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Jueves de Corpus 31 05 18 Ciclo B

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“ Tomad, esto es mi cuerpo ”

Ante todo la caridad

 Iª Lectura: Éxodo (24,3-8): El misterio de la Alianza

En la primera lectura, Moisés, bajando del monte, comunica la experiencia que había tenido de Dios, de sus palabras,
que han de considerarse como palabras de la Alianza que Dios había sellado anteriormente con su pueblo con el Código
de la Alianza  cuyo corazón es el Decálogo. Entonces, pues, se organiza una liturgia sagrada, un banquete, que quiere
significar la ratificación de la Alianza que Dios ha hecho con el que ha sacado de la esclavitud. El misterio de la sangre, de
su aspersión, expresa el misterio de comunión de vida entre Dios y su pueblo ya que, según se pensaba, la vida estaba
en la sangre. Por ello este texto se considera como prefiguración de la Nueva Alianza que Jesús adelanta en la última
cena.

 Primera lectura: Exodo 24,3-8

Marco: Este fragmento pertenece a una amplia unidad que tiene como tema general la Alianza del Sinaí establecida
entre Dios y el pueblo peregrino por el desierto (19-40). Y en un contexto más estricto: ratificación de la Alianza (24,1-
18).

Reflexiones:

1ª) ¡Oferta de Dios y respuesta del pueblo!

Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una:
Haremos todo lo que dice el Señor. Lo esencial de la alianza no es el rito de sangre que la ratifica, sino expresión de la
voluntad salvadora de Dios y su oferta gratuita comprometiéndose como soberano a proteger y defender a su pueblo
que es su vasallo y la respuesta de este pueblo que acepta libremente su oferta. La alianza busca una comunicación
personal y dirigida por una elección y una respuesta libre, fiel y coherente en la realización de sus cláusulas. El centro de
la alianza es el reconocimiento de la soberanía de Dios, de su gratuidad, de su amor por su pueblo y la contrapartida que
el pueblo debe realizar: aceptar la oferta, agradecerla y poner manos a la obra. Todos los ritos que la acompañan tienen
como finalidad visualizar este compromiso por ambas partes. Recuérdese el rito de la alianza con Abraham (Gn 15).

2ª) ¡Las palabras de la alianza autentificadas por un sacrificio de comunión!

Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor... Mandó ofrecer al Señor un sacrificio de comunión. La palabra de
Dios es expresión de su voluntad salvadora y la ha comunicado a los hombres para establecer con ellos un diálogo vivo y
salvador. Este encuentro en las palabras de Dios que son expresión humana de la única Palabra que tiene (el Logos),
misteriosamente establece lazos vivos de comunión y comunicación. El encuentro con la Palabra establece un lazo de
comunión con Dios muy profundo. Y esta comunión por la Palabra queda visualizada y ratificada por el sacrificio de
comunión. Pero este sería vacío sin aquella comunión personal. Ambos elementos garantizan la comunión de Dios con el
hombre y del hombre con su Dios. Y es una comunión vital. Recuérdese el sentido que en el Oriente se da a un
banquete: quienes participan juntos en un mismo banquete se hermanan porque ese alimento se convierte en sangre en
todos ellos y, por tanto, de alguna manera se establece un lazo indeleble, pues la sangre es el lazo que les une a todos.

3ª) ¿Alianza y comunión!

Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre estos mandamientos. La alianza que establece Dios
con el hombre no es de igual a igual sino de superior a inferior (porque no podía ser de otro modo). Es una alianza que
conlleva el compromiso del superior para defender y proteger al inferior y este, por su parte, se compromete a

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obedecer, respetarle y no traicionar la alianza de vasallaje. La alianza eleva al inferior a la categoría de "amigo" del
superior que le concede ese privilegio. El resultado es una oferta de amistad y de comunión lo más cercana y profunda
que se pueda dar. Es una oferta gratuita y ha de ser garantizada por ambas partes. Dios da su palabra y la cumple; por su
parte el hombre ha de hacer lo propio. Y el sello de ese profundo compromiso se visualiza en la sangre. En la sangre está
la vida. Son vidas lo que se comprometen en la alianza y, en consecuencia, una comunión vital y no pasajera. Los
mandamientos son la respuesta concreta a este compromiso.

