsemaní. Queremos abrirnos también a
cuantos viven en su carne el rechazo, la tristeza, la soledad y la agonía, prolongando así la hora de tu
debilidad.
También venimos para pedirte que nos ayudes a ser más comprometidos y más arriesgados para darte
una respuesta y descubrir la vocación a la que nos llamas y ser tus discípulos.
Jesús nos pide que oremos con él. Quiere compartir con nosotros su amor hasta el extremo, pero
también hacernos partícipes de su dolor y tristeza. No es noche de muchas palabras, es más bien una
noche de silencio y de adoración. Es una noche para estar cerca de quien sufre. Dispongamos para este
momento de encuentro con Jesús.
CANTO
(Breve silencio, después se invita a la meditación del evangelio con los siguientes puntos, sentados o de
rodillas)
Así también los he amados yo. Detente en esas palabras, y siente esta noche que Jesús te ama de
una forma muy especial, como nadie te ha amado nunca… Piénsalo , agradécelo ...Siéntelo en
silencio (breve silencio)
Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. Hacer lo que manda Jesús, es garantía
de su amistad. ¿Qué te manda a ti Jesús? ¿Te atreves a hacer valientemente lo que te manda?
Piensa, sobre todo, que lo que te manda es que estés con Él.Díselo: porque Él lo sabe, pero quiere
oírlo de tus labios. (breve silencio)
Compartir mi alegría. Estar con Jesús como fuente de alegría y de felicidad; ¡cuántos sitios hay
para buscar la alegría! ¡Pero qué pocos la dan de verdad! ¿Estás alegre? No la alegría chabacana y
facilona, sino la alegría de ser uno mismo, esa alegría viene de Jesús no la rechaces. (breve silencio)
Nadie tiene amor más grande. Esta noche agradece al Señor muchas veces su amor; pídele una
mirada capaz de entender todo lo que sucede estos días de Semana Santa con amor. (breve
silencio)
Los llamo amigos, yo los he elegido. NO existe otra razón para entender la vocación: él te ha
elegido. ¡No hay nada más grande! ¡Piénsalo! ¡Agradécelo! (breve silencio)
Un fruto que permanezca. Quien se entrega a Jesús da un fruto que dura para siempre, el único
fruto que es imprescindible…. Frutos que terminan hay muchos; pero frutos permanentes, que son
necesarios, hay pocos… atrévete a pedir a Dios que tu vida sea un fruto permanente (breve silencio)
CANTO (- Un mandamiento nuevo nos dio el Señor, que nos amáramos todos, como Él nos
amó)
Lector: Hoy, Jesús ha querido quedarse con nosotros en el pan y el vino, y por eso, la Eucaristía es el
medio sacramental privilegiado, en el que la Iglesia puede celebrar, actualizar y renovar lo que necesita
para la realización de su misión evangelizadora.
1: Yo soy el pan bajado del cielo. Si alguno como de este Pan, vivirá para siempre y el Pan que yo le
daré es mi Carne para la vida del mundo.
2: Señor, danos siempre de ese pan.
1: En verdad, les digo: Si no comen la Carne del Hijo del Hombre y no beben su Sangre, no tendrán
vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mi y yo en él.
2: Señor danos hambre de Eucaristía.
1: Las palabras que yo les digo son espíritu y vida. Pero algunos de ustedes no creen. ¿Quieren
marcharse también ustedes?
2: Señor, ¿a quién y dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y
sabemos que Tú eres el Santo de Dios.
Lector: Expresamos al Señor nuestro amor, gratitud y confianza porque nos ha llamado a nosotros, sus
pobres criaturas, a participar de las delicias de este banquete singular, signo preclaro de la mesa eterna
del Reino.
1: Nos has bendecido, Señor, con Santa Eucaristía, como no bendijiste a lirios del campo y a las aves
del cielo.
2: Te damos gracias Señor.
1: Nos has alimentado, Señor, con tu Cuerpo y con tu Sangre como alimentó el Padre con el maná del
cielo a los hijos de Israel.
2: Te damos gracias Señor de todo corazón.
1: Nos has fortalecido Señor, como fortaleció el Padre a Elías en el desierto cuando huía de la impía
Jezabel.
2: Te damos gracias, siempre estas con nosotros.
ORACION SALMICA (Oración sacerdotal de Jesús (Jn 17), a modo de salmodia, dividida en tres
partes, con una antífona cada una, para rezar a dos coros por toda la asamblea) (de rodillas)
En la última Cena, Jesús constituye sacerdotes a sus apóstoles, que renueven con el sacramento de la
Eucaristía la ofrenda que Él hace de sí mismo en la cruz. Ante ellos y por ellos, Jesús eleva una oración
a Dios, que conocemos con el nombre de “oración sacerdotal de Jesús”. Vamos a rezarla ahora
nosotros también con Él.
SALMODIA
Antífona 1: En esto consiste la vida eterna: en que te conozcan a ti, Padre, y a tu enviado, Jesucristo.
