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1 de Juan

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ESTUDIOS BÍBLICOS
ELA:
COMUNIÓN SUBLIME
(1RA JUAN)
A menos que se indique lo contrario, todas las citas
bíblicas están tomadas de la Versión Reina Valera
1960
Editado por el personal de:
Ediciones las Américas, A.C.
Domicilio: Dirección Postal:
Prol. Reforma 5514 Apartado Postal 78
72130 Puebla, Pue., México 72000 Puebla, Pue., México
Teléfonos. 48 39 23 y 48 23 23 FAX 49 59 84
Primera edición, 1995
© 1995 por Ediciones Las Américas, A.C.
Todos los derechos reservados
Prohibida la reproducción parcial o total
ISBN 968–6529–31–4
CONTENIDO
1. El Fundamento de la Comunión
1 Juan 1:1–4
2. Requisitos para Disfrutar la Comunión
1 Juan 1:5–2:2
3. La Obediencia y la Comunión
1 Juan 2:3–17
4. El Credo y la Comunión
1 Juan 2:18–27
5. Incentivos para Estrechar la Comunión
1 Juan 2:28–3:3
6. La Barrera de la Comunión
1 Juan 3:4–10
7. Evidencias de la Comunión
1 Juan 3:11–23
8. Cómo Reconocer a los Espíritus
1 Juan 3:24–4:6
9. El Amor Demostrado
1 Juan 4:7–21
10. El Triunfo de la Fe
1 Juan 5:1–5
11. Un Testimonio Irrefutable
1 Juan 5:6–12
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12. Las Certezas de nuestra Fe


1 Juan 5:13–21

1 JUAN
ación entre el credo y la comunión 2:18–3:3 El impedimento de la comunión y la seguridad de ella 3:4–4:6
an anticristos que quieren desviarnos de la comunión El pecado nos aleja de la comunión 3:4–10
8–19 Lo que produce el amor a Cristo y a los hermanos 3:11–4:6
ión que hemos recibido nos guarda del error y nos enseña El aborrecimiento del mundo 3:13
ad 2:20–27 El amor hacia los hermanos 3:14–18
eranza de la venida de Cristo nos llena de expectación Un corazón limpio 3:19–21
ante y nos purifica 2:28–3:3 Oraciones contestadas 3:22–23
El Espíritu Santo 3:24
Triunfo sobre los falsos maestros 4:1–6

1
El Fundamento de la Comunión
1 Juan 1:1–4
INTRODUCCIÓN
El diccionario define comunión como el acto de compartir o tener algo en común;
participación. Involucra diferentes aspectos de la vida, incluyendo a un grupo de
personas que tienen en común la misma fe religiosa. Esta experiencia a nivel humano es
algo extraordinario cuando se mezcla con la unidad y es una comunión sublime cuando
existe entre el Dios altísimo y los seres humanos redimidos por la sangre preciosa de
Cristo Jesús.
La primera epístola de Juan pone de relieve ese tipo de comunión y la extiende a la
relación que existe entre todos los hijos de Dios. No deja de advertir que hay peligros
que la amenazan y asienta los requisitos para mantenerla.
AUTOR Y FECHA
Los apóstoles Pablo y Pedro tenían la costumbre de dar su nombre en la salutación
que se encuentra al principio de cada una de sus epístolas, pero no fue así con el apóstol
Juan. El Apocalipsis sí da su nombre, pero ni el evangelio que escribió, ni las tres cartas
que se le atribuyen, lo mencionan. Aunque fue un hombre “sin letras”, es muy probable
que Juan el apóstol, hijo de Zebedeo, escribiera esta carta. A propósito, el hecho de no
haber tenido instrucción no quiere decir que fuera un analfabeta. Este hecho sólo indica
que no había cursado estudios en las escuelas rabínicas. Su identidad como autor de la
carta goza de apoyo fidedigno.
Tres de sus discípulos, Policarpo, Ignacio y Papías, atestiguaron que su paternidad
literaria pertenece a Juan. Papías murió en 155 d.C. Asimismo, Orígenes, quien vivió
hasta 254 d.C., aceptaba los 27 libros del Nuevo Testamento como existen en la
actualidad. Los mismos se incluyeron también en una compilación hecha por Eusebio
por orden del Emperador Constantino. Eusebio murió en 340 d.C. y el Concilio de
Cartago ratificó en 397 d.C. los 27 libros del Nuevo Testamento. De modo que Juan ha
sido reconocido como autor de sus escritos desde que comenzaron a circular, y han sido
aceptados como parte del canon de las Sagradas Escrituras desde su formación.
Esta epístola fue escrita en los últimos años de la década de los 80 o a principios de
los 90 d.C. Aunque la carta no identifica al destinatario, se cree que fue escrita en Éfeso
y enviada como carta circular a las iglesias del Asia Menor. Esa idea es muy posible,
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siendo que Apocalipsis, también escrito por Juan, fue dirigido a las siete iglesias de Asia
(Apocalipsis 1:4).

¡PENSEMOS!
¿Cuáles son los cinco libros del Nuevo Testamento que
escribió Juan? ¿Cuál es el único que lo menciona por
nombre? Lea cuidadosamente el primer versículo de
Romanos, Efesios, Filipenses, 1, 2 y 3 Juan. Contraste el
estilo de Pablo y Juan en el saludo de cada una de esas
cartas. ¿Qué diferencias observa? ¿Por qué es importante
tomar en cuenta el testimonio de los discípulos de Juan
acerca de la paternidad literaria de sus escritos? ¿Dónde se
cree que circuló la Primera Epístola de Juan? ¿Por qué es
creíble esa idea?

TRASFONDO HISTÓRICO
Está de moda poner en duda las grandes verdades bíblicas acerca de la persona y
obra de nuestro Señor Jesucristo, pero no hay nada nuevo en eso. Antes de finalizar el
primer siglo, los filósofos más destacados ya se tropezaban con la sencillez de las
mismas enseñanzas provenientes de los apóstoles de Cristo.
Juan se vió obligado a enfrentar problemas de esa índole. Una de las herejías
principales de aquel entonces era el docetismo. Sus adeptos creían que el cuerpo
humano es intrínsecamente malo, y por consiguiente, era imposible que la deidad se
encarnara en un hombre. Uno de sus impulsores más famosos, de nombre Cerinto,
afirmaba que Jesús era hijo de José y María y que el divino Cristo había descendido
sobre él en su bautismo, pero que lo había abandonado antes de la crucifixión.
PROPÓSITO DE LA CARTA
Encontramos que hay cuatro propósitos:
1. Para que los creyentes tuvieran comunión con Juan y los demás apóstoles (1:3).
2. Para que su gozo fuera cumplido (1:4).
3. Para que no pecaran (2:1).
4. Para que supieran que tenían vida eterna y para que creyeran en el nombre del Hijo de
Dios (5:13).
ORGANIZACIÓN DE LA CARTA
La palabra clave de 1 Juan es comunión. El apóstol disfrutaba de comunión íntima
con Cristo como resultado de haberlo conocido personalmente y deseaba que sus
lectores también la compartieran, que su gozo fuera completo, y que cumplieran los
requisitos para mantenerla. En seguida, demuestra que hay una relación estrecha entre lo
que uno cree y la comunión.
En tercer lugar, menciona la barrera que la limitan o impiden, y explica la forma en
que sus lectores podían superarla y disfrutar de una comunión sublime. Por último,
desarrolla el tema del papel que tiene el amor. Afirma que éste puede triunfar sobre el
mundo por medio de la fe en Jesús como Hijo de Dios, y asegura que tenemos vida
eterna por creer en el nombre del Señor.
BOSQUEJO DEL LIBRO
I. Las bases de la comunión y requisitos para mantenerla (1:1–2:17).
II. La relación entre el credo y la comunión (2:18–3:3).
III. El impedimento de la comunión y la seguridad de ella (3:4–4:6).
IV. El amor y el triunfo de nuestra fe (4:7–5:21).
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EL VALOR DE LAS EXPERIENCIAS INDIVIDUALES 1:1–


4
La credibilidad de Juan puesta a prueba
Juan escribió esta primera epístola en un ambiente hostil a sus ideas. La fe
transmitida consistentemente por él y sus colegas en sus predicaciones y escritos estaba
siendo atacada por una élite que se creía muy superior a los demás creyentes. Según
ellos, habían superado las ideas infantiles de los creyentes sencillos, y tenían muy poco
en común con la gente ignorante que insistía en apegarse a las ideas anticuadas
heredadas de hombres sin letras que en su mayoría ya estaban difuntos. Para ellos, la
encarnación era imposible, porque creían que la deidad no puede unirse con algo
material como es el cuerpo. Esa lógica les llevaba a la conclusión de que la humanidad
de Jesús no era literal y que sólo parecía que tenía cuerpo humano. Estos dos conceptos,
muy elevados en su propio criterio, los habían separado de la iglesia (2:19). ¿Qué
podían hacer los hermanos que andaban en luz?
Evidentemente llegaron a los oídos de Juan las noticias de este conflicto y él les
escribió para calmar su incertidumbre y asegurarles que su fe estaba basada en la
persona de Jesucristo y en las enseñanzas recibidas directamente de él.
Juan establece sus credenciales v. 1.
Según la tradición, en ese entonces Juan era el único apóstol que vivía. Ese hecho
daba mayor peso a sus palabras. En el primer versículo de su carta, expone sus
credenciales en forma irrefutable.
1. Estuvo con Cristo desde el comienzo de su ministerio público. Fue uno de los
primeros discípulos llamados por el Señor (Marcos 1:19).
2. Había escuchado a Cristo. Quienes querían desviar a los hermanos de la fe,
habían recibido sus ideas de otra fuente, pero Juan oyó sus enseñanzas directamente de
la boca del Señor.
3. Lo había visto con sus propios ojos.
4. Lo había contemplado.
5. Sus manos lo habían palpado. El cuerpo que los maestros falsos decían que era
un fantasma, fue palpado por manos de Juan en varias ocasiones. Basta mencionar un
solo incidente que ocurrió poco después de la resurrección de Cristo. Estando reunidos
los once vino el Señor y se puso en medio de ellos. Ellos se espantaron creyendo que
veían un espíritu, pero él les dijo: “…¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro
corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y
ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas
24:36–39). Al apelar a su propia experiencia, Juan incluye a los demás apóstoles.
Siempre usa el plural. Tanto él como ellos habían andado con Cristo por cerca de tres
años y medio.

¡PENSEMOS!
¿Cómo desmiente Juan 1:1–4 las ideas perversas de los que
negaban la encarnación de Jesucristo? Si Cristo no se
encarnó, ¿qué se puede decir de su resurrección? ¿Qué
esperanza hay para nosotros? Juan dice que las manos de los
apóstoles habían palpado a Cristo, ¿puede uno acaso palpar
a un fantasma?

Tres cuadros de Cristo vv. 1–2


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1. Lo que era desde el principio. En esa pequeña frase, Juan afirma la preexistencia,
la eternidad y la autoexistencia de Cristo. No comenzó a existir en Belén; siempre ha
existido por sí mismo.
2. El Verbo de vida. Verbo quiere decir que Cristo es la expresión de Dios mismo, y
Juan 1:1 agrega que era con Dios y era Dios.
3. La vida. Tanto la vida fisica como la vida espiritual provienen de Cristo. Se
menciona también en el v. 2 como la vida eterna. Es evidente en la frase que sigue que
Cristo está en mente: “La cual estaba con el Padre, y se nos manifestó”. Es correcto
deducir de esto que Cristo, la vida eterna, se manifestó en carne.
LOS APÓSTOLES NO SÓLO
EXPERIMENTARON LA VIDA ETERNA, SINO
QUE LA TESTIFICARON Y ANUNCLARON A
TODO EL MUNDO DE ACUERDO CON LAS
INSTRUCCIONES DEL QUE SE LLAMA “LA
VIDA ETERNA” (MATEO 28:19). LOS LECTORES
DE JUAN ERAN LOS BENEFICIARIOS DE ESA
ACTIVIDAD Y YA POSEÍAN LA VIDA ETERNA
(1 JUAN 1:2).
Deseos generosos vv. 3–4
Juan quería que sus lectores disfrutaran la misma comunión íntima que él tenía con
el Padre y con su Hijo Jesucristo, y expresa eso como uno de los propósitos de su carta
(1:3). Es importante observar que no vuelve a mencionar la vida eterna en este
versículo. Sus discípulos ya la tenían y no corrían el riesgo de perderla (Juan 10:27–29),
pero la comunión era otra cosa. Debían cuidarla para no perderla.
Deseaba también que sus lectores vieran su gozo cumplido (1:4). El gozo difiere de
la felicidad en que es un sentimiento muy profundo y no superficial, mientras que la
felicidad depende de las circunstancias. Uno puede estar feliz porque acaba de recibir
una buena noticia, y ponerse muy triste al oir una mala. En cambio, el gozo no depende
de las circunstancias, sino que es estable y no fluctúa. Los creyentes que recibieron la
carta de Juan vivían tiempos conflictivos. Estaban tristes y afligidos porque se habían
apartado varios de sus conocidos, pero podían tener su gozo cumplido porque éste se
basa en Cristo y la comunión con él.

¡PENSEMOS!
Según 1 Corintios 3:11 y Hechos 4:12, Jesucristo es el
fundamento de nuestra salvación. ¿Qué dice 1 Juan 1:3
acerca de la identidad del fundamento de nuestra comunión?
2 Corintios 13:14 habla de la comunión del Espíritu Santo.
Es algo sublime tener comunión con el trino Dios. ¿Qué
diferencia hay entre la salvación y la comunión? ¿Cómo
practica usted esa comunión? Apunte algunas medidas que
usted puede tomar para mejorar su comunión con Dios.

