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Flores Xolocotzi

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20/3/2020 FLORES-XOLOCOTZI

Economía Sociedad y Territorio, Vol. VI, núm. 24, mayo-agosto de 2007

Consideraciones sociales en el diseño y plani cación de


parques urbanos
 
R F-X
M  J G-G*
 
Resumen
 
Los parques urbanos han sido creados desde tiempos históricos con la nalidad de proporcionar diversos servicios
destinados a bene ciar a determinados grupos sociales. Actualmente, el concepto de parques públicos incluye
principios de sustentabilidad ecológica, económica y social, es debido a ello que se permite considerarlos como
espacios incluyentes y con usos recreativos diversos. Sin embargo, a través de un análisis de estudios de caso en
mujeres, etnias, razas, homosexuales y personas con discapacidades o con necesidades especiales, este trabajo expone
que los parques actuales distan de ser incluyentes. Esta de ciencia podría repercutir negativamente en la calidad y uso
de los mismos. En este documento se sugieren estrategias y recomendaciones que permiten la creación de programas
de asignación, diseño y manejo de parques bajo una perspectiva de inclusión y equidad considerando demanda social
recreativa y participación ciudadana.
 
Palabras clave: equidad, espacios verdes, inclusión, participación ciudadana, recreación.
 
Abstract
 
Since historical times, urban parks have been created to provide some services for the bene t of certain social groups.
Nowadays, the concept of public park includes some principles of ecological, economical and social sustainability and thus it
is possible to consider them as places of inclusion and with a diversity of recreational purposes. Nonetheless, through the
analysis of some case studies with women, ethnic groups, racial groups, homosexuals, disabled people or people with special
needs, this paper proposes that today’s parks are far from being inclusive. is de ciency can have negative effects in the
quality and use of the parks themselves. We suggest some strategies and recommendations that allow the creation of
programmes for the allocation, design and management of parks under a perspective of inclusion and fairness, by considering
the recreational social demand and the citizens’ participation.
 
Keywords: fairness, green spaces, inclusion, citizen participation, recreation.
 
 
* Colegio de Postgraduados, Campus Montecillo, México. Correos-e: oresxzr@ prodigy.net.mx, manuelg@colpos.mx.
 
 
Introducción
 
Según la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (, 1988), al inicio del siglo 
prácticamente la mitad de la humanidad habitará en centros urbanos; otras estimaciones establecen que
la rápida urbanización de las sociedades humanas permitirá que en el año 2030, más de 60% de la
población mundial viva en ciudades (United Nations, citado en Bolund y Hunhammar, 1999: 193). Sin
embargo, diversas ciudades del siglo , especialmente aquéllas ubicadas en naciones emergentes,
arrastran históricamente problemas ligados a un crecimiento y desarrollo urbano no plani cado que han
sido objeto de discusión, al menos desde el inicio de la Revolución Industrial. Esos problemas críticos de
plani cación urbana resultan en una desigual dotación de bienes y servicios urbanos que restringe la
calidad de vida de los habitantes. No obstante esa preocupación histórica de al menos 300 años por el
crecimiento y desarrollo de las ciudades, las urbes actuales se caracterizan por tener en común problemas
ambientales y sociales como contaminación, dé cit de espacios verdes,[1] inseguridad, desigualdad social
y discriminación de grupos sociales dentro de los espacios urbanos.
Por lo anterior, la  (1988) sugirió que los programas y políticas públicas para el desarrollo y
bienestar urbanos consideren indicadores de sustentabilidad y estándares de calidad de vida que tomen
en cuenta aspectos económicos, ecológicos y sociales. Uno de los indicadores propuestos por la
Organización Mundial de la Salud () y por el Programa de Naciones Unidas para el Medio
Ambiente (, 2003), es la super cie de áreas verdes urbanas por habitante. Al respecto,
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actualmente, la  recomienda un mínimo de 9 m2. También aconseja un diseño de áreas verdes que
permita a los citadinos vivir a una distancia de no más de 15 minutos a pie de un espacio verde público
(Miller, 1997; Sorensen et al., 1998); consecuentemente, los espacios deberían establecerse entre sí al
doble de la distancia mencionada.
Además, considerando principios de sustentabilidad social, se sugiere que los bene cios que
proporcionan los espacios verdes públicos se distribuyan equitativamente entre los diferentes grupos
sociales que integran la sociedad, y que esos grupos participen de forma activa en los planes de
asignación y diseño de áreas verdes urbanas (Speller y Ravenscroft, 2005). Los indicadores y sugerencias
de los organismos internacionales constituyen un reconocimiento internacional sobre los múltiples
bene cios ambientales, sociales y de salud que los parques públicos proporcionan, y que son descritos
por Ariane Bedimo-Rung y otros autores (2005).
Por lo anterior, la distribución equitativa de tales bene cios se logrará únicamente si se conciben los
espacios verdes (al igual que cualquier espacio público urbano) como sitios que permitan el acceso a los
diferentes grupos sociales presentes en las localidades urbanas. Desde esta óptica de acceso a los espacios
públicos, y de acuerdo con Lennie Scott-Webber y Anna Marshall-Baker (1998: 10), existe equidad
cuando los ciudadanos tienen igual oportunidad de interactuar o afectar sus ambientes.
De acuerdo con los anterior, se considera a los parques urbanos como espacios incluyentes y de usos
diversos para la población, sin distinción de género,[2] orientación sexual, razas, discapacidades,
posición económica o clase social, y cuyo objetivo principal es incrementar la calidad de vida urbana
(Chiesura, 2004).
 
Planteamiento y objetivos
 
Los parques citadinos constituyen parte fundamental del paisaje urbano y se pueden caracterizar como
un bien complementario a la dotación de vivienda por los diversos bene cios que proporcionan a todos
los grupos sociales que viven en la ciudad. Esta complementariedad puede rastrearse en el tiempo varios
siglos atrás. De modo tal que su inclusión actual en los programas de plani cación urbana está de nida
por una serie de sucesos históricos que permiten entender los actuales aspectos de asignación, manejo y
administración de espacios verdes urbanos hasta llegar a la actual óptica de sustentabilidad económica,
social y ecológica.
Las de ciencias de inclusión social en las áreas verdes citadinas se analizan desde el enfoque de
sustentabilidad. Consecuentemente, el objetivo principal en este trabajo es exponer, por medio de un
análisis de estudios de caso en mujeres, etnias, razas, homosexuales[3] y personas con discapacidades de
diferentes tipos, que los parques distan de ser espacios incluyentes en sus usos. Esa de ciencia podría
repercutir negativamente en la calidad y uso de los mismos.
Para alcanzar el objetivo general, el análisis se dividió en tres partes:
 
a)  Se realiza una breve revisión histórica de la asignación de espacios verdes urbanos, lo que
permite detectar de manera histórica la exclusión social desde tiempo pasado.
b)  Se presenta un análisis de la situación actual de la exclusión y discriminación de los grupos
anteriormente mencionados en los espacios verdes urbanos.
c)  Se sugieren algunas estrategias y recomendaciones que permitan el diseño y manejo de parques
públicos desde una perspectiva de equidad e inclusión social dentro del espacio, además se
resaltan las bondades de la participación ciudadana como una forma de lograr programas de
asignación, diseño y manejo de espacios verdes incluyentes.
 
1. Los parques urbanos y la exclusión social: breve historia
 
Hablar de las primeras ciudades surgidas en función del poder político y religioso es remontarse a
Mesopotamia, en donde hacia el año 3000 a.C. se encuentra una sociedad neolítica: “los sumerios”, que
tendían a agruparse en núcleos protourbanos (Nieto, 2000: 2166).
Esos núcleos protourbanos evolucionaron durante los siguientes dos milenios hacia la conformación
de las primeras ciudades, como Babilonia, ciudad que evidencia un primer nivel de plani cación urbana
tendente a proporcionar servicios religiosos, gobierno, vivienda y comercio. Es en esta antiquísima
ciudad donde se pueden encontrar algunos de los primeros diseños de vegetación de tipo jardín

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elaborados para embellecer una ciudad. Esos primeros diseños constituyeron los llamados Jardines
Colgantes de Babilonia, creados dentro de los palacios reales durante el periodo del rey Nabucodonosor
, entre los años 604 y 562 a.C.
Aun y cuando esas zonas verdes fueron consideradas parte arquitectónica de las ciudades antiguas, no
cobraron auge durante los siguientes mil años. Esta relación se observa en un inicio en forma de
pequeños jardines privados (Fernow, 1911). Posteriormente, durante la Edad Media también se podían
encontrar jardines ubicados en las moradas de la clase gobernante y en espacios dentro de templos
religiosos. Esa falta de interés posiblemente esté relacionada con el hecho de que las primeras ciudades
eran pequeñas, comparadas con las actuales; además de que los primeros citadinos tenían mayores
oportunidades en términos de distancia y tiempo para acudir al campo fuera de la ciudad. Por lo
anterior, tipos funcionales y arquitectónicos semejantes a los Jardines Colgantes de Babilonia son los que
representaron las primeras zonas verdes citadinas durante una buena parte de la historia urbana.
Posteriormente, en el Renacimiento, las zonas verdes se extienden a espacios abiertos creados para el
disfrute de las clases noble y alta; esas zonas generalmente se ubicaron fuera del centro o a las orillas de
las ciudades. Sería éste el caso del parque de la Alameda Central en la Ciudad de México, creado en
1593, como lo re ere Ramona Pérez (2003: 1):
 
La desecación de los cinco lagos del Valle de México dejó atrás la ciudad mítica azteca de Tenochtitlan integrada con
agua y vegetación para formar la metrópoli colonial española cuyas plazas y calles no contaban con árboles. Por ello, a
nales del siglo  se creó al poniente de la capital de la Nueva España, la Alameda Central para brindar belleza a la
ciudad y un lugar de recreo de las clases altas.
 
