Tema 7 Resumen
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Al atractivo que tiene una moneda de uso común, se une su capacidad para conformar un patrón monetario, por la confianza que
despierta el activo que se toma como referencia del patrón. Durante el siglo XIX, el librecambio y la existencia del patrón oro como
referencia monetaria formó parte de la filosofía económica de la época. Un país podía definir la unidad de cuenta como igual a un
cierto peso de oro, de ley definida, manteniendo la circulación fundamentalmente en monedas de oro, expresadas en términos de la
unidad de cuenta. Eso es lo que se consideraba un patrón oro monometálico.
La moneda de oro acuñada mantenía su valor de cambio como moneda y su valor intrínseco como mercancía. Pero si las
autoridades económicas del país deciden mantener la circulación de monedas en oro y en plata de pleno contenido, definiendo la
unidad de cuenta en relación a un cierto peso y ley de ambos metales, el resultado sería un patrón bimetálico de oro y plata.
Pero para que funcione de forma equitativa, el valor de cada moneda debía mantenerse dentro de la relación legal entre los dos
metales, que estaba determinada por la definición metálica de la unidad de cuenta. En caso contrario, funcionaba la Ley de
Gresham, que dice que la moneda mala desplazará de la circulación a la moneda buena, legalmente sobrevalorada, que se
atesorará.
El abandono del patrón oro distorsionó profundamente el mercado de cambios. Para hacer frente a la estabilidad monetaria,
Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos llegaron a un acuerdo, el Acuerdo Tripartito, para mantener “el mayor equilibrio posible en
el sistema de cambios internacionales”. Este es el primer intento de cooperación monetaria desde la desaparición del patrón oro y
antes de la Segunda Guerra Mundial y en la medida en que se proponían mantener la estabilidad de los cambios, se puede
considerar un antecedente del Fondo Monetario Internacional.
Los desastres económicos de la década de los años treinta se agravaron seriamente por la parición de un círculo vicioso
caracterizado por el aumento del proteccionismo, el descenso del comercio y la caída de las inversiones.
La introducción del Arancel Hawley-Smoot por Estados Unidos para hacer frente a la crisis, va a significar un incremento notable del
nivel de protección mundial y con su introducción paralizará los intentos que desde 1925 a 1929 había desarrollado la Sociedad de
Naciones, para detener el nivel de protección comercial. La utilización de los aranceles como arma comercial se extendió por el
resto de los países y las consecuencias sobre el comercio internacional fueron nefastas, al neutralizarse los efectos de protección
por su implantación global. El resultado fue un empobrecimiento de las relaciones comerciales y una disminución del nivel de
comercio mundial.
Las exportaciones americanas se habían reducido drásticamente y no era posible proteger más el mercado interno, porque el nivel
de protección era ya muy elevado. Una solución posible para mejorar la situación del comercio, se presentaba con los acuerdos
bilaterales. Estados Unidos inició en 1934, con el programa Cordell-Hull, la posibilidad de negociar rebajas arancelarias recíprocas.
Sin embargo, la influencia sobre el comercio mundial fue muy reducida, debido a las especificaciones sobre las características de los
productos en cada Acuerdo, lo que impedía su extensión a terceros países y a la mejora, por tanto, del comercio internacional.
No sólo el comercio se vio afectado por la crisis global agudizada por la Gran Depresión, también los pagos sufrieron los efectos
discriminatorios en el comercio internacional por el incremento de los obstáculos en los intercambios, al entorpecer el sistema de
compensación multilateral de créditos y deudas internacionales. La inconvertibilidad, la no transferibilidad de las divisas y el control
de cambios, fueron prácticas comunes antes de la Segunda Guerra Mundial. Para hacer frente a estos problemas en los pagos, se
implantaron una serie de acuerdos, generalmente bilaterales, de compensación de deudas y créditos, denominados también,
clearing.
La United Nations Relief and Rehabilitation Administration UNRRA o administración de Socorros y Reconstrucción de las Naciones ,
se encargó desde 1943 a 1946 de distribuir alimentos, vestidos, medicinas e incluso bienes de equipo. Supuso un primer intento de
colaboración entre 44 países que financiaron la iniciativa con la aportación del 1% de su renta nacional. Con la puesta en marcha del
Plan Marshall, la UNRRA desapareció (junio de 1947).