2
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Requisitos para Disfrutar de la


Comunión
1 Juan 1:5–2:2
La comunión no se mantiene por sí sola. Hay ciertas condiciones que el creyente
debe cumplir para disfrutarla y vivir gozoso. Ya se ha dicho que la comunión puede
perderse, pero la salvación es permanente y nuestra conducta no la afecta. Esta es una
regla indispensable para entender esta epístola.
PRIMER REQUISITO: ANDAR EN LUZ 1:5–7
UN PRINCIPIO ABSOLUTO:
DIOS ES LUZ, Y NO HAY NINGUNAS TINIEBLAS
EN ÉL (1 JUAN 1:5)
Esta gran verdad, que tiene que ver con la santidad de Dios, se menciona en
repetidas ocasiones en la Biblia. En la eternidad pasada, Lucero fue derribado al Seol
porque su conducta nefanda de rebeldía contra el Señor era una manifestación de las
tinieblas (Isaías 14:9–15). En el primer día de la creación, Dios creó la luz para
ahuyentar las tinieblas que cubrían la faz de la tierra (Génesis 1:1–5). En Juan 3:19 el
apóstol Juan asevera que las tinieblas son sinónimo de las obras malas de los hombres
que no quieren acercarse a la luz. Judas 13 dice que la oscuridad de las tinieblas está
reservada eternamente para los falsos maestros (se puede decir lo mismo acerca de
todos los que rechazan a Dios). En cambio, los redimidos por la sangre de Cristo
estaremos para siempre en el cielo que estará iluminado por el resplandor de él, quien es
la luz del mundo.
POSICIONALMENTE ESTAMOS EN LA LUZ POR
EL HECHO DE ESTAR EN CRISTO
(EFESIOS 1:1–6 Y COLOSENSES 1:12–13).
Pero, ¿cómo andamos? No podemos andar en luz si no estamos en luz. El estar en
luz no garantiza que andamos en luz. 1 Juan 1:6 corrobora este principio. “Si decimos
que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la
verdad…”
Desafortunadamente, muchos cristianos legítimos fingen una espiritualidad que no
practican. Mienten en cuanto a su comunión con Dios. Él es luz, y es imposible tener
comunión con él y andar en tinieblas, aún cuando uno mismo está en luz.
Dos beneficios de andar en luz 1:7
Tenemos comunión unos con otros. Se sobreentiende que si uno deja de andar en
tinieblas, se encuentra en el bendito estado de ser restaurado a la comunión con Dios.
Aparentemente aquí se habla de la comunión horizontal, la que existe entre hermanos.
Todas las relaciones se ven afectadas cuando un hermano anda mal, pero todas las
relaciones se mejoran cuando vuelve a andar en luz.
La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Este versículo no habla
de la limpieza del pecado para ser salvos. La salvación viene por creer en el Señor
Jesucristo (Hechos 16:31), no por andar en luz. Si fuera por andar en luz, entonces la
salvación sería por obras.
Efesios 2:8–9 rechaza esa idea categóricamente y aclara que la salvación es
únicamente por la fe. Parece que hace referencia a un proceso continuo por el cual la
sangre de Cristo sigue limpiándonos de nuestros pecados. Algunos opinan que es la
limpieza de la conciencia de culpabilidad y de impureza moral.
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¡PENSEMOS!
¿Cuál es la diferencia entre estar en luz y andar en luz?
Según 1:6, ¿de qué pecado es culpable el que dice que tiene
comunión y anda en tinieblas? ¿Qué requisito para disfrutar
de la comunión se encuentra en 1:7? ¿Cuáles son los dos
beneficios de andar en luz que se mencionan en 1:7?

SEGUNDO REQUISITO: CONFESAR NUESTRO PECADO


1:8–10
También es mentiroso el que dice que no tiene pecado (1:8). El sentido de esto tiene
que ver con la presencia del pecado en el cristiano, o sea, el potencial que tiene de pecar.
Es una triste realidad que a veces el diablo usa nuestras experiencias espirituales más
sobresalientes para engañarnos.
Por ejemplo, un creyente que ha experimentado la comunión plena e íntima con
nuestro Señor corre el riesgo de creer que es invencible. Es posible que en tales
momentos diga: “No tengo pecado”. Juan dice que la verdad no está en él. Para alcanzar
plena comunión con Dios, hay que ser realista en cuanto al potencial para pecar que hay
en nosotros (1:8).
Cuando el creyente peca, Dios no lo rechaza. Tiene una solución muy eficaz, pero
hay una condición:
“SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS,
ÉL ES FIEL Y JUSTO PARA PERDONAR
NUESTROS PECADOS, Y LIMPIARNOS DE
TODA MALDAD” (1:9).
Este contexto no indica cómo hemos de confesar nuestros pecados, pero en otras
citas bíblicas se habla de lo triste y serio que es el pecado. El Espíritu Santo, quien mora
en todos los creyentes, se contrista por nuestro pecado (Efesios 4:30). Es lógico creer
entonces que debemos confesar nuestros pecados con dolor del alma y con el propósito
firme de apartarnos de ellos. Pero el sentido de culpabilidad no debe cegar nuestros ojos
a la promesa preciosa hecha por Dios de perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.
El versículo hace referencia a dos atributos divinos. Su perdón y limpieza se basan
en su fidelidad y en su justicia. Él no viola su carácter en este proceso, sino que es fiel a
su promesa y no contradice su santidad porque Cristo pagó el precio de nuestros
pecados en la cruz.
Ya se ha censurado el error de decir que no tenemos pecado. Ahora aparece otra
idea similar, pero diferente. La equivocación de decir que no hemos pecado (1:10). El
resultado es que lo hacemos a él mentiroso. La Biblia afirma que todos hemos pecado y
estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). 1 Juan 1:9 recomienda la
confesión de pecados cometidos por parte de los cristianos. Ambas declaraciones
forman parte de la palabra de Dios. Es obvio que el que dice que no ha pecado hace a
Dios mentiroso. Es mejor confesar el pecado y no negar su presencia. La negación de
pecados pasados y presentes es una barrera impenetrable para disfrutar de la comunión.

¡PENSEMOS!
Lea cuidadosamente los versículos 8–10. ¿Cuál es el peligro
de negar la presencia del pecado en uno? Al negar la
presencia del pecado cometemos dos errores, ¿cuáles son?
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¿Qué promete Dios al creyente que confiesa sus pecados?


¿Cuál es la consecuencia de decir que no hemos pecado?

TERCER REQUISITO: ACUDIR A NUESTRO ABOGADO


2:1–2
Juan comienza el segundo capítulo de su carta con lo que parece ser uno de los
propósitos del libro. Dice que les ha escrito para que no pequen (2:1). Esta es una
buena meta para el creyente. Es también la voluntad de Dios que no pequemos. Pero
nuestro buen Padre celestial conoce nuestras flaquezas y ha hecho provisión para ellas.
“SI ALGUNO HUBIERE PECADO, ABOGADO
TENEMOS PARA CON EL PADRE, A
JESUCRISTO EL JUSTO” (2:1).
La palabra abogado es la misma que se usa en Juan 14:16 y que se traduce como
“Consolador”. Ambas son traducciones correctas. Se entiende cada acepción por el
contexto en que están usadas. En Juan 14, Cristo prometió a sus apóstoles que no los
dejaría huérfanos, sino que les enviaría a un Consolador para acompañarlos. Aquí se
habla de la necesidad que tenemos de que alguien nos represente delante del Padre
cuando pecamos. Este es el trabajo de un abogado cuya intervención es ante el Padre.
No tiene que pedir nuestra absolución o que no seamos condenados. Esto ya es una
realidad (Romanos 8:1).
Él desea nuestra madurez espiritual y que seamos restaurados cuando pecamos.
Seguramente, aspectos de esa índole forman parte de su trabajo como nuestro abogado
delante de Dios.
Cristo es la propiciación por nuestros pecados 2:2
1 Juan 2:2 presenta otro cuadro de nuestro Señor Jesucristo. El es la propiciación
por nuestros pecados. En el Antiguo Testamento se ofrecían sacrificios continuamente
por el pecado, pero ninguno satisfizo la santidad perfecta del Padre. Aquellos eran
apenas una figura de Cristo que había de venir. Cuando él vino con su justicia perfecta,
la cual demostró delante de los hombres, y murió por nuestros pecados en la cruz, el
Padre quedó satisfecho. De modo que propiciación quiere decir: satisfacción por el
pecado. Esa propiciación no se limita al precio de nuestra salvación. En el ministerio de
Cristo como nuestro abogado, el Padre queda satisfecho por su sacrificio, el cual
también cubre nuestros pecados cometidos como creyentes. Gracias a esa satisfacción,
él puede perdonarnos y restaurarnos a la comunión.
Cristo es también la propiciación por los pecados de todo el mundo. Esa frase no
indica que todos se salvarán, pero sí afirma que Cristo murió por todos los pecados de
todos los hombres. El que se acerca a él por fe, encontrará que el precio de sus pecados
ha sido pagado por Cristo.

¡PENSEMOS!
El título de este capítulo es: “Requisitos para Disfrutar de la
Comunión”. ¿Cuántos encuentra y cuáles son? ¿Cuál es el
deseo que expresa Juan en 2:1? ¿Qué provisión ha hecho
Dios por nuestros pecados? ¿Qué se puede decir del alcance
universal de la propiciación de Cristo? ¿Qué papel juega el
perdón de nuestros pecados en el mantenimiento de la
comunión?
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3
La Obediencia y la Comunión
1 Juan 2:3–17
En esta sección, Juan cambia su fraseología. Hasta este punto, su tema había sido la
comunión. Ahora comienza a hablar de conocer a Dios. No por eso abandona el asunto
de la comunión, porque hay una relación entre la comunión con y el conocimiento de
una persona. Al estrechar los lazos de la comunión, se profundiza nuestro conocimiento
de la persona.
CUARTO REQUISITO PARA DISFRUTAR DE LA
COMUNIÓN: OBEDECER LOS MANDAMIENTOS DEL
SEÑOR 2:3–6
Todos los creyentes conocen a Cristo como su Salvador personal y debido a eso,
conocen a Dios también. Cristo mismo dijo en Juan 14:7 que el conocerle a él equivale
a conocer al Padre. En 1 Juan 2:3 Juan hace referencia a otro aspecto del conocimiento,
y establece una prueba para saber si uno conoce a Dios.
Pablo expresó en una de sus cartas que anhelaba conocer a Cristo (Filipenses 3:10).
No existe ninguna duda acerca de su conocimiento de Cristo como su Salvador porque
había sido salvo unos treinta años antes y en esa ocasión estaba preso por él,
posiblemente en Roma. Su meta al mencionar el deseo de conocerle era llegar “a ser
semejante a él en sus padecimientos”.
“Y EN ESTO SABEMOS QUE NOSOTROS LE
CONOCEMOS, SI GUARDAMOS SUS
MANDAMIENTOS” (1 JUAN 2:3).
Si uno dice que conoce a Dios y no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y la
verdad no está en él (2:4). La conclusión es igual a la que aparece en 1:6, donde el
apóstol afirma que quien dice que tiene comunión con Dios, pero anda en tinieblas,
miente, y no practica la verdad. Así como una espiritualidad fingida no conduce a la
comunión, una obediencia fingida tampoco puede proporcionarnos un conocimiento
íntimo de Dios.
La obediencia a la palabra de Dios resulta en una experiencia plena del amor de
Dios, y nos ayuda a saber con certidumbre que estamos en él (2:5). Se puede decir lo
mismo en cuanto a nuestro amor hacia el Señor. Si guardamos su palabra, nuestro amor
para con él también se perfecciona. Dicho de otra manera, el amor es producto de la
obediencia a la palabra de Dios.

¡PENSEMOS!
¿Qué relación existe entre tener comunión con Dios y
conocer a Dios? ¿En qué sentido conocen todos los creyentes
a Dios? ¿Qué quería decir Pablo al expresar su deseo
ardiente de conocer a Cristo? Según 2:3, ¿cómo podemos
saber sin lugar a duda que conocemos a Dios? ¿Cuál es la
clave para que el amor de Dios se perfeccione en nosotros?