Hasta ese momento histórico, y considerando el objetivo social de dichos espacios abiertos, no se
puede hablar aún de parques públicos tal como se conciben actualmente, ya que esos espacios en Europa
y América estaban dirigidos sólo a las clases altas y a la nobleza.
Tres siglos después, la Revolución Industrial, además de generar grandes bene cios, trae consigo
enormes problemas sociales y de salud producto de una desorganizada plani cación urbana, como lo
describe Friedrich Engels (1999) para las ciudades inglesas de principios del siglo . Dicha Revolución
se puede considerar como un catalizador que puso en la mesa de discusión de gobernantes y cientí cos,
las formas y estrategias para mejorar las condiciones de vida urbana. Tal situación estimuló el origen y
aplicación de diversas ideologías en arquitectura y urbanismo durante los siglos  y , sobresaliendo
el racionalismo, el liberalismo, el utilitarismo y el higienismo, entre otras. Ese periodo histórico
corresponde a lo que Federico Fernández (2000) denomina periodo neoclásico de la arquitectura y el
urbanismo, el cual permitió el desarrollo paulatino de nuevos modelos de ciudades. Esos modelos se
tradujeron en esquemas de dotación de bienes y servicios como las áreas verdes. Evidencia de ello fue la
planeación de numerosos parques urbanos fundados en el siglo  en ciudades de Europa y América.
Espacios como el Central Park en Nueva York, y el Sefton Park y el Stanley Park en Liverpool, fueron
diseñados a mediados del siglo  como lugares donde los citadinos pudieran convivir con la naturaleza,
mejorar su salud y además relajarse en un paisaje rural (Taylor, 1999; Marne, 2001).
Esa visión de diseño constituyó parte del pensamiento de gente como Frederick Law Olmsted,
diseñador del Central Park junto con Calvert Vaux entre 1858-1861. Olmstead y otros promotores
destacaban como parte de las bondades de los parques su poder relajante, y la habilidad de los espacios
verdes para disminuir la lucha antagónica de las clases sociales. Olmstead creía especialmente que los
parques podían fomentar  sentimientos de grupo sin importar la clase social, llevando salud para todos,
en particular a los más pobres y desprotegidos y alejando a los hombres de vicios y otros
comportamientos destructivos y no saludables (Taylor, 1999: 6). La visión de diseño de Frederick Law
Olmsted incorporó también el concepto de mecanismo de control social mediante el diseño de un
modelo de parque que funcionara como un agente efectivo de vigilancia (Taylor, 1999). Ese diseño
permitiría a la clase media supervisar y controlar la conducta de la clase trabajadora durante su tiempo
libre.
En Europa, la preocupación y el interés por la salud de los citadinos catalizaron el surgimiento del
movimiento Garden City en la Inglaterra de nes del siglo . Ese movimiento fue auspiciado por
Ebenezer Howard, quien sugirió diseñar ciudades embellecidas con espacios verdes (las ciudades jardín).
Howard proporcionó además uno de los primeros indicadores de plani cación urbana al recomendar
que las ciudades estuvieran rodeadas con cinturones verdes en una relación de cinco hectáreas de
cinturón por una de tierra desarrollada (Miller, 1997).
Paralelamente, en Estados Unidos de América () surgió el movimiento City Beautiful,
desarrollado, entre otros, por Frederick Law Olmsted Jr. y Daniel Burnham también a nes del siglo .
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Los movimientos Garden City y City Beautiful fueron modelos de plani cación urbana tendentes a crear
parques públicos y mejorar la salud de los citadinos, por lo cual comprendían un diseño arquitectónico
urbano con fundamentos sociales (“e Garden City Movement”, 1906; Salvador, 2003). 
En los primeros años del siglo , el enfoque de control social de espacios como el Central Park se
vio fortalecido con diversos movimientos reformistas en recreación urbana auspiciados por mujeres de
clase media que promovían un entretenimiento familiar e infantil (Taylor, 1999). Después, esos
movimientos resultaron en lo que Galen Cranz y Michael Boland (2004) denominan etapa de Parques
de la Reforma, que se extendió desde 1900 hasta 1930 y que asimiló la recreación infantil como uno de
sus principales objetivos. Cranz y Boland (2004) identi can, al menos en , tres etapas históricas más
en el desarrollo de los parques urbanos de 1930 a la fecha (cuadro 1); esas etapas consideran extender los
bene cios derivados de los parques a diferentes grupos sociales. La visión de recreación y convivencia fue
en un principio familiar, y en las dos últimas etapas se extiende para incluir a los residentes citadinos de
manera general. La clasi cación histórica de tipos de parque de Cranz y Boland es útil debido a que
permite relacionar la meta social con el orden geométrico y los bene ciarios. De especial interés es la
etapa actual, que desemboca en el tipo denominado parque sustentable, que tiene como meta la salud
humana y la salud ecológica y, por lo mismo, provee al concepto de parque urbano una importancia
ambiental y de conservación.
 

Cuadro 1
Cuadro comparativo de los diferentes tipos conceptuales de parques urbanos
Aspecto Jardines Parques de la Reforma Facilidades Sistemas de Parque sustentable
placenteros (1850- (1900-1930) recreativas (1930- Espacio Abierto (1990-presente)
1900) 1965) (1965-?)
Meta social Salud pública y Reforma social e Servicios Participación Salud humana y
reforma social incorporación de recreativos ciudadana; salud ecológica
recreación infantil revitalización de
ciudades y
contención de
disturbios
Actividades Paseos, carreras Juegos supervisados, Recreación activa, Relajación Paseos, caminata,
de coches, gimnasia, destrezas, básquetbol, tenis, psicológica, bicicleta, recreación
bicicleta, comidas clases de deportes de música popular, activa y pasiva,
campestres, remo, americanización, baile, conjunto, natación actividades observación de aves,
música clásica, espectáculos y espectáculos libres, artes educación y
educación no deportivos participativas administración
didáctica
Tamaño Muy largo: 500 + Pequeños, manzanas de Pequeño a medio; Variado, Variado, énfasis
hectáreas ciudad según una fórmula frecuentemente sobre corredores
pequeño, sitios
irregulares
Relación con la Se pone en Acepta patrones urbanos Suburbano La ciudad es un Continuidad entre
ciudad contraste trabajo artístico, arte y naturaleza, son
redes de trabajo parte de sistemas
urbanos mayores,
modelar para otros
Forma Curvilíneo Rectilíneo Rectilíneo Ambos Estéticamente
evolutivo
Elementos Bosques, prados, Casas de campo, Áreas de juego de Árboles, pastos, Plantas nativas,
andadores curvos, albercas, andadores asfalto o pasto, arbustos, superficies
cuerpos plácidos rectilíneos, juegos andadores andadores permeables,
de agua, infantiles en cualquier rectilíneos, equiporectilíneos, rehabilitación
estructuras tipo de terreno estándar paraequipos de ecológica;
rústicas, juegos juegos con libre infraestrctura verde y
despliegues forma y autosucifiencia de
florales limitados características recursos
visuales que
privilegien el
agua
Promotores Reformadores de Reformadores sociales, Políticos, Políticos, Ambientalistas,
la salud, trabajadores sociales y burócratas y ambientalistas, comunidades locales,
trascendentalistas trabajadores de servicios planificadores artistas y grupos voluntarios y
e intereses reales recreativos diseñadores arquitectos del
del Estado paisaje
Beneficiarios Se intentó Infantes, inmigrantes y Familias Residentes, Residentes, vida
beneficiar a todos clase trabajadora suburbanas trabajadores, silvestre, ciudades y
los habitantes; en jóvenes en planeta
realidad sólo se condición de
benefició a la pobreza y clase
clase media media
Fuente: Cranz y Boland (2004).