 IIª Lectura: Hebreos (9,11-15): El sacrificio de la propia vida

II.1. La carta a los Hebreos es uno de los escritos más densos del NT. En este texto se nos exhorta desde la teología
sacrificial,  que  pone de manifiesto que los sacrificios de la Antigua Alianza no pudieron conseguir lo que Jesucristo
realiza con el suyo, con la entrega de su propia vida. Y esto lo ha realizado «de una vez por todas» en la cruz, de tal
manera que los efectos de la muerte de Jesús, la redención y su amor por los hombres, se hacen presentes en la
celebración de este sacramento. El recurrir a las metáforas y al lenguaje de la acción sacrificial puede que resulte hoy
poco convincente, fruto de una cultura que no es la nuestra. No obstante, la significación de todo ello nos muestra una
novedad, ya que todo se apoya en un sacerdocio especial, el de Melquisedec y en una entrega inigualable.

II.2. Es uno de los momentos álgidos de la argumentación de la carta. Está hablando del sacrificio de la propia vida que
logra una Alianza eterna. Es esa alianza que prometieron los profetas, porque ellos vieron que los sacrificios rituales
habían quedado obsoletos y la alianza antigua se había convertido en una “disposición” ritual. Cristo no viene a instaurar
nuevos sacrificios para Dios (no los necesita), sino a revelar que la propia vida entregada a los hombres vale más que
todo aquello. Así es posible entenderse a fondo con Dios. Es en la propia vida entregada como se logra la comunión más
íntima con lo divino, sin necesidad de sustitutivos de ninguna especie. La muerte de Jesús, su vida entregada a los
hombres y no a Dios, es el “testamento” verdadero  del que hacemos memoria.

 Segunda lectura: Hebreos 9,11-15.

Marco: La Carta a los hebreos es un aliento a los perseguidos a causa de su fe en Cristo: acosados por la confiscación de
sus bienes, la marginación y la persecución. El fragmento que hoy se proclama recuerda, como telón de fondo, la fiesta
judía de la Expiación en la que el Sumo Sacerdote entra, con la sangre de los sacrificios, en el Santísimo del templo
donde se encuentra el arca de la alianza. Todo el complejo ritual se encuentra en Lv 16,1-34; Nm 29,7-11.

Reflexiones:

1ª) ¡Su templo es más grande y más perfecto!

Cristo ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes definitivos. Su templo es más grande y más perfecto: no hecho por
manos de hombre. La interpretación del templo que realiza el autor de la carta a los Hebreos es totalmente nueva
porque se fundamenta en la obra realizada por Jesús. Estas palabras se iluminan con aquellas otras que encontramos en
el evangelio de Juan a propósito de la expulsión de los vendedores del templo: Destruid este templo, y en tres días yo lo
levantaré de nuevo... El templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo. Por eso cuando resucitó, los discípulos
recordaron lo que había dicho aquel día, y creyeron en la Escritura y en las palabras que él había pronunciado (Jn 2,19-
22). Los judíos entienden el templo como el lugar de encuentro del pueblo con su Dios y donde se consume el sacrificio
de comunión durante el cual los participantes tienen conciencia de que Dios se hace presente para entrar en comunión
con ellos. Jesús Resucitado (Viviente) es el nuevo templo (el verdadero templo) en el que se hará plena la comunión y el
encuentro de Dios con los hombres. Y es un encuentro personal, real y vivo. En el sacramento del Pan encontramos al
Jesús Viviente que proporciona la más plena comunión personal.

2ª) ¡Nos ha conseguido la liberación eterna!

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Ha entrado en el santuario con su propia sangre una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. El
Acontecimiento pascual de Jesús se realizó de una vez para siempre. Jesús, en la cruz, derriba todos los muros de
separación creando un hombre nuevo. Esta reconciliación se realiza de una vez para siempre, pero se perpetúa en el
santuario donde mora: en el cielo como Mediador ante el Padre y en el Pan como presencia inalterable. Ahí nos espera
el amigo y confidente. Así nos lo dijo él mismo en la Ultima Cena: Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
En adelante ya no os llamaré siervos, porque el siervo no está al tanto de los secretos de su amo. A vosotros os llamo
desde ahora amigos, porque os he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre (Jn 15,14-15). Sigue ofreciendo al creyente
su amistad que se manifiesta en la comunicación de su intimidad. Recordemos ahora lo que significaba en los palacios
del antiguo oriente el grupo de los amigos del rey a diferencia de la masa de sus servidores: tienen acceso a todos sus
secretos, están en su presencia, comen con él y mantienen un trato de confianza. Son los privilegiados del rey que
participan libremente de su amistad. Hoy como ayer, esta oferta de Jesús a sus discípulos sigue vigente y viva. Así lo ha
experimentado muchos hombres y mujeres a lo largo de los siglos.