“EL QUE DICE QUE PERMANECE EN ÉL,


DEBE ANDAR COMO ÉL ANDUVO” (2:6).
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¡Qué meta para los discípulos de Cristo! ¡Andar como él anduvo! ¿Quién puede
hacerlo? Sólo aquél que permanece en él (2:6). ¿Qué significa esto? La contestación se
encuentra en 1 Juan 3:24 donde dice: “Y el que guarda sus mandamientos, permanece
en Dios, y Dios en él”.
En Juan 15:10, Cristo dio la misma enseñanza. Asimismo, prometió mucho fruto al
que permanece en él (Juan 15:5). El fruto del Espíritu Santo mencionado en Gálatas
5:22–23 es la reproducción de la vida de Cristo en el creyente. Únicamente la persona
salva por su gracia y llena del Espíritu Santo puede andar como él anduvo.
¿QUÉ PASA AL QUE NO PERMANECE
EN CRISTO?
En Juan 15:6 Cristo también advirtió que el que no permaneciera en él sería echado
fuera y quemado en el fuego. Muchas personas indoctas han tropezado con esta
enseñanza. Concluyen diciendo que un creyente puede perder su salvación y ser echado
para siempre en el infierno o el lago de fuego.
Es más probable que este pasaje sea semejante a lo que Pablo enseña en 1 Corintios
3:12–15, donde trata de ciertas obras del creyente, que al pasar por la prueba de fuego,
no persevera en la fe y por lo tanto, sus obras serán quemadas. Aclara Pablo que: “él
sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego” (1 Corintios
3:15).
UN NUEVO MANDAMIENTO 2:7–11
En 1 Juan 2:7–8 tenemos una aparente contradicción. El versículo 7 comienza así:
“No os escribo mandamiento nuevo”. En cambio, el versículo 8 dice: “Sin embargo, os
escribo un mandamiento nuevo”. ¿Qué hemos de creer? Era nuevo, ¿o no? Y, ¿cuál era
el mandamiento? En realidad el mandamiento es uno, y es el mismo mandamiento
antiguo (2:7).
2 Juan 5 aclara que ese mandamiento antiguo es: “que nos amemos unos a otros”.
Realmente no es nuevo. Se encuentra en Levítico 19:18 y fue repetido por nuestro Señor
Jesucristo en Marcos 12:28–31 en respuesta a la pregunta que le hicieron: “¿Cuál es el
primer mandamiento de todos?” Cristo agregó algo nuevo a ese mandamiento antiguo
en Juan 13, después de lavar los pies de sus apóstoles y anunciar quién era el traidor.
“UN NUEVO MANDAMIENTO OS DOY: QUE OS
AMÉIS UNOS A OTROS; COMO YO OS HE
AMADO” (JUAN 13:34).
La parte nueva del mandamiento es como yo os he amado. Entre los cristianos se ha
hecho muy común usar la palabra griega ágape. Es la que se usa para definir el amor de
Cristo. El nos amó sin que nosotros le amáramos primero. Lo hizo sin esperar una
respuesta recíproca. Amó sin que fuéramos amables o atractivos. Así hemos de amarnos
los unos a los otros.
Otro aspecto nuevo del mandamiento se menciona en 1 Juan 2:8.
“LAS TINIEBLAS VAN PASANDO,
Y LA LUZ VERDADERA YA ALUMBRA”.
Cuando Cristo dio el nuevo mandamiento a sus discípulos la noche en que fue
aprehendido, todavía no había sufrido en la cruz. Las tinieblas prevalecían por la obra
del diablo. Satanás recibió un golpe fatal en la cabeza con la muerte de Cristo y las
tinieblas desaparecieron. En aquel entonces, tampoco había venido al mundo el
Consolador. Después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, el Espíritu Santo
vino a los discípulos y la luz verdadera empezó a alumbrar en todo el mundo por obra
del Espíritu. Ahora los creyentes podemos amar como él nos amó.
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Pero no es algo automático. El pecado está presente (1 Juan 1:8) y la lucha interna
es real y verdadera (Romanos 7:18–19). Pero podemos triunfar, “porque mayor es el que
está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4).
El que aborrece a su hermano 2:9 y 11
Cada pasaje dificil tiene su clave. Esta sección no es la excepción. La clave es el uso
que se da a la palabra hermano en cada uno de estos dos versículos. El pecado cometido
se lleva a cabo por hermanos, y la acción es contra hermanos. El que aborrece a su
hermano no se ha apropiado del poder del Espíritu Santo para vencer su propia carne. El
resultado es que está todavía en tinieblas, anda en ellas, y no sabe a dónde va (9 y 11).
El odio no debe existir en el corazón de un creyente, pero la realidad de la historia
cristiana es que cualquier hermano extraviado puede cometer cualquier pecado. Aunque
tiene que sufrir las consecuencias de su pecado, sigue siendo creyente. Uno de los casos
más tristes de la Biblia es el relato del pecado del gran rey David con Betsabé.
El monarca dio órdenes que provocaron la muerte de Urías, su rival. David era
creyente en Dios, y la Biblia no indica que perdiera su salvación, pero tuvo que pagar un
precio enorme por este pecado.
El amor a los hermanos 2:10
En este caso, el amor se manifiesta porque el hermano permanece en la luz. De
acuerdo con lo que vimos en el v.6, el que permanece en Cristo es el que guarda sus
mandamientos. Además de permanecer en la luz, no hay ningún tropiezo en él. Él
esparce claridad sobre el camino de sus hermanos y su ejemplo es bueno.
LA LÓGICA ES EVIDENTE. EL QUE ABORRECE
A SU HERMANO ES UN TROPIEZO PARA LOS
OTROS. ¡QUÉ TRISTE!
¡PENSEMOS!
¿Cómo podemos andar como Cristo anduvo? ¿Cuál es el
mandamiento antiguo que Cristo mencionó? Según Juan
13:34, ¿cuál era el aspecto nuevo del mandamiento? ¿Qué
otro aspecto del mandamiento es nuevo después de la muerte
de Cristo? Lea de nuevo 2:9–11. ¿Cuál es la clave para
entender este pasaje? Describa el estado del que aborrece a
su hermano. ¿Cuáles son las características del que ama a su
hermano?

PALABRAS DE ESTÍMULO PARA TRES GRUPOS 2:12–14


Juan menciona tres grupos y explica la razón por la que escribe a cada uno.
A hijitos A padres A jóvenes
vuestros pecados Porque conocéis al que es desde el principio Porque habéis vencido al maligno (2:13b), sois fuertes, y la pa
o perdonados por su (2:13a y 14a) Dios permanece en vosotros (2:14b y c)
(2:12), y habéis
o al Padre (2:13c)
Sus palabras en 2:9 y 11 tienen la forma de regaño. Sus lectores podrían creer que
estaba descontento con todos. Pero por el estímulo expresado en 2:12–14, es obvio que
no era así, sino que les habla como a creyentes que van avanzando en su conocimiento
de Dios y demostrando fuerza vencedora.
En la forma de referirse a sus lectores como hijitos, hay una evidente progresión de
experiencias. Sus pecados habían sido perdonados por el Señor y habían llegado a
conocerle en forma íntima.
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Al dirigirse al otro grupo como padres, también hace hincapié en el hecho de que
conocen al que es desde el principio. Vuelve a usar un término que indica madurez y
una comunión íntima con el Señor.
Al llamar a los jóvenes, los alaba por la fuerza que han logrado y por la cual han
vencido al maligno. Además, atribuye esa fuerza a la palabra de Dios que permanece en
ellos.
INCOMPATIBILIDAD ENTRE EL MUNDO Y DIOS 2:15–
17
La Biblia usa la palabra mundo de diferentes maneras. El mundo fue creado por
Dios (Juan 1:10). El amó al mundo (Juan 3:16). En 1 Juan 2:15–17 se habla del mundo
como un sistema totalmente opuesto a Dios. El mismo está encabezado por Satanás (1
Juan 5:19), quien lucha en forma sutil para frustrar los propósitos divinos.
La enseñanza bíblica es clara en cuanto a la actitud que los creyentes deben
manifestar hacia ese sistema llamado mundo: No han de amar al mundo ni las cosas que
están en el mundo (2:15).
Juan usa tres cosas bien conocidas para definir lo que está en el mundo: los deseos
de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria (2:16a). El gran peligro de participar
en estas cosas es que no provienen del Padre, sino del mundo (2:16b).
El resultado final es que el mundo con sus deseos pasa, pero el que hace la voluntad
de Dios permanece para siempre (2:17).

¡PENSEMOS!
Lea cuidadosamente 2:12–14. ¿Qué dice Juan a cada uno de
los tres grupos? Reflexione en Juan 3:16. ¿Le parece que
nosotros debemos amar al mundo de la misma manera en
que Dios lo amó? En 1 Juan 2:15–17, ¿cuál es el significado
de la palabra mundo? ¿Por qué no debemos amar al
mundo? ¿Cuáles son las tres cosas que Juan menciona para
definir lo que está en el mundo?

4
El Credo y la Comunión
1 Juan 2:18–27
Lo que creemos afecta todas las áreas de nuestra vida. Por ejemplo, en la actualidad
prevalece el existencialismo, el cual niega todo valor absoluto. El resultado de tal
concepto es una decadencia moral tremenda y muy triste.
Como consecuencia de las ideas erróneas acerca de la venida de Cristo, algunos
dejan su empleo, venden sus efectos personales y se reúnen con otros feligreses para
esperar la llegada del Señor. Generalmente todo esto se lleva a cabo después de que
alguien se ha atrevido a fijar una fecha para el regreso de Cristo.
En esta sección de 1 Juan, el autor habla de los falsos maestros que habían salido de
la iglesia y habían promulgado ideas falsas que habían inquietado a los hermanos. Juan
escribe para afirmarlos y exhortarlos a permanecer en las enseñanzas ya recibidas.
EL ANTICRISTO 2:18–19
Los anticristos son muchos 2:18
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En este versículo, Juan se dirige a sus lectores llamándoles hijitos y les informa que
ya es el último tiempo (1 Juan 2:18a). Ellos asociaban el último tiempo con el regreso de
Cristo y la manifestación del anticristo porque ya circulaban algunos libros del Nuevo
Testamento. Entre ellos, las epístolas de Pablo a los tesalonicenses. En el capítulo dos
de la segunda carta de Pablo, el apóstol habla claramente de la manifestación del
hombre de pecado, quien es el anticristo (2 Tesalonicenses 2:3–12).
Cristo también dio enseñanzas acerca del anticristo y de los falsos Cristos (Mateo
24:15 y 24). De modo que Juan tenía razón cuando dijo: “vosotros oísteis que el
anticristo viene” (1 Juan 2:18b). Después agrega que habían surgido muchos anticristos
(2:18c) y cita eso como evidencia de que el último tiempo había llegado (2:18b). La
referencia a muchos anticristos quiere decir que venían con el espíritu del anticristo
(4:3).
“…SE LEVANTARÁN FALSOS CRISTOS,…
QUE ENGAÑARÁN, SI FUERE POSIBLE,
AUN A LOS ESCOGIDOS” (MATEO 24:24).
Salieron del seno de la iglesia 2:19
Estos anticristos habían salido de la comunidad de los hermanos. Su partida daba
evidencia de que no eran verdaderos creyentes. Si hubiesen sido de los hermanos,
habrían permanecido entre ellos. Hay que entender que lo que pasa aquí no es un mero
disgusto en el seno de una iglesia local. Esas personas se habían entregado a enseñanzas
erróneas acerca de la persona de Cristo y eran herejes (4:1–6).

¡PENSEMOS!
Según el versiculo 18, parece que los hermanos ya tenían
conocimiento acerca del anticristo y los falsos maestros que
divulgaban sus enseñanzas. ¿De qué fuente o fuentes
provenía su conocimiento? ¿Qué señal dio Juan como
evidencia de que ya era el último tiempo? ¿Qué dijo Juan
acerca de los que salieron?

LA UNCIÓN DEL CREYENTE 2:20 Y 27


La unción del Espíritu Santo les enseña
Juan menciona en los versículos 20 y 27 la unción que los creyentes habían recibido
del Espíritu Santo. Esta unción es algo interno, no externo, y es una experiencia común
a todos los creyentes. Según el versículo 27b, la unción “permanece en” los creyentes.
No hay ninguna necesidad de pedirla como una cosa extra. Siempre está presente en
ellos. El Espíritu los capacita para discernir entre la verdad y el error.
La unción del Espíritu Santo los guarda del error
El apóstol dice que los hermanos conocían todas las cosas (v. 20) y no tenían
necesidad de maestros (v. 27). Esto no debe malinterpretarse para indicar que los buenos
maestros bíblicos no son importantes. Es una referencia sutil, pero clara, contra los
falsos maestros.
“…CUANDO VENGA EL ESPÍRITU DE VERDAD,
ÉL OS GUIARÁ A TODA LA VERDAD”
(JUAN 16:13).
Aun los creyentes más humildes no tenían necesidad de sentarse a los pies de los
más eruditos que divulgaban enseñanzas falsas. El Espíritu Santo los guiaría a toda la
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verdad (Juan 16:13), y traería a su memoria todas las enseñanzas de Cristo (Juan 14:26).
El papel de los buenos maestros bíblicos se define en Efesios 4:11–16.

¡PENSEMOS!
¿Por quién habian sido ungidos los hermanos? ¿Qué
ministerio llevaba a cabo en ellos el Espíritu Santo? ¿Cuál es
el lugar de los buenos maestros bíblieos en la iglesia?

CARACTERÍSTICAS DE LOS ANTICRISTOS 2:22–23


Niegan la encarnación 2:22
Juan escribe en forma muy clara al decir: “el que niega que Jesús es el Cristo” es
mentiroso y anticristo. Es interesante notar que los falsos maestros usaban los mismos
términos que los verdaderos hermanos, pero les daban otro significado. Para ellos, Jesús
era un personaje histórico, pero sabemos que Cristo también poseía deidad.
Lo que negaban era la unión de Cristo con Jesús en un cuerpo humano. Creían en un
dualismo cuyo concepto básico es que el espíritu y el cuerpo son entidades separadas,
incompatibles y hostiles entre sí. Algunos de ellos enseñaban que Cristo (la persona
divina) vino sobre Jesús (persona humana) al momento de su bautismo y que partió de
él antes de su crucifixión.
La verdad es que Jesús nació siendo Jesucristo. Es hermoso y correcto llamarle
nuestro Señor Jesucristo. Él trajo al mundo la divinidad que siempre había tenido, y al
nacer en un cuerpo humano, unió su deidad con su cuerpo. Además, existirá para
siempre como Dios encarnado. En su ministerio de intercesión que lleva a cabo a favor
de todos los creyentes, lo hace en su cuerpo glorificado. Cristo no partió del cuerpo
antes de la crucifixión. Es parte íntegra y permanente de nuestro Señor Jesucristo.
“TODO AQUEL QUE NIEGA AL HIJO, TAMPOCO
TIENE AL PADRE…” (1 JUAN 2:23)
Niegan al Padre y al Hijo 2:22b–23
Es posible que los falsos maestros no admitieran que negaban al Padre, pero el
Padre y el Hijo son tan unidos e inseparables que es imposible negar al Hijo sin negar al
Padre, y es igualmente imposible confesar al Hijo sin confesar al Padre. Estudie
cuidadosamente Juan 8:19–58 y 10:30 para un comentario más amplio sobre este tema
de la igualdad entre el Padre y el Hijo.
EXHORTACIÓN PARA LOS “HIJITOS” 2:24–26
Juan expresa su deseo de que lo que los creyentes habían oído desde el principio,
permaneciera en ellos. Les ofrece la esperanza de permanecer en el Padre y en el Hijo,
si lo que han oído desde el principio permanece en ellos (2:24). Una vez más, es
evidente la relación entre la obediencia a la palabra de Dios y la comunión con el Señor
y los hermanos. En el versículo 25 hay una promesa de “vida eterna”.
En este contexto se ha hecho referencia a los anticristos que niegan que Jesús es el
Cristo. Tal incredulidad lleva a la perdición y no a la vida eterna. En cambio, parte de lo
que los creyentes habían oído desde el principio, incluía promesas acerca de la vida
eterna por fe en Cristo (Juan 3:16). El permanecer en tales enseñanzas indica que su fe
era genuina, y con razón Juan puede estimular su fe y confianza por medio de la
promesa de “la vida eterna” (2:25).
“LO QUE HABÉIS OÍDO DESDE EL PRINCIPIO,
PERMANEZCA EN VOSOTROS…” (1 JUAN 2:24)
¡PENSEMOS!
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¿Cuáles son algunas características de los anticristos?