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Sin dejar de reconocer la importancia ecológica que cumplen actualmente los espacios verdes, es de
interés para este análisis centrarse por el momento en la función de inclusión social. Si se hace una
revisión general de las etapas históricas a través de las cuales se han desarrollado los parques urbanos, se
observa que la inclusión social ha sido uno de los objetivos principales en cada etapa. En cuanto al orden
geométrico, en cada etapa éste se tiene que adaptar a las metas sociales, las cuales a su vez se traducen en
bene cios dirigidos a los grupos privilegiados en cada tipo de parque. Parte de los bene cios se obtienen
por medio de actividades recreativas que llevan a los grupos a hacer uso del espacio.
Una revisión histórica más puntual permite establecer que los primeros movimientos reformistas de
parques tendieron a promover principalmente una moral y salud urbanas mediante el contacto de las
familias con la naturaleza. Ese contacto se impulsó con paseos familiares, también se promovió la
recreación familiar e infantil para evitar así la descomposición social en las ciudades y las actividades
ilícitas como la delincuencia. Esa meta social se generalizó a los diferentes grupos sociales (Taylor, 1999;
Marne, 2001). El establecimiento de ese objetivo, si bien su nalidad era lograr la inclusión social de
todos los citadinos, resultó en una problemática de exclusión social, ya que los bene ciarios realmente
fueron las familias de clase media que demandaban ese tipo de recreación en particular.
Como resultado de lo anterior, desde un inicio surgieron con ictos entre familias de clase trabajadora
a quienes les interesaba más una recreación activa en los espacios, como actividades deportivas y
reuniones, frente a aquellas familias de clase media que preferían un uso pasivo de disfrute del espacio
verde (Taylor, 1999). Esta consecuencia tiene su origen en que se desconoció en principio la diversidad
de gustos y preferencias que podrían tener los diferentes tipos de familias urbanas o suburbanas.
Igualmente, si se habla de citadinos como grupo general, se tiene el riesgo de pasar por alto los diferentes
modos de vida (diversidad cultural), que son decisivos en las preferencias recreativas. Los mismos riesgos
se pueden extender si se pasa por alto que existen gustos, preferencias y demanda de facilidades[4]
recreativas diferentes a los concebidos a priori entre jóvenes y adultos, mujeres y hombres, casados y
solteros, pobres y ricos, personas discapacitadas o no discapacitadas, etc. Consecuentemente, pasar por
alto la diversidad recreativa origina no un espacio incluyente, sino uno excluyente y por lo tanto
discriminatorio hacia ciertos grupos sociales.
De esta forma, y para cada una de las metas sociales de las diferentes etapas históricas, se pueden ir
analizando los riesgos de exclusión social y discriminación caso por caso. Si bien históricamente los
objetivos sociales de inclusión se han dirigido a integrar diferentes grupos a los espacios verdes, se tiene
un riesgo latente de que la predilección por un grupo bene ciario, y también por actividades y reglas de
uso, lleve a la exclusión u olvido tal vez inconsciente de otros. Ese favoritismo dentro de los espacios
forma parte de los mecanismos de control social que pueden existir dentro de los espacios verdes.
Esa función de los espacios públicos como mecanismos de control social fue analizada por el lósofo
Michel Foucault (1984) Salcedo (2002), describió cómo los mecanismos de control social se ejercen
dentro de los espacios públicos excluyendo comportamientos no deseados por la sociedad. Esos
mecanismos se ejercen por medio de una gama de posibilidades de uso espacial cuyos dos extremos
corresponden, por una parte, a casos de desorden y, por otra, a casos de represión y marginación social
(Yiftachel, 1998).
Hay que reconocer que los espacios públicos, incluidos los espacios verdes, son sitios donde los
diferentes grupos sociales se ven sujetos a mecanismos de control que reprimen o permiten ciertos
comportamientos. Esos mecanismos se dan en forma de reglas sociales que in uyen en el diseño de los
mismos espacios. Por lo mismo, el diseño arquitectónico de los parques urbanos es  un mecanismo que
favorece o restringe diversos usos en los espacios verdes (Marne, 2001; Rishbeth, 2001).
 
2. Discriminación en parques públicos
 
La interacción entre reglas de uso social y diseño arquitectónico de parques resulta en una variedad de
problemas de desconsideración y discriminación que se mani esta de diversas formas. Así, los parques
públicos son sitios donde se puede ejercer la discriminación por género,[5] raza, etnia y orientación
sexual, entre otros. Esto se puede observar en el mismo diseño de algunos parques que no cubren las
expectativas recreativas de los diferentes usuarios y además favorecen la aparición de múltiples conductas
no deseadas en los espacios verdes, por ejemplo:
 
· Conductas delictivas como robos, drogadicción y alcoholismo.
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· Surgimiento y/o fortalecimiento de una percepción de inseguridad y temores para hacer


uso de los espacios verdes, aspectos encontrados en estudios de recreación en mujeres y
otros grupos sociales.
· Persecución y agresiones a personas cuya presencia y/o actividades recreativas pudieran no
ser bien vistas en los espacios verdes.
· Desconsideración hacia personas discapacitadas o que requieren cubrir una necesidad
especial.
 
Esta situación resulta, a n de cuentas, en espacios verdes subutilizados y en ocasiones vacíos, por lo
cual las instalaciones recreativas y la vegetación con que cuentan corren el riesgo de deteriorarse e incluso
dejar de existir si no se justi ca su demanda social.
En los siguientes apartados se analiza y discute la forma en que surgen algunas conductas no deseadas
en los espacios verdes, incluyendo sus efectos en los usos recreativos de mujeres, etnias, razas,
homosexuales y personas discapacitadas.
 
2.1 Percepción de inseguridad y delincuencia
 
Sobre la percepción de la inseguridad y la delincuencia dentro de los espacios verdes, se puede establecer
que son dos fenómenos relacionados. La primera se fortalece por la segunda, especialmente en aquellos
grupos sociales que son sujetos de discriminación dentro de las ciudades o que derivan mayor percepción
de inseguridad en los parques públicos por el diseño arquitectónico de éstos.
La percepción de inseguridad en parques públicos es una problemática que se ha encontrado
especialmente en mujeres. Sin embargo, esa percepción también se ha reportado en minorías étnicas y
raciales de algunas ciudades en  que temen al racismo en espacios urbanos, y en grupos sociales como
hombres homosexuales, por temor a la homofobia. Aunque esta idea de inseguridad en mujeres,
homosexuales y grupos raciales/étnicos se discute más adelante, es importante destacar ahora la relación
que hay entre el diseño del espacio verde, la percepción de inseguridad y las actividades ilícitas que
pueden ocurrir en los parques.
Respecto a las actividades ilícitas en parques públicos, la densidad y el tipo de vegetación,
combinados con la hora del día y la mala iluminación nocturna, son un factor clave en la aparición de
conductas delictivas como violaciones, robos, drogadicción y alcoholismo (Dascal, 1994). De esta
forma, el diseño paisajístico y recreativo pensado para favorecer la convivencia social se convierte en
magneto y refugio para delincuentes. Ellos pueden aprovechar la densidad y altura de la vegetación
como escondite para sus actividades ilícitas, llegando incluso a valerse para el mismo n de la
infraestructura recreativa, como kioscos y canchas deportivas. La presencia de conductas delictivas en los
espacios genera un clima de descon anza entre los usuarios habituales de los parques. Como resultado
de ello, los visitantes pueden responder de diferentes formas; por ejemplo:
 
· Evitar hacer uso, a diferentes horas del día, de zonas que identi quen como riesgosas; por
ejemplo, lugares aislados y áreas de vegetación densa.
· Realizar sus actividades recreativas en compañía.
· Dejar de visitar el parque.
 
Consecuentemente, es necesario que los problemas de percepción de inseguridad de cada grupo
social en los parques y sus localidades, junto con los fenómenos de asaltos y drogadicción, a veces
presentes, se estudien con mayor detalle para determinar qué características del diseño arquitectónico y
de la vegetación favorecen su aparición en los parques urbanos, y así adecuar estos últimos en bene cio
de los usuarios (Aminzadeh y Afshar, 2004; De Vos, 2005).
 
2.2. La mujer en los parques públicos
 
Diversos parques actuales fundados a partir de mediados del siglo  fueron concebidos como paisajes
rurales destinados a proporcionar espacios para la relajación y recreación de trabajadores y sus familias
(Taylor, 1999). Ese tipo de parque, denominado jardín placentero (cuadro 1) por Cranz y Boland
(2004), constituyó el primer movimiento de creación de áreas verdes urbanas en . Al respecto, Cranz
(1982, citado en Whitzman, 2002: 300) menciona que ese movimiento se extendió a través de Gran
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Bretaña, , Australia y Canadá durante la primera mitad del siglo  con base en el impulso de
valores morales en la población, fomentando la apreciación de lo bello y puro de la naturaleza y
proveyendo espacios de recreación familiar alternativos en lugar de tabernas, centros de vicio y otros
lugares idóneos para realizar conductas inmorales.
Esa antigua concepción de diseño urbanístico lleva a idealizar el espacio verde sólo como un sitio de
recreación familiar, conduciendo a generalizaciones erróneas sobre hábitos recreativos. Sin embargo, de
esa forma se empezaron a asignar las facilidades recreativas de acuerdo con lo que culturalmente los
responsables de diseños de parques reconocieron como actividades recreativas para hombres, mujeres,
niños, adolescentes y ancianos, o lo que es lo mismo, para papá, mamá, hijos de diferentes edades y
abuelitos. Sin embargo, esa visión de diseño ha sido puesta en tela de juicio ya que no considera las
expectativas recreativas de personas con un per l diferente o les asigna erróneamente un papel
predeterminado en el uso de los espacios recreativos, como en el caso de la mujer. Durante el siglo , el
derecho de la mujer a usar parques públicos fue ampliamente discutido, debido a concepciones que
todavía hoy promueven sólo actividades de recreación maternal. Además de aquellas otras que fomentan
prejuicios, que llegan incluso a establecer que las mujeres decentes deben evitar áreas ajenas a los sitios
de recreación infantil, especialmente al oscurecer para proteger su reputación y mantenerse a salvo de
agresiones (Whitzman, 2002).
Por lo anterior, cabe preguntarse: si se concibe recreativamente a la mujer sólo como madre de
familia, ¿dónde quedan las mujeres con otro per l social?, como solteras, estudiantes, profesionistas,
obreras, etc. Las mujeres, al menos por normas culturales, pueden ver restringido su uso recreativo en
parques quedando excluidas en menor o mayor grado de los múltiples bene cios que aportan las áreas
verdes, como el esparcimiento y mejoras en la salud por actividades deportivas. Esa concepción de
recreación en mujeres sólo como madres de familia, ha llevado incluso a generar toda una serie de ideas y
problemas sobre su tiempo libre en los espacios públicos. Por ejemplo, se ha llegado al extremo de decir
que la mujer no tiene derecho de tiempo libre en espacios públicos, y a soportar más restricciones, como
falta de tiempo, falta de programas recreativos, responsabilidades duales dentro y fuera del hogar y
preocupaciones sobre la seguridad personal en los espacios, entre otras (Krenichyn, 2004).
Considerando lo anterior, se pueden identi car al menos dos factores en el espacio verde que
pudieran excluir a la mujer: uno relacionado con la seguridad personal que ella pudiera derivar del
diseño arquitectónico, y otro más resultado de la ausencia de facilidades y programas recreativos
incluyentes, que permitan a mujeres con intereses diversos su incorporación a los múltiples bene cios
recreativos y de esparcimiento que brindan los parques.
Sin embargo, no se pueden generalizar los factores de riesgo de exclusión de mujeres en los espacios
verdes de diferentes ciudades del mundo. Kira Krenichyn (2004) menciona la importancia de investigar
esos factores, aunque destaca que al menos en ciudades escandinavas, la mujer hace uso de los espacios
públicos con audacia y sin temor. Igualmente menciona que en  algunos parques y plazas urbanas
con mayor diversidad de usuarios también presentan tasas elevadas de mujeres que las utilizan. Por el
contrario, otras investigaciones demuestran que la mujer está subrepresentada por percepción de
inseguridad, por lo que pre ere usar los espacios verdes en un contexto familiar y de recreación y
cuidado de infantes.
Si se consideran las metas sociales de los tipos de parque descritos por Cranz y Boland (2004), se
detecta una predilección por la recreación dentro de un contexto familiar, especialmente en aquellos
tipos de espacio desarrollados entre 1850 y 1965. No es sino hasta el diseño de parque del tipo Sistema
de Espacio Abierto cuando, según Cranz y Boland (2004), los bene cios se extienden para comprender a
los residentes citadinos sin distinción. Ello representa un logro en la inclusión social de los espacios. No
obstante, aun cuando el objetivo sea una inclusión equitativa de todos los residentes, hay que considerar
el papel arquitectónico de la vegetación.
Las masas arboladas, si bien cumplen un papel de diseño estético y ecológico como en el tipo actual
de diseño de Parque Sustentable, es importante considerar que su distribución y densidad pudieran
constituir un mecanismo recreativo limitante, ya que diversos estudios han demostrado que pueden
generar diferentes gradientes de percepción de inseguridad en los distintos tipos de usuario, como las
mujeres. Según Carolyn Whitzman (2002), esa percepción se presenta cuando realizan solas actividades
recreativas en los espacios verdes; por ejemplo, en masas densas de árboles y con condiciones de mala
iluminación que pudieran favorecer asaltos y agresiones físicas y sexuales. Por lo anterior, es importante
evaluar qué tanto in uye el diseño paisajístico del parque en la percepción de inseguridad sobre el
espacio. Hay que someter a discusión el hecho de que, si una estética de paisaje rural, ecológicamente
sustentable, a veces denso e íntimo y constituido por árboles y arbustos que cortan la vista, si bien

