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Hora Santa Jueves Santo

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HORA SANTA PARA JUEVES SANTO

I RITOS INICIALES (de rodillas)

Nos disponemos para entrar a la presencia del señor, para ello silencia tu corazón y tu mente. Deja a un
lado todos los pensamientos, preocupaciones o pendientes que tengas; olvídate por un momento de
todo lo que está a tu alrededor, cierra tus ojos y piensa solamente en Jesús. (Momento de silencio)
Estamos en la noche del Jueves Santo. Hemos celebrado la Cena del Señor en la que recordamos la
Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, y el Señor nos ha dado como testamento el mandamiento
nuevo del amor.
Hemos venido para estar con el Señor ya que son los momentos más difíciles de la vida de Jesús.
Después de todo el esfuerzo, el Padre le pide que entregue su vida en cruz. En la oscuridad, Jesús no
comprende, todo su ser se revela, ve que sin su presencia sus apóstoles se dispersarán, como ovejas
sin pastor, ve que toda su obra    se viene abajo. Y sin embargo, él confía en el Padre y se  pone en
manos de sus perseguidores con la paz de saber que la voluntad de Dios ha de cumplirse.
Nos hemos sentado esta tarde a tu mesa, Señor. Hemos escuchado tus palabras, hemos contemplado
tus gestos, hemos compartido tu copa y tu pan. Queremos interiorizar tu misterio, que se manifestó
intensamente en la Eucaristía, y que ahora continúa en Getsemaní. Queremos abrirnos también a
cuantos viven en su carne el rechazo, la tristeza, la soledad y la agonía, prolongando así la hora de tu
debilidad.
También venimos para pedirte que nos ayudes a ser más comprometidos y más arriesgados para darte
una respuesta y descubrir la vocación a la que nos llamas y ser tus discípulos.
Jesús nos pide que oremos con él. Quiere compartir con nosotros su amor hasta el extremo, pero
también hacernos partícipes de su dolor y tristeza. No es noche de muchas palabras, es más bien una
noche de silencio y de adoración. Es una noche para estar cerca de quien sufre. Dispongamos para este
momento de encuentro con Jesús.

CANTO

(Himno para ser recitado a comienzo) ( de rodillas)


Señor Nuestro Jesucristo: Como Pedro, Santiago y Juan, que oyeron tu voz angustiada en el Huerto de
los Olivos al decirles: “Velad conmigo”, también nosotros en esta noche la escuchamos y queremos
estar muy cerca de ti.
Hace poco que les has entregado tu Cuerpo y tú Sangre, hechos “alimento para la vida de los
hombres”. Por eso, hoy tu presencia en medio de nosotros es una realidad.
Déjanos estar contigo. Tenemos mucho que agradecerte por tu legado a la Iglesia en la Última Cena:
institución de la Eucaristía y del sacerdocio ministerial, para perpetuar tu presencia entre nosotros;
oración sacerdotal al Padre, en favor de tus futuros seguidores; y promesa del Espíritu Santo
Consolador.
Necesitamos pedirte mucho, porque “el espíritu está pronto, pero la carne es débil”. Y queremos, sobre
todo, acompañarte en la noche en que conmemoramos tu entrega al sacrificio y a la muerte por los
hombres.
Acéptanos, Señor, en tu compañía. Haz que hagamos fecundo en nosotros tu sacrificio de redentor. Y
acuérdate de nosotros tú que ya estás en tu Reino. Que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del
Espíritu Santo, y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

CANTO (CANTEMOS AL AMOR DE LOS AMORES)

II. LECTURA BÍBLICA (de pie)


Escucharemos ahora un pasaje del evangelio de San Juan, que pertenece al discurso de despedida de
Jesús. En él llama “amigos a sus apóstoles”. Hemos de aprender a mirar a los sacerdotes como amigos
de Jesús. De esta forma, también podemos renovar nuestra amistad con el Señor.
Del Santo Evangelio según San Juan (15, 9-17)

(Breve silencio, después se invita a la meditación del evangelio con los siguientes puntos, sentados o de
rodillas)