Exprese la encarnación de Cristo en sus propias palabras.
Apoye sus ideas con textos bíblicos. ¿Cómo comprueba usted
la igualdad entre el Padre y el Hijo? ¿Qué promesas hace
Juan a los que permanecen en lo que han oído desde el
principío?

5
Incentivos para Estrechar la
Comunión
1 Juan 2:28–3:3
Con mucha frecuencia, las empresas comerciales usan incentivos con el fin de
estimular a sus empleados. El incentivo es un buen método para lograr mayor
producción del trabajador o mayor cantidad de ventas del agente vendedor. Dios
también emplea incentivos en su Palabra.
Por ejemplo, en 2 Corintios 9:6b, el apóstol Pablo dice: “…y el que siembra
generosamente, generosamente también segará”. Este es un concepto agrícola que el
apóstol utiliza para estimular a los creyentes a que dieran mayores ofrendas para la obra
de Dios. Si el principio es válido para la agricultura, también debe serlo para la obra de
Dios.
En esta sección de 1 Juan, el autor usa incentivos para estimular a los creyentes a
que dieran una mejor obediencia al Señor con el propósito de lograr un acercamiento a
Dios más íntimo, el que resultará en una comunión plena con él y los hermanos.
PRIMER INCENTIVO: LA VENIDA DE CRISTO 2:28
Necesidad de permanecer en él 2:28a
Juan se dirige de nuevo a sus lectores como “hijitos”, y les exhorta a que
permanezcan en “él”. El antecedente de “él” en el contexto, probablemente se refiere al
Hijo. Llegamos a esta conclusión al comparar 2:23–25 con 2:28. En el pasaje anterior,
Juan afirma que el Padre y el Hijo son uno. De modo que el Padre también podría ser el
antecedente. Pero el v. 28 lo aclara al hacer referencia a “su venida”. El Hijo es el que
ha de venir.
El que permanece en él, vive confiado 2:28b
Aquí se ofrece otro incentivo. El que permanece en él, tendrá confianza cuando
Cristo se manifieste. Hay un contraste obvio mencionado en el texto. El que no lo hace,
corre el riesgo de alejarse de él avergonzado.
¡Qué incentivo para obedecerle! De esta manera, tendremos plena comunión con él
durante nuestra estancia aquí en la tierra y esperaremos su manifestación con confianza,
sin temor a recibirle con la cabeza agachada, avergonzados.
“…TENGAMOS CONFIANZA, PARA QUE EN SU
VENIDA, NO NOS ALEJEMOS DE ÉL
AVERGONZADOS” (2:28).
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SEGUNDO INCENTIVO: DISCERNIR QUIÉN ES JUSTO


2:29
Cualquier padre cristiano se siente orgulloso cuando le dicen que un hijo se parece
mucho con él y que tiene un comportamiento cristiano muy parecido al de su padre.
Uno de los atributos de nuestro Dios es que él es justo.
Las Escrituras declaran su justicia en muchos pasajes. Basta mencionar sólo dos
aquí: “Porque Jehová es justo” (Salmo 11:7). En 1 Juan 1:9 ya hemos visto que Dios es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados cuando los confesamos. Siendo que él es
justo, todo lo que hace es justo, aun cuando no nos parezca así a nosotros. El creyente
que permanece en él, generalmente puede reconocer a los verdaderos creyentes. Se
parecen a su Padre. Hacen justicia porque son nacidos de Dios (2:29).
Lo que está en la mente del autor aquí no es la justicia perfecta de Cristo que nos fue
imputada cuando recibimos a Cristo por fe para ser salvos. La frase “el que hace
justicia” se refiere a las obras justas del que es nacido de Dios. Son obras de justicia
hechas a través de él por el Espíritu Santo. Por lo tanto, son verdaderas obras de justicia
parecidas a la justicia de Dios, porque provienen de él. Con razón los que permanecen
en él pueden reconocer a tales hacedores de justicia como hijos de Dios.
“…EL QUE HACE JUSTICIA,
ES NACIDO DE ÉL” (2:29).
¡PENSEMOS!
En los versículos 2:28–29 se encuentran dos incentivos para
estrechar la comunión. ¿Cuáles son? En cuanto a la venida
de Cristo, ¿por qué debemos permanecer en el? ¿Cómo
pueden los creyentes reconocer a otros creyentes como
personas nacidas de Dios?

TERCER INCENTIVO: SER LLAMADOS HIJOS DE DIOS


3:1
¡Qué privilegio más sublime! ¡Ser llamados hijos de Dios! Participamos de la
naturaleza divina (2 Pedro 1:4); tenemos su vida (Juan 3:36); y somos llamados hijos de
Dios (1 Juan 3:1). Todas estas bendiciones vienen por amor de Dios.
“MIRAD CUÁL AMOR NOS HA DADO EL PADRE,
PARA QUE SEAMOS LLAMADOS HIJOS DE
DIOS…” (1 JUAN 3:1A).
Su amor comenzó a manifestarse desde la eternidad pasada, cuando el Dios trino
llegó al acuerdo de enviar al Dios Hijo para morir por nuestros pecados. Fuimos
escogidos por él antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4). El nos amó siendo aún
pecadores (Romanos 5:8). Esto quiere decir que no había nada en nuestra naturaleza
humana parecida a la naturaleza de Dios. Tal fue su amor, que estando nosotros muertos
en nuestros pecados y delitos, nos dio vida juntamente con Cristo y nos llamó “hijos de
Dios”. El creyente debe responder a ese amor con una entrega total y debe vivir como es
digno del título: “hijo de Dios”.
El ser identificados con Dios como hijos es una gran bendición, pero también trae
sus consecuencias. Ya hemos visto en el comentario sobre 1 Juan 2:15–17 que el mundo
es un sistema totalmente opuesto a Dios. Siendo así, es lógico que quienes se
identifiquen con el Señor como hijos, van a encontrar la misma oposición que él.
Nuestro Señor Jesucristo dio la misma enseñanza a sus apóstoles en Juan 15:18–21.
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¡PENSEMOS!
¿Cuál es el titulo dado a los creyentes en 3:1? ¿En qué se
basa? ¿ De qué manera hemos de responder a tal amor?
¿Qué consecuencias hay por estar asociados con Dios como
hijos?

CUARTO INCENTIVO: LA ESPERANZA DE VER A


CRISTO 3:2–3
Hay una transición lógica entre 3:1 y 3:2. Los dos versículos anteriores han tocado
el tema de ser nacidos de él (2:29) y llamados hijos de Dios (3:1). Algunas diferencias
ya son evidentes. Por ejemplo, ya hacemos obras de justicia, y así podemos ser
identificados por otros creyentes como personas nacidas del Señor (2:29). Pero la
plenitud de “lo que hemos de ser” no se hace evidente todavía (3:2).
Cuando Cristo ascendió a la diestra de su Padre, dos ángeles dijeron a sus
discípulos: “así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). Desde aquel
momento, todos los creyentes hemos aguardado la esperanza de ver a Jesús descender
del cielo. No ha sucedido todavía, pero sigue siendo “la esperanza bienaventurada”
(Tito 2:13) de su iglesia.
Al acontecer este evento cumbre en la experiencia del creyente, “seremos
semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (3:2). Entre otras cosas, la naturaleza
vieja pasará en ese instante y tendremos un cuerpo glorificado como el de Cristo. Estas
cosas en sí son muy especiales, pero sin duda hay miles más que no son evidentes ahora.
“…SEREMOS SEMEJANTES A ÉL, PORQUE LE
VEREMOS TAL COMO ÉL ES” 3:2.
Esta esperanza bienaventurada ejerce una influencia purificadora en la vida del
creyente que la aguarda. “Se purifica a sí mismo, así como él es puro” (3:3). ¡Qué
sublime! Tenemos su justicia por fe. Podemos apropiarnos de su pureza por aguardar la
esperanza de su venida. Vimos en el capítulo tres de este comentario que San Pablo
tenía la meta de conocer a Cristo para llegar a ser semejante a él. También nosotros
debemos tener la misma meta. Todos los temas de este capítulo son incentivos para que
luchemos por alcanzarla.

¡PENSEMOS!
En la primera parte de 3:2, ¿qué dice Juan que no ha
acontecido todavía? ¿Cuándo seremos hechos semejantes a
él? ¿Qué es lo que va a producir ese cambio glorioso? Según
el versículo 3, ¿qué otro beneficio hay en esperar la
manifestación de nuestro Señor Jesucristo? Reflexione sobre
su propia vida. ¿Está aguardando la esperanza
bienaventurada de la iglesia? Apunte las medidas que piensa
tomar para mejorar ese aspecto de su vida.

6
La Barrera de la Comunión
1 Juan 3:4–10
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Al contemplar la puesta del sol desde la cima de una montaña, ¡uno no quiere bajar
de allí! ¡Es algo bello, glorioso, sublime! La sensación de ser transportado a la presencia
de Dios al reflexionar en la venida de Cristo, produce un éxtasis similar en el corazón
del creyente. El deseo resultante es semejante al que expresó Pedro al ver a Cristo en
toda su gloria en la transfiguración: “Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí”
(Mateo 17:4). Desafortunadamente, tales experiencias cumbres tienen sus
interrupciones, y las exigencias de la vida impiden que se repitan con frecuencia.
EL PECADO 3:4–9
La comunión íntima con Dios también tiene un obstáculo. En términos generales, lo
que principalmente impide nuestra comunión con Dios, es el pecado. En la porción
señalada para este capítulo, Juan toca ese tema desde varios puntos de vista.
El pecado es la transgresión de la ley divina 3:4
El quebrantamiento de cualquiera de los mandamientos de Dios es una infracción de
la ley, y por lo tanto, es pecado. Santiago expresó el mismo concepto en Santiago 2:10:
“Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace
culpable de todos”. La conclusión es lógica. Todos hemos fallado en guardar cada
detalle de la ley, y por lo tanto, todos hemos cometido pecado (1 Juan 3:4a). Así como la
esperanza de la venida de Cristo nos purifica, la comisión de pecado nos contamina y
aleja de Dios.
“TODO AQUEL QUE COMETE PECADO,
INFRINGE TAMBIÉN LA LEY…” (1 JUAN 3:4).
Por la infinita misericordia de nuestro Señor, su bendito Hijo vino a este mundo
para quitar nuestros pecados (3:5a). En Juan 1:29 Juan el Bautista presentó a Cristo
como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Allí se trata del pecado en singular, o sea, la raíz del pecado. En cambio, aquí el
énfasis es sobre los pecados en forma plural, o sean, los pecados individuales de cada
quien. Vale la pena mencionar aquí de nuevo que la provisión de salvación en Cristo
cubre los pecados de todo el mundo (2:1–2). En el caso del creyente, incluye los
pecados que haya cometido antes y después de creer en el Señor Jesucristo (1:9).
“No hay pecado en él” 3:5b
Solamente alguien que no hubiera pecado podría quitar los pecados de todos los
seres humanos. Los sacrificios y los sacerdotes del Antiguo Testamento eran
imperfectos, y no podían quitar los pecados. Cristo es perfecto como sacrificio y
sacerdote, y así se califica para ofrecerse a sí mismo para quitar nuestros pecados (2
Corintios 5:21 y Hebreos 7:23–28).

“…TAL SUMO SACERDOTE NOS CONVENÍA:


SANTO, INOCENTE, SIN MANCHA…
HECHO MÁS SUBLIME QUE LOS CIELOS…”
(HEBREOS 7:26).
¡PENSEMOS!
En 1 Juan 3:4, Juan define el pecado. ¿Cuál es su definición?
Según Santiago 2:10, ¿cuántos han infringido la ley y qué
grado de culpabilidad tienen? ¿Por qué se encarnó Cristo?
¿Qué significado tiene el hecho de que no hay pecado en él?