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pudiera ser un mecanismo educativo y de relajación psicológica para algunos usuarios, pudiera, por otro
lado, generar percepción de inseguridad en mujeres o en otros grupos sociales.
Respecto a la falta de facilidades y programas recreativos dirigidos a los usuarios, la visión sustentable
actual de tipo de parque es una llamada de atención para considerar la recreación femenina más allá de
los usos tradicionales que comúnmente se les han conferido a las mujeres. Es necesario dejar las
concepciones a priori sobre lo que puede o no hacer una mujer en el espacio verde, hay que dejar que sea
ella misma quien decida con base en sus gustos y preferencias. Por lo que es tarea del diseñador y
administrador del espacio desarrollar las facilidades recreativas sin considerar que el género del usuario
de ne la actividad que se pre ere realizar. Por ejemplo, las áreas de ejercicios físicos y los gimnasios al
aire libre deberían ser concebidos teniendo en mente que serán usados tanto por hombres como por
mujeres que seguramente tendrán diferentes capacidades y necesidades especiales.
Como se puede advertir, la percepción de inseguridad que se genera en las mujeres en los espacios
verdes y la ausencia de facilidades y programas recreativos dirigidos a ellas, pueden constituir factores
que disminuyan su satisfacción. Ante estos resultados, es necesario considerar e investigar la demanda
social recreativa de la mujer y la percepción que deriva del espacio, incluyendo el marco histórico y
cultural que ésta ha desempeñado en los espacios públicos de cada ciudad.
De acuerdo con los argumentos anteriormente expuestos, es necesario invitar a re exionar a los
responsables del diseño y la plani cación de parques sobre qué expectativas de recreación cubren los
espacios verdes en sus localidades. Esta re exión debería extenderse por medio de una revisión histórica,
para dejar que el espacio verde revele su origen y la nalidad con que fue creado. Es necesario considerar
que desde una óptica de equidad e inclusión social, una de nición rígida de recreación sólo como
actividad familiar, educativa, ecológica y naturalista constituye sólo una parte de la demanda recreativa
en los espacios verdes actuales. Igualmente, habría que meditar un poco sobre el efecto que tienen las
concepciones a priori sobre los usos recreativos del parque, las cuales, aun cuando se hagan de la mejor
manera, pudieran no estar respondiendo a las necesidades sociales, recreativas y de esparcimiento de los
usuarios. Hay que dejar a un lado la rigidez de los conceptos y ser más exibles en el diseño del espacio
verde y en lo que se entiende por recreación.
 
2.3 Presencia del grupo homosexual en los espacios verdes
 
En la esfera pública no es extraño observar la presencia de parejas y grupos homogéneos de hombres o
mujeres, o parejas y grupos mixtos que conviven socialmente para divertirse con diferentes objetivos:
jugar, buscar nuevas amistades o incluso irtear hombres con mujeres o mujeres y viceversa. Por ello, es
común ver en los espacios públicos parejas heterosexuales que mani estan sus emociones con muestras
de afecto y que se apropian del espacio según las reglas sociales que favorecen actividades, gustos y
orientaciones sexuales que culturalmente se ven como propias de un hombre y de una mujer. Sin
embargo, en los espacios públicos esas reglas sociales se ven rebasadas y transgredidas por grupos de
personas con una orientación sexual diferente, como homosexuales, lesbianas[6] y hombres y mujeres
transgénero.[7] Por lo cual, espacios urbanos como los parques públicos pudieran no ser del todo
favorecedores para las actividades de dichos grupos.
De acuerdo con los estudios de caso e investigaciones revisadas de geografía urbana y recreación, la
marginación, discriminación y persecución en parques públicos está más documentada en el caso de
homosexuales, posiblemente por las mismas actividades recreativas y de ligue o búsqueda de parejas
sexuales (cruising) que ellos llegan a realizar en estos lugares. Esto puede percibirse también por las
agresiones a homosexuales, reportadas por Amnistía Internacional (2001), en espacios públicos y
parques urbanos, y que están relacionadas con una aguda homofobia presente aún en diversas ciudades
del mundo.
Diversos estudios retrospectivos y actuales (Chauncey, 1994; Sánchez y López, 2000; List, 2001;
Sánchez, 2002; De Vos, 2005) sobre comportamiento homosexual urbano señalan que los parques
urbanos constituyen, para los homosexuales, sitios de socialización y de actividades recreativas que
pueden llegar a favorecer su identidad como personas y como miembros de una comunidad con cultura
propia en los espacios urbanos. La presencia de los homosexuales en los espacios verdes ha sido
documentada históricamente por George Chauncey (1994), quien en un análisis de la cultura urbana y
de la vida social de los homosexuales de principios del siglo  en Nueva York, señala que los espacios
verdes fueron sitios populares de reunión ante una sociedad discriminadora e incomprensiva para ellos.

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En su estudio, Chauncey (1994) expone cómo el concepto de paisaje rural y disfrute de la naturaleza
en parques, favorece diferentes actividades de los homosexuales, como la socialización y búsqueda de
parejas sexuales. Ello constituye un aspecto interesante de las actividades homosexuales en los parques
urbanos, ya que aunque se llevan a cabo en espacios públicos, consideran el uso de códigos y
subterfugios. Esos códigos, junto con el mismo diseño arquitectónico y la vegetación del espacio,
interactúan para excluir intrusiones y comportamientos hostiles de personas ajenas a este grupo (De Vos,
2005).
De acuerdo con Arturo Sánchez (2002), los parques son espacios que favorecen las interacciones
homoeróticas; sin embargo, han sido estigmatizados como escenarios de intimidad criminal de la cultura
homosexual (Berlant y Warner, 2005). Debido a dicho estigma, la popularidad que adquirieron los
parques urbanos en diferentes ciudades condujo a la pronta persecución y represión de homosexuales en
tales sitios. Chauncey (1994: 183), documenta las primeras redadas policiacas de homosexuales en sitios
como el Central Park en la segunda década del siglo :
 
La enorme presencia de homosexuales en los parques motivó una pronta respuesta de los policías. Éstos generalmente
acudían vestidos de civil a las áreas de ligue y irteo, con el objetivo de atrapar homosexuales; p. ej. durante la primera
mitad de 1921, se realizaron treinta y un arrestos alrededor del Zoológico de Central Park. La policía realizaba
periódicamente redadas y arrestos en masa de homosexuales sospechosos en los parques. Igualmente in aban sus
estadísticas de arresto, para obtener más publicidad y forzar a los homosexuales a cambiar su forma de ligue.
 
Pese a tal discriminación y persecución, los parques urbanos actuales siguen siendo espacios de
interacción homosexual, lugares que en buena parte han sido conquistados con apoyo de movimientos
activistas en favor de los derechos homosexuales y lésbicos en la esfera pública.
Actualmente, los grupos activistas se apoyan en políticas internacionales que pugnan por el respeto a
los derechos humanos, y uno de sus objetivos es promover la tolerancia hacia homosexuales, lesbianas y
personas transgénero en los espacios públicos, lo que ha permitido que se reconozca el uso que tales
sectores sociales hacen de los parques públicos. Algunos de los logros de esos grupos son:
 
· La introducción del tema de la apropiación y uso recreativo en espacios urbanos como
parques en las políticas públicas de gobierno, tal como lo documenta Fran Martin (2000)
en Taiwán.
· El origen de parques públicos más tolerantes, como Riis Park[8] en Nueva York, el cual
cuenta con áreas donde conviven homosexuales y lesbianas compartiendo el espacio con
otros visitantes (Low et al., 2005).
· La consideración de usos y actividades recreativas de homosexuales en propuestas de
manejo y usos recreativos en áreas verdes, como lo documenta De Vos (2005) respecto de
la ciudad de Gante, en Bélgica.
 