 Así también los he amados yo. Detente en esas palabras, y siente esta noche que Jesús te ama de
una forma muy especial, como nadie te ha amado nunca… Piénsalo , agradécelo ...Siéntelo en
silencio (breve silencio)

 Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. Hacer lo que manda Jesús, es garantía
de su amistad. ¿Qué te manda a ti Jesús? ¿Te atreves a hacer valientemente lo que te manda?
Piensa, sobre todo, que lo que te manda es que estés con Él.Díselo: porque Él lo sabe, pero quiere
oírlo de tus labios. (breve silencio)

 Compartir mi alegría. Estar con Jesús como fuente de alegría y de felicidad; ¡cuántos sitios hay
para buscar la alegría! ¡Pero qué pocos la dan de verdad! ¿Estás alegre? No la alegría chabacana y
facilona, sino la alegría de ser uno mismo, esa alegría viene de Jesús no la rechaces. (breve silencio)

 Nadie tiene amor más grande. Esta noche agradece al Señor muchas veces su amor; pídele una
mirada capaz de entender todo lo que sucede estos días de Semana Santa con amor. (breve
silencio)

 Los llamo amigos, yo los he elegido. NO existe otra razón para entender la vocación: él te ha
elegido. ¡No hay nada más grande! ¡Piénsalo! ¡Agradécelo! (breve silencio)

 Un fruto que permanezca. Quien se entrega a Jesús da un fruto que dura para siempre, el único
fruto que es imprescindible…. Frutos que terminan hay muchos; pero frutos permanentes, que son
necesarios, hay pocos… atrévete a pedir a Dios que tu vida sea un fruto permanente (breve silencio)

CANTO (- Un mandamiento nuevo nos dio el Señor, que nos amáramos todos, como Él nos
amó)

III. INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA Y SACERDOCIO

Lector: Hoy, Jesús ha querido quedarse con nosotros en el pan y el vino, y por eso, la Eucaristía es el
medio sacramental privilegiado, en el que la Iglesia puede celebrar, actualizar y renovar lo que necesita
para la realización de su misión evangelizadora.
1: Yo soy el pan bajado del cielo. Si alguno como de este Pan, vivirá para siempre y el Pan que yo le
daré es mi Carne para la vida del mundo.
2: Señor, danos siempre de ese pan.
1: En verdad, les digo: Si no comen la Carne del Hijo del Hombre y no beben su Sangre, no tendrán
vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mi y yo en él.
2: Señor danos hambre de Eucaristía.
1: Las palabras que yo les digo son espíritu y vida. Pero algunos de ustedes no creen. ¿Quieren
marcharse también ustedes?
2: Señor, ¿a quién y dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y
sabemos que Tú eres el Santo de Dios.

Lector: Expresamos al Señor nuestro amor, gratitud y confianza porque nos ha llamado a nosotros, sus
pobres criaturas, a participar de las delicias de este banquete singular, signo preclaro de la mesa eterna
del Reino.
1: Nos has bendecido, Señor, con Santa Eucaristía, como no bendijiste a lirios del campo y a las aves
del cielo.
2: Te damos gracias Señor.
1: Nos has alimentado, Señor, con tu Cuerpo y con tu Sangre como alimentó el Padre con el maná del
cielo a los hijos de Israel.
2: Te damos gracias Señor de todo corazón.
1: Nos has fortalecido Señor, como fortaleció el Padre a Elías en el desierto cuando huía de la impía
Jezabel.
2: Te damos gracias, siempre estas con nosotros.

ORACION SALMICA (Oración sacerdotal de Jesús (Jn 17), a modo de salmodia, dividida en tres
partes, con una antífona cada una, para rezar a dos coros por toda la asamblea) (de rodillas)

En la última Cena, Jesús constituye sacerdotes a sus apóstoles, que renueven con el sacramento de la
Eucaristía la ofrenda que Él hace de sí mismo en la cruz. Ante ellos y por ellos, Jesús eleva una oración
a Dios, que conocemos con el nombre de “oración sacerdotal de Jesús”. Vamos a rezarla ahora
nosotros también con Él.