El que permanece en él, no peca 3:6a


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¿Es posible que exista alguien que no tiene pecado o que no haya pecado? Según
1:8, el que dice que no tiene pecado, se engaña a sí mismo, y en 1:10 agrega que el que
dice que no ha pecado, hace a Dios mentiroso. Juan afirma en 2:1 que escribe para que
no pequemos, pero en el mismo versículo habla de la provisión que Dios ha hecho para
el que “hubiere pecado”. ¿Qué pasa en el 3:6a? ¿Será posible que tan pronto haya
olvidado lo que dijo antes? ¿Es posible que haya contradicciones en las Escrituras?
¿ES POSIBLE NO PECAR?
SI LO ES, ¿QUIÉN NO PECA?
La clave está en el versículo anterior. El que no peca (3:6a) es en quien no hay
pecado (3:5b). Parece que San Pablo tenía estos mismos conceptos en mente cuando
escribió en Gálatas 2:20: “…y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo
en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios”.
Pareciera que Pablo estuviera exento de toda clase de tentación. Sin embargo, él
escribe en Romanos 7:15–25 acerca de su lucha interior, que a veces le impedía hacer lo
que quería hacer el Espíritu. Su conclusión en el versículo 25 derrama mucha luz sobre
este contexto: “Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne
a la ley del pecado”. El cristiano tiene dos naturalezas. Cristo vive en él y también su
carne. El Cristo puro (3:3) y sin pecado (3:5) no peca, y mientras el creyente
permanezca en Cristo, tampoco peca (3:6a). Su carne sí puede ser tentada por Satanás, y
cuando cede a la tentación, peca. En tal caso, no pierde la salvación, pero sí hay una
ruptura de su conocimiento íntimo de Dios.
El que hace justicia es justo 3:7
En el versículo 3 hemos visto que la pureza de Cristo se refleja a través del creyente
que aguarda la esperanza bienaventurada de la iglesia. En 3:7 notamos que la justicia de
Dios se manifiesta por medio del que es justo. El injusto no puede manifestar la justicia
de Dios porque no la posee, y aun sus mejores obras buenas no son reflejo de la justicia
de Dios (Isaías 64:6). En cambio, el creyente que es justo, y sólo puede hacer obras
justas. Cuando el creyente anda en la luz, el Padre hace la misma justicia a través de él.
“…AQUEL QUE ES NACIDO DE DIOS,
NO PRACTICA EL PECADO…” (3:9).
El que practica el pecado es del diablo 3:8–9
Los versículos 8 y 9 introducen otra dimensión al tema bajo consideración. Se trata
de “el que practica el pecado” o “no practica el pecado”. El que practica el pecado está
demostrando su verdadera naturaleza. Juan dice en el versículo 8 que pertenece al
diablo, quien ha estado pecando desde el principio. Parece que en realidad no ha habido
un cambio en dicha persona. No ha tenido la experiencia de 2 Corintios 5:17. Siempre
ha practicado el pecado, y aunque haya hecho una profesión de fe, sigue practicándolo.
Esta es su costumbre, y tiene que manifestarse de todos modos.
En cambio, el creyente no practica el pecado como costumbre, porque no es su
naturaleza pecar. Él practica las cosas que reflejan el carácter de Dios, porque es nacido
de Dios (3:9).
CNTRASTE ENTRE LOS HIJOS DE DIOS Y LOS DEL
DIABLO 3:10
Los hijos de Dios Los hijos del diablo
Hacen justicia No hacen justicia
Aman a su hermano No aman a su hermano
Probablemente, estas características contrastantes han de entenderse a la luz de lo
dicho en los versículos 8 y 9. Quienes practican la justicia y el amor hacia los hermanos,
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están demostrando que han nacido de Dios. Los que no practican la justicia y el amor
hacia los hermanos, están demostrando que no han nacido de Dios. Son de otra familia,
y su padre se llama diablo.

¡PENSEMOS!
Analice el significado de la frase de 6a que dice: “Todo aquel
que permanece en él, no peca”. ¿Por qué dice 1 Juan 3:7 que
el que hace justicia es justo? Explique las frases: “el que
practica el pecado” y el que “no practica el pecado” (3:8–9).
Según el versículo 10, ¿cuáles son las dos pruebas de que uno
no es de Dios? En contraste, ¿cómo se puede saber que uno
es hijo de Dios?

7
Evidencias de la Comunión
1 Juan 3:11–23
La última parte del versículo 3:10 nos proporciona la transición para introducir este
capítulo: “…todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de
Dios”. Aquí Juan comienza a tratar el tema del amor y el pasaje de 1 Juan 3:11–18 lo
continúa.
PRIMERA EVIDENCIA: AMARNOS UNOS A OTROS 3:11–
12
El amor a los hermanos era un mandamiento antiguo que había sido dado desde el
principio (3:11a). El principio en este contexto probablemente tiene que ver con las
experiencias que los apóstoles tuvieron con el Señor Jesucristo durante su estancia aquí
en este mundo. Sin embargo, vimos anteriormente que es un mandamiento más antiguo
todavía (Levítico 19:18). De todos modos, es una orden que se había oído desde el
comienzo.
EL AMOR HACIA LOS HERMANOS ES PRUEBA
DE QUE SOMOS HIJOS DE DIOS (3:14A).
Un ejemplo de falta de amor v. 12
El apóstol dice que nuestro amor no debe ser como el de Caín, quien mató a su
hermano. Por el contrario, mostró odio y no amor hacia Abel. Aunque ambos nacieron
de los mismos padres físicos, parece que eran de diferentes familias espirituales. El
primero era del maligno, una referencia al diablo. La razón dada es que sus obras eran
malas, y las de su hermano justas. He aquí un ejemplo de lo que vimos en 1 Juan 3:10,
donde se dice que el que no ama a su hermano, no es de Dios, sino que manifiesta odio
porque está arraigado en su corazón. Por lo tanto, hace las obras de su padre el diablo
(Juan 8:41–44).
SEGUNDA EVIDENCIA: EL MUNDO NOS ABORRECE
3:13–14A
Si fuéramos del mundo, el mundo nos amaría (Juan 15:19a). El Señor Jesucristo nos
ha escogido de entre el mundo, y por eso, éste nos aborrece (Juan 15:19b). Si el mundo
nos amara, tendríamos que preocuparnos. Pero el odio del mundo es motivo de gozo.
Como odia a Cristo, su odio hacia nosotros muestra que somos de Dios.
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Hemos pasado de muerte a vida 3:14a


Juan habla con seguridad acerca de la nueva vida. “Nosotros sabemos que hemos
pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (3:14a). Pasar de muerte es
una referencia a lo que pasó cuando creímos en Cristo. Juan usa la misma fraseología en
el evangelio que lleva su nombre (Juan 5:24). Antes, estábamos muertos en nuestros
pecados y delitos (Efesios 2:1). Pero Dios nos dio vida por creer en el nombre de su
bendito Hijo Jesucristo (Efesios 2:5). Ya pasamos a vida (3:14a). Es nuestro estado
actual y permanente. ¿Cómo lo sabemos? Porque amamos a los hermanos. Aquí el
término “hermanos” se refiere claramente a todos los demás seres humanos que han
pasado de muerte a vida.
Sólo Dios puede producir esta clase de amor. Para el creyente, el amor hacia los
hermanos es algo muy especial. ¡Es un milagro! Antes de nacer de nuevo, uno tiende a
mirar a “los hermanos” con desprecio y considerarlos hipócritas. Posiblemente aún
observe using fallas en ellos. La nueva vida no ciega los ojos a las debilidades ajenas,
pero llena el corazón de un amor semejante al amor de nuestro Señor Jesucristo.

¡PENSEMOS!
¿Qué evidencias de nuestra comunión con Dios se aprecian
en 3:11–14? ¿Por qué no hemos de extrañarnos si el mundo
nos aborrece? ¿Qué ejemplo pone Juan de alguien que no
amó a su hermano? ¿Qué es lo que prueba el odio de Caí n?
Reflexione sobre su propio cambio de actitud hacia los
hermanos cuando pasó de muerte a vida. Comparta su
testimonio al respecto con otros.

EVIDENCIAS DE NO VIVIR EN COMUNIÓN 3:14B–15


No amar a los hermanos 3:14b
Después de confirmar a los verdaderos creyentes su relación con su Padre Dios
(3:14a), Juan pone de relieve la actitud contraria: “El que no ama a su hermano,
permanece en muerte” (3:14b). La conclusión lógica es que no ha pasado de muerte a
vida. Por lo tanto, su corazón está lleno de odio. Es como Caín, que era del maligno. No
ama porque no ha tenido la experiencia de nacer de nuevo.
Tener tendencias malignas 3:15
El apóstol compara a este tipo de gente con un homicida que no tiene vida eterna
permanente en el Señor. La ausencia de vida eterna indica una condición perdida. La
vida eterna no se pierde (Juan 10:27–28), pero no puede permanecer donde nunca ha
estado.
Hay una diferencia crucial entre 2:7–11 y 3:14b–15. En el primer pasaje, el autor
habla de tinieblas y luz para referirse a la comunión con Dios (2:11). Aquí usa la muerte
y la vida, diciendo que el que no ama a su hermano, permanece en muerte (3:14b). Por
lo tanto, el que odia a su hermano no posee vida espiritual (3:14b).
OTRAS EVIDENCIAS DEL VERDADERO AMOR 3:16–18
El modelo, Cristo v. 16a
Porque él puso su vida por nosotros.
La respuesta correcta v. 16b
Debemos demostrar el amor, estando dispuestos a poner nuestra vida por los
hermanos.
“NO AMEMOS DE PALABRA NI DE LENGUA…”
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(1 JUAN 3:18)
Otra muestra v. 17
Debemos compartir con nuestros hermanos en sus necesidades. Nuestra tendencia es
hablar mucho acerca del amor sin poner por obra lo que profesamos. Juan exhorta a
amar en hecho y en verdad, y no sólo de palabra (3:18). Santiago tiene instrucciones
parecidas en 2:15–16. El que tiene bienes de este mundo debe compartirlos con sus
hermanos necesitados.

¡PENSEMOS!
Lea cuidadosamente 3:14b–15. ¿Cómo sabemos que el que
aborrece a su hermano probablemente es inconverso? ¿De
qué manera es Cristo el modelo del amor? Juan menciona
dos pruebas de nuestro amor para con los hermanos.
¿Cuáles son? Según el v. 18, ¿cómo debemos amar?

MÁS EVIDENCIAS DE LA COMUNIÓN CON DIOS 3:19–


23
Nuestro corazón nos reprende vv. 19–21
En este pasaje Juan da otra prueba de la manera en que podemos saber si somos de
la verdad y así asegurar nuestros corazones delante de Dios (3:19). Menciona un
problema difícil para el creyente.
Se trata de la cuestión de las ocasiones en que nuestro corazón nos reprende (3:20a).
Generalmente es saludable que esto suceda, en especial cuando hemos pecado. Es el
método que usa el Espíritu Santo para llamarnos la atención y encaminarnos de nuevo
hacia Dios.
Juan trata la reprensión de nuestro corazón como un problema, y nos asegura que
Dios es mayor que nuestro corazón (3:20b). Su conclusión es que Dios, que es
omnisciente, interviene para que el corazón no nos reprenda en forma innecesaria
(3:20c y 21a).
Supongamos el caso de que un creyente cometa pecado. Es muy probable que el
Espíritu le reprenda y esto es una bendición. Es otra prueba de su salvación. Dios no
reprende a los que no han nacido de él (Hebreos 12:5–8). Cuando el creyente confiesa
su pecado, Dios, en su fidelidad y justicia, lo perdona y limpia (1:9). Si el pecador cree
en la palabra de Dios en tales momentos, debe salir de esa experiencia con el corazón
limpio de reprensión. En el caso de quien tiene poca fe, Dios, que sabe todas las cosas,
ayuda al corazón a no sentirse reprendido y da confianza a sus hijos para que se
acerquen a él (3:21).
Nuestras oraciones son contestadas 3:22
Saber que Dios nos restaura al borrar de nuestra mente un sentido de culpabilidad,
nos da confianza y nos anima a acercarnos a él con nuestras plegarias. El autor de la
Epístola a los Hebreos habla de esto en 4:16: “Acerquémonos, pues, confiadamente al
trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.
Además de invitarnos a acercarnos con confianza, Dios promete que recibiremos
cualquier cosa que pidamos (3:22a).
“…CUALQUIERA COSA QUE PIDIÉREMOS
LA RECIBIREMOS DE ÉL, PORQUE
GUARDAMOS SUS MANDAMIENTOS…”
(3:22)
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Sin embargo, existen algunas condiciones. Debemos guardar sus mandamientos y


hacer las cosas que le agradan (3:22b y c). En 2:3–6 vimos que hay una relación
estrecha entre la obediencia y el conocimiento íntimo de Dios. Una comaparación de
2:3–6 con 3:22 nos ayuda a ver que la comunión con nuestro Señor y el conocimiento
de él tienen mucho que ver con las oraciones contestadas.
Dicho de manera positiva, podemos tener plena confianza en que cuando guardamos
sus mandamientos, él contesta nuestras oraciones, y las respuestas en sí son una prueba
enorme de que le pertenecemos. Como se dice en otra parte de esta epístola, sus
mandamientos no son gravosos (5:3). En 3:23, Juan informa que los mandamientos del
Señor tienen dos aspectos: a) creer en el nombre de su Hijo, y b) amarnos unos a otros.
En este solo mandamiento se combinan la teología y la práctica. Es algo
profundamente teológico depositar nuestra fe en el Hijo de Dios y algo
maravillosamente práctico amarnos unos a otros. Ambas cosas se incluyen en un solo
mandamiento y demuestran la importancia de que exista equilibrio en la vida cristiana.
Debemos tener una buena doctrina, pero la buena enseñanza se ha de llevar al terreno de
la práctica. Lo contrario de esto también es correcto. El que quiere amar a los hermanos
sin creer en Jesucristo el Hijo de Dios, carece del fundamento y la dinámica del
verdadero amor.

¡PENSEMOS!
¿De qué manera podemos evitar que nuestro corazón nos
reprenda? Cuando nuestro corazón no nos reprende, ¿qué
experiencia disfrutamos? Según el versículo 22 hay
condiciones para que nuestras oraciones sean contestadas.
¿Cuáles son? Reflexione acerca de las oraciones que ha visto
contestadas en su vida. ¿Qué dice eso en cuanto a su relación
con Dios? ¿Cuál es el mandamiento dado en el versículo 23?