Sin embargo, en otras urbes como la Ciudad de México, los parques públicos siguen siendo sitios de
discriminación homosexual, acoso y agresiones policiacas (Sánchez y López, 2000). Esa discriminación
explica algunos resultados de investigaciones sobre homosexuales en espacios verdes, como:
 
· Las agresiones físicas o verbales por parte de otros usuarios de los espacios o incluso de la
misma autoridad responsable de brindar seguridad y orden social.
· Aparición o incremento en la percepción de inseguridad y temores a sufrir agresiones al
hacer uso del parque.
· La exclusión de homosexuales en los espacios.
 
Por lo anterior, no es extraño que Amnistía Internacional (2001) informe que en países como India, los
parques urbanos son sitios de agresiones policiales a homosexuales, quienes desgraciadamente sólo en
esos sitios pueden socializar entre ellos.
Las evidencias actuales de persecución y discriminación permiten a rmar que no existe un
reconocimiento público generalizado por parte de quienes administran de los espacios verdes y de otros
usuarios de que los homosexuales tienen derecho a ejercer sus actividades recreativas dentro del parque
público. Un primer deber de las autoridades citadinas es reconocer ese derecho, si es que se quiere
avanzar en la inclusión social dentro de los espacios públicos. Mientras desconozca o pase por alto la

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existencia de la actividad recreativa homosexual dentro de los espacios verdes, existe el riesgo de
agresiones por parte de cuerpos policiales y de otros grupos sociales.
Se requieren acciones a rmativas –como reglas de uso del espacio equitativas y campañas de
difusión– por parte de las autoridades y de los mismos grupos sociales que permitan generar un clima de
tolerancia y respeto hacia personas con preferencias sexuales diferentes. Para ello, es necesario considerar
que el acercamiento entre administradores y autoridades del parque y los diferentes grupos sociales es
fundamental para generar un clima de respeto y cordialidad en el uso de los espacios verdes. Esta
aproximación es necesaria ya que las características de paisaje e intimidad en el espacio verde,
importantes para el ligue homosexual, son a su vez elementos amigables para actividades recreativas
como la relajación y la observación del paisaje y de la vida silvestre. Por lo anterior, aquí se tienen dos
grupos sociales con intereses diferentes que comparten las mismas áreas recreativas. También es necesario
re exionar sobre cómo un espacio que fue creado con nes de recreación pasiva es usado con intereses
distintos, lo que re eja, a n de cuentas, que el espacio es dinámico y no neutro y adaptable a
necesidades de diversos usuarios.
Sin embargo, esa cualidad del espacio se puede traducir en diversas desventajas y generar con ictos
que lleven a la exclusión. En aquellas ciudades donde la homosexualidad no es bien vista en los espacios
públicos, pudiera estar creando rechazo y agresiones por parte de usuarios que comparten el espacio
íntimo y relajante, o por aquellos que quisieran derivar satisfacción y seguridad a partir de espacios
abiertos, iluminados y con mayor vigilancia. En ambos casos, los grupos sociales podrían sentirse con
mayor derecho para reclamar su uso del espacio y excluir a personas con comportamientos no bien vistos
por la sociedad (Whitzman, 2002).
Por lo anterior, y considerando una perspectiva de equidad,  nuevamente destacamos la importancia
de exibilizar el concepto de recreación considerando además las reglas de uso social en los parques. Ésta
sería una condición necesaria, pero no su ciente, para generar un clima de respeto y tolerancia dentro de
las áreas verdes. La cualidad de adaptación del espacio descrita anteriormente refuerza que es necesaria la
disposición de los diversos grupos sociales para consensuar, junto con los administradores, las
características de diseño que favorezcan sus actividades y las mejores formas para asignar y/o establecer
espacios de uso de acuerdo con sus necesidades.
Obviamente, mientras que la homosexualidad siga siendo considerada como una actividad
intolerable, e incluso a veces ilícita, en las sociedades urbanas, es difícil que se lleve a cabo una conquista
del espacio por parte de la comunidad homosexual.
Por otra parte, es necesario ampliar a detalle los estudios de demanda social recreativa de ese grupo
social. Además, existen aspectos como la interacción entre el diseño de los espacios y los códigos de
conducta homosexual, que distan aún de conocerse del todo y que ameritan, por sí solos, ser
considerados en investigaciones futuras.
También es importante cubrir el vacío en el conocimiento de los usos recreativos que las lesbianas
hacen en los parques, ya que generalmente han sido consideradas invisibles en los espacios públicos,
como lo sugiere Julie Podmore (2001). Aunque existen estudios en los que se hace referencia a la
actividad lésbica en los parques urbanos (Chauncey, 1994; Low et al., 2005), éstos no pasan de ser sólo
informes de la presencia de ese grupo, o bien, se les considera compartiendo espacios recreativos con
homosexuales. Sin embargo, tales estudios no exploran los usos ni las actividades recreativas que llevan a
cabo las lesbianas en estos lugares.
La misma aridez en los estudios de recreación urbana y parques públicos se encuentra en relación con
las personas transgénero, dejándose de lado la posibilidad de una falta de interés en investigaciones sobre
geografía urbana y recreación de lesbianas y personas transgénero en espacios verdes. Esta aridez en el
tema pudiera también verse afectada porque:
 
· Las técnicas y métodos empleados en geografía urbana y recreación en espacios verdes no
han sido las adecuadas para conocer los actividades recreativas de lesbianas y personas
transgénero y, por lo mismo, pasan desapercibidas.
· Posiblemente estén en mayor o menor grado ausentes en los parques por la discriminación
presente en los espacios públicos. Especialmente en el caso de aquellas personas cuya
condición transgénero es notoria, al mezclar características físicas femeninas y masculinas,
lo cual los podría hacer más vulnerables a ser discriminados y agredidos.
 
2.4 Aspectos étnicos y sociales en los parques públicos
 
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En este análisis se han descrito diversas situaciones de marginación y discriminación en los espacios
verdes, a veces sutiles, como en el caso de la mujer, y en otras agresivas, como en el caso de los
homosexuales. Sin embargo, seguramente ninguna de esas dos situaciones, al menos durante todo el
siglo , ha adquirido tal notoriedad como la discriminación por motivos raciales/étnicos.
Recientes investigaciones en parques urbanos relativas al aspecto racial/étnico, demuestran que:
 
· El temor a ser discriminado por cuestiones raciales/étnicas persiste aún, especialmente en
ciudades que albergan diversas minorías étnicas/raciales (Burgess et al., 1988; Rishbeth,
2001).
· Las percepciones sobre el espacio y los gustos y preferencias recreativos pueden ser
diferentes de acuerdo con el origen étnico/racial (Payne et al., 2002; Sasidharan et al.,
2005), y por lo general no son considerados en los planes de diseño del parque,
especialmente en referencia a aquellos grupos minoritarios cuya demanda social no alcanza
a ser cubierta.
 
Ambos resultados afectan el uso recreativo y, por lo tanto, la satisfacción que los grupos
étnicos/raciales pudieran derivar de los espacios.
En el mejor de los escenarios posibles, los grupos adecuan sus actividades al espacio, y ante una
percepción de inseguridad y/o discriminación, pueden optar por realizar sus actividades recreativas en
espacios abiertos, bien iluminados y acompañados. En otros escenarios no tan optimistas, las personas
amoldan los espacios a sus necesidades, pudiendo llegar a tener con ictos con los administradores del
parque. Éste es el caso de aquellos espacios verdes que carecen de áreas acondicionadas para eventos y
estas familiares, por lo que los usuarios se ven en la necesidad de adaptar algunas zonas del mismo. De
esta forma, las reglas de manejo del parque pueden verse quebrantadas, generando un efecto negativo en
áreas que en algunos casos pudieran estar destinadas a otros tipos de recreación o bien estar sujetas a
conservación.
Por lo anterior, es necesario encontrar técnicas y métodos que permitan identi car la percepción del
espacio y la demanda social recreativa de los grupos étnicos/raciales, y desde una perspectiva de equidad,
hacerlo extensivo a los diferentes grupos sociales que visitan los parques urbanos.
En este trabajo, se han empleado, a la par, los términos raza y etnia sin que ello implique el mismo
signi cado. Es necesario considerar esta diferencia conceptual, especialmente por el enfoque desde el
cual se sugiere desarrollar los estudios de etnología, etnografía y recreación urbana, que se comentarán
más adelante. Se entiende como raza el conjunto de todas aquellas personas que tienen características
físicas en común, y como etnia, una población cuyos integrantes comparten memoria histórica, uno o
más elementos de cultura, vínculos con una patria y con creencias de un ancestro común (Hutchinson y
Smith, 1996: 6, citados, en Rishbeth, 2001: 352).
Los estudios etnográ cos y etnológicos constituyen el medio para atacar el problema de inclusión
social considerando la demanda recreativa de los diferentes grupos sociales con base en sus valores
culturales. Este enfoque de trabajo en espacios urbanos ha llevado a Setha Low y colaboradores (2005:
205) a de nir el término cultura como un paquete abstracto de valores, prácticas y modos de vida que se
emplean para sobrevivir en un ambiente particular.
Desde ese punto de vista, este enfoque puede considerar que los diferentes modos de vida
determinarán el uso recreativo y la percepción que los diversos grupos sociales asignan a los espacios
verdes urbanos. Si estos espacios se visualizan en un horizonte de tiempo, se transforman en agentes
activos que cambiarán de acuerdo con los gustos y preferencias de los usuarios. De esta forma, el estudio
de dichos modos de vida permitirá adecuar los diseños arquitectónicos de los parques y cubrir la
demanda social en forma de paisajes incluyentes que consideren los gustos y preferencias recreativas que
poseen los diferentes grupos sociales.
Si se ve al espacio como un agente activo y dinámico de inclusión social, entonces es necesario
identi car qué grupos sociales visitan el parque (adolescentes, personas solteras, familias, etnías, razas,
homosexuales, entre otros) e investigar la percepción que cada grupo tiene del espacio verde y los usos
recreativos que se realizan en los mismos. Este enfoque de inclusión social en las investigaciones que se
desarrollan en parques urbanos, permitirán obtener resultados como los encontrados por Paul Gobster
(1998) y que sirven para mejorar el diseño de los espacios, por ejemplo:
 