3ª) ¡Jesús, el Mediador, nos lleva al verdadero culto de Dios!

La sangre de Cristo, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios y nos podrá purificar y llevarnos al culto de Dios
vivo. Por eso él es Mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados
cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna. La presencia
de Jesús en el sacramento del Pan y del Vino son las "arras" (como el Espíritu) de la seguridad de nuestra esperanza. La
participación en el Pan establece una corriente vital entre Jesús y los suyos; una comunión de personas y de destino. Nos
había dicho Jesús mismo en el discurso sobre el Pan Viviente: El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna,
y yo le resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y
bebe mi sangre, vive en mí y yo en él (Jn 6,54-56). Comulgar en la misma vida es participar en el mismo destino: la
resurrección y la vida. La Eucaristía es el alimento de los peregrinos en la tierra alentados por la esperanza que urge el
compromiso de solidaridad real con todos (de verdad y con obras, como nos recuerda la 1Jn). Los que participan de un
mismo Pan inmortal son empujados, suave pero firmemente, a compartir los bienes visibles y perecederos. Esto es un
signo y una consecuencia de la comunión en la misma vida. La Eucaristía alimenta y da certezas al hombre en su
esperanza personal y comunitaria. A todos nos espera el mismo destin

 Evangelio: Marcos (14,12-26): La muerte como entrega

III.1. El evangelio expone la preparación de la última cena de Jesús con los suyos  y la tradición de sus gestos y sus
palabras en aquella noche, antes de morir. Sabemos de la importancia que esta tradición tuvo desde el principio del
cristianismo. Aquella noche (fuera o no una cena ritualmente pascual), Jesús hizo y dijo cosas que quedarán grabadas en
la conciencia de los suyos. Con toda razón se ha recalcado el «haced esto en memoria mía». Sus palabras sobre el pan y
sobre la copa expresan la magnitud de lo que quería hacer en la cruz: entregarse por los suyos, por todos los hombres,
por el mundo, con un amor sin medida.
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III.2. Marcos nos ofrece la tradición que se privilegiaba en Jerusalén, mientras que Lucas y Pablo nos ofrecen,
probablemente, «las palabras» con la que este misterio se celebraba en Antioquía. En realidad, sin ser idénticas, quieren
expresar lo mismo: la entrega del amor sin medida. Su muerte, pues, tiene el sentido que el mismo Jesús quiere darle.
No pretendió que fuera una muerte sin sentido, ni un asesinato horrible. No es cuestión de decir que quiere morir, sino
que sabe que ha de morir, para que los hombres comprendan que solamente desde el amor hay futuro. La Eucaristía,
pues, es el sacramento que nos une a ese misterio de la vida de Cristo, de Dios mismo, que nos la entrega a nosotros de
la forma más sencilla.

 Evangelio: San Marcos 14,12-16.22-26.

Marco: Narración de la preparación de la Pascua y la institución de la Eucaristía. El evangelista cuenta con que sus
lectores lo conocen. En el marco de la Pascua celebra Jesús la Cena y la transforma al hacerla "memorial" (sacramento
actualizante) de la obra central de su vida: Muerte y Resurrección-Exaltación.

Reflexiones:

1ª) ¡La Pascua es un banquete festivo que celebra la libertad de un pueblo!

¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?... Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad y
prepararon la cena de Pascua. Sabemos que la Pascua celebra la liberación de un pueblo en su totalidad. El banquete
pascual establecía una misteriosa comunión de todo el pueblo entre sí y de todo el pueblo con su Dios que le liberó de
Egipto. Observemos que la liturgia insiste una y otra vez en la realidad del banquete de comunión que expresa, crea y
dinamiza la solidaridad de vida y de destino de todo el pueblo. Este marco pascual nos invita a profundizar en este
sentido especial de la Eucaristía. Si en todos los banquetes de comunión celebrados en el templo el participante en el
culto tiene conciencia de la presencia cercana de su Dios, con mucha más intensidad vive la experiencia de esta cercanía
en el banquete de los banquetes sagrados que era la Pascua. Jesús eligió sabiamente este marco para entregarnos el Pan
y el Vino de la nueva y eterna Pascua. En adelante en la celebración de su Pascua promete una presencia del todo
singular. El "recuerdo actualizante" de todo lo que es y nos dio proporcionará la ocasión de reavivar la seguridad de su
presencia y la urgencia de vivir en solidaridad.

2ª) ¡Este pan soy yo mismo!

Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo.
Marcos nos ha transmitido la fórmula más primitiva de la institución de la Eucaristía. Debemos leer las palabras de Jesús
en su lengua materna (el arameo) porque expresan más profundamente la realidad que allí se estaba ofreciendo a los
hombres. Jesús dijo en realidad: esto que ahora tengo entre mis manos en adelante seré yo mismo en totalidad. Yo
mismo transformado o presencializado en el Pan. No es una parte de su ser lo que se nos entrega sino la totalidad del
ser humano y divino de Jesús. Esta es la única explicación adecuada habida cuenta del sentido de los términos utilizados
por el Maestro. En adelante cuando los creyentes celebren su "memoria" en el sacramento habrán de participar en la
gozosa experiencia de encontrarse personalmente con Él. La teología reflexionará profundamente sobre cómo entender
estas palabras de Jesús. El resultado es que ahí, en el Pan, está todo Jesús donándose en comunión de vida para todos.
Más todavía: el significado primero de estas palabras en Marcos expresan intensa-mente el sentido de comunión y
reunión. Unas palabras que leemos en la Didajé explicarían adecuadamente este pensamiento: "como este fragmento
estaba disperso sobre los montes y reunido se hizo uno, así sea reunida tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino"
(IX,4). 

3ª) ¡Esta es mi sangre de la nueva alianza!

Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Si la alianza que se estableció en el tiempo de las figuras
expresaba ya una profunda comunión entre los pactantes de la misma y la sangre era el signo visible de esta alianza,
cuanto más la nueva alianza sellada con una Sangre mejor y de más valor como es la de Jesús mismo. El sello es tan
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indeleble como lo es la donación de Jesús por la humanidad. La participación en su Pan y en su Vino (Sangre) crea entre
los participantes una seguridad indestructible en su comunión como nuevo pueblo de Dios. Ningún creyente
(adecuadamente dispuesto) queda excluido de esta participación. La participación en la misma Sangre nos hermana a
todos, nos iguala y debería romper todo tipo de barreras económi-cas, sociales o culturales. Ya Jesús, en su vida terrena,
había practicado lo que hoy se llama la "comensalía abierta", es decir, que comían con él todo tipo de gentes: pecadores,
personas marginadas (que eran muchas en su tiempo) y personas de bien como eran sus amigos. Una mesa grande y
abierta. Y esta práctica la urge ahora en nuestro mundo. Es necesario encontrar en la participación eucarística la
apertura a todos, la solidaridad comprometida.

4ª) ¡Celebradlo en memoria mía hasta que vuelva!

Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios. La
Eucaristía es el banquete que se celebra entre el ya y el todavía no de la salvación definitiva. Jesús quiere que
celebremos la Eucaristía anunciando su Muerte y proclamando su Resurrección hasta que vuelva. Quiere que en la
celebración eucarística hagamos realidad la experiencia de su promesa al despedirse de nosotros: Sabed que yo estoy
con vosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Eso significan las palabras "hacedlo en mi memoria". Celebrar la
memoria de Jesús no es un recuerdo neutro, sino una presencia que urge a caminar. Este es el quehacer de la Iglesia en
este "ínterim" entre su primera y su segunda venida. Y este es el testimonio ante el mundo al que evangeliza: un
testimonio de esperanza firme, de comunión auténtica, de solidaridad gozosa y generosa. Los que participamos de un
mismo Pan y de un mismo destino debemos ser un signo creíble para nuestro mundo tan dividido por intereses
complejos y poco solidarios.

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