8
Cómo Distinguir entre los
Espíritus
1 Juan 3:24–4:6
Hay espíritus malos en el mundo y también está el Espíritu Santo que es totalmente
bueno. Los espíritus malos procuran pervertir el plan de Dios para sus hijos. Su forma
de actuar es muy sutil, y por eso es muy necesario advertir a los hijos de Dios que no les
hagan caso. Siguiendo el patrón de su jefe Satanás, tienen la capacidad de disfrazarse
como ángeles de luz (2 Corintios 11:14).
EL ESPÍRITU DE DISCERNIMIENTO MORA EN LOS
CREYENTES 3:24
Terminamos el capítulo anterior hablando de la bendición que es ver que nuestras
oraciones son contestadas cuando guardamos los mandamientos del Señor. Hay dos
beneficios adicionales por guardarlos (3:24): Permanecemos en Dios, y él permanece en
nosotros (3:24a y b). Juan nos da la clave para estar seguros de que él permanece en
nosotros. Dice que nos ha dado su Espíritu (3:24c).
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Hay muchos textos bíblicos que afirman la presencia del Espíritu Santo en todos los
creyentes. Basta mencionar unos pocos aquí (1 Corintios 3:16 y 6:19).

“Y SI ALGUNO NO TIENE EL ESPÍRITU DE


CRISTO, NO ES DE ÉL” (ROMANOS 8:9).
Lo contrario es también correcto. El que tiene el Espíritu de Cristo, seguramente es
de él.
La presencia del Espíritu Santo en el creyente tiene muchos beneficios, pero en este
contexto nos vamos a limitar al tema presente que trata del conflicto entre el espíritu de
verdad y el espíritu de error, en especial tocante a la encarnación de nuestro Señor
Jesucristo. El capítulo 4 comienza con una seria advertencia.
CÓMO PROBAR A LOS ESPÍRITUS 4:1–3
“Probad los espíritus, si son de Dios” 4:1
Muchas veces los falsos profetas cargan Biblias y externan los mismos términos que
usan los cristianos. Entran en los templos, cantan y oran. Usan estas cosas como carnada
para pescar al creyente ingenuo. Dentro de la carnada se encuentra el anzuelo. Una vez
enganchado el hermano, comienzan a ofrecerle su veneno.
Estos engañadores son controlados por los espíritus malos. Con razón Juan advierte
a sus lectores: “Probad los espíritus si son de Dios” (4:1b) y nos dice cómo.
El “que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios” 4:2
Aquí el apóstol establece la única regla fija que nos puede ayudar a reconocer a
quienes no proceden de Dios. El que pretende ser enviado por el Altísimo, debe aceptar
que Jesucristo, el Hijo de Dios, se encarnó para salvación de muchos.
El que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios 4:3
Juan dice que el que no acepta este fundamento, no sólo no es de Dios, sino que
tiene el espíritu del anticristo. Al hacer esta prueba y confirmar que son del anticristo,
no debemos asociarnos con ellos. Si llegan a nuestra casa con su doctrina falsa, no
debemos ni siquiera abrirles la puerta (2 Juan 10 y 11).
“CUALQUIERA QUE SE EXTRAVÍA,
Y NO PERSEVERA EN LA DOCTRINA DE
CRISTO, NO TIENE A DIOS…”
(2 JUAN 9)
¡PENSEMOS!
Según 3:24, ¿qué beneficios recibe el que guarda los
mandamientos del Señor? ¿Cómo sabemos que él permanece
en nosotros? ¿Qué versículo usaría usted para probar que el
Espíritu Santo mora en el creyente? ¿Por qué no hemos de
creer a todo espíritu? ¿Qué regla pone Juan para reconocer
si el espíritu de las personas es de Dios o no? ¿Cuáles son
algunas de las sectas falsas que hay en la actualidad que
pervierten la doctrina de Cristo? ¿Cuál ha de ser nuestra
actitud hacia sus adeptos?

TRIUNFO SOBRE LOS FALSOS MAESTROS 4:4–6


Los hijos de Dios vencen a los falsos Cristos 4:4
Siendo que los falsos profetas se presentan en este contexto como protagonistas de
enseñanzas falsas acerca de la persona de Cristo, es razonable concluir que el triunfo de
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los “hijitos” creyentes indica que no han cedido a la doctrina errónea. Es importante
observar que el agente de la victoria no es el creyente, porque no vence al enemigo por
su propia inteligencia, astucia o fuerzas.
“…MAYOR ES EL QUE ESTÁ EN VOSOTROS,
QUE EL QUE ESTÁ EN EL MUNDO”
(1 JUAN 4:4).
El que está en nosotros es el mismo Espíritu de Dios. Nuestro triunfo es posible
gracias a su intervención y por la victoria de Cristo sobre Satanás en la cruz. Luchamos
contra un enemigo derrotado. El Espíritu Santo, que permanece en nosotros, nos ayuda a
apropiarnos del triunfo de Cristo. Es muy lógico que el Espíritu Santo sea el que nos
ayude a vencer en la lucha contra las doctrinas falsas, porque fue enviado a morar en
nosotros y guiarnos a toda la verdad (Juan 16:13). Siempre venceremos cuando vivimos
en obediencia a él.

¡PENSEMOS!
¿ A quiénes han vencido los “hijitos” de Juan? ¿Quién es el
que mora en nosotros y que es mayor que el que está en el
mundo? ¿Cuáles son algunos peligros de luchar contra los
espíritus malos con nuestra propia fuerza? ¿Qué promesa
pertinente a la verdad nos hace nuestro Señor Jesucristo en
Juan 16:13?

Los espíritus malos son del mundo 4:5


En 1 Juan 4:5a se hace la observación de que los espíritus malos son del mundo. En
5:19 notamos que el mundo entero está bajo el maligno. De modo que esos espíritus
malos pertenecen al reino de las tinieblas, y luchan con todas sus fuerzas contra Dios y
su reino de luz.
“…DE LA ABUNDANCIA DEL CORAZÓN
HABLA LA BOCA” (MATEO 12:34).
Los espíritus malos hablan del mundo 4:5b
Además, por estar asociados con el mundo, hablan de él (4:5b). En Mateo 12:34
Cristo reprendió a los fariseos con las siguientes palabras que encajan bien aquí:
“¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos?”
El mundo escucha a los espíritus malos 4:5c
Asimismo, el mundo los oye. A nosotros nos parece raro que alguien quiera
escuchar a los falsos profetas, pero la Biblia profetiza tales cosas: “Porque vendrá
tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oir, se
amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias” (2 Timoteo 4:3).
Nosotres somos de Dios y el mundo no nos escucha 4:6
Como resultado de la relación que tenemos en común, los que conocen a Dios nos
oyen (4:6b). Pero quienes no son de Dios, no nos hacen caso. No podemos servir a dos
maestros. Siendo que ellos son del sistema que se opone totalmente a Dios, no es
extraño que no nos oigan. Juan termina esta sección haciendo un resumen: “En esto
conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error” (4:6d).
CONTRASTE ENTRE EL ESPÍRITU DE VERDAD Y EL
ESPÍRITU DE ERROR
El Espíritu de verdad El espíritu de error
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Mora en los creyentes (3:24) Ha salido por el mundo (4:1).


Confiesa que Jesucristo ha venido en No confiesa que Jesucristo ha venido en carne (4:3).
carne (4:2) Es del anticristo (4:3).
Es de Dios (4:2). Está en el mundo (4:4).
Está en los creyentes (4:4) Ha aido vencido (4:4).
Ha vencido (4:4) Es inferior (4:4).
Es mayor (4:4). Es del mundo (4:5)
Es de Dios (4:6). Habla del mundo (4:5)
Habla de Dios (sobreentendido) El mundo lo oye (4:5).
Los creyentes lo escuchan (4:6).

¡PENSEMOS!
¿Por qué hablan los falsos profetas acerca del mundo? ¿Cómo responde el mundo a ellos? ¿Por qué nos
escuchan los creyentes a nosotros? ¿Cómo responde a nosotros el que no conoce a Dios? ¿Cómo piensa aplicar
a su vida lo que ha aprendido de este estudio?

9
El Amor Demostrado
1 Juan 4:7–21
Hay amor genuino y hay amor fingido. Aun gran parte del amor que aparentemente
es genuino, proviene de fuentes incapaces de producir amor verdadero. Tal vez sea un
amor bien intencionado, pero procede de esfuerzos humanos que nunca pueden agradar
a Dios. En estos versículos, Juan presenta la fuente verdadera del amor y da las pruebas
que debemos emplear para saber si el amor que uno profesa viene de Dios o no.
LA ÚNICA FUENTE DE AMOR VERDADERO 4:7–8
El amor es de Dios 4:7
El v. 7 comienza con un imperativo: “Amados, amémonos unos a otros”. A primera
vista, pareciera fácil cumplir este mandamiento, pero no lo es. Entre nosotros, los seres
humanos, hay la tendencia a creer que podemos imitar los atributos de Dios o hacer sus
obras. Nada está más lejos de la verdad. En nosotros mismos no existe el verdadero
amor ni la capacidad de imitarlo.
El amor es de Dios, no del diablo
El hombre natural sólo puede producir odio o amor artificial, porque él es de su
padre el diablo, quien es homicida desde el principio (Juan 8:44). Aun cuando el hombre
natural no haya llevado al terreno de la práctica el homicidio, en su corazón existe la
propensión a él, porque no ha nacido de Dios.
El amor es de Dios, no de la carne
El creyente carnal, que no tiene comunión con Dios, no puede producir el verdadero
amor tampoco. La primera virtud mencionada en Gálatas 5:22 como fruto del Espíritu,
es el amor. El fruto del Espíritu se produce en el creyente cuando permanece en Cristo
(Juan 15:1–8).
Esta clase de amor sí puede cumplir con el mandamiento de Dios de amarnos unos a
otros, porque proviene de él. Se da al que ha nacido de Dios, y le conoce (4:7). La
referencia al nuevo nacimiento establece que es un amor sobrenatural hecho posible por
la regeneración del Espíritu Santo (Tito 3:3–6). Al decir: “Todo aquel que ama…
conoce a Dios”, Juan confirma la enseñanza de 2:3, donde dice que guardar los
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mandamientos del Señor es prueba de que uno lo conoce. La expresión habla de


conocerlo íntimamente, no conocerlo como Salvador. La frase “es nacido de Dios”
indica esto.
DIOS ES AMOR (4:8B)
Intrínsecamente, Dios es amor 4:8
El amor es parte fundamental de su carácter. No es algo que él dispensa, sino que
forma su ser. Hay un contraste interesante entre la última parte de 4:7 y la primera parte
de 4:8.
El que ama (4:7) El que no ama (4:8)
Es nacido de Dios No conoce a Dios
Conoce a Dios
Juan dice con toda claridad que el que ama, es nacido de Dios, pero no dice de
dónde nace el que no ama. Sin embargo, afirma categóricamente que el que ama conoce
a Dios, y el que no ama, no lo conoce. Es evidente en toda la Biblia que nacer de nuevo
es el paso inicial de la salvación, pero hay pasajes que indican que alguien puede ser
nacido de Dios y no obstante, no obedecerle. En tal caso, tiene nueva vida, pero su
estado descarriado no la manifiesta de lleno.
Se puede decir que tal persona tiene fe y la vida eterna, pero no demuestra amor,
porque no conoce a Dios íntimamente. Dicha persona no puede atribuir su falta de amor
a Dios porque Dios es amor. Esa frase expresa un concepto filosófico muy acertado. En
cambio, no se puede decir que el amor es Dios. Él es mayor que cada uno de sus
atributos y que el conjunto de ellos.

¡PENSEMOS!
¿De quién proviene el verdadero amor? ¿Por qué no puede
amar de verdad el inconverso? ¿Cuáles son las dos cosas que
Juan señala en el versiculo 7 acerca de aquél que ama? En el
versículo 8, Juan menciona una de las cualidades intrínsecas
de Dios. ¿Cuál es la frase que usa? Explique cómo es posible
ser nacido de Dios y no conocerlo íntimamente.

EL AMOR DEMOSTRADO 4:9–10


El ejemplo por excelencia
La demostración cumbre del amor es que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo
para morir por nuestros pecados. Juan 3:16 expresa lo mismo en forma sin igual. No hay
duda de que éste es el texto favorito de millones de cristianos en todo el mundo. En este
pasaje, Juan expone dos beneficios de contar con ese amor tan grande.
Dios envió a su Hijo para que vivamos por él 4:9
Esta expresión nos recuerda que estábamos muertos en nuestros pecados y delitos
antes de creer en Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador. No había nada
atractivo en nosotros cuando él murió en nuestro lugar. Al creer en él, nos dio vida, vida
eterna.
Dios envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados 4:10
El otro beneficio mencionado es que Dios envió a su Hijo en propiciación por
nuestros pecados. Esto habla de presentar un pago satisfactorio por nuestras
transgresiones. Dios quedó satisfecho con el sacrificio de su bendito Hijo al morir en la
cruz. Vea el comentario sobre 1 Juan 2:2 (capítulo 2 de este tomo).
Dios tomó la iniciativa al manifestar el amor 4:10
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El amor no consiste “en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó a nosotros”. No teníamos la capacidad de amar y si hiciéramos algún esfuerzo
propio, no tendría ningún valor. Era necesario que él tomara la iniciativa para producir
algo satisfactorio, para darnos vida con la cual amar y para poner delante de nosotros un
ejemplo perfecto de amor.
LA RESPUESTA DEL CREYENTE A SU AMOR 4:11–13
Ama a sus hermanos 4:11
Ya hemos tomado nota de la manifestación del amor de Dios hacia nosotros por
medio de la muerte de su Hijo Jesucristo. ¿Cómo vamos a responder a semejante
expresión de amor? Siendo que Dios nos amó tanto, es lógico que debemos amarnos
unos a otros (4:11). Vale la pena recalcar que éste no es un mandamiento vacío ni
imposible de cumplir. El que es amor mora en nosotros para capacitarnos a amar y nos
motiva a hacerlo, habiéndonos dado un ejemplo tan grande de su amor incomparable.
Se siente seguro por la manifestación del amor 4:12
Si practicamos el amor hacia otros, esta es una evidencia de que Dios permanece en
nosotros y su amor se ha perfeccionado (o ha llegado a su plenitud) en nosotros (4:12).
Todo esto se relaciona con el mandamiento de amarnos unos a otros. El amor de Dios se
perfecciona en nosotros sólo cuando hay obediencia a sus mandamientos. Vea el
comentario sobre 2:3–5.
Se siente seguro por la presencia del Espíritu 4:13
Si uno no conociera la palabra de Dios, correría el riesgo de creer que él pudiera
alejarse del creyente. La triste verdad es que muchos cristianos tienen esa duda. Cuando
nuestro Señor Jesucristo prometió a sus discípulos que enviaría al Consolador, aclaró:
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para
siempre” (Juan 14:16). Después agregó en el mismo contexto, que el Espíritu moraría y
estaría en ellos. La expresión: “para siempre” indica que su estancia en nosotros es
permanente. Es una bendición saber también que nosotros permanecemos en él. El
Espíritu mismo atestigua todo eso (4:13). Vea también Romanos 8:16.