· En principio, considerar el parque como un agente activo y dinámico de inclusión social
permite concebir este espacio como un lugar que se puede ajustar a las necesidades del
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usuario y por lo tanto resultar en un magneto verde de grupos sociales, étnicos y raciales
diferentes, siempre y cuando se cubra la demanda recreacional de dichos grupos. Por lo
que la diversidad de los usuarios y la localización de los espacios entre localidades social o
étnicamente diferentes no deberían ser impedimento para obtener tal magneto.
· El parque urbano se podría considerar como una pared verde sólo en casos donde se pase
por alto la identi cación de grupos sociales y sus percepciones y usos dentro del mismo.
· Aunque se puedan presentar problemas de uso, como percepción de inseguridad y
desplazamiento de usuarios por discriminación, éstos podrían ser atacados si se localizan
los sitios recreativos compartidos por diversos grupos raciales, étnicos y sociales en un
mismo parque y si se desarrollan estrategias y programas recreativos que permitan la
interacción, tolerancia y respeto entre los diferentes tipos de visitantes.
 
Estos resultados, nuevamente, evidencian la importancia de considerar al espacio verde como un
agente dinámico que se puede ajustar a los gustos y preferencias de los visitantes con el paso del tiempo.
De ahí la importancia de conocer la demanda social recreativa de los diferentes grupos sociales. Este
enfoque induce también a buscar los métodos y formas por los cuales se puede llegar a la obtención de
usos recreativos consensuados que permitan la convivencia dentro de un marco de respeto y tolerancia
entre usuarios diferentes, como mencionamos antes. De esos métodos y formas se hablará más adelante.
 
2.5 Espacios verdes, discapacidades y necesidades especiales
 
Los grupos hasta ahora mencionados carecen, en diferentes grados, de la oportunidad de interactuar en
los espacios y obtener los bene cios que de ellos se derivan. No obstante, y considerando la de nición de
equidad de Scott-Webber y Marshall-Baker (1998), faltaría mencionar aún a aquellas personas que
poseen alguna discapacidad física que les impide acceder sin restricciones a los espacios urbanos, o bien
que requieren cubrir alguna necesidad especial con el mismo n.
Aunque en algunos casos la exclusión pudiera estar relacionada con el diseño arquitectónico del
espacio, es posible también que la aceptación social, la estigmatización y la discriminación in uyan en la
participación recreativa al aire libre de personas discapacitadas (Henderson y Bendini, 1995, citado en
Williams et al., 2004). La in uencia de ambas posibilidades ha sido demostrada para la población de
personas con discapacidades motrices de Estados Unidos. Existen resultados que demuestran que es más
probable que esa población se niegue a participar en actividades recreativas por preocupación sobre
seguridad personal y facilidades recreativas inadecuadas, que una población no discapacitada (Williams
et al., 2004).
Para poder hablar de restricciones en los espacios públicos, es conveniente establecer primero qué
comprende una discapacidad. Respecto a este término, Deborah Park y colaboradores (1998: 9-10)
consideran que una discapacidad física re ere no sólo a personas con inhabilidades motrices (como
usuarios con silla de ruedas), sino también a personas con inhabilidades sensoriales (ciegos, débiles
visuales, sordos, etcétera).
De acuerdo con estas posibles formas de discapacidad, los espacios públicos podrían presentar
diversas restricciones que podrían ser comparables, en algunos casos, a diferentes tipos de barreras físicas
presentes en los espacios públicos y que impiden el acceso y/o el desplazamiento. Sin mayor análisis, se
podrían señalar al menos las siguientes dos restricciones para discapacitados: escalones y pendientes que
entorpezcan o impidan el traslado en silla de ruedas, y falta de señalizaciones dirigidas a personas ciegas
y débiles visuales.
Sin embargo, es importante señalar que la apreciación de Park y colaboradores (1998) se puede
extender, tal como lo hacen Scott-Webber y Marshall-Baker (1998), si se considera la de nición de
equidad. Así, se incluye a personas que por envejecimiento vean deteriorada su capacidad para acceder a
diferentes espacios, o bien a todo aquel sujeto que requiera cubrir una necesidad especial con el mismo
n. Un ejemplo de esas necesidades especiales en áreas urbanas serían las de aquellos usuarios de parques
que empujan carreolas con bebés durante sus actividades recreativas. Esas personas, aunque no son
discapacitadas, tienen que sortear diferentes barreras, como escalones y pendientes en los espacios,
similares a las que confrontan las personas en silla de ruedas.
Las restricciones y barreras tienen que ser identi cadas por los responsables del diseño de los espacios
verdes, y son ellos quienes deben solucionarlas, ya sea modi cando el espacio o proporcionando las
facilidades necesarias. Algunas recomendaciones para ello podrían ser:
 
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· Seleccionar el material y forma adecuada de los andadores para que no entorpezcan el


desplazamiento de personas con problemas de movilidad o que requieran cubrir alguna
necesidad especial. Por poner un ejemplo, los andadores con pendientes elevadas y
escalones altos pueden constituir barreras infranqueables en algunos casos.
· Elaborar rampas para el acceso y desplazamiento de personas con capacidades diferentes o
con alguna necesidad especial que permitan el acceso a las áreas e instalaciones recreativas.
· Diseñar y colocar señalizaciones adecuadas que guíen a personas ciegas y débiles visuales
dentro del parque.
· Elaborar programas y servicios recreativos incluyentes que permitan la incorporación de las
personas por sus gustos y preferencias, sin excluir, a priori, a quienes padecen alguna
discapacidad o necesidad especial. Dejar que hable el grupo en cuanto a sus gustos y
preferencias de recreación.
 
El no tomar en cuenta a las personas discapacitadas en los espacios verdes se puede traducir en
discriminación. Como se mencionó, un primer paso para corregir esa falla es reconocer el derecho de los
diferentes grupos sociales a bene ciarse de las bondades recreativas de los espacios verdes. Ello implica la
conscientización de los administradores y, en este caso, especialmente de los responsables de diseñar el
espacio arquitectónico y las facilidades recreativas. Olvidar el acceso, desplazamiento y actividades
recreativas de una persona discapacitada dentro de un espacio verde, es negar el derecho de uso
recreativo. Consecuentemente, negar el derecho de uso recreativo es discriminar a una persona
discapacitada, sin que por ello se hable de una agresión física o una persecución, como pudiera ser el
caso de la discriminación étnica-racial o la discriminación a un homosexual dentro de un parque.
Por otra parte, al igual que en el resto de los grupos, es indispensable conocer la demanda social
recreativa de personas discapacitadas en los espacios verdes, para determinar sus preferencias dentro de
toda la gama de actividades que se llevan a cabo y, de esa forma, conocer los requerimientos y
adecuaciones que se deben realizar en las instalaciones para recibir a los diferentes usuarios.
 
3. Estrategias para la inclusión de grupos marginados
 
El análisis sobre discriminación y falta de consideración en los espacios de los cuatro grupos estudiados
en este trabajo, mani esta una urgente necesidad social de rede nir los diferentes espacios urbanos bajo
una visión de equidad. Esa rede nición permitirá que espacios públicos como los parques favorezcan la
inclusión a través del desarrollo de ambientes urbanos que absorban un amplio espectro de capacidades y
discapacidades humanas.
Sin embargo, esa visión incluyente aplicada en la plani cación y manejo de los parques tiende a
complicarse debido a que los especialistas y responsables de los parques urbanos no están del todo
capacitados para conciliar los intereses de los diferentes grupos sociales dentro de nuevas propuestas de
manejo y administración. A lo anterior hay que agregar que diversos parques urbanos actuales fueron
concebidos históricamente con un diseño paisajístico predominantemente rural y de acuerdo con un
concepto de recreación familiar. Si bien ese enfoque ha evolucionado a un tipo conceptual de Parque
Sustentable, el riesgo de exclusión social aún exite si el administrador y el diseñador del espacio no
reconocen la diversidad de los residentes citadinos que pueden hacer uso del parque. Este esquema se
vuelve a complicar una vez que se asume la existencia de esquemas de recreación pasiva y activa que se
pueden contraponer fácilmente; por ejemplo, relajación y contemplación del paisaje frente a actividades
deportivas como fútbol soccer, béisbol y básquetbol.
La asignación de usos recreativos dentro de los espacios verdes puede conducir a problemas en donde
satisfacer los gustos, preferencias y necesidades de determinado grupo social podría afectar
negativamente los de otros. Ante esta problemática, los espacios verdes no pueden restringirse
únicamente a proporcionar ciertos usos recreativos familiares, o bien, ciertos diseños de paisaje ecológico
o rural. Y tampoco es posible seguir diseñando los espacios pensando en usos recreativos a priori. Si lo
que se quiere es operar con espacios verdes incluyentes, se requiere como primera condición exibilizar
la de nición de recreación en los espacios públicos y determinar la demanda social recreativa de cada
grupo.
La contraposición que pueda haber en la demanda social de los diferentes grupos conduce a una
visión integral de todos los  usuarios y a considerar la participación ciudadana, de cuya utilidad se
hablará en el siguiente apartado. Por lo anterior, es necesario instrumentar acciones integrales, buscando