Yo te he dado a conocer
a aquellos que tú me diste de entre el mundo.
Tuyos son y tú me los diste,
y ellos han aceptado tu palabra.
Ahora han llegado a comprender
que todo lo que me diste viene de ti.
Gloria al Padre…
Antífona 1: En esto consiste la vida eterna: en que te conozcan a ti, Padre, y a tu enviado, Jesucristo
Antífona 2: Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado.
Gloria al Padre…
Antífona 2: Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado.
Antífona 3: Padre, que todos sean uno, como tú en mí y yo en ti.
Yo en ellos y tú en mí,
para que lleguen a la unión perfecta,
y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado,
y que los amas a ellos como me amas a mí.
Gloria al Padre…
CANTO
IV. LECTURA ESPIRITUAL
Jesús se dispone en las últimas horas de su vida a cumplir la voluntad de su Padre. Nosotros vamos a
pedirlo también con Él. De esta forma, tendremos presentes en nuestra oración a los sacerdotes y
seminaristas, que han respondido a Dios diciendo “que se haga tu voluntad” .
Todo se ha de abandonar en las manos del Señor, con una entrega total de uno mismo, diciéndole:
<<Señor, Tú sabes mejor que nadie lo que es mejor para mí; que todo suceda como Tú lo dispongas.
Dame lo que quieras, como quieras, y cuando quieras. Trátame como tú quieras, porque me fio de ti;
que todo sea para tu gloria. Puedes ponerme donde quieras, y hacer conmigo conforme a tu voluntad
en todas las cosas. Yo estoy en tus manos; puedes tomarme y modelarme a tu gusto. Señor, quiero
servirte, y estoy dispuesto a todo. Porque, Señor, no quiero vivir para mí, sino para Ti. Quiero ser
valiente para poder seguirte de una manera digna y total. Que tu voluntad sea la mía, que mi voluntad
siga siempre la tuya, que esté siempre de acuerdo contigo. Que me sienta siempre compenetrado
contigo, y que quiera lo que Tú quieras y no quiera lo que Tú no quieres. Que contigo pueda desear
todo lo que se puede soñar, y que mi corazón, encuentre su paz sólo en Ti; porque Tú eres la
verdadera paz del corazón, su único descanso…Lejos de ti todo es afán, inquietud.. Jesús, solo quiero
estar contigo>> (breve silencio)
Canto
Congregados en torno a Cristo para acoger el misterio de su amor hasta el extremo, acudamos
confiadamente a su bondad y misericordia. A las peticiones respondemos: Santifica, Señor, al pueblo
que redimiste con tu sangre.
Señor, que en la Última Cena hiciste sacerdotes a tus apóstoles, no dejes de enviar sacerdotes y
apóstoles a tu Iglesia. Todos: Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
Tú que te humillaste haciéndote obediente hasta la muerte, enséñanos a cumplir siempre la voluntad
del Padre. Todos: …….
Haz que tus fieles participen de tu Pasión mediante los sufrimientos de la vida, para que se
manifiesten a los hombres los frutos de la salvación. Todos: …….
Tú que siendo nuestra vida quisiste morir en la cruz para destruir la muerte y todo su poder, haz que
contigo sepamos morir también al pecado y resucitar así contigo a una vida nueva. Todos: …….
Salvador de todos los hombres, que diste tu vida por los hermanos, enséñanos a amarnos
mutuamente con un amor semejante al tuyo. Todos: …….
Oh Señor, que aceptaste en Getsemaní el consuelo de un ángel, concédenos la protección de tu
Madre, consuelo de los afligidos, para poder nosotros consolar a los que están atribulados. Todos:
Padre nuestro
Canto
V. ORACIÓN FINAL ( de rodillas)
Señor, Jesús: Gracias por tu incomprensible misericordia, por haber instituido la Eucaristía que nos
alimenta, por amarnos en la noche de las traiciones y huidas, por este tiempo que nos concedes para
adorarte y venerarte, por la fe que nos regalas y nos sostiene, por ofrecernos siempre una nueva
oportunidad, por perdonarnos incansablemente, por derrochar tanta paciencia con nosotros, por tu amor
hasta el extremo.
Gracias por todos los beneficios que nos concedes, por esta hora de comunión contigo, por tus
palabras y gestos que reconfortan y sanan, por tu cruz que salva y que tanto enseña, por tu sangre que
a tantos abraza, por el Espíritu Santo que sobrevuela nuestras almas.
Gracias por tu amor sin tregua y sin fronteras, por la Madre que al pie del madero nos das y compartes,
por olvidar nuestras traiciones e incoherencias, por perdonar el sueño que nos aleja del estar en vela,
por ese pan partido en la mesa de la última cena. Gracias porque aún siendo Dios, te arrodillas y a
servir nos enseñas.
Gracias por tu sacerdocio de generosidad, ofrenda y entrega. Gracias por tu amor sin límites, que en la
cruz se hace santa locura. Gracias porque dar la vida por Ti vale la pena, aunque cueste la vida.