¡PENSEMOS!
¿Cuál es la demostración máxima del amor de Dios? ¿Cuáles
son los beneficios de su amor mencionados en 4:9–10?
¿Cómo debemos responder? Según el versículo 12, ¿cuál es
el resultado de amarnos unos a otros? ¿Cómo podemos estar
seguros de que él permanece en nosotros y nosotros en él?

EL TESTIMONIO DEL QUE AMA 4:14–16


Testifica que el Padre ha enviado al Salvador del mundo 4:14
El que permanece en él, testifica que el Padre ha enviado a su Hijo, el Salvador del
mundo (4:14). Parece que el propósito de esto no es confirmar la encarnación de Cristo,
aunque Juan ya lo había testificado también. La idea es proclamar su obra como
Salvador del mundo.
Testifica que Jesús es el Hijo de Dios 4:15
El creyente también testifica que Jesús es el Hijo de Dios (4:15). No hay separación
entre Jesús y Cristo. Jesús es su nombre humano, pero no es sólo un ser humano; es el
Hijo de Dios. Juan da testimonio con estas palabras de su deidad y su humanidad, y así
confirma su encarnación.
“EL QUE PERMANECE EN AMOR, PERMANECE
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EN DIOS, Y DIOS EN ÉL” (4:16).


BENEFICIOS DE PERMANECER EN ÉL 4:17–21
Tenemos confianza para el día del juicio 4:17
No habrá un solo gran juicio final para todos los seres humanos. Nuestros pecados
ya fueron juzgados en Cristo en la cruz y no debemos tener miedo de comparecer ante el
trono blanco (Apocalipsis 20:11–15): “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los
que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Sin embargo, todos los creyentes deben
comparecer ante el tribunal de Cristo (2 Corintios 5:10). El perfeccionamiento de su
amor nos inculca seguridad para esperarlo con gozo y para acercarnos a él
confiadamente mientras sigamos viviendo en este mundo (4:17).
Echa fuera el temor 4:18
El perfeccionamiento de su amor en nosotros también echa fuera el temor (4:18). El
que sigue temiendo, no disfruta del amor de Dios en su plenitud.
Una prueba final 4:20
Hay quienes hablan mucho acerca de su amor para con Dios, y con razón. Al
meditar en su gran amor hacia nosotros, ¿cómo no vamos a amarle? Juan pone a prueba
esa profesión de amor (4:20) diciendo: “El que no ama a su hermano, a quien ha visto,
¿Cómo va a amar a Dios, a quien no ha visto?” Termina esta sección repitiendo un
imperativo ya dado varias veces: “El que ama a Dios, ame también a su hermano”
(4:21).

¡PENSEMOS!
Juan testifica de dos cosas en 4:14 y 15, ¿cuáles son? ¿Qué
beneficios de permanecer en el Señor se encuentran en 4:17
y 18? ¿Cuál es la prueba final que se menciona en 4:20?
¿Cuál es el mandamiento dado en 4:21?

10
El Triunfo de la Fe
1 Juan 5:1–5
En toda esta epístola Juan afirma y reafirma la deidad y encarnación de nuestro
Señor Jesucristo. Como se ha explicado en este comentario, los anticristos habían salido
de la iglesia porque no creían que el Señor se había encarnado en Jesús. Decían que sólo
era un hombre, un buen hombre por cierto, pero nada más. Otros decían que el Cristo
había venido sobre Jesús en su bautismo, pero se había apartado de él antes de su
crucifixión. Su doctrina había inquietado a los hermanos porque parecían ser eruditos y
alegaban tener un conocimiento superior. Pero ¿quién tenía la razón?
Al comenzar este último capítulo de su carta, Juan vuelve a tocar el mismo tema.
Por lo que dice, es evidente que lo que uno cree es indispensable para nacer de nuevo.
“TODO AQUEL QUE CREE QUE JESÚS ES EL
CRISTO, ES NACIDO DE DIOS” (1 JUAN 5:1A).
Esta declaración presenta a Jesucristo como una sola persona, siendo a la vez Dios y
hombre en forma inseparable. Todo aquel que cree esto, es nacido de Dios. El que no lo
cree, pero dice que es nacido de Dios, se engaña a sí mismo. No basta creer que Jesús
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fue sólo un buen hombre, un buen maestro o un buen ejemplo. La fe en estos conceptos
no produce regeneración. Para nacer de nuevo, es necesario creer que Jesús es el Cristo.
Hacemos hincapié en esto ahora, porque pronto haremos un comentario sobre la fe
que vence al mundo (5:4). ¿Cuál es esa fe? La creencia en que Jesús es el Cristo.
EL ENGENDRADO AMA AL QUE LO
ENGENDRÓ, Y TAMBIÉN A LOS DEMÁS
ENGENDRADOS (1 JUAN 5:1B)
¿CÓMO PODEMOS SABER QUE AMAMOS A LOS HIJOS
DE DIOS? 5:2
Aquí Juan pone otra prueba del amor verdadero. En 4:20 apunta el error de profesar
que uno ama a Dios sin amar a los hermanos. Es imposible amar a Dios a quien no
hemos visto y no amar a los hermanos a quienes hemos visto. En el 5:2, es otro el
énfasis. Es imposible amar a los hijos del Altísimo sin amarlo a él y guardar sus
mandamientos. Si alguien dice con liviandad que ama a los hijos de Dios y a él, pero no
guarda sus mandamientos, la verdad no está en él. Ni ama a los hijos de Dios ni a su
Padre.
PODEMOS ESTAR SEGUROS DE QUE AMAMOS
A LOS CREYENTES SI AMAMOS A DIOS Y
OBEDECEMOS SUS MANDAMIENTOS
(1 JUAN 5:2).
¿EN QUÉ CONSISTE EL AMOR A DIOS? 5:3
El amor a Dios consiste simplemente en obedecer sus mandamientos. Después de
hacer esa afirmación, Juan agrega: “y sus mandamientos no son gravosos” (5:3). El
Señor Jesucristo dijo algo parecido en Mateo 11:28–30: “Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para
vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Cuando Dios dice que sus mandamientos no son gravosos, expresa una verdad
absoluta. Pero la realidad en nuestra experiencia puede ser distinta. Si uno ama a Dios y
a sus hijos a la fuerza, pierde el gozo de responder al amor de Dios manifestado por la
muerte de su Hijo en la cruz. Pero si guarda los mandamientos divinos con gratitud y
gozo, encontrará que su carga es ligera y sus mandatos, fáciles de cumplir. Ya hemos
observado que todos sus mandamientos en lo que se refiere a relaciones humanas se
resumen en uno solo: que nos amemos unos a otros (Juan 13:34).
También se puede agregar que sus decretos no son pesados porque él nos ha
regenerado por su Espíritu, quien mora en nosotros, y nos capacita para obedecer a
Dios.

¡PENSEMOS!
Según el versículo 1, ¿qué es lo que uno tiene que creer
acerca de Jesús para nacer de nuevo? Si uno ama al que lo
engendró, ¿a quién más ama? ¿Cómo conocemos que
amamos a los hijos de Dios? ¿En qué consiste el amor a
Dios? Explique la frase: “y sus mandamientos no son
gravosos”. ¿Qué papel juega el Espíritu Santo para que
obedezcamos los mandamientos de Dios?
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LA FE QUE TRIUNFA 5:4–5


“Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo” 5:4
¡Qué maravilloso es el triunfo prometido a todos los hijos de Dios! El que triunfa es
el nacido de Dios, y este versículo proclama que “todo lo que es nacido de Dios vence al
mundo”. La expresión, “todo lo que es nacido de Dios” puede incluir a las personas
nacidas de nuevo o a Cristo nacido en las personas por medio de la regeneración. Si
aceptamos la última interpretación, entonces es fácil ver nuestra victoria sobre el
mundo, porque ésta ya se efectuó en la cruz. Es un hecho consumado. Siendo que Cristo
mora en nosotros y actúa en nosotros (Gálatas 2:20), nuestro triunfo es seguro porque
está ligado al de Cristo.
Todo beneficio espiritual proviene de la identificación del creyente con Cristo.
Morimos con él en la cruz; fuimos enterrados con él; resucitamos con él (Romanos 6:4–
5); nos hizo sentarnos con él en los lugares celestiales (Efesios 2:6); y seremos
manifestados con él en gloria cuando regrese (Colosenses 3:4).
Cuando Dios resucitó a Cristo de la tumba, lo sentó a su diestra y “sometió todas las
cosas bajo sus pies” (Efesios 1:20–22). Eso habla de victoria. Todo creyente está en
Cristo y posicionalmente, está con él a la diestra del Padre, muy encima de todos sus
enemigos.
LA VICTORIA ES SEGURA. CELEBRÉMOSLA,
APROPIÉMOSLA A NUESTRA VIDA DIARIA,
Y CREZCAMOS EN COMUNIÓN CON EL SEÑOR,
QUIEN NOS LLEVA DE TRIUNFO EN TRIUNFO.
La última frase del versículo agrega: “y esta es la victoria que ha vencido al mundo,
nuestra fe”. Jesucristo mora y actúa únicamente en los que han creído que él es el
Cristo, el Hijo de Dios (5:1 y 5). Se puede decir también que él ha nacido y vive en
todos los que tienen esta creencia. La fe que triunfa es la misma que uno ejerce en
Cristo para ser salvo. No pertenece únicamente a una clase especial de creyentes, sino a
todos.

¡PENSEMOS!
¿Quién es el que vence al mundo? ¿Cuál es la victoria que ha
vencido al mundo? ¿Cuál es el contenido de la fe que vence
al mundo? Estudie cuidadosamente Romanos 6:4–5, Efesios
2:6, Colosenses 3:4 y Efesios 1:20–22 y escriba un párrafo
acerca de los beneficios que obtiene el creyente por el hecho
de estar en Cristo.

11
Un Testimonio Irrefutable
1 Juan 5:6–12
La ley del Antiguo Testamento contiene una exigencia muy interesante en cuanto a
la declaración de testigos: “Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la
acusación” (Deuteronomio 19:15). Nuestro Señor Jesucristo hace referencia a la misma
regla: “en boca de dos o tres testigos conste toda palabra” (Mateo 18:16). Por su parte,
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Pablo también apela a ese principio en 2 Corintios 13:1: “Por boca de dos o tres testigos
se decidirá todo asunto”.
LOS TESTIGOS 5:6–10
Según esta epístola de Juan, los anticristos habían propagado muchos datos falsos
acerca de nuestro Señor Jesucristo. Para ellos, él no era el Cristo, el Hijo de Dios (1
Juan 2:22–23 y 4:3). Pero en 5:6–10, Juan menciona varios testigos que corroboran en
forma irrefutable la aserción de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Tan sólo el v. 6
presenta el número máximo de testigos para decidir un asunto:
“ESTE ES JESUCRISTO, QUE VINO MEDIANTE
AGUA Y SANGRE… Y EL ESPÍRITU ES EL QUE
DA TESTIMONIO” (1 JUAN 5:6).
Juan es el primer testigo 5:6a
Él es quien escribe y afirma: “Este es Jesucristo”. No presenta sólo a Jesús ni sólo a
Cristo, sino a Jesucristo, que es uno de los nombres favoritos de Juan; lo usa varias
veces en esta epístola. Vea 1:3 y 7; 3:23; 4:2–3 y 5:6. En ese nombre se encuentran los
dos aspectos de nuestro Señor. Él es hombre y también Dios mismo encarnado. Juan,
quien lo había contemplado, y cuyas manos lo palparon, lo afirma categóricamente
(1:1–3).
El agua y la sangre también testifican quién es Jesucristo 5:6b
El agua se refiere a su bautismo. Cuando Juan el Bautista lo bautizó en el Jordán, lo
presentó oficialmente al mundo como “el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo” (Mateo 3:13–17 y Juan 1:29). Con esa presentación, el Señor Jesucristo
comenzó su ministerio público. Es correcto decir, como Juan afirmó, que él vino por
agua (5:6b).
Pero Juan se apresura a agregar: “no mediante agua solamente, sino mediante agua y
sangre (5:6c). ¿Recuerda la herejía de Cerinto? Se dice que él creía en el Cristo, pero no
en su encarnación en la persona de Jesús. Para él, el Cristo vino sobre Jesús cuando fue
bautizado. Basado en ese criterio, es posible que él estuviera de acuerdo con Juan en
que Cristo vino por agua. Pero su herejía se hace claramente evidente por su enseñanza
de que el Cristo partió de Jesús antes de su crucifixión.
Juan contrarresta esa creencia falsa al decir que Jesucristo vino mediante agua y
sangre (5:6c). El Cristo no partió de Jesús cuando derramó su sangre por nosotros en la
cruz. No murió por nosotros únicamente el hombre Jesús, sino el Dios-Hombre
Jesucristo. El agua y la sangre tan testimonio de su encarnación.
El Espíritu Santo también da testimonio de la encarnación de
Jesucristo 5:6d
El Espíritu apareció en forma de paloma cuando Cristo fue bautizado en el Jordán,
aportando su testimonio de esa manera. Pero el tiempo del verbo aquí está en presente:
“Y el Espíritu es el que da testimonio” (5:6d). Este tiempo verbal indica una acción
continua. Esa clase de testimonio fue prometida por Cristo a sus apóstoles:
“…CUANDO VENGA EL CONSOLADOR… EL
ESPÍRITU DE VERDAD, ÉL DARÁ TESTIMONIO
ACERCA DE MÍ” (JUAN 15:26).
Cristo usó el tiempo futuro al hacer esta promesa, pero el Espíritu ya vino y da
testimonio acerca de Cristo. Siendo que es “el Espíritu de verdad”, sólo puede hablar de
ella. De modo que lo que él asegura continuamente acerca de la encarnación de
Jesucristo es otro testimonio contundente.
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En verdad, la declaración conjunta del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo junto con
los tres testigos en la tierra: el agua, la sangre y el Espíritu, atestiguan en forma
irrefutable la doctrina preciosa de la encarnación del Señor Jesucristo.