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puntos de equilibrio en la asignación de áreas de actividades para diferentes grupos. En donde se
favorezcan las preferencias, de ser posible de todos, o en su defecto de la mayoría de ellos. Al considerar
el tipo conceptual de Parque Sustentable, habrá también que prever que los objetivos de conservación de
vida silvestre pudieran no ser compatibles con determinados tipos de recreación u otros usos. Es el caso
de algunas actividades que pudieran interferir con el desarrollo de la vida silvestre, como escuchar
música, practicar deportes que generen ruidos o que impacten directamente en la vegetación. Es
necesario que los biólogos y especialistas en conservación evalúen y analicen estos efectos.
Els de Vos (2005) sugiere que, debido a la imposibilidad de que un solo parque cubra las expectativas
de todos los grupos sociales en una ciudad, es necesario se generen nuevas políticas urbanas tendentes a
desarrollar un sistema citadino diversi cado de parques.
Dentro de ese sistema, cada espacio verde pudiera estar basado en diferentes conceptos de
plani cación, diseño arquitectónico, posibilidades de participación ciudadana, valores culturales y usos
recreativos, ecológicos y educativos. Esa visión, que en este trabajo se denominará “paisajística”,
permitiría considerar una diversidad de funciones de utilidad, como recreación, conservación,
educación, etc. Una gama de posibilidades diseñada y distribuida espacialmente en el paisaje urbano,
donde cada parque pudiera satisfacer las necesidades, gustos y preferencias de determinados grupos
sociales. Consecuentemente, es necesaria una visión paisajística integral en el diseño, manejo y
administración de los parques, no como entidades aisladas, sino como un Sistema Integral de Espacios
Verdes Citadinos. En ese Sistema, cada área verde tendría una función principal de utilidad,
determinada por su respectiva demanda social. Así, existirían diferentes tipos de parque que contendrían
toda la gama de posibilidades de uso recreativo, ecológico, educativo, histórico y de conservación. Esa
visión “paisajística”, basada en principios de sustentabilidad, hace necesaria la concientización de los
plani cadores de parques en relación con la importancia de los valores culturales de los grupos sociales.
Es esencial aceptar que esos valores se mani estan en forma de prácticas y estilos de vida que determinan
el uso que se le da a los espacios urbanos y también la demanda social de áreas verdes.
 
3.1 Demanda social recreativa, participación ciudadana y plani cación de los espacios verdes
 
Se han aplicado diversas técnicas para conocer la demanda social recreativa en espacios urbanos. Entre
éstas se tienen investigaciones históricas, entrevistas, evaluaciones participativas, encuestas, conteos y
caracterizaciones de usuarios por medio de observaciones en sitio. Todas estas técnicas pueden ser
incorporadas en diferentes modalidades de participación ciudadana en los espacios verdes. Diversos
congresos y acuerdos internacionales, como la Carta de la Habana (2001), el Programa Hábitat y la
Declaración de Estambul de la Organización de la Naciones Unidas (Centro de las Naciones Unidas
para los Asentamientos Humanos, 2005), recomiendan considerar la participación ciudadana en los
planes de asignación y diseño de los espacios verdes. Hay que mencionar que dentro del tema de
desarrollo sustentable, la participación de los grupos sociales es fundamental, tal como re eren Raúl
Pacheco y Obdulia Vega (2001: 26).
En el discurso sobre desarrollo sustentable, el concepto de participación ciudadana es elogiado como
la piedra nodal sobre la que se puede ncar un modelo de desarrollo económicamente próspero,
ecológicamente protector y socialmente sustentable. La participación de la sociedad en la construcción,
diseño e implementación de políticas ambientales ya no es una opción sino un prerrequisito si se habla
de un desarrollo sustentable.
Consecuentemente, la participación –en sus diferentes modalidades, como mesas redondas
multiparticipativas y coaliciones ambientales de organizaciones no gubernamentales (Pacheco y Vega,
2001)– es un instrumento clave en la solución de con ictos públicos. Las modalidades de participación
se caracterizan por trabajar de acuerdo con un esquema de diálogo y cooperación, lo que es una ventaja
que les permitiría obtener programas de diseño, manejo y consensar usos recreativos en áreas verdes,
asunto que, a su vez, repercutiría favorablemente en la calidad de las instalaciones recreativas y su
vegetación (Dascal, 1993; Dascal, 1995; Jones, 2002a y 2002b; Speller y Ravenscroft, 2005).
Sin embargo, la generación de un proceso participativo en las diferentes fases de desarrollo de las
áreas verdes requiere que se cumplan algunos aspectos, entre los cuales se pueden mencionar los
siguientes:
 
· Disponibilidad de los diferentes grupos sociales para participar libremente en un conjunto
social integral.
· Que no se excluya del proceso participativo a determinado grupo o persona.
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· Información disponible para discutir y consensar aspectos ligados a las percepciones de los
diferentes grupos sobre el espacio y sus particulares gustos y preferencias recreativas.
 
No hay que olvidar que se está hablando de una diversidad urbana que puede llegar a comprender
diferentes grupos, cada uno con intereses y necesidades particulares, y que en algunos casos pudiera
existir intolerancia social hacia alguno de ellos. La cohesión social entre grupos diferentes se puede lograr
siempre y cuando se alcance un clima de respeto y tolerancia y se reconozca el derecho de uso a grupos
que, en algunos casos, históricamente han sido sujetos de olvido, por ejemplo, etnias, mujeres,
homosexuales y personas discapacitadas.
La cohesión social puede llegar a ser un aspecto delicado y difícil de lograr en algunas ciudades del
mundo; como en el caso de México, donde 39.1% de la población considera que la exclusión signi ca
impedir la participación de alguien, y 25.3% la asocia también con descartar a una persona de la
sociedad. Desfavorablemente, México también es un país donde, en general, nueve de cada 10 mujeres,
indígenas, discapacitados, adultos mayores, homosexuales y pertenecientes a minorías religiosas se
sienten discriminados. De estos grupos, 94.7% de homosexuales, 94.4% de discapacitados y 94.2% de
mujeres perciben que en México hay discriminación hacia ellos por su condición (Secretaría de
Desarrollo Social, 2005). Si bien esa discriminación se reporta como más importante dentro de los
ambientes laborales y de derecho al trabajo, es necesario extender esta investigación para determinar el
porcentaje de discriminación en espacios públicos, como las áreas recreativas.
En relación con la información disponible, que es necesaria dentro de un esquema de participación
social de áreas verdes, se estaría hablando de inventarios de super cie verde, facilidades recreativas,
estadísticas sobre usos y conocimiento de gustos, preferencias y necesidades de los usuarios dentro de los
espacios. La inexistencia o restricción de esa información limitaría la toma de decisiones y acuerdos que
se puedan hacer para adecuar diseños, asignación de usos y generación de programas de áreas verdes. Por
ello, es necesario que los administradores de los parques incentiven la creación de bases de datos
automatizadas y sistemas de información pública de los espacios verdes recreativos.
Como se comentó, los administradores pudieran no estar del todo preparados para considerar la
diversidad de intereses recreativos. Sin embargo, esa misma de ciencia podría llevarlos también a pasar
por alto las bondades de la participación social y a desconocer los resultados derivados de los procesos
participativos que son de interés para la comunidad. Por lo mismo, la ausencia o desconocimiento de las
bondades de la participación social arrastrarían consigo el incumplimiento de la demanda social en las
áreas verdes, resultando ello, como mencionamos en otros apartados, en espacios subutilizados y vacíos.
Esa situación a su vez in uiría en la percepción de inseguridad, creándose de esta forma un círculo
vicioso que resulta en un decaimiento de la calidad de las masas arboladas y de los servicios y recursos
recreativos con que cuenta el espacio. Además, los con ictos sociales en los espacios pueden agudizarse
por asaltos, agresiones y persecuciones en contra de grupos vulnerables. Tales problemas abren la
posibilidad de que el deterioro en la calidad de los parques incida en una disminución de la super cie
verde de la localidad. Y eso posiblemente aumentaría aún más la competencia con otros usos del suelo,
como comerciales, residenciales y para estacionamientos, los cuales serían favorecidos debido a los
bene cios económicos que derivan de ellos. En consecuencia, es muy importante estimar el valor
económico de los servicios sociales, recreativos y ambientales que prestan los parques urbanos.
La ausencia de valor en términos monetarios o de precios de mercado de tales servicios, pone en
franca desventaja el uso recreacional en los espacios verdes, debido a que la plani cación urbana puede
emplear herramientas económicas como el análisis de costo-bene cio en la toma de decisiones para
asignar y dar prioridad a determinados usos del suelo. Sin embargo, el hecho de que se carezca de tales
valores económicos no quiere decir que no existan. La economía ambiental ha desarrollado y
fundamentado métodos como el costo de viaje, la evaluación contingente y los precios hedónicos, entre
otros, que permiten encontrar el valor económico de los servicios sociales, recreativos y ambientales que
pueden proporcionar los espacios verdes. No es objetivo de este trabajo generar una discusión y análisis
sobre esos métodos de evaluación económica y su aplicación en la toma de decisiones de la plani cación
urbana en la asignación de uso del suelo. Sin embargo, por su importancia se considera un área de
discusión pendiente para urbanistas y economistas ambientales.
Por lo tanto, considerando los objetivos de este trabajo, es necesario destacar la importancia de
sensibilizar, especialmente a los plani cadores y administradores de parques, sobre las bondades de la
participación ciudadana y de la incorporación de la demanda social de los citadinos en sus agendas de
trabajo. En esta recomendación también hay que sugerir que los mismos administradores deben facilitar
y promover en los centros de investigación de manejo de recursos naturales de sus ciudades, la
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investigación ecológica, social y económica de los parques. Los resultados y análisis de tales
investigaciones permitirán a los plani cadores adecuar sus actuales programas de manejo y diseños
arquitectónicos a la demanda social recreativa, desde una perspectiva de equidad y participación
ciudadana.
En el enfoque de sustentabilidad actual, y considerando un esquema de manejo integral con
perspectiva “paisajística,” se puede concebir actualmente el parque urbano recreativo como un espacio
público con usos potencialmente diversos, incluyente y sin discriminación.
 