SALMODIA

Antífona 1: En esto consiste la vida eterna: en que te conozcan a ti, Padre, y a tu enviado, Jesucristo.

Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo,


para que tu Hijo te glorifique a ti.

Tú le diste poder sobre todos los hombres,


para que él dé la vida eterna
a todos los que tú les has dado.
Y en esto consiste la vida eterna:
que te conozcan a ti, el único Dios verdadero,
y a quien tú has enviado: Jesucristo.

Yo te he glorificado aquí en el mundo,


cumpliendo la obra que me encomendaste.
Ahora pues, Padre, glorifícame con aquella gloria
que ya compartía contigo
antes de que el mundo existiera.

Yo te he dado a conocer
a aquellos que tú me diste de entre el mundo.
Tuyos son y tú me los diste,
y ellos han aceptado tu palabra.
Ahora han llegado a comprender
que todo lo que me diste viene de ti.

Yo les he enseñado lo que aprendí de ti,


y ellos han aceptado mi enseñanza.
Ahora saben, con absoluta certeza,
que yo he venido de ti
y han creído que fuiste tú quien me envió.

Gloria al Padre…
Antífona 1: En esto consiste la vida eterna: en que te conozcan a ti, Padre, y a tu enviado, Jesucristo
Antífona 2: Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado.

Yo te ruego por ellos.


No ruego por el mundo, sino por los que tú me has
dado; porque te pertenecen.

Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío,


y en ellos he sido glorificado.
Ya no estaré más en el mundo;
ellos continúan en el mundo, mientras yo voy a ti.

Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has


dado para que sean uno, como tú y yo somos uno.

Mientras yo estaba con ellos en el mundo, yo mismo


guardaba, en tu nombre, a los que me diste.
Los he protegido de tal manera que ninguno de ellos
se ha perdido, fuera del que tenía que perderse para
que se cumpliera lo que dice la Escritura. 

Ahora en cambio, yo voy a ti.


Yo les he comunicado tu mensaje, pero el mundo los
odia, porque no pertenecen al mundo, como tampoco
pertenezco yo.
No te pido que los saques del mundo, sino que los
defiendas del maligno. 

Ellos no pertenecen al mundo, como tampoco


pertenezco yo.
Haz que ellos sean completamente tuyos por medio
de la verdad; tu palabra es la verdad.

Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a


mí.  Por ellos yo me ofrezco totalmente a ti, para que
también ellos se ofrezcan enteramente a ti, por medio
de la verdad.

Gloria al Padre…
Antífona 2: Padre santo, guarda en tu nombre a los que me has dado.
Antífona 3: Padre, que todos sean uno, como tú en mí y yo en ti.

Pero no te ruego solamente por ellos,


sino también por aquellos que creerán en mí
por medio de su palabra.

Te pido que todos sean uno.


Padre, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti,
que también ellos estén unidos a nosotros;
de este modo, el mundo podrá creer que tú me has
enviado. 

Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste a mí,


de tal manera que puedan ser uno, como lo somos
nosotros. 

Yo en ellos y tú en mí,
para que lleguen a la unión perfecta,
y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado,
y que los amas a ellos como me amas a mí. 

Padre, yo deseo que todos estos que tú me has dado


puedan estar conmigo donde esté yo,
para que contemplen la gloria que me has dado,
porque tú me amaste antes de la creación del mundo.

Padre justo, el mundo no te ha conocido; yo, en cambio,


te conozco y todos éstos han llegado a conocer que tú me
has enviado. 

Les he dado a conocer quién eres, y continuaré dándote a


conocer,
para que el amor con que me amaste pueda estar también
en ellos
y yo mismo esté en ellos.

Gloria al Padre…

CANTO
IV. LECTURA ESPIRITUAL
Jesús se dispone en las últimas horas de su vida a cumplir la voluntad de su Padre. Nosotros vamos a
pedirlo también con Él. De esta forma, tendremos presentes en nuestra oración a los sacerdotes y
seminaristas, que han respondido a Dios diciendo “que se haga tu voluntad” .