Los debates para organizar un sistema monetario en la postguerra comenzaron durante la guerra, en 1942, bajo el impulso de Gran
Bretaña. El resultado fue la elaboración de dos planes:
Plan Keynes
Keynes propuso la creación de una Unión de Clearing Internacional que administraría cierto volumen de liquidez en función de las
necesidades de comercio y las relaciones internacionales, cumpliendo además una función estabilizadora al poder presionar a los
países para eliminar los desequilibrios. Este organismo crearía una moneda internacional, el Bancor.
Plan White
White proponía la creación de un fondo de estabilización de cambios, alimentado por las aportaciones de los países miembros. En
caso de dificultad en la Balanza de Pagos, los países miembros podían obtener divisas extranjeras contra moneda nacional, con
ciertas limitaciones. El peso del ajuste recaería esencialmente sobre los países deudores y los préstamos del Fondo no serían
automáticos, sino condicionados a la adopción de determinadas medidas equilibradoras.
Finalmente y debido a la imposibilidad de conciliar ambos planes, se llegó a un acuerdo entre Estados Unidos y Gran Bretaña y se
propuso el plan norteamericano y la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
Fundamentos:
1. El funcionamiento del sistema de paridades que permitía el ajuste de los tipos de cambio evitando la depreciación
competitiva entre las monedas, características del período de entreguerras.
2. La estabilidad de los tipos de cambio mediante la intervención en el mercado para asegurar los márgenes.
Mientras los países miembros estaban obligados a hacer convertibles sus monedas, en cuanto se lo permitiesen las condiciones de
sus Balanzas de Pagos, se le permitía plena autonomía para restringir las transferencias de capital. El dólar de Estados Unidos se
convirtió en la moneda de referencia para casi todos los márgenes de intervención , debido a la preponderancia adquirida en la
postguerra. Los Estados Unidos asumieron una función pasiva en el mercado de divisas. Con el tiempo, el sistema se vio amenazado
por el mal funcionamiento, en parte por la incompatibilidad de las políticas internas y de tipo de cambio de los países miembros, y
en parte por la incapacidad del sistema para adecuarse a las variaciones económicas y financieras.
La decisión de crear los Derechos Especiales de Giro (DEG) estuvo basada, en que se consideró el mecanismo más racional y
eficiente para adaptar la oferta mundial de recursos internacionales a las necesidades globales a largo plazo de dichos recursos. La
mala ordenación de los tipos de cambio, las fuertes salidas de capital y la creación de reservas, en 1970 y 1971, demostró que no se
disponía de un mecanismo estable que asegurase el funcionamiento del sistema y la no acumulación de dólares. Las fuertes
corrientes de capital incentivado por la caída de la confianza en el sistema de paridades fijas, al no producirse los ajustes que eran
necesarios, más el empeoramiento de la Balanza de Pagos de Estados Unidos, debido en una gran parte a la financiación de la
guerra de Vietnam, contribuyeron a intensificar la presión sobre el dólar y sobre los recursos de oro de ese país. En marzo de 1968
cesó la intervención en el mercado privado del oro y el 15 de agosto de 1971, el presidente Nixon suspendió la convertibilidad en
oro y otros activos de reserva de los saldos oficiales en dólares.
Entre 1971 y 1973 la especulación contra el dólar fue muy fuerte. Colaboró de forma esencial el déficit básico de la Balanza de Pagos
americana y el aumento de la demanda de oro con fines especulativos, ante la incertidumbre del Sistema Monetario Internacional y
el papel del oro en el futuro. El patrón monetario en esa época era un patrón-dólar (no convertible en oro). El patrón-dólar no
funcionó de forma eficiente al carecer de mecanismos para encauzar una política monetaria y financiera apropiada para el país ancla
y el resto de los países.
Los Acuerdos de Jamaica (enero de 1976) legalizaron las prácticas monetarias que se habían generalizado desde el derrumbe del
sistema de Bretton Woods en 1973, y a partir de ese momento comienza el funcionamiento de lo que se ha denominado un “ no
sistema monetario internacional”.
5. Propuestas teóricas de reforma del Sistema Monetario Internacional (SMI) de Bretton Woods
Las propuestas de reforma del SMI en los años sesenta consideraban que el sistema se estaba enfrentando a tres problemas
fundamentales, a los cuales había que buscar solución si se pretendía mantener cierta estabilidad monetaria internacional: liquidez,
confianza y ajuste.