Conclusiones y recomendaciones
 
La creación y el desarrollo histórico de diversos tipos de parques urbanos en diferentes ciudades del
mundo ha respondido a metas sociales que privilegiaron inicialmente la inclusión de algunos grupos
sociales, asignando en ocasiones actividades recreativas a priori. Esa visión de desarrollo del espacio verde
trajo consigo la falta de consideración de algunos grupos sociales dentro de los espacios verdes, lo que
resultó en discriminación y generación de con ictos sociales. Con la actual concepción de Parque
Sustentable, la meta social de llevar salud integral humana y ecológica a todos los residentes citadinos, se
puede lograr sólo si se acepta la diversidad en la demanda social recreativa de los grupos sociales
bene ciarios. En un enfoque de sustentabilidad y equidad social no se puede hablar de espacios verdes
incluyentes mientras exista una problemática de exclusión dentro del espacio. Por ello, se hace
indispensable sugerir las siguientes acciones:
 
· Flexibilizar el concepto de recreación en parques públicos y no de nirlo únicamente como
un espacio de recreación familiar y con nes de educación ambiental y objetivos
ecológicos.
· Conocer la demanda recreacional de los grupos sociales que hacen uso de las áreas verdes
en las diferentes localidades urbanas.
· Considerar que el espacio verde es un agente dinámico, no neutro, ya que es de nido por
las diversas actividades que los usuarios realizan o desean realizar dentro de él.
· Considerar que el espacio y las facilidades recreativas se pueden y deben adecuar a los
gustos, preferencias, necesidades y diferentes capacidades de los usuarios.
· Aceptar que existen riesgos potenciales de exclusión, si no se toma en cuenta a grupos
vulnerables a los que tradicionalmente no se les ha reconocido su derecho de uso
recreativo, como mujeres, etnias/razas, homosexuales y personas con discapacidades o
necesidades especiales.
· Valorar las bondades de la participación ciudadana como un mecanismo que, aun con
ciertos requerimientos y riesgos, pudiera facilitar el desarrollo consensado de programas de
creación, desarrollo, manejo y asignación de usos diversos, como la recreación en espacios
verdes.
 
En la práctica se podrían emplear algunas de las técnicas ya mencionadas o una combinación de ellas
para conocer la demanda de bienes y servicios de áreas verdes por parte de los grupos sociales. Los
resultados proporcionarían indicadores de demanda recreativa en espacios verdes, acuerdos de
cooperación entre los grupos sociales y la creación de programas consensuados de manejo,
administración y uso recreativo. Para lograr lo anterior, se requiere la participación de diferentes
profesionistas en desarrollo urbano, como arquitectos, economistas, sociólogos, antropólogos y
especialistas en forestería urbana que conformen equipos de investigación y trabajo multidisciplinarios.
Consecuentemente, la integración de las recomendaciones anteriores lleva a considerar como eje de la
dotación del servicio verde a la demanda social. Por lo que esa demanda social, si se considera su
potencial de múltiples usos debiera incluirse en un esquema de manejo integral con una perspectiva
paisajística. Esa perspectiva, a su vez, debiera ejecutarse por medio del diseño y operación de un Sistema
Integral de Espacios Verdes Citadinos que contenga esquemas de participación ciudadana. Por lo
anterior, y tomando en cuenta la posibilidad de que un solo parque sea incapaz de proporcionar todos lo
servicios y usos demandados, algunos parques pudieran estar mayormente enfocados a desempeñar una
función recreativa de cierto tipo, mientras que otros tendrían alguna función alternativa, cubriéndose de
esa forma la diversidad en gustos y preferencias de la gente y las funciones de utilidad que pudieran
proporcionar los espacios verdes.
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Todo eso repercutirá en la generación de nuevos planes de áreas verdes y de recreación en las ciudades
dentro de programas integrales de servicios urbanos. Asimismo, esto permitiría asignar de manera
e ciente zonas verdes en una ciudad de acuerdo con la óptica de sustentabilidad que especi ca el tipo de
Parque Sustentable de nido por Cranz y Boland (2004). No es posible concebir el desarrollo urbano
sujeto únicamente a proyectos políticos individuales de sólo un servicio y un espacio a corto plazo, sino
como parte de planes integrales dinámicos de bienes y servicios a largo plazo con participación
ciudadana y adecuada distribución espacial de los parques en el paisaje urbano.
 
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Recibido: 4 de abril de 2006.
Reenviado: 23 de junio de 2006.
Reenviado: 2 de octubre de 2006.
Aprobado: 4 de octubre de 2006.
 
Ramiro Flores-Xolocotzi es maestro en ciencias. Actualmente realiza estudios de doctorado en el
posgrado Forestal del Colegio de Postgraduados, Campus Montecillo. Su línea de investigación se centra
en la economía ambiental y recreación en espacios verdes urbanos. Entre sus publicaciones destacan:
“Deforestation and Land Use Change in Mexico”, Journal of Sustainable Forestry, 12 (1): 171-191,
(2001, en coautoría con Juan Manuel Torres Rojo); “Cambio de uso del suelo entre los sectores forestal,
agrícola y pecuario”, Ciencia Forestal, 25 (87): 5-24 (2000, en coautoría con Juan Manuel Torres Rojo).
 
Manuel de Jesús González-Guillén es profesor-investigador en el Colegio de Postgraduados. Es doctor
en economía de los recursos naturales y el ambiente, y en análisis de política. Entre sus publicaciones
destacan: “De nición de áreas forestales con potencialidad recreativa”, Agrociencia, 30, 1996: 129-138
(1996, en coautoría con J. René Valdez Lazalde y Cruz Velasco González); “Population and Land Use
Change in the California Mojave: Natural Habitat Implications of Alternative Futures”, Population
Research and Policy Review, 22: 373–397 (2003,  en coautoría con Lori M. Hunter, Matt Stevenson,
Kimberly S. Karish, Richard E. Toth, omas C. Edwards Jr., Robert J. Lilieholm y Mary Cablk);
“Estimación de cobertura arbórea mediante imágenes satelitales multiespectrales de alta resolución”,
Agrociencia, 40: 383-394 (2006, en coautoría con José René Valdez Lazalde y Héctor Manuel de los
Santos Posadas), y “Sistema de información para administrar plantaciones comerciales en México”,
Madera y Bosques, 12 (2): 77-90 (2006, en coautoría con Édgar A. Sánchez Moreno, David H. del Valle
Paniagua y J. René Valdez Lazalde); Demanda, disponibilidad de pago y costo de oportunidad hídrica en la
cuenca Tapalpa, Jalisco. Aceptado para su publicación en Madera y Bosques 13 (1), 2007, en coautoría
con Christopher López Paniagua, J. René Valdez Lazalde y Héctor Manuel de los Santos Posadas.

[1]En este documento, los términos parques públicos, parques urbanos, espacios verdes y áreas verdes se consideran sinónimos.

[2] Como género se entiende lo considerado por Marta Lamas (1998): lo que la sociedad concibe que debe ser propio de un hombre y propio
de una mujer tomando como referencia la anatomía respectiva de cada uno y sus funciones reproductivas evidentemente distintas.
[3] El término homosexual se emplea para referirse a hombres que gustan de tener contactos eróticos con otros hombres. De acuerdo con
Arturo Sánchez (2002), el término incluye a aquellos hombres que se reconocen como gays aceptando su preferencia homosexual, y a hombres
que se reconocen como heterosexuales y que gustan también del mismo tipo de contactos eróticos.
[4] En este documento el término “facilidades recreativas” se emplea de manera general para referirse a infraestructura como las vías de acceso y
andadores dentro del parque además de juegos infantiles, canchas deportivas y sanitarios junto con todo el mobiliario del parque como postes
de luz, cajones de estacionamiento, bancas, fuentes y botes de basura. Incluyendo también servicios como agua potable y casetas telefónicas.
[5] Como discriminación por género se entiende lo expuesto por Lamas (1998: 6): el sexismo, o sea, la discriminación en función del sexo
mediante el género.
[6] Para esta investigación, el término lesbiana comprende a todas las mujeres que gustan de tener contactos eróticos con otras mujeres, sin
considerar ninguna excepción.
[7] El término persona transgénero se re ere en este estudio a todos aquellos hombres o mujeres que, independientemente de su orientación
sexual (heterosexual, homosexual o bisexual), adopten pautas, comportamientos y rasgos físicos del género opuesto.
[8] Aunque propiamente Riis Park no es un espacio verde, se incluye como ejemplo debido a que se considera parque público; de hecho, hasta
1974 su administración fue responsabilidad del New York City Parks and Recreation Department y después del National Park Service, que lo
incorporó al del sistema Gateway National Recreation Area (Low et al., 2005)
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