Todo se ha de abandonar en las manos del Señor, con una entrega total de uno mismo, diciéndole:
<<Señor, Tú sabes mejor que nadie lo que es mejor para mí; que todo suceda como Tú lo dispongas.
Dame lo que quieras, como quieras, y cuando quieras. Trátame como tú quieras, porque me fio de ti;
que todo sea para tu gloria. Puedes ponerme donde quieras, y hacer conmigo conforme a tu voluntad
en todas las cosas. Yo estoy en tus manos; puedes tomarme y modelarme a tu gusto. Señor, quiero
servirte, y estoy dispuesto a todo. Porque, Señor, no quiero vivir para mí, sino para Ti. Quiero ser
valiente para poder seguirte de una manera digna y total. Que tu voluntad sea la mía, que mi voluntad
siga siempre la tuya, que esté siempre de acuerdo contigo. Que me sienta siempre compenetrado
contigo, y que quiera lo que Tú quieras y no quiera lo que Tú no quieres. Que contigo pueda desear
todo lo que se puede soñar, y que mi corazón, encuentre su paz sólo en Ti; porque Tú eres la
verdadera paz del corazón, su único descanso…Lejos de ti todo es afán, inquietud.. Jesús, solo quiero
estar contigo>> (breve silencio)

Canto
Congregados en torno a Cristo para acoger el misterio de su amor hasta el extremo, acudamos
confiadamente a su bondad y misericordia. A las peticiones respondemos: Santifica, Señor, al pueblo
que redimiste con tu sangre.

 Señor, que en la Última Cena hiciste sacerdotes a tus apóstoles, no dejes de enviar sacerdotes y
apóstoles a tu Iglesia. Todos: Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
 Tú que te humillaste haciéndote obediente hasta la muerte, enséñanos a cumplir siempre la voluntad
del Padre. Todos: …….
 Haz que tus fieles participen de tu Pasión mediante los sufrimientos de la vida, para que se
manifiesten a los hombres los frutos de la salvación. Todos: …….
 Tú que siendo nuestra vida quisiste morir en la cruz para destruir la muerte y todo su poder, haz que
contigo sepamos morir también al pecado y resucitar así contigo a una vida nueva. Todos: …….
 Salvador de todos los hombres, que diste tu vida por los hermanos, enséñanos a amarnos
mutuamente con un amor semejante al tuyo. Todos: …….
 Oh Señor, que aceptaste en Getsemaní el consuelo de un ángel, concédenos la protección de tu
Madre, consuelo de los afligidos, para poder nosotros consolar a los que están atribulados. Todos:

Padre nuestro

Canto
V. ORACIÓN FINAL ( de rodillas)
Señor, Jesús: Gracias por tu incomprensible misericordia, por haber instituido la Eucaristía que nos
alimenta, por amarnos en la noche de las traiciones y huidas, por este tiempo que nos concedes para
adorarte y venerarte, por la fe que nos regalas y nos sostiene, por ofrecernos siempre una nueva
oportunidad, por perdonarnos incansablemente, por derrochar tanta paciencia con nosotros, por tu amor
hasta el extremo.
Gracias por todos los beneficios que nos concedes, por esta hora de comunión contigo, por tus
palabras y gestos que reconfortan y sanan, por tu cruz que salva y que tanto enseña, por tu sangre que
a tantos abraza, por el Espíritu Santo que sobrevuela nuestras almas.
Gracias por tu amor sin tregua y sin fronteras, por la Madre que al pie del madero nos das y compartes,
por olvidar nuestras traiciones e incoherencias, por perdonar el sueño que nos aleja del estar en vela,
por ese pan partido en la mesa de la última cena. Gracias porque aún siendo Dios, te arrodillas y a
servir nos enseñas.
Gracias por tu sacerdocio de generosidad, ofrenda y entrega. Gracias por tu amor sin límites, que en la
cruz se hace santa locura. Gracias porque dar la vida por Ti vale la pena, aunque cueste la vida.

Canto (Nadie te ama)

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