En el libro de R. Triffin “El oro y la crisis del dólar”, se cuestionó de forma precisa la viabilidad del patrón cambios-oro. Triffin puso de
relieve que al aumentar la oferta de oro más lentamente que la demanda de reservas, la creciente necesidad de liquidez
internacional sólo podía ser cubierta mediante un aumento de los dólares en circulación.
Triffin propone a su vez transferir parte de las reservas que tenían los países al Fondo Monetario Internacional, a cambio de
depósitos en el propio Fondo, que se denominarían Bancor. De esta manera, el problema de la confianza quedaba resuelto. Estos
depósitos o Bancor permanecerían líquidos y se considerarían como parte de las reservas monetarias de cada país, que podían
utilizarse para realizar los pagos internacionales. Es decir, los Bancor serían una nueva moneda internacional. Al Fondo se le dotaría
de nuevas funciones, mediante su conversión en un Banco Central de Bancos Centrales y a través de la gestión de sus préstamos se
controlaría la liquidez internacional. El oro seguiría siendo el respaldo último del sistema.
En definitiva, el plan de reforma que proponía Triffin desembocaba en un FMI reforzado, que garantizaba la liquidez y el ajuste del
Sistema, y donde la confianza, en consecuencia, quedaba garantizada automáticamente.
Plan de Sir Maxwell Stamp. El Fondo emitiría certificados de crédito, que servirían como garantía para las obligaciones
internacionales hasta una cantidad que se igualase a las cuotas de cada país en el Fondo. No sería necesario emitir físicamente estos
certificados, bastaría realizar las anotaciones contables oportunas y se utilizarían como garantía para las obligaciones
internacionales hasta una cantidad igual a la cuota del país en el Fondo. A diferencia de los Bancos, no se utilizarían como medio de
pago, más que en casos extremos, y a su vez el Fondo lo pondría a disposición de los mismos, mediante préstamos de alguna
institución de desarrollo, v.g., la AID, que a cambio de monedas nacionales proporcionaría liquidez a países con problemas.
La provisión de liquidez al Sistema fue una de las principales preocupaciones de las propuestas de reforma monetaria internacional
del período que consideramos, por el peligro inherente de provocar un aumento de la inflación mundial, difícil de controlar si el
volumen de recursos monetarios proporcionados era excesivo.
Uno de los planes de fortalecimiento del patrón cambios-oro fue el propuesto por Edward M. Bernstein (1963). Propuso, de acuerdo
con el Plan Posthuma, que los principales países desarrollados deberían mantener un porcentaje mínimo obligatorio en dólares,
para soslayar los inconvenientes que provocaba en el sistema de convertibilidad del dólar en oro. Además proponía que los países
más importantes en el ámbito mundial depositasen sus reservas en el Fondo y como contrapartida se creasen unas unidades de
reserva que suplementarían al oro y deberían ser aceptadas por los países participantes en el FMI, hasta un porcentaje determinado
de sus tenencias de oro.
Hay otro grupo de planes, cuyos autores proponen directamente la vuelta al patrón oro. La mayoría de los autores que aconsejaban
esta solución esperaban que con la vuelta al patrón oro, la economía internacional volvería a la senda de la estabilidad monetaria y
al automatismo anterior a 1914. Los autores más destacados son: Rueff y Heilperim.
En los primeros momentos de la crisis del sistema, la libra fue el principal objetivo de los especuladores de divisas. Desde Bretton
Woods, la libra esterlina y el dólar eran considerados de hecho las monedas clave del sistema. Al atravesar la economía británica por
un momento crítico y no estar, en consecuencia, en condiciones de apoyar a su moneda frente a la fuerte especulación, la libra se
devaluó en 1967, y a partir de entonces perdió su condición de moneda de reserva clave que había mantenido, más por motivos
históricos que de otra índole.
Al devaluar la libra esterlina, la corriente especuladora se desplazó hacia el dólar y a favor del oro, provocando un considerable
incremento de demanda de oro no monetario, lo que produjo un aumento en la diferencia entre el precio del mercado libre de oro y
el mercado oficial, que condujo a una reducción importante de las reservas auríferas oficiales del pool del oro.
En marzo de 1968 se suspendió la intervención en el mercado privado del oro y se suspendieron las operaciones del pool del oro,
creándose así un doble mercado para el oro.
Se decidió que el oro de las reservas oficiales, se utilizase exclusivamente para los pagos o transferencias entre autoridades
monetarias. La segunda mitad de los años sesenta viene marcada, fundamentalmente, por la especulación a favor del oro y en
contra del dólar y la libra esterlina. Al devaluar la libra en 1967 la responsabilidad del dólar en la situación financiera internacional
adquiere, si cabe, mayores proporciones.
El buen funcionamiento del sistema exigía una moneda de reserva fuerte, o lo que es lo mismo, una Balanza de Pagos sin déficit.
En agosto de 1971 se da el primer paso definitivo hacia la ruptura con el Sistema Monetario de Bretton Woods.
Movimientos especulativos forzaron a la moneda alemana a flotar en mayo de 1971, y a otros países a intervenir en el mercado de
cambios. Dichos sucesos alimentaron a su vez la especulación contra el dólar, ya que las autoridades económicas de Estados Unidos
no fueron capaces de contener la inflación interior ni el déficit de sus cuentas exteriores. La suspensión de la convertibilidad del
dólar provocó un desconcierto inmediato en los mercados monetarios, al obligar al resto de las monedas a suspender las paridades
acordadas para las transacciones exteriores. Este desorden se pretendió eliminar, con los Acuerdos de Washington, el 18 de
diciembre de 1971.
En los Acuerdos de Washington se acordó devaluar el dólar respecto al oro y a los Derechos Especiales de Giro (DEG), fijando el
precio oficial del oro en 38 dólares la onza. Asimismo, se revaluó respecto al oro, el yen, el florín, el franco belga y la moneda
alemana. El dólar canadiense continuó en flotación. Otra de las decisiones importantes adoptada en los Acuerdos de Washington y
que afectaba el funcionamiento del Sistema Monetario Internacional (SMI), fue la adopción de unos márgenes más amplios de
fluctuación de las monedas, ampliándose la banda a un 2,25 por 100, alrededor del tipo central entre las monedas de los distintos
países y su moneda de intervención.
Los países de la Comunidad Económica Europea, decidieron de acuerdo con el Plan Werner, mantener los márgenes de fluctuación
entre sus monedas, en un 2,25 por 100, reduciendo a la mitad los márgenes de fluctuación frente a lo establecido en Washington,
que permitía una banda de fluctuación entre las monedas, distinta de la moneda de intervención, en un 9 por 100. El
mantenimiento de los márgenes de fluctuación de las monedas europeas entre sí en un 2,25 por 100 y a su vez el mantenimiento de
los límites de fluctuación respecto a la paridad con el dólar se conoció como “la serpiente en el túnel”.
Flotación generalizada
La segunda alteración en el Sistema Monetario Internacional (SMI) fue la flotación generalizada de las monedas. La flotación de la
mayoría de las monedas supuso, de hecho, el final de los Acuerdos de Washington, que para los países de la CE integrados en la
serpiente europea implicó el abandono del túnel por la serpiente o abandono del compromiso para mantener los márgenes de
fluctuación de los tipos de cambios frente al dólar.
Los países industrializados en general optaron por la intervención en el mercado de cambios, que ya venía practicando
anteriormente, con la intención de evitar las fuertes oscilaciones monetarias, más que la defensa de la paridad de su moneda. Los
países en vías de desarrollo y los países de medio desarrollo miembros del Fondo Monetario Internacional (FMI) decidieron
mantener los tipos de cambio estables respecto a una sola moneda de intervención, la libra, el dólar o el franco francés.
Al adoptar la mayoría de los países miembros del FMI el régimen de flotación de sus monedas, la volatilidad de los tipos de cambio
se intensificó. Las razones pueden encontrarse en la incertidumbre sobre el futuro de las cotizaciones, aunque esta incertidumbre se
vio paliada, fundamentalmente, por la práctica adquirida en la gestión de las divisas y por una mayor posibilidad de cobertura a
plazo. La intervención en el mercado oficial de cambios por las autoridades monetarias de cada país impidió mediante la compra y
venta de divisas, que las fluctuaciones de grandes proporciones repercutiesen en la situación monetaria interna, así como en el
resto de las variables básicas. Esto es lo que se ha llamado un sistema de flotación sucia o flotación administrada, mediante el cual
se mantiene el sistema de flotación, pero tratando de neutralizar los efectos no deseados en la economía interna.
Las prácticas monetarias que se habían generalizado desde principios de 1970, quedaron legalizadas en los Acuerdos de Jamaica en
enero de 1976, enmendándose por segunda vez el Convenio Constitutivo del FMI. La II Enmienda al Convenio Constitutivo del Fondo
fue adoptada mediante Resolución de la Junta de Gobernadores. Sus principales aspectos son:
Ésta fue la cuarta alteración importante en la década de los setenta, dada la creciente tendencia de los países a mantener sus
monedas de reserva en monedas distintas del dólar. La falta de confianza en la estabilidad de la economía americana, o en la
fortaleza del dólar, había provocado una gran preocupación en los mercados internacionales por el mantenimiento del valor de
dicha divisa en los mercados, especialmente para los países con superávit, cuyas reservas eran fundamentalmente dólares.
Existían algunos factores concretos a tener en cuenta, para la sustitución de dólares, tales como su sustitución por ECUs en las
reservas oficiales de los países miembros participantes en el SME. Incluso Estados Unidos, a finales de la década de los setenta había
iniciado la acumulación de reservas extranjeras para intervenir activamente en el mercado de cambios extranjero y para hacer
frente a los compromisos adquiridos en divisas extranjeras, en particular marcos alemanes y francos suizos.
El proceso de la diversificación de las monedas de reserva no se produjo de la misma forma en los países desarrollados y en los
países en vías de desarrollo. Para los primeros la tendencia a diversificar sus reservas en moneda distinta del dólar se hizo patente a
partir de 1975, desplazándose fundamentalmente hacia el ECU, yen y marcos alemanes. Los países en vías de desarrollo, aunque
siguieron un proceso paralelo la proporción de dólares en sus reservas continuó siendo elevada.
La expansión de los mercados de capitales comenzó su auge en los años setenta, pero es a partir de la crisis de las relaciones
monetarias internacionales cuando adquiere mayor relevancia, proporcionando una vía idónea para la colocación de las reservas y
canalizando la corriente de préstamos, para la financiación de los desequilibrios de pagos exteriores.
En los años setenta el mercado internacional de capitales se convertirá en la principal fuente de financiación para países con
problemas de pagos exteriores, constituyéndose en el medio adecuado para el reciclaje de fondos hacia países de medio desarrollo
y en vías de desarrollo no productores de petróleo. Los países industrializados pequeños y los países en vías de desarrollo lo
utilizaron fundamentalmente para financiar sus déficit de pagos, mientras los países industrializados, fundamentalmente para
canalizar las corrientes de capitales entre sí.
El mercado de emisiones internacionales, como fuente de financiación, se hizo poco atractivo para los países en vías de desarrollo
no productores de petróleo, desde mediados de los años setenta, debido, por una parte, a la incertidumbre que existía en el sector
financiero internacional respecto a la evolución económica de estos países y, por otra, a las perspectivas de los tipos de interés.
Los efectos de la crisis del petróleo tuvieron serias consecuencias en la financiación y ajuste de las Balanzas de Pagos de la mayoría
de los países que hizo necesaria la búsqueda de nuevas vías de financiación internacional para desviar las grandes corrientes de
capital de los países con superávit exterior a los países con déficit.
Como el petróleo era una materia prima esencial para la mayoría de los países que habían optado por la industrialización era, por
tanto, uno de los principales componentes en las partidas de importación de los países desarrollados y en vías de desarrollo, que no
disponían de esa fuente de energía. Al elevarse su precio, el efecto a corto y medio plazo fue la elevación de los costes por
importación y, en consecuencia, el desequilibrio de los pagos externos.
Los países industrializados experimentaron los peores efectos de la crisis energética, después del primer impacto petrolífero en
1973, debido a que la novedad de la situación les cogió desprevenidos para ajustar con rapidez sus economías. Después del segundo
impacto energético en 1979, estos países habían aprendido a adaptar sus economías con más rapidez a los posibles efectos
negativos de la crisis, habiendo iniciado planes de restricción del consumo de petróleo y a la vez proyectos de investigación y
utilización de otras fuentes de energía alternativas.
A los países en vías de desarrollo no exportadores de petróleo, la crisis energética les afectó de tres maneras fundamentalmente:
1. De forma directa, a través de la elevación del coste del petróleo y sus derivados
2. Mediante la elevación del coste de las importaciones de productos manufacturados, cuyos precios se elevaron como
consecuencia del aumento del precio de la energía
3. Por los efectos que ejercieron sobre eso países, las políticas económicas estabilizadoras adoptadas por la mayoría de los
países industrializados ante la crisis de la energía. La demanda de importaciones de los países desarrollados cayó de forma
destacada, afectando sobremanera las exportaciones de los países en vías de desarrollo, cuyos productos básicos son el
principal componente de sus exportaciones.