¡PENSEMOS!
¿Cuántos testigos eran necesarios para afirmar una cosa de
acuerdo con la ley mosaica? ¿Cuántos presenta Juan en 5:6?
¿Cuáles son y qué atestiguan? ¿Qué significa la frase
“Jesucristo vino mediante agua y sangre”? ¿Por qué fue
necesario especificar agua y sangre? ¿Qué tiempo del verbo
usó el autor en su evangelio (Juan 15:26), para hacer
referencia al testimonio del Espíritu? ¿Qué significado tiene
eso?

El testimonio de Dios 5:9


El contenido del v. 9 es una transición entre la certidumbre del testimonio dado por
Dios y la confianza en nuestra salvación.
SI ACEPTAMOS EL TESTIMONIO DE LOS
HOMBRES, MAYOR ES EL DE DIOS (5:9).
La tendencia humana es aceptar el testimonio de los hombres. Oímos las noticias
por radio o televisión, y aceptamos el reportaje sin investigar sus fuentes de
información. Somos susceptibles también a la propaganda que llega a nuestra casa por
medio de agentes vendedores; tendemos a creer lo que dicen acerca de su producto sin
exigir evidencia objetiva.
Juan enseña que el testimonio de Dios es mayor y por lo tanto, con mucha más
razón debemos recibir lo que él dice (5:9a). Dios testifica acerca de su Hijo (5:9b), y
probablemente lo que tenemos aquí es una confirmación de parte del Padre de todo lo
dicho en el v. 6.
El testimonio interno 5:10
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo” (5:10a). Pablo
expone esa misma gran verdad en Romanos 8:16: “El Espíritu mismo da testimonio a
nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”.
“El que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso” (5:10b). Dios ha testificado que
Jesucristo ha venido en carne. El que lo niega, afirma que Dios miente. Es muy probable
que aquí Juan se refiera de nuevo al proceder de los anticristos. Por supuesto, el Espíritu
Santo no da testimonio al espíritu de ellos, porque no conocen a Cristo.
DIOS NOS HA DADO VIDA ETERNA 5:11–12
El resumen de los versículos 11–12 es que la vida eterna está en el Hijo de Dios.
Dios nos ha dado la vida eterna en la persona de su Hijo.
“EL QUE TIENE AL HIJO, TIENE LA VIDA;
EL QUE NO TIENE AL HIJO DE DIOS NO TIENE
LA VIDA” (5:12).
La vida eterna es una posesión presente. Juan no dice que tendrá la vida, sino que
“el que tiene al Hijo tiene la vida”. Uno tiene al Hijo por creer en él. “Mas a todos los
que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
Dios” (Juan 1:12).

¡PENSEMOS!
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Según el v. 10, ¿qué diferencia hay entre el que cree en el


Hijo de Dios y el que no cree? ¿En quién está la vida eterna
que Dios nos ha dado? ¿De qué manera recibe uno la vida
eterna?

12
Las Certezas de Nuestra Fe
1 Juan 5:13–21
Juan usa varios derivados del verbo saber seis veces en los vv. 13–21 del último
capítulo de su primera carta. Esta es una palabra que denota seguridad; quería que sus
lectores estuvieran seguros de su relación con Dios y de los beneficios que tenían por
ser sus hijos al haber depositado su fe en Jesucristo el Hijo de Dios.
CERTEZA DE LA VIDA ETERNA 5:13
Al final del evangelio que lleva su nombre, Juan asienta, en términos muy claros, el
propósito que tuvo en mente al escribirlo: “Para que creáis que Jesús es el Cristo, el
Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:31)
En 1 Juan 5:13, establece uno de los propósitos de esta epístola: “para que sepáis
que tenéis vida eterna”. En el evangelio quería que creyeran que Jesús es el Cristo para
tener vida eterna. En la carta, su meta era que supieran que tenían vida eterna. Ya no era
asunto de volver a creer, sino de estar seguros de que Dios guarda su palabra y que él
promete la vida eterna al que cree que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. El que cumple
esa condición no debe dudar de su salvación.
“ESTAS COSAS OS HE ESCRITO A VOSOTROS
QUE CREÉIS EN EL NOMBRE DEL HIJO DE
DIOS, PARA QUE SEPÁIS QUE TENÉIS VIDA
ETERNA” (5:13).
En 5:10 vimos que: “el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso” e hicimos la
observación de que el que no cree la palabra que Dios ha dicho acerca de la encarnación
de su Hijo, también lo hace mentiroso. En el caso de la seguridad de la vida eterna, el
que dice que ha creído en Cristo, pero duda acerca de que tiene vida eterna, también
hace mentiroso al Señor.

¡PENSEMOS!
Busque los seis usos derivados del verbo saber que incluye
Juan en 5:13–21. ¿Cuáles son las citas y qué significa cada
uso del verbo? ¿Cómo puede estar seguro el creyente de que
tiene vida eterna? Si uno dice que ha creído en el nombre del
Hijo de Dios, pero duda acerca de su salvación, ¿qué actitud
está demostrando hacia la palabra de Dios?

CERTEZA DE LAS ORACIONES CONTESTADAS 5:14–17


Uno de los beneficios de ser nacidos de Dios es el privilegio de hablar con nuestro
Padre celestial. La Biblia tiene muchas promesas que nos estimulan a tener una vida de
oración. Una de ellas se desprende de la pluma de Juan en su evangelio: “Si
permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y
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os será hecho” (Juan 15:7). Santiago exhorta a sus lectores con las siguientes palabras:
“…pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís” (Santiago 4:2c). Cristo mismo dijo
en su famoso Sermón del Monte: “Pedid, y se os dará” (Mateo 7:7). La triste verdad es
que muchos creyentes viven en pobreza espiritual porque no piden.
“Y ESTA ES LA CONFIANZA QUE TENEMOS EN
ÉL, QUE SI PEDIMOS ALGUNA COSA
CONFORME A SU VOLUNTAD, ÉL NOS OYE”
(5:14).
La oración y la voluntad de Dios 5:14–15
Dios nos oye y contesta nuestras peticiones, pero hay ciertas condiciones para que
esto suceda. En este contexto, Juan dice:“…si pedimos alguna cosa conforme a su
voluntad, él nos oye” (5:14). Dios se manifiesta a sus hijos por medio de su palabra. De
modo que es menester permanecer en la palabra para conocer su voluntad.
La oración del Padre Nuestro es un buen modelo para hacer nuestras peticiones
(Mateo 6:9–13). No debemos dejar de pedir sólo porque no estamos totalmente seguros
de la voluntad de Dios. En su omnisciencia y soberanía, él discierne nuestro corazón y
determina qué peticiones deben ser contestadas. Por lo tanto, podemos estar seguros de
que hemos pedido de acuerdo con su voluntad cuando recibimos las cosas que hemos
pedido (5:15). Es correcto y sabio incluir en cada petición la frase: “Si está de acuerdo
con tu santa voluntad”.
Oración por los que cometen pecado 5:16–17
El pecado de muerte. En estos versículos, Juan usa una frase difícil de explicar.
Advierte que no hemos de pedir por el pecado de muerte o probablemente por los que
cometen el pecado de muerte.
¿Cuál es el pecado de muerte y cómo vamos a saber quién lo ha cometido? En el
Nuevo Testamento encontramos casos que comprueban que de vez en cuando, Dios
castiga a sus hijos con la muerte.
En los primeros años de la historia de la iglesia, Ananías y Safira murieron
repentinamente por el pecado de mentir al Espíritu Santo (Hechos 5:1–10). En 1
Corintios 11:29–30 Pablo hizo el comentario acerca del pecado de comer y beber de la
mesa del Señor indignamente y concluyó diciendo: “…y muchos duermen”. Esto quiere
decir que ya habían muerto.
El discernimiento empleado por Pedro en Hechos 5 en el caso de Ananías y Safira,
no es muy común en la actualidad y debemos cuidarnos de ser presuntuosos en cuanto a
poder discernir quién ha cometido el pecado de muerte. Podemos saber después del
hecho, pero aun en tal caso, es dificil especificar el pecado que causó la muerte de algún
hermano. Lo que sí es seguro, es que no debemos orar por los que ya sufrieron las
consecuencias de cometer el pecado de muerte.
“SI ALGUNO VIERE A SU HERMANO COMETER
PECADO QUE NO SEA DE MUERTE, PEDIRÁ, Y
DIOS LE DARÁ VIDA” (5:16).
Algunos creen que posiblemente Juan tenía en mente a los anticristos, que al negar
la encarnación de Jesús, se habían apartado, y de esa manera habían demostrado que no
eran de Cristo. No debían orar por ellos porque no se arrepentirían.
Oración por los que cometen pecado no de muerte. No obstante, sí debemos orar
por los hermanos que cometen pecado que no sea de muerte (5:16). No debemos
permitir que nuestra curiosidad acerca del pecado de muerte nos ciegue los ojos acerca
de la responsabilidad de orar por los hermanos que cometen pecado que no sea de
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muerte. Allí también Dios promete oírnos, y ofrece vida para tal hermano en
contestación a nuestras oraciones.
No abandonemos al hermano en pecado. Oremos por él. Probablemente Dios le dará
vida por nuestra intercesión. Santiago habla de la misma cosa en 5:19–20: “Hermanos,
si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa
que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y
cubrirá multitud de pecados”.
¡Qué bello es el privilegio de disfrutar de la comunión íntima con nuestro Dios en el
ministerio de la intercesión, que resulta en salvar la vida de algún hermano!

¡PENSEMOS!
¿Qué dice el apóstol en Juan 15:7 acerca de pedir? ¿Por qué
viven muchos creyentes en pobreza espiritual? ¿Qué
condición pone Juan en 5:14 y 15 para que nuestras
oraciones sean oídas y contestadas? ¿Cómo podemos
conocer la voluntad de Dios? ¿De qué manera es el Padre
Nuestro un buen modelo para nuestras oraciones? ¿Qué
significa la frase “pecado de muerte”? ¿Qué impacto pueden
tener nuestras oraciones a favor de un hermano que no ha
cometido pecado de muerte?

CERTEZA DE LA LIBERACIÓN DE LA PRÁCTICA DEL


PECADO 5:18
En el versículo 18, Juan reafirma algo que ya había dicho en 3:9: “Sabemos que
todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado”. La razón que da en 5:18 es
que está guardado por “Aquel” que fue engendrado por Dios. Evidentemente hace
referencia a Cristo, quien fue engendrado en nosotros por el Espíritu cuando creímos en
él. El mismo poder que resucitó a Cristo de la tumba actúa en nosotros para guardarnos
de la práctica del pecado. Juan afirma que el maligno no nos puede tocar para hacernos
volver al pecado (5:18c).
“…MAYOR ES EL QUE ESTÁ EN VOSOTROS,
QUE EL QUE ESTÁ EN EL MUNDO” (4:4).
CERTEZA DE PERTENECER AL VERDADERO DIOS
5:19–21
Una vez más en el 5:19, Juan asegura a sus lectores que son de Dios, en contraste
con “el mundo entero [que] está bajo el maligno” (5:19b). Por nuestra relación con
Dios, sabemos que su Hijo ha venido (5:20a). Su venida trajo ciertos beneficios a los
que creemos en él (5:20b–d):
1. Nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero.
2. Estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo.
3. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.
Los demás dioses son imitaciones. El que nosotros conocemos es el verdadero y el
único que merece nuestra adoración.
Juan termina su carta con una advertencia a guardarse de los ídolos (5:21). Estos no
se limitan sólo a las imágenes, sino que incluye cualquier cosa o actividad que tome el
lugar de Dios. Nos conviene a nosotros como creyentes hacer caso a lo que dice Juan. El
enemigo pone muchas distracciones para desviarnos de la adoración al único Dios
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verdadero. No permitamos que él interrumpa la comunión sublime que nuestro Padre


celestial nos otorga.

¡PENSEMOS!
¿Quién es el que no practica el pecado? ¿Quién le guarda de
pecar? ¿Qué dice 5:18 acerca del maligno y el nacido de
Dios? ¿En qué estado se encuentra el mundo entero?
Enumere los beneficios que nos ha traído la venida del Hijo
de Dios (5:20).

Nosotros no adoramos a imágenes, pero ¿cuáles son otros


ídolos que impiden nuestra comunión con el único Dios
verdadero?

Repase la carta entera, ¿Cuál es su tema? Haga una lista de


cinco cosas que usted ha aprendido por medio de este
estudio. Apunte tres cambios que usted piensa hacer en su
vida para estrechar su comunión con Dios.
1

1Collins, A. (1995). Estudios Bıı́blicos ELA: Comunión sublime (1ra Juan) (1).
